tapatío 22 de enero

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A las ocho y media de la mañana comienza la jornada de José Luis Montiel. Todos los días, desde hace seis años, llega a su carrito situado en la calle Ramón Corona, casi esquina con avenida Juárez; saca su material, se pone un mandil para proteger su ropa y aguarda la llegada de un cliente. Aunque ya ha comenzado a amar el oficio de bolero, reconoce que hay días en que la clientela no es tan abundante como quisiera: “se están perdien- do las buenas costumbres, el gusto por el buen ves- tir –dice–, ya casi no usan calzado de bolear, ya hay quienes se atreven a ponerse un traje con tenis, ca- da quien sus costumbres; la cultura se ha deterio- rado muchísimo”. Pareciera que el señor Montiel, como le dicen quienes lo conocen, es de otra época, y efectiva- mente así es… pero al mismo tiempo es un hombre actual, capaz de desarrollar un sinfín de temas, cosa que sin duda se debe a ese vicio que le ha acompa- ñado desde su juventud: la literatura. “Para mí es fascinante poder entablar pláticas con las personas, dado que se me da un poco; como me ha gustado la literatura, entonces tengo muchos temas para platicar con las personas”, advierte. Por eso el señor Montiel se distingue de otros seres que deambulan por la calle Ramón Corona, algunos funcionarios de los gobiernos estatal o mu- nicipal, magistrados, trabajadores de tiendas de ro- pa, calzado y productos varios, o los periodistas que recorren la zona en sus pesquisas diarias de infor- mación. Su cultura es muy amplia. No necesita te- ner un título para hablar con propiedad. “Algunos se sorprenden. Me dicen, ‘¡cómo es posible que una persona que tiene la cultura que us- ted tiene se encuentre de bolero!’. Yo les preguntó: ‘¿es que para ser bolero tengo que ser inculto, falto de carácter o educación?’. Les digo: ‘ustedes no ven el verdadero perfil de un bolero, muchos se encuen- tran aquí porque no saben hacer otras cosas, por sus necesidades; otros nos encontramos aquí por- que es el último refugio, porque ya no hay otro ca- mino cuando la edad se nos echa encima y se nos cierran las puertas por todos lados’”, explica el se- ñor Montiel, mientras recuerda a aquel muchacho que le enseñó el oficio, le prestó el carrito y, lo más importante, lo trajo de nuevo a la vida. Y es que la historia del señor Montiel es larga, con algunas altas y profundas bajas –seguramente como la de muchas otras personas que habitan es- ta ciudad–; hubo momentos en los que estuvo per- dido en la oscuridad, vagando por las calles: “ima- gínate que de tener mi casa y mi coche un día, al siguiente ya no tenía nada y me encontraba dur- miendo en una banca”. De eso hace ya ocho años. Tras la muerte de uno de sus hijos, la tristeza cayó sobre él; la relación con su pareja se deterioró y decidió dejarlo todo: fa- milia, empleo y hasta a sí mismo. Deambuló de un lado a otro de la ciudad, pasando frío y hambre, re- cordando quizá los buenos tiempos, aquellos años en que vivió con su padre en la Sierra Tarahumara, llenándose de la riqueza cultural de ese pueblo, aprendiendo su dialecto, admirando al hombre que le enseñó a vivir y lo formó para ser el mejor en lo que él decidiera ser, independientemente de que si- guiera o no sus pasos en la ingeniería. “Estudié dibujo lineal, debí haber seguido el paso de la ingeniería, pero la juventud a veces nos lleva por otros caminos, nos dejamos llevar, me gus- tó mucho la aventura; no conozco Estados Unidos, pero puedo jactarme de conocer mi país desde el Río Bravo hasta el Río Suchiate, anduve para arriba y para abajo”, recuerda. Ésa ha sido quizá la característica en la vida de José Luis Montiel, ir de arriba a abajo. Cuando se instaló en la ciudad de Guadalajara, hace cua- tro décadas, formó su familia, laboró durante un tiempo en Bufete Industrial Construcciones, “una constructora muy fuerte que competía con la ICA, Ingenieros Civiles Asociados”. Sus con- tratos eran temporales y un día simplemente ya no hubo trabajo. De ahí llegó al mundo nocturno, “llegué bus- cando trabajo a un bar que se llama Ramsés night club; el gerente, Miguel Gallardo, me dijo: ‘pero de qué busca usted trabajo?”. La única opción fue en- cargarse de la limpieza, pero Montiel decidió que había que ir más arriba. Con trabajo y decisión se convirtió en mesero, capitán de meseros, hostess, supervisor y gerente. Después llegó la tristeza y to- do se vino abajo. Hoy las cosas marchan bien; además de la luz, el señor Montiel encontró su Sol. Probablemente hay días en que el dinero que entra en su pequeñí- sima empresa es insuficiente, pero “afortunada- mente soy una persona que no tiene vicios: no fumo ni tomo. Mi único vicio es la literatura”. Y si eso no bastara, finalmente se cumplió la profecía que decretó hace algunos años, cuando se- ñaló que seguramente podría volver a encontrarse con sus hijos, “nos encontraremos, el señor nos ayudará”, y así ha sido. Después de ocho años el Jo- sé Luis Montiel mantiene contacto con ellos, inclu- so en unas cuantas semanas viajará a Tijuana –jun- to a su Sol– para encontrarse con Nancy, su hija mayor, que ya quiere tenerlo de nuevo para regre- sarle todo lo que él les ha dado. Sábado 22 de enero de 2011 PÁGINA 7-B Supervisora: Aimeé Muñiz • [email protected] Fundadores Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. • Editor-Director Carlos Álvarez del Castillo G. Personajes en la ciudad Desde hace seis años el bolero, un extraordinario conversador, trabaja en su carrito de la calle Ramón Corona EL INFORMADOR • E. FLORES Mi padre fue el único amigo que tuve en mi vida; hoy, soy amigo de mis hijos José Luis Montiel, bolero. • José Luis Montiel es admirado por algunos clientes, quienes no dan crédito a que un hombre culto sea bolero. Talento joven Roberto Pedroza moldea su gusto por los toros Todo empezó a los 13 años de edad, cuando en una de las asignaturas a cursar en la secundaria, el tapatío descubrió la habilidad que surge cuando su creatividad y sus manos se unen. “Comenzó así, con un simple trabajo de escuela; éste es el primer re- cuerdo que tengo con la plastilina, que por cierto, fue también dirigido a la fiesta brava”. A los 14 años, el ahora pedicurista de oficio, in- cursionó en la fiesta taurina con el sueño de ser tore- ro. Por tal motivo, llegó a hacer a un lado su talento como escultor y pintor, para dedicarse de lleno a la profesión taurina; así ocurrió hasta el año 2003, cuan- do Roberto decidió dejar la carrera de torero, para re- tomar su afición por las artes plásticas y comenzar a realizar más en forma obras escultóricas y pictóricas. Hoy, el amor a la tauromaquia es su eje de ins- piración para cada una de sus creaciones. “Hago lo que me nace hacer. Me sería muy complicado que alguien me encargara que pinte o haga una escul- tura de algo que yo no siento. Me focalizo en lo tau- rino, porque es lo que me apasiona. Pinto del maes- tro Morante de la Puebla, David Silveti, entre otros, porque son toreros que admiro”. Pedroza nunca ha asistido a una escuela de ar- tes para especializarse en alguna técnica en espe- cífico; se puede decir que es autodidacta y su talento es nato, lo que le permite jugar con diferentes téc- nicas para formar una sola. “Me gusta mucho trabajar con plastilina y des- pués vaciar en resina, aunque también en los últimos días se me ocurrió experimentar con óleos y colores y me gustó mucho el resultado”, advierte Roberto. Su forma surrealista de ver el mundo del toro, se basa prioritariamente en su andar como torero durante ocho años. El contexto que es para él la fies- ta brava, lo plasma en cada una de sus obras, en las que la mujer y el toro son los protagonistas. Sus pilares En su haber como artista tapatío, Roberto tocó puertas con la intención de encontrarse con perso- nas que le ayudasen a obtener un conocimiento más técnico acerca de su pasión. Así, en el camino se to- pó con Roberto Flores, también escultor con varios años de experiencia, quien le compartió parte de sus conocimientos, como el moldeado en resina. En lo que corresponde a la pintura, se encontró con Salvador Rodríguez, con quien actualmente toma clases de dibujo. “Roberto Flores es mi maestro, él me enseñó lo básico y me ha regalado los instrumentos con los que trabajo. Cuando uno empieza, inicia sin saber abso- lutamente nada, sólo tienes el talento, pero no la téc- nica, y el maestro Flores me ha ido enseñando poco a poco lo que sé. De igual forma Salvador Rodríguez me ha apoyado mucho con la técnica para mis trazos de dibujo, que son básicos para la pintura”. El talento ha crecido así, en silencio tras un cuarto lleno de recuerdos taurinos que despiertan la creatividad de un joven tapatío que fusiona téc- nicas, aunque sin academias, para dar pie a obras que reflejan el mundo taurino desde los ojos de Ro- berto José Pedroza. • Roberto elabora una de sus creaciones. EL INFORMADOR • E. FLORES PARA SABER La primera escultura que realizó Roberto, y con la cual descubrió sus cualidades, fue la figura de un toro de lidia al que llamó Gotita de miel, hecho durante una clase de Educación Artística y con la cual ganó un concurso de escultura a nivel de tres secundarias del Estado. PINCEL Y PLASTILINA A sus 28 años de edad, Roberto ha creado cerca de 20 esculturas de diferentes conceptos, todas ellas en plastilina. Con el pincel, ha sido creador de un número parecido de cuadros, en los que se proyecta la imagen de sus toreros preferidos. Las creaciones que hago muchas se quedan conmigo, otras las he vendido y algunas más las he regalado a gente que sé que las va a valorar Roberto José Pedroza, escultor y pintor taurino. “Mi único vicio es la literatura”, J O S É L U I S M O N T I E L

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Tapatío 22 de enero

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Page 1: Tapatío 22 de enero

A las ocho y media de la mañana comienza lajornada de José Luis Montiel. Todos los días, desdehace seis años, llega a su carrito situado en la calleRamón Corona, casi esquina con avenida Juárez;saca su material, se pone un mandil para protegersu ropa y aguarda la llegada de un cliente.

Aunque ya ha comenzado a amar el oficio debolero, reconoce que hay días en que la clientela noes tan abundante como quisiera: “se están perdien-do las buenas costumbres, el gusto por el buen ves-tir –dice–, ya casi no usan calzado de bolear, ya hayquienes se atreven a ponerse un traje con tenis, ca-da quien sus costumbres; la cultura se ha deterio-rado muchísimo”.

Pareciera que el señor Montiel, como le dicenquienes lo conocen, es de otra época, y efectiva-mente así es… pero al mismo tiempo es un hombreactual, capaz de desarrollar un sinfín de temas, cosaque sin duda se debe a ese vicio que le ha acompa-ñado desde su juventud: la literatura.

“Para mí es fascinante poder entablar pláticascon las personas, dado que se me da un poco; comome ha gustado la literatura, entonces tengo muchostemas para platicar con las personas”, advierte.

Por eso el señor Montiel se distingue de otrosseres que deambulan por la calle Ramón Corona,algunos funcionarios de los gobiernos estatal o mu-nicipal, magistrados, trabajadores de tiendas de ro-pa, calzado y productos varios, o los periodistas querecorren la zona en sus pesquisas diarias de infor-mación. Su cultura es muy amplia. No necesita te-ner un título para hablar con propiedad.

“Algunos se sorprenden. Me dicen, ‘¡cómo esposible que una persona que tiene la cultura que us-ted tiene se encuentre de bolero!’. Yo les preguntó:‘¿es que para ser bolero tengo que ser inculto, faltode carácter o educación?’. Les digo: ‘ustedes no venel verdadero perfil de un bolero, muchos se encuen-tran aquí porque no saben hacer otras cosas, porsus necesidades; otros nos encontramos aquí por-que es el último refugio, porque ya no hay otro ca-mino cuando la edad se nos echa encima y se noscierran las puertas por todos lados’”, explica el se-ñor Montiel, mientras recuerda a aquel muchachoque le enseñó el oficio, le prestó el carrito y, lo másimportante, lo trajo de nuevo a la vida.

Y es que la historia del señor Montiel es larga,con algunas altas y profundas bajas –seguramentecomo la de muchas otras personas que habitan es-ta ciudad–; hubo momentos en los que estuvo per-dido en la oscuridad, vagando por las calles: “ima-gínate que de tener mi casa y mi coche un día, alsiguiente ya no tenía nada y me encontraba dur-miendo en una banca”.

De eso hace ya ocho años. Tras la muerte deuno de sus hijos, la tristeza cayó sobre él; la relacióncon su pareja se deterioró y decidió dejarlo todo: fa-milia, empleo y hasta a sí mismo. Deambuló de unlado a otro de la ciudad, pasando frío y hambre, re-

cordando quizá los buenos tiempos, aquellos añosen que vivió con su padre en la Sierra Tarahumara,llenándose de la riqueza cultural de ese pueblo,aprendiendo su dialecto, admirando al hombre quele enseñó a vivir y lo formó para ser el mejor en loque él decidiera ser, independientemente de que si-guiera o no sus pasos en la ingeniería.

“Estudié dibujo lineal, debí haber seguido elpaso de la ingeniería, pero la juventud a veces noslleva por otros caminos, nos dejamos llevar, me gus-tó mucho la aventura; no conozco Estados Unidos,pero puedo jactarme de conocer mi país desde elRío Bravo hasta el Río Suchiate, anduve para arribay para abajo”, recuerda.

Ésa ha sido quizá la característica en la vidade José Luis Montiel, ir de arriba a abajo. Cuando

se instaló en la ciudad de Guadalajara, hace cua-tro décadas, formó su familia, laboró durante untiempo en Bufete Industrial Construcciones,“una constructora muy fuerte que competía conla ICA, Ingenieros Civiles Asociados”. Sus con-tratos eran temporales y un día simplemente yano hubo trabajo.

De ahí llegó al mundo nocturno, “llegué bus-cando trabajo a un bar que se llama Ramsés nightclub; el gerente, Miguel Gallardo, me dijo: ‘pero dequé busca usted trabajo?”. La única opción fue en-cargarse de la limpieza, pero Montiel decidió quehabía que ir más arriba. Con trabajo y decisión seconvirtió en mesero, capitán de meseros, hostess,supervisor y gerente. Después llegó la tristeza y to-do se vino abajo.

Hoy las cosas marchan bien; además de la luz,el señor Montiel encontró su Sol. Probablementehay días en que el dinero que entra en su pequeñí-sima empresa es insuficiente, pero “afortunada-mente soy una persona que no tiene vicios: no fumoni tomo. Mi único vicio es la literatura”.

Y si eso no bastara, finalmente se cumplió laprofecía que decretó hace algunos años, cuando se-ñaló que seguramente podría volver a encontrarsecon sus hijos, “nos encontraremos, el señor nosayudará”, y así ha sido. Después de ocho años el Jo-sé Luis Montiel mantiene contacto con ellos, inclu-so en unas cuantas semanas viajará a Tijuana –jun-to a su Sol– para encontrarse con Nancy, su hijamayor, que ya quiere tenerlo de nuevo para regre-sarle todo lo que él les ha dado.

Sábado 22 de enero de 2011 PÁGINA 7-B

Supervisora: Aimeé Muñiz • [email protected]

Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. • Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G.

Personajes en la ciudad

Desde hace seis añosel bolero, un extraordinario

conversador, trabajaen su carrito de la calle Ramón Corona

EL INFO

RMADOR • E. FLORES

Mi padrefue el único

amigo que tuveen mi vida; hoy,soy amigo demis hijos

José Luis Montiel, bolero.

• José Luis Montiel es admirado por algunos clientes, quienes no dan crédito a que un hombre culto sea bolero.

Talento joven

Roberto Pedroza moldeasu gusto por los toros

Todo empezó a los 13 años de edad, cuando enuna de las asignaturas a cursar en la secundaria, eltapatío descubrió la habilidad que surge cuando sucreatividad y sus manos se unen. “Comenzó así, conun simple trabajo de escuela; éste es el primer re-cuerdo que tengo con la plastilina, que por cierto,fue también dirigido a la fiesta brava”.

A los 14 años, el ahora pedicurista de oficio, in-cursionó en la fiesta taurina con el sueño de ser tore-ro. Por tal motivo, llegó a hacer a un lado su talentocomo escultor y pintor, para dedicarse de lleno a laprofesión taurina; así ocurrió hasta el año 2003, cuan-do Roberto decidió dejar la carrera de torero, para re-tomar su afición por las artes plásticas y comenzar arealizar más en forma obras escultóricas y pictóricas.

Hoy, el amor a la tauromaquia es su eje de ins-piración para cada una de sus creaciones. “Hago loque me nace hacer. Me sería muy complicado quealguien me encargara que pinte o haga una escul-tura de algo que yo no siento. Me focalizo en lo tau-rino, porque es lo que me apasiona. Pinto del maes-tro Morante de la Puebla, David Silveti, entre otros,porque son toreros que admiro”.

Pedroza nunca ha asistido a una escuela de ar-tes para especializarse en alguna técnica en espe-cífico; se puede decir que es autodidacta y su talentoes nato, lo que le permite jugar con diferentes téc-nicas para formar una sola.

“Me gusta mucho trabajar con plastilina y des-pués vaciar en resina, aunque también en los últimosdías se me ocurrió experimentar con óleos y coloresy me gustó mucho el resultado”, advierte Roberto.

Su forma surrealista de ver el mundo del toro,se basa prioritariamente en su andar como torerodurante ocho años. El contexto que es para él la fies-ta brava, lo plasma en cada una de sus obras, en lasque la mujer y el toro son los protagonistas.

Sus pilares

En su haber como artista tapatío, Roberto tocópuertas con la intención de encontrarse con perso-nas que le ayudasen a obtener un conocimiento mástécnico acerca de su pasión. Así, en el camino se to-pó con Roberto Flores, también escultor con variosaños de experiencia, quien le compartió parte desus conocimientos, como el moldeado en resina. Enlo que corresponde a la pintura, se encontró conSalvador Rodríguez, con quien actualmente tomaclases de dibujo.

“Roberto Flores es mi maestro, él me enseñó lobásico y me ha regalado los instrumentos con los quetrabajo. Cuando uno empieza, inicia sin saber abso-lutamente nada, sólo tienes el talento, pero no la téc-nica, y el maestro Flores me ha ido enseñando pocoa poco lo que sé. De igual forma Salvador Rodríguezme ha apoyado mucho con la técnica para mis trazosde dibujo, que son básicos para la pintura”.

El talento ha crecido así, en silencio tras uncuarto lleno de recuerdos taurinos que despiertanla creatividad de un joven tapatío que fusiona téc-nicas, aunque sin academias, para dar pie a obrasque reflejan el mundo taurino desde los ojos de Ro-berto José Pedroza.

• Roberto elabora una de sus creaciones.

EL INFO

RMADOR • E. FLORES

PARA SABERLa primera escultura querealizó Roberto, y con la cualdescubrió sus cualidades, fuela figura de un toro de lidia alque llamó Gotita de miel,hecho durante una clase deEducación Artística y con lacual ganó un concurso deescultura a nivel de tressecundarias del Estado.

PINCEL Y PLASTILINAA sus 28 años de edad,Roberto ha creado cerca de20 esculturas de diferentesconceptos, todas ellas enplastilina. Con el pincel, hasido creador de un númeroparecido de cuadros, en losque se proyecta la imagen desus toreros preferidos.

Las creaciones quehago muchas se

quedan conmigo, otras lashe vendido y algunas máslas he regalado a genteque sé que las va avalorar

Roberto José Pedroza, escultor ypintor taurino.

“Mi único vicio es la literatura”,J O S É L U I S M O N T I E L

Page 2: Tapatío 22 de enero

PÁGINA 8-B Sábado 22 de enero de 2011EL INFORMADOR

TAPATÍO

Diario de un espectadorpor: Juan Palomar

Dos sillas de palo, una ceiba. Dos, a la entra-da, bajo el zaguán en calma. Vinieron del Sur, deSan Sebastián y sus oficios viejos. Cada silla re-vela en su hechura y su distinto gesto la veta dela madera que las formó, la mano que las hizo. Noaspiran a durar, ni es su pretensión imponer supresencia más allá de la humilde materialidadque las conforma. El asiento de buen tule de la la-guna de Zapotlán, sin embargo, resiste. Sabenque la cruel usura de los años, la utilización coti-diana y justa, habrá de renovar la cadena de sillasque enlazan las generaciones. Por ahora ahí es-tán, livianas y serviciales, esperando la conversa-ción que vendrá, la pausa y la divagación, el ratode descanso. A una cuadra, la ceiba de la banque-ta explotó en una floración gozosa. Quién la vepor un momento puede, quizás, encontrar razo-nes para perseverar la andanza.

**

Tener una casa es tener un estilo para combatirel tiempo. (José Lezama Lima)

**

Retratos entrevistos. Promedia el día y a bor-do de su moto recorre la calle como tantos que alomo de caballerías diversas se han ganado el pana través de los siglos. Navega hasta el borde de labanqueta y se detiene. Una cara que revela el tra-bajo del tiempo y la intemperie como costumbre:una chispa de humor distante en los ojos, la barbacrecida. Pronuncia entonces, no muy alto, el nom-bre de un periódico que en su concienzudo arregloeditorial acarrea. Espera lo justo, vende uno o dosdiarios, descansa. Se aleja después calmosamen-te, propietario de las noticias del día, administra-dor de novedades y desastres, de especiosas refle-xiones, de ciertos destellos, quizá, de claridad. Esel mensajero de siempre. Su presencia continuadaes la mejor noticia.

**

Paul Bowles: El cielo protector. Novela hipnó-tica, irritante, apenas recordada. Su lectura se en-laza y se confunde con la película que Bertolucci hi-ciera al principio de los años noventa. (Vale la penaasomarse a los fragmentos que Youtube contiene.)Visiones del tiempo, del desierto (que quizás -pu-diera decir Borges- son lo mismo), del encuentroimposible de los viajeros norteamericanos con unacultura antigua y sabia que los elude y fascina. Laprosa de Bowles de repente deja la pesantez de unrelato trabajoso y fatal y resuena con timbres ele-giacos. Noticia de una errancia.

“Una estrella negra aparece, un punto de oscu-ridad en la claridad del cielo de la noche. Punta deoscuridad y umbral del reposo. Avanza, atraviesa lafina fábrica del cielo protector, reposa”.

“La muerte está siempre en el camino, peroel hecho de que no sepas cuando llegará parecequitar la finitud de la vida. Es esa terrible preci-sión la que odiamos tanto. Pero por que no la sa-bemos, llegamos a pensar en la vida como un po-zo inexhaustible. Y sin embargo todo sucedesolamente un cierto número de veces, y un muy

pequeño número, realmente. ¿Cuántas veces máshabrás de recordar una cierta tarde de tu infan-cia, una tarde que es tan profundamente una par-te de tu ser que ni siquiera puedes concebir tu vidasin ella? Quizá cuatro o cinco veces más. Quizá nisiquiera eso. ¿Cuántas veces más habrás de ver ala luna llena levantarse? Quizá 20. Y sin embargo,parecen ilimitadas”.

**

Hay un cierto disco de Chico Buarque, fecha-do en 1992, que se llama Para Todos. Una serie deseñas y girones marcan su intermitente audicióna través de todos estos años. (¿Cuántas veces?preguntaría Bowles). En la portada figura la foto,de frente y de perfil, de Buarque apenas adoles-cente, registrado con un número de fichaje. Dicenlas crónicas que proviene de una cierta detenciónpoliciaca a resultas de su participación en unaprotesta contra alguna de las dictaduras brasile-ñas. Acompañan a estas dos imágenes las deotros anónimos ciudadanos, azarosa constela-ción que aquí se reúne. Ni un día ha envejecidoesta música, a la vez alada y cotidiana. La maes-tría despreocupada y precisa de Buarque en unode sus mejores momentos. Una canción había in-trigado desde el principio a este espectador, la úl-tima del disco. Se llama A foto da capa. Vuelve asonar insistentemente por estos días. Coinciden-cias, confluencias. Difícil descifrar el significadode su letra, desde las costas próximas y tan ajenasdel portugués-brasileño. A través de la corres-pondencia con dos entrañables amigos y poetas,Jorge Esquinca y Felipe de Jesús Hernández, apa-rece su significado, queda claro su sentido que re-mite, precisamente, a la foto de portada. Y a mu-cho más. La versión que abajo se transcribe(“libérrima”, según Jorge Esquinca, su autor)transmite fielmente el misterio, el ritmo y la pro-fundidad que música y palabras conjuraban des-de el inicio, desde los días brasileños. Y que si-guen diciendo aún hoy, aquí.

La foto de la portada

El retrato del artista cuando mozonada promete ni es cándida pinturaEs del ladrón rastacuero la figura,foto que no saldría en la portadaUna pose para cámara tan duracuyo foco a toda lírica solapa

Era tenue la luz del calabozo,la claraboya de talento se tapabay el poeta que él siempre se sabíaningún futuro claro imaginabaVeía al tira de la izquierda, mascullaba,y otro al frente, haciendo la fotografía

Una foto que no saldría en la portada,era la mera contracara, la faz oscura,el retrato de un tipo con pavuraque se apresta para dar la cara.

[email protected]

por: David Izazaga

Es la hora de la tarde en la queestá a punto de ocultarse el Sol y lascosas parecen tener un brillo mayoral que en realidad tienen. La fuentede la Plaza Tapatía, como ya es cos-tumbre, no tiene agua y es el lugarideal para que la gente se siente a es-perar (a alguien o simplemente a quepase algo que a lo mejor pasa o a lomejor no), a platicar o a observar to-do lo que sucede alrededor.

A unos cuantos pasos la marimba,que hasta hace unos minutos maltrata-ba una cumbia con singular alegría, pa-rece haber terminado su jornada y yavan los marimberos cargando el mue-blesote con rumbo desconocido.

Alrededor de la fuente del “Ra-bito de Porky”, dan vueltas y vueltasvarios niños y niñas en unos autoseléctricos rosas de Barbie. A unos pa-sos de la fuente está su estaciona-miento y el letrero que indica que lagente puede subir a sus chamacosdurante 10 minutos por 25 pesos.

Casi frente a la entrada al MagnoCentro Joyero San Juan de Dios se hapuesto un tipo, disfrazado de mineroy cubierto todo el cuerpo de pinturametálica, simulando ser un robot. Sequeda parado un buen rato, como es-tatua; está encima de un banco y en-frente tiene un vasito. Se ha concen-trado ya un numeroso grupo de gentefrente a él, que seguro espera a que su-ceda algo. Y sucede cuando un niño seacerca a intentar verlo muy de cerca:el minero de metal se ha movido, comosi fuera un robot, para saludar al niñoy ofrecerle una paleta (que confiemosno sea también de metal). Y como si elniño le hubiera dado pila, sigue ahorael minero, desatado, haciendo su showfrente a sus decenas de espectadores.

Es curioso observar cómo lamayoría de quienes quieren obser-varlo lo hacen de lejos, o bien inclu-

so desde atrás de él y huyen encuanto presienten que serán elblanco de las miradas ajenas, al mo-mento que el robot minero buscaconvertirlos en sus patiños.

Se han concentrado ya tantos es-pectadores alrededor del robot mine-ro, que sabrá Dios de dónde han apa-recido unas Marías con un puesto depapas y churritos y aquello parece en-tonces todo un espectáculo formal enel que no faltan los churritos para co-mer mientras se observa el espontá-neo y gratuito espectáculo callejero.

Por un lado pasan los policletosdando su rondín y pasarán un par deveces más en la siguiente media ho-ra. Más allá, las fuentes a ras de pisoque sí funcionan y que ejercen unarara atracción, sobre todo entre losniños: son tres chorros que brotandel suelo y hay una separación entrecada una que parecería suficientepara que cualquiera atravesara porahí, sin necesidad de mojarse. Sóloque el aire es caprichoso y al momen-to de que alguien intenta pasar seco,aunque lo haga rápidamente, saldráirremediablemente salpicado, en elmejor de los casos.

Los fotógrafos que ofrecen susservicios para inmortalizar en unagráfica a los novios, a los turistas o aquien se deje, con la original vista defondo de la fuente seca, comienzan aguardar sus instrumentos, pues elSol se va y con ellos su flash natural.

En la cafetería que está a un ladodel Magno Centro Joyero han depensar que con tener música autóc-tona a gran volumen, lograrán que lagente entre a consumir. La señoritaque atiende el kiosco de informaciónturística tiene cara de aburrida y noparece percatarse que a sus espal-das, no muy lejos de ahí, decenas depersonas no pierden detalle de lo queuna estatua viviente hace. Ahora haymuchos que quieren tomarse una fo-

to con el minero, que no deja de hacerreír a sus espectadores, con algunagracejada, luego de que quienes setoman la foto con él, le dejan unasmonedas en su vasito.

De repente, salido de la nada,aparece caminando por mitad de laplaza un joven manos de tijera per-fectamente caracterizado, el disfrazes realmente impresionante, tantoque un grupo de mujeres comienza aseguirlo, hasta que una se ánima y lepregunta que si aceptaría tomarseuna foto, a lo que raudo contesta quesí, que por 20 pesos, con mucho gus-to. Y después de ella, se lanza una pa-reja y luego una familia y en un solorato, el joven manos de tijera ya hareunido 100 pesos que ojalá y no loshaga trizas cuando los quiera gastar.

Hacia el área Norte de la plaza,justo donde están las únicas bancastechadas, un grupo de hombres, sen-tados, llaman la atención: pareceríaque están ahí sin mayor interés queel de descansar, pero todos fijan suvista hacia las escaleras, las únicasque existen para bajar hacia la Cal-zada. Hay que pasar un buen rato ob-servando para descubrir que en lasescaleras están unas mujeres que,tras ser debidamente observadasacuden hacia a ellas y tras acordar unprecio, bajan hacia un hotel que estásobre la propia Calzada.

Al pie de la escalera un hombreha puesto un improvisado tendederosobre el que ha colocado una grancantidad de objetos, a primera vistainservibles, pero que muy posible-mente encuentren clientes: muñecasrotas, discos de vinil, desarmadores,revistas Selecciones, cajas de metal,botellas de vino vacías.

El Sol se ha ocultado por com-pleto y la Luna comenzará a develarmuchas otras cosas distintas a lasque suceden en el día. Pero el “rabitode Porky” seguirá ahí.

Fatiga Crónica

Todo lo que sucedeuna tarde bajo

el “rabito de Porky”

• Diversas son las experiencias que pueden presenciarse en este típico lugar tapatío.

EL I

NFO

RM

AD

OR