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1° de febrero de 2019 68 Ilustración: AURELIO JOSÉ MACEO GRAJALES Según sus compañeros de lucha, peleó siempre al frente de su tropa y le enseñó con su heroísmo cuál era el camino de la gloria Una centella de coraje Por PEDRO ANTONIO GARCÍA C UENTAN que el 8 de noviem- bre de 1877, iba José con sus hermanos Tomás y Rafael (a este último le llamaban Cholón) al frente de un destacamento de solo 12 hombres más, cerca de Pinar Redondo, a unos 24 kilómetros al norte nordeste de San Luis, en la hoy provincia de Santiago de Cuba, cuando oyó disparos. Comprendió enseguida qué pasaba. Una tropa española atacaba un caserío mam- bí, donde funcionaba un hospital con heridos de guerra. Por la bala- cera, se percató de que los sitiados se defendían valientemente. No lo pensó dos veces, ni se de- tuvo a meditar de cuántos efectivos disponía el enemigo (luego supo que eran 350). Con sus 14 compañeros, atravesó la manigua, rompiendo con el machete el enmarañado monte, y llegó al campamento por un costado. Alineó a sus subalternos detrás de los atacantes y pie en tierra, ordenó una descarga de fusilería. Luego los lanzó a una temeraria carga al ma- chete. Los sorprendidos atacantes se vieron de pronto embestidos por la retaguardia en el momento en que la resistencia del caserío mambí declinaba. Aquellos 15 cubanos, dijo después un español sobreviviente, parecían cientos de fieras. La tropa colonialista emprendió retirada. Un parte peninsular reconoció más tarde 25 muertos y 54 heridos, aunque la tradición oral habla de 180 bajas. Los cubanos tuvieron dos heridos graves; uno de ellos, Cholón, sobrevivió al impacto de siete balazos. ¿Es de extrañar que a José, por hazañas como esa, le llamaran “El León de Oriente”? Retrato De su padre, Marcos Evangelista Maceo, al igual que su hermano Antonio, aprendió a ser un excelen- te jinete, magnífico esgrimista, ex- perto tirador. Manejaba el machete a la zurda; el revólver, a la diestra. Mariana, su madre, lo educó en el patriotismo: ella les hizo jurar, al esposo y a todos los hijos, que lu- charían por la libertad de la patria hasta las últimas consecuencias. Quienes le conocieron, descri- bían a José Marcelino como un hombre alto. “Fornido y a la par es- belto, de mirada dura, ceño adusto, angulosas las líneas del rostro”, so- lía recordarlo el general y cronista mambí José Miró Argenter. Dicen que al incomodarse, tartamudeaba; que era jovial, presumido, de tem- peramento ardiente, enamorado y “muy rumboso”. Desinteresado y sincero hasta la intransigencia. El general José nació en el hoy municipio de San Luis el 2 de febrero de 1849.

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Page 1: JOSÉ MACEO GRAJALES Una centella de corajebohemia.cu/wp-content/uploads/2019/02/Pag-68-71-Historia-ya.pdf · ta Manuel Navarro Luna, en 1949, cuando se conmemoraba el cente-nario

1° de febrero de 201968

Ilustración: AUR

ELIO

JOSÉ MACEO GRAJALES

Según sus compañeros de lucha, peleó siempre al frente de su tropa y le enseñó con su heroísmo cuál era el camino de la gloria

Una centella de coraje

Por PEDRO ANTONIO GARCÍA

CUENTAN que el 8 de noviem-bre de 1877, iba José con sus hermanos Tomás y Rafael (a

este último le llamaban Cholón) al frente de un destacamento de solo 12 hombres más, cerca de Pinar Redondo, a unos 24 kilómetros al norte nordeste de San Luis, en la hoy provincia de Santiago de Cuba, cuando oyó disparos. Comprendió enseguida qué pasaba. Una tropa española atacaba un caserío mam-bí, donde funcionaba un hospital con heridos de guerra. Por la bala-cera, se percató de que los sitiados se defendían valientemente.

No lo pensó dos veces, ni se de-tuvo a meditar de cuántos efectivos disponía el enemigo (luego supo que eran 350). Con sus 14 compañeros, atravesó la manigua, rompiendo con el machete el enmarañado monte, y llegó al campamento por un costado. Alineó a sus subalternos detrás de los atacantes y pie en tierra, ordenó una descarga de fusilería. Luego los lanzó a una temeraria carga al ma-chete. Los sorprendidos atacantes se vieron de pronto embestidos por la retaguardia en el momento en que la resistencia del caserío mambí declinaba. Aquellos 15 cubanos, dijo después un español sobreviviente, parecían cientos de fi eras. La tropa colonialista emprendió retirada.

Un parte peninsular reconoció más tarde 25 muertos y 54 heridos, aunque la tradición oral habla de 180 bajas. Los cubanos tuvieron dos heridos graves; uno de ellos, Cholón, sobrevivió al impacto de siete balazos. ¿Es de extrañar que a José, por hazañas como esa, le llamaran “El León de Oriente”?

Retrato

De su padre, Marcos Evangelista Maceo, al igual que su hermano Antonio, aprendió a ser un excelen-

te jinete, magnífi co esgrimista, ex-perto tirador. Manejaba el machete a la zurda; el revólver, a la diestra. Mariana, su madre, lo educó en el patriotismo: ella les hizo jurar, al esposo y a todos los hijos, que lu-charían por la libertad de la patria hasta las últimas consecuencias.

Quienes le conocieron, descri-bían a José Marcelino como un hombre alto. “Fornido y a la par es-belto, de mirada dura, ceño adusto, angulosas las líneas del rostro”, so-lía recordarlo el general y cronista mambí José Miró Argenter. Dicen que al incomodarse, tartamudeaba; que era jovial, presumido, de tem-peramento ardiente, enamorado y “muy rumboso”. Desinteresado y sincero hasta la intransigencia.

El general José nació en el hoy municipio de San Luis el 2 de febrero de 1849.

Page 2: JOSÉ MACEO GRAJALES Una centella de corajebohemia.cu/wp-content/uploads/2019/02/Pag-68-71-Historia-ya.pdf · ta Manuel Navarro Luna, en 1949, cuando se conmemoraba el cente-nario

Año 111/No. 3 69

aguadores uno a uno, para evitar ser detectados. Junto con un subalter-no, llamado Bruno –a quien apostó cerca de la elevación, del otro lado del río–, ideó un plan para evitar el aprovisionamiento del enemigo y a la vez apoderarse de sus fusiles.

Su plan dio resultado hasta que un aguador y sus dos escoltas sor-prendieron a Bruno y de un culatazo, lo dejaron sin sentido. Pero ya José atravesaba el riachuelo a caballo y con una carga temeraria, liquidó a los tres enemigos. Tomó a su ayudante, aún desmayado, y lo cargó en su ca-ballo con todos los rifl es capturados. Bajo una lluvia de balas, regresó a la orilla dominada por los mambises, que lo recibieron con gritos de júbilo.

Un poema

Dicen en Manzanillo que el poe-ta Manuel Navarro Luna, en 1949, cuando se conmemoraba el cente-nario del nacimiento de José, quiso dedicarle una elegía. Para inspi-rarse, conversó con los veteranos mambises, oyó varias de sus más famosas anécdotas.

De regreso a su casa, ante el papel blanco, no le fue difícil esla-bonar los versos: “Al general José lo vio siempre la guerra/ a todos los peligros profundos enfrentarse./ ¡Siempre lo vio el primer resplan-dor del machete!/ ¡Siempre estuvo en el puesto primero de la sangre!/ Era una roja punta de cuchillo.../Era una centella de coraje”.

______________Fuentes consultadasEl libro El general José. Apuntes biográ-fi cos, de Abelardo Padrón.

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Fermín Valdés Domínguez, su amigo y compañero en la manigua, lo admiraba por “el valor, la inteligencia y más que esto, la astucia y todas esas muestras del mérito intelectual, enal-tecidas por una mirada bondadosa y a la vez enérgica, en la que se des-cubre su alma buena”. Para uno de sus ayudantes, el ofi cial mambí Lino Dou, “su corazón no tuvo odios, ni si-quiera contra los que le aherrojaron en las mortíferas prisiones africanas [...]. Jamás germinó en su cerebro la ambición bastarda [...]. No tuvo más amargura que la angustia de la pa-tria esclava ni mayores alegrías que las esperanzas de redimirla”.

“Peleó siempre al frente de todos y nos enseñó con sus heroísmos cuál era el camino de la gloria”, apunta-ba Valdés Domínguez, quien añadía que para el general José “no ha ha-bido nunca diferencias de razas, y siempre ocuparon los mejores pues-tos los que más lo merecieron... Su mano generosa sabía estrechar con igual amor la de los hombres puros sin fi jarse en el color de su piel”.

Hombre sin dobleces, de rústica franqueza, lo califi có el Generalísi-mo Gómez, quien también señaló: “Descubrí en él la grandeza del León que la historia cuenta y en-tendí la grandeza de su valor admi-rable e intrépido cual ninguno, por su generosidad y su amor a las mu-jeres y a los niños. El español más cruel rendido al General (José) en mitad de la refriega más sangrien-ta, podía contar con la vida”.

Mambí

José se incorporó a la Guerra del 68 el 25 de octubre de ese año con sus hermanos Justo Germán y Antonio –según testimonio de María Cabra-les, esposa del Titán–, y con ellos tuvo su bautismo de fuego ese mis-mo día en Ti Arriba, aunque algunas fuentes aseguran que este combate se efectuó el 12 de octubre.

Lo ascendieron a sargento en 1869 y a teniente en 1870. Luego por extraordinarios méritos de guerra le impusieron los grados de capitán (1871); comandante (1872); teniente coronel (1873); coronel (1878, reco-nociéndole antigüedad desde 1876). Durante la Guerra Chiquita (marzo de 1880) le otorgaron las estrellas de general de brigada y en abril de 1895, ya incorporado a la guerra necesaria, las de mayor general. Cayó en comba-te el 5 de julio de 1896, en Loma del Gato. En sus 12 años en la manigua participó en unas 500 acciones y reci-bió 19 heridas en el campo de batalla.

Otra anécdota

Existieron diversos períodos de calma durante el combate de El Jobito, acaecido el 13 de mayo de 1895 en una fi nca ubicada a unos 10 kilómetros al noroeste de la ciudad de Guantánamo. En uno de esos momentos, José se percató de que los sitiados españoles intentaban abastecerse de agua y enviaban por el costado de una elevación a sus

Con su Estado Mayor en la Guerra del 95.

Loma del Gato, sitio de su caída en combate.

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1° de febrero de 201970

CUBA 1959

Esa noticia, voceada por los repartidores de periódicos hace 60 años, fue motivo de alegría y satisfacción para el pueblo que ya lo consideraba como su compatriota

Che, ciudadano cubano

Por PEDRO ANTONIO GARCÍA

E N la misma noche que conoció a Fidel, se enroló en la expe-dición del Granma. Desafió

cortantes manglares y sed en el naufragio de Las Coloradas. Sobre-viviente de la dispersión de Alegría de Pío, fue uno de los fundadores del Ejército Rebelde en Cinco Pal-mas. Se destacó en los combates de La Plata y El Uvero. Le otorgaron los grados de comandante y el líder de la Revolución le confi ó la jefatura de la segunda columna insurrecta.

Pronto su nombre corrió de boca en boca entre los cubanos por su co-raje lindante con la temeridad, su estricto sentido de justicia, su enor-me capacidad de liderazgo. Dejó de llamarse Ernesto Guevara de la Ser-na para convertirse en el Che, apodo

con el que lo bautizaron sus compa-ñeros de lucha. El Comandante en Jefe lo tuvo como lugarteniente en el rechazo a la ofensiva batistiana del verano de 1958. Después le en-comendaría la misión de invadir Las Villas, en donde logró la unidad de las fragmentadas fuerzas revolucio-narias que operaban en el centro del país. Descolló como estratega genial en la batalla de Santa Clara.

Tras la fuga del tirano en la ma-drugada del 1º de enero, Fidel le co-misionó la ocupación de La Cabaña, entonces una de las tres principa-les fortalezas del país, cuando to-davía en ella se hallaban armados cientos de soldados del régimen. Allí estableció su campamento y recibió a los periodistas que soli-

citaron entrevistarlo. Uno de ellos le preguntó sobre su futuro. “Yo no tengo planes, solamente los que de-termine el pueblo de Cuba”.

Por todo ello, para la abrumadora mayoría de la población no constituyó una sorpresa –y sí motivo de satisfac-ción–, la noticia que los repartidores de periódico voceaban a pleno pul-món en la mañana del 12 de febrero de 1959: “¡Che, ciudadano cubano!”. Se referían a la nota informativa que en-cabezaba la columna uno de la prime-ra plana del periódico Revolución, la cual divulgaba los artículos de la Ley Fundamental promulgada por el Go-bierno Revolucionario en una sesión iniciada el 7 de febrero y fi nalizada en la madrugada del siguiente día.

Esta Carta Magna se basaba esen-cialmente en el texto progresista de la Constitución de 1940, aunque in-corporaba artículos netamente revo-lucionarios acordes con el momento en que vivía entonces Cuba. Y en uno de sus acápites, numerado con el 12, especifi caba: “son cubanos por naci-miento […] los extranjeros que por un año o más hubiesen prestado ser-vicios en el Ejército Libertador, per-maneciendo en éste hasta la termina-ción de la Guerra de Independencia, […] los extranjeros que hubiesen ser-vido a la lucha contra la tiranía derro-cada el día 31 de diciembre de 1958 en las fi las del Ejército Rebelde durante dos años o más, y hubiesen ostentado el grado de comandante durante un año por lo menos”.

Según testimonio de Luis Buch, secretario del Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario desde enero de 1959 hasta marzo de 1962, uno de los artículos más discutidos de la Ley Fundamental fue precisa-mente el número 12, el de la ciudada-nía, “pues cuando propuse que fuera reconocido el Che como ciudadano cubano por nacimiento, el presidente Urrutia reclamó esa condición para todos los extranjeros que habían per-tenecido al Ejército Rebelde”.

Urrutia era el clásico abogado de la clase media alta, con todos sus prejuicios clasistas, y el Guerrillero Heroico le resultaba demasiado ra-dical. Proseguía Buch: “Los minis-tros no estuvieron de acuerdo con su posición. Sin apoyo alguno, a du-ras penas aceptó que el Che era una excepción y que a los otros extranje-ros se les reconociera la ciudadanía cubana por naturalización. No cabe

Pronto su nombre corrió de boca en boca entre los cubanos por su coraje lindante con la temeridad, su estricto sentido de justicia, su enorme capacidad de liderazgo.

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Año 111/No. 3 71

SEGUNDA QUINCENA

18 (1909) Nace en Bejucal, provincia de La Habana, el poeta y narrador Félix Pita Rodríguez. ANIVERSARIO 110.

18 (1959) Camilo, en su condición de jefe del Ejército Rebelde, dis-puso la disolución del BRAC (Buró para la Represión de Actividades Comunistas). ANIVERSARIO 60.

22 (1909) Nace el destacado periodista cubano Enrique de la Osa, creador de la Sección En Cuba de la revista BOHEMIA (1943).ANIVERSARIO 110.

24 (1894) José Martí pronuncia un discurso en el salón Jaerger’s de Nueva York como parte del home-naje tributado a Fermín Valdés Do-mínguez. ANIVERSARIO 125.

25 (1994) Fallece Jorge Enrique Mendo-za, capitán del Ejérci-to Rebelde, locutor de Radio Rebelde en la Sierra y director del diario Granma (1967-1987). ANIVERSARIO 25.

27 (1874) Cae en combate en el caserío de San Lorenzo, Car-los Manuel de Cés-pedes, el Padre de la Patria.ANIVERSARIO 145.

EFEMÉRIDES DE FEBRERO

la menor duda de que su actitud en el caso de obstaculizar el reconoci-miento al Che, respondía a su forma-ción ideológica”.

Aprobado ese artículo y los demás que conformaban la Ley Fundamen-tal, ya en horas de la madrugada del 8 de febrero, Buch dio instrucciones para que localizaran al Che y lo cita-ran con urgencia a su despacho. Al informársele de lo acordado por el Consejo de Ministros, el Che estimó inmerecido el reconocimiento. Re-lataría años después Buch: “Según él, solo había luchado en Cuba como hubiera hecho en cualquier otra parte del mundo, por la libertad de un pueblo”.

“Un honor de tal magnitud no pue-de rehusarse, pues sería un desaire al pueblo de Cuba y al Gobierno Re-volucionario”, entonces le argumentó Buch. El Che, emocionado, lo abrazó. Juntos entraron al salón donde toda-vía estaba el Consejo de Ministros en pleno y recibió la congratulación de los presentes. Hubo quien le pidió que dijera unas palabras, pero el Gue-rrillero Heroico rehusó. “Así era de modesto y sencillo”, diría Buch a un periodista décadas más tarde.

Por aquellos días los padres del Guerrillero Heroico habían venido a Cuba para abrazarlo, después de más de un lustro sin verlo, y constataron emocionados cuánto afecto y admi-ración había despertado su hijo en el pueblo de la Isla (que no ha decrecido al paso del tiempo). Y el Héroe de San-ta Clara correspondió totalmente a

Lugarteniente de Fidel en el rechazo a la ofensiva batistiana del verano de 1958, el Comandante en Jefe luego le encomendaría la misión de invadir Las Villas.

Los padres, quienes habían venido a Cuba para abrazarlo, después de más de un lustro sin verlo, constataron emocionados cuánto afecto y admiración había despertado su hijo entre los cubanos.

ese afecto. En su carta de despedida, en octubre de 1965, confesaba a Fidel: “Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la revolución cu-bana en su territorio y me despido de ti, de los compañeros, de tu pueblo, que ya es mío. Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del partido, de mi puesto de ministro, de mi grado de comandante, de mi condición de cu-bano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos […]. Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora defi nitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti”.

______________Fuentes consultadasTestimonios ofrecidos por Luis Buch (1992) al autor de este trabajo para textos periodísticos posteriormen-te publicados en el diario Granma (1992, 1997 y 2015).

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