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Actas XIV Congreso AIH (Vol. I). Carlos A RABASSO. Lengua(je) e identidades: de la intelig... - LenguaUe) e identidades: de la inteligencia Emocional al management intercultural En los países hispano-hablantes Carlos A. Rabasso ECOLE SUPERIEURE DE COMMERCE DE ROUEN EN UN MUNDO MARCADO por la mundialización el papel de los antiguos Estado-Nación ha dejado paso a universos globalizados, culturas de masa determinantes de comporta- mientos colectivos y a una uniformización de gustos y costumbres dentro de un cosmopolitismo marcado por la diversidad. En el presente artículo ofreceremos algunos elementos fundamentales que constituyen el «management hispánico multicultural», una de las ramas del «cross cultural latin management». La lengua es el hilo conductor que nos conducirá hacia una manera de ser donde la inteligencia emocional es el ingrediente esencial de una forma de estar, es decir, de relacionarse, de negociar y de vivir. Como indica al respecto Daniel Goleman, Los estudios que han tratado de rastrear el proceso evolutivo de la inteligencia emocional a lo largo de los años parecen señalar que las personas desarrollan progresivamente mejor este tipo de aptitudes en la medida en que se vuelven más capaces de manejar sus propias emociones e impulsos, de motivarse a sí mismos y de perfeccionar su empatía y sus habilidades sociales.' A continuación abordaremos dos aspectos determinantes en el «management hispánico intercultural». En primer lugar, la noción de identidad y a continuación, la noción de tiempo, como elementos indisociables a la forma de ser de cada pueblo. Para próximos trabajos dejamos el estudio del ritmo, del espacio, de la toma de decisiones en los países latinos, de las relaciones jerárquicas en el seno del grupo y de la empresa, así como la manera de cómo analizar cuantitativa y cualitativamente el papel femenino en el mundo profesional en sociedades con una elevada tradición machista. Para este estudio nuestro núcleo central es la «latinidad» en su más amplio sentido y la «hispanidad» como telón de fondo, sustancia que nutre el concepto anterior. Podemos definir la identidad latina alrededor de tres zonas geográficas: el sur de 1 Daniel Goleman, La práctica de la inteligencia emocional, Barcelona: editorial Kairós, 2000, pág.21 401 -11- Centro Virtual Cervantes

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LenguaUe) e identidades: de la inteligencia Emocional al management intercultural

En los países hispano-hablantes Carlos A. Rabasso

ECOLE SUPERIEURE DE COMMERCE DE ROUEN

EN UN MUNDO MARCADO por la mundialización el papel de los antiguos Estado-Nación ha dejado paso a universos globalizados, culturas de masa determinantes de comporta-mientos colectivos y a una uniformización de gustos y costumbres dentro de un cosmopolitismo marcado por la diversidad. En el presente artículo ofreceremos algunos elementos fundamentales que constituyen el «management hispánico multicultural», una de las ramas del «cross cultural latin management». La lengua es el hilo conductor que nos conducirá hacia una manera de ser donde la inteligencia emocional es el ingrediente esencial de una forma de estar, es decir, de relacionarse, de negociar y de vivir. Como indica al respecto Daniel Goleman,

Los estudios que han tratado de rastrear el proceso evolutivo de la inteligencia emocional a lo largo de los años parecen señalar que las personas desarrollan progresivamente mejor este tipo de aptitudes en la medida en que se vuelven más capaces de manejar sus propias emociones e impulsos, de motivarse a sí mismos y de perfeccionar su empatía y sus habilidades sociales.'

A continuación abordaremos dos aspectos determinantes en el «management hispánico intercultural». En primer lugar, la noción de identidad y a continuación, la noción de tiempo, como elementos indisociables a la forma de ser de cada pueblo. Para próximos trabajos dejamos el estudio del ritmo, del espacio, de la toma de decisiones en los países latinos, de las relaciones jerárquicas en el seno del grupo y de la empresa, así como la manera de cómo analizar cuantitativa y cualitativamente el papel femenino en el mundo profesional en sociedades con una elevada tradición machista.

Para este estudio nuestro núcleo central es la «latinidad» en su más amplio sentido y la «hispanidad» como telón de fondo, sustancia que nutre el concepto anterior.

Podemos definir la identidad latina alrededor de tres zonas geográficas: el sur de

1 Daniel Goleman, La práctica de la inteligencia emocional, Barcelona: editorial Kairós, 2000, pág.21

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Europa, América Latina y el sur de los Estados Unidos. En cuanto a la primera, está comprendida por la Francia meridional, Portugal, España e Italia. La segunda, América Latina, podemos dividirla en diferentes regiones que van desde México hasta la Tierra del Fuego. En cuanto a los Estados Unidos, la latinidad corresponde a sus estados del Sur, California, Texas, Nuevo México, Arizona y Florida, con un alto componente migratorio. Desde sus inicios, la cultura latina es el resultado de un «melting-pot» de culturas mediterráneas, unidad cultural construida gracias a dos lenguas, el español y el portugués, y a una religión, la religión católica, práctica mayoritaria de un sincretismo que tiene sus orígenes en el imperio romano. Mientras que los países de América Central y Andina se caracterizan por una población europea e indígena, el Brasil y las Antillas poseen una minoría europea e importantes poblaciones africanas y mestizas. Respecto a los países del cono Sur, Argentina, Chile y Uruguay tienen unas poblaciones esencialmente europeas con una minoría indígena.

Esta introducción nos muestra la imposibilidad de ofrecer una imagen de la latinidad como un todo uniforme y estático, sino como un hacerse permanente y diverso. La cuestión esencial es saber hacia dónde se orienta el continente latino-americano, ¿hacia el modelo sudeuropeo o hacia el modelo norte-americano? ¿Existe un modelo único latino-hispánico? ¿Cómo podemos definir la latinidad? Desde el Guadalquivir hasta el río de la Plata pasando por el Almendares habanero, el abanico hispano ha ido formando una amalgama de identidades que van más allá de sus propios límites geográficos, y esa identidad incluye la originaria, formada en el Mediterráneo e impuesta por Caracalla y Vespasiano a los «latini peregrini», habitantes del imperio romano en la época clásica. El latín como lengua madre y el español, hijo predilecto, lengua común, instrumento de poder y conversión, punto de inflexión y reflexión de otras identidades. Multiculturalidad, estereotipos, particularismos y diferencias para captar una manera de ser y una forma de vivir. Desde Bolívar, pasando por José Martí, Marcos, Zapata, el Alena y el futuro Alca ... todo un cosmopolitismo latino-hispánico opuesto a ópticas uniformes, a mercados homogéneos. Culturas como conjunto unificado de valores representativos del comportamiento social de los habitantes de cada país, elementos que marcarán la manera de pensar, de sentir, de actuar, de comunicar, de producir, de crear, pero cuyo punto de partida lo encontramos en el duende lorquiano, «el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar»2

, duquesne africano responsable del ajiaco lingüístico cultural donde el español, la lengua castellana, es únicamente la expresión homogénea de innumerables particularismos, sincretismo como reflejo de la diversidad y el mestizaje: Afro-América, Indo-América, Hispano-América, Latino-América.

¿Dónde vive nuestro imaginario colectivo? En La Habana todavía se recuerdan personalidades como las de Alberto Y arini, la Macorina, el Caballero de París o la Milagrosa. Si en México se rinden honores permanentes a la Virgen de Guadalupe, en España desde la Almudena a la Macarena y el Rocío nos confiamos a nuestro «YO interior», para unir a la fiesta nuestro profundo sentimiento hacia la muerte. Como indica Octavio Paz,

2 Federico García Lorca, Prosa, Madrid: Alianza Editorial, 1972, pág.173

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La Virgen es el consuelo de los pobres, el escudo de los débiles, el amparo de los oprimidos. En suma, es la Madre de los huérfanos. Todos los hombres nacimos desheredados y nuestra condición verdadera es la orfandad.3

De repente surge nuestro espíritu anarquista, la intención de cambiarlo todo. Modificamos el nombre de las calles para borrar un pasado que siempre estará en nuestros corazones y somos adeptos de la cultura del arrebato y el quejío, buscando ese desgarre que nos haga elevar la vida de la monotonía civilizada. Femando Ortiz dice al respecto

No reflexionamos acerca de los fenómenos sociales que nos atañen; no podemos por tanto, establecer relaciones de causa a efecto entre ellos; no podemos prever. Por la imposibilidad de prever, nos abandonamos a la fatalidad. Somo imprevisores, somos fatalistas. La fantasía es nuestra tirana. Nuestra vida social marcha ondulando entre momentos de delirante optimismo y de pesimismo abyecto. Tan pronto estamos a las puertas de la felicidad, como nos precipitamos en el abismo de la desesperación.4

Después de haber caracterizado algunos de los aspectos más relevantes de la latinidad, estudiaremos a continuación la noción del tiempo y las repercusiones que tiene en la formación de la identidad cultural. Tenemos que clasificar el tiempo en dos grandes categorías.

En primer lugar, tenemos un tiempo cósmico y biológico. Es el tiempo desarrollado a partir de los ritmos naturales, debido a la alternancia de las estaciones y a los diferentes ciclos de producción. Expresiones como: «mañana será otro día», «más largo que un día sin pan», «mañana ayunaremos que hoy comida tenemos» ... , muestran en los países latino-hispánicos una despreocupación de lo que pueda ocurrir al día siguiente, debido a una falta de rigor para planificar, prevenir y anticipar. Sin embargo, actualmente ya no vivimos como lo hacían los hidalgos, siguiendo el ritmo biológico del cuerpo y sus premisas trascendentales: «el vivo vive del tonto y el tonto de su trabajo». Y a no es sólo el cuerpo o la naturaleza quienes regulan el tiempo sino que existen compromisos y obligaciones propias de sociedades posindustriales.

En segundo lugar, podemos hablar de un tiempo mítico, donde aparece la noción de lo eterno. Existe en todo lo hispánico un sentimiento de eternidad unido a las civilizaciones ancestrales, a sus valores trascendentales. De ahí surgieron exageraciones como: «amigo de toda la vida», «harás amigos para siempre», en una manera absoluta de apropiarse del tiempo desde el ayer hasta el mañana. Cada país conserva una representación cultural del tiempo que se transmite en su lengua. Con ello aparece un propio lenguaje temporal que hay que saber interpretar («compadre, esto está hecho» ... «ahora mismo, ahorita mismo, ahoritita mismo ... »)

El ritmo de la sociedad, del país, la forma de hablar, de gesticular, de moverse, de reaccionar, de responder, de caminar, de trabajar, de reir, de gritar, de piropear, hasta de

3 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Madrid: ediciones Cátedra, 1995, pág.223 4 Femando Ortiz, El pueblo cubano, La Habana: editorial Ciencias Sociales, 1997, pág.49

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mirar está relacionado con el tiempo, con el pasado, el presente y el futuro, con su organización y su manera de sentirlo, de disfrutarlo o hasta de sufrirlo. Todo depende en la escala lenta o rápida en que nos situemos. Fumar un cigarrillo con un café, fumarse un puro con una copa, comerse un bocadillo o ser un asiduo cliente del tapeo, todo son actos que reflejan una manera de vivir diferente. Como indica Ramón Gómez de la Serna,

El ideal del madrileño es conservar mucho tiempo, sin que se caiga, la ceniza del cigarrillo que se está fumando, consiguiendo así la inmortalidad de lo efímero.5

Una manera de ser y una forma de estar, SER y ESTAR como esencia de lo hispano, hasta incluso nuestra manera de insultar-adictos permanentes del taco porque sabemos que «esto está de ... ». Nuestras frases son largas, poco concisas, casi ausentes de síntesis, hiperbólicas, expresivas, poco descriptivas ... «habla por los codos» ... Somos más verbo que escritura, más voz que letra, leemos poco pero hablamos mucho. Miguel de Unamuno nos dice

... Y hay gente que parece que todo lo dicen y cuentan, y son los que más callan; y no hablan y se confiesan sino para ocultar más su secreto, pues temen el silencio, que es lo más terriblemente revelador que hay. La sinceridad se ahoga en palabras. El secreto, el verdadero secreto, es inefable y en cuanto lo revestimos de lenguaje, no es que deje de ser secreto, sino que lo es más aún que antes.6

Cultivamos el chisme, el brete, el cotilleo, somos amantes de la telenove-la---ellas-, su ausencia mataría el comentario cotidiano, la relación de vecindad, la tragedia y el melodrama, apasionados por la tertulia de café y el próximo parti-do---ellos-porque sin lágrimas azucaradas o gritos desenfrenados seríamos víctimas del ensordecedor silencio que tanto nos aterra. «Dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces», «quien a mucho habla mucho yerra, pero en algo acierta». Bien es cierto que la cultura del móvil determina hoy nuestro quehacer cotidiano. Nos pasamos la vida hablando por teléfono en perjuicio de la productividad de la empresa ... pero es que nuestros negocios se hacen hablando, en movimiento, con bulla, jolgorio, ruidosamente y no escribiendo en el silencioso despacho donde casi nunca estamos. Nos gusta gesticular, que nos miren, somos teatrales aunque no sepamos escuchar. Hablamos al mismo tiempo que nuestro interlocutor a quien nunca dejamos terminar y encadenamos furiosamente una palabra detrás de otra para evitar esos silencios que tanto nos acercan a la muerte, al desinterés o a la reflexión. Vivir acelerados pero suavecito ... «despacio que tengo prisa». Siempre puntualizamos con sufijos, sean diminutivos: despacito, suavecito, ahorita, prontito, tempranito, un ratito; o aumentativos: vaya madrugón, qué grandullón, es peleón, menudo cochazo, etc ... Todo ello con un ritmo que no es en

5 Ramón Gómez de la Serna, Greguerías, Madrid: editorial Cátedra, 1997, pág.241 6 Miguel de Unamuno, Algunas consideraciones sobre la Literatura Hispanoamericana,

Madrid: editorial Espasa-Calpe, 1968, pág.43-44

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absoluto homogéneo, muy difícil de medir, como los doce tiempos de una siguiriya o una bulería, porque aunque contemos nunca serán regulares. Respecto a la naturaleza del cubano, Femando Ortiz nos dice lo siguiente:

Nos mofamos de todo, no con la sonrisa voltairiana de un escéptico ilustrado, sino con la estúpida carcajada de la ignorancia vanidosa. El choteo es la desgracia criolla. En Cuba no importa ser o no mentalmente civilizado; es preciso únicamente ser listo. En otros países, cuando se quiere apartar a un individuo de una senda distanciada de la que sigue la mayoría, se le dice: no seas ignorante; aquí le decimos: no seas bobo. Porque la cultura no interviene en absoluto en el éxito de los triunfadores, y la bobería es nuestra muerte civil, que castigamos con la más implacable de las armas: el choteo.7

Como nos indica el sabio cubano, estas características podrían aplicarse igualmente a otras identidades hispánicas. Vivimos haciendo aire, dando saltos, acelerados como un torbellino, repletos de tics nerviosos, de refranes populares, de coplas, de dichos, entre el límite de la obligación tediosa y la próxima fiesta. Poseemos una kinésis típicamente latina con un ritmo propio en nuestra forma de hablar, de movemos, de gesticular. Nuestras manifestaciones siempre están repletas de entusiasmo, un dinamismo y una vitalidad donde abundan las sonrisas, las carcajadas, los palmoteos en la espalda, las conversaciones entrecortadas mezcladas de chistes, sinsentidos, bromas o palabrotas cariñosas. Y siempre en tiempo presente y con nuestro yo a cuestas. Como decía Gustavo Adolfo Bécquer: «soy un ansia perpetua por ser siempre algo mejor», o como bien indica Santiago Segura en su personaje de Torrente //Misión en Marbe-lla:«soy el que soy ... ». Porque nuestro hoy es un hacerse permanente. Somos amantes del tiempo continuo, el ando y el yendo construyen toda nuestra existencia. Como muy bien indica Mariano José de Larra:

Te confesaré que no hay negocio que no pueda hacer hoy que no deje para mañana; te referiré que me levanto a las once, y duermo siesta; que paso haciendo el quinto pie de la mesa de un café, hablando o roncando, como buen español, las siete y las ocho horas seguidas; te añadiré que cuando cierran el café, me arrastro lentamente a mi tertulia diaria (porque de pereza no tengo más que una), y un cigarrito tras otro me alcanzan clavado en un sitial, y bostezando sin cesar, las doce o la una de la madrugada; que muchas veces no ceno de pereza, y de pereza no me acuesto.8

Esta puede ser una imagen cliché, estereotipo propio de la España de pandereta, folclórica y costumbrista típica del siglo XIX pero que conserva hoy en día una parte de verdad. Bien es cierto que los horarios en España son absolutamente diferentes a los de otros países europeos. Se nos habla de un desfase, pero nos cuesta digerir lo de «a quien madruga Dios le ayuda», ya que preferimos aplicar lo de «no por mucho madrugar

7 Fernando Ortiz, El pueblo cubano, La Habana: editorial de Ciencias Sociales, 1997, pág.54 8 Mariano José de Larra, Artículos, Madrid: ediciones Cátedra, 1992, pág.201

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amanece más temprano». Y esto es un punto en común de toda la hispanidad. Fervientes partidarios de la siesta, somos noctámbulos, trasnochadores y poseemos la media europea que más tarde se levanta: a las ocho. Nuestros horarios no están en absoluto homologados con los europeos y para el tapeo, siempre preferimos lo nacional, el McDonald es para los niños, que nosotros somos acólicos del museo del jamón, las bravas y los berberechos. Entonces ... ¿De qué manera organizamos nuestro tiempo?

En primer lugar, y siguiendo la clasificación efectuada por Edward T. Hall en La danse de la vie (temps culture!, temps vecu}9, tenemos un tiempo monocrónico que concede poco espacio a la incertidumbre, a la improvisación y donde el ritmo de trabajo es más lento y con un bajo nivel de estrés. Todo se establece siguiendo un orden preestablecido. La organización es formal, separando lo profesional de lo privado, lo emocional de lo obligacional. Las relaciones entre sus participantes tienen unos límites claramente definidos, siendo superficiales, efímeras y distantes.

En segundo lugar, hay un tiempo policrónico propio de los países latinos y cuyo principio es hacer un montón de cosas al mismo tiempo, es decir, gestión simultánea de actividades y donde se mezclan aspectos extraprofesionales, con un alto nivel de estrés y múltiples interrupciones. No hay una estrategia definida «a priori» sino una improvisación permanente. Los programas y los proyectos pueden sufrir modificaciones de última hora. Se prioriza la acción a la planificación metodológica, pero el inconve-niente es una falta de esfuerzo continuado, regular. Los latinos hispano-hablantes trabajamos por intensidad y no por volumen de tiempo. Simplemente, dejamos la urgencia de hoy a la incertidumbre de mañana. Esa peculiaridad tan nuestra de hacer las cosas con lentitud. Carecemos además de un ritmo laboral regular. Lo nuestro es una actitud moral ante la vida y el trabajo, razón por la cuál catalanes, americanos y alemanes son excluídos de ese «dolce far niente» tan del Sur. Al respecto, Bartolomé Benassar indica que

A fines de la Edad Media, y el hecho perduró durante siglos, los españoles, al igual que otros habitantes de Europa, no concebían el tiempo como una abstracción matemática divisible en unidades de duración permanentemente igual y fácilmente mesurable ... Sólo las grandes ciudades contaban con un reloj público, que a menudo, además, se estropeaba. 10

Nuestra cotidianeidad, como hemos visto, evoluciona pues entre el choteo y la holgazanería, las promesas incumplidas y las ilusiones quijotescas de cualquier molino transformado en un Dorado repentino. Y es que desde la época de los hidalgos o los «hijos de algo», el trabajo era una actividad de baja clase, la buena, con casta y estirpe, estaba para otros menesteres. El trabajo, una maldición, un castigo y si no hay más remedio esperamos todo el año la Lotería Nacional a ver si los niños de San Ildefonso

9 Edward T. Hall, La danse de la vie (Temps culture!, temps vécu), Paris: éditions du Seuil, 1984

1 O Bartolomé Bennassar, Los españoles, Barcelona: editorial Argos S.A., 1978, pág.31

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nos jubilan por anticipado, o le damos a la Lotería del Niño, a los ciegos, a la bolita, a las quinielas, al bingo, a la ruleta, a las máquinas tragaperras o nos jugamos la vida en un parchís o una partida de mús.

Pero ... ¿Cuál es el perfil del ejecutivo español, del ejecutivo latino-americano? En un principio, por allá los años 70 existía un modelo esencial, el americano, y

como un Michel Do u glas cualquiera nos creíamos los reyes de un W all Street de barriada próspera y nuestro comportamiento, además de excesivamente agresivo, era poco eficaz. Actualmente los modelos cambian. Junto al «yuppy» triunfador e inquebrantable, aparecen otros tipos, como por ejemplo, el ejecutivo «light», cuyo objetivo es disfrutar al máximo, especialista en cenas de negocios, congresos internacionales y viajes profesionales. Como poli crónicos que somos, en nuestra jornada laboral no faltarán nunca los cafés, los altos en el camino en los cuales seguiremos hablando de negocios, de fútbol, de ligoteos, de todo y de nada, con el objetivo de evitar «caer en la rutina». Amantes de la puntual impuntualidad estamos actualmente obligados a cambiar nuestros hábitos aunque encontraremos siempre excusas o pretextos capaces de disfrazar una falta en una nimiedad. Bartolomé Benassar indica, haciendo referencia a la España del siglo XIX, que

La percepción del tiempo era más cualitativa que cuantitativa, aunque sólo fuese porque las gentes no disponían de instrumentos para medirlo con precisión. 11

Un ejemplo de ello es el valor relativo de la agenda, aunque poseamos una gran capacidad para organizar nuestras improvisaciones y desorganizar nuestros planes. Entrevistas de última hora, cenas y encuentros inesperados. Todo para conseguir vivir al momento. Como decía el poeta y cantautor Vinicius de Moraes: «Lo importante en este mundo es vivir cada segundo porque ya no volverá». Y es así como somos esclavos del instante, porque lo que programamos para mañana, al día siguiente ya no nos apetece y cuando así sea, siempre será antes o después, nunca cuando nos lo diga el dietario sino nuestro corazón o nuestros caprichosos antojos, porque aunque vivamos por y para el clan somos individualistas, nacionalistas y, además, orgullosos de serlo. Para todos hay algo incuestionable: el único culpable es el Estado. Como dice Femando Ortiz:

Uno de los caracteres fundamentales del cubano, como del español, como del hombre mediterráneo, es el individualismo; no ese individualismo que se otorga a los anglosajones o a los teutones, sino el replegado, inconforme con toda norma coactiva y enemigo de la cooperación. 12

La verdad es que tenemos muy poca paciencia y detestamos las reuniones profesionales. Dicen que los españoles son junto con los suecos, los europeos que más tiempo dedican a las relaciones sociales, si bien nosotros, en lugar de visitar las

11 Bartolomé Bennassar, Los españoles, Barcelona: editorial Argos S.A., 1978, pág.33 12 Femando Ortiz, El pueblo cubano, La Habana: editorial de Ciencias Sociales, 1997,

pág.70

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bibliotecas, los cines o los teatros, a donde también solemos ir, nos reunimos en los bares. Y aunque se nos critique de individualistas, superficiales y con un bajo sentido colectivo, nos desvivimos por nuestros amigos, los amigos «de verdad», porque como dice Unamuno «no quiero más método que el de la pasión; y cuando el pecho se me hinche de disgusto, de repugnancia, de lástima o desprecio, dejo que del cogüelmo del corazón hable la boca y salgan las palabras como salieren» 13

• Impulsivos, policrónicos, emocionales, dicharacheros, hiperbólicos, cultivamos la cultura de lo explícito. Según palabras de Ortega «Las almas del continente asiático, del continente africano y oceánico se diferencian de las nuestras por sus contenidos vitales»14

• Y así se establecerán nuestras pautas. El management latino marcará la diferencia con el anglosajón, con los modelos norte-europeos gracias a su apego por la tradición, por la tierra, por lo dionisíaco, frente a universos apolíneos, lógicos y racionalistas. Nuestro método infalible, ese que marca la diferencia, será el de la pasión, arbitraria e irracional, compulsiva, extremista y visceral. Las palabras de Unamuno ilustran esta tan controvertida dualidad,

«Desengáñese usted-me decía en cierta ocas10n un extranjero amigo mío, creyéndome, aunque español, europeo y moderno-, desengáñese usted: los españoles en general son incapaces para la civilización moderna y refractarios a ella.» Y yo le dejé frío de estupor cuando le repliqué:«¿ Y eso es un mal?». El hombre me miró como quien mira a uno que de repente se pone loco ... «No, no se esfuerce usted en darme razones ... esto no es cuestión de razones, sino de sentimientos». «No, amigo mío, no; usted tiene lógica, y no es la lógica, sino la pasión, lo que rige los sentimientos». 15

En los inicios del siglo XXI el «Cross Cultural Latin Management» se ofrece como alternativa-en todas sus diversidades tanto europeas como americanas-a una forma de hacer y de vivir donde las esferas de lo privado y lo público, lo personal y lo profesional, se unen para crear una tercera dimensión, resultado de una perfecta armonía entre los aspectos técnicos, cognitivos, aderezados y sin complejos, de grandes dosis emocionales-lúdico-intuitivas que consigan siempre elevar la vida en cada instante.

13 Miguel de Unamuno, Algunas consideraciones sobre la Literatura Hispanoamericana, Madrid: editorial Espasa-Calpe, 1968, pág.113

14 José Ortega y Gasset, El Espectador, tomos VII y VIII, Madrid: editorial Espasa-Calpe, 1966,pág. 108

15 Miguel de Unamuno, Algunas consideraciones sobre la Literatura Hispanoamericana, Madrid: editorial Espasa-Calpe, 1968, pág.118

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