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VINDICACIN DE JEAN-PAUL SARTRELA ACTUALIDAD DE UN FILSOFO ATEMPORAL

Jean-Paul Sartre (Pars, 21 de junio de 1905 Ibdem, 15 de abril de 1980), filsofo y escritor francs, exponente del existencialismo

Con Andr Malraux y Albert Camus. Jean Paul Sartre se coloca hoy da como uno de los pilares insustituibles del pensamiento de este siglo. El autor del artculo, tras revisar las relaciones de Sartre con sus dos coetneos, analiza la personalidad vibrante y contradictoria del autor de El ser y la nada, carcter el suyo que queda demostrado en su rechazo al Premio Nobel de literatura del ao 1964, por su temor a que tal aceptacin le corrompiese de algn modo. Para el autor, Sartre es ms actual que la propia cultura de nuestros das. Andr Malraux, Albert Camus y Jean-Paul Sartre son la cifra de una parte decisiva de este siglo, y a ellos hay queremitirse siempre que se pretenda dar un paso hacia la comprensin de las contradicciones fundamentales del pensamiento de nuestro tiempo. A ellos, ms que a su contemporneo Togliatti, por ejemplo, porque no fueron hombres de partido en sentido estricto, aunque Sartre haya sido solidario con los comunistas y Malraux haya seguido a De Gaulle en nombre de una idea de Francia y de Europa. A ellos, ms que a Bertrand Russell, por ejemplo, porque, a diferencia de los del filsofo ingls, sus textos estn llenos de dolorosas vacilaciones y, a la vez, de las afirmaciones radicales de los que necesitan de una fe. Los tres reclamaban, y obtenan, adhesiones desmesuradas. Malraux era amado por su belleza, por su elegancia, por su coraje fsico, por la decisin ntegra, muchas veces acrtica, con que lo abordaba todo, incluso el error, y porque, desde su enorme cultura, era capaz de conmover, de suscitar lgrimas, con el discurso de la razn cartesiana. Hermoso y amado Camus tambin era hermoso y tambin era amado. Cuando muri a los 47 aos, haba publicado obras definitivas y haba hecho gestos definitivos. Se senta responsable de su rostro. Haba tenido lo que el mundo llama xito y haba elegido una suerte de santidad, de ascetismo de la vida civil. Milit en la Resistencia arriesgando la vida en la oscuridad. Nacido en

Argelia, se neg a compartir la carga de un movimiento de liberacin que empleaba el terror contra el terror. Antes que las posiciones de los dems, le preocupaban las suyas propias, su destino, su uso de la libertad y de la conciencia. Quiz su dilogo esencial no haya sido con sus semejantes. Sartre careca de la difana apariencia de los otros dos. De rasgos poco felices, estrbico, nada pulcro, de movimientos torpes, no poda seducir sino mediante la inteligencia. No era un hroe. Su contribucin a la Resistencia fue muy escasa. Siempre se sinti culpable, se mostr culpable y fue culpado por ello. Malraux, que reparta generosidad y desprecios con proverbial arbitrariedad, haba sido amigo, en la adolescencia y en la primera juventud, de Drieu La Rochelle. Drieu fue fascista y activo colaborador de los ocupantes nazis. Con absoluta coherencia, se suicid tras la liberacin. "Drieu luch por Francia hasta el final", dijo Malraux cuando le preguntaron por qu haba ido al entierro de un combatiente del otro bando. Con Sartre no fue tan tolerante: cuando le supo terminantemente opuesto a la poltica del gaullismo, le reproch pblicamente, con la finalidad de descalificarle, que hubiese hecho representar Las moscas y Huisclos con la aprobacin de la censura alemana. Sartre tampoco era un santo. Se equivocaba a menudo. De todos sus desatinos hay constancia impresa, no porque sus oponentes, o aun sus amigos, no le hayan denostado por escrito cosa que, por cierto, hicieron, sino porque l mismo dedic pginas y ms pginas a reconocerlos y analizarlos. De Malraux no le separa nicamente la ausencia de hazaas en su biografa. Entre 1936 y 1945, Malraux habl y actu desde el antifascismo institucional: desde la Repblica espaola o desde la Resistencia francesa. A partir de 1945, habl y actu desde el poder o desde sus proximidades. Sartre habl y actu siempre y exclusivamente desde Sartre. Compaero incmodo Fue un compaero de ruta terriblemente incmodo para el partido comunista. Fue un demcrata terriblemente incmodo para las democracias occidentales de la guerra fra. Y tal vez su solidaridad haya sido terriblemente incmoda para la Resistencia, teniendo en cuenta que sta existi en funcin de un enemigo comn, que ese enemigo la defini y, durante cierto tiempo, y por oposicin, la dot ideolgicamente. Huis-clos se estren en Pars en mayo de 1944, con la licencia, claro est, de las autoridades. Los resistentes, fuesen stos gaullistas, comunistas, socialistas, judos, catlicos o de cualquier otra procedencia, no terminaron de perdonrselo nunca. Cabe suponer que esperaban que Sartre volara jerarcas de la Gestapo, o escondiera perseguidos, o repartiera prensa clandestina. Aunque tal vez esperasen que se quedara en casa, sin abrir la boca, hasta el final de la guerra. l, por su parte, hizo lo que suelen hacer los hombres en poltica: meter el pie entre la puerta entreabierta y el marco para que no se interrumpa el paso de la luz. Tal vez no fuese un ademn ejemplar, pero era humano. Y era til. Y estaba lleno de la dignidad de un individuo. El hombrecito del ojo desviado pidi permiso y explic al pueblo de Francia qu era el infierno: los otros. Ya haba elaborado El ser y la nada, y viva conflictos propios del ser para s. De Camus no le separa nicamente su falta de seguridad. En la carta abierta con que, en el nmero de agosto de 1952 de Les Temps Modernes, cerr su polmica con el autor de El extranjero, escriba respecto de ste: "Ignoro lo que ser de nosotros: quiz volveremos a encontrarnos en el mismo bando, quiz no. Corren tiempos duros y revueltos". Y ocho aos ms tarde, ante la muerte del que haba sido, primero, su amigo y, despus, su adversario: "Nos habamos distanciado, l y yo. Un distanciamiento no significa gran cosa, aunque haya de ser definitivo; a lo sumo, una manera diferente de convivir, sin perderse de vista, en un mundo tan pequeo y angosto como el que nos ha cabido en suerte. Eso no me, impeda pensar en l, sentir su mirada fija sobre la pgina del libro o del diario que l lea, y preguntarme: 'Qu dir de esto? Qu dir de esto, ahora?'". Porque l crea que Camus "deba de estar cambiando con el mundo, como todos nosotros". Sartre estaba lleno de respetuosa expectativa y, por qu no decirlo, de amor, de un amor en el que no tena lugar la competencia. Y Camus jams baj de su pedestal para confirmarlo ni para desmentirlo. Ni hroe ni santo No era un hroe. Quiz por esta razn, entre otras, no fue ministro. No era un santo. Quiz por esa razn, entre otras, rechaz en 1964 el mismo Premio Nobel de Literatura que Camus haba aceptado sin titubeos siete aos antes. Sartre tema que ese honor, y el dinero que lo acompaaba, le vinculara a causas injustas o le corrompiera de algn modo. Dudaba de s mismo, "como todos nosotros". "Para merecer el derecho de influir sobre los hombres que luchan, primero hay que participar en su lucha; hay que aceptar muchas cosas, antes de hacer lo posible por modificar algunas", haba escrito, dirigindose a Camus. No es fcil identificarse con hombre tan corriente. Su imagen no sirve a la realizacin vicaria de los fantasmas de gloria y valor que acosan el sueo de nuestros das. Pero su teatro, sus novelas, sus cuentos y sus ensayos estn ms perfectamente vivos que la mayora de los productos culturales de hoy. Y sus dos obras mayores, El ser y la nada y la

Crtica de la razn dialctica, definen el ltimo, hasta aqu, de los filsofos sistemticos. Fuente:Horacio Vzquez-Rial

Una idea de la revolucin.Diez aos de la muerte de Andr Malraux Andr Malraux, el autor de La condicin humana, combatiente en la guerra espaola, ministro de De Gaulle y uno de los grandes intelectuales de accin de este siglo, muri hizo 10 aos el pasado domingo. Mantuvo la idea de una genuina revolucin que fue acosada por una aproximacin mezquina de la conducta de los hombres. En ese tono de reproche a la posteridad est escrito este perfil.Cuando se escriba con la distancia suficiente la historia de los revolucionarios de nuestro siglo, abandonadas ya todas la parcialidades propias de la contemporaneidad, Andr Malraux [de cuya muerte se cumpli el pasado domingo el dcimo aniversario] ocupar por s mismo un importante captulo. Desde luego, lo que se har entonces no ser la crnica de la revolucin socialista, sino el anlisis del cambio experimentado en estos tiempos por la existencia de los hombres, que habr seguido un curso previsiblemente imprevisto. Para quienes nos criamos y no somos pocos en esta generacin nada coherente de los que ahora rondamos los 40 con la guerra civil como punto de referencia poltico y tico, la imagen de Malraux fue la del brigadista trgico capaz de imponer por obra de la accin un orden singular en la confusin de los primeros meses de lucha. Nos cost lo nuestro aprender que ello no haba sido as por coincidencias mgicas: no era aqul el primer movimiento del que el hombre participaba, y haba llegado a Madrid con ideas muy claras acerca de lo que estaba sucediendo y sobre todo, cosa excepcional, acerca de lo que iba a suceder en toda la extensin del planeta no mucho despus. Pero hay que decir, si es que se quiere entender su figura, que, su adhesin a la causa republicana espaola no era sentimental, ni moral, ni muchos menos poltica, aunque a la vez tuviese en si porciones importantes de todo ello: su adhesin era histrica en un sentido existencial, no hegeliano, del trmino; lleg a hablar del estalinismo como de un hegelianismo incontrolado. De una vez para siempre, en 1936 Malraux asume el papel que se constituye en eje de toda su trayectoria vital: el del resistente antifascista. Y no slo en el plano pblico, sino tambin en el mbito d la lucha con su propia conciencia: "Todo hombre activo y pesimista es o ser fascista a menos que tenga una fidelidad que lo sostenga", escribira. Se quiso suponer que su fidelidad era Espaa. En todo caso, Espaa formaba parte de una vocacin, desarrollada tambin en Oriente antes y en la Resistencia ms tarde: la vocacin revolucionaria de Malraux. Que iba en busca de algo muy diferente de aquello a lo que aspiraban Rimbaud y Marx. Malraux no tena el propsito, tan ambiguo, de cambiar de vida ni el tan, en ltima instancia, acadmico de cambiar la historia del conjunto de los hombres. Malraux aspiraba a modificar el destino de los individuos en un proceso que no necesariamente implicaba avance, positividad, progreso en la acepcin actual de la palabra. La revolucin, por tanto, no tena por qu ser socialista, no tena por qu encarnar el triunfo de la razn, no tena por qu cargar con valores universales. El marxismo, pues, no le serva para explicar un pasado ni para construir modelos deseables de porvenir: en esto era absolutamente marxista: se vala del pasado y de un porvenir oscuro para explicar an el marxismo. Suyas son las palabras de La condicin humana dadas por boca de Gisors: "El marxismo no es una doctrina; es una voluntad", explica el personaje a sus discpulos; "es, para el proletariado y los suyos, vosotros, la voluntad de conocerse, de sentirse como tales, de vencer como tales; no debis ser marxistas para tener razn, sino para vencer sin traicionaros". Vencer, claro est, personalmente, no en funcin del programa: aquel que da muerte a un semejante, aun cuando lo haga por o para o en nombre de una revolucin, lo hace tambin personalmente; decide y ejecuta como individuo.

Amor abstractoAhora bien, la modificacin del destino de quienes realizan la historia y, en consecuencia, del de quienes a ella estn sometidos por propia inaccin no es una finalidad determinada por la moral ni por un abstracto amor al prjimo, sino una constante necesidad del perdedor en cada poca. Uno de los personajes un profesional de la revolucin de Los conquistadores dice: "...no tengo ningn amor por los hombres. No tengo amor, ni siquiera por los pobres, por el pueblo, por esos por los que voy a combatir, en suma... ( ...). Los prefiero, pero nicamente porque son los vencidos. S, en conjunto tienen ms corazn, ms humanidad que los otros: virtudes de vencidos. ..". Poco ms arriba, Malraux

ha definido como grupo, como fenmeno, a esos revolucionarios: "...personas en quienes el sentimiento revolucionario ocupa el lugar que el amor por el ejrcito ocupa entre los legionarios, personas que nunca han logrado aceptar la vida social, que han exigido mucho de la existencia, que hubieran querido dar un sentido a su vida y que ahora, ya de vuelta de todo eso, sirven". Es decir, hombres que han llegado a la revolucin en su hacerse, en su esfuerzo por darse una esencia y esto no es otra cosa que la bsqueda de un sentido para la existencia: Malraux, Sartre y Camus acaban por coincidir en lo que, siendo para cada uno de ellos producto de una concienzuda labor intelectual, puede plantearse como rasgo de carcter de su tiempo."No se vive de acuerdo con lo que uno piensa de su propia vida", seala Malraux, pero lo seala para precisar el punto de partida de una tarea destinada a alcanzar ese acuerdo en todos los mbitos en que sea posible, porque "a pesar de todo hay una cosa que cuenta en la vida: no ser vencido". Y para apoyarse en ese camino, para el escptico activo que no cree en Dios, hace falta una fidelidad. La prdida de la fidelidad convierte al individuo en su enemigo: "Los leprosos que dejaban de creer en Dios contaminaban las fuentes", observa Malraux. De modo que la revolucin se aleja de su atribuida razn histrica para pasar a ser un terreno adecuado a la expresin material del hombre personalizado, singularizado justamente por su implicacin en un trnsito que es de todos: as, la vocacin revolucionaria es en realidad la vocacin del dirigente "la conciencia individual es la enfermedad de los jefes, el deseo de ser aquel al que se confa la decisin crtica. Malraux supo desde muy temprano que esa decisin estaba siempre en manos del que la tomaba en primer lugar, en la medida en que, acertada o no, fuese a todas luces prueba de la fidelidad del sujeto a lo que la mayora entendiese como meta imprescindible, como condicin sine qua non para el cumplimiento de su humanidad.

EnergaGarn, uno de los protagonistas de Los conquistadores, es presentado como un hombre que "no cree ms que en la energa. No es antimarxista, pero el marxismo no es en absoluto para l un socialismo cientfico; es un mtodo de organizacin de las pasiones obreras, un medio de reclutar tropas de choque entre los obreros". Como se ve, una materializacin de la idea de Gisors sobre el marxismo como voluntad. Obviamente, tales personajes podran desarrollarse, y aun alcanzarse, en cualquier bando en pugna con otro; pero no son agitadores, sino revolucionarios, porque tienen una fidelidad: el cambio, sin presupuestos. Para Malraux, la revolucin no es jams la lucha por un programa definitivo. Garn no hace lo suyo para que, por ejemplo, se cumpla el trnsito de la prehistoria a la historia, ni muchsimo menos para que se consume el espritu absoluto. Lo hace porque "no se puede echar al fuego la revolucin: todo lo que no es ella es peor que ella", porque l mismo se completa en un transformar la realidad cuyas consecuencias vienen ms determinadas por su propia mecnica que por cualesquiera utopa inicial: ensoacin ideolgica de un final o imaginada restauracin. No faltar quien diga que estoy hablando del Malraux de China, de Espaa, de la Resistencia; de un Malraux terminado en 1945, de un hombre distinto del que posteriormente fue ministro con De Gaulle. Me atrevo a proponer lo contrario: el ministro era el mismo hombre, y su fidelidad segua siendo la revolucin. No la revolucin socialista para l no haba culminacin en los procesos, sino la revolucin, la transformacin. l haba contribuido a hacer la Unin Sovitica, a hacer la China de Mao: los resultados no le gustaban, pero no se arrepinti. Vino a Espaa consciente de que los resultados de un triunfo republicano no le hubiesen satisfecho, ni en el caso de la democracia burguesa ni en el de una salida ms radical: vino porque el fascismo le repugnaba. La Francia de estos das tampoco le hubiese gustado. Pero su visin de la realidad era histrica antes que poltica, y perciba la proyeccin de los actos individuales en largos perodos, como perciba la proyeccin de la obra silenciosa de los siglos sobre los actos individuales. Fuente: Horacio Vzquez-Rial

Intelectuales y terror: memoria del 'caso Camus'Albert Camus muri, va a hacer 20 aos, perfectamente aislado: la izquierda, el sector poltico al que perteneca por naturaleza y pasin, y los intelectuales, entre los que habra tenido que encontrar, si no solidaridad, s, al menos, dilogo abierto y respuestas no airadas, le haban dado la espalda a partir de sus manifestaciones sobre el caso argelino que seguramente conoca mejor que la mayora de sus crticos. Pero las causas de su ostracismo no estaban en sus opiniones sobre este o aquel otro aspecto del proceso por el que atravesaba el pas que le haba visto nacer: tales opiniones hubiesen sido rpidamente clasificadas como de derechas o de izquierdas, y descalificadas con igual rapidez por quienes no las compartieran. No: la raz de su mal se hallaba en la claridad con que haba hablado del ejercicio del terror por los miembros del FLN. Desde tiempo atrs, Camus haba renunciado a discutir cuestiones puntuales referentes a las condiciones de la descolonizacin de Argelia. Era consciente de que su posicin "hoy no satisface a nadie, y conozco de

Defender aqu la verdad de sus afirmaciones de entonces, que creo sobradamente confirmadas por la historia argelina posterior, equivaldra a dedicar estas lneas a la consideracin de paralelos que de ningn modo pueden establecerse: ni lo que tenemos delante en la Espaa de estos das es un problema colonial aunque no falte quien as lo estime, llevado por quin sabe qu clase de patologa terica, ni lo que los intelectuales de este pas debemos planteamos en primer trmino es, a mi juicio, la situacin de Euskadi por titular el tema de la manera ms neutra posible, sino el problema del terror en nuestro entramado social. En todo caso, oportunidades habr para extenderse sobre el particular vasco. No hay en lo que acabo de apuntar nada de prescindente respecto de tan acuciante asunto que, adems, parece estar en el origen de las acciones terroristas que padecemos. Se trata, nicamente, de centrarnos en la cuestin, tan llevada y tan trada, de la responsabilidad de los intelectuales, que debe, o debera, alcanzar a todos los rincones del inters social. De ah que haya comenzado por Camus: traer a colacin la responsabilidad de los intelectuales en torno de algo que se quiere creer de competencia exclusiva de cuerpos de seguridad y organizaciones armadas, con o sin brazos polticos, es siempre riesgoso: en escena tan combustible, las palabras pueden estallar en la boca del que las pronuncia. Pero, deca Camus, "el papel de los intelectuales no puede consistir... en excusar de lejos una violencia y condenar la otra, lo cual tiene el doble efecto de indignar hasta el furor violento a quien se condena, y de alentar al violento a quien se excusa a practicar ms violencias. Si los intelectuales no se unen a los combatientes, su papel (ms oscuro, sin duda alguna!) ha de ser tan slo el de trabajar en procura del apaciguamiento, para que la razn torne a tener una posibilidad". (La cursiva me pertenece.) l haba dejado de alentar esperanzas en lo tocante a la existencia de "una derecha perspicaz", consciente "de la necesidad de llevar a cabo profundas reformas y del carcter deshonroso de ciertos procedimientos", y de "una izquierda inteligente" que, "sin ceder nada en sus convicciones", comprendiera "que ciertos procedimientos son innobles en s mismos". (Y quiz todo esto tenga que ver con las llamadas "soluciones polticas" de esta clase de problemas.) Lo cierto es que, hasta aqu, los intelectuales espaoles no nos hemos pronunciado, ni en forma individual ni en forma colectiva, sobre el terror como tal. No hemos contribuido en modo alguno a la creacin de un estado de conciencia general en lo referente a los mtodos empleados por los grupos armados. Es ms: cuando esos grupos han dicho defender una causa concreta, como en el caso ETA en que tal aseveracin de causa, en verdad, se pierde en la noche de los tiempos de Carrero Blanco, los intelectuales que han dado posicin en letra impresa lo han hecho en torno de la razn o no de los implicados y de las fuerzas del Estado, tras una condena inicial, ya de mera frmula por su reiteracin, a la violencia "de uno u otro signo" (permtaseme en esto un interrogante). Condena inicial que, por su misma reduccin formularia, se desvincula de lo que, en cada situacin, siga. Cuando los grupos armados han aparecido como producto de reflexiones excesivamente vagas, como en el caso GRAPO, la respuesta ha sido el silencio o la suspicacia respecto del respectivo enemigo del momento. Se ha olvidado otra de las sentencias de Camus, que forma parte del mismo texto que las anteriores: "Cualquiera que sea la causa que se defienda, sta quedar siempre deshonrada por la matanza ciega de inocentes, de la que el asesino sabe de antemano que habr de alcanzar a la mujer y al nio". Y por qu habra de ocuparse el intelectual comprometido del mtodo antes que de la causa que se busca o se procura promover? Acaso el compromiso no lo es con la justicia o no de unos fines determinados? Acaso el compromiso, que en el intelectual suele limitarse al discurso, salvo contadas excepciones, como Malraux, el compromiso, deca, no es un medio honroso en si mismo, capaz de contagiar de dignidad un proyecto histrico? No, en cuanto a las dos ltimas preguntas, por cuanto supone la respuesta a la primera: el intelectual ha de ocuparse y preocuparse del mtodo antes que de la causa, porque ello hace a su propia definicin: est, quiz demasiado pocos ejemplos, para vencer, pero est, sin duda, para convencer; el convencer es su proyecto ltimo, en la medida en que asuma su carcter social, su ibricin creadora y esclarecedora, precedente a cualquier otra y derivada de su adhesin a la palabra. Milln Astray venci sin convencer, mientras Unamuno mora de pena, dignidad y poesa. El "viva la muerte" sirve a poqusimos. Las lgrimas solitarias del rector de Salamanca alientan an, y seguirn alentando. Pero errores de mtodo se cometen en todas partes: los 50 aos que nos separan de aquellos das han servido tambin para poner en evidencia que la pluma de Antonio Machado vala ms que la pistola de Enrique Lster, y que nadie lea en esto, avesamente, lo que no quiero decir: en modo alguno se me ocurre asociar la defensa de la Repblica con el terror; slo sealo la triste abdicacin resultante de la idea de que frente al "viva la muerte" las palabras no servan de nada, cuando Milln Astray vociferaba, precisamente, en contra de las palabras. "No se puede hablar", "las paredes oyen", son lneas acuadas por las dictaduras. Bstenos para cerrar esta invitacin a repensar los contenidos de un preocupante silencio, otra cita de Camus, en que las cursivas me pertenecen: "Pero, para ser tiles y tambin equitativos, debemos condenar con la misma fuerza y sin precauciones de lenguaje el terrorismo aplicado por el FLN a los civiles franceses y, en una proporcin an mayor, a los civiles rabes. Ese terrorismo es un crimen que no es posible excusar ni dejar que se desarrolle; en la forma que se practica, ningn movimiento revolucionario lo admiti nunca, y los terroristas rusos de 1905, por ejemplo, hubieran preferido morir (y nos dieron pruebas de ello) antes que rebajarse hasta ese punto".

JEAN-PAUL SARTRE

Los padres de Sartre fueron Jean-Baptiste Sartre, un oficial naval, y Anne-Marie Schweitzer, prima de Albert Schweitzer. Su padre muri de fiebre cuando l tena 15 meses, y Anne-Marie lo cri con ayuda de su abuelo, Charles Schweitzer, quien enseara matemticas a Jean-Paul y le introducira desde muy joven a la literatura clsica. La filosofa le atrajo desde su adolescencia en los aos 20, cuando ley Essai sur les donnes immdiates de la conscience, de Henri Bergson. Estudi en Pars en la elitista cole Normale Suprieure, donde conoci en 1929 a Simone de Beauvoir y a Raymond Aron. Sartre y de Beauvoir se volvieron compaeros inseparables durante el resto de la vida de Sartre, en una relacin no-mongama. Juntos combatieron las suposiciones y expectativas de la formacin burguesa. El conflicto entre la opresiva y destructiva conformidad espiritual (mala fe) y un autntico estado de existencia, se convirti en el tema central del trabajo de Sartre, un tema desarrollado en su principal trabajo filosfico El ser y la nada (1944). La introduccin ms conocida a la filosofa de Sartre es su trabajo El existencialismo es un humanismo (1946). En este trabajo, Sartre defiende el existencialismo de sus crticos, que al final requieren la falsificacin de sus ideas. Se gradu de la cole Normale Suprieure en 1929 con un doctorado en filosofa y sirvi como conscripto en el Ejrcito Francs de 1929 a 1931.

Tumba de Jean-Paul Sartre y de Simone de Beauvoir, en el cementerio de Montparnasse (Pars, Francia).

En 1964, rehus el Premio Nobel de Literatura alegando que su aceptacin implicara perder su identidad de filsofo.

Su vida se caracteriz por una actitud militante de la filosofa, se solidariz con los ms importantes acontecimientos de su poca como el Mayo Francs, la Revolucin Cultural China en su etapa de acercamiento a los maostas, al final de su vida y con la

Revolucin Cubana*.

En 1960 Jean- Paul Sartre pasada la media noche se entrevist con el Comandante Ernesto Guevara en su despacho del Banco Central de La Habana,. En aquel memorable encuentro entre el Che y el autor de El ser y la nada, tambin estuvo presente Simone de Beauvoir. Hermosa fotografa de Korda: el Che encendindole un puro a Jean-Paul Sartre, mientras Simone de Beauvoir los observa complacida en aquella enorme sala del Banco Central de La Habana. Durante el mes que dur la visita, el pensador del Existencialismo se entrevist con intelectuales poetas y escritores como Nicols Guilln y Lisandro Otero. La desestalinizacin del rgimen cubano o las diferencias sustanciales con el proceso sovitico en la Europa del Este, eran temas favoritos en aquel Sartre enamorado de Cuba y su futuro. El Che tena 32 aos cuando se entrevist con Jean-Paul Sartre. El filsofo parisino descubri en Guevara la encarnacin de la vigilia revolucionaria, esa que la trajo a morir en Bolivia con el rostro despierto. El comandante Ernesto Guevara es considerado hombre de gran cultura y ello se advierte: no se necesita mucho tiempo para comprender que detrs de cada frase suya hay una reserva en oro observ Sartre en 1960. Pero un abismo separa esa amplia cultura, esos conocimientos generales de un mdico joven que por inclinacin, por pasin, se ha dedicado al estudio de las ciencias sociales, de los conocimientos precisos y tcnicos indispensables en un banquero estatal. El Che, presidente del Banco Central de Cuba, haba fijado su cita con Sartre a una hora inslita: medianoche. Y todava tuve suerte, record, los periodistas y los visitantes extranjeros son recibidos amable y largamente, pero a las dos o tres de la madrugada.

No esper mucho para encontrarse con el Che. Se abri una puerta y Simone de Beauvoir y yo entramos: un oficial rebelde, cubierto con una boina, me esperaba: tena barba y los cabellos largos como los soldados del vestbulo, pero su rostro terso y dispuesto, me pareci matinal. Era Guevara.

*Sarte y Fidel CastroFuente lajiribilla.cu

El nacimiento de Jean-Paul Sartre cumpli su primer centenario el pasado 21 de junio. Con ese motivo se realizaron numerosas conferencias y charlas en todo el mundo. Uno de los hechos rememorados fue la entrevista que sostuviera con Fidel Castro durante la visita que realizara a Cuba en 1960. El encuentro tuvo lugar en una laguna, denominada del Tesoro, en medio de la Cinaga de Zapata, al sur de Cuba. All existan unas rsticas instalaciones en un sitio de descanso, dispuesto entre lodazales y cocodrilos. Los acompa en esa histrica entrevista y por eso puedo referir ahora su contenido.

Dormamos hacinados en una barraca amoblada con literas militares. Era ms cuartel que villa de descanso, pero Sartre se puso a escribir apenas llegamos, en un rincn de uno de los cobertizos. Nunca he olvidado su disposicin para el trabajo intelectual. Pese al calor agobiante del da, al sudor mezclado a cieno que nos cubra, a la fatiga de las jornadas interminables, Sartre abra un largo libro de contable, con hojas cuadriculadas, donde anotaba sus impresiones del da, sin quitarse siquiera su negra chaqueta de sepulturero. Observ, con estupor, su camisa blanca, enrojecida de fango reseco, y su corbata anudada con el esmero de quien se dispone a asistir a un banquete oficial. Ms pareca un minero en faena que un intelectual. Mientras todos los dems nos quedbamos en ropa holgada, intentbamos sacudir el agotamiento generado por nuestro itinerario, Sartre escriba como si se hallase en la Biblioteca Nacional de Francia. Se mostr indiferente a las adversidades de su entorno, al calor, los mosquitos, las incomodidades de su cama, el zarandeo de los transportes rsticos, las largas y

fatigantes jornadas. Ya en la noche nos refugiamos en otra barraca, dispuesta para comedor, y hablamos hasta la madrugada. Durante nuestra excursin previa, en cada parada se le haba solicitado algo a Fidel Castro, ms tierras, tractores, subsidios, escuelas, viviendas. Era evidente: las demandas excedan la capacidad del Estado para satisfacerlas. La Revolucin haba despertado las necesidades latentes desde mucho tiempo antes, pero no dispona de recursos para calmar tanto apetito.

Fidel Castro dijo que se ofrecera a las mayoras populares beneficios inmediatos. Las Leyes Revolucionarias, dictadas una tras otra, conquistaron de entrada el enorme apoyo popular, del cual entonces dispona la Revolucin. "Y si le pidieran la luna?", pregunt Sartre a Fidel, quien hizo una pausa, mir por la ventana abierta hacia la neblina en la laguna y le respondi: "Si me pidieran la luna es que estaban necesitndola y habra que drsela. Todo lo que piden, sea lo que sea, tienen derecho a obtenerlo". Sartre concluy: el nico humanismo posible se basa en la necesidad. Sartre indag sobre las condiciones determinantes en la derrota del ejrcito de Batista. Fidel le explic cmo rechaz la idea de algunos revolucionarios de conspirar con las fuerzas armadas. La lectura de "La tcnica del golpe de estado" de Curzio Malaparte, dijo, aparte de ser un texto histricamente falso, hizo mucho dao entre los insurgentes cubanos. En Cuba se crea en las confabulaciones con o sin el ejrcito, pero nunca contra el ejrcito. Con el concurso de los institutos armados, estimaba Fidel, no poda hacerse una revolucin profunda, por eso l fue muy cuidadoso para evitar un golpe de estado. De haberse consolidado la conspiracin del general Cantillo, quien haba propuesto una especie de golpe de estado para asegurar la continuidad del batistato sin Batista, habra sido necesario continuar la lucha. Sartre entr, entonces, en un difcil tema. Todas las revoluciones, tarde o temprano, haban devorado a sus hijos, incurrieron en el terror como manera de sobrevivencia. Robespierre, Saint Just, Maquiavelo, Trotski, sealaron la violencia como un recurso para conservar el poder cuando este comienza a debilitarse como consecuencia de las acciones contrarrevolucionarias y de la accin pendular de la opinin pblica. Cmo poda evitarse en Cuba? Fidel le respondi su rechazo a los procedimientos coactivos y su fe en los persuasivos. La mejor manera de entenderse con el pueblo era usando la razn y la lgica. Eso explicaba sus largos discursos, minuciosos y didcticos, de aquellos tiempos. Fidel confiaba en un aumento de la cultura popular, con el cursar de los aos, y con ello crecera la capacidad de comprensin de las masas, as se lograran mejores resultados de los objetivos planteados por la Revolucin sin recurrir a imposiciones. Sartre, se mostr complacido con la respuesta: no deba sacrificarse una

generacin por otra. Tras aquellos das Sartre public una serie de artculos en el diario France Soir, entonces el de mayor circulacin en Francia, y los recogi en un libro que titul Huracn sobre el azcar. All acu su frmula de la democracia directa como una explicacin de lo que entonces estaba sucediendo en Cuba. Su visita dej un saldo provechoso de solidaridad y conquist simpatas en un momento en que los ms siniestros peligros comenzaban a erguirse contra la naciente Revolucin. Es el paradigma del intelectual comprometido del siglo XX. Sus restos descansan en el cementerio de Montparnasse de Pars*. A su funeral asistieron unas 50.000 personas.

Los ltimos das de Sartre*: El infierno son los otrosTomado de la Revista Casa de las Amricas 237, ao 2004

Pocos das despus de la Semana Santa de 1979, los parroquianos del barrio Montparnasse en Pars pudieron observar en el interior de La Coupole o en la terraza del caf Dme, a un hombrecito ciego, tembleque, mal afeitado y casi decrpito blandiendo con dificultad su vendada mano izquierda. Era evidente que quienes lo podan reconocer quedaban asombrados. Se trataba de Jean-Paul Sartre, figura cimera de la inteligencia y el pensamiento del siglo XX, el gran activista de la libertad en nuestro tiempo, que vena de ser el protagonista de un caso tpico de baranda policial. Un poeta loco, Grard de Clves, de origen belga, a quien Sartre acostumbraba ayudar de vez en cuando con algunos francos, en una de las salidas que se le permitieron de la clnica siquitrica resolvi acosar a su benefactor presionndolo a diario. Sartre le dio dinero durante varios das consecutivos hasta que, harto, le advirti que no le recibira de nuevo. Pero ocurri que un da el hombre volvi furibundo, y mientras discutan por encima de la cadena de seguridad de la puerta que Sartre no haba querido quitar para que aquel no entrara el poeta enajenado sac un cuchillo con el que le hiri su mano izquierda. Luego comenz a golpear con violencia el portn que entre Sartre y su hija adoptiva, Arlette, lograron cerrar desesperadamente. El forcejeo fue tal que, pese a que la puerta era blindada, estuvo a punto de derrumbarse. Arlette llam a la polica. Los gendarmes, sin embargo, se vieron a gatas para detener al hombre por entre los pasillos del edificio. La mano de Sartre comenz a sangrar profusamente hasta que fue curada y vendada. Esto ocurra un ao antes de su muerte. El asedio de las miradas turbias Los ltimos doce meses en la vida del filsofo de la libertad no debieron ser, adems, muy consoladores para l en lo que se refiere a la comprensin de sus amigos ms ntimos. Es que hay que pensar en lo que debi haber sufrido ese viejo ciego y tierno, libre y terco y por aadidura terriblemente orgulloso, pese a la capacidad crtica que tena de autocuestionarse, de reconocerse en sus propios errores y de corregirlos con sabia resignacin. Porque el orgullo no soberbia que lo acompa siempre, fue un orgullo inteligente y racional. Pero este anciano tembloroso y tmido

comenz a sentirse asediado por las miradas turbias de sus ms prximos (cunta razn tuvo al desarrollar sus observaciones sobre la mirada de los otros y al afirmar que son precisamente ellas, las miradas, el infierno del otro), a verse regaado, incluso a sufrir de sus ms queridos, viejos y leales compinches como Jean Pouillon, Simone de Beauvoir, Jacques-Laurent Bost, Claude Lanzmann y otros, el rigor de la censura a su pensamiento y la asechanza final a la publicacin de sus ideas, como ocurri con el ltimo reportaje que concediera a Pierre Victor para el semanario Le Nouvel Observateur unas semanas antes de su muerte. Y ejemplo de esa incomprensin desmesurada y cruel, es esta declaracin de Pouillon, su grande amigo a Annie Cohen-Solal: Para m era angustioso, cuando comamos juntos, ver cmo se le caa la comida de su tenedor sobre las piernas, lo que exasperaba al Castor, y enseguida, darme cuenta de la dificultad con que l segua una conversacin normal; se demoraba un cuarto de hora para respondernos alguna cosa pertinente. Bost, Lanzmann o yo mismo hubisemos podido prestarle la ayuda que le prestaba Victor [su secretario durante los ltimos siete aos] pero nosotros no tenamos tiempo. Con razn Franoise Sagan en su ltimo libro, Con mi mejor recuerdo, explicando su emotivo homenaje Carta de amor a Jean Paul Sastre escrita precisamente el da en que Sartre celebraba su ltimo cumpleaos, el 21 de junio de 1979, expresa indignada: Debo confesar que contrariamente a lo que relatan sus allegados, a los recuerdos que tienen de sus ltimos meses, nunca me sent horrorizada ni molesta por su manera de comer. Por supuesto que todo zigzagueaba un poco en su tenedor, pero era a raz de su ceguera, no por chochez. Me da mucha rabia los que se han quejado en artculos o libros, afligidos y despectivamente, de esas comidas. Hubieran debido cerrar los ojos, si eran tan delicados, y escucharlo. Escuchar esa voz alegre, valiente y viril, or la libertad con que hablaba. Pero el afn por observar con respeto y fidelidad histrica los pormenores ms sobresalientes que vivi y padeci durante sus ltimos doce meses, es lo que nos lleva a tratar de irnos de la mano de la cronologa hacia ese memorable 15 de abril de 1980 que lo vio expirar, no sin antes dejar de estremecernos nosotros mismos ante la crapulosa rapacidad de las ambiciones y la ceguera brutal de las incomprensiones en que se vio envuelto al final de sus das. Las mujeres son menos cmicas que los hombres El 4 de febrero de 1980, dos meses antes de morir, Sartre se hace un chequeo mdico en el hospital Broussais, de Pars. Se le encontr aparentemente normal. Los mdicos no saban, ni pudieron intuirlo, que, habiendo dejado el cigarrillo, continuaba bebiendo en abundancia y amando ms que nunca a aquellos sus amores contingentes. Siempre, hasta el final de su vida, estuvo rodeado de mujeres. Fue un mujeriego irredento. Muchas de esas mujeres, todas inteligentes por supuesto, ya han dado y seguirn dando, sin duda, sus testimonios ms encendidos. Por una de ellas precisamente es que nos enteramos de que un domingo por la maana, comenzando el mes de marzo de 1980, es decir, a escasos treinta das de su muerte, Arlette lo encontr tirado sobre la alfombra de su habitacin, con una terrible resaca. Supimos [dice Simone de Beauvoir] que se haca traer botellas de whisky y de vodka por sus amigas, ignorantes del peligro. Las ocultaba en un cofre o detrs de los libros. Aquel sbado por la noche la nica noche que pasaba solo, cuando Wanda se marchabase haba emborrachado. Arlette y yo vaciamos los escondrijos; llam a las amigas pidindoles que no trajeran ms alcohol

e hice a Sartre vivos reproches. Alrededor de ancdotas como estas se ha desatado dentro de la familia sartreana universal, luego de muerto l, una encendida polmica. Los unos no perdonan la divulgacin de ciertas escenas que, aunque fueran verdicas, por lo ntimas y privadas debieron haber sido extraas al conocimiento pblico. Para los otros, el mismo Sartre, totalizador l, no hubiese aceptado como vlido el hecho de que se arropasen con velo de gasa las tripas de su vida mundana. Durante sus ltimos aos las personas ms cercanas a l fueron todas mujeres, aparte de su secretario Pierre Victor, y casi todas ellas sus amores contingentes. Cuntas mujeres no se cruzaran por la vida del escritor que se confesaba serenamente polgamo. De ellas deca que le gustaban ante todo lindas y que las prefera a los hombres porque le parecan menos cmicas (ya Lacan haba sentenciado que el hombre era particularmente cmico); que tenan una sensibilidad ms desarrollada y que sus conversaciones, fluidas y naturales, se oponan a la pesadez del hombre siempre preocupado por las ideas. Para complicarse la vida, un solo pensador basta y se sobra, debi haber concluido cuando decidi que prefera la compaa de las mujeres. Buscaba en ellas una atmsfera sentimental e intelectual bien equilibrada para que los encuentros sexuales no fueran degradantes a ninguno de los dos, y vea enriquecidas sus ideas cuando estaban contagiadas por el manto de la sensibilidad femenina. Pero nunca claudic en su escogencia radical por las mujeres bellas. Cuando le preguntaron si alguna vez se haba sentido atrado por una mujer fea, respondi tajantemente: si era real y completamente fea, no, nunca. Vea en la belleza femenina una manera natural para desarrollar su propia sensibilidad, y consideraba a la sensibilidad y a la inteligencia paralelas en el ascendente desarrollo integral del ser humano. Con los hombres, una vez que se ha hablado de poltica o de algo parecido, dijo en cierta ocasin, gustosamente me callara. Me parece que la presencia de un hombre durante dos horas en un da, aunque no vuelva a verle al da siguiente, es ms que suficiente. Mientras que con una mujer esto puede durar todo el da y adems continuar al da siguiente. Pero, con todo, hay que reconocer, por encima de lo que diga Simone de Beauvoir, que fueron Victor y Arlette las personas ms cercanas a l durante sus ltimos aos y particularmente durante sus ltimos meses. La sagrada y la nueva familia En el otoo de 1973 Sartre se enfrent a la ceguera definitiva. Pierden entonces inters para l, por aquella poca, las agitaciones callejeras, los alborotos periodsticos, el Flaubert, que de hecho abandona, la escritura, la lectura y hasta su propio aspecto personal. Poco se inmiscuye en el arreglo de su ltimo apartamento en el 29 del boulevard Edgar-Quinet y naturalmente se desentiende de archivos, manuscritos y variados papeles preciosos. Cre ver a un muerto, le dice Raymond Aron a Claude Mauriac el 20 de junio de 1979, con ocasin de una conferencia de prensa en el hotel Lutecia, relacionada con el Comit Un Barco para el Vietnam. A los cuatro aos de edad haba perdido su ojo derecho y a los sesenta y siete viene a perder el izquierdo. Aparte de la hipertensin y de la trombosis de una vena temporal, el diagnstico fue preciso: excesos diversos, entre otros el alcohol, el tabaco, las drogas (coridrina, mezcalina, etc.). Comenzaban, pues, los aos de la oscuridad fsica que vendran a abatirlo, a debilitarlo, a hacerle decir: Mi oficio de escritor est completamente destruido. Y con ella, con la ceguera que no perdona, se acumularan los males del cuerpo, las prdidas de equilibrio, la mala circulacin de la

sangre, los dolores atroces en las piernas. Se necesita ser demasiado inteligente para padecer lcidamente todo ello. Y es entonces cuando su carcter independiente y orgulloso se derrumba y cede. Comienzan a aflorarle las muletas, todas ellas a cual ms absorbentes y posesivas. La dependencia fsica de Sartre es deplorable aunque se haya propuesto racionalizarla, dosificarla y soportarla estoicamente. Y aparecen, pues, en su vida los dos personajes que a punta de amor y lealtad, de constancia y sacrificio, de inteligencia y visin futurista habran de disputarle a Simone de Beauvoir su privilegiado sitial histrico: Pierre Victor y Arlette Elkam. Victor, su ltimo interlocutor intelectual y polticamente vlido, el sucedneo que escogiera l libremente y con el cual pensaba no solamente revitalizarse sino remitir sus sueos de futuro, preservar su proyecto, prolongarse en su propio pensamiento, joven filsofo judo nacido en El Cairo, militante maosta que responda al verdadero nombre de Benny Lvy y Arlette Elkam-Sartre, nativa de Constantina ciudad del nordeste de Argelia, tambin juda, a la que Sartre conoci en julio de 1956 cuando la joven estudiante preparaba en Versalles el concurso de ingreso a la Escuela Normal Superior de Svres. Ella le haba escrito hablndole de algunos trabajos escolares suyos sobre la filosofa sartreana y detallndole la reprimenda que por ello haba recibido de parte de su profesor de filosofa. Esta audacia, sumada a las dotes intelectuales que l le viera y a su simpata y personalidad, llevaron a Arlette a convertirse, el 18 de marzo de 1956, en la hija adoptiva de uno de los hombres ms importantes del siglo XX. Quizs Arlette, para lograrlo, supo hacer suya la sentencia de Sartre de que la existencia no es un regalo y que cada cual est obligado a legitimarla con sus actos. Ella y Victor conocan muy bien la filosofa sartreana del proyecto y lo hicieron a l, a Sartre, el suyo propio, legitimando con la compenetracin que alcanzaron con el filsofo, el derecho a ser reconocidos no solo como sartreanos puros, sino tambin como los dos ltimos compaeros de ruta del sabio anciano ciego. La una como su hija, y el otro como su amigo y sucedneo intelectual. Pero nada en esta vida nace o muere impunemente, nada alcanza gratuitamente el verdadero color rosa que aoramos de las cosas. En el entorno de Sartre, el aleteo de los celos y las incomprensiones, de la discordia y la competencia, afloran al tiempo que ellos dos se acercan con su afecto. La antigua familia sartreana reclama sus derechos pontificiales y se atrinchera en el Templo; crea el Alto Tribunal Sartreano que est representado en lo intelectual por Bost, Lanzmann y Pouillon y en lo sentimental por Simone de Beauvoir. Sin embargo, la nueva familia no se detiene, y responde: Usted traicion a Sastre, dice Arlette a Simone de Beauvoir: ...y sera una cobarda de mi parte continuar callada. Yo hice lo posible por convertirme en sus ojos mientras usted no hizo nada para sentarse a su lado y, leyndole punto por punto, le hiciera conocer aquello con lo que usted no estaba de acuerdo con l. Crame que l se sorprendi de que usted no hiciera nada [...], etctera. La ejecutora testamentaria de Sartre, su hija adoptiva, Arlette Elkam, no solo estaba desplazando en los afectos a quien fuera su compaera de vida durante cincuenta aos, sino que repentinamente y en forma acusatoria, vena a erigirse como la detentadora de la verdad, al menos de la ltima verdad sartreana. A cul de las dos creerle? Creemos que ni siquiera Sartre hubiera podido dirimir con justicia esa querella. Pero tambin Victor, cuyos siete aos de secretario y amigo ntimo le haban dado ciertos derechos no todos gratuitos, por cuanto se dice que lleg a conocer ms a fondo la filosofa sartreana que el mismo Sartre, e incluso que le condujo las ltimas lecturas al filsofo, acosado por insultos como el que le hiciera Goldmann de ser un talmudista extraviado en el maosmo, o el hombre de ninguna parte, que dijera Maurice Clavel, o la prtesis de naturaleza dudosa de Pouillon, y que a sus veintiocho aos tena la desfachatez nunca vista de tutear a Sartre, debi responder que era lamentable que Simone de Beauvoir no hubiese comprendido que su relacin con Sartre llevaba implcita la sobrevivencia intelectual de este.

Cuando Sartre conoci a Victor, este ltimo se encontraba atravesando una difcil situacin poltica. Era un aptrida sin documentos legalizados en ningn pas del mundo. Sartre, a peticin suya, resolvi engancharlo como su secretario y asignarle un sueldo que le permitiera aparecer ante las autoridades francesas como alguien a quien poda drsele una carta de estada temporal. Pero con el tiempo fueron tales las simpatas que desat en l, que Sartre se dirigi al entonces presidente de la Repblica, Valry Giscard dEstaing, en una muy conmovida y antisartreana nota, rogndole su intervencin personal para que se le otorgara la naturalizacin francesa a su protegido. Entre otras cosas le deca: Mi vista reducida har que la lectura y la escritura me sean en adelante imposibles. Tengo por lo tanto necesidad de este muchacho para terminar mi obra. l me ayudar a rematar mi Flaubert. Y todo este humilde y quejumbroso ruego dirigido nada menos que a un hombre de Estado, ex ministro de De Gaulle y presidente de Francia! Giscard, pese a conocer la dificultad de la diligencia por tratarse de un reconocido militante extremista, se apresur a complacer al invidente filsofo. Ya De Gaulle haba dicho en su hora que no se encarcelaba a Voltaire cuando Sartre tuvo dificultades con la polica durante su gobierno, y ahora Giscard adverta que no haba favores imposibles si se trataba de Sartre, un francs que con su pensamiento supo fecundar como ningn otro nuestro siglo. Ahora bien, en 1978 habra de comenzar el estallido de la crisis ltima de la gran familia sartreana. De pronto, Sartre no parece interesarse ms en sus antiguos discpulos, toma sus distancias frente a Simone de Beauvoir, a quien ve demasiado posesiva y dominante, no quiere saber nada de Les Temps Modernes y pblicamente se le ve feliz, productivo y sereno junto a sus dos nuevos discpulos. Sobrevive intelectualmente gracias a ellos, ve por sus ojos, le leen y le informan, sus mentes le agitan la suya; Arlette le describe las imgenes de las pelculas en televisin, lo lleva a pasear a la casa que ella tiene en el midi; Victor le discute fieramente para que no se duerma, lo conmina a que se repase y corrija, le alimenta sus sueos de seguir escribiendo. Los dos le hacen ver que ellos prolongarn su propio proyecto. l entonces comienza a hablar entusiasmado de su prximo libro que, desde luego, se har a dos manos con Victor: Poder y libertad. Es para m un libro sobre la poltica y la moral que quisiera ver terminado al final de mi vida, declara. Est radiante. No quiere que los celos de sus envejecidos primognitos enturbien su dicha. Intenta aislarse un poco de aquellas tensiones pero no lo logra. Est all entre la jaura, impotente, casi dcil. Y es entonces cuando uno imagina sus gestos confusos y su aire perplejo recubrindole el rostro de su inteligente resignacin y de su sabia paciencia. Cuando uno imagina, adems, su inexorable desconsuelo, lo profundo de su tristeza y quiz tambin, por qu no, su alegra de no poder ver la codiciosa mirada de los otros posada sobre su endeble humanidad, devorndole como buitres su propia razn y sus principios en una lucha feroz por perpetuarlo como una momia histrica, intocable, inmutable y ptrea, que nada tiene que ver con l y que l mismo rechazara en 1964 cuando la Academia sueca crey recuperarlo con el Nobel de Literatura desde Las palabras, suponiendo que con ellas el autor se despeda definitivamente de su desafiante vida intelectual, arrepintindose. Y tiene uno por ltimo que imaginarlo envidiando desde su corazn generoso Una muerte muy dulce, 8 l, que tendra una muerte tan amarga. All nos parece verlo en el caf Dme, sombro y ensimismado en medio del alboroto. Un almuerzo sin palabras con Simone de Beauvoir Y es precisamente a raz de una serie de reportajes que toda aquella antigua unin fervorosa de su familia se ver quebrantada. Luego de una gira de cuatro das por Israel en compaa de Arlette y Victor, este lo interroga y prepara un texto con tres reportajes que enva a Le Nouvel Observateur, en los que no solo tutea a Sartre, sino que firma: Sartre-Victor. Adems, segn los antiguos, con conceptos dbiles, ambiguos, contradictorios. Una nueva filosofa vaga y blanda que Victor le

atribuye, dicen. Lo arrastr a renegarse de s mismo, afirma Simone de Beauvoir. Arlette y Victor lo estn manipulando, agrega. Ese giro sorpresivo del pensamiento de Sartre no sera permitido. Se pone en accin una formidable fuerza de presin para impedir que se publicara. Es lamentable, le reclama airada Simone de Beauvoir a Sartre. Djalo, yo no le doy ninguna importancia, afirma ella que le respondi l. Y sin embargo, la lucha contina por impedir la catstrofe, su publicacin. Todos a una arrecian en su empeo. Y es entonces, segn parece, en ese mismo instante en que ella le dice que es lamentable y l le contesta que lo deje, cuando se produce la ruptura total y definitiva de los dos viejos amantes del moderno siglo XX, dos meses antes de que el filsofo de la libertad, de la existencia y de la vida muriera. En medio de toda la barahnda [dice Jean Daniel, el responsable de Le Nouvel Observateur] estaba a punto de llamar a Sartre en presencia de Horst y sin darme tiempo de que lo hiciera, el mismo Sartre me llam. Su voz tena una nitidez perfecta y hablaba con extrema autoridad: Creo saber que usted est atormentado, me dice, yo s que mis amigos han hecho su agosto. Soy yo, Sartre, quien le pide publicar ese texto y publicarlo ntegramente. Si usted por ningn motivo quisiera hacerlo, yo lo publicar en otra parte, aunque le quedara agradecido si es usted quien lo hace. S que mis amigos lo han prevenido pero ellos se engaan. Lo que ocurre es que el itinerario de mi pensamiento se les escapa a todos, incluida el Castor. [...] Muy raras veces [contina Jean Daniel], Sartre haba sido tan ntido, tan preciso, tan dueo de su pensamiento y de sus palabras. De otra parte, cuando le dije que haba un pequeo error en el texto y que yo estaba preocupado porque quera que fuera corregido por l, le pregunt: Tiene usted a mano el texto? Me respondi: Lo tengo en la cabeza. Y en efecto, se lo saba de memoria. Cuento con usted, me dijo para terminar. Pero no son Simone de Beauvoir y Victor quienes chocan directamente en esta ocasin, como debi ser, teniendo en cuenta que ella le atribua a este una abierta manipulacin del pensamiento y la voluntad sartreanos, y sabiendo que ya antes haban tenido un fuerte altercado. Son, quin lo creyera, aquella propia pareja mtica, los viejos amigos, los ancianos e inseparables amantes; l le mostr en su apartamento del boulevard Edgar-Quinet los originales de la entrevista provocando en ella un desconcierto total, la consternacin encarnada. Sobre los detalles de lo que nosotros nos atrevemos a llamar la primera y ltima ruptura de los dos grandes escritores, cuenta Arlette Elkam-Sartre, la ms confiable y cercana de las fuentes: Sartre no se encolerizaba nunca, era un hombre slido que no se contrariaba por nada. Despus de esta escena, y por primera vez, demostr una inmensa contrariedad. Anteriormente jams me habl de haber tenido contrariedades con el Castor; despus de esta crisis, por primera vez, me dijo que no la comprenda; que luego de la lectura de las entrevistas, ella se haba puesto furiosa; que haba llorado y que haba tirado, regndolos por toda la pieza, los textos de la entrevista. Que l quiso explicarle: Pero hablemos de ello, Castor, le dijo, pero que ella no haba querido, no haba podido hablar. Sartre qued, segn la versin de Annie Cohen-Solal, profundamente turbado por esta ineluctable alteracin de sus relaciones con Simone de Beauvoir. Y se pregunta enseguida: De otra parte, en el curso de los dos meses que separaban esta escena del fin de su vida, sus profundos lazos pudieron restablecerse verdaderamente? A lo que responde Sartre, segn versin de Arlette: Yo todava he almorzado con esas dos musas austeras [se refiere a Castor y a su amiga Sylvie] y ni siquiera me dirigieron la palabra.

En La ceremonia del adis Simone de Beauvoir hace alusin completa de este asunto, pero se cuida de tocar a fondo el altercado limitndose a atacar duramente a Victor y a Arlette: Victor era apoyado por Arlette, que desconoca por completo la obra filosfica de Sartre y simpatizaba con las nuevas tendencias de Victor; aprendan juntos el hebreo. Ante este acuerdo, a Sartre le falt esa perspectiva que solo habra podido conseguir con una lectura reflexiva y solitaria: as pues, se doblegaba. Cmo no pensar entonces en la soledad amarga del anciano y ciego filsofo, de un hombre que no conoci la gratitud en esta vida y que, sin embargo, le dio luces a su siglo y ayud a aclararlo, si lo que lo rodeaba en el ocaso de su existencia no era otra cosa que el conjunto de barrotes acerados de sus celosos discpulos cercndolo, el ruido y los entrecejos, los cortantes rictus del odio y de la envidia! Gris y triste debi verse el rostro del talentoso y obcecado pensador cuando su propio pensamiento, al final de su vida, se vea contradicho y enjuiciado por sus herederos espirituales. Del obcecado pensador, decimos, porque las palabras fieles de Jean Daniel confirman su terquedad y tambin su lucidez, su talento y su honestidad. Su formidable humor de hombre grande debi encerrarse hurao y extraado entre los pliegues de su corazn desconcertado. Pero su obcecacin la interpreta Simone de Beauvoir, despus de su muerte, as, miserablemente: Sartre se enterc porque estbamos contra l; redobl su entercamiento por debilidad [...] pensaba que yo no lo comprenda, crea que yo lo manipulaba, siendo que l era manipulado por Victor y Arlette, hacia la que se haba inclinado hbilmente despus de la crisis del 78. Estaba desgarrado por todo eso y no tena deseos de darse cuenta de la verdad [...] Sartre no delegaba en nadie la pretensin de ser el futuro de Sartre, pero l ya no contaba con sus ojos, no tena futuro y saba muy bien que estaba condenado prxima e irremediablemente a la muerte. Me trataban como a un muerto que tiene el inconveniente de manifestarse Pero no podemos dar por terminado este episodio sin traer a colacin dos testimonios ms. El primero, de Robert Gallimard, su editor de siempre, quien afirma que Sartre le dijo por esos das: Vamos, Robert, usted no vaya a ser como todos los dems, no vaya a joderme tambin. Dese cuenta, condenarme a nombre de los sartreanos, es como para morirse de la risa. Y el ltimo con relacin al asunto, de Arlette: A l no le molest tanto la crtica como la apropiacin por el grupo de Les Temps Modernes de la verdad sartreana. Me dijo: Me tratan como a un muerto que tiene el inconveniente de manifestarse [...] l acababa de poner en tela de juicio el libro de Simone de Beauvoir Final de cuentas, en donde ella haca un balance de sus vidas. El inmenso Sartre, como dijo alguien, aquel hombre que ocupara su siglo como Voltaire y Hugo ocuparon el suyo, llegara tambin a su final. Haba dicho que quera que su muerte no entrara en su vida, que no la definiera, por cuanto l quera ser siempre un llamado a vivir, pero no haba previsto la anarqua y la soledad que le rondaran durante sus ltimos das. El jueves 20 de marzo de 1980, mientras aparecan en Le Nouvel Observateur los famosos reportajes que le iran a amargar la vspera de su definitivo descanso, bajo el ttulo de La esperanza ahora, firmados por Benny Lvy, el verdadero nombre de Victor, Sartre es internado en el hospital Broussais. Aquella maana a las nueve, Simone de Beauvoir fue a su apartamento del boulevard Edgar-Quinet a despertarlo. Lo encontr sentado en el borde de la cama, semiparalizado, en medio de una atroz crisis que se le repeta y a la que l haba denominado en

ocasin anterior aerofagia. Llamaron de urgencia a los mdicos y a punta de oxgeno se lo llevaron en una ambulancia en estado de extrema gravedad. Eran aproximadamente las 11:00 a.m. Simone de Beauvoir confiesa que regres al apartamento de Sartre, se arregl all por ltima vez y se fue a cumplir un compromiso de almuerzo que tena con Jean Pouillon. Sartre grave, metido dentro de una ambulancia, atravesaba las calles de Pars bajo el ensordecedor ruido de las sirenas y ella no haba indagado siquiera por el sitio donde sera recluido. Cuando termin de comer, enterada ya del nombre del hospital, se dirigi all en compaa de Pouillon. Se encontraba en la sala de reanimacin, cuenta despus, no estuve mucho tiempo all [...] no quera hacer esperar a Pouillon [...] El viernes 21 por la tarde, los mdicos le comunicaron que tena un edema pulmonar y sufra de fiebres altas que lo llevaban a delirar. Que, adems, la falta de irrigacin en los pulmones lo tena en ese estado de gravedad. Entonces Sartre y Simone de Beauvoir discutieron. Ella le dijo que todas esas cosas que deca en medio de su delirio eran puros sueos y nada ms. Me dijo que no, con aspecto enojado, cuenta ella misma que le respondi l. A los pocos das volvi a recaer y fue llevado de nuevo a la sala de reanimacin. Como su vejiga le funcionaba mal, le hicieron una desviacin y, cuando se paraba a caminar, poda vrsele llevar una bolsa de plstico llena de orina que colgaba de su entrepierna. Fue cuando por primera vez se habl de uremia. El doctor Housset le hizo una reflexin cientfica que, interpretada por Simone de Beauvoir y vista hoy en perspectiva, no deja de ser polmica e histricamente controvertible. Los mdicos me explicaron despus [dice ella] que los riones ya no estaban irrigados, y por consiguiente ya no funcionaban. Sartre orinaba, pero no eliminaba la urea. Para salvar un rin hubiera sido necesaria una operacin que no poda soportar; y entonces sera el cerebro, por donde la sangre no circulara correctamente, lo que provocara la chochera. No haba ms solucin que dejarlo morir en paz. La falta de circulacin sangunea hizo que la gangrena le invadiera el cuerpo y que las escaras o costras lo cubrieran todo y le dieran un aspecto repugnante, que al mismo tiempo lo haca sufrir a causa de las constantes curaciones a que era sometido. Entretanto las visitas se fueron sucediendo bajo el control riguroso de su hija adoptiva, Arlette. Victor fue llamado de urgencia a El Cairo en donde se encontraba por esos das preparando un reportaje para el Corriere de la Sera y cuenta que cuando entr en su pieza, Sartre se despert y le dijo: Ah Victor, vamos a mejorarnos pronto, t sabes. Pero la nica especulacin que realmente nos interesa por ahora es la que se refiere a sus ltimas palabras. Georges Michel asegura que sus ltimas palabras fueron las que le dirigi a Pouillon cuando este le alcanzara un vaso con agua: La prxima vez que bebamos juntos habra dicho Sartre ser en mi casa y con whisky. Annie Cohen-Solal ratifica la ancdota pero como ocurrida un da..., y Simone de Beauvoir, admitiendo la exactitud de las palabras de Sartre a Pouillon, niega que estas hubiesen sido las ltimas. Dice que un da Sartre le habl preocupado sobre los costos del entierro: Cmo vamos a hacer para pagar los gastos del entierro?, le habra dicho l ansioso y contenido a la vez, mientras ella se pona a explicarle lo de la Seguridad Social y a desviarlo de esa torturante preocupacin. Ya al otro da, asegura, Sartre, con los ojos cerrados, la agarr de la mueca y le dijo a ella sus ltimas palabras: Je vous aime beaucoup, mon petite Castor.

Pero que sea el contradictorio encanto de una amor eterno y total, esencial y no contingente, un amor ambiguo y absorbente, dominante, un amor que, lo admitimos tambin, habra que salvar para la historia, quien nos gue hacia el itinerario de una muerte que nos hizo pensar que el siglo XX no tendra una segunda oportunidad de lucidez y se haba encaminado irremediablemente hacia la estupidez y la locura. Que sea ese amor con todos los derechos adquiridos quien nos cuente el final de Sartre a todos aquellos que amaron a Sartre, que lo aman o que lo amarn, pero respetando en todos ellos, en todos nosotros, que quisiramos ocupar los tres tiempos, el derecho que tambin tenemos a amar la verdad. Y hay que decirlo ya, de una vez por todas: a lo largo de esta historia hemos visto la versatilidad de Simone de Beauvoir para narrar su historia, su afn por llegar de primera a una versin. Y todo eso nos parece no solo sospechoso, sino muy difcil de equilibrar. Pero, en fin, ningn relato, ningn relato histrico es refractario a ciertas mentirillas. Es un sitio muy tranquilo y no est lejos de Baudelaire Y por eso habra que descubrir muy bien, entre lneas, los matices de su humor, de ese humor con que le dejara impregnada Sartre cuando debi haberle dicho que no ms, que estaba harto de depender de su poderosa benevolencia, que l no estaba loco ni chocho, que tena su mente lcida y tena derecho a dejar que su pensamiento evolucionara, as fuera por la sola razn de sus interminables dilogos con el joven maosta Victor, o por su postrera militancia callejera; o cuando ella, segn l mismo lo refiere, lanz su pensamiento al suelo de la sala desparramando hojas y lgrimas de soberbia. Y queda adems por saber qu hubiese pasado si Victor y Arlette tambin hubieran tenido la oportunidad de su intimidad durante los cincuenta aos siguientes. Ni siquiera el amor pudo vencer el desarrollo de su inteligencia. El amor as, absorbente, caprichoso y dominante es una trampa. Fue quizs ese amor amargo el que le hizo contar los ltimos diez aos de Sartre como los cont y el que le hizo tejer as, con espritu casi infecto, el relato de su muerte. Vemoslo: El 14 de abril, cuando volv, dorma; se despert y me dijo unas palabras sin abrir los ojos: despus me ofreci la boca. Le bes en la boca, en la mejilla. Se durmi. Estas palabras, estos gestos, inslitos en l, se situaban evidentemente en la perspectiva de la muerte. Housset me afirm tambin que las contrariedades que haba padecido no haban influido para nada en su estado; una crisis emocional violenta le habra ocasionado, quiz, en un momento dado, algunos efectos funestos pero, diluidos en el tiempo, las preocupaciones, los disgustos, no alteraron en absoluto la causa de la enfermedad [...] El martes 15 de abril por la maana cuando pregunt, como de costumbre, si Sartre haba dormido bien, la enfermera me respondi: S, pero...; fui enseguida al hospital. Dorma, respirando con bastante dificultad; visiblemente estaba en coma desde la noche anterior. Durante unas horas, me qued all mirndolo. Hacia las seis dej el sitio a Arlette, dicindole que me llamara si ocurra cualquier cosa. A las nueve son el telfono. Se termin. Fui con Sylvie. Se pareca a s mismo, pero ya no respiraba. Sylvie avis a Lanzmann, a Bost, a Pouillon, a Horst, que vinieran enseguida. Se nos autoriz a permanecer en la habitacin hasta las cinco de la maana. Rogu a Sylvie que fuera a buscar whisky y estuvimos bebiendo y charlando [...]En un momento dado, rogu que me dejaran sola con Sartre y quise tenderme a su lado, bajo las sbanas. Una enfermera me detuvo: No, cuidado... la gangrena. Entonces comprend la verdadera naturaleza de sus escaras. Me acost sobre la sbana y dorm un poco.16 A las cinco entraron unos enfermeros.

Cubrieron el cuerpo de Sartre con una sbana y una especie de funda y se lo llevaron. Fui a casa de Lanzmann a terminar la noche y tambin pas all la del mircoles. Los das siguientes me aloj en casa de Sylvie [...] Lanzmann, Bost y Sylvie se ocupaban de todas las formalidades [...] El viernes com con Bost y quise volver a ver a Sartre antes del entierro. Trajeron a Sartre en un atad vestido con el traje que Sylvie le haba comprado para ir a la pera; era el nico traje que tena en mi casa y ella no haba querido subir a la casa de Sartre para buscar otro. Estaba sereno, como todos los muertos, y como la mayora de ellos, inexpresivo. El sbado por la maana nos reunimos en el anfiteatro [...] unos hombres cubrieron con la sbana el rostro de Sartre, cerraron el atad y se lo llevaron [...] Un inmenso gento nos segua: cerca de cincuenta mil personas [...] Cuando me baj del coche, el atad estaba ya en el fondo de la fosa. Ped una silla y permanec sentada al borde de la fosa [...] Me encontr en casa de Lanzmann con algunos amigos [...] Fuimos todos a cenar a Zeyer, en un saln particular [...] No me acuerdo de nada. Dicen que beb mucho, que fue necesario ayudarme a bajar las escaleras [...] El mircoles por la maana tuvo lugar la incineracin en el cementerio de Pre Lachaise, pero me encontraba demasiado agotada para ir [...] Las cenizas de Sartre fueron trasladadas al cementerio de Montparnasse [...] Hay una cuestin que en realidad no me he planteado y el lector quizs lo haga: No debera haber prevenido a Sartre de la inminencia de su muerte? [...] Hasta aqu la historia de Simone de Beauvoir. Lanzmann, Bost y Pouillon, incmodos en estos das por el remezn familiar dado por Victor y Arlette, van pues a encargarse de los pequeos detalles del entierro. En el cementerio de Montparnasse los atiende su director. Ya Sartre haba dicho que quera ser incinerado y que sobre todo, sobre todo, quera escapar al lugar que le haban reservado en el cementerio de Pre Lachaise al lado de su padre y su padrastro. El director del cementerio les ofrece una tumba entrando a la izquierda, provisional, con la promesa de que despus ser trasladado definitivamente al primer corredor de la derecha. Ustedes vern, les dice, es un sitio muy tranquilo y no est muy lejos de Baudelaire. De otra parte, si no recuerdo mal, Sartre haba escrito un libro sobre Baudelaire, no es cierto? Todo un seor, el seor director. E inclinndose un poco hacia el odo de Pouillon, con un gesto circunspecto, le susurra: Yo saba muy bien que l vendra a donde nosotros. El presidente de Francia, Giscard dEstaing, al enterarse del rechazo por parte de sus amigos para unos funerales oficiales, reclama de su familia el privilegio de una visita suya al hospital para rendir un homenaje personal al filsofo, no sin antes advertir: Jean Paul Sartre rechazaba todos los honores. No conviene por tanto que el homenaje del presidente de la Repblica parezca contradictorio a su escogencia ntima. El 6 de mayo de 1985, Valry Giscard dEstaing narra sus impresiones: Yo llegu al hospital. El director me esperaba para saludarme; despus di vuelta a la izquierda y debajo de un cobertizo encontr el fretro de Sartre junto a otro atad. Me qued all durante una hora. Nadie ms vino. En la parte de afuera haba mucha agitacin de parte de la prensa. Y yo estaba ah, solo, recogido delante del fretro de Sartre, debajo de un cobertizo banal y annimo. Al salir, pens que Sartre hubiera amado este homenaje sin parada del primer personaje del Estado. Aquel sbado 19 de abril de 1980 a las dos de la tarde, el cortejo fnebre comienza su largo y lento recorrido de tres kilmetros bajo un cielo grisceo. La tumultuosa y clida muchedumbre, de la que se dijera que haba sido la ltima manifestacin del 68, atraviesa las perplejas y mudas alamedas parisienses. Desde la terraza del sartreano caf La Coupole, en Montparnasse, prximo al cementerio y a su apartamento, los garons inclinan reverentes sus cabezas ante los despojos

mortales del hombrecito ciego, torpe y generoso que durante los ltimos aos se les prodig en propinas y visitas. Pero como si la parbola sartreana hubiese sido superior a la inteligencia y al amor de sus amigos, nadie lo despidi a l con la palabra, a l, que haba despedido a tantos, que erguido sobre sus tumbas haba despedido a Camus, Merleau-Ponty, Nizan, Gide, Togliatti, Fanon... Una tarde brumosa del otoo de 1974, en Pars, Jean Paul Sartre, velados sus ojos por la ceguera pero con aquel mismo espritu crtico y lcido y libre que lo convirtiera en figura cimera de la conciencia de nuestro siglo, le dijo a Simone de Beauvoir: La muerte, sin embargo, no me causa miedo y me parece natural. Natural en oposicin al conjunto de mi vida que ha sido cultural. En ltima instancia, es la vuelta a la naturaleza y la afirmacin de que yo era naturaleza [...] escrib. Eso fue lo esencial en mi vida. Tomado de la Revista Casa de las Amricas 237, ao 2004

La existencia precede a la esenciaSartre considera que el ser humano est condenado a ser libre; es decir, arrojado a la accin y responsable plenamente de la misma, y sin excusas. Sartre se forma en la fenomenologa de Husserl y en la filosofa de Heidegger, discpulo, a su vez, de Husserl. En plena guerra mundial, cuando forma parte del Ejrcito Francs, como meteorlogo Sartre, incluso, es hecho prisionero, y en el largo periplo de ser cautivo del nazismo reformula muchas de sus ideas, elabora otras, escribe constantemente, incluso representando obras de Teatro en pleno campo de prisioneros , aunque si en Heidegger el Da-sein es un ser-ah, arrojado, yecto en el mundo, para Sartre, el humano, en cuanto ser-para-s, es un proyecto, un ser que debe hacer-se. -El hombre es el nico que no slo es tal como l se concibe, sino tal como l se quiere, y como se concibe despus de la existencia, como se quiere despus de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que l se hace. ste es el primer principio del existencialismo.- (Sartre: El existencialismo es humanismo) Sartre escribe que la existencia precede a la esencia, contrariamente a lo que se haba credo tradicionalmente en la Academia Francesa. Qu quiere decir esto? Sartre da un famoso ejemplo: si un artesano quiere realizar una obra, primero la piensa, la construye en su cabeza: esa prefiguracin ser la esencia de lo que se construir, que luego tendr existencia. Pero nosotros, los seres humanos, no fuimos diseados por alguien, y no tenemos dentro nuestro algo que nos haga malos por naturaleza, o tendientes al bien como diversas corrientes filosficas y polticas han credo, y siguen sosteniendo. Nuestra esencia, aquello que nos definir, es lo que construiremos nosotros mismos mediante nuestros actos, que son ineludibles: no actuar es un acto en s mismo, puesto que nuestra libertad no es algo que pueda ser dejado de lado: ser es ser libres en situacin, ser es ser-para, ser como proyecto.

Sartre y la Segunda Guerra MundialEn 1939, Sartre entr de conscripto en el ejrcito francs, donde sirvi como meteorlogo. Tropas alemanas lo capturaron en 1940 en Padoux, y pas nueve meses como prisionero de guerra. Durante esa poca escribi la estupenda obra "Barion, el hijo del trueno". De Padoux se lo llevaron a Nancy y luego a Treves. Lo liberaron en abril de 1941 por mala salud (segn l su mala vista afectaba su balance). Gracias a su estatus de civil pudo escapar a Pars, donde se involucr en la resistencia francesa, y particip en la fundacin del grupo de resistencia Socialisme et Libert. Fue en esta poca que conoci a Albert Camus, filsofo y autor muy cercano a sus puntos de vista, con el que estableci una cercana amistad hasta que las disputas polticas en torno al marxismo, y al llamado socialismo real, les separaron. Cuando termin la guerra, Sartre estableci Les Temps Modernes (Los Tiempos Modernos), una revista mensual de anlisis literario y poltico, en tanto empez a escribir a tiempo completo mientras segua con su activismo poltico, abandonando su carrera de profesor.

Sartre y el comunismoEl periodo inicial de la carrera de Sartre, definida por El ser y la nada (1943), fue seguido por un segundo periodo de activista poltico e intelectual. En particular su trabajo de 1948 Manos sucias examinaba el problema de ser un intelectual al mismo tiempo que se participaba activamente en la poltica. Se afili al P.C.F., aunque apenas fue miembro durante algunas semanas, y desempe un papel prominente en la lucha contra el colonialismo francs en Argelia. Se podra decir que fue el simpatizante ms notable de la guerra de liberacin de Argelia. Tena una ayudante domstica argelina, Arlette Elkam, a quien hizo hija adoptiva en 1965. Se opuso a la Guerra de Vietnam, y junto a Bertrand Russell y otras luminarias, organiz un tribunal con el propsito de exhibir los crmenes de guerra de Estados Unidos. El tribunal se llamaba Tribunal Russell. Agudamente crtico del Estalinismo, su pensamiento poltico atraves varias etapas: desde los momentos de Socialismo y Libertad, agrupacin poltica de la Resistencia francesa a la ocupacin fascista, cuando escribe un Programa basado en Saint-Simon, Proudhon y dems, cuando consideraba que el socialismo de Estado era contraditorio a la libertad del individuo, hasta su brevsima adhesin al Partido Comunista Francs, y su posterior acercamiento a los maostas. Su principal trabajo en el intento de comunin entre el existencialismo y el marxismo fue Crtica de la razn dialctica, publicado en 1960. Durante la guerra de los 6 dias se opuso a la politica de apoyo a los arares pregonada por los partidos comunistas del mundo (excepto Rumania). Y junto con Pablo Picasso organizar a 200 intelectuales franceses para oponerse al intento de destruccion del estado de Israel y hace un llamado a fortalecer los sectores

antiimperialistas de ambas partes como nica forma de llegar a una paz justa y al socialismo. Sartre es un admirador del kibutz.

http://www.diplomatie.gouv.fr/es/IMG/pdf/0203-Winock-esp-2.pdf El nfasis de Sartre en los valores humanistas de Marx y su resultante nfasis en el joven Marx, lo llev al famoso debate con el principal intelectual comunista en Francia de los aos 60, Louis Althusser, en el que ste trat de redefinir el trabajo de Marx en un periodo pre-marxista, con generalizaciones esencialistas sobre la humanidad, y un periodo autnticamente marxista, ms maduro y cientfico (a partir del Grundrisse y El Capital). Algunos dicen que ste es el nico debate pblico que Sartre perdi en su vida, pero hasta la fecha sigue siendo un evento controvertido en algunos crculos filosficos de Francia.

Sartre y la literaturaDurante las dcadas de 1940 y 1950, las ideas de Sartre eran muy populares, y el existencialismo fue la filosofa preferida de la generacin beatnik en Europa y Estados Unidos. En 1948, la Iglesia Catlica list todos los libros de Sartre en el Index Librorum Prohibitorum. La mayora de sus obras de teatro estn llenas de smbolos que sirven de instrumento para difundir su filosofa. El ms famoso, Huis Clos (A Puerta Cerrada), contiene la famosa lnea: L'enfer, c'est les autres (El Infierno son los dems). Adems del evidente impacto de La nusea, la mayor contribucin literaria de Sartre fue su triloga Los caminos de la libertad que traza el impacto de los eventos de la preguerra en sus ideas. Se trata de una aproximacin ms prctica y menos terica al existencialismo.

Sartre despus de la literatura

En 1964 Sartre escribi una bellsima autobiografa denominada Les mots (Las palabras). Ese mismo ao se le concedi el Premio Nobel de Literatura, pero lo declin tajantemente. A pesar de su abrumadora fama mundial, Sartre mantuvo su vida sencilla, con pocas posesiones materiales y activamente comprometido a varias causas hasta el final de su vida, tal como la revuelta estudiantil del Mayo Francs de 1968.

Crticas a SartreEl fallido intento de una psicologa existencialCuriosamente Sartre, pese a dominar el idioma alemn (su madre era alsaciana de apellido Schweitzer, y l mismo estudi gran parte de su juventud en Alemania), rechaz durante dcadas la nocin del Unbewutsein (lo inconsciente), particularmente la planteada por Freud. Sartre argumentaba que lo inconsciente era un criterio caracterstico del irracionalismo alemn y por tal motivo se opona a una psicologa que se basara en un irracionalismo. De este modo es que Sartre intent un psicoanlisis racionalista al cual llam psicoanlisis existencial. Las paralogas de Sartre en esta cuestin son de perspicaz argumentacin: Un ser humano adulto no puede ni debe estar defendiendo sus defectos en hechos ocurridos durante su infancia, eso es mala-fe y falta de madurez. Es as que Sartre intent crear un psicoanlisis basado en una total autocrtica del sujeto, una profundizacin que eliminara la mala fe. En el decurso de tal intento Sartre lleg a valiosas observaciones, particularmente las atinentes a la imaginacin y a lo imaginario, o a opiniones tales como el infierno es la mirada del otro; el mismo concepto de mala fe an es interesante para los psiclogos y filsofos; en cuanto la mala fe, explica Sartre, es un autoengao (basado principalmente en racionalizaciones) por el cual el sujeto pretende tranquilizarse. Obras filosficas La transcendencia del ego (1936) Esbozo de una teora de las emociones (1939) La Imaginacin (193940) Lo Imaginario (1940) El ser y la nada (Ltre et le nant, 1943) El existencialismo es un humanismo Crtica de la razn dialctica (Critique de la raison dialectique, 19601985)

Obras teatrales El Muro (Le Mur, 1939) Barion, el hijo del trueno (1940) Las moscas (Les mouches, 1943) A puerta cerrada (Huis clos, 1944) La suerte est echada La puta respetuosa (Le putain respetuouse, 1946) Las manos sucias (Les mains sales, 1948) El diablo y el seor (Le diable et le bon Dieu, 1951) Los secuestrados de Altona (Le Sequestres d'Altona, 1959) Otras obras La nusea (1938) Las Palabras (Les mots, 1964, autobiografa de su juventud) Situaciones (Situations, 19471976, ensayos) El idiota de la familia (L'idiot de la famille, un estudio sobre Flaubert) Qu es la literatura? (1947) Reflexiones sobre la cuestin juda (1944) El muro (Le mur, 1939)

Los caminos de la libertad (Les chemins de la libert, 19451949) Publicaciones pstumas Cuadernos por una moral (Cahiers pour une morale, 1983) Carnets de la drle de guerre (1983) Verdad y existencia (Vrit et existence, 1989),

Links recomendados.1. Sociedad sartreana de Alemania http://www.sartre-gesellschaft.de/sekundaerliteratur.html "Sitio sobre Jean-Paul Sartre donde hay gran cantidad de informacin sobre su vida y obra, as como sobre las repercusiones de su pensamiento en el planeta. En alemn." 2. Direccin electrnica donde se halla El existencialismo es un humanismo http://www.geocities.com/poeticaarte/existencialismoa.htm "En este sitio est el texto de El existencialismo es un humanismo, de Jean-Paul Sartre." 3. El existencialismo es un humanismo, de Sartre, en ingls http://www.marxists.org/reference/archive/sartre/works/exist/sartre.htm "En este lugar Web, dedicado en especial a la filosofa marxista, se presenta la versin en ingls de El existencialismo es un humanismo, de Jean-Paul Sartre." 4. Sartre desde Francia http://www.jpsartre.org/ "Ce site d'information et de recherche mane de Michel Rybalka, en relation avec le Groupe d'tudes Sartriennes (GES) de Paris. Il sera dans l'avenir constitu en un site international." 5. Jean-Paul Sartre Philosophy & Existentialism http://members.aol.com/DonJohnR/Philosophy/Sartre.html "Sitio ingls sobre Jean-Paul Sartre. Gran cantidad de informacin en ingls." 6. Sartre en ingls http://www.queertheory.com/histories/s/sartre_jean_paul.htm "Sitio sobre Sartre en ingls." 7. Breve referencia a la vida y obra de Sartre http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2276 "Breve referencia a la vida y obra de Sartre (en castellano)." 8. Stanford Encyclopedia of Philosophy: Sartre http://plato.stanford.edu/entries/sartre/ "Artculo enciclopdico sobre Jean Paul Sartre (en ingls)." 9. Josef Pieper escribe sobre Sartre http://www.hottopos.com/convenit4/sartre.htm

"Josef Pieper escribe sobre Sartre (en castellano)." 10. Sartre en la enciclopedia abierta Wikipedia http://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Paul_Sartre "Sartre en la enciclopedia abierta Wikipedia (en castellano)." 11. Sartre: Bibliographisches Institut & F. A. Brockhaus AG, 2001 (c) http://www.geist-oder-materie.de/Philosophie/franzosische_Phil_/Sartre/sartre.html "Presentacin de Sartre (en alemn). Breve. Franzsischer Philosoph und Schriftsteller, * Paris 21. 6. 1905, + ebenda 15. 4. 1980; Groneffe von A. Schweitzer. Sartre studierte 1924-29 Psychologie, Philologie, Soziologie und Philosophie an der cole normale suprieure." 12. Universit de Solidarit Internationale Jean-Paul Sartre & Paul Nizan http://universitejeanpaulsartre.blogspot.com/ "" 13. Bibliografa de y sobre Sartre http://www.romanistik.info/bibliographie_sartre.html "Bibliografa de y sobre Sartre (en francs)." 14. Audicin de un fragmento de Les mots http://www.sub-machine.net/incipit/www_incipitblog_com-20051101-JEANPAUL_SARTRE-Les_mots.mp3 "Audicin de un fragmento de Les Mots (Las Palabras), de Sartre, en formato mp3 (en francs)." 15. Sartre en la enciclopedia abierta Wikipedia (en francs) http://fr.wikipedia.org/wiki/Jean-Paul_Sartre "Sartre en la enciclopedia abierta Wikipedia (en francs)." 16. Una idea fundamental de la fenomenologa de Husserl: la intencionalidad http://jpsartre.free.fr/Husserl.html "En este lugar est la versin original (en francs) de este importante texto de JeanPaul Sartre: Una idea fundamental de la fenomenologa de Husserl: la intencionalidad. Ha sido recogido en Situations, Vol. I, Gallimard, Pars. Hay versin castellana en El Hombre y las Cosas, Editorial Losada, Buenos Aires. Trad. de Luis Echvarri " 17. El existencialismo es un humanismo, de J.P. Sartre http://www.paginasobrefilosofia.com/html/TeoriasEticas/EticaSartre/exihuman.html "El existencialismo es un humanismo, de J. P. Sartre. En castellano." 18. "La Repblica del Silencio", de J. P. Sartre http://www.coll-outao.qc.ca/philo/texte/sartre.html "En este lugar se encuentra el texto "La Repblica del Silencio", de J. P. Sartre (en francs), que aparece en el Volumen III de su obra Situaciones." 19. Presentacin de la revista Los Tiempos Modernos http://jpsartre.free.fr/page2.html "En este sitio se halla la presentacin de la revista Los Tiempos Modernos, de J. P. Sartre (en francs), texto recogido en el volumen II de sus Situaciones." 20. Fragmentos de obras de Sartre (en francs) http://www.chez.com/mimu/pages/Sartre%20(Jean%20Paul).htm "En este sitio se encuentran fragmentos de obras de Sartre (en francs)." 21. J. P. Sartre en el sitio Enciclopedia del gora http://agora.qc.ca/mot.nsf/Dossiers/Jean-Paul_Sartre "J.P. Sartre en el sitio Enciclopedia del gora (en francs)."

22. Biografa de Sartre (en francs) http://www.ac-strasbourg.fr/pedago/lettres/lecture/Sartrebio.htm "Biografa de Sartre (en francs)." 23. Referencias a la vida y obra de Sartre y de otros filsofos http://www.litt-and-co.org/philosophie/philosophes.htm "Referencias a la vida y obra de Sartre y de otros filsofos (en francs)." 24. Textos de Sartre http://idd00qaa.eresmas.net/ortega/ "En este lugar hay una seccin titulada "Biblioteca". Entrando en ella, est el icono de un libro que seala "Otros autores". Al ingresar all, se encontrarn dos obras de Sartre en formato zip: El existencialismo es un humanismo y Bosquejo de una teora de las emociones (en castellano)." 25. Sartre en la Biblioteca Nacional de Francia (exposicin) http://expositions.bnf.fr/sartre/ "Exposicin acerca de Sartre en la Biblioteca Nacional de Francia. Con la colaboracin de la Editorial Gallimard. Se abordan diversos aspectos de la vida y de la obra de Sartre. Contiene material audiovisual de inters (en francs)." 26. Franoise Sagan escribe sobreSartre http://www.geocities.com/Athens/Forum/8886/sagan.html "Amiga de Sartre, la escritora Franoise Sagan escribe sobre su amistad (en castellano)." 27. Entrevista a Sartre http://www.geocities.com/Athens/Forum/8886/obra.html#moral "Al habla con J.P. Sartre: Anarqua y Moral. Entrevista a cargo de R. Fornet, M. Casaas y A. Gmez, publicada originalmente en la revista espaola de filosofa Concordia, # 1, 1982, otorgada por Sartre 5 meses antes de su muerte." 28. Entrevista con Jean-Paul Sartre http://www.geocities.com/Athens/Forum/8886/semprum.html "Jorge Semprn. Conversacin con Jean-Paul Sartre" 29. Textos de Sartre http://www.4shared.com/network/search.jsp?searchName=sartre&searchmode=2&sear chName=sartre&start=20 "En este sitio hay varios textos de Sartre en castellano y en portugus." 30. Gerencia del tiempo: ensayos sobre Sartrehttp://www.memoriachilena.cl/mchilena01/temas/documento_detalle.asp?id=MC0031093

"Memoria Chilena (de la Biblioteca Nacional de Chile) presenta este libro de Carla Cordua Sommer. 31. Universit de Solidarit Internationale Jean Paul Sartre http://www.universitejeanpaulsartre.cjb.net "Universidad de ctedra libre internacional, con ctedras de existencialismo sartreano, Bellas Artes, Derechos humanos, Derecho humanitario y Artes plsticas, disponible para todos. Presidente internacional: Sergio Tapia. Directora de Bellas Artes y Audiovisual: Sara Yns Bermdez."

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