duelo desarrollo congnitivo muerte

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  • 7/25/2019 Duelo Desarrollo Congnitivo Muerte

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    Cuadernos de Psiquiatra

    y Psicoterapia del Nio

    y del Adolescente

    N. 56

    2 semestre

    2013

    Aldasoro, Thais

    Avelln Calvo, Mnica

    Gonzlez-Serrano , Fernando

    Jarast, Ricardo

    Jimnez Pascual, Ana Mara

    Martn Tarrasn, Sergio

    Palacio-Espasa, Francisco

    Panera, Consuelo

    Ponce de Len, Ema

    Tapia, Xabier

    ISSN: 1575-5967

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    Cuadernos de Psiquiatra y Psicoterapia del Nio y del Adolescente, 2013;56, 25-45 Sociedad Espaola de Psiquiatra y Psicoterapia del nio y del adolescente. ISSN: 1575-5967

    MUERE UN PADRE: DESARROLLO EVOLUTIVO DEL

    CONCEPTO MUERTE

    DEATH OF A FATHER: EVOLUTIONARY DEVELOPMENT

    OF THE CONCEPT OF DEATH

    Sergio Martn Tarrasn*

    * Psiclogo, Psicoterapeuta. Centre de Desenvolupament Infantil I Atenci Preco del Maresme (CDIAP). Correo electrnico: [email protected].

    RESUMENDesde el CDIAP del Maresme (Centro de Desarrollo

    Infantil y Atencin Precoz) trabajamos con nios de entre0 y 6 aos de edad. Es decir, trabajamos con familias connios de entre 0 y 6 aos.

    En escasas ocasiones se ha dado la dramtica

    circunstancia, disruptiva y emocionalmente impactante,del fallecimiento del padre a lo largo del tratamiento degrupo familiar (Martn, 2012).

    Las diferentes circunstancias en las que tuvieron lugarestas muertes, nos enfrentaron al reto de comprendersus implicaciones cognitivas para el nio en desarrollo,y en las dinmicas relacionales del grupo familiar quese ponen en juego, y que conforman los objetivos del

    presente artculo.Tras una revisin histrica de la literatura psicoanaltica

    existente, me propongo hacer una breve ilustracin clnicade los casos mencionados. Tratar de ejemplicar as las

    consecuencias iniciales en el tratamiento, y de hacer unapequea sntesis de los aprendizajes teraputicos que sederivaron.

    Tratando de no permanecer encorsetado por tendenciastericas, expondr aquello que creo son las bases

    conceptuales del trabajo que pudimos realizar comoacompaantes de semejante duelo familiar.

    Palabras clave: Duelo, progenitor, evolucin conceptomuerte, revisin literatura, infancia.

    ABSTRACT

    In our Child Development and Early InterventionCenter in Maresme we work with children from 0 to 6years of age. That is to say, we work with families withchildren from 0 to 6 years old.

    In rare occasions we are confronted with the dramatic,disruptive and emotionally stunning circumstance ofthe death of the father over the course of family grouptherapy (Martn, 2012).

    The different circumstances in which these deaths takeplace present us with the challenge of understanding thecognitive implications for the developing child as wellas the relationship dynamics set into action within thefamily group, all of which constitute the aim of thisarticle.

    After a review of the existing psychoanalyticalliterature my intention here is to relate a brief clinicalillustration of examples of the type of the cases that have

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    Muere un padre: desarrollo evolutivo del concepto muerte

    been mentioned above. I will attempt to describe theinitial effects in the therapy and give a short summary of

    what we learned in respect to these treatments.In an effort not to conne myself only to theoreticalexplanations, I will present what I consider to be the

    basic concepts of the therapeutic labor carried out in oursupport of the family in mourning.

    Key words: Mourning, father, development of theconcept of death, review of the literature, childhood.

    INTRODUCCINEn el CDIAP del Maresme (Centro de Desarrollo

    Infantil y Atencin Precoz) cuando trabajamos entratamientos de grupo familiar (Martn, 2012), en escasas

    ocasiones se produce el fallecimiento del padre a lo largode tratamiento.La prdida de un progenitor en estas edades tan

    iniciales implica un factor de riesgo evidente. En trminosde la psicologa del self ste es un perodo sensible deintroyeccin de los selfobject, y de la consolidacinde la organizacin interrelacional de las self-functions(Hagman, 1995). En l pasa por ser central la necesidadde continuidad para formar y consolidar tales estructurasinternas; y una prdida real, una crisis con tintes trgicos,implica una marcada desorganizacin de la experienciagrupal bsica (Salvador, 2009) que queda parcialmenteanclada en este nuevo paradigma, e implica un potente

    factor de riesgo para la aparicin de sintomatologaclnica y de posteriores trastornos o fallas en el desarrollo.

    Las dicultades implcitas en el proceso de duelo

    infantil condicionan la gestin de este tipo de prdidas.Los nios de edad tan temprana no han construido aun unconcepto adulto de muerte, de manera que el principalreto que tienen por delante es el de la asimilacin de lairreversibilidad de la prdida y la reorganizacin relacional

    parcial, en un contexto social generalmente confuso.La muerte entendida an como un estado reversible, ydesde un pensamiento egocntrico, conlleva confusionesque evidencian el desajuste con la realidad percibida, e

    implican la sobreutilizacin de sistemas defensivos enel nio, que constituiran un ndice psicopatolgico si sedieran en el duelo adulto.

    A la prdida de la proteccin de y vinculacin conel padre, se aade la des- o re-estructuracin del grupofamiliar. Pasan a primer plano el complejo duelo infantil,el sufrimiento materno, la gestin de las confusionesentre las formas de comunicacin infantil y adulta,y el cambio en la identidad individual y grupal. Lasrelaciones signicativas a su alrededor cambian, y suelen

    estar impregnadas de temor, pena, vergenza o culpa. Elnio, expuesto sin herramientas adultas a una prdida

    de magnitud vital, se ve sometido irremediablementea un cambio penoso y global en las interacciones y enlos signicados compartidos en las vinculaciones. Con

    la madre, recin enviudada, el cambio es man msprofundo.

    En nuestra experiencia, que ms adelante detallar,hemos trabajado en distintas circunstancias:

    La madre que pierde inesperadamente al marido,puede hundirse en la vertiente depresiva del duelo,asemejarse al denso y opaco descenso, puede

    prenderse con fuerza a la injusticia y enmarcarel sufrimiento, puede dejarse llevar por ladesesperanza, tirar la toalla, ceder el timn, retirarlas pertenencias y tratar de olvidar (Ver caso A).

    Una madre que pierde al marido en cruelescircunstancias puede enrabietarse, desorientarse,quedar fuera del sostn de la convencin social,

    puede perder los referentes, quedar ausente odesprovista, perseguida, puesta en observacin,quedando inmersa en un proceso de re-evaluacinsocial; una madre que pierde al marido en duda,

    puede quedar puesta en duda (Ver Caso B). Una madre que se protege del sufrimiento en

    el silencio, que niega, que asla, que incita

    desorganizaciones, puede quedar afectada,desasida, puede subrayar sufrimientos corporalesen el lugar de ausencias emocionales, puedeevadirse con tanta intensidad que desatiendaescenas centrales, obviando responsabilidades y

    preguntas, renegando pensamiento, memoria yduelo (Ver Caso C).

    La atencin a la vida mental, la hiper-observancia almundo interno que realizamos desde los tratamientos

    psicoteraputicos, la focalizacin sobre las dinmicasgrupales y las idiosincrasias en la comunicacin

    grupal son herramientas que quedan empequeecidas,desbordadas, insucientes para la contencin, cuando unimpacto de magnitud vital colisiona en el seno de unafamilia.

    En el presente artculo expongo una breve revisin de laliteratura psicoanaltica, seguido de la ilustracin clnicaa travs de tres casos que describir escuetamente. stos,espero que ejempliquen y contextualicen la posterior

    reexin acerca de la intervencin que podemos realizar

    desde los CDIAPs.

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    Sergio Martn Tarrasn

    SNTESIS DE LITERATURAPSICOANALTICA

    Sntesis Cronolgica (Garber, 2008)Histricamente, los psicoanalistas de nios han

    mantenido dos posturas acerca de cmo stos enfrentanla prdida de uno de los progenitores. En la dcada delos 60 y principios de los 70, surgi una diferencia de

    peso en las concepciones sobre las capacidades de losnios de realizar un proceso de duelo. Por un lado autores

    psicoanalticos como Bowlby (1960), Furman (1964) yKliman (1968, 1972), declararon que el duelo se presentaen nios pero slo bajo ciertas condiciones. Si un niohubiera alcanzado la constancia del objeto y tuvierala capacidad de identicar y verbalizar los afectos, a

    partir de los tres a cuatro aos de edad sera capaz derealizar el proceso de duelo, pero slo bajo circunstanciasfavorables. El requisito principal sera que el nio contaracon un cuidador adulto adecuado, que atendiera susnecesidades y permitiera que expresara sus sentimientossobre la prdida.

    Por otro lado, un segundo grupo de estudios que recogala participacin de un gran nmero de nios que perdieron

    por muerte a un progenitor, lleg a la conclusin de quelos stos usaban una variedad de complejas defensas, deforma tenaz y predecible, con la nalidad de evitar hacer

    frente a la prdida. Wolfenstein (1966) present una de lasexposiciones ms completas. Inform de los datos de unestudio de 42 nios que conclua que el proceso de duelotal como lo indic Freud (1917), y fue ms tarde ampliado

    por autores como Bowlby (1960) y Pollock (1961), nose produjo entre estos nios. Wolfenstein seal que losnios se niegan, abierta o inconscientemente, la nitud

    de la prdida. Se seal incluso que la negacin de lanitud de la muerte conviva con una correcta conciencia

    y reconocimiento de lo que haba ocurrido. Haba asuna divisin defensiva del yo, permitiendo que la muertefuese negada y el apego a los progenitores muertos semantuviera.

    Varios investigadores psicoanalticos, como Nagera

    (1970) en su trabajo con nios y Fleming & Altschul(1963, 1968) en su trabajo con adultos jvenes en duelo,apoyaron esta posicin. Nagera expres la opinin deque el duelo, segn la denicin de Freud (1917) y tal

    como se observa en el adulto, no era posible hasta que eldesprendimiento de las guras parentales hubiese tenido

    lugar en la adolescencia.La respuesta de los nios a la muerte de un progenitor

    sigue un patrn regular y especco, que se asemeja al

    duelo patolgico en los adultos. Estas reacciones puedenincluir la negacin inconsciente y a veces consciente de

    la realidad de la muerte del progenitor, el rgido descartede todas las respuestas afectivas relacionadas con la

    muerte, el marcado aumento de la identicacin con yla idealizacin del progenitor muerto, la disminucinde la autoestima, los sentimientos de culpabilidad ylas persistentes fantasas inconscientes de una relacin

    permanente o de reunin con el progenitor muerto.Surgi entonces una posicin unnime en la literatura

    psicoanaltica respecto a las reacciones de los nios a lamuerte de un progenitor (Miller, 1971): en comparacincon los adultos, los nios no pasaran por el duelo cuandoste se dene como incluyendo el gradual y doloroso

    desapego emocional de las representaciones internasde la persona que muri. La cuestin de si los niosrealizaban el proceso de duelo no era slo una cuestinlosca, sino que tena implicaciones tericas, clnicas

    y teraputicas.Si el nio no pasaba a travs de un proceso de duelo

    convencional, qu es lo que experimentaba? Si larespuesta era un duelo patolgico, no era sta unaetiqueta peyorativa o confusa? Esto supondra aceptarque los nios erigan una serie de defensas con las queno podran o no se permitiran experimentar el dolorinherente al desapego gradual que es la esencia delduelo. Aunque se sugiri que los nios tenan un corto

    perodo de tristeza (Wolfenstein, 1966), sabemos queexperiencian una tristeza signicativa. Sin embargo,

    siendo evolutivamente limitados y no poseyendo lamaduracin del equipaje cognitivo y emocional queasumimos en el adulto, era preciso marcar el duelo delnio como algo patolgico? Tal vez era ms exacto pensaren trminos de un proceso de duelo parcial que el niosera capaz de experimentar con su aparato psicolgico ycognitivo aun inmaduro.

    La dicotoma en el pensamiento psicoanaltico sobreel duelo en el nio y la infravaloracin de su capacidad

    para hacer frente a la prdida no fue compartida pormuchos clnicos. Las implicaciones de esta desesperanzae indiferencia teraputica fue anatema para muchos de

    los que tuvieron xito teraputico con nios dolientes(Barnes, 1964; Garber, 1988; Gauthier, 1965; Lampl-deGroot, 1976; McDonald, 1964; Rochlin, 1967; Sekaer &Katz, 1986; Shambaugh, 1961).

    En consecuencia emergi una posicin alternativasobre el duelo en el nio por parte de los investigadores

    psicoanalticos que sentan que el dilema entre las dosopciones se poda conciliar. En una serie de artculos,Pollock (1972, 1977, 1978) propuso una hiptesisalternativa para hacer frente a este complejo problema.Pollock (1972) arm: Tal vez estas diferencias, entre

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    Muere un padre: desarrollo evolutivo del concepto muerte

    el duelo en los nios y los adultos, pueden conciliarsesi se considera que el proceso de duelo y sus fases

    requiere de diferentes etapas del desarrollo para que cadacomponente aparezca por primera vez. Y continuaba:As, en los nios pequeos, podramos observar las

    primeras fases del proceso, y en la adolescencia ()el proceso completo podra concluirse y aproximarsemucho al que observamos en el adulto.

    Lampl-De Groot (1976) propuso una idea similar: Laedad en que un nio es capaz de realizar un verdadero

    proceso de duelo vara de forma individual y dependede la tasa de maduracin y de la estructuracin deldesarrollo. Pollock (1978) explicaba: Cuando unoreexiona acerca del proceso de duelo desde una

    perspectiva evolutiva, la cuestin de si el duelo es posibleen la infancia, la niez o la adolescencia, se convierteen una cuestin relacionada con cules son las etapasdel proceso, tal que se corresponden con los momentos

    particulares del desarrollo general. Y anaba: Estas

    conclusiones de los investigadores psicoanalticos delduelo, podran integrarse si uno piensa en el duelo comoun proceso secuencial que est ntimamente relacionadocon la maduracin del aparato psquico.

    Garber (1981) propuso una idea similar basada en losdatos clnicos del Barr-Harris Childrens Grief Center en elInstituto de Psicoanlisis de Chicago. Las caractersticasdel duelo en los nios por la muerte de un progenitor, se

    extendan en un amplio abanico de variabilidad. De hecho,era posible que un porcentaje de nios no fuese capazde realizar el duelo en una secuencia paso a paso. stos

    podran ser los nios descritos por Wolfenstein y otros.Sin embargo, los nios descritos por Furman, Kliman, yotros poseeran el equipaje cognitivo y emocional como

    para participar en un intenso y signicativo proceso de

    duelo. En este extremo encontraramos los casos queilustraran la posicin terica de que los nios puedenrealizar el proceso de duelo en la medida en que seanevolutivamente capaces.

    Sekaer & Katz (1986) llegaron a una conclusin

    similar. Su impresin fue la de que, para cada etapa deldesarrollo, se podra postular un grado ptimo para que elduelo pudiera ser llevado a cabo. Ellos entendan el duelodel nio no como una versin deciente del proceso del

    adulto, sino ms bien como un proceso nico que avanzaen funcin de la evolucin de las capacidades del nio.

    En los ltimos 25 aos, la literatura psicoanaltica haseguido diferentes direcciones, ya que la cuestin de silos nios realizan o no el proceso de duelo se consideraresuelta. Los trabajos de Muir, Speirs, & Tod (1988) y elde Parens (2001) se basaron en el trabajo teraputico con

    el progenitor superviviente como un medio para facilitarel duelo del nio. El trabajo de Lieberman et al. (2003)

    y Sklarew, Twemlow & Wilkinson (2004) se centrprincipalmente en la complejidad de la intervencinteraputica con los nios que haban experimentado unduelo traumtico: se desplazan a la comunidad y atiendenlas necesidades de los nios desfavorecidos, estimulados

    por el inters en el duelo traumtico.Tambin ha habido importantes contribuciones clnicas

    a la prdida parental en la literatura (Akhtar, 2001;Cournos, 2001; Lampl-De Groot, 1983; Miller, 2006).Podramos resumir las contribuciones recientes del

    psicoanlisis entendindolas como un intento de generarnuevas y creativas intervenciones teraputicas en el nioen duelo.

    A partir del trabajo en el Barr-Harris Childrens GriefCenter (Altschul, 1988), asumimos que el duelo del niono se ajusta o no sigue una lnea recta. Los nios penan

    por partes o segmentariamente, acercndose a la prdidacon cada reciente desarrollo del equipaje emocional ycognitivo. Esto les permite hacer frente a los diferentesaspectos de la prdida durante las diferentes fasesevolutivas. Clnicamente, puede ser til permitir que elnio en duelo abandone la terapia, con la opcin de volverms adelante para ir ms all en el trabajo de duelo enniveles superiores del desarrollo, en lugar de estableceruna lucha en torno al duelo cuando el nio es incapaz o

    an no est preparado. No apreciar tal eventualidad podrainterferir con sus necesidades y el deseo de volver paracompletar el trabajo del duelo en un momento posterior.

    La ingenua creencia de que los nios no penan ha sido,por suerte, descalicada desde hace mucho.

    Nuestro trabajo indica que para un nio, el perdera uno de sus progenitores por fallecimiento, es unimportante traumatismo similar a una pieza que falta enla estructura. En consecuencia, el duelo de este tipo de

    prdida se convierte en un proceso de por vida y en uncamino alineado con las progresiones y regresiones deldesarrollo. Durante cada hito del desarrollo el nio deber

    volver atrs con el n de repensar, rehacer y reconstruirlos diversos elementos de esta pieza perdida.

    Caractersticas especcas del duelo infantil

    Nagera (1970) citaba a Freud (1917) y Deutsch (1937)respecto a la importancia del papel de la ambivalenciaen la reaccin a la prdida. Estos autores sealaron quela presencia de una intensa ambivalencia llevara a unams intensa, excesiva, o prolongada forma del dueloen el adulto. Sabemos que en los nios en general, yespecialmente en los nios ms pequeos, la existencia

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    Sergio Martn Tarrasn

    de potentes sentimientos de ambivalencia hacia el mundoobjetal es la norma.

    Bowlby (1960), despus de delinear las tres fases dela prdida afectiva (protesta, desesperacin y desapego),seal que la fase de la protesta evidenciara el problemade la ansiedad de separacin; la fase de desesperacin el

    problema de la pena y el duelo; y la fase del desapego elproblema de la defensa. La tesis que adelant fue la deque las tres respuestas - la ansiedad por separacin, la

    pena y el duelo, y la defensa - seran fases de un procesonico y que al ser tratadas como tal, cada una iluminaralas otras dos.

    Como en el caso del adulto que anhela y echa demenos a una persona en particular y por lo tanto no

    puede encontrar consuelo en otras compaas, sean deltipo que sean, lo mismo ocurre con los nios dolientesque en un primer momento rechazan las aportaciones delos que cuidan de l. A pesar de que sus peticiones deayuda son clamantes, a menudo su comportamiento estan contradictorio y frustrante para el cuidado potencialcomo lo es el del adulto que acaba de enviudar.

    Muchos autores han postulado que la experiencia deprdida a comienzos de la infancia es de las que implicamayores consecuencias en la personalidad en desarrollo.

    El mismo Bowlby (1963) seala que:Las respuestas al duelo que se observan con

    frecuencia en la infancia y temprana infancia poseen

    muchas de las caractersticas que son las seas deidentidad del duelo patolgico en el adulto, resultandoser casi la norma en las respuestas al duelo corriente enlos nios pequeos

    La hiptesis es que, lejos de ser patolgica, unaexpresin abierta de esta furiosa lucha por recuperarel objeto perdido es un signo de salud y permite a losdolientes renunciar gradualmente al objeto. Lo que parececaracterizar la patologa del duelo es la incapacidad deaceptar y expresar este esfuerzo; en su lugar, se convierteen represin e inconsciencia y, por lo tanto, el aislamientodel cambio persiste

    Grinberg (1963) indica que se pueden apreciar noslo procesos de duelo en los nios, sino tambin unavasta complejidad de fantasas inconscientes y de lossentimientos que involucran: El carcter especico

    que los diferencian de los duelos que se desarrollanen el estado adulto, es el mayor uso de la negacin yla identicacin proyectiva, explicable por la mayor

    labilidad del Yo del nio y su mayor angustia frente a lamuerte.

    Fleming y Altschul (1963) hicieron referencia a cmo:Los patrones de comportamiento inmaduro parecan

    estar correlacionados con el nivel de desarrolloalcanzado por cada paciente en el momento de la

    prdida. La intensidad del peligro dependera as delgrado de impotencia experimentada en la separacin.Cuanto ms inmaduro fuera el yo, ms necesario sera elobjeto y, en consecuencia, ms intensa la ansiedad que seexperimentara como resultado de la prdida.

    Furman (1964) seal, siguiendo en sta lnea:Si el primer contacto del nio con la muerte implica

    a una persona profundamente amada o vitalmentenecesitada, entonces el dolor afectivo y el temor deque las necesidades de realidad queden insatisfechas

    podran, bajo la inuencia del eje del placer-dolor,

    impulsar la percepcin del pensamiento consciente comoinsoportable.

    La experiencia indicara que la mayora de los niosque no han sido capaces de lidiar afectivamente con lamuerte en su primer contacto con ella, s pueden llegar aserlo ms tarde en una segunda ocasin.

    Contina:Cuando a la muerte la precede un perodo de deterioro

    gradual del progenitor, esto puede evocar en el nioun intento de renunciar al objeto antes de tiempo, unareaccin que puede intensicar considerablemente

    su sentimiento de culpa despus de la muerte. Lasposibilidades de que se d tal reaccin parecen aumentarsi a un nio demasiado pequeo se le exige que domine

    el concepto de muerte mientras un ser querido estmuriendo.

    Ms adelante, Nagera (1970) argumenta detallada-mente:

    Algunas de las respuestas caractersticas en el dueloinfantil son: la corta duracin de la tristeza; la incapacidad

    para mantener el duelo; el uso masivo de la negacin y latransformacin del afecto en su contrario; la incapacidad

    para captar la realidad de la muerte; la bsqueda desustitutos; la simultnea (abierta e insidiosa) formacinde sntomas y la lenta y progresiva deformacin delcarcter; el miedo del contagio que podra llegar

    a causar la propia muerte, acompaada a menudo defantasas de reunin, etc. Reacciona con ansiedad, conmltiples formas de regresin en el lado de los impulsos,ocasionalmente abandonando ciertos logros del yo, y

    puede desarrollar formas anormales de conducta.Contina:A diferencia de un adulto, un nio en duelo debe

    lidiar no slo con la prdida inmediata, sino tambincon el impacto de la prdida en las etapas posterioresde su desarrollo. Puede que no sea posible separar lasreacciones a la muerte de las dicultades debidas al

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    Cuadernos de Psiquiatra y Psicoterapia del Nio y del Adolescente, 2013;56, 25-45 Sociedad Espaola de Psiquiatra y Psicoterapia del nio y del adolescente. ISSN: 1575-5967

    Muere un padre: desarrollo evolutivo del concepto muerte

    vaco evolutivo de un progenitor perdido. La presinde las fuerzas internas del desarrollo interere con la

    posibilidad de una pausa para el duelo. Por lo tanto, asel duelo es posible bajo esta multiplicidad de presionesdel desarrollo que tienen lugar simultneamente con,y subordinadas a, tales necesidades del desarrollo yrepercusiones de la prdida sufrida. No es lo bastantetenido en cuenta el hecho de que si los objetos relevantesestn ausentes, especialmente durante ciertas etapas,est en la naturaleza de muchos de esos procesos deldesarrollo el recrear al objeto de nuevo: hacerlo volvera la vida en fantasa o atribuir los roles, tal y como elestadio de desarrollo requiere, a una gura adecuada

    disponible en el ambiente.Siguiendo en esta lnea, Baranger (1980) aade: El

    muerto permanece en cierta forma vivo (...). Este estadiomuerto-vivo del objeto se observa con regularidad enel trabajo normal de duelo (...) como si el sujeto no sehubiera percatado de la muerte del objeto sino de unaforma supercial y no creyera en ella en el fondo.

    Recalquemos que para este autor el trabajo de dueloconsiste en la paulatina transformacin de un objetomuerto-vivo en una representacin, en un conjunto derecuerdos como los dems. Propone entonces considerarque el trabajo de duelo supone, en trminos metafricosuna matanza activa y paulatina del objeto, ya queaceptar el hecho de la muerte equivale a privarlo del tipo

    de existencia interna que sigue manteniendo.Volviendo a lo comentado anteriormente, Campo

    (1984) insiste en que Los efectos de la privacin (si staha sido importante) son ms devastadores an que no lamuerte de uno de los progenitores.

    Sekaer (1986) sugiri el trmino duelo infantilpara el proceso por el cual los nios pueden encararuna prdida y continuar con normalidad el desarrollo.La nocin de duelo infantil enfatiza las diferencias conel duelo adulto, mientras que al mismo tiempo destacaque la desinvestidura, la identicacin, la prueba de la

    realidad, la comprensin cognitiva de la muerte, y otros

    aspectos del duelo adulto pueden ocurrir, pero de unamanera especca en los nios.Argumenta que tras un anlisis ms detallado de los

    procesos creativos y los fenmenos transicionales en losnios en duelo, el trmino progenitor imaginario resultaajustado para referirse a las fantasas de los progenitoresmuertos como aun vivos; tales progenitores imaginarios

    pueden ser gradualmente desinvestidos a medida que lasnecesidades del nio acerca del progenitor disminuyen.

    Sekaer (1986) seala que en el duelo infantil el conceptode probabilidad (la idea de que lo que le haya sucedido

    a su progenitor sea algo poco probable que le suceda a lo al progenitor superviviente), es decir, la probabilidad

    estadsticamente baja, no puede ser invocada como unconsuelo, tal y como lo es en el mundo adulto.Si uno siguiera confusamente el modelo adulto, se

    podra centrar en ayudar al nio a aceptar la nitud de la

    muerte y el desinvestir a los muertos. Pero si para un nioes mejor evitar un vaco evolutivo, la respuesta ptima

    podra ser transferir el vnculo a otra persona o mantenerla investidura del progenitor fallecido hasta que pudieraser, ms adelante, retirada ms lentamente.

    Bonnet (1992) aadir ms adelante:El nio va a volver a preguntarse (una vez vencida la

    renegacin) qu es la muerte y qu sucede con el muerto,preguntas que suele formular en trminos de prohibicin,de localizacin y de relacin, mostrando el impacto deciertos cambios que percibe (Dnde est pap? Estarsolito? Por qu pap no se mueve? Por qu mami noquiere jugar?). Estas preguntas permiten entrever que lasignicacin de esa muerte empieza a ser para el nio

    algo personal ligado a su proceso de historizacin. Losnios pueden necesitar tiempo para hacer estas preguntas.Tiempo en el que poner en acto renegaciones, tiempo deidenticacin con el objeto perdido, tiempo para palpar

    los bordes de lo posible y lo imposible, tiempo para quela alternancia de presencias y ausencias le permita juntary diferenciar (como seal Winnicott) ausencia, muerte

    y amnesia.En este sentido, uno de los proyectos de investigacin

    ms interesantes que se han realizado es el de la HarvardChildhood Bereavement Study, cuyos resultados fueron

    publicados en un artculo de Silverman & Worden(1993). El estudio abarc a todas las familias vistas porlos directores de funerarias del rea de Boston, en las queun progenitor haba muerto dejando tras de s nios deentre de 6 y 17 aos de edad. La mitad de las familiaselegibles estuvieron de acuerdo en participar. Haba 125nios cuya edad promedio era 12. Cuando los niosfueron entrevistados a los cuatro meses de la prdida,

    el 57% inform que hablaba con el padre fallecido; y el43% de stos, la mayor parte de los ms jvenes, sentanque obtuvieron una respuesta. El 81% experiment al

    progenitor como observndolos desde ms all, unafantasa por tanto casi universal. Despus de un ao, lamayora de los nios todava se sentan observados. As

    pues, la mayora de estos nios trataban a sus progenitoresfallecidos como si an estuvieran con vida de algn modo.Estos autores sugieren que la aceptacin de la realidad dela muerte puede signicar encontrar una manera en la que

    los progenitores siguen viviendo en algn sentido en la

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    vida del nio.Ihlenfeld (1998) subraya tambin como caracterstico

    de duelo infantil:Siempre que un nio debe vivir la experiencia de muertede uno de sus padres encara una separacin irruptiva quede algn modo fractura el eje de su continuidad vital. Seaproxima al saber de una verdad descarnada que golpeasu narcisismo en momentos formadores del yo. Seenfrenta al dolor de la prdida provocada por la ausenciairreversible que a su vez le anuncia el desvanecimiento deun vnculo proveedor de sostn. Las fantasas asociadasgiran en torno a temas de frustracin, desesperanza,desesperacin, muerte, suicidio, crimen, y realtos deverse atrapados, perdidos o abandonados.

    Hug-Helmut (1998) aade:Ningn acontecimiento dentro de los abundantes

    fenmenos de la vida humana resulta insignicante

    para el nio () Una vez que se da cuenta del eternomisterio de la vida, lo persigue como objetivo de todainvestigacin, tanto en el juego como en serio. Porque enla vida y en la muerte ve el amor y el odio, la crueldady la compasin enlazadas. Disfraza lo trgico cuandola muerte, aun la de sus padres, sucede en su ambiente.A pesar de la opresin que no puede hacer desaparecercompletamente, descubre una causa bienvenida paraobtener la atencin general y la simpata; en resumen,una muestra de amor abundante e inusual.

    Ms adelante Heineman (2000) aclara y ampla nuestrocampo de visin:

    Todo el mundo del nio, tanto interno como externo,se transforma a causa de la muerte de un progenitor; seenfrenta as al malestar y la desorientacin de un ajusteno deseado a patrones relacionales desconocidos yritmos alterados de la familia. Una de las consecuencias

    psicolgicas de la prdida en la temprana infancia es queel peso de los aos y las experiencias positivas no puedencompensar el impacto de esa prdida. Sabemos a partirde observaciones y experiencia clnica con los nios enduelo que en el desarrollo sano estos nios volvern a

    visitar y revisar su comprensin de la muerte y su impactoen sus historias personales, en sus capacidades cognitivasy afectivas de crecer y cambiar.

    Cournos (2001) pone el acento en el objeto interno:Desde esta perspectiva, muchos nios pueden encontrar

    til mantener una fantasa que incluye una interaccinactiva con el progenitor fallecido. Al igual que cualquierser sobrenatural, puede ser atemorizante o vengativo

    pero, sin embargo, sirve para muchos propsitosimportantes. Sostiene el sentido de integridad del nio,

    porque todos los nios necesitan a sus progenitores para

    esta funcin. Ayuda a resolver los conictos de lealtad al

    permitir la existencia psicolgica del progenitor fallecido

    como insustituible junto a los nuevos cuidadores vivos.Se convierte en parte de la gestin de importantes hitosdel desarrollo que podran, si los progenitores siguieranviviendo, requerir de una renegociacin que ahora

    puede tener lugar slo en la imaginacin del nio. Siel subsiguiente desarrollo del adulto avanza bien, estaadaptacin se convierte en cada vez menos importante.

    Tizon & Sforza (2008) aportan un punto de vistacomplementario:

    Otros factores a tener en cuenta, si deseamoscomprender las vivencias y reacciones del duelo en lainfancia, son las caractersticas de la persona perdida y larelacin que posea el nio con esa persona. La respuestaemotiva puede ser muy diferente segn que esta relacinhaya sido de amor, de temor, de resentimiento o deconicto irresuelto. Incluso las caractersticas temporales

    del suceso de la prdida son importantes, porque lasreacciones sern muy diferentes en relacin con el modo(imprevisto, gradual, violento) en que ha sobrevenido la

    prdida.Siguiendo en la lnea objetal, Ianni (2009) concluye:El destino de la prdida del objeto parental acontecida

    durante la infancia - en tanto constituye objeto deidenticacin y de soporte narcisista - no es el de ser

    un mero recuerdo, desligado de toda esperanza de

    rencontrarlo en el porvenir, como Freud nos proponepara pensar en el duelo normal. La infancia le planteaal duelo una problemtica paradojal: el objeto perdidodebe poder desinvestirse pero mantenerse investido. Elnio debe poder renunciar a la posesividad del objeto-

    progenitor, debe poder enterrar al muerto, debe poderdejarlo ir sin que le signique una renuncia al progenitor.

    El objeto debe poder ser perdido y conservado a la vez.Y acaba:Las observaciones clnicas permiten considerar que

    la elaboracin en la infancia no est vinculada a que elobjeto perdido devenga una representacin, un recuerdo

    como los dems, desactivado. En el caso que aqunos ocupa - la muerte real del padre- se asistira a unasituacin paradojal. Por un lado, el proceso elaborativo

    posibilita que el aparato psquico tienda a desinvestiraquella representacin que devino hiperintensa y que elamor mitigue al odio. Pero al mismo tiempo, el yo no

    puede proceder a la matanza activa de un objeto quees no slo objeto de identicacin sino tambin soporte

    narcisista para un yo en desarrollo. Aun cuando el procesoelaborativo permita que el objeto muerto-vivo devengauna representacin no podremos contentarnos con

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    postular que dicha representacin quede desligada de todaesperanza de reencontrar al objeto en el porvenir. Por el

    contrario, lo que propongo como caracterstico del dueloen la infancia es que el destino de la imago paterna debepermanecer disponible, conservarse activada, investida.El proceso elaborativo debe permitir que puedan sersimbolizadas las mltiples constelaciones afectivas quea ella se anudan sin que su destino inexorable sea elconvertirse en recuerdo.

    Secuencia evolutiva (Ruda Santolaria, 2002; Tizn &

    Sforza, 2008)

    1.-Primera infancia (en estadio sensorio-motor, hastalos 2 aos)

    An no es posible hablar de la formacin de un conceptocomplejo, y por tanto tampoco del concepto de muerte.Recin entonces aparece el pensamiento, imprescindible

    para la funcin simblica, y sta presupone que se hayaadquirido la conciencia de permanencia del objeto.Antes de esta edad, en todo caso, slo podramosreferirnos a la actividad de percepcin (Piaget, 1981).Sin una concepcin clara de causa o nalidad, carece de

    comprensin cognitiva de la muerte.A esta edad los nios perciben vvida y rpidamente

    cualquier cambio en la organizacin externa de loscuidados que recibe. En este sentido, dada su inmadurez

    y dependencia, cualquier ausencia es vivida como unpeligro para la supervivencia, enormemente peligroso ypotencialmente catastrco.

    Antes de los diez meses valdr la pena intentar que lasalteraciones en el interior de la familia recaigan lo menos

    posible sobre la organizacin de los cuidados de losnios. La constancia del ambiente ser uno de los factoresque ms puede ayudar.

    Antes de los tres aos, a la hora de darle explicaciones,hay que hacerlo con informaciones que pueda comprenderfcilmente, usando palabras muy simples. El nio poseeuna necesidad extremada de sentir la proximidad de su

    cuidador o cuidadora, y ante sus preguntas y demandashabr que ofrecer una escucha paciente y darle respuestasclaras, en tono apaciguado, con gestos tranquilos yseguros.

    2.-El nio pequeo o preescolar (en etapa preoperacio-nal, de 2 a 7 aos)

    Posee un pensamiento egocntrico, mgico, animista,y una percepcin imperfecta del tiempo y la causalidad(Piaget, 1981); tiende a percibir la muerte como algogradual, incompleto y reversible, que en ocasiones es

    entendido como un castigo o como resultado de susactos, pensamientos o deseos, con la consiguiente carga

    de culpabilidad.Sin embargo, cuando se concreta la muerte de un serquerido, el nio menor de 5 aos la va a experimentarcomo una separacin prolongada, cargada masivamentede sentimientos de tristeza y angustia. Su aiccin suele

    ser intensa pero breve y recurrente.A partir de los seis aos ya podemos usar el dilogo

    para proporcionarle respuestas claras a sus preguntas, amenudo inacabables. Es importante saber qu piensa ysiente, y esto se puede hacer con una actitud de escuchaabierta, sin emitir juicios o consejos demasiado pronto.Los cambios de la organizacin y estructura de la familiason un tema que ya habr que afrontar junto a l. Esoportuno informarle de lo que va sucediendo y ayudarle a

    participar en la reorganizacin de la vida familiar. Puedeparticipar en ritos conmemorativos, si antes se sondeasu disponibilidad emocional ponindole al corriente detodos los aspectos organizativos.

    Entre los 3 y 5 aosDurante mucho tiempo la muerte no signica un nal

    trgico, sino simplemente una separacin temporaria. Porlo tanto no le parece extrao desearle la muerte a alguiencuya presencia signica restricciones en su libertad que lo

    amenaza con una prdida de amor. Los deseos de muerteocasionales contra la madre, se convierten en una fuente

    de compasin y de preocupacin.Alrededor de los 4 aos el estar muerto puede

    signicar una disminucin de las funciones vitales. Por

    ejemplo: no correr ni comer, y poder hablar slo muybajito. Estar muerto signica todava estar quieto por

    un tiempo, dormir, estar en otro lado, pero siempre estel poder del hombre para cambiarlo. En este concepto,el inconsciente del nio encuentra permiso para ejercersu sadismo. La crueldad con los animales y los deseosde muerte contra personas cercanas a l parecen ser unasobrecompensacin, como la exagerada compasin conlas criaturas muertas y la creencia del poder del hombre

    sobre la vida y sobre la muerte.En esta franja de edad, todava no es capaz de gestionarlos conceptos de tiempo y nalidad; el egocentrismo y

    la omnipotencia le llevan a personalizar la experiencia,pudiendo sentir la muerte como un castigo por su malcomportamiento o por sus fantasas agresivas.

    Podremos acompaarle con palabras claras ysimpes, sin alimentar fantasas terrorcas, tratando de

    proporcionar ejemplos concretos. Ha de ser ayudado areconocer sus sentimientos y a no sentirse culpable detodo lo que ha pasado. Vale la pena decirle directamente

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    que las personas no mueren a causa de lo que decimos olo que pensamos. Es frecuente que el nio repita que la

    persona volver o que no es verdad que est muerta. Nohay que alarmarse por estas frases y conductas. Inclusovale la pena facilitar la aparicin de esos sentimientos atravs del dilogo, el juego o el dibujo.

    3.-Latencia y comienzos de la pubertad (en etapa de

    operaciones concretas, de 7 a 11 aos)Se establecen las categoras de tiempo y espacio ms

    cuantitativas, se acerca el descubrimiento de que todossomos mortales, aunque el nio sigue anteponiendo lamuerte de sus padres a la suya propia. Es decir, no haadquirido de forma slida la nocin de universalidad,de que la muerte nos alcanza a todos, y por tanto noha adquirido de forma estable el concepto de la propiamortalidad.

    Hostler (1983) seala que, en esta etapa, los niosmuestran la tendencia a personicar la muerte como un

    ser con existencia propia o la identican con una persona

    muerta. Varios autores consideran la personicacin de la

    muerte como un mecanismo de defensa necesario contrael miedo en el nio.

    La idea de la continuidad espiritual del sujeto despusde la muerte no impide la adquisicin de nociones de

    permanencia e irreversibilidad de la misma, logros que,de acuerdo con las descripciones de Piaget, se alcanzan

    en la medida en que se accede a la fase de operacionesconcretas, etapa en la cual la muerte es comprendidacomo un fenmeno universal e inevitable.

    A la edad de 10 aos la mayora de nios considerala muerte, en general, como un fenmeno permanente yuniversal. Ello se hace posible por el acceso incipientea las operaciones formales que implica la capacidad dellevar a cabo razonamientos abstractos y enfrentarse a

    problemas de complejidad crecientes que van ms alldel aqu y del ahora.

    Por todo ello es importante estar atento al tipo decomunicacin que escoja el nio, sabiendo que no

    siempre recurrir a manifestaciones verbales directas,sino con frecuencia tambin a otras de tipo simblico (atravs de juegos, dibujos, cuentos y representaciones dela vida cotidiana). Spinetta (1983) recuerda que existendistintos niveles de conciencia de la muerte antes que elnio se valga de un lenguaje de tipo adulto para discutirel concepto adulto de muerte.

    En estas edades ya es lo bastante mayor como paraque pueda participar activamente en los temas quetienen que ver con la muerte de la persona querida.Hay que fomentar que pregunte y pida explicaciones, y

    hay que responderle teniendo en cuenta sus opiniones.Hay allegados a la familia que pueden colaborar en la

    comunicacin afectiva, porque algunos nios se abrirnms fcilmente a personas que no formen parte del ncleofamiliar ms ntimo.

    4.-Preadolescencia (alcanzada la etapa de operacionesformales, de 11 a 13 aos)

    La posibilidad de pensar que, tal vez, los padres losobrevivan a uno (Saholaver, 1995) no es normalmenteaccesible hasta que deviene el desarrollo de un

    pensamiento ms abstracto (Hipottico-deductivo entrminos de Piaget), alrededor de los 12 aos.

    En esta franja de edad ya es capaz de considerar lamuerte como un suceso que afecta a todos los seres vivosy puede comprender la diferencia entre vivir y no vivir.Comienza a interesarse por los aspectos biolgicos dela enfermedad y los detalles que caracterizan los ritosfunerarios y los ritos de luto. Comprende mejor la propiamortalidad y ese conocimiento puede procurarle intensaangustia.

    5.- Adolescencia (14-18 aos)No hay ninguna duda de que en la adolescencia

    normal estn establecidos todos los factores nombradospor diferentes autores como precondiciones necesariaspara la realizacin del proceso de duelo en el adulto. El

    desarrollo del yo del adolescente es tal que puede entenderlas completas implicaciones y nitud de la muerte.

    En la adolescencia, las consecuencias existenciales dela muerte se adquieren al tiempo que crece la capacidadde pensamiento formal y abstracto. Puede comprender elsentido de la propia muerte y ese tema le lleva a fantasasy temores que no es raro que le produzcan cierta angustia.Puede sentirse tentado a negar la propia condicin de serhumano mortal a travs de comportamientos de riesgo,actitudes impulsivas y peligrosas.

    Posee mayores capacidades elaborativas psicofsicas,pero a su vez presenta las dicultades propias de estar

    viviendo el paso evolutivo entre la infancia y la edadadulta, un paso lleno a su vez de cambios, prdidas y duelosdifcilmente comprensibles y elaborables durante mesesy aos. Las actitudes de evitacin de los sentimientosson frecuentes. Aparecen fuertes manifestaciones deira y resentimiento, prdida de conanza, sentimientos

    de culpa y vergenza, y en ocasiones pensamientosdepresivos e ideas suicidas. Al lado de actitudes denegacin y aislamiento, paradjicamente pueden

    presentarse tambin intensos temores, como el terror aque pueda repetirse otro duelo en la familia, o temores a

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    Muere un padre: desarrollo evolutivo del concepto muerte

    la enfermedad, a la muerte y al futuro.A estas edades tienden a reaccionar con acciones o

    vinculaciones impulsivas, o adoptar actitudes cuidadoras.Reaccionan con estilos contradictorios, que van desde elapego excesivo a los familiares hasta un distanciamientotambin excesivo. Se mueven entre una sobreconanza

    a veces temeraria y una inseguridad ante la vida,as que habr que intentar que no asuman excesivaresponsabilidad y excesivas expectativas respecto a lasituacin, sin dejar de hacerles partcipes y de valorar susopiniones.

    Es relativamente frecuente que los adolescentes quedenvinculados a idealizaciones del progenitor muerto, quehabr que considerar con cuidado y tiempo. A menudoayudando a los familiares es como mejor ayudamos a los

    problemas y al desarrollo del adolescente.

    Grupo familiar y mundo adulto

    Barnes (1964), ya hace medio siglo, no pierde de vistala importancia de la reaccin de los vnculos disponiblesdel nio a la prdida del progenitor:

    Muy importantes en la formacin de las reaccionesdel nio a tal grave prdida sern el tipo y la cantidadde ayudas emocionales disponibles para ellos por partede los miembros en luto de su familia. stos ltimos,en tales circunstancias, podrn necesitar ayuda en elreconocimiento de las adaptaciones defensivas tales como

    la negacin, la inversin del afecto, el desplazamiento, lasactuaciones Ayuda que necesitarn con ms frecuenciacuando la ansiedad acerca de la muerte sea desplazadahacia las enfermedades comunes y las separaciones, yen esas ocasiones en que la negacin de la nitud de la

    muerte se base en conceptos errneos de la realidad y enel pensamiento mgico. Los nios no pueden ni deben ser

    protegidos de experimentar ningn dolor.Aadiramos que los nios deben, en todo caso, ser

    protegidos de experimentar un dolor excesivo, innecesarioo no gestionable desde su momento evolutivo.

    McDonald (1964) seala, con cierto pesimismo,

    que Ms frecuentemente encontramos en los adultosnegacin e incapacidad para observar y sostener lasdolorosas respuestas de los nios.

    Nagera (1970) enfatiza respecto a las defensas dedenegacin en el nio:

    Los adultos desean ahorrar sufrimiento al infante yresguardarlo de hechos importantes o, incapaces de tolerarsu propia tristeza, prohben a los infantes mencionarel evento doloroso. Los nios hablan acerca de sus

    padres muertos como si ellos estuvieran vivos o, cuandocomprenden el hecho de la muerte, intentan denegarlo

    desde fantasas de re-nacimiento o retorno desde el cielo.En algunos casos esto ocurre bajo la inuencia directa

    de madres que escondieron la verdad a los nios paraevitarles sufrimiento; en otros casos, fantasas de idnticandole son producciones espontneas del infante. Enlas visitas desde la muerte los padres son, en todo caso,mencionados ms a menudo que las visitas de los padresordinariamente vivos.

    Campo (1984) aade:La negacin y la disociacin, por muy desarrollada

    que est la capacidad de conceptualizar, se mantienenactuantes sea cual sea la edad del sujeto. De maneraque la muerte, incluso ms all de los diez aos, puedequedar oscurecida por ideas inculcadas por los adultos.De esta manera los nios pequeos elaboran teoras sobrela muerte de un ser querido () La idea de que los nioshan de ser engaados, o de que se les ha de escondercosas para protegerlos, dado que son sensibles, frgiles,e incapaces de tolerar demasiado tiempo el dolor y latristeza, no es otra cosa que la expresin del mecanismode identicacin proyectiva a travs del cual, el adulto,

    se desprende de sus propios aspectos infantiles y losadjudica al nio.

    Respecto a la prueba de realidad, Pelento (1998)puntualiza:

    En el momento de la muerte de un objeto signicativo

    (como la madre o el padre o un hermano de un nio)

    Cmo opera la prueba de realidad? Quin la introduce?Sabemos que cuando fallece un adulto una serie deorganizaciones sociales certican a sus familiares esa

    muerte (los mdicos, el certicado de defuncin, los

    rituales de cada grupo social, etc.). En cambio cuandola muerte toca a un adulto del cual depende el nio y alcual iban dirigidos sus deseos, son otros adultos los quecon palabras le deben informar de aquello que sucedi.Informacin nada fcil de compartir. Nada fcil porque esel mismo adulto el que frente a este hecho y como partede su negacin no solo expresa no puede ser sino queadems tiende a sentirla siempre como un accidente, y no

    como una de las cosas ms verdaderamente previsibles() Decir en palabras simples, sin atiborrar al nio deexplicaciones, lo que sucedi, va a devenir prueba derealidad. Es importante ponderar cundo los mecanismosde renegacin y escisin le permiten al nio una moratoria

    benca y necesaria dndole tiempo para metabolizar ese

    hecho, y cundo su intensidad, persistencia y exclusividadse constituye en factor de patologa.

    Y en cuanto al posicionamiento de los adultos, contina:Entendemos que en los duelos ms tempranos el

    adecuado posicionamiento simblico de los adultos

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    a cargo del nio puede actuar impidiendo que esaconmocin desmorone categoras ya adquiridas o

    altere su construccin. Este posicionamiento no tieneun carcter abstracto sino que supone sostener ciertasmanifestaciones de inquietud o desborde emocional y

    pulsional visible a veces en alteraciones pasajeras de laconducta, por ejemplo en el incremento de demandaso en ciertos trastornos de sus funciones corporales(trastornos de sueo, de alimentacin o indisposicionesfsicas transitorias) () Otras veces los mecanismosmanacos puestos en acto por sus familiares visiblesen la hiperactividad o en la necesidad de ruido paratapar el silencio, producen desasosiego en el nio o unadepresin larvada o lo empuja a la mana. Otras veces eladulto lo coloca en el lugar de la vctima favoreciendo laconstitucin de tendencias masoquistas y/o la plasmacinde benecios secundarios () En otras ocasiones

    el muerto en la mente de su padre o de su madre setransforma en un rival invencible. Esto con regularfrecuencia origina conductas temerarias o demandasmuy intensas reclamando una mirada que el nio sienteque su familiar le niega. La sobreproteccin impide enotras ocasiones el despliegue de impulsos hostiles. Enocasiones el progenitor superviviente muestra lo que no

    puede tolerar, al querer brindar rpidamente un substituto(no se excluye la posibilidad de que el impacto provocado

    por la prdida se exprese precisamente con una aparente

    facilidad para aceptar objetos substitutos).Ihlenfeld (1998) ahonda en esta lnea:Puede suceder tambin que el nio quede trenzado

    a la estructura defensiva rgida de un progenitor frgilcongelndose as en el mismo nio la utilizacin demecanismos desestimatorios de diferentes aspectos de larealidad. A la prdida del objeto se agrega la prdida de lailusin narcisstica de la omnipotencia infantil, tanto en loque se reere a sus posesiones afectivas como en el saber

    de los lmites, de la irreversibilidad de las ausencias, de lanitud vital, incluso de la propia posibilidad de la muerte

    () Es natural que esta situacin le quite disponibilidad

    al progenitor superviviente con su hijo, pues es sabidoque la retraccin narcisista propia de determinadosperodos del trabajo interno frente a la prdida incide enel reconocimiento que pueda hacerse de las necesidadesde los otros. Para este progenitor su hijo, ahora hurfano,es de algn modo presencia del muerto y de la muerte ens. Esto implica complejas dinmicas edpicas.

    El nio quedara inmerso as en una familia atravesadapor la recepcin de la mortalidad (Alizade, 1996), loque le da una cualidad particular a esta experiencia. El

    progenitor que vive drena sobre su hijo su manera de

    recepcin de la nitud vital del progenitor que muri,

    as como tambin su propia representacin sobre este

    acontecimiento.El progenitor que sobrevive carga con un doble trabajode duelo, el de la prdida de su pareja, pero tambin elde reubicarse en el ser de un padre sin cnyuge frentea hijos hurfanos, lo cual a l tambin lo remite aangustias primarias de aoranza por el objeto protector ydesvalimiento frente a la ausencia.

    Inhenfeld concluye:Diferentes autores han sealado que el modo en que un

    nio trabaja sus experiencias de prdida est ligado a lasubjetivacin que de la misma puedan hacer los adultoscon quienes convive. Ello se relaciona con la posibilidadque stos tengan de recurrir a palabras que den cuentatanto de lo sucedido como de los afectos desencadenados

    por la situacin (Abraham y Torok, 1972; Aberastury,1973; Hanus, 1976; Bowlby, 1980; Arfouilloux, 1986;Lebovici, 1994; Pelento, 1995; Inhlenfeld, 1998).

    Tizn & Sforza (2008) citan a Bowlby cuando stearm que no es posible elaborar completamente el duelo

    sin la presencia de otra persona, de un acompaante. Yaaden:

    Las dicultades son an mayores si el adulto que ha de

    proporcionar la ayuda es miembro de la misma familia,o una persona muy prxima. En este caso, el adulto seencuentra con que tambin l mismo ha de afrontar el

    dolor de la prdida de una persona querida, con toda ladicultad que ello supone y, adems, ayudar al nio en su

    aiccin: una doble y difcil tarea.

    ILUSTRACIN EN CASOS CLNICOSCaso A: muerte repentina

    ngeles y Javier, de unos 40 aos de edad, llegarona consulta a causa de que su hijo Alberto, de tres aosde edad, sufra de una alteracin somtica de origenindeterminado. Las exploraciones mdicas no daban otrarespuesta que no fuera la de atender al posible origenemocional.

    Al llegar al centro, la madre acompaaba a Albertocariosamente con su mano apoyada en la zona especca

    de esta somatizacin, entre tapndolo, acompandolo,acogindolo.

    ngeles era una mujer tenaz aunque frgil,dubitativa, con una tendencia melanclica subyacentey una capacidad sobresaliente para dejarse acompaar ysostener por su marido. l, de orgenes andaluces, tratabade sacar hierro, bromeaba en un formato colaborador,se preocupaba por ella y por el hijo, y estaba dispuestoa aguantar mi tono ms bien serio y algo profundo, sin

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    Muere un padre: desarrollo evolutivo del concepto muerte

    necesitar sacarme de mi lugar como terapeuta. Su hijoAlberto era un saco de nervios. Su gestin de los impulsos

    oscilaba entre la evacuacin motriz de la ansiedad y lainhibicin de aspectos sanos de la agresividad: rivalidad,narcisismo en desarrollo, reclamo de atencin y afecto,exigencia de satisfaccin de las propias necesidades

    Teniendo en cuenta los aspectos bsicamente sanosdel grupo familiar, su disponibilidad para trabajar enun sentido teraputico, y asumiendo la etiologa muy

    probablemente psicosomtica de la sintomatologa deAlberto, decidimos ofrecer a los padres un espacio deencuentros teraputicamente orientados con un psiclogo.

    Nuestros objetivos eran los de aclarar los signicados

    de esta comunicacin de Alberto a travs del cuerpo, yayudar a los padres a acompaarle en sus dicultades de

    gestin de la ansiedad. En apenas diez meses de trabajo, afrecuencia quincenal, gracias al esfuerzo y conanza que

    los padres pusieron en el tratamiento, la sintomatologade Alberto haba desaparecido casi por completo, yla comprensin de la signicacin emocional de esta

    psicosomatizacin estaba consistentemente presente enel grupo familiar.

    Satisfechos por el curso de su desarrollo, agotando unaopcin teraputica que haba funcionado adecuadamente,el caso se disolva de nuestra urgencia diaria en laasistencia pblica como se disuelven sanamente losvnculos que se agotan en el tiempo. Llegamos as,

    tranquilamente, al momento en que se implanta ladespedida como organizador central de los encuentros.

    En esta atmosfera de ligero deshacer, de destejer elvnculo teraputico, lleg la noticia.

    Un lunes, llegado al centro, una compaera vino ansiosaa mi encuentro, entre pasillos, urgida por las noticias quellegaban desde la escuela y el EAP de referencia (Equipode Atencin Psicopedaggica). El padre haba fallecido.

    Obeso, trabajador incansable, luchador haba sufridoun infarto fulminante. As, sin aviso, sin compaa, sin

    preparacin, sin despedida falleci.La vida y la muerte marcaron desde entonces la

    composicin y la magnitud del reto evolutivo quetena Alberto por delante. El alto coste y la profundasignicacin de la prdida, pasaron entonces a un primer

    plano que dejaba muy de lado aspectos que hasta entonceshaban sido centrales.

    La muerte del padre puso al tratamiento en un lugarparticular: insuciente ante la magnitud del duelo y el

    tiempo necesario para llevarlo a cabo, pero necesariopara acompaar a esta madre y a este hijo. Nuestro retoera el de que Alberto no se quedara tambin sin madre,que no cayera deprimida y aislada, perdindose entonces

    los aspectos sanos de su vinculacin con el hijo.En tales circunstancias, el grupo familiar extenso se

    volc sobre la dada madre-hijo. Las tas, los abuelos,las amistades se organizaron para poderlos atender ysostener, tanto en un sentido emocional como organizativoy econmico. La red primaria de asistencia, el grupofamiliar y social, se hizo cargo del acompaamiento realal duelo.

    Llegado el momento de retomar las sesiones, la sillavaca en el despacho junto a la madre, que tan a menudotiene un signicado sutil cuando no acude uno de los

    progenitores, era ahora una intensa y pesada mezcla dememoria y prdida, ausencia y presencia. En el mismodespacho, en las mismas sillas, con el mismo profesionalque los haba atendido, vena ahora la madre sola,sealando o girndose hacia la silla cuando en sesinhablaba de l.

    Nuestros retos teraputicos, acotados en el escasotiempo de atencin que les podamos ofrecer, eranmodestos: por un lado ayudar a viuda y hurfano aorganizar adecuadamente la comunicacin inicial entreellos, y la reorganizacin incipiente de su relacin; y

    por el otro, organizar una derivacin viable tras nuestradespedida.

    ngeles estaba depresiva, abatida, desbordada. Lecostaba mantener la mirada, hablaba en un tono lnguidoy con un tempo lento; las comunicaciones se intercalaban

    con silencios apenados. Trataba de apoyarse en m y en elespacio teraputico para pensar en cmo ayudar a su hijo.

    Su hijo Alberto oscilaba entre inhibiciones en lacomunicacin verbal y explosiones actuadoras en

    busca de activar desesperadamente a la madre, a laque intensamente tema perder y por la que se senta

    parcialmente abandonado. Volvieron a aparecer lassomatizaciones, las dicultades en el control de los

    impulsosAmbos miembros del grupo familiar, los supervivientes,

    aqueaban en aquello que eran vulnerabilidades propias.

    Ambos necesitaban tiempo para decidir cmo iban a

    intentar salir adelante.Alberto, un chico bsicamente capaz, realizabaelaborados dibujos que la madre espontneamenteintentaba comprender a travs de su signicacin. Una

    potente herramienta de trabajo y comunicacin que nosfue til en esta ocasin para dar lugar a un pensamientoconjunto entorno a qu comunicaba Alberto a su madrea travs de estas esforzadas representaciones que leentregaba. Aquellos dibujos escenicaban una intensa

    bsqueda de comunicacin con ella, que tena lugar en lamediacin del tratamiento.

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    Sergio Martn Tarrasn

    El deseo de la madre era el de que su hijo no la vierallorar. A pesar de mis sealamientos desculpabilizantes,

    y a pesar de las peticiones ms o menos evidentes desu hijo, la madre inicialmente no poda encarar estaexperiencia de, digamos, compartir el sufrimiento queinesperadamente haba llegado a ambos. Un compartirque abre las puertas a la esperanza de la colaboracin,de la unin protectora que acompae frente a la prdida.

    En sesin pudieron realizar algunos de los primerospasos en el camino de reorganizar su relacin, deencontrar su lugar en la nueva situacin de grupo familiardoliente. Asumimos como necesidades centrales el quese pudieran respetar los silencios, las disociaciones, lossistemas defensivos organizados para protegerse en unasituacin tan sobreexigente; incluso el pasar buenos ratos

    juntos donde el olvido permita pausa y descanso. El retoen aquellas sesiones fue tambin el de tratar de poneren palabras ms ajustadas las comunicaciones confusascuando stas existieron con claridad.

    Esta madre tena por delante uno de los mayoresretos de su vida: el duelo por el marido muerto, lareorganizacin del vnculo materno-lial, resistir la

    tentacin melanclica, y organizar todo este esfuerzo sinel sostn y el alivio de su el y entregado compaero, que

    march pronto, injusta e inesperadamente.Al cabo de un tiempo, muy a nuestro pesar, las sesiones

    tuvieron que nalizar por cuestiones administrativas.

    Nos despedimos con dudas, con preguntas por responder.Facilitamos una posible derivacin de garantas, que lamadre prometi tener en cuenta si ms adelante se decidaa buscar terapeuta. Ofrecimos una perenne puerta abiertaa la comunicacin para cualquier cosa que pudierannecesitar de nosotros en adelante. Y, eso s, colaboramosen estructurar un seguimiento para el hijo que estaba msque tenido en cuenta en la escuela y por el referente delEAP.

    Caso B: Suicidio

    Javier era un chico de dos aos largos con

    sintomatologa tpica de la que atendemos en losCDIAPs: mostraba dicultades en la organizacin delvnculo, particularidades en la comunicacin, y unaserie de intereses peculiares (como la preferencia porlos nmeros y las lneas, o la especial dedicacin aobjetos slidos o metlicos). Se le diagnostic dentrode los Trastornos del Espectro Autista o T.E.A. (Wing,1995). Estas dicultades no eran de alta gravedad, y

    ms bien pensbamos que con ayuda suciente podra ir

    evolucionando dentro de sus posibilidades.Javier asista a escuela, trataba de comprender el mundo

    a su alrededor, y consegua aprovechar parcialmente lassesiones en psicologa que incorporaban a los padres.

    Trabajbamos juntos para que pudieran profundizar enel conocimiento de las caractersticas y comunicacionesde su hijo.

    Su madre, Alba, era una mujer seductora, algo torpe enla comunicacin, y con un elevado monto de sufrimientogenerado por las dicultades del hijo. Se defenda de

    la ansiedad acera de su desarrollo en un formato algosobreprotector y con una sutil tendencia a derivar culpasa la escuela. Alba se afectaba intensamente cuando lasdicultades de su hijo quedaban evidenciadas en sesin o

    en la vida cotidiana.El padre, Eduardo, era un hombre fuerte, grande,

    trabajador en un mbito laboral especialmenteconictivo donde la fuerza bruta era esencial. Vena a

    sesin casi amenazante, altivo, impermeable. Negabadiametralmente las dicultades de su hijo, obviaba mis

    aportaciones, y en general menospreciaba el trabajo delos terapeutas. A pesar de su alto grado de hostilidad y sutamao, algunos detalles de su apariencia amenazadora

    pero infantiloide nos dejaban vislumbrar al hombre-niosufriente, enmascarado tras una fachada omnipotente,que no saba cmo comunicarse, y que disociabaintensamente los aspectos propios frgiles, vulnerables,necesitados. stos acababan siendo proyectados eidenticados intensamente sobre el hijo, a quien inoculaba

    temores desproporcionados y a quien sobreprotegaintrusivamente de peligros inexistentes.

    El tratamiento avanzaba a duras penas, y con muchoesfuerzo Javier mostraba mejoras frgiles, tenues,algo desesperanzantes, en que el simbolismo y larepresentacin acerca de contenidos mentales propios yajenos relacionados con la afectividad eran difciles deencontrar. De esta manera, sus principales dicultades en

    la rbita T.E.A. se mantenan estables. A pesar de ello,haba mostrado avances signicativos en la escuela,

    gracias a que la madre trat de preservar las sesionesenfrente de un padre muy reacio al tratamiento.

    Un da cualquiera, llegando al trabajo, la secretaria mevino a buscar asustada y con cierta precaucin. Habanllamado los referentes del EAP, solicitaban que nos

    pusiramos en contacto en seguida con ellos porque elpadre haba muerto. Se haba suicidado y Javier habapresenciado la escena.

    Pareca terrorco imaginar que un nio con una mente

    tan frgil, con tantas dicultades de procesamiento

    emocional, hubiera sufrido no slo una prdida de talmagnitud, sino la visin de la escena Lo encontraronmadre e hijo en casa, en una trgica escena que no es

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    Muere un padre: desarrollo evolutivo del concepto muerte

    necesario relatar aqu. Era un suicidio organizado para serencontrado por ellos, una muerte que cayera como una

    losa inamovible sobre el recuerdo de ambos; un suicidioagresivo, intrusivo, un acto de auto y heteroagresin.Las frecuentes discusiones de pareja, que se

    haban acrecentado con las dicultades de Javier y su

    reconocimiento como tales, haban llevado a un deterioroprogresivo que degener en amenazas directas desuicidio por parte de Eduardo (que jams se nombraronen tratamiento), y que nalmente ste llev a trmino.

    Result que haca tiempo que amenazaba con la propiamuerte, de forma un tanto perversa como ms adelanteconocimos.

    Desesperanza, hasto, culpa, remordimiento, dudas,persecucin Este no era un caso de violencia de gneroen que un hombre acaba matando a su mujer; era elcaso de un acto estrictamente agresivo, relacional, deinoculacin de la culpa, en que el hombre se mat paradaar a la mujer, para meterse en su cabeza para siempre,oponindose irremediablemente a los deseos cada vezms organizados de ella de separarse de l. Algo queEduardo no pudo soportar.

    El reto como terapeuta era el de poder recoger lademanda de otras instituciones, y la peticin expresa de lamadre de ayudarla a acompaar a su hijo en un momentotan extremamente delicado. De nuevo nuestro principalreto era el de que Javier, habiendo perdido al padre en

    tales circunstancias, no perdiera tambin a la madre.Organizamos inmediatamente sesiones slo con ella,

    para poder recibirla, acompaarla, y tratar de conocer lasituacin actual real: las circunstancias del suicidio, elsignicado de la reaccin de Javier, sus comunicaciones,

    etc. Esta madre, que mostraba hasta entonces unatendencia fbico-contrafbica, cedi entonces a unaorganizacin del vnculo paranoide.

    La reaccin de la familia de Eduardo fue especialmentevirulenta, acusando a la madre y depositando enella aspectos agresivos e intenciones en una rbitamalintencionada. Qued sealada socialmente por

    la acusacin familiar, modicndose aspectos de suidentidad social, pasando de ser una madre cuidadora yamenazada, a ser una viuda puesta en duda, ambivalente,temerosa y desorientada, con necesidad de ayuda y consancin social indirecta.

    Tratamos de que no quedara atrapada en este tipo dejuegos proyectivos, que no se lanzara a litigios legalesen pro de una deseada redencin social. Exista el riesgode que el espacio mental quedara anclado en una zonade prdida-sufrimiento-culpa-persecucin-deterioro, y

    por ello las sesiones funcionaron inicialmente como un

    parapeto de salud mental: un espacio de claricacin, de

    dar lugar al duelo, la prdida, la tristeza, y la necesidad de

    acompaamiento en primer plano.Alguno de los temores iniciales de la madre consistanen que el hijo se pudiera convertir en un futuro perseguidorque, cuando tuviera mayora de edad y uso de conciencia,la interrogara acusatoriamente para sonsacarle loque sucedi. En la fantasa temerosa de la madre, laculpara de lo sucedido. Es decir, el hijo supervivientecomo representante persecutorio del padre fallecido,representante parcial de la muerte. Nuestro trabajoconsisti en acompaar a la madre en la construccin deun dilogo interno en que existiera cada vez con mayorclaridad para la percepcin del hijo como un ser frgil ynecesitado, y no como un perseguidor idealizadamenteomnipotente.

    A medida que avanzamos en las sesiones, descubramosque desde el fallecimiento de Eduardo, madre e hijo

    prcticamente no haban hablado. La familia maternaempez dndole al nio explicaciones confusas quenegaban parcialmente el fallecimiento del padre. Laansiedad de Javier, que haba visualizado una realidadmuy distinta, se fue disparando. La negacin se tornms inaceptable, las dicultades para integrar la escena

    vivida con la representacin narrativa que le proponansus vnculos generaron una incongruencia creciente, yas fue quedando ms slo y desatendido en su necesidad

    de contacto con una interpretacin de la realidad msconsistente.

    Javier preguntaba dnde estaba su padre, qu coma,por qu no quera volver. Incluso cuando nalmente la

    madre pudo explicar a su hijo la realidad de lo sucedido,se mantuvo esta ideacin.

    Al reincorporarse al tratamiento, sorprendentemente,Javier mostr a lo largo de la sesiones algunos progresos.

    No vena especialmente cambiado, no se apreciabadeterioro; ms bien se mostraba alegre de volver a verme,dispuesto e interesado, y con dicultades similares a

    las que motivaron su consulta inicial. En sesin realiz

    varios dibujos poco elaborados que intentaban serrepresentaciones acerca de la muerte, acerca la prdida delpadre. Javier trataba de comunicar su propia explicacin,trataba de encontrar un lugar donde las propiasrepresentaciones fueran escuchadas y reconocidas. Paraello usaba principalmente dibujos y ms escasamentecomunicaciones directas, preguntas.

    Uno de los movimientos regresivos que mostr Javierfue el de una marcada acentuacin de las actividadesautoerticas en el hogar. Esta conducta, sin embargo, fue

    poco a poco desapareciendo.

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    Sergio Martn Tarrasn

    Sabemos que la tristeza no se puede mantener durantelargos perodos a esta edad; un ejemplo en tratamiento

    era que la temtica de la muerte apareca y desaparecade las sesiones, y se intercalaba con verbalizaciones odibujos de amigos y mams que iban a algunos lugares adivertirse, que eran felices

    Las sesiones continuaron un tiempo, y poco a pocomadre e hijo se fueron reorganizando, se reubicaron delmismo modo en que lo hizo su contexto social. Habanconseguido iniciar la acomodacin, haban iniciado lareconstruccin de su lugar en el mundo.

    El da de la despedida lleg; un da sentido y difcilpara los tres. Javier se mostr algo distante, y la madre,prudente pero decididamente, se decidi a darme unintenso abrazo de agradecimiento.

    Nos despedimos con una mezcla de sentimientos, perosobresaliendo el agradecimiento por haber permanecidodisponible frente al impacto de la muerte, por haberlesacompaado en una etapa de la vida crucial para eldesarrollo y para el futuro comn de ambos.

    Caso C: Larga enfermedad

    Arnau lleg a consulta al CDIAP con cuatro aos deedad debido a una marcada tendencia a las conductasdisruptivas y el opsicionismo, habiendo protagonizandodiferentes incidentes en la escuela. Tanto era as queaparecieron quejas de varios padres del grupo clase, y

    de algunas maestras especialmente afectadas por estetipo de dicultades: pegaba a compaeros, no atenda a

    la norma, sala corriendo en cualquier situacin que leexpusiera a un peligro fsico real Ya en edad tan precozcontaba con un largo historial de incidentes, que ibancada da a ms.

    Elisenda, su madre, era una mujer muy arreglada,nerviosa y de pensamiento concreto que traa muchasquejas a sesin, y que se mostraba en oposicin aloposicionismo de su hijo. Pau, su padre, tena un aspectodeteriorado, con una marcada delgadez que haca pensaren una salud precaria.

    Al realizar las observaciones con Arnau, en las que semostr tranquilo y capaz, no pudimos observar en consultaningn aspecto que generara autntica preocupacin.Optamos por comunicar a sus progenitores esta impresinde salud, un diagnstico de Variacin de la Normalidad.Ofrecimos a los padres un espacio quincenal de reexin

    en torno a la crianza y la vinculacin con su hijo, quems tarde tuvimos que pasar a frecuencia semanal por laintensa demanda de ayuda que nos comunicaban.

    Las dicultades de Arnau, en contra de nuestra

    expectativa inicial, iban en aumento. Las quejas de la

    madre eran constantes, mostrando una ambivalenciaintensa entre el deseo de que atendiramos individualmente

    a su hijo por un lado, y la necesidad de mantener elespacio teraputico con los progenitores por el otro.El padre, en cambio, acuda a las sesiones agradecido,interesado, en ocasiones algo distante Trataba desopesar mis intervenciones con un espritu crtico quele costaba mantener entre sesiones. En ocasiones estabaalgo pensativo, y por lo general se mostraba tan serenoen sesin como angustiada, incontenida y proyectiva loestaba su mujer.

    Al cabo de casi ocho meses de tratamiento lospadres comunicaron, por primera vez, algo de lo queno tenamos noticia alguna: la necesidad del padre deser tratado quirrgica y qumicamente. Tena un tumormaligno operable que requera intervencin y una

    posterior quimioterapia agresiva. Esto le expona a unaserie de posibles complicaciones y deterioros que hacannecesarios mltiples ingresos para prevenir la afectacina las vas respiratorias, a las digestivas, el riesgocontinuo de complicaciones orgnicas, los derivados dela depresin inmunolgica Esta terapia oncolgica quedelimitaba un perodo de riesgo de uno o dos meses tenauna segunda fase organizada de un ao de duracin, conun riesgo de muerte del cincuenta por ciento.

    Al n, tras meses de secreto, silencio, dicultades de

    comprensin, cierta sensacin de fracaso en el intento de

    ayudar, y acumulacin de sinsabores al n podamosconocer lo que realmente suceda en aquel grupofamiliar; al n conocamos lo que comunicaba Arnau con

    su conducta fuera de las sesiones.Del mismo modo en que los progenitores no nos haban

    comunicado esta circunstancia en tratamiento, tampocose lo haban comunicado a Arnau. Estos silencios, estas

    prohibiciones, normalmente suceden por la defensivainterretacin de que el nio es demasiado pequeo paracomprender (Martn, 2009), para intentarlo. De estemodo, conocedor de que algo grave estaba sucediendo,Arnau no tena una explicacin correspondiente, no tena

    acompaamiento ni validacin. Su hermano, de mayoredad y con ms capacidades, contradictoriamente recibams explicaciones y con ellas ms acompaamiento:

    para el hermano ms desarrollado, ms oportunidadesy cuidados.

    El riesgo muy real de muerte implicaba el reto dedecidir cmo acompaar a Arnau en un perodo tan largode incertidumbre, con una carga emocional y situacin degrupo familiar tan potencialmente ansigenas. Implicabael reto de decidir cmo acompaarles, contando la madrecon escasos factores de proteccin social y mostrndose

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    Muere un padre: desarrollo evolutivo del concepto muerte

    el padre intencionalmente evitativo en la comunicacin.De acuerdo a la complejidad de la situacin, la edad

    del nio, y a la puntual disponibilidad de la institucin,pudimos ofrecerles ampliar la atencin a dos sesionessemanales: un espacio semanal para Arnau, y otro espaciosemanal para a sus progenitores. Normalmente a stasltimas sesiones vena slo la madre, ya que el padre seausentaba de las visitas cuando estaba siendo intervenido,

    por ingresos, operaciones, o por la necesidad de hacerreposo al regresar a casa tras unos das de tratamiento.

    Las cosas empezaron bien, pero no tardaron entorcerse. Los perodos entre intervenciones se alargaban,el deterioro fsico del padre aumentaba, y ms prontoque tarde aparecieron complicaciones: durante unaquimioterapia se descompens, tuvieron que intervenirlode urgencia, cay en un breve estado comatoso, y pasa recibir alimentacin por sonda. Su aspecto fsico sefue deteriorando, y su precaria salud era cada vez msevidente, ms visible.

    Durante este perodo Arnau no hizo sino deteriorarsecon l. A pesar de nuestro acompaamiento y la muytenaz dedicacin de la madre, Arnau no poda soportar elsufrimiento durante un perodo tan extenso: aparecieronmayores dicultades en la escuela, ms quejas de otros

    padres, tendencias ms oposicionistas Las sesionescon la madre o los padres se llenaban del relato de unalarga serie de desencuentros y conictos con la madre y

    el hermano, a los que cargaba con su ira descontrolada,con su tristeza torpemente comunicada.

    Al cabo de unos pocos meses, el estado del padrefue cayendo en un deterioro cada vez ms extremo, ynalmente muri, en el hospital, acompaado por la

    madre (que durante los ingresos permaneca a su lado,pasando Arnau y su hermano a convivir con los abuelosdurante varios das).

    Tras tanta experiencia de incertidumbre, trastantas fantasas temerosas, tras tantas separacionesy reencuentros la muerte. No en pocas ocasioneslos esfuerzos ms intensos, las organizaciones ms

    comprometidas, las convicciones ms tenaces deencarar de frente la enfermedad y las dudas de la vida,acaban siendo insucientes. Y es que hay veces en que

    demasiado rpido han de aprender nios de esta edadque la vida y la muerte no dependen de la justicia, nodependen de la gestin propia, no dependen del repartode las necesidades.

    El impacto de sta prdida, de sta decepcin vital, fuedevastador para el grupo familiar y para el nio: fue comosi el duelo que se iba aplazando, las desorganizaciones

    que iban sembrando riesgo, las defensas precariamenteconstruidas, acabaran por cebarse sobre el cansacio del

    grupo familiar.La madre y Arnau asistieron a las visitas un tiempoms. La familia extensa se hizo cargo de ayudar y deasumir parte de la crianza de los hijos; pero an y asla madre tuvo que buscar diferentes empleos para poderhacer sostenible la economa familiar. Elisenda empezabaa aquear y, a pesar de nuestros esfuerzos, la asistencia a

    las sesiones decaa.El hermano mayor adopt una posicin de

    pseudomadurez tratando de acallar el propio surmiento

    y dedicar los esfuerzos al apoyo de la madre y delhermano, con el evidente coste en cuanto a comunicacinde las propias necesidades y bsqueda de cuidados.Arnau ms bien se desorganiz: asumi la voz quejosa,la descompensacin, empez a revelarse incluso en lassesiones individuales donde tan inmaculadamente habamantenido una buena vinculacin. Llamaba tanto laatencin en clase que acab recibiendo tratamiento con

    psicofrmacos ajustados a su edad.Algo haba cambiado en su identidad, en su lugar en el

    mundo. Mirado hasta entonces como un nio maleducadoy en ocasiones descontrolado, haba pasado de golpe a serun hurfano: doliente, excepcional, frgil, necesitado. Elsufrimiento oculto tras la sintomatologa conductual, eraahora socialmente visible. En sesin, al igual que en la

    escuela, toleraba mal ser mirado con lstima, con temor,con condescendencia, y al mismo tiempo necesitaba deunos cuidados intensos e incondicionales. Conseguimosa duras penas acercarnos a hablar de sus emociones, ytan slo a travs de algn llanto descontrolado, o algndibujo muy indirectamente relacionado, se atrevi adejarse ayudar por m.

    La madre poco a poco se desinteres del tratamiento.Este espacio que haba servido para mantener el esfuerzo,

    para sostener la esperanza y mantener la perspectiva, habaquedado impregnado de un aire de derrota e injusticia.Elisenda deseaba calladamente despedirse, agradecer,

    renunciar, no estar sometida al encuentro con las sesionesen las que anteriormente esperbamos esperanzadamentevolver a recibir al padre. Haba nalizado una etapa de

    la vida, y apareca el deseo de dejar atrs algunas de lasvinculaciones o lugares que haban formado parte deaquella etapa de sufrimiento.

    Finaliz el tiempo de intervencin en el CDIAP y en ladespedida organizamos una derivacin a un tratamientova privada, que implicara una oportunidad para lareorganizacin en este duelo de riesgo.

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    Cuadernos de Psiquiatra y Psicoterapia del Nio y del Adolescente, 2013;56, 25-45 Sociedad Espaola de Psiquiatra y Psicoterapia del nio y del adolescente. ISSN: 1575-5967

    Sergio Martn Tarrasn

    ORGANIZACIN ASISTENCIALFRENTE A LA REALIDAD CLNICA

    A continuacin tratar de exponer algunos de losprincipios bsicos en base a los cules hemos organizadolas intervenciones teraputicas en nuestra experienciaasistencial.

    Reorganizacin de la indicacin teraputica: no

    perder a la madre

    Cuando en el transcurso de un tratamiento en grupofamiliar muere un progenitor (en los casos que nosocupan, muerte del padre), encaramos la desorganizacindel encuadre y los objetivos teraputicos: hay que

    pararse a pensar. Hay que dedicar tiempo a digerir el

    impacto, constituir los andamios del nuevo encuadreteraputico, y reubicarse en la nueva realidad del caso.La conclusin inmediata en nuestra experiencia fue la deque era necesario organizarse rpida y adecuadamentecon un doble objetivo central: era prioritario atender alas madres en su sufrimiento y desorientacin inicial;y era prioritario no descuidar al nio, explorar suscontenidos mentales confusos diferenciando la esperabledesorganizacin de los factores de riesgo destacables.

    Nuestra mxima teraputica a partir de ese momento fuela de trabajar para que el nio que haba perdido al padre,no perdiera tambin a la madre.

    Si sta realizase un tratamiento individual en cursoms valdra que nos apoyramos en l o, si tuviera algnterapeuta de referencia, deberamos valorar la utilidad derecomendar un espacio teraputico individual para ella.ste puede ser de sostn y apoyo o, en caso de tratarsede un duelo de riesgo, un espacio psicoteraputico detratamiento para prevenir una posible complicacin

    posterior. Los CSMA (Centro de Salud Mental deAdultos) sern siempre la opcin pblica a tener encuenta.

    En aquellos casos en que desde el CDIAP optemospor asumir el acompaamiento a la madre, estaremosofrecindole una opcin con cierto grado de abilidad:

    reorganizar el espacio de tratamiento con un terapeuta yuna institucin a los que ya conoce, con los que existeuna alianza teraputica previa, donde las resistencias delcambio o de enfrentar lo desconocido son menores.

    Perder al marido inesperadamente, al ser madre de unnio de unos escasos dos, tres o cuatro aos, ms aunsiendo un hijo con dicultades lo bastante signicativas

    como para estar siendo atendido en un CDIAP, es desdenuestro punto de vista un factor de riesgo en el queinicialmente prevalecera la necesidad de prevencin e

    intervencin prolctica.

    Nuestro objetivo ser doble: atender a la madre, y atender

    al hijo. Estando disponibles, cediendo protagonismo,podemos pensar conjuntamente en la situacin delgrupo familiar y en cmo se estn organizando en talescircunstancias. Podemos aliarnos teraputicamente conla madre para pensar conjuntamente en la situacin, enla capacidad de comprensin y caractersticas del duelodel hijo, y en cmo se organizar en tales circunstancias.Preguntarnos qu necesita el nio del mundo adulto.

    No podemos atender a la madre sin sentir que estamosdesatendiendo al nio y viceversa. Es decir, un impactode tal magnitud deja a todos parcialmente desatendidos,con necesidades individuales opuestas al cuidado delvnculo. Encaramos un estado emocional de grupo queimplica un terreno frtil para la aparicin de la culpa,

    para la lucha velada por los recursos, para las fantasastemerosas y las confusiones en la comunicacin. En stadinmica la aparicin de movimientos y necesidades deterceros que juegan su papel en el momento de crisis o,al n, de desproteccin del grupo familiar nuclear, puede

    hacer que ste ltimo quede expuesto a necesidades ointereses ajenos.

    Temor adulto a encarar a los nios con la muerte de

    un ser querido

    Para los progenitores, a la hora de ejercer la crianza y

    acompaar sintnicamente a los hijos en el desarrollo,un reto central es el de tratar de diferenciar con claridadlos contenidos mentales adultos y los infantiles. En loscasos en que el contenido mental implica dolor intenso,es ansigeno, o fuente de sufrimiento, frecuentementeencontramos ms temores, confusiones, inhibiciones ytendencias evitativas en los adultos (bajo la intencin de

    proteger al infante), que no escaso inters o ausencia deideacin en los nios. Los adultos fcilmente proyectamosnuestros aspectos ms frgiles y vulnerables en los nios,quedando en ocasiones erosionado el reconocimiento desus capacidades y posibilidades reales.

    Cuando nos encontramos con una madre daada ydesubicada, que recin perdi al marido, comprendemosla magnitud de cambio que implica, la intensidademocional y organizacional del proceso de duelo encurso, la modicacin y erosin del sentido de identidad

    individual y la desubicacin en los grupos de referencia,el esfuerzo que le queda por delante Tratamos deofrecer acompaamiento, en una crtica y compleja tareacon muchos factores de riesgo, a los que debemos aadirfactores de proteccin (Tizn, 2004).

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    Muere un padre: desarrollo evolutivo del concepto muerte

    La primera duda que transmitan las madres con lasque hemos trabajado en estas circunstancias es la de

    peligro en la comunicacin. Su fantasa temerosa sueleser la de Aquello que tanto me hace sufrir, es daino ypotencialmente nocivo ponerlo en la cabeza de mi hijo.Y sin embargo los hijos, conscientes de lo sucedido segnsu nivel evolutivo, necesitan