yo, el hikikomori

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  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Yo, el hikikomori

    Fernando Claudn

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    La advertencia del gigante

    Todo me da igual, pens Aito, dando la espalda a ese gigante que le hablaba con su

    voz de vendaval, y se puso a caminar por Tokio.

    La ciudad que vea no era real.

    No tena sentido que los coches se hubiesen detenido en la calle.

    Y las personas parecan estatuas.

    Estoy solo y desnudo en una ciudad de piedra, se dijo, y sigui andando sobre el

    asfalto, que no resultaba fro ni caliente. Ni siquiera lo senta bajo sus pies!

    Como si flotase...

    En los videojuegos era un hroe.

    Se senta bien, importante.

    Al final siempre ganaba. Tan slo deba repetir las pruebas para superarlas. Se

    aprenda de memoria los atajos, los trucos, los peligros. Hasta que no haba ms sorpresas.

    Esto no es un videojuego, decidi, mientras deambulaba por esa ciudad inmvil, que

    no ola ni sonaba, como si se hubiese apagado su fuente de alimentacin, igual que una

    imagen congelada.

    -Tokio ha muerto dijo, y su propia voz le asust.

    -T ests muerto! dijo el gigante, arrojndole el aliento al cogote.

    Entonces Aito ech a correr. Necesitaba huir del gigante. No soportaba su presencia

    ni el temor que le infundan sus acusadoras palabras!

    Qu estaba pasando?

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    Por qu no aparecagame overpara empezar de nuevo, evitando los errores que le

    impedanpasar a otra pantalla?

    Aquello era una pesadilla.

    Estaba atrapado

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    Un ejrcito de uniformes sin rostro

    Mientras corra por las calles, esquivando a las personas y los coches petrificados,

    Aito observ que Tokio se llenaba de nios...

    Sus antiguos compaeros de colegio, a los que trataba todos los das en la vida

    normal.

    Lucan el impecable uniforme escolar que tambin llevaba l cuando se volva loco

    por sacar las mejores calificaciones, ser buen deportista y tener muchos amigos.

    Se detuvo, resoplando. Estaba empapado. Por qu no senta su propio sudor? No era

    fro ni caliente, hmedo ni seco! Como si no fuese suyo, sino de un personaje de videojuego!

    Aunque aquello era una pesadilla

    Quiero despertarme!, exclam para sus adentros.

    Necesitaba comprobar que estaba tumbado en la cama, delante de la pantalla, con los

    mandos de la consola al alcance de la mano.

    Saber que nada haba cambiado

    Los escolares formaban filas perfectas. Componan un ejrcito invasor que iba a

    aplastarle en cualquier momento!

    Parecan soldaditos de plomo. Repar en cada uno de ellos, tratando de reconocer sus

    caras, en vano. En lugar de rostro tenan un borrn oscuro. Una mancha de tinta.

    Aito sinti miedo.

    Qu sentido tena todo aquello?

    Entonces volvi a experimentar la angustia que le asaltaba en el pasado.

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    La viga de acero martillendole en la cabeza: Obedecer y ser responsable. Competir.

    Correr, correr y correr. Ser aceptado. Llegar a tiempo a la meta.

    La presin de vivir, qu horror!

    Antes lo importante no eran los videojuegos, sino las malditas calificaciones del

    colegio, destacar, cumplir, ser perfecto, ser genial, ser el mejor.

    Por qu la pesadilla haba resucitado esa angustia?

    Dnde estaban los videojuegos? Slo poda respirar al hallarse atrapado en sus

    laberintos, sus paisajes, sus escaleras, sus saltos, sus disparos, sus golpes.

    Slo all, en su realidad previsible

    Las filas de escolares empezaron a rodearle, marcando el paso, con pisadas tan firmes

    que hacan retumbar el asfalto de Tokio, pum-pum-pum, machaconamente, pum-pum-pum.

    Avanzaban como una apisonadora.

    Al verse cercado por los uniformes, Aito apret los puos, impotente.

    Los nios levantaron el brazo y le apuntaron con el dedo, al tiempo que exclamaban,

    en un tono de burla y desprecio:

    -Hikikomori! Sucio hikikomori! Apestoso hikikomori! Maldito hikikomori!

    Aito sinti que le flaqueaban las piernas.

    Cuando estaba a punto de desmayarse, se puso a gritar, con rabia, sacudiendo las

    manos y pataleando.

    La clera tena un sabor amargo, le arda en la garganta y le abrasaba el vientre. Era

    un fuego devastador!

    Grit tan fuerte que el cielo de Tokio se resquebraj bruscamente, como si estuviese

    fabricado con ladrillo y yeso, y hubo un diluvio de cascotes que se precipitaron sobre el

    asfalto, sepultando al ejrcito de uniformes escolares.

    Aito mir a su alrededor, expectante.

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    Dnde estaban sus antiguos compaeros? Realmente el cielo se haba desplomado

    sobre la ciudad?

    Al comprender lo que haba sucedido, se sinti desengaado. El cielo de Tokio no era

    de ladrillo y yeso. Su grito enloquecido no haba provocado que se resquebrajase. El diluvio

    de cascotes era una inofensiva lluvia de pompas de jabn con forma de regla, escuadra y

    cartabn, que no hizo el menor dao al ejrcito de uniformes escolares.

    Los nios rompieron a rer ruidosamente, entre las inofensivas pompas de jabn, y le

    sealaron con el dedo, exclamando al unsono, en un tono de burla y desprecio:

    -Hikikomori! Sucio hikikomori! Apestoso hikikomori! Maldito hikikomori!

    Aito se tap los ojos para no ver. Y se tap las orejas para no or. Pero sus manos eran

    demasiado pequeas y segua viendo y oyendo a sus antiguos compaeros de colegio, que

    eran normales y corrientes, cumplan las normas y hacan todo lo que se esperaba de ellos.

    Haba que aceptar la realidad. El mundo era una carrera de obstculos. Estaba obligado

    a sacar las mejores calificaciones, llevar el uniforme bien planchado, ser simptico, popular,

    un deportista fenomenal y el ms aplicado en las actividades extraescolares, tener un hermano

    guay, el padre ms rico, la madre ms cariosa, la casa ms grande y encima pasar las

    vacaciones en el lugar ms extico y tener los zapatos y los juguetes ms caros y lo ltimo de

    lo ltimo en accesorios tecnolgicos.

    Como no poda aguantar tanta vergenza, Aito huy de los dedos acusadores, las

    burlas y las carcajadas.

    Ech a correr.

    Algo haba salido mal

    Su amigo Kato, que era dos aos mayor que l, le haba mostrado el camino.

    -Si nos encerramos en nuestra habitacin y nos negamos a salir de all, creern que nos

    hemos contagiado y somos hikikomori, Aito. Hay que gritar y patalear si a alguien se le

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    ocurre entrar a molestarnos. As nos dejarn tranquilos y podremos pasarnos la vida jugando a

    los videojuegos. La calle y la gente slo traen problemas!

    Todos se burlaban de Kato en el colegio. Le llamabangordo tragn.

    Por eso se hizo hikikomori.

    Y l le haba imitado unos meses despus, al comprobar que funcionaba

    Nadie le sacaba de su habitacin a patadas para que siguiese siendo un nio normal y

    corriente!

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    El pequeo Yoshiro

    Aito se tropez con algo que haba entre los coches petrificados en la autopista 16,

    que conectaba Tokio con Yokohama, la ciudad donde haban nacido sus padres.

    Un atad pobre, de madera toscamente labrada y sin barnizar.

    Dentro estaba su hermano, tal como le haba dejado la ltima vez que le vio, antes de

    encerrarse en su habitacin.

    El pequeo Yoshiro, que en esa poca tena cuatro aos.

    Aito se presion las sienes con los pulgares, confundido.

    Cuando se sobrepuso a la sorpresa, palp el cuerpo de Yoshiro.

    La cabeza estaba fra.

    Su hermano no respiraba

    Qu raro! No haba cambiado nada. Incluso llevaba la misma ropa.

    No me puedo creer que Yoshiro se haya muerto y yo me entere tres aos despus, se

    dijo, y se puso a llorar, al tiempo que acariciaba su cabello negro y rizado y su carita redonda

    y plida como una luna llena.

    Por qu no se haba corrompido? Pareca estar perfectamente! Aparte de que no

    respirase y su cabeza estuviese fra como una baldosa de mrmol.

    -Ests muerto? pregunt, con el corazn encogido.

    Yoshiro no dijo nada. Sin embargo sus expresivos ojos, de un bonito color cobrizo, le

    miraban fijamente

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    Aquello era absurdo. Los muertos no podan ver a las personas que haba a su

    alrededor. Por qu no le quitaba la mirada de encima?

    Rode el atad. Su hermano le segua con la mirada en todo momento, como si sus

    ojos fuesen de hierro y l fuese un imn que los atraa irresistiblemente.

    -Yoshiro, hblame! dijo, atemorizado.

    Nada.

    Se abraz al atad de ese hermano del que conoca su nombre y poco ms. Apenas

    haban jugado juntos. Apenas haban hablado. No haban tenido la oportunidad de

    conocerse

    Intent evocar cmo era, pero no acuda a su memoria ningn recuerdo.

    Haba sido un nio risueo y alegre? Travieso? Carioso? Obediente?

    Imaginativo?

    Se encogi de hombros, dndose por vencido.

    No se acordaba de nada.

    Yoshiro era un extrao para l, deba admitirlo.

    Y ahora era demasiado tarde para conocerle.

    Le hubiese gustado volver a empezar desde cero, como se poda hacer en los

    videojuegos. Para aprender de sus errores y rectificarlos. Para jugar con Yoshiro y hablar con

    l.

    Se senta culpable y sucio.

    Haba fallado como hermano mayor. Qu vergenza.

    Maldita pesadilla

    -Quiero despertarme! chill.

    -Para drogarte? atron el gigante desde las alturas, pero Aito no le prest atencin.

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    No poda apartar la mirada de esos ojos cobrizos que a pesar de todo le observaban

    con ilusin, como si Yoshiro se alegrase de verle.

    Agarr las manos de su hermano.

    -Levntate, por favor! exclam.

    Yoshiro sigui tumbado en su tosco atad de madera, inmvil, mirndole fijamente,

    con adoracin, como si le considerase un ser poderoso capaz de devolverle la vida, hasta que

    de pronto dijo, suplicante, igual que un mendigo pidiendo limosna a la puerta de la iglesia:

    -Por qu no juegas conmigo?

    Su pregunta fue como una bofetada.

    Aito se apart del atad y ech a correr por la autopista 16, en direccin a Yokohama,

    sintiendo que le faltaba el aire.

    El sentimiento de culpa le estaba ahogando

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    Padre

    Al cabo de un rato volvi a tropezarse con algo que haba entre los coches

    petrificados.

    Otro atad pobre, de madera toscamente labrada.

    Dentro se encontraba padre.

    Aito se sinti pequeo y estpido.

    Las piernas le flaqueaban. Ya no podan sostenerle en pie.

    Le costaba mirar a padre. La vergenza abrasaba sus pensamientos.

    Qu pensar de m ahora que no soy un escolar modlico, como l desea, sino un

    sucio, apestoso y maldito hikikomori?, se pregunt, atemorizado.

    No se poda creer que llevase tres aos sin ver el rostro severo de padre, que siempre

    le haba infundido respeto y miedo.

    Era asombroso que padre hubiese desaparecido de su vida.

    Qu fcil haba sido librarse de sus exigencias!

    Todos los das, a la hora de la cena, le haca las mismas preguntas. Slo le importaban

    los estudios. Estaba obsesionado con la idea de verle convertido en el nmero uno para

    conseguir una beca que en el futuro le permitiese graduarse en la mejor universidad de Japn,

    o en el extranjero, como hacan los hijos de las familias ricas.

    Cuando por fin reuni el valor para mirarle, repas su elegante traje, su corbata y sus

    brillantes zapatos. Padre siempre se vesta as para irse a trabajar a las oficinas de Nissan, la

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    famosa fbrica de coches. Tena algo de general. Se tomaba todo muy en serio. Era pulcro,

    ordenado y puntual. Organizaba la vida de la familia como si fuese un ejrcito.

    Por eso l senta la obligacin de sacar las mejores calificaciones en el colegio.

    Y de hecho haba sido bueno y aplicado. Hasta que decidi plantarse y dijo NO.

    Lo sorprendente fue que padre no haba entrado en su habitacin para sacarle de all a

    la fuerza. Quiz el sentimiento de deshonra le haba paralizado y deseaba evitar un escndalo

    pblico que le dejase mal frente a los vecinos? Se mantena alejado de l para no

    contagiarse?

    Claro, la enfermedad del hikikomori era la peor plaga que uno pudiese imaginarse

    Ahora deba mirarle a la cara.

    Necesitaba comprender los sentimientos que albergaba padre, el general que trabajaba

    en las oficinas de Nissan y organizaba la vida de la familia como si fuese un ejrcito.

    Al encontrarse con sus ojos negros, sinti vrtigo.

    En la mirada de padre haba un desprecio ms violento que el de sus antiguos

    compaeros de colegio.

    Entonces padre exclam, en un tono duro, cortante:

    -Aprtate de m! No te reconozco!

    Aito ech a correr, despavorido, como si hubiese visto a un fantasma.

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    Madre

    Mientras esquivaba coches por la autopista 16 en direccin a Yokohama, se tropez

    por tercera vez, en esta ocasin con el atad de madre, que llevaba uno de sus modestos

    vestidos con bordados y sus sencillas zapatillas de andar por casa.

    Madre tena el cabello recogido en un moo y haba entrelazado sobre el regazo sus

    manos fuertes y callosas, que se encargaban de mantener a punto el hogar, porque padre traa

    el dinero a casa y ella ejerca de criada.

    Aito no tuvo que esforzarse para mirarla.

    Ella era dulce y tranquilizadora. Aunque nunca haba sido cariosa, porque la vida era

    demasiado dura para ella y no tena ocasin de mostrar sus sentimientos, Aito se senta bien a

    su lado.

    Ahora no le asaltaban la vergenza ni la culpa.

    Ella no le presionaba. Simplemente le atenda para que no le faltase de nada.

    Madre segua teniendo una expresin dulce y tranquilizadora, pero en sus ojos haba

    una tristeza profunda que Aito no haba observado anteriormente.

    Sabiendo bien a qu se deba esa tristeza, reclin la cabeza sobre el atad y se qued

    pensativo. Necesitaba explicarse muchas cosas. Y se senta incapaz de hacerlo.

    De pronto madre le agarr del brazo con fuerza y dijo, implorante:

    -Aito, vuelve con nosotros, te lo ruego!

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    Y si no existo?

    Ya no le quedaban fuerzas para seguir corriendo.

    Haba dejado atrs el ejrcito de uniformes escolares sin rostro y los tres atades de su

    familia. No tena nada que temer, se dijo, tratando de calmarse.

    La ciudad estaba cubierta por una niebla gris, de plomo y ceniza, en la que se hundan

    los rascacielos, que eran brazos ortopdicos de metal de aspecto siniestro.

    Aito mir pasmado a su alrededor.

    Como si acabase de nacer y el mundo le resultase desconocido

    Los trenes y los autobuses se haban detenido a medio camino, como las personas y los

    coches. Y en el cielo se haba parado un avin, en pleno vuelo, entre gotas de lluvia que

    estaban suspendidas en el aire.

    De pronto repar en un accidente de trfico. Un camin enorme se haba chocado

    contra un pequeo coche. El camionero se haba quedado petrificado mientras miraba hacia

    abajo desde la cabina para ver qu haba sucedido. En el coche pequeo haba un hombre, una

    mujer y un nio de su edad. El hombre y la mujer observaban inmviles al nio, que estaba enel asiento de atrs, para averiguar si se haba hecho dao. El nio no llevaba puesto el

    cinturn de seguridad y en el impacto se haba golpeado con el cristal de la ventanilla, que se

    haba roto, as que su imagen congelada le mostraba esbozando una expresin de dolor, pues

    tena una herida en la cabeza.

    Aito suspir. En Japn nadie se interesaba por los dems. Cada uno haca su vida y se

    preocupaba tan slo por sus propios problemas. Quin poda permitirse el lujo de ser

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    solidario? La vida era una carrera de obstculos y no haba tiempo ni ganas para pensar en el

    prjimo!

    En una situacin normal habra pasado de largo al presenciar ese accidente de trfico,

    pero ahora l era la nica persona capaz de ayudar al nio, teniendo en cuenta que toda la

    ciudad estaba paralizada.

    Abri la portezuela del coche y le palp la cara.

    -Eh, amigo! Ests bien? dijo, tratando de reanimarle.

    El nio abri los ojos bruscamente.

    -Cmo puedes ser mi amigo si no existes? replic, al tiempo que se transformaba en

    l mismo

    Acto seguido a Aito le doli en su propia cabeza la herida del nio.

    Se apart, desconcertado.

    Mientras se alejaba, advirti que el hombre y la mujer eran sus propios padres

    Y el camin era de Nintendo. Cmo haba podido tener tanta suerte?

    Con slo leer ese nombre escrito en el camin le crecieron alas.

    Nintendo era el mejor invento de Japn!

    Se carcaje. Se senta tan vivo y lleno de ilusin!

    Abri el camin. En su interior haba cientos de consolas y videojuegos! Las ltimas

    consolas porttiles y de sobremesa y los mejores videojuegos! Y todo ello a su entera

    disposicin. Impresionante

    Se tumb en medio de las cajas, con los brazos y las piernas extendidos, y rompi a

    llorar de la emocin, invadido por una alegra explosiva. Luego escogi una consola porttil

    de ltima generacin y un puado de videojuegos, se los puso debajo del brazo y sali

    corriendo para buscar un enchufe.

    Tena que conectar el cable de alimentacin!

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    Sin embargo no tard en frenar su alocada carrera, al ver ante s al gigante

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    La traicin de Nintendo

    Le examin detenidamente por primera vez.

    Estaba compuesto de barro de los pies a la cabeza.

    -Qu haces, Aito? atron su voz de vendaval.

    -Voy a jugar! replic l, muy seguro de s mismo.

    El gigante ya no le provocaba temor ni le haca sentirse culpable!

    -No comprendes que no existes? dijo el gigante.

    Aito se ri.

    -Cmo habra podido encontrarme un camin de Nintendo si no existiese? Mira,

    tengo una consola porttil de ltima generacin y los mejores videojuegos! Y los he

    conseguido gratis! Podra haberme quedado con el camin entero, pero soy generoso. Que

    vengan otros nios a coger su consola y sus videojuegos!

    Aito resopl. Era la primera vez en su vida que deca tantas palabras seguidas. En

    Japn las personas no hablaban mucho, ni en casa ni en el colegio ni en el trabajo ni en

    ningn sitio, porque los aparatos tecnolgicos absorban su atencin.

    -Djame ensearte una cosa dijo el gigante.

    Aito estaba impaciente por jugar, pero ese gigante de barro le inspiraba respeto, de

    modo que accedi a su peticin.

    -Te demostrar que no existes aadi el gigante, sealando la interminable fila de

    coches petrificados en la autopista 16.

    -Cmo quieres convencerme? dijo Aito, sintiendo una pizca de curiosidad.

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    -Mrate en el espejo retrovisor de un coche y comprobars que no refleja tu imagen

    Aito se encogi de hombros.

    Vaya bobada!, pens, al tiempo que se asomaba al espejo retrovisor del coche que le

    quedaba ms cerca.

    Cmo poda ser?

    El gigante tena razn, su imagen no se reflejaba en el espejo!

    Soliviantado por la posibilidad de que, en efecto, hubiese dejado de existir, se asom

    al espejo retrovisor de otros coches, pero en ninguno de ellos apareca su imagen.

    Prob con la consola y los videojuegos.

    Quiz los espejos retrovisores de los coches petrificados en la autopista 16 haban

    dejado de funcionar, como todo lo dems en Tokio

    La consola y los videojuegos no eran invisibles!

    -Es imposible! exclam, negndose a aceptar lo que haba constatado con sus

    propios ojos, y regres al lugar del accidente.

    Nintendo no le traicionara!

    Se puso delante del espejo retrovisor del camin de Nintendo.

    nicamente se reflejaban la consola y los videojuegos

    Aito se sinti aterrorizado.

    Estoy muerto?, se pregunt, acercndose al coche pequeo que haba colisionado con

    el camin de Nintendo.

    No haba nadie en su interior. Ya no estaban sus padres, ni el nio herido que se

    supona que era l.

    Como si estuviese al borde de un precipicio, mir su propio cuerpo y no se encontr

    Durante un instante angustioso no pudo recordar nada de s mismo, ni los rasgos

    faciales, ni la forma del pelo, ni el color de los ojos.

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    Entonces perdi el conocimiento y se qued tumbado en el asfalto de Tokio,

    abrazando la consola porttil de ltima generacin y los videojuegos.

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    El peregrino-samuri

    -Levntate, muchacho! dijo una voz que le sacudi como un latigazo.

    Cuando Aito abri los ojos, vio a un anciano pequeo y encogido, tan menudo como

    l. Tena una larga melena blanca que le caa por la espalda y una barba poblada, tambin

    blanca, que se le derramaba sobre el pecho. Su cara estaba surcada de arrugas. Sus ojos,

    grandes y expresivos, eran de color azul marino.

    Llevaba puesta una extraa tnica de una poca lejana, calzaba sandalias de piel muy

    desgastadas y empuaba un bastn que a Aito le recordaba el bculo de un peregrino.

    -Quin eres?

    -Un viejo samuri.

    Su voz era agradable, grave y profunda. Sonaba a tierra y a roca, como si brotase de

    una caverna antigua, de las entraas del mundo

    Aito haba conocido a muchos samuris en sus videojuegos y les admiraba. Lo

    sorprendente era que ese viejo tuviese un pobre bastn. Un samuri no era nada sin su

    espada, con la que haca maravillas!

    -Dnde est tu espada?

    -Aqu dijo el anciano, blandiendo con orgullo el bculo de peregrino.

    -Bah! Eso es un simple bastn dijo Aito, desdeoso.

    -Se equivoca quien juzga las cosas de este mundo por su aspecto exterior. La

    verdadera naturaleza de todo lo que existe se encuentra debajo de su envoltorio. Por eso es

    fcil engaar a los crdulos que se dejan llevar por las apariencias.

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    Aito suspir, impaciente. No le gustaba que le diesen sermones.

    -No me pareces un samuri, sino un peregrino dijo, burln.

    El anciano esboz un gesto benevolente.

    -Qu tienen de malo los peregrinos?

    Aito se encogi de hombros. Gracias a sus videojuegos conoca tanto a los samuris

    como a los peregrinos, y saba qu se poda esperar de ellos.

    -Los peregrinos son buenos y te dan consejos, pero no tienen los poderes de los

    samuris.

    El anciano solt una carcajada que agit su poblada barba.

    -Me creeras si te digo que yo soy las dos cosas?

    Aito se rasc la coronilla. En los videojuegos el samuri y el peregrino eran personajes

    opuestos. Uno era guerrero, activo, y el otro era pasivo. Uno haca las cosas y el otro las

    pensaba o las deca.

    -No se puede ser las dos cosas a la vez dijo, muy seguro de s mismo.

    El anciano pos la mano en su hombro, sonrindole con complicidad.

    Entonces Aito hizo un descubrimiento asombroso.

    Aunque hubiese olvidado cmo era su propia cara, ahora, al observar de cerca al

    anciano, tuvo la certeza de que ambos eran idnticos.

    Era como asomarse a un espejo y ver su propia imagen reflejada tras haber vivido una

    vida larga y provechosa!

    -Primera leccin: concete a ti mismo! No eres uno, sino dos. Llevas la dualidaden

    tu interior.

    En los videojuegos la dualidad no exista. Haba buenos buensimos y malos

    malsimos. Slo blanco y negro. Sin matices.

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    -No hay que ser inteligente para comprenderlo. Las personas que viven cerca de la

    naturaleza no necesitan que se lo expliquen.

    l no viva cerca de la naturaleza, sino en Tokio.

    Los bosques maravillosos, llenos de rboles, donde ocurran sucesos mgicos, slo

    aparecan en los videojuegos

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    El bculo y la espada

    -La vida est formada por polos opuestos que se complementan. Las personas somos

    buenas y malas. Podemos construir y destruir. El secreto de la felicidad consiste en el

    equilibrio.

    Aito enarc las cejas con incredulidad.

    -Yo no soy malo ni destruyo protest.

    -El problema es que no te das cuenta. Como tampoco adviertes tu parte femenina. En

    tu interior se asientan el da y la noche. En ocasiones te envuelve la oscuridad total. Y hay

    momentos en que te rodea una luz cegadora.

    Eso es verdad, convino Aito para sus adentros.

    -En ti hay un peregrino y un samuri. Uno contempla y piensa. El otro realiza. Ambas

    facetas de la personalidad son valiosas y necesarias. Quien desdea una de ellas se deja tareas

    pendientes por el camino y acaba cometiendo un error fatal. Antes de actuar hay que observar

    el mundo que nos rodea y pensar, como el peregrino. Luego hemos de poner en prctica

    nuestro deber con firmeza y conviccin, como el samuri.

    Aito intua que aquellas palabras eran sabias.

    Aunque expresasen algo que se haban olvidado de ensearle los videojuegos

    -Demustramelo dijo, desafiante.

    Necesitaba ver para aceptar. En los videojuegos se aprenda visualmente, no con

    discursos que se llevaba el viento.

    -Como t quieras -dijo el anciano.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Tras sacudirlo tres veces, el bastn se transform en una reluciente espada.

    -Eureka! exclam, sonriente, esgrimindola.

    A Aito le admir aquel prodigio en vivo y en directo. Esas transformaciones

    fantsticas resultaban mucho menos impresionantes en la pantalla de sus videojuegos.

    -Es un truco de magia?

    -Nada de eso! Lo que acabas de presenciar es producto de la fe.

    -La fe? replic Aito, incmodo.

    El anciano puso la punta de la espada contra el suelo y se apoy en la empuadura.

    -Segunda leccin. Una vez que te hayas conocido a ti mismo, aceptando tu propia

    dualidad, y hayas conocido el mundo que te rodea, aceptando su dualidad, debes aferrarte a un

    punto de apoyo para afrontar los desafos que te aguardan en la vida. Ese punto de apoyo, en

    el que ha de hacer palanca tu voluntad, es la fe, que significa creer a ciegas en algo de lo que

    estamos seguros, lo nico que no podemos cuestionar.

    Eso le resultaba familiar. En los videojuegos el punto de apoyo era la lealtad a un

    personaje o la fidelidad a una causa.

    -Yo tengo fe en los videojuegos.

    El anciano deneg con la cabeza.

    -Slo se puede tener fe en una cosa. Lo dems son dolos paganos.

    -Qu cosa?

    -El amor. La sangre de la vida. Gracias a l alcanzamos la realizacin completa. Nos

    queremos a nosotros mismos. Encontramos el complemento de la pareja para compensar

    nuestra dualidad. Amamos a la familia, a los amigos y al prjimo. Y ponemos el corazn en

    todo lo que hacemos.

    Aito se senta pasmado.

    Presenta que el anciano estaba en lo cierto.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Le pedir una prueba de su valor para creer en l, como ocurre en los videojuegos,

    decidi.

    -Demustrame todo lo que me has explicado!

    El anciano asinti con serenidad y volvi a levantar la espada.

    -Destruir! -dijo, al tiempo que asestaba un violento espadazo al camin de Nintendo,

    partindolo por la mitad.

    Luego agit la espada tres veces y sta de nuevo adopt la apariencia de bculo de

    peregrino.

    -Construir! dijo, tocando con la punta del bculo el espejo retrovisor del pequeo

    coche, donde cobraron vida sus padres y le miraron sonrientes

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    El reloj de arena del alma

    El anciano esboz una sonrisa bondadosa.

    -Transforma el bastn en espada de samuri. Si crees en ti mismo, reconociendo tu

    propia dualidad, podrs obrar el prodigio de la transformacin material.

    Aito lo agit tres veces, tal como haca el anciano, en vano.

    -No puedo!

    -Prueba por segunda vez.

    En esta ocasin Aito utiliz el corazn en lugar de la cabeza.

    Sin resultado...

    -No puedo! exclam, frustrado, y tuvo la tentacin de arrojar el bastn al suelo.

    -Te equivocas. Puedes dijo el anciano, paciente-. Prueba por tercera vez, pero no

    emplees la cabeza ni el corazn, sino el alma

    -El alma?

    El anciano puso la mano sobre la cabeza de Aito y le sostuvo la mirada.

    -El alma nos permite hacer magia, conseguir lo que parece imposible para los ojos del

    pensamiento y el corazn.

    Aito lament que los videojuegos no le hubiesen enseado algo tan importante.

    -El alma es un reloj de arena formado por dos vasos comunicantes. Uno contiene

    nuestra propia conciencia. En el otro se hermanan todas las conciencias individuales con la

    divinidad...

    Aito frunci el ceo, contrariado. No entenda aquellos conceptos!

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    -Me he perdido.

    El anciano hizo que pusiese el bastn en posicin horizontal.

    -La conciencia es esto...

    Aito mir el bastn, que l aferraba con ambas manos, y se esforz en comprender.

    Esto es simblico, se dijo.

    Qu poda significar ese bculo de peregrino que al tiempo era espada de samuri y

    estaba en posicin horizontal porque l lo sujetaba con las dos manos, la derecha y la

    izquierda?

    El anciano cabece afirmativamente, como si adivinase sus pensamientos.

    -La conciencia es el conocimiento?

    El anciano bati palmas, exultante de alegra.

    -Bravo! La conciencia es el conocimiento que nos permite distinguir entre el bien y el

    mal, reconocer nuestros propios errores y disculpar los errores ajenos.

    Aito se ri.

    En el colegio nunca se haba sentido tan satisfecho de aprender algo!

    Ni cuando memorizaba los trucos y atajos de los videojuegos

    -Qu es la divinidad?

    El anciano le agarr la cabeza. A Aito le agrad sentir sus pensamientos rodeados por

    esas manos nudosas, a la vez fuertes y suaves, que le daban seguridad y le hacan sentirse

    especial

    -Esto dijo, apretando sus sienes con las palmas de las manos, mientras l segua

    sosteniendo en posicin horizontal ese bastn que era a la vez bculo de peregrino y espada

    de samuri.

    Entonces Aito sinti que todo se volva blanco

    Haban desaparecido Tokio ysu maestro.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Slo haba lugar para ese blanco resplandeciente que no se perciba con los sentidos.

    All no haba contrastes ni dualidad.

    No existan los dems colores.

    Ahora estoy en la divinidad, se dijo, recostado en ese blanco que le pareca una nube

    de algodn y plumas, sintiendo una paz interior increble.

    -Ya lo s! dijo, regresando a su propio cuerpo, a la vez que el anciano apartaba las

    manos de su cabeza-. La divinidad es el origen y el final!

    -As es, muchacho, la divinidad es el origen de todo lo creado y el final que aguarda a

    todo lo creado dijo el anciano, abrazndole paternalmente-. Conciencia, divinidad y alma son

    las verdades ms sencillas y ms complicadas de asimilar, porque lo explican todo. Ahora

    podrs obrar el prodigio de la transformacin material.

    Aito cerr los ojos, concentrndose en su alma, el reloj de arena, y vio cmo pasaban

    los granos de arena de un vaso a otro, uno a uno, lentamente, cayendo desde el superior, el de

    su propia conciencia, para reunirse con las dems conciencias individuales y la divinidad.

    El tiempo de su vida terminara cuando todos los granos de arena del vaso superior

    hubiesen pasado al vaso inferior

    Sacudi el bastn tres veces y el bculo de peregrino se transform en espada de

    samuri.

    -Ahora cumple con tu deber dijo el anciano.

    Aito asinti, sabiendo qu deba hacer.

    Tras arrojar al suelo la consola porttil de ltima generacin y los videojuegos, mir el

    camin de Nintendo que el maestro haba partido por la mitad.

    -Destruir! exclam, destrozando la consola y los videojuegos a espadazos.

    Luego agit tres veces la espada, para que de nuevo fuese un bculo de peregrino, y

    mir el pequeo coche desde el que le observaban sus padres.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    -Construir! exclam, tocando con la punta del bculo el espejo retrovisor.

    Acto seguido apareci en el asiento de atrs el nio que era l mismo.

    Ya no tena la herida mortal en la cabeza.

    Y le miraba sonriente

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    El cementerio de los nios olvidados

    -Te mostrar algo dijo el anciano, mesndose la larga barba blanca que se le

    derramaba sobre el pecho, al tiempo que sus vivaces ojos azules se ensombrecan.

    Aito asinti, expectante.

    Ese viejo samuri-peregrino le inspiraba ms respeto del que senta por padre o los

    profesores. Era su verdadero maestro!

    En mitad de la niebla gris, de plomo y ceniza, que cubra Tokio, entre los brazos

    ortopdicos de metal de aspecto siniestro, apareci un muro muy alto, coronado por afiladas

    pas, en el que haba una puerta pequea y estrecha.

    Una crcel, se dijo Aito, estremecindose.

    Presenta que se encontraba ante un lugar horrible.

    El anciano le puso la mano sobre el pecho, para infundirle aliento.

    -Entremos dijo, y se encogi como un ovillo para pasar por la minscula puerta.

    Aito le sigui, haciendo de tripas corazn.

    Accedieron a una atmsfera lgubre, salpicada de tinieblas, donde todo era blanco y

    negro, igual que las pelculas antiguas.

    El aire, denso, irrespirable, estaba compuesto por un lodo pegajoso y pesado que

    resultaba difcil desplazar con el cuerpo para poder moverse.

    Cmo poda existir un sitio as?, se pregunt Aito mientras avanzaba trabajosamente

    a travs de aquel lodo ftido que se le meta por la boca y la nariz.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Por qu el maestro le haba llevado a ese escenario de pesadilla? Qu nueva leccin

    pretenda darle?

    -Ahora somos invisibles para las personas normales y corrientesdijo el anciano.

    A Aito le calm su voz grave y profunda.

    -Dnde ests?

    Al perderle de vista crey durante unos instantes angustiosos que le haba

    abandonado!

    -Siempre a tu lado dijo el anciano, agarrndole de la mano.

    -Qu lugar es ste?

    -El cementerio de los nios olvidados.

    -Por qu hemos venido aqu?

    -Es el destino que te aguardaba

    Aito se sinti culpable.

    -Por ser hikikomori? pregunt, intentando apartar el lodo con el bastn.

    -Todos los hikikomori acaban en este cementerio antes o despus, cuando pierden la

    nocin de la realidad. Nadie puede vivir eternamente encerrado en su habitacin, acompaado

    de los videojuegos.

    -Dnde estn los hikikomori?

    -Por qu no aprovechas los poderes de tu bastn, puesto que has aprendido a

    utilizarlo?

    En efecto, posea una verdadera varita mgica!

    Aito levant el bastn y observ, sorprendido, que la punta proyectaba un potente foco

    de luz.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Entonces presenci un espectculo aterrador. Miles de hikikomori desnudos flotaban a

    la deriva en el mar de lodo, agarrando con desesperacin su consola de videojuegos, que

    miraban fijamente, como si les hubiese hipnotizado

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    La aparicin de Kato

    Haba nios, adolescentes, jvenes y no tan jvenes. Cada uno con sus rasgos

    particulares, unos ms feos y otros ms guapos, unos ms gordos y otros ms delgados. Todos

    estaban en posicin fetal, como criaturas en el vientre de la madre, y tenan, a modo de cordn

    umbilical, una gruesa raz retorcida que les una al lodo.

    -La raz les mantiene con vida a pesar de estar aqu enterrados.

    -No estn muertos?

    -Su apariencia fsica sigue jugando a los videojuegos, comindose diariamente el plato

    de comida que la madre les deja delante de la puerta

    Aito distingui algo que le provoc nausea. De las consolas de videojuegos no paraban

    de brotar montones de gusanos, como hormigas saliendo del hormiguero, que envolvan a los

    hikikomori, formando una membrana semejante a la placenta de los fetos.

    -El mundo ignora esto dijo el anciano, pesaroso.

    -Por qu?

    -Los padres de los hikikomori se lavan las manos. Y las autoridades. Y los medios de

    comunicacin. Japn es una nacin soberbia, que se siente muy orgullosa de sus logros, y

    nadie quiere admitir la verdad.

    El anciano mir con tristeza los cuerpos encogidos de los hikikomori.

    -He aqu toda una generacin perdida. El eslabn roto, sin descendencia. En unas

    dcadas Japn se precipitar en la ruina. La tierraculpableque los japoneses echan sobre los

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    hikikomori, silenciando su realidad, se ha convertido en el lodo del cementerio de los nios

    olvidados.

    -Hay miles!

    -Setecientos mil, estima el gobierno, que resta importancia al problema. Pero ya pasan

    de los tres millones. Es una plaga que no se detiene.

    No cesaban de surgir hikikomori en el lodo, cada uno provisto con su correspondiente

    consola. La transformacin era impresionante. Perdan la ropa y los zapatos. Su cuerpo se

    encoga hasta adoptar la posicin fetal. Les creca en el ombligo la raz gruesa y retorcida que

    les una al lodo. Y por ltimo emergan los gusanos de la consola de videojuegos para

    corretear por su cuerpo.

    -Cundo vienen aqu?

    -Depende de su resistencia. Los ms dbiles pierden la conciencia cuando llevan slo

    un ao de hikikomori. En cambio otros aguantan hasta seis o siete aos, e incluso pasado ese

    tiempo consiguen curarse milagrosamente.

    Aito se qued paralizado.

    En el lodo acababa de aparecer Kato, justo delante de l

    Se miraron a los ojos durante un instante.

    Aito se apiad de la suerte de su amigo, que esbozaba un gesto de desolacin.

    -No podemos ayudarle? pregunt, espantado.

    -Es demasiado tarde, muchacho replic el anciano con resignacin-. Cada hikikomori

    tiene sus propios mensajeros tutelares. T nicamente puedes salvarte a ti mismo, gracias al

    poder del bastn que te he conferido.

    Aito sinti que la sangre se congelaba en sus venas.

    Kato perdi la ropa y los zapatos. Luego creci en su ombligo la raz gruesa y

    retorcida que le una al lodo, y empezaron a salir gusanos de la consola de videojuegos, al

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    principio lentamente, uno a uno, hasta que cubrieron su cuerpo de los pies a la cabeza,

    entrelazando una membrana que era a la vez placenta y sudario

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Natsuko!

    No quera pensar en la terrible realidad de lodo y gusanos que haba dejado atrs, ni en

    Kato, su amigo, que le haba animado a alejarse del mundo, demostrndole que los padres

    japoneses se quedaban cruzados de brazos porque sentan vergenza y preferan enterrar vivo

    a su hijo en lugar de admitir frente al mundo que haban criado a un maldito hikikomori.

    El anciano le pas el brazo por los hombros.

    Su cuerpo ola a tierra hmeda de roco, hojarasca y flores.

    -Ha llegado la hora de que recibas tu premio, muchacho dijo, sonriente.

    Me lo merezco?, se pregunt Aito, recostado contra el cuerpo clido del maestro, que

    le envolva con su sedosa cabellera y su tupida barba que sugera un bosque mgico.

    -Tu reconciliacin con el mundo -aadi el anciano, en un tono enigmtico.

    Aito estaba desconcertado.

    Intua que an quedaba mucho camino por recorrer.

    Necesitaba valor para salir de su habitacin, despus de tres largos aos de encierro.

    No era fcil mirar a la cara a padre y reconocer que se haba equivocado.

    Se senta como un mueco de trapo!

    Era impensable regresar a ese pasado que haba dejado de existir. La familia, el

    colegio, la vida de antes Todo aquello no era ms que ceniza, perteneca a un tiempo

    perdido.

    -Ahora eres como un beb recin nacido y debes aprender de nuevo a relacionarte con

    otras personas, a pensar y tomar decisiones.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Aito asinti, llorando, al ser consciente de su propia debilidad, y abraz al anciano.

    -No quiero separarme de ti dijo, con la voz entrecortada por el miedo.

    -Tienes que ser independiente replic el anciano, apartndole con delicadeza.

    Al palpar sus brazos, a Aito le asombr su fortaleza.

    En verdad eran los brazos de un guerrero samuri!

    -Concntrate en tu bastn y golpea tres veces el suelo. Si consigues que tu alma se

    levante de la tumba donde la has enterrado, el objeto de tus deseos te permitir reconciliarte

    con el mundo y recuperar la fuerza y la ilusin.

    As lo hizo Aito.

    Acto seguido apareci ante l una nia preciosa, que l conoca bien

    Su linda cara semejante a un plato de porcelana era inconfundible. Y sus simpticas

    trenzas. Y sus brillantes ojos de color canela

    Llevaba uno de los vestidos alegres y floreados que se pona los domingos para

    pasearse con sus amigas por las calles de Tokio e irse al cine y a los centros comerciales.

    -Natsuko!

    -Aito!

    Aito conoca a Natsuko desde que haba empezado a ir al colegio. Siempre haban

    estado en la misma clase, un curso detrs de otro, pero l no se atreva a dirigirle la palabra,

    por timidez y porque ella le gustaba demasiado

    El da en que la profesora decidi modificar las posiciones de los alumnos en el aula y

    anunci, solemne: a partir de maana Aito y Natsuko se sentarn juntos, no pudo conciliar el

    sueo, pensando que estarapegadoa Natsuko durante todo el tiempo que duraban las

    clases

    Al llegar al colegio sufri el primer gran desengao de su vida.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    La profesora haba cambiado de opinin y puso a su lado a don Perfecto, el nmero

    uno, a quien l jams podra superar

    Las mariposas de ilusin cedieron su lugar a la viga de acero que le aplastaba la

    cabeza.

    Padre aspiraba a que l fuese el nmero uno en el colegio. No se conformaba con el

    nmero dos. Y l no poda complacerle, por ms que corriese y se esforzase.

    Don Perfecto era ms guapo y adulador, y su padre era un tipo muy importante que

    sala en televisin y haba ido al colegio para conocer personalmente a los profesores de su

    hijo

    Natsuko esboz una mueca de pasmo.

    -No entiendo nada dijo, sonrojndose.

    A Aito le sorprendi descubrir que era tan tmida como l.

    -Llevo aos deseando que te acerques a m aadi ella con desconfianza, como si

    temiese provocar un terremoto.

    Aito se limit a mirarla sonriente.

    Le resultaba tan graciosa!

    Natsuko se frot el mentn, pensativa.

    -Cuando me qued dormida, vi a un anciano con el pelo y la barba blancos. Tena

    unos ojos azules preciosos! Me dijo: por qu no sueas con el objeto de tus deseos?

    Aito se ri.

    -se es mi maestro! Es genial. Me ha dado esto dijo, sopesando el bastn con aire

    satisfecho.

    A Natsuko no le pareci gran cosa. Cmo poda Aito sentirse orgulloso de poseer

    algo que llevaban los viejos para apoyarse?

    -Tu maestro?

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Aito se pregunt dnde se haba metido el anciano.

    Entonces advirti su presencia.

    Estaba dentro de l!

    -Sigue caminando -dijo su voz grave y profunda-. Podrs encontrarme aqu, en la

    morada de tu alma.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Me llamo Aito y soy hikikomori

    Se despert sobresaltado.

    Ensuguarida, rodeado desus fetiches.

    Se levant de la cama, lamentando haber abandonado el sueo, y deambulcomo un

    sonmbulo.

    Por primera vez en tres aos repar en detalles a los que no haba dado importancia.

    Cmo poda estar all con la ventana cerrada y la persiana bajada, sin luz natural ni

    aire del exterior?

    Qu peste!

    Las madres japonesas no limpiaban la habitacin de los hikikomori porque ellos

    gritaban, endemoniados, si apareca un intruso en su territorio.

    He vivido en la mierda sin darme cuenta, pens.

    Sin baarse, cortarse el pelo y las uas, lavarse los dientes

    Era un nufrago-pordiosero! Su boca ola a podrido. El pelo pareca estropajo y le

    llegaba a los hombros. Las uas sugeran garras de un ser prehistrico: largas, puntiagudas y

    medio rotas, sobresalan tres o cuatro centmetros y estaban renegridas.

    Se percat de su desnudez. En sus pies mugrientos asomaban una especie de garfios.

    Costaba imaginarse que en el pasado hubiesen sido uas humanas.

    Se palp con incredulidad su cuerpo raqutico.

    Alucinante...

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Slo iba al cuarto de bao -por la noche, clandestinamente- para hacer sus

    necesidades. Pero una vez, a los pocos meses de enclaustrarse, se duch, se lav los dientes,

    se cort las uas y puso delante de la puerta las sbanas y las prendas que haba usado para

    que madre las lavase, y ella lo dej todo a punto junto al plato de comida diario.

    Luegose olvid.

    En qu se haba convertido?

    Un cerdo en su pocilga!

    Haba perdido la capacidad de supervivencia, innata en todas las personas hasta que se

    volvan locas...

    -Te odio! farfull, sintiendo repugnancia de s mismo, y se golpe el pecho y el

    vientre, maldicindose, hasta que se qued sin aliento, tendido en el suelo, en posicin fetal,

    inconsciente.

    Al despertarse mir atnito los montones de ropa, los restos de comida, los objetos

    desperdigados

    Durante un instante angustioso no reconoci nada de cuanto vea.

    Se pregunt por qu estaba all.

    Quin era l...?

    Entonces su mente se aclar de golpe.

    -Me llamo Aito y soy hikikomori dijo, como si hablase en una terapia colectiva de

    enfermos mentales, alcohlicos o ludpatas, y su mirada se pos en la consola de sobremesa

    Nintendo y los videojuegos.

    Se precipit sobre aquel tesoroy lo puso en marcha.

    Formas, colores, movimientos, afectos visuales, sonidos. Todo ello representaba un

    maravilloso renacimiento!

    Aferr con ansia los mandos de la consola, como si fuesen una tabla de salvacin.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Pero se detuvo antes de apretar elplay.

    No poda volver atrs.

    Sigue caminando

    -En mi interior se asientan el da y la noche. El amor es la sangre de la vida dijo, y su

    voz, que sonaba grave y profunda, como la del maestro, le reconfort.

    En lugar del videojuego, la pantalla proyectaba lo que haba visto en el cementerio de

    los nios olvidados.

    -Basta! exclam, tembloroso, tirando con rabia de la consola para desenchufar el

    cable.

    Se tumb en la cama, con la respiracin entrecortada, y cerr los ojos.

    -Quiero seguir soando silabe, adormecido.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    La locura del reencuentro

    Natsuko no paraba de rerse.

    Sus bonitos ojos de color canela chispeaban y sus graciosas trenzas haban cobrado

    vida.

    -Recuerdas cuando la profesora dijo que nos sentara juntos al da siguiente? No pude

    dormir en toda la noche. Estaba tan ilusionada!

    Y l pensando que era un tipo insignificante al que no mereca la pena prestar

    atencin!

    -Cuando la profesora cambi de planes, sent que me golpeaba con un palo en el

    corazn -le rode la cabeza con las manos y le bes-. Me mora de ganas de hacer esto! Por

    qu te ruborizas como un nio?

    Porque lo soy, se dijo l.

    Los ltimos tres aos haban pasado de largo sin que pudiese aprovecharlos

    Por fortuna estaban soando y no haba barreras que les impidiesen ser ellos mismos.

    Adis a la timidez, las torpezas y la indecisin!, exclam para sus adentros, a la vez

    que le estampaba un beso que reson por toda la ciudad.

    -Te has vuelto loco?

    -Desde luego! Y t! Estamos locos de remate!

    Ya no tema equivocarse, ni que ella se burlase de sus sentimientos!

    -Locos, locos, locos! core Natsuko, bailando como una india salvaje.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    -Me alegra que no seas una chica demasiado mona y frvola para interesarte por m

    dijo Aito, mofndose de sus antiguas aprensiones.

    Esa Natsuko mgicaera opuesta a la que mataba el tiempo en los centros comerciales,

    mirando ropita y cotorreando con sus amigas!

    -Qu bobo! Y a m me alegra que no seas un chico serio y peligroso en el que no

    puedo confiar! dijo ella, y lanz una pedorreta, porque ahora no necesitaba ser engreda y

    remilgada.

    Aito estaba encantado.

    Natsuko brincaba a su alrededor como una indmita apache.

    -Si no hubieses estado siempre tan ocupado con tus pensamientos y tus videojuegos!

    -Tiene usted razn, seorita. Le aseguro que no volver a ocurrir. Le doy mi palabra!

    -Su palabra de caballero?

    -Mi palabra de caballero andante!

    Natsuko se carcaje.

    -Qu rayos es un caballero andante?

    -No lo s, pero suena bien.

    -Anda, vamos a pasear!

    Se agarraron de la mano y echaron a caminar por Tokio, entre los coches y las

    personas petrificados.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Nos mudamos?

    -El caso es que no nos conocemos dijo l de pronto.

    -Bah, eso es fcil arreglarlo! replic ella con desenfado, y le cont que era hurfana

    y se haba criado con la abuela.

    -Vaya

    -Mi aficin es coleccionar bonsis. A la abuela tambin le gustan. Estamos rodeadas

    de bonsis! Hasta en el bao hay unos cuantos para inspirarnos cuando nos duchamos o nos

    lavamos los dientes. Y t, qu?

    Aito le habl de su padre, el general que se vesta de punta en blanco.

    -Va a desfiles militares?

    -No, trabajaba en las oficinas de Nissan, pero gobierna la familia como si fuese un

    ejrcito.

    -Ah.

    -Quiere que yo sea el nmero uno del colegio y consiga una beca para estudiar en el

    extranjero.

    -Y tu madre?

    -Ella es la criada de la casa.

    -Pobrecita.

    -No le queda tiempo libre para ser cariosa.

    -Mi abuela tampoco tiene tiempo para ser cariosa.

    -Es criada?

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    -No, los mdicos la entretienen mucho. Pero ha comprado un perro sper carioso!

    Se llama Pop!

    -Yo no tengo perro, slo un hermano pequeo. Se llama Yoshiro.

    Luego Aito le habl de la presin como una viga de acero que le aplastaba la cabeza, y

    de don Perfecto, los videojuegos, el maestro y el cementerio de los nios olvidados.

    -Cuntas cosas!

    -Cul te gusta ms?

    -Ninguna.

    -Por qu?

    -No me has dicho lo que sientes por m!

    Era verdad...

    Deba preocuparse ms por ella y por los sentimientos que le inspiraba! Las dems

    cuestiones resultaban secundarias!

    -Por qu se ha detenido el mundo? pregunt Natsuko-. Todo est gris, como si fuese

    de plomo. La ciudad parece cubierta de ceniza!

    -No soporto esos brazos ortopdicos de metal de aspecto siniestro!

    -Supongo que te refieres a los rascacielos

    A Aito le maravill que ella compartiese su manera de ver la realidad.

    Nunca ms volvera a sentirse solo y abandonado!

    -Nos mudamos a un sitio ms inspirador? propuso.

    Estaba harto de Tokio!

    -S! chill ella, eufrica.

    Aito se concentr en el reloj de arena de su alma y golpe el suelo tres veces con la

    punta del bastn

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    El guila de la Imaginacin

    La majestuosa guila de la Imaginacin tena las plumas doradas y sus ojos rojos

    refulgan.

    -Os ensear a volar! dijo su voz aflautada y aguda, que no era masculina ni

    femenina.

    Aito y Natsuko se montaron en su lomo, ilusionados.

    Al cabo de un rato divisaron un bosque poblado de rboles tan altos que tocaban el

    cielo, de colores diferentes y hojas impresionantes, algunas diminutas y otras grandes como

    sbanas. Los troncos, de formas fantsticas, sugeran personas, animales, objetos e incluso

    ideas o estados de nimo.

    -El Bosque Milenario de las Creencias! exclam el guila, aleteando con vigor para

    frenar la marcha.

    Natsuko observ que haban talado la mitad del bosque.

    -Quin corta esos rboles? pregunt.

    El guila ri amargamente.

    -La ignorancia, el escepticismo y la indiferencia acaban con los mitos, las leyendas y

    los cuentos de hadas.

    -Los rboles se mueren cuando damos la espalda a las historias que nos cuentan dijo

    Aito.

    El maestro hablaba a travs de l

    -Exacto!

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Tomaron tierra y se apearon.

    -He aqu el Ro de la Vida, que cruza el Bosque Milenario de las Creencias de norte a

    sur y desemboca en el Mar Inmortal. Debis comer uno de sus peces, que son el alimento del

    alma, de lo contrario no podris continuar vuestro viaje por la realidad invisible. Hasta

    pronto! dijo el guila de la Imaginacin, y desapareci en el horizonte.

    Natsuko mir con desagrado aquellas aguas turbias.

    No se baara en ellas ni loca!

    -Es imposible encontrar algo comestible aqu! dijo, enfurruada, y se sent en la

    orilla.

    Aito, pensando cmo poda atrapar un pez en el Ro de la Vida, se concentr en el

    reloj de arena de su alma y golpe tres veces el suelo con el bastn, que al momento se

    transform en una caa de pescar.

    Qu maravillosopoderposea gracias a las enseanzas de peregrino-samuri que

    haba recibido!

    Se puso a pescar, confiado, y no tard en obtener su botn.

    Un precioso pez deplata.

    -Premio! profiri, alzndolo, victorioso.

    Natsuko frunci el ceo.

    Cmo haba podido salir algo tan bonito y limpio de un sitio tan apestoso?

    -Eres increble!

    Aito reuni unos troncos, les prendi fuego con la punta del bastn y cocin el

    apetitoso pez.

    Cuntas habilidades tiene!, se dijo ella, admirada.

    Era de otro planeta comparado con los estpidos nios normalesque se pasaban el da

    haciendo el ganso, compitiendo con sus juguetes tecnolgicos y farfullando bobadas!

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Quin, de entre aquellos idiotizados, era capaz de soar lo que l realizaba con tanta

    naturalidad? Ninguno! Habra que colocar el mundo del revs para que cambiasen!

    -Anda, come dijo Aito, dndole su porcin.

    Natsuko no se hizo de rogar. De repente tena un apetito voraz.

    Mmm, lo ms delicioso que haba probado jams!, juzg, y se deslizaron sendas

    lgrimas de dicha por sus mejillas.

    A Aito le recorri un estremecimiento deplacerprofundo.

    Entonces apareci una vieja tortuga gigante, que les dijo:

    -Yo, que nac al principio de los tiempos, es la primera vez que veo a alguien pescando

    un pez en el Ro de la Vida desde hace trescientos aos, porque los hombres y mujeres de la

    realidad visiblehan contaminado sus aguas. Os felicito por vuestra hazaa!

    Aito y Natsuko se alegraron de conocer a una tortuga que hablaba, lo cual no les

    sorprenda. Desde que haban echado a volar, alejndose de Tokio, esa ciudad gris de la que

    nunca haban salido, sentan que la frontera entre la realidad y la fantasa se haba esfumado!

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    El laberinto de piedra

    En la otra orilla del ro, la Bruja del Aburrimiento -una vieja encogida y arrugada,

    vestida de negro, que tena una nariz enorme con una verruga en la punta- lament que esos

    nios japoneses hubiesen interrumpido su reposo para demostrar que los milagros de la fean

    existan.

    -Os maldigo! grit, espectral, agitando con rabia el puo.

    Natsuko se encogi de hombros.

    -Qu fea y desagradable eres! replic alegremente, y le sac la lengua.

    -Ignrala! dijo Aito, agarrndola de la mano.

    Se pasearon por el bosque. El sol brillaba con fuerza, proyectando en el cielo un

    esplndido arco iris. Del Ro de la Vida brotaban montones de cangrejos que les seguan

    como la cola de un vestido de novia.

    Al sentirse atrados por un laberinto de piedra, accedieron a su fra atmsfera y durante

    un tiempo deambularon desorientados por sus corredores.

    Presintiendo que la maldicin de la bruja les haba perdido, Aito golpe tres veces el

    suelo con el bastn y surgi ante ellos una hermosa codorniz de oro que les entreg un cesto

    lleno de arndanos y fresas.

    -Cualquiera puede entrar en el laberinto de piedra de la Bruja del Aburrimiento les

    dijo-, pero nadie lo abandona a menos que conozca de antemano la salida, que se encuentra en

    esta pared.

    -Yo no veo nada dijo Natsuko.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    -Utiliza los ojos de tu alma! replic la codorniz de oro, rindose.

    Natsuko deneg con la cabeza, contrariada.

    No le gustaba que le dijesen cosas que no comprenda!

    Aito le cedi el bastn, para compartirsu conocimiento. Cuando ella lo sostuvo con las

    dos manos y volvi a mirar la pared, distingui un disco de jade, verde azulado, y le bast

    empujarlo para encontrar la salida.

    -Genial! dijo, entusiasmada, mientras pasaban por la abertura.

    Se despidieron de la codorniz de oro y prosiguieron su camino, gozando de la hierba

    mullida y hmeda de roco, los rboles de formas sugerentes y el aire puro.

    Se sentan tan vivos y alegres!

    Entre tanto se comieron los sabrosos arndanos y las jugosas fresas.

    -Qu hacemos con esto? pregunt Natsuko.

    No quera deshacerse de ese lindo cesto de mimbre, artsticamente trenzado, en el que

    poda poner los bonsis de su habitacin!

    Aito lo sopes, intuyendo que era mgico.

    Al golpearlo tres veces con el bastn, emergi de l un hombre calvo, flaco como un

    junco, con una pequea barriga cuyo ombligo sobresala por debajo de su chaleco. Tena la

    cara pintada y una bola roja en la nariz. Llevaba tapado el ojo izquierdo con un parche de

    pirata y su mano derecha era un garfio de metal.

    -Encantado de conoceros, amigos! Yo soy el payaso zumbn, para serviros! dijo,

    haciendo una reverencia.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    El payaso zumbn

    El payaso solt una risotada, sacando la lengua -era tan larga que poda tocarse con

    ella la barbilla-, y levant el garfio para sealar un recinto amplio, con una entrada circular

    sobre la que haba un cartel que rezaba:Parque de Atracciones el Payaso Zumbn. Entrada

    gratuita para menores.

    -Estis listos para la experiencia ms fascinante?

    Se sentan contagiados por el entusiasmo de aquel personaje!

    -Ya es hora de ser nios, no os parece?

    Haba simpticos seres de diferentes formas y colores que hacan cola para subirse a

    las atracciones, en grupos, solos o acompaados por sus padres.

    Aito le devolvi la sonrisa a un ratn amarillo de ojos saltones mientras su anfitrin

    les pasaba el brazo por los hombros en un gesto de camaradera.

    -Os han hurtado la inocencia!

    El payaso golpe su cabeza calva con el garfio, sonriendo de oreja a oreja, y se puso a

    brincar, como si tuviese muelles en los pies, entre un equipo de rugby de zanahorias moradas

    que escuchaban las indicaciones de su entrenador, un pepino granate.

    -Alegra, alegra! profiri, dando un salto mortal con dos tirabuzones por encima de

    una guapa cerdita que llevaba una canasta repleta de caramelos, y aterriz en la montaa rusa-

    . Que empiece la diversin!

    Salieron disparados en uno de los coches, a velocidad de vrtigo.

    -Agarraos bien, que viene una curva! Y otra! Y otra ms! Fabuloso, verdad?

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Adelantaron a tres berenjenas que no paraban de chillar, con los pelos de punta.

    -Descorchemos una botella de champn para nios de mi propia cosecha, sabor a

    golosina!

    Aito y Natsuko, rodeados por una nube de burbujas, estaban perplejos

    -Esto es vida!

    El payaso se haca cosquillas con el garfio en el ombligo hasta que estallaba en

    carcajadas.

    Natsuko apret por curiosidad un botn del salpicadero y surgieron varios pasatiempos

    flotantes.

    -Os apetece echar una partidita? Anda, no seis timoratos!

    Incrdulo, Aito se vio lanzando dardos a una diana cuando el coche de la montaa rusa

    caa en picado.

    Y luego, vuelta a empezar.

    Disfrutaron de todas las atracciones, bailaron y jugaron con los monstruitos y

    comieron algodn dulce.

    En unas horas haban vivido la niez que el asfalto, la niebla y los brazos ortopdicos

    de Tokio les haban robado...

    -Ha sido alucinante! exclam Natsuko, tras saludar al payaso, que se despeda de

    ellos agitando un enorme pauelo naranja y les gritaba que podan regresar cuando quisiesen.

    -Est loco de remate dijo Aito, suspirando.

    Tena el cuerpo electrizado por la emocin!

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    El Castillo de los Relojes

    Natsuko se haba colgado del brazo el bonito cesto de mimbre, que se llevara a casa, y

    lo llenaba de margaritas,su talismn de la suerte, aprovechando que el bosque estaba

    tapizado de aromticas flores.

    A Aito le cautivaban aquellos rboles tan creativos.

    Ansiaba conocer las historias que contenan!

    Se detuvo ante uno que tena forma de reloj de arena. Al golpear tres veces el tronco

    con el bastn, apareci una puerta con un letrero en el dintel que rezaba: Castillo de los

    Relojes.

    -Entremos! exclam, agarrando de la mano a Natsuko.

    Al otro lado reinaba la atmsfera del amanecer.

    Les recibieron cuatro mujeres jvenes y hermosas, vestidas con delicadas tnicas, cada

    una de un color diferente: verde, blanco, rojo y azul, que les entregaron un ramo de tulipanes,

    una corona elaborada con espigas de maz, un racimo de uvas envuelto en hojas de parra y

    una antorcha.

    A lo lejos sonaron doce campanadas, detrs de un desierto de plata salpicado de dunas,

    donde haba un enano que exclam jovialmente:

    -Bienvenidos a ninguna parte! Yo soy la manecilla del tiempo!

    Acto seguido surgi a sus pies un campo de trigo.

    -Cerrad los ojos y encomendaos a m! aadi el enano.

    Aito y Natsuko le obedecieron.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Les pareca un ser incapaz de albergar malos sentimientos!

    Entonces se transformaron en aves y echaron a volar por el mundo.

    Los paisajes se sucedan como las estaciones.

    Ros de miel. Montes de abejas. Valles de brillante luz habitados por lucirnagas

    tocadas con sombrero de copa. Bosques de mirlos. Nubes de plumas y oro en polvo. Prados de

    musgo y terciopelo. Campos de cometas donde haba casas de muecas. Lagos de espejos con

    circos de acrbatas y domadores. Colinas de arco iris. Y mares de estrellas donde flotaban

    barcos de silbidos tripulados por mariposas

    Qu maravilla! -dijo Aito.

    No quiero volver a Tokio!, pens Natsuko, abriendo los ojos involuntariamente,

    porque tema despertarse del sueo.

    Y se vieron de regreso en el bosque

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    La fuente de las hadas

    -Djame elegir a m. Siempre he soado con hadas. Me sentira tan feliz si pudiese

    conocer a alguna! Crees que tu varita mgicafuncionar conmigo?

    -Pues claro! contest Aito, y le dio el bastn.

    -Eres un tesoro.

    Natsuko se acerc a un rbol de aspecto sinuoso y cautivador. Al golpearlo tres veces,

    apareci una puerta con un letrero en el dintel que rezaba:Fuente de las hadas.

    Cuando atravesaron el umbral, vieron un cao de plata del que no cesaban de brotar

    hadas que les rodearon en crculo, danzando sobre ptalos de rosa, bajo un roco de polen.

    Cargaban bomboneras depiel estelar, tarros de mermelada de pradera, neceseres

    fabricados con caballitos de mar, decorativos corazones vegetales, manteles tejidos con

    plumas de ave Fnix, bolsitas de encaje que contenansemillas del sueo...

    El hada pelirroja estaba envuelta en tules, cintas deseda venusinay lazos de claveles.

    El hada rubia sostena un farolillo de colores con incrustaciones de ncar. El hada morena

    llevaba una guirnalda de azucenas y campanillas. La sirena luca pulseras de perlas, un collar

    de estrellas de mar y un sombrero de coral, y su cola estaba cubierta de algas.

    Los zapatos musicales del hada chistosa despedan un finsimo vapor iridiscente que al

    tocarlo te provocaba unas cosquillas irresistibles y las carcajadas estaban garantizadas.

    Aito y Natsuko se pusieron a bailar con todas las presentes, en el centro del corro.

    Una a una las hadas acudan a su encuentro para que admirasen de cerca su increble

    belleza.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    -Qu elegante eres! exclam Natsuko cuando le toc el turno a un hada que exhiba

    un deslumbrante vestido de noche, urdido con amapolas, y zapatillas de baile de diseo

    oriental que le haba regalado Aladino.

    -Gracias! replic el hada, ofrecindole la mano para que besase su anillo del candor

    antes de iniciar el nuevo baile.

    -Mirad qu guapa estoy! dijo el hada de las gemas, que era muy presumida y haba

    engarzado en su flamenca falda de campana todo tipo de piedras preciosas.

    El hada trotamundos, que le haba pedido prestadas las botas a Pulgarcito, hizo una

    reverencia ante Natsuko.

    -Te he trado algunos obsequios! -dijo, y abri su bolso de conchas con asas de crin

    de centauro para sacar un ramo de violetas, una pulsera de dientes de unicornio, un frasco de

    ungento enamorador, una bufanda de la alegray unas alpargatas de cristal Cenicienta.

    -Mil gracias! replic Natsuko, y meti en su cesto todos los presentes, junto a las

    margaritas que haba recogido en el bosque.

    -Viva el polvo de estrellas! vitore el hada pastelera, que sujetaba en una mano,

    haciendo equilibrios, la tarta de siete pisos que haba preparado segn la receta de las hadas

    madrinas, fermentada con levadura del amor, que se obtena machacando en un mortero

    mgico granos de un cometa cado en luna nueva y un trbol de cuatro hojas.

    -Viva! -corearon varias hadas pertrechadas con una tartera en la que haban guardado

    natillas de cieloy zumo de zarzamora para organizar una merienda campestre.

    -Gocemos, olvidadizas! saltaron las tres hadas parcas, sobre las que flotaba una

    nube degorriones de los recuerdosque no cesaban de rescatarsoplos de felicidad, escarbando

    en el aire con el pico.

    -Ayer, hoy y maana! profiri un hada enana montada en un ciervo por la que

    trepaban diminutas ardillas.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    El hada de las selvas, que mostraba el cuerpo tatuado de animales salvajes e iba a

    lomos de un len blanco, lanz su agudo aullido, lo nico que conservaba del idilio con

    Tarzn.

    -A bailar, a bailar! dijo el hada de los ros y los lagos, cuyo corpio de escamas

    haca juego con su esplndida melena azul, en la que asomaban sonrientes peces de grandes

    labios rojos que repartan besos volados a diestro y siniestro.

    Entonces salt al centro del corro un hada de caperuza roja que calzaba zuecos de

    cuero de lobo, y bes a Aito en la frente.

    -Te invito a una infusin de gracia femenina! le dijo, esbozando un guio seductor.

    -Oh, estupendo -replic l, encantado.

    El hada de las pompas de jabn construy un arco iris encima de Natsuko y un hada

    que posea alas de liblula puso a sus pies una olla rebosante de monedas de chocolate.

    -Esto es para cuando ests tristes y quieras acordarte de nosotras dijo.

    -Hay que vestirles como se merecen! dijeron al unsono las ninfas hogareas, que

    acostumbraban a esconderse en los roperos o en cualquier otro rincn de las casas.

    El hada bordadora, sin pensrselo dos veces, les cosi vistosas alas de mariposa,

    salpicadas de lilas y bayas, con hilo fosforescente, para que se iluminasen por la noche.

    -Han quedado de cine! aprob, satisfecha, contemplando su obra.

    Aito y Natsuko echaron a volar, impulsndose con la parte superior de las alas y

    utilizando la parte inferior de timn, pero eran un poco torpes, as que el hada modista sac de

    su costurero agujas de pino, hilos de cabello de ngel y manostijeras, les hizo subirse a un

    taburete giratorio para tomarles las medidas y les confeccion un distinguido traje de vuelo,

    ajustado y elstico, entrelazando velos de odalisca, inspirado en las abejas, con rayas

    horizontales carmeses y blancas.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    El hada perfumista puso el toque final rocindoles una fragancia elaborada con

    bergamota, hierbabuena y mandarina.

    -Guau! -exclam Natsuko, hechizada.

    Jams se haba imaginado que un da iba a transformarse en hada!

    -Yo se supone que soy un hado? pregunt Aito, divertido, y los dos amigos

    rompieron a rer.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

    60/111

    Los trabajos de Hrcules

    Aito llam a la puerta de un rbol recio que le atraapoderosamentey vio que su

    letrero rezaba:Hazaas heroicas.

    Una vez dentro, se transform en un personaje alto, fuerte y atractivo.

    Impresionante!, se dijo, palpndose el cuerpo, admirado.

    -Te gustara realizar proezas? dijo el guila de la Imaginacin.

    -Por supuesto! replic l con entusiasmo.

    -Qu hroe mitolgico prefieres?

    Aito se frot el mentn, dubitativo.

    Slo conoca a uno, y de odas, gracias al cine!

    -Hrcules?

    -Has elegido al ms grande! Adelante!

    Se produjo un resplandor

    Su primera tarea consista en matar al furibundo Len de Nemea, que haba provocado

    el caos en la ciudad tranquila y hospitalaria que le daba nombre.

    Aito-Hrcules viaj a Nemea en caballo, bajo un sol de justicia, se aloj en casa de un

    afable tabernero llamado Moloco, donde cen un jabal asado, pues era legendario su voraz

    apetito, y pernoct en una confortable alcoba en la que se haba establecido una familia de

    ratones que no cesaban de corretear, aunque su sueo era tan reparador que ni siquiera los

    terremotos podan despertarle.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    A la maana siguiente parti en busca de la bestia, que no tard en comparecer,

    enrabietada, y le dispar todas las flechas que cargaba en el carcaj, en vano. Se partan al

    chocar contra su impenetrable piel!

    -Maldito zoquete! exclam, contrariado, arrojando el arco al suelo, y us su

    formidable espada de bronce, asestando tan violentos espadazos que habran partido el tronco

    del rbol ms grueso, aunque al Len de Nemea no le hicieron el menor efecto.

    -Eres un hueso duro de roer dijo, y prob con el garrote que haba fabricado l mismo

    empleando la madera de un olivo que tronch a manotazos para demostrar el vigor de sus

    bceps.

    El monstruo, en lugar de caer abatido por los golpes, se rea a carcajadas.

    Haba que actuar con cabeza y tenderle una trampa, resolvi, azuzndole a sopapo

    limpio para acorralarlo en su cubil, y all lo estrangul sin contemplaciones.

    Luego se dirigi a escabechar a la Hidra de Lerna, un letal engendro acutico con

    forma de serpiente, de nueve cabezas y piel revestida de lminas de bronce.

    Al llegar a la cinaga donde viva tuvo que taparse la nariz con un pauelo. La hidra

    emanaba un aliento tan txico y nauseabundo que poda emponzoarle si lo inhalaba!

    Ni corto ni perezoso, desenvain la espada y se dedic a cortar cabezas, pero

    enseguida se percat de su error

    Por cada cabeza que segaba brotaban automticamente otras dos! Adems la hidra

    estaba protegida por un batalln de cangrejos que no paraban de morderle los pies y era

    imposible acabar con ellos a pisotones.

    Echara mano de su ingenio para superar esa prueba!

    Se quit de encima a los cangrejos rociando sobre ellos la venenosa sangre de las

    cabezas que tajaba, y cauteriz las heridas con una tela ardiendo, para evitar el fenmeno de

    la reproduccin craneal, dejando los cuellos reducidos a humeantes muones.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    La Hidra de Lerna dobl la rodilla y exhal su ltimo aliento ftido.

    Ahora deba capturar a la Cierva de Cerinea, que tena las pezuas de bronce y la

    cornamenta de oro, un animal tan veloz que ni siquiera las flechas podan alcanzarle.

    En balde la persigui durante varias jornadas. Al cabo, hallndose ya al lmite de su

    resistencia, aprovech que la cierva se haba detenido a beber agua de un arroyo para tirarle

    un lazo e inmovilizarla.

    Satisfecho con sus primeros logros, Aito-Hrcules entr en un mesn para comerse un

    cochinillo a las finas hierbas y echarse una cabezadita antes de vencer al Jabal de Erimanto,

    que era capaz de desencadenar sesmos y arrancaba rboles de cuajo con los colmillos.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

    63/111

    La fama del hroe

    Viaj al trote, bajo un sol pendenciero, a Erimanto, donde la antropfaga fiera

    mantena aterrorizados a sus habitantes, ya que se papeaba a tres al da y las autoridades

    estimaban que en poco ms de un ao exterminara a toda la poblacin.

    Atosig al jabal sin descanso, para agotarlo, y le hizo trepar hasta la cumbre de una

    montaa, donde qued atrapado en la nieve y l pudo saltar sobre su lomo y encadenarlo.

    Cuando regres con su trofeo sobre los hombros, fue recibido entre vtores y aplausos

    por los lugareos de Erimanto, que erigieron una estatua en su memoria.

    La gente te adora cuando eres un hroe!, se dijo, orgulloso de s mismo, y se fue a

    barrer los establos de Augas en un solo da, el encargo que le haban endosado a

    continuacin.

    Aito-Hrcules sinti repugnancia al ver las montaas de excrementos.

    El hedor era insoportable!

    Sin duda se trataba de una labor humillante, indigna de un personaje popular al que la

    muchedumbre aclamaba, pero l era lo bastante maduro para comprender que hasta los hroes

    ms clebres deban mostrarse humildes, as que se arremang para realizar esa faena que

    nadie deseaba hacer.

    Sin embargo solucion el apuro a su manera, con inteligencia, porque era

    materialmente inviable sacar de all aquellas cordilleras de inmundicia de sol a sol.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    En vez de acarrear boigas, sali del pestfero muladar y utiliz la pala para desviar el

    curso del ro. En un abrir y cerrar de ojos las caudalosas aguas pasaron por encima de los

    establos de Augas y empujaron la mierda hasta el mar!

    Si conjugas msculo y cabeza eres un fuera de serie, reflexion, felicitndose por su

    ocurrencia, y se fue del tirn a derrotar a los Pjaros de Estnfalo, unas criaturas muy

    destructivas, de pico, alas y garras de bronce, que malograban los cultivos con sus ptridas

    deyecciones y atacaban a las personas y a los ganados en la comarca del lago Estnfalo.

    Se apost en la orilla y comenz a tumbar presas a flechazos.

    Tena una puntera infalible, pero comprob que las aves eran legin y no podra

    acabar con ellas aunque se pasase diez vidas disparndoles.

    Haba que rumiar una argucia...

    Tras escucharlas pacientemente y asimilar el modo en que se comunicaban,

    confeccion un cascabel que produca un sonido inaguantable para ellas y lo agit desde lo

    alto de una colina hasta que huyeron despavoridas para no regresar nunca ms.

    Cuando baj de la colina, fue ovacionado por todos los vecinos de la comarca, que

    decidieron llamar al Estnfalo lago de Aito-Hrcules.

    Cun grata es la vida del hroe!, pens, mientras iba a ultimar al Toro de Creta.

    Acos a ese salvaje astado que echaba fuego por la nariz hasta que pudo montarlo.

    Luego, yendo cmodamente instalado en su lomo, lo gui hasta la ribera del Mar Egeo e hizo

    que se ahogase en sus embravecidas aguas.

    Cada vez le resultaban ms fciles las embajadas que el destino le encomendaba!, se

    dijo, y sabore su nueva conquista zampndose un venado a la pimienta y sesteando a pierna

    suelta en una recoleta posada durante tres das.

    A rengln seguido se fue a domesticar las yeguas de Diomedes, cuatro bestias

    carnvoras a las que el titn haba encadenado para que devorasen a sus inocentes vctimas.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Al llegar a la guarida del gigante, una cueva fra y siniestra, se ocult tras una roca y

    observ cmo el malvado Diomedes arrastraba con aagazas hasta ese lugar inhspito a los

    aldeanos de los alrededores para que las yeguas les engullesen.

    No haba que ser muy avispado para discernir que el comportamiento de aquellos

    animales, contrario a su naturaleza pacfica, lo causaba su amo.

    Lo mejor que poda hacer era ejecutar a esa alimaa y entregarla como alimento a los

    cuadrpedos!, concluy.

    Dicho y hecho. Cuando acab con la vida de Diomedes, propinndole un impetuoso

    estacazo con el garrote de olivo, las yeguas se tragaron el cadver y perdieron su brutalidad.

    Nunca ms intentaron comerse a nadie y sirvieron fielmente a los labradores en sus

    actividades agrcolas, lo cual aument an ms la fama de Aito-Hrcules, cuyas gestas corran

    de boca en boca por todas las naciones y las redes sociales.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    La argucia del amor

    Siguiente menester!, se dijo, tras deleitarse con los bailes y banquetes que se

    organizaron en su honor.

    Tena que convencer a la hermosa y altiva Hiplita para que renunciase a su cinturn

    mgico, y todo el mundo saba que era la mujer ms testaruda del mundo y valoraba su

    querido cinturn ms que cualquier otra cosa en la vida

    Se present en el castillo de la reina y comparti con ella una agradable velada,

    contndole sus aventuras.

    Mientras le atenda con embeleso, Hiplita, cautivada por su imponente planta, alent

    un sentimiento que desconoca, y a la maana siguiente le pidi que permaneciese en su

    castillo durante tres das, invitacin que l acept encantado, porque all estaba de maravilla:

    la comida era exquisita, la cama de su aposento era la ms cmoda en la que haban reposado

    sus maltrechos huesos y tena a su disposicin los mejores caballos del mundo. Cada tarde

    montara un purasangre para cabalgar hasta la playa y darse un chapuzn en el mar!

    As que se dedic a gozar de las bondades que su anfitriona le brindaba.

    La vspera de su partida, no le sorprendi que ella le dijese, mientras merendaban

    chocolate caliente con galletas:

    -Querido Aito-Hrcules, s que me honraste con tu presencia para aduearte de mi

    fetiche, aspiracin que yo no habra consentido ni en sueos, pero ahora que he convivido

    contigo y te he conocido como hombre y no como el hroe que todo el mundo ve en ti, he de

    reconocer que me has enamorado.

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    Hiplita puso sobre la mesa su cinturn mgico, que le haba ayudado a conseguir

    todo lo que deseaba en la vida, y aadi:

    -Tuyo es mi bien ms precioso, pues ahora que me has usurpadoel corazn ya no me

    sirve para nada

    De tal suerte Aito-Hrcules llev a cabo su novena empresa sin mover un dedo, lo cual

    le permiti afrontar con renovados bros la dcima: robar el ganado de Gerin, un cclope

    formado por tres cuerpos con sus respectivas cabezas y extremidades.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    La pelusa de los dioses

    Teniendo en cuenta que la potencia de sus brazos le haca navegar ms ligero que

    cualquier barco de remo o vela, acudi a nado, tambin esta vez bajo un solpenitenciario, a la

    isla de Eriteia, donde moraba el coloso con personalidad mltiple.

    Al ver que el ganado estaba custodiado por un feroz perro de dos cabezas, desenvain

    la espada, lamentando que hubiese tantos esperpentos que padecan desdoblamiento de

    identidad, y lo decapit por partida doble de un solo tajo.

    Cuando apareci Gerin, dispuesto a vengarse, seccion sus tres cuerpos como si

    fuesen de mantequilla, y stos, una vez separados, se metamorfosearon en inofensivos

    corderos.

    Luego se llev consigo el ganado y se tendi a reposar en la falda del monte Aventino.

    Como dorma tan profundamente, vino Caco, hermano de Gerin, para hurtarle la

    mitad del ganado, que consideraba de su propiedad.

    Caco era muy espabilado e hizo caminar a las reses marcha atrs, para no dejar

    huellas, y Aito-Hrcules no supo hacia dnde se haba escabullido, as que se conform con la

    parte del ganado que le quedaba y prosigui su camino, confiando en que su buena estrella le

    favoreciese tambin en esta ocasin.

    Al pasar delante de una gruta, las reses se alborotaron y l, sospechando que se

    comunicaban con sus compaeras, entr en el escondrijo del mangante y le ajustici de una

    certera estocada, recuperando las cabezas de ganado que le haba afanado.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Entonces embarc su botn en un ballenero e hizo escala en Sicilia, donde el rey de la

    isla, que era tan presumido como buen boxeador, le ret a un duelo, pues se senta muy seguro

    de sus formidables puetazos, que dejaban fuera de combate a los forzudos ms temibles,

    empezando por Gerin y Caco, a quienes haba noqueado en sendas contiendas de exhibicin.

    -Apuesto mi reino a que no aguantas de pie en el cuadriltero ni cinco minutos!

    exclam, arrogante, el monarca.

    -De acuerdo, infumable dictador. Yo me apuesto mi rebao replic l.

    La fecha sealada del combate, Aito-Hrcules esquiv los derechazos de su oponente

    durante cuatro minutos y antes de que se cumpliese el quinto le atiz tal mamporro en la

    mandbula que le dej sin dientes, sin reino y sin dignidad.

    Los habitantes de Sicilia, dispensados del yugo del tirano, estrenaron la condicin de

    ciudadanos democrticamente independientescomponiendo muchas poesas y canciones que

    inmortalizaban a su libertador, y le despidieron con honores nunca vistos.

    El hroe haba cobrado tanta notoriedad que al atravesar las ciudades era ensalzado por

    multitud de seguidores que haban creado clubs de fans, entre los que destacaban las mozas

    que chillaban histricas al verle, y todo el mundo le ofreca los mejores alojamientos y los

    manjares ms deliciosos.

    Los dioses, sintindose ofendidos por su xito sin precedentes, pues consideraban que

    ningn mortal mereca ser tratado con tanta devocin, enviaron una plaga de mosquitos para

    que irritasen a las reses con sus picaduras y las hiciesen fugarse en estampida, mas Aito-

    Hrcules tuvo la feliz idea de tejer una enorme mosquitera y el ejrcito de minsculos

    aviadores se dio por vencido.

    Luego intentaron impedir que Aito-Hrcules vadease un ro, originando un diluvio que

    elev el nivel de las aguas por encima de las reses, y l respondi apilando piedras para

    construir un camino que sostuvo a flote el ganado.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    Por ltimo mandaron a la deslumbrante Equidna para que le birlase las reses mientras

    dorma.

    Bien se ve que a las deidades del Olimpo se les atragantan mis triunfos, pens el hroe

    al levantarse.

    En seguida los pastores le contaron lo sucedido, porque le tenan en mucha estima, y l

    dio alcance a la bella y astuta ninfa, que se desnud para intentar seducirle, sabiendo que si

    sucumba al deseo carnal perdera la fuerza y se truncara su victoriosa carrera.

    Aito-Hrcules, sospechando el engao, no cedi a la tentacin de contemplar la

    belleza de aquella desvergonzada jovencita, y condujo las reses hasta Micenas, la meta final

    de su accidentado periplo.

    Este trabajo me ha dado muchos quebraderos de cabeza por la pelusa de Zeus y su

    prole!, se dijo, y se hosped en una fonda para meterse entre pecho y espalda un cordero a la

    plancha y abandonarse a los brazos de Morfeo durante tres das.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    El descenso al Hades

    Has de sustraer los frutos de oro que producen los manzanos del jardn de las

    Hesprides, le orden el vocero de su destino, de manera que se traslad marchando, bajo un

    sol impenitente, a Egipto, y entr en el encantador jardn de esas zagalas prietas de carnes,

    an ms hermosas y taimadas que Equidna, que eran doce, una por cada mes del ao, y por lo

    tanto si ligaban con l por turno le mantendran ocupado todo el tiempo para evitar que se

    apoderase de los preciados frutos.

    Claro que Aito-Hrcules haba aprendido a desconfiar de las fminas demasiado

    guapas y zalameras, as que no le cost resistirse a los encantos de aquellas beldades, les dio

    la espalda y tom sin dificultad las ureas manzanas.

    Qu bien te sientes cuando eres hroe y no te dejas embaucar por las trapaceras de

    quienes intentan arruinar tu estrella para compensar su mediocridad!, filosof, al tiempo que

    reparta el oro entre los pobres de Micenas, su tierra natal.

    Como an se senta animoso, se encamin hacia Cerbero, un perro de tres cabezas y

    cola de serpiente al que deba sacar de los infiernos, lo cual implicaba ingresar al Hades, el

    pas de los muertos, y salir de all con vida, osada que hasta entonces no haba logrado

    ningn mortal.

    En primer lugar haba que camelar a Caronte, el encargado de portear fiambres a

    travs del ro Aqueronte.

    Para ser admitidos en el Hades y no transformarse en espritus errantes, los finados

    tenan que pagar a Caronte una moneda especial llamada bolo, de modo que Aito-Hrcules

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    elabor una rplica exacta con pasta de mijo y el viejo barquero accedi a transportarle en su

    destartalada chalupa, aunque l estaba vivito y coleando, era evidente

    Cruzaron las fangosas aguas del ro Aqueronte hasta que divisaron al fiero Cerbero, el

    guardin del Hades, que impeda salir a los fallecidos y entrar a los vivos.

    Tras estrujarse la mollera para discurrir cmo poda escapar airoso de aquella

    desagradable misin que le haba abocado ante la mismsima Parca, Aito-Hrcules cavil que

    no mereca la pena enfrentarse a ese chucho que a fin de cuentas se limitaba a cumplir con su

    obligacin, y opt por tratarlo amablemente, dedicndole muchos elogios.

    Cerbero, que nunca haba hablado con nadie, porque tan slo se las vea con restos

    mortales, se hizo amigo enseguida del hroe y le acompa dcilmente hasta el exterior del

    Hades, cruzando una cueva subterrnea llamada Aquerusia, ya que el viejo Caronte no acoga

    pasajeros en el camino de regreso al mundo de los vivos.

    De tal guisa llev a trmino Aito-Hrcules el duodcimo y ltimo cometido que el

    destino le haba impuesto para que se consagrase como el hroe ms grande de todos los

    tiempos.

  • 7/24/2019 Yo, El Hikikomori

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    La guinda del pastel

    Como guinda del pastel, porque le gustaba hacer ms de lo que se le peda, viaj a

    Olimpia y all instaur los Juegos Olmpicos, que deban celebrarse cada cuatro aos, en los

    que la carrera de carros era la primera competicin a disputar.

    -Quedan pendientes las dimensiones del estadio dijo el escribano que redactaba las

    reglas.

    Entonces Aito-Hrcules se puso a contar sus pasos mientras andaba, hasta que advirti

    que haba perdido la cuenta.

    -Cuntos pasos he dado? pregunt a su ayudante.

    -Doscientos exactamente, Hroe de Hroes replic el es