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B A U T I S T A S A A V E D R A E X - P R O E E S O R D E L A F A C U L T A D D E D E R E C H O Y C I E N C I A S S O C I A L E S
D E L A P A Z ( B O L I V I A 3
E L A Y L L U ESTUDIOS SOCIOLOGICOS
Prólogo d e d o n
R A F A E L A L T A M I R A
I
(
P R O L O G O
E l señor Saavedra ha tenido la bondad de ped i rme u n prólogo para su l i b r o E l A y l l u . Acojo la petición con v ivo agradec imiento , porque mediante e l la satisfago varios anhelos sent imentales de m i espíritu: uno , el que emana de ser el autor u n hispanoamericano, y creo ocioso explicar lo que eso signif i ca para mí ; o t ro , e l que deriva del asunto científico del l i b r o , que es de los que f o r m a n parte de m i s aficiones más arraigadas, a las que t a n escaso cul to puedo dedicar desde que graves atenciones adminis trat ivas pesan sobre mis hombros ; u n tercero, en f i n , se ref iere a l nuevo test imonio que así me cabe dar de que, no obstante l a nueva orientación de m i v ida , todo lo que se ref iere a l a América me encuentra prop ic io s iempre.
Hasta u n cierto romant i c i smo (que ya a m i edad apunta s in que nos demos cuenta muchas veces), hace simpática y gratísima para mí esta labor . E l señor Saavedra estudia cuestiones que son las que pr imeramente me preocupan en m i car r e r a científica, y las que p r o d u j e r o n m i p r i m e r l i b r o de este género, l a H i s t o r i a de l a Propiedad Comunal ; y mientras escribo las presentes líneas, así como mientras leí E l A y l l u , rev iven en mí aquellos años juveniles, cuyo más delicioso recuerdo es precisamente el de las ilusiones ideales que los anima-
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ban, y e l de los esfuerzos p o r la c u l t u r a p r o p i a y p o r e l conseguimiento de la santa ambición de añadir algo txt i l a l a obra útil de los maestros que nos f o r m a r o n .
Pero ya es demasiado hab lar de mí m i s m o ; mayor pecado ahora, puesto que no será mucho el t iempo que pueda dedicar a los o t ros . Hablemos del señor Saavedra y de su l i b r o .
Don Baut i s ta Saavedra no es u n advenedizo en esta clase de estudios. Profesor de Derecho en la Univers idad de L a Paz, durante algunos años; investigador de h i s t o r i a americana en los archivos españoles, tiene, como se ve, abolengo que le hace doblemente colega mío ; y si después l a política — g r a n t i r a n a — le llevó a sus dominios , fue para que se ocupase del M i n i s ter i o o Secretaría de Instrucción Pública, y luego, de func io nes diplomáticas que aún desempeña. E n l a comple ja t r a m a de la v i d a de wx pueblo , el verdadero p a t r i o t a no puede decir nunca cómo y en qué esfera servirá m e j o r a l suyo; y por eso, aunque si me dejase l levar de añoranzas mías, podría desear que e l señor Saavedra volviese a l a cátedra, p o r o t ro lado, no he de i n c u r r i r en el e r r o r vulgar de creer que deben, n i aún pueden, rechazarse otras direcciones de la act iv idad a que emp u j a e l destino (o lo que sea: destino es u n tópico l i t e r a r i o que la c u l t u r a clásica hace pesar sobre nosotros) y que m u chas veces nos dan la fórmula adecuada de nuestro "hacer" , que nosotros mismos no sabíamos v i s l u m b r a r .
E l A y l l u comienza con este párrafo de una gran verdad : "Las costumbres e instituciones de los pueblos indígenas del continente sudamericano no h a n sido aún debidamente exhumadas, menos sometidas a u n estudio comparat ivo que las h i ciera aptas para c o n t r i b u i r a ciertas conclusiones sociológicas". Gran verdad, digo, y eso que e l propósito data de los días mismos de la conquista . Recuérdese que Páez de Castro, aquel interesante cronista de Carlos V , t u v o ya el pensamient o de escribir u n Tratado sobi'e l a oonfoiínidad que él creía ver entre "las costumbres y re l ig iones" de los " ind ios occidentales con las antiguas que los historiadores escriben de estas partes que nosotros hab i tamos" ; pero e l siglo X V I , que v i o y adivinó muchas cosas, carecía, no obstante precursores de tanto empuje como Abenjadun, de todo el aparato crítico e i n f o r m a t i v o (según hoy se dice) necesario para labor t a n com-
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ple ja como l a que Páez pretendía real izar . E r a necesario que transcurriesen cerca de cuatro siglos para que, ensanchada considerablemente la espera del m a t e r i a l de t raba j o y cambiados y depurados los métodos, fuese posible acometer científicamente la investigación comparat iva . Aún así, respecto de América es p r o n t o . Fa l ta mucho por averiguar en p u n t o a su pasado y en p u n t o a las supervivencias de su presente, para que no nos acometa a cada instante el sagrado temor de que nuevos descubrimientos y observaciones nos derroquen la construcción apresuradamente levantada. E l empuje que recientemente han adqu i r ido los estudios y exploraciones arqueológicas y etnográficas entre los americamstas de todos los países, y en l a j u v e n t u d un ivers i tar ia de no pocas naciones de Hispanoamér i ca , a l ienta l a esperanza de que l a h o r a de la cosecha no tar dará m u c h o .
Mientras tanto , bueno es i r preparando el camino, con to da cautela, sí, pero también con aquel a r d i m i e n t o que e l amor a la verdad pone en las almas y abre horizontes para ellas y para todos los que reciben su i n f l u j o . E l l i b r o del señor Saavedra responde a esa necesidad, y su autor lo ha escrito usando aquella indispensable di l igencia que guía hacia e l espigueo de las fuentes originales e inéditas, y aquella discresión que se abstiene de convert i r en sentencia f i r m e el atisbo o l a h i pótesis .
Esa discreción es, en estas materias , más necesaria que en n inguna o t r a . L a mayoría de las cosas que se h a n dicho y sostenido hace pocos años en m a t e r i a de l o que ya se ha bautizado de "Preh is tor ia jurídica", están hoy, o negadas o en tela de ju i c i o , y es imposib le edif icar sobre ellas nada estable. H a n padecido estos estudios especialmente de exceso de sistem a y de geométrica u n i f o r m i d a d en la concepción de la v ida humana p r i m i t i v a , y l a curación de este e r r o r no ha de lograrse con nuevos sistemas, si no con l a observación concreta de los hechos y la paciencia de esperar a que ellos hablen e i m pongan, a l afán s impl i s ta de nuestro espíritu, l a comple j idad variadísima de l a r ea l idad .
Cierto es que mucho de l a h i s to r ia se nos escapa hoy y se nos escapará siempre, p o r f a l t a de notic ias , de documentos y monumentos , incluso en lo más externo de ella; que en lo i n -
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t e m o e inefable de l a obra humana , casi entera se evapora en alas del t i empo ; pero contra esos vacíos inevitables no es aconsejable el rel leno de hipótesis, sino l a f ranca confesión de nuest r a impotenc ia .
Así me parece admirable , en términos generales, e l p u n t o de v ista mesurado y crítico que el profesor Meyer ha tomado , con respecto a las instituciones p r i m i t i v a s , en el t omo I de su H i s t o r i a de l a pjitigüedad. Yo mismo '— y perdóneseme que vuelva a c i tarme, puesto que el señor Saavedra toca esta cuest ión— si hub iera de escribir nuevamente l a H i s t o r i a de la Pro piedad Comonal , corregiría no pocas cosas y, sobre todo , l a a f i r mación correspondiente a la general idad de aquella f o r m a de d is f rate en los t iempos p r i m i t i v o s que en la época de p u b l i cación de m i obra era corr iente asegurar y estaba patroc inada p o r i lustres investigadores. Hoy , aunque no le f a l t a n buenos padrinos , l a cuestión se ha l la realmente en u n a posic ión de duda y espera (^).
L o mismo juzgo que es preciso hacer con todas las que comprende lo que Ol ive ira M a r t i n s llamó el "cuadro de las inst i tuciones p r i m i t i v a s " . Semejante posición no podrá desaparecer sino a costa de muchos pacientes trabajos de análisis y de colección de hechos concretos; y p o r haber puesto en ello su intención y sus energías, el señor Saavedra merece los plácemes de todos los estudiosos.
Teriñino deseando: m u y sinceramente q u e ' e l autor t rans f o rme dentro de breves años este ensayo de pocas páginas en una monografía vo luminosa, para l a cual le sobran, a m i j u i cio, arrestos y condiciones intelectuales.
R A F A E L A L T A M I R A
M a d r i d , Mayo de 1913.
(1) D e e l l a h e t r a t a d o a m p l i a m e n t e e n m i Bibliografía de l a p r o p i e d a d co m u n a l , p u b l i c a d a p o r e l S u p l e m e n t o d o c t r i n a l d e l Boletín J t u r i d i c o - A c l i n i n i s t r a -t i v o . M a d r i d , 1904.
Costumbres e instituciones p r i m i t i v a s de los pueblos i n dígenas del continente sudamericano no h a n sido aún debidamente exhumadas, menos sometidas a u n estudio compara t ivo que las hic iera aptas para c o n t r i b u i r a ciertas conclusiones sociológicas.
Las investigaciones hechas no pasan de descripciones narrat ivas , epidérmicas: trabajos de imaginación más que cons-tmcciones científicas. Y si se ha intentado ascender a los orígenes de las vinculaciones de los pueblos precolombinos con otras civilizaciones, con otras razas, a lo más que se ha ido es a señalar analogías arqueológicas con las ramas • orientales del vie jo cont inente . E l tema de v incu lar las civilizaciones pre-americanas con otras extraconttnentales ha sido fecunda en teorías aventuradas. Y no ha fa l tado quien las niegue. André Lefevre, en su l i b r o : "Las Lenguas y las Razas", d i j o : "Se h a n relacionado ciertas creencias, ciertas constmcciones del Perú y México, con religiones y artes indias o egipcias. Nada más quimérico, a m i modo de ver . S i hay coincidencias, son f o r t u i tas, o resul tan de la evolución, que tiende a hacer pasar todos los grupos humanos por las mismas etapas o por los mismos grados" (^). S in embargo, no se podrían desconocer ciertas innegables semejanzas antropológicas, arquitectónicas, esctdtu-rales y sociales.
(1 ) Página 170.
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Ciertos rasgos arquitectónicos, la fabricación de vasos y ánforas, l a f o r m a de navegación, la iconografía, los usos de enterramiento , etc., encierran una evidente s i m i l i t u d con las artes, i n d u s t r i a y costumbres de egipcios y babilónicos. Las ruinas de Tiaguanacu son fuente valiosa para tales indicaciones. Recientes excavaciones h a n proporc ionado elementos esculturales m u y parecidos a las artes babilónicas y egipcias. E l arte a r q u i tectónico de sus monumentos , l a labor plástica de los monol i tos , como los objetos de alfarería, l legaron a u n a c u l t u r a super ior , sobre todo el arte de fabr i car ánforas y vasos sagrados, de perfección marav i l l osa . L a iconografía aianara y azteca, p o r la hor i zonta l idad de los ojos, la boca cuadrangular, como ha hecho notar Sentenach (^), t ienen íntimo parecido a la escultura sagrada i n d i a y babilónica. Y en este orden de opi niones existe l a de u n sabio cuyo renombre es de todos conoc ido . A le jandro H u m b o l d t decía: "que entre los pueblos del ant iguo y nuevo continente existen puntos de notable semejanza, lo prueban el que hemos indicado del calantica de las cabezas de Isis con el tocado mexicano, las pirámides de gradas análogas a las del F a y u m y Sakhah, el uso frecuente de l a p i n t u r a jeroglífica, los cinco días complementarios que añaden a l año mexicano y recuerdan las epagomenas del año menfí-t i c o " e ) .
Estudios filológicos a su vez han sido puestos a c o n t r i b u ción; pero , desgraciadamente, con gran deficiencia de elementos lingüísticos y de espíritu crítico. N o h a n fa l tado tentat i vas lingüísticas para emparentar e l quechua y el a imara con e l sánscrito. E n t r e éstas merece especial mención' el t raba j o del uruguayo Vicente F ide l López, que escribió en 1868 u n l i bro de cuatrocientas páginas, para probarnos que el quechua y e l sánscrito eran id iomas arios : " E l resultado al cual he l le gado —dec ía— extrañará mucho a las gentes, y yo espero, por adelantado, encontrar u n a fuerte oposición entre los sabios de todo rango y de todos los países. Cuando ellos me oigan dec i r que el quechua es una lengua ar ia , me encontrarán, s in du< da, o, b i en ignorante , o b ien audaz, y no podrán menos de sonreír a l solo enunciado de una proposición t a n parado ja l en apar ienc ia y t a n imprev i s ta para e l los" . Y , después de exponer al gunas consideraciones t e r m i n a con esta frase: " p a r a decirlo
(2 ) E N S A Y O S S O B R E L A A M E R I C A C O L O M B I N A , 1898.
(3 ) M O N U M E N T O S D E L O S P U E B L O S I N D I G E N A S D E M E X I C O , pág. 87.
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todo en dos palabras: el quechua es u n a lengua aria aglutinan-te"
Mucho después, u n escr itor chi leno, José Manue l Barr iga , en u n estudio que hizo sobre l a lengua araucana, sostenía que: "siguiendo esta regla ( la de conocer la ident idad de las raíces de los idiomas indoeuropeos) hemos podido ver i f i car la concordancia de algunas araucanas con las de sus congéneres, el sánscrito, e l griego y el latín". Y a poco agrega: "Est imamos opor tuno anotar aquí algunas conclusiones que hemos establecido en el curso de nuestras investigaciones: las raíces araucanas corresponden a las más antiguas de los id iomas greco-l a t i n o s " . E r a , s in gran reparo, sostener el parentesco de aquel i d i oma del extremo sur de América con los id iomas salidos de las regiones septentrionales de l a I n d i a (^).
Y , o t ro escritor, bo l iv iano éste, se impuso la tarea, menos científica aún que aquellos otros trabajos y con procedimientos gramaticales más defectuosos, de emparentar estrechamente el a imara con los id iomas indoeuropeos, y, lo que es más absurdo, de sostener que este lenguaje fue " e l de Adán, madre de todos los id iomas conocidos", Para probar s u , tesis abortada desde su iniciación, escribió u n l i b r o ' (1870) t i t u l a d o " L a Lengua de Adán" ( « ) .
Estudios venidos después demostraron cuan descaminados andaban aquellos trabajos destinados a emparentar lenguas sudamericanas con idiomas indoeuropeos. Federico MüUer (Etknografíe Genérale) sostuvo que "las lenguas americanas descansan en su con junto en el p r i n c i p i o del po l i s intet i smo o de incorporación: en efecto, en t a n t o que en nuestras lenguas las concepciones aisladas que la frase reúne entre sí se presentan en f o r m a de palabras sueltas, en las lenguas americanas, p o r el contrar io , se encuentran reunidas en ind iv i s ib le u n i d a d . Consiguientemente, l a pa labra y l a frase se f u n d e n " .
Esta autorizada opinión fue aceptada, casi s in beneficio de inventar io , p o r otros lingüistas de menor categoría, que en vez de estudiar personalmente la estructura gramat ica l de a l gunos de los id iomas americanos, se entregaron a l a jrácil ta rea de copiar l o que aquel eminente filólogo sostuviera. E n t r e
(4) L E S R A I C E S A Y R E N N E S D U P E R O U París, 1871, pág. 19. (5 ) O R I G E N D E L A L E N G U A A R A U C A N A . E n s a y o lingüístico. T r a l b a j o
p r e s e n t a d o a l C o n g r e s o Científico P a n a m e r i c a n o , 1910, V o l . X I , págs . 409 y 410. (6 ) L A L E N G U A D E A D A N . L a P a z , 1888.
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los lingüistas que secimdaron aquellas conclusiones, se cuent a n : Hovelacque, que sostiene, acomodándose a opiniones de americanistas, que esos idiomas t ienen las siguientes p a r t i c u laridades: la de r e u n i r el verbo a los pronombres o a los n o m bres regímenes; l a de poseer una conjugación n o m i n a l posesiva; l a de hacer var ia r el verbo cuando se t r a t a de expresar que el objeto de la acción ha var iado , o cuando es menester m a t i zar l a acción; en f i n , la de usar el procedimiento de composición inde f in ida por síncope y elipsis ( L a Linguis t ique , página 179) .
André Lefevre h a seguido estas indicaciones, y ha creído conveniente, con respecto de los id iomas quechua y a imara, decir algunas cosas que no son ciertas. Así, escribe: " E l or- , ganismo del quechua es aproximadamente idéntico a l de los restantes id iomas aglutinantes de América; re lat ivamente r i co en compuestos m u y cortos (chirapiu, nube; r a r r u , b loque de nieve; ch imborazo ) . Abunda en formas sufijas y en derivados de inde f in ida l o n g i t u d . N o t ienen género; el nombre y el verbo están confundidos; las partículas nasales y los pronombres personales y pasivos suplen a todos los matices del pensamient o " . (Las Lenguas y las Razas, pág. 184) .
Las observaciones anteriores serían aplicables también al a imara p o r ser i d i o m a f ra terno del quechua, no que éste haya salido de aquél, como sostuvieron algunos profanos en lingüíst i ca . Si b i en es cierto que e l quechua' y, de consiguiente, el a i mara , pueden clasificarse entre las lenguas aglutinantes, no son exactas alguiias de las afirmaciones del profesor de Antropo logía que hemos c i tado . Esos dos id iomas no dist inguen el género p o r la desinencia como en los indoeuropeos o semíticos, pero no confunden el verbo y el n o m b r e . E n a imara los pro nombres se incorporan , se encapsulan en el nombre , verbigracia: lacaja, lacasa, lacaama: m i boca, nuestra boca, t u boca: laca es el nombre boca, y j a , sa y m a , los pronombres m i , nuestra, vuestra . E l nombre anda siempre suelto y separado del verbo, concordando con él en número: contigo y con él fu imos al pueblo a vender: j i imianpi , jupamapi, inanca-m, marca , pueblo, r u , a l a l j i a m t a q i i i , a vender: aljaña, vender taqiui, a. E n t a l f r a se vemos que los pronombres y el nombre piueblo van separados del verbo vender. Y así p o r el est i lo .
Cuando los lingüistas nos dicen que el quechua y el a imar a son aglutinantes y polisintéticos, nos dan solamente una noción del grado de proceso evolutivo en que se encuentran; pe-
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r o nada nos hacen saber si las lenguas americanas tienen al gún parentesco con otros id iomas, posiblemente con los del grupo malayo-pol inesio. A lo más que se ha ido , es a que se nos diga con Lefevre: "Has ta hace poco t i empo no se.podía abordar s in gran desconfianza y extrema reserva la lingüística amer i c a n a . S i hoy ocupa su verdadero lugar, gracias a los Lucien y A d a m y los Víctor H e n r y •—cuyos trabajos han conformado las previsiones de Hovelacque y de Vinson^—• estuvo entregada durante siglos a las fantasías de los misioneros, que t r a taban de encontrar cerca del Ontar io o en Chile, algún dialecto escapado de Babel , o, a las ilusiones de los etimologistas desenfrenados (Braseur, de B o r b o u r g ) , que relacionaban e l n a n h t u a l con las lenguas germánicas, o lá jerga de Vancouver
"con el francés y el inglés a u n t i empo , s in preguntarse s i t a l o cual pa labra no había sido m u y natura lmente tomada de los colonos extranjeros , o las teorías preconcebidas de los t u r a -nistas, monogenistas, que buscaban arios o coptos o budistas en el Perú y restos de las diez t r i b u s de I s rae l en el Far West" . ( L i b r o c itado, pág. 175) .
Palabras ligeras que nos dejan en la m i s m a obscuridad en que se encuentra el autor re fer ido sobre dos problemas f u n damentales que nos interesa a los americanos: a) la relación de parentesco o a f in idad que puedan tener entre sí los id i o mas evolucionados y aun los dialectos entre sí, para poder deduc i r cuál es o cuáles son los troncos comunes, de dónde sal i e r o n y se dispersaron por el continente, especialmente, p o r e l centro y sudamericanos, en aquellas partes en que se hallar o n civilizaciones que bro taban con pu jante savia cuando v i no la conquista española; b ) l a relación o conexión que esos idiomas p u d i e r o n tener con otros de alguno de los grupos en que se h a n d i v i d i d o las lenguas conocidas o su p r o p i a f l o ra ción s in contacto alguno con los del m u n d o ant iguo .
Seguramente estos estudios nos darían l a clave de muchos problemas etnográficos de preh is tor ia americana, que ahora ig noramos .
Parece c ierto que no se ha quer ido seguir u n e jemplo h a r t o fecundo de filología comparada. Porque a este género de i n vestigaciones se debe el haberse encontrado las fuentes más remotas de la vinculación de los pueblos l lamados indoeuropeos. Sorprendentes descubrimientos demostraron la comuni dad de procedencia de lenguas, que se habían considerado hast a entonces extrañas a todo parentesco, desligadas de todo la-
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zo de unión. L a frase de Le ibn i tz : " N a d a presta tanta luz a la indagación de los orígenes de las naciones como el estudio de los lenguas", se puso a la orden del día,
Max Müller había sostenido que los pueblos que hablaban idiomas procedentes de u n tronco común, e ran también hermanos de sangre, "¿Quién se había atrevido a a f i r m a r , escribía en 1865, que las naciones teutónicas, célticas y eslavas eran, en real idad, de l a m i s m a carne y de la m i s m a sangre que los griegos y romanos que las t i l d a b a n desdeñosamente de bárbaras? C^). Y como M a x Müller pensaban también Pictet , F. Mül ler , Schxarder, G. H u m b o l d t y o t ros , Pero poco después, surgió l a siguiente duda: ¿el parentesco de lengua i m p l i c a necesariamente e l de sangre? M , Oppert denunciaba en 1879 el error de ver en la lengua u n vínculo de raza, " E l lazo de lengua, dice, es u n a cosa, y el lazo de l a sangre, o t r a b ien diferente . Los grandes Estados europeos constituyen unidades políticas a las que no corresponden n i la u n i d a d de lenguas n i la u n i d a d de religión y costumbres" (^). Se alegó, además, que l a lengua no probaba sino l a presencia de u n solo elemento en l a composic ión etnográfica de una nación, puesto que razas diferentes podían hablar e l m i s m o i d i o m a (®). Cualquier a que sea el papel que hayan jugado los cambios de la raza en las mutaciones del lenguaje, no se puede establecer lazos necesarios entre las dos naciones (^°).
Planteada de esta manera la cuestiión, lógicamente se ha deducido que s i la filología va más lejos de todo documento l i t e r a r i o en lo de averiguar los orígenes de los pueblos no t ie ne mayor alcance retrospectivo que l a antropología. " E l estudio de los cráneos, se ha dicho, t iene el p r i m e r rango entre los elementos que nos l levan a l conocimiento de los pueblos. L a i n d u s t r i a de éstos, sus sepulturas, armas, brujerías, vesti dos, nos enseñan su edad, su pasado, su rango actual en las vías de l a civilización. L a craneología sólo puede f i j a r sus orígenes, los lazos de sangre que les une, cualquiera que sea el c r i t e r i o que se tenga en las relaciones de las lenguas como índice de u n a penetración recíproca" (^^).
(7 ) L A M I T O L O G I A C O M P A R A D A , V I I X , pág, 242, (8 ) Z a b o r o w s k i , L E C E N T R E - A S I E E T L E S O R I G I N E S A R Y R E N N E S , R e -
vue-sclentií lqué, n ü m , 23, pág, 708, ( 9 ) I B I D . (10) J . V e n d r y e s , L E L A N G A G E , París, 1921, pág, 276. (11) I B I D . , pág. 708.
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Puede ser que l a craneología penetre más le janamente en e l parentesco consanguíneo de las razas. Mas, sus revelaciones serán siempre insuficientes, su datos simples, fríamente silenciosos, para hablarnos del complejo t e j ido de los vaivenes humanos, para hacer r e v i v i r el a lma de los pueblos. La antropología nos conducirá a las fuentes étnicas. E l estudio comparat ivo de sonidos y palabras, de fonemas y morfemas nos conducirá a captar las vibraciones más sutiles del pasado remoto de las razas y de los pueblos, más de lo que pudier a n revelarnos los datos de l a craneología, que no podrá decirnos cuáles fueron las ideas y los sentimientos que se agit a r o n en las concavidades de u n a caja ósea. L a filología comparada, en cambio, nos llevará a la raíz de las civilizaciones, es decir, a l nac imiento y formación del espíritu humano , pues " l a psicología se hace con la f i lología", Renán sostenía con g r a n verdad : "las lenguas nos t r a n s m i t e n el pensamiento y la acción de generaciones desaparecidas quizás con mayor fidel i d a d que los documentos l i t e r a r i o s " , porque " e l p rob lema de los orígenes del lenguaje es idéntico a l de los orígenes del espíritu humano , y gracias a él nos encontramos a l f rente de las edades p r i m i t i v a s " (^^).
E l concepto de raza es cada vez más vago e inseguro. Sus deslindes antropológicos y su acción social no h a n sido claramente determinados. L a formación de las razas obedece a fenómenos biológicos y geográficos antes que a influencias pu ramente sociales o políticas. N o se h a podido c i r cunscr ib i r en una definición precisa sus deslindes específicos. Las d i versas características sobre las que se ha intentado constru ir su concepto se excluyen, unas veces, o no concuerdan otras , ¿Qué es la h i s t o r i a sino la elaboración lenta y secreta de unas ra zas fundidas en otras, de elementos étnicos que se amasaron, confundieron, para disgregarse en nuevas ramas que vuelven a mezclarse después? E n ese f l u j o perpetuo de las variedades étnicas, la filología seguirá siendo el ins t rumento más segur o para penetrar en las obscuridades del pasado,
S i la filología no puede demostramos el parentesco de sangre, demostrará l a vinculación histórica o prehistórica, la comunidad geográfica, e l estado psicológico, l a correlación de v ida nacional , y últimamente, las procedencias sociales, Si por e jemplo , tomamos los pueblos neolatinos, cuyas s imi l i tudes
(12) L ' A V E N I R D E L A S C I E N C E , pág, 166.
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lingüísticas nos conducen a su fuente común: el latín, la herm a n d a d que de ellos se deduce, no es étnica, una vez que el i m p e r i o romano , a l t iempo de su disgregación, formábase de u n a federación de pueblos, razas e id iomas . Todos estos elementos convivían ba jo el i m p e r i u m romano , enlazados p o r el s u t i l y admirable sistema nervioso de las leyes, adheridas a una organización política más jurídica que mater ia l , movidos p o r u n solo espíritu y p o r u n mismo lenguaje. E n ese poderoso y lato organismo v ibraba una psiquis , característica a t r a vés de razas y pueblos diversos, y que no era o t r a que modalidades del genio romano extendidas a todos los dominios del i m p e r i o de los Césares. A donde nos remontará, de consiguiente , aquella filiación lingüística, es a u n a fuente común de i n terferencias históricas, en u n a palabra , á encontrar los lazos de copartición psíquica, política o social en tiempos pasados de los pueblos de h o y .
Mas, no sólo las s imi l i tudes de lenguaje encierran en sí l a v i r t u d de l levarnos a las procedencias humanas . Existe t a m bién ident idad en los usos, costumbres e inst ituciones de los pueblos, de donde podría inducirse la comunidad de sus orígenes.' Pero, ¿acasp ' las semejanzas sociales valen tanto como aquéllas? ¿Tendrán igual fuerza retrospect iva e igua l precisión sobre todo , de revelamos la filiación serial de las ideas y usos de los hombres? M . Taylor , en sus investigaciones acerca de l a h i s t o r i a p r i m i t i v a , ha sostenido: "que existen costumbres si mi lares , no sólo en razas emparentonadas por l a lengua, sino también en razas cuyas lenguas son enteramente diferentes {^^). E n cambio, M a x Müller opinaba que tales investigaciones, par a ser provechosas, debían encerrarse en los límites impuestos p o r la ciencia del lenguaje; que no debían compararse más que las costumbres de las naciones cuyas lenguas se sabe que t ie nen el mismo or igen. E l estudio comparat ivo , decía, de las costumbres arias o de las costumbres semíticas o turanias , daría resultados más satisfactorios que u n a comparación de todas las costumbres del género humano C^*).
Las s imi l i tudes sociales t ienen mayor extensión, son más generales que las del lenguaje. Empero , esta m i s m a l a t i t u d , ¿no será u n signo de su escasa conexión y f a l t a de substancia demostrat iva del parentesco d é l o s pueblos? Entonces la cues-
(13) A N T R O P O L O G I A , X I V , pág. 4 0 9 . . (14) O B . C I T . , pág. 254.
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tión se reduce a esta distinción: s i las semejanzas son comunes a todos los grupos y a todos los t iempos, no t ienen n inguna i m p o r t a n c i a para explicar los vínculos sociales. S i son, por e l contrar io , propias de ciertos pueblos y de ciertas ramas, se rían preciosos elementos de esclarecimiento de su parentesco. Esta conclusión no envuelve sino u n círculo v ic ioso . Pueden las costumbres e instituciones no explicar nada p o r su difusión humana; pero el someter la comparación de ellas a una previa relación de hab la común tampoco explicaría nada, puesto que, pueblos hermanos p o r la sangre y p o r inst ituciones, pueden hablar dist intos id iomas, y viceversa, u n m i s m o i d i o m a puede ser usado p o r razas y naciones diferentes, Por o t r a parte , si e l lenguaje es u n espejo de la c u l t u r a de una raza, el re f le jo de su evolución social y m e n t a l , e l ins t rumento de sus progre--sos, ¿ cómo se puede dejar de exigir que sea e l c r i t e r i o de sus costumbres e instituciones?
Entonces, ¿cuál es la interpretación que debe darse a la semejanza de los fenómenos sociales? L a variedad de r i t o s , creencias, religiones, inst i tuciones, ¿será e l producto de unas mismas necesidades, desenvolviéndose en fases idénticas, recor r i endo iguales ciclos de exteriorización? ¿Se explica, cual sost ienen los evolucionistas, p o r u n paralel ismo de los gmpos agricultores , o b ien , como suponen los psicólogos, ,por l a p r o pagación rítmica e i m i t a t i v a de l o humano , algo así como u n eco salido de rma cuenca p r i m i t i v a y que ha repercut ido de col ina en col ina y de valle en valle?
Gabrie l Tarde, en su or ig ina l l i b r o Les Lois dfe Tíimitation, ha escrito u n interesante capítulo sobre las s imi l i tudes sociales (^^). Allí con singular maestría, explana esta teoría: si ciertas semejanzas en las formas y funciones animales no son a t r i -buibles a la un idad de sus orígenes ancestrales, sino a la ident i d a d del medio físico, a la u n i f o r m i d a d de propagaciones ondulatorias de la mater ia , igualmente, las analogías sociales, por e jemplo, las s imi l i tudes de los neozelandeses con los h igh land-ers de Boy Roy y de Mac ivoy , las de los aztecas con los egipcios o chinos, no son resultados de fuentes comunes de pro cedencia. " ¿No es, pues, añade, más verosímil ver en estas aproximaciones, de una parte , la u n i d a d fundamenta l de la naturaleza humana , la ident idad de sus necesidades orgánicas de las que la satisfacción es el f i n dé toda evolución social, y de
(15) I I , págs . 41 y s i g u i e n t e s .
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Otra parte , la u n i f o r m i d a d de la natru'aleza exterior ofreciendo a necesidades parecidas los mismos recursos y casi los mis mos espectáculos, que debe provocar, inevitablemente, la existencia de industr ias , artes, percepciones, mi tos y teorías bastante semejantes?"
Hemos citado las frases de Lefevre, que i n t e r p r e t a n ideas evolucionistas, cuando sostiene que las semejanzas religiosas, artísticas y sociales, son resultado de u n proceso idéntico de desdoblamiento humano , que forzosamente debe pasar por iguales etapas de evolución. Pero ¿es posible que el impulso xdtal de los pueblos les induzca a plasmar los mismos signos sociales? ¿No está la v ida " l l ena de lo i m p r e v i s t o " , que escapa de la cont inu idad de u n fondo comtin? (^^). Que necesidades idénticas provoquen, semejantes ideas y parecidos medios o procesos de satisfacerlas puede ser verdad, en cierta manera, pero ¿ cómo se explicaría la semejanza de costumbres que no responden a inclinaciones fundamentales, y que se refier e n más b ien a la f o r m a superf ic ial de los humanos? ¿Qué necesidad, por e jemplo , impulsa impresc indiblemente a que se sepulten los muertos en Eg ipto y en la América m e r i d i o n a l en parecidas condiciones de momificación? ¿Hay acaso, en preservar el cadáver de su corrupción y en rodearle, a l t i empo de su enterramiento , de objetos de uso personal , algo de fundamentalmente orgánico o psíquico, s in cuya ejecución la naturaleza física o inte lectual del hombre quedaría dislocada e i n c u m p l i da? De n inguna manera . L a mayor par te de las costumbres, antes que explicarse p o r la exigencia de necesidades vitales, se explica p o r el i m p e r i o y tiranía de algunas preocupaciones. Quizás más b ien mttchos de los hábitos humanos son contrar ios a las necesidades naturales : tales eran, verbigracia, entre las prácticas religiosas y morales, el ayuno, la castidad, las mort i f i cac iones corporales y todas las prácticas ascéticas.
Tampoco podría mantenerse t r i u n f a l m e n t e la teoría de la u n i f o r m i d a d del medio ambiente, la repetición ondu la to r ia de los agentes físicos. Muchas s imi l i tudes sociales h a n nacido en regiones d iametra lmente opuestas. ¿Qué ident idad de medio ambiente hay entre el antiguo Lacio y l a hoya andina del T i ticaca, que han produc ido las semejanzas de la gens y del Ayl lu? Tarde ha abandonado, pues, ese p u n t o de v is ta para colocarse en u n terreno netamente sociológico: en el de la i m i -
(16) H e n i l B e r g s o n . L A E V O L U C I O N C B E A D O E A . I , pág, 23 .
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tación. "Antes, dice, de negar l a pos ib ihdad de la difusión de las ideas p o r lenta y gradual unitación que habría terminado p o r c u b r i r casi todo el globo, es menester tener en cuenta desde luego, l a inmensa duración de los t iempos prehistóricos y pensar también que tenemos pruebas de las relaciones hab i das a grandes distancias no solamente entre los pueblos de la edad de bronce, sirio también entre los pueblos de la edad de p i e d r a p u l i d a , y quizás de la p iedra no p u l i m e n t a d a " . " E n resumen, concluye, todo lo que es social y no v i t a l o físico, en los fenómenos sociales, así como en sus s imi l i tudes como en sus diferencias, t iene la imitación p o r causa" i^'').
Aunque la imitación no sea, en la s i m i l i t u d de los fenómenos sociales, la sola causa eficiente, como sostiene el sociólogo francés, el mérito de esa teoría está en que abre una vía más de interpretación de esas extrañas semejanzas que parecen denunciar u n a misma procedencia. L a etnología se arro gaba para sí el fuero exclusivo de dar l a clave del parentesco de las razas. L a craneología se consideró, a su vez, como el m e j o r ins t rumento de investigación, no obstante la pobreza de sus datos . Empero , la sociología comparada y la psicología arqueológica pueden c o n t r i b u i r más dé lo que se cree a esclarecer ese problema, hondo como la noche de los t iempos, de los orígenes humanos .
Apl icado este c r i ter io a la cuestión harto debatida, pero no por eso m e j o r planteada, de la procedencia del hombre americano, los resultados serían quizás más decisivos que los que se han obtenido de estudios puramente antropológicos.
(17) O B . C I T . , págs. 51 y 54.
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L a sociología moderna se impuso una tarea i m p o r t a n t e : se propuso averiguar cuál era la u n i d a d i r reduct ib le de la asociación, " d é l a composición soc ia l " . Empleóse para ello el pro cedimiento químico de análisis y descomposición de los elementos componentes de las sociedades actuales o pasadas. ¿Cuál ha debido ser esta un idad de donde procedieron todas las combinaciones, todas las modalidades sociales? ¿Ha sido el i n d i v iduo , la f a m i l i a , l a gens, l a horda , e l clan o l a t r i b u ? H e aquí una de las interrogaciones cuya respuesta está l igada a los pro blemas más capitales de la sociología. H a y muchos que piensan que, "todos los seres humanos, desde los salvajes in fer io res a los hombres más civilizados, v iven en grupos de fami l ias , y que estos grupos de l a composición social, son productos naturales de las actividades fisiológicas y psicológicas ayudados p o r la selección n a t u r a l " (^). Pero l a u n i f o r m i d a d de pareceres no es l a m i s m a cuando se t r a t a de establecer las relaciones sexuales y cooperativas de esos p r i m i t i v o s grupos . N o fa l t a n tampoco teorías que desconocen el molde f a m i l i a r , para sostener luego que las formas orginarias de asociación son las hordas prehistóricas, errantes y degradadas, en las que no re i na sino una promiscu idad sexual s in freno y el re la jamiento más completo de toda cooperación colectiva (^).
(1 ) P . E . G i d d i n g s , P R I N C I P I O S D E S O C I O L O G I A . I I , págs . 202 y 208.
(2) G u m p l o w i c z . L U C H A D E R A Z A S ; E n g e l s , O R I G E N D E L A F A M I L I A .
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Probable es que la ciencia social no gane gran cosa con estas disputas. L a obscuridad que re ina en las relaciones p r i mi t ivas de los hombres , la insuf ic iencia de los materiales r e cogidos, y, sobre todo, los intereses de escuela, i m p i d e n ver demasiado claro en este orden de fenómenos. Lo i m p o r t a n t e sería determinar e l grado de a f in idad social, de cohesión estruct u r a l , que h a n tenido en c ierto momento de su evolución los grupos humanos . ¿Cuál ha sido el grado de ton i c idad plástica que h a n necesitado o poseído los núcleos sociales más simples, las células germinativas de la asociación, para desenvolverse después en todas las demás formas de l a colect ividad conocida? Esta indagación, que es d i s t in ta de la que se propone encontrar el fenómeno s o d a l , o sea, l a molécula psicofisiológica
' d e la sociedad, tiene mayor i m p o r t a n c i a para descifrar muchos problemas de l a sociología arqueológica.
L a teoría de la gens es l a que resuelve este p u n t o de m o do sat is factor io . E n ella se encuentra ese temperamento de cohesión y v i t a l i d a d aglutinante, que en sentido f igurado viene a const i tu i r la célula h u m a n a . Esa asociación f a m i l i a r for mada por parientes consanguíneos, todos los cuales son descendientes de u n antepasado común, constituye u n núcleo de afecciones comunes también, pues, como dice M . W a r d , " e l sentimiento es la única fuerza psíquica y a l mismo t iempo la fuerza social f u n d a m e n t a l " (^). Pero el concepto de la gens no es el mismo para, todos . H a r t o conocida es la anarquía de opi niones que reina dentro de la l i t e r a t u r a de l a f a m i l i a p r i m i t i va . Unos confunden la gens con el c lan; otros con la horda o la t r i b u . M . Durkheün es de los que ha dicho: " E l clan r o m a no es la gens, y es b ien entendido que la gens era l a base de l a antigua constitución r o m a n a " (^). M . Gumplowiczs ' fue quien renovó últimamente la teoría de que las t r i b u s no se p r o d u j e r o n p o r la multiplicación de fami l ias , sino p o r "restos de hordas y bandas humanas p r i m i t i v a s que desde el p r i n c i p i o se h a n considerado como extrañas a todo parentesco de sangre" . U n d is tmguido sociólogo, F r a n k l i n Giddings, pretende ver el germen de las sociedades étnicas en las pequeñas hor das compuestas de pocas f a m i l i a s . " L a más pequeña sociedad, escribe, un ida y organizada, compuesta de grupos sociales menores (hordas) que son por sí más amplios que l a f a m i l i a , es
(3 ) C O M P E N D I O D E S O C I O L O G I A , V I I I , pág. 216. (4 ) D E L A D I V I S I O N D U T R A V Á I L S O C I A L , V I , pág. 160. ( 5 ) L U C H A D E R A Z A S , X X X I L pág. 215.
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l a t r i b u " (^). Y concordando con esta teoría, M . D u r k h e i m cree, en nuestros días, "que el verdadero protop lasma social, el germen de donde h a n debido salir todos los t ipos sociales, es la h o r d a " C ) , b i en que p o r horda entienda, a diferencia de otros, " u n a masa homogénea, cuyas partes no se d is t ingui rían imas de o t ras " .
Dejando a u n lado toda esta var iedad de interpretaciones de las pr imeras formas de asociación, no tenemos sino que volver los ojos hacia los tres t ipos clásicos: la gens, la f a t r i a y el c lan o la t r i b u . Son tres estados especiales, no de s imple dilatación social o religiosa, sino de peculiar correlación de elementos psíquicos y colectivos. E n cada uno de ellos desaparecen o se a f loran , p o r lo menos, los vínculos que hacían la
- característica moda l idad de la fase anter i o r . E l parentesco consanguíneo, t r a m a con que se te je la gens, va borrándose poco a poco para dar paso a l parentesco puramente fact ic io . Vienen después otros factores a i m p r i m i r su sello a la agrupación, como el cu l t ivo de l a t i e r r a , y entonces aparece la cooperación y la convivencia de pueblo, como lazos de asociación. " L a gens no era una asociación de fami l ias , sino l a f a m i l i a mis ma , pudiendo comprender indi ferentemente una sola línea o p r o d u c i r numerosas ramas; pero constituyendo siempre una f a m i l i a (^). Esa congregación de fami l ias f o rmando u n grupo fue " l l amada en lengua griega f a t r i a y en la l a t ina c u r i a " i°). La t r i b u o clan es una asociación t e r r i t o r i a l , sobre todo, con cierta organización política. E n el antiguo derecho romano , la t r i b u , ateniéndonos a Momsen, "significó or ig inalmente el campo de c o m u n i d a d " (^°). Igualmente , en los tratados bre-hones, según Sumner Maine, el sept irlandés no ha sido sino la f a m i l i a asociada, y la t r i b u , u n a u n i d a d cooperativa orgánica y autónoma". " Su constitución dependía de l a t i e r r a que ocupaba C^).
L a gens, la f a m i l i a consanguínea con u n antepasado común, es el núcleo típico origineirio de donde proceden las demás formas de desdoblamiento h u m a n o . L a célula social, si puede emplearse este paradigma, es la gens, no el ind iv iduo
(6 ) P R I N C I P I O S D E S O C I O L O G I A , I I , pág. 207. (7 ) O B . C I T . , V I , pág. 149. (8) E . de C o u l a n g e s , O B . C I T . , X , pág. 123. (9 ) P . de C o u l a n g e s , I I I , pág. 133. (10) D E R E C H O P U B L I C O R O M A N O , XI, pág. 25 . (11) O B . C I T . , págs. 99 y 172.
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O l a h o r d a . A las investigaciones sociológicas que demostrar o n que la f a m i l i a era el nudo de arranque del t e j ido social, puede agregarse e l descubrimiento del ayllu. E l ¡ayUu no es sino la gens p r i m i t i v a de las poblaciones del centro del cont i nente sudamericano.
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E l ayllu, t a l cual debió exist ir or ig inalmente , puede llegar a ser conocido mediante una inducción r igurosa . Sus restos dispersos, agrietados y musgosos, denuncian su ant igua estruct u r a . S in embargo, será necesario rodearse de juiciosas precauciones, para no caer en erróneas interpretaciones .
Estudiemos el ayl lu en las ramas aimaras (^) o dentro de la organización incásica, su constitución es la m i s m a . Exist e n muchas razones para creer que la civilización a imara, a cuyo id i oma pertenece aquel vocablo, fue una de las más a n t i guas del continente sud . Igualmente la naturaleza de las for -
(1) E l n o m b r e a i m a r a podría t e n e r p o r etimología l a p a l a b r a A Y A R I - M A R A , q u e s i g n i f i c a l i t e r a l m e n t e " U e v a e l t i e m p o " , o metafáricamente; " t i e m p o l e j a n o " . J u a n D u r a n d , e n s u l i b r o "Et imologías perú-bolivianas" (1931, pág. 6 ) , s o s t i e n e q u e a i m a r a , está f o r m a d o d e A Y A M - M A E A , " a e r o l i t o , p i e d r a m u e r t a d e l a e s t r e l l a " , y también "batán de q u i n u a " . T a l af irmación n o n a c e de' a q u e l l a t e n d e n c i a d e a s i g n a r a orígenes d e s c o n o c i d o s h e c h o s i m a g i n a r i o s l l e n o s d e poesía s imból ica . P e r o es m á s p r o s a i c a l a v i d a d e l o s p u e b l o s . L o m á s n a t u r a l es q u e e l v o c a b l o a i m a r a , v i e n e d e J A Y A - M A R A , q u e s i g n i f i c a t i e m p o de m a s i a d o l e j a n o . E s t a denominación h a p o d i d o s e r u s a d a p o r l o s m i s m o s k o l l a s o a i m a r a s m o d e r n o s y p o r l o s q u e c h u a s , p a r a d e s i g n a r u n a civilización m u y a n t i g u a , p e r d i d a e n l a n o c h e d e l p a s a d o , c u y o s r e s t o s r e p r e s e n t a t i v o s e r a n aquéllos a q u i e n e s d e n o m i n a b a a i m a r a s .
S i r C l e m e n t s B . M a r k h a m , e n u n a C o n f e r e n c i a q u e d i e r a e n 1871, e n l a R e a l S o c i e d a d Geográfica d e L o n d r e s , c o n e l título: " L A S P O S I C I O N E S G E O G R A F I C A S D E L A S T R I B U S Q U E F O R M A R O N E L I M P E R I O D E L O S I N C A S " , d e d i c a u n capítulo t itxi lado; "Apéndice s o b r e e l h o m b r e a i m a r a " , a p r o -
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mas colectivas del i m p e r i o peruano proceden de la civilización a imara . De madrera que, estudiando la constitución íntima y sus grados evolutivos en las ramas aimaras podemos estar seguros de in te rpre tar los movimientos genuinamente originarios del a y l l u . Por o t r a parte , los datos que recojamos de las formas convivenciales de la civilización incásica no concurr i rán sino a robustecer el concepto induct ivo que obtengamos de él.
E l a y l l u , según la significación que le dan los h is tor iado res españoles del i m p e r i o incásico, i m p o r t a una relación f a m i l i a r o de grupo , p o r razón de parentesco consanguíneo. Gar-cilaso de la Vega, describiendo l a c iudad del Cuzco, dice, ent r e otras cosas: " E n aquel espacio largo y ancho vivían los incas de l a sangre real , d ivididos p o r sus ayUius, que es l i n a je , que aunque todos ellos eran de una sangre y de r m l ina je , descendientes del rey Manco Capac, con todo eso hacían sus divisiones de descendencia de t a l o cual rey, por . t odos los re -
b a r q u e e l n o m b r e a i m a r a q u e s e d a a l a l e n g u a y población de l a h o y a d e l T i t i c a c a , e s apócrifa y d e b i d a sólo a u n a m a l a interpretación d e l e n g u a s d e l u g a r q u e h i c i e r o n l o s jesuítas d e J u l i . A M a r k h a m h a s e g u i d o e n e s t a opinión e l d o c t o r P a b l o E r e n e i c h .
L a s r a z o n e s e n q u e s e f u n d a M a r k h a m s o n d e índole p u r a m e n t e histórica: s e a t i e n e a l s i l e n c i o q u e g u a r d a r o n l o s c r o n i s t a s españoles r e s p e c t o de u n a r a m a y l e n g u a i m p o r t a n t e s . L o s a i m a r a s s o n — s e g t j n é l — l o s h a b i t a n t e s d e l a p r o v i n c i a de este n o m b r e q u e p o b l a b a n l a p a r t e a l t a d e l v a l l e d e l rio A b a n c a y y P a c h a c h a c a . S o s t i e n e después, c o m o conclusión d e s u s i n v e s t i g a c i o n e s , q u e l o s q u e h o y s e l l a m a n a i m a x a s poííladores d e l C a l l a o , f u e r o n , según e l P . A l o n s o B a m o s , traídos c o m o mit ímaes p o r e l i n c a C a p a c k Y u p a n q u l , m i t i m a e s , t r a s p l a n t a d o s e n s u m a y o r p a r t e de l a g e n u l n a p r o v i n c i a d e A i m a r a s " . " L o s d e s c e n d i e n t e s , dice', de e s t o s c o l o n o s a u n a r a s , a l a v e z q u e c o n s e r v a b a n e l n o m b r e de a y l l u o t r i b u , q u e l e s e r a o r i g i n a r i a , g r a d u a l e i n s e n s i b l e m e n t e a d o p t a r o n l a l e n g u a de l a s gentes d e l C o l l a o , m c u y o a m b i e n t e -vi-vían, a i m q u e c o n s e r v a b a n m u c h a s p a l a b r a s d e s u l e n g u a m a d x e " . T o d a e s t a l a b o r i o s a c o n s t r u c ción de M a r k h a m , c a e p o r t i e r r a c o n u n s o l o a r g u m e n t o , q u e él n o h a q u e r i d o v e r o h a v i s t o m a l . S i l o s a i m a r a s q u e v i n i e r o n a l a h o y a d e l T i t i c a c a d e l a p r o v i n c i a d e A i m a r a s ( q u e e n l o s m a p a s c o l o n i a l e s está e n t r e l a s p r o v i n c i a s d e A r e q u i p a , G u a m a n g a y C u z c o ) h a b l a b a n o r i g i n a l m e n t e q u e c h u a , c o m o d i c e D ' O r b l g n y y e l m i s m o M a r k h a m , ¿ c ó m o s e h a p o d i d o d a r e l n o m b r e d e a i m a r a a l a l e n g u a q u e h a b l a b a n l a s g e n t e s d e l C o l l a o , a l a s q u e d o m i n a r o n y d e q u i e n e s t o m a r o n e l i d i o m a c o m o c r e e e l P r e s i d e n t e de l a S o c i e d a d Geográf i c a d e L o n d r e s ?
S i l o s a i m a r a s t r a s p l a n t a d o s a l C o l l a o n o hotola.ron o r i g i n a l m e n t e ese i d i o m a q u e h o y c o n o c e m o s c o n t a l n o m b r e m a l h a p o d i d o a raíz d e s u t r a s p l a n t e l l a m a r s e a i m a r a a l i d i o m a q u e c h u a q u e h a b l a b a n , p u e s t o q u e e l s a b i o inglés s u p o n e q u e f u e e s p e c i a l m e n t e después d e l a c o n q u i s t a española, c u a n d o l o s c o l o n o s q u e c h u a s d e l a p r o v i n c i a de A u n a r a s t o m a r o n t o t a l m e n t e e l i d i o m a d e l C o l l a o , e l a i m a r a q u e d e c i m o s a h o r a .
N o ,es p o s i b l e c r e e r p o r u n m o m e n t o q u e c o l o n o s q u e traían u n i d i o m a d o m i n a d o r c o m o e l q u e c h u a e n época d e l m a y o r b r i l l o d e l i m p e r i o incásico y
E l , A Y I - I . IT
yes que fueron , diciendo: éstos descienden del inca fu lano , aquéllos del inca zutano, y así por todos los demás" (^). Asi mismo en u n a carta de don Francisco de Toledo a l Consejo de Indias , fechado en el Cuzco a 18 de marzo de 1572, con mot ivo de l a remisión y averiguación que hizo de cuatro paños incásicos, encontramos este párrafo: " d i j e r o n ser de los n o m bres y ayllos siguientes: de descendencia e ayllo de Manco Capac; ayllo S inchi Roca; ayllo L loque Y u p a n q u i " . E l sentido de esta referencia es el m i s m o que se ve en Garcilaso.
Cieza de León, que indudablemente es el más concienzudo de los narradores españoles, reseñando el reinado de L l o que Y u p a n q u i , ref iere que rogó este monarca a su suegro Za-ñu, que pasase a v i v i r a l Cuzco, y "haciéndolo así se le dio y
d a s u l e n g u a n a c i o n a l , h u b i e s e n p e r d i d o l a l e n g u a m a t e r n a , s i n d e j a r h u e l l a a l g u n a de s u p r e s e n c i a , p u e s l a s p a l a b r a s q u e c r e e M a r k h a m q u e c o n s e r v a r o n d e l q u e c h u a s o n n e t a m e n t e a i m a r a s q u e p a s a r o n m á s b i e n a l q u e c h u a y q u e s o n c o m u n e s a a m b o s i d i o m a s p o r s u f r a t e r n a l p r o c e d e n c i a . ¿ C ó m o , podría p r e g u n t a r s e , i g u a l e s c o l o n o s t r a s p l a n t a d o s a C h a r c a s n o p e r d i e r o n e l l e n g u a j e m a t e r n o h a s t a h o y ? ¿ Y n o t e n e m o s e l c a s o típico d e l o s c a l l a g u a y a s , q u e d e n t r o d e p r o ' v i n c i a s a i m a r a s s u b s i s t e n m a n t e n i e n d o s u i d i o m a p r i m i t i v o , e l q u e c h u a ?
E s i n f a n t i l , p o r o t r a p a r t e , l a explicación q u e s e d a p a r a d i s c u l p a r a G a r c i l a s o q u e s e r e f i e r e a l a i m a r a , según, d a t o s q u e l e envió e l P . A l o a b a z a d e J u l i : "Jamás p u d o o c u r r l r s e l e , d i c e , q u e l o s jesuítas h u b i e s e n d a d o e s t e n o m b r e a u n a l e n g u a d e l C o l l a o , p o r c u a n t o q u e h a b l a d e l n o m b r e c o m o q u e s e a p l i c a a l a l e n g u a d e l a p r o v i n c i a l l a m a d a A i m a r a , e s d e c i r , d e l a p r o v i n c i a q u e él m i s m o l e d e s c r i b i e r a situándolo a l O . d e l C u z c o y n o e n e l C o l l a o " . L o q u e a G a r c i l a s o n o h a p o d i d o ocurrírsele e s q u e l o s a i m a r a s h a b l a s e n e l a i m a r a de q u e s e l e d a b a c u e n t a . E l m e j o r q u e n a d i e sabía q u e t o d a s e s a s p r o v i n c i a s próximas a l C u z c o h a b l a s e n e l q u e c h u a . . L o s jesuítas también l o s a bían c u a n d o refiriéndose a l q u e c h u a l e l l a m a n : " l a l e n g u a g e n e r a l d e l C u z c o " . E l a i m a r a es vma l e n g u a m á s rica e n v o c a b l o s y e n g i r o s q u e e l q u e c h u a y h a d e b i d o e s t a r c u a n d o l a c o n q u i s t a d e C a p a c k Y u p a n q u i e n l a relación d e l griego r e s p e c t o d e l latín. L a iBxtensión geográfica q u e a l c a n z a n l o s n o m b r e s a i m a r a s e n e l c o n t i n e n t e e s p r u e b a c o n t r a r i a a l o q u e s o s t i e n e M a r k h a m q u e l o s a i m a r a s e r a n t r i b u s d e l C o l l a o . E n l a m i s m a p r o v i n c i a g e n u i n a m e n te a u n a r a , según n u e s t r o a u t o r , e x i s t e n n o m b r e s c o m o l o s d e P a m p a m a r c a , v o c a b l o i n d i s c u t i b l e m e n t e a i m a r a . H a y además o t r o s l u g a r e s q u e l l e v a n e l s u j i f o b a m b a , c o m o C o c h a h a m b a , H a n t a b a m b a , A c o b a m b a . E s t a d e s i n e n c i a n o e s s i n o l a p a m p a a i m a r a y q u e h a v e n i d o modificándos,e e n b a m b a .
S i M a r k h a m s o s t i e n e q u e d e l a p r o v i n c i a d e A i m a r a s s e t r a s p l a n t a r o n c o l o n o s a l C o l l a o , ¿no podría c o n e q u i v a l e n c i a d e p r o b a b i l i d a d e s s o s t e n e r s e q u e a q u e l l a denominación d e a i m a r a s f u e l l e v a d a p o r c o l o n o s d e l a h o y a d e l T i t i c a c a , de a q u e l l a civilización q u e extendióse e n o r m e m e n t e p o r e l c e n t r o d e l c o n t i n e n t e ?
(2) D E L O S C O M E N T A B I O S R E A L E S , I , pág. 233. A y U o , d i c e n l o s c r o n i s t a s españoles, d a n d o u n a vocalización c a s t e l l a n a , y
ésta es l a q u e s e u s a h o y ; p e r o l o s aborigénes d i c e n a y l l u , q u e e s l a p r o n u n c i a ción q u e s e a c o m o d a a l a e s t r u c t u r a g r a m a t i c a l d e l a i m a r a .
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B A U T I S T A S A A V B B B A
señaló para su v iv ienda l a parte más occidental de la c iudad, la cual p o r estar en laderas y collados, se llamó Anancuzco, y ' en lo l lano y más bajo , quedóse el rey con su casa y vecindad; y, como ya todos eran orejones, que es tanto como decir nobles, y casi todos ellos hubiesen sido en f rmdar la nueva c iudad, t u viéronse siempre p o r i lustres las gentes que vivían en los dos lugares de l a c iudad l lamados Ananciozco y Orencuzco. Y a l gunos indios quis ieron decir que el inca había de ser de u n o de estos lugares, y el o t ro del o t r o " (^).
L a reseña de Cieza de León establece u n p u n t o fundament a l en la formación de las noblezas incásicas, mediante la consagración del l ina j e consanguíneo y heredi tar io , ya cuando el i m p e r i o l lega con su tercer inca a u n período de organización política y aristocrática de f in ida .
Cuando se nos pone de manif iesto , que el ayllu i m p o r t a una relación de parentesco aristocrático, patronímico, se nos da el sentido más clásico de la gens, esto es, de aquella f a m i l i a que, según de Coulanges, " f o r m a b a u n cuerpo cuya consti tución era completamente aristocrática" (* ) . Pero el ayllu no ha permanecido cristal izado en su p r i m i t i v a es tructura f a m i l i a r sino que se ha t rans formado sucesivamente en c lan y com u n i d a d de aldea. T a l m o v i l i d a d evolut iva podría dar lugar a esta interrogación: ¿el ayllu, es or ig inar iamente una gens, cuyo desdoblamiento ha produc ido la t r i b u , la marca y la nación? ¿O b ien, ese grupo f a m i l i a r consanguíneo surgió únicamente en época en que la constitución social de los pobladores de la hoya del Tit icaca había llegado a u n grado medio o superior de desenvolvimiento?
Se ha dicho, y con c ierta razón, "que los más difíciles pro blemas de la asociación etnogénica, son aquéllos que se refier e n a las pr imeras formas de l a f a m i l i a y a las relaciones de l a f a m i H a con los orígenes del c lan y de la t r i b u " (^). Esta m i s m a d i f i c u l t a d tendríamos en la penetración de la constitución p r i m i t i v a del ayllu, s i n o poseyéramos elementos de clar o discernimiento recogidos tanto por los cronistas españoles cuanto p o r una investigación directa en las ramas aimar a y quechua o peruana. L a estructura p r i m i t i v a del ayllu es
(3 ) S E G U N D A P A R T E D E L A C R O N I C A D E L P E R U , p u b U c a d a p o r M a r c o s Jiménez d e l a E s p a d a . M a d r i d , 1890, págs . 192 y 193.
(4 ) L A C I U D A D A N T I G U A , X , págs. 112 y 123. (5 ) G i d d l n s , O B . C I T . , I I L pág. 324.
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E l . A T t I . tr
la de una gens. Los aylliis congregándose, mezclándose, f o r m a r o n comunidades terr i tor ia les y pueblos . Mas, dentro de estas agrupaciones mayores subsiste l a f a m i l i a , aunque no con sus rasgos y fisonomía p r i m e r o s . E n u n período poster ior , en ese período en que las t r i b u s terr i tor ia les esbozan l a nacional idad , cuando se organiza el i m p e r i o peruano, resurge nuevamente el ayllu casi en su f o r m a antigua y típica, sobre todo , en las fami l ias aristocráticas que se apoderan del gobierno de la nación.
Los ayllus aristocráticos del Cuzco, en su organización i n terna, t ienen una exacta correspondencia con la constitución p a t r i a r c a l del genos griego o de la gens l a t ina , en que el parentesco de sangre o nombres se t ransmi te de generación en generación mascul ina, p o r representación del pater familias ( " ) . "Todos los jefes^ dice M . M a r k h a m , o, m e j o r dicho, los cabecillas de los ayllus o l inajes, fueron l lamados incas, y no fue sino hasta u n período poster ior que el nombre pasó a ser título especial de la f a m i h a r e a l . A u n después, los hombres principales de esta cuna or ig ina l de la raza i m p e r i a l , retuvier o n el nombre de incas; pero se pretendía que el título les fue conferido como favor especial" C ) . E l pasaje de M . M a r k h a m p e r m i t e establecer esta inferencia : que el título inca, que designaba realmente u n a función pat r iar ca l , de l ina j e en sus orígenes, se tomó como d ignidad i m p e r i a l , con las mismas leyes y famil iares r i t o s . I g u a l cosa vemos producirse en Roma (que en su h i s t o r i a tiene muchos puntos de analogía con el imper i o peruano) , donde la d ignidad y las funciones del impefator representaban, en grande, dentro de aquella vigorosa centra l i zación estatal, la a u t o r i d a d y prerrogativas del pater familias q u i r i t a r i o .
(6 ) M . d e C o u l a n g e s , a l d e s c r i b i m o s l o s c a r a c t e r e s c o n s t i t u t i v o s d e l a g e n s , n o s d i c e : " C a d a f a m i l i a t i e n e s u s l e y e s , n o e s c r i t a s s i n d u d a , p e r o s í g r a b a d a s p o r l a c r e e n c i a r e l i g i o s a e n e l corazón d e c a d a i n d i v i d u o : t i e n e s u j u s t i c i a i n t e r i o r , p o r . e n c i m a d e l a c u a l n o h a y n i n g u n a a q u i e n p u e d a a p e l a r s e ; y p o s e y e n d o d e n t r o de sí m i s m a c u a n t o e n r i g o r p u e d e n e c e s i t a r e l I n d i v i d u o p a r a s u v i d a m a t e r i a l y m o r a l , n o l e h a c e f a l t a n a d a de f u e r a , y e s , p o r c o n s i g u i e n te, u n e s t a d o o r g a n i z a d o , u n a s o c i e d a d q u e s e b a s t a a sí m i s m a . M a s l a f a m i l i a d e l o s a n t i g u o s t i e m p o s n o está r e d u c i d a a l a s p r o p o r c i o n e s d e l a f a m i l i a m o d e r n a , p o r q u e m i e n t r a s e n l a s g r a n d e s s o c i e d a d e s l a f a m i l i a s e d e s m e m b r a y s e a m i n o r a , c u a n d o n o h a y o t r a s o c i e d a d , s e e x t i e n d e , s e d e s a r r o l l a y s e r a m i f i c a s i n d e v i d i r s e , q u e d a n d o m u c h a s r a m a s m e n o r e s a g r u p a d a s a l r e d e d o r de l a m a y o r , c e r c a d e l h o g a r único y d e l sepiücro c o m ú n " . C I U D A D A N T I G U A , X , págs. 127 y 128.
(7) X H E J O U R N A L O P T H E R O Y A L G E O G R A P H I C A L S O C I E T Y , v o l . X L I , 1071.
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B A U T I S T A S A A V E B B A
Los caracteres propios del áyllu, en su origen, son, según las inducciones más rigurosas los de la f a m i l i a consanguínea. E n el aylhi que nos describen los cronistas peninsulares, encontramos a l a vez que" u n a cohesión consanguínea, u n régim e n p a t r i a r c a l del anciano o jefe, que es el t ronco del cual proceden o p o r el cual se relacionan y agrupan las fami l ias . Esta u n i d a d del grupo consanguíneo ha debido ser a n t e r i o r a las tradiciones recogidas p o r los historiadores y a l a f o r m a ción, de consiguiente, de las grandes t r i b u s guerreras.
S i comparamos estos fxmdamentos del ayllu con los de l a f a m i l i a l a t ina , hal lamos ser los mismos . M o m m s e n sostiene que: " l a f a m i l i a comprendía todas las personas, de uno y o t r o sexo, que descendían, p o r línea de varón y legítimo mat r i m o n i o , de u n ascendiente común ó- que se reputaban descender de él" (^). Pero l a f a m i l i a de los pueblos arios no sólo fue núcleo de parentesco rea l sino también una asociación rel ig isoa. M . de Coulanges lo ha demostrado con gran erudi ción: " L a unión de los miembros de l a f a m i l i a antigua ha consistido en algo más poderoso que el nac imiento , que el sentimiento y que l a fuerza física: es l a religión del hogar y de los antepasados, l a cual hace que f o r m e l a f a m i l i a xm cuerpo en esta v i d a y en la o t r a " (^).
E n el a y l l u , se descubre igualmente su fundamento r e l i gioso. M e j o r dicho, su constitución es hondamente religiosa. Podríamos atenernos en este p u n t o a la información del presbítero Francisco de Av i la , cura de Guaneo, que escribiendo a l Arzobispo de L i m a , le decía: " E n todos los dichos pueblos (prov inc ia de H u a r o c h i r i ) había ídolos mayores y menores, y no hay f a m i l i a de indios aunque no haya quedado de una generación más que una persona que no tenga su p a r t i c u l a r Dios pénate en su casa, de manera que s i procedieron de Juan ocho o diez personas éstos t ienen u n ídolo que dejó aquél de quien proced ieron . Y este ídolo guarda el más p r i n c i p a l de aquel l a f a m i l i a . Y en quien está el derecho de sucesión en los bienes y lo demás, de manera que el guardar este ídolo es como entre nosotros el derecho de patronazgo que pasa con la herencia y cuando j u r e sanguinis no hay quien proceda y suceda suele el que lo tiene, encomendarlo a l que le parece más prop incuo p o r a f in idad o más amigo" {^°).
(8 ) D E B E G H O P U B L I C O B O M A N O , I , pág. 12. (9) O B . C I T . , pág. 44. . (10) A r c h i v o G e n e r a l de I n d i a s . A u d i e n c i a d e L i m a . 1548—1699. B e l a c i d n
d e l P . F r a n c i s c o A v i l a , c u r a d e G u a n e o , s i n f e c h a . E s t a n t e 71. Cajón 3. L e g . 9. *
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E X A X 1 X U
Pero donde se encuentra el signo inequívoco de la fisonomía religiosa del a y l l u , es en el cul to de los antepasados. Los pobladores precolombinos, los aimaras, especialmente, h a n dejado huellas m u y acentuadas de sus r i tos consagrados al culto de sus mayores . Los menhires y cromleches, cuya edificación es innegablemente religiosa, se encuentran en comarcas aimaras. " E n S i l lus tani y en otras regiones, asegura Sebastián Llórente, se encuentran también antiquísimos círculos solares, que suelen confundirse con los cercos formados p o r cazadores y pastores para coger animales montaraces: se componen de grandes piedras dispuestas en círculos o en varios círculos concéntricos, y en nada di f ieren de las construcciones del mismo género que se h a l l a n en la I n d i a , S ir ia , Dinamarca y Bretaña y se clasif ican de monumentos ciclópicos o megalíticos" (^^).
E l culto de las sepultaciones llegó hasta el empleo de pro cedimientos perfectos, cual lo demuestran los chidlpas, p ro cedimiento parecido al de los enterramientos egipcios. E n una relación de costumbres de los indios pacajes, prov inc ia de a i maras, encontramos respecto de los enterramientos la siguiente descripción: " L a manera que tenían estos pacaxes para enterrarse, era sacar las tr ipas a los d i funtos y las echaban en una ol la y las enterraban debajo de t i e r r a , j u n t o a l cuerpo l iado con unas sogas de p a j a . Y las sepulturas eran fuera del pueblo, cuadradas y altas, a manera de bóveda, y el suelo empedrado, y p o r a r r iba cubiertas con unas losas y p,or de fuer a pintadas con algunos colores. Y a l d i funto le enterraban con los mejores vestidos y ofrecían mucha comida y azua, y daban de comer a los indios que se ha l laban en el ent ierro , y hacían a l d i funto gran l l a n t o " (^^).
E n general, las sepultaciones se hacían en montículos de corte y formas regulares, más que irregulares, como sostiene Prescott. Su arqui tec tura era simplísima, consistente, ordina-i-iamente, en u n a bóveda de adobes o piedras acumuladas unas sobre otras y recubierta de t i e r r a . Allí dentro colocaban los muertos en posturas simbólicas y rodeados de tesoros, ofrendas, v a j i l l a , ídolos, guacas.
(11) A N T I G Ü E D A D E S P B I M I T I V A S D E L P E B U , B e v i s t a p e r u a n a , v o l . I I , pág. 104.
(12) B E L A C I O N E S G E O G B A F I C A S D E I N D I A S , t o m . 1, pág. 60.
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B A U T I S T A S A A V E D R A
E n u n curioso l i b r o destinado a l a investigación del o r i gen de los indios del nuevo mundo , del P. Gi-egorio García, se encuentra u n párrafo que podría servir a este propósito. Dice: " E n esto parecen los indios a los judíos, que solían enterrarse en montes y lugares altos: y los indios de los llanos del Perú, p o r no tener montes, porque son arenales, los hacían de la m i s m a t i e r r a y a r e n a . . . y a l presente se ven ruinas de sus soberbios edificios: demás de lo cual, por toda la Sier r a del Perú están los campos llenos de sepulcros, a modo dé torrecillas, a l presente están llenos de calaveras y de cuerpos de aquellos gentiles, que con el u n i f o r m e temperamento y su t i les aires, están secos e incorporados: que los unos y los otros he v isto , y c o n f i r m a r o n esta verdad todos los que h a n andado p o r aquellas ruinas {^^).
Tales prácticas funerario-religiosas no fueron propias de uno u o tro pueblo . Son comunes, como hace notar el h i s tor ia dor americano, a t r i b u s y pueblos de ambos continentes (^*). As imismo se descubre en las momias caracteres antropológicos que demuestran, fuera de los procedimientos art i f ic iales de deformación craneana, la existencia de razas diferentes. Est a m i s m a observación se ha hecho valer en el estudio de los túmulos de E u r o p a y nor te de Afr i ca , para combat i r l a teoría del "pueblo de los dolmens" , que atribioía a una sola rama étnica l a in i c ia t i va de los monumentos megalíticos.
E n los grupos aimaras subsisten aún las libaciones y ofrendas en la t u m b a de los muer tos . Pero estas prácticas, ¿son originarias de los p r i m i t i v o s pueblos que se h a n perpetuado a través del t i empo y de las variaciones sociales, o h a n sido copiadas de los conquistadores? Es innegable que las ofrendas m o r t u o r i a s se encuentran en las sepultaciones de los antiguos aimaras, como lo denuncian los túmulos de los c h u l l -pas, donde se encuentra vasos, ánforas y platos que hacen suponer que depositaban comidas y bebidas. Tales o frec imientos funerarios , quizás se pract icaban, no sólo en fuerza de las ideas de, supervivencia del espíritu, sino también por l a creencia en los largos viajes que debían emprender los muer tos . M . de Coulanges nos da, en el capítulo del "Cul to de los muer tos "
(13) O R I G E N " D E L O S I N D I O S D E L N U E V O M U N D O E I N D I A S O C C I D E N T A L E S , 1720, pág, 96.
(14) G . H . P r e s c o t t , H I S T O R I A D E L A C O N Q U I S T A D E L P E R U , I I L pág i n a 104.
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E L A Y L L U
de l a "C iudad A n t i g u a " , u n a explicación de estos r i tos mortuor i o s . "Puesto que el m u e r t o tenía necesidad de comer y beber, se comprendió que los vivos tenían que satisfacerla y se hizo ob l igator io el cuidado de l levar a los muertos sus a l i mentos, para no abandonaiies a l capricho de los sentimientos variables del h o m b r e . Así se estableció una rehgión de la muerte , cuyos dogmas t a l vez se b o r r a r o n p r o n t o , pero cuyos r i tos d u r a r o n hasta el t r i u n f o del c r i s t ian ismo" (^^).
Interpretación sería ésta que tendría en el caso actual el mérito, a más de señalar su s i m i l i t u d con los r i tuales aimaras, de l levamos a una conclusión inev i tab le . L a religión de la t u m b a con todas sus solemnidades litúrgicas no ha debido surgir sino dentro de l a constitución patronímica de la f a m i l i a . L a arqu i tec tura funerar ia sólo ha podido progresar con el arraigo a la t i e r r a de las t r i b u s errantes y con el cul to de los antepasados. E n las fami l ias peruanas el culto de los antepasados revestía esos mismos caracteres. "Los incas, nos d i ce M . M a r k h a m ( " ) , adoraban también a sus antepasados. L a pacarina o antecesor del ayl lu o l ina je , se idealizaba como al m a o esencia de sus descendientes". Y en la nota que ha puesto para explicar el significado de pacarina que deriva del verbo: pacarina, amanecer, nos da, precisamente, una raíz aimar a : piacara. " E l emblema que se adoraba, agrega, era el verdadero cuerpo, l lamado m a l q u l , que se conservaba con el mayor esmero en cuevas l lamadas machay, y en fiestas solemnes los ayllus se reunían" (^'').
(15) O B . C I T . , l, pág. 20. (16) O B . C I T . , pág. 52. (17) I B I D , 52.
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I V
Se entrecruzan, pues, múltiples consideraciones para dar lugar a suponer, que en los pr imeros albores de las poblaciones aimaras surgió el ayllu, l ina je , o sea l a f a m i l i a patronímica , antes de toda organización t r i b a l y nac ional . Empero , la mayor parte de los investigadores de las civilizaciones precolombinas del continente sud, sostienen que l a única evolución social digna de tenerse en cuenta, es la incásica. Supone que las demás razas y poblaciones no pasaron de la organización t r i b a l , en la cual se encuentran casi todas las poblaciones aborígenes. Esta afirmación i m p l i c a l a idea de que los grupos sociales inferiores no han conocido o t r a f o r m a de convivencia, dentro de l a cual no se acepta la existencia de la fam i l i a extensa y autónoma o lo que en otros téi-minos impor t a la teoría que Gumplowicz ha sostenido diciendo: "que los grupos singenéticos ordinar ios más inferiores en que se dist r i b u y e n los pueblos salvajes o s in civilización son las t r i b u s " (^). Pero t a l aserción es insostenible respecto de las poblaciones de nuestro continente, y los científicos e historiadores que t a l cosa h a n a f i rmado , lo h a n hecho sencillamente, porque no h a n pasado en sus investigaciones de la epidermis de la sociología americana. Y mucho más desprovista de fundamento sería t a l creencia si se t r a t a de los aimaras, de cuya civilización asombrosa tendríamos test imonios evidentes en las ruinas de Tiaguanacu, en los restos de su constitución social y en la riqueza de su hermosa lengua.
(1 ) O B . C I T . , I I , pág. 213.
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E n cuanto al a y l l u , no es de suponer que hubiese naci do exclusivamente en la r a m a aimara, n i tampoco podría sostenerse que hubiese aparecido en ella con anter ior idad a las demás del cont inente . Por poco que se penetre en el conocimiento de las instituciones p r i m i t i v a s de estos pueblos indígenas, se encontrará siempre l a f o r m a típica de la gens. Así, por ejemp lo , el c a l l p u l l i azteca, t e r r i t o r i a l m e n t e considerado, es seme-
' j ante a l ay l lu mcásico, cuando éste tenía la estructura del clan, como ha de verse más adelante. ¿La ident idad de los p r i m e ros gérmenes de l a composición social se debe acaso a la cop i a o i n f l u j o de unos pueblos en otros? ¿Será el resultado de la herencia de troncos comunes, pero netamente americanos, o se remontará su procedencia a fuentes más lejanas, a las ra mas orientales del v ie jo continente?
E l barón de H u m b o l d t ha sostenido que "no hay t r a d i ción alguna que revele lazos de unión entre las naciones de la América m e r i d i o n a l y las del nor te del i s tmo de Panamá". Pero después agrega: "Mas, poco i m p o r t a que las tradiciones no nos descubran relación alguna directa entre los pueblos de una y o t r a América, pues su h i s t o r i a nos da a conocer notables analogías en sus respectivas revoluciones políticas y religiosas de que data la civilización de los Aztecas, Músicas y Peruanos" (^).
Las analogías son aún mayores en orden a las lenguas i n dígenas . Gran número de ellas denuncian u n parentesco f r a t e r n a l . H u m b o l d t mismo sostiene que "en el dédalo de los id iomas americanos b ien se ve que pueden agruparse muchos en fami l ias , mientras qué otros quedan enteramente aislados". Mas, cree él que l a tendencia u n i f o r m e de los idiomas anuncia, sino ident idad de origen, por lo menos extremada analogía en las disposiciones intelectuales de los pueblos amer i canos desde l a Groenlandia a las t ierras magallánicas" C ) . Por su parte , M . D'Orbigny, uno de los más grandes sabios que ha vis i tado largamente l a América, abona las observaciones del sabio alemán, cuando descubriendo semejanzas sorprendentes entre los habitantes de l Orinoco y los guaraníes del Paraguay, decía: "Encontramos , en todo el m i s m o estado social, las mismas modificaciones de costumbres, de facultades morales e intelectuales; pero ¡cuál no fue nuestra so ipre-
(2 ) M O N U M E N T O S D E L O S A N T I G U O S P m S B L O S D E A M E R I C A I • g l n a 9. . • ,
( 3 ) I B I D . , pág. 11.
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sa, cuando esta comparación nos demostró que palabras evidentemente guaraníes, que no podían haber sido comunicadas más que p o r el contacto, se encuentran en el número de palabras citadas p o r e l sabio v ia jero en las lenguas de las naciones Caribes, Omaguas, Maipures , Tamanaques, Parenis y Chacías del Orinoco y de Cumaná! T a l teoría da lugar a conc lu i r que los guaraníes se extendieron p o r codo el largo de la América m e r i d i o n a l " (* ) .
H u m b o l d t , como D'Orbigny, aceptan, para explicarse t a n singulares semejanzas, dos extremos que no satisfacen a la crít ica moderna . La ident idad de disposiciones intelectuales, i n sinuada p o r el p r i m e r o , no hace sino aplazar la d i f i c u l t a d . No ha podido exist ir en América esa ident idad dada la variedad de razas y del medio f ísico. Tampoco la analogía de disposiciones puede engendrar raíces comunes de lenguaje. Su proposición se ha l la en plena contradicción con las leyes de la f i lología comparada que demuestran l a existencia de raíces i r r e concil iables. De otro lado, las mismas necesidades fisiológicas no producen los mismos sonidos, n i las mismas formas de expresión del pensamiento. ¿Cómo se explicaría entonces la p l u r a l i d a d de lenguas?
E n cuanto a D 'Orbigny, el e r ror a que nos conduciría sería el de suponer que los guaraníes se extendieron p o r todo el continente, cuando p o r los historiadores coloniales, como por u n estudio más exacto que se ha hecho de este id ioma, se viene en conocimiento que las t r i b u s guaraníes ocupaban sólo determinadas zonas del Paraguay, Paraná y Uruguay . Menos aún que aquellas hipótesis podría resolver el prob lema en cuestión l a teoría de los m f l u j o s recíprocos. Dada la geografía del continente sus formidables barreras de montañas y repliegues inaccesibles, de bosques impenetrables, de llanos y desiertos inconmensurables, la imitación, el contacto inmediato o frecuente, h a n debido ser, sino nulos , demasiado tenues para p r o d u c i r esos fenómenos sociales de sorprendente s i m i l i t u d .
N o quedaría o t r a explicación razonable de las analogías americanas, sobre todo de las lingüísticas, que la de suponer que esa ident idad proceda de fuentes comunes, que desaparecieron, y que dispersándose p o r cl imas y pueblos diversos
(4) L ' H o m m e A m e r l c a i n I n t . , pág. X I I .
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adqu i r i e ron caracteres nuevos en sus fonemas y morfemas dando nacimiento a lenguas como el arawak, el aimara, el guaraní, e l quechua, que se extendieron geográficamente debido a causas políticas y económicas. "Circunstancias históricas •—dice Vendryes— explican el predomin io de una lengua tomada como base y su extensión p o r encima de los parlares locales. Algunas veces u n dialecto, es decir, la lengua de r m país dado, que se extiende a los países vecinos, llega a ser una lengua c o m t i n " . A su vez las lenguas comunes se fraccionan y se desmigajan p o r segmentación a medida que una lengua se emplea con mayor extensión.
Fuerza, desde luego, a esta conclusión, la comunidad de raíces en las principales lenguas indígenas como el quechua, a imara , atacameña y guaraní. Acaso podría oponerse a esta inducción la ley de la renovación dialectal, con que M a x Mül ler contrad i jo lo expuesto por G r i m , de que " toda m u l t i p l i c i dad de dialectos proviene de u n a u n i d a d p r i m i t i v a " . Müller considera en su apoyo que "nada sorprendió tanto a los m i sioneros jesuítas como el número i n f i n i t o de dialectos hablados por los indígenas de América. Lejos de ser prueba de una civilización adelantada esa m u l t i p l i c i d a d de lenguas, revelaba más b ien que las diversas razas de América no se habían somet ido nunca durante c ierto espacio de t i empo a u n a poderosa concentración política, y que jamás habían llegado a f u n dar grandes imper ios nacionales" (^ ) . .
Las suposiciones del filólogo alemán están en oposición con los datos más elementales de l a h i s to r ia y preh is tor ia americanas, que nos enseñan el paso, p o r el continente de Colón, de civilizaciones e imperios poderosos. L a existencia de lenguas irreconci l iables en sus fuentes y en su estructura puede encuadrarse b i e n con la teoría pol igenista que, en l a p l u r a l i dad de ellas; ve la m u l t i p l i c i d a d de centros creadores de id i o mas diversos; pero t a l cuestión es d i s t inta , y nada tiene que ver con lenguas hermanas, o que, puedan, en diversos grados de parentesco, referirse a u n centro común de procedencia.
E n América, las s imihtudes sociales y filológicas no t ie nen o t r a interpretación. Esta comunidad no podría negarse desde luego, entre las civihzaciones a imara y quechua, s i es que ésta no es sino u n desdoblamiento de aquélla. Las estre-
(5) L E L A N G A G E , pág. 308. París, 1921. (6 ) L A C I E N C I A D E L L E N G U A J E , I I , pág. 60.
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chas relaciones que se descubren entre ambas ramas inducen a pensar que t u v i e r o n remotamente una fuente común.
E l quechua fue i d i o m a que representando una extensa c i v i lización no hizo sino c u b r i r m u y p,or encima una más honda que ella: l a a imara, s in haber podido b o r r a r l a . Raspando u n poco el barniz quechua queda como roca f i r m e el a imara y su civilización. ¿Quiénes fueron aquellas gentes, aquellos pueblos, aquellas razas? Ese es el prob lema p o r d i luc idar y que está intocado. Todos los investigadores, científicos o no, se h a n l i m i t a d o a estudiar la civilización quechua, lo que h a n visto en l a superficie de l a estratificación de las culturas indígenas del contüiente. Poco o nada han penetrado en el fondo del problema, en la c u l t u r a a imara .
N o sabemos por dónde e l alemán Pablo Ereneich haya deducido que ambas lenguas son " fundamentalmente diversas" C ) . Bastaría hacer u n a l igera comparación entre las gramáticas de ambos idiomas para descubrir l a ident idad de raíces (^). Prueba de esa comunidad sería la p a r i n o m i a de ciertos vocablos. Así, por e jemplo, los numerales tres (quimsa, k i m -sa) , cinco (phiscay y pheska) , seis (soctay y sojgta) y diez (chunca y t u n c a ) , son unos mismos con variaciones fonéticas imperceptibles casi. Hay además u n a larga serie de vocablos comunes a ambas lenguas; así son: auqa ( t i r a n o ) , a j i l o (ba l bucear) , a l l p i ( m a z a m o r r a ) , a n k u ( n e r v i o ) , al lqo ( p e r r o ) , atipaña (vencer) , aicha (carne) , a i l l u ( l i n a j e ) , amaya ( d i f u n t o ) , apaña ( l l e v a r ) , apu (capitán), koya re-iimcqorpachaña (hosped a r ) , chúachaña ( c l a r i f i c a r ) , cuspa (bo lsa) , chhuUa (chosa), chu j l chu j (calofr ío) , ch'awara (segadora), chajtaña (enriquecer ) , chirwaña ( e s p r i m i r ) , ch'usaña (estar ausente), ch ' is i ( f r ío ) , chaka (puente ) , c h a j r u m a (mezc lar ) , chukuña (de cu-
(7) B O L E T I N D E L M I N I S T E R I O D E C O L O N I Z A C I O N , N ? 21, pág. 713. L a Etnografía d e l a América d e l S u d .
(8) E l d o c t o r M a x U l i l e o p i n a también q u e ; " E l a i m a r a y e l q u e c h u a s o n e n s u o r i g e n d e e s t i r p e d i f e r e n t e , c o m o p r u e b a l a d i f e r e n c i a d e l o s f i m d a m e n -tos d e s u s v o c a b u l a r i o s , e s p e c i a l m e n t e Bii l a denominación d e l a s p a r t e s d e l c u e r p o . S u g r a n s e m e j a n z a p r e s e n t e h a s i d o d e b i d a a u n a c t o d e asünilación p o r p a r t e d e u n a d e l a s l e n g u a s a l a o t r a , c o m o p u e d e s u c e d e r e n t r e l e n g u a s v e c i n a s . Y a v e m o s j x i r l a comparación de l a s d o s l e n g u a s , q u e l a asimilación n o p u e d e h a b e r s i d o l a d e l a i m a r a a l q u e c h u a , s i n o l a d e l q u e c h u a a l o t r o . E s t e r e s u l t a d o t a n s e g u r o está e n c o m p l e t a armonía c o n o t r o s q u e s e h a n d e s a c a r de l a extensión p r e i n c a i c a d e l a s d o s l e n g u a s , a u n q u e l a opinión comi3n h a s t a e l día h a j u z g a d o e n f a v o r d e l a m a y o r extensión o r i g i n a l d e l q u e c h u a i n d e b i d a m e n t e " . ( C o n f e r e n c i a d a d a e n L a P a a e n sesión d e a m e r i c a n i s t a s . 1910) .
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c l i l l as ) , chalwa (pescado), cheqa (verdad) , c h i j i ( g rama) , chi -wanko ( m i r l o ) , cliiñi (murciélago) , ch 'uru (caracol ) , chupu (div ieso) , h a r a r a n k u ( l a g a r t i j a ) , h u k u m a r i (oso) , hucha (cul p a ) , q'ucho (r incón) , qarachi ( roña) , khuchuña ( c o r t a r ) , qkes-p i (retazos de v i d r i o ) , q 'achu (yerba ) , kutiña ( vo lver ) , concho ( t u r b i o ) , k u n t u r i ( c óndor ) , kus i -kus i (araña), qallaña (comenzar ) , qoquña (restregar ) , K e n t i ( p i c a f l o r ) , qellqaña (esc r i b i r ) , luq 'ana (dedo) , l a ika ( b r u j o ) , l a r k a (acequia) , l a p h u ( h o j a ) , Uamp'u ( p o l v o ) , Ilakisiña ( a f l i j i r s e ) , U i l h ( sarpuUido) , Uamkliaña (manosear) , Uust'aña ( resbalar ) , UojUe (avenida) , lajUaña ( laborar madera ) , Uiphiña ( l u c i r ) , llalliña (aventa jar ) , l lausa (babas) , misq'isiña ( a d u l a r ) , m a i n i m p i (con o t r o ) , m u -qhiña ( o l e r ) , m a l i n a ( p r o b a r ) , munaña (querer ) , machaña (embriagarse) , m i l l u ( a l u m b r e ) , massi ( compañero) , m i s i (gat o ) , marquaña ( l levar en brazos) , m a m a ( m a d r e ) , m a n u (deud a ) , m i n q V ( s u s t i t u t o ) , m a t h i (calabaza), m i c h a (mezquino ) , m o k o ( n u d o ) , moroq ' o ( redondo ) , nusphaña (pensar) , nina ( fuego) , ñuño, ( t e t a ) , o r k o (macho ) , oqe (ojos zarcos) , p i r w a , (granero ) , p 'usuUu ( a m p o l l a ) , p i l i ( p a t o ) , p i l p i n t o (mar ipo sa) , perka (pared ) , p ' isaka (perd i z ) , p h u y u ( p l u m a ) , phiña ( b r a v o ) , p u k a r a ( fortaleza, p u c h ' u ( m a n a n t i a l ) , paqema ( p r i s ionero) , pacha ( t i empo , l u g a r ) , pallaña (recoger) , pantana ( e r r a r ) , pachiña ( q u e b r a r ) , p ichana ( b a r r e r ) , p i l l u ( gu i rna l d a ) , p i n q i l l o ( f l a u t a ) , p i s i (escaso), p'osoka (espuma) , puchu ( sobra ) , etc.
¿A qué conclusiones lingüísticas puede conducimos t a l par idad?
E l parentesco en las lenguas consiste en u n con junto de rasgos comunes a los idiomas que se compárala, y que teniendo u n mismo or igen se han difei-enciado p o r circunstancias históricas. T a l ha sucedido entre el a imara y el quechua. La alteración fonética -que h a n sufr ido por influencias geográficas, políticas y de entrecruce recíproco no ha podido mantener en la mayor par te de los casos completa ident idad en las voces or iginarias de una o t r a fuente común. N o podría a t r i buirse esta hermandad lingüística, como piensan algunos, ent r e ellos M a r k h a m , sólo a l i n f l u j o de la dominación incaica sobre los a imaras . E l error de M a r k h a m y otros está en suponer que e l a imara salió del quechua, o viceversa. Ningún i d i o m a sale entero de o t r o . Entretenerse en buscar u n a com u n i d a d o s i m i l i t u d íntima de vocablos aimaras y quechuas sería vana ocupación si no supiésemos p o r ciertos datos históricos que ambas civilizaciones t u v i e r o n contactos m u y estrechos.
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porque de o t ro modo s in el auxi l iar histórico •— al decir de u n entendido en l a m a t e r i a — las conclusiones que puede a r r o j a r el método comparat ivo en filología, que consiste en pro lon gar en el pasado desconocido el método histórico, quedan m u y atenuadas en su valor ( " ) . L a etimología de vocablos sin conocimiento alguno de las relaciones históricas de los id io mas a que pertenecen, no darían mucha luz acerca de la coordinación lingüística que se estudia, una vez que palabras que tienen el roismo sentido y l a m i s m a pronunciación no tienen relación de parentesco a lgmio .
L a cronología incásica, como la azteca, no remonta más allá del siglo X I I . Pero tanto los peruanos como los aztecas encontraron a su paso monumentos antiquísimos que atestiguan el f lorec imiento de civilizaciones poderosas. Los incas quedaron sorprendidos a l contemplar los restos de Tiagna-nacu. Cieza de León n a r r a la veneración religiosa con que m i r a b a n las gentes procedentes del Cuzco aquellas majestuosas ruinas que, indudablemente, i n v i t a b a n a med i tar sobre una antigüedad le jana . E l arcaísmo tiguanaquense no debe a t r i buirse a la c u l t u r a incásica. P,or p u n t o general, debería aceptarse la observación de u n dist inguido peruanólogo, el señor Llórente, quien cree: "que no es t a n fácil d i s t ingu ir las a n t i güedades p r i m i t i v a s de las que pertenecen a la civilización de los incas, a quienes suele a t r ibu i rse toda la c u l t u r a del ant iguo Perú. Los h i jos del Sol, añade, en el interés de su dominación y de su cul to , acostumbraron t r a n s f o r m a r los anteriores monumentos , cubriéndolos de nuevas construcciones o, a l menos, las c i r cundaron de edificios consagrados a la adoración solar que dejan en débil luz las creencias y trabajos más antiguos . Los grandes monumentos , que nunca podrían improvisarse , y que se ha l lan en lugares a donde no llegó o sólo ejerció una in f luenc ia efímera la dominación de los i n cas, c iertamente que no fueron levantados p o r su gobierno"
(9 ) V e n d r y e s , L A L A N G A G E , pág. 360. (10) R E V I S T A P E R U A N A , 1879, v o l . I I , pág. 6.
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N o cabe la menor duda . H u b o una civilización extensa, superior y antigua a la incásica y de la que no quedan sino aquellos soberbios vestigios de Tiaguanacu, cuyos últimos descubrimientos a f i r m a n indiscut ib lemente su grandeza respecto de toda otra , equiparándose únicamente a la azteca. Nada t a m poco se opone a que los aimaras fuesen los representantes de ese grado de f lorec imiento social . N o obstante, M . M a r k h a m niega desde el p u n t o de v ista megalítico la creencia en la ant igua civilización a imara anter ior a l a incásica; pero las i n ducciones de este d ist inguido escr itor son puramente históricas y carecen de base científica. Se atiene exclusivamente a l relato de cronistas españoles, los que no pueden darnos respuesta a cuestiones de orden más pro fundo que l a simple na-i-ración de las tradiciones borrosas de pueblos desaparecidos. Esas investigaciones recién están p o r hacerse, mas, con otro género de c r i t e r i o y con otros ins t rumentos . L a arqueología, la filología y la sociología comparadas, sobre todo, h a n de dec id i r estas cuestiones. Entre tanto , las razones son puramente presuntivas.
E n t r e las muchas que de esta índqle m i l i t a n en apoyo de la antigua civilización aimara, hay una de orden geográfico. La extensión a que llega la civilización a imara ha quedado atest iguada en los nombres de lugares, montes y ríos (^). De es-
(1 ) " E n t r e ' l a s t r i b u s q u e c h u a s d e S o l i v i a , a n t i g u o d o m i n i o d e l o s a i m a r a s , t e n e m o s l o s s i g u i e n t e s l u g a r e s d e o r i g e n a i m a r a : H a c h a c o t a — m a r
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t a índole son las que apuntamos con respecto a la extensión geográfica del a imara en e l continente sudamericano. N o nos dejaremos arrastrar , p o r c ierto , de aquellas falsas apariencias que han inducido a afirmaciones s in fundamento serio. Tropezaremos con una d i f i cu l tad , que siempre se puede salvar, pero que es ocasionada a erróneas interpretaciones . Y ella no es o t r a cosa que la alteración fonética que han sufr ido los vocablos aimaras en su contacto con el quechua, p r i m e r o , y con el español, después. L a inf luenc ia de este último ha desf igurado en gran escala la fonética a i m a r a . E n la mayor parte de los nombres aimaras y quechuas es la vocalización castel lana la que ha venido a prevalecer. Con todo, en el fondo de la palabra alterada se puede descubrir la voz indígena.
Hay, desde luego, u n a indicación idiomática que puede al lanar e l t r a b a j o . Todos los nombres de lugares que l levan
d e lágrimas, e s t a n c i a d e T a r a p a y a ( A y o p a y a ) ; A c h a c h i h i v a . t a ^ a ' b u e l o m u e r to , e n C a p i n o t a ( A r q u e ) ; H u m u c h M m a — a g u a d e l pájaro, serranía a l S . d e , CochalDamba, ; Amaya—cadáver , e s t a n c i a d e C h a r o p a y a ( A y o p a y a ) ; H a n q o -k a l a — p i e d r a b l a n c a , t r e s e s t a n c i a s d e C a p i n o t a ( A r q u e ) ; A n u c a r a n l — c o n p e r r o , p r o p i e d a d e s d e Q u i l l a k o l l o (Tapacarí) ; A s i r u m a r k a — c o m a r c a d e c u l e b r a s , e n S a n Joaquín de H o c t a ( C e r c a d o ) ; H a y a p a y a . — l e j o s de dos , p r o v i n c i a s d e C o -c h a b a m b a . K a l a q h a w a n i — f i m d a de p i e d r a , e s t a n c i a d e C a x a z a ( A r q u e ) ; K a l a -k a l a ^ p e d r e g a l , cercanías d e C o o h a b a m b a ; Kálacbaka—puente de p i e d r a , es t a n c i a de P a s o (Tapacarí) ; K a l a q o t o — m o n t ó n d e p i e d r a s , e s t a n c i a d e Tola . ta ( T a r a t a ) ; K a l a l l u s t a — p i e d r a r e s b a l a d i z a , e s t a n c i a d e l Paredón ( T a r a t a ) ; K a -l a s a y a — p i e d r a p a r a d a , e s t a n c i a d e I t a p a y a (Tapacarí ) ; K a l a w i n t o — a p o y o d e p i e d r a , e s t a n c i a de Tapacarí ; K a l u u y u — c a s a d e p i e d r a , e n T a r a t a (Tapacarí y C l i a p a r e ) ; Kantumarca—^límite d e u n p u e b l o , e s t a n c i a d e S a n t a A n a d e C a l a -c a l a ; Q ' a r a k o U o — c i m a p e l a d a , e s t a n c i a d e C h a r a p a y a ( A y o p a y a ) ; Q ' a r a m a r k a — país estéril, e s t a n c i a d e S i p e s i p e (Tapacarí) ; Q o q a p a y a n i — c o n d o s árboles, río a f l u e n t e d e l C o t a j e s ; K o l p u u m a — a g u a s a l i t r o s a , e s t a n c i a d e Q u i r q u i a . v i ( A r q u e ) ; Q o ñ a q o ñ a ^ b l a n d o b l a n d o , c o m a r c a de S a n t a A n a d e Caláosla; O o t a q o -t a n l , c o n l a g u n a s , e s t a n c i a d e M o r o c h a t a ( A y o p a y a ) ; Q o t a l a q ' a — t i e r r a d e l a l a g u n a , e s t a n c i a d e A r a n i ( E u f i t a ) ; Q o t a w a n a — l a g u n a s e c a , e s t a n c i a d e L e q u e (Tapacarí) ; K u p i — d e r e c h a , e s t a n c i a d e P o o o m a ( T o t o r a ) ; C h a k a p a y a — d o s p u e n t e s , serranía de l a p a r t e O . d e S i p e s i p e ; C M i a l l a — a r e n a , cantón d e T a p a carí; C h a h a l l a c h a l l a , a r e n a l e s , e s t a n c i a s d e T o t o r a y C a p i n o t a ; C h h a p i s i r q ' a — c e r c a d o d e e s p i n a s , e s t a n c i a s de M o r o c h t a , C o l o m i y T i n q u i p a y a ; C h a r a p a y a r — d o s p i e r n a s , cantón d e l n o m b r e d e u n río; C h h i l i m a r k a — p u e b l o e n h o n d o n a d a , e s t a n c i a de C i q u l p a y a (Tapacarí ) ; Chhojñakollo—colina v e r d e , e s t a n c i a d e l P a s o (Tapacarí) ; C h o k e m a t a — c r i a d e r o d e o r o , cantón d e A y o p a y a ; W a n k a r a — t a m b o r , e s t a n c i a - d e T a c o p a y a ( A r q u e ) ; L a q ' a l a q ' a — t i e r r a , t i e r r a , e s t a n c i a d e T a r a t a ; ' L a l k a q o t a — l a g u n a e n c a n t a d a , e s t a n c i a d e S a c a o a ( S h a p a r e ) ; L l a l l a w a — a n i m a l m o n s t r u o s o , • e s t a n c i a d e T o t o r a , M a c h a k a — ^ n u e v o cantón d e A y o p a y a , o n c e e s t a n c i a s de d i f e r e n t e s c a n t o n e s de C o c h a b a m b a ; M i s q u i — d u l c e p r o v i n c i a y a n t i g u a c i u d a d d e C o c h a b a m b a ; P a l l k a — b i f u r c a d o , cantón d e A y o p a y a , río q u e b a j a de l o s n e v a d o s d e T m ' a c a s g y o t r a s e s t a n c i a s ; P a y n k o l l o — d o s c o l i n a s , e s t a n c i a d e S i p e s i p e (Tapacarí ) ; P u k a r a — f o r t a l e z a , e s t a n c i a s d e Q u i r o g a " . R e v i s t a A C A D E M I A A I M A R A , núm. 5, pág. 32 y 33.
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por pre f i j o o suf i jo la voz "maroa " que significa: pueblo o l u gar, " p a t a " : a l tura , eminencia, " p a m p a " : l l anura , afueras del pueblo, bajío, y los que l levan la desinencia " n i " , que quiere decir " c o n " , "que t iene" , son, indudablemente, a imaras . M u chos de estos nombres h a n sufr ido una verdadera conmoción fonética, que ha corroído substancialmente sus desinencias, pues, es función p r o p i a de la alteración fonética atacar el mor fema haciendo difícil sn descifración. Otras veces el vocablo a imara ha recibido en u n a de sus partes, en el p re f i j o o el .suf i j o , un agregado quechua o castellano. Así " u m a - c h i r i " , es u n compuesto de " u n m " , agua, a imara, y " c h i r i " , frío, quechua. E n " H u m a h u a c a " y "Asnucal lo" , la segunda voz de la pr ime r a palabra y l a p r i m e r a de la segunda, son castellanas y las otras a imaras .
B i e n será antes de entrar en el conocimiento de los signos que nos dan el test imonio de la expansión a imara, que notemos que su t o p o n i m i a no responde sino a una elemental designación de los lugares en razón de su más expresiva y directa condición n a t u r a l . Es la traducción de los hechos t a l cual se les ha visto , o de l a p r i m e r a y más sencilla impresión que haya causado a sus bautizadores. No hay en los nombres nada que pueda revelar leyenda, alegoría. L a imaginación no ha entrado para nada en su juego . Se ve claro que es u n dialecto p r i m i t i v o , onomatopéyico, tosco, desnudo de abstracciones y de galas, que ha llevado la huel la de su visión sobre la naturaleza por donde ha i d o .
E l agua b a u t i s m a l del a imara, en el continente sud, comienza desde el paralelo 5' E n las líneas que siguen no vamos a hacer una enumeración de todos los casos de topomán-tica a imara, sino una s imple enunciación que tiene el alcance de paradigmas. Esto es, citaremos los que puedan reconocerse a l p r i m e r golpe de vista s in necesidad de entrar en u n análisis s u t i l de sus mor femas . Ahí está u n "Guanea-bamba^', que debe ser "Guanea-pampa", l lano de piedras; "Moyobam-ba", no es sino "Muyu-pampa" , p lanic ie redonda; "Cajamar-ca" y Chachapoyas", son aimaras . E n el p r i m e r o existe el sel lo particularísimo del suf i jo " m a r c a " y en el segundo la voz radical "chacha", hombre , es todo lo claro que se qu iera .
S i descendemos en el mapa más a l sud del paralelo 6' y entramos en l a zona que hoy comprende los departamentos peruanos de Guamanga y Ayacucho, encontramos los siguientes nombres : "Uchumarca" , que debió ser "Juchúsmarca":
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B A U T I S T A S A A V E D B A
pueblo de poca monta ; "Vambamarca" , que fue, seguramenfe, "Pampamarca" , pueblo del l lano ; "Ja l lubamba" , que era "Ja-I l u p a m p a " o "Ja jo ipampa" : l l a n u r a l luviosa o sal i trosa. E n el departamento del Cuzco, sede del imper i o incásico, hallaremos aún mayor número de nombres a imaras . Ahí van los siguientes: " U r u b a m b a " , que era " U r u p a m p a " , l l anura del día; " V i l l -cabamba", o sea " V i l l c a p a m p a " ; V i l l ca , según Berton io quiere decir "adorator io del so l " , también significa u n a cosa iped ic ina l . Ahí están los nombres : "Capajmarca" : "pueblo r i co", "Pampamarca" : pueblo del l lano ; "Checca-Cupi": izquierda-derecha, etc. H a y otros nombres aún como: "Marca-pata" : pueblo al to ; "Ccosfi ipata": a l t u r a caliente; "CoUquemarca", pueblo donde hay p la ta : "Chal labamba" , que debe ser "Cha-l lapampa" , s i t io arenoso; " U m a m a r c a " : pueblo húmedo; "CoU-quepata" : a l t u r a de p la ta ; "Laura -marca" : pueblo donde hay pescado; "Corpapata" : a l tura , límite, etc. Y si fuéramos a extender nuestras ojeadas a otros campos de aplicación de estas inducciones, encontraríamos, tratándose del hogar incai co, que los nombres de muchos incas son de filiación a imara. Mayta-Capac, L loque-Llupanqui , Huaina-Capac, Atahual lpa , son, en sus prenombres, a imaras .
Arequipa y sus adyacencias son o t ro test imonio viviente de t o p o n i m i a a imara . Este nombre no viene como explicaba algún escritor peruano de " A r i - k h e p p a j " , " l a s ierra de atrás". Porque aun siendo a imara l a frase, ella no interpreta , n a t u ralmente , los hechos geográficos. ¿Por dónde debía l lamarse "s ierra de atrás" a las montañas aquéllas que pueden considerarse como costaneras? Su posición geográfica es exterior a los centros reconocidamente aimaras del a l t i p l a n o . N o es necesario hacer t a n forzadas interpretaciones . L a etimología de Arequipa es más sencilla y n a t u r a l . E l l a es " A r i - q u i p a " , " a r i " , la sierra, el f i l o de la cordi l lera , y " q u i p a " , vue l ta . Ber ton io trae la explicación de este último vocablo . "Qu ipa" , preposición: la vuelta , o, la o t ra parte : "CoUoquipa" : "a la vuelta del c e r ro " . (Vocabular io de l a lengua a i m a r a ) . De manera que " A r i q u i p a " , la s ierra de l a o t r a parte , que es interpretación cabal de la posic ión de las serranías de esta región, en razón de las t ierras inter iores , se convirtió, p o r transformación eufónica de la i en e española, en Arequ ipa .
E l famoso volcán M i s t i no es sino u n vocablo aimara, que significaría: la emisión de materias inf lamables . Y el o t ro vo l cán que está a l lado del M i s t i , se l l a m a Chachani, voz neta-
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E t A Y t L U
mente a imara . E n las proximidades de Arequipa existen lugares, cuyos nombres lo son igualmente, por e jemplo: "Guaña-marca " : lugar seco; " K i s g u a r a n i " , donde se da l a "k i sguara" , árbol del a l t ip lano ; "Soccosani", lugar donde hay "soccosas", cañas huecas. Y s i descendemos más a l sur, es c laro, que nos aproximamos más a l hogar a imara . Llegamos a l Collao y mar-genes del T i t i caca . Allí vemos sinnúmero de lugares que llevan el sello a imara : Aporoma, Pusi , Carani , Calacoto, Para, (Phara, seco), etc.
Demás está decir que el nor te de l o que hoy es B o l i v i a está salpicado de nombres a imaras . Las montañas, los ríos, las ciudades, los pueblos l levan títulos a imaras . Oruro no es co-mo algunos,, entre ellos Nicolás Acosta, sostienen que s igni f i ca: " lugar del d ía" . Es sencillamente el p l u r a l de " u r u " , n o m bre de los indios pobladores de las márgenes del Desaguader o y cuyo dialecto es u n dialecto pariente del a imara . Cocha-bamba y sus alrededores están revelando que allí imperó el a imara . Cochabamba era "Cochapampa", l lano cenegoso, y así lo escribe el Padre Reginaldo de Lizárraga, (1580), Obispo que llegó a ser de Santiago de Chile y Asunción del Paraguay, en^ su "Descripción de las I n d i a s " (Revista histórica del I n s t i t u to histórico del Perú, 1907). Y allí, en aquellas regiones, pobladas después por quechuas, encontramos nombres de lugares como "Qui l lacoUo" : "QhellacoUo", cerro de ceniza: "Cala-cala" , lugar de piedras; " M u y u r i n a " , donde se da vueltas; " V i -l o m a " ; " h u i l l a - h u m a " , agua r o j a ; " T a r a t a " : "Tarahata " ; "Charapaya" , dos piernas, y los otros lugares con el suf i jo "paya" : dos. Todos esos nombres en quechua no t ienen interpretación alguna.
Y bajando siempre al sud encontramos en Potosí sinnúmero de vocablos aimaras con los que se baut izaron lugares "Photocs iu" : " h a reventado" . Es u n a armonía i m i t a t i v a . Por o t ro lado existen estos nombres: "Sevaruyo" : " U y u n i " : con v i vienda, poblado; "To lapampa" : campo de tho la ; " H u a r i " : v i cuña; "Torapalaca" : encruci jada; "Colquechaca", puente de p lata , "Choro lque" , caracol de p la ta ; " M o r o c k o " , redondo, etc.
Del lado de Chuquisaca encontramos también nombres netamente a imaras . "Tarabuco" : Taraphuco" , doble ol la ; "Phu -cuphucu" : hondonadas; " M u y u p a m p a " ; " M t u r u - m u r u " , recortado; "Azero" , serpiente. Pero la extensión toponímica, p o r ese lado se detiene en la sierra de Incaguasi y a l sud de la p r o v i n cia, l lamada Azurduy . Desde allí encontramos nombres de ín-
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B A U T I S T A S A A V B B B I
dolé guaraní. Los chiriguanos, r a m a guaraní, l legaron hasta esas regiones y baut izaron esos lugares con su dialecto .
Volv iendo hacia el sud, entramos en t e r r i t o r i o argent ino y allí, en el norte , tropezamos con vocablos aimaras designando lugares o accidentes geográficos, aunque m u y de allá en cuando, lo que demuestra que el a imara perdió en aquellas regiones el v igor de su in f luenc ia . S in embargo, hal lamos n o m bres como éstos: " I r u y a " , "Poma" , " C a c h i " . U l t imamente l le gamos a Catamarca, netamente a imara, que podría estar formada p o r "Ccata", corva de p ierna y "marca " , pueblo o lugar, o, p o r " K a t a " , poco, y " m a r c a " . Rechazando el i n f l u j o a imar a , vienen nombres terminados en "gasta" , que en calchaquí quiere decir: pueblo; t iene la m i s m a significación que " m a r ca" . E n la prov inc ia de Salta se encuentran sinnúmero de l u gares con el suf i jo "gasta" ; "Ampoc-gasta", "Payogasta", " A l -bigasta" , "Ba lmigas ta" , "Tinogasta" , etc., etc. Rodol fo R. SchuUer, en su estudio sobre las lenguas Sincan-antai, (atácamenos) y calchaquí, 1908, trae una serie de nombres de esta desinencia que i n u n d a n el nor te argent ino .
Por el oriente, el a imara se detiene en los pr imeros valles que descienden a l o t ro lado de la gran cordi l lera andina . Su avance no penetra a la región de los grandes bosques, donde los nombres dé los ríos y lugares pertenecen a otros dialectos. E n cuanto a l occidente, hacia el mar , l a extensión del a imara sobre el Pacífico, en las zonas vinculadas a l centro a imara : la hoya del Tit icaca, es innegable. Hállanse huellas visibles de su d o m i n i o . Tacna, en a imara "Tacana", gradería, "Pal l ca" : angostura, val le ; "Pachía"; "Chiapa" ; "Tola-apacheta"; "Jaspam-p a " . I q u i q u e también es a imara , s ignif ica " j o r n a d a que requiere d o r m i r " . Tarapacá es asimismo a imara : "Tarapaca" , dos aves grandes juntas , inseparables. Calama, que debió ser "Ca-l a h u m a " : roca liúmeda; "Sipoca" : "S iphuca" ; "Qui l lagua" , "Chuquicamata" , "Corapaña", etc., son vocablos aimaras en su fonética y en su semántica.
Y repentinamente cesan los nombres aimaras . E n cambio aparecen términos atácamenos o calchaquíes, que consagran su predomin io en la designación de lugares. Surge el suf i jo "gasta" , que signif ica pueblo . Ahí tenemos Antofagasta. Per o esta invasión de vocablos calchaquíes sobre Atacama, que es a imara y que quiere decir: "hasta el sembrío", fue, indudablemente, poster ior a l domin io a i m a r a . Fue una cuña de avance del calchaquí saUdo de ciertas regiones, de lo que es aho-
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r a e l nor te argentino, que se incrusta hasta el mar , dentro de la inf luencia costanera del a imara . A esta inducción nos l leva el hecho de que los vocablos aimaras siguen a lo largo, aunque con menos frecuencia, de la costa chi lena. Copiapó es térm i n o a imara . E n los documentos españoles del siglo X V I se l lamaba "Copayapo", hasta donde fue l a Audiencia de Charcas, que p o r transformación fonética v ino a ser Copiapó. Pues bien: Copayapo se descompone así: Copa: "verde" : " y a p u " : sembradío: sembradío verde quiere decir Copiapó. Y más allá hallamos el célebre Aconcagua, que es a imara, en esta f o r m a : "Janco-cahua": "Janeo": blanco y "cahua" , límite, demarcación de u n pueblo, "cerca o de u n lugar lo postrero de u n pueblo" , d i ce B e r t o n i o .
E n términos generales b ien puede decirse que el aimara ejerció una indeleble in f luenc ia lingüística en el continente sudamericano, desde el paralelo 5" hasta cerca del 28', l a t i t u d sud . E r a m u c h o . Y el poder de su léxico, preciso y enérgico, sobrevive aún, después del coloniaje, dentro del mismo castel lano .
E n apoyo nuestro nos es grato t raer aquí la opinión autor izada de u n d is t inguido escritor peruano, el doctor Ignacio L a Fuente, que ha sostenido que "las relaciones íntimas que l iga a l a imara y quechua independientemente de las afinidades de raza y cont inu idad geográfica, denotan con c lar idad que dichas lenguas son hermanas, y sirviéndose de la hermosa metáfora del doctor V i l l a r , puedo agregar que su parecido es com o el de los tal los brotados del mismo tronco y formados con idénticos elementos. Este mismo sabio, en su notable obra Lingüística nacional, hace notar que la 1 i n i c i a l r a r a en el kes-hua, es frecuente en el a imara, sucediendo lo contrar io con la r . E l número considerable de términos geográficos de o r i gen a imara, prueba, evidentemente, la gran difusión que tuvo la raza que lo hablaba (^). Chachapoyas viene de chacha, h o m -
(2) E l D r . M a x t r h l e h a e x p l a n a d o a l m i s m o a r g u m e n t o d e extensión geo-gráXica d e l a i m a r a , d i c i e n d o lo s i g u i e n t e : S e p u e d e p r o b a r q u e l a l e n g u a a i m a r a h a c e u n o s m i l a m i l q u i n i e n t o s años atrás, f u e h a b l a d a - d e s d e e l f i n s u r d e l lago Auüaga h a s t a e l v a l l e d e l R i m a c e n e l Perú, y f u e oída a t m hasta- e n ol i n t e r i o r de l a A r g e n t i n a y d e C h i l e , p o r q u e l o s n o m b r e s d e l o s n e v a d o s A n -c o q u i j a e n T u c u m á n y A c o n c a g u a e n C h i l e , h a n s i d o s i n d u d a a l g u n a o r i g i n a d o s d e l f u m a r a " .
" T o d a l a reglón d e s d e T u p i z a h a s t a L i m a está l l e n a de" n o m b r e s geográ-íloos de o r i g e n a i m a r a , q u e c o m p l e t a n l a s p r u e b a s d e t a l l a d a s s o b r e e l u s o d e l a i m a r a e n p r o v i n c i a s , d o n d e n o h a q u e d a d o h a s t a e l día o t r o r . e c u e r d o . - U n
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bre ; Chancay de chanca, h i l o ; Tayacaya de taya, v iento ; L a m pa significa l i t e r a . Cajamarca, Pampamarca, Ko lkemarca y to dos los que l levan el a f i j o de miarca son también de or igen a i m a r a " ( 8 ) .
Muchos se han ocupado de este asunto; pero los más con poco espíritu crítico y con mucha f a l t a de ciencia filológica. E n t r e nosotros, no h a n fa l tado aficionados e investigaciones aimarológicas, que se hayan ocupado de tales cuestiones, pero esos trabajos h a n carecido de toda base científica. Así el presbítero Isaac Escobari , que se daba de conocedor del id io ma aimara, en u n breve estudio que dirigió a las Sociedades de Arqueología y Numismática de París, y que se publicó por dichas corporaciones en francés, en 1881, en su preocupación de ver en el quechua u n i d i o m a salido del a imara, hace las siguientes af irmaciones: "Cuzco es alteración de "Kgoskgo" (grano) y Qui to , de " k i t u " (enlace) . Y después agrega: " E n los lugares de los que la h i s tor ia o la tradición h a n conservado los nombres se observa que estos nombres son de origen a i m a r a . Así " U r u b a m b a " , "Ckan l lantaytambo" , "Paucartam-bo" , situados en el i m p e r i o del Cuzco, son p u r o a imara o sacados de él. "Samantay-tambo" , ha debido ser, p r i m i v i t a m e n -te, "Samantan-tambo" , y "Paucartambo" : " P a n k a r t a m b o " .
Juan D u r a n d , peruano, que se dedicó a escribir sobre analogías y comunidad de raíces entre el a imara y el quechua y otros id iomas sudamericanos, con gran ardor filológico, dedicó en su l i b r o : "Etimologías perúnbolivianas", u n capítulo sobre la antigüedad del a imara" , en que asienta las siguientes afirmaciones:
" A juzgar por los nombres geográficos del Perú y de m u chos de l a América, la lengua a imara —refug iada hace más de cuatro siglos en CoUa-suyo— alguna vez tuvo extendida su ci-
dlaleoto c a s i p u r o e i n a d u l t e r a d o a i m a r a — v i v e todavía e n la-, l e n g u a c a n q u l de l a p r o v i n c i a p e r u a n a de Y a u y o s . L a g u e r r e r a nacic5n d e l o s C h a n c a s e n l a p r o v i n c i a ; d e A y a c u c h o , e r a n a i m a r a s y h a h l a h a n todavía e s t a l e n g u a e n e l t i e m p o de l a c o n q u i s t a . L o s orígenes d e l C u z c o s e p i e r d e n e n u n período d e dominación a i m a r a , y l a s g u e r r a s d e l o s I n c a s q u e c h u a s c o n t r a l o s C h a n c a s a i m a r a s , s e p u e d e . e x p l i c a r quizá c o m o g u e r r a d e emancipación, c o m o l a s d e R o m a de l o s r e y e s c o n t r a l o s E t r u s c o s q u e l a habían f t a n d a d o " .
Todavía e n e l t i e m p o d e l a c o n q u i s t a e l títullo a i m a r a " M a l l c u " y " M a n -c u " , d e c a c i q u e s d e r a n g o s u p e r i o r f u e oído y e s t a b a .en u s o d e s d e e l lago A u -l l a g a h a s t a e l v a l l e d e L i m a " .
(3) E S T U D I O S E T N O G R A F I C O S D E L A H O Y A D E L T I T I C A C A . Boletín d e la S o c i e d a d Geográfica d e L i m a , t o m . I I I , n o s . 10, 11 .y 12, 1894.
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E L A Y E L U
vilización en gran parte de nuestro cont inente . Es sabido que lo último que p ierden las civilizaciones son los nombres de los lugares impuestos por su raza" .
"Puede asegurarse que pocos son los puntos del Perú, y aun de gran par te de Sudamérica, donde no se encuentre u n lugar con nombre a imara, en el cual el significado del n o m -hre corresponde a l objeto designado en dicha lengua. Muchos de esos nombres están situados al lado de comarcas donde, a la llegada de los españoles, se expresaba i d i o m a d is t ia to de] quechua, como el mochica, el araucano, el pulche, el muisca, el p iaporo u otras lenguas. Esto prueba, indudablemente, que la raza que habló ese id ioma, confinada en el Collao, habitó aquellas otras regiones muchos años antes que se in i c iara la extensión del quechua y de los otros dialectos; pues en la hist o r i a de los pueblos, sus lenguas son uno de los documentos más f idedignos" .
Y refiriéndose a la pos ib i l idad de explicar estas incrustaciones lingüísticas p o r el sistema de mitamaes, escribió estas otras líneas:
"Estudiando este punto , en nuestro prop io t e r r i t o r i o , tenemos el e jemplo que esos trasplantes no se efectuaron en la región mochica (de l noroeste de la costa del Perú) , conquistada por los últimos incas; y, s in embargo, es fácil constatar que la conquista de los quechuas encontró al lado de nombres yungas otros exclusivos de la lengua amiara . Este hecho, ctiando menos indica que los mochicas, de probable procedencia centroamericana, cuando se establecieron en la costa del Perú, encontraron aquellos lugares ya poblados p o r t r i b u s ai maras . Idéntica cosa se puede decir de los lugares conquistados por Huayna Cápac y su padre, en las faldas del Pichincha y Coto-paksi, donde a l lado de nombres quechuas encontraron otros exclusivos de la lengua Colla, y que todo esto no tiene o t r a explicación que la poster ior llegada a esas regiones de los quechuas y sus Incas" (* ) .
Nicolás Acosta, en u n prólogo que puso a la obra de Eme-ter io V i l l a m i l de Rada, t i t u l a d o " L a lengua de Adán", registra muchísimos casos de t o p o n i m i a y a imara, tanto en B o l i v i a y otros lugares lejanos del continente. Y no tiene reparo en extender su mirada , con el lente a imara, hasta Venezuela. Así
(4) E T I M O L O G I A S P E R U - B O L I V I A N A S , págs . 2 y 3.
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es cómo consigna estos tres nombres de lugares: " G u a i r a " , que en a imara quiere decir " v i en to " ; "Cúcuta", que según él sería "Cucu-huta" , casa de duendes; "Umacagua" , pozo de agua. Cree, asimismo, que Tucumán, " t u c u m a n " ; Catamarca, " j ata-marca" , son vocablos aimaras, cuando el de " t u c u m a n " , es a todas luces quechua, por la desinencia " m a n " , que no es a i m a r a . Probablemente allí concluyeron las conquistas incásicas.
Pero si Tucumán, que es quechua y, Catamarca, por el sufij,o " m a r c a " , netamente aimara, pueden dar ocasión a que se elaboren singulares teorías acerca de la extensión e i m portancia que pud ie ron alcanzar estos id iomas, evidente t a m bién es, que siguiendo este sistema de inducciones se pueda l legar, como se ha llegado, a sostener inveros imi l i tudes , como en el caso de sitios venezolanos en los que se pretende ver términos a imaras .
T a l es la postura en que se coloca Carlos Cuervo Márquez, bastante i lustrado , por o t r a parte , en mater ia de preh is tor ia americana, cuando nos dice en su l i b r o "Estudios arqueológicos etnográfícos", (1920), lo siguiente: " L a p r i m i t i v a zona de dispersión de los pampeanos se reconoce fácilmente por l a voz " p a r a " , que signif ica agua, río o l l u v i a ; en uno de los dialectos del Perú, en la prov inc ia de T r u j i l l o , t iene esta última acepción. Este vocablo se encuentra en centenares de nombres geográficos diseminados desde el Paraguay y el río de L a Plata, hasta la Go i j i ra y el m a r de las A n t i l l a s " . Y en comprobación de tales asertos agrega estas líneas: " L a presencia de unos mis mos nombres en toda la zona or i enta l de l a América del Sur, desde el Paraguay hasta las Ant i l l as , y en los valles andinos ocupados p o r los caribes que > de aUí v in ieron , indica la estrecha relación que existe entre pampeanos y caribes. Por ejemp lo : "Paraguaypoa", en la Go i j i ra , Paraguay, en el sur; "Guai r a " , en la costa de Venezuela, " G u a i r a " en el Paraguay; "Cu-yabo" , pueblo y s i t io de las colinas, en Colombia; "Cuyabo" afluente del Paraguay; "Haití", is la caribe, "Haití", pueblo deí Paraguay; " P a r i a " , golfo de Venezuela, " P a r i a " c iudad v lago de Bo l iv ia , etc."
Otros escritores en estos asuntos: M . Créqui-Montfort y P. Rivet , en u n t raba jo publ icado en el "Journal de l a Societé des americanistes de París" (1925), sobre la Lengua " u r u " o
puquina" sostienen, p o r supuesto, s in base alguna científica, que aunque en grado menor encuentran una semejanza igual mente señalada en la lengua " u r u " con los dialectos más ale-
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jados de s u actual ubicación el " loyanaguana" del río Paraguay y el " a r w a k " de las Guayanas, etc." De donde resulta que, según el escritor colombiano Cuervo Márquez, la lengua que usaron los pampeanos, que era el " car ibe" , se extendió a toda la zona or i enta l del continente sud, y según Créqui de M o n t f o r t , el " u r u " t iene semejanzas, p o r alguna comunidad de or igen, con lenguas del río Paraguay y de las Guayanas. Esta anarquía de opiniones, en los investigadores de asuntos f i l o lógicos, es el resultado de la ausencia completa de u n estudio lingüístico, es decir, de u n estudio a fondo de la estructura gramat ica l de todos estos dialectos.
N o es labor sencilla, s in duda, e l d i luc idar cuestiones etimológicas. El las son, las más seductoras de la lingüística. E l parentesco que p u d i e r o n tener los id iomas entre sí, no se descubre por la s i m i l i t u d de palabras, sino p o r el estudio coni-parat ivo de la estructura gramat i ca l de el los . " E n lingüística —escribe M . Vendryes— las semejanzas son a rnenudo engañosas . Ellas lo son, part i cu larmente , en mater ia de vocabul a r i o " .
H a y que ponerse en guardia sobre este género de conclusiones, que en muchos casos no obedecen, sino a vuelos imaginativos . Porque se puede dar y se da que muchos vocablos tengan el mismo tono fonético y, s in embargo, no signif ican l a m i s m a cosa. Más aún: pueden tener el mismo significado y l a m i s m a pronunciación y corresponder a idiomas que no t ienen ningún parentesco n i n inguna relación histórica. E n los casos de que hemos hecho mención es posible explicar esa par i d a d etimológica, quizás con el mismo sentido, en muchos de ellos, refiriéndolos a u n a fuente común lingüística de donde procedieron los id iomas que, con el andar de los t iempos y v ia jando p o r regiones distintas f o r m a r o n lenguas al parecer irreconci l iables, o por lo menos diferentes.
L a difusión geográfica de u n a lengua no demuestra sino que una civilización a cuyo servicio se hal laba ella se extendió por lugares donde estampó su huel la imperecedera. S i en e l siglo X X encontramos en Ing la te r ra una c iudad, río, región, que encierre en su nombre u n or igen la t ino , no habrá menos que concluir que los romanos o la civilización la t ina , llegó hast a allí. Igualmente , s i en el siglo L o L X los exploradores y arqueólogos de ese entonces encontrasen en el polo sur, en el Cabo o en Austra l ia nombres de filiación inglesa, la inducc ión no se haría esperar. Tendrían que aceptar que antiguos
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viajeros y audaces exploradores, que hablaban su id ioma, el inglés, uniendo la g lor ia a l interés, habrían excursionado hasta tales confines dejando huellas de su permanencia y domi nación, fundando colonias y ciudades, así como los sirios y fenicios hace tres m i l años fundaban las suyas. Y para no disc u r r i r sólo en el campo de la hipótesis, tenemos que los n o m bres de or igen céltico existentes en el noroeste de Europa , recuerdan la permanencia de los celtas en t iempos prehistóricos en aquellas regiones. "Estableciéronse en Ing la terra , dice Emerson, y d ieron a mares y montañas nombres que son poemas e i m i t a n las verdaderas voces de la naturaleza" (^).
M u y a propósito de esta inducción podemos c i tar u n pasaje de Max Müller ( " ) : " E n los h imnos vedas, dice, que son las más antiguas composiciones l i terar ias en sánscrito, el hor izonte geográfico de los poetas se hal la l i m i t a d o casi siempre a l noroeste de la I n d i a . H a y m u y pocos pasajes que contengan alusiones al m a r o a la costa, mientras que las monta ñas nevadas, los ríos de Pendjab y los paisajes del valle alto del Ganges, son objetos famil iares para los antiguos bardos. E n una palabra : todo muestra que l a raza que hablaba el sánsc r i t o entró en la I n d i a por el nor te y se extendió después gradualmente a l sur y este. Ahora podemos probar que en la época de Salomón, el sánscrito se había extendido p o r el sur hasta la desembocadura del I n d o " . L a aplicación de estos razonamientos a la t o p o n i m i a a imara en gran parte del oeste del continente sud, desde Quito hasta la Argent ina, const i tuyen argumentos incontestables de su p r i m i t i v a extensión. Las conquistas incásicas con su i d i o m a i m p e r i a l , e l quechua, no han podido desarraigar esos nombres or ig inarios n i b o r r a r l o s . S u ' i n f l u j o , a l o más que ha ido es a quechuizar las desinencias a imaras .
(5 ) I N G L A T E R R A , I V , pág. 4 3 . (6 ) C I E N C I A D E L E N G U A J E , V , pág. 201.
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Todos los elementos que pueden recogerse de las civihzaciones precolombinas, nos inducen a aceptar que el ayllu se remonta a una época antiquísima, anter ior a l período, megalítico . Los monumentos dedicados a los chullpas, con sus diferentes formas arquitectónicas, copiándose los unos a los otros, son los comprobantes más sólidos para fortalecer t a l creencia. Los túmulos, en su simplísima construcción p r i m i t i v a , revelan el culto del antepasado, l a so l idar idad f a m i l i a r . S in embargo, algunos cronistas peninsulares h a n creído que la ant i gua f o r m a convivencial de los aimaras era el salvajismo completo . Así, Cieza de León, por e jemplo , nos dice, hablando de los p r i m i t i v o s pobladores del Collao: "que los antiguos mora dores vivían hechos salvajes, s in tener casas n i otras moradas que cuevas de las muchas que vemos y riscos y peñascos de donde salían a comer de lo que hal laban en los campos" (^). Pero este modo de ver el or igen de los pueblos de la hoya del Tit icaca es prop io del c r i ter io convencional, a p a r t i r de Ar is tóteles, que se ha tenido de los grados de desdoblamiento soc ia l : salvajismo, barbar ie y civilización.
A l lado de la organización del imper io peruano, existían t r i b u s salvajes disgregadas, en plena degradación social, que fueron sucesivamente incorporadas p o r las armas a l a centralización política incásica. Estas t r i b u s b ien pud ieran ser m i radas como restos degenerados de otras organizaciones nacio-
(1 ) C R O N I C A D E L P E R U , I V , pág. 2 .
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nales anteriores a l imper i o cuzquefio. Y en t a l pendiente degenerativa encontraron los descubridores a los aimaras en el siglo X V I , que hoy se h a l l a n próximos a su extinción. Es posible que Cieza de León hubiera recogido una tradición fácil de explicar el or igen de aquellas gentes, viendo p,or una especie el espejismo menta l , en los grupos degenerados cercanos, las formas de v ida de las t r i b u s antiguas.
I g u a l o parecida opinión daba el v i r r e y Francisco de Toledo en la Meatnoria d i r i g ida a la Corte de España en 1582. E n t r e otras cosas, mani f iesta lo que l a l e t ra copiamos: " E l go-gobierno que los indios tenían antes que yo personalmente los visitase, era el mismo , o m u y poco menos poHtico, que tenían en t i empo de la tiranía de los incas, y en éste se i ban conservando y los habían dejado estar los gobernadores; porque, no embargante que se entendía que para el servicio de Dios y de V . M . , y de su b ien y cr is t iandad, era m u y conveniente mudarles el modo de v i v i r y todo lo demás que hacían, les parecía a los mismos gobernadores y los persuadía l a gente, que no se sufría n i convenía meter l a mano en esto, porque les sería m u y grave a los naturales y que sería escandalizarlos y alterarlos y cosa i n f i n i t a menear mater ia t a n pesada y di f icultosa como en efecto l o ha sido j contradicha de to dos. Estos indios , como está dicho, hacían su viv ienda en los montes y mayores asperezas de la t i e r r a , huyendo de hacerla en lugares públicos y l lanos; ahí vivía cada uno con la l ibert a d que quería en cuanto a la ley, porque no se podían doct r i n a r , y en lo demás, en vicios, borracheras, bailes y táquis, m u y en per ju i c i o de sus vidas y sa lud . Morían como bestias y enterrábanse en el campo como tales, gastaban e l t i empo en comer, beber y d o r m i r , s in que vo luntar iamente n inguno se ofreciese a l t raba jo , aunque fuese la labor de sus mismas heredades, sino lo que tasadamente habían menester para su com i d a y j o r n a l , para la paga de sus tasas. Los curacas y caciques principales los tenían tan sujetos que ninguna cosa les rnandaban que no la tuviesen por ley; no poseían cosa p r o p i a más de lo que los caciques querían, n i les valían n i les osab a n negar las haciendas, mujeres e hi jas , n i se las pedían, n i se atrevían a pedírselos s i se las tomaban de miedo que no los matasen" (^).
Estas y otras referencias a u n estado de pleno salvajismo no prueban nada contra la antiquísima organización f a m i l i a r
(2 ) B E L A C I O N E S G E O G R A F I C A S D E I N D I A S , l. apén. I I I , pág. C L I .
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del ayllu. Son test imonios s implemente de que antiguas naciones habían caído 'en degradación completa desde épocas anteriores a l descubrimiento de América. Verdad , que la degradación que atribuíamos a los pueblos aimaras que en el a l t i plano andino y comarcas adyacentes esbozaron una civi l ización digna de consideración, no puede extenderse a todas las t r ibus del cont inente . H a habido , y hoy mismo existen, hordas salvajes que no pasaron de las formas más rud imentar ias de convivencia social y política. El las h a n v i v i d o y v iven en pleno estado de salvajismo, separadas unas de otras, hablando dialectos part iculares , que en el fondo revelan una procedencia común. Probablemente, a esta clase de t r i b u s , que pueb lan aún vastas regiones del centro del continente sud, ha debido referirse Müller. Empero , es extraño que ignorase que nos quedan huellas asombrosas de l a existencia de civil izaciones poderosas.
E l estudio de las relaciones sexuales de los habitantes p r i mi t i vos , constituye una fuente de indagación riquísima respecto del ayllu, l i n a j e . Los cronistas españoles aluden a una tradición vaga y le jana de u n estado de comunidad sexual. L a po l igamia que se encuentra en los t iempos del i m p e r i o i n cásico, reservada t a n sólo a los jefes e incas, si es que este hecho se considera como \ rezago de comunidad sexual, sería de una época anter ior a la constitución del ayllu. Cosa dist i n t a pasó en l a r a m a azteca, en la cual se conservaron hasta u n período poster ior a l callpíulli, huellas evidentes del uso colectivo de la m u j e r , po l igamia que coincidía con la comunidad de la t i e r r a (^). ¿Pero la po l igamia aristocrática, será necesar iamente , como se ha supuesto, u n aspecto de desdoblamiento , o, p o r lo menos, u n rezago de l a co inunidad sexual? ¿Será más b ien u n signo del predomin io excesivo del varón y de la abyección de l a m u j e r ? Así nos lo atestiguan los pueblos orientales, en que f lorece l a po l igamia dentro de u n régimen despótico p a t r i a r c a l . E n e l pueblo israel i ta como en China, u n hombre tenía tantas mujeres cuantas podía mantener, y en muchos pueblos semíticos la cuantía del ganado se relaciona con el número de mujeres , colocándose a éstas en una categoría y dependencia casi semejante a aquél.
E n t r e las t r i b u s americanas, es la m i s m a l a razón de la p l u r a l i d a d de mujeres . Así en la relación que hace el Padre Arment ia de las t r i b u s de Madre de Dios, vemos l a explicación
(3 ) S e n t e n a c h , E N S A Y O S O B R E L A A M E R I C A C O L O M B I N A , I I I , pág. 40.
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de esa costumbre . Recti f icando ciertas aseveraciones respecto de los indios araonas, dice: "Sólo los capitanes t ienen cuat ro mujeres, y uno he,,visto que me aseguraron que tenía seis: éste era el capitán ytutna. Habiéndoles yo dicho que debían v i v i r con una sola m u j e r , me contestaron: ¿y si ésta se muere, quién me servirá? Es decir, que las mujeres son una especie de l u j o y comodidad como son los criados y criadas entre las famil ias acomodadas, en los países c ivi l izados. Aún más, son una especie de bestias de carga, unas verdaderas esclavas. Los hombres son ociosos, haraganes, quieren ser servidos p o r m u jeres, porque consideran indigno del hombre servir a o t r o . . . este of icio es entre ellos p r o p i o de las mujeres " (* ) .
Lo que se ve aquí es más b ien una relación de / poder económico y social de los hombres . Ahora b ien : esa posesión p r i vilegiada de los hombres deriva de la acumulación de energías y prerrogativas que tuvo siempre el sexo fuerte respecto del femenino . Y si la po l igamia fuera la consecuencia de la com u n i d a d sexual y del predomin io social de la m u j e r , no se expl ica que ella exista siempre dentro de u n régimen despótico del h o m b r e . E l a imara hoy t r a t a como-bestia a su m u j e r , con ausencia de las dulzuras domésticas, cuando se embriaga la m a l t r a t a y estropea como u n gaje de su derecho m a r i t a l . Las faenas, p o r pesadas que sean, se reparten igualmente, s in dis-tiiición de sexo, y, cuando emprenden v ia je por los ásperos y sol itarios caminos de las serranías, ella es quien va a pie tras de su m a r i d o , caballero en el asno. Esa fa l ta de benevolencia hacia el sexo débil, sentimiento que, por o t r a parte , es esencialmente moderno , nacido de una idealización del afecto sexual, o sea del amor, es contrar io a l predomin io de la m u je r en épocas lejanas, predomin io que se ha hecho co incidir con la promiscu idad de ella C'). L a agrupación de muchos sentimientos e ideas en derredor del apetito sexual, sólo puede ser el resultado de la mayor duración de la unión de las parejas . A la satisfacción puramente carnal de la unión pasajera, se sucede el afecto de benevolencia m u t u a , procedente de la mayor intens idad de la convivencia en u n solo hogar.
( « L A R E V I S T A D E L A P A Z , 1892, pág. 356. (5 ) A propósito d e l o s m a l t r a t o s q u e l e d a e l a i m a r a a s u m u j e r , c a b e r e c
t i f i c a r u n a f a l s a apreciación r e s p e c t o d e l o s b o l i v i a n o s . S i g h e l e e n s u o b r a : E L D E L I T O D E D O S , d i c e : " M a n t e g a z z a h a b l a e n s u s v i a j e s d e la. m u j e r d e B o l i v i a , l a s c u a l e s s e q u e j a b a n d e s u s m a r i d o s , c u a n d o éstos n o leB g o l p e a b a n " . ( C a p . V , pág. 141) . S e m e j a n t e afirmación e n términos g e n e r a l e s es c o n t r a r i a a t o d a v e r d a d .
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" L a duración de estas uniones, dice Starcke, es decir, lo que hace que las l lamemos m a t r i m o n i o s y no uniones l ibres , no la m o t i v a n las relaciones sexuales, sino razones económicas, en cuanto el hombre ehge una m u j e r para tener una ayuda en los deberes cotidianos de la v i d a " {^).
A la necesidad de asistencia y cuidados recíprocos, sucede el interés p o r la prole , como sentimiento de reproducción, al p r inc ip i o , y de proyección m o r a l de la personal idad después . Es una observación m u y exacta la hecha por u n sagaz investigador: " E n las pr imeras etapas del desarrollo humano, el afecto sexual es m u y in fe r i o r en intensidad a los t ier nos sentimientos con que los padres halagan a sus h i j o s " C'), y a la m u j e r , agregaríamos nosotros . Se puede concluir en este p u n t o , que la unión sexual gana en intensidad de afectos y duración, cuando pierde en extensión y v a r i a b i l i d a d . Si la duración de las uniones sexuales es cada vez más acentuada y tiende a espiritualizarse, es, pues, probable , que la prostitución o el uso indi ferente y colectivo de l a m u j e r , el hetiairisino, no hubiese existido dentro de l a constitución de l a f a m i l i a , del ayllu, n i quizás antes, como u n período social marcado .
Empero , Garcilaso de la Vega, a l hablar de las uniones sexuales de los antiguos peruanos, nos cuenta que: "Muchas naciones se j u n t a b a n a l coito , como bestias, s in conocer m u jer prop ia , sino como acertasen a toparse, y otros se casaban como se les antojaba, s in exceptuar hermanas, h i jas , n i madres . E n otras guardaban las madres y no más . E n otras provincias era lícito y aun loable ser las mozas cuan deshonestas y perdidas quisiesen, y las más disolutas tenían más cierto su casamiento, que el haberlo sido, se tenía entre ellos p o r mayor cal idad, a lo menos las mozas de aquella suerte eran tenidas por hacendosas y de las honestas, decían, que por f lojas no las había querido nadie . E n otras provincias usaban lo contrar io , que las guardaban a las hi jas con gran recato, y cuando concertaban de casarlas, las sacaban en público, y en presencia de los parientes, que se habían hal lado a l otorgo, con sus propias manos las desfloraban, mostrando a todos el test i m o n i o de su buena guarda . E n otras provincias corrompían la v i rgen que se había de casar los parientes más cercanos del novio , y con esta condición concertaban el casamiento, y así
(6) L A S F A M I L I A S E N L A S D I F E R E N T E S S O C I E D A D E S , 1, pág. 36. (7) R . W e s t e r m a r c k , H I S T O R I A D E L M A T R I M O N I O E N L A E S P E C I E H U
M A N A , X V I , pág. 376 . .
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la recibía después el m a r i d o . Pedro de Cieza, capítulo v e i n t i cuatro , dice l o m i s m o " (^).
De propósito hemos copiado el párrafo en que el h i s tor ia dor incaico nos describe las formas de m a t r i m o n i o americano, para con estas aparentes contradicciones comprobar l a est r u c t u r a patronímica del ayllu. Esas diversas maneras de considerar el va lor de la pureza e impureza de la m u j e r , pueden conformarse o no con las diversas teorías vertidas sobre lo que se ha l lamado " e l m a t r i m o n i o p r i m i t i v o " . Todas las combinaciones posibles que se vean en el m a t r i m o n i o humano , que, p o r o t r a parte , p o r razón misma de esta inqu ie ta v a r i a b i l i dad no son susceptibles de ser clasificadas en ciertas y determinadas formas , son naturales en e l hombre , que no reconoce límite n i época para sus uniones. Westermarck ha dicho que " en el h o m b r e se encuentran todas las formas posibles de m a t r i m o n i o " (®). L a po l igamia es u n fenómeno social de todas las razas y de todas las civilizaciones, tma tendencia específica, destinada a fundar en u n solo t ipo las variedades creadas por la monogamia, como observa m u y b ien Remy de G o u r m o n t en su interesante l i b r o Física del A m o r (^*'). " E n casi todas las especies humanas, agrega después, existe una pol igamia substancial , d is imulada ba jo una apariencia de monogamia" (^^).
L a f a m i l i a patronímica y la evolución duradera del mat r i m o n i o excluyen la mezcla de sangre de los parientes ya consanguíneos, ya facticios o, acomodándonos a l tecnicismo de Mac Leñan, la f a m i l i a y la gens son exogámicas. Puede objetarse contra el sistema p a t r i a r c a l de las fami l ias que f o rmar o n el imper io peruano, que según los r i t o s de la realeza incásica, debían los miembros de ella casarse entre hermanos . A l gunos autores h a n visto en este género de uniones los rezagos del uso colectivo de la m u j e r , o, p o r l o menos, la precedencia del " m a t r i m o n i o consanguíneo". Cuando Mommsen sostenía: "que la gens era una república nacida de la comun i d a d de or igen rea l o probable , hasta fact ic ia , mantenida en u n haz compacto por la comunidad de fiestas religiosas, de sep u l t u r a y de herencias, a la cual podían pertenecer todos los indiv iduos l ibres , y , p o r tanto , las mujeres también", se ob-
(8) C O M E N T A B I O S R E A L E S , t. I , X I V , pág. 16. (9 ) O B . C I T . , pág. 449. (10) X V I , pág. 170. (11) I B I D , pág, 186.
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jetó que tales relaciones implicarían u n a constitución endo-gámica de la gens. L a gens, se d i j o , fue exógama, como lo conf i r m a n varias descripciones, entre ellas l a de T i t o L i v i o (^^). Pero e l carácter exogámico o endogámico de la gens, p o r m u cho que estas formas matr imonia les fuesen marcadas y ex-cluyentes, no destruye n i ataca su constitución y composición patronímica.
E l e jemplo de los simbólicos hermanos Mallcu-Capac y M a m a Ocllo, no probaría la supervivencia n i de la unión sexual pasajera, n i la existencia de la f a m i l i a consanguínea en que " e l vínculo de hermano y hermana, en ese período, trae consigo el ejercicio del comercio carnal recíproco" (^*). Estas uniones, entre parientes, como se ha dicho, demuestran más bien la tendencia a mantener la pureza de sangre, esto es, la constitución gentílica aristocrática de la f a m i l i a . Por o t r a parte, no es del todo evidente que entre los peruanos existiese t a l costumbre desde t iempos desconocidos, como tradición recogida del ayllu. preinicásioo. Westermarck sostiene a propósito: "Garcilaso de la Vega a f i r m a que, desde u n p r i n c i p i o , los i n cas del Perú establecieron como ley absoluta que el hereder o del t r ono se casara con su hermana mayor legítima, mien tras que Acosta y Ondegardo a f i r m a n que entre los peruanos se consideraba i legal todo m a t r i m o n i o en el p r i m e r grado, hasta que Tupac Inca Y u p a n q u i , a l t e r m i n a r el siglo X V , se casó con su hermana consanguínea y dictó u n decreto para que "los incas se pud ieran casar con sus hermanas consanguíneas, pero no con o t ras " (^*).
B i e n considerado este p u n t o de las relaciones incestuosas, la opinión de la mayoría de los arqueólogos de la f a m i l i a p r i m i t i v a , se inc l ina a la conclusión de que las uniones consanguíneas se hacen cada vez más proh ib i t i vas , por razón de sus consecuencias degenerativas. M o r g a n sostiene que las ' prohibic iones de m a t r i m o n i o entre parientes cercanos, ha nacido de l a observación de los resultados visibles de semejantes uniones. Otros escritores suponen, p o r el contrar io , que t a l conocimiento es imposib le en razas nómadas e in fant i les . Haciéndose cargo de estas y otras observaciones Westermarck se decide, y parece que con mucha jus t i c ia , por la n a t u r a l y secreta diferenciación de parientes que se opera en el seno
(12) P . E n g e l s , O B . C I T . , I V , pág. 222, (13) E n g e l s , O B , C I T . , XX, pág. 68 . (14) O B , OIT„ pág, 310.
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de las f a m i l i a s . Sus frases de una convicción sobresaliente, son éstas: "Natura lmente , estoy de acuerdo con M . H o u t h en lo que no existe aversión innata a l m a t r i m o n i o con parientes cercanos. Lo que yo sostengo es que existe una aversión innata a u n comercio sexual entre personas que v iven juntas desde los pr imeros años, y que siendo generalmente parientes estas personas, t a l sentimiento se mani f iesta especialmente como hor r o r a l comercio entre parientes cercanos" (^^).
Es profusa la historiografía de las diversas y complejas formas en que puede considerarse la f a m i l i a p r i m i t i v a , y nada podría sacarse en l i m p i o en lo que respecta a la promis cuidad de la m u j e r , a la incestuosidad de las uniones, a las reglas proh ib i t i vas o permisivas de las uniones con miembros extraños a la gens o a la constitución verdaderamente patronímica de la asociación f a m i l i a r .
(15) O B . C I T . , pág. 437.
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V i l
Hasta aquí hemos podido entrever que el ayllu aparece en las poblaciones antiguas como p u n t o de p a r t i d a de agregaciones y congregaciones posteriores .
E l ayl lu germina p r i m e r o como núcleo f a m i l i a r , y t o m a después otras formas de convivencia social más ampl ia , extensa y económica. A la evolución de las formas sociales del ayllu podría aplicarse l o que Fuste l de Coulanges observaba de la f a m i l i a o r i enta l p r i m i t i v a . " A l p r i n c i p i o , dice vivía aislada la f a m i l i a , s in reconocer el ind iv iduo más dioses que los domésticos (de i gent i les ) . Sobre la f a m i l i a se formó la f a t r i a con sus dioses ( juno curiales) ; v ino en seguida la t r i b u y los dioses de la t r i b u (teos f i l i o s ) , y se llegó al f i n a la c iudad" (^). No podremos decir del ayllu que haya recorr ido gradualmente y de la m i s m a manera aquellas fases de desarrollo y guiado del mismo espíritu rel ig ioso . L o único que es posible af ir m a r es que el ayllu, llega a ser en cierto momento u n c lan agrícola y cooperativo y una comunidad de aldea o marca .
E l ayllu, considerado como clan, representa la evolución complementar ia del ayllu l i n a j e . Y no sería posible tener u n concepto claro de la composición social y de su desenvolvimiento de los pueblos del -centro del continente sud si no estudiásemos detenidamente la organización ciánica que alcanzó el ¡ayllu. Por o t ra parte , por una especie de correlación, el
(1) O B . C I T . , I I I , pág. 150.
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estudio del clan no permitirá obtener nuevas inducciones respecto de la teoría del ayllu gens. Pero antes, vamos a preci sar los rasgos const i tut ivos del c lan y sus líneas de diferenciación con otras agrupaciones sociales.
Hemos adelantado ya la significación de l a gens, t anto en el concepto clásico, como en el moderno , considerando que ella es la asociación f a m i l i a r consanguínea o fact ic ia alrededor de u n hogar, cuyo representante es el pater familias, i n vestido de poderes y funciones religiosas, jurídicas y aún políticas. Hemos visto también que la congregación de fami l ias f o r m a el clan o la t r i b u . La t r i b u en el concepto clásico era la "agrupación de muchas f a t r i a s " {^) . E l clan irlandés tiene el m i s m o significado que la t r i b u . "Perpetuándose la f a m i h a asociada, dice S. Maine , de generación en generación, en la antigua sociedad irlandesa, formó, desde luego, el sept; después el clan, haciéndose tanto más a r t i f i c i a l cuanto más se amphaba su círculo" (^). N o obstante, el concepto moderno de l a t r i b u no ha sido u n i f o r m e . Ordinar iamente se ha entendido p o r esta denominación, una colect ividad más o menos numerosa de indiv iduos o fami l ias , s in consideración a l a est r u c t u r a f a m i h a r , sujeta a u n régimen despótico de u n jefe guerrero y con una organización político-social demasiado r u d i m e n t a r i a . Esta descripción se ha dado p o r los viajeros y exploradores de las poblaciones bárbaras y salvajes de Afr i ca , América y Oceanía. Gumplowicz ha sostenido que las t r i b u s no se producen por la multiplicación de fami l ias , y que aquéllas (son los restos de hordas y bandas humanas p r i m i t i v a s que desde el p r i n c i p i o se han considerado como extrañas por la sangre" (* ) . Esta afirmación es h i j a primogénita del p o l i -genismo sistemático del autor ; pero es evidente que el polige-nismo no tenga mucho que ver en la constitución íntima de la f a m i l i a y de la t r i b u .
U n dist inguido sociólogo, M . Giddings, a l pretender establecer la base in terpre ta t iva de las sociedades étnicas, parte de que en el fondo más i n f e r i o r de estas colectividades "están las pequeñas hordas compuestas de pocas f a m i h a s " . Expo-
(2) F u s t e l d e C o u l a n g e s , O B . C I T . , pág. 135. (3 ) L A S I N S T I T U C I O N E S P R I M I T I V A S , pág. 182. " C l a n , p a l a b r a d e o r i
g e n céltico, q u e s i g n i f i c a u n a t r i b u o colección d e f a n a l l i a s q u e o b e d e c e n a u n j e f e , t i e n e u n a n t e p a s a d o c o m ú n y l l e v a n e l m i s m o a p e l l i d o . W e b s t e r ' s , C O M P L E T E E N G L I S C H D I C T I O N A R Y " . E s t a definición n o e s e x a c t a p o r q u e s e c o n f u n d e c o n l a d e l a g e n s .
( 4 ) L U C H A D E R A Z A S , X X X I I , pág. 215.
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ne, además, cuatro modos de resolver posiblemente el origen de l a t r i b u matronímica, 'que para el profesor americano,^ es la f o r m a más p r i m i t i v a y antigua de las sociedades etnogéni-cas. Por el p r i m e r o , puede admit i rse que los clanes son más antiguos que la t r i b u , y que ésta se or ig ina de los clanes p o r integración. Por el segundo, una s imple horda indiferencia-da, ha crecido hasta alcanzar las dimensiones de la t r i b u , d i ferenciándose luego en clases. Por el tercero, cada horda vecina se ha diferenciado en organizaciones de clanes, y, f i n a l mente, puede suponerse que cada horda , en u n grupo de hor das, llegó a ser prácticamente u n clan, que comprende una mayoría de todos los miembros de aquel clan, y con ellos a l gunos indiv iduos de los otros clanes, y que tales clanes, hordas a l f i n , f o r m a n juntos una organización t r i b a l (^).
Estas combinaciones de p u r a inducción crítica pueden i r hasta el i n f i n i t o . Mas, de ese con junto de interpretaciones, surge u n concepto definido y típicamente deslindado de lo que es la t r i b u . L a t r i b u "es una pequeña sociedad t m i d a y organizada y compuesta de grupos sociales menores, que p o r sí son más amplios que la f a m i l i a " , y cuyos vínculos de parentesco quedan to ta lmente borrados . L a t r i b u es la f o r m a más compleja y más extensa de los grupos sociales p r i m i t i v o s . E n todo , de lo que nos ha quedado de las instituciones de la t r i bu , dice de Coulanges, se observa que se constituyó en su o r i gen para ser una sociedad independiente y como si^^no hubiese tenido ningún poder social que le fuese super ior" ( " ) .
• Pero lo que distingue la t r i b u de las otras agrupaciones humanas es su estrecha alianza con l a t i e r r a . Su estructura n i es consanguínea n i exclusivamente rehgiosa, como sucede en la gens, en la f a t r i a o en el sept. Estos dos aspectos pierden su predomin io para dar lugar a l vínculo de la cooperación agrícola. "Desde el momento , dice Sumner Maine, en que una t r i b u se f i j a de u n modo permanente y de f in i t ivo en una extensión dada de t e r r i t o r i o , la t i erra , o el suelo substituye al parentesco como fundamento de la organización social" C ). L a t r i b u , entendida así, se distingue p o r u n con junto de cooperación activa de sus miembros , más agrícola que política, en razón de que estas funciones están simplif icadas en l a aut o r i d a d del jefe y consejo de ancianos. Sobre todo , la concep-
(5 ) G i d d i n g s , O B . C I T . , pág. 207. (6 ) O B . C I T . , pág. 135. (7 ) O B . C I T . , I I I , pág. 68.
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ción científica de l a t r i b u , se dist ingue de la denorainación vulgar, en que en aquélla son las funciones agrícolas y de cooperación económica lo que constituye su integración psico-social, prescindiéndose del agregado i n f o r m e que a p r i m e r a v is ta ofrece l a colect ividad, que es lo que f o r m a el concepto vulgar de l a tribu.
Para explicar la evolución de la gens basta l a nacional i dad no hace f a l t a r e c u r r i r a ideas revolucionarias ( m u y comunes en otros t iempos a las teorías geológicas y sociales) que explican por choques violentos y extraños las transfor maciones de los grupos agrícolas. Es l a cont inua y lenta acción de las mismas fuerzas internas, expansivas, en combinación con los factores extemos, especialmente geográficos, la que determina la evolución de los grupos humanos . N o obstante, e l concepto de l a t r i b u no puede quedar encerrado en u n solo molde , n i en cuanto a su estructura interna n i en cuanto a las formas de su desenvolvimiento.» Por esto, s i se t r a t a de dar una idea más o menos redondeada de ese grado de colec t iv idad social y política, es casi p o r método, y porque es necesario tener ciertos puntos de intel igencia común cuando se investigan los fenómenos de la congregación social .
Las aclaraciones que preceden sirven, pues, de premisas, hasta c ierto punto , para a f i r m a r que s i el ayllu despunta en la aurora de las p r i m i t i v a s poblaciones del centro del cont i nente como asociación f a m i l i a r , l lega después a t o m a r las proporciones y funciones de clan y de t r i b u . Sin embargo, el ayllu, como l ina j e o f a m i l i a subsiste independientemente, per o con u n vis ible descoloramiento. Starcke sostiene que "puede decirse que está reconocida la organización de l a f a m i l i a p o r la t r i b u , como lo que los ind iv iduos por sí mismos pref ieren, mientras que l a organización c i v i l y política está reconocida por el i n d i v i d u o , como aquella ante la cual debe someterse para la conservación de la v i d a social" ( * ) . L a observación no puede ser más o p o r t u n a . E n efecto, en l a organi zación t r i b a l , es el agregado i n d i v i d u a l l a fuente de todo el rég imen social; y p o r esto mismo , l a f a m i l i a , en este grado de dilatación social, es u n hecho de vo luntad , de constitución de hecho, sol idariamente estructurada, y en la que los ind iv iduos se ven adheridos por vínculos más poderosos que su vo luntad .
E n verdad, cuando se opera la constitución del imper i o peruano , e l ayllu, l ina je , vuelve a rebro tar en razón de que las
(8 ) I i A F A M I L I A E N L A S D I F E R E N T E S S O C I E D A D E S , I , pág. 3.
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bases fundamentales de l a organización política de esta nac ional idad son completamente aristocráticas. Por punto gener a l , l a inducción fuerza a creer que, desde cierto momento , el ayllu, t r i b u , se desenvuelve en sentido inverso, es decir, que mientras se define y consolida ésta, l a f a m i l i a consanguínea va perdiendo su p last i c idad const i tu t iva . N o es que se operen superposiciones de una y o t r a f o r m a de convivencia. Lo que hay es que en la civilización a imara la voz ayllu sirve, y es la única conocida, para designar tanto l a asociación f a m i har , gens, cuanto la asociación t e r r i t o r i a l y agrícola, t r i b u . Cosa igual pasó en las instituciones irlandesas con la palabra fine. S. Maine nos dice: " L a misma palabra fine, f a m i l i a r , se aplica a todas las subdivisiones de la f a m i l i a ir landesa. Designa a la t r i b u en su sentido más ampl io , en cuanto pretende gozar c ierta independencia política, y a todos los cuerpos intermedios hasta l a f a m i l i a t a l cual l a entendemos, y aun a las fracciones de la f a m i l i a " (^).
E l ayllu, gens, h a subsistido, indudablemente , aunque m a r c h i t o , dentro de l a organización t r i b a l y nacional a que alcanzaron los a imaras . L a conquista española no encontró sino e l ayl lu t r i b u . Así vemos xma relación colonial de 1586 re lat iva a la prov inc ia del Collao, de población a imara, las siguientes informaciones respecto a l ayllu, en su aspecto ciánico . Dice ella: " A los quince capítulos. Gobernábanse conf o r m e a l o que el inca tenía puesto, que era, p o r sus ayllos y parcialidades, nombrada de cada ayllo u n cacique, y eran tres ayllos l lamados Collana, Pasana, Cayao; cada ayllo de éstos tenía trescientos indios y u n p r i n c i p a l a quien obedecían, y estos tres principales obedecían a l cacique p r i n c i p a l , que era sobre t odo . Tenía el cacique p r i n c i p a l mando y poder sobre todos los demás principales , los cuales le eran obedientísimos en todo lo que mandaba, así en las cosas de guerra como en las cosas de jus t i c i a y castigos de del i tos . E r a este cacique puesto p o r el inca y subsedían sus h i jas , y a f a l t a de ellos sus hermanos, aunque eran preferidos en la herencia e l hermano legítimo del cacique a su h i j o , aunque fuese legítimo"
Todavía subsiste e l ayl lu casi con e l m i s m o molde t r i b a l que nos describen los cronistas españoles, no obstante las al teraciones de carácter agrícola y t r i b u t i v a s introduc idas p o r
(9 ) L A S I N S T I T U C I O N E S P R I M I T I V A S , I I I , pág. 83. (10) R E L A C I O N E S G E O G R A F I C A S D E I N D I A S , t o m . I I , págs. 40 y s igtes .
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los peninsulares en la composición de los grupos indígenas. Valiéndonos de los registros de t ierras de aborígenes podemos saber que el ayllu actual consta de c ierto número de fami l ias , veinte a cuarenta, que dan u n t o t a l de cien á trescientos i n d i viduos, repart idos en determinadas agrupaciones l lamadas estancias. O explicando inversamente; el ayllu es el con junto de estancias, cuyo número varía de cuatro a cinco y de diez a quince, enumerando cada estaaiicia u n grupo de cinco, ocho, diez, quince o trein'Ea f a m i l i a s . Este número, con todo , no es f i j o , y hay estancias p o r ejemplo, que constan de sólo dos fami l ias .
La distinción que señalamos en familias y estancias, es desde el punto de vista de la legislación co lonia l . E l concepto de f a m i l i a es enteramente moderno en estas definiciones legales. E n cuanto a la estancia, vocablo netamente castellano, no tiene o t ro significado que la comunidad de pastos. Siguiendo la opinión de don Juan de Solórzano, la conservación de pastos comunes constituye la estaoticia, y así distingue la estancia de ganado mayor y la de ganado menor (^^). Mas, en o t r a parte asegura el i lus t re jur i sconsul to español, que las t ierras de labranza pertenecientes a una comunidad de indios se l lamaban cha,caras en el Perú y estancias en Nueva España (^2). Este vocablo, considerado p o r la Academia como de origen americano, debe provenir de la distinción del ganado estante y t ranshumante , derivación que concuerda con el p r i -rner sentido que da Solórzano a esa voz y de donde por extensión se explicó, probablemente, a la comunidad de t ierras en general . Pero sea cual fuese la interpretación de t a l denominación, en el fondo, se t r a t a de participación colectiva de ciertos beneficios agrícolas E n este último sentido ha subsistido la palabra en los " l i b ros de rev is i ta de t ierras de o r i gen" . Para e jemplo, citaremos la clasificación t e r r i t o r i a l de la prov inc ia a imara de Carangas, hecha en 1850. Dice la rev is i ta : " E l aylhi Guanaque, consta de las lestancias: Guanaque,
(11) P O L I T I C A I N D I A N A , I I , págs. 104 y 105 (12) I B I D , I X , pág. 94 . (13) E l señor R i g o b e r t o P a r e d e s , e n s u a p r e o i a b l e monografía d e l a p r o
v i n c i a d e I n q u i s i v i , ña, l l e g a d o a d e c i r : " C o n l a denominación d e c o m u n i d a d o e s t a n c i a s e conocía e l c o n j u n t o d e rancherías indígenas a g r u p a d a s e n u n a , r e gión d e t e r m i n a d a . L a reunión d e c o m t m i d a d e s f a m i l i a r e s f o r m a b a n l o s a y l l u s y l a d e éstos l a m a r c a , q u e e q u i v a l e a l a p a l a b r a p u e b l o ; a l a c a b e z a de c u y o g o b i e r n o s e e n c o n t r a b a e l m a U o u " . P R O V I N C I A D E I N Q U I S I V I , X V L pág 197. N u e s t r a opinión e s q u e t a l m o d o d e j u z g a r l a c o m u n i d a d t e r r i t o r i a l n o es e x a c t a n i c o m p l e t a . E l a u t o r h a t o m a d o únicamente e l s i g n i f i c a d o v u l g a r d e l a p a l a b r a e s t a n c i a .
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con veintidós famihas ; Pulani , con tres; Kamocha, con seis, y Tuva, con dos. E l t o t a l de ind iv iduos alcanzaba a ciento setenta de los que setenta eran varones y noventa y dos muje res. E l ayllu.Maransaya compónese de las estancias: A i q u i , con diez famihas ; Coquesa, con trece; Tanchani , con doce; V i n t o , con once; Chiltagua, con nueve; Planchihuilapampá, con doce; Tolacapani, con cuatro ; Hanocco, con seis, con u n t o t a l de trescientos cuarenta y seis miembros : ciento setenta y siete varones y ciento setenta y nueve mujeres . E l ayllai Aran-saya, consta de las estancias: Chiltacco, con quince fami l ias ; Malamala , con cuatro ; ChuUapota, con trece; Chiv i l la , con trece; Cullco, con nueve; Cuquesana, con cuatro ; t o t a l trescientos setenta y cinco ind iv iduos ; c iento setenta y cuatro varones y ciento noventa y u n mujeres " (^*).
Transformado el ayllu f a m i h a r en organización t r i b a l agrí- . cola, mantenía aun ciertas huellas, aunque débiles, de su constitución p r i m i t i v a consanguínea. Así descúbrense dentro del c lan dos clases de miembros : el originario y el agregado, como se les designa en la legislación co lon ia l . ¿Cuál es la pro cedencia de cada tmo de éstos y de dónde deriva la distinción de sus funciones y posición dentro del ayllu, t r i bu? Para d&r exacta explicación a estos dos puntos vamos a referirnos a documentos coloniales. "Or ig inar ios , dice el subdelegado de Omasuyos, Marqués de la Plata C"'), son aquéllos que tuvie r o n su p r i m e r or igen en el ayllo, en que a l a actual idad se m i r a n existentes y se conciben solariegos, como que l ogran d i cho su or igen anticuado en aquellas t ierras , nominando ayllo lo que nosotros r e p a r t i m i e n t o . Estos por l o m i s m o se suponen de superior cahdad y aun se t ienen p o r mejores que los yanoconas, forasteros y uros , de f o r m a que entre ellos el o r i g inar io es más recomendable que los forasteros para exercitar empleos públicos, gozar más t i e r r a en su ayllo, alcanza el mej o r lugar, contr ibuye e l t r i b u t o de cuota superior, cual es el de diez pesos y sufren las pensiones de la m i t a d de Potosí. Forasteros (agregados) son los que no teniendo en aquel repart i m i e n t o su origen n i confundiéndose con l a nobleza de d i chos or ig inarios aparecen como agregándose a las t ierras de comunidad (de las que se les asignan las necesarias para su
(14) A R C H I V O D E L T E S O R O P U B L I C O . L a P a z . R e v i s t a d e l a p r o v i n c i a d e C a r a n g a s , 1851.
(15) I n f o r m e d e l s u b d e l e g a d o d e O m a s u y o s , marqués' d e l a P l a t a , a l I n t e n d e n t e de L a P a z . C o s c o c h a c a , 2 d e m a y o d e 1792. A c a d e m i a d e l a H i s t o H i a . M a d r i d , Colección M a t a L i n a r e s , t o m o 3.
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cómoda subsistencia) pagan cinco pesos de t r i b u t o a l año y sufren la pensión de la enunciada m i t a , como ayudando a los o r i g i n a r i o s " .
Los or ig inarios y forasteros, distinción def inidamente ter r i t o r i a l , hace recordar a l antiguo nombre consanguíneo de l a f a m i l i a y a l m i e m b r o fact ic io , no l igado como aquél por vínculos de sangre al antepasado común, sino p o r u n lazo de afectos o de representación subst i tut iva de los descendientes legítimos. Ta l distinción en u n p r i n c i p i o consanguínea y f a m i l i a r , cuando los grupos humanos l legan a const i tu i r una organización más ampl ia donde el vínculo de congregación no es el parentesco, sino e l arraigo a la t i e r r a y su cu l t ivo , entonces los miembros componentes del grupo agrícola se dist inguen p o r una posición o relación t e r r i t o r i a l respecto de la c omunidad . E l forastero, m i e m b r o extraño a la constitución t e r r i t o r i a l del clan, es u n signo de reviviscencia del m i e m b r o fact ic io de la antigua gens. Empero , no es esto únicamente lo que podría l levamos a la reminiscencia del m i e m b r o f i c t i c i o y externo de la gens a imara . Existe aún una costumbre que no puede ser sino la huel la del ensanche externo de la f a m i l i a , mediante l a adopción del extraño, m u y semejante a lo que pasaba en la legislación r o m a n a . E l uta guagua, h i j o de la casa, es u n h i j o adoptivo , pero más que desde el p u n t o de vista del régimen c i v i l y f a m i l i a r , desde el p u n t o de vista de la colaboración agrícola. Las obligaciones y derechos que nacen de este hecho, siendo recíprocas para ambas partes, pueden r o m perse vo luntar iamente , s in hallarse, trabados por las f o r m a l i dades que la ley romana establecía en estos casos. Esta form a de adopción se busca p o r l a pare ja s in descendencia, y no en fuerza de la idea de proyección de la personal idad p u ramente m o r t a l y subjet iva, sino en relación a la prop iedad y sucesión de el la . Está t a n íntimamente ligado el a imara a la t i e r r a , como en todo grupo agr icul tor , que su personalidad i n d i v i d u a l como f a m i l i a r se condensa y re f le ja en su sayaña, parcela de c u l t i v o . Sabemos que en l a antigua gens romana, esencialmente rel igiosa, la adopción arrancó su existencia del cu l t o de los antepasados. E n la gens a imara , en el ayllu, es posible que la aceptación del uta guagua tuviese t a l origen, no lo a f i rmamos . Hoy , dentro del ayllu, c lan, y más prop iamente, dentro de la f a m i h a sólo obedece a la sucesión t e r r i t o r i a l . Pero ese interés psicológico de proyectar hacia el porven i r la personal idad agrícola, l a i n m o r t a l i d a d de la t i e r r a , ¿no será u n a transformación de la adopción religiosa que existía en la gens lat ina?
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L a causa, o m e j o r dicho, las causas, que h a n i n f l u i d o p r i n c ipalmente para que el ayllu, gens, se t rans forme en ayllu, clan,-son de orden agrícola. N o conocemos, n i por referencia de los cronistas españoles, los pr inc ip ios conforme a l cual se oper a n los repart imientos de t ierras cultivables de los p r i m i t i v o s a imaras . Garcilaso, Ondegardo y Acosta son quienes h a n dado mayor luz sobre el régimen agrícola pemano , y sólo por las referencias de éstos podemos i n d u c i r lo que fuera el a i mara , pues sabido es que las conquistas salidas del Cuzco no ahogaron las costumbres peculiares de cada prov inc ia o nación sometida a l cetro incásico.
L a gran civilización a que llegó el imper io del Sol, a l i gua l de l romano , se operó mediante la asimilación lenta y silenciosa de las instituciones de los vencidos. A su vez, las leyes e instituciones salidas del núcleo, que podríamos l l a m a r propiamente incásico, s in que sea posible señalar cuáles son éstas en toda su origüialidad, fueron a f l o t a r superf ic ialmente én u n p r i n c i p i o , como en todo régimen establecido por l a conquista , y a impregnarse fuertemente, después, en las costumbres y normas de la v i d a agrícola de los pueblos sometidos al cet r o cuzqueño. E l procedimiento colonizador de los mltknaesi, análogo a l sistema la t ino , ha debido c o n t r i b u i r a l a imi f i ca -ción gubernat iva del i m p e r i o , aunque esta unificación, en momentos de ser sorprendida 'por los españoles, es más aparente que r e a l . T a l colonización mediante el trasplante de pobla-
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dores de una prov inc ia en o t r a u otras, a más de buscar la amalgamación de inst i tuciones, l levaba también el propósito de regularizar el sistema hacendarlo basado en el cul t ivo com u n a l de la t i e r r a . Cieza de León, en el capítulo X X I I I de su Cróniqa del P e n i , nos da cuenta detallada del espíritu que in fo rmaba el p l a n político agrario de los raitliniaes.
E n cuanto a la constitución comunista del ayllu, es decir, del c lan, f tmdadamente se puede suponer que no existía distinción alguna entre las poblaciones aimaras y quechuas. E l Ayllu ha debido ser or ig inar iamente a imara, pasando después esta denominación a la organización ciánica de la civilización incásica. Aylluy, en quechua, i d i o m a del i m p e r i o , deriva de Ayllu. P;or tanto , habría que aceptar que el ayllu incásico, en lo poco que de él conocemos p o r los conquistadores peninsulares, representa el ayllu a imara . B i e n es verdad que si la c i vilización incásica se desarrolló aparte y poster iormente a la a imara , la estructura f a m i l i a r y t r i b a l en aquélla ha podido t o m a r caracteres d ist int ivos y peculiares. De esto lógicamente se deduce que el ayllu incásico no es el molde donde debier a estudiarse el ayUu a imara . Esta observación no sólo encier r a u n fondo de verdad, sino que es prudente tenerla en cuent a . Pero s i ambos desdoblamientos sociales, si es que el incásico no procede del a imara , der ivan de una fuente común, puest o que las líneas y rasgos más fundamentales de su estructuración no son dist intos , la verdad estaría en ciertos elementos adquir idos o derivados, pero más formales que substanciales . E n e l fondo de esos organismos está f i rmemente arraigado e l núcleo h u m a n o , resistente a la acción del t i e m p o . Y esto no sólo puede decirse de las instituciones americanas. E n todos los fenómenos de l a v ida social y psíquica de los pueblos hay una fuerza conservatriz, semejante a la fuerza centrípeta de los cuerpos, que mantiene casi invívitos los elementos pr imeros y fundamentales contra las tendencias de la var i edad y de los cambios a que nos ar ras t ran otros factores evol u t i v o s . N o andamos, pues, descaminados a l servirnos de la delincación del ayllu t a l cual lo encontramos en las poblaciones sometidas a l i m p e r i o cuzqueño, para remontarnos a la organización del ayl lu a imara, perdido para nosotros en sus p r i meras fases evolut ivas .
Ahora b ien , ¿cuál puede ser la .organización del ayllu a i mara? Siguiendo dos procedimientos es posible responder a esta pregunta . E n p r i m e r lugar, ateniéndonos a los datos características del ayllu incásico, t a l como nos anot ic ian los cronistas españoles. E n segundo, estudiando los rasgos aún pre -
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dominantes de una organización netamente indígena en los restos que de esta institución quedan en las poblaciones aimaras . Pero, hay u n otro camino más eficaz y sencil lo. Nie -b u h r y Max Müller lo h a n empleado al investigar la antigüedad de las civilizaciones indo-europeas. Es a l lenguaje a quien debemos pedir su auxi l io , escudriñando el sentido de vocablos que teniendo u n origen remoto explican los hábitos y usos de los pueblos que los emplearon . Hacen ver "que la raza de hombres capaz de crear tales palabras, palabras que la corr iente de los siglos ha arrastrado a tantas r iberas, s in quitarles su significación, no podía ser una raza de salvajes, de simples cazadores nómadas" C).
E n el a imara encontramos palabras que son una revelación del estado social p r i m i t i v o de los pueblos que usaron este i d i o m a . Con ellos se demuestra que los aimaras v i v i e r o n dentro de u n régimen civil izado de paz y cu l tura avanzada de l a t i e r r a . L a r iqueza y var iedad de los términos agrícolas prueban que su constitución social era, por encima de todo , agrar i a . Podríamos c i tar , como ejemplo, estos vocablos:
Raíz sustantiva A L I . Su ramifloación en acciones o verbos:
1. A L I Ñ A . V e g e t a r , c r e c e r , p l a n t a r . 2. A L S U Ñ A . G e r m i n a r , b r o t a r . 3. ALSJAÑA. E s t a r n a c i d o y a e l árbol . . 4. A L I S I Ñ A . T e n e r árboles, t m t e r r e n o . 5. A L I A S I N I Ñ A . F o r m a r o s e r u n bos<iue. 6. A L T A N A . C o m e n z a r a d e s e n v o l v e r s e , c r e c e r . 7. A L I R I I Ñ A . S e r d e rápido y v i g o r o s o i n c r e m e n t o . 8. A L I K B A Ñ A . B i f u r c a r s e o d e s p r e n d e r s e . 9.' ALIPTAÑA. T r a n s f o r m a r s e l a p l a n t a e n árbol .
10. A L I R I Ñ A . S e r apto a l a a l t u r a , a l e v a n t a r s e . 12. A L I K B E R I Ñ A . E s t a r nutriéndose, c r e c i e n d o l a p l a n t a . 13. ALISKAÍÍA . S e r d e c r e c e r e n c o n t o m o . 14. A L I N T A Ñ A . E s t a r v i v a l a p l a n t a . 15. A L I T A T A Ñ A . R a d i c a r b i e n , v i g o r i z a r s e .
16. A L C A T A Ñ A . T o m a r p u j a n z a , r a m i f i c a r s e . 17. A L I Q U I P A Ñ A . C r e c e r l e a r b u s t o s o parásitos a l árbol . 16. ALCATAÑA. C u b r i r un o b j e t o l a vegetación. 18 . ALJATAÑA. T a p a r m a l e z a s a l árbol o c u b r i r l o . 19. A L I C K I B I Ñ A . S e r árbol, q u e r a d i c a b i e n y h o n d o . 20. A L I C H A Ñ A . E c h a r v a r i o s b r o t e s e l árbol . 21 . A L I N T I R I Ñ A . S e r árbol q u e r a d i c a b i e n y h o n d o . 22 . A L I R A Ñ A . E c h a r v a r i o s b r o t e s e l árbol . 23. ALIRPACAÑA. E s p a r c i r s e , e c h a r d e sí e l árbol . 24. A L T H A P I Ñ A . C o n c e n t r a r s e , h a c e r s e c o p u d o .
(1 ) M a x M i U l e r , L A M I T O L O G I A C O M P A R A D A , I , pág. 43.
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2 5 . A L I B A Y A Ñ A . 26 . A L I A Ñ A . 2 7 . A L I Y A Ñ A . 2 8 . A L I E I Ñ A . . 29. AtrECAYAÑA. 3 0 . A L I P T A Y A Ñ A . 31 . A L I A S C A Ñ A , 32 . A L I N T A Y A Ñ A .
3 3 . A L I T A T A Y A Ñ A . 34. A L C A T A Y A Ñ A . 3 5 . A L I E Q U I P A Ñ A . 3 6 . A L I C K J A Ñ A . 3 7 . A L I A L I C H A Ñ A . 3 8 . A L C H A Y A Ñ A . 39 . A L I R A Y A Ñ A . 4 0 . A L I Y H A Y A Ñ A . 41 . A L I Ñ A . 4 2 . A L L S Ü Ñ A . 43. A L L S J H A Ñ A . 4 4 . A L L T A Ñ A . 4 5 . A L L I R A Ñ A . 4 6 . A L U C H A Ñ A . 4 7 . A L L I N T A Ñ A , 48 . A L L I T A T A Ñ A . 4 9 . A L L C A T A Ñ A . 5 0 . A L L I Q U I P A Ñ A . 5 1 . A L L J A T A Ñ A . 5 2 . A L L T A P I Ñ A . 5 3 . K H A R P A Ñ A . 5 4 . K H U R P A Ñ A .
H a l M r c r e c i d o p l a n t a s o árboles . C u l t i v a r p l a n t a s , c u i d a r l a s . T e n e r h u e r t o o árboles . S e r j a r d i n e r o o c u l t o r d e p l a n t a s . D e r i v a r d e o t r o s árboles; p l a n t a r d e g a j o s . D a r v i g o r a l u i árbol, r e f o z a r l o . F o m e n t a r , h a c e r v i v i r l a p l a n t a . P l a n t a r h o n d o y p e r p e n d i c u l a r . H a c e r d e s p l e g a r , t o m a r c u e r p o , r a m i f i o a r . A r r i m a r p l a n t a s o c e p a s a l árbol . T r a n s p l a n t a r , i n t e r c a l a r árboles . D i s e m i n a r p l a n t a s . S e r p l a t a d o r , d i s p e r s a r p l a n t a s . H a c e r p l a n t e l e s o a l m a c i g o s . F o r m a r b r a z o s , p l a n t a r d e r a m a l e s . P r o p a g a r , t r a s p l a n t a r . R o m p e r , d e s c u a j a r e l t e r r e n o . E s c a r b a r , h a c e r ^ o y o s , d e s p l a n t a r . C o s e c h a r , e x t r a e r e l p r o d u c t o . R e m o v e r , q u i t a r l a t i e r r a . D e s a t e r r a r , d e s c u b r i r . S e p a r a r , d i s m i n u i r l a t i e r r a . E n t e r r a r , s e m b r a r , p l a n t a r . E s p a r c i r , d e s c u b r i r p l a n t a s . A b r i g a r , a t e r r a r e l p i e d e l árbol . C u b r i r , e c h a r t i e r r a e n c u n a . T a p a r e n t e r a m e n t e , a g l o m e r a r . J i m t a r , a m o n t o n a r , a g l o m e r a r ( 2 ) . R e g a r l o s t e r r e n o s s e m b r a d o s . D e s t r i p a r t e r r e n o s p a r a sembradío .
Asimismo tenemos términos que ind i can el uso de ganado y su pastoreo, verbigracia ; Uigua, ganado; kaura, l lama, ganado lanar o r ig inar io del a l t ip lano ; aguatiña, pastear; agua-tiri , pastor, etc.
T a l var iedad en la expresión de las modalidades más psi cológicas de l a v ida agrícola no sólo atestigua u n grado avanzado de arraigo a la t i e r r a y a su cu l t ivo , sino una procedencia le jana (^) de régimen geográfico y climas que no son de la meseta andina, puesto que existen sinnúmero de palabras destinadas a signif icar operaciones de a r b o r i c u l t u r a , cuyo cult i vo no fue conocido en el a l t ip lano andino . Esa vinculación estrecha al suelo supone uxi régimen estable de v ida y de organización social, e l amor de u n pueblo a l paci f ismo, la construcción de ciudades, como Tiaguanacu, cuyas ruinas sólo pue-
(2 ) E s t o s v o c a b l o s h a n s i d o t o m a d o s d e l U b r o d e V i l l a m i l y R a d a , L A L E N -GTTA D E A D A N .
(3 ) V i l l a m i l y R a d a h a c e a s c e n d e r a m á s d e c i n c u e n t a p a l a b r a s de a s o m b r o s o m a t i z , q u e e x p r e s a n l a s i d e a s r e l a t i v a s a l árbol, a l a p l a n t a y a s u c u l t i v o . ( " L A L E N G U A D E A D A N " , pág. 1 6 ) .
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den compet ir con las de México. Y si l a organización agraria fue avanzada en aquellos pueblos, su estado c i v i l f a m i l i a r no lo era menos. Los delineamientos de las relaciones f a m i l i a res son claros y perfectamente definidos, s in que se encuent r e ese estado de confusión o indiferenciación p r o p i a de los salvajes. Así tenemos en el i d i o m a a imara estas voces que revelan la estructura f a m i l i a r y las relaciones de sus miembros . Achachila, antepasado, abuelo; guartml, m u j e r , esposa; allchi, nieto ; tolíca, yerno ; l lojcha, nuera; yaca, h i j o ; phucha, h i j a ; guagua, niño; ginchu khañu ( o re ja sucia) , h i j o m a l habido, Bastardo; guajcha, huérfano (*); taica, madre común, abuela ; tate, padre; sullca, h i j o menor ; j i la , hermano; cullaca, hermana; uta, casa, etc.
Ateniéndonos ahora a las inst itucioi jes incásicas y por las cuales se induce la organización que debía tener el ay l lu ai mara , se puede sostener que ella fue idéntica en sus rasgos fundamentales . L a división de l a t i e r r a laborable y su d i s f ru te en común ha debido ser régimen aimara, que trascendió y pasó a ser de los pueblos incásicos. O en otros términos: la civilización cuzqueña no hacía sino recoger las instituciones que pueblos que ent raron a f o r m a r su composición arrastrab a n desde le jos . Según el padre Acosta, a quien ha seguido Garcilaso, la t i e r r a , deducidos los cult ivos destinados a la fa-piiliá i m p e r i a l y a l cu l to , era del dominio y uso colectivo. "De esta tercera parte , dice, ningún p a r t i c u l a r poseía cosa prop ia n i jamás poseyeron los indios cosa prop ia , si no era por mer-ped especial del Inca y aquello no se podía enajenar n i aun d i v i d i r entre los herederos. Estas t ierras de comunidad se re. partían cada año y a cada uno se le señalaba el pedazo que había menester para sustentar su persona y la de su m u j e r y sus h i jos , y así era unos años más otros menos según era la f a m i l i a para lo cual habían sus medidas determinadas" (^).
Estas medidas, ateniéndonos a Garcilaso, tenían por base el tupu (") equivalente a una fanega y media española de
(4 ) E s t e v o c a b l o d e s f i g u r a d o p o r l a fonética española e n g a u c h o , s e u s a e n e l Perú y C h i l e , p a r a d e s i g n a r l a últiima y s u e l t a f r a c o i d n d e u n b i l l e t e d e lote ría. A s i m i s m o e n C h i l e s e u s a n l a s s i g u i e n t e s v o c e s : l l a p a , y a p a , a d e h a l a e n es p e c i e q u e d a e l v e n d e d o r ; t i n l a , t h i n c a : c o r a z o n a d a , a d v e r t e n c i a d e l corazón; g u a g u a , niño o niña.. T o d a s e s t a s p a l a b r a s s o n a i m a r a s .
(5 ) H I S T O R I A N A T U R A L Y M O R A L D E L A S I N D I A S , t o m o I I , X V , pág i n a 187.
(6) E l v o c a b l o t u p u es n e t a m e n t e a i m a r a , y s i g n i f i c a , genéricamente, m e d i d a , mfitrón. E m p l é a s e también p a r a d e s i g n a r Txna l e n g u a española. T o p o d i c e n e n e l Perú .
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t ierras C ) . Cada ind iv iduo casado y sin h i j o tenía derecho a u n tupu. A l advenimiento de cada h i j o varón recibía el padre u n otro y para las hi jas med io . E l h i j o emancipado o casado arrastraba tras sí su l o te . N o así la h i j a casada, que debía i r a par t i c ipar del cul t ivo del m a r i d o . La nobleza y fam i l i a rea l recibían t ierras en proporción a l número de sus miembros , mujeres , criados y de las mejores de l a comarca en que vivían, s in considerar la participación común que tenían en la hacienda rea l y en la del So l . E l cu l t ivo de t ierras se operaba p o r medio de u n sistema especial de cooperación comunista . Labrábanse, pr imeramente , p o r todos los brazos hábiles de la colect ividad, las t ierras destinadas al manten imien to del cul to solar y de sus m i n i s t r o s ; luego las de las viudas y huérfanos; las de los viejos, enfermos e impos ib i l i tados y las de soldados ocupados en la guerra . Después de la labor de estos repart imientos , cada f a m i l i a o ind iv iduo atendía a los suyos, "ayudándose unos a o t ros " , p o r ' so l idar idad recíproca de servicios. U l t imamente eran cultivados los lotes de : a nobleza y del rey .
Ahora si se compara esta organización agraria con la que tenían los aztecas en el ioallpulli, se encuentran semejanzas verdaderamente sorprendentes, que dan lugar a pensar en u n centro común de procedencia de las civilizaciones americanas. Vamos a c i tar u n documento que nos l leva a esa demostración: Su título es: " e l orden que tenían los indios en el suceder en las tierras y baldíos" . Dice así: "Es de saberse, escribe, que había tres maneras de t i e r ras . Una se l lamaba yaoc-lall , que quiere decir t ierras de guerra; otras se l lamaban cla-tocaclali, que quiere decir t ierras de señoríos, y otras se l la m a r o n oallpiüali, que quiere decir, tierras: de particulares, de pueblos o barrio. Las t ierras de guerra que ord inar iamente estaban en los mojones n i eran de nadie n i sucedía nadie en ellas, porque las ocupaba el señor que mantenía la guerra. Cuanto a las t ierras del señorío, no hay d i f i cu l tad , porque el ^eñor las daba y qui taba como le parecía y dividía entre los h i j os y padres. Otras t ierras que son las del tercer género, que eran t ierras l lamadas callpulah, que parecía tener alguna p a r t i c u l a r i d a d , y son las tierras de dentro de los pueblos y barrios. Por la mayor parte sucedían los h i jos y no se las qui taban, sino por del ito , y esto no porque ellos tuviesen pro -
(7 ) C a d a f a n e g a e q u i v a l e a 64 áreas 396 mil iáreas . (8 ) B I B L I O T E C A D E L A A C A D E M I A D E L A H I S T O R I A , M a d r i d , Colección
Muíioz, t . 42 . f o l . 35 a 37.
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piedad en las t ierras , porque como los señores eran t iranos daban todas las t ierras a vasallos y quitábanlos a ellos a su vo luntad , y así no eran propiamente señores o dueños de las t ierras , sino terrazqueros o solariegos de los señores. De manera que se podía decir que todas las t ierras , montes y campos, todo estaba a v o l u n t a d de los señores y era suyo, porque lo tenían todo t i ranizado y así vivían a v iva quien vence y lo que ganaban todos lo repartían los señores entre s í " .
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I X
¿A qué género de inducción puede arrastrarnos aquella ident idad de instituciones americanas? ¿Provendrá de u n parale l ismo en los inst intos humanos o procederá de una común fuente lejana? E n el or igen de las comunidades sociales, cualesquiera que sean ellas, los procesos de formación de l a prop iedad agrícola se entrecruzan con caracteres de una m i s m a índole. Por o t r a parte , si entre las poblaciones ameri canas es donde se nota con cierta acentuación la p a r i d a d de razas, costumbres e id iomas, ¿por qué sólo el régimen agrícola había de escapar a ese r i t m o de semejanza?
Las formas más generalizadas p o r el imper i o incásico, en cuanto a l r epar t imiento parcelario , orden de cult ivos , sistema t r i b u t i v o , sm alterar el f ondo or ig inar io de la prop iedad clá^ nica, ha debido u n i f o r m a r las relaciones de l a persona y la t i e r r a , y aprox imar , por medio de la centralización, l a propiedad comunal a los órganos del Estado incásico. B ien puede i n ferirse, de todo eso, que en las poblaciones aimaras, antes de l a dominación peruana, el sistema t e r r i t o r i a l fue el mismo que en las poblaciones incaicas. Cronistas como Cieza de León, sostienen que las provincias aimaras del norte , como el Col lao , conocían u n completo procedimiento de cult ivos y regadíos (^). Según D'Orbigny, la nación a imara había conocido l a v ida agrícola y p a s t o r i l de una manera m u y desenvuelta
(1 ) C B O N I C A D E L P E R U , X V I I , pág. 63.
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"de donde las ideas sociales posteriores salieron germinadas, de donde el p r i m e r gobierno monárquico y religioso hubo nac ido" ( 2 ) .
Comnrobada l a par idad entre el régimen azteca y el i n caico habría una razón demás para sostener la ident idad de este último con las instituciones agrícolas a imaras . Si carecemos de observaciones y descripciones directas de la estruct u r a ciánica de los pueblos aimaras, encontraremos en las Que nos h a n dejado los cronistas peninsulares respeto de propie dad comunista incásica, base suficiente para reconst i tu i r aquel l a organización t e r r i t o r i a l .
Volvamos a l régimen incásico. L a organización agraria no sólo m i r a b a a la distribución t e r r i t o r i a l de lotes cul t ivables, sino a l a vinculación in terna de cierto género de relaciones de convivencia y cooperación comunista, a l espíritu, podemos decir, de las labores de la t i e r r a y de su aprovecham i e n t o . Nada más interesante para revelar esa admirable disposición de relaciones hondamente psíquicas que a manera de sistema nervioso coordinaba los movimientos colectivos del c lan, que u n pasaje del cronista mestizo que nos va sirviendo de guía en este p u n t o . " L a cosecha del Sol, dice, y la del i n ca, se conservaba cada una p o r sí aparte, aunque en unos mismos depósitos. L a semilla para sembrar la daba e l dueño de las t ierras que era el sustento de los indios que t raba ja ban, porque los mantenían de la hacienda de cada uno de ellos cuando labraban y beneficiaban sus t ierras : de manera que los indios no ponían más del t raba j o personal . De la cosecha de sus t ierras part iculares no pagan los vasallos cosa alguna a l i n e a " ( « ) .
Además, completando ese sistema de cooperación y aún de beneficencia m u t u a , l a explotación de los ganados y pastos, elemento p r i m o r d i a l a la v ida sedentaria y agrícola de los gru pos humanos, siguió la suerte del suelo cu l t ivab le . "De l ganado, nos dice el Padre Acosta, hizo el Inca la m i s m a d i s t r i bución de las t ierras que fue contar lo y señalar pastos y términos del ganado de las Guacas del Inca y de cada pueblo" . "Los hatos concejiles o de comunidad son pocos y así los l la maban Guaochallajoa" (* ) . Estos pastos y ganado en común dieron or igen a l a estancia de cuya legislación tuvo gran cui-
(2 ) L ' H O M M E A M E R I C A I N , pág. 223. (3) C O M E N T A R I O S R E A L E S , l i t ) . V , pág. 136. (4 ) O B . C I T . , pág. 188.
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dado la Corona española, como puede verse de la Política I n diana de don Juan Solórzano. Cuando el cuidadoso jesuíta nos dice que el ganado comunal se l l a m a Guaochallaana, nos da precisamente u n vocablo a imara, cuyo significado sería: ganado de llamas de los pobres. He ahí u n otro dato que revel a que la constitución comunal de la t i e r r a debió tener u n o r i gen a imara o que dentro del ayllu, c lan, la constitución agrar i a fue la m i s m a que en la incásica como que en quechua, id io m a o f i c ia l de este i m p e r i o , la t r i b u t e r r i t o r i a l se denomin,ó igualmente ayllui.
De la contextura de l a asociación agrícola que hemos exa-mmado , resultan dos aspectos principales , que const i tuyen los puntos de- equ i l i b r i o de la prop iedad ciánica incásica o aimar a : la posesión m d i v i d u a l o f a m i l i a r del suelo por d i s t r i b u ción de lotes, la cooperación comunista de su cu l t ivo y el derecho colectivo que tenían a los pastos, f rutos reproduct ivos o de consumo en ciertos casos de necesidad. Esta combinación del uso y d is f rute de la propiedad, es m u y semejante a la que existió en muchos pueblos ibéricos (* ) y corporaciones eslavas y germánicas (gesammteigentlium). E l antiguo sistema ter r i t o r i a l irlandés, según los tratados bretones, estaba sujeto igualmente a u n régimen análogo. La t i e r r a t r i b u t a r i a , c u l t i vada o no, pertenecía a la t r i b u , ya se compusiera de una fam i l i a asociada de parientes, ya comprendiera una aglomeración más considerable y más a r t i f i c i a l . Pero en las grandes t r i b u s se asignaban con carácter permanente numerosas fanegadas a las fami l ias de príncipes o a pequeños grupos t r i b u -t ivos , y la t i e r r a de éstos tendía siempre a div idirse entre sus miembros , reservándose ciertos derechos de hermandad . Cualquier t r i b u considerable reconocía u n jefe, ya sea uno de los numerosos legisladores de la t r i b u , a quienes los anales i r l a n deses l l a m a n reyes, ya uno de esos jefes de f a m i l i a a quienes los jurisconsvxltos irlandeses h a n l lamado oapita cognationxmi
Ese comunismo preco lombino fue después mantenido en la legislación española, casi completamente. L a Recopilación de Indias en la ley X V I I I , t i t u l o X I I del l i b r o I V , consagró que: " l a venta, beneficio y composición de t ierras , se haga con t a l atención que a los indios se les dejen con solDre todas las que les pertenecieron, así en p a r t i c u l a r , como p o r comu-
(5 ) V . Joaquín C o s t a , C O L E C T I V I S M O A G R A R I O E N E S P A Ñ A . ( 6 ) S u n u n e r M a i n e , L a s Y . P r i m i t i v a s , pág. 145.
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n i d a d , y las aguas y riegos; y las t ierras en que hub ieran hecho acequias u o tro cualquier beneficio, con que por i n d u s t r i a personal suya se hayan fert i l i zado , se reserven en p r i m e r l u gar, y por ningún caso no se les pueden vender, n i enajenar" . Hay , pues, dondequiera que se estudie la constitución de la prop iedad antigua, u n a constante acción y reacción entre las formas de distribución y aprovechamiento de la t i e r r a y la f a m i l i a . Ese fracc ionamiento de la prop iedad t e r r i t o r i a l ent r e los miembros de las fami l ias , que nos revela el derecho bretón, viene contorneando más y más los perfiles de la f a m i l i a moderna y de la propiedad i n d i v i d u a l . E n el sistema i n cásico la t i e r r a , cuyo domin io eminente, que podríamos decir, pertenece a l clan, que después fue subst i tuido p o r el i m p e r i o , no se div ide por sucesión del jefe o representante de la f a m i l i a . E l l a pasa a uno solo de los miembros , mientras los otros reciben su parcela p o r xma o t r a distribución. De aquí es que la gran f a m i l i a se subdivide, pero la prop iedad n o . E n el ay l lu a i m a r a actual cada jefe de f a m i l i a tiene su lote, una sayaña, cuyo término nos da el significado psico-social que la propie dad a imara arrastra probablemente desde sus orígenes. Saya-ña quiere decir, estar de pie, representar.
E n sentido lato , esta idea es bastante comple ja . Signif ica representar el hecho m i s m o del cu l t ivo y el goce de la parcela ; representar la f a m i l i a a la que se pertenece, y estar dispuesto a c u m p l i r con las obligaciones que nacen de la p r o piedad a l f rente del a y l l u en general . L a sayaña no es tampoco divis ible p o r sucesión del padre de f a m i l i a , y s in embargo de que la prop iedad comunal , dentro de la legislación bo l iv ia na, queda a la par que la propiedad par t i cu lar , hay una tendencia arraigada del a imara a no fracc ionar su lote, contentándose con gozarle pro ind iv iso en la mayor parte de los casos de cosucesión. Pero en este p u n t o del"estudio de la prop iedad comxmal a imara incásica o azteca surge u n a cuestión. ¿Cómo se concibe el que siendo la gens preco lombina netamente patronímica, por consiguiente, hered i tar ia por pr imogen i tura , el c lan t e r r i t o r i a l fuese comunista, donde el derecho al suelo no se adquiere por sucesión, sino p o r repar t imiento del soberano o del Estado?
Es indudable que existe una a n t i n o m i a evidente entre el régim^en de sucesión, y más s i es p o r pr imogen i tura , y la com u n i d a d de la prop iedad . La comunidad t e r r i t o r i a l es en el c lan y la sucesión patronímica en la f a m i l i a , es decir, que la constitución de la gens es consangumea y de vínculos personales, dentro de u n núcleo reduc ido . A l contrar io , la t r i b u te-
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r r i t o r i a l es extensa y los lazos de asociación son los del c u l t i v o . ¿Pero acaso puede formarse u n concepto de la gens aislándola completamente de la t ierra? ¿De qué vivía y cuáles eran los medios de subsistencia de la f a m i l i a asociada p o r los vínculos de la sangre? Indudablemente del cu l t ivo de la t i e r r a . Ahora b ien : s i la gens ha poseído u n a prop iedad t e r r i t o r i a l , dentro del clan, f o rmado éste por la congregación de m u chas gens, la prop iedad ha debido también tener t m carácter f a m i l i a r y p a r t i c u l a r . T a l sería la d i f i c u l t a d insalvable para aquéllos que ven, como Fustel de Coulanges, en el tránsito de la gens a l a t r i b u u n a especie de dilatación social y nada más.
Otra debiera ser la interpretación de tales aparentes contradicciones. E l ayllu ha debido poseer, como grupo f a m i l i a r , u n lote de cult ivos ; pero él no pasaba por sucesión al p r i m o génito, sino que seguía perteneciendo y al imentando a l núcleo, cualquiera que fuese el cambio de sus miembros componentes. L a única cosa que, probablemente, heredaba el representante de la f a m i l i a , era la a u t o r i d a d . L a prop iedad no era d i v i s ible . Su goce debió ser colectivo, puesto que el a y l l u , gens, f o rmaba u n solo haz compacto y resistente. A medida que la gens perdía ésta su ton ic idad aglut inante la prop iedad perdía también su índole f a m i l i a r pr ivada para pasar a ser comunal con el nac imiento del c lan . E n el ayllu a imara parece que los lazos de parentesco se subst i tuyen poco a poco con vínculos de so l idar idad agrícola. Una vez que l a prop iedad f a m i h a r era indiv is ib le , en cuya i n d i v i s i b i l i d a d existía t m p r i n c i p i o de comunidad , la asociación debía operarse en la labor conjunta de l a gens para cu l t ivar la t i e r r a , para el recíproco aprovechamiento de las sayañas. E n el comunismo ciánico subsistía aún esta reminiscencia de la p r i m i t i v a cooperación agrícola nacida de l parentesco rea l o f i s t i c i o . Garcilaso nos d i ce: "Que los vecinos de cada colación ya sabían por el padrón que estaba hecho, a cuáles t ierras habían de acudir , que eran las de sus parientes o vecinos más cercanos". Sumner Maine ha notado la m i s m a transformación en los vínculos de la f a m i l i a i r landesa. " D u r a n t e mucho t iempo, escribe, se ha pretendido que la organización social l lamada t r i b u , ha sido p o r de p r o n t o la de las comtmidades nómadas, y que a l t omar posesión f i j a del suelo, las sociedades humanas experimentar o n sensibles modif icaciones. De esta manera, la atención se ha desviado de una observación cuya exact i tud atestiguan, a m i parecer, las pruebas más serias, y es la de que, desde el momento en que una t r i b u se f i j a de u n modo permanente .y de-
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f ipi i t ivo en u n a extensión dada de t e r r i t o r i o , la t i e r r a o el suelo substituye al parentesco como fundamento de la organización social . T a l substitución es sumamente lenta; ba jo ciertos respectos, n i s iquiera está completada todavía; pero su cm--so ha sido continuado a través de las edades" C).
D i l u i d a la gens dentro de la t r i b u , l a representación pat r i a r c a l , la autor idad f a m i l i a r y religiosa de otros t iempos, pasa a l jefe de la t r i b u , a l mallcu ( m a y o r ) , de los ayllus f u n didos en m i círculo más extenso de asociación. Y s i la organización t r i b a l ha llegado a la nacional idad, especialmente mediante la dominación de unas t r i b u s respecto de otras, la potestad de r e p a r t i r l a t i e r r a de labranza y la adjudicación de lotes de cu l t ivo se concentra en manos del rey o emperador. T a l pasa entre los incas y los aztecas, como se ha v i s t o . E n la .estancia (partes agrícolas de que se compone el ayllu) moderna, como la f a m i l i a monógama ha llegado a su aspecto más i n d i v i d u a l desapareciendo completamente " l a f a m i l i a asociada", la relación consanguínea, dentro de la colectividad agrícola, está reducida a una cooperación personal y m u y débil. Pero si l a cooperación dentro del ayllu h a debido existir en todo su r i go r en t iempos anteriores, en que el cu l t ivo de la prop iedad se arraigaba con hondos caracteres en los albores del c lan, hoy en la estancia la m u t u a l i d a d del t raba jo se ha l la casi ext in guida o l i m i t a d a sólo a las pocas personas que componen est r i c tamente u n a f a m i l i a . Este a f lo jamiento de los vínculos agrarios se debe, pues, a l f racc ionamiento de la f a m i l i a hasta llegar a la posesión de la prop iedad i n d i v i d u a l . Y a t a l transformación del colectivismo a imara e incásico, han c o n t r i b u i do tanto la legislación co lonial como l a de la república. La cooperación no existe s iquiera entre todos los miembros del ayllu, sino en los de la estancia, tratándose de ciertos aprovechamientos comunes como recomposición dé acequias, aviva-miento de mojones, defensa y aprovechamiento de pastos.
(7 ) L A S I . P R I M I T I V A S , 1 X 1 , pág. 68.
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E l régimen español, s i i n t r o d u j o alguna innovación en l a constitución de l a prop iedad comunista del ayllu t e r r i t o r i a l , no fue de aquéllas que borrasen to ta lmente sus rasgos característicos . Todas las t ierras del continente, conquistadas y por conquistarse, se consideraron res nullius y de p a t r i m o n i o del soberano español, sobre cuya base de ficción se constituyó la prop iedad co lon ia l . L a ley p r i m e r a , título X I I , del L i b r o I V de la Recopilación de Ind ias , debía constar de caballerías y peonías otorgadas "a todos los que fueren a pob lar t ierras nuevas, haciendo distinción entre escuderos y peones, y los que fueren de menor grado y merec imiento , y los aumenten y m e j o r e n atenta la cal idad de sus servicios, para que ctdden de l a labranza y cr ianza" .
Las encomiendas que, según el espíritu rel igioso de la conquista, consistía en entregar al domin io señorial de los conquistadores de c ierta cal idad, u n número de indios , con el f i n de que sean instruidos y reducidos a la fe cr ist iana, llegó a ser el p r i n c i p i o de la serv idumbre personal y de las transformaciones de l a prop iedad . Según las in f o r maciones del jur i sconsul to Solórzano las encoatniendas tuv ie r o n por or igen en que los españoles se hallasen necesitados del servicio de los indios "así para sus casas como para la busca y saca de oro y p lata , labor de los campos, guarda de los ganados y otros m i n i s t e r i o s " . Los pr imeros gobernadores h i c i eron estos repart imientos a los conquistadores " y les encargaban, dice e l mismo autor , su instrucción y enseñanza en
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l a religión y buenas costumbres, enoomendándoles mucho sus personas y buen t ra tamiento , comenzaron estas reparticiones a l lamarse encomiendas y las recibían los indios en esta for ma , encomenderos o comendatarios, del verbo la t ino comenr do, que mías veces signif ica rec ib i r alguna cosa en guarda o depósito y otras i"ecibirlas en amparo y protección" (^).
"Ovando —nos dice u n notable escritor español, refiriéndose a la obra humana de Fray Bartolomé de las Casas— repartió los indios de la Española entre los castellanos, según el favor que cada uno alcanzaba con él: a unos ciento, a otros c incuenta, var iando la fórmula usada por Colón, en estos términos más generales: "A vos. Fulano, se os encomienda tantos indios en t a l cacique, y enseñadles las cosas de nuestra santa fe católica". "De aquí v ino darse el nombre de encomiendas a los repart imientos , y el de lenconiienideros a los agraciados; los cuales, como quiera que su ob jeto p r i n c i p a l era enriquecerse, cuidaban poco de la doctr ina , y menos del buen t r a t a m i e n t o . Los indios sobrecargados de u n t raba jo desproporcionado a sus fuerzas y hostigados con la aspereza con que se les t rataba , o sucumbían a la fat iga o se escapaban a los m o n tes, s in que las violencias con que allí se les arrastraba a las labores bastasen a remediar el menoscabo que sentían los colonos con la pérdida de tantos brazos. Teníanse, por lo mis mo , que renovar, de cuando en cuando, los repart imientos par a igualar las porciones; pero en esta nueva distribución los que tenían más favor lograban completar su número, y aun aventajar lo , a costa de otros menos atendidos, que tenían que quedarse con pocos ind ios . Este orden, observado p o r Ovando en Santo Domingo , se extendió después a todas las Ind ias , y con él los disgustos, las reclamaciones, las discordias, y, en f i n , las guerras civi les" (^).
Empero , no todos los naturales quedaron sometidos a t a l sistema de distribución feuda l . L a "composic ión de t i e r r a s " , n o m b r e con el que se designaba el r epar t imiento de campos de cu l t ivo , recordaba a las leyes agrarias de Roma, pero l le vaba por f i n p r i n c i p a l el imp lantamiento de t r i b u t o s . E l rep a r t i m i e n t o de t ierras fue inic iado en el Perú, por el v i r r e y Francisco de Toledo, en 1581. Los naturales adqu i r i e ron ba-
(1 ) P O L I T I C A I N D I A N A , I I , I , pág. 222.
(2) V I D A S D E E S P A Ñ O L E S C E L E B R E S , F R A Y B A R T O L O M E D E L A S C A S A S , P O R D O N M A N U E L J O S E Q U I N T A N A . M a d r i d , 1879, I I . Págs. 210 y 211.
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j o esa f o r m a legal el domin io comunal de sus t ierras , respetando así la legislación de Indias los delineamientos fundamentales del antiguo colectivismo peruano (^). A las ordenanzas del v i r r e y Toledo había precedido una información que la Corte mandó levantar sobre el m e j o r sistema que convendría i m p l a n t a r en la co lonia . E n t r e esa información f i gura la de Polo de Ondegardo, corregidor del Cuzco y el más letrado de los conquistadores que v i n i e r o n entonces a América, que abogaba porque se mantuviese el régimen rentístico del colect ivismo incásico, que aún se mantenía íntegramente en aquel t i empo (1561) (* ) . Estas y otras consideraciones fueron ten i das en cuenta p o r la Corte, que en cédula de 28 de dic iembre de 1568, instruía a aquel v i r r e y "que la f o r m a de la tasa que parece más conveniente es que aquélla se haga por j u n t o to do e l r epar t imiento conviene a saber, que haciendo respeto al número de los indios y a la cal idad y disposición de las t ie rras y a los ar t i f i c i os , oficios, tratos y negociación de ella regulando todo esto no p o r lo que los indios t raba jan , que son ociosos y holgazanes, sino p o r lo que pueden y deben trabaj a r , se haga una jus ta estimación de lo que en dinero, f rutos y especies pueda haber y se puede sacar y sobre aquello se haga a r b i t r i o de la par te que ha de quedar a ellos y de lo que nos y los encomenderos habemos de hacer" (^).
E l g ran v i r rey , cuyas dotes sobresalientes de hombre de Estado le asignan el p r i m e r puesto entre los gobernadores de l a Colonia, se atuvo más a l a revelación de los hechos hab i tuales de los naturales que a las instrucciones que se le i m p a r t i e r o n o a doctrinas en boga sobre regímenes rentísticos. Sus ordenanzas fueron dictadas con u n cr i ter io práctico, par a lo que recorrió personalmente la mayor parte de los domi nios de su gobierno. Con mucha verdad decía el v i r r e y mar qués de Montesclaros hablando de él: "que en las cosas en que don Francisco de Toledo no hubiese declarado mot ivos , f iemos de su prudencia que fueron fundadas en razón y j u s t i c ia" (**). V is i tando las provincias , según e l mismo Montesclaros, "hizo u n a estimación de las subsistencias que tenían en cada p a r t i d o y conforme a ella tasó lo que los naturales que
(3) Joaquín C o s t a , C O L E C T I V I S M O A G R A R I O , pág. 6ó. (4 ) O B . C I T . , pág. 71. (5) A r c i d v o d e I n d i a s . C a r t a a S . M . d e l Marqués d e M o n t e s c l a r o s , 2 d e
m a r z o de 1614. E s t . 70, C a j . 1, L e y . 35. (6) C a r t a a S . M . d e l v i r r e y d e l Perú, marqués d e M o n t e s c l a r o s , 1614. E s t .
70, C a j : 1, L e g . 36. -
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l a habi taban habían de pagar" C). Impuso por t r i b u t o s a cada natmral " u n a cant idad de ocho pessos, y ordenó que esto se pagase, cinco de p lata , dos en carneros de la t i e r r a ( l la mas o alpacas) y lo restante en telas o ropas fabricadas de su m a n o " ( « ) .
E l sistema t r i b u t a r i o de don Francisco de Toledo mantenía, hasta cierto punto , e l régimen incásico, obligando a pagar el impuesto con trabajos personales. A u n se creyó por algunos, en ese entonces, que el v i r rey , como dice el l icenciado Alcón, había in fer ido agravio a los naturales a l exigirles contribuciones pecuniarias "quitándoles las comodidades de pagar en las cosas que cogían y tenían en sus t i e r r a s " (^).
Sabemos, en efecto, que en el régimen incásico, como en las antiguas instituciones agrarias de Roma, no existía la t r i butación per cápita, sino de s imple cooperación personal , mediante el cul t ivo de t ierras destinadas al sostenimiento del cu l to , de la reyecía y del pueblo . "Los ingas señores que fueron de estos reinos, dice el mismo licenciado Alcón, en carta que escribe a S. M . en 15 de marzo de 1575, según ref ieren los naturales de ellos, ningún t r i b u t o l levaban a sus subditos de sus haciendas y grangerías, sino servicio personal en que todos servían conforme a sus Estados. Unos en mandar y gobernar y tener cargos y oficios de su casa y haciendas y en juzgar y mandar a los infer iores y en las guerras, y l a gente común y ba ja en t raba jar en las sementeras y otras obras del inga y guardarle su ganado y hacerle r opa r i ca y común y al gunos en labrar minas de oro y p l a t a , . . . De estos servicios personales que estaban repart idos entre todos los indios y n inguno servía más que en u n a cosa sacaban todo lo que entendían en ello comida y vestido para ellos y sus mujeres e h i jos y honra la t ienen los que s irven a los pi-íncipes" (^°).
E l Padre Acosta, igualmente, nos ref iere el régimen com u n i s t a de los naturales del Perú en estos términos: "Para entender, escribe, el orden de t r i b u t o s que los indios daban a sus señores, es de saber, que asentando el inca los pueblos que conquistaba, dividía todas sus t ierras en tres par tes " . Y
(7 ) I B I D . ( 8 ) C a r t a c i t a d a . (9) A r c h i v o G e n e r a l d e I n d i a s . C a r t a d e l l i c e n c i a d o Alcón a S . M . , 25 d e fe
b r e r o de 1583. E s t . 70. C a j . 4, L e g . 22. (10) A r c h i v o G e n e r a l d e I n d i a s . C a r t a d e l l i c e n c i a d o Alcón a S . M . , 15 d e
m a r z o d e 1575. 1572—1575. E s t . 70, C a j . 41, L e g . 19.
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después de decimos, como se ha visto anterioi 'mente, que est a división tenía por objeto la religión, el sostenimiento de la casa real y la subsistencia de l a comunidad, escribe: " L a segunda parte de las t ierras y heredades era para el inca . De ésta se sustentaba él, su servicio y parientes y los señores, las guarniciones y soldados y así era la mayor parte de los t r i b u tos, como lo muestran los depósitos o casas de pósito que son más largas y anchas que las de los pósitos de las guacas" (^^).
Las descripciones de Acosta como las de todos los cronistas e historiadores del imper i o incásico respecto de la f o r m a de c o n t r i b u i r que tenían los peruanos, no expresa, en real idad, u n sistema rentístico t a l cual fue usado en la organización de u n Estado, desde t iempos remotos . Es más b i e n u n sistema de cooperación comunista . L a conquista española impuso después tasas o contribuciones directas. E n e l choque de las dos civilizaciones no siempre desaparece to ta lmente la vencida. Las razas que habían esbozado la civilización preco lombina, eran de esas s in gran ton i c idad para resist ir y reaccionar a l choque de una invasión. Las instituciones peruanas se ext inguieron suavemente, s in sobresaltos y convulsiones propias de una v i da nacional próxima a ext inguirse .
(11) O B . C I T . , VI, pág. 188.
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L a cooperación agrícola, ya l o d i j imos , ha debido desaparecer en el ay l lu por la relajación de los lazos consanguíneos y por la amplificación social y t e r r i t o r i a l del c lan . L a legislación española, sobre todo, ha sido el factor p r i n c i p a l de su antiquísima desnaturalización. H o y ella se l i m i t a a ciertas labores que interesan a la comunidad, tales como la apertura de acequias y avivamiento de l inderos . Por lo demás, es s implemente el gobierno político de los mayores, mal lcus , (que en la f o r m a h a n venido a t o m a r otras denominaciones españolas) un ido a la posesión i n d i v i d u a l del suelo, l o que mant ie ne en u n haz de i m i d a d el a y l l u . Pero es de suponer, a juzgar p o r ciertos rasgos aún existentes, que en época de su mayor t on i c idad colectiva, cuando p o r su menor a m p l i t u d y extensión demótica y t e r r i t o r i a l conservaba frescura y cohesión, h u biese desenvuelto en su seno funciones de mayor so l idar idad social en las mismas condiciones existentes en los clanes célticos y en las comunidades orientales .
L a defensa colectiva, compacta, contra agresiones extrañas, subsiste aún en el a y l l u como función conservatriz que nos recuerda esa i r r i t a b i l i d a d fisiológica, ins t in t i va , de los p r i m i t i v o s grupos para mantener por medio de la guerra excursiva o puramente defensiva la in tegr idad t r i b a l . Y , no obstante los m f l u j o s desvirtuadores de la dominación española, han llegado ciertos clanes aimaras a f l o ta r casi, por decirlo así, en el naufragio de las inst ituciones indígenas. Merced a
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S U a c t i tud t a n cerrada como re f ractar ia a las corrientes nuevas, algunos ayllus hay, que h a n sobrevivido casi en sus for mas p r i m i t i v a s . Se conoce, p o r e jemplo , u n clan l lamado Col lana, cuya constitución interna y contorneamiento externo son m u y part i cu lares . Allí no se aceptan extraños, sobre todo blancos, sino p o r vía de hosp i ta l idad pasajera. L a jus t i c i a se admin i s t ra p o r sus propias autoridades y por u n consejo de los mayores. L a cooperación agrícola es más v iva y sol idaria . Los delitos de robo , especialmente el de ganado, se castigan severamente, y las reincidencias, con la pena de m u e r t e . E l asesinato y las heridas se consideran como delitos casi p o r debajo del r o b o . Esta valorización social de los actos que atacan la propiedad animada e inanimada, es m u y característica de los grupos agricultores en que el producto de la t i e r r a o lo que está arraigado a ella, como el ganado, se considera como de naturaleza sagrada. E n el a y l l u moderno, los del i tos de sangre dan lugar todavía solamente a la composición, y es verdaderamente interesante el presenciar una transacción de este género. Se señala el precio por la parte lesionada; vienen en seguida los escatimos, y, últimamente el precio de la compensación, quedando desde este momento restablecidas las relaciones famil iares o individuales , rotas o in te r rumpidas por una lesión o m u e r t e .
E l a imara siente recóndito h o r r o r a la intervención de la jus t i c i a moderna para arreglar sus querellas criminales y c i v i les . N o ha podido comprender jamás las ventajas del sistem a de los castigos expiatorios , cuya eficacia es, en efecto, de dudosa aceptación, porque él no atiende a l ob jet ivo de la reparación m a t e r i a l , que para el hombre protohistórico debió ser l a única f i n a l i d a d protectora de los actos de jus t i c i a colectiv a . Para la f a m i l i a agrícola el del i to contra uno de sus m i e m bros se traduce en la pérdida de u n cooperador de cu l t ivo , de u n bracero de la faena más fundamenta l a la v ida del grupo. Esta es l a conciencia colectiva de la sociedad agrícola respecto de u n del ito de sangre. Por tanto , de ese fondo de u t i l i t a r i s m o v i t a l , de cohesión física y psíquica, se desprende el concepto del del ito y de la manera de penar lo . L a pena no puede tener sino u n carácter compensativo de la pérdida de la disminución de u t i l i d a d de elementos de existencia y prosper idad de la f a m i l i a y del g rupo . E l concepto del del i to , como infracción de leyes preexistentes de orden m o r a l y la pena como expiación de esa especie de pecado social, es u n a concepción mística y re lat ivamente moderna .
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E l sistema de la icomposición pecuniar ia ha debido ser aún mucho más caracterizado en el clan a imara p r i m i t i v o , no desv i r tuado n i p o r i a acción del t iempo n i por el i n f l u j o de otras ideas. Su s ingular idad ha debido consistir en que la composición no tenía lugar en dinero, como en el weregeLd germánico o c r i c irlandés del Senchus M o r , por la sencilla razón del desconocimiento de numerar io , sino en ganado, como aún hoy se efectúa cuando el que se ve obligado a la indemnización no cuenta con moneda corr iente . Por o t ra parte , la composic ión ha debido ser u n arreglo puramente pr ivado y par t i cu lar , i n terv iniendo la a u t o r i d a d ciánica sólo en casos de verdadero y pro fundo desacuerdo. De todos modos, las huellas que encontramos en el ayUu contemporáneo, p e r m i t e n con lu i r que la p last i c idad del a y l l u , c lan preco lombino , era del todo semejante a los grupos sociales que la arqueología jurídica de nuestros días ha encontrado en el fondo de las grandes rami f i ca ciones étnicas que h a n venido a f o r m a r las nacionalidades modernas. Finalmente , la concepción del ayllu se nos hará más clara y comprensiva s i damos vuel ta a una de sus fases estructurales . Las reglas y r i tos que presidían el m a t r i m o n i o incásico y a imara, pueden l levamos a dos conclusiones. L a una, que la f o r m a endogámica de las uniones matr imonia les es parecida a la de las t r i b u s protohistóricas o históricas de elementos sociales homogéneos. L a o t ra , que: el ayllu, c lan es una transubstanciación del ayllu, gens.
Puede ser que la tendencia de los grupos humanos a conservarse aislados mediante las uniones exclusivamente inter nas, sea m i r a d a como u n período i n t e r i n o de crecimiento soc i a l . Puede también sostenerse su generalidad como proceso ine ludib le de la desenvoltura colectiva. Los arqueólogos de la f a m i l i a p r i m i t i v a , como los etnógrafos observadores de las costumbres salvajes, aceptan o rechazan, según la orientación científica que sigan, la endogamia o la exogamia, como etapas estables duraderas y excluyentes, o b i en como regímenes que combinan sucesiva o a l ternadamente . Lo que podría sustentarse con c ierta generalidad, es que la f i n a l i d a d consanguínea de la gens, esa especie de egoísmo de sangre que i m p i d e la d i fusión de los componentes de l a gran f a m i l i a hacia e l exter i o r , i m p e r a férreamente, mientras ella permanece en los límites domésticos y religiosos que la desl indan de otros grapos semejantes o mayores . Así no era p e r m i t i d o contraer m a t r i mon io a u n m i e m b r o de f a m i l i a con m u j e r que perteneciera a
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otra , y de esto hemos encontrado comprobación signif icativa en las uniones aristocráticas del Cuzco.
Esta prohibición del estado m a t r i m o n i a l parece que era régimen común a todos los miembros del c lan . Garcilaso nos dice: " E n los casamientos de la gente común eran obligados l o s concejos de cada pueblo a labrar las casas de sus novios, y el a juar lo proveía la parentela . N o les era lícito casarse los de una prov inc ia en otra , sino todos en sus pueblos y dentro de su parentela (como las t r i b u s de I s rae l ) por no confundir los l inajes y naciones mezclándose unos con otros ; reservaban las hermanas, y todos los de u n pueblo se tenían p o r parientes (a semejanza de las abejas de una co lmena) , y aún los de una nación y de u n a lengua. Tampoco les era lícito irse a v i v i r de una prov inc ia a o t ra , n i de u n pueblo a o t ro , n i de u n b a r r i o a o t ro , porque no podían con f imd i r las decurias, que estaban hechos de los vecinos de cada pueblo y b a r r i o , y porque también las cosas las hacían los concejos, y no las habían de hacer más de una vez, y había de ser el b a r r i o o colación de sus parientes" .
A l f rente de los hechos descritos, no fa l ta , s in embargo, quien sostenga que los clanes aimaras fueron exógamos. E l d is t inguido arqueólogo Adol fo Bandelier, p r o l i j o investigador de las borrosas antigüedades aimaras, ha creído conveniente sostener (^) la f o r m a matronímica de los ayllus, y la consiguiente exportación de la m u j e r . Para llegar a esta conclusión, se atiene a documentos de or igen español que obran en su poder . Es, p o r o t r a parte , iateresante, aunque vagamente confuso en lo tocante a la concepción del ayllu, e l pasaje a que nos re fer imos . Exprésase de esta manera: " L a organización de los antiguos aimaras se conoce imperfectamente; sin embargo, hay algunas indicaciones pos i t ivas . Lo que ahora se l l a m a comunidad (que no es o t r a cosa que la t r i b u en otras secciones de la América) existía, y los documentos españoles de la p r i m e r a v i s i ta así como de subsecuentes acontecimientos de naturaleza análoga, establecen p o r encima de toda duda, que el clan, ba jo el nombre de ay l lu , f o rmaba la u n i d a d soc ia l de los indígenas. L a t r i b u o comunidad no es sino una asociación tácita de «aylkis, rma cascara dentro de la cual los ayllus ( imperfectamente designados como l inajes ) se regían
(1) G A B C I L A S O , C O M E N T A R I O S R E A L E S , pág. 128. (2 ) S I N O P S I S E S T A D I S T I C A Y G E O G R A F I C A . 1903.
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autónomos. E n el ayllu, l a descendencia era en línea mater-• na, es decir, que los íxijos seguían el clan de la madre ; el casamiento era, p o r consiguiente, exógamo; nadie podía casarse en el ayllu de su procedencia m a t e r n a . Todo esto resulta de documentos antiguos españoles en m i poder . E n donde el ayllu, clan, gens, etc., r ige las condiciones sociales, es impos ib le la d i nastía, porque el padre queda separado socialmente de sus h i jos y la madre no tiene poder político, así que la herencia queda l i m i t a d a a l beneficio en los intereses comunes s in derecho n i a la prop iedad absoluta n i oficios n i t ítulos". Las conclusiones del arqueólogo Brandel ier adolecen de graves errores. Pr imeramente , cree que el ayllu, considerado como clan, es la un idad social de los aimaras, cosa contrar ia a todas las inducciones y a los mismos documentos coloniales, en los que dice fundarse. Como hace visto , es el ayUu, gens la u n i d a d proto -plásmica de los a imaras . E n cuanto a la opinión de la exoga-m i d a d del clan, ella con f i rma lo que venimos diciendo, pero no por las razones a que se atiene Bandel ier . S i el ayllu, c lan, ha sido u n a transubtanciación del ayllu, gens, patronímico y religioso, no ha podido ser la fihación materna l a que modelaba su constitución.
E n tesis general, el éxodo del varón, que busca en otro clan m u j e r , no i m p o r t a siempre el arraigamiento de éste en el clan de la m u j e r , n i tampoco supone que se establezca la filiación materna l , respecto de los h i j os de estas uniones. Pues si los ayllus t ienen una constitución patronímica, el nuevo encuent r o irá a f o r m a r par te de este régimen social y así recíprocamente . L a exogamia no debió ser, con todo , el régimen absol u t o , in franqueable . S i el varón sigue la comunidad de la m u jer , también aquélla seguirá la del m a r i d o . E n u n i n f o r m e (1657) del doctor Diego León, protec tor de naturales , se leen estas líneas: "Los indios forasteros también se casan con i n dias de diferentes munic ip ios y h a n de seguir los fueros de las mujeres y la ind ia , cuando es forastera y se casa en el pueblo donde el i n d i o existe y es n a t u r a l y o r i g i n a r i o " (^).
Dentro del gobierno p a t r i a r c a l que t ienen los ayllus, clanes, como todas las t r i b u s pastoriles o guerreras sedentarias o novedizas no podían los hombres seguir la condición de la m u j e r n i rnucho menos aún, los h i j os seguir la filiación
(3) A c a d . d e H i s t o r i a d e M a d r i d . C o l e o . M a t a L i n a r e s , t o m . 9.
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materna , porque n o sería el régimen del predomin io del varón, sino el de la m u j e r el que se siguiese del sistema exogámico que se pretende ver en la agregación de los ayl lus . Fuerza, p o r o t r a parte , a creer que los h i j os , sobre todo los varones, debían quedar dentro del a y l l u y seguir por tanto la f i l i a c ión paterna, el que los clanes aimaras fuesen agrícolas. E n semejante estructura , es el brazo v a r o n i l lo que constituye el va lor y la r iqueza del grupo, fuera de que l a constitución patronímica de la f a m i l i a , como la sucesión por mayorazgo de l a t i e r r a cult ivable , no podía sino conducir a la prohibición del éxodo de los h i jos varones. Esta estimación del hombre respecto de la m u j e r no podía sino traducirse en la costumbre de que era la m u j e r quien siguiese l a condición del m a r i do, entrando a l a y l l u de éste.
Es posible que el m a t r i m o n i o puramente interno haya exist i d o sólo dentro del núcleo estrictamente germinat ivo de la gens. L a ley de irradiación social, como la ley física de la ondulación del mov imiento , ha llevado las relaciones famil iares f u r a de sí a buscar el contacto de otros cuerpos colectivos igualmente cerrados. L a incorporación del m i e m b r o fact ic io y el m a t r i m o n i o exogámico, l legaron a ser pr imeras manifestaciones de esos movimientos centrífugos, Cuando la gens se agranda, el m a t r i m o n i o entre miembros de fami l ias dist intas es u n paso inev i tab le . Dentro de la t r i b u , después que la gens ha perd ido su energía celular, se busca la mezcla de fami l ias s in repugnancia, y quizás no se t iene escrúpulo alguno en buscar m u j e r en o t r a t r i b u , Pero éste es u n proceso l ento . Subsiste $iempre una fuerza de concentración protectora que resurge cautelosa. Puede ser que en el fondo eso obedezca a la ley biológica de que la var iedad de uniones t iende a desviar el t i po u n i f o r m e de la raza y del grupo o, como decía el m i s m o Garcilaso: "para no confundir los l ina j e s " .
E n las poblaciones incásicas y aimaras hay u n desdoblamiento parecido . L a consanguinidad, cuando el a y l l u llega a convertirse en clan, es sólo convencional y de p u r o consentim i e n t o . Se cree en el parentesco de todos los miembros del a y l l u , quizás más que por la tradición de una raíz común de procedencia, por el hecho de vecindad, p o r el hábito constante de verse unos y otros reunidos, de sentir la vibración de la semejanza, o porque "los hombres se asemejan a sus contemporáneos todavía más que a sus progenitores" , como d i j o Tarde s i m a l no recordamos. N o es ya el techo mezquino de la choza, pero sí u n techo más ampho y más psíquico lo que con-
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grega a l grupo ; la protección recíproca y el sometimiento a una área de t i e r ras . Es sobre todo en el a y l l u sobreviviente, donde podemos descubrir las huellas de la exogamia del clan a imara ant iguo . N o obstante el delineamiento t e r r i t o r i a l y cooperativo del a y l l u existente, se ve que dentro de l a estan-pia, que es el grupo, como tenemos dicho que tiende a suplant a r a l clan, se considera como costumbre poco leal a la integr idad nucleal el que u n hombre busque m u j e r en o t r a estan-pia. Esto depende de que los miembros de una estancia se consideran como extraños respecto de los indiv iduos de otros ayl lus. L a formación de una nueva pare ja dentro del grupo, determina u n género especial de cooperación f a m i l i a r . Los parientes y amigos de los contrayentes ofrecen en cal idad de presentes ciertas cantidades de dinero o cabezas de ganado, según la pos ib i l idad económica del contrayente. E l monto de presentes está destinado a proporc ionar u n pequeño capital con el que ha de iniciarse la existencia y prosper idad agrícola de la pare ja . Además, tales ofrecimientos revisten casi el carácter de depósitos temporales . Se consideran dados como préstamos hechos al m a t r i m o n i o , que contrae, por la simple aceptación, el deber de r e t r i b u i r en equivalentes similares en paso análogo, tratándose de las mismas personas o fami l ias de quienes recibió las dádivas.
Por encima de estos lazos de so l idar idad social, está la tendencia t rad i c i ona l , heredada problablemente de la const i tución pecul iar de la gens;, a no a b r i r demasiado las mural las convivenciales a l extraño. Así, en el campo de l a m o r a l i d a d de las acciones a l igua l de lo que se ha observ^ado en las t r i bus bárbaras, para el a imara, el acto dañoso cometido en la persona o bienes del extraño, no es reprochable en l a medi -'da que lo es cuando se t r a t a de u n m i e m b r o del mismo ay l lu , s i es que no se le reputa laudable . Además, se pueden citar otros signos demostrativos de ese espíritu de concentración ciánica. E n t r e estos signos existen algunos de naturaleza p u ramente psicológica, expresados con todo el colorido de u n lenguaje pr intoresco . Cuando u n a imara quiere dar a entender que se refiere a los de su clan, .o me jo r dicho, cuando con una sola expresión quiere n o m b r a r simbólicamente a l g r u p o ' a l que pertenece, dice: Btnanoahjanaca. Su traducción sería: los de adentro. Pero este vocablo tiene una energía y va lor tan subje t ivo , que no sería posible v e r t i r l o a l español. Pálidamente, podría traducirse p o r esta frase: los que somos y componemos e l núcleo. Inversamente, cuando se quiere dar el d i s t int ivo del
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ind iv iduo extraño, la manera como se le designa es, agregando inmediatamente a l nombre p r o p i o de la persona el del ayl l u o estancia a que pertenece. L a asociación del nombre personal a l del grupo, ha,ce pensar en una lejana separación y distinción de los ayl lus, y que éstos, en su organización agrícola, absorbieron a l m i e m b r o arraigándole al cu l t ivo de l a t i e r r a colec t iva .
E l ay l lu , c lan, debió en c ierto m o m e n t o de su evolución a b r i r las puertas de su composición a elementos extraños. Es- • t a alimentación de fuera ha debido caracterizarse en las p r i meras etapas de exteriorización, tomando mujeres en otros grupos y clanes. E n este período de transformación del ay l lu , c lan, es cuando el varón va a l a y l l u de l a m u j e r .
Hemos hablado ya del forastero , del extraño a l a y l l u , que s in ser or ig inar io de él viene a agregársele para c o n t r i b u i r a las labores colectivas de la t i e r r a común. La entrada del forastero en e l seno del a y l l u se opera cuando éste tiene una composic ión netamente ciánica, es decir, agrícola. Esta distinción de or ig inar io y de agregado ha sido mantenida por la legislación española p o r razones rentísticas. Los pr imeros dueños tradicionales de la t i e r r a colonizada en cierta manera por el régimen peninsular , contribuían con la tasa más elevada. Los forasteros o agregados, que no tenían el usufructo , pero no el domin io , pagaban la tasa i n f e r i o r .
Réstanos aún examinar o t r a fase del ,ayllu.
L a evolución que en el seno de él se operó lenta y silenciosamente dio p o r resultante una nueva f o r m a de convivencia, que podría compararse a l a comunidad de aldea del Oriente . Dentro del a y l l u , agrícola, surgió la marca , que no es si no el clan f i j ado en f o r m a del pueblo (* ) . L a base de la mar ca fue el cu l t ivo de las t ierras de comunidad y aprovechamiento de pastos y aguadas. " L a división tercera que h i c i eron de las t ierras , dice Polo de Ondegardo, fue para la comunidad , y estas t ierras dividían en cada año y d iv iden hoy en todo el r e i n o " C). E m p u j a d o p o r estos intereses colectivos, e l c lan agrícola, difuso y desparramado, se congrega y concentra poco a poco f o rmando así l a marca . Los conquistadores nos d i -
( 4 ) " E n t r e l a s k a b l l a s , d i c e D u r k h e i m ( D E L A D I V I S I O N D t T T B A V A I L S O C I A L ) , l a m l d a d política e s e l c l a n f i j a d o e n f o r m a d e a l d e a " . (Pág. 1 5 3 ) .
(5 ) Colección de D O C U M E N T O S I N E D I T O S .
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cen, como consta en una información acerca del gobierno y costumbres de los naturales mandada levantar por el v i r r e y Enríquez en 1582 i^). " E n cada prov inc ia había pueblos poblados muchos e puestos sus moxones y señalados sus términos a cada u n o y cada pueblo tenía a cargo sus términos par a derezar los caminos y la manera del gobierno era por caciques que tenían sus pueblos e jurisdicciones señaladas".
E n la H i s t o r i a de l Berecho, de Summer Maine encontramos descrita la comunidad de aldea teutónica, que puede tomarse como exacta interpretación de la marca a imara . Refiriéndose a lo que escribe M a u r e r sobre la constitución jurídica de l a m a r k a o m u n i c i p i o ( t o w u s h i p ) , y el derecho señor i a l , dice: " E l muni c ip i o (.explico aquí la cosa t a l cual la conc ibo) f o rmaba u n grupo de fami l ias teutónicas, organizado y autónomo, que ejercía u n derecho de propiedad pro.indiviso, sobre u n a porción de t i e r r a deslindada, su m a r k a , aplicando a l cu l t ivo de su prop io domin io u n sistema comunista, y subsistiendo del producto del t r a b a j o " . E n o t r a parte agrega: "Las antiguas comunidades agrícolas de los teutones, tales com o existían en Alemania, parece que se organizaron de la mañera siguiente: Se componía de cierto número de fami l ias que ocupaban, a título de propiedad, u n d i s t r i t o d iv id ido en tres partes; la m a r k a del ayuntamiento o aldea, la m a r k a común o t ierras baldías y de pasto y, p o r último, l a m a r k a arable o t i e r r a cu l t ivada . L a comunidad habi taba la aldea, ocupaba la i n a r k a común a título de prop iedad m i x t a y cul t ivaba la t ie r r a arable compuesta de lotes apropiados a las necesidades de las fami l ias C).
T a l interpretación de l a formación de la marca es un i for me entre los sociólogos. " L a masa de l a población —dice a su vez M . E m i l e D u r k h e i m , hablando del c l a n — no se div ide ya p o r relaciones de consanguinidad, reales o f ict ic ias , sino, según l a división del t e r r i t o r i o , e l c lan no tiene o t r a conciencia de sí que como de u n p r u p o de indiv iduos que ocupan una misma porción de t e r r i t o r i o . Aparece entonces l a aldea propia mente dicha (®).
E n las poblaciones aimaras e incásicas pasan las cosas de u n modo análogo. L a fijación de u n grupo de fami l ias más o
(6 ) A r c h . d e I n d i a s . S i m a n c a s s e c u l a r . P r o b a n z a d e l g o b i e r n o y c o s t u m -I b r e s d e l o s i n g a s . E s t a n t e 70, C a j . I , L e g . 3 '
( 7 ) H I S T O R I A D E L D E R E C H O , I , págs . 13 y 68 . (8 ) D E L A D I V I S I O N D U T R A V A I L S O C I A L , V I , pág. 126.
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menos extenso, en determinado t e r r i t o r i o , repart ido por lotes y cult ivable en cierto grado de cooperación comunista, con disf r u t e colectivo de pastos y ganado, or ig ina la formación de u n grupo de chozas donde vive la autor idad colectiva, e l nijallcu, el cacique y consejo de ancianos, Este grupo de casas constituye la comunidad de aldea, la ¡marca, vocablo netamente ai mara , que designa el pueblo y la aldea. De manera que este vocablo comprendería en su sentido genuino la p r i m e r a y segunda acepciones de la m a r k a teutónica.
A l estudiar las comunidades aimaras, creímos que éramos los pr imeros en descubrir la ident idad de la palabra marca, para designar en a imara, como en el antiguo teutón, la posesión colectiva de la t i e r r a ba jo ciertas reglas de convivencia que son m u y semejantes entre las poblaciones germanas, i r landesas, eslavas, españolas y a imaras . Pero nuestra sorpresa fue grande cuando vimos que con mucha anter i o r idad se había notado el uso de esa m i s m a palabra entre grupos ciánicos t a n d is t intos . Engels, en su obra: Orig'ien de l a F¡amilia, nos dice lo siguiente: " L a comunidad f a m i l i a r , con cul t ivo del suelo en común, menciónase ya en las Indias por Nerco en t i empo de Ale jandro Magno, y aún subsiste en el Pandschab y en todo el noroeste del país. E l mismo Kovalevsky ha pod ido encontrar la en el Cáucaso. E n Argel ia existe aún en las k a b i -las . H a debido hallarse hasta en América, donde se cree desc u b r i r l a en los icalpulUs descritos por Z u r i t a en Nuevo México . Por el contrar io , Cunow (Ausland, 1890), ha demost rado de una manera bastante clara la existencia de esta especie de régimen de federación local en el Perú, en la época de la conquista, en el que, ¡cosa extraña! la federación local se l lamaba marca, con reparto periódico de las t ierras cultivadas, y, p o r consiguiente, cu l t ivo i n d i v i d u a l " ( " ) .
Es sorprendente la ident idad del vocablo marca para designar las comunidades de aldeas teutónicas y a imaras . Desde el punto de v ista filológico no es cosa r a r a la p a r i d a d de términos que no t ienen equivalencia; pero si existe en ellos una correspondencia de f o r m a y sentido no puede menos de sorprendernos. ¿Cómo ha podido esa palabra servir en aimar a , civilización que a p r i m e r a vista parece dislocada de todo lazo de las razas indoeuropeas, para n o m b r a r i m mismo hecho social, una m i s m a interpretación psicológica surgidos ' en
(9 ) O B . C I T . , I I , pág. 105.
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pueblos t a n dist intos y distantes? Muchas teorías se han explanado y podrían aún sustentarse para explica?: ésta y otras analogías no sólo lingüísticas, sino también sociales. N o ha sido propósito de esta obra entrar en estudios de filología comparada, n i los elementos lingüísticos de que disponemos perm i t e n t a l empresa. Lo único que podríamos sostener es que el uso de ese vocablo entre los aimaras no puede atr ibuirse a una importación de los conquistadores. Los españoles le encont raron en los idiomas indígenas. Cieza de León nos cuenta , p o r e jemplo, hablando del V emperador del Cuzco, que: "así lo pus ieron por obra y sal ieron de u n pueblo que está en aquella comarca a quien l l a m a n m a r c a y así l legaron, etc." (^"). Sabemos también que los pr imeros descubridores del Cuzco encontraron el pueblo o lugarejo , l lamado Marcapata (pueblo a l t o ) , lo que fue después prov inc ia de Quispicanchi , no lejos de la capi ta l incásica. Por o t r a parte , marca es u n suf i j o de las denominaciones de lugar o pueblo cuando se quiere determinar la t o p o n i m i a de él. Pueblo nuevo o Machaca-marca ; comarca de p iedra : Calamarca: lugar l lano : Pampa-marca ; lugar donde hay p lata : Colquemarca.
N o conocemos el t raba jo de Cunow n i la demostración que hubiera dado del régimen agrícola federal de los incas; pero Engels como Cunow, padecen error a l creer que marca es el término empleado únicamente para signif icar la federación de t ierras y su c u l t i v o . L a aplicación más exacta que t iene tanto en el sentido usado p o r los cronistas españoles, cuanto en el que subsiste en el i d i o m a aimara, es la de lugar, comarca, comunidad de habitación, o lo que en frase técnica podríamos decir: " c omunidad de aldea" . Posible es que hubiese expresado también l a comunidad de t ierras y cult ivos , y podemos inc l inarnos a creer que así fue s i tenemos en cuenta que l a comunidad agrícola ha debido engendrar la comunidad de aldea o de comarca. Marca , en este sentido ha debido venir , de marca , comunidad de cult ivos y d is frute colectivo de la t ie r r a . Esta inducción sería paralela a la transformación de la denominación del a y l l u . Hemos visto cómo el arraigo y disf r u t e colectivo de la t i e r r a p o r u n grupo de población se l l a ma a y l l u , esto es, que el clan t e r r i t o r i a l , el nombre de a y l l u , expresión trasladada de la constitución gentílica y patronímica del a y l l u , gens.
(10) O B . C I T . , X X X V I , pág. 135.
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E l nacimiento de la marca a imara se deriva, probablemente, del desdoblamiento que se operó en la gens, y a la fisonomía agrícola que tomó el grupo p o r razón de su arraigamient o a la t i e r r a . Es entonces cuando se agrupan las habitacio nes, que sin pertenecer a unos mismos miembros de f a m i l i a , const i tuyen u n hogar en grande, animado por la vinculación de la aynda y cooperación agrícola y de l a defensa colectiva. L a t i e r r a es idealmente ind iv is ib le , pero para e l cu l t ivo y d is f rute existe la división parce lar ia . Y este proceso evolut i vo ha sido el m i s m o en el m u n d o occidental que en el o r ienta l . S u m m e r Maine no excusa entrar en investigaciones comparat ivas acerca de este p u n t o . " L a comxmidad, dice, es una com u n i d a d de parientes; pero, aunque verosímilmente sea m u y rea l la filiación común, l a tradición de u n or igen común se ha debi l i tado lo bastante para p e r m i t i r que la ficción represente u n papel considerable en esta iastitución que, en u n momento dado, se abre a los extraños de afuera. A l p r o p i o t i e m po, la t i e r r a t iende a convertirse en verdadero fundamento de este grupo ; se admite como elemento esencial de su v ida , y permanece e l dominio en común, mientras se reconoce la propie dad pr ivada sobre los muebles y el ganado. E n l a verdadera comunidad de aldea ya no se encuentra la habitación y la mesa común, que están en uso a l a vez en la f a m i l i a asociada y en la comunidad doméstica; l a m i s m a aldea es una aglomeración de casas encerradas, es verdad, en u n espacio reduci do; pero~cada habitación es d is t inta de las demás, y la entrada en ella es cuidadosamente p r o h i b i d a a los vecinos" (^^),
Poco a poco, esa cohesión p r i m e r a del grupo y su aislamiento respecto ,de otros se re la ja v is ib lemente . L a cooperación agrícola t iende, en v i r t u d de l a división de t raba jo social, a individual izarse , y esta individualización se deriva del fracc ionamiento o distribución f a m i l i a r y a u n personal de los lo tes de c u l t i v o . Así el hcenciado Ondegardo nos dice: " B i e n es que se entienda que aunque muchas parcialidades vayan a hacer una cosa de comunidad , nunca las empiezan s in ver y med i r lo que cabe a cada uno ; y entre los mismos de cada par -c iahdad hacen también su división que l l a m a n suyos, y no ayuda el uno a l o t ro , aunque acabe p r i m e r o , p o r n inguna cosa, y fue buen medio , entrellos, porque son t a n descuidados, que cada uno se diera la menor pr isa para dexar el t raba j o a l compañero" (^^).
(11) O B . C I T . , i n , pág. 75. (12) C i t a d o p o r J . C o s t a , C O L E C T I V I S M O A G R A R I O E N E S P A Ñ A , pág. 69.
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E s t i relajación comunista, que en verdad es aplicable a las últimas etapas de transformación del c lan a imara, tiene todos los caracteres de u n a ley sociológica: la función de la división del t r a b a j o . E l l a se reahza en l a estructura de las sociedades de u n modo inevi table . L a comple j idad de ellas es la fuerza in terna que las i m p u l s a . M . D u r k h e i m , refiréndose a la acción di ferenciadora de l a división del t raba jo en el clan, acción p o r la cual de cerrado que era en u n p r i n c i p i o se convierte en i n m i g r a t o r i o , dice: " B a j o esta f o r m a , el c lan ha perdido algunos de sus caracteres esenciales: no solamente todo recuerdo de u n común origen ha desaparecido, sino que se ha despojado casi completamente de toda impor tanc ia política. L a i m i d a d política, es la centena". " L a población, dice Waitz , hab i ta en las aldeas, pero se reparte, ella y su domin io , según las centenas que, para todos los negocios de la guerra y de l a paz, f o r m a n la u n i d a d que sirve de fundamento a to das las relaciones" C^").
Esta desviación de la estructura in terna de l a comunidad de aldea, cuya característica cooperativa t iende a ser substitu ida p o r fraccionamientos seriales de centenas, fenómenos que se presenta en l a gens l a t ina (^•'), encuéntrase también en l a marca a imara . E n u n documento co lonia l leemos la siguiente relación: " E l inca tenía poblada y ennoblecida la c iudad del Cuzco, donde residía y tenía fortaleza y presidio en su guarda, y lo demás eran rancherías o pueblos pequeños que se gobernaban p o r caciques, que era el título que daba a los que proveía p o r gobernadores; y éstos tenían unos diez m i l indios , que l l amaban chunga guaranga, otros a cinco m i l , a qu ien decían pisca guaranga, y otros a qu ien l l amaban guaranga, y
(13) D E L A D I V I S I O N D I T T R A V A I L S O C I A L , V I , pág. 160. (14) M o m i n s e n d i c e : " N o o b s t a n t e q u e l a c u r i a s e n o s o f r e c e c o m o
i m g r u p o p e r s o n a l , b i e n p u e d e d e c i r s e que , a l o m e n o s e n u n p r i n c i p i o , h d b o de .exist ir e n e l l a también ^ ^ n c u l o l o c a l , s u p u e s t o q u e l a s n o m i n a c i o n e s de l o s r o m a n o s , e n c u a n t o d e e l l a s c o n o c e m o s , s o n l o c a l e s , y p u e d e c o n j e t u r a r s e q u e e r a sí , p o r q u e e l p o s e e d o r m á s a n t i g u o d e l o s b i e n e s p r i v a d o s t e r r i t o r i a l e s p a r e c e h a b e r s i d o l a f a m i l i a , y l a unión p e r s o n a l de c i e r t o n u m e r o d e f a m i l i a s , e r a p o r n e c e s i d a d , a l a v e z , t i n a xmlón t e r r i t o r i a l . Después de l a individualización d e l a p r o p i e d a d d e l s u e l o , e s t a b a s e desapareció, y l a s p a r t i c u l a r e s c u r i a s c o m p r e n d i e r o n , sí , todavía a t o d o s l o s E m i l i o s o a t o d o s l o s C o m e l i o s , p e r o y a n o t u v o relación c o n l a t i e r r a " . " S e g ú n e l e s q u e m a , c a d a c u r i a e s t a b l e c e d i e z d e c u r i a s o u n a c e n t u r i a p a r a ' e l s e r v i c i o m i l i t a r " . i i E R E -C H O P U B L I C O B O M A N O , I , pág. 24 y 26.
" L a c o m l t i a c u r a t i a , d i c e D u r k h e i m , d o n d e l a gens j u g a b a u n p a p e l s o c i a l t u e r o n r e e m p l a z a d a s o p o r l a c o m l t i s c e n t y r a t i a , o p o r l a c o m i t i v a t r i b u t a " . D e l a D I V I S I O N D U T R A V A I L S O C I A L , V I , pág. 160.
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B A U T I S T A S A A V E D B A /
; otros a menos, hasta llegar a l número de pachaca, qrife es l o mismo que u n c iento" (^°).
A este test imonio que nos refiere que los pueblos pequeños, las marcas, para darles su nombre prop io , se organizaban siguiéndose u n p r i n c i p i o de unidades de centenas (tunca gua-ranca, diez m i l ; pisica guaramca, cinco m i l ) , podemos agregar lo que trae la "Probanza del gobierno y costumbre de los i n dios, mandada levantar por el v i r r e y Enríquez en 1582". " C a cique de guaranga (en a imara guaranca) quiere decir cabeza de m i l indios y el inga los proveía como le parecía para que tuviese cuenta y cargo destos m i l indios para acudir con ellos a donde él le mandaba" . "Cacique de pachaca (pataca) es l o m i s m o que tiene dicho de guaranga, salvo que pachaca se entiende ser cacique de cien ind i o s " (^'').
E n la transformación del clan a imara como en los de su género, se presenta u n fenómeno de concentración p r i m e r o y o t ro de difusión después. Vemos que la comunidad de aldea, la marca, se f o r m a p o r una especie de condensación social y t e r r i t o r i a l . Aflójanse los vínculos de a f in idad, mediante l a ley de división del t raba jo , y viene c ier ta tendencia de difusión soc ial y la individualización del cu l t i vo . L a característica del p r i mer f l u j o , es la t i e r r a y su cu l t ivo colectivo. L a de la segunda fase de transformación, la unidad, como dice Waizt , es la centuria, "que sirve de fundamento a todas las relaciones" especialmente a las de orden polít ico. L a administración inter na como la defensa externa reposa sobre esa base de l a cent u r i a , que no es, p o r o t r a parte , más que u n desvío del comunismo hacia la individualización atemperada, que no llega to davía a l atómico ind iv idua l i smo de hoy .
Ese desdoblamiento hacia el ind iv idua l i smo político que se observa en la marca a imara, y en el colectivismo incaico, fue reforzado p o r la legislación española. Aque l grupo l lamado estancia por los españoles, no es sino l a marca que ha venido sobreviviendo dentro del clan, especialmente en los ayllus extensos. E n los ayllus reducidos la estancia se confunde con ellos.
N o parece sino que l a difusión t r i b a l que alcanzaron los ayllus llegó a t a l p u n t o que el v i r r e y Toledo, en vista de que
(15) B E L A C I O N E S G E O a B A P I C A S , t. I , a p . I I I , C X L . (16) A r c h . G . d e I n d i a s . C a r t a s y e x p e d i e n t e s d e v i r r e y e s d e L i m a 1577,
E s t . 70, C a j . I , L e g . 3 '
B E A T E E Ü
vivían "d iv id idos e apartados y tuviesen tierras e aguas, pastos y las demás necesarias para s u conservación", como declara la provisión que dictó en Guamanga el 11 de dic iembre de 1572 ( " ) , se decidió a reduc ir los . Esta reducción o concentración "a pueblos donde vivían juntos y congregados" tuvo por f i n p r i n c i p a l la cristianización y pago de t r i b u t o de los naturales .
N o es nuestro propósito establecer generalizaciones sobre el ayllu. Semejantes generalizaciones l levan en sí el pel igro de falsear la f i e l y despreocupada apreciación de los hechos. Sometiéndolos a cr iterios preconcebidos, l o que se construye es más obra subjet iva que ob je t iva . Más valor tendría, en este caso, l a exposición de u n sistema personal, puramente teór i co , que ese mar ida j e inarmónico entre la observación incompleta y lo puramente ideológico.
Nuestra tarea ha sido más de exposición que de sistematización. N o pensamos sino in i c ia r el p r i m e r jalón en semejante estudio, que esconde riquísimos como profundos filones de m e t a l precioso, cuya explotación fortaleecerá de manera sorprendente la Sociología y la Etnografía americanas.
(17) A r c h . G . d e I n d i a s . P r o v i s l d n d a d a p o r d o n F r a n c i s c o d e T o l e d o s o b r e reducción d e n a t u r a l e s . 1572. E s t . 70, C a j . I , L e g . 28.
I N D I C E
I — F O R M A C I O N D E L H O M B R E Página
L a Ciudad Andina ••• 9 L a F a m i l i a Saavedra. H Rosa B a u t i s t a . . . . . . . 12 E l Escenario Político 13 Una Niñez Promisora . 23 L a Etapa Univers i tar ia 24 Título y Cu l tura . . . . 25 E n la Cátedra 26 E l Proceso Mohoza. 27 Abogado de B o l i v i a . 31 I n f o r t u n a d a Incursión Política 37 M i n i s t r o de Instrucción . . . . . . 37 Plenipotenciario en el Perú 39 Figura , Carácter y Destino de Saavedra; 40
11 — H A C I A E L P O D E R
L a Curva del L ibera l i smo • • • • 49 Fundación del Part ido Repub l i cano . . . . . . . 64 E l Político . 65 L a Acción Republicana 67 L a Acusación a Montes 91 "Reiv indicac ionismo" y "Practicismo^' 97 L a Agitación Revolucionaria . . . . . . . . . 81 Maleamiento y Agonía de u n Régimen 103 L a Revolución del 12 de Jul io de 1920. 111 L a Reacción Chilena. . . . . . . 117
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Página
Los Desacuerdos Republicanos 122 L a Junta de Gobierno . Gobierno de la Junta 123 L a Cuestión Por tuar ia 126 E l Problema Presidencial 128 Elección Presidencial de Saavedra 131
I I I — E N E L P O D E R
L a Responsabil idad del Gobernante 133 E l Programa Gubernativo 135 " L a Democracia en Nuestra H i s t o r i a " 136 E l Choque con la Real idad 145 E l Pleito con Chile 156 E l Petróleo y el I m p e r i a l i s m o en B o l i v i a 160 E l Empréstito "Nico laus" 161 L a Defensa del Chaco 178 L a Subversión Parlamentar ia 182 L a Revolución Hacendarla 189 L a Lucha con la "Rosca" 192 L a Agitación Obrera 196 Justic ia Social 200 Frente a la Corte Suprema de Justicia 203 L a Rebelión Armada 206 A m a r g u r a y Fortaleza del Gobernante 220 Protección del I n d i o — 225 L a T i e r r a Pública y l a Colonización 232 L a Obra Gubernativa 236 E l Progreso Urbano de L a Paz 239 E l Centenario de Ayacucho 241 Política In ternac iona l 243 L a Sucesión Presidencial 245 Rumbo a E u r o p a 256
I V — MAS A L L A D E L P O D E R
E l V ie j o M u n d o 261 Frente a la Traición 264 L a Lucha Contra el Si l ismo 272 L a Revolución de 1930 284 E n la Ruta Sociahsta 292 E l Part ido Republicano Socialista 295 Presidencia de Salamanca 298 L a Acusación a Saavedra. 308 E n el U m b r a l de la Tragedia 315
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Página
Iniciación de la Guerra del Chaco 318 L a I n c u r i a Gubernativa 32 J " S a r t o r Resartor" 328 A la Vera del Desastre 336 Caída de Salamanca 345 ¿Resistencia o Capitulación? 348 Hacia la Paz 355 E l Protocolo de 12 de Junio de 1935 366 Política I n t e r n a 374 Verbo de Admonición 378 Preparando el F u t u r o 382 L a Ciénega M i l i t a r i s t a 387 ¿Por qué Luchó B o l i v i a en el Chaco? 393 Desde el Ostracismo 401 Busch en el Poder 405 Los Oficiantes de la Deslealtad 410 Mbctificación Política 417 Recompactación de Filas 422 Como en las Peores Epocas 426 L a Liquidación del Chaco 428 Patr io t i smo Atormentado 431 La Lucha Contra la Dic tadura 434
V — M U E R T E D E L C A U D I L L O
Vísperas de Re tomo 439 Vencido p o r la Parca 442 La Congoja Nac ional 444 Apoteosis 447
E L A Y L L U
Prólogo 445 1 459
I I 471 I I I ; 475 I V 485
V 493 V I 505
V n 513 V I I I 521
I X 529 X 535
X I 541 Indice General 547
E U G E N I O G O M E Z
BA UTISTA SAA VEDRA
{Seguido de E L AYLLU, por Bautista Saavedra)
BIBLIOTECA DEL SESQUICENTENARIO DE LA REPUBLICA
L a Paz - Bolivia
V O L U M E N No. 12
Es prop iedad del autor . Quedan reservados los derechos del autor de acuerdo a Ley, ba jo el registro
1929/75.
I m p r e s o e n B o l i v i a — P r i n t e d i n B o l i v i a P r i m e r a edición, o c t u b r e de 1975
E d i t o r e s : B i b l i o t e c a d e l S e s q u l c e n t e n a r i o de la . República de B o l i v i a . I m p r e s o r e s : Litografías e I m p r e n t a s " U N I D A S " , S . A . , L a P a z
A s p i r a m o s a q u e e s t e t r a b a j o s e a u n a contribución a l e s t u d i o de u n a época histórica d e l país, a l través d e l a v i d a d e u n h o m b r e que , c o m o p o c o s , dejó m a r c a d o s s u s p a s o s , e n e l a c o n t e c e r n a c i o n a l , c o n v igo r o s a energía. P o r e s o h e m o s q u e r i d o h a c e r l o , s o b r e todo, d o c u m e n t a d o , a n t e s q u e m e r a m e n t e "estét ico" — c o m o s u g i e r e n q u e s e a n l a s biografías de l a époc a — o p u r a m e n t e " i n t e r p r e t a t i v o " , e n b a s e de algún m é t o d o i d e a l i s t a o d e l a " interpretación m a t e r i a l i s t a d e l a H i s t o r i a " . .
S u extensión gt tarda a l g u n a armonía c o n l a i m p r e s c i n d i b l e incorporación d e d o c u m e n t o s r e l a t i v o s a l a v i d a d e l b i o g r a f i a d o , y q u e n o s h a . p a r e c i d o n e c e s a r i o i n s e r t a r .
E L A U T O R .