2009 12 la gatera de la villa 01 madrid

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  • Miau!, digo bienvenidos a La Gatera de la Villa, lugar de encuentro donde un grupo de amigos nos juntamos para hablar de Madrid.

    Hijos y amantes de Madrid, sin que ambas cualidades impliquen una tortuosa relacin incestuosa con la ciudad objeto de sus deseos, simultaneamos esta gran aficin con profesiones escasamente relacionadas con el mbito de la historia, del arte, de la enseanza o del mundo acadmico en general.

    No obstante y puestos a enumerar algn pequeo mrito y trayectoria curricular que justifiquen en cierta medida la osada de crear la presente revista, podemos informaros que entre los componentes de La Gatera de la Villa se encuentran socios y cofundadores de asociaciones culturales como Amigos del Foro Cultural de Madrid o la Asociacin Cultural Barrio La Fuentecilla -ambas de interesante trayectoria y con cierto peso especfico dentro del mundo cultural madrileo. Adems, entre nosotros, gatos inquietos, puedes encontrar quienes han organizado y organizan- visitas guiadas por las viejas calles del Madrid ms antan, quienes han escrito y publicado libros o colaborado en revistas como Madrid Histrico o La Ilustracin de Madrid, quienes han impartido conferencias e incluso los hay que han aparecido en cadenas de radio y televisin, como son COPE -reclamando la memoria olvidada de D. Ruy Gonzlez de Clavijo-, ESPAA DIRECTO de TVE -denunciando las insalubres condiciones en que hasta hace poco tiempo mal sobreviva un amplio grupo de indigentes junto a la Muralla rabe de nuestra ciudad- y en emisoras de televisin local comentando aspectos variados de la cultura madrilea, como las fiestas de la Almudena, la trayectoria histrica de nuestros entraables y aorados serenos, etc.

    Ahora que ya nos conoces un poco ms djanos hablarte de nuestro blog. Nace este proyecto con la pretensin de divulgar algunos de los mltiples y variopintos aspectos que ofrece nuestra ciudad y su Comunidad. No queremos cargar nosotros solos con la responsabilidad de esta empresa, por lo que requerimos de tu participacin; as que anmate y comenta lo que te parezca cada uno de los artculos que leas y contribuye t tambin a enriquecer los fondos del blog con tus artculos.

    Y como es de gatos bien nacidos el ser agradecidos tenemos que decirte que todo este tinglado ha sido gracias a Juan Antonio, que ha permitido que Fotomadrid nos haya dejado abierta una puerta una gatera por donde colarnos para dar cabida a este proyecto.

    Saludos y sed bienvenidos.

    GV 2

    Presentacin de la Gatera de la Villa

  • GV 3

    02 | Presentacin

    04 | Crnicas desde mi azotea o No es tan fiero el len como lo pintan

    06 | El Sastre Utrilla o la Elegancia de Madrid

    08 | El Hospital de mujeres incurables

    11 | Perico Manguela o el arte de la esgrima econmica

    12 | Un episodio de la Guerra de Independencia: El hambre en Madrid

    15 | Madrid. Gua Visual de Arquitectura

    16 | La Calle de Chopa

    18 | Monumento a Juan Bravo Murillo

    19 | Casa Palacio de Ricardo Angustias

    20 | Colabora con la Gatera de la Villa

  • GV 4

    Crnicas desde mi azotea o No es tan fiero el len como lo pintan

    Texto: Pablo Jess Aguilera

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  • P uede que mi porte no luzca tan vistoso como los empingorotaos de mis primos de las Cortes, siempre presumiendo de su pasado melitar, o como el de los relamos de mis primos de la Cibeles, ms hinchaos que un buuelo y to porque van tirando del carro de la diosa, cosa que no me paece seria y ms propia de caballeras u similar. Y no es que uno carezca de motivos pa presumir, pues sepan, seores, que yo desciendo na ms y na menos que de un santo. Eso por no hablar del agua de mi fuente. Mejorcita no la haba en to Madr. Si hasta en una zarzuela lo decan: Agua de la fuentecilla, la mejor que bebe Madrid!!

    Pues aqu donde me ven llevo luciendo percha ya la friolera de doscientos aos, pero no se vayan usts a creer que por eso sea uno un carca, que entoava estoy hecho un chaval y no pasa moza por delante mi azotea sin que se vaya acompa de un par de piropos. Mis vecinos del prencipal, un dragn y oso, envidian mi sitio previlegiao y el uso y disfrute que del mismo hago. Yo me pongo a hacer lucubraciones y les digo:S, s, usts pueden ser to lo herldicos que quieran, pero digo yo que si la autorid competente me puso a m en la azotea por algo sera, no?.

    Y lo entreteno que se me pasa el da, viendo al prjimo pasar calle parriba calle pabajo. Amos que no pierdo guipa y me entero de to cuanto pasa en el barrio. Y la de cosas que uno ha visto en tos estos aos, puf! Algunas han pasao a mejor vida, como aquellos tranvas que transitaban justito por aqu delante, arrastraos por mulas hasta que fueron jubils por el fludo lztrico - usase la liztricid - , o los serenos que, aparte su funcin social y pblica respezto a la vecind, me hacan mucha compaa, pues sepan usts que las estatuas por naturaleza propia no pegamos ojo en toa la noche, y nos la tiramos en plan bho o lechuza, que pa el caso es lo mismo.

    No les voy a negar que echo de menos los tiempos en que mi fuente era visita oblig de aguadores, de chiquillos y chulapas con su falda de cfiro y su pauelo de crespn. Cunta vida, cunto bullicio a mi alrededor! Y risas, y discusiones, cotilleos y algn que otro romance... Pero ese invento diablico del agua corriente nos ha dejao a las fuentes un poco abandons.

    Y qu les voy a contar de mi barrio. Ms castizo no lo hay, y de sus gentes pa qu

    hablar. Ya puen hacerme ofertas que yo de aqu no me muevo. Amos, que no me cambio ni por el len de la metro goldn meyer! Pero cuando ms bonito est el barrio es en las fiestas de agosto, en plena cancula, cuando con ms fuerza sacude el lorenzo. Entonces sus calles y balcones se engalanan que pa qu ms, el aire se llena de alegra y hasta suena algn que otro chotis y pasodoble arrancaos de un organillo que da gusto escucharlo. Que si no fuera porque uno es de piedra y tie que aguantar el tipo me iba de verbena! Eso s, cuando pasa la patrona siempre la saludo humilde y con devocin, y ella me devuelve el saludo sonriendo, porque tambin los animales, incluso los ms fieros, tenemos un huequecito en su corazn.

    En fin, seores, que no les agobio ms, que tendrn usts cosas que hacer. Mis amigos me conocen por Ramn y ya saben dnde encontrarme: en to lo alto de la Fuentecilla, en plena calle Toledo.

    GV 5

    La Fuentecilla se alza en el cruce de las calles Toledo, del Humilladero y de La Arganzuela. Levantada como monumento conmemorativo del regreso de Fernando VII, al igual que la Puerta de Toledo obras ambas del arquitecto Antonio Lpez Aguado, su piln proviene de la fuente de la Abundancia, que se eriga en la Plaza de la Cebada. El len Ramn, como se le conoce popularmente entre los vecinos del barrio fue esculpido utilizando material de la estatua de San Norberto de ah la ascendencia a la que alude Ramn que se encontraba en el convento de Premostratenses, destruido durante la ocupacin francesa. El dragn o grifo y el oso, los vecinos de Ramn, son los animales que han venido poblando el escudo de Madrid desde su orgenes. El agua de la que se surta la fuente provena del arroyo del Abroigal.

    La Fuentecilla fue declarada como Bien de Inters Cultural en la categora de Monumento en 1997.

    Informacin extrada de http://www.monumentamadrid.es

    Gatpolis, por tejados y jardines

    NOTA DEL AUTOR

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  • Texto: Mario Snchez

    GV 6

    El Sastre Utrilla o La Elegancia de MadridEn todas las pocas que ha vivido el hombre, la moda ha sido uno de los principales referentes de la sociedad, hasta el punto de marcar diferencias entre unos y otros. De ello sacaron partido algunos sastres, que consiguieron llevarse el gato al agua y alcanzaron fama y fortuna entre las ms altas esferas sociales de su momento. En el Madrid del Romanticismo, de Larra y de la reina Isabel, la moda tuvo varios nombres propios, siendo Juan Utrilla, modisto de literatos, ministros y toreros de postn, uno de los principales.

    C omo en cualquier otra poca, en el Madrid de Isabel II vestir bien era sinnimo de distincin y de clase. Sastres como Ortet, Picn, Bartelet o lvarez se en-cargaban de dar un toque de ele-gancia a todo aquel que requiriese un traje confeccionado en sus talleres. Pero hubo uno que destac por encima de todos y se convirti en un punto de re-ferencia inevitable para cualquier figurn deseoso de aparentar una buena posicin en la sociedad de aquellos aos: Juan Utrilla, el sastre de referencia del Madrid de entonces. Su fama traspas los muros matritenses y las fron-teras de Espaa, llegando su nombre hasta Londres y Pars, los eternos emporios de la mo-da, a los que acuda en su conti-nua bsqueda de telas e indicios con los que innovar y mantener su privilegiada clientela.

    Maestro en el arte de compo-ner fracs y levitas, prenda que convirti en su especialidad y que contribuy a imponer en la moda de entonces, su taller se ubicaba en el antiguo nmero 16 de la Carrera de San Jernimo, esquina a la antigua Ancha de Peligros, en lo que se conoca en-tonces como las Cuatro Calles.

    A la impecable habilidad de Juan Utrilla en el uso de tijeras, aguja e hilo se sum el buen tra-to que ofreca a su clientela, lo que no tard en extender su fa-ma por todo Madrid. Tampoco hay que olvidar las peculiares

    confecciones del sastre, cuyas le-vitas de atrevidos diseos se co-nocieron por "levitas a la Utrilla", que seran el equivalente a las creaciones de los ms trasgreso-res diseadores de la actualidad.

    Hasta que logr forjar su fa-ma, Utrilla trabaj muy duro, con largas jornadas que le hicieron dormir en ms de una ocasin en la mesa de trabajo. Tambin tuvo que hacer frente a ciertas dificul-tades que a punto estuvieron de arruinar su vida. En agosto de 1838, una luz en un cuarto en el que se almacenaban algodones y estopas provoc un incendio en su taller que fue fcilmente sofo-cado. Utrilla pudo perder todo en aquel da.

    Pero fue en pleno curso de la primera Guerra Carlista donde Juan Utrilla realiz su apuesta

    ms arriesgada, en la que se jug casi todo su futuro. Dada la escasez de telas en Espaa a causa del conflicto, el sastre deci-di adqurir telas en Pars, que deban llegar en barco hasta Ali-cante, lugar desde el que se inte-graran en un convoy escoltado por un importante destacamento militar. La caravana fue asaltada en tierras manchegas por la fa-mosa, en su poca, faccin de los Palillos" [1] , que vencieron a la escolta y saqueron los carros. Las noticias del ataque llegaron a Madrid, y a odos del sastre, lo que le sumi en la ms profunda desesperacin. Sin embargo, uno de los carros se detuvo poco an-tes de la emboscada, debido a la rotura de un clavo de una de sus ruedas, y el carretero que lleva-ba las telas de Utrilla, amigo del accidentado, se par para ayu-

    La zona de las Cuatro Calles en un plano de Madrid del ao 1848. El punto rojo representa el lugar en que se alz la casa de Juan Utrilla.

    De gatos, gatas y otros

  • GV 7

    darle a reparar la oportuna avera. Reparado el desperfecto, ambos reemprendieron la mar-cha, sin encontrar rastro alguno del convoy ni de los soldados ni, por supuesto, de los asaltantes, continuando tranquilamente has-ta Madrid, ajenos a todo lo ocu-rrido. Utrilla, que se vea inmerso en la ruina ms absoluta, tuvo de repente la visin que no espe-raba haber visto: un carro se haba parado ante la puerta de su taller y su conductor le entre-gaba el gnero que haba com-prado poco antes, en el que haba hipotecado su futuro. Sin acabar de creer lo que acababa de vivir, el afortunado modisto qued con un stock muy impor-tante de ricas telas parisinas en una poca en que stas, muy apreciadas y solicitadas en aque-llos aos, escaseaban en casi to-da Espaa a causa de la guerra.

    De esta manera afianz Utrilla su fortuna y se convirti en un hombre rico hasta el final de su larga vida.

    Por si fuera poco, en 1848 co-rri por todo Madrid la noticia de su fallecimiento, que result ser falsa.

    Entre su selecta clientela figu-raron literatos como Mariano Jos de Larra, siempre un dandi de los pies a la cabeza, cuyos descendientes conservan la levi-ta de pao azul que vesta el es-critor el da de su muerte, seguramente confeccionada por Utrilla, Jos Zorrilla o Bretn de los Herreros. Tambin vistieron sus creaciones el Marqus de Sa-lamanca y el gigantesco, hablan-do en trminos de estatura, Juan Alvrez Mendizbal[2], conocido

    en sus das de gloria como Juan y Medio a causa de la portento-sa altura, o el popular diestro Juan Mazzantini. Por estas fe-chas, Utrilla ya era Sastre Hono-rario de la Casa Real, honor que comparta con Simn del Pozo y Miranda.

    En su taller trabajaron algunos oficiales que, ms tarde, mon-taran sus propios negocios, co-mo Ventura Vergara, sobrino poltico de Utrilla.

    Con el tiempo, su nmina de empleados aumentaba, haciendo partcipes de su negocio a sus so-brinos, uno de los cuales fue el clebre sainetero de igual nom-bre, aquel que perdi el juicio y termin sus das entre los muros del manicomio que tuvo el doc-tor Esquerdo en terrenos de Ca-rabanchel Bajo.

    Asduo cliente del Eslava, al que acuda a diario, Utrilla se re-tir del negocio y se dedic a am-pliar su fortuna. Por esos aos era propietario de diversas fin-cas, tanto en Madrid como en otras provincias espaolas, lo que le permiti vivir holgadamen-te el resto de sus das, gracias al alquiler de las mismas.

    Pero su vejez no iba a ser tran-quila. Los planes del excelentsi-mo, a ratos, consistorio matritense, de ampliar la calle Ancha de Peligros, rebautizada como calle de Sevilla, puso en el punto de mira de la piqueta al viejo edificio en que tuvo su ho-gar y su trabajo de tantos aos. Utrilla no estaba dispuesto a per-mitir que su casa cayera de esa manera y comenz una tenaz

    oposicin, intil despus de to-do, puesto que el edificio fue de-molido finalmente en 1879[3] y el sastre se traslad a una lujosa casa que mand construir en las afueras de la Villa, en la Plaza de Santa Brbara. La mansin se ha-llaba cerca de la antigua crcel del Saladero y era habitual ver por aquellos parajes a todo tipo de facinerosos y gente de escasa calaa, hecho que le haca pro-testar continuamente.

    En ella fallecera el clebre sas-tre Utrilla el 23 octubre de 1885, recibiendo sepultura en el viejo cementerio de la Sacramental de San Isidro.

    De gatos, gatas y otros

    [1]Los Palillos fueron unos famosos bandoleros que operaban en tierras de Castilla- La Mancha en los primeros aos del reinado de Isabel II.[2]Galds narra en uno de los Episodios Nacionales, el dedicado a Mendizbal, un encuentro entre el poltico y un empleado de Utrilla dispuesto a tomarle medidas para una levita.[3]Tambin fue derribada la administracin de loteras que tuvo fama de ser la que ms suerte tuvo de Madrid.

    Diario "La poca". N 11952, 25 de octubre de 1885.

    Semanario "La Ilustracin Espaola y Americana".

    Corral, Jos del. Casas ma-drileas desaparecidas: miste-rios, amores e intrigas. Slex Ediciones. Madrid, 2004.

    Gmez de la Serna, Ramn. Elucidario de Madrid. Artes Grficas Municipales. Madrid, 1957.

    San Jos, Diego. La tirana de la moda. Semanario Nue-vo Mundo. N. 1733, 13 de enero de 1928. Pg. 13.

    VV.AA. Gua de la Real Ca-sa y Patrimonio. Ao 1848. Imprenta de Eusebio Aguado. Madrid, 1847.

    Fuentes Consultadas

    Diario "La poca". N 11952, 25 de octubre de 1885.

    Semanario "La Ilustracin Espaola y Americana".

    Corral, Jos del. Casas ma-drileas desaparecidas: miste-rios, amores e intrigas. Slex Ediciones. Madrid, 2004.

    Gmez de la Serna, Ramn. Elucidario de Madrid. Artes Grficas Municipales. Madrid, 1957.

    San Jos, Diego. La tirana de la moda. Semanario Nue-vo Mundo. N. 1733, 13 de enero de 1928. Pg. 13.

    VV.AA. Gua de la Real Ca-sa y Patrimonio. Ao 1848. Imprenta de Eusebio Aguado. Madrid, 1847.

    FUENTES CONSULTADAS

  • [1]Citada esta ubicacin de Madera por Madoz, no aparece en todos los textos consultados.

    Texto: Alfonso Martnez

    GV 8

    El hospital de mujeres incurablesDentro de la historia de la Beneficencia hospitalaria madrilea figura una institucin que en su tiempo lleg a ser meritoria, y que si no es de las que tuvo una vida ms larga es una de las que llega ms cercana en el tiempo. Es el Hospital Real de Jess Nazareno, ms conocido como el Hospital de Mujeres Incurables.

    E n la esquina de la ca-lle de Amaniel con la Travesa del Conde Duque, donde hoy se levanta un edificio de los aos setenta del pasado siglo es donde estaba situado en lo que originariamente fue el Co-legio de Nias de Monterrey, del que se hablar en otro momento.

    Su fundacin se debe a la Condesa viuda de Lerena y marquesa de San Andrs que desde 1800 tena solicitado el permiso y que le fue definiti-vamente concedido en 1803, el da 6 de enero, por Carlos

    Crnica gatuna

    IV. El primer emplazamiento fue en la calle del Conde Du-que esquina a la del Limn donde estaban de alquiler. Despus pas a la actual calle de la Colegiata (antes calle del Burro), de esta a la calle de la Madera [1] y, finalmente, en 4 de octubre de 1824 a Amaniel por efecto de la dona-cin del edificio que les hace Fernando VII.

    Como su nombre no oficial indica era para mujeres ancia-nas con enfermedades sin so-lucin mdica conocida y carentes de todo medio econmico o fsico para man-

    tenerse por si solas. Esto lo converta en un asilo ms que en un hospital propiamente di-cho y, evidentemente, en las anotaciones de sus registros las casillas destinadas a cura-das estn vacas y llenas las de defunciones, dicindonos Monlau que estas ltimas son de un promedio de cuarenta anuales.

    Haba excepciones a las en-fermedades para ser admiti-das, as quedaban excluidas las enfermas mentales y las que tengan calenturas, lce-ras, llagas o que padezcan en-fermedades que las puedan

  • causar (Madoz), es decir las que tuviesen males infecto-contagiosos. Con respecto a la no entrada de dementes, es algo que debi de cambiar en el tiempo, ya que en el artculo de la revista Alrede-dor del Mundo de 24 de abril de 1903 se dice que tanto en este hospital como en su equi-valente para hombres, el de Nuestra Seora del Carmen, hasta 1885 se admita a todo individuo que padeciese una enfermedad incurable, consi-derando como tales enfermos a los imbciles, epilpticos y locos pacficos. Por otro lado, aparte de las ancianas, exista la posibilidad de ingreso a las nias hurfanas impedidas. Dentro de las excepciones lla-ma la atencin la de las muje-res que hubiesen sido condenadas por la Inquisi-cin. Como institucin de carcter nacional tampoco

    existan restricciones por cau-sa del origen o precedencia de las enfermas.

    En su origen estuvo regen-tado por una Junta de Damas Tutoras, que ejercan tambin de curadoras y limosneras, y que estaban tuteladas o ase-soradas por un director espiri-tual y todo bajo el patronato del rey. Estas damas pedan las limosnas tanto en las igle-sias como en las casas parti-culares. Despus con el paso de los aos la gestin de las Incurables fue evolucionando y pas a estar dirigido por una junta de beneficencia.

    Estuvo considerado como modlico y ejemplar, e incluso en determinados momentos histricos es casi nico. As en 1894, en el nmero 148 de la Revista de Espaa, en el artculo la Beneficencia Pbli-

    ca, Clemente Domingo Mam-brilla seala que de los diecio-cho hospitales previstos en el Reglamento de la Ley de 1849 sobre esta materia, solo estn en funcionamiento, es-te, el de hombres de la calle de Atocha, ya citado, y el del Rey en Toledo, que era mixto. Por cierto que en aquella po-ca existan opiniones contra-rias al mantenimiento de estos asilos/hospitales que propugnaban su cierre y que la asistencia a los enfermos se hiciese en casas particula-res, tal y como era costumbre en el medio rural donde se pa-gaba a los labriegos para que cuidasen de los paralticos y otros impedidos.

    La mxima capacidad del Hospital de Jess Nazareno lleg a ser de 110 camas. Es-taba dividido en seis salas sin ninguna separacin por el ti-

    Grabado de la Ilustracin Espaola y Americana del 05/04/1871 donde se ve a la mujer de Amadeo de Saboya, la reina Maria Victoria, visitando el hospital cuando

    lleg a Espaa.

    GV 9

    Crnica gatuna

  • po de dolencia de las ingresa-das ya que se entenda que las enfermedades eran del mismo estilo (Madoz llega a decir que sus males son an-logos). Dichas salas se distin-guan por un nombre religioso: Santa Mara, San Fernando, Santa Ana, Santa Isabel y San Jos. La de San-ta Isabel estaba ms aparta-da que las otras y en ella se colocaba a las que se ponen chochas o locas seniles (sic) (Madoz). La de San Jos esta-ba destinada a las de pago, que en un momento determi-nado llegaron a representar la mayor fuente de ingresos del hospital.

    La dotacin de personal no debi ser muy poca, teniendo presente los tiempos que co-rren. Contaba a mediados del XIX con: 20 hermanas de la Caridad, dos doctores, que se alternaban mensualmente, dos practicantes, un portero, un mozo de cocina, tres lavan-deras, dos demandantes (los encargados de pedir las limos-nas), mozos de acarreo, un encargado de la noria, etc. Aparte del personal sanitario tenemos al capelln, encarga-do de velar por las salud espi-ritual y estaba previsto que tuviese una serie de monjas de clausura con su correspon-diente noviciado, pero esto no lleg a realizarse, segn nos dice Florentina Vidal Gala-che.

    Parte del personal viva en-tre los muros del casern de Amaniel Los mdicos visita-ban a las enfermas dos veces al da y la comida estaba tasa-da conforme a los criterios cientficos mas rigurosos del siglo XIX.

    El mantenimiento econmi-co era la parte realmente complicada. Madoz nos deta-lla las partidas de gastos e in-

    gresos y es de una despropor-cin gigantesca: 246.628 rea-les de gasto frente a los 89.965 de ingresos (de estos, 50.000 reales procedan de las hospitalizadas de pago).

    Parece ser que estuvo en funcionamiento hasta la llega-da de la II Repblica. Entre 1812 y 1815 permaneci ce-rrado por la miseria que traje-ron las guerras napolenicas y en ese ao de 1815, abrin-dose por disposicin real solo acogi a seis enfermas. El 8 de julio de 1851 hubo un in-cendio que destruy diecisie-te casas en las manzanas comprendidas entre la tra-vesa del Conde Duque, Ama-niel, Cristo y el Limn. Ese incendio dej al Hospital en bastante mal estado.

    En el ao de 1952, en fe-cha de 20 de junio, se re-inau-gur otro hospital de idntico nombre (ABC de 17 de julio de 1952) en la zona que se encuentra entre la Ventilla y el Calero, en las cercanas de la plaza de Castilla Segn el artculo consultado las carac-tersticas de este nuevo hospi-tal eran similares a las del desaparecido: institucin reli-giosa de caridad para muje-res paralticas e incurables. Llama la atencin que la capa-cidad en ese ao representa menos de la mitad de la que tuvo en el siglo XIX, tan solo sesenta y dos enfermas.

    Como ya dicho, el edificio si-gui en pie hasta fines de los aos sesenta o principios de los setenta del siglo XX en que se tir abajo para cons-truir el edificio que actualmen-te. No es mucho lo que he encontrado en cuanto a su descripcin, sobre todo te-niendo presente que tampoco es tan lejana su desaparicin, pero todo hace pensar que no debi ser una construccin de

    mrito, pero curiosamente Me-sonero lo trata de precioso.

    Tena una iglesia con la en-trada por la travesa del Con-de Duque y estaba abierta a todo el mundo. Poco ms que hablar de ella, salvo que Ve-lasco Zazo nos dice que era muy pequea, que su retablo proceda del convento de San Joaqun (el de los Afligidos) y que tena un torno similar al de la Inclusa y al del Refugio para nios abandonados.

    GV 10

    Madrid, Audiencia, Provincia, Intendencia, Vicara, Partido y Villa. Pascual Madoz. 1848.

    Madrid en la Mano Pedro Felipe Monlau. 1850.

    El Antiguo Madrid. Ramn de Mesonero Romanos. 1861.

    Las calles de Madrid. Pedro de Rpide.

    Recintos sagrados de Madrid. Antonio Velasco Zazo. 1951

    El Madrid desaparecido. M Isabel Gea Ortigas. 1992.

    Ser viejo en Madrid. El Hospital de Incurables de Jess Nazareno y otros centros de asistencia a los ancianos. Florentina Vidal Galache. 1993.

    La Beneficencia Pblica. Art. de Revista de Espaa nmero 148 de septiembre 1894. Clemente Domingo Mambrilla.

    Los incurables de Madrid. Art. de Alrededor del Mundo de 21 de abril de 1903. Miguel Medina.

    Los ministros de la Gobernacin y Hacienda visitaron.. Art. de ABC de 17 de julio de 1952.

    FUENTES CONSULTADAS

    Crnica gatuna

  • se con toda naturalidad a su mesa, sin que hubiera mediado para ello invitacin alguna, puesto que no la necesitaba. Gran conversador, entablaba con des-parpajo y afabilidad conversacin con sus sorprendi-dos y apurados compaeros de mesa, mientras peda con naturalidad su consumicin al camarero, que bien poda ser desde un bistec con patatas a un caf, segn fuera la hora de da o su apetito. Fi-nalizado su refrigerio se despeda cordialmente sin pagar, fiel a sus principios, dejndose convidar con ese savoir faire del que slo pueden hacer gala los que dominan perfectamente su profesin. En otras ocasiones abordaba a algn transente en la va p-blica, sacndole algunas monedas con el pretexto de un apuro y con la promesa de una pronta devo-lucin que nunca se materializara.

    Posea adems Manguela gran capacidad para transformar, cual prestidigitador, los objetos que le prestaban en papeletas de empeo, cuyo importe iba a engrosar su bolsillo en perjuicio de sus legti-mos dueos. Libre de prejuicios jams hizo discrimi-naciones, y con la misma sencillez que se haca invitar desinteresadamente al teatro gustaba de presentarse en casa de alguien a la hora de almor-zar para hacerlo en compaa de sus anfitriones.

    Fue un personaje muy popular en su poca, que goz del reconocimiento que sus artes le valieron. La prensa local se hizo eco de algunos de sus mto-dos y ocurrencias, que si bien inspiraron a muchos, ninguno lleg a alcanzar la categora y el renombre que tuvo su maestro, D. Perico Manguela.

    Injustamente olvidado por la posteridad, Perico Manguela fue un hombre eminentemente prctico, que supo sacar el mximo provecho posible de las oportunidades y recursos que se le brindaron. Su vida fue todo un ejemplo de economa prctica y una gua que ha inspirado a todos aquellos que, sin tener el bolsillo saneado, huyen con empeo de la bblica maldicin ganars tu pan

    E n tiempos difciles como los que atravesa-mos se impone encontrar soluciones prcti-cas que nos ayuden a llegar a final de mes pasando los menos apuros posibles. Ma-temticamente la cuestin se reduce a incrementar nuestros ingresos o a reducir nuestros gastos. Pare-ce sencillo, verdad? Pero analicemos las dos propo-siciones con mayor detenimiento:

    Para aumentar ingresos o bien nos toca un buen pellizco en la lotera opcin harto improbable - o buscamos un segundo empleo. Pero encontrar una segunda colocacin tal y como est el mercado la-boral no es sencillo. Bastante es que mantenemos una.

    Por otra parte reducir nuestros gastos puede tor-narse en algo desagradable y complicado. Qu re-sulta ms prescindible? Cmo ponderar un capricho? Por qu renunciar a esas pequeas co-sas que nos hacen la vida tan agradable? Como es obvio, la cuestin puede ser especialmente compli-cada cuando se vive en pareja.

    Sin embargo, queda an una alternativa, una ter-cera va: practicar la esgrima econmica, es decir, el popular sablazo. La historia est salpicada de grandes hombres que han hecho de l una forma de vida y nuestra ciudad, cuna de ilustres persona-jes, nos ha brindado un buen ramillete de ellos. Pe-ro quizs ninguno haya comprendido su esencia con tanta profundidad e intensidad como lo hizo Pe-rico Manguela, que hizo de vivir del prjimo un ar-te, y aunque la posteridad le ha negado una estatua o tan siquiera una calle dedicada no cabe duda de que Perico, Don Perico, la mereci.

    Fue el Madrid de los aos finales del XIX y los que dieron comienzo al XX el escenario de sus an-danzas. Hombre de mundo, gustaba de vestir con elegancia, apelando para ello al bolsillo ajeno, pues siempre hubo quien le pag el sastre o quien le prestaba la ropa blanca.

    Sola encontrarse a nuestro en hombre en los cafs, su hbitat favorito. Excelente conocedor de la psique seleccionaba cuidadosamente su objetivo. Tras fijarlo, su modus operandi consista en sentar-

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    Texto: Pablo Jess Aguilera

    PPeerriiccoo MMaanngguueellaa o el arte de la esgrima econmica

    La risa. Peridico ilustrado, cmico y humorstico. Madrid, 26 de febrero de 1888.

    El Motn. Peridico satrico semanal. Madrid, 19 de abril de 1888.

    La poca. ltimos telegramas y noticias de la tarde. Madrid, 12 de enero y 6 de agosto de 1896.

    ABC. Madrid, 16 de junio de 1903.

    FUENTES CONSULTADAS

    De gatos, gatas y otros

  • Texto: Pablo Jess Aguilera

    Un episodio de la Guerra de Independencia: El hambre en Madrid (1811- 1812)

    E n el Museo Municipal de Madrid se encuentra en depsito un cuadro fechado en 1818, obra del alicantino Jos Aparicio, que fue pintor de Cmara de Fernando VII. El lienzo, propiedad del Museo del Prado y de 315x437 cm., nos muestra en primer plano a un grupo de famlicos personajes, desarrapados, alimentndose unos de sobras o despojos y otros desfallecidos o ya muertos; un hombre rechaza el pan que unos soldados franceses les ofrecen y al fondo, en segundo plano, un majo es retenido por su mujer de su intento de atacar a los militares.

    El ttulo del leo es El hambre en Madrid y hace referencia a la terrible hambruna que sufri la capital entre 1811 y 1812 y que cost la vida de no menos de 25.000 personas de una poblacin que por aquel entonces rondaba los 175.000 habitantes.

    Jos Aparicio Inglada. El hambre en Madrid

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    Crnica gatuna

  • Causas

    El origen de tan tremenda cala-midad cabe situarlo en las malas cosechas que se haban dado unos aos antes, entre 1803 y 1806, caresta que se vera agra-vada de manera drstica con el inicio de la guerra en 1808. El conflicto, que se extendera du-rante seis aos, motiv que mu-chos cultivos fueran arrasados o que se abandonaran por falta de mano de obra. Esto caus una espectacular subida de precios de los alimentos, que motiv a su vez una hambruna generaliza-da por toda Espaa que afect tanto a franceses como a espao-les, si bien la poblacin civil fue la ms perjudicada. Como apun-ta D. Emilio de Diego el hambre ser la gran catstrofe de la guerra de 1808 a 1814, y dentro de este periodo hay que desta-car el ao de 1812 como el peor, un ao de hambre extrema en to-do el pas. Nicols Marcel, militar francs que haba participado en la campaa de Alemania de 1807 y en la de Espaa desde finales de 1808, narra en sus memorias cmo haba visto [] a gente acomodada disputar a los perros pedazos de caballos o de mulos muertos haca seis das [] un nio que acababa de morir de inanicin fue comido por sus pe-queos compaeros, que devora-ban delante nuestro sus miembros descarnados [].

    Esta situacin de escasez y hambruna fue especialmente gra-ve para Madrid, ciudad depen-diente para su subsistencia del abastecimiento por parte de otras ciudades; sirva como ejem-plo que de las 782.874 fanegas de trigo que se consumieron en 1789 en la capital tan slo 9.235 se haban cosechado en tierras de la Villa. Por otra parte, las po-cas remesas que llegaban a la ca-pital solan ser requisadas por las tropas francesas de ocupacin o interceptadas por los guerrille-ros, cuyas actividades dificulta-

    ban las lneas de abastecimiento y comunicacin. Todo ello motiv que apenas entraran alimentos en la capital y que los pocos que lo hacan alcanzaran precios exor-bitantes. As, la fanega de trigo que costaba alrededor de 60 rea-les a comienzos de 1811 vio c-mo su precio se disparaba hasta multiplicarse por nueve en la pri-mavera de 1812, cuando alcanz los 540 reales; teniendo en cuen-ta que de una fanega se ob-tenan unos cuarenta panes de dos libras que era el peso usual de venta por entonces - re-sulta que la pieza de pan, el ali-mento fundamental y a veces casi nico para gran parte de la poblacin madrilea, sala por unos 12-13 reales, que era ms de los que muchos madrileos re-ciban como jornal en un da.

    La falta de vveres provoc adems motines y revueltas y fueron varios los almacenes, tahonas y puestos de mercado asaltados y saqueados.

    1811 1812

    El periodo crtico se inici en septiembre de 1811, alcanzando su punto lgido en el verano de 1812. Aquellos que podan huan de Madrid, una ciudad que

    ofreca un aspecto dantesco. La gente mora a centenares, mu-chos de ellos implorando caridad por las calles, de donde eran re-cogidos sus cadveres dos veces al da por los carros de las parro-quias. Estas atroces circunstan-cias originaron pronto la aparicin de enfermedades, tales como el tifus o la disentera, que se agravaran con la llegada del calor causando estragos entre la desdichada poblacin. Consultan-do los libros parroquiales de de-funciones de estas fechas es comn encontrar junto a la falta de alimento o pobreza y necesi-dad, las calenturas ptridas o tabardillos como causas de fa-llecimiento.

    Medidas

    Una de las disposiciones em-prendidas por las autoridades municipales para intentar paliar la situacin fue permitir la distri-bucin entre la poblacin del pan de municin que se vena sumi-nistrando a los reclusos desde noviembre de 1811. Este pan es-taba compuesto de una pequea cantidad de trigo a la que se aada maz, cebada, centeno y almortas. La almorta tambin se consuma en unos bocadillos de cebolla que vendan los barquille-

    Francisco de Goya y Lucientes. "Los desastres de la guerra: Gracias a la almorta"

    Crnica gatuna

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  • ros, o en gachas.

    Hay que resaltar que adems de la malnutricin causada por una dieta tan pobre, la almorta contiene neurotoxinas, por lo que la continua ingesta de esta gramnea puede provocar una en-fermedad que se conoce como la-tirismo. En realidad hay dos tipos de latirismo: el osteolatirismo que ataca a los huesos y al teji-do conectivo y el neurolatirismo -que ataca al sistema nervioso central, causando parlisis crni-ca en las piernas, impotencia, di-ficultades para retener la orina e incluso retrasando el crecimiento en los nios-. Este mal se co-noca ya desde los tiempos de Hipcrates.

    Las juntas de beneficencia y las diputaciones de los barrios re-partan limosnas entre las fami-lias ms necesitadas, lo que slo solucionaba puntualmente el pro-blema. Cuando el padre de Meso-nero Romanos, perteneciente a la diputacin de su barrio en vir-tud a su situacin social, regres una maana a una buhardilla que haba visitado el da anterior para llevar alguna ayuda, de los ocho miembros que componan la familia que all viva tan slo quedaba con vida uno de ellos.

    Jos I, por su parte, visit las zonas ms pobres de la capital distribuyendo limosnas y destin la mitad de sus ingresos, em-peando incluso en Pars algunos de sus bienes, para conseguir di-nero con el que comprar trigo. Mand elaborar pan en las coci-nas de Palacio que luego sus sol-dados y criados distribuan entre el pueblo, pero eran muchos los que -como describe el cuadro de Jos Aparicio- lo rechazaban por venir de manos del enemigo.

    Viva el pan a peseta!

    Sera un acontecimiento acae-cido en tierras salmantinas el que marcara el fin de tan calami-

    tosas circunstancias: en los Arapi-les, el 22 de julio de 1812, el ejrcito anglo-hispano-portugus dirigido por Wellington derrotaba a las tropas del mariscal Mar-mont, lo que le dejaba expedito el camino de la capital. Las l-neas de comunicacin volvieron a abrirse, facilitando la llegada de vveres y motivando la bajada de precios.

    Ante la amenaza del ejrcito de Wellington avanzando hacia Madrid, la noche del 10 de agos-to los franceses abandonaban la capital. Para avanzar lo ms rpi-do posible dejaban en Madrid a varios centenares de heridos y enfermos recluidos en el hospital de El Prado, custodiados por el general Lafon Blaniac, que al frente de una guarnicin de dos mil quinientos hombres y alrede-dor de doscientas piezas de arti-llera se haba acuartelado en el Retiro. Para ello los ingenieros franceses haban levantado barri-cadas y convertido la Real Fbri-ca de Porcelana del Retiro en

    una fortaleza.

    El da 12 las partidas de El Em-pecinado y El Mdico entraban en la ciudad y poco despus, por la Puerta de San Vicente, lo haca Wellington al frente de sus tropas, saludadas por el repique de todas las campanas de la ciu-dad y aclamadas entre vtores y algn que otro grito de Viva el pan a peseta

    Atacada la guarnicin francesa de El Retiro la tarde del 13 se rendira a la maana siguiente.

    Pero si bien la momentnea li-beracin de Madrid -volvera a manos francesas a finales de 1812- contribuy a mejorar la si-tuacin de la capital, los niveles de poblacin no empezaran a re-cuperarse hasta 1814.

    Mesonero Romanos siempre conserv en su escritorio un mendrugo de pan duro, en re-cuerdo de aquellos trgicos acon-tecimientos que le tocaron vivir siendo nio.

    FUENTES CONSULTADAS

    El ao del hambre en Madrid. Manuel Espada Burgos.

    La alimentacin de Madrid en el XVIII y otros estudios madrileos. Vicente Palacio.

    Memorias de un setentn. Ramn de Mesonero Romanos.

    La poblacin de la Villa de Madrid. Mara F. Carbajo.

    Madrid en la mano o El amigo del forastero en Madrid y sus cercanas.

    Campagnes du Capitaine Marcel du 69e de ligne en Espagne et en Portugal 1808 - 1814.

    Historia del levantamiento, guerra y revolucin de Espaa. Jos Mara Queipo de Llano, conde de Toreno.

    Espaa, el infierno de Napolen. Emilio de Diego.

    Wellington en Madrid. Miguel Martn Mas. Revista Madrid Histrico n5.

    Bioqumica de los alimentos. Miguel Calvo.

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    Crnica gatuna

  • GV 15

    Madrid. Gua Visual de Arquitecturacrtica literaria: Julio Real

    FICHA TCNICA

    Ilustraciones: Pedro Lpez Carceln y Jos Manuel Castellanos Oate.

    Textos: Isabel Gea Ortigas.

    Editorial: La Librera.

    La portada del libro llama in-mediatamente la atencin. Sobre un fondo en blanco in-maculado resaltan una serie

    de edificios de Madrid de muy dife-rentes pocas que se agrupan en atractiva mezcolanza.

    El formato apaisado del libro vie-ne ms que justificado por la distri-bucin en doble columna de la mayora de sus pginas, en cada una de las cuales se alternan imge-nes y texto.

    Es difcil destacar un aspecto con-creto de la obra. Esencialmente es un trabajo visual y aqu los autores hacen un magnfico alarde de virtuo-sismo tcnico y artstico para reflejar en sus ilustraciones, de forma abso-lutamente ntida, las caractersticas estructurales y ornamentales de ca-da uno de los edificios. Su estilo de dibujo, limpio, sencillo (slo en apa-riencia) y enormemente conciso, pe-ro sobradamente dotado de detalles al mismo tiempo, hace que tu mira-da se detenga en cada uno de los edificios reflejados facilitando su comprensin global y, al mismo tiem-po, imbuyndote de detalles orna-mentales bsicos que habitualmente pueden pasar desapercibidos. Esa limpieza en el trazo de los precisos dibujos arquitectnicos no deja de recordar la pureza de la lnea clara que en el contexto del mundo del c-mic elev a su mximo grado el maestro Herg en las aventuras de su universal personaje Tintn.

    Los planos de planta de los edifi-cios, los cortes transversales de los mismos, las recreaciones de las dis-

    tintas reas urbanas de nuestra ciu-dad en diferentes pocas de nuestra historia, y variados y numerosos cro-quis, clarifican a nuestros ojos el devenir arquitectnico y urbano de Madrid. Se aprecia el trabajo meti-culoso, esforzado y al mismo tiempo vocacional por su dedicacin en la labor esmerada de sus ilustradores.

    Complemento imprescindible a tan bellas y didcticas ilustraciones, son los textos que las acompaan. Concisos y certeros, ajustndose a un espacio limitado por las carac-tersticas de la obra, denotan a una escritora que hace de la descripcin de Madrid su trabajo y su pasin. Evitando la retrica desmedida que puede llegar a desorientar al lector en la comprensin del elemento edili-cio que est siendo descrito, consi-gue aportar los datos bsicos, entrando en el meollo de su descrip-cin de manera atinada, tanto en lo que se refiere al momento histrico en que se edific y el arquitecto que lo traz, como a las principales carac-tersticas arquitectnicas del mismo. Y no falta ningn dato esencial; y tampoco sobra. Notable la capacidad de sntesis de la autora de los tex-tos, conocida por describir los mni-mos pormenores de tan variados aspectos que ataen a nuestra ciu-dad en numerosos libros publicados.

    Los autores conjugan en este tra-bajo, el buen hacer artstico de un experimentado y documentado ilus-trador como es reconocido Pedro L-pez Carceln , la profesionalidad y cualificacin tcnica del arquitecto y profesor Jos Manuel Castellanos, y la erudicin y habilidad literaria de la

    escritora y periodista Isabel Gea.

    En resumen. Una obra absoluta-mente recomendable para los aman-tes de la historia y del patrimonio histrico, artstico y arquitectnico de nuestra ciudad que creen conocer bastantes aspectos del mismo; por esa razn no dejarn de apreciar la belleza de esta obra. Asimismo, im-prescindible para el nefito que co-mienza a introducirse en la exploracin de las riquezas patrimo-niales que desde la fundacin islmi-ca de nuestra Villa, y hasta el momento presente, no han dejado de sembrarse por las distintas gene-raciones de madrileos.

    De esta manera podremos reco-rrer la historia arquitectnica de nuestra ciudad. Partiremos de las pri-meras cabaas neolticas de las ribe-ras del Manzanares y de las agrupaciones urbanas protohistri-cas, como el poblado carpetano de La Gavia (en el actual distrito de Vi-lla de Vallecas), para llegar hasta las realizaciones ms recientes y van-guardistas de nuestra arquitectura ms internacional, como la Caja M-gica o el gran centro de negocios CTBA, ms conocido como las cua-tro torres. Todo ello sin olvidar el ha-bitualmente poco tratado perodo medieval madrileo, pasando por los ms gloriosos momentos del Madrid de los Austrias y de la poca borbni-ca.

    Yo les aconsejara que no dejaran escapar la oportunidad de hacerse con un ejemplar para disfrute propio y, por supuesto, para regalar. Lo agradecer y se lo agradecern.

    El gato lector

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    Texto: Anne Barcat

    La calle de ChopaNadie recuerda la calle con este nombre. Ni siquiera se la conoce mucho con su actual topnimo urbano. Y est en el corazn del Rastro.

    Capilla del ObispoDibujo de Jenaro y Prez VillaamilLitografa de Jacottet Siglo XIX

    Gatpolis. Por tejados y jardines

  • E s muy corta y estrecha. En otros tiempos, fue extremadamente estrecha. Los vecinos casi podan dar la mano a los de enfrente, para saludarlos desde su ventana. Pedro de Rpide slo habla de la calle de Chopa en El Madrid de los Abuelos. Dice que era tan estrecha, que una bicicleta sera el nico vehculo que podra pasar por ella, si su empedrado no fuera tan adverso a los neumticos como a la planta de los pies.

    Hoy no se llama como antao. Es la calle de Rodrigo de Guevara, un corto atajo que une la calle de santa Ana y la de Mira el Ro Alta, cerca de la plaza de Vara de Rey. En la obra Las calles de Madrid de Rpide, no encontramos esta calle bajo ningn nombre.

    Sus casas, actualmente, han cambiado porque fueron restauradas, dejando ms espacio a la calzada y las aceras. Su suelo est en buenas condiciones. Todo lo pintoresco del pasado de este callejn ha desaparecido. Las fachadas estn limpias, discretas y es un lugar tranquilo. Son ocho nmeros, cuatro pares y cuatro impares.

    Hace mucho, mucho tiempo, cuando Madrid empez a ser la capital del Imperio, la calle de Chopa no era calle, era slo un gran huerto con un estanque, lamos y sauces, cuyo propietario se apodaba Chopa; en l jugaban, o se reunan para estudiar, dos adolescentes. Uno se llamaba Rodrigo y era el hijo de Chopa, el otro se llamaba Miguel. Juntos reciban clases en los Estudios de la Villa y juntos tambin cantaban, Rodrigo el que ms, en la Capilla del Obispo de la plaza de la Paja.

    Rodrigo enferm de viruelas. Ingres en el hospital de san Lzaro en la Cuesta de la Vega y su amigo no quiso dejarle solo, ni un momento. Por suerte, Miguel no se contagi y Rodrigo se cur, muy debilitado.

    Estos grandes amigos eran Rodrigo de Guevara y Miguel de Cervantes. Dos vidas que empezaron paralelas y tomaron rumbo diferente. La memoria de Cervantes, Prncipe de los Ingenios, qued inmortal, principalmente gracias a su obra El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Rodrigo sigui con su tranquila vida, pero su recuerdo se perpetu en la Capilla del Obispo: Afirma Rpide que su cabeza est esculpida en el sepulcro de Don Gutierre de Vargas y Carvajal, obispo de Plasencia, en medio de alegoras, nios de coro, relieve de la Oracin del Huerto, y mil gentilezas del plateresco ms rico y esplndido. Labrado todo en alabastro, () por escultor desconocido, que puede ser el mismo autor del retablo, Francisco Giralte. (Elas Tormo, Las iglesias del antiguo Madrid). Y la Villa le rindi el honor de poner su nombre a una callejuela.

    Pas por la calle de Chopa sin conocer su historia. Nunca pude ver las maravillas de la Capilla del Obispo.

    Placa con el nombre de la Calle de Rodrigo de Guevara, antes llamada Calle de Chopa

    Placa con el nombre de la Plaza de la Paja

    Gatpolis. Por tejados y jardines

    GV 17

  • Monumento a Juan Bravo Murillo (1803 - 1873)

    Texto y foto: Juan Antonio Jimnez

    S iento alcalde Alberto Aguilera, se decidi "embellecer" la ciudad para la coronacin de Alfonso XIII. As surgi el proyecto de hacer un monumento a Juan Bravo Murillo. El Autor es Miguel ngel Trilles y el emplazamiento original fue en la Glorieta de Bilbao. A principios de los 60 el ayuntamiento decidi moverlo a Jos Abascal en la esquina de los Jardines del Canal.

    En su traslado el monumento sufri algunos cambios en el pedestal, que ya no guarda relacin con los de otros monumentos hechos para celebrar la coronacin de Alfonso XIII. Tambin faltaba la figura femenina alegrica. La reconstruccin se encarg a Antonio Navarro Santaf.

    A da de hoy est situado en la esquina del Canal entre las calles Jos Abascal y Bravo Murillo. La razn de que est situado en dicho emplazamiento tiene su explicacin: Juan Bravo Murillo fue ministro bajo el mandato de Isabel II, y lleg a ser presidente del gobierno en 1851. Uno de sus mayores logros fue la construccin del Canal de Isabel II. Tambin fue quien trajo el sistema mtrico decimal a Espaa.

    GV 18

    Con esta foto, estrenamos la seccin "Madrid, a vista de gato". La eleccin de esta foto est llena de significado para mi, y es que hacindola tom consciencia del nacimiento de mi nueva pasin por Madrid y su historia.

    Desde pequeo haba pasado constantemente por la calle Bravo Murillo. Durante aos he trabajado frente a este monumento y como tantos otros madrileos, pas sin ni si quiera mirar ni preguntarme: Quien fue este seor?.

    Un da me par, mir y descubr un mundo nuevo. Desde entonces intento ver la ciudad siempre con nuevos ojos.

  • la disposicin de unos miradores so-bre los aleros laterales para remarcar la silueta del nuevo edificio y se em-pleara una decoracin pictrica sobre estuco en el ltimo piso y parte del to-rren, a su vez, embellecido con una columnata y rematado por cubierta..

    A parte de las obras acometidas pa-ra elevar en dos alturas, el edificio su-fri una gran reforma y acondicionado para que fuera todo uno. El nexo de unin fue el embellecimiento de los elementos exteriores: balcones, venta-nas, mnsulas y otros elementos de la fachada, dando como resultado la Ca-sa Palacio que hoy podemos ver en la Plaza de Ramales.

    La Plaza de Ramales

    Situada muy cerquita del Palacio Real. Es uno de los puntos tpicos si se quiere conocer el barrio de Sol. En esta plaza se levantaba la iglesia de San Juan, pegada a la que an existe que es la Iglesia de Santiago, en cuya cripta se supone que se enterr a Don Diego Velazquez en 1660. El ayunta-miento de Madrid obtuvo un cuerpo en las excavaciones pero ms tarde se demostr por las vestimentas del cuer-po momificado que no se corres-pondan con las que llevaba el famoso pintor tras su muerte. Tras las excava-ciones quedan unas piedras en el sue-

    lo que recuerdan donde estuvo el bside de la iglesia, un pequeo monumento, una placa en la pared que lo recuerda, y en el suelo, integrado con las losetas, placas de metacrilato para contem-plar los restos de las excavaciones arqueolgicas de aquella bsqueda.

    El 29 de julio de 1994, en un atentado de Eta, que le cost la vida a tres personas, el edificio su-fri daos menores y roturas de cristales. Un dato anecdtico es que la imagen de la virgen que hay en una hornacina en el lateral de la casa se salv. Slo se rompi el cristal. Los vecinos del edificio procedieron a cambiar inmediatamente el cristal. Lamentablemente en ese atentado hubo prdidas que no se pudieron reemplazar.

    Casa Palacio de Ricardo AngustiasTexto y foto: Juan Antonio Jimnez

    S ituada en la Plaza de Ramales nmero 1. Fue construida entre 1920 y 1922 por el arquitecto Cayo Redn y Tapiz que re-form un edificio ya existente, elevndolo en dos nuevas plantas de forma que el resultado recuerda a un torren medieval.

    Segn leemos en algunas webs bien documenta-das, la dificultad para acometer la obra era paten-te, y resida en cmo pasar de un nmero par de ventanas en la fachada principal a una solucin fi-nal con una torre y una nica ventana. La opcin por la que el arquitecto se decidi fue pasar a cin-co ventanas antes de la torre y resaltar las tres centrales por medio de una balconada que las cubra. Sobre las dimensiones de este balcn se proyectaran las del torren. Esto se reforzara con

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    Madrid, a vista de gato

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    O s animamos a colaborar con nosotros en los contenidos de La Gatera de la Villa de forma altruista y desinteresa-da.No os queremos abrumar con una enumera-

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    Eso s, y, como seguramente muy bien ima-ginis, en ninguna circunstancia se admitirn tex-tos en los que se pueda inferir algn tipo de apologa de discriminacin en razn de raza, se-xo, nacionalidad, cultura, idiosincrasia, etc. Por la misma razn, sern inadmitidos todos aquellos textos en los que se pretenda ejercer algn tipo de proselitismo o propaganda a favor de cual-quier ideologa, ya sea poltica, religiosa, o filos-fica como, asimismo, cualquier tipo de ataque o crtica sobre los mismos. Se rechazarn, igual-

    mente, aquellos textos que puedan representar apologa del terrorismo o de la xenofobia.

    Los artculos o ensayos breves que aportis a LA GATERA DE LA VILLA, no implican la concesin o traspaso de su titularidad exclusiva a la misma. De esta forma, los autores, una vez publicados los mis-mos en este blog, podrn disponer de dichos tex-tos para su publicacin en los medios que consideren oportuno.

    Esta es una pgina cultural de Madrid sin nimo de lucro, completamente desvinculada en su lnea editorial de cualquier corriente poltica, ideolgica y religiosa. Somos amantes del librepensamiento y de la libertad de opinin, con una orientacin hu-manista y democrtica de la sociedad, respetuosa de las distintas sensibilidades que son amparadas dentro del mundo occidental democrtico, confor-madas bsicamente en nuestra vieja Europa por la rica herencia de la filosofa griega, el Derecho Ro-mano y el Cristianismo, trinidad idiosincrtica con-densada y racionalizada por la Ilustracin en el siglo XVIII, y esperamos contar con vuestro apoyo y comprensin en nuestra postura.

    Contando con estos presupuestos y, sobre todo, con la vocacin absolutamente inquebrantable de constituir un blog de inquietudes puramente cultu-rales y divulgativas de nuestro mbito comunitario, os animamos a que participis con la ilusin de des-cubrirnos nuevos aspectos, desconocidos para no-sotros y muchos de nuestros lectores, seguramente, y que para vosotros constituirn, po-siblemente, acervo viejo y ya manido de tan conoci-do.

    CRDITOS

    La Gatera de la Villa la forman:

    Julio Real Gonzlez Alfonso Martnez Garca Pablo Jess Aguilera Concepcin Mario Snchez Cachero Juan Pedro Esteve Garca Luis Gmez Juan Antonio Jimnez Torres

    En este nmero han colaborado:

    Alejandro Blanco, con la foto de "Ramn, el Len de la Fuentecilla", pgina 4

    Anne Barcat Bouchery, con el artculo "La Calle de Chopa", pgina 16

    Esta revista ha sido maquetada porJuan Antonio Jimnez Torres

    Puedes enviar tus colaboraciones a [email protected] http://www.fotomadrid.com/gatera-villa.php