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La Testadura
La Testadura 2
Coordinación editorial:
Mario Eduardo Ángeles.
Ilustración de portada: Eglen Aridjis
Consejo Editorial: Miguel Escamilla, Salvador Huerta, Pedro M. Serrot, Erich Tang, Mo. Eduardo Ángeles, Jesús Reyes.
Agradecimientos especiales a Continuum Suplemento Cultural, a Roxana Jaramillo, Diana Isabel Enríquez, Cristian Padilla, Tzolquín Montiel, Enrique Ibarra y David Morales.
Contacto:
l ate st ad ur ali te r ar i a@gm ail .com
l ate st ad ur l i te r ar i a@hot m ail .com
México, Marzo 2013.
Sus donativos son utilizados en actividades literarias. Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus
autores. Cuida el planeta, no desperdicies papel.
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Javier Salinas
Rivera
(Querétaro)
Egresado de la Maestría en estudios
históricos (FF-UAQ) conocido en la esce-
na underground local y nacional como
pinchadiscos bajo el nombre de BASU-
RA, quien nos muestra ahora su faceta
como escritor
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CONTENIDO
Nunca me ha gustado
el crack
Azul Marino
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NUNCA ME HA GUSTADO EL CRACK
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Nunca me ha gustado el crack
I Don´t Like The Drugs (But The Drugs
Like Me)
Marilyn Manson
Llevo dos o tres días sin dormir, mi
estómago está totalmente vacío, mi orga-
nismo rechaza el alimento, solo puedo
ingerir agua y suero. El calor complica
más las cosas en este cuarto de 3 por 4
metros en la asquerosa vecindad, donde
el suelo me recibe como tantas veces:
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muerto, desnudo, sudado, tembloroso y
despierto. Hay cenizas de cigarro, troci-
tos de papel aluminio y pedazos de crack
regados en el suelo; ya no puedo fumar
más, no soporto este sabor.
Creo que en el mundo hay tres tipos
de personas: los que venden, los que
compran, y los que consumen. Desde
luego yo soy de los últimos.
Recuerdo que tenía quince años,
cuando fumé piedra por primera vez. Co-
mencé como todos, inhalando coca. La
coca, nunca me gustó demasiado, pero
siempre desde niño tuve la impresión
que al inhalarla me vería como aquellos
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personajes de las películas, tan genial,
tan urbano, tan night life, tan New York,
aunque mis primeros jalones fueran en el
barrio del tepetate, en la tienda de uni-
formes deportivos (piratas) de una com-
pañera de la prepa. Me sentía tan glamu-
roso, tan chic.
Aún recuerdo por qué decidí comen-
zar a inhalar, todo el mundo decía que la
coca quita el hambre, el sueño, la flojera.
En las noticias y las revistas leía sobre las
muertes de modelos, y actores, relacio-
nados con el glamuroso vicio. Famosos,
que en efecto, iban desapareciendo poco
a poco, eso me gustó, duré aproximada-
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mente un año, inhalando coca casi todos
los días, comiendo muy poco, sin embar-
go nunca sentí realmente comenzar a
desaparecer, siempre me he visto dema-
siado gordo, siempre me he sentido así.
Al comenzar a fumar crack, me di
cuenta que en realidad inhibía la ansie-
dad que a veces siento por la comida,
eso me agradó mucho, pero a ello se
contrapusieron los estados de por sí ele-
vados de paranoia en mi persona, el sa-
bor horrible, el olor insoportable, la ena-
jenación. El punto es que una vez terminé
encerrado por días en el motel Aobsil,
con un amigo que conocía de la secunda-
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ria y un distribuidor, me di el peor atas-
cón de crack en toda mi vida. Cada uno
perdido en su mundo; el dealer fumaba
sentado en una silla junto a la cama, mi
amigo fumaba enajenado sentado en la
cama viendo en la televisión la variedad
de canales porno y yo encerrado en el
baño fumé por horas o días frente al es-
pejo. Cada uno inmóvil en su sitio, mudo,
enajenado y solo; perdido en ese punto,
la pequeña piedra colocada en un mon-
toncillo de cenizas sobre una lata de cer-
veza agujerada, recuerdo que una maña-
na salí a pie de aquel motel, no recuerdo
el día ni la hora, caminé un largo tramo y
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después tomé un taxi hacia mi casa.
Siempre creí que no tengo que seguir
haciendo algo que en realidad no me
gusta, así que dejé el crack, por años, de
repente cuando alguien fumaba, me da-
ba unos jalones pero en realidad no era
que se me antojara o lo necesitara, era
para compartir un momento entre ami-
gos, solamente.
Un viernes recibí una llamada, era
Marco, recién salido del tutelar, había
estado ahí un par de meses por portar
cocaína, lo detuvieron una vez que se
dirigía hacia mi casa para beber e inha-
lar, antes de salir a alguna fiesta.
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Me sorprendió mucho oír su voz, en-
tonces quedamos en vernos, en seguida
llegó a mi casa, compramos algunas cer-
vezas, fumamos un poco de mota y cami-
namos hacia el centro. Como era de es-
perarse, Marco tenía algo en mente, me
dijo que esperaríamos a un primo suyo,
antes de ir a la fiesta, porque tenía que
entregarle un dinero a cambio de una
mercancía. Al llegar el primo, Marco en-
tregó una suma de dinero a cambio de
una onza de crack ya fraccionado en pa-
peles de 100, el cual venderíamos esa
misma noche.
Al llegar a la reunión, la gente ya se
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encontraba colocada: ebrios, marihua-
nos, monas y algunos cocainómanos;
entonces compramos unas cervezas,
fumamos más mota y conseguimos unas
monas con unos cholos del tintero. Algo
pasa con las monas, así tengas el bóxer
lleno de crack o tachas, siempre se anto-
ja una mona, tal vez es la nostalgia del
suburbio, del barrio, de la calle, de los
amigos que se fueron y ya no están.
Después buscamos entre los pies
horrendos de la gente horrenda, una lata
de aluminio vacía, nos dirigimos al baño,
la agujeré de inmediato y nos encerra-
mos a fumar el crack, la lata se cayó un
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par de veces al escusado, pues las torpes
manos de Marco no podían sostenerle,
así que sin ningún empacho solamente la
recogía de aquel estanque rebosando de
orines, la limpiaba superficialmente con
su playera y aún goteando, volvíamos a
colocar la ceniza y la piedra para fumar
de nuevo. Cuando eres adicto, lo único
vergonzoso es la sobriedad.
La fiesta, como todas, a los pocos
minutos terminó aburriéndonos, mi asco
hacia la gente me impidió hablar para
ofrecerles el producto, Marco ya andaba
hasta las trancas, esa noche no vendi-
mos nada.
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La noche siguiente asistimos a unas
tres fiestas, igual de aburridas y pendejas
todas, en las que no duramos más de 20
minutos, la gente otra vez, y para colmo
la misma gente, es Querétaro, siempre
son los mismos, con las mismas ropas
feas y los mismos amigos reciclados,
haciendo siempre las mismas pendeja-
das. ¡Qué hueva! decidimos como siem-
pre terminar los dos solos en casa, con
música, con drogas, con él, conmigo.
Hace poco más de dos semanas que
lo han internado, es muy fácil para las
personas procrear, malcriar a sus hijos y
después echarles a un anexo, creo que
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hay gente que no debería parir, hay gente
que no debería existir, hace poco más de
dos semanas que no suena mi teléfono,
que no hablo con nadie, que no salgo,
que no me levanto.
¿Por qué toda la gente que de verdad
me importa no me dura más de tres se-
manas?
Apenas salió del tutelar y ahora en un
anexo, qué difícil es tener catorce años
en la actualidad, en mis tiempos cuando
tenía catorce solo me preocupaba por
conseguir alguna droga para poder desa-
burrirme, ahora a los catorce o eres dea-
ler, o estás en un anexo.
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No, definitivamente nunca me ha gus-
tado el crack, y menos ahora, fumo por
fumar, fumo por nostalgia, fumo por mi
eterno afán de adelgazar, fumo porque
no hay nada que hacer, fumo para inten-
tar, como esos famosos, desaparecer.
Sé que cuando se termine el último
papel, dejaré de fumar un largo tiempo,
ahora lo único que quiero es dormir días
completos, despertar, beber agua y vol-
ver a dormir. Aunque por ahora solo im-
porta esta ansiedad, este calor, estos
trozos de crack, esta pequeña habitación
inhabitable, esta sucia vecindad, este
puto aburrimiento que siempre me ago-
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bia estas ganas de nada, este enorme
hueco.
Ojalá mi vida fuera menos aburrida,
menos predecible, menos sencilla.
05 de mayo de 2011
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AZUL MARINO
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Azul marino
No sabemos si en realidad las cosas son
mejor así: Escasas apropósito. Tal vez son
mejor así: Reales, vulgares, mediocres, pro-
fundamente estúpidas. Después de todo
aquello no era mi vida.
Rosa Schwarzer
Colgué el auricular y salí de casa,
caminando sobre las ruinosas calles des-
truidas, con un aire suburbano, pisando
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las rocas destrozadas de la vieja ca-
rretera, entre los montones arrumbados
de arena, tierra y tepetate, empujados
por el viento estrellándose en mi rostro,
como pequeños cristales congelados que
se enterraban bruscamente en mis meji-
llas. El escenario perfecto para una per-
sona rota, fragmentada en tiempos aje-
nos, que forman parte de la sincrética
ensalada anacrónica de mi existencia.
Aprisa recorrí los baldíos de la hierva
seca y espinosa, contra el pesado viento
del invierno, mientras encendía el Hiter
repleto de una marihuana roja con ahor-
ma penetrante, que dio brillo a mi cami-
La Testadura 24
no, frente al edificio vacío donde muchas
veces imaginamos los suicidios que ja-
más perpetramos.
Al llegar al punto exacto del encuen-
tro, bajo el efecto de la Cannabis Sativa,
esperé un par de minutos, mientras se
acercaba su silueta tan delgada, casi
transparente. En una especie de alucina-
ción semidesértica, en las alturas de la
nada.
Era Alex, un amigo que conoció mi
estado más deplorable, post-putrefacto,
cubierto con el vaho de la miseria más
decadente que he experimentado. Y aun
así, bajo la lepra que Lautremont mejor
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describe, él siempre estuvo ahí.
Abordamos la ruta 24 en dirección al
centro de la ciudad, hacia el Centro De-
portivo Estatal. Llegando al edificio, en-
tramos por la enorme puerta del estacio-
namiento y subimos unas escaleras sus-
pendidas en una estructura metálica
pintada de color azul marino, que daban
a un enorme cuarto de baño con muchos
compartimientos, y un espejo grande
donde nos plantamos para capturar con
esa Nikon roja los detalles del re-
encuentro.
El baño totalmente vacío, con sus
puertas entreabiertas , tan morbosas ,
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bajo el claroscuro de la tarde frente al
gran urinal goteante de color plateado,
viejo, sarroso y desgastado. Dejando
solamente un pasillo estrecho. Tan eróti-
co momento invitando a internarse entre
sus puertas, rincones y fétidos los aro-
mas, hasta caer de golpe en el último
compartimiento, y efectuar un acto eróti-
co entre la más profunda suciedad.
Jaja, no mames wey, acabo de recor-
dad una historia bien cagada, guarra, por
supuesto.
¿Qué wey?
Pues mira se trata de un amigo que
conozco desde la secundaria , pero ya
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cuando íbamos en la prepa, él y yo está-
bamos matriculado en el gimnasio que
se encuentra bajando las escaleras. Ve-
níamos a hacer pesas y esas rutinas ma-
monas que solo hacen más ancho y pe-
sado el cuerpo, en fin, casi todas las tar-
des llegábamos a la misma hora, para
hacer juntos la rutina, como de 5:00 a
7:00 más o menos. Una tarde que él no
llegaba, pues me puse a hacer la rutina, y
mientras contaba una tras otra, las series
de 25 abdominales que tenía que traba-
jar ese día. De repente apareció, despei-
nado, ebrio y con la ropa sucia, aun lleva-
ba puesto su uniforme del ACSEC, una
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escuelilla cagada que está a unas cuan-
tas cuadras de aquí.
Tambaleante se acercó hacia la en-
trada, me llamó hacia a fuera y al salir a
ver porque se encontraba en tal estado,
me contó muy exaltado que se sentía
mal, como arrepentido y con asco. Yo le
dije que era obvio por su estado de ebrie-
dad, me dijo que no era por eso, que
aparte de la borrachera que cargaba,
había pasado algo más que tenía que
contar me, pero antes me hizo jurarle que
no le diría nada a nadie jamás. Fui por
mis cosas y entré al vestidor a cambiar-
me de ropa, ah, y claro, le juré que jamás
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le contaría a alguien, que además cual-
quier día esos se me olvidaría.
Y luego comenzó: Conste, eh wey.
Bueno, es que: hoy me salí de la escuela
con unos de mi salón como a las 10:00
de la mañana, pues nos tocaba con el
puto de inglés, y desde que Santiago ya
no se lo coge, se porta bien culero con
todos los del grupo, y la neta no quisimos
entrar a su clase, y mejor nos fuimos a
pistear a la casa del Brairo, es un wey
medio chaco que vive por las Hadas.
Primero armamos unas caguamas y unas
viñas de dos litros, pero ya sabes, des-
pués terminamos tomando Tonayan con
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un frisco bien culero disque de horchata,
y pues al final como que me crucé wey.
Después del Tona ya nadie teníamos
varo, y cada quien se fue a su casa. Yo
me fui caminando con Santiago un wey
de mi salón el que antes se cogía al profe
de inglés. Le dije que me acompañara al
auditorio y se esperara conmigo mientras
daban las 5:00 para no esperarte solo y
como apenas eran las 4:00, ese wey me
dijo que pasáramos a un OXXO por una
viña, que además, él todavía traía como
70 varos.
Al salir del OXXO escondimos bien la
Viña en mi mochila, nos metimos al audi-
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torio y nos pusimos a tomar aquí en las
gradas, casi hasta la última de arriba.
De repente, no sé por qué pero co-
menzamos a hablar de sexo, de a quien
nos hemos cogido o a quien nos gustaría
metérsela, de las viejas de ahí del salón,
bueno de toda la escuela. Y pues la neta
se me puso dura en corto, y le dije: mira
wey, ya se me paró, y le enseñé la verga
por debajo del pantalón apretándola con
mis dos manos como ofreciéndosela, y el
puto que me dice: a ver wey. Y en eso me
la agarró así como jugando wey, pues de
compas, no? Y yo también se la agarré,
pero así, por encima del panto y de vola-
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da, jugando, pues.
A ver sácatela, me dijo. Yo le dije que
no mamara, que nel, que ahí alguien po-
día vernos, y el pinche Santy nada pende-
jo, me dice: pues vamos al baño wey,
además aquí se ve que no entra nadie.
Caminamos asta el baño, y pues sí, la
neta estaba todo vacío, y nos dirigimos
asta el ultimo sitio, entramos los dos en
la cabina, cerramos la puerta y pusimos
las mochilas en frente por si llegara a
entrar alguien, pues que no se vieran los
cuatro pies, no?
Ya estando ahí, me saqué la verga,
dejando el pantalón al ras de mis rodillas
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y él hizo lo mismo, entonces comenza-
mos a jalárnosla (cada uno la suya) y
luego ese wey me la empezó a chaque-
tear a mí, yo también se la agarré y lo
empecé a masturbar, hasta que me dijo
como en wasa, que se la metiera, y luego
él me la metería a mí. Y le dije que no
mamara, aunque al final acepté, pero
con la condición de que yo lo penetraría
primero.
Entonces el vato se volteó y se escu-
pió en la mano, para luego pasarse los
dedos por el culo, embarrándose la sali-
va, para que le entrara más rápido, yo
creo. Y en eso que se la dejo ir, bueno
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costó un poco de trabajo, primero como
que no le entraba bien, asta se me dobló
la verga una vez, pero ya después se la
dejé ir wey, se empecé a meter suavecito,
pero de repente se la dejé ir toda de pu-
tazo, y él hasta gritó, bueno gimió bien
cagado, así como vieja wey.
Y luego como que se agüitó, porque
aunque aguantó un ratillo, luego se la
sacó y me dijo: ahora me toca a mí. Ni
pedo ya me tocaba darme la vuelta y
aguantar la verga de ese wey, un trato es
un trato, y más entre compas, qué no?
Me di la vuelta, el wey me escupió en
el culo, no mames como que me dio asco,
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pero ni pedo. Sentí cómo su saliva ca-
liente se escurría entre mis nalgas, mien-
tras, con sus dedos acariciaba despacio
mi culo, de manera rítmica en un movi-
miento circular, y de repente me puso su
verga en el culo, y despacio me la comen-
zó a meter, asta que en un movimiento
brusco entró completa, de repente.
No mames, en eso me hice para ade-
lante, en una reacción casi inconsciente
ocasionada por el dolor, no mames es
que duele culerísimo wey, como si ca-
garas, pero una pinche cacota, neta due-
le bien culero.
Santiago se burló de mí y me dijo que
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aguantara, pero nel, lo mandé a la verga,
y le dije que la neta yo no, que mejor nos
fuéramos. Me respondió que terminara,
que mejor yo se la metiera si quería, y por
supuesto que quise, como ya estábamos
ahí y la neta yo si me quería venir, pues lo
voltee, se la metí de nuevo, y me vine en
chinga wey. De volada me subí el bóxer,
luego el pantalón y resalí de volada,
aprovechando que, mientras Santiago se
subía el pantalón, se le cayó su celular en
el retrete. Me gritó algo, creo que dijo
que lo esperara, pero mejor bajé por Ti.
-No mames, o sea que acaba de pa-
sar?
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-Si wey ahorita.
-jajajajajaja
Así terminó la historia de mi compa,
¿cómo vez Alex? Bueno, al menos lo que
le pasó en este baño, con su pinche ami-
go gordo, un taquero asqueroso de Los
Sauces, pero pues iban en el mismo sa-
lón.
Alex solo se burló, no tuvo ningún
comentario al respecto, pero su sonrisa
lo decía todo, una reacción cagada, para
una historia de cagada. Después de ha-
bernos tomado varias fotos frente al inse-
minado espejo, salimos de aquel baño,
mientras Alex digería la primera expe-
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riencia homosexual de ese amigo, la cual
le había contado.
Atravesamos el centro caminando
hasta llegar a la exposición de carteles
que se exhiben en la galería urbana alre-
dedor de la alameda. Comenzamos el
recorrido por la calle de Corregidora,
vimos detalladamente algunos, otros
simplemente, no lograron atraernos, asta
llegar a la entrada del parque por la ave-
nida Constituyentes. El parque aún per-
manecía abierto, y decidimos entrar bajo
la protección de la oscuridad, entre sus
bancas solitarias, en espectáculo barro-
co, entre los árboles y las escasas luces
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que difuminaban más los tramos bosco-
sos de la alameda central.
Nos detuvimos en una de sus bancas
frías, entre la oscura soledad. Con el culo
congelado y el ardor del desencanto, las
ideas efervescentes disparadas salieron
de mi boca, en un discurso totalmente
discordante, contra la opinión de la ma-
yoría de la gente que creen que el progre-
so, triunfo o excito individual, recaen en
la cantidad de dinero que uno carga en
los bolsillos. En un mundo, donde la au-
sencia del asqueroso representa una
debilidad o incapacidad que se resume
en el fracaso.
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Le expresé, que: la gente no compren-
de que habemos personas a las que no
nos importa el dinero como representa-
ción de un logro personal; que habemos
personas que sí hacemos lo que nos gus-
ta, que sí amamos lo que hacemos, aun-
que apostemos todo por hacerlo.
Le conté que esa tarde había salido
furioso de mi casa, y no era la primera vez
que el discurso del dinero me orillara a
salir casi corriendo y buscar la paz dentro
del caos. Le dije que: mientras le conta-
ba a mi madre (durante la visita que me
hace semanalmente) de las cosas que he
leído y sobre el impacto que han tenido
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en mi persona.
Simplemente evade la conversación
con temas tan vulgares como el dinero,
las carencia, el financiamiento, los prés-
tamos, de la taza de intereses, o de las
relaciones fallidas, del desencanto del
amor, de los golpes, los hijos, el divorcio,
o cualquier tipo de chismorreo que yo
considero superficial.
Por eso decidí salir, para encontrarme
con los extraños de siempre, que se emo-
cionan con las cosas que yo hago, que
digo, que vivo, o escribo. Pues me entró
como flecha en la mente el golpe fantas-
ma del Fénix, que me jaló drásticamente
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hasta una fantasía sucia y repulsiva.
Entonces pensé que lo único que
comparto con ella (mi madre) es el sucio
pasillo de hospital donde me vio nacer,
entre el aire infectado y enfermo bajo la
cegadora luz blanca de las lámparas de
luz blanca, entre la peste de las clases
más miserables de una humanidad con-
valeciente. Mi primer contacto con la
superficie; con este mundo hostil de la
humanidad enferma.
A veces pienso que todo se originó
ahí: este asco que casi siempre siento
por vivir. Tal vez se generó ahí, en mi pri-
mer contacto con el mundo. El único mo-
La Testadura 45
mento que mantiene unidos a una
madre con su hijo.
-Wey, te voy a decir algo, pero no te
vallas a emputar.
-¿Qué?
-Es que la neta, eres un pinche raro
wey. Siempre hablas de cosas que a na-
die le interesan, que a la gente no le gus-
tan, desagradables o que no importan.
Solo hablas de coger como cerdos. Y
siempre encuentras las palabras para
contradecir a todos, y te las arreglas, no
sé como para hacer sentir mal a los de-
más. Por eso es que cuando hablas, na-
die dice nada, solo te ignoran y se callan
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como si nadie hubiera hablado, porque a
la gente no le gusta lo que dices, aunque
saben que es verdad lo que les dices.
-¿A caso yo tengo la culpa de que la
gente sea tan pendeja? porque todo el
puto mundo está plagado de pendejos, y
eso no me lo vas a negar.
-No, no te lo voy a negar, pero preci-
samente por eso, si sabes que el mundo
está plagado de pendejos, ¿por qué de-
monios llegas a intentar a hablarles de
cosas que ellos no comprenden? Porque
obviamente, no les interesan. ¿por qué
no, simplemente, l es ha blas de cosas
triviales como el clima, el salario, o de
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la mierda que proyectan en la tele?
-Si lo hago y casi todo el tiempo,
siempre tengo que escucharlo, a veces
asta me esfuerzo por dar un punto de
vista, pero la gente nunca se toma la mo-
lestia aunque sea un puto día y finge in-
teresarse por cosas distintas, a o lo que
está socialmente establecido; y no digo
interesarse, al menos escuchar, o fingir
hacerlo.
Al terminar la frase, comprendí que la
culpa era mía por no adaptarme simple-
mente, así como ellos, sin quejarme,
simplemente arrastrarme cómodamente
con la corriente. Pero el que lo reconozca,
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no significa que esté de acuerdo, o deje
de molestarme.
Luego caminamos hacia Zaragoza, a
la parada de autobuses, esperamos la
ruta 43, que nos llevaría a Peñuelas, jus-
to a la Calzada de Belén. Sin duda el
trayecto más Kitsch de toda mi vida,
bueno al menos de lo que va del año.
Casi tan grotesco como la ruta 33 a las 2
de la tarde en cualquier jueves.
El antro-bus llevaba encendida la
típica luz negra para darle un toque de
fluorescencia al tugurio, creando el am-
biente de algún contemporáneo cabaret,
de esos que más bien son puteros a mi-
La Testadura 49
tad de carretera, de esos rodeados de las
cachimbas que frecuentan los traileros.
Deslizamos nuestros pasos por el
pasillo asta la banca del fondo, mientras
el auto-estéreo tocaba uno de los mu-
chos temas de José José. En la banca
siguiente, de adelante de nosotros, había
un par de borrachos que cantaban abra-
zándose, y cuando la canción se terminó,
la pareja etílica comenzó a gritar, chiflar
y aplaudir, felicitando al chofer por su
excelente elección musical. Mientras el
muy imbécil se sentía el pinchadiscos del
año. Jaja <pensé> Hijoputa, ahora resul-
ta que cualquier pendejo “pincha” (recor-
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dando toda esa mierda de la nueva olea-
da “Line-Up”)
Al ver tal escena, digna de una peli de
Alfonso Sallas, no pude evitar voltear a
ver a Alex, a la par volteó y al mirarnos los
dos, no pudimos más que soltar una car-
cajada, enorme como nuestra frustra-
ción. Por ver en su floreciente reproduc-
ción una dinámica social que desde lue-
go yo detesto.
Pero continuó el Set, en seguida se
escuchó el temazazazo clásico de clási-
cos, del Mesías contemporáneo “El Buki”
cuyo coro memoricé desde la infancia en
las reuniones horribles , de las que, en
La Testadura 51
cuanto pude me deslindé, las patéticas
fiestas familiares, más bien parentales.
Reuniones atiborradas de viejas gordas
enfundadas en su conjunto de poliéster
color verde-aqua, siempre con un horri-
ble retazo de chiffon floreado enredado
en el pescuezo para darle un toque de
sensualidad a su grasienta espalda
(claro, según si distorsionadamente).Y el
coro dice así: Pero recuerdaaaa, nadie es
perfecto y tuuu lo veras.
Es la parte que me sé, pero eso no fue
todo, para colmo, a mi lado derecho ve-
nía una escuincla muy molesta, que za-
pateaba mientras su madre y otra hem-
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bra humana adulta, se decían una a la
otra, en ese tono tan vulgarmente canta-
do y alargando siempre la penúltima bo-
cal: hay mi música favoriiiiita.
Comencé a sentir mucho calor, una
asfixia y un deseo incontenible de gritar y
largarme. Abrace a Alex y él se recargó en
mi hombro. En la siguiente parada, el
autobús se llenó como blusa de gorda en
la baja espalda, derramando sus lonjas
desnudas, prietas por el sol. Activé el
bloqueo mental y rebobiné la cinta en mi
cerebro. Analicé cada detalle bajo la luz
del cabaret: los personajes (Alex y Yo), el
escenario, los sonidos , los aromas, las
La Testadura 53
texturas, los colores, los objetos y por
supuesto a los hologramas humanos de
mi película. Hasta por fin descender del
antro-bus en la Calzada de Belén.
Me di otros pipasos, realmente los
necesitaba, mientras caminábamos ha-
cia la unidad familiar “recreativa” de
SEDESOL donde Alex toma clase de no sé
que disciplina mamona, pseudo-oriental
occidentalizada.
Mientras lo veía entrenar, pensé en
mi descontento absurdo, que se basaba
en la falta de protagonismo que creí vivir
en mi propia historia. Nunca he podido
soportarlo, necesito notarme y estar en
La Testadura 54
medio todo el tiempo; a través de todo lo
que hago en el fondo solo intento visibili-
zar la gris y uniformada existencia que
me arrastra.
Por eso es mi descontento, el
desacuerdo total, mi dadaísmo innato.
En este afán de hacer las cosas solo por
contradecir a los demás. Para chocar
contra la ola, acorazado por una especie
de obsesivo auto-amor; en la compleji-
dad de mis múltiples personajes. Detes-
tando toda la mierda de este mundo ab-
surdo, representación descarada de la
agonizante humanidad, con el ensueño
de morfina que les nutre de su desencan-
La Testadura 55
canto explícitamente notorio. Entre el
juego burlón de lo que pretendemos. Lo
que queremos y nunca lograremos ser.
Comprendí además, que todo surge
de una necesidad: pues entiendo que
querer es un hambre de uno mismo refle-
jado en los demás. Es la pesada ausen-
cia de un “Yo” la que nos hace por cos-
tumbre convivir con los demás.
enero 2013
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