la testadura miguel escamilla diciembre 2014
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La Testadura: Canció, de la calle Shi Quan y otros textos por Miguel Escamilla diciembre 2014TRANSCRIPT
Dirección General:
Mario Eduardo Ángeles.
Textos: Miguel Escamilla Martínez.
Fotografía: Jaramillo & Escamilla.
Consejo Editorial: Diana Enríquez, Bardo Garma, David Morales, Miguel Escamilla, Mo. Eduardo Ángeles, Erich Tang y Jesús Reyes.
Agradecimientos especiales a Roxana Jaramillo, Flor de Liz, Tzolkin Montiel, Enrique Ibarra y José Manuel Ba-ñuelos.
Contacto:
l ate st ad ur ali te r ar i a@g m ai l. com
México, Diciembre 2014.
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Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus auto-
res. Cuida el planeta, no desperdicies papel.
CONTENIDO
Canción de la calle Shi Quan
Pattayas
Janies Bar
La vieja y el perro
Un mono
El rapto de la tortuga ciega
por Miguel Escamilla Martínez
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Canción de la calle Shi Quan
Cuando despunta la mañana uno que
otro emerge de las cuevas con olor a car-
ne en la ropa, desintoxicado de familia,
de trabajo, limpio de amigos, y con el
corazón renovado.
Durante el día las familias pasean por
la calle, con el tiempo en la mano com-
pran amuletos. Ellas renuevan su guarda-
rropa, y agrandan su colección de joyería.
Ellos entre tienda y tienda miran de reojo
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las cuevas de luces de neón, vapores de
cigarro y alcohol. Así el día transcurre
entre tropezones de gente que se amon-
tona en el intercambio de dinero.
Por la tarde los restaurantes se llenan
de cabezas que mastican y escupen hu-
mo, beben baijiu y gritan historias de
negocios, hablan como hablan entre sí,
entre códigos y metáforas, símbolos y
proverbios.
Cuando el sol pierde su brillo, la comi-
da llega desde fuera, en pequeños carros
eléctricos, con focos que cuelgan de un
bambú, asadores improvisados, cerdo,
pollo, vegetales se asan empalados sobre
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el fuego.
Shi Quan de noche son mujeres en
mini falda, tacones altos, blusa ceñida, y
conforme uno se acerca el olor a loción
inunda el ambiente. Se da la vuelta y el
mayor de los casos Siguanaba.
Algunos zigzaguean entre banqueta y
calle, calle y banqueta y sin darse cuenta
los abducen las sombras de unos ten-
táculos afilados que bailan bajo luces de
neón. Dentro de las cuevas el confort de
un aire acondicionado te protege del ex-
terior.
Shi Quan tiene casi seis kilómetros de
bares tiendas y restaurantes en sus venas,
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el motor del sistema son las necesidades
inmediatas de lo humano. Aquí se consu-
men los deseos y se encienden nuevas
pasiones.
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Pattayas
Famosa calle en Tailandia, donde la
prostitución, las drogas y otros aderezos
de la vida son la moneda de cambio. Al-
gunos recomiendan tener cuidado y nun-
ca pasar por Pattayas. Otros dicen lo con-
trario.
Nos sentamos en la barra para pedir
unas cervezas. Los dueños son una pareja
que tiene cinco años viviendo en Suzhou.
Son de “Haerbin”, ciudad al norte de Chi-
na, cerca de Korea, famosa por tener un
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pueblo de hielo, esculturas y hotel de
hielo macizo. Platican sobre su pueblo
natal. En tres años no han ido a visitar a
su familia. Están a poco más de 1200
Km. de distancia de casa. Colocan un
DVD de videos musicales, destapan la
cerveza y llenan el plato de cacahuates.
Las meseras dejan de volarnos alrededor
cuando se enteran que solo venimos a
consumir alcohol. La noche es buena, no
hay calor, no hay frio. Pasa un blanco por
afuera, tres de ellas salen por él. Dos lo
abrazan y escoltado entra y se sienta de-
trás de mí. La otra se queda fuera co-
miendo un trozo de pollo asado.
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Bebemos un par de cervezas y sin
hablar pagamos y nos salimos para ir a
otro bar. Hay una mesita afuera, en tiem-
po de calor, casi a los 40°C es un buen
lugar para beber cerveza. Los viejos sa-
len a caminar, es la hora perfecta, no hay
penumbra ni sol, no ruido ni silencio. Es
el limbo del día, entre la total oscuridad y
el comienzo de la luz. Es el mejor tiempo
para arrastrarse unos metros a Janies
Bar...
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Janies Bar
En “Virginia” la ansiedad que provoca
el amanecer deja de carcomernos el al-
ma. La tenue luz disuelve la nausea que
provoca el exterior, estando aquí el tiem-
po se detiene, las personas cohabitan en
una hermandad que festeja con parsimo-
nia los demonios de cada uno. La música
se detiene, para que el reproductor de
audio tome un respiro, la televisión des-
tella luces de colores que se reflejan en la
botella.
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La mesera detrás de mí, escupe el
hueso de pollo en la banqueta mientras
enciende un cigarro. El reproductor regre-
sa a su labor con The Doors, When de
music is over. Con la vista escurrida trato
de enfocar al bartender, me sonríe y hace
señas a la mesera que trae otra cerve-
za...turn of the light... y pienso en escribir
este momento, pero no soy diligente con
mis asuntos literarios, tampoco me sien-
to capaz de arrancarle los olores, sabores
y sonidos a este lugar, todo lo que pueda
hacer serán intentos fallidos de un borra-
cho que se encorva conforme el sol se
pone en lo alto. El triunfo del sol sobre las
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nubes es mi decadencia.
Asfixiado de lo cotidiano, retorcido el
intestino hasta la hemorragia y las ansias
de lo prohibido como una densa niebla
que todo lo cubre salto a la calle y sigo
los rastros que deja mi sombra.
Las manecillas de lo absurdo cubren
el ciclo de hoy y comienzan su lento ca-
mino al eterno retorno. A las dos, la calle
se limpia con una lluvia que deja el asfal-
to como un cristal donde se reflejan las
luces de los pocos autos que circulan con
la música a todo volumen. El semáforo se
pone en verde y la calle recupera su tran-
quilidad.
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La vieja y el perro
I. El perro
Fui al museo de Jiangsu en Nanjing a
recoger el dinero de un premio, hicimos
[unas fotos y luego comimos,
ahí gasté el dinero del premio, no era un
[restaurante lujoso,
el premio era miserable.
Salimos del restaurante, giramos en una
[esquina,
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y de pronto estábamos atrapados en un
[laberinto
de edificios, como Dédalo.
En la entrada de un hotel un perro mitad
[sarna mitad hambre comenzó a aullar,
La gente lo miró de reojo,
Es raro ver perros indigentes en China.
mi esposa y yo nos detuvimos
El aullido era triste, cierra los ojos
como los humanos
cuando le rezan a Dios para que
el enfermo sane.
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caminamos,
el perro nos sigue,
cien, doscientos metros,
es muy difícil ver perros indigentes en
[China,
No los hay, son muy pocos.
Y otra vez el perro se detiene en el
[tiempo,
era el perro de Dédalo, que le advierte
no volar tan alto, el perro sabe que sus
[alas
arderían, pero Dédalo sabe que en este
[cielo
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No hay sol...
Aullaba con tanto dolor que mi esposa y
yo
Jamás hablamos de él.
II. La vieja
Esa tarde espero a Mark fuera del
[kindergarten,
hace unos días salió del hospital,
cayó ahí por una hemorragia interna,
algo del sistema digestivo...se ve más
[pálido
que el gringo común.
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El sudor le corre por la cara,
caminamos a la parada de autobús, Mark
[habla,
agitado por exceso de cafeína habla.
no sé de qué,
Los últimos dos años conviví con más
[personas
que en mis últimos treinta. Muñecos de
[carne hueso
masa sin sentimientos que se amontona
[en el metro,
en los salones,
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En las tiendas minutos antes de abrir
Afuera de la universidad,
En los mercados,
Fuera de los baños públicos,
En China, es inevitable el roce con los
[demás:
son tantos sentimientos,
tantos anhelos,
tantos temores, pesares y pasiones
que una o dos docenas que se lastimen
[en el camino
no hacen mucha diferencia.
La humanidad es una cucaracha.
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A lo lejos veo una ambulancia,
justo en la parada de autobús,
Mark habla,
Hay una anciana tendida en al piso,
y la miran formando un semicírculo,
dos de blanco con guantes de látex
y un policía la ponen en una camilla
luego a la ambulancia
Mark continua,
De no esperar a Mark,
yo estaría en la ambulancia.
Mark habla y yo contemplo a la
anciana retorciéndose en la camilla.
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Somos tantos humanos que uno
O dos al día que se lastimen no
Es gran cosa,
Mark sigue su camino, cruzo la calle
Y el ruido de las sirenas se aleja,
Una gran tristeza me aprieta el pecho...
Aquel perro en Nanjing sufría tanto
Y nadie lo ayudó.
En China no es común ver perros en la
[calle.
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Un mono
que escribe mi nombre…
saldré de estas paredes
a buscar merluza,
con mi mono atado al cuello,
compré un mono
en Shanghái,
el traficante lo quiere más
que a sus putas con kimono.
Y saltaré encima de él
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para comprar merluza,
y en las cuatro paredes,
el mono escribirá mi nombre,
Que mi nombre sea el suyo,
y me sirva whiskey,
saldré en la madrugada,
para gritar como un mono,
repleto de merluza,
y la noche se tragará mi nombre.
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El rapto de la tortuga ciega
hay que robar a la tortuga,
y llevarla al hotel
ella no sabrá quién la tomó,
que la calle se quede fría,
el ruido no la molestará,
tiene el oído ciego,
en el hotel cantamos pero no responde
él (Mark) pone en su celular Sympathy for
[the devil
la tortuga mueve la cabeza,
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afuera esta la calle por donde nos
[escurrimos
entre tortugas ciegas que comparten su
baba en nuestros vasos,
camino al hotel donde espera la camarera
con cara de tortuga ciega camino por las
[paredes,
todo es oscuro, y mi cara es la tortuga, y
[como tortuga ciega
camino sin rumbo
pasa un carro a mi lado,
la velocidad me despierta,
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y repto en calles de paredes donde los
[carros
respetan a las tortugas ciegas,
despierto y
bebo la hiel de la tortuga bajo
la llanta de un auto…
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