discos y otras pastas 74(marzo2016)

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DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com EMAIL: [email protected] AÑO 10 NÚMERO 74 EDICIÓN DIGITAL MARZO 2016 1 ESCRIBE: JORGE CAÑADA Tan acostumbrados estábamos al tendal de cadáveres exquisitos que el rock & roll fue dejando a su paso, que la vejez o la muerte natural se habían convertido en una rareza casi indigna para nuestros ídolos. Ahí está aún, por suerte, lidiando con su sordera y su atronadora guitarra, el mismo Pete Townshend que inmortalizó uno de los diez mandamientos del rock: “…Hope I die before I get old. This is my generation. A los noventa años se acaba de ir George Martin, productor, arreglista, compositor, director de orquesta, ingeniero de sonido y músico decisivo en la definición del fenómeno Beatle. Su muerte es un paso más en la triste confirmación del final del sueño que Lennon anticipó en la letra de “God” y Mark Chapman comenzó a materializar con cinco balas de un revólver calibre 38. Si bien el nombre de Martin no está asociado a los tópicos del R&R way of life, seguramente tenga mucho que ver con la perdurabilidad de un sonido que supo ser el estruendo de la rebeldía, atravesó el arte convirtiéndose en pura actitud contestataria, para terminar promovido al estatus de patrimonio cultural. Todo en apenas medio siglo. El punto de partida inevitable para entender su influencia es la relación simbiótica que mantuvo con la banda. Paul McCartney acaba de bendecirlo definitivamente como el “Quinto Beatle”. Un rótulo que sería exagerado para John Lennon (el más entusiasta entre quienes minimizan la contribución de Martin a los Fab Four), y que sin embargo tiene una connotación más negativa que elogiosa (¿acaso hay un primer o segundo Beatle?). Al fin y al cabo, será una diferencia más entre Paul y John…I dont know why, I say goodbye, You say hello. Su relevancia como productor es directamente proporcional a la que The Beatles tienen como músicos. Reconocer su importancia en nada desmerece la figura de Paul, George, John y Ringo, ni va en desmedro de su talento. Se puede relativizar su aporte frente a semejante concentración de músicos talentosos, pero de qué manera explicar la meteórica evolución que la banda experimentó en poco más de un lustro. Es cierto que la industria de la música transitaba plazos y procesos mucho más acotados que los que vive en la actualidad UN CABALLERO EN LA CORTE BEATLE GEORGE MARTIN (1926 - 2016)

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DISCOS Y OTRAS PASTAS 74: George Martin, Keith Emerson, John Cale, 091, Conchi Moya y Alberto Fuguet.

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DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com EMAIL: [email protected]

AÑO 10 NÚMERO 74 EDICIÓN DIGITAL MARZO 2016

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ESCRIBE: JORGE CAÑADA Tan acostumbrados estábamos al tendal de cadáveres exquisitos que el rock & roll fue dejando a su paso, que la vejez o la muerte natural se habían convertido en una rareza casi indigna para nuestros ídolos. Ahí está aún, por suerte, lidiando con su sordera y su atronadora guitarra, el mismo Pete Townshend que inmortalizó uno de los diez mandamientos del rock: “…Hope I die before I get old. This is my generation”. A los noventa años se acaba de ir George Martin, productor, arreglista, compositor, director de orquesta, ingeniero de sonido y músico decisivo en la definición del fenómeno Beatle. Su muerte es un paso más en la triste confirmación del final del sueño que Lennon anticipó en la letra de “God” y Mark Chapman comenzó a materializar con cinco balas de un revólver calibre 38. Si bien el nombre de Martin no está asociado a los tópicos del R&R way of life, seguramente tenga mucho que ver con la perdurabilidad de un sonido que supo ser el estruendo de la rebeldía, atravesó el arte convirtiéndose en pura actitud contestataria, para terminar promovido al estatus de patrimonio

cultural. Todo en apenas medio siglo. El punto de partida inevitable para entender su influencia es la relación simbiótica que mantuvo con la banda. Paul McCartney acaba de bendecirlo definitivamente como el “Quinto Beatle”. Un rótulo que sería exagerado para John Lennon (el más entusiasta entre quienes minimizan la contribución de Martin a los Fab Four),

y que sin embargo tiene una connotación más negativa que elogiosa (¿acaso hay un primer o segundo Beatle?). Al fin y al cabo, será una diferencia más entre Paul y John…I don’t know why, I say goodbye, You say hello. Su relevancia como productor es directamente proporcional a la que The Beatles tienen como músicos. Reconocer su importancia en nada desmerece la figura de Paul, George, John y Ringo, ni va en desmedro de su talento. Se

puede relativizar su aporte frente a semejante concentración de músicos talentosos, pero de qué manera explicar la meteórica evolución que la banda experimentó en poco más de un lustro. Es cierto que la industria de la música transitaba plazos y procesos mucho más acotados que los que vive en la actualidad

UN CABALLERO EN LA CORTE BEATLE

GEORGE MARTIN (1926 - 2016)

DISCOS Y OTRAS PASTAS 2 MARZO 2016

(Please, Please Me, el primer long play de la banda, se grabó en menos de 10 horas), pero el salto cualitativo habido entre los febriles y algo rústicos días de Hamburgo y los picos de creatividad y sofisticación alcanzados en Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (1967), The Beatles (1968) o Abbey Road (1969) sería un misterio sin el dominio que Martín ejercía sobre las técnicas de grabación y su formación musical clásica.

Ríos de tinta se han escrito sobre la forma en la que influyó a los músicos pero nada mejor que sus propias palabras para reflejar su actitud de servicio y compromiso con el proyecto: “Una vez que pasamos la fase inocente, las primeras grabaciones, y quisieron hacer algo más aventurero, me dijeron: ¿qué puedes darnos? Y les dije: puedo darles lo que quieran”. Su técnica, develada sin egoísmos en sus memorias “All You Need is Ears”, es tan simple como efectiva: aprender a escuchar y saber qué estás buscando. Esculpir cada instrumento, limpiar sus resonancias y dejar huecos para los otros sonidos con los que entre en conflicto. En ese sentido, “Yesterday” es el ejemplo vivo de cómo Martin hacía su aproximación al trabajo que los músicos daban por concluido, y de cómo operaba sobre esa obra para potenciar el resultado. Paul McCartney se encargó de recordarlo en su página web: “Cuando llevé 'Yesterday’ a una sesión, los muchachos sugirieron que la cantara solo acompañado por

una guitarra. George me dijo ‘Paul, tengo la idea de poner un cuarteto de cuerdas en la canción´. Le dije: ‘Oh, no, George, somos una banda de rock and roll y no creo que sea una buena idea´. Con el trato paciente y suave de un gran productor me dijo, ‘Vamos a intentarlo y, si no funciona, no la

usamos y vamos con tu versión´. Martin tomó los acordes originales y los esparció a través del piano, puso el violonchelo en la octava baja y el primer violín en una octava más alta. Paul reconoce haber recibido entonces su primera lección de cómo optimizar un cuarteto de cuerdas, un recurso que se convertiría en marca registrada de la banda y haría que su

música trascendiera a otras generaciones. George Martín fue un innovador, no sólo porque unió dos mundos, el del rock and roll y el de la música clásica, sino porque creo uno nuevo. The Beatles no fueron un grupo pop, fueron y serán el grupo pop por excelencia. Últimamente, la muerte

de nuestros héroes roqueros nos viene golpeando sin clemencia. La certeza de estar ante el final de un capítulo único en la historia de la música es cada día más evidente. El tiempo también pasa para nosotros y la conciencia de la propia muerte sacude

brutalmente nuestro sueño de eterna juventud, entonces empezamos a comprender el lamento de Tom Waits que los Ramones hicieron suyo en ¡Adiós Amigos! (1995): “…When I see the price that you pay, I don’t wanna grow up, I don’t ever want to be that way, I don’t wanna grow up”.

DISCOS Y OTRAS PASTAS 3 MARZO 2016

ESCRIBE: ROGELIO LLANOS Q.

Nueve y quince de la noche. Tres personas salen del lado izquierdo del escenario y se dirigen hacia sus instrumentos. El escenario aún en penumbra no nos permite distinguir quiénes son, pero sabemos que uno de ellos es John Cale, el genial compositor y músico que formó parte, con Lou Reed, de aquella celebérrima banda de los sesenta, que fue admirada y comprendida por muy pocos, pero esos pocos, como dijo alguien, salieron de sus conciertos, encantados e inspirados, directamente a crear sus propios grupos musicales. De formación clásica, Cale mostró desde muy joven su aprecio por la música vanguardista. Cale fue siempre un innovador, un permanente experimentador, rompiendo estructuras, destruyendo moldes, haciendo trizas melodías y haciendo del ruido música. La influencia de John Cage, el radical compositor y músico norteamericano, iniciador de la llamada música electrónica y de la denominada música aleatoria, fue esencial en la vida de Cale. Y esa influencia, permanente, vigente, se aprecia en grandes momentos de sus conciertos. Porque una vez ubicados en sus posiciones – Cale en los teclados y sintetizadores, Dustin Boyer en la guitarra líder y Deantoni Parks en los tambores acústicos y electrónicos – iniciaron con “Time Stands Still”, una descarga electrónica que remeció los cimientos del teatro con total impunidad. Arrancaban con un tema nuevo e irreconocible. Así pues, ya estábamos advertidos desde el comienzo. Iba a ser una noche diferente. Cale no estaba dispuesto a transar. El galés había venido dispuesto a presentar versiones novísimas de su amplísima discografía. Suponía que el escaso público que había asistido a verlo era conocedor de su obra y capaz de entender los términos y el ánimo con el que encararía el recital de

esa noche. En sencillo: Cale nos lanzaba a la cara toda una declaración: si esperan a la Velvet, pues ahora sólo encontrarán pequeñas huellas de esa banda, ya lo verán cuando escuchen mi ruidosa versión de “Waiting for my Man”, totalmente renovada, actualizada y poderosa. Sí, quizás la mejor huella que encontramos de la Velvet se localice en el gusto por la experimentación, por el alejamiento de los moldes y patrones comunes, en la actitud iconoclasta de ese Cale que le exigió a Lou Reed que mandara al tacho de la basura sus poses y estilos dylanianos que intentaba adoptar en sus interpretaciones. Bajo tal premisa, “The Endless Plain of Fortune” estuvo casi irreconocible, totalmente alejada de la suave y melodiosa versión que aparece en el Paris 1919. Sabíamos que John Cale iba a interpretar “If You Were Still Around”. Si bien es cierto que es una canción que Cale no suele tocar en vivo, sin embargo, la oportunidad estaba dada. Era la víspera del onomástico de su genial compañero de banda e íntimo enemigo, Lou Reed (1942-2013). “If You Were Still Around”, compuesta junto con el ya legendario Sam Shepard, fue reescrita por John Cale, luego de la muerte de Lou, y sus versos duros y viscerales, descubren el intento imposible de devolverle el hálito vital al viejo compañero, a quien su ‘magician’, haciendo caso de sus ruegos, lo liberó del cuerpo y lo llevó en sus alas hacia el infinito. Así pues, “If You Were…” y “Waiting for My Man”, fueron los pequeños homenajes a ese pasado cuyo camino a la gloria estuvo empedrado de graves conflictos y grandes creaciones, pero también de pequeñas islas de encuentros ilusorios y entrañables. “Hemingway”, “Coral Moon” y “Ghost” fueron interpretaciones que dieron continuidad a esa intención perversa de Cale

de romper con las versiones en estudio. Fue toda una andanada de sonidos atronadores en el escenario. Los teclados, el sintetizador, la guitarra eléctrica y la batería construyeron todo un muro sonoro que envolvió completamente a los poquísimos fieles que tuvimos el gran privilegio de asistir a una creación en vivo y en directo. De pronto, Cale abandona su trinchera, toma la guitarra acústica y se

lanza con una preciosa versión de “Things”, que nos reconcilia con sus grabaciones en estudio. Si ya para entonces estábamos felices con lo escuchado, lo visto y lo vivido, el nuevo tramo, con Cale nuevamente en los teclados, nos catapultó al clímax, a la emoción pura: “Buffalo Ballet”, “Fear is a Man’s Best Friend” y “I Wanna talk 2 U”. Tres temas clásicos de su repertorio, en los que enlaza el pasado y el presente, los años setenteros de la Island Records y los de su penúltimo álbum del 2012 (Shifty Adventures in Nookie Wood).

JOHN CALE EN VIVO (01.03.2016) – GRAN TEATRO NACIONAL

CON USTEDES, JOHN CALE

DISCOS Y OTRAS PASTAS 4 MARZO 2016

Hace algunos años, mientras escuchaba el Circus Live (2007), una melodía y unos versos que se repetían una y otra vez, de manera apacible, captaron nuestra atención rápidamente: “Sleeping in the midday sun / Sleeping in the midday sun / Sleeping in the midday sun”. Terminó la canción y la volví a escuchar: hablaba del Far West, de la vieja ciudad de Abilene, con sus garitos, sus tormentas, sus reses y la fiebre del oro. Intercalaba entre las estrofas de cuatro versos, a manera de puente, reiterativo: Sleeping in the midday sun. Mi memoria cinéfila me trasladó al Henry Fonda/Wyatt Earp de My Darling Clementine, en el porche del edificio de madera, sentado, con las piernas estiradas y mirando cómo pasaba la vida en el Tombstone fordiano. Mientras Cale ejecutaba en el escenario su bronca versión de “Buffalo Ballet”, una emoción infinita nos invadía mientras en la pantalla imaginaria de nuestros recuerdos se alternaban el momento del descubrimiento de la canción, el Fonda legendario y el compositor genial tras los teclados. Y a mitad del camino emprendido hacia la desesperación y el grito -en “Fear is a Man’s Best Friend”- Cale se permitió hacer un alto y ejecutar con maestría un solo de piano, internándose por los caminos del clasicismo y conmoviéndonos con sus breves apuntes del Claro de Luna de Debussy.

SIN PEDIR PERMISO AUTOR: CONCHI MOYA (ESPAÑA)

El Madrid de los noventa y las radios libres son el pretexto para esta historia juvenil de amores melifluos no correspondidos, buena música, camarería e ilusiones. El amplio uso de localismos no son impedimento para disfrutar y entender lo que nos ofrece la autora, a pesar de algunas intromisiones suyas en situaciones que

le exigen ser omnipresente e invisible a la vez. En “Sin Pedir Permiso” llaman la atención dos aspectos: primero, uno nota que por momentos no hay una debida distancia de la autora con el pasado que le permita construir personajes cien por ciento autónomos, pero que a la vez le sirve para hacer una buena radiografía de una ciudad que ya no existe más, la foto del momento. Y segundo, lo mejor de esta novela: Conchi nos ha regalado un antagonista, “El Tule”, un chico del montón, sin rumbo, el típico noventero alpinchista, el díscolo, el que parece un genio cuando en realidad es solo un charlatán. Tan intrascendente e inofensivo. Todos nos damos cuenta de ello, menos Mariana, cuyo obnubilado amor por el muchacho le hace aromatizar su mediocridad, verlo como un príncipe y aceptar el sufrimiento que acarrea el enamorarse sin pedir permiso”. ¿A quién no le ha

pasado? HENRY A. FLORES

El maestro no sólo nos hizo felices con sus guiños a Lou, la Velvet, y sus apuntes vanguardistas y roqueros, también nos remeció el alma, sin que él lo supiera por supuesto, transportándonos en esos brevísimos segundos a aquellos tiempos en los que supimos que la felicidad -bajo la forma de una mirada melancólica y

otoñal- estaba a punto de huir. El último tramo del concierto fue un verdadero tour de force: “Gun” y “Pablo Picasso” interpretados con Cale en la guitarra eléctrica. Un rock pesado, obsesivo, afiladísimo, ejecutado como en sus años de juventud, obligando a sus músicos a dejar la piel en el escenario. Si a ese par de canciones le hubiera agregado como gran final el “Love Me Two Times” como hizo cuando joven en el Rockpalast, allá en 1984, habría fulminado a sus incondicionales. Pero, después de casi una hora y quince de concierto, con escasísimos espacios entre canción y canción, este artista de setenta y cuatro años, de expresión austera y con el paso de los años reflejado en su desplazamiento inseguro y bamboleante, seguro que requería un buen y merecido descanso. Que se llevara entonces nuestros aplausos, prolongados, insistentes, imparables. Y, entonces, retornó solo al escenario. Parapetado tras sus teclados entonó, con su aún bella voz de barítono, su última canción: “Ni ganadores ni perdedores, No hay mucho para elegir. Entre el bien y el mal, Ni se pierde ni se gana...”

NO FICCIÓN AUTOR: ALBERTO FUGUET (CHILE) En muchas entrevistas, Fuguet ha confirmado que esta novela trata sobre una parte de su vida. Construido en su totalidad con diálogos, “No Ficción” aborda la relación sentimental no consumada entre Alex y Renzo. Si

estuviéramos en el cine la pantalla nos mostraría a dos recién cuarentones discutiendo sobre su amistad que devino en amor y deseo sexual. Alex (exitoso escritor y cineasta) reclamando una no correspondencia de sentimientos, ser la víctima de un vampirismo material y emocional, y exigiéndole a Renzo que salga del clóset. Sin embargo, esto es un libro y aquí los dos personajes hablan tan parecido -con las ya conocidas mezclas fuguetianas de inglés con español y referencias pop- opinando lo mismo y expresándose de manera similar sobre los intereses que comparten, que uno tiene la sensación de estar presenciando un monólogo la mayor parte del tiempo. HENRY A. FLORES

LIBROS LIBROS LIBROS

DISCOS Y OTRAS PASTAS 5 MARZO 2016

Julio Anguita, político español de izquierdas decía sobre aquellas encuestas de popularidad donde siempre aparecía como el mejor valorado, cosa que no se traducía en votos, algo así como “Queredme menos pero votadme más”. La anécdota me recuerda a lo que ha sido la épica historia del grupo granadino 091, muy valorado por la crítica y querido por su fiel público pero con bastante mala suerte a lo largo de su carrera. Algo que de alguna manera han espantado con su gira de reencuentro, “Maniobra de resurrección”, que llega veinte años después de separarse. En 1996 tuve la ocasión de ver en directo a la banda en Madrid. Las canciones de 091 no solo me gustaban mucho, además habían puesto la banda sonora a aquellos años tan decisivos e inquietos de mi vida. Sin embargo, una inoportuna pereza me echó atrás en el último momento. “Hay trenes que no vuelven a pasar”, me dijo alguien sobre aquella decisión de la que tantas veces me he arrepentido ya que “los Cero” se separaron aquel año. Cuando ya me había hecho a la idea de que jamás podría ver a la banda en directo, 091 anunciaron que se juntaban de nuevo para una gira de un año. En un par de horas lograron agotar las entradas para tocar tres noches seguidas en Madrid. Se habla de justicia poética. Sea así o no, por fin se ha puesto de su parte la suerte que les fue esquiva en su día en forma de discográficas desaparecidas, gente sin escrúpulos, componentes que iban y venían o el desolador panorama musical español. 091 es una banda adorada por muchos y merecidos motivos: la

inmerecida mala fortuna que les persiguió; la hondura de sus letras, no en vano a José Ignacio Lapido, guitarra de la banda y compositor se le conoce como “el poeta eléctrico”; la coherencia y la elegancia que marcaron su carrera o su relación de amistad con Joe Strummer durante la mítica estancia del líder de The Clash en Granada, ciudad donde incluso tiene una plaza. Sobre el escenario pudimos ver a un grupo que se mantiene en perfecta forma a pesar de superar la cincuentena y llevar separados dos décadas. Disfrutamos sin respiro de dos intensas y emocionantes horas de concierto, con dos bises y veinticinco canciones, en el que no hubo espacio para el efectismo ni la sensiblería. La pura emoción la pusimos el público y el grupo en comunicación directa a través de sus inolvidables canciones. Sin duda no las hemos olvidado, porque todos los temas fueron cantados a voz en grito por los que allí estábamos, entregados desde la aparición de la banda con el instrumental ‘Palo cortao’ (nombre de un vino andaluz). Mis ojos, dentro de lo poco que podía ver desde pista a pesar de estar cerca del escenario, oscilaban entre José Ignacio Lapido, guitarrista finísimo y elegante, de riguroso negro, y el carismático y eternamente bello José Antonio García “Pitos”, cantante de la banda, siempre dandy, vestido con camisa estampada e impecable chaleco negro. Completaban la formación los magníficos Tacho González, batería de 091 desde sus inicios, Jacinto Ríos al bajo y Víctor Lapido a la segunda guitarra. ¿Qué es esperar veinte años? Nada. Mis respetos y amor a nuestros “Cero”.

JUKEBOX DESDE EL OTRO LADO ESCRIBE: CONX MOYA

091 EN VIVO. SALA JOY ESLAVA – MADRID (11.03.2016)

LA RESURRECCIÓN DE 091

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DISCOS Y OTRAS PASTAS 6 MARZO 2016

Ha sido un día duro de trabajo. Regreso a casa, me siento ante la computadora, la abro, ingreso al Facebook y veo la fotografía de Keith Emerson ante sus portentosos teclados. Sonrío y de inmediato pienso en esa versión espectacular de “Peter Gunn” que el trío Emerson, Lake & Palmer recreara con acierto y la hiciera suya desde su aparición en In Concert (1979). Sonrío y pienso en aquellas celebraciones de año nuevo que yo iniciaba con el Peter Gunn a todo volumen. De pronto bajo la mirada hacia la nota de pie de página y junto al nombre de Keith Emerson leo las fechas de su nacimiento y la de su muerte... 2016. ¿Cómo? Vuelvo a leer y quedo desconcertado. Se murió Keith Emerson, me digo y luego suelto un “no” interminable y me aflijo y me lleno de tristeza, de una profunda tristeza. Porque la banda Emerson, Lake & Palmer, este trío que hacía música y espectáculo dejando la piel en el escenario ha sido herida de muerte, ha sido desintegrada con la partida de la que fue su alma, su esencia. Los teclados en esta banda notable eran los que ponían el sello inconfundible de su música. El martes 26 de agosto de 1997, a las ocho de la noche, en el Muelle Uno, asistí a un breve (poco más de una hora), pero inolvidable concierto de esta banda que nació en Inglaterra en 1970 y que fusionó de manera admirable la música clásica con el jazz y el rock. Keith Emerson era un experimentador nato. Gozaba tanto con lo que hacía que hasta tumbaba los teclados y tirado en el piso seguía tocando y enlazando armonías de diferentes géneros. Eran explosiones de sonidos que electrizaban al espectador, que lo remecían y lo entusiasmaban hasta el delirio. Y él feliz, con el efecto logrado. El trío siempre exhibió su apego a la música clásica. Quizás, ellos más que otros grupos progresivos, mostraron con clara evidencia ese gusto por combinar los sonidos clásicos con los modernos. “The Barbarian”, por ejemplo, está basada en el Allegro Barbaro de Béla Bartók y Knife Edge , un fijo en su repertorio en vivo acudía al checo Leoš Janácek para robarle notas de su Sinfonietta. Espectaculares, y a veces poseídos de un espíritu circense, tocaron el cielo con su versión roquera de la composición de Modest Mússorgsky Pictures at an Exhibition. Gran

parte de esta versión se apoya en los teclados de un Keith Emerson inspirado que, por momentos crea atmósferas que va entre lo misterioso y lo tétrico, en claro contraste con aquellos momentos en los cuales se desliza un profundo lirismo que nos emociona y atrae. Aprendí a amar la música de este trío escuchando un viejo

casete pirata de portada oscura y que en la parte superior decía: "Welcome back, my friends, to the show that never ends...". Y toda la cinta era una descarga de sonidos muy complejos y atmósferas sombrías. Sus composiciones recargadas y duras me invitaban a escucharlos día tras día, pensando en que sería todo un placer verlos en escena, pero pensando también que en esta Lima extraña al rock, su presencia no sería tan grata.

Por eso, aquella noche del concierto en el Muelle Uno, yo estaba exultante. Me parecía increíble lo que iba a suceder. El trío admirado estaba en Lima y en unos pocos minutos iba a presenciar su recital. Y no me defraudaron. No defraudaron al público, a pesar de que fue un concierto de muy corta duración. Así pues, aquí

estuvieron y nos regalaron un concierto muy lindo. Jamás podré olvidar a aquel muchacho que sentado delante de mí, luego de escuchar la amable y melodiosa “Lucky Man”, se levantó emocionado, abrió los brazos y gritó a todo pulmón: "Ahora sí puedo morir en paz". Todos estos recuerdos han venido muy rápido a mi memoria, y los he escrito a vuelapluma mientras intento serenarme ante la ingrata noticia de la partida de Keith Emerson. Según una nota que acabo de leer el músico ha muerto por mano propia a los 71 años, deprimido porque una de sus manos, una de aquellas manos que creó belleza, estaba inutilizada por un mal degenerativo. No podía ya repasar las teclas con sus prodigiosas manos, entonces solo le quedó utilizarlas para acabar con su vida. Termino esta nota, mientras escucho a todo volumen el “Peter Gunn”, que me retorna a aquellos años felices en los que los héroes aún eran jóvenes y había ilusión. "Ladies and Gentlemen: Emerson, Lake & Palmer”.

ROGELIO LLANOS Q.

KEITH EMERSON (1944 - 2016)

DIRECTOR: HENRY A. FLORES Discos y Otras Pastas no se hace responsable del contenido de los artículos y agradece a sus colaboradores por la exclusividad otorgada.