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21 Para impedir que continuara el desbarajuste, los Estados Unidos, que surgían de la guerra como la potencia más grande de la tierra, decidieron aplicar su método infalible: advertencia diplomáticas, bloqueo económico, boycot internacional, amenaza militar. (Rogelio García Lupo, Prólogo, en Intervención yanqui en Argentina, de Edmund Smith, Jr., Buenos Aires, 1965, Palestra, p. 7) II La situación internacional Argentina en 1942 y los orígenes de la neutralidad 1- La Argentina y los Estados Unidos antes de la Segunda Guerra mundial Hasta mediados del siglo XIX, la política de los Estados Unidos hacia la Argentina mostraba aún muy poco del imperialismo agresivo que se impondría durante las décadas siguientes, habiéndose mantenido una política neutral incluso en el conflicto entre España y las colonias, y habiéndose adoptado como principio el de la no intervención.

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Page 1: II La situación internacional Argentina en 1942 y los ... · en Nicaragua, (…) e intentó, con las negociaciones conocidas como diplomacia del dólar, obtener el control aduanero

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Para impedir que continuara el desbarajuste,

los Estados Unidos, que surgían de la guerra

como la potencia más grande de la tierra,

decidieron aplicar su método infalible:

advertencia diplomáticas,

bloqueo económico, boycot internacional,

amenaza militar.

(Rogelio García Lupo, Prólogo,

en Intervención yanqui en Argentina, de Edmund Smith, Jr.,

Buenos Aires, 1965, Palestra, p. 7)

II

La situación internacional Argentina en 1942

y los orígenes de la neutralidad

1- La Argentina y los Estados Unidos

antes de la Segunda Guerra mundial

Hasta mediados del siglo XIX, la política de los Estados Unidos hacia la Argentina

mostraba aún muy poco del imperialismo agresivo que se impondría durante las décadas

siguientes, habiéndose mantenido una política neutral incluso en el conflicto entre España y

las colonias, y habiéndose adoptado como principio el de la no intervención.

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Sin embargo, cuando en 1822 el presidente Monroe decidió reconocer los nuevos

estados americanos independientes mediante la denominada Doctrina de Monroe, al mismo

tiempo que impedía la colonización europea y la intervención política de Europa en el

Hemisferio Occidental, no ofrecía cláusula alguna que limitara la futura política de los

Estados Unidos hacia las otras Naciones Americanas1.

Resultaría difícil establecer la fecha exacta cuando la política de relativo

“aislamiento” de los Estados Unidos hacia América Latina comenzó a cambiar por una actitud

de intervencionismo, pero debe advertirse que ya durante la ultima década del siglo XIX los

americanos habían desarrollado planes de expansión territorial en la zona del Caribe,

intentando establecer la hegemonía financiera en todo el Hemisferio, y pensando ya en la

construcción de un Canal interoceánico en el Istmo de Panamá, una decisión que hizo

inevitable la adopción de una política de dominación económica y militar en los pequeños

estados caribeños.

El historiador Fred Rippy2 enumera algunos ejemplos interesantes sobre la

interferencia estadounidense en América Latina durante este periodo:

“(…) La política latinoamericana de Theodore Roosevelt era agresiva hasta la

crueldad. Obligó a Cuba a reducirse a la situación legal de protectorado (…),

obtuvo el Canal de Panamá fomentando en manera indirecta la secesión entre este

país y Colombia, (…) se hizo cargo de las aduanas de la Republica Dominicana

mediante la fuerza militar y controló sus finanzas. (…) Casi tan vigoroso como

Roosevelt, William Taft continuó negando los derechos de la revolución de las cinco

Repúblicas de América Central, (…) implantó por la fuerza un protectorado de facto

en Nicaragua, (…) e intentó, con las negociaciones conocidas como diplomacia del

dólar, obtener el control aduanero de todos los países del área”.

1 Debe advertirse que, en 1825, el gobierno estadounidense se negó incluso a aceptar un corolario a la Doctrina de Monroe

propuesto por el argentino Juan Gregorio de Las Heras, que obligaba a todos los estados americanos a abstenerse de alterar

por la fuerza las fronteras que habían sido reconocidas al momento de la emancipación. El hecho indicaría que los Estados

Unidos estaban a favor de limitar la Doctrina Monroe sólo a la agresión no americana en el Hemisferio Occidental. Para

información más detallada consultar Edmund Smith, Jr., Intervención yanqui en Argentina, Buenos Aires, 1965, Palestra,

particularmente el Capitulo I, Antecedentes de intervención, pp. 11-24.

2 Edmund Smith, Jr., Intervención yanqui en Argentina, Buenos Aires, 1965, Palestra, p. 19. El autor menciona como fuente

a Fred Rippi y Angie Debo, The Historical Background of the American Policy of Isolation, Smith College Studies in

History, IX, 1944.

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Volviendo particularmente a la Argentina, la historia de las relaciones de este país

con los Estados Unidos ha sido caracterizada en manera extremadamente diversa por los

diferentes historiadores. En lo que se refiere al inicio de las diversas situaciones que podrían

llamarse “de tensión” entre los dos países, sería difícil, como dijimos antes, establecer una

fecha exacta, pero la primera causa fue ciertamente el cambio de la política estadounidense

para con la Argentina, originada en la Doctrina de Monroe.

Poco después que Monroe expresara su conocida Doctrina, el entonces Ministro de

Relaciones Exteriores argentino, Luis Maria Drago, haría pública su doctrina propia sobre los

Débitos Públicos, que según decía “no pueden ser motivo de intervención militar ni de la

ocupación del territorio de ninguna de las Naciones Americanas”, mientras que ya en 1876 el

entonces Ministro de Relaciones Exteriores Bernardo de Irigoyen había proclamado una

doctrina anti-intervencionista de similares características3.

Luego, durante la Primera Conferencia de las Repúblicas Americanas de 1889, la

delegación argentina, representada por Roque Sáenz Peña y Manuel Quintana, denunció la

política estadounidense hacia América Latina y propuso la consigna “América para la

humanidad”, en contraposición con la de “América para los americanos” de la Doctrina

Monroe, que según ellos percibían, parecía mas bien una consigna de la América para los

Estados Unidos. El historiador estadounidense Joseph Tulchin, cuya tesis sobre la “tradicional

desconfianza” argentina hacia los Estados Unidos y su política con América Latina4 nos

parece particularmente interesante, sostiene que habría sido precisamente durante esta Primera

Reunión de Consulta de las Repúblicas Americanas en 1889, cuando habrían tenido inicio las

relaciones “difíciles” entre las dos Repúblicas. Según Tulchin, las causas más importantes de

la situación de tensión habrían sido los fuertes lazos que unían a la Argentina con Gran

Bretaña y con toda Europa, y la voluntad de los Estados Unidos de impedir que el país

compitiera con ellos y con el Brasil5.

3 Edmund Smith, Jr., op. cit., p. 21.

4 Joseph Tulchin, La Argentina y los Estados Unidos, Historia de una desconfianza, Buenos Aires, Ed. Planeta, 1990, p.

152.

5 Joseph Tulchin, La Argentina (…) cit., p. 152-155. Según el autor, en la primera mitad del siglo XIX fueron los británicos

quienes efectuaron inversiones destinadas a abrir rutas comerciales con Sudamérica, y sólo después de 1898 los Estados

Unidos se convirtieron en la verdadera potencia hegemónica del Golfo del Caribe e iniciaron una política panamericanista.

Los Estados Unidos eran contrarios al colonialismo de tipo tradicional, privilegiando en cambio el método de las inversiones

directas, originando de esta manera lo que se podría denominar un “neo colonialismo económico”. Esto quiere decir que la

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La tensión entre los dos países se repitió luego en los sucesivos encuentros

panamericanos, particularmente durante la Primera Guerra Mundial, cuando el gobierno de

Hipólito Yrigoyen sostuvo obstinadamente la neutralidad frente al conflicto, y luego asumiría

particular intensidad en el ámbito de la Segunda Guerra Mundial.

Durante el cierre de la Cuarta Conferencia desarrollada en Buenos Aires en 1910,

Manuel Ugarte había expresado que la verdadera esperanza para Latinoamérica sería la de

crear como alternativa al Panamericanismo, un “pan-latinismo” del cual estuvieran excluidos

los Estados Unidos6. Luego en la Quinta Conferencia de Santiago de Chile, el representante

estadounidense Henry Fletcher se negó a aceptar una propuesta uruguaya de formar una Liga

Americana de Naciones, y un plan argentino-centroamericano de arbitraje obligatorio. En esta

oportunidad, Fletcher expresó la política oficial del gobierno estadounidense al declarar que

no se podía “desvalorizar la aplicación de la Doctrina de Monroe convirtiéndola en tema de

un tratado interamericano”7.

En tanto, y terminada la Primera Guerra Mundial, los representantes

latinoamericanos ante la Liga de las Naciones denunciaban la Doctrina de Monroe como un

modo de política unilateral de los Estados Unidos, que no había sido aceptada por parte de las

otras Repúblicas Americanas, y durante la Sexta Conferencia Internacional Americana

desarrollada en La Habana en 1928, el encargado de la delegación argentina, Honorio

Pueyrredón, atacaba de manera directa a los Estados Unidos en una declaración en la que

denunciaba todas las formas de intervención, diplomática o militar, permanente o temporaria

que fuere. La posición argentina contó en esta oportunidad con el apoyo de México,

Colombia, El Salvador y Honduras, pero el Secretario de Estado estadounidense Charles

Evans Hughes defendió la política de su país en el Caribe y logró posponer la discusión del

política estadounidense pretendía crear, en los países latinoamericanos, un desarrollo económico que resultara funcional a los

intereses de los inversores americanos, y que tuviera como paradigmas el libre mercado y la competencia, esto es, un

“capitalismo de empresa”.

6 Edmund Smith Jr., op. cit.,p. 25. El autor menciona a Manuel Ugarte, The destiny of a continent, New York, 1925, Knopf,

en p. 139-140.

7 Edmund Smith, Jr., op. cit., p. 22.

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problema sobre el intervencionismo hasta la Séptima Conferencia, que ya había sido fijada

para 1932 en Montevideo8.

Algunos autores, entre ellos el ya citado estadounidense Joseph Tulchin9, consideran

que la política externa de los Estados Unidos después de la Primera Guerra Mundial podría

ser considerada una forma de “diplomacia del dólar”, una frase utilizada para describir los

lazos entre economía y política, donde la influencia del Gobierno era utilizada “para proteger

y promover las inversiones de los ciudadanos estadounidenses en el extranjero”, y que estaba

caracterizada al menos por tres propósitos: “ventajas financieras, estrategias y benevolencia”.

El mismo Tulchin10 se refiere a un memorandum de febrero de 1922 del entonces

Secretario del Departamento de Comercio, Herbert Hoobert, dirigido al Departamento de

Estado, sobre la política latinoamericana, en el cual se insistía sobre la importancia de la

utilización del capital sudamericano para generar oportunidades para los inversores directos

de los Estados Unidos. Resulta evidente entonces que el Secretario de Comercio Herbert

Hoobert se empeñaba en expandir la influencia económica de los Estados Unidos en el

extranjero, y que concebía al Departamento de Estado como un Bureau de comercio externo e

interno. En lo que respecta a los países del Sur, en el mencionado Memorandum afirmaba

Hoover que América Latina era especialmente importante como reserva para el capital

americano.

Varios años antes de convertirse en presidente, Franklin D. Roosevelt11, pariente del

anterior presidente Theodore Roosevelt, se había declarado a favor de un cambio en la política

estadounidense con respecto a América Latina, criticando la diplomacia del dólar y

propiciando en cambio la puesta en practica de la política del “buen vecino”.

8 Edmund Smith, Jr., op. cit., p. 23-24.

9 Joseph Tulchin, The aftermath of war. World War I and U.S. policy toward Latin America, New York, 1971, New York

University Press, p. 93.

10 Joseph Tulchin, Argentina and the United States (…) cit., p. 110.

11

Franklin Delano Roosevelt fue presidente de los Estados Unidos durante tres periodos consecutivos completos desde 1933,

mientras, resultando elegido aún para un cuarto periodo presidencial en 1944, y habiendo asumido el cargo el 1 de enero de

1945, murió el 12 de abril del mismo año.

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Desde el comienzo de su primera presidencia, Roosevelt afirmaba que proseguiría

con una política de respeto y cooperación mutua, e incluso el Secretario de Estado Cordell

Hull, que algunos años después pondría en función una política de presión para con

Argentina, manifestaba en ese momento que “uno de nuestros principios en el relacionarnos

con América Latina debe ser el de la adhesión religiosa a la política de no intervención”.

Incluso Sumner Welles, entonces Secretario de Estado Auxiliar, era un defensor absoluto del

no intervencionismo en las Republicas Latinas del Nuevo Mundo12. Estas ideas cambiarían

algunos años después, y las Repúblicas Americanas serían puestas en cambio bajo presión

económico financiera y militar en diversas oportunidades.

En lo que se refiere a la Argentina, la oposición de este país a los programas

económicos de los Estados Unidos expuestos durante la Séptima Conferencia Interamericana

de Montevideo en 1933, provocaría un nuevo desencuentro con el país del Norte, incluso

cuando Cordell Hull sabía que debería lograr el apoyo de Argentina si pretendía el éxito de la

reunión.

Washington aspiraba a lograr que las Repúblicas Americanas “se alinearan detrás del

Tío Sam”13 y adoptaran una política uniforme en caso de una conflagración europea. La llave

del proyecto político era una propuesta según la cual los Latinos habrían de aceptar el

principio de consulta compulsiva en caso de un ataque de cualquier potencia externa al

Hemisferio.

En la mencionada oportunidad, el Secretario de Estado Cordel Hull había soñado con

acarrear consigo a la mayor parte de los delegados, pero Carlos Saavedra Lamas, el ministro

de Relaciones Exteriores de la Argentina, tenía una idea diferente sobre la cuestión. La

diplomacia Argentina parecía competir con la de los Estados Unidos por el liderazgo en el

Hemisferio, una competencia que Cordell Hull deseaba acabara de una buena vez14. Pero

Saaverdra Lamas, que ya había acusado a los Estados Unidos de intervenir en la Guerra del

Chaco, sospechaba certeramente que en el caso de desencadenarse un conflicto europeo, los

12

Edmund Smith, Jr., op. cit., p. 29-30.

13 Leslie Rout (Jr.) y John Bratzel, op. cit., p. 26, la expresión resulta tanto sarcástica cuanto acertada.

14

Edmund Smith, Jr., op. cit., p. 33. Cita textualmente a Cordell Hull, en “Memorias”.

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Estados Unidos serían nominalmente neutrales, pero no figurarían como “no alineados”15.

Enfrentándose a la propuesta de los Estados Unidos propuso en cambio el Pacto Antibélico,

que prohibiría la intervención diplomática y militar”16, y poco antes de la Conferencia de

Montevideo había conseguido las firmas de seis importantes estados latinoamericanos para

este Pacto.

Washington optó por la discreción, y la Declaración que en un principio se

presentaba como un gran avance en la política común de América, todo lo que consiguió fue

convenir que los Ministros de Relaciones Exteriores deberían reunirse si la paz en el

Hemisferio estuviere “manifiestamente comprometida”.

El Secretario de Estado Cordell Hull aseguró a Saavedra Lamas que los Estados

Unidos no deseaban “nada para sí mismos, salvo la aplicación de la Doctrina del Buen

Vecino”, y prometió que firmaría el Pacto Antibélico argentino. De esta manera se aseguró el

apoyo de Saavedra Lamas y evitó el desarrollo de dos sistemas americanos de paz separados y

rivales17.

En tanto, el 9 de diciembre de 1938 se reunía en Lima la Octava Conferencia

Interamericana. El delegado argentino, José Maria Cantilo, aunque se había referido a la

solidaridad americana, terminó diciendo que “la Argentina considera que cada nación

americana posee una fisonomía inconfundible y por tanto debe desarrollar una política suya y

propia, sin olvidar por cierto la solidaridad continental”18.

Los delegados de los Estados Unidos consideraban que una efectiva declaración de

solidaridad de las 21 Repúblicas Americanas era la cuestión más importante que debía

resolver la Asamblea de Lima. En consecuencia, la delegación estadounidense presentó un

proyecto de protocolo en el que se proponía la acción conjunta de todos los Estados de

América para evitar “la subversión de los gobiernos inestables del Continente, por parte de

15

Leslie Rout (Jr.) y John Bratzel, op. cit., p. 26. Los autores citan un pasaje de Carlos Saavedra Lamas en Por la paz de las

Américas, Buenos Aires, 1937, Imprenta del Congreso de la Nación.

16

Edmund Smith, Jr., op. cit., p. 33. En nota a pie de página se menciona el Draft of an Anti-War Treaty, Washington,

Embajada Argentina, 1932, p. 2.

17 Edmund Smith, Jr., op. cit., p. 33.

18

Alberto Conil Paz y Gustavo Ferrari, op. cit.,p. 58.

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“sistemas orientados hacia el fascismo”. Continuaba diciendo que “la amenaza a la seguridad

del Hemisferio podría ser por la fuerza o amago de fuerza o actividades de cualquier clase”, y

obligaría a todos los gobiernos de América a realizar consultas entre sí para llegar a una

política común de resistencia a tal amenaza19.

En un segundo anteproyecto, en cambio, los representantes argentinos distinguían

entre agresión no americana y americana, y anotaban que, en caso de agresión no americana,

no tendrían por qué considerarse necesariamente afectados todos los Estados del Nuevo

Mundo20.

En tanto, y dado que tanto uruguayos como chilenos prestaban “apoyo parcial” al

proyecto argentino, Hull acusó y argumentó que dos o tres naciones sudamericanas ponían

obstáculos a la “solidaridad del Hemisferio”. Los representantes peruanos y brasileños en

cambio intentaron atemperar las divergencias entre la Argentina y los Estados Unidos, pero

frustrado el esfuerzo, Hull apeló directamente al presidente Argentino Ortiz para lograr “una

posición solidaria con las demás repúblicas americanas, y Ortiz respondió favorablemente,

poniéndose en contacto con su ministro Ruiz Moreno y enviándole un nuevo anteproyecto

que estaba en general de acuerdo con la posición estadounidense. Finalmente, el 23 de

diciembre de 1938 se firmaría el acuerdo que se conocería como Declaración de Lima, en el

cual los gobiernos de los Estados Americanos terminarían declarando solamente:

Que reafirman la solidaridad continental (…)

Que, fieles a los principios de la soberanía absoluta, reafirman la decisión de

mantenerlos y defenderlos contra cualquier intervención o actividad extraña que pudiere

amenazarlos”21

Aún si se había obtenido sólo una declaración y no un tratado, el hecho

perfeccionaba sensiblemente el sistema interamericano. Y por este motivo la Argentina había

firmado con notable disgusto.

19

Edmund Smith, Jr., op. cit., p. 55.

20

Edmund Smith, op. cit, p. 56.

21

Edmund Smith, op. cit., p. 58.

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El artículo I de la mencionada Declaración reafirmaba la solidaridad continental de

los Estados Americanos, mientras que el artículo II destacaba la decisión de la comunidad del

Nuevo Mundo de defender el principio de solidaridad y soberanía “contra toda intervención o

actividad extranjera que pueda amenazar a las Repúblicas Americanas”.

En el artículo IV se establecían mecanismos para la consulta interamericana: “Para

facilitar las consultas establecidas en éste y otros instrumentos de paz americanos, los

ministros de relaciones exteriores de las Repúblicas Americanas, cuando lo estimen

conveniente y a iniciativa de uno cualquiera de ellos, se reunirán por rotación en las diversas

capitales y sin carácter protocolar”.

El análisis del Secretario Hull sobre el significado de la Declaración de Lima resulta

en extremo importante porque indica que el Departamento de Estado consideraba que los

acuerdos concertados en virtud del sistema interamericano constituían un compromiso para

los Estados signatarios y obligaban a sus gobiernos respectivos a seguir una política solidaria.

Sin embargo, las declaraciones de los dirigentes argentinos sólo podían interpretarse, bajo su

punto de vista, en el sentido de que el Gobierno Argentino tenía una opinión diferente con

respecto a la obligatoriedad del proceso consultivo22.

Es muy interesante el análisis que a propósito de la actuación internacional de la

Argentina en este periodo realiza el historiador Edmund Smith23, quien asegura que en las

diferencias que se pueden advertir en el desenvolvimiento y las opiniones de los

representantes argentinos y estadounidenses tanto en la Conferencia de Lima como en la

anterior de Buenos Aires, pueden verse como el comienzo de una grave ruptura que desgarró

el sistema del Hemisferio cuando éste enfrentó la crisis de la Segunda Guerra Mundial. En

efecto la Declaración de Lima, tal como la interpretaba Washington, comprometía a los

Estados Americanos a una doctrina en que un ataque a uno de ellos era una amenaza para la

seguridad de todos, y justificaba una acción conjunta para la defensa común. Pero la

Argentina no estaba dispuesta a participar en ningún programa “coercitivo” del Hemisferio.

Por su parte el Gobierno de Buenos Aires no se sentía obligado por ninguno de los pactos

22

Edmund Smith, op. cit. p. 59.

23

Edmund Smith, op. cit., p. 59-60.

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concertados en las Conferencias Interamericanas ni tampoco por acuerdos que pudieren

celebrarse en reuniones consultivas.

2- El comienzo de la Guerra y las reuniones de Consulta

de los Cancilleres Americanos

Apenas comenzada la Guerra, desencadenada a causa de la invasión alemana en

Polonia en septiembre de 1939, el Gobierno de los Estados Unidos decidió convocar a la

Primera Reunión de Consulta de Cancilleres Americanos, que se desarrollaría en Panamá.

El 23 de septiembre de 1939 se reunían las Repúblicas Americanas en Panamá,

unidas por el deseo de mantener la neutralidad del Hemisferio Occidental. Como en ese

momento los Estados Unidos apoyaban una política de neutralidad en el Hemisferio, esta

primera reunión de ministros de relaciones exteriores americanos no fue testigo de ningún

choque violento entre las delegaciones estadounidense y argentina.

La posición argentina había sido ya establecida en un Decreto del 4 de septiembre de

1939 en el que se declaraba la neutralidad de la República, y es así que aunque el Gobierno

aceptó la convocatoria, instruyó a su delegado, Leopoldo Melo, para que eludiera cualquier

tipo de compromisos políticos y militares. Como ya lo explicamos, la Conferencia

“panamericanizò” el dogma de la neutralidad, que en ese momento era importante tanto para

la Argentina como para los Estados Unidos y para todas las otras Repúblicas Americanas.

Con el acento puesto en la “neutralidad colectiva”, en Panamá el tradicional

obstruccionismo argentino con respecto al programa de los Estados Unidos fue quizás menos

evidente que en cualquier otra asamblea panamericana en que estuviera representado el país

del Norte. Sin embargo, la posición neutral de la Argentina era mas “absoluta”24, y esto se vio

claramente en la renuencia argentina a aceptar la cláusula que daba a los Estados Americanos

derecho a “expulsar submarinos de las aguas adyacentes a sus territorios”, cláusula que

finalmente quedó librada a la voluntad de cada gobierno.

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No obstante esto, en abril de 1940, el canciller argentino Cantilo propuso “una

política mas concordada de vigilancia”, la cual contrariamente a lo que se podía esperar, no

encontró la aceptación de los Estados Unidos. Por el contrario, el Subsecretario de Estado

Sumner Welles señaló al Embajador Argentino Espil los peligros que comportaría para su

gobierno una declaración de este tipo, particularmente en ese momento en que el Congreso

Estadounidense acababa de firmar la Cuarta Ley de Neutralidad25.

Muy poco después, cuando Bélgica, Francia y Holanda cayeron en las manos del

Tercer Reich, y frente a la incertidumbre sobre el futuro de las posesiones francesas y

holandesas en América, los Estados Unidos convocaron inmediatamente a una Segunda

Reunión de Cancilleres Americanos, que se llevó a cabo en La Habana desde el 21 al 30 de

julio de 1940. El entonces Secretario de Estado estadounidense Cordel Hull dirigiría la

delegación de los Estados Unidos con la esperanza de desplazar el acento de la política

interamericana desde la “neutralidad conjunta” de 1939 a un plan para “la defensa común del

Hemisferio”. El proyecto de los Estados Unidos representaba un apartamiento radical de la

posición de “neutralidad colectiva” adoptada en Panamá un año antes, y provocó la fuerte

oposición de los representantes argentinos.

En esa oportunidad Hull realizó un decidido esfuerzo para lograr un acuerdo con la

posición argentina, a fin de mantener la apariencia de unanimidad dentro del sistema

Hemisférico. Finalmente el acta de La Habana creó un comité administrativo de emergencia

que podía asumir el gobierno de cualquier colonia europea en América que “pudiera ser

atacada o amenazada por una potencia no americana”. Sin embargo, si la necesidad de acción

inmediata fuese tan urgente que no fuera posible esperar la constitución del comité, cualquiera

de las Repúblicas Americanas, en acción individual o conjunta con otras, podía actuar en el

modo que su propia defensa o la del continente lo requiriera.

Esta Conferencia tuvo, aparte de la decisión que se esperaba de “no reconocer la

transferencia de territorios entre países fuera del Hemisferio”, un resultado que comportaría

importancia ulterior para la Argentina: se trata de la Declaración número XV, sobre

24

Edmund Smith, ob. cit., p. 61.

25

Alberto Conil Paz / Gustavo Ferrari, ob. cit, p. 69-70.

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Asistencia Recíproca y Cooperación Defensiva de las Naciones Americanas, en la cual el

postulado más importante resultó ser el siguiente:

“(…) Cualquier atentado de parte de un Estado no americano contra la integridad o

inviolabilidad del territorio, contra la soberanía o independencia de un Estado Americano,

será considerado acto de agresión contra todos los Estados que firman esta Declaración”.26

De la misma manera se pretendía:

“suprimir actividades directas o asistidas por gobiernos extranjeros (…) que tiendan a

subvertir las instituciones domesticas o fomentar desorden en la vida política interna de las

Américas”27

Al respecto, algunos autores como Rout y Bratzel se empeñan en afirmar que los

Estados Latinoamericanos en realidad hicieron poco para implementar estas “buenas

palabras”28.

3- Pearl Harbor

La Guerra llegó a América el 7 de diciembre de 1941 con el ataque japonés a Pearl

Harbour, un hecho que forzaría a la Argentina, así como a cada una de las Republicas

Americanas, a definir su actitud con respecto a la solidaridad hemisférica. Para la Argentina,

sin embargo, la cuestión se presentaría aún más difícil, por cuanto se encontraría ante la

categórica necesidad de optar entre Alemania y los Estados Unidos.

Variadas consideraciones y motivos, particularmente estratégicos, determinaron tanto

la prontitud con que las Repúblicas Americanas reaccionaron ante la guerra, como la medida

en que cumplieron con sus obligaciones interamericanas. Estrechamente vinculadas con los

26

Alberto Conil Paz / Gustavo Ferrari, op. cit., p. 74.

27 Alberto Conil Paz / Gustavo Ferrari, op. cit., p. 74.

28

Leslie Rout (Jr.) / John Bratzel, op. cit., p. 31.

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Estados Unidos por lazos comerciales y defensivos, los nueve Estados pequeños de la zona

del Caribe declararon la guerra a las naciones del Eje hacia el 10 de diciembre. Igualmente

importantes para los Estados Unidos en materia de abastecimiento y estrategia, pero movidas

por corrientes entrecruzadas más complejas, las naciones más extensas del Caribe (México,

Colombia y Venezuela) actuaron con más lentitud, aunque todas rompieron las relaciones

diplomáticas hacia el final del año. Un tercer grupo de Estados, entre ellos Brasil, Ecuador,

Paraguay y Perú, reconocieron formalmente su solidaridad con los Estados Unidos, pero se

reservaron para una acción posterior hasta fines de enero29.

Luego de la agresión japonesa, que determinaba la entrada en guerra de los Estados

Unidos, la primera reacción del entonces presidente argentino Castillo fue de inmediata

solidaridad con los Estados Unidos, situación que expresaba un desconcertante espíritu de

amistad. El 9 de diciembre, el presidente interino Castillo comunicó al Secretario Hull que la

Argentina conformaría su política a la asistencia recíproca que disponía la Resolución XV del

Acta Final de La Habana30. En efecto, en un Decreto del 9 de diciembre se afirmaba que la

posición argentina se desenvolvería según los compromisos panamericanos sobre la

solidaridad, asistencia recíproca y cooperación defensiva. Sin embargo, según lo expresaba el

artículo 2 del mencionado Decreto, en ese momento preciso no se consideraba que los Estados

Unidos estuvieran “en la situación de país beligerante en el conflicto”31.

Sin embargo, muy pronto el Gobierno Argentino cambiaría de posición. El portavoz

presidencial, canciller Enrique Ruiz Guiñazú, había sido encargado de impulsar a la

neutralidad a los Gobiernos de Chile, Paraguay y Bolivia, pero todos los países se habían ya

alineado con los Estados Unidos. En esa situación, Ruiz Guiñazú eligió el pragmatismo y

apoyó la rotura con el Eje, pero Castillo -informado de la decisión-, lo obligaría a anular la

obligación asumida.

Resulta evidente, ciertamente, que el doctor Castillo estaba decidido a mantener su

política de neutralidad, y que además procuraría obtener la cooperación del gobierno alemán

para facilitar su propia tarea. En efecto, en la semana que siguió al decreto del 9 de diciembre

29

Harold Peterson, op. cit., p. 141.

30

Harold Peterson, op. cit., p. 142.

31

Alberto Conil Paz / Gustavo Ferrari, op. cit., p. 80.

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de 1941, comenzaba a perfilarse la auténtica naturaleza de la posición argentina. El 11 de

diciembre, cuando el embajador alemán von Therman visitó al ministro de Relaciones

Exteriores para notificarlo del estado de guerra entre su país y los Estados Unidos, se le dio a

entender que Argentina procuraría continuar su política de neutralidad, en la medida de lo

posible, y en el marco de los acuerdos panamericanos32.

La decisión del presidente Castillo de mantener relaciones amistosas con Alemania e

Italia se haría cada vez más evidente. El 13 de diciembre emitió un decreto según el cual

tomaba nota del estado de guerra entre Estados Unidos por una parte y Alemania e Italia por

otra, concedía derechos de no beligerante a Estados Unidos y afirmaba nuevamente la

neutralidad argentina.

Pero Castillo se encontraría con otro escollo para sus proyectos, porque un

importante sector del periodismo y algunos dirigentes partidarios de la Cámara de Diputados

condenaban con energía el ataque japonés y remitían expresiones de solidaridad al presidente

Roosevelt. La embajada norteamericana en Buenos Aires recibió incluso las personales

seguridades de solidaridad del ex ministro de Relaciones Exteriores Cantilo, y el matutino La

Prensa calificaba el telegrama enviado por Castillo a los Estados Unidos de “reflejo

insuficiente de la hondura del sentir del pueblo argentino”.33

El Gobierno de Castillo replicaría severamente ante estas expresiones filo

norteamericanas, y el 16 de diciembre invocaría el Estado de Sitio, con el fin de salvaguardar

la neutralidad y de permitir el mantenimiento efectivo de la posición adoptada con respecto a

la guerra. Amparados en las restricciones impuestas, el presidente interino Castillo y su

gabinete pudieron consolidar la autoridad que venían detentando desde hacia algunos meses.

32

Robert A. Potash, El ejército y la política en la Argentina. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1984, Vol. I: De

Yrigoyen a Perón (1928/1945), p. 236.

33

Harold Peterson, op. cit, p. 142.

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35

4- Río de Janeiro, 1942.

La tercera Reunión de Consulta

Impulsado por el ataque japonés, el Gobierno de los Estados Unidos había decidido

convocar a la Tercera Reunión de Consulta de Cancilleres Americanos, que se desarrollaría en

Río de Janeiro a partir del 15 de Enero de 1942. En ese momento, al iniciar 1942, la posición

política del presidente argentino Castillo era mas sólida que en cualquier periodo anterior

durante su presidencia, dieciocho meses antes. Gracias a los poderes especiales que le

otorgaba el estado de sitio34, podría ahora acallar a los grupos que criticaban su política

exterior, y como se demostraría pronto en la Conferencia de Río, nada habría de apartarlo de

la línea de acción que había adoptado.

El objetivo más importante al que los Estados Unidos intentaron arribar en esta

Conferencia fue el de convencer a todos los Gobiernos Americanos sobre la urgencia de

romper las relaciones diplomáticas y el intercambio comercial con las potencias del Eje.

Al inicio de esta Reunión de Consulta, nueve países centroamericanos y del Caribe

(Costa Rica, Cuba, Republica Dominicana, Guatemala, Haití Honduras, Nicaragua, Panamá y

El Salvador) habían declarado la guerra al Eje, mientras el resto mantenía aún relaciones

diplomáticas con Alemania, y algunos habían incluso declarado la no beligerancia. Diez

países, incluidos los Estados unidos, estaban en guerra, mientras que los restantes once países

no lo estaban35.

En lo que se refiere a la Argentina, ya en una reunión de Gabinete el 13 de diciembre

anterior el Canciller argentino Ruiz Guiñazú había lanzado la proposición de que la Argentina

evitara cooperar más estrechamente con los Estados Unidos y se atuviera a la más estricta

neutralidad posible. A fines de ese mes, había invitado a reunirse en Buenos Aires a los

delegados a la Conferencia por Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, presumiblemente con la

finalidad de constituir un bloque que obstruyera los objetivos norteamericanos. Finalmente el

34

Ya en octubre del año anterior 1941, los grupos militares nacionalistas habían solicitado al presidente la declaración del

Estado de sitio, pero éste prefirió esperar el momento oportuno, cuando la atmósfera de crisis hizo mas justificable la

decisión, es decir luego del ataque japonés a Pearl Harbour.

35 F.R.U.S., 1942, Argentina, v. V, p. 6-57.

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36

7 de enero, en declaraciones a la prensa, el Canciller anunciaría que en la reunión de Río la

Argentina no prestaría acuerdo a ningún acto de “prebeligerancia”.36

El señor Ministro de Relaciones Exteriores y Culto Enrique Ruiz Guiñazú, que

concurría en nombre del Gobierno Argentino, llevaba instrucciones precisas al respecto.

Transcribimos a continuación los elementos más sobresalientes del Libro37:

(…) “La Delagación Argentina no está autorizada entonces a adherir a ninguna declaración

general de guerra o ruptura de relaciones diplomáticas.

Si llegara a proponerse alguna de esas dos medidas, la Delagación Argentina deberá

consultar primero con el Poder Ejecutivo la actitud a asumirse.

(…)No tratándose de operaciones militares y navales en sí, nuestros compromisos de

solidaridad justifican el más amplio tratamiento de excepción a favor de los Estados Unidos,

país que no consideramos beligerante ni sujeto en la República a las limitaciones propias

del régimen de neutralidad. Podemos, pues, en ese sentido, aceptar compromisos de

aprovisionamiento, en general, y hasta de ayuda en los puertos y bases argentinas y

coordinar especialmente con los países limítrofes todas las medidas necesarias para control

y represión de las actividades de sujetos extranjeros”.

En el transcurso de la reunión, el enfrentamiento se produciría rápidamente,

resultando ser la cláusula objeto de controversia el artículo 3, que demandaba en forma

categórica la ruptura de relaciones con las tres potencias del Eje. El texto rezaba: “Las

republicas Americanas manifiestan que, en virtud de su solidaridad y a fin de proteger y

preservar su libertad e integridad, ninguna de ellas podrá seguir manteniendo relaciones

políticas, comerciales o financieras con los gobiernos de Alemania, Italia y Japón; y asimismo

declaran que, en pleno ejercicio de su soberanía, tomarán las medidas correspondientes a la

defensa del Nuevo Mundo que consideren en cada caso prácticas y convenientes”.

Solo los delegados argentinos y chilenos rehusaron aprobar ese mandato. Conforme

con la interpretación argentina, en la voz del Canciller Ruiz Guiñazú, la ruptura de relaciones

36

Harold Peterson, op. cit., p. 144.

37

AMREC, Buenos Aires, División Política, 1854-1947, Libro de instrucciones expedido a los agentes diplomáticos

argentinos, “Instrucciones al señor ministro de Relaciones Exteriores y Culto, que concurre en nombre del Gobierno

Argentino a la Tercera Reunión de Cancilleres convocada en Río de Janeiro el 15 de enero de 1942”, p. 422-423.

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37

diplomáticas significaba un paso hacia la “prebeligerancia”, y la prebeligerancia significaba

un paso para la guerra. El pueblo argentino –afirmaba- estaba a favor de la neutralidad, y la

delegación argentina había ido a Río a hablar de paz y no de guerra. Por lo demás se argüía

que la reunión había sido convocada con propósitos de consulta y no para adoptar medidas

obligatorias; y que, puesto que según la Constitución argentina únicamente el Congreso podía

declarar la guerra, de ahí que los delegados no pudieran aprobar una resolución que, casi con

seguridad, no podía conducir sino a un compromiso de guerra38.

Para superar esta reserva argentina de que la ruptura diplomática debía contar con la

aprobación legislativa, la comisión añadió al artículo 3 la frase: “en el ejercicio de su

soberanía y de conformidad con sus instituciones y poderes constitucionales, siempre que

éstos estén de acuerdo”. El agregado sirvió para obtener el acuerdo de Ruiz Guiñazú, acuerdo

que de todas maneras no duró demasiado, porque el presidente interino Castillo, que seguía

los acontecimientos desde Buenos Aires, solicitaría al representante argentino el retiro de la

aprobación dada al artículo 3, y presentaría en su lugar un sustituto que reemplazaba la

cláusula “obligatoria” por otra “recomendatoria”.39

El entonces subsecretario de Estado de los Estados Unidos Sumner Welles había

estado presente en la Reunión con la intención de que todos los países americanos

interrumpieran las relaciones con los países del Eje. Pero a pesar de que los objetivos

estadounidenses estaban muy bien establecidos, la opinión testarudamente contraria de los

representantes argentinos y chilenos había obligado a cambiar la redacción inicial del punto

más importante del Acta final, por lo cual en vez de aseverarse que ninguna de las Repúblicas

Americanas podría continuar manteniendo relaciones con los Gobiernos de Alemania, Italia y

Japón, simplemente se había decidido “recomendar” la ruptura de relaciones diplomáticas.

Esta conclusión de la Reunión de Río provocaría el alejamiento definitivo entre el

Secretario de Estado estadounidense Cordell Hull -según cuya opinión la ambigüedad de la

solución lograda permitiría a la Argentina eludir fácilmente los compromisos en el

Hemisferio-, y el Subsecretario Sumner Welles, que como participante de la Reunión había

preferido dejar así la cuestión, para preservar la unidad de las Repúblicas Americanas.

38

Harold Peterson, op. cit., p. 146.

39

Harold Peterson, op. cit., p. 147.

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38

Sumner Welles hubo de optar entre mantener la solidaridad y unanimidad continental

o bien aceptar la división del Continente entre los países que pretendían la interrupción de las

relaciones diplomáticas y aquéllos que se oponían. Al elegir la primera alternativa, el

subsecretario Welles se opuso al Secretario de Estado Cordell Hull, y desde ese momento en

adelante la política de los Estados Unidos hacia la Argentina se transformaría en una disputa

en el interior del propio Gobierno de los Estados Unidos, entre quienes estaban dispuestos a

“aquietar las aguas” –entre ellos Sumner Welles-, y aquéllos que, como Hull, pretendían

obligar a los países americanos a declarar la guerra. Tras la Revolución argentina de junio de

1943, el Subsecretario Sumner Welles habría de renunciar a su cargo, hecho que

inmediatamente determinaría la sustitución de la política persuasiva por otra decididamente

coercitiva diseñada por Hull.

En cuanto a la Argentina, a partir de ese momento iniciaría un duro enfrentamiento

con los Estados Unidos, un enfrentamiento que si bien tenía sus bases en muchos y variados

sucesos anteriores, adquirió particular intensidad luego de los resultados de la Conferencia.

Sobre este punto los diferentes autores desarrollarían con el correr del tiempo las

opiniones más diversas y encontradas. Entre los decididamente anti-neutralistas, los

historiadores argentinos Alberto Conil Paz y Gustavo Ferrari consideran que la Conferencia

de Río habría sido un momento particularmente oportuno para la Argentina, de sumarse “a

una corriente que triunfaría, y que de otra manera la dejaría en el camino”40. Convencidos

sobre la conveniencia que comportaría para la Argentina el hecho de declarar la guerra,

escribirían:

“Esta lucida tentativa de nuestra cancillería41

no tuvo éxito en el momento, (…), y

desafortunadamente los posteriores y sucesivos cambios en los gobiernos argentinos

detendrían al país en un neutralismo siempre más anacrónico”.

40

Alberto Conil Paz / Gustavo Ferrari, op. cit., p. 81. Al referirse a los resultados de la Conferencia de Río, afirman que “la

Argentina iniciaba un áspero enfrentamiento con los Estados Unidos, es decir con la potencia que aparecía ya como el

principal vencedor de la guerra, al menos a los ojos de los observadores medianamente lúcidos, entre los cuales no se

encontraba, obviamente, el staff gobernante argentino”

41

Se refiere a la Cancillería Argentina, y a la postura de Ruiz Guiñazú, favorable al abandono de la neutralidad.

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39

También Harold Peterson manifestaría su opinión sobre la no conveniencia

diplomática del mantenimiento de la posición neutral, al citar textuales palabras del

historiador Rennie42:

“Sin amigos, sin misión, la Argentina navegaba a la deriva, en un mundo que exigía

entereza y resolución”.

Otros, entre ellos Edmund Smith43

, exaltan la posición neutral, y critican en cambio la

“política de presión” estadounidense hacia la Argentina.

Sin manifestarse en forma directa contra la posición argentina en la Conferencia de

Río, también el historiador Juan Archibaldo Lanús señala que si bien el “desencuentro” entre

Argentina y los Estados Unidos había tenido sus orígenes con anterioridad, fue decididamente

durante esta Tercera Reunión de Consulta de los Cancilleres de las Repúblicas Americanas

que los gobiernos de Washington y Buenos Aires inaugurarían el periodo más crítico de sus

relaciones diplomáticas44.

Joseph Tulchin, al caracterizar la posición estadounidense con respecto a la política

de neutralidad de la Argentina, utiliza el término “persecución” al referirse a la política

aplicada por los Estados Unidos45.

El hecho es que, finalizada la Conferencia de Río de Janeiro, todas las Repúblicas

Americanas menos la Argentina y Chile, habían interrumpido las relaciones diplomáticas con

las naciones del Eje.

Como era de esperarse, después de los resultados y la posición adoptada por la

Argentina en la Conferencia de Río, la Nación Sudamericana resultaría excluida de los

sistemas de ayuda económico-financiera y militar provenientes de Washington. La Argentina

42

Harold Peterson, op. cit., p. 155.

43

Al respecto aconsejamos consultar especialmente Edmund Smith, Intervención Yanqui en Argentina, Buenos Aires, 1965,

Palestra..

44 Juan Archibaldo Lanus, op. cit., p. 18.

45

Joseph Tulchin, Argentina and the United States (…) cit., p. 81. De esta manera, con el término “persecución”, titula el

autor el capítulo 6. En el texto original figura como “World War II and U.S. persecution of Argentina”.

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40

ya había sentido por primera vez la política coercitiva de Washington cuando en la reunión de

Río el Canciller Guiñazú se había acercado a Sumner Welles en procura de la asistencia

militar para la provisión de armamento prevista por la Ley de Préstamo y Arriendo, pedido

que el Subsecretario se había apresurado a rechazar hasta tanto la Argentina no rompiera

relaciones con el Eje. Este hecho ayudó al desequilibrio de las fuerzas militares en

Sudamérica. Los beneficios que el Brasil obtuvo gracias a esta ley de colaboración de los

Estados Unidos con el resto de América fueron enormes, puesto que no se limitó sólo a

ofrecer ayuda militar sino también al fortalecimiento económico a través de una línea

crediticia di 100 millones de dólares.

De este modo, la Argentina quedaba decididamente atrás con respecto al otro país

más grande de América del Sur. Sin embargo, la preocupación en los jefes militares y navales

argentinos no se reflejaba en la actitud de Castillo, que no estaba dispuesto en absoluto a

abandonar la neutralidad.

5- Coerción contra Castillo

A mediados de 1942 los Estados Unidos estaban en condiciones de ejercer

considerable presión económica y financiera sobre cualquier país latinoamericano, incluso

sobre los más distantes que, hasta entonces, habían sido económicamente independientes del

Norte. La organización política del continente, a través del sistema regional, también

proporcionaba una vía para la presión política colectiva. El Consejo Directivo de la Unión

Panamericana y el Comité para la Defensa Política del Hemisferio, con sede en Montevideo,

eran órganos que podían adaptarse sin cambios a la “pan-americanización” de una política

exterior solidaria.

Por otro lado, el 28 de septiembre de 1942, la política de neutralidad argentina se vio

desafiada por una votación de la Cámara de Diputados que auspiciaba la ruptura de relaciones

con los gobiernos del Eje. Mientras tanto el Senado, con mayoría conservadora, se negaba a

expedirse al respecto. La Cámara de Diputados hizo otro esfuerzo por hacer público el peligro

de las actividades subversivas en la Argentina al aprobar la creación de un Comité para

investigar “actividades antiargentinas”, el cual descubrió actividades del Eje que se extendían

por toda la nación. Se descubrió que una gran cantidad de argentinos prominentes recibía

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41

pagos de los nazis, y se reveló que la embajada Alemana en Buenos Aires era centro de una

vasta red de espionaje con ramificaciones en toda América del Sur. Se acusó a agentes del Eje

de dirigir un plebiscito de paz que apoyaba la política neutral de Castillo, que con el tiempo

llegó a ser firmado por dos millones de argentinos46.

Sin embargo, y a pesar de la actuación de este organismo en la Argentina, el

gobierno de los Estados Unidos estaba decididamente insatisfecho con la neutralidad de Chile

y Argentina, mientras que el Departamento de Estado entendía que el mantenimiento de

vínculos diplomáticos con el Eje Berlín-Tokyo por parte de los países “neutrales americanos”

constituía una amenaza al esfuerzo de guerra y a la seguridad continental de las demás

repúblicas.

Como lo dijimos antes, la política coercitiva montada por el gobierno de Washington

contra el régimen de Castillo se había sentido por primera vez en la Argentina cuando

Sumner Welles había denegado una solicitud de material militar estadounidense en Río de

Janeiro. Toda la cuestión del abastecimiento militar e industrial se destacaba como una de las

cartas de triunfo en poder de los Estados Unidos en su tentativa de lograr por la fuerza un

cambio de la política neutral del régimen conservador.

Hasta unas semanas después de la Conferencia de Río, el Jefe del Poder Ejecutivo

argentino y sus asesores habían abrigado la esperanza de obtener materiales militares de

Estados Unidos, mediante un acuerdo de Préstamo y Arriendo o mediante la compra directa.

Como indicio de su disposición a adoptar medidas defensivas, y quizás como modo de

demostrar la necesidad de equipos, ya durante la Conferencia de Río el gobierno argentino

había adoptado medidas para aumentar los efectivos de su ejército en tiempo de paz hasta una

cifra de aproximadamente cien mil hombres –cifra equivalente al doble de la magnitud

normal- al mismo tiempo que destacaba tropas a lo largo de la costa patagónica. Estas

medidas, con el correspondiente aumento de los gastos, fueron citadas por el embajador

argentino en Washington como prueba de voluntad de cooperación de su país en el plan de

defensa continental47.

46

Edmund Smith, op. cit., p. 109. Según cita de este autor, el dato puede verificarse en los Informes 1-5 de la Comisión

Investigadora de Actividades Antiargentinas, Imprenta del Congreso, Cámara de Diputados, Buenos Aires, 1941.

47 F.R.U.S., 1942, v. V, “The American Republics”, Memorandum del 24 de marzo de 1942, la Embajada Argentina acerca

de las negociaciones sobre la cooperación en el plan de defensa continental, p. 387.

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42

Pero el Departamento de Estado había decidido en cambio que no entregaría material

militar a la Argentina hasta tanto el gobierno argentino no modificara su posición amistosa

con respecto al Eje48.

La frustración de los esfuerzos argentinos para obtener equipos militares en Estados

Unidos habría de tener consecuencias distintas de las que anticiparan los funcionarios del

Departamento de Estado, quienes pretendían utilizar la cuestión de la ayuda militar como un

factor de presión que promoviera un cambio en la política exterior de Castillo. Se creía que,

negando armas a la Argentina y a la vez suministrando grandes cantidades de equipo en

préstamo y arriendo a los vecinos países de Uruguay y Brasil –que habían roto con el Eje- se

ejercería presión conducente a un cambio en la política exterior argentina. Sin embargo, el

resultado fue en cambio un decidido esfuerzo por parte del Gobierno Argentino para encontrar

otros proveedores de armas, situación que finalmente determinó un acercamiento más

marcado hacia las potencias del Eje.

En tanto, durante todo el año 1942 los representantes argentinos y chilenos del

Comité de Montevideo49 se habían mostrado en general contrarios a colaborar con los

esfuerzos de la mayoría de los miembros para publicar las actividades de los agentes

totalitarios en América del Sur50.

Estados Unidos enfatizaba, en tanto, que el régimen de Castillo no estaba

colaborando ni en la vigilancia ni en la detención de espías. En una reunión mantenida entre

Ruiz Guiñazú y el embajador Armour en julio de 1942, el Ministro de Relaciones Exteriores

había sugerido abiertamente que el Abwehr51 se encontraba en actividad en Argentina.

Por supuesto que el gobierno de los Estados Unidos no podía revelar todo lo que

sabía sin indicar además que para la obtención de esa información se estaba interceptando el

48

Ibidem, p. 376-377, Telegrama del 3 de febrero de 1942, el embajador estadounidense en Buenos Aires Norman Armour al

Subsecretario del Departamento de Estado Sumner Welles, y Telegrama del 4 de febrero de 1942 de Welles a Armour.

49

La Comisión Interamericana Consultiva de Emergencia para la Defensa Política -Comité de Montevideo- había sido

creado como resultado de la Resolución XVII de la Conferencia de Cancilleres de Río de Janeiro.

50

Edmund Smith, ob. cit., p. 93.

51

Abwehr: La palabra designa la organización de inteligencia militar alemana.

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43

tráfico telegráfico, lo cual originaría decididamente la sospecha de que la maniobra se

realizaba justamente desde territorio argentino. Por lo tanto, aunque el embajador Armour

continuó protestando por la existencia y permanencia de trafico telegráfico entre el Eje y el

gobierno de Castillo, sus esfuerzos por desactivar estas comunicaciones fueron inútiles, y

gradualmente el Embajador llegó a la conclusión de que por más que resultaran irrefutables

las evidencias sobre la información que provocaba la desaparición de barcos con bandera

aliada, Ruiz Guiñazú poco haría para restringir las telecomunicaciones con el Eje52.

El 8 de octubre de 1942, el subsecretario de Estado Sumner Welles formularía su

controvertida afirmación de que Argentina y Chile permitían que “sus hermanos y vecinos de

las Américas sean heridos por la espalda por los emisarios del Eje”. En forma inesperada, el

usualmente precavido Ruiz Guiñazú lanzó una cáustica intimación desafiando al

Subsecretario para que probara sus acusaciones, y reafirmó la política neutral de la

Argentina53.

Sin embargo, durante parte de septiembre y todo el mes de octubre, la Comisión de

Actividades Antiargentinas de la Cámara de Diputados había publicado una serie de informes

en los que se denunciaba a los agregados naval y cultural de Alemania, a quienes se acusaba

de actos de conducta impropios de diplomáticos; y en los últimos días del periodo de sesiones,

la Cámara de Diputados no solo había aprobado los acuerdos finales de la Conferencia de Río,

sino que se había declarado a favor de una inmediata ruptura de relaciones con las potencias

del Eje54. Pero los grupos nacionalistas, como lo hemos dicho antes, desarrollaban intensa

actividad en apoyo de la política exterior de Castillo. A principios de septiembre, en vísperas

de una gira presidencial por el interior, una “comisión del plebiscito por la paz” entregaba

ceremoniosamente a Castillo un manifiesto, presuntamente firmado por casi un millón de

argentinos, en apoyo de la política exterior que el presidente y Ruiz Guiñazú venían

desarrollando desde la Conferencia de Río. Pero lo que la mayoría de los firmantes no

comprendió, acota el historiador Robert Potash, es la profunda implicación de la Embajada

Alemana en el proyecto. Según un telegrama del encargado de negocios Meynen a Berlín, el

52

Leslie Rout (Jr.) / John Bratzel, op. cit., p. 339.

53

Leslie Rout (Jr.) / John Bratzel, op. cit., p. 340.

54

Diario La Prensa, Buenos Aires, 18, 28 y 30 de septiembre; 4, 23 y 30 de octubre de 1942.

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44

esfuerzo de recolección de firmas representaba “la más amplia acción de propaganda

realizada jamás por la Embajada” 55.

En su primer informe anual, publicado en 1943, que abarcaba del 15 de abril 1942 al

15 de julio 1943, el Comité de Montevideo hacía referencia a la “negligencia culpable” de un

gobierno americano en apoyar “el programa solidario contra el Eje”. En el segundo informe

anual, de 1944, volvía a repetirse la referencia a la intransigencia argentina: “El Comité está

firmemente convencido de que los procedimientos descriptos han sido adecuados (…) a causa

de la firme determinación de todos los gobiernos de la comunidad americana, salvo uno, (…)

para colaborar en hacer efectiva la política acordada en Río de Janeiro”56.

Esto favorecería la decisión del gobierno argentino de retirarse del Comité de

Montevideo, hecho que finalmente ocurriría en septiembre de 1944

6- Algunas notas sobre la relación triangular

Estados Unidos – Argentina – Gran Bretaña

En la opinión de muchos autores, la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra

Mundial tuvo como basamento importantísimo la conveniencia británica. Es un hecho que

Gran Bretaña no podía prescindir de las provisiones provenientes de Argentina, y que este

aprovisionamiento sería siempre mejor canalizado si la Argentina permanecía fuera del

conflicto. Pero también es cierto que las razones meramente pro-británicas anteriores a la

revolución del 4 de Junio de 1943 adquirirían características bien diferentes.

El investigador argentino Carlos Escudé analiza la situación partiendo de la

afirmación de la inserción de la Argentina en un triangulo económico-comercial cuyas otras

partes constitutivas eran Gran Bretaña y los Estados Unidos57.

55

Robert Potash, op. cit, v. I, De Yrigoyen a Perón (1928/1945), p. 254. El historiador cita como fuente un telegrama de

Meynen a Berlín, de fecha 6 de septiembre de 1942.

56 Edmund Smith, op. cit., p. 216.

57

Carlos Escudé, op. cit., p. 23-32.

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45

La Argentina tenía en Gran Bretaña un importante mercado para vender sus

principales productos de exportación -fundamentalmente la carne-, pero encontraba grandes

dificultades para entrar en los mercados estadounidenses, desde el momento en que se trataba

de una economía no complementaria sino -por el contrario- competitiva en sus principales

productos: ambos países eran productores de cereales y de carne.

No obstante esto, los Estados Unidos ocupaban un importante lugar como

proveedores de la Argentina, haciendo de esta manera que las libras esterlinas que el país

sudamericano obtenía de sus ventas a Gran Bretaña, fueran utilizadas para comprar a los

Estados Unidos.

También el historiador Edmund Smith58 apunta a la existencia de una “leyenda

negra” de la neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Según esta teoría, la

conveniencia británica estuvo en la base misma de una actitud que fue común al gobierno

conservador de Castillo y a los militares nacionalistas que lo derrocaron. Si bien Smith no cae

en la tentación de explicar directamente la neutralidad argentina como consecuencia directa

del interés británico, hace referencia a este interés con bastante asiduidad.

Con acierto afirmaría el historiador estadounidense Joseph Tulchin59 que la

dependencia de Gran Bretaña de la carne Argentina durante la guerra alcanzo el 40 por ciento

de la provisión total.

Había un convencimiento general en el Gobierno Británico de que sin la provisión de

carne argentina, mantener el standard de vida de la población británica habría sido imposible

y el esfuerzo de la guerra estaría seriamente comprometido.

El mismísimo Embajador Británico en Buenos Aires en ese entonces, sir David

Kelly, describe en sus memorias la situación cuando llegó a la Argentina en 194260:

“Aunque Gran Bretaña y los Estados Unidos eran aliados, Gran Bretaña dependía de

Argentina en un 40 por ciento de su aprovisionamiento de carne, había invertido en

Argentina un capital mucho mayor que el invertido en cualquier otro país (...) y en tanto los

58 Edmund Smith, Jr., op. cit, p. 9.

59 Joseph Tulchin, Argentina and the United States (…) cit, p. 88.

60

Rogelio García Lupo en Historia de unas malas relaciones, Buenos Aires, 1964, Jorge Alvarez Editor, p. 85-86.

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46

norteamericanos, que aparecieron en el escenario más tarde, creían que era suyo el destino

de apoderarse del mercado argentino y convertirse en socio dominante, como lo habían

hecho ya en el Brasil y en los países de América Central. (...) Consecuencia inevitable era el

que los argentinos esperaban poner en juego los intereses británicos contra los

norteamericanos, y los norteamericanos estaban obsesionados con la sospecha de que los

británicos estuvieran apoyando secretamente el régimen en Argentina”.

Sobre este argumento, el ensayista argentino Rogelio García Lupo afirmaría que,

como era de esperarse, este tema se mantenía convenientemente cubierto, de manera que el

litigio por el mercado argentino aparecía ante los ojos de todo el mundo como un conflicto

con los gobiernos anti-democráticos de Buenos Aires61.

La guerra impondría sin embargo importantes cambios a esta relación triangular y a

los litigios entre las grandes potencias por el mercado argentino. Luego, durante la posguerra,

cuando la Argentina estaba en condiciones de cambiar la hegemonía británica que pesaba

sobre la propia economía, debió en cambio abstenerse de hacerlo, dado que la agresividad de

los Estados Unidos por sustituir a los ingleses obligaría a la República del Sur a asociarse con

ellos a fin de repeler la insoportable presión62.

Lo cierto es que entre fines de 1942 e inicios de 1943 Gran Bretaña continuaba

proporcionando el mayor mercado para las exportaciones argentinas y así ocupaba con

respecto a la argentina una posición estratégica que el Departamento de Estado

Norteamericano no podía permitirse ignorar.

Tanto el gobierno de Castillo como el de Ramírez tenían conciencia de que los

Estados Unidos no podían montar ningún programa de sanciones económicas con posibilidad

de eficacia sin la participación británica63. De ahí que todos los gobiernos que se sucedieron

en Buenos Aires durante la Segunda Guerra Mundial hicieran denodados esfuerzos para

mantener abiertas las vías comerciales hacia Inglaterra, para lo cual sacaron ventaja de la

rivalidad comercial existente entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, y de la preocupación

61

Rogelio García Lupo, op. cit., p. 86.

62

Rogelio García Lupo, op. cit., p. 90.

63

Edmund Smith, op. cit., p. 140.

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47

del gobierno de Londres por las inversiones en Argentina. El régimen nacionalista apreciaba

en todo su valor la poderosa arma que representaban los productos alimenticios argentinos en

la lucha contra la presión diplomática procedente del extranjero.

Por su parte los británicos estaban convencidos de que la actitud del Secretario de

Estado Hull para con la Argentina, teniendo en cuenta la situación de ese entonces, era

simplemente irracional. Como lo adelantáramos previamente, el Embajador Británico sir

Kelly y el Foreign Office coincidían en que la nueva Junta de Perón no era fascista sino

nacionalista, y que la Argentina estaba llevando a cabo un muy buen servicio de

aprovisionamiento de alimentos para los países Aliados. Aparte de ello, aunque nadie en el

Gobierno Británico encontrara simpático al Gobierno Argentino, los británicos entendían la

situación argentina y el punto de vista de su Gobierno, que entendía que la Guerra no

interesaba en absoluto a los países de Sudamérica64.

Sin embargo, había también algo que hacía que Gran Bretaña tuviera de todas

maneras gran interés en ponerse de parte de los Estados Unidos en su rol de país Aliado, y

suavemente en ciertas oportunidades insinuaría al Gobierno Argentino las ventajas que

aportaría el abandono de la neutralidad. En un artículo del “Sunday Times”65 del 3 de Enero

de 1943 se afirmaba que

“A raíz de informaciones divulgadas en Norte y Sud América, el Foreign Office ha juzgado

necesario publicar un comunicado expresando que Gran Bretaña no solamente deplora la

neutralidad argentina, sino que se ha esforzado en hacer comprender esto en Buenos Aires”

(…) no buscamos en modo alguno perjudicar la amistad de muchos años existente entre

Gran Bretaña y Argentina, país éste al cual el espíritu de empresa británico se encuentra

tan vinculado, donde los capitales ingleses son tan importantes y del cual, en tiempos de

paz, recibimos cuantiosas importaciones”.

Y como consecuencia del mencionado artículo, el embajador argentino en Gran

Bretaña Cárcano se comunicaría con el Ministro de Asuntos Exteriores Eden. Los contenidos

de la conversación se encuentran en un telegrama enviado por el Embajador Cárcano al

64

Joseph Tulchin, Argentina and the United States (…) cit., p. 87.

65

AMREC, Buenos Aires, División Guerra Europa, 1942, Casilla 41, expte. 500, “Declaraciones de las cancillerías inglesa y

norteamericana sobre la política internacional de nuestro país”, traducción anexa a nota n. 2, del 7 de enero de 1943.

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Ministro de Relaciones Exteriores en Buenos Aires66. Transcribimos a continuación algunos

de los párrafos del telegrama en cuestión:

(…) “El Ministro Eden expresó que más allá de todas las ventajas de carácter material con

que podría beneficiarse Gran Bretaña con la neutralidad argentina prefería su apoyo moral

adhiriéndose a la causa común”.

(…) Negó absolutamente todo propósito de intervenir en nuestra política nacional”

(…) Me preguntó qué haría la Argentina si Chile rompía relaciones con el Eje. Le contesté

que, sin tener informaciones recientes, creía que nuestro país mantendría su posición actual

y no rompería relaciones sin una causa que considerara nacional”.

El 21 de agosto de 1943 el gobierno de Ramírez celebró un convenio de carnes con

Gran Bretaña, en virtud del cual este país se comprometía a adquirir todo el sobrante

exportable de carne argentina por un largo periodo que terminaría el 30 de septiembre de

1944. Es por esto que Cordell Hull tenía clara conciencia de la importancia de la colaboración

británica en cualquier programa económico dirigido contra la Argentina.

Al respecto observa Edmund Smith67 que Hull advirtió insatisfecho que las relaciones

británico-argentinas “permanecieron bastante cordiales durante todo el transcurso de 1943, y

así, a inicios de 1944, se encontró con que los respectivos puntos de vista oficiales británico y

estadounidense con respecto a la situación argentina diferían, como así también que ambos

gobiernos deseaban mantener idénticas sus respectivas opiniones”68.

Por su parte el Subsecretario de Estado Sumner Welles, refería que “la necesidad del

pueblo y de las fuerzas armadas británicas por la carne, los aceites y cereales producidos en la

Argentina era tan grande que el Gobierno Británico ni siquiera podía considerar la posibilidad

de unirse a un bloque económico, a menos que los productos que le llegaban de la Argentina

66

AMREC, Buenos Aires, División Guerra Europa, Ibidem., Telegrama cifrado n. 17 del 5/6 de Enero de 1943, el Embajador

Argentino Cárcano al señor Ministro de Relaciones Exteriores en Buenos Aires, Londres, en el cual pormenoriza la

conversación mantenida con el Ministro Eden.

67

Edmund Smith, ob. cit., p. 142.

68

Edmund Smith, ob. cit., p. 143. El autor cita la expresión del propio Hull en su obra “Tiempo de decisión”.

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49

fueran reemplazados por sustitutos de los Estados Unidos; y esto, como es evidente, estaba

fuera de cuestión” 69.

Habiéndose llegado a este punto, cuando la intervención del Departamento de Estado

Estadounidense había ya transformado el caso en un escándalo, la prensa británica mostraba

muy adecuadamente una tácita coincidencia con los nacionalistas argentinos. El Daily Mail se

expresaba de esta manera, el 2 de Agosto de 194470:

“El Secretario de Estado Cordell Hull ha hecho referencia a la Argentina con un lenguaje

similar al utilizado por Rusia con los emigrantes polacos.

(…) La Argentina se encontró en la misma situación de los pequeños comerciantes de

Chicago que se negaban a pagar por su protección a una banda de gangsters. (…) Si la

Argentina fuera un país lejano, del cual nada sabemos, podríamos mantenernos alejados de

la crisis. (…) Pero la Argentina es una vieja amiga, (...) estamos ligados a ella por antiguas

relaciones comerciales”.

Algunos días después, el 5 de Agosto de 1944, The Weekly Economist señalaría

además que las dos potencias (Gran Bretaña y los Estados Unidos), estaban en medio de una

verdadera batalla por la posesión de la Argentina71:

“En los Estados Unidos se dice que la influencia británica en Argentinas es anti-

democrática y reaccionaria, y que la política inglesa pretende excluir a los

norteamericanos. En cambio, para los británicos, la política norteamericana aparece como

más impulsada por el deseo de extender su influencia que por el afán de vencer a los

alemanes. En síntesis, esta política está inspirada por los objetivos que muy a menudo se

dan en llamar imperialistas”.

Varios años después, cerca ya de la decadencia del propio régimen, Perón culparía

hábilmente a los Estados Unidos de las penurias económicas argentinas:

69

Edmund Smith, ob. cit., p. 143. El autor cita lo expresado por Sumner Welles en su obra “Where are we heading?”.

70

Rogelio Garcia Lupo, op. cit., p. 90-91.

71

Rogelio García Lupo, op. cit., p. 91-92.

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50

“En 1945, terminada la Segunda Guerra, los Estados Unidos estaban en deuda con la

Argentina por una suma considerable, producto de provisiones aportadas y no

compensadas. Estos créditos fueron sin embargo bloqueados una vez terminada la

contienda. En otras palabras, el deudor se negaba a pagar, y maniobraba con los precios de

manera que el crédito argentino bloqueado se evaporaba por mitad. Con esta maniobra el

país fue defraudado en una importante suma de dinero, pero nada pudimos hacer, porque si

se reclamaba se nos trataba de Nazistas”72.

7- Algunas notas sobre los nazistas

refugiados en Argentina

Fundado sobre las bases de un pequeño partido operario, en 1919 había nacido en

Alemania el Partido Operario Nacional Socialista Alemán (NSDAP), de extrema derecha, que

se proponía rescatar “el honor nacional”. Su programa había sido definido en el mes de

febrero de 1920 y algunos años después se revelaría inseparable de su inspirador, Adolf

Hitler.

En Argentina, inaugurando la que algunos historiadores denominarían la “década

infame”, el oficial de caballería José Félix Uriburu había preparado un golpe cuyo objetivo

inmediato era el de arruinar la carrera del entonces presidente Hipólito Yrigoyen. El gobierno

de Uriburu, ultra nacionalista y católico, representaba a aquéllos que auspiciaban la supresión

de los partidos políticos y la instauración de un régimen autoritario que siguiera los modelos

de Italia, España y Francia, inspirados por Benito Mussolini, José Antonio Primo de Rivera y

Charles Maurras respectivamente.

En el mes de marzo, luego de las elecciones políticas que habían conferido a los

nazistas más del 43 por ciento de los votos, la delegación diplomática del Reich envió un

embajador de carrera a Buenos Aires -Edmund von Therman-, quien asumió la dirección

general de los asuntos alemanes en la Argentina. Von Therman reunió a todos los organismos

con personería jurídica que componían la colectividad en el país, y como resultado logró que

72 Rogelio García Lupo, op. cit., p. 93. Las declaraciones mencionadas por el autor fueron publicadas en el diario

Democracia, el 11 de Octubre de 1951.

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51

51 grupos realizaran la formal “Proclamación de lealtad a Adolf Hitler de las Asociaciones

Alemanas en Argentina”. El historiador Jorge Camarasa refiere incluso que cuantos se

negaron a hacerlo perdieron inmediatamente los favores de la Embajada y poco después

fueron acusados de traición73.

Von Therman continuó gobernando prácticamente el destino de la comunidad,

indicando incluso en qué periódicos estaba permitido a las empresas hacer publicidad. Dado

que los grandes diarios como La Nación, La Prensa o El Mundo se oponían al Nazismo, las

inserciones publicitarias se permitían sólo en pequeños periódicos como Clarinada, Bandera

Argentina, Crisol y Pampero74.

Por otro lado, el 18 de mayo de 1938, a iniciativa del diputado Raúl Damonte

Taborda, de la Unión Cívica Radical, se había constituido una comisión de indagación de

actividades antiargentinas. Esta operó por un año, hasta que el 7 de junio de 1939, el diputado

Dickman, en una agitada reunión en la Cámara, denunció que además de la sección argentina

del Partido Obrero Nacionalsocialista alemán, en el país estaban activas numerosas

organizaciones colaterales, entre las cuales Frente de Trabajo Alemán, Unión Tedesco-

Argentina, Juventud Hitleriana, Boy-Scouts germano-argentinos, etc.

En efecto, las revelaciones acerca de la penetración ideológica nazi se originaron

principalmente en esta Comisión de Investigaciones sobre Actividades Antiargentinas,

integrada por miembros de la Cámara de Diputados y creada en junio después de formularse

en el Congreso y la prensa acusaciones en el sentido de que el gobierno de Castillo conocía

las actividades pro-nazis en los organismos del Gobierno y el Ejército, pero no había realizado

ningún esfuerzo real para impedirla75.

Encabezada por el Diputado radical Raúl Damonte Taborda –como se dijo antes-, e

integrada principalmente por opositores políticos del régimen, la mencionada Comisión

reunió y publicó pruebas de las actividades del Eje. En una serie de informes documentados,

73 Jorge Camarasa, op. cit., p. 32.

74

Jorge Camarasa, op. cit., p. 32.

75

Acerca de las acusaciones vertidas puede consultarse el diario La Prensa, en sus ediciones del 7 y 20 de junio. También

algunos autores se refieren al caso, entre ellos Robert Potash, op. cit., v. I: De Yrigoyen a Perón (1928/1945), p. 222.

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52

la Comisión estableció que la rama argentina del Partido Nazi, presuntamente declarada fuera

de la ley, continuaba actuando bajo otro nombre; que entre 1940 y 1941 la Embajada de

Alemania había duplicado sus gastos en relación con el año anterior, y que con fondos

obtenidos en forma irregular había iniciado una campaña masiva para debilitar la fe en las

instituciones argentinas y obtener apoyo a la causa del Eje. Uno de los blancos principales de

la Comisión fue el personal de la Embajada Alemana, incluido el propio embajador von

Thermann, a quien se acusó de abusar del privilegio diplomático. En efecto, la embajada

alemana en Argentina se mostraba también voluntariosa para ayudar a salir de Alemania a

diferentes personas por diferentes motivos76. Las relaciones cordiales del embajador con

algunos oficiales del Ejército no pasaron inadvertidas, y en la Cámara de Diputados se inició

una campaña para declararlo persona no grata77.

Paralelamente, los Estados Unidos habían desplegado una vasta red de control de las

actividades del Eje en todos los países de Latinoamérica. Las acciones más significativas en

este sentido comenzaron en junio de 1940, cuando un pequeño grupo de oficiales navales y de

la armada fueron secretamente enviados a diecinueve Repúblicas Americanas para negociar

acuerdos bilaterales de defensa para el Hemisferio Occidental. En las conversaciones que

siguieron, los latinoamericanos asumieron la posición de que ellos desesperadamente

necesitaban asistencia técnica y armas modernas. Los representantes de los Estados Unidos

los intimaron entonces diciendo que estos requerimientos no podrían ser cumplidos si no se

operaban ciertas condiciones como contrapartida. El país del Norte requería bases aéreas en

algunos países, bases navales y aeroplanos en otros, y ciertas seguridades que deberían

garantizar todos los países por igual: las Repúblicas Americanas deberían, por lo tanto:

- Organizar agencias y agentes encargados de combatir el espionaje y el sabotaje

- Mantener vigilancia efectiva sobre agentes alemanes sospechosos

- Intercambiar regularmente con los Estados Unidos todos los datos de inteligencia

relativos a la defensa hemisférica78.

76

A modo ilustrativo se incluye en el Anexo Documental (documento A) una carta manuscrita en la cual se requiere a la

Embajada Alemana en Argentina que ayude a salir de Alemania a un joven enfermo. El manuscrito no presenta fecha, aunque

a juzgar por su contigüidad temática y posicional con otros documentos, puede deducirse que correspondería a fines del año

1941 o inicios de 1942, a pesar de encontrarse archivado entre los documentos pertenecientes a 1946. AMREC, Buenos Aires,

División General de Asuntos Políticos, Caja 8, Expte. 3, año 1946, “Estados Unidos. Asuntos varios”, sin paginar.

77

Robert Potash, op. cit., p. 223.

78

Leslie Rout (Jr.) / John Bratzel, op. cit., p. 29.

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53

Para fines de 1941, al común sentir de los argentinos favorables a los Aliados se

contraponía el sentir del gobierno. En tanto la inestabilidad política de Buenos Aires, a inicios

de 1941, cambió con la afirmación de la superioridad del Eje en Europa y propició una más

intensa actividad alemana en Argentina. A fines de febrero de 1942, el entonces embajador

von Therman llevaría adelante todas las fases necesarias para un programa nazista en América

del Sur.

George Messersmith, entonces secretario de Estado asistente, estaba convencido de

que los nazistas tenían planes estrictamente definidos para la conquista del Hemisferio, y que

sólo una fuerte acción de parte de los Estados Unidos podría controlar esta situación.

Del otro lado del mostrador, y paralelamente a los grupos de espionaje nazista que se

dispersaban por toda Latinoamérica, había nacido en junio de 1939 en los Estados Unidos el

Special Intelligence Service (SIS), un organismo creado por el presidente Roosevelt que

encargaba al FBI y a la Oficina de Inteligencia Naval -cuyas cabezas al momento eran Edgar

Hoover y Walter Anderson respectivamente- toda cuestión de espionaje o sabotaje que

sucediera interna o externamente y que afectara a los Estados Unidos. Fue en una reunión del

mencionado Comité en mayo de 1940 que se propuso la creación de un grupo de inteligencia

destinado a actuar en Latinoamérica79.

A fines de octubre de 1940 la SIS se había instalado ya en la Argentina, Brasil,

Colombia, Chile y México. La inteligencia norteamericana no tardaría en descubrir, por

ejemplo, una muy bien organizada red de contrabando comercial, mediante la cual gran

cantidad de mica, platino y diamantes industriales llegaban a Alemania a través de LATI

Airlines, o bien contrabandeadas desde el puerto de Buenos Aires. Esta última vía –los

puertos argentinos- sería durante mucho tiempo la manera más eficiente de transporte de

minerales estratégicos provenientes de Sudamérica para el Reich80.

Pero la labor de la SIS no se reducía solo a controlar los puertos, sino también a las

personas. Así comenzaron a confeccionarse listas de agentes alemanes actuantes en el país,

79

L.Rout / J. Bratzel, op. cit., p. 34.

80

L.Rout / J. Bratzel , op. cit., p. 334.

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54

con sus direcciones particulares y números de teléfono, quienes debían cuanto menos ser

controlados por las autoridades argentinas81.

En opinión de Rout y Bratzel82, la pieza más importante del juego alemán en este

período resultó ser Hans Rudolph Leo Harnish, un hombre de negocios, abogado, que

habiendo inmigrado en 1920, llegaría a generar inestimables conexiones con los círculos

capitalistas y militares.

En efecto el caso de Harnisch resulta ser uno de los más emblemáticos del espionaje

nazi en Argentina. A mediados de 1941, habiéndose transferido al país, formaba parte de los

servicios secretos alemanes en Buenos Aires, y asistiría a los círculos gubernamentales hasta

1943, año en el cual sería obligado a abandonar el país luego que sus actividades de espionaje

fueran denunciadas públicamente83.

Sin embargo, hubo otros agentes como Dietrich Niebur, Ottomar Müller, Hubert

Kemper y Hans Napp entre otros, estrechamente relacionados con Harnisch, quienes tarde o

temprano, y como efecto del control operado por la SIS, serían descubiertos84.

Las actividades de los espías del Eje continuaron durante todo el año 1942, así como

también los esfuerzos de la inteligencia americana para descubrirlos. En tanto hasta el

momento los Gobiernos argentinos -a pesar de su posición neutral- intentaban por lo menos

ser condescendientes con los Estados Unidos.

Prueba de ello es la gran cantidad de detenciones de agentes nazis operadas durante

ese periodo. El 26 de diciembre de 1941, la Embajada de los Estados Unidos solicitaba ante el

81

A modo de ejemplo consultar el Anexo Documental, documento B, “Vohnungsliste” del 01/12/1941, copia del original

existente en AMREC, Buenos Aires, División General de Asuntos Políticos, Caja 8, Expte. 3, año 1946, “Estados Unidos.

Asuntos varios, sin paginar”. Nótese que aunque el documento se encuentra archivado junto al material correspondiente a

1946, data en cambio de fines de 1941, encontrándose sin sello o firma que identifiquen su procedencia.

82

L.Rout / J. Bratzel, op. cit., p. 334.

83

Jorge Camarasa, op. cit., p. 45.

84

Sobre la detención de espías alemanes puede consultarse también el Cap. III del presente trabajo, en su apartado

“Continúan las acusaciones de espionaje”. Pueden consultarse también los diarios La Prensa (9 de febrero de 1944) y La

Nación (2 de Febrero de 1944), entre otros, en AMREC, Buenos Aires, Guerra Europa, Casilla 44, Expte. 588, año 1944, sin

paginar.

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55

Ministerio de Relaciones Exteriores argentino mediante una nota confidencial85, la captura de

Hubert Kemper, agente alemán para Colombia, Ecuador y Perú, a quien se calificaba de

“peligroso y activo agente enemigo, (…) considerado como indeseable por el Gobierno de los

Estados Unidos (…) hostil a los intereses superiores del Hemisferio”, motivo por el cual se

concluía que “(…) debiera realizarse todo esfuerzo para hacer cesar o restringir sus

actividades y viajes”.

Según lo informado en la nota confidencial de la Embajada, Hubert Kemper había

llegado a Buenos Aires el 20 o 21 de diciembre y vivía en el Hotel Continental.

Luego en noviembre de 1942 fue detenido y puesto a disposición del Ministerio del

Interior Hans Napp86 (Juan Jacobo Napp, alias “Berko”), quien en los prolongados

interrogatorios a que fuera sometido expresó que sus actividades estaban inspiradas por el

agregado naval de la Embajada alemana en la Argentina, Dietrich Niebuhr, a quien Napp

facilitaba datos de diversa índole. Entre otras cosas tenía en su poder, por ejemplo, amplia

información sobre el movimiento de vapores y cargas, y trabajaba en favor del Eje en el

Brasil, de donde recibía dinero por sus servicios. Este proceso de espionaje llegó incluso a la

Corte Suprema de Justicia de la Nación, y permitió detectar a otros agentes, entre ellos, como

se dijo, el agregado militar Dietrich Niebuhr.

La causa reconocía como antecedente inmediato una investigación ordenada por el

Poder Ejecutivo de la Nación sobre actividades de espionaje realizadas en la Argentina, en la

que aparecían procesadas personas de nacionalidad alemana y otras del mismo origen

nacionalizadas argentinas, quienes habían declarado que se ocupaban de enviar a Río de

Janeiro y a Alemania, día a día, información sobre el movimiento de entradas y salidas de

barcos del puerto de Buenos Aires, tarea que se venía realizando en forma continuada y bajo

85

AMREC, Buenos Aires, División General de Asuntos Políticos, “Guerra Europea”, Casilla 37, Expte. 386, 1941,

Actividades del ciudadano alemán Hubert Kemper, denunciado por los Estados Unidos, Nota Confidencial del 26 de

diciembre de 1941, sin página, la Embajada de los Estados Unidos al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (sin

nombre de destinatario y sin firma), Buenos Aires.

86

En octubre de 1941, Hans Napp había sido designado jefe de la MK Argentina (Meldeköpfe. La palabra se refiere a un

grupo de agentes designados para una determinada misión en un país en particular, en este caso la Argentina). Según Rout y

Bratzel, op. cit., p. 335, Napp se instaló en una suntuosa mansión en Buenos Aires, junto a su familia, y entre noviembre de

1941 y julio de 1942 se ocupó de escribir reportes sobre los vapores que llegaban y partían del país. Cuando el gobierno

argentino prohibió a la prensa continuar con la publicación de información sobre la entrada y salida de vapores de los países

beligerantes, Napp habría decidido que ya no le interesaba su puesto, y que otro debía correr los riesgos. Fue así que presentó

a Martín Schneider a Niebuhr, para que fuera designado nuevo jefe de la MK Argentina.

Para información más detallada acerca de la detención, declaraciones y posteriores consecuencias del proceso contra Juan

Jacobo Napp consultar diarios La Nación y La Prensa en sus ediciones del 24, 25 y 26 de noviembre, 4, 5 y 22 de diciembre

de 1942.

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la conducción del capitán Dietrich Niebuhr. En cuanto a este último, habiéndose comprobado

su cargo de Agregado Naval y Aeronáutico de la Embajada de Alemania87, fue finalmente

deportado a su país de origen88.

En otro orden de cosas, mientras los agentes nazistas operaban bases argentinas

recogiendo datos esenciales sobre las naves y sobre los movimientos de las tropas aliadas,

armamentos y producción de guerra norteamericana, y también sobre las medidas defensivas

latinoamericanas, la Argentina intentaba al menos mostrarse contraria a las atrocidades

llevadas a cabo por los agentes nazistas en Alemania. Un telegrama dirigido al Ministro de

Relaciones Exteriores alemán89 da prueba de ello al rezar textualmente:

“Interpretando una dolorosa preocupación general con motivo de las ejecuciones en masa de

rehenes, unas realizadas ya y anunciadas otras, el Gobierno argentino se dirige

empeñosamente al Gobierno alemán en el deseo de obtener que se dejen sin efecto esas

ejecuciones y toda sanción colectiva que prive de la vida a los individuos de la población civil

(…)”

Como puede apreciarse, durante 1942 el presidente Castillo había oscilado indeciso

entre dos posiciones opuestas -a favor de Alemania y a favor de los Estados Unidos-, y a la

vez con respecto a los Estados Unidos se encontraba por un lado presionado por la hostilidad

de la población ante la posibilidad de que el país se alineara con los Estados Unidos, la

obsesión de los grupos nacionalistas católicos y de los militantes antiamericanos; por otro

lado estaban sin embargo los Estados Unidos, junto con la degradación militar del Eje en

Europa y las consecuencias que esto tendría para la Argentina.

87

AMREC, División General de Asuntos Políticos, “Guerra Europa”, Casilla 41, Expte. 486, 1942, Investigación sobre las

actividades de espías de los países del Eje, Oficio N. 56 del 9 de diciembre de 1942, el canciller argentino Ruiz Guiñazú al

Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Dr. Roberto Repetto, Buenos Aires. 88

AMREC, Ibid., Nota Urgente del 21 de enero de 1943, el Subsecretario de Relaciones Exteriores Roberto Geche al

Encargado de Negocios de Gran Bretaña, Mr. Robert H. Hadow, Buenos Aires. En la mencionada nota se hace saber que el

Agregado Naval Capitán de navío Dietrich Niebur, se proponía regresar a Alemania en el vapor de bandera española “Cabo

de Hornos”, cuya salida estaba anunciada para el día 27. 89

AMREC, División General de Asuntos Políticos, “Guerra Europa”, Casilla 34, Expte. 347, 1941, Intervención de los

países de América con motivo de la ejecución de rehenes, Telegrama ordinario N. 2258 del 31 de octubre de 1941, el

Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina Enrique Ruiz Guiñazú al Ministro de Relaciones

Exteriores alemán doctor Joaquín von Ribbentrop, Buenos Aires.

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57

Junto al tema de la presión estadounidense se encontraba también el tema de las

armas, al que ya nos hemos referido anteriormente, puesto que al no mostrarse los Estados

Unidos deseosos de ayudar al reaprovisionamiento militar de la Argentina, el gobierno de

Buenos Aires comenzó a buscar desesperadamente otras posibilidades90.

En un clima de incertidumbre, y más particularmente de indecisiones y

ambigüedades de parte del Gobierno argentino, a mediados de 1942 un representante personal

del presidente Castillo, Osmar Hellmouth, bien conocido como agente de la Gestapo en el Río

de la Plata, había trabado contacto oficial con el encargado de asuntos alemanes en Buenos

Aires, a quien había solicitado asistencia militar.

En efecto, ya en marzo de 1942, el encargado de Negocios alemán Otto Meynen

había solicitado a Berlín instrucciones sobre la decisión a tomar en caso de que el gobierno

argentino formulara pedidos oficiales de armamento militar91. A mediados de agosto de 1942

no podía afirmarse aún que el gobierno hubiese presentado formalmente un pedido de

armamentos a Alemania, pero la situación cambiaría radicalmente a causa de la entrada de

Brasil en la Guerra, el 22 de agosto. Ese mismo día se realizó un pedido oficial de armas al

gobierno alemán. El agregado naval alemán en Buenos Aires fue llamado al Ministerio de

Marina, donde se le preguntó, “por orden del Ministro”, si Alemania quería y podía vender

equipos militares –específicamente submarinos, aviones, armas antiaéreas y municiones de

toda clase. Preguntas semejantes fueron formuladas al agregado naval italiano en Buenos

Aires92.

Fue así que las autoridades alemanas comenzaron a delinear formas de acción frente al

pedido argentino, previéndose entonces un acuerdo triangular en virtud del cual las armas

provendrían de las existencias o la producción española, y se las reemplazaría en España con

entregas alemanas. España pagaría estas armas con mercaderías propias, reemplazadas a su

90

Con respecto al tema del rearme militar, algunos autores parecen abonar la teoría de que los Estados Unidos no prestaban

ayuda militar no porque no desearan hacerlo, sino porque la Argentina lo impedía. El historiador Harold Peterson, por

ejemplo -op. cit., v. II, 1914-1960, p.134-, referiría años mas tarde que “la inseguridad política de Buenos Aires trabó los

esfuerzos norteamericanos para colaborar en el rearme argentino y en la estabilidad financiera del país”. En otro pasaje,

en la página 137, se lee que “los esfuerzos norteamericanos por satisfacer las necesidades argentinas de asistencia militar

tuvieron que afrontar obstáculo tras obstáculo”.

91

Robert A. Potash, op. cit., v. I: De Yrigoyen a Perón (1928/1945), p. 246. El historiador cita como fuentes telegramas de

Meynen a Berlín, de fechas 27 de febrero y 24 de marzo de 1942.

92

Robert A. Potash, op. cit., p. 249.

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58

vez por entregas de mercaderías argentinas, de acuerdo con las estipulaciones del acuerdo

comercial hispano-argentino negociado poco antes. Después de explorar la posibilidad de

suministrar los tipos de armas mencionados por los argentinos a la Embajada Alemana, las

autoridades militares alemanas llegaron a la conclusión de que poco podían hacer sin reducir

existencias que eran esenciales para la propia Alemania93.

Por otro lado, como se ha visto ya, estaba latente la cuestión Británica. Mientras

Washington sostenía que la Argentina en ese momento servía como medio para el transporte

de fondos provenientes del Eje, los servicios de información británicos consideraban

infundadas tales teorías. Washington denunciaba que la red de espionaje local constituía una

amenaza para los Aliados, mientras que los agentes británicos las juzgaban inofensivas.

Washington estaba preocupada porque la Argentina realizaba negocios con las empresas de la

Lista Negra, en cambio los ingleses se negaban a afrontar la cuestión porque consideraban la

Lista Negra americana demasiado extensa94.

Los jefes militares que sucedieron a Castillo se negarían deliberadamente a colocar a

la Argentina al lado de las otras Repúblicas Americanas abandonando la neutralidad.

Sin embargo, las primeras manifestaciones norteamericanas ante la asunción del

mando por parte de Ramírez, expresaban esperanza con respecto al gobierno revolucionario,

basándose en la hipótesis de que el mismo había tomado el gobierno de Castillo para defender

la causa aliada. Esta hipótesis se fundaba principalmente, en la asignación a la Cancillería del

Almirante Segundo Storni, quien se había declarado siempre a favor de los Aliados, y que el

15 de agosto anunciaría al Embajador Norman Armour la rotura de las relaciones con el Eje.

Seis meses después, sin embargo, si bien los Estados Unidos habían reconocido ya el

Gobierno de Buenos Aires, la administración Roosevelt se encontraba aún a la espera de la

anunciada ruptura.

93

Robert A. Potash, op. cit., p. 251 .

94

Sobre el particular hace extensa referencia Alejandro Bendaña en Churchill, Roosevelt y la neutralidad argentina, Revista

“Todo es historia”, n. 113; también Jorge Camarasa, op. cit., p. 52.