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255 modo que una cosa es reemplazada por su opuesto. ¿Qué quiere decir el fin de una cosa? ¿Han pensado alguna vez en ello? El fin de la pena es la alegría, el fin del llanto es la risa, el fin, en efecto, de todo cuanto conocemos en esta vida de tiempo es su opuesto. ¿Cómo llamaremos el fin de esta guerra? Lo llamaremos paz —es decir, su opuesto. ¿Y cuál es el fin de la paz? De seguro es otra vez la guerra. ¿Y cuál es el fin del dolor? ¿Acaso no es este alivio del dolor para el cual no tenemos una palabra exacta? Es muy interesante pensar en las palabras que expresan realmente los estados opuestos. Al vislumbrar la idea de que toda la vida descansa entre opuestos, empezamos a darnos cuenta de lo que controla los eventos y también de que la vida es controlada. Al llegar a esta etapa cabe decir que todo es el resultado de dos fuerzas opuestas que tienden a contrarrestarse la una a la otra y de este modo producen un equilibrio en todas las cosas. Hallamos un ejemplo en el obrar fisiológico del cuerpo, donde parece que la salud fuera el resultado de un equilibrio de sistemas opuestos o antagónicos, químicos y de otra clase. Hipócrates, el antiguo médico griego, que vivió en el siglo V a. de C, enseñó que la salud era la armonía o equilibrio entre diferentes fuerzas o elementos y la enfermedad resultaba de que uno u otro de esos elementos llegaba a ser demasiado fuerte. Cabe pensar que la salud fisiológica tiene una naturaleza similar —el resultado de dos o más factores en equilibrio. En el antiguo templo sagrado de Delfos había dos inscripciones colocadas de tal modo que los que acudían a consultar el oráculo podían leerlas. Una la componían las famosas palabras: "Conócete a ti mismo". La otra, menos conocida, era "Nada en demasía". No significa demasía en el sentido de que un hombre no puede hacer o dar demasiado. El idioma griego no quería decir tal cosa. La frase significa: "Nada en exceso". Es preciso prestar atención al orden de estos dos dichos. Primero un hombre debe conocerse a sí mismo y luego no debe ir a los extremos —es decir, se conoce a sí mismo y conoce cuáles son los extremos de sí. Conocer lo que se es en sí necesita largos años de experiencia. El conocimiento de sí implica, entre otras cosas, el conocimiento de los opuestos en uno mismo —es decir, llegar a ser consciente de ellos. Entonces se puede comprender y aplicar el segundo aforismo: "Nada en demasía". Birdlip, 30 de agosto, 1943 LOS OPUESTOS II. Es fácil imaginar a un experto saltimbanqui que mantiene su equilibrio en la cuerda floja inclinándose ora a la derecha, ora la izquierda. Claro está que ya sabe hacerlo debido a un. largo adiestramiento y estudio de sí. Si no tuviera ese conocimiento no podría hacerlo. Supon- gamos que le hacemos la pregunta de Pilatos: "¿Cuál es la verdad?" y diga: "¿Está a la derecha o a la izquierda?" Si dijera que está en ambos lados, ofendería nuestro sentido de la verdad, porque todos imaginamos que la verdad ha de ser rígida e inflexible. Se dice que una vez un hombre soñó que había descubierto el secreto del universo y se despertó y escribió su sueño. A la mañana siguiente encontró lo que había escrito: "Camina sobre ambas piernas". En la esfera de nuestra psicología, el lugar en que vivimos con nuestra conciencia, como no tiene verdadero conocimiento de sí, equivale a andar sobre una sola pierna, considerando la verdad como algo invariable. Creemos conocer lo que es justo y lo que es injusto, o el bien y el mal, y debido a ello no tenemos idea de lo que significa mantener el equilibrio en nosotros mismos. No vemos los opuestos en nosotros mismos salvo en el sentido de que todo eso es malo y todo eso es bueno. Oí decir una vez en el Trabajo que el diablo es también necesario. Al mismo tiempo somos llevados constantemente de un lado para otro por los sucesos de la vida cuyo aspecto está siempre cambiando. Y como somos llevados de un lado para otro no tratamos de asimilar los opuestos. Ignoramos todo lo que no corresponde a nuestros puntos de

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Sobre Las Enseñanzas de Gurdjieff Y Ouspensky

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modo que una cosa es reemplazada por su opuesto. ¿Qué quiere decir el fin de una cosa? ¿Han pensado alguna vez en ello? El fin de la pena es la alegría, el fin del llanto es la risa, el fin, en efecto, de todo cuanto conocemos en esta vida de tiempo es su opuesto. ¿Cómo llamaremos el fin de esta guerra? Lo llamaremos paz —es decir, su opuesto. ¿Y cuál es el fin de la paz? De seguro es otra vez la guerra. ¿Y cuál es el fin del dolor? ¿Acaso no es este alivio del dolor para el cual no tenemos una palabra exacta? Es muy interesante pensar en las palabras que expresan realmente los estados opuestos. Al vislumbrar la idea de que toda la vida descansa entre opuestos, empezamos a darnos cuenta de lo que controla los eventos y también de que la vida es controlada. Al llegar a esta etapa cabe decir que todo es el resultado de dos fuerzas opuestas que tienden a contrarrestarse la una a la otra y de este modo producen un equilibrio en todas las cosas. Hallamos un ejemplo en el obrar fisiológico del cuerpo, donde parece que la salud fuera el resultado de un equilibrio de sistemas opuestos o antagónicos, químicos y de otra clase. Hipócrates, el antiguo médico griego, que vivió en el siglo V a. de C, enseñó que la salud era la armonía o equilibrio entre diferentes fuerzas o elementos y la enfermedad resultaba de que uno u otro de esos elementos llegaba a ser demasiado fuerte. Cabe pensar que la salud fisiológica tiene una naturaleza similar —el resultado de dos o más factores en equilibrio. En el antiguo templo sagrado de Delfos había dos inscripciones colocadas de tal modo que los que acudían a consultar el oráculo podían leerlas. Una la componían las famosas palabras: "Conócete a ti mismo". La otra, menos conocida, era "Nada en demasía". No significa demasía en el sentido de que un hombre no puede hacer o dar demasiado. El idioma griego no quería decir tal cosa. La frase significa: "Nada en exceso". Es preciso prestar atención al orden de estos dos dichos. Primero un hombre debe conocerse a sí mismo y luego no debe ir a los extremos —es decir, se conoce a sí mismo y conoce cuáles son los extremos de sí. Conocer lo que se es en sí necesita largos años de experiencia. El conocimiento de sí implica, entre otras cosas, el conocimiento de los opuestos en uno mismo —es decir, llegar a ser consciente de ellos. Entonces se puede comprender y aplicar el segundo aforismo: "Nada en demasía".

Birdlip, 30 de agosto, 1943

LOS OPUESTOS II.

Es fácil imaginar a un experto saltimbanqui que mantiene su equilibrio en la cuerda floja inclinándose ora a la derecha, ora la izquierda. Claro está que ya sabe hacerlo debido a un. largo adiestramiento y estudio de sí. Si no tuviera ese conocimiento no podría hacerlo. Supon-gamos que le hacemos la pregunta de Pilatos: "¿Cuál es la verdad?" y diga: "¿Está a la derecha o a la izquierda?" Si dijera que está en ambos lados, ofendería nuestro sentido de la verdad, porque todos imaginamos que la verdad ha de ser rígida e inflexible. Se dice que una vez un hombre soñó que había descubierto el secreto del universo y se despertó y escribió su sueño. A la mañana siguiente encontró lo que había escrito: "Camina sobre ambas piernas". En la esfera de nuestra psicología, el lugar en que vivimos con nuestra conciencia, como no tiene verdadero conocimiento de sí, equivale a andar sobre una sola pierna, considerando la verdad como algo invariable. Creemos conocer lo que es justo y lo que es injusto, o el bien y el mal, y debido a ello no tenemos idea de lo que significa mantener el equilibrio en nosotros mismos. No vemos los opuestos en nosotros mismos salvo en el sentido de que todo eso es malo y todo eso es bueno. Oí decir una vez en el Trabajo que el diablo es también necesario. Al mismo tiempo somos llevados constantemente de un lado para otro por los sucesos de la vida cuyo aspecto está siempre cambiando. Y como somos llevados de un lado para otro no tratamos de asimilar los opuestos. Ignoramos todo lo que no corresponde a nuestros puntos de

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vista: todo cuanto no corresponde a nuestros puntos de vista es para nosotros el diablo. Así andamos sobre una sola pierna. Empero, comprendemos muy bien que un saltimbanqui cometería un grave error si considerase la izquierda como el diablo y que para él sólo fuera deseable la derecha. Porque aduciríamos que en ciertos momentos tendría que inclinarse a la derecha y en otros a la izquierda, y sólo de este modo le es posible adelantar por la cuerda. Esta es la idea que expresa el pasaje del Eclesiastés que liemos citado anteriormente: "tiempo de guardar, y tiempo de desechar". En cierto momento un hombre debe hablar y en otro guardar silencio. ¿Qué significa ello? Significa que si la gente busca un rígido código de la verdad, si considera a la verdad como una rígida serie de reglas fijas, nunca la encontrará. Ninguna cosa es la misma en el tiempo. El tiempo es cambio. Todo cambia en el tiempo. Y todo cambia en el tiempo entre los opuestos. Hoy las cosas andan de un modo y mañana de otro, es decir, de un modo opuesto. Todo en 'el tiempo está regido por los opuestos y oscila entre ellos. Este es el significado del pasaje citado del Eclesiastés. Las cosas andan bien un momento y no andan bien el próximo. Hay tiempo para todo bajo el sol y todo es excelente era su tiempo. Sin embargo, las gentes siempre esperan que las cosas seguirán siendo las mismas, y cuando las cosas no corresponden a lo que desean son incapaces de adaptarse y recibir las impresiones de esa faceta de la vida que no corresponde a sus puntos de vista. Supongo que nada es más difícil que aprender que el tiempo no es el mismo. Deseamos lo mismo y esperamos lo mismo, aunque nos quejemos de ello. Nuestra incapacidad para asimilar lo opuesto, para ver las cosas desde un punto de vista contrario, para tener conciencia de los dos lados del péndulo, hace que seamos propensos a la monotonía. Y ésta se asienta profundamente en nuestra actitud común hacia la vida que no incluye la idea de los opuestos. Insistimos en aceptar la vida de un modo parcial, y consideramos que todo lo que es contrario a nuestros puntos de vista es excepcional o desdichado. De ello resulta una falta de flexibilidad. Nos inclinamos hacia la derecha y nos negamos a inclinarnos hacia la izquierda cuando la ocasión nos lo exige. Una cosa viviente está en un estado de equilibrio: un estado de equilibrio entre la vida y la muerte. No se puede estar vivo si se tiene un punto de vista fijo acerca de la vida. Entonces la interacción entre la vida y uno deja de existir. Se llega a identificarse con su punto de vista sobre la vida. Ahora bien, el Trabajo nos enseña que nunca se debe identificarse con la vida, sea cual fuere el rumbo que tome, sea la guerra o la paz, sean las comodidades o las privaciones. Pero queremos que todo quede fijo. Es como si quisiéramos congelar las cosas en un modelo. Luego llegamos a identificarnos con nuestras actitudes. La superficie de la vida y la superficie de nosotros mismos dejan de tener su intercambio normal. Todo organismo viviente está vivo porque se resiste a la vida, y aprende a hacer uso de ello. Y desde este ángulo la vida es lo opuesto a la vida. Toda cosa viviente nace a la vida tensa como un resorte a punto de saltar. Es más que su contorno. Tiene cierta energía que la hace más inteligente que la vida dentro de la cual se halla. Tiene una superficie que se encuentra con la superficie de la vida, y entre estas dos superficies la cosa viviente vive. Vive por los opuestos, en el sentido de que la vida es antagónica a la vida. En el caso del Hombre, que es mucho más complejo que cualquier otra criatura viviente, es preciso comprender que tiene una superficie psicológica además de la superficie física. Su contorno no es sólo un contorno físico sino uno psicológico. ¿Se han preguntado alguna vez cuál es su contorno psicológico? ¿Tienen el sentido de la superficie adecuada a su contorno? ¿Mantienen ese lado de sí mismos viviente por medio de un buen intercambio? ¿O no son nada más que su contorno psicológico, que se deja llevar por las opiniones de todos, por todo lo que oyen, por todo cuanto leen? En este caso ya están verdaderamente muertos. Porque no hay distingo alguno entre ustedes y la vida. A menos que sientan que ustedes están viviendo en la vida, están muertos. No hay tensión alguna entre las dos superficies, entre la de la vida y la de ustedes. Algunos de ustedes habrán oído hablar de la idea científica de la entropía. Esta es la idea.

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Todo tiende a tener, digamos, la misma temperatura. Si se pone una botella llena de agua hirviente en una habitación calentará su contorno hasta que todo tenga la misma temperatura. Ahora bien, una ve? que la vida y la muerte lleguen a tener la misma temperatura por así decirlo, uno está muerto. Sólo se puede hablar si se tiene una temperatura más alta que la vida, y el Hombre tiene en él los medios para conservar una temperatura más alta que la vida. El sentido de la superficie, ya sea intelectual, emocional o físico, que lo separa de la superficie de la vida exterior es necesario. Es en realidad otro aspecto del Recuerdo de Sí. Todas las cosas tienen un contorno, o superficie, que las distinguen de la vida. Todos tenemos formas diferentes —animales, insectos, plantas, y así sucesivamente— pero cada uno de ellos tiene una forma particular que lo distingue de aquello en lo cual vive. Encuentran en sus superficies la superficie de la vida. La vida busca devorarlos y ellos buscan devorar a la vida. Cada criatura viviente a quien se le dio su propia vida es capaz de devorar la vida exterior, con arreglo a su propio plan. Pero, lo repito, el Hombre no es una mera forma física sino también una forma psicológica —es decir, una forma mental y una forma emocional— porque el Hombre es el único en toda la creación que tiene un destino psicológico, además de su destino físico. No obstante, es preciso volver a un punto esencial en la enseñanza de los opuestos. Debemos darnos cuenta de que vivimos en este planeta entre opuestos. Toda nuestra vida, de ordinario, es regida por la Ley del Péndulo. Oscilamos de un lado a otro. Cuando se está en un opuesto no se tiene conciencia del otro y viceversa. Quizá se tenga sueños ociosos de elevarse y elevarse, de progresar y progresar, de llegar a estar mejor y mejor, pero todos ellos son por cierto sueños ociosos. No se puede escapar a los opuestos a menos de saber cómo hacerlo. Es preciso ver ambos lados de sí mismo y de qué modo un lado ayuda al otro. Esto requiere un doble pensamiento. Hasta es posible decir que requiere una doble conciencia. En otras palabras, requiere el conocimiento de sí. ¿Qué cree que significa el conocimiento de sí? Significa el conocimiento de todos nuestros lados. Primero "Conócete a ti mismo", luego "Nada en demasía". ¿Qué significa demasía? Significa que se va demasiado lejos ya sea a la derecha, ya sea a la izquierda. Pero no significa sólo esto. Cuando se llega demasiado lejos a la derecha se está en exceso y se debe ir a la izquierda. Nada es más penoso que la bondad excesiva. Por ejemplo, basta examinar a la gente demasiado bondadosa. ¿Acaso no hace surgir en seguida en uno, lo opuesto, del mismo modo que la gente excesivamente cruel? Naturalmente todas las formas de vanidad y orgullo (que forman la falsa personalidad) nos permiten creer que sólo hacemos el bien, que por eso somos merecedores de admiración. Pero temo que nuestro equilibrio no tiene nada que ver con el orgullo o la vanidad. ¿Qué se dice en las extrañas palabras del Sermón del Monte? ¿En verdad las palabras "Bienaventurados los pobres de espíritu" tienen algún significado? ¿Qué quiere decir esto? ¿Nunca pensó cómo su vanidad y orgullo lo ponen en los opuestos? Ser pobre de espíritu significa no identificarse consigo mismo. Ahora bien, suponiendo que sólo puedo identificarme con lo que creo que es el mejor lado de mí mismo, ¿seré acaso pobre en espíritu? ¿Seré en tal caso capaz de andar sobre mis dos piernas? ¿Seré capaz de asimilar ambos lados de mí mismo, ambos opuestos en mí mismo, y en los otros, y en la vida? Cuando un hombre dice: "Gracias a Dios no soy como los otros hombres", ¿cree que es parcial? Por cierto tiene límites que no le permiten ver sus contradicciones. Pero si puede ver ambos lados de sí mismo, lo que llama su buen lado y su mal lado, en este caso tendrá al mismo tiempo conciencia de los opuestos. Y es aquí donde está el secreto de que tanto se habla en la literatura esotérica del pasado. Hay una expresión sufí: "Toda vida verdadera es la paz y la armonía de los contrarios. La muerte se debe a la guerra que existe entre ellos".

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Birdlip, 2 de septiembre, 1943

LOS OPUESTOS III.

En el pensamiento esotérico griego, cuando un opuesto pasaba los límites de otro, se decía que existía un estado de injusticia. Se considera baja a la justicia, o rectitud como un estado de equilibrio. Es sabido, cuan a menudo la palabra rectitud es empleada en los Evangelios, como, por ejemplo, cuando se dice: "Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mateo, V, 20). El equivalente griego de rectitud (δίκη) tiene el significado original de ser recto y así, de estar entre los opuestos. El hombre "justo" o "recto", tanto en el Nuevo Testamento como en la enseñanza socrática cuatro siglos antes, y en la enseñanza de Pitágoras que data del siglo Vi a. de C., es el hombre "recto", el hombre que está en equilibrio entre los opuestos y no es ninguno de ellos. Esta es una idea muy difícil de comprender. Pero la idea del hombre justo deriva directamente de la antigua enseñanza sobre los opuestos. Un hombre parcial no puede ser un hombre justo. Un fanático, un hombre intolerante o puntilloso, no puede ser justo. Tampoco puede ser justo el hombre que vive en una pequeña parte de sí. Ser recto, ser justo, es ser equilibrado. No hay que emplear mal la palabra equilibrado, imaginando que por no sentir las cosas con tanta fuerza como los otros, se es más equilibrado. Ser equilibrado no es ser estúpido sino estar vivo a todos los aspectos de la existencia. Al referirnos a la idea del hombre justo o equilibrado, podemos usar el concepto del desarrollo de todos los centros, mientras que se dice que un hombre parcial no puede ser equilibrado. Pero aquí hablamos de justicia o equilibrio desde el ángulo del péndulo y de la ley de los opuestos, y no podemos referirnos a los centros excepto en este punto; un centro a veces parece actuar como si fuera el opuesto de otro y además en cada centro hay diferentes péndulos que oscilan con diferente velocidad. Como se dijo antes, cuando un opuesto supera al otro, se dice que existe un estado de injusticia. Esto sucede constantemente en nosotros mismos, en la vida que nos rodea y en la historia. Tomemos la historia: ¿Es una firme línea de progreso o es algo que va de un lado para otro o una continua usurpación de una nación por otra? Hubo un tiempo en que los egipcios fueron poderosos, luego lo fueron los judíos, después los griegos, los romanos, los godos, los árabes, y así sucesivamente. Todo ello es un incesante vaivén, no una línea. Y ocurre lo mismo en el caso de nuestra vida, de la cual se obtiene una impresión no muy clara. O tomemos nuestro pensamiento —¿acaso no va continuamente de un lado para otro?—. O tomemos nuestra vida emocional, si se la puede recordar. ¿Es una firme línea recta, o cabe decir, por ejemplo, que alguna emoción ha usurpado a otras, y siempre ocurre así? ¿Qué es lo que podemos mantener firme? Ahora bien, la antigua enseñanza veía al mundo preso entre los opuestos, no en una. sola línea de progreso, sino en un movimiento de vaivén. Un opuesto usurpaba al otro, y a su vez era vencido y usurpado a su turno. Es semejante a continuas incursiones de un campo en otro. En esta continua lucha todo está contenido. En esta tensión de las fuerzas opuestas, la vida misma se manifiesta. Rogar para que esta tensión y esta lucha lleguen a su fin es rogar por la muerte, tal como lo dijo un griego. Es preferible pensar en los opuestos como si fueran fuerzas de signo opuesto, no como cosas. Una "cosa" puede conducir una u otra fuerza. Sabemos que tras la materia visible, en el régimen del átomo, sólo dos fuerzas se hacen frente —positiva y negativa— para empezar. Ellos son opuestos. Es muy extraño pensar que esto sea así. La materia está construida por fuerzas opuestas primarias. ¿Entienden lo que quiero decir? El mundo surge de una tensión que a veces es armoniosa. Los opuestos primarios fueron llamados por la antigua escuela del Mediterráneo "amor" y "odio" o "atracción" y "repulsión". Lo que se quería decir es que había una fuerza que une y una fuerza opuesta que separa y que estas dos fuerzas están detrás de todas las cosas. Cuando

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el amor o el deseo de unión es predominante todas las cosas tienden a juntarse y aparece la creación. Cuando el odio y la lucha predominan todas las cosas se quiebran y desaparecen. Esta escuela enseñaba que el Universo se une y se separa en un vasto ciclo de tiempo, u oscilación de péndulo. La oscilación pendular es sólo un ciclo visto, por así decirlo, de costado. Esta idea de las cosas que se unen en la creación cósmica y se separan en el caos se halla en las antiguas escuelas orientales. Por ejemplo, se dice que Brahma respira y aspira el Universo. Desde este punto de vista las propiedades del Universo físico nunca serán constantes, ya que la tendencia de las partículas a unirse o a separarse no será la misma en cada punto del tiempo. Todo cambiará —no meramente las modas y los puntos de vista y las teorías, sino las propiedades de las cosas— de modo que lo que una vez obró no lo hará necesariamente hoy. Si la ciencia se ve a esta luz estará siempre redescubriéndose a sí misma y reforjando sus ideas. Un remedio que una vez fue eficaz, dejará de serlo,. y así sucesivamente. Y el mismo proceso afectará los asuntos humanos. Cuando el "amor" logra cósmicamente la supremacía la gente tiende a unirse: Cuando el "odio" logra la supremacía la gente se separa y se dispersa. Este punto de vista es en realidad el mismo que el expresado en el Eclesiastés donde se dice que "hay un tiempo de juntarse y un tiempo de esparcirse", etc., sólo que está expresado en función de una vasta oscilación pendular y no en función de péndulos más pequeños y hasta diminutos. En ambos asertos lo que se quiere decir es que las tendencias de las cosas no son las mismas en diferentes tiempos. Basta considerar un momento nuestra posición hoy. ¿Cuál es la tendencia de las cosas? ¿Ven ustedes alguna tendencia? Por lo menos podemos decir que la tendencia de las cosas hoy no es la misma que la de hace un siglo. Si se mira el balanceo de un péndulo adosado a la pared, se verá que cubre la misma distancia de un lado y del otro. En cualquier punto en que esté, puede estar en una dirección o en la contraria. Es decir, las cosas pueden estar en el mismo punto que antes, pero moviéndose en dirección invertida. Al estudiar la oscilación del péndulo en nosotros mismos nos damos cuenta de que llegamos a los mismos puntos, pero muchas veces la tendencia es diferente. Las cosas son las mismas pero se mueven en otra dirección. Nos sentimos, por ejemplo, irritados y luego somos agradables; o somos primero agradables y después irritables. El Trabajo nos enseña que casi siempre somos inconscientes, casi siempre estamos dormidos, cuando el pén-dulo en nosotros pasa por el punto medio. Aquí es donde se mueve con mayor velocidad. De modo que vivimos, por así decirlo, en los extremos —en cada fin de la oscilación del péndulo— y no sabemos qué hay en el medio. Oscilamos, como lo he oído decir, entre el rojo y el verde, entre el azul y el amarillo, pero no podemos ver en el centro la luz blanca que es la combinación de todos los colores.

Si pudiéramos mantener una plena conciencia y una plena memoria a todo lo largo de la oscilación, no sólo recordaríamos los dos estados opuestos en cada final, sino que empezaríamos a divisar un tercer factor que está en el medio. Pero de ordinario nuestra conciencia trabaja con una energía demasiado baja. Acerca de este particular hablaremos otra vez. Ahora sólo diremos que es preciso ver el péndulo en nosotros y en la vida y evitar identificarse con los dos finales de la oscilación. Nuestros estados de ánimo están todos

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suspendidos de péndulos. No debemos confiar en ellos. Desdichadamente nos identificamos con ellos. Los tomamos como si fueran nosotros mismos. Decimos "Yo siento", "Yo pienso", etc. Olvidamos que el "Yo Real" está en el centro del balanceo del péndulo, y nos dejamos llevar de un lado para otro entre la excitación y el desaliento, entre el entusiasmo y la depresión, entre la sobrestimación y la subestimación, entre el engreimiento y la humildad, y así inacabablemente. En todo esto no hay centro de gravedad. Recuerde que al identificarse con un lado del balanceo, estará bajo el poder del otro lado cuando se invierta el movimiento —y no verá conexión alguna en ello. Dirá: "No pueden estar conectados porque son opuestos". Esto es exactamente lo que son y a ello nos referimos en estos comentarios.

Birdlip, 13 de septiembre, 1943

LOS OPUESTOS IV.

Hemos hablado previamente del concepto original del hombre justo. No es una idea sentimental. El hombre justo está entre los opuestos, en un estado de equilibrio. Sabiendo cómo extraer la fuerza de los opuestos, su centro de gravedad no es tironeado de un lado o del otro. Esto es sólo posible si se llega a un sentimiento definido de la propia nadidad, como ya se dijo. Sentir que se es alguien impide que se llegue a una posición entre los opuestos. Cuando el Trabajo dice que un hombre debe llegar a comprender su propia nadidad, antes de que pueda renacer, no quiere decir que es preciso que se humille sino que por medio de una larga observación de sí debe comprender que en realidad no es nada y que no hay tal persona como él mismo. El objeto de esto es llegar a una posición, hablando psicológicamente, entre los opuestos. Subrayo que tiene un objeto definido. ¿Por qué tiene tanta importancia estar en el centro del péndulo y no ir de un lado para el otro? Porque aquí, entre los opuestos, están todas las posibilidades de crecimiento. Aquí nos llegan las influencias de los niveles superiores. Aquí, en el lugar donde se puede sentir la propia nadidad y donde por lo tanto se está libre de contradicciones, se reciben influencias y significados provenientes de los centros superiores, los que carecen de contradicciones. Al no considerarse bueno o malo, al no enorgullecerse de ser justo o no, al no creer que lo tratan bien o que lo tratan mal, al no dejarse arrastrar por un movimiento cualquiera mediante la identificación, se llega a esta posición media. ¡No es fácil! Cuando la personalidad es activa, es imposible. A veces, cuando los opuestos han perdido toda su fuerza, como en las enfermedades graves, una persona es llevada a este estado. Entonces todos sus centros están enfocados y comprende y ve claramente. El Trabajo nos enseña que en cada manifestación hay tres fuerzas. Sólo vemos dos —si es posible ver tan lejos—. No vemos la tercera Fuerza porque el centro formatorio trabaja entre los opuestos y para él todo es "es así" o "no es así", "sí" o "no". La armonía de los opuestos está en la fuerza mediadora que hay entre ellos. No se debe a que la Tercera Fuerza sea mera-mente una unión de las fuerzas opuestas. Es una fuerza distinta a la cual no somos sensibles en los estados ordinarios. Es llamada "Fuerza Neutralizante" en el Trabajo y "Espíritu Santo" en el Nuevo Testamento. En la cima del Universo está la Unidad de lo Absoluto. La creación empieza con las tres fuerzas o primera trinidad que proviene de esta Unidad. Las tres fuerzas son iguales. En el fondo del Universo está la gran antitesis de la Unidad. Aquí los opuestos están más separados y no hay Tercera Fuerza que los reconcilie. Así el Trabajo se refiere a la materia más baja en la Tabla de los Hidrógenos diciendo que "carece del Espíritu Santo". Basta imaginarse la situación de un hombre encerrado en un mundo de esta clase, en el nivel más bajo de la creación, donde no hay ninguna esperanza de que algo armonice o pueda llegar a un nuevo estado.