roberto giusti la revista n osotros

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Roberto F. Giusti y la Revista "N osotros" (A PROPOSITO DE UNA ENTREVISTA A ROBERTO F. GIUSTI) I NVITADO por el diario La Prensa para hablar en su presti- giosa tribuna del Instituto Popular de Conferencias, visit6, en julio del corriente afio, la ciudad de Buenos Aires, capi- tal de mi patria, la Argentina. Tuve ocasi6n de encontrarme alli, de nuevo, con mis queridos maestros y viejos y admirados amigos: Ricardo Rojas, a cuyo sepelio debi asistir dolorido; Arturo Capdevila, quien me hizo el honor de presidir el acto de La Prensa en el que hable sobre "Realidad y poesia en los Estados Unidos de Norteamerica"; Francisco Romero, con quien mantuve una cordial entrevista en el Instituto de Fi- losofia de la Universidad de Buenos Aires, del cual es actual- mente su director, y muchos otros cuya sola menci6n me hon- rarian y llenarian de satisfacci6n. Pero quiero referirme es- pecialmente a mi encuentro con Roberto F. Giusti, no s6lo por ser hoy el decano de la critica argentina (por su longevi- dad, despues de la muerte de Ricardo Rojas, y por la magnitud de su obra), sino por la circunstancia de celebrarse este afio varios acontecimientos trascendentales en su vida y en la vida cultural argentina, tales como: a) el cumplir 70 afios de edad; b) el celebrar sus "Bodas de Oro" con la profesi6n litera- ria; c) el cumplirse cincuenta afios de la aparici6n de la revis- ta Nosotros, de la que fue uno de sus fundadores.

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Roberto F. Giusti y la Revista"N osotros"

(A PROPOSITO DE UNA ENTREVISTAA ROBERTO F. GIUSTI)

I NVITADO por el diario La Prensa para hablar en su presti-giosa tribuna del Instituto Popular de Conferencias, visit6,

en julio del corriente afio, la ciudad de Buenos Aires, capi-tal de mi patria, la Argentina. Tuve ocasi6n de encontrarmealli, de nuevo, con mis queridos maestros y viejos y admiradosamigos: Ricardo Rojas, a cuyo sepelio debi asistir dolorido;Arturo Capdevila, quien me hizo el honor de presidir el actode La Prensa en el que hable sobre "Realidad y poesia enlos Estados Unidos de Norteamerica"; Francisco Romero,con quien mantuve una cordial entrevista en el Instituto de Fi-losofia de la Universidad de Buenos Aires, del cual es actual-mente su director, y muchos otros cuya sola menci6n me hon-rarian y llenarian de satisfacci6n. Pero quiero referirme es-pecialmente a mi encuentro con Roberto F. Giusti, no s6lopor ser hoy el decano de la critica argentina (por su longevi-dad, despues de la muerte de Ricardo Rojas, y por la magnitudde su obra), sino por la circunstancia de celebrarse este afiovarios acontecimientos trascendentales en su vida y en la vidacultural argentina, tales como: a) el cumplir 70 afios de edad;b) el celebrar sus "Bodas de Oro" con la profesi6n litera-ria; c) el cumplirse cincuenta afios de la aparici6n de la revis-ta Nosotros, de la que fue uno de sus fundadores.

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REVISTA IBEROAMERIC.ANA

Roberto F. Giusti, su vid y su obra.

En su retiro hogarefio de Martinez, provincia de BuenosAires, o en la redacci6n del diario La Prensa (suplemento lite-rario de los domingos), o en el Instituto de Literatura Ibero-americana de la Facultad de Filosofia y Letras de la Univer-sidad de Buenos Aires, o en el Colegio Libre de Estudios Su-periores, o en la Academia Argentina de Letras, se puede unoencontrar con Roberto F. Giusti. Y en todo momento podemoshallar al hombre de mediana estatura, pero robusto, de cabelloun tanto canoso y con mech6n un poco a "coup de vent", co-mo en los deportistas latinos, con extensa nariz aguilefia yabanicadas orejas, con ojos adolescentes que traducen amorpaternal y cordialidad amistosa, con manos inquietas queacompafian infatigablemente su apasionado hablar, y con esaboca de nifio oculto tras el gesto o la palabra, que parece tritu-rar entre los dientes y ahogar en su saliva cualquier altivezhumana o las inevitables amarguras de la 'vida. Si, porqueGiusti es todo modestia y bondad, lleva consigo, en su rostroy en su modo habitual de ser, la imagen ideal de los cruzados yde todos los abanderados de las grandes causas. Su vida y suobra asi nos lo dicen, y lo he confirmado en mis platicas deeste afio. Me invit6 a pronunciar una conferencia en el ColegioLibre de Estudios Superiores sobre Baldomero Santin Cano,cuya muerte, ocurrida meses atras, se mencionaba respetuosa-mente, al par que evocaba amistades nobles y recuerdos insus-tituibles del ilustre embajador colombiano en la Argentina.De Giusti recibi la palabra de estimulo que s61o pueden darlos grandes maestros a los j6venes que necesitan orientaci6ny ayuda, como siempre supo hacerlo tambien otro maestro enla Argentina y en toda America, el Dr. Pedro Henriquez Ure-fia, nunca lo suficientemente llorado, alabado y reconocido. Ya Giusti deben dos generaciones de argentinos su aliento cons-tante para escribir y publicar y su generoso ayuda personal eintelectual, en la revista Nosotros y en numerosos ensayos decritica sensata y bien intencionada. Francisco Romero, hoyotro indiscutible guia de las juventudes argentinas en tan di-ficil momento de la vida de aquel pais, no hace mucho deciaa prop6sito de la publicaci6n de los Ensayos de Roberto Gius-ti coleccionados por sus amigos y admiradores:

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EsTUDI 2OS

En muchos casos la obra y la personalidad del escri-tor son separables; el poeta, el novelista, algunos otrostipos de creadores intelectuales, pueden quedar para el-lector al margen de sus producciones y hasta reclamarque s6lo se atiende a ellas. Pero en otros casos la obray el autor componen unidad, y aqu6lla, pese a bastarse asi misma y a reposar en sus propios mdritos, gana en sig-nificaci6n y cobra su relieve pleno cuando se la contemplarespaldada por el hombre que la realiz6. En otras oca-siones, y aun en alguna para mi memorable -mi iiltima

disertaci6n en el Instituto Popular de Conferencias [deLa Prensa], en 1950, no sin alusi6n a las circunstanciasde entonces y poco antes de que la tirania [se refierea la de Per6n, de la que fueron victimas tanto Giusti comoRomero] impidiera el funcionamiento de esa meritoria ins-tituci6n-, he examinado este tema de las relaciones en-tre el creador y su creaci6n, con referencia a la filosofia.Mientras que en la obra de pura ficci6n, como sefialantes, y tambien en la producci6n cientifica, por su obje-tividad patente que acarrea una fuerte dosis de imperso-nalidad y la pone a cubierto de los desvios mas mani-fiestos, la creaci6n habla por si, y en medida notable seconvierte en criterio para juzgar a quien la produjo; hayotros gdneros de la labor cultural donde de continuo lapersonalidad del agente debe integrarse con su produc-ci6n para atribuir a dsta su justo alcance. Ocurre asisiempre que la obra comporta compromiso y responsabi-lidad intima, esto es, cuando la individualidad del autor,su densidad humana, su entereza y veracidad pesan en ellapor comportar actitudes y juicios que pueden ser falseadospor conveniencias o temores.

De este orden es la faena del fil6sofo, cuyas intuicio-nes y convicciones son materia adecuada por su delicadanaturaleza para desvirtuarse y torcerse hacia donde soplael viento, si no las mantiene en la linea recta una austeravoluntad de verdad. Y tambien entra en este grupo laactividad del critico, acaso mas expuesta a la autotergi-versaci6n, porque no s6lo inciden en ella las solicitacio-nes externas sino tambidn un constante reclamo interior-muy explicable por otra parte aunque tienda a falsificarsus dictmenes- a la lenidad o la excesiva tolerancia, a laordenaci6n de valores seglin la escala de los afectos per-sonales, el deseo de "quedar bien con todos", motivosoperantes en todas partes y mas en ambientes reducidoscomo el nuestro, en el cual todos nos conocemos y con fre-cuencia nos encontramos. N6tese que no cuento aqui loscasos de injusticia manifiesta, los extremos culpables del

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R EVIS TA IBER O A M ERICAN A

favor o del disfavor por razones no intelectuales, sino queme atengo a lo que suele ser admitido y disculpado.Para nadie son requisitos tan indispensables la honradez,la buena fe, el valor de exponer con sinceridad y fran-queza el propio punto de vista, y la resoluci6n de plan-tearse previamente cada juicio como un caso de conciencia,como para el critico, sobre todo para el critico de litera-tura y de arte, materias donde la apreciaci6n puede des-carriarse por innumerables motivos.

Con la enumeraci6n de estos requisitos tenemos yaalgunos elementos para la semblanza de Giusti, porqueen el concurren ejemplarmente. La semblanza completame guardard mucho de intentarla en estas apuntaciones,porque forzosamente se disminuiria un asunto necesitadode mucho mas espacio que el permitido ahora. Baste re-cordar, a los fines de esta nota, la incansable labor criticacumplida por el desde sus ptginas iniciales, su visible ytenaz empeio de clarificaci6n en el confuso campo denuestras letras, la prudente mezcla de incitaci6n generosay de rigor discriminativo, y por encima de todo el afande ser siempre veraz y justiciero. A estas cualidades, en-tre intelectuales y morales, o dicho de otro modo, defini-doras de un ejercicio de la inteligencia saturado de sen-tido dtico, ha de agregarse, y tambidn de destacarse, por-que no siempre se percibe, un amor a nuestra literatu-ra que le ha llevado a consagrarle horas y esfuerzos,cuando acaso otros temas requerian su atenci6n y el elu-dirlo significaba sacrificio. En la ternura militante y exi-gente, en la vigilancia severa y cordial con que ha seguidoy comentado durante cincuenta afios los desiguales episo-dios de nuestra vida literaria, hay algo asi como la volun-taria aceptaci6n de un deber y, desde luego, el desempefiode un magisterio y aun de una magistratura. Que la obli-gaci6n era ardua, escasa en compensaciones y necesitadade calidades poco comunes, lo prueba el hecho de que elpapel de critico "profesional" de nuestras letras duranteun largo periodo ha estado casi exclusivamente a su cargo.

Separar netamente la labor critica de Giusti conteni-da en notas, articulos y ensayos, de otras formas de suactividad, seria introducir cortes artificiales en una ocu-paci6n muy vasta y compleja, cotidiana durante muchosafios, toda ella gobernada por el mismo levantado pro-p6sito, el de servir los intereses universales de la inteli-gencia y los de la cultura argentina. Al critico propia-mente dicho se han sumado en Giusti, en un designiosemejante, el profesor sapiente y escrupuloso, animadorde vocaciones juveniles, nunca olvidado por quienes tuvie-

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ESTUDIOs

ron la suerte de ser sus alumnos, y el consejero amistosoy veraz en la conversaci6n y en esas cartas a escritoresnoveles o maduros que nunca adoptaron el tone conven-cional de la mera cortesia o del facil elogio encubridorde la real indiferencia. Muchas otras cosas habria que re-cordar para situar en su lugar dentro de nuestra culturade este medio siglo al var6n que supo erigir en la revistaNosotros la mas vasta sede de nuestras letras, y que alprodigarse en toda empresa de desinterds y bien piblicosupo tambidn tomar dignamente su puesto en la defensade la civilidad argentina.1

Sin duda hemos abusado de la cita, pero el ensayo de Romeroppodria ser transcripto integramente, porque nadie nos ha da-do hasta ahora una visi6n sintetica mas clara y justa del autory la obra que estamos comentando. Por lo demAs, sus pala-bras, ademas de venir de quien vienen, se hallan confirmadasen expresas confesiones del propio Giusti y nos eximen decualquier interpretaci6n subjetiva. Nos dice en sus Ensayos:

He procurado conciliar la ordenaci6n cronol6gica conla diversidad de direcciones de mi curiosidad intelectual;tambidn he querido que detras de mis razones sobre au-tores y libros se percibiera que el ensayista nunca ha sidoindiferente a los problemas morales y sociales que todojuicio critico serio entrafia. Dicho con otras palabras:que no he sido un literato puro, solamente atento a laletra de los libros, sordo a la voz de los hombres que lesforman a aqullos el Ambito espiritual. Que sin ser pro-piamente grave, ni menos solemne, he aspirado a que mejuzgaran serio. Seriedad no incompatible con la sonrisay aun con la risa franca que hice estallar en algunas demis ptginas polemicas, o acerbamente combativas. 2

Queda asi presentada su personalidad y definida su actitud decritico, cuyas caracteristicas fundamentales expondremos enotra oportunidad. Ahora s61o nos proponemos dar los datosde mayor inter6s de su vida y las referencias principales a susobras, para que sirvan de introducci6n a las palabras con que

1 Francisco Romero, "Bodas de oro con la producci6n literaria" (La Prensa,Buenos Aires, 18 de mayo de 1956, secci6n segunda).

:2 Roberto F. Giusti, Ensayos (Buenos Aires: Edici6n Homenaje de los Ami-gos, 1955), p. 8.

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REV I S T A I B E R O A M E R I-C A N A

Giusti resefia la vida de la revista Nosotros con todas sus vi-cisitudes.

Roberto Fernando Giusti naci6 en Lucca, Italia, el 10 demarzo de 1887. A los 8 afios de edad, en 1895, se incorpor6a la vida argentina, en donde hizo todos sus estudios, hastagraduarse de Doctor en Filosofia y Letras en la Universidadde Buenos Aires, en 1912. Ese mismo afio inici6 la pu blica-ci6n de sus libros de critica literaria, con Nuestros poetas j6-venes, revista critica de la poesia argentina de entonces, quepublic6 bajo el sello editorial de Nosotros y que resulta ser hoyobra de consulta imprescindible por no haber sido superadatodavia. Ya en 1907 habia fundado con Alfredo Bianchi larevista Nosotros, en donde realmente se inici6 como investiga-dor y critico y cuya direcci6n comparti6 durante 34 afios, ensus dos epocas: 1907-1934 (81 tomos) y 1936-1943 (23 to-mos). Desde entonces su vida fue repartida entre la profesi6nliteraria, el periodismo y la docencia, con periodos de militan-cia politica en el Partido Socialista, que lo llev6 a ocupar posi-ciones como la de concejal de la ciudad de Buenos Aires durantedos periodos (1921-1926) y la de diputado nacional, en repre-sentaci6n del partido Socialista Independiente, por el DistritoFederal (la ciudad de Buenos Aires) durante los periodos de1928-1930 y 1932-1934. Fue tambien vicepresidente de la Ca-mara de Diputados en el periodo de 1933-1934. De 1923 a 1953fue catedratico de Literatura Castellana de la Edad Mediay de Composici6n Literaria en el Instituto Nacional del Profe-sorado Secundario de Buenos Aires, en donde comparti6 laeducaci6n de la juventud estudiosa argentina con maestroscomo Pedro Henriquez Urefia, Amado Alonso y Francisco Ro-mero. Ademas fue profesor de literatura y gramitica caste-llana en los colegios nacionales "Mariano Moreno" y "ManuelBelgrano" y profesor de latin en el Instituto del ProfesoradoSecundario "Mariano Acosta". En 1943 fue destituido de suscatedras, como tantos otros profesores liberales y democr-ticos, por la dictadura vigente. Caida esta, en 1955, fue llama-do por las autoridades de la Universidad de Buenos Aires paradirigir el Instituto de Literatura Iberoamericana y para desem-peiiar la catedra respectiva en la Facultad de Filosofia yLetras. En estas funciones se encuentra en la actualidad, has-

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EsTUDIOS

ta que se haga cargo de las mismas el profesor que fue elegidotitular en los recientes concursos que presidi6 el mismo Giusti,o sea, el Dr. Enrique Anderson Imbert. En la fecha es co-lumnista de La Naci6n, prestigioso diario fundado por Barto-lom6 Mitre, y colaborador del suplementeo literario dominicaldel diario La Prensa. Desde 1936 es miembro de la AcademiaArgentina de Letras, y desde 1949, correspondiente de la Aca-demia Nacional de Artes y Letras de La Habana, Cuba. Formaparte actualmente de la Comisi6n Directiva del Colegio Librede Estudios Superiores, del cual es miembro fundador. En1924 integr6 el Consejo Directivo de la Facultad de Filosofiay Letras de la Universidad de Buenos Aires. Presidi6 du-rante dos periodos (1934-1937) la Sociedad Argentina de Es-critores, de la que tambien es miembro fundador y a la querepresent6 ante la Comisi6n Nacional de Cultura. En 1934,el Secretario de Estado de los Estados Unidos de Norteam6--rica, Cordell Hull, le hizo una invitaci6n especial para quevisitara' E.U. como hubsped de honor del Departamento deEstado. No pudo concurrir por impedimentos personales.

Su obra, como hemos dicho, empieza a pu:blicarse en librosdesde 1912, con Nuestros poetas jovenes (Buenos Aires: Edi-ci6n, Nosotros, 1912) y registra hasta la fecha los siguientestitulos: Critica y polem'ica, en cuatro series: Primera serie,1917; Segunda serie, 1924; Tercera serie, 1927; Cuarta Serie,1930. Por las dos primeras series recibi6 el premio de laMunicipalidad de Buenos Aires (primer premio, secci6n pro-sa) en 1925; Enrique Federico Amiel en su "Diario Intimo"(Buenos Aires: Edici6n Nosotros, 1919) ; Florencio Sdn-chez (Buenos Aires: Agencia Sud-Americana de Libros,1920) ; Mis muiecos [cuentos y fantasias] (Buenos Aires:Cooperativa Editorial, 1923); Literatura y vida (Buenos Ai-res; Edici6n Nosotros, 1939) ; Siglos, Escuelas, Autores (Bue-nos Aires: Edici6n Problemas, 1946) ; Momentos y aspectosde la cultura argentina (Buenos Aires: Editorial Raigal,1954); Ensayos: Edici6n Homenaje de los Amigos, 1955);A las cataratas [cuentos] (Buenos Aires: Ediciones Luar,1956); Poetas de Amdrica (Buenos Aires: Editorial Losada[Biblioteca Contemporanea], 1946). En 1917 public6 el dia-logo de Leopordi Parini o de la Gloria, en traducci6n propia,

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R E VIS TA IBEROAM ERI CAN A

con pr6logo y notas. Desde hace veinte afios circulan en laArgentina y diversos paises de Hispanoamerica sus manua-les para la ensefianza del idioma y la literatura espafiola, ar-gentina e hispanoamericana, editados por la Casa Estraday Compafiia de Buenos Aires, algunos de los cuales llegan ya aveinte ediciones. Tales son: Nuestro idioma; Curso de Gra-mdtica Castellana (3 tomos) ; Lecciones de Literatura Espa-~ola y Antologia; Lecciones de Literatura Hispanoamericanay Antologia; Lecciones de Literatura Espaiola, Argentina eHispanoamericana. Muchos de sus ensayos, resefias y notasse hallan dispersos en diarios y revistas y son hoy de dificillectura. Pero el autor considera (en carta que nos ha enviado)que ellos no agregarian nada a los que han sido reunidos ensus libros.

Sobre la obra de Roberto F. Giusti existe ya una biblio-grafia que prestigian firmas como las de Roberto BrenesMesen, Fidelino de Figueiredo, Andres Iduarte, FranciscoContreras, Hernin Diaz Arrieta ("Alone"), Francisco Ro-mero, Alberto Zum Felde, Luis Emilio Soto, Manuel PedroGonzalez, Jos6 Maria Monner Sans y Rail Montero Busta-mante. Precisamente este iltimo, actual presidente de la Aca-demia Nacional de Letras del Uruguay, decia no hace muchodel Guisti ensayista:

En cuanto a Ensayos, he estado sumergido en su lectura enlos dias de malestar que suelen depararme mis males. i Qudincomparable compafiia para las horas de silencio y de vi-gilia! iCuintos recuerdos ha traido a mi memoria y cuantome ha ensefiado! [...] El maestro es figura insigne de lasletras hispanoamericanas; el hombre es espejo de luchadorespor el ideal, que esti constituido, sobre todo, por las cosasdel espiritu; el amigo esta definido por ese hermoso volu-men, que es testimonio de la amistad y de la admiraci6n,y es tambidn monumento de la justicia erigido a quien noha cesado durante medio siglo de ofrecer a los lectores elsereno "curso de sus pensamientos y sentimientos". 3

Y uno de los mis j6venes y promisores criticos argentinos

3 "Sobre los Ensayos de Roberto F. Giusti", en Cursos y Con ferencias. Re-vista del Colegio Libre de Estudios Superiores. Buenos Aires. Afio XXVI, Vol.L, Niim. 276, marzo de 1957, pigs. 91-92.

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Es T U DI OS

actuales, Juan Carlos Ghiano, lo caracteriza con estas pala-bras de discipulado:

No resulta ociosa la lista de publicaciones de Giusti porquetodas ellas se animan con un doble fervor, que esta6 en laraiz de sus preocupaciones americanas; por una parte elinterds en exaltar nuestros valores, situando el juicio lite-rario en las proporciones sociales y 6ticas que han sostenidola persistencia de los maestros de Am6rica; por la otra lavocaci6n docente, que se afirma sobre la cordialidad dela persuasi6n. Ambas calidades prolongan esa riqueza espi-ritual que aprovecharon sus discipulos y aprecian quienesconocen los motivos de sus di6logos y de su corresponden-cia. Mas de un novel escritor quisquilloso se ha dejado con-ducir por el nitido apoyo de su juicio, que sabe resguardarlos valores destacables aun en la pIgina mas expuesta amodificaciones; muchos criticos e historiadores de las letrasargentinas (oculten su influencia o la destaquen con or-gullo) han aprendido en sus estudios que penetran los te-mas, iluminindolos en sus aspectos esenciales, sin ocultarlos posibles reparos, a la vez que los sitian en el conjuntode las creaciones humanas.4

Giusti surgi6 en la vida cultural argentina en momentosen que, ya pasada la avalancha optimista de los "profesores deidealismo", tipicos representantes de las elites burguesas queentendian la literatura como una de las tantas dinimicas del"despotismo ilustrado", el arte dej6 de ser patrimonio deminorias selectas y sali6 a buscar la vida en los estrados delpueblo. El inmigrante italiano encontr6 en la urbe cosmopolitatodas las formas de esa est6tica que Fechner queria von un-ten (desde abajo) y concibi6 su militancia un poco a la ma-

4 Juan Carlos Ghiano, "Homenaje a Roberto F. Giusti", en Cuadernos Amne-ricanos, Mexico. Afio XIV, N6m. 4, julio-agosto de 1955, p. 293. Ghiano haceen esta nota una resefia de la labor de Giusti, con datos de inter6s, que no hemosrepetido por razones obvias. V6ase tambi6n: Salom6n Wapnir, La critica literariaargentina (Buenos Aires: Ediciones Acanto, 1956), pig. 25 y sigs.; Alberto ZumFelde, Indice critico de la literatura hispanoamericana. El ensayo y la critica (M6-xico: Editorial Guarania, 1954), pigs. 406-407; y Manuel Pedro Gonzalez, Estu-dios sobre Literaturas Hispanoamericanas. Glosas y Semblanzas (M6xico: Edici6n"Cuadernos Americanos", 1951), pigs. 208-216; v6ase tambi6n de Ghiano "Home-naje a Nosotros y a Giusti" en Ficcidn, Buenos Aires, No. 9, septiembre-octubrede 1957, pp. 93-100.

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2 SEVIST A IBEROA MER I CAN A

nera de c6mo la habia ensefiado Taine: el arte como lo masaristocratico y lo mas popular, porque dice las mas altas cosaspara una mayor cantidad de gentes. Con el auge del socialis-mo y las huestes bien preparadas del positivismo que habiaconvertido en ciencia el maestro Ingenieros, amas6 en susgarras de pionero y sofiador, entre Anibal Ponce y AlejandroKorn (i nada menos!) todos los utensilios de la critica impre-sionista, determinista o ret6rico-pasatista que se demorabapor aquellos tiempos y lugares. Y asi dibuj6 huellas y prodi-g6 instrumentos de lucha hasta levantar los andamios pordonde los gustadores del quehacer literario anduvieron pa-se6ndose hasta la llegada del martinfierrismo y la aparici6nde la critica filol6gica-estilistica que vino despues con AmadoAlonso y la Revista de Filologia Hispknica. No sabemos toda-via cuil de las dos tendencias sera la mas perdurable. Por depronto, Giusti da siempre en la vida, mientras que la otra cri-tica da en el arte, la literatura, y mas de una vez s61o en lagramttica y la ret6rica. En el medio parece estar el bandonacionalista, que hace investigaci6n, historia y critica, par-tiendo de una materia siempre apetecible: lo nacional, nativo,regionalista y folkl6rico. Y cuando no la encuentra la inventay prodiga en cuadros ideales, simb6licos, elocuentes, patri6-ticos y patrioteros. En paises j6venes, sin una tradici6n quedetermine corrientes de ideas por si mismas, la critica litera-ria tampoco puede darse como simple ejemplaridad de m6to-dos y trabajo academico. Por eso, la obra de Giusti esta hoymas que nunca en el fondo y detras de las btsquedas de losj6venes mas afanosos por dar un sentido a la realidad en queviven y un valor efectivo a las obras de que se nutren intelec-tual y artisticamente. En Buenos Aires parece que estin unpoco cansados de las paradojas inescrutables, estilo borgiano,(claro que sin Borges), o de los recuentos de sensaciones ysenestesias al modo de ciertas practicas malamente estilisticas.Queremos a Giusti -le of decir a unos j6venes-, porque nosllega, nos dice algo, nos hace sentir y comprender. LY quemas que eso puede pretender la critica literaria ?

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E s T UDI S

La revista Nosotros y sus vicisitudes

?, Quien no conoce en E. U. a la revista Nosotros ? En estepais, en donde tanto se hace por los estudios hispanoamerica-nos -- y por toda clase de estudios- no hay profesor univer-sitario, m.is o menos "scholar", que no maneje sus paginas,no hay universidad de cierto prestigio que no guarde en susanaqueles los 104 tomos de la colecci6n completa. MadalineW. Nichols y Lucia Burk Kinnaird han clasificado paciente-mente sus temas y han compuesto sendos indices bibliograficosde sus articulos de critica literaria y educaci6n. En los congre-sos de profesores universitarios y escritores que a cada afiose celebran en distintas partes del pais, hemos visto ponenciassobre la revista Nosotros o sobre Roberto F. Giusti y la criti-ca hispanoamericana. Por tanto, no parece necesario que ha-blemos detenidamente de la prestigiosa publicaci6n. Alli estanautores y ensayos que nos dicen de su orientaci6n, sus des-cubrimientos, su cuadro de ideas, sus valores literarios. Perosera muy ttil que tambien se conozca en los E. U. la historiade la revista contada por uno de sus fundadores. Esta histo-ria, que Giusti nos ha confiado para que demos a ella el destinoque creamos conveniente, ha sido publicada muy fragmenta-riamente por los diarios de la Argentina. Por eso creemosnecesario publicarla completa, tal como Giusti la redact6 paraser leida en el acto de clausura de la exposici6n de revistasargentinas patrocinada por la Comisi6n Nacional de Culturay que se llev6 a cabo en el mes de mayo de 1957. Nos diceGiusti: "entendi que, cofundador y director sobreviviente dela revista Nosotros, bien podia, sin ser tachado de presumido,hablar en el cincuentenario de la fundaci6n de una revistaliteraria cuya vida de un tercio largo de siglo fue la mas pro-longada de que hay memoria en la historia del pensamientoargentino y adn hispanoamericano, de una empresa intelectualque junt6 las ambiciones, los suefios, la labor y los frutos de,por lo menos, dos generaciones". Y asi comienza la historia.Dejamos la palabra al protagonista esencial.

ALFREDO A. ROGGIANO,

State University of Iowa,Iowa City, Iowa

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REVISTA IBER O AM RICANA

TEXTO DE ROBERTO F. GIUSTI

Nosotros no quiere decir Bianchi y Giusti, como alginchistoso malevolo pudo pensarlo y acaso decirlo en los corrillosliterarios del tiempo de la fundaci6n. La generica denomina-ci6n abarcaba la promoci6n juvenil que en sus paginas se re-solvia a expresarse en el segundo lustro del siglo. Eso escribien la "Presentaci6n" del primer numero, correspondiente aagosto de 1907. No se me ocultaba entonces que el titulo podiaparecer algo petulante, pero "Nosotros -decia- es una revis-ta de j6venes, y como tal se presenta armada de aquel ardi-miento que una esperanza todavia no decepcionada presu-pone". El titulo lo sugiri6 Alberto Gerchunoff en el saloncillode Emilio Becher en la redacci6n de La Naci6n y en un circuloen cuyo seno en cierto modo naci6 la revista. Lo reclam6 amis-tosamente por suyo Roberto Payr6, avisando que habia publi-cado afios antes en las columnas del mismo diario el primercapitulo de una novela de ese titulo, probablemente recordadopor Gerchunoff. Consisti6 la transacci6n en reproducir en elprimer nimero aquel capitulo de la novela de ambiciones zo-lianas dejada trunca en sus comienzos, precedido por el ar-ticulo que ese ailo de 1896 habia publicado sobre la mismaRuben Dario, quien le decia a su amigo: "Intentas encerraren tu libro a Buenos Aires". A Bianchi y a mi tambien nosbullia en la subconsciencia la idea de encerrar en nuestra revis-ta Buenos Aires, y, esta de mis decirlo, la entera Argentina.Pero si se mira la cubierta del primer nfmero, se vera que ungallardo atleta con la cabeza cefiida de laureles y empufiandoen la izquierda una trompeta heroica, sostiene en la derecha na-da menos que el globo terriqueo con el hemisferio de las tresAmericas vuelto hacia el contemplador. No recuerdo quien lodibuj6 o de d6nde lo tomamos, pero indudablemente, si ambicio-sa la alegoria que ilustr6 varios afios la cubierta, mostraba ca-balmente que no podia ser interpretada como el retrato foto-grafico o literario de los dos directores. Ella entrafiaba elprop6sito, cumplido a traves de los afios y declarado en dicha"Presentaci6n", de vincular en las paginas de la revista a losescritores de America Latina; he dicho latina porque desde el

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E S T U D I 0 S

segundo numero tambidn tuvimos una secci6n de letras brasile-fias a cargo de Juan Mas y Pi. Cuando festejamos con un ban-quete el segundo aniversario de la fundaci6n, ya habian colabo-rado en Nosotros, a nuestra solicitud, una o mas veces, loscubanos Marquez Sterling, Manuel Pichardo y Arturo R. deCarricarte, los uruguayos Samuel Blixen, Raul Monero Bus-tamante, Carlos Vaz Ferreira y Jose Enrique Rod6, el meji-cano Amado Nervo, el peruano Jose Santos Chocano, elnicaragilense Ruben Dario, los colombianos Max Grillo, Anto-nio G6mez Restrepo, Samuel L6pez, Manuel Cervera y Guiller-mo Valencia, los venezolanos Rufino Blanco Fombona y FelipeValderrama, y ademAs escritores y periodistas nacidos enotras tierras de America residentes en Buenos Aires, losuruguayos Florencio Sanchez, Horacio Quiroga, Victor Arre-guine y Otto Miguel Cione, los bolivianos Arturo Pinto Esca-lier y Luis Ipifia, el paraguayo Eloy Farifia Niiez y elcolombiano Pedro Sondereguer. Por algunos como por mu-chos de estos nombres ya ilustres o que lo serian, ustedes hanvisto que las primeras mieses no habian sido malas. Reputosuperfluo encarecer las que siguieron durante mis de treintaafios en un suelo cada vez mas f rtil en amistades continen-tales, pues debe tenerse en cuenta que cuando salimos a lacalle an los lectores argentinos mejor informados conocian

muy imprecisamente lo que se publicaba en otras partes deAmerica. Max Grillo, reputado literato colombiano, recono-ciendo que Nosotros era desde el aio de su aparici6n "lugar decita de los escritores sudamericanos donde se dan a conocerunos a otros", afirmaba: "Ya es tiempo que la Argentina se decuenta de que esta lamada a asumir la direcci6n de las demosnaciones de origen hispano"; y agregaba: "yo suefio en verlaa la cabeza de Sudamerica con legitima hegemonia. En larealizaci6n de este ideal las publicaciones como Nosotros Ile-nan un hermoso deber".

La misma conducta seguimos con los escritores espafioles.En el segundo numero, junto a la secci6n Letras Francesas

que inauguraba Atilio Chiappori, iniciaba Gerchunoff una deLetras Espafiolas. Unamuno nos honr6 con una conceptuosacarta al recibir ese numero.

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R E V I S T A I B E R O AM E RICAN A

Una historia anecd6tica del nacimiento de Nosotros laescribi hace treinta afios justo en el nimero con que conme-moramos el vigesimo aniversario, volumen, lo digo con justi-cia, realmente extraordinario por la calidad de los colabora-dores y la extensi6n y merito de las colaboraciones. No he derepetirla, por poco conocida que sea, aunque tambien andeen libro.1 La iniciativa correspondi6 totalmente a AlfredoBianchi, con quien yo habia trabado amistad en la Facultadde Filosofia y Letras el afio 1904. Bianchi era un revisteronato, desvelado, incorregible, porfiado, vicio que habia con-traido en el umbral del siglo y siendo todavia alumno delColegio Nacional, cuando administr6 con el despu6s brillanteperiodista y humorista Enrique M. Ruas, en 1900, la pequefiarevista Rinconete y Cortadillo, y despues, antes de conocermea mi, el afio siguiente, fund6 por su sola cuenta y riesgo, aun-que no mal acompafiado, Preludios, que pas6 de los cuarentaniimeros, y de 1904 a 1906 fue, como secretario de redacci6ny factotum, el alma de La Gaceta. A Nosotros yo aport6,junto con mi precoz vocaci6n de plumifero, una buena dosisde escepticismo. Se incub6 la revista contemporAneamente enen el ya dicho saloncito de Becher y en las mesas del cafe deLos Inmortales, dos zonas mas o menos bohemias, recelosasla una de la otra, si no en guerra declarada. Puesto entre lasencontradas ojerizas, nosotros los reconciliamos en las pagi-nas impresas y al cabo en la vida. Porque nuestro prop6sitofue unir; no, dividir. Unir tambien las viejas firmas consa-gradas con las nuevas ya conocidas y con aquellas de los quesurgian entonces o habrian de surgir. No practicamos pordeporte el estridentismo literario y el lenguaje Asperamente

agresivo, los cuales encubren a menudo impaciencias que, cuan-do dan a luz, paren, o despreciables conformismos o insospe.chados autoritarismos, ello tambien en politica. Tampocopracticamos el d6cil conformismo literario, aunque no el sis-temitico desconocimiento de los valores, grandes o pequefios,que tenia el pais. La que entre los afios 1920 y 1930 se llam6a si misma la "nueva generaci6n", careci6 de esa ecuanimidad.

1 Critica y Polemica, cuarta serie, Buenos Aires, 1930.

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ESTUDIOS

Gracias a esa politica literaria, rarisimos escritores ar-gentinos vivientes rehusaron en los primeros afios, y menosen los sucesivos, colaborar en nuestras paginas. Practicamen-te llegamos, en un momento, en que la heredad estaba vacia.S61o vegetaba en ella la Revista de Derecho, Historia y Letras,fundada y dirigida por el Dr. Estanislao Zeballos, publicaci6nindefinida, aunque meritoria, de escasa difusi6n en los am-ibientes literarios. Nosotros heredaba a algunos colaboradoresdel extinto Mercurio de Am6rica, empezando por su director,el poeta Eugenio Diaz Romero, el cual atendia entonces la sec-ci6n "Letras 1-Hispanoamericanas" en el Mercure de France,y casi toda la juvenil falange de Ideas, la revista fundada porManuel Galvez y Ricardo Olivera en 1903: Ricardo Rojas,Emilio Becher, Atilio Chiappori, Emilio Ortiz Grognet, Al-berto Gerchunoff, Carlos Octavio Bunge, Antonio Monteavaro.Les incorporamos el grupo de Mas y Pi, Evaristo Carriego yMarcelo del Mazo, en general el del caf6, hoy legendario, de losInmortales, a la vez que tendiamos la vista en todas direccio-nes en procura de reclutas y veteranos. Con esta politica li-teraria de puertas abiertas, Nosotros alcanz6 a ser, en su or-den, la expresi6n mas caracteristica de su tiempo, 6rgano devarias generaciones que trabajaron en com in. Por supuesto,fuimos hijos del tiempo. En aquella cr6nica de veinte afios devida, a la cual antes me he referido, examine esa politica lite-raria a la luz del ambiente espiritual de la anteguerra. Pien-sese que en 1907, cuando apareci6 Nosotros, la actividad inte-lectual portefia distaba muchisimo de tener la riqueza yvariedad actuales. Ya se habia atenuado mucho el entusiasmoliterario suscitado por Ruben Dario. Ningua tendencia se se-fialaba con rasgos acentuados en ese momento de disoluci6n dela escuela simbolista y de total dispersi6n en la poesia, hechodel cual es espejo mi libro Nuestros poetas jovenes, de 1911.Otro tanto digase con respecto a Buenos Aires, y, por consi-guiente, a la Repiblica entera, de las corrientes filos6ficas ylas doctrinas politicas, las cuales fueron adquiriendo rasgosnuevos y definidos en visperas de la guerra, al doblar el sigloel primer decenio. Pues conviene recordar que Nosotros nofue una revista estrictamente literaria. Respetando distan-cias, quiso ser lo que eran en Francia entonces autorizadas pu-

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REVISTA IBEROAMERICAN A

blicaciones, como la Revue des Deux Mondes, la Revue de Paris,el Mercure de France, y otras: de letras, arte, filosofia, his-toria y ciencias sociales. No encontramos vanguardias litera-rias cruelmente agresivas; apenas si francotiradores mas omenos irreverentes, como yo tambi6n lo fui, con Leopoldo Lu-gones y algan otro; y asi Nosotros pudo crecer y cobrar fuer-zas y prestigio en un ambiente muy necesitado de fraternidadliteraria, como lo prueba la insistencia con que lo calificabamosen toda ocasi6n propicia, de beocio, fenicio o cartagin6s, queel nombre variaba segfin el gusto.

Cuando en los lustros posteriores a la primera conflagra-ci6n mundial se encendieron en el mundo llameantes fervoresideol6gicos de redenci6n humana, Nosotros no fue indiferentea ellos, sin dejar por eso de ser un campo abierto a todas lasopiniones; y cuando estallaron en Buenos Aires los cohetes li-terarios dichos gendricamente vanguardistas, pirotecnia en quese cruzaba el futurismo italiano con el ultraismo espafiol y conalgunos ismos franceses, Nosotros, en la doble condici6n decampo neutral donde todas las tendencias podian expresarsey de punching-ball para los muchachos peleadores que necesi-taban hacer gimnasia, no fue en ningin momento hostil a losnuevos. No quisimos, eso no, ser revista de circulo. Fracasa-ron cualesquiera intentos hechos para embanderarnos. Noso-tros fue de todos. Lo fue particularmente de los j6venes, delos recien Ilegados, sin creernos obligados a publicar, por su-puesto, las primeras planas de los escolares aplicados. Ennuestras p6ginas public6 Borges, en diciembre de 1921, la pri-mera definici6n del ultraismo hecha en el pais. Avis6 la re-vista al darle cabida en sus ptginas que con ese estudio inicia-ba una serie sobre las escuelas de vanguardia. "Queremoshacer conocer -avisaba la redacci6n- los principios esteticosde las nuevas escuelas literarias y artisticas. El solo hecho deexponer a todas -antag6nicas entre si, con frecuencia-,prueba nuestra neutralidad en la batalla". Y preguntaba:"y Ser verdad que comenzamos a envejecer ?" El afio siguien-te purblicaba la revista a cinco poetas que se decian ultraistas,una especie de antologia de la nueva poesia, antecesora de lade Vignale y Cesar Tiempo. Eran Borges, F. Pifiero, NorahLange, la uruguaya Clotilde Luisi, Helena Martinez, Roberto

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ES TU DIOS S

Ortelli, Guillermo Juan y Gonzalez Lanuza. La primera re-vista que manifiestamente fue 6rgano de la Ilamada "nuevasensibilidad", tuvo vida por inspiraci6n de Alfredo Bianchi.21 reuni6 una noche a los fundadores, de cuyo grupo saldriapronto por cariocinesis Proa, otra revista de vanguardia, paraaconsejarles la conveniencia de que los j6venes de !a nuevageneraci6n literaria tuvieran un 6rgano propio, en el cual pu-dieran exponer libremente sus opiniones sin chocar en las mis-mas paginas con las ideas y los prejuicios de hombres de otrasgeneraciones. Con estos sentimientos amplios, generosos, en-tendia Bianchi la politica literaria. Yo aconseje entregar enpropiedad unos pliegos de cada nimero de Nosotros a la vo-luntad exclusiva de los fundadores de Inicial, para que diri-giesen una secci6n de vanguardia con entera libertad, y asise hizo. En Nosotros, en 1923, Bianchi y Julio Noe, quien mesustituy6 unos tres afios en la direcci6n, desempefiandose consu reconocida cultura, gran tino y aliento innovador, despuesde haber abierto las paginas de la revista a la nueva genera-ci6n, les preguntaron cuAles eran sus amores y sus odiosliterarios y, por cierto, esos mozos no se -hicieron rogar paradespacharse a su liberrimo antojo. Incluso algunos de esos j6-venes escritores dilucidaron sus cuestiones de competencia yde derecho sobre esto y aquello en las paginas de Nosotros.

Quisimos agrupar, pues, y no dividir. Habia sus motivos.En 1927 pude escribir, aludiendo a las piedritas que nos ti-raban al tejado los camorristas de Martin Fierro, peri6dicode batalla literaria, en su tercero avatar: "No nos hagamosilusiones. Los que nos jactamos de intelectuales, en Americaformamos todavia un circulo demasiado reducido, estrechadopor la indiferencia cuando no por la hostilidad del ambiente,para que nos peleemos a muerte sobre si hemos de decir ga-lopar o beber horizontes".

Pero el tejado era firme. Donosamente lo describi6 Fer,nandez Moreno en el lindo romance que en 1932 nos dedic6 alos directores:

Que contra escuela y capilla,indiferencia y desaire,ha habido siempre un tejado,

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R EVISTA IBEROAMERICANA

un torre6n de diamantes,con un Nosotros,coraz6n de un estandarte.

Y permitasele a mi pequefio orgullo descender del tejadopara continuar un poco mas con el poeta:

Y con una y otra tapa,segfin las necesidades,flaca como un abecd,gorda como los misales,ha cumplido la Revistasu fin de mes implacable,llevando el nombre argentinoallende montes y mares.

Ain en aquellos breves afios en que Nosotros concit6 laanimadversi6n de Martin Fierro, nuestra revista sigui6 prac-ticando la indeclinable hospitalidad que fue su norma, inclusocon los de ese grupo, la mayoria de los cuales colaboraban to-davia o habian colaborado o colaborarian en las denostadaspaginas. Solamente contraatacamos cuando fue menester, enpoquisimos casos de legitima defensa, con rApidas dentelladas,para las que confieso haber afilado los colmillos cuanto mefue posible. Pero esta es historia anecd6tica, de intrascenden-tes escaramuzas literarias, sobre la que no debo volver. Debosi recordar, a fin de que se medite sobre las mudanzas huma-nas, aunque guardindome de reeditar hoy los reproches de an-tafio, que Evar Mendez (en el siglo, Evaristo Gonzalez), con-vertido, en la direcci6n de Martin Fierro, no en sus versos, enferoz vanguardista, se habia estrenado en el primer ndmerode Nosotros con una liviana imitaci6n de Ruben Dario, un"triptico a la manera de Watteau", segin decia el subtitulo,muy a lo Rey Sol. Era el hallazgo que tenian reservado anuestra revista Ricardo Rojas y Atilio Chiappori, descubrido-res del joven poeta mendocino. Nosotros teniamos nuestrohallazgo: el de Enrique Banchs, de quien publicamos en el pri-mer numero tres sonetos, incluidos ese mismo afio en su primerlibro, Las Barcas. En el tercer ndmero lleg6 el turno de Eva-risto Carriego con "Cosas de Andresillo", composici6n incor-porada despubs a Misas herejes.

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EsTUDIOS

La historia, si larga, de toda instituci6n, empresa, publi-caci6n periodistica, pasa, naturalmente, por distintas etapas,sufre rachas de buena y mala fortuna. Nosotros, empresa dedos muchachos que no tenian ciertas noches c6mo pagarse uncafe, no pudo constituir una excepci6n. Har6 gracia al lectorde referirle los aprietos financieros por que pasamos, los obs-taculos materiales que hubo que vencer -empezando por laindiferencia de los libreros y la informalidad de muchos agen-tes-, las vanidades, incomprensiones, envidias, que nos salie-ron al paso, los sectarismos politicos y literarios de todo colorque pretendieron aprisionarnos. A este iltimo prop6sito, i quelucha! Nosotros quiso ser siempre una tribuna libre. Ni es-crtpulos, ni obligaciones, ni consideraciones de ninguna na-turaleza le hicieron traicionar el programa que se impusieronlos dos directores cuando la fundaron. Mes de una vez debi-mos advertirlo: "Si el tono de sus paginas sorprende e inquie-ta, op6ngase raz6n a raz6n, sentimiento a sentimiento, ideala ideal, a ese tono otro tono. Eso es vida: la unanimidad yacuerdo rebafiegos son la muerte". Por eso fue tambien tri-buna polemica.

Nunca nadamos en la abundancia. Tuvimos dias de res-piro y dias de angustia, agravados por la escasez de papel yotras escaseces que trajo la primera guerra mundial. El afiodel centenario de la revoluci6n de Mayo suspendimos la publi-caci6n; a los pocos meses, el tes6n de Bianchi, el imperioso,desesperado anhelo que lo subyugaba de tener "su" revista,volvi6 a ponerla, a principios de 1911, en los escaparates delas librerias. En 1912, ante una crisis semejante, resolvimosconvertirla en sociedad cooperativa, contando con el patrocinioilustre del poeta Rafael Obligado, el cual accedi6 a presidirla.Con tal transformaci6n administrativa y la reducci6n del for-mato, naci6 ese afio con el nimero 43 la Nosotros mis recor-dada y difundida, elegantemente impresa en excelente papelpor la Compafiia Sudamericana de Billetes de Banco, hasta el1918, y desde entonces hasta el iltimo nimero, por la bienequipada imprenta de Antonio Mercatalli y sus hijos, Mario yFrancisco. A fines de 1934, ya disuelta desde hacia tiempola cooperativa, nos vimos forzados a decir "basta". Ochenta yun tomos nutridos formaban la colecci6n que por esos mismos

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dias habia merecido un preciso catalogo analitico, hecho porlas profesoras Madaline W. Nichols y Lucia Burk Kinnaird,subsidiado por la Universidad de Stanford y el DominicanCollege y publicado en distintas revistas especializadas de losEstados Unidos, catalogo que es hoy una rareza bibliogrifica.Fui yo el que escribi en la Navidad de 1934 la larga carta dela suicida a los colaboradores y amigos, con que encabezamosel nimero 300. En ella recordaba que una existencia tan di-latada, de veintiocho afios, a partir del primer nimero (en esemomento no sospechaba que se prolongaria ocho afios mis),no habia sido alcanzada por ninguna publicaci6n de la indolede Nosotros. "Muchas semejantes -escribi- hemos visto na-cer, con fraternal simpatia, y con tristeza perecer, mientrasen esta casa nos manteniamos firmes en medio de innumera-bles dificultades de todo orden. Veintiocho afios son un largoespacio de tiempo para cualquier empresa humana; lo son paralos regimenes politicos, para los ciclos literarios, para las evo-luciones morales y sociales. En veintiocho afios cabe toda lahistoria que va desde la toma de la Bastilla hasta la caida deNapole6n; en menos tiempo se hizo la constrastada unidadde Italia y de Alemania; no mucho mis ha durado el largo im-perio del iltimo Hohenzollern; el mismo lapso corri6 entre Ca-seros y la capitalizaci6n de Buenos Aires, entre la ascensi6nde Mitre a la presidencia y la revoluci6n del Noventa. No espueril hacerlo presente: son unos pocos ejemplos que ofrece-mos a la reflexi6n del culto lector, a modo de unidades de me-dida, para que nos absuelva si ahora escribimos aqui: Quedacerrado el ciclo de Nosotros. Debemos insistir sobre esto, cuan-do hay quienes nos reprochan afectuosamente: i Morir! i Dar-se por vencidos! No es posible. Acaso no pueden o no sabenproseguir? Tal vez en otras manos mas capaces... Si, quizAen otras manos, lo reconocemos, las cosas andarian de diferen-te modo; pero primero concedasenos la premisa del razona-miento: Nosotros vivi6 veintiocho afios, y el caso es inico enel pais. Quince meses vivi6 La Abeja Argentina, el peri6dicomensual que publicaba la Sociedad Literaria en tiempos de Ri-vadavia; ocho afios la Revista de Buenos Aires, de VicenteQuesada y Navarro Viola; seis la Revista del Rio de la Plata,de Lamas, L6pez y Gutierrez; cuatro la Nueva Revista de Bue-

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Es T DI S

nos Aires, de los Quesada, Vicente y Hector; seis, entre sus dos6pocas, la Revista Argentina, de Estrada y Goyena; nueve, laRevista Nacional, de Carranza y Vega Belgrano; dos, La Bi-blioteca, de Groussac; veintitr6s, la de Derecho, Historia y Le-tras, de Zeballos; del mismo modo han durado pocos afios, tres,dos, uno, raramente m6as, todas las revistas literarias de in-tenci6n seria, grandes o pequefias, que se han publicado des-pues de aqullas, antes de la aparici6n de Nosotros o contem-porineamente: la Revista de America, de Dario y JaimesFreyre; el Mercurio de America, de Diaz Romero; Ideas, deGalvez y Olivera; El Sol e Ideas y Figuras, de Ghiraldo; Rena-cimiento, de Florencio Cesar Gonzalez y Mas y Pi; Atltntida,de David Pefia; Ideas, del Ateneo de Estudiantes Universita-rios; Hebe, de Morales y Novillo Quiroga; Pallas, de Chiap-pori; Helios, de Conde Montero; Atenea, de Arrieta; NuestraAmerica, de Stefanini; Revista Nacional, de Jurado e Irazus-ta; Biblios, de Rafael Barrios; Azul, de Bartolome Ronco; Va-loraciones, de Alejandro Korn y su grupo; Sagitario, de Ama-ya, Julio V. Gonzalez y Sanchez Viamonte; Sintesis, de MartinNoel; y, por cierto, las de los nuevos y novisimos, Inicial, Proa,Prisma, Martin Fierro, Letras, Meg'6fano. Lo mismo puededecirse de los demts paises de America. Las mencionadas yotras iguales que lamentamos no recordar en este momento[tengase presente que esto fue escrito hace veintitris afios yque, ademas, incluye alguna sensible omisi6n] han sido noblesesfuerzos, de los cuales quedara memoria en la historia denuestra cultura. Reclamamos entre ellos un lugar -y no elultimo- para Nosotros".

Pregunttbamos m6s adelante: "i, Quien ha dicho que lasinstituciones sean eternas? 4Y por qu6 habria de serlo unarevista literaria? Pero la cuesti6n es mas honda: ~ no estaraen tela de juicio, no ya la existencia de una determinada re-vista, sino la de todo un genero de publicaciones, las cualestuvieron auge, y algunas vida gloriosa, en el siglo xIX y a prin-cipios del presente, y hoy van siendo desalojadas, si no tienenun peculiar caracter de especializaci6n, por otros medios in-formativos? El fen6meno se produce en mayor o menor gradotambien en Europa, pues el hecho de que sean centenarias al-gunas revistas de alla, tal la gloriosa Revue des Deux Mondes,

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aparte de producirse en un pais de superior densidad cultural,como es Francia, guardadora celosa de sus tradiciones, se ex-plica con suma sencillez, porque aquella revista naci6 precisay oportunamente y floreci6 largos decenios en la 6poca que ha-bria de presenciar el magnifico desarrollo de las publicacionesde su mismo genero. En Europa recientemente -deciamos-han desaparecido algunas ilustres. Otras, aun viviendo toda-via, se ve que ya han hecho su tiempo. Nosotros lo reconoceasi para su caso. Este tipo de publicaci6n amplia, eclectica,acogedora, en cuyas paginas alternan por colaboraci6n espon-tanea la prosa con el verso, colecci6n de ensayos y articulos dediferente extensi6n sobre las mas variadas cuestiones concer-nientes a la cultura general, presentada en formato de libroy, por consiguiente, cara y de circulaci6n limitada, ya no essolicitada como lo fue un tiempo. Nosotros supo responderdignamente a ese liamado de la opini6n culta argentina, crean-do en torno suyo un rico y fecundo movimiento intelectual ydando nombre, por el consenso de muchos criticos ilustrados,a una generaci6n y a una 6poca de nuestra cultura, cuyo valory cuyos frutos, mejor que los contemporaneos, juzgara el por-venir. Son trescientos nfimeros, son ochenta y un tomos, sondecenas de miles de paginas que han circulado en casi mediomill6n de ejemplares. Paginas de distinto valor, expresi6n dela cultura argentina en sus manifestaciones nobles y destaca-das; por tanto, desiguales como ella y con sus naturales im-perfecciones. En ellas se leen las inquietudes, las esperanzas,los anhelos de este cuarto de siglo [deciamos entonces, cuandola segunda inmensa conflagraci6n mundial s6Io comenzaba avislumbrarse] barbaramente sacudido, removido y quebradopor la guerra y la revoluci6n; es de creer que esas palabras,que hoy a algunos pueden parecer muertas, despertaran ecosde simpatia en la inteligencia y en el coraz6n de los lectorese investigadores de mafiana".

Como entonces me atrevi a hablar, segin se ha oido, deuna generaci6n de Nosotros, y en otro pasaje de esta cr6nicahe hablado de, por lo menos, dos generaciones, me detendrebrevemente sobre el particular, ya tratado por otros. Hubotal generaci6n literaria? A mi vanidad personal le convendria

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EST. DIOS

contestar que si; mi juicio objetivo propone otra respuesta.Cuanto he dicho prueba que no hubo una generaci6n de No-sotros, por la raz6n sencillisima que en nuestra redacci6n yen nuestras paginas convergieron desde el primer momentohombres de edades, tendencias y gustos muy diferentes; quehubo, si, un clima de Nosotros, un ibenefico clima de labor he-cha en comin, camaraderia, tolerancia, buena fe, reciprocaconsideraci6n, aborrecimiento de la ret6rica y la agresividadgratuita, y esto es muy importante, de total desinteres mate-rial, empezando por los directores.

En 1932, el nimero extraordinario con que celebr6 la re-vista sus bodas de plata, propuso la cuesti6n a escritores dediferentes edades. Fue una encuesta instructiva, una contri-buci6n no desdefiable a la historia de la cultura argentina deeste siglo, en la cual Nosotros est presente en la mayoriade las respuestas; sin embargo, en lo esencial vino a probar laconclusi6n que yo he ofrecido: el encuentro y la conciliaci6nen sus pdginas, desde los comienzos, de hombres de edad y pro-cedencia intelectual y literaria distintas.

He visto morir otras muchas revistas, grandes y chicas,desde aquella fecha. No sabria hacer el catalogo de todas.Basteme recordar a insula, interesante publicaci6n trimestralque fund6 y dirigi6 la escritora Renata Donghi de Halperin,y a Realidcd, expresi6n de un calificado grupo de escritores yprofesores, cuya cabeza dirigente era Francisco Romero,y, que, sin embargo, s6lo vivi6 de enero de 1947 a diciembrede 1949, si bien financiada por una culta escritora. Sospecholos sacrificios que exige a Victoria Ocampo la edici6n de Sur,la notable revista, distinta y distante de Nosotros, cuyo primernimero saludamos en enero de 1931; y los que le reclama, sinduda, al novelista Juan Goyanarte, el sostenimiento de Fic-ci6n, la revista-libro bimestral- de reciente aparici6n (ad-viertase la definici6n significativa). Estas son evidencias, en-tre tantas otras, que confirman aquel diagn6stico y pron6sticomio antiguo. Sin embargo, venciendo el descorazonamiento,ain no nos dimos por vencidos. Nos despediamos en aquellacarta confiando en que tal vez no seria para siempre; pens6-bamos que la revista podria renacer posiblemente renovada y

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transformada, pero siempre al servicio de la inteligencia, noal de la distraida frivolidad. Y fue asi. Lleg6 la tercera eta-pa. El afio 1935, Bianchi no se estuvo quieto y resignado, pormAs que yo, mefistof6lico, le silbaba mi escepticismo. Despuesde no aceptar varias proposiciones que se nos hicieron de fi-nanciar la revista, entre ellas la del entonces Intendente Mu-nicipal, doctor Mariano de Vedia y Mitre, a quien todaviaestoy agradecido por su generoso ofrecimiento, encontramos,con la intervenci6n del nunca olvidado critico, colaborador yamigo Juan Torrendell, un modo decoroso de volverla a editarcon la ayuda absolutamente personal y desinteresada de donRafael Vehils. Conste que Nosotros nunca acept6 atarse a go-biernos y empresas, servir intereses oficiales o particulares.Libre naci6, libre muri6. Unos pocos afios recibi6 muy limi-tados subsidios concedidos por el Congreso de la Naci6n, losque, por su origen popular, no trabaron en ninguna ocasi6nnuestra libertad de pensar ni pesaron sobre sta. Asi, en mar-zo de 1936, iniciamos la tercera etapa, aqu6lla que llamamoscon propiedad segunda 6poca, pues no habia habido disconti-nuidad temporal entre las dos etapas anteriores. De 1907 a1912 fue el fervor juvenil, la bfisqueda y el descubrimiento.Eran los afios en que Bianchi iba con su libreta por calles ycafes a la caza de suscriptores, contra mi reconvenci6n, la cualsonaba poco menos asi: "Nosotros es una revista, una ins-tituci6n seria y ya considerada; toi y yo, los directores, somoshumildes tertulianos de corrillo bohemio. No debes asociar enla mente de nadie, anotando suscriptores, dos imagenes dis-pares. Al hacerlo, disminuyes la idea que debe tenerse de larevista. Bianchi, Giusti son una cosa. Nosotros es otra".Pero el no me escuchaba y quiza tuviera raz6n. Nuestros ab-negados administradores, el primero en el tiempo, Alfredo Cos-ta Rubert, el segundo, Francisco Olbasis, lo confirmaban enella. La segunda etapa fue de afirmaci6n, de vida plena. Latercera, la llamada segunda epoca (veintitres tomos, 93 nl-meros) no me atrevo a decir que super6 a la anterior, perociertamente no le fue inferior. Fue lo mismo y otra cosa. Re-mozamos la cubierta y la elegante tipografia, agilizamos elcontenido, recuperamos a los amigos de la vispera, volvieron

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Es T U D iO S

muchos desertores y en ningin instante pudo decirse que oli-mos al moho de las cosas viejas. Muy al contrario. Cuando enel nimero-aniversario del aio 27 histori6 los veinte transcu-rridos, burlAndome un poco de nuestros bullangueros contra-dictores de la entonces llamada "nueva generaci6n" (iy quepronto envejecen las nuevas generaciones!) les dije: "Pero,amigos, L contra qu6 y contra quienes pelean ustedes? Al oirsus gritos el transedinte creera que o franquean ustedes esamuralla de Nosotros, que cierra el paso, hosca e inaccesible, alas gallardas huestes novecentistas y la arrasan y siembransobre sus ruinas la sal de la maldici6n, o todo un mundo nue-vo ira a estrellarse contra ella, abatido y deshecho. Creeraque dentro de esa Bastilla se encierra un pasado tal de oprobioy vergtienza, se maquinan asechanzas tales contra el novisimodescubrimiento de la metafora, que el duelo no puede ser sinoa muerte. Lastima que la realidad sea menos dramatica, y nose preste a tan bonitos efectos de contraste. Lo iinico que senos puede achacar, a mucho orgullo nuestro, es que no nos ha-yamos vestido a la illtima moda. Ahora se lleva mucho la ini-cial miniscula, los versitos asm6ticos sin puntuaci6n y el di-bujito fara6nico: habernos nombrado nosotros y no Nosotrosy ya tendriamos bastantes pecados redimidos".

Debo confesarlo, y lo hago sin rubor: nosotros con minus-cula se titularon en cambiantes vivos colores los numeros dela segunda cpoca y fui yo el trascendental innovador.

Ahorro detalles sobre el desarrollo de esta fltima etapa,todavia vive en la memoria de muchos. El 16 de mayo de 1939,Bianchi era herido por una hemiplejia. Desde entonces el pesode la revista carg6 sobre mis hombros y el de nuestro leal se-

cretario y amigo Oscar Bietti, fino critico. Despues de unanueva recaida, de la cual pareci6 restablecerse a medias, lomismo que de la primera, mi grande amigo y compafiero fa-lleci6 el 23 de noviembre de 1942. Su muerte fue, lo digo sinexagerar, un duelo de las letras argentinas. Sus exequias y elnumero especial en que lo conmemoramos son el testimonio deque no he dicho una frase vulgar. En octubre de 1943, el go-bierno de facto del general Ramirez me destituia de mis ca-tedras por el horrendo delito de haber pedido, junto con un

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R EV IS TA IBE ROA M ER ICAN A

centenar de otros firmantes, entre ellos eminentes profesores,"democracia efectiva y solidaridad americana". Entonces viclaramente los dias inciertos que se nos venian encima, y des-corazonado, contando con el asentimiento de Bietti, cerr6 larevista y liquid6 sus efectos, con ayuda de nuestro fiel admi-nistrador Daniel Rodolico. No creo haber tornado una decisi6nequivocada. Habriamos desaparecido de cualquier otro modo,quiza mas peligroso, no digo menos honroso. Hice mas: cerredefinitivamente Nosotros sin una sola palabra de explicaci6n., Para qu6 ?

Una raz6n practica, ajena al desaliento moral y a las con-sideraciones politicas, concurri6 a inducirme a cerrar las puer-tas de Nosotros. No he empleado una imagen comfin. He di-cho las puertas. Porque una revista literaria es o debe seralgo mas que varios pliegos encerrados entre dos tapas. Porescogido que sea el material literario, en e1 no se agota la re-vista. A 6sta deben Ilegarle en forma viva las ideas y senti-mientos de un grupo, de un circulo, de una promoci6n, de unageneraci6n; los directores deben estar en contacto personal conlos colaboradores, recibir de ellos sugestiones, aconsejarse conellos, poner en relaci6n a unos con otros, acicatearlos por me-dio de la emulaci6n. La redacci6n ha de ser una tertulia. Esofue Nosotros en sus mejores tiempos por la acci6n de Bianchi,infatigable descubridor de talentos y estimulador de vocacio-nes. Enfermo 61, muerto 61, yo no podia imitarlo. No soy unmisintropo, los que me conocen lo saben, ni soy hosco, ni de-sabrido, pero carezco de las posibilidades materiales y de lasaptitudes psicol6gicas que necesitaria para ser centro perma-nente de una tertulia literaria renovada continuamente a tra-v6s de los aios. Bianchi hizo mas. Desde los dias del almor-zAculo del restaurante Ferrari, evocado por mi en unas memo-rias nostalgicas, la acci6n de Nosotros se prolong6 en comidasalegres y en banquetes serios pero no aburridos, de mantel lar-go, de los cuales muchos tuvieron justificada resonancia. Aga-sajAbamos a los escritores extranjeros -1 quien los recuerda atodos ?- Blasco IbAfiez, Valle Inclan, G6mez Carrillo, Ortegay Gasset, Amado Nervo, Urbina, Eugenio D'Ors, Armando Do-noso, Sanin Cano, GonzAlez Martinez, Benavente, Vasconcelos,

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Alfonso Reyes, Enrique Diez Canedo, y a los argentinos encuanto publicaban un libro, obtenian un premio, emprendianun viaje o regresaban de "l: bAsteme recordar los magnosbanquetes ofrecidos a Rojas y a Groussac. Tambien celebr.-bamos los aniversarios de la revista. En los que sefialaron fe-chas memorables, los diez, los veinte, los veinticinco afios devida, la casa era echada por la ventana. Adem6s, ordinaria-mente largos afios nos reuniamos en divertidas cenas de cama-raderia, como fueran las mensuales del restaurante Genova,animados por el ingenio travieso de Ingenieros, cenas que tam-bien piden un ameno cronista. Todo ello era vida que bullia entorno de Nosotros y que yo, muerto Bianchi, s61o podia comu-nicarle a la revista, muy apagada. Suimense los diversos facto-res expuestos y comprendase c6mo Nosotros muri6 en su hora.

Quedan los ciento cuatro tomos, ofreciendoles a los lec-tores de hoy y a los de mafiana una rica y variada cr6nica de laevoluci6n del pensamiento argentino en relaci6n con el univer-sal a lo largo de treinta y siete afios.

No s6 cuil impresi6n producira su lectura en los amigosde curiosear el pasado en paginas que todavia no han amari-llecido. Se que en todas las bibliografias literarias especialesNosotros figura con contribuciones uitiles; que los nimerosextraordinarios dedicados a Florencio SAnchez, a Dario, a Ro-d6, a Carlos Octavio Bunge, a Guido Spano, a Nervo, a Obli-gado, a Angel de Estrada y Joaquin GonzAlez, a Ingenieros, aPayr6, a Groussac, a Lugones, a Bianchi, son repertorios deno escaso valor biogrAfico y critico a juicio de los entendidos;que bibli6filos y libreros andan a la caza de las casi inhallablescolecciones, solicitadas por los mejores centros extranjeros deestudios, sobre todo de los Estados Unidos; sin embargo, estono es lo que mAs interesa a mi coraz6n, porque puede no serotra cosa que afanes de bibli6filo, curiosidad erudita, historiadisecada y ciencia de catAlogo. Me interesa, en cambio, sabersi algin lector joven, hojeando esas decenas de miles de pAgi-nas, siente en algin instante desaprisionarse de ellas un hAlitosiquiera de la vida que recogieron en su hora. Vida hecha devigilias meditativas, trabajosas pesquisas, nobles inspiracio-nes poeticas, amores, odios, admiraciones, devociones, nega-ciones, acaso flaquezas y aun miserias, toda la vida que se

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agito en torno de los dos directores, estrechandolos, acometien-dolos, halagandolos, solicitandolos, entusiasmandolos, compro-metiendolos y robando muchas horas a su descanso y a su pro-pia labor de escritores, sacrificada a la publicidad de la ajena.

ROBERTO F. GIUSTI,

Universidad de Buenos Aires,Argentina