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1 Los Retos de la Formación de Líderes para la Transformación Educativa: Una Respuesta desde la Educación Superior. Categoría de Participación: Ensayo

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Los Retos de la Formación de Líderes para la Transformación Educativa:

Una Respuesta desde la Educación Superior.

Categoría de Participación: Ensayo

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Los Retos de la Formación de Líderes para la Transformación Educativa:

Una Respuesta desde la Educación Superior.

Resumen

Las instituciones educativas se encuentran sujetas a múltiples presiones sociales para

transformarse pero, con frecuencia los cambios educativos propuestos son inefectivos

en su implementación. Para favorecer el éxito del sector educativo se requiere de un

liderazgo transformacional, capaz de gestionar las instituciones educativas de manera

que la cultura de las mismas favorezca el cambio educativo. En este documento, se

hace una reflexión sobre las características del liderazgo que se requiere en las

escuelas; además, se discute la diferencia entre la administración y la gestión

educativa, como un asunto que se asume como relacional y no sólo procesal; también

se presenta una mirada desde la complejidad, para favorecer la comprensión de los

fenómenos educativos desde una perspectiva distinta. Al final, se presenta el

fundamento y la estructura general de una maestría que facilita la formación de líderes

para el cambio educativo, que considera como marco teórico los temas mencionados

con anterioridad.

Palabras Clave

Liderazgo, cambio educativo, gestión, complejidad.

Introducción

Durante las últimas dos décadas, la educación se ha visto impactada por grandes

transformaciones en las dinámicas políticas, económicas y sociales de todos los

países. Las sociedades han transitado rápidamente de su orientación a una economía

primaria para la producción de materia prima básica, a una terciaria de generación de

valor y gestión del conocimiento. Sin duda, el desarrollo científico y tecnológico, que ha

condicionado la propuesta global de Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i), ha

ido alternando su rol como medio y como fin en diferentes momentos; por supuesto, ha

impactado drásticamente a la educación de diversas maneras, por ejemplo en sus

fines, en la generación de diversos ambientes de aprendizaje mediados por tecnología,

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en los modelos educativos que buscan el aprendizaje situado y la educación a lo largo

de la vida (Didriksson, 2008).

En años recientes se ha procurado que el énfasis del proceso educativo se traslade

de la enseñanza al aprendizaje y del profesor al alumno, quien deberá tener un

aprendizaje significativo y de alto impacto en su vida; se busca una educación superior

pertinente para las necesidades sociales. Pero estos cambios de paradigma traen

consigo algunos retos para las instituciones educativas: en primer lugar, se requiere de

una planeación distinta, que considere la singularidad del quehacer educativo, desde

los asuntos organizacionales, hasta los procesos curriculares y didácticos. En segundo

lugar, es indispensable la preparación de las personas para que sean capaces de

atender las demandas crecientes de la educación; en este sentido, la formación de

profesores y de gestores educativos que puedan asumir los riesgos de la incertidumbre

característica de la era del conocimiento y la globalización, requiere de la creación de

políticas y programas adecuados para lograrlo (UNESCO, 2008 y 2009). En tercer

lugar, la innovación en los distintos ambientes de las instituciones educativas es

imperativa; se requiere de la creación de marcos normativos flexibles para facilitar los

cambios institucionales que se requieren. La formación de diseñadores del cambio

educativo se hace necesaria en este contexto (Sursock y Smidt, 2010).

El propósito de este documento es reflexionar sobre los cambios que se requieren

en la gestión de las instituciones educativas ante sus nuevos retos y a partir de ello,

proponer un replanteamiento para la formación de quienes las dirigen. Para ello,

primero se explica la naturaleza del cambio educativo y las características del liderazgo

requerido para impulsar una transformación de la cultura de las instituciones

educativas. En segundo término se establece la diferencia entre gestión y

administración en el ámbito educativo, para facilitar la comprensión de la tarea del

directivo educativo actual. En tercer lugar, se hace una reflexión desde la perspectiva

de la complejidad. Finalmente, se presenta el fundamento y la estructura general de un

posgrado para la formación de directivos capaces de gestionar un cambio educativo de

alto impacto social, que se implementa actualmente en una Universidad mexicana.

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El cambio educativo y el liderazgo transformacional.

El cambio educativo es un constructo de reciente formulación y que se encuentra

en un proceso de caracterización para diferenciarlo, o bien para asumirlo como reforma

o como innovación. En este sentido, Torres (2000), sostiene que la reforma es una

intervención política conducida desde la cúspide de los sistemas educativos; asume la

innovación como una intervención local, frecuentemente ejecutada en la base de los

sistemas educativos o fuera de ellos; finalmente, el cambio se opera por efecto de la

reforma, de la innovación, de su articulación o en ausencia de ambas. Por otra parte,

Duarte Hueros (2000) lo considera como sinónimo de innovación, que es definida como

un proceso de cambio no disruptivo, sino que sólo busca la mejora. En otro orden de

ideas, Fullan (2001) plantea el cambio educativo como un proceso complejo que debe

asumirse objetivamente pero considerando la subjetividad de los actores, a través de

tres dimensiones: 1) El uso de nuevos recursos instruccionales (materiales, tecnología,

currículo), 2) La posibilidad de modificar las prácticas docentes y 3) La modificación de

las creencias de los actores.

¿Pero hacia dónde va el cambio educativo? Desde la perspectiva de Fullan

(2011), se perfilan dos grandes tendencias: la primera se dedicará a fomentar

innovaciones que favorezcan el desarrollo de habilidades de pensamiento para la

creatividad, la solución de problemas, el razonamiento crítico, el uso de tecnología y la

colaboración; la segunda tendencia buscará entender las políticas, estrategias y

estructuras asociadas con el éxito den el cambio, para caracterizarlo. Estos asuntos

requieren de un liderazgo educativo que sea capaz de analizar lo que los resultados de

investigación ofrecen y aplicarlos de forma tal, que permitan el desarrollo de una nueva

cultura organizacional en las instituciones educativas.

Si bien la gestión del cambio requiere de una visión compartida por toda la

organización educativa, es incuestionable que el éxito en la implementación depende

en buena medida del liderazgo que lo impulsa. Brown y Eisenbach (1997), han

identificado algunas características de los líderes exitosos de las organizaciones que se

encuentran en procesos de cambio, a saber: la visión de futuro, la toma de riesgos y la

‘semiestructuración’ de la organización. Ahora bien, Pawar y Eastman (1997) han

señalado que el cambio puede actuar como una variable contextual que influencie al

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liderazgo y contribuye a su modificación, de manera que se establece una relación

bidireccional entre la ejecución del cambio y la formación de algunas operaciones del

liderazgo.

En 1978 y en el contexto de los movimientos políticos y sociales, Burns describió

al líder transformacional como aquél que reconoce y explora una necesidad o una

demanda de un seguidor, a través de la comprensión de los motivos potenciales que

tiene y con ello busca satisfacer las necesidades superiores de éste al involucrarlo

como persona completa. El resultado es una relación de mutua estimulación y

elevación que convierte a los seguidores en líderes y a los líderes en agentes morales

(Burns, 1978).

Junto con el liderazgo transformacional, Burns (1978) describió el transaccional,

que se trata de la forma diaria básica de trabajo del líder, con pequeñas y constantes

dosis de cambio, pero que también puede funcionar con un bajo perfil. Para plantear la

definición del liderazgo transformacional, Burns (2003) distinguió entre dos formas de

cambio: el primero consiste en sustituir una cosa por otra en un acto de intercambio;

este es el tipo de cambio que se atribuye al liderazgo transaccional. Por otra parte,

plantea que el segundo tipo es mucho más profundo: se trata de causar una

metamorfosis completa; es una modificación de la condición original para originar otra

distinta; una transformación radical en la forma o en el carácter. Este es el tipo de

cambio que opera en el liderazgo transformacional. La transformación significa producir

una alteración de la estructura básica de los sistemas completos. Desde esta

perspectiva, el cambio cuantitativo no es suficiente, sino que se requiere un cambio

cualitativo, que tiene que ver con la naturaleza del cambio y no sólo con el grado del

mismo.

Con base en la propuesta de Burns, entre 1985 y 1990, Bass y Avolio

operacionalizaron el concepto de liderazgo transformacional a través de un modelo de

amplio espectro del liderazgo (Bass y Riggio, 2006). En este modelo enriquecido por la

investigación empírica, se incluyeron nuevas conductas como la transmisión de la

sensación de que se tiene una gran una misión, la delegación de autoridad, la

formación de los seguidores, el énfasis en la resolución de problemas y el uso del

razonamiento (Pearce, Sims, Cox, Ball, Schnell, Smith y Treviño, 2003). Entonces

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surgió una nueva corriente de pensamiento en materia de liderazgo con el líder

transformacional como brazo estratégico y el transaccional como el operativo.

El liderazgo transaccional es aquel que tiene las habilidades para manejar las

situaciones cotidianas de las organizaciones (Burns, 1978). Es un liderazgo operativo

que se encarga de llevar el control presupuestal, seguir una agenda y evaluar a los

subordinados (Sheard y Kakabadse, 2004). Se caracteriza por conductas y actitudes

que enfatizan la calidad del intercambio entre el superior y el subordinado; esto

significa que se privilegian las negociaciones que tienen que ver con las demandas del

jefe y las recompensas que está dispuesto a otorgar.

En contraparte, el líder transformacional rompe los esquemas organizacionales

para crear una visión del futuro e invierte mucho tiempo en compartirla. A través de

este proceso, el líder aclara el presente y muestra cómo el pasado lo ha influenciado,

para finalmente utilizar a ambos para transformar el futuro. Los líderes exitosos

proyectan su visión y ganan apoyos para ella; son consistentes, persistentes y se

enfocan en mantener el ánimo de la organización para empoderar a aquellos que

deben asumir alguna responsabilidad en el movimiento que ellos originan (Sheard y

Kakabadse, 2004).

Para lograr lo anterior, el carisma es un elemento fundamental del proceso

transformacional porque se trata de la habilidad del líder para generar un poder

simbólico, en virtud de que produce la percepción entre los seguidores de que posee

habilidades y talentos excepcionales. Por ello, el éxito del líder está ligado a la

confianza de los seguidores, a su esfuerzo y al compromiso que éstos adquieren con

él (Barbuto, 2005).

De acuerdo con Bass y Riggio (2006), el grado en el que los líderes son

realmente transformacionales se mide en el efecto que causan en sus seguidores. Por

ello, el liderazgo transformacional es relacional y se lleva a cabo a través de tres

operaciones características: estimulación intelectual, consideración individual y

motivación inspiracional. La consideración individual se refiere a que los líderes actúan

como mentores de sus seguidores. La motivación inspiracional describe la pasión del

líder por comunicar el futuro de una organización ideal que puede ser compartida con

sus seguidores. La estimulación intelectual surge de la motivación que el líder ejerce

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sobre sus seguidores para que sean capaces de analizar los viejos problemas de

maneras nuevas (Bass y Avolio, 1990).

La formación de líderes educativos es un área de oportunidad para la educación

superior en México. Si bien existen muchos programas de capacitación y algunos de

posgrado con ese fin, la tendencia es a profesionalizar la labor del directivo desde una

perspectiva procedimental, que frecuentemente se enfoca en los asuntos de corte

administrativo y soslaya lo educativo. El cambio requiere de líderes transformacionales

capaces de producir una metamorfosis de las organizaciones educativas y que

coloquen en el centro de esas transformaciones al proceso educativo; para ello, deben

ampliar su visión y considerar todos los impactos de las escuelas como organizaciones,

desde una perspectiva de la Responsabilidad Social Universitaria, que contribuya a la

generación de capital social (Vallaeys, 2008).

En este sentido, Fullan (2006) considera que la sustentabilidad, considerada

como ambiental y humana, debe ser un factor clave en la formación del nuevo

liderazgo educativo. Los líderes que encabecen los cambios de gran escala deben ir

más allá del incremento del logro de los alumnos y llevar a las organizaciones

educativas hacia la sustentabilidad. Para ello, es necesario transformar la mentalidad

de quienes encabezan las escuelas a través de la formación de un pensamiento

sistémico. Para que las grandes reformas educativas puedan operarse, los líderes

deben incrementar su esfera de compromiso a través de la interacción con otras

escuelas que les permita transformar el contexto más amplio. Los elementos que

habilitan a los líderes para cambiar las organizaciones de esta manera son: un

propósito moral, compromiso con todos los niveles sociales, capacidad de construcción

social a través de redes relacionales, un nuevo esquema de relaciones verticales, que

favorezcan la promoción de la capacidad y el logro, el aprendizaje profundo de las

situaciones, el compromiso con los resultados de corto y largo plazo, inyectar energía

cíclicamente a la organización y utilizar su liderazgo como palanca del cambio.

Es necesario puntualizar que las instituciones educativas son diferentes de las

empresas, en buena medida porque tienden a ser organizaciones sustentadas en

valores y racionalidad, lo cual les da su carácter académico (Kezar, 2002). En muchos

de los casos, se han construido sobre una fuerte cultura de tradición que ha

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permanecido incólume ante las presiones y las influencias externas. Sin embargo, los

cambios que han ocurrido ya en varios frentes de la sociedad, han ido forzándolas a

redefinir su posicionamiento para tener éxito en el futuro. La economía global, los

cambios en la pirámide poblacional en el mundo, la reconfiguración de la familia y la

necesidad de generar oportunidades de educación de manera equitativa, son algunos

de los factores que presionan a las instituciones para transformarse. En este escenario,

las Universidades deben adaptarse mediante un cambio cultural estratégico y

sistemático, en el que se requiere de la participación de la organización completa. Para

ello, resulta imperativo que cuenten con un liderazgo creativo en todos los niveles

(Craig, 2004).

Hasta ahora, las instituciones de educación superior han hecho primordialmente

cambios incrementales o innovaciones aisladas. Hesselbein, Goldsmith y Somerville

(citados en Craig, 2004), establecen que los eventos de innovación ocurren cuando las

nuevas ideas se intentan por primera vez, mientras que la cultura de innovación sucede

cuando las nuevas ideas se incorporan en la forma de trabajo habitual. Para lograr esta

última, se requiere que las instituciones lleven a cabo una reforma sistemática, en la

que sus miembros deben cambiar la mentalidad acerca de cómo debe hacerse el

trabajo (Freed, Klugman y Fife, 1997). Cuando se modifica el paradigma de

pensamiento, las personas involucradas empiezan a plantearse la posibilidad de

responder diferente ante los mismos problemas de antes. Gradualmente, se considera

al cambio como algo positivo para la cultura y la organización se empieza a sentir

cómoda con las mejoras.

Es indispensable considerar la resistencia al cambio como un elemento

ineludible durante el proceso de transformación cultural. En este sentido, Schein (2004)

sostiene que los líderes deben conocer la dinámica de la cultura de la institución,

porque son ellos quienes enfrentan el reto cuando debe ser cambiada. Desde su

perspectiva, el cambio transformacional tiene mayores posibilidades de éxito cuando

los diferentes interesados exploran los supuestos básicos, las creencias y los valores,

además de involucrarse en un diálogo que favorezca la integración de las premisas y

prácticas recientemente generadas por la institución.

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Los orígenes de las instituciones de educación superior han producido una

cultura que naturalmente resiste el cambio y que prefiere la comodidad del estatus quo

(Freed, et al., 1997). Esto puede atribuirse a distintas razones: en primer lugar, el

cambio atenta contra el confort en el que puede encontrarse un grupo de personas y

por ello se considera como una agresión, porque genera temor de perder poder y

recursos. En segundo lugar, existe una tendencia humana a resistirse a la imposición

de los deseos de otros, que resulta ser un elemento importante de una cultura

institucional basada en tradiciones y una variedad de subculturas creadas por los roles

organizacionales, la posición institucional y la afiliación disciplinaria. Las subculturas

florecen frecuentemente dentro del ambiente universitario, con costumbres, creencias y

practicas propias, que a menudo son incongruentes con la cultura universitaria

completa (Keup, Walker, Astin y Lindholm, 2001).

La fortaleza de una cultura organizacional depende de la habilidad de sus

miembros para adaptarse a las necesidades externas y de su capacidad para hacer

una integración interna. De esta forma, las normas culturales que enfatizan la

competencia interna, tienden a generar conductas disfuncionales (Gayle, Bhoendradatt

y White, 2003). Las organizaciones flexibles que alientan la movilidad y la toma de

riesgos, y que además desarrollan alianzas exitosas internas y externas, son las más

innovadoras y adaptadas. El liderazgo en ellas es una responsabilidad compartida

(Hesselbein, Goldsmith y Somerville, citados en Craig, 2004). De aquí se desprende la

necesidad de formar a los líderes que puedan asumir estos retos.

Gestión vs. Administración

La labor de las instituciones educativas es realizada entre los profesores y el

personal administrativo y directivo. Tradicionalmente se ha asumido la tarea no docente

como administrativa, ejecutora de actividades ‘técnicas’ vinculadas con el proceso

administrativo como la contabilidad, la planeación institucional, los recursos humanos,

la organización, la supervisión, el reporte de indicadores, la consecución de metas, las

adquisiciones, etc. Sin embargo, poco a poco se ha ido diferenciando la labor

administrativa de la gestión educativa, en la cual se consideran las necesidades de los

profesores en la toma de decisiones de la institución, para conseguir un ‘acoplamiento

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laxo’ que le de flexibilidad a la escuela y que al mismo tiempo le provea de una

estructura congruente con la misión (Bidwell, 2001).

En este sentido, los líderes deben poner atención en los valores democráticos, la

ciudadanía y el interés público, en una nueva forma de gestionar (Denhardt y Campbell,

2006); deben concentrarse en el logro del cambio, pero también en las cuestiones

morales que implica. En México, los retos que ha provocado el ejercicio de la

administración educativa son amplios en este sentido, principalmente porque los

liderazgos formales no siempre tienen una verdadera formación.

En los años recientes, ha ido emergiendo el constructo de gestión educativa en

varios países del mundo (Álvarez, Topete y Abundes, 2011). En los países

anglosajones, los términos ‘administration’ y ‘management’ se usaron como sinónimos

durante un tiempo, pero actualmente se usa el último para referirse a los procesos que

en español se asimilan hoy al concepto de gestión.

La gestión implica ejercer el mando con un pensamiento directivo para la toma

de decisiones, pero también supone el ejercicio del liderazgo para la articulación de los

ámbitos administrativos convencionales con los elementos de la organización como

estructura, de manera que permitan el cumplimiento de la misión planteada por la

organización. Entonces, la gestión escolar; deja de entenderse como un asunto

meramente técnico-administrativo, para considerarse una función primordialmente

enfocada en la cultura organizacional, la acción educativa y la social.

En las últimas dos décadas algunos autores han considerado a la gestión

educativa como un campo de conocimiento en sí mismo; por ejemplo, Pozner (2000)

sostiene que se requiere de una nueva forma de concebir y propiciar el desarrollo de

los sistemas educativos, en la que la prioridad sea la creación de capacidades

humanas, técnicas e institucionales que permitan lograr la misión propuesta en un

contexto social incierto, cambiante e inequitativo. Desde su perspectiva, debe ser una

gestión educativa que supere los viejos esquemas de administración y organización,

para dar paso a la reorganización y reestructuración del modelo organizativo de la

educación.

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Por su parte Tedesco (1999) entiende a la gestión educativa como un proceso

que va más allá de los cambios administrativos y que considera todo lo referente a los

procesos educativos, administrativos, sociales, laborales y pedagógicos.

Un asunto que queda claro en las definiciones anteriores, es que la gestión

implica un liderazgo fuerte, auténtico y moral; también requiere de la colaboración y la

implicación de la organización completa en la toma de decisiones y la ejecución de las

mismas. La gestión adquiere entonces una naturaleza fuertemente relacional.

Pozner (2000) contrasta a la administración escolar tradicional con la gestión

educativa estratégica en 7 rubros, que se presentan en la tabla 1.

Administración escolar tradicional Gestión educativa estratégica

Baja presencia de lo pedagógico Centralidad de lo pedagógico

Énfasis en normas y rutinas Habilidades para tratar con lo complejo

Trabajos aislados y fragmentados Trabajo en equipo

Estructuras cerradas a la innovación Apertura al aprendizaje y a la innovación

Autoridad impersonal y fiscalizadora Asesoramiento y orientación profesional

Estructuras desacopladas Culturas educacionales cohesionadas por

una visión y la misión

Observaciones simplificadas y

esquemáticas

Intervenciones sistémicas y estratégicas

Tabla 1. Comparación entre Administración Escolar Tradicional y Gestión Educativa

Estratégica (Pozner, 2000).

Entonces, se debe asumir a la gestión educativa como un campo praxiológico

emergente, auténtico y multidimensional, con un carácter relacional y que se inscribe

en el terreno de las ciencias sociales. El gestor educativo no es un directivo

convencional, sino un líder moral de la organización, que es capaz de entender los

fenómenos complejos que en ella se dan. Si se considera a la gestión educativa

estratégica como un nuevo paradigma para las instituciones educativas, también se

debe asumir que para poder implementarlo en las escuelas, es necesaria la formación

de líderes educativos capaces de gestionar el cambio.

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Una mirada desde la complejidad

La realidad que hoy se vive, es sumamente compleja: lo social somete a la

economía, pero al mismo tiempo depende de ella, que a su vez se sustenta en la

ciencia y la tecnología, pero las limita por las carencias derivadas de lo social. Este tipo

de interacciones ocurren en todos los ámbitos del quehacer humano. Sin embargo, la

educación sigue siendo primordialmente simplificadora del conocimiento que gestiona.

Ante este escenario, la Universidad debe progresar del pensamiento simple, mutilante,

reduccionista y unidimensional, hacia el pensamiento complejo, que es integrador,

multidimensional y articulado (Morin, 1994).

En 1948, Weaver describió las diferencias entre los problemas de la simplicidad,

de la complejidad desorganizada y de la complejidad organizada; sostenía que los

problemas de las ciencias biológicas, médicas, psicológicas, económicas y políticas,

son muy complicados para resolverse con las técnicas simplificantes y estadísticas.

Desde su perspectiva, la ciencia como se ha conocido ha aportado grandes soluciones

a la humanidad, pero no es la única fuente que se requiere para atender los problemas

del ser humano. De la ciencia y sus métodos no pueden surgir de manera exclusiva las

soluciones a los asuntos morales, estéticos, el amor, la belleza, la fe y la verdad, que

son partes esenciales de la vida humana; estos tienen la característica de ser no

lógicos, inmateriales y de naturaleza no cuantitativa. La ciencia y la tecnología deben

reconocer el valor y el propósito de todos los elementos que pueden permitir una vida

bien balanceada.

En las ciencias se ha tendido a sustituir la descripción de los procesos naturales

por la descripción del estado del fenómeno en un momento determinado, con el ánimo

de simplificar lo complejo (Simon, 1962). De esta forma, todos los sistemas son

fragmentados en sus partes, que también son complejas, con el propósito de hacer

fácilmente manejable la información. Sin embargo, en esta forma de abordar el

conocimiento, se pierden de vista las interacciones y retroacciones de los elementos

con ellos mismos y con el ambiente. En el sistema educativo esta tendencia ha sido la

regla; lo es en las formas de construir y gestionar las estructuras organizacionales, en

el diseño curricular y en la impartición de los saberes.

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Todo lo anterior, en la opinión de Morin (1994), lleva a que la causa de muchos

de los errores que hoy se tienen en la gestión del conocimiento, estén ligados a la

forma en que se organiza el saber humano y a la ignorancia ligada al desarrollo de la

ciencia. Se tienen especialistas en diferentes rubros, pero no suelen interactuar, ni

resolver asuntos juntos y esto genera lagunas de conocimiento.

De acuerdo con Hayek (1964), los estudiosos deben elegir entre la

reproducibilidad y validez estadística de su investigación y el verdadero entendimiento

del fenómeno. Entonces, hace falta buscar patrones dinámicos de los fenómenos, más

que simplificarlos y aislarlos para analizarlos. En el ámbito educativo, se ha buscado

atender las demandas sociales con los viejos esquemas que se sustentan en la

información estadística, cuantitativa y simplificadora, a pesar de que la sociedad se ha

transformado en las últimas décadas

La ausencia de complejidad en las teorías científicas, políticas y mitológicas,

está ligada a una carencia de complejidad en la organización social, lo cual denota un

problema paradigmático profundo. Esto lleva a la simplificación de los problemas de la

sociedad y por lo tanto, a la falta de resolución de los mismos (Morin, 2004). Desde

esta perspectiva, la suma de los mejores especialistas en sus dominios fragmentados,

no puede lograr soluciones a problemas complejos, porque la intersección entre los

diferentes campos del saber es un conjunto vacío (Nicolescu, 1996). Por ello, se deben

entrelazar las distintas disciplinas. Hay varias formas para hacerlo:

a) La pluridisciplinariedad consiste en el estudio del objeto de una sola

disciplina a través de varias disciplinas distintas a la vez.

b) La interdisciplinariedad tiene que ver con la transferencia de métodos de

una disciplina a otra en diversos grados: en la aplicación, en lo

epistemológico o en la creación de disciplinas mixtas.

c) La transdisciplinariedad se refiere a lo que es simultáneamente entre las

disciplinas, a través de ellas y más allá de ellas. Su objetivo es la

comprensión del mundo a través de la unidad del conocimiento.

Ante este escenario, la educación tiene nuevos y grandes retos. Debe diseñarse

en la lógica de las prácticas profesionales vigentes y emergentes, pero identificando los

problemas de la ciencia y la sociedad, los grupos de conceptos globalizadores o los

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objetos de estudio, que construyen el puente de paso entre las disciplinas y los

conceptos integradores de la actividad humana, de procesos de conocimiento,

pensamiento y acciones que se reflejen en la transformación de la realidad. Se deberá

integrar el aprendizaje de conocimientos, con prácticas, estrategias, valores, métodos y

técnicas didácticas que desarrollen las competencias que se requieren para lograr un

estado de bienestar individual y colectivo (Hernández, Castañeda y Castillo, 2000).

La formación de líderes educativos: una respuesta

El sector educativo es constantemente confrontado por una serie de

cuestionamientos relativos a la calidad de sus servicios; es claro que los indicadores

nacionales e internacionales ponen en evidencia algunos de los retos que México

enfrenta en la materia. Se han planteado políticas y reformas en el sector, pero los

avances son escasos, en buena medida porque se atienden sólo algunas de las

dimensiones del fenómeno educativo. La operación de las transformaciones del

Sistema Educativo Mexicano requiere del entendimiento del carácter complejo y

multidimensional del mismo. Para ello es necesario formar líderes capaces de

entender, gestionar e impulsar el cambio, a través de la construcción de su propia

autoridad moral, del conocimiento profundo de la complejidad educativa y de la

comprensión del carácter relacional de los procesos organizacionales y formativos.

Es pertinente hacer notar que los programas de pre y posgrado en el área educativa

que hoy se ofrecen en muchas de las Instituciones de Educación Superior, siguen el

mismo patrón desde hace décadas. El diseño curricular se sigue haciendo con un

esquema tradicional, que tiende a fragmentar el conocimiento en áreas formativas y

materias aisladas, que frecuentemente representan sólo un cambio incremental

respecto a los programas que les anteceden. Es indudable que se requiere con

urgencia formar capital humano capaz de gestionar las organizaciones educativas con

un enfoque sistémico-complejo, que atienda al proceso educativo como centro del

quehacer institucional; pero esto no se puede lograr con las estructuras curriculares

que ya se han utilizado antes. Para ello, es necesario replantear tanto la forma de

hacer el diseño de los nuevos programas educativos que se ofrecen, como la

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perspectiva desde la que se aborda cada programa en particular. No se pueden

obtener resultados distintos haciendo las cosas igual.

A la luz del análisis que se presenta en este documento respecto al cambio

educativo que se necesita en las instituciones educativas y el tipo de liderazgo que se

requiere para gestionarlo, se propone hacer una serie de replanteamientos curriculares,

que puedan cristalizarse en un posgrado para el área educativa con énfasis en la

formación de gestores para la innovación. La propuesta es de un posgrado

profesionalizante al que puedan acceder egresados de cualquier área del conocimiento

que tengan interés en la gestión y dirección de las instituciones educativas. Para ello,

es indispensable que en este posgrado se promuevan habilidades y actitudes

específicas del nuevo campo profesional y que se potencien los valores en los que se

pueda sustentar un liderazgo moral; esto permitirá al egresado diseñar e implementar

el cambio educativo y desarrollar un liderazgo que gestione adecuadamente a la

organización, para con ello resolver los problemas que resulten de la incertidumbre que

provoca la innovación.

Si bien las maestrías profesionalizantes han adquirido relevancia y reconocimiento

aún del CONACYT, es fundamental que se trabaje en que los alumnos sean capaces

de aplicar los productos de la investigación a la resolución de problemas cotidianos en

la gestión organizacional. Para ello, es importante que se insista en el aprendizaje de la

metodología de investigación, más que como un requisito para elaborar un proyecto de

titulación, como una herramienta que les permita interpretar adecuadamente los

trabajos de diversos autores. Además, para lograr esta transferencia de los productos

de investigación a la práctica, es indispensable que los alumnos desarrollen la habilidad

de buscar información y de leer de manera fluida textos en inglés.

Se propone entonces el diseño de un currículum integrado en el que se favorezcan

la transdisciplinariedad y los aprendizajes complejos y que siempre se sustente en la

realidad (Morin, 1999). En este orden de ideas, el planteamiento del programa

educativo se enmarca en la Epistemología de la Complejidad como perspectiva de

abordaje (Morin, 1994) y dentro de ella, el enfoque de la Responsabilidad Social para

fomentar la reflexión ética y la consideración de lo humano en una visión ecológica,

como elementos ordenadores de la maestría. Conforme a las nuevas tendencias, es

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fundamental que la formación de gestores educativos siga líneas que potencien la

consideración de lo humano, con el enfoque centrado en la persona.

Como se presenta en la figura 1, se proponen tres ejes temáticos que se consideran

e integran en el planteamiento de cada período educativo. El primer eje es la

innovación educativa como el elemento que provoca el enfoque de vanguardia en la

maestría; el diseño del cambio educativo y su gestión, son indispensables como

elementos diferenciadores de los egresados de este programa. El segundo eje es el

estudio y la formación del liderazgo, específicamente el transformacional, que permita

gestionar el cambio; se debe dotar a los alumnos de las oportunidades de reflexionar

sobre su rol como líderes, independientemente del nivel organizacional que ocupen.

Ellos deben poder visualizarse como detonadores de un cambio sustentable. El tercer

eje está relacionado con las cuestiones más comúnmente asociadas a la racionalidad

técnica del gestor educativo. En este, deben considerarse elementos procedimentales

sobre calidad, administración, política y legislación, bases de educación, etc. Esto

permitirá situar al egresado en el ámbito concreto de las organizaciones educativas,

diferenciadas claramente de otro tipo de organizaciones.

Figura 1. Perspectiva teórica y ejes temáticos de la maestría.

Liderazgo Transformacional

para la Educación

Innovación Educativa

Cultura y Desarrollo

Organizacional

Pensamiento Complejo

Ética y Responsabilidad Social

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A partir de lo anterior, se propone una estructura curricular en espiral. Esto significa

que el programa irá de lo básico a lo complejo a través de seis tópicos, uno por período

académico, que inician con la operación elemental de las organizaciones educativas de

manera integral y transdisciplinaria, y van creciendo en la perspectiva y ahondando en

el análisis, hasta plantear una organización educativa de vanguardia (Figura 2). Para la

construcción de cada uno de los tópicos, se consideran los tres ejes temáticos

mencionados anteriormente y los contenidos se ofrecen como se presentan en la

realidad, es decir, interrelacionados. El propósito de estos tópicos es analizar a la

institución educativa en su complejidad en cada período académico, pero con

profundidades y visiones distintas que le permitan al egresado sustentar la operación

cotidiana de la escuela, mientras diseña, ejecuta y lidera un cambio de alto nivel.

Por otra parte, en cada período académico se considera junto con el tópico un

seminario de integración teórico-práctica a través del cual se construirá

progresivamente un Proyecto de Intervención, que servirá como trabajo de titulación.

En el seminario se partirá de la comprensión del proceso de investigación y su

aplicación; con ello, el alumno podrá diseñar su proyecto de intervención a partir de los

resultados de la investigación que se ha hecho en el área del conocimiento. En los

primeros períodos académicos se hará énfasis en los aspectos teórico-metodológicos y

el diseño del cambio educativo y en los últimos, se trabajará más lo relativo a la

ejecución del proyecto en la institución educativa. En cada uno de ellos, se retomarán

los contenidos del tópico concomitante para llevarlos a la práctica y se evaluará el

avance en el proyecto. Al final de la maestría, el alumno habrá diseñado e

implementado un proceso de cambio en una institución educativa real; la

documentación de este proceso le posibilitará su titulación, prácticamente de manera

inmediata a la terminación de sus estudios.

18

Figura 2. Estructura curricular de la maestría.

De esta forma, en el primer período se propone un tópico sobre la Cotidianidad de

la Organización Educativa y su objetivo es orientar al alumno en la operación de una

escuela. En el eje de liderazgo, se propone atender el trabajo del director, la gestión del

capital humano, el proceso administrativo y la administración de recursos materiales.

En el eje de desarrollo y cultura organizacional se aborda el marco normativo, la

naturaleza de la institución educativa y su estructura organizacional. En el eje de

innovación educativa se tratan el proceso educativo, los fines de la educación y modelo

educativo. El seminario de integración teórico-práctico se vincula con la comprensión

práctica de la gestión, la administración y el modelo educativo, además del

planteamiento del proyecto de intervención.

En el segundo período, el tópico corresponde al estudio de la Organización

Educativa en Contexto. Su objetivo es que el alumno obtenga las habilidades para

Sexto Período: La organización educativa de

vanguardia

Quinto Período: Organizaciones educativas

que aprenden

Cuarto Período: Los procesos de cambio

educativo

Tercer Período: Nuevas tendencias

educativas

Segundo Período: La organización educativa en

contexto

Primer Período: La

cotidianidad de la organización

educativa

19

potenciar el desempeño de la organización a través del conocimiento de su ámbito interno y

externo. Para esto en el eje de liderazgo se considera el liderazgo educativo, la

vinculación con el entorno y el liderazgo colectivo (órganos de gobierno institucional).

En el eje de desarrollo y cultura organizacional se incluye la estructura del sistema

educativo mexicano, las relaciones interpersonales en la organización y la construcción

de la cultura organizacional. Finalmente, en el eje de innovación educativa se atienden

los actores de la escuela y la multidimensionalidad del proceso educativo. Para el

seminario de integración teórico-práctica se enfatizarán los asuntos relacionados con la

vinculación, la estructura organizacional y los procesos educativos, como elementos a

considerar en el diseño del proyecto de intervención.

En el tercer período el tópico se enfoca en las Nuevas Tendencias Educativas y se

pretende que el alumno reconozca los escenarios prospectivos en educación para diseñar el

cambio de la organización. En el eje de liderazgo la temática es sobre el liderazgo

transformacional, el liderazgo distribuido y el empoderamiento y habilitación. En el eje

de desarrollo y cultura organizacional los temas son la nueva organización educativa, la

gestión del conocimiento y desarrollo de profesores. En el eje de innovación educativa

se incluyen los modelos educativos centrados en el aprendizaje, la educación virtual, el

aprendizaje situado, la tecnología educativa y la educación a distancia. El seminario de

integración se concentra en la consideración del liderazgo para la gestión del

conocimiento y de los modelos educativos centrados en el aprendizaje como elementos

articuladores del cambio educativo

Para el cuarto período el tópico estudiará los Procesos de Cambio Educativo, y a

través de él se pretende que los alumnos aprendan a diseñar, implementar y evaluar el

cambio educativo. Para esto, en el eje de liderazgo se atiende la temática relativa al

propósito moral, la coherencia, la construcción de relaciones, la creación y distribución

del conocimiento y el entendimiento del cambio. En el eje de desarrollo y cultura

organizacional se incluyen la organización del futuro, los actores organizacionales ante

el cambio educativo, la resistencia al cambio y la cultura de la innovación. En el eje de

innovación educativa, se proponen las razones para el cambio, el diseño, la iniciación,

la implementación y la continuación. El seminario de integración teórico-práctica se

20

dedicará a atender la difusión del conocimiento, el diseño del cambio y la cultura de

innovación para la implementación del proyecto de intervención.

En el quinto período, el tópico propuesto tratará lo relativo a las Organizaciones

Educativas que Aprenden y tiene como propósito que los alumnos desarrollen las

habilidades para gestionar los procesos de aprendizaje de la organización educativa; para ello

se incluyen en el eje de liderazgo el pensamiento sistémico, las comunidades de

práctica, los modelos mentales, la visión compartida y el dominio personal. En el eje de

desarrollo y cultura organizacional se trata el aprendizaje organizacional, la complejidad

dinámica, la flexibilidad organizacional y el caos aceptable. En el eje de innovación

educativa se aborda el aprendizaje colaborativo, la complejidad, la integralidad y la

transdisciplinariedad. El seminario de integración teórico-práctica versará sobre el

pensamiento sistémico, la complejidad y el aprendizaje colaborativo, como elementos

que posibilitan el cambio educativo. En este período, la intervención debe estar ya en

fase de implementación.

Para el último período, el tópico se dedica al entendimiento de La Organización

Educativa de Vanguardia y pretende que el alumno sea capaz de posicionar a la

institución como líder en la gestión de la innovación. Para lograrlo, en el eje de liderazgo se

trata el líder creativo, la promoción de la innovación y el líder que aprende. En el eje de

desarrollo y cultura organizacional, la temática es sobre la creatividad como proceso

organizacional, la investigación y el desarrollo y la calidad como proceso de innovación.

En el eje de innovación educativa se ven las tendencias internacionales en educación y

la construcción creativa colegiada. El último seminario de integración teórico-práctica

trata sobre la promoción de la innovación, la creatividad y las tendencias

internacionales como elementos que incrementan la visión institucional. Debe

terminarse y documentarse la intervención.

Como se hace evidente en la estructura propuesta, cada tópico incluye al anterior,

pero le da mayor amplitud de visión. Se parte de la operación normal de la organización

educativa y se avanza hacia los procesos de transformación organizacional planeada y

la creatividad como cultura. Los seminarios de integración teórico-práctica, retoman la

temática del tópico paralelo, pero le otorgan una dimensión de aplicación que permite la

construcción paulatina de un Proyecto de Intervención a lo largo de toda la maestría, de

21

tal forma que se le confiere un buen nivel de complejidad. Con esto, se promueve

intensamente que los alumnos puedan terminar la maestría con su proyecto de

titulación, lo cual se incrementará la eficiencia terminal.

Evidentemente, para lograr lo que se propone en este texto, es fundamental

considerar el perfil de los docentes del programa. En todos los casos deberán tener

experiencia amplia en la gestión de organizaciones educativas, que sirva de base para

el enfoque práctico de la maestría. Deberán también tener la capacidad y posibilidad de

trabajar colaborativamente y ser diestros en el uso de nuevas herramientas

tecnológicas, así como el uso de bases de datos bibliográficas y organización de

experiencias de aprendizaje centradas en el alumno.

Para la institución educativa que implementa un programa educativo de estas

características, las implicaciones son de diversa naturaleza. En primer lugar, debe

garantizar las condiciones físicas y de infraestructura tecnológica que se requiere para

un programa así. En segundo lugar, tendrá que reclutar a profesores, que más que un

perfil formativo específico, tengan experiencia en la gestión de instituciones educativas

en proceso de cambio y que tengan la habilidad para diseñar estructuras complejas de

aprendizaje. Para ello, resulta fundamental ofrecer un intenso programa de

capacitación para los profesores potenciales, que se centre en estrategias didácticas

colaborativas, principalmente aquellas que faciliten los aprendizajes contextualizados.

En tercer lugar, el trabajo de vinculación con otras instituciones educativas debe ser

intenso y respetuoso, porque servirá para que los alumnos puedan desarrollar sus

proyectos de intervención en escuelas reales. En cuarto lugar, la institución

implementadora de esta maestría, debe estar preparada para enfrentar “el caos”

temporal del cambio y las incertidumbres que se presentarán en el proceso. Su

paradigma de gestión será sin duda puesto a prueba.

Conclusiones.

El programa educativo que aquí se explica surgió de la revisión de una maestría

que ya se encontraba en operación en una Universidad mexicana. Mientras el equipo

que trabajó en esto hacía el análisis del contexto y las nuevas tendencias para la

actualización, se presentó esta propuesta innovadora porque se consideró que era

22

necesario transformar lo que habitualmente se hace en este rubro y se decidió ofrecerla

como un nuevo programa.

Sin duda, las instituciones formadoras de maestros y líderes educativos, se

encuentran en una encrucijada para transformarse en el fondo y la forma. Para esto es

necesario innovar, pero también documentar las experiencias que se presenten en los

procesos de innovación, de manera que el sector educativo completo pueda tener

acceso a los casos de éxito de los procesos de cambio y aprender de ellos.

Es necesario repensar la formación de directivos de tal manera que se faciliten los

procesos reflexivos necesarios para lograr que las reformas que se ofrecen,

reconozcan la complejidad del fenómeno educativo y la aborden como tal; se requiere

hacer una vinculación entre el diseño del cambio y la investigación, para posibilitar que

los procesos de innovación sean producto de un diálogo informado entre los

investigadores y los tomadores de decisiones. Pero más que nada, se requiere asumir

los riesgos de la transformación, ser pacientes con el “caos aceptable” que se deriva de

ella y atreverse a hacer cosas distintas para obtener resultados diferentes.

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