la represión en soria durante la guerra civil, vol. 2 (parte 3 de 6)

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92 carcelero, llamado Edmundo que el día que habían avanzado las fuerzas rojas y como los domingos no salíamos nos tenía todo el día cerrados en las cel. das; menos mal que como estaba all í mismo el cuartel, en cuanto se enteraba el teniente pasaba a ver qué pasaba y ponía por excusa que le habían insultado y que alguno hab ía llegado borracho, es cuanto nos ocurría con él; si no hubiera sido por esas dos personas que eran las que mandaban en el pueblo lo hubiésemos pasado mal 29 meses que estuvimos en Agreda. Se me había olvidado lo de esa señora que dijo que por qué no nos habían dejado en el camino; como nos dijeron la persona que era, tenía ella un hijo que era albañil y un día lo llamaron a filas y mira por dónde nos enteramos que al poco tiem· po de ir al frente cayó prisionero por las fuerzas rojas y un buen día la llamamos cuando iba a la- var y pudimos por menos de decirle: ¿le gustaría a usted que ahora 'que se encuentra su hijo prisio· nero, lo fusilaran los rojos?, como dicen ustedes; y y como dijo usted cuando nosotros entrábamos en esta prisión; perdonar hijos, que nos hayan pintado que erais personas muy malas y por eso me atreví a decir esa frase que tanto hoy me pena. y después de todo lo expuesto llegó el día de la terminación de la guerra y nos pusieron en I:bertad provisional por cuanto después todos los días du- rante tres años tuvimos que estar presentándonos todos los días en el Gobierno Civil a echar la firma; y no sólo eso, sino que los patronos que tenían obras en construcción se abstenían de darnos ocu- pación a aquéllos que habíamos estado detenidos y yo durante algún tiempo tuve que desplazarme al pueblo de Covaleda hacerle una casa a una señora que le habían fusilado al marido; y al llegar all í, después de pedir permiso en el Gobierno, cuando yo llegué ya habían mandado un comunicado al cuartel de la Guardia Civil para que me tuviesen a estrecha vigilancia como si fuese un criminal, así que después de dejar la faena tenía que ir hacer la presentación todos los días y así estuvimos du- _.. -'. o> .h -;.:-- o' o, -.,'- o" .. -J" ,,.. rante tres años sin ser dueños de mismos; hasta que un buen día un policía que le decían el Zarago- . , ,. , zano nos mamfesto que ya no temamos que Ir mas a presentarnos, yo creo como hab íamos llenado de firmas el diario que ten íamos de la CNT para nues- tros asuntos, porque eS,e sería e! día que quemaron la biblioteca se quedanan con el. Y ese es el relato de los tiempos de 40 años de dictadura fascista". El cenetista, Eloy Lasecao 93

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Autores: Gregorio Herrero Balsa y Antonio Hernández García (1982). Imprime: INGRABEL, C/Picos de Urbión, 1. Almazán (Soria). Tfno.: 975 300 166. I.S.B.N. (Obra completa): 84-300-6743-4I.S.B.N. (Tomo 1): 84-300-6744-2 (Tomo 2): 84-300-6745-0D. L (Obra completa): SO. 135/82D. L. (Tomo 1): SO. 133/82 (Tomo 2): SO. 134/82.

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carcelero, llamado Edmundo que el día que habíanavanzado las fuerzas rojas y como los dom ingos nosalíamos nos tenía todo el día cerrados en las cel.das; menos mal que como estaba all í mismo elcuartel, en cuanto se enteraba el teniente pasabaa ver qué pasaba y ponía por excusa que le habíaninsultado y que alguno hab ía llegado borracho,es cuanto nos ocurría con él; si no hubiera sido poresas dos personas que eran las que mandaban en elpueblo lo hubiésemos pasado mal 29 meses queestuvimos en Agreda.

Se me había olvidado lo de esa señora que dijoque por qué no nos habían dejado en el camino;como nos dijeron la persona que era, tenía ella unhijo que era albañil y un día lo llamaron a filasy mira por dónde nos enteramos que al poco tiem·po de ir al frente cayó prisionero por las fuerzasrojas y un buen día la llamamos cuando iba a la­var y pudimos por menos de decirle: ¿le gustaríaa usted que ahora 'que se encuentra su hijo prisio·nero, lo fusilaran los rojos?, como dicen ustedes; yy como dijo usted cuando nosotros entrábamos enesta prisión; perdonar hijos, que nos hayan pintadoque erais personas muy malas y por eso me atrevía decir esa frase que tanto hoy me pena.

y después de todo lo expuesto llegó el día de laterminación de la guerra y nos pusieron en I:bertadprovisional por cuanto después todos los días du­rante tres años tuvimos que estar presentándonostodos los días en el Gobierno Civil a echar la firma;y no sólo eso, sino que los patronos que teníanobras en construcción se absten ían de darnos ocu­pación a aquéllos que habíamos estado detenidosy yo durante algún tiempo tuve que desplazarme alpueblo de Covaleda hacerle una casa a una señoraque le habían fusilado al marido; y al llegar all í,después de pedir permiso en el Gobierno, cuandoyo llegué ya habían mandado un comunicado alcuartel de la Guardia Civil para que me tuviesen aestrecha vigilancia como si fuese un criminal,así que después de dejar la faena tenía que ir hacerla presentación todos los días y así estuvimos du-

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rante tres años sin ser dueños de sí mismos; hastaque un buen día un policía que le decían el Zarago-. , ,. ,zano nos mamfesto que ya no temamos que Ir masa presentarnos, yo creo como hab íamos llenado defirmas el diario que ten íamos de la CNT para nues­tros asuntos, porque eS,e sería e! día que quemaronla biblioteca se quedanan con el. Y ese es el relatode los tiempos de 40 años de dictadura fascista".

El cenetista, Eloy Lasecao

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Baldomero Peralta. capitán del ejército republicario. (Foto: familia Peralta).

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Tres hermanos cenetistas

Baldomero Peralta, de profesión albañil, tenía 25 años al estallar lasublevación. Pertenecía a la C.N.T. soriana y durante los primeros días,estuvo expectante como sus compañeros, a la espera de que pudierandefender la República, si se les proporcionaba armas por parte de lasAutoridades. Asiste impotente a las dudas y vacilaciones de éstas y,finalmente, ve cómo Muga facilita la llegada de la columna de reque­tés. Entonces, cuando empieza a pensar en su situación personal, con·

. templa cómo sus compañeros de ·organización así como los republica­nos y socialistas son detenidos y decide ponerse a salvo. Andando y através de I!,s montes, consigue llegar a Valdegeña, dónde viven unostíos, en cuya casa se refugia. Pero como el pueblo es pequeño yempieza a ser conocida su situación semi·c1andestina, para no compro­meter a sus familiares, decide desandar el camino y llega a Soria. Ha per­manecido en Valdegeña unos seis meses. No entra en su casa en Soria,y se presenta directamente en el cuartel de Santa Clara como volunta­rio. Como nadie lo ha visto y, de momento, se desconocen sus circuns­tancias personas y su filiación política, es enrolado en una expediciónque parte para Zaragoza e ingresa en el cuartel de Zapadores. AII í,tras un corto periodo de instrucción, es destinado al frente de Villa·nueva, de Huelva y seguidamente a Jaul ín, donde en la primera ocasiónse pasa al bando republicano. Esta deserción la realiza precipitadamentepues sabe que se piden informes de todos los soldados a sus lugares deorigen, y está convencido de que los que le afecten serán desfavorables.

Una vez en la zona republicana, es trasladado a Madrid y se incorpo­ra al batallón Numancia, integrado fundamentalmente por sorianos. Esun hombre combativo y con cierta capacidad de mando y prontamentees ascendido a Sargento y después a Teniente. En los combates de laCasa de Campo en Madrid (antes había participado en la batalla del Ja­rama) en el año 1.938, es ascendido por méritos de guerra a Capitán.En el famoso cerro Garabitas, donde se entablaron los combates másduros, persistentes y cruentos de la guerra, en la zona madrileña, es he·rido y pierde un ojo. Es ascendido a Comandante en febrero de 1.939,pero ya no tiene tiempo de vestir las insignias, pues se precipitan losacontecimientos y termina la guerra.

Es detenido en Madrid, junto con un grupo de oficiales y soldadosdel ejército republicano y se salva de un intento de fusilamiento por laintervención de un Alférez del ejército de Franco, que decide ingresar­los en· Las Salesas. Sometido a Consejo de Guerra es condenado a 14'Iños.. Permanece en prisión durante algo más de cuatro años y, puesto

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en libertad, decide fijar su residencia en Soria. Al llegar a Soria, y duran­te diez años, tiene que presentarse todos los domingos en el GobiernoCivil. Al fin', queda totalmente libre y recupera sus derechos ciudada­nos.

* * *

Fernando Peralta es el mayor' de los tres hermanos. Tiene 27 años ysu profesión es la de encofrador. Le sorprende la guerra en Barbastrodonde se encontraba trabajando accidentalmente. Forma parte com~responsable de un comité de la C.N.T. y es enviado por ésta al frente deTeruer, donde en un bombardeo, resulta herido de gravedad. Es evacua­do a Barcelona e ingresado en un hospital. A la entrada del ejército deFranco en la Ciudad Condal y ya en calidad de prisionero de guerra estrasladado a un hospital de Zaragoza. En virtud de los traslados y dila­ciones que motivaron que no se le operara con la rapidez que el casorequería, su situación se agravó y murió en el hospital.

* * *,

Virgilio Peralta, el menor de los tres hermanos, era dependiente dela ferretería la Llave de Soria. Tenía 18 años al estallar la contienda.No estaba afiliado a ninguna organización, aunque sus simpatías y pre­ferencias se inclinaban, al igual que sus hermanos, por la C.N.T., a laque se afiliaría al llegar a zona republicana.

Virgilio Peralta, un joven simpático y decidido, no corría en Soriapeligro alguno, dada su corta edad y su no participación en la vida po­lítica ni sindical, a no ser el que pudiera derivarse de la actuación de sushermanos, que bien mirado y dada la exaltación ambiental de aquellosmomentos, podía surgir'del modo más imprevisto. Lo cierto es que Vir­gilio Peralta decidió junto con otro soriano amigo -y los dos amigosde uno de los autores de este Iibro- afiliarse a Falange y procurar serenviado al frente lo más rápidamente posible, con el único propósito deevadirse. La afiliación a Falange era facil ísima. (Ya dijimos que al ini­ciarse la guerra la Falange la integraban una docena de personas comomáximo, y que después se hincharía como un globo gigantesco). El úni­co peligro estribaba una vez afiliado y destinado al frente, que funcio­naran los servicios de información y que el afiliado, fuera enviado aPRIMERISIMA línea de fuego y sometido a constante vigilancia; o que

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fuera destinado a un batallón disciplinario.Lo cierto es que Virgilio Peralta y su amigo fueron enviados, tras

unos días de instrucción en 'el cuartel de Santa Clara, al frente de Aleo·lea del Pinar; y en la misma noche de su llegada, Virgilio se pasó con suarmamento al campo republicano. (Su amigo no tuvo la misma deci·sión y se adaptó posteriormente a su nueva situación y aún hizo los cur­sos para: Alférez Provisional y se retiró como capitán del ejército deFranco).

Al llegar a la zona republicana, Virgilio Peralta hizo unas declara­ciones que se publicaron en un periódico de Valencia -que obra,ennuestro poder- sobre la situación en Soria y la represión ejercida sobre

, ,los leales a la República. A fuer de sinceros y ahora que hemos visitadotoda, la provincia y creemos conocer la mayor parte de los sucesos-gravísimos sucesos- ocurridos entonces, tenemos que reconocer quelas declaraciones de Virgilio pecaron de exageradas. Cosa normal porotra parte, porque cuando la realidad se silencia o se esconde, aparecenros rumores y la fantasía, que se s\Jperponen a aquélla. (1) ,

Virgilio Peralta, joven animoso, valiente, decidido, una vez en lazona de la República a la que quiere servir y defender, parte enseguidaal frente y por méritos de guerra llega a ser teniente de Carros de Comobate, actuando siempre voluntariamente e'n primera Iínea ~e fuego.Termina la guerra y le sorprende en Alicante, donde espera Junto conmuchos miles de republicanos, la llegada de los barcos que hab ían deevacuarlos a Francia y que nunca llegarían. Detenido, ingresa en el cam·po de concentración de Albatera. Por un azar de la fortuna, logra hacer­se con un coche de un comandante del ejército de Franco y consiguellegar con él al Puente Internacional de lrún, que atraviesa, rompien·do las barreras y refugiándose en Francia. Luego particip,arí" en el ma·quis y en la guerra contra los alemanes, ignorándose su final. Desdeluego, fue un hombre valiente donde los haya.

(l ).- Uno -de los objetivos de este libro, por no dedr el pdncipal. es n8trar con .Ia !fl~yor fideH·dad. posible, lo que sucedió en Soría. capital y ~rovincia, para que la verdad. hlstorlea resplan­dezca, frente a los que quieren CREER que aqUl no pasa nad.a o a los que d~hber8damentep~e­

tendan exagerar lo que paso. Lo primero significa cenar 10$ OJOS 8 la e~i~efl(:'a. y l? segundo. falosear la realidad, llevando cada cual el agua a su r.n0li~o. Estamos escnblendo ~n hbro de HIsto­ria con mayor o menor fortuna, en el aspecto clenhfico, pero procurando ajustarnos a la ver­dad. Y ya dijo SlÍnchez Albornoz, que la labor de los historiadores e~, "captar el ayer, como elayer fue y colaborar desde este campo de crabajo 8 la forja del mañana .

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La familia Marrón

Un claro exponente de la brutal y permanente represión, es la quesufrió la familia MARRaN SAN PEDRO, constituída por el matrimo_nio, Francisco y Guillermina y seis hijos, de los que el mayor, Pedromaestro de profesión, estaba cumpliendo el servicio militar. Padre ~hijo militaban en el partido socialista y el hijo había sido uno:de losfundadores de las Juventudes del mismo.

Ambos fueron detenidos y separados de sus cargos y naturalmentede sus sueldos. El día 5 de agosto de 1.936, el padre quedó arrestado ensu domicilio y el hijo fue ingresado en los calabozos del cuartel de San­ta Clara.

Más tarde, fue conducido a la prisión provincial de Soria, de la quehabía sido funcionario con la categoría de Oficial primera, trasladán­dosele después a la cárcel de El Burgo de asma, donde permanecióhasta el final de la guerra.

Pedro Marrón, desde los calabozos del cuartel, fue trasladado a suregimiento, donde continuó arrestado. Cuando se le destinó al frentese pasó al bando republicano, donde luchó hasta que finalizó la contien~da.

La madre Guillermina sufrió constantes sobresaltos, debido a todo loexpuesto y a los registros realizados en su domicilio, que fueronnumerosos, aparte de las dificultades económicas derivadas de su peno­sa situación. Como consecuencia de todo ello, ,enfermó del corazón ymurió prematuramente.

Las hijas del matrimonio tuvieron que dedicarse a realizar tareas do­mésticas fuera del propio hogar, con el fin de obtener algunos ingresos.En casa "Pedrito" estaban hospedados los aviadores italianos y a lashijas del matrimonio Marrón San Pedro se les encomendó la tarea de la­var sus ropas. Los hijos menores fueron expulsados del colegio.

Cuando fue puesto en libertad el padre, trabajó como peón en lasección de Obras del Ayuntamiento de Soria, y enfermo y agotado portanto quebranto y sufrimiento, murió también prematuramente.

Se dio la triste circunstancia de que al ocurrir el fallecimiento del se­ñor Marrón, su hijo Pedro que ya había pasado por tres campos de con­centración estaba detenido en la prisión provincial de Soria y desde lasrejas de la cárcel, vio pasar el entierro de su padre, con el corazón nu­blado por el dolor.

A Pedro Marrón se le condenó a treinta años de reclusión mayor yhasta el año 1.957 no recuperó sus derechos de ciudadano. A partir deese año solicitó su rehabilitación profesional en seis ocasiones diferen-

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tes sin resultado positivo. Estuvo obligado a presentarse todos los me·ses; en la Comisaría de Policía, sección de la brigada poi ítico-social,durante cerca de VEINTE años. '

Un' hermano de Pedro llamado José, cayó prisionero del ejército deFranco y condenado a p~rmanecer en un "batallón de trabajadores",dándose además la circunstancia de que fue el último prisionero puestoen libertad de todo el batallón.

Actualmente, los supervivientes de esta familia, que tantas calamida·des padecieron, viven felices dedicados cada cual a sus trabajos y alcuidado de su's hogares, sin una sombra de rencor, enterrados los malosrecuerdos en el último rincón de sus memorias.

Los hermanos Garcés

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Luis Garcés acababa de aprobar el cuarto año de medicina, y el Mo­vimiento le sorprende en Soria, donde viven sus padres y con los que sedispone a pasar las vacaciones de verano. Pertenece a las JuventudesSocialistas de Madrid y forma parte de la directiva de la Federación deEstudiantes Universitarios (F .E.U.). Procura pasar desapercibido, unavez triunfante la sublevación, hasta que es movilizado y marcha en eltren a Zaragoza para incorporarse. Ya en el camino tiene que' sufriralgunas alusiones a su filiación política, por parte de vari?s paisanos,que viajan en el mismo convoy. Al detenerse el tren en las diferentes es­taciones, surgen las concentraciones de gente saludando brazo en altocon los consabidos gritos y canciones patrióticas. En el mismo tren ydurante el viaje los que van a incorporarse a filas, la mayoría soldadosde cuota pasan' el tiempo entonando también sus cánticos y vivas, que, .Luis, suponemos, de mejor o peor grado, coreara.

Una vez en su regimiento, sucede lo acostumbrado y que tantas ve­ces hemos relatado: los informes que llegan de las autoridades soria·nas son desfavorables en el sentido poi ítico y Luis Garcés es arrestado ysometido a proceso. Afortunadamente su padre, enterado de lo que lesucede, tiene un amigo, que a. su vez .goza de la confi~nza de un j~fe delregimiento, donde Garcés esta det.eOldo. Se llega a .tlempo de eVitar lopeor y Luis Garcés es puesto en libertad y s.e conVierte en un .sol.dadomás del ejército de Franco. Sus estudios le SIrven para consegu!r s.l~uar­se y consigue terminar la guerra sano y salvo. Luego, encontrara dlflcul-

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tades para reincorporarse a la vida civil -un hermano mayor, profesorde la Escuela de Pilotos de la aviación republicana, está también dete·nido- y decide marchar enrolado como marino mercante. Se abre ca.mino en el nuevo mundo, y tras larga ausencia de la Patria, consigueregresar, bien situado profesional y económicamente. Una de tantassingladuras que pudo tener un final trágico, la de Luis Garcés, y que ter·minó felizmente.

* * *

Antonio Garcés, hermano del anterior, profesor en la Escuela dePilotos republicanos al terminar la guerra es detenido en Valencia y juz·gado. Pasó largos años de prisión y es privado de su cargo de profesor dematemáticas del Instituto que había obtenido antes de la guerra poroposición. Puesto en libertad, se reintegra a la vida civil y como tantosotros, tiene que abrirse camino por otros derroteros distintos a su carre·ra de la que ha sido separado. Como es hombre preparado y compe·tente, tras de algunas dificultades, lo consigue. Es repuesto en su cáte·dra a la muerte de Franco y actualmente, jubilado, vive tranquilo y fe·Iiz.

Manuel Morales Alesón

Manuel Morales era secretario de la C.N.T. de Soria y uno de los másdestacados miembros de esta organización. En su imprenta se editaba,TRABAJO, órgano de la C.N.T. Con lo expuesto sobra para considerara Manuel Morales, como un predestinado al sacrificio. Cuando docenasy docenas de simples afiliados estaban en la cárcel y casi todos salíancamino de las cunetas o de las tapias de los cementerios, nadie apostabaun pitillo por la salvación de aquél.

En el mes de mayo se había celebrado en Zaragoza, un Congreso (1)

(1).- En este Congreso de la C.N.T. se confirmó, iniciada en el Congreso anterior. la famosa es­cisión de los treintistas, así llamada porque fueron treiqta. encabezados por Angel Pcstáña, losque disinlieron de la línea marcada mayoritariamente. A partir de esle congreso, La F.A.I. fueadquiriendo mayor influencia dentro de la CNT. I'aislas destacados lueron Huenaventura Duofruti,los hermanos Aseaso, Carcía Oliver y Federica Montseny.

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1de la C.N.T. y a él asistió dado su cargo, Manuel Morales. Todos los ce.netistas sorianos que le acompañaron, fueron fusilados en él mes deagosto de 1.936: Arsenio Martínez Fermín González José Andrés(más conocido con el nombre de Pep~ "el Camarero") A~gel Blanco.

Pero quiso el destino que a raíz de este Congreso' Manuel Moralesse ,vio aquejado, de una fuerte infección de amígdalas: que derivó en u~reuma al.corazon que le tuvo al borde de la muerte durante algún tiem.p~. llego a estar en coma; y en esta situación le sorprendió el Alza.mIento.. A los pocos días, un grupo de requetés preguntaron en la hojalate.

na de Santos del Amo, más conocido por "el señor Santos el hojala.tero", por la imprenta de Morales. Don Pablo Herrero -padre' de uno delos autores de este Iibro- les contestó que la imprenta estaba cerradaporque su dueño se estaba muriendo. Efectivamente la imprenta estab~c~rrada y don Pablo Herrero les acompañó a que lo comprobaran. Sa­bia don P~~lo que a'la !mprenta se podía acceder por el portal, cosa quelos. requetes desconocl.an, y ante tal evidencia, éstos desistieron y se,retiraron. Como el mismo Manuel Morales y su familia comentaríandespués, río ~ace falta mucha imaginación para saber lo que hubiera pa­sado con la Imprenta cenetista y su propietario, si los requetés hubierandado con la entrada. Constituye un orgullo para uno de los autores deeste libro, que su padre supiera com portarse en aquel momento con lasangre fría y la lucidez expuesta.

Pero las denuncias llovían y los salvapatrias no cejaban en su empeñode aprehender al conocido cenetista, hasta el extremo de que el tenien.te coronel Muga, convencido de que Morales estaba muy grave, cuandole apremiaban para que ordenara. su detención, dijo: "Pero si se estámuriendo", a lo que uno contestó: "Nosotros lo curaremos para siem­pre". El teniente coronel, indignado, exclamó enérgicamente: '~He di.cho que lo dejéis en paz!".

Pasó algún tiempo y Manuel Morales mejoró de su dolencia y volvie­ron a aparecer los peligros y las tentativas de detenerlo. Un guardia ci·vil, I~amado. Valdene~ro, que fue vecino suy~, con el fin de protegerlo,creyo lo mas convenIente, ponerlo en conOCimiento del Juez para quecuando los falangistas insistieran en fusilarle, tener la coartada de queya estaba en manos de la Justicia.

E:ectivame~.te, el Juez se person.ó en casa de Manuel Morales y letomo declaraclon. El declarante, me/orado ya de su dolencia y recobra·da su cal~a, le dijo ~I Juez: "Antes me tomaba usted declaración porser enemigo de Azana, y ahora me procesan por ser su partidario.¿En qué quedamos7".

Pero lo importante es que Manuel Morales continuó en su casa re·, ' ,cobro la salud completamente y conservó la libertad. Fue el único cene·

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t!st~ de algún relieve que salió bien parado de aquella trágica situaciós~ bien las preocupaciones e inquietudes no fe abandonaron el\ much¿tiempo: .En otro lug~r de este libro, se habla de una detención sUyamucho tiempo despues de terminada la guerra. '

Iluminado Beltrán

..Don lIu,;,in.ado Beltrán era un comerciante acreditado, de buena po­SICión eC?nOmICa, que goz~ba de la consideración y afectos de cuantosI~ ~onoclan., Er~ un re~ubll~ano ,!,od~rado y su intervención en la po­IItlca era mas ble~ testimonial. NI aspiraba a cargos ni los hubiera acep­tado, .ya que su vida estab~ centrada en su familia y el cuidado de susnegocIos. EII.o no era obstacufo para que tuviera cierta relación y arhis­~a~ con el dIputado do~ Be~ito Artigas. Arpón. Ya hemos visto, que laultima cen~ ~ue efectuo Artlgas en Sona, la hizo en casa de don lIumi.nado y familia.

Triunfant~ la sublev~ción en Soria, ,don Iluminado, como tantos yt~ntos. rep~bllcanos.se VIO asaltado por el temor -que nunca antes hu­biera Imagl!lado- de que su ideal republicano podía acarrearle gravesconsecuencias.

No s~ .escondió ~omo otros, p~ro sí tomó la precaución, aconsejadop~r familiares y amigos, de no salir de casa. Y así permaneció desde eldla 21 de agosto hasta el día 30 de septiembre de 1.936, Este día era elsanto de su pad.re y la familia reunida se preparaba para celebrarlo conuna buen~ comIda. P,ero dos horas antes, se presentó en el domicilio dedon II~":Ilnado Beltran, don julio García Mozo, el infatigable inspectorde pollcl~ tantas veces nombrado, para detenerle. Se le hizo saber a donJulio la clrcunstan~ia de la comida que se iba a celebrar en homenaje alp.a,dre de don iluminado, y se le pidió que aplazara el ~cto de la deten­cl,on una~ ~oras. No se le pudo convencer y éste fue conducido al Go­bierno CIvil donde quedó detenido pasando después a la cárcel

La ~~milia pretendió ocultar al 'padre de don Iluminado la d'etenciónde su hiJO y. celebrar el almuerzo sin la asistencia de éste, pero al fin hu­bo 9~e deCirle la ,verdad. El padre acudió al Gobierno Civil sin resultadoPOSI~IVO ~ regreso ~,casa llorando con el mayor desconsuelo. No hubocomida, 01 cefebraclOn del santo.

~on Iluminado Beltrán pasó trece meses en la prisión provincial deSona; no obstante, tuvo mayor suerte que don Aniceto Dolado de Mi.,

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ño de Medinacefi, que por haber obsequiado a Artigas con un almuerzoen su casa, fue detenido y fusilado inmediatamente.

* * *

Ya hemos visto que Manuel Morales se salvó milagrosamente de serdetenido y ,fusilado. Terminada la guerra, el d'ía 16 de diciembre de1.944, fue detenido en compañía de su hermano julián e ingresados,am­bos en la cárcel de Soria. Fueron trasladados a Madrid, donde ,permane­cieron en la prisión de Carabanchel hasta abril de 1.945. Sufrieron lamisma suerte Fermín y Daniel Varea. El motivo de estas detenciones,fue que al registrar la policía en Madrid una imprenta, apareció en unaagenda de direcciones, los nombres de los anteriormente citados. Comose veían conspiraciones judeo-masónicas-comunistoides por todas par­tes, la policía de Soria efectuó la detención de los citados.

Angel Sanz Chamorro

El día 26 de julio de 1.936, es detenido en la puerta de la Alameda yconducido al Gobierno Civil, en cuyos calabozos es ingresado. Veinti­cuatro horas más tarde, junto con otros veinte que se hallaban en elGobierno Civil, pasan a la cárcel provincial de Soria. Está encerrado enella aproximadamente una semana, porque al ser movilizada la quintadel 33 se le pone en libertad para que se incorpore a su regimiento.. ,

Llega a Zaragoza y se encuentra con unos paisanos, que conoclansus antecedentes, así como los de sus hermanos, juan e Ignacio, yesamenazado. Pero se libra de este desagradable encuentro y de las ame­nazas, porque sale destinado al Puerto Escandón, en Teruel. Con élvan varios sorianos, y a cada uno se le destina a una escuadra distinta.No se quiere que estén juntos, y en esta decisión los jefes son previso­res, ya que todos tenían el propósito de pasarse al bando republicano ala primera ocasión que se les presentase.

A Jos quince días de estar en el frente llega una orden de detención,bien en virtud de alguna denuncia o, más probablemente, como conse­cuencia de los malos informes enviados desde Soria. Ya es sabido, que

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los movilizados, al llegar a su destino, tras hacerles la filiación, se pedíaninformes a las autoridades del lugar de su residencia habitual. la ordende detención englobaba a Angel Sanz, Baldomero lashayas y AntonioMartínez Blanco. Angel y Antonio son encerrados en los calabozos delcuartel de San Gregorio, en Zaragoza, y Baldomero es conducido al Ba.tallón de Trabajadores de Garrapinillos.

Permanecen en los calabozos de San Gregorio unos tres meses y des­de ellos ven, cómo cada noche son extraídos para su fusilamiento, gru­pos de diez o doce presos, soldados como ellos. No obstante ser un es.tablecimiento militar, las sacas y las ejecuciones, eran realizadas por fa­langistas; o, si se quiere, por personas que llevaban el uniforme y losdistintivos de Falange.

Cuando Angel, a la vista de lo que observaba, ya pensaba en un fi·nal semejante, es trasladado, con la natural alegría por su parte, al Bata­llón de trabajo de Garrapinillos. El trabajo es duro y la alimentaciónescasa, pero el peligro' de desaparecer cualquier noche ha pasado. Anto·nio Martínez Blanco, que era sacristán del Espino,continuó en los cala·bozos del cuartel. Más tarde sería puesto en libertad.

En Garrapinillos se reúne con Baldomero lashayas y permanecenvarios meses y son devueltos al cuartel. Permanecen un mes más y mar­chan destinados al frente de Teruel y en la primera ocasión que se lespresenta se pasan a la zona republicana con las armas que portaban.

Angel Sanz es herido en el frente de Extremadura en los primerosmeses de 1.939 y, cuando se restablece, termina la Guerra Civil.Estamos en el año de la Victoria.

Angel Sanz al llegar a Soria, con las manos limpias de sangre, es dete­nido y nuevamente se hospeda en la prisión provincial y a los tres me­ses es trasladado al cuartel de San Gregorio de Zaragoza, para ser juzga·do por deserción frente al enemigo y con el agravante de haberlo hechocon su armamento. Es condenado a la pena de muerte; y, durante unmes, vive otra vez la angustia de que suceda lo irreparable. Pero tienesuerte: le es conmutada la pena de muerte por la de 30 años. Ingresaen la prisión de Torrero, de Zaragoza, y participa en la reconstrucciónde Belchite, para conseguir la reducción de la pena por el trabajo. Mer·ced a ello y a los indultos que se promulgaron en agosto de 1.943, espuesto en libertad y 'regresa a Soria definitivamente. Ha sido un largoy penoso el camino recorrido, desde el día 26 de julio en que se le de­tiene por primera vez, hasta que vuelve a su Soria natal, siempre recor­dada y querida. Recupera su puesto de trabajo, en la misma empresa desiempre y en la que ha permanecido hasta su jubilación. Fue un buencenetista y un magnífico trabajador. Sobre todo en lo último, no hayquien pueda discutirlo.

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Juan Antonio Gaya Tovar

Don Juan Antonio Gaya pertenecía a la burgues(a ilustrada. Hombrede posición económica holgada, su cargo de Secretario del Instituto yprofesor del mismo, y el ejercicio libre de su profesión de médico legarantizaban un nivel de vida decoroso. Su preocupación por la poi íti·ca fue totalmente desinteresada. Su formación humanística y su inquie­tud intelectual, le llevaron de consuno a interesarse por la situación dela sociedad española, por el estudio de sus problemas. Su profundo sen·tido de la ética y su espíritu de justicia no pod(an estar de acuerdo conuna situación social de carácter regresivo. Como tantos intelectualessintió la necesidad de abrir para España horizontes nuev.os, más acordescon las exigencias de los nuevos tiempos, Como .Costa, como Giner delos Ríos, como Ortega, Marañón, Azaña, a nivel nacional, cada uno consus variados matices, Gaya sentía en Soria la necesidad de cambiár, demodificar, de actualizar las estructuras socio-económicas y cul turales,.que permanecían estancadas desde principios de siglo.

No era Gaya un revolucionario, sino un republicano reformista quecreía en la evolución y en la necesidad de avanzar por los cauces legalesy dentro del más exquisito respeto a todos los intereses legítimos, paraconseguir una España más justa, más progresiva, más solidaria.

No fue nunca un dogmático ni un intransigente. Cre(a en el diálogoy en el libre concurso de las ideas. De mentalidad abierta, era profunda·mente liberal y demócrata, respetuoso con las opiniones y sentimientosajenos. lo definiríamos como un regeneracionista, sin el talante autori·tario de Costa.

En el aspecto humano fue un hombre bondadoso, austero, entrega·do a su trabajo y a su familia. Poco amigo de jolgorios y esparcimientos.De semblante más bien serio, era, no obstante, apacible,·amable, cortésy, sobre todo quienes le conocieron, reconocerán sin duda como unade las características suyas más acusad.as, su serenidad, su profundosentido. del deber.

Como profesor, creemos que, salvo algún malvado intoxicado por lapasión poi ítica, todos los que fueron sus alumnos -uno de los autoresdel libro lo fue- guardarán de don Juan Antonio Gaya un agradecidorecuerdo. Porque fue un profesor paciente, comprensivo, tolerante yextremadamente cordial.

la preocupación del doctor Gaya por la política, era en él una cons­tante desde mucho antes de advenir la República. Ya en 1.922 fue con·cejal del Ayuntamiento de Soria y, más tarde, ya en el periodo republi·cano fue vicepresidente de la Diputación. En el campo profesional,

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(Foto: archl..El matrimonio Gaya, con su hija Amparo. Madrid, septiembre de '1.935.vo familia G.ya)..

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(Foto: archivo familiaEl matrimonio Gaya, con sus hijos Benito y Juan-Antonio.Gaya).

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como doctor, fue varias veces Presidente del Colegio de Médicos de So­ria. En vísperas. de las elecciones de diputados a las Cortes Constituyen­tes, el 25 de junio de 1.931, encabeza el manifiesto dirigido a la opiniónpública soriana, en nombre del Partido Republicano Radical Socialis­ta, propugnando la candidatura de Alvaro de Albornoz y Benito ArtigasArpón, que significa "respeto para todos los derechos, justicia distri­buída por igual para todos, indefinido progreso dentro de la paz".

Progreso dentro de la paz; pregonaba Gaya; esa paz que tan cruel­mente fue erradicada al producirse la sublevación. Ya hemos vi~o queel doctor Gaya permaneció hasta el último momento allado·de las ins­tituciones republicanas y junto con el diputado que representaba a su

.partido. Invitado por Iluminado Beltráll fue a tomar café a caSa de és­te, la· noche del día 20 de julio de 1.936, junto con Hergueta y otrosamigos leales a don Benito Artigas Arpón; después asistió a la últimareunión en el Gobierno Civil, ya prácticamente perdida la última opor­wnidad de resistir. Muga ya sublevado, el gobernador Alvajar sometidoen virtud de actierdlls anteriores a la autoridad de aquél y Artigas, pre- .parada y .decidida su huída de Soria. Ya lo hemos relatado en el capítu.lo "los prolegómenos. de la tragedia en Soria". la madrugada del día21, Gaya se despide de su amigo el diputado Artigas, a quien tan fiel­mente representó en Soria y se encamina a su domicilio, con su pasofirme y su figura~guida, pero con el corazón atenazado por el dolor dever cómo una obra positiva y una 'esperanza cierta de regeneración ibana desaparecer por la sinrazón de la fuerza•

Tenía don Juan. Antonio Gaya 60 años de edad y estaba en plenamadurez física e intelectual.' El día 21, al proclamarse el estado de gue­rra, Gaya se dirige al cuartel de la Guardia Civil y hace entrega de supistola, de la que posee la oportuna Iicencia'y gu ía. (No obstante, sele acusaría después de tener armas). El día 21 de julio de 1.936 -losprimeros requetés hab ían llegado la tarde dl'l 21- es requerido paraasistir a un herido. Provisto de su maletín de urgencia, no duda en acu­dir a la llamada y, una vez en la calle, es señalado por un "patriota"soriano a los requetés, quienes le conducen 'violentamente al cuartel dela Guardia Civil, donde queda detenido.

Al mismo tiempo irrumpen en el domicilio del doctor Gaya, dondese encuentra su esposa, un hijo paral (tlco y su hija Amparo, una jovenestudiante de bachillerato, un grupo de requetés. Registran violenta ydesordenadamente el domicilio, arrojan algunos muebles a la calle, des­trozan otros, insultando groseramente a las dos indefensas mujeres yal joven Imposibilitado. En la misma casa habita el profesor de francésdel Instituto, don Alfredo Gómez Robledo y su esposa, profesora de laEscuela Normal del Magisterio, doña Manolita Asenjo. Este matrimoniose caracterizaba por su filiación derechista y su acendrada religiosidad.

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(De izquierda a derecha), el doctor don Luis Santamaría -cirujailo-; don Juan An·tonio Gaya; y el prímer Gobernador Civil de la República, don Mariano Joven.(Foto: archivo familia Gaya).

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Doña Manolita quiere impedir que los requetés sigan destrozando elhogar de la familia Gaya y llega a ponerse de rodillas, jurando por lasmedallas que lleva en su pecho y en nombre de la comunión que habíarecibido por la mañana, que la familia avasallada era digna del mayorrespeto. No cejan los requetés en su intento; pretender buscar una mis­teriosa emisora clandestina que sólo existe en su imaginación o en la delos míseros delatores, que habían señalado al doctor Gaya y su domici­lio.

La escena debió ser alucinante; la esposa del doctor Gaya asomada albalcón pidiendo auxilio; en la calle, la gente congregada sin atreverse aintervenir para evitar el desafuero o suavizarlo; el hijo paralítico asis­tiendo impotente a la profanación de su hogar y al maltrato de su ma­dre; y la joven Amparo, no hay que hacer mucho esfuerzo paraimaginarla paralizada por el terror. Al fin, los requetés que habíanirrumpido en el domicilio de la familia, al grito de iViva Cristo Rey!-Señor,¡cuántos crímenes invocando tu nombre!- descargada su adre­nalina, se marchan tan ufanos y satisfechos de su heroicidad, frente ados mujeres'desvalidas y un paralítico.

Repuesta .del susto recibido y sin preocuparse de sus muebles arroja­dos a la calle y de los destrozados, doña Gregoria se lanza a la calle paraaveriguar qué ha sido de su marido. Se encuentra con el tenientecoronel Muga a quien le explica lo sucedido y éste la tranquiliza dicién­dole que su marido está transitoriaR1ente retenido en el cuartel de laGuardia Civil, para su seguridad personal.

Empieza la odisea de don Juan Antonio Gaya Tovar. Afortunada­mente, no está enterado de lo sucedido en su domicilio y, al día siguien­te de su detención, es trasladado al cuartel de Santa Clara, donde per­manece hasta el día 1 de agosto, que es ingresado en la prisión provin­cial. Mientras permanece en el cuartel de Santa Clara es tratado conhumanidad y sus familiares le visitaban diariamente. Tenía Gaya, la im­presión de que estaba detenido más bien para garantizar su seguridadpersonal, impresión compartida asimismo por la familia.

Al ser ingresado en la cárcel, las cosas cambian; el trato es peor y lascomunicaciones más difíciles, y a través de las rejas y redes metálicas.

El día 12 de agosto de 1.936 envía a su familia para su tranquilidad,copia de la resolución de la Autoridad Judicial Militar de Zaragoza, defecha 2 de agosto, en la que se le declara inocente de todo delito y se

--~Copia del manuscrito que el doctor Gaya dirige a su familia, comunicándoles elacuerdo de la autoridad militar de zaragoza, por la que se le declara libre de respon·sabilidades, procediendo "decretar la terminación de estas diligencias". Según eldoctor Gaya, el documento tiene (echa de 2 de agosto y se lo hace saber a su (amiliael día 12 del mismo mes.

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Fotocopia del escrito por el que se consigna haber depositado las -SIETE MIL PESE­TAS, importe de la multa impuesta al doctor Gaya por responsabilidades políticas.Este dinero se hacía efectivo el 15 de abril de 1.940,

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dispone que el detenido quede a disposición gubernativa de la Autori­dad Militar de la Plaza (Soria). Gaya queda, naturalmente, tranquilo yen espera de ser puesto en libertad en cualquier momento.

Tan sólo cuatro días más tarde, el 16 de agosto por la tarde, donJuan Antonio Gaya es visitado por su esposa por última vez; a su hijaAmparo no la dejan pasar. Doña Gregoria en esta visita, habla tambiéncon don Anastasio Vitoria, abogado y alcalde de Agreda, quien le diceanimosamente: "No se preocupe, estamos estupendamente".

Pocas horas después de esta visita, se produce el ASESINATO dedon Juan Antonio Gaya Tovar. En la madrugada del 16 al17 de agostose consuma el vil ASESINATO. Llevaba don Juan Antonio Gaya en subolsillo la resolución de la Autoridad Judicial Militar de Zaragoza.

Se trata de un ase$inato con todas las agravantes y sin posible justi­ficación. Pero es que además, al venerable,. al bondadoso don Juan An­tonio, ante$ de asesinarle se le somete a toda clase de vejaciones; al seramarrado, le empujan y sus gafas caen al suelo. Gaya es un hombre muymiope y pide que se las entreguen. .. y se repite la misma conte$ta­ción, tantas veces explicada en este libro y que parece que debió ser lafrase estereotipada: "No le van a hacer falta". Después, la misma escenade siempre: las tapias del cementerio de Soria o al pie de la fosa c,omún.Con Gaya fueron ejecutados aquella terrible noche, don Anastasio Vi­toria; don Manue~ Blanco: el jefe de Telégrafos de Soria, don AntonioBurxal; el delegado de Hacienda, don Joaquín Ranz Borja;y dos o trespersonas más, cuyas circunstancias se desconocen..

Al (jía siguiente la noticia es conocida por mucha gente; hubo infi­nidad de rumores sobre los autores de las ejecuciones y las violenciasque precedieron a las mismas, que nos abstenemos de consignar. Lo quesí parece cierto es que al igual que en las ejecuciones realizadas unosdías antes -la madrugada del 13 al 14 de agosto- en las personas deArsenio Martínez, Tomás Cué, Fermín González y Antonio Lafuente yseis personas más de San Esteban de Gormaz, intervinieron hombres na­cidos en la ciudad de Soria y que no pertenecían a las fuerzas de Seguri­dad. Y también parece cierto que, entre ellos, se encontraba algún ex­alumno del profesor don Juan Antonio Gaya, lo cual haría aún más im·perdonable este abominable y repulsivo asesinato.

Para terminar con la semblanza del profesor Gaya, hay un dato quelo define: estando detenido en el cuartel de Santa Clara, no olvida supreparación intelectual y pide a su familia, el 30 de julio, tres libros demedicina: Hidrología Médica; Medicaciones Hidrológicas y Prácticas deHidrología y les explica dónde pueden encontrarlos. Como vemos porsus notas, escritas desde su reclusión, son los libros, el cumplimiento desu deber, su esposa y sus hijos, las tres cosas que le preocupan.

Pero para que quede más clara la vileza y la crueldad de la represión,

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El doctor Gaya, vestido con la misma indumentaria c~n la que fue deteni~o, alasalida de su domicilio y -:presu\Iliblemente- con la mIsma ropa que fue fusilado lanoche del 16 al 17 de agosto. (Foto: archivo familia Gaya).

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don Juan Antonio Gaya, fusilado en la madrugada del día 16 al 17 deagosto de 1.936, es sometido a expediente y hay un Juez Instructor,Benito Fernández Riofrío, que en Soria le REQUIERE el 8 de enero de1.93'7, por presuntas irregularidades en el Instituto de SegundaEnseñanza de Soria. .

A un hombre, conocido por su acrisolada honradez y rectitud, des­pués de asesinarle, todavía se pretende echar cieno sobre su memoria.(B.O.P.12-1-37).

Pero. no acaba aquí la represión. Se le declara incurso en RESPON­SABILIDADES POLlTICAS. Sus bienes son embargados y se privó asu esposa -con un hijo paral ítico y una hija estudiando- de la libredisposición de sus bienes; se le impuso una multa de SIETE MIL PESE­TAS (1) ; Y para pagarla, la familia Gaya tuvo que vender, malvender me­jor dicho, el instrumental médico y algunas alhajas que tenían escondi­das. Y durante mucho tiempo, algunas mantas, colchones, un reloj yotros objetos parecidos, hubieron de sacarlos del domicilio para evitarel embargo. Hasta el 3 de junio de 1.940 y una vez pagada la multa de'SIETE MIL pesetas, no recobró la familia Gaya la libre disposición desus bienes. Y todo esto sucedía mientras se invocaba el nombre de Diosy la defensa de los valores del espíritu. iQué cruel, qué terrible sarcas­mo!.

Nosotros creemos honradamente que Soria y los sorianos estamos endeuda con muchas familias 'avasalladas, martirizadas, humilladas hastalímites inconcebibles y que estamos en la obligación de reconocerlo yproclamarlo. Y que hay hombres como Gaya, ejemplo de la mejor bur­guesía soriana y Arsenio Martínez, representante de la clase obrera,que merecen una pública reparación, por su propia personalidad y porlos valores que representaban. Confiemos en que algún día se lleve aefecto lo que hemos expuesto.

(1).- Un traje, hecho a medida en la mejor sastrería de Soria (en aquél entonces la de SamueJRedondo), costaba 90 pesetas, en paño de primera calidad.

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Arsenio Martínez

Todas las víctimas de la represión merecen nuestro recuerdo; todos,sea cual fuere la ideología que sustentaron, queremos que estén en estelibro unidos y rodeados por nuestro más hondo y sincero respeto.Desde el más humilde, como el pastorcillo de Quintanarejo, Felipe Be­nito, hasta el más encumbrado o de mejor posición social o económi­ca, todos murieron a mano airada, víctimas del odio y del fanatismo.Para todos, pues, nuestro más cálido homenaje.

Pero entre las víctimas de la represión, como sorianos que somos,queremos destacar dos, por ser de los más conocidos en Soria y por con­currir en sus personas características especiales. Uno de ellos, pertene­ciente a la burguesía ilustrada y progresista; el otro un dirigente sindica­lista, nacido en la clase obrera y entregado con ardimiento a la lucha

,por la emancipación' de la misma. El primero se llamaba Juan AntonioGaya Tovar, del que ya hemos ·hablado; el segundo es Arsenio Martí­nez.

Arsenio Martínez es un trabajador honesto, chófer de profesión. Noha cursado estudios, pero ha euidadodesde muy joven su formacióncultural. Posee conocimientos amplios y dedica su tiempo libre a lalectura. No frecuenta bares, ni espectáculos. Su trabajo y el contactodiario con sus camaradas, aparte de los libros como hemos referido,llenan su tiempo. Es un auténtico autodidacta, que día a día se va supe­rando hasta llegar a ejercer un verdadero magisterio entre suscamaradas que buscan en él, el necesario consejo, la orientación, el ase­soramiento. Su gran sentido de la ética, su gran' fortaleza moral, le vanconvirtiendo, no ya en un guía, sino en un ejemplo a seguir.

Quienes le conocieron nunca supieron discernir -ni ahora tampoco­cuál de sus dos cualidades brillaba a mayor altura: si su preparación osu rectitud; si su inteligencia o su espíritu. Tenía además un gran valorfísico y una capacidad inmensa para el sacrificio. Era uno de los pocoshombres que reunía en su persona, en una síntesis asuntiva perfecta, laconcordancia entre la idea y el sentimiento, el principio y la conducta.

Lo demostró constan.temente, día a día, dentro de su organizaciónsindical y en su vida corriente. Generoso, desprendido, él, que no erareligioso, practicaba constantemente la máxima evangélica de que tumano izquierda no sepa lo que hace la derecha. Si alguien tenía una ne­cesidad era Arsenio, no directamente, sino a través de otras personas, ycon la prohibición de que se le nombrara, quien acudía a remediarla, enla medida de sus posibilidades. Podían 'llenarse páginas con la relaciónde sus actos altruistas. Si como dijera Antonio Machado -otro ejemplo

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de grandeza moral- no es más rico el que más tiene, sino el que más da,Arsenio Martínez tuvo hasta la misma hora de su muerte, una riquezainfinita. Porque incluso en ese último momento, cuando los fusiles ase·sinos le apuntaban, nos dio una bella lección de bien morir. Lo únicoque poMa dar -su perdón y su deseo de que su muerte sirviera para unaEspaña mejor- lo realizó con su estilo sencillo, sin alharacas, sin arro·gancia, pero sin miedo: "Vosotros no sois culpables; sois un instrumen­to y ojalá que la España que quereis construir sea de paz, de amor, deverdaderos hermanos; la España que yo siempre he soñado". Y esto lodijo Arsenio después de estar encarcelado en una m~morra sombríadurante casi un mes, después de permanecer amarrado toda una tarde yuna noche en un camión, y dirigiéndose a los mismos que le habían deasesinar. ¿Cabe mayor grandeza de ánimo, mayor espíritu de sacrifi·cio, expresión más pura del verdadero amor?

Fueron muchos los que participar!!n en su fusilamiento y en el desus infortunados compañeros sorianos y 6 de San Esteban de Gormaz,y algunos, para nuestra vergüenza, eran de nuestra ciudad y bien conoci·dos de Msenio y de todos. Hubo también abundantes testigos de laejecución, por lo que lo que ocurrió aquella madrugada, del 13 al 14 deagosto de 1.936, ha podido ser reconstruído fielmente.

Alguien que, por imperativo de la ley, hubo de presenciar las ejecu·ciones, no ha olvidado nunca la ·enorme lección de humanidad que dioArsenio y cada día reza por la salvación de su alma. Nosotros rendimos·

•el más fervoroso homenaje a su memoria y a la de sus compañeros de in·fortunio.

Enrique Carrilero y Demetrio Ruiz

Don Enrique Carrilero, profesor de la Escuela de Artes y Oficios deSoría, era Presidente de la Casa del Pueblo al iniciarse la sublevación.la causa inmediata de su detención, el 22 de julio de 1.936, fue la de­nuncia de dos juristas sorianos, que le acusaron de haber hechocomentarios hostiles, a la llegada de los requetés a Soria. Tuvo la suer­te, relativa suerte, de ser sometido a proceso, lo que evitó que sufrierael mismo trágico destino que tantos otros, que fueron detenidos y fusi­lados de inmediato. Juzgado, se le pidió pena de muerte, y fue conde­nado a 12 años y un día de prisión. Pasó en la cárcel unos ocho años.

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rDemetrio Ruiz, joven abogado, pertenecía a una familia. de la clase

media acomodada. Sin embargo, desde muy temprano sus Ideas evolu·cionaron hacia el Partido Socialista. Perteneció primero a las) uventudesy después al partido. Fue d~ los primeros que. ~~ detuvi~ro.n una veztriunfante la sublevación, e Ingresado en la prlSlon provlnclal\ dondepermaneció ha,sta después de terminada.!a guerra. Puesto en libertad,su salud quedo muy quebrantada y muno prematuramente, con el co·razón gastado por haberlo dado tanto. . '.

Si colocamos en las mismas páginas a Carrilero y a Demetno RUI~, t;Sporque en ambos se dieron características similares, aparte de su COinCI-dencia ideológica. ., ..

. Los autores de este libro han teordo la necesIdad de recorrer toda laprovincia de Soria y mantene: muchas cC?~~ers~ciones con pe~sonas qu~fu~ron detenidas y permanecieron en prlSl~n, Ju~to con, Ennque.C~m.lero y Demetrio Ruiz. Personas ~e .vanada ·Ideologl~, ~e dlstmtaposición social, vecinos unos de Sona, y otro~ de la pro~l~cla y, t~dos,.al contarnos sus peripecias, el estado de !as carcel~s, ~I :eglmen ~lImen.ticio, la disciplina y el clima que ~e. vivla, han ~~I~cldldo en sena}a.r elcomportamiento ejemplar, el esplf.I~U de sac.nflclo, el va.lor CIVICO,la serenidad la entereza y la abnegaclOn de Camlero y de Rutz.

Los familiares de Enrique Carrilero y de Demetrio Ruiz se preocupa·ron durante todo el tiempo de su detención, de llevarles alime~to.s enabu~dancia, ya que ambas familias no caredan de mt;dios eC0!10mlcos.Pero los dos socialistas compartían con los presos mas desvalidos, conlos que por diferentes circunstancias .no recib ían ningún paquett; del ex­terior todo lo que a ellos se les enviaba. Se nos ha asegurado, Incluso,por ~uchos, que la parte más re~ucida,del reparto.que realizab~n Carri·lero y Ruiz, cra para ellos. Y aSI un dla y otro, mientras estuvieron de-tenidos. .

Lo referido ya es una demostración de las virtudes de estas dos perosonas pero al mismo tiempo todos los informantes han coincidido endesta~ar el magisterio que Demetrio y Enrique ejercían. Si algún presotenía un problema con el régimen carcelario o con algún funcionario yno sabía cómo afrontarlo, eran aquéllos los que asumían la resp·onsabi.Iidad de hacerlo, con el grave riesgo que supon ía en aquellos momentos.Mantuvieron día a día, la defensa de su dignidad personal -y la de suscompañeros de infortunio- frente a la opresión y a las arbitrariedadesque se cometían. Estaban detenidos, pero el espíritu de ambos sie':llprese mantuvo libre y ayudó a levantar la moral de todos y fue el rayo deluz que alimentó viva la ilusión y la esperanza de los presos, entre tan-tos peligros y adversidades. ., .

Si entre los mismos presos se suscitaba algun problema, cosa lógicadado el hacinamiento y las tremendas circunstancias en que vivían, eran

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D~metrio Ruiz, dias después de salir de la cárcel, ya disminuido en su estado desalud. (Foto~archívo familia Ruiz).

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Carrilero O Demetrio Ruiz, O ambos conjuntamente, quienes interce­dt'an con su consejo y autoridad moral, para solucionarlo.

Fueron dos altos ejemplos de dignidad moral, solidarios siempre contodos sus compañeros. Dos hombres enteros, en los que no se sabe quéadmirar más, si su espt'ritu de sacrificio, dándolo todo o su enorme valorpara exponerse constantemente en defensa y protección de sus compa­ñeros. Como homenaje a la memoria de Demetrio Ruiz y para satisfac­ción de don Enrique Carrilero que afortunadamente vive, queremosconsignar que lo expuesto no es una opinión personal nuestra, sino eltestimonio expresado por numerosas personas que guardan, de los dos,el más emocionado recuerdo.

Dionisia Hernández

Afiliado a la C.N.T., trabajaba en un pequeño taller de su propiedad.Fue detenido el dt'a 25 de julio de 1.936 e ingresa en la prisión provin­cial de Soria. Sufrió la pequeña tragedia de los traslados, en mayor me­dida que muchos de sus compañeros, aunque con mejor fortuna, puesal fin y al cabo, salvó su vida. De la cárcel de Soria pasó a la de Alma­zán -y ya sabemos que la cárcel de esta Villa, en mayor grado queotras.. supont'a un final de trayecto casi seguro-, luego a Berlanga deDuero, para regresar otra vez a Almazán y finalmente Soria. No hacefalta mucha imaginación para calcular las incertidumbres, la inquietudy la zozobra que cada uno de estos traslados supon ía para el infortuna­do que los sufrt'a. Porque a despecho de todas las dificultades,' aisla·miento, censura, los presos siempre supieron, con más o menos retraso,lo que ocurrt'a en su entorno y, sobre todo, el destino final de sus com­pañeros, cuando eran excarcelados.

Cuando estuvo detenido en Almazán, en la cárcel situada en la plaza,junto al Ayuntamiento, donde permaneció unos cinéuenta dt'as, en unacelda de dos metros de largo por uno y medio de ancho, estaban reCluí­das unas veinte personas, por lo que no pod ían dormir echados, sinosentados y apoyados en la pared, unidos hombro con hombro. En aquelperiodo, en la citada cárcel -en Almazán existía otra, la iglesia de SanMiguel habilitada al efecto- permanecían ree/uídos unos 60 presos.Naturalmente, la cifra variaba con las ejecuciones y los traslados, perolos huecos eran seguidamente ocupados por otros detenidos.

En la cárcel de Almazán, habt'a además de adnamantinos, sorianos ydetenidos procedentes de los pueblos de Guadalajara. Un dt'a, llegó un

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jefe de alta graduación y al ver el hacinamiento existente, quizás pararemediarlo, acaso por su predisposición en contra de los enseñantes,ordenó: "los de Magisterio, fuera". Y aquella noche, la famosa camio.neta de la muerte, que todos los sorianos conocían, llegó hasta la cár.cel, donde cargó cerca de 20 detenidos, la mayor parte maestros y uncatedrático de Guadalajara, de los cuales nunca se supo que llegaran aningún centro de reclusión. El conduct?r de. la misma, el fam.oso "Abi­sinio" quizás pudiera aclararnos el destino final de aquellos infortuna­dos, aunque nosotros ya lo suponemos, si bien ignoramos el lugar exac­to donde yacen sus restos.

Dionisio Hernández fue trasladado a la cárcel de Berlanga, la húmeday fría mazmorra, de la que ya hemo~ habla~? ant~r!?r~ente. AII í pe~.maneció un año aproximadamente, Sin serVICIOS hlglemcos. Las necesl·dades las hacían en un estercolero inmediato a la cárcel, mientras losguardianes les apuntaban con los fusiles. (Un soriano detenido, mance­bo de la farmacia de Felipe Pérez de Soria, parece ser que no podía eva.cuar, bien por el temor a las armas que le apuntaban o por dificultadesorgánicas, lo que originó muchos problemas. Al fin fue puesto en liber-

tad). ... H 'd d 'd f '1' d . tEstando Dlomslo ernan ez etem o, ue movl Iza a su qUin a ydespués de pasar por Almazán fue llevado al cuartel de Santa Clara,donde estuvo unos seis meses. Permaneció recluído en el pabellón de los"desafectos" al Régimen, separado de los prisioneros de guerra. Duranteeste tiempo, el taller de su propiedad le fue requisado y se utilizó parareparar ametralladoras y utensilios bélicos. En el cuartel de Santa Clarano funcionaba la calefacción y fueron requeridos sus servicios técnicospara el mantenimiento de la misma. Entonces se le permitió ir a dormira su domicilio.

Como estaba movilizada su quinta fue trasladado a Barcelona, queya había sido evacuada por los republicanos y, desde allí, pasó a un ba­tallón de trabajadores en San Sadurní de Noya. Eran unos 5.000 tra­bajadores forzados que se dedicaron al arreglo de puentes y a repararlos destrozos originados, bien por las batallas o por las fuerzas republi­canas en su retirada. Dionisio Hernández pedía a sus familiares en Soriaque no le mandaran dinero, pues no podía comprar nada; únicamentealimentos, pues comían poco y mal. Estuvo Dionisio Hernández preso ytrabajando duramente e'n Cataluña, durante unos cuatro años,

Al fin pudo regresar a Soria y rehacer su vida. Lo relatado es fácil decontarlo, pero pensamos que el calvario que sufrió este soriano, que nin­gún delito había cometido, además de injusto fue cruel y prolongadocon exceso. Claro, que si contempla el hueco que dejaron sus compañe­ros de militancia y sus amigos, casi todos fusilados, Dionisio Hernándezfue un hombre con suerte,

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Francisco Alvo

Francisco Alvo era un conocido comerciante de Olvega que gozabade gran prestigio entre sus conciudadanos. Se trataba de un ~omb:e se­rio, reflexivo, sereno y de una gran entereza, como demostrarra mas tarode una vez producida la sublevación. .

,Perteneció desde su fundación al Partido Republicano Radical So·cialista y en nombre de los correligionarios de su pueblo, firma el mani­fiesto .electoral para las elecciones a Cortes Constituyentes, publicadoen LA VOZ DE SORIA el 23 de junio de 1.931, propugnando junto a

. Gaya, Pérez Sevilla, Alfredo Rodrigo, Salvador Ferrer, Teótico Sevillay otros conocidos republicanos, la candidatura de don. Alvaro AlbornozLfminiana y Benito Artigas Arpón, por la provincia de Soria; .

Pertenece pues, Francisco Alvo, al grupo de !os repubhca~os. sOrla·nos más significados; y es alcalde de Olvega y diputado provincial. Sug~tión en los cargos que ocupa se caracteriza por su honesti,dad y ~ir. 'meza. Como alcalde de Olvega, tiene que enfrentarse con algun funCIO­nario del Ayuntamiento, para corregir algunas desviaciones y lo hacecon prudencia, pero con energía y decisión. Ta~bién ~e hace. ~créedora la enemistad de un sacerdote, por no tolerar ciertas intromisiones deéste en cuestiones que no eran de su incumbencia. Pero goza de la amis­tad y de la consideración de los demás sacerdotes de Olvega, y del pue·blo en general.

La sublevación dé! 18 de julio le sorprende en su pueblo, donde se·guía ejerciendo su cargo de alcalde, al mismo tiempo que continuabacomo diputado provincial. Nada sucede en O!~ega dura.nte el mes ~e

julio de 1.936, pero a! desenca?enarse la represlOn en Sona y la provrn·cia a partir de los primeros d las de agosto -aunque antes hubiera ha·bido algunos excesos-, Francisco Alvo es avisado de que corre peligroen su pueblo y se traslada a Soria. Ya hemos dicho que Francisco Alvoera un hombre sereno y, como tiene la conciencia tranquila y estáconvencido de que no ha hecho más que servir a sus vecinos, con hones­tidad y desinterés, al igual que don Anastasio Vitoria, alcalde deAgreda decide no esconderse ni huir. Una vez en Soria, se presenta enel Gobierno Civil, dOnde explica su personalidad y su decisión dé afron-tar sus, a su juicio, inexistentes responsabilidades. •

En el Gobierno Civil se le dice que no hay cargo alguno contra el,pero no obstante toman nota de la dirección de un familiar, dondeJba aresidir en Soria. Al día siguiente debió producirse alguna denuncia y esdetenido e ingresado en los calabozos del Gobierno Civil. Después esconducido a la cárcel de Soria y dos semanas más tarde se le traslada a

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Profesores y libros

OTRAS FORMAS DE REPRESION

Paralelamente a la represión cruenta consistente en la eliminaciónfísica, casi siempre por la vía rápida, es decir, sin proceso alguno, de los

'. considerados desafectos al régimen, y al encarcelamiento prolongado de· a'quellos que se consideran menos peligrosos, se llevaron a cabo otras· formas de presión que abarcan infinidad de aspectos. Uno de ellos se re·· fiere al ámbito cultural. Se parte de la consideración de que la juventud

ha sido envenenada por enseñanzas perniciosas y a tal fin, se produce ladepuración masiva de profesores de la enseñanza y de maestros. Ya ve­remos más adelante hasta qué extremos y con qué enconado rigor selleva a efecto la cita:d¡¡ depuración.

No son solamente los profesores los que corrompen a la juventud ydeforman su espíritu. Los libros son considerados como un materialpeligroso y ya hemos visto que a la entrada de los requetés en Soria, loprimero que se hizo, fue quemar la biblioteca existente en la antesaladel Casino de la Amistad, que solamente contenía libros y novelas deactualidad, sin ninguna significación ideológica. Hemos visto despuéssómo se quemó parte de la Escuela Normal de Magisterio, que como eslógico constaba de libros didáctic9s correspondientes a las enseñanzasque en ella se impartían. Pasemos por alto la destrucción de las biblio­tecas de la C.N.T. y de la Casa del Pueblo, no porque la justifiquemos,sino que dado el esp fritu que animaba a las fuerzas que entraron en So­ria el día 21 de julio, la destrucción de estas bibliotecas se explica conmayor facilidad que las anteriores .

. No olvidemos tampoco que uno de los generales, con mayor aureolade heroísmo en aquellos tiempos -nos referimos al general Millán As­tray- fue quien lanzó en plena Universidad de Salamanca el famosogrito de "muera la inteligencia".

Quien vivió aquellos tiempos, recordará sin duda, que una de las pri­meras precauciones que se tomaron por particulares, participaran o noen la política, y aunque su ideología no fuera precisamente muy "pro­gresista", fue realizar un expurgo en sus bibliotecas privadas. En los me·ses de agosto y sucesivos, millares de libros fueron arrojados.a las hogue­ras, como una medida previsora por sus propietarios. El vicio de la lec­tura llegó a convertirse en pecado y tener ciertos libros, llegó a consti­tuir un delito, cuando no casi un crimen.

Para que no se nos tache de exagerados, consignaremos que la Ins­pección Provincial de Primera Enseñanza de Soria, en su circular núm.

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la cárcel de El Burgo de Osma. A don Francisco Alvo se.le incoaproceso, y es visitado varias veces por un Juez, para tomarle declara_ción. Ante el Juez, Alvo reconoce plenamente su filiación poi íticaasí como sus diferencias con el funcionario municipal a quien sancionÓy con el sacerdote, pero explica su gestión como alcalde, realizada den­tro del mayor rigor y pulcritud.

Al estar don Francisco Alvo a disposición del Juez, queda a salvo deposibles interferencias extralegales, y, como los informes que .Ia autori.dad judicial va recibiendo son todos favorables y coincidentes en laacusada moralidad y honradez del sometido a proceso, su causa es so.breseída y decretada su libertad. Ha permanecido don Francisco dieci-ocho meses en prisión. .

Una vez en libertad se le aconseja que permanezca una temporadaalejado de Olvega -consejo, no imposición- porque, en aquella épocaya se ha visto a lo largo del libro, el ambiente general era de intoleran~cia, de odio, de fanatismo, y los delatores estaban de servicio permanen­te, aparte de la existencia de aquellas cuadrillas de forajidos que procu­raban ejercer por su cuenta lo que ellos llamaban la segunda vuelta porla vía rápida. '

Finalizada la guerra civil y cuando en la guerra europea se produceel desembarco de los americanos en Sicilia, Francisco Alvo, que residíaentonces en Yanguas, es detenido y trasladado a Soria, donde ingresaen la prisión provincial, junto con otros republicanos y socialistas so­rianos, como Gregorio Arche, Víctor Hernández, etc. Era entonces Go­bernador Civil de Soria, don Jesús Posada Cacho, a disposición del cualquedan los detenidos. Varias semanas después son puestos en liber.tad (1). A partir de entonces, don Francisco Alvo no vuelve a ser moles­tado.

(l ).- Estas detencíones gubernativas se produjeron en casi toda España, como medida de pre·caución, al parecer porque el Gobierno temía un levantamiento popular apoyado por lasdemocracias occidentales, en contra del régimen rranquista.

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los salvoconductos

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Para trasladarse de un lugar a otro, no ya de Soria a Zaragoza, sinode Garray a Soria o de El Burgo de Osma a San Esteban, antes quep'ensar en obtener billetes o medio de locomoción, era indispensable

;.~ lograr el necesario salvoconducto. Y para conseguirlo era imprescindi­;: ble una prolija explicación de la finalidad del viaje. Y no estar "ficha-... do" y, aun con todo, a veces había que estar supeditado al buen humor

de los encargados de otorgar el dichoso papelito. El aparato represivo,los censores, los servicios de información y un sinfín de confidentes ydelatores, tenían tejida una tupida red muy difícil de salvar para quienesno habían demostrado un entusiasmo singular por la situación reinan·te. Simplemente tener un familiar en la cárcel suponía un escollo in­franqueable. Si se pudiera reconstruir fielmente lo sucedido y se pudie­ran apartar sus aspectos trágicos, las astracanadas de Arniches, en rela­ción con aquello, resultarían simples chascarrillos inocentes.

la correspondencia

21, de septiembre de 1.936, firmada por la secretaria Aurelia Gil yla inspectora accidental Angela Moreno, dispone que sean retirados dela biblioteca una larga relación de libros, entre los cuales citaremos,sólo a título indicativo: "la Barraca" y "Cañas y Barro", de VicenteBlasco Ibáñez; "la pata de la raposa", de Ramón Pérez de Ayala;"Belarmino y Apolonio", del mismo autor; "Tres ensayos sexuales", deGregorio Marañón y "Resurrección", de león Tolstoi. Esta circular secomenta por sí sola y demuestra hasta qué punto la represión culturalfue extremosa y tan desorbitada como pueril. la cerrazón mental y elespíritu inquisitorial de las autoridades que rigieron la enseñanza enaquellos años es algo que estremece. Y lo peor de todo, es que medidascomo las exp~estas, y aun aumentadas, fueron mantenidas en vigor du­rante varios lustros.

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la correspondencia privada fue sometida desde el primer momentoy hasta mucho tiempo después de terminada la guerra, a una rigurosacensura. Prohibido hablar de los acontecimientos bélicos; prohibidohablar de ejecuciones, detenciones y, naturalmente, de todo lo que pu­diera estar relacionado con la represión. Incluso los problemas familia­res de los desaparecidos o detenidos, ten ían que ser silenciados.

las cartas se depositaban en Correos con los sobres abiertos; y que­daba al juicio de los censores interpretar qué carta debería llegar a sudestino o ser arrojada al cesto de los papeles. Mas de un ingenuo o des­prevenido que dejaba traslucir en su misiva algún detalle sospechoso,pasó a engrosar las casas de huéspedes forzosos por cuenta del Estado.

los sobres tenían que consignar, naturalmente, la dirección del des­tinatario y el remite al dorso, con el nombre y apellido del autor de lamisiva. Y no había sobre que no estuviera repleto en sus dos caras conun multitud de vivas a Franco, al ejército, al glorioso Movimiento Na­cional y, naturalmente, 10sjArriba España!. Y cuan~o más dud~sa era lafiliación política de quien escribía la carta, mayor numero de Vivas con­tenían los sobres. Creemos que si los censores hubieran sido inteligen­tes cosa que dudamos; estos detalles, por un proceso de deduccióna I~ inversa, les hubiera llevado a encontrar más de una pista.

De todas formas aquellas r.artas y sobres constituían un verdaderopoema que si hubiera vivido un Quevedo o un leandro Fernández deMoratín en la llamada zona nacional, los hubieran inmortalizado con suvena satírica. No sé si habrá quien conserve alguno de aquellos sobres,dignos de figurar en un museo.

Manifestaciones

las manifestaciones eran frecuentes y tumultuosas. Cualquier hechobélico, la toma de una ciudad, el ascenso de Yagüe, la llegada del Gene­ral ísimo, de Moscardó, el paso por la capital de fuerzas militares, elarribo de los italianos o cualquier otro acontecimiento parecido,motivaba la celebración de manifestaciones patrióticas, con desfiles,vítores, canciones y brazos extendidos. En realidad, la cosa resultabadivertida y hasta pintoresca, pues siempre eran los mismos, los que mar­chaban en primera fila y dando los gritos más fuertes. los mayores re­cordarán a Samuel Redondo, en lucha con sus callos, a la cabeza de lasmanifestaciones y dirigiendo y ordenando los desfiles. Uno de losautores recuerda gritando siempre hasta enronquecer a un churrero, hoyinvidente, iViva Cristo Rey!. lo peligroso era no levantar el brazo conla debida rapidez y no corresponder a los Vivas .con el necesarioentusiasmo. Aunque muchos sorianos, derrocharon imaginación, re·f1ejos y ligereza en las piernas para evitar el cumplimiento de las consig­nas, camuflándose en los lugares más inverosímiles o alejándose rápida­mente de los actos patrióticos.

Se podrían llenar rimeros de cuartillas con el anecdotario, .tan cu­rioso como ilustrativo, referente a aquellas manifestaciones patrióti­cas. los que desfilaban además de desgañitarse con sus vivas y cancio­nes, no dejaban de dirigir su mirada hacia los que desde las aceras o bal·

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cones contemplaban el espectáculo, para descubrir algún gesto o ade­mán no ya hostil, sino simplemente indiferente.

Recordaremos un hecho cierto, que afectó a uno de los mejores ami­gos de uno de los autores de este libro .. ) ulián d~ M~rco Hernán~ez, de20 años de edad maestro de profeslon, habla sido suspendido deempleo y sueldo, ~omo tantos otros compañ~ros suyos, e~ virtud de losinformes del sacerdote de Olvega, donde habla estado destlllado.

Estando cenando en la pensión que ocupaba, situada encirt]a de loque hoyes sastrería Roldán, en el Collado, oyó junto con sus compañe­ros de cena, cierta algarabía en la calle. Se trataba de una de lasimnumerables manifestaciones, con los consabidos vítores. Se asomóJulián, por la simple curiosidad de comprobar lo que ocurría y, como lacena estaba servida, abandonó rápidamente el balcón, para ocupar susitio en la mesa. Un "patriota" que desde la calle había observado laaparición en el balcón del buen Julián y su rápida retirada al interior dela casa, lo denunció, e inmediatamente subieron los agentes oficialesu oficiosos de la Autoridad para aetenerle, siendo llevado al GobiernoCivil, donde quedó detenido. .

Julián de Marco tuvo la buena fortuna, de que su tlO Godofredo deMarco era concejal del nuevo Ayuntamiento, nombrado por las autori­dades del Movimiento y que contaba además con cierta amistad con elGobernador Civil. La intervención de su tío evitó una detención prolon­gada de Julián o, quizás, dado que era un maestro destituído, un des-

•tillO peor.Fue puesto en libertad a la mañana siguiente, con la promesa de

enrolarse en Falange y marchar de inmediato al frente con carácter vo­luntario. Una vez en el frente, atravesó por algunas dificultades, quepudo salvar por su carácter jovial y su simpatía y por el apoyo que leprestó el falangista Jesús Martínez Trillo .

Si el buen )ulián no hubiera contado con la influencia de su tío,indudablemente hubiera quedado detenido; otros con motivos pareci­dos sufrieron, además de la previa detención, un paseo sin regreso porlas afueras de la ciudad.

Las manifestaciones patrióticas no eran, no, cosa de broma. Predo­minaba la agresividad sobre el entusiasmo; los Mueras sobre los Vivas yla actitud amenazadora constituía la nota dominante. Encontrarse re­vuelto en una de aquellas manifestaciones, era como sumergirse en untorrente de aguas desbordadas.

El saludo brazo en alto fue impuesto desde el primer momentocomo un ritual obligatorio en todas las manifestaciones, desfiles, reu·niones de falangistas. Incluso en los establecimientos públicos, casinos,bares, etc., al entrar los requetés o falangistas cantando con sus vít~reshabituales era temerario no levantar el brazo con la mano extendida;,

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Iy había que hacerlo con la mayor celeridad.

Lu~g~.se I~ dio estado legal a esta obligación, por Decreto 263, queordeno: Articulo 10 ._ Se establece como saludo Nacional el consti.tuído. por el brazo en alto, con la mano abierta y extendida formandocon la vertical del cuerpo, un ángulo de 45 grados. Artícuio 20 ._ Alpaso de la bandera y al entonarse el himno y Cantos Nacionales se peromanecería •en posición de saludo. Salamanca, 24 de abril de' 1.937.El Generahsimo, Francisco Franco".

Tránsfugas

Creemos firmemente en la libertad de pensamiento y la consideramoscomo uno de los derechos inalienables de la persona. Respetamos deacuerdo con este .princ!pio, todas.!as opiniones y todas las ideologías.Creemos que nadie esta en posesIon de la verdad en exclusiva comoconsideramos que nadie puede monopolizar el patriotismo. La 'verdaden abstracto es algo inconcreto, inaprensible V en política la verdad abosoluta no. exi~t~. En polít,ica no hay.dogmas y ninguna co~cepción pue.de ser aXlOmatlca. Pero SI, en cambiO, se puede y debe exigir, al que seinscrib~ . en una deter.minad~ ~rientación poi ítica, que lo haga conautentiCidad, que sea fiel a SI mismo y a su pensamiento. Creemos queen poI ítica la honradez es la consecuencia.

Comprendemos que las personas podemos y debemos evolucionara tenor de los cambios que se produzcan en nuestro entorno'Y com~consecuencia de la reflexión, de la lectura, d" la contemplación serenade l~s. acontecimientos y de !os diversos factores que pueden incidir ym?dlflcar ese mundo tan sutil y tan complejo que constituye el pensa­miento humano.

Pero una cosa es reflexionar, matizar, aclarar, profundizar en el aná.lisis de "!uestras concep~ion~ poi íticas y, a través de ese proceso, llegara evolUCIOnar y a rectificar mcluso nuestros anteriores puntos de vistay otra, muy distinta, dar un vuelco espectacular y, en unos días, pasa:de~n extre!110 a otro. La ey~lución puede ser honesta; el transfugismoes siempre mdecoroso y maxlme cuando exime de peligros V/o aportabenefiCIOS..

En Soria, con ocasión del 18 de julio, hubo docenas y docenas detránsfugas, que con el mayor descoco, cambiaron súbitamente lachaqueta y pasaron a vestir la camisa azul, siempre en su provecho y enperjuicio de los demás. .

En este libro, hay unas cuantas fotografías de radicales socialistasen fas que aparece casi siempre el doctor don Luis Santamaría, uno d~

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las delaciones

El transfugismo es indecoroso, deleznable y merece siempre -ayerhoy, mañana- el desprecio más absoluto. Del tránsfuga puede esperars~todo y nada bueno, porque en su afán por borrar las huellas de su pasa­do, pasa a un maximalismo exacerbado cuando realiza el cambio depostura o de filiación. Sabe que tiene que hacer méritos y perdida suhonestidad poi ítica -y, por consiguiente, la personal- su grito es másalto y su actuación más agresiva, que la de los que ya gritaban yactua­ban de an.taño. Y, además, su punto de mira en el ataque, suelen ser con

'." preferenCia sus antiguos compañeros de pensamiento o militancia. De:. a/;lí, que en situaciones turbulentas, como las del comienzo de la guerra

civil, d~1 transfugismo a la del~ción, sólo hay un pequeño paso, que mu­chos dieron con pasmosa rapidez. Confiemos en que el pasado no serepita, pero, si sucediera, los tránsfugas volverían a brillar con el mismofulgor de entonces, con idéntica desvergüenza.

Pero aparte de lo referido, muchas personas que no habían interve­nido en la vida política ni, aparentemente al menos, se preocupaban deella, iniciada la guerra civil, influídas pór el ambiente, por la propaganilade prensa y radio, caY,eron en la tentación de la denuncia, del comenta­rio i~sidjosó, de señalar con el dedo, con el gesto o, simplemente, conla mirada, a la persona que pasaba cerca de ellas, como una de los quetambién habían sido. Y la pregunta terrible surgía con frecuencia:"Pero, ¿cómo está todavía libre fulano o zutano? Pero, ¿cómo es po­sible, si era de los más destacados?". Como le dijo un policía en la ermi­ta de Santa Bárbara a un preso, según hemos leído, .. ¿pero aún estás túaqu í?".

Los leales a la República, los llamados "rojos" que habían escapadoal fusilamiento o la detención, incluso los simpatizantes, o los que noparticipaban del entusiasmo de los vencedores, tenían una especial preo­cupación y un exquisito cuidado, al hablar incluso con personas de con­fianza. Se pasaba por el Collado, siempre mirando con el rabillo del ojopara con.o~er quién caminaba cerca. Se cambiaba de. conversación y s~pasaba rapldamente del tono coloquial al susurro, a las medias palabraso al silencio más absoluto. los codazos o el roce de piernas o el pisotóndisimulado, eran el pan, no'de cada día, sino de cada momento. La gen­te se ponía de acuerdo en lo que deberían decir que hablaban en pre­vención de que algún chivato, confidente o delator se acercara ~I grupoy preguntara, indagara o quisiera saber el tema de la conversación.

Es muy difícil hoy comprender lo que acabamos de escribir. Habráquien estime que exageramos, pero muy al contrario, la realidad fuemucho más cruda, más atroz, más desvergonzada y más peligroso

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los militantes más fervorosos de dicho partido hasta el 17 de julio de1.936. Pocos días después, abjuró de su filiación poi ítica y pasó aengrosar las filas de la Revolución Nacional Sindicalista, con la mayortranquilidad del mundo, mientras sus compañeros eran detenidos Y/ofusilados.

[)on Diego López Cordero, que había tenido una secretaría en la Ca­sa del Pueblo, estallada la sublevación, pasa a formar parte del primerAyuntamiento; nombrado a dedo, es designado Regidor y seguidamen_te Teniente Alcalde.

[)on José Mozas, alto funcionario de Hacienda, en cuya casa estuvoArtigas Arpón tomando café y licores la última tarde que pasó en So­ria, y conspicuo militante de Unión Republicana, pasó en un santiaméntriunfante la sublevación, a lucir los atributos de Falange.

Joaquín Plaza, de las Juventudes Socialistas, de su sector más ex­tremos<!, que unos días antes del Movimiento, consideraba "carca" auno de los autores de este libro, por ser en realidad un demócrata mode­rado no ·adscrito a ningún partido, pasó en el plazo de pocos días aconsiderarlo casi "roio" por estar en desacuerdo con el alzamiento'ysobre todo. con el clima de violencia generalizada reinante. Joaquí~Plaza, el 15 de julio alardeaba de. pertenecer a no se sabe qué cédula dequé grupo troskista y el día 23 ó 24·lIevaba su buena camisa azul co-rreajes, etc., con un entusiasmo digno de mejor causa. '

Casto Granados causó la natural sorpresa y admiración de los buenossorianos, cuando le vieron al frente de una de las primeras manifestacio·nes surgidas después de triunfar la sublevación. Ya sabemos que el bustode su padre, Mariano Granados, fue fusilado, arrancado del pedestal yarrastrad" por la [)ehesa. Digamos en honor a laverdad que,si bien no con­sideramos muy decorosa su actitud, le aplicaremos el atenuante del mie­do o la eximente del terror insuperable. También es verdad, que pasadoese día no se dejó ver por la ciudad, luciendo galas azules y se marchóde Soria en cuanto pudo.

Podíamos seguir enumerando casos y personas, en el mismo sentidoy ya en el reportaje se habló de Manuel Ruiz Pedroviejo, que tambiénaparece en varias fotografías de este libro, con sus compañeros de par­tido, algunos fusilados después.

los tránsfugas fueron, sin embargo, los menos; la mayor parte de losrepublicanos, cenetistas y socialistas, afrontaron con dignidad la situa­ción; y los que escaparon al martirio o la cárcel, si bien tomaron las pre·cauciones lógicas, escondiéndose, no dejándose ver y hablando lo menosposible, no dejaron nunca en su fuero interno, de desear el triunfo delas instituciones legítimas. Y como en Soria nos conocemos todos lagente sabía a qué atenerse sobre unos y otros. '

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