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Varios Sobre Marechal

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BIOCRONOLOGIAPor Mara de los ngeles Marechal[Foto Sara Facio]

1900 El 11 de junio nace en Buenos Aires, en la calle Humahuaca 464, Leopoldo Marechal. Son sus padres Lorenza Beloqui, argentina, de ascendencia vasca y Alberto Marechal, uruguayo, de ascendencia francesa. Sus abuelos maternos son Juan Bautista Beloqui y Angela Mendiluce, oriunda de Olazaguta (Navarra); y sus abuelos paternos, Leopoldo Marechal (francs) y Mariana Garans, de ascendencia francesa.

1901 Hijo de una familia cristiana, es bautizado el 23 de febrero en la Parroquia de Nuestra Seora de Balvanera. Son sus padrinos Bernardo Iturralde y Martina Beloqui de Mujica.

1902 El 27 de enero nace su hermana Hortensia Berta.

1905 El primero de enero nace su hermano Alberto.

1907 Comienza su educacin en una escuela particular de franceses.

Su padre, Alberto Marechal, mecnico vocacional y autodidacto, fabrica los juguetes para sus hijos En el hogar se habla nuestra lengua y el idioma francs.

1910 La familia se muda a Monte Egmont 280, hoy Tres Arroyos, en el barrio de Villa Crespo. Todos los veranos, viaja a Maip a la casa de sus tos Martina y Francisco Mujica, puesteros en el campo. Diversas ancdotas sealan su paso y el recuerdo de su niez. Leopoldo le contaba a sus amigos de Maip que su maestro le deca que escriba muy bien y que iba a ser poeta. Los nios del lugar contaban esto a sus padres y los paps les comentaban a sus hijos: Habla as porque es de Buenos Aires!". Nios y padres le pusieron el apodo "Buenos Aires". Aos despues, descendientes maipuenses de aquellos nios, contaron esta divertida historia.1912 El 2 de agosto fallece en Maip, su abuelo Juan Bautista Beloqui, llamado "Abuelo Sebastian" en ADN BUENOSAYRES y al que le dedica su poema "Abuelo cntabro".

1913 Finaliza la escuela primaria y solicita autorizacin para iniciar los estudios secundarios. Mientras tanto, busca un trabajo. Por propia decisin ingresa como obrero a una fbrica, de la que es rapidamente despedido por haber incitado al personal a pedir mejoras salariales. El permiso para estudiar le es negado y, junto a su hermana Hortensia, se dedica a cultivar lechugas francesas y cebollas, en el huerto familiar. Lee intensamente a Salgari, entre otros autores.1916 Inicia los estudios secundarios en la Escuela Nacional Normal Superior N 2 "Mariano Acosta". Ahorrando los centavos para el tranva ( va a pie de ida y vuelta a la Escuela Normal) compra sus primeros libros, usados.1919 El 4 de enero fallece su to Francisco Mujica y su esposa, Martina Beloqui de Mujica, debe dejar Maip. Queda sin patrimonio alguno, ni trabajo. Va a vivir a Monte Egmont 280. Alberto Marechal enferma de gripe ( una peste asolaba Buenos Aires) y, pese a no estar curado, debe concurrir a su trabajo para no perder su jornal. El 7 de julio, vctima de una recada, (bronconeumona) fallece. La familia vive con suma sencillez. El hogar es modesto. La ausencia de su to y su pap generan una situacin difcil para los Marechal.

La decisin familiar, tomada entre todos, es que Leopoldo siga estudiando. Su hermano menor Alberto reemplaza al padre en la fbrica "Babastro" donde trabajaba. A mediados de agosto Leopoldo es contratado como bibliotecario rentado, en la Biblioteca Popular Alberdi. Se recibe de maestro en el mes de noviembre.

Es eximido del servicio militar por no tener suficiente capacidad torcica y decide hacerse socio del Club Nutico Buchardo donde rema hasta mejorar su permetro torcico.

1921 Comienza a trabajar como maestro en la escuela de la calle Trelles 948, el 29 de abril, en el turno maana de 8 a 11,30 hs. y mantiene el puesto de bibliotecario.

1922 Publica su primer libro de poemas LOS AGUILUCHOS que en su madurez lo considera un producto de su prehistoria literaria. Lo edita Manuel Gleizer. Traba amistad con Horacio Schiavo, Jos Bonomi, Jos Fioravanti y otros.

1923 Se conecta a las revistas Proa y Caras y Caretas, entre otras. Participa activamente en el movimiento vanguardista argentino, formando parte del grupo martinfierrista. El 29 de agosto renuncia a su cargo de bibliotecario.

1925 Publica en Martn Fierro poemas, crnicas, reseas, crticas y ensayos. Anhela viajar a Europa, su madre y hermanos le ayudan a ahorrar para cumplir su cometido.1926 Manuel Gleizer le edita DIAS COMO FLECHAS y, hacia fines de ao, concreta su primer viaje a Europa. Desembarca en Vigo donde, curiosamente, haba nacido Mara Zoraida, la mujer que sera su esposa, en 1934. Al llegar a Madrid visita a Ramn Gomez de la Serna; traba relacin personal con los compaeros de la Gaceta Literaria, con quienes se cartea y cumple, con sus amigos martinfierristas, al visitar a Ortega y Gasset. Se traslada a Pars donde busca a Francisco Luis Bernrdez y comienza una vida de fiestas cotidianas, hasta que al estar cerca de quedarse sin reservas econmicas, decide mudarse, en forma conjunta con Bernrdez, a Montparnasse. Jos Fioravanti lo exhorta a valorar su tiempo. Traba relacin con Picasso, Unamuno, los escultores espaoles Mateo y Gargallo; conoce a los argentinos del grupo de Pars: Horacio Butler, Hctor Basalda, Antonio Berni, entre otros.

1927/28 Se reincorpora a la escuela el 2 de julio, como maestro de grado de 6 A. Acepta la invitacin que le hace Alberto Gerchunoff para integrar la redaccin del nuevo diario El Mundo. Algunos de sus compaeros de esa primera redaccin son Antonio Ardissono (compaero del Mariano Acosta y cuado), Roberto Ledesma, Amado Villar y otros. Posteriormente se incorporan Roberto Arlt, Conrado Nal Roxlo y Horacio Rega Molina1929 Junto a su gran amigo, el poeta Bernrdez, funda la revista LIBRA, de la que sale un slo nmero. Publica ODAS PARA EL HOMBRE Y LA MUJER. Finaliza normalmente el perodo escolar y viaja a Europa, despues de ser despedido con una gran fiesta en un "colmado". Desembarca en Boulogne Sur Mer y se traslada a Pars. Instalado en Montparnasse se encuentra con los artistas plsticos Aquiles Badi, Alfredo Bigatti, Horacio Butler, Juan del Prete, Jos Fioravanti, Raquel Forner y familia, Alberto Morera, Ricardo Musso, Victor Pissarro.1930 Comienza a escribir su novela ADN BUENOSAYRES. Su familia y amigos le anuncian la obtencin del Primer Premio Municipal de Poesa, que festeja alegremente en Pars. Al llegar el verano europeo viaja a SANARY SUR MER, compartiendo alegras con los artistas plsticos argentinos mencionados anteriormente. Viaja a Italia y, durante un mes, en Florencia, busca las huellas de Dante Alighieri.

Mario Goloboff - Polmica Marechal-Lugones sobre la rima, Suplemento Literario Tlam, 08/03/12

1931 Regresa a Buenos Aires, retoma la docencia y conoce a Mara Zoraida Barreiro, joven profesora en letras, que lo entrevista por una tarea literaria que debe realizar y lo acepta como novio. Juntos concurren a misa todos los domingos.

Se incorpora al grupo de intelectuales que forma parte de los Cursos de Cultura Catlica. Participa activamente del grupo Convivio.1934 El 8 de enero, en Nuestra Seora de los Buenos Aires, se casa con Mara Zoraida Barreiro. Celebran familiarmente el casamiento y el cumpleaos de su esposa.

Ambos conforman una pareja alegre, viven en Mexico 3306. Realizan frecuentes reuniones, a las que concurren los familiares de ambos, pintores, poetas y demas intelectuales amigos del matrimonio Marechal. Aos ms tarde nacen sus hijas Mara de los ngeles y Mara Magdalena (Malena).

1935 En la escuela de la calle Trelles 948 junto con los maestros Pesman, Godoy y Livr juega a la pelota vasca. Termina el juego por un accidente de Leopoldo al girar bruscamente y producirle un agudo dolor de espalda. A partir de esa circunstancia el director prohibe ese deporte dentro del mbito escolar.

1936 Sur edita LABERINTO DE AMOR que dedica a Mara Zoraida, su esposa.

1937 Convivio edita CINCO POEMAS AUSTRALES. Con este y LABERINTO DE AMOR gana el Tercer Premio Nacional de Poesa. Publica HISTORIA DE LA CALLE CORRIENTES.1938 El matrimonio se muda a un departamento en Rivadavia al 2300.

1939 Se edita DESCENSO Y ASCENSO DEL ALMA POR LA BELLEZA y EL NIO DIOS.

1940 Publica EL CENTAURO Y SONETOS A SOPHIA, con los que gana el Primer Premio Nacional de Poesa.

1941 Con el importe del premio nacional compra una casaquinta en Adrogu, provincia de Buenos Aires, trasladndose con su familia.1943 Regresan a Buenos Aires y, nuevamente, alquilan en el mismo edificio de la calle Rivadavia al 2300 que decoran con cuadros y esculturas obsequiados al matrimonio por artistas amigos: Pissarro, Guido, A. Morera, Aquiles Badi, destacndose el busto de Marechal, escultura en bronce, realizada por Jos Fioravanti.Buscando ampliar sus horizontes laborales acepta el cargo que le ofrece Gustavo Martinez Zuvira. Viaja a Santa Fe para dedicarse al Consejo General de Educacin, que preside. Se edita VIDA DE SANTA ROSA DE LIMA. El 24 de septiembre, en la Biblioteca del Consejo Nacional de Mujeres, da una conferencia titulada "Recuerdo y meditacin de Berceo".

1944 Ignacio Braulio Anzotegui lo invita a colaborar, a su lado, en la recin creada Secretara Nacional de Cultura, siendo designado Director General de Cultura. Comienzan a circular sus poemas en antologas y volmenes colectores: LA ROSA EN LA BALANZA, EL VIAJE DE LA PRIMAVERA (1945).Epitafios australes

1946 El 27 de julio iba a ser testigo del casamiento de La Alzibar y Horacio Angel Fahey, uno de los hijos de Jos Fahey "Jos del sur" al que dedica su poema "Envo". No concurre porque su esposa haba sido operada poco antes. Pese a la enfermedad Mara Zoraida trabaja en la docencia hasta pocos meses antes de su fallecimiento.

1947 En plena juventud, el 8 de junio, fallece su esposa dejando dos hijas pequeas. Su madre y hermanos le ofrecen cuidarlas, dada su corta edad, hasta que l organizara su vida. Leopoldo invita a su hermano menor Alberto a compartir su departamento, situacin que permite que las nenas tengan un dormitorio en la casa de su madre Lorenza.

Sufre una fuerte conmocin. Va todos los domingos a almorzar con la familia y saca a pasear a sus hijitas. Sin inters para salidas u otros paseos, se enfrasca an ms en su trabajo, reelabora su postergada novela y la entrega a la editorial Sudamericana.1948 El 30 de agosto, en honor a Santa Rosa de Lima, ve la luz su novela fundacional DAN BUENOSAYRES, en la que haba cifrado grandes esperanzas. Viaja a Europa cumpliendo tareas oficiales junto a Jorge Arizaga, Secretario de Educacin. Es invitado a dictar conferencias en Madrid y Roma. El 4 de diciembre, en el aula magna de la Facultad de Filosofa y Letras pronunci la conferencia "Sobre una sentencia de San Isidoro de Sevilla".

El 8 de diciembre, un gran accidente automovilstico, en las cercanas de Torquemada, lo obliga a permanecer internado alrededor de quince das, en el hospital de Palencia, donde es solicitamente atendido por el Dr. Crespo que debe darle varias puntadas en la cabeza.Tiempo antes de su viaje a Europa le haban presentado, en el mbito del Ministerio de Educacin, a Juana Elvia Rosbaco de Paoloni, profesora en letras, interesada en vincularse con el mundo intelectual. Comienza a aconsejarla y paulatinamente inicia una relacin afectiva, bautizndola Elbia, considerando que la "v" endureca la pronunciacin. Posteriormente en algunos de sus poemas recrea este nombre.

1949 Antes de dejar Espaa recibe la condecoracin de Alfonso X el Sabio. Al regresar a Buenos Aires, hacia fines de enero, se asombra y decepciona por el gran silencio creado en torno de su amada novela, que haba iniciado en 1930. Solo una voz se alza y es la del juvenil Julio Cortazar, en un artculo de la revista Realidad, a pedido de Francisco Ayala.

1950 Decide convivir con Elvia Rosbaco, en el mismo departamento, que fuera su hogar familiar. Su madre y hermanos le sugieren lleve a sus hijas nuevamente consigo, ya que tiene una compaera y las nias lo extraan profundamente. Pese a ello, Juana Elvia Rosbaco, con su consentimiento, hace los trmites para enviar a las pequeas al interior de la provincia de Bs As, pupilas, en un colegio religioso, e instruye a la Madre Superiora que no debe permitir reciban regalos ni correspondencia de sus tos, primos ni abuela paterna. Esta situacin provoca un distanciamiento con su madre y hermanos.

El 17 de octubre, en la Facultad de Derecho, se conoce su adaptacin de Electra (Sfocles). Iris Marga es una de las intrpretes.

El 30 de diciembre se estrena en el Cerro de la Gloria, el CANTO DE SAN MARTIN, al que le pone msica el brillante compositor Julio Perceval.Cuando la Direccin General de Cultura se transforma en Secretara, lo desjerarquizan y queda a cargo de la Direccin de Enseanza Artstica.1951 Jos Mara Fernandez Unsain le solicita ANTGONA VELEZ para estrenarla en el Teatro Cervantes que dirige. El papel protagnico le es otorgado a la actriz Fanny Navarro. El nico original mecanografiado desaparece. Eva Pern, enterada de lo ocurrido, le pide telefonicamente a Marechal que haga el esfuerzo de volver a recomponer los manuscritos que Marechal guardaba con celo. Seducido por su simpata, cumple con su requerimiento. La obra se estrena el 25 de Mayo y, pese a las precarias condiciones de ensayos y tiempo, es un xito.1952 El Teatro Universitario de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales que dirige Antonio Cunill Cabanellas estrena el 8 de septiembre, su segunda pieza teatral LAS TRES CARAS DE VENUS. Susana Mara, Duilio Marzio y Pepe Soriano, alumnos de esa Facultad, se destacan en sus papeles de Isabel, Lucio y Silvano.1953 Su nica sobrina, Elsa Ardissono, va a visitarlo y a pedirle que vuelva a visitar a su madre, Lorenza Beloqui, a la que se le ha diagnosticado una enfermedad terminal. El 24 de marzo fallece, siendo Mara de los ngeles testigo de las ltimas palabras de su abuela que fueron para preocuparse por Leopoldo, en ese momento fuera de Buenos Aires.

1954 Hacia fines de aos, intensifica su vida de aislamiento.

1955 Con el efectivo del Primer Premio Nacional de Teatro, que obtiene por su obra ANTGONA VELEZ, adquiere el departamento de la calle Rivadavia y, a instancias de su pareja, lo pone a nombre de ella. Su familia y amigos de siempre, Jos Fioravanti, Ignacio Anzotegui, Ilka Krupkin, Horacio Schiavo, Osvaldo Dondo y otros lo llaman para verlo o visitarlo y les niega el acceso a su casa de la que casi ni sale. Inicia sus trmites jubilatorios, tras la cada del gobierno del Gral. Pern.

1959 En cuadernillos independientes, pagados por nuevos amigos, publica LA POTICA. Se autodefine "el poeta depuesto".

1960 Se edita el canto LA PATRIA.Correciones de Marechal a prueba de imprenta

1962 Aparece LA ALEGROPEYA, otro de los cantos del HEPTAMERON. En Pars, bajo la Direccin General de Juan Oscar Ponferrada, se estrena ANTGONA VLEZ. Susana Mara, hermosa mujer y talentosa actriz, se destaca en el rol de Antgona.

Comienza a recibir a jvenes interesados en su obra potica y en ADAN BUENOSAYRES que se estudia en la Universidad.

1965 Es editada su segunda novela EL BANQUETE DE SEVERO ARCANGELO por la que recibe el Premio FORTI GLORI.

1966 Se conocen: HEPTAMERN, ANTGONA VLEZ, LAS TRES CARAS DE VENUS, CUADERNO DE NAVEGACIN, AUTOPSIA DE CRESO, EL POEMA DE ROBOT y una nueva antologa de sus poemas que edita Eudeba, bajo el ttulo POEMAS DE MARECHAL

1967 Viaja a Cuba invitado por la Casa de las Amricas para formar parte del jurado del certamen anual de literatura. Junto a Julio Cortazar, Jos Lezama Lima, Juan Mars y Mario Monteforte Toledo eligen en forma unnime la novela Los hombres de a caballo de David Vias.

En noviembre se estrena, en el Teatro Presidente Alvear, LA BATALLA DE JOSE LUNA bajo la inteligente direccin de Jorge Petraglia, quien, entre otras obras que le facilit Marechal, elige la mencionada.

1969 Viaja a Necochea y a Santiago de Chile al encuentro de escritores.

1970 En enero viaja a Punta del Este. El 26 de junio, vctima de un sncope, muere en el mismo departamento de Rivadavia al 2300 donde aos antes falleciera su esposa Mara Zoraida. Est en imprenta su tercera novela MEGAFN O LA GUERRA que ve la luz un mes despues. Deja una importante cantidad de obras de teatro inditas, entre ellas: El arquitecto del honor, El superhombre, Alijerandro, Mayo el seducido, Muerte y epitafio de Belona, Don Alas o la virtud, Un destino para Salom, La parca, Estudio en Cclope, Gregoria Funes, Polifemo, El Mesas, Tu vida en la balanza, El lder, La mona de oro, y se sabe que estaba trabajando en una cuarta novela EL EMPRESARIO DEL CAOS.

Hay estudios en el extranjero que sealan que una de estas piezas teatrales inditas estara publicada, con posterioridad al fallecimiento de Leopoldo Marechal, bajo otro nombre.

En 1975, gracias al director y profesor de teatro Enrique Ryma, se recupera el texto de la obra de teatro DON JUAN. Su estreno estaba anunciado para la temporada teatral de 1976. La dictadura militar prohibe la puesta en escena.

A mas de 35 aos de su muerte, sus hijas Mara de los ngeles y Malena, nicas custodias de su obra, ya que al morir Marechal era viudo, siguen intentando recobrar los manuscritos -ditos e inditos- para publicarlos, digitalizarlos y permitir el acceso a los estudiosos de la obra, ademas de incorporarlos a la Fundacin Leopoldo Marechal que han creado en 1991.

Dicho material es parte relevante del patrimonio de la cultura argentina.

Mara de los ngeles MarechalDerechos de publicacin reservadosFuente: www.geocities.com/fundachalPUBLICIDAD

Leopoldo Marechal, un escritor argentino de oficioJunio es un buen mes para acordarse de Leopoldo Marechal: nacimiento y muerte coinciden en este punto del calendario. Un hombre cuyo mundo estuvo integrado por escuelas, escritos, mitos criollos y clsicos como aportes propios, y por auges y ocasos como dones ajenos. Y fundamentalmente, esa sentencia de silenciamiento que se viene sosteniendo a lo largo del tiempo como castigo por portacin de oficio.

Por Eduardo Paganini[Augusto Roa Bastos, Leopoldo Marechal y Gabriel Garca Mrquez en 1969, reunidos en funcin de jurado del concurso organizado por Primera Plana y Editorial Sudamericana]

Oficio o profesin? Es la escritura una profesin, una profesin liberal de las que suelen regir en nuestra sociedad? Quiz para algunos s, sus historias podran demostrarlo, inclusive hasta resulta similar el escudo que proporcionan la matriculacin y la colegiatura con la filiacin editorial y la pluma disciplinada. Pero no es el caso de Marechal, que debi toparse con obstculos muy prximos al devenir cotidiano y encarar la adversidad persistente, con una entereza difcil de empardar, durante muchos aos hasta su fallecimiento un 26 de junio de 1970.

Est la firme sospecha de que el hombre para los crculos que sola frecuentar se mand un par de macanazos, de ah la bronca Parece que mientras fue un poeta de la joven generacin y sus preocupaciones no excedieron de la pasin por la metfora enardecida o el viaje celebratorio a Pars, todo estuvo bien, inclusive su condicin de maestro de grado en escuelas primarias daba un toque de nota de color a su condicin bohemia. Tambin es sabido que mientras estos pibes poetas coqueteaban al poli-ladron de papel con Florida y Boedo, todo chiste, sarcasmo, brulote y espritu carnavalesco era bienvenido y festejado, an desde los mismos atacados. Todo era una simple muchachada

Pero, cuando advino el peronismo al gobierno, un gran sector de la opinin cultural que no coincida con los discursos y prcticas de la gestin no le dieron a Marechal el visto bueno, fundamentalmente por dos conductas: su pblica adhesin al nuevo movimiento y su participacin como funcionario activo, por un lado, y, por el otro, la aparicin de una novela experimental que revivi cierto espritu juvenil, necesariamente ms que olvidado por los personajes aludidos en ella, convencidos ahora de sus solemnidades y de la seriedad de sus estatus socio-culturales. Esa obra, Adn Buenosayres, desacomod a la crtica por su planteo innovador e irreverente, lo cual sumado a la partidofobia gener muy pocos ensayos respetables (es el caso del juvenil Cortzar firmando como Julio Denis, de Graciela Maturo firmando como de Sol, y de Adolfo Prieto) y varias irrespetuosidades gratuitas (la mejor/peor, la de Anderson Imbert: bodrio inclasificable). Para aclarar, olvidando el viejo refrn criollo, Marechal se ve movido a publicar sus Claves para leer el Adn Buenosayres donde explicita que la novela no slo est escrita en claves de personajes, sino y esto es lo importante, subraya que la concibi respetando las leyes de la epopeya clsica. Una novela que haba estado madurando como proyecto de escritura durante 18 aos!

En ese escenario de confrontacin y contienda entre diferentes proyectos de pas que vemos reiteradamente renovado la accin de Marechal gener la reaccin en autoridades, administrativos y academia de la sucesin gubernamental del 55.

Por eso renunci, para jubilarse antes que lo cesanteen y as ahorrarles un agravio ms a los libertadores. l mismo coment que en esos meses de transicin sin ingresos salariales sobrevivi gracias al sueldo de docente de su segunda esposa Elbia Rosbaco. Y agreg, en el mismo comentario, dos reconocimientos a colegas de escritura que fueron solidarios con l y colaboraron en los trmites que prometan ser enojosos: Rafael Squirru y Fernando Alonso.

Y as comenz el robinsonismo esa etapa de tarea interna, silenciosa y silenciada, transformado su pequeo departamento en una isla, un breve territorio autosustentable aislado del furor adversario.

Casi desde mi cada, empec a sentir el gran vaco que se fabricaba en torno de m: rostros amigos me negaron el saludo en la calle, se me cerraron todas las puertas vitales y literarias, en una especie de muerte civil o asesinato colectivo. Entonces Elbia y yo tomamos una decisin tan heroica como alegre: encerrarnos en nuestra casa y practicar un robinsonismo amoroso, literario y metafsico.

Pero en esa aparente inmovilidad, hubo mucha accin, y trascendente. All se gest, en colaboracin con el Gral. Juan Jos Valle, el manifiesto patritico, pregn que gui el pronunciamiento para restaurar al peronismo en el gobierno. No nos mueve el inters de ningn hombre ni de ningn partido. Luchamos por la patria que es de todos. El movimiento fue rpidamente controlado y reprimido con prisin y fusilamientos. Derrota que seguramente debe de haber impactado intensamente en el nimo de Marechal, aherrojndose an ms en su clausura.

Sigui trabajando con las palabras, pero ya no con tanta intensidad, y debi pasar casi una dcada para que una editorial de envergadura lo incorporara a su catlogo: la Editorial Sudamericana publica en una edicin de bolsillo El banquete de Severo Arcngelo, en el ao 1965. Haba impreso algunas obras en ese lapso1, pero estaban ms cerca del folleto que del libro, nada que se comparara con las 290 pginas de sta, su segunda novela. Haba sido tan intensa la invisibilidad de Marechal que varios se anoticiaron con esta edicin de que el autor estaba an vivo En El banquete se da varios gustos al combinar temas favoritos (como el esoterismo, la dimensin humana y las problemticas nacionales) con experimentaciones verbales. A tal punto esotrica la novela, que a sus lectores, no iniciados en la secta propiciadora del gran acontecimiento, no nos est permitido el ingreso al Banquete, y por eso la nica referencia pblica a su desarrollo y conclusin queda relegada a la frase final: Y el banquete fue.

En el pas, en tanto, ya haba pasado el efecto custico de la asonada cvico-militar que haba depuesto a Pern, tambin haba pasado una breve respiracin constitucional y ya estbamos en las puertas de otro golpe de mano, esta vez liderada por el Gral. Ongana. Y en ese contexto, con intereses diversificados y otros tiempos, Marechal pudo reacomodarse un poquito ms, no gran cosa. Pas a ser legal reconocerlo como un escritor de fuste, e integr jurados literarios internacionales como el de Casa de las Amricas en La Habana, Cuba, en 1967 (conjuntamente con Cortzar y Juan Mars otorgndole el primer premio en novela a David Vias por Los hombres de a caballo). Tambin en ese mismo ao, fue parte del jurado de la revista Primera Plana, de Buenos Aires, trabajando con Garca Mrquez y con Roa Bastos (aqu el ganador fue Daniel Moyano por su El Coronel oscuro, publicado por demandas de poca como El oscuro). Pareca que las ingratas pocas quedaban atrs, pero su artculo periodstico sobre el gobierno marxista de Fidel Castro fue censurado por la dictadura de turno y secuestrada toda la edicin De regreso al desnimo y al silencio enigmtico! Una poca de sensaciones contrapuestas como las que pueden generar las visitas de jvenes interesados en su figura y trayectoria, por un lado, y el permanente hostigamiento del gobierno censor por otro. Es su ltima etapa, la poca de: Cuando dejarn mis compatriotas (se refera al gobierno de entonces [Ongana]) de orinarme encima?2

El encierro produce trabajo, escribe una novela ms, que el destino determinar como la ltima. Vuelve a sus preferencias de temas, de formas, de contenidos. Quiere unir lo verosmil con lo grotesco, como lo haba hecho en sus otras novelas. El absurdo es una va de liberacin, haba dicho alguna vez. Y ese contexto estaba signado por un fuerte reclamo precisamente de liberacin. Juega con el humor y con la tragedia, con el pasado y con el futuro del pas, pero se detiene en los dolores populares del presente. Por primera vez menciona personas de carne y hueso, que no son necesariamente personajes en la ficcin, pero que definen el relato (Pern, Evita, el Gral. Juan Jos Valle, los fusilados en Jos Len Surez), a la vez que vuelve a surgir su gusto por personajes en clave, pero no con espritu de travesura y guio complaciente juvenil, sino como arma, como una herramienta ms para la reivindicacin. La novela porta un panfleto de reclamo coyuntural, y al mismo tiempo es obra de arte de belleza permanente. All se relata cmo despus de la felona de un sector militar en coordinacin con civiles ejercida contra un gobierno constitucional, que es evaluado adems como popular, un grupo de personajes (entre los cuales se inserta el propio autor como cronista de la campaa) bajo el mando de un lder rebelde, Megafn, desarrolla sucesivas conductas reivindicatorias al mejor estilo de golpes de mano de comandos de la guerra de guerrillas. Pero aqu las armas son diferentes encuadres filosficos o metafsicos con valor de juicio moral hacia los diferentes promotores de la nueva situacin poltica en el pas. Este germen de sublevacin finaliza trgicamente con la muerte y descuartizamiento del hroe central, y ulteriormente con la dispersin secreta de sus restos fnebres pensemos en la fuerza emotiva de esta imagen literaria en una poca en que el cuerpo de Eva Pern tena su paradero desconocido en un claro caso de violencia simblica. Reactivando Marechal el valor de viejos mitos clsicos, marca que el rescate y reconstruccin del cuerpo de Megafn tarea pendiente en la novela tiene sentido redentor, pues una vez alcanzada su integridad absoluta se presagia la dispersin por todo el pas de ese espritu cvico que busca la restauracin del gobierno destituido, de ese proyecto de pas. Eso dice la novela, pero por fuera de ella, desde la realidad de la lectura, en la cuerda grotesca del relato, tambin se registran varios episodios con valor de augurio, en uno de ellos un militar de alto rango, contrafigura cierta del Gral. Aramburu uno de los mentores del golpe militar del 55 resulta enjuiciado y metafsicamente sancionado, con pocos das de anticipacin a su sentencia y muerte, condenado por un juicio sumario.

En pocas palabras: esta novela habla de un proceso que aun no haba sucedido en su total expansin en el pas y es el paso que va de la resistencia peronista hacia la lucha clandestina de guerra de guerrilla con accin directa. Megafn o la guerra debi haber sido meramente una novela ms: es decir, un objeto esttico de mayor o menor aprecio por parte de la crtica y los lectores, un volumen que pudo recrear, reflejar o refractar el pasado, el presente, la realidad, pero la historia del pas, o el poder de vaticinio del poeta, hicieron que se transformara en profeca. Es verdad que, segn dicen, poeta y profeta comparten su etimologa, pero Marechal con esto exager, o se le fue la mano Un intenso mensaje proftico que conlleva un intensificador de enigmas: el mensaje es posterior al mensajero, esto es: la primera edicin de la novela es posterior a la muerte del autor, por pocos das, menos de un mes... Marechal seguramente slo habra podido corregir galeras, como era usual en esa poca, careciente de los actuales correctores digitales, pero nada ms. No hubo relecturas, entrevistas, presuntas claves para leer a Megafn, slo el enigma. La obra naci exclusivamente de su intuicin y sensibilidad, de su poder de interpretacin del espritu del pueblo? O bien tena buena informacin acerca prximos acontecimientos de ndole poltica? Tal vez fue mera casualidad? Lo cierto es que la novela en dos meses exigi una segunda reedicin: otro acontecimiento propio de poca.

1 La Potica. Ediciones del Hombre Nuevo, Buenos Aires, 1959, 42 p.; La Patria. Buenos Aires: Cuadernos del Amigo, 1960, 16 p.; La alegropeya. Buenos Aires: Editorial del Hombre Nuevo, 1962, 52 p. 2 Cf. Leopoldo Buenosayres, Bernardo Verbitsky, reportaje publicado en Clarn: Cultura y Nacin, Buenos Aires, jueves 10 de abril de 1975

Junio 2012PUBLICIDAD

Marechal, el alegato

Por Guillermo SaccomannoIlustracin: El Tomi (Tlam)

La nueva edicin de Cuaderno de navegacin tiene un valor adicional adems de la bsqueda metafsica de su autor. Porque incluye un texto indito, en forma de carta, que Marechal le escribe a un tal Jos Mara, presumiblemente el poeta peronista Castieira de Dios, refirindose a una polmica en La Nacin en noviembre del 63 entre Murena y el ensayista uruguayo Emir Rodrguez Monegal, quien en Narradores de esta Amrica alude a su proscripcin. El texto es El poeta depuesto, un indito que el escritor pensaba incluir en la primera edicin del libro en 1965. Se trata de una defensa apasionada, pero no menos meditada y racional, del peronismo y sus argumentos tienen una vigencia estremecedora. (Quizs algn espritu progre se escandalice con la mencin amistosa del nacionalista Marcelo Snchez Sorondo. Y convendr recordar que fue en su diario Mayora, firmada por l mismo Snchez Sorondo, donde se public la primera resea a favor de El precio, la primera novela de Andrs Rivera).

Marechal traza su autobiografa poltica, la simpata por el socialismo primero, un inters contemplativo y pietista por el yrigoyenismo y, ms tarde, va el cristianismo, su adhesin al justicialismo y su doctrina, adhesin que no implica, en su caso, hacerse el distrado y formular reparos en cuanto a la restriccin de libertades individuales en el marco de un gobierno popular. Dos subrayados: el hombre, por el solo hecho de vivir, es un ser comprometido ya desde su nacimiento hasta su muerte. El otro subrayado, que explica el porqu de su compromiso poltico, tiene una base religiosa: Se me impuso la doble y complementaria leccin crstica del amor fraternal y la condenacin del rico en tanto que su pasin acumulativa trastorna el orden en la distribucin asignado tan admirablemente a la Providencia en el Sermn de la Montaa. Desde estos argumentos Marechal explica su peronismo. Pero antes de estas reflexiones, fue el instinto: cuando la maana del 17 de octubre de 1945 vio pasar bajo el balcn de su departamento sobre Rivadavia, entre Congreso y Once, las masas de descamisados hacia la Plaza, sin vacilar, puro reflejo, Marechal supo que ah marchaba el pueblo, baj a la calle y se sum a la manifestacin que, segn define, fue la nica revolucin verdaderamente popular que registra nuestra historia. A partir de entonces, Marechal se gan el desprecio de la intelectualidad tilinga. En El poeta depuesto Marechal ironiza: quienes empiezan a segregarlo, los partidarios de la civilizacin, representan la barbarie que luego encarnar la contrarrevolucin as la denomina del 55 con bombardeos, fusilamientos, torturas. Si hay un lder depuesto, un gobierno democrtico depuesto, un pueblo depuesto, cmo no va a haber, por lgica, tambin un poeta depuesto. A l le ha tocado serlo.

Fue en 1971, bajo la dictadura de Lanusse. Haca un ao que Marechal haba muerto. Por entonces un grupo de estudiantes de la carrera de Letras que nos acercbamos al peronismo decidimos homenajearlo. Buscamos a Elbia Rosbaco, Elbiamor, su viuda. Eran sus noches largas del duelo. La viuda nos reciba en su casa y nos hablaba de Marechal. Fascinados, la escuchbamos. Nosotros ramos ms pichis que la generacin de El escarabajo de oro, que precedindonos, haba iniciado bastante antes la revaloracin de Marechal y compartan juntos veladas en las que fluan la literatura, la amistad y el humor, siempre el humor anglico, todo un don en Marechal. Transmita calidez, Marechal. Como su Adn Buenosayres. Nos habamos acercado primero a su obra y despus a su viuda. No ramos inocentes: pensbamos en el escritor no slo como una gran literatura. Tambin como una provocacin, y lo era. Ese primer homenaje al ao de su muerte no era una simple mesa redonda literaria: era un acto poltico. Me acuerdo: tiempos de la

CGTA, en el Sindicato de Farmacia. Contbamos con el apoyo de las Ctedras Nacionales. Eduardo Romano y Juan Sasturain, si mal no recuerdo, enseaban Adn Buenosayres. Invitamos a Abelardo Castillo, Liliana Heker, Haroldo Conti, Castieira de Dios y Antonio Carrizo. No me acuerdo si acudieron todos, pero s que la sala desbordaba. Tal vez mi memoria se engaa: por ah la audiencia nos pareca tan masiva porque el local era reducido. En la calle, en la puerta del sindicato, vigilaban patrulleros, un neptuno y camiones celulares. A la salida hubo un momento de tensin. De no haber sido por la popularidad y el carisma de Carrizo, el homenaje habra terminado con gases y a los bastonazos. Un ao ms tarde intentamos otro homenaje: esta vez en el sindicato del calzado. Entre los participantes estuvieron Arturo Jauretche y Juan Carlos Gen. Me acuerdo: leamos a Marechal con fervor, pero tambin, como dije, nos entusiasmaba nombrarlo en los mbitos acadmicos y de intelligentzia acartonada. Un buen escritor no poda ser peronista, pensaban sus detractores. Es ms: no se poda ser peronista y escritor. Al peronismo la escritura le estuvo, le est, negada. La negrada no lee siquiera.

Hay un sinfn de ancdotas que lo retratan a Marechal, durante su colaboracin con el peronismo, haciendo gauchadas, dndole una mano a quien en la mala lo requera. Pero muchos olvidarn esta generosidad suya. Ya desde 1948, cuando public Adn Buenosayres, Marechal vena registrando el ninguneo, una exclusin operada segn la triste caracterstica de nuestros medios intelectuales, con el recurso fcil de los silencios prefabricados. Son escasos quienes lo defienden: Murena, Sabato y Cortzar. A Cortzar, un artculo extenso sobre Adn Buenosayres le costar, a su vez, la repulsa del squito de la Ocampo. Deberan pasar muchos aos, casi hasta fines de los 60, para que se lo reivindicara. Entre las primeras seales de rehabilitacin se cont Primera Plana, que coqueteaba con el peronismo, el elogio de El banquete de Severo Arcngelo, que oper como su reaparicin pblica. Tambin por esa poca, al igual que Martnez Estrada, viajara a Cuba y revisara su posicin con respecto a la liberacin latinoamericana que pareca tan inmediata. Son ya los tiempos de la insurgencia: el Cordobazo, la jotap, la lucha armada prenuncian una revolucin que Marechal comprende desde su cristianismo no muy alejado de la Teologa de la Liberacin. De esta poca es Megafn o la Guerra, su novela publicada post mortem, explcitamente peronista y simpatizante de la guerrilla. No es la mejor de Marechal. La mejor, en mi opinin, sigue siendo el Adn Buenosayres, que aun cuando muchos la consideraron una versin local del Ulises joyceano, no se le parece en nada.Descubrimiento de la Patria, en la voz de Leopoldo Marechal

Volviendo a El poeta depuesto: ac hay una prosa tan precisa como delicada, que termina con el mito de que el buen gusto literario era un patrimonio exclusivo de la colonialista secta Sur. En lugar de sorna, en Marechal asoma una picarda serena que mira con lstima a sus enemigos. Si algo no es Marechal es un resentido. Y su ensayo, en forma de carta, tiene un valor enorme si se lo intercala, complementario, entre la carta que el general Juan Jos Valle escribe a sus fusiladores en 1955 y la carta que Rodolfo Walsh le escribe a la junta militar del 76. Una digresin y no tanto: algn da la crtica habr de reparar en estos textos con valor de carta abierta, y fijarse de qu manera, por ejemplo, Valle, al escribir la suya, parece estar imprimindole a Walsh un tono, el mismo. Reparar, digo, como la denuncia no implica necesariamente un registro de brulote sino que puede no subestimar a su destinatario al adoptar una preocupacin por el estilo, la palabra justa. El poeta depuesto pertenece a esta clase de textos ejemplares y tiene el efecto de un alegato.

Pero, al margen del ninguneo sufrido por su compromiso poltico, hay una hiptesis que me queda picando. Y creo que me viene desde esa poca en que un grupo de estudiantes lo homenajebamos como provocacin. Ahora que lo pienso, me pregunto si la mentada antinomia entre Borges/Arlt no deviene una contradiccin maniquea, un invento que le queda cmodo a la intelectualidad liberal con sus remilgos antiperonistas. Es una contradiccin, la de Borges/Arlt, educada, presentable, en la que no cabe el peronismo. Me pregunto, si la verdadera contradiccin, civilizacin/barbarie, no es en trminos de alta cultura Borges/Marechal. A Marechal no se le perdon no slo su militancia. No se le perdon tampoco y todava no se dice que desde el martinfierrismo pasara al justicialismo mientras publicaba una obra monumental como el Adn Buenosayres, una gran novela cargada de personajes inolvidables, potica, urbana, inicitica, amorosa, satrica, muy jodona. Lo trgico siempre ha tenido ms y mejor prensa que el humor. Entre la melancola de la guapeza devaluada de Borges y la angustia del Arlt humillado que plantea la traicin como una condicin de clase media, Marechal se cruza con una novela gigante, inusual en su forma y contenido, entre potica e hilarante, que empieza con un despertar de la Gran Capital del Sur donde una mazorca (s, leyeron bien: mazorca, escribe Marechal) de hombres se disputan a gritos la posesin del da y la tierra. Marechal sobrevuela omnisciente sobre Villa Crespo, Avellaneda y Belgrano, el puerto y los frigorficos, los cien barrios porteos. Mientras se oye la voz de una piba de barrio cantando El pauelito, el narrador observa y celebra con una mirada gorrionesca la vida. A pesar de la religiosidad de su autor, Adn Buenosayres es una novela profana que se cifra en la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nacin. De acuerdo: lo que no se le perdon a Marechal fue su peronismo. Pero menos se le perdon el genio que brilla en cada pgina de Adn Buenosayres. Basta ichinearla, abrirla en cualquier parte para quedar pegado. Y dan unas ganas de leerla, de recomendarla, de compartir la lectura prodigiosa de esa cruza imaginativa entre lo barrial y lo flanneur, lo canyengue y lo criollo, el tango y la msica clsica, lo filosfico y lo cotidiano, lo lrico y lo bajo, y con un desafuero rabelaisiano, como si fuera poco, un descenso, El Viaje a la oscura ciudad de Cacodelphia. Demasiado para los estreidos del gueto literario entre los cuales, Borges, pareciera ser, con su sense of humour tan british, su mximo representante, solemne como pedo de ingls.Suplemento Radar, Pgina|12, 27/07/08 - /www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-3129-2008-07-27.html

El poeta depuesto

Por Leopoldo Marechal

1. Jos Mara, en La Nacin del 17 de noviembre de 1963, H. A. Murena, objetando polmicamente al crtico uruguayo Rodrguez Monegal ciertas apreciaciones de su libro Narradores de esta Amrica dice, refirindose a m: Marechal constituye un caso remoto por la doble razn de ser argentino y de que, a causa de su militancia peronista, se hallaba excluido de la comunidad intelectual argentina.

Ciertamente, y como sabes, yo vena registrando en m, desde 1948 en que apareci mi Adn Buenosayres, los efectos de tal exclusin, operada, segn la triste caracterstica de nuestros medios intelectuales, con el recurso fcil de los silencios y los olvidos prefabricados. La declaracin de Murena fue un acto de valenta intelectual, como lo fueron las de Sabato repetidas en numerosas instancias. Y su confirmacin de lo que yo haba experimentado en carne propia me llev a estas dos conclusiones: 1, la barbarie que Sarmiento denunciara en las clases populares de su poca se haba trasladado paradjicamente a la clase intelectual de hoy, ya que slo brbaros (oh, muy lujosos!) podan excluir de su comunidad a un poeta que hasta entonces llamaban hermano, por el solo delito de haber seguido tres banderas que crey y cree inalienables; y 2, desde 1955 no slo tuvo nuestro pas un Gobernante Depuesto, sino tambin un Abogado depuesto, un Mdico Depuesto, un Militar Depuesto, un Cura Depuesto y (tal mi caso) un Poeta Depuesto. Cierto es que las deposiciones de muchos contrarrevolucionarios de aquel Partido Socialista, en su brega parlamentaria, logr victorias que merecen el recuerdo y la gratitud de los que conocimos en tiempo y lugar el desamparo de los humildes. Pese a los afanes de la literatura en que se vio envuelta mi vida, lo segu votando reiteradamente. Por aquel entonces el radicalismo, a la sombra de Hiplito Yrigoyen, se converta en otro polo atrayente de las masas: es indudable que Yrigoyen era un conductor nato, de los que suscitan casi mgicamente la fe y la esperanza de una multitud. Los pueblos, en su ntima substancialidad, han encarnado siempre y encarnarn en un hombre el Poder abstracto que ha de redimirlos, ya sea un monarca, un presidente o un lder. Si bien se mira, todas las gestas de la historia se han resuelto por un caudillo esencial que obra sobre un pueblo substancial, as como la forma (en el sentido aristotlico) acta sobre la materia. De tal modo, la democracia se hace visible y audible en un multitudinario asentimiento, rico en energas creadoras; y tal asentimiento es la vox ppuli y la vox Dei, origen del Poder que la democracia reconoce en el pueblo soberano. Ahora bien, si la democracia se despersonaliza, entra en la deshumanizacin de un Poder que se da como la fra respuesta de una computadora electrnica: el gobernante se convierte as en un robot humano, el gobierno se trueca en una administracin, y los pueblos caen en la inercia o en el vaco de su potencialidad vacante. Retornando a Yrigoyen, obtuvo sin duda el asentimiento de una gran mayora; pero slo fue un asentimiento de cuo sentimental, y como en potencia de los actos que deba cumplir el lder con ella y que nunca se dieron. Desde Francia segu yo en 1930 el eplogo de aquella historia: el derrumbe de un conductor fantasmal, inmvil e invisible como un dolo en su isla de la calle Brasil; y el derrumbe de un rgimen que vegetaba merced a un asentimiento popular ya estril al no recibir ninguna respuesta.

8. En aquellos das una gran crisis espiritual me llev al reencuentro del cristianismo. Dije reencuentro slo en atencin a la fe cristiana de mi linaje que yo haba olvidado ms que perdido. En realidad, se dio en m una toma de conciencia del Evangelio, vvida y fecunda por encima de tantas piedades maquinales. Y, naturalmente, en su aplicacin al orden econmico social (el nico que atae aqu al Poeta Depuesto), se me impuso la doble y complementaria leccin crstica del amor fraternal, y la condenacin del rico en tanto que su pasin acumulativa trastorna el orden en la distribucin asignado tan admirablemente a la Providencia Divina en el Sermn de la Montaa. Por aquellos aos, en los Cursos de Cultura Catlica y en las reuniones del Convivio que gobernaba con alegre teologa el inolvidable Csar E. Pico, fui conociendo a los jvenes nacionalistas que se agrupaban ya en torno de flamantes banderas. Los conoc a todos y no dar sus nombres en el temor de omitir alguno: me limitar a sintetizarlos en Marcelo Snchez Sorondo, que todava hoy agita su bandera, ofreciendo la imagen de un combatiente solitario y bello en la medida de su obstinacin militante. Pero el nacionalismo argentino, en razn de su intelectualidad, no lleg a construir ms que un Parnaso terico de ideas y soluciones que, sin embargo, contribuy no poco a la formacin de una conciencia nacional que pasara luego al orden prctico de las realidades. A mi entender, si el nacionalismo no sali de su rbita especulativa, fue porque le falt el conocimiento de lo popular. El conocimiento precede al amor, dice la vieja frmula: nadie ama lo que no conoce previamente. Y el amor al pueblo se logra cuando se lo conoce. Un pueblo, al saberse conocido y amado, se rinde a las empresas que lo solicitan. Por lo contrario, la ignorancia engendra el temor; y el que no conoce al pueblo lo teme como a una entidad peligrosa en su misterio substancial.Resea de "Das como flechas" en la revista Caras y Caretas N 1488, 9 de abril de 1927.

9. Llegamos as al justicialismo, esbozado como doctrina revolucionaria desde 1943 a 1945 por un Lder cuyo nombre tambin fue silenciado por decreto. La revolucin justicialista se nos presentaba como una sntesis en acto de las viejas aspiraciones nacionales tantas veces frustradas; y lo haca enarbolando tres banderas igualmente caras a los argentinos: la soberana de la Nacin, su independencia econmica y su justicia social.

No es extrao, pues, que el 17 de octubre de 1945 se diera la nica revolucin verdaderamente popular que registra nuestra historia, y que se diera en una expresin de masas reunidas, no por el sentimentalismo ni por el resentimiento, sino por una conciencia doctrinaria que les dio unidad y fuerza creativa. Y sostengo ahora que la gran obra del justicialismo fue la de convertir una masa numeral en un pueblo esencial o esencializado, hecho asombroso que muchos no entienden an, y cuya inteleccin ser indispensable a los que deseen explicar el justicialismo en sus ulterioridades inmediatas (las de los ltimos diez aos) y las que fatalmente se darn en el futuro argentino, ya sea por la continuacin de la doctrina, ya por su muerte simple y llana y su substitucin por otra de colores ms temibles.

10. Volviendo a mi autobiografa poltica, ya sabes que los diez aos de mi graciosa proscripcin intelectual, a partir de 1955, constituyeron un oasis en el cual me fue dado resolver casi todos mis problemas fsicos y metafsicos. Y ciertamente, no me faltaron horas para meditar en los eventos del pas, en sus causas y sus efectos. Es el producto de tales meditaciones lo que voy a consignar en las pginas que siguen: lo hago con puros fines de servicio y hurtando tiempo a mi verdadera vocacin que nunca fue la de la poltica. Mis intervenciones en ella se debieron a mi natura de animal poltico que Aristteles hace comn a todos los hombres; y obr as con la sinceridad que, segn entiendo, inspira todos mis actos. Hombre soy; y el hombre, por el solo hecho de vivir, es un ser comprometido ya desde su nacimiento hasta su muerte. A travs de las leyendas negras, las hiprboles negativas, los histerismos de unos y la guerra psicolgica de otros, analizar, pues, a) el gobierno justicialista, su naturaleza, virtudes y errores, b) el alzamiento contrarrevolucionario que dio fin a la primera encarnacin de la doctrina; c) sus efectos ulteriores; y d) algunas perspectivas del futuro nacional.

11. La mayor parte de las apreciaciones negativas que se han formulado y se formulan acerca del gobierno del justicialismo se basan en un punto de vista errneo que hace imposible la inteleccin del caso. El error consiste, a mi juicio, en considerar su accesis al poder, en modo simplista, como el triunfo de un partido poltico habitual, alcanzado en elecciones y circunstancias habituales, cuando lo que triunfa entonces y accede al poder es nada menos que una revolucin doctrinal encarnada en una mayora de pueblo que ni siquiera se haba organizado an en partido. Lo que tal vez induzca en error a esa crtica es el hecho despistante de que una revolucin integral, como la justicialista, llegase al poder, no segn las vas histricas del asalto y la violencia, sino por las muy amables de la democracia y en la eleccin ms inobjetable que se haya dado en nuestro sistema representativo. Es una primera marca de benignidad cuyo significado me reservar por ahora. Claro est que por ser multitudinaria, esa revolucin asume la mayora de los gobiernos nacionales, provinciales y municipales; y no lo est menos que, por ser doctrinal, esa revolucin induce a sus gobernantes cierta unanimidad de pensamiento y de accin, que surge de la doctrina misma y no de la obsecuencia general frente a un dictador, segn el esquema idiota que suele aplicar el cine yanqui a las revoluciones latinoamericanas. Pero, naturalmente, la unanimidad a que me refer, ejercitada por una mayora en obra, confiere al conjunto el carcter de una dictadura. Y eso hace chillar a la minora que no puede o no sabe o no quiere admitir el hecho revolucionario.

12. Ahora bien, como todo proceso vital, una revolucin autntica necesita defenderse de sus agresores; y como todo proceso ideolgico, necesita los recursos expansivos del adoctrinamiento, capaces de ganar al adversario y al indiferente. Uno y otro aspectos, el de la defensa y el de la propaganda, suelen dar en abusos de color tirnico; y ser interesante analizar cmo se desempe el justicialismo en ambas asignaturas. Defendiendo su realizacin en marcha y en el uso de un derecho revolucionario que no se le discute a ninguna revolucin autntica, el justicialismo se limit a restringir algunas libertades individuales frente a las tentativas de contrarrevolucin que se dieron casi desde su principio, o en menoscabo del derecho de pataleo que recababa una minora de polticos fuera de uso y de intelectuales que slo se jugaron al fin en la intimidad segura de sus casas o en autodestierros grises, donde alcanzaron la palma de un martirio incruento que ms tarde les dara fciles rentas. Nuevamente, y contra las prcticas histricas de los paredones de fusilamiento, la revolucin justicialista present una marca de benignidad que dej en pie a todos sus enemigos. No procedi as la contrarrevolucin de 1955, ya que us el fusilamiento en su instrumental represivo, la violencia legalizada y por ltimo la muerte civil de una mayora social entera. Verdad es que tales aciertos libertadores determinaron su vertiginoso, su increble fracaso.Augusto Roa Bastos, Leopoldo Marechal y Gabriel Garca Mrquez en 1969, reunidos en funcin de jurado del concurso organizado por Primera Plana y Editorial Sudamericana.

13. Veamos ahora, Jos Mara, el aspecto del justicialismo en su accin de propaganda. Inicialmente, y durante algn tiempo, se dio a la tarea de perfeccionar intelectualmente su doctrina y de divulgarla con los recursos habituales de la publicidad. A mi entender se logr en esos aos, por adoctrinamiento, la consolidacin de una conciencia nacional y social, o como ya dije, la transmutacin de una masa numrica en un pueblo esencializado, lo cual, en adelante y hasta hoy, hara ridcula la pretensin de educar al soberano que siguen exhibiendo los polticos en quiebra electoral. Pero las cosas no siguieron as. Recuerdo y recordars que una maana de 1946, en un viejo edificio de la calle Piedras, el entonces coronel Pern, al desarrollarse sus planes de futuro, calcul hasta el desgaste de prestigio que le ocasionara la ejercitacin del poder. Ciertamente, cualquier plan terico, llevado al orden contingente de la prctica, sufre limitaciones y frustraciones inevitables que provienen o de una resistencia del medio a trabajarse o de la naturaleza falible de los hombres que han de trabajarlo. No hay duda, por ejemplo, de que si la humanidad aplicase integralmente a este mundo la enseanza crtica del Sermn del Monte, todos los problemas que nos afligen se resolveran de sbito; sin embargo, dos milenios de cristiandad no han conseguido ni parecen acercarse a esa meta dichosa. Volviendo a nuestro asunto, convendrs conmigo que una revolucin en marcha tendra que defenderse ms de sus enemigos internos que de sus enemigos exteriores.

14. Y son sus enemigos internos: a) los que, habindose negado en las duras, se acercan a las maduras y constituyen esa legin de obsecuentes y usufructuarios que acaban por desfigurar el esquema de una revolucin y en destruirla por el ridculo y la voracidad; b) los militantes tiles de la primera hora, que no tardan en aflojar las consignas, ganados por la molicie del triunfo, y que al dar por concluida la fase revolucionaria de un movimiento que recin comienza inician ya la curva descendente de su frustracin; c) los fieles que ante la obsecuencia y los aflojamientos ya dichos concluyen por resentirse y distanciarse de la lucha. Jos Mara, te dediqu una vez mi Didctica de la Patria; y la continuar ahora dicindote que, si un da llegas a ser un Lder vencedor, te guardars primero de los obsecuentes. Si no lo haces, ellos te envolvern con la telaraa de sus adulaciones mentirosas, para desconectarte de la realidad y de los honestos combatientes que te siguen; con inciensos no caros ellos tratarn de lanzarte a un dividismo excluyente y de hacer que desbordes en los arabescos de tu individualidad; y si les dejas arrastrarte por esa corriente, vendr la hora en que se aburrirn hasta los tuyos de tu sonrisa o tu oratoria de lder, olvidando lo mucho bueno que ya hiciste y lo que de ti se aguarda todava. Un poco de todo ello se vio en el justicialismo gobernante, como el exceso chilln de la propaganda individualista, el afn hiperblico de las glorificaciones prematuras, ciertas ingenuidades de tipo folklrico y otras exterioridades que se debieron y pudieron evitar en favor de la esencia ntima del movimiento. En cuanto a otras exuberancias, no estoy de acuerdo con algunos enemigos: ciertos matices populares de aquellas jornadas no son ms carnavalescos que las murgas, los sombreros historiados y los bailongos que nos exhiben las campaas electorales de la USA.

En cuanto a la marchita famosa, te recordar que en nuestras ltimas elecciones lanzaron la suya candidatos a legislador que apenas obtuvieron algunos miles de votos.

17. Ante la manifestacin popular del 17 de octubre de 1945, alguien la defini torpemente como un aluvin zoolgico. Ciertamente, lo que all se manifestaba era un aluvin, pero un aluvin tnico, integrado por criollos que, a fuerza de ser pobres consuetudinarios, no haban tenido nunca ni siquiera la posibilidad de corromperse, e integrado por los hijos y nietos de aquellas migraciones europeas que afluyeron masivamente al pas desde la segunda mitad del siglo pasado. Voy a referirme a esa parte zoolgica del aluvin, ya que, si no se la entiende, nuestra historia nacional de los ltimos tiempos continuar presentndose como un suceder ininteligible. Se narra que una vez el general Roca, mirando desde un ventanal de la Casa Rosada una columna de inmigrantes recin desembarcados, se pregunt qu sucedera cuando los hijos de aquellos hombres llegaran al gobierno. Esa pregunta sola define la agudeza intuitiva de aquel viejo militar, tan admirable por muchos conceptos. Roca se limit a especular sobre la accesis de aquellos hombres futuros al poder: la consecuencia realmente fundamental de aquellas migraciones est en el hecho de que, a travs de un siglo, sus descendientes fueron hacindose notables en las ciencias, en las artes, en las letras, en la creacin empresaria, en las jerarquas militares, en los hombres de iglesia, en los tcnicos, en los trabajadores especializados; todo lo cual forma hoy ese pueblo excepcional que reconocen en nosotros hasta nuestros enemigos exteriores. Claro est que todo ese trabajo de adaptacin y cruce de familias europeas tuvo un soporte generoso en la criolledad annima, la cual ofreci puentes naturales, imprimi sus caracteres y adopt muchos de los forneos, con la sencilla espontaneidad de quien integra una renovacin biolgica, y sin ms incidentes que los ofrecidos, en modo cmico, por aquel encuentro de razas que document en su hora el sainete nacional (yo fui testigo!). Pero algo desentonaba en el conjunto: fue una minora que vio esas novedades primero con orgulloso desdn, ms adelante con inquietud y al fin con un temor que linda hoy con el pnico. Es lo que se design ms tarde con el nombre de oligarqua y en la cual el justicialismo vio a su antagonista nato desde las primeras escaramuzas.

25. Hoy, a diez aos de su proscripcin, el justicialismo est ofreciendo al devenir posible de la nacin un pueblo esencializado todava en un sistema doctrinal casi perfecto. Desde su enunciacin, esa doctrina se nos viene dando como una fuerza ideolgica que no slo responde a la tradicin occidental y cristiana de nuestro ser argentino sino que sigue ofrecindosenos como una tercera posicin entre los dos frentes que se disputan la hegemona del mundo (...). De tal modo el justicialismo aun ofrece un pueblo cuya firmeza doctrinaria resisti durante una dcada los embates y acechanzas de sus enemigos visibles e invisibles, y que se acrecienta con el ingreso masivo de nuevas generaciones. Es un pueblo que, todava en su incapacidad de resentimiento y en la conciencia de su verdad, solicita la inteleccin de sus opositores frente a cegueras que pareceran incurables.

26. As doy fin a estas aclaraciones de un Poeta Depuesto. Bien sabe Dios que slo un afn de servicio en el esclarecimiento de las cosas me ha llevado a escribir estas pginas, robndoles tiempo a otras labores de mi pluma. Y me pregunto ahora, Jos Mara, si aquel Leopoldo Marechal, el comunero de Pars, y aquel Alberto Marechal, el trabajador uruguayo, bendeciran hoy a este Leopoldo Marechal, el poeta, que se vio excluido de la intelectualidad argentina por seguir un pendn a su entender indeclinable.

(Estos fragmentos pertenecen al texto indito hasta ahora en versin completa, El Poeta depuesto, publicado en la nueva edicin de Cuaderno de navegacin (Seix Barral, 2008).La numeracin discontinua pertenece al original).

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Leopoldo Marechal vio Cuba con los ojos de un viejo cristiano y justicialistaPublicado en El Descamisado N 7, 3 de julio de 1973. Descargar revista completa en pdf

Cuba, qu linda es Cuba! Quien la defiende la quiere ms. Esta cancin popular nos sigui, a mi mujer y a m, durante los 40 das en que fuimos huspedes de la isla de Fidel Castro, donde transcurre la experiencia econmicosocial ms fascinante de esta segunda mitad del siglo.Cuando la Casa de las Amricas me invit a visitar la patria de Mart, como jurado de su certamen anual de literatura, me asombr:Cmo puede ser me dije que un Estado marxista-leninista invite a un cristiano viejo, como yo, que adems es un antiguo justicialista, hombre de tercera posicin?Y decid viajar a la isla en busca de respuesta a esa pregunta, y a otras que yo me haba formulado acerca de un pequeo pas del Caribe sobre el cual gravitan leyendas negras y leyendas blancas, miedos y amores tal vez prefabricados. Entre las cosas de mi equipaje llevaba dos aforismos de mi cosecha, tiles para estos casos: 1) Hombre soy, y nada que sea humano me asusta, y 2) El miedo nace de la ignorancia: es necesario conocer para no temer.Y ya estamos en vuelo, sobre el Golfo de Mxico, rumbo a una isla sospechada, sospechosa. Es, sin duda, un pas socialista, sudoroso de planes quinquenales, con msculos tensos y frentes deslustradas por el materialismo histrico. Una de las azafatas distribuye bocadillos de caviar: no es una referencia evidente a la Cortina de Hierro? Pero, a manera de un desmentido, vienen los daiquiri espirituosos y la fragante caja de habanos.Cuba, qu linda es Cuba! Y, mirndolo bien, las mismas azafatas no tienen el ritmo cimbreante de las palmeras y la frescura de los bananos en flor?Horas ms tarde aterrizamos en el aeropuerto Jos Mart. En el atardecer de invierno, advertimos cierto calor y cierta humedad de trpico. Nos aguardan all Ricardo y Norma, jvenes, eficientes y plcidos en cierta madurez acelerada: se anuncia en ellos la efebocraca o gobierno de los jvenes; as me defini ms tarde don Pedro Gonzlez, profesor jubilado de la Universidad de California, el rgimen de Cuba revolucionaria, rgimen sin ancianos visibles, de jvenes, adolescentes y nios.Los carros nos conducen a La Habana por un camino bordeado de palmeras: la ciudad no est lejos, y poco despus vemos erguirse sus grandes monobloques, en cuyas ventanas empiezan a brillar las luces de la noche. Llegamos, por fin, al Hotel Nacional, que ser nuestra casa durante cuatro das. Es un edificio monumental, concebido por la imaginacin lujosa que requeran los fines a que se lo destinaba, lugar de week end para millonarios en exaltacin, tahres internacionales, actores famosos de la cinematografa. Lo asombroso es que la revolucin lo haya conservado, como los dems hoteles, restaurantes y cabarets de Cuba, en la plenitud de sus actividades, con personal y servicios completos.Ya en nuestra habitacin, abrimos las ventanas que dan al mar y vemos la baha de La Habana, con su antiguo morro, a cuyos pies festonea la espuma. En otra parte del hotel, y entre palmeras, una gran piscina de natacin que abandonan ya unos baistas corridos por la noche.Pero, qu formas se yerguen all, en aquel terreno vecino al parque? Son dos pequeas bateras antiareas, cuyas bocas de fuego apuntan al Norte.La mucama de nuestro piso, joven y hermosa, entra en nuestra habitacin y lo prepara todo con una meticulosidad tranquila de mansin solariega.Mercedes es mi nombre le dice a Elbiamor con un despunte de risa. De dnde eres t?De la Argentina responde.La patria del Che! recuerda Mercedes.Nos pide que cuidemos los materiales del hotel. Ahora son del pueblo todo: ella lo sabe porque no hace mucho que fue alfabetizada y ya tiene una conciencia social.Antes de la revolucin aclara yo no poda entrar en este hotel. Por qu no? interrogo. Soy una mujer de color.Vuelve a rer con su blanca dentadura de choclo. Elbiamor, entre lgrimas, besa su mejilla de bano.Bajamos al comedor. Luego de la cena nos llevarn a Varadero, donde se realiza la ltima sesin del Encuentro de Poetas, organizado en homenaje a Rubn Daro al cumplirse el centenario de su nacimiento. En el comedor me encuentro con Julio Cortzar: hace veinte aos que no nos vemos. Abrazo su fuerte y magro esqueleto de alambre. Su melena y sus patillas le dan el aspecto de un beatle. Hemos de actuar en el mismo jurado de novela. Antes de separarnos me anuncia, en voz baja, con cierto humor perverso:Han llegado cuarenta y dos originales de gran envergadura.Araas de cristal, manteles lujosos, vajillas resplandecientes, flores y msicas, evocan en el gran comedor los esplendores del antiguo rgimen. Son los mismos camareros de ayer, con los mismos smokings y la misma eficiencia; sirven cocktails de frutas tropicales, langostas y otros manjares, a una concurrencia visiblemente internacional, de la que formamos parte. Si, son los mismos; pero ahora trabajan en una revolucin. No tardaremos en tuteamos con ellos y llamarnos compaeros, diferentes en la funcin social que cumplimos, iguales en cierta dignidad niveladora.En los das que seguirn, repetiremos esa experiencia extraa con todos los hombres de la isla; la aprenderemos y sabremos que la palabra humanidad puede recobrar an su antiguo calor solidario.Esa misma noche, en una surte fantstica, llegamos a las playas de Varadero, a ciento cincuenta kilmetros de la capital. A quin se le ocurri la idea de reunir all a una plyade de poetas iberoamericanos con el solo fin de celebrar a Rubn Daro? Se persegua un objetivo puramente potico? Por que no?, me dije antes de llegar. Cuba fue siempre vivero de poetas.Y record aquellos versos de Daro que figuran en su poema dedicado a Roosevelt: Eres los Estados Unidos, eres el futuro invasor de la Amrica ingenua que tiene sangre indgena, / que an reza a Jesucristo y an habla en espaol. Qu resonancia proftica tenan esos versos del nicaragense, junto al mar de las Antillas, y en Cuba, que an tiene la pretensin exhorbitante de ser libre, de edificar en libertad sus estructuras nacionales!# Varadero est de fiesta por un poeta muerto y una nacin viva. Entre las mesas ubicadas al aire libre, veo de pronto a Nicols Guillen: tambin l me ha reconocido, y ste es mi segundo abrazo demorado, en una noche de iniciacin. Despus correr el buen ron de la isla, cantarn los improvisadores de dcimas, bailarn los litrgicos danzarines afrocubanos, y !a seora del poeta Fernndez Retamar ha de brindarle a Elbiamor una enorme caracola del Caribe. Dilogo con guayaberas

A la maana siguiente nos baamos en aquel mar de colores cambiantes, o discurrimos con los compaeros, en blancas y finsimas arenas, como vidrio molido. Por la noche, dando fin al Encuentro de Poetas, cenamos en la gran morada que fue de mister Dupont, el financista internacional que apuraba en ella su week end para contrarrestar el fro de sus computadoras instaladas en Nueva York. Cierto, la casa es monumental, con su embarcadero propio, su piscina y su jungla, pero adolece de un mal gusto que parecera insanable en la mentalidad de los Cresos. El hall, verbigracia, en conjunto inarmnico, rene un piano de cola, un rgano Hammond, muebles en anarqua, cuadros y tapices annimos que parecen salidos de una casa de remate.Afortunadamente, aquella noche una revolucin socialista consigue hacer el milagro de dignificar la casa y sus tristes objetos: poetas y escritores de Iberoamrica estn sentados a la mesa de los periclitados manqueras: nalgas lricas o filosficas substituyen en los sillones dorados a las nalgas macizas del capitalismo. Se come, se bebe, se recita, se canta. Por un instante me asalta la idea curiosa de que me estoy bebiendo los estacionados vinos del opulento y alegre pirata. Mister Dupont, disculpe: la Historia no se detiene.Han entrado los danzarines negros y los cantores que eternizan su frica. Discutimos o bailamos, qu importa la distincin en esta primera noche del mundo? Desde su mesa, un grupo de cubanos entona en mi honor Los muchachos peronistas.Lo peor es el regreso, claro est. Entre un poeta de guayabera blanca y un socilogo de guayabera gris, camino junto al mar ferico, bajo el plenilunio. Y mi inquietud toma la forma de un remordimiento: seremos nosotros, una minora, los nicos usufructuantes de una herencia reciente? El de guayabera blanca me responde:Tranquilzate, alma buena. En Cuba no hay ahora ningn hambriento; no hay desnudos ni descalzos; no hay desocupacin, ni despidos, ni embargos; no hay mendigos ni analfabetos.En cuarenta das de viajes, estudios e inquisiciones, pude comprobar, ms tarde, la verdad que haba en las aseveraciones del poeta, y lo fcil que es resolver un problema de justicia social cuando un pueblo se decide a tomar el toro por las astas. Pero en aquella noche de Varadero las preguntas afluyen a mis labios de recin venido:Pero el marxismo-leninismo es esto? Nada ms que esto? El socilogo se vuelve al poeta y le dice con ese tono inimitable de la travesura cubana:No creo que Fidel haya ledo ni ochenta pginas de El Capital.Es que pueden leerse ms de ochenta pginas? reflexiona el poeta.Sin embargo insisto, el propio Fidel se ha declarado marxista.Y por qu no? argumenta el socilogo. A juzgar por algunas Encclicas, ms de un Papa est en ese riesgo. Y sabes por qu? Porque el marxismo se resuelve al fin en una dialctica que se adapta muy bien a cualquier forma de lo contingente social. Quiero decir que sirve tanto para un barrido como para un fregado, si se trata de barrer o fregar en una vieja estructura poltico-econmica.Yo me ro:El viejo Marx arguyo ha prolongado su gloria merced a esa flexibilidad de su dialctica. Pero, en cambio, lanz al mundo una logofobia retardante de muchos procesos revolucionarios.Qu es una logofobia? inquiere el de la guayabera blanca.-Logofobia respondo es el temor a ciertas palabras. Y el trmino marxismo, una de las ms actuales. Eso merece un extra seco en las rocas! ruge el socilogo entusiasmado.Lo tomaremos en cuanto exponga mi enseanza paralela sobre la logolatra.Y qu diablo es una logolatra?Es una adoracin de la palabra por la palabra misma le contesto. Gene-estilo de la colonia, es la ms bella que conozco, incluyendo la de Mxico; los paralmente, se toma una logolatra para defenderse de una logofobia.Ejemplos de logolatrias? Los trminos democracia, liberalismo, civilizacin occidental y cristiana, o defender nuestro estilo de vida: esto ultimo, naturalmente, a costa de los estilos ajenos. No es sa una mulettilla del To Sam?- El To Sam, que to!Suenan tres carcajadas en la noche del trpico. Pero el socilogo de guayabera gris tiende una mano al horizonete maritimo: Silencio! dice , El to Sam est desvelando, a noventa millas nuticas de aqu. Que hace?Est revisando su cuadragsimo submarino atmico. Con qu fin?Le quita el sueo, entre otras cosas, una islita de siete millones de habitantes que ha tenido el tup de ensayar un rgimen socialista en sus propias barbas.Cierta maana, y a mi pedido, un arquitecto arquelogo, joven como todo el mundo en la isla, me hace recorrer la vieja Habana: su catedral, en el ms puro lacios condales, al enmarcar la plaza de la catedral, integran un conjunto arquitectnico de sobria pureza.Mi acompaante y mentor me conduce luego al Castillo de la Fuerza, reducto castrense que los espaoles erigieron antao contra los invasores de la isla, reales algunos y hasta hoy siempre posibles. Cruzamos el puente elevadizo, recorremos los oscuros pasillos, nos asomamos a las troneras y almenares.Esta fortaleza dice mi guia es un smbolo perfecto de Cuba.Por qu?Sus constructores y defensores representaron al colonialismo; sus atacantes representaron a la piratera. Y, hasta Fidel, Cuba se ha debatido entre colonialistas y piratas.Ya no? insisto.El riesgo subsiste en potencia. T eres argentino?S.Entonces has de saber, en carne propia, que hay nuevas formas de colonialismo y nuevas formas de pirateraTocado!, me digo en mi alma. Y el arquelogo concluye: La revolucin cubana slo tiene su explicacin entera en la Historia Nacional de Cuba.Regreso al hotel, en cuyos mbitos empiezo a conocer la naturaleza de sus huspedes. Ya me top, con los tenistas polacos, tan elegantes con sus conjuntos rojos de pantaln y remera. Eludo ahora a los ciclistas hispanoamericanos que han de correr la Vuelta de Cuba: llevan siempre consigo sus bicicletas, en el comedor y en los ascensores; Cortzar me comunica su sospecha de que los corredores duermen con sus mquinas y tienen con ellas relaciones extraconyugales (diablo de novelista!).Luego me voy a la piscina: es un gran espejo de agua entre palmeras y bajo el sol de Cncer, que acaricia y muerde a la vez como un ungento. Quines han invadido la piscina, tan solitaria otras veces? Porque a gente de Cuba slo nada en verano, y la isla est en la mitad de su invierno.Estudio a los invasores: no hay duda, son caras y pelambres del mundo eslavo. Y al fin identifico a los deportistas soviticos, entre los cuales alza su mole ciclpea el campen olmpico de levantamiento de pesas. Pasendose en torno a la piscina, muy a lo peripattico, Dalmiro Senz, jury en el certamen de cuento, lee originales con toda la gravedad que le consiente su pantaln de bao.Qu hacen aqu los rusos? me pregunta, indicando a los invasores.Vienen a descansar, despus de su zafra le respondo.Qu zafra?La del Uranio 235.Dalmiro estudia mi respuesta. Y, sin embargo, su atencin est fija en el ciclope ruso.Un gran levantador me dice.No hay duda le contesto: ahora me cruc con l en la cafetera, y lo estudi en el fondo de los ojos. Qu viste?Una caverna del paleoltico y un gran desfile de brontosaurios.Naturalmente, hay rusos en Cuba, y checos, y blgaros, y polacos, tcnicos, hombres de deportes y hasta turistas. Por qu naturalmente? Se dice que cuando, triunfante su revolucin, Fidel Castro se diriga a la capital, llevaba in mente dos preocupaciones: evitar que la burguesa local, dctil actriz de la historia cubana, intentase usufructuar pro domo sua, como lo hizo tantas veces desde la colonia, un triunfo que haba costado sangre y lgrimas; y evitar que hiciese lo propio el marxismo intelectual y minoritario, que tambin alentaba en la isla, como sucede aqu y en todas partes. Fcil es deducir que una tercera posicin equilibrante maduraba en la cabeza del lder. Y se produjo entonces la intervencin y bloqueo contra una pequea y esforzada nacin que slo buscaba una reforma de sus estructuras para lograr su propio estilo de vida.Claro est, bloqueada y amenazada, la isla de Fidel, sin combustibles, sin contradicciones del mundo latino. Est dndose aqu, evidentemente, un comunismo sin industrias bsicas y sin comunicaciones, habra tenido que declinar su revolucin; los norteamericanos, que no tienen experiencia ni prudencia histricas, la arrojaron a la rbita de Rusia, que tiene todo eso y, adems, un estilo y mtodo revolucionarios.Por aquellos das, los cubanos entonaban el estribillo siguiente: Los rusos nos dan, / los yanquis nos quitan, / por eso lo queremos a Nikita. Cierto es que ms tarde, cuando los rusos, movidos por la estrategia de la hora, retiraron los cohetes cedidos a Cuba, se cant este estribillo: Nikita, Nikita, / lo que se da no se quita.Un oyente que escuchaba esta explicacin, me dijo:No puede ser: es demasiado ingenuo, demasiado simplista.Compaero intervine yo, ah est la madre del borrego, como decimos en Argentina. Desde hace muchos aos observo una tendencia universal a desconfiar de las explicaciones simplistas; en cambio, se prefiere complicar los esquemas en lo poltico, en lo social, en lo econmico, y hacer una metafsica inextricable de lo que es naturalmente simple. A mi entender, toda esa complejomana proviene de los interesados en enturbiar las aguas.Pero, impuesta o no por las circunstancias, es de imaginar lo que una teora filosfico-social, como el marxismo, logra o puede lograr en un pueblo que, como el cubano, tiene toda la soltura, toda la imaginacin y, adems, todas las alegres sui gneris, o ms bien una empresa-nacional comunitaria que deja perplejos a los otros Estados marxistas, en razn de su originalidad fuera de serie.Un sovitico, un checoslovaco, un blgaro, de los que frecuentemente visitan a Cuba, no dejan de preguntarse, vista la espontnea y confesa heterodoxia cubana:Qu desconcertante flor latina estar brotando en las viejas y tericas barbas de Marx?# La primera y la segunda

De pronto nos anuncian que Fidel Castro ha de asistir, en San Andrs, en la provincia de Pinar del Ro, a la inauguracin de una comunidad erigida en plena montaa.Llegamos al atardecer en un mnibus (all le dicen guagua) de construccin checa, atravesando villas coloreadas y paisajes de sueo. Una concentrar multitudinaria se ha instalado all: son hombres y mujeres de toda la isla, que quieren or a Fidel. Adems, est jugndose all mismo un trascendente partido de baseball, el de los industriales contra los granjeros: el baseball es el deporte nacional, como el ftbol entre nosotros, y suscita en las tribunas populares las mismas discusiones y trompadas que se dan en la bombonera, por ejemplo; el mismo Fidel Castro es un bateador satisfactorio. El partido concluye: ganaron los industriales. Risas y broncas. Pero la noche ha cado; se oye un helicptero; y poco despus una gran figura barbada sube a la plataforma.Djenme ahora esbozar un retrato del lder.Fidel Castro es un hombre joven, apenas cuarentn, fuerte y slido en su uniforme verdeoliva: cariosamente lo llaman El Caballo, en razn de su fortaleza militante. Bien plantado en la tribuna, deja or su alocucin directa, con una voz resonante y a la vez culta, que traiciona en l al universitario metido por las circunstancias en un uniforme castrense. Al hablar acaricia los micrfonos; y en algn instante de pausa dubitativa se rasca la cabeza con un ndice crtico, lo cual haceRene a los compaeros, les habla de asuntos concretos: planes de trabajo, anlisis y critica de lo ya realizado, exhortaciones de conducta civil, palabras de aliento y de censura segn el caso. Nunca se dirige a ellos en primera persona del singular yo, sino en la primera y segunda del plural nosotros y ustedes, lo cual le confiere un tono de entrecasa, humano y familiar, que borra en l cualquier arista de demagogia o se resuelve en una demagogia tan sutil que nadie la advierte. Dialoga con el pueblo que lo interroga y le sirve de coro, lo cual me trae algunas reminiscencias argentinas: Oye, Fidel, y esto? Oye, Fidel, y aquello? Y Fidel Castro recoge las preguntas en el aire y las contesta, rpido, certero y a menudo incisivo.Una de sus preocupaciones actuales es el burocratismo en que suelen aletargarse y morir las revoluciones. Informa en un discurso que se ha creado la Comisin Nacional contra el Burocratismo; y una quincena ms tarde anunciar en otro:Compaeros, la Comisin Nacional contra el Burocratismo se ha burocratizado.Conoce a fondo los problemas generales de su pueblo, y hasta los particulares de sus individuos, tanto en el bien como en el mal. Durante el huracn Flora, que asol a la isla, condujo un tanque anfibio de salvataje y estuvo a punto de morir ahogado. En el corte de caa de azcar, empresa nacional que moviliza hoy a todos los habitantes, Fidel Castro interviene, como todos, y no cortando algunas caas simblicas, sino trabajando jornadas enteras a razn de ocho horas cada una.Esta noche lo escuch en San Andrs: hace fro en la montaa, vinimos desprevenidos y nos abrigamos con mantas del ejrcito. Fidel no es ya el orador larguero y teatral, imagen con a que an se lo ridiculiza fuera: sus apariciones en pblico son cada vez ms escasas y sus discursos cada vez ms cortos. En esta oportunidad, adems de referirse al asunto concreto de la reunin, toca dos puntos que me interesan como escucha forneo: define a la suya como a la primera revolucin socialista de Amrica, y es verdad que lo ha dicho muchas veces. Pero, a continuacin, la identifica con una segunda independencia de Cuba, y me acuerdo entonces de lo que dijo el arquelogo en el Castillo de la Fuerza: La revolucin cubana slo tiene su explicacin entera en la Historia Nacional de Cuba.Ya en el mnibus o guagua, que a travs de la noche nos devuelve a la capital, y mientras Ricardo y Ernesto cantan aquello de Cundo volver al boho?, sin duda para que no se duerma el compaero chofer en el volante, doy cuenta de mis observaciones al socilogo de guayabera gris que comparti con nosotros la bodega ilustre de mister Dupont.Evidentemente me dice, el movimiento revolucionario de Fidel en pro de la segunda independencia no es ms ni menos que una continuacin inevitable del movimiento de Jos Mart en favor de la primera.Es tan verdad asiento yo, que la figura de Marti est hoy en Cuba tan presente y es tan actual como la del mismo Fidel, y los escritos de Mart abundan en la formulacin terica del movimiento castrista.Los cantantes de mnibus han pasado en este momento a la cancin No la llores, y el de la guayabera gris insiste:Esa continuidad revolucionaria est favorecida por el hecho de que la pasada historia de Cuba y la presente casi se tocan. Y si no, recapitulemos: la gesta de Mart comienza en 1895; el primer presidente de Cuba, Toms Estrada Cabrera, es reconocido por ellos en 1902; luego, dos gobernadores norteamericanos, con el pretexto de pacificar la isla, se mantienen en el poder hasta 1909; despus, una serie de gobiernos, electos o dictatoriales, que duran o no segn el apoyo de los Estados Unidos, cuyos intereses econmicos en la isla son cada vez ms fuertes. La primera independencia (Jos Mart) y la segunda (Fidel Castro) se parecen como dos gotas de agua. Tienen los mismos opositores: un imperialismo exterior, vido y prepotente, y una oligarqua local en colaboracin con el primero. Uno y otro lder se parecen hasta en el modus operandi que utilizan: desembarcos furtivos en la costa cubana, internacin en los montes, actividad de guerrillas. Lo nico que aade Fidel a esa empresa insistente de Cuba es el acento de lo social-econmico, que, por otra parte, resuena hoy umversalmente.Las luces de La Habana se nos vienen encima. En el recibimiento del hotel (que all se llama carpeta) encuentro una nota de Granma, rgano del partido, en la cual se me solicita un reportaje. Granma es el nombre del yate que, en 1956, trajo a Fidel Castro y a sus 82 compaeros desde Mxico a la provincia de Oriente, donde la Sierra Maestra ofreca un campo ya histrico de operaciones. Al da siguiente respondo a las dos preguntas del reportaje: Usted inquiere mi reprter, que ha sido testigo y partcipe de la historia de nuestro continente a lo largo de este siglo, cmo definira este momento de Amrica latina?Desde hace tiempo respondo, Amrica latina vive en estado agnico , vale decir, de lucha, segn el significado etimolgico de la palabra. Y esa lucha tiende, o debe tender, a lo que Fidel Castro llam anoche segunda independencia. Yo dira que nuestro continente pugna por entrar en su verdadero tiempo histrico: lo que vivi hasta hoy es una suerte de prehistoria.Qu impresiones tiene usted de su primer viaje a Cuba? A primera vista, y mirada con ojos imparciales, Cuba me parece un laboratorio donde se plasma la primera experiencia socialista de Iberoamrica. Por encima de cualquier parnaso terico, de deas, entiendo que Cuba est realizando una revolucin nacional y popular, tpicamente cubana e iberoamericana, que puede servir no de patrn, sino de ejemplo a otras que, sin duda, se darn en nuestro continente, cada una con su estilo propio y su propia originalidad.Resuelto ya el certamen literario de La Casa de las Amricas, hemos de viajar al interior de la isla con el propsito de visitar la base militar de Guantnamo y despus Minas de Fro.Desde la ventana de mi cuarto estudio las dos pequeas bateras antiareas que, segn dije, apuntan al norte marinero. Porque a 90 millas de aqu est un enemigo al que no se odia ni se teme, pero se lo vigila en un tranquilo alerta. sas dos bateras tienen, ante mis ojos, la puerilidad de la honda de David ante la cara inmensa de un Goliath en acecho. Regularmente, el crucero Oxford entra en las aguas territoriales de Cuba, y su blanca silueta se recorta en el horizonte martimo.Desde Miami, las emisoras difunden noticias truculentas: el malecn de La Habana est lleno de fusilados que hieden al sol; faltan alimentos en la isla; Fidel Castro ha desaparecido misteriosamente. Yo estoy ahora observando el malecn lleno de paseantes alegres y de tranquilos pescadores; todos comen bien en la isla, y hace unas horas v a Fidel Castro en una reunin de metalrgicos.Pero en otro lugar del territorio, el enemigo est ms cerca y se hace visible. Dnde? En Guantnamo. Yo estoy en Guantnamo, junto al mar del Caribe, donde los norteamericanos tienen la base conocida, separados de los cubanos por una cortina de alambre tejido. Ese limite somero es el lugar de las provocaciones. Converso con la tropa del destacamento cubano, miro fotografas y documentales cinematogrficos:A veces me dice un oficial, los marines yanquis arrojan piedras al destacamento, con las mismas actitudes y el furor de un peacher de baseball; otras, en son de burla, parodian ante los centinelas de Cuba los movimientos de los bailes afrocubanos, y orinan ostensiblemente cuando izamos nuestra bandera.Y ustedes qu hacen;? pregunto.La consigna es no responder a las provocaciones. Uno de nuestros centinelas les volvi la espalda, slo para no verlos. Y ellos qu hicieron?Lo mataron de un tiro en la nuca. Vea usted su cadver.Desde Guantnamo, tras regresar a nuestra base de Santiago de Cuba, nos dirigimos a la Sierra Maestra con el propsito de subir a Minas de Fro, cumbre donde el comandante Ernesto Che Guevara tuvo su cuartel de operaciones. Siguiendo la norma revolucionaria de instalar escuelas donde hubo cuarteles y escenarios de lucha, se ha fundado un centro educacional, donde se preparan los maestros del futuro.La subida es difcil, ya que se hace por una cuesta empinada, rica en torrenteras y despeaderos, que hasta no hace mucho slo era transitable a pie o a lomo de muta. Nosotros la franqueamos en un camin de guerra sovitico, que en dos horas de. trajn, sacudones, y, patinadas nos> deja, en la cima, algo as como un altiplano donde conviven 7.000 alumnos, muchachas y muchachos de todas las pieles, bien alojados y guarnecidos.Por qu instalar esa escuela en una cumbre sometida a todos los rigores climticos?Para fortalecer y templar responden a los jvenes que han de ejercer el magisterio en los ms duros rincones de la isla. Nuestra campaa de alfabetizacin, iniciada en 1961, redujo el ndice de analfabetos a un 3,5 por ciento. Ahora, Fidel quiere que toda Cuba sea una escuela.Y abordamos a los alumnos, con su ropa y zapatos de montaa (ellas, naturalmente, con ruleros en la cabeza). Blancos, negros y mulatos tienen la conversacin fcil y una seguridad alegre que anula toda ostentacin o dramatismo. Quieren saber de nosotros: los fascinan nuestros diversos tonos del idioma espaol. Al fin piden que cantemos: yo berreo una vidalita surea, y Juan Mars arriesga una sardana de su terruo cataln.

A la caaTendra tantas cosas que referir! Slo puedo hacerlo en sntesis rapsdicas o en pantallazos de cinematografa. Estamos ahora en un grande y viejo taller metalrgico, donde Fidel Castro rene a trabajadores y estudiantes de escuelas tecnolgicasTras un intento inicial de industrializacin, la isla entera se vuelca hoy a los afanes de la agricultura. Pero hay que pensar en el futuro, y el conductor habla: se refiere a la explotacin de los minerales que abundan en las sierras, a sus aleaciones posibles, a los futuros altos hornos y aceras, a la perfeccin tcnica de los obreros. Un qumico visitante, que tengo a mi costado murmulla:Suea! Est soando en alta voz!Qu importa? le contesto. Qu Importa, si todo este pueblo que lo es cucha est soando con l? al fin y al cabo, qu suea? La ilusin de una felicidad en la soberana, siempre posible y siempre demorada. No estn, acaso, en ese mismo sueo todas las otras repblicas de Iberoamrica?Y Fidel sigue hablando, frente a los rostros encendidos. Fidel est soando: pobre del que se ra!Esta maana, Elbiamor y yo estamos a solas con Hayde Santamara, herona de la revolucin cubana en sus preparativos y combates. Su hermano y su prometido fueron torturados hasta morir, frente a ella misma, para que revelara el paradero de los jefes. Toda revolucin cruenta deja siempre como posible y hasta inevitable el juego numeral de las victimas, de modo tal que uno y otro bando puedan sentarse a la mesa y barajar en el tapete sus propios muertos. Hayde no lo hace, aunque tal vez en sus sueos perdura una pesadilla de ojos arrancados. Perdonar y olvidar ha dicho ella, y sobre todo combatir por un orden humano y una sociedad que hagan imposibles, en adelante, los horrores de la jungla.Detrs de ese afn, ella trabaja da y noche, como si fuese la madre, la hermana y la novia del movimiento. De pronto recuerda mi cristianismo y el de Elbiamor:Antes de la revolucin nos dice, yo era creyente, como todos los mos. Despus entend que, si deseaba trabajar por un orden nuevo, deba prescindir de Dios, olvidarlo.No entendemos el porqu de tal resolucin, romntica, y callamos. El otro da refiere de pronto, mi hija de cuatro aos me pregunt quin era Dios.Y qu le respondi usted?Le dije que Dios era todo lo hermoso, lo bueno y lo verdadero que nos gustaba en la naturaleza.La miramos con ternura.Belleza, Bondad y Verdad le dije al fin: son, justamente, tres nombres y tres atributos de lo Divino.Hayde calla. Luego se dirige a su escritorio y me trae como obsequio una caja de habanos construida con maderas preciosas de Cuba.Y el ambiente religioso de la isla? Puedo decir que actualmente se oficia con regularidad en los templos catlicos y protestantes. En las santeras, se ofrece al pblico el acervo iconogrfico tradicional, junto con la utilera de las magias africanas, que conservan en la isla una tradicin semejante. Fidel Castro, en una campaa contra las malezas rurales, aconsej, no sin humorismo, respetar las hierbas rituales de los brujos. En realidad, no se manifiesta en Cuba ni menor ni mayor religiosidad verdadera que en muchos otros pases del orbe cristiano, incluido el nuestro.S, de muy buena fuente, que en el Comit Central del Partido hay catlicos viejos y catlicos de reciente conversin, adems de algunos marxistas puros, uno de los cuales, en su inocencia, me confes haber bautizado a un nio con champagne y en el nombre de Marx, de Lenin y de Fidel. Y digo en su inocencia, porque aquel hombre, fundamentalmente bueno, no sabia lo que haca, dicho evanglicamente.Triunfante la gesta revolucionaria, tuvo un despunte de oposicin en algunos sacerdotes de nacionalidad espaola y algunos pastores protestantes de nacionalidad estadounidense, que obraban, sin duda, por razones patriticas. Fidel Castro dijo, entonces, que todo cristiano debera ser, por definicin, un revolucionario. Recuerdo que hace ya muchos aos, en cierto debate sobre el comunismo realizado en Pars, alguien (creo que Jacques Maritain) defini al comunismo como una versin materialista del Evangelio. Pens yo en aquel entonces que era preferible tener y practicar una versin materialista del Evangelio a no tener ni practicar ninguna,.Y me digo ahora, con ms ciencia y experiencia, que toda realizacin en el orden amoroso de la caridad, sea consciente o inconsciente, entraa en s misma una peticin de Jesucristo.Termin para nosotros la Misin Cuba. Una