3.b -teorias en psicologia social

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    LAS ORIENTACIONES TEÓRICAS EN PSICOLOGÍA

    SOCIAL

    Se han propuesto diferentes clasificaciones para sistematizar las principales líneas

    teóricas en la historia de la psicología social (Blanco, 1988; Deutsch y Krauss, 1988; Garrido

    y Álvaro, 2007; Ibáñez, 1990; Moscovici, 1984; Munné, 1989). En todas estas clasificaciones

    hay elementos comunes −dado que las orientaciones teóricas están suficiente caracterizadas

     para ser contempladas en agrupaciones coherentes−, pero también elementos diferenciales

    −pues no siempre hay consenso entre los historiadores de la disciplina a la hora de clasificar

    ciertas situaciones limítrofes−. Por ejemplo, Blanco, en lugar de referirse a las orientaciones,

    opta por la denominación de “tradiciones” y las considera modos que históricamente han

    hecho acto de presencia en la psicología social y que se han llegado a consagrar como el

    acervo cultural de la disciplina y como marcos útiles para orientar y delimitar el estudio de lo

     psicosocial. Así pues, distingue Blanco cinco grandes tradiciones: la tradición grupal,

    heredera de la Völkerpsychologie y orientada al estudio de los grupos sociales y las entidades

     psíquicas supraindividuales; la tradición individualista, continuadora de la psicología

    conductual; la tradición institucional, heredera de la crisis del positivismo e interesada por el

    estudio de la interacción simbólica; la tradición lewiniana, surgida de la teoría del campo

    formulada por Kurt Lewin; y la tradición histórico-dialéctica, que incluye las teorías que

     plantean una crítica de la sociedad, incluyendo las teorías marxianas.

    Munné (1989), por su parte, distingue cinco grandes marcos teóricos en psicología

    social, en los que advierte, dado el carácter paradigmático que poseen, supuestos

    epistemológicos propios, procesos formativos particulares y productos teóricos genuinos.

    Estos marcos son, según Munné, los siguientes: el psicoanálisis social, el conductismo social,

    el cognitivismo social, el interaccionismo simbólico −con sus enfoques afines, como laetnometodología− y la psicología social marxiana. Del mismo modo, I báñez (2003) distingue

    también cinco grandes orientaciones en la psicología social: el interaccionismo simbólico, el

    conductismo social, la orientación psicoanalítica, el guestaltismo y cognitivismo y el

    socioconstruccionismo.

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    Para el desarrollo de este capítulo hemos optado por la agrupación de las diferentes

    teorías siguiendo un criterio de adscripción a sistemas teóricos, agrupando las teorías en

    función de que compartan supuestos, principios, postulados o perspectivas. En la medida enque algunas de las corrientes que conforman la psicología social confluyen en supuestos y

     propuestas, y se manifiestan como formas características de hacer psicología social, podrán

    ser agrupadas bajo el mismo epígrafe. La sistematización que seguiremos en este capítulo es

    la siguiente:

    1) La orientación psicoanalítica.

    2) La orientación conductista y neoconductista.

    3) La orientación guestaltista.

    4) La orientación cognitivista.

    5) La orientación sociocognitiva.

    6) La orientación del interaccionismo simbólico y enfoques afines.

    7) La orientación socioambiental y los enfoques culturales.

    8) Las orientaciones alternativas.

    9) La perspectiva evolucionista.

    La orientación psicoanalítica 

    Las teorías de Sigmund Freud se difundieron con gran celeridad por todo el mundo

    académico y profesional de la psicología desde las primeras décadas del siglo XX. El

    instintivismo de Freud, que difiere en muchos aspectos del de McDougall, contribuyó también

    a que los psicólogos sociales fijaran la atención en la importancia de los instintos en la

    conducta social. Sin embargo, la influencia de Freud en la primera psicología social no fue tan

    fuerte como la de McDougall, probablemente porque los instintos que postulaba Freud eran

    más lejanos, menos definidos y más difíciles de manejar que los de McDougall (Allport,

    1968).

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    Aunque en la propuesta de Freud no se definen leyes explicativas de la conducta

    humana, sí habla de ciertos principios que dominan la vida mental, la conducta y la

    experiencia humana, tales como el principio de placer y el principio de realidad (Bermejo yTortosa, 1998). El hombre es un animal que busca placer. Así, su razón de ser es hacer y

    mantener las cosas en un nivel tan placentero como le sea posible. Para Freud, placer o

    felicidad no son tanto una meta sino, en todo caso, la fuerza que motiva la existencia humana.

    Además, el hombre se encuentra condicionado por límites realistas que le aconsejan cuándo

     posponer un placer inmediato en favor de un placer futuro más importante. Aunque la persona

    sigue buscando placeres, también es realista y establece un orden jerárquico de ellos. Aquí

    aparece el principio de realidad: los placeres futuros que se consideren más importantes tienen

     prioridad sobre los placeres actuales que se juzguen menos importantes. Freud no ignorabaque el ambiente ejercía influencia en la conducta humana. Así, por ejemplo, mientras que el

    niño nace ya dotado con el principio del placer, sólo a través de las experiencias de la vida y

    la dirección de los adultos responsables de su crianza adquirirá el sentido de la realidad para

    manejarse y manejar el ambiente.

    Tal vez, el concepto más psicosocial de Freud sea el de “superyó”. La estructura

     psíquica freudiana incluye tres elementos: el “yo”, que opera según el principio de realidad; el

    “ello”, que lo hace según el principio de placer; y el “superyó”, que supone la interiorizaciónde las normas y restricciones morales recibidas de la sociedad, a través, en primera instancia,

    de la educación paterna. El ello y la realidad exterior presionan al yo, y éste tomará decisiones

    conductuales que, después, serán evaluadas por el superyó (Bermejo y Tortosa, 1998).

    En otro orden de cosas, Freud realiza un análisis de la conducta grupal, tomando como

     punto de inspiración los estudios de Le Bon sobre la conducta de las multitudes. Freud

    (1922/1987), en su libro “Psicología de las masas”, intentó especificar la naturaleza y el

    origen de los vínculos emocionales que se producen en el seno de los grupos. Consideraba

    que en un grupo típico con un líder definido y sin una organización formal concreta, este líder

    se constituye temporalmente en objeto común de orientación emocional, sustituyendo a los

    vínculos parentales que dieron origen al superyó. A medida que los miembros del grupo

    utilizan al líder como sustituto de sus superyós, establecen entre ellos una identificación

    general y recíproca del yo. Pero también reconoce Freud que el individuo no desaparece

     pasivamente en la pertenencia al grupo, sino que la identificación es limitada y diferenciada

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     para los individuos en cuestión. Cada individuo establece vínculos grupales en muchas

    direcciones, lo que ayuda a equilibrar la personalidad. Precisamente, para Freud, las

    filiaciones estables al grupo constituyen la base de una personalidad estable (Schellenberg,1981).

    Las aportaciones de Freud a la psicología social son motivo de controversia para los

    mismos historiadores de la disciplina. En todo caso, como afirma Buceta (1979) las

    discrepancias se refieren al alcance de la influencia pero no tanto al hecho de la misma. Hay

    autores, como Gerth y Mills (1984) o Hollander (1982), que atribuyen importancia al

     psicoanálisis en el desarrollo de la psicología social. No hay que olvidar que Freud enfatiza la

    causalidad de las experiencias relacionales infantiles en el desarrollo de la personalidad,

    además de reivindicar el papel del superyó como “guardián moral de la conciencia” y fruto de

    la socialización. Ambos elementos de la teoría freudiana poseen una cierta idiosincrasia

     psicosocial, al menos para poder inspirar hipótesis.

    Hall y Lindzey (1968) consideran que las contribuciones de Freud a la psicología social

     pueden resumirse en los siguientes contenidos: socialización del individuo, estructura y

    dinámica familiar, psicología de los grupos, origen de la sociedad y naturaleza de la cultura

    humana. Destacan Hall y Lindzey que el psicoanálisis tuvo alguna influencia concreta, muy

    significativa, en la psicología social: los estudios de Theodor Adorno y su equipo sobre el

     prejuicio etnocentrista basado en la personalidad autoritaria, una configuración de

     personalidad caracterizada por la adhesión incondicional a los valores convencionales del

    endogrupo y por el rechazo hacia quien los desconfirmara. Los propios autores de la teoría de

    la personalidad autoritaria reconocían explícitamente su deuda con los planteamientos

    freudianos (Adorno, Frenkel-Brunswick, Levinson y Sanford, 1950/1965).

    Por otro lado, Ventosa (1990) recuerda que las propuestas psicoanalíticas se han

    utilizado en el área de los estudios psicosociales sobre delincuencia y conducta antisocial. Aeste respecto, fueron relevantes las explicaciones de Bowlby (1951/1982) sobre la relación

    entre delincuencia juvenil y privación maternal en la infancia, aunque se confundió al

    reivindicar el rol tradicional femenino como medida preventiva del desajuste y la conducta

    antisocial. Más allá de este error, muchos psicólogos sociales actuales podrían asumir la

    hipótesis de trabajo que se deriva de la propuesta de Bowlby: hay una incidencia de factores

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    familiares en la conducta antisocial de los jóvenes. Las ideas psicoanalíticas, en general, han

    influido en los trabajos de investigación −desarrollados desde otras perspectivas teóricas−

    sobre los procesos de socialización y desarrollo social del niño, su educación y crianza. Hayque mencionar también, en otra vertiente, la influencia del psicoanálisis en John Dollard y

     Neal Miller y su teoría neoconductista de frustración-agresión.

    También destacables son los trabajos de Sarnoff (1960), quien propone una teoría de

    inspiración psicoanalítica en la formación y cambio de actitudes. Su posición consiste en

    afirmar que las actitudes humanas tienen como función la reducción de la tensión existente en

    la psique. Para Sarnoff, la actitud de una persona hacia cierta clase de objetos está

    determinada por el papel que juegan dichos objetos en la reducción de la tensión causada por

    determinadas motivaciones o por determinados conflictos entre motivos. Una concepción

    similar también puede encontrarse en Katz (1960), quien destaca el papel funcional de

    defensa del yo que poseen las actitudes.

     No obstante lo anterior, Hall y Lindzey (1968) explican que el psicoanálisis no llegó a

    tener la influencia que se podía esperar en la psicología social, y ello cuatro razones:

    − El psicoanálisis es considerado como una psicología del instinto y la tendencia

    general en psicología social, desde los años veinte, fue opuesta a los instintos.

    − El pesimismo de Freud en relación a la sociedad es incompatible con el

    ambientalismo de los psicólogos sociales y con su convicción optimista respecto a que puede

    encontrarse el ajuste entre la persona y su ambiente.

    − El psicoanálisis ha estado estrechamente asociado con la patología psicológica y no ha

    sido capaz de presentarse de tal modo que los psicólogos sociales puedan ver su relevancia en

    el campo de lo social.

    − El psicoanálisis tuvo una débil acogida en las universidades estadounidenses en la

    época de consolidación de la psicología social.

    Por su parte, Munné (1989) considera que el psicoanálisis social, propiamente dicho, no

    comienza hasta que se eliminan los dos escollos en los que había quedado anclado el

    freudismo: el biologicismo −no alcanzado, pero deseado− y la valoración de la vida

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    un factor que, paradójicamente, el conductismo comparte con el cognitivismo: su concepción

    individualista y asocial del comportamiento humano.

    Entre las décadas de los veinte y los cincuenta del siglo XX las teorías conductistas

    tienen una presencia hegemónica en la psicología estadounidense, pero habrá que esperar a

    los posteriores desarrollos neoconductistas para encontrar una impronta más significativa en

    la psicología social. La psicología conductista tiene su origen en los Estados Unidos, a partir

    de los trabajos desarrollados en los años veinte por John Watson, influido por la investigación

    etológica de Edward Thorndike sobre adquisición de conductas en animales y por la

    reflexología soviética, en especial las investigaciones sobre reflejos condicionados de Iván

    Pávlov. Es característico del conductismo su deseo de construir una ciencia experimental de la

    conducta observable, lo cual se mostraba irreconciliable con el psicoanálisis, que, en la misma

    época, postulaba una psicología de la dinámica interna de la mente y cuyo método de

    conocimiento era la casuística clínica y nunca la experimentación. Como afirman Pérez-

    Garrido, Tortosa y Calatayud (1998), Watson pretende construir una ciencia natural de la

    conducta humana, es decir, no tiene dudas sobre la adscripción de su psicología a las ciencias

    naturales, en tanto que estudia el comportamiento observable del animal humano y lo hace

    desde presupuestos estrictamente experimentalistas, aunque también reconoce el carácter

    aplicado de su ciencia para la mejora de la sociedad.

    En este contexto, el conductismo watsoniano se caracterizaría, como señala Blanch

    (1983) por cinco rasgos:

    − Determinismo: La conducta humana como reacción a un estímulo causal localizado

    en el exterior.

    − Monismo: El ser humano como organismo material, opuesto al dualismo mente-

    cuerpo.

    − Ambientalismo: Atribución de las causas de la respuesta conductual a factores del

    entorno externo y rechazo del innatismo.

    − Funcionalismo: Postulación del carácter adaptativo de toda reacción conductual del

    organismo como totalidad.

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    − Asociacionismo: Consideración del reflejo condicionado como unidad de conducta y

    del hábito como base de la adquisición de conductas.

    El modelo de estímulo-respuesta propuesto por el conductismo explica la conducta

    como una respuesta observable a un estímulo ambiental dado, sin considerar la intervención

    de los factores de la conciencia, pues no pueden ser verificados experimentalmente. El énfasis

    depositado en el ambiente como causa del comportamiento favorece la idea de maleabilidad

    del ser humano, lo que lleva a pensar que la conducta pueda ser modificada a partir de la

    utilización de la recompensa y del castigo. A partir de esta premisa, se realiza una

    fragmentación del ambiente en estímulos y otra de la conducta en respuestas, los cuales,

    mediante su asociación, permitirán la intervención sobre los comportamientos.

    Pero el conductismo no constituyó sólo una herramienta teórica y aplicada para la

    intervención sobre la conducta. Al contrario: mucho más allá de las técnicas de modificación

    de conducta, el conductismo constituye, ante todo, una teoría acerca de los fundamentos más

     básicos del comportamiento humano y de la relación adaptativa del individuo con el

    ambiente. Por ello, Watson tuvo alguna influencia en la primera psicología social,

     principalmente a través de la obra de Floyd Allport, quien en su libro “Psicología social”

    destacaba el poder del entorno para configurar el comportamiento (Allport, 1924/1967).

    Allport, en todo caso, se ubica en un posicionamiento diáfanamente individualista, al

     proponer su idea de “la falacia del grupo”: un grupo de personas no es más que un agregado

    de individuos, sin que exista una realidad grupal cualitativamente diferente a la mera suma de

    individuos.

    Posturas como la de Allport no facilitaron la expansión de los modelos conductistas

    dentro de la psicología social. Esto se constata, sobre todo, en lo que se refiere a los modelos

    de condicionamiento operante de Skinner: imprescindibles en la historia de la psicología, pero

     poco recurridos en la de la psicología social. En todo caso, Burrhus Frederic Skinner es unade las figuras más influyentes en la historia de la psicología y la mención a su obra es paso

    obligado en cualquier estudio sobre la naturaleza humana.

    Skinner (1953/1981a), en la más pura tradición conductista, propone que los patrones de

    conducta son adquiridos, mantenidos o abandonados a partir de las consecuencias que esa

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    conducta tenga para el individuo que la realiza. De este modo, las contingencias ambientales

    determinarán, afirma Skinner, el comportamiento de los individuos:

    − Si una conducta va seguida de una consecuencia recompensante, aumentará su

     probabilidad de aparición en ese individuo −refuerzo positivo−. 

    − Si a una conducta sigue la reducción de una estimulación aversiva, también aumentará

    su probabilidad de aparición en ese individuo −refuerzo negativo−. 

    − Si a una conducta que previamente había sido reforzada no sigue la recompensa

    esperada, aumentará aún más su probabilidad de aparición, pero acabará extinguiéndose si esa

    recompensa no aparece.

    − Si a una conducta sigue la aparición de una estimulación aversiva, disminuirá su

     probabilidad de aparición en ese individuo.

    Estas contingencias ambientales pueden variar sus secuencias de ocurrencia, variando,

    entonces, su efecto en la configuración de la conducta. La consecuencia de todo ello es que el

    comportamiento humano será visto como una respuesta automática a las citadas contingencias

    ambientales. El concepto de aprendizaje conductual es un pilar básico de la orientación

    conductista; en Skinner, pero también en el primer conductismo watsoniano. El conductismoradical de Skinner, por otro lado, reduce las distancias cualitativas entre el ser humano y el

    resto de especies animales. De hecho, la investigación experimental con animales fue práctica

    habitual en el conductismo clásico y también en los modelos de condicionamiento operante de

    Skinner.

    Skinner defiende que no es posible estudiar los procesos internos −la mente−, ya que,

    según su propuesta, no son susceptibles de ser observados ni verificados experimentalmente.

    Es rasgo característico de su formulación el rechazo a las explicaciones mentalistas y, portanto, también a las variables internas que puedan tener presencia en el esquema estímulo-

    respuesta. Así, desde su perspectiva, se considera que “conducta” es, estrictamente, lo

    observable y que es sólo un producto de la interacción adaptativa con el ambiente. La

    conducta social será resultado de contingencias de refuerzo acaecidas en el marco de las

    relaciones entre individuos: por ejemplo, el lenguaje, como una modalidad de conducta social,

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    se aprende por condicionamiento operante, como ocurre con cualquier otro comportamiento

    (Skinner, 1957/1981b).

    Si bien el conductismo original de Watson y el posterior de Skinner han tenido una

    influencia más implícita que explícita en la historia de la psicología social, no ocurre igual

    con las líneas de investigación neoconductistas. El término “neoconductismo” ha sido

    aplicado al amplio y heterogéneo conjunto de investigadores que, siendo posteriores a los

     primeros desarrollos de Watson, compartían una inspiración teórica y metodológica de base

    conductista (Richelle, 1998). Por tanto, puede hablarse de Skinner como un “neoconductista”,

    si se toma como referencia al “viejo” conductismo de Watson. No obstante, como veremos a

    continuación, los modelos de condicionamiento operante de aquél difieren notablemente del

    grueso de investigaciones neoconductistas, dado que muchas de ellas otorgan consideración a

    las variables internas que intervienen en el esquema estímulo-respuesta. Es por ello que la

    línea de condicionamiento operante de Skinner ha sido ubicada bajo el epígrafe de

    “conductismo radical”. 

    Efectivamente, del neoconductismo sí puede decirse que aportó importantes

    contribuciones a la psicología social y colaboró en la institucionalización de la disciplina.

    Pionero de este neoconductismo en psicología es Edward Tolman y su idea de las variables

    “intervinientes” dentro del esquema estímulo-respuesta. De esta forma, se toman las variables

    “intervinientes” como constructos hipotéticos de carácter neurofisiológico, mediadores entre

    la estimulación ambiental y la respuesta del individuo a ésta (Pedraja, Ruiz, Sánchez y De la

    Casa, 1998). Es decir, se acepta lo mental en la medida en que pueda ser definido

    operacionalmente y sin renunciar a las exigencias metodológicas prescritas. Esta propuesta es

    rechazada por Skinner, quien se mantendrá firme en sus postulados antimentalistas, pese a que

    su obra fue contemporánea de los desarrollos neoconductistas, así como también del

    cognitivismo.

    En los apartados siguientes desarrollaremos las principales aportaciones del

    neoconductismo a la psicología social. Pero antes hay que mencionar que, como señala

    Crespo (1995), aquella psicología social que se reclama conductista lo es de un modo

    heterodoxo −o, en su caso, neoconductista−, pues recurre con frecuencia a conceptos

    difícilmente compatibles con la filosofía del conductismo, como por ejemplo, a la presencia

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    originalidad de la aportación de Bandura estriba en su propuesta para explicar el aprendizaje

    social a partir del aprendizaje vicario: ocurre aprendizaje vicario cuando se adquiere una

    conducta por haber observado a otros hacerla. El aprendizaje social, para Bandura, esresultado de la observación de la conducta de otros y de la observación de las consecuencias

    que para ellos tienen tales conductas; no es necesario que las respuestas imitativas del

    observador sean reforzadas ni realizadas abiertamente por éste durante la exposición al

    modelo. El hecho de que la observación de las conductas de otras personas pueda estimular

    comportamientos parecidos en los observadores, a través de la participación imaginaria en la

    experiencia ajena, es lo que se ha denominado “condicionamiento vicario”. 

    En la teoría del aprendizaje social de Bandura se concibe el proceso de modelado como

    la abstracción de las características generales de una conducta observada y la producción de:

    una respuesta similar ante estímulos similares, una respuesta similar ante estímulos nuevos o,

    incluso, una respuesta completamente nueva en la que se incluyen elementos de las conductas

    observadas. Los modelos no necesariamente deben provenir de la realidad sino que pueden

     proceder de la ficción, de los medios de comunicación,… El modelado, por otra parte, puede

    servir tanto para reforzar como para inhibir ciertas respuestas conductuales.

    Un campo en el que Albert Bandura aplicó sus conceptos fue el de la conducta agresiva.

    Bandura (1973) comprueba que los niños aprenden la conducta agresiva de los adultos, de

    otros niños o de los medios de comunicación, por medio de la observación y la imitación. Las

    imágenes de la conducta del modelo se archivan en la memoria del observador y,

     posteriormente, cuando se presente la ocasión oportuna, serán recuperadas en la realización

    del acto agresivo. Si los modelos violentos obtienen recompensas sociales −reputación,

    reconocimiento,…− como consecuencia de su conducta, la imitación será más probable. En

    todo caso, si la conducta agresiva del observador no es reforzada cuando la ponga en práctica,

    tenderá a extinguirse.

    En general, los investigadores conductistas y neoconductistas han otorgado gran

    importancia al papel del aprendizaje en la adquisición de las conductas agresivas, y no sólo a

    través de la observación, sino también por medio del refuerzo. La tesis a este respecto ha sido

    que el origen de muchos comportamientos agresivos está en las recompensas sociales −por

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    ejemplo, elogio de los padres, respeto de los compañeros,…− que los niños han obtenido

    como consecuencia de realizar tales conductas (Geen, 1990).

    El modelo de aprendizaje social de Bandura reconoce que, aunque los estímulos

    externos son los causantes de la conducta, sólo tendrán este papel en la medida en que sean

    evaluados por la persona. Esta idea ofrece un modelo de ser humano alejado del

    esquematismo estímulo-respuesta, al resaltar la iniciativa y capacidad transformadora de la

     persona. Trabajos posteriores de Bandura ahondan en esta línea y suponen un abandono de

    sus postulados más conductistas, para elaborar una nueva teoría que él denomina “cognitivo-

    social”. Así, además de considerar la conducta y los acontecimientos ambientales, incluye

    también los factores cognitivos y personales para explicar la adquisición de nuevas respuestas

    o la modificación de las ya existentes (Bandura, 1986).

    La noción de ser humano de Bandura incluye la idea de que persona, conducta y

    ambiente constituyen los tres elementos que estructuran la actividad humana y que se influyen

    mutuamente en un determinismo recíproco (Bandura y Walters, 1963/1990). Esta perspectiva,

    en síntesis, distingue cinco capacidades de la persona para la interacción social:

    − Capacidad simbólica: Da significados sociales a las experiencias vividas. 

    − Capacidad previsora: Confiere carácter propositivo a la conducta. 

    − Capacidad vicaria: Permite aprender la conducta observada. 

    − Capacidad autorreguladora: Dirige la conducta de acuerdo con los propios motivos y

    evaluaciones.

    − Capacidad autorreflexiva: Permite conocer y evaluar la eficacia autopercibida de las

     propias acciones.

    Las contribuciones neoconductistas: La comunicación persuasiva

    La comunicación persuasiva es una de las áreas sobre las que el neoconductismo ha

    ejercido un mayor influjo. Se trataba de estudiar cuál puede ser la eficacia de un mensaje de

    carácter persuasivo, basándose en el hecho de que éstos tienen como finalidad cambiar las

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    actitudes y las opiniones del receptor. Según este modelo, una comunicación tendrá eficacia

     persuasiva cuando es capaz de estimular la motivación del receptor para aceptar la idea

     propuesta. Las implicaciones del estudio de la persuasión son múltiples: educación, publicidad, política, religión, relaciones informales, campañas de salud,… 

    Desarrollada en la Universidad de Yale, esta línea de investigación originó, durante los

    años cincuenta del siglo XX, numerosas investigaciones sobre el cambio de actitudes,

    ostentando una especial relevancia los trabajos dirigidos por Carl Hovland sobre esta cuestión

    (Hovland y Janis, 1959; Hovland, Janis y Kelley, 1953; Hovland, Lumdsdaine y Sheffield,

    1949). Las investigaciones analizan el cambio actitudinal dentro de un contexto comunicativo

    y en función de los incentivos que se anticipen, es decir, de lo que el receptor espera que le

     pase si adopta una nueva actitud.

    El objetivo del equipo de investigadores del grupo de Hovland fue determinar qué

    características de la fuente comunicativa, del mensaje y del receptor hacen más fácil la

     persuasión. Se pretende estudiar de qué manera se puede aumentar la influencia de la

    comunicación que pretende ser persuasiva. Basándose en el análisis emisor-mensaje-receptor

    se estudiaron experimentalmente un sinnúmero de variables que inciden en la persuasión:

    características del emisor, rasgos del receptor, orden en la presentación de los argumentos,

    argumentos racionales o emocionales en el mensaje, efectos de las comunicaciones que

     provocan temor, efectos de las características del contexto de la comunicación persuasiva,…

    Estas investigaciones permitían una clara traducción aplicada, en términos de incidencia sobre

    aquellas variables que posibilitan cambios actitudinales en el receptor o receptores.

    William McGuire es uno de los principales seguidores de esta prolífica línea e interpreta

    el modelo de la comunicación persuasiva en base a los dos procesos que acontecen en el

    receptor cuando es persuadido, esto es, la recepción del mensaje y la aceptación del mismo,

    así como a la influencia que todos los elementos implicados en la comunicación persuasivaejercen sobre esos dos procesos (McGuire, 1968, 1985). Para que un mensaje tenga efectos

     persuasivos ha de ser, en primer lugar, atendido, bien comprendido y retenido por el receptor

    −factor recepción− y, en segundo lugar, ha de ser aceptado por éste. Si falla uno de los dos

    factores, el cambio actitudinal será poco probable. McGuire investiga las relaciones de estos

    dos factores con ciertas características individuales. Así, por ejemplo, las personas con escaso

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    interés por el mundo que les rodea y aquéllas con menor nivel de inteligencia tendrán más

    dificultades para la recepción de un mensaje contradictorio con sus actitudes previas.

    Las contribuciones neoconductistas: El intercambio social

    El punto que conecta entre sí las teorías del intercambio social desarrolladas en la

    década de los cincuenta y los sesenta es su visión economicista de la interacción social. Por

    ello el rótulo de “intercambio” social. El argumento cardinal de esta concepción, siguiendo la

     propuesta precursora de Homans (1958), reside en la consideración de que las personas, en

    sus relaciones sociales, realizan comparaciones y cálculos sobre costes y beneficios, con el fin

    de mantener una relación social equilibrada y basada en el equilibrio entre ambos factores.

    Qué se obtiene y qué se invierte −o se deja de ganar− en una relación social serán factores

    configuradores de la motivación a establecer o a mantener tal relación. El intercambio alude a

    todo tipo de relaciones sociales, sean éstas amorosas, familiares, amistosas, laborales,... La

     propuesta de George Homans tiene la peculiaridad de que, además de asumir los presupuestos

     básicos de la teoría conductista del aprendizaje, utiliza analogías de la economía y agrega

    concepciones vinculadas a la noción de justicia, componiendo así un modelo de motivación

    humana con un destacado ingrediente de cálculo racional.

    El núcleo central de estas teorías fue explicar el intercambio social en base al interés particular que los actores de una interacción dada tienen por obtener beneficios de la misma;

     beneficios, por otra parte, que son esperados por ellos (Morales, 1981). Pero el concepto

    mismo de intercambio adquiere diferentes significados según las diferentes teorías, pues no

     puede hablarse de una sola teoría del intercambio. La definición más amplia, basada en la

    relación entre costes y beneficios, corresponde a Homans (1958), anteriormente mencionada.

    A partir de ahí otros investigadores desarrollarán propuestas más específicas.

    Thibaut y Kelley (1959) se centran en la interdependencia entre dos personas. El juicio

    que una persona hace sobre lo beneficioso de una relación con otra depende de las

    comparaciones efectuadas, según dos criterios: el nivel de comparación, alusivo a las

    recompensas que la persona cree que puede conseguir/merecer en la vida social, y el nivel de

    comparación de alternativas, referido a las opciones alternativas que esa persona percibe

    como disponibles para ella.

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    Por su parte, Blau (1964/1983) mantiene que no toda conducta de relación supondrá un

    intercambio, sino que sólo se dará éste cuando las conductas relacionales buscan

    intencionadamente unos resultados. Sostiene la importancia otorgada a los incentivos derecompensa, así como las analogías económicas, pero además incluye en su explicación la

    influencia grupal en la definición de costes y beneficios, la búsqueda de aprobación social y el

    deseo de diferenciación individual para obtener mayores recompensas de la relación.

    Finalmente, hay que citar la teoría formulada por Adams (1965) conocida como teoría

    de la equidad, la cual se relaciona con las propuestas de Festinger sobre la comparación social

    y la disonancia cognitiva. Para Adams, en el intercambio social, las personas comparan y

    evalúan la diferencia entre sus aportaciones y los resultados que obtienen. La percepción de

    inequidad produce una tensión cognitiva y afectiva, ante la cual la persona tiene varias

    alternativas: modificar sus aportaciones, distorsionar cognitivamente sus aportaciones o sus

    resultados −cuando no sea posible mejorarlos−, intentar influir sobre otras personas para

    conseguir equidad, cambiar el criterio de comparación o, por último, abandonar el campo de

    comparación. La teoría de la equidad ha tenido aplicación, no sólo en el terreno de las

    relaciones informales, sino también en la explicación de la motivación laboral.

    Las contribuciones neoconductistas: Otras investigaciones

    Existen otras líneas de investigación de interés para la psicología social que están

    influidas por el conductismo y por el neoconductismo. Sumariamente, pueden mencionarse

    los siguientes:

    − Los trabajos de Osgood y Tannenbaum (1955) sobre los efectos de la incongruencia

    que ocurre cuando alguien hacia el que se experimenta simpatía manifiesta actitudes de signo

    contrario a las propias. Utilizando la técnica del diferencial semántico midieron la magnitud

    de la incongruencia y trataron de predecir la dimensión del cambio actitudinal propio o del

    cambio en la valoración hacia el otro.

    − Las investigaciones de McClelland (1955/1989) que caracterizaron la motivación de

    logro, un tipo de estructura motivacional orientada hacia la mejora de resultados en la vida

    social y hacia la búsqueda de incentivos valiosos y desafiantes, pero realistas.

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    − Los estudios de Zajonc (1965) acerca de la facilitación social, referidas a que la

     presencia de otras personas facilita la producción de las respuestas dominantes aprendidas.

    Así, la presencia de otros incrementará el rendimiento individual en tareas ya dominadas, pueslas respuestas dominantes son los aciertos, pero lo reducirá en tareas más complejas, pues las

    respuestas dominantes serán los errores. También son relevantes los trabajos de Zajonc

    (1968b) sobre el efecto de la mera exposición: la percepción de forma repetida de un estímulo

    −por ejemplo, otra persona− incrementa la valoración positiva de ese estímulo, siempre que

    no se parta de una actitud negativa previa.

    − Las investigaciones sobre atracción interpersonal de Lott y Lott (1972),  que ponen de

    manifiesto que la atracción que una persona experimenta hacia otra se incrementará cuando de

    la interacción con ésta se deriven consecuencias positivas para aquélla, y se reducirá en caso

    contrario.

    − Los trabajos de Berkowitz (1969) sobre la conducta agresiva, que revisan la teoría de

    frustración-agresión de Dollard y Miller. Para Berkowitz la frustración no conduce

    directamente a la puesta en marcha de una conducta agresiva, sino que lo hará a un

    incremento del nivel de activación fisiológica del organismo, lo cual llevará o no a la

    conducta agresiva, en función de la predisposición del individuo.

    − Los desarrollos de la teoría de frustración-agresión en el estudio del conflicto

    intergrupal. Gordon Allport explica que la agresividad contra miembros de un grupo social no

    dominante puede ser causada por condiciones de frustración existentes en la vida de

    individuos de un grupo social dominante: así, la agresividad provocada por la frustración se

    desplazaría hacia personas del exogrupo, que se convierten, de este modo, en un chivo

    expiatorio (Allport, 1954). A este respecto, Hovland y Sears (1940), en un estudio documental

    sobre el periodo comprendido entre 1882 y 1930, ya habían comprobado que los

    linchamientos de población afroamericana en las ciudades estadounidenses aumentabansignificativamente cuando las condiciones económicas eran menos benignas para los

    empresarios blancos.

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    comportamiento social. De este modo, en torno a los años cuarenta del siglo XX surge una

    orientación que resultará decisiva para la consolidación y expansión de la psicología social.

    Si bien la orientación guestaltista suscribe el método experimental, lo hará alejándose de

    los presupuestos del conductismo, ya que, ante el elementarismo de éste, defiende una

    concepción holística en la cual se contemplará la actividad constructiva del ser humano. De

    este modo, mientras que el conductismo presupone una cierta pasividad del individuo, fruto

    de las determinaciones ambientales, desde la orientación guestaltista, por el contrario, se

    atribuye a la persona capacidad agente en su medio. Asimismo, la psicología experimental

    guestaltista constituyó una oposición a la wundtiana: mientras que desde la propuesta de

    Wundt lo que se busca son elementos sensoriales asociables y se intenta descomponer todo

    fenómeno en sus aspectos elementales, para la Escuela de la Gestalt   lo que hay son “todos

    cualitativos” estructurados y significativos. 

    Para la orientación guestaltista la conciencia constituye un objeto de estudio, pero

    tampoco a través de la introspección wundtiana, sino a partir del análisis fenomenológico, que

     prioriza el interés por la experiencia inmediata, tal como se produce, y por las interpretaciones

    del sujeto. Los datos de la conciencia son considerados totalidades cualitativas, autónomas y

    determinantes. La investigación sobre la percepción de las formas visuales, realizada por la

    orientación guestaltista, refleja un intento de encontrar entidades organizadas en la percepción

    humana. Lo que se toman en consideración son los hechos tal y como son percibidos. Pero el

    campo de investigación guestaltista, además de la percepción y la conciencia, incluye también

    las motivaciones, las emociones y las necesidades de las personas, a diferencia de la

    orientación cognitivista que, décadas más tarde, se olvidará del mundo afectivo y pondrá el

    énfasis en el estudio de los mecanismos de procesamiento de la información.

    Ibáñez (1990) establece tres factores que contribuyeron a la extensión y propagación de

    la orientación guestaltista, hasta convertirse, después de la Segunda Guerra Mundial, en la preponderante en psicología social:

    − La adscripción de la Escuela de la Gestalt  a la tradición experimentalista.

    − La defensa del carácter activo del ser humano y la  primacía otorgada a la autonomía

     personal, frente al esquematismo estímulo-respuesta del conductismo.

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    − El énfasis puesto en la interpretación que hacen las propias personas de la realidad,

    más que en la realidad misma.

    En el marco de la orientación guestaltista en psicología social destaca, de manera

    singular, la aportación de Kurt Lewin. Asimismo, las contribuciones de Fritz Heider, Leon

    Festinger, Muzafer Sherif y Solomon Asch. Todas ellas serán desarrolladas en los apartados

    subsiguientes, lo cual permitirá caracterizar la relevancia de esta orientación en la psicología

    social.

    Kurt Lewin

    Si bien es cierto que la adscripción de Kurt Lewin a la orientación guestaltista esmanifiesta, también lo es que la temática de sus investigaciones lo convierte en un guestaltista

    heterodoxo (Collier et alii, 1996; Sahakian, 1982). Este hecho ha supuesto que, a menudo, se

    identifique una tradición lewiniana dentro de la tradición guestaltista en psicología social.

    Quizás sea más adecuado conceptualizar a Lewin como guestaltista poco ortodoxo,

    reconociendo así el hecho de que este investigador no aplica plenamente a la psicología social

    todos los presupuestos del guestaltismo clásico en psicología (Garrido y Álvaro, 2007).

    Lewin es uno de los principales artífices de la consolidación y generalización de los

    estudios experimentales en psicología social. A través de su trabajo mostró que los fenómenos

    sociales complejos podían ser llevados al laboratorio y estudiados experimentalmente. Sin

    embargo, el modelo lewiniano de experimentación no fue el adoptado por la psicología social

    estadounidense, sino que ésta favoreció el que las ciencias naturales recogieron de la física.

    Lewin concebía como parte determinante del procedimiento experimental la interacción entre

    experimentadores y participantes, por lo que, habitualmente, ésta aparecía especificada en el

     procedimiento y en los informes para ser analizada. Por ejemplo, estableciendo sesiones de

     feedback  entre investigadores e investigados, que luego permitían completar los análisis de los

    resultados experimentales (Garrido y Álvaro, 2007).

    Lewin (1951/1988) considera imprescindible, para la realización de cualquier trabajo

    científico, el recurso a la teoría. Desde su perspectiva, hacer uso de la teoría permite

    trascender lo que sería una mera recolección o clasificación de hechos sin valor predictivo. La

    teoría científica, para Lewin, se caracteriza por el análisis completo y en su totalidad de un

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    hecho conocido. Estos análisis deben estar vinculados a los hechos observables, mediante

    definiciones operacionales. El objetivo es obtener de ahí un concepto general verificable

    experimentalmente.

    Las tres grandes aportaciones de Lewin a la psicología social son la teoría del campo, la

    dinámica de grupo y el planteamiento de investigación-acción. En las siguientes páginas

    analizaremos estas tres contribuciones.

    En la teoría del campo, Kurt Lewin nos presenta a la persona permanentemente inserta

    en un campo de fuerzas psicológicas. El conce pto clave de esta teoría es el de “campo

     psicológico” o “espacio vital”. Según Lewin, cualquier suceso psicológico, del tipo que sea,

    es función del espacio vital de la persona, es decir, del conjunto de fuerzas interdependientes

    formadas por el individuo y su entorno. Por lo tanto, para comprender el comportamiento de

    una persona determinada, se deben considerar sus necesidades, sus metas, sus capacidades, su

     percepción y su situación, aunque ningún factor será suficiente por separado. El espacio vital

    está integrado, asimismo, por los acontecimientos pasados, presentes y futuros que puedan

    ejercer su influencia; sin embargo, y pese a ello, cualquier conducta o cualquier cambio en un

    campo psicológico depende, solamente, del estado de ese campo en ese momento. Esta noción

    no implica desconsiderar la influencia de los acontecimientos no presentes; al contrario, el

    campo pasado y el futuro constituyen dimensiones del campo presente, pero la conducta

    dependerá sólo de cómo es en la actualidad el campo presente. El espacio vital, por otra parte,

    abarca la totalidad de acontecimientos posibles −tanto explícitos como implícitos− que

    determinan la conducta en un momento dado. Esto significa que existe una distinción entre la

    realidad y la percepción personal de la realidad. La percepción puede ser correcta o

    incorrecta, pero lo que la persona percibe es lo que determina su conducta (Lewin, 1948,

    1951/1988).

    Otros conceptos también relevantes en la explicación del campo psicológico son el defuerza −tendencia a actuar   en una dirección específica−, valencia −la atracción positiva o

    negativa hacia una dirección− y locomoción −traslado de una región psicológica a otra−. 

    La conducta, según Lewin, no está determinada solamente por las metas que el

    individuo persigue, sino también por los obstáculos que encuentra. No puede planificarse la

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    La segunda de las aportaciones de Lewin que vamos a analizar es la dinámica de grupo.

    Bajo el impulso de Lewin, la psicología de los grupos vuelve a interesar de nuevo a los

     psicólogos sociales. En su perspectiva, destaca el hecho de que el grupo interactivo presenta propiedades que no se encuentran en sus miembros tomados individualmente −de nuevo, el

    “todo” es más que la suma de las partes−. Estas propiedades no dependen tanto de la similitud

    entre los miembros del grupo, como de las relaciones de interdependencia entre éstos. El

    grupo interactivo constituye una unidad dinámica en la que el cambio en cualquiera de sus

     partes modifica siempre a las otras, de ahí su introducción del término “dinámica de grupo”,

    que tanto éxito ha tenido en la psicología social.

    La importancia del concepto lewiniano de grupo para la psicología social es señalada

     por diversos autores. Así, Blanco et alii  (2005) sugieren que el paso de la psicología

    individual a la psicología social lo dio Lewin con su concepto de grupo. Por su parte, Turner

    (1999) afirma que la idea lewiniana “el todo es superior a la suma de sus partes” ofrece una

     base para una nueva perspectiva de la psicología grupal alejada del reduccionismo

    individualista, pues implica que es verosímil que la interacción de grupo entre individuos

     pueda producir procesos y productos psicológicos que son diferentes a la psicología del

    individuo y, lo más importante, irreductibles a ella.

    Además de la noción del grupo como totalidad dinámica, Fernández-Ríos (1989)

    resume en cuatro las nociones relevantes de la teoría lewiniana sobre el grupo interactivo:

    − El grupo constituye el marco de referencia del individuo y el terreno sobre el que se

    sostiene.

    − El grupo es un medio para que sus miembros se procuren necesidades físicas y

    sociales.

    − La dinámica del grupo siempre ejerce un impacto sobre los individuos que lo

    constituyen.

    − El grupo es un elemento del espacio vital de la persona. 

    Lewin realizó investigaciones sobre diferentes procesos grupales −liderazgo,

    comunicación, toma de decisiones,…−, tanto en laboratorio como en contextos naturales y

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    actividad de los individuos y los grupos. Es decir, lo que Lewin propone es contextualizar los

     problemas sociales dentro de la realidad social en la que surgen.

    El interés de Kurt Lewin es, pues, realizar investigaciones socialmente relevantes que

    conduzcan a resultados que puedan ser utilizados para la mejora de la vida social. El modelo

    de investigación-acción propugnado por Lewin entiende que la investigación no se reduce a

    una teoría y a su consecuente aplicación práctica, sino que ambas, teoría y praxis, se integran

    en un mismo y único proceso. Este modelo de investigación-acción combina e integra la

    teoría y la praxis, a lo largo del tiempo y en diferentes grados: los conocimientos teóricos

    sobre la vida social se construyen al mismo tiempo que se interviene sobre los sistemas

    sociales para intentar comprenderlos y mejorarlos. De ahí que la separación entre ciencia

     básica y ciencia aplicada no tenga sentido para Lewin, pues entiende que se trata de dos

    dimensiones de un mismo proceso. Su posición epistemológica representa, en definitiva, un

    intento por reconciliar la teoría y la praxis en la investigación psicosocial.

    La idea lewiniana de investigación-acción tuvo enorme influencia en la metodología de

    investigación-acción participativa desarrollada años más tarde en el campo de la psicología

    social aplicada. Tal planteamiento participativo busca la implicación de las personas objeto de

    intervención −en contextos vecinales, organizacionales, educativos,…−, tanto en la

    investigación como en la acción, con el fin de afrontar los problemas conjuntamente entre la

    comunidad afectada y los investigadores. Esta característica, que hace de los participantes los

    agentes activos del cambio social, es asumida totalmente por la psicología comunitaria actual

    (Montenegro, 2004a; Sánchez-Vidal, 2007).

    Fritz Heider

    En la introducción de su obra “Psicología de las relaciones interpersonales”, Heider

    (1958) señala cómo la teoría del campo de Lewin influyó en la formulación de su teoría de las

    relaciones interpersonales. La premisa de la que parte Heider es la de considerar a las

     personas como si fuesen científicos “ingenuos” que establecen  conexiones entre causas no

    observables y conductas observables, referidas a la vida cotidiana. La idea que guía su estudio

    de las relaciones interpersonales es que las personas analizan las acciones que observan o que

    conocen de sus semejantes, con el fin de encontrar en ellas una coherencia y un orden, de

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    forma parecida a lo que hacen los científicos, y de esta manera intentan predecir tales

    acciones y enjuiciar sus causas. La cuestión que se propone explicar Heider es cómo se usa el

    sentido común para discernir el significado de los acontecimientos de la vida cotidiana. Este paralelismo trazado entre la forma de operar del sentido común y la forma de hacer del

    conocimiento científico le conduce a hablar de una “psicología ingenua” en la mente del

    conocedor social cotidiano.

    Heider fue, de hecho, el primer investigador que abordó el estudio del proceso de

    atribución causal en las relaciones interpersonales (Morales, 1999b). La tesis que sostiene es

    que, en las situaciones de relación interpersonal no sólo se produce una interacción

    comunicativa y conductual sino que, entre los implicados en la relación, también se dan

     percepciones de atribución causal, a partir de las cuales se realizan interpretaciones sobre las

    acciones de los otros. La teoría de la atribución se refiere, pues, a la percepción que las

     personas tienen respecto a la causalidad del comportamiento social o, dicho de otra manera, al

    análisis “ingenuo” que éstas hacen para establecer asociaciones entre los comportamientos

    observables y las causas inobservables. Heider (1958) señala que las personas pueden asociar

    dos tipos de causas a los comportamientos: causas internas o personales, tales como

    intencionalidad, capacidad, responsabilidad o deseo; y causas externas o ambientales, tales

    como circunstancias, azar o características de la actividad.

    El juicio que, finalmente, se realiza sobre las causas de la conducta observada

    dependerá de la interpretación que el observador haga de una serie de parámetros acerca del

    actor y de su acción: la capacidad del actor para producir tal conducta, su motivación para

    hacerlo, la naturaleza de su implicación en la acción o la naturaleza de la misma acción,

    incluyendo, en su caso, su dificultad.

    Pero lo verdaderamente relevante de un proceso de atribución causal es que el perceptor

    cree que el juicio que extrae sobre otro individuo es “verdadero”, con independencia de que secorrespondiera o no con la realidad. De hecho, Heider (1958) propone que la tendencia

    mayoritaria es atribuir los comportamientos ajenos a causas internas, como consecuencia de

    que las personas consideran que sus semejantes poseen características bastante invariantes y

    son casi siempre responsables causales de sus propias conductas. Es ése uno de los puntos

    centrales de interés en la teoría de la atribución de Heider: el hecho es que las conductas que

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    se perciben como intencionales y aquéllas que resultan desconfirmadoras de las expectativas

    del perceptor son las que generan más atribuciones en éste y son, precisamente, las que le

    aportan datos para extraer rasgos subyacentes estables acerca del actor (Moya y Expósito,2007).

    La aportación de Heider no se circunscribe sólo a la teoría de la atribución. Otros

    intereses le conducen a reflexionar sobre las condiciones y efectos del equilibrio entre los

    fenómenos cognitivos y los afectivos, elaborando una teoría del equilibrio cognitivo que

    menciona que el proceso de atribución depende también de la necesidad de evitar el

    desequilibrio cognitivo. Heider (1958) explica que los individuos buscan una coherencia entre

    las actitudes que mantienen hacia los otros, así como entre las actitudes que, en general,

    mantienen hacia los hechos de su entorno. Cuando una persona percibe un desequilibrio en

    sus actitudes, tenderá a modificarlas para evitar tal desequilibrio o a reequilibrar

    cognitivamente la situación. Así, por ejemplo, si una persona percibe que alguien por el que

    siente simpatía manifiesta una opinión muy divergente a la suya en un tema relevante, se

     producirá un desequilibrio que podrá solucionar modificando las propias percepciones hacia

    el otro o intentando cambiar el punto de vista de ese otro. Existirá un estado de armonía o

    equilibrio cuando las entidades ligadas son todas positivas o son todas negativas. Si dos

    entidades que están estrechamente relacionadas tienen signo diferente, resultará un estado dedesarmonía o tensión.

    Tanto la teoría de la atribución de Heider como la teoría del equilibro han sido muy

    influyentes en la psicología social posterior. De la teoría de la atribución derivan la teoría de

    las inferencias correspondientes, formulada por Jones y Davis (1965), y la teoría de la

    covariación y configuración de Kelley (1967), que revisaremos en el apartado dedicado a la

    orientación cognitivista. La teoría del equilibrio cognitivo influye, asimismo, en otros

    investigadores contemporáneos de inspiración guestaltista: la teoría de la disonancia cognitiva

    de Festinger (1957/1975), de la que nos ocuparemos posteriormente, recibe el influjo de las

    investigaciones de Heider sobre el equilibrio.

    Muy cercana a las propuestas de Heider se encuentra la teoría de la presión a la simetría

    de Newcomb (1953), investigador también de influencia lewiniana. Según Newcomb, las

     personas que interaccionan viven en un mundo de objetos comunes −personas, cosas,…−

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    hacia los cuales desarrollan actitudes positivas o negativas. Si las personas se sienten

    mutuamente atraídas y tienen actitudes similares hacia terceros objetos, aparecerá un estado

    de equilibrio. Así, la atracción mutua, será más marcada entre individuos que mantienenactitudes y creencias similares.

    Leon Festinger

    Es indudable que las aportaciones de Leon Festinger, discípulo de Lewin, han tenido un

    extraordinario impacto en la psicología social. Destacaremos tres de sus contribuciones

    fundamentales y estrechamente interrelacionadas entre sí: la teoría de la comunicación social

    informal, la teoría de la comparación social y la teoría de la disonancia cognitiva.

    La teoría de la comunicación social informal (Festinger, Schachter y Back, 1950;

    Festinger y Thibaut, 1951) sostiene que los miembros de un grupo interactivo tienden a

    relacionarse mutuamente de manera instrumental, esto es, persiguiendo alguna finalidad en la

    situación grupal. Las interacciones intragrupales, por otra parte, tienden al consenso y a la

    uniformidad. El consenso del grupo facilitará que cada miembro se sienta seguro de sus

    opiniones o creencias. Igualmente, para alcanzar los objetivos grupales, se requerirá una cierta

    uniformización de la acción, y ésta, a su vez, requerirá comunicación. La comunicación y la

    cohesión grupal son dos variables que guardan una relación muy estrecha. Además, ensituaciones de amenaza a la cohesión, la comunicación se dirigirá, particularmente, hacia la

    minoría divergente, sobre todo si es percibida como factible de ser persuadida. El discrepante

     puede resistirse a las presiones, sobre todo si sus opiniones reflejan necesidades personales

    importantes o encuentran referente en otros grupos. Ante esta resistencia, podrán aparecer

    comportamientos de rechazo por parte del grupo o amenaza de exclusión. Si la discrepancia

    continúa en aumento, el grupo tenderá a romperse o a prescindir del miembro discrepante,

    según sean la importancia del tema y la cohesión del grupo. Claramente, a mayor cohesión

    habrá mayor facilidad para prescindir del discrepante.

    Un desarrollo de la teoría de la comunicación social informal lo constituye la teoría de

    la comparación social (Festinger, 1954). El presupuesto fundamental es que la persona

    necesita conocer si sus opiniones, creencias, actuaciones y aptitudes son adecuadas. Para ello,

    tiende a compararlas con la realidad social −otras personas o su grupo−. La tendencia es

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    realizar comparaciones con aquéllos cuyas actitudes y aptitudes se perciben como más

    atractivas, más similares o más próximas. La consecuencia es que si la persona percibe que

    sus actitudes o aptitudes están muy alejadas del modelo de comparación, intentarámodificarlas para asemejarse más a los otros, o bien intentará transformar las de los demás

    −por ejemplo, su forma de pensar−. Una tercera vía es sentir menor atracción por las

    situaciones disímiles y dejar de compararse con un determinado grupo.

    Una de las aplicaciones de la teoría de la comparación social es la realizada por

    Schachter (1966) en el ámbito de estudio de las emociones y la formación de grupos

    informales. Schachter mostrará la tendencia de las personas a asociarse con otras que estén

     pasando por una experiencia similar, tendencia que se ve incrementada si existe ansiedad.

    Como ocurría con las actitudes y aptitudes, la persona también tiene la necesidad de comparar

    sus emociones y valorar la compatibilidad de éstas con las que expresen otras personas en

    situaciones similares.

    Partiendo de los supuestos generales de Lewin y conociendo las investigaciones de

    Heider sobre el equilibrio cognitivo, Festinger (1957/1975) elaboró la teoría de la disonancia

    cognitiva, que ha sido extraordinariamente influyente en la psicología y en la psicología

    social, además de haber dominado, durante mucho tiempo, en el campo de los trabajos

     psicosociales sobre actitudes.

    El núcleo de la teoría de la disonancia cognitiva, fiel a la tradición guestaltista, está

    conformado por la siguiente idea: la dinámica de relaciones entre los distintos elementos

    cognitivos en una persona −creencias, valores, actitudes, posicionamientos opinables,…−

    viene determinada por la necesidad subjetiva de organizarse en un todo coherente. La

    disonancia aparece cuando se dan dos elementos cognitivos −que sean relevantes− opuestos

    entre sí o incompatibles, y la persona deberá elegir entre ambos, pues su presencia

    contradictoria crea tensión psicológica −por ejemplo, “sé que fumar me perjudica” y “megusta fumar”; por ejemplo, “me atrae tal persona” y “sus convicciones son incompatibles con

    las mías”−. De este modo, las personas intentarán reducir al mínimo la disonancia cognitiva,

     pues la inconsistencia resulta incómoda, y, consecuentemente, intentarán lograr la máxima

    consonancia posible.

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    La teoría de la disonancia cognitiva asume el supuesto de que las personas, en su

    comportamiento y en su pensamiento, prefieren la consistencia a la inconsistencia y, a partir

    de ello, pretende Festinger producir predicciones que pongan de manifiesto la medida en quelos individuos resolverán las inconsistencias. Como señalan Collier et alii (1996), uno de los

    aspectos relevantes de esta teoría es el modelo de persona que presenta y cómo se entiende la

    vinculación de ésta con las situaciones: mientras que la teoría del equilibrio cognitivo de

    Heider se deriva de una “psicología ingenua” basada en el sentido común, la teoría de la

    disonancia cognitiva describe a las personas no tanto como racionales sino como

    racionalizadoras. En efecto, Festinger describe cómo las personas, a menudo, piensan y

    actúan de forma que no parece plausible, razonable o congruente, por lo que se verán

    obligadas a hacer ejercicios de racionalización en su mente para reducir una autopercepciónde incongruencia.

    La teoría de Festinger (1957/1975) condensa en cuatro las posibles fuentes de

    disonancia: las informaciones recibidas que son discrepantes con las propias convicciones o

    deseos; las expectativas frustradas, es decir, la propia conducta contradice lo esperado; la

    adhesión forzada, esto es, la realización de comportamientos o manifestación de opiniones no

    elegidos libremente; y los efectos posteriores a una toma de decisiones incierta o a una

    elección entre alternativas, lo cual supone racionalizar el comportamiento ya realizado. Lamagnitud de la disonancia y la motivación para reducirla estarán en función de la importancia

    que la persona dé a los elementos incongruentes y del número de relaciones disonantes. En

    cuanto al número de éstas, aunque la teoría se centra en díadas de elementos −“me gusta

    fumar” versus  “fumar me perjudica”; “soy amigo de Luis” versus  “las ideas de Luis son

    incompatibles con las mías”−, cada elemento de la díada suele implicar un conjunto más

    amplio de creencias relacionadas, alusivas a cómo son y qué significan esos elementos.

    La disonancia cognitiva creará tensión psicológica, por lo que el individuo estará

    motivado a reducirla de alguna de estas maneras: modificando uno de los elementos

    implicados −“dejo de fumar”; “dejo de ver a Luis”−, añadiendo otros nuevos −“no será tan

    malo el tabaco si hay médicos que fuman”− o reduciendo la importancia de los elementos

    discordantes −“las ideas políticas no importan cuando la amistad es buena”−. Pero los

    elementos cognitivos implicados en la disonancia no siempre serán igual de susceptibles a la

    modificación. Así, las cogniciones que se refieren al comportamiento −“soy amigo de Luis”;

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    “yo fumo”− y las que se refieren a los sentimientos −“me gusta tener amigos como Luis”;

    “me gusta fumar”− son más factibles de modificar que las que se refieren a acontecimientos

    del ambiente −“Luis tiene  ideas políticas contradictorias con las mías”; “el tabaco perjudica”−. Por ello, será más probable que se intente modificar las relativas al

    comportamiento y a los sentimientos. Otra opción será distorsionar cognitivamente la

    importancia de lo discordante o, incluso, introducir nuevos elementos que reduzcan la

    relación disonante. Todo ello tiene una especial trascendencia en el proceso de formación y

    modificación de actitudes: cambiar elementos reduce la contradicción, pero añadir otros

    nuevos, buscando información adicional, proporciona un peso añadido a uno u otro de los

    elementos de la díada discordante, que podrá quedar fortalecido en las actitudes de la persona.

    Un aspecto que Festinger (1957/1975) desarrolla en la teoría de la disonancia, y que ya

    había sido sugerido por Lewin (1951/1988), es que la toma de decisiones para reducir la

    disonancia puede generar nueva disonancia o incrementar la que ya existía. En efecto, cuando

    una persona ha hecho una elección para reducir la disonancia del estado previo, se puede

    encontrar con un nuevo estado disonante, en relación al atractivo de las opciones elegidas.

    Ante esta situación, puede revocar la decisión tomada o modificar sus cogniciones. En

    algunos estudios posteriores, como los realizados por Brehm y Cohen (1962), se comprueba

    que la disonancia puede aparecer en situaciones de elección libre entre opciones, siendo lamagnitud de la disonancia proporcional al atractivo de la alternativa rechazada y a la

    importancia que tenga la elección.

    De las situaciones corrientes de la vida social en las cuales puede aparecer disonancia,

    las que mayor volumen de investigación han generado son, entre otras, la toma de decisiones,

    la obediencia forzada, los desenlaces imprevistos, los efectos posteriores a la decisión, las

    transgresiones morales y la recepción de información discrepante con las propias

    convicciones (López-Sáez, 1999, 2007a).

    Concretamente, en el tema de la obediencia o la decisión forzada, Festinger y Carlsmith

    (1959) en sus experimentos, ya clásicos, sobre “complacencia inducida” mostraron que

    cuando un individuo es obligado a realizar una conducta contraria a sus creencias,

    experimentará más disonancia cuanto menor sea la recompensa recibida por realizarlo: ante

    una recompensa pequeña estará más motivado a modificar sus actitudes en la dirección que

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    halle consonancia con la conducta que es forzado a realizar, mientras que ante una

    recompensa elevada poseerá una justificación suficiente para no cambiar sus ideas en la

    dirección de su conducta contraactitudinal. Lo que sucede es que la persona que no reciba unarecompensa significativa no dispondrá de justificación y será más probable que intente

    cambiar sus creencias para que estén de acuerdo con su conducta realizada y, de esta manera,

    eliminar la tensión o incomodidad de la disonancia. Sin embargo, en investigaciones

     posteriores, como la de Simon, Greenberg y Brehm (1995) se comprueba que cuando la

    actitud de partida es firme y el sujeto se da cuenta de su importancia, el cambio actitudinal es

    difícil, utilizándose, en situaciones contraactitudinales, la trivialización de la conducta como

    mecanismo para reducir disonancia, pero con poca probabilidad para el cambio de actitudes.

    La teoría de la disonancia cognitiva fue decisiva para abrir el camino hacia el estudio de

    los procesos cognitivos en la psicología social (Turner, 1999). Sin embargo, ha recibido

    críticas por la noción de ser humano que plantea Festinger. Para Rodríguez-Pérez (1993) la

    teoría de la disonancia cognitiva presenta a un ser que funciona, por sí solo, como un

    microsistema con capacidad reducida para tratar información, interesado sólo por un número

    limitado de objetos simbólicos, generalmente incoherentes, conflictivos o contradictorios.

    Esto significa, según Rodríguez-Pérez, que estamos ante un ser socialmente aislado y

    dominado por sus propias pasiones, pues son éstas las que deciden el sentido del cambio querestaurará la coherencia; un ser que vive al margen de la cultura y de los grupos sociales y,

     por tanto, al margen de aquello que configura las creencias, que, precisamente, son el objeto

    de su debate cognitivo.

    Muzafer Sherif

    Las investigaciones realizadas por Muzafer Sherif constituyen otro punto de referencia

    fundamental en la historia de la psicología social, especialmente por su aplicación de los

     principios guestaltistas al estudio de procesos intragrupales e intergrupales. El estudio de lasrelaciones entre la percepción y el comportamiento en grupo representa el núcleo de sus

    trabajos. Sherif se aleja de la perspectiva individualista y psicologista, pues mantiene que en

    la percepción de la realidad se producen modificaciones cuando los individuos perceptores se

    encuentran en una situación en la que se identifican con un grupo o una categoría social.

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    Según Sherif, la mente del individuo se modifica en estas situaciones y se crean, en ese

    contexto, una serie de productos colectivos que, posteriormente, se interiorizan.

    Partiendo de los presupuestos de la Escuela de la Gestalt  y de Lewin, Sherif sostiene

    que cuando las personas interaccionan funcionan como un todo, construyéndose nuevas

     propiedades que no se corresponden con la suma de las propiedades aisladas de los individuos

    conformantes de ese todo. El grupo interactivo y el grupo social funcionan globalmente, como

    una totalidad, modificando, a su vez, las reacciones individuales. La experiencia y la conducta

    individual no pueden entenderse sin las influencias de los grupos y de la cultura que los rodea.

    Para Sherif, el campo de la psicología social está constituido por el estudio de la interacción

    que se produce entre los ámbitos individual, grupal y cultural en la formación de cualquier

    experiencia y conducta particular. Como ha señalado Blanco (1988), Sherif entiende que la

    interacción no es simplemente un instrumento de comunicación interpersonal, sino que es el

    soporte del grupo y la razón fundamental de las normas y significados sociales.

    El grueso de los trabajos de Sherif se centra en el estudio de la formación de normas

    sociales en grupos y en cómo éstas son estandarizadas e interiorizadas. Uno de sus

    experimentos más conocidos es el del efecto autocinético (Sherif, 1936/1966). Se trata de una

    ilusión óptica que aparece cuando un estímulo visual no tiene esquema de referencia: por

    ejemplo, un punto luminoso fijo en sala oscura puede dar la apariencia de movimiento. Una

    situación ambigua como ésta es presentada a los sujetos experimentales para que emitan su

     juicio individual o colectivamente. El punto luminoso, en efecto, está fijo y así se mantiene,

     pero produce en el espectador la ilusión de que se está moviendo. Al principio, los juicios

    individuales divergían entre ellos, pues las personas tendían a establecer subjetivamente una

    especie de norma personal que les servía de marco de referencia. Pero cuando la situación se

    daba en grupo, emergían unas normas compartidas, como consecuencia de la interacción, que,

    una vez incorporadas, actuaban también como un marco de referencia para los individuos y

    que se mantienen cuando éstos vuelven a hallarse solos. De ello deduce Sherif que las

     percepciones de la realidad dependen o están en función de los grupos a los cuales se

     pertenece. Los procesos psicológicos implicados en el establecimiento de las normas sociales

    son considerados por Sherif como una extensión al campo social de un proceso psicológico

     básico de tipo perceptivo, aquél que sostiene que la experiencia individual se organiza y se

    modifica por marcos de referencia que actúan en las situaciones estimulares.

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    Es necesario hacer también mención a las investigaciones de Muzafer Sherif sobre las

    relaciones intergrupales y, especialmente, sobre el conflicto intergrupal, que dieron forma a la

    teoría del conflicto realista. Desarrolla la tesis de que cuando un grupo social se encuentra encompetición con otro, aumenta la solidaridad intragrupal, al tiempo que se desarrollan

     prejuicios hacia el otro grupo. Una de las conclusiones más interesantes de estos trabajos es

    que pueden superarse situaciones de enfrentamiento y conflictividad intergrupal a partir del

    establecimiento de objetivos comunes, para los cuales se necesite la cooperación de los dos

    grupos previamente enfrentados. Sherif y Sherif (1953) realizan estudios con grupos creados

    ex profeso de adolescentes en campamentos de vacaciones. Allí, primero provocan y después

    resuelven una situación de conflicto intergrupal, mediante la manipulación experimental de

    los objetivos de dos grupos de jóvenes. Cuando a los grupos se les planteaba metasmutuamente incompatibles, estallaba el conflicto, la hostilidad, el prejuicio y la estereotipia

    negativa. Cuando se planteaban metas mutuamente deseadas y sólo alcanzables mediante la

    cooper ación −metas “supraordenadas”−, se reducía el conflicto y sus correlatos psicosociales

    y conductuales. La creación y reducción del conflicto intergrupal fueron demasiado

    generalizadas y dependientes de factores grupales, como para poder ser atribuidas tan sólo a

     predisposiciones individuales.

    Muzafer Sherif, en colaboración con Carl Hovland, también abordó la investigación dela comunicación persuasiva. La teoría del juicio social (Sherif y Hovland, 1961) remite al

    estudio de la persistencia y cambio de actitudes explicados a partir de procesos perceptivos. El

    argumento central es que toda actitud incluye un juicio implícito −anclado en la propia actitud

    y, por consiguiente, sesgado− acerca de si una comunicación contraactitudinal es o no es

    aceptable. Es decir, el mantenimiento de una actitud incluye, en ella misma, el juicio sobre

    qué argumentos contraactitudinales pueden ser aceptables o son directamente rechazables.

    Existen unas áreas de aceptación, de indiferencia y de rechazo en relación al cambio de

    actitudes. Si la comunicación persuasiva entra en las áreas de aceptación del receptor, sereducirán las diferencias entre la actitud previa y la propuesta. Por el contrario, si la

    comunicación entra en el área de rechazo, las diferencias entre ambas serán resaltadas o

    aumentadas debido a su contraste. La dinámica entre estas áreas depende de la implicación o

    compromiso del receptor con las ideas en juego: en la medida en que aumenta la implicación,

    aumenta el área de rechazo. Las aplicaciones que se derivan de todo ello, parecen claras: para

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    mayoría: sólo la uniformidad mayoritaria producía el cambio en las respuestas del sujeto

    aislado.

    Un aspecto interesante y distintivo de la situación experimental creada por Asch es la

     presencia de un conflicto entre los miembros del grupo. En efecto, los estudios de Sherif

    −efecto autocinético− sobre la formación de normas se basaban en la convergencia de

    respuestas individuales, sin embargo, en los trabajos de Asch los sujetos experimentales se

    veían obligados a elegir entre sus propios juicios y los juicios consensuados −aunque,

    erróneos− de la mayoría. La situación estaba diseñada para medir el grado en que las personas

    aceptan las presiones de conformidad, aun teniendo el conocimiento evidente de que el grupo

    está equivocado. Asch, a diferencia de Sherif, no trabaja sobre la base de la ambigüedad

     perceptiva como requisito para que haya conformidad, sino que el centro de interés de sus

    investigaciones es la presión social que el grupo ejerce en situaciones fácilmente resolubles

    desde el criterio propio. También resulta innovadora su conceptualización de la influencia

    como un conflicto cognitivo (Munné 1989).

    La explicación más plausible para las situaciones de conformidad normativa que se

     producen en la vida real gira en torno a dos conceptos: influencia informativa e influencia

    normativa (Fernández-Dols, 1989). El primero se refiere a que la unanimidad de la mayoría

    sugiere a las personas que el juicio mayoritario sea el acertado y cercano a la realidad. El

    segundo −el que más probablemente operaba en los experimentos de Asch− hace referencia al

    temor a la desaprobación social: actúa el deseo de no ser visto como diferente por los demás

    miembros del grupo.

    A partir de los trabajos de Sherif y de Asch sobre influencia social, surgieron numerosas

    líneas de investigación. Entre ellas, destacan los conocidos experimentos de Stanley Milgram

    sobre obediencia a una autoridad inmoral (Milgram, 1974). En estos experimentos, Milgram

    demuestra que un porcentaje muy elevado de sujetos con características sociológicas mediasson capaces de torturar a un desconocido, siguiendo órdenes asertivas, aunque no coactivas,

    de una figura de autoridad −en este caso, un supuesto profesor universitario que,

    supuestamente, investiga los efectos del castigo en el aprendizaje−. La situación de castigo es,

    desde luego, ficticia, aunque eso no es conocido por los sujetos experimentales, que piensan

    que están causando daños reales −fuertes descargas eléctricas− a un sujeto que se equivoca en

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    una tarea de memorización de palabras. Según señala López-Sáez (2007b), en diferentes

    replicaciones del experimento de Milgram, han llegado a obtenerse porcentajes del 90% de

    sujetos experimentales que, aun creyendo que estaban torturando a otra persona, seguían lasórdenes de la autoridad, lo cual pone de manifiesto que se trata de un comportamiento

    determinado por procesos de influencia social más que por causas individuales.

    La orientación cognitivista 

    Munné (1989) señala cinco supuestos básicos que se desprenden de la

    conceptualización del cognitivismo:

    − La persona es procesadora activa de información e interpretadora de la realidad.

    − La interpretación de un estímulo depende tanto de las características de éste como de

    las expectativas del perceptor, así como de sus pautas de comparación.

    − La persona intenta organizar su experiencia y esta  organización implica tanto una

    selección como una simplificación de sus contenidos mentales y de la realidad circundante.

    − La organización mental de la realidad tiene como función proporcionar una guía para

    la acción y una base para la predicción.

    − Lo anterior es aplicable tanto al comportamiento social como al no social.

    La noción de ser humano que presenta el cognitivismo fue uno de los motivos que

    ayudó a su gran auge dentro de la psicología estadounidense, desde los años sesenta del

     pasado siglo. El hecho es que tanto el psicoanálisis como el conductismo, pese a sus grandes

    discrepancias, presentaban ambos unas nociones que, implícitamente y aun sin pretenderlo,

    dejaban entrever dudas sobre algunos de los valores fundacionales de los Estados Unidos,

    tales como el libre albedrío, la preeminencia del raciocinio o la capacidad de elección. Las

     propuestas cognitivistas, por el contrario, permitían mantener explícitamente a salvo estos

    valores que legitiman el individualismo ideológico.

    Algunos autores han considerado a la Escuela de la Gestalt   como precursora de la

    orientación cognitivista. Así, encontramos propuestas, como la de Ibáñez (2003), que

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    enmarcan a las teorías guestaltistas en psicología social dentro de las cognitivistas, tal y como

    aparece también reflejado en diferentes ediciones de “The handbook of social psychology”,

    como es el caso del capítulo de Zajonc (1968a), el de Markus y Zajonc (1985) y, másrecientemente, el capítulo de Taylor (1998). Por su parte, Rodríguez-Pérez (1998) establece

    una distinción entre dos psicologías cognitivistas: una inspirada en las teorías del

     procesamiento de la información y otra que es resultado de la evolución de los planteamientos

    guestaltistas. A pesar de estas afinidades entre la concepción de la Gestalt   y la psicología

    cognitivista, entendemos, como hacen, entre otros, Garrido y Álvaro (2007), que la génesis de

    los presupuestos de la cognición social debe buscarse en las teorías del procesamiento de la

    información, algo que le es único e indispensable a la psicología social cognitivista para

    entender su desarrollo.

    Parece claro que la orientación cognitivista es el enfoque dominante en psicología social

    desde, al menos, los años setenta del siglo XX (Collier et alii, 1996; Ibáñez, 1990; Jiménez-

    Burillo, 1986; Rodríguez-Pérez y Betancor, 2007; Sabucedo, D’Adamo y García-Beaudoux,

    1997; Turner, 1999). Por ello, Markus y Zajonc (1985) afirman que el cognitivismo se quedó

    sin “competidores”, puesto que se dio, por parte de algunas de las teorías antiguamente

    conductistas o guestaltistas, una reconceptualización de sus términos en dirección al

    cognitivismo. Según Markus y Zajonc, la psicología social de los años cincuenta y sesenta secaracterizó por una diversidad de enfoques: algunas investigaciones se encuadraban en el

    esquema conductista de estímulo-respuesta, otras en la teoría del campo lewiniana y la teoría

    de la Gestalt , otras salían del neoconductismo para acercarse al cognitivismo y otras se

    conceptualizaban decididamente ya en términos cognitivistas. Esta diversidad se resolvió con

    un desenlace favorable para las teorías de la cognición social. El cambio habido desde

    entonces, afirman Markus y Zajonc, es de proporciones revolucionarias, empujando al grueso

    de los investigadores a contemplar los fenómenos psicosociales desde la perspectiva de la

    cognición social.

    Sin embargo, existen diferentes opiniones y controversias con respecto a algunos

    aspectos de esta orientación. Algunos autores sostienen que el cognitivismo constituye una

    revolución intradisciplinaria de la psicología, que se ha deslizado, posteriormente, a la

     psicología social, convirtiendo a ésta en cognitivista (Graumann y Sommer, 1984). En ese

    sentido, la psicología social perdería señas de identidad en favor de la psicología

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    individualista. Otros mantienen que la psicología social ha sido siempre, en el fondo,

    cognitiva (Fiske y Taylor, 1991; Zajonc, 1980). Pero otros, como Páez, Marques e Insúa

    (1994) matizan que, aunque la psicología social siempre se interesó por los procesos mentalesque implican conocimiento de la realidad social, el auge cognitivista de los años sesenta del

    siglo XX hizo que este interés se reorientara hacia la comprensión de la mecánica de los

     procesos cognitivos, en detrimento de sus contenidos.

    Ya en la psicología wundtiana se planteaba la existencia de categorías mentales, pero la

    diferencia aportada por la perspectiva cognitivista actual radica en la forma de acercarse a la

    mente para estudiar el comportamiento de las personas. Como nos recuerdan Garrido y

    Álvaro (2007), esta forma de acercarse a lo mental consiste, básicamente, en aplicar la

    metáfora de la mente como un ordenador y aplicar análogamente todo el andamiaje procesual

    de las ciencias computacionales.

    Si bien, como hemos mencionado −y como veremos a lo largo de este apartado−

    identificar la presencia de la orientación cognitivista en psicología social constituye un asunto

     problemático, sí es más sencillo ponerla en relación con las otras dos grandes orientaciones

    teóricas que hemos expuesto en los apartados precedentes y de las cuales depende el

    cognitivismo: ya sea para distanciarse abiertamente, en el caso del conductismo, ya sea para

    encontrar apoyos, en el caso del guestaltismo.

    Cognitivismo, conductismo y guestaltismo

    El libro de George Miller “El mágico número siete más menos dos: algunos límites de

    nuestra capacidad para procesar información”, aparecido en 1956, suele ser considerado como

    el primer punto de inflexión para entender el cambio de paradigma experimentado en la

     psicología en dirección hacia el cognitivismo y alejándose del conductismo. Cuatro años más

    tarde, el propio George Miller, Eugene Galanter y Karl Pribram firman “Planes y estructura

    de la conducta”, otro texto fundamental en el mismo sentido. Ya en 1967, Ulric Neiss