mi querida bicicleta

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Libro del autor Miguel Delibes.

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Page 1: Mi Querida Bicicleta
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Yonohacíamásquedarvueltasporlospaseoslaterales,alolargode la tapia, con regreso por el paseo central, pero, al franquear elcenadorconsumesaysusbancosdepiedra,lasenredaderaschorreandodelaspérgolas,azotándomeelrostro,vacilaba,labicicletahacíadosesesy estaba a punto de caer pero, felizmente, la enderezaba y volvía apedalearyarespirartranquilo:teníaelcaminoexpeditohastalavueltasiguiente. Y así, una y otra vez, sin medir el tiempo. Mi padre, quetodoslosveranosleíaelQuijoteynossorprendíaacadamomentoconunarisotadasolitariayestrepitosa,mehabíadichoduranteeldesayuno,atendiendo mis insistentes requerimientos para que me enseñara amontar:

—Luego;alahoradecomer.Ahoradéjameunrato.Paraunniñode siete años, los luegode lospadres suelen suponer

eternidades.Dediezaunaymediamedediqué,pues,acontemplarconunojo la bicicleta, demi hermanoAdolfo, apoyada enunbanco delcenador(unaArellidepaseo,debarrasverdesyníquelesbrillantes,laspalancasde los frenos erguidas sobre lospuñosdelmanillar) y con elotro,lacristaleradelagaleríaquecaíasobreeljardín,dondemipadre,arrellanado en su butaca de mimbre con cojines de paja, leíaincansablementelasaventurasdedonQuijote.

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Suconcentracióneratancompletaquenoosabasubirarecordarlesupromesa.Asíqueesperépacientementehastaque,sobrelasdosdelatarde, se presentó en el cenador, con chaleco y americana pero sincorbata,negligenciaquecaracterizabasuatuendodeverano:

—Bueno,vamosallá.Temblando enderecé la bicicleta. Mi padre me ayudó a

encaramarmeenel sillín,peronocorriótrasdemí.Sencillamentemediounempujónyvoceócuandomealejaba:

—Mirasiemprehaciaadelante;nuncamiresalarueda.Yosalípedaleandocomosihubieranacidoconunabicicletaentre

laspiernas.Enlaesquinadeljardíndobléconciertainseguridad,y,alllegar al fondo, volví a girar para tomar el camino del centro, el delcenador, desde donde mi padre controlaba mis movimientos. Así seentabló entre nosotros un diálogo intermitente, interrumpido por eltiempoquetardabaendarcadavuelta:

—¿Quétalmarchas?—Bien.—¡Nomiresalarueda!Losojossiempreadelante.

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Pero la llanta delantera me atraía como un imán y había deesforzarmeparanomirarla.A la terceravuelta advertíqueaquellonotenía mayor misterio y en las rectas, junto a las tapias, empecé apedalear con cierto brío. Mi padre, a la vuelta siguiente, frenó misentusiasmos:

—Nocorras.Montarenbibicletanoconsisteencorrer.—Ya.Le cogí el tranquillo y perdí elmiedo enmenos de un cuarto de

hora. Pero de pronto se levantó ante mí el fantasma del futuro, laincógnitadel«¿quéocurrirámañana?»quehaenturbiadolosmomentosmásfelicesdemivida.Alpasarantemipadreselohicesaberenunodenuestrosentrecortadosdiálogos:

—¿Quéhagoluegoparabajarme?—Ahora no te preocupes por eso. Tu despacito. No mires a la

rueda.Daba otra vuelta pero en mi corazón ya había anidado el

desasosiego.Lasruedassiseabanenelsenderoydejabansuhuellaenla

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tierra recién regada, pero la incertidumbre del futuro ponía nubessombríasenelhorizonte.Dabaotravuelta.Mipadremesonreía:

—Ycuandometengaquebajar,¿quéhago?—Muy sencillo; frenas, dejas que caiga la bicicleta de un lado y

poneselpieenelsuelo.Rebasabaelcenador, llegabaa lacasa,girabaaladerecha,cogíael

paseo junto a la tapia, aceleraba, alcanzaba el fondo del jardín yretornabaporelpaseocentral.Allíestabamipadredenuevo.Yoinsistíatercamente:

—Peroesquenomesébajar.—Esoesbienfácil,hijo.Dejasdedarpedalesyponeselpiedellado

quecaigalabicicleta.Mealejabaotravez.Sorteabaelcenador,topabaconlacasa,giraba

ahora a la izquierda, recorría el largo trayecto junto a la tapia hastaalcanzarelfondodeljardínpararetornaralpaseocentral.Mipadreibayacaminandolentamentehaciaelporche:

—Esquenomeatrevo.¡Párametú!—confeséalfin.Lasnubessombríasnublaronmivistacuandooílavozllenademi

padreamisespaldas:—Has de hacerlo tú solo. Si no, no aprenderás nunca. Cuando

sientashambresubesacomer.

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Yallímedejósolo,entreelcieloylatierra,conlaconcienciaclaradequenopodíaestardándolevueltasaljardíneternamente,dequeenunouotromomento tendríaque apearme, esmás, con la convicciónabsolutadequeenelmomentoenquelointentarameiríaalsuelo.Enlasenramadas seoían losgorjeosde losgorrionesy los silbidosde losmirloscomounaburla,masyoseguíapedaleandocomounautómata,bordeandolalíneadelatapia,sorteandolasenredaderascolgantesdelaspérgolasdelcenador.

¿Cuántasvueltasdaría?¿Cien?¿Doscientas?Esimposiblecalcularlasperoyosabíaqueyaeraporlatarde.

Oía jugar a mis hermanos en el patio delantero, las voces de mimadre preguntando por mí, las de mi padre tranquilizándola, ypersuadido de que únicamente la preocupación demimadre hubierapodido salvarme, fui adquiriendo conciencia de que no quedaba otroremedioqueapearmesinayuda,dequenadieibaamoverundedoparafacilitarmelascosas,inclusotuveunanticipodeloquehabíadeserlaluchaporlavidaenelsentidodequenuncameayudaríanadieabajarde una bicicleta, de que en este como en otros apuros tendría queingeniármelaspormímismo.Movidoporesteconvencimiento,penséque el lugarmás adecuadopara elaterrizaje era el cenador.Había dellegarhastaélmuydespacio, frenarante lamesadepiedra,afianzar lamano en ella, yuna vez seguro, levantar lapierna y apearme.Pero el

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miedo suele imponerse a la previsión y, a la vuelta siguiente, cuandofrené e intenté sostenerme en lamesa, la bicicleta se inclinó del ladoopuesto, y yo entonces di una pedalada rápida y reanudé lamarcha.Luego,cadavezquedecidíadetenerme,measaltabaeltemordecaermeyasíseguídandovueltasincansablementehastaqueelsolsepusoyya,sinpensármelodosveces,arremetícontraunsetodeboj,labicicletaseatoróyyomeapeétranquilamente.Mipadreyasalíaabuscarme:

—¿Qué?—Bien.—¿Tehasbajadotúsolo?—Claro.Medioenelpestorejoungolpecariñoso:—Anda,diatumadrequetedéalgodecomer.Telohasganado.

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De adolescente, cuando me lamentaba ante mis amigos de losprocedimientos didácticos de mi padre, ellos decían que esa era laeducaciónfrancesayquelaeducaciónfrancesaestabamuybien.Queellosno sabían nadar, nimontar en bicicleta, ni distinguir un cuco de unarrendajo porque no habían recibido educación francesa y que era unatraso. Que criar a un niño entre algodones era arriesgado porqueluego, cada vez que la vida le pasa la factura no sabe qué actitudadoptar.Poraquel tiempoyoerayaunaespeciedeFaustoCoppi,unciclistaconsumado.Nomeapeabadelabicicleta.Sabíazigzaguearsinmanos, ponerme de pie en el sillín y conducir con los pies. Comotransporte,podíacargarsimultáneamenteatresdemishermanos:unoenelmanillar,otroenlabarrayuntercerodepie,sobrelaspalomillastraseras.Losautomóviles,enmiciudad,eranentoncesmediadocenayunopodíadoblar lasesquinas, inclinandoelcuerpo,a todavelocidad,sinpreocuparseporloquevinieradelabocacalle.

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Inclusocuandoacompañabaaalgunamuchachita,lohacíasentadoenmibicicleta,impulsándomeconelpiedesdeelbordillodelaacera.Formábamos un todo tan armónico, que si el descubrimiento deAmérica se hubiese producido en 1932, y yo hubiera asistido a laefemérides,losindiosabuenseguronoshubierantomadoamibicicletayamíporunacriaturaconruedas.Peronotodoibaasercoserycantary en aquellos tiempos ya existía un punto negro: los agentes, lo queentonces llamábamos guardias de la porra. Mi bicicleta nunca fuematriculada y en consecuencia constituía una sabrosa presa para lossabuesosmunicipales. Y ¿por qué nomatriculabami bicicleta y vivíatranquilo?¡Ah!Estoformabapartedelaeducaciónfrancesademipadre.Mipadreeraenemigodelastasasarbitrariasaunquefuesenmenores.Laarbitrariedaddelatasaladeterminabaél,naturalmente.Así,porponerunosejemplos,mipadrenuncapagóunrealenelfielato,niunbilletedeandénenlaestacióndeferrocarril.Anteelfielatoeracontundente:

—¿Algodepago?—¡Nada!—Siganustedes.A lomejorelCafetín venía cargadode conejospero la convicción

conquemipadrelonegabadejabaalconsumeropersuadidodequenopretendíamos colar nada de matute. Algo semejante acontecía en laEstacióncuandoíbamosaesperaralatíaElenitaquellegabadeBurgosenelrápidodeIrún.

—¡Autoridad!—decíamipadre con tal desparpajoque el porterono sólonosdejabapasar a losochohermanosyamimadre sinoqueademás lededicabaamipadre,queeraelúltimode la fila,unpardereverencias. Lomalo era cuandomi padre se resistía a pagar recargosabusivos pero éramos nosotros los que teníamos que dar la cara,verbigracia,con la fotografíaanualdelcolegioo la revistaUnión,oelorlín de fin de curso. El Hermano Procurador no comprendía quepagáramos puntualmente la mensualidad y luego nos negáramos aabonarunpequeñosuplementoporlafotografía,larevistaoelorlín:

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—Y¿porquénoquieretupadreelorlín?— lsabrá;nomelohadicho.YelHermanoProcuradornosdespachabasinlabarraderegalizque

solíaserelpremioalosbuenospagadores.Antesuslogros,mipadresecrecía y recuerdo que, al iniciar el segundo curso de bachillerato ypedirle dinero para pagar los libros, losmiró uno por uno, separó elvolumendeHistoriaymedijoconaplomofrancés:

—Éste le devuelves. Le dices al Hermano de mi parte que lotenemosencasa.

Selevantó,abrióunadelaslibreríasdesudespacho,sacóunlibritodeHistoriadelañocatapún,conunatapablancaenlugarderoja,ymelo entregó. Al día siguiente el Hermano nos mandó estudiar las dosprimeras páginas, pero aunque los dos libros empezaban con laPrehistoria, sumétodo no coincidía.Con el tiempo las diferencias sehicieronmásprofundasdemaneraquemepaséelcursoestudiandoconmi compañero Lisardo Martín. En aquellas cuestiones en que creíatenerrazón,mipadrenotransigía.YenloconcernientealaenseñanzadelaHistoriaerapartidariodequeseescribieseuntextoobjetivoyconpocasangrequesirvieraparatodoslospárvulosdelmundo,y,mientrasnosehicieseasí,cualquierlibrovalía,yaquesegúnél«lahistorianoseinventaba».

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Lamatrículade la bicicleta deunniño le parecía igualmenteunatasaarbitraria,porloquenuncapasóporello.Aparteloinfundadodelatasa,mipadreteníasobreelparticularunsensatopuntodevista:Un

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chicoenbicicletaquesedejaracogerporunhombreapieerauntonto,semerecíalamulta.Nolefaltabarazón.

Antesemejantefilosofíanuestrociclismo,eldelosochohermanos,no consistía tanto en pedalear como en eludir, en tener el ojo bienabiertoparadescubriratiempoalguardiadelaporraynocaerensusmanos.Noeratareafácilporquehacemediosiglounagentemunicipalponía tanto celo en agarrar a un ciclista sin matrícula como el quepuedeponerhoyensorprenderuncocheaparcadoenzonaazulsineltique de laORA.De estemodo, en la ciudad, el deporte de las dosruedas, sobre el ejercicio en sí, encerraba para un niño un singularatractivo:nodejarsecazar.Noslanzábamosatumbaabiertaencuantodivisábamos un agente, doblábamos las esquinas como suicidas, demodo que cuando el guardia quería reaccionar ya estábamos a milleguas.Elriesgoestribabaenmeterseunoenuncallejónsinsalidaoenadentrarse enuna calle que tuvieraun guardia en cada esquina.Creorecordar que en aquellos años los agentes urbanos usaban silbato ydesdeluegoseponíanfueradesícadavezqueunciclistasinmatrículapasaba por su lado como una exhalación, afeitándole. Entonces,instintivamente,soplabanelpitoylapresenciadeotrosguardiasenlasproximidadespodíacrearproblemas.

De modo que pedalear ojo avizor, escurriendo el bulto, era unaactividadmaravillosaquedespabilabaacualquiera.Sinomeequivoco

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(creoque ahorapuedo confesarlo sin riesgo,puestoque las faltashanprescrito)siempresalívictoriosoenesteempeño;nuncafuiatrapado.Síme cogieron, en cambio, jugando al fútbol en el Campo Grande ovadeando el riachuelo del parque, en la zona que llamábamos PaísesBajos, peromontado en una bicicleta jamás. Yome sentía comounaespeciedeAlCapone, enChicago,perseguidovanamentepor toda lapolicía de la ciudad. Lo que me pregunto a veces es cómo hubierareaccionadomipadresialgunodeloshermanosnoshubiéramosdejadoprender.

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Estaemociónseesfumabaencarretera.Encarreterasóloquedabaelesfuerzo:nohabíaguardiasaquienesburlar.Enaquellosaños,entrelosdoce y los catorce míos, pasamos tres veranos en el pueblecito deBoecillo.EntoncesestabayoenvenenadoporelTourdeFrancia,porlasgestasadmirablesdeMarianoCañardo,FedericoEzquerraylaPulgadeTorrelavega.LosciclistasespañolesacudíanalTourhuérfanos, sinunaorganizacióndetrásy,sinembargo,haciéndoselotodoellos,conseguíanclasificacionesmeritorias:ACañardopocas veces le vimos por debajodel décimo puesto en la general, ni a Trueba muy alejado deldecimoquinto.Porsi fuerapoco,Trueba—ytambiénEzquerra—fueReydelaMontañavariosaños.Yamí,comoacasitodoslosniñosdeentonces,nosentusiasmabamáslavictoriaenlacrestadeunamontañaqueenunfinaldeetapallano,sinaccidentes.Todosaspirábamosaserescaladores y nuestro sueño inexpresado era coronar un día elTourmalet en primer lugar. Recuerdo que en aquellos años, adquirí,entre mis amigos, cierta fama de escalador. Y ¿es que poseía yo, enrealidad, algún don para escalar mejor que ellos? Yo siempre hesospechado que subir cuestas en bicicleta es una de las mayoresmaldicionesquepuedesoportarunhombre,escaladorono.PeroanteelrepechodeBoecillo,consupronunciadorecodoysuempinamientosúbito,enlapartefinal,yonomeamilanaba,dejabapasaramisamigosprimeroy,luegolesrebasabacomosinadapedaleandoaunritmoloco,atodavelocidad:

—Claro,esqueaDelibesnolecuesta—comentabanellos.

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Yomanteníalasuperchería.Sonreía.Tácitamentelesdabalarazón,porqueesaeralacartaquemeconveníajugar:fingirquenomecostaba.Yconunmuchachoalquenolecostabasubir lascuestasnosepodíacompetir. De modo que de acuerdo con mi manera de pensar, loaconsejable para llegar a Rey de la Montaña era poner cara de palo,incluso esbozar una sonrisa, mientras la procesión iba por dentro.Aguantar,quenotrascendieraalrostroelsufrimientointeriorylafatigafísica, era una baza segura para que el competidor desistiera dealcanzarnos.Nadadesanimatantoauncorredorcomoobservarqueelcontrincanterealizaconlasonrisaenloslabiosalgoqueaéllesuponeun esfuerzo sobrehumano. Ponerme la máscara fue el secreto de miéxito como escalador: ni piernas, ni bofes, ni garambainas. Amímecostabasubirel repechodeBoecillo tantocomoaJoséLuisFando,elgordo de la clase, pero lo disimulaba y mis compañeros, al verserebasadosporuntipoalacre,quenosequejaba,aquiennoledolíanlosmuslos ni se le aceleraba el corazón, se sentían descorazonados y sesentabanenlacurvaacharlarunratoydescansar,entantoyocoronabael cerro en solitario, de un tirón. Pero, al rebasar la cumbre, metumbaba boca abajo a la sombra de una acacia y sujetaba el corazóncontraelsueloparaquenosemeescapasedelpecho.Luego,alllegaracasa,nopodíacomer,teníaquemetermeencamaunratitohastaquesemepasaraelsofoco:

—Claro,esqueaDelibesnolecuesta.

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Lleguéapensarquemi imposturaera la imposturadeTrueba,deEzquerra o del francés Vietto, en el Tour de Francia. El que sabíafastidiarsesinponercaradefastidio,eseeraelReydelaMontaña.Misreflexionesllegabaninclusomáslejos:enEspañahabíamásescaladoresqueenningunaparteporqueestábamosacostumbradosamortificarnosdisimulándolo.Estateoríacreoquesehaconfirmadodespués:hoylosmejores trepadores sondeColombia.El escalador (aparte la orografíadelpaís,quetambiénayudaunpoco)vadesapareciendodeEuropaconelaumentodelniveldevida.Seestádemostrandoquesubirunacuestaen bicicleta, aunqueésta sea de aluminio y disponga de treintadesarrollos, es un tormento para todo hijo de vecino. También sedemostró con los años que los fielatos y los billetes de andén y lasmatrículasdelasbicisinfantileserantasasarbitrarias,deacuerdoconlasteoríasdemipadre,porqueunosyotrasdesaparecieronalpocotiempo.

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Apartir de los dieciocho años la bicicleta dejó de ser paramí undeportey seconvirtióenunmediode locomoción.Entreotras cosas,gracias a la bicicleta pude cazar un poco en los años de la inmediataposguerra, irme a bañar a la central delCabildo, o visitar aminoviadurante los meses de verano. Desplazarse a cazar no era fácil por laimpedimenta;enunvehículotanesquemáticocomolabicihabíaqueacomodar la escopeta, elmorral con la comida y los trebejos,más laperrita.Deordinarioelmacutosecolocabaenelmanillar,enlabarralaescopetay,detrás,enelsoporte,siemprequefueradócil,laperrita.Perouna cosa es decirlo y otra hacerlo, pues tuve un animal de buenaestampa, que padecía de vértigo y a la segunda pedalada ya se habíaarrojadoa lacarretera.Para subira laGranjade laDiputación,a treskilómetrosdecasa,estonoconstituyóproblema:elanimalcorríatraslamáquina y de esta manera yo conseguía dos objetivos: librarle delvértigoydesbravarle,evitarqueenelcazaderosealargaradetrásdelasperdices.Pero si el recorrido erademásdeunadecenadekilómetroserapreferibledejara laperraencasaydesempeñarpersonalmentesuslaboressacudiendolasmatasconloscañosdelaescopeta.Alabicicletale debo gratas horas de esparcimiento en el campo en días difíciles einclusoalgúnalijodeestraperloque introducíaen laciudadsalvando,conlamismapericiaconquesiempresorteéalosmunicipales,laatentavigilanciadelapolicíadeabastos.

Labicicleta fue también en esa época el transporte adecuadoparairnosabañaralCabildo,enelPisuerga,cincokilómetrosaguasarriba

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delacapital.Asíevitábamoslasatarjeas,yalcantarillasquedescargabanla porquería de cien mil vallisoletanos en el Paseo de las Moreras.EduardoGavilányVicentePresa solían sermis acompañantes.Y allí,entre el boom-boom de la Central y el melodioso canto de losruiseñores,nosbañábamosenlapesquera,encuantoapretabaelcalor.

Noeraunsitiomuycómodoperosílimpioyallícoincidíamosconmis primos Federico y Julián y los hermanos Enciso que llegaban encoche al acabar susquehaceres.Entonces, en los años40, el cochedemisprimoserade lospocosquequedabanútilesen laciudad.EraunChevroletdelaño36queellos,jugándoselavida,habíanlibradodelarequisageneraldelaguerraenterrándolobajountúmulodetablonesenla serrería que regentaban entonces. Pero nosotros llegábamos alCabildo por atajos, sinuosos senderos de tierra apelmazada junto a lacarretera o a campo través, donde los neumáticos de las bicicletas

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producíanun rumor estimulante,muy agradable, una grata sensaciónquetodavíanoheolvidado.Esclaroqueloscincokilómetrosderegresonos ocasionaban una sofoquina mayor que si no hubiéramos ido abañarnos,peroeraunaservidumbreobligadaenunaépocaenque laspiscinas constituíanun lujo apropiadoúnicamentepara los artistasdeHollywood.Esteplacer debañamos en agua corriente, nomancilladaaún por la porquería urbana, duró pocos años. Enseguida empezó lamodesta industrialización de la ciudad y naturalmente el lugar deemplazamientotuvoqueserelCabildo(lasempresassientenatracciónporlasaguastransparentessemejantealadelaspolillasporlaluz).Seemporcóaquella zonadel ríoy como remate se sembróde luciosqueconeltiemposubiríanaguasarribaycrearíanunserioproblemaparalapoblacióntruchera.

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Perocuando labicicleta seme revelócomounvehículoeficaz,deamplias posibilidades, cuya autonomía dependía de la energía demispiernas,fueeldíaquemeenamoré.Dosseresenamorados,separadosysin dinero, lo tenían en realidad muy difícil en 1941. Yo estaba enMolledo-Portolín (Santander) yÁngeles, mi novia, veraneaba enSedano(Burgos),acienkilómetrosdedistancia.¿Cómoencontrarnos?El transporte además de caro era muy complicado: ferrocarril yautocares,condosotrestrasbordoseneltrayecto.Losahorrosmíos,sidabanparapagarelviajenodabanparapagarelalojamientoenSedano;una de dos. ¿Qué hacer? Así pensé en la bicicleta como transporteadecuado, que no ocasionaba otro gasto que el demismúsculos.Demodoquelepuseaminoviauntelegramaquedecía:

—Llegaré miércoles tarde en bicicleta búscame alojamiento tequiereMiguel.

Creoqueladeclaraciónamorosasobrabaenesosmomentospuestoqueelcariñoestabasuficientementedemostradoperolagenerosidaddelajuventudnuncatuvolímites.Elmiércoles,antesdeamanecer,amarréen el soporte de la bici dos calzoncillos, dos camisas y un cepillo dedientesyme lancéa laaventura.AúnrecuerdoconnostalgiamipasoentredoslucesporlospueblecitosdormidosdeSantaOlallayBárcenadePiedeConcha,antesdeabocaralaHozdeReinosa,cuyasubida,dequincekilómetrosdelongitud,aunquepocopronunciada,medejóparaelarrastre.Solo,sintestigos,mispretendidasfacultadesdeescaladorsedesvanecieron. En compensación, del alto de Reinosa a Corconte —

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veinticuatrokilómetros—fueunasucesióndetumbosdondelainerciadecadabajadameproporcionabacasilaenergíanecesariaparaascenderel repecho siguiente. Aquellos primeros años de la década de loscuarenta,conelpaísarruinado,sinautomóvilesnicarburante,fueronelreinadode labicicleta.Otrociclista,algúnqueotropeatón,unperro,unafilador,loschirriones,acarreandoyerbaenlasproximidadesdelospueblos, eran losúnicosobstáculosde la ruta.RecuerdoaquelprimerviajedelosquehiceaSedanocomoundíafeliz.Solamable,brisatibia,la bicicleta rodando sola, sin manos, varga abajo, un grato aroma aprado y boñiga seca, creando una atmósfera doméstica. Me parecerecordar que cantaba a voz en cuello, con mi mal oído proverbial,fragmentosamorososdezarzuelasintemordeserescuchadopornadie,sintiéndomedueñodelmundo.

Esteviaje,comodigo, lorepetívariasveces.Enocasiones,cuandome sobrabandosduros cogía el trenmixtoyme evitaba elpechugón

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hastaReinosa.Otrasveceseraalrevés,apalabrabaaPadilla,eltaxistadeCovanera,paraquemesubierahastaCabañasdeVirtus,conlabicicletaen la baca, para ahorrarme unos kilómetros escarpados y las rampaspeliagudasdeQuintanilladeEscalada.NoesfácilolvidarlaescenadelapartidadeltaxidePadilla,uncochemuyviejoybaqueteado,decincoplazas,creoquecongasógeno,donde,por lasbuenasopor lasmalas,entrábamos trece o catorce personas, con las piernas fuera, asomandoporlasventanillas,ylabacaatestadadecestasdehuevos,gallinas,sacosde cemento, patos, aperos de labranza y, coronándolo todo,mi viejabicicletaazul,máspesadaqueunmuerto,queseríalaprimeraenbajar.Fuesepara arribaopara abajo, el lugarde refrigerio era el estancodeParadoresdeBrida,enelpáramodesolado,dondemeservíanunpardehuevosfritosconchorizo,panyunvasodevinoporunapeseta,diez.Yen los regresos, ¿cómo olvidar el placer inefable de bajar la hoz deReinosa,suavemente,sinesfuerzo,sindarunasolapedaladaenquincekilómetros,comounamotocicletaafónica?

Dandoporsupuestoquetodoestofueseunsacrificio,yomesentíasuficientemente compensado con mi semana en Sedano, junto aÁngeles, bañándonos, subiendo a los picos, pescando cangrejos,cogiendomanzanas,haciendoeldameromalditodeLaCodorniz eneljardíndelosGallo,dondeellaparaba.Mialojamiento,lafonda,estaba

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frenteporfrente,enlamismaPlaza,bajoladireccióndelaseñoraPilar,yadeedad,ysushijosLuisPeñayAmalia,yloshijosdeestoshijosconlosquehoymesigueuniendounacordialamistad.Enaqueltiempomedabandecomer tresplatos amediodíayotros trespor lanoche,másdesayuno,habitaciónyunrincónenlacuadraparalabicicletapor18pesetas diarias. El primer año coincidí allí con elmayor de los Peña,Juan José, periodista de San Sebastián, que visitaba su Casona encompañíade sumadre, quien sorprendidodemi apetito,medijounañodespués,cuandoyateníamosalgunaconfianza:

—Hayqueverlacantidaddepanquecomióustedeldíaquenosconocimos.

Naturalmente Peña ignoraba que yo estaba cargando carburantepara el regreso, fortaleciéndome para recorrer los cien kilómetros quemeseparabandeMolledo-Portolín.

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Más tarde, cuandome casé, intenté incorporar amimujer amisveleidades ciclistas y en lapedida, ademásde lapulsera, le regaléunabicicletafrancesaamarilladenombreVelox.Lamarcaerayaunaugurioperosiempreimaginéqueenelvocablohabríanopocodepublicidad.Con lasdosbicicletasnos fuimos a la casademipadre, enMolledo-Portolín,apasarlalunademiel.Fueradenuestrospaseoscotidianosydelosamartelamientosnaturales,apenasteníamosotradistracciónquelas bicicletas.Y así, al segundodíade estancia le propuse amimujerirnos a comer aCorralesdeBuelna.Ella, desconociendo el recorrido,aceptóconentusiasmodereciéncasada.Nosencaramamosenlasbicisyyaalbajar lavargamedicuentaqueaquellodelaVeloxnoeraunahipérbole.Lamáquinaamarilla,conunradioderuedalamitadquelamía,empezóaembalarseyalllegaralaiglesiayamesacabaseismetros.Entonces recordé que al terminar la cuesta, tras la curva, en elpueblecito de Madernia, había un paso a nivel contra el que podríaestrellarse,denomoderarlamarcha.Entonceslavoceé:

—¡Frena!Peroellamegritóasuvez:—¡Nopuedo!¡Nomepuedoparar!Pedaleé con energía hasta alcanzarla y mientras nos deslizábamos

emparejados a sesentakilómetros a lahora, tratabade convencerladequelapalancadelfrenonoestabatandurayquemedianteunpequeñoesfuerzopodríadoblegarla. Inútil.Noera fuerza loque le faltaba sinoanchura de mano, para alcanzar la palanca sin soltar el puño. La

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«Velox» adquiría cada vezmayor velocidad y yo ya imaginaba tras lacurvaquedivisabaalfondodelacarretera,lasportillascerradasdelpasoanivelyeltopetazoinevitable.EntoncestoméunadecisiónaloTomMix, una decisión disparatada: Yo frenaríamimáquina con lamanoizquierda y, simultáneamente, sujetaría el sillín de la Velox con laderecha;esdecir,frenaríaparalosdoshastalogrardetenernos.Eraunadeterminación de enamorado, arriesgada pero poco práctica. Con elprimer tirón,Ángeles sedesequilibró,y sinperdervelocidadse fuedecuneta a cuneta en un zig-zag peligrosísimo. Al segundo intento, lasbicicletasentrechocaronyapuntoestuvimosde irnos losdosa tierra.Nervioso,amedidaquelacurvaseaproximaba,grité:

—PorDiosbendito,¡frena!Peroellayahabíaperdidolamoral:—¡Nomepuedoparar,nomepuedoparar!

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LaVelox se aceleraba y, ante lo inevitable, alcé los ojos al cielo ypedíconunciónqueelpasoanivelestuvieseabierto.Asífueenefecto,pero la Velox, ligera como el viento, haciendo honor a su nombre,atravesó la vía como una centella y no se detuvo hasta llegar a SantaCruz,elpuebloinmediato,dondealfinnosrepusimosdelsusto.

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Pero cuando evoco el mundo de la bicicleta olvido lascomplicaciones mecánicas, mi incapacidad para volverla a su estadonormalcuandoalgosetorcía.Noquierohablardelasaveríasdelpiñón,odelplato,delosjuegosdebolas,porqueesosonyapalabrasmayores,sinosimplementedelospinchazos,delhumildepinchazodeunaruedade bicicleta. Por supuesto conocía la técnica a emplear para sureparación: utilizar los desmontables, sujetarlos a los radios, sacar lacámara, inflarla, meterla en un balde de agua, buscar la punzada,frotarle con lija, extender la disolución, orearla, quitar lamembranitablanca del parche y aplicarlo. El camino de vuelta tampoco ofrecíadificultad:introducirlacámarabajolacubierta,repartirlaalolargodela rueda sin retorcerla,meter la cubierta en la llanta amanomientraspudiesey,finalmente,enloscentímetrosfinales,conlosdesmontables.Todo correcto. Pero era ahí donde empezaba mi calvario. La rueda,después de reparada no cogía aire o, si lo cogía, lo expulsaba con lamismarapidez:

—Pellizcas la cámara con el desmontable, muchacho. Esta ruedaestápinchada.

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Debíade ser cierto; al arreglar unpinchazo inevitablementehacíaotro.

—Mete la cubierta con la mano; es más seguro. —Goyo, elmecánicodelaAgencia,procurabaremediarmisdesventuras:

—Notengofuerzas,Goyo.—Puesentoncesponcuidadoconlosdesmontables.Masaunquesiempre,desdeniño,puseuncuidadometiculosoenla

operación de montar una rueda nunca pude evitar el pellizco con eldesmontable. Era una pequeña tragedia irremediable que ponía misnerviosaprueba.Hoylasbicicletasnosepinchano,sisepinchan,losciclistas lasarreglandeotramanera.Lamía,mibicicleta, ladeahora,conlaquedoypaseosde15ó20kilómetros,sigueteniendolasruedas

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comolasdeayerysisemepinchanmenosesporqueandosiempreporcarreteraynoapurolascubiertascomoantaño,perosi,apesardetodo,se pincha, he de recurrir amanos ajenas para evitar pellizcarla con eldesmontable.Haycosasqueparecen sencillas,peronobastaunavidaparaaprenderlas.

El gen ciclista de la familia seguiríamanifestándose en las nuevasgeneraciones. Mi hijo mayor aprendió a montar a los tres años y sedesazonabacadavezqueseapeabaylabicicletasecaía;nosemanteníaenpie.Resultabamuycomplicadoexplicárseloyélseponíamásymásfuriosoconnuestrasvaguedades.Mástarde,misnietoshanaprendidoala misma edad sin que nadie les enseñase. Jaime, uno de ellos, saliópedaleandoundíapor lacarreteratrassuprimaÁngeles,queyasabíamontar, y tuvimosque rescatarles conuncoche, a treskilómetrosdelpueblo. Pero la madera competitiva, en pruebas de poco alcance, semanifestó en mis hijos Germán, Juan y Adolfo. Los tres ganaroncarreras locales, sin mayor relieve. Pero el tercero hizo en su díaexcursionesquenocreovayanalazagadelasquepuedahacerPericoDelgadoensusperíodosdeentrenamiento.Recuerdounadeunosdías,con salida deValladolid y llegada a Santander, porBurgos, y regresoporUnquera, Potes y Palencia, subiendo los puertos de El Escudo yPiedrasLuengas.

Cosasasínosehacenporunaapuestafuerte,peroéllallevóacabo33

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por placer, por afirmar su personalidad. Ahora bien, la mayor gloriaciclista,laefeméridesquedejóhuellayqueaúnsecomentaentertuliasfamiliares, fue la victoria de Juan en una clásica Sedano-Covanera-Sedano, donde aparte los aficionados, participaron dos muchachosfederadosdeunclubciclistadeBurgos,consusbicicletasdealuminio,finas y ligeras como libélulas, y sumaillot, su culote, y susmocasinesnegrosdebadana.Llegaronenbicicleta,custodiadospormediadocenade fans, y hasta que la prueba empezó no cesaron de dar vueltas a laplazaparanoquedarsefríos.Enelpueblolesmirabanentreirritadosyperplejos.Noentrabaensucabezaqueaquellacarreraorganizadadesdesiempre para aficionados locales cobrase de repente tan altos vuelos,pero,porotrapartesecondolíandequelacopadeltriunfadornofueseaquedarencasa:

—Dicenqueestánfederados.—Asíyapodrán.—Amímeparecequeaesonohayderecho.Estacarrerasiempre

hasidoparaveraneantesyparahijosdelpueblo.Mientras,losfederadosseguíandandovueltasyvueltasalaplacita,

con sus piernasmusculosas y depiladas, brillantes de embrocación, laviserillasobrelosojos,lamarcapublicitariaalasespaldas.MihijoJuan,ensushortdebaño,consu«cocodrilo», losmirabaavergonzadodesuatuendoinapropiado,principalmentedesusbotasdemontañero,yenunadesusreaccionestanpeculiares,subióacasaybajócalzandounoszapatones de agua, que por su color negro, eran los que más seasemejabanalasbotitasdelosfederados:

—¿Esquevasacorrertú,chaval?

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—Esopensaba.Le hablabanperdonándole la vida, desde lo alto de sus bicicletas-

libélulas,mientrasJuan,depie,agarrabaachicadoelmanillardesubicidehierro,dellantasanchas,comodecarro,yviejaspalomillas,lejosdeloscarretesautomáticosqueportabanlasdelosfederados.PeroEchano,eljuezdelaprueba,lospusoenlíneaparatomarlasalida.Losatuendosybicicletasde los corredores locales chocabanpor su variedad ante launiformidad de los visitantes. Y cuandoEchano dio el pistoletazo desalida,elpuebloaplaudió,losfederadostomaronelmandodelpelotón,pero hasta alcanzar el arroyo deEscanillo nometieron caña y fuerondejandoenlacunetaalosaficionadoslocales.

PeroJuan,tozudoyfuerte,amásdeunexcelenteciclista,apretólasmandíbulas y se puso a la rueda del segundo federado, lugar que noabandonóhasta llegar aCovanera y en el que continuaba después dedarlavuelta.Entoncesdebieronpensarquesetratabadeunmoscardónpegajosoquehabíaquedistanciarmetiendozapatilla.Pero el esfuerzonolessirviódenada.Juan,mihijo,aguantóeltiróndelosfederados,siguióalaruedadelsegundo,mientrasibasaludandoconlamanoalosotros participantes que o bien no habían llegado aún a Covanera ohabíanabandonado.

—ConJuannovanapoder.—¡Hala,Juan,duroconellos!

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Los coches seguidores ya se relamían con el sprint. Rebasaron elarroyo Escanillo, a un kilómetro largo de la meta, y los federadoshicieron otro esfuerzo. No acababan de comprender aquello. Noaceptabande buen grado que aquelmuchachito con su «cocodrilo» ysuszapatonesnegrosdeagua,montadoenunabicicletaconruedasdecarreta, lesplantasecara,noconsintieraquesedistanciasen.Ycuandotiraron de nuevo poniendo en el empeño todas sus facultades, Juanmetió la cabeza entre los hombros y no permitió que ensancharan elcorte.

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Se hallaban en la última curva antes de la meta y, entonces, losmuchachos de los culotes y los mocasines parearon sus bicicletascerrandoelpaso,peromihijo,queconocíalacarreteracomosucasa,seciñóalacurva,literalmentesemetióporlacunetapedaleandocomoundesesperado,losrebasóyentreelclamorpopularpisólacintaenprimerlugar. Oyendo los bravos y parabienes del gentío, yo pensaba en mipadre,ensubicicloyensueducaciónfrancesa:

—¡AúpaJuan,vamosamojarlo!—¿Sabes? ¡Juanha ganado a los federados! ¡Leshadejado conun

palmodenarices!La plaza era un clamor. Los muchachos federados, que aún no

habían salido de su asombro, cambiaban impresiones con sus fans,organizaban cabizbajos el regreso a Burgos, mientras mi hijo,achuchado por la multitud, era la viva estampa del vencedor. Perocuando, tras ímprobos esfuerzos, logré aproximarmea él y le animéaquesesentaraenelbancocorridodelossoportales,seseñalólaspiernas(unas piernas tensas, rígidas, los músculos anudados aún por elesfuerzo)ymedijoconfidencialmente:

—Esperaunpoco;simemuevoahoramecaigo.

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