Los tiempos dela Creación

Javier García-Galiano

LA OBRA DE VICENTE GANDÍA

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En “Los t iempos”, uno de los poemas incluidos en Versiones ,

El iseo Diego descubrió que “el t iempo del Paraíso es el suave

gotear del agua, cuando acaba de l lover, entre las hojas del plá-

tano”. Quizá s in proponérselo, desde hace mucho, Vicente Gan-

día ha ido conformando algunas de las representaciones posibles

de ese t iempo original . En sus cuadros, me parece, se puede

intuir ese estado que se considera perdido, que acaso permanece

como una añoranza o una i luminación inmediata.

L O S U N I V E R S I T A R I O SN u e v a é p o c a

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En sus interiores solitarios, como en susventanas, como en sus paisajes marítimos,como en su íntimo universo botánico, que sueletransformarse en un jardín, en un bodegón, enlas hojas de una palma en la pared, predominauna calma incitante, pero asimismo se adivinaun misterio inmediato que, como los verda-deros misterios, nunca será revelado, y queacaso se oculta en las cosas simples, en la coti-dianidad repetida, a la que, con demasiada fre-cuencia, no se atiende porque se ha vueltodemasiado familiar.

En su “Informe del Cielo y del Infierno”,Silvina Ocampo refiere que “el Cielo y elInfierno contienen en sus galerías hacinamien-tos que no asombrarán a nadie, porque son losque habitualmente hay en las casas del mundo”.Aclara que si la rosa que a uno le regalan es untrapo o la cara de la mujer es un leño descas-carado y furioso, son los ojos propios, y no Dios,

los que los han creado así. Finalmente confiesaque, durante la agonía, los ángeles y los demo-nios se acercarán al lecho de cada uno denosotros para distraer nuestro ánimo y mos-trarnos los objetos de nuestra preferencia.Entonces hay que tener cuidado, pues si se eli-gen más cosas del Infierno que del Cielo, sepuede tal vez ir al Cielo; de lo contrario, si se eli-gen más cosas del Cielo que del Infierno, secorre el riesgo de ir al Infierno; pues el amor alas cosas celestiales denota mera concupiscencia.

Como en el texto de Silvina Ocampo, la dichay la tiniebla de Vicente Gandía está hecha deobjetos cercanos, que en muchos cuadros se vuel-ven inquietantes: un par de sillas vacías en unjardín, el pliegue de un mantel, una sombrilla enla playa, una lámpara, un espejo que refleja lopintado, un vaso de agua que no importa quepueda ser una referencia a Muerte sin fin de JoséGorostiza, porque en la pintura de Vicente Gan-

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día nada ocurre fuera del cuadro y todo puedesuceder en el espectador.

Pero no sólo en los objetos se sospecha, aveces, algo perturbador que amenaza la quietudque suele prevalecer en la obra de Gandía; tam-bién un color, un rasgo cualquiera, una manchaen la pared o la luz de un tragaluz se vuelven,por momentos, inquietantes, lo cual, creo, obe-dece al penetrante sentido del humor del pintor.

Esos juegos provocadores adquieren distintasformas en su obra. Una naturaleza muerta, porejemplo, compuesta por los mismos elementos,puede transformarse por medio del color: de lapenumbra al amarillo al rojo, de la misma maneraen la que cambia en los diversos instantes de undía. Un florero revela nuevas percepciones al seresbozado en remiendos de tela blanca. Una misma

manzana se hace diferente al ser reproducida deseis distintos modos en un mismo cuadro. PorqueVicente Gandía indaga constantemente en la pin-tura sin alardes, ejerciendo la curiosidad tambiénen la forma y en la técnica que domina con asom-brosa naturalidad, sin esas ostentaciones que ter-minan por representarse a sí mismas.

Eliseo Diego escribió, en la “Oda a la jovenluz”, que en su país la luz es mucho más que eltiempo, que se resiste a la memoria y no mira lasmodestas victorias del sentido, ni los finos desastresde la suerte. De manera semejante, en la obra deVicente Gandía, el tiempo se ha convertido en luz,la cual adopta distintas formas: a veces se parecea la del trópico, a veces a la del Mediterráneo, perotambién a la de su reflejo en una hoja de palmeray a la penumbra de un rincón por descubrir...

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Como asombrosa respuesta al deseode Los Universitarios de dedicaralgunas páginas a su magnífica obra,y ante la imposibilidad de repro-ducirla a color, Vicente Gandía tuvoun gesto de generosidad sin igual:pintó para la revista los bellísimos yluminosos cuadros que aquí presen-tamos, acompañados de un textoobligadamente breve.