virno, paolo - virtuosismo y revolucion. la accion politica en la era del desencanto

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  • mapas

    PaoloVirno

    Virtuosismo yrevolucin

    La accin poltica enla era del desencanto

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  • Traficantes de Sueos no es una casa editorial, nisiquiera una editorial alternativa, que contempla lapublicacin de una coleccin variable de textos crticos.Es, por el contrario, un proyecto, en el sentido estrictode apuesta, que se dirige a cartografar las lneasconstituyentes de otros rdenes de vida. La construc-cin terica y prctica de la batera de herramientasque, en palabras propias, pueden componer el ciclo deluchas de las prximas dcadas

    Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro yla cultura, sin concesiones para con los narcisismos delviejo humanismo, sin lealtad alguna a los usurpadoresdel saber, sin simpata alguna con la apropiacin de lainformacin en manos de unos pocos (compaas oparticulares), TdS adopta sin ambagajes la crueldad dequin quiere la libertad de acceso y circulacin delconocimiento. Queda, por tanto, permitida y abierta lareproduccin total o parcial de los textos publicados, encualquier formato imaginable, salvo y por explcitavoluntad del autor y slo para ediciones con nimo delucro.

    Omnia sunt communia

  • Mapas. Cartas para orientarse en la geografa variablede la nueva composicin del trabajo, de la movilidadentre fronteras, de las transformaciones urbanas.Mutaciones veloces que exigen la introduccin de lne-as de fuerza y reflexin a travs de las discusiones demayor potencia en el horizonte global.

    Mapas recoge y traduce, por tanto, algunos de los ensa-yos, que con mayor lucidez y mayor fuerza expresivahan sabido reconocer las posibilidades polticas conte-nidas en la geografa moderna de las situacionescorrientes.

  • Copyrigth.

    Se permite la copia parcial o total, en papel o en formatodigital, de los contenidos de este libro siempre y cuandose respete la autora de los textos y de las traducciones.Para las ediciones con nimo de lucro se requiere el per-miso del titular del copyright.

    2003, Paolo Virno

    Ttulo:Virtuosismo y revolucin, la accin poltica en la era deldesencanto.Autor:Paolo Virnotraduccin:Ral Snchez Cedillo (captulo 1,2,3,4,5)Hugo RomeroDavid Gmez Hernndez (captulo 6 y 7)maquetacin y diseo de cubierta:colectivoedicin:traficantes de sueosC\.hortaleza 19, 1 drcha.28004 Madrid. Tlf: 915320928e-mail:[email protected]

    Impresin:Queimada Grficas.C\. Salitre, 15 28012, Madridtlf: 915305211

    ISBN:84-932982-1-2Depsito legal:M-4995-2003

  • Virtuosismo y revolucin,la accin poltica en la poca del desencanto

    Paolo Virno

    introduccin de:

    Ral Snchez Cedillo

    traduccin de:Ral Snchez Cedillo

    Hugo RomeroDavid Gmez Hernndez

    mapas

  • Introduccin por Ral Snchez Cedillo. pg.11

    1. Tesis sobre el nuevo fascismo europeo. pg.25

    2. Charla y curiosidad.La formacin difusa en el postfordismo. pg.33

    3. Ambivalencia del desencanto. Oportunismo, cinismo, miedo. pg.45

    4. Algunas notas a propsito del General Intellect. pg.77

    5. Virtuosismo y revolucin: notas sobre el concepto de accin poltica. pg.89

    6. Del xodo. pg.117

    7. Derecho de resistencia. pg.123

    Apndice: Do you remember counterrevolution?. pg.127

    ndice

  • 11

    Una hereja contumaz e inteligente: historias del operaismo

    Desconocido Paolo Virno. Tanto ms si cabe en la tierra bal-da de las armas de la crtica en la que hemos debido crecercomo militantes de la cosa comn desde finales de la dca-da de 1980, al menos en esta parte de Europa. En efecto, noes ste sino otro de los mltiples efectos de aquella counterre-volution italiana y por aadidura occidental de la que noshabla Virno en estas mismas pginas. Las proporciones y con-secuencias de la contrarrevolucin capitalista de la dcada de1980 cobraron en Italia una efectuacin que forzosamentedeba corresponderse con la intensidad y el espesor antropo-lgico de un prolongado y discontinuo ciclo de luchas, taninaferrable hoy para los topos viejos y no tan viejos de lagenealoga y el archivo de la subversin, como lo fuera enton-ces para los mltiples y generosos experimentos de organiza-cin poltica autnoma contra el trabajo asalariado y el Estadoque constelan los diez aos de aquel itlico 68 permanentey que dan razn del uso de expresiones como laboratorioItalia o anomala italiana. Experimentos derrotados, qududa cabe, y sin paliativos de ningn tipo. Hasta el punto quehemos de considerar un milagro laico la persistencia bio-grfica y poltica de aquel periodo, de la que en cierto mododa fe la edicin de este mismo volumen.

    En otoo de 1968, de nuevo por un traslado de la familia, vinea vivir a Roma, y al poco entr en contacto y relaciones con elgrupo que luego se convertira en Potere Operaio, que entoncesen la capital era sustancialmente el grupo de las facultadescientficas, del discurso sobre ciencia y produccin, el delComit de base de la FATME. Sobre todo este ltimo, entre el

    Introduccin.por Ral Snchez Cedillo

  • otoo de 1968 y comienzos de 1969, fue una experiencia demasas que abri y puso broche a algunas luchas triunfantes,cuando los obreros se llevaron a casa cosas concretas sobre eltrabajo a destajo, los horarios, los ritmos, etc. Este PotereOperaio de Roma en un primer momento todava no se llamabaas adems,j la experiencia decisiva es la de La Classe, en laprimavera de 1969 en Turn. Son aos de la historia italiana enlas que se determina un punto que es historiogrfico, pero tam-bin de paradigma terico: mientras que encontramos mil vocessobre 1968 y otras mil sobre 1969, encontramos pocas o encualquier caso poco atentas a lo que sucedi entre el verano de1968 y el verano de 1969, que es, por el contrario, el punto demxima maduracin de las temticas de la revolucin italiana.1

    In medias res, como la contra-historia del acontecimiento,Paolo Virno, militante y filsofo, entra a formar parte de esehijo bastardo del primer operaismo que fue, desde 1969hasta su disolucin en 1973, Potere Operaio2 en el que, apesar de su juventud Virno nace en Npoles en 1952, lle-gar a formar parte de una de esas estructuras un pococmicas, ridculas y vividas a menudo en Potere Operaiotambin con irona, la del ejecutivo3. La breve e intensa his-toria de Pot. Op. se juega, en esta fase lgida del ciclo deluchas autnomas del obrero-masa en Italia que slo decli-nar con el inicio de la reestructuracin capitalista italiana ymundial que encuentra su principal punto de inflexin en1973, en el intento de ejercer una funcin de partido, tc-tica y desestabilizadora de la iniciativa capitalista, delinmenso y abigarrado movimiento de asambleas y comits

    Virtuosismo y revolucin12

    1. Intervista a Paolo Virno 21 aprile 2001, realizada por Gigi Roggero,Francesca Pozzi y Guido Borio, incluida en un CD-Rom que forma parte de losmateriales del libro Futuro anteriore. Dai Quaderni Rossi ai movimenti globali: richezze elimiti delloperaismo italiano, Roma, DeriveApprodi, 2001. No obstante, vase enespaol la Entrevista con Paolo Virno, realizada por Vernica Gago y DiegoSztulwark, incluida en una pequea carpeta dedicada a Virno por la revistaArchipilago, Barcelona, nm. 54/2003.2. Sobre Potere Operaio, as como sobre el contexto y la coyuntura de los periodosinmediatamente anterior y posterior al 1968-69 italiano, vase el exhaustivo traba-jo de Marco Bascetta, Simona Bonsignori, Franco Carlini y Stefano Petrucciani,1968. Una revolucin mundial (Libro y CD-Rom), Madrid, Akal, coleccin Cuestionesde antagonismo, 2002.3. Intervista a Paolo Virno 21 aprile 2001, op. cit.

  • que pondr patas arriba la Italia industrial y metropolitana.Ojo: funcin de partido, esto es, intento de construir en ydesde el movimiento una serie de mediaciones de organiza-cin, de tiempos, de comunicacin, que permitieran que elmovimiento expresara, en el corto plazo, en las secuenciastcticas del conflicto, una fuerza igual y contraria a la dela reestructuracin y la represin operada por el mando delcapital. A la hora de considerar el disputado neoleninis-mo4 de Pot. Op. sera imperdonable olvidar que aqu, adiferencia de la ortodoxia bolchevique y tercerinternaciona-lista, al movimiento le corresponde la estrategia, al partidola tctica. Nada que ver, pues, con el efmero y olvidablepaso por el escenario italiano del aquel periodo de las mil yuna versiones clnicas del izquierdismo europeo posterior a1968. En efecto, Virno encontrar en Potere Operaio unagran apertura sobre Marx y las luchas.5 Marx contra elmarxismo. Entre las virtudes de la experiencia de Pot. Op.no slo est la de haberse planteado problemas reales yactuales de un movimiento real, sino tambin la de haberoptado por disolverse y comenzar de nuevo ante la imposi-bilidad prctica de resolverlos:

    En esto reside la labilidad y la fragilidad de la experiencia pol-tica: la cuestin, naturalmente, es la del tiempo debido, el tiem-po justo, la de si esta secuencia de salida del fordismo por partede los capitalistas se produce en los tiempos que ellos decideny como secuencia repentina, de tal suerte que el marco social,el marco de las subjetividades cambia completamente y t hasperdido; el problema consista en estar dentro de esta secuen-cia, y no en oponerse a la misma en nombre de la belleza de laslneas de montaje. En definitiva, el problema era el del signo deesta secuencia: hay una fase delicada de trnsito en la que sejuega todo. As, pues, reivindico tambin que en la fase final[de Potere Operaio], que es la ms lvida, la ms cargada ade-ms de resentimientos y en muchos aspectos la ms detestable,haba sin embargo un verdadero ncleo de discusin.6

    Introduccin 13

    4. Franco Berardi Bifo, que participara tambin en la experiencia de Pot. Op hacede esta cuestin del leninismo una de las discriminantes de su evolucin en Lanefasta utopia de Potere Operario. Lavoro tecnica movimento nel laboratorio politico delSessantotto italiano, Roma, I libri di DeriveApprodi, Castelvecchi Editoria, 1998.5 Intervista a Paolo Virno 21 aprile 2001, op. cit.6 Ibid.

  • Tras la disolucin de Potere Operaio que dar lugar a laformacin de la galaxia de la Autonomia Operaia, comien-za para Virno un periodo de militancia sin organizacin,pero no por ello menos intensa. Asiste as activamente a laeclosin de las nuevas formas de expresin de la nuevacomposicin de clase nacida de la reestructuracin capita-lista en curso y de lo que ya entonces empieza a describirsecomo dimensin social y metropolitana de los procesos devalorizacin capitalista: todo lo cual estallar, como sealaVirno en Do you remember counterrevolution?,7 con elmovimiento del 77. La explosin literal de nuevos com-portamientos de una fuerza de trabajo social, anfibia, sor-prendentemente adaptada al terreno de la reestructuracinde las relaciones laborales, entre formacin y acceso al mer-cado del trabajo precario y atpico, al uso inteligente de losnichos de gasto social, as como a la reapropiacin de losnexos cooperativos y administrativos metropolitanos dentrode una dimensin de inmediatez del goce y de la expresindel contrapoder metropolitano, modificar de arriba abajolos enfoques del anlisis, que a duras penas lograrn aferrarlas consecuencias de la renovacin salvaje del proyectorevolucionario que comenzara a pergearse a la par que sepracticaba sobre todo desde el otoo caliente de 1969. Elrechazo del trabajo, contenido estratgico intrnseco a lasluchas autnomas del obrero-masa, cobra ahora una dimen-sin constituyente que, ms all de la expresin del rechazode la inhumanidad del sistema de la gran fbrica fordista ytaylorista, comienza ahora a manifestarse como xodo acti-vo de la sociedad del trabajo y de sus configuraciones antro-polgicas. Nadie se ahorrar por ello las aporas a que estaconmocin abocar a las distintas expresiones del archipi-lago de la Autonomia:

    La figura proletaria que emerge de la reestructuracin choca vio-lentamente con la organizacin urbana, con la administracin delos flujos de beneficios, y se bate por el autogobierno de la jornadalaboral. Este segundo tipo de ilegalidad, que en lneas generalespuede conectar con la experiencia autnoma, no posee nunca el

    Virtuosismo y revolucin14

    7. Vase el apndice de este mismo volumen.

  • carcter de un proyecto orgnico, y se distingue por la total coinci-dencia entre la forma de lucha y la consecucin del objetivo. Estoconlleva la ausencia de estructuras o funciones separadas,especficas, predispuestas al empleo de la fuerza.8

    Derrotado, como sabemos, el movimiento del 77 persistircomo acontecimiento ssmico intempestivo, piedra de toquedel anlisis sucesivo, huella imborrable de la nueva compo-sicin de clase. La accidentada y discontinua vida de la revis-ta Metropoli. Lautonomia possibile, se cifra en el intento dedar cuenta de este exordio de lo que ya en la dcada de 1990recibira nombres comunes: postfordismo, intelectualidad demasas, virtuosismo, esfera pblica no estatal, xodo. Sinembargo, a juicio de Virno, las cosas, no digo ya significati-vas, porque los juicios pueden ser distintos, sino aquellasobjetivamente ms reseables, por ejemplo, de la elabora-cin de Luogo Comune, han sido una continuacin, un afi-namiento, tambin con mayor peso cultural y poltico, decosas que ya se haban expresado en su totalidad dentro deMetropoli.9 Concebida en un primer momento como revistade toda el rea del movimiento del 77, el vrtice represivoque arrastra al movimiento, notablemente tras el secuestro yasesinato de Aldo Moro por parte de las Brigadas Rojas, res-tringir la composicin del proyecto. Sus cinco nmeros, pu-blicados entre 1979 y 1981, sern secuestrados y llevarn asus redactores a la crcel, infamemente acusados de dirigir,desde sus pginas, los pasos del terrorismo de extrema iz-quierda en Italia. Virno habr de vivir este proceso desde el6 de junio de 1979, da en el que ser detenido, junto a LucioCastellano y Libero Maesano, tambin redactores de la revis-ta. Comienza as una travesa carcelaria con breves periodosde libertad, comn a casi toda una generacin poltica. Con-denado a 12 aos de crcel, ser absuelto (junto con otrosimputados del proceso 7 de abril) en 1987.

    Introduccin 15

    8. Do you remember revolution, texto redactado por Paolo Virno a partir de ladiscusin colectiva de algunos de los presos en las crceles especiales tras las ope-raciones judiciales, polticas y mediticas contra la Autonomia que comenzara conel gran arresto de sus principales exponentes el 7 de abril de 1979, publicado ori-ginalmente el 20 y 22 de febrero de 1983 en el diario Il Manifesto. Recogido en ToniNegri, El tren de Finlandia, Madrid, Libertarias/Prodhufi, 1990, pp. 69-90.9. Intervista a Paolo Virno 21 aprile 2001, op. cit.

  • ste es el catlogo

    La dcada de 1990 supone para Virno y sus compaeros de militan-cia y pensar el ingente esfuerzo de crear un lenguaje comn de latransformacin acaecida. Alumbrar los nombres de la nueva espe-cie.10 La tarea es inmediatamente poltica:

    El problema consista en producir, por ms que se diera de unamanera un poco afectada, trabajosa, produciendo palabras-clave (general intellect, lenguaje y produccin, xodo) un pano-rama mental (qu es ms material que un panorama mental?),al objeto, sin embargo, de reunir grupos, grupos de militantes,grupos de militantes intelectuales. De tal forma que stos, conexperimentos cautos, sobre la renta bsica, sobre las nuevas for-mas de produccin, la fbrica innovada, el trabajo no de fbri-ca, etc., pudieran comenzar a disear trayectos prcticos.Naturalmente, al hacerlo surgen todo tipo de dificultades, setrata de tiempos largos, en los que tantas veces hay que mene-ar la cabeza e intentar hacer las cosas de otra manera.11

    En efecto, una poltica para la nueva especie del trabajovivo, para la intelectualidad de masas que tantos equvo-cos, quin sabe si deliberada y provocativamente buscados,habr de acarrear. Destruir la maldicin que sobre el vncu-lo trabajo vivo/accin poltica/libertad arrojaran contrarre-volucin neoliberal, aos de plomo y pensiero debole.Tiempo de reconocimiento del nuevo modo de produccin,de puesta en prctica de las herramientas perceptivas y cog-nitivas adecuadas para la gran poltica que el movimien-to del 77 y la biografa individual y colectiva marcan comodestino. Los distintos ensayos recogidos en este libro danperfecta cuenta de este proceso de elaboracin y de susresultados, siempre provisionales y abiertos. No en vano, entoda la literatura post-operaista se mantiene ese rasgocomn que rene, a pesar de la diseminacin, a las distintasempresas tericas y polticas nacidas a raz del primer ope-

    Virtuosismo y revolucin16

    10. Vase el documento, firmado por los Inmaterial Workers of the World, Chete lo dico a fare?, publicado en espaol en la revista madrilea Contrapoder, 4/5,invierno 2001.11. Intervista a Paolo Virno 21 aprile 2001, op. cit.

  • raismo, un continuo en el que la naturaleza colectiva ycolaborativa del proyecto asegura siempre que no se trata deun proyecto de renuncia sino de alegra, una aventura alegrede intervencin poltica e intelectual.12 Es sta la tarea quedesempean, a principios de la dcada de 1990, revistascomo Luogo Comune y, tras sta, Derive Approdi.13

    La clave de bveda de estos ensayos puede ser lasiguiente: la contrarrevolucin de la dcada de 1980 correparalela a una transformacin del modo de produccin queno puede leerse, como nunca lo fue en la tradicin operais-ta, tan slo desde el punto de vista del capital. La experien-cia contempornea nos dice que el lugar del trabajo ha des-aparecido precisamente porque toda la vida ha sido puesta atrabajar. ste es el contenido extraordinario del anlisis delproftico Fragmento sobre las mquinas de los Grundrissemarxianos que nos ofrece Virno. Lejos, pues, de las desenca-minadas fbulas de un Gorz o un Rifkin, nunca se trabajtanto y en todo momento, nos dice Virno. Los pasajes mar-xianos sobre el paso de la subsuncin formal a la subsun-cin real14 del trabajo en el capital son estimulantes al res-pecto, pero para evitar los paralogismos apologticos de unGabriel Albiac15 dicho sea por citar una subespecie local delfin de la poltica, deberemos acompaarlos de los apuntesgenealgicos y fenomenolgicos que nos propone Virno. Loque, por aadidura, nos ayudar a comprender la enigmti-ca expresin comunismo del capital con la que Virno seatreve a definir nuestra situacin contempornea. Tal ycomo leemos en Do you remember counterrevolution?, laanticipacin del postfordismo en Italia y por aadidura enel resto de Europa ha corrido a cargo de las luchas, lengua-jes y deseos del nuevo proletariado social surgido en y de la

    Introduccin 17

    12. Michael Hardt, recogido de Itinerario de Toni Negri, publicado como apn-dice a Toni Negri, Arte y multitudo. Ocho cartas, Madrid, Trotta, 2000.13. Vase www.deriveapprodi.org.14. Vase, Karl Marx, Resultados del proceso inmediato de produccin, captu-lo VI (indito) del Libro I del Capital, Mxico, Siglo XXI, 1985.15. Vase, entre otras variantes de un mismo texto sobre la subsuncin real mar-xiana, las aparecidas en los volmenes Adversus socialistas, Madrid, Libertarias, 1989,y Desde la incertidumbre, Barcelona, Plaza & Jans, 2000.

  • reestructuracin capitalista. Los contenidos materiales deestas luchas han sido recogidos por las agencias de lareestructuracin del capital y convenientemente devueltoscomo un doble monstruoso a la nueva composicin: socie-dad de la comunicacin, flexibilidad, denuncia de los pri-vilegios corporativos, pensamiento dbil, etc. La nuevaespecie crece en este terreno devastado y sin referencias enel que los deseos de liberacin del tiempo cronomtrico for-dista, la bsqueda del goce inmaterial, afectivo e intelectual,la valorizacin de lo singular e irrepetible, la instancia de labuena vida se venden cual imgenes grasientas pegadas almonitor de un mugriento PC, en casa y/o en el trabajo.

    Ni la informatizacin, ni en nuestros das la glo-balizacin explican nada, sino que deben ser explicadas.Las nuevas fuerzas productivas sociales del trabajo vivoproporcionan una explicacin. Brevemente: el uso del len-guaje, la transmisin de informaciones, el manejo y la ela-boracin de paradigmas, el clculo y la decisin entre opcio-nes, etc., se presentan como los resortes decisivos de lavalorizacin del capital, del mundo contemporneo a secas.Esta sobreabundancia cognitiva antecede como presupues-to comn, justamente como abstraccin real constitutivade cada individuo. Para la que no hay reglas ticas ni orien-taciones que no se siten ms ac de la potente eficacia deeste intelecto general. De ah que la catstrofe de la salidade quicio del tiempo social productivo se torne, en las con-diciones de nuestro comunismo del capital, en predomi-nio de oportunismo, cinismo y miedo. La dimensin artifi-cial, contingente e imprevisible virtuosa, justamente dela experiencia motivada por la entrada en produccin dellenguaje como facultad, como potencia de enunciacin, sepresenta desmesurada e inaferrable para cualesquiera reglaso preceptos anteriores, pertenecientes al mbito en el quetrabajo, accin e intelecto eran distinguibles. Esta cesuraentre eticidad y produccin, entre actividad singular delintelecto general y produccin de valores de la experienciada cuenta de la situacin moral contempornea y de lahegemona del liberalismo popular durante las dcadas de1980 y 1990. Paradjicamente, la comparticin de un inte-

    Virtuosismo y revolucin18

  • lecto general por cada singularidad productiva se torna enexacerbacin de fobias, particularismos y pequeaspatrias. La sobreabundancia de posibilidades operativas ypragmticas en horror al vaco y aoranza de tierras nata-les. La esfera pblica en esfera de la publicidad. Ensayoscomo Ambivalencia del desencanto y Charla y curiosi-dad atacan con perspicacia extraordinaria esta cuestin,poniendo de manifiesto la verdad no declarada del cnico,el oportunista y el miedoso, su adecuacin al modo de pro-duccin postfordista, as como las condiciones de partida deuna instancia tica a la altura de la situacin.

    Las Tesis sobre el nuevo fascismo europeo yVirtuosismo y revolucin abordan el problema de laaccin poltica desde dos lados contrapuestos: por un lado,el peligro inminente de que, en la tierra de nadie quedetermina la crisis irreversible de la relacin entre trabajovivo y poltica, entre intelecto general y democracia, se pre-pare el terreno para un nuevo fascismo que recoja miedos,aspiraciones, anhelos de seguridad y hogar de la intelec-tualidad de masas. Hoy advertimos la fuerza premonitoriade este ensayo escrito en 1993. Por el otro, la afirmacinelocuente y tal es la innegable factura de este ensayo yairreversiblemente clsico eurtmica de que las condicionesestn dadas para practicar una poltica de la multitud pos-fordista. Implcita en la polaridad que presentan estos ensa-yos est la naturaleza ambivalente de la multitud misma.Para Virno, si el trabajo vivo contemporneo se presentacomo multitud irrepresentable, habida cuenta de su consti-tucin misma como infinidad sobreabundante y singular deactos cognitivos, comunicativos y perceptivos artificiales y,por ello mismo irreductible a unidad de medida, analoga oequiparacin como sucediera con la mtica clase obrera delos distintos proyectos socialistas, cuya regla de igualdad yrepresentacin estaba calcada sobre la ley (de la medida)del valor-trabajo, este carcter de multitud es premisa,modo de ser, y no promesa, garanta e inherencia de liber-tad y positividad.16 Punto de partida y no solucin anticipa-

    Introduccin 19

    16 Vase Paolo Virno, Grammatica della moltitudine, Roma, DeriveApprodi, 2002, p.15 (de prxima publicacin en espaol).

  • da.17 El problema consiste en hacer materialmente que elUno de la multitud posfordista articule sus instancias delibertad a partir de aquello que le es comn en la singulari-dad: el intelecto general precisamente. Los lugares comunesde las facultades lingstica y cognitiva. La construccin delos espacios polticos del intelecto comn, de la Repblicade la multitud se traducen para Virno en la hiptesis de unaesfera pblica no estatal, esto es, de un mbito de los asuntoscomunes en el que singularidad, unicidad, individuacin, porun lado, y la dimensin pre-individual del intelecto, generalintellect del trabajo vivo contemporneo, por el otro, interac-ten para la libertad, para el goce de esa condicin que acasola abolicin del trabajo asalariado, la disolucin del Estado yla valorizacin de aquello que hace nico e irrepetible la vidade cada uno permitan llamar, sin vergenza alguna, comu-nismo. La temtica del xodo aade si cabe, amn de fasci-nantes problemas an abiertos para la filosofa poltica insu-misa a la teodicea del Estado, una poderosa imaginacin po-tica de esta transformacin practicable.

    Virtuosismo y revolucin20

    17 De ah que Virno afirme que cuando se piensa en la multitud posfordista o enlo que se quiera, es necesario introducir la categora del mal (entendido, claroest, de determinada manera), de lo negativo. Entonces, el problema ha sido queel operaismo ha criticado la dialctica, porque la dialctica era en cierto modo cosade estafadores; esto no significa que Hegel fuera un estafador, pero era un instru-mento de poco fiar. Sin embargo, a mi modo de ver la crtica de la dialctica nodeba desembocar en la crtica de lo negativo, es decir, de la posibilidad de la cats-trofe, de que las cosas salgan de puta pena. En Intervista a Paolo Virno 21aprile 2001, op. cit.t

  • Advertencia sobre la presente edicin

    Los ensayos que aparecen en este volumen constituyen unasignificativa seleccin de la produccin de Paolo Virnodurante la dcada de 1990. De acuerdo con el autor, se re-nen textos publicados en buena parte en la revista LuogoComune, que se edit entre 1990 y 1993, y en la que parti-cipaban, entre otros, Giorgio Agamben, Franco Berardi Bifo,Lanfranco Caminiti, Lucio Castellano, Augusto Illuminati,Sandro Mezzadra, Agostino Petrillo y Franco Piperno. Elresto de los textos forman parte de libros colectivos publica-dos en editoriales como Manifesto Libri (Roma) y Feltrinelli(Miln). Nuestro agradecimiento a Paolo Virno por las faci-lidades y consejos para la realizacin de esta edicin.

    23

  • 25

    1. EL FASCISMO EUROPEO de finales de siglo es el hermanogemelo, o bien el doble terrorfico de las ms radica-les instancias de libertad y de comunidad que se entrea-bren en la crisis de la sociedad del trabajo. Es la carica-tura maligna de lo que podran hacer hombres y mujeresen la poca de la comunicacin generalizada, cuando elsaber y el pensamiento se presentan ntidamente comoun bien comn. Es la transformacin en pesadilla deaquello que Marx llamaba el sueo de una cosa.

    El fascismo posmoderno no arraiga en las habi-taciones cerradas del Ministerio del Interior, sino en elcaleidoscopio de las formas de vida metropolitanas. Nose desarrolla en el mbito siempre temible de los apa-ratos institucionales, sino que concierne a aquello quesera ms digno de esperanza: los comportamientoscolectivos que se sustraen a la representacin poltica.No es un feroz agarradero del poder constituido, sino laconfiguracin eventual del contra-poder popular.Puede convertirse en un rasgo fisionmico por parte delas clases subalternas, en el modo en que stas exorci-cen y al mismo tiempo confirmen su propio carctersubalterno. En pocas palabras, el nuevo fascismo sedibuja como la guerra civil en el seno de un trabajo asa-lariado arrollado por la tempestad tecnolgica y ticadel postfordismo.1 Toca de cerca a la intelectualidad de

    1. Tesis sobre el nuevo fascismo europeo

    1. En el mbito de la relacin salarial, podemos llamar postfordismo al proceso que,a partir de la mitad de los aos setenta, invierte la secuencia keynesiana deman-da/produccion/empleo que reza que los beneficios de hoy hacen las inversionesde maana y el empleo de pasado maana. Se trata de la nueva lgica de base delas llamadas polticas de desinflacin competitiva, tanto en su versin de derechacomo en la social-liberal, con la salvedad de que lo que para una constituye una

  • Virtuosismo y revolucin26

    masa,2 a los impulsos autonomistas y desestatalizado-res, a las singularidades cualesquiera, a los ciudada-nos avispados de la sociedad del espectculo.

    Frente al fascismo, la izquierda ha tendido amarcar una distancia infranqueable, cuando no inclusouna diferencia antropolgica: ahora, en cambio, setrata de reconocer su naturaleza de espejo con capaci-dad deformadora. O sea, su proximidad a las experien-cias productivas y culturales de las que parte tambinla poltica revolucionaria. Slo un gesto de acercamien-to puede predisponer antdotos adecuados. Mirar a lacara al hermano gemelo significa colocar la propia pra-xis en un estado de excepcin en el que el curso msprometedor siempre est a punto de bifurcarse encatstrofe.

    condicin estratgica para reestablecer los mecanismos flexibles de la regulacincompetitiva de la relacin salarial, no representa para la otra ms que una medi-cinanecesaria y transitoria, dictada por las constricciones objetivas de la mundiali-zacin. En el plano de los procesos productivos y de las formas de mando sobrela cooperacin social, el postfordismo remite de modo general a la informatizacinde lo social, la automatizacin en las fbricas, el trabajo difuso, la hegemona cre-ciente del trabajo inmaterial y del llamado terciario (comunicativo, cognitivo y cien-tfico, performativo, afectivo), la mundializacin en acto de los procesos producti-vos. El postfordismo es, siempre, crisis, su genealoga no nos lleva al agotamientotcnico de un rgimen de acumulacin, sino al cuestionamiento de las propiasbases de control de la relacin salarial y de subordinacin del trabajo vivo al tra-bajo muerto, del capital variable al capital fijo. La crisis es una crisis social, quecorresponde al desarrollo de un sujeto colectivo que se ha negado como fuerza detrabajo y como consumidor masificado, vaciado de toda cualidad y toda existenciaautnoma, salvo en su integracin en el capital. Hay una continuidad que une lamicroconflictividad, el absentismo sistematico, el sabotaje (el rechazo del trabajoen la cadena), al deseo general de promocin social (lucha por la escolarizacin demasa) y de valorizacin de las capacidades como medios de reapropiacin de losmecanismos sociales de la produccin y la reproduccin. (N. del E.)

    2 Intelectualidad de masa es un intento, siempre prospectivo, de definir al proletaria-do posfordista. Este se ve constituido por una masa obrera reestructurada por losprocesos de produccin informatizados y automatizados, procesos gestionados demanera centralizada por un proletariado intelectual cada vez ms numeroso y cadavez ms metido en el trabajo en la informtica, la comunicacin, la formacin;subtendido y constituido por la imbricacin permanente de la actividad tcnico-cientfica y del duro esfuerzo de la produccin de las mercancas, por la combina-cin cada vez ms ntima del tiempo de trabajo y de las formas de vida. (N. del E.)

  • 27

    2. El fascismo europeo de finales de siglo es una res-puesta patolgica al progresivo desplazamientoextraestatal de la soberana y a la evidente obsolescen-cia que en lo sucesivo caracteriza al trabajo sometido aun patrn. Ya slo por estos motivos, est en las ant-podas del fascismo histrico. Cualquier eco o analogasugerida por el trmino slo lleva a confusin. No obs-tante, el uso del trmino es oportuno: oportuno parasealar, hoy como en los aos veinte, un fenmenoesencialmente diferente de una inclinacin conserva-dora, iliberal, represiva por parte de los gobiernos.Para sealar, precisamente, a un hermano gemelorobusto y espantoso.

    3. A veces se ha designado la metamorfosis de los sis-temas sociales en Occidente, durante los aos treinta,con una expresin tan perspicua como aparentementeparadjica: socialismo del capital. Con ella se alude alpapel determinante que asume el Estado en el cicloeconmico, al final del laissez-faire liberal, a los proce-sos de centralizacin y planificacin conducidos por laindustria pblica, a las polticas de pleno empleo, alexordio del Welfare. La rplica capitalista a la revolu-cin de Octubre y a la crisis del 29 fue una gigantescasocializacin (o mejor dicho, estatalizacin) de las rela-ciones de produccin. Por decirlo con Marx, se diouna superacin de la propiedad privada en el propioterreno de la propiedad privada.

    Como sabemos, el fascismo histrico representuna variante o una articulacin del socialismo delcapital. Hiperestatalismo, militarizacin del trabajoque no se distingue de su exaltacin, apoyo pblico ala demanda efectiva, fordismo3 poltico (es decir, su

    Tesis sobre el nuevo fascismo europeo

    3. El fordismo como proceso de modificacin de la relacin salarial y productivay reproductiva fue el producto complejo y progresivo de las luchas de la clase obre-ra americana. El modelo de la gran firma y el oligopolio concentrado, por encimade las determinaciones econmicas (los mercados de masa y la economas de esca-la), se forj a finales del siglo pasado para responder a la desestructuracin de lasreglas de la competencia del mercado de trabajo. De hecho, los principios de laOCT (organizacin cientfica del trabajo) se definieron durante esta misma poca,

  • Virtuosismo y revolucin28

    trasformacin en forma de gobierno): he aqu algunosde sus rasgos ms importantes. El modelo elaboradopor Lord Keynes tuvo una realizacin prctica no sloen el New Deal roosveltiano, sino tambin en la polti-ca econmica del Tercer Reich.

    La metamorfosis de los sistemas sociales enOccidente, durante los aos ochenta y noventa, puedesintetizarse del modo ms pertinente con la expresin:comunismo del capital. Esto significa que la iniciativacapitalista orquesta, a su favor, precisamente las con-diciones materiales y culturales que aseguraran unsereno realismo a la perspectiva comunista. Pensemosen los objetivos que constituyen la sustancia de lascosas esperadas de los revolucionarios modernos:abolicin del escndalo intolerable que es la persisten-cia del trabajo asalariado; extincin del Estado comoindustria de la coercin y monopolio de la decisinpoltica; valorizacin de todo lo que hace irrepetible lavida de los individuos. Pues bien, en el curso de la lti-ma dcada se ha puesto en escena una interpretacincapciosa y terrible de esos mismos objetivos. En pri-mer lugar: la irreversible contraccin del tiempo detrabajo socialmente necesario ha ido pareja al aumen-to del horario para quien est dentro y de la margi-nacin para quien se queda fuera. Tambin, y enespecial cuando es exprimido por las horas extraordi-narias, el conjunto de los trabajadores dependientes sepresenta como superpoblacin o ejrcito industrialde reserva. En segundo lugar, la crisis radical, o inclu-so la disgregacin, de los Estados nacionales se explicacomo reproduccin en miniatura, cajas chinas, de laforma-Estado. En tercer lugar, tras la cada de unequivalente universal capaz de una vigencia efectivaasistimos a un culto fetichista de las diferencias: slo

    mucho antes del desarrollo de la produccin de masa, con el fin de privar al obre-ro profesional de su savoir-faire, en el que descansaban su autosuficiencia produc-tiva y el proyecto poltico autogestionario (cuyo equivalente en Europa fue elmovimiento de los consejos a finales de la segunda dcada de este siglo). El cro-nmetro y, a continuacin, la cadena de montaje determinaron un formidableproceso de abstraccin del trabajo. (N. del E.).

  • que stas ltimas, reivindicando un subrepticio funda-mento substancial, dan lugar a todo tipo de jerarquasvejatorias y discriminadoras.

    El fascismo europeo de finales de siglo se nutredel comunismo del capital. Juega la partida en elconfn incierto entre trabajo y no-trabajo, organiza a sumanera el tiempo social excedente, secunda la prolife-racin cancerosa de la forma-Estado, ofrece refugiosvariables a la ausencia de pertenencia y el desarraigoque surgen del vivir la condicin estructural de super-poblacin; escande diferencias lbiles y sin embar-go amenazadoras.

    4. Max Horkheimer, en su estudio de 1942 sobre elEstado autoritario, determina la base material del fas-cismo en la destruccin sistemtica de la esfera de lacirculacin en tanto mbito de la Libert y de la gali-t. La concentracin del proceso productivo por partede los monopolios desautoriza, segn Horkheimer, laapariencia de un intercambio justo entre sujetosparitarios en el que se basa la igualdad jurdica y todoel Edn de los derechos burgus. Con la degrada-cin de la libre competencia se desmorona la libertadtout court. El despotismo del rgimen de fbrica, lejosde permanecer como una verdad oculta e impresenta-ble, pasa al primer plano, pone a su servicio teatral-mente el mbito de la circulacin, se convierte enmodelo institucional, se afirma como autntico nomosde la tierra. Los mdulos operativos de la produccinde masa irrumpen en la poltica y en la organizacindel Estado. Los procedimientos basados en el consen-so (cuyo modelo es el intercambio de equivalentes)dan paso a procedimientos prescriptivos de carctertcnico, suministrados por las conexiones concretasdel proceso de trabajo.

    En la posguerra, el antifascismo toma acta de las con-diciones materiales que haban determinado el naufragio delos regmenes liberales. En consecuencia, para no dejarse bur-lar por las palabras, concibe la democracia en primer lugarcomo democracia industrial. Los titulares de la ciudadana no

    29Tesis sobre el nuevo fascismo europeo

  • son ya los individuos atomizados que interaccionan en elmercado, sino los productores. Identidad trabajista eidentidad democrtica tienden a coincidir. El individuoes representado en el trabajo, el trabajo en el Estado:ese es el proyecto global, ya sea realizado o relegado enel tiempo, pero siempre dotado de dignidad constitu-cional. El ocaso de la Primera repblica italiana no sedistingue de la conflagracin de ese proyecto, de la des-aparicin de sus propios fundamentos. Y sobre losescombros de la democracia industrial se deja ver lasilhouette del fascismo posmoderno.

    El peso slo residual del tiempo de trabajo en laproduccin de la riqueza, el papel determinante que enella desempean el saber abstracto y la comunicacinlingstica, el hecho de que los procesos de socializa-cin tengan su propio baricentro fuera de la fbrica yde la oficina, el civilizado desprecio hacia cualquierreedicin de la tica del trabajo, todo ello y an mscosas hacen polticamente irrepresentable a la fuerzade trabajo posfordista. Si tal irrepresentabilidad nodeviene un principio positivo, un eje constitucional, unelemento definitorio de la democracia, aquella, comomero ya no, puede determinar las condiciones parauna drstica restriccin de las libertades.

    El fascismo posmoderno hunde sus races en ladestruccin de la esfera laboral como mbito privile-giado de la socializacin y lugar de adquisicin de laidentidad poltica.

    5. Marx deca: la fuerza de trabajo no puede perdersus cualidades de no capital, de virtual negacin delcapital, sin dejar de constituir al instante la levaduradel proceso de acumulacin. Hoy habra que decir: lafuerza de trabajo posfordista no puede perder suscualidades de no trabajo (o sea, no puede dejar de par-ticipar en una forma de cooperacin social msamplia que la cooperacin productiva capitalista) sinperder al mismo tiempo sus virtudes valorizadoras.En las fbricas de la calidad total o en la industriacultural, es buen trabajador el que vierte en la ejecu-

    Virtuosismo y revolucin30

  • cin de la propia tarea actitudes, competencias, sabe-res, gustos, inclinaciones maduradas en el vastomundo, fuera del tiempo especficamente dedicado alcurro. Hoy merece el ttulo de Stajanov quien sacaprovecho profesionalmente de un actuar-en-conciertoque sobrepasa (y contradice) la estrecha socialidad delas profesiones conocidas.

    La poltica estatal apunta a recuperar, siempre ydesde el principio, la cooperacin social excedente a lacooperacin laboral, imponiendo a aquella los criteriosy unidades de medida de sta. El fascismo de finales desiglo, en cambio, da una expresin directa a la coope-racin excedente: pero una expresin jerrquica,racista, desptica. Hace de la socializacin extralaboralun mbito descompuesto y bestial, predispuesto al ejer-cicio del dominio personal; instala en l los mitos de laautodeterminacin tnica, de las races recuperadas,del suelo y la sangre de supermercado; reestableceentre sus pliegues vnculos familiaristas, de secta o declan, destinados a conseguir el disciplinamiento de loscuerpos que ya no proporciona la relacin de trabajo.

    El fascismo de finales de siglo es una forma decolonizacin brbara de la cooperacin social extrala-boral. Es la parodia granguiolesca de una polticafinalmente no estatal.

    6. Las principales orientaciones de la cultura europeade la ltima dcada no ofrecen un antdoto, ni tampocoun indiscutible punto de resistencia al nuevo fascismo.Es ms, este ltimo distorsiona y reutiliza, en una espe-cie de nmesis ultrajante, conceptos e imgenes-del-mundo, aparejados para celebrar el fin de la historiay de sus ritos sangrientos. En particular, el pensamien-to posmoderno, que ha descrito la reduccin a trabajoasalariado del saber y del lenguaje como una irrupcinliberadora de las diferencias, o como un eufricopaso del Uno a los Muchos, no puede considerarse ino-cente cuando es precisamente en los Muchos donde seafirman formas fascistas de microfsica del poder.

    31Tesis sobre el nuevo fascismo europeo

  • Virtuosismo y revolucin32

    7. La crisis de la democracia representativa es inter-pretada, en Italia, por las Leghe4 y por algunas compo-nentes de las formaciones referendarias: por tanto, porlos baciabambini5 de la segunda repblica. Sonvoces diversas entre s, es ms, en competencia unascon otras, pero todas hacen coincidir la descomposi-cin de la representacin (o, mejor dicho, de la repre-sentabilidad) con la restriccin de la participacinpoltica y de la democracia en general. Cuidado: escierto que no se trata de posiciones fascistas, sino deproyectos cuya realizacin determina el espacio vaco,o la tierra de nadie en la que el fascismo de finales desiglo puede de hecho fortalecerse.

    Hoy, el antifascismo radical consiste en concebirla crisis de la representacin no ya como inevitableesclerosis de la democracia, sino, por el contrario, comola ocasin extraordinaria para su desarrollo sustancial.Dicho de otro modo, inmunizarse del hermano gemelosignifica, hoy, elaborar y experimentar organismos dedemocracia no representativa. Frente a la ria furibun-da entre proporcionalistas y mayoritarios (ayer), ascomo entre primoturnistas y segundoturnistas.

    4. Las Leghe, las Ligas, representan, a veces de manera caricaturesca pero no menosreal, a las nuevas fuerzas productivas de las pequeas y medianas empresas de secto-res punta que se han afirmado en el Norte (es decir, en una de las zonas productivasms ricas de Europa). Las Ligas proponen expresamente y en la actualidad ponen enprctica (en el caso de la Liga Lombarda) el fin de la Primera Repblica, una nuevaconstitucin federal y un liberalismo econmico extremo. Por lo dems su composi-cin poltica y cultural es extremadamente reaccionaria. (N. del E.)

    5. Literalmente, besanios. (N. del E.)

  • 33

    Tratado de las pasiones

    EN LA CULTURA MEDITICA subyacen estados de nimo,actitudes e inclinaciones emotivas que han sido objetode la atencin duradera de la reflexin tica. Agustnde Hipona, Montaigne, Pascal y La Rochefoucauld hanescrito pginas que podran figurar provechosamenteen un manual de instrucciones para funcionarios de latelevisin. Se trata, sin embargo, de pginas que estosautores dedican a la debilidad de carcter, a los aspec-tos menos nobles del comportamiento individual ycolectivo: olvido de s mismos, inconstancia, fatuidad,incapacidad de recogimiento y concentracin, etc. Laindustria de la comunicacin presupone un tratado delas pasiones lleno de matices; pero este tratado, a pri-mera vista, parece incluir slo o sobre todo pasionesmalas, sentimientos reprobables, conductas degrada-das. Es as a ciencia cierta?

    Simplifiquemos al mximo la cuestin. La for-macin difusa (denominada tambin ininterrumpi-da), que tiene su baricentro en Internet y, en general,en los nuevos media, ocupa el espacio que se despliegaentre un ya no y un todava no. Ya no se trata deuna telaraa de tradiciones consolidadas, en condicio-nes de proteger a la praxis humana de la aleatoriedady la contingencia, y todava no de la comunidad detodos aquellos que ya no pueden contar con ningunacomunidad predeterminada (Bataille). Habitar esteespacio exige un gran esfuerzo de adaptacin, ductili-dad y rapidez de reflejos. Pues bien, muchas de lasinclinaciones que la filosofa moral haba juzgado conseveridad, subrayando su carcter disipador o morboso,

    2. Charla y curiosidad. La formacin difusa en el postfordismo

  • se presentan como requisitos preciosos para adaptarsecon ductilidad y rapidez a la tierra de nadie contenidaentre el ya no y el todava no. Determinados senti-mientos reprobables se tornan en recursos cognitivos,esto es, en instrumentos de aprendizaje y experimenta-cin. El lado oscuro de la tica adquiere una crecienteimportancia epistemolgica, toda vez que ayuda a com-prender (y por ende a arrostrar) la mutabilidad perma-nente de los modelos operativos y de los estilos de vida.La inconstancia, la fatuidad y el oportunismo permitencontraer nuevos hbitos perceptivos; absorber los cho-ques con lo imprevisto; orientarse lo mejor posible enterritorios desconocidos. El tratado de las pasionesnsito en el funcionamiento material de los mediamerece una valoracin desapasionada: es, en primerlugar, una caja de herramientas. Herramientas rudi-mentarias y provisionales, qu duda cabe, pero quecontribuyen a delinear formas inditas de experiencia.

    Cabe ejemplificar la transformacin de propen-siones morales inconvenientes en virtudes epistemo-lgicas (o, si se prefiere, en capacidades tcnicas) dis-cutiendo brevemente sobre dos fenmenos conocidsi-mos (y de nefasta reputacin) de la vida cotidiana: lacharla, esto es, un discurso sin estructura sea, indi-ferente respecto a los contenidos que en cada momen-to roza, contagioso y proliferante; y la curiosidad, esdecir, la insaciable voracidad de lo nuevo en tanto quenuevo.

    Un sujeto parlanchn y entrometido

    Pasiones mediticas por excelencia, la charla y lacuriosidad han sido analizadas a fondo por MartinHeidegger en Ser y tiempo (pargrafos 35 y 36).Resulta imposible dar aqu detallada cuenta de esteclebre anlisis. Nos limitamos a advertir que hare-mos de l un uso instrumental y desenvuelto. Tandesenvuelto como para emplear en ocasiones las pala-bras de Heidegger contra el propio Heidegger. Para

    Virtuosismo y revolucin34

  • empezar, dos breves alusiones al contexto temtico enel que se coloca el tratamiento heideggeriano de laspasiones mediticas.

    En Ser y tiempo, la charla y la curiosidad sondenunciadas como manifestaciones tpicas de la vidainautntica. Esta ltima se caracteriza por la nivela-cin conformista de todo sentir y todo comprender. Ensta al pronombre impersonal sele corresponde eldominio incontestable : se dice, se hace, se cree unacosa u otra. El se es annimo e invasivo. Nutre decertezas tranquilizadoras, difunde opiniones siempreya compartidas. Es el sujeto sin rostro de la comunica-cin meditica. Instituye ese estado interpretativopblico en cuyo seno se despliega la cotidianidad de lasociedad de masas. No hace falta aadir que, precisa ysolamente, el se alimenta la charla y desencadenauna curiosidad insaciable y carente de mesura.

    Segunda observacin somera. El se parlan-chn y entrometido oculta, o tergiversa, el rasgo carac-terstico de la existencia humana: el ser-en-el-mundo. Pertenecer al mundo no significa en absolutocontemplarlo de manera desinteresada. Por el contra-rio, esta ineludible pertenencia supone una implicacinprctica, una actividad manipuladora, una asiduacura. Cabra decir: la vida autntica, es decir, con-forme al ser-en-el-mundo efectivo, encuentra unaexpresin adecuada en el trabajo. El mundo es, antetodo, un mundo-taller, un conjunto de medios y finesproductivos, el teatro (y el objeto) de una alacridadgeneralizada. Segn Heidegger, aquel que habla y seabandona a la curiosidad, no trabaja; se ha alejado dela ejecucin de una tarea determinada; ha suspendidoo puesto en sordina toda seria cura. El se, ademsde annimo, es tambin ocioso. Su irresponsable fatui-dad se extiende cuando nos las damos de espectadoresdel mundo. En cuyo caso, el mundo-taller cede el pues-to a un ficticio mundo-espectculo. Escapar del hechi-zo del se no se distingue de un volver al trabajo, estoes, de una reapropiacin consciente del pragmtico yproductivo ser-en-el-mundo.

    35Charla y curiosidad

  • En estas notas querramos indicar la potencia, laschances, la riqueza latente de la denominada vidainautntica. En qu consiste exactamente la expe-riencia del charlatn y del curioso? Es slo prdida ycada, o presenta tambin una posible ganancia y unaparadjica va de salvacin? En qu medida el semeditico deja presentir los contornos de una nuevaesfera pblica, bastante distinta de la actual, que coin-cide con los aparatos administrativos del Estado? Eincluso: Es cierto, adems, que la charla y la curiosi-dad permanecen confinadas fuera del trabajo, en eltiempo de la distraccin y del ocio? No es preciso supo-ner, ms bien, que estas actitudes se han convertido enel perno de la produccin contempornea, denominadapostfordista o inmaterial, en la que domina la accincomunicativa y es valorizada al mximo la capacidadde manejarse entre continuas innovaciones?

    Productividad de la charla

    La charla da fe del papel preeminente de la comunica-cin social, de su independencia con respecto a todo vn-culo o presupuesto, de su plena autonoma. Autnomacon respecto a fines predefinidos, a empleos circunscri-tos, a la obligacin de reproducir fielmente la realidad.En la charla se desvanece ostensiblemente la corres-pondencia denotativa entre palabras y cosas. El discur-so ya no requiere una legitimacin externa que le ven-dra proporcionada por los acontecimientos sobre losque versa. l mismo constituye en lo sucesivo un acon-tecimiento consistente en s mismo, que se justificapor el mero hecho de acaecer. Escribe Heidegger: Envirtud de la comprensin media que el lenguaje expre-sado trae consigo, el discurso comunicante [...] puedeser comprendido incluso sin que aquel que escucha secoloque en la comprensin originaria de aquello sobre loque discurre el discurso. Y despus: La charla es laposibilidad de comprenderlo todo sin apropiacin preli-minar alguna de la cosa que ha de ser comprendida.

    Virtuosismo y revolucin36

  • Para Heidegger, hay un ntimo parentesco entre elautntico ser-en-el-mundo, siempre atareado y labo-rioso, y el referencialismo lingstico. El signo denotael mundo como complejo de medios utilizables; el dis-curso concierne, por regla general, a lo que exige uncometido serio y diligente. Slo cuando prevalece lainautenticidad de la charla, el lenguaje interrumpe suobra de reflejo funcional de los estados de cosas exis-tentes, poniendo de manifiesto una ndole constructivay arbitraria. Dicho sea con una ocurrencia: slo en laelocucin banal y annima del se adquieren una evi-dencia intuitiva algunas tesis de Saussure y Piaget.

    La charla resquebraja y confuta el paradigmareferencialista. La crisis de este paradigma intervieneen el origen de los mass media (y de la industria cultu-ral en su conjunto). La emancipacin de los enunciadosde la carga de corresponder punto por punto al mundono lingstico hace que stos puedan multiplicarseindefinidamente, generndose unos a otros. EscribeHeidegger: Y precisamente porque el discurso ha per-dido, o nunca ha alcanzado, la relacin originaria con elente del que se discurre, lo que cuenta es la difusiny la repeticin del discurso mismo. Difusin y repeti-cin exquisitamente mediticas, precisamente. Lacharla, habida cuenta de que carece de una referenciaextrnseca, es infundada. Esta falta de fundamentoexplica el carcter lbil y a veces vacuo de la interac-cin cotidiana; es decir, explica ese sentido de pobrezaexperimentado justamente cuando se est en el centrode mltiples flujos comunicativos. Sin embargo, lamisma falta de fundamento permite en todo momentola invencin y la experimentacin de nuevos discursos.En pocas palabras: si la comunicacin ya no trans-mite experiencias dignas de elogio, constituye noobstante la herramienta adecuada para construirexperiencias inditas. La charla es un ruido defondo: de por s insignificante (a diferencia de ruidosligados a fenmenos particulares, como una moto enmarcha, un canto, un taladro), ofrece no obstante latrama de la que se extraen variantes significativas,

    37Charla y curiosidad

  • modulaciones inslitas y articulaciones imprevistas.La charla no representa nada, pero precisamente porello puede producir de todo.

    Desde el nacimiento de la gran industria hasta laconclusin de la poca fordista y taylorista, el procesoproductivo ha sido silencioso. Aquel que trabajaba,callaba. Se empezaba a charlar slo a la salida de lafbrica o de la oficina. La principal novedad del post-fordismo consiste en haber puesto el lenguaje a traba-jar. La comunicacin social se ha convertido en la mate-ria prima, el instrumento y, a menudo, el resultado finalde la produccin contempornea. Ojo: al trabajador nose le exige un determinado nmero de frases estndar,sino una accin comunicativa informal, dctil, capaz deenfrentarse a las ms diferentes eventualidades. Lo quees movilizado no es la parole, sino la langue. La facultadmisma del lenguaje, no una de sus aplicaciones espec-ficas. Esta facultad, es decir, la potencia genrica dearticular todo tipo de enunciados, adquiere un relieveorgnico precisamente en la charla meditica. Dehecho, en sta no cuenta tanto lo que se dice como elpuro y simple poder-decir. Los media presentan deforma concentrada esa accin comunicativa (no refe-rencial, sino constructiva) que desempea un papel deenorme importancia en todos los sectores de la produc-cin social. En este sentido, cabra sostener que losmedia son el prototipo o el laboratorio de los procedi-mientos laborales postfordistas.

    La concupiscencia de la vista

    A propsito de la curiosidad, Heidegger cita aAgustn de Hipona. En las Confesiones (Libro X, cap.35) el curioso es definido como aquel que se abandonaa la concupiscentia oculorum, a la concupiscencia de lavista, ansioso por asistir a espectculos inslitos eincluso horribles. El placer persigue lo que es bello,gustoso, armonioso, suave, blando; la curiosidad quieretener la experiencia incluso de sus contrarios [...] por

    Virtuosismo y revolucin38

  • ansia de probar, de conocer. Y, a decir verdad, quplacer podra sentirse ante la horrible visin de uncadver despedazado? Sin embargo, si hay uno en algu-na parte, todos acuden all.

    Tanto Agustn de Hipona como Heidegger consi-deran la curiosidad como una forma degradada y per-versa de amor al saber. Una pasin epistmica, en defi-nitiva. Es la parodia plebeya del bos theoretiks, de lavida contemplativa consagrada al conocimiento puro.Tanto al curioso como al filsofo no les mueven intere-ses prcticos, ambos aspiran a un aprendizaje que cons-tituye un fin en s mismo, a una visin sin finalidadesextrnsecas. De no ser porque, en la curiosidad, los sen-tidos usurpan las prerrogativas del pensamiento: son losojos del cuerpo, no los metafricos de la mente, los queobservan, hurgan y valoran todos los fenmenos, sinque importe que sean superficiales o profundos, fsicoso espirituales. La hipertrofia de la experiencia sensibleimplica que la asctica theora se transforma en elansia de probar, de conocer del voyeur.

    Tambin la curiosidad, como ya sucediera con lacharla, es colocada por Heidegger en el mbito del notrabajo. Aqulla se propaga cuando se interrumpe elproceso productivo. Justamente entonces el ver,hasta ese momento dirigido al cumplimiento de unatarea particular, se torna inquieto, mvil, voluble. Lavisin ya no encuadra los entes en funcin del crite-rio de su eventual utilizabilidad, sino que, desprendidade toda tarea, busca una satisfaccin slo en s misma.Escribe Heidegger: La cura se sosiega en dos casos: opara recobrar fuerzas o porque la obra est terminada.Este sosiego no elimina la cura, sino que libra la visinrescatndola del mundo de las obras. El rescate delmundo de las obras hace que la visin se nutra decualquier cosa, hecho, acontecimiento, reducidos noobstante a otros tantos espectculos. El juicio deHeidegger es inapelable: en la curiosidad anida unradical extraamiento; el curioso slo se interesa porel aspecto del mundo; de este modo pretende liberarsede s mismo en tanto que ser-en-el-mundo. No resulta

    39Charla y curiosidad

  • Virtuosismo y revolucin40

    difcil captar aqu un eco de las consideraciones dePascal sobre el divertissement, sobre las artimaaspara matar el tiempo. Nunca buscamos las cosas, sinola bsqueda de las cosas; El nico alivio de nuestrasmiserias es la diversin y, sin embargo, sta es nuestramayor miseria. De hecho, es sobre todo la diversin loque nos impide pensar en nosotros mismos y nos llevainsensiblemente a la perdicin. Sin ella estaramosenfrascados en el aburrimiento y ste nos empujara abuscar un medio ms consistente para librarnos de l.Pero la diversin nos deleita y nos hace llegar a lamuerte inadvertidamente.1

    Elogio de la distraccin

    Justamente aqu, cuando discutimos de la con-cupiscencia de la vista, parece oportuno un cotejoaproximado entre la posicin de Heidegger y la deWalter Benjamin. Una observacin general: en lasclebres pginas de La obra de arte en la poca de sureproducibilidad tcnica, Benjamin ha puesto a punto,obviamente con otra terminologa, una peculiar diag-nosis del se, de los modos de ser tpicos de la socie-dad de masas, en definitiva, de la vida inautntica.Una observacin especfica: la reproducibilidad tc-nica del arte y de todo tipo de experiencia, realizadapor los mass media, no es sino el instrumento ms id-neo para satisfacer una universal y omnvora curiosi-dad. Dicho esto, vayamos al punto importante:Benjamin entiende como una promesa lo queHeidegger percibe como una amenaza; as, pues, elo-gia esa ansia de conocer el aspecto del mundo que elotro, por el contrario, denigra.

    Tanto la curiosidad (en el anlisis de Heidegger)como la reproducibilidad tcnica (en el anlisis deBenjamin) se esfuerzan por abolir las distancias, por

    1. B. Pascal, Penses, ed. Chevalier, n. 203 y 207.

  • situar toda cosa al alcance de la mano (o, para ser msprecisos, de la vista). Heidegger: posedo por la curio-sidad, el ser-ah busca lo que est lejos nicamentepara acercrselo en sus detalles. Benjamin: Volverlas cosas espacial y humanamente ms cercanas espara las masas actuales una exigencia vivsima, en lamisma medida que la tendencia a la superacin de launicidad de cualquier dato mediante la recepcin de sureproduccin. Sin embargo, esta vocacin de la proxi-midad asume un significado muy distinto o inclusoopuesto en los dos autores.

    Segn Heidegger, a falta de una laboriosacura, el acercamiento de lo lejano y lo raro da comonico resultado la ruinosa anulacin de la perspectiva:la mirada ya no distingue entre primer plano yfondo. Cuando todas las cosas convergen en una pro-ximidad indiferenciada, se desvanece un centro establedesde el que observarlas. La curiosidad se parece a unaalfombra voladora que, eludiendo la fuerza de la gra-vedad, merodea a baja altura sobre la muchedumbrevariopinta de los fenmenos. Sin morada fija, est con-denada a un nomadismo incesante. Busca lo nuevoexclusivamente como trampoln de lanzamiento haciaotro nuevo, demostrando una incapacidad tpica dedetenerse sobre lo que se presenta.

    Por el contrario, Benjamin considera que elacercamiento del mundo, permitido por la reprodu-cibilidad tcnica, dilata y enriquece las capacidadesperceptivas humanas. La visin errabunda no selimita a recibir pasivamente un espectculo dado,sino que, decidiendo cada vez, desde el principio,qu merece pasar al primer plano y qu debe serrelegado al fondo, ejerce una funcin crtica. Losmedia, curiosidad elevada a la ensima potencia,adiestran los sentidos para considerar lo conocidocomo si fuera desconocido, esto es, para divisar unmargen de libertad enorme e imprevisto incluso enlos aspectos ms trillados y repetitivos de la expe-riencia cotidiana. Pero, a la vez, adiestran los senti-dos tambin para la tarea inversa: considerar lo des-

    41Charla y curiosidad

  • conocido como si fuera conocido, familiarizarse conlo inesperado y lo sorprendente, acostumbrarse a lafalta de costumbres slidas.

    Para aprehender en la curiosidad meditica unaforma paradjica de vida contemplativa, es necesariodar un paso ulterior, indicando cul es el estado denimo que caracteriza a una contemplacin semejante.El curioso mira, aprende, experimenta todo, pero sinprestar atencin. Est perennemente distrado. TantoHeidegger como Benjamin se detienen, de nuevo deforma paralela y no obstante antittica, sobre el fen-meno de la distraccin. Para Heidegger, la distraccin,en tanto que correlato inevitable de la curiosidadinquieta, es la prueba evidente de un total desarraigo yde una total inautenticidad. Distrado es aquel que per-sigue posibilidades siempre distintas, pero equivalentese intercambiables; aquel que est por doquier y en nin-guna parte; aquel que no tiene nada de que ocuparsecon recogida concentracin. Por el contrario, Benjaminelogia con todas las letras la distraccin, vislumbrandoen sta el modo ms eficaz de recibir una experienciaartificial (en tanto que tcnicamente reproducible).Escribe Benjamin: A travs de la distraccin [...] sepuede controlar al alcance de la mano hasta qu puntola percepcin est en condiciones de cumplir nuevastareas [...] El cine devala el valor cultual [es decir, elculto de la obra de arte considerada como algo nico] noslo induciendo al pblico a una actitud valorativa, sinotambin debido al hecho de que en el cine la actitudvalorativa no implica atencin. El pblico es un exami-nador, pero un examinador distrado.

    Obviamente, la distraccin es una molestia y unlmite para el aprendizaje intelectual. El trabajo delconcepto exige una esforzada atencin, un alejamien-to preventivo de todo aquello que puede distraer. Lascosas cambian radicalmente si lo que entra en liza es elaprendizaje sensorial: este ltimo se ve incluso favore-cido y potenciado por la distraccin; reclama un ciertogrado de dispersin y de inconstancia. La curiosidadmeditica es aprendizaje sensorial de artificios tcni-

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  • camente reproducibles, percepcin inmediata de pro-ductos intelectuales, visin corprea de paradigmascientficos. Los sentidos (antes bien, la concupiscentiaoculorum) se apropian de una realidad abstracta, estoes, de conceptos materializados en tcnicas, no incli-nndose con atencin, sino haciendo alarde de la dis-traccin. Se trata, s, de una contemplacin voraz, pero,por as decirlo, de una contemplacin realizada siem-pre y nicamente con el rabillo del ojo.

    43Charla y curiosidad

  • 45

    UNA VALORACIN DE LA SITUACIN emotiva de estos lti-mos aos no es una peripecia literaria que se haga pordistraccin, ni una pausa de recreo entre investigacio-nes rigurosas. Muy al contrario, la propuesta pone lamira en cuestiones importantes y concretsimas: rela-ciones de produccin y formas de vida, aquiescencia yconflicto. Es un prlogo en la Tierra, sordo a cual-quier susurro anglico, destinado ms bien a rendircuentas con el sentido comn y con el ethos de la dca-da recin terminada.

    Al hablar de situacin emotiva no hacemos refe-rencia a un haz de propensiones psicolgicas, sino adeterminados modos de ser y de sentir tan penetrantesque resultan comunes a los ms distintos contextos deexperiencia: al tiempo de trabajo tanto como al deaprendizaje, a la introversin ociosa no menos que a lostrasiegos de la esfera pblica. Ms que centrarnos en laubicuidad de sus manifestaciones, lo que hace falta escaptar la ambivalencia de estos modos de ser y de sen-tir, distinguiendo en ellos un grado cero o un ncleoneutro, del que pueda brotar tanto la resignacin ale-gre, la abjuracin inagotable y la integracin socialcomo instancias inditas de transformacin radical delo existente. Pero antes de remontarnos a este ncleoesencial y ambivalente, conviene detenerse en lasexpresiones efectivas de la situacin emotiva de losaos que han seguido al colapso de los movimientos demasas. Expresiones bastante duras y desagradables,como es sabido.

    Se trata de aferrar el campo de la coincidenciainmediata entre produccin y tica, estructura y superes-tructura, revolucin del proceso laboral y sentimientos,

    3. Ambivalencia del desencanto:oportunismo, cinismo y miedo.

  • tecnologas y tonalidades emotivas, desarrollo materialy cultura. Si nos mantenemos ms ac de esta mezclatupida, renovaremos fatalmente la escisin metafsicaentre abajo y arriba, entre animal y racional, entrecuerpos y almas: y poco importa si, al hacerlo, se hacealarde de un pretendido materialismo histrico. Pero,sobre todo, si dejamos de registrar los puntos de iden-tidad entre praxis laboral y estilos de vida, no com-prenderemos nada de la renovada produccin actual, yerraremos acerca de las formas culturales vigentes.

    Es el mismo proceso productivo postfordista elque ostenta directamente, bajo el signo de un dominiointensificado, la conexin entre sus mdulos operativosy los sentimientos de desencanto. El oportunismo, elmiedo, el cinismo, que surgen de la proclama postmo-derna sobre el fin de la historia, pasan a formar partede la produccin o bien combaten con la versatilidad yla flexibilidad de las tecnologas electrnicas.

    Los sentimientos puestos a trabajar

    Cules son los requisitos principales exigidos a los tra-bajadores dependientes hoy en da? Las comprobacio-nes empricas coinciden en la respuesta: disposicin ala movilidad, capacidad de mantenerse al paso de lasreconversiones ms bruscas, adaptabilidad desvincula-da de cualquier interdependencia, ductilidad en elcambio de un conjunto de reglas a otro, predisposicina una interaccin lingstica tan banalizada comoomnilateral, un cierto control de los flujos de informa-cin, la costumbre de manejarse entre ilimitadas posi-bilidades alternativas.

    Ahora bien, estos requisitos no son tanto frutodel disciplinamiento industrial, como el resultado deuna socializacin que tiene su baricentro fuera del tra-bajo, una socializacin subrayada por la mutacinrepentina de usos y costumbres, por la recepcin de losmedios de comunicacin, por la indescifrable ars com-binatoria que en las metrpolis entrelaza secuelas deocasiones fugaces. Se puede lanzar con sobriedad lahiptesis de que la profesionalidad, de hecho exigida

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  • y ofrecida, consiste a fin de cuentas en dotes adquiridasdurante una prolongada permanencia en un estadioprelaboral o precario. El retraso del hecho de plegarsea un papel definido, que ha sido un rasgo tpico de losmovimientos juveniles de las ltimas dcadas, se con-vierte en la ms destacada de las cualidades profesio-nales. A la espera de un trabajo, se desarrollan esostalentos genricamente sociales y ese hbito de noadquirir hbitos duraderos, que harn ms tarde lasveces, una vez encontrado empleo, de autnticos ins-trumentos de trabajo.

    Hay aqu un doble pasaje. Por un lado, el proce-so de socializacin, es decir los intereses de la red derelaciones mediante la cual se adquiere experienciadel mundo y de s, aparece como independiente de laproduccin directa, de los ritos de iniciacin de lafbrica y la oficina. pero, por otro, la innovacin conti-nuada de la organizacin de trabajo subsume el con-junto de inclinaciones, actitudes, sentimientos, vicios yvirtudes, madurados en la socializacin extralaboral.La permanente mutabilidad de las formas de vida hacesu entrada en las obligaciones del trabajador. Laadaptacin al cambio ininterrumpido y sin telos, losreflejos probados por la cadena de conmociones per-ceptivas, un fuerte sentido de la contingencia y de laaleatoriedad, una mentalidad no determinista, el adies-tramiento metropolitano para atravesar cuadrivios dediferentes oportunidades, todo esto se eleva al rango deautentica fuerza productiva.

    La idea misma de modernizacin, y el orden deoposiciones por el que sta se rige, saltan en pedazos:los choques de lo nuevo contra la inmovilidad del orde-namiento precedente, la artificialidad contra la semi-naturalidad, una diferenciacin veloz contra una repe-titividad consolidada, la temporalidad lineal e infinitacontra el carcter cclico de la experiencia. Este mon-tn de imgenes, forjadas en el terreno de la primerarevolucin industrial, ha sido tenazmente aplicado, porinercia u smosis, a cada sucesiva nouvelle vague deldesarrollo. Su inadecuacin es total.

    47Ambivalencia del desencanto

  • La innovacin en acto, lejos de oponerse al estatismode largo periodo de las sociedades tradicionales,interviene en un escenario social ya completamentemodernizado, urbanizado, artificial. Hace falta pre-guntarse, hoy en da, cmo se combina la ltimairrupcin de eventos imprevistos con una cierta cos-tumbre de lo imprevisto y con una reactividad adqui-rida ante la transformacin sin pausa. Cmo la des-viacin ms reciente respecto de lo conocido se acu-mula e interfiere con una memoria colectiva e indivi-dual enteramente barrida por giros imprevistos. Si sequiere hablar todava de desquiciamiento, se tratarade un desquiciamiento que aparece donde ya no hayfundamentos reales.

    El punto crucial es que la agitacin productivaactual se aprovecha, como si se tratara del l recurso msprecioso, de todo aquello que el esquema de la moder-nizacin incluye entre sus efectos: incertidumbre res-pecto de las expectativas, contingencia de las coloca-ciones, identidades frgiles, valores en permutacin.No es que la reestructuracin desgarre las tradicionesestables (ya no queda ni la huella de Filemn y Banciarrastrados por un Fausto emprendedor), sino quepone a trabajar los estados de nimo y las predisposi-ciones generadas por la imposibilidad de cualquierautntica tradicin. Las tecnologas consideradas avan-zadas no provocan un desplazamiento, capaz de disiparuna familiaridad pasada, sino que reducen a perfilprofesional la misma experiencia del desplazamientoms radical. Para decirlo con una jerga de moda: elnihilismo, en un primer momento a la sombra de lapotencia tcnico-productiva, se convierte ms tarde enun ingrediente fundamental, en una cualidad muy bienvalorada en el mercado de trabajo.

    Las oficinas de la charla

    El remolino del desarraigo ha sido diagnosticado y des-crito de diferentes maneras por la gran filosofa de estesiglo. Pero, en ella, los rasgos peculiares de una expe-

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  • riencia empobrecida y privada ya de una estructurasea slida se manifiestan la mayora de las veces enlos mrgenes de la praxis productiva, casi entonandoun canto escptico y corrosivo respecto a los procesosde racionalizacin.

    Las tonalidades emotivas y las disposiciones ti-cas, que revelan la drstica falta de fundamento queaflige al actuar, asoman la cabeza despus del horariode trabajo, despus de fichar. Pinsese en el dandismoy en el spleen de Baudelaire; o en el espectador dis-trado de Benjamin, que afina, s, la propia sensibili-dad para con construcciones espacio-temporales deltodo artificiales, pero, precisamente, en el cine[Benjamin 1936: 46]. Pinsese sobre todo en las dosfamosas figuras de la vida inautntica segnHeidegger: la charla y la curiosidad. La primera es undiscurso sin fundamento, incesantemente difuso yrepetido, que no transmite ya ningn contenido real,sino que se impone como el verdadero acontecimientodigno de atencin. La segunda es el impulso de lo nuevoen cuanto nuevo, es un ver puro e inquieto, incapaci-dad de recogimiento, agitacin sin fin y sin un fin. Bien,ambas figuras se afirman, de acuerdo con Heidegger,apenas se interrumpe el serio y grave tomar cuidadodel instrumento y del objeto de trabajo, cuando des-aparece la relacin pragmtica y operativa con elmundo circundante [Heidegger 1927: 35-36].

    Ahora bien, la conspicua novedad de estos aosnuestros reside en el hecho de que los modos de lavida inautntica y los estigmas de la experienciaempobrecida devienen modelos de produccin positi-vos y autnomos, asentndose as en el corazn mismode la racionalizacin. El discurso sin fundamento y elimpulso de lo nuevo en cuanto tal alcanzan la posicinrelevante de criterios operativos. En lugar de realizar-se despus del horario de trabajo, la charla y la curio-sidad se dotan de sus propias oficinas.

    La subsuncin en el proceso productivo del pai-saje cultural y emotivo tpico de un desarraigo sinremedio se revela de manera ejemplar en el oportu-nismo. Oportunista es aqul que afronta un flujo de

    49Ambivalencia del desencanto

  • posibilidades intercambiables, mantenindose dispo-nible para el mayor nmero de ellas, plegndose a lams cercana y desvindose despus de una a otra. Esteestilo de comportamiento, que rubrica la dudosa mora-lidad de muchos intelectuales, tiene sin embargo tam-bin su importancia tcnica.

    Lo posible, algo con lo que se mide el oportunis-ta, est como nunca desencarnado: asume, es cierto,esta o aquella apariencia particular, pero en su esenciaes una pura abstraccin de ocasiones. No la oportuni-dad de algo, sino la oportunidad sin contenido, seme-jante a la que se perfila ante quien juega a juegos deazar. Con una precisin decisiva: el enfrentamiento conuna secuela ininterrumpida de posibilidades vacas nopermanece confinado en un mbito particular, no es unparntesis que se pueda cerrar a placer para pasar auna actividad seria, dotada de una rgida concatena-cin de medios y objetivos, de una slida compenetra-cin entre formas y contenidos. El oportunismo essobre todo una partida sin pausas ni trmino.

    Es precisamente la sensibilidad para las oportu-nidades abstractas lo que constituye una cualidad pro-fesional en tales modelos de actividad post-taylorista,all donde el proceso laboral no est regulado por unslo objetivo particular, sino por una clase de posibili-dades equivalentes, que hay que especificar en cadacaso. La mquina informtica, ms que medio para unfin unvoco, es premisa para procesos sucesivos yoportunistas. El oportunismo se hace valer comorecurso indispensable cada vez que el proceso concre-to de trabajo es invadido por un difuso actuar comuni-cativo, sin identificarse ya, por tanto, con el meroactuar instrumental mudo. Mientras la astuciataciturna, con la que el instrumento mecnico se bene-ficia de la causalidad natural, requiere hombres decarcter lineal y sumiso a la necesidad, la charlainformtica necesita de un hombre de ocasiones, pro-clive a todas las oportunidades.

    La fantasmagora de posibilidades abstractas, enla que acta el oportunista, est coloreada por el miedo

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  • y exuda cinismo. Infinitas son tambin las posibilida-des negativas y perjudiciales, las ocasiones amena-zantes. El miedo ante peligros determinados, aunqueslo sean virtuales, habita el tiempo de trabajo comouna tonalidad ineliminable. Pero tambin ste, por otraparte, se transfigura en requisito operativo o virtudespecial de trabajo. De hecho, la inseguridad respectodel propio puesto frente a innovaciones peridicas, eltemor a perder prerrogativas recin conseguidas, elansia de mantenerse al da, todo esto se traduce enflexibilidad, ductilidad, disposicin a la reconversin.

    La amenaza surge de un contexto perfectamenteconocido, nos roza, nos perdona la vida, golpea a cual-quiera. As, aunque sea a propsito de cuestiones concre-tas y delimitadas (situadas bastante ms ac de las cues-tiones ltimas), el trabajo intelectual de masas experi-menta a cada paso el sentimiento tpico de la diezma, esdecir, la euforia infame que nace de ser el noveno o elundcimo de la fila. A diferencia de lo que sucede en laparbola hegeliana sobre las relaciones entre amo yesclavo, el miedo no es ya aquello que empuja a la sumi-sin antes del trabajo, sino que es una componente activade esa inestabilidad estable que distingue todas las arti-culaciones internas del proceso productivo.

    Esta inestabilidad estable pone a la vista, tantoen el trabajo como en el tiempo libre, las reglas desnu-das que estructuran artificialmente los mbitos deaccin (instituyendo grupos de oportunidades ysecuencias de temores). Pues bien, precisamente en laexhibicin descarada de las normas operativas seencuentra la raz del cinismo contemporneo. Cnicosson los hombres y mujeres que hacen experiencia delas reglas, antes que de hechos o acontecimientosconcretos. Hacer experiencia directa de las reglas sig-nifica tambin reconocer su convencionalidad y faltade fundamento. As, no se est ya inmerso en unjuego predefinido, participando con verdadera adhe-sin, sino que se vislumbra en los juegos singulares,destituidos de toda obviedad y seriedad, slo el lugarde la inmediata afirmacin de s. Afirmacin de s tanto

    51Ambivalencia del desencanto

  • ms arrogante, o a fin de cuentas cnica, cuanto ms sesirve, sin ilusiones pero con perfecta adhesin momen-tnea, de las mismas reglas cuya convencionalidad ymutabilidad se percibe.

    El cinismo manifiesta la ubicacin de la praxisxisen el plano de los modelos operativos, ms que bajoellos. Pero esta ubicacin no se parece nada a un domi-nio seorial de la propia condicin. Al contrario, la inti-midad con las reglas se vuelve una con la adaptacin aun ambiente esencialmente abstracto. En los a prioriy en los paradigmas que estructuran la accin, el cni-co capta tan slo la sealizacin mnima til para orien-tar su lucha por la supervivencia. No es casualidad, poreso, que al cinismo ms descarado lo acompae habi-tualmente un sentimentalismo desenfrenado. Los con-tenidos vitales, excluidos por el barrido de una expe-riencia que es en primer lugar experiencia de forma-lismos y de abstracciones, regresan a hurtadillas, sim-plificados, no elaborados, tan prepotentes como pueri-les. Nada hay ms normal que el experto de comunica-cin de masas que, despus de una jornada de durotrabajo, va al cine y llora.

    Tiempo y oportunidades

    La atencin prestada aqu al ethos de estos aos, a losestilos de vida y a los sentimientos predominantes, que-rra comenzar a dar cuenta de una socializacin, y porlo tanto de una formacin de subjetividades que se rea-liza en lo esencial fuera del trabajo. Sus modalidades einflexiones son lo que realmente unifica, hoy en da, elconjunto irregular de los trabajadores dependientes. Seha dicho que los vicios y virtudes desarrollados enesta socializacin extralaboral son despus puestos atrabajar, es decir, son subsumidos en el proceso pro-ductivo, reducidos a requisitos profesionales. Pero estoes vlido, hace falta aadir ahora, slo o principalmen-te en los puntos en los que la innovacin est ms avan-zada. En otros lugares, tales vicios y virtudes per-

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  • manecen en cambio como simples connotaciones de lasformas de vida y de las relaciones sociales en general.

    A diferencia del taylorismo y del fordismo, laactual reorganizacin productiva es de naturalezaselectiva, se despliega como las manchas del leopardo,se mantiene junto a mdulos productivos tradicionales.El impacto tecnolgico, en su pice, no es universal:ms que determinar un modo de produccin unvocoque arrastra todo, ste mantiene a la vez a una miradade modos de produccin diferenciados, resucitando, esms, los ya superados y anacrnicos.

    La paradoja reside precisamente aqu: una inno-vacin particularmente impetuosa implica sin embargotan slo a algunos segmentos de la fuerza-trabajosocial, constituyendo una especie de paraguas, bajoel cual se replica todo el pasado de la historia del tra-bajo, desde islas de obreros-masa a enclaves de obrerosprofesionales, desde un hinchado trabajo autnomodescendiendo hasta formas reinstauradas de dominiopersonal. Los modos de produccin que se han sucedi-do durante un largo periodo de tiempo se representansincrnicamente, casi del mismo modo que en unaExposicin Universal. Pero esto exactamente a causade la innovacin informtico-telemtica que, si en rigorimplica slo a una parte del trabajo vivo, representa sinembargo el teln de fondo y el presupuesto de tal sin-crona entre distintos mdulos laborales.

    Entonces, qu es lo que une al tcnico de soft-ware con el obrero de la FIAT y al trabajador sumergi-do? Hace falta tener el coraje de responder: : nada, enlo que se refiere a los modos y contenidos del procesoproductivo. Pero tambin: todo, en lo que se refiere alos modos y contenidos de la socializacin. Comunesson, por lo tanto, las tonalidades emotivas, las inclina-ciones, las mentalidades, las expectativas. Slo queeste ethos homogneo, mientras en los sectores avanza-dos est incluido en la produccin y delinea perfiles pro-fesionales, para aquellos que estn destinados a sectorestradicionales, como tambin para los fronterizos queoscilan entre el trabajo y el no trabajo, atraviesa ms

    53Ambivalencia del desencanto

  • bien el mundo de la vida. Para decirlo en pocas pala-bras: el punto de sutura hay que buscarlo entre el opor-tunismo en el trabajo y el oportunismo universalmenteexigido por la experiencia metropolitana. Desde unngulo visual parecido, subrayando que este es el rasgounitario de la socializacin desvinculada del procesoproductivo, parece que despistamos a la teora desociedad de los dos tercios (dos tercios protegidos ygarantizados, un tercio empobrecido y marginado). Sinos abandonamos a ella, el riesgo es el de limitarse arepetir con resentimiento: no todo son rosas y flores. Obien a desarrollar anlisis segmentados e incomunica-dos entre s, reiterando as esa topologa social de man-chas de leopardo, que en cambio hace falta explicar.

    Tanto la fragmentacin aparentemente anacrni-ca de las actividades productivas, como la significativaconsonancia de los estilos de vida, son expresin de latendencia que ha caracterizado con fuerza las dos lti-mas dcadas: la salida de la sociedad del trabajo. Lareduccin del trabajo exigido a una porcin virtual-mente irrelevante de una vida; la posibilidad de conce-bir la prestacin asalariada como episodio de una bio-grafa, en lugar de como cadena perpetua y fuente deidentidad duradera: sta es la gran transformacin, dela que somos protagonistas tal vez inconscientes, testi-gos no siempre atentos.

    La erogacin directa de fatiga se ha convertido enun factor productivo marginal, un residuo miserable.Adaptando las palabras del propio Marx del Marxms extremo y atormentado el trabajo se sita ya allado del proceso de produccin, en lugar de ser el agen-te principal. La ciencia, la informacin, el saber engeneral, la cooperacin social se presentan como lagran viga maestra de la produccin y la riqueza [Marx1939-1941: II, 400-3]. stos, y no el tiempo de trabajo.Sin embargo, este tiempo, mejor dicho su hurto, con-tina siendo un criterio eminente del desarrollo y de lariqueza social. La salida de la sociedad del trabajo cons-tituye, por tanto, un proceso contradictorio, teatro defuriosas antinomias y de paradojas desconcertantes,trenzado nudoso de oportunidades y estrangulamientos.

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  • El tiempo de trabajo es la unidad de medida vigente,pero ya no la verdadera. Los movimientos de los aossetenta apuntaron su no-verdad, para sacudirse y dero-gar su vigencia. Dieron una seal, altamente conflicti-va respecto de la tendencia objetiva: reivindicaron elderecho al no-trabajo, practicaron una migracincolectiva del rgimen de fbrica reconocieron el carc-ter parasitario de la actividad bajo el dominio de unpatrn. En los aos ochenta, la vigencia ha prevalecidosobre la no-verdad. As es que, con una broma muyseria, se podra decir que la superacin de la sociedaddel trabajo sucede en las formas prescritas por el siste-ma social basado en el trabajo asalariado. El desempleoprovocado por las inversiones (y no por su ausencia), laflexibilidad como regla desptica, las prejubilaciones,la gestin del crecimiento del tiempo libre como esca-sez de trabajo a tiempo completo, la reedicin de orde-namientos productivos relativamente primitivos allado de sectores novedosos y prsperos, la restauracinde arcasmos disciplinarios para controlar a individuosya no sometidos a los preceptos del sistema de fbricas:todo esto es lo que aparece ante nuestros ojos.

    Este proceso recuerda mucho a cuanto escribaMarx a propsito de las sociedades por acciones: enellas encontramos la superacin de la propiedad priva-da en el terreno mismo de la propiedad privada.Tambin en nuestro caso la superacin es real, pero nomenos real es el terreno en el que se realiza. Pensarambos a la vez, sin menospreciar el primero comomera virtualidad y sin reducir el segundo a cortezaextrnseca, sa es la dificultad imposible de evitar.

    La cuestin en juego no es ya la contraccin totaldel horario de trabajo, puesto que sta es una tenden-cia ya desplegada, teln de fondo comn tanto a lasprcticas de dominio como a las instancias eventualesde transformacin. Exceso de tiempo va a haber decualquier manera: lo que est en juego es la forma queadoptar este exceso. La izquierda poltica, sin embar-go, est muy mal preparada para participar en unacarrera semejante: aqulla encontraba su razn de ser

    55Ambivalencia del desencanto

  • en la permanencia de la sociedad del trabajo, en losconflictos internos a esa articulacin de la temporali-dad. La desaparicin de la sociedad del trabajo y laconsiguiente posibilidad de una contienda sobre eltiempo ratifican el fin de la izquierda. Hace falta levan-tar acta, sin complacencias, pero tambin sin nostalgia.

    El efectivo agotamiento del laborismo filtra losmodos de sentir y actuar dominantes hoy en da: senti-do de pertenencia a un espacio-tiempo privado dedirecciones definidas, distancia respecto de toda con-cepcin progresista del acontecer histrico (es decir,de ese nexo causal entre pasado, presente y futuro quetiene como modelo precisamente el proceso laboral),familiaridad con estados de cosas que en lo esencialconsisten en sistemas de ocasiones. Como ya se hadicho, respecto de estos modos de sentir y actuar sepuede reconocer una homogeneidad sustancial entrelos llamados garantizados y los nuevos marginados,entre el tcnico informtico y el ms precario de losprecarios, entre quien est dentro de los dos terciosy quien se queda fuera.

    Sin embargo, en la medida en que queda lugarpara la obediencia a las reglas del trabajo asalariado, elocaso de la sociedad del trabajo se manifiesta sobretodo en la tonalidad emotiva del miedo y en la actituddel oportunismo. El sentido de pertenencia a contextosinestables aflora tan slo como percepcin de la propiavulnerabilidad frente a la mutacin, como inseguridadilimitada. En la opacidad de las relaciones sociales y enla incertidumbre de los roles, que han seguido a la per-dida de centralidad del trabajo, se encuentra el miedoa echar races. La ausencia de un autntico telos hist-rico, capaz de orientar unvocamente la praxis, se hacevisible de forma pardica en el febril espritu de adap-tacin del oportunista, que otorga dignidad de telos sal-vfico a cualquier ocasin fugaz. El oportunismo quehemos conocido en los ltimos aos consiste en la apli-cacin de la lgica del trabajo abstracto a las ocasio-nes. La oportunidad se convierte en un objetivo inelu-dible, al que hay que someterse sin resistencia. El cri-

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  • terio de la mxima productividad se extiende a aquelloque se destaca especficamente en la experienciadominante del no-trabajo. El exceso de tiempo toma laforma de la urgencia, de la tempestividad, de la prdi-da: urgencia de nada, tempestividad del ser tempesti-vo, prdida de s. La rpida aceptacin del oportunistainvierte la contienda virtual sobre el tiempo en su exhi-bicin de un oportunismo universal.

    General intellect

    Los sentimientos del desencanto y, entre stos,de modo muy especial el cinismo, se afirman sobre elescenario de una relacin distinta entre saber yvida. La escisin entre mano y mente y, por lotanto, la autonoma del intelecto abstracto, se ha tor-nado en algo irreversible. El crecimiento autopropul-sado del saber separado del trabajo hace que todaexperiencia inmedi