nató, querejazu, carbajal. mediación comunitaria

118
MEDIACIÓN COMUNITARIA CONFLICTOS EN EL ESCENARIO SOCIAL URBANO

Upload: mariubiain

Post on 26-Nov-2015

102 views

Category:

Documents


3 download

TRANSCRIPT

  • MEDIACIN COMUNITARIA

    CONFLICTOS EN EL ESCENARIO SOCIAL URBANO

  • ALEJANDRO MARCELO NATMARA GABRIELA RODRGUEZ QUEREJAZU

    LILIANA MARA CARBAJAL

    MEDIACINCOMUNITARIA

    CONFLICTOS EN ELESCENARIO SOCIAL URBANO

    Conflictos en la comunidad Conflictos pblicos

    Conflictos interculturales Enfoques y abordajes

    RIVADAVIA 1225 - CIUDAD DE BUENOS AIRES

    ALEJANDRO MARCELO NAT

    Abogado, mediador, especialista en gestin de conflictos pblicos y master en PNL.Expositor en congresos, encuentros y charlas nacionales e internacionales. Docenteuniversitario: Posgrado de Negociacin y Resolucin de Conflictos de la Facultad deDerecho, UBA, UNNE, Maestra de Resolucin de Conflictos (U. de Lomas de Zamora)y en ISEDET. Profesor invitado en la Universidad de Barcelona, VIC y la Complutensede Espaa; U. Catlica de Asuncin; U. de Sonora, Mxico. Se desempe como Coordi-nador de los Programas Sociales (Ministerio de Justicia de la Nacin); Defensor delPueblo de la Ciudad de Buenos Aires; Consultor Senior BID; Representante del Progra-ma Mediamente (Red Urbal Europa-Amrica Latina); Miembro de la Red de ApoyoProyecto de Dilogo Democrtico (PNUD). Coautor de los libros Mediacin x 7 (Barce-lona), Las Vctimas de las Drogas (Buenos Aires). Presidente del Centro Internacionalde Estudios sobre Democracia y Paz Social (Mxico) y Presidente de la Asociacin Civil

    Emprendimientos Sociales y Productivos (Argentina)

    MARA GABRIELA RODRGUEZ QUEREJAZU

    Pedagoga, mediadora, formadora de formadores y master en PNL. Expositora encongresos, encuentros y charlas nacionales e internacionales. Docente universitaria:Posgrado de Negociacin y Resolucin de Conflictos de la Facultad de Derecho (UBA),UNNE, Maestra de Resolucin de Conflictos (U. de Lomas de Zamora) y en ISEDET.Profesora invitada en la Universidad de Barcelona, VIC y la Complutense de Espaa;U. Catlica de Asuncin y U. de Sonora, Mxico. Se desempe como Coordinadora delPrograma de Mediacin Comunitaria y del Registro Nacional de Mediadores Comuni-tarios (Ministerio de Justicia de la Nacin); Mediadora y Docente en la Defensora delPueblo de la Ciudad de Buenos Aires; Consultora Senior BID; Investigadora del Pro-grama Mediamente (Red Urbal Europa-Amrica Latina); Miembro de la Red de ApoyoProyecto de Dilogo Democrtico (PNUD). Coautora de los libros Mediacin x 7(Barcelona), Las Vctimas de las Drogas (Buenos Aires). Miembro fundadora de laFundacin Mediadores en Red y Presidenta de Diseo Comunitario Asociacin Civil

    LILIANA MARA CARBAJAL

    Arquitecta graduada en la UBA, donde se desempe como Docente e Investigadora enla Facultad de Arquitectura. Mediadora especialista en Mediacin Comunitaria,Formadora de Formadores en Mediacin, y ha obtenido la Certificacin de Competen-cias en Mediacin (BID-FOMIN-CAC). Ha participado en carcter de expositora endiversos congresos, encuentros y charlas nacionales e internacionales. Es autora deartculos sobre temas de su especialidad. Actualmente desarrolla su actividad comomediadora en el Centro de Resolucin de Conflictos de la Sociedad Central de Arquitec-tos y como Directora Acadmica e integrante del equipo docente de Diseo Comunitario

    Asociacin Civil

  • ISBN 950-679-392-1ISBN 978-950-679-392-0

    PRLOGO

    Visin es el arte de ver lo invisible(JONATHAN SWIFT)

    Tendra que honrar con este prlogo muchas cosas vividasa lo largo del movimiento de la Mediacin en la Argentina; sinembargo, he preferido hacer algo ms cercano y comn, dado elcario y la amistad compartida que me unen con los autores, almenos con dos de ellos: Mara Gabriela y Alejandro. Ambos,junto con Liliana Carbajal, a quien extiendo mi respeto y reco-nocimiento, han logrado hacer de este preludio algo que sostie-nen y defienden a lo largo de todo su libro: dar cabida a lodistinto, lo diverso, lo diferente. Y as es, ya que mis orgenes sehallan en el campo del Derecho, y ms precisamente en laadministracin de justicia.

    Muchos saben y recuerdan que a principios de los aosnoventa decamos que al Derecho no se le poda pedir todo,porque, ya sea por su filosofa como por su mtodo, no llega a serlo suficientemente abarcativo para dar soluciones a la cada vezms creciente complejidad social. Desde esta ptica, al Derechodebemos verlo como una forma especial, dentro de muchas otras,de resolver conflictos. La Mediacin, que se aleja del Derecho yse acerca a la justicia de las partes, es una de ellas. Por ellohemos sostenido que la administracin de justicia excede laactividad de los jueces en su funcin de aplicar normas y com-prende adems la llamada Resolucin Alternativa de Disputas,que debe ser ofrecida y garantizada a los usuarios del sistema.

    Este libro puede tener muchas lecturas. De hecho, todos loslibros las tienen. Sin embargo, esta multiplicidad de criterios,enfoques, saberes y miradas de los que dan cuenta los autoresy podran dar los lectores, no resiente la conclusin que esnica: la necesidad de innovar en las formas de abordar los

    Copyright by EDITORIAL UNIVERSIDAD S.R.L.Rivadavia 1225 - C1033AAC Ciudad de Buenos Aires

    www.ed-universidad.com.ar

    Hecho el depsito de la ley 11.723. Derechos reservados.Impreso en el mes de abril de 2006,

    en los Talleres Grficos Edigraf S.A.,Delgado 834, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

    Nat, Alejandro MarceloMediacin comunitaria / Alejandro Marcelo Nat; Mara Gabriela RodrguezQuerejazu; Liliana Mara Carbajal - 1 ed. - Buenos Aires : Universidad,2006.240 p. ; 23x16 cm.

    ISBN 950-679-392-1

    1. Mediacin. 2. Mediacin Comunitaria. I. Rodrguez Querejazu, MaraGabriela II. Carbajal, Liliana Mara III. TtuloCDD 303.69

  • 8 PRLOGO

    conflictos, sean estos en la comunidad, pblicos o intercultura-les, segn la clasificacin establecida por los autores dentro delescenario social urbano. La Mediacin Comunitaria en estastres clases de conflictos apunta, entre otros, a los siguientesobjetivos: la ampliacin del acceso efectivo a la justicia me-diante la instalacin de canales no formales y descentralizadospara el tratamiento de las disputas; la recomposicin de losvnculos interpersonales; la construccin y consolidacin delas relaciones entre los actores de la comunidad; el fomento dela participacin social activa en la solucin de sus propiosproblemas; la creacin de nuevos espacios por la misma comu-nidad para solucionar conflictos sociales y, por ltimo, pero nopor ello menos importante, el fortalecimiento en la educacinpara el dilogo y la paz en la comunidad.

    Mi deseo es que este aporte novedoso, que es generoso eninformacin y honesto en exposicin, llegue a ser para todos losotros lectores, provengan de cualquier rea cientfica o seansimplemente legos, tan motivador como lo fue para m. MaraGabriela, Liliana y Alejandro nos dan aqu una muestra de sucompromiso activo con la cultura de la paz.

    De nuestras acciones y actitudes cotidianas en el trabajo yen la familia, de la educacin en nuestras escuelas y comunida-des, de nuestra imaginacin y de nuestros corazones, surgir unnuevo modelo de sociedad que destierre la violencia. Esta es lapropuesta profunda que contiene este texto.

    DRA. GLADYS STELLA LVAREZ

    19 de febrero de 2006.

    PRESENTACIN

    La Mediacin ha recorrido un largo y fructfero camino.Como participantes de este proceso en la Argentina, hemos teni-do la suerte de compartir distintos espacios de formacin,capacitacin, reflexin y trabajo que nos han brindado unaexperiencia inestimable tanto desde el punto de vista humanocomo desde el acadmico y el profesional.

    Las aspiraciones de la Mediacin en general y de la Media-cin Comunitaria en particular se han extendido en forma con-siderable, multiplicndose las necesidades derivadas de los nue-vos escenarios sociales, polticos, econmicos y culturales. Es porello que nos pareci til repensar algunas de las frmulas ynociones que servan como marco para nuestro trabajo con el finde ofrecer un aporte a la Mediacin, a los mediadores, a losmediados y a quienes, a pesar de que no transitan los mbitosespecficos de esta prctica, desde su tarea en instituciones uorganizaciones sociales o como ciudadanos anhelan vivir en unasociedad en la que el respeto y el reconocimiento mutuos permi-tan establecer vnculos en la diversidad y enriquecidos por ladiversidad.

    Iniciamos este recorrido con la conviccin de que para pen-sar algo nuevo hay que pensar de nuevo. Luego, una disciplinacomo la Mediacin requiere mltiples conocimientos, por lo quehemos visto la necesidad y experimentado el estmulo de pensardesde y hacia la Mediacin. As, hemos explorado los concep-tos que confluyen o atraviesan el conflicto social urbano y hemosintentado tender puentes entre disciplinas diversas. Desde ya,muchos de los supuestos tericos y conceptualizaciones que sub-yacen o dan cuerpo a estas reflexiones provienen de campos delsaber en los que no somos expertos. Es as como nuestras narra-tivas se entremezclan con otras elaboradas por autores prove-nientes de otros campos del saber. Esta co-construccin o his-

  • 10 PRESENTACIN

    toria alternativa no pretende formular conclusiones absolutas,sino posibles respuestas a las preguntas que nos hemos plantea-do en nuestro trnsito por la Mediacin y, en algn sentido, porla vida.

    Los tiempos contemporneos no nos alientan a ser optimis-tas pero s a tener esperanzas. El desafo de constituir unasociedad-ciudad pluralista e inclusivista es una empresa a laque todos debemos autoconvocarnos y en la cual los mediadorespodemos colaborar para edificar un nosotros y, en un sentidoms amplio, una cultura de la buena convivencia.

    La Mediacin Comunitaria propicia la creacin de espaciosen los cuales la propia sociedad entabla un dilogo constructivopara superar sus inconvenientes de todos los das, imaginanuevos sentidos y traza nuevos senderos hacia la concordia. Esteinstituto conlleva as un contenido profundamente humano y setorna una propuesta de entendimiento.

    Como en toda nueva disciplina, aquello que sabemos esincompleto o disperso. Esto es inevitable. Empero, lo nico quepodemos hacer es escudriar los bordes difusos de disciplinasfraternas, ya que justamente en sus lmites podremos enriquecernuestra mirada para observar nuevos fenmenos.

    Esta presentacin como toda historia y como todo relatotambin necesita una moraleja: escribir un libro es un modo dedar cuenta de nuestra propia formacin y, al mismo tiempo, unnuevo punto de partida.

    Finalmente, como todo libro, es el resultado de mltiplescircunstancias que incluyen esfuerzos, compromisos, azares;todos ellos mereceran agradecimientos innumerables y de dis-tinta ndole: profesionales, intelectuales, editoriales, afectivos. Amodo de mnimo registro queremos agradecer, entonces, a acto-res voluntarios o involuntarios de este texto: a nuestros colegas,a nuestros amigos, a nuestros alumnos, a Editorial Universidadpor la presente publicacin, a nuestros vnculos ms cercanos ymuy especialmente a los mediados que nos han brindado laposibilidad de intervenir en algn aspecto de sus vidas y, enalgn sentido, orientar las nuestras.

    LOS AUTORES

    NDICE

    PRLOGO DE LA DRA. GLADYS STELLA LVAREZ ................................ 7

    PRESENTACIN .................................................................................. 9

    CAPTULO I

    ASPIRACIONES DE LA MEDIACIN

    Consideraciones preliminares................................................ 15 Hacia una definicin de Mediacin ....................................... 23

    La nocin de ciudadana ................................................... 24 La Mediacin como profesin ........................................... 27

    CAPTULO II

    ESCENARIO SOCIAL URBANO

    Qu sociedad? ........................................................................ 33 Qu ciudad? ........................................................................... 38 Violencias urbanas ................................................................. 42 Consideraciones finales .......................................................... 50

    CAPTULO III

    ACERCA DE LA COMUNICACIN

    Cuestiones generales sobre la comunicacin ....................... 53 Otras miradas acerca de la comunicacin ............................ 64

    La accin comunicativa .................................................. 68 El discurso en los medios de comunicacin .................. 71

    Consideraciones finales .......................................................... 73

  • 12 NDICE NDICE 13

    CAPTULO IV

    ACERCA DEL CONFLICTO

    Consideraciones generales acerca de la nocin de conflicto ... 75 Clasificacin de los conflictos en el escenario social urbano .. 83

    Conflictos en la comunidad .............................................. 85 Conflictos pblicos ............................................................. 86 Conflictos interculturales .................................................. 86

    CAPTULO V

    CONFLICTOS EN LA COMUNIDAD

    Consideraciones generales ..................................................... 87 Relaciones de vecindad y/o urbanas ..................................... 90 La ciudad diversa ................................................................... 92 La ciudad homognea .......................................................... 102

    La pequea comunidad, los que ganaron: el imaginariocountry .............................................................................. 102

    La pequea comunidad, los que perdieron: la villamiseria .............................................................................. 105

    Consideraciones finales .......................................................... 108

    CAPTULO VI

    CONFLICTOS PBLICOS

    Consideraciones generales ..................................................... 111 Algunos casos emblemticos .................................................. 112 El conflicto social a la suerte de la contradiccin estatal .... 117 Acerca de la sociedad civil ..................................................... 121 Hacia otra mirada de los conflictos sociales ........................ 123 Dinmica del conflicto pblico ............................................... 127

    CAPTULO VII

    CONFLICTOS INTERCULTURALES

    Connotaciones de los conceptos cultura e identidad...... 134 De la tolerancia al reconocimiento ....................................... 137 Del multiculturalismo a la interculturalidad ...................... 138

    Las minoras culturales .................................................... 143 La inmigracin................................................................... 144

    La globalizacin o mundializacin ................................... 147 La exclusin social ............................................................ 152

    Dilogo intercultural .............................................................. 156

    CAPTULO VIII

    PRINCIPIOS DE LA MEDIACIN

    La neutralidad ........................................................................ 162 El compromiso de confidencialidad ....................................... 166

    El convenio ......................................................................... 167 El respeto por las historias .............................................. 169

    Voluntariedad ......................................................................... 169 Hacia nuevas formulaciones. La actitud del mediador ....... 171

    El respeto y el reconocimiento ......................................... 172 La presencia y la prudencia ............................................. 177

    CAPTULO IX

    INTERVENCIONES

    Acerca de los modelos de Mediacin ..................................... 181 El modelo tradicional, basado en la Escuela de Ne-

    gociacin de Harvard ........................................................ 182 El modelo transformador (Bush-Folger) ....................... 187 El modelo circular-narrativo .......................................... 190 La propuesta de John Paul Lederach.............................. 194

    El abordaje de los conflictos en el escenario social urbano .... 196 Ejes conceptuales ............................................................... 198

    Accin colectiva. Actores colectivos. Minora activa .. 198 Acontecimiento .............................................................. 199 Liderazgo social ............................................................ 200 Multitud ........................................................................ 201 Fortalecimiento comunitario........................................ 202

    Prevencin ............................................................... 205 Representaciones sociales ...................................... 207 Identidad social ...................................................... 210 Redes sociales ......................................................... 211

    Ejes metodolgicos ............................................................. 215 Primer contacto con la situacin. Mtodo social ....... 216 Gua orientativa para un proceso de Mediacin Co-

    munitaria ...................................................................... 217 Entrevistas sociales ................................................ 217

  • CAPTULO I

    ASPIRACIONES DE LA MEDIACIN

    En el centro de las esperanzas y de la sensibilidadtica modernas est la conviccin de que la guerra,

    aunque inevitable, es una aberracin. De que la paz,si bien inalcanzable, es la norma. Desde luego, no es

    as como se ha considerado la guerra a lo largo dela historia. La guerra ha sido la norma, y la paz

    la excepcin... (SUSAN SONTAG) 1.

    Consideraciones preliminares

    Los profundos cambios producidos en el orden social, pol-tico, econmico y cultural han modificado, como se ha dicho,material y simblicamente muchas de las certezas y paradig-mas que haban constituido nuestros mbitos de sociabilidad, ycon ello nuestra subjetividad y buena parte del modo de experi-mentar y de estar en el mundo 2. Asimismo, las nuevas realida-des en que habran derivado estos procesos nos permiten pensarque vivimos en tiempos en los que las esperanzas en la realiza-cin de una humanidad diversa y al mismo tiempo inclusivistaestaran severamente erosionadas 3.

    Los cambios culturales ms significativos para la defini-cin de algunos de los rasgos que caracterizan a sociedadescomo las nuestras, tal como describe el socilogo Norbert Lechneren su ltimo ensayo, pueden quedar enunciados como: los deri-vados de la globalizacin-mundializacin, un profundo proceso

    1 Sontag, S., 2003.2 Tern, O., 2004.3 Tern, O., 2004.

    Etapas del encuentro de Mediacin ...................... 218 Despliegue de las distintas etapas del proceso de

    Mediacin ................................................................ 218 Mediacin Multiparte ................................................... 222

    Caractersticas ........................................................ 223 Pasos de un proceso de Mediacin Comunitaria

    Multiparte ............................................................... 223 Gua orientativa para otros procesos ....................... 224

    Diagnstico de la situacin .................................... 224 Equipo de intervencin .......................................... 225 Visin del conflicto ................................................. 226 Objetivos.................................................................. 227 Estrategias .............................................................. 228

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS ............................................................ 231

  • 16 MEDIACIN COMUNITARIA ASPIRACIONES DE LA MEDIACIN 17

    formula Berger en su anlisis acerca de si el mundo ha devenidoms despiadado de lo que conocamos puede tener distintasrespuestas, pero, en cualquier caso, nos convoca a buscar herra-mientas que transformen esta realidad que tanto nos preocupa.

    Uno de los modos en que las sociedades y los individuos hanmaterializado su temor y/o su indiferencia respecto de el otroes el que Berger indica como el signo del tiempo actual: elMuro. Cuando cay el Muro de Berln, comenzaron a desple-garse los planes expresos de construir muros por todas partes.De concreto, burocrticos, de vigilancia, de seguridad, racistas.Muros zonales. Por todos lados los muros separan a los pobres,desesperados, de aquellos que confan en mantenerse relativa-mente ricos. Los muros cruzan todas las esferas, de los cultivosa la atencin de la salud. Existen tambin en las metrpolis msricas del mundo. El Muro es la lnea del frente de lo que, hacemucho, se llamaba lucha de clases... 6.

    Estas formas no han sido precisamente exitosas en cuantoa evitar las prdidas, humanas y materiales, aun de quienescrean estar protegidos. El 9-11 tal vez sea la ms espectacularrevelacin de que la seguridad, simplemente, no hay modo degarantizarla.

    Otras son las modalidades que han intentado quienes aspi-ran a una humanidad diversa y ensamblada. Acciones quepropongan el encuentro en la diversidad como la que, de algnmodo, ha llevado a cabo el maestro Daniel Barenboim conconciertos interpretados por una orquesta intercultural sonexperiencias que demuestran, desde el hacer, que este propsitoes posible y que al mismo tiempo nos permiten seguir teniendoalguna esperanza en el gnero humano. Es preciso, entonces,que, todos y cada uno, nos involucremos en este desafo.

    El proyecto ms urgente es, sin dudas, establecer pasajesentre ambos lados de los muros de los que habla Berger, o, dichode otro modo, que trabajemos para remover las barrerassocioculturales, materiales e inmateriales, impuestas o autoim-puestas. En el contexto minsculo de un barrio, es posibleobservar la misma lnea divisoria que puede representarse conel par nosotros-ellos y que intentaremos ilustrar con el si-guiente relato:

    de individuacin, la configuracin de sociedades orientadas alconsumo y la mediatizacin de la comunicacin social. En pala-bras del mismo Lechner, a propsito de esta transformacin,pueden subrayarse dos tendencias: ...Por una parte, han cam-biado las experiencias que hace la gente de la convivencia. Ellatiende a establecer relaciones sociales ms flexibles en su que-hacer cotidiano. Por lo tanto la trama social se vuelve ms tenuey frgil. Por otra parte, han cambiado las representaciones quela gente suele hacerse de la sociedad. Parece ms difcil hacerseuna idea de la vida social en su totalidad. Sin este marco dereferencia, empero, ser tambin ms difcil sentirse parte deun sujeto colectivo. Aumenta la autonoma del individuo paradefinirse a s mismo, al tiempo que parecen disminuir las expe-riencias y los imaginarios de sociedad... 4.

    Estos procesos habran derivado, entonces, en el debilita-miento de imaginarios colectivos y ms profundamente en lasdificultades de pensar un nosotros. En este escenario es previsi-ble que aumente significativamente la conflictividad en las ciuda-des y es razonable preguntarse: cmo es posible la convivenciahumana? Y, ms precisamente: cmo seguir viviendo juntos?

    En un marco ms amplio, otro intelectual notable comoJohn Berger se refiere a la obra de Francis Bacon, a propsitode una exposicin en el Museo Maillol de Pars en la cualacababa de descubrir un aspecto en el que antes no habareparado. Lo que hace a Bacon diferente dice es que ensu visin no hay testigos y nadie se conduele. Nadie pintado porl se percata de lo que les ocurre a los otros pintados por l talindiferencia ubicua es ms cruel que cualquier mutilacin 5.Luego, conecta esta situacin con el libro Ante el dolor de losdems, de Susan Sontag, sealando que, en algn lugar de smismo, el libro y la exposicin se aluden mutuamente. La re-flexin de Sontag acerca de la guerra y el efecto de las fotogra-fas de denuncia revela, precisamente, que la indiferencia esuno de los efectos que suscitan las imgenes de la violencia quenos llegan a partir de la mediatizacin, debido a sucesos queacontecen en cualquier lugar del mundo y que hoy se hanconstituido en un lugar comn para nosotros. La pregunta que

    4 Lechner, N., 2004.5 Berger, J., 2004. 6 Berger, J., 2004.

    2 - Mediacin Comunitaria.

  • 18 MEDIACIN COMUNITARIA ASPIRACIONES DE LA MEDIACIN 19

    Un parque pblico deja de ser un lugar de encuentro de la diversi-dad para convertirse en un lugar de ajenidad y de peligro. Los robos sonfrecuentes (bicicletas, pelotas de ftbol, zapatillas y camisetas de marcascostosas, etc.). El parque divide dos mundos entre quienes podran par-ticipar de este espacio pblico. Las escuelas pblicas a uno y otro ladoconfiguran la misma fragmentacin social, si no en los recursos reales, almenos a partir de la representacin social de un barrio estigmatizadocomo residencia de delincuentes y violentos y, el de los otros, como elbarrio de los robables. Ambos se temen. Tambin estn los mundos deaquellos que se autoexcluyeron de l. Los nios de una escuela privadagritan negros villeros hacia las ventanas de las escuelas pblicas, amodo de insulto a los nios que asisten a ellas. En los bailes de lasescuelas, aun en las de educacin primaria, rige el derecho de admisin(que tal vez debera denominarse derecho de exclusin), protegido celo-samente por ex policas, ahora empleados de empresas de seguridadprivada, contratados por los padres organizadores. Pero tambin apare-cen otros ms otros an: los vecinos piden que los nios que esperan eltren de las 23.00 para regresar a sus casas, con los cartones que provee-rn a su sustento, no permanezcan en un espacio pblico: la calle, laplaza, el parque. En definitiva, privatizacin del espacio pblico, privati-zacin de la vida, bsqueda de mismidad, deseo de eliminacin de elotro o de su otredad.

    Este proyecto requerir mltiples estrategias de accin,muchas de las cuales debern ser canalizadas mediante polti-cas de Estado. Sabemos que la propuesta se puede enunciar enforma simple, aunque, desde luego, disear acciones en estesentido obliga a un pensar complejo. Tal vez lo primero quedebamos hacer sea atrevernos a visualizar el otro lado. Luegodeberemos comprender la violencia que ejercemos diariamente,por accin u omisin (indiferencia ubicua, como la llama Berger),sobre quienes estn del otro lado. En este punto nos pregun-taremos hasta dnde estamos dispuestos a reconocer al otroen tanto otro, es decir, precisamente en su diferencia. Des-pus, y solo despus, podremos imaginar escenarios para quelas diferencias dialoguen.

    Hace ya muchos aos que se han desarrollado en distintospases, y tambin en el nuestro, los mtodos de resolucinpacfica de conflictos como una forma de tramitar las diferen-cias y de gestionar los conflictos que surgen en las relacionesentre los individuos o grupos de individuos. Este desarrollo hapermitido pensar estos mtodos como instrumentos que ayudena concretar el deseo de construir una democracia ms completaen el marco del pluralismo.

    La Mediacin, en sus distintos estadios (educacin-preven-cin-tratamiento), puede constituir uno de los pilares funda-mentales en los que se apoyen las polticas orientadas a estosfines. La inclusin de los medios que propone en las diferentesinstancias de gestin urbana y social, junto a la generacin deespacios especficos en los que se desarrollen acciones conjuntasy participativas con los diversos actores de la sociedad, produ-cir, desde esta concepcin, un cambio significativo en las rela-ciones sociales.

    As como la Mediacin naci como un mtodo de resolucinde conflictos, sus propsitos se fueron modificando y ampliandoen la medida en que los mediadores indagaban en saberestericos provenientes de otras disciplinas y transitaban la prc-tica. En esta evolucin, la idea de resolucin fue vista primerocomo excesivamente pretenciosa y luego simplemente como in-adecuada.

    La consideracin del conflicto como inherente a la propiaexistencia humana y, ms an, como un elemento dinamizadorde nuestras vidas y de la vida social hizo necesario repensar lafuncin de la Mediacin. Como nos propone Jean-Franois Six,de la dialctica podemos recoger la idea de la centralidad delconflicto como el lugar privilegiado de la transformacin, yderivar de ella la preocupacin por ser capaces de reconducir deforma sana nuestros conflictos 7. En este sentido, se reemplaza-ra la idea de resolucin por las de gestin, manejo y tratamien-to. Aun cuando, como seala Remo Entelman, por razones prc-ticas e histricas, se contina denominando as a los distintosmodos de abordaje de los conflictos en el campo de la Mediacin,ya es una visin compartida que esta designacin ha quedadosuperada.

    En otro eje de la reflexin, podramos apelar a cierta con-cepcin esta vez en clave aristotlica segn la cual los sereshumanos siempre buscaran el bien; aun aquellos que seautodestruyeran en una adiccin o en una pasin no lo haranbuscando en ella su perdicin, sino creyendo que van a estarmejor. Esta idea nos permite inferir que un modo de evitar quelos seres humanos incurran en actos que los perjudiquen, comoindividuos o como grupo, es que conozcan un bien mayor.

    7 Six, J.-F., 1997.

  • 20 MEDIACIN COMUNITARIA ASPIRACIONES DE LA MEDIACIN 21

    Por fin, mediante una combinacin de estas ideas, serarazonable pensar que, si los ciudadanos tienen acceso al trata-miento y/o a la prevencin de los conflictos que se les presentanen el mbito social (pblico o privado) en forma pacfica yconstructiva, se estara estableciendo una democracia ms com-pleta. Luego, si la Mediacin es un modo de gestin de conflic-tos, en el sentido en que lo expresa Six, podramos decir quepuede ser una herramienta adecuada para este fin y que, almismo tiempo, puede cumplir una funcin en la transformacinde las relaciones sociales.

    Asimismo, en esta direccin se comenz a vislumbrar ciertaposibilidad de que la Mediacin pudiera ser un instrumentoeficaz para revertir o al menos para atenuar los efectos de lacultura confrontativa en la que la tramitacin de las diferenciasse canaliza, muchas veces, por vas violentas. En una aspiracinms optimista, se pens que podra lograr cambios no solorespecto de los efectos sino incluso en la cultura misma. Desdeesta ptica se propone concebir a la Mediacin como un movi-miento cultural y a los mediadores como agentes de cambio dela cultura.

    Esta idea supone, de algn modo, que un conjunto desujetos comparten ideas y valores, y que se plantean difundirlosen sectores ms amplios de la sociedad con el horizonte de la pazsocial.

    Un propsito tan amplio como este hace necesario que inda-guemos y reflexionemos acerca de los distintos modos de alcanzarla paz. As encontramos que la concepcin binaria del bien y delmal lleva inexorablemente a la bsqueda de la extincin dealguno de los dos trminos. En esta perspectiva pueden enmarcarselas frmulas de los belicistas o de ciertos movimientos pacifistas,en tanto ambas perseguiran, como seala Six, la reduccin alUno. La primera, por la va de la eliminacin del otro, y lasegunda, por una compulsin a un todo de acuerdo, llevaranimplcita la misma concepcin de la nica causa. Esta perspecti-va de un nico punto de fuga no es, para nosotros, la concepcindesde la cual pensamos y actuamos la Mediacin. Coincidimoscon Six en la necesidad de evitar los consensos de pensamientonico y el borramiento de las verdaderas confrontaciones, y enpromover ese lugar intermedio (representado para l en la bs-queda del nmero tres) que lleva a que los ciudadanos cooperen

    para crear, da tras da, un colectivo. La Mediacin nos invita,entonces, a crear este espacio, que no es el de los belicistas o el delos pacifistas sino otro en el cual dos trminos dialogan y experi-mentan una transformacin, un verdadero paso hacia adelante.Un espacio donde la sociedad y sus integrantes puedan pensarsea s mismos desde una concepcin que promueva la dignidad detodo ser humano en su vida cotidiana 8.

    Por cierto, esta transformacin cultural no sera realizableen un tiempo precisamente breve. Tendremos que persuadir auna sociedad con prcticas y valores muy arraigados de que estapropuesta constituye un bien mayor. El camino o los caminos,desde luego, sern largos y, seguramente, no sern lineales,pero es necesario transitarlos si aspiramos a una convivenciaque supere la frmula de lo uno o lo otro y ponga en escena louno y lo otro. Lograr, en palabras de Bauman, la unidad en ladiferencia y preservar la diferencia en la unidad 9.

    Generalmente, los cambios, y ms an los cambios profun-dos, se producen enfrentando fuertes resistencias. Los sereshumanos tendemos, a veces, a aferrarnos a nuestras prcticasy a nuestros valores, y a pensarlos como universales. Determi-nadas ideas y acciones echan races y se solidifican. Esto sucedecon las personas y tambin con los pueblos y las naciones. Porello, es preciso propiciar el cambio de algunos paradigmas basa-dos en la competencia, la confrontacin, la intolerancia y ladesconfianza. En este sentido, no podemos pasar por alto quenadie abandona prcticas y valores si no encuentra la raznpara hacerlo. Para qu modificar nuestro punto de vista si asnos fue bien? o, en todo caso, por qu correr el riesgo de perderlo que, aunque sea precariamente, hemos logrado? Es previsibleque de este modo las personas o los grupos de personas tengandificultades para la tramitacin de sus relaciones con los otros.

    Cuando estas dificultades se transforman en obstculospara las relaciones o para los objetivos de cada uno o de ungrupo en particular, puede aparecer la figura de los mediadorescomo terceros supuestos neutrales. Estos, desde luego, existie-ron siempre, aunque de distintas formas, en la historia de lahumanidad.

    8 Six, J.-F., 1997.9 V. Bauman, Z., 2005.

  • 22 MEDIACIN COMUNITARIA ASPIRACIONES DE LA MEDIACIN 23

    Proponernos los objetivos hasta aqu trazados y definir lafigura del mediador ms adecuado para nuestros tiempos noslleva a intentar profundizar algunos conceptos, as como tam-bin a indagar los valores que subyacen en ellos. Es precisoreflexionar respecto del tipo de sociedad a la que apuntamoscomo impulsores de este movimiento cultural y de los valoresque esta frmula promueve, acerca de lo cual haremos aquunas breves indicaciones y otras podrn encontrarse en el desa-rrollo del libro.

    La primera cuestin que debemos considerar es el sistemade organizacin social que pretendemos conformar. Si optamospor la democracia, es necesario incluir como una de sus virtudesla de admitir, dentro de ciertos lmites, la posibilidad de serdistintos en una condicin de reciprocidad. Ahora bien, si aspi-ramos a una sociedad democrtica y pluralista debemos tenerpresente que no alcanza con la tolerancia (respeto de losvalores ajenos) implcita en la idea anterior. El pluralismoafirma que la diversidad y el disenso son valores que enriquecenal individuo y a la sociedad, y que las diferencias son elementosdinamizadores de las relaciones sociales. En suma, para adherira esta concepcin es menester creer en el valor de la diversidad,ya que, como afirma Giovanni Sartori, pluralismo no es serplurales 10.

    Otra cuestin que queremos apuntar es que con frecuenciautilizamos los trminos repblica y democracia como intercam-biables. No es nuestro propsito desarrollar aqu estos concep-tos que pueden abordarse en textos de disciplinas especficas,pero s lo es resaltar que la temtica republicana se diferenciade la democrtica, en la esencia de su definicin, en que laprimera supone la renuncia a beneficios o intereses individua-les en favor del bien comn y de la cosa pblica. Este aspecto nosparece de suma importancia, ya que en los distintos procesos deMediacin se intenta hacer emerger los intereses colectivos, ascomo tambin que los participantes puedan, desde una miradams amplia, reconocerlos y trabajar en ellos. De algn modo,con estas acciones estaramos invocando los valores republica-nos aun cuando los procedimientos refirieran a prcticas quederivan de la concepcin democrtica.

    Luego, la definicin de la sociedad deseable y de la socie-dad aceptable en cuanto a los estndares, pretendidos yadmisibles, de diferencia, desigualdad y apertura de la sociedada la que aspiramos, como individuos y como grupo nos indica-r los medios ms adecuados para la consecucin de ciertosfines.

    Hacia una definicin de Mediacin

    A lo largo de nuestro trabajo como mediadores y comodocentes hemos elaborado enunciados, que, sometidos a discu-sin en distintos mbitos, pudieron ser reformulados en sucesi-vas versiones superadoras. En este propsito, aparentementesencillo, hemos encontrado dificultades que revelan la comple-jidad de esta tarea y que giran alrededor de la posibilidad deencuadrar los mltiples fenmenos que aborda la Mediacin enuna misma unidad de sentido. En la bsqueda de una definicinque pudiera resultar ms comprehensiva hemos recorrido dis-tintos ejes definidos a partir de algunos enunciados de Jean-Franois Six sobre los cuales transitar nuestra reflexin.

    Uno de ellos es el que nos invita a pensar acerca del sentidoms profundo de la Mediacin, que sera para nosotros algo ascomo un ncleo originario cuando se refiere a ella como:

    ...un espacio de creatividad personal y social, una realiza-cin de ciudadana... 11.

    Otro eje posible, en el intento de definir qu es la Media-cin, es el que quedara trazado a partir de las preguntas que lmismo plantea al analizar la identidad del mediador:

    ...lo que ejerce, es una profesin?, una funcin?, unavocacin?, una ocupacin?... 12.

    A continuacin enunciaremos brevemente algunos de lostemas que, a nuestro entender, ocupan el centro de estas formu-laciones.

    10 Sartori, G., 2001.

    11 Six, J.-F., 1997.12 Six, J.-F., 1997.

  • 24 MEDIACIN COMUNITARIA ASPIRACIONES DE LA MEDIACIN 25

    La nocin de ciudadana

    Como otros conceptos, esta nocin cambi al tiempo quecambiaron las sociedades y sus formas de organizacin. Unadefinicin bastante general entiende por ciudadana un recono-cimiento social y jurdico por el que una persona tiene derechosy deberes en virtud de su pertenencia a una comunidad nacio-nal. Podra decirse, tambin, que la condicin fundamental de laciudadana es la equidad. As, los requisitos que se deben cum-plir en las democracias modernas son el reconocimiento de losmismos derechos, las mismas libertades, las mismas oportuni-dades y las mismas obligaciones para todos los ciudadanos.

    En cuanto a los derechos, es preciso sealar que as comotradicionalmente se agruparon en derechos polticos, derechosciviles, derechos sociales, derechos difusos y/o colectivos, enconcordancia con esta clasificacin se habla de ciudadana pol-tica, ciudadana civil y ciudadana social y de nuevos derechos.La concepcin contempornea de ciudadana incluye tambinlos derechos culturales en el marco de los denominados derechoscomplejos o de cuarta generacin.

    La integracin como iguales de todos sus miembros exige,entonces, que estos gocen plena y efectivamente de todos esosderechos, lo cual quiere decir ...no nicamente que se les per-mita votar, sino que haya tribunales que los pongan a resguardode cualquier violacin de la ley; que cuenten con un trabajodecente; que puedan educarse y cultivarse; que no queden des-validos por razones de enfermedad o vejez; que no sean discri-minados por su color, gnero o religin, etctera... 13.

    Si pensamos esta afirmacin desde la idea que formulaRobert Dahl, segn la cual estas condiciones configuraran unasuerte de tipo ideal al que debemos aspirar pero que difcil-mente consiguen las democracias actuales, podemos decir quelos estndares de ciudadana que encontramos en una sociedaddeterminada nos indicaran, de algn modo, los estndares dedemocracia de esa sociedad 14.

    Estas consideraciones generales y el propsito de comenzara delinear nuestro contexto particular nos remiten a una prime-

    ra cuestin que es preciso tener en cuenta y que est referida aun proceso enmarcado en los cambios generales ya sealados:El debilitamiento de las instituciones que cumplan un papelen la integracin social ha derivado en un debilitamiento de ladensidad de ciudadana, entendiendo por ella la densidad insti-tucional de la vida social de los individuos, la trama de relacio-nes que se establecen entre los individuos y las instituciones 15.

    Si observamos las polticas que se han aplicado en nuestropas y en el resto de Latinoamrica, es fcil advertir que no sehan caracterizado precisamente por ser inclusivas. Una obser-vacin de este proceso en su conjunto revelara que sus efectos,junto a la ausencia de redes de proteccin social adecuadas,habran colocado a gran parte de los ciudadanos en la condicinde excluidos de la ciudadana social y luego de la ciudadanapoltica. El escenario as configurado estara representado enotra afirmacin de Jos Nun: Si hay contrato social, no ms del20 30% de los latinoamericanos poseen los atributos que losconvierten realmente en partes de l 16.

    Ser ciudadano no significa solamente, como ya dijimos,disfrutar de derechos, sino asumir obligaciones, es decir, cum-plir con la ley. Sin embargo, al momento de invocar esta suertede contrato es preciso reparar en ciertas condiciones que hacencompleja la cuestin y que podran representarse con la siguien-te opinin de Alf Ross: A menudo el Derecho, o ms bien lalegislacin vigente de algunos Estados, entra en contradiccincon los usos y costumbres de las comunidades a las que esemismo Estado representa. Ya sea por obsoletas o por haber sidoredactadas y aprobadas en contextos sociales, econmicos yculturales diferentes, no siempre la legislacin tiene un correla-to adecuado a la realidad 17.

    De este modo, teniendo en cuenta lo enunciado hasta aquresulta atinado preguntarse hasta dnde es legtimo exigirles aquienes no gozan de derechos plenos el irrestricto cumplimientode las obligaciones que aquel contrato supone. Por qu pedirlesa quienes fueron excluidos del sistema que se atengan a lasnormas del sistema que decidi excluirlos? Desde luego, no

    13 Nun, J., 2002.14 V. Dahl, R., 2003.

    15 Portantiero, J. C., 1993.16 Nun, J., 2002.17 Ross, Alf, 1997.

  • 26 MEDIACIN COMUNITARIA ASPIRACIONES DE LA MEDIACIN 27

    pretendemos en este modesto anlisis abordar la densidad detemticas que emergen de cualquier intento de respuesta, peros deseamos dejar planteada la inquietud como modo de adver-tencia ante ciertas conclusiones simplistas, con el fin de sealarla necesidad de asumir el compromiso de construir un colectivoal que todos tengan posibilidad de acceso.

    Por otra parte, el concepto de ciudadana est ntimamenterelacionado con el de espacio pblico y con el de ciudad. En estesentido, la caracterizacin del escenario en el que se ejerce laciudadana, la ciudad, nos revela la multiplicidad de temas aabordar. Siguiendo a Jordi Borja: ...La ciudad es la urbe, laurbs, concentracin fsica de personas y edificios, diversidad deusos y de grupos, densidad de relaciones sociales. Es civitas,lugar de civismo, donde se dan procesos de cohesin social y seperciben los de exclusin, de pautas culturales que regulanrelativamente los comportamientos colectivos, de identidad quese expresa material y simblicamente en el espacio pblico y enla vida ciudadana. Y es polis, los ciudadanos se realizan me-diante la participacin en los asuntos pblicos, la ciudad eshistricamente lugar de la poltica... 18.

    El espacio pblico es el lugar de representacin y de expre-sin colectiva, y en este sentido su calidad y su accesibilidaddefinirn en gran medida las posibilidades de ejercer la ciuda-dana. As, como sostiene Borja, la calidad del espacio pblicoestar en relacin con la intensidad y la calidad de las relacio-nes sociales que facilita, por su capacidad para generar mixturasde grupos y comportamientos, por su cualidad de estimular laidentificacin simblica, la expresin e integracin cultural 19.

    En este marco general es posible afirmar que la ciudada-na no es algo simplemente dado, sino que es el resultado deprocesos de construccin en los que el dilogo social sera unvehculo disponible para este fin. Este dilogo puede tenermomentos de consenso y de conflicto, pero debemos entender elconsenso, no como unanimidad, sino como un proceso de com-promisos y convergencias en continuo cambio entre conviccio-nes divergentes 20.

    Una de las formas en las que, a veces, se establece estedilogo es la que describa Oscar Tern a raz de la situacinplanteada en nuestro pas a fines de 2001: ...el pluralismonegativo define un escenario polifnico que no contribuye agenerar un concierto que extraiga riqueza de la diversidad,porque estas voces no construyen un espacio de accincomunicativa: hablan todas al mismo tiempo y de objetos dis-miles, con lo cual logran que nadie escuche a nadie... 21.

    En este sentido, la Mediacin constituye un instrumentoque permite superar esta frmula. Puede contribuir a generarnexos en el tejido social o a restablecerlos donde haya conflictoo ruptura. Puede ser un puente que fortalezca o restituya larelacin entre los individuos o grupos de individuos y las insti-tuciones. Puede facilitar que las personas encuentren por smismas y en libertad soluciones a sus problemas. La Mediacinen el mbito social podra quedar definida como:

    Un recurso humano y un instrumento cvico mediante elcual los integrantes de una sociedad pueden tramitar sus dife-rencias y/o gestionar los conflictos que se les presentan en elmbito privado y/o pblico, as como tambin participar en laconstruccin de la sociedad que integran.

    La Mediacin como profesin

    Las preguntas planteadas en el inicio de este desarrollo encuanto a qu es la Mediacin revelan las dificultades que surgendel hecho de que esta actividad no es, en nuestro medio, unaprofesin circunscripta o reconocida an, es decir que no es unaprofesin autnoma.

    No sabemos si las disciplinas que confluyen en la Media-cin constituirn en el futuro una instancia acadmica formalcomo medio para la habilitacin profesional. Hasta tanto seresuelva esta situacin debemos abordar esta prctica, para locual es preciso revisar ciertos supuestos con los que la Media-cin y los mediadores han recorrido este camino.

    Elena Highton y Gladys lvarez dan cuenta de esta situa-cin en nuestro pas: ...el campo de la Mediacin brega por

    18 Borja, J., 2002.19 Borja, J., 2003.20 Sartori, G., 2001. 21 Tern, O., 2002.

  • 28 MEDIACIN COMUNITARIA ASPIRACIONES DE LA MEDIACIN 29

    convertirse en una profesin unificada, con un cuerpo definidode conocimiento, habilidades y estndares propios; mientrasque la Mediacin emergi y se desarroll de races multidiscipli-narias, estas races enriquecieron la profesin, pero tambinconsiguieron confundir el sentido de identidad... (Dworkin yotros, 1991) 22.

    Esta afirmacin supone, de algn modo, que en la bsque-da de una definicin de este campo del saber se habra tomadoun desvo. La comprensin de esta situacin nos permitirareencauzar la bsqueda.

    Si bien el enfoque interdisciplinario se plantea en diversoscampos del saber, es necesario indagar acerca del particularmodo en el que ha sido comprendido en el mbito de la Media-cin e intentar delinear cierto estado de la cuestin 23.

    As, rpidamente podemos observar que el aspecto de lainterdisciplina ha sido abordado en nuestro pas al menos desdedos perspectivas, que se definen segn dnde coloquemos el ejeo el acento: las profesiones o los saberes. Desde este punto devista, el campo de la Mediacin se ha configurado como unaconvocatoria de profesiones diversas y no como un lugar, paradecirlo de algn modo, en el que confluyen conocimientos prove-nientes de diversas disciplinas.

    Siguiendo los mismos ejes, esta concurrencia de profesio-nes ha derivado en lo que se podra representar con la idea demultidisciplina y no en un enfoque, campo o hacer interdiscipli-nario. Asimismo, la confluencia de saberes no ha encontrado unlugar, es decir, un campo disciplinar delimitado.

    Podramos afirmar, entonces, que la Mediacin es una disci-plina que estara en proceso de definicin de su propio objeto deestudio y de elaboracin de su propio discurso. Si bien no pode-mos saber qu evolucin tendr en la direccin de constituirsecomo profesin autnoma, s podramos definirla, en trminos desu estado de situacin, como una profesin en trnsito.

    En nuestro medio, han sido ms que frecuentes los debatesacerca de si este campo debe constituirse en una comunidadprofesional, lo cual, desde luego, permitira definir u organizarla formacin y la prctica.

    Los riesgos que se han sealado respecto de esta propuestahan girado alrededor de los valores que estn implcitos en lanocin de comunidad, aplicados en este caso a la idea de comu-nidad profesional. Siguiendo la propuesta de Zygmunt Baumana propsito de la bsqueda de comunidad, ...una de las cosasbuenas que podemos hacer es evaluar las oportunidades y lospeligros que ofrecen las soluciones propuestas y ensayadas.Provistos de ese conocimiento, podemos al menos evitar la repe-ticin de errores pasados; podemos evitar tambin aventurarnosdemasiado lejos en los caminos que ya de antemano se sabe queson callejones sin salida... 24.

    Sabemos que las fronteras son necesarias para un pensa-miento autnomo e independiente, as como tambin que elvalor multidisciplinario no es un valor en s mismo sino un valorrelacional. En nuestra opinin, la Mediacin debe evolucionarhacia una definicin de su propio objeto de conocimiento que lepermita constituirse en una profesin, si se quiere, de fronterasporosas. En este trnsito, el enfoque interdisciplinario ya no sepresenta como una opcin sino como una necesidad.

    Respecto de este enfoque tambin son recurrentes los deba-tes acerca de su necesidad o de su validez. Por ello, al tiempoque tantas voces lo invocan como ineludible, es necesario espe-cificar qu entendemos por interdisciplina, conectndola con lasideas de multidisciplina y de transdisciplina, para luego tratarde comprender, como dice Roberto Nieto, los problemas de suausencia y los beneficios de su presencia 25. Para fijar un puntodesde el cual pensar estas categoras, tomaremos las definicio-nes de Roberto Follari 26:

    Multidisciplina: profesionales surgidos de distintas dis-ciplinas que hacen un trabajo sobre un tema, pero sin establecerintegracin temtica entre ellos.

    Transdisciplina: el paso de algunas categoras, leyes,mtodos, etc., de una disciplina a otra u otras, pero no haynecesariamente trabajo integrado.

    22 Highton, E.-lvarez, G., 2000.23 V. Carbajal, L., 2004.

    24 Bauman, Z., 2003.25 Nieto, R., 2004.26 Follari, R., 2004.

  • 30 MEDIACIN COMUNITARIA ASPIRACIONES DE LA MEDIACIN 31

    Interdisciplina: la integracin en un solo haz temtico,en un solo ncleo conceptual, de aportes provenientes de distin-tas disciplinas.

    La Mediacin est en una etapa de configuracin y estable-ce un dilogo con otras disciplinas, como la Sociologa, la Antro-pologa, las Ciencias de la Comunicacin, los Estudios Urbanos,las Ciencias de la Educacin, el Derecho, la Psicologa, etc.Estas no resultan opuestas ni excluyentes, por lo que debera-mos eludir la intil disputa por la palabra legtima y pensarlas,en todo caso, como disciplinas fraternas. La Mediacin noemerge del interior de ninguna de ellas: simplemente nace deaspiraciones distintas.

    Actualmente, la Mediacin es una prctica consolidada quese inscribe entre los Mtodos de Resolucin Alternativa deDisputas (RAD) o, como lo hemos expresado hasta aqu, detramitacin de las diferencias y gestin de conflictos. Es impor-tante aclarar que, contrariamente a lo que se sostena en susinicios, estos mtodos no son alternativos de justicia sinosencillamente otro modo de gestionar los conflictos. Podramosdecir tambin que estamos en la fase de articulacin entre lateora y la prctica, y que se ha logrado un enorme avance encuanto a su profesionalizacin. Pero si bien la Mediacin y losmediadores han experimentado un auspicioso desarrollo, esteno es uniforme en todos sus aspectos. Los contenidos bsicos deenseanza incluyen, fundamentalmente, tcnicas y no se pro-fundiza en los aspectos tericos que las sustentan; menos an,sobre la base terica que puede delinear marcos ideolgicos oconceptuales pertinentes a la Mediacin.

    Consideramos que, antes de buscar la autonoma, se debegenerar un proceso para articular o integrar saberes y paraprofesionalizar la prctica. De otro modo se corre el riesgo deestablecer una autonoma vaca desde la cual solo se respondaa un inters corporativo, que nada tiene que ver con el desarro-llo de la Mediacin como disciplina y menos an con las necesi-dades de los mediados o con la requisitoria social, que debenser el norte de nuestras acciones.

    Este proceso es arduo y por dems difcil. Construir inter-disciplinariamente un conjunto de nociones como una formadel saber que se produce en la interseccin de los conocimien-

    tos 27 exige, sin duda, un esfuerzo sistemtico hacia el dilogoy hacia la apertura de espacios de reflexin que implica unaactitud personal y profesional puesta a disposicin de este fin.

    Llevndolo a la prctica, es indispensable profesionalizarla tcnica: crear mbitos de reflexin en los que se realiceinvestigacin sobre la accin. Afortunadamente ya se ha avan-zando en la elaboracin de la casustica. Hay procesos reflexivosque, por cierto, son aislados pero ejemplares y de los que surgenpotencialidades alentadoras.

    Pero si nos proponemos iniciar este proceso de constitucinde esta disciplina (conjunto de definiciones, nociones, conceptosy discursos propios), es preciso formular determinadas pregun-tas cuyas respuestas pueden indicarnos algunas de las clavesque nos permitirn disear el camino que debemos recorrerpara configurar este campo.

    Utilizaremos un anlisis metafrico sugerido por FrancisBacon: entre los que hacen profesin del saber hay algunos que,escuchando solo la experiencia, no saben ms que recoger yamontonar hechos: son las hormigas. Otros, por el contrario, noescuchan ms que la razn y fabrican sistemas con las abstrac-ciones del espritu: son las araas. La verdadera sabidura esten las abejas, que recogen el polen de las flores para elaborarloy transformarlo. Esto equivale a aquellos que consultan e inte-rrogan sobre la historia cultural y la experiencia, y despusinterpretan e ilustran sus datos a la luz de los principios y delrazonamiento. Precisamente en la unin de estos dos elemen-tos, en el empleo simultneo de la experiencia y de los princi-pios, es donde est situada, a nuestro entender, la verdaderaalternativa.

    He aqu un gran desafo para los mediadores, esto es,definir qu queremos ser:

    Hormigas? Para amontonar discursos y prcticas comoun extenso anecdotario?

    Araas? Para construir catlogos de modelos que no dancuenta de la complejidad del conflicto humano?

    Abejas? Para que desde la organizacin sistemtica, untrabajo en equipo proactivo y el respeto por la diversidad em-

    27 Nieto, R., 2004.

  • 32 MEDIACIN COMUNITARIA

    prendamos una reflexin crtica del saber y del hacer que per-mita transformar esta prctica y convertirla en un instrumentoque contemple la complejidad de las relaciones humanas?

    Es preciso, entonces, conformar un conjunto; es decir, pa-sar de lo multidisciplinario al pluralismo, teniendo en cuentaque en la concepcin pluralista, lo otro, lo diferente, enriquecea uno y al conjunto.

    Desde luego, como en todo conjunto, habr clusulas deinclusin. En nuestra opinin, si esta sociedad de mediadoresdebe constituir fronteras, estas no deben depender de nuestrosttulos universitarios sino de la consistencia de los saberes quedefinen una slida formacin y de los valores de quienes deseanincorporarse. Como veremos en los siguientes captulos, estarbasada en conocimientos que provienen de distintas disciplinas,en un entrenamiento en tcnicas y herramientas especficas, yen el desarrollo de cierta actitud.

    Uno de los grandes nombres de la arquitectura moderna,Louis Kahn, deca que los edificios se crean para albergar a lasinstituciones del hombre. Para encontrar la forma de un ciertoedificio, se deben comprender las aspiraciones de la institucina la que pretende albergar. Para nosotros, lo deseable sera quetrabajsemos en conjunto para encontrar una forma que nodesvirte las aspiraciones de la Mediacin. Asimismo, quere-mos dejar sealada una distincin que puede orientar estabsqueda: la forma es inherente a la aspiracin o vocacin deun espacio o una institucin una forma puede admitirdiseos distintos, pero el diseo debe seguir estrechamente esavoluntad 28.

    CAPTULO II

    ESCENARIO SOCIAL URBANO

    A veces ciudades diversas se suceden sobre el mismosuelo y bajo el mismo nombre (TALO CALVINO) 1.

    Definir la Mediacin como lo hemos hecho en el captuloanterior, considerando su utilizacin en el campo de las relacio-nes sociourbanas, nos invita a preguntarnos acerca del escena-rio en que estas se desarrollan. La comprensin y el conocimien-to de esta realidad nos abren la posibilidad de pensar y de llevaradelante procesos de intervencin ms efectivos en el intento deconcretar las aspiraciones de la Mediacin.

    Las preguntas qu sociedad? y qu ciudad? nos permitencomenzar la reflexin, que plantearemos inicialmente por sepa-rado solo con el fin de individualizar el punto del observador, esdecir, un punto fijo desde el cual trazar una perspectiva. Desdeluego, en cada una de ellas estar presente el binomio ciudad-sociedad interpretado como una relacin recproca.

    Qu sociedad?

    Uno de los cambios fundamentales de la poca actual es elhecho de que el trabajo ha dejado de ser uno de los ejes segu-ramente, el principal sobre los que se integraba y estructura-ba la vida comunitaria. A partir de este fenmeno se configurun nuevo escenario de disgregacin y vulnerabilidad, que con-dena a la marginacin y a la prdida de ciudadana a ampliossectores de la poblacin. El agravamiento de la desigualdad y lapauperizacin creciente nos enfrentan con un fenmeno de

    28 Kahn, L., 2002. 1 Calvino, ., 1995.

    3 - Mediacin Comunitaria.

  • 34 MEDIACIN COMUNITARIA ESCENARIO SOCIAL URBANO 35

    desestructuracin del tejido social, lo cual, junto con la falta deredes de proteccin social adecuadas, estara conduciendo, enpalabras del socilogo Jos Nun, a la consolidacin de democra-cias excluyentes.

    Sobre este proceso nos adverta otro socilogo, Emilio DeIpola, hace algunos aos: Los dispositivos tradicionales gene-radores de solidaridad parecen haber entrado en una fase dedesintegracin irreversible. Esos dispositivos estaban basadossobre un sistema, bien o regularmente organizado segn loscasos, de protecciones sociales: la solidaridad se fundaba sobrela mutualizacin creciente de los riesgos sociales, de modo talque el Estado social, al menos en sus expresiones ms avanza-das, se identificaba a una suerte de sociedad aseguratriz, encar-gada de intervenir en circunstancias, si no excepcionales, almenos anormales... 2.

    En un marco ms amplio, un breve repaso por algunos delos signos de las polticas aplicadas en las ltimas dcadas enpases como la Argentina (polticas de ajuste, cada de inversio-nes estatales, debilitamiento de las instituciones del Estado,desdibujamiento de los movimientos sociales, distribucin me-nos equitativa de la riqueza, flexibilizacin y/o precarizacinlaboral, desocupacin, entre otros) nos permiten comprender laconfiguracin social que propiciaban y que sus resultados noseran efectos no deseados como luego expresaron sus defen-sores y promotores sino que eran parte del mismo proyecto.En cualquier caso, la promesa neoliberal segn la cual el creci-miento econmico que aquellas generaran, y de hecho genera-ron, devendra en un progresivo acceso por parte de la sociedada bienes bsicos y a otros no tanto pero igualmente deseables, almenos en nuestro pas, qued incumplida. Luego, si observamosla fenomenal transferencia de ingresos desde los ms pobreshacia los ms ricos, encontraremos que la frmula resultantepodra ser expresada como crecimiento econmico y desigual-dad social. La contrapartida previsible de la orientacin quetomaba la poltica econmica y social sera, entonces, un au-mento sin precedentes de la incidencia, la heterogeneidad y laintensidad de la pobreza 3.

    En suma, el incremento de la desigualdad y la consecuenteerosin de los lazos sociales conforman el paisaje de la fractura,de la desagregacin y de la fragmentacin social que predominaen nuestra regin. Este escenario, junto a los aspectos destaca-dos por Lechner, constituye un campo suficientemente frtilcomo para que pueda emerger una multiplicidad de conflictos deorden social y/o comunitario en los que la Mediacin puede serun instrumento adecuado para tramitarlos. Asimismo, el desa-fo que supone la reinclusin de enormes sectores de la pobla-cin con el fin de reconstituir una sociedad mnimamente inte-grada, en la cual la mayora de sus miembros acceda a nivelesdignos de bienestar socioeconmico y de respeto por sus dere-chos, requiere decisiones polticas, econmicas y sociales juntocon instancias de articulacin y de recomposicin, para lo cualla Mediacin puede ofrecer un espacio insustituible.

    Otra de las transformaciones que queremos apuntar es laque deriva del fenmeno de la globalizacin o mundializacin,iniciado hace algunas dcadas y sobre el cual se centran hoy eldebate y la reflexin en los estudios sociales. Una de lasconstataciones ms evidentes es la que nos acerca Nstor GarcaCanclini 4, cuando seala que el reordenamiento global de lasculturas a partir de estos procesos no elimina las desigualdadesni las asimetras entre las metrpolis y las sociedades perifricas,as como tampoco en el interior de ellas. Ms an, lo que se harevelado es que estas distancias tienden a acrecentarse. Detodos modos, debemos entender este proceso, de interpenetracinprincipalmente econmica, comunicacional y cultural entrelas diversas sociedades, como una realidad. Sin adherir a unavisin eufrica ni [a] una visin catastrfica de ella 5, debemosconocer su dinmica para poder atender a sus efectos y capita-lizar sus contribuciones.

    A todas estas referencias generales habr que superponer-les las de orden local, o los modos en que estas se presentan enun contexto y en un tiempo determinados. Con el propsito decomprender el caso argentino, que es el que ms conocemos,resulta ineludible identificar como un momento de quiebre laprofunda crisis del ao 2001, consecuencia de un proceso de

    2 De pola, E., 1996.3 Torrado, S., 2002.

    4 V. Garca Canclini, N., 2004.5 Garretn, M., 2003.

  • 36 MEDIACIN COMUNITARIA ESCENARIO SOCIAL URBANO 37

    degradacin poltico-institucional, del fracaso de la economa yde una crisis social en sus mltiples registros, que produjoefectos significativos de distinto orden. Es preciso remarcartambin que dicha crisis fue canalizada, a diferencia de otrosmomentos anlogos en nuestro pas, por vas institucionales ydemocrticas. En suma, la idea de crisis en s resulta, en elactual contexto argentino, inseparable de todo anlisis. Pero,como toda crisis, podemos pensarla no solo desde sus efectosnegativos, como la desarticulacin que propicia, sino tambin apartir de la posibilidad que este escenario proporciona en cuan-to a tornar visibles algunas estructuras ms profundas que entiempos normales no se consideraron relevantes.

    Para comprender el modo en que este fenmeno ha sidoexperimentado y los modos de afrontarlo, podemos observarloteniendo en cuenta algunas claves: por ejemplo, las altas expecta-tivas sociales y culturales, fundadas en buena medida en el mito dela excepcionalidad argentina, pero tambin en el hecho de formarparte de una de las sociedades ms homogneas e igualitarias deAmrica 6. Luego, cabe preguntarse tambin respecto de su tem-poralidad, es decir, si an estamos en una situacin de crisis, si esde algn modo una crisis de futuro, o si la crisis ya pas y estoes lo que qued. Diversas reflexiones de los ltimos aos y otrasms recientes surgidas del campo intelectual permitiran pensarque estamos en presencia de las tres cosas.

    Si bien existieron determinaciones externas en la configu-racin de la nueva situacin social, anlogas a las de otrospases de la regin, debemos atribuir a una combinacin muycompleja de historia, representacin, responsabilidades y ex-pectativas de nuestra sociedad el particular modo en que sedesarroll el proceso que deriv en ella.

    Una suerte de advertencia sobre el nuevo panorama pudi-mos encontrarla, un ao antes de su estallido, en una afirma-cin del socilogo Juan Carlos Portantiero: La Argentina se hatransformado en un pas de vctimas y no de actores, con lo quecorre el riesgo de devenir en un lugar en vez de en una Nacin.Solo los actores constituyen movimientos sociales, las vctimasse agotan en la explosin de la protesta 7.

    La retirada del Estado como compensador de desigualda-des dejara a los excluidos en situacin de cada libre, parala cual no se encontraron frmulas de recomposicin, as comotampoco mecanismos de contencin adecuados a las nuevascondiciones sociales. Si observamos los actuales niveles de po-breza e indigencia y los dficit sociales de naturaleza por demscompleja en los que est sumida la mayora de la poblacin ennuestro pas, incomparablemente superiores a los de cualquiermomento pasado, y en particular la crtica situacin que pade-cen los nios en distintas reas, podremos dimensionar la mag-nitud de lo que debera pensarse, en un sentido general yatendiendo a los diferentes grados de responsabilidad, comouna suerte de fracaso colectivo.

    Varios indicadores del Informe de UNICEF del ao 2004,segn el cual el 60% de los nios argentinos (casi 3,7 millones)vive debajo de la lnea de pobreza y 3 de cada 10 son indigentes,as como la progresiva cada de los niveles de alfabetizacin 8que eran un orgullo nacional y una singularidad en el pano-rama latinoamericano, son algunos de los signos que configu-ran lo que, parafraseando a Adrin Gorelik, podramos designarcomo el paisaje de la devastacin.

    Pasado el torbellino de los acontecimientos que se dispara-ron en el ao 2001, con un nuevo gobierno elegido por la ciuda-dana estara en pie la mdica esperanza de comenzar a transi-tar el largo camino de la reinclusin social o, en definitiva, deconstituir una Nacin. Ser necesario, entonces, trabajar en lascausas y en los efectos del actual estado de cosas por medio depolticas activas, integrales y transversales, en el sentido decontemplar los distintos registros que componen la vulnerabili-dad social. Asimismo, deben pensarse mbitos de dilogo en losque se desarrollen nuevas formas de articulacin y de participa-cin colectiva con el fin de construir un nuevo contrato social, siverdaderamente aspiramos a una sociedad ms justa eintegrada.

    6 Tern, O., 2002.7 Portantiero, J. C., 2000.

    8 Segn el mismo Informe de UNICEF, 400.000 chicos y adolescentesabandonan anualmente sus estudios, y 1.000.000 entre 15 y 19 aos est fuerade la escuela.

  • 38 MEDIACIN COMUNITARIA ESCENARIO SOCIAL URBANO 39

    Qu ciudad?

    El nuevo ciclo de pensamiento iniciado en la dcada de1980, como seala Adrin Gorelik, ...recoloc la ciudad comoclave para interrogar la peculiar modernidad latinoamericana.Nuevos temas, tales como el espacio pblico, la gestin local, elrol de los medios de comunicacin en los imaginarios urbanos ylas vanguardias estticas; nuevas disciplinas, como la cienciapoltica, la comunicacin, la crtica literaria y la historia cultu-ral produjeron un equipamiento intelectual para pensar la ciu-dad que rompi todo lazo con los lenguajes y las problemticasanteriores, dictadas por el predominio de la planificacin y lasociologa urbana 9.

    Estos nuevos abordajes arrojan una imagen del paisajeurbano que reproduce la definida en el orden social, por lo cualtambin podramos caracterizarlo como un escenario de frag-mentacin, segregacin, desagregacin y disgregacin urbanaque exige una mirada ms profunda en cuanto a la ciudad dondevivimos o no vivimos.

    El gran proceso modernizador emprendido en la dcada del90 en Buenos Aires deriv, tal como lo revelan diversos anlisis,en la configuracin de una ciudad con un diagnstico tpico delTercer Mundo: bolsones de riqueza privada y una extendidapobreza e incapacidad pblica 10 que podemos representar conla mirada de J. F. Liernur, quien, despus de recordar tantasimgenes alguna vez celebradas como posibles de reconocer enBuenos Aires (Pars, Los ngeles, Nueva York), pasa tambinpor Mogadiscio: A comienzos de los noventa las cmaras de laCNN mostraban escenas desgarradoras de miseria y de violen-cia en la capital de Somalia. Gentes descalzas, vestidas condescoloridas prendas deportivas de hilado sinttico, recorranmugrosas calles de tierra buscando comida o refugio. Bandasarmadas se parapetaban en caseros miserables enfrentndosepor la posesin de lo que fuera. Para muchos millones de habi-tantes, Buenos Aires no se diferencia demasiado de Mogadiscio.Ellos viven sin instalaciones de agua potable, sin cloacas, enterrenos inundables, cobijndose en ranchos construidos con

    desechos, sometidos a la miseria, la marginacin, el maltrato, ladegradacin, las mafias de rateros, dealers o explotadores denios, la carencia de empleo decente 11.

    No pretendemos analizar en este texto temticas especfi-cas alrededor de los procesos que derivaron en el actual paisajeurbano, pero s dejaremos planteadas a modo de registroalgunas cuestiones que consideramos centrales en la conforma-cin de este nuevo escenario y que, a la luz de las radicalestransformaciones urbanas llevadas a cabo en la Ciudad deBuenos Aires durante aquellos aos, nos inducen a pensar enella como en la ciudad de las oportunidades perdidas.

    Uno de los ejes sobre los que se desarroll este procesotransformador fue la participacin de importantes capitalesprivados en macroemprendimientos que afectaron a fragmentosurbanos de distinta escala. Como lo indican diversos anlisisque hemos convocado para este recorrido, estos se habranllevado adelante sin un marco de polticas urbanas y, menosan, de una poltica de expansin derivada de un debate social,como demandan estas operaciones y como se gestiona y serealiza en otras latitudes 12. En el mismo sentido, algunos de losnuevos modos de concebir el hacer ciudad como el planea-miento estratgico (experiencia europea), que tuvo aciertos peroque tambin recogi diversas y profundas crticas tuvieron sureflejo en una Buenos Aires que no atendi a ciertas diferenciassustantivas respecto de determinadas condiciones de los contex-tos de origen. As como en Europa poda resultar un aspectopositivo apuntar a una suerte de flexibilizacin del Estado (unEstado cuya rigidez era un obstculo para la iniciativatransformadora, pero que era suficientemente fuerte como paraimponerle condiciones a esta vocacin innovadora), en la Argen-tina la ausencia o la debilidad del Estado eran el punto departida. Los resultados seran, por cierto, distintos 13.

    El desarrollo en clave del puro mercado en nuestra ciu-dad seguira as la lgica previsible de inversin y reinversinprivada y estatal en los sectores ms favorecidos que consoliduna fenomenal concentracin de riqueza. La magnitud de esta

    9 Gorelik, A., 2002.10 Gorelik, A., 2001 (a).

    11 Liernur, J. F., 1997.12 V. Gorelik, A., 2001 (b).13 V. Gorelik, A., 2004.

  • 40 MEDIACIN COMUNITARIA ESCENARIO SOCIAL URBANO 41

    operacin puede verse, como lo seala Graciela Silvestri, alsuperponer los datos de los niveles de sociohabitabilidad, educa-cin, origen de poblacin y caractersticas de la vivienda, tradu-cidos en esquemas espaciales, a los del esquema de inversionesde la dcada del 90 14. Siguiendo el mismo anlisis, si bien huboalguna vez un ideal homogneo, este ideal es precisamente elque habra entrado en crisis o, ms bien, habra sido abandona-do. La progresiva degradacin de amplios sectores de la ciudady de sus espacios comunes incidira dramticamente en la vidapblica en tanto vida urbana.

    Al mismo tiempo, se puso en marcha un creciente procesode microprivatizacin social que agudiz la crisis del espaciopblico. El acelerado incremento de la desigualdad y de lamarginalidad fue delineando un escenario de riqueza y de mise-ria que desemboc en la desvalorizacin del espacio pblico, entanto este es vivenciado como lugar de encuentro con un otrotenso o cuya otredad comienza a percibirse como amenazante.Un significativo aumento de los delitos en sus distintas formasy el efecto meditico a propsito de ellos convirtieron el tema dela inseguridad en una de las mximas preocupaciones de lasociedad, dando lugar a la aparicin de ciertas metodologas deseguridad privada que atentaran inexorablemente contra elespacio pblico.

    Otra de las aristas propias de estos cambios es la privatiza-cin de los servicios pblicos. En el caso particular del transpor-te pblico estatal de ferrocarriles, la transformacin incluy lacancelacin total o parcial de redes en el orden nacional, lo quedej sin su nico vnculo social, cultural y comercial a cantida-des de pueblos de variada densidad de poblacin. Como parte deeste proceso, en el mbito de la Ciudad de Buenos Aires, mien-tras mejoraban significativamente los servicios de las zonasms ricas, se deterioraban los que las mismas empresas pro-vean a las zonas ms pobres, contribuyendo as al aceleradoritmo de fragmentacin en marcha.

    Esta frmula reviste condiciones ms crticas si nos referi-mos al rea de los servicios primarios. Las empresas, ahoraprivadas, fueron habilitadas para suspender los servicios antela falta de pago por parte de los usuarios. Este fue el caso del

    agua y tambin el del servicio cloacal, los que, al privar de loms bsico a un ciudadano en particular, generaban un impactoambiental en el entorno del barrio.

    Tambin se realiz en este perodo una fundamental trans-formacin poltico-institucional que le dio autonoma a la Capi-tal Federal, ahora Ciudad Autnoma de Buenos Aires 15. Re-flexiones acerca de este proceso revelan que esta condicin noacarre resultados que superen significativamente, al menos ensus aspectos ms importantes, a los del antiguo estatus muni-cipal. Asimismo, si bien fue altamente positiva la inclusin en laConstitucin de la nueva Ciudad Autnoma de formas msdemocrticas de gestin con la participacin ciudadana, estasno han mejorado en general las modalidades de las consultascorporativas, y las audiencias pblicas no vinculantes hansido, en su mayora, una suerte de catarsis colectiva, que al noencontrar una articulacin poltica no han devenido en un me-canismo que estableciera una razonable relacin entre los pode-res del Estado y las demandas sociales. Algunas experiencias eneste sentido revelan que no habran sido suficientemente aten-didos algunos de los obstculos para acercarse a las expectati-vas que se generaron en torno a ellas, ya que se enfrentaron conlmites muy precisos que podran pensarse, como lo ha expresa-do Eduardo Passalacqua, a partir de la falta de tradicionesparticipativas en la poltica argentina y de la falta de conside-racin sobre el tiempo necesario para garantizar una (real)representacin de los diferentes actores sociales 16.

    En suma, este proceso de transformacin en sus distintasvas constituy lo que en algn trabajo se ha llamado un giroepocal. En este sentido, es preciso tener en cuenta que, a dife-rencia de las ciudades latinoamericanas que se modernizaronen el marco del contraste social, Buenos Aires exhibi parme-tros homogeneizantes de lo pblico y una sociedad que se trami-taba a partir del horizonte de la inclusin materializado en laextensa clase media, que le brindaba, y le brinda an hoy, supeculiaridad. Para quienes no haban logrado niveles acepta-bles de estos registros quedaba la perspectiva cierta del ascen-

    14 V. Silvestri, G., 1999.

    15 Acerca de esta temtica puede verse Passalacqua, E., 2005, texto quehemos seguido en nuestro desarrollo.

    16 Passalacqua, E., 2005.

  • 42 MEDIACIN COMUNITARIA ESCENARIO SOCIAL URBANO 43

    so. Esto es precisamente lo que se ha quebrado, produciendo loque se conoce, tambin en otros contextos, como una ciudad-sociedad dual.

    De modo que al preguntarnos qu Buenos Aires? nosencontramos con las imgenes de Mogadiscio y de Chicago enuna misma postal. La ata contra el vidrio hall por fin unamaterializacin de escala indita que podra representarse conotra mirada de Liernur: El Tren de la Costa, que cubre untrayecto de 16 kilmetros, comenz como una suma de centrosde compras articulados por su trayectoria. Las ventanillas deltren son como pantallas de televisin en vivo desde donde lamultitud contempla la buena vida de los otros 17.

    La ilusin de un mundo donde las distancias sociales tien-dan a acortarse y donde los beneficios de la ciudad lleguen a lamayora, y de ser posible a todos, lejos de ello, parece haberseconvertido en fuente de tensiones para algunos y de pesadillaspara otros. Si algo define a ciudades como las nuestras es lo que,parafraseando a Charles Tilly, podramos llamar desigualdadpersistente. Es preciso generar, como ilustra Adrin Gorelik,un debate amplio en pro de organizar una agenda integrada deun proyecto de ciudad en sus dimensiones poltica, social ymaterial con el fin de favorecer la inclusin social, hacer actualel derecho de ciudad 18.

    Pensar la cuestin de la ciudad, en palabras de BeatrizSarlo, como parte esencial de los derechos y sobre todo de lapreservacin de las formas materiales de lo pblico 19. Es decir,la devolucin a la ciudad del carcter abierto, democrtico yculturalmente productivo, puede ser un punto de partida.

    Violencias urbanas

    Este ttulo seguramente evoca para cada uno de nosotrosescenarios de violencia distintos: el hambre, la mendicidad, laprostitucin infantil, el secuestro extorsivo, las distintas formasde corrupcin dentro del Estado, el homicidio en ocasin de robo,

    la criminalizacin de grupos sociales, el robo de coches, el des-empleo, la estigmatizacin de barrios pobres, la xenofobia, etc.Estos son solo algunos de los componentes que podran integrarla extensa lista a partir de la pregunta qu entendemos porviolencia urbana?

    Paradjicamente, la representacin que aparece de ella es,al menos en nuestro pas, la que ha conformado cierto imagina-rio colectivo alrededor del delito comn en sus diferentes modosy resoluciones. Ms particularmente, este imaginario seleccio-na, al momento de hablar de violencia urbana, los delitos en losque los victimarios son individuos o grupos de individuos queen general provienen de sectores marginales o de escasos recur-sos sociales, econmicos y/o culturales. Asimismo, los tipos dedelitos que ms convocan la atencin de la sociedad en generaly de los medios de comunicacin en particular son el robo amano armada, la toma de rehenes y el secuestro extorsivo.

    Si bien estas formas de violencia son importantes en tantoconstituyen uno de los factores de mayor preocupacin colecti-va, nos parece ms adecuado pensarlas, a diferencia de ciertasvisiones, como una de las manifestaciones de una crisis generaldel Estado y de la sociedad. Del Estado, porque ha dejado de ser,como se ha dicho, la principal instancia de articulacin de lasrelaciones sociales y el garante de la reproduccin de un sistemade reglas de juego dentro de las cuales se desenvuelven esosvnculos. De la sociedad, dado que la secuencia de acontecimien-tos traumticos vividos por ella en el ltimo cuarto de siglo haproducido rupturas que quiebran identidades, continuidades yexpectativas de previsibilidad.

    Otro dato no menos llamativo es que, en general, los recla-mos por la seguridad urbana denotan una autorrepresentacinde esta sociedad como si otrora hubiera sido razonablementepacfica. Esta representacin evidenciara no pocas contradic-ciones si se la analizara a partir de cierta genealoga de laviolencia en nuestro pas o tan solo en cuanto a la experienciade nuestro pasado reciente, como el perodo de los aos 70, enel que las figuras del desaparecido y del nio desidentificado,impuestas por el terrorismo de Estado, irrumpieron en nuestravida cotidiana.

    La fragmentacin social y urbana que hemos descrito per-mite suponer que la violencia en sus distintas formas segura-

    17 Liernur, J. F., 1997.18 V. Gorelik, A., 2004.19 Sarlo, B., 2001.

  • 44 MEDIACIN COMUNITARIA ESCENARIO SOCIAL URBANO 45

    mente perdurar e ir desarrollndose en mbitos diversos. Esrazonable entonces que esta novedosa configuracin social hayagenerado que el miedo forme parte de nuestra existencia. Eneste marco, todos los sectores de la poblacin se sienten atemo-rizados y hasta amenazados, cada uno por sus propios motivos.

    Al hablar de violencias urbanas debemos tener presentestambin las distintas condiciones de exclusin. La accesibilidado la inaccesibilidad a bienes materiales as como tambin laprdida del sentido de pertenencia, o simplemente la prdida desentido (que no es, desde luego, un privilegio de los pobres),generan las condiciones para que emerjan mltiples formas deviolencia.

    La desigualdad social y la anomia son verdaderos produc-tores de la violencia que se expresa en el espacio urbano, y paracomprender sus manifestaciones debemos preguntarnos acercade los escenarios y de los protagonistas, indagando en susorgenes y en sus causas. Luego, si nos referimos a la inseguri-dad derivada de ella, es preciso que nos propongamos unareflexin responsable respecto de los modos de abordar estaproblemtica. As, deberamos tomar cierta distancia de losreclamos ms ruidosos para poder observar otros que solo porno tener voz no se han hecho or. Un relato tomado de un textode Silvia Duschatzky y Cristina Corea sobre una experiencia ala que son expuestos los jvenes de zonas marginales, en estecaso de la ciudad de Crdoba (Argentina), puede hacernos pen-sar en lo que a veces no se incluye en los registros de lasvctimas de la violencia.

    Rito del bautismo 20

    El bautismo es algo que se hace cuando se ingresa a lo que es elchoreo fino, no el rateo comienza por la siesta Se comienza con la fanay despus se los revienta a palos, para que cuando la cana los agarre, ellosno hablen. Y no van a hablar porque se la bancaron Los chicos tienenentre 10 y 13 aos y el que comienza es el ms grande del grupo que ya haestado varias veces preso. Cuando llega la noche nos vamos detrs delcaaveral y all se lo cogen al que haban bautizado para que si llega a caeren los reformatorios no hable cuando le pase algo as. Despus se lo sacaal centro y all se lo deja para que haga el primer choreo.

    Los chicos se apropian de las reglas del otro represivo con lafinalidad de anticipar un peligro inminente El pasaje (haber superadolas pruebas) implica alcanzar un estatuto de respetabilidad dentro delgrupo. El pasaje al estatuto de choro fino simboliza la iniciacin de otracondicin: el que se la banca, el que ser capaz de tolerar el sufrimientoy la tortura, el que podr callar El rito del bautismo (golpiza y someti-miento sexual) se arma con las reglas de la institucin represiva eneste caso las de la polica, los institutos carcelarios y de minoridad.

    La seguridad es, sin duda, un derecho de todo ser humano.Sin embargo, la extrema sensibilidad de algunos sectores no esdirectamente proporcional al mapa de la inseguridad o a los tiposde inseguridad que vive la sociedad en general. Y la expresin delos sectores ms vulnerables no puede darse, como sealanDuschatzky y Corea, de otro modo que mediante las formas queles son ms familiares y desde las cuales se construye su subje-tividad. Es natural que caractericemos como violentas a susacciones, pero qu significa esta categora para quienes viven encontextos donde todo es violencia? Como dicen las autoras cita-das: si todo es violencia, entonces nada es violencia. Si verdade-ramente queremos trabajar para superar la inseguridad debe-mos pensar en espectros ms amplios y en zonas ms profundas.

    Un representativo muestreo de las formas habituales (pri-vadas) de abordar esta problemtica lo podemos encontrar enlas revistas especializadas que circulan en nuestro pas, dirigi-das a sectores medios y altos que, por cierto, son los que tienenacceso a ellas. Dichos medios informan y ofrecen una ampliagama de sistemas de seguridad, humanos y electrnicos, condistinto grado de sofisticacin. Los muros cada vez ms altos,ms custodios armados, circuitos perimetrales electrificados,perros entrenados para matar, clases de tiro, sistemas demonitoreo por medio de helicpteros, coches blindados y tantosotros recursos disminuyen las posibilidades de ser vctima de unataque. Sin embargo, nada alcanza... Al mismo tiempo, estasformas revelan, como seala Zygmunt Bauman, la dificultad deencontrar un razonable equilibrio entre dos valores que nosconstituyen como individuos: la seguridad y la libertad. Como lmismo afirma, parece que la seguridad solo puede garantizarsea expensas de resignar casi por completo la libertad 21.

    20 Duschatzky, S.-Corea, C., 2004. 21 Bauman, Z., 2003.

  • 46 MEDIACIN COMUNITARIA ESCENARIO SOCIAL URBANO 47

    Otros, entonces, son los caminos que podemos intentar sinuestra conviccin es que ...hay cometidos a los que se enfrentacada individuo que no pueden abordarse individualmente. Todolo que nos separe y nos impulse a mantener una distanciamutua, a trazar esas fronteras y a construir barricadas, hace eldesempeo de esos cometidos an ms difcil. Todos necesita-mos tomar el control sobre las condiciones en las que luchamoscon los desafos de la vida, pero para la mayora de nosotros esecontrol puede lograrse colectivamente... Si ha de existir unacomunidad en un mundo de individuos, solo puede ser (y tieneque ser) una comunidad entretejida a partir del compartir y delcuidado mutuo; una comunidad que atienda a y se responsabilicede la igualdad del derecho a ser humanos y de la igualdad deposibilidades para ejercer ese derecho 22.

    Las demandas por parte de amplios sectores de la sociedaden la lnea de la tolerancia cero podran ser capitalizadas enuna frmula exitosa, o al menos esperanzadora, si nos propone-mos aplicarla a las condiciones de pobreza y de marginalidad ya todo tipo de exclusin social.

    La bsqueda de una comunidad segura, basada en elaislamiento, en la separacin, en los muros protectores y enlas verjas con vigilantes, evoluciona hacia una forma deguetizacin, en este caso voluntaria, que simplemente agu-diza la fragmentacin y la exclusin social y urbana. Unaciudad compartimentada en guetos de ricos y guetos de po-bres es adems de socialmente injusta, polticamente anti-democrtica y culturalmente pobre, un campo en el quems pronto o ms tarde se puede desatar la guerra detodos contra todos 23.

    A partir de estas comprobaciones podemos intentar com-prender y hacer circular los miedos en espacios de dilogo quepermitan diluir los aspectos autoritarios o las propuestas exclu-yentes bajo el signo de la intolerancia, estimulando propuestasinclusivas orientadas al reconocimiento del otro.

    Las experiencias europeas en general y tambin algunaspuntuales en Latinoamrica revelan que el modo de aumentar

    la seguridad en las ciudades es restableciendo el carcter pbli-co del espacio pblico. Las estrategias urbanas tendientes a surevitalizacin a partir de equipamientos de calidad, la confluen-cia de usos diversos y una distribucin homognea del empleodel espacio pblico han puesto de manifiesto un mejoramientoen la seguridad a la vez que representan un estmulo para lacohesin social.

    Como hemos visto, los mecanismos de exclusin son diver-sos y es justamente en la ciudad donde se expresan y se verifi-can sus efectos. En cualquier caso un elemento bsico que estpresente en la raz de la exclusin y en la ruptura de la relacinsocial es la falta de condiciones para una comunicacin quesiembre equidad en la desigualdad. Es razonable pensar que laMediacin puede constituir un instrumento eficaz en este sen-tido, como lo ilustra el siguiente relato.

    El muro de Paran 24

    Un grupo de vecinos de Lomas del Mirador 1 inici un expediente enla Municipalidad de Paran solicitando autorizacin para vallar unespacio abierto comunitario por motivos de seguridad. Los vecinos asu-man los costos de construccin del muro de un metro y medio de alto, conrejas, y haban comenzado a recolectar dinero con este fin.

    Como el trmite no prosperaba, acudieron a la Defensora del Pue-blo de Paran en busca de ayuda. Dicho organismo realiz todas lasaveriguaciones y concluy que no haba obstculos legales. No obstante,el Defensor del Pueblo les hizo notar que esta solucin poda ocasionarinconvenientes significativos y les propuso hacer una reunin para pen-sar entre todos cmo abordar el tema.

    La Defensora hizo una convocatoria abierta a todos los actoresinvolucrados en la Escuela n 38 de Lomas del Mirador, donde los invita organizar una charla en el barrio abierta a toda la comunidad, con laparticipacin de dos especialistas en gestin de conflictos que llegarandesde Buenos Aires. El ttulo fue Vas alternativas de solucin de con-flictos originados en la convivencia.

    22 Bauman, Z., 2003.23 Las citas del prrafo pertenecen a Borja, J., 2003.

    24 Esta experiencia fue desarrollada por Alejandro Nat, Gabriela Rodr-guez Querejazu y el equipo de mediadores del Centro de la Defensora delPueblo de Paran, provincia de Entre Ros (Argentina), en el barrio Lomas delMirador 1 y 2.

  • 48 MEDIACIN COMUNITARIA ESCENARIO SOCIAL URBANO 49

    Los presentes

    La directora de la escuela y varios docentes, los representantes delas dos comisiones vecinales, varios representantes del Ejecutivo local, e