diplomacia cultural siete recomendaciones para la política
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DIPLOMACIA CULTURAL
Siete recomendaciones para la política exterior colombiana1
NO CITAR – BORRADOR
Introducción
La agenda cultural de la política exterior colombiana ha ido más allá de difundir los
valores nacionales, y uno de sus planes centrales consiste en la promoción de Colombia como
un país contemporáneo, innovador, diverso, inclusivo y comprometido con la búsqueda de
la convivencia pacífica; y con la consolidación de la presencia y posicionamiento de
Colombia en instancias globales, multilaterales, regionales y subregionales para la defensa
y promoción de los intereses nacionales con socios tradicionales y no tradicionales
(Cancillería, 2015, pág. 3).
Sin embargo en este objetivo, falta una mención expresa a la forma como las
manifestaciones culturales locales y regionales deben tener un lugar en la agenda exterior de
Colombia. Aunque hasta ahora el trabajo de la Dirección de Asuntos Culturales (DIAC) del
Ministerio de Relaciones Exteriores, ha logrado avances sustanciales en la promoción de la
cultura colombiana se puede identificar una serie de aspectos a mejorar, para aprovechar en
su verdadera dimensión el potencial cultural.
El propósito del documento consiste en dar luces sobre la diplomacia cultural como
un instrumento novedoso de la política exterior colombiana, y que puede, a partir de su
instrumentalización, contribuir notablemente a la proyección regional y global del país.
Trascendiendo el plano de la marca país, y de los réditos alcanzables desde la promoción
nacional en términos de turismo e inversión, el objetivo consiste en apuntar a la necesidad de
incluir de lleno a la cultura, como un elemento insustituible de la política exterior
colombiana.
De otra parte, en Colombia la profesionalización del servicio exterior en los últimos
años, ha sido notable, y las mejoras en el mismo constatables. El papel de la academia como
generadora de insumos de política pública es cada vez mayor, lo cual se puede observar por
el trabajo de universidades, centros de pensamientos y fundaciones dedicadas a la producción
1EstedocumentoeselresultadodelgrupodetrabajodirigidosobreDiplomaciaCulturaldelaMaestríaenEstudiosPolíticose Internacionales de laUniversidaddelRosario.Losautoresagradecen loscomentariospertinentesdeAlejandraJuradoLondoñoyLuisArmandoSotoBoutin.
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de textos que usualmente son utilizados o consultados por los tomadores de decisiones dentro
del Estado. Estos documentos también sirven para ambientar en general diversos temas que
son de su interés y que poco a poco se van desplegando desde una esfera de la experticia
técnica gubernamental al dominio público.
El involucramiento de la academia en la política exterior se puede constatar en dos
momentos recientes. En 2010 con la elaboración de un informe con recomendaciones sobre
política exterior con el auspicio del Ministerio de Relaciones Exteriores, la CAF, el BID y
Fedesarrollo.
El informe de la Misión de Política Exterior de 2010 dedica una parte de las
recomendaciones al plano cultural insistiendo en la necesidad que Colombia pueda potenciar
desde su política exterior la riqueza cultural que la caracteriza. Insiste además en que esa
promoción no puede depender necesariamente de las lógicas del mercado que no valoran en
su justa medida las expresiones culturales que por su propia naturaleza es invaluable (Misión
de Política Exterior , 2010, pág. 97). Esos aportes fueron fundamentales, pero se inscriben en
una propuesta macro para modernizar la política exterior. Por esta razón, las
recomendaciones en el campo cultural no sobresalen.
Recientemente, y como consecuencia de los diálogos de paz entre el gobierno y la
guerrilla de las FARC, ha habido un renovado interés por la forma en que se debe aprovechar
para efectos de proyectar lo cultural local y regional hacia el exterior. Con ocasión del tan
citado postconflicto o postacuerdo, las universidades, centros de pensamiento y
organizaciones dedicadas a la reflexión han multiplicado esfuerzos para poner en manos de
los tomadores de decisiones insumos que arrojen luces sobre un periodo donde cunda la
incertidumbre.
Este documento se suma a esos aportes, y se centra en la forma como Colombia podría
obtener provecho de una estrategia de Diplomacia Cultural que aproveche la riqueza, la
diversidad y el enorme potencial, sin que ello implique banalización alguna de la cultura.
Esto se aclara pues la proyección de la cultura como un asunto de política pública, ha sido
fuertemente rebatida por quienes temen por su burocratización. Vale recordar la resistencia
de Gabriel García Márquez a la creación del Ministerio de Cultura, aludiendo al riesgo de
politizarla.
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Esta propuesta busca un balance entre un ejercicio de diagnóstico sobre lo que se ha
hecho desde el Ministerio, reconociendo los principales activos, y la identificación de cursos
de acción que refuercen la cultura como elemento de política exterior.
Con frecuencia se habla con desdén sobre la diplomacia colombiana, como una
institución que refleja las peores prácticas políticas, y como un espacio al servicio del abono
de deudas políticas contraídas en épocas de campaña. Rara vez, se analizan los logros de la
cancillería, o de otros ministerios o agencias involucradas en la política exterior. Este trabajo
surge a partir de la necesidad de valorar la labor adelantada por el Estado colombiano,
partiendo de tres hechos históricos puntuales que han sido definitivos en la diplomacia
cultural y en la gestión cultural en general, y para evaluar en su debida proporción tantos los
avances como aquello en lo que se pueda mejorar.
• En 1983, cuando se firmó el decreto 401 por medio del cual se adoptó el Plan de
Promoción de Colombia en el exterior que buscaba desarrollar los convenios
culturales y científicos vigentes y difundir y promocionar la imagen integral del país
en el exterior en los aspectos políticos, económicos y socio-culturales.
• Con el proceso de descentralización que supone tal vez el mayor reto para la
diplomacia cultural emprendido a finales de los 80, y corroborado con la Constitución
de 1991.
• En 1997 con la ley 397 (de cultura) que creó el Ministerio y la posicionó un asunto
de Estado. El país pasó de ver la cultura como un sinónimo del simple
entretenimiento, a entender un mundo complejo que requiere de toda la planificación
estatal. La labor adelantada por el gobierno de Ernesto Samper, y el liderazgo de
Ramiro Osorio como primero ministro, y quienes se encargaron de convencer al
Congreso sobre la necesidad de aprobar una ley tal, fue vital.
A entender de los autores, estos tres hitos marcaron un punto de inflexión de la cultura
y han servido para analizar la forma como distintos gobierno han gestionado dicho terreno.
Para alcanzar el objetivo, el documento está dividido en 6 partes. En primero lugar se
describe a grandes rasgos la noción de diplomacia cultural, y las razones por las cuales se
toma distancia frente al concepto de poder blando. En segundo lugar, se describen a grandes
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rasgos los principales hitos de la diplomacia cultural en Colombia. Valga decir, una tarea
inacaba que requiere de un esfuerzo en sí. En tercer lugar, se aborda la forma como en las
últimas décadas, Colombia fue identificada de una forma (país amenaza) y la manera en que
cambiará en la medida en que se termine imponiendo el escenario del postconflicto. En cuarto
lugar, se reseñan brevemente dos casos paradigmáticos de diplomacia cultural en la región
como México y Perú, cada uno siguiendo proceso histórico, y por consiguiente con
semblantes bien distintos. En quinto lugar, se exponen los principales activos logrados por la
Dirección de Asuntos Culturales en los últimos años, y finalmente se presentan ocho
recomendaciones para ser objeto de discusión.
El método con el que se trabajó el documento constó de varias fases. En primer lugar,
se formó un grupo de trabajo con estudiantes de la Maestría en Estudios Políticos e
Internacionales de la Universidad del Rosario, para explorar a fondo el tema y redactar
conjuntamente el documento. En segundo lugar, se trabajaron los antecedentes de la
diplomacia cultural en Colombia, revisando fuentes secundarias, haciendo entrevistas
abiertas y con trabajos de discusión. En tercer lugar, se procedió a un diagnóstico con
información proporcionada por cancillería, y por la revisión de fuentes secundarias. En cuarto
lugar, se identificaron los principales referentes legales y conceptuales, para ubicar las
posibilidades de cambio desde el punto de vista normativo. En la última etapa, se discutieron
las recomendaciones con un grupo focal compuesto por expertos en política exterior, cultura,
Relaciones Internacionales, gobierno y temas afines.
1. Diplomacia cultural, del concepto al principio de política exterior
Para efectos del presente documento, se pretende tomar distancia frente a las
definiciones de diplomacia cultural, emparentadas con el poder blando (soft power) y se
define como el conjunto de acciones que emprendidas por un actor internacional – no
necesariamente el Estado- y que proyectan identidad, apelando a sus tradiciones, códigos
lingüísticos, historia, costumbre, idiosincrasia, y manifestaciones artísticas y deportivas de
sus planes locales, regionales y nacionales. Interesa, dentro del marco de este estudio, la
diplomacia cultural como una forma de democratizar la política exterior, y no debe ser
confundida con los esfuerzos por consolidar una marca país, o las estrategias para estimular
el turismo.
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De otro lado, se debe aclarar que no siempre la diplomacia cultural parte de la
voluntad de un actor internacional, pues puede ocurrir, que manifestaciones culturales que
tengan lugar en un país o actor internacional, proyecten su imagen, sin que medie una política
pública en ello. Puede ocurrir también, que los Estados apelen a valores preexistentes y los
encaucen a través de su política exterior. No toda la proyección cultural puede ser
encaminada por los Estados, pues su campo trasciende el de lo político-legal.
En los últimos años, la diplomacia cultural como un instrumento de la política exterior
se ha consolidado. Esto se explica básicamente por tres cambios en el sistema internacional
En primer lugar, el desprestigio que han adquirido algunas potencias en sus intervenciones
marcadamente fracasadas en Asia Central y Medio Oriente. Esto ha provocado, una
decadencia en el prestigio de naciones que tradicionalmente eran identificadas como las más
influyentes en el sistema internacional.
Se trata especialmente de Estados Unidos, Francia y Reino Unido, congregados en la
polémica cruzada en Medio Oriente, –aunque París se opuso a la intervención en Irak, luego
apoyó la intervención en Libia, durante el gobierno de Nicolás Sarkozy- . Este ciclo de
intervenciones que tenía distintos objetivos, desde la democratización hasta las ambiciones
geopolíticas por recursos, los ha hecho ver como arrogantes y presos de la lógica del
eurocentrismo, al apelar al ideal rebatible de tener sistemas de valores e ideas superiores a
las de otras sociedades. En el caso de potencias no occidentales como Rusia y China el uso
de la fuerza en escenarios como Ucrania y provincias internas con reivindicaciones
autonómicas, respectivamente, debilitó seriamente su imagen.
En todos estos casos, y a pesar de un constante uso del poder blando, su imagen se
vio afectada y es claro que perdieron buena parte de la reputación que por la vía de ese poder
habían obtenido.
En segundo lugar, la política exterior en la mayoría de naciones de Occidente pasó
por un proceso de democratización. Este concepto, no se debe confundir con la
democratización producto de las transiciones según la teoría política, sino con la acepción
general. Es decir, democratización como el proceso que involucra a más actores y segmentos
de la población en un proceso dado. En este caso, se puede constatar, que cada vez hay más
sectores de la población interesados en incidir, vigilar o participar del proceso de toma de
decisiones de política exterior. Un plano que antes estaba en las manos de diplomáticos y que
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se manejaba como un asunto de gobierno, se terminó por convertir en un asunto que convoca
cada vez más.
La aparición de medios masivos de comunicación, el internet y las nuevas
tecnologías, generaron que un segmento representativo de ciudadanos se interesara por temas
internacionales que antes se veían como alejados de la realidad nacional. En contraste, desde
la globalización –entendida como un periodo histórico aún vigente- se ha hecho un particular
énfasis en la interdependencia entre las diferentes regionales del planeta, que hace que lo que
ocurre en una zona tenga efectos en otra, a pesar de la distancia entre ambas. (Nye &
Keohane, 2000).
La influencia de organizaciones no gubernamentales, sindicatos, organizaciones
sociales, ministerios aparte del de Relaciones Exteriores, o agencias del Estado no vinculadas
a la diplomacia, cada vez tiene mayor incidencia en la proyección exterior de los países. Esto
se debe a que los temas otrora exclusivamente internos, se ven expuestos a dinámicas
regionales, por lo que ahora casi todos estos actores tienen una oficina que se encarga de
temas internacionales.
Y finalmente como consecuencia también de la globalización, temas que en el pasado
eran intrascendentes se ha convertido en constitutivos de la agenda internacional. Género,
derechos humanos, acceso al agua, desarrollo sostenible, y cultura constituyen apenas
algunos ejemplos.
Así pues, la decadencia de las potencias que han apelado a lo militar constantemente,
la aparición de actores no formales en la política exterior con una influencia en crecimiento
y una ampliación de temas internacionales, explican la aparición de la diplomacia cultural
como concepto que se ha venido incorporando a las estrategias de los Estados (Jaramillo
Jassir, 2015).
Esta definición que se propone de diplomacia cultural se distancia de las que han
formulado autores como Joseph Nye (Nye Jr., 2010), Édgar Montiel (Montiel, La cultura,
recurso estratégico de política internacional. Introducción al concepto) y Said Sadikki
(Sadikki, pág. 107) . Los dos primeros ven en el concepto una extensión del poder blando.
Como noción de las Relaciones Internacionales, es bastante rebatible pues tiende a sobre-
representar el poder de lo económico y sub-representar el cultural. Basta observar el ranking
de poder blando elaborado por la consultora Portland (Portland). Los primeros diez puestos
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son un fiel reflejo del tamaño de las economías a escala global (Estados Unidos, Reino Unido,
Alemania, Canadá, Francia, Australia, Japón, Suiza, Suecia y Holanda) ¿ Como entender que
el primer latinoamericano en tal medición aparezca en el puesto 24 para el caso de Brasil?
Sadikki por su parte la define como el papel que desempeñan los factores culturales
en las Relaciones Internacionales, lo cual parecería confundirse el nivel de análisis de política
internacional con el de política exterior.
2. Pasado y presente de la diplomacia cultural en Colombia
El Decreto 401 de 1983 firmado en la presidencia de Belisario Betancur , adoptó el Plan
de Promoción de Colombia en el exterior que creó el Consejo Nacional de Coordinación y
las Comisiones Ejecutivas para su cumplimiento. Ese fue un hito fundamental en la
promoción de la cultura a través de la política exterior ya que significa un impulso para la
cancillería que desembocaría en la creación de la Dirección de Asuntos Culturales (DIAC).
Ese decreto también significó la necesidad de articular la gestión de varios actores del
gobierno encargados de la cultura, la ciencia, la educación y la innovación.
La Constitución de 1991 estuvo comprometida con el impulso de la cultura2 y los
derechos, en claro contraste con la de 1886, además de alinerase con un panorama
internacional enfocado en la promoción de la cultura y los derechos humanos;
[…] la constitución fue declarada como fundamento de la nacionalidad “en sus diversas
manifestaciones”, acogió sus principios en el Título I Constitución Política, artículo 70,
y luego los desarrolló a lo largo de todo el articulado, a tal punto que podríamos calificarla
como una constitución explícitamente cultural”. (Sanabria)
Derechos Culturales en la Constitución de 1991.
Derechos Culturales (Ley de Cultura) Artículos de la Constitución
Identidad, diversidad y participación
equitativa de las comunidades
2° y 7°, 10 y 68, 63, 176, 246, 310, 330 y
357, y Transitorio 55.
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Comunicaciones, libertad de expresión y
espectro electromagnético
20, 73, 64 y 75.
Autor y propiedad intelectual. 61y 150 numeral 24.
Formación, investigación, cátedra y
capacitación.
27, 67, 68, 70 y 71.
Fomento a la creación y a la investigación
en ciencia, tecnología y cultura
70, 71, 339 y 355.
Derechos y deberes sobre el patrimonio
cultural
8° y 95, numeral 8° 63, 72 y 333
Descentralización y participación 1°, 40, 103, 287, 288 y 342.
Fuente: Cultura, Recreación y Deporte
Por otro lado, y como se mencionó anteriormente, uno de los sucesos históricos
sustanciales para este trabajo es la creación de la Ley general de cultura 397 de 1997. Desde
entonces y durante estos 20 años, normativamente, el sector cultura ha logrado diversas
políticas públicas, como las leyes de Cine de 2003 y 2012, la Política de Emprendimiento e
Industrias Culturales de 2009 y la ley de Espectáculos Públicos de 2011, las cuales han
propendido por el fortalecimiento de las industrias culturales y creativas del país, y que van
implícitamente ligadas a una política exterior con base en la diplomacia cultural.
Según datos del Ministerio de Cultura, entre 2013 y 2014, los sectores de las artes
escénicas y artes audiovisuales crecieron más del 50 por ciento cada uno. Como lo afirma
Adriana González Hassig, coordinadora del Grupo de Emprendimiento Cultural del
Ministerio de Cultura, el marco normativo colombiano se ha consolidado notablemente desde
entonces. “Los resultados, visibles en campos como la producción editorial, el cine o la
música, no sólo van alineados con los objetivos internacionales, sino que además, se han
convertido en punto de referencia para otras naciones” (González, 2017).
Estos resultados se ven reflejados, por ejemplo, en la cantidad de producciones
cinematográficas nacionales. En 2016, por ejemplo, se estrenaron 41 largometrajes
colombianos, en oposición a los 10 estrenados en 2007. “Hay unos resultados dignos de
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mostrar. México, por ejemplo, que es un país muy fuerte culturalmente, nos invitó a hablarles
de nuestro informe y nuestros avances” (González, 2017).
El comportamiento del sector cultural en el total de la economía nacional lo mide la
Cuenta Satélite de Cultura (CSC), la cual presenta indicadores de este sector sobre
producción, consumo intermedio, valor agregado, comercio exterior, puestos de trabajo,
entre otros. La medición de la CSC para 2014, expuso que el sector cultural aportó ganancias
por 6.5 billones de pesos y generó 199.698 empleos, una cifra muy cercana al de los empleos
generados por la actividad de Minas y Canteras que fue de 200.455.
Adicional a estas leyes que rigen, actualmente en el congreso cursa el proyecto de
Ley de desarrollo y fomento a las industrias creativas y culturales que busca fortalecer la
economía cultural. “Este proyecto recoge en gran medida la mayoría de las iniciativas del
Ministerio de Cultura y de otras entidades gubernamentales desde 2010 con la formulación
del CONPES 3659” (González, 2017).
Como se observa ha habido un avance en paralelo entre los esfuerzos desde el sector
cultura, y la cancillería. Finalmente entre 2007 y 2009 el Ministerio de Relaciones Exteriores
hizo expresa una estrategia de diplomacia cultural que señaló unos derroteros para usar la
diplomacia cultural como una estrategia de diversificación de las relaciones con el mundo,
especialmente orientada a un acercamiento a Asia Pacífico y Oceanía.
Actualmente, la Dirección de Asuntos Culturales (DIAC) del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Colombia se creó con el objetivo principal de coordinar las iniciativas en
materia de cultura, educación y deporte, y asegurar el cumplimiento de los compromisos
adquiridos en la materia, cuya ejecución era muy baja antes de la creación de tal dirección.
(Ministerio de Relaciones Exteriores).
La DIAC se divide en 4 coordinaciones: i) Programas y Convenios en Cultura, Educación
y Deporte; ii) Intercambios Deportivos y Culturales; iii) Acción Cultural de las Misiones de
Colombia en el Exterior y, iv) Coordinación de la participación colombiana en la UNESCO.
En ellas trabajan cerca de 30 funcionarios. “Para el cumplimiento de sus funciones, la
Dirección de Asuntos Culturales cuenta con dos herramientas de diplomacia cultural,
educativa y deportiva: los Programas y convenios culturales, educativos y deportivos; y el
Plan de promoción de Colombia en el exterior”. (Ministerio de Relaciones Exteriores).
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Lo anterior sirve como base y tiene como meta la movilidad de “fomentadores de cultura”
o embajadores de Colombia en el exterior, como por ejemplo artistas, escritores, académicos,
expertos, estudiantes y deportistas colombianos, así como promover las buenas prácticas y
casos exitosos que ha desarrollado Colombia para fortalecer las relaciones exteriores
nacionales y promover una imagen positiva de nuestro país en el extranjero.
3. La percepción de terceros ¿Cómo nos verá el mundo en el posconflicto?
El final del siglo XX y comienzo del siglo XXI quedará marcado para la historia de
Colombia por la fuerte inseguridad, como producto de la guerra librada contra los distintos
grupos armados. Fueron varios los apelativos con los que los académicos y medios de
comunicación internacionales describieron la crítica situación que vivía Colombia a finales
de los noventa y comienzos de siglo.
Para Eduardo Pizarro Leóngomez, hubo una serie de antecedentes que concluyeron
en el debilitamiento del Estado colombiano: el principal de ellos por cuenta de la guerra
frontal contra los carteles de la droga en la década de 1980 y posteriormente por el
recrudecimiento del conflicto armado a finales del siglo XX.
“Las expresiones de este “derrumbe parcial” del Estado en los inicios de los años
noventa eran múltiples. Su rostro más visible era, sin duda, las altas tasas de
criminalidad. Pero, esta criminalidad desbordada era solamente una expresión
dramática de la erosión del Estado en el cumplimiento de algunas de sus funciones
esenciales” (Pizarro, 2004).
La amenaza terrorista post atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos,
convirtió el problema colombiano en una amenaza regional que había que tomar en serio, y
en algunos medios influyentes en Estados Unidos se llegó a hablar en los siguientes términos:
“los insurgentes marxistas podrían derrotar a los militares colombianos en un plazo de cinco
años (...) los militares colombianos demostraron ser incapaces, estar mal formados y contar
con un equipamiento deficiente” (Washington Post, 2001).
Como apuntan Sandra Borda y Rodrigo Pardo, superada esta etapa crítica que se
acentuó durante el gobierno de Andrés Pastrana, Colombia pasó a una era de “diplomacia de
la guerra”, en una lógica de justificación para combatir la amenaza terrorista que significaban
las FARC, y que, aunque ya sin pensar en un Estado fallido o en el riesgo de que las
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instituciones fueran derrotadas, seguía mostrando a Colombia como un país de guerra, y de
riesgos.
Así lo evidencia el Índice Global de Fragilidad de Estados realizado por la Fund for
Peace (Fund for Peace, 2017), que mide tres tipos de indicadores: sociales, económicos y
políticos. En los primeros están aspectos de la calidad de vida como el riesgo de
enfermedades, mortalidad, pasando por discriminación racial hasta desplazamiento de
comunidades. En los segundos, se mide el desarrollo económico de un Estado, al lado de la
desigualdad. Mientras en los terceros, se evalúa la corrupción, la legitimidad de las
autoridades, los procesos electorales y la intervención de otros Estados. Entre más bajo es el
puntaje en los indicadores, se entiende que hay mayor nivel de estabilidad.
Cuando estaba finalizando el primer gobierno de Álvaro Uribe en 2005, la primera
publicación del índice dio cuenta de que Colombia ocupaba el lugar 14 entre los Estados más
frágiles/fallidos del mundo; superado únicamente por países como Costa de Marfil (1), Irak
(4) Afganistán (11) Ruanda (12) o Corea del Norte (13). La peor calificación que tenía el país
era en el indicador “Legitimidad del Estado” con 9.8 puntos, seguido de otros factores
sociales y económicos que demostraban, entre otros, la desigualdad económica, la ‘fuga de
cerebros’ y el enfrentamiento político a nivel local. El puntaje total de Colombia era de 95.0
puntos, frente a los 106.0 de Costa de Marfil.
Para 2010, el mismo índice situó al país en el puesto 46, por fuera del rango de Estados
muy críticos y críticos. En el indicador sobre “Legitimidad del Estado” la baja calificación
había bajado a 7.7 puntos, mientras los puntajes más negativos se centraban en el
desplazamiento interno de ciudadanos, la intervención extranjera y la desigualdad
económica. El total del puntaje negativo del país había bajado a 88.2, ya distante del primer
lugar que en ese entonces ocupó Somalia con 114.3 puntos.
En la más reciente publicación de Fund for Peace, el Estado colombiano aparece en
la posición 67, al final de una categoría denominada “Advertencia Alta”. En 2016, la
“Legitimidad del Estado” siguió mejorando, su calificación fue de 6.5 puntos, mientras que
el desplazamiento interno con 7.9 puntos y el desarrollo económico desigual con 7.8 puntos,
seguían siendo los problemas más críticos. Colombia aparece con 80.2 puntos en total, lejos
de Somalia que sigue ocupando el primer lugar con 114 puntos, pero también distante de un
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Estado como Trinidad y Tobago que con 57.8 puntos es uno de los primeros Estados en la
categoría de “Estable”.
Otros factores para tener en cuenta, son los referentes a pobreza, desempleo y
homicidios, claves a la hora de establecer la fragilidad del Estado colombiano. Para 2000,
según cifras del Banco Mundial (Diario El Tiempo, 2002), el 64% de la población era
considerada en niveles de pobreza, unos 27 millones de colombianos; mientras que para
2016, ese porcentaje había reducido al 19% bajo el cálculo de 9.3 millones de colombianos
en la línea de pobreza (Diario Portafolio , 2016).
Así como lo plantea Arlene Tickner la identidad Colombia se ha venido moldeando
a partir de la dinámica de la droga y del conflicto. Parecen dos elementos condicionantes de
sus relaciones con el mundo, y de la forma como terceros perciben el país (Tickner).
Sin embargo, con el del proceso de paz es indudable un punto de inflexión en su
imagen, pues significa una transformación de la identidad del país, con claras implicaciones
en su política exterior, y la forma como la misma se surte de la cultura como un insumo cada
vez más relevante.
4. México y Perú: paradigmas de diplomacia cultural y ejemplos para Colombia
La Revolución mexicana en 1910, en tanto que acontecimiento político y social más
importante del siglo XX en dicho país, produjo un estallido en el plano artístico que se tradujo
en expresiones tan tradicionales y exponenciales como el muralismo, creado por un grupo de
intelectuales pintores mexicanos. El deseo por una verdadera transformación aumentó las
formas de expresión artísticas, que luego se transcribirían en elementos sustanciales para la
historia, no solo mexicana, sino que sirvieron de referencia en el mundo.
Figuras como Diego Rivera, David Siqueiros, y Frida Kahlo, entre otros, lograron
desentrañar ese México revolucionario y ponerlo como eje central de su arte hacia el exterior.
Por otro lado, estos mismos artistas, hicieron que el mundo volteara a mirar su país.
Asimismo, representaciones musicales con artistas como Chavela Vargas, el posterior
boom latinoamericano, que se generó a partir de la segunda mitad del siglo XX, la televisión
y el cine demostraron que México, que hablaba de su cultura, se convirtió en un eje cultural
fundamental, no solo al interior, sino como referencia y propulsor de movimientos en la
región.
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En consecuencia, el tema de la cultura en México rebasa la simple experiencia de
promoción de artistas o generación de contenido, pues está tan fuertemente arraigado a sus
propios cambios políticos y sociales, que impregna todo lo que lo rodea.
De esta manera, la exposición de su propia identidad y de sus diferentes formas de
expresión se acentuó en diversos lugares del mundo a través de la promoción de su
patrimonio histórico, artes, música, y literatura, entre otros. A través de las diferentes
exposiciones, encuentros y espacios liderados por mexicanos deseosos de mostrar, a través
de su arte y pensamiento, lo que congrega a todo un país.
El objetivo principal de la diplomacia cultural en México, durante las últimas
presidencias, ha sido el de la promoción en el exterior de los valores que nutren las
identidades de México, “sean éstos históricos, culturales o artísticos, por medio de la difusión
de las obras de intelectuales y creadores” (Secretaría de Relaciones Exteriores Gobierno
México, 2015).
A esto se le suma que la fuente formal para la diplomacia cultural mexicana,
principalmente, es la suscripción bilateral o multilateral de convenios culturales, el
establecimiento de cátedras, la protección recíproca contra el tráfico ilegal de bienes
culturales y artísticos, y la enseñanza de las lenguas. Ejemplos de éxito de esta política han
sido la organización de la exposición ‘México: esplendores de treinta siglos’ que se presentó
en Nueva York, Los Ángeles y San Antonio, esta muestra que recopilaba la tradición artística
del país Azteca durante siglos, fue acompañada de un programa llamado ‘Mexico: A Work
of Art’ en el que se incluyeron expresiones musicales, gastronómicas, plásticas, dancísticas,
teatrales, literarias. Los resultados de esta campaña, que se enfocó en Estados Unidos,
tuvieron efectos positivos en torno a la imagen del país, a los quehaceres de los mexicanos y
sobre todo, a la fuerza migrante que tiene México en Estados Unidos.
Por otro lado, se ha posicionado en distintos eventos internacionales de reconocida
visibilidad como el Festival Internacional de las Artes Europalia, dedicado en 1993 a México,
con los cuales han tenido una presencia en países como Bélgica, Austria, Suecia y otros
lugares del continente europeo. Específicamente, esta participación fue un preparativo para
la firma del tratado de libre comercio con Europa.
De igual manera, se han convertido en el epicentro de exposiciones mundiales como
la de Shanghái, en 2010. Una parte relevante de estas participaciones es que el Gobierno
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mexicano, más allá de ser anfitrión en distintos lugares, tiene la clara intención de que su
política exterior, en la parte cultural, involucre asuntos que van desde el diseño del pabellón
donde se presenta la exposición, hasta la elección de los contenidos que se relacionan con la
vida cotidiana de la sociedad. Esto es una tradición que México tiene desde la Exposición
Internacional de París, en 1889, desde allí es posible percibir un pasado del cual se siente
orgulloso.
Según Rafael Tovar y de Teresa, primer secretario de Cultura de México en el
gobierno de Enrique Peña Nieto, la proyección de la imagen cultural en el exterior se
concentra principalmente en todas las disciplinas artísticas o expresiones culturales populares
“Nos hacemos preguntas como ¿qué se espera de México en cine o artes plásticas en
determinado país? ¿Qué en música y qué en teatro? ¿En qué lenguaje cultural artístico somos
más universales?” (Tovar y de Teresa, 2014).
Para el diplomático, el eje central donde el país ha logrado una proyección más amplia
es en las artes visuales. “El patrimonio histórico, lo que es la parte arqueológica y
arquitectónica, y en las manifestaciones artísticas contemporáneas, en la parte musical, más
en la música popular que en la de concierto; en la danza, más en la danza folclórica que en la
contemporánea o tradicional; en el teatro, con cierta presencia importante en América Latina,
y en las letras, ámbito que ha tenido una presencia siempre importante y no necesariamente
ligada a la acción del Estado, principalmente en países de habla hispana”, (Tovar y de Teresa,
2014).
Finalmente, el México se ha concentrado en actividades y encuentros en muchos
lugares del mundo para los migrantes. De esta manera, desde países como Japón, China,
algunos de Europa Central, hasta Argentina, Chile y Brasil, la secretaría de Cultura coordina
encuentros culturales y actividades específicas para fechas como la independencia, para que
sus coterráneos puedan hallar un punto de encuentro en donde celebren, junto con otros
mexicanos y extranjeros, rodeados de su cultura tradicional (gastronomía, bailes, música,
etc.). En consecuencia, México ha fortalecido a lo largo de las últimas décadas un conjunto
de intereses culturales propios de la nación, que se articula a través de su política exterior
para luchar principalmente contra la imagen de la narcoviolencia, y situar al país en el exterior
desde el enaltecimiento de su tradición popular hasta los puntos de encuentro para los
migrantes.
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Otro de los ejemplos emblemáticos y probablemente con mayores compatibilidades
con el caso colombiano es el de Perú. Vale aclarar que este caso se valora por mezclar la
estrategia de marca país con la diplomacia cultural. Se sabe que se trata de dos nociones muy
distintas pues mientras la primera estará orientada a la promoción de económicas emergentes
en el turismo, el comercio y la inversión y el segundo es estrechamente cultural, el caso
peruano invita a pensar en mayores compatibilidades entre uno y otro.
Ese país también padeció por muchos años una situación de conflicto armado interno,
y se contempló la hipótesis de que el Estado sucumbía frente al avance de la guerrilla. La
época de violencia del Sendero Luminoso era la imagen de Perú en el exterior, y por
consiguiente, opacaba el potencial cultural que luego se expresaría en la culinaria, la forma
como se aprovecha el santuario de Macchu Pichu y la riqueza literaria expresada en el
fenómeno de Mario Vargas Llosa, entre otros. Posterior al periodo oscuro de la violencia,
nació un concepto de marca país que, a su vez, cumple con el rol de enaltecer la reputación
y trabajar de la mano con la diplomacia cultural. La marca Perú, es considerada como un
elemento de cohesión, y su análisis sugiere la compatibilidad entre la marca país y la
diplomacia cultural, en contextos determinados.
Es importante aclarar la esencia de la estrategia de marca país, ya que su propósito
tiene un fin estrictamente comercial para captar inversión extranjera y atraer turismo al país.
Sin embargo, en ocasiones la marca de un país puede paralelamente estar desempeñando una
tarea complementaria en temas de diplomacia cultural.
Ahora bien, en países como Perú es evidente que la estrategia de la marca país logró
fusionarse con aspectos de la cultura peruana. Un ejemplo de lo anterior fue la campaña
marca Perú, a través de un comercial objeto de comentarios elogiosos pues evidencia cómo
la cultura, el arte, la música, la danza y la comida peruana se vuelven protagonistas en una
población llamada Perú en Nebraska, Estados Unidos, situado a miles de kilómetros del
mundo andino.
Si bien no se puede pasar por alto que detrás del comercial existe un fin económico,
también es cierto que hay una intención de mostrar una cara desconocida de la cultura
peruana al mundo. En ese sentido, estas iniciativas jalonadas desde la idea de marca país son
útiles pues paralelo al trabajo de atraer turismo e inversión, se promueve la cultura en
latitudes donde rara vez funcionan los circuitos diplomáticos.
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Vale la pena señalar dos contrastes claros entre el caso mexicano y peruano. El
primero, como se observa es el desenlace de un prolongado proceso revolucionario, y de una
caudalosa historia cultural, hija de la Revolución. Desde ese entonces, México ha sido un
referente cultural, más allá de que existan o no política públicas en ese campo. La creación
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONALCUTA) en 1988 bajo la
administración de Carlos Salinas de Gortari, sin duda fue un hito que marcó la gestión
cultural. Recientemente, el presidente Enrique Peña Nieto creó la Secretaría de Cultura
asimilable a un ministerio en medio de una fuerte polémica sobre la conveniencia de la
misma.
En Perú, en cambio, el modelo de diplomacia cultural responde a la idea de una
inserción pragmática y a la modernización de su cancillería. Cabe anotar que este esquema
de integración, proviene del paréntesis democrático durante el gobierno de Alberto Fujimori,
periodo en el que se estrecharon fuertemente los lazos con Asia Pacífico y se apostó por un
pragmatismo en política exterior, que lo alejó del marcado compromiso ideológico de sus
pares a comienzos de siglo en el giro a la izquierda, a pesar de que para ese entonces Fujimori
no estaba en la escena política. En este país la creación del Ministerio de Cultura fue
relativamente tardía, pues solo ocurrió en 2010 mediante la Ley 29565 en el segundo
gobierno de Alan García. Esto evidencia que la promoción cultural, tal como ocurrió en
Colombia antecedió a la creación del ministerio de Cultura.
5. Los logros recientes de la Diplomacia Cultural en Colombia y los desafíos
mayores
En el periodo 2010-2014, se realizaron alrededor de 770 acciones culturales en 61
países con los que Colombia tiene o está interesado en dar inicio a relaciones diplomáticas.
Dentro de estas prácticas, vale la pena destacar algunos casos que resultan relevantes a la
hora de mostrar cómo la diplomacia cultural no necesariamente está enfocada en función de
la gestión de un determinado gobierno u organización, sino que recae en las actividades que
puedan ejercer individuos o colectivos y que pueden generar eco y admiración en el exterior.
En primer lugar, se encuentra el caso del artista Fernando Botero, más allá de que sus
pinturas y esculturas están presentes en varias plazas y espacios públicos del mundo. El artista
ha contribuido desde su profesión la cultura colombiana en escenarios internacionales,
17
Botero ha sido un embajador cultural innato de Colombia, en virtud de que ha logrado
plasmar en sus obras tradiciones y aspectos propios de la cultura colombiana. De esta manera,
cada exposición de sus obras multiplica un mensaje distinto y matizado sobre Colombia, que
va más allá los estigmas y los estereotipos.
La relevancia de lo que se ha logrado con las exposiciones de Botero en el exterior,
se exaltan en lo logrado con su muestra ‘Botero en China’ hace año y medio. El artista
colombiano logró la primera exposición individual de un artista extranjero vivo en el Museo
Nacional de Beijing, motivo que el mismo Botero denominó como “la consagración de su
carrera artística’. Tras siete años de planeación, tiempo que requirió el proyecto, las ciudades
de Beijing y Shanghái acogieron por primera vez la obra del artista, la cual pudieron observar,
según datos de China Files, alrededor de 7 millones de visitantes.
Desde 2012, se puso en marcha una política que va más allá de difundir cuáles son
los platos tradicionales de las distintas regiones, y que busca investigar los conocimientos
relacionados con su preparación y los rituales a su alrededor, para que la cocina de autor
cobre más relevancia, fuera del país. De esta manera, la cocina colombiana se proyecta en el
mundo, con miras a tener el impacto de gastronomías como las de México o Perú, países de
los cuales se debe aprender principalmente en este aspecto dejar que lo nacional se perciba y
aprecie como un patrimonio común de la humanidad.
En este sentido se destaca, la chef Leonor Espinosa, quien ha presentado su propuesta
gastronómica en distintos países como Ecuador, Japón y algunos de Europa. El caso de
Espinosa es interesante porque concentra mediante un estudio sociológico, cómo se pueden
conocer las raíces, la cultura y la tradición, en este caso de Colombia, a través de los platos
característicos de cada región y de sus charlas, cuyo enfoque no solo se da a partir de los
productos típicos colombianos, sino con su programa de responsabilidad social, en el que
aborda temas de alimentos y economía sostenible. Temas relevantes por la inminencia del
postconflicto.
Otra mirada diferencial dentro de este campo es el Año Colombia-Francia 2017,
programa binacional, acordado entre los presidentes François Hollande y Juan Manuel
Santos, en la visita oficial del mandatario colombiano en enero de 2015. Este programa tiene
como fin potenciar y diversificar las relaciones entre ambos países, abrir nuevos ámbitos de
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cooperación, y visibilizar las fortalezas de cada nación por medio de intercambios
principalmente culturales y artísticos.
Sin duda, esta iniciativa representa para Colombia la oportunidad de proyectarse, en
Francia y en Europa, en consonancia con la idea de paz, al tiempo que permite la promoción
de su diversidad y de su patrimonio cultural. Conforme a este intercambio, Colombia llevará
en la segunda mitad del año, a distintas ciudades de Francia, exposiciones, conciertos,
intercambios estudiantiles, científicos y artísticos que estarán integrados con exponentes
franceses.
Algunas de las actividades que están programadas a desarrollarse son: conciertos de
artistas nacionales como Monsieur Periné y Rocca. Exposiciones de arte de la alianza Arles,
y Colombia territorio líquido, encuentros de música clásica, foros académicos, entre otros.
Este tipo de actividades permiten que la cultura facilite al alcance de los siguientes logros 1)
exposición internacional de culturas locales 2) generación de intercambios que promuevan
nuevos proyectos. 3) consolidación de una imagen favorable del país. 3) abrir el espacio para
que desde las artes se aporten soluciones a problemas sociales, y con ello se estimule a la
cultura como agente del desarrollo.
El Plan Nacional de Desarrollo mediante el proyecto de Promoción de Colombia en
el Exterior, podría crear sólidos vínculos a través de los intercambios culturales. Que, como
se expresa en una de sus líneas de acción, “no solo se dé por medio de los gobiernos, sino
por parte de la población civil, al ser los participantes niños o adultos muchos en situación
de vulnerabilidad que viven la experiencia empezando con un punto en común por ejemplo
el fútbol, o una canción, o un instrumento, entre otros” (Cancillería, 2015, pág. 4).
Esta lógica estatal que ha servido de apoyo sustancial para el crecimiento del sector
cultura, contrasta con la misma descentralización de los canales por los cuales los artistas y
las comunidades pueden obtener recursos para realizar sus trabajos, como elcrowdfunding,
del cual se han valido varios cineastas y músicos para producir material que ha sido
reconocido nacional e internacionalmente. Enfocados en una política exterior que se
consolide con la diplomacia cultural, es claro que la idiosincrasia colombiana es diversa y
rica en expresiones culturales, y que el acelerado crecimiento de industrias como la
audiovisual o editorial en los últimos años, demuestra abundan casos que pueden proyectarse
hacia el exterior.
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No son pocos los logros de Colombia en materia de diplomacia cultural, y se percibe
que por el aumento de las asignaciones para dicho rubro, el gobierno nacional es plenamente
consciente de la pertinencia y relevancia del tema.
Para Luis Armando Soto Boutin ex director de la DIAC, uno de los aspectos más
notables de la misma consiste en que desde las cuatro coordinaciones se han establecido lazos
con departamentos, y municipios, estrechando lazos para evitar en esos territorios el
reclutamiento forzados. Más de medio centenar de municipios han entrado en contacto con
la DIAC. En esta misma lógica, se ha trabajado con universidades en regiones, y de forma
concreta el contacto ha sido permanente en los departamentos de Córdoba, Guaviare, Chocó,
Putumayo, Sucre y Vichada. Cada semana, funcionarios de la DIAC se desplazan a esas
zonas, l cual constituye un activo mayor consolidado en estos últimos seis años.
El hito más importante, de acuerdo con Soto, consiste en haber mantenido casi
durante 40 años el presupuesto de manera interrumpido. Incluso en los escenarios más
difíciles y en circunstancias desfavorables, y tocando temas polémicos y sensibles para el
Estado colombiano.
No obstante, se debe llamar la atención sobre aspectos donde se puede mejorar
sustancialmente.
6. Recomendaciones
6.1 Descentralización y política exterior: una potencialidad por aprovechar
En la medida en que el proceso de descentralización se ha venido profundizando, no
sólo desde el punto de vista administrativo, sino en cuanto a la apropiación de la ciudadanía,
existe una oportunidad para que la diplomacia cultural cumpla con el propósito de
democratizar la política exterior dándole visibilidad a actores del nivel departamental y
municipal.
La internacionalización de las ciudades ha ganado terreno, y en casos como Bogotá,
Barranquilla, Cali, Medellín o Santa Marta entre otras, es comprobable una idea de
promoción internacional que puede ser aprovechada desde el Ministerio de Relaciones
Exteriores para no sólo entender mejor cada uno de esos procesos, sino para coordinar y
articular sin alterar el espíritu descentralizador.
Las oficinas de relaciones internacionales de algunos de los municipios, se han
convertido en un actor inexorable de la política exterior, especialmente en regímenes como
20
el colombiano, que aspiran a una descentralización. Un ejemplo claro de esta dinámica son
los gobiernos en zonas de frontera, con una incidencia mayor en la política exterior, y que,
en el plano cultural, cuentan con un potencial considerable para incidir de manera positiva
en la vehiculización de prácticas culturales desde lo regional.
La Constitución de 1991 tiene una clara orientación descentralizadora que en la
práctica no ha sido del todo puesta en funcionamiento, y se ha terminado por equiparar a la
delegación y desconcentración, esquemas donde la autonomía es menor. En el plano de la
política exterior y de la cultura, el margen de autonomía de actores regionales y locales debe
ser mayor, pero su gestión debe ser en términos de política exterior, canalizada por el
Ministerio de Relaciones Exteriores, pues es en estricto sentido el único interlocutor válido
frente el resto de Estados.
Una de las recomendaciones de la Misión de Política Exterior sobre cultura apunta al
siguiente aspecto:
La política cultural internacional, ejecutada por el Ministerio de Relaciones
Exteriores, debe establecer una coordinación con el Ministerio de la Cultura, con los
ministerios de Educación y Comunicaciones, con el Departamento Nacional de
Planeación, Colciencias y otras entidades públicas, nacionales, regionales y locales.
La promoción de Colombia resulta de la presencia de múltiples actores privados,
como los medios de comunicación, gremios, empresas, universidades y
organizaciones de la sociedad civil. pp.97-98
Sobresale la necesidad de articular esfuerzos con los sectores de ciencia, educación,
cultura y comunicaciones (hoy Ministerio de las Tecnologías de la Información y
Comunicación), y de forma somera se habla de entidades nacionales, regionales y locales.
En la mayoría de recomendaciones hechas al gobierno nacional, no aparecen alusiones claras
a la inclusión de gobiernos regionales.
Por eso se propone un Consejo que sirva de participación y de articulación en cabeza de
la Dirección de Asuntos Culturales, con representación de los Secretario de Cultura de los
departamentos y aquellos representantes de alcaldías de oficinas de relaciones
internacionales o internacionalización que el director de la DIAC considere.
21
6.2 Mayor énfasis en lo cultural sin descuidar lo deportivo
Del diagnóstico inicial se evidencia que, por lo menos en el último año, la diplomacia
deportiva ha sido el vehículo principal usado por la Cancillería en materia de diplomacia
cultural. Se sugiere abrir espacios para evitar el uso de una sola representación –el deporte–
sino para manifestaciones como danzas, rituales, costumbres, objetos y en general la
idiosincrasia diversa de un país que, como mucho se ha dicho, es a la vez muchas naciones.
Asimismo, se plantea que, aunque se haya recomendado diversificar las representaciones
de cultura, se busque, unificar un mensaje aprovechando la coyuntura del posconflicto. Lo
anterior, a través de una serie de múltiples expresiones culturales que lleven el mensaje de
un “país de reconciliación, en medio de sus diferencias”, lo que podría convertirse en una
estrategia sólida y transversal que adopte la Dirección.
Analizada la sección de ‘Noticias’ de la web de la Cancillería, se constató que de 59
notas desde el 5 de mayo de 2016 hasta el 6 de mayo de 2017, en las que primaba el sentido
deportivo de la diplomacia cultural, especialmente con los jóvenes, ése parece ser el eje de
las actividades de la Dirección. Sin embargo, no hay un verdadero aprovechamiento al
proceso de paz y reconciliación y a las oportunidades que traiga el posconflicto que puede
generar para Colombia una muestra y ejemplo para el mundo de recomposición social,
perdón y demostración de pacificación. De esta manera, en las 59 notas revisadas, solo 10
estaban enfocadas a expresiones relacionadas con el acuerdo de paz o la idea de
reconciliación.
6.3 Temporadas cruzadas periódicas
Con el objetivo de que Colombia se acerque estratégicamente a zonas y a países, se
propone la puesta en marcha de temporadas cruzadas, por iniciativa colombiana para que,
bien sea anual o cada dos años, el país logre exponerse con diferentes actividades y ámbitos
en un país o zona específica. Esto además sirve para consolidar una apertura hacia otros
países, que tienen potencial cultural para que puedan ser apreciados en distintas zonas del
país.
6.4 Fortalecimiento del canal de comunicación entre la DIAC y las agregadurías
Aunque exista un diálogo constante y apoyo entre agregaduría culturales y la DIAC,
se sugiere reforzarlo y abrirlo al resto de dependencias de las misiones diplomáticas de
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Colombia en el exterior. Desde 2010, el Ministerio emprendió la tarea de capacitar a sus
funcionarios en el tema de diplomacia cultural, mediante una plataforma on-line cuyos
resultados merecen ser analizados, y sobre todo las capacidades deben derivar en una
dinámica constante de retroalimentación entre funcionarios de las embajadas y la DIAC.
6.5 Profundización del multilateralismo en cultura
Como lo reconoce Luis Armando Soto, el país debería apuntarle al multilateralismo
en cultura tenido como punta de lanza la UNESCO, organismo del sistema de Naciones
Unidas sobrecargado de temas. La cultura es esencial para superar una época en la que
abundan las estigmatizaciones entre nacionalidades, que han potencializado el terrorismo y
los discursos nacionalistas que ofrecen respuestas simples a problemáticas sociales
complejas. Colombia puede contribuir mucho más a ese diálogo, insistiendo además en el
vínculo necesario entre cultura y desarrollo sostenible, un abordaje más humano al problema
mundial de las drogas como el que se propuso en UNGASS 2015, y en una estrategia para
adaptarse al fenómeno del calentamiento global. La cultura tiene un papel esencial a
desempeñar en esos temas, donde su potencial aún no ha sido del todo aprovechado, y
Colombia es fácilmente protagonista.
6.6 Mayor articulación entre Diplomacia Cultural y Marca País
Es importante que el Ministerio de Relaciones Exteriores se involucre de una manera
más activa a través de la Dirección de Asuntos Culturales en las campañas y estrategias de la
marca país Colombia. Con esta iniciativa no solo se pretende que marca país y cancillería
trabajen de la mano para conmemorar ciertos eventos en el exterior, sino que la articulación
sea producto de una política pública definida que fomente el trabajo de la diplomacia cultural
en el exterior.
Dicha política pública debe tener en cuenta que si bien la marca país de Colombia,
tiene un propósito comercial en cuanto a atracción de turismo e inversión, la cancillería a su
vez puede introducir características de la cultura colombiana.
Otro aspecto que debe contener la política en esta materia, es una articulación
permanente y sostenible de la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones
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Exteriores con Marca País, Procolombia, el Ministerio de Comercio Industria y Turismo y
Asuntos Internacionales y de Cooperación del Ministerio de Cultura.
6.7 Una historia de nuestra diplomacia cultural
Es urgente un trabajo de recolección de información sobre la forma en que nació la
diplomacia cultural en Colombia desde el punto de vista legal, y político. No existe una
historia que reseñe un camino importante lleno de dificultades, pero de logros y desafíos
futuros que merecen ser expuestos. Revisando el sitio web de la cancillería, tampoco queda
clara ni la importancia, ni la forma como la DIAC se articula con otros actores de dicho
ministerio. Esto le resta visibilidad en trabajos académicos nacionales o internacionales que
podrían referencias a Colombia.
6.8 Indicadores de gestión claros sobre diplomacia cultural y transversalización de la
cultura en la política exterior
El Ministerio publicó el resumen ejecutivo sobre el Plan de Promoción de Colombia en el
Exterior con un abundante material en términos de cifras y de datos. Todos ello da cuenta de
un esfuerzo notable. No obstante, se debe trabajar en indicadores claros de impacto, en cuanto
a diplomacia cultural. Esto se puede manifestar en dos indicadores: uno sobre el impacto real
de la diplomacia cultural sobre la imagen de Colombia, y otro sobre la transversalización de
la cultura en la proyección exterior.
En cuanto a los Indicadores para evaluar la incidencia de la diplomacia cultural en la
imagen del país se propone observar lo siguiente:
• Desconcentración de la política exterior
• Nivel de inserción regional cultural
• Manifestaciones culturales regionalizadas
• Actores no gubernamentales identificados como referencias de su cultura en el
exterior
• Industrias culturales y su impacto en la política exterior
• Proyección cultural multilateral
Esto se complementaría con una propuesta clara para medir la transversalización de la
cultura, con el fin de determinar qué tanto está incluida como tema.
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Álvaro Acosta De la Cruz
Internacionalista graduado de la Universidad del Rosario y estudios en el Institut d´Etudes
Politiques de Paris (Sciences Po). Actualmente es analista para la firma de consultoría de
riesgo político y seguridad, Control Risks. En el pasado se desempeñó como asesor privado
en el Viceministerio de Minas de Colombia.
Daniel Jiménez Fandiño
Politólogo de la Universidad de los Andes, especialista en opinión pública y mercadeo
político de la universidad Javeriana, actualmente cursa estudios de maestría sobre política y
relaciones internacionales en la universidad del Rosario. Su experiencia profesional se ha
concentrado en el sector público y en el periodismo.
Mauricio Jaramillo Jassir
Profesor e investigador de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del
Rosario.
Ricardo González Duque
Periodista de la Universidad de Manizales, jefe de información del programa Mañana Blu de
la cadena Blu Radio. Creador del blog de actualidad El Cuento en El Espectador. Estudiante
de segundo semestre de la Maestría de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad
del Rosario.
Stephany Echavarría
Periodista con mención en historia de la Universidad del Rosario, ha trabajado en el periódico
El Tiempo en la sección internacional y digital. Actualmente, se desempeña como redactora
cultural en el mismo medio en donde trabaja con temas de cine, teatro y artes vivas.
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ANEXO
Cronología: Normatividad cultural en Colombia.
Constituciónde1991
“Promocióndelaculturaylos
DDHH”
Decreto401de1983 “Culturacomopolítica
exterior” 1. PlandePromoción
deColombiaenelexterior.
2. DaOrigenalaDireccióndeAsuntosCulturalesdelaCancillería.
1983 1991 1997
LeyGeneraldeCultura397delaCancillería “Culturacomounasuntode
Estado” • Creación del
MinisteriodeCultura
2003
Ley814de2003“LeydeCine”
• Modificada en2012 (Ley 1552de2012).
Fomentaelterritorionacional comoescenario para elrodaje de obrascinematográficas.
2009
PolíticadeEmprendimiento
eIndustriasCulturales
Fomentada por elMinisterio deCultura
Ley1493de2011deespectáculospúblicosdeMin.
CulturaFomentar el sectorde los espectáculospúblicosde lasartesescénicas enColombia
2011 2001
PlanNacionaldeCultura2001-2010
“Haciaunaciudadaníademocráticacultural”