por que ha fracasado la paz ii

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Por Que Ha Fracasado La Paz II

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  • IGNACIO LVAREZ-OSSORIOPROFESOR DE HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORNEA DEL MUNDO RABO-

    ISLMICO EN LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE Y DEL DOCTORADO DE ESTUDIOS

    INTERNACIONALES MEDITERRNEOS DE LA UNIVERSIDAD AUTNOMA DE MADRID,

    ES AUTOR DE LOS LIBROS EL PROCESO DE PAZ DE ORIENTE MEDIO. HISTORIA DEUN DESENCUENTRO (1999) Y EL MIEDO A LA PAZ. DE LA GUERRA DE LOS SEIS DASA LA SEGUNDA INTIFADA (2001); TAMBIN HA EDITADO EL INFORME DEL CONFLIC-TO DE PALESTINA. DE LOS ACUERDOS DE OSLO A LA HOJA DE RUTA (2003) Y,JUNTO A ISAAS BARREADA, ESPAA Y LA CUESTIN PALESTINA (2003). ES COLA-BORADOR HABITUAL DE LOS PERIDICOS EL CORREO Y LECO Y DE DIFERENTESEMISORAS DE RADIO (RNE, RADIO POPULAR, RADIO EUSKADI Y RADIO NEDERLAND).

    ([email protected])

    FERRAN IZQUIERDOPROFESOR DE RELACIONES INTERNACIONALES EN LA UNIVERSITAT AUTNOMA DE

    BARCELONA Y ESPECIALISTA EN ORIENTE MEDIO, HIZO SU TESIS DOCTORAL SOBRE

    EL CONFLICTO POR LOS RECURSOS HDRICOS EN PALESTINA. HA PUBLICADO UN

    LIBRO SOBRE ESTA CUESTIN, GUERRA Y AGUA. CONFLICTO POLTICO Y CARESTADE AGUA EN PALESTINA, AS COMO NUMEROSOS ARTCULOS SOBRE ORIENTEMEDIO, ISRAEL Y PALESTINA EN REVISTAS ESPECIALIZADAS. TAMBIN ES COLA-

    BORADOR HABITUAL EN DIVERSOS MEDIOS DE COMUNICACIN COMO LA BBC

    (EMISIN EN CASTELLANO), RADIO 4 Y CATALUNYA CULTURA, ENTRE OTROS.

    ([email protected])

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  • Ignacio lvarez-OssorioFerran Izquierdo

    Por qu ha fracasado la paz?CLAVES PARA ENTENDER

    EL CONFLICTO PALESTINO-ISRAEL

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  • DISEO DE CUBIERTA: ESTUDIO PREZ-ENCISO

    IGNACIO LVAREZ-OSSORIO Y FERRAN IZQUIERDO, 2007

    INSTITUTO UNIVERSITARIO DE DESARROLLOY COOPERACIN (IUDC), 2005DONOSO CORTS, 6528015 MADRIDTEL. 91 394 64 09FAX 91 394 64 [email protected]

    LOS LIBROS DE LA CATARATA, 2005FUENCARRAL, 7028004 MADRIDTEL. 91 532 05 04FAX 91 532 43 34WWW.CATARATA.ORG

    POR QU HA FRACASADO LA PAZ?CLAVES PARA ENTENDER EL CONFLICTO PALESTINO-ISRAEL

    ISBN: XXXXXDEPSITO LEGAL: XXXXX

    ESTE MATERIAL HA SIDO EDITADO PARA SER DISTRIBUIDO. LA INTENCINDEL EDITOR ES QUE SEA UTILIZADO LO MS AMPLIAMENTE POSIBLE,QUE SEAN ADQUIRIDOS ORIGINALES PARA PERMITIR LA EDICIN DEOTROS NUEVOS Y QUE, DE REPRODUCIR PARTES, SE HAGA CONSTAREL TTULO Y LA AUTORA.

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  • NDICE

    PRLOGO, de Fred Halliday

    INTRODUCCIN

    CAPTULO I. ISRAEL Y PALESTINA ANTE EL SIGLO XXI: GUERRA O PAZ?

    1. El muro de hierro de Jabotinsky2. El muro de separacin

    2.1. Valla de seguridad o muro de separacin?2.2. El fallo del Tribunal Internacional de Justicia2.3. La Unin Europea ante el muro

    3. Los errores de la dcada de Oslo4. Camp David: compromiso o ultimtum?5. La Hoja de Ruta6. La iniciativa de Ginebra7. El Plan de convergencia de Olmert8. De la Operacin Lluvia de Verano

    a la guerra de los 34 das

    CAPTULO II. ACUERDOS Y DESACUERDOS EN ISRAEL1. Poder y tensiones en la sociedad israel 2. Israel ante la globalizacin

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  • 2.1. Israel frente a la Intifada2.2. El dilema demogrfico

    3. Sionismo y territorio: acuerdos y desacuerdos3.1. El laborismo y los territorios ocupados palestinos3.2. La derecha nacionalista israel y los territorios

    ocupados palestinos

    CAPTULO III. ACUERDOS Y DESACUERDOS EN PALESTINA1. La fractura ante Oslo: Ginebra reabre la herida2. El precio de la nueva Intifada3. Las Fuerzas Nacionales e Islmicas4. La estrategia de Hams5. Los atentados suicidas y la voladura de la paz 6. El debate sobre la reforma de la Autoridad Palestina 7. Las conversaciones de El Cairo8. Abu Mazen: heredero de Arafat9. El viraje posibilista de Hams10. La crisis humanitaria se agrava11. El gobierno de coalicin palestino

    CAPTULO IV. EL GRAN JUEGO NORTEAMERICANO1. Los Estados Unidos y el proceso de paz 2. Israel y los Estados Unidos, una relacin simbitica

    CAPTULO V. CONCLUSIONES: QU TIPO DE PAZ PARA ISRAEL Y PALESTINA?

    MAPAS

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  • 9INTRODUCCIN

    Hace dos aos, cuando escribamos este libro con la intencin deproponer algunas claves para la comprensin del conflicto palesti-no-israel, decidimos titularlo Por qu ha fracasado la paz? Elmismo ttulo ofreca ya una perspectiva pesimista respecto al pro-ceso de paz, pero en las conclusiones todava veamos una pequealuz en la oscuridad, un poco de esperanza. En 2007, esta luz estms apagada que nunca y la evolucin del conflicto y del proceso depaz que presentbamos en el libro ha seguido el peor derrotero quecabra esperar. Sin embargo, no nos ha sorprendido. El anlisis quehacemos sobre el conflicto slo nos permite atisbar el final deltnel en el caso de que en Israel cambien las relaciones de poder oque la sociedad israel se decida a exigir la paz a sus gobernantes y asus elites. Y esto parece lejano.

    En Israel, desde la fundacin del Estado, la colonizacin, laocupacin y la guerra se han convertido en unos de los principalesrecursos para la acumulacin de poder en manos de las elites domi-nantes. Durante generaciones se han sacrificado muchas vidas, depalestinos y tambin de israeles, en aras de la conquista de mspoder y capital para estas elites. En la actualidad todo parece con-ducir a que debern pasar algunas generaciones ms para desarmara estas elites y colocar en su lugar a unos gobernantes y a una socie-dad que exijan la paz, y que ganen con la paz.

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    IGNACIO LVAREZ-OSSORIO Y FERRAN IZQUIERDO

    Los aos del proceso de paz han servido para crear una realidadcolonial sobre Cisjordania y Jerusaln Este que difcilmente ungobierno israel podr modificar si no es bajo intensas presiones dela comunidad internacional o de la sociedad israel. Ni los EstadosUnidos ni la Unin Europea parecen dispuestos a ejercer esta pre-sin. Al contrario, por primera vez en la Historia, la comunidadinternacional castiga y sanciona a la poblacin que sufre la ocupacinmilitar, a la vez la parte dbil de la ecuacin, en lugar de hacerlo a laparte fuerte, la potencia ocupante. Y la sociedad israel padece unacrisis grave en su sistema democrtico y en sus principios morales,denunciada por algunos sectores minoritarios, que le impide situar-se en el lugar de la vctima palestina y exigir a sus gobernantes el finde la ocupacin. Tal y como explica la periodista israel Amira Hass:

    La conciencia poltica israel se ha negado, y continanegndose, a comprender la suma total de los detalles, carac-tersticas, actos y consecuencias del dominio ininterrumpidode Israel sobre otro pueblo [...]. Hoy las informaciones sobre elsufrimiento palestino se contemplan como una traicinnacional. Los israeles sacan la conclusin de que los atenta-dos suicidas con bombas se deben a una tendencia asesinainherente a los palestinos, a su religin y a su mentalidad. Enotras palabras, la gente acude a explicaciones biolgicas yreligiosas, no sociohistricas. Se trata de un grave error [...].Los palestinos apoyan los atentados, incluso los ms despia-dados, porque estn convencidos de que los verdaderos objeti-vos del rgimen israel son ellos, su existencia y su futurocomo nacin.1

    La sociedad israel, aleccionada por sus dirigentes y por losmedios de comunicacin, da una respuesta racista y violenta a laresistencia otra vez armada desde el fracaso del proceso de pazde los palestinos. No relaciona el conflicto con los testimoniossobre la ocupacin, no es capaz de ver que la misma ocupacin esla causa del conflicto porque no puede aceptar que el otro, elpalestino, sea vctima. En la actualidad, los israeles son incapacesde relacionar el terrorismo con los relatos que les llegan concuentagotas y tratados como una traicin, como las crnicas de

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    POR QU HA FRACASADO LA PAZ?

    Amira Hass en Haaretz o los libros de Ilan Pappe sobre lo que ocu-rre en los Territorios Ocupados. Y no es por maldad, ni por igno-rancia, es porque los sectores israeles que han hecho de la guerra yla ocupacin un arma para ganar poder les han educado, ideologi-zado y socializado en esta incapacidad.

    Tambin en el llamado Occidente se est intentando que laopinin pblica acepte como normal el castigo contra el dbil yadopte una visin racista de los conflictos. Hoy, todava perdura elantisemitismo contra la poblacin juda en algunos pases europe-os; pero el peor racismo antisemita lo estn sufriendo los rabes ymusulmanes, que ven cmo se les asocia con el terrorismo por serrabes o musulmanes. Es necesario abrir los ojos a las explicacio-nes que vayan a las causas del problema y huyan de las ideologas opercepciones racistas. Tambin en el conflicto entre israeles ypalestinos debemos hacer este esfuerzo.

    Ahora, tras un siglo de enfrentamiento y quince aos de pro-ceso de paz, se impone un anlisis del conflicto en Israel y Palestinadesde una ptica distinta a la usual. Hasta el momento, las perspec-tivas tradicionales que presentan tanto el conflicto como las nego-ciaciones como una lucha de suma cero con dos partes enfrentadasIsrael y los palestinos han fracasado. No slo no han ofrecidosalidas vlidas al conflicto, sino que tampoco permiten compren-der el desarrollo del mismo.

    En nuestra opinin son los ms poderosos los que tienen lallave de la paz en Palestina. El conflicto y la paz estn directamenteligados a los intereses y al poder de los actores israeles que, comoparte fuerte, disponen de capacidad para imponer sus plantea-mientos a la parte dbil: los palestinos. Por esta razn, el conflictoevoluciona en funcin de los equilibrios de poder en Israel. Laextrema debilidad de los palestinos les convierte en convidados depiedra en un proceso de paz hecho a medida de Israel. Por estarazn, los palestinos se han visto obligados a modificar sus objeti-vos abandonando la lucha armada seguida en los aos sesenta yochenta y aceptando la va diplomtica en la dcada de los noventa.Pese a ello, el cambio de estrategia no les ha situado en el epicentrodel proceso de paz, sino que les ha relegado a una posicin marginal,habida cuenta de la escasa influencia que pueden ejercer sobre l.

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    De la meta inicial que era la permanencia en su tierra y laindependencia poltica en un Estado no confesional y no tnico, sehan visto obligados a aceptar el futuro en un Estado tnico palesti-no en el 20 por ciento del territorio en el cual vivan: es decir, enJerusaln Este, Cisjordania y la Franja de Gaza, territorios ocupa-dos por Israel desde 1967. La gravedad de estas renuncias se expre-sa en los millones de refugiados (ms de la mitad de la poblacinpalestina) que tienen escasas posibilidades de ejercer el derecho alretorno a sus casas y tierras. Es ms, antes incluso de la firma delacuerdo de paz, se exige que estos refugiados reconozcan explcita-mente el derecho de conquista de los israeles que les expulsaron.

    Los palestinos, desde la impotencia, no pueden negociar, puesno tienen ninguna baza en la mano con la que contrarrestar el poderde los israeles. Lo nico que les queda y que utilizan es la capacidadde rechazo a unas imposiciones que vienen desde Israel o losEstados Unidos. Aunque este recurso se abandon durante todo elProceso de Oslo, se retom en la Cumbre de Camp David para hacerfrente a las presiones ejercidas para que aceptasen el final del con-flicto a cambio de consagrar el esquema autonmico planteado enOslo. Debe recordarse que, desde su arranque en la Conferencia deMadrid de 1991, el proceso de paz trat de imponer un nuevo marcoque no estuviera basado en la legalidad internacional ni en las reso-luciones de la Organizacin de las Naciones Unidas (ONU), sino enel desigual reparto de fuerzas y en la poltica de hechos consumadospracticada por Israel desde 1967. El ambiguo principio de territo-rio a cambio de paz reemplaz a las resoluciones 242 y 338 delConsejo de Seguridad. Tambin la Hoja de Ruta, que se presentacomo la nica salida del impasse actual, tiene como principales obje-tivos la reforma de la Autoridad Palestina (AP) y el fin del terroris-mo, dejando en un segundo plano los llamamientos al final de laocupacin israel y a la creacin del Estado palestino.

    Es de prever que, tras la formacin de un nuevo gobiernopalestino de Unidad Nacional, entre Al Fatah y Hams el 17 demarzo de 2007, el proceso de paz contine en dique seco ante elempeo israel de proseguir su poltica de hechos consumados des-tinada a hacer inviable la creacin de un Estado palestino soberano.La reanudacin del proceso de paz no depende de la voluntad de los

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    POR QU HA FRACASADO LA PAZ?

    nuevos dirigentes palestinos, sino del gobierno israel, que, comoparte fuerte de la ecuacin, deber elegir entre dos opciones. Biendeber decantarse por retomar el Proceso de Oslo y las negociacio-nes intercambiando el territorio ocupado por la paz, o bien deberinsistir en su proyecto de recluir a los palestinos en cada vez unaporcin menor del territorio para hacer realidad el proyecto sio-nista de un Estado judo sobre todo el Gran Israel. Como escribieraAmos Oz:

    La fisura de la sociedad israel no guarda relacin conlos altibajos de Arafat y sus sucesores. Est vinculada a lacuestin de quines somos, cul es el objetivo y el significadodel Estado de Israel, adnde queremos ir, qu es posible y ques imposible, qu puede que hagamos y qu no y, por encimade todo, qu queremos ser [...]. Continuar aferrndonos alGran Israel hasta que el pueblo judo se convierta en unaminora entre el ro Jordn y el mar Mediterrneo?Convertirnos en un Estado de apartheid?2

    El anlisis de la situacin en Israel y Palestina nunca ha sidosencillo y, a medida que transcurre el tiempo, parece ganar encomplejidad. La falta de respuestas conduce a los analistas a expli-caciones fciles como referirse a los odios tnicos, a las diferenciasreligiosas o al enquistamiento del conflicto en la Historia, como siestas descripciones justificaran por s solas la interminable cadenade muertes, destruccin y violencia a la que no terminamos deacostumbrarnos. Sin embargo, es evidente que ningn actor polti-co asesina o castiga a la poblacin, ocupa y reprime un territorio ose rebela sin causas y objetivos concretos.

    Desde nuestro punto de vista, la principal dificultad para com-prender lo que ocurre en la regin viene dada porque se intenta estu-diar como un solo conflicto, cuando en realidad nos enfrentamos ados conflictos distintos, uno dominante y el otro supeditado a la evo-lucin del primero. El conflicto dominante es el que se produce en elseno de la sociedad israel por la acumulacin de poder. El segundo esel conflicto de los palestinos con los israeles por la recuperacin departe de sus tierras y por la conquista de la libertad. En definitiva, porel fin de la ocupacin.

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    El anlisis de las relaciones de poder en cualquier sociedad nospermite distinguir entre dos tipos de relaciones distintas. Por unaparte, encontramos las relaciones que se establecen entre las elitesque estn implicadas en una competicin continua, ya sea econmi-ca, poltica o de cualquier otro tipo. En este caso, el objetivo priorita-rio de los actores ser siempre la acumulacin de ms poder que losdems, porque su posicin en esta competicin sin fin dependersiempre de la capacidad que tengan para acumular ms poder que susrivales. Nos referiremos a este tipo de relacin de poder como unarelacin circular, pues no tiene fin y es bsicamente conservadora yaque la funcin de los actores es acumular el mximo control sobre elmximo de recursos de poder, como el Estado, el capital, la ideologa,los medios de produccin, la informacin, la coaccin, etc.

    De otra parte, encontramos relaciones de poder que se esta-blecen cuando algunos actores buscan objetivos concretos y que,cuando los han conseguido, se retiran de la competicin con lo quetermina la relacin. ste es el tipo de relacin que establece lamayora de la poblacin en muchas ocasiones de su vida, con obje-tivos que pueden ser bien a corto plazo, como la huelga por unamejora salarial o las protestas para salir de una guerra, o bien alargo plazo, como pueden ser la exigencia de libertades, derechos,democratizacin, calidad de vida, mayor participacin en las deci-siones, etc. Este tipo de relaciones de poder, lineales, con un prin-cipio y un fin marcado por objetivos concretos, son las que puedenconducir a las transformaciones de la sociedad. Y cuando es lapoblacin la que establece este tipo de relaciones de poder nosencontramos ante los pocos momentos realmente democrticos enque las personas se convierten en ciudadanos activos, en sujetos, yno objetos en manos de las elites y su competicin por el poder.

    La situacin en Israel y Palestina nos obliga a analizar los acto-res implicados y las relaciones de poder que se establecen entreellos. Una vez hecho esto, deberemos estudiar cul es el conflictodominante y la relacin de poder que marca su dinmica, y tambincules son los actores que acumulan ms poder y, por tanto, tienenms influencia sobre la situacin.

    Es fcil apreciar que en Israel los principales recursos en tr-minos de poder/capital no se deben buscar en los Territorios

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    POR QU HA FRACASADO LA PAZ?

    Ocupados palestinos, sino en el propio Israel y en el sistema inter-nacional globalizado. Por esta razn, la principal competicin seproduce entre actores israeles en el seno de la sociedad israel paracontrolar los recursos interiores y exteriores que les permitan acu-mular poder. Para los israeles, el conflicto con los palestinos sloes un escenario ms en el que se desarrolla esta competicin circu-lar puramente israel. El conflicto de los israeles con los palestinosya termin hace mucho tiempo. Desde la creacin del Estado deIsrael, las elites dejaron de necesitar lo que podan ofrecer lospalestinos o la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusaln Este comorecursos en trminos de poder. Los recursos de poder/capital no seencuentran en la miseria de la Franja de Gaza, ni en la pobreza de Cisjordania o de los barrios rabes de Jerusaln. Los recursos depoder/capital se encuentran en el mismo Israel y en los pases desarro-llados, sobre todo en el amigo norteamericano.

    Para las elites israeles los territorios palestinos no tienenapenas valor. No obstante, lo que s tiene un gran valor es el con-flicto mismo que es utilizado por unas y otras elites en su competi-cin por el poder.

    Pero sta es una dinmica israel, dominada por actores israe-les, en la que la ocupacin y la colonizacin de los territorios ra-bes no son ms que un instrumento que se utiliza segn el poder ylos intereses de los actores israeles implicados en la competicin.Los palestinos son objetos, no sujetos en este conflicto. Y el puebloisrael tambin.

    La poblacin, cuando se convierte en recurso en una relacinde poder de esta categora, siempre es vctima. Por esta razn, esimportante que nos acostumbremos a hablar de las vctimas de laocupacin teniendo claro que lo son tanto todos los palestinoscomo la mayora de la poblacin israel. Los muertos palestinos,desde los dirigentes de los grupos polticos hasta los civiles quemueren asesinados por una bala perdida, son todos vctimas de laocupacin y de la competicin por el poder entre las elites israel-es. Pero tambin lo son los israeles, tanto los soldados de un checkpoint en Cisjordania como quienes son asesinados por una bombadentro de un autobs. Unos y otros son instrumentos en manosde aquellos que buscan acumular poder y tienen capacidad para

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    controlar la decisin de mantener la ocupacin. Slo as se puedencomprender decisiones como el asesinato de los dirigentes deHams, Ahmad Yasin y Abd al-Aziz al-Rantisi, a sabiendas de queslo provocaran ms terrorismo, ms resistencia y ms dificulta-des para avanzar hacia la paz. La nica lgica que hay detrs de estasdecisiones es que los actores que las toman salgan reforzados condichas consecuencias, que ganen con el conflicto. Y lo que ganan escapacidad para acumular poder e imponer sus decisiones.

    En el caso palestino, el conflicto dominante todava es por elfin de la ocupacin, un objetivo concreto por el cual establecen unarelacin lineal con los israeles que finalizar con el fin de la pre-sencia militar israel y de la colonizacin juda de los territoriospalestinos. Evidentemente tambin existe una competicin por laacumulacin de poder entre los actores palestinos, pero sta estsupeditada al conflicto con los israeles y tiene muy poca influenciasobre la situacin en Palestina. Esta competicin circular por elpoder en el seno de la sociedad palestina ganar fuerza una vezfinalice el conflicto, por la sencilla razn de que los recursos depoder conseguidos con la creacin del Estado palestino incentiva-rn la disputa y porque la mayora de la poblacin se retirar a suscasas al haber conseguido su objetivo: la libertad, el fin de la colo-nizacin y la retirada del ejrcito israel.

    El anlisis de la situacin en Israel/Palestina quedara incom-pleto si no nos detuviramos tambin en el papel desempeado porlos Estados Unidos desde el arranque del proceso de paz y, en par-ticular, en el curso de los ltimos aos. Desde su conquista delpoder en 2000, el presidente George W. Bush ha estrechado sualianza con Israel y ha dado luz verde a las soluciones unilateralesque inici Sharon y continan sus herederos ideolgicos paraponer fin al conflicto con los palestinos. En la delimitacin de lapoltica de la Administracin Bush tiene especial peso el ala msconservadora de las filas republicanas que mantiene estrechos vn-culos con el complejo militar-industrial y el sector de la energa,defensores del mantenimiento del conflicto como medio paramaximizar poder. Los neoconservadores, el ala dura de dichaadministracin, se han distinguido como halcones en la polticaexterior americana y, en particular, en Oriente Medio. Esto se ha

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    traducido, en el caso que nos ocupa, en un alineamiento sin fisurascon las polticas del Likud y, con posterioridad, de Kadima, ancla-das en la doctrina del muro de hierro que intenta recluir a lospalestinos en una porcin cada vez menor de territorio para afian-zar las fronteras del Gran Israel.

    NOTAS

    1. Amira Hass, Crnicas de Ramala, Barcelona, Crculo de Lectores, 2005: 193.2. Oz, A.: Fatiga y bancarrota, El Pas, 5 de noviembre de 2004.

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    CAPTULO I

    ISRAEL Y PALESTINA ANTE EL SIGLO XXI: GUERRA O PAZ?

    Quien contempla la historia del siglo XX comprueba que en los lti-mos cien aos el pueblo palestino ha atravesado una larga travesamarcada por la desposesin, el xodo, el apartheid y la sistemticanegacin de sus derechos. Queda por saber, ahora, si el siglo XXI serdistinto, si podremos asistir a una solucin justa y duradera del con-flicto israelo-palestino o si, por el contrario, lo que presenciaremosser su recrudecimiento. Si nuestra prediccin tuviera que basarseen lo visto durante el primer lustro del nuevo siglo, no habra mucholugar para el optimismo, puesto que en los ltimos aos israeles ypalestinos se han enzarzado en un encarnizado enfrentamiento en loque parece ser una huida hacia ninguna parte. La posibilidad delograr un acuerdo de paz con unos mnimos elementales que satisfa-gan las aspiraciones de ambos pueblos, opcin que pareci acariciar-se en la dcada de los noventa durante algunas fases del Proceso deOslo, se ha desvanecido hoy casi completamente.

    Desde el fracaso de la Cumbre de Camp David en julio de2000, en la que se intent alcanzar una solucin definitiva de lacuestin palestina, la regin ha experimentado un alarmante retro-ceso como evidencian el estallido de la Intifada del Aqsa, el incre-mento de los atentados suicidas contra Israel y el agravamiento dela poltica del puo de hierro contra los territorios palestinos,medidas todas ellas que, lejos de resolver los problemas de la zona,

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    han contribuido ms bien a agravarlos. Para cualquier observadormedianamente avezado es evidente que la solucin de este largoconflicto parece hoy ms lejana que hace una dcada, cuandocomenz el Proceso de Oslo. Es ms: prcticamente nos encon-tramos al borde del abismo puesto que estamos ms cerca quenunca de llegar a un punto de no retorno en el que sea imposiblevolver a sentar a las partes enfrentadas en la misma mesa denegociaciones.

    El mensaje es claro: las polticas de hechos consumados pues-tas en prctica por los distintos gobiernos israeles dejan cada vezmenos margen de maniobra para alcanzar una solucin negociada.Lo que es lo mismo: qu tipo de compromiso puede alcanzarseante la judaizacin del Jerusaln Este rabe, la colonizacin inten-siva de Cisjordania, la cantonizacin de los territorios palestinos yla construccin del muro de separacin o del apartheid? O de otramanera: qu pueden negociar los palestinos si carecen de respal-dos internacionales significativos y si su manifiesta debilidad lesimpide responder de manera efectiva a las polticas israeles?

    A esta circunstancia hemos de sumar el surgimiento de otrosconflictos en Oriente Medio potencialmente ms devastadores queel que enfrenta a israeles y palestinos. La invasin anglo-america-na de Irak y la consiguiente deposicin del rgimen de SadamHusein han incrementado la inestabilidad en una regin de granimportancia geoestratgica en la que se concentran buena parte delas reservas energticas mundiales, hecho que probablemente noes ajeno al incremento de la presencia militar de los EstadosUnidos en la zona tras el final de la guerra fra. Junto a su propsi-to de destruir las supuestas armas de destruccin masiva que pose-a Bagdad, la Administracin Bush expres la necesidad deconvertir a Irak en un Estado democrtico que sirviera de referen-te para el resto de la regin. Desde entonces la situacin se ha dete-riorado de tal manera que no debera descartarse el estallido de unaguerra civil y el consiguiente fraccionamiento del pas sobre basestnico-confesionales. A las ms de 600.000 vctimas desde 2003 sehan de sumar los 2 millones de refugiados iraques que han huido delpas y se han establecido en Siria y Jordania, y otro milln de despla-zados internos. Aunque el futuro del pas es todava inicerto, parece

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    evidente que Irak ha desplazado a Palestina como principal foco deinestabilidad regional y como centro de atencin de los esfuerzosde una comunidad internacional cada vez ms alarmada ante lasconsecuencias que pudiera tener una eventual conquista del poderpor parte de los islamistas.

    Cada da parece ms evidente que Bagdad y Jerusaln son,como apuntase en los prolegmenos de la guerra el israelShlomo Ben-Ami, vasos comunicantes. El futuro de Palestinadepender en gran medida de lo que ocurra en los prximos aosen Irak. Pese a ello, debe tenerse en cuenta que supeditar unasolucin de Palestina a la estabilizacin de Irak podra tener con-secuencias nefastas. Como advirti el anterior ex ministro deAsuntos Exteriores israel:

    Vincular una paz entre israeles y palestinos a un cam-bio de rgimen en Irak, y no digamos a una solucin para losproblemas ms bsicos del mundo rabe, pone a prueba elsentido comn [...]. No se debe permitir que la paz rabe-israel tenga que esperar hasta que se declare la victoria,porque puede que no haya ninguna victoria.1

    La desastrosa gestin de la posguerra iraqu parece haberledado la razn a Ben-Ami. La inestabilidad iraqu incide negati-vamente en la cuestin palestina, al desviar la atencin de lacomunidad internacional y enzarzar a estadounidenses y euro-peos en una polmica interminable sobre el futuro del pas, loque ha sido aprovechado por los gobiernos israeles para aplicarsu propia medicina para acabar con el problema palestino. Abdal-Aziz al-Rantisi, quien fue lder de Hams, seal poco antesde ser asesinado en un artculo publicado por el diario Al-Qudsal-Arabi:

    Los sionistas podran pensar que la situacin es idneapara imponer sus sueos al pueblo palestino interpretandoque la ocupacin de Irak y la debilidad de la nacin rabetambin han colocado al pueblo palestino en una situacintan delicada que pueden quebrar su voluntad de resistencia yobligar a los negociadores palestinos a aceptar nuevas, peli-grosas y dolorosas concesiones.2

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    Cules son los planes de Israel? Mientras que hay quienesconsideran que actan por instinto sin tener una estrategia clara-mente delimitada, otros interpretan que los dirigentes israelespretenden aprovechar la oportunidad histrica que se les presentapara culminar la tarea que en 1948, el ao de la primera guerrarabe-israel y de la creacin de Israel, qued incompleta.

    Desde los brutales atentados del 11 de septiembre contra losEstados Unidos, Israel ha dispuesto de un amplio margen de manio-bra en la delimitacin y aplicacin de su poltica hacia los TerritoriosOcupados y Sharon primero y Olmert despus han aprovechado estaoportunidad, servida en bandeja por la comunidad internacional,para aplicar un programa que tiene dos partes plenamente diferen-ciadas, segn se persigan objetivos a corto o largo plazo. A corto plazo,el primer propsito es deshacer el camino andado tras la Conferenciade Madrid de 1991 y retrotraer los territorios palestinos a la situacinprevia al proceso de paz, cuando la Organizacin para la Liberacinde Palestina (OLP) era el enemigo nmero uno de Israel y el merodilogo con los palestinos se castigaba con penas de crcel.

    Esto es particularmente evidente en la desmesurada represinisrael de la Intifada palestina que conllev, adems de un elevadonmero de vctimas, la destruccin de la Autoridad Palestina, elcierre a cal y canto de los territorios autnomos durante prolonga-dos periodos de tiempo y el empleo de armamento pesado por partede las fuerzas armadas israeles para frenar las acciones de los feda-yin palestinos. Este modus operandi, unido a los denominados ase-sinatos selectivos que han acabado con la vida de decenas dedirigentes polticos y militares palestinos, muestra la progresivalibanizacin de los Territorios Ocupados, como si las tcticasmilitares puestas en prctica para enfrentarse a las guerrillas liba-nesas de Hizbulah pudieran tambin utilizarse para tratar con laAP, hasta entonces contraparte y socia en el proceso de paz.

    Ante las prcticas israeles, los palestinos han mostrado unapreocupante e inexplicable falta de iniciativa, todo ello pese a que elpropio Sharon haba dejado claro en todo momento que desmante-lara la AP e interrumpira la autonoma palestina en el caso de queaccediese al poder. La Intifada del Aqsa fue descrita como un esta-llido de ira popular ante el deterioro de las condiciones de vida

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    registrado durante el proceso de paz y la ausencia de avances en elterreno de las negociaciones, pero se transform pronto en algomuy distinto a la Intifada de 1987. Si en 1987 la comunidad inter-nacional comprendi que la resolucin de la cuestin palestinadeba ocupar un lugar prioritario en su agenda, en 2000 los pales-tinos no consiguieron atraer respaldos internacionales significati-vos para su causa ni tampoco alcanzar una posicin de fuerza en lasnegociaciones con el gobierno laborista de Ehud Barak.

    Lo que es mucho ms preocupante, los palestinos dieron laimpresin, acertada o equivocada, de revisar algunos de sus com-promisos previos como el rechazo al empleo de la violencia (adqui-rido en los Acuerdos de Oslo de 1993) e, incluso, su respaldo a uncompromiso territorial con Israel (formulado en Argel en 1988).En palabras de Randa S. Zaharna, profesora de la UniversidadAmericana de Washington:

    La Intifada que comenz en septiembre de 2000 ha teni-do el resultado opuesto [a la de 1987]. En menos de dos aos,la Intifada palestina se ha convertido en sinnimo de violen-cia palestina y, despus del 11 de septiembre, en sinnimo deterrorismo palestino. La imagen palestina ha cado en pica-do arrastrando con ella gran parte del apoyo internacional.El proceso de paz se ha derrumbado, mucha de la infraestruc-tura palestina ha sido destruida y sus autoridades han sidodesprestigiadas. Actualmente, el pueblo palestino se tamba-lea simultneamente en la cuerda floja de una crisis huma-nitaria y una guerra civil.3

    Si bien es cierto que dentro de las sociedades israel y palesti-na hubo quienes, a pesar de jugar contrarreloj, intentaron mante-ner viva la llama de las negociaciones mediante la proposicin dediversas iniciativas pacificadoras como la de Ginebra, tambin lo esque en los ltimos aos los radicales de ambos bandos consiguie-ron imponer sus enfoques maximalistas destruyendo cualquierposibilidad de reconciliacin.

    En este sentido, la construccin de un muro que separa Israelde los territorios palestinos muestra, mejor que ningn otro hecho,el triunfo de la poltica unilateral israel que considera a los pales-

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    tinos convidados de piedra en la delimitacin de su propio futuro yevidencia el fracaso de un proceso de paz desequilibrado y nebulo-so que, desde su arranque, rehus imponer una solucin basada enla justicia o la legalidad.

    Si nos detenemos en los objetivos de Sharon tras su acceso alpoder en 2001, debemos hacer referencia a su intencin de derro-tar de manera definitiva al movimiento nacionalista palestino, algoque ya intent sin mucho xito en 1982 durante el asedio de Beirut.En una entrevista aparecida en el diario israel Haaretz el 13 de abrilde 2001, Ariel Sharon resumi de manera escueta su lectura de losacontecimientos:

    La guerra de Independencia no ha terminado todava.No: 1948 fue tan slo uno de sus captulos. Si me preguntasobre si el Estado de Israel es capaz de defenderse por s mismohoy en da, entonces le responder que s, claramente... Perotenemos seguridad? No. Por lo tanto es imposible pensar quehayamos concluido nuestra tarea y que nos podamos dormiren los laureles.

    Segn dicha lectura, la Intifada del Aqsa, considerada unasegunda parte de la guerra de 1948, ofrecera a Israel la oportuni-dad de derrotar nuevamente a los palestinos y ampliar las fronteras,tal y como ocurriera durante su guerra de Independencia.

    1. EL MURO DE HIERRO DE JABOTINSKY

    En 1923 el pensador sionista Zeev Jabotinsky, padre ideolgico delLikud, escribi un interesante artculo titulado El muro de hierro.Nosotros y los rabes, en el cual adverta que los rabes slo acep-taran un acuerdo con los israeles en el caso de que les fueseimpuesto por la fuerza. Jabotinsky encabezaba la corriente revisio-nista que interpretaba que los britnicos haban traicionado almovimiento sionista para el que lord Balfour prometiera en 1917 lacreacin de un hogar nacional judo sobre Palestina. Para losrevisionistas, las fronteras del Mandato britnico implantado en1922 no satisfacan plenamente sus reivindicaciones al no abar-

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    car tambin la orilla oriental del ro Jordn, territorio en el cual seestableci el emirato de Transjordania, germen del actual reino deJordania. Ante tal situacin, la corriente revisionista exigi por lasarmas que las autoridades britnicas revisasen su poltica con elobjetivo de que el Mandato sobre Palestina no slo abarcase la tie-rra situada entre el mar Mediterrneo y el ro Jordn, sino tambinla que se extenda ms all de la ribera oriental del Jordn.

    Jabotinsky reconoci que el Estado judo slo podra cons-truirse sobre la derrota del pueblo rabe que habitaba Palestina. Larelacin de los sionistas con los palestinos se bas siempre en lafuerza y la imposicin del proyecto nacionalista judo en Palestina.No poda ser de otra manera. Jabotinsky y sus herederos expresa-ban abiertamente lo que la mayora sionista saba pero esconda: unacuerdo voluntario con los rabes era imposible, pues ningn pue-blo aceptara voluntariamente la colonizacin por parte de extran-jeros, por lo que la particin negociada y pacfica era una quimera.

    Ante la constatacin de que un acuerdo voluntario entre nos-otros y los rabes es inconcebible ahora o en un futuro inmediato,el pensador judo concluy que era necesario imponer un muro dehierro o, lo que es lo mismo, una serie de hechos consumados cre-ados por la fuerza de las armas, como nico medio para que lospalestinos aceptasen el hecho sionista:

    No podemos prometer nada a los rabes de la tierra deIsrael o de los pases rabes. Un acuerdo voluntario es inal-canzable [...]. La colonizacin sionista, incluso la ms limi-tada, o se tiene que detener o debe ser llevada a cabo en contrade la voluntad de la poblacin nativa. Esta colonizacin slopuede continuar y desarrollarse bajo la proteccin de unafuerza independiente de la poblacin local: un muro de hierroque la poblacin nativa no pueda romper ni cruzar. sta esnuestra poltica hacia los rabes. Formularlo de otro modoslo sera una hipocresa [...].

    Respecto a la situacin de los rabes, Jabotinski afirmaba: Estoy dispuesto a jurar que nunca intentaremos expul-

    sar u oprimir a los rabes. Nuestro programa es estricta-mente pacfico, aunque no est claro que podamos alcanzar

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    nuestros objetivos por medios pacficos. Esto no depende denuestra relacin con los rabes, sino ms bien de la relacinde los rabes con el sionismo.

    Todava hoy, a comienzos del siglo XXI, la relacin de los ra-bes con el sionismo sigue siendo extraordinariamente compleja apesar de que algunos pases como Egipto y Jordania firmaron, en1979 y 1994 respectivamente, sendos tratados de paz con Israel.

    La poltica del muro de hierro ha guiado la relacin de losisraeles con los palestinos hasta la actualidad. Entonces y ahora pode-mos rastrear el mismo discurso. La izquierda sionista no lo expresabaabiertamente pues tena muy claro que necesitaba el apoyo de laspotencias occidentales, las cuales no habran aceptado ni la brutalidadni la sinceridad de las palabras de Jabotinsky. Sin embargo, durante elMandato britnico y tras la guerra de 1948, las mismas potencias nodudaron en secundar la colonizacin primero y la limpieza tnica des-pus, siempre que estuvieran escondidas por las soflamas conciliado-ras de los sionistas laboristas. El muro de hierro era el mismo para laderecha y la izquierda; la primera lo plante en toda su crudeza, perofue la segunda la que lo llev a la prctica entre 1947 y 1949.

    Las dos familias del sionismo los revisionistas y los laboris-tas se diferenciaban ms en cuestiones de forma que de conteni-do, tal y como se tendra oportunidad de comprobar en el debatesobre la particin de Palestina. Si bien los revisionistas y los labo-ristas difirieron sobre la pertinencia de aceptar el Plan de Particinde la ONU en 1947, el Holocausto, que provoc el exterminio de seismillones de judos europeos, impuso la necesidad de un ciertopragmatismo. Como es bien sabido, dicho plan slo satisfaca enparte las reivindicaciones sionistas. El sector laborista liderado porDavid Ben Gurion logr imponerse, no sin ciertas dificultades, a losherederos de Jabotinsky, quienes rechazaban cualquier acuerdoque no incluyese al menos la totalidad de Palestina.

    En este punto es oportuno recordar que, tras una minuciosalabor de investigacin en los archivos israeles, el historiador IlanPapp concluy:

    Cuando se habla de compromisos que cuestionan laesencia del sionismo, la comunidad juda los acepta slo si

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    est absolutamente segura de que los palestinos van a recha-zarlos.4

    En su obra The Birth of Israel: Miths and Realities, Simha Flapanno duda al afirmar que si los sionistas apoyaron la particin de 1947fue porque saban que rabes y palestinos iban a rechazar la pro-puesta5. De hecho, Ben Gurion haba sealado unos aos antes:

    Estoy seguro de que nos estableceremos en otras partesdel pas, ya sea mediante acuerdos con nuestros vecinos ra-bes o empleando otros medios. La prioridad es erigir unEstado judo de inmediato, incluso si no es en todo el territo-rio. El resto vendr con el tiempo.6

    En el arranque del siglo XXI, Ariel Sharon desempolv la doc-trina del muro de hierro de Jabotinsky para intentar imponer porla fuerza un compromiso basado en su poltica de hechos consuma-dos. Aunque el muro de 700 kilmetros que Sharon orden construirno sea de hierro sino de hormign, cumpla el mismo propsitoque el concebido por Jabotinsky: conseguir el mayor territorio paraIsrael y encerrar a los palestinos en algo menos del 10 por ciento dePalestina.

    La derecha israel, como antao Jabotinsky, no tiene inconve-nientes a la hora de expresar sus intenciones. La principal diferen-cia est en que este discurso de corte extremista, anteriormentedisfrazado por los laboristas para evitar el escndalo, es aceptadohoy en da sin reparos por la comunidad internacional. Un ejemplode ello lo encontramos en las palabras de Sharon ante elParlamento israel el 4 de marzo de 2002: Si [los palestinos] nosienten que han sido vencidos no podremos regresar a la mesa denegociaciones7. Para Moshe Yaalon, anterior jefe de Estado Mayordel Ejrcito israel: Se debe hacer llegar a lo ms profundo de lasconciencias de los palestinos el hecho de que son un pueblo derro-tado8.

    Su objetivo, como en 1948, es la construccin del Estado deIsrael sobre todo el territorio de Palestina. Y, tambin como enton-ces, la derecha y la izquierda se apoyan y se complementan ya quelos objetivos de ambos no son incompatibles. Al contrario, pueden

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    ser complementarios pues el objetivo territorial laborista es demnimos para el Likud, pero cualquier paso para conseguirlorepresenta un avance para la anexin de toda la Tierra de Israel, elEretz Israel que se extiende entre el Mediterrneo y el Jordn. Con laaparicin de Kadima en 2005, ambos partidos parecen haberencontrado un lugar comn en torno a la necesidad de que el murode separacin se convierta en la nueva frontera permanente, que nodefinitiva, de Israel.

    En este punto, la principal novedad que ofrece el Proceso deOslo reside en el abandono parcial de la doctrina del muro de hie-rro por parte de significativos sectores de la izquierda sionistaisrael. Esta andadura la inici el gobierno de Rabin en 1993 con elAcuerdo de Oslo, pero fue abandonada tras su asesinato y no fueretomada hasta la negociacin en Taba en las primeras semanas de2001 y, sobre todo, la proposicin de la Iniciativa de Ginebra de2003. Estos sectores izquierdistas no defienden el binacionalismoni la superacin del sionismo, ni son palomas de la paz que nieganla violencia para conseguir sus objetivos polticos; ms bien todo locontrario, ya que entre los que siguen este argumento hay destaca-dos militares e idelogos sionistas. No obstante, en la actualidad,han llegado a la conclusin de que el muro de hierro ya no es tilpara la defensa de Israel como un Estado para el pueblo judo ygobernado por el pueblo judo. Como apunt el escritor israelAmos Oz en un artculo publicado en The Guardian el 17 de octubrede 2003, en el que explicaba en qu consista la Iniciativa deGinebra:

    sta no pretende inaugurar una luna de miel entre lasdos naciones [...]. Es ms bien un acuerdo de divorcio: undivorcio duro y complicado. Ellos vivirn en su casa y nos-otros en la nuestra. La Tierra de Israel no ser durante mstiempo una crcel o una cama doble. Ser a partir de ahorauna casa con dos familias.

    En su opinin, ante la presin demogrfica palestina, el futu-ro del nacionalismo judo sionista pasa por la separacin de lapoblacin juda y la poblacin palestina, y esto slo es posible conel fin del conflicto y la separacin fsica de los palestinos de los

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    Territorios Ocupados en junio de 1967. Hasta este punto, los fir-mantes de la Iniciativa de Ginebra estn de acuerdo con la posicinmayoritaria del laborismo. Sin embargo, los primeros creen que laevolucin del proceso de paz y las intifadas han demostrado que elfin del conflicto slo se alcanzar mediante un compromiso basadoen la resolucin 242 del Consejo de Seguridad de la ONU y la reti-rada de los Territorios Ocupados durante la guerra de los seis das,razn por la cual se impone la negociacin y no el diktat basado enla fuerza del muro de hierro.

    2. EL MURO DE SEPARACIN

    Aunque se trataba de un antiguo proyecto planteado inicialmentepor los laboristas, fue el Likud el que en el verano de 2002 dio,aprovechando una oleada de atentados suicidas, los primeros pasospara erigir una barrera de cerca de 700 kilmetros de longitud paraseparar Israel de los Territorios Ocupados palestinos, aunque entodo momento se cuid de no hacer pblico su trazado definitivopara evitar las crticas de la comunidad internacional.9 Con estadecisin, el ejecutivo israel dirigido por Ariel Sharon mostraba sunula confianza en la reanudacin del proceso de paz y pona demanifiesto su poca predisposicin a alcanzar una solucin negocia-da de la cuestin palestina.

    La lgica del muro para la izquierda y la derecha sionistas estligada a sus propuestas para el futuro de los Territorios Ocupados.Para unos y otros el muro tiene la funcin de separar a la poblacinpalestina de la poblacin israel. En el caso de los laboristas, paraque los palestinos, con el mnimo territorio posible, proclamen unEstado que no ser viable y que, en consecuencia, deber federarsecon Jordania. En el caso de la derecha, para encerrar a los palesti-nos en guetos donde se impongan unas condiciones de vida tandegradantes que obliguen a los palestinos a la emigracin y, de estamanera, se avance en el proyecto del Eretz Israel.

    Para unos y para otros, el muro de hierro se convierte enmuro de hormign para obligar a los palestinos a aceptar su impo-sicin. Incluso los firmantes israeles de la Iniciativa de Ginebra

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    apoyan la idea de la separacin, pero critican la demarcacin actualdel muro, que no sigue la Lnea Verde que marca la frontera inter-nacionalmente reconocida de Israel. El rechazo israel al muro selimita a sectores minoritarios que no creen que la paz se puedaconstruir sobre la segregacin y la reclusin de los palestinos, o alos mbitos todava menos influyentes que defienden la superacindel sionismo y la construccin de un Estado binacional.10

    El muro de los laboristas sigue la misma lgica que el diktat deCamp David en julio del ao 2000. Las lneas fronterizas del dise-o laborista son muy parecidas a la propuesta de Camp David, seapropian de las zonas ms ricas en agua de Cisjordania y de las reascolindantes con Jerusaln Este, donde se concentran los grandesbloques de asentamientos que albergan a la mayor parte de loscolonos llegados en el curso de las ltimas dcadas. Para los labo-ristas, el muro debe crear los hechos consumados que obliguen alos palestinos a aceptar la renuncia a enormes espacios que queda-rn limpios de poblacin palestina, y tambin debe separar las dospoblaciones para poder mantener la esencia juda del Estado deIsrael, devolviendo el mnimo territorio.

    El objetivo de la derecha va ms all. El gobierno israel, pri-mero con Ariel Sharon a la cabeza y, a partir de 2006, con su delfnEhud Olmert, quiere mantener la ocupacin de toda Palestina ycolonizar el mximo territorio posible dentro de la lgica del pasoa paso que gradualmente ha modificado la fisonoma palestina enlas ltimas dcadas. Para ello se debe quebrar totalmente la capaci-dad de resistencia palestina, y es el muro un arma brutal para con-seguirlo. El muro, al igual que las otras polticas represivas y decastigo como los asesinatos selectivos, las confiscaciones de tie-rras, los toques de queda, los check point, los derribos de casas, loscortes de agua y electricidad o el estrangulamiento econmico,busca debilitar a la poblacin palestina y colocarla en la ms abso-luta provisionalidad.

    El objetivo es doble: por una parte se trata de desarraigar a lapoblacin palestina para que cada vez sea ms fcil trasladarla oexpulsarla y, al mismo tiempo, crear las condiciones para arraigaral colono recin llegado, de forma que en el futuro est ms conso-lidado sobre la tierra el colono extranjero que el natural palestino;

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    por otra parte, el castigo busca aniquilar la capacidad de resistenciade la poblacin palestina, de forma que se la pueda mantener sine dieen una posicin de renuncia a sus derechos y acepte la autonomaadministrativa que se haba ofrecido ya en las negociaciones israe-lo-egipcias de Camp David a finales de la dcada de los setenta.

    Los laboristas y la derecha, ya sea el Likud o Kadima, coinci-den en considerar al muro como un instrumento ms en su luchacontra los palestinos. El muro sigue la misma lgica de la ocupaciny la colonizacin: crear regiones, servicios e infraestructuras lim-pias, prohibidas a los palestinos. Esta coincidencia en un mnimodenominador comn permite comprender la colaboracin de laizquierda y la derecha en un proyecto como el muro. Es la mismaconcordancia de intereses entre laboristas y revisionistas en ladcada de los cuarenta y que permiti la instauracin del Estado deIsrael. El camino del Partido Laborista y el Likud es el mismo, elque conduce a la expansin del Estado tnico para el pueblo judoen Palestina; la nica diferencia est en que la socialdemocraciaest dispuesta a detenerse un poco antes que la derecha si el costede la ocupacin de todo el territorio es demasiado alto. Resumiendola situacin, Ilan Papp, uno de los mximos exponentes de lanueva historia israel, considera:

    La valla sirve a la ambicin pasada y presente de Israelde destruir Palestina de una vez por todas [...]. Con la ayuda deesta valla (en realidad, un muro), Sharon decide qu partede Palestina quedar para las futuras generaciones: la mitad deCisjordania dividida en cantones aislados y un islote sobreel 75 por ciento de la Franja de Gaza. En estas reas se dejara los palestinos conducir sus propios asuntos municipales e,incluso, se les permitir dar a estos pedazos de territorio elnombre de Estado, si as lo desean.11

    2.1. VALLA DE SEGURIDAD O MURO DE SEPARACIN?

    El muro consiste en un rosario de lneas de separacin que impidenel paso de la poblacin palestina y asla poblaciones y ciudadesenteras del resto de Cisjordania.12 La mayor parte del muro estformada por una enorme barrera de hormign, con carreteras y

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    alambradas militares a cada lado y torres de viga para francotira-dores. En otros puntos, la barrera es ms baja pero ms impenetra-ble, combinando las alambradas militares con vallas de altaseguridad. La diferencia entre el muro y la valla es bsicamente unacuestin de tiempo y de presupuesto, ya que la funcin es la misma.A medida que pueda destinarse ms dinero a su construccin, lasvallas crecern y se convertirn en muros. Sin embargo, ya seamuro o valla, la funcin es la misma: facilitar el control de la pobla-cin y cerrar el acceso de los palestinos al territorio o, lo que es lomismo, dejar cada vez ms reas limpias de poblacin palestina.

    La versin oficial del gobierno israel es que la construccindel muro es un imperativo para garantizar la seguridad e impedirque los terroristas palestinos entren en Israel. Una vez ms nosenfrentamos al argumento de la seguridad, profusamente emplea-do por los gobiernos israeles para justificar la ocupacin de msterritorios palestinos. Sin embargo, las polticas militares y poli-ciales, incluido el muro, no son de seguridad sino de ocupacin,pues la seguridad slo puede llegar con el fin de la ocupacin terri-torial y del conflicto. Por tanto, el muro no es de seguridad, sino uninstrumento ms del proceso colonial sionista.

    Como advierte Patrick Seale, uno de los principales especia-listas en la cuestin medioriental:

    El principal objetivo de Sharon es construir el GranIsrael sobre las ruinas del movimiento nacionalista palesti-no. Su ltimo instrumento es el muro o valla, que est ence-rrando a los palestinos en una mnima porcin de suterritorio y cortndoles cualquier tipo de contacto con susvecinos rabes [...]. Una vez que el muro haya sido finaliza-do deber ser aceptado por la comunidad internacional, y porlos propios palestinos, como la frontera definitiva de Israel.13

    Para garantizar la seguridad israel, el muro sacrifica los mselementales derechos de los palestinos. En lugar de seguir la LneaVerde (la frontera oficiosa de Israel establecida en 1949 tras losArmisticios de Rodas), las autoridades israeles han impuesto untrazado que en la mayor parte de los casos se adentra en los territo-rios palestinos anexando de facto una parte nada desdeable del

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    terreno que queda entre dicha lnea y el muro, consideradozona militar cerrada. Este fenmeno es especialmente visibleen las zonas colindantes con la Lnea Verde, en el entorno delGran Jerusaln y en el valle del Jordn que marca la frontera conJordania.

    El muro de separacin, como lo denominan los palestinos, seinscribe dentro de la poltica de hechos consumados desarrolladapor los diferentes gobiernos israeles en el curso de la ltima dca-da. Su construccin pone de manifiesto que Israel se decanta cadavez ms hacia un sistema de apartheid. No slo los palestinos apre-cian cada vez ms similitudes entre el caso sudafricano y el israel.Desde diferentes sectores se viene lanzando voces de alarma que lla-man la atencin sobre las cada vez ms evidentes similitudes entre laocupacin israel y el apartheid sudafricano: fragmentacin delterritorio, construccin de bloques de carreteras de uso exclusivo eimposicin de permisos para cruzar de un cantn a otro.Precisamente el obispo y premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, ascomo diversos lderes en la lucha contra el apartheid, han subrayadoen distintas ocasiones los paralelismos entre uno y otro caso.14 Alser interrogado al respecto, el ministro sudafricano Ronnie Kasrilsrespondi: El gobierno del apartheid nunca lleg al grado de repre-sin que Israel est ejerciendo sobre los palestinos15.

    Este apartheid es especialmente visible en los tramos del muroya concluidos. El ejemplo ms brutal es la ciudad de Qalqiliya, com-pletamente rodeada por el muro y con una sola puerta de salidacontrolada por un check point, un control militar israel que abre ycierra el acceso a la ciudad de forma arbitraria. El resultado es quelos 40.000 habitantes de dicha ciudad, una de las ms importantesde Cisjordania, han sido encerrados en un inmenso campo de con-centracin. Tambin los casos de Beln y Ramala, en los que se haseguido la misma lgica, son especialmente alarmantes.

    Es pertinente destacar que el muro no slo separa a Israel delos territorios palestinos, sino tambin a las distintas zonas de losterritorios palestinos. Segn un informe de la organizacin israelde derechos humanos Btselem, publicado en marzo de 2003, elprimer tramo de 157 kilmetros perjudica directamente al menosa 210.000 palestinos que viven en 67 aldeas, pueblos y ciudades16.

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    Ms de 11.000 palestinos han quedado atrapados entre el muro y laLnea Verde y, por lo tanto, incomunicados.

    Al iniciarse la construccin del muro, varios organismosinternacionales advirtieron de las devastadoras consecuencias quetendra. El 8 de septiembre de 2003, la Comisin de DerechosHumanos de la ONU emiti un informe en el que se sealaba:

    El muro no sigue la Lnea Verde que demarca la fronte-ra de facto entre Israel y Palestina. Al contrario, incorporaimportantes zonas de Cisjordania a Israel. Los palestinos queviven entre el muro y la Lnea Verde quedarn aislados de susterrenos de cultivo, as como de sus lugares de trabajo, escue-las, centros de salud y otros servicios sociales.17

    Pero el acento mayor lo pona la mencionada Comisin deDerechos Humanos en el peligro efectivo de que surja una nuevageneracin de refugiados o desplazados internos, ya que las evi-dencias demuestran que Israel tiene la voluntad de crear hechossobre el terreno que conduzcan a una anexin de facto.

    2.2. EL FALLO DEL TRIBUNAL INTERNACIONAL DE JUSTICIA

    Ante el avance del muro, la ONU reclam al Tribunal Internacionalde Justicia (TIJ) que examinase el caso de manera urgente. El 9 dejulio de 2004 dicho tribunal se pronunci sobre las consecuenciaslegales de la construccin del muro de la siguiente manera: Elmuro que est siendo erigido por Israel, la potencia ocupante, enlos Territorios Ocupados palestinos, incluido Jerusaln Este y susalrededores, es contrario al Derecho internacional.

    El fallo de la mxima instancia judicial de la ONU interpreta-ba lo siguiente:

    Israel est obligado a poner fin a sus incumplimientosdel Derecho internacional; est obligado a interrumpir inme-diatamente los trabajos de construccin del muro que edificaen los Territorios Ocupados palestinos, incluido JerusalnEste y sus alrededores, y a desmantelar de manera inmedia-ta las estructuras all establecidas.

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    Al mismo tiempo, el TIJ record el derecho de autodetermi-nacin de los palestinos y reclam la reanudacin del proceso depaz con la puesta en prctica de la Hoja de Ruta. El Tribunal de LaHaya no dej pasar la ocasin y reclam a la comunidad internacio-nal una mayor implicacin en la resolucin del problema:

    Todos los Estados estn en la obligacin de no reconocerla situacin ilegal resultante de la construccin del muro y deno prestar ayuda o asistencia en el mantenimiento de la situa-cin creada por esta construccin; todos los Estados partes dela Cuarta Convencin de Ginebra relativa a la Proteccin de losCiviles en poca de Guerra del 12 de agosto de 1949 tienen, ade-ms, la obligacin de asegurar el cumplimiento por parte deIsrael del Derecho internacional humanitario.

    La intervencin de la comunidad internacional se justificarapor el reiterado incumplimiento israel de los derechos humanosms elementales del pueblo palestino, como el derecho a la libertadde movimiento (artculo 13 de la Declaracin Universal de DerechosHumanos de 1948), a la propiedad (artculo 17 de la misma), a la salud(artculo 56 de la Cuarta Convencin de Ginebra de 1949), a la edu-cacin (artculo 50 de la misma), al trabajo (artculo 6 del ConvenioInternacional sobre Derechos Econmicos, Sociales y Culturales de1966), a la alimentacin (artculo 11 de la misma) o a la libertad reli-giosa (artculo 58 de la Cuarta Convencin de Ginebra).18

    Al no ser vinculante, el cumplimiento del dictamen del TIJdepender de que la comunidad internacional presione de unamanera efectiva a Israel para que cumpla con sus obligaciones. Elprrafo 163, 3.E. de la Opinin Consultiva reclama que tanto laAsamblea General como el Consejo de Seguridad se esfuercen paraponer trmino a la situacin ilegal creada por la construccin delmuro. No obstante, la intervencin de la ONU no parece factiblemientras los Estados Unidos sigan utilizando su derecho al veto enel Consejo de Seguridad para frenar aquellas resoluciones contra-rias a los intereses de Israel.

    Tras el fallo del TIJ, un portavoz de la Casa Blanca describi comoinadecuada la decisin y manifest que su pas vetara una eventualresolucin del Consejo de Seguridad que reclamase el cumplimiento

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    de la opinin consultiva emitida desde La Haya. Sin embargo, el muroes mucho ms que un mero problema (como lo defini en su da elpresidente George W. Bush)19, ya que podra hacer inviable la recon-ciliacin israelo-palestina al vaciar de contenido cualquier futuraconversacin de paz al anexionar Israel, de manera unilateral, partedel territorio tericamente sujeto de negociacin.

    Por esta razn se hace especialmente necesaria la presin de laUnin Europea (UE), que, en el caso de que Israel persista en suactitud, debera contemplar la posibilidad de revisar el Tratado deAsociacin con Israel amparndose en la necesidad de que se cum-pla su clusula de Derechos Humanos. En este sentido se ha pro-nunciado el parlamentario laborista britnico Gerald Kaufman:

    El nico modo de salir del impasse actual es imponersanciones econmicas y un embargo de armas contra Israel.Esta misma poltica derrib el apartheid en Sudfrica, quetambin fue condenado por el TIJ en 1971 por su ocupacinilegal de lo que hoy en da es Namibia.20

    2.3. LA UNIN EUROPEA ANTE EL MURO

    El 12 de diciembre de 2005 la Unin Europea dejaba pasar otramagnfica oportunidad para asumir un mayor peso poltico en lazona. En una coyuntura poltica especialmente propicia para favo-recer una mayor implicacin de la UE en la resolucin pacfica delconflicto, tras la tregua palestina y la evacuacin de Gaza, Bruselasprefiri mantenerse en un discreto segundo plano y no pronun-ciarse sobre la poltica de hechos consumados puesta en prcticapor el gobierno israel.

    Ante el avance imparable del muro que Israel construye sobrelos territorios palestinos ocupados, la UE pidi a sus cnsules enJerusaln Este que elaborasen un informe sobre la situacin exis-tente sobre el terreno. El informe puso en evidencia que las autori-dades israeles estaban logrando completar el cerco de Jerusaln amarchas forzadas, contraviniendo as el Derecho internacional,que impide a la potencia ocupante modificar la composicin demo-grfica de los territorios que ocupa, y advirti que, de finalizarseel muro en torno a la ciudad, Israel podr finalmente completar el

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    aislamiento de Jerusaln Este; centro poltico, social, comercial einfraestructural de la vida palestina.

    Tras un minucioso estudio sobre los avances registrados en losltimos meses, los diplomticos europeos concluyeron que Israelest aumentando la actividad colonizadora en forma de una herra-dura a tres bandas encarada al este, en y alrededor de JerusalnOriental, unida por nuevas carreteras, de tal manera que se dejafuera gran parte de Jerusaln Este, con sus 230.000 residentespalestinos, del resto de Cisjordania (es decir, divide palestinos depalestinos, no palestinos de israeles).

    Al mismo tiempo resaltaba dos aspectos fundamentales: elmuro se erige lejos de la Lnea Verde, la frontera oficiosa deIsrael establecida tras los armisticios con los pases rabes en 1949,y no est motivado solamente por razones de seguridad, asevera-cin que rebata el principal argumento israel para justificar ellevantamiento del muro: prevenir los ataques terroristas. Su cons-truccin haba motivado, segn el informe, la demolicin de casaspalestinas, la separacin de los residentes palestinos deJerusaln de los residentes de Cisjordania, la construccin yexpansin de ilegales asentamientos, por entidades privadas y porel gobierno israel, en y alrededor de Jerusaln Oriental y, muyparticularmente, el de Maale Adumim (entre Jerusaln y Jeric),que amenaza completar el cerco a la ciudad por asentamientosjudos y dividir Cisjordania en dos reas geogrficas separadas.

    Este clarificador informe, que no fue refrendado por losministros de Asuntos Exteriores de la UE debido a las presionesisraeles, conclua que una vez que la barrera se complete, Israelcontrolar el acceso a, y desde, Jerusaln Este, separndola de suspalestinas ciudades satlites de Beln y Ramala, y del resto de laspertenecientes a Cisjordania. Esto tendr consecuencias econmi-cas, sociales y humanitarias graves para los palestinos. Por todoello recomendaba encarecidamente a la UE tomar cartas en el asun-to y adoptar una posicin crtica con Israel, ya que algunas polti-cas israeles interrelacionadas estn reduciendo la posibilidad dealcanzar un acuerdo sobre el estatus final de Jerusaln, y demues-tran una clara intencin israel de convertir la anexin de JerusalnEste en un hecho concreto.

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    3. LOS ERRORES DE LA DCADA DE OSLO

    El muro de separacin construido por Israel es tan slo el ltimoeslabn de una cadena de hechos consumados que han aplicado losgobiernos israeles desde el arranque del fallido proceso de paz enla Conferencia de Paz de Madrid en 1991, acelerada despus tras laconclusin de los Acuerdos de Oslo a partir de 1993, con la inten-cin de crear una situacin favorable para los intereses israelessobre los Territorios Ocupados palestinos.

    La historia del proceso de paz entre israeles y palestinos es lahistoria de un fracaso. Se podra polemizar sobre las razones dedicho fracaso o a la hora de repartir responsabilidades, pero nosobre la incapacidad del proceso de paz de resolver los graves pro-blemas que desde hace dcadas enfrentan a israeles y palestinos.Quince aos despus de la Conferencia de Paz de Madrid pareceevidente que el proceso de paz no slo no ha solucionado el conflic-to, sino que adems lo ha acentuado de manera notable.

    Como hemos visto hasta el momento, la poltica israel hacialos palestinos desde la creacin del Estado en 1948 y, especialmen-te, tras la ocupacin de Cisjordania, la Franja de Gaza y JerusalnEste en 1967, vino marcada por la complementariedad entre losrevisionistas y los laboristas que, si bien no coincidan siempre enlos ritmos y en las prioridades de cada etapa, consiguieron impul-sar el proyecto sionista sobre Palestina.

    Frente a lo comnmente aceptado, los palestinos no descarta-ron totalmente la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz conIsrael. Se suele dar por sentado que son los palestinos quienesdesde 1947, al rechazar la aplicacin del Plan de Particin de laONU, renunciaron a entablar negociaciones con los israeles y seaferraron a la lucha armada como nica posibilidad para recuperarla totalidad de Palestina y destruir a Israel. Si bien este plantea-miento es vlido durante las dcadas de los cincuenta y los setenta,tambin lo es que los cambios registrados en la guerra de los seisdas en junio de 1967 conducen a cada vez ms palestinos haciaposiciones ms pragmticas y hacia la aceptacin de Israel.

    Despus de un largo periodo de aletargamiento como resulta-do del shock que representa la creacin de Israel, los palestinos

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    retoman la iniciativa a partir de 1967. En los aos posteriores susdirigentes, tanto del interior como del exterior, proponen un ver-dadero aluvin de iniciativas de paz.21 En el planteamiento de estosplanes intervienen polticos de relevancia como puedan ser elnotable de Jerusaln Musa al-Alami o Muhammad Ali al-Yabari,alcalde de Hebrn, quienes ya en 1968 ofrecen a Ben Gurion elreconocimiento palestino de Israel a cambio de la retirada militarde Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusaln Este: es decir, terri-torios a cambio de paz. Este plan, rechazado por el gobierno labo-rista israel, contemplaba la aplicacin del Plan de Particin, eldespliegue de fuerzas internacionales y una autonoma limitadatutelada por la ONU durante un periodo de cinco aos. Ese mismoao, Aziz Shihade, abogado cristiano de Ramala, va incluso ms allal aceptar las conquistas militares israeles en el curso de la guerrade 1948, reconocer la existencia de Israel y reclamar un Estadopalestino con capital en Jerusaln Este slo en el 22 por ciento delterritorio palestino. Este plan de paz es planteado el 16 de abril aMoshe Dayan, el todopoderoso ministro de Defensa, tras un largoperiodo de consultas con los notables palestinos de los TerritoriosOcupados que secundan esta iniciativa, pero los laboristas tambinlo rechazaron.

    Veinte aos ms tarde, en el curso del XIX Congreso NacionalPalestino, la OLP aprob la Declaracin de Argel, que remarcaba lavoluntad palestina de alcanzar:

    ...una solucin poltica completa del conflicto rabe-israel y de su cuestin central, el problema palestino, en elmarco de la Carta de la ONU, los principios y leyes de la lega-lidad internacional y las bases del Derecho internacional ytodas las resoluciones de la ONU, incluyendo las resoluciones605, 607 y 608; y de las Cumbres rabes que reclaman el dere-cho del pueblo palestino al retorno, la autodeterminacin y elestablecimiento de un Estado nacional independiente sobresu territorio nacional para mantener la seguridad y la paz encada Estado de la regin.

    El proceso de paz que arranc en 1993 con los Acuerdos deOslo firmados en los jardines de la Casa Blanca poco o nada tena

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    que ver con el marco planteado por la OLP en Argel en 1988. Porello no es de extraar que todo el Proceso de Oslo, desde su arran-que hasta su colapso, estuviera marcado por constantes y frecuen-tes altibajos. El optimismo inicial dej paso al pesimismo cuandose mostraron las limitaciones de unos acuerdos que, en lugar deimpulsar la creacin de un Estado palestino sobre los TerritoriosOcupados, enraizaron an ms la colonizacin israel en vastasextensiones de Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusaln Este.

    A la hora de identificar los motivos que explican la ausencia deavances en las negociaciones israelo-palestinas es pertinente des-tacar dos aspectos que, por su trascendencia, acabaron por conta-minar todo el proceso de paz. De una parte, la evidente asimetraexistente entre las dos partes de la negociacin; de otra parte, laambigedad en la que se movan los acuerdos firmados por israel-es y palestinos, hecho que favoreca interpretaciones completa-mente opuestas de unos mismos acuerdos.

    La OLP, reconocida en 1974 por la comunidad internacionalcomo nica y legtima representante del pueblo palestino, no seencuentra en un plano de igualdad respecto a Israel. Probablementeeste desequilibrio no slo se explique en trminos de podero polti-co, econmico y militar, sino que tambin se deba a la estrecha alian-za entre Tel Aviv y Washington. El final de la guerra fra, eldesmoronamiento de la Unin Sovitica (URSS) y la derrota de Irak enla guerra del Golfo consagraron a los Estados Unidos como nicasuperpotencia mundial y le permitieron poner en prctica su pax ame-ricana en Oriente Medio.

    En 1991, cuando se inaugura la Conferencia de Paz de Madrid, ladebilitada OLP no poda aspirar a competir con Israel. La desigualdadde fuerzas era tan evidente que a los palestinos no les quedaba otraposibilidad que elegir entre dos alternativas: bien participar en unproceso de paz que implicara la aceptacin de un interminable rosa-rio de concesiones hacia la parte fuerte de la ecuacin, bien mante-nerse al margen de las negociaciones hasta que la escena internacionalexperimentase un cambio para as poder ganar terreno y tratar deintervenir en trminos de igualdad con Israel.

    Las dos opciones entraaban riesgos y peligros para la OLP ypara las aspiraciones nacionales palestinas, aunque por distintas

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    razones. Si se aceptaba la primera opcin se renunciaba al mismotiempo a una solucin basada en el programa minimalista aproba-do en la Conferencia de Argel en 1988 que contemplaba la creacinde un mini-Estado sobre el 22 por ciento de Palestina, Estado al quelos gobiernos israeles, independientemente de su signo, se habanopuesto desde 1948. En el caso de decantarse por la segundaopcin, la OLP cometera un suicidio poltico puesto que dejara lasmanos libres a Israel para que siguiese su poltica de hechos consu-mados destinada a modificar gradualmente la geografa palestinapor medio de la apropiacin de grandes extensiones de territoriopara construir nuevos asentamientos, todo ello con el propsito deinterrumpir la continuidad territorial palestina e impedir quealgn da surgiese un Estado entre Israel y Jordania.

    Al aceptar la primera de las opciones, la OLP se resign a quesu participacin en cada una de las fases del proceso de paz fueseacompaada de numerosas concesiones destinadas a satisfacer lasdemandas de la parte israel. El primer eslabn de esta cadena deconcesiones puede encontrarse ya en la Conferencia de Madrid de1991, cuando el gobierno de Isaac Shamir, al no reconocer unadelegacin palestina independiente integrada por miembros de laOLP, obliga a los palestinos de los Territorios Ocupados a incorpo-rarse dentro de la delegacin jordana.

    Es especialmente significativo que desde un principio seintenten instaurar unos nuevos trminos de referencia que reem-placen a las resoluciones internacionales aprobadas por la ONU. Elvago principio de territorios a cambio de paz sustituye gradual-mente a las resoluciones internacionales. La convocatoria de laConferencia de Madrid represent el primer paso en esta dinmi-ca al dejar de lado las resoluciones 181 (1947) y 194 (1948) de laAsamblea General de la ONU que reclamaban, por una parte, la cre-acin de un Estado palestino y, por otra, el retorno de los refugia-dos. El Acuerdo de Oslo acentu esta tendencia porque, si bienhablaba de un arreglo permanente basado en las resoluciones 242(1967) y 338 (1973) del Consejo de Seguridad (art. 1), lo cierto esque en ningn momento reclamaba la retirada de las fuerzasarmadas israeles de los territorios que ocuparon durante elreciente conflicto, como haca la resolucin 242.

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    En los das previos a la firma del Acuerdo de Oslo, tambinconocido como Declaracin de Principios, se registr un intercam-bio de cartas entre la OLP y el gobierno israel donde se mostrabade manera manifiesta la asimetra a la que nos hemos referido conanterioridad. Mientras en la carta fechada el da 9 de septiembre, laOLP reconoce el derecho del Estado de Israel a la existencia en pazy seguridad, acepta las resoluciones 242 y 338 del Consejo deSeguridad, se compromete a resolver el conflicto mediante lasnegociaciones, renuncia al empleo del terrorismo y declara caducostodos los artculos de la Carta palestina que rechazan el derecho deIsrael a la existencia, el gobierno israel nicamente se comprome-te, en una escueta nota fechada el 10 de septiembre, a reconocer ala OLP como la representante del pueblo palestino e iniciar lasnegociaciones con la OLP en el marco del proceso de paz de OrienteMedio. Este hecho ilustra mejor que ningn otro la debilidad de laOLP y la disposicin israel a rentabilizar esta situacin. Comorecuerdan Farsoun y Zacharia:

    La OLP no slo fracas en hacer progresar la causa dePalestina y de los palestinos, sino que tambin cometi elerror de hacer serias concesiones de principio (p. e., reconoci-miento del Estado de Israel sin un reconocimiento recprocoisrael del derecho del pueblo palestino a la autodetermina-cin y a un Estado independiente).22

    El 13 de septiembre de 1993 se firm el primer Acuerdo deOslo, al que seguiran en los aos siguientes un rosario de acuer-dos, memorandos, entendimientos y protocolos. Mediante dichoacuerdo, palestinos e israeles pretendan sentar las bases de la pazy resolver su largo conflicto. Muchos consideraron entonces que sedaba un paso histrico hacia la reconciliacin de los pueblos rabee israel que, mediante el acuerdo, ponan fin a la relacin de sumacero vigente desde 1948. La nueva coyuntura de negociacionesimplicaba la modificacin del orden de prioridades de los actoresregionales. Si hasta entonces el enfrentamiento blico y la maximi-zacin de poder haban marcado la relacin entre el Estado hebreoy sus vecinos rabes, ahora era imprescindible establecer un nuevomarco de paz para Oriente Medio.

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    La ambigedad de los acuerdos fue especialmente daina paralos intereses palestinos ya que se saba dnde arrancaba el procesode paz, pero no cul era su meta. Los Acuerdos de Oslo slo aborda-ban la creacin de una autonoma palestina durante un periodotransitorio de cinco aos, pero no mencionaban en ningnmomento que la estacin final fuese la creacin de un Estado pales-tino. As lo interpreta el economista libans Georges Corm:

    Desde una terminologa jurdica, los acuerdos contie-nen de hecho el espritu y los objetivos del marco palestino delos Acuerdos de Camp David de 1978-1979, entonces rechaza-dos por la OLP: una autonoma para los rabes de Judea ySamaria materializada en un Consejo de naturaleza admi-nistrativa, pero sin ninguna soberana sobre el terreno.23

    La gradual aceptacin del laborismo sionista de la necesidadde solucionar el conflicto con los palestinos para avanzar hacia lapaz y la seguridad se apreci, en primer lugar, en la aceptacin de laOLP como interlocutora y, despus, al admitir la posibilidad de unEstado palestino con una soberana limitada. La Intifada de 1987 yla renuncia de Ammn a Cisjordania en 1988 no dejaban otra alter-nativa a la OLP que una posible negociacin, ya que la opcin jor-dana defendida en la dcada de los setenta perdi todacredibilidad. Sin embargo, ante la opinin pblica israel, la OLPtodava era anatema y la percepcin de los palestinos empeor anms con la guerra del Golfo y la celebracin en los TerritoriosOcupados de los misiles iraques que caan sobre Israel. La nego-ciacin en Oslo, en 1993, se inici sin que hubiera habido un pro-ceso de creacin de confianza entre las dos partes, y fue secreta,entre otras razones, porque al gobierno laborista le era difcil jus-tificar el dilogo con la OLP.

    Los dirigentes palestinos interpretaban que estas concesionesse limitaran a un periodo mximo de cinco aos y era un requisitoindispensable para poder contemplar algn da la aparicin de unEstado independiente y soberano sobre Cisjordania y la Franja deGaza con capital en Jerusaln Este, culminacin lgica de los acuer-dos. No obstante, la escena poltica israel no comparta en absolu-to este planteamiento. De manera intencionada, los mandatarios

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    laboristas no delimitaron con la suficiente claridad el objetivo delos acuerdos y mantuvieron la incertidumbre sobre si se inclinar-an por la opcin jordana, la aplicacin del Plan Allon o la autono-ma para la poblacin. Si en el seno del Partido Laborista, firmantede los acuerdos, no exista un consenso sobre cul deba ser el pre-cio a pagar por la paz con los palestinos, mucho menos lo podahaber con la oposicin, que en todo momento se mostr crtica conel paso dado por el gobierno de Isaac Rabin y se comprometi arevisar los acuerdos tan pronto como accediese al poder, algo quecumpli tras la victoria electoral de Benjamn Netanyahu en 1996.

    El periodista Uri Avnery, dirigente de la organizacin GushShalom [Bloque de la Paz] y antiguo diputado en la Kneset, destaca-ba precisamente esta circunstancia como una de las principaleslimitaciones del proceso de paz. En un artculo aparecido en el pri-mer nmero de la revista Palestine-Israel Journal llamaba la aten-cin sobre la ausencia de un acuerdo bsico sobre el objetivo finaldel proceso. Mientras que para los palestinos es un axioma que elperiodo interino debe conducir al establecimiento de un Estadopalestino sobre Cisjordania y la Franja de Gaza, con su capital enJerusaln Este, el gobierno israel afirma que la cuestin del obje-tivo final est completamente abierta24.

    Al dejar abierta la cuestin del estatuto definitivo de los territo-rios palestinos, Rabin crea haber realizado una jugada maestra. Deuna parte consegua que la OLP aceptase el esquema autonmicocomo marco de la solucin temporal a cambio de una concesinmenor: el reconocimiento de la OLP como representante del pueblopalestino (algo que ya haba hecho la mayor parte de la comunidadinternacional veinte aos antes). De otra parte, Rabin evitaba descu-brir sus cartas en la negociacin y se reservaba todas las opcionesposibles: desde el mantenimiento sine die de la autonoma en el casode que los palestinos no aceptasen un acuerdo basado en el diktatisrael hasta la concesin de una soberana limitada sobre diversaspartes de los Territorios Ocupados. As se garantizaba el respaldo debuena parte de la sociedad israel, ya que el acuerdo apenas implica-ba concesiones y dejaba en manos de Israel su aplicacin prctica.

    La actitud de Rabin le report innumerables dividendos en elfrente interno, pero tambin gener las suspicacias palestinas

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    sobre el futuro de unas negociaciones, cuyo avance dependa enexclusiva de la voluntad poltica de los laboristas. No fueron pocaslas voces que advirtieron de la posibilidad de que, con el Acuerdode Oslo, Israel slo pretendiese hacer una maniobra de acerca-miento al mundo rabe. Venciendo el principal obstculo para lanormalizacin de las relaciones con el mundo rabe, Israel confia-ba en poner trmino al boicot que mantenan hacia el Estado judodesde su creacin en 1948. Ali Jarbawi, profesor de la Universidadde Bir Zeit, adverta ya en 1995 que los acuerdos eran:

    El resultado de una clara disparidad en el balance depoder a favor de Israel que aprovecha su ventajosa posicinpara avanzar en sus propios intereses a expensas de los pales-tinos [...]. Para los israeles el objetivo de Oslo era explotar ladebilidad palestina con el objeto de resolver el problemapalestino y allanar el camino de la normalizacin de relacio-nes entre Israel y los Estados rabes y, lo que es ms impor-tante, lograr un reconocimiento de la legitimidad de laexistencia del Estado judo.25

    Como en la poca colonial, cuando era frecuente que los acuer-dos firmados por las potencias europeas focalizasen su atencin enla salvaguarda de sus intereses econmicos, tambin los Acuerdosde Oslo sorprenden por el nfasis que ponen en esta dimensin.Uno de los pilares de ese Nuevo Oriente Prximo que el gobiernolaborista pretenda impulsar era la creacin de un Mercado Comnrabe-israel. El anexo IV del Acuerdo de Oslo, el Protocolo sobrela cooperacin israelo-palestina concerniente a los programas dedesarrollo regional, incida en la necesidad de elaborar un progra-ma de desarrollo regional a gran escala con el respaldo del G-8, laOrganizacin de Cooperacin y Desarrollo Econmicos y las institu-ciones financieras internacionales (Banco Mundial y FondoMonetario Internacional). Para ello, consideraba necesario impul-sar la creacin de un Fondo y un Banco de Desarrollo de OrientePrximo y la cooperacin regional en una serie de proyectos de inte-rs comn (entre ellos, un canal entre la Franja de Gaza y el marMuerto, la interconexin de la red elctrica, varias plantas desalini-zadoras y el desarrollo de los recursos hdricos y de la agricultura, un

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    plan regional de turismo, transporte y comunicaciones y la coopera-cin para la explotacin del gas y el petrleo).

    Un informe de la Asociacin Israel de Cmaras de Comerciofechado una semana antes de dicho acuerdo recoga los supuestosbeneficios que deparara el proceso de paz para el conjunto de laregin.26 Entre los ms significativos citaba la reduccin de los presu-puestos de defensa, la estabilidad de los precios del petrleo, la llegadade masivas inversiones extrajeras, la creacin de un Mercado Comnen Oriente Prximo, el incremento del turismo y de la cooperacinregional en diferentes terrenos (turismo, agua, agricultura, medioambiente, energa y finanzas). Segn dicho informe, Israel sera elprincipal beneficiario de la nueva situacin, ya que se convertira en elcentro de gravedad econmico de la zona al atraer la mayor parte de lasinversiones extranjeras previstas, abrir nuevos mercados para sus pro-ductos y lograr poner fin al boicot rabe contra el Estado judo.

    El propio Simn Peres, arquitecto de los Acuerdos de Oslo einspirador del proyecto del Mercado Comn en Oriente, public unlibro (Oriente Medio: ao cero) en el que resuma su filosofa para elnuevo y esperanzador periodo que se abra y en el que conclua:

    El proceso econmico regional instituir una nueva rea-lidad en la que los negocios se antepondrn a la poltica. Enltimo trmino, el Oriente Medio se unir en un mercadocomn, una vez que hayamos logrado la paz. Y la mismaexistencia de ese mercado comn fomentar intereses vitalesen mantener la paz a largo plazo.27

    Un escenario utpico que, como se ha demostrado en los lti-mos aos, era escasamente realista. El proyecto de Peres, entoncesministro de Asuntos Exteriores, requera un compromiso con lospalestinos para poder tender los puentes hacia el mundo rabe. Noobstante, el primer ministro Isaac Rabin no estaba dispuesto a que lanormalizacin entre Israel y los rabes se hiciese a costa de devolverla totalidad de los territorios ocupados por Israel desde 1967. Dehecho, en su ltima intervencin en la Kneset antes de ser asesinadopor un extremista judo, especific con claridad cul era su visin delas relaciones con los palestinos. El 5 de octubre de 1995 afirm anteel Parlamento israel:

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    Las fronteras del Estado de Israel en el marco de unasolucin permanente estarn detrs de las lneas que existanpreviamente a la guerra de los seis das. No regresaremos a lasfronteras del 4 de junio de 1967.

    Ms adelante aadi: La frontera de seguridad del Estado deIsrael estar localizada en el valle del Jordn, en el sentido msamplio de este trmino, con lo cual vena a decir que Israel con-trolara la frontera con Jordania en cualquier futuro compromiso,de acuerdo con las prioridades del Plan Allon de 1967.

    Dicho plan fue expuesto por el entonces viceprimer ministroYigal Allon el 13 de julio de 1967. Allon, mentor poltico de Rabin,elabor la teora de las fronteras defendibles segn la cual Israeldebera controlar todo el valle del Jordn para garantizar la seguri-dad del Estado judo y evitar el ataque de los ejrcitos rabes. En elcurso de un consejo de ministros celebrado el 16 de junio de 1967,Allon seal: No hace falta devolver ni un solo centmetro deCisjordania a ningn elemento extranjero. Es en este cuadro en elque debe buscarse una solucin. Nuestro control sobre el valle delJordn es una necesidad a la que no podemos renunciar.

    El Plan Allon parta de la supuesta indefensin de la LneaVerde y se opona al retorno a las fronteras vigentes antes del 5 dejunio por considerar el Sina, el Goln y el valle del Jordn comozonas de alto valor estratgico y, por lo tanto, no negociables. SegnAllon, Israel debera mantener el control de cerca del 25 por cien-to de Cisjordania con fines defensivos, mientras que en la zona res-tante deba mantenerse un absoluto control, especialmente delas ciudades ms densamente pobladas. Algunas zonas, sobre todoaquellas de valor estratgico, podran ser anexionadas por Israel.Tambin algunas ciudades, como Hebrn, seran anexadas a Israelpor su alto valor religioso para el judasmo. Adems, Allon conside-raba necesario construir una serie de asentamientos militares quegarantizasen la defensa de las nuevas fronteras.

    En la mencionada intervencin ante la Kneset, Rabin tambinse refiri a Jerusaln o los asentamientos, asuntos centrales paraIsrael. En primer trmino reclam un Jerusaln unido como capi-tal de Israel en el que se incluyesen algunos de los grandes bloques

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    de asentamientos erigidos en la denominada rea Metropolitanade Jerusaln, entre los que se incluan Maale Adumim al este, GivatZeev al norte y Gush Etzion, Efrat y Eitar al sur. Este proyecto obli-gara a dividir Cisjordania en dos partes, ya que dichos as