3.b -teorias en psicologia social
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LAS ORIENTACIONES TEÓRICAS EN PSICOLOGÍA
SOCIAL
Se han propuesto diferentes clasificaciones para sistematizar las principales líneas
teóricas en la historia de la psicología social (Blanco, 1988; Deutsch y Krauss, 1988; Garrido
y Álvaro, 2007; Ibáñez, 1990; Moscovici, 1984; Munné, 1989). En todas estas clasificaciones
hay elementos comunes −dado que las orientaciones teóricas están suficiente caracterizadas
para ser contempladas en agrupaciones coherentes−, pero también elementos diferenciales
−pues no siempre hay consenso entre los historiadores de la disciplina a la hora de clasificar
ciertas situaciones limítrofes−. Por ejemplo, Blanco, en lugar de referirse a las orientaciones,
opta por la denominación de “tradiciones” y las considera modos que históricamente han
hecho acto de presencia en la psicología social y que se han llegado a consagrar como el
acervo cultural de la disciplina y como marcos útiles para orientar y delimitar el estudio de lo
psicosocial. Así pues, distingue Blanco cinco grandes tradiciones: la tradición grupal,
heredera de la Völkerpsychologie y orientada al estudio de los grupos sociales y las entidades
psíquicas supraindividuales; la tradición individualista, continuadora de la psicología
conductual; la tradición institucional, heredera de la crisis del positivismo e interesada por el
estudio de la interacción simbólica; la tradición lewiniana, surgida de la teoría del campo
formulada por Kurt Lewin; y la tradición histórico-dialéctica, que incluye las teorías que
plantean una crítica de la sociedad, incluyendo las teorías marxianas.
Munné (1989), por su parte, distingue cinco grandes marcos teóricos en psicología
social, en los que advierte, dado el carácter paradigmático que poseen, supuestos
epistemológicos propios, procesos formativos particulares y productos teóricos genuinos.
Estos marcos son, según Munné, los siguientes: el psicoanálisis social, el conductismo social,
el cognitivismo social, el interaccionismo simbólico −con sus enfoques afines, como laetnometodología− y la psicología social marxiana. Del mismo modo, I báñez (2003) distingue
también cinco grandes orientaciones en la psicología social: el interaccionismo simbólico, el
conductismo social, la orientación psicoanalítica, el guestaltismo y cognitivismo y el
socioconstruccionismo.
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Para el desarrollo de este capítulo hemos optado por la agrupación de las diferentes
teorías siguiendo un criterio de adscripción a sistemas teóricos, agrupando las teorías en
función de que compartan supuestos, principios, postulados o perspectivas. En la medida enque algunas de las corrientes que conforman la psicología social confluyen en supuestos y
propuestas, y se manifiestan como formas características de hacer psicología social, podrán
ser agrupadas bajo el mismo epígrafe. La sistematización que seguiremos en este capítulo es
la siguiente:
1) La orientación psicoanalítica.
2) La orientación conductista y neoconductista.
3) La orientación guestaltista.
4) La orientación cognitivista.
5) La orientación sociocognitiva.
6) La orientación del interaccionismo simbólico y enfoques afines.
7) La orientación socioambiental y los enfoques culturales.
8) Las orientaciones alternativas.
9) La perspectiva evolucionista.
La orientación psicoanalítica
Las teorías de Sigmund Freud se difundieron con gran celeridad por todo el mundo
académico y profesional de la psicología desde las primeras décadas del siglo XX. El
instintivismo de Freud, que difiere en muchos aspectos del de McDougall, contribuyó también
a que los psicólogos sociales fijaran la atención en la importancia de los instintos en la
conducta social. Sin embargo, la influencia de Freud en la primera psicología social no fue tan
fuerte como la de McDougall, probablemente porque los instintos que postulaba Freud eran
más lejanos, menos definidos y más difíciles de manejar que los de McDougall (Allport,
1968).
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Aunque en la propuesta de Freud no se definen leyes explicativas de la conducta
humana, sí habla de ciertos principios que dominan la vida mental, la conducta y la
experiencia humana, tales como el principio de placer y el principio de realidad (Bermejo yTortosa, 1998). El hombre es un animal que busca placer. Así, su razón de ser es hacer y
mantener las cosas en un nivel tan placentero como le sea posible. Para Freud, placer o
felicidad no son tanto una meta sino, en todo caso, la fuerza que motiva la existencia humana.
Además, el hombre se encuentra condicionado por límites realistas que le aconsejan cuándo
posponer un placer inmediato en favor de un placer futuro más importante. Aunque la persona
sigue buscando placeres, también es realista y establece un orden jerárquico de ellos. Aquí
aparece el principio de realidad: los placeres futuros que se consideren más importantes tienen
prioridad sobre los placeres actuales que se juzguen menos importantes. Freud no ignorabaque el ambiente ejercía influencia en la conducta humana. Así, por ejemplo, mientras que el
niño nace ya dotado con el principio del placer, sólo a través de las experiencias de la vida y
la dirección de los adultos responsables de su crianza adquirirá el sentido de la realidad para
manejarse y manejar el ambiente.
Tal vez, el concepto más psicosocial de Freud sea el de “superyó”. La estructura
psíquica freudiana incluye tres elementos: el “yo”, que opera según el principio de realidad; el
“ello”, que lo hace según el principio de placer; y el “superyó”, que supone la interiorizaciónde las normas y restricciones morales recibidas de la sociedad, a través, en primera instancia,
de la educación paterna. El ello y la realidad exterior presionan al yo, y éste tomará decisiones
conductuales que, después, serán evaluadas por el superyó (Bermejo y Tortosa, 1998).
En otro orden de cosas, Freud realiza un análisis de la conducta grupal, tomando como
punto de inspiración los estudios de Le Bon sobre la conducta de las multitudes. Freud
(1922/1987), en su libro “Psicología de las masas”, intentó especificar la naturaleza y el
origen de los vínculos emocionales que se producen en el seno de los grupos. Consideraba
que en un grupo típico con un líder definido y sin una organización formal concreta, este líder
se constituye temporalmente en objeto común de orientación emocional, sustituyendo a los
vínculos parentales que dieron origen al superyó. A medida que los miembros del grupo
utilizan al líder como sustituto de sus superyós, establecen entre ellos una identificación
general y recíproca del yo. Pero también reconoce Freud que el individuo no desaparece
pasivamente en la pertenencia al grupo, sino que la identificación es limitada y diferenciada
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para los individuos en cuestión. Cada individuo establece vínculos grupales en muchas
direcciones, lo que ayuda a equilibrar la personalidad. Precisamente, para Freud, las
filiaciones estables al grupo constituyen la base de una personalidad estable (Schellenberg,1981).
Las aportaciones de Freud a la psicología social son motivo de controversia para los
mismos historiadores de la disciplina. En todo caso, como afirma Buceta (1979) las
discrepancias se refieren al alcance de la influencia pero no tanto al hecho de la misma. Hay
autores, como Gerth y Mills (1984) o Hollander (1982), que atribuyen importancia al
psicoanálisis en el desarrollo de la psicología social. No hay que olvidar que Freud enfatiza la
causalidad de las experiencias relacionales infantiles en el desarrollo de la personalidad,
además de reivindicar el papel del superyó como “guardián moral de la conciencia” y fruto de
la socialización. Ambos elementos de la teoría freudiana poseen una cierta idiosincrasia
psicosocial, al menos para poder inspirar hipótesis.
Hall y Lindzey (1968) consideran que las contribuciones de Freud a la psicología social
pueden resumirse en los siguientes contenidos: socialización del individuo, estructura y
dinámica familiar, psicología de los grupos, origen de la sociedad y naturaleza de la cultura
humana. Destacan Hall y Lindzey que el psicoanálisis tuvo alguna influencia concreta, muy
significativa, en la psicología social: los estudios de Theodor Adorno y su equipo sobre el
prejuicio etnocentrista basado en la personalidad autoritaria, una configuración de
personalidad caracterizada por la adhesión incondicional a los valores convencionales del
endogrupo y por el rechazo hacia quien los desconfirmara. Los propios autores de la teoría de
la personalidad autoritaria reconocían explícitamente su deuda con los planteamientos
freudianos (Adorno, Frenkel-Brunswick, Levinson y Sanford, 1950/1965).
Por otro lado, Ventosa (1990) recuerda que las propuestas psicoanalíticas se han
utilizado en el área de los estudios psicosociales sobre delincuencia y conducta antisocial. Aeste respecto, fueron relevantes las explicaciones de Bowlby (1951/1982) sobre la relación
entre delincuencia juvenil y privación maternal en la infancia, aunque se confundió al
reivindicar el rol tradicional femenino como medida preventiva del desajuste y la conducta
antisocial. Más allá de este error, muchos psicólogos sociales actuales podrían asumir la
hipótesis de trabajo que se deriva de la propuesta de Bowlby: hay una incidencia de factores
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familiares en la conducta antisocial de los jóvenes. Las ideas psicoanalíticas, en general, han
influido en los trabajos de investigación −desarrollados desde otras perspectivas teóricas−
sobre los procesos de socialización y desarrollo social del niño, su educación y crianza. Hayque mencionar también, en otra vertiente, la influencia del psicoanálisis en John Dollard y
Neal Miller y su teoría neoconductista de frustración-agresión.
También destacables son los trabajos de Sarnoff (1960), quien propone una teoría de
inspiración psicoanalítica en la formación y cambio de actitudes. Su posición consiste en
afirmar que las actitudes humanas tienen como función la reducción de la tensión existente en
la psique. Para Sarnoff, la actitud de una persona hacia cierta clase de objetos está
determinada por el papel que juegan dichos objetos en la reducción de la tensión causada por
determinadas motivaciones o por determinados conflictos entre motivos. Una concepción
similar también puede encontrarse en Katz (1960), quien destaca el papel funcional de
defensa del yo que poseen las actitudes.
No obstante lo anterior, Hall y Lindzey (1968) explican que el psicoanálisis no llegó a
tener la influencia que se podía esperar en la psicología social, y ello cuatro razones:
− El psicoanálisis es considerado como una psicología del instinto y la tendencia
general en psicología social, desde los años veinte, fue opuesta a los instintos.
− El pesimismo de Freud en relación a la sociedad es incompatible con el
ambientalismo de los psicólogos sociales y con su convicción optimista respecto a que puede
encontrarse el ajuste entre la persona y su ambiente.
− El psicoanálisis ha estado estrechamente asociado con la patología psicológica y no ha
sido capaz de presentarse de tal modo que los psicólogos sociales puedan ver su relevancia en
el campo de lo social.
− El psicoanálisis tuvo una débil acogida en las universidades estadounidenses en la
época de consolidación de la psicología social.
Por su parte, Munné (1989) considera que el psicoanálisis social, propiamente dicho, no
comienza hasta que se eliminan los dos escollos en los que había quedado anclado el
freudismo: el biologicismo −no alcanzado, pero deseado− y la valoración de la vida
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un factor que, paradójicamente, el conductismo comparte con el cognitivismo: su concepción
individualista y asocial del comportamiento humano.
Entre las décadas de los veinte y los cincuenta del siglo XX las teorías conductistas
tienen una presencia hegemónica en la psicología estadounidense, pero habrá que esperar a
los posteriores desarrollos neoconductistas para encontrar una impronta más significativa en
la psicología social. La psicología conductista tiene su origen en los Estados Unidos, a partir
de los trabajos desarrollados en los años veinte por John Watson, influido por la investigación
etológica de Edward Thorndike sobre adquisición de conductas en animales y por la
reflexología soviética, en especial las investigaciones sobre reflejos condicionados de Iván
Pávlov. Es característico del conductismo su deseo de construir una ciencia experimental de la
conducta observable, lo cual se mostraba irreconciliable con el psicoanálisis, que, en la misma
época, postulaba una psicología de la dinámica interna de la mente y cuyo método de
conocimiento era la casuística clínica y nunca la experimentación. Como afirman Pérez-
Garrido, Tortosa y Calatayud (1998), Watson pretende construir una ciencia natural de la
conducta humana, es decir, no tiene dudas sobre la adscripción de su psicología a las ciencias
naturales, en tanto que estudia el comportamiento observable del animal humano y lo hace
desde presupuestos estrictamente experimentalistas, aunque también reconoce el carácter
aplicado de su ciencia para la mejora de la sociedad.
En este contexto, el conductismo watsoniano se caracterizaría, como señala Blanch
(1983) por cinco rasgos:
− Determinismo: La conducta humana como reacción a un estímulo causal localizado
en el exterior.
− Monismo: El ser humano como organismo material, opuesto al dualismo mente-
cuerpo.
− Ambientalismo: Atribución de las causas de la respuesta conductual a factores del
entorno externo y rechazo del innatismo.
− Funcionalismo: Postulación del carácter adaptativo de toda reacción conductual del
organismo como totalidad.
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− Asociacionismo: Consideración del reflejo condicionado como unidad de conducta y
del hábito como base de la adquisición de conductas.
El modelo de estímulo-respuesta propuesto por el conductismo explica la conducta
como una respuesta observable a un estímulo ambiental dado, sin considerar la intervención
de los factores de la conciencia, pues no pueden ser verificados experimentalmente. El énfasis
depositado en el ambiente como causa del comportamiento favorece la idea de maleabilidad
del ser humano, lo que lleva a pensar que la conducta pueda ser modificada a partir de la
utilización de la recompensa y del castigo. A partir de esta premisa, se realiza una
fragmentación del ambiente en estímulos y otra de la conducta en respuestas, los cuales,
mediante su asociación, permitirán la intervención sobre los comportamientos.
Pero el conductismo no constituyó sólo una herramienta teórica y aplicada para la
intervención sobre la conducta. Al contrario: mucho más allá de las técnicas de modificación
de conducta, el conductismo constituye, ante todo, una teoría acerca de los fundamentos más
básicos del comportamiento humano y de la relación adaptativa del individuo con el
ambiente. Por ello, Watson tuvo alguna influencia en la primera psicología social,
principalmente a través de la obra de Floyd Allport, quien en su libro “Psicología social”
destacaba el poder del entorno para configurar el comportamiento (Allport, 1924/1967).
Allport, en todo caso, se ubica en un posicionamiento diáfanamente individualista, al
proponer su idea de “la falacia del grupo”: un grupo de personas no es más que un agregado
de individuos, sin que exista una realidad grupal cualitativamente diferente a la mera suma de
individuos.
Posturas como la de Allport no facilitaron la expansión de los modelos conductistas
dentro de la psicología social. Esto se constata, sobre todo, en lo que se refiere a los modelos
de condicionamiento operante de Skinner: imprescindibles en la historia de la psicología, pero
poco recurridos en la de la psicología social. En todo caso, Burrhus Frederic Skinner es unade las figuras más influyentes en la historia de la psicología y la mención a su obra es paso
obligado en cualquier estudio sobre la naturaleza humana.
Skinner (1953/1981a), en la más pura tradición conductista, propone que los patrones de
conducta son adquiridos, mantenidos o abandonados a partir de las consecuencias que esa
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conducta tenga para el individuo que la realiza. De este modo, las contingencias ambientales
determinarán, afirma Skinner, el comportamiento de los individuos:
− Si una conducta va seguida de una consecuencia recompensante, aumentará su
probabilidad de aparición en ese individuo −refuerzo positivo−.
− Si a una conducta sigue la reducción de una estimulación aversiva, también aumentará
su probabilidad de aparición en ese individuo −refuerzo negativo−.
− Si a una conducta que previamente había sido reforzada no sigue la recompensa
esperada, aumentará aún más su probabilidad de aparición, pero acabará extinguiéndose si esa
recompensa no aparece.
− Si a una conducta sigue la aparición de una estimulación aversiva, disminuirá su
probabilidad de aparición en ese individuo.
Estas contingencias ambientales pueden variar sus secuencias de ocurrencia, variando,
entonces, su efecto en la configuración de la conducta. La consecuencia de todo ello es que el
comportamiento humano será visto como una respuesta automática a las citadas contingencias
ambientales. El concepto de aprendizaje conductual es un pilar básico de la orientación
conductista; en Skinner, pero también en el primer conductismo watsoniano. El conductismoradical de Skinner, por otro lado, reduce las distancias cualitativas entre el ser humano y el
resto de especies animales. De hecho, la investigación experimental con animales fue práctica
habitual en el conductismo clásico y también en los modelos de condicionamiento operante de
Skinner.
Skinner defiende que no es posible estudiar los procesos internos −la mente−, ya que,
según su propuesta, no son susceptibles de ser observados ni verificados experimentalmente.
Es rasgo característico de su formulación el rechazo a las explicaciones mentalistas y, portanto, también a las variables internas que puedan tener presencia en el esquema estímulo-
respuesta. Así, desde su perspectiva, se considera que “conducta” es, estrictamente, lo
observable y que es sólo un producto de la interacción adaptativa con el ambiente. La
conducta social será resultado de contingencias de refuerzo acaecidas en el marco de las
relaciones entre individuos: por ejemplo, el lenguaje, como una modalidad de conducta social,
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se aprende por condicionamiento operante, como ocurre con cualquier otro comportamiento
(Skinner, 1957/1981b).
Si bien el conductismo original de Watson y el posterior de Skinner han tenido una
influencia más implícita que explícita en la historia de la psicología social, no ocurre igual
con las líneas de investigación neoconductistas. El término “neoconductismo” ha sido
aplicado al amplio y heterogéneo conjunto de investigadores que, siendo posteriores a los
primeros desarrollos de Watson, compartían una inspiración teórica y metodológica de base
conductista (Richelle, 1998). Por tanto, puede hablarse de Skinner como un “neoconductista”,
si se toma como referencia al “viejo” conductismo de Watson. No obstante, como veremos a
continuación, los modelos de condicionamiento operante de aquél difieren notablemente del
grueso de investigaciones neoconductistas, dado que muchas de ellas otorgan consideración a
las variables internas que intervienen en el esquema estímulo-respuesta. Es por ello que la
línea de condicionamiento operante de Skinner ha sido ubicada bajo el epígrafe de
“conductismo radical”.
Efectivamente, del neoconductismo sí puede decirse que aportó importantes
contribuciones a la psicología social y colaboró en la institucionalización de la disciplina.
Pionero de este neoconductismo en psicología es Edward Tolman y su idea de las variables
“intervinientes” dentro del esquema estímulo-respuesta. De esta forma, se toman las variables
“intervinientes” como constructos hipotéticos de carácter neurofisiológico, mediadores entre
la estimulación ambiental y la respuesta del individuo a ésta (Pedraja, Ruiz, Sánchez y De la
Casa, 1998). Es decir, se acepta lo mental en la medida en que pueda ser definido
operacionalmente y sin renunciar a las exigencias metodológicas prescritas. Esta propuesta es
rechazada por Skinner, quien se mantendrá firme en sus postulados antimentalistas, pese a que
su obra fue contemporánea de los desarrollos neoconductistas, así como también del
cognitivismo.
En los apartados siguientes desarrollaremos las principales aportaciones del
neoconductismo a la psicología social. Pero antes hay que mencionar que, como señala
Crespo (1995), aquella psicología social que se reclama conductista lo es de un modo
heterodoxo −o, en su caso, neoconductista−, pues recurre con frecuencia a conceptos
difícilmente compatibles con la filosofía del conductismo, como por ejemplo, a la presencia
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originalidad de la aportación de Bandura estriba en su propuesta para explicar el aprendizaje
social a partir del aprendizaje vicario: ocurre aprendizaje vicario cuando se adquiere una
conducta por haber observado a otros hacerla. El aprendizaje social, para Bandura, esresultado de la observación de la conducta de otros y de la observación de las consecuencias
que para ellos tienen tales conductas; no es necesario que las respuestas imitativas del
observador sean reforzadas ni realizadas abiertamente por éste durante la exposición al
modelo. El hecho de que la observación de las conductas de otras personas pueda estimular
comportamientos parecidos en los observadores, a través de la participación imaginaria en la
experiencia ajena, es lo que se ha denominado “condicionamiento vicario”.
En la teoría del aprendizaje social de Bandura se concibe el proceso de modelado como
la abstracción de las características generales de una conducta observada y la producción de:
una respuesta similar ante estímulos similares, una respuesta similar ante estímulos nuevos o,
incluso, una respuesta completamente nueva en la que se incluyen elementos de las conductas
observadas. Los modelos no necesariamente deben provenir de la realidad sino que pueden
proceder de la ficción, de los medios de comunicación,… El modelado, por otra parte, puede
servir tanto para reforzar como para inhibir ciertas respuestas conductuales.
Un campo en el que Albert Bandura aplicó sus conceptos fue el de la conducta agresiva.
Bandura (1973) comprueba que los niños aprenden la conducta agresiva de los adultos, de
otros niños o de los medios de comunicación, por medio de la observación y la imitación. Las
imágenes de la conducta del modelo se archivan en la memoria del observador y,
posteriormente, cuando se presente la ocasión oportuna, serán recuperadas en la realización
del acto agresivo. Si los modelos violentos obtienen recompensas sociales −reputación,
reconocimiento,…− como consecuencia de su conducta, la imitación será más probable. En
todo caso, si la conducta agresiva del observador no es reforzada cuando la ponga en práctica,
tenderá a extinguirse.
En general, los investigadores conductistas y neoconductistas han otorgado gran
importancia al papel del aprendizaje en la adquisición de las conductas agresivas, y no sólo a
través de la observación, sino también por medio del refuerzo. La tesis a este respecto ha sido
que el origen de muchos comportamientos agresivos está en las recompensas sociales −por
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ejemplo, elogio de los padres, respeto de los compañeros,…− que los niños han obtenido
como consecuencia de realizar tales conductas (Geen, 1990).
El modelo de aprendizaje social de Bandura reconoce que, aunque los estímulos
externos son los causantes de la conducta, sólo tendrán este papel en la medida en que sean
evaluados por la persona. Esta idea ofrece un modelo de ser humano alejado del
esquematismo estímulo-respuesta, al resaltar la iniciativa y capacidad transformadora de la
persona. Trabajos posteriores de Bandura ahondan en esta línea y suponen un abandono de
sus postulados más conductistas, para elaborar una nueva teoría que él denomina “cognitivo-
social”. Así, además de considerar la conducta y los acontecimientos ambientales, incluye
también los factores cognitivos y personales para explicar la adquisición de nuevas respuestas
o la modificación de las ya existentes (Bandura, 1986).
La noción de ser humano de Bandura incluye la idea de que persona, conducta y
ambiente constituyen los tres elementos que estructuran la actividad humana y que se influyen
mutuamente en un determinismo recíproco (Bandura y Walters, 1963/1990). Esta perspectiva,
en síntesis, distingue cinco capacidades de la persona para la interacción social:
− Capacidad simbólica: Da significados sociales a las experiencias vividas.
− Capacidad previsora: Confiere carácter propositivo a la conducta.
− Capacidad vicaria: Permite aprender la conducta observada.
− Capacidad autorreguladora: Dirige la conducta de acuerdo con los propios motivos y
evaluaciones.
− Capacidad autorreflexiva: Permite conocer y evaluar la eficacia autopercibida de las
propias acciones.
Las contribuciones neoconductistas: La comunicación persuasiva
La comunicación persuasiva es una de las áreas sobre las que el neoconductismo ha
ejercido un mayor influjo. Se trataba de estudiar cuál puede ser la eficacia de un mensaje de
carácter persuasivo, basándose en el hecho de que éstos tienen como finalidad cambiar las
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actitudes y las opiniones del receptor. Según este modelo, una comunicación tendrá eficacia
persuasiva cuando es capaz de estimular la motivación del receptor para aceptar la idea
propuesta. Las implicaciones del estudio de la persuasión son múltiples: educación, publicidad, política, religión, relaciones informales, campañas de salud,…
Desarrollada en la Universidad de Yale, esta línea de investigación originó, durante los
años cincuenta del siglo XX, numerosas investigaciones sobre el cambio de actitudes,
ostentando una especial relevancia los trabajos dirigidos por Carl Hovland sobre esta cuestión
(Hovland y Janis, 1959; Hovland, Janis y Kelley, 1953; Hovland, Lumdsdaine y Sheffield,
1949). Las investigaciones analizan el cambio actitudinal dentro de un contexto comunicativo
y en función de los incentivos que se anticipen, es decir, de lo que el receptor espera que le
pase si adopta una nueva actitud.
El objetivo del equipo de investigadores del grupo de Hovland fue determinar qué
características de la fuente comunicativa, del mensaje y del receptor hacen más fácil la
persuasión. Se pretende estudiar de qué manera se puede aumentar la influencia de la
comunicación que pretende ser persuasiva. Basándose en el análisis emisor-mensaje-receptor
se estudiaron experimentalmente un sinnúmero de variables que inciden en la persuasión:
características del emisor, rasgos del receptor, orden en la presentación de los argumentos,
argumentos racionales o emocionales en el mensaje, efectos de las comunicaciones que
provocan temor, efectos de las características del contexto de la comunicación persuasiva,…
Estas investigaciones permitían una clara traducción aplicada, en términos de incidencia sobre
aquellas variables que posibilitan cambios actitudinales en el receptor o receptores.
William McGuire es uno de los principales seguidores de esta prolífica línea e interpreta
el modelo de la comunicación persuasiva en base a los dos procesos que acontecen en el
receptor cuando es persuadido, esto es, la recepción del mensaje y la aceptación del mismo,
así como a la influencia que todos los elementos implicados en la comunicación persuasivaejercen sobre esos dos procesos (McGuire, 1968, 1985). Para que un mensaje tenga efectos
persuasivos ha de ser, en primer lugar, atendido, bien comprendido y retenido por el receptor
−factor recepción− y, en segundo lugar, ha de ser aceptado por éste. Si falla uno de los dos
factores, el cambio actitudinal será poco probable. McGuire investiga las relaciones de estos
dos factores con ciertas características individuales. Así, por ejemplo, las personas con escaso
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interés por el mundo que les rodea y aquéllas con menor nivel de inteligencia tendrán más
dificultades para la recepción de un mensaje contradictorio con sus actitudes previas.
Las contribuciones neoconductistas: El intercambio social
El punto que conecta entre sí las teorías del intercambio social desarrolladas en la
década de los cincuenta y los sesenta es su visión economicista de la interacción social. Por
ello el rótulo de “intercambio” social. El argumento cardinal de esta concepción, siguiendo la
propuesta precursora de Homans (1958), reside en la consideración de que las personas, en
sus relaciones sociales, realizan comparaciones y cálculos sobre costes y beneficios, con el fin
de mantener una relación social equilibrada y basada en el equilibrio entre ambos factores.
Qué se obtiene y qué se invierte −o se deja de ganar− en una relación social serán factores
configuradores de la motivación a establecer o a mantener tal relación. El intercambio alude a
todo tipo de relaciones sociales, sean éstas amorosas, familiares, amistosas, laborales,... La
propuesta de George Homans tiene la peculiaridad de que, además de asumir los presupuestos
básicos de la teoría conductista del aprendizaje, utiliza analogías de la economía y agrega
concepciones vinculadas a la noción de justicia, componiendo así un modelo de motivación
humana con un destacado ingrediente de cálculo racional.
El núcleo central de estas teorías fue explicar el intercambio social en base al interés particular que los actores de una interacción dada tienen por obtener beneficios de la misma;
beneficios, por otra parte, que son esperados por ellos (Morales, 1981). Pero el concepto
mismo de intercambio adquiere diferentes significados según las diferentes teorías, pues no
puede hablarse de una sola teoría del intercambio. La definición más amplia, basada en la
relación entre costes y beneficios, corresponde a Homans (1958), anteriormente mencionada.
A partir de ahí otros investigadores desarrollarán propuestas más específicas.
Thibaut y Kelley (1959) se centran en la interdependencia entre dos personas. El juicio
que una persona hace sobre lo beneficioso de una relación con otra depende de las
comparaciones efectuadas, según dos criterios: el nivel de comparación, alusivo a las
recompensas que la persona cree que puede conseguir/merecer en la vida social, y el nivel de
comparación de alternativas, referido a las opciones alternativas que esa persona percibe
como disponibles para ella.
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Por su parte, Blau (1964/1983) mantiene que no toda conducta de relación supondrá un
intercambio, sino que sólo se dará éste cuando las conductas relacionales buscan
intencionadamente unos resultados. Sostiene la importancia otorgada a los incentivos derecompensa, así como las analogías económicas, pero además incluye en su explicación la
influencia grupal en la definición de costes y beneficios, la búsqueda de aprobación social y el
deseo de diferenciación individual para obtener mayores recompensas de la relación.
Finalmente, hay que citar la teoría formulada por Adams (1965) conocida como teoría
de la equidad, la cual se relaciona con las propuestas de Festinger sobre la comparación social
y la disonancia cognitiva. Para Adams, en el intercambio social, las personas comparan y
evalúan la diferencia entre sus aportaciones y los resultados que obtienen. La percepción de
inequidad produce una tensión cognitiva y afectiva, ante la cual la persona tiene varias
alternativas: modificar sus aportaciones, distorsionar cognitivamente sus aportaciones o sus
resultados −cuando no sea posible mejorarlos−, intentar influir sobre otras personas para
conseguir equidad, cambiar el criterio de comparación o, por último, abandonar el campo de
comparación. La teoría de la equidad ha tenido aplicación, no sólo en el terreno de las
relaciones informales, sino también en la explicación de la motivación laboral.
Las contribuciones neoconductistas: Otras investigaciones
Existen otras líneas de investigación de interés para la psicología social que están
influidas por el conductismo y por el neoconductismo. Sumariamente, pueden mencionarse
los siguientes:
− Los trabajos de Osgood y Tannenbaum (1955) sobre los efectos de la incongruencia
que ocurre cuando alguien hacia el que se experimenta simpatía manifiesta actitudes de signo
contrario a las propias. Utilizando la técnica del diferencial semántico midieron la magnitud
de la incongruencia y trataron de predecir la dimensión del cambio actitudinal propio o del
cambio en la valoración hacia el otro.
− Las investigaciones de McClelland (1955/1989) que caracterizaron la motivación de
logro, un tipo de estructura motivacional orientada hacia la mejora de resultados en la vida
social y hacia la búsqueda de incentivos valiosos y desafiantes, pero realistas.
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− Los estudios de Zajonc (1965) acerca de la facilitación social, referidas a que la
presencia de otras personas facilita la producción de las respuestas dominantes aprendidas.
Así, la presencia de otros incrementará el rendimiento individual en tareas ya dominadas, pueslas respuestas dominantes son los aciertos, pero lo reducirá en tareas más complejas, pues las
respuestas dominantes serán los errores. También son relevantes los trabajos de Zajonc
(1968b) sobre el efecto de la mera exposición: la percepción de forma repetida de un estímulo
−por ejemplo, otra persona− incrementa la valoración positiva de ese estímulo, siempre que
no se parta de una actitud negativa previa.
− Las investigaciones sobre atracción interpersonal de Lott y Lott (1972), que ponen de
manifiesto que la atracción que una persona experimenta hacia otra se incrementará cuando de
la interacción con ésta se deriven consecuencias positivas para aquélla, y se reducirá en caso
contrario.
− Los trabajos de Berkowitz (1969) sobre la conducta agresiva, que revisan la teoría de
frustración-agresión de Dollard y Miller. Para Berkowitz la frustración no conduce
directamente a la puesta en marcha de una conducta agresiva, sino que lo hará a un
incremento del nivel de activación fisiológica del organismo, lo cual llevará o no a la
conducta agresiva, en función de la predisposición del individuo.
− Los desarrollos de la teoría de frustración-agresión en el estudio del conflicto
intergrupal. Gordon Allport explica que la agresividad contra miembros de un grupo social no
dominante puede ser causada por condiciones de frustración existentes en la vida de
individuos de un grupo social dominante: así, la agresividad provocada por la frustración se
desplazaría hacia personas del exogrupo, que se convierten, de este modo, en un chivo
expiatorio (Allport, 1954). A este respecto, Hovland y Sears (1940), en un estudio documental
sobre el periodo comprendido entre 1882 y 1930, ya habían comprobado que los
linchamientos de población afroamericana en las ciudades estadounidenses aumentabansignificativamente cuando las condiciones económicas eran menos benignas para los
empresarios blancos.
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comportamiento social. De este modo, en torno a los años cuarenta del siglo XX surge una
orientación que resultará decisiva para la consolidación y expansión de la psicología social.
Si bien la orientación guestaltista suscribe el método experimental, lo hará alejándose de
los presupuestos del conductismo, ya que, ante el elementarismo de éste, defiende una
concepción holística en la cual se contemplará la actividad constructiva del ser humano. De
este modo, mientras que el conductismo presupone una cierta pasividad del individuo, fruto
de las determinaciones ambientales, desde la orientación guestaltista, por el contrario, se
atribuye a la persona capacidad agente en su medio. Asimismo, la psicología experimental
guestaltista constituyó una oposición a la wundtiana: mientras que desde la propuesta de
Wundt lo que se busca son elementos sensoriales asociables y se intenta descomponer todo
fenómeno en sus aspectos elementales, para la Escuela de la Gestalt lo que hay son “todos
cualitativos” estructurados y significativos.
Para la orientación guestaltista la conciencia constituye un objeto de estudio, pero
tampoco a través de la introspección wundtiana, sino a partir del análisis fenomenológico, que
prioriza el interés por la experiencia inmediata, tal como se produce, y por las interpretaciones
del sujeto. Los datos de la conciencia son considerados totalidades cualitativas, autónomas y
determinantes. La investigación sobre la percepción de las formas visuales, realizada por la
orientación guestaltista, refleja un intento de encontrar entidades organizadas en la percepción
humana. Lo que se toman en consideración son los hechos tal y como son percibidos. Pero el
campo de investigación guestaltista, además de la percepción y la conciencia, incluye también
las motivaciones, las emociones y las necesidades de las personas, a diferencia de la
orientación cognitivista que, décadas más tarde, se olvidará del mundo afectivo y pondrá el
énfasis en el estudio de los mecanismos de procesamiento de la información.
Ibáñez (1990) establece tres factores que contribuyeron a la extensión y propagación de
la orientación guestaltista, hasta convertirse, después de la Segunda Guerra Mundial, en la preponderante en psicología social:
− La adscripción de la Escuela de la Gestalt a la tradición experimentalista.
− La defensa del carácter activo del ser humano y la primacía otorgada a la autonomía
personal, frente al esquematismo estímulo-respuesta del conductismo.
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− El énfasis puesto en la interpretación que hacen las propias personas de la realidad,
más que en la realidad misma.
En el marco de la orientación guestaltista en psicología social destaca, de manera
singular, la aportación de Kurt Lewin. Asimismo, las contribuciones de Fritz Heider, Leon
Festinger, Muzafer Sherif y Solomon Asch. Todas ellas serán desarrolladas en los apartados
subsiguientes, lo cual permitirá caracterizar la relevancia de esta orientación en la psicología
social.
Kurt Lewin
Si bien es cierto que la adscripción de Kurt Lewin a la orientación guestaltista esmanifiesta, también lo es que la temática de sus investigaciones lo convierte en un guestaltista
heterodoxo (Collier et alii, 1996; Sahakian, 1982). Este hecho ha supuesto que, a menudo, se
identifique una tradición lewiniana dentro de la tradición guestaltista en psicología social.
Quizás sea más adecuado conceptualizar a Lewin como guestaltista poco ortodoxo,
reconociendo así el hecho de que este investigador no aplica plenamente a la psicología social
todos los presupuestos del guestaltismo clásico en psicología (Garrido y Álvaro, 2007).
Lewin es uno de los principales artífices de la consolidación y generalización de los
estudios experimentales en psicología social. A través de su trabajo mostró que los fenómenos
sociales complejos podían ser llevados al laboratorio y estudiados experimentalmente. Sin
embargo, el modelo lewiniano de experimentación no fue el adoptado por la psicología social
estadounidense, sino que ésta favoreció el que las ciencias naturales recogieron de la física.
Lewin concebía como parte determinante del procedimiento experimental la interacción entre
experimentadores y participantes, por lo que, habitualmente, ésta aparecía especificada en el
procedimiento y en los informes para ser analizada. Por ejemplo, estableciendo sesiones de
feedback entre investigadores e investigados, que luego permitían completar los análisis de los
resultados experimentales (Garrido y Álvaro, 2007).
Lewin (1951/1988) considera imprescindible, para la realización de cualquier trabajo
científico, el recurso a la teoría. Desde su perspectiva, hacer uso de la teoría permite
trascender lo que sería una mera recolección o clasificación de hechos sin valor predictivo. La
teoría científica, para Lewin, se caracteriza por el análisis completo y en su totalidad de un
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hecho conocido. Estos análisis deben estar vinculados a los hechos observables, mediante
definiciones operacionales. El objetivo es obtener de ahí un concepto general verificable
experimentalmente.
Las tres grandes aportaciones de Lewin a la psicología social son la teoría del campo, la
dinámica de grupo y el planteamiento de investigación-acción. En las siguientes páginas
analizaremos estas tres contribuciones.
En la teoría del campo, Kurt Lewin nos presenta a la persona permanentemente inserta
en un campo de fuerzas psicológicas. El conce pto clave de esta teoría es el de “campo
psicológico” o “espacio vital”. Según Lewin, cualquier suceso psicológico, del tipo que sea,
es función del espacio vital de la persona, es decir, del conjunto de fuerzas interdependientes
formadas por el individuo y su entorno. Por lo tanto, para comprender el comportamiento de
una persona determinada, se deben considerar sus necesidades, sus metas, sus capacidades, su
percepción y su situación, aunque ningún factor será suficiente por separado. El espacio vital
está integrado, asimismo, por los acontecimientos pasados, presentes y futuros que puedan
ejercer su influencia; sin embargo, y pese a ello, cualquier conducta o cualquier cambio en un
campo psicológico depende, solamente, del estado de ese campo en ese momento. Esta noción
no implica desconsiderar la influencia de los acontecimientos no presentes; al contrario, el
campo pasado y el futuro constituyen dimensiones del campo presente, pero la conducta
dependerá sólo de cómo es en la actualidad el campo presente. El espacio vital, por otra parte,
abarca la totalidad de acontecimientos posibles −tanto explícitos como implícitos− que
determinan la conducta en un momento dado. Esto significa que existe una distinción entre la
realidad y la percepción personal de la realidad. La percepción puede ser correcta o
incorrecta, pero lo que la persona percibe es lo que determina su conducta (Lewin, 1948,
1951/1988).
Otros conceptos también relevantes en la explicación del campo psicológico son el defuerza −tendencia a actuar en una dirección específica−, valencia −la atracción positiva o
negativa hacia una dirección− y locomoción −traslado de una región psicológica a otra−.
La conducta, según Lewin, no está determinada solamente por las metas que el
individuo persigue, sino también por los obstáculos que encuentra. No puede planificarse la
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La segunda de las aportaciones de Lewin que vamos a analizar es la dinámica de grupo.
Bajo el impulso de Lewin, la psicología de los grupos vuelve a interesar de nuevo a los
psicólogos sociales. En su perspectiva, destaca el hecho de que el grupo interactivo presenta propiedades que no se encuentran en sus miembros tomados individualmente −de nuevo, el
“todo” es más que la suma de las partes−. Estas propiedades no dependen tanto de la similitud
entre los miembros del grupo, como de las relaciones de interdependencia entre éstos. El
grupo interactivo constituye una unidad dinámica en la que el cambio en cualquiera de sus
partes modifica siempre a las otras, de ahí su introducción del término “dinámica de grupo”,
que tanto éxito ha tenido en la psicología social.
La importancia del concepto lewiniano de grupo para la psicología social es señalada
por diversos autores. Así, Blanco et alii (2005) sugieren que el paso de la psicología
individual a la psicología social lo dio Lewin con su concepto de grupo. Por su parte, Turner
(1999) afirma que la idea lewiniana “el todo es superior a la suma de sus partes” ofrece una
base para una nueva perspectiva de la psicología grupal alejada del reduccionismo
individualista, pues implica que es verosímil que la interacción de grupo entre individuos
pueda producir procesos y productos psicológicos que son diferentes a la psicología del
individuo y, lo más importante, irreductibles a ella.
Además de la noción del grupo como totalidad dinámica, Fernández-Ríos (1989)
resume en cuatro las nociones relevantes de la teoría lewiniana sobre el grupo interactivo:
− El grupo constituye el marco de referencia del individuo y el terreno sobre el que se
sostiene.
− El grupo es un medio para que sus miembros se procuren necesidades físicas y
sociales.
− La dinámica del grupo siempre ejerce un impacto sobre los individuos que lo
constituyen.
− El grupo es un elemento del espacio vital de la persona.
Lewin realizó investigaciones sobre diferentes procesos grupales −liderazgo,
comunicación, toma de decisiones,…−, tanto en laboratorio como en contextos naturales y
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actividad de los individuos y los grupos. Es decir, lo que Lewin propone es contextualizar los
problemas sociales dentro de la realidad social en la que surgen.
El interés de Kurt Lewin es, pues, realizar investigaciones socialmente relevantes que
conduzcan a resultados que puedan ser utilizados para la mejora de la vida social. El modelo
de investigación-acción propugnado por Lewin entiende que la investigación no se reduce a
una teoría y a su consecuente aplicación práctica, sino que ambas, teoría y praxis, se integran
en un mismo y único proceso. Este modelo de investigación-acción combina e integra la
teoría y la praxis, a lo largo del tiempo y en diferentes grados: los conocimientos teóricos
sobre la vida social se construyen al mismo tiempo que se interviene sobre los sistemas
sociales para intentar comprenderlos y mejorarlos. De ahí que la separación entre ciencia
básica y ciencia aplicada no tenga sentido para Lewin, pues entiende que se trata de dos
dimensiones de un mismo proceso. Su posición epistemológica representa, en definitiva, un
intento por reconciliar la teoría y la praxis en la investigación psicosocial.
La idea lewiniana de investigación-acción tuvo enorme influencia en la metodología de
investigación-acción participativa desarrollada años más tarde en el campo de la psicología
social aplicada. Tal planteamiento participativo busca la implicación de las personas objeto de
intervención −en contextos vecinales, organizacionales, educativos,…−, tanto en la
investigación como en la acción, con el fin de afrontar los problemas conjuntamente entre la
comunidad afectada y los investigadores. Esta característica, que hace de los participantes los
agentes activos del cambio social, es asumida totalmente por la psicología comunitaria actual
(Montenegro, 2004a; Sánchez-Vidal, 2007).
Fritz Heider
En la introducción de su obra “Psicología de las relaciones interpersonales”, Heider
(1958) señala cómo la teoría del campo de Lewin influyó en la formulación de su teoría de las
relaciones interpersonales. La premisa de la que parte Heider es la de considerar a las
personas como si fuesen científicos “ingenuos” que establecen conexiones entre causas no
observables y conductas observables, referidas a la vida cotidiana. La idea que guía su estudio
de las relaciones interpersonales es que las personas analizan las acciones que observan o que
conocen de sus semejantes, con el fin de encontrar en ellas una coherencia y un orden, de
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forma parecida a lo que hacen los científicos, y de esta manera intentan predecir tales
acciones y enjuiciar sus causas. La cuestión que se propone explicar Heider es cómo se usa el
sentido común para discernir el significado de los acontecimientos de la vida cotidiana. Este paralelismo trazado entre la forma de operar del sentido común y la forma de hacer del
conocimiento científico le conduce a hablar de una “psicología ingenua” en la mente del
conocedor social cotidiano.
Heider fue, de hecho, el primer investigador que abordó el estudio del proceso de
atribución causal en las relaciones interpersonales (Morales, 1999b). La tesis que sostiene es
que, en las situaciones de relación interpersonal no sólo se produce una interacción
comunicativa y conductual sino que, entre los implicados en la relación, también se dan
percepciones de atribución causal, a partir de las cuales se realizan interpretaciones sobre las
acciones de los otros. La teoría de la atribución se refiere, pues, a la percepción que las
personas tienen respecto a la causalidad del comportamiento social o, dicho de otra manera, al
análisis “ingenuo” que éstas hacen para establecer asociaciones entre los comportamientos
observables y las causas inobservables. Heider (1958) señala que las personas pueden asociar
dos tipos de causas a los comportamientos: causas internas o personales, tales como
intencionalidad, capacidad, responsabilidad o deseo; y causas externas o ambientales, tales
como circunstancias, azar o características de la actividad.
El juicio que, finalmente, se realiza sobre las causas de la conducta observada
dependerá de la interpretación que el observador haga de una serie de parámetros acerca del
actor y de su acción: la capacidad del actor para producir tal conducta, su motivación para
hacerlo, la naturaleza de su implicación en la acción o la naturaleza de la misma acción,
incluyendo, en su caso, su dificultad.
Pero lo verdaderamente relevante de un proceso de atribución causal es que el perceptor
cree que el juicio que extrae sobre otro individuo es “verdadero”, con independencia de que secorrespondiera o no con la realidad. De hecho, Heider (1958) propone que la tendencia
mayoritaria es atribuir los comportamientos ajenos a causas internas, como consecuencia de
que las personas consideran que sus semejantes poseen características bastante invariantes y
son casi siempre responsables causales de sus propias conductas. Es ése uno de los puntos
centrales de interés en la teoría de la atribución de Heider: el hecho es que las conductas que
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se perciben como intencionales y aquéllas que resultan desconfirmadoras de las expectativas
del perceptor son las que generan más atribuciones en éste y son, precisamente, las que le
aportan datos para extraer rasgos subyacentes estables acerca del actor (Moya y Expósito,2007).
La aportación de Heider no se circunscribe sólo a la teoría de la atribución. Otros
intereses le conducen a reflexionar sobre las condiciones y efectos del equilibrio entre los
fenómenos cognitivos y los afectivos, elaborando una teoría del equilibrio cognitivo que
menciona que el proceso de atribución depende también de la necesidad de evitar el
desequilibrio cognitivo. Heider (1958) explica que los individuos buscan una coherencia entre
las actitudes que mantienen hacia los otros, así como entre las actitudes que, en general,
mantienen hacia los hechos de su entorno. Cuando una persona percibe un desequilibrio en
sus actitudes, tenderá a modificarlas para evitar tal desequilibrio o a reequilibrar
cognitivamente la situación. Así, por ejemplo, si una persona percibe que alguien por el que
siente simpatía manifiesta una opinión muy divergente a la suya en un tema relevante, se
producirá un desequilibrio que podrá solucionar modificando las propias percepciones hacia
el otro o intentando cambiar el punto de vista de ese otro. Existirá un estado de armonía o
equilibrio cuando las entidades ligadas son todas positivas o son todas negativas. Si dos
entidades que están estrechamente relacionadas tienen signo diferente, resultará un estado dedesarmonía o tensión.
Tanto la teoría de la atribución de Heider como la teoría del equilibro han sido muy
influyentes en la psicología social posterior. De la teoría de la atribución derivan la teoría de
las inferencias correspondientes, formulada por Jones y Davis (1965), y la teoría de la
covariación y configuración de Kelley (1967), que revisaremos en el apartado dedicado a la
orientación cognitivista. La teoría del equilibrio cognitivo influye, asimismo, en otros
investigadores contemporáneos de inspiración guestaltista: la teoría de la disonancia cognitiva
de Festinger (1957/1975), de la que nos ocuparemos posteriormente, recibe el influjo de las
investigaciones de Heider sobre el equilibrio.
Muy cercana a las propuestas de Heider se encuentra la teoría de la presión a la simetría
de Newcomb (1953), investigador también de influencia lewiniana. Según Newcomb, las
personas que interaccionan viven en un mundo de objetos comunes −personas, cosas,…−
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hacia los cuales desarrollan actitudes positivas o negativas. Si las personas se sienten
mutuamente atraídas y tienen actitudes similares hacia terceros objetos, aparecerá un estado
de equilibrio. Así, la atracción mutua, será más marcada entre individuos que mantienenactitudes y creencias similares.
Leon Festinger
Es indudable que las aportaciones de Leon Festinger, discípulo de Lewin, han tenido un
extraordinario impacto en la psicología social. Destacaremos tres de sus contribuciones
fundamentales y estrechamente interrelacionadas entre sí: la teoría de la comunicación social
informal, la teoría de la comparación social y la teoría de la disonancia cognitiva.
La teoría de la comunicación social informal (Festinger, Schachter y Back, 1950;
Festinger y Thibaut, 1951) sostiene que los miembros de un grupo interactivo tienden a
relacionarse mutuamente de manera instrumental, esto es, persiguiendo alguna finalidad en la
situación grupal. Las interacciones intragrupales, por otra parte, tienden al consenso y a la
uniformidad. El consenso del grupo facilitará que cada miembro se sienta seguro de sus
opiniones o creencias. Igualmente, para alcanzar los objetivos grupales, se requerirá una cierta
uniformización de la acción, y ésta, a su vez, requerirá comunicación. La comunicación y la
cohesión grupal son dos variables que guardan una relación muy estrecha. Además, ensituaciones de amenaza a la cohesión, la comunicación se dirigirá, particularmente, hacia la
minoría divergente, sobre todo si es percibida como factible de ser persuadida. El discrepante
puede resistirse a las presiones, sobre todo si sus opiniones reflejan necesidades personales
importantes o encuentran referente en otros grupos. Ante esta resistencia, podrán aparecer
comportamientos de rechazo por parte del grupo o amenaza de exclusión. Si la discrepancia
continúa en aumento, el grupo tenderá a romperse o a prescindir del miembro discrepante,
según sean la importancia del tema y la cohesión del grupo. Claramente, a mayor cohesión
habrá mayor facilidad para prescindir del discrepante.
Un desarrollo de la teoría de la comunicación social informal lo constituye la teoría de
la comparación social (Festinger, 1954). El presupuesto fundamental es que la persona
necesita conocer si sus opiniones, creencias, actuaciones y aptitudes son adecuadas. Para ello,
tiende a compararlas con la realidad social −otras personas o su grupo−. La tendencia es
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realizar comparaciones con aquéllos cuyas actitudes y aptitudes se perciben como más
atractivas, más similares o más próximas. La consecuencia es que si la persona percibe que
sus actitudes o aptitudes están muy alejadas del modelo de comparación, intentarámodificarlas para asemejarse más a los otros, o bien intentará transformar las de los demás
−por ejemplo, su forma de pensar−. Una tercera vía es sentir menor atracción por las
situaciones disímiles y dejar de compararse con un determinado grupo.
Una de las aplicaciones de la teoría de la comparación social es la realizada por
Schachter (1966) en el ámbito de estudio de las emociones y la formación de grupos
informales. Schachter mostrará la tendencia de las personas a asociarse con otras que estén
pasando por una experiencia similar, tendencia que se ve incrementada si existe ansiedad.
Como ocurría con las actitudes y aptitudes, la persona también tiene la necesidad de comparar
sus emociones y valorar la compatibilidad de éstas con las que expresen otras personas en
situaciones similares.
Partiendo de los supuestos generales de Lewin y conociendo las investigaciones de
Heider sobre el equilibrio cognitivo, Festinger (1957/1975) elaboró la teoría de la disonancia
cognitiva, que ha sido extraordinariamente influyente en la psicología y en la psicología
social, además de haber dominado, durante mucho tiempo, en el campo de los trabajos
psicosociales sobre actitudes.
El núcleo de la teoría de la disonancia cognitiva, fiel a la tradición guestaltista, está
conformado por la siguiente idea: la dinámica de relaciones entre los distintos elementos
cognitivos en una persona −creencias, valores, actitudes, posicionamientos opinables,…−
viene determinada por la necesidad subjetiva de organizarse en un todo coherente. La
disonancia aparece cuando se dan dos elementos cognitivos −que sean relevantes− opuestos
entre sí o incompatibles, y la persona deberá elegir entre ambos, pues su presencia
contradictoria crea tensión psicológica −por ejemplo, “sé que fumar me perjudica” y “megusta fumar”; por ejemplo, “me atrae tal persona” y “sus convicciones son incompatibles con
las mías”−. De este modo, las personas intentarán reducir al mínimo la disonancia cognitiva,
pues la inconsistencia resulta incómoda, y, consecuentemente, intentarán lograr la máxima
consonancia posible.
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La teoría de la disonancia cognitiva asume el supuesto de que las personas, en su
comportamiento y en su pensamiento, prefieren la consistencia a la inconsistencia y, a partir
de ello, pretende Festinger producir predicciones que pongan de manifiesto la medida en quelos individuos resolverán las inconsistencias. Como señalan Collier et alii (1996), uno de los
aspectos relevantes de esta teoría es el modelo de persona que presenta y cómo se entiende la
vinculación de ésta con las situaciones: mientras que la teoría del equilibrio cognitivo de
Heider se deriva de una “psicología ingenua” basada en el sentido común, la teoría de la
disonancia cognitiva describe a las personas no tanto como racionales sino como
racionalizadoras. En efecto, Festinger describe cómo las personas, a menudo, piensan y
actúan de forma que no parece plausible, razonable o congruente, por lo que se verán
obligadas a hacer ejercicios de racionalización en su mente para reducir una autopercepciónde incongruencia.
La teoría de Festinger (1957/1975) condensa en cuatro las posibles fuentes de
disonancia: las informaciones recibidas que son discrepantes con las propias convicciones o
deseos; las expectativas frustradas, es decir, la propia conducta contradice lo esperado; la
adhesión forzada, esto es, la realización de comportamientos o manifestación de opiniones no
elegidos libremente; y los efectos posteriores a una toma de decisiones incierta o a una
elección entre alternativas, lo cual supone racionalizar el comportamiento ya realizado. Lamagnitud de la disonancia y la motivación para reducirla estarán en función de la importancia
que la persona dé a los elementos incongruentes y del número de relaciones disonantes. En
cuanto al número de éstas, aunque la teoría se centra en díadas de elementos −“me gusta
fumar” versus “fumar me perjudica”; “soy amigo de Luis” versus “las ideas de Luis son
incompatibles con las mías”−, cada elemento de la díada suele implicar un conjunto más
amplio de creencias relacionadas, alusivas a cómo son y qué significan esos elementos.
La disonancia cognitiva creará tensión psicológica, por lo que el individuo estará
motivado a reducirla de alguna de estas maneras: modificando uno de los elementos
implicados −“dejo de fumar”; “dejo de ver a Luis”−, añadiendo otros nuevos −“no será tan
malo el tabaco si hay médicos que fuman”− o reduciendo la importancia de los elementos
discordantes −“las ideas políticas no importan cuando la amistad es buena”−. Pero los
elementos cognitivos implicados en la disonancia no siempre serán igual de susceptibles a la
modificación. Así, las cogniciones que se refieren al comportamiento −“soy amigo de Luis”;
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“yo fumo”− y las que se refieren a los sentimientos −“me gusta tener amigos como Luis”;
“me gusta fumar”− son más factibles de modificar que las que se refieren a acontecimientos
del ambiente −“Luis tiene ideas políticas contradictorias con las mías”; “el tabaco perjudica”−. Por ello, será más probable que se intente modificar las relativas al
comportamiento y a los sentimientos. Otra opción será distorsionar cognitivamente la
importancia de lo discordante o, incluso, introducir nuevos elementos que reduzcan la
relación disonante. Todo ello tiene una especial trascendencia en el proceso de formación y
modificación de actitudes: cambiar elementos reduce la contradicción, pero añadir otros
nuevos, buscando información adicional, proporciona un peso añadido a uno u otro de los
elementos de la díada discordante, que podrá quedar fortalecido en las actitudes de la persona.
Un aspecto que Festinger (1957/1975) desarrolla en la teoría de la disonancia, y que ya
había sido sugerido por Lewin (1951/1988), es que la toma de decisiones para reducir la
disonancia puede generar nueva disonancia o incrementar la que ya existía. En efecto, cuando
una persona ha hecho una elección para reducir la disonancia del estado previo, se puede
encontrar con un nuevo estado disonante, en relación al atractivo de las opciones elegidas.
Ante esta situación, puede revocar la decisión tomada o modificar sus cogniciones. En
algunos estudios posteriores, como los realizados por Brehm y Cohen (1962), se comprueba
que la disonancia puede aparecer en situaciones de elección libre entre opciones, siendo lamagnitud de la disonancia proporcional al atractivo de la alternativa rechazada y a la
importancia que tenga la elección.
De las situaciones corrientes de la vida social en las cuales puede aparecer disonancia,
las que mayor volumen de investigación han generado son, entre otras, la toma de decisiones,
la obediencia forzada, los desenlaces imprevistos, los efectos posteriores a la decisión, las
transgresiones morales y la recepción de información discrepante con las propias
convicciones (López-Sáez, 1999, 2007a).
Concretamente, en el tema de la obediencia o la decisión forzada, Festinger y Carlsmith
(1959) en sus experimentos, ya clásicos, sobre “complacencia inducida” mostraron que
cuando un individuo es obligado a realizar una conducta contraria a sus creencias,
experimentará más disonancia cuanto menor sea la recompensa recibida por realizarlo: ante
una recompensa pequeña estará más motivado a modificar sus actitudes en la dirección que
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halle consonancia con la conducta que es forzado a realizar, mientras que ante una
recompensa elevada poseerá una justificación suficiente para no cambiar sus ideas en la
dirección de su conducta contraactitudinal. Lo que sucede es que la persona que no reciba unarecompensa significativa no dispondrá de justificación y será más probable que intente
cambiar sus creencias para que estén de acuerdo con su conducta realizada y, de esta manera,
eliminar la tensión o incomodidad de la disonancia. Sin embargo, en investigaciones
posteriores, como la de Simon, Greenberg y Brehm (1995) se comprueba que cuando la
actitud de partida es firme y el sujeto se da cuenta de su importancia, el cambio actitudinal es
difícil, utilizándose, en situaciones contraactitudinales, la trivialización de la conducta como
mecanismo para reducir disonancia, pero con poca probabilidad para el cambio de actitudes.
La teoría de la disonancia cognitiva fue decisiva para abrir el camino hacia el estudio de
los procesos cognitivos en la psicología social (Turner, 1999). Sin embargo, ha recibido
críticas por la noción de ser humano que plantea Festinger. Para Rodríguez-Pérez (1993) la
teoría de la disonancia cognitiva presenta a un ser que funciona, por sí solo, como un
microsistema con capacidad reducida para tratar información, interesado sólo por un número
limitado de objetos simbólicos, generalmente incoherentes, conflictivos o contradictorios.
Esto significa, según Rodríguez-Pérez, que estamos ante un ser socialmente aislado y
dominado por sus propias pasiones, pues son éstas las que deciden el sentido del cambio querestaurará la coherencia; un ser que vive al margen de la cultura y de los grupos sociales y,
por tanto, al margen de aquello que configura las creencias, que, precisamente, son el objeto
de su debate cognitivo.
Muzafer Sherif
Las investigaciones realizadas por Muzafer Sherif constituyen otro punto de referencia
fundamental en la historia de la psicología social, especialmente por su aplicación de los
principios guestaltistas al estudio de procesos intragrupales e intergrupales. El estudio de lasrelaciones entre la percepción y el comportamiento en grupo representa el núcleo de sus
trabajos. Sherif se aleja de la perspectiva individualista y psicologista, pues mantiene que en
la percepción de la realidad se producen modificaciones cuando los individuos perceptores se
encuentran en una situación en la que se identifican con un grupo o una categoría social.
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Según Sherif, la mente del individuo se modifica en estas situaciones y se crean, en ese
contexto, una serie de productos colectivos que, posteriormente, se interiorizan.
Partiendo de los presupuestos de la Escuela de la Gestalt y de Lewin, Sherif sostiene
que cuando las personas interaccionan funcionan como un todo, construyéndose nuevas
propiedades que no se corresponden con la suma de las propiedades aisladas de los individuos
conformantes de ese todo. El grupo interactivo y el grupo social funcionan globalmente, como
una totalidad, modificando, a su vez, las reacciones individuales. La experiencia y la conducta
individual no pueden entenderse sin las influencias de los grupos y de la cultura que los rodea.
Para Sherif, el campo de la psicología social está constituido por el estudio de la interacción
que se produce entre los ámbitos individual, grupal y cultural en la formación de cualquier
experiencia y conducta particular. Como ha señalado Blanco (1988), Sherif entiende que la
interacción no es simplemente un instrumento de comunicación interpersonal, sino que es el
soporte del grupo y la razón fundamental de las normas y significados sociales.
El grueso de los trabajos de Sherif se centra en el estudio de la formación de normas
sociales en grupos y en cómo éstas son estandarizadas e interiorizadas. Uno de sus
experimentos más conocidos es el del efecto autocinético (Sherif, 1936/1966). Se trata de una
ilusión óptica que aparece cuando un estímulo visual no tiene esquema de referencia: por
ejemplo, un punto luminoso fijo en sala oscura puede dar la apariencia de movimiento. Una
situación ambigua como ésta es presentada a los sujetos experimentales para que emitan su
juicio individual o colectivamente. El punto luminoso, en efecto, está fijo y así se mantiene,
pero produce en el espectador la ilusión de que se está moviendo. Al principio, los juicios
individuales divergían entre ellos, pues las personas tendían a establecer subjetivamente una
especie de norma personal que les servía de marco de referencia. Pero cuando la situación se
daba en grupo, emergían unas normas compartidas, como consecuencia de la interacción, que,
una vez incorporadas, actuaban también como un marco de referencia para los individuos y
que se mantienen cuando éstos vuelven a hallarse solos. De ello deduce Sherif que las
percepciones de la realidad dependen o están en función de los grupos a los cuales se
pertenece. Los procesos psicológicos implicados en el establecimiento de las normas sociales
son considerados por Sherif como una extensión al campo social de un proceso psicológico
básico de tipo perceptivo, aquél que sostiene que la experiencia individual se organiza y se
modifica por marcos de referencia que actúan en las situaciones estimulares.
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Es necesario hacer también mención a las investigaciones de Muzafer Sherif sobre las
relaciones intergrupales y, especialmente, sobre el conflicto intergrupal, que dieron forma a la
teoría del conflicto realista. Desarrolla la tesis de que cuando un grupo social se encuentra encompetición con otro, aumenta la solidaridad intragrupal, al tiempo que se desarrollan
prejuicios hacia el otro grupo. Una de las conclusiones más interesantes de estos trabajos es
que pueden superarse situaciones de enfrentamiento y conflictividad intergrupal a partir del
establecimiento de objetivos comunes, para los cuales se necesite la cooperación de los dos
grupos previamente enfrentados. Sherif y Sherif (1953) realizan estudios con grupos creados
ex profeso de adolescentes en campamentos de vacaciones. Allí, primero provocan y después
resuelven una situación de conflicto intergrupal, mediante la manipulación experimental de
los objetivos de dos grupos de jóvenes. Cuando a los grupos se les planteaba metasmutuamente incompatibles, estallaba el conflicto, la hostilidad, el prejuicio y la estereotipia
negativa. Cuando se planteaban metas mutuamente deseadas y sólo alcanzables mediante la
cooper ación −metas “supraordenadas”−, se reducía el conflicto y sus correlatos psicosociales
y conductuales. La creación y reducción del conflicto intergrupal fueron demasiado
generalizadas y dependientes de factores grupales, como para poder ser atribuidas tan sólo a
predisposiciones individuales.
Muzafer Sherif, en colaboración con Carl Hovland, también abordó la investigación dela comunicación persuasiva. La teoría del juicio social (Sherif y Hovland, 1961) remite al
estudio de la persistencia y cambio de actitudes explicados a partir de procesos perceptivos. El
argumento central es que toda actitud incluye un juicio implícito −anclado en la propia actitud
y, por consiguiente, sesgado− acerca de si una comunicación contraactitudinal es o no es
aceptable. Es decir, el mantenimiento de una actitud incluye, en ella misma, el juicio sobre
qué argumentos contraactitudinales pueden ser aceptables o son directamente rechazables.
Existen unas áreas de aceptación, de indiferencia y de rechazo en relación al cambio de
actitudes. Si la comunicación persuasiva entra en las áreas de aceptación del receptor, sereducirán las diferencias entre la actitud previa y la propuesta. Por el contrario, si la
comunicación entra en el área de rechazo, las diferencias entre ambas serán resaltadas o
aumentadas debido a su contraste. La dinámica entre estas áreas depende de la implicación o
compromiso del receptor con las ideas en juego: en la medida en que aumenta la implicación,
aumenta el área de rechazo. Las aplicaciones que se derivan de todo ello, parecen claras: para
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mayoría: sólo la uniformidad mayoritaria producía el cambio en las respuestas del sujeto
aislado.
Un aspecto interesante y distintivo de la situación experimental creada por Asch es la
presencia de un conflicto entre los miembros del grupo. En efecto, los estudios de Sherif
−efecto autocinético− sobre la formación de normas se basaban en la convergencia de
respuestas individuales, sin embargo, en los trabajos de Asch los sujetos experimentales se
veían obligados a elegir entre sus propios juicios y los juicios consensuados −aunque,
erróneos− de la mayoría. La situación estaba diseñada para medir el grado en que las personas
aceptan las presiones de conformidad, aun teniendo el conocimiento evidente de que el grupo
está equivocado. Asch, a diferencia de Sherif, no trabaja sobre la base de la ambigüedad
perceptiva como requisito para que haya conformidad, sino que el centro de interés de sus
investigaciones es la presión social que el grupo ejerce en situaciones fácilmente resolubles
desde el criterio propio. También resulta innovadora su conceptualización de la influencia
como un conflicto cognitivo (Munné 1989).
La explicación más plausible para las situaciones de conformidad normativa que se
producen en la vida real gira en torno a dos conceptos: influencia informativa e influencia
normativa (Fernández-Dols, 1989). El primero se refiere a que la unanimidad de la mayoría
sugiere a las personas que el juicio mayoritario sea el acertado y cercano a la realidad. El
segundo −el que más probablemente operaba en los experimentos de Asch− hace referencia al
temor a la desaprobación social: actúa el deseo de no ser visto como diferente por los demás
miembros del grupo.
A partir de los trabajos de Sherif y de Asch sobre influencia social, surgieron numerosas
líneas de investigación. Entre ellas, destacan los conocidos experimentos de Stanley Milgram
sobre obediencia a una autoridad inmoral (Milgram, 1974). En estos experimentos, Milgram
demuestra que un porcentaje muy elevado de sujetos con características sociológicas mediasson capaces de torturar a un desconocido, siguiendo órdenes asertivas, aunque no coactivas,
de una figura de autoridad −en este caso, un supuesto profesor universitario que,
supuestamente, investiga los efectos del castigo en el aprendizaje−. La situación de castigo es,
desde luego, ficticia, aunque eso no es conocido por los sujetos experimentales, que piensan
que están causando daños reales −fuertes descargas eléctricas− a un sujeto que se equivoca en
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una tarea de memorización de palabras. Según señala López-Sáez (2007b), en diferentes
replicaciones del experimento de Milgram, han llegado a obtenerse porcentajes del 90% de
sujetos experimentales que, aun creyendo que estaban torturando a otra persona, seguían lasórdenes de la autoridad, lo cual pone de manifiesto que se trata de un comportamiento
determinado por procesos de influencia social más que por causas individuales.
La orientación cognitivista
Munné (1989) señala cinco supuestos básicos que se desprenden de la
conceptualización del cognitivismo:
− La persona es procesadora activa de información e interpretadora de la realidad.
− La interpretación de un estímulo depende tanto de las características de éste como de
las expectativas del perceptor, así como de sus pautas de comparación.
− La persona intenta organizar su experiencia y esta organización implica tanto una
selección como una simplificación de sus contenidos mentales y de la realidad circundante.
− La organización mental de la realidad tiene como función proporcionar una guía para
la acción y una base para la predicción.
− Lo anterior es aplicable tanto al comportamiento social como al no social.
La noción de ser humano que presenta el cognitivismo fue uno de los motivos que
ayudó a su gran auge dentro de la psicología estadounidense, desde los años sesenta del
pasado siglo. El hecho es que tanto el psicoanálisis como el conductismo, pese a sus grandes
discrepancias, presentaban ambos unas nociones que, implícitamente y aun sin pretenderlo,
dejaban entrever dudas sobre algunos de los valores fundacionales de los Estados Unidos,
tales como el libre albedrío, la preeminencia del raciocinio o la capacidad de elección. Las
propuestas cognitivistas, por el contrario, permitían mantener explícitamente a salvo estos
valores que legitiman el individualismo ideológico.
Algunos autores han considerado a la Escuela de la Gestalt como precursora de la
orientación cognitivista. Así, encontramos propuestas, como la de Ibáñez (2003), que
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enmarcan a las teorías guestaltistas en psicología social dentro de las cognitivistas, tal y como
aparece también reflejado en diferentes ediciones de “The handbook of social psychology”,
como es el caso del capítulo de Zajonc (1968a), el de Markus y Zajonc (1985) y, másrecientemente, el capítulo de Taylor (1998). Por su parte, Rodríguez-Pérez (1998) establece
una distinción entre dos psicologías cognitivistas: una inspirada en las teorías del
procesamiento de la información y otra que es resultado de la evolución de los planteamientos
guestaltistas. A pesar de estas afinidades entre la concepción de la Gestalt y la psicología
cognitivista, entendemos, como hacen, entre otros, Garrido y Álvaro (2007), que la génesis de
los presupuestos de la cognición social debe buscarse en las teorías del procesamiento de la
información, algo que le es único e indispensable a la psicología social cognitivista para
entender su desarrollo.
Parece claro que la orientación cognitivista es el enfoque dominante en psicología social
desde, al menos, los años setenta del siglo XX (Collier et alii, 1996; Ibáñez, 1990; Jiménez-
Burillo, 1986; Rodríguez-Pérez y Betancor, 2007; Sabucedo, D’Adamo y García-Beaudoux,
1997; Turner, 1999). Por ello, Markus y Zajonc (1985) afirman que el cognitivismo se quedó
sin “competidores”, puesto que se dio, por parte de algunas de las teorías antiguamente
conductistas o guestaltistas, una reconceptualización de sus términos en dirección al
cognitivismo. Según Markus y Zajonc, la psicología social de los años cincuenta y sesenta secaracterizó por una diversidad de enfoques: algunas investigaciones se encuadraban en el
esquema conductista de estímulo-respuesta, otras en la teoría del campo lewiniana y la teoría
de la Gestalt , otras salían del neoconductismo para acercarse al cognitivismo y otras se
conceptualizaban decididamente ya en términos cognitivistas. Esta diversidad se resolvió con
un desenlace favorable para las teorías de la cognición social. El cambio habido desde
entonces, afirman Markus y Zajonc, es de proporciones revolucionarias, empujando al grueso
de los investigadores a contemplar los fenómenos psicosociales desde la perspectiva de la
cognición social.
Sin embargo, existen diferentes opiniones y controversias con respecto a algunos
aspectos de esta orientación. Algunos autores sostienen que el cognitivismo constituye una
revolución intradisciplinaria de la psicología, que se ha deslizado, posteriormente, a la
psicología social, convirtiendo a ésta en cognitivista (Graumann y Sommer, 1984). En ese
sentido, la psicología social perdería señas de identidad en favor de la psicología
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individualista. Otros mantienen que la psicología social ha sido siempre, en el fondo,
cognitiva (Fiske y Taylor, 1991; Zajonc, 1980). Pero otros, como Páez, Marques e Insúa
(1994) matizan que, aunque la psicología social siempre se interesó por los procesos mentalesque implican conocimiento de la realidad social, el auge cognitivista de los años sesenta del
siglo XX hizo que este interés se reorientara hacia la comprensión de la mecánica de los
procesos cognitivos, en detrimento de sus contenidos.
Ya en la psicología wundtiana se planteaba la existencia de categorías mentales, pero la
diferencia aportada por la perspectiva cognitivista actual radica en la forma de acercarse a la
mente para estudiar el comportamiento de las personas. Como nos recuerdan Garrido y
Álvaro (2007), esta forma de acercarse a lo mental consiste, básicamente, en aplicar la
metáfora de la mente como un ordenador y aplicar análogamente todo el andamiaje procesual
de las ciencias computacionales.
Si bien, como hemos mencionado −y como veremos a lo largo de este apartado−
identificar la presencia de la orientación cognitivista en psicología social constituye un asunto
problemático, sí es más sencillo ponerla en relación con las otras dos grandes orientaciones
teóricas que hemos expuesto en los apartados precedentes y de las cuales depende el
cognitivismo: ya sea para distanciarse abiertamente, en el caso del conductismo, ya sea para
encontrar apoyos, en el caso del guestaltismo.
Cognitivismo, conductismo y guestaltismo
El libro de George Miller “El mágico número siete más menos dos: algunos límites de
nuestra capacidad para procesar información”, aparecido en 1956, suele ser considerado como
el primer punto de inflexión para entender el cambio de paradigma experimentado en la
psicología en dirección hacia el cognitivismo y alejándose del conductismo. Cuatro años más
tarde, el propio George Miller, Eugene Galanter y Karl Pribram firman “Planes y estructura
de la conducta”, otro texto fundamental en el mismo sentido. Ya en 1967, Ulric Neiss