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BIOMA VIDA AL SUR DE LA TIERRA LA LÍNEA DE VIDA En busca del fruto sumergido REVISTA ISSN 0719-093X JUNIO 2014 Lamentos olvidados Gatico y Cobija Buena Memoria Popeye, el afecto y el sustento del Mar

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Revista BIOMA 2014

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BIOMAVIDA AL SUR DE LA TIERRA

LA LÍNEA DE VIDAEn busca del fruto sumergido

REVISTA

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JUNIO 2014

Lamentos olvidadosGatico y CobijaBuena MemoriaPopeye, el afecto y el sustento del Mar

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BIOMAVIDA AL SUR DE LA TIERRA

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523006LA LÍNEA DE VIDA, en busca del fruto sumergido

Ni bien amanece y ya el humo de un cigarro matutino del “Cachurreto” se esparce por el aire, confundiéndose con el tan característico aroma a “mar” que tienen todas nuestras costas,...

EN ESTA EDICIÓN

LAMENTOS OLVIDADOS, Gatico y Cobija

La muerte siempre ha sido un tema de fascinación para el ser humano desde que tenemos conciencia de su inminente llegada, muchas culturas la han transformado en un símbolo de su propia vida...

BUENA MEMORIA, POPEYE, el afecto y el sustento del Mar

Su nombre es Bladimiro Pérez, pero si usted pregunta por él, en la localidad de Huentelauquén Sur, nadie sabría responder dónde vive y cómo encon-trarlo, menos sabrán de quien se trata....

62EL PULSO DE LA NATURALEZA, Vocación de Solitario

Un amigo muy especial, fue el título de un relato anterior sobre nuestro sor-prendente amigo el Mero, infaltable en la pérgola a la hora del almuerzo de los guardaparques, en la Reserva de Las Chinchillas.

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César Jopia QuiñonesDirector

Bienvenidos a esta nueva edición de Revista BIOMA

EDITORIALEl patrimonio inmaterial de los países representa el eje de su progreso, en él se basa la riqueza cultural de las sociedades y cuando estos se agotan o extinguen, se pierde una gran can-tidad de conocimiento y experien-cias que no hay manera autentica de revivirlos.Sin embargo, hay oficios que signi-fican un gran reservorio de conoci-miento que están lejos de extinguir-se, estando vigentes en el silencio de su ámbito, estos aún generan un im-portante aporte económico a quie-nes lo ejecutan generando el susten-to familiar relativamente estable.La recolección de mariscos en alta mar tiene mucho de eso, la forma y la técnica son los elementos que con-vierten a este oficio en un bien inma-terial que no ha cambiado mucho, el proceso es el mismo y el fin es el mismo. Sólo algunas características han cambiado y que tienen que ver con mejoras en la seguridad de los tripulantes y de la embarcación, no obstante sus actores están todavía a merced de los mismos riesgos a los que se exponían sus antepasados.Las tecnologías para inmersión han evolucionado bastante, pero muchas de ellas están fuera del alcance eco-nómico de estos hombres de mar.Por otro lado, vimos como unos me-tros de una simple manguera de goma y un compresor de aire eran capaces de reemplazar a los moder-nos estanques de oxígeno sostenien-

do la vida del buzo.Mientras navegábamos es práctica-mente imposible dejar de pensar en los peligros que este oficio implica ni en la inminencia de un accidente bajo estas condiciones tan exigentes y que requieren de mucha pericia.En este reportaje fuimos testigos en primera fila de un trabajo que si bien es muy común en nuestro país, no deja de ser un gran semillero de his-torias de vida y relatos de experien-cias que en ocasiones rayan lo extre-madamente peligroso.Son aventuras reales y muy nues-tras que llevamos a ustedes como un aporte a la difusión de este patri-monio inmaterial y que está desarro-llándose justo en este minuto en casi todas las costas de nuestro territorio.

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LA LÍNEA DE VIDA

EN BUSCA DEL FRUTO SUMERGIDO

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i bien amanece y ya el humo de un cigarro matutino del "Cachu-rreto" se esparce por el aire, con-fundiéndose con el tan característi-co aroma a "mar" que tienen todas nuestras costas, las cuales abarcan más de ocho mil kilómetros de azules horizontes.Las gaviotas sienten este inicio de actividades como si fueran parte de la tripulación. Un botero comien-za a trasladar pasajeros, llevan a los dueños de las embarcaciones y los buzos a buscar sus botes que se en-cuentran amarrados a varios metros del muelle municipal de Tocopilla, un verdadero mirador hacia una ciudad flanqueada por cerros casi verticales que la esconden del hostil desierto de Atacama.Pedro Baeza, el Cachurreto, con su "pucho" aún en la boca se apresta para bajar el motor fuera de borda del bote con su socio, muchas ma-nos ayudan mientras sube muy tími-damente la temperatura ambiental… "está re buena la mar" dice un maris-cador "algo es algo después de casi una semana sin trabajar".A una grúa montada en el borde del muelle amarran el pesado impulsor y lo descuelga lentamente hasta la popa lo sigue un compresor de aire, que como entendemos después es coprotagonista de esta historia…La ciudad recién despierta cuando nos embarcamos mar adentro, las palabras en esos momentos sobran, el motor y el incesante golpeteo con el agua no permiten entablar una conversación, nos tomamos el tiem-po de viaje para apreciar la vista que parece infinita, el cielo que da color

al mar parecen ser uno solo, con el viento en la cara el Cachurreto en-ciende su segundo cigarro, vemos como cada cosa en la frágil embar-cación es un utensilio valioso para la faena que se viene. Si bien no son sólo ellos quienes dan inicio a sus ac-tividades de recolección marina, no divisamos otros botes, cada uno tie-ne sus zonas -que no son exclusivas- las comparten, el borde costero pa-rece interminable mientras las ondas de las olas nos hunden y levantan vertiginosamente la avifauna marina se agita en los islotes distantes como una urbe que va y viene, son cientos de cormoranes, pelicanos y gaviotas que decoran el paisaje que a veces parece monótono.

De pronto una mano se agita desde proa y el motor se detiene, hemos llegado al primer sitio de buceo, en-tre unos sacos surge un rollo de una llamativa manguera amarilla desde el frente del bote recorre hasta la popa donde se conecta con el com-presor de aire, en el vaivén del bote comienzan los preparativos para la faena, el Cachurreto usa un poco de bálsamo para hacer de la postura del traje de neopreno una acción más sencilla, suponemos que el agua está fría, pero a estos hombres de mar no parece importarles, el agua salada es

“En un abrir y cerrar de ojos sin titubear el Cachurreto se precipita

al agua mientras la manguera amarilla lo sigue...”

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como su segundo hogar, saben tan-to de ella como los peces.Entendemos entonces la importan-cia vital de esta manguera amarilla, es "una línea de vida", el compresor de aire comienza su fuerte ronroneo y el buzo moja su mascara para mejo-rar la visibilidad en estas casi turbias aguas nortinas, las medusas parecen esperarlo… coquetean con la superfi-cie y el bote, sensualmente se alejan con sus ondulaciones perpetuas bus-cando su rumbo.En un abrir y cerrar de ojos sin titu-bear el Cachurreto se precipita al agua mientras la manguera amari-lla lo sigue, es su único nexo con la vida… con el aire… algo que todos damos por sentado, tan esencial pero tan natural y abundante que ninguno damos valor hasta que nos falta. La visibilidad se pierde a medi-da que desaparece su silueta en la profundidad, un intruso a entrado en los dominios de otras especies tan distintas de nosotros los humanos, nuestro diseño natural no nos permi-te compartir este hábitat del cual sa-bemos prácticamente muy poco, en comparación con lo que sabemos de la luna u otros planetas.Más de una hora permanecerá bajo la superficie, el tiempo parece de-tenerse, nuevamente descubrimos que las palabras dejan de ser una he-rramienta necesaria cuando se está entre los valles y crestas del oleaje, la línea de aire se ondula y se despla-za por el salado elemento, sin dar-nos cuenta el extremo se aleja tan disimuladamente que el custodio de la seguridad del buzo debe apresu-radamente remar hasta donde está

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el Cachurreto buceando, una leve señal entra el vista del hombre en la proa y comienza una frenética “reco-gida” de cordel de seguridad y viene luego de unos segundos un canasto hecho de red de pesca con alrede-dor de cuarenta kilos de choros, al minuto siguiente surge el hombre rana de las profundidades como un discípulo de Poseidón pero no para finalizar la faena, sino para volverse a sumergir, aún quedan varios sacos para rellenar… así pasan las horas y la recolección rinde sus frutos, choros, pulpos y almejas abarrotan el bote.Las burbujas de aire suben apresura-damente a la superficie como esca-pando de la oscuridad en busca del Sol, eso nos da una pista de el lado oscuro de este oficio, este trabajo tie-ne un depredador... que no se trata de un animal sino de un fenómeno

gravitacional, la descompresión… el cáncer de los hombres de las pro-fundidades, ha cobrado tantas vidas como incapacidades físicas.

Este agresivo síndrome del mar se produce porque al descender me-tro a metro aumenta el volumen de agua sobre buzo*, sin una compen-sación o maniobra de Valsalva** el cuerpo no alcanza a eliminar el nitró-geno que en tierra expulsamos nor-malmente, bajo el agua el cuerpo lo asimila y pasa a la sangre producto de la presión causando en muchas

“la vida de estos hombres que sucede a la distancia de las reali-dades de muchos de nosotros...”

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ocasiones hasta la muerte. Ante es-tas emergencia lo optimo debe el afectado entrar a una cámara hiper-bárica***El Cachurreto nos confiesa más tar-de de su encuentro con este síndro-me, que le arrebató su salud y casi lo convierte en una de sus victimas, la vida de estos hombres que sucede a la distancia de las realidades de mu-chos de nosotros, son un claro ejem-plo de las interminables acciones humanas por explorar ámbitos tan desconocidos como peligrosos en busca del sustento. Desde las épocas en que fuimos capaces de desarrollar un utensilio para arrojarlo a un ani-mal y producir su caza hasta los días en que las técnicas parecen haber evolucionado mucho, no han dismi-nuido ni un ápice el riesgo y constan-te roce con el delicado hilo que nos une a la vida que en este caso se tra-ta de una manguera amarilla…

*En tierra la presión normal es de una atmosfera, con la que vivimos, pero a 10 metros de profundidad esta aumenta a 2 atmosferas a 20 metros sube a 3 at-mosferas y así sucesivamente.

** La Maniobra de Valsalva se aplica ex-halando teniendo la glotis cerrada, in-crementando la presión intratorácica de tal manera que la circulación venosa se ve superada y se colapsa.

***Un receptáculo hermético adaptado para soportar en su interior el aumento controlado de presión y descompresión de aire.

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BIOMAVIDA AL SUR DE LA TIERRA

REVISTA

Revista BIOMA “Vida al sur de la Tierra” estará presente en Expofoto 201410, 11 y 12 de octubre en el Centro Cultural Estación Mapocho.

VEN A DESCUBRIR LA MARAVILLOSA EXPERIENCIA DE CONSERVAR EL PATRIMONIO NATURAL DE CHILE

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Para explorar...para descubrir...para conservar

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Lamentos Olvidados

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L a muerte siempre ha sido un tema de fascinación para el ser hu-mano desde que tenemos concien-cia de su inminente llegada, muchas culturas la han transformado en un símbolo de su propia vida, esperan-do extenderla más allá de sus límites y sus alcances."Eres joven de nuevo, vive de nuevo… eres joven de nuevo vive de nuevo… para siempre" reza este mensaje en una sepultura en el antiguo Egipto.En las solitarias carreteras del de-sierto costero de la segunda región, unos kilómetros antes de llegar a ciu-dad de Tocopilla es imposible evitar ese encuentro tétrico y triste. Es una escena que está a merced del viento marino, un lugar que parece emer-ger de las tierras yertas del desierto sólo para deslumbrar con su lúgubre apariencia, se trata del cementerio de Cobija y Gatico… dos olvidados si-tios de descanso para las almas, con una data de más de cien años y que el tiempo a sabido encargarse de su degradación. Ellos son parte de una página de la historia de un país que perdió su soberanía y que hoy es te-rritorio chileno. Una historia que vio años de bonanza y esplendor pero que experimentó tristes episodios.Cobija o Puerto Lamar fue un pu-jante puerto boliviano minero que descubrió el lado oscuro de la fortu-

na cuando en 1868 un terremoto lo afecto gravemente y en el sendero de la tragedia al año siguiente en 1869 la peste amarilla se llevó a mu-chas almas, sobre todo afecto dramá-ticamente a los seres más indefensos de la población… los niños. Aún no olvidados esos terribles episodios de la historia de ese solitario puerto en 1877 otro poderoso sismo acompa-ñado aquella vez de un maremoto arrasó con más de doscientas vidas de un momento a otro, como lo rela-tan las crónicas de la época. Posterior a esa trágica seguidilla de eventos la población buscó hogar en Gatico.Luego de la Guerra del Pacífico en 1879 este territorio Boliviano se ane-xó a la soberanía chilena, el fin de ese hecho de la historia bélica de Chile no detuvo el progreso de Ga-tico a pesar de las penurias vividas por sus habitantes. Durante el apo-geo en 1917 llegó a contar con un teatro, negocios y un periódico local, Thomas Peddar el gerente de la mina La Toldo mandó a construir la Casa Administración, una lujosa casona de dos pisos al más puro estilo euro-peo, la obra denotó la promesa de éxito de este puerto fundición. Así se sostuvo por un tiempo esta localidad que estaba en pleno auge económi-co, pero el ocaso del "oro" blanco -el Salitre- y otros desequilibrios econó-

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micos provocó el advenimiento de un final, pero las oscuras páginas de este pueblo no se habían terminado de escribir... partiendo por un alu-vión en 1912, marejadas en 1922 y finalmente un terrible nuevo aluvión en 1940 dieron por sellado el destino de este anquilosado y mítico lugar.El inhóspito paisaje parece ser el mis-mo de aquella época, las tragedias ocurridas a estos dos puertos hoy no son visibles físicamente, más allá de los vestigios de un conjunto de cons-trucciones roídas por el tiempo y de-predadas Las que fueron casas y negocios de Gatico hoy parecen adobes traga-dos por la tierra, sólo quienes fueron atrapados por la fría muerte son los habitantes actuales del desaparecido puerto, tal vez quienes yacían entre la reseca tierra sabían como se extin-guió la llama que daba la fuerza vital a este asentamiento humano y que hoy muere nuevamente bajo el dia-mantino cielo del norte.Las cruces ennegrecidas por una es-pecie de patina que parece guardar una apariencia tenebrosa y sombría resisten a las frías noches y a la corro-siva sal que trae el viento oceánico, los mustios crucifijos en el cemente-rio se sostienen cual flores secas en un jardín olvidado, se doblan y pare-cen rendirse a la gravedad inclinán-dose cada vez más cerca del suelo junto a los bultos de tierra que pa-recen esconder aún el volumen de los cuerpos. Al caminar entre ellas se siente el misterio de su contenido, muchos niños y niñas yacen esparci-dos por doquier en lo que parece ser una macabra obra de la peste ama-

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rilla, desconocidos han puesto pelu-ches y juguetes en muchas de ellas como un utensilio para el más allá.El viento arrecia mientras el silencio carcome los pensamientos, es una vorágine de elucubraciones que des-borda la vigilia y la concentración. Inevitablemente imaginamos la po-sibilidad de actividad paranormal en las quietas y más oscuras noches de desierto costero, único acompañan-te de estas almas que se quedaron a morar para siempre en la soledad.La muerte es lo único que nos apar-ta de la realidad en la que habitamos y nuestro legado no necesariamen-te son nuestras palabras y acciones, sino nuestras huellas tangibles, el inexorable paso del tiempo por es-tas huellas es el borrador natural del mensaje que nos dejan las ruinas de Gatico y Cobija y sus cementerios, estos han guardado por cientos de años los secretos de la partida de sus malogrados huéspedes…Algunos hablan de pueblos malditos, con una desgraciada fortuna que no hiso más que llevarse a las sombras su historia, sus sueños y esperanzas… sus habitantes fueron personas llora-das y sentidas, fueron dolor y oscuri-dad en el pedregoso sendero de vida de Cobija y Gatico.Al mirar hacia atrás, esperamos que las sombras que intentan abandonar las tumbas en medio de la noche, que algunos dicen haber visto, sólo encuentren la paz en este lugar don-de quedaron por la eternidad como desoladores lamentos olvidados.

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BUENA MEMORIA: "Extractos de la vida cotidiana del Hombre y la Mujer Rural"

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Popeye, el afecto y el sustento del Mar

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Su nombre es Bladimiro Pérez, pero si usted pregunta por él, en la loca-lidad de Huentelauquén Sur, nadie sabría responder dónde vive y cómo encontrarlo, menos sabrán de quien se trata. Desde pequeño, a Bladimi-ro todos lo conocen como Popeye, nombre alusivo al dibujo animado, que comiendo espinacas, sacaba fuerzas de flaquezas para enfrentar a sus enemigos. Este apodo llegó a él mediante una anécdota de niñez, donde en un juego, probando su fuerza para levantar un objeto pesa-do, el doctor de la ronda médica, le denominó Popeye, conformándose en su identidad, su primer nombre hasta la actualidad, a la edad de 67 años. Desde su niñez, Popeye ha vivido en Huentelauquén. Su padre, prove-niente del norte de Chile, llegó a la zona como auxiliar paramédico de la posta rural del sector, quedándo-se en la zona tras conocer a quien sería su esposa. Durante años, Po-peye, vivió en dicha localidad, sin embargo ya en su juventud, debió trasladarse en búsqueda de trabajo, hacia el norte del país. Dentro de sus variadas experiencias laborales, ha trabajado como: minero, conductor de camiones, auxiliar de buses, mú-sico, recolector de algas, pescador, mariscador y hasta payaso de circo. Ya habiéndose casado, nunca emi-gró definitivamente al norte, ya que sólo se trasladaba para trabajar por largas temporadas y luego volvía a su localidad. Pese a tan variopinta lista de oficios

que experimentó, actualmente Po-peye se dedica "al mar", específica-mente a la recolección de algas. Sin embargo y como él muy bien expre-sa, sólo se ocupa a la recolección y comercialización de Cochayuyo. Sin embargo, este oficio, más que una elección por voluntad, fue un impul-so de sobrevivencia, cada vez que pasaba temporadas de cesantía, transformándose luego en una ac-tividad definitiva luego de jubilarse, como una manera de paliar la bajísi-ma pensión que recibe. Buscando una ocupación para so-brellevar la necesidad económica, Popeye comenzó a trabajar en el Huiro, pero finalmente optó por de-dicarse solamente al cochayuyo. Esto no hubiera sido posible sin la ayuda de un hombre de gran importancia para él, quien le enseño el trabajo: En los tiempos en que Popeye tenía descanso y volvía a Huentelauquén, bajaba a la playa y observaba cómo este hombre trabajaba el cochayuyo en la cueva que por largo tiempo fue su residencia y su espacio de trabajo. Y fue de él quien heredó el oficio, ya que después de su muerte, sólo Po-peye es quien maneja el arte de la recolección de cochayuyo. A diferencia del Huiro, que se vende en "atados" y en grandes cantidades para la exportación, el Cochayuyo es un alga que se recolecta y se vende para el consumo directo.

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La tarea del recolector de cochayuyo comienza en saber observar el mar. Si éste no bota el alga que se requie-re, el trabajador debe saber sacar el producto ingresando al mar. Con el cochayuyo ya en la costa, este debe pasar por un proceso de secado, por lo cual se tiende para que el escaso sol de la zona, haga su trabajo. Se sabe que este proceso ha concluido por la coloración del alga, ya que al sacar el cochayuyo del mar, original-mente esta planta marina es de color negro, sin embargo el secado solar le entrega una coloración café, o rojiza, lo que indica que ya está lista para ser trabajada.Es en la mañana la hora más óptima

para trabajar el cochayuyo, porque esta maniobrable para desechar lo que no sirve y armar los paquetes, que luego envía en gran cantidad a la ciudad de Calera y vende también en su citroneta, en los domicilios o restoranes de la localidad.Popeye es un ferviente defensor de las propiedades naturales de esta alga marina. A ella le atribuye su buena salud, agilidad y la de su fami-lia debido al consumo que siempre han tenido de esta noble alga, que además de esto, le ha otorgado el sustento hasta en los días más difí-ciles de su vida, donde la jubilación que recibe, no es suficiente para sub-sistir, y éste trabajo le permite tener

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una mejor condición de vida para él y su hija menor, a quien debe apoyar económicamente en sus estudios.A parte de esto, el trabajo en el mar es algo que le motiva profundamen-te y a él le agradece hasta en los mo-mentos más oscuros de su vida, dón-de solo el mar fue la compañía y la fuente de trabajo para salir adelante. Con el tiempo, esta ocupación se ha convertido lentamente en una activi-dad económica para Popeye, quien en la actualidad ha podido contra-tar personas que le puedan apoyar en su trabajo. Sin embargo al pensar en la recolección de algas como una práctica cultural, la conclusión que saca es que es una actividad que se

está perdiendo, ya que cada vez exis-ten menos personas que se dedican a esto, diluyéndose progresivamente con los años, hasta posiblemente, si no surge el interés de sus habitantes, perderse en el recuerdo de la locali-dad de Huentelaquén.

Texto y Fotografía: Loreto Alfaro Rodríguez

Para Revista BIOMA

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El Pulso de la NaturalezaVocación de Solitario

Un amigo muy especial, fue el título de un relato anterior sobre nuestro sorprendente amigo el Mero, infal-table en la pérgola a la hora del al-muerzo de los guardaparques, en la Reserva de Las Chinchillas. Aunque siempre es novedoso observarlo desde tan cerca, un día que parecía cotidiano, nos dio una tremenda sor-presa. En los últimos días habíamos notado en el, un comportamiento distinto de lo habitual; cada vez que recibía un pequeño trozo de comida, mientras lo sostenía en el pico, emitía un soni-do parecido a un silbido corto (piik), miraba hacia algún punto distante de la pérgola, y se alejaba volando en esa dirección, llevándose el boca-do. Aunque siempre lo habíamos visto llevar trozos de comida para escon-derlos entre los arbustos, como si los guardara para después, lo novedoso era el nuevo sonido que emitía, con-siderando que normalmente es muy silencioso.

Intrigados por su comportamiento, decidimos seguirlo, lo que nos permi-tió descubrir su celosamente guarda-do secreto. En medio de los resecos arbustos, tres hermosas crías, que ya brincaban entre piedras y ramas, es-peraban ansiosas el vital suministro de comida. Al parecer nuestro cuidadoso acer-camiento hacia sus crías, lo motivo a levantar ciertas restricciones, y en un gesto de absoluta confianza, en un par de días llegó hasta las mesas de la pérgola, acompañado de su pár-vula descendencia. A partir de ese día, la hora del al-muerzo en la pérgola, se convirtió en una inmejorable oportunidad, para apreciar detalles desconocidos de la rutina familiar de un Zorzal Mero y sus crías. Mientras almorzábamos, puntual-mente se instalaba con sus retoños en la mesa continua, luego volaba repetidas veces hacia nosotros, reci-bía comida de nuestras manos, y se devolvía a la otra mesa alimentándo-

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los por turno uno a uno, con dedica-ción y admirable esmero. Rápidamente pudimos apreciar que las imberbes criaturas estimulaban al adulto para que los alimentara, emitiendo un sonido parecido a una constante súplica, y agitando sus ali-tas con movimientos que resultaban a toda vista, demasiado enternece-dores. Así nuestro amigo muy especial, iba y venía una y otra vez, entre nuestra mesa y la de sus crías, con una en-trega maternal o paternal digna de admiración, movido por un impulso que afloraba desde lo más íntimo de su naturaleza, como si fuera víctima de un inevitable sortilegio en pos de la perpetuación de su especie.En esos inolvidables días, mientras alimentaba a sus crías, uno de los juveniles, inexplicablemente se alejó quedándose fuera del reparto de co-mida, lo que nos generó algún gra-

do de preocupación, al pensar que podría debilitarse. Esto parecía no complicar a nuestro amigo, puesto que continuó alimentando a los dos restantes, como si el tercero no exis-tiera. Hasta que por fin volvió el descarria-do, situándose al lado de sus herma-nos, los que ya habían recibido varias porciones de comida, quedando en desventaja, lo que en nuestra opi-nión, lo ponía en riesgo de sobrevi-vencia. Sin embargo y para nuestra sorpresa, el recién llegado al ban-quete, fue atendido exclusivamen-te recibiendo todas las dosis que le faltaban, hasta quedar nivelado con sus hermanos.Una vez que el polluelo recibió la misma dosis de los demás, cinco o seis porciones, el solícito Mero adul-to, continuó alimentándolos a todos, cada uno a su turno. Esto nos pare-ció increíble, nuestro fantástico ami-

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go parecía llevar la cuenta de lo que le había dado a cada uno.Al pasar los días nuestro Mero, cam-bió su táctica de alimentación, ya no todas las porciones de alimento iban directo a la garganta de sus crías, en ocasiones las dejaba a los pies de los juveniles, para que se dieran el traba-jo de recogerlas y luego engullirlas.El aprendizaje de las crías, que ya vo-laban con bastante destreza, avan-zaba tan rápido que en poco tiempo comenzaron a recibir alimento direc-tamente de nosotros, por supuesto que no de nuestra mano como el adulto, pero atrapaban con facilidad los bocados que les lanzábamos des-de la distancia.A pesar del enorme progreso de la nueva generación de Meros, estos continuaban pidiendo comida con insistencia al adulto, y al parecer, a nuestro amigo le costaba resistirse a las demandas de sus consentidas crías, hasta que un día observamos un cambio drástico y sorprendente. Después de depositar la comida en sus ávidas fauces abiertas, los agre-día. Sí, aunque parezca increíble los alimentaba y luego los agredía.Día a día esta práctica de alimentar-los y agredirlos fue en aumento, lle-gando a niveles dramáticos, hasta el extremo de obligarlos a alejarse momentáneamente del lugar. Al pa-recer había un conflicto de impulsos contradictorios en nuestro amigo Mero, por una parte el instinto de protección hacia su descendencia, y por otra parte el deseo de que se independizaran, y se alejaran para conservar su supremacía en el terri-torio.

La situación alcanzó ribetes dramá-ticos, cuando definitivamente dejó de alimentarlos, y se dedicó a perse-guirlos, hasta el extremo de volar en círculos detrás de ellos, alrededor de la pérgola. Uno a uno los juveniles, que se alimentaban solos, y que ya tenían un aspecto muy parecido al de un adulto, desaparecieron del lu-gar buscando nuevos horizontes en donde establecer su propio territorio.Finalmente en relación a nuestro amigo muy especial, las cosas vol-vieron a la normalidad en la pérgola de las Chinchillas. El Mero continúa llegando puntualmente a la hora de comer, como si ya no recordara que alguna vez tuvo tres hermosas crías, asumiendo quizás, una irreversible vocación de solitario.

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