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Universidad del Tolima Año 2004 Volumen 3 Nº 5 ISSN 1657-9992

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Aquellarre número 5

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  • Universidad del Tolima

    Ao 2004

    Volumen 3 N 5

    ISSN 1657-9992

  • N 5

    Mayo de 2004

    Revista de filosofa, poltica, arte y cultura delCentro Cultural de la Universidad del Tolima

  • Revista del Centro Cultural de la Universidad del Tolima.

    Rector: Dr. Jess Ramn Rivera BullaEditor: Julio Csar Carrin CastroConsejo Editorial: Arlovich Correa

    Manuel Len CuartasFernando Ramrez DazLuis Fernando RozoHugo Ruiz Rojas

    Diseo y Diagramacin: Leonidas Rodrguez FierroImpresin: El Poira EditoresDireccin Postal: Centro Cultural Universidad del Tolima Barrio Sta. Helena - Ibagu

    Telfono: (98)2669156 - IbaguCorreo Electrnico: [email protected]

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    Tabla de contenidoCarta del editor Contra el olvido ............................................................................. 5

    La lucha contra el olvido como lucha contra el fascismo ........................................ 9Rubn Jaramillo Vlez

    Olvido o memoria en las condiciones de solucin de conflictos polticos .............23Ivn Cepeda Castro y Claudia Girn Ortiz

    La nueva versin de la alternatividad penal: Impunidad para la paz? .................35Alfonso Gmez Mndez

    Guernica: Una cosmovisin mitopotica para exorcisar el olvido .......................... 39Manuel Len Cuartas

    Danse des Phanthomes. Partitura original de Oscar Buenaventura ....................... 51

    Entre olvidar y darse a olvidar ............................................................................... 55Jorge Prudencio

    Norberto Bobbio y la teora democrtica .............................................................. 63Pedro Santana Rodrguez

    Hannah Arendt teoriza sobre la poltica ................................................................83Laura Arias

    Los derechos humanos: Ejercicio de reflexin y prctica de libertad .....................87Mara Cristina Ovalle Almanza y Fernando Ramrez Daz

    Empoderamiento ... .............................................................................................. 93Alicia Cebrin Lpez

    Los sueos y la poesa: Hacia el olvido libertario ................................................... 97Fernando Alberto Vargas

    Panfleto contra el olvido .....................................................................................100Javier Vejarano

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    La portada. Revista

    Los artculos son publicados bajo la exclusiva responsabilidad de sus autores

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    Lo cotidiano de la violencia que pesa sobrelos colombianos nos ha ido conduciendo ala asuncin de una peculiar psicologa: fu-gazmente nos llenamos de ira y de resentimientoante la muerte administrada por los diversos agen-tes del exterminio, para luego encubrir todo eldolor y la amargura en el cmodo refugio del ol-vido.

    Las muertes de hoy nos ocultan la tristeza y lapavura que nos dejaron los crmenes de ayer, peroa su vez maana, estaremos llorando nuevas muer-tes, sin darnos tiempo para elaborar el duelo, con-virtiendo las peridicas penas en asuntos pasaje-ros, e instalando en el alma colectiva una srdidaconvivencia con el horror y una ambigua simbio-sis entre la apata y la esperanza.

    Contra el olvidoMientras la memoria conserve asiento

    en esta esfera enajenada Hamlet

    Carta del editor

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    Por otra parte, los acontecimientos histricos, quede por s constituyen materia de polmicas entrelas diversas ideologas, son sometidos a las msvariadas tergiversaciones y distorsiones interpre-tativas, por parte del aparataje informativo quemanejan periodistas y comuniclogos, expertosen la homogeneizacin de la opinin ciudadana yquienes, operando como amanuenses de los in-tegrantes del bloque de poder, van forjando unanueva y conveniente historiografa que se susten-ta en las manipulaciones del recuerdo y el olvido.

    Cualquier tentativa por rescatar la memoria, laverdadera historia, es sometida a distintos meca-nismos de coercin por parte de una especie depolica del pensamiento que se encuentra disemi-nada por todo el cuerpo social: no solo en el go-bierno que intenta impedir la protesta y silenciarla oposicin, tambin en la prensa que, publicistadel poder, se autocensura; en los intelectualestartufos que no desean abrir espacios de opinin,enclaustrndose en un mundillo acadmico, pre-tencioso y ajeno a la realidad nacional; y en elcomn de las gentes que, asustadas por el cre-ciente autoritarismo y el militarismo, no se atre-ven siquiera a reclamar por la diaria violacin desus derechos.

    En este pas de olvido y muerte se viene impo-niendo una generalizada banalizacin del mal,porque los individuos se han adaptado a lo esta-blecido, convirtindose en obligados y silencio-sos colaboradores del poder, desapareciendocomo seres autnomos y encerrndose cobarde-mente en el estrecho espacio de sus asuntos per-sonales, o en ilusorias dimensiones religiosas, quelos apartan de todo compromiso poltico y lossumergen en el Leteo de esperanzas trasmun-danas, para liberarse de su responsabilidad social.Sujetos que, cuando ms, expresan una especiede momentneo sentimentalismo teatral, que lespermite simular pena y congoja por las cotidianasmuertes, para luego continuar sumidos en la in-diferencia.

    Don Francisco de Quevedo y Villegas, en un bellosoneto en el que se refiere a la prdida del esplen-

    dor y la grandeza de la Roma Imperial dice: Huylo que era firme, solamente/ lo fugitivo permane-ce y dura. As, la dignidad de los pueblos y suhistoria, queda oculta tras la neblina de la conni-vencia oficial con la violencia, por la impunidad ypor la constante manipulacin de los olvidos.

    Desvanecida la implacable Nmesis del recuerdoy la necesaria vindicta de los humillados y ofendi-dos, por el terrible peso de esta amnesia colectivay por esa espantosa habituacin a la desgracia,slo queda, de nuevo, esperar la legtima senten-cia de la historia, mas este veredicto no funcionasino en la ilusa perspectiva de los determinismoshistricos: en los milenarismos y en lasescatologas.

    Pero no podemos desfallecer bajo el peso del ni-hilismo y la apata, y cabe preguntarnos si la his-toria tiene algn sentido. Ya Voltaire en su Ensayosobre las costumbres, de 1756, sealaba que lahistoria no es ms que una maraa de crmenes,de necedades y desastres, entre los que se descu-bren de vez en cuando algunas virtudes y algunostiempos venturosos, como atractivas viviendashumanas diseminadas en medio de un desierto;y afirmaba, vemos cmo los errores se enlazan alos prejuicios y los dos juntos expulsan a la ver-dad y a la razn. Vemos cmo los listos y los afor-tunados cargan de cadenas a los dbiles y aplas-tan a los infelices; y, sin embargo, esos hombresafortunados no son ms que juguetes en las ma-nos de la fortuna, como los esclavos a quienessojuzgan. Sin embargo, Voltaire, asistido por elpesimismo ilustrado que le caracteriz, concluye:al cabo los hombres van abriendo un poco losojos ante el espectculo de sus necedades y des-venturas; las sociedades van rectificando con eltiempo sus ideas y los hombres aprenden a pen-sar poco a poco... pero el mundo marcha lenta-mente a la cordura sin que podamos estar nuncaseguros de las recadas, pues, desgraciadamenteparece como si las torpezas estuvieran destina-das a reaparecer de tiempo en tiempo en la esce-na universal. En esta concepcin de la historia seencuentra, no slo la promesa ilustrada del triun-fo de la razn, sino que se preludia ya la propues-

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    ta de lucha contra el olvido y por la conquista delreino de la libertad.

    Recaer constantemente en la barbarie parece elsino trgico de la humanidad, la propia dialcticadel progreso, ha conducido tambin al sufri-miento. El desencanto de los ideales de la Ilustra-cin hoy toca fondo. La barbarie nazifascista dela muerte burocrticamente administrada, el des-plazamiento de la filosofa por la tcnica y elpragmatismo, la permanente ausencia de los jui-cios ticos, la corrosin del carcter y la banali-dad del mal, han desvirtuado el sentido de la his-toria y establecido el olvido como proyecto hu-mano.

    Kant, en 1798, refirindose a las posibilidadesabiertas por la Revolucin Francesa, las calific detendencia moral del gnero humano, hacia lomejor. Ese optimismo kantiano es complemen-tado por la propuesta de Walter Benjamn de laAnamnesis -el no olvido-, que da primaca a lapoltica sobre la historia, para redimir al hombre,interpretar su trnsito vital y construir sobre lasexperiencias; el hombre en la medida en que re-cuerda, experimenta y acta, hace incidir el pasa-do sobre el presente y lo vuelve poltico.Revaluando las concepciones de tiempo, de tra-dicin, de historia y de progreso, podremosluchar contra la voluntad de olvido.

    Rubn Jaramillo Vlez -respecto a los planteamien-tos de ese gran historiador latinoamericano, JosLuis Romero, en su obra El ciclo de la revolucincontempornea, de 1948- dice: pensaba que el

    cataclismo del siglo veinte obligaba a recapacitar,porque la historia no ha sido tan slo una merasucesin de acontecimientos motivados por lanecesidad de la autoconservacin y el procesomaterial de la reproduccin de la vida de los hom-bres, sino tambin ese delicado tejido moral de lacivilizacin y la cultura que configuran la memo-ria del ser genrico.

    En su rica exposicin de simbolismos, la mitolo-ga griega ide la titnica diosa Mnemosine -hijade Urano, dios del cielo y padre de todos los in-mortales- y la consagr como excelsa deidad dela memoria y el recuerdo, y como madre de lasnueve Musas inspiradoras de la creatividad del artey de la historia. La preservacin de la memoria hasido del inters de todas las culturas, y los pue-blos del mundo han asumido que la memoria esimagen. Entonces, la evocacin y el recuerdo sehan plasmado en expresiones plsticas: en pintu-ra, en escultura o en arquitectura; en monumen-tos de piedra, de lienzo o de metal. Bueno, engeneral todo arte es memoria.

    El Guernica de Pablo Picasso se inscribe en esaidea: ser memoria y ser lucha en contra del olvi-do. De esta obra se ha dicho que es memoria delsufrimiento, adems que es plegaria, dolor e in-dignacin, frente a los desastres de la guerra. Se-ala la espantosa incursin de la maldad fascistaen la tranquila cotidianidad de un pueblo y consu gran intensidad y aliento, confronta el aturdi-miento del olvido y fortalece la utilidad de los re-cuerdos, como tanto lo est necesitando hoy Co-lombia.

    JULIO CSAR CARRIN CASTROEditor

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    La lucha contra el olvido como luchacontra el fascismo

    Rubn Jaramillo Vlez *

    * Filsofo. Profesor Universidad Nacional de Colombia

    Lo primero que quisiera decir es que siemprehe atendido estas invitaciones, en particularporque valoro el esfuerzo que se est hacien-do en la provincia, en las universidades de la pro-vincia, en todo el pas. Me parece que existen enellas ncleos de docentes y estudiantes que estntrabajando muy en serio para renovar las prcti-cas universitarias y creo que este acto de concien-cia que se est realizando aqu es algo que nospuede proteger del delirio y de la irracionalidaddelirante que se ha apoderado del pas, en mu-chos sentidos. De manera que siempre puedencontar conmigo.

    Me dijo mi querido amigo Julio Csar Carrin quela motivacin fundamental que los haba llevadoa invitarme en esta ocasin parta de la intencinde consagrar el prximo nmero de la RevistaAquelarre a la lucha contra el olvido -contra laimpunidad- y me mencionaba un artculo de laRevista Contrava, en la que desde 1998 escribola columna Periscopio y en la cual precisamente,en el nmero siete, publiqu un artculo con elttulo La lucha contra el olvido, acompaado dela traduccin de una entrevista con una muy im-portante psicoanalista alemana que se publicoriginariamente con el ttulo Slo el recuerdo li-bera: Margarete Mitscherlich, quien, junto con suesposo Alexander, ya fallecido, durante muchosaos director del Instituto Sigmund Freud deFrankfurt y quien haba sido psiquiatra forense

    durante los juicios de Nuremberg (haba tenido asu cargo entrevistar a los criminales de guerra quefueron juzgados por el tribunal en l946, la mayo-ra de los cuales fueron ahorcados a consecuen-cia del veredicto), se encuentra entre los respon-sables del resurgimiento en Alemania del interspor la obra de Sigmund Freud, que estuvo pros-crita all durante doce aos por la dictaduranacionalsocialista, lo que produjo la emigracinde los discpulos de Freud, tanto de Alemaniacomo de Austria, Hungra y, en general, los pasesocupados por el ejrcito alemn durante la gue-rra, as como la del mismo Freud, cuando se pro-dujo la anexin de Austria, y su exilio en Londres,en donde morira poco despus de iniciada laguerra.

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    Pero no slo se reprimieron el psicoanlisis y la teo-ra de la libido en la Alemania hitleriana sino que,despus de la guerra, durante el perodo de la res-tauracin -la era Adenauer, que abarca desde lafundacin de la Repblica Federal de Alemaniahasta comienzos de los aos sesenta- se mantuvoen el olvido la obra de Freud y, en forma por lodems bien caracterstica, se pretendi reempla-zarla por teoras y psicoterapias de tipo existencial(algunas de ellas, como por ejemplo, la de LudwigBinswanger, no carecen de inters) porque no sequera hablar de lo que me he acostumbrado allamar el contenido material de las categoras, comos lo hace Freud. No se quera hablar de la historiaarcaica del individuo: de la oralidad, la analidad, loflico; la genitalidad, el incesto, toda esa proble-mtica, reemplazndola por un existencialismo,en la mayora de los casos mediocre, del cual sonun buen ejemplo los escritos del psiquiatra aus-traco Vctor Frankl, que fueron propagados desdelos cincuenta por los crculos clericales para con-traponerlos a esa teora materialista radical de Freudsobre el hombre, la cual, junto con la de Marx, cons-tituye, en realidad, el horizonte ineludible de todareflexin genuina sobre la condicin humana ennuestro tiempo.

    Me deca Julio Csar Carrin que mi artculo so-bre la lucha contra el olvido los haba motivado yen ese contexto quisiera recordar que los esposos

    Mitscherlich publicaron en 1966 una obra funda-mental sobre el tema, cuyo ttulo en espaol -Fun-damentos del comportamiento colectivo, publi-cada por Alianza Editorial- corresponde al subt-tulo del libro original en alemn: Die Unfhigkeitzu trauern, La imposibilidad de sentir duelo, loque tiene que ver directamente con el olvidocomo, en un lenguaje por lo dems bien sencillo,lo recordaba Margarete Mitscherlich en esa en-trevista -que traduje precisamente porque, segnme lo parece, en este campo del psicoanlisis hanhecho carrera en los ltimos tiempos muchosdialctos esotricos que contrastan con el lenguajellano de Freud, quien no casualmente recibi elPremio Goethe de la ciudad de Frankfurt por lacalidad de su estilo que lo hace un verdadero cl-sico de la lengua alemana- el trabajo de dueloimplica recordar y confrontar los contenidos delpasado, elaborarlos, reflexionar sobre ellos (Re-flexin significa literalmente volcarse sobre smismo) y elaborar las heridas que ha dejado eltrauma en nuestra memoria, bien sea por la pr-dida de una persona amada, por la separacin ola decepcin (porque el duelo no se refiere exclu-sivamente a la relacin estrictamente amorosa,sino tambin a las heridas que deja la vida en co-munidad, la amistad, la conducta de los colegas,de las instituciones, etc).

    Pero cuando no se elabora el duelo el recurso msfrecuente es la mana, que aparece cargada deun potencial narcisista que puede llegar a ser bas-tante peligroso. En Colombia, como hemos eludi-do sistemticamente la experiencia de la moder-nidad, como no somos sino a medias modernos,hemos acudido tambin con frecuencia a este re-curso del narcisismo -la mana- y de continuo senos ofrecen pseudosoluciones y actitudes mana-cas, falsos entusiasmos y actitudes supuestamen-te muy afirmativas que, sin embargo, no se sus-tentan en nada objetivo.

    Recordaba tambin en ese artculo una conferen-cia radial de un amigo de los Mitscherlich, queadems es uno de los ms grandes pensadoresdel siglo XX, el filsofo, socilogo, crtico de lacultura, crtico literario, musiclogo y compositor

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    Theodor Wiesengrund Adorno, el centenario decuyo nacimiento en Frankfurt/Main el 11 de sep-tiembre de 1903 celebramos el ao pasado, unafigura intelectual sin parangn en el mundo con-temporneo, el resultado de un proceso de asimi-lacin y sntesis cultural que no volver a repetir-se, como el que se produjo en el interior de algu-nas familias de la alta burguesa juda de hablaalemana en el centro de Europa a comienzos delsiglo pasado y quien tambin fue vctima delnacionalsocialismo, pues tambin tuvo que emi-grar. Con inmenso dolor, como se lo comunic aThomas Mann en California, cuando entr en con-tacto con l (entre otras cosas porque ste nece-sitaba de su asesora en materia musical, omusicolgica, para la elaboracin de su gran ycomplejsima novela, Doctor Faustus); en algunaocasin le confes cuanto le haba emocionadoencontrar encarnada en l la herencia espiritualde Alemania, que tanto aoraba, razn por la cuala partir de entonces consagr buena parte de sulabor intelectual a reflexionar sobre cmo habasido posible el ascenso del fascismo.

    Resultado de ese esfuerzo fue, entre otras, unaobra monumental que apareci en lengua ingle-sa en 1950 con el patrocinio del comit judo-nor-teamericano, La personalidad autoritaria, de lacual existe una traduccin al espaol publicadaen Argentina. Al regresar a su patria a finales delos cuarenta Adorno reinici su actividad docenteen el reestablecido Instituto para la InvestigacinSocial de Frankfurt (que, junto con la Bauhaus, lagran escuela de arquitectura, diseo y urbanismoque se fund en Weimar a comienzos de los aosveinte, haba sido una de las primeras institucio-nes acadmicas que clausur la dictadura de Hitler)y percibi, como lo percibieron los Mitscherlich yotros intelectuales que haban sido vctimas delfascismo, que los grmenes del mismo continua-ban vivos, que las circunstancias que lo habanhecho posible no haban desaparecido (entre otrascosas por el ambiente de restauracin que carac-teriz los aos cincuenta en Alemania, durantelos cuales inclusive muchos cmplices de la dicta-dura ocuparon lugares claves en la economa, ladiplomacia y la poltica en el pas).

    En esa circunstancia pronunci Adorno en el oto-o de 1959, en el Consejo de colaboracin judo-cristiano-alemn, una conferencia con el ttulo Qusignifica la elaboracin del pasado, que se rela-ciona directamente con nuestro tema y con elasunto del psicoanlisis, porque elaboracin esun concepto freudiano. El trmino estaba de modapero, como sucede con los trminos que se con-vierten en moda, no se pasaba de la manipula-cin del mismo, por lo cual deca Adorno, en pri-mer lugar, que esta forma de hablar de algo sinplantear nada radical era caracterstico del com-portamiento del individuo corriente en la socie-dad contempornea de masas y que ello respon-da a una progresiva atrofia de la conciencia dela continuidad histrica

    As, en esa conferencia llamaba l la atencin, en-tre otras cosas, sobre el hecho de que, por ejem-plo, segn encuestas que se venan realizando, unalto porcentaje de los jvenes que concluan susestudios de secundaria en Alemania no sabanquin haba sido el emperador Guillermo I y quinhaba sido Otto von Bismarck, o sea que ignora-ban quines haban sido los gestores de la unidadalemana, los fundadores del Estado alemn mo-derno, lo que equivaldra en nuestro medio a queun individuo que hubiera vivido entre 1860 y 1870no supiera quin haba sido Simn Bolvar.

    Entonces planteaba Adorno precisamente que estaindiferencia ante el pasado era sintomtica de un

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    debilitamiento social de yo -la instancia crticadel individuo- y que ello tena que ver con la uni-versalizacin del principio del intercambio, elprincipio fundamental de la sociedad burguesa,del capitalismo; porque la sociedad burguesa seencuentra en forma universal bajo la ley del inter-cambio, del x = x, de cuentas que se disuelven yen las cuales propiamente nada queda.

    Y agregaba que el intercambio, en efecto, segnsu propia naturaleza, es algo atemporal, como laratio mismo, de la misma manera que las opera-ciones de la matemtica, segn su forma pura,excluyen de s el momento del tiempo, as comola experiencia del tiempo concreto desaparece tam-bin de la produccin industrial, sucedindosesiempre sta en ciclos homogneos que se repitenpermanentemente: la tendencia a la debilidad delyo parecera ser as el resultado final de lo que GeorgLukcs -uno de los maestros inspiradores del jovenAdorno- llamara (a partir de lo que Marx conside-raba el carcter fetichista de la mercanca) lareificacin o cosificacin de la conciencia.

    Yo mencionaba en ese artculo a un amigo deAdorno que tal vez algunos de ustedes conozcande referencia porque se hizo muy popular en lossesentas aunque ahora aparentemente est muyolvidado: Herbert Marcuse, quien, en un libroeditado en 1964 que impact fuertemente a lajuventud universitaria, tanto norteamericanacomo europea, El hombre unidimensional (One-dimensional man), planteaba que en la sociedaddel capitalismo tardo el proceso de socializacindel individuo ya no se realizaba en la forma clsi-ca que describi Freud sino a travs de sustitutos,a travs de una identificacin inmediata con elaparato objetivo de la sociedad industrial.

    Aunque me referir especficamente al problemadel fascismo y de la impunidad quisiera -porque

    se relaciona directamente con el artculo anteriorque citaba al comienzo- leerles el contenido demi prximo artculo para la revista Contrava por-que en l cito dos fragmentos del Hombreunidimensional que tienen que ver directamentecon el olvido, y tambin con la pseudo-formacin-o la deformacin- de la personalidad, la falta deidentidad del individuo normal de la sociedadcontempornea, que se relaciona mimticamentecon la sociedad y cada vez tiene menos concien-cia crtica sobre ella (lo que repercute en la vio-lencia y en las proyecciones delirantes, al consi-derar al otro, al no idntico, inmediatamente comoenemigo) y tambin algo tiene que ver con undecisionismo ciego manipulado con frecuencia porlos agentes de la reaccin en contra de las alter-nativas de transformacin efectiva de la sociedad.Les leer primero este texto indito, intitulado Lairrealidad como programa, ya que se relaciona conel asunto de que les habl. Dice lo siguiente:

    La decadencia del individuo y, con ello, tanto delburgus como del citoyen, se refleja de continuoen la tendencia homologadora, la hegemona de lomismo, lo idntico, que se repite en la pseudoexpe-riencia caracterstica de la cotidianidad del hombrepromedio en la sociedad de masas. Un ejemplo, losllamados enlatados de consumo masivo en la tv:en el fondo son idnticos, la misma pelcula.

    Hasta la vida pulsional y afectiva resulta progresi-vamente moldeada por las telenovelas, por las his-torias banales, los chismes, las aventuras, la pseudoliberacin -en realidad- de los personajes de lafarndula, que en el fondo, tal y como lo manifies-tan los ahora de moda Reality shows, a lo quetienden es a confundir la vida real -o lo que quedade ella- con la ficcin meditica, de tal forma quelos espectadores acten sus conflictos, conscien-tes e inconscientes, postergando el tomar concien-cia acerca de ellos.

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    Es por esto que algunos crticos de la sociedad con-tempornea plantean que la simulacin generali-zada el simulacro, para decirlo con Braudillard-se impone, en forma cada vez ms acelerada, comoparadigma en la percepcin de la realidad y arque-tipo de comportamiento.

    En ese respecto, el hoy tan aparentemente olvida-do Herbert Marcuse planteaba que el proceso clsi-co de la socializacin, caracterstico de la familiaburguesa tradicional, que Freud describiera a partirdel trauma de la castracin en la situacin edpica yque tendra como consecuencia, por la identifica-cin con el padre, la iniciacin moral del individuo(pues, como ste dijera, el Super-yo, representanteinternalizado de la normatividad imperante, serael heredero de dicho trauma), es reemplazado porla mimesis con el aparato.

    Pero quizs el trmino introyeccin ya no describala forma como el individuo reproduce y perpetalos controles externos ejercidos por su sociedad. Laintroyeccin sugiere una variedad de procesos rela-tivamente espontneos por medio de los cuales unego traspone lo exterior en lo interior. As pues,la introyeccin explica la existencia de una dimen-sin interior diferenciada de, e incluso antagnica,ante las exigencias externas: una conciencia indivi-dual aparte de la opinin y el comportamiento p-blicos. La idea de libertad interior tiene aqu surealidad: designa el espacio privado en el cual elhombre puede llegar a ser y permanecer l mismo.En efecto, mientras en sus orgenes la sociedad bur-guesa promova el programa de la individuacin ypresentaba orgullosa como una de sus credencialesprecisamente la emancipacin -an ms, la pleni-tud del individuo-, en la circunstancia contempor-nea la sociedad unidimensional anula la diferencia:recorta, repite, reproduce en forma casi mecnicapautas de comportamiento -y sobre todo de consu-mo- que borran todo vestigio de lo que alguna vezconstituy su valor supremo:

    Hoy en da este espacio privado ha sido invadido ycercenado por la realidad tecnolgica. La produc-cin y la distribucin en masa reclaman al indivi-duo en su totalidad y la psicologa industrial hace

    mucho tiempo que dej de estar confinada a la f-brica. Los mltiples procesos de la introyeccin pa-recen haberse osificado en reacciones casi mecni-cas. El resultado es, no la adaptacin, sino lammesis: una identificacin inmediata del individuocon su sociedad y, a travs de ella, con la sociedadcomo un todo.

    De la misma manera que en la Dialctica de la Ilus-tracin Adorno y Horkheimer planteaban una resu-rreccin del mito -en la culminacin del proceso dela misma- considera Marcuse que en la civilizacinindustrial plenamente desarrollada reaparece unaforma de identificacin inmediata, automtica,como aquella que alguna vez caracteriz las for-mas ms rudimentarias, primitivas, de asociacin:la vinculacin totmica, as esta nueva inmediatezsea, sin embargo, el producto de una gestin yuna organizacin elaboradas y cientficas. Y agre-ga que en este proceso la dimensin interior de lamente, en la cual puede echar races la oposicin alstatu quo, se ve reducida paulatinamente (El hom-bre unidimensional, captulo primero: Las nuevasformas de control).

    La globalizacin implica tambin eso, la imposicinuniversal de un estilo de vida cuyo principio rectory valor supremo ser el consumo. Y el conformis-mo: la felicidad programada. Una vez haya desapa-recido la conciencia desgraciada en la aldea globaluniforme, desaparecer tambin la memoria y, conella, todo anhelo por trascender: toda piedad, todocuidado, toda nostalgia. Como ya lo predeca

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    Zarathustra, el ltimo hombre har un guio y se-guir tan campante.

    Bueno, pero volvamos al asunto del fascismo. Se-gn me parece, la lucha contra el olvido es, en ladimensin de la poltica hoy, de todos modos lalucha contra el fascismo, porque en la ideologaopera siempre un elemento de olvido. MaxHorkheimer, a quien acabo de referirme comocoautor de esa obra, tan importante como com-pleja, la Dialctica de la Ilustracin, deca que sonideolgicas todas las formas de comportamien-to humano que ocultan la verdadera naturalezade la sociedad erigida con base en antagonismos:es ideolgica toda descripcin de la sociedad queno parta de considerar en su origen la divisinsocial del trabajo y, por lo tanto, el dominio, elsistema de clases, la opresin. Plantea Horkheimerque slo cuando los antagonismos de la sociedadempiezan a ser percibidos por el ciudadano co-mn y corriente, por el hombre de la calle, sesuele construir un autntico aparato ideolgicocon propsitos conscientes y que, de acuerdocon tal circunstancia, lo ideolgico no suele apa-recer tanto en la forma de juicios directamentefalsos como en la falta de claridad, en la ambi-gedad, en el lenguaje encubridor; en su actitudante los problemas y en su metodologa, en ladireccin de sus investigaciones y, principalmen-te, en todo aquello frente a lo cual cierra los ojos.

    Ya Marx lo deca en relacin al caso de la econo-ma poltica, puesto que ella consideraba leyesnaturales a las que rigen los procesos del capita-lismo y describa unilateralmente fenmenos queen realidad no comprenda porque no tena encuenta sino un punto de vista, el del capital, el delos propietarios, como lo haca ese gran idelogode la burguesa que fue John Locke (eltricentenario de cuyo fallecimiento conmemora-mos este ao), no quera ver que, como ya lo cons-tatara Marx en los manuscritos parisinos del 44,el trabajador no slo produce mercancas sinoque se produce a s mismo como mercanca. Perolo que precisamente, desde sus orgenes en losaos cuarenta del siglo XIX, pretendi la teoracrtica, ha sido desgarrar el velo de tales

    semiverdades acudiendo a la fundamentacinmaterial de los procesos. Y el asunto del fascismotiene que ver con eso.

    El mismo Horkheimer deca que quien no quisierahablar del capitalismo no debera hablar del fas-cismo. Porque el fascismo se produjo en el inte-rior y a partir de las contradicciones del sistemacapitalista. En el caso especfico de Alemania,como un eco de la crisis del mismo en 1929, unade cuyas primeras consecuencias fue el triunfo deHitler. Porque la economa alemana, desde el planDaves, que se puso en marcha a comienzos de los20, estaba fuertemente vinculada a la economanorteamericana, de manera que cuando se pro-dujo su derrumbe el pas ms afectado fue Ale-mania, que a partir del 25 ya se encontraba en unproceso de relativa recuperacin pero colaps aconsecuencia de la crisis de la Bolsa de Nueva York,lo que condujo a que en el invierno del 32 al 33hubiese seis millones de desocupados en el pas.En esas condiciones, el 30 de enero de 1933 elpresidente von Hindenburg nombrara a AdolfHitler, cuyo partido nacional-socialista haba ga-nado las elecciones parlamentarias en julio del aoanterior convirtindose en la fraccin mayoritariaen el parlamento alemn, como Canciller del Reich.

    Fue entonces en razn de esa circunstancia quelas masas desesperadas, pauperizadas y hambrien-tas, las masas de un pas con muy poca experien-cia poltica -porque se trataba de una nacin queno haba emergido de una revolucin, como lo

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    fueron Inglaterra a finales del siglo XVII y Franciaa finales del XVIII-, engaadas por el ms grandeimpostor, por el demagogo ms deshonesto queha conocido la historia, acudieran a un recursomgico -un impulso manaco- y adoptaran esaactitud masoquista de esperarlo todo de unmesas, de un salvador, que por su parte era unenfermo, un histrico y paranoico delirante.

    Les citar ahora un fragmento que tiene que verespecficamente con el asunto del olvido, la re-flexin de una vctima, un escritor hngaro en laactualidad residenciado en Berln que gan el pre-mio Nobel hace dos aos: Imre Kertsz, quien,como nio, fue llevado al campo de concentra-cin de Buchenwald y hubiera podido terminaren cenizas o convertido en jabn si la guerra nohubiera concluido en la primavera del 45 (el cam-po de concentracin de Buchenwald estaba ubi-cado en las afueras de Weimar. Los hornos cre-matorios se encontraban en la cercana de un r-bol en el que Johann Wolfgang Goethe y su ami-go Eckermann haban grabado con una navaja susiniciales, algunas de sus entretanto justamenteclebres conversaciones tuvieron lugar a la som-bra de ese rbol, que fue calcinado por la bombaincendiaria arrojada por un bombardero norte-americano al final de la guerra).

    Pienso referirme luego tambin a un segundoensayo de Adorno que precisamente se intitulaLa educacin despus de Auschwitz. Qu diceKertzs? En un libro que reune algunos ensayos,la mayora de ellos escritos originalmente en hn-garo, su lengua materna (aunque domina el ale-mn, ha traducido a Goethe y a Kafka al hnga-ro), y publicado con el ttulo Un instante de silen-cio en el paredn, el holocausto como cultura,sostiene que se puede definir como el rasgo mscaracterstico del siglo XX precisamente el haberbarrido por completo a la persona y a la persona-lidad, ms o menos lo mismo que deca Marcuseen el fragmento de El hombre unidimensional queles he ledo antes: Cmo establecer, pues, unarelacin entre mi personalidad formada por misexperiencias y la historia que niega a cada paso yhasta aniquila mi personalidad?.

    Considera Kertzs que quienes vivieron al menosuno de los totalitarismos del siglo, como la dicta-dura nazi, compartirn con l la inevitable pre-ocupacin por este dilema, porque la vida detodos ellos ha tenido un tramo en que parecanno vivir sus propias vidas, en que se encontrabana s mismos en situaciones inconcebibles, desem-peando papeles difcilmente explicables para elsentido comn y actuando como nunca habranactuado si hubieran dependido de su sano juicio,en que se vean forzados a elegir opciones que noles venan del desarrollo interno de su carctersino desde una fuerza externa parecida a una pe-sadilla. No se reconocan en absoluto en estos tra-mos de sus vidas que ms tarde recordaban deforma confusa y hasta trastornada; y los tramosque no lograron olvidar, pero que poco a poco,con el paso del tiempo, se convertan en ancdo-ta y por tanto en algo extrao, no se transforma-ban -eso sienten ellos al menos- en parte consti-tutiva de su personalidad, en vivencias que pu-dieran tener continuidad y construir su personali-dad; en una palabra, de ningn modo queranasentarse como experiencias en el ser humano.Por lo que concluye que la no elaboracin de lasvivencias y, en algunos casos, la imposibilidadincluso de elaborarlas es, en su opinin, la vi-vencia caracterstica e incomparable del siglo XX.

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    Podemos considerar unilateral este juicio, porqueel siglo XX ha significado otras cosas tambin. Perose lo comprende, por provenir de quien habiendosido vctima de tal horror tuvo que acudir al olvi-do como mecanismo de defensa. En efecto, a tra-vs de investigaciones psiquitricas se ha estable-cido que muchos de los que padecieron el horrorde los campos olvidaron lo que les sucedi all,porque de no haberlo hecho seguramente nohubieran resistido el trauma. Kertzs mencionacon frecuencia el caso de antiguas vctimas que,como Carlo Levi, Carl Amery y Borowski, un poetay escritor polaco, aos ms tarde se suicidaron.En verdad, si muchos de los sobrevivientes nohubieran olvidado esas vivencias, el haber traba-jado oliendo el olor de la carne chamuscada, frentea las chimeneas que emitan el humo originadoen la incineracin de los cuerpos que all se con-suman, seguramente no hubieran sobrevivido:tenan que olvidar, tenan que negar y renegar-como se acostumbra decir en la prctica del psi-coanlisis- para continuar viviendo.

    Es esto lo que, entre otras cosas, investiganMargarete y Alexander Mitscherlich en su libro,en el cual tematizan tales mecanismos de defen-sa y explican tambin la manera como esta acti-tud de olvido, un poco inducida, encontr un re-curso manaco en el esfuerzo de reconstruccinde los aos cincuenta y condujo a lo que desdemediados de la dcada empez a llamarse el mi-lagro alemn. Porque muy rpidamente el pue-blo alemn, que es tan laborioso y tan disciplina-do, tan esforzado una virtud y un mrito quenadie le podr negar- se puso en la tarea de lim-piar de escombros las principales ciudades del

    Reich, que haban quedado en ruinas. Pero losesposos Mitscherlich interpretan esto tambin enel sentido de un recurso manaco, de un recursodel olvido para no enfrentar el horror, la magni-tud de los crmenes.

    De hecho, durante ms de quince aos se poster-g la iniciacin de los juicios contra otros crimi-nales de guerra. Porque no slo quienes fueronahorcados en Nuremberg eran responsables decrmenes horrendos y muchos antiguos nazis,muchos individuos con un pasado tenebroso se-guan disfrutando de reconocimiento, ocupabanposiciones importantes en la vida pblica, en laindustria y en la diplomacia del pas, por ejemplo.El propio Herbert Marcuse pudo comprobarlocuando, en su calidad de oficial de inteligenciadel gobierno de los Estados Unidos, lleg a Ale-mania despus de la guerra y tuvo como tarealevantar listas de personas que se considerabanentonces criminales de guerra de la economaporque se haban beneficiado del rgimen nazi.En una entrevista que, por cierto, yo traduje e hicepublicar en el Magazn Dominical de El Especta-dor a raz de su muerte en el 79, Jrgen Habermas,con quien dialog un ao antes de morir, le pre-gunt si esas listas haban servido para algo yMarcuse le contest que no, que muy pronto esaspersonas volvieron a ocupar un papel de primerorden en el panorama de la industria y de la eco-noma alemana de los aos cincuenta: yo recuer-do haber visto hace casi veinte aos en el Hall deledificio de las Naciones Unidas en Nueva York unaexposicin sobre Auschwitz patrocinada por laRepblica de Polonia, en la que se exhiban foto-copias de cartas en las cuales, por ejemplo, un

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    directivo del consorcio de la Krupp solicitaba unnuevo envo de prisioneros -de los que peridica-mente llegaban a trabajar en las aceras- y en unlenguaje por lo dems objetivo, reificado, serefera a la alimentacin que se les iba a propor-cionar, a las condiciones de las barracas que sehaban construido para albergarlos y a otros asun-tos de naturaleza administrativa.

    De esta manera, el olvido era tambin un olvidointeresado y como ejemplo bien pertinente losesposos Mitscherlich mencionan un acontecimien-to escandaloso, el hecho de que el cancillerAdenauer hubiera nombrado como jefe adminis-trativo de su gabinete -el ms alto funcionario nopoltico del mismo- al doctor Jos Mara Globke,quien, en su calidad de jurista, haba sido el co-mentarista de las leyes raciales de Nuremberg.

    Sin embargo, en ese contexto recuerdan los es-posos Mitscherlich la manera como, a mediadosde los sesenta, se produjo un acontecimiento his-trico fundamental que tiene que ver con la lu-cha contra el olvido, porque se puede decir quetodo ello cambi a raz del movimiento estudian-til de mediados de los sesenta, que divide en dosla historia de Alemania de la postguerra, el cual,segn lo considera Habermas, result tan signifi-cativo para ese pas como lo haba sido la libera-cin por parte de los aliados en 1945, fue algodefinitivo para la consolidacin de la democraciaen Alemania.

    Porque la actitud que hasta entonces prevaleca,esa tendencia al olvido, se vea acompaada deuna hiperactividad manaca que al mismo tiempoconduca a una inercia para reaccionar que, se-gn ellos, se poda observar como caractersticade la vida poltica y social de la Alemania de sutiempo, al recurrir, siempre de nuevo, a la repre-sin, lo que por la presencia inconsciente de pro-blemas no resueltos conduca a lo que ellos lla-maran bloqueos psquicos.

    Dicho sea de paso, a m me parece que el trminooriginal alemn que utiliza Freud para significarla represin -que es la voluntad de olvido- se pier-

    de un poco en la traduccin al castellano. Por esoresulta muy conveniente cuando se lee a Freudacudir al excelente diccionario de Laplanche yPontalis, porque trae los trminos empleados poraquel en cinco idiomas y represin en castella-no no da completamente el sentido original ale-mn de Verdrngung. Por ello, en algn ensayointento yo ilustrar el sentido de la nocin originalfreudiana que se traduce como represin conel ejemplo de la persona indolente que no hace elaseo de su casa con todas las de la ley sino queoculta la basura debajo del tapete: naturalmentea los quince das se nota, se forma un montculoporque debajo del tapete se acumula la basura, yadems se reproducen las pulgas.

    A algo similar se refiere Freud cuando habla delretorno de lo reprimido. Porque lo que se repri-me no se pierde, continua ah, en el inconscientey, tanto en el caso del comportamiento individual

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    como en el del colectivo, lo reprimido retorna enforma de sntomas: de tics, olvidos y equvocos,de comportamientos neurticos.

    En el caso del comportamiento colectivo en laAlemania de los aos cincuenta esto se manifes-taba como apata y oportunismo, superficialidad,banalidad. Precisamente uno de los mritos delos escritores alemanes de la postguerra, comoGnter Grass, que recibi el Nobel hace unos seisaos, y Heinrich Bll, el primer premio Nobel ale-mn de la postguerra, fue llamar la atencin so-bre todo ello, denunciar la forma como, por de-trs del milagro alemn, se ocultaba un com-portamiento hipcrita, de olvido; porque la acti-tud de la mayora de los alemanes segua siendoinfantil, dirigida inconscientemente por el deseode olvidar, de no enfrentar lo que haba sucedido.

    Los esposos Mitscherlich, en su calidad depsicoterapeutas freudianos, desde luego, consi-deraban que tal actitud reposaba en un empo-brecimiento de contactos objetales (en el senti-do que tiene la nocin de objeto en Freud, osea, la persona a la cual se carga de afectividad,que se catectiza y con la cual se establece unarelacin de empata, afectividad y deseo) y, por lotanto, tambin de los procesos de la comunica-

    cin basados simultneamente en el sentimien-to, la afectividad y la razn.

    Fue lo que caracteriz durante aos la conductadel pueblo alemn y produjo la apata poltica enmasas cada vez ms abocadas al consumo queno reaccionaron con una melancola generaliza-da ante la prdida del caudillo -del padre y el jefe-porque haban sido sistemticamente engaadasen su narcisismo y se les haba predicado ser unpueblo superior, un pueblo de seores al que sele haba prometido el paraso, el disfrute de laexplotacin de las riquezas de todos los pasesconquistados, tal y como, por ejemplo, lo registraEl fascismo ordinario, una pelcula muy interesan-te del cineasta sovitico Mijail Rhm en la que sereproducen fragmentos de los noticieros alema-nes que se pasaban por esa poca en los cinema-tgrafos alemanes, que mostraban los trenes queprovenan de Ucrania cargados de carne y de tri-go hacia Alemania.

    Cuando en el 45 todo eso se derrumb de pron-to, la reaccin fue la mana. Como forma de olvi-do: la reconstruccin, la despolitizacin, no plan-tearse el problema. Se produjo, adems, una com-pleta disolucin de las tradiciones porque todaslas autoridades oficiales del pas haban quedadodesautorizadas, desprestigiadas. Y precisamenteen ese contexto es que resulta importante la re-flexin sobre la mana, en contra de un optimis-mo fcil, de un unanimismo y un triunfalismoacrticos -tan frecuentes por desgracia en nuestromedio- que nos debe ensear a mantener siem-pre vivo el espritu crtico, a permanecer alertasante toda adhesin inmediatista, ante la retricafacilista.

    El mismo Adorno planteaba, en una conferenciadifundida por la radio de Hessen por la poca enque apareci el libro de los esposos Mitscherlich,concretamente en el mes de abril de 1966, y quese public al ao subsiguiente en un tomito quecontena contribuciones de varios autores sobrela problemtica educativa de entonces, que laexigencia fundamental de toda educacin -de todatarea educativa- debera consistir en hacer impo-

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    sible que Auschwitz se repitiera, que en todo pro-grama educativo debera primar este postulado:que Auschwitz no se repita. No casualmente seremita a Freud, en particular a dos de sus escri-tos: El malestar en la cultura -una de las obrasms significativas del siglo veinte- y La psicologade masas y el anlisis del yo, en la que ste re-flexionaba precisamente sobre el fenmeno de lamasificacin que conduce a debilitar el yo comoinstancia crtica.

    Pues el individuo inmerso en la masa pierde suindividuacin, sufre una regresin, se convierteen un seguidor. Entonces Adorno, que tanto ledebe a Freud, introduce sus planteamientos conuna sutileza extraordinaria y plantea la necesidadde comenzar preventivamente con la infancia,porque ha ledo en Freud y ha comprendido, endilogo con los Mitscherlich y con su amigo elpsicoanalista Ernst Simmel, que las deformacio-nes caracterolgicas de los sdicos que actuaronen Auschwitz provenan en buena parte de sumaltrato en la infancia.

    No quisiera, de otra parte, olvidar mencionar eneste contexto los aportes de Alice Miller, unapsicoterapeuta que trabaja en Zurich, y recomen-dar la lectura de sus libros, en particular los inti-tulados Por tu propio bien y En el principio eraeducacin, en los cuales ha analizado lo que ellallama la educacin negra, la educacin que denios recibieron los futuros sdicos nazis. Por ello,lo primero que plantea Adorno es la necesidad deevitar el sadismo, el falso rigor que condujo a ladeformacin caracterolgica de los nazis. El falsorigor, digo, porque toda educacin implica con-trol, si es que ella ha de procurar precisamenteintegrar al nio a los mandatos de la civilizacin,algo que considero necesario resaltar porque ennuestro medio se acostumbra a veces mucha bo-hemia y hay quienes predican el caos por ser ellosmismos caticos.

    Pero se debe tener mucho cuidado con esto: sedebe evitar todo sadismo en la educacin del nio.Adorno hace una observacin muy perspicaz, diceque en la sociedad contempornea, casi totalmen-

    te mediada por la tecnologa y la cultura, en lacual ya queda muy poco de naturaleza y de expe-riencia directa de la misma, la humanidad pare-ciera padecer una especie de claustrofobia den-tro del mundo regulado, de un sentimiento deencierro dentro de una trabazn completamentesocializada, constituida por una red tupida, agre-gando que cuanto ms espesa es la red tantoms es el ansia de salir de ella, mientras que jus-tamente su espesor impide cualquier evasin, loque refuerza la furia contra la civilizacin, furiaque, violenta e irracional, se levanta contra ella.

    Vale la pena recordar que el movimientonacionalsocialista fue una especie de pseudo-re-belin, y que sus dirigentes se aprovecharon de lacircunstancia de crisis de la autoridad paterna tra-dicional, del derrumbe de los valores -productode la forma como finaliz la primera guerra mun-dial, con la derrota y la inflacin, que, de hecho,produjo el colapso de la clase media y unapauperizacin generalizada en Alemania-, encau-zando en un sentido contrarrevolucionario el cau-dal de rebelda de la juventud, a la que los nazisengaaron en forma sistemtica.

    Por ello recomienda Adorno terminar por comple-to con esas prcticas sdicas corrientes en esa Ale-mania que ya criticaba Marx a mediados del sigloXIX, en la que no haba triunfado la revolucin

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    burguesa y en la que se mantena viva la ideologadel herosmo, la prctica de la esgrima entre losjvenes, por ejemplo, el orgullo de llevar cicatricesen el rostro, un tipo de prcticas sdicas de las quelos nazis supieron sacar provecho. Plantea Adornoque se debe terminar con la apologa del falso ri-gor, y de la masculinidad, pues en el fondo de laideologa nacionalsocialista haba mucho de esafalsa masculinidad, y de hostilidad a la mujer, a lafemineidad: para el pequeoburgus que era Hitler,y lo dice en Mi lucha, la mujer estaba destinada alhogar y a la procreacin, no quera que ella llegaraa la universidad, que despertara a las posibilidadesde desarrollarse independientemente.

    Plantea Adorno la necesidad de desmontar todoaquello que opera inconscientemente a travs delas tradiciones y que no ha sido objeto de unareflexin expresa. Pues el olvido tambin es eso,

    caer en la inercia de lo que es seguro por costum-bre. Ya Nietzsche, de quien tanto aprendieronAdorno, Horkheimer y Marcuse, en particular enuno de sus ltimos libros -La genealoga de lamoral, una investigacin materialista sobre losmecanismos de reproduccin de la ideologa- de-ca que la crueldad ha sido el recurso por antono-masia de la educacin.

    Lo que propone Adorno entonces es que no seeduque en la apologa de una falsa masculinidad,de un falso rigor, y que se tenga en cuenta la com-plejidad de la vida urbana contempornea. l traea cuento el libro del profesor Eugen Kogon, quehaba sido prisionero de un campo y elabor uninforme por solicitud de los oficiales norteameri-canos que lo haban liberado, que luego amplien la forma de un libro (en alemn se intitul ElEstado de las SS y fue publicado en espaol conel titulo Sociologa de los campos de concentra-cin) en el que revela algo que Adorno considerade gran significacin: que los vigilantes ytorturadores de los campos en donde l estuvopreso eran, en su mayor parte, jvenes hijos decampesinos que manifestaban un profundo ren-cor ante la ciudad y sus valores.

    Lo que resulta muy caracterstico, porque los ju-dos alemanes constituan una minora, pero unaminora que a travs del estudio y del esfuerzopersonal haba accedido a ocupar posiciones muydestacadas en el ejercicio de las as llamadas pro-fesiones liberales, como el Derecho y la medicina,as como en el periodismo o la vida cultural. EnViena, ni se diga. Ustedes sabrn que el joven Hitlervivi aqu en condiciones de miseria a comienzosdel siglo, en una ciudad en la cual la gran burgue-sa juda fue uno de los principales protagonistasy agente de la modernidad cultural. Porque lo quese produjo en Viena hacia el novecientos en elmbito de la filosofa y la ciencia, el arte, la arqui-tectura, fue un verdadero Renacimiento. Perobuena parte de los aportes en esos campos pro-vena o haba sido estimulado por miembros dela burguesa juda, cuyos antepasados haban vi-vido en el ghetto, haban sido ciudadanos de se-gunda clase, razn por la cual encontraron en la

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    cultura y en la educacin profesional un mediode ascenso social y de emancipacin.

    Ello explica ese rencor ante los citadinos, ante losurbanitas, tal y como se reflejaba en una expre-sin muy caracterstica de la soldadesca de las SS,de los campesinos convertidos en gendarmes delos campos de concentracin, quienes, por ejem-plo, se referan con odio y rencor a los portado-res de gafas -Brillentrger, en alemn- es de-cir, los intelectuales. Ese campesino rudimentarioque no saba del mundo, que no tena horizonte,odiaba a aquel que, por llevar anteojos, podraser un intelectual. Era frecuente en el uso dellenguaje corriente algo as como una equivalen-cia en el empleo de los trminos bolchevique, ju-do e intelectual. De hecho, se asimilaba comu-nista con judo, entre otras cosas porque el mar-xismo haba tenido entre sus representantes msdestacados, comenzando por el fundador, a des-tacados representantes del judasmo, como RosaLuxemburgo, Karl Kautsky, Eduard Bernstein, quie-nes, en su calidad de judos secularizados, esta-ban, en efecto, ms cerca del racionalismouniversalista de la ilustracin que de la sensibleracampesina, del mundo campesino tradicional. Poreso Sigmund Freud, ese otro racionalista, decaque l le deba mucho a su condicin de judoporque eso lo haba hecho libre de muchos de losprejuicios a que estaban sometidos los gentiles,las gentes tradicionales.

    Por otra parte sostiene Adorno que la sociedad,en la medida en que globaliza y elimina la parti-cularidad, en la medida en que uniformiza, favo-rece la rebelin regresiva, la regresin. Pues el fas-cismo tambin hizo de la regresin, de lainfantilizacin de las masas, un recurso para mo-vilizarlas, razn por la cual esa identificacin conel colectivo preocupa mucho a Adorno y le haceexigir combatir la ciega supremaca de todas las

    formas de lo colectivo y fortalecer la resistenciacontra ellas arrojando luz sobre el problema de lamasificacin.

    En ninguna parte de la obra de Marx se encuen-tra una crtica al individuo como tal. Marx era unindividuo extraordinariamente complejo y nuncapretendi sustituir al individuo por la masa. Loque l quera era precisamente liberar al indivi-duo de la enajenacin a que lo someta el sistemacapitalista. Pero no sustituirlo por la masa. A Ador-no tambin le preocupa esto en grado sumo ypor ello, en su calidad de crtico, cuando se en-frenta al problema del arte y de la literatura esmuy exigente, no le hace concesiones a la medio-cridad. As, por ejemplo, en su Teora de la pseudo-cultura manifiesta que uno no puede decir queuna sinfona de Beethoven fue ms o menosbien interpretada: o fue interpretada con acierto,o fue mal interpretada, y lo dice en su calidad demusiclogo y compositor; es consciente Adornode la forma como el individuo est amenazadopor la totalidad, por lo que plantea simultnea-mente una crtica del capitalismo y la defensa delindividuo frente a todo totalitarismo.

    Finalmente plantea -y lo volver a plantear conacierto Alice Miller- que de ninguna manera sedebe reprimir la angustia, porque cuando la an-gustia no es reprimida, cuando al individuo se lepermite experimentar tanta angustia como la rea-lidad lo merece, entonces desaparecer probable-mente gran parte del efecto destructor de la an-gustia inconsciente y desviada.

    Precisamente esa angustia inconsciente es la quepuede ser susceptible de ser canalizada como pro-yeccin. Entonces yo busco al otro y lo consideroculpable de mi desgracia y de mi angustia, y eseotro puede ser entonces el judo, el negro. El libe-ral, si soy conservador, o el conservador si soy li-

  • 22Aquelarre

    beral, para referirnos a lo que suceda en Colom-bia hace apenas unos cincuenta aos. Era tan f-cil en la vereda, dado el carcter bien rudimenta-rio que caracterizaba a la vida campesina en esapoca, declarar al otro culpable de mi desgraciaporque usaba como emblema un color que con-gregaba a las gentes. Y an ms fcil era llamarcomunista a quien no se comprenda, pues elanticomunismo fue siempre tambin una formaexpedita de proyectar en el otro el propio odio,inclusive el odio a s mismo.

    Por eso Adorno, con base en lo establecido en sugran obra de los aos cincuenta -La personalidadautoritaria- recuerda lo que l llamaba por enton-ces el carcter manipulador, del cual dice que seidentifica con las cosas y convierte a los otros encosas. La reificacin o la cosificacin llega de esemodo a su momento de plenitud cuando un indi-viduo cree poder disponer de los otros en unamedida colosal. Como ejemplo de lo anterior con-tamos con un documento de gran valor clnico, unlibro escrito por un finlands, el doctor Felix Kersten,quin se haba hecho muy famoso porque inventuna terapia a base de masajes contra los clicos y,presentado a Heinrich Himmler, lo cur de sus c-licos, convirtindose durante ms de diez aos enuna figura imprescindible para la tranquilidad deese gran criminal. Sus memorias, publicadas con elttulo Yo fui confidente de Himmler, revelan preci-samente eso, el carcter manipulador. Un ejem-plo: Himmler quera disponer del destino de diezmillones de holandeses, quera trasladar a toda lapoblacin de Holanda al nororiente de Prusia (por-que sus remotos antepasados haban sido los quehaban desecado en la Edad Media los pantanosalrededor del Ro Oder, saban mucho de eso), comoquien mueve un alfil en un tablero de ajedrez. Peroel doctor Kersten logr disuadirlo e impedir seme-jante atrocidad gracias a su ascendiente sobre l:era un individuo tan infantil que su masajista logrdetener tal proceso.

    Pero es que el carcter manipulador, adems deautoritario, es completamente realista. No se pue-de imaginar otro mundo, otra forma de organi-zacin de la sociedad, es por completo

    antiutpico, practica el realismo poltico y slopiensa en trminos de eficiencia. Nunca se preocu-pa por el contenido moral de la accin, slo se ocu-pa de la accin misma. A lo cual se vincula tam-bin la devocin por la tcnica, una forma de iden-tificarse con la eficiencia por la eficiencia mismasin preguntarse por las implicaciones de la misma.Es lo que Horkheimer llamar la furia instrumen-tal, que anula en el comportamiento la concien-cia de los fines, la pregunta por el sentido.

    Bueno, creo que con esto podemos dar por ter-minada esta aproximacin, la tarea de reflexionarun poco sobre la lucha contra el olvido. Muchasgracias por su atencin.

  • 23Aquelarre

    Los costos de laguerra

    Las guerras son los aconteci-mientos ms traumticos en lahistoria de las sociedades, ellassiempre dejan tras de s un sal-do de destruccin de todo el en-torno vital de los seres humanos,de la riqueza acumulada por ge-neraciones enteras mediante sutrabajo, su esfuerzo fsico e in-telectual, del patrimonio cultu-ral, de la riqueza natural y geo-grfica, y sobre todo, de las vi-das humanas que se pierden, lascuales son, cada una de ellas, pe-queos universos de experien-cia y potencialidad creadora.

    Tales afirmaciones son de senti-do comn, pero ante la actualsituacin nacional es preciso re-petirlas con insistencia. Todosdeberamos saber lo que nosestn costando las guerras queestamos padeciendo en Colom-bia, y nos referimos no slo a lainmensa destruccin que causael conflicto armado que enfren-ta a la guerrilla con el Estado,

    sino tambin a esas otras gue-rras que se olvidan con frecuen-cia, a la "guerra sucia" que des-de hace dcadas se perpetra enforma encubierta por medio delterrorismo de Estado, a la gue-rra contra los marginados, la malllamada "limpieza social", o a losestragos que acarrea en el cam-po la "guerra contra las drogas"que nos ha sido impuesta porlos ltimos gobiernos de los Es-

    tados Unidos. Un buen argu-mento para abogar por una sa-lida no violenta de los conflic-tos polticos es, por estas razo-nes, pensar y hacer que se en-tienda cules son los costos delas acciones militares.

    Las terribles consecuencias deesta destruccin tienen, sin em-bargo, un aspecto aun ms gra-ve, no tan evidente pero en ex-

    Olvido o memoria en las condicionesde solucin de conflictos polticos

    Ivn Cepeda Castro y Claudia Girn Ortiz *

    * Juristas. Defensores de Derechos Humanos. Fundacin Manuel Cepeda Vargas

  • 24Aquelarre

    tremo traumtico, pues lesionanel fuero interno de las personas.Hablamos ahora de aquellas se-cuelas de la guerra que afectanla condicin tica del hombre,su sentido de dignidad y su de-recho a la justicia. Los conflictosblicos traen consigo, en efec-to, la muerte, el dolor de la pr-dida de los seres queridos y ad-mirados, el odio por quienescausaron su desaparicin fsica,la necesidad imperativa de ha-llar justicia, de vencer la impu-

    insoslayable de efectuar la laborde duelo, aquel trabajo curativoque persigue transformar el do-lor de la muerte en justicia, asig-nar las responsabilidades y pe-nas necesarias a quienes de ma-nera directa o indirecta han cau-sado los daos, crear las obrasque prolonguen en el tiempo laexistencia de los cados, hacer losactos de reparacin de la rique-za material y espiritual que hasido vulnerada por la violencia,iniciar los procesos polticos que

    El duelo nuncarealizado.

    La dificultad que supone estaconsecuencia ltima de la gue-rra consiste en que sin la reali-zacin del duelo es muy posible,y casi seguro, que se presente elretorno de lo reprimido, sto es,de nuevo el estallido de agresi-vidad reforzado esta vez por losodios no sublimados, y por lotanto, acumulados del pasado.

    Freud, al formular los principiosde su teora psicoanaltica, sea-laba que la fuente principal delos desajustes de la psiquis, y detoda neurosis en general, es larepresin que hace el individuode los hechos traumticos cuan-do remite al inconsciente todosaquellos episodio que lo afectansensiblemente y le causan inten-so dolor. El reprimir lo trau-mtico mediante el olvido for-zado no significa su desapari-cin, y es ms bien su oculta-miento momentneo de la luzde la conciencia y su refugio enlas profundidades de lo incons-ciente, o lo que Jung, otro granpsicoanalista y discpulo deFreud, llama "la sombra". Cuan-do lo reprimido retorna, cuan-do el olvido forzado se debilita,el trauma no superado regresacon fuerza y produce la crisis quedesenvoca en la enfermedad. Laincapacidad de duelo es por esofuente de patologa.

    Lo dicho puede afirmarse tam-bin sobre las sociedades. Si s-tas no producen experienciascomunes de transformacincreativa de sus acontecimientos

    nidad de los crmenes cometi-dos, y de llevar a cabo la repara-cin ante el dao que se ha oca-sionado a las vctimas, y que sele ha causado a la sociedad ensu conjunto. O dicho de otraforma, ante el trauma histricoque acarrean las guerras los in-dividuos y las comunidades ex-perimentan la necesidad moral

    instauren un nuevo orden msdemocrtico, y en fin, empren-der el trabajo que persiguetransformar la estela de muerteen un nuevo comienzo marca-do por la vida y la justicia. Deeste horizonte tico es parte in-dispensable el problema de lamemoria o el olvido de los he-chos del pasado.

  • 25Aquelarre

    traumticos, si stas no son ca-paces de superar sus conflictosarmados a travs de elaboracio-nes del duelo, y por el contra-rio, guardan estos hechos en elinconsciente colectivo -como lodefina Jung-, si no producen ca-tarsis compartidas que restitu-yan lo destruido y que fijen conclaridad en la conciencia las res-ponsabilidades del caso es inevi-table que lo reprimido por laamnesia colectiva retorne, y quela violencia y la destruccin con-tinen sin detenerse a lo largodel tiempo en ciclos endmica-mente repetitivos.

    De ello sabemos no slo por lasconsideraciones tericas que ha-cen el psicoanlisis y la cienciasino por la experiencia vivida,por las lecciones que nos mues-tra nuestra propia historia nacio-nal. A lo largo del Holocaustoque hemos afrontado en Colom-bia es una constante la ausen-cia de procesos catrticos y re-paradores que hayan intentadosuperar la violencia de las mlti-ples guerras que han tenido lu-gar en nuestro territorio. El man-to del olvido, la impunidad y elsilencio se ha cernido siempreindefectiblemente sobre los epi-sodios ms cruentos de esta his-toria y sobre sus consecuenciasfunestas debido, por lo regular,

    a que quienes han vencido enestas guerras han hecho preva-lecer su versin de lo sucedido ysu modelo de sociedad. En esacircunstancia, en el duelo nun-ca efectuado, se encuentra, se-guramente, uno de los factoresms favorables para la prolon-gacin indefinida de la violen-cia en nuestras condiciones. Y enla ltima dcada este vaco deconciencia y de sensibilidad, estevaco valorativo, se ha hechoparticularmente notorio: destru-yen y aniquilan el poder judicial,desaparecen a ms de un cen-tenar de personas en el que seha denominado el Holocaustodel Palacio de Justicia y la mis-ma noche de la tragedia se con-tinua celebrando en Cartagena,sin variaciones en el programa,el Reinado Nacional de la Belle-za; asesinan al lder democrti-co liberal Luis Carlos Galn y esamisma noche, sin alteraciones,se juega el partido de ftbol co-rrespondiente del calendario delCampeonato Nacional; asesinanal futbolista Andrs Escobar y laprctica de este deporte conti-nua sin cambios, sin ningn sig-no visible que recuerde este he-cho monstruoso; en una pala-bra, ocurren los episodios cruen-tos de esta guerra poltica y so-cial sin que la rutina cotidiana ysus actos se transforme, sin que

    se produzca siquiera la ms levemodificacin. Sabemos que eldeporte y la diversin son com-ponentes indispensables de lamultiplicidad de aspectos queconforman lo humano, perocuando estos elementos sonconjugados indiscriminada-mente con la tragedia y los ho-rrores de la guerra juegan unpapel trivializador, sirven de ais-lante emocional que impide larealizacin del duelo. Una de laslecciones que nos ha dejado lahistoria, en consecuencia, es queel olvido no puede ser falso niforzado como un acto contrario

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    a la voluntad de la sociedad,porque de lo contrario el trau-ma volver inexorablemente.

    Democracia vs.memoria y derechoshumanos

    Queremos que acabe la guerray que sus horrores no vuelvan arepetirse jams. Pero este pro-psito, este anhelo que compar-timos mayoritariamente en elpas, no puede ser simplementeun deseo abstrado de esas du-ras lecciones que nos ha dejadola historia. La confrontacin mi-litar no terminar en Colombiahasta que no se produzcan cam-bios reales, tangibles yverificables que transformen es-tructural y esencialmente nues-tra configuracin social.

    Sin que se abra la posibilidadcierta de que exista el legtimoderecho a la oposicin, sin quenuestro sistema poltico deje deser el pacto eterno cuya nicafinalidad es el enriquecimientocorrupto, sin que en Colombiadeje de ser asesinado todo aquelque protesta o disiente no serviable ningn proyecto de con-vivencia no violenta. Sin que seproduzcan transformacioneseconmicas sustanciales que ha-gan ms equitativa la reparticinde la riqueza y la distribucinsocial de las prdidas y los cos-tos la paz no es viable. Sin que

    la justicia funcione, la educaciny la salud sean para todos y dealta calidad la paz seguir sien-do una quimera. De este ordende transformaciones dependeque el conflicto social no retor-ne en sus formas ms violentas.Y dentro de ese ncleo esencialde grandes cambios que requie-re nuestra nacin se encuentrala mencionada necesidad deduelo social y de justicia.

    La reflexin sobre memoria y re-paracin debe ser una preocu-pacin permanente, objeto deacciones continuas dentro de lavida social, pero cuando esa ac-cin y ese pensamiento se ins-criben dentro de los grandes te-mas de una agenda de la solu-cin poltica del conflicto arma-do en Colombia adquieren,como vemos, una importanciaespecial.

    En qu contexto, entonces, hade pensarse este difcil proble-ma para encontrar referentesque nos iluminen sobre cmollevar a cabo esta gran transfor-macin de la sensibilidad y delsentido de justicia en el pas?.Un camino posible es mirar elcontexto actual de Amrica La-tina y captar los cambios que enl se estn produciendo. Algu-nos pases del continente hanemprendido, hace poco, proce-sos de renovacin poltica. En ElSalvador y Guatemala, luego de

    aos de negociacin, se han fir-mado acuerdos para finalizar lashostilidades armadas e intentarla convivencia como fruto detransformaciones polticas ysocioeconmicas. En los pasesdel Cono Sur, especialmente enChile, Uruguay y Argentina, trasdcadas de dictadura militar sebusca ahora hacer la transicina sistemas democrticos. Seraingenuo pensar que en tales si-tuaciones se ha alcanzado la pazy la democracia, ya que muchosde los sujetos de tales procesosms que la reconciliacin o lajusticia social afrontan estoscambios como males necesariospara desarrollar con mayoresbeneficios la economa de mer-cado. Se trata, en cada caso, decambios sociales que se encuen-tran en su fase inicial y que sontodava dbiles en muchos as-pectos, que estn limitados yatravesados por contradiccioneslas cuales ponen en evidenciaque el trabajo por superar el pa-sado de violencia y represinapenas comienza.

    Dentro de esa nueva condicinque viven las sociedades latinoa-mericanas se plantea con singu-lar agudeza el dilema de memo-ria u olvido, justicia o perdn. Oen otros trminos, se presentala polmica de si es posible cons-truir la democracia y la paz re-cordando el pasado, de si no esacaso lo ms conveniente a las

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    nuevas situaciones hacer "borrny cuenta nueva" de cara a losdesafos del presente, como con-dicin indispensable para esta-blecer reglas del juego equilibra-das que no susciten nuevos des-contentos y rencillas, o que,como ocurre en Chile y Argenti-na, despierten de nuevo las irasde los militares.

    Los defensores de esta tesiscreen que el consenso poltico yla democracia son incompatiblescon la memoria, que la memo-ria de lo acontecido puede ma-lograr los pasos iniciales en unproceso incipiente de democra-tizacin, y que quienes aboganpor no olvidar se convierten enpotenciales enemigos de la cons-truccin de un nuevo orden den-tro del acontecer pblico. Lleganincluso a la posicin absurda demostrar como incompatibles ala democracia con los derechoshumanos. El consenso, en estas

    circunstancias, se impone comoamnesia. Nelly Richards, unaacadmica chilena que estuvohace poco en Colombia, seala-ba, por ejemplo, que el consen-so forzado se experimenta enChile como una forma de olvi-do. Al prohibir, de manera tci-ta, la controversia sobre el pa-sado se est obligando a la di-versidad de opiniones y criteriosa no ser contradiccin bajo elpretexto de la defensa del nue-vo proceso institucional. El con-senso forzado es, en estas cir-cunstancias, una tcnica del ol-vido la cual es complementadapor el mercado y la publicidadque, con su omnipresencia, co-pan todos los espacios pblicosy cotidianos. De igual modo su-cede con el perdn, que se pre-tende sea considerado comoparte del pacto de reconciliacinnacional. Se quiere que los deli-tos de lesa humanidad cometi-dos queden en la impunidad to-

    tal, y para justificar esa salida,contraria a todo pricipio de de-recho, se esgrime de nuevo el ar-gumento de buscar a toda cos-ta la viabilidad de la democrati-zacin recientemente emprendi-da.

    Las protestas de amplios secto-res de la sociedad, entre quie-nes se encuentran los familiaresde las vctimas y quienes fueronperseguidos durante esas dca-das y lograron sobrevivir, impi-den, no obstante, que la impu-nidad y la amnesia se impongansin mas. Ellos consideran que nopuede haber olvido sin que an-tes la sociedad haya recordado,y que no puede haber perdn,cuando aun ni siquiera se haproducido el reconocimientopblico de la responsabilidad dequienes cometieron las atrocida-des.

    Estos procesos polticos nos es-tn indicando que el momentode pensar el olvido es posteriora la instauracin de la verdad yde la labor de reconstruccin dela memoria; y que el momentode pensar el perdn es posteriora la instauracin de la justicia yde la sancin social de las res-ponsabilidades.

    Las fases de lareparacin, susdificultades y xitos.

    Qu se requiere hacer para quehaya justicia, sea posible elabo-rar el duelo y se instaure la me-moria?. La lucha incansable yterca contra la impunidad y laamnesia social a lo largo de es-

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    tos y otros procesos polticos la-tinoamericanos ha puesto enevidencia que la bsqueda de lajusticia y la realizacin del due-lo tienen que ser concebidas yejecutadas como un proceso dereparacin integral que conten-ga tres componentes, que sontambin tres fases: la fase de laverdad, la fase de la justicia y lafase de la reparacin. En quconsisten estos procesos?:

    1 La fase de la verdad:

    Como ha sealado el ProyectoNunca ms de las Ong colom-bianas, comprende toda la legis-lacin y las acciones en el terre-no del derecho a la informaciny a la investigacin, as como lasllamadas comisiones de la ver-dad. Durante la fase de la ver-dad ha de llevarse a cabo un pro-ceso social de reconstruccin dela memoria, que debe implicarel trabajo en tres sentidos: "pri-mero, identificar a las vctimasde las violaciones para recupe-rar su valor, su dignidad y susluchas; segundo, asignar res-ponsabilidades para lograr el re-conocimiento pblico de losabusos cometidos y el reconoci-miento gubernamental de la res-ponsabilidad que tuvieron losagentes estatales o no estatales;tercero aportar elementos de in-formacin suficiente para expli-car el cmo y el por qu de loscrmenes cometidos, para hacerun debate social sincero sobrelo acontecido" (1). De esta fasehacen parte todas aquellas dis-posiciones que intenten abrir laposibilidad de indagar los even-tos ms importantes para el es-

    clarecimiento del pasado en laesfera de la violacin a los dere-chos humanos, tales como lalegislacin internacional y lasleyes nacionales sobre el dere-cho a la verdad; la recuperacin,apertura y publicacin de archi-vos oficiales en los que se en-cuentran documentados estosacontecimientos; la apertura ypublicacin de archivos concer-nientes a estos hechos en otrospases y la obtencin de testimo-nios de los principales protago-nistas de estos acontecimientosdurante los perodos de guerrao dictadura. Aqu tambin cabemencionar las comisiones de laverdad, entre las que se desta-can: la Comisin Nacional sobrela Desaparicin de Personas(CONADEP) en Argentina, la "Co-misin de Verdad y Reconcilia-cin" de Chile y la "Comisin dela Verdad" de El Salvador.

    2 La fase de la justicia:

    En la fase de la justicia se buscala penalizacin judicial de losautores por accin y omisin enlas violaciones a los derechoshumanos. La fase de la justiciaes siempre particularmente dif-cil, pues los responsables de loscrmenes de lesa humanidad secuidan de garantizar su impuni-dad al colocar como condicintcita para la democracia y la re-conciliacin el perdn y el olvi-do de sus delitos. En los pasesdel Cono Sur sto se materializpor medio de los decretos deamnista y las leyes de punto fi-nal, que esgrimen el argumentode la "obediencia debida" comoexculpatorio de cualquier accin

    judicial. En Centroamrica losmilitares han querido hacer quela amnista figure como parte delos acuerdos no explcitos del finde la guerra.

    3 La fase de la reparacin:

    La fase de la reparacin debecomprender diversas formas einstrumentos polticos y cvicosde reparacin que van desde lareconstruccin del tejido socialdestruido, hasta el homenajepblico a travs de monumen-tos, ritos y conmemoracionesque persiguen despertar la me-moria social. En este campo seencuentran comprendidas la le-gislacin que busca el restable-cimiento de las fuerzas polticasafectadas por la violencia, lasmedidas que se han tomadopara la reconstruccin de nexosy estamentos sociales afectados,e igualmente, las acciones desa-rrolladas por los movimientos yorganizaciones de la sociedadcivil que persiguen la recupera-cin de la memoria social plas-mada en ritos y obras de carc-ter simblico.

    Sobre este particular el padre Ja-vier Giraldo, destacado defensorde derechos humanos en Co-lombia, ha sealado lo siguien-te: "Es claro que la sancin sola,desligada de acciones de repa-racin psquica y social y de pro-cesos de reconstruccin del teji-do social destruido, puede car-gar el acento sobre el aspectovindicativo de la justicia y pro-mover revanchismos y retalia-ciones. Por ello es tan importan-te examinar profundamente qu

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    fue lo que se destruy,para poder emprenderprocesos reales de re-construccin/ repara-cin. Si examinamoscon sinceridad y pro-fundidad esas ruinasque es necesario repa-rar, encontraremos allcosas muy importantesque fueron destruidasy que tocan profunda-mente con la democra-cia: la confianza entrelos miembros de lasmismas comunidades;la libertad de palabray de consciencia; ladignidad del ser huma-no y la inviolabilidadde sus derechos ele-mentales; la viabilidadde la organizacin delas bases; las posibili-dades de la protesta social; laconcepcin terico prctica delpoder pblico como garante delos derechos fundamentales delser humano; las relaciones ciu-dadanos/Estado. Si todas estasruinas no se reconstruyen, la im-punidad lograr sus efectos msperversos: condicionar la socie-dad del futuro a la medida delos victimarios."(2).

    Algunas experienciasde reparacin integralen Amrica Latina.

    Ilustremos con algunas experien-cias cada una de las fases de loque debe ser la reparacin inte-gral, para mostrar con mayorfundamento por qu son nece-sarias en un proceso de soluciny transformacin poltica.

    - La lucha por la verdad:

    Desde hace ms de tres dcadaslas organizaciones no guberna-mentales de derechos humanoshan efectuado un esfuerzo cons-tante por documentar los he-chos de violencia acontecidos enAmrica Latina durante los pe-rodos de represin. En muchospases del continente se organi-zaron los bancos de datos conlas estadsticas de los asesinatos,desapariciones y torturas; y sepublicaron los informes Nuncams -voluminosos expedientesque daban cuenta de los crme-nes de lesa humanidad-. Parte detales documentos es el libro Te-rrorismo de Estado en Colombia,publicado en 1992 (Bruselas,1992), en el que se demuestrala participacin de cientos de

    agentes de la Fuerza P-blica colombiana engraves violaciones a losderechos humanos.Tambin se han realiza-do los denominados Tri-bunales de opinin so-bre la impunidad de de-litos de lesa humanidaden Amrica Latina.

    A esos esfuerzos sedebe, en gran parte, elfortalecimiento recientede la legislacin interna-cional sobre el derechoa la verdad como formade construccin de me-moria social, y tambin,el surgimiento de legis-laciones nacionales alrespecto. La ComisinInteramericana de Dere-chos Humanos de la Or-

    ganizacin de Estados America-nos (OEA) se ha pronunciado envarias oportunidades en estesentido. Acerca de este asuntola organizacin estadounidensede derechos humanos HumanRights Watch afirma que: "La lu-cha por la informacin ha sidouna constante en el continente.Un primer paso ha sido hacerque los Estados reconozcan quela investigacin y la informacines un derecho de la sociedad yun deber del Estado. El Estadodebe identificar todas las fuen-tes posibles de informacin so-bre estos hechos y luego, comoun primer paso, poner a dispo-sicin de los familiares de las vc-timas, la informacin que obraen expedientes, archivos oficia-les o dossiers que contengan,por ejemplo, listados de vctimas

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    o agentes del Estado que hayanparticipado en estos hechos yque permitan su pleno esclare-cimiento."(3).

    Fruto de esa actividad constan-te son, de igual forma, las comi-siones de la verdad que, espe-cialmente en Argentina, Chile yEl Salvador, han jugado el papelde organismos de investigacinconsagrados a esclarecer el pa-sado y a formular recomenda-ciones con el fin de superar lasviolaciones a los derechos huma-nos y reparar los daos. El tra-bajo de estas comisiones ha sidolimitado por los escasos recur-sos y el poco tiempo del que handispuesto para entregar sus in-formes. Su accin, no obstante,ha contribuido a ampliar el co-nocimiento sobre los perodosms difciles para los derechoshumanos.

    En Argentina, por ejemplo, laComisin Nacional sobre la Des-aparicin de Personas (CONA-DEP), de la que hizo parte, entreotros, el escritor Ernesto Sbato,dio cuenta en su informe final,titulado Nunca ms, "de la des-aparicin de 8,960 personas,segn denuncias debidamentedocumentadas y comprobadas(...) El Informe seala que en Ar-gentina existan 340 centrosclandestinos de detencin, diri-gidos por altos oficiales de lasFuerzas Armadas y de Seguri-dad. (...) Tambin indica que 'Dealgunos de los mtodos de tor-tura empleados en esa guerra in-terna no se conocan anteceden-tes en otras partes del mundo'.La CONADEP descubri que en-tre los altos oficiales de las Fuer-zas Armadas y Policiales, se es-tableci un 'Pacto de Sangre',que implicaba la participacin

    de todos en las violaciones a losderechos humanos. A causa deesto, cuando algn miembro deesas fuerzas trataba de desobe-decer un mandato criminal,pronto lo convertan en una vc-tima ms.

    Tambin la CONADEP difundiuna lista de 1351 represores, en-tre ellos diversos mdicos, jue-ces, periodistas, obispos y sacer-dotes catlicos que actuaroncomo Capellanes de los milita-res y que colaboraron con ellosen la guerra sucia. 'Tenemos lacertidumbre de que la dictadu-ra militar produjo la ms gran-de tragedia de nuestra historia,y la ms salvaje' -concluy la Co-misin-"(4).

    Dentro de este balance de la lu-cha por la verdad, ocupa un lu-gar importante el testimonio de

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    los protagonistas. El "casoScilingo" en Argentina ha de-mostrado que a pesar de todaslas formas de encubrimientoempleadas la verdad sobre el pa-sado, tarde o temprano, sale ala luz. "El ex-capitn de la Arma-da argentina Francisco Scilingo,en declaraciones concedida portelevisin, en marzo de 1995,confirm que cerca de 2000 pre-sos polticos de la dictadura fue-ron asesinados por oficiales dela Marina, que los arrojaron vi-vos al mar, despus de habersido drogados. Algunos altos re-presentantes de la iglesia catli-ca conocan sobre estos hechos,pero en vez de tratar de impe-dirlos, apoyaron estos horriblescrmenes. Scilingo afirm que lossacerdotes catlicos se encarga-ban de 'tranquilizar el espritu' delos oficiales que participaban entales crmenes, pues regresabande cada vuelo 'con un fuerte re-mordimiento de conciencia'."(5).

    Esta lucha por la verdad es unapaciente labor de construccinde memoria social que en repe-tidas oportunidades ha sido boi-coteada o censurada. As loprueban los constantes hostiga-mientos a las organizaciones, lostestigos y los protagonistas delos hechos y, por otra parte, elataque a la informacin misma.En Argentina, a finales de 1997,fueron sustrados los discos du-

    ros de los ordenadores de la or-ganizacin "Familiares de Des-aparecidos y Detenidos por Ra-zones Polticas", la cual posee labase documental ms completasobre la represin ejercida du-rante la dictadura.

    - La lucha por la justicia:

    Aunque en el campo de la justi-cia los resultados han sido limi-tados la accin de los grupos dederechos humanos ha logradoproducir avances significativos.Primero fue el caso Letelier enChile en el cual se logr la con-dena a siete aos de "prisinefectiva", del Jefe de la policasecreta de Chile (DINA), ManuelContreras, por su implicacin enel asesinato del Canciller del Go-bierno de Salvador Allende,Orlando Letelier. Se intent unproceso judicial contra Pinocheten Espaa, ahora se han comen-zado otros contra los miembrosde la Junta Militar de Argentinaen Espaa e Italia, y otro ms enArgentina contra los militaresuruguayos que encabezaron ladictadura en su pas. El slo he-cho del establecimiento de es-tas causas tiene un significadohistrico que, entre otros ele-mentos, radica en que algunosde los jueces de estos procesosse han mostrado proclives aaceptar el juzgamiento del deli-to de Genocidio poltico.

    Por otra parte, ante la inefi-ciencia del sistema judicial sehan comenzado a ensayar lasdenominadas formas de sancinalternativa. En Argentina ha tras-cendido el "caso Astiz", sto es,el boicot social que han estable-cido la mayora de los habitan-tes de la ciudad de Barilochecontra el Ex-Capitn de la Arma-da Alfredo Ignacio Astiz, comoforma de repudio colectivo porlos crmenes que l cometi du-rante la dictadura, censura so-cial expresada en concentracio-nes populares de repudio, ma-nifestaciones de rechazo a supresencia por los medios deprensa y un comunicado expe-dido por parte del Concejo Mu-nicipal declarndole persona nograta. En esta misma direccin,uno de los acuerdos firmados enEl Salvador, dedicado a los me-canismos de sancin para losvioladores de derechos huma-nos, prev inhabilitaciones pol-ticas a las personas involucradasen crmenes de lesa humanidady del derecho humanitario porun lapso no menor de diez aos.

    - Algunas experiencias dereparacin (6):

    En el campo de la reparacincabe destacar el acuerdo No. 5firmado en Guatemala como re-sultado de las negociaciones en-tre el Estado y la Unidad Revo-

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    lucionaria Nacional Guatemal-teca, el cual se refiere a la repa-racin de los daos causados alas culturas indgenas en estepas. En l se reconoce la discri-minacin racial de la que hansido objeto estos pueblos; y sedisponen medidas para el resar-cimiento, respeto y fomento desus derechos culturales, civiles,polticos, sociales y econmicos.

    Los familiares y amigos de lasvctimas en Chile, por su parte,han construido un monumentoa los desaparecidos en el quecada ao se reunen cientos depersonas, y han conseguido elestablecimiento de la Corpora-cin Nacional de Reparacin yReconciliacin de Chile.

    En Argentina, gracias a la incan-sable labor de las madres y abue-las de la Plaza de Mayo, se logrque el parlamento aprobara las

    leyes de respeto a la dignidad delas personas en situacin de des-aparicin forzada. Tales disposi-ciones consideran que la ley y lasautoridades no pueden dar a lasvctimas de este delito el trata-miento de personas asesinadaso fallecidas, y en consecuencia,tanto en el lenguaje jurdicocomo en el caso de determina-das situaciones legales que com-peten a sus familiares, tendrnque ser consideradas bajo la fi-gura de "persona en situacin dedesaparicin forzada". De igualmodo se han comenzado a rea-lizar intentos para buscar la re-paracin en el plano de la edu-cacin. Un informe reciente delas organizaciones de derechoshumanos argentinas manifiestaque: "El parlamento de la pro-vincia de Buenos Aires decidique a partir de 1997 y durantela semana del 24 de marzo decada ao, en los centros de en-

    seanza locales se dedique unahora diaria de clase a recordarla gnesis y las consecuencias delgolpe de Estado. Una propues-ta similar fue planteada por con-cejales de la Capital Federal. Yen Buenos Aires, el Concejo De-liberante de la ciudad resolvi(...) crear un 'Museo de la Me-moria Nunca Mas', destinado arecordar 'los horrores del terro-rismo de Estado' y localizado enel predio de lo que fuera, a finesde los aos 70, el campo de con-centracin 'El Olimpo'."(7).

    Conclusiones.

    El significado de estos procesosde reparacin social se plasmaen las repercusiones sociales quetienen como factores queincentivan realmente la transi-cin a la democracia y la instau-racin de la convivencia no vio-lenta, lo que en otras palabras

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    equivale a decir que propician lacreacin de derechos polticosantes inexistentes, o severamen-te limitados, el establecimientodel derecho a la justicia yauspcian la reconstruccin deltejido social lesionado o destrui-do. Cada uno de estos casoscontribuye al esclarecimiento dela verdad sobre el pasado, al co-nocimiento pblico de lo ocurri-do y, en esta medida, al cultivode la memoria social, en pocaspalabras, aporta a la realizacindel duelo social que, en su ca-rcter de proceso tico y cultu-ral colectivo, como lo mostra-mos al comienzo, es una condi-cin indispensable para lastransformaciones polticas parala democracia.

    Los esfuerzos por la verdad, lajusticia y la reparacin contribu-yen, en consecuencia, a la paci-ficacin al revelar la historiaoculta de la violencia, y cumplen,adems, un papel preventivopues impiden nuevas violacionesde derechos humanos al sea-lar pblicamente a responsablesde los delitos.

    Estas experiencias nos permitenvislumbrar caminos para salir del

    estado permanente de violacina los derechos humanos ennuestro pas. Las reparacionesque han de llevarse a cabo enColombia tienen, no obstante,su propia especificidad que debeser pensada y resuelta contex-tualmente. En nuestro caso lasdimensiones del conflicto arma-do, la pluralidad de sus prota-gonistas, la historia acumuladade acontecimientos dolorosos yresentimientos durante su ya lar-ga duracin nos indican que lasmedidas tendientes a esclarecerla verdad, a instaurar la justiciay a efectuar la reparacin tienenque ser amplias, integrales y nodejar por fuera aspectos funda-mentales que puedan luego per-mitir un resurgimiento del con-flicto. La presencia del narco-trfico y la delincuencia comn,as como esa forma de terroris-mo de Estado que es la "limpie-za social" y su poltica de seguri-dad ciudadana, nos remite apensar en que los procesos dereparacin integral tienen queestar estrechamente ligados atransformaciones socioecon-micas estructurales.

    Es necesario que en la agendade negociacin del conflicto se

    discutan asuntos como la crea-cin de mecanismos legales y ju-rdicos que permitan el acceso alos archivos oficiales y el plenoacceso a la informacin, la cons-titucin de una Comisin de laVerdad, la modificacin sustan-cial del fuero militar, el cambioradical de la naturaleza y funcio-nes de la Fuerza Pblica, la erra-dicacin definitiva de la doctri-na de la Seguridad Interna, laformulacin de mecanismos depenalizacin efectiva de las vio-laciones a los derechos humanosy de los crmenes de lesa huma-nidad, la institucin de formasde reparacin integral para laspersonas en situacin de despla-zamiento y para quienes hansido afectados por delitos comola desaparicin forzada, el geno-cidio y la tortura. Somos una so-ciedad que no conoce la memo-ria histrica de sus aconteci-mientos ms traumticos, ni lajusticia frente a los crmenes delesa humanidad, que no ha rea-lizado nunca el duelo colectivo.A esos vacos ticos y de justiciadebe responder un proceso quebusque la solucin autntica delconflicto armado y la democra-tizacin del pas.

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    1) Proyecto Nunca ms de las Ongcolombianas (mimeo).

    2) Giraldo M., Javier, "Sociedad ci-vil frente a la impunidad."(1996) www.derechos.org/koaga/iii/3/giraldo.html. - Se-minario Internacional "Impuni-dad y sus Efectos en los Proce-sos Democrticos.".

    3) Memorial en Derecho AmicusCuriae. Presentado por HumanRights Watch/Americas (HRW/Americas) y el Centro por laJusticia y el Dereho Internacio-nal (CEJIL) a la Excma. CmaraFederal en lo Criminal y Correc-cional de la Capital Federal.Mignone, Emilio F., s/ presen-

    tacin en causa Nro. 761, "He-chos denunciados como ocurri-dos en el mbito de la EscuelaSuperior de Mecnica de la Ar-mada (E.S.M.A.)". Internet: http://www.derechos.org/cejil/

    4) Cuya, Esteban, "Las Comisionesde la Verdad en Amrica Latina"(1996) - www.derechos.org/koaga/iii/1/cuya.html

    5) Op. cit.

    6) "El campo de la reparacin -se-ala el padre Javier Giraldo- hasido quizs el ms relegado. Sesupone que es el Estado crimi-nal quien debe reparar sus cr-menes y esto es correcto. Perola profundidad de los destrozos

    es muy grande. Ningn Esta-do estara interesado en re-construir ruinas cuya perma-nencia como tales le favorece,en cuanto estructura de poder.Todava est poco desarrolla-da la consciencia de la necesi-dad de la memoria histrica yla conviccin de que 'la memo-ria de los sufrimientos es algoque pertenece al patrimoniocultural de todo pueblo'.".GIRALDO, op. cit.

    7) Equipo Nizkor de DerechosHumanos. Informe del 24 demarzo de 1996 en Internet:http://www.derechos.org/nizkor/

    NOTAS

    Citar como: Cepeda Castro, Ivn y Girn Ortiz, Claudia Olivido O Memoria en las Condiciones de Solucin deCon