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EL MUNDO PERDIDO SIR ARTHUR CONAN DOYLE

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  • E L M U N D O P E R D I D O

    S I R A R T H U RC O N A N D O Y L E

    Diego Ruiz
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    CAPTULO 1

    EL HEROISMO NOS CIRCUNDA

    Su padre, el seor Hungerton, era la persona msfalta de tacto sobre la tierra; de aspecto descuidado,charlatn, perfectamente afectuoso y absolutamentecentrado en su propio, tonto ego. Si algo me hubierapodido alejar de Gladys, habra sido precisamente elpensar en tener tal suegro. Estoy convencido de quel crea firmemente que mis visitas a "Los Nogales"tres veces por semana no tenan otro objeto quegozar del placer de su compaa y muy especial-mente, de escuchar sus opiniones acerca del bime-talismo, tema sobre el que estaba en camino de con-vertirse en una autoridad.

    Aquella noche soport durante ms de una horasu montono cloqueo sobre el valor nominal de la

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    plata, la depreciacin de la rupia y los verdaderospatrones para el mercado cambiaron.

    -Suponga usted -grit con vana violencia- quetodas las deudas del mundo fueran exigidas simul-tneamente, y que fuera requerida su inmediata can-celacin. Qu sucedera en las presentes condicio-nes?

    Le contest que si eso se produjera yo quedaraarruinado, lo que provoc su enojo. Reprochndo-me mi falta de seriedad se incorpor violentamentey sali de la habitacin para vestirse antes de concu-rrir a una reunin masnica.

    Finalmente qued solo con Gladys, y el mo-mento decisivo de mi vida haba llegado! Durantetoda aquella velada me haba sentido como el sol-dado que espera una seal que lo enviar rumbo auna misin desesperada, con la esperanza de lavictoria y el miedo por el fracaso dominando alter-nativamente sus emociones.

    Al sentarse Gladys, su delicado, orgulloso perfilse destac contra el fondo rojo de la cortina. Quhermosa era... y qu distante pareca!

    Tena todas las cualidades femeninas. Todos losornamentos del amor la caracterizaban; aquella de-licada piel bronceada, casi oriental en su tonalidad,

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    el negrsimo cabello, los grandes ojos, los labios lle-nos, exquisitos. Pero yo haba sido hasta entoncesincapaz de despertar tal pasin. Esa noche estabadecidido a terminar con aquella situacin inestable.

    Lo peor que podra resultar sera que rehusara miamor y era preferible ser un amante rechazado a unhermano aceptado.

    Hasta aqu me haban llevado mis pensamientos,y en el momento en que estaba por romper el largoe incmodo silencio, dos ojos oscuros me miraron yla orgullosa cabeza se sacudi en sonriente desa-probacin.

    -Tengo el presentimiento de que ests por pro-ponerme matrimonio, Ned. Deseo que no lo hagas,pues las cosas marchan mucho mejor como estnactualmente.

    -Cmo pudiste saberlo? -pregunt sorprendido.-Acaso una mujer no lo sabe siempre? Crees

    que una declaracin de amor ha pescado despreve-nida a alguna mujer, desde que el mundo es mundo?

    Pero..., Ned! Nuestra amistad ha sido hastaahora tan agradable! Sera una pena que la arruina-ras. No ves que esplndido es que podamos con-versar cara a cara y francamente en la forma en quesiempre lo hemos hecho?

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    -No s, Gladys. Puedo hablar cara a cara con...con el jefe de la estacin, pero eso no me satisface.Quiero abrazarte, sentir tu cabeza sobre mi pecho...y, oh, Gladys!...

    Salt en su silla al ver seales de que me propo-na demostrarle algunas de las cosas que yo quera.

    -Has arruinado todo, Ned. Era tan hermoso ynatural hasta este momento... Es lamentable. Porqu no pudiste controlarte?

    -No es invento mo, sino de la Naturaleza. Es elamor! -me defend.

    -Bueno, si ambos amramos, tal vez sera dife-rente, pero yo no siento amor. Nunca lo he sentido.

    -Pero... debes hacerlo, con tu belleza, con tu al-ma... Oh, Gladys, t has sido hecha para amar. De-bes amar!

    -Hay que esperar, Ned. Esperar hasta que llegueel amor.

    -Y por qu no puedes amarme a m, Gladys?Es mi aspecto, o qu?

    -No. No es eso. No eres vanidoso, de modo quepuedo decrtelo tranquilamente. Se trata de algo msprofundo.

    -M carcter?Asinti con expresin severa.

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    -Qu puedo hacer para modificarlo? Sintate yconversemos.

    Me mir con esa intrigada desconfianza que param significaba ms que la anterior confianza cordial,y se sent.

    -Ahora dime qu sucede con mi carcter.-Estoy enamorada de otro.Esta vez fui yo quien salt en su silla.-Nadie en particular -explic, rindose de mi

    sorpresa-. Slo un ideal..., un tipo de hombre quenunca he encontrado hasta ahora.

    -Hblame de l. Qu aspecto tiene?-Oh... en ese sentido podra ser parecido a ti.-Qu amable de tu parte decir eso! ... Entonces,

    qu hace ese ideal tuyo que lo diferencia de m?Dime tan solo una palabra: abstemio, vegetariano,aeronauta, teosofista, superhombre. Tratar de serlosi por lo menos me das una idea de lo que te agra-dara.

    Gladys ri nuevamente ante la elasticidad de micarcter.

    -Bueno... en primer trmino debe ser un hombrede accin, capaz de enfrentar a la muerte sin te-mores..., un hombre de grandes hechos y extraasexperiencias. No sera precisamente al hombre, a

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    quien amara, sino a sus facetas de gloria, cuyos re-flejos me iluminaran. Piensa en Richard Burton.Cuando leo la biografa que su esposa escribi pue-do comprender que lo amara profundamente. YLady Stanley! Has ledo ese maravilloso captulofinal de su libro sobre su esposo? Esa es la clase dehombres que una mujer puede adorar con toda sualma sin empequeecerse. Por el contrario, su amorlas engrandece hacindolas merecedoras de honorescomo inspiradoras de nobles hechos...

    -No todos podemos ser Stanleys o Burtons -ledije-. Adems, no todos tenemos las oportunidadesde llegar a serlo..., por lo menos yo nunca la tuve. Sise presentara alguna no la rehuira.

    -No, Ed. Las oportunidades nos rodean. Es elsigno distintivo de estos hombres crear sus propiasoportunidades. No trates de disminuir a mi ideal...

    -Yo me siento capaz de hacer cualquier cosa porcomplacerte.

    -Pero es que no debes hacerlo tan slo por com-placerme. Debe ser algo que realices porque nopuedes evitarlo, porque es natural en ti, porque elhombre que hay en ti est ansioso por desarrollaruna expresin de herosmo. Por ejemplo, cuandodescribiste la explosin de carbn en Wigan el mes

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    pasado, debas haber bajado y ayudado a aquellagente a pesar del peligro.

    -Es lo que hice.-Nunca dijiste nada...-No vala la pena. No hubo en ello nada de que

    vanagloriarse.-Yo no saba... -Me mir con cierto inters: Fue

    valiente de tu parte...-Tena que hacerlo, Gladys. Para poder escribir

    un artculo que merezca ser ledo hay que estar en elsitio preciso en que suceden las cosas...

    -Qu motivo tan prosaico! Destruye todo el ro-mance... No obstante, cualquiera haya sido la raznque tuviste para hacerlo, me alegro de que hayas ba-jado a aquella mina.

    Me dio la mano, pero con tal dulzura y dignidadque lo nico que atin a hacer fue inclinarme y be-sarla.

    -Es posible que yo sea una muchacha tonta, confantasas de nia, pero todo esto es parte de mmisma. No puedo hacer nada en contra de estosideales. El da que me case, ser con un hombre fa-moso.

    -Y por qu no? Mujeres como t son las que im-pulsan a los hombres. Dame una oportunidad y ve-

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    rs cmo me desempeo. Adems, como t dices,los hombres deben crear sus oportunidades y noesperar que les caigan del cielo. Mira a Clive... tanslo un empleado, y conquist la India. Por Dios,que todava el mundo debe ver mis hazaas!

    Mi repentina efervescencia irlandesa la hizo rer.-Claro que s. Tienes todo lo que puede necesitar

    un hombre: juventud, salud, educacin, energa. La-ment que hubieras hablado pero ahora me alegro,ya que nuestra conversacin ha despertado en tiestos deseos.

    -Y si llego a...?El tibio terciopelo de sus dedos cerr mis labios.-Ni una palabra ms, caballero. Hace media hora

    que tendras que estar en tu oficina. Algn da, talvez, cuando hayas ganado tu puesto en el mundo,hablaremos nuevamente de esto.

    Y as fue cmo me encontr aquella tarde de in-vierno corriendo tras un tranva con mi coraznquemndome por dentro, y con la firme determina-cin de no dejar transcurrir otro da sin haber en-contrado alguna empresa que me hiciera digno demi dama, sin imaginarme la increble forma que esahazaa estaba va tomando ni los extraos caminospor los que me llevara.

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    Este primer captulo podr parecer innecesario allector, pero de no haberse producido los hechos deque en l doy cuenta, este libro no habra llegado aescribirse. Solamente cuando un hombre enfrenta elmundo con la idea de que los hechos heroicosabundan a su alrededor, esperando ser emprendi-dos, y con un vivo, ntimo deseo de enfrentarse conellos, puede romper la rutina en que vive y adentrar-se en el maravilloso, mstico pas de ensueo en queesperan las grandes aventuras y las grandes recom-pensas.

    As fue cmo aquel da me encontraba en la ofi-cina del "Daily Gazette" de cuyo personal era yo uninsignificante engranaje, con la firme determinacinde descubrir en qu hecho glorioso conseguira ha-cerme digno de mi Gladys.

    Era tan slo dureza de corazn o egosmo loque la llevaba a pedirme que arriesgara mi vida parasu propia exaltacin? Pensamientos de tal ndolepueden tenerse en la edad madura, pero jams a losveintitrs aflos y dominado por la fiebre del primeramor.

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    CAPTULO 2

    EL PROFESOR CHALLENGER

    Siempre me gust McArdle, el spero editor denoticias, y en cierto modo esperaba caerle bien. Porsupuesto, el verdadero jefe era Beaumont, pero vivaen la enrarecida atmsfera de sus alturas olmpicasdesde donde no fijaba su atencin en nada de signi-ficacin menor que una crisis internacional o un res-quebrajamiento en el Gabinete. A veces lo veamospasar en solitaria majestad rumbo a su santuario, susojos mirando inexpresivamente y su mente absortaen los Balcanes o el Golfo Prsico. Estaba por arri-ba, y ms all de nosotros. Pero McArdle era su lu-garteniente y la persona con quien nosotros nosentendamos.

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    El viejo me salud con un movimiento de cabezacuando entr en su oficina, y empuj sus anteojoshacia arriba sobre su calva.

    -Bien, bien, seor Malone. Segn oigo, est ustedprogresando -me dijo con su suave acento escocs.

    Agradec su elogio y esper que continuara.-La explosin en la mina de carbn fue excelente.

    Lo mismo el incendio de Southwark. Tiene ustedverdadera capacidad descriptiva. Para qu queraverme?

    -Para pedirle un favor.Pareci alarmarse, y sus ojos rehuyeron los mos.-Qu favor?-Cree usted que sera posible enviarme a cum-

    plir alguna misin para el peridico? Hara yo loimposible por llevarla a buen trmino y presentar unartculo de real mrito.

    -En qu tipo de misin est pensando, seorMalone?

    -Y bien, algo en que exista peligro, aventura. Leaseguro que me esforzar por cumplirla. Mientrasms difcil, mejor para mis propsitos.

    -Parece usted ansioso por perder la vida.-Por justificarla, seor.

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    -Mi querido seor Malone, esto parece un pocoromntico, exaltado. Me temo que este tipo de cosaspertenezcan al pasado. El costo de una de esas mi-siones especiales es, habitualmente, muy elevadopara los resultados que de ellas se obtienen. Ade-ms, este tipo de tarea se asigna a hombres de expe-riencia, que cuentan con la confianza del pblico.Los espacios en blanco en los mapas ya estn com-pletos, y no queda sitio alguno para la aventura no-velesca... Espere! Hablando de espacios en blancoen los mapas ya estn completos y no queda sitioalguno para la aventura novelesca... Espere! Ha-blando de espacios en blanco en los mapas... queopina de la idea de desenmascarar a un mentiroso, aun moderno Munchausen, y ponerlo en ridculo?Usted podra ponerlo en evidencia como el fraudedel siglo! Le interesa?

    -Cualquier cosa... en cualquier parte... no importa.McArdle medit en silencio durante unos minu-

    tos.-Me pregunto si podr usted siquiera conversar

    con el individuo. Usted parece tener cierta habilidadinnata para establecer relaciones con la gente. ..,simpata, supongo, o magnetismo animal, o vitalidad

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    juvenil. Vaya uno a saber en qu consiste!, pero yomismo tengo conciencia de ello cuando lo veo.

    -Es usted muy amable, seor.-Siendo as, por qu no prueba suerte con el

    profesor Challenger?Debo admitir que me sobresalt.-Challenger! El famoso zologo! El hombre

    que le rompi el crneo a Blundell, del "Telegraph"?MeArdle sonri, ceudo.-No le agrada la idea? Dijo usted que quera

    aventuras...-Bueno..., todo es parte del oficio, seor

    -contest.-As es. Adems, no creo que siempre sea tan

    violento. Pienso que Blundell lo abord en malmomento, o de mala manera. Espero que usted ten-ga ms suerte, o ms tacto. Presiento que en esteasunto hay aleo como lo que usted est buscando, yque a la "Gazette" puede servirle.

    -Realmente, debo admitir que no s nada al res-pecto. Record su nombre solamente por su rela-cin con los procedimientos judiciales por golpear aBlundell.

    -Tengo algunas notas para guiarlo, seor Malone.He estado atento a los movimientos del profesor

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    durante cierto tiempo. Aqu tengo un resumen desus datos. Srvase.

    Antes de guardar el papel en mi bolsillo lo le r-pidamente.

    "Challenger, George Edward. Nacido en Largs99 en 1863. Educacin: Academia de Largs; Univer-sidad de Edimburgo. Asistente del Museo Britnicoen 1892. Conservador Asistente del Departamentode Antropologa Comparada en 1893. Renunci esemismo ao despus de mordaz correspondencia.Ganador de la Medalla Crayston por InvestigacinZoolgica. Miembro Extranjero de -seguan casicinco centmetros de escritura pequea detallandosociedades cientficas- Sociedad Belga, AcademiaAmericana de Ciencias, La PlataR etc., etc. Ex presi-dente de la Sociedad Paleontolgica. AsociacinBritnica, Seccin H., etc., etc. Publicaciones: "AlgunasObservaciones con Respecto a una Serie de CrneosKalmuck", "Bosquejo de la Evolucin de los Verte-brados", y numerosos folletos, incluyendo "La Fun-damental Falacia del Weissmannismo", que causacalorada discusin en el Congreso de Zoologa deViena. "Pasatiempos: Caminatas. Alpinismo. Domi-cilio: Enmore Park, Kensington.

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    -Y bien, seor. Qu ha hecho el profesor Cha-llenger para que se considere de inters periodsti-co?

    -Hace dos aos fue a Sudamrica, solo. Regresel ao pasado. Sin lugar a dudas estuvo all, perorehus indicar el sitio exacto. Comenz a narrar susaventuras, si bien en forma imprecisa, y cuando al-guien seala ciertas lagunas en su relato se encerren el ms absoluto silencio. Algo maravilloso tieneque haberle sucedido... o es un mentiroso genial.Exhibi algunas fotografas averiadas, de las que secoment que eran falsas. Se puso incmodo hasta elpunto de que reacciona violentamente cuando lehacen preguntas, y arroja a los periodistas por lasescaleras. En mi opinin es un megalmano homi-cida con un toque cientfico. He ah a su hombre,Malone. Adelante con su labor y vea qu puede ob-tener. Es usted bastante crecido como para saberdefenderse solo y, despus de todo, puede estartranquilo: lo cubre el seguro de accidentes del per-sonal.

    Con este ltimo comentario, dio por terminada laentrevista.

    Me encamin al Savage Club, pero en lugar deentrar inmediatamente me detuve un rato, apoyado

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    en la baranda de la Terraza Adelphi mirando haciael ro. Pienso con mayor lucidez al aire libre. Extrajedel bolsillo la lista de los merecimientos del profe-sor y la rele lentamente a la luz de la lmpara de lacalle. Repentinamente tuve lo que considero unainspiracin: como hombre de la prensa deba dese-char la idea de obtener una entrevista con el profe-sor Challenger, pero este detalle, varias vecescomentado en su biografa esquemtica, slo podaindicar, a mi modo de ver, que el hombre era unfantico de la ciencia. No habra por ese caminouna brecha que lo hiciera accesible? Tendra quetratar de encontrarla.

    Entr en el club. Era un poco ms tarde de las yel gran saln estaba bastante concurrido, si bien to-dava no haba llegado el momento en que la asis-tencia habitual se colmara. El hombre que andababuscando se encontraba sentado en un sof, cercadel hogar. Era Tarp Henry, del personal de "Natu-raleza".

    Me sent a su lado y sin ms prembulos le con-sult sobre lo que me haba llevado.

    -Qu sabes del profesor Challenger?Levant las cejas con cientfica desaprobacin

    antes de responderme.

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    -Challenger? Es ese hombre que vino de Suda-mrica contando un increble cuento sobre ciertosextraos animales... Creo que posteriormente se re-tract. Por lo menos, dej de repetir su historia.Concedi una entrevista a la gente de Reuter y eltumulto que ello provoc le demostr claramenteque nadie le creera. Es un asunto completamenteinadmisible. Creo que una o dos personas estabaninclinadas a creerle, pero l mismo se encarg dealejarlas de su causa.

    -De qu manera?-Con su insufrible rudeza y su imposible com-

    portamiento. Uno de ellos, por ejemplo, el bueno deWadley, del Instituto Zoolgico, le envi un men-saje: "El Presidente del Instituto Zoolgico presentasus respectos al Profesor Challenger y le ruega quie-ra brindarle el honor de concurrir a la prxima reu-nin del Instituto, lo que considerar como un favorpersonal". La respuesta de Challenger no puede serimpresa.

    -Increble!-As es. Una versin suave de la misma podra

    ser: "El Profesor Challenger presenta sus respetos alPresidente del Instituto Zoolgico, y considerar unfavor personal que se vaya al diablo".

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    -Buen Dios!-S. Creo que eso fue lo que dijo Wadley. Recuer-

    do sus lamentaciones en la reunin. Su discursocomenz: "En cincuenta aos de experiencia en elintercambio de conocimientos cientficos... " El po-bre hombre estaba destrozado.

    -Algo ms que puedas decirme sobre Challen-ger?

    -Bueno. Sabes que mi campo de actividad es labacteriologa, pero en reuniones cientficas he odocomentarios sobre l. Es uno de esos hombres queno pueden ser ignorados. Inteligente, lleno de fuer-za y vitalidad, pero pendenciero, manitico e ines-crupuloso. Ha llegado incluso al extremo depresentar fotografas falsas relacionadas con su ex-pedicin a Sudamrica.

    -En qu consiste su mana?-Tiene miles; pero la ltima est relacionada con

    Weissmann y la Evolucin. Tuvo una terrible discu-sin en Viena, al respecto.

    -Puedes contarme algo sobre eso?-No recuerdo los detalles, pero en la oficina ten-

    go archivada una traduccin de lo sucedido. Si vie-nes conmigo te la facilitar.

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    -Por supuesto, siempre que no te resulte dema-siado tarde. Eso es exactamente lo que necesito paraconseguir una va por donde aproximarse a Cha-llenger. Eres extraordinariamente gentil al ayudarmeas.

    Media hora ms tarde estaba yo sentado en laoficina del peridico, con un gran libro abierto enuna pgina en que se lea "Weissmann versus Dar-win" y un subttulo que indicaba "Vivas protestas enViena. Reunin Efervescente". Mis escasos conoci-mientos cientficos me impedan seguir el hilo de lacuestin, pero resultaba evidente que el profesoringls haba presentado su posicin en forma agre-siva, lo que molest profundamente a sus colegascontinentales. "Protestas" "Tumulto" y "Reclamogeneral ante la Presidencia del debate" fueron lastres primeras acotaciones que me llamaron la aten-cin. No obstante, el resto de la descripcin de lareunin estaba escrita en chino, o por lo menos esopareca a mi pobre cerebro inculto.

    -Podras traducirme esto al ingls? -solicit a migentil colega.

    -Si ests leyendo una traduccin!-Entonces probar con el original en alemn. Tal

    vez tenga ms suerte.

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    Tarp ri comprendiendo mi embarazo.-S, la verdad es que resulta incomprensible para

    el lego.-As es. Si pudiera entender alguna frase sustan-

    ciosa, simple y definida me encontrara en condicio-nes de afrontar lo que me propongo... Aqu hay al-go. Creo que entiendo lo que dice. Lo copiar. Es-pero que sea este el camino que me permita conver-sar con el profesor Challenger.

    -Me alegro. Hay algo ms que pueda hacer porti?

    -Bueno..., s. Me propongo escribirle. Si pudierahacerlo desde aqu, en tu papel, le dara ms carc-ter.

    -Con lo que tendr aqu a Challenger dispuesto apromover un escndalo y destrozar el mobiliario.

    -No, no. Te mostrar la carta. Te aseguro que noser como piensas.

    -Y bien; aqu tienes mi silla y mi escritorio. Ade-lante. Pero, insisto, tendr que ver esa carta antesque salga de esta casa.

    Me llev tiempo y trabajo hacerlo, pero cuandotermin me enorgullec de leer la carta a mi amigo.

    "Estimado Profesor Challenger:

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    "En mi condicin de humilde estudiante de lanaturaleza, he experimentado siempre gran intersante sus especulaciones sobre las diferencias entreDarwin y Weissmann. Recientemente tuve oportu-nidad de leer nuevamente su magistral exposicinen Viena. No obstante mi admiracin por su eru-dicin, encuentro que una frase de la misma ne-cesitara ser reestructurada y, tal vez, modificadatotalmente. Me refiero a sus comentarios que dicen:Protesto abiertamente contra la insufrible y abso-lutamente dogmtica asercin de que cada id porseparado constituye un microcosmos posesor deuna arquitectura histrica elaborada lentamente atravs de incontables generaciones. No cree ustedtambin que esta aseveracin es susceptible de sermodificada? Con su permiso, me agradara teneruna entrevista con usted, pues considero, que podrahacerle algunas sugestiones que slo seran inter-pretadas en todo su valor en una conversacin per-sonal. De contar con su consentimiento, tendra elhonor de visitarle el prximo viernes a las once dela maana.

    Al expresarle nuevamente mi profundo respetopor su obra, saludo a usted muy atentamente.

    EDWARD D. MALONE".

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    -Qu te parece? -pregunt a Tarp con sonrisatriunfal.

    -Si tu conciencia te lo permite... Y qu piensashacer?

    -Entrar en su casa. Una vez en ella tal vez en-cuentre algn medio de obtener la entrevista. Inclu-so llegar a confesarle abiertamente mi superchera.Si es que realmente tiene espritu deportivo, se senti-r movido...

    -Lo ms probable es que sea l quien produzca elmovimiento... Te har falta una cota de mallas o,mejor an, una buena armadura. Bueno, por estanoche ya no puedes hacer nada. Si Challenger sedigna contestar, tendrs su respuesta el mircolespor la maana. Aunque, por tu propio bienestar,espero que no sea as.

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    CAPTULO 3

    UNA PERSONA ABSOLUTAMENTEINTRATABLE

    Las esperanzas de mi amigo se vieron defrauda-das. El mircoles recib un sobre en el que aparecami nombre garrapateado con una escritura que re-cordaba alambres de pa. La carta que contena ex-presaba:

    "Muy seor mo:He recibido su nota, en la que manifiesta apoyar

    mis puntos de vista, en cuyo sentido le aclaro queno necesito del apoyo suyo ni de nadie. Se atreveusted a emplear la palabra especulaciones en rela-cin con mi manifestacin sobre el Darwinismo, yconsidero necesario hacerle saber que utilizar talpalabra para calificar mis opiniones resulta ofensi-

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    vo. El contenido de su carta me convence, no obs-tante, de que usted ha pecado por ignorancia y faltade tacto, y no por malicia, lo que me predispone adesestimar estos agravios. De mi conferencia hacitado usted una frase aislada, y parece tener difi-cultades en comprenderla. Yo considero que nica-mente una inteligencia subhumana poda fracasar eninterpretarlo, pero si realmente necesita usted queample la exposicin consentir en recibirlo a la ho-ra que usted sugiri, si bien las visitas de cualquierndole me resultan altamente desagradables. Encuanto a su opinin de que podra yo llegar a modi-ficar mis declaraciones, le hago saber que no es micostumbre hacerlo, especialmente despus de haberexpresado una opinin que he madurado previa-mente. Le ruego exhiba el sobre de esta carta a mimayordomo cuando venga, ya que l tiene queadoptar extremadas precauciones para protegermede esos tunantes importunos que se llaman a smismos periodistas.

    " Saludo a usted muy atentamente,"GEORGE EDWARD CHALLENGER.

    As deca la carta que le en voz alta a Tarp Hen-ry. Su nico comentario fue que le pareca haber

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    odo hablar de algo mejor que el rnica, y cuyonombre no recordaba.

    Eran casi las diez y media cuando recib estacarta, y tuve que tomar un taxi para llegar a tiempo ala cita.

    Abri la puerta un sirviente de aspecto extrao,moreno y extremadamente delgado, que vesta cha-queta de cuero y polainas de color castao. Supedespus que era l chofer, que adems de tales fun-ciones cubra las vacantes ocasionales entre uno yotro mayordomo fugitivo. Al exhibir el sobre de lacarta que me haba enviado el profesor, me fran-que la entrada.

    Lo segu a lo largo de un corredor, donde fuimosinterrumpidos por una mujer que sala de lo quedespus supe era el comedor. Era una dama de ojososcuros, vivaz y de aspecto inteligente, cuya aparien-cia era ms de francesa que de inglesa.

    -Un momento, por favor. Usted espere aqu,Austin. Pase, seor. Puedo preguntarle si ha tenidorelaciones con mi esposo anteriormente?

    -No, seora. No entonces le presento nuestrasexcusas por anticipado. Creo necesario advertirleque se trata de un hombre absolutamente intratable.Espero que, sabindolo, est usted preparado para

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    hacer algunas concesiones. Si nota que se muestrainclinado a la violencia, salga rpidamente delcuarto. No trate de discutir con l. Muchos que lointentaron sufrieron las consecuencias. Supongobien si estimo que no es sobre Sudamrica que quie-re usted hablar con l?

    -Sobre esto es -le dije. Nunca he podido mentirlea una dama.

    -Por Dios! Ese es el tema ms peligroso. Ustedno creer una palabra de lo que le diga, lo que nome sorprender. Pero no se lo diga. Finja aceptarsus informaciones; tal vez as consiga salir airosodel trance. Tenga siempre presente que l est con-vencido de lo que sostiene. Nunca hubo hombrems honesto que l. Ahora, apresrese. Podra sos-pechar si demora usted ms. De todos modos, siobserva que se pone peligroso, realmente peligroso,haga sonar la campanilla y mantngalo alejado hastaque yo llegue. Por lo general, puedo controlarlo aunen sus peores momentos.

    Con estas palabras de aliento, la seora aquellame dej nuevamente en manos de Austin, que habapermanecido esperando como si fuera una estatuade bronce.

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    Un suave golpe sobre una puerta, un mugidodesde el interior, y me encontr frente al profesorChallenger. Estaba sentado en una silla giratoria trasuna amplia mesa cubierta de libros, mapas y dia-gramas. Su apariencia me hizo contener la respira-cin. Esperaba encontrarme con un hombre pococorriente, pero nunca ante una personalidad tansubyugante como la suya. El tamao de su cuerpo ysu imponente presencia eran los principales factoresdel efecto que produca conocerle. Su cabeza eraenorme, la ms grande que recuerdo haber visto. Sucara y su barba hacan recordar a los toros de la es-cultura asiria, especialmente la barba, tan negra quepor momentos daba reflejos. azules, cuadrada y ri-zosa, que se extenda hacia abajo sobre su pecho.Sus ojos de color azul grisceo miraban desde lasombra de espesas cejas negras, con expresin clara,crtica y dominante. Sus hombros amplios y un pe-cho del tamao de un barril era lo nico que apare-ca desde detrs del escritorio, esto y dos enormesmanos cubiertas de largos vellos negros.

    Tal fue mi primera impresin del notorio profe-sor Challenger.

    -Y bien?...

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    Una insolente mirada acompa su pregunta. Yotendra que hacer que mi engao se mantuviera porlo menos unos minutos ms, pues de lo contraroera evidente que la entrevista ya haba terminado.Con expresin de humildad extraje el sobre.

    -Usted tuvo la amabilidad de concertarme unacita, seor.

    -De modo que usted es el joven que no entiendela ms simple frase en idioma ingls. De todos mo-dos, comprendo que est de acuerdo con mis con-clusiones generales, verdad?

    -Completamente, seor! -respond enftica-mente.

    -Eso me hace sentir mejor -coment con irona-.Y bien, seor mo, vayamos al grano, a fin de redu-cir la duracin de su visita que no creo le resulteagradable a usted y es extremadamente molesta param. Usted cree que algunos comentarios suyos po-dran tener relacin con la proposicin de mi tesis,no es as?

    Lo brutalmente directo de su interrogacin hacadifcil evadirse, y necesitaba todava esperar un pocoantes de iniciar mi propia ofensiva. Mi ingenio ir-lands me abandonaba precisamente en esos mo-mentos en que tanto lo requera, y el profesor Cha-

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    llenger me urga con sus fros ojos clavados en losmos.

    -Soy tan slo un simple estudiante, apenas unpoco ms que un curioso. Pero creo que usted fuealgo severo con Weissmann en este asunto. Noopina que la evidencia general desde entonces hatendido a fortalecer su posicin?

    -Qu evidencia? -dijo con amenazadora calmaen su voz.

    -Bien, por supuesto, no hay ninguna evidenciadefinida. Me refera tan slo a la orientacin de laopinin actual y al punto de vista cientfico general.

    Se inclin hacia adelante con expresin severa.-Supongo que le consta a usted que el ndice cra-

    neal es un factor constante, no es as?-Naturalmente -contest.-Y que la telegona est an bajo juicio?- conti-

    nu, llevando la cuenta de los distintos argumentoscon los dedos de su mano.

    -Sin lugar a dudas.-Y que el plasma del germen es diferente del

    huevo partenogentico?-Por supuesto! -exclam, asombrndome de mi

    propia audacia.

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    -Y qu prueba eso? -prosigui el profesor convoz suave, persuasiva.

    -Ah, en verdad! Qu prueba eso? -murmur.-Quiere usted que se lo diga? -su voz tena mati-

    ces invitantes.-S, por favor.El susurro se convirti nuevamente en el rugido

    inicial.-Prueba que usted es el ms audaz impostor de

    Londres! Que usted es un vil periodista..., un reptilque sabe tanto de ciencia como de decencia!

    Se haba incorporado de un salto, con los ojosinyectados de loca rabia. An en aquel momento detensin me llam la atencin el descubrir que no eraun hombre alto, ya que su cabeza quedaba debajo dela altura de mis hombros..., un Hrcules incompletocuyo desarrollo se haba limitado a ancho, pro-fundidad y cerebro.

    -Tonteras y nada ms que tonteras! Eso es loque le estuve diciendo. Unicamente tonteras consabor a ciencia! Crey que podra usted medirse enastucia conmigo? Usted..., con su cerebro de nuez?Ustedes..., infernales escribientes, se creen omnipo-tentes. Han perdido todo sentido de proporcin.No son otra cosa que globos inflados. Pero yo los

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    he de poner en su lugar. S, seor. No podrn uste-des ganarle a G. E. Challenger. Ha perdido ustedpartida, seor Malone. Jug usted a un juego muypeligroso y ha perdido.

    -Mire, profesor. Puede usted ser todo lo insul-tante que quiera, pero no le permitir que me ataque.

    Yo haba retrocedido hasta la puerta, y la abrmientras deca eso. El profesor se aproximaba ca-minando amenazadoramente y se detuvo, con susmanos en los bolsillos de la chaqueta.

    -No? Ya he echado a varios de ustedes de micasa. Usted ser el cuarto o el quinto, no estoy muyseguro ahora. Por qu razn cree usted ser diferentede los dems de su fraternidad, es algo que no al-canzo a comprender.

    Reasumi su amenazador avance. Pens en huir,pero me resultaba demasiado ignominioso. Adems,comenzaba a estimular mi nimo un cierto deseo deponer las cosas en su lugar, de concluir con las bra-vatas de este hombre. Al comenzar la entrevista miposicin haba sido falsa, de acuerdo, pero las ame-nazas del profesor me daban derecho a defenderme.

    -Le aconsejo no ponerme las manos encima, pro-fesor. No se lo permitir.

    -No me diga?

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    Una torcida sonrisa elev la punta de su bigote ala vez que mostraba sus blancos incisivos.

    -No se comporte como un tonto, profesor! Pesoms de noventa kilos, me encuentro en perfectascondiciones fsicas y juego como centro tres cuartostodos los sbados para el equipo irlands de Lon-dres. No soy el hombre...

    En aquel momento Challenger arremeti. Fueuna suerte que la puerta estuviera abierta, pues deotro modo la hubiramos destrozado. Rodamos porel pasillo, donde de algn modo, que todava igno-ro, se nos enred una silla. Pasamos por la puertaprincipal, que el vigilante Austin haba abierto paranosotros, y, tras un salto mortal con el que traspu-simos los escalones de entrada, camos en la vereda.La silla se destroz, y nosotros rodamos hasta laalcantarilla, donde nos separamos. Challenger seincorpor balanceando sus puos y resoplandocomo un asmtico.

    -Ya tiene suficiente?-Maldito prepotente, le ensear! -grit mientras

    comenzaba a levantarme.En esos momentos, se nos aproxim un polica,

    libreta en mano.

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    -Qu sucede? Deberan avergonzarse ustedes.Qu ha pasado aqu?

    -Este hombre- me atac -dije.-Es cierto eso? -consult el polica a Challenger,

    que respir violentamente, pero no contest.-Por lo que recuerdo, no es la primera vez

    -continu el agente-. El mes pasado tuvo usted difi-cultades por el mismo motivo. Ha golpeado fuerte-mente a este hombre. Mire ese ojo. Formularusted la denuncia, seor?

    Para ese momento, yo ya me haba aplacado.-No, no lo har.-Cmo?...-Fue culpa ma. Me entromet no obstante su avi-

    so.El polica cerr la libreta.-Bueno; que no se repitan estas situaciones

    -reconvino al profesor, y, volvindose al grupo degente que nos haba rodeado, los inst a circular.

    El profesor me mir y en el fondo de sus ojosme pareci observar una chispa de humor.

    -Sgame, que todava no he terminado con us-ted!

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    Su acento era siniestro, pero de todos modos losegu. Austin cerr la puerta tras nosotros, sin decirpalabra.

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    CAPTULO 4

    ALGO SORPRENDENTE

    Apenas entramos, la seora de Challenger salifuriosa del comedor y cerr el paso a su esposo,como una gallina airada frente a un bulldog. Eraevidente que haba presenciado mi apresurada sali-da, pero no mi regreso.

    -George, eres un bruto. Has lastimado a ese jo-ven.

    El seal hacia atrs con el pulgar.-Aqu lo tienes, sano y salvo.-Lo siento, no lo haba visto.-Le aseguro seora que todo est bien.-Le ha dejado marcas en la cara! George, eres

    un bruto! Nada ms que escndalo durante todas las

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    semanas. Todos te odian y se ren de ti. Has agotadomi paciencia...

    Challenger murmur algo sobre la ropa sucia enpblico.

    -No es ningn secreto! -grit la seora-. Creesque no lo sabe ya todo el mundo? No sabes quetodos estn hablando de ti? Dnde est tu digni-dad? La dignidad de un hombre que debera serprofesor en una gran universidad, con miles de es-tudiantes atendindole reverentemente... Dndeest tu dignidad, George?

    -Y la tuya, querida?-Me pides demasiado. No eres ms que un rufin,

    pendenciero y prepotente.-Basta, Jessie, por favor.-Un rufin prepotente y gritn!-Suficiente! Tendr que ponerte en penitencia.Para mi sorpresa, el profesor se inclin y, levan-

    tando a su esposa, la sent sobre un pedestal demrmol negro que adornaba un rincn del cuarto,que tena no menos de dos metros de alto y era tandelgado que apenas poda ella mantener el equili-brio. No recuerdo haber visto nada tan ridculo co-mo aquella pobre mujer all arriba, con la cara

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    convulsionada por la ira, los pies balancendose y elcuerpo rgido por miedo de caer.

    -Djame bajar!-Pdelo por favor.-Bruto! Djame bajar!-Venga conmigo al estudio, seor Malone.-Realmente, seor... -dije, mirando a la dama.-Aqu lo tienes al seor Malone intercediendo

    por ti, Jessie. Di "por favor" y te bajo.-Bruto! Eres un bruto! Por favor, por favor!La baj con el mismo esfuerzo como si hubiera

    sido un canario.-Debes controlar tu comportamiento, querida. El

    seor Malone es un hombre de la prensa. Para ma-ana aparecer todo en su diario y vender por lomenos una docena ms entre nuestros vecinos."Extraa historia entre la alta sociedad". Porquerealmente estabas alta sobre el pedestal, no es as?No olvides que el seor Malone, como todos los desu gremio, viven de eso. Son todos comedores decarroa, verdad, seor Malone?

    -Es usted absolutamente intolerable! -dije aira-damente, lo que le hizo rugir de risa.

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    -Pronto tendr que enfrentarme con una coali-cin -coment mirndonos, alternativamente, a suesposa y a m.

    Luego cambi repentinamente de tono.-Disculpe este frvolo bromeo familiar, seor

    Malone. Le ped que regresara con un propsitomas serio. Ahora, mi pequea mujer, vete. Djanosa solas. Tienes absoluta razn en lo que dices. Yosera un hombre mejor si siguiera tus consejos, perodejara de ser George Edward Challenger. El mun-do est lleno de hombres mejores y hay un solo G.E. C.

    Se despidi de ella con un afectuoso y resonantebeso, que me produjo an ms embarazo que su an-terior violencia, y volvimos al estudio del que tantumultuosamente habamos salido unos minutosantes. El profesor cerr cuidadosamente la puerta,me invit a ocupar un sof y me convid con ciga-rros.

    -Autnticos "San Juan Colorado". La gente exci-table como usted necesita de cualquier narctico. Cielos! No lo muerda! Crtelo con suavidad. Aho-ra pngase cmodo y escuche. Escuche atentamentea todo lo que yo le diga y, si se le ocurriera algn

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    comentario, resrvelo para un momento ms opor-tuno. Por ahora, escuche en silencio.

    "Ante todo, le aclarar el motivo de admitirlonuevamente en mi casa despus de su merecida ex-pulsin. Me llev a hacerlo su respuesta a aquel ofi-cioso agente de polica, en la que me pareciobservar buena disposicin de su parte; mejor dis-posicin, por supuesto, de la que estoy acostumbra-do a asociar con la gente de su profesin. Al admitirque el incidente era culpa suya, dio usted prueba decierta actitud mental y amplitud de miras que atraje-ron favorablemente mi atencin. La subespecie de laraza humana a la que usted tiene la desgracia depertenecer ha estado siempre por debajo de mi ho-rizonte mental. Usted, en cambio, lleg a elevarsehasta aparecer en mi plano de inters, y es por esoque le invit a regresar, dispuesto a ampliar mi co-nocimiento de usted... Puede dejar caer las cenizasen esa bandejita japonesa que est sobre la mesa debamb a su izquierda.

    Dijo todo esto en el tono con que un profesor sedirige a sus alumnos, se interrumpi para buscaralgo entre la maraa de papeles que cubra su mesade trabajo y, mostrndome un ajado cuaderno deapuntes, continu:

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    -Voy a contarle algo de Sudamrica. Le ruego nohaga ningn comentario hasta que yo termine. Antetodo, quiero que quede perfectamente aclarado quenada de lo que le diga ser repetido al pblico, salvoque yo lo autorice expresamente, y es muy probableque jams llegue yo a autorizarlo. Entendido.

    -Es difcil de prometer. Con toda seguridad...-Eso es todo -me interrumpi-. Tenga usted muy

    buenos das.-No, no! -grit-. Me someto a cualquier condi-

    cin, ya que no me queda otra alternativa...-As es. No tiene otra.-Entonces, lo prometo.-Palabra de honor?-Palabra de horror.Me mir con expresin de duda en sus ojos in-

    solentes.-Pensndolo bien, qu s sobre su honor?-Por Dios! -exclam irritado-. Jams en mi vida

    he sido insultado as. Se est tomando usted dema-siadas libertades conmigo!

    Mi explosin pareci interesarlo, ms que moles-tarlo.

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    -Cabeza redonda, braquicfalo -murmur-. Ojosgrises, cabellos negros, con sugestiones de negroide.Cltico?

    - Soy irlands, seor.-Irlands irlands?-As es.-Eso lo explica todo. Veamos, usted me ha dado

    esa promesa de que mis confidencias sern respeta-das. Tales confidencias no sern completas; todo locontrario, pero le dar algunas informaciones queresultarn de inters. En primer lugar, sabr ustedque hace dos aos hice un viaje a Sudamrica, unviaje que llegar a ser clsico en los anales de lahistoria de la ciencia en el mundo, y cuyo objeto fueverificar algunas conclusiones de Wallace y Bates, loque nicamente poda lograr observando los hechosque ellos indicaron, bajo las mismas condiciones enque ellos mismos los haban observado. Si mi expe-dicin no hubiera tenido otros resultados que esasobservaciones, hubiera merecido igualmente sertenida en cuenta, pero me ocurri un extrao inci-dente que me impuls a iniciar una investigacintotalmente diferente de la que me propona efectuar.

    "Sabr usted -continu- que ciertas regiones de lacuenca del Amazonas se encuentran exploradas

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    parcialmente apenas, y que gran numero de tributa-rios del gran ro ni siquiera figuran en los mapas. Mipropsito era visitar estas regiones y examinar sufauna, con lo que obtuve material para varios cap-tulos de ese monumental trabajo de zoologa queser la justificacin de mi paso por el mundo. Meencontraba ya de regreso, cumplida mi tarea, cuandotuve la ocasin de pasar una noche en una pequeaaldea indgena situada en la confluencia de ciertotributario del Amazonas cuyo nombre me reservo.Se trataba de una poblacin de indios Cucama, unaraza amistosa pero degradada, cuya capacidadmental es apenas superior a la de un londinensemedio. En mi anterior visita a la tribu, cuando subel curso del ro, efectu algunas curaciones, y de estemodo se vieron tan impresionados por mi persona-lidad que no me sorprendi que esperaran ansiosa-mente mi regreso. Por sus gestos supuse,justificadamente, que se necesitaban mis serviciosmdicos. El jefe me gui a una de las chozas, en lasque se encontraba el hombre enfermo que, segnalcanc a comprender, haba fallecido en ese precisoinstante. Me sorprendi grandemente observar queno se trataba de un nativo, sino de un hombre blan-co, en realidad, un hombre muy blanco, con cabe-

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    llos pajizos y algunas de las caractersticas de unalbino. Vesta harapos y mostraba evidentes sealesde haber vivido momentos penosos recientemente.Por lo que pude entender de las narraciones de losnativos, era la primera vez que apareca en esa re-gin, y haba llegado a la aldea cruzando la selva,solo y absolutamente agotado por la fatiga. Sobre elpiso estaba la mochila del difunto, cuyo contenidoexamin. Su nombre, segn una tarjeta adherida alinterior de la maleta, era Marile Vffiite, domiciliadoen Lake Avenue, Detroit, Michigan. Un nombre quepronunciar siempre con el mayor respeto. Losefectos que contena la mochila lo indicaban comoartista y poeta en busca de efectos. No me consideroun juez capaz para tales cosas, pero su poesa, segnlos ejemplos que all haba, era deficiente, y lo mis-mo puedo decir de los dibujos que llevaba, compar-tiendo el espacio desocupado de la mochila con unacaja de pinturas, algunos pinceles, ese hueso curvoque puede usted ver en mi tintero, un revlver ba-rato y algunas balas. Si alguna vez tuvo ropas yefectos personales, los haba perdido en el viaje,pues todo lo que he nombrado constitua la riquezatotal de ese extrao bohemio americano. Ya me es-taba por alejar de su lecho de muerte, cuando ob-

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    serv que algo asomaba entre los harapos de suchaqueta. Era este libro de apuntes, que estaba en-tonces tan arruinado como lo ve usted ahora. Puedoasegurarle que esta reliquia ha recibido de mis ma-nos mayores cuidados que si se tratara de un ma-nuscrito de Shakespeare. Tmela, le ruego estudiesu contenido y examine lo que all encuentre.

    Me entreg el libro y se apoy en el respaldo desu silln, estudiando a travs del humo de su cigarroel efecto que el libro me produca.

    Yo haba abierto el volumen esperando una reve-lacin, si bien no poda imaginar de qu naturalezasera. La primera pgina me desilusion en ciertomodo, ya que slo contena el retrato de un hombremuy gordo, con la indicacin "Jimmy Colver en elvapor-correo". Seguan varias hojas con pequeosbosquejos de indios y sus actividades, estudios demujeres y nios, y luego una serie ininterrumpida dedibujos de animales con explicaciones tales como"Manat en un banco de arena" "Tortugas y sushuevos", "Agustn negro bajo una palmera" y, final-mente, una doble pgina de estudios de desagrada-bles saurios. Nada de lo que haba visto me resulta-ba de significacin especial. Levant mis ojos dellibro y mir al profesor.

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    -Me parece que stos son cocodrilos. Es as,profesor?

    -Yacars. No existe un verdadero cocodrilo enAmrica del Sur. La diferencia...

    -Lo que quiero decir es que no veo nada extra-o... que justifique lo que usted me dijo.

    -Mire la pgina siguiente -coment, sonriendosuavemente.

    As lo hice, pero mi indiferencia continu. Se tra-taba de un paisaje, bosquejado apenas y con ciertassugestiones de colores, a manera de gula para unposterior cuadro, ms elaborado. Haba all un pri-mer plano de claro color verde con vegetacin te-nue, que se elevaba en una pendiente hasta una lneade farallones de oscuro color rojo, con extraosestratos que me hacan recordar ciertas formacionesbaslticas. En un extremo apareca una piedra aisla-da, de forma piramidal y coronada por un gran r-bol, y a la que una hendidura no muy ancha, a juzgarpor el dibujo, separaba del risco principal. Detrs detodo esto, un azul cielo tropical. En la pgina si-guiente apareca otra acuarela del mismo lugar, perodibujada desde ms cerca, con lo que los detalleseran ms visibles.

    - Y bien?

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    -Sin duda es una curiosa formacin -repuse perono s bastante de geologa como para decir que seaalgo de maravilla.

    -Maravilla! -repiti Challenger-. Es algo nico.Es increble. Nadie en el mundo so siquiera en laposibilidad de que exista algo as. Ahora mire la p-gina siguiente.

    As lo hice, y no pude contener una exclamacinde sorpresa al ver all dibujada la criatura ms extra-a que hubiera visto en mi vida. Era el salvaje sueode un fumador de opio, la visin de un delirio. Lacabeza recordaba a la de un ave; el cuerpo, al de unlagarto hinchado; la larga cola estaba erizada de p-as y el curvo lomo presentaba un borde serrado, quehaca pensar en muchas crestas de gallo alineadas.Frente a este animal apareca un absurdo mueco,un diminuto enano de forma humana, que lo obser-vaba.

    -Qu opina ahora? -fue la pregunta del profesorChallenger, que frotaba sus manos con expresintriunfal.

    -Es monstruoso..., grotesco.-De acuerdo. Pero, qu fue lo que llev a White

    a dibujar tal animal?-Gin barato, supongo.

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    -Es esa la mejor explicacin que se le ocurre?-Bueno..., cul es la suya?-La razn obvia es que tal criatura existe. Que en

    verdad fue dibujada del natural.Lo nico que impidi que riera a carcajadas fue

    el recuerdo de nuestra anterior lucha.-Tiene usted razn -coment en el tono de quien

    sigue la corriente a un bobo-. No obstante, deboconfesar que esta pequea figura humana me intriga.Si se tratara de un indio, podra considerarse evi-dencia de que en Amrica existe una raza de pig-meos, pero por lo que puedo ver es un europeo concasco de corcho.

    -Realmente, usted llega ya al lmite! -resopl elprofesor-. Excede lo que considero probable! Pa-rlisis cerebral! Inercia mental!

    Resultaba demasiado absurdo para irritarme.Enojarse con un hombre como Challenger era unaprdida de energa, pues tendra uno que estar aira-do todo el da. Me reduje a sonrer tmidamente a lavez que comentaba que lo que me haba llamado laatencin era la pequeez del hombre.

    -Mire esto! -grit sealando el dibujo con su n-dice, que haca pensar en una gruesa salchicha convellos-. Ve esta planta detrs del animal? Piensa

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    usted que es un brote de repollo? Es una palmera!Una palmera de una especie que mide ms de quin-ce metros de alto! No comprende que el hombrefue incluido en ese dibujo deliberadamente? No pu-do haber permanecido delante de esa bestia y vivirdespus para dibujarlo. Se dibuj a s mismo paraincluir un elemento de tamao, conocido y dar asuna escala que permitiera juzgar las dems dimen-siones. White meda aproximadamente un metrosetenta centmetros. La palmera es diez veces msalta, que es realmente lo que cabra esperar.

    -Cielo santo! -exclam-. Entonces usted opinaque esa bestia... Caramba! La estacin de CharingCross apenas resultara una casilla para tal animal!

    Di vuelta ms hojas, pero eso era todo. Ya noaparecan ms dibujos en todo el libro. Segua sinconvencerme del punto de vista del profesor.

    -Pero con toda seguridad que toda la experienciadel ser humano no puede ser dejada de lado con-tando tan slo con lin simple bosquejo, dibujadopor un artista vagabundo que pudo haberlo hechobajo el influjo de drogas, en el delirio de la fiebre osimplemente para satisfacer su imaginacin enfer-miza. Como hombre de ciencia no puede. usted de-fender una posicin tan dbil.

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    Por toda respuesta, el profesor extrajo un libro,que me alcanz por sobre la mesa.

    -Aqu tiene un excelente trabajo de mi doctoamigo Ray Lankester. Puede ver esta ilustracin, quele interesar. Lea, por favor, la inscripcin al pie:'Probable apariencia, en vida, del Etegosauro delperodo Jursico. La pata posterior es dos veces msalta que un hombre adulto". Qu opina de eso?

    Me sorprend al mirar aquella ilustracin. En estareconstruccin de un animal perteneciente a unmundo desaparecido, haba realmente gran similitudcon el bosquejo del artista desconocido.

    -Realmente notable -coment.-Pero aun as, no admite que sea una prueba de-

    finitiva, verdad?-Concordar conmigo, profesor, en que puede

    tratarse de una coincidencia. Bien pudo ser que elamericano haba visto un dibujo como ste, y esprobable que la imagen se le presentara en algndelirio.

    -De acuerdo -dijo indulgentemente el profesor-.Lo dejaremos como est. Ahora le ruego que mi-

    re esto.Me entreg el hueso que anteriormente me haba

    indicado como parte de las cosas que tena en su

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    poder el dibujante. Meda aproximadamente quincecentmetros de largo, era algo ms grueso que mipulgar, y en uno de sus extremos se vean rastros decartlagos muertos.

    -A qu animal conocido puede pertenecer estehueso? -fue la pregunta de Challenger.

    -Podra ser una clavcula humana muy gruesa.Mi interlocutor agit la mano en ademn de des-

    pectivo rechazo.-La clavcula humana es curva, mientras que este

    hueso es recto. Adems, hay aqu una muesca queprueba que sobre l corra un gran tendn, lo queno se produce en una clavcula.

    -Debo confesar que no s, entonces, de qu setrata.

    -No debe avergonzarse de admitir su ignorancia,pues no creo que en todo el personal del Hospitalde Kensington pueda haber quin lo sepa.

    Tom entonces un pequeo hueso, aproxima-damente del tamao de un poroto, y continu sudisertacin:

    -Hasta donde llegan mis actuales conocimientos,este hueso humano es el equivalente del que tieneusted en su mano. Esto puede darle una idea del ta-mao de la bestia a que, pertenece.

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    -Tal vez un elefante... -aventur.-No, por Dios! No hable de elefantes en Suda-

    mrica!-Bueno... Algn gran mamfero sudamericano...

    Un tapir, por ejemplo.-Admitir usted, mi joven amigo, que domino los

    elementos relacionados con mi profesin. Este hue-so no pertenece a un tapir, ni a ningn otro animalconocido por los zologas. Corresponde a una bes-tia muy grande, muy fuerte, y en consecuencia, muytemible. Un animal que existe actualmente pero anno ha sido debidamente observado por los cientfi-cos. Observe que el cartlago que aparece en esehueso indica que no se trata de un espcimen fsil,sino que es reciente. No est an convencido?

    -Admito que, por lo menos, -estoy profunda-mente interesado.

    -Entonces su caso rio es desesperado. Esperoque con un poco de paciencia conseguir de usteduna reaccin inteligente. Dejemos por ahora al ame-ricano desaparecido y continuemos con mi narra-cin. Se imaginar que difcilmente poda yo dejar elAmazonas sin investigar ms a fondo el asunto.Dado que no haba ningn tipo de comentarios so-bre la direccin que haba seguido el viajero, tuve

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    que guiarme por las leyendas indgenas, teniendo encuenta rumores que corren entre las tribus ribereassobre la existencia de una extraa tierra. Oy ustedhablar alguna vez de Curupuri?

    -Jams.-Curupuri es el espritu de los bosques, algo te-

    rrible y malvolo que debe ser rehuido. Nadie hadescripto nunca su forma o naturaleza, pero el solonombre inspira terror a lo largo del Amazonas. To-das las tribus concuerdan en cuanto a la aproximadadireccin en que Curupuri habita, y es la mismadesde la que vino el viajero americano. Algo terribleexiste en la regin y me propuse averiguarlo.

    -Que hizo usted?Toda mi impertinencia haba ya desaparecido.

    Este hombre imponente absorba mi atencin e ins-piraba respeto.

    -Consegu vencer la resistencia de los nativos,que llegaban incluso a negarse a hablar del tema, ymediante regalos a los que agregu, debo admitirlo,una buena dosis de coercin, consegu que dos deellos me guiaran. Despus de muchas aventuras queno viene al caso relatar, y luego de viajar una distan-cia y en una direccin que me reservo, llegamos auna regin jams visitada ni descripta por nadie ex-

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    cepto mi infortunado predecesor. Quiere ustedobservar esto?

    Me alcanz una fotografa, algo mayor que unapostal. Las imgenes que presentaba eran borrosas,uniformemente grises, lo que el profesor explicaclarndome que al regresar, el bote se haba volca-do produciendo la rotura de la caja que contenapelculas no reveladas an, con lo que se perdieronla mayora de las fotografas, rescatndose algunas, yen el mal estado en que se encontraba la presente.Representaba un paisaje en el que, fijando mi aten-cin, comenc a darme cuenta de algunos detalles:se trataba de una elevadsima lnea de acantiladosexactamente como una inmensa catarata vista desdela distancia, con una suave llanura en pendiente cu-bierta de rboles en el primer plano.

    -Parece el mismo lugar que el de la pintura-coment.

    -Es el mismo lugar. Encontr rastros de campa-mentos. Ahora observe esto.

    Se trataba de otra fotografa, extremadamente de-fectuosa, en la que alcanc a distinguir claramente laroca aislada, coronada por rboles.

    -Fjese en este picacho rocoso. Qu ve en la ci-ma?

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    -Un enorme rbol.-Y en ese rbol?-Un gran pjaro.El profesor me dio una lupa, pidindome que

    observara mejor.-S, se trata de un gran pjaro..., parece tener un

    pico considerable. Dira que se trata de un pelcano.-No. No se trata de un pelcano. Ni siquiera es un

    pjaro. Tal vez le interese saber que pude cazar eseejemplar y que se trata de la nica prueba tangiblede mis experiencias, que pude traer conmigo.

    -Es decir que lo tiene usted?-Lo tena. Desgraciadamente se perdi con mu-

    chas otras cosas en el mismo accidente del bote enque se arruinaron mis fotografas. Alcanc a asirlocuando desapareca ya entre los rpidos, y retuve enmis manos parte de un ala. Hla aqu.

    Extrajo de un cajn lo que pareca la parte supe-rior del ala de un murcilago, de aproximadamentesesenta centmetros de largo, con un hueso curvo yun velo membranoso colgando del mismo.

    -Un murcilago monstruoso! -fue mi comenta-rio.

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    -Nada de eso. La conformacin sea de esta pie-za indica que no puede tratarse del ala de un mur-cilago. Observe esto ahora.

    Abri nuevamente el libro que ya anteriormenteme haba mostrado y seal un grabado de un ex-trao monstruo volador.

    -Aqu tiene una excelente descripcin del dimor-phodon o pterodctilo, un reptil volador del pero-do Jursico. En la pgina siguiente encontrar undiagrama del mecanismo del ala, que le ruego com-pare con lo que tiene en su mano.

    Ya estaba yo completamente pasmado, conven-cido de la veracidad de los argumentos del profesor.Las pruebas acumuladas eran sobrecogedoras: losdibujos, luego las fotografas, la narracin y ahoraun espcimen real..., la evidencia era completa. Aslo dije, y lo hice entusiastamente, sintiendo que elprofesor haba sido objeto de abusos por la incom-prensin de sus colegas.

    -Esto es lo ms extraordinario que he visto enmi vida! Es colosal! Es usted un Coln de la cien-cia, que ha descubierto un mundo perdido. Perd-neme si demostr dudas; era todo tanaparentemente increble...

    El profesor rebosaba de satisfaccin.

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    -Y qu fue lo que hizo usted, entonces, profesorChallenger?

    -Haba llegado la poca de las lluvias, seor Ma-lone, y mis provisiones se estaban terminando. Ex-plor algunos sectores de estos acantilados, pero nopude encontrar ninguna manera de escalarlo.

    -Vio algn otro animal vivo, adems del ptero-dctilo?

    -No, pero durante la semana en que acampamosen la base del acantilado, alcanzamos a or muy ex-traos ruidos en la meseta que lo corona.

    -Y el extrao animal que el americano dibuj?-Slo puedo suponer que l encontr alguna ma-

    nera de subir. Es decir, que debe haber algn cami-no hacia la cumbre del acantilado, y que debe tratar-se de uno sumamente difcil de recorrer, pues deotra manera esos animales hubieran descendido y seencontraran tambin en los terrenos circundantes.

    -S, as debe de ser. Y cmo explica usted suexistencia en esa meseta?

    -No creo que eso sea muy oscuro. Slo cabe unaexplicacin. Sudamrica es un continente grantico.En este sitio debe haberse producido en una remotaera un desnivel, como consecuencia de un sismo.Estos acantilados, debo sealar, son baslticos, y en

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    consecuencia, plutnicos. Una superficie tal vez tangrande como Sussex fue levantada en bloque contoda su flora y su fauna, y cortada con precipiciosperpendiculares, de una dureza que resiste la ero-sin. Cul fue el resultado de esto? Pues, que lasleyes ordinarias de la naturaleza quedaron en sus-penso. Los diferentes factores que influyen en lalucha por la existencia en todo el mundo quedaronneutralizados o alterados. Sobrevivieron criaturasque de otra manera habran desaparecido. Debosealar que tanto el pterodctilo como el estegosau-ro pertenecen al perodo Jursico.

    -Pero, profesor, todas sus pruebas son determi-nantes. Debi usted presentarlas ante las autorida-des adecuadas...

    -Eso cre, en mi estupidez, seor Malone. Amar-gamente advert que mis descubrimientos eran reci-bidos con incredulidad, hija tanto de la estupidezcomo de los celos profesionales, y de la envidia. Noes parte de mi temperamento insistir y rogar. Des-pus de mis primeros desengaos me resist a exhi-bir la totalidad de las pruebas en mi poder. El temase me hizo odioso y me resist a volver a hablar deello. Llegu a actuar violentamente contra todos losque intentaron destruir la paz de mi intimidad en lo

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    que se refiere a todo este asunto. Usted fue testigode ello, precisamente...

    Frot suavemente mi ojo dolorido sin responder.-Esta noche, sin embargo, me propongo dar un

    ejemplo del control de la voluntad sobre las emo-ciones, y le invito a asistir a ello. El seor PercivalWaldron, un naturalista de cierta reputacin popu-lar, dar una conferencia sobre "El registro de lasedades" y he sido especialmente invitado a la tribu-na, para agradecer al conferenciante. En tal oportu-nidad me propongo, con la mayor delicadezaposible, efectuar algunas acotaciones para inducir alos oyentes a profundizar en el tema. Me mantendrfirmemente en reserva, y espero de este modo obte-ner alguna respuesta favorable a mis planteos.

    -Y me invita usted?-As es; le ruego que asista. Ser en cierto modo

    reconfortante pensar que cuento, por lo menos, conun aliado entre la multitud. Es seguro que habrmucho pblico, pues Waldron, si bien es un com-pleto charlatn, tiene gran influencia popular. Yahora, seor Malone, le ruego me deje. Espero tenerel placer de verlo esta noche. Mientras tanto, enten-der usted que no debe hacerse ninguna publicacinrelacionada con mis confidencias de esta noche.

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    -Pero... Mi editor querr saber qu he hecho...-Dgale lo que quiera, pero anticpele que si enva

    a alguien ms a inmiscuirse en mi vida, ir a visi-tarlo... con mi ltigo. En cuanto a la publicacin delo que le he dicho esta noche, dejo en sus manosque nada de esto aparezca impreso. Y bien..., lo es-pero esta noche, a las ocho y media, en el Saln delInstituto Zoolgico.

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    CAPTULO 5

    PIDO LA PALAB RA!

    Entre las impresiones fsicas y las mentales quemi entrevista con el profesor Challenger me habanproducido, cuando regres a Enmore Park, era yo elperiodista ms desmoralizado del mundo. Mi dolo-rida cabeza retumbaba con el pensamiento de que lanarracin de este hombre era verdadera, de que algode la mayor importancia palpitaba tras ella, y quecuando obtuviera autorizacin para publicarla que-dara yo consagrado en el mundo del periodismo.Tom un taxmetro con el que llegu rpidamente ala oficina, donde encontr a McArdle en su puesto,como de costumbre.

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    -Y bien? -me pregunt ansioso-. Qu consi-gui? Pero..., qu le sucedi? No me diga que Cha-llenger lo golpe a usted tambin ...

    -Tuvimos una diferencia al principio ...-Qu hombre! Y usted qu hizo?-Bueno... Se volvi ms razonable y tuvimos una

    charla, pero no obtuve ninguna informacin. Nadapublicable.

    -No estoy seguro de ello. Usted consigui un ojonegro, y eso es publicable. No podemos admitir estereinado del terror, seor Malone. Debemos poner aese hombre en su lugar. Deme el material y -deja-remos a ese charlatn marcado para siempre. Pro-fesor Munchausen..., qu le parece como titular? SirJohn Mandeville resucitado... Cagliostro... todos losimpostores y prepotentes de la historia. Dejar endescubierto qu gran fraude es el profesor Cha-llenger.

    -Yo no lo hara, seor.-Y por qu no?-Porque no es un charlatn. No seor, todo lo

    contrario.-Qu! -rugi McArdle-. No pretender decirme

    que cree en todo ese asunto de mamuts y masto-dontes y grandes serpientes marinas?

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    -No, no s nada de eso. No creo que l trate deinsistir en ello, -pero estoy convencido de que tienealgo realmente nuevo.

    -Entonces, por el amor de Dios, escrbalo!-No hay nada que desee tanto, pero lo recib en

    confidencia y con la condicin de no publicarlo.Hice un sumario de la narracin del profesor, y

    pregunt a McArdle qu opinaba de ello. Me escu-ch evidenciando profunda incredulidad.

    -Bueno, seor Malone -dijo finalmente-, con res-pecto a esa reunin cientfica de esta roche no creoque existan inconvenientes en que sea divulgada. Esimprobable que algn diario enve periodistas,puesto que Waldron ha sido entrevistado ya unadocena de veces y dej de ser noticia, y por otraparte, nadie est enterado de que Challenger habla-r. Si tenemos un poco de suerte, podemos obteneralguna exclusividad. De todos modos, est usted ally pase un informe completo de lo que suceda. Re-tendr espacio en la "Gazette" hasta medianoche.

    Tuve un da ocupado, y cen temprano en elClub Savage con Tarp Henry, a quien cont algo demis aventuras. Me escuch con expresin escpticay ri estrepitosamente al enterarse de que el profe-sor Challenger me haba convencido.

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    -Mi querido muchacho, las cosas no suceden asen la vida real. La gente no hace descubrimientosextraordinarios como se y luego pierde las pruebasde ello. Dejemos eso para los novelistas. Ese hom-bre tiene ms tretas que todos los monos del zool-gico juntos. Es una tontera.

    -Y el poeta americano?-Nunca existi.-Pero si yo mismo vi su libro de apuntes!-El libro de apuntes de Challenger, mejor dicho.-Crees que el profesor dibuj ese animal?-Por supuesto.-Y las fotografas?-No haba realmente nada en ellas, t mismo ad-

    mites que viste tan slo un pjaro.-Un pterodctilo.-Eso es lo que l dice. El puso el pterodctilo en

    tu imaginacin.-Bueno..., y el hueso?-Si uno es suficientemente hbil y conoce lo que

    est haciendo, puede falsificar un hueso con tantafacilidad como una fotografa.

    Comenc a sentirme incmodo. Tal vez, despusde todo, mi admisin de la narracin de Challenger

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    haba sido prematura. De pronto tuve una idea, queconsider brillante.

    -Vendrs a la reunin? -pregunt a Henry.Me contempl pensativo, antes de contestarme:-No es una persona muy popular, ese afable ami-

    go Challenger. Mucha gente tiene cuentas pendien-tes con l. Se podra decir que es el hombre mejorodiado de Londres. Si los estudiantes de medicinaaparecen por all, tendremos un gran alboroto, y nosiento deseos de encontrarme en medio de la bo-rrasca.

    -Por lo menos deberas ser justo y escucharlopresentar su propia defensa.

    -Bueno, creo que tienes razn. Ir contigo.Cuando llegamos al saln, encontramos mucha

    ms concurrencia que la que se esperaba. Ademsde los barbados rostros de los profesores se veagran cantidad de jvenes y en la galera superior seperciba un ambiente jovial. Detrs de m observgrupos de caras que a todas luces indicaban que setrataba de estudiantes de medicina. Aparentemente,cada gran hospital haba destacado un contingente yel comportamiento del pblico era en esos mo-mentos alegre, pero con toques de perversidad.Contrariamente a lo que caba esperarse, como pre-

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    ludio para una conferencia como aqulla, se oanestribillos populares y algunas chanzas en alta voz.

    Cada profesor que suba al estrado era recibidocon comentarios sobre su aspecto, o sus especialesdebilidades, pero la entrada del profesor Challengersuper a todas las precedentes. Al aparecer su negrabarba, se oy tal grito de bienvenida, que comenc aadmitir que Tarp Henry estaba acertado, y que estagran concurrencia no se haba congregado tan sloa escuchar la disertacin, sino que se haba esparci-do el rumor de que el famoso profesor tomaraparte en la misma. Algunas risas en la sala, dieron laimpresin de que tambin, fuera del ambiente estu-diantil, exista animosidad contra Challenger.

    El profesor sonri con expresin suave y tole-rante, como un hombre bondadoso mirara a unacamada de cachorros. Se sent parsimoniosamente,ensanch el pecho y acarici su barba mientras pa-seaba su mirada altanera, por sobre la muchedum-bre.

    Apenas haba terminado todo esto, cuando en-traron el profesor Murray, director del debate, y elseor Waldron, el conferenciante, y comenz la di-sertacin.

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    El profesor Murray present, como es habitual,al seor Waldron, y ste se incorpor recibiendo unaplauso general.

    Era Waldron un hombre delgado, de aspectoaustero, con voz spera y modales agresivos, perotena el mrito de saber asimilar las ideas de otroshombres y transmitirlas en forma inteligible, intere-sante si se quiere, al pblico lego.

    Desarroll para nuestro beneficio una vista avuelo de pjaro de la creacin, tal como la interpretala ciencia, en un lenguaje siempre accesible y a vecespintoresco. Nos cont sobre el globo, como unaenorme masa de gas incandescente girando en elespacio.

    Luego describi la solidificacin, el enfriamiento,la contraccin que form las montaas, el vapor quese condens para formar los mares, la lenta prepa-racin para la etapa en que se comenz a represen-tar el inexplicable drama que se llama vida. Sobre elorigen de la vida misma, guard discreta vaguedad.Seal que cualquier tipo de vida no pudo presen-tarse durante el perodo de combustin, de modoque tuvo que presentarse posteriormente; comentlas posibilidades en pro y en contra de que los ele-mentos vivos primigenios hubieran llegado de otros

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    planetas o se desarrollaron localmente a partir delos elementos inorgnicos existentes previamente.Habl de la sutil qumica de la Naturaleza que, tra-bajando con grandes fuerzas durante largusimosperodos, poda producir resultados que a nosotrosnos resulta imposible duplicar.

    Continu luego hablando de la sucesin de la vi-da animal, comenzando por, los moluscos y las d-biles criaturas marinas, luego los reptiles y peces,hasta llegar a una rata-canguro, animal vivparo yantepasado directo de todos los mamferos y, pre-sumiblemente, en consecuencia, de todos los asis-tentes a esa conferencia.

    Luego habl del desecado de los mares, la apari-cin de bancos arenosos, la vida viscosa que se pro-dujo en sus mrgenes, las infestadas lagunas, la ten-dencia de las criaturas marinas a refugiarse en losfondos legamosos, la abundancia de alimentos y laconsecuente proliferacin de seres vivientes.

    -As llegamos, damas y caballeros, a esa espanto-sa legin de saurios que todava nos asustan cuandolas vemos en las rocas de Solenhofen o Wealden,pero que afortunadamente desaparecieron muchoantes de la primera aparicin del hombre sobre esteplaneta.

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    -No estoy de acuerdo! -grit alguien en la plata-forma.

    El seor Waldron hizo una pausa, y luego, ele-vando la voz, repiti lentamente las palabras finalesde su prrafo anterior.

    -Desaparecieron mucho antes de la primera apa-ricin del hombre.

    -No estoy de acuerdo! -repiti la misma voz an-terior.

    Waldron, con expresin sorprendida, recorricon la mirada la fila de profesores, hasta que descu-bri a Challenger, recostado hacia atrs en su silla,con los ojos cerrados y aspecto divertido, comoquien sonre en sueos

    -Oh, ya veo!, es mi amigo el profesor Challen-ger.

    Y con un encogimiento de hombros continu sudisertacin como si ese comentario aclarara todo,pero el incidente no haba quedado superado. Cadavez que el desarrollo de su tema pareca conducirnuevamente a la aseveracin de que la vida prehis-trica haba desaparecido, el profesor Challengerhaca or su voz con su disconformidad. La concu-rrencia comenz a anticiparse, y rugir de placercuando esto se produca, hasta el punto de que en

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    varias oportunidades el "no estoy de acuerdo" delprofesor era simultneamente coreado por las filasde estudiantes.

    Esto abland la fibra de Waldron, a pesar de tra-tarse de un conferenciante experimentado. Dud,tartamude, se repiti a s mismo, se enred en mi-tad de una frase larga y finalmente se volvi furioso,enfrentando a Challenger.

    -Esto es realmente intolerable! -grit-. Debo pe-dirle, profesor Challenger, que suspenda estas igno-rantes y poco adecuadas interrupciones.

    Se produjo un cuchicheo general en la sala. Losestudiantes estaban encantados de ver a los altosdioses del Olimpo cientfico discutir entre ellos.Challenger se levant lentamente.

    -A mi vez, debo solicitarle a usted, seor Wal-dron, que se abstenga de efectuar afirmaciones queno estn estrictamente de acuerdo con los hechoscientficos.

    El tumulto que esto produjo se prolong durantealgunos minutos, tras los cuales Waldron continu,muy enrojecido y con aspecto beligerante, y diri-giendo airadas miradas a su oponente, cada vez queefectuaba un comentario de la ndole de los que ha-ban motivado las anteriores interrupciones; pero

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    Challenger permaneci silencioso, aparentando unprofundo sueo con la misma ancha, feliz sonrisaen su cara.

    El resto de la conferencia fue apresurado, inco-nexo, y finalmente concluy. El hilo de la diserta-cin haba sido violentamente cortado, y el pblicoestaba inquieto, expectante.

    Waldron ocup su silla en el estrado y, tras unasfrases de introduccin del director del debate, seincorpor el profesor Challenger, quien avanzhasta el borde de la plataforma.

    Tom nota de su discurso, palabra por palabra.-Damas y caballeros -comenz en medio de un

    clamoreo en el fondo de la sala-. Perdn, debo de-cir, damas, caballeros y nios. Ruego se me disculpepor haber omitido -incluir en mis palabras inicialesa una considerable proporcin de la concurrencia.

    Se produjo un tumulto durante el cual el profesorpermaneci con una mano levantada sonriendocomo si esparciera una bendicin pontifical a lamultitud.

    -He sido designado para expresar nuestro agra-decimiento al seor Waldron por su imaginativa ypintoresca conferencia. Hay aspectos de la mismacon los que disiento, y consider mi deber indicarlo

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    en cada oportunidad, pero de todos modos, el seorWaldron ha obtenido perfectamente su propsito: elde darnos una relacin simple e interesante de loque el considera que ha sido la historia de nuestroplaneta. Los conferenciantes populares son los quems fcilmente se escuchan, pero, y ruego al seorWaldron me disculpe por ello, debo decir que, pornecesidad, son superficiales y estn equivocados, yaque deben graduar su potencial para la comprensinpor parte de un pblico ignorante.

    En estos momentos fue interrumpido por un ir-nico coro de expresiones de aplauso.

    -Los conferencistas populares son, de naturalezaparasitaria. Recurren para obtener fama o dinero, alos trabajos realizados por sus colegas desconoci-dos e indigentes. Basta un hecho controlado en la-boratorio, un pequeo ladrillo agregado al vastoedificio de la ciencia, para sobrepasar el valor deestas disertaciones populares que transcurren en unahora y no dejan tras de s nada de valor. No es mipropsito con esto menospreciar al seor Waldronen particular, sino inducir a ustedes a no perder elsentido de la proporcin y confundir al aclito conel real secerdote.

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    Al llegar a esta altura de la exposicin, el seorWaldron susurr algo al director del debate, que suvez se dirigi a Challenger con expresin severa.

    -Pero basta de esto! -continu diciendo el profe-sor-. Quiero referirme a un tema de mayor inters.Cul es el aspecto especial en que yo, como in-vestigador real, he manifestado mi desacuerdo conlo que expresaba nuestro conferenciante? La perma-nencia de ciertos tipos de vida animal sobre la tierra.No hablo de esto como un mero aficionado ni, mehonro en agregar, como un conferenciante popular,sino como alguien cuya conciencia cientfica lo im-pulsa a ceirse a los hechos. Cuando digo que elseor Waldron est muy equivocado al suponer que,dado que l jams ha visto un animal del tipo que sellama prehistrico, tales animales no existen. Son,como bien dijo, nuestros antepasados, pero, si mepermite la expresin, son nuestros antepasadoscontemporneos, que todava pueden ser admiradoscon toda su imponencia y fealdad si se tiene la ener-ga y temeridad necesarias para buscar sus moradas.Criaturas que se suponen del perodo jursico,monstruos que pueden devorar a nuestros mayoresy ms feroces mamferos, todava existen.

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    Estas declaraciones de Challenger fueron recibi-das con gritos de desaprobacin.

    -Me preguntan ustedes cmo lo s. Lo s porquehe visitado guaridas secretas, porque he visto algu-nos de ellos.

    Aplausos, rugidos y un grito acusndolo dementiroso.

    -Consideran que miento?El pblico en general core su asentimiento.-O a alguien llamarme mentiroso. Podra esa

    persona ponerse de pie para que la conozca?-Aqu est, seor.Y de un grupo de estudiantes fue levantado un

    hombrecillo diminuto, de anteojos, que luchaba porliberarse.

    -Se atrevi usted a llamarme mentiroso?-No, seor! Oh, no!El pobre hombre desapareci como por encanto.-Si alguien en la sala duda de mi veracidad, ten-

    dr sumo placer en conversar con l despus de estaconferencia.

    -Mentiroso!-Quin dijo eso?Nuevamente el inofensivo hombrecillo fue ele-

    vado por los aires. El tumulto se prolong, y a esta

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    altura de los acontecimientos el profesor haba yaperdido el control de s mismo evidenciado hastaentonces.

    -Cada gran descubrimiento ha sido recibido conla misma incredulidad, que representa la caractersti-ca ms saliente de una generacin de tontos. Cuan-do se os presentan datos sobresalientes, carecis dela intuicin e imaginacin necesarias para interpre-tarlos correctamente y lo nico a que atinis es aenlodar a los hombres que han arriesgado sus vidaspara abrir nuevos caminos a la ciencia. Todos losprofetas se han visto perseguidos por tontos devuestro calibre! Galileo, Darwin y yo...

    La interrupcin en este punto fue absoluta, es-truendosa.

    Estas notas que tom apresuradamente en aquelmomento, dan poca idea del completo caos que erael saln para entonces. El tumulto era de tal magni-tud que varias damas se haban visto obligadas aretirarse apresuradamente y algunos graves y reve-rendos profesores parecan haberse contagiado delperverso espritu de los estudiantes, hasta el puntoen que pude ver algunos hombres de blancas barbaslevantarse y agitar los puos en direccin al profe-

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    sor Challenger. Se tena la impresin de estar dentrode un enorme caldero hirviente.

    El profesor se adelant y levant ambos brazos,con un ademn tan grandioso, imponente y viril,que la gritera se desvaneci gradualmente.

    Era evidente que tena un mensaje definido quetransmitir, y se callaron para orlo.

    -No los retendr ms. No vale la pena. La verdades la verdad, y el ruido que puedan producir un gru-po de tontos jvenes y, lamento tener que agregar,de viejos tontos, no alcanzar a impedir que la ver-dad triunfe. Declaro nuevamente que he abierto unnuevo campo para la ciencia, y ustedes lo niegan. Enconsecuencia, quiero someterlos a prueba. Quierenustedes designar a uno o ms de vuestro grupo paraactuar como representantes vuestros y acompaar-me a verificar mis declaraciones?

    El seor Summerlee, veterano profesor de ana-toma comparada, se incorpor preguntando si losresultados a que haba aludido Challenger los habaobtenido en oportunidad de su viaje al Amazonas, alo que el profesor asinti.

    Continu consultando Summerlee si dichos des-cubrimientos tuvieron lugar en las regiones ya visi-tadas por Wallace, Bates y otros exploradores de

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    firme reputacin cientfica, y que habran dejado deobservar los hechos posteriormente establecidospor Challenger.

    A esto, el profesor repuso comentando que elseor Summerlee pareca confundir el Amazonascon el Tmesis, que aqul era un ro bastante msgrande, que al seor Summerlee le interesara saberque con el Orinoco, con el que se comunica, cubrealrededor de quince mil millas de territorio, y que entan vasto espacio no resulta imposible que una per-sona encuentre cosas que otros han dejado de ver.

    Acusando haber captado la irona de estas frases,el. seor Summerlee manifest estar completamentede acuerdo en cuanto a la diferencia existente entreel Amazonas y el Tmesis, que, segn aclar, estri-baba principalmente en que cualquier cosa que sedijera sobre este ro poda ser verificada, mientrasque, en cuanto al Amazonas...

    -Agradecer al profesor Challenger nos informesobre la latitud y longitud del territorio en que pue-den encontrarse animales prehistricos.

    -Me reservo tal informacin por razones d minica incumbencia, pero estoy dispuesto a darla,con las debidas precauciones, a una comisin que seelija entre esta concurrencia. Est usted dispuesto,

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    seor Summerlee, a integrar tal comisin y verificaren persona mi historia?

    -S, seor. Lo estoy.-Entonces, puedo garantizarle que pondr en sus

    manos informacin que le permitir encontrar el ca-mino. Claro est, no obstante, que dado que el seorSummerlee ir a verificar mis declaraciones, es justoque yo designe a alguien para que verifique las suyas.No quiero ocultar que se encontrarn peligros y di-ficultades extraordinarias. El seor Summerlee ne-cesitar de un colega ms joven. Puedo pedir vo-luntarios?

    Es as cmo el destino prepara para los hombreslas grandes crisis que los acosan. Nunca pude ima-ginarme al entrar en aquel saln que estaba yo envsperas de participar de la ms extraa aventuraque pude soar, pero, no era sta acaso la granoportunidad de que Gladys haba hablado? Gladysme hubiera dicho que me uniera al grupo.

    Me puse de pie, mientras Tarp Henry a mi ladotiraba de mis ropas.

    -Sintate, Malone! No te pongas en ridculo!Alcanc a ver que delante de m, a corta dis-

    tancia, un hombre alto y delgado, tambin se habalevantado, ofrecindose.

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    -Nombres, nombres! -gritaba la concurrencia.-Me llamo Edward Dunn Malone. Soy periodista

    de la "Gazette". Declaro ser un testizo absoluta-mente libre de prejuicios.

    -Su nombre, por favor -pregunt el presidentedel debate a mi rival.

    -Soy Lord John Roxton. He estado previamenteen el Amazonas, conozco el terreno y estoy espe-cialmente capacitado para esta investigacin.

    -La reputacin de Lord John Roxton compor-tista y viajero es, por supuesto, mundialmente cono-cida -acot el presidente del debate-, y al mismotiempo sera adecuado contar con un miembro de laprensa en la expedicin.

    -En tal caso -dijo el profesor Challenger- pro-pongo que ambos caballeros sean designados paraacompaar al profesor Summerlee en este viaje parainformar sobre la veracidad de mis manifestaciones.

    Y as qued decidida nuestra suerte, entre gritosy aplausos, y me encontr envuelto en la marejadahumana que remolineaba hacia la puerta, aturdidoante la perspectiva de la gran empresa que tan ines-peradamente haba decidido acometer, y me encon-tr en la calle, caminando solo y con la mente ocu-pada en Gladys y hechos heroicos.

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    De pronto, alguien tom mi codo. Al volvermeme encontr con los ojos dominantes y llenos dehumor del hombre alto y delgado que tambin sehaba ofrecido como voluntario.

    -Seor Malone, buenas noches. Seremos compa-eros de aventura, verdad? Me alojo cruzando lacalle. Quiere tener la bondad de brindarme mediahora? Hay algunas cosas de las que necesito seria-mente hablar con usted.

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    CAPTULO 6

    EL AZOTE DE DIOS

    Cruzamos los portales del Albany, el famoso alo-jamiento de aristcratas en que habitaba Lord Rox-ton y, tras recorrer un largo pasillo, mi ocasionalcompaero abri una puerta y escendi las lucesque iluminaron el amplio cuarto. Desde la puertatuve una general impresin de extraordinario con-fort y elegancia que an as mantenan una atmsfe-ra de masculina virilidad. En todas partes seapreciaba una agradable combinacin del lujo delhombre rico de buen gusto y el descuido de la ha-bitacin de un soltero. Ricas pieles, brillantes tapicesorientales, dibujos de perros, de caballos de carre-ras, alternaban con un Fragonard, un Girardet y unTurner. Un remo con los colores de Oxford orna-

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    mentaba la chimenea y a su lado un florete y un parde guantes de boxeo recordaban el hecho de queLord John Roxton haba sobresalido en esos de-portes. Completaban la decoracin varias cabezasde animales cazados por l, incluyendo un extraorinoceronte blanco.

    Sin decir palabra, me indic un silln, sirvi dosvasos con whisky y soda, de los cuales me alcanzuno y, mientras me ofreca un largo y suave habano,tom asiento delante de m, observndome atenta-mente con inquietos ojos de un azul tan claro comoel de un lago congelado.

    A travs del humo de mi cigarro, contempl lacara que ya me era familiar por cientos de fotogra-fas publicadas en los diarios. La nariz aguilea, lasmejillas hundidas, el cabello castao oscuro quecomenzaba a ralear, el viril bigote y la pequea yagresiva barba que adornaba su saliente mentn.Haba all algo de Napolen III, algo de don Quijo-te, y ms an, algo que constituye la esencia del ca-ballero ingls, incisivo y astuto amante de perros,caballos y aire libre. Su cuerpo era delgado, perovisiblemente fuerte. En realidad, muchas veces ha-ba demostrado que pocos hombres eran capaces delos esfuerzos que l poda llevar a cabo. Meda alre-

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    dedor de un metro ochenta, pero pareca ligera-mente ms bajo debido a la peculiar cada de sushombros.

    Tal era el famoso Lord John Roxton, que ahoraestaba all sentado, mordiendo su cigarro y contem-plndome en largo y embarazoso silencio.

    -Y bien, aqu estamos, mi joven amigo -dijo porfin-. Hemos dado un gran salto. Apostara a quecuando entr en aquel saln no tena ni la menoridea de lo que iba a pasar.

    -Ni por asomo.-Lo mismo me sucedi a m, y aqu estamos, con

    el agua al cuello. Hace apenas tres semanas que re-gres de Uganda y alquil una casa en Escocia... Yahe firmado contrato de arrendamiento y todo... Enfin, ganas de buscarme problemas. Y usted? Aqu se debe su inters en esto?

    -Bueno.. . En cierto modo est dentro de mi tra-bajo. Soy periodista de la "Gazette".

    -Por supuesto! Recuerdo ahora que lo dijo en elmomento de ofrecerse como voluntario. De paso,tengo un pequeo trabajo, si quiere usted ayudarme.

    -Con mucho gusto.-No le preocupa correr un cierto riesgo?-De qu riesgo se trata?

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    -Bueno, es Ballinger. Oy hablar de l?-No.-Pero, mi joven amigo, dnde ha estado usted

    viviendo? Sir John Ballinger es el mejor jinete delnorte del pas. Con cierto esfuerzo puedo casi igua-larlo en terreno llano, pero con vallas es supremo.Es un secreto a voces que cuando no se est entre-nando bebe fuertemente. Tuvo delirium, tremens elmartes y desde entonces est gritando endiablada-mente. Su cuarto est arriba de ste. Los doctoresdicen que todo habr terminado para l a menosque se le obligue a comer algo, pero est en camacon un revlver bajo la almohada y jura que baleara quien se le acerque, de modo que sus sirvientesestn en cierto modo de huelga. Es un hueso durode roer, pero no podemos permitir que un ganadordel Grand National muera de esa manera.

    -;.Y qu se propone usted hacer?-Mi idea es que entre los dos, lo dominemos. Tal

    vez lo encontremos durmiendo y, de todos modos,l podr solamente eliminar a uno de nosotros, demanera que el otro puede llevar a cabo lo que pro-yectamos. Una vez que lo tengamos asegurado, pe-diremos al mdico que venga con una bomba esto-

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    macal y le daremos la mejor cena que ha tenido ensu vida.

    Se trataba de algo extremadamente arriesgado yno me considero un hombre especialmente valiente.Mi imaginacin irlandesa hace que lo desconocidose me aparezca ms terrible de lo que en realidad es,pero, por otra parte, he sido criado con miedo a pa-recer cobarde. No quiero llegar al extremo de asegu-rar que, como el huno de los libros de historia, mearrojara por un precipicio si se pusiera en duda mivalor, pero el orgullo y el terror a ser marcado comocobarde podran ser mi in