bicentenario de la carta de jamaica: paternidad en el pensamiento de unión latinoamericana,...
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Ensayo realizado en el marco del Bicentenario de la Carta de Jamaica (1815-2015)TRANSCRIPT
Bicentenario de La Carta de Jamaica:
Paternidad en el pensamiento de Unión latinoamericana,
principio de coherencia presente en el discurso y la acción
de Simón Bolívar
Prof. Jesús Fernández
Maracay, Septiembre 2015 [email protected]
Los exilios de Bolívar siempre fueron coyunturas significativas para la gesta
emancipadora. Ya la caída de la Primera República lo había llevado al estudio de las
causas generales que empujaron al colapso inevitable de este primer período
republicano, y con ello, materializó uno de los documentos más importantes de su
producción literaria en el exilio: el Manifiesto de Cartagena. Y ya en el mismo expresa:
“Nosotros nos hallamos invadidos, y por consiguiente forzados a rechazar al enemigo
más allá de la frontera” (Páginas escogidas, 2007) Demás estaría explicar que el
objetivo de su lucha no se quedaba solamente en el territorio venezolano, de allí el
devenir del pensamiento de Unión latinoamericana.
Hacemos mención a ello por reportarse este documento como un antecedente
significativo de la labor política y militar de Bolívar, que por razones de tiempo y
recursos documentales no abordaremos con profundidad, en el exterior. Además de
verlo siempre como un individuo situado en las condiciones de contexto, no sólo en la
contemplación de lo que en el territorio nacional ocurría, sino también en una dinámica
internacional y la posibilidad latente en miras a la correlación de fuerzas en beneficio de
la causa republicana.
El Ciclo Bicentenario de nuestra Independencia Nacional, casi desde su comienzo
en el 2010, nos ha llevado a poner de manifiesto el genio, la obra y la pasión de nuestro
ilustre caraqueño en el fragor de un momento histórico que representaba
transformaciones profundas no sólo para Venezuela, sino para Nuestramerica, como la
definiría Martí. Y es en el presente año que dicho Bicentenario de la Carta de Jamaica
se hace propicia la evocación de sus fundamentos para aproximarse a una reflexión en
cuanto al valor histórico y patriótico que lleva intrínseco el documento nacido del
ideario, vigente aún, de nuestro Padre Libertador.
Las orientaciones del presente ensayo se proponen la idea particular, tal vez
trillada, de ahondar en la relevante significancia del documento en miras a la
vindicación del pensamiento de Unión Latinoamericana que descansa sobre el discurso,
la acción, proyección y hasta la utopía de Bolívar, quien no escatimó coherencia desde
el principio de la lucha cuando hizo galas de las premisas que lo encaminarían hacia
semejante misión: La consolidación de Colombia. La otra vertiente asumida desde acá
será la relevante e inamovible postura del Libertador ante la defensa de las clases o
castas que integraban la América, la cual era necesaria. Y la subyacente, más no menos
importante, afrenta a la Monarquía. Y su negativa rotunda al sistema federal, con el cual
ya habían dado inicio las repúblicas luego del grito de Independencia, hollando
lamentablemente en su propio colapso.
El huracán de las circunstancias que invitan a revisar en qué condiciones se da la
Carta de Jamaica se sitúa en las últimas acciones patriotas en suelo venezolano durante
el “Año Terrible”. Luego de una emigración del pueblo caraqueño hacia el Oriente del
país, provocada esta por la amenazante avanzada de José Tomás Boves hacia el recinto
capital, en 1814. Será ésta una de las patadas de ahogado que el ejército patriota dará, ya
que el avasallante progreso y fortalecimiento de la “Legión del Mal” comandada por el
asturiano los llevará al desmembramiento inevitable.
Para Pedro Modesto Bolívar en Bolívar ante la historia y su juramento en el Monte
Sacro, la Segunda República fundada por el Libertador en 1813 tuvo poca duración, ya
que la acción de Boves significo un progresivo desmantelamiento de la labor alcanzada
desde la Campaña Admirable, y pese a logros tan significativos como La Victoria y San
Mateo, la segunda batalla de La Puerta puede verse como una “estocada” que
desarticulará el control patriota sobre el centro del país. Tal situación vendrá a
cristalizarse con los resultados de la batalla de Úrica. Además el desmembramiento de
la unión de los generales patriotas, el apresamiento de Bolívar por Ribas y la dispersión
de las fuerzas republicanas vendrá a representar la causa por la cual muchos patriotas
tendrán que salir forzosamente al exilio.
Bolívar, una vez más fuera del territorio, como se apuntaba con anterioridad,
atravesará por nada menos que las angustias y premuras propias que surgen ante la
necesidad que le imperaba de reorganizar la vuelta a Venezuela y así retomar con mayor
fuerza el control de la patria restituyendo la República.
Cabe destacar, cosa que para nadie es un secreto, cuáles son los roles que ejerce el
Libertador en cuanto propias capacidades se refiere: Estratega para la guerra, tribuno
para la legislación efectiva y un intelectual con una extendida cosmovisión, permeable a
un universo de ideas que lo sitúan como un pensador de alta talla. Ventajas como estas
lo harán actuar dentro de las necesidades y prioridades de las repúblicas nacientes.
Recurrirá una vez más a la Nueva Granada, seguramente con miras a la
repetición de la hazaña de la Campaña Admirable, al respecto Pedro Modesto Bolívar
asume:
Una vez fuera del país, llegose hasta la Nueva Granada con intenciones de hacer
lo mismo cuando la Campaña Admirable, pero esta vez encontró con la oposición
del Cnel. Manuel del Castillo, al propio tiempo que el Gral. Pablo Morillo (…) le
ponía sitio a Cartagena de Indias para doblegar a los patriotas que la defendían.
Una confrontación de fuerzas internas y externas, las cuales se resumen acá como las
pugnacidades intestinas sometidas y estimuladas por la diversidad de intereses en
choque que poseían los patriotas neogranadinos. Y la coerción realista representada por
Morillo y su ejército “Pacificador” que ponía la vista sobre el territorio que bien definía
Bolívar como el corazón de América. Debe destacarse acá que el escenario caótico que
se presenta para tal momento es el arremolinamiento indeseable de enemigos contra lo
que siempre lidió el Libertador durante sus años de lucha: El federalismo, por una parte;
y la empresa restauradora del poder colonial venida directamente de España.
De los sucesos acaecidos en la Nueva Granada, como ya apuntábamos, las
discordias no se hicieron esperar, serán el motor generador de una desincorporación
voluntaria de Bolívar a favor de la causa de la independencia. Pero es necesario ver, con
fines de la apreciación del accionar de Bolívar en el exterior, cómo es asumido en la
Nueva Granada:
El Congreso lo juzgó simplemente como un militar infortunado en algunas
empresas y aprobó el plan presentado por él para tomar Santa Marta y pasar por el
Río de la Hacha a liberar Maracaibo. Le fue entregada la dirección de 2.000
hombres. El gobierno de Cartagena se opuso y ordenó a los de la provincia del
Magdalena no obedecieran a Bolívar. 1
Aunque bien recibidas sus propuestas para la recuperación del territorio venezolano,
Bolívar encontrará lo que se presupone, y ya decíamos antes, con las negativas nacidas
de una pugnacidad intestina que le privó de la posibilidad de repetir las hazañas de
1813. Tales negativas harán prioritaria su salida del territorio: “En consulta con los
jefes de su ejército Bolívar decidió ausentarse en favor de la lucha por la
independencia. Firmó un tratado con el gobierno de Cartagena y se fue a Jamaica el 19
de mayo de 1815”. Un sacrificio, abandonar, temporalmente, la lucha armada y
emprender una diplomática, una respuesta magistral ante el apocalíptico escenario que
mermaba los esfuerzos patrióticos en costa firme.
Partirá entonces nuestro caraqueño hacia las Antillas. La primera misión es hacer los
llamados de atención necesarios para la contribución de fuerzas extranjeras en la causa
patriótica que se está desarrollando en todo el Nuevo Mundo.
Desde su llegada a Jamaica, su encomiable labor literaria se pondrá de manifiesto y
a través de ella se dirigirá por cartas a personalidades de gran importancia
convidándoles a participar en un proceso histórico clamado con ansias por los pueblos
americanos. A Ricardo Wellesley, en redacción fechada el 27 de mayo de 1815 le
afirmará:
Sí, señor, la suerte de la América reclama imperiosamente el favor de cuantas
almas generosas conocen el precio de la libertad y se glorían de defender la
justicia. En U. resplandecen estas heroicas virtudes: U., pues, oirá con ternura
los gritos de 20 millones de víctimas. Dígnese U. prestarme atención.2
De este modo, Bolívar hace gala de su lenguaje halagüeño, lisonjero y cargado de un
ardor patriótico, e insta al remitente a su anexión a una lucha por la justicia y libertad de
los habitantes de la América azotada por los males de la colonia. Más adelante sostiene:
“El equilibrio del universo y el interés de Gran Bretaña, se encuentran perfectamente
de acuerdo con la salvación de América”3. Tal situación en miras a que América, al
consolidar su independencia no será otra cosa que un universo de “ciencias, artes,
industria, cultura…”3 que ofrecerá en su totalidad a los protectores y garantes de su
defensa en el mundo.
Ante el tamaño de las adversidades, que ya para 1815 no se limitaban al piélago de
intereses que pudiesen hacer vida dentro de las nacientes Repúblicas, el arribo del
“Ejército Pacificador” acrecentaba la lucha, la hacía verdaderamente un choque
internacional en términos bélicos. El sitio impuesto a Cartagena aparte de desmembrar
toda organización, comunicación y distribución estratégica de las fuerzas republicanas,
trae de por sí la coerción directa de fuerzas militares españolas encausadas a garantizar
la recomposición del orden y la paz que presuponía el sistema colonial. Ya es la fuerza
directa de una potencia que parece contar con los recursos mínimos, pese a sus
circunstancias propias, para tamaña empresa y eso comprometía aún más la lucha
iniciada desde el 19 de abril de 1810.
En la misma carta pone de manifiesto cuestiones en consonancia con lo dicho líneas
atrás: “… si una nación poderosa no nos presta auxilios de todo género: ¡qué dolor!
Tenemos una enorme masa de poder que por sí misma debe desplomarse, si artífices
fuertes y hábiles no construyen el edificio de nuestra libertad.” 4
En el contexto de las luchas por la Independencia de las provincias del Nuevo
Mundo, Inglaterra, al parecer, no cuenta con las mejores relaciones con España.
Podríamos enumerar como razones: 1.- La perpetua negativa de la península a abrirle a
los ingleses una participación activa del intercambio comercial en el Caribe. 2.- La
participación de fuerzas españolas en la Independencia de Estados Unidos, con acciones
decisivas en Pensacola, donde nuestro Ilustre Miranda participó de manera
determinante. 3.- La invasión de Napoleón Bonaparte a España colocaba sobre la
palestra la muy resaltada rivalidad entre Francia e Inglaterra, y la posibilidad de la
proyección del poder napoleónico hacia América podía ser una invitación inexorable
para que Gran Bretaña se interpusiera. Ante estas circunstancias que aquí citamos a
grosso modo, los posibles motivos de Bolívar para dirigirse hacia esta nación podrían
estar bien sustentados. Al Duque de Manchester, El Libertador se dirige en carta
encabezando de la siguiente manera:
Tengo el honor de dirigir a V.E. las presentes líneas, para participarle que los
sucesos de mi patria, la costa firme, me han obligado a venir a esta isla con el
objeto de pasar a Inglaterra a emplear mis esfuerzos en procurar a la América un
apoyo, que la ponga en aptitud para pagar su gratitud, con ventajas a sus
bienhechores.5
Jamaica, como colonia bajo dominio colonial de Inglaterra, pudo servir de puente
comunicacional del Libertador para su efectivo contacto con esta potencia en miras a la
materialización de lo expresado en la cita anterior. Sin embargo, los ruegos, súplicas y
llamados de atención que este hace a las autoridades en cuestión parecen ser una
proclama en el desierto que lo llevará a trasladarse a Haití finalizando el año.
La Carta de Jamaica: La manifestación de un pensamiento de Unión latinoamericana
Los historiadores, investigadores, historiógrafos y demás amigos siempre poseen una
tendencia (independientemente de los enfoques, métodos y escuelas de pensamiento que
los identifiquen) a asumir, casi como un fetiche, que la Carta de Jamaica posee el
carácter de profética, atribuyéndole al autor y a la misma cualidades mesiánicas que los
desvirtúan del plano humano, real y tangible en el cual se ubican tanto el Libertador,
como su producción escrita. Al respecto Acosta Asignes Señala: “La mayor parte de los
historiadores siguiendo una especie de “moda”, o mejor dicho, de estilo, porque la
moda es fugaz, insisten hasta el cansancio estéril en la condición “profética” de esa
pieza política.”
Es más bien oportuno deslastrarse de toda creencia de esta naturaleza, primero, por la
necesidad de objetividad que la historia siempre requiere. Lo segundo vendría a ser lo
muy preciso que debe ser el análisis de este documento, más bien como una expresión
de genialidad, ubicación y madurez política del Libertador. La Carta de Jamaica es la
puesta en letras de toda la sapiencia y percepción que Bolívar posee del contexto
histórico de la América que lucha. Es, pues, una demostración de coherencia bien
concebida en las letras de dicha Carta.
Al Libertador “Lo impulsaban las correlaciones históricas dirigidas al nacimiento
de las nacionalidades americanas”6. Y es cierto cuando observamos, que no solo los
pueblos americanos cuentan con una relación estrecha por su idioma, religión y
costumbres, tal y como él mismo lo asumía. Sino que también se hacían próximos y
semejantes los pueblos cuando se veían envueltos en la misma necesidad de ser libres
de la tiranía española, y ante esas circunstancias Bolívar será un conductor.
Es la Carta de Jamaica un bastión literario fundamental para posicionar al
Libertador como el Padre del pensamiento de Unión latinoamericana. Sus acciones así
lo demuestran, ciertamente al respecto encontramos: “Su papel de gran conductor llevó
a Bolívar, como resultado de la experiencia de 1814 a preocuparse por el problema de
la unidad combatiente ante los colonialistas españoles”7. Y podría decirse, que la
acción que lo hizo apoderarse de tal preocupación vio su génesis en la Campaña
Admirable de 1813. Es un hecho que el ejército que lo siguió desde San Antonio del
Táchira el 14 de mayo e hizo entrada triunfal con él en Caracas el 6 de agosto, era un
ejército de neogranadinos que prestaron su apoyo, derramaron su sangre y dieron la vida
por la liberación de Venezuela. La acción inversa la encontramos en la campaña de
1819, dirigida a la liberación de Boyacá, la cual contó con ejércitos de los llanos
venezolanos y de Casanare, para la emancipación de la Nueva Granada, la cual se verá
concretada en la batalla acaecida en la mencionada Boyacá. Y por último, la Campaña
del Sur, que en gran medida concentra en el Ejército Unido, soldados venezolanos,
neogranadinos, ecuatorianos, bolivianos, peruanos, chilenos y argentinos, siendo esta la
movida militar y estratégica con mayor convocatoria de pueblos y con mayor
determinación hacia la consolidación de una Gran Unión de Estados Confederados.
Hacemos mención a todo esto sin aún llegar a proyectarnos sobre la anfictionía
panameña que más adelante impulsará nuestro General Bolívar, pero si asumiendo que
ese carácter de conducción que ejerció Bolívar en las campañas libertarias tendría el
enfoque de unificar tales nacionalidades en una lucha de todos y para todos.
Tales experiencias invitarían a preguntarse: Si el éxito de estos procesos, tuvo como
esencia la unión de diferentes nacionalidades en un ámbito bélico ¿Por qué no hacer que
esta unión trascendiera hacia la posible consolidación de una sola gran nación? Bolívar,
como conductor de la lucha por la independencia, pudo prever la posibilidad de tener en
estos sucesos, una estrategia efectiva no sólo en fines militares y políticos, sino también
en el esculpido y tallado de una estructura cultural e histórica que sería común entre las
naciones y a su vez las haría más propicias para la Gran Unión que él profesaba.
¿Qué relación puede atribuírsele a lo anteriormente señalado con la Carta
Bicentenaria que hoy analizamos?, ya lo decíamos y es muy sencillo: señalar el carácter
de coherencia que, en miras de ese pensamiento de unidad, Bolívar ya había puesto en
marcha antes y después de la brillante exposición de sus ideales en dicha carta. Por esto
último hemos de desestimar el carácter “profético” que ya es habitual verle atribuido de
parte de los expertos.
Diana Pérez, al respecto de la Carta en el medio de difusión impreso Memorias de
Venezuela, ratifica lo que llevamos algunas líneas afirmando: “Bolívar tiene una visión
continental de la independencia, no la ve como un proceso aislado, plantea las ventajas
de la unidad latinoamericana, aunque es capaz a su vez de apreciar los obstáculos que
se enfrentan”. No tendría sentido, por causas de una apreciación razonable del contexto,
que unas provincias de manera aislada lograran su independencia y las otras siguiesen
sujetas al dominio colonial. España, en su lógica de dominación imperialista, habría
tenido las bases estratégicas para golpear y sofocar toda expresión revolucionaria en lo
largo y ancho del continente. Como de hecho lo tuvo en el territorio venezolano en
1813-14 (Coro, Maracaibo y Guayana a favor de la corona)
Sobre la unidad Bolívar manifiesta en su Carta de Jamaica: “Yo deseo más que otro
alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión
y riquezas que por su libertad y gloria”. Y es allí donde deja por sentado, en la
manifestación de lo que es un no tan simple deseo, que el carácter que hará énfasis en la
fabulosa unidad, no serán sus riquezas, sino la oportuna ruptura del poder que no sólo se
fundamentó en el dominio territorial y la posesión, saqueo y despilfarro de sus tesoros,
sino también en las formas de pensamiento instaladas en las sociedades americanas
gracias al sistema colonial, allí radica su gloria. Desde luego, se le acredita el valor
libertario, cuando se entiende que el sistema de gobierno debe ser republicano,
desestimándose así todo mito, acusación y afirmación irresponsable sobre los intereses
monárquicos del Libertador.
Sin embargo es de entender que en medio de ese “deseo” que profesa Bolívar en su
extraordinaria carta, salta también a relucir el conocimiento preciso de las causas que
hacen muy lejana la viabilidad de ese proyecto de Patria Grande, ya que “climas
remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen la
América…”. Es esta una sentencia cuyo juicio hace entender que Bolívar, partiendo del
componente climático, como una realidad ajustada a la diversidad geográfica de la
región, sabe lo que influye en el grave mal que fragmenta al Continente. Ya que los
paisajes físico-geográficos que abundan en la extensión del mismo presuponen
correlaciones entre la sociedad y su medio que a su vez se entienden como modos de
producción y de vida tan distintos. Cada uno presupone una perspectiva colmada de
intereses, necesidades y demás elementos que los harán tan disimiles los unos de los
otros en su mentalidad. Por ello, tantos avances y reveses en el proceso emancipatorio.
Allí no existe profecía, sino más bien un reconocimiento verdaderamente explícito de
cómo se expresan los pueblos de la América en sus diversas realidades y allí radica la
razón de por cual su deseo no trascenderá de infructuosos intentos, debidos, más que
nada, al sabotaje y oposición insalvable que impusieron las élites que dominaban tales
realidades geográficas: las oligarquías.
Sin embargo el sueño resurge:
¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el Corinto
para los Griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un
augusto Congreso de las representaciones de las repúblicas, reinos e imperios a
tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones
de las otras tres partes del mundo.8
Seguros estamos, ya que realizamos esta cita de la Carta de Jamaica, que es aquí
donde se centran los ojos de aquellos expertos, que denunciábamos líneas atrás, sobre el
carácter “profético” del documento. Ya que seguramente por la distancia histórica que
hay entre el dicho y el hecho (Redacción de la Carta y el Congreso Anfictiónico de
Panamá) se hace fácil atribuirle tal carácter. Pero como hemos señalado antes, se trata
de la coherencia en el pensamiento y el accionar político de Simón Bolívar, tal actitud
se vio presente en toda empresa que llevó a cabo, cosa que lo afianzaría aún más en la
concepción de un hombre con principios elevados. Ya desde las acciones de la Junta
Patriótica en 1811 Bolívar expresaba ideas de unión que indican que su visión
latinoamericana no fue un súbito arranque de expansionismo:
La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la Nación, pero el
Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses
revolucionarios. Pongamos, sin temor, la piedra fundamental de la libertad
suramericana: vacilar es perdernos (Saignes p. 346).
Es un hecho que en el margen del pensamiento que movilizaba a Bolívar hacia la
Unidad latinoamericana, es la percepción de saberse en un continente que no escapa de
la dinámica mundial, donde los países potencia, como lo hicieron en la “colonización”,
centran sus intereses imperiales sobre naciones carentes de organización y desarrollo.
Puede decirse que Bolívar reconociendo la polarización desigual de los países del
mundo, enfoca su acción política hacia aquello que definirá como el “Equilibrio
Universal”. Al respecto dice:
La Europa misma por miras de sana política debería haber preparado y ejecutado
el proyecto de la independencia americana, no solo porque el equilibrio del
mundo así lo exije, sino porque este es el medio legítimo y seguro de adquirirse
establecimientos ultramarinos de comercio.
Tal apreciación puede verse de los siguientes modos: 1.- Ante la inevitable llegada y
establecimiento de España en la América, la Europa toda pudo ser intercesora en los
asuntos pertinentes a la libertad de los hombres y mujeres de las nuevas sociedades
americanas, sin embargo, parece ser una conducta ajustada a las ambiciones de sus
núcleos de poder, no actuar a favor de las causas que desestabilicen sus hegemonías o
que garanticen los derechos de quienes sólo están destinados a ser oprimidos. 2.- Las
relaciones de comercio entre Europa y América pueden darse de una forma legítima,
amparando la primera en su autonomía política, jurídica, social y económica a las
naciones de la segunda. No es precisamente una manifestación de justicia y equilibrio
que las sociedades que ofrecen sus recursos y potenciales al desarrollo de la economía
propia y de las potencias reciban un degradante tratamiento como lo presupone el poder
colonial. Esto bien se demuestra cuando apunta que los hombres y mujeres de la
América “… no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el
trabajo, y cuando más el de simples consumidores…”9. Lo cual aparte de definir más
claramente el rol social que los americanos tenían para la metrópoli, que los colocaba en
un desequilibrio, revela la esencia de la dinámica del sistema capitalista, donde
relaciones dialécticas se hacen manifiestas (consumidores-trabajadores), que como
mucho sabemos aún se ubica en su fase mercantilista al menos en la América, aunque
bien las expresiones de industrialización ya se entendían en Inglaterra y Estados Unidos.
Todo esto, insistimos, surge ante la necesidad de desconcentrar polos de poder ya
establecidos desde el inicio de la modernidad, o antes. Al entender a América como un
Continente, El Libertador siempre referirá la necesidad de confederación de naciones
“para equilibrar las fuerzas de las grandes potencias, entre las cuales ya era gran
potencia marítima los Estados Unidos”10. Esta postura pone de manifiesto, incluyendo
el carácter visionario que lo caracteriza, una aventajada percepción de la dinámica
geopolítica mundial, agregando a esto el hecho de tener el proyecto político preciso y
determinado, por más utópico que este sea, para dar respuesta ante las tangibles
amenazas que un orden mundial de esta naturaleza representan.
En cuanto a la anfictionía, es posible analizar que, ya consolidadas las
independencias de la mayoría de las provincias que habían roto el nexo con España, el
siguiente paso iba orientado hacia la unión americana, necesaria, como hemos indicado
ya, por las amenazas externas que representaban las potencias europeas y
norteamericana, incluyendo a estas la existencia de la Santa Alianza, la cual tenía como
fin esencial la preservación de las coronas, estableciendo pactos, con sustento en la fe
católica, entre monarcas y estos con sus súbditos. Esto representaba una amenaza para
cualquiera de las revoluciones liberales que estaban latentes en Europa, pudiendo
proyectarse hacia América. Sin embargo los acuerdos que al respecto hicieron Francia e
Inglaterra tenían como término no permitir que otro país, exceptuando a la misma
España, se atreviese a intentar recomponer el orden en América, sobre las provincias
que antes fueron colonias.
Las acciones de Bolívar en cuanto al Congreso Anfictiónico tuvieron una
prosecución de eventos que pueden verse en los cuadros de un preámbulo, un desarrollo
y una conclusión, valga la ambigüedad, inconclusa. Para 1822, reseña Acosta Saignes,
Bolívar acariciaba la idea de grandes alianzas, para ello se aproximaba a la opinión de
sus colaboradores y adversarios. Es entonces durante el mismo año concibe alianzas
parciales, a manera de preparativo para el Congreso de Panamá. Se miró desde los
gobiernos extranjeros, de los países ya independientes, con gran asombro las propuestas
de Bolívar que abarcaban desde México hasta la Argentina.
Sin embargo, muchas de estas alianzas no fueron tan fructíferas como nuestro
prócer lo esperaba. Acciones como las de Santander y Pedro Gual enturbiaron los
procesos de enlace para la convocatoria al Gran Congreso, poniendo al descubierto a las
potencias europeas y a Estados Unidos tales intenciones con lo cual se agudizó la
oposición de estas a que tal evento se llevase a cabo con los términos y logros
esperados.
Es un hecho, además, que el panamericanismo aparece en la palestra política del
continente con la presentación por parte del presidente norteamericano Monroe de
aquel mensaje que tendría como principal sentencia “América para los americanos”11.
Será esta un arma de doble filo que siempre afectará la estabilidad y consolidación de la
acción y el pensamiento de Unión de Bolívar. Si bien esta postura monroista
“impermeabilizaba” a la América de toda intervención europea, por otro lado se
reservaba para sí (Para el gobierno de los Estados Unidos) la acción directa o indirecta
en los asuntos políticos y económicos de las nuevas naciones. La tentativa de unidad
propuesta por Bolívar, ciertamente, incomodaba o se volvía un obstáculo para las
ambiciones del monroísmo (por ello debemos asumir la razón por la cual surgiera esta
declaración en 1823 en vista de los logros de Bolívar en las últimas fases de su
Campaña). El Libertador en carta a Sucre, el 9 de abril de 1824, manifestaba: “Todo de
lo que depende de la Santa Alianza será combatido por la Inglaterra y por la América
del Norte”. Desde luego el mayor peso se centraba en Estados Unidos, de los que luego
dirá: “… han declarado solemnemente que verán como acto hostil contra ellos
cualquier medida que tomaren las potencias del Continente europeo contra la América
y a favor de España…”12. Y por supuesto que esa postura también contemplaba lo que a
su vez pudiese estar orquestando la América Independiente en la consolidación de sus
Repúblicas.
Después de haber preparado todo el escenario bélico y político para expulsar
definitivamente a los españoles de la América del Sur en la batalla de Ayacucho,
que tocó dirigir magistralmente a Sucre, en vísperas justamente de esta batalla
había convocado Bolívar a los gobiernos de México, Perú, Chile y Buenos Aires
para enviar sus representantes a Panamá. Sabía que Sucre derrotaría a los realistas
y extendía su mirada política hacia una alianza para consolidar la libertad e
impedir nuevos intentos de invadir a su América.13
Por eso, y continuando en concordancia con los criterios de Acosta Saignes “Simón
Bolívar convocó a la reunión de 1826 con el pensamiento puesto en la unión de todos
los países de lo que geográficamente hoy conocemos como el continente americano”.
Pero esto nos debe trasladar entonces, en base a los países e ideas ya mencionados, a
qué es lo que concibe Bolívar como la América y si esta se corresponde con las
concepciones imperialistas que han enturbiado el pensamiento de integración
bolivariano. En un informe de 31 de diciembre de 1813, donde se planteaba el
establecimiento de alianzas para el combate a los enemigos, dice lo siguiente:
Si en estos siglos de ignominia, en que un continente más poblado y más rico que
la España, fue la víctima de las miras pérfidas del Gabinete de Madrid; si este
pudo desde dos mil leguas de distancia, sin enormes fuerzas, mantener la
América, desde el Nuevo México hasta Magallanes bajo su duro despotismo, ¿por
qué entre la Nueva Granada y Venezuela no podrá hacerse una sólida unión?
Ya delimitando el territorio geográfico, es posible entender que la América que
desea unida es la América cuyos enemigos han sido los españoles. De esta forma se
reafirma la idea que bien Pividal define como “Panlatinoamenricanismo”14 y que
determina la acción de Bolívar como adverso al Panamericanismo. Establece también
una lógica para la Unión Latinoamericana, y es la de cómo la metrópoli ejerció su
dominio por tanto tiempo sobre un territorio tan vasto, a la distancia, sirviéndose de un
sistema, desde luego, antinatural como el monárquico. ¿Cómo no podría garantizarse la
cohesión y sostenimiento de estos pueblos con un gobierno republicano, coordinado
desde adentro y con personas naturales?
El panorama con respecto al Congreso Anfictiónico de Panamá no tiene un final
alentador. Las discrepancias con el ideario del Libertador, puestas de manifiesto por
parte de Santander y Gual, representaron el agente causal para la incorporación e
invitación a dicho evento de los dignatarios de Estados Unidos e Inglaterra, a quienes la
historia misma se ha encargado de señalar como potenciales culpables de la no
cristalización de los Protocolos del Istmo.
Sin dejar de lado lo que en esencia representa la Carta de Jamaica en la expresión
del Ideario de Bolívar, durante los últimos párrafos hemos querido desarrollar la
coherencia, sostenemos, de su pensamiento desde el comienzo de su lucha libertaria,
incluyendo lo ocurrido antes de dicha Carta, en ella y hasta la gesta anfictiónica que no
pudo concretarse. La carta dirigida a Henry Cullen es un Manifiesto y una apología a la
América consolidada en una nación tan grande y poderosa, que estableciera el
equilibrio en la balanza del orden mundial.
Una demostración de sabiduría y genio
Luego de leer, releer, analizar, desglosar y aplicar cualquiera de las técnicas que
sugiera el método científico, es necesario acudir a la reflexión de lo que Bolívar le
muestra al mundo y al Caballero de la Isla en dicha Carta.
Otros vienen a ser los que afirman el perfil de vigencia casi actual con que cuenta la
Carta. Nosotros acá quisiéramos más bien referir de ella una demostración de sabiduría
y genio, que puede posicionar a Bolívar no sólo como el estratega militar y político más
resaltante de la época, sino como la figura intelectual más prominente de su contexto.
Sus palabras, tatuadas fielmente sobre la superficie del papel denotan un sabio integral,
multidisciplinario y comprometido en la causa de enriquecerse aún más de los saberes
que nacen en el seno de la era de las revoluciones por la cual atravesaba.
Sorprende el manejo estadístico del cual hace gala: Un millón y medio de habitantes
en el Perú, 800.000 en Chile, la Nueva Granada cuenta con la gloria de tener dos
millones y medio de habitantes… y así se destaca en un dominio numérico, del cual
sólo mencionamos unos pocos para evitar tedios, de una población que atraviesa por la
destrucción y la masacre que ha representado la Revolución de Independencia. Las
enfermedades que diezmaban a la población jugaban un peso preponderante en las tasas
de mortalidad que en América eran significativas por sus condiciones climáticas, más
que todo en el trópico, fiebre amarilla y tuberculosis, las cuales llegaron incluso a
marcar determinantemente en la vida de Bolívar, en los casos de sus padres y luego en
su esposa María Teresa. Así mismo la condición itinerante o nómada que se vinculaba
directamente con el modo de vida pastoral en aquellas regiones donde el soporte físico
natural llegaba a ser propicio y determinante para tal modo de producción. Todo esto, en
el marco de la necesidad de hacer precisos los montos poblacionales de las regiones del
continente, es una limitante considerable, cosa que muy bien denuncia él en dicha Carta.
Sin embargo este reto a las capacidades humanas no le pondrán frenos a su genio para
poder establecer las aproximaciones necesarias para hacer las afirmaciones que pudo
plasmar en su recuento.
Una formación académica, la cual detalló el perfil de sus capacidades cognitivas,
contribuye a su empresa. En su proceso de desarrollo como individuo estuvieron
inmiscuidos personajes que se entendían como las figuras más representativas de la
educación y la intelectualidad en los contextos en los cuales se desenvolvió: Andrés
Bello, Miguel José Sanz y Simón Rodríguez en Venezuela; El Marqués de Ustáriz en
España y su posibilidad de codearse con personalidades del medio intelectual europeo
como Alejandro de Humboldt y Aimé de Bonpland influyeron grandemente en la
apertura de su genio para pulirse así como un individuo de pensamiento universal y
extendido a lo largo y ancho de la humanidad. Sapiente del devenir histórico de su
América y de los procesos históricos que en el mundo definieron su contexto.
De hecho, hace un manejo extraordinario de la historia de la “conquista” y de la
organización social y política que España irguió sobre el Nuevo Mundo, sometiéndolo a
comparación con otras realidades del mundo antiguo, los cuales serán percibidos en su
discurso. Se entiende en la Carta como portavoz de su clase o grupo social, defensor de
los estamentos oprimidos por el sistema colonial y demandante de justicia ante la
conducta de la corona española al vulnerar los pactos y contratos que desde la llegada
de Colón a América se hicieron en pos de los derechos de los ciudadanos del Nuevo
Mundo.
Tan magistrales cualidades sólo pueden atribuírseles en su mayoría a la labor
educativa de Simón Rodríguez: “Usted formó mi corazón para la libertad, para la
justicia, para la grandeza, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me
señaló…”15. Claros hemos de estar: la libertad fue su empresa, y justamente en la
Contestación… sus acciones, su visión y su pensamiento están dirigidas hacia la
consagración de América en el reino de la libertad, única monarquía que admitía en su
ideario. No hay nada más justo que romper las cadenas que la tiranía ciñó en las
voluntades de nuestros pueblos, cosa que en efecto al consolidar las independencias
logró, proyectándose hacia la grandeza de un pueblo unido en una misma realidad
histórica, cosa que al menos en el legado que dejó a su paso, se mantiene presente como
el sueño al cual hay que aspirar en miras a esa Unión latinoamericana.
Bolívar como Protector de las clases sociales
Ya lo habíamos referido con anterioridad: al someter a revisión el magistral
documento encontraremos que su discurso se dirige a la defensa de los sectores o clases
sociales que ocupaban el ancho y vasto continente americano, que por efectos del
sistema monárquico imperante sufrieron las tropelías más grandes que grupo humano
alguno pudo sufrir en el tiempo histórico. Bolívar, en su percepción de esta realidad, y
por más que su ley fundamental fuese la igualdad, no podía negar las contradicciones
propias de una dialéctica implantada desde la metrópoli. Estas contradicciones partían
siempre de los rasgos de origen, o razas, que se diferenciaron siempre por elementos
que iban desde el mero factor fenotípico hasta los privilegios y condiciones que les
resultaban meritorias según fuese el caso. Bolívar denuncia la injusticia cometida con
los grupos indígenas, u originarios, quienes fueron víctimas iniciales del saqueo y
demás vejámenes que traían consigo los “conquistadores”, y luego, los negros, africanos
traídos a la fuerza para cumplir con la avariciosa demanda de riquezas que sólo podrían
adquirirse a través del trabajo. Por ello decretó en toda oportunidad posible la libertad
de los esclavos, sólo que las circunstancias y los intereses de otros acaudalados
propietarios no se apegaron a sus juicios. Por ellos hizo con desmesura todo esfuerzo
para romper sus cadenas otorgándoles la libertad que por derecho humano les
correspondía.
Bolívar no podría dejar por fuera jamás a esa clase social de la cual él había
surgido. Y es en la Carta, donde hace su mayor exposición al respecto, ejerciendo un
equilibrio de vindicación paritaria, sólo por ser cada uno de los grupos sociales
merecedores del respeto y la dignidad que les representaba ser habitantes de la América.
El dominio español de los últimos años había obviado el “contrato social” que bien
pudo establecerse desde los Pactos de Santa Fe y que desde las Reformas Borbónicas,
se le habían arrebatado a todos los nacidos en América los derechos y prerrogativas de
ejercer los cargos administrativos dentro del orden jerárquico de las instituciones del
poder colonial, al respecto, en la Carta Bolívar señala:
Se nos vejaba con una conducta que además de privarnos de los derechos que nos
correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente con respecto á
las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos
domésticos en nuestra administración interior, conociéramos el curso de los
negocios públicos y su mecanismo.16
Privados pues, se hallaban los propios habitantes del Continente, de poder tomar el
control de su propia administración, seguramente la naturaleza monárquica lo estipulaba
de esa forma, pero sometía por completo las voluntades de las sociedades americanas,
dejándolos ciegos ante la realidad del funcionamiento de las estructuras de poder que
regían en todas las provincias. Más adelante resalta:
Jamás éramos virreyes, ni gobernadores sino por causas muy extraordinarias;
arzobispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares, sólo en calidad de
subalternos; nobles sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni
financistas y casi ni aún comerciantes; todo en contraversión directa de nuestras
instituciones17
Negados pues, resultaban, y con la cita reafirmamos, que sólo los blancos criollos
a lo largo y ancho de la América colonial se hallaban tan sometidos que se le negaba
a sus personas naturales el ejercicio de tales cargos. Y no es un secreto que en
Venezuela, las carreras más comunes eran las de la milicia y el sacerdocio. Cosa que
hacía entender a nuestra provincia siempre como un gran cuartel o monasterio,
atomizados estos en la figura geopolítica de una Capitanía General.
Es preciso entender que el monopolio intensificado por los Borbones generó
descontentos de gran magnitud en medio de esa sociedad empoderada de los diferentes
medios de producción que se distribuían a lo largo y ancho del territorio americano. El
intercambio comercial entre provincias, como bien lo condicionaba el monopolio
borbónico, estaba negado: “… los privilejios exclusivos del comercio hasta de los
objetos de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas para
que no se traten, entiendan ni negocien…” 18. España auspiciaba la incomunicación
entre provincias, motorizada tal vez por ese monopolio cercenante de las interrelaciones
de los pueblos americanos, era como matar dos pájaros de un solo tiro: el control
absoluto de las riquezas y la desunión que garantizaba el sostenimiento de su hegemonía
ante la incapacidad de la generación de vínculos entre las provincias. En fin, en esa
visión, la de España, la América era un objeto de satisfacción, no tanto de necesidades,
sino más bien de ambiciones que en el marco de una fase mercantilista del sistema
capital, la valoración que la Corona tenía de América era meramente utilitarista:
… en fin quiere U. saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el
añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón; las llanuras solitarias para
criar ganado, los desiertos para cazar bestias feroces, las entrañas de la tierra para
escavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta.19
Ese utilitarismo que repercutió en la negativa rotunda, por parte de la metrópoli, a
ver en los pueblos de América la cuna de una sociedad, distinta por su conformación
étnica, cultural e idiosincrática. A cambio, el Continente es visto como una despensa de
recursos materiales encausados en el reforzamiento económico de la España, que muy a
pesar de esta situación, se ve envuelta en una crisis política y sistemática que la pondrá
en jaque con respecto al orden colonial.
El maltrato dado a los americanos, aquellos pobladores que por derecho natural
estaban destinados a tomar el control económico y político de sus naciones, no se
compara con ningún proceso histórico de la humanidad, donde algún imperio o nación
poderosa ejerció su hegemonía sobre otra menos desarrollada:
Tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna otra
asociación civilizada, por más que recorro la serie de las edades y la política de
todas las naciones, pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico
y populoso, sea meramente pasivo ¿no es un ultraje y una violación a los derechos
de la humanidad?20
Carente de civilidad, el sistema colonial implantado por España no es comparable a
ningún otro por el denuedo y la obcecada disminución del rol social que debían cumplir
los dominados. Cabe destacar que con esto no sólo se hace juicio de esa privación a la
autonomía de los americanos, sino también al excesivo control ejercido por la corona
que llegó incluso a costar la vida de miles de indígenas de todas las latitudes y
longitudes del territorio en “castigos ejemplares” que fueron llevados a cabo a modo de
métodos “civilizatorios” para la preservación del poder monárquico. La plenitud con la
que contaba la América, aún bajo la dominación, radicaba en la abundancia y amplitud
de sus recursos humanos y materiales, los cuales han perfilado siempre a la región como
la más prospera del mundo, ¿Podía acaso mantenerse perennemente en semejante
pasividad, adormecida por todas las privaciones propias del colonialismo y el
imperialismo mercantilista? Es impensable, y Bolívar, tan consciente de esto como lo
podemos ver ahora, argumenta la necesidad de romper el nexo con la Península.
En una vindicación de los pueblos originarios, y de la clase social oprimida que
representaban los indígenas, Bolívar establece comparaciones significativas en cuanto a
usurpación de autoridades, aprovechando un comentario hecho por el destinatario de
dicha Carta sobre los sucesos de España y la invasión Napoleónica:
“La felonía con que Bonaparte, dice U., prendió á Cárlos IV y á Fernando VII
reyes de esta nación, que tres siglos ha aprisionó con traición á dos monarcas de la
América Meridional es un acto manifiesto de la retribución divina, y al mismo
tiempo una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos y les
concederá la independencia”21
Un principio de conexión que puede tener una gran razón de ser, tal vez atribuible a
esa retribución divina, el paralelismo entre los hechos en los cuales eran vejadas las
dignidades indianas que ejercían su soberanía en tiempos previos al desastre que en sí
representó la llegada de Colón a nuestro continente.
En base a lo referido, Bolívar, quien no pierde detalle en la explicación de lo que
realmente ha ocurrido en la América desde la llegada de los españoles, no titubea en
sentido alguno para clarificar y, de cierto modo, desmontar ese paralelismo asumido por
Cullen. Los soberanos indianos que fueron apresados en el proceso de usurpación
correspondían a los pueblos Tenoch (Azteca) e Inca:
Parece que U. quiere aludir al monarca de Méjico Mocteuczoma, preso por Cortés
y muerto según Herrera por él mismo, aunque Solís dice, que por el pueblo, y á
Atahualpa Inca del Perú destruido por Francisco Pizarro y Diego Almagro.22
Los dos casos, bien expuestos por Bolívar son la expresión fiel de la transgresión y
vulneración llevada a cabo contra los pueblos originarios, de la imposición de una
sociedad tradicional sobre otra, donde las condiciones de complejidad social y mayor
adelanto técnico significaron la ventaja que los invasores necesitaban para poder
avasallar y doblegar durante tres siglos a los legítimos dueños del Continente. Sin
embargo la comparación es anulada por el Libertador: “… los primeros [los reyes
españoles] son tratados con dignidad, conservados y al fin recobran su libertad y trono;
mientras que los últimos [los indianos] sufren tormentos inauditos y los vilipendios más
vergonzosos”23. Es impensable e indigna toda comparación: Los tratos dados a los
líderes indígenas, no sólo en los casos citados, rayaron en la depravación humana, tal
cual como la naturaleza misma de dicha implantación colonial. Un salvajismo probado
en manos de quienes, se suponía, la civilización era su máximo heraldo. Al pisotear de
esta manera a los pueblos indígenas estaban volviéndose exponentes de la barbarie más
grande de la historia, al humillar a sus gobernantes humillaban a sus pueblos. Napoleón,
en el arresto a los reyes españoles, no “humillaba” a nadie más que a ellos mismos, sin
comparación alguna a lo que vivieron los soberanos indígenas. Una brillante defensa a
la dignidad de los naturales de este Continente, de no haber sido así, Bolívar habría
sido un vocero más del eurocentrismo reinante que atribuía a nuestras culturas
caracteres y rasgos de semejanza con respecto a las de Europa.
Casi al comienzo de la carta, mientras realiza tan valioso parte estadístico, también
hace Bolívar una exaltación considerable cuando se trata de la resistencia presentada en
Chile por los Indígenas Araucanos:
El reino de Chile (…), está lidiando contra sus enemigos que pretenden
dominarlo; pero en vano, porque los que ántes pusieron un término á sus
conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su
ejemplo sublime es suficiente para probarles, que el pueblo que ama su
independencia, por fin lo logra.24
Los araucanos, o mapuches, siempre representaron una fuerza de resistencia, tanto
en la época incaica, como durante la lucha en pro de la independencia, cosa que los
distinguió como colaboradores de la misma causa en el territorio chileno. Su arrojo y
determinación revela la reivindicación de su dignidad, como primeros pobladores y
auténticos dueños de la tierra por la cual se sacrificaban. Esta demostración no sólo fue
vista en dicho territorio, la resistencia indígena tuvo sus expresiones a lo largo y ancho
del continente, desde luego, por haber sido la población inicialmente vilipendiada por
los usurpadores.
Toda visión que haya considerado y valorado la condición humana de nuestros
pobladores originarios es para Bolívar de gran relevancia, ante ello, la significancia que
para él tiene Fray Bartolomé de Las Casas es superlativa, ya que “El filantrópico obispo
de Chiapa, el apóstol de la América”25 cuenta con la gloria de su abnegada lucha por
ser firme adalid del tratamiento digno de los indígenas. Bolívar habla en defensa de
ellos y de todos los americanos que, ya constituido un grueso proceso de mestizaje en el
continente, representaban una amalgama social, cultural que estaba forzosamente
condicionada por el sistema colonial a la estratificación por castas o clases sociales.
Pero es un hecho que (tomando en cuenta todo lo que hemos denunciado acá hasta el
momento) la condición de esclavo, de explotado, no tenía un real distingo entre grupos
sociales de esa organización social. Todos, atrapados en esa pirámide omnipresente,
recibieron su dosis de dominación. El agravante era simplemente la tez, o la apariencia
fenotípica que les ligaba directamente a un origen: español, africano o indio.
En cuanto al federalismo
Un vórtice de horrores y calamidades. Es preciso entender que los grandes
estallidos sociales, las revoluciones, nacen en el seno del caos y la depravación que
ejercen los sistemas antinaturales sobre los pueblos que comienzan a ver necesaria y
vital la libertad. Pero ¿Qué tan exageradas pueden ser las reacciones? ¿Cómo evitar
perderse en elucubraciones y delirios de grandeza a la hora de asumir nuevos
paradigmas y no cometer errores? Dentro de una lucha que pone tantos intereses en
pugna ¿Cuál es la mejor postura para asumir en el momento que la revolución dé sus
frutos? Es irónico ver que luego de los hechos del 19 de abril y el 5 de julio los primeros
pasos a dar fueran errados, al menos así lo vio Bolívar y coincidía con Miranda, ya que
el sistema federal, para un contexto tan variopinto políticamente hablando, no
garantizaba la estabilidad y cohesión necesarias para el sostenimiento de las nuevas
Repúblicas.
El escenario lo describe así:
Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el establecimiento
de juntas populares. Estas formaron en seguida reglamentos para la convocación
de congresos que produjeran alteraciones importantes. Venezuela erigió un
gobierno democrático y federal, declarando previamente los derechos del hombre,
manteniendo el equilibrio de los poderes y estatuyendo leyes generales a favor de
la libertad civil, de imprenta y otras; finalmente constituyó un gobierno
independiente.26
En cuanto a la Nueva granada dirá: “… siguio con uniformidad los establecimientos
políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendo por base fundamental de su
constitución el sistema federal mas exajerado que jamas existió…”27. El ejemplo que
Caracas dio se hacía sentir, y se desencadenaba por la América, desde Buenos Aires,
incluyendo Chile. Por otro lado la insurgencia en México probaba los sinsabores del
encarnizado espíritu exterminador de las fuerzas realistas, ante las cuales la
conveniencia les invitaba a fingir sumisión al rey “…y aun á la constitución de la
monarquía”28. El mosaico de realidades es tal, que las capacidades y resistencias de los
americanos dados a la política sucumben debilitando el sostén de las Repúblicas. Al
respecto continúa, y aquí vemos la razón de ellos:
En Carácas el espíritu de partido tomó por su orijen en las sociedades, asambleas
y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como
Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus
instituciones políticas. También ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la
forma demócrata y federal para nuestros nacientes Estados.29
Es la incapacidad que tuvieron los hombres en cohesionar sus esfuerzos en una sola
causa por discrepar con sus semejantes por la confrontación de intereses, ambiciones y
necesidades lo que llevó al colapso a la República en su pleno amanecer. ¿Por qué
hablar de ineficacia cuando se hace mención al sistema demócrata y federal?
Respondemos así: la autonomía de las provincias haría permeable a la República de la
influencia realista y como pasaba con provincias como Coro, Guayana o Maracaibo, la
unión y consolidación patriótica sería imposible. Y por muy republicano y
antimonárquico que Bolívar fuese, el sistema democrático resultaba, a sus ojos, un
cuchillo de doble filo. La voluntad del pueblo, de las masas, era inestable y él ya lo
había presenciado durante el año terrible y la acción de Boves. Se confirman estas cosas
con el ejemplo neogranadino: “En Nueva Granada las excesivas facultades de los
gobiernos provinciales y la falta de centralismo en general han conducido aquel
precioso pais al estado á que se ve reducido en el día”30. Semejante panorama, en el
contexto de la expedición pacificadora de Morillo la hizo tan vulnerable que no pudo
evitar la reconquista española de Cartagena.
Apología verificada de un desastre, no es que Bolívar haya sido partidario de tales
catástrofes, sino que su visión, como ya hemos mencionado con anterioridad, le permite
la coherencia necesaria para percibir que los infaustos sucesos en que la España
monárquica parece tener las circunstancias a favor radican, sin más, en las inoperantes
posturas de los americanos en insurgencia.
No es de menos pensar que tanta dispersión en las Repúblicas combatientes le daba
a Bolívar el argumento sólido para entender lo que en su discurso de Angostura en 1819
declara y establece la necesidad de un gobierno cuya presidencia fuese vitalicia,
acompañada de un senado hereditario: herramientas de poder encausadas en la misión
del sostenimiento, control y depuración política, oportunas para la consolidación y
combate contra las fuerzas colonialistas acechantes que tanto desde adentro, como de
fuera conspiraron para el debilitamiento de las bases de la gran nación americana.
Los proyectos que Bolívar sueña, propone, traza y proclama para la América son de
suma naturaleza libertaria (no es casualidad que se le haya reconocido como
Libertador). Su pensamiento, verbo y acción jamás coquetearon con la idea de la
monarquía, aunque muchos así lo quisieron acusar, nunca pudieron demostrar que en su
genio semejante ambición se hiciera posible. Su opinión respecto a la monarquía es
precisa y la denuncia así:
Muy contraria es la política de un rey, cuya inclinación constante se dirije al
aumento de sus posesiones, riquezas y facultades: con razón, porque su autoridad
crece con estas adquisiciones, tanto con respecto á sus vecinos, como á sus
propios vasallos que temen en él un poder tan formidable cuanto es un imperio
que se conserva por medio de la guerra y de la conquista.29
Nada lejos de esto lo que ocurrió con América durante la colonia, totalmente
opuesto de lo que en su utopía y acción Bolívar formula para las naciones del
Continente. El poder que masifique en sus manos un mandatario americano, como
presidente, no debe estar versado en sus posesiones y en la capacidad de dominar, sino
en los mecanismos que éste emplee para el logro del bienestar de los pobladores a su
cargo, velando por sus necesidades esenciales como ciudadanos y seres humanos. “Los
Estados americanos han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen
las llagas y las heridas del despotismo y la guerra”30. Y como un padre, la labor de los
Estados desde el paradigma de la República está codificada desde la visión de Bolívar
para la restitución de la salud moral, social y política de nuestras sociedades. Para ello la
permanencia continua de una presidencia vitalicia y la colaboración concatenada de un
senado hereditario permitirá una acción coherente y lineal en el tiempo prolongado
necesario para tales términos.
La concentración de todos los poderes en su investidura presidencial, en todas las
ocasiones en que fue o se proclamó dictador lo hizo en contra de sus principios, debido
a las circunstancias tan caóticas que se le presentaban, su percepción, concepto y praxis
de la dictadura era semejante a la de los romanos quienes “… sin dejar su celo por la
libertad y la estabilidad de las instituciones recurrieron a dejar centralizados los
poderes en manos de un Dictador, dignidad para la cual escogieron al más digno de los
Ciudadanos, al más indicado por sus cualidades…”31. Y no es de obviar que en roma,
entre sus Dictadores más memorables Lucio Quincio Cincinato, quien luego de ejercer
su poder a favor de su Patria retomó el arado de su vida en el campo (Vásquez Quiros p.
76)
Si los fines del Libertador hubiesen sido esencialmente despóticos, es un hecho que
sus ideales de unidad se hubiesen diluido en el mero discurso y no hubiesen tenido,
como ya explicamos antes, una ejecución en la praxis política y militar que llevó a cabo:
Las campañas militares y la Anfictionía específicamente. “Es la unión, ciertamente;
mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y
esfuerzos bien dirijidos.”32
El carácter futurista de las letras que plasmó en la Carta de Jamaica nuestro
ilustrísimo Simón Bolívar se ven resaltadas por el hecho de entender un contexto cuya
desigualdad del poder había hecho a América una presa de la ignominia que un sistema
depredador como el colonial, y por ende del Capitalismo, ejerció durante trescientos
años y que era necesario desarticular. En dicho contexto, la metrópoli depredadora era
la España decadente y turbulenta, comenzaban a vislumbrarse los tentáculos del
monstruo que tomaba forma en el norte, el cual ya comenzaba a resultar amenazante
para la estabilidad, paz y soberanía de las naciones de la América Independiente, y que
como bien sabemos, hasta el día de hoy conserva en sí el control y el dominio mundial.
En cita realizada por Pividal33 de una carta de Bolívar dirigida a Santander en 1825
dice: “Los americanos del norte (…) por sólo ser extranjeros tienen el carácter de
heterogéneos para nosotros. Por lo mismo, jamás seré de opinión de que los
convidemos para nuestros arreglos americanos”. Y no es de menos citar acá el tan
comúnmente referido aforismo de sus pensamientos antiimperialistas: “Los Estados
Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a
nombre de la libertad” 34. Pensamientos que denotan una previsión a los efectos
devastadores de la dominación que ejercería sobre Nuestramerica esa nación una vez
que acaparase para sí la hegemonía económica, política y militar del Continente y del
mundo. Es la Carta de Jamaica una notable apología, no sólo al potencial intelectual del
Libertador, sino además del proyecto de patria grande tan necesaria para nuestros
pueblos dignos de la América que rompió nexos con España. De altisonante
recomendación, la Carta debe ser leída, analizada, estudiada y democratizada en la
amplitud de espacios que la sociedad venezolana nos ofrece. Darle el matiz de vigencia
plena en este ensayo sería redundar, sin embargo, el contexto de la misma permite
establecer los símiles necesarios con el presente para resaltar esa pertinencia actual de la
Carta, la lucha ha continuado, en contra de un coloso que ya no es España, sino aquel
que ya merodeaba el timón que dirige la ignominia en contra de nuestro pueblos... es
Estados Unidos y ante esa potencia la Unidad latinoamericana se hace prioridad y
menester
Notas
1. Miguel Acosta Saignes. (pág. 168)
2. Carta a Don Ricardo Wellesley (Kingston 29 de mayo de 1815). Documentos
para la historia de la vida pública del Libertador. José Felix Blanco y Ramón
Azpurúa. (pág. 286)
3. Ídem
4. Ídem
5. Carta al Duque de Manchester (Kingston 29 de mayo de 1815) Documentos
para la historia de la vida pública del Libertador. José Felix Blanco y Ramón
Azpurúa. (pág. 288)
6. Miguel Acosta Saignes (pág. 168)
7. Ídem (pág. 170)
8. Contestación de americano meridional a un Caballero de la Isla (Kingston 6 de
septiembre de 1815) Documentos para la historia de la vida pública del
Libertador. José Felix Blanco y Ramón Azpurúa (pág. 336)
9. Ídem (pág. 336)
10. Miguel Acosta Saignes (pág. 374)
11. Ídem. (pág.379)
12. Ídem. (pág. 380)
13. Ídem. (pág. 381)
14. Francisco Pividal, Bolívar en vivo y directo
15. Armado Rojas. Ideas educativas de Simón Bolívar. (pág. 28)
16. Contestación de americano meridional a un Caballero de la Isla. José Felix
Blanco y Ramón Azpurúa (pág. 335)
17. Ídem (pág. 336)
18. Ídem (pág. 336)
19. Ídem
20. Ídem
21. Ídem (334)
22. Ídem
23. Ídem
24. Ídem (332)
25. Ídem
26. Ídem (pág. 337)
27. Ídem
28. Ídem
29. Ídem (pág. 339)
30. Ídem (pág. 338)
31. Luis Vásquez Quiros, Ideario Bolivariano, (pág. 76)
32. Ídem (pág. 341)
33. Francisco Pividal (pág. 56)
34. Ídem (pág. 35)
REFERENCIAS CONSULTADAS
Acosta Saignes, Miguel. Bolívar: Acción y utopía del hombre de las dificultades.
Fundación Editorial “El perro y la rana”. Centro Simón Bolívar. Caracas. 2009
Blanco, José Felix y Azpurúa, Ramón. Documentos para la historia de la vida pública
del Libertador. Comité ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar. Ediciones
de la Presidencia de la República. Caracas. 1977
Bolívar, Pedro Modesto. Bolívar ante la historia y su Juramento en el Monte Sacro.
Academia Provincial Centro Historia del Estado Aragua. Colección PEMBOL
Nº 39. Maracay. 2005
Pividal, Francisco. Bolívar en vivo y directo. Fondo Editorial Carlos Aponte (Primera
Edición). Caracas
Páginas escogidas. Simón Bolívar. Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A.
Fundación Editorial “El perro y la rana”. Caracas 2007
Rojas, Armando. Ideas educativas de Simón Bolívar. PLAZA Y JANES, S. A. Caracas.
1970
Vásquez Quiros. Luis. Ideario Bolivariano. Legado, vigencia y proyección del
pensamiento de Simón Bolívar, legislador-estadista de proyección continental