escritura y silenciamiento

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CULTURA ESCRITURA Y SILENCIAMIENTO ADRIANA VALDES En estos últimos años, en Chile, muchos autores han escri- to con silencios o en silencio. La autora, ex-profesora da lite- ratura en la U. Católica, nrjs muestra, a través de una obra de Guillermo Blanco, de un personaje de Enrique Lihn y Germán Marín, y de un libro inédito da Raúl Zurita, la ne- cesidad cié recrear en el futuro la situación o circunstancias de la literatura chilena de estos últimos años para poder en- tenderla cabalmente. Estos "apuntes" son transcripción do una Donenoia presentada oralmente en el Encuentro organizado por el Grupo Cámara-Chile sobre "La Palabra y el Libro en Chile hoy", el 23 de septiembre pasado auspiciado por el Instituto Goethe. Busco la voz de mi silencio - Beckett El tema que se me ha propuesto —silencios y resonancias de la palabra— lo he estado pensando en relación con textos escritos en Chile v publi- cados, o no publicados, en los últimos dos o tres anos. No tengo intención de hacer un inventario de textos, sino comentar, a partir de algunos que me han hecho particular impresión, un tema en concreto: el de una palabra escrita que incorpora las señales de su propio silencio. Para aclarar un poco o para repetir: una palabra que da cuenta de las circunstancias de silenciamiento en la cual fue escrita. Quiero explicarme un poco más todavía. Al en- señar análisis de textos, hace ya algunos años, me tocaba referirme a lo que Eco llama "el recurso Biológico" 1 : un servicio que se presta a la lectura de un texto, y que consiste en dar los elementos para reconstruir la situación —lingüística, ideoló- gica, etc.— en la cual se hizo la obra, para poder apreciarla a partir de ahí y reducir a un mínimo las posibilidades de error de interpretación. Vol- viendo a los textos que van a ocuparme, pienso que quienes en un futuro analicen libros escritos en Chile durante estos últimos años, tendrán que recurrir a una curiosa especie de "filología" con- temporánea, a la recreación de una situación o de circunstancias: sin ello posiblemente se que- I LTmberto Feo, Ln Fstrucliira Ausente, Ed. Lumen. Rarcdona 1970, páps. 210-21J. darían sin dar cuenta de la totalidad del sentido de una obra. Entiendo por "situación" o por "circunstan- cias" "todos los hechos conocidos por el receptor en el momento en que el acto sémico tiene luear e independientemente de éste", que es la defini- ción de un semiólogo 2 . Estas "circunstancias" tie- nen mucha importancia para la comprensión de cualquier enunciado; todo enunciado puede trans- mitir varios sentidos posibles y, de todos ellos, el receptor selecciona aquel favorecido por éstas. Propongo como hipótesis algo bastante obvio, pe- ro que por lo mismo puede servir pura la discu- sión que espero salga de aquí: propongo que se ha producido un cambio en la situación de la es- critura en Chile. Es decir, que lo que el receptor sabe, y lo que el emisor sabe que el receptor sabe, es algo muy diferente a lo que era hace algunos años, y que eso condiciona la operación de la lec- tura y la operación de la escritura. Lo que hemos descrito como "circunstancias" o situación de un enunciado tiene, en el caso de Los textos literarios, algunas características espe- ciales. En realidad, todo texto literario presupone "muchas clases de discursos, contemporáneos o anteriores, y se apropia de ellos para confirmar- los o para rechazarlos" 1 . No sólo se apropia de la literatura anterior, sino también de las diferen- tes formas de expresión de una sociedad, de sus diferentes lenguajes (periodístico, científico, polí- tico, académico), ya sea en sentido positivo o ne- gativo. En una situación dada —la de Chile, por ejemplo— todos estos lenguajes crean un discurso social difuso que, según creo, actúa como presu- puesto —uno de los presupuestos— de los textos a que me referiré. Los rasgos de ese discurso sólo pueden caracterizarse aquí negativamente: a tra- vés de las diferencias que los textos establecen con él. Los dulces amargos de un país reducido Es tiempo ya de aterrizar todo eso en un te- rreno más concreto. Recordemos la novela Dulces Chilenos, de Guillermo Blanco. Creo que la lectu- ra de ese libro está condicionada de una determi- nada manera por la circunstancia. Hay una com- prensión muy inmediata de esa novela que tendría que ser recogida por el "recurso filológico" de un : Luis f, Prieto, Mensajes y Señales, lid. Seix Enrral. Barcelo- na, I<K>7, píigs. 19-20. 5 "Los lextos de que se Iraln presuponen ¡michas clases de discursos, contemporáneos o anteriores, y :><.• apropian de ellos p;iru confirmarlos o para rechazarlos, en todo c;<so para poseer- Corno si los oíros lextos (y ¡amblen las otras narrac metalenguajes o teorías) ejercieran un poder sobre el lexto, la constriñeran... asignándole un mareo de diálogo, incluso un uni- verso semántico yite se debe discutir. Como si estos otros discUT- ii ruaran como Incitación a esic nuevo iiclo que es el texio". (Julia Krlsteva, La RCvolution du Lpngnfie Poéiique, td. Du Seuil. París, 1974, traducción mía.) MENSAJE N? 276 ENERO - FEBRERO 1979 41

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CULTURA

ESCRITURAYSILENCIAMIENTOADRIANA VALDES

En estos últimos años, en Chile, muchos autores han escri-to con silencios o en silencio. La autora, ex-profesora da lite-ratura en la U. Católica, nrjs muestra, a través de una obrade Guillermo Blanco, de un personaje de Enrique Lihn yGermán Marín, y de un libro inédito da Raúl Zurita, la ne-cesidad cié recrear en el futuro la situación o circunstanciasde la literatura chilena de estos últimos años para poder en-tenderla cabalmente. Estos "apuntes" son transcripción douna Donenoia presentada oralmente en el Encuentro organizadopor el Grupo Cámara-Chile sobre "La Palabra y el Libro enChile hoy", el 23 de septiembre pasado auspiciado por elInstituto Goethe.

Busco la voz de mi silencio - Beckett

El tema que se me ha propuesto —silencios yresonancias de la palabra— lo he estado pensandoen relación con textos escritos en Chile v publi-cados, o no publicados, en los últimos dos o tresanos. No tengo intención de hacer un inventariode textos, sino comentar, a partir de algunos queme han hecho particular impresión, un tema enconcreto: el de una palabra escrita que incorporalas señales de su propio silencio. Para aclarar unpoco o para repetir: una palabra que da cuentade las circunstancias de silenciamiento en la cualfue escrita.

Quiero explicarme un poco más todavía. Al en-señar análisis de textos, hace ya algunos años, metocaba referirme a lo que Eco llama "el recursoBiológico"1: un servicio que se presta a la lecturade un texto, y que consiste en dar los elementospara reconstruir la situación —lingüística, ideoló-gica, etc.— en la cual se hizo la obra, para poderapreciarla a partir de ahí y reducir a un mínimolas posibilidades de error de interpretación. Vol-viendo a los textos que van a ocuparme, piensoque quienes en un futuro analicen libros escritosen Chile durante estos últimos años, tendrán querecurrir a una curiosa especie de "filología" con-temporánea, a la recreación de una situación ode circunstancias: sin ello posiblemente se que-

I LTmberto Feo, Ln Fstrucliira Ausente, Ed. Lumen. Rarcdona1970, páps. 210-21J.

darían sin dar cuenta de la totalidad del sentidode una obra.

Entiendo por "situación" o por "circunstan-cias" "todos los hechos conocidos por el receptoren el momento en que el acto sémico tiene lueare independientemente de éste", que es la defini-ción de un semiólogo2. Estas "circunstancias" tie-nen mucha importancia para la comprensión decualquier enunciado; todo enunciado puede trans-mitir varios sentidos posibles y, de todos ellos, elreceptor selecciona aquel favorecido por éstas.Propongo como hipótesis algo bastante obvio, pe-ro que por lo mismo puede servir pura la discu-sión que espero salga de aquí: propongo que seha producido un cambio en la situación de la es-critura en Chile. Es decir, que lo que el receptorsabe, y lo que el emisor sabe que el receptor sabe,es algo muy diferente a lo que era hace algunosaños, y que eso condiciona la operación de la lec-tura y la operación de la escritura.

Lo que hemos descrito como "circunstancias"o situación de un enunciado tiene, en el caso deLos textos literarios, algunas características espe-ciales. En realidad, todo texto literario presupone"muchas clases de discursos, contemporáneos oanteriores, y se apropia de ellos para confirmar-los o para rechazarlos"1. No sólo se apropia dela literatura anterior, sino también de las diferen-tes formas de expresión de una sociedad, de susdiferentes lenguajes (periodístico, científico, polí-tico, académico), ya sea en sentido positivo o ne-gativo. En una situación dada —la de Chile, porejemplo— todos estos lenguajes crean un discursosocial difuso que, según creo, actúa como presu-puesto —uno de los presupuestos— de los textosa que me referiré. Los rasgos de ese discurso sólopueden caracterizarse aquí negativamente: a tra-vés de las diferencias que los textos establecencon él.

Los dulces amargos de un país reducido

Es tiempo ya de aterrizar todo eso en un te-rreno más concreto. Recordemos la novela DulcesChilenos, de Guillermo Blanco. Creo que la lectu-ra de ese libro está condicionada de una determi-nada manera por la circunstancia. Hay una com-prensión muy inmediata de esa novela que tendríaque ser recogida por el "recurso filológico" de un

: Luis f, Prieto, Mensajes y Señales, lid. Seix Enrral. Barcelo-na, I<K>7, píigs. 19-20.

5 "Los lextos de que se Iraln presuponen ¡michas clases dediscursos, contemporáneos o anteriores, y :><.• apropian de ellosp;iru confirmarlos o para rechazarlos, en todo c;<so para poseer-

Corno si los oíros lextos (y ¡amblen las otras narracmetalenguajes o teorías) ejercieran un poder sobre el lexto, laconstriñeran... asignándole un mareo de diálogo, incluso un uni-verso semántico yite se debe discutir. Como si estos otros discUT-

ii ruaran como Incitación a esic nuevo iiclo que es el texio".(Julia Krlsteva, La RCvolution du Lpngnfie Poéiique, t d . DuSeuil. París, 1974, traducción mía.)

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profesor de literatura que la abordara en veinteaños más.

La parquedad del lenguaje, la tristeza y peque-nez de los ambientes, la obsesiva y ocultada culpa,la vejez que busca destruir a los demás a imageny semejanza de su propia autodestracción, puedeser una imagen válida para múltiples situacioneshistói'icas, pero surge aquí y ahora. El hipotéticoprofesor, de aquí a vcinie años, haría mal en noadvertir que el lenguaje del libro no concuerda—por decir lo menos— con un determinado dis-curso social vigente al momento de su publicación:que la visión de las viejas mezquinas y sórdidas estambién una visión de contraste. Al leer estos Dul-ces Chilenos —irónico título— no se puede evitarel hecho de que esté oponiendo una visión a otra.Perdón por otra comparación más: me acuerdo deuna exposición de pintura española en el InstitutoCultural de Las Condes, el año pasado. Después dever paredes y paredes cubiertas de señoras elegan-tes, y luego otras paredes cubiertas por velas oenaguas hinchadas por el viento, rosadas y sensua-les, de Sorolla, me acuerdo de un pequeño cuadrooscuro, una procesión en un pueblo al anochecer,de Gutiérrez Solana. Entre un lenguaje y otro me-dia la distancia tremenda que había entre el mundode uno y otro pintor. Poner uno junto al otro, expli-citar la oposición tácita, eso es lo que hace la leetura condicionada por una determinada situación!Los textos, ahora, parecen pedir el esfuerzo que

debe hacer un receptor cómplice: de ponerlos enrelación con otros lenguajes, captar su realidad deconiralenguajes. de lenguaje que surge por oposi-

n a otro.Hay que anotar también que la circunstancia

cultural de la cual sur^e ese discurso social, y ala cual se dirige el libro, parece también linbersecircunscrito (quiero decir empequeñecido). Leyen-do textos de escritores chilenos escritos hace casidiez.años —las intervenciones en el Encuentro deEscritores del año 1969 son un buen ejemplo A— seve que entonces la perspectiva era sin duda latino-americana por lo menos, y de América latina íren-te al mundo en la mayor parle de los casos, poroptimista que pudiera parecer actualmente esaactitud. Lo que entonces parecía un florecimientocoherente, un momento de una evolución, pareceahora, desde estas circunstancias, una especie deveranito de San Juan: todos los fantasmas que se

[an culturalmente exorcizados han reaparecidoy gozan de buena salud. Hay que volver a comba-tir actitudes y patrones culturales archicnterra-dos en otras partes del mundo; en Chile se puedehablar impunemente (del "eterno femenino", porejemplo, o del "resentimiento social" como for-ma de descalificación) porque se ha perdido elconcepto de un ámbito cultural en el que por lomenos se puede hacer el ridículo. El discurso dela crítica oficial no encuentra un ámbito de con-tradictores en Chile ni tampoco parece acusar re-cibo de la actividad intelectual vigente en otraspartes; su aislamiento es mortífero para la inte-ligencia. Ha caído en la indulgencia del monólogointerior, precisamente porque el mundo culturalde Chile se ha empequeñecido y se ha encerradoen sí mismo, en una especie de "autismo pobre":

. . . "porque el mundo cultural de Chilese ha empequeñecido y se ha encerradoen sí mismo"...

no toda vuelta hacia adentro es un enriquecí mien-to; puede ser simplemente la oportunidad de com-placerse en repetir los propios tics, prescindiendodel mundo exterior. La novela de Guillermo Blan-co cumple, entre otras funciones, la de salirle alpaso a uno de esos tics del discurso social: el depensar un país en términos de pintoresquismos yde euforias.

Las enfermedades de la palabra

Otra posibilidad de combatir los tics redivivos—hiera de oponerles, como Blanco, la cosa enjuta

4 Véase Rene ]ara. El Compromiso del Escritor, Ediciones Lni-versiterias de Valparaíso. 1971. También el número 2 de laRevista Cormorán, Santiago, 1969.

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y seca reminiscente de los Campos de Castilla, deMachado— es asumirlos lodos, mimetizarse conellos, y crear un discurso que los ponga en evi-dencia: eso es lo que hace don Gerardo de Pom-pier, personaje creado por Enrique Lihn y GormanMarín casi a modo de broma en 1968 y resurgidoen 1977 en lo que se llamó un "happening contra-cultural". Don Gerardo se presentaba con toda una

'nograh'a y con un disfraz; siempre he sospe-chado que necesitaba de las dos cosas para queel público —acostumbrado a tragar tantas ruedasde carreta— no dejara de percibir el carácter pa-ródico y arqueológico de su discurso, no se dejaramecer una vez más por los recursos de la elo-cuencia. Esta momia parlante de la retórica pro-nuncia un inacabable discurso público, aterrado jaterrador, que da testimonio en cada palabra desu propia caducidad. Para su creador, Pompier esun espejo en que se reflejan las enfermedades dela palabra, una caricatura de la palabra que pre-tende reflejar un saber universal. El mismo per-sonaje compara su discurso con una armadura deesas que conservan los muscos históricos; verlaactuando y caminando tiene un efecto de películade terror, se viene encima como un monstruogaga que en cualquier momento se confunde connuestra propia palabra. Encierra además un suje-to aterrado e indefenso, que segrega la palabracomo ciertos peces que oscurecen el agua tras sípara escapar de sus perseguidores; que asume lasformas vacías del poder de la palabra, poniendode manifiesto a cada momento el carácter irriso-rio de su defensa.

Un combate de reconstrucción

Quiero referirme por último a un libro inédito.Al hablar de los dos textos anteriores señalabacómo resuena en ellos un presupuesto, un pre-texto, el discurso social implícito que ellos con-tradicen, uno —Blanco— mediante un idioma designo contrario, y otro —Pompier— mediante lafosilización y la parodia. Uno le opone a las "re-sonancias" del discurso social una palabra enjuta,en que todo queda tácito; el otro manifiesta elvacío, el horror y el humor de un .silencio recu-bierlo por frondísimas palabras. En el libro quetrataré ahora hay algo tácito de partida: su con-dición de libro inédito, que debe ser, según creo,la de algunas otras obras. Se ha hablado o sehablará aquí de libros, editores, lectores, precios.No me corresponde entrar en eso, pero sí señalarel interés que suscita la posibilidad de que exis-tan obras no publicadas, que probablemente alte-rarían algunas de las ideas existentes acerca dela palabra escrita en Chile hoy día.

El libro que comento tiene también una muyespecial relación con el silencio. Hay en él unasensación de exlrañeza respecto de la palabra co-mo medio: el lector lo percibe en un primer mo-

mento como palabra ajena, desconcertante, querelaciona sin duda en forma muy estricta cadauno de sus elementos, pero de acuerdo con leyesque parecen provenir de otro universo del pensa-miento. Creo que la primera impresión puede re-sumirse así, es decir, en un terrible y obsesionadorigor que se reconoce como tal, pero que no co-rresponde al rigor que suelen tener los textosescritos, sino al de otros códigos. El libro a queme refiero se llama Mein Kampf y su autor es elpoeta Raúl Zurita.

Como se puede advertir desde el título, el libroes un campo minado. No es del caso ahora darcuenta de la multiplicidad de recursos que se des-pliegan en estas palabras asépticas y ascéticas:basu- decir que, como Pompier, pero de maneracompletamente diferente, da testimonio de que"ahora están cerradas las puertas del parque, ylas chisteras y la retórica se pudren sobre losbancos vacíos".s

"Propongo para la crítica una mayorconciencia de las claves en quenecesariamente se ha debido hablar,oralmente y por escrito, durante untiempo ya largo".

Yo diría que es un libro que parte de lo arra-sado, de lo agostado, de lo mínimo: su palabrabusca eximirse de toda connotación "poética", "re-mi niscen te". Se recurre a la gráfica: se reemplazan,en un poema, todas las palabras por pequeños di-bujitos; se incluye la realidad sin mediatizar, lafotografía de carnet, el diagnóstico clínico, el elec-11 oencefalograma. Más aún, toda esta última reali-dad sirve para minar —campo minado— toda po-sibilidad de un "yo poético" que toma la palabra:la palabra se toma desde un lugar vacío; el habían-la romo tal está desacreditado. Destruido el lugarde la persona, arrasada la persona por un cata-clismo innominado cuya magnitud sólo se percibepor sus electos, el obsesivo orden (o señales trans-gredidas, restos de un orden) parece un ritual deprotección contra un caos que tiende a reaparecer.Patología del individuo, pero también patología dela sociedad, en este caso. Entre un sujeto amena-zado de inexistencia y la sociedad que lo amenazade inexistencia, los poemas son las huellas volun-tariosas y obsesivas de que efectivamente se exis-te, la única "señal de vida". Se ha puesto en peli-gro hasta la posibilidad de ser persona, y la con-ciencia de sí se sustituye por un texto: la huella

5 Dicho u propósito áe Beckett por Ueorge Sleiner, Extraterri-torial. Ensayos sobre literatura y la revolución lingüística, l 'tl.Barral, Barcelona. 1975, págs. 26-27.

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concreta de que esa conciencia ha existido, en unmundo que no da garantías de que pueda seguirexistiendo.

Mein Kampf (es el aspecto no irónico del título)de hecho reconstruye, es poesía que lucha por re-construir. Es también un itinerario del Inferno,Purgatorio y Paradiso de lo mínimo, que el mismotexto incluye: diría yo que sobre lodo del infiernoy de los cuidadosos esfuerzos para organizar lasvisiones alticinatorias en una topología. Como lamúsica y las matemáticas, la poesía se transformaen actos de localizacíón. "Cierto número de Fichassimbólicas son colocadas en filas significa í i vus. Las.soluciones se logran... mediante el rcagrupamientoo reordenación secuencial de las unidades indivi-duales y de los grupos de unidades..."6. De todoello surge un rompimiento de la continuidad ver-bal y su reemplazo por una relación diferente, porotra combinatoria. Los elementos del texto —lavaca, el desierto— llegan incluso a cambiar de sig-no, como en matemáticas, a transformarse en nú-meros negativos: la experiencia de lo mínimo colo-ca a la imagen poética en un lugar de vértigo. Nopuedo decir más: sólo espero que alguien puedaasomarse alguna vez a ese libro inédito.

Escuchemos los silencios . . .

A modo de resumen, lo que he intentado haceres proponer que la palabra escrita ha acusadorecibo, de muy diversas maneras (hay otras, nomencionadas en este texto), de un cambio pro-fundo y traumático de la situación cultural, y quelos textos mismos tienen, como elemento de susignificación, una relación con esa circunstancia.Propongo una lectura que capte las heridas y recu-brimientos que percibo en esa escritura, que seacapaz de asimilar "las formas monstruosas quenuestros destinos han tomado para sobrevivir", enla frase de un personaje de José Donoso; que du-rante un tiempo al menos se piense en los textosescritos en Chile de todas las maneras posible- 5válidas, pero también cuino síntomas. Propongopara la crítica una mayor conciencia de las clavesen que necesariamente se ha debido hablar, oral-mente y por escrito, durante un tiempo ya laiijo.Y finalmente propongo una mayor atención parala palabra creadora y vigente en Chile: estoy con-vencida de que en ella hay cifras para comprenderuna experiencia colectiva cuya complejidad ha so-brepasado nuestra capacidad de dar cuenta de ella.Hay un poema de Vallejo que cito cada vez quepuedo. En él se dice que, si después de tantas pa-labras, no sobrevive la palabra, "más valdría, enverdad, que se lo coman todo y acabemos".

p Steiner, op. eii., pég. t>LJ. (SL refiere a aspectos tumunesujedrez, l.i música j la¡ matemáticas.)

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