un universo en son mayor -...
TRANSCRIPT
12www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 66 - Segundo Semestre 2001 • Bogotá, D.C. - Colombia
Las palabras del Caribe
Un universo en son mayor
YVETH SALAMANCA
Aquí venían a encontrarse, al cabo de larga dispersión,
mezclando acentos y cabelleras, entregados a
renovadores mestizajes, los vástagos de la Tribus
Extraviadas, mezclados, entremezclados, despintados y
vueltos a pintar, aclarados un día para anochecerse en
un salto atrás, con una interminable proliferación de
perfiles nuevos, de inflexiones y proporciones,
alcanzados a su vez por el vino que, de las naves
fenicias, de los almacenes de Gades, de las ánforas de
Maarkos Sestios, había pasado a las carabelas del
Descubrimiento, con la vihuela y la tejoleta, para arribar
a estas orillas propiciadoras del trascendental encuentro
de la Oliva con el Maíz.
Alejo Carpentier, El siglo de las luces
13
www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 66 - Segundo Semestre 2001 • Bogotá, D.C. - Colombia
Con frenesí, alertamos los sentidos y predispone-
mos el ánimo ante una visita al Caribe. ¿A quién
no seduce el Caribe? El Caribe fue y es visto como un
lugar paradisíaco donde se inspiran placeres y se invi-
ta al disfrute de la exquisita locura de sus ancestrales
orígenes; orígenes hechos pueblo, pueblo expresado
en símbolos, símbolos recreados en palabras y pala-
bras vueltas canción. La palabra caribe, entendida así,
recoge toda expresión y toda representación de una
forma de ser y un estilo de hacer sentir el saberse tro-pical.
Si la palabra porta la vida de quienes la enuncian,
entonces tratar de aproximarse al ser caribe, desde la
palabra, es elegir el encuentro con la esencia que —de
ese ser— los vocablos transportan. Por lo tanto, salir al
encuentro de la palabra caribe establece un compro-
miso, ineludible por cierto, de consentir un subterfugio
para abrir una puerta y entrar sin pretender atrapar,
captar o resumir en un vocablo, o en un conjunto de
ellos, algo que describa ese ser caribe. Es acceder a un
intento por descubrir algunas de las manifestaciones de
éste a través de una reconstrucción de voces que lo
evocan.
En el ser caribe se cruza una historia común de
raíces negras, el mestizaje de razas –europea, africa-
na, criolla, entre otras–, la trata negra y la plantación
esclavista, la demolición y muerte de linajes y culturas
indígenas –como la taína, la siboney, la arahuaca y la
caribe–, el cimarronismo y los palenques negros. En
esta historia, e independientemente de la disposición
geográfica, se evidencia la confluencia de diferentes
etnias que se agrupan alrededor de un mismo eje geo-
gráfico: el mar Caribe. Por un lado, arriban europeos
con manifestaciones como la hispana, la anglo-
sajona, la francesa, la holandesa y la portuguesa
–dentro de las más destacadas en el proceso
colonizador del continente americano–, las
cuales traen consigo bagajes africanos que
se mezclan con las interpretaciones de
los asentamientos aborígenes preco-
lombinos o amerindios. Por otra parte,
vienen las migraciones de Asia: de la
India, la China y Java, y del Medio
Oriente: sirios, libaneses y judíos. La
concurrencia de todas estas etnias produce mezclas:
mestizos y mulatos. Ahora bien, si de semblanza nos
ocupamos, las mezclas entrelazan todo un tejido so-
cial que estratifica y, como consecuencia, producen
su propio campo semántico; por ejemplo, en Jamaica
a los mulatos se les denomina browings, en República
Dominicana indio se refiere a cualquier persona de
color y en Trinidad y Tobago nowherian denota a al-
guien que no cabe en ninguna de las ca-
tegorías mencionadas.
Entre el ser y la palabra
El ser caribe materializado en palabraes pensamiento, es sentimiento y es ac-
ción; surge, brota como la vida, se mueve
en ella, la incita y, al final, revela que es ella misma. La
palabra caribe nos conversa de memorias, de diferen-
cias, de similitudes, de convivencia, de matanzas, de
masacres, de conquista, de concurrencia de culturas,
razas y lenguas.
Precisar el término caribe reclama entrever sus más
notorias acepciones. Una mirada etimológica lleva a
nombrar la familia arahuaca, conformada por un con-
siderable número de pueblos y lenguas extendidas
desde las Grandes Antillas hasta muchos territorios de
América del Sur. En algunas de estas lenguas, a los
caribes se les llamaba carípuna, en otras garífuna, vo-
cablos que guardan una estrecha relación con el tér-
mino caríbal o caníbal, designación usada para nom-
brar al indígena “salvaje” de las Antillas, cuya más so-
bresaliente cualidad es la antropofagia.
Desde la óptica étnica, caribe es el nombre origi-
nal de un pueblo indígena cuya lengua se reconoce
como la familia lingüística Caribe con todos sus
dialectos. Desde el uso idiomático, caribe de-
nota una característica asociada con el com-
portamiento de este pueblo, cuyos indivi-
duos manifestaban su disposición a la
confrontación, de naturaleza guerre-
ra, usurpadora y cruel, que se reflejó
en el carácter indómito frente a la con-
quista y la colonización. Así, decir a
alguien “eres un caribe” significa asig-
narle estas cualidades. Así mismo, ca-
HIGH CAY, SAN SALVADORRuta colombina realizada
por Mauricio Obregón y Samuel E. Morison.(Foto del libro Caribbean as Columbus saw it)
14www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 66 - Segundo Semestre 2001 • Bogotá, D.C. - Colombia
ribe en Puerto Rico, Santo Domingo y Venezuela se le
asigna a aquello que pica o muerde: al ají, a una hor-
miga, o bien para señalar a la piraña. Esto se contrasta
históricamente, pues los caribes sobresalen por sus ha-
zañas en combate; peleaban como guerreros solitarios
y asaltaban otros pueblos. Ahora bien, desde la geo-
grafía política, caribe, de una parte, se le asigna al brazo
del océano Atlántico, cerrado en el norte y el este por
las islas Antillas, en el sur por Suramérica y Panamá y
en el oeste por América Central, donde se forma el
mar denominado Caribe, en razón a que este pueblo
habitaba esta zona para la época de la Conquista y la
Colonia. De otra parte, caribe se define como la re-
gión geográfica que ha estado sometida a unas estruc-
turas económicas y políticas de dependencia, las cua-
les han fomentado el atraso y la subordinación a los
designios de directrices que han dictado las poten-
cias de turno.
En este orden de ideas, se demuestra, entonces,
que la palabra caribe evoca una cultura, un pueblo,
una tribu, una lengua, un mar, un sol entre palmeras
que danzan al sabor de caderas contoneantes –sandun-
gueras– que parecen haber nacido para dar sentido
tropical a la diversidad caribeña. La sandunga es la
gracia y el donaire que se lleva en la sangre y que
marca el paso al andar. Este garbo de la mujer caribeña,
indudablemente, alberga tesoros de conocimientos, de
reconocimientos, de múltiples miradas hacia este ho-
rizonte.
De los vestigios y las herencias
Hablaremos, ahora, de palabras circunscritas a comu-
nidades como expresiones originarias de diferentes
lenguas, dialectos y expresiones culturales que se su-
man a lo que podría considerarse
como “identidad caribeña”, pero
sin pretender que ello muestre una postura
homogenizante; pues, como ya se ha referenciado, el
ser caribe se caracteriza por la diversidad y por la con-
fluencia de variadas cosmovisiones.
Innumerables son los legados, como innumerables
las lenguas y dialectos de procedencia indígena, que
se han vertido desde el Caribe hacia lo que es el es-
pañol de hoy día; por ello, la selección de vocablos
que aquí se presenta es un tanto azarosa y obedece a
preferencias personales. Revisando la familia lingüísti-
ca caribe encontramos herencias en el español que
nos evocan esa diversidad que ha llegado hasta nues-
tros días: en la fauna hallamos colibrí y manatí; en la
flora caoba, bejuco –un vocablo que refiere plantas
fibrosas y que adopta el significado de aguinaldo en
Cuba–, cabuya, que, como planta, inspira las expre-
siones dar cabuya –dar largas en Cuba y Puerto Rico–
y ponerse en la cabuya, o ponerse al tanto de un asun-
to. En la cotidianidad y la vida social, se tienen diferen-
tes modalidades de baile nombradas con voces cari-
bes, como guateque, o jolgorio en el que se come y se
baila. En el transporte se usa la famosa palabra pira-gua, una voz caribe –que entra al español como em-
barcación y planta trepadora– que enriquece su sig-
nificación en Puerto Rico, cuando designa un helado
hecho de hielo y jarabe, o raspado –como se le cono-
ce en Colombia–. De igual manera, voces antillanas
han entrado a formar parte del español, como bohío o
choza y majagua, o madera para hacer lanzas; y qué
decir de la hermosa palabra cocuyo, siempre fresca y
vivificante, que se asocia con la luz.
El contacto del español con el Caribe arrastra la
huella taína en vocablos como cacique, caníbal, canoa,
carey, guayaba, hamaca, coco, papaya, yuca, anón, bar-bacoa y, entre muchos otros vocablos, bajareque o
bahareque. La lengua taína, perteneciente al grupo lin-
güístico arahuaco, era hablada por indígenas estableci-
dos en La Española, Cuba y Puerto Rico cuando se pro-
dujo el descubrimiento de América. De su cultura es de
rescatar la riqueza simbólica; muestra de la cual se re-
fleja en el valor concedido a las montañas como territo-
rio sacro –se consideraba que allí vivían los dioses–.
Otro ejemplo es el agua, un elemento al que le atribu-
yen cualidades míticas y religiosas –el agua es fuente
El contacto del español con el Caribe arrastra la huella taína en vocabloscomo cacique, caníbal, canoa, car ey, guayaba, hamaca, coco, papaya,
yuca, anón, barbacoa y, entre muchos otros vocablos, bajar eque o bahareque.
15
www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 66 - Segundo Semestre 2001 • Bogotá, D.C. - Colombia
de vida–. Su significado está estrecha-
mente asociado con el hecho de que
al dios supremo, Yacabú, y a la dio-
sa madre, Atabei, se les denomi-
na Bagua –que significa agua–,
porque ellos son quienes dan el
soplo de vida a ese pueblo. Un
dato curioso en las costumbres
de los taínos es que ellos vestían
prendas muy pequeñas; pero la mujeres casadas
llevaban unas telas a manera de falda, a las cuales lla-
maban naguas, término que deviene en el español como
enagua. Los jefes o caciques usaban adornos especia-
les hechos con oro que denominaban guanín –joya–,
dirigían poblados o yucayeques, y habitaban viviendas
de forma rectangular –caney–, las cuales eran rodea-
das por bohíos –habitáculos circulares para los granje-
ros–, y en cuyo frente se consideraba un área abierta
llamada batey, en donde se realizaban reuniones, fies-
tas o areitos.Lo criollo también se siente en el español. El crio-
llo surge de la convivencia de comunidades de len-
gua diferente y se aplica especialmente a las combina-
ciones resultantes en la Conquista y la Colonia. Son
testimonio claro de la necesidad de comunicación del
ser humano. En el Caribe se identifican alrededor de
treinta lenguas criollas. A nivel léxico, se evidencia la
dominancia de una lengua indoeuropea con forma-
ciones de influencia africana. Un vocablo que goza
de gran fama en nuestro medio es vudú, que de signi-
ficar espíritu pasa a ser un cuerpo de creencias y prác-
ticas religiosas que incluyen el fetichismo, el culto a
las serpientes, los sacrificios rituales y el empleo del
trance como medio de comunicación con las deida-
des –por supuesto, africanas–.
Cabe mencionar aquí las contradictorias acepcio-
nes que adopta un vocablo; es el caso de la palabra
bozal, con la que se le denomina al negro recién llega-
do de África, y más tarde a su forma de hablar –habla
criollizada o no–. En contraste, originalmente bozal de-
signa un artefacto que impide el uso de la boca (como
aquel que se exige para pasear a los perros); surge un
contrasentido al llamar bozal a una forma de hablar;
hecho que –sin lugar a dudas– refleja el carácter
segregacionista actual para con las len-
guas criollas.
Los matices de las voces
El mundo simbólico en el Caribe, esen-
cialmente, va más allá de la metáfora o
la alegoría; vincula el mundo “real” con
lo sacro; es una marca innegable de
rastros vivos que abarcan la totalidad
de la vida cotidiana; correspondencias
expresadas a través de la pluralidad de significados
adjudicados a voces de la vida diaria, las cuales con-
forman un habla propia que hace de un grupo de per-
sonas una comunidad.
Luis Palés Mato, de Puerto Rico, y Nicolás Guillén,
de Cuba, son dos de los más grandes exponentes de
la llamada poesía antillana o poesía negra del Caribe.
Ésta es una poesía musical que tomó prestado el sonar
de los tambores de los ritmos bomba de Puerto Rico y
son cubano; son composiciones que combinan la
onomatopeya, la repetición, el ritmo y la rima para crear
una fuerza evocativa que juega con el vocabulario. Se
utilizan palabras africanas e inventadas, dando como
resultado una poesía sensual, rítmica y con percusión;
queriendo expresar y hacer sentir la tristeza y la ale-
gría de la gente: es sentir e imaginar el África de los
ancestros. Esta forma de expresión realza la belleza
femenina, personificada en la “mulata” y en las deida-
des heredadas de los rituales como la macumba, el
candomblé y el yoruba. Se sienten los ancestros, las
raíces africanas; y se expresan de múltiples maneras,
como se ve en el poema de Nicolás Guillén:
Yoruba soy, lloro en Yoruba,
Como soy un Yoruba de Cuba,
quiero que hasta Cuba suba mi Llanto Yoruba,
que suba el alegre Llanto Yoruba
que sale de mí.
Yoruba soy,
cantando voy,
llorando estoy,
y cuando no soy Yoruba,
soy congo, mandinga, carabalí…
Tornando al Almirante, no podía quitar de su imaginación la grandeza de aquella aguadulce que halló y vido en aquel Golfo de la Ballena, entre la tierra firme y la isla deTrinidad, y dándose a pensar mucho en ello y hallando sus razones, viene a parar enopinión que hacia aquella parte debía estar el Paraíso Terrenal.
FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS
16www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 66 - Segundo Semestre 2001 • Bogotá, D.C. - Colombia
Yoruba es la segunda familia lingüística en África,
con 20 millones de hablantes agrupados en 25 gru-
pos, cada uno culturalmente diferente. Así mismo,
carabalí, mandinga y congo son etnias africanas.
Ecos de la exaltación del espíritu
La música y el baile son un capítulo fundamental de
las tradiciones en el Caribe. Se han entonado cantos
religiosos para implorar favores a las deidades y can-
tos que describen sus sueños y añoranzas. Inicialmen-
te, estas canciones se interpretaban en bantú, yoruba
y otras lenguas y dialectos africanos; composiciones
que posteriormente se reconcilian en mezclas resul-
tantes de la fusión con las lenguas de los colonos. Al
ritmo de estas tonadas, en general improvisaciones,
con alboroto y regocijo los trabajadores criollos acu-
den al batey de los ingenios azucareros, o simplemen-
te al monte para celebrar ritos y ceremonias donde la
ciudad y el jornal no opriman las manifestaciones de
su existencia.
El Caribe toca… conmueve. Asistir a la vida en el
Caribe, por ejemplo a una fiesta, impacta al percibir la
forma en que las palabras se acoplan a ritmos que
hacen sentir un salero que se une al paisaje. Palabras
en sinfonías que arrastran, que envuelven y que llevan
a percibir el palpitar de diferentes pueblos, credos y
sangres en expresión de especial colorido. Sí, vivenciar
esto permite colegir que hay expresiones caribeñas
de danza, de parloteo, de música: reggae, calipso, soca,
son y merengue, ritmos con raíces africanas comunes,
donde un juego fatuo seduce al espíritu a una entrega
en plenitud a esa fragancia tropical y a esos enigmas
que encierran sus historias.
De esta forma, la palabra ha cantado y canta; su
eufonía invita a echar un pie al sonar de la yuca a quien
enciende el festejo, ya sea éste una alborada, un gua-teque, un areito, o un bembé, en compañía de la per-
cusión a cargo de la clave, de las maracas: el chekeréy el erikundi cubanos, el cacha haitiano, o las bien
conocidas maracas caribeñas –hechas de troncos se-
cos de güira–, las cuales con el movimiento de las
manos susurran el famoso cha-cha-chá. Intervienen tam-
bién los tambores, como el batá, usado para los ritua-
les religiosos yoruba, el cumaco venezolano, el
pechiche colombiano, la tambora dominicana o aquél
de San Basilio de Palenque –en donde se llora y se
lamenta con alegría la partida de los muertos, se baila
el lumbalú o el yantongo en el rito fúnebre, siempre
acompañado por el rítmico retumbar de un yumaro–.
Por la canción caribeña, hoy, se sabe de Anacaona,una célebre cacica haitiana; de Borinquen, o antiguo
nombre de Puerto Rico; del jíbaro o campesino; de
Changó o dios youruba, quien trajo las tormentas para
purificar la tierra y luego la adornó de flores; del guajiroo ritmo cubano; de la conga o danza en filas dobles;
de las pilanderas o danza de la costa colombiana en la
que se imita el movimiento del desangre del maíz; de
las papayeras o bandas que en su comienzo usaban
instrumentos de viento fabricados con el fruto del ár-
bol de papayo.
Locuciones de la cotidianidad
La palabra habla, dice, cuando se pronuncia por
hablantes; son ellos quienes dicen o expresan el ser,
sus conceptos de vida y mundo. Por eso, un acerca-
miento al ser caribe requiere reconocer que los voca-
blos que lo expresan nacen a la vida –cobran senti-
do– cuando son expresión de sus hablantes. De esta
suerte, es oportuno recurrir a la denominación de ali-
mentos como evidencia de un fuerte sentido caribe.
Se registra el término ajiaco, o cocido cuyo principal
ingrediente es el ají (una locución taína); igualmente,
los términos achiote, aguacate y ñame; este último una
Sí, vivenciar esto permite colegir que hay expresiones caribeñas de danza,de parloteo, de música: reggae, calipso, soca, son y merengue, ritmos con raíces afri-
canas comunes, donde un juego fatuo seduce al espíritu a una entregaen plenitud a esa fragancia tropical y a esos enigmas que encierran sus historias.
www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 66 - Segundo Semestre 2001 • Bogotá, D.C. - Colombia
17
www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 66 - Segundo Semestre 2001 • Bogotá, D.C. - Colombia
voz heredada del Congo. Del mismo modo, algunos
proverbios y refranes se asocian con alimentos: eso esun mango bajito y eso es un mamey son expresiones
que se refieren a algo fácil de hacer; estar en las pa-pas se emplea para denotar un estado de extrema feli-
cidad. Esta forma de hablar arraiga los lazos de her-
mandad y da impulso al entendimiento.
Paralelamente con lo expuesto, otros giros idiomá-
ticos, característicos del Caribe, particularizan la re-
gión donde se usan; son expresiones tan exclusivas
que hacen sentir como si se tratase de otro idioma.
Qué podría responder alguien foráneo frente a, por
ejemplo, un comentario en Venezuela: Ah, qué, ¿teestán cogiendo el maíz salteao…? Seguramente, en
Puerto Rico una buena respuesta sería: Note preocupes, a cada guaraguao lellega su pitirre. Ahora bien, en Co-
lombia se diría algo similar a: Qué,¿te están poniendo los cachos?, y se
contestaría: ¡A todo marrano le llegala nochebuena!, o simplemente: Unburro hablando de orejas –por aque-
llo del desquite–, lo que en Venezue-
la se diría: Cachicamo diciendo,morrocoy conchudo. En México, cal-
mando los ánimos, dirían: Sereno…moreno… No le pongas mucha crema a estos tacos, ¡esteasunto vale queso! Y para cerrar o cambiar el tema, en
Honduras dirían: Otro indio al palo que éste ya se ahor-có. Una muestra similar apreciamos al ver que, cuando
en Colombia se dice que alguien colgó los guayos, en
México dirían que chupó frenos, y en Honduras ya pateóel balde; es curioso que guayo se entienda en las Anti-
llas como rallador, en Cuba como un peso de plata o
como un instrumento musical similar a la carrasca, y en
Puerto Rico como borrachera.
Mundo hecho son…
Este acercamiento al imaginario Caribe –y por ende a
la palabra caribe– ha permitido transitar por algunas
avenidas de la cultura caribe y detenerse en algunos
términos, vocablos o palabras que denotan una forma
de ser frente a la vida, y que son una semblanza del
ser caribe que emerge e impregna cada manifestación,
y por supuesto, el lenguaje. Así, acudir a este enclave
–para explorarlo– ha sido, de hecho, una tentativa per-
sonal, porque este deambular requiere de poner to-
das las facultades en condiciones prestas para experi-
mentar el cúmulo de sensaciones que se despiertan al
entrar en contacto con el universo que la palabra cari-be concierta y, con ello, superar las imágenes de pos-
tal de viajero o de souvenir turístico, para penetrar en
una paleta de términos que portan lo esencial de esa
comunidad.
Cuando se abre una puerta, no podemos asegu-
rar a dónde conduce. Puede guiar a paisajes conoci-
dos, a lugares indeseados o a situaciones inesperadas.
Abrir una puerta al Caribe es introducirse al liberar y
al delirar del zombi; es entrar en trance en
unión mística del alma con la deidad
de la serpiente en un culto vudú. De
igual forma, es contactar el espíri-
tu impermutable; es experimentar
un espacio que concede –con el
vaivén de las olas– ecos que repi-
can la tradición de un pueblo que
huele a tabaco, a coco, a mulata, a
caoba, a arrecife, a playa y a ansias
de libertad. Finalmente, es acercar-
se a la jeringonza que canta el éxta-
sis del embrujo que subyuga y cautiva; porque el hom-
bre está hecho de palabras y con ellas desentraña su
pensamiento y da rienda a las intenciones de su soncorazón.
LECTURAS DE APOYO Y RECOMENDADAS
Alejo CARPENTIER. 1962. El siglo de las luces.Michel FOUCAULT. 1966. Las palabras y las cosas.Federico GONZÁLEZ. 1989. Los símbolos precolombinos. Cosmogonía,
teogonía, cultura.Pedro GUANIKEYU TORRES (Cacike). 2001. Diccionario del lenguaje habla-
do taíno. Proyecto del Lenguaje Taíno – Consejo Inter-Tribal Taíno.Nicolás GUILLÉN. 1931. Poemas mulatos.José R. MORALA. 2000. Diccionario latinoamericano. En: Diccionario de va-
riantes del español. Consejería de Educación – Junta de Castilla y León.REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 1995. Diccionario de la lengua española. 21ª edición.Teun A. VAN DIJK. 1983. La ciencia del texto.
IVETH SALAMANCA,filóloga y lingüista. Docente, UJTL.
Ilustraciones tomadas de La historia general y natural de las Indiasde Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez. Sevilla, 1535.
SITIO DONDE DESEMBARCÓ COLÓN. SAN SALVADOR.Ruta colombina realizada por Mauricio Obregón y Samuel E. Morison.
(Foto del libro Caribbean as Columbus saw it)
www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 66 - Segundo Semestre 2001 • Bogotá, D.C. - Colombia