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- 1 -75 1 más de un mes pasó antes que Des Esseintes encontrase factible sumergirse definitivamente dentro de la paz y silencio en su casa de Fontenay: compras de todo tipo lo mantenían aún deambulando las calles de París, caminando de principio a fin la ciudad. Y aún así, cuan amplias preguntas no asentó, en que tan amplias lucubraciones se adentró antes de finalmente confiar esta nueva casa en las manos de los tapiceros. Hace tiempo él había sido un experto en las combinaciones correctas e incorrectas como también en contrastes de tinturas. En otros días, cuando aún mantenía el habito de invitar mujeres a su casa, había confeccionado una recámara donde, entre muebles Japoneses, cuidadosamente labrados en un tenue amarillo, bajo una carpa simulada de satín color rosa, los tonos de la piel tomaban prestados una tenue, cálida fluorescencia del las luces artísticamente colocadas que relucían a través de las suntuosas telas. Este cuarto, de donde colgaban espejos en cada pared, reflejaban, en todas direcciones, un infinito número de recámaras rosas, gozaba de un gran renombre entre sus numerosas amantes, quienes adoraban bañar su desnudez en éste cálido flujo carmesí entre los olores aromáticos que emanaban de la madera oriental. Pero, lejos de los milagros concebidos por ésta atmósfera artificial a manera de inyección, o por lo menos así lo parecía, daba sangre nueva a las venas cansadas y refrescaba teñidas y cansadas complexiones por el uso habitual de cosméticos y frecuentes noches de amor, también él experimentó en su propia persona, en éste lujoso retiro, especiales sensaciones y peculiares satisfacciones, placeres exagerados y estampados de la manera mas encantadora por recuerdos de días malvados y vejaciones ya pasadas.

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más de un mes pasó antes que Des Esseintes encontrase factible sumergirse definitivamente dentro de la paz y silencio en su casa de Fontenay: compras de todo tipo lo mantenían aún deambulando las calles de París, caminando de principio a fin la ciudad.

Y aún así, cuan amplias preguntas no asentó, en que tan amplias lucubraciones se adentró antes de finalmente confiar esta nueva casa en las manos de los tapiceros. Hace tiempo él había sido un experto en las combinaciones correctas e incorrectas como también en contrastes de tinturas. En otros días, cuando aún mantenía el habito de invitar mujeres a su casa, había confeccionado una recámara donde, entre muebles Japoneses, cuidadosamente labrados en un tenue amarillo, bajo una carpa simulada de satín color rosa, los tonos de la piel tomaban prestados una tenue, cálida fluorescencia del las luces artísticamente colocadas que relucían a través de las suntuosas telas.

Este cuarto, de donde colgaban espejos en cada pared, reflejaban, en todas direcciones, un infinito número de recámaras rosas, gozaba de un gran renombre entre sus numerosas amantes, quienes adoraban bañar su desnudez en éste cálido flujo carmesí entre los olores aromáticos que emanaban de la madera oriental.

Pero, lejos de los milagros concebidos por ésta atmósfera artificial a manera de inyección, o por lo menos así lo parecía, daba sangre nueva a las venas cansadas y refrescaba teñidas y cansadas complexiones por el uso habitual de cosméticos y frecuentes noches de amor, también él experimentó en su propia persona, en éste lujoso retiro, especiales sensaciones y peculiares satisfacciones, placeres exagerados y estampados de la manera mas encantadora por recuerdos de días malvados y vejaciones ya pasadas.

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En aquel tiempo, a manera de odio y desprecio hacia su infeliz infancia, suspendió bajo el techo del cuarto en cuestión, una pequeña caja de alambre plateado en donde mantenía a un grillo para que cante exactamente como lo hacía en tiempos lejanos entre los carbonizados leños metidos dentro de grandes chimeneas en el Castillo de Lourps. Cada vez que escuchaba el sonido, que había escuchado en más de una noche llena de limitaciones y silencio imágenes de todas las miserias de una descuidada e infame niñez dentro del cuarto de su madre, se revelaban ocupando un espacio frente al ojo de la memoria. En esos momentos, levantado de sus sueños por los movimientos de la mujer que en ese momento acariciaba mecánicamente y que con risas y palabras interrumpían sus pensamientos de aquel pasado devolviéndolo a la realidad, ahí, mientras yacía en la recámara rosa, un repentino disturbio sacudiría su alma, una añoranza de venganza hacia las horas sufridas en épocas pasadas, un loco apetito de actos carnales básicos inundaban sus recuerdos con momentos vividos y familiares, una tentación sobrecogedora de sosegar sus inclinaciones lujuriosas sobre el suave colchón del cuerpo de una mujer, para vaciar la copa de sensualidad hasta su último y amargo vestigio.

De nuevo, en otras ocasiones, cuando el desaliento pesaba en su espíritu, cuando en días de Otoño sentía una enferma aversión hacia todo, -- por las calles, por su propia casa, por el asqueroso cielo pintado de lodo, por las nubes que parecían piedras, iría volando a su refugio, columpiaba gentilmente la caja del grillo de un lado hacia el otro y veía el movimiento repetirse ad infinitum en los espejos en su entorno, hasta que por fin se mareasen sus ojos hasta que parecían ver la caja estacionada, pero todo el cuarto daba vaivenes y piruetas llenando el espacio en un aturdidor remolino de paredes rosas.

Después, en los días que Des Esseintes todavía consideraba pertinente jugar al excéntrico, había instalado arreglos elaborados y extraños de muebles y accesorios, divisiones de su salón en una serie de pequeños nichos, cada uno alfombrado y tapizado de diferente manera, y cada uno armonizaba en sutiles apariencias, con más o menos una vaga similitud de tintes, alegres o sombríos, refinados o barbáricos, dándole un carácter especial a los libros que

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amaba ya sea Franceses o en Latín. Y después se acomodaba para leer en cualquiera de estos rincones ostentosos con lo que su decoración o designio correspondiese a lo más justo con la esencia íntima del libro en particular que su capricho le llevase a revisar en ese momento.

Ultimo capricho; había preparado un salón presuntuoso en donde recibir a sus comerciantes. Estos entrarían, juntos tomarían asiento en una fila de bancos de iglesia: después se subiría a un impresionante púlpito y les aleccionaría sobre dandismo, abjurando a sus libreros y sastres para que cumpliesen con la más escrupulosa fidelidad sus comandos sobre el tema de corte y moda, amenazándolos con la pena de excomunión pecuniaria si fallasen en seguir a la letra las instrucciones contenidas en sus advertencias y bula papal.

Tenía una gran reputación como excéntrico,-- una reputación que coronó al adoptar una vestimenta de terciopelo negro con cinturón dorado al borde y una corbata de violetas Parma con prendedor fijada sobre la apertura de una camisa con cuello muy bajo. Después, invitaría a sus amigos literatos a cenas que tendrían a todo el mundo hablando. En una fecha en particular, a modo de entretenimiento, tomando como modelo una cena del siglo diez y ocho, organizó un festín funerario celebrando la más innombrable de las calamidades personales. El comedor estaba tapizado de negro, y tenía vista a un jardín metamorfoseado de manera extraña, las veredas entretejidas hechas con carbón, el pequeño barreño en medio del césped estaba circundado con un anillo de basalto negro y lleno de tinta, y los arbustos ordinarios sobrepuestos por cipreses y pinos. La cena misma estaba servida en un mantel negro, decorado con canastas de violetas y scaboise e iluminado con candelabros en los cuales todos los cirios ardían. Mientras una orquesta ocultada tocaba marchas fúnebres, los invitados eran atendidos por negros desnudos pero calzados, y con calcetines saturados de lagrimas de plata.

Las viandas fueron servidas sobre platos con bordes negros, -- sopa de tortuga. Pan negro Ruso, aceitunas maduras de Turquía, filetes de mula, salchichas de Frankfurt ahumadas, caza servida en salsas coloreadas para semejar agua de liquoriche y betún, trufas en

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gelatina, cremas teñidas de chocolate, budines, nectarinas, frutas en conserva, moras y cerezas. Los vinos eran servidos en copas teñidas oscuras.—vinos añejados de Limagne y Roussillon, vinos de Tenedos, el Val de Penas y Oporto. Después del café y nueces vinieron bebidas inusuales, kwas, cerveza amarga y cerveza negra.

Las invitaciones, que falsamente profesaban ser para una cena en impía memoria de la pérdida (temporal) de virilidad del anfitrión, fueron acuñadas en la fraseología oficial usada para que los familiares atendiesen a las exequias de un pariente sanguíneo muerto.

Pero las extravagancias, que en algún momento habían sido su presunción, murieron de muerte natural; hoy en día, su único sentimiento era el de auto compasión, al recordar aquellos pueriles desplantes excéntricos fuera de moda y,-- ya retirada la ropa extraordinaria que había usado, y las decoraciones grotescas que había elaborado lujosamente en su casa. Su único pensamiento en adelante fue el de arreglar, únicamente para su beneficio propio y ya no para sorprender a otra gente, una casa que debiese ser cómoda, pero al mismo tiempo rica y extraña en sus arreglos, para elaborar artística y artificialmente una exquisita y pacífica morada, especialmente adaptada para la vida solitaria que se proponía llevar.

Lo que deseaba eran colores con un efecto fortalecido y acrisolado por luz artificial; No le importaba si a luz de día parecieren insípidos o crudos, por que vivía prácticamente toda su vida de noche, defendiendo así que un hombre estaba más verdaderamente en casa, más si mismo y su propio amo, y la mente encontraba su excitación real y estimulación efectiva en contacto con las sombras de la tarde; más aún, acogía una satisfacción especial y particular al encontrarse en una habitación brillantemente iluminada, el único lugar vivo y despierto de entre todas las casas que le rodean enterradas en sueño y oscuridad.—un tipo de disfrute no exento de un toque de vanidad, una manera egoísta de gratificación ya conocida por trabajadores que vienen demorados cuando, al abrir las cortinas, notan como todo el mundo en su derredor está inerte, nulo y muerto.

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Lentamente, uno por uno, tamizó los diferentes tonos.

Azul, a luz de vela, asume un tinte verde artificial; si es azul oscuro, como cobalto o índigo, se convierte en negro: si vivo o ligero cambia a gris; puede ser tan verdadero y tenue de matiz como turquesa, pero se ve aburrido, pálido y frío.

En efecto, sólo puede ser utilizado como complemento o ayuda para algún otro color; no puede caber duda en convertirlo en la nota predominante de todo un cuarto.

Por otro lado, los grises metálicos son aún más hoscos y pesados; los grises aperlados pierden su tinte azul y se metamorfosean en un blanco sucio; con respecto a los verdes oscuros, como verde emperador y verde arrayán, sufren el mismo destino que los azules y se convierten en indistinguibles del negro. Solo los verdes pálidos, por lo tanto, conservan su verde pavo real foR instante, o

Los cinabrios y verdes laqueados, pero en su caso la luz de linterna extraen el azul en ellos, dejando únicamente el amarillo, que por su parte muestra sólo un falso y pobre tono, de brillo quebrado.

Y no había ningún caso en pensar en tintes tales como rosa salmón, miase, rosa; su nota afeminada moriría frente a todas las ideas de auto insolación; ni tampoco fueron de valía considerar los violeta, puesto que ellos mudan toda su brillantez a luz de vela, únicamente el rojo se mantiene brillante por la noche,--pero entonces, ¡que rojo! un rojo pegajoso, como wineless de vino, inferior, ¡tinta innoble! Es más, se le hizo bastante superfluo el recurrir a este color, en la medida en que después de beber una pequeña dosis de santonina, un hombre que ve violeta, y se convierte la cosa más fácil del mundo en cambiar la voluntad y nunca alterar el tinte actual de los colgaduras de sus paredes.

Siendo rechazados todos éstos colores, sólo tres quedaron, viz. rojo, naranja y amarillo.

De estos tres, él prefería el naranja, y así confirmando la verdad de una teoría que declaraba ser matemáticamente exacta en su

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correspondencia con la realidad, para la cual una armonía siempre se encuentra entre la constitución sensual de cualquier individuo de un temperamento genuinamente artístico y cualquier color que sus ojos ven en la manera más pronunciada y vívida.

De hecho, si dejamos fuera al lote común de hombres los cuales sus crudas retinas no perciben ni la cadencia peculiar propia para cada color, ni el encanto sutil de sus variadas modificaciones y tonos: igualmente dejando de lado aquellos ojos burgueses insensibles a la pompa y esplendor de los colores fuertes, vibrantes, tomando en cuenta únicamente personas de delicados y refinados órganos visuales, bien entrenados en apreciación por las lecciones de la literatura y el arte, le parecía ser un hecho indudable que el ojo del hombre, entre ellos, el que tiene visiones del ideal, que reclama ilusiones para satisfacer sus aspiraciones, quien anhela velos para esconder la desnudez de la realidad, es generalmente satisfecho y aplacado por el azul y sus tintes afines, tales como maula, lila, gris-perla, siempre y cuando se mantengan tiernos y que no sobrepasen la frontera donde pierden su individualidad cambien hacia violetas puros y grises sin mezclar.

El fanfarrón, el tipo de hombre bocón, al contrario, el pletórico, el sanguíneo, el valiente que sigue adelante, tipos que desdeñan compromisos y caminos alternos hacia su meta y se apresuran a su objetivo, sea cual fuere, perdiendo sus cabezas al primer estallido, éstos, en su mayoría, se deleitan en los sorprendentes tonos de rojos y amarillos, en el estruendoso choque de bermellones y cromos que ciegan sus ojos y sacian sus sentidos.

Por último vienen los tipos de personas, de organización nerviosa y debilitado vigor, quienes, con su apetito sensual anhelan platos altamente sazonados, hombres de frenética y sobre estimulada constitución. Sus ojos casi invariablemente añoran por los más mórbidos e irritantes colores, con sus esplendores artificiales, y brillos febriles,--naranja.

Lo que Des Esseintes escogió finalmente no podría admitir duda alguna; pero indudables dificultades todavía quedaban sin resolver. Si el rojo y el amarillo se acentúan bajo luz artificial, no es siempre el

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caso con su compuesto, naranja, Quien es un tipo cabeza dur, y a menudo se incendia en un carmesí o rojo fuego.

Estudió cuidadosamente a luz de vela todas los diferentes tonos, y finalmente descubrió uno, que pensó, no debería perder equilibrio o se niegue a cumplir los oficios que se le exigían.

Una vez cumplidos estos preámbulos, hizo énfasis en desechar, evitando hasta lo posible, en todo caso en su estudio, el uso de cosas y alfombras Orientales, que en estos días, comerciantes ricos los puedan comprar en tiendas de lujo y de descuento, han llegado a ser del uso común y tan sólo una marca de ostentación vulgar.

Eventualmente decidió en cubrir sus paredes, como las tapas de sus libros, con grano grande de moroco aplanado de las mejores pieles del Cabo, en su superficie, pedazos de pesadas placas de acero debajo de una poderosa prensa.

Una vez completado el panel, hizo puntar las molduras y altos pedestales de un índigo oscuro, una laca azul como la usada por los constructores de carruajes, mientras el techo, que estaba levemente cubierto, también fue tapizado en moroco , dejando ver, cual un magnificado oeil-de-boeuf , enmarcado en piel naranja, un circulo de cielo, por así decirlo, de un rico azul, donde volaban ángeles azules, figuras tejidas de serafines por el gremio de Tejedores de Colonia, hace ya mucho, para un antiguo Papa.

Después que la mayoría estaba completada y arreglada, todos estos varios tintes estaban de un acuerdo en el que no tropezaban en nada; el azul de la madera batió una nota estable que era placentera y satisfactoria para el ojo, apoyada y cálida, por así decirlo, por los tonos naranja de alrededor, que por su parte brillaron con una pura e inmaculada magnificencia, por si sola, y de alguna manera ensalzada por la cercana presencia del azul.

Para los muebles, Des Esseintes no tenía laboriosas o arduas búsquedas por hacer, siempre y cuando el único lujo del apartamento fuesen libros y flores exóticas; mientras, reservándose el derecho para en un futuro adornar las paredes con dibujos y

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pinturas, se redujo en el presente, en acomodar alrededor de casi todo el cuarto repisas y librerías de ébano, pieles de tigre esparcidas y pieles de zorro azul en el piso e instalando cerca de una máquina de cambio de dinero del siglo quince, varios sillones de asiento hondo y respaldo alto, junto a un viejo farol de iglesia de hierro forjado, uno de esos viejos escritorios donde el decano del momento ponía la antífona y que ahora soportaba el peso de uno de los ponderosos volúmenes del Glossarum medare et imfimae Latinitatis de Cange.

Las ventanas, en las cuales los vidrios eras burdos y semi-opacos, con tinte azulado como matiz y con muchos de los paneles colmados con fondos de botella, las protuberancias elegidas con falda escocesa, no permitían vistas del mundo exterior y solamente dejaban pasar una tenue y “religiosa” luz. Estaban más oscurecidas por cortinas hechas de viejas estolas sacerdotales, el pálido oro bordado y apagado en un fondo templado, casi rojo y sin tono.

Para completar el efecto general, arriba de la chimenea, su pantalla hecha de una suntuosa trama de dalmática Florentina, en medio de dos custodios de cobre dorado al estilo Bizantino, que originalmente provenía del Abbaye aux-Bois en Bievre, estaba erguido un tríptico maravillosamente forjado, cada uno de los paneles tallado por separado con un delicado encaje hecho a mano; estos contenían, resguardado entre vidrios, metido en triple marco con vitela real, en hermosas letras de misal y adornado con exquisita iluminación, de derecha a izquierda, tres piezas de Baudellaire, los sonetos llamados “La Muerte de los Amantes” y “El Enemigo”, en medio el poema en prosa con título en Inglés de “Anywhere out of the World”.

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Después de la venta de sus bienes de la casa, Des Esseintes mantuvo a los dos viejos sirvientes que habían cuidado de su inválida madre, y entre ellos llenaron la doble tarea de factotum general, y medio portero en el Castillo de Lourps, Este último estuvo, hasta la fecha en ser puesto en venta, vacío y desatendido.

Se llevó consigo a Fontenay este par de domésticos ya amoldados para hacerla de enfermeros, entrenados con los hábitos metódicos de un custodio de hospital, acostumbrados para administrar en horas fijas cucharadas llenas de dosis de medicina y terapias físicas, subyugados en la rígida quietud de monjes enclaustrados, cerrados a toda comunicación con el mundo exterior, contentos en pasar sus vidas entre puertas y ventanas siempre cerradas.

La tarea del marido era en tener los cuartos limpios y salir por las provisiones, la cocina era tarea de la esposa. Su amo cedió el primer piso de la casa para sus habitaciones, les hizo usar zapatos de terciopelo grueso, tenía puertas dobles con sus bisagras bien aceitadas y cubrió el piso con alfombra gruesa para evitar escuchar el menor ruido de sus pasos sobre el piso de arriba.

Después se ingenió unos códigos de señales con ellos, fijando el significado preciso del sonido de su campanilla, muchos o pocos, largos o cortos, y reservó un espacio en su escritorio donde el libro contable debía de ser colocado cada mes; de hecho, se hizo de cada posible destreza para evadir la obligación de hablar o verlos lo menos a menudo de lo estrictamente indispensable.

Aún más, como la mujer tiene que cruzar por enfrente de la casa para ir a la bodega externa donde se almacena la madera, y tenía resuelto no sufrir la molestia de ver su habitual apariencia exterior, le mandó hacer un vestido de grogam Flamenco, con un juego blanco y una gran capa negra para cubrir cara y cabeza, tal como los Beguinas lo usan hasta la fecha en Ghent. La sombra de este suave deslizamiento en el crepúsculo le daba un sentir conventual, recordándole aquellos asentamientos pacíficos y píos, aquéllos abates en soledad, silenciosos y enterrados fuera de la vista en la

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esquina de la bulliciosa y ajetreada ciudad.

También fijó las horas de la comida, de acorde a un horario invariable; en efecto, su mesa era de lo más simple y llano, la tenuidad de su digestión no le permitía ya consentir festines pesados y elaborados, desayuno de dos huevos hervidos, pan tostado y té; después, la cena a las once; solía tomar café, algunas veces té o vino en la noche y finalmente se entretuvo con un poco de cena cerca de las cinco de la mañana, antes de dormir.

Estas comidas, que los detalles del menú fueron dispuestos de una vez por todas al comienzo de cada temporada del año, lo ponía sobre una mesa en medio de un cuarto pequeño que comunicaba con su estudio por un corredor acolchonado, herméticamente cerrado sin permitir olor ni sonido que penetrase de uno al otro de los dos apartamentos que servía de conexión.

El comedor en cuestión, parecía la cabina del capitán con techo de madera con columnas arqueadas, su mampara y piso de oyamel, su pequeña apertura de ventana atravesaba la madera como si fuese un ojo de buey tal como en el costado de un barco.

Como aquellas cajas Japonesas que caben una dentro de la otra, éste cuarto estaba insertado dentro de uno más grande.–el auténtico comedor fue diseñado por un arquitecto.

Este último apartamento tenía dos ventanas; una de ellas ahora invisible, escondida por la mampara de una pared divisoria, la cual, sin embargo, podría ser removida al tocar un manivela, para que aire el fresco pueda ser acogido a circular libremente alrededor y dentro del recinto de pino; la otra era visible, situada exactamente opuesta al ojo de buey incrustado en la madera, pero estaba enmascarada de una manera peculiar, un gran acuario llenando el espacio entre el ojo de buey y la ventana real en la pared fija de la casa. Entonces la luz de día que penetraba dentro de la cabina tenía primero que pasar a través de la ventana exterior, los paneles, los cuales habían sido reemplazados por una sola hoja de espejo simple, después, a través del agua y por último a través del cristal del ojo de buey, el cual estaba permanentemente fijo en su lugar.

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A la hora en que el vapor del samovar se postraba en la mesa, el momento en que el sol de Otoño se ponía en el oeste, el agua del acuario, insípido y opaco durante el día, se enrojecía, y aventaba destellos fieros como de un horno resplandeciendo sobre las paredes de color tenue.

Algunas veces en la tarde, si Des Esseintes estaba despierto a ésa hora del día, abría las llaves conectadas por medio de un sistema de pipas y conductos que ayudaban al tanque a vaciarse y rellenarse con agua fresca, y después, al vaciar unas gotas de esencias entintadas, podría disfrutar a sus anchas todos los tintes, verdes o grises, plata u opalitos, que los verdaderos ríos asumen de acorde a las condiciones variables de la temporada y el agua.

Hecho esto. Podría verse a si mismo en el entrepuente de un bergantín, mientras miraba con curiosidad a un banco de ingeniosos peces mecánicos atados que nadaban al compás del reloj, pasando por la ventana del ojo de buey, y que se mecían enredados entre plantas artificiales; en otros momentos, mientras inhalaba el fuerte olor a alquitrán impregnado en el cuarto entero, antes de entrar, examinaba una serie de litografías a color sobre las paredes, del tipo que uno veía en las oficinas de barcos de correo y agencias de embarque, que representan barcos de vapor con ruta a Valparaíso o al Río de la Pata., junto, placas enmarcadas con los itinerarios del servicio del Correo Real de empacadores de vapor, y de las variadas Líneas Marítimas, precios de los cargueros y puertos de entrada de los barcos del correo Trasatlántico.

Después, cuando se cansaba de consultar estas tablas de tiempo, descansaba sus ojos observando una colección de cronómetros y compases marinos, sextantes y divisores, binoculares y cartas marítimas esparcidas en la mesa, donde un solo libro resaltaba, encuadernado en moroco verde-marino, las “Aventuras de Gordon Pym”, especialmente impreso para su placer en papel de lino puro, escogido a mano, con una gaviota de filigrana.

De último recurso, volteaba su mirada sobre una camada de cañas de pescar, redes teñidas de café, rollos de velas color bermejo, un

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ancla miniatura hecha de corcho pintado de negro, todas amontonados cerca de la puerta que comunicaba con la cocina por medio de un pasaje acolchonado, igual al corredor que unía al comedor y el estudio, de tal manera que absorbía cualquier tipo de olores y ruidos molestos y desagradables.

Por estos medios se procuraba, sin dejar nunca su casa, en un momento casi instantáneo, todas las sensaciones de un viaje; largo el placer de moverse de lugar a lugar, un placer, que en efecto, casi no existe a menos que sea en recuerdos, casi nunca como un mero disfrute al momento del viaje actual, esto lo podía saborear del todo a su antojo, sin fatiga o preocupación, en esta cabina improvisada, con su orden desordenado, y su transitoria apariencia y arreglo temporal, correspondían lo suficientemente puntuales a sus visitas fugaces, y el tiempo tan corto de sus comidas, mientras ofrecía un contraste absoluto con su cuarto de trabajo.—un punto fijo y final, un lugar de costumbre y sistema establecido, un cuarto manifiestamente hechizo para el disfrute definitivo de un pequeño encierro de placer y ocio. De hecho, le parecía fútil y un gasto de energía el viajar, cuando, así lo creía, la imaginación era perfectamente competente para llenar el espacio de la vulgar realidad de hechos prosaicos, En su mente era muy posible satisfacer todos los más difíciles antojos supuestamente más duros de satisfacer bajo las condiciones normales de vida, y esto apenas por un insignificante subterfugio, por una mas o menos cercana simulación al objeto cargado por estos deseos. En consecuencia, es un hecho suficientemente bien sabido que en estos días, el Epicúreo que frecuenta esos restaurantes que tienen una reputación por la excelencia de sus cavas, está real y verdaderamente gratificando su paladar al tomar cosechas raras artificialmente manufacturados del común vino barato tratado gracias a los métodos de M. Pasteur. Ahora, ya sean genuinos o falsos, estos vinos tienen el mismo aroma, el mismo color, el mismo bouquet, por consiguiente el placer experimentado bebiendo estos ficticios brebajes retocados, es absolutamente idéntico con la satisfacción que se disfrutaría al beber el puro, no sofisticado licor, ahora imposible de procurarse aún con su peso en oro.

Transferir esta artística sofisticación, este astuto sistema de

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adulteración, dentro del mundo del intelecto, no cabe duda que podamos, y así de fácil dentro del mundo material, disfrutar el gusto, placeres tan Pentecostés y ficticios como el verdadero; sin duda, por ejemplo, un hombre puede emprender largos viajes de exploración sentado en su silla junto al fuego, ayudando, si es necesario, a su recalcitrante o perezosa imaginación, por la lectura concienzuda de algún trabajo descriptivo de viajes en tierras distantes; no hay duda que es muy posible.—sin nunca moverse de París.—para obtener la impresión saludable de baños solares, en dos palabras, todo lo que se requiere en éste último caso es simplemente caminar en el “Bain Vigier”, en un flotador amarrado justo ahí en medio del Sena.

Ahí, simplemente salando tu baño y mezclándolo con agua, de acuerdo a la fórmula prescrita por la farmacopoeia, un compuesto de sulfas y soda, hydrochiorate o magnesia y limón; sacando de una caja cuidadosamente asegurada por una tapa de rosca, una bola de mecate o pedazo de cuerda comprada para éste propósito en uno de ésos grandes emporios de comerciantes marinos, donde, en sus enromes bodegas y sótanos que apestan al salado olor del océano y de los puertos marinos: al inhalar éstos olores que el mecate o cuerda están obligados a retener; al examinar una foto realista del casino y leyendo laboriosamente la “Gía Joanne” describiendo las bellezas de las hermosuras del hotel de playa donde te gustaría estar; dejándote llevar por las olas levantadas en el baño por los barcos de vapor que pasan cuando se acercan al baño de tu flotador, escuchando el lamento del viento mientras se agrupa a través de los arcos de los puentes y el sordo retumbo de los camiones que pasan a dos metros de tu cabeza cerca del Port Royal; simplemente digiriendo y haciendo éstas simples cosas, la ilusión es innegable, perfecta; estás tan bien como a la orilla del mar.

Todo el secreto está en saber cómo arreglárselas, ser capaz de concentrar la mente en un solo punto, obtener en suficiente grado la abstracción para producir la alucinación necesaria y así sustituir la visión de la realidad por la realidad misma.

A decir verdad, el artificio era, en la filosofía de Des Esseintes, la marca distintiva del genio humano.

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Como él solía decir. La naturaleza ya tuvo su momento; ya ha agotado definitiva y finalmente, por la enferma monotonía de sus paisajes, a los temperamentos refinados. Cuando todo ya esté dicho, ¡que romance tan estrecho y vulgar lo es todo!, como una hermosa vendedora rematando artículos o bienes excluyendo a todos los demás; que tienda tan cansosa de campos verdes y árboles hojeados, ¡que fatigada colección de lugares comunes de montañas y mares!

De hecho, ni una sola de sus invenciones, consideradas tan sutiles y maravillosas, que la ingenuidad de la raza humana no pueda crear; no hay Bosque de Fontainbleau, ni encantador paisaje a la luz de luna que no pueda ser reproducido por escenarios iluminados por luz eléctrica; no hay cascada que no pueda ser imitada con la apropiada aplicación de hidráulicos, hasta el punto que no haya distinción de la copia al original; no hay corte de montaña que una tela pintada pueda representar adecuadamente; no hay flor, que con sedas bien escogidas y tiras finas de pape,l pueda manufacturar su parecido.

Si, no se puede negar, ella está en su senilidad y ha agotado desde hace mucho tiempo la ingenua admiración del verdadero artista; ha llegado la hora, sin duda, en que sus producciones deban ser superadas por el arte.

¿Por qué? Tomando uno de todos sus trabajos considerado como el más exquisito, una de las creaciones que su belleza es por consentimiento general considerada la más original y más perfecta.—mujeres, a saber, ¿el hombre no ha, por su propio error y sin ayuda, manufacturado una viva, todavía un organismo artificial que sea a la jota el igual desde el punto de vista de belleza plástica? ¿Existirá en este mundo nuestro un ser, concebido en las alegrías de la fornicación y nacido entre los dolores de la maternidad, el modelo, el tipo del cual es más deslumbrante, más magníficamente hermoso que aquél de las dos locomotoras adoptadas recientemente para el servicio del Ferrocarril del Norte de Francia?

Una, la Crampton, una rubia adorable, de estridente voz, cintura esbelta, con su brillante corsé de bronce, su flexible gracia felina, una rubia bella y fascinante, la perfección de la cual su encanto es

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casi terrible cuando, endureciendo sus músculos de acero, vertiendo su sudor de vapor hacia sus lados calientes, comienza a hacer rodar su perfecto circulo de ruedas elegantes y se desprende una cosa viva de rápido “Express” del especial de carreras a la orilla del mar.

La otra, la Engerth, una enormemente construida, morena oscura, de expresiónes recias en tono, con gruesos lomos, de punta en blanco con armadura de placa de hojas de acero, una grandiosa con melena despeinada de remolino de humo negro, con sus seis pares de ruedas alineadas, que poder tan sobrecogedor cuando, retumbando la tierra misma, deliberadamente lenta, el voluminoso tren de vagones de víveres.

O una certeza, entre las mujeres, frágil, bellezas de piel blanca, encantadoras, no se encuentran tipos consumados de esbeltez delicada y de fuerza terrible. Podríamos decir sin miedo a contradecirnos; el hombre lo ha hecho, con su provincia, como también del Dios en el que cree.

Pensamientos como éstos le venían a la mente de des Esseintes en momentos cuando la brisa llevaba a sus oídos el lejano silbido del tren criatura que emprende de ida y vuelta entre París y Sceany, Su casa estaba a una caminata de unos veinte minutos de la estación de Fontenay, pero la altura en la cual se encontraba, y su situación aislada, la mantenía completamente desafectada por los ruidos y agitación de las viles masas que son inevitablemente atraídas los domingos por la cercanía de una estación de tren.

Hablando de la villa misma, casi no la había visto. Sólo de noche desde su ventana, ha mirado sobre el paisaje silencioso los trechos en los pies del monte, que en su colina se levantan las empalizadas del Bois de Verrieres.

En la sombra a diestra y siniestra, se alzaban otras masas apenas visibles, adornando con terrazas la colina y dominadas por otras fortificaciones lejanas, los altos revestimientos que parecían a luz de luna como bañados con pigmento plateado dentro de un fondo de cielo oscuro.

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La planicie acostada en la sombra emitida por las colinas, en el centro, donde caía la luz de luna, parecía esparcida con almidón y manchada con crema fría; en el aire cálido que ventilaba la hierba pálida que traía consigo un perfume sabroso, los árboles parados claramente en silueta con sus hojas lanudas y delgadas ramas, que lanzó barras de sombras a través de la caliza tierra proyectó con piedrecillas que brillaban como fragmentos de vajilla rota.

El aire artificial, paisaje algo teatral que era del gusto de Des Esseintes: pero después de esa única tarde se dedicó a la búsqueda de una casa en la aldea de Fontenay, nunca más transitó sus calles a luz de día. De hecho, el grito verde de este distrito no le inspiraba interés alguno, sin ofrecer si quiera el delicado, melancólico encanto encontrado en la lamentable vegetación enferma que tiene una empalizada tan agria para vivir en los montones rojos de lugares suburbanos cerca de las murallas.

Además, en ese día memorable, su mirada atrapó a unos ciudadanos barrigones con bigotes sueltos e individuos vestidos elegantemente y llevando su cabeza en alto, como si fuesen algo sacrosanto, evidentemente magistrados u oficiales militares; y después de tal visión, su usual horror hacia la cara humana se acentuó aún más.

Durante el último mes de residencia en París, en el período, cuando completamente desilusionado, deprimido por hipocondría, carcomido por mal humor, había llegado a tal campo de irritabilidad nerviosa que la simple vista de un objeto no placentero o persona desagradable era profundamente esculpida en su cerebro, y eran necesarios varios días para borrar la impresión, aún en un menor grado, de la figura humana que había tomado forma en sus más tormentosas agonías cuando pasaba por casualidad en la calle.

De hecho, sufría positivamente dolor al mirar a cierto tipo de cara, lo resentía casi como insultos las condescendientes o impertinentes expresiones de particulares rostros, se sentía tentado en golpear las orejas de tal y tal valioso ciudadano que caminaba cerca con sus persianas a medio cerrar y un aire magisterial, a otro que estaba parado moviendo su bastón y admirándose en la ventana de una tienda, o aún otro, que parecía estar ponderando el destino del

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universo, mientras absorbía con cejas levantadas las notas y chismosos párrafos de su periódico mañanero.

Olía tal profundidad de estupidez, tal odio vívido de todos sus ideales, tal desprecio por la literatura y el arte y todo lo que él mismo adoraba, implantados y profundamente fijados en los precarios cerebros de éstos comerciantes preocupados exclusivamente por ardides y avaricias, y únicamente accesibles a la distracción innoble, que de por sí sola atraen a mentes malvadas, la política, que se apresuraría furioso de regreso a su casa a encerrarse con sus libros.

Lo peor de todo, aborrecía con todos sus poderes de odio el nuevo tipo de hombres hechos a si mismos. Los apestosos aburridos que se sienten obligados en hablar a gritos y reírse escandalosamente en restaurantes y cafés, quienes te codean, sin pedir disculpas, o en la calle que, sin una sola palabra de excusa amable, o por lo menos una reverencia, manejan las ruedas de un go-kart para niños entre tus piernas.

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UNA división de las repisas fijadas contra las paredes de su cuarto de trabajo naranja y azul estaba ocupada exclusivamente por trabajos en Latín,--aquellos trabajos los cuales mentes broken in a los convencionalismos escuchando año tras año a las miserables enseñanzas de Escuela y Colegio que los lecturers designan bajo el nombre genérico de “Decadencia.”

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La verdad es que el lenguaje Latín, como fue escrito en el período en el cual los profesores letrados todavía persisten en llamarlo la “Época Dorada,” levantaban en casi nada su interés. Ese idioma, confinado con Duch límites estrechos, con su cuenta cuidadosa, casi invariables turns of phrase, sin suppleness de sintaxis, sin color o sombra y luz; ése idioma, planchado parejo en cada seam pliegue, pruned de la rugged pero muy a menudo pintoresco de épocas anteriores, podría en un pinch enunciar las pompous nulidades, los vagos lugares comunes repetidos ad nauseam por los retóricos y poetas de esos días, pero tan faltos en originalidad, tan instintivamente tediosos, , que debemos, en nuestros estudios de lenguaje y literatura, acercarnos al estilo Francés de la época de Louis XIV, para encontrar uno tan voluntariamente emasculado, tan solemnemente cansado y sapless.

Entre otros autores, el gentil Virgilio, aquél al cual ushers de Escuela le llaman el Cisne de Mantua, presuntamente por que no nació en ésa ciudad, le parecía el más terrible de los pedantes, unos de los más diézmales twaddlers que la Antigüedad jamás produjo; sus pocilgas de pastor, todas lavadas y beribboned, de turno en turno vaciando sobre la desafortunada cabeza del lector sus slops de versos fríos y sentenciosos, su Orfeo al que compara con un nightingale llorando, su Aristaeus blubbering sobre abejas, su Aeneas, aquel débil de rodillas, personaje fluido que acecha, como una sombra de figura en un show, con gestos de madera detrás del ill fitted y mal aceitada pantalla de poema, le llenó reside himself con exasperación. Bien pudo, indeed, soportar con éste fiddle faddle que estas marionetas intercambian a manera de device de escenario; también pudo disculpar los impudentes plagios perpetrados a Homero, Theocritus, Ennius, Lucretius, el flagrante robo que Macrobius nos develó de todo el segundo libro de la Envida, copiado casi palabra por palabra de un poema de Pisander, pudo haber perdonado, de hecho, todo éste indescriptible dullness de éste ferrago de versos prestados; pero lo que le revolvía el estómago más que nada era el falso ring de aquellos hexámetros, con su pequeño tinkle como el rattle de una olla quebrada, con sus altos y bajos pesados por kilo de acuerdo a las inalterables leyes de una prosa pedante y barren; era el marco de éstas tiesas y formales líneas que estaban más allá del bearing, con su sello oficial y cringing

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subserviance a la gramática apropiada, éstos versos, cada uno disectados bisected mecánicamente por una caesura inmodificable, después stopped off en la cola, siempre precisamente de la misma manera, por un toque táctil frente a un spondee final.

Prestado del sistema cast iron perfeccionado por Catallus, ésa scheme métrica invariable, inexorable, rellena de verbo inútil y interminables amplificaciones, un array de ingeniosos contrived pegs cada uno acomodándose en su correspondiente y agujero esperado, aquel pobre truco del Homérico “epíteto parado, standin epithet” arrastrado de vez en vez sin rima ni razón, todo aquel scanty vocabulario con su dull, tonos llanos, eran un tormento a su sensibilidad.

Sería justo agregar, que si su admiración por Virgilio era únicamente lukewarm y que su apreciación por las ligeras lucubraciones de Ovidio eran no sólo tibias, la desgracia que sentía por los elefantinas gracias de Horacio, el twaddle de este inmitigable lout que smirs a su audiencia con la cara pintada y jests villanos de un superannuated payaso, era ilimitado.

En prosa, su entusiasmo no era ni un meñique más grande por las figuras redundantes y digresiones sin sentido del “Chick Pea” (Cicero); el braggadocio de sus apostrofes, el claptrap de sus interminables appeals a el patriotismo, el énfasis exagerado de sus harangues, la ponderan cía de su estilo, bien comido y bien carnoso, pero run to fat y devoid de huesos y médula, la basura intolerable de sus adverbios sonoros abriendo cada oración, la estructura monótona de sus portly períodos atados awkwardly a cada uno por un hilo de conjunctions, peor CPU todo sus hábitos cansinos wearisome de tautología, eran poco menos atractivos para él. Cesar de nuevo era un poco más de su gusto, por toda su reputación a lo conciso; el suyo era el exceso opuesto,--una aridez tan seca como el polvo, una mortal dulness, una unseasonable constipación de frase que passes belief.

Al fin de todo esto era que no encontraba pabulum mental ni entre estos escritores ni entre esa otra clase que aún forma parte de los académicos diletantes,--Sallus, quien indeed es menos insípido que

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el resto; Livy, sentimental y pomposo; Seneca, turgid y jejune; Suetonius, linfático y horrifico; Tacitus, el más nervioso en su estudiada conciso , el más mordaz el más sinuoso de todos. En poesías, Juvenal, a pesar de algunas líneas concebidas con vigor, Persius, a pesar de sus misteriosas insinuaciones, ambos le dejaban frío. Neglecting Tibullus y Propertius, Kuintilian y los dos Plinies. Statius, Marcial de Bilbilis, Terence aún y Plautus, cual jargon, lleno como es de neologismos, inventaba palabras y diminutivos, le hubiese complacido, si no su bajo wit y coarse jocosidad le repelían, Des Esseintes sólo comenzó a interesarse en el lenguaje de Roma con la aparición de Lucan, con quien took on un rango más amplio, convirtiéndose desde entonces más expresivo y menos áspero; la labor workmanship del autor, su verso, veneered con enamels, studded tinkling sonoridades, sus brillan teces metálicas, no ocultó enteramente de sus ojos la vacuidad de pensamiento del autor y lo vacío de sus sind-bag frases que plump fuera del carcase del “Pharsalia.”

El escritor al que realmente amaba y le hizo reject para siempre de entre los libros que leyó, Lucan y sus períodos sounding sonoros, era Petronio.

Petronio era un agudo observador, un analista delicado, un delineador maravilloso; calmadamente, y sin prejuicios, sin animosidad, describió la vida diaria de Roma, situando en los pequeños y vívidos capítulos del Satyricon las maneras, costumbres y morales de su día.

Anotando los hechos como iban ocurriendo, anotándolos en un positivo blanco y negro, él disclossed la trivial, existencia de cada día de la comonalidad, sus incidentes, sus bestialidades, sus sensualidades.

Aquí tenemos al inspector de Lodgings llegando a anotar los nombres de los viajeros que apenas llegaban; allá, es un burdel donde los hombres están prowling alrededor de mujeres desnudas paradas junto a placards dando el nombre y el precio, mientras entre las puertas entreabiertas de los cuartos las parejas pueden verse en la work; en otro lugar de nuevo, ahora en casas de la campiña llenas de

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lujuria insolente, entre una loca display de riqueza y ostentación, ahora entre tabernas llenas de pobreza con sus camas-pallet rotas llenas de pulgas, la sociedad del período hace su carrera,--debauched cut-purses como Ascyltos y Eumolpus on the look out por un poco de suerte; viejos wantons del sexo masculino con sus tucked-up gowns y mejillas emplastadas con ceruse y acacia rojo; mininos de dieciséis, pluma y con cabeza rizada: mujeres frenéticas de histeria; legacy cazadores ofreciendo a sus niños y niñas para gratificar los lujuriosos caprichos de hombres ricos; todo esto y más galopan a través de las páginas, peleas en las calles, deseándose en los baños, belabour cada uno con fisticuffs como los personajes de una pantomima.

Todo esto contado con extraordinario vigor y precisión de color, en un estilo que toma prestado de cada dialecto, que cribs palabras de cada lenguaje importado a Roma, fue rejects todas las limitaciones, rompe con todas las fetters de la llamada “Época de Dorada,” fue hace a cada hombre hablar su idioma peculiar—hombres libres, sin educación, el Latín vernáculo, el caló de las calles; fuereños, su lingo bárbaro saturados con expresiones Africanas. Griegas. Sirias; pedantes idióticos, como el Agamemnon del Satyricon , una retórica de palabras inventadas. Toda esta gente son dibujadas con un lápiz libre, agachados alrededor de un comedor, intercambiando la conversación idiota de gipsy revellers, dichos saws de mouthing dotards y proverbios sin pointless, todos los ojos viendo a Trimalchio, el anfitrión, fue sentado de picking sus dientes, ofrece la chamber-pots compañía, discursos de sus incides, rogando a sus invitados fue se sientan en casa.

El romance realista, ésta rebanada cortada de la vida diaria de Roma, sin ningún reparo, diga lo fue diga la gente, ya sea reformando o satirizando la sociedad, sin ningún propósito moral o idea moralizadora, esta tale,-- no hay intriga ni acción en ella,--trayendo ante el lector las aventuras amorosas de prostitutos, analizando con calm adress las penas y alegrías de estas parejas amorosas, depicting en un lenguaje wrought hasta la perfección de una pieza del trabajo de un trabajador del oro, , goldsmith sin fue el escritor se muestre asi mismo, sin una palabra de comentario, sin una sola frase de aprobación o dissaproval de los deeds y

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pensamientos de los personajes, los vicos de una civilización decrépita. Un Imperio cayendo en la ruina, rivetted la atención de Des Essenteines; vio en los refinamientos de su estilo, el keeness de su estilo, una curios analogía con las tres o cuatro novelas Francesas fue podía digerir.

Podemos estar seguros que amargamente lamentó la pérdida de Eustión y de Albutia, los trabajos por Petronius mencionados por Planciades Fulgentius, pero ahora vanished sin ninguna posibilidad de recuperar; sin embargo, su lado bibliófilo vino a consolar al académico, mientras fondled en manos reverent el ejemplar que le pertenecía de una superb edición del Satiricon, la edición octavo con fecha de 1585 impreso por J. Dousa en Leyden.

Después de Petronius, su colección de autores en Latinos llegaron al Siglo Dos de la era Cristiana, saltándose sobre el declamador Fronto, con sus añejas vueltas de frase y sus mal ajustadas, mal boleadas polished estilo, dejando por un lado las Noctes Atticae de Aulus Gellius, su discípulo y amigo, una mente sagaz e inquisitiva, pero como escritor embarrassed por un estilo pegajoso y glotonous,-- sólo deteniéndose cuando llegó a Apuleius, los edito princepts del cual poseía el folio del autor impreso en Roma en 1469.

Este retórico Africano era su deleite; el lenguaje Latín estaba seguramente en su mejor forma con él, desenrollándose en un amplio y copioso flujo, alimentado por muchos ríos tributarios de todas las provincias del Imperio, y combinando todos estos elementos diferentes para formar un extraño, exótico dialecto, jamás soñado antes; en sus nuevos manierismos, nuevos detalles de la sociedad Latina encontraron expresión en nuevas vueltas de frase, inventadas con el estrés de la conversación en una pequeña villa Romana en una esquina de África. Es más, la bonhomía del hombre,--era un gordo, compañero jovial boon, no puede caber duda de ello,-- y la exuberante y sangre cálida de su naturaleza sureña tickled la fancy de nuestro héroe. Tenía el aire de un gay y genial camarada, nada de mealy-mouthed de ningún modo, junto con los apologistas Cristianos, sus contemporáneos,--el soporífero Minutius Felix, un pseudo clásico, lalding out in his Octavius Cicero´s heavy periods, grown heavier than ever, o aún el mismo Tertulliano, a quien guardó

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en sus repisas más que nada tal vez por la ediciónAldine de sus trabajos que por amor a la matter.

Tan bien equipado como lo estaba en disquisiciones Teológicas, las argumentaciones de los montañistas en contra de la iglesia Católica, las polémicas de los últimos en contra del gnosticismo, le dejaron frío; así que, a pesar del estilo preciosista de Tertuliano, rigurosamente comprimido, lleno de kuibbles y amphibologies, basados en el uso liberal de participios, enfatizados por antitesis continúes, retacado de puns y juegos de palabras, variegated con palabras prestadas por la jurisprudencia y la dicción de los padres Griegos, casi ya nunca abría la Apologetica o la Tractate en Patience; lo más que hizo fue hojear una o dos páginas del De Cultu Feminarum, en el cual Tertuliano le carga al sexo el no bedeck a en sus personas con joyas y cosas preciosas y por lo tanto intentando corregir o mejorar la Naturaleza.

Estas ideas, precisamente las opuestas a las suyas, le hacían sonreír; aunque la parte que jugó Tertuliano como Bishop de Cartago le parecían tan sugerente a la manera de ensueños placenteros. En una palabra, era en realidad el hombre más que sus trabajos lo que le atraía.

Vivió, de hecho, en tiempos tormentosos, en un período de estrés, miedo y strain, bajo Caracalla, bajo Macriuns, bajo aquél personaje amazing, el Sumo Sacerdote de Emessa, Elagabalus; y él continuaba calmado y quieto escribiendo sus sermones, componiendo sus tratados dogmáticos, preparando sus apologías y homilías, mientras el Imperio Romano estaba tottering en sus foundations, mientras los frantic follies de Asia y los vicios foul del paganismo estaban en su peor punto; él predicaba con un aire de self posesión abstinencia carnal , frugalidad en la dieta, sobriedad en el vestido en el mismo momento en que, treading en polvo de plata y arena de oro, su cabeza coronada con una tiara, su robes studded con piedras preciosas, Elagabalus trabajaba, entre sus eunucos, en womens stacks, llamándose así mismo con el título de Emperatriz y cada noche acostándose con un nuevo Emperador, escogiéndolo de los ranas de los Barberos de la cortey scullions, o de los charioteers del Circo.

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Éste contraste le deleitaba; y el lenguaje Latín, después de obtener una madurez suprema en Petronius, comenzaba a desmoronarse; la literatura de la Cristiandad reclamaba su lugar, trayendo nuevas ideas y nuevas palabras consigo, construcciones no familiares, verbos extraños, adjetivos de far fetched significados, nombres abstractos, hitherto extraños en la lengua Romana, y del cual, Tertuliano fue uno de los primeros en introducir su uso.

Sólo esta degeneración, la cual fue carried further después de la muerte de Tertuliano por sus discípulos San Cipriano, por Arnobius, por el lodoso Lactantius, era eminentemente unnatractive. Era un decaimiento gradual, lento e incompleto, marcado por awkward attempt en regresar el énfasis de los períodos Ciceronianos, todavía sin poseer esa raciness especial que en el Cuarto y aún más en los Siglos posteriores el olor del Cristianismo le daría a la lengua Pagana así como se descompone poco a poco, akuires un aroma más fuerte de decay, tirando pieza por pieza a pedazos pari passu con el desmoronamiento del mundo Antiguo, con el colapso, antes del avance de las hordas Bárbaras, de los Imperios podridos por la putrescente de las Eras.

Sólo un poeta Cristiano, Commodian de Gaza, podría ser encontrado en su librería como un representante del arte del Tercer Siglo. El Carmen Apologeticum , escrito alrededor del 259 A.D., es un compendio de re e conuct, tortrado dentro de acróstica, compuesto en hexámetros crudos, dividido por una caesura copiando la moda del verso heroico, pero sin poner atención a la cantidad de las reglas de hiatos y frecuentemente eked out con rimas del tipo que el Latín eclesiástico después ofreció numerosos ejemplos.

Estos versos sombríos, strained, con su toque de salvajismo, lleno de expresiones, comunes vernáculas, de palabras deflected de su original significado, le resultaban atractivas, le interesaban aún más que el estilo, sobre maduro y ya decadente, los historiadores Ammianus Marcellinus y Aurelius Victor, del escritor de cartas Symmachus y del compilador y gramático Macrobiur; hasta los prefería a las líneas, correctamente escaneadas y la variegated y superbly pintoresca dicción de Claudian, Rutilius y Ausonius.

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Estos eran en sus días los maestros de su arte; llenaron al Imperio dying con sus swan songs,--el Cristiano Ausonius con su Cento Nuptialis y su copioso y elaborado poema sobre la Moselle; Rutilius, con sus himnos a la gloria de Roma, sus anatemas en contra de los Judíos y en contra de los Monjes, su itinerario de Cisalpine Gaul, donde de vez en cuando se las manages en render algunos aspectos de las bellezas de la naturaleza, el vago encanto de los paisajes reflejados en el agua, los espejismos del rocío, los vapores volátiles de las cumbres de las montañas.

Después está Claudian, un tipo de avatar de Lucan, quien domina todo el Siglo Cuarto con su terrorífico clarión de su verso—un poeta que forjó un hexámetro sonoro, batiente, entre lluvias de chispas, el correcto epíteto de un trancazo, attaining una cierta grandeza, llenando su trabajo con un puissant aliento de vida. En el Imperio del Oeste cayendo más y más en ruinas, entre la confusión de los desastres repetidos que le sobrecogen fall upon it, uncheked por la constante amenaza de invasión por los Bárbaros ahora empujando en hordas a las puertas mismas del Imperio con sus bolts y barras rompiéndose bajo la presión, él revivifica la Antigüedad, canta a la violación de Proserpine, lays on his brilliant collours, sigue con todos sus fuegos encendidos en el gathering gloom que se está overspreading al mundo.

El Paganismo revive en él, sonando su última fanfarria, levantando a su último gran poeta más arriba de la Cristiandad que de éste día en adelante será la que sumerge al lenguaje y para siempre después ser el árbitro absoluto y maestro de poesía,--con Paulinius, pupilo de Ausonius, con el padre Español Juvenous, guíen parafrasea el evangelio en verso, con Victorinus, autor del Macchaboei , con SanctusBurdigalensis, quien en una Eclogue copiada de Virgilio hace de los herdsman Egon y Buculus deplorar las maladías de sus flock. Después éstos fueron seguidos por toda la serie de Santos,--Hillary de Poitiers, campeón de la fe de Nicaea, el Athanasius del oeste, como era llamado; Ambrosius, autor de indigeribles homilías, el wearisome Cicero Cristiano; Damasus, fabricador de epigramas cortados y pulidos como piedras preciosas; Jerome, traductor del

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Vulgata, y su adversario Vigilantius de Comminges quien ataca la worship de los Santos, el abuso de milagros y la práctica de ayunos, y que ya predica, usando argumentos que las eras seguirán repitiendo de la una a la otra, en contra de votos monásticos y el celibato del clergy.

Por fin, en el Quinto Siglo, viene Augustine, Bishop de Hippo. A él Des Esseintes lo conocía demasiado bien, por que é era el escritor de entre todos los demás más reputed por la Iglesia, el fundador de la ortodoxia Cristiana, el teólogo al que los demás Cristianos le regard como a un oráculo, una autoridad soberana. El resultado: nunca más abrió sus libros, albeit había celebrado, en sus Confesiones, sus desilusiones con este mundo y con gruñidos y píos contrición; en su Civatis Dei, emprendió to assuage el woeful distress de la era con promesas seductoras de mejores cosas por venir en una vida futura. En los años en el que era un devoto teólogo, ya era un hombre cansado, saciado con sus propios sermones y jeremiadas, cansado de sus teorías sobre predestinación y gracia, cansado por sus peleas en contra de los schisms. A Des Esseintes le gustaba más engullirse dip en la Phsychomachia de Prudentius, el inventor del poema Alegorico, destinado más tarde a florecer ininterrumpidamente en la Edad Media, o los trabajos de Sidonius Apollinaris, whose correspondencia, repleta de sallies, puntos de wit, arcaísmos, enigmas, le atraían. Estaba siempre dispuesto a leer sus panegíricos, wherein, en apoyo a sus pomposas alabanzas, invocaba a las Divinidades del Paganismo, y a pesar de su buen juicio, no podría si no reconocer una debilidad por las afectaciones y significados escondido e estos poemas ensamblados por un mecánico ingenioso enamorado de su máquina, aceitando escrupulosamente sus partes movibles, y está preparado at a pinch en inventar nuevas tan complicadas e inútiles como las anteriores.

Después de Sidonius, de nuevom se mantuvo en términos familiares con el panegirista Merobaudes; Sedulius, autor de poemas rimados e himnos alfabéticos de los cuales la Iglesia se ha apropiado de unas porciones para incorporar en sus oficios; Marius Victor, con su oscuro y discal tratado en la Perversidad de las Morales encendida aquí y allá por líneas que glitter como fósforo; Paulinius de Pella, el poeta de

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aquella producción helada el Eucharisticon; Orientus, Bishop de Auch, quien en los distichs de su Monitoria rails a la licencia de las mujeres, cuales caras, declara, destruye a las naciones.

El interés que e Des Esseintes sentía en el lenguaje latín permenació tan fuerte como nunca inclusive ahora cuando, corrompido de cabo a rabo, se colgaba de un carcass decadente, perdiendo sus miembros, destilando su pus, a penas manteniendo, en la utter corrupción de cuerpo, unos pocos pedazos sonoros sound que los Cristianos abstrajeron para preservarlos en la sal pickle de su nuevo dialecto.

La segunda mitad del Siglo Quinto llegó, el período appaling cuando problemas innombrables afligían al mundo. Los Bárbaros estaban ravaging la Galia; Roma, paralizada, saqueada por los Visigodos. Sintió su vida congelada con sus venas viendo a sus dying miembros, el Este y Oeste, batallando en un mar de sangre, creciendo más y más cansada día a día.

Dentro de la desilusión generalizada, amid los asesinatos de Cesares que follow close on each other´s heels, amid the aproar slaughter que se desenrolla de fin a fin de Europa, un hurrah salvaje rompió forht, aterrorizando los corazones de los hombres, y ahogando todos los demás sonidos. En las orillas del Danubio, miles de hombres, montados en pequeños caballos, envueltos en abrigos de pieles de rata , tártaros hideous con inmensas cabezas, narices planas, barbillas cubiertas con heridas y llagas, jaundiced, caras sin pelo, están rushing down, welter-skelter en las provincias del Bajo Imperio, avasallando todo en el whirlwind de su avance.

La civilización desapareció en la polvareda de su galopar, en el humo de sus fuegos. Oscuridad cayó en el mundo y la gente temblaba en consternación mientras escuchaban al temido anfitrión rushe by en un sonido de trueno. Las hordas de Hunos barrió sobre Europa, precipitándose en la Galia, para ser sobre overwhelmed en las planicies de Chàlons donde Aëtius heaped up su cabeza en una matanza temible. La tierra estaba gorged de con sangre,--un mar de púrpura rolling; doscientos mil cuerpos barred en el camino y rompió la onrush de esta avalancha que, turned aside, cayó como thunderclap en Italia, whose ciudades arruinadas llameaban hacia el

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cielo como tantos fired hay-ricks.

El Imperio del Este se desmoronó bajo el shock; la vida en extinción que aún arrastraba en decrepitud y corrupción estaba extinta. El último fin del universo indeed parecía cerca de la mano; las ciudades por las que Atilla pasó eran diezmadas por plaga y famine. La lengua latina, también parecía perishing entre las ruinas de un mundo

Los años se desenrollaban; presently los idiomas Bárbaros crecieron regularmente, comenzaron a emerger de sus uncouth sobres, para desarrollarse en verdaderas lenguas; el Latín, rescatado dentro del cataclismo general por los Monasterios, era limitado a las Casas Religiosas y curas seculares.Sólo aquí y allá aparecieron uno poetas, versificadores fríos, difíciles,--el Africano Dracontius con su Hexamerón; Claudius Mamert, con sus poemas litúrgicos; Avitas de Viena; después presently biógrafos, tales como Ennodius, quien relata el milagro de San Epiphanes, el accute y venerado diplomático, el upright y pastor vigilante, como Eugippus, quien recorded para nosotros la vida incomparable de San Severín, el ancorita misterioso, el asceta humilde, quien apareció como un ángel de la misericordia a las naciones en luto, locas de dolor y miedo; y e nuevo escritores como Veranius del Gevaudan, quien compuso un pequeño tratado en Continencia, como Aureliano y Ferreolus quienes compilaron cánones de Iglesia; historiadores como Rtotherius de Agde, afamado por la Historia de los Hunos, ahora perdida.

Trabajos de los siglos sucesivos eran pocos y más far between en las repisas de Des Esseintes. Aún así el Siglo Sexto estaba representado por Fortunatus, Bishop de Poitiers, whose himnos y la Vexilla Regis, hacked out de los carcase antiguos del lenguaje Latín, y saborizado por las aromáticas especias de la Iglesia, haunted sus pensamientos en certain días; por Boetius Gregory de Tours, y Johanndes. Después, en el Siglo Séptimo y Octavo, innasmuch as, (encima y arriba del Bajo Latín de los Cronistas, tales como Fredegarius y Pablo el Decano, y versos comprised en la Antifonaria Bangor, un himno en el cual, el único que forma un acrostic y tiene una y la misma rima que acaba cada línea, compuesta en honor a San Comgill, la ojeaba de vez en cuando), la literatura contemporánea era casi exclusivamente

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confinada a la vida de los Santos,--la leyenda de Santa Columba por el cenobita Jonás y aquélla del Bendecido Cuthbert compilada por el Venerable Bede de las notas de un monje anónimo de Lindisfarne, se confinaba en turning over a momentos odd las páginas de éstos Hagiografos y re leyendo extractos de las Vidas de San Rusticula y San Radegonde, relacionados, el primero former por Defensorius, Sinodite de Ligugé, el segundo alter por la modesta y simple de corazón Baudonivia, una monja de Poitiers.

Sin embargo, ciertas singulares producciones de literatura en Latín, en tierras Anglo Sajonas eran más de su gusto; estaban, for instance todas las series de los enigmas de Aldhelm, de Tatwine, de Eusebius, aquellos herederos del manto de Symphosius, y en especial las adivinanzas compuestas por San Boniface en forma de acrósticos, donde la respuesta está dada por las letras iniciales de cada stanza.

Su predilección creció cada vez menos hacia el in e esto o Siglos; desde luego encontrando un pequeño placer en la prosa ponderosa de los Latinistas Carlovingianos, los Alcuins y Eginhards, se contentaba a si mismo, by way de especimenes del lenguaje del Siglo Nueve, con el cronista anónimo de San Gall, con Freculf y Reginon, con el poema del siege de Paris indited por Abbo Le Courbé, con el Hortulus, el poema didáctico del Benedictino Walafrid Strabo, que con su canto devotyed a la glorificación de la calabaza, símbolo de fecundidad, encantaba a su sentido del humor. Otro favorito era el poema de Ermold el Negro, celebrando los exploits de Louis le Débonnaire, un poema escrito en hexámetros regulares, en un severo, estilo negro, con una dicción de acero templado en aguas monásticas, con hilos aquí y allá de sentimiento embebed en el metal duro; a aún otro, el Vividus Herbarum, un poema de Macer Floridus en simples, fue le deleitaban particularmente por sus recetas poéticas y las virtudes extraordinarias que le atribuye a ciertas hierbas y flores,-- a la aristolochia o birthwort, por ejemplo, que mezclado con carne y puesto como plasta sobre el abdomen de una mujer es infalible específicamente para fue dé a luz a un varón, o la borage, la cual sprinkled en una infusión alrededor de un comedor, asegura fue los invitados estén completamente contentos, o el peony, la raíz pounded fue cura jaquecas para siempre, o el fennel, fue, aplicada al vientre de una mujer, clarifica su defecación y

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estimula la sluggishness de sus períodos menstruales.

Con excepción de algunos volúmenes especiales, no clasificados, algunos trabajo, modernos o sin fecha, cabalísticos, médicos y botánicos, sundry odd tones de la Patrología de Migne, preservando poemas Cristianos fue no se pueden encontrar en ninguna otra parte, y la Antología de Poetas Menores Latinos de Wernsdorff, con excepción de Meursius, el manual de Erotología Clásica de Forberg, la Moechiología y la Diaconals para el uso de Padres Confesores, los cuales bajaba de las repisas para despolvarlos en largos intervalos, con estas excepciones, su colección de Latín se detuvo con el comienzo del Siglo Décimo.

Por que verdaderamente la kuaint originalidad, la compleja simplicidad de la Latinidad Cristiana había así mismo llegado a su fin. Henceforth el fiddle faddle de los filósofos y académicos, las vanas mákuinas lógicas de los Estudiantes, reinaban con maestría indisputed. Las masas sooty de crónicas y libros de historia, las laden lumps de las Cartularios, se levantaban en cada vez más altas montañas, mientras la stammering grace, la clumsy pero menuda simpleza exquisita de los Monjes poniendo en un pío hotchpotch las rélikuias poéticas de la Antigüedad ya no eran más, la fabricación de versos de dulzura refinada, de sustantivos con olor a inciensos, de kuaint adjetivos, formados roughly de oro, en el bárbaro, fascinante gusto de joyería Gótica, terminó. Las ediciones viejas, fondly cherished por Des Esseintes, llegaron a un fin,-- y haciendo un brinco prodigioso sobre los siglos, llenó el resto de sus repisas con trabajos modernos, vernáculos que, déles de la progresión lenta de las eras, llego súbitamente al Francés del presente.

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UN CARRUAJE se detuvo en una tarde ante la casa de Fontenay. Como e Eseintes nunca recibía visitantes; como ni el cartero se venture dentro de estos precintos desiertos, nunca ni un periódico, reseña o carta para depositar ahí, los sirviente hesitated, preguntándose así mismos si debieran abrir. Pero presently, at the repetidas llamadas de la campana afuera de la pared jalada con una mano vigorosa, fueron tan lejos hasta dejar de lado el judas let dentro de la puerta; hecho esto, vieron a un Caballero del cual todo su pecho estaba cubierto de la cintura al cuello, con un vasto buckler de oro.

Le informaron a su amo, quien estaba en el desayuno.

“By all means,” dijo él, “dejen entrar al Caballero”,-- por que recordó en una ocasión darle su dirección a un lapidary para que el señor pueda entregarle un artículo que había ordenado.

El Caballero entró, hizo una reverencia y depositó en el comedor, en el piso de pino pitch, su escudo de oro, que se meneaba de atrás adelante, levantándose un poco y extendiéndose de un cuello como de serpiente una cabeza de tortuga que al instante la metió de regreso por debajo de su concha shell.

Esta tortuga fue el resultado de un capricho que se lo ocurrió a Des Esseintes un poco antes de salir de París. Observando un día un tapete Oriental con gleams iridiscentes de color y siguiendo con sus ojos los glints silvery que ran across la web de lana, sus colores eran de un amarillo opaco y un violeta plum, se dijo así mismo: sería un gran experimento poner sobre este tapete algo que se moviera en el

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profundo tinte del cual extraer y acentuar estos tonos.

Poseído por esta idea, caminaba al azar por las calles; llegó al Palais-Royal, y frente a la ventana de chevet se le struck en su frente,--una enorme tortuga met his eyes there, en un tanque. Compró la criatura; después, una vez suelta en la alfombra, se sentó frente a ella y la miró, screwing up sus ojos.

¡Alas! No había duda, el hue de la cabeza-negra, el tono crudo suena de la concha shell demed el sheen del tapete en vez de extraer los tintes: los gleams dominantes de plata ahora apenas se mostraban, clashing con los tonos fríos de zinc scraped junto a su duro, dull caparazón.

Se gnawed sus uñas, buscando una manera de reconciliar estas discordancias, para prevenir prevent esta absoluta incompatibilidad de tonos. Por fin descubrió que su noción original de prender los fuegos de la cosa por los movimientos en vaivén de un objeto oscuro sobre ello era un error; el hecho del asunto fue que, el tapete era demasiado brillante, demasiado crudo, se veía muy nuevo. Sus colores no eran suficientemente suavizados y bajados de tono; la cosa ere revertir el expedient propuesto, de matar los tintes, de stiffle them por el contraste de un objeto brillante que debiese matar todo a su alrededor, casting el flash de oro sobre el pálido sheen de plata. Mirándolo así, el problema era de fácil solución. Accordingly resolvió tener la espalda de la tortuga pintada glazed over con oro.

Una vez de regreso del joyero guíen lo tomó para borrad it en su taller, la bestia blazer como un sol en esplendor, arrojando sus rayos flashing sobre el tapete, el cual tenía sus tonos débiles y fríos en comparación, looking for all the World como una targe visigoda inlaid con escalas brillantes scales, el trabajo manual de un artesano Bárbaro.

Al principio Des Esseintes estaba encantado son el efecto, pero soon llegó a la conclusión que ésta gigantesca joya estaba simplemente medio terminada, que no estaría realmente perfecta y completa hasta que estuviese incrustada con piedras preciosas.

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Seleccionó de una colección de curiosidades Japonesas un diseño que representaba un gran manojo de flores saliendo de un tallo delgado, lo llevó a un joyero, sketched out un borde para encerrar este bouquet en un marco ovalado, e informó al dumbfounded lapidary que cada hoja y cada pétalo o las flores debían ser ejecutadas en piedras preciosas y montadas en la escala actual de la tortuga.

The choice de las piedras le dejó en pausa; el diamante ya era demasiado hackneyed ahora que cada hombre de negocios llevaba uno en su dedo meñique; las esmeraldas y rubíes Orientales son menos degradadas y dart fine, flashing lights, pero eran demasiado reminiscent de aquellos ojos verdes y rojos que brillan como head lights en ciertas línea de omnibuses de París.; los topacios, quemados o crudos, son piedras baratas, queridos por humildes amas de casa que adoran cerrar un joyero dentro de un cupboard de vidrio; de otro tipo, la amatista, albiet la Iglesia le ha dado algo de carácter sacerdotal, es aún una piedra spoilt por su uso frecuente para ornamentar las orejas rojas y manos bulbons de las esposas de carniceros quienes están a fain a un costo modesto para bedeck sus personas con joyas genuinas y pesadas. Sólo entre todas estas, el zafiro mantiene sus fuegos inviolables, unharmed por el folla de comerciantes y Money grubbers. La brillantez de su fuego que sparkles desde un frío, limpid background tiene hasta cierto grado garantizado contra defilement su discreta y alta nobleza. Pero desafortunadamente bajo luz artificial sus brillantes flamas no brillan más; el color se sumerge en sí mismo y parece que se va a dormir, sólo para despertarse y sparkle al amanecer.

No, ninguna de estas piedras satisfizo a Des Esseintes; además, todas eran demasiado civilizadas, demasiado familiares. Prefería otras, más unstartling y fuera de lo común. Sorts. Después de manosear muchas de ellas y dejándolas trickle a través de sus manos, finalmente escogió una serie de piedras, algunas reales, algunas artificiales, la combinación de éstas debería de producir una armonía, a la vez fascinante y desconcertante.

Combinó juntas varias partes de este bouquet de esta manera; las hojas fueron dispuestas con piedras de un fuerte y definitivo color,--

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chrysobelys, verde espárrago; peridots, leek verde; aceitunas, verde aceituna, springing de tallos de almandine y ouvarovite de rojo púrpura, gemas aventando un sparkle de una clara, brillo seco como las incrustaciones de tartar que brillan en el interior de barricas de vino.

Para los blossom que estaban aislados, lejos del tallo, usó un azul cenizo, rejecting, however, definitivamente el turquesa Oriental usado para broches y anillos, y que, junto con la perla común y el odioso coral para el deleite de almas vulgares; seleccionó únicamente aquellas turquesas Europeas que, estrictamente hablando, son sólo un marfil fósil impregnado con infiltraciones de cobre y que su azul marino profundo es pesado, opaco, sulfuroso, como jaundiced con bilis.

Hecho esto, ahora podía proceder en incrustar los pétalos de tales blossoms como crecían en medio del bunch, aquellas más cercanas al tallo, con algunas piedras translúcidas, que poseen un vidrioso, sheen enfermizo con febriles, bursts de fuego vívido.

Tres gemas, y sólo tres, empleó para este propósito,--ojo de gato Celyion, cymophanes y saphirines.

Todas ellas eran piedras que flashed con misteriosos, brillos incalculables, dolorosamente sacados de su helado interior de su sustancia turbia,--el ojo de gato de un gris verdoso, stripped con venas concéntricas que parecían estar endowed con movilidad, para stir and shift en cada instante de acuerdo a cómo cae la luz; el cymophane con waterings azuladas running a través de el hue lechoso del que parece flotando dentro; la saphyrine que enciende azules, fuegos fosforescentes en un dull, background de café chocolate.

El pedrero tomó notas y medidas cuidadosas del exacto lugar donde las piedras iban a ser puestas. “¿Y las orillas de la concha?” le preguntó presently a Des Esseintes.

El alter pensó de primera en un borde de opalitos y hydrophanes. Pero estas piedras, interesantes como lo son por sus variaciones de

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color y cambios de brillo, son demasiado difíciles y no confiables para manejar; la opalito tiene una sensibilidad kuite reumática, el juego de sus brillos es enteramente modificada de acorde al grado de humedad, y de frío y calor, mientras el hydrophane no tiene fuego, se rehúsa a en encender el glow gris de su hoguera excepto en el agua, después de haber sido mojada.

Finalmente se decidió por piedras que sus hues se suplementa en cada una,--el hyacinth de Compostela, rojo mahogany; la aguamarina, verde mar; el rubí balass, rosa vinagre; el rubí Sudermania, color pale-stale. Su juego comparativamente feble de colores serían suficientes para hacer brillar el deadness de la dull, concha gris, mientras leaving su valor total al brillante bouquet de blossoms enjoyados quienes enmarcaban en un delgado garland de esplendores inciertos.

Des Esseintes estuvo gazing a la tortuga donde estaba lay huddled en una esquina del comedor, flashing fuego bajo una tenue luz a medias.

Se sintió perfectamente feliz; sus ojos intoxicados con los esplendores de éstas flores flashing en flamas enjoyadas against el background dorado. Después, a la contra de su costumbre, le dio apetito y metía sus rebanadas de pan tostado embarrado de excelente mantequilla dentro de una taza de té, una blend impecable de Si-a-Fayoun, Mo-you-tann y Khandassky,--tes amarillos, importados desde China hasta Rusia por caravanas especiales.

Este perfume líquido que tomaba en tazas de porcelana Oriental conocida como egg-shell china, son tan delgadas y transparentes; del mismo modo, tal y como no tendría nada que decir de ninguna otra salvo ésta dainty ware, rehusaba usar como platos y dishes nada más que artículos de genuina silver-gilt antigua, una trifle usada para que la plata underlying muestre aquí y allá un poco bajo el oro firme, dando un tierno, old World-look como de algo esfumándose en una quieta muerte de exhaustion.

Después de tragar su último bocado lleno, regresó a su estudio, whither he directed a un sirviente a traer la tortuga, quien

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obstinadamente declinó en hacer el menor esfuerzo towards hacia locomoción.

Afuera caía la nieve. En las lámparas, arabescos de hielo reflejaban en las ventanas oscuras y el hoar-frost brillaba como cristales de azúcar en los panes de vidrio de botella speckled con oro.

Un silencio profundo envolvió la pequeña casa que dormía en la oscuridad.

Des Esseintes estaba perdido en sueños; la leña quemándose en el Herat llenaron el cuarto de vapores calientes, stifling, y presently abrió la ventana a medias.

Como una overhanging canopy of reversed ermine, el cielo se levantó frente a él, una cortina negra dappled con blanco.

Un viento helado soplaba, que envió a la nieve en rizos frente a él y rápidamente reversed éste primer arreglo de blanco y negro. El cielo retornó al correcto blasón heráldico, se convirtió en un verdadero ermine, blanco dappled con sable, donde el negro de la noche se mostraba aquí y allá a través del manto generalmente blanco de copos de nieve en descenso.

Cerró la ventana de nuevo. Pero éste repentino cambio, sin ninguna transición intermedia, del calor tórrido del cuarto al frío invierno le dio un shock; Se sentó de nuevo junto al fuego y pensó en tragarse una dosis de espíritus para restaurar su temperatura corporal.

E puso en camino hacia el comedor, donde en un descanso en una de las paredes, una cupboard estaba contrive, conteniendo un fila de pequeños barriles, ranged lado a lado, descansando en miniatura tocas de sandalwood y cada una pierced con un spiot e parte en la parte inferior.

Et coerción de casks de licor e llamaba su órgano bucal. Un pequeño rod estaba so arranged a to connect todos los spigots juntos y

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enabled them para ser turned por uno y el mismo movimiento, siendo el resultado, una vez instalado el aparato, sólo era necesario tocar un ve escondida el panel para abrir todos los pequeños conductores simultáneamente y así llenar con licor las pequeñas copas puestas debajo de cada tap.

El órgano estaba ya abierto. Los stops, etiquetados “flauta,” “horn,” “vox humana,” fueron jalados hacia fuera, listos para usarse. Des Esseintes World imbibe una gota aquí, otra allá, otra en otra parte, tus tocando sinfonías en su economía interna, produciendo en su paladar unas series de sensaciones análogas a aquellas donde la música gratifica al oído.

Indeed, cada serie de licores correspondían, so he held, al gusto con el sonido de un instrumento en particular. Curasao seco, for instance. Era como el clarinete con su shrill, nota aterciopelada; kummel como el oboe, con su timbre sonoro y nasal; crema de menta y anís como la flauta, al mismo tiempo dulce y poignant, whinning y blando. Después, para completar la orquesta, viene el kirsch, soplando un trueno de trompeta salvaje; ginebra y whisky, ensordeciendo al paladar con sus rudos outbursts de cometas y trombones; licor de brandy, blaring con el abrumador choque de tubas, mientras el estruendo peals of los platillos y al gran tambor, beaten might and main, son reproducidos en la boca por los rakis de Chios y las mastics.

También estaba convencido de que la misma analogía podría llegar más lejos, cuartetos de instrumentos de cuerda podrían ser contrived para jugar con el arco del paladar, con el violín representado por un brandy añejado, delicado y heady, mordiente y de tono limpio; con el alto, simulado por el ron, más robusto, más rumbling, más pesado en el tono; con vesperto, long-drawn, patético, tan tierno y triste como un violoncelo; con el doble bajo, de cuerpo lleno, sólido y negro tan fina, cerveza amarga. Uno hasta podría, si ansioso de tener un quinteto, y también otro instrumento,--el arpa, haciendo mímica con aproximaciones suficientemente cercanas por el sabor keen, la nota plateada, clara y autosuficiente, de comino seco.

No, la similitud fue aún más lejos, analogías no sólo de calidades de

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instrumentos, pero en claves que se encontrarían en la música de los licores; entonces, para mencionar sólo un ejemplo, figuras Benedictinas, por decir, la clave menor correspondiente a la clave mayor de los alcoholes con la lista de precios de los comerciantes de vino indicada bajo el nombre de Chartreuse.

Tese assumptions una vez granted, llegó al grado, gracias a una largo camino de experimentos eruditos, cuando podía ejecutar en su lengua una sucesión de melodías sin voz; marchas funerarias sin sonido, solemnes y stately; podría escuchar en su boca solos de crema de menta, duetos de vesperto y ron.

También tuvo éxito en transferir a su paladar selecciones de música real, siguiendo el motof del compositor paso a paso, rendering su pensamiento, sus efectos, sus sombras de expresión, por las combinaciones y contrastes de licores aliados, por aproximaciones y cunning mezclas de brebajes.

Alunas veces, de nuevo, componía piezas suyas, World perform sinfonías pastoriles con el gentil blackcurrent ratafia que ponía a su garganta a resonar con las notas mellow de warbling nightingales; con el dainty cacao-chouva, que cantó madrigales dulcemente azucarados, ditties sentimentales como los “Romances d’Estelle”; o el “¡Ah! Vous di-rai-je maman,” de días pasados.

Pero esta noche, Des Esseintes no tenía el deseo de “probar” las delicias de la música; se remitió a sonar una sola nota en el teclado de su instrumento, llenando un pequeño vaso de whiskey Irlandés y llevándoselo para disfrutarlo at leisure.

Se sentó en su silla y lentamente saboreó éste espíritu fermentado de oats y barley—un fuertemente marcado, casi un sabor envenenado de creosote difuminado a través de su boca.

Poco a poco, mientras bebía, sus pensamientos siguieron las impresiones que despertaron en su paladar, y estimulado por el sabor sugerente del licor, levantó por una fatal similitud de sabor y olor recuerdos semi-obliterated de hace años.

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El ácrido, sabor carbólico recordó forzosamente la misma sensación que llenó su boca y quemó su lengua mientras los dentistas trabajaban en sus encías.

Una vez en esta rota, sus recuerdos, primero wandering vagamente entre todos los diferentes practicantes con quienes tuvo que lidiar, llegó a un punto, convergiendo en una del número total, la memoria excéntrica de los procedimientos que se gravaban con un énfasis particular en su memoria.

La cosa sucedió hace tres años: atrapado en medio de la noche con un dolor abominable de muelas, hizo todo lo que hace un hombre en esos casos,--amarrando sus quijadas con tela de algodón, estrellándose con los muebles, dando vueltas en su cuarto como un hombre loco.

Era una muela que repetidamente se había stopped, ya no tenía cura; sólo los fórceps del dentista podrían terminar con su miseria. En una fiebre agónica, esperó a la luz del día, resueltamente firme en aguantar la operación más atroz si así le pudiese poner fin a sus sufrimientos.

Aún deteniéndose las mandíbulas entre sus manos, se preguntó que hacer. Los dentistas que frecuentaba eran practicantes bien formados a los cuales no se les podía ver en cualquier momento sin una cita previa; una cita debe de ser concordada desde antes, una cita. “Eso está fuera de cuestión, no puedo esperar”, se dijo; y resolvió ir al primer dentista que pudo encontrar, recurrir a cualquier común, sacamuelas de clase baja, uno de aquellos tipos con puños de acero, quienes, ignorantes como sean en el arte (un arte poderosamente inútil, sea dicho de paso) de atender dientes podridos y en detener los agujereados, saben cómo extirpar con rapidez sin paralelo, el más obstinado stumps doloroso. Lugares tales abiertos al amanecer, y no hay sala de espera. Por fin las siete de la mañana. Salió disparado de la puerta, y recordando un nombre de Duch un mecánico llamándose dentista y viviendo en la esquina de una calle del vecindario, se apuró thither, mordiendo su pañuelo y deteniendo sus lágrimas de la mejor manera posible.

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Llegó al frente de la casa, la cual tenía un enorme letrero publicitario de madera, donde el nombre “Gatonax” saltaba en enormes letras amarillas en un fondo negro y dos pequeños cases glazed donde dientes artificiales estaban acomodados en líneas simétricas en encías rosas unidas por springs mecánicos de brass wire, se detuvo recuperando su aliento, el sudor bajando por las sienes; un espasmo horrífico le sacudió, un escalofrío recorrió su piel,--¡y vean! Llegó el alivio, el dolor se detuvo, el diente dejó de doler.

Se detuvo irresoluto en el pavimento. Pero eventualmente controló su terror, subió por una escalera oscura, subiendo cuatro escalones a la vez hasta el tercer piso. Ahí encontró en una puerta una placa ennamelled repitiendo con letras azul cielo la misma leyenda como en el letrero de abajo. Sonó la campana; después, appalled por los grandes blotches rojos de expectoration que vio en los escalones, de repente dio la media vuelta, resuelto a soportar dolores de muelas toda su vida, cuando un temeroso chillido llegaron a sus oídos a través del partición e hicieron echo en el well de la escalera, clavándolo en aquel punto en un trance de terror, mientras al mismo instante una puerta se abrió y una mujer mayor le rogó que entrara.

La vergüenza le ganó al miedo; se le llevó a un comedor; después otra puerta se abrió ruidosamente, dejando entrar a un formidable grenadier de hombre, vestido con un frock coat y pantalones negros que parecían carved en madera. Des Esseintes lo siguió dentro de un santuario interior.

A partir de ese momento sus sensaciones habían sido vagas. Confundido recordó dropping en una silla ante una ventana, y stammering out, mientras se ponía un dedo en el diente: “Ha sido detenido stopped ya; me temo que no hay nada que hacer.”

El hombre detuvo su explicación peremptorily, insertando un enorme dedo forefinger dentro de su boca; después, murmurando algo de debajo de sus puntiagudos bigotes laqueados, había tomado un instrumento de la mesa.

Thereupon comenzó el drama. Sosteniéndose de los brazos de la

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mesa de operación, Des Esseintes sintió una sensación de frío en su mejilla, después sus ojos vieron tres docenas de velas al mismo tiempo, y fueron tales las torturas que aguantaba, que comenzó a batir el suelo con sus pies y bellowing como un animal bajo el cuchillo de slaughtering.

Hubo un fuerte crujido, la muela se había roto mientras salía; pensó que le arrancaban la cabeza, aporreando su cráneo; perdió todo control de si, aulló a lo más alto de su voz; peleó furiosamente contra el hombre que ahora llegaba hacia él de nuevo como si fuese a meter su brazo hasta el fondo de su estómago; tomó un paso hacia atrás y levantando el cuerpo del paciente por el diente todavía pegado a su quijada, le dejó caer violentamente en una postura sentada dentro de la silla; al siguiente momento estaba parado bloqueando la ventana, y puffing y panting mientras brandished al final de sus pinzas un diente azul con un rojo

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SIMULTANEAMENTE con su craving de escapar un odioso mundo de restricciones degradantes y pruderies, la añoranza de nunca más ver pictures representando a la forma humana toiling en París entre cuatro paredes o rumiando las calles en busca de dinero, obtuvo más y más un completo dominio sobre su mente.

Una vez divorciado de la existencia contemporánea, resolvió sufrir en su celda de ermitaño ningún espectro de viejas repugnancias y disgustos bygone; accordingly escogió poseer pinturas de un sutil, refinamiento exquisito, instintivo con sueños de la Antigüedad, podría ser reminiscente de corrupción anticuaria, pero de cualquier

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manera remoto de nuestro tiempo y maneras modernas.

Seleccionó para el divertimento de su mente y el deleite de sus ojos trabajos de encanto sugestivo, introduciéndose en un mundo no familiar, revelándole rasgos de nuevas posibilidades, removiendo al sistema nervioso con fantasías eruditas, complicados sueños de horror, visiones de careless wickedness y crueldad.

De todos los demás había un artista quien le ravished con transportes de placer incesantes,--Gustave Moreau.

Compró sus dos piezas maestras, y noche tras noche se paraba soñando frente a una de éstas, una pintora de Salomé.

La concepción del trabajo era la siguiente: Un trono, como el high altar de una Catedral, parada entre una vista interminable de arcos vaulted saliendo de columnas gruesas resembling los pilares de un edificio Romanesco, encerrado en un trabajo brickwork many coloured, incrustado de mosaicos, puesto con lápiz lazuli y sardonyx, en un palacio que recordaba una basílica de una arquitectura a la vez Sarracénica y Bizantina.

En el centro del tabernáculo surmonning el altar, que era approached por escalones con la forma de un medio círculo recessed, el Tetrarca Herodes estaba sentado, coronado con una tiara, sus piernas juntas, con manos en las rodillas.

Su cara era amarilla, como parchment, frowed con arrugas, worn de años; su larga barba flotaba como una blanca nube sobre las gemas en estrella que studded el gold-fringed robe que moldeaba su pecho.

Alrededor de su figura, inmóvil como estatua, fijado en una pose hierática como algún dios Hindú, ardían cressets de los cuales se levantaban nubes de vapor aromatizado. A través de esto brillaba, como glint fosfóricos de ojos de bestias salvajes, los reflejos de joyas incrustadas en las paredes de su trono; después el humo subió más alto, bajo las arcadias del techo, mingling su azul misty con polvo dorado de los grandes rayos de luz solar puoring in desde los domos.

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Entre el heady olor de los perfumes, en el caliente, stifling atmósfera de la basílica, Salomé, con el brazo izquierdo extendido en un gesto de mando, el derecho doblado, deteniendo junto a la cabeza una gran lotus blossom, se desliza lentamente hacia delante en la punta de sus pies, con el acompañamiento de la guitarra tocando sus cuerdas una mujer, sentada en el piso.

Su cara tenía un solemne, pensante, casi reverente expresión mientras comenzaba el baile wanton que esperaban levantar las pasiones durmientes de Herodes; sus bosoms tiemblan y, ligeramente tocadas por su collar swaying, sus rosy points stand poiting; en la humectada piel de su body glitter clustered diamonds; desde brazaletes, cinturones, anillos, dart sparks de fuego; sobre su robe de triunfo, bestrewn con perlas, broidered con plata, studded con oro, un corselet de chased goldsmith’s work, cada una de ellas es una piedra preciosa, parece ablaze con coiling fiery serpents, crawling alas de color brillante, scarlet con bandas de amarillo como el amanecer, con patterned diapering como el azul del acero, con líneas de verde pavorreal.

Con la mirada concentrada y fija de un sonámbulo, no ve ni al Tetrarca, fue está sentado allí temblando, ni a su madre, la despiadada Heroidas, guíen la observa, ni al hermafrodita o el eunuco parado con sable en mano en el escalón más bajo del trono, una figura terrible, con su velo debajo de los ojos, los sexless dugs de la criatura colgando como gourds gemelos debajo de su barred túnica con líneas naranjas.

El pensamiento de este Salomé, tan lleno de sugerencias embrujadas para el artista y el poeta, le habían fascinado a durante años Des Esseintes. Que tan a menudo había leído en la vieja Biblia de Pierre Varikuet, traducida por los Doctores en Teología de la Universidad de Louvain, el Evangelio de San Matías donde recuenta en breve, inocentes frases la decapitación del Precursor; cuan a menudo había soñado entre las simples líneas:

“Pero cuando el cumpleaños de Herodes was kept, la hija de Heroidas bailó frente a ellos, y complació a Herodes.

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“Whereupon, le prometió con un oath darle cualquier cosa que ella quisiese.

“Y ella, siendo ya instruida por su madre, dijo ‘ Tráiganme aquí la cabeza de Juan Bautista en una charger.’

“ Y el rey estaba sorry: nevertheless, por el oath’s sake, y de aquellos que se sentaban con él a comer, ordenó que se la dieran.

“ Y mandó, y decapitó a Juan en prisión.

“ Y su cabeza fue traída en un charger, y ofrecida a la damisela: y ella se la trajo a su madre.”

Pero ni San Mateo, ni San Marcos, ni San Lucas, ni cualquier otro de los Escritores Sacros engrandecieron los encantos enloquecidos y el allurement activo de la bailarina. Ella siempre permaneció una dim, obliterada figura, perdida con su misteriosa fascinación en los límites far-off de las centurias, sin ser realizada por precisas y mentes pedestrian, sólo appealling para cerebros shaken y afilados, hecha visionaria as it were por histeria; siempre eludió el grasp de pintores carnosos, tales como Rubens quien la vistió como una esposa Flemish de un carnicero; siempre baffled la comprensión de escritores que todavía no tuvieron éxito en rendering el frenzy delirious de la wanton, la grandeza sutil de la asesina.

En el trabajo de Gustav Moreau, going por su concepción toda más allá de los magros hechos suplidos supplied por el Nuevo Testamento, Des Esseintes vio realizada por fin al Salomé, raro y súper humano, con el que soñaba. No era más simplemente la muchacha bailarina que exhorta un grito de lust y concupiscencia para un viejo hombre por las contorciones lascivas de su cuerpo; que rompe la voluntad, masters la mente de u Rey por el espectáculo de su kuivering bossoms, heaving belly and tossing thighs; ahora era revelada en un sentido como la encarnación simbólica del Vicio del viejo mundo, la diosa de la Histeria inmortal, el Curse de Hermosura suprema encima de todas las demás bellezas por el espasmo cataléptico que stirs su carne y endurece sus músculos,--una monstruosa Bestia del Apocalipsis, indiferente. Irresponsable,

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insensible, venenosa, como Helena de Troya de las fábulas Clásicas antiguas, todos los que se le acercan, todos los que la ven, todos los que la tocan.

Así entendido, pertenecía a la antigua Teogonías del Lejano Oriente; ya no más extrajo su origen de la tradición Bíblica; no podría ser emparentada con la viva imagen de la Prostitución Babilónica, o la Mujer Escarlata, la Harlot Royal de las Revelaciones, bedecked como ella con piedras preciosas y púrpura, cansada y pintada como ella; por que ella no era driven por un poder fatefull, por una suprema, fuerza irresistible, into las alluring perversiones de debauch.

Aún más, el pintor pareciera haber deseado marcar su propósito deliberado en mantener fuera siglos de historia; en no dar indicación definitiva de raza o país o período, setting como lo hizo a su Salomé en el midst de éste extraño Palacio, con su confusa arquitectura de grandiosa complejidad; vistiéndola en suntuosos, robes fantásticas, coronándola con una diadema sin tierra ni tiempo formada como una torre Fenicia como la que usa Salammbò, poniendo en su mano el scepter de Isis, la flor sagrada de Egipto y de India, el gran lotus blossom.

Des Esseintes strove en fathom el significado de éste emblema. ¿Tenía la significación fálica que las religiones primordiales de India le daban; proclamaba al viejo Tetrarca un sacrificio de la virginidad de una mujer, un intercambio de sangre, un abrazo incestuoso pedido y ofrecido con la condición expresa de un asesinato.? ¿O era intencionado para sugerir la alegoría de Fertilidad, el mito Hindú de la Vida, una existencia held betwixt los dedos de una mujer, snached away y defiled por las manos lustful del hombre, quien es siezed por una repentina locura, bewildered por el grito de la carne?

Tal vez, también, en armar a su diosa enigmática con la reverenciada flor de loto, el pintor pensó en la harlot bailarina de todos los tiempos, la mujer mortal el templo whose cuerpo es defiled,-- causa de todos los pecados y todos los crímenes; tal vez se habría acordado de los ritos sepulcral del antiguo Egipto, las ceremonias rituales del embalsamento, cuando con agujas curveadas extraen el cerebro por la nariz, sus entrañas por una incisión abierta en el lado

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izquierdo; finalmente, antes de guilding las uñas y dientes, antes de coating al corpse con bitumen y esencias preciosas, insertan dentro de sus partes sexuales, para purificarlas, los pétalos castos de la flor divina.

Sea como fuese, una fascinación irresistible exhalaba de la tela; pero la acuarela intitulada “La Aparición” era tal vez aún más problemática para los sentidos.

En ella, el Palacio de Herodes towered aloft como una Alambra sobre columnas de luz irradiadas con trabajo Morisco de checker, unidos como con mortar de plata, consolidada con cemento de oro; arabeskues sorounded lozenges de lapiz lazuli y wound all along las cúpulas, donde con markuetries de perla madre, wandered brillantes arco iris, flashes de colores prismáticos.

El asesinato había sido consumado; ahora el headsmen parado impasivo, su mano descansando en el pommel de su larga espada, manchada de sangre.

La cabeza decapitada del Santo se había levantado del charger de donde lay on the flags, y los ojos were gazing fuera de la lívida cara con sus labios descoloridos y boca abierta; el cuello todo crimson, goteando lágrimas de gore.

Un mosaico circulaba la cara donde brillaba una aureola de rayos karting de fuego debajo de los pórticos, iluminando la ghastly lifting de la cabeza, revelando los glassy eyeballs, que parecían fijados, pegados a la figura de la wanton bailarina.

Con un gesto de horror, Salomé repulses la appaling visión que la tiene clavada en el piso, balanceándose en sus puntas; sus ojos dilatados, su mano agarra a su garganta convulsivamente.

Está semidesnuda; en el ardor de la danza sus velos se han desamarrado, las brocaded draperies de sus robes se han desprendido; ahora simplemente clad en goldsmiths artistries y gemas traslúcidas; una gorget clips su cintura como un corselet; y para clase una suprema, una maravillosa joya flashes luces en el

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furrow entre the bossoms; más abajo, en las caderas, un girdle swathes her, escondiendo la parte superior del muslo, por la que cuelga un pendiente gigante, un río cayendo de carbunclos y esmeraldas; para completar la Picture: donde el cuerpo se muestra desnudo entre gorget y girdle, the belly bulges, dimpled por el hoyo del ombligo que recuerda a un graven seal de onyx con su lechosa sheen y esmaltado como la de una uña rosa.

Debajo de los ardientes rayos flashing desde la cabeza del Proecutor, toda faceta de su jewelled bravery catches fire; las piedras queman, delineando la figura de la mujer en figuras flamantes; cuello, piernas, brazos glitter con puntos de luz, now rojos como burnin brn, now violeta como el jet de gas, ahora azules como flamas de alcohol, ahora blanco como rayo e luna.

La tenebrosa cabeza con flashes y flamas, siempre sangrante goteando gouts de púrpura oscuro que point la cabeza y cabello. Visible a Salomé, sola, abraza en su mirada muerta ni a Heroidas, quien sentada sueña su odio satisfecho por fin, ni al Tetrarca, quien, recargado hacia delante con sus manos en las rodillas, todavía pants, enloquecido por la desnudez de la mujer, reeking con heady fumes, goteando con balms y esencias, alluring con olores de incienso y mirra.

Como el viejo Rey, Des Esseintes estaba abrumado, over-mastered, mareado frente a esta figura de la bailarina, menos majestuosa, menos imposing, pero más ensnaring a los sentidos que la pintura al óleo de Salomé.

En la callous y pitiless statue, en el inocente y mortal ídolo, la emoción, el terror del ser humano had dawned; la gran flor de loto había desaparecido, la diosa vanished; una pesadilla atroz ahora gripped la garganta del mimo, intoxicado por el whirl de la danza, de la cortesana, petrificada, hipnotizada por el terror.

En esto, ella era toda femenina, obediente a su temperamento de una pasional, cruel mujer; estaba activa y viva, más refinada y yet más salvaje, más hateful y yet más exquisita; era mostrada despertando más poderosamente las pasiones dormidas del hombre;

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encantadora, subjugating con más seguridad su voluntad, con su encanto unholy como una gran flor de concopicencia, nacida de un parto sacrílego, criada en la hothouse de impiety.

Como Des Esseintes mantenía: nunca antes en ninguna época el arte de la acuarela tuvo el éxito de alcanzar tal brillantez de tinte; nunca la pobreza de pigmentos químicos había sido capaz de poner en papel tal esplendores coruscating de piedras preciosas, tales glowing hues como ventanas pintadas iluminadas por el sol de mediodía, glorias tan asombrosas, tan dazzling en ricos vestuarios y glowing fresh tintes.

Y, cayendo a la ensoñación, se preguntaba cuales eran los orígenes y antecedentes del gran pintor, el místico, el Pagano, el hombre de genio quien vivía tan remoto del mundo exterior como para behold, aquí y ahora en París, las espléndidas, crueles visiones, la mágica apoteosis de otras épocas.

¿Quiénes habían sido sus predecesores? Esto le era difícil de decir a Des Esseintes; aquí y allá, parecía haber sido influenciado por vagas recolecciones de Mantenga y Jacopo de Barbari; aquí y allá, por confusas memorias de Da Vinci y los colores febriles de Delacroix. Pero en lo esencial, el efecto producido por el trabajo de estos maestros en el suyo era imperceptible; En realidad, la verdad era que Gustav Moreau era pupilo de ningún hombre. Sin ancestros probables, sin descendientes posibles, se mantuvo, en el arte contemporáneo, una figura única. Retrocediendo a las fuentes etnográficas de las naciones, a los primeros orígenes de las mitologías con sus enigmas manchados de sangre comparó y descifró, reuniendo, combinando en una las leyendas derivadas del Lejano Oriente y metamorfoseado por las creencias de otras gentes, justificaba tus sus combinaciones arquitectónicas, sus amalgamas suntuosas e inesperadas de sus costumes, sus alegorías heriaticas y siniestras, aún más punzantes por las incansables apercepciones de un sistema nervioso todo moderno en su sensibilidad mórbida; pero su trabajo siempre era doloroso, haunted por los símbolos de amores súper humanos y vicios súper humanos, abominaciones divinas committed sin entusiasmo y sin esperanza.

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Allí respiraban de sus pinturas, tan disparing y tan eruditas, una magia extraña, una brujería que te movía hasta el fondo del alma, como algunos de los poemas de Baudelaire, y te dejaba asombrado, pensativo, desconcertado por este arte que cruzaba las últimas líneas fronterizas de la pintura, prestándose de la literatura de las más sutiles sugestiones, del arte del enameller sus más maravillosos efectos de brillantez, del arte del lapidary y del engraver sus más exquisitas delicadezas del tacto. Estas dos imágenes de Salomé, for which Des Esseintes admiración era sin límites, eran cosas vivas ante sus ojos donde colgaban en las paredes de su estudio de trabajo en paneles especiales reservados para ellas entre repisas de libros.

Pero esto no era en lo más mínimo el fin de sus compras de pinturas que había hecho para embellecer su soledad.

Verdad era que había sacrificado el primer piso de su casa, el único arriba de la planta baja, y no ocupaba ninguno de sus cuartos para su uso personal, pero el último, aún por sí mismo demandaba un gran número de pinturas para cubrir la desnudez de sus paredes.

La planta baja estaba distribuida como sigue: Un vestidor, comunicado con la recámara, ocupaba un ángulo del edificio; desde la recámara pasabas a la librería, de la librería al comedor, que formaba el otro ángulo.

Estos cuartos, que constituían un frente de la casa, se extendían en línea recta, pierced con ventanas que daban al valle de Aunay.

El lado opuesto del edificio consistía de cuatro cuartos que correspondían con exactitud, so far as tamaño y disposición ( arreglo), con el anterior. Thus una cocina erguida en la esquina, como respuesta al comedor; un vestíbulo grande, que servia de salón de entrada a la dweling, emparentaba con la biblioteca; un tipo de boudoir, la recámara; los armarios y baños, el vestidor.

Todos estos últimos cuartos miraban al lado opuesto al valle de Aunay, hacia el Tour du Croy y Châtillon.

As para las escaleras, estaba construida contra el costado de la casa,

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afuera, para que las pisadas de los sirvientes, trampling up los escalones, llegasen a Des Esseintes deadened amortajados y menos ruidosos.

Tenía el boudoir colgado con tapestry de un rojo vívido, y en cada una de las cuatro paredes tenía displayed con marcos de ébano prints por Jan Luyken, un viejo engraver Danés Dutch, casi desconocido en Francia.

Los trabajos que poseía de este artista, a la vez fantásticos y deprimentes, vigorosos y brutales, incluía las series de sus Prosecuciones Religiosas, una colección de apalling placas que representaban todas las torturas que la salvaje intolerancia religiosa había inventado, placas exhibiendo todos los horrores de la agonía humana,-- hombres rostisados sobre braziers, cráneos abiertos por cortes de espada, pierced con clavos, riven asunder con saws, entrañas salidas de la panza. Y twisted round rollers, uñas sacadas una a una con pinzas, ojos put out, pestañas volteadas y transfixed con pins, miembros dislocados o huesos cuidadosamente rotos laid bare y scraped por horas con cuchillos.

Estas producciones, repletas con imaginaciones abominables, apestadas de la stake, reeking con sangre, haciendo eco con maldiciones y gritos de agonía, hacía de la carne de Des Esseintes sentir creep mientras parado stifled con horror en el boudoir rojo.

Pero, más allá de los kualms de asco que provocaban, más allá del dreadful genio del hombre y de la viveza extraordinaria que le daba a sus figuras, se encontraban al mismo tiempo entre las thronging multitudes que people sus maravillosos dibujos, de entre el host de espectadores sketched con dexteridad de mano que nos recuerda a Callot, pero con el poder that amusing pero trivial draughtsman nunca poseyó, reconstrucciones curiosas de la vida de otros lugares y períodos; arquitectura, costumes, manierismos y costumbres en los días de los Maccabees, en Roma durante las persecuciones a los Cristianos, en España bajo la inquisición, en Francia en la Edad Media en la fecha de San Bartolomé y de los Dragonnades, eran anotados con exactitud escrupulosa, y puestas en papel con habilidad suprema.

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Estas impresiones eran minas de curiosa información; un hombre podría mirarlas por horas y nunca cansarse; ideas profundamente sugerentes, le ayudaban a menudo a Des Esseintes a matar el tiempo en días en que los libros se rehusaban en interesarle.

Más allá, la propia vida de Luykens era aún otro atractivo para él, explicando indeed la wildness de su trabajo. Un ferviente Calvinista, un hidebound sectario, un fanático de himnos y plegarias, compuso poemas religiosos, que ilustraba con su burin, parafraseaba los Salmos en verso, perdido en estudios profundos de la Biblia, del cual emergía, haggard y enraptured, su cerebro haunted por pinturas sangrientas, su boca llena de las maledictions de la Reforma, y roused a un éxtasis por sus canciones de terror y furia.

Además de esto, era uno que despreciaba a este mundo, dio sus bienes a los pobres, vivía a migaja de pan él mismo; al final, tomó un bote junto con un viejo sirviente, llevado por una admiración fanática del hombre, embarcándose a la aventura, haciendo puerto en cualquier lugar que lo llevase su barco y predicando el Evangelio a toda la gente, intentando vivir sin comer, al final un loco y un salvaje.

En el cuarto adjunto, el vestíbulo, un apartamento con paneles de madera de cedro del color de una caja de puros, arregladas en filas otros grabados y dibujos igualmente extraordinarios.

La Comedia de la Muerte de Bredsin era una, donde en un paisaje imposible, bristling de árboles coppices y thickets tomando la forma de demonios y fantasmas, swarming con pájaros con cabezas de rata y colas de vegetales, con una tierra littered con huesos humanos, vértebras, costillas y cráneos, sauces primaverales, knotted y gnarled, surmounted por esqueletos tossing sus brazos al unísono y cantando un himno a la victoria, mientras un Cristo vuela hacia el firmamento dappled con pequeñas nubes; un eremita sentado pondering, su cabeza entre sus manos, en los recesses de una gruta; un beggar muere de inanición, exhausto y con hambre, acostado en su espalda, sus pies extendidos hacia una stagnant pool.

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Otro era el Buen Samaritano por el mismo artista, sonde en un paisaje imposible, en un inmenso dibujo de pluma-y-tinta. Litografiado,--un salvaje entramado de palmas, service-trees, olmos, creciendo todos juntos desafiando temporadas y climas, un outburst de bosques vírgenes, crammed con mono s, búhos y screech-owls, cumbered con viejos stumps shapless como raíces de coral,--una madera mágica, penetrada por un claro revelando apenas a lo lejos, mas allá un camello y el grupo del Samaritano y el hombre que calló por el wayside, un río y detrás de él de nuevo una ciudad de hadas montando sobre la línea del horizonte, levantándose para encontrarse con un extraño cielo, dotted con pájaros, woolly con nubes rodantes, hinchándose, as it were, con hojas de vapor.

Hubieses pensado el trabajo de un Early Maestro Italiano o un medio desarrollado Durero, compuesto bajo la influencia del opio.

Pero, tanto que admiraba la delicadeza de detalle y la imposing concepción de ésta placa, Des Esseintes era atraído más particularmente por las otras pinturas que decoraban el cuarto. Estas firmadas Odilon Redon.

En sus ligeros marcos de pear-wood sin pintar, con una cama de oro, contenían productos de una excentricidad inconcebible,--una cabeza en el estilo Merovingian, puesto sobre una taza; un hombre barbado, teniendo algo en él que recordaba de uno y el mismo modo a un cura Budista y un orador en una junta pública, tocando con la punta de sus dedos una colosal bala de cañón; una horrible araña, con una cara humana perpetrada en el centro de su cuerpo. Después habían crayons que fueron aún más lejos en los terrores de un sueño de pesadilla. Aquí había un tinte enorme que guiñaba un enorme ojo; allí, una serie de paisajes,--barren, parched, planicies quemadas, riven por terremotos, elevándose a alturas volcánicas wreathed con nubes salvajes bajo un lívido, cielo stagnant. Algunas veces los sujetos parecían prestados de los sueños de la ciencia, el ir a tiempos prehistóricos; una flora monstruosa desparramada encima de las rocas; en todas partes habían bloques erráticos, ríos de lodo glacial, y entre ellos seres humanos de tipo monos,--las quijadas pesadas, los arcos projecting de las cejas, la receding frente, the flattened top del cráneo, recordando la cabeza ancestral, la cabeza

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del período más temprano del cuaternario, cuando el hombre todavía era recolector de frutas y sin habla, un contemporáneo del mamut, el wooly-haired rinoceronte y el oso gigante. Estos dibujos sobrepasaban toda frontera, transgrediendo en mil maneras las leyes establecidas del arte pictórico, utterly fantástico y revolucionario, el trabajo de un loco y mórbido genio.

De hecho, habían algunas de estas caras, mirando hacia fuera, con salvajes, ojos locos, algunas de estas formas exageradas fuera de toda medida o distorsionadas como si vistas refractadas a través del agua, que evocaban en la memoria de Des Esseintes recuerdos de fiebre de tifoidea, recuerdos que persistentemente se pegaron en su cabeza de noches calientes de miseria y horrificas pesadillas infantiles.

Sobrecogido por un sentido indefinible de distress ante estos diseños,--el mismo distress que antes había experimentado por algunos Proverbios de Goya que parecían, como también después de haber leído algunos de los cuentos de Edgar Allan Poe, whose alucinaciones de espejismos y efectos de terror Odilon Redon parecía haberlos transferido en un arte hermano, se restregaba sus ojos y miraba a una figura radiante que, entre estos diseños frenéticos, se levantaba calmada y serena, una figura de Melancolía, sentada ante un disco de sol redondo, en las rocas, en una actitud de depresión y despondency.

Después el gloom se disiparía como por magia; una tristeza placentera, una languidez de mournfulness gentil, llenarían sus pensamientos, meditaría durante horas frente a este trabajo, que, con sus splashes de color-wash gleaming entre amid los pesados carbones, truck una brillante nota de verde líquido y oro pálido para relieve el negro unbroken de todos estos crayons y engravings.

Junto a estas series de los trabajos de Redon, cubriendo casi todos los paneles del vestíbulo, colgó un su recámara un diseño extravagante, un sketch por Théocopuli, un Cristo con tintes de carne lívidas, el dibujo del cual estaba exagerado, el color crudo, el vigor excesivo e indisciplinado, un ejemplo del segundo manner del pintor, cuando estaba atormentado con una única haunting idea de

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evadir cualquier resemblanza con Titán a cualquier costo.

Este gloomy trabajo de arte, con sus tintes de dead negro y verde insalubre, correspondía con las ideas de Des Esseintes con ciertas conclusiones a las que llegó acerca del amueblado del mismo apartamento.

Existían, de acuerdo a él, dos maneras y sólo dos para arreglar su recámara; o convertirlo en un lugar de placer, contrived para excitar las pasiones de aventuras nocturnas; o regard it como un retiro dedicado al sueño y soledad una casa de pensamientos silenciosos, un tipo de oratorio.

En el primer caso, el estilo de Luís XV que era prominentemente uno para pensamientos refinados, para gente exhausta encima de todo por estrés y cansancio de sensibilidad mental; indeed, sólo el Siglo Diez y Ocho conoció cómo envolver a una mujer en una atmósfera de vicio, dándole forma a sus muebles al modelo de sus encantos, copiando las contorciones de su ardor, imitando los espasmos de sus amorousness en las líneas curvas e intricadas convulsiones de madera y cobre, agregando una especia a la languor sugar-sweet de la rubia por el vívido, tono brillante de su ornamentación, mitigando el sabor salado de la morena por tapestries de subdued, líquido, casi hues insípidos.

Un chamber del tipo ya había incluido en su abode de París, con la amplia, cama blanca que da una agregada titilación, una enhanced satisfacción a la depravada sensibilidad de un viejo voluptuoso, que es como una grin de cínico en la cara de una pretendida castidad, ante las primaveras inocentes de niñez mujeril de Grauze, ante la pureza artificial de sábanas naughty que pareciesen tendidas para niños y jóvenes vírgenes.

En el otro caso,--y ahora que estaba determinado en romper con sus agitadas memorias de su vida pasada, ésta era la única posible,--debía contrive una bed-chamber que asemeje una celda de monje en una Casa Religiosa; pero aquí llegaban dificultades tras dificultades, por que se rehusaba absolutamente a endure para su ocupación personal la fealdad austera que marca tales refugios para la

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penitencia y oración.

Pero dint en voltear la cuestión de esta u otra manera y mirándola de todos los lados, llegó a la conclusión que el resultado to be aimed at ammounted a esto—arreglar por medio de objetos alegres en sí mismos un todo melancólico, o más bien, mientras preserva su carácter de chata fealdad, para impress en el efecto general del cuarto tus treated un tipo de elegancia y distinción; para revertir, de hecho, la delusión óptica del escenario, donde tinsel barato juega la parte de robes suntuosas y caras, para precisamente ganar el efecto opuesto, usar materiales costosos y magníficos para dar la impresión de común rags; en una palabra, acomodar una celda de Trappist que debiera tener el look del artículo genuino, y yet claro ser nada de eso.

Emprendió la obra de la siguiente manera: para imitar el lavado ocre que es invariablemente la marca de dirección clerical y administrativa, colgó en las paredes seda zafrán; para representar el café chocolate del wainscot, el color reglamentario de ésos lugares, le puso paneles a la parte baja de las mismas paredes con madera pintada con un rico púrpura profundo. El efecto era encantador, recordando—¡aunque realmente diferente! –el bald stiffness del patrón que estaba copiando,--con modificaciones. El techo, del mismo modo, estaba cubierto de tela unbleached blanca, dando la apariencia de plaster, pero sin su look crudo y brillante; después para los tiles fríos del piso; los mímica con éxito, gracias a una alfombra con patrón de cuadrados rojos, interspersed con spots de un hue blanquizco donde las sandalias de los ocupantes supuestamente dejarían su marca.

Este cuarto amueblada por un pequeño bedset de iron, un sham colchón de ermitaño, construido con viejas piezas de wrought y iron pulido, su plainness relieved en la cabeza y pies por una ornamentación de hojas y flores,--vine-tendrils y tulipanes entretejidos, alguna vez parte de la balustrade de la gran escalera de un viejo castillo.

Por vía de una mesa de noche, instaló una antigua prie-Dieu, que en el interior hola un utensilio, mientras en la superficie supported un

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libro de oficios de la Iglesia; erigió contra la pared opuesta un state pew, surmounted por un open-work Canopy decorado con ornamentos gravados en la madera sólida; usó candelabros que venían de una Iglesia desecrated, donde quemaba wax tapers reales comprados en una casa especial patrocinada por el clero, por que sentía una genuina repugnancia por los métodos modernos de iluminación, ya sea petróleo, aceite sólido, gas o velas composite, todos parecidos en su crudos, efectos dazzling.

En cama por la mañana, acostado con la cabeza sobre la almohada antes de dormirse, miraba a su Theocopuli, el doloroso coloreado que en algún grado modificaba la suave alegría de la seda amarilla en la pared y le daba un tono más grave; en estos momentos, fácilmente podía imaginarse viviendo a cientos de leagues de París, lejos del mundo de los hombres, en los depths de un Monasterio.

Y después de todo, la ilusión o era difícil de mantener por que verdaderamente estaba viviendo una vida análoga a la de un Monje. De éste modo, disfrutaba las ventajas del confinamiento de un claustro, mientras escapaba de sus inconvenientes,--la disciplina casi militar, la falta de confort, el dirt y herding together y la monótona lisonjería. Justo como hizo de su celda en una cálida, lujosa recámara, y se procuró para sí mismo una existencia llevada bajo condiciones normales, sin dureza o incomodidad, suficientemente ocupado, yet libre de irksome restricciones.

Como un eremita, estaba ripe para la soledad, harassed por el estrés de la vida, esperando nada más de la existencia; de nuevo como un monje, estaba overwhelmed con una inmensa fatiga, un craving por paz y quietud, una añoranza de no tener nada más que ver de aquí en adelante con lo vulgar, quien en sus ojos eran todo utilitarios y tontos.

En corto, mientras conciente de no tener vocación para un estado de gracia, sintió en si mismo una genuina simpatía por gente encerrada en Monasterios, perseguidos por una sociedad que los odia y nunca les puede perdonar el bien asentado contempt que entretienen por ella ni el deseo que manifiestan en redimir, de expiar por largos años de silencio la ever increasing licentiousness de sus grotescas y

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tontas conversaciones.

6

ENTERRADO en una vasta encapuchada silla (armchair), sus pies descansando sobre el silver-gilt bola de los perros de fuego, sus pantuflas tostándose ante los ardientes leños que expulsaban brillantes, flamas crackling como si lashed por el blast furioso de un bowl-pipe, Des Esseintes dejó obre me e viejo cuarto que estaba leyendo, se estiró, prendió un cigarro y se lapsed dentro de un delicioso sueño, su mente a toda velocidad en persecución de viejos recuerdos. Durante meses no les había dado a estos un solo pensamiento, ahora revivían de repente por asociaciones de un nombre que recurred sin motivo aparente a su memoria.

Una vez más podía ver con claridad sorprendente el embarrasment de su amigo D´Aigurande cuando una vez, en una reunión de solteros confirmados, fue forzado a confesar hasta su compleción final acerca de los arreglos de su boda. Todos protestaron y dibujaron una imagen harrowing a su beneficio de las abominaciones de dormir dos en una cama. Nada availed; perdió su cabeza, creía implícitamente en el buen sentidote su futura esposa y World have it que descubrió en ella dones excepcionales de ternura y devoción.

Dentro de todos ellos, Des Esseintes era el único en encourage en su diseño,--esto después de enterarse del hecho de que la prometida de su camarada deseaba vivir en la esquina de un boulevard recientemente construido, en uno de esos apartamentos modernos que son construidos de manera circular.

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Convencido de las influencias merciless exerted por petty vexations, mas desastrosos como estos son para altamente strung temperamentos que los grandes lamentos de la vida, y basando sus cálculos en el hecho de que D’Aigurande no poseía muebles, mientras la dote de su esposa era nula, preveía en este deseo inofensivo una vista indefinida de miserias ludicrous to come.

D’Aigurande procedió con el curso trazado para comprar muebles todos redondeados,-- mesas-consola hollowe out por detrás para formar un semicírculo, curtain-poles curveados como un arco, alfombras cortadas de forma crecent-shaped,--todo el amueblado hecho a la orden. Se gastó el doble de lo que otra gente; después, cuando su esposa, se encontraba sin dinero para su vestido. Se cansó de vivir en esta casa redonda y se movieron a una habitación cuadrada de bajo costo, ninguna pieza de mueblería encajaba o se veía bien. Poco a poco, estas uncoscionable sillas y mesas y roperos de cajones levantaron discusiones interminables; la felicidad conyugal, ya muy delgada por la fricción de la vida en común, creció semana tras semana cada vez más ambigua; siguieron recriminaciones mutuas, encontrando imposible vivir en su drawing-room donde los sofás y mesas-consola se rehusaban tocar las paredes y, a pesar de las wdeges y props, temblaban y shook siempre que te acercabas a ellos. Los fondos carecían para reparaciones y mejoras, que, a decir verdad, eran bastante impracticables. Todo era un tema de amargura y discusión, desde los cajones kue se ensancharon dentro de los muebles wobbling hasta los pequeños robos que la sirvienta tomó ventaja de las discusiones de sus amos para robar de la caja chica. En una palabra, su vida era insoportable; buscó entretenimiento fuera de casa, ella intentaba encontrarlo en brazos de amantes anodinos para el desastre de su vida nublada y monótona. Por consentimiento mutuo, cancelaron su renta y pidieron una separación.

¨ Así es, mi plan de batalla estaba bastante correcto, ¨ se decía así mismo Des Esseintes al escuchar las noticias,; sintió la misma satisfacción que siente un estratega cuando sus maniobras, planeadas de antemano, culminan en victoria.

Ahora, sentado ahí frente a su fuego y pensando sobre la ruptura de

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este hogar al cual él por medio de su consejo ayudó a concretarse, aventó un brazo entero de leña dentro del fuego, y de nuevo se fue a todo grito dentro de sus sueños.

En el mismo orden de ideas, otras memorias comenzaron llegarle en masa.

Ya hace algunos años hasta ahora Que una tarde en el Rue de Rivoli, se le atravesó un joven tunante de mas o menos dieciséis un niño paliducho, y ojo pelado tan seductor como una niña. Chupaba laboriosamente un cigarro, del cual el papel estaba roto donde el extremo afilado del caporal estaba atravesado. Aplastando la cosa, el muchacho estaba frotándose cerillos en su muslo; no encendían, y pronto llegó al final de la cajetilla. Viendo de reojo a Des Esseintes Quien lo miraba, se acercó, tocando la punta de su gorra, y pidió amablemente lumbre. Des Esseintes le ofreció algunos de sus propios Debekues, y después entro en conversación con el chamaco y le pidió Que le contase la historia de su vida.

Nada podría ser mas ordinario; su nombre era August Langlois, y trabajaba haciendo cajas de cartón; perdió a su madre y tenía un padre que lo golpeaba sin piedad.

Los pensamientos de Des Esseintes ocupados mientras escuchaba. ”Ven y tomate un trago.” Le dijo.-- y lo llevó a un café donde le obsequió tragos de ponche embriagador. El joven bebió su trago sin decir palabra. “Mira, interrumpió Des Esseintes de repente, “¿te gustaría algo de diversión esta noche? Yo pago la tonada.” Y luego se llevó al joven con Madame Laure, una dama que mantenía una variedad de niñas en el tercer piso de una casa en Rue Mosnier; había una serie de cuartos con paredes rojas diversificadas con espejos circulares, el resto de los muebles consistían en su mayoría de sofás y lavabos.

Ahí, petrificado con sorpresa, Auguste mientras deseaba su capa de paño, miraba con ojos redondos a un batallón de mujeres y sus labios pintados todos exclamaban “¡O el pequeño muchacho. Pero si es tan dulce!

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“Pero dinos, angelito, ¿todavía no eres lo suficientemente grande verdad?” intervino una morena, una muchacha con ojos prominentes y una nariz de anzuelo que llenaba el papel indispensable de la guapa judía en el establecimiento de Madme Laure.

Bien relajado, y como en su casa, Des Esseintes hablaba en tono bajo y familiar con la señora de la casa.

“No tengas miedo tonto,” se volteó a decirle al niño; “ven, escoge, yo invito,”—y empujó al joven gentilmente hacia un diván, sobre el cual cayó entre dos mujeres. Se acercaron un poco más, a la señal de Madame Laure, envolviendo las rodillas de Auguste con sus batas y poniendo debajo de su nariz sus hombros powdered que emitían un perfume tibio y embriagador. El muchacho nunca volteó, pero se sentó ahí con sus mejillas enardecidas, boca ceca y ojos alicaídos como dardos de curiosidad, que obstinadamente se rehusaban a salirse de la parte superior de los muslos de las chamacas.

Vanda, la guapa Judía, le besó, dándole buen consejo, diciéndole que haga lo que su padre y madre le dijeron, mientras sus manos se extraviaban en todo momento sobre la persona del muchacho; tuvo un cambio en su cara y se echó atrás como transportado sobre su seno.

“Entonces no vienes por cuenta propia esta noche,” le dijo Madame Laure a Des Esseintes. “¿Pero de donde sacaste a este bebe?” agregó mientras el joven desaparecía con la guapa Judía.

“En la calle, querida dama.”

“Y aún así no estás borracho.” Murmuró la vieja mujer. Y, después de pensarlo, procedió con sonrisa materna: “Ah, entiendo; bribón, ¿te gustan jóvenes, verdad?”

Des Esseintes se encogió de hombros.—“¡Estás lejos, a kilómetros de distancia,” se rió; “la simple verdad es que estoy meramente tratando de entrenar a un asesino. Solo siga mi pensamiento. Este muchacho es virgen y ha llegado a la edad cuando la sangre comienza a hervir; podría, claro, correr detrás de las muchachas de su barrio, y

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permanecer un chamaco honesto mientras disfruta de momentos de diversión; de hecho, podría incluso tener su porción monótona de felicidad abierta a los pobres. Al contrario, al traerlo aquí y sumergirlo en un lujo que nunca siquiera sospechaba que existía y que tendrá una impresión duradera en su memoria; al ofrecerle cada quincena un regalo como este, le haré adquirir el habito de estos placeres por los cuales sus medios prohíben su disfrute; concedámosle tres meses para que se le conviertan absolutamente indispensables—y al espaciarlos como le hago, evado todo riesgo de saciarlo—bien, al final de tres meses, dejo de darle la pequeña indemnización que le voy a pagar de adelantado por la benevolencia que le muestre. Entonces comenzará a robar para pagar sus visitas a esta casa; no se detendrá ante nada para que pueda disfrutar de sus divertimentos en este diván dentro de este finamente alumbrado apartamento.

“Si todo sale mal, él, espero, matará en cualquier día a un caballero que llega, mientras abre su escritorio, en el peor momento; entonces mi objetivo estará logrado, habré contribuido, en la medida que me corresponde, a crear un canalla, un enemigo más para la sociedad odiosa que nos exprime, con tan pesada redención a todos nosotros.

La mujer miró al parlante con ojos de asombro. ¡Ah, ya salió el gallo! exclamó, al ver a Auguste reptar de regreso al cuarto, rojo y avergonzado, escondiéndose detrás de la bella Vanda. “Venga joven, se está haciendo tarde, haga su reverencia a las damas.” Después le explicó camino debajo de las escaleras que, una vez cada quincena, podrá visitar a la Madam Laure sin meter mano en bolsillo. Finalmente, al llegar a la calle, mientras estaban parados juntos en el pavimento, miró a la avergonzada cara del muchacho y le dijo:

“No nos volveremos a ver después de hoy; ve con pies calientes de regreso a tu padre, que su mano está con comezón para un trabajito, y nunca olvides esta media verdad divina: “Hazle a los otros lo que no quieres que te hagan a ti.” Y con eso como guía, llegarás lejos.”

“Buenas noches, señor.”

Pero hagas lo que hagas, no seas mal agradecido, hazme saber de noticias tuyas cuando sea pertinente,-- en las columnas de los

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periódicos.”

“!El pequeño judas!” Se dijo Des Esseintes a sí mismo, mientras veía las brazas; “y pensar que nunca, ni una sola vez, hé visto su nombre en el periódico! Es verdad que ha estado fuera de mi poder el jugar a un juego seguro; eso lo hé previsto, aunque sin poder prevenir ciertas contingencias,-- la vieja Madre Laure y sus viejos trucos, para empezar, quedándose con el dinero sin entregar los bienes; la posibilidad de que una de las mujeres se enamorase con Auguste, y, al finalizar los tres meses, dejándole obtener su porción a crédito; o también la posibilidad de que los vicios picantes de la guapa Judía lo espantasen, demasiado jóven e impaciente como para aguantar los lentos y elaborados juegos preliminares, o soportar las exhaustivas consumaciones de sus caprichos. A menos que, por lo tanto, se haya metido en problemas en las cortes criminales desde que llegué a Fontenay donde nunca leo los periódicos, estoy servido.”

Se levantó de su silla y le dio dos o tres vueltas de arriba a abajo en su cuarto.

“De todos modos hubiera sido una lástima,” reflexionó, “por que, al actuar de esta manera, había estado poniendo en práctica la paradoja de la instrucción laica, la alegoría de educación popular, que, mientras no hacer nada más que convertir a todos en Langlois, en vez de piadosamente quitarle los ojos a la criatura, se esfuerza lo más que puede en abrírselos para que puedan ver sobre todo otros lotes no ganados por ningún mérito aún más benigno, placeres más afilados y brillantes, y por lo tanto más deseables y difíciles de obtener.”

“Y el hecho es,” siguió Des Esseintes, continuando con su argumento, “el hecho es que, el dolor, siendo el efecto de la educación, y viendo que crece más grande y punzante mientras mas ideas germinan, mas nos empeñamos en pulir la inteligencia y refinamos el sistema nervioso del pobre y desgraciado, aún en mayor grado estaremos desarrollando los gérmenes, siempre tan fieramente preparados a retoñar, a partir del sufrimiento moral y el odio social.”

Las lámparas humeaban. Las levantó y mirño su reloj. Las tres de la

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mañana. Encendió un cigarrillo y se sumergió de nuevo en la lectura, interrumpida por sus sueños, del viejo poema Latino De Laude Castitatis, escrito, bajo el reinado de Goldebald, por Avitas, Obispo Metropolitano de Viena.

7

DESPUES de esta velada, cuando, sin aparente causa, merodeaba sobre la memoria melancólica de Auguste Langlois, Des Esseintes vivió su vida entera de nuevo.

Ahora era incapaz de entender una sola palabra de los volúmenes que leía; sus ojos mismos se rehusaban a leer; le parecía que su mente, harta de literatura y arte, declinaba en absoluto en absorber nada mas.

Vivía de si mismo, se alimentaba de su propia sustancia, como aquellos animales que hibernan aletargados en un agujero todo el invierno; la soledad actuó en él como un narcótico. Al principio, le envalentonó y le estimuló, pero el efecto secundario fue una somnolencia encantada por ensueños vagos; controlaba todos sus planes, rompió su voluntad, le llevó a través de una larga procesión de sueños que aceptaba con resistencia pasiva sin siquiera un intento de escape.

La masa confusa de lectura y meditación sobre temas de arte que había acumulado desde que vivió sólo como barrera para detener la corriente de recuerdos de antaño, repentinamente fue llevado, y el

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torrente a rienda suelta, barriendo con presente y futuro, sumergiéndolos bajo las olas del pasado, ahogando a su espíritu bajo de un vasto lago de melancolía, en el cual flotaba en la superficie, cual grotescos abandonos, episodios triviales de su existencia, incidentes ridículamente insignificantes.

El libro que sostenía cayó en sus rodillas; no intentó reanudarlo, pero sentado repasaba, lleno de miedo y asco, los años de su pasado muerto; sus pensamientos pivoteaban como remolinos de agua alrededor de una estaca firme e inamovible en medio de ellos, acerca de las memorias conectadas con Madame Laure y Auguste. ¡Que tiempos aquellos!—la época de fiestas nocturnas, de encuentros fugaces, de juegos de cartas, de escenas amorosas, ordenadas de antemano y servidas al punto de la media noche, en su recámara rosa! Su mente obsesionada por vislumbres de caras, miradas, palabras insignificantes atoradas en su memoria a la manera en que las tonadas populares han de hacer, que por un tiempo no puedes evitar tararear una y otra vez, pero son olvidadas repentinamente sin que te des cuenta de ello.

Esta época fue de corta duración; seguida después por una siesta de la memoria, durante la cual se enterró una vez mas en sus estudios de Latín, ansioso en borrar todo rastro de aquellos recuerdos de antaño.

Pero el juego estaba recientemente comenzado; una segunda fase siguió casi de inmediato a la primera, cuando sus pensamientos se aferraron persistentemente en su juventud, y especialmente la parte en la cual estuvo con los padres Jesuitas.

Estos recuerdos eran más distantes, aunque mas claros que los otros, gravados en su corazón más profundamente y mas indelebles; el parque lleno de hojas, las largas caminatas en el jardín, los macizos de flores, las bancas, todos los detalles materiales se levantaron ante el.

Luego los jardines llenos de muchedumbres de jóvenes y maestros; escuchaba a los primeros gritar y jugar, la risa de los últimos mientras se mezclaban en los deportes de los muchachos, jugando al tenis con

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sotanas remangadas, sus faldas entre las piernas, o además llevándose a sus estudiantes bajo los árboles sin la mínima pretensión de superioridad, como conversando con camaradas de su propia edad.

Recordó aquel yugo paternal que desaprobaba cualquier tipo de castigo, declinaban en infligir imposiciones de quinientas o mil líneas, contentos en tener la tarea insatisfactoria hecha una y otra vez mientras el resto de la clase estaba en el recreo, mas a menudo preferían una simple reprimenda, cuidaban del creciente niño con cuidado activo y amoroso, intentando complacer sus placeres, acordando a caminadas en cualquier dirección que le gustase en medias vacaciones los Miércoles, tomando las oportunidades ofrecidas por todas las pequeñas vacaciones semi-oficiales de la Iglesia para agregar a la comida ordinaria un placer de pastelillos y vino u organizar una expedición al campo,-- un yugo bajo el cual el alumno nunca era brutalizado, pero se admitía la discusión abierta, era tratado, de hecho, como un adulto, mientras todavía consentido como a un niño mimado.

De esta manera los padres ganaban una verdadera ascendencia sobre los jóvenes, moldeando hasta cierto grado las mentes que cultivaban, guiándolos en la dirección deseada, injertando modos particulares de pensamiento en su inteligencia, asegurando el desarrollo de su carácter detrás del modelo requerido por medio de un insinuante método zalamero de tratamiento que seguían ejerciendo después, haciendo hincapié en continuar su curso de vida posterior, respaldándolos en su profesión, siguiendo con una afectuosa correspondencia con ellos,--cartas del tipo del cual que el Lacordaire Dominicano sabía bien como escribir a sus antiguos estudiantes en la Sorrése.

Uno a uno, Des Esseintes repasó los puntos del entrenamiento del que había sido objeto, como él mismo supuso, sin resultados; apreciaba sus méritos, aunque su temperamento, recalcitrante y testarudo, criticón y extremo, ansioso de discutir cualquier propuesta, le previno de ser moldeado por su disciplina o regido por lo que le enseñaron. Una vez fuera de las paredes del Colegio, su escepticismo se hizo más agudo; sus relaciones con la sociedad legitimista,

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intolerante y estrecha hasta el último grado, sus charlas con oficiales de la iglesia con mentes de rompecabezas y padres medio educados que con sus metidas de pata rasgaron el velo astutamente tramado por los Jesuitas, fortificó aún mas su espíritu de independencia y aumentó su desconfianza de toda y cada forma de creencia.

Se consideraba así mismo, en una palabra, liberado de todo vínculo , libre de cualquier obligación; todo lo que hasta ahora preservó, difiriendo en esto de todos sus amigos que habían sido educados en Liceos o internados laicos, era una memoria altamente favorable de su escuela y maestros; aunque ahora que estaba examinando con calma a su conciencia, comenzaba a preguntarse si la semilla hasta ahora puesta en tierra estéril mostraba signos de fructificar.

El hecho es de que desde hace unos días estaba en un estado mental indescriptiblemente extraño. Por un momento breve era un ferviente creyente, una instintiva conversión a la religión; luego, después de un intervalo muy corto de reflexión, toda su atracción hacia la Fe evaporaría. Pero todo el tiempo, y a pesar de todo, su espíritu estaba ansioso y perturbado.

Con todo, estaba perfectamente consciente, que si miraba dentro de su propio corazón, nunca tendría la humildad y arrepentimiento de un verdadero Cristiano; sabía bien sin lugar a dudas que el momento del que hablaba Lacordaire, el momento de gracia, “cuando el último rayo de luz penetra el alma y se reúne en un centro común donde las verdades se encuentran dispersas en él,” nunca llegaría por él; nunca experimentó nada de aquel anhelo hacia la oración y mortificación sin el cual, si escuchásemos a la mayoría de los sacerdotes, no hay conversión posible; no sentía deseo de suplicar a un Dios cuya amabilidad amorosa le parecían altamente problemático. Al mismo tiempo la simpatía que aún guardaba por sus antiguos instructores era suficiente para interesarle en sus trabajos y enseñanzas; los acentos inimitables de convicción que recordaba, la voz vehemente de hombres de inteligencia superior que él recordaba, obsesionaban su mente y le hacían dudar de su propia habilidad y fuerza de intelecto. Viviendo la vida solitaria que ahora llevaba, sin comida fresca para el pensamiento, sin impresiones novedosas para estimular su imaginación, sin intercambio de sensaciones desde

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afuera, de reuniones con amigos y sociedad, de vivir la misma vida de otros hombres, confinado a una prisión antinatural de la cual rehusaba escapar, todo tipo de problemas, nunca pensados durante su residencia en París, demandaban una solución con persistencia fastidiosa.

Los estudios de los trabajos en Latín en los cuales se deleitaba, trabajos casi sin excepción escritos por obispos y monjes, sin duda jugaron su rol en determinar su crisis. Rodeado por una atmósfera encerrada, envuelto en fragancias de incienso que intoxicaban su cerebro, se metió en una condición sobreexcitada de nervios, y después, por una asociación natural de ideas, estos libros acabaron por oscurecer los recuerdos de su vida de joven, mientras lanzando en alto relieve aquellos conectados con su niñez entre los Padres.

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