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Bicentenario de La Carta de Jamaica: Paternidad en el pensamiento de Unión latinoamericana, principio de coherencia presente en el discurso y la acción de Simón Bolívar Prof. Jesús Fernández Maracay, Septiembre 2015 [email protected] Los exilios de Bolívar siempre fueron coyunturas significativas para la gesta emancipadora. Ya la caída de la Primera República lo había llevado al estudio de las causas generales que empujaron al colapso inevitable de este primer período republicano, y con ello, materializó uno de los documentos más importantes de su producción literaria en el exilio: el Manifiesto de Cartagena. Y ya en el mismo expresa: “Nosotros nos hallamos invadidos, y por consiguiente forzados a rechazar al enemigo más allá de la frontera” (Páginas escogidas, 2007) Demás estaría explicar que el objetivo de su lucha no se quedaba solamente en el territorio venezolano, de allí el devenir del pensamiento de Unión latinoamericana. Hacemos mención a ello por reportarse este documento como un antecedente significativo de la labor política y militar de Bolívar, que por razones de tiempo y recursos documentales no abordaremos con profundidad, en el exterior. Además de verlo siempre como un individuo situado en las condiciones de contexto, no sólo en la contemplación de lo que en el territorio nacional ocurría, sino también en una dinámica internacional y la posibilidad latente en miras a la correlación de fuerzas en beneficio de la causa republicana. El Ciclo Bicentenario de nuestra Independencia Nacional, casi desde su comienzo en el 2010, nos ha llevado a poner de manifiesto el genio, la obra y la pasión de nuestro ilustre caraqueño en el fragor de un momento histórico que representaba transformaciones profundas no sólo para Venezuela, sino para Nuestramerica, como la definiría Martí. Y es en el presente año que dicho Bicentenario de la Carta de Jamaica se hace propicia la evocación de sus fundamentos para aproximarse a una reflexión en cuanto al valor histórico y patriótico que lleva intrínseco el documento nacido del ideario, vigente aún, de nuestro Padre Libertador.

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Ensayo realizado en el marco del Bicentenario de la Carta de Jamaica (1815-2015)

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Page 1: Bicentenario de La Carta de Jamaica: Paternidad en el pensamiento de Unión latinoamericana, principio de coherencia presente en el discurso y la acción de Simón Bolívar

Bicentenario de La Carta de Jamaica:

Paternidad en el pensamiento de Unión latinoamericana,

principio de coherencia presente en el discurso y la acción

de Simón Bolívar

Prof. Jesús Fernández

Maracay, Septiembre 2015 [email protected]

Los exilios de Bolívar siempre fueron coyunturas significativas para la gesta

emancipadora. Ya la caída de la Primera República lo había llevado al estudio de las

causas generales que empujaron al colapso inevitable de este primer período

republicano, y con ello, materializó uno de los documentos más importantes de su

producción literaria en el exilio: el Manifiesto de Cartagena. Y ya en el mismo expresa:

“Nosotros nos hallamos invadidos, y por consiguiente forzados a rechazar al enemigo

más allá de la frontera” (Páginas escogidas, 2007) Demás estaría explicar que el

objetivo de su lucha no se quedaba solamente en el territorio venezolano, de allí el

devenir del pensamiento de Unión latinoamericana.

Hacemos mención a ello por reportarse este documento como un antecedente

significativo de la labor política y militar de Bolívar, que por razones de tiempo y

recursos documentales no abordaremos con profundidad, en el exterior. Además de

verlo siempre como un individuo situado en las condiciones de contexto, no sólo en la

contemplación de lo que en el territorio nacional ocurría, sino también en una dinámica

internacional y la posibilidad latente en miras a la correlación de fuerzas en beneficio de

la causa republicana.

El Ciclo Bicentenario de nuestra Independencia Nacional, casi desde su comienzo

en el 2010, nos ha llevado a poner de manifiesto el genio, la obra y la pasión de nuestro

ilustre caraqueño en el fragor de un momento histórico que representaba

transformaciones profundas no sólo para Venezuela, sino para Nuestramerica, como la

definiría Martí. Y es en el presente año que dicho Bicentenario de la Carta de Jamaica

se hace propicia la evocación de sus fundamentos para aproximarse a una reflexión en

cuanto al valor histórico y patriótico que lleva intrínseco el documento nacido del

ideario, vigente aún, de nuestro Padre Libertador.

Page 2: Bicentenario de La Carta de Jamaica: Paternidad en el pensamiento de Unión latinoamericana, principio de coherencia presente en el discurso y la acción de Simón Bolívar

Las orientaciones del presente ensayo se proponen la idea particular, tal vez

trillada, de ahondar en la relevante significancia del documento en miras a la

vindicación del pensamiento de Unión Latinoamericana que descansa sobre el discurso,

la acción, proyección y hasta la utopía de Bolívar, quien no escatimó coherencia desde

el principio de la lucha cuando hizo galas de las premisas que lo encaminarían hacia

semejante misión: La consolidación de Colombia. La otra vertiente asumida desde acá

será la relevante e inamovible postura del Libertador ante la defensa de las clases o

castas que integraban la América, la cual era necesaria. Y la subyacente, más no menos

importante, afrenta a la Monarquía. Y su negativa rotunda al sistema federal, con el cual

ya habían dado inicio las repúblicas luego del grito de Independencia, hollando

lamentablemente en su propio colapso.

El huracán de las circunstancias que invitan a revisar en qué condiciones se da la

Carta de Jamaica se sitúa en las últimas acciones patriotas en suelo venezolano durante

el “Año Terrible”. Luego de una emigración del pueblo caraqueño hacia el Oriente del

país, provocada esta por la amenazante avanzada de José Tomás Boves hacia el recinto

capital, en 1814. Será ésta una de las patadas de ahogado que el ejército patriota dará, ya

que el avasallante progreso y fortalecimiento de la “Legión del Mal” comandada por el

asturiano los llevará al desmembramiento inevitable.

Para Pedro Modesto Bolívar en Bolívar ante la historia y su juramento en el Monte

Sacro, la Segunda República fundada por el Libertador en 1813 tuvo poca duración, ya

que la acción de Boves significo un progresivo desmantelamiento de la labor alcanzada

desde la Campaña Admirable, y pese a logros tan significativos como La Victoria y San

Mateo, la segunda batalla de La Puerta puede verse como una “estocada” que

desarticulará el control patriota sobre el centro del país. Tal situación vendrá a

cristalizarse con los resultados de la batalla de Úrica. Además el desmembramiento de

la unión de los generales patriotas, el apresamiento de Bolívar por Ribas y la dispersión

de las fuerzas republicanas vendrá a representar la causa por la cual muchos patriotas

tendrán que salir forzosamente al exilio.

Bolívar, una vez más fuera del territorio, como se apuntaba con anterioridad,

atravesará por nada menos que las angustias y premuras propias que surgen ante la

necesidad que le imperaba de reorganizar la vuelta a Venezuela y así retomar con mayor

fuerza el control de la patria restituyendo la República.

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Cabe destacar, cosa que para nadie es un secreto, cuáles son los roles que ejerce el

Libertador en cuanto propias capacidades se refiere: Estratega para la guerra, tribuno

para la legislación efectiva y un intelectual con una extendida cosmovisión, permeable a

un universo de ideas que lo sitúan como un pensador de alta talla. Ventajas como estas

lo harán actuar dentro de las necesidades y prioridades de las repúblicas nacientes.

Recurrirá una vez más a la Nueva Granada, seguramente con miras a la

repetición de la hazaña de la Campaña Admirable, al respecto Pedro Modesto Bolívar

asume:

Una vez fuera del país, llegose hasta la Nueva Granada con intenciones de hacer

lo mismo cuando la Campaña Admirable, pero esta vez encontró con la oposición

del Cnel. Manuel del Castillo, al propio tiempo que el Gral. Pablo Morillo (…) le

ponía sitio a Cartagena de Indias para doblegar a los patriotas que la defendían.

Una confrontación de fuerzas internas y externas, las cuales se resumen acá como las

pugnacidades intestinas sometidas y estimuladas por la diversidad de intereses en

choque que poseían los patriotas neogranadinos. Y la coerción realista representada por

Morillo y su ejército “Pacificador” que ponía la vista sobre el territorio que bien definía

Bolívar como el corazón de América. Debe destacarse acá que el escenario caótico que

se presenta para tal momento es el arremolinamiento indeseable de enemigos contra lo

que siempre lidió el Libertador durante sus años de lucha: El federalismo, por una parte;

y la empresa restauradora del poder colonial venida directamente de España.

De los sucesos acaecidos en la Nueva Granada, como ya apuntábamos, las

discordias no se hicieron esperar, serán el motor generador de una desincorporación

voluntaria de Bolívar a favor de la causa de la independencia. Pero es necesario ver, con

fines de la apreciación del accionar de Bolívar en el exterior, cómo es asumido en la

Nueva Granada:

El Congreso lo juzgó simplemente como un militar infortunado en algunas

empresas y aprobó el plan presentado por él para tomar Santa Marta y pasar por el

Río de la Hacha a liberar Maracaibo. Le fue entregada la dirección de 2.000

hombres. El gobierno de Cartagena se opuso y ordenó a los de la provincia del

Magdalena no obedecieran a Bolívar. 1

Aunque bien recibidas sus propuestas para la recuperación del territorio venezolano,

Bolívar encontrará lo que se presupone, y ya decíamos antes, con las negativas nacidas

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de una pugnacidad intestina que le privó de la posibilidad de repetir las hazañas de

1813. Tales negativas harán prioritaria su salida del territorio: “En consulta con los

jefes de su ejército Bolívar decidió ausentarse en favor de la lucha por la

independencia. Firmó un tratado con el gobierno de Cartagena y se fue a Jamaica el 19

de mayo de 1815”. Un sacrificio, abandonar, temporalmente, la lucha armada y

emprender una diplomática, una respuesta magistral ante el apocalíptico escenario que

mermaba los esfuerzos patrióticos en costa firme.

Partirá entonces nuestro caraqueño hacia las Antillas. La primera misión es hacer los

llamados de atención necesarios para la contribución de fuerzas extranjeras en la causa

patriótica que se está desarrollando en todo el Nuevo Mundo.

Desde su llegada a Jamaica, su encomiable labor literaria se pondrá de manifiesto y

a través de ella se dirigirá por cartas a personalidades de gran importancia

convidándoles a participar en un proceso histórico clamado con ansias por los pueblos

americanos. A Ricardo Wellesley, en redacción fechada el 27 de mayo de 1815 le

afirmará:

Sí, señor, la suerte de la América reclama imperiosamente el favor de cuantas

almas generosas conocen el precio de la libertad y se glorían de defender la

justicia. En U. resplandecen estas heroicas virtudes: U., pues, oirá con ternura

los gritos de 20 millones de víctimas. Dígnese U. prestarme atención.2

De este modo, Bolívar hace gala de su lenguaje halagüeño, lisonjero y cargado de un

ardor patriótico, e insta al remitente a su anexión a una lucha por la justicia y libertad de

los habitantes de la América azotada por los males de la colonia. Más adelante sostiene:

“El equilibrio del universo y el interés de Gran Bretaña, se encuentran perfectamente

de acuerdo con la salvación de América”3. Tal situación en miras a que América, al

consolidar su independencia no será otra cosa que un universo de “ciencias, artes,

industria, cultura…”3 que ofrecerá en su totalidad a los protectores y garantes de su

defensa en el mundo.

Ante el tamaño de las adversidades, que ya para 1815 no se limitaban al piélago de

intereses que pudiesen hacer vida dentro de las nacientes Repúblicas, el arribo del

“Ejército Pacificador” acrecentaba la lucha, la hacía verdaderamente un choque

internacional en términos bélicos. El sitio impuesto a Cartagena aparte de desmembrar

toda organización, comunicación y distribución estratégica de las fuerzas republicanas,

trae de por sí la coerción directa de fuerzas militares españolas encausadas a garantizar

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la recomposición del orden y la paz que presuponía el sistema colonial. Ya es la fuerza

directa de una potencia que parece contar con los recursos mínimos, pese a sus

circunstancias propias, para tamaña empresa y eso comprometía aún más la lucha

iniciada desde el 19 de abril de 1810.

En la misma carta pone de manifiesto cuestiones en consonancia con lo dicho líneas

atrás: “… si una nación poderosa no nos presta auxilios de todo género: ¡qué dolor!

Tenemos una enorme masa de poder que por sí misma debe desplomarse, si artífices

fuertes y hábiles no construyen el edificio de nuestra libertad.” 4

En el contexto de las luchas por la Independencia de las provincias del Nuevo

Mundo, Inglaterra, al parecer, no cuenta con las mejores relaciones con España.

Podríamos enumerar como razones: 1.- La perpetua negativa de la península a abrirle a

los ingleses una participación activa del intercambio comercial en el Caribe. 2.- La

participación de fuerzas españolas en la Independencia de Estados Unidos, con acciones

decisivas en Pensacola, donde nuestro Ilustre Miranda participó de manera

determinante. 3.- La invasión de Napoleón Bonaparte a España colocaba sobre la

palestra la muy resaltada rivalidad entre Francia e Inglaterra, y la posibilidad de la

proyección del poder napoleónico hacia América podía ser una invitación inexorable

para que Gran Bretaña se interpusiera. Ante estas circunstancias que aquí citamos a

grosso modo, los posibles motivos de Bolívar para dirigirse hacia esta nación podrían

estar bien sustentados. Al Duque de Manchester, El Libertador se dirige en carta

encabezando de la siguiente manera:

Tengo el honor de dirigir a V.E. las presentes líneas, para participarle que los

sucesos de mi patria, la costa firme, me han obligado a venir a esta isla con el

objeto de pasar a Inglaterra a emplear mis esfuerzos en procurar a la América un

apoyo, que la ponga en aptitud para pagar su gratitud, con ventajas a sus

bienhechores.5

Jamaica, como colonia bajo dominio colonial de Inglaterra, pudo servir de puente

comunicacional del Libertador para su efectivo contacto con esta potencia en miras a la

materialización de lo expresado en la cita anterior. Sin embargo, los ruegos, súplicas y

llamados de atención que este hace a las autoridades en cuestión parecen ser una

proclama en el desierto que lo llevará a trasladarse a Haití finalizando el año.

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La Carta de Jamaica: La manifestación de un pensamiento de Unión latinoamericana

Los historiadores, investigadores, historiógrafos y demás amigos siempre poseen una

tendencia (independientemente de los enfoques, métodos y escuelas de pensamiento que

los identifiquen) a asumir, casi como un fetiche, que la Carta de Jamaica posee el

carácter de profética, atribuyéndole al autor y a la misma cualidades mesiánicas que los

desvirtúan del plano humano, real y tangible en el cual se ubican tanto el Libertador,

como su producción escrita. Al respecto Acosta Asignes Señala: “La mayor parte de los

historiadores siguiendo una especie de “moda”, o mejor dicho, de estilo, porque la

moda es fugaz, insisten hasta el cansancio estéril en la condición “profética” de esa

pieza política.”

Es más bien oportuno deslastrarse de toda creencia de esta naturaleza, primero, por la

necesidad de objetividad que la historia siempre requiere. Lo segundo vendría a ser lo

muy preciso que debe ser el análisis de este documento, más bien como una expresión

de genialidad, ubicación y madurez política del Libertador. La Carta de Jamaica es la

puesta en letras de toda la sapiencia y percepción que Bolívar posee del contexto

histórico de la América que lucha. Es, pues, una demostración de coherencia bien

concebida en las letras de dicha Carta.

Al Libertador “Lo impulsaban las correlaciones históricas dirigidas al nacimiento

de las nacionalidades americanas”6. Y es cierto cuando observamos, que no solo los

pueblos americanos cuentan con una relación estrecha por su idioma, religión y

costumbres, tal y como él mismo lo asumía. Sino que también se hacían próximos y

semejantes los pueblos cuando se veían envueltos en la misma necesidad de ser libres

de la tiranía española, y ante esas circunstancias Bolívar será un conductor.

Es la Carta de Jamaica un bastión literario fundamental para posicionar al

Libertador como el Padre del pensamiento de Unión latinoamericana. Sus acciones así

lo demuestran, ciertamente al respecto encontramos: “Su papel de gran conductor llevó

a Bolívar, como resultado de la experiencia de 1814 a preocuparse por el problema de

la unidad combatiente ante los colonialistas españoles”7. Y podría decirse, que la

acción que lo hizo apoderarse de tal preocupación vio su génesis en la Campaña

Admirable de 1813. Es un hecho que el ejército que lo siguió desde San Antonio del

Táchira el 14 de mayo e hizo entrada triunfal con él en Caracas el 6 de agosto, era un

ejército de neogranadinos que prestaron su apoyo, derramaron su sangre y dieron la vida

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por la liberación de Venezuela. La acción inversa la encontramos en la campaña de

1819, dirigida a la liberación de Boyacá, la cual contó con ejércitos de los llanos

venezolanos y de Casanare, para la emancipación de la Nueva Granada, la cual se verá

concretada en la batalla acaecida en la mencionada Boyacá. Y por último, la Campaña

del Sur, que en gran medida concentra en el Ejército Unido, soldados venezolanos,

neogranadinos, ecuatorianos, bolivianos, peruanos, chilenos y argentinos, siendo esta la

movida militar y estratégica con mayor convocatoria de pueblos y con mayor

determinación hacia la consolidación de una Gran Unión de Estados Confederados.

Hacemos mención a todo esto sin aún llegar a proyectarnos sobre la anfictionía

panameña que más adelante impulsará nuestro General Bolívar, pero si asumiendo que

ese carácter de conducción que ejerció Bolívar en las campañas libertarias tendría el

enfoque de unificar tales nacionalidades en una lucha de todos y para todos.

Tales experiencias invitarían a preguntarse: Si el éxito de estos procesos, tuvo como

esencia la unión de diferentes nacionalidades en un ámbito bélico ¿Por qué no hacer que

esta unión trascendiera hacia la posible consolidación de una sola gran nación? Bolívar,

como conductor de la lucha por la independencia, pudo prever la posibilidad de tener en

estos sucesos, una estrategia efectiva no sólo en fines militares y políticos, sino también

en el esculpido y tallado de una estructura cultural e histórica que sería común entre las

naciones y a su vez las haría más propicias para la Gran Unión que él profesaba.

¿Qué relación puede atribuírsele a lo anteriormente señalado con la Carta

Bicentenaria que hoy analizamos?, ya lo decíamos y es muy sencillo: señalar el carácter

de coherencia que, en miras de ese pensamiento de unidad, Bolívar ya había puesto en

marcha antes y después de la brillante exposición de sus ideales en dicha carta. Por esto

último hemos de desestimar el carácter “profético” que ya es habitual verle atribuido de

parte de los expertos.

Diana Pérez, al respecto de la Carta en el medio de difusión impreso Memorias de

Venezuela, ratifica lo que llevamos algunas líneas afirmando: “Bolívar tiene una visión

continental de la independencia, no la ve como un proceso aislado, plantea las ventajas

de la unidad latinoamericana, aunque es capaz a su vez de apreciar los obstáculos que

se enfrentan”. No tendría sentido, por causas de una apreciación razonable del contexto,

que unas provincias de manera aislada lograran su independencia y las otras siguiesen

sujetas al dominio colonial. España, en su lógica de dominación imperialista, habría

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tenido las bases estratégicas para golpear y sofocar toda expresión revolucionaria en lo

largo y ancho del continente. Como de hecho lo tuvo en el territorio venezolano en

1813-14 (Coro, Maracaibo y Guayana a favor de la corona)

Sobre la unidad Bolívar manifiesta en su Carta de Jamaica: “Yo deseo más que otro

alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión

y riquezas que por su libertad y gloria”. Y es allí donde deja por sentado, en la

manifestación de lo que es un no tan simple deseo, que el carácter que hará énfasis en la

fabulosa unidad, no serán sus riquezas, sino la oportuna ruptura del poder que no sólo se

fundamentó en el dominio territorial y la posesión, saqueo y despilfarro de sus tesoros,

sino también en las formas de pensamiento instaladas en las sociedades americanas

gracias al sistema colonial, allí radica su gloria. Desde luego, se le acredita el valor

libertario, cuando se entiende que el sistema de gobierno debe ser republicano,

desestimándose así todo mito, acusación y afirmación irresponsable sobre los intereses

monárquicos del Libertador.

Sin embargo es de entender que en medio de ese “deseo” que profesa Bolívar en su

extraordinaria carta, salta también a relucir el conocimiento preciso de las causas que

hacen muy lejana la viabilidad de ese proyecto de Patria Grande, ya que “climas

remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen la

América…”. Es esta una sentencia cuyo juicio hace entender que Bolívar, partiendo del

componente climático, como una realidad ajustada a la diversidad geográfica de la

región, sabe lo que influye en el grave mal que fragmenta al Continente. Ya que los

paisajes físico-geográficos que abundan en la extensión del mismo presuponen

correlaciones entre la sociedad y su medio que a su vez se entienden como modos de

producción y de vida tan distintos. Cada uno presupone una perspectiva colmada de

intereses, necesidades y demás elementos que los harán tan disimiles los unos de los

otros en su mentalidad. Por ello, tantos avances y reveses en el proceso emancipatorio.

Allí no existe profecía, sino más bien un reconocimiento verdaderamente explícito de

cómo se expresan los pueblos de la América en sus diversas realidades y allí radica la

razón de por cual su deseo no trascenderá de infructuosos intentos, debidos, más que

nada, al sabotaje y oposición insalvable que impusieron las élites que dominaban tales

realidades geográficas: las oligarquías.

Sin embargo el sueño resurge:

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¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el Corinto

para los Griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un

augusto Congreso de las representaciones de las repúblicas, reinos e imperios a

tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones

de las otras tres partes del mundo.8

Seguros estamos, ya que realizamos esta cita de la Carta de Jamaica, que es aquí

donde se centran los ojos de aquellos expertos, que denunciábamos líneas atrás, sobre el

carácter “profético” del documento. Ya que seguramente por la distancia histórica que

hay entre el dicho y el hecho (Redacción de la Carta y el Congreso Anfictiónico de

Panamá) se hace fácil atribuirle tal carácter. Pero como hemos señalado antes, se trata

de la coherencia en el pensamiento y el accionar político de Simón Bolívar, tal actitud

se vio presente en toda empresa que llevó a cabo, cosa que lo afianzaría aún más en la

concepción de un hombre con principios elevados. Ya desde las acciones de la Junta

Patriótica en 1811 Bolívar expresaba ideas de unión que indican que su visión

latinoamericana no fue un súbito arranque de expansionismo:

La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la Nación, pero el

Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses

revolucionarios. Pongamos, sin temor, la piedra fundamental de la libertad

suramericana: vacilar es perdernos (Saignes p. 346).

Es un hecho que en el margen del pensamiento que movilizaba a Bolívar hacia la

Unidad latinoamericana, es la percepción de saberse en un continente que no escapa de

la dinámica mundial, donde los países potencia, como lo hicieron en la “colonización”,

centran sus intereses imperiales sobre naciones carentes de organización y desarrollo.

Puede decirse que Bolívar reconociendo la polarización desigual de los países del

mundo, enfoca su acción política hacia aquello que definirá como el “Equilibrio

Universal”. Al respecto dice:

La Europa misma por miras de sana política debería haber preparado y ejecutado

el proyecto de la independencia americana, no solo porque el equilibrio del

mundo así lo exije, sino porque este es el medio legítimo y seguro de adquirirse

establecimientos ultramarinos de comercio.

Tal apreciación puede verse de los siguientes modos: 1.- Ante la inevitable llegada y

establecimiento de España en la América, la Europa toda pudo ser intercesora en los

asuntos pertinentes a la libertad de los hombres y mujeres de las nuevas sociedades

americanas, sin embargo, parece ser una conducta ajustada a las ambiciones de sus

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núcleos de poder, no actuar a favor de las causas que desestabilicen sus hegemonías o

que garanticen los derechos de quienes sólo están destinados a ser oprimidos. 2.- Las

relaciones de comercio entre Europa y América pueden darse de una forma legítima,

amparando la primera en su autonomía política, jurídica, social y económica a las

naciones de la segunda. No es precisamente una manifestación de justicia y equilibrio

que las sociedades que ofrecen sus recursos y potenciales al desarrollo de la economía

propia y de las potencias reciban un degradante tratamiento como lo presupone el poder

colonial. Esto bien se demuestra cuando apunta que los hombres y mujeres de la

América “… no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el

trabajo, y cuando más el de simples consumidores…”9. Lo cual aparte de definir más

claramente el rol social que los americanos tenían para la metrópoli, que los colocaba en

un desequilibrio, revela la esencia de la dinámica del sistema capitalista, donde

relaciones dialécticas se hacen manifiestas (consumidores-trabajadores), que como

mucho sabemos aún se ubica en su fase mercantilista al menos en la América, aunque

bien las expresiones de industrialización ya se entendían en Inglaterra y Estados Unidos.

Todo esto, insistimos, surge ante la necesidad de desconcentrar polos de poder ya

establecidos desde el inicio de la modernidad, o antes. Al entender a América como un

Continente, El Libertador siempre referirá la necesidad de confederación de naciones

“para equilibrar las fuerzas de las grandes potencias, entre las cuales ya era gran

potencia marítima los Estados Unidos”10. Esta postura pone de manifiesto, incluyendo

el carácter visionario que lo caracteriza, una aventajada percepción de la dinámica

geopolítica mundial, agregando a esto el hecho de tener el proyecto político preciso y

determinado, por más utópico que este sea, para dar respuesta ante las tangibles

amenazas que un orden mundial de esta naturaleza representan.

En cuanto a la anfictionía, es posible analizar que, ya consolidadas las

independencias de la mayoría de las provincias que habían roto el nexo con España, el

siguiente paso iba orientado hacia la unión americana, necesaria, como hemos indicado

ya, por las amenazas externas que representaban las potencias europeas y

norteamericana, incluyendo a estas la existencia de la Santa Alianza, la cual tenía como

fin esencial la preservación de las coronas, estableciendo pactos, con sustento en la fe

católica, entre monarcas y estos con sus súbditos. Esto representaba una amenaza para

cualquiera de las revoluciones liberales que estaban latentes en Europa, pudiendo

proyectarse hacia América. Sin embargo los acuerdos que al respecto hicieron Francia e

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Inglaterra tenían como término no permitir que otro país, exceptuando a la misma

España, se atreviese a intentar recomponer el orden en América, sobre las provincias

que antes fueron colonias.

Las acciones de Bolívar en cuanto al Congreso Anfictiónico tuvieron una

prosecución de eventos que pueden verse en los cuadros de un preámbulo, un desarrollo

y una conclusión, valga la ambigüedad, inconclusa. Para 1822, reseña Acosta Saignes,

Bolívar acariciaba la idea de grandes alianzas, para ello se aproximaba a la opinión de

sus colaboradores y adversarios. Es entonces durante el mismo año concibe alianzas

parciales, a manera de preparativo para el Congreso de Panamá. Se miró desde los

gobiernos extranjeros, de los países ya independientes, con gran asombro las propuestas

de Bolívar que abarcaban desde México hasta la Argentina.

Sin embargo, muchas de estas alianzas no fueron tan fructíferas como nuestro

prócer lo esperaba. Acciones como las de Santander y Pedro Gual enturbiaron los

procesos de enlace para la convocatoria al Gran Congreso, poniendo al descubierto a las

potencias europeas y a Estados Unidos tales intenciones con lo cual se agudizó la

oposición de estas a que tal evento se llevase a cabo con los términos y logros

esperados.

Es un hecho, además, que el panamericanismo aparece en la palestra política del

continente con la presentación por parte del presidente norteamericano Monroe de

aquel mensaje que tendría como principal sentencia “América para los americanos”11.

Será esta un arma de doble filo que siempre afectará la estabilidad y consolidación de la

acción y el pensamiento de Unión de Bolívar. Si bien esta postura monroista

“impermeabilizaba” a la América de toda intervención europea, por otro lado se

reservaba para sí (Para el gobierno de los Estados Unidos) la acción directa o indirecta

en los asuntos políticos y económicos de las nuevas naciones. La tentativa de unidad

propuesta por Bolívar, ciertamente, incomodaba o se volvía un obstáculo para las

ambiciones del monroísmo (por ello debemos asumir la razón por la cual surgiera esta

declaración en 1823 en vista de los logros de Bolívar en las últimas fases de su

Campaña). El Libertador en carta a Sucre, el 9 de abril de 1824, manifestaba: “Todo de

lo que depende de la Santa Alianza será combatido por la Inglaterra y por la América

del Norte”. Desde luego el mayor peso se centraba en Estados Unidos, de los que luego

dirá: “… han declarado solemnemente que verán como acto hostil contra ellos

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cualquier medida que tomaren las potencias del Continente europeo contra la América

y a favor de España…”12. Y por supuesto que esa postura también contemplaba lo que a

su vez pudiese estar orquestando la América Independiente en la consolidación de sus

Repúblicas.

Después de haber preparado todo el escenario bélico y político para expulsar

definitivamente a los españoles de la América del Sur en la batalla de Ayacucho,

que tocó dirigir magistralmente a Sucre, en vísperas justamente de esta batalla

había convocado Bolívar a los gobiernos de México, Perú, Chile y Buenos Aires

para enviar sus representantes a Panamá. Sabía que Sucre derrotaría a los realistas

y extendía su mirada política hacia una alianza para consolidar la libertad e

impedir nuevos intentos de invadir a su América.13

Por eso, y continuando en concordancia con los criterios de Acosta Saignes “Simón

Bolívar convocó a la reunión de 1826 con el pensamiento puesto en la unión de todos

los países de lo que geográficamente hoy conocemos como el continente americano”.

Pero esto nos debe trasladar entonces, en base a los países e ideas ya mencionados, a

qué es lo que concibe Bolívar como la América y si esta se corresponde con las

concepciones imperialistas que han enturbiado el pensamiento de integración

bolivariano. En un informe de 31 de diciembre de 1813, donde se planteaba el

establecimiento de alianzas para el combate a los enemigos, dice lo siguiente:

Si en estos siglos de ignominia, en que un continente más poblado y más rico que

la España, fue la víctima de las miras pérfidas del Gabinete de Madrid; si este

pudo desde dos mil leguas de distancia, sin enormes fuerzas, mantener la

América, desde el Nuevo México hasta Magallanes bajo su duro despotismo, ¿por

qué entre la Nueva Granada y Venezuela no podrá hacerse una sólida unión?

Ya delimitando el territorio geográfico, es posible entender que la América que

desea unida es la América cuyos enemigos han sido los españoles. De esta forma se

reafirma la idea que bien Pividal define como “Panlatinoamenricanismo”14 y que

determina la acción de Bolívar como adverso al Panamericanismo. Establece también

una lógica para la Unión Latinoamericana, y es la de cómo la metrópoli ejerció su

dominio por tanto tiempo sobre un territorio tan vasto, a la distancia, sirviéndose de un

sistema, desde luego, antinatural como el monárquico. ¿Cómo no podría garantizarse la

cohesión y sostenimiento de estos pueblos con un gobierno republicano, coordinado

desde adentro y con personas naturales?

Page 13: Bicentenario de La Carta de Jamaica: Paternidad en el pensamiento de Unión latinoamericana, principio de coherencia presente en el discurso y la acción de Simón Bolívar

El panorama con respecto al Congreso Anfictiónico de Panamá no tiene un final

alentador. Las discrepancias con el ideario del Libertador, puestas de manifiesto por

parte de Santander y Gual, representaron el agente causal para la incorporación e

invitación a dicho evento de los dignatarios de Estados Unidos e Inglaterra, a quienes la

historia misma se ha encargado de señalar como potenciales culpables de la no

cristalización de los Protocolos del Istmo.

Sin dejar de lado lo que en esencia representa la Carta de Jamaica en la expresión

del Ideario de Bolívar, durante los últimos párrafos hemos querido desarrollar la

coherencia, sostenemos, de su pensamiento desde el comienzo de su lucha libertaria,

incluyendo lo ocurrido antes de dicha Carta, en ella y hasta la gesta anfictiónica que no

pudo concretarse. La carta dirigida a Henry Cullen es un Manifiesto y una apología a la

América consolidada en una nación tan grande y poderosa, que estableciera el

equilibrio en la balanza del orden mundial.

Una demostración de sabiduría y genio

Luego de leer, releer, analizar, desglosar y aplicar cualquiera de las técnicas que

sugiera el método científico, es necesario acudir a la reflexión de lo que Bolívar le

muestra al mundo y al Caballero de la Isla en dicha Carta.

Otros vienen a ser los que afirman el perfil de vigencia casi actual con que cuenta la

Carta. Nosotros acá quisiéramos más bien referir de ella una demostración de sabiduría

y genio, que puede posicionar a Bolívar no sólo como el estratega militar y político más

resaltante de la época, sino como la figura intelectual más prominente de su contexto.

Sus palabras, tatuadas fielmente sobre la superficie del papel denotan un sabio integral,

multidisciplinario y comprometido en la causa de enriquecerse aún más de los saberes

que nacen en el seno de la era de las revoluciones por la cual atravesaba.

Sorprende el manejo estadístico del cual hace gala: Un millón y medio de habitantes

en el Perú, 800.000 en Chile, la Nueva Granada cuenta con la gloria de tener dos

millones y medio de habitantes… y así se destaca en un dominio numérico, del cual

sólo mencionamos unos pocos para evitar tedios, de una población que atraviesa por la

destrucción y la masacre que ha representado la Revolución de Independencia. Las

enfermedades que diezmaban a la población jugaban un peso preponderante en las tasas

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de mortalidad que en América eran significativas por sus condiciones climáticas, más

que todo en el trópico, fiebre amarilla y tuberculosis, las cuales llegaron incluso a

marcar determinantemente en la vida de Bolívar, en los casos de sus padres y luego en

su esposa María Teresa. Así mismo la condición itinerante o nómada que se vinculaba

directamente con el modo de vida pastoral en aquellas regiones donde el soporte físico

natural llegaba a ser propicio y determinante para tal modo de producción. Todo esto, en

el marco de la necesidad de hacer precisos los montos poblacionales de las regiones del

continente, es una limitante considerable, cosa que muy bien denuncia él en dicha Carta.

Sin embargo este reto a las capacidades humanas no le pondrán frenos a su genio para

poder establecer las aproximaciones necesarias para hacer las afirmaciones que pudo

plasmar en su recuento.

Una formación académica, la cual detalló el perfil de sus capacidades cognitivas,

contribuye a su empresa. En su proceso de desarrollo como individuo estuvieron

inmiscuidos personajes que se entendían como las figuras más representativas de la

educación y la intelectualidad en los contextos en los cuales se desenvolvió: Andrés

Bello, Miguel José Sanz y Simón Rodríguez en Venezuela; El Marqués de Ustáriz en

España y su posibilidad de codearse con personalidades del medio intelectual europeo

como Alejandro de Humboldt y Aimé de Bonpland influyeron grandemente en la

apertura de su genio para pulirse así como un individuo de pensamiento universal y

extendido a lo largo y ancho de la humanidad. Sapiente del devenir histórico de su

América y de los procesos históricos que en el mundo definieron su contexto.

De hecho, hace un manejo extraordinario de la historia de la “conquista” y de la

organización social y política que España irguió sobre el Nuevo Mundo, sometiéndolo a

comparación con otras realidades del mundo antiguo, los cuales serán percibidos en su

discurso. Se entiende en la Carta como portavoz de su clase o grupo social, defensor de

los estamentos oprimidos por el sistema colonial y demandante de justicia ante la

conducta de la corona española al vulnerar los pactos y contratos que desde la llegada

de Colón a América se hicieron en pos de los derechos de los ciudadanos del Nuevo

Mundo.

Tan magistrales cualidades sólo pueden atribuírseles en su mayoría a la labor

educativa de Simón Rodríguez: “Usted formó mi corazón para la libertad, para la

justicia, para la grandeza, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me

Page 15: Bicentenario de La Carta de Jamaica: Paternidad en el pensamiento de Unión latinoamericana, principio de coherencia presente en el discurso y la acción de Simón Bolívar

señaló…”15. Claros hemos de estar: la libertad fue su empresa, y justamente en la

Contestación… sus acciones, su visión y su pensamiento están dirigidas hacia la

consagración de América en el reino de la libertad, única monarquía que admitía en su

ideario. No hay nada más justo que romper las cadenas que la tiranía ciñó en las

voluntades de nuestros pueblos, cosa que en efecto al consolidar las independencias

logró, proyectándose hacia la grandeza de un pueblo unido en una misma realidad

histórica, cosa que al menos en el legado que dejó a su paso, se mantiene presente como

el sueño al cual hay que aspirar en miras a esa Unión latinoamericana.

Bolívar como Protector de las clases sociales

Ya lo habíamos referido con anterioridad: al someter a revisión el magistral

documento encontraremos que su discurso se dirige a la defensa de los sectores o clases

sociales que ocupaban el ancho y vasto continente americano, que por efectos del

sistema monárquico imperante sufrieron las tropelías más grandes que grupo humano

alguno pudo sufrir en el tiempo histórico. Bolívar, en su percepción de esta realidad, y

por más que su ley fundamental fuese la igualdad, no podía negar las contradicciones

propias de una dialéctica implantada desde la metrópoli. Estas contradicciones partían

siempre de los rasgos de origen, o razas, que se diferenciaron siempre por elementos

que iban desde el mero factor fenotípico hasta los privilegios y condiciones que les

resultaban meritorias según fuese el caso. Bolívar denuncia la injusticia cometida con

los grupos indígenas, u originarios, quienes fueron víctimas iniciales del saqueo y

demás vejámenes que traían consigo los “conquistadores”, y luego, los negros, africanos

traídos a la fuerza para cumplir con la avariciosa demanda de riquezas que sólo podrían

adquirirse a través del trabajo. Por ello decretó en toda oportunidad posible la libertad

de los esclavos, sólo que las circunstancias y los intereses de otros acaudalados

propietarios no se apegaron a sus juicios. Por ellos hizo con desmesura todo esfuerzo

para romper sus cadenas otorgándoles la libertad que por derecho humano les

correspondía.

Bolívar no podría dejar por fuera jamás a esa clase social de la cual él había

surgido. Y es en la Carta, donde hace su mayor exposición al respecto, ejerciendo un

equilibrio de vindicación paritaria, sólo por ser cada uno de los grupos sociales

merecedores del respeto y la dignidad que les representaba ser habitantes de la América.

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El dominio español de los últimos años había obviado el “contrato social” que bien

pudo establecerse desde los Pactos de Santa Fe y que desde las Reformas Borbónicas,

se le habían arrebatado a todos los nacidos en América los derechos y prerrogativas de

ejercer los cargos administrativos dentro del orden jerárquico de las instituciones del

poder colonial, al respecto, en la Carta Bolívar señala:

Se nos vejaba con una conducta que además de privarnos de los derechos que nos

correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente con respecto á

las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos

domésticos en nuestra administración interior, conociéramos el curso de los

negocios públicos y su mecanismo.16

Privados pues, se hallaban los propios habitantes del Continente, de poder tomar el

control de su propia administración, seguramente la naturaleza monárquica lo estipulaba

de esa forma, pero sometía por completo las voluntades de las sociedades americanas,

dejándolos ciegos ante la realidad del funcionamiento de las estructuras de poder que

regían en todas las provincias. Más adelante resalta:

Jamás éramos virreyes, ni gobernadores sino por causas muy extraordinarias;

arzobispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares, sólo en calidad de

subalternos; nobles sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni

financistas y casi ni aún comerciantes; todo en contraversión directa de nuestras

instituciones17

Negados pues, resultaban, y con la cita reafirmamos, que sólo los blancos criollos

a lo largo y ancho de la América colonial se hallaban tan sometidos que se le negaba

a sus personas naturales el ejercicio de tales cargos. Y no es un secreto que en

Venezuela, las carreras más comunes eran las de la milicia y el sacerdocio. Cosa que

hacía entender a nuestra provincia siempre como un gran cuartel o monasterio,

atomizados estos en la figura geopolítica de una Capitanía General.

Es preciso entender que el monopolio intensificado por los Borbones generó

descontentos de gran magnitud en medio de esa sociedad empoderada de los diferentes

medios de producción que se distribuían a lo largo y ancho del territorio americano. El

intercambio comercial entre provincias, como bien lo condicionaba el monopolio

borbónico, estaba negado: “… los privilejios exclusivos del comercio hasta de los

objetos de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas para

que no se traten, entiendan ni negocien…” 18. España auspiciaba la incomunicación

entre provincias, motorizada tal vez por ese monopolio cercenante de las interrelaciones

de los pueblos americanos, era como matar dos pájaros de un solo tiro: el control

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absoluto de las riquezas y la desunión que garantizaba el sostenimiento de su hegemonía

ante la incapacidad de la generación de vínculos entre las provincias. En fin, en esa

visión, la de España, la América era un objeto de satisfacción, no tanto de necesidades,

sino más bien de ambiciones que en el marco de una fase mercantilista del sistema

capital, la valoración que la Corona tenía de América era meramente utilitarista:

… en fin quiere U. saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el

añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón; las llanuras solitarias para

criar ganado, los desiertos para cazar bestias feroces, las entrañas de la tierra para

escavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta.19

Ese utilitarismo que repercutió en la negativa rotunda, por parte de la metrópoli, a

ver en los pueblos de América la cuna de una sociedad, distinta por su conformación

étnica, cultural e idiosincrática. A cambio, el Continente es visto como una despensa de

recursos materiales encausados en el reforzamiento económico de la España, que muy a

pesar de esta situación, se ve envuelta en una crisis política y sistemática que la pondrá

en jaque con respecto al orden colonial.

El maltrato dado a los americanos, aquellos pobladores que por derecho natural

estaban destinados a tomar el control económico y político de sus naciones, no se

compara con ningún proceso histórico de la humanidad, donde algún imperio o nación

poderosa ejerció su hegemonía sobre otra menos desarrollada:

Tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna otra

asociación civilizada, por más que recorro la serie de las edades y la política de

todas las naciones, pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico

y populoso, sea meramente pasivo ¿no es un ultraje y una violación a los derechos

de la humanidad?20

Carente de civilidad, el sistema colonial implantado por España no es comparable a

ningún otro por el denuedo y la obcecada disminución del rol social que debían cumplir

los dominados. Cabe destacar que con esto no sólo se hace juicio de esa privación a la

autonomía de los americanos, sino también al excesivo control ejercido por la corona

que llegó incluso a costar la vida de miles de indígenas de todas las latitudes y

longitudes del territorio en “castigos ejemplares” que fueron llevados a cabo a modo de

métodos “civilizatorios” para la preservación del poder monárquico. La plenitud con la

que contaba la América, aún bajo la dominación, radicaba en la abundancia y amplitud

de sus recursos humanos y materiales, los cuales han perfilado siempre a la región como

la más prospera del mundo, ¿Podía acaso mantenerse perennemente en semejante

Page 18: Bicentenario de La Carta de Jamaica: Paternidad en el pensamiento de Unión latinoamericana, principio de coherencia presente en el discurso y la acción de Simón Bolívar

pasividad, adormecida por todas las privaciones propias del colonialismo y el

imperialismo mercantilista? Es impensable, y Bolívar, tan consciente de esto como lo

podemos ver ahora, argumenta la necesidad de romper el nexo con la Península.

En una vindicación de los pueblos originarios, y de la clase social oprimida que

representaban los indígenas, Bolívar establece comparaciones significativas en cuanto a

usurpación de autoridades, aprovechando un comentario hecho por el destinatario de

dicha Carta sobre los sucesos de España y la invasión Napoleónica:

“La felonía con que Bonaparte, dice U., prendió á Cárlos IV y á Fernando VII

reyes de esta nación, que tres siglos ha aprisionó con traición á dos monarcas de la

América Meridional es un acto manifiesto de la retribución divina, y al mismo

tiempo una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos y les

concederá la independencia”21

Un principio de conexión que puede tener una gran razón de ser, tal vez atribuible a

esa retribución divina, el paralelismo entre los hechos en los cuales eran vejadas las

dignidades indianas que ejercían su soberanía en tiempos previos al desastre que en sí

representó la llegada de Colón a nuestro continente.

En base a lo referido, Bolívar, quien no pierde detalle en la explicación de lo que

realmente ha ocurrido en la América desde la llegada de los españoles, no titubea en

sentido alguno para clarificar y, de cierto modo, desmontar ese paralelismo asumido por

Cullen. Los soberanos indianos que fueron apresados en el proceso de usurpación

correspondían a los pueblos Tenoch (Azteca) e Inca:

Parece que U. quiere aludir al monarca de Méjico Mocteuczoma, preso por Cortés

y muerto según Herrera por él mismo, aunque Solís dice, que por el pueblo, y á

Atahualpa Inca del Perú destruido por Francisco Pizarro y Diego Almagro.22

Los dos casos, bien expuestos por Bolívar son la expresión fiel de la transgresión y

vulneración llevada a cabo contra los pueblos originarios, de la imposición de una

sociedad tradicional sobre otra, donde las condiciones de complejidad social y mayor

adelanto técnico significaron la ventaja que los invasores necesitaban para poder

avasallar y doblegar durante tres siglos a los legítimos dueños del Continente. Sin

embargo la comparación es anulada por el Libertador: “… los primeros [los reyes

españoles] son tratados con dignidad, conservados y al fin recobran su libertad y trono;

mientras que los últimos [los indianos] sufren tormentos inauditos y los vilipendios más

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vergonzosos”23. Es impensable e indigna toda comparación: Los tratos dados a los

líderes indígenas, no sólo en los casos citados, rayaron en la depravación humana, tal

cual como la naturaleza misma de dicha implantación colonial. Un salvajismo probado

en manos de quienes, se suponía, la civilización era su máximo heraldo. Al pisotear de

esta manera a los pueblos indígenas estaban volviéndose exponentes de la barbarie más

grande de la historia, al humillar a sus gobernantes humillaban a sus pueblos. Napoleón,

en el arresto a los reyes españoles, no “humillaba” a nadie más que a ellos mismos, sin

comparación alguna a lo que vivieron los soberanos indígenas. Una brillante defensa a

la dignidad de los naturales de este Continente, de no haber sido así, Bolívar habría

sido un vocero más del eurocentrismo reinante que atribuía a nuestras culturas

caracteres y rasgos de semejanza con respecto a las de Europa.

Casi al comienzo de la carta, mientras realiza tan valioso parte estadístico, también

hace Bolívar una exaltación considerable cuando se trata de la resistencia presentada en

Chile por los Indígenas Araucanos:

El reino de Chile (…), está lidiando contra sus enemigos que pretenden

dominarlo; pero en vano, porque los que ántes pusieron un término á sus

conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su

ejemplo sublime es suficiente para probarles, que el pueblo que ama su

independencia, por fin lo logra.24

Los araucanos, o mapuches, siempre representaron una fuerza de resistencia, tanto

en la época incaica, como durante la lucha en pro de la independencia, cosa que los

distinguió como colaboradores de la misma causa en el territorio chileno. Su arrojo y

determinación revela la reivindicación de su dignidad, como primeros pobladores y

auténticos dueños de la tierra por la cual se sacrificaban. Esta demostración no sólo fue

vista en dicho territorio, la resistencia indígena tuvo sus expresiones a lo largo y ancho

del continente, desde luego, por haber sido la población inicialmente vilipendiada por

los usurpadores.

Toda visión que haya considerado y valorado la condición humana de nuestros

pobladores originarios es para Bolívar de gran relevancia, ante ello, la significancia que

para él tiene Fray Bartolomé de Las Casas es superlativa, ya que “El filantrópico obispo

de Chiapa, el apóstol de la América”25 cuenta con la gloria de su abnegada lucha por

ser firme adalid del tratamiento digno de los indígenas. Bolívar habla en defensa de

ellos y de todos los americanos que, ya constituido un grueso proceso de mestizaje en el

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continente, representaban una amalgama social, cultural que estaba forzosamente

condicionada por el sistema colonial a la estratificación por castas o clases sociales.

Pero es un hecho que (tomando en cuenta todo lo que hemos denunciado acá hasta el

momento) la condición de esclavo, de explotado, no tenía un real distingo entre grupos

sociales de esa organización social. Todos, atrapados en esa pirámide omnipresente,

recibieron su dosis de dominación. El agravante era simplemente la tez, o la apariencia

fenotípica que les ligaba directamente a un origen: español, africano o indio.

En cuanto al federalismo

Un vórtice de horrores y calamidades. Es preciso entender que los grandes

estallidos sociales, las revoluciones, nacen en el seno del caos y la depravación que

ejercen los sistemas antinaturales sobre los pueblos que comienzan a ver necesaria y

vital la libertad. Pero ¿Qué tan exageradas pueden ser las reacciones? ¿Cómo evitar

perderse en elucubraciones y delirios de grandeza a la hora de asumir nuevos

paradigmas y no cometer errores? Dentro de una lucha que pone tantos intereses en

pugna ¿Cuál es la mejor postura para asumir en el momento que la revolución dé sus

frutos? Es irónico ver que luego de los hechos del 19 de abril y el 5 de julio los primeros

pasos a dar fueran errados, al menos así lo vio Bolívar y coincidía con Miranda, ya que

el sistema federal, para un contexto tan variopinto políticamente hablando, no

garantizaba la estabilidad y cohesión necesarias para el sostenimiento de las nuevas

Repúblicas.

El escenario lo describe así:

Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el establecimiento

de juntas populares. Estas formaron en seguida reglamentos para la convocación

de congresos que produjeran alteraciones importantes. Venezuela erigió un

gobierno democrático y federal, declarando previamente los derechos del hombre,

manteniendo el equilibrio de los poderes y estatuyendo leyes generales a favor de

la libertad civil, de imprenta y otras; finalmente constituyó un gobierno

independiente.26

En cuanto a la Nueva granada dirá: “… siguio con uniformidad los establecimientos

políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendo por base fundamental de su

constitución el sistema federal mas exajerado que jamas existió…”27. El ejemplo que

Caracas dio se hacía sentir, y se desencadenaba por la América, desde Buenos Aires,

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incluyendo Chile. Por otro lado la insurgencia en México probaba los sinsabores del

encarnizado espíritu exterminador de las fuerzas realistas, ante las cuales la

conveniencia les invitaba a fingir sumisión al rey “…y aun á la constitución de la

monarquía”28. El mosaico de realidades es tal, que las capacidades y resistencias de los

americanos dados a la política sucumben debilitando el sostén de las Repúblicas. Al

respecto continúa, y aquí vemos la razón de ellos:

En Carácas el espíritu de partido tomó por su orijen en las sociedades, asambleas

y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como

Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus

instituciones políticas. También ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la

forma demócrata y federal para nuestros nacientes Estados.29

Es la incapacidad que tuvieron los hombres en cohesionar sus esfuerzos en una sola

causa por discrepar con sus semejantes por la confrontación de intereses, ambiciones y

necesidades lo que llevó al colapso a la República en su pleno amanecer. ¿Por qué

hablar de ineficacia cuando se hace mención al sistema demócrata y federal?

Respondemos así: la autonomía de las provincias haría permeable a la República de la

influencia realista y como pasaba con provincias como Coro, Guayana o Maracaibo, la

unión y consolidación patriótica sería imposible. Y por muy republicano y

antimonárquico que Bolívar fuese, el sistema democrático resultaba, a sus ojos, un

cuchillo de doble filo. La voluntad del pueblo, de las masas, era inestable y él ya lo

había presenciado durante el año terrible y la acción de Boves. Se confirman estas cosas

con el ejemplo neogranadino: “En Nueva Granada las excesivas facultades de los

gobiernos provinciales y la falta de centralismo en general han conducido aquel

precioso pais al estado á que se ve reducido en el día”30. Semejante panorama, en el

contexto de la expedición pacificadora de Morillo la hizo tan vulnerable que no pudo

evitar la reconquista española de Cartagena.

Apología verificada de un desastre, no es que Bolívar haya sido partidario de tales

catástrofes, sino que su visión, como ya hemos mencionado con anterioridad, le permite

la coherencia necesaria para percibir que los infaustos sucesos en que la España

monárquica parece tener las circunstancias a favor radican, sin más, en las inoperantes

posturas de los americanos en insurgencia.

No es de menos pensar que tanta dispersión en las Repúblicas combatientes le daba

a Bolívar el argumento sólido para entender lo que en su discurso de Angostura en 1819

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declara y establece la necesidad de un gobierno cuya presidencia fuese vitalicia,

acompañada de un senado hereditario: herramientas de poder encausadas en la misión

del sostenimiento, control y depuración política, oportunas para la consolidación y

combate contra las fuerzas colonialistas acechantes que tanto desde adentro, como de

fuera conspiraron para el debilitamiento de las bases de la gran nación americana.

Los proyectos que Bolívar sueña, propone, traza y proclama para la América son de

suma naturaleza libertaria (no es casualidad que se le haya reconocido como

Libertador). Su pensamiento, verbo y acción jamás coquetearon con la idea de la

monarquía, aunque muchos así lo quisieron acusar, nunca pudieron demostrar que en su

genio semejante ambición se hiciera posible. Su opinión respecto a la monarquía es

precisa y la denuncia así:

Muy contraria es la política de un rey, cuya inclinación constante se dirije al

aumento de sus posesiones, riquezas y facultades: con razón, porque su autoridad

crece con estas adquisiciones, tanto con respecto á sus vecinos, como á sus

propios vasallos que temen en él un poder tan formidable cuanto es un imperio

que se conserva por medio de la guerra y de la conquista.29

Nada lejos de esto lo que ocurrió con América durante la colonia, totalmente

opuesto de lo que en su utopía y acción Bolívar formula para las naciones del

Continente. El poder que masifique en sus manos un mandatario americano, como

presidente, no debe estar versado en sus posesiones y en la capacidad de dominar, sino

en los mecanismos que éste emplee para el logro del bienestar de los pobladores a su

cargo, velando por sus necesidades esenciales como ciudadanos y seres humanos. “Los

Estados americanos han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen

las llagas y las heridas del despotismo y la guerra”30. Y como un padre, la labor de los

Estados desde el paradigma de la República está codificada desde la visión de Bolívar

para la restitución de la salud moral, social y política de nuestras sociedades. Para ello la

permanencia continua de una presidencia vitalicia y la colaboración concatenada de un

senado hereditario permitirá una acción coherente y lineal en el tiempo prolongado

necesario para tales términos.

La concentración de todos los poderes en su investidura presidencial, en todas las

ocasiones en que fue o se proclamó dictador lo hizo en contra de sus principios, debido

a las circunstancias tan caóticas que se le presentaban, su percepción, concepto y praxis

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de la dictadura era semejante a la de los romanos quienes “… sin dejar su celo por la

libertad y la estabilidad de las instituciones recurrieron a dejar centralizados los

poderes en manos de un Dictador, dignidad para la cual escogieron al más digno de los

Ciudadanos, al más indicado por sus cualidades…”31. Y no es de obviar que en roma,

entre sus Dictadores más memorables Lucio Quincio Cincinato, quien luego de ejercer

su poder a favor de su Patria retomó el arado de su vida en el campo (Vásquez Quiros p.

76)

Si los fines del Libertador hubiesen sido esencialmente despóticos, es un hecho que

sus ideales de unidad se hubiesen diluido en el mero discurso y no hubiesen tenido,

como ya explicamos antes, una ejecución en la praxis política y militar que llevó a cabo:

Las campañas militares y la Anfictionía específicamente. “Es la unión, ciertamente;

mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y

esfuerzos bien dirijidos.”32

El carácter futurista de las letras que plasmó en la Carta de Jamaica nuestro

ilustrísimo Simón Bolívar se ven resaltadas por el hecho de entender un contexto cuya

desigualdad del poder había hecho a América una presa de la ignominia que un sistema

depredador como el colonial, y por ende del Capitalismo, ejerció durante trescientos

años y que era necesario desarticular. En dicho contexto, la metrópoli depredadora era

la España decadente y turbulenta, comenzaban a vislumbrarse los tentáculos del

monstruo que tomaba forma en el norte, el cual ya comenzaba a resultar amenazante

para la estabilidad, paz y soberanía de las naciones de la América Independiente, y que

como bien sabemos, hasta el día de hoy conserva en sí el control y el dominio mundial.

En cita realizada por Pividal33 de una carta de Bolívar dirigida a Santander en 1825

dice: “Los americanos del norte (…) por sólo ser extranjeros tienen el carácter de

heterogéneos para nosotros. Por lo mismo, jamás seré de opinión de que los

convidemos para nuestros arreglos americanos”. Y no es de menos citar acá el tan

comúnmente referido aforismo de sus pensamientos antiimperialistas: “Los Estados

Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a

nombre de la libertad” 34. Pensamientos que denotan una previsión a los efectos

devastadores de la dominación que ejercería sobre Nuestramerica esa nación una vez

que acaparase para sí la hegemonía económica, política y militar del Continente y del

mundo. Es la Carta de Jamaica una notable apología, no sólo al potencial intelectual del

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Libertador, sino además del proyecto de patria grande tan necesaria para nuestros

pueblos dignos de la América que rompió nexos con España. De altisonante

recomendación, la Carta debe ser leída, analizada, estudiada y democratizada en la

amplitud de espacios que la sociedad venezolana nos ofrece. Darle el matiz de vigencia

plena en este ensayo sería redundar, sin embargo, el contexto de la misma permite

establecer los símiles necesarios con el presente para resaltar esa pertinencia actual de la

Carta, la lucha ha continuado, en contra de un coloso que ya no es España, sino aquel

que ya merodeaba el timón que dirige la ignominia en contra de nuestro pueblos... es

Estados Unidos y ante esa potencia la Unidad latinoamericana se hace prioridad y

menester

Notas

1. Miguel Acosta Saignes. (pág. 168)

2. Carta a Don Ricardo Wellesley (Kingston 29 de mayo de 1815). Documentos

para la historia de la vida pública del Libertador. José Felix Blanco y Ramón

Azpurúa. (pág. 286)

3. Ídem

4. Ídem

5. Carta al Duque de Manchester (Kingston 29 de mayo de 1815) Documentos

para la historia de la vida pública del Libertador. José Felix Blanco y Ramón

Azpurúa. (pág. 288)

6. Miguel Acosta Saignes (pág. 168)

7. Ídem (pág. 170)

8. Contestación de americano meridional a un Caballero de la Isla (Kingston 6 de

septiembre de 1815) Documentos para la historia de la vida pública del

Libertador. José Felix Blanco y Ramón Azpurúa (pág. 336)

9. Ídem (pág. 336)

10. Miguel Acosta Saignes (pág. 374)

11. Ídem. (pág.379)

12. Ídem. (pág. 380)

13. Ídem. (pág. 381)

14. Francisco Pividal, Bolívar en vivo y directo

15. Armado Rojas. Ideas educativas de Simón Bolívar. (pág. 28)

16. Contestación de americano meridional a un Caballero de la Isla. José Felix

Blanco y Ramón Azpurúa (pág. 335)

17. Ídem (pág. 336)

18. Ídem (pág. 336)

19. Ídem

20. Ídem

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21. Ídem (334)

22. Ídem

23. Ídem

24. Ídem (332)

25. Ídem

26. Ídem (pág. 337)

27. Ídem

28. Ídem

29. Ídem (pág. 339)

30. Ídem (pág. 338)

31. Luis Vásquez Quiros, Ideario Bolivariano, (pág. 76)

32. Ídem (pág. 341)

33. Francisco Pividal (pág. 56)

34. Ídem (pág. 35)

Page 26: Bicentenario de La Carta de Jamaica: Paternidad en el pensamiento de Unión latinoamericana, principio de coherencia presente en el discurso y la acción de Simón Bolívar

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