j.k. huysmans, à rebours (1884)

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Extracto en español

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  • E n razon de su maquillaje y de su aspecto artif icial , este paisaje no le desagradaba a Des Esseintes; pero, desde aque-11a tarde que paso en la aldea de Fontenay ocupado en la busca de una casa, no habfa vuelto a pasear durante el dia por los caminos. Ademas, el verdor de esta zona no le ins-piraba n ingun interes, pues no Uegaba a ofrecer ese encan-to delicado y doliente que se desprende de la enternecedo-ra y enfermiza vegetacion que crece, con gran dificultad, en-tre los escombros de los barrios perifericos, cerca de las murallas.

    Ademas, aquel dia tuvo ocasion de poder observar que los burgueses del pueblo eran gente con barriga, bigotes y largas patiUas, que iban enfundados en trajes ostentosos, y paseaban, con la solemnidad de los santos sacramentos, sus cabezas de aspectos de magistrados y de militates. Desde entonces, su horror ante el rostro humano se incremento aun mas.

    Durante los liltimos meses de su estancia en Paris , cuan-do se encontraba decepcionado de todo, abatido por la h i -pocondria, agobiado por el hastio, Uego a un tal estado de exaltacion nerviosa que la vista de u n objeto o de una per-sona desagradable se le grababan profundamente en su ce-rebro y era precise que pasaran varies dias para que se bo-rrara un poco la impres ion recibida. E l s imple rece con la cara de la gente, al pasear por la calle, se habia convertido para el en uno de los mas dolorosos suplicios.

    Sufria realmente a la vista de ciertas fisonomias; consi-deraba casi como un insulto los semblantes paternales o ce-nudos de algunos rostros y sentia desees de abofetear a ese senor que paseaba tranquilamente cerrande los ojos con un gesto de persona erudita; e aquel otro que se movia con sa-

    tisfaccion mirandose en las vitrinas. y aquei que parecia su-mido en profundos pensamientos a ia vez que devoraba, frunciendo el ceno, unas tostadas con mermeiada y los su-cesos del periodico.

    Des Esseintes olfateaba y presentia una esrapidez tan arraigada, una tal abominacion por sus propias ideas, un desprecio tan grande por el arte y la literatura, por todo aquelle que el adoraba, implantades y aferrados en estos es-trechos cerebros de negociantes, preocupados exclusiva-mente por sus raterias y per asuntos de dinero, y solo ac-cesibles a esta baja distraccion de los espiritus mediocres, la polit ica, que, enfurecido y preso de rabia, se velvia a su casa y se encerraba con sus libros.

    Odiaba tambien, con todas sus fuerzas, a las nuevas ge-neraciones, esa oleada de horribles patanes que sienten la necesidad de reir fuerte y de hablar dando voces en los res-taurantes y en los cafes, que empujan a uno en la acera de la calle s in pedir perdon, y le lanzan las ruedas de un co-checite de nine contra las piernas, s in decir nada, s in pre-sentar ninguna disculpa.

    A L mismo tiemoo que su desee de escapar de una i n - A d q u i r i o sus obras maestras, y pasaba noches enteras de soportable epoca de vulgar chabacaneri'a se iba ha- contemplando entusiasmade uno de los cuadros ciende mis apremiante, la necesidad de no velvet ^^ "^ representaba a Salome bailando ante el rey Herodes.

    a contemplar cuadros que representaran la figura humana realizando tareas domesticas en Pan's, encerrada entre cua-tro paredes, se convirti6 para el en algo imperioso. -

    U n a vez que la existencia contemperanea habia dejado * de interesarle, decidio no introducir en su refugio obras pic- I toricas que pudieran provocarle repugnancia e arrepenti- ' miento; asi pues prefir i6 adquirir u n t ipe de pintura que fuera sutil , exquisita, inmersa en una antigua fantasia, en -una vieja cerrupcion, alejada de nuestras costumbres y de nuestras preocupaciones actuales.

    Para el deleite de su espiritu y el placer de sus ojos, bus-c6 por lo tanto algunas obras sugestivas y evocadoras que tuvieran el peder de sumergirle en un munde desconocido, de aportarle revelaciones ocultas, de estremecerle el siste- , ma nerviose mediante eruditas histerias, complicadas pe-sadillas y visiones indolentes y atreces. '

    Entre todos los artistas, habia uno cuyo talento le sub-yugaba y le sumia en extasis prolongados, se trataba de Gus-tave Moreau'*''.

  • Y , entrascado en su contemplacion, escrutaba los orige-nes de ese gran artista, de ese pagano mistico, de ese i l u -minado que podia abstraerse lo suficiente del mundo para ver, en pleno Paris , resplandecer las crueles visiones, las fantasticas apoteosis de otras epocas.

    Des Esseintes apenas Uegaba a encontrar su f i l iaci6n ar-tistica; podrian percibirse, aqui y alia, vagas semejanzas con Mantegna y Jacopo de Barbar i ; confusas obsesiones de Leo-nardo D e V i n c i y una fiebre de colorido al estilo de Delacroix.

    Pero la influencia de estos maestros quedaba, en suma, como algo imperceptible, la verdad era que Gustave M o -reau no seguia la trayectoria de nadie. S in verdaderos an-tecesores, s in descendientes posibles, permanecia como una figura unica en el arte contemporaneo. Remontandose a las fuentes etnograficas, a los origenes de las mitologias, cuyos sangrientos enigmas comparaba y desenredaba; reuniendo y fundiendo en una sola las leyendas procedentes del E x -treme Oriente y metamorfoseadas por las creencias de otros pueblos, este artista justificaba de esta manera sus eclecticas fusiones arquitectdnicas, sus lujesas e insespecha-das amalgamas de telas y vestimenta, sus hieraticas y s i -niestras alegorias agudizadas per la inquieta perspicacia que preperciona u n nerviosismo completamente moderno; y permanecia atormentado para siempre, obsesionado por los simbolos de perversiones y de amores sobrehumanos, de es-tupros divines consumados s in abandono n i esperanza.

    E n sus obras, desesperadas y eruditas, se percibia un en-canto singular, un hechizo capaz de estremecer hasta las en-traiias, como el embrujo que poseen ciertos poemas de Bau-delaire, hasta tal punto que uno se quedaba pasmade, en-simismado y desconcertado, ante este arte que sobrepasaba los l imites de la p intura , y aplicaba las mas sutiles evoca-cienes del arte literario, las mas brillantes realizaciones del arte del esmalte, y las filigranas mas exquisitas del arte del lapidario y del arte del grabado.

    A l Uegar aqui, Des Esseintes velvia a reaccionar. S i , por un lade, estaba conferme con esta vis ion de la miseria de la vida humana, se rebelaba s in embargo contra el vago y etereo remedio de la esperanza en la otra vida. Para el, Schopenhauer" era mas exacto; su dectrina y la de la Igle-sia tenian como punto de part ida un enfoque comun, pues el tambien se basaba en la maldad y en la infamia del m u n -do, el tambien lanzaba ese gri to angustiade que parece en La, imitacidn de Nuestro Senor^^: iQue miserable es real-mente la vida del hembre sobre la tierra!. Tambien pre-dicaba Schopenhauer el vaci'o de la existencia, las ventajas de la soledad, y advertia a la humanidad que, hiciese lo que hiciese, y fuese cual fuese el camino que pudiera tomar, s iempre continuaria siende desgraciada: el pobre, por cau-sa de los sufrimientos que surgen del hecho de v i v i r con muchas privaciones, el rice, per causa del tedie insoporta-ble que engendra la abundancia. Pero este f i l6sofo no pre-conizaba n i predicaba ninguna panacea, no ilusionaba a na-die con ningun senuelo, para presentar remedies a males inevitables. N o sostenia el sistema indignante del pecade or ig ina l ; n i tampoco trataba de probar que el D i es que pro-tege a los bribones, ayuda a los imbeciles, aplasta a la i n -fancia, embrutece a la vejez y castiga a los inocentes, fuera u n D i o s de una bendad soberana; no exaltaba los favores de una Providencia que ha inventado esa abominacion i n i i -t i l , incomprensible, injusta e inepta, que es el sufrimiento fi'sico. Lejos de tratar de justificar, come lo hace la Iglesia, la necesidad de las desgracias y de las pruebas, exclamaba con indignada misericordia: Si es un Dios quien ha hecho este mundo, no me gustaria ser ese D i o s ; la miseria del munde me desgarraria el coraz6n.

    Des Zsie.r.Tts ;e ; e : e . - ; i cor. mas in -teres ante otros c _ i c r ; s z - r i ; ; r r . i r i r i estincia.

    Estos llevaoan l i r . r n i i -^^i.z. r^e-wn'V

    Estos dibuJGS se s:r_i= = r. r .era ;e :oco '.o conocido; la mayor parte de ellos sup^. - i r i r . :;5 ;..~.;:es de la pintura , y aportaban -an -mversc : a r . : i i : . : ; espec;ii e innovador, un nuevo tipo de fantasia i.zzz^ - e ' : a enfermedad y del delirio.

    E n efecto, algunos it esris rcstros. cevorados por ojos inmensos, por cios e.--.;:c.t:;;;5, algunos de estos cuerpos crecidos de forma ces.-esuraca ; ceformados como si se los viera a traves de una jarra de agua, evocaban en la me-m e r i a de Des Esseintes recuerdos de fiebres tifeideas, re-cuerdes de las noches de ardor y delirio que se le habian quedado grabados, o de las horrendas visiones de los sue-fios de su infancia.

    Preso de una indefinible sensacion de malestar ante la contemplacion de estos dibujos, al igual que le ocurria con algunos de los Proierbtos de Goya con los cuales tenian un gran parecido. o al acabar una lectura de Edgar Poe cuyes espejismos alucinantes y cuyos efectos aterradores O d i l o n Redon parecia haber transferido al arte de la pintura, Des Esseintes se frotaba los ojos y se poni'a luego a contemplar una figura radiante que, en medio de estas laminas cenvul-sas, parecia elevarse con serenidad y calma, una figura de la Melancol ia sentada sobre unas rocas ante el disco del sol, con un semblante abrumado y entristecido.

    Entonces, come per encanto, las tinieblas se disipaban, y una suave y encantadora tristeza, un sentimiento de lan-guida deselacion, inundaba sus pensamientos y se pasaba muche t iempo meditando ante esta obra que, con sus ras-gos a la aguada, trazados con lapiz gruese, introducia una claridad de verde l iquido y ore palido, en medio de la ne-grura in interrumpida de estas laminas y de estos dibujos al carbon. _

    j A h ! j f i l s61o estaba en lo cierto! ^Que eran todas las far-macopeas evangelicas al lade de sus tratados de higiene es-piritual? Schopenhauer no pretendia curar nada, no ofrecia ninguna compensacion, ninguna esperanza, a los enfermos; pero su teeria del p e s i m i s m o " era, en suma, la gran con-soladora de los espiritus selectos, de las almas elevadas. Esta teoria revelaba la sociedad tal come es, insistia sobre la i n -nata estupidez de las mujeres, senalaba sendas y caminos, salvaba de las desilusiones advirtiendo a cada cuni que res-tringiese lo mas posible sus esoeranzas v aue si sp senti'a con fuerzas suficientes, no concibiera n ingun tipe de espe-ranza, contentandose con considerarse feliz si , en memen -tos imprevisibles, no le caen a uno sobre la cabeza enor-mes y peligrosas tejas.

    Habiendose lanzado desde la misma pista de donde par-tia L a Imitacion, la teoria de Schopenhauer desembocaba tambien sobre el m i s m o punto de Uegada: la resignaci6n y el dejar hacer; pero no se desviaba por misteriosos labe-rintos n i por caminos inverosimiles.

  • La admiracion que sentia por Baudelaire no tenia l i m i ->. E n su opinion, hasta ese momento la literatura se ha-i l imitado a explorar la superficie del alma o a penetrar

    sus subterraneos accesibles e i luminados, poniendo de lieve, aca y alia, los yacimientos de los vicios y de las pa-ines , estudiando sus filones y su expansi6n, centrandose, como Balzac, por ejemplo, en el analisis de los estratos del alma poseida por la monomania de una pasion: la ambi-cion, la avaricia, la estupidez paternal o el amor senil.

    Despues de todo, solo se trataba de la excelente salud de los vicios y de las virtudes, del comportamiento sereno de los cerebros conformados segun las normas comunes, de la practica realidad de las ideas corrientes, s in ningun ideal de enfermiza depravacion, s in ningun impulso que los arrastrara mas alia; en resumidas cuentas, los descubri-mientos de los analistas se l imitaban a las especulaciones, buenas o malas, que ya habian sido clasificadas por la Igle-sia; se trataba de una s imple investigacion, de la vigilancia habitual de un botanico que sigue de cerca el desarrollo pre-visto de las floraciones normales de las plantas sembradas e n la tierra natural.

    Pero Baudelaire habia llegado mas lejos; habia descen-dido hasta el fondo de la m i n a inagotable y, metiendose t, por galerias abandonadas o desconocidas, habia descubier- , to esas zonas del alma donde se ramifican las monstruosas vegetaciones del pensamiento.

    A U i , cerca de las profundidades donde subyacen las abe- ; rraciones y las enfermedades del espiritu e l tetanos mis- tico, la fiebre abrasadora de la lujuria, las tifoideas y los v6-mitos del c r i m e n encontro, incubandose bajo la langui-da y sombria campana del hastio, el terrible y espantoso en-vejecimiento de los sentimientos y de las ideas.

    Baudelaire habia revelado la morbosa psicologia del es-p i r i tu que ha llegado a la decrepitud otonal de las sensa-ciones; y habia narrado los sintomas de las almas atormen-tadas por el dolor y privi legiadas por el spleen; habia mostrado tambien la caries creciente de las impresiones, cuando ya se han agotado los entusiasmos y las ilusiones de la juventud, cuando no queda mas que el arido recuerdo de las miserias soportadas, las intolerancias padecidas, y los disgustos sufridos por los espiritus que se sienten o p r i m i -dos por un destino absurdo.

    Baudelaire habia recorrido todas las fases de ese lamen-table otono, observado la criatura humana, d6cilmente i n -clinada a la amargura, habi i para defraudarse, obligando a

    sus pensamientos a enganarse entre ellos, para sufrir me-jor, malogrando por adelantado, gracias al analisis y a la ob-servacion, toda posibil idad de satisfaccion y de gozo.

    Luego, en esa sensibilidad exacerbada del alma, en esa orgullosa crueldad de la reflexion que rechaza el molesto entusiasmo de los gestos de abnegacion y los condescen-dientes agravios de la caridad, veia brotar poco a poco el horror de esas pasiones que se han prolongado durante alios, de esos amores maduros, en los que uno de los aman-tes mantiene todavia vivo su amor y lo entrega con ardor, mientras el otro actua con indiferencia y con recelo, esos amores en los que la monotonia y la lasitud requiere de las parejas caricias filiales cuya aparente ternura parece algo nuevo, y un candor maternal cuya dulzura afianza y pro-porciona, por asi decirlo, el interesante remordimiento de una especie de incesto.

    E n paginas magnificas, Baudelaire ha logrado expresar sus hibridos amores, exasperados por la imposibi l idad en la que se encuentran de llegar a la p leni tud de la felicidad, y esos peligrosos enganos de los estupefacientes y t6xicos a los que se recurre para adormecer el sufr imiento de la vida y aplastar el peso del hastio.

    E n una epoca en la que la literatura atribufa casi exclu-sivamente el dolor de v iv i r a los infortunios de un amor no correspondido o a los celos que se derivan del adulterio, el habia desdenado estas pueriles enfermedades, para son-dear otras llagas mas incurables, mas persistentes, mas pro-fundas, causadas por la saciedad, el desengano y el despre-cio de las almas destrozadas y en ruina, a las que el pre-sente tortura, el pasado repugna y el futuro asusta y desespera.

    Y cuanto mas releia Des Esseintes a Baudelaire, mas apreciaba un encanto especial e indescriptible en este es-critor que, en una epoca en la que el verso solo servia para pintar el aspecto externo de los seres y de las cosas, habia conseguido expresar lo inexpresable gracias a una lengua y a u n estilo vigoroso y solido que, mas que n ingun otro, poseia esa maravillosa capacidad de definir , con una mis-teriosa vitalidad expresiva. los estados rnnrhnsns mas res-baladizos, mas estremecidos, de los espiritus agotados y de las almas tristes y melanc61icas

  • E n el caso de Des Esseintes, este proceso de seleccion ha-bia ido avanzando poco a poco. E n el pasado habia sentido verdadera veneracion por el gran Balzac, pero a medida que su organismo se fue desequilibrando y se fue impo-niendo la sensibilidad de sus nervios, sus preferencias em-pezaron a variar y sus gustos y aspiraciones experimenta-ron una importante transformacion.

    Poco despues, y aunque se daba cuenta de que esta acti-tud resultaba injusta tratandose del prodigioso escritor de La Comedie humaine, habia llegado incluso a no molestar-se mas en abrir sus |ibros cuyo arte, que seguia siendo va-lido, se le hacia insoportable; ahora sentia buUir dentro de el otras aspiraciones mas exigentes, que resultaban, en cier-to modo, indefinibles.

    Sin embargo, profundizando un poco en si mismo, se daba cuenta en pr imer lugar de que, para que una obra le llegara a interesar y a atraer, tenia que poseer ese caracter de extraiia y desconcertante peculiaridad y rareza que re-clamaba Edgar Poe. Pero el se aventuraba todavia mas le-jos por este camino y exigia ademas una gran minuciosi-dad imaginativa y complicadas filigranas de estilo delicado y delicuescente; buscaba una vaguedad inquietante y turba-dora que le permitiera alimentar sus suerios y que pudiera ser adaptada y transformada, a su gusto, en algo mas di fu-so o mas f i rme segiin el estado de animo de cada m o m e n -to. Apreciaba, en suma, una obra de arte por lo que ella era en si misma y por lo que podia aportarle personalmen-te; queria caminar con ella, apoyandose en ella, como sos-tenido por un ayudante, como transportado por un vehi-culo que le permitiera acceder a una esfera en la que las sensaciones sublimadas le produjeran una sacudida inespe-rada, cuyas causas intentaria analizar durante mucho t iem-po e, incluso, en vano.

    P o r ul t imo, desde que abandono Paris , se iba alejando cada vez mas de la realidad y, sobre todo, del mundo con-temporaneo que le causaba una creciente sensacion de ho-rror ; esta profunda aversi6n habia influido forzosamente sobre sus gustos literarios y artisticos, de tal manera que procuraba apartarse lo mas posible de los libros y de los cuadros cuyos temas se centraban exclusivamente en las realidades de la vida moderna.

    i

    Des Esseintes hizo un gesto de aprobacion moviendo la cabeza. Sobre su mesa s6io quedaban ya dos folletos. Indico a su criado que abandonara la estancia y se puso a hojear uno de ios folletos, encuadernado en pie l de onagro, pre-viamente satinada en una prensa hidraulica, decorada a la acuarela con nubes plateadas y provista de guardas hechas con vieja tela de seda cuyos rameados dibujos un poco des-coloridos tenian ese encanto de las cosas marchitas que ha-bia celebrado Mal larm^ en u n delicioso poema.

    _ A v J

    Estas paginas, nueve en total, habian sido extraidas de los ejemplares de los primeros volumenes del Pamasse Contemporain; estaban impresas en pergamino y precedi-das del titulo siguiente: Quelques vers de Mallarme, d i -bujado por u n sorprendente caligrafo con letras unciales, coloreadas y realzadas, como en los viejos manuscritos, con puntos de oro.

    Entre las once composiciones reunidas bajo esta cubier-ta, algunas, como Les Fenetres L'Epilogue, Azur, le atraian de una manera especial; pero entre todas ellas, el fragmento de L'Herodiade le subyugaba, en ciertos mo-mentos, de la misma manera que un extraiio y magico sortilegio.

    jCuantas noches, bajo la luz de la lampara que, con sus resplandores enfocados hacia abajo, i luminaba la silenciosa habitacidn, no se habia sentido levemente rozado y acari-ciado por esa Herodias que, en el cuadro de Gustave M o -reau, ahora sumido en la penumbra, quedaba ligeramente difuminada, no dejando entrever mas que una confusa for-ma de estatua, todavia blanquecina en medio de las brasas apagadas de las joyas!

    L a oscuridad encubria la sangre, hacia languidecer los re-flejos y el br i l lo del oro, entenebrecia los pianos mas leja-nos del templo, anegaba entre sombras a los acompanan-tes del cr imen enterrados en sus colores mortecinos, y, res-petando solamente los tonos blancos de la acuarela, resal-taba con intensidad la desnudez de la mujer haciendola so-bresalir entre las gemas que la envolvian.

    S in poderlo evitar, dir igia su mirada hacia ella, la dist in-guia por sus contornos inolvidables y la veia como si estu-viera v iva , evocando sobre sus labios esos extraiios y dul-ces versos que M a l l a r m e pone en su boca:

    ...O miroir! Eau froide par I'ennui dans ton cadre gelee Que de fois et pendant des heures, desolee Des songes et cherchant mes souvenirs qui sont -G)mme des feuiUes sous ta glace au trou profond, . Je m'apparus en toi comme una ombre lointaine. Mais, horreur! des soirs, dans ta severe fontaine, J'ai de mon reve epars connu la nudite!*

    A d m i r a b a estos versos como admiraba todas las obras de este poeta que, en una epoca de sufragio universal y en unos tiempos en los que impera el afan de lucro, v iv i a ale-jado de los ambientes literarios, resguardado en su desden de la estupidez que le rodeaba, complaciendose, lejos del mundo, en las sorpresas y en los gozos del espiritu, en las visiones poeticas que descubria su cerebro, puliendo y re-f inando pensamientos que ya eran sutiles de por si , injer-tandoles exquisiteces bizantinas, perpetuandolos en deduc-ciones vagamente insinuadas y apenas enlazadas por un hi lo imperceptible "^^

    Anudaba estas ideas, trenzadas y rebuscadas, mediante u n estilo adhesivo, personalisimo y secreto, l leno de frases concentradas, de giros elipticos y de audaces figuras.

    Siendo capaz de captar las mas lejanas analogias, recu-r r ia con frecuencia a un termino que, por una relacion de semejanza, sugeria a la vez la forma, el perfume, el color, la calidad y la bril lantez, para designar u n objeto o u n ser, que habria necesitado numerosos y diferentes epitetos para

    hacer resaltar sus facetas, todos sus matices, si s implemen-te hubiera sido indicado con su nombre tecnico.

    D e esta manera conseguia abolir el enunciado de la com-paracion que se establecia por si sola en el espiritu del lec-tor, por analogia, una vez que este habia captado el s im-bolo evitando asi tener que dispersar la atencion en cada una de las cualidades que hubieran podido presentar, uno tras otro, toda una serie de adjetivos colocados en f i la , y la concentraba en una sola palabra, en un todo, produciendo, como sucede con un cuadro por ejemplo, una impresion unica y completa, la imagen de un conjunto.

    D e esta manera de proceder resultaba una literatura con-centrada, u n jugo poetico esencial, un sublimado de arte.

  • Entre todas ias tormas literarias, la preterida por Des Es-seintes era el poema en prosa. Manejada por un alquimista de talento, esta forma, segun su opinion, tenia que llegar a encerrar en su pequena extension, en estado de of meat, la misma fuerza expresiva de la novela, suprimiendo las d i -gresiones analiticas y las redundancias descriptivas de esta. C o n cierta frecuencia, Des Esseintes se habia dedicado a meditar sobre el inquietante problema de escribir una no-vela concenrrada en pocas frases que contendrian el jugo destilado de centenares de paginas empleadas siempre para configurar y establecer el entorno, trazar los caracteres de los personajes, apoyando la trama en un a i m u l o de obser-vaciones y de hechos secundarios. P o r lo tanto las palabras escogidas serian tan esenciales e insustituibles que supl i -r ian a todo lo demas; e l adjetivo estaria colocado de una forma tan ingeniosa y def ini t iva que nunca podria ser des-plazado legalmente del lugar en el que estuviera situado y abriria tales perspectivas que el lector podria sofiar, duran-te semanas enteras, sobre su significado a la vez preciso y multiple, constataria el presente, reconstruiria el pasado, adivinaria el futuro de los personajes, revelados por la lu -minosidad de ese capitulo linico.

    L a novela, concebida de esta forma y condensada en una o dos paginas, se convertiria en una comunion de pensa-miento entre un magico escritor y un ideal lector, en una colaboracion espiritual emprendida entre diez personas de sensibilidad superior dispersas por todo el mundo, u n deleite a la disposicion de los delicados, accesible a ellos solos.

    E n una palabra, el poema en prosa constituia para Des Esseintes el jugo y la medula de la literatura, el 61eo esen-cial del arte.

    Esta suculencia elaborada o concenrrada en una sola gota se encontraba ya en Baudelaire y tambien en esos poemas de M a l l a r m d que saboreaba con tan profundo placer

    Cuando cerro esta antologia, Des Esseintes se dijo que su biblioteca, que concluia con este u l t imo l ibro, tal vez no aumentaria nunca mas.

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