el peso de - core

2
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. RESEfJAS 1) Germán Arc1n iega.s, Bolfvor. de Son Jacinto o Somo Marta. Bogotá, Planeta Colom- biana Editorial. 1988 , págs. 18 1 y sig. " Fabio Pu yo Vasco, Muy urca Bollvor, Bogotá, La Oveja Negra, 1988 . pág. 7. ., Fernando Cruz Kronfl y, lA ctmizo thl libertador. Bogotá, Planeta Colombi ana Editorial, 1987, pág. 329. u Véanse, por ejemplo, Enfermedad y muerte del libertador, Caracas, Oficina Central de Información, 1976, y Osear Beaujon, El libertador enfermo, 2a. ed ., Caracas, Var- gas, 1968 . " Semana, núm. 358, 20 de marzo de 1989, págs. 32-33. 10 Véase Semana, pág. 28. 21 Semana, pi¡. 28. n Garcla Mdrquez: la lfneo, el ci rculo y las metamorf osis del mito, Madrid , Edi- torial Gredos, 1983, páp ., 26S y sig. u Semana, pág. 28. u Garcla Márquez, Cien años th soledad, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1967, pág. 28S . :u La presencia de algunos de estos adverbios lo nota Juan Cruz en su breve reseí\a de la novela en El .Pa.ls, Madrid , 3 de abril de 1989, suplemento Cultura, pág. 2. u Joaquln Posada Gutiérrez, Memorias hist6- rico-polltlcas, Medellln, Editorial Bedout, 1971, vol. 1, pág. 370. ,, EJ Magdalena ti ene también un significado penonal para Garcla Márquez, ya que ha viajado rio arriba y abajo repetidas veces y Jo conoce pueblo por pueblo. El Magda- lena es, se¡ún opina L6pez Micbelsen en su carta abierta a Garcla Márquez, .. su gran amor .. (El Tiempo, Bogotá. 26 de febrero de 1989, pág. 8A). Agradezco las sugerencias estillsticas de mis amiaos y colegas Antonio Ca"eí\o y Nelly González. lalnt• c.kllltll Vol . 21, IIAID. 12, 1990 El peso de la soledad Glorpo Jorge Holguln Arte y Artesanias de Colombia Ltda. 1 a. ed. Rbodos , Bogotá. Giorgio vive solo, absolutamente solo. Y lo peor es que a Giorgio le pesa mucho esa soledad, tanto que com- pró un teléfono esperando que alguien lo llamara y como nadie lo hizo, decidió llamarse a sí mismo , pero la línea estaba ocupada . Esa irónica desolación acompaña la vida de Giorgio, personaje creado por Jorge Holguln y presentado a manera de "tira cómica". Dibujo en recuadros, una línea excesivamente simple y una información dada a tra- vés de un texto corto, sencillo, que nos cuenta cómo es la vida cotidiana de Giorgio y su absur sa relación con el mundo . El lector no sabe dónde vive Gior- gio, y la verdad es que no importa dónde, podría ser en cualquier lugar, pues Giorgio no se relaciona con el "afuera" en la medida en que ese CUEN TO entorno tenga una extstencta pr op ta a la cual Giorgio confluya. No. Gior- gio es metido en mismo. El es el único protagonis ta per o no de suce- sos ext raordinarios o heroicos, tam - poco de situaciones comunes. sino que pr otagoniza ab iertamente su impo- sibilidad de rela cionarse con el mun- do . Esta negación es la que hace que Giorgio haga de su dome stici dad una filosofía. Giorgio se ha ce un a fies ta de cumpleaños para él solo, se detiene a pensar en el material de la cor rea del reloj, en los zapato s que va a usar, en la manera de lavar las medias. No se debate precisamente entre un ser o no ser, sino en qué hacer con las tos - tadas que ya no lanza al espacio la tostadora, o cómo pescar una cereza a tiempo de un vaso de "mai-tai''. Esa es su realidad más profunda. Pero donde surge el absurdo y part e del humor es en el hecho de que Giorgio sea aún más elemental que la realidad que vive. Es incapaz de re so lver los pequeños, los minuciosos pr o blemas que le plantea el diari o vivir. Los objetos lo sorprenden, le proponen opciones que por su obviedad lo des- conciertan dejándolo estático, sin sa- ber qué hacer. AJ padecer la vida, al ser víctima de lo circunstancial, Giorgio no so la- mente es un ant i -hér oe, sino que traspasa los límites de las consi dera- ciones realistas, co nvirtiéndolo en un ser tan incapaz y tan torpe ante lo simple que se vuelve mico. Es la comicidad del absurdo , pero tamb n la de la ingenuidad. Detrá s de ese hombre calvo, encerrado en su pr o- pia so ledad, obses ionado por tener pelo en la cabeza o por nutr irse bien así no le guste el brócoli, ha y un niño, en su infancia s tierna , a quien literalmente el mundo " le queda gran- de". Su capacidad de asombro es tan inmensa que se le trasto ca n las coo r- denadas que la realidad - la s práctica y funcional- le propone . Así, a Giorgio se le escurre la sica del tocadiscos, o lava las medias en la licuadora teniendo que comprar un par cada se mana , o lo que es más grave, no puede bajar se del bu s por - que un homb re gordo le pisó el cor- dón del z apato que se le des amarr ó. 129 brought to you by CORE View metadata, citation and similar papers at core.ac.uk provided by Revistas y Boletines - Banco de la República

Upload: others

Post on 13-Nov-2021

0 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

RESEfJAS

1) Germán Arc1niega.s, Bolfvor. de Son Jacinto o Somo Marta. Bogotá, Planeta Colom­biana Editorial. 1988, págs. 18 1 y sig.

" Fabio Puyo Vasco, Muy urca d~ Bollvor, Bogotá, La Oveja Negra, 1988. pág. 7.

., Fernando Cruz Kronfly, lA ctmizo thl libertador. Bogotá, Planeta Colombiana Editorial, 1987, pág. 329.

u Véanse, por ejemplo, Enfermedad y muerte del libertador, Caracas, Oficina Central de Información, 1976, y Osear Beaujon, El libertador enfermo, 2a. ed., Caracas, Var­gas, 1968.

" Semana, núm. 358, 20 de marzo de 1989, págs. 32-33.

10 Véase Semana, pág. 28.

21 Semana, pi¡. 28.

n Gabr~l Garcla Mdrquez: la lfneo, el circulo y las metamorfosis del mito, Madrid, Edi­torial Gredos, 1983, páp., 26S y sig.

u Semana, pág. 28.

u Garcla Márquez, Cien años th soledad, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1967, pág. 28S.

:u La presencia de algunos de estos adverbios lo nota Juan Cruz en su breve reseí\a de la novela en El .Pa.ls, Madrid, 3 de abril de 1989, suplemento Cultura, pág. 2.

u Joaquln Posada Gutiérrez, Memorias hist6-rico-polltlcas, Medellln, Editorial Bedout, 1971, vol. 1, pág. 370.

,, EJ Magdalena tiene también un significado penonal para Garcla Márquez, ya que ha viajado rio arriba y abajo repetidas veces y Jo conoce pueblo por pueblo. El Magda­lena es, se¡ún opina L6pez Micbelsen en su carta abierta a Garcla Márquez, .. su gran amor .. (El Tiempo, Bogotá. 26 de febrero de 1989, pág. 8A).

• Agradezco las sugerencias estillsticas de mis amiaos y colegas Antonio Ca"eí\o y Nelly González.

lalnt• c.kllltll ~ 11111~ Vol. 21, IIAID. 12, 1990

El peso de la soledad

Glorpo Jorge Holguln Arte y Artesanias de Colombia Ltda. 1 a . ed. Rbodos, Bogotá.

Giorgio vive solo, absolutamente solo. Y lo peor es que a Giorgio le pesa mucho esa soledad, tanto que com­pró un teléfono esperando que alguien lo llamara y como nadie lo hizo, decidió llamarse a sí mismo, pero la línea estaba ocupada.

Esa irónica desolación acompaña la vida de Giorgio, personaje creado por Jorge Holguln y presentado a manera de "tira cómica". Dibujo en recuadros, una línea excesivamente simple y una información dada a tra­vés de un texto corto, sencillo, que nos cuenta cómo es la vida cotidiana de Giorgio y su absursa relación con el mundo.

El lector no sabe dónde vive Gior­gio, y la verdad es que no importa dónde, podría ser en cualquier lugar, pues Giorgio no se relaciona con el "afuera" en la medida en que ese

CUENTO

entorno tenga una extstencta propta a la cual Giorgio confluya. No. Gior­gio está metid o en sí mismo. El es el único protagonista pero no de suce­sos extraordinarios o heroicos, tam­poco de situaciones comunes. sino que protagoniza abiertamente su impo­sibilidad de relacionarse con el mun­do. Esta negación es la que hace que Giorgio haga de su domesticidad una filosofía. Giorgio se hace una fiesta de cumpleaños para él solo, se detiene a pensar en el material de la correa del reloj , en los zapatos que va a usar, en la manera de lavar las medias. No se debate precisamente entre un ser o no ser, sino en qué hacer con las tos­tadas que ya no lanza al espacio la tostadora, o cómo pescar una cereza a tiempo de un vaso de "mai-tai''. Esa es su realidad más profunda. Pero donde surge el absurdo y parte del humor es en el hecho de que Giorgio sea aún más elemental que la realidad que vive. Es incapaz de resolver los pequeños, los minuciosos pro blemas que le plantea el diario vivir. Los objetos lo sorprenden, le proponen opciones que por su obviedad lo des­conciertan dejándolo estático, sin sa­ber qué hacer.

AJ padecer la vida, al ser víctima de lo circunstancial , Giorgio no sola­mente es un anti-héroe, sino que traspasa los límites de las considera­ciones realistas, convirtiéndolo en un ser tan incapaz y tan torpe ante lo simple que se vuelve cómico. Es la comicidad del absurdo, pero también la de la ingenuidad. Detrás de ese hombre calvo, encerrado en su pro­pia soledad, obsesionado por tener pelo en la cabeza o por nutrirse bien así no le guste el brócoli, hay un niño, en su infancia más tierna, a quien literalmente el mundo " le queda gran­de". Su capacidad de asombro es tan inmensa que se le trastocan las coor­denadas que la realidad - la más práctica y funcional - le propone. Así, a Giorgio se le escurre la música del tocadiscos, o lava las medias en la licuadora teniendo que comprar un par cada semana, o lo que es más grave, no puede bajarse del bus por­que un hombre gordo le pisó el cor­dón del zapato que se le desamarró.

129

brought to you by COREView metadata, citation and similar papers at core.ac.uk

provided by Revistas y Boletines - Banco de la República

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

CUENTO

Enredado en ese mundo domés­tico. la soledad de Giorgio se hace más patética . El tiene nostalgia de otros seres como él, quisiera compa­ñía. pero al otro lado no hay nadie, está escuchándose a sí mismo como en la imagen del teléfo no, llamán­dose sin voz, a través de un aparato que desempeña el mismo papel que Jos demás objetos de la casa. E!: tan real su soledad que Giorgio entabla una íntima relación con las cosas, las carga de vida y de afecto y con la mental idad animista del niño juega con los manteles y acuesta en su cama a la tostadora porq ue para él no se dañó, sino que se puso enferma. De esta misma calidad es su relación con los animales: compra una langosta viva para comérsela y termina por cederle su bañera. S in embargo Gior­gio no soportaría una mascota por compañía. Está tan emproblemado consigo mismo y con lo q ue lo rodea q ue o pta por consentir a un huevo de pato. El único movimiento hacia el afuera es un viaje al trópico. Es nues­tro primer encuentro con Giorgio, es también nuestro primer desconcierto. Empezamos a descubrir su torpeza y su ingenuidad: se va un d ía antes del indicado al aero puerto, al empacar la maleta no sabe cuántos pares de zapatos llevar, por lo que decide ven­darse los ojos y termina escogiendo un zapato diferente para cada pie; en la aduana le encuentran camuflados 12 sanduches de queso.

Con estos preámbulos el lector espera encontrar a Giorgio inmis­cuido realmente en el mundo tropi­cal , o al menos tan "enredado" como lo vemos después. Pero no es así. Giorgio se comporta como un típico turista: va a to ros, monta a caballo agarrado del sombrero y se toma fotos con su cámara automática en el puerto. Además no se relacio na con nad ie. Aquí el pro blema no es de Giorgio sin0 de su creado r, pues esa extrañeza con el medio no es la misma q ue encontramos posterior­mente en la que Giorgio se caracte­riza por su simplicidad y su impoten­cia, sino q ue al mirar con ojos de turista, sencillamente no ve nada, sólo lugares comunes q ue parecen

130

provemr más bien de la mente del autor que del personaje. En este epi­sodio del viaje Giorgio no alcanza a tener vida propia: ese trópico es extraño para él y para quien lo envió a viajar. Está lleno de imágenes de postal que no permiten caracteriza­ción alguna del personaje.

No hay una secuencia que nos permita saber cuándo termina el viaje al trópico, pero sí hay una imagen que comienza a presentar al verda­dero Giorgio, al que se queda con nosotros , al que logra conmovernos: ésta es la de un buitre que aterriza sobre su cabeza, se queda allí todo el día y lo único que hace Giorgio es sent irse mal. Con esta imagen tan simbólica el personaje se descubre y es allí donde a mi parecer debería comenzar el libro, pues lo anterior parece responder más a la nostalgia de J o rge Holguín por estas tierras que al universo "giorgiano".

Es un libro extraño, desconcierta al t iempo que atrae. Es excesiva­mente simple pero logra crear un per­sonaje con vida propia, y con el cual muy secretamente el lector puede lle­gar a identificarse.

Si nos detenemos a analizar los elementos estructurales por separado no es mucho " lo que se salva": el d ibujo lo hace un niño de diez años no muy talentoso, el texto -como ya se dijo es simple- las situaciones son extremadamente cotidianas, el humor está hecho con lugares comunes. A pesar de la simbología de imágenes como la del buitre sobre su cabeza, o aquella en que un alce se pasa la noche mirando y vigilándolo por la ventana, alterando así su paz bucó­lica durante las vacaciones, no es pro piamente una obra de carácter simbó lico, al contrario es la obvie­dad, la transparencia, la univosidad de sentido lo que prima.

Quizás sea esta excesiva sencillez, este crear un mundo partiendo de lo más elemental, lo que haga que Gior­gio viva, tenga una existencia propia y logre producir identificación. Pero una camuflada y vergonzosa identifi­cación. Lo que pasa es que evoca lo que hay de más infantil en nuestra caparazón de adulto. Pero no al niño

RESEflAS

vivo y hábil, sino al torpe, al incapaz y sobre todo al extraño que por no lograr ordenar el caos que lo rodea y no lograr salir de sí mismo se va que­dando encerrado en su propia sole­dad, sordo, obsesivo y sobre todo bravo, muy bravo, esperando la apa­rición del próximo libro.

BEATRIZ HELENA ROBLEDO

De personajes legendarios a personajes literarios

Madreselva Holguin Urib~. Jorg~ Ilustraciones: V~lez, Marta Elena.

Para muchos colombianos mayores de 30 años, sobre todo para quienes crecieron en provincia y en el campo, oir hablar de La Madremonte, La Patasola, El Mohán, es revivir noches en que el miedo detenfa los sueños y llenaba de seres monstruosos la ima­ginación. Eran seres reales capaces de aterrorizar al más valiente y con­vertir al más pecador.

Hoy por hoy siguen teniendo vigen­cia en el campo, en las veredas y pue­blos donde la naturaleza aún los alberga.

Boletln Cullural y Bíblioarif'JCO Vol. 27. Dllm. 2l, 1990