discos y otras pastas 65_feb2015

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DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com EMAIL: [email protected] AÑO 9 NÚMERO 65 EDICIÓN DIGITAL FEBRERO 2015 1 ESCRIBE: JORGE CAÑADA Corría el otoño boreal de 2013 cuando T-Bone Burnett recibió una caja con manuscritos de Bob Dylan y una propuesta: que hiciera algo con ese material olvidado por el músico en 1967. Preguntó si Dylan estaba al tanto del ofrecimiento y una vez que se lo confirmaron, tuvo dos certezas. Primero, lo que hiciera con esos escritos debía respetar el espíritu original con el que fueron concebidos. Segundo y no menos importante, el resultado del trabajo tenía que “hacerle justicia” al autor. Se trataba nada más y nada menos que de algunas letras que el músico de Duluth había escrito durante su estadía en Big Pink, la emblemática casa de Woodstock de paredes rosadas, en cuyo sótano terminó de consumarse el encuentro artístico con los músicos de The Band (por entonces The Hawks) que diera a luz al disco The Basement Tapes. En el centenar de canciones grabadas en esa ocasión, incluyendo composiciones originales, versiones contemporáneas y canciones tradicionales, Dylan se alejó de la sensibilidad urbana y de las narraciones extensas que caracterizaron sus anteriores trabajos, en pos de canciones más íntimas y cercanas a la tradición del sonido estadounidense. La elección de Burnett como curador del nuevo proyecto no fue casual. Desde que la banda sonora de "O Brother, Where Art Thou?" (la “Odisea” de los Hermanos Coen) lo ungiera como el alquimista esclarecido a la hora de añejar piezas musicales, se ha convertido en una suerte de garante del sonido norteamericano. Pero había algo más, él había sido el ladero de Dylan en la Rolling Thunder Revue de 1975 y 1976, la gira que sucedió a la primera publicación oficial de The Basement Tapes. Habrá pensado el bueno de T-Bone que la obra de Dylan era algo demasiado importante como para dejarla sólo en sus manos, entonces recurrió a un grupo de músicos que, al igual que los integrantes de The Band, individualmente fueran capaces de liderar su propio grupo. A decir de Burnett, cada uno de ellos tiene además las dotes de un arqueólogo, saben excavar sin destrozar lo que están descubriendo. Pero, ¿qué es lo que hizo que tuviera sentido desempolvar esta quincena de poemas esbozados (¿descartados?) por Dylan durante aquella estadía en Big Pink? Dylan había llegado allí después de sufrir un accidente con su motocicleta en julio de 1966. Todo comenzó justo un año antes, la noche de cierre del Newport Folk Festival, paraíso acústico por excelencia, cuando Dylan cometió el “sacrilegio” de subir al Varios - Lost On The River: The New Basement Tapes EL SÓTANO DE LA CASA ROSADA

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Bob Dylan, Elvis Costello, Johnny Ramone, J.M. Coetzee, vidoejuego Resident Evil, libro “Lost in music” y un especial sobre el audio digital de alta resolución.

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DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com EMAIL: [email protected]

AÑO 9 NÚMERO 65 EDICIÓN DIGITAL FEBRERO 2015

1

ESCRIBE: JORGE CAÑADA

Corría el otoño boreal de 2013 cuando T-Bone Burnett recibió una caja con manuscritos de Bob Dylan y una propuesta: que hiciera algo con ese material olvidado por el músico en 1967. Preguntó si Dylan estaba al tanto del ofrecimiento y una vez que se lo confirmaron, tuvo dos certezas. Primero, lo que hiciera con esos escritos debía respetar el espíritu original con el que fueron concebidos. Segundo y no menos importante, el resultado del trabajo tenía que “hacerle justicia” al autor. Se trataba nada más y nada menos que de algunas letras que el músico de Duluth había escrito durante su estadía en Big Pink, la emblemática casa de Woodstock de paredes rosadas, en cuyo sótano terminó de consumarse el encuentro artístico con los músicos de The Band (por entonces The Hawks) que diera a luz al disco The Basement Tapes. En el centenar de canciones grabadas en esa ocasión, incluyendo composiciones originales, versiones contemporáneas y canciones tradicionales, Dylan se alejó de la sensibilidad urbana y de las narraciones extensas que caracterizaron sus anteriores trabajos, en pos de canciones más íntimas y cercanas a la tradición del sonido estadounidense. La elección de Burnett como curador del nuevo proyecto no fue casual. Desde que la banda

sonora de "O Brother, Where Art Thou?" (la “Odisea” de los Hermanos Coen) lo ungiera como el alquimista esclarecido a la hora de añejar piezas musicales, se ha convertido en una suerte de garante del sonido norteamericano. Pero había algo más, él había sido el ladero de Dylan en la Rolling Thunder Revue de 1975 y 1976, la gira que sucedió a la primera publicación oficial de The Basement Tapes. Habrá pensado el bueno de T-Bone

que la obra de Dylan era algo demasiado importante como para dejarla sólo en sus manos, entonces recurrió a un grupo de músicos que, al igual que los integrantes de The Band, individualmente fueran capaces de liderar su propio grupo. A decir de Burnett, cada uno de ellos tiene además las dotes de un arqueólogo, saben excavar sin destrozar lo que están descubriendo. Pero, ¿qué es lo que hizo que tuviera sentido desempolvar esta quincena de poemas esbozados (¿descartados?) por Dylan durante

aquella estadía en Big Pink? Dylan había llegado allí después de sufrir un accidente con su motocicleta en julio de 1966. Todo comenzó justo un año antes, la noche de cierre del Newport Folk Festival, paraíso acústico por excelencia, cuando Dylan cometió el “sacrilegio” de subir al

Varios - Lost On The River: The New Basement Tapes

EL SÓTANO DE LA CASA ROSADA

DISCOS Y OTRAS PASTAS 2 FEBRERO 2015

escenario con una guitarra eléctrica, conectarla al amplificador y soltar tres canciones entre abucheos de los puristas del folk, para volver luego debidamente desenchufado e interpretar a regañadientes un par de bises. Para entonces, y con tan sólo 24 años, Dylan era la promesa de la canción de protesta, sin recurrir más que a su ingenio, la guitarra acústica y la harmónica. Un poeta alucinado que paría clásicos instantáneos como “The Times They Are a Changin” con frases incendiarias como “…Vamos, senadores y congresistas, escuchen la llamada, no se queden en la puerta bloqueando el paso,…afuera hay una batalla y es brutal. Pronto sacudirá sus ventanas y hará temblar sus paredes, porque los tiempos están cambiando…”. Desde aquella noche de Newport los abucheos se sucedieron concierto tras concierto durante 1965 y 1966, culminando en el famoso incidente del Manchester Free Trade Hall cuando un integrante del público le asestó un “¡Judas!” en medio del set eléctrico, a lo que Dylan contestaría con un “I don’t believe you…you are a liar”, para luego darse vuelta y lanzar un “Play it fucking loud!!” dirigido a su banda (Hay quienes dicen haber escuchado “He is a fucking liar”), en cualquier caso, lo que haya dicho fue el preludio de una antagónica versión de “Like A Rolling Stone”. Según el periodista Andy Gill “los viejos folkies estaban demasiado ocupados cantando “The Times They Are a Changin” como para darse cuenta de que los tiempos en realidad habían cambiado”. Es entonces cuando Dylan sufre su legendario accidente. Un percance nunca aclarado del todo. Fue anunciado como un hecho grave, pero el músico jamás fue hospitalizado. Tampoco hubo partes médicos. En sus Crónicas, publicadas cuarenta años después, Dylan deslizó una sugestiva aclaración “…sufrí un accidente de moto del que había salido malherido, pero me recuperé. La verdad es que quería rehuir la ardua competitividad de la vida moderna”. Versión que coincide con el relato de muchos contemporáneos que por esos agitados días de mediados de los sesenta lo describieron “como si estuviera en un viaje de la muerte”. Hay una anécdota que sucedió entre Robbie Robertson, guitarrista de The Band, y Dylan, que pinta con precisión el peso de la expectativa que se depositaba sobre él por esos días. Iban los dos músicos en un auto con rumbo a Big Pink cuando se produjo un silencio y Robertson soltó un “Bueno,… ¿Hacia dónde lo piensas llevar?” a lo que Dylan inquirió “¿Llevar Qué cosa?... ¿Qué exactamente?” La respuesta del guitarrista no se hizo esperar: “El panorama musical, por supuesto”. Bob recuerda haber bajado la ventanilla por el resto del trayecto para que el viento disipara el efecto

de esas palabras. Ahí terminó todo porque Dylan no sabía cómo reaccionar ante semejante exceso de responsabilidad. Dylan se recluyó, para dedicarse a su familia y a leer la Biblia. Discontinuó sus actuaciones por los siguientes 8 años y tardó 37 veranos en volver al Festival de Newport. Así y todo,

nunca logró quitarse de encima el aura de profeta que intentaron endilgarle. Elvis Costello, Rhiannon Giddens (Carolina Chocolate Drops), Taylor Goldsmith (Dawes), Jim James (My Morning Jacket) y Marcus Mumford fueron los elegidos por T-Bone Burnett para captar, casi medio siglo después, las reverberaciones perdidas de aquella cofradía musical que desde su refugio en Big Pink cambió la historia del folk y del rock sin proponérselo, casi huyendo del destino para construir una realidad paralela y así terminar escribiendo la verdadera historia. Lost on the River – The New Basement Tapes, el resultado del rescate comandado por Burnett, exuda un respeto casi reverencial. No podía ser de otra manera teniendo en cuenta las condiciones autoimpuestas. Quienes, como Costello, cuentan con más ginetas se esfuerzan menos por salir de la zona

de confort que les ofrece su tono habitual. Pero en general el proyecto mantiene su línea de flotación y por momentos levanta vuelo, especialmente cuando Jim James toma las riendas (“Down On the Bottom” o “Nothing to It”). Párrafo aparte merece la revelación de una letra que retrata con fidelidad el

sentir de Dylan por aquellos días y que Rhiannon Giddens tiñe con la solemnidad del gospel: “…Me perdí en el río, pero me encontré, Me perdí en el río, pero no me ahogué, Un día de tormenta que estaba en el mar, las olas rodaron y cayeron sobre mí, Me fijé en la tierra seca y en un árbol alto y pálido, sabía que pronto era ahí donde me gustaría estar…” Finalmente, esta suerte de déjà vu llega cuando Dylan parece haber resuelto su trauma asumiendo con humildad, y porque no una dosis de resignación, el rol de vocero de su generación. Al menos eso dejó traslucir cuando compuso “Things Have Changed”, la canción que en 2000 le valió su único Oscar a la fecha y que funcionó como una secuela de “The Times They

Are a Changin”, aunque con una visión más personal y menos explícita. Allí, entre imágenes apocalípticas y un dejo de melancolía, entona su perfecto epitafio “…Antes me preocupaba, pero las cosas han cambiado…Mucha agua bajo el puente, muchas otras cosas también…No se levanten señores, solo estoy pasando por aquí…Me lastiman fácil, simplemente no lo demuestro…”

DISCOS Y OTRAS PASTAS 3 FEBRERO 2015

LO BUENO Quienes no entiendan por qué los viejos seguidores de Resident Evil se quejan del enfoque a la acción de los nuevos títulos, encontrarán en este juego la respuesta. El primer Resident Evil acuñó el género survival horror, en el que la tensión, la administración de recursos y la resolución de puzles lo eran todo. Acá no hay que matar zombis y monstruos a granel, ni tienes metralletas ni todo tipo de granadas para ultimar a los enemigos. Acá el objetivo es sobrevivir, descubriendo los secretos más retorcidos de esta inmensa mansión. Lo historia del juego nos ubica en 1998, cuando un equipo de la unidad S.T.A.R.S. debe acudir en rescate a unos compañeros, que han sufrido bajas al inspeccionar las inmediaciones de una mansión en la que se han reportado asesinatos. Al egar, somos atacados por unos canes sedientos de sangre y nuestra única escapatoria es ingresar a la mansión en cuestión, dando inicio a la aventura, la cual tiene dos líneas argumentales principales, dependiendo del personaje que elijamos: Chris Redfield o Jill Valentine. Sin desvelarles detalles de la historia, puedo decirles que es uno de los puntos fuertes del videojuego. No solo tenemos la necesidad de sobrevivir, sino que a cada minuto aparecerán detalles que nos harán querer saber qué ha ocurrido en la mansión. Nuestro deseo por desentrañar los secretos del lugar nos hará leer y releer cada texto, nos invitará a observar con detenimiento cada cuadro y hasta nos ‘obligará’ a pasar el juego mínimo dos veces para conocer la historia del otro protagonista del juego. Y es que en Resident Evil la historia que se nos cuenta a través de cinemáticas y diálogos se complementa perfectamente con cartas, diarios e informes que nos explicarán qué ha pasado. Conoceremos por qué hay

determinado zombi en alguna habitación y hasta sentiremos pena por lo ocurrido muchos años atrás con ciertos personajes. Acá me permito señalar que el remake trajo consigo la inclusión de personajes (con su propia historia) y algunas locaciones que no se vieron en el juego original. En el apartado jugable, esta edición trae una novedad muy positiva. Quienes hayan probado el Resident Evil original, recordarán que el juego tenía un control bastante ‘especial’, si cabe la expresión: para avanzar debías presionar hacia arriba, controlando la dirección con la cruceta. Lo

curioso es que esto no cambiaba así viéramos al personaje desde adelante, de costado o por atrás. En esta remasterización, se puede jugar de esa manera clásica, pero se ha incluido una modalidad mucho más amigable, en la que controlamos al personaje libremente con el stick derecho. Este sistema no es perfecto (ya que los cambios de cámara podrán generar alguna confusión), pero definitivamente es mucho más intuitivo y fácil de dominar que la modalidad clásica. Jugar Resident Evil me hizo revivir épocas en las que no había checkpoints automáticos, en los que si morías debías reiniciar desde el último punto de guardado (las clásicas máquinas de escribir). Algo que lamentablemente se ha perdido. Pero también he vuelvo a ver algo que ya no se ve en los videojuegos actuales: la real exploración. Encontrar un objeto te puede servir en el otro extremo de la mansión, donde lo necesitas para solucionar un puzle. Y para saber lo que necesitas debes estar muy atento a los detalles. El juego es bastante extenso. Pasarlo por primera vez me demandó casi 12 horas, ya que no recordaba muchos de los puzles del juego y por la mencionada inclusión de secciones nuevas. Además, Resident Evil es bastante rejugable, ya que tenemos dos personajes

VICIOGAMES

LO BUENO, LO MALO Y LO FEO DE:

RESIDENT EVIL HD REMASTER

DISCOS Y OTRAS PASTAS 4 FEBRERO 2015

(con sus respectivos endings), y dependiendo de nuestras acciones podemos cambiar el desenlace (con lo cual hablamos de hasta 12 endings). Finalmente, debo resaltar los efectos de sonido y la majestuosa banda sonora. Los temas creados para este videojuego han trascendido por algo, y es que han sabido remarcar lo que vivimos en la mansión. No pueden negar que la tensión vivida se ve cortada cuando escuchamos una calmada melodía, que nos indica que llegamos a un punto de guardado. LO MALO A nivel gráfico, el juego no presenta notables diferencias respecto al de GameCube, que de por sí era un referente en su época. Al ver comparaciones online, podemos ver que la adaptación a la alta definición a lo mucho ha mejorado algunos aspectos de iluminación y resolución. En cuestión a modelados o gestos de los personajes, se nota el paso de los años. Entiendo que no estamos ante un remake del remake, pero hubiera sido bien recibida una remodelación al menos en esos aspectos.

COMMANDO AUTOR: JOHNNY RAMONE (USA) Autobiografía de Johnny Ramone, fundador y guitarrista de los Ramones, los padres del punk. Narrado desde su adolescencia hasta unos meses antes de su muerte por un cáncer de próstata, que se lo

llevó a los 55 años. Johnny nos cuenta sin tapujos los detalles de la maquinaria que echó a andar, el plan milimétrico que trazó y ejecutó para hacer de los Ramones una de las mejores bandas de todos los tiempos y una de las más influyentes. Un testimonio muy personal que someramente retrata su época porque a Johnny solo le interesa hablar de su banda, y si de paso menciona a otras agrupaciones es para hablar de sus rivalidades o alguna anécdota compartida en la que los Ramones son los protagonistas y los demás actores secundarios. Suelta sus problemas personales con Dee Dee y Joey -cuenta cómo le quitó la novia a este último-, de su tacañería y su obsesión por ahorrar el millón de dólares que le daría una tranquila jubilación, que como sabemos nunca llegó a disfrutar. Hey Ho, Let’s Go! HENRY A. FLORES

Salvo la inclusión del nuevo control, esta reedición HD no trae novedades. No hay nuevos modos de juego o elementos extra, a no ser que mencionemos los marcadores para comparar tus logros con el mundo. LO FEO Dentro del apartado gráfico, quería dedicarle una

mención a algunas cinemáticas de Resident Evil HD Remaster de muy pobre resolución. Si el juego se está adaptando a la alta definición, es casi imperdonable encontrar videos de este nivel, no solo por respeto a los jugadores, sino por el nombre del videojuego. Espero sinceramente que esto no ocurra en próximas adaptaciones, como la rumoreada de Resident Evil 0. CONCLUSIÓN: “Con lo cuestionada que está la franquicia Resident Evil en estos días, es bueno recordar por qué pasaba horas de horas en el televisor pasando y repasando sus juegos. Resident Evil HD Remaster es un recordatorio de lo buena que era la franquicia y, de taquito, una muestra a las nuevas generaciones de cómo eran los videojuegos antes.”

FERNANDO CHUQUILLANQUI http://blog.rpp.com.pe/masconsolas/

LA INFANCIA DE JESÚS AUTOR: J. M. COETZEE (SUDÁFRICA) Un libro que no tiene ni pies ni cabeza. Trata sobre dos inmigrantes, un niño y un anciano, que desarrollan una relación filial cuando llegan a una ciudad española donde está prohibido recordar el pasado y es

imperativo el comenzar una nueva vida sin cuestionamientos de ningún tipo. Pero el anciano siente que todo es demasiado perfecto y trata de encontrar su propio destino, además emprende la búsqueda de la madre del niño. Pareciera que estamos ante una trama interesante que vale la pena desarrollar, sin embargo, el Nobel sudafricano, por primera vez y creo que a propósito, intenta arruinarla sin llevar la historia hacia alguna dirección, totalmente errático y probando la paciencia del lector con las preguntas tontas, insoportables y cíclicas de sus protagonistas que intentan de alguna manera encajar en sus nuevas vidas y en el lugar que los acoge. ¿Estamos ante un experimento? HENRY A. FLORES

LIBROS LIBROS LIBROS

DISCOS Y OTRAS PASTAS 5 FEBRERO 2015

En el mundo hay dos tipos de personas: las que viven con música y las que no. En la primera categoría caben muchos matices: los que viven de la música, los aficionados, los de enciclopédico saber, los que viven, sienten,

respiran y palpitan a ritmo de la música, las mujeres a las que les gusta mucho pero mucho (ya se sabe que a las mujeres no nos gusta la música, ejem) y los irremediablemente perdidos en ella, aquellos para los que nada es suficiente cuando se trata de este bello arte. Esos, los perdidos en la música, son los que más disfrutarán de este libro, escrito por Giles Smith hace veinte años y que ahora publica en español la editorial Contra. El autor lo explica muy bien en esta cita tomada del libro: “Él [refiriéndose a su compañero de banda] era por encima de todo un músico y yo era por encima de todo un fan”. El libro está lleno de las subjetividades, manías, rarezas y, por qué no, “frikismo”, de un fan fatal de la música pop, como es el propio autor. ‘Lost in music. Una odisea pop’ es una hilarante autobiografía ensamblada a través de anécdotas contadas con flema e ironía británicas. Giles Smith, periodista musical y miembro de una banda de desigual fortuna, los Cleaners from Venus, es su autor. La música como un proceso de ensimismamiento, como un universo completo donde caben canciones, letras, melodías, las carpetas de los vinilos, los conciertos, anécdotas de los músicos, la ropa chula, el coleccionismo… El pop como

camino que marca la pauta vital de los rendidos a él. Esos son los ejes sobre los que gravita un libro que ha sido alabado por personajes de la talla de del mítico John Peel y el gran Nick Hornby (autor de la maravillosa ‘Alta fidelidad’ y amigo personal del autor); ambos son mencionados en el libro, al igual que músicos de la talla de Marc Bolan y T. Rex, XTC o Stevie Wonder como ídolos de Smith. También aparecen, formando parte de una manera u otra de divertidas historias, Madonna, Lou Reed, Sex Pistols, Bob Dylan, Nik Kershaw, Aretha Franklin, Philp Collins, Damon Albarn, Sting y muchos otros. Simplemente adorables las páginas dedicadas a los intentos del autor por

convertirse en una estrella del pop desde su más tierna infancia. Las peripecias de su banda más estable, Cleaners from Venus, que llegan a grabar discos y a hacer delirantes conciertos con mini gira incluida, se convierten en una preciosa crónica del fracaso bien llevado, de

cómo luchar por conseguir un sueño y cómo afrontar con total deportividad la derrota. El autor nos recuerda la importancia de disfrutar el camino a pesar de todo y de saber perder. Lost in Music es un libro para fans fatales de la música. Para los irremediablemente perdidos en la música. Como lo somos nosotros.

‘LOST IN MUSIC’ – GILES SMITH

PARA LOS PÉRDIDOS, SIN REMEDIO, EN LA MÚSICA

JUKEBOX DESDE EL OTRO LADO ESCRIBE: CONX MOYA

DISCOS Y OTRAS PASTAS 6 FEBRERO 2015

ESCRIBE: WALTER AGURTO* ¿Que es el sonido de alta fidelidad y por qué lo necesitamos?

El sonido de alta fidelidad es escuchar y disfrutar la música con cada detalle expresado por el artista y el ingeniero de sonido detrás de la pista de audio. Es tener la representación más real posible, lograr un sonido natural, limpio, rico en detalles, nítido, con cuerpo, muy dinámico y que logre tal realismo que nos permita estar inmersos en el track musical. Hay que acotar que la alta fidelidad no necesariamente implica un sonido neutro, existen audífonos de alta fidelidad que ofrecen bajos secos e impactantes, voces femeninas muy detalladas, y guitarras impresionantes. La idea de la alta fidelidad es poder escuchar los detalles y la nitidez necesaria, sin distorsión, que nos produzca satisfacción y disfrute a nuestros oídos. LOS CINCO COMPONENTES PARA LOGAR UN AUDIO DIGITAL DE ALTA FIDELIDAD

(1) EL FORMATO

Aquí tenemos que olvidarnos de utilizar archivos mp3 u otro formato con compresión. Dichos archivos disminuyen la información y distorsionan el track musical. Si empezamos mal, arrastraremos el error hasta nuestros oídos. Hay que optar por los archivos “lossless” que son formatos sin compresión tales como FLAC, WAV, APE, ALAC, etc.,

que mantienen la calidad sonora, nitidez, escenario y detalles de las canciones que finalmente llegarán a nuestros oídos. (2) EL SOFTWARE Dependiendo del dispositivo que tengamos para

reproducir nuestra música, tenemos que encontrar el software que sea compatible y capaz de reproducir de la mejor manera nuestros archivos sin compresión. Cada sistema operativo como Android, iOS o

Windows cuenta con una gran variedad de software que hay que evaluar y elegir. Por ejemplo: el programa MediaMonkey (gratuito) es muy usado para reproducir archivos FLAC en las computadoras personales. (3) EL D.A.C.

Digital to Analog Converter son las siglas de DAC en inglés. Que traducido es conversor de señal digital a señal análoga. En buen cristiano, el DAC es un chip en la placa de sonido del dispositivo y se encarga de convertir los ceros y unos en señal análoga, que se basa en suaves pulsaciones eléctricas. El DAC es el corazón, ya que le da la insignia y el sello a la pista que estamos reproduciendo, generando un sonido equilibrado y flat, o da voces femeninas

EL SONIDO DIGITAL DE ALTA FIDELIDAD

DISCOS Y OTRAS PASTAS 7 FEBRERO 2015

claras y nítidas, o crea un “soundstage” amplio. Cada DAC tiene su particularidad y le da al sonido un sello específico. (4) EL AMPLIFICADOR La señal análoga debe de amplificarse correctamente. La amplificación en términos

simples es agregar potencia para que la onda suave que salió del DAC se convierta en una señal amplificada y potenciada para llegar adecuadamente a los audiófonos. Un buen amplificador se encarga de amplificar sin distorsionar la canción que ya fue ‘trabajada’ en el DAC. Este no debe agregar ningún matiz ni colorear el track musical, por el contrario, debe mantener la naturalidad del sonido. (5) EL AUDÍFONO

Llegamos a la última parte de nuestra cadena de componentes. Muchos se saltan todo y solo se fijan en comprar el audiófono, pero la verdad es que se necesita equilibrio en los

componentes para que el performance sea adecuado y saquemos provecho a nuestra inversión global. A la hora de fijarnos en un audiófono debemos ver qué insignia de sonido tiene el DAC y

qué tipo de amplificación tenemos, viendo ambos sabremos qué tipo de audiófono comprar y si la potencia de amplificación lo va a poder manejar.

Si no podemos determinar la insignia de sonido que ofrece el DAC, entonces debemos saber que géneros musicales escuchamos y en base a ello evaluar nuestra compra de audiófonos. Todo reproductor de sonido digital tiene estos 5 componentes: el archivo, el software, el DAC y el amplificador; ya sea una laptop, un smartphone, un iPod o un reproductor de mp3. Pero eso no significa que sean de calidad, que el DAC y el amplificador sean buenos, por el contrario, las empresas invierten muy poco en sus chips y componentes de audio, ya que por muchos años no ha sido algo que el consumidor exija en primera instancia, es por ello que gigantes como Apple ofrecen poder de procesamiento, capacidad gráfica, mejor pantalla, pero nunca se habla del sonido interno.

Afortunadamente, hay compañías como Sony, Fiio o Pono (esta última del músico Neil Young) que apuestan por el audio digital de alta resolución, ofreciendo reproductores de audio cuyos 4 primeros componentes son de alta calidad. *GERENTE COMERCIAL EN AUDIOPHILE.PE *ESTE ARTÍCULO ES UNA ADAPTACIÓN DE UNA ENTREVISTA APARECIDA EN TECNOLOGIA21.COM CEDIDA A ‘DISCOS Y OTRAS PASTAS’.

DIRECTOR: HENRY A. FLORES Discos y Otras Pastas no se hace responsable del contenido de los artículos y agradece a sus colaboradores por la exclusividad otorgada.