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trab Organo äe su Veperable Oräep Cercera y (ofraöías Dirección y Administración: Silva, 39.-Madrid (12).-Teléf. 12803 15 DE NOVIEMBRE DE 1932 <> NUM. 11 T_T M A 1 =2„. 10 ENSAYO SOBRE LA DEVOCIÓN MARIANA EN LA ORDEN DE LA MERCED, por Mr. Michel Even.— EDUCACIÓN RELIGIOSA: EL DIRECTOR DEL CATECISMO, por Fr. Juan G. Castro.— LA M. MELCHORA DE JESÚS, por Fr. Guillermo Vázquez.—PÁGINA MISIONAL: PUERTO RICO.-REACCIÓN RELIGIOSA EN RUSIA, por Fr. Fernando Vázquez.—EL ESCAPULARIO DE LA MERCED, por un Terciario de la misma Orden.—MUNDO CATÓLICO, por Fr. Fernando Vázquez.—EN SIRIA, por Fr. Guillermo Vázquez.—LAS INDULGENCIAS DEL VÍA CRUCIS.- LA VOZ DE LA MUERTA, por !a Terciaria de la Merced señorita Julia G. Herreros.— RADIOGRAMAS.-NOTICIAS.-NECROLOGÍA. Ensayo sobre la devoción mariana en la Orden de la Merced Por Michel Even Es una realidad, que toda familia religiosa corre a precipitarse en la decadencia, desde el día en que cesa de preocuparse por vivir de su ideal, del espíritu de su fundación; siendo no menos verdad, que toda reforma es cabalmente un anhelo por tornar a ese ideal perdido, como un esfuerzo para volver a vivir enmedio de la at- mósfera de ese ideal recuperado y en medio de su realización buscada con ardor. Cierto que las Reformas fueron al- gunas veces bien poco afortunadas: I en su deseo de obrar mejor, introdu- jeron ciertos elementos que nada te- nían que ver con el ideal reemprendi- do, y que las condujeron a desviarse de él; pero su punto de partida era muy justo, y a él conviene volver los ojos sin cesar, so pena de decaer, de vivir fuera de su tradición, y por con- siguiente de su espiritualidad. Porque desde el momento en que un religioso no se interesa por vivir de su tradición y de su espiritualidad, será materia apta para dejarse arras- trar por otras tradiciones y por otro espíritu, no siendo ya como debiera ser. Y lo que se dice de un religioso, dígase de todos aquellos que desean

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trabOrgano äe su VeperableOräep Cercera y (ofraöías

Dirección y Administración:Silva, 39.-Madrid (12).-Teléf. 12803

15 DE NOVIEMBRE DE 1932

<> NUM. 11

T_T M A 1=2„. 10ENSAYO SOBRE LA DEVOCIÓN MARIANA EN LA ORDEN DE LA MERCED, por Mr. Michel

Even.— EDUCACIÓN RELIGIOSA: EL DIRECTOR DEL CATECISMO, por Fr. Juan G. Castro.—LA M. MELCHORA DE JESÚS, por Fr. Guillermo Vázquez.—PÁGINA MISIONAL: PUERTORICO.-REACCIÓN RELIGIOSA EN RUSIA, por Fr. Fernando Vázquez.—EL ESCAPULARIO DELA MERCED, por un Terciario de la misma Orden.—MUNDO CATÓLICO, por Fr. FernandoVázquez.—EN SIRIA, por Fr. Guillermo Vázquez.—LAS INDULGENCIAS DEL VÍA CRUCIS.-LA VOZ DE LA MUERTA, por !a Terciaria de la Merced señorita Julia G. Herreros.—RADIOGRAMAS.-NOTICIAS.-NECROLOGÍA.

Ensayo sobre la devoción mariana en laOrden de la Merced

Por Michel Even

Es una realidad, que toda familiareligiosa corre a precipitarse en ladecadencia, desde el día en que cesade preocuparse por vivir de su ideal,del espíritu de su fundación; siendono menos verdad, que toda reformaes cabalmente un anhelo por tornar aese ideal perdido, como un esfuerzopara volver a vivir enmedio de la at-mósfera de ese ideal recuperado y enmedio de su realización buscada conardor.

Cierto que las Reformas fueron al-gunas veces bien poco afortunadas:Ien su deseo de obrar mejor, introdu-jeron ciertos elementos que nada te-

nían que ver con el ideal reemprendi-do, y que las condujeron a desviarsede él; pero su punto de partida eramuy justo, y a él conviene volver losojos sin cesar, so pena de decaer, devivir fuera de su tradición, y por con-siguiente de su espiritualidad.

Porque desde el momento en que unreligioso no se interesa por vivir desu tradición y de su espiritualidad,será materia apta para dejarse arras-trar por otras tradiciones y por otroespíritu, no siendo ya como debieraser.

Y lo que se dice de un religioso,dígase de todos aquellos que desean

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vivir del espíritu de una gran orden,bien sean terciarios o cofrades. Cree-mos, pues, que este modesto estudiopodrá servirles de alguna utilidad; yen todo caso, tal vez provoque, acer-ca de este asunto capital, otros traba-jos más competentes y deseadoscomo de absoluta necesidad.

Jamás sabremos insistir demasiadoni repetir bastantemente esta verdadfundamental: que toda perfección cris-tiana consiste en una imitación con-tinua (buscada sin cesar y sin cesaracentuada en nosotros, bajo el influjode la divina gracia) de Jesucristo, Hijode Dios, Unico Redentor y Salvador.

Un verdadero cristiano debe, pues,querer en todas las circunstancias delestado en que Dios lo coloca (y entanto la humana flaqueza lo permita)pensar, sentir y desenvolverse, en losmás insignificantes pormenores, de lamanera que Jesucristo hubiese pensa-do, sentido y obrado, de haberse vistoen idénticas circunstancias,

Pero, ciertamente, difícil es la luchaque se habrá de sostener para reali-zar ideal tan elevado. Y he aquí porqué tenemos necesidad absoluta de lagracia divina que, por otro lado, ja-más nos faltará, si sabemos solicitar-la constantemente por medio de laoración y de los sacramentos. PorqueDios nos manda, pero también nosayuda y nos asiste y nos alumbra enla medida que lo hemos menester, sinque nadie se encuentre abandonado asi mismo.

Pero además de esto, hay un medioperfectísimo, y que se echa demasiadoen olvido, para obtener la asistencia

divina, que es el de una verdaderadevoción a la Santísima Virgen, sien-do éste un medio que completa losdemás.

Recalcamos la palabra verdaderadevoción, porque para gran númerode cristianos, la devoción a Maríaconsiste únicamente en cierta piadosacostumbre tradicional, o demasiadosentimental, o demasiado interesadamuchas veces.

Es, pues, indispensable reflexionarun poco sobre este punto, a fin decorregir hábitos errados y romper conrutinas absurdas, para servir a nues-tro Señor con más exactitud: «Porquees voluntad de Dios que, después queEl entregó su Hijo a María, nosotrosrecibamos todo de sus manos; y nin-gún don celestial desciende sobre latierra que no pase por sus benditasmanos como por un canal. «De su ple-nitud todo lo hemos recibido», dice el13. Grignon de Monfort, en su libroEl Amor de la Divina Sabiduría.

Y dice en otra parte: «Para ir aJesús es preciso ir por María, que esnuestra mediadora de intercesión;para ir al Padre eterno, es preciso irpor Jesús, que es nuestro mediadorde redención» (I).

He aquí, pues, claramente indicadoslos papeles de la Madre y del Hijo enel drama de nuestra redenciön.

Para ir con más rapidez al Media-dor de redención por la Mediadora deintercesión, réstanos buscar y adqui-rir una verdadera devoción a María.

Esta verdadera devoción consiste,

(1) B. Grignon de Monfort: «El Secreto de Ma-ría».

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después de haber comprendido el ofi-cio de Nuestra Señora, en la econo-mía de la salvación:

En querer imitar, por de pronto, ala Santísima Virgen en cada una denuestras acciones, renunciando a losimpulsos frecuentemente malos e im-perfectos de nuestra naturaleza, paraseguir la tendencia que en adelantenos moverá a obrar, hablar y juzgarcomo en nuestro lugar lo haría ella.

En observar constantemente nues-tros pensamientos y nuestros actos,de tal modo que sustituyamos nues-tros sentimientos por sus sentimien-tos, imprimiendo de esta suerte, nosólo a nuestra conducta exterior sinoa toda nuestra vida y a toda nuestraalma, como una fisonomía mariana.

En considerarla, no ciertamentecomo nuestro fin supremo, que nopuede ser otro que sólo Dios, comoya va dicho, pero sí como nuestro fininmediato repitiéndole frecuentemen-te: Madre mía, por Vos hago ésto oaquéllo, tolero esta pena, esta humi-llación, este sufrimiento, este pesar;por Vos me hago esta violencia, porVos combato y sufro.

En hacerla intervenir en todas nues-tras preces, en todos los pormenoresde nuestra vida, como Intermediarianuestra, gracias a la cual podremos,no obstante nuestra indignidad, pre-sentarnos con dulce confianza ante suHijo divino; Ella apoyará nuestrassúplicas con su intercesión todopo-derosa y suplirá con los afectos de suCorazón purísimo y abrasado, la in-sensibilidad, la incomprensión, la me-diocridad de perfección del nuestro.

En vivir en una unión muy íntima

con Ella, considerándola presente anuestra alma por su dulce y misterio-sa influencia, presencia que aun conser solamente moral no por eso dejasentir menos vivamente a sus fielesservidores y los mantiene habitual-mente en una atmósfera plenamentesobrenatural.

En permanecer bajo su mirada enun estado de completa dependencia,quiero decir: ponernos entre sus ma-nos como Llóciles instrumentos a finde que Ella haga de nosotros cuantole parezca bien para la mayor gloriade Dios; así que, en la práctica, notanto consultemos nuestras naturalesinclinaciones cuanto la voluntad y losdeseos de la Santísima Virgen, ejecu-tando todo lo que probablemente nosparezca que espera de nosotros, si-guiendo así fielmente las buenas ins-piraciones que Ella nos obtiene de sudivino Hijo.

En confiarle el mérito de nuestrasacciones, para que con él haga Ellaque se beneficien aquellos vivos odifuntos que más le plazca, descan-sando ciegamente en sus intenciones,seguros de que éstas siempre estánen todo conformes con los interesesde la gloria divina. Esto no nos impe-dirá, cuando a bien lo tengamos, ve-nir en ayuda de nuestros padres yamigos con nuestras oraciones y bue-nas obras; pidiéndole humildemente,cuando así sea, que aplique los efec-tos y frutos de éstas en favor de aque-llas almas o asuntos que tenemospresentes; y no podemos poner enduda que así lo hará muy dichosa depoder condescender con los deseosde un fiel servidor suyo.

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En no apoyar ni estribar nada, enla obra de nuestra santificación y enotras diversas empresas nuestras,sobre los méritos, sobre las fuerzaso las habilidades propias, sino única-mente sobre la Santísima Virgen, encuyas manos nos hemos entregadopor completo.

En una palabra, nuestra actitud conrespecto a María será la de un niñopequeñito, muy amante, muy confiadoy que del todo se abandona a la soli-citud de su madre.

Para el acto de consagración, queseñalará para nosotros el punto departida de esta vida del todo mariana,hemos de prepararnos durante algúntiempo por medio de ejercicios dehumildad interna, abismándonos en laconsideración de nuestra indignidady miseria, pidiendo perdón del pasa-do y situándonos al presente en unafidelidad extrema que nos prepararápara lo venidero.

Los motivos de esta verdadera ysólida devoción los encontramos enJesús, en María y en nosotros mis-mos.

a) Desde luego, en Jesús.En efecto; todo lo que un día se

cumplió en Jesucristo debe, según SanPablo, reproducirse místicamente ennosotros, que somos miembros de sucuerpo místico. Al modo que Jesúsmurió después de ser crucificado yresucitó para no más morir, de estasuerte, nos dice el gran Apóstol, de-bemos nosotros estar crucificadospara el mundo y las pasiones malas,morir al pecado, resucitar a la vidade la gracia y perseverar por siempreen esta nueva vida.

Según estos principios, estableci-dos por el escritor sagrado, tenemosderecho a derivar las siguientes con-secuencias:

Así como el Cuerpo de Jesucristofué formado por el Espíritu Santo enel seno de María, así también debe serel Corazón de María donde nosotroshemos de morar por medio de un re-cuerdo casi continuo; y por un amorfilial, con la intervención del EspírituSanto, seremos formados en las vir-tudes que harán de cada uno de nos-otros otro Cristo.

Así como el Verbo de Dios, paradarse a nosotros y unirse a nuestranaturaleza contrajo con María lazostan estrechos corno los de un niñopara con su madre; del mismo modo,para darnos y unirnos enteramente aJesús, debemos unirnos estrechamen-te a María por un ardiente amor y unaentera dependencia.

Así como Jesús, para dar gloria asu Padre, empleó los treinta primeros-años de su vida, no en predicar ni enhacer milagros, sino en honrar a suMadre y en hacerle compañía y enobedecerla y en servirla en las múl-tiples menudencias de la vida domés-tica, también debemos nosotros bus-car la gloria de Dios en una vida depiedad filial, de humilde sumisión yde respetuosa intimidad con relacióna María.

b) En María.Por lo que atañe a la Santísima

Virgen, los motivos se deducen deloficio de María en la distribución delas gracias y de sus derechos a nues-tro amor.

El ,oficio de la Santísima Virgen en

la dispensación de las gracias corres-ponde al que desempeñó en otro tiem-po en el Calvario, punto culminantede la adquisición definitiva de estasgracias. Ella, secundariamente y enunión con su divino Hijo, nos las hamerecido todas. Después de haberparticipado del dolor, justo es queparticipe del honor y que, por mediode una mediación secundaria y enunión con Jesús, sea Ella la dispen-sadora de estas gracias que tan carascostaron. Por consiguiente, segúnobserva el Cardenal Vaughan, nues-tra santificación depende más de loscuidados de María y del amor mater-nal de María, que de la influencia decualquier otra criatura. El secreto dela verdadera santidad será por lo tan-to el que ha sido tan bien llamado elSecreto de María, ese método quehará de nosotros almas abismadas enMaría por Jesús, y que Ella no revelamás que a sus amigos y que se losolicitan.

Los títulos de María para reclamarnuestro amor son tales que nunca laamaremos tanto como Ella se mereceser amada. Por esto es necesario queavancemos cuanto podamos en la de-voción para con Ella, obrando y su-friendo por Ella, constituyéndonospor amor en dóciles instrumentos desu sagrado Corazón, y además quenunca n os propasaremos, porqueconsistiendo únicamente su papel enllevarnos a Jesús, jamás faltará Ella asu deber ni permitirá que nosotros loechemos en olvido.

c) En nosotros mismos.El tercer motivo para acomodarnos

al espíritu del Beato Monfort, consis-

te en la profundidad de nuestras mise-rias.

Por de pronto nuestra ignorancia.No sabemos lo que es de la mayorgloria de Dios, ni a qué intención de-bemos, por tanto, aplicar el valor denuestras buenas obras. Tal es la ra-zón de ser de este abandono que hace-mos en manos de María de nuestrosméritos satisfactorios e impetrato-rios.

Además, nuestra fragilidad. Nos esdificilísimo, vista nuestra debilidad,conservar los tesoros espirituales quehemos recibido de Dios. Ved aquípor qué el B. Monfort quiere que con-fiemos también a María los méritosque nos dan derecho a la gloria, nopara que los aplique a otros, sinopara que nos los guarde.

Nuestra incapacidad, tan grandeya en el orden de la naturaleza y ab-soluto en el orden de la gracia. Deaquí la recomendación de no fiar ja-más de nosotros mismos, en nues-tras fuerzas o talentos, sino en nues-tra Madre celestial.

Nuestra indignidad tan profundaque, según San Bernardo, tenemosnecesidad de und Mediadora para connuestro mismo Mediador. De aquí estacostumbre que nos habituemos de irsiempre a Jesús por María, es decir,ofrecer por Ella a Jesús nuestras pre-ces y buenas obras.

Nuestra deplorable insensibilidadcon respecto a Dios, que supliremoscon darnos del todo a María; porqueen retorno de esta buena Madre nosdará su Corazón, cuyas profundasadoraciones, cuyo vivo agradecimien-to y cuyo ardiente amor podremos

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nosotros presentar a Dios. Y Ellaademás purificará el nuestro y le en-señará una delicadeza espiritual queignoraba en absoluto.

Nuestra corrupción natural queharto frecuentemente nos lleva a eje-cutar actos malos o imperfectos, yque aja y que desflora nuestras bue-nas obras con intenciones defectuo-sas. Para poner remedio a lo cual,renunciamos, antes de obrar a nues-tro propio espíritu, sobre todo a los

Catecismo: el Director

(CONTINLTACION)

No tenía nuestro Director, para cu-yos deseos el mundo era pequeño,otros niños a su alcance que los dosmonaguillos y unos cuantos más, queno llegaban a la media docena, de lasfamilias más piadosas y, por lo mismo,también las más afectas a la Comu-nidad.

Empezó sin más su labor catequísti-ca, porque, con ser hombre, no era enesto de los animales que tropiezan dosveces en el mismo sitio, y estaba escarmentado de haber dejado alguna vezde hacer el bien con el ansia de poderhacer después lo mejor. El negotiaminidun venio; negociad mientras vuelvo,era su lema, pues hay obligación dehacer en cada momento el bien que sepuede y según se puede; y hasta parallegar a hacer lo mejor no hay otrocamino que hacer lo que se sabe, por-que como la inteligencia dirige la mano,así la mano despierta y aviva la inteli-

impulsos de nuestra naturaleza, paracolocarnos como dóciles herramien-tas en manos de la Santísima Virgen,para que Ella obre en nosotros y hagade nosotros cuanto bien le parezca;renunciamos, en fin, a nuestros mo-dos de ver y las personales intencio-nes, aun a aquellas que se nos anto-jan excelentes, para entrar ciegamenteen las miras e intenciones de la Vir-gen Inmaculada.

(Continuará.)

gencia, con lo que se llega al perfectosaber y al perfecto querer, fuentes yprincipios del perfecto obrar.

Eran los monaguillos de lo que nohay, dos perfectos diablillos pueblere-rios. Y preciábanse de ser lo uno y lootro. No maldecía, porque afortunada-mente no sabía maldecir, su mala suer-te, pero llorá.bala sorbiendo las lágri-mas y mordiéndose los labios Pascua-lete, el chico más travieso de los habi-dos y por haber del pueblo, general enjefe con mando en p'aza de toda latropa infantil, que por no ser monagui-llo de los frailes se consideraba desca-lificado ante sus huestes. Pero nacía suenvidia de más altas y nobles causasde las que nadie podía imaginar. Desdeque vió a los frailes fuésele el corazóntras ellos, y nada ambicionaba sino sutrato para acabar por ser uno de ellos.Tan adentro se le había metido la«frailía», que desde que los vió no ha-bía tenido rato que pudiera llamarsebueno. Con ese instinto que tienen losniños, y él lo tenía vivísimo, impresio-nóle el modo de vivir—su madre se lo

contaba—y las ocupaciones en que seempleaban; al fin, era gente que trata-ba de cielo, y por lo que veía, la mayorparte sus convecinos sólo trataban detierra. Moríase, pues, por tratarlos.¿Qué otra cosa deseaba el Director delCatecismo en proyecto? Y ¡sin saber eluno del otro!

Volvamos a nuestros monaguillos.Como Periquito por su casa, así entra-ban ellos por la iglesia; cuando nocorrían volaban; nada se les daba ni dela gente ni de los santos; ante el Santí-simo hacían en actitud inverosímil-mente retorcida una mueca de genu-flexión y un garabato de cruz, que sóloles faltaba ser intencionada para sersangrienta befa del Amador de loslos niños.

Disputábanse a codazos el que lesparecía mejor de dos ropones del tiem-po de la nanita, que de un brinco des-colgaban de una alta percha. Eran detela gruesa como de alfombra, largos yanchos lo increíble, reducíanlos a sumedida con un cinturón tan burdo y detan venerable antigüedad como lasarcaicas vestes. Sudaban y trasudabanlas pobres criaturas dentro de tan incó-modos artefactos. A pesar de eso ma-nejaban con tal soltura y desenfado lacaria de encender, que parecía iban adar un cañazo a algún gato invisibleque pasase por el presbiterio o a algúnpájaro que revolotease entre las velas.Repiqueteaban la campanilla, que si nodaba devoción, infundía al menos ale-gría. Si la gente tenía la vista fija en elaltar, ellos la traían suelta por todo elámbito del templo, «ganando, como di-cen por estas tierras, el jubileo de lapestaña», sin que les pasase por altoquién estaba y quién faltaba de los quesolían asistir a la iglesia. No les embar-gaba esta devoción de contestar a tiem-po, como reloj cuando se le suelta la

cuerda, al celebrante, mudarle el libro,servirle las vinajeras y encenderle lapalmatoria. No le satisfacían a nuestroDirector estos modos y maneras, perosí las bellas aptitudes que en todo estodescubrían para muchas y buenas co-sas, que el tiempo diría...

Empezó, pues, por los monaguillossu labor catequística, y nunca mejorque por ellos empezada. Su metodolo-gía consistía en decir y hacer: les ense-riaba a practicar y les hacía practicarlo que les enseriaba. Se habían acabadoya las misas y en la iglesia quedabansolas dos viejecitas, sus perpetuas mo-radoras mientras estaba abierta. Paraellas habían concluido los encantos delmundo y no aprovechaban ya paranada o para muy poco, y con la emo-ción de quien está ya tocando los um-brales de la eternidad, así oraban. Fre-cuentemente las lágrimas, frías y cris-talinas, corrían por los enjutos y aper-gaminados rostros, cosa que más deuna vez sorprendió a los monaguillosque se decían: ¿por qué llorarán lasabuelitas? ¡Felices ellos que aún nosentían las amarguras de la vida ni lasincertidumbres del porvenir! Llamólosel Padre Director, y sin decirles más,encaminóse con ellos a la puerta de laiglesia. Esta es, les dijo, la Casa deDios; y con un diálogo digno de Sócra-tes, en que las preguntas incluyen ne-cesaria y claramente la respuesta ydan pie para la réplica contundente auna respuesta desacertada, notándolosal mismo tiempo de distraídos o pocointeligentes, de una en otra verdad,corno quien da un paseo por lugarllano y apacible, llegó con ellos a con-cluir que Dios no necesita casa, porquepor ser quien es vive en Sí mismo, yprecisamente por vivir en la inmensi-dad de su ser estaba en todas partes,más y mejor que nosotros estamos en

LA EDLICACION RELIGIOSA

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nosotros mismos, sin faltar ni poderfaltar en ninguna; pero nosotros nece-sitamos así como casa donde habitar,cama donde dormir, plaza donde jugar,lugar también donde tratar con Dios, yestos lugares son las iglesias, casas,recalcó, que Dios tiene puestas entrelos hombres para tratar con los hom-bres.

Y para que descansasen un poco delpequeño esfuerzo hecho, les hizo enu-merar las iglesias del pueblo y aque-llas cuyas torres se ven o cuyas cam-panas se oyen desde él.

Después del pequeño descanso yapodían reanudar su paseo intelectual,que paseo es el discurrir. Porque comopasear es ir de un lugar a otro por elcamino que los une, así el discurrir esir de lo conocido a lo desconocido ha-ciéndonoslo conocido las estrechas re-laciones que existen entre lo uno y lootro.

Hay en el discurrir y en el pasearuna diferencia grandísima, que paralos que no conocen la naturaleza delacto intelectual res ul t a paradójico.Porque en el andar nadie puede llegarmás allá de donde puso el pie y en elsentir nadie puede ir más allá de losobjetos que le impresionan, pero en eldiscurrir se alcanza un más allá dedonde estamos. Porque, ¿quién ha idoal sol?, ¿quién ha tendido la cuerda quemide su distancia?, ¿quién la ha vistoen su conjunto o en sus porciones conlos ojos? Y tan cierto como lo que ve-mos y proporcionalmente con másexactitud que con la que medimos loque está al alcance de nuestros senti-dos y manos, sabemos la distancia alsol, y estando en el tiempo y obrandosegún su ritmo conocemos lo eterno, ysiendo limitados conocemos lo infinito,y lo notabilísirno en esto es que la tras-cendencia de las elevadas conclusiones

de agudísimos discursos sobre Dios, laespiritualidad y eternidad de nuestraalma, se halla en la simple idea, por-que sin ellas no hay juicio, y sin jui-cios es imposible el discurso, y no po-dría el discurso sacar lo que no se hallaen la idea, su punto de partida.

Siendo, pues, las iglesias, continuónuestro director, casa del trato conDios, quédanos averiguar cómo debe-mos tratar con Dios. Los chicos erandespiertos y vieron que éste era el tér-mino a donde el buen Padre tiraba. Ycon firme paso y diálogo fácil, estudia-ron los diversos tratos de la conversa-ción humana: el de tú a tú entre igua-les, el de tú a usted entre menores ymayores, el de usted a usted entre ma-yores, el de tú o usted a usía, excelen-cia, majestad, santidad, dado a perso-nas excelentes, Reyes y Papas, hastavenir a acabar en el trato que debemosa Dios, de criatura a Criador, de puranada al que lo es todo, de pura deudaal acreedor de todo lo que tenemos ysomos, de total agradecimiento a nues-tro universal bienhechor.

Con esto entró en la iglesia, tomó einvitólos a tomar agua bendita, y sindetenerse se santiguó e hizo que sesantiguasen, dándose cuenta de lo quehacían. No hay que decir que se veíael fruto de la explicación: estaban conlos rostros mesurados, con los brazosnaturalmente caídos el uno y con lasmanos suavemente puestas sobre el pe-cho el otro, el andar era sosegado, lavista la llevaban recogida. Agradáron-le al Padre estos modales y estirnólostanto más cuanto que espontáneamentenacían, sin indicación alguna, de in-terna convicción. No se le ocultabaque sería fruto caedizo, porque los ni-tíos son de suyo olvidadizos, pero conperseverancia en la instrucción y en lavigilancia vendrían aquellos actos re-

petidos a convertirse en hábitos. ¿Notenía él pocas cosas con que ilustrar yconfirmar la instrucción dada? La his-toria del profanador del templo de Je-rusalén Heliodoro, la escena de Nues-tro Señor encendido el rostro y devora-das las entrañas por el celo de la Casade Dios arrojando de ella a los que latenían convertida en casa de contrata-ción y cueva de ladrones, etc., etc.

Sintiendo el Director la satisfaccióndel resultado de su trabajo, y los niñossaboreando por vez primera el sobre-cogimiento religioso y la ternura dela devoción, llegaron a donde se tuercepara entrar en la sacristía. Arrodillósey arrodilláronse, se signó y se santiguópausadamente, lo mismo hicieron losniños con fidelidad admirable. Rezó conellos breve oración y repitiósela hastaque la tomaron de memoria. Era unasencillísima salutación a Jesús que estáen el Sagrario, y a su Madre, cuyaimagen está en el altar.

Entraron en la sacristía, y por pri-mera vez sin que los monaguillos echa-sen a correr ni se les ocurriese siquiera.Como el Padre pasó a la trasacristía,siguiéronle los niños. ¡Varias sorpre-sas! Dos pares de zapatos con sus calce-tines blancos, dos sotanitas nuevas,nuevos roquetes y con sus esclavinas yhasta tira para el cuello almidonada,un lavabo parecido al que en la sacris-tía hay para los sacerdotes. Y diciendoy haciendo, hizo que dejasen el calzadoque traían y se pusiesen los nuevoscalcetines y los nuevos zapatos, quelavasen las manos y dejasen los abri-gos, que cada uno la suya hecha a me-dida se vistiese su sotana blanca, sepusiese la tirilla planchada, el roquetey la esclavina.

La Iglesia, Madre por excelencia delos hombres, conoce la gran fuerzaeducadora de lo sensible y se vale de

estos medios para despertar y fornentar la devoción. Así los sacerdotes, porlimpias que tengan las manos, se laslavan, y se sobrevisten ornamentos es-peciales para la celebración de la misay administración de sacramentos, y losobispos en los pontificales se cambianlas medias y el calzado por otros queen el color y en la riqueza digan con lasolemnidad de las funciones episcopa-les. Y así revestidos parecen otros enla majestad de su proceder, y concilianla veneración de los fieles y centranen sí y en las acciones sagradas laatención y despiertan la devoción.

Realmente también parecían otrosnuestros monaguillos con sus nuevasvestiduras, porque el estar bien trajei'-dos engendra propia estima y exigemodales distinguidos.

Saborearon ufanosamente los niñosel estreno, lo comentaron y no se har-taban de mirarse y remirarse, y noveían llegada la hora de aparecer enpúblico; y el Padre, que leía en lascaras todos estos sentimientos del cora-zón, oportunamente puso la adverten-cia: Tenéis que ser y parecer otroscomo en el traje también en las mane-ras; después del sacerdote sois los queestáis más a la vista y llamáis más laatención y, por lo mismo, después delsacerdote, tenéis que ser los que mejoros portéis; el sacerdote es otro Cristo,porque hace sus veces, y vosotros te-néis que ser como ángeles del cielo alayudarlos en actos tan grandes.

Hízoles dejar ordenadamente su snuevas vestiduras y el calzado y tomarde nuevo el abrigo, y con ellos salió ala iglesia y a la calle, enseñándolescómo debían hacerlo, despidiéndosetambién en breve oración y hasta pron-to de Jesús y de María. Volvieron aentrar, a dejar sus abrigos, a calzarsey revestirse de nuevo y a salir, y repi-

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tieron tantas veces estas entradas ysalidas cuantas el buen Padre juzgónecesarias para entablar costumbre,fruto propio de toda educación.

En días sucesivos les repasó las con-testaciones de la misa, les corrigió losmil disparates que decían, les explicóel significado de las palabras y de lasacciones de la misa, les enserió a tocardebidamente la campanilla, de modoque no sólo fuese advertencia a los fie-les de las partes principales de la misa,sino que también los alegrase y excita-se a devoción, diöles normas y, sobretodo, hízoselas practicar, en casos su-puestos, de cómo debían tratar a lagente y a los sacerdotes y cómo debíanrécibir y dar los recados.

A éstos y a otros menores pormeno-res desciende quien se precie y sepa deeducador, porque deletrea, silabea,balbucea, o suéltase en la lectura demagníficos períodos, según lo pida lacapacidad del educando.

«Pero, pues se trata de educar a losrudos, diréte, escribe San Agustín, loque por mí pasa: de muy diferentemodo me afecto, según tenga delantepara catequizarlo, a un hombre leídoo a un sabio, a un conciudadano o a unforastero, a un rico o a un pobre, a unparticular o a una persona distinguidao constituida en dignidad, a persona deeste o del otro país, de esta o de otraedad, del propio o de distinto sexo, deesta o de la otra secta y según la di-versidad de mi afección así empiezo,sigo y acabo mi discurso. Porque de-biendo a todos una misma caridad, noa todos presto unos mismos remedios;porque la caridad a unos cría, a otroscura, a éstos edifica, a aquellos temeescandalizar; con unos se abaja, conotros se levanta; con unos es blanda,con otros serena, enemiga de ninguno,para con todos madre.

»¿Quién si no el amor pone gusto enbalbucir silabeando las palabras? Estodesean los hombres, tener hijos conquienes se entretengan enseñándolosde este modo a hablar. Y más goza lamadre dando papilla a su hijuelo quecomiendo a la mesa sabrosos bocados.No se aparte jamás de tu corazón el re-cuerdo de la gallina que con sus plu-mas caídas cubre a sus polluelos, losllama con voz quebrada, los prote-ge bajo sus alas del milano. Porque sies grato ocuparse a ratos uno consigomismo en lo más recogido del corazón,también lo es ver cómo hemos de aba-jarnos a nuestros prójimos para serlestanto más útiles, cuanto después másfirmemente nos recogemos con la con-ciencia de no haber pretendido otracosa que la salvación de aquellos aquienes bajándonos nos .hemos acomo-dado para enseñarlos.

»Y si nos es fastidioso repetir lo quetenemos tan sabido y es tan trivial,pero que los niños ignoran, hagámonoscomo niños amándolos como herma-nos o como aman los padres y las ma-dres, de esta suerte nos parecerá nuevolo que les enseñamos. Porque esto esel poder del amor que hace que ellosaprendiendo y nosotros enseriando vi-vamos mutuamente los unos en elcorazón de los otros, y así los niñosparece que nos dicen lo que nos estánoyendo y que nosotros estamos apren-diendo lo que les estamos enseriando.Porque, ¿no suele suceder que cuandoacompañamos a alguno para enseñarlelos lugares notables y hermosos o delos campos o de las ciudades, que detanto verlos ya no nos causaban impre-sión, se renueva en nosotros el placerde verlos por el placer que experimen-ta el que por primera vez los contem-pla? Y tanto más vivo es este gusto,cuanto más estrecha es la amistad,

porque el vínculo del amor cuanto másestamos en el que amamos, tanto nosparece más nuevo lo que para nos-otros había ya envejecido. Y si hemosprogresado algo en el conocimiento delarte, no nos contentamos con quenuestros amigos se alegren y se asom-bren en la contemplación de las obrasde los hombres, sino que queremos quese eleven a la contemplación del artemisma y penetren los secretos del ar-tista y de allí se remonten a la admira-ción y a la alabanza de Dios criador detodas las cosas, en quien está el fin sa-zonadísirno del amor; ¿cuánto más noshemos de alegrar de que los hombresvengan a nosotros deseosos de saber deDios, por quien solamente son dignasde ser conocidas todas las cosas que sepueden conocer y remozarnos con lanovedad que les hace a los tales lascosas divinas, de modo que si nuestra

La Madre Melehora

Fué esta ilustre religiosa natural deLima y una de las fundadoras denuestro Convento de Descalzas deaquella ciudad. Nació el 6 de enero de1705, de padres honrados y muy cris-tianos, aunque pobres. En el ambientefervoroso de su familia se levantarona Dios sus pensamientos desde elamanecer de la razón, que en ella fuemuy temprano.

Era muy amante del retiro, y lasdelicias que hallaba en estar con Diosle quitaban el gusto por los juegos ydiversiones infantiles. No contentacon privarse de ellos, ofrecía al Señor

predicación es fría se enfervorize yhierva al advertir la extraordinariaatención de nuestros oyentes?

'Añádase a esto, y que aumentaránuestra alegría, el pensar y considerarde qué noche de error sale y a qué vidatan espléndida de fe pasa el hombre.Porque si sentimos un placer grandísi-mo en poder encaminar a un extravia-do, aunque para ello tengamos que recorrer los conocidísimos barrios de laciudad, ¿con cuánta mayor alegría ygozo no debemos volver a repasar loque ya para nosotros no nos es útil,para poner a un alma desgraciada ycansada de los errores del siglo en elcamino de la paz, mandándonosloAquel mismo que nos dió la paz?»

FR. JUAN G. CASTRO

(Continuará).

de Jesús t en 1781

otras mortificaciones mayores, co-menzando desde entonces la vida deausteridad y abnegación que había dellevar hasta los últimos años.

Destrozaba su cuerpecito con san-grientas disciplinas e hizo propósitode no probar carne en toda su vida,aunque no lo cumplió más de un año,pues percatada de ello su madre obtu-vo que los confesores la obligaran atomar el alimento necesario para susalud y desarrollo, por ser de com-plexión débil. Obedeció humildemen-te, pero en cambio hizo voto de noprobar frutas y lo observó con la ma-

SANTORAL MERCEDARIO

— 412 — — 413 —

yor exactittid hasta la muerte, por másque le instaron en la última enferme-,dad a que tomase alguna para reco-brar el apetito perdido.

Sus ayunos eran también rigurosí-simos, pasando días enteros sin ali-mento alguno. Todo esto contribuyóa inmunizarla contra los miasmas de-letéreos que flotaban en la atmósferade aquel siglo, no sólo en el Perú,sino en todo el mundo.

Siendo ya mayor anhelaba ence-rrarse en un convento de clausura,pero no tenía dote. Un tío suyo mer-cedario, el maestro Fray Juan de laPeña, catedrático de Prima en la Uni-versidad de Lima, se ofreció a pro-porcionarle la entrada en el beateriode mercedarias, que iba a convertirseen convento de clausura, pero filen-tras se hacían los preparativos falle-ció el maestro.

En esta tribulación acudió al Señor,que desde el Sagrario la dijo: Cuida,Melchora, de mí, que yo cuidaré de tí.En efecto, las religiosas, prendadasde su virtud, la admitieron sin dote alencerrarse en clausura. Fue esto en1754, pues el 10 de agosto se inaugurósolemnemente el Monasterio, ofician-do el Sr. Arzobispo. La fundación delbeaterio se remonta al año 1670, inter-viniendo en nombre del general de laOrden su vicario en el Perú maestroFr. Francisco Domonte, luego obispoauxiliar de Sevilla (1).

Apenas se vió Sor Melchora en elsantuario y consagrada a Jesús convotos solemnes, se dió gran priesa a

(1) Roma: Archivo del Procurador General.Tomo: Provincia Valentiae. Discalceatt.

buscar la unión con Jesús. Las doshoras de oración que tenía la Comu-nidad le parecían muy cortas y dedi-caba a ella gran parte de las concedi-das para el descanso. Generalmentese retiraba del coro después de losmaitines, a la una o dos de la madru-gada, pero a veces la encontraban lasreligiosas entretenida en dulces afec-tos con su Esposo divino al volver alcoro por la mañana.

Por este medio llegó a un profundoconocimiento de Dios, no sólo por lafe, esperanza y caridad, sino tambiénpor la experiencia mística. Era tal suansia por la divina unión, que frecuen-temente repetía: «Ponedme inhábil,Señor, para todo lo temporal, a fin deque sólo en vos se ocupe mi alma».Y en efecto, se lo concedió en los últi-mos años.

Cualquier palabra acerca de Diosla trasportaba en dulces afectos queno podía reprimir, y esto, unido a sunaturaleza delicada y a sus rigurosaspenitencias, hubiera consumido suvida, si Dios no la fortaleciera. Cuan-do otra mortificación no podía hacer,llevaba en la boca ajenjo o acíbar, ylos viernes y sábados se abstenía deagua, aun en los tiempos más calu-rosos.

Todas estas virtudes estaban fun-dadas en una profunda humildad, porla cual se complacía en manifestarsus defectos, sobre todo en el capítu-lo de culpas, que se celebra todas lassemanas.

En el espantoso terremoto que pa-deció Lima en 1746, hubieron de aban-donar las Mercedarias su . conventocomo otras comunidades, establecién-

dose en la huerta. Con este motivoera frecuente el trato con seglares ygrande la distracción de las religio-sas. Llegó el año 1748, en que debíanelegir Comendadora. Algunas queríanque lo fuese Sor Melchora, pero comosu genio era tan humilde, afable ycondescendiente, otras reputábanlainhábil para restablecer la disciplina.Apoyaba este dictamen Sor Paula deJesús, de cuyas virtudes y créditoestaban pendientes los votos de lasdemás, pero Dios le mudó el corazón,haciéndole ver que la débil y encogidasería la más enérgica para restaurarel fervor en la Comunidad.

Hallóse de ese modo prelada la quese juzgaba indigna de ser súbdita, yrevestida del espíritu de Dios se en-cerró de nuevo en el Monasterio ape-nas reparado, cortando todas las li-bertades ocasionadas por el terremo-to. Sin padecer la menor alteraciónsupo vencer la resistencia, no sólo dealgunas religiosas, sino de personasde autoridad que juzgaban temerariosu propósito. Dios Nuestro Señorpremió su celo con ver reparadas enpocas semanas todas las quiebrasespirituales y temporales.

Para enfervorizar a sus súbditas leinspiró un recurso que sólo su Omni-potencia podía realizar: Falleció unamonja y la Comendadora reunió a lasdemás alrededor del féretro y congran fe mandó a la difunta que dijesecuáles eran los defectos que más des-gradaban a Dios en la Comunidad.Obedeció la interpelada y las demás,al verse corregidas en forma tan ines-perada, hicieron propósito firmísimode no recaer en tales defectos.

Las monjas de Lime, tan separadasde las demás de la Merced, carecíande los libros de ceremonias y costum-bres de la Orden, pues las tres prime-ras religiosas llamadas a implantar laclausura eran Carmelitas Descalzas,que, pasado un trienio, se restituyerona su convento. La Madre Melchora seentendió con las Mercedarias de Toropara que le proporcionaran libros e

La M. Melchora de Jesús.

FR. GUILLERMO VÁZQUEZ

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instrucciones, logrando así unificar ladisciplina de la nueva Comunidad.Desempeñó la encomienda hasta cua-tro trienios, logrando verla muy ade-lantada en lo espiritual y temporal.

No había religiosa enferma a la queno alentase con sus obras y palabrasllenas de dulzura hasta hacerle amablela enfermedad. Ninguna llegaba a sucelda a quien no socorriese super-abundantemente. Era siempre la prime-ra en todos los actos de la Comuni-dad y en todas las obligaciones reli-giosas, apresurándose a suplir a lasausentes para que no se notase lafalta.

No se limitó su caridad al recintodel monasterio. Dios Nuestro Señorle inspiraba que orase fervorosamen-te por determinadas personas queestaban en pecado o iban a cometerun crimen en el que morirían, conde-nándose eternamente. Algunas de es-tas personas creyeron ver en suscasas a la Madre Melchora que lesadvertía el peligro o las convidabacon el perdón de Dios, que pasadaaquella ocasión, no tendrían tiempode obtener. A muchos enfermos alen-tó a sufrir los dolores, anunciándolesque recobrarían la salud que ya noesperaban.

Fue también amantísima de las al-mas del purgatorio, cuyas penas teníasiempre ante los ojos, ofreciendo porellas sacrificios, particularmente cuan-do eran personas allegadas a la Co-munidad.

Después de haber adornado sualma con todo género de virtudes yllevado con la mayor resignación ypaciencia los trabajos de una larga ypenosa enfermedad, purificado suespíritu y encendido en el fuego deldivino amor, pasó a recibir, comoesperamos, el premio y la corona desu divino esposo Jesús a mediados demayo de 1781. Sus honras se celebra-ron el día 14, predicando en ellas elP. Maestro Fray José Miguel de Aze-ro, Mercedario, cuya oración se im-primió el mismo año en la casa de losNiños expósitos.

D. Manuel Ignacio de Uría y Llanes,bibliotecario de la Universidad y pre-bendado de la Metropolitana de Lima,censor eclesiástico, había conocidotambién a la venerable, de la que hacepor su parte un cumplido elogio.

De los dos hizo un largo extracto elP. Arqués en su Biblioteca merceda-ria, pues la M. Melchora había escritocon gran unción los trabajos siguien-tes:

1.° Ceremonial para las religiosasdescalzas de la Merced.

2.° Vida de la M. Ana María deJesús, conocida en el siglo por laM. Zabaleta, fundadora que fue de

•dicho monasterio de Lima, t en 1725 .Era natural de Trujillo y dejó termi-nado el convento e iglesia para laclausura.

3.° Vida de Sor Paula de JesúsNazareno, religiosa del mismo mo-nasterio.

PUERTO RICO

Son ya once los religiosos de la-pro-vincia de Castilla que están en PuertoRico, en sus dos diócesis de San Juany de Ponce, en plena actividad misional,unos sirviendo parroquias, otros hospi-tales, clínicas particulares y Colegios,y otros, por fin, misionando y propa-gando la hermosa devoción de los Jue-ves Eucarísticos, que parece va a re-sultar típica de los Mercedarios, puesen Galicia, los Padres del Convento dePoyo son sus celosos propagadores yfomentadores, y el Padre Comendadorel jefe regional; en Ponce tiene igualdelegación para Puerto Rico el PadreManuel Cereijo, Vicario Provincial, yallí está trabajando con el éxito quetodos sabemos el Padre José Orjales, elPadre Enrique García y el Padre Mar-tín López Lozano, y en los mismos

Estados Unidos el Padre Serapio, en suparroquia de Wisconsín, está con estemedio renovando la piedad.

Entre las noticias van la del granciclón, observado, desde lejos, desdePonce, donde afortunadamente, contralo que se temía, no tocó y desde el cen-tro del mismo, donde dejó sentir todasu furia y sembró la muerte y la desolación.

Nueva capilla.—La parroquia de laMerced cuenta con una capilla más enla populosa barriada de Cuatro Callesy San Antón. Está dedicada a San An-tonio de Padua que tiene numerososdevotos en estos contornos. La inaugu-ró el día 28 de agosto el ExcelentísimoSeñor Obispo de Ponce, Monseñor A.Willinger. Hubo gran concurrencia defieles. El acto resultó muy ordenado yconmovedor. Habló el Señor Obispocon verdadero celo apostólico; elogió

Página Misional

n)-ss

Doña Adela F. de Busquets x rodeada de las niñas de los barrios circunvecinos de suestancia veraniega de Río Callas, después de la clase de Catecismo.

En la hacienda del Sr. Busquets, en Juana Díaz, niñas del Catecismo que hicieron laPrimera Comunión.

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calurosamente la labor de los PadresMercedarios. A continuación dirigió lapalabra a la multitud el Padre MartínLópez.

Jueves Eucarísticos.—En esta laborde verdadero apostolado hay notas sor-prendentes todos los días; pero hoyquiero destacar una: la jura de la ban-dera en Hormigueros, uno de los san-tuarios más célebres de la Isla, bajo laadvocación de la Virgen de Monse-rrat.

De Ponce fué un tren especial con400 peregrinos y multitud de autos. 25banderas de otros tantos Centros deJueves Eucarísticos flameaban ese díaen torno de la Custodia. El entusiasmo,fervor y disciplina imponentes. Jamásse había visto allí acto tan conmove-dor. La novena la predicó el Padre Eli-seo Pérez. Por la tarde hablaron losPadres Javier de Castro, Enrique Gar-cia y José Orjales.—Corresponsal.

Muy estimado y querido Padre: Yopor aquí haciendo lo que puedo con es-tas pobrecitas almas. Me dedico delleno a la vida misionera, casi única ma-nera de hacer hoy algo de provecho.En estos campos, conviviendo con ellassoy feliz, y puedo decirle que ese es micentro. Me encuentro dichoso entreellas, mientras la salud me lo permita.Y si algún día me muero, sea Dios ben-dito; lo que sí le pido y muy de veras esque muera por las almas.

Si hoy me viera me encontraría máschupadito; pero Dios me da fuerzas.Bajé como 18 kilos desde que vine, ydebido a ello de suponer es que estémás ligero.

Dios mande muchos apóstoles a suriña abandonada y asaltada por tantos

lobos rapaces.Si uno aquí quiere trabajar tiene ex-

tenso campo, hasta agotarse, y creo

que sólo agotándose se llega a haceralgo. Nuestra labor debe ser la de ha-cer católicos a macha martillo, no ca-tólicos de estufa.

Los casos que se ven en tiempo deconfirmaciones, de ignorancia, etcéte-ra, son incalificables.

Yo creo que viviendo entre estas al-mas por fuerza tiene que sentirse unoapóstol. La vida que pasan en los cam-pos, llena de miseria espiritual y cor-poral, no tiene nombre. En el mes pa-sado estuve en varias colonias predi-cándoles durante la noche y trabajan-do en lo que podía durante el día. Pue-blecillos, míseras covachas, de 100 ymás vecinos, no tienen ni un solo ma-trimonio por lo católico, y de los trecearios para arriba no busque usted ino-cencia generalmente.

Pidan mucho por nosotros para queestemos poseídos del verdadero espíri-tu misionero, que llevemos las almas aJesús.

Llevamos una larga temporada desequía. Si esto continúa así sería detemer un ciclón, y la verdad que conuno más adiós.

2 de agosto 1932.—Fr. A. F.

El Señor Obispo de San Juan, taninsigne bienhechor de la Orden, nosofreció una capellanía en Santurce.Para desempeñarla fué destinado elPadre Eliseo Pérez.

El ciclón de San Cipriano.—Desdeel descubrimiento de América son 35los ciclones más fuertes que se han sen-tido en esta Isla. Suelen producirse es-tos fenómenos desde el mes de julio al30 de octubre. Se forman en el grupode las Antillas Menores.

El día 26 de septiembre, por la ma-ñana, se tuvo noticia de que un tem-poral estaba centralizado entre St.Kitts y St. Thomas, y que afectaría

a Puerto Rico, hacia media noche. Laalarma fué general y comenzaron a to-marse toda clase de precauciones. Sesintieron las primeras ráfagas, en Pon-ce, acompañadas de fuertes aguaceroshacia las once de la noche. Arreció unpoco de doce a dos; pero sin causardaños, gracias a Dios. No así en el Nor-te de la Isla, en donde el viento alcanzó

una velocidad de 120 millas y la pre-sión barométrica era de 28,95.

Los daños son enormes. En primerlugar hay que lamentar la muerte deunas 300 personas. En una casa deArecibo perecieron 26 al derrumbarse.A 3.000 y pico asciende el número deheridos. A muchos de ellos asistió es-piritualmente, en los hospitales de San-turce, el Padre Eliseo Pérez.

De algunos pueblos sólo queda en piela Iglesia convertida en hospital. Todala región aparece devastada de unmodo horrible. Casas de cemento des-techadas y mutiladas; deshechas enmontones de ruinas las de madera. Los

palos de la luz y los árboles corpulen-tos tumbados a través de las carrete-ras; planchas de zinc enrolladas comofino papel. Da la sensación de haberpasado por allí un encarnizado enemi-go arrollándolo todo a su antojo.

Quiera Dios que pronto se pueda re-hacer esta hermosa Isla de los dañossufridos, De todas partes, y sobre todo

de los pueblos que no han sido azota-dos por el huracán, acude la caridadcristiana en alivio de tanta miseria.—Corresponsal.

Octubre de 1932.

Muy Reverendo Padre:

Como el cable habrá llevado ahí no-ticias de alarma el pasado 27 de sep-tiembre, quiero decirle algo de lo ocu-rrido en tan memorable fecha.

El 26 por la mañana, el Negociadodel Tiempo anunció la formación de unciclón entre St. Kits y St. Thomas yque afectaría durante la noche al Este

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de Puerto Rico. Esta información sefue confirmando durante el resto deldía.

Para los que habíamos presenciadoel San Felipe II, con todas sus destruc-ciones y miserias acarreadas hasta lafecha, era para asustar la noticia; má-xime que entonces estábamos al abrigode todo riesgo, como quien presenciabatallas en el cine y ahora en una po-bre casita y solo que no garantiza lavida.

Clavó puertas y ventanas, me proveode un farol, gracias a las HermanasMercedarias, y me dispongo a dormira la hora de las gallinas esperando queel indeseado huésped me avisará delpeligro.

Efectivamente, a las once de la no-che me despiertan el agua torrencial,el viento y los gritos de la gente. Yano hay luz ni teléfono. Estoy a la ex-pectativa, sentado en un ángulo de lahabitación a medida que va en cres-cendo la tormenta hasta las doce. Aesta hora parece alcanza al punto álgi-do, frente al vórtice, y se desarrollauna verdadera batalla de los elementos.

El silbido del viento, con empeñadosembates para destruir la casa; el ruidode los árboles que se destrozan y de laspalmas que se parten; el pataleo de lasplanchas de zinc que vienen disparadasde otros tejados; el derrumbe de casasvecinas, alaridos de gente herida yotros que buscan refugio porque suhogar ha desaparecido, truenos y re-lámpagos sin cesar, temblor de tierrapor dos veces, lluvia sin medida...

Llueve en toda la casa. Quiero sal-var los libros, la ropa... ¿Se habrá des-techado?... ¿Se caerá?... Hora de incer-tidumbre, de peligro y de miedo...

Es la una y media de la mañana y senota el descenso gradual hasta las dosy media que cesa. Esperamos con an-sia el nuevo día para saber que vivi-mos, pues me parece mentira.

Espectáculo triste el amanecer deldía 27. Casi todo en el suelo, los postesde la luz, el teléfono, los árboles; casitodas las casas destechadas y algunasdestruidas. Los hombres se miran yhablan por serias como si estuvieranmudos.

Mi primera diligencia fué ir al Hos-pital municipal, donde administré avarios pacientes en los diferentes de-partamentos. Las ambulancias no ce-saron de entrar y salir acarreando he-ridos. Sólo en los departamentos demedicina y cirugía se atendieron eneste dia a más de 400 pacientes.

Visité otros Hospitales y Clínicascomo Puerto Rico, Sanatorium ClínicaDíaz García, Clínica Neurológica yClínica Dr. Fernández García, dondeestán las Hermanas Mercedarias, y to-das estaban destechadas en su mayorparte. Las Hermanas Mercedarias de-fendieron los enfermos con peligro dela vida en ocasiones, pero no tuvierondesgracia alguna personal.

En Ponce no pasó nada, pues el ci-clón no alcanzó la zona sur.

A los dos o tres días el parte policía-co daba 200 muertos y varios miles deheridos. Las pérdidas materiales incal-culables, si bien se salvó casi toda lazona cafetera.

Relatar escenas personales es cosade novela y de nunca acabar, y sóloquisiera antes de volver otro estar porahí, aun con la República.

Saludos y mande a su afectísimo her-mano, Py. Eliseo Pérez.

(CONTINUACIÓN)

En las fábricas

La crónica del mes pasadó se refe-

ría a hechos acaecidos casi todos en-tre los campesinos. Quedan por verel ambiente fabril y otros. No hayduda: una gran parte de la clase obre-ra es indiferente u hostil a la religión.Pero hay muchísimos más que no hanrenunciado a la fe cristiana y que úni-camente por miedo dejan las prácticasexternas y ejecutan otras antirreligio-sas, impuestas por el régimen: porejemplo, el trabajo en los días festi-vos. Aun hay otros muchos que enmedio de un ambiente tan hostil, noconocen el miedo y dan muestras desu fe, a pesar del gravísimo peligro

que corren. , Recordamos que todos

los hechos y cifras están tomados delos periódicos ateos que citamos elmes pasado, siempre que otra cosa

no se advierta.Entre los obreros de la industria

textil son creyentes el 22 por 100. En

la fábrica de cerillas de Novozibkob,los días de fiesta faltan muchos al tra-bajo; otros aún guardan los ayunos ylas costumbres religiosas. Los dela-tores, que llenan la prensa con hechosparecidos, dicen que las prácticas re-ligiosas se hacen a la luz del día en

los caserones obreros, locales donde

viven en común los trabajadores. Losdormitorios de la fábrica Livers, so-

bre todo los de mujeres «están satu-

rados del olor que despiden las lám-paras que arden delante de los ico-

nos. A primera vista parece aquelloun monasterio, una comunidad demonjas. Hay dos o tres iconos encada cabecera de cama».

A últimos de 1930 se hizo una en-

cuesta entre 12.000 obreros de Mos-cou por el Instituto de Filosofía de laAcademia comunista. El 12 por 100tuvieron la valentía de declararse cre -yentes. Seguramente que aumentaríandespués los valientes con el buenejemplo. Hace ahora un aiio, un diario

ruso editado en París (SocialisticeseVestnik) traía esta curiosa carta deun obrero escrita desde Rusia:

«Como todos tienen miedo en decirlo que piensan y desesperan por locomún ver mejorar nuestra vida (puesa pesar de todas las esperanzas, todova de mal en peor), diversas aspira-ciones empiezan a abrirse caminoentre los obreros, que antes no seveían sino entre los paletos reciénllegados del campo. Muchos van ha-ciéndose religiosos; y esto no sóloentre viejos y viejas, pues tambiénmuchos jóvenes empiezan a retlexio-nar y a meterse por ese camino. Hastahace algún tiempo un obrero de estegénero hubiera buscado la verdad encualquier círculo, se hubiera hechocomunista.

Pero ahora, un dónde encontraralivio? Todo respira terror, y por esoel tal se da traza para ir a la iglesia otambién (y es lo mas frecuente) a re-

"514 Reacción religiosa

El Padre Juan González predicando en la Misa de Primera Comunión.

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uniones y charlas organizadas portoda clase de cofradías y gentes de laIglesia de una u otra especie (1). Ycomo estas personas religiosas dejanlas bebidas, empiezan a vestir conmás decencia y a trabajar con másexactitud, no solamente son aprecia-das por los otros obreros, sino que

aún (y esto es lo más admirable) loscamaradas de la administración sefijan en ellas y las favorecen, a pesarde ser hostiles de toda evidencia alpoder soviético. Es posible que losadministradores comprendan todoesto, pero tienen que dar la preferen-cia a los religiosos, pues un obrerosobrio vale más que un komsomolec(comunista) derrochador y holgazán,que sólo sabe vocear programas. Yen general hay que reconocer que losobreros de ahora no se parecen en

(1) Lo de especie se refiere a diversas confesio-nes.

nada a los de hace algún tiempo. Seencuentran en ellos disposiciones deánimo, cuyo origen hace pensar a unomucho...»

Entre los intelectuales

Personas que vienen de Rusia cuen-tan que los hospitales son frecuente-

mente hogares de religión. Conven-dría no exagerar, ya se hable de lobueno o de lo malo de esta nación,pues las ilusiones siempre son perju-diciales. España. sin ir más lejos, esvíctima al presente de las exageracio-nes e ilusiones de sus mismos espa-ñoles._ Veamos, sin embargo, algúncaso muy significativo traído por losmismos rotativos. Por dos veces unateo militante vino a dar una confe-rencia al hospital Botkin en Lenin-grado. Los enfermos protestaron; losdoctores, a cuyo testimonio apeló elateo para que confirmasen con su

ciencia médica lo que él estaba par-lando, guardaron profundo silencio.«Por fin, un grupo de personas mar-cadamente religiosas abandonaronmalhumoradas la sala... Ocurre pre-guntar: ¿Cómo es que ninguno de losdoctores apoyó al conferenciante, aldeclarar éste que la comunión puedeser causa de infección? Y conste quehay 28 médicos en el hospital de re-ferencia. La respuesta es sencillísi-ma: el médico director es hombre pro-fundamente creyente; la doctora Ko-roneva es miembro del consejo parro-quial; otra, que se llama Kotova, andametida en los mismos fregados... Yeso no sólo en el hospital Botkin,pues en otras partes sucede tres cuar-tos de lo mismo».

Otro diario, Antirreligioznik, citamuchos casos de profesores y estu-diantes de las escuelas superiores,que son abiertamente creyentes. Unasveces es un profesor de ciencias na-turales, presidente de un consejo pa-rroquia]: habla de Dios en su curso yse presenta en la Universidad con unacruz en el pecho; otros son estudian-tes que profesan abiertamente la fecristiana, hacen fuerte oposición a lossin-Dios o predican en las reunionesde los sectarios.

Los niños

¡Pobrecitos!... ¡Aquí sí que hay queesperarlo todo de Dios! Al pensar enellos, se siente uno tentado a no darvalor alguno a toda esa reacción deque hemos hablado. ¿Qué será laRusia de mañana con esta infanciaarrancada del hogar y moldeada a

gusto de esos demonios humanados?Esperemos, que Dios está arriba... Elmal ya hecho es inmenso. No es, sinembargo, universal: casos trae laprensa bolchevique que lo demues-tran. Muchos niños (incluso los queson comunistas) se ausentan los díasde fiesta, cantan en la iglesia; otrosdías no quieren iugar porque es díade ayuno. Arrancan de los libros lashojas en que se ataca a la religión, sepreparan para la comunión, etc. «En

las Pascuas de 1931 grupos muy gran-des de niños fueron a la iglesia».

Cuando se pregunta a los niñossobre sus creencias, se llega a resul-tados muy opuestos según los casos.Por ejemplo, en una escuela de Kos-troma, la mayoría de los niños a quie-nes se preguntó si preferían ir a laiglesia en Nochebuena, quedar encasa o ir a una velada antirreligiosa,optó por esto último. Sin embargo, lamitad de los que eligieron la veladadeclararon que creían en Dios. Enotra ciudad, de 1.285 niños de escue-la, el 62 por 100 tienen en su casaiconos, el 10 por 100 van a la iglesiay rezan en casa y el 10 por 100 co-mulgan.

En Leningrado, de 1.500 maestrosde escuela, el 60 por 100 se declara-ron idealistas, el 50 por 100 creyentesy el 20 por 100 confesaron que tienenprácticas piadosas. Parece que hayuna gran proporción de maestros ymaestras de escuela que ponen trabasa la instrucción antirreligiosa y pro-pagan la religión entre sus discípulos.«En Moscou se han notado muchasveces hasta el presente casos de agi-tación religiosa, distribución de cru-

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tes, etC., en nuestras escuelas sovié-ticas». (Esto dice Bezb, u Stanka,que trae en ese número un dibujo ho-rriblemente sacrílego).

Las sorpresas que en el orden reli-gioso proporcionan los niños soviéti-cos, están muy bien contadas en lasiguiente carta, que copiamos casiíntegra, por parecernos muy curiosa.Vino el año pasado (15 de marzo de1931) en el órgano de Al. Kerenski,Da/e, que se publica en París.

«Hemos celebrado la Nochebuena(1930) con bastante buen humor. Laverdad es que no había nada buenoque comer; pero no es precisamentela buena y tradicional cena la que nosinfunde ánimos. De nuestras tres igle-sias ya sólo nos queda la de la Trinidad. Había mucha gente en los ofi-cios de media noche, y muchísimasmás velas. Todos los que vienen a laiglesia no están, es verdad, en condi-ciones de comprar una vela; pero encambio muchos de los que se quedanen casa las envían o dan dinero paracomprarlas y adornar la iglesia. Hayahora bastantes Nicodemus escondi-dos (1), y gracias a ellos los parro-quianos pueden ir sosteniendo suiglesia y pagar las contribuciones. Eloficio comenzó a las dos de la noche,y después de la misa muchos se fue-ron de la iglesia directamente a lafábrica. Nuestro coro fue disueltotiempo ha, porque a todos sus canto-res, sin exceptuar los niños, se les

(1) Alusión al Nicodemus del evangelio de SanJuan. Son creyentes que ocupan puestos más lucra-tivos; pero que se guardan de practicar en públicola religión, por temor a ser despedidos.

impuso una contribución exorbitante.Ahora hay voluntarios que hacen,como antes, las funciones de coro;pero muchos cantoš son ejecutadospor los asistentes que saben el texto.Claro que esto no siempre resultabien; pero esta vez salió todo a lasmil maravillas, y todos cantaban alunísono; Dios está con nosotros, Sa-hedí°, oh pueblos, y someteos, por-que Dios está con nosotros.

Después de la misa quedé sorpren-dido por la aparición de muchas es-trellas cerca de la iglesia. Los niñoslas habían fabricado. Es difícil saberlo que son nuestros niños. Todos sa-ben la instrucción que se les da y loque se les enseria. Pero ellos discu-rren y hacen a su manera. Y este año(no se sabe por qué, pues el año pa-sado no habían hecho esto) les diópor hacer estrellas. No eran, sin em-bargo, de seis puntas, sino de cinco(1) y en medio de ellas había un cua-dro de la Natividad. Estos cuadrosfueron pintados a mano, pues ahorano hay estampas. Había dos con estasestrellas. Cerca de cada uno habíaniños que cantaban en honor de Cris-to, y no precisamente la clásica pas-torela de Nochebuena, sino solamenteel Gloria in excelsis. Todo esto noscausó fuerte impresión a los que sa-líamos de la iglesia, y muchos les re-partimos dinero, como se hacía enotro tiempo con los cantores de re-yes.

En la Epifanía, cuando nadie lo es-peraba, hicieron un Jordán en el

(1) Como la estrella roja de los Soviets.

río (1). Debo observaros que una pro-

cesión sobre el agua es ahora lo mis-mo que por las calles: es decir, quehay que pedir permiso (que no se con-

cede), y en general las procesionestraen muchos disgustos. Por esto no

habíamos celebrado Jordán hacía cua-

tro arios, y este año, por las trazas,

pasaría lo mismo. Pero la noche de lafiesta, antes de la aurora, un grupo deniños se juntó en el río, en el mismositio en que otros años se hacía el

Jordán, y, cuando amaneció, se veíadesde arriba que habían fabricado unacruz de nieve. Al ver esto la gente

empezö a bajar al río. Algunas muje-res llevaban hachas y cortaron, comoes costumbre hacer, un agujero enforma de cruz. Ya se había juntadobastante gente alrededor de la cruz:también había soldados entre ella. Los

(1) En Oriente, la Epifanía conmemora princi-palmente el bautismo de Cristo en las aguas delJordán, y no como en Occidente, los Reyes Magos.Se celebra en esta ocasión la bendición de lasaguas, una de las ceremonias más importantes delaño litúrgico Lo más corriente es ir en procesión abendecir las aguas del mar, de un río o de un lago.Como en esta época del año el agua está helada enRusia, se rompe el hielo en un lugar convenido y,por lo general, se levanta una cruz, con otras cosasnecesarias. El lugar así preparado se llamaJordán»,

que sabían el villancico de la fiesta locantaron, y cuando unos lo acababanotros lo empezaban. Esto continuódurante tres horas, casi hasta la horade comer.. Se envió policía para po-ner término a aquello; pero como ha-bía soldados entre la multitud, lospolicías no hicieron nada. Un sacer-dote quiso coger la cruz del altar y

unirse al Jordán del pueblo (1); perola gente lo contuvo, rogándole bendi-jese a la multitud con una oraciónsecreta, a fin de no exponerse a sufriren donde no había tomado la iniciati-va. La cruz de los niños quedó en pie

todo el día, y solamente fué derribada

a la noche por jóvenes comunistas,porque los habitantes estuvieron co-giendo agua del agujero hecho en elhielo junto a ella hasta la caída de latarde. En nuestra vida esto ha sido

un acontecimiento.

FR. FERNANDO VÁZQUEZ

(Continuará.)

(1) Cuando estas ceremonias se hacen con li-bertad, y no como en este caso, a la bendición elcelebrante sumerge una cruz en el agua para sim-bolizar el bautismo de Cristo. A! final todos tomanun poco de agua. Y a veces los más atrevidos tam-bién se meten en ella.

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'ze MUNDO CATÓLICO

En el ario 1762, el P. Fr. Juan de laSantísima Trinidad, del Real Ordende Descalzos de Nuestra Señora de laMerced, escribía un piadoso libro quetitulaba «Glorias y prerrogativas delCándido y Celestial Escapulario de Ma-ría Santísima de la Merced».

Publicóse en Sevilla en la imprentade José Padrino, en el ario citado, conla autorización del Licenciado D. Joséde Aguilar y Cueto, Provisor y Vica-rio general de Sevilla y su Arzobispa-do, por el Emmo. Cardenal de Solís;con la censura de Fr. Bartolomé deSan Pedro, cronista general del Ordende Mercedarios Descalzos, con la licen-cia del Provincial Fr. Diego de San Il-defonso, de la provincia de la PurísimaConcepción de Andalucía, con la cen-sura también del maestro Fr. Juan Hi-dalgo del Orden de San Agustín y conla licencia, por último, del Sr. Juez deImprentas D. Pedro Curiel, canónigodignidad de Arcediano de la Santa Igle-sia Metropolitana de la ciudad de Se-villa, quien encomendó su examen alR. P. Francisco Javier de Castro, Lec-tor de Teología en el Colegio del Será-fico Doctor San Buenaventura.

Todos estos preclaros individuos in-tervinieron el pequeño libro de FrayJuan de la Santísima Trinidad, y hacemuy al caso recordarlos aquí y estam-par sus nombres, para con ello dar ideade la importancia que a juicio de tanrespetables varones tenía el asunto deque trataba el libro «Glorias y prerro-gativas del Cándido y Celestial Esca-pulario de María Santísima de la Mer-ced».

Dicho libro, escrito con sólida piedady en el que el autor prescinde de retó-ricas, formas y adornos literarios, prue-ba cómo de antiguo los religiosos de laMerced propagaban entre el pueblofiel la devoción y amor al Santo Esca-pulario de la Orden.

El solo enunciado de los capítulos esuna prueba irrefragable:

«Da María Santísima de la Mercedsu santo Escapulario a Nolasco paraque él y sus hijos le vistan».

«Al contacto del Santo Escapulariode la Merced, huyen y se ahuyentanlos demonios,.

«El Escapulario de María Santísimade la Merced es escudo que defiende alos que lo visten de todos los males ypeligros».

«Preserva María Santísima de laMerced de las penas del infierno a losque visten su blanco Escapulario».

«Con el Escapulario de la Merced sehan dejado ver varias veces los ánge-les».

¡A qué piadosas y consoladoras me-ditaciones se prestan cada uno de estosenunciados!

Pero dejando para otros pequeñosarticulitos las reflexiones que nos su-gieren, concretémonos hoy a esta solapregunta:

¿Tenemos los Terciarios ese amor y.estima grande que merece el Escapu-lario de la Merced?

Creo que por la misericordia de Diostodos podemos contestar afirmativa-mente.

¿Cómo podemos probar ese amor?No apartándolo jamás de nuestro

pecho, besándolo con amor y sobretodo propagándolo con entusiasmo ycelo.

Nuestros padres redentores siempreque libraban a los cautivos de su es-clavitud les imponían el santo escapu-lario de la Virgen. Era como la serialde su libertad y redención.

Pues siempre que nosotros traigamosa algún alma al conocimiento de Diosy amor a la virtud, hagamos por quelleve el escapulario de María Santísi-ma de la Merced, escudo que defenderáal redimido de todos los males y peli-gros; a su contacto huyen y se ahuyen-tan los demonios.

UN TERCIARIO DE LA MERCED

Cine

Hemos oído hablar mucho en pro yen contra del cine, como instrumentode apostolado católico, sin acostar-nos a ninguno de los dos pareceres;sencillamente, porque carecíamos deexperiencia en el asunto. Teníamos,eso sí, el presentimiento de que en latesis del fracaso, se trataría de unabuso, no del recto uso. Y ahora ve-mos corroborado este punto devista desde la Cátedra de San Pedro.

Su Santidad Pío XI ha dirigido unacarta, por medio del Cardenal Pace -lli, a Monseñor Janssen, Arzobispode Utrecht. Y entre otras cosas dicedel cine que es una nueva y maravi-llosa forma de apostolado social. «Siaquellos, dice, que están consagra-dos enteramente a Dios y a su Igle-sia, hacen uso del cinematógrafo, sur-girá una nueva y maravillosa formade apostolado social.» Dice ademásSu Santidad el Papa que es necesarioy loable que los maravillosos inven-tos de la inteligencia humana seanusados para honra y gloria de Dios ypropagación de la fe cristiana. ElPapa recomienda la obra de los cató-licos holandeses en relación con elcine, que el Arzobispo Janssen haofrecido a su consideración; y envíala bendición apostólica para los quele ayuden en tal empresa.

Misiones

Se trata aquí de las Misiones llamadas extranjeras, establecidas por locomún en los países que están porganar para el cristianismo. Algunaobjeción puede ponerse a esta últimaexpresión, pero... nos entendemosmuy bien.

Están las Misiones católicas repar-tidas en 374 territorios eclesiásticos,

dirigidos por 28 Obispos y 91 Prefec-tos apostólicos. Cuentan con 12.959sacerdotes; de ellos son indígenas másde 4.304. Hay 5.112 Hermanos, de loscuales más de 1.315 son indígenas.Las religiosas son 28.099; indígenasmás de 11.399. Entre maestros y cate-quistas suman 116.000. Hay abier-tas 29.264 escuelas elementales, con1.300.000 alumnos; 1.117 escuelas su-periores, con 178.000 alumnos; 836escuelas profesionales, con 30 000alumnos, y cinco universidades, con1.100 estudiantes.

Han fundado también las Misionescatólicas y dirigen 692 hospitales, con283.000 enfermos; 1.528 asilos dehuérfanos, con 81.000 niños abando-nados; 1.857 dispensarios, donde haypor término medio 11 millones deconsultas y se proporcionan medici-nas: todo ello gratis; 300 hospicios,con 11.000 ancianos; 81 leproserías,con 14.000 leprosos.

El trabajo de educación y caridadde los misioneros alcanza actualmen-te a 13.350.000 neófitos y 1.300.000catecúmenos, que poco a poco vanabandonando su paganismo para in-gresar en la civilización cristiana.

Todos los imposibilitados, para ira tierras de infieles, sea por el motivoque sea, pueden hacer mucho en estevastísimo campo con dos armas po-derosas: la oración y el dinero. Paraesto último se han creado principal-mente los días misionales. Si el he-roísmo que derrochan los misionerosnace de la unión con jesucristo, lamaravillosa organización de la Pro-paganda de la Fe se debe a muchosmillones que se gastan todos losaños. Claro que estos millones bro-tan, por lo común, del mismo manan-tial; pero no está demás recordar confrecuencia lo de obra son amores...

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Durante el Pontificado de Pío XI,«el Papa de las Misiones», han tenidolugar más de 6.000.000 de conversio-nes, según estadística leída en el Pri-mer Congreso Nacional Misional Ita-liano, celebrado recientemente en Pa-dua. En el mismo período el clero in-dígena ha subido desde 2.670 a 5.000.Se han puesto veinte nuevos distritosmisionales, bajo el exclusivo cuidadode dicho clero, y ya llegan a 1.600los clérigos que estudian en semina-rios indígenas. El número total demisioneros ha crecido en 4.000.

El Arzobispo Salotti, Secretario dela Propaganda Fide, nos cuenta deSu Santidad una historia concernien-te a las Misiones. Un día el Arzobispoencontró a Su Santidad con los ojosarrasados en lágrimas. El Santo Pa-dre estaba leyendo una carta de unviejo misionero que llevaba setenta yun años en las Misiones de China,sin haber venido a su patria una solavez, y actualmente estaba necesitadode 200.000 liras. Monseñor Salottidijo que él escribiría al misionero-,pero Su Santidad contestó: —No, po-dría morir entretanto. Y decidieronrepartir las costas y enviarle inmedia-tamente el dinero.

Van Rossum

Fue el último director de toda estagran máquina de la Propaganda. Eraholandés y había entrado de novicioRedentorista en 1873. Se ordenó en1879. Fué llamado a Roma en 1895,después de un profesorado brillanteen los Colegios de su nación, y en1911 fui creado Cardenal por Pío X.Figura de gran relieve y autoridad enel Sacro Colegio, era Prefecto de laSagrada Congregación de Propagan-da Fide y Presidente de la ComisiónBíblica. En el primer puesto, que ocu-paba desde 1918, desplegó la asom-brosa actividad que todo el mundoconoce.

Al regresar ahora de Copenhague

del Congreso Eucarístico, de que di-mos noticia a nuestros lectores, hizoalgunas visitas a sus amigos y fami-liares. Actuó de consagrante de Mon-señor Joosten, Vicario Apostólico enlas Filipinas. Al acabar la ceremoniase encontró tan agotado, que ya nopudo asistir a ninguno de los festejospreparados para el nuevo Obispo,muriendo a los pocos días en Maas-tricht (Holanda). Tenía setenta y sieteaños de edad. Descanse en la paz delSeñor.

Los maestros

En Viena de Francia se reunieronen el mes de septiembre maestros ca-tólicos de todas las partes del mundopara proceder a la reforma, mejordicho, reorganización de la Asocia-ción mundial de maestros católicos,que parecía no existir desde el co-mienzo de la gran guerra.

Las organizaciones particulares dediferentes países enviaron su adhe-sión, expresando su firme deseo deingresar en la Asociación, integradaya por más de 200.000 maestros. Re-sultó elegido presidente el sacerdoteJorge Jonhson, de Washington.

Las catorce naciones que, por aho-ra, han ingresado, son: Alemania,Austria, Bélgica, Checo eslovaquia,España, Estados Unidos, Francia,Holanda, Hungría, Inglaterra, Luxem-burgo, Polonia, Suiza, Yugoeslavia.

Otro germen de paz y de unión, queDios bendiga. En un horizonte tancegado por los nubarrones de luchasirracionales, siempre aparecen los ca-tólicos de todas las razas con el legí-timo ramo de oliva. Nunca por el ca-tolicismo habrá guerra, pues sería unenorme contrasentido. Esta conside-ración, sugerida por las circunstan-cias que atravesamos, no es la únicaque, a propósito del Congreso, puedehacerse. Espontáneamente se vieneal pensamiento la preciosa oportuni-dad de este recuento de fuerzas cató-

licas para lanzarlas adiestradas alcombate, en el preciso momento enque el ateísmo militante avanza re-suelto a ocupar todas las posicionesimportantes, etc., etc. ¿,Quién no ve,teniendo ojos, cosas tan claras?

Variedades

En el último Congreso Internacio-nal de Psicología, celebrado poco haen Copenhague, los católicos hantenido una hermosa representaciónnumérica. Y al decir numérica, no ha-blo de la calidad, pues con el estudioserio de la Filosofía y de la vida delpneuma que suelen hacer, sobre todolos sacerdotes, forzosamente tieneque ser mejor que la de los simplesobservadores de la materia o de lapsiché. ¡Hace tiempo que no nos im-ponen las masas encefálicas de nues-tros supersabios del famoso Club!

España estuvo muy bien represen-tada por el Dominico P. Barbado,cuya célebre obra sobre la materia setradujo a todas las lenguas europeas,apenas salida a la pública luz. Estávisto. Estos extranjeros no se acos-tumbran sin la España clerical. Niserán capaces de barajar separadosestos dos conceptos.

—El Colegio Angélico de los Do-minicos en Roma ha sido trasladadoal antiguo convento de los SantosDomingo y Sixto, utilizado por el Go-bierno italiano como parte del Minis-terio de Justicia desde el año 1870.Desde primeros de noviembre se da-rán ya en él las clases. El conventofué construido por San Pío V. Entrevarias reformas que ahora se hanhecho figura un aula máxima para1.500 personas.

—A medida que va esclareciéndoselo que pasó en Rusia, nosotros cree-mos con más fortaleza en un resurgir

vigoroso del cristianismo en aquellastierras. La sangre de tantos legítimosmártires no habrá sido en vano de-rramada; y el germen en ella encerra-do, según la famosa ley de Tertulia-no, nunca desmentida, dará en su díauna hermosa floración. Véanse algu-nos ejemplos de estos auténticos már-tires.

Todo el mundo sabe ya el asesinatode Monseñor Constantino Budkiewiczla noche del Viernes Santo de 1923.El Arzobispo Cieplak hubiese sidoasesinado por aquellos mismos días, ano ser por una gran protesta mundial.El Arzobispo de Perm fue enterradovivo, después de haberle sacado losojos. El Obispo de Pelgorod fue echa-do en una fosa de cal viva. El Arzo-bispo de Voronej fué ahorcado delan-te de su propio altar; 160 sacerdotesde su diócesis fueron fusilados. ElArzobispo de Feofan fue llevado a unagujero abierto en la superficie heladade un río y arrojado por allí al agua.A un sacerdote de Tcherdin lo desnu-daron en pleno invierno y lo regaroncon agua fría hasta que quedó con-vertido en una estatua de hielo. UnObispo y 18 sacerdotes que acabande llegar a Varsovia a cambio deunos prisioneros comunistas en po-der de los polacos, han contado losterribles sufrimientos a que estuvie-ron sometidos en los campos de con-centración, los vilísimos tratamientosa que someten a las monjas...

—Como en este mes ya no quedaespacio en LA MERCED para la actua-lidad de Méjico, daremos para el queviene datos abundantes de la situa-ción, prefiriendo para justificación dela última Encíclica de Su Santidad,los números y hechos a las frasessentimentales.

FR. FERNANDO VÁZQUEZ

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1-A_N SIRIA— 429 —

(17 a 21 de Junio de 1932)

Nos levantamos con ansia de noperder el tren, que es único y nodiario. Dí una vuelta por la ciudad.Alepo ya bajo la dominación turcaofrecía aspecto europeo, que ha acentuado ahora en manos de los france-ses. Las casas son de piedra blancay las calles rectas, limpias y llanas.

Ví al paso varias iglesias y entré enuna muy concurrida. Era de armenioscatólicos, que me edificaron por sufervor. Son la admiración de Orientepor su firmeza y por los martirios quehan sufrido. Yo hubiera querido decirmisa, pero, no pudiendo hacerlo contranquilidad, me limité a recibir la sa-grada Comunión.

A las siete y media estábamos yaen el tren, que después de dar mediavuelta a la ciudad se dirige al Sur,internándose en un desierto horrible-mente pedregoso. La primera estaciónes ya un pueblo típico sirio. Su aspec-to es el de una colección de enormestinajas. Me recordé de las bodegas deHerencia. Los sirios fueron los maes-tros de la bóveda. La carencia abso-luta de maderas, les obligó a discurrirla manera de hacer casas prescindien-do hasta de las cimbrias.

Otra cosa nos chocó también unpoco: algunos vecinos se dedicabana la fabricación de tortas con excre-mento de camello, que secaban al sol.Es el combustible más económicopara los pobres. En la Sagrada Es-

critura se alude a esa costumbre y aunse amenaza con que la miseria obli-gará a emplear el estiércol humano.

Comenzaron también a acercarse altren en las paradas grupos de bedui-nos. Los niños, cubiertos de andra-jos, nos tendían la mano diciendo:¡mes quia! (mezquino, pobre), términoárabe adoptado no sólo en español,sino también en francés e italiano.Hay en Siria hasta 350.000 beduinos,nómadas. Su aspecto es más pobre,si cabe, que el de los gitanos, perotienen rebaños de ovejas y cabras,algunos camellos y sobre todo gana-do vacuno. Calculamos que algunasfamilias poseían hasta 80 cabezas deeste último. Cómo se alimentan enaquellos pedregales es un misterio,aunque su aspecto no anuncia losarios de la abundancia precisamente.Su color es negro como el de las pie-dras en que pace.

Dimos a los niños mezquinos al-gunas monedas, y cuando éstas seacabaron les repartimos la fruta quehabíamos comprado en Alepo; ¡un al-baricoque debía ser para ellos algomaravilloso, a juzgar por la alegríaque se dibujaba en sus caritas quema-das por el sol! Sus tiendas se reducena una manta vieja que ponen contra elviento. Tal será nuestra riqueza cuan-do el ideal comunista y holgazán seapodere del mundo.

Al divisar a gran distancia algo deverdura, yo anunciaba a mi compa-ñero que allí nos detendríamos sin

duda para ver cosa tan extraordina-ria; efectivamente, aquellos árbolescobijaban una estación, o más bienun puesto de socorro para el tren,pues no se divisaban casas en todosaquellos alrededores.

Después de unas horas llegamos alrío de Antioquía, el Orontes, que bajadel Líbano para desembocar en elgolfo de Alejandreta. A veces formavallecitos hermosos, pero otras laspiedras negras se resisten a su in-fluencia y la verdura apenas alcanzamás de 100 metros.

Al mediodía llegamos a Hatnab, ciu-dad de unas 40.000 almas, de la quefué obispo un ilustre franciscano es-pañol que aún vive. Ocupa un reman-so del Oronte, y, para extender elriego, sus habitantes han construidonorias de hasta 20 metros de diáme-tro. Son de hierro y movidas por elmismo río.

Este se estrecha de nuevo, y sobrelas dos de la tarde llegamos a Homs,la Emesa romana, que ha recobradosu nombre árabe. Tiene unos 60.000habitantes, muchos de ellos cristia-nos. Los niños nos saludan: ¡Bonjour, mon père!, indicio de que exis-ten colegios de frailes y de monjas.

Dejamos el tren y nos presentamosen el colegio de la Compañía. El her-mano portero de Adana nos dirigió asu colega de Homs, pero el PadreRector quiso acompañarnos por simismo. Habla el árabe como el fran-cés, su lengua nativa, y los chauffeursle tratan como si fuera un camarada;pero de ahí no pasan. Este hombreen Europa sería un formidable direc-tor de obreros, y en Siria tiene que

limitarse a las estériles simpatías delos musulmanes.

Concertó nuestro viaje con el chauf-feur de más confianza, y poco des-pués salíamos hacia Palmira, situadaal Este. Al internarnos en el desiertoencontramos un pozo, donde un be-duino daba a la bomba para abrevarlos rebaños. Los pastores se disputa-ban la vez, y el de la bomba deja-ba su escondite para arreglar lasdisputas. ¡Cuántos recuerdos bíbli-cos! Nuestro auto hizo también suúltima provisión de agua para 200kilómetros. Debe ser de construcciónespecial, pues compite en sobriedadcon los camellos.

Un poco más adelante encontramostodavía un puesto de gendarmes, quesalieron a despedirnos. Su cuartel esuu fortín de robustos muros y dentrode él cuatro tinajas. Tentado estuve deapearme para ver cómo estaban distri-buidas por dentro tan singulares casas,pero el temor de llegar tarde a Palmi-ra me hizo desistir del intento. Habíaun asiento libre, y uno de los gendar-mes (muy parecidos a nuestros guar-dias civiles en toda su apostura) nospidió lo lleváramos a Palmira.; accedi-mos gustosos.

Y entramos en el desierto que tan-tas veces nos habíamos imaginado.No es como el de Alepo. Aquí apenashay piedras, y el suelo, formado porarcilla endurecida, ofrece a los autosuna magnífica pista, tan ancha comodeseen... hasta 30 kilómetros por lomenos. La arena finísima se arremo-lina alrededor de algunas raras matasy de cualquier saliente del terreno,ligeramente ondulado.

- 430 — — 431 —

Cuando la ondulación asciende,nuestra vista se pierde en la inmensi-dad del cielo, gris como el suelo enque rodamos. ¡Pocas veces experi-menté una sensación tan honda y tangrandiosa! La del mar es pequeña allado de ésta. La tarde estaba apacibi-Iísima y la arena no nos molestó lomás mínimo. A gran distancia divisa-mos una cosa rojiza que se me antojóla nueva Palmira. Después de andar80 kilómetros me convencí de queera un cerro, a la derecha del camino.La ciudad distaba unas siete leguastodavía.

Al acercarnos a ella tropezamoscon un rebaño de camellos que des-cansaban por aquellos parajes. Pormás que la bocina del auto los ame-nazó, no se apresuraban a apartarse;sólo cuando lo vieron encima dieronunas zancadas (de dos metros cadauna) sin mayor prisa.

Entramos en Palmira por una callede sepulcros magníficos como enRoma, a la que por los años de 270quiso emular la reina Zenobia. Yaantes de descender del auto vimos elgrandioso foro, cuyas docenas decolumnas permanecen enhiestas. Pa-gamos 25 francos de entrada y nosinternamos en aquellas ruinas que lasarenas del desierto envolvieron du-rante mil quinientos años.

La soledad del lugar impidió quefueran saqueadas como en otras par-tes y en la misma Roma. El templode Júpiter conserva hasta su decora-ción interior; no sé si el humo quemancha sus bóvedas procede de losantiguos sacrificios o del fuego allíencendido por los beduinos; me incli-

no a esto último. Para visitar lossepulcros, hubimos de requerir elauto, pues las distancias son consi-derables. Algunos tienen hasta trespisos, todos ellos ocupados con ni -chos, en los que todavía hay restoshumanos. Las damas de la reina Ze-nobia se adornaban a la romana, perodebajo de la túnica asoman los calzo-nes de las beduinas. Las inscripcio-nes están en latín y árabe también.

Los musulmanes han destrozadotodas las cabezas, viendo en ellasotros tantos ídolos. El sol es el peorenemigo de las ruinas de Palmira; élha deshecho las piedras calcáreas, yhasta las columnas de granito egipcioexperimentaron sus rigores.

Al lado de las ruinas surge unapoblación nueva, más modesta, puesno dispone más que de varios pozos,sin agua viva, que diría la Samarita-na. Un molino de viento trabaja enelevarla durante la noche y las muje-res van a llenar sus cántaros por lamañana.

Zenobia soñó con traer el agua deDamasco (¡unos 260 kilómetros!) yllegó a conseguir más de cuarenta deacueducto. La empresa era una locuray al morir la Reina su obra quedóabandonada. Palmira continúa siendouna estación de caravanas entre Me-sopotamia y Siria. Los francesestienen allí un puesto militar con alam-brada y todo; creo que en recuerdo depeligros no lejanos.

Después de tirar bastantes placas ycuando ya oscurecía, tomarnos unafrugal cena y nos retiramos a descan-sar.

El 18 de junio, a las cinco de la

mañana, estábamos ya en el coche.Retrocedimos 30 kilómetros 37 tor-ciendo al Sur nos dirigirnos a Da-masco.

—¿No sería mejor volver a Horns?

—preguntamos al P. Rector de losJesuitas de allí.

—No, porque el chauffeur en Da-masco tendrá gente para traer a Horns,y esa doble ganancia le permite reba-jar el precio.

En el camino encontramos algunosautos que subían hacia Palmira y a lasocho de la mañana llegábamos alprimer oasis, donde nuestro conduc-tor desayunó. Unos 60 kilómetrosantes de Damasco aparece ya lacarretera y al acercarnos a la ciudadla vegetación se hace cada vez másexuberante.

Damasco es un Oasis maravilloso,pero como todas las ciudades de Orien -te, hay que verla de lejos. A las diez ymedia estábamos en la plaza mayor,donde despedimos a nuestro conduc-tor, dándole una tarjeta para el PadreRector de Horns, en que constabanuestro agradecimiento a ambos.

Unos minutos después comenzába-mos la misa en la iglesia de SanAntonio de los PP. Franciscanos. Nose diga por nosotros lo del Kempis:Los que mucho peregrinan, rara vezse santifican.

Después de lavarnos y comer en unhotel vecino fuimos a la mezquitamayor, antigua basílica, levantadapor Arcadio. Tiene preciosos mosai-cos descubiertos, que los mahometa-nos enseñan con placer. En una ca-pilla de mármoles y bronces asegurantener la cabeza de San Juan bautista.

Nuestro P. Demetrio de Ser Leo, quepenetró allí durante la guerra, dice queencontró muy interesantes manuscri-tos.

Al lado hay trozos magníficos de untemplo de Júpiter y siguiendo por unacalle cortada por la mezquita fuimos ala casa de Ananías, el que bautizó aSan Pablo. El pavimento está a unosocho metros bajo el nivel de la calleactual. Torcimos a mano derecha,guiados por una niña cristiana y en-tramos en la calle del Sultán, el Vicus12ectus, donde se hospedó el Apóstoly fue bautizado.

Se conserva la puerta romana de lamuralla y fuera de ésta señalan ellugar donde la luz del cielo derribó aSaulo.

Los franceses derriban, ensanchan,rectifican y limpian mucho, pero haytarea para rato. Al Norte de la ciudadsurge un barrio nuevo, del que sedisfruta magnífica vista. Visitamostambién la casa de San Juan Damas-ceno, adquirida por los Jesuitas, quehan levantado en el jardín una iglesiahermosísima. Un sacerdote que en-contramos en la calle nos llevó al pa-triarcado Maronita, que es una forta-leza, edificada después de las matan-zas de 1860. El Sr. Obispo-Vicarionos ofreció café y hablamos larga-mente de España y de Siria.

Entramos también en la catedralgriega cismática, que nos parecióoscura, aunque era ya a la caída de latarde. Al retirarnos al hotel un PadreJesuita, a quien saludamos en el tran-vía, nos advirtió que el tren de lamariana era el único que tenía enlacepara Baalbek, y esto nos decidió a

— 432 -- 83 L A VOZ DE LA MUERTA cuutilizarlo... aunque también contribuyóa ello la cuenta del hotel.

El 19 era domingo; dijimos misa enSan Antonio, y a las ocho estábamosen la estación. El tren se dirige alnoroeste, remontando el curso delBárada (el Abana de la Biblia, ponde-rado por Naaman). Sus aguas riquí-simas son el mejor obsequio que losniños ofrecen en las estaciones, to-mándola del río a vista del viajero.

Hacia las diez estábamos cerca delHermón, coronado de nieve, queabundaba también en el Antilibano, acuyas faldas corre ;a via. Vimos en el

Se sabía que eran muchas pero seignoraba cuáles y cuántas. Algún de-vocionario condenaba por temerario elintento de enumerarlas.

Queriendo disipar estas dudas la San-ta Sede, por Decreto de 20 de octubrede 1931 anuló todas las indulgenciasantiguas concedidas al Vía Crucis yconcedió de nuevo las siguientes:

Los fieles que, al menos con corazóncontrito, hagan en público o en priva-do el ejercicio del Vía Crucis, dondeesté debidamente erigido, según lo or-dena la Santa Sede, pueden ganar:

1. 0 Una indulgencia plenaria todaslas veces que hicieren el dicho ejercicio.

2.° Otra indulgencia plenaria si re-cibieren la sagrada comunión el mismodía que hicieren el Vía Crucis, o du-rante el mes en que lo hubieren hechodiez veces.

3. 0 Indulgencia parcial de diez ariosy diez cuarentenas por cada estación,si después de haber comenzado el VíaCrucis tuvieren que interrumpirlo porcualquier causa razonable.

mismo coche dos árabes vestidos deseda y fumando emboquillados deoro, pero luego advertimos que ibanesposados con gruesas herraduras.Los gendarmes no les quitaban ojo.

—¿Serán reos políticos?—pregun-tamos disimuladamente a los gior-dias.

---IQuiá! Son vulgarísimos crimina-les --nos respondieron—. Vamos aentregarlos en Hamah.

Cambiamos de tren en Rayak ypoco después de mediodía estábamosen Baalbek. Pero esto merece capitu-lo aparte.

FR. GUILLERMO VÁZQUEZ

El Vía Crucis de los enfermos y otros

Por el mismo decreto se extiendenlas indulgencias arriba dichas a los enfermos, navegantes, encarcelados yotros que estando impedidos de hacerel Vía Crucis legítimamente erigido,tengan en la mano un crucifijo bende-cido especialmente para ello, bendiciónque dan los superiores mayores de losPadres Franciscanos. Deben los enfer-mos y demás rezar un Padrenuestro,Ave María y Gloria por cada una delas 14 estaciones y otros cinco al fin enmemoria de la Pasión del Señor.

Si por una razonable causa no pu-dieren rezar todos los Padrenuestros,ganarán diez arios y diez cuarentenaspor cada uno de ellos.

Si alguno por la gravedad de la en-fermedad no puede hacer más que be-sar o mirar al crucifijo bendecido paraesto, sin poder articular la jaculatoria,no por esto dejará de ganar la indul-gencia.

G.

Rodolfo llegó a su casa cansado cor-poralmente y espiritualmente aburri-do; hacía pocos meses que regresara deun largo viaje por el extranjero dondesu alma juvenil se había saturado decuanta belleza entrara a raudales porsus ojos y oídos halagando su exaltadafantasía; Rodolfo era artista, no de losque crean, sino de los que sienten; hijode una celebérrima cantante, muertaen el apogeo de su gloria, había creci-do en un ambiente bohemio, pero derefinada elegancia que desarrollara susensibilidad hasta el extremo. La for-tuna heredada de su madre le permitiódarse vida de príncipe en su «tourné'por Francia, Italia y Suiza; había sa-boreado todos los deleites todas lasfantasías, todos los goces... veía dismi-nuir su capital con vertiginosa rapidezy se sentía incapaz, a pesar de susveintidós arios', de contener la ruinapor medio de un trabajo honroso; Ro-dolfo no sabia trabajar.

Unos amigos de tren le habían recomendado aquella pensión de aspectoelegante, pero ni mejor ni peor queotras muchas, establecida en el centrode Madrid, y en ella se había insta-lado.

En el comedor había hecho amistadcon unos extranjeros jóvenes y de buenporte que parecieron interesarse porsu aislamiento; Rodolfo, con esponta-neidad juvenil, les contó su breve his-toria, sus viajes, la merma de su he-rencia y la imposibilidad en que sehallaba de buscar una solución a suporvenir.

—No diga usted eso siendo tan joven.

El hombre lleva en sf un tesoro deenergías que debe aplicar al bien delos demás y al suyo propio. Usted estáen las mejores condiciones para luchar;no tiene la rémora agobiante de la mu-jer, bien se llame madre, esposa o loque sea..., usted es un hombre libre,completamente libre, lleno de juventudy fuerza; el mundo es suyo.

Este pequeño discurso, pronunciadopor un joven alto, rubio y demacrado,del que sólo conocía Rodolfo el nombrede Ivan, le sumió en un mar de confu-siones.

A pesar de su buen porte, no acusa-ba el aspecto del extranjero ni ese bien-estar que se trasluce en la jovialidaddel individuo y en sus maneras esplén-didas y acogedoras; Rodolfo se pregun-taba si aquellas doctrinas que promul-gaba eran para él sólo teoría o las lle-vaba a la práctica; en este último casono salía al exterior el resultado que tanhermoso pintaba.

En conversaciones posteriores, Ivany sus dos compañeros, uno de los cua-les era austriaco y el otro italiano, des-arrollaron ante la imaginación- deljoven todo un programa de revoluciónsocial que debía invertir por completola marcha del mundo.

Nuestro héroe nunca se había ocupa-do de aquellos problemas; sólo habíamirado la vida por su parte placentera;carecía por completo de todo funda-mento religioso, y así como los hijoscriados en un hogar cristiano ven a laMadre de Dios y a los angelitos ro-deando su cuna, Rodolfo veía allá en elfondo de sus recuerdos y como en unaapoteosis de gloria, una hermosa figu-ra de mujer, pero completamente mun-

Las indulgencias del Vía Crucis

— 434 — — 455

dana, su madre, la célebre cantante,cuyo nombre había recorrido las cincopartes del mundo de triunfo en triunfo,y más aún, oía en el fondo de su almael eco mágico de su voz, aquella vozde oro que al arrullarle en la cuna leproducía tan singular encanto.

La voz de aquellos hombres que anteél negaban la religión, la patria y lafamilia le producían un sentimiento dedesconsuelo; él creía sencillamente enla existencia de Dios porque su madrehabía cantado algunas veces en laiglesia en magníficas funciones religio-sas..., casi cosmopolita, la patria nohacía latir su corazón con más apresu-ramiento, pero la familia.., negar elamor a la madre.

¡Ah si la suya hubiera vivido más!...Rodolfo comprendía que seguiría ado-rándola.

Sin embargo, Ivan empleaba argu-mentos que hacían vacilar el espíritudel joven, y la idea de una tiraníaodiosa, de una esclavitud cobardemen-te aceptada y de otras mil utopías nue-vas para él, hacían hervir la indigna-ción en el coraz 5n ardiente de Rodolfoy llenaban su cerebro de ideas de re-presalia y destrucción.

—Para edificar hay que destruir an-tes—decía aquel hombre—. Si quiereslevantar un hermoso edificio, lo prime-ro es derribar el viejo y carcomido queocupa el terreno, desbrozar éste yechar sólidamente los cimientos.

El día que lo presentamos a nuestroslectores, nuestro joven debía ser lleva-do a una reunión a que le habían invi-tado sus tres nuevos amigos; esta erala causa de haber acudido a la Pensiónmás temprano que de costumbre, envez de dirigirse a algún teatro comohacía ordinariamente.

Y esta era también la causa de suaburrimiento, pues su indolencia natu-

ral le alejaba de aquellas luchas tannecesarias al bien social, según las pin-taba Ivan.

Se dejó caer en una butaquita, y en-cendiendo un habano, seguía con mi-rada vaga la azulada columna de humoque se elevaba al techo después de pa-sar por sus fosas nasales.

Había tenido un encuentro en el as-censor; una lindísima joven, acompa-ñada de una anciana, y en cuya manollevaba una caja de piel de regulartamaño, que el joven se ofreció galan-temente a trasportar hasta su habita-ción, movido por los hermosos ojos dela muchacha, lo que le valió averiguarque ocupaban la habitación contigua ala suya.

Ambas señoras lo habían dado lasgracias con gran amabilidad y la an-ciana no apartó de su rostro sus imper-tinentes de oro durante el tiempo muybreve en verdad que duró la ascen-sión.

Rodolfo, mientras fumaba, pensabavagamente en su linda vecina y se de-cía que, a pesar de las teorías de Ivany sus dos amigos, sería muy agradableun hogar en que compartiera su vidaaquella preciosa joven, y hasta la se-ñora de los impertinentes le parecíaagradable, evocando en su memoria unrecuerdo borroso, él creía haberla vis-to en algún otro lugar.

El reloj dando las ocho lo sacó de suensueño; era la hora de su cita.

Dos golpes dados en la puerta le hi-cieron ponerse en pie tirando el restodel cigarro. Ivan apareció.

—Vamos los dos solos—dijo despuésde cerrar—. Marchiani y Gustavo sehan marchado ya; no conviene que nosvean juntos.

Rodolfo se dispuso a seguir a Ivan.Arregló ante su espejo de vestir al-

gunas arrugas de su traje, sacudió la

ceniza de que estaba manchado y tomóel sombrero mientras decía:

—En marcha.II

Pero la mano de Rodolfo quedó in-móvil en el botón de la puerta, su ros-tro se puso pálido y sus pies parecie-ron haber echado raíces en el suelo.

¿Qué le había sucedido?Ivan asombrado le miraba; el joven

parecía haberse convertido en estatua.Con el cuello tendido, la mirada fija

en un punto del espacio. todo en él de-notaba la mayor atención; parecía es-cuchar y que aquello que oía le aislabapor completo del resto del mundo.

Ivan lo empujó rudamente, diciendo:—Vamos, nos esperan.Rodolfo hizo un ademán negativo

y continuó escuchando sumido en aquelespecie de éxtasis.

Las cejas de Ivan se contrajeron conamenazadora expresión; él no com-prendía la causa de aquello sólo veíaque Rodolfo se negaba a seguirlo yesto contrariaba en gran manera susplanes.

—¿Estás loco?—dijo con voz en quevibraba la rabia contenida—. ¿Te nie-gas ahora a venir con nosotros, des-pués de prometer...

Se detuvo como si temiera decir de-masiado, pero si Rodolfo hubiera esta-do en estado de ver lo siniestro de sumirada, hubiera temblado, a pesar deque no era cobarde. Pero Rodolfo notenía más que oídos para escuchar.

De la habitación inmediata salía uncanto semidivino, una voz magnífica,armoniosa, que entonaba el Ave Maríade Gounod.

Y en aquella voz Rodolfo había re-conocido la misma que él tenía impresaen el fondo de su alma: la voz de sumadre.

Sí, era aquella voz incomparable, deagudos brillantes como el cristal, tanigual en todos los registros, llena, ro-busta en las notas bajas, suave, pastosa,de inflexiones tiernísimas en el registromedio; aquella voz que acariciaba, so-llozaba, sabiendo expresar todos lossentimientos más profundos, todos losafectos. La voz de la muerta adorada.

En vano Ivan quiso arrancarlo deaquel éxtasis; precisamente el AveMaría de Gounod era una de las melo-días que más veces había oído cantarlaa su madre, y el joven aspiraba, pordecirlo así, las bellísimas notas del ce-lestial canto, y cerraba los ojos porquea través de sus párpados veía surgir lahermosa figura de la cantante transfi-gurada por su arte, tendiéndolo a élsus brazos en un arranque de amormaternal.

Se sintió impulsado y casi a punto decaer por la puerta que se abrió violen-tamente, dando paso a Ivan, que mur-muró sombríamente al salir:

—¡Nos veremos!Pero Rodolfo ni lo -crió ni lo oyó, per-

maneció inmóvil hasta que cesó el can-to y entonces, limpiando sus ojos húme-dos por la emoción, salió lentamentedel cuarto llamando en la puerta ve-cina.

III

—Adelante!---dijo una voz feme-nina.

Rodolfo abrió la puerta y se encontróante la linda señorita que tenía en lamano un disco de gramófono.

La dama de los impertinentes, recos-tada en una butaca, se incorporó lige-ramente al ver al joven.

—¡Ah! -dijo—. Es nuestro vecino;pase, pase caballero y tome asiento. Minieta acaba de satisfacer uno de sus

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caprichos; la he comprado una gramolay la estamos probando; o más bien, ellala prueba y yo recuerdo.

—Perdónenme—dijo algo turbado el jo-ven, pues al llamar a aquella puerta sehabía dejado llevar de un arranque im-premeditado, arrastrado por aquel ecoquerido—. Perdónenme la incorrecciónde mi visita; pero si ustedes supieran loque he experimentado al oir ese disco!Bästeles saber que, después de ochoarios que hace la perdí, he vuelto a oirla voz de mi madre.

Esta vez la señora de los impertinen-tes se puso vivamente en pie, mientrasla jovencita se acercaba a Rodolfo comomovida por una atracción singular.

—¿Dice usted que ha oído la voz de sumadre?—dijo la anciana con voz trému-la—. ¿Luego usted es hijo?...

—De Elconera D'Angelini--dijo eljoven no sin orgullo.

—1E1 hijo de Leonor!—exclamó ladama juntando las manos con asom-bro—. ¡Dios mío!

—¿Usted a conocido a mi madre?La anciana se dejó caer sobre la bu-

taca y tendiendo su mano al joven leatrajo hacia si, diciendo entre lágrimasque en vano quería contener:

—Que si he conocido a tu madre!¡Pero, hijo de mi alma, si tu madre erami hija! ¡Si yo soy tu abuela!

—¡Mi abuela!—repitió Rodolfo ca-yendo a los pies de la anciana mitadpor la emoción, mitad por el impulsode ésta que le arrastraba—. ¡Ah!, poreso yo recordaba su rostro.

—¿Recordabas mi rostro? Sí, sólo unavez me viste y eras aún pequeño! Yosiempre adoré a tu madre, pero tu po-bre abuelo llevó muy a mal que se de-dicara al teatro; pero Dios es muy bue-no... Te trae a mi lado cuando estarásmuy solo, ¿verdad, hijo mío? Ya mecontarás tu vida; mira, esta es tu prima

Leonor, hija de un hermano de tu ma-dre, que también murió; en memoria deella la puse su nombre; abrázala.

Leonor, toda ruborosa, se acercó a suprimo, que cumplió de muy buen gra-do el mandato de su abuela.

Pasaron la velada «en familia', y porprimera vez desde la muerte de su ma-dre, sintió nuestro héroe aquella felici-dad dulce y tranquila que negaban lasdoctrinas de Ivan y sus compañeros.

Al bajar al comedor buscó a éste conla vista, pero no lo encontró, y al díasiguiente supo que habían dejado lapensión, diciendo que se volvían a sutierra.

IV

Un accidente inesperado cambió porcompleto la vida de Rodolfo.

Dos noches después de haber halladoa su nueva familia, al volver del teatrotropezó en la calle de Los Madrazo conun hombre, borracho al parecer, quese obstinaba en estorbarle el paso.

Rodolfo lo quiso apartar, pero elbeodo, irritado por aquel movimiento,sacó una gran navaja y se precipitósobre él, asestándole una puñalada enel costado.

Despojado su cerebro con aquel es-fuerzo, pareció recobrar el equilibrioy echó a correr, desapareciendo porel Prado antes de que pudieran se-guirlo.

Rodolfo fué recogido y llevado a unaclínica de urgencia, donde le curaronde una herida que, al no ehocar elarma con una costilla, hubiera sidomortal.

Al interrogatorio del juez, contestóingenuamente que ignoraba quién lehabía herido, pues no creía tener nin-gún enemigo, y como el agresor no fuéhallado, no se le volvió a molestar eneste sentido.

Su abuelita y Leonor se instalaron asu cabecera y entonces pudo apreciarel joven lo que valen los solícitos cui-dados de la familia.-

Durante algunos días su vida estuvoen peligro; ante el temor de la muerte,aquellas dos mujeres, profundamentecatólicas, pronunciaron al oído del he-rido palabras, si no nuevas, casi olvi-dadas, y el pensamiento de un Diosjusticiero surgió en su imaginaciónentre las nebulosidades de la fiebre.

Un sacerdote fué llevado junto a él;dulcemente supo fijar aquel espíritudescuidado, y el Pan Eucarístico des-cendió hasta su pecho despertando ter-nuras nuevas y divinas en el almaapasionada del joven.

Pero la muerte fué vencida y de suproximidad surgió la resurrección es-piritual de Rodolfo, que se levantó tor-nado en un hombre nuevo.

Cuando estuvo convaleciente, un diaen que ambas mujeres estaban junto aél, le dijo dulcemente su abuela:

—En cuanto estés bien nos volvere-mos a Palma, de donde vinimos sinduda traídas por Dios para encontrar-te. ¿Qué piensas tú hacer?

El joven abrió desmesuradamentelos ojos y contestó sencillamente:

—Yo... Irme donde vayais.La anciana sonrió íntimamente com-

placida.—Entonces, ¿no piensas dejarnos?—

dijo.Rodolfo miró a su prima.—Leonor ha de decir si quiere que

las siga, pero no en calidad de primo,sino como futuro marido.

La abuelita se volvió hacia la mu-chacha que estaba roja como un to-mate.

—¿Qué dices tú a eso?—preguntó.Leonor se arrojó en los brazos de su

abuela para ocultar su turbación; cuan-

do ésta la obligó a levantarse, ambastenían los ojos húmedos.

—Colmas mi felicidad, hijo mío—dijola dama atrayendo a su vez a su nie-to—, eres muy joven ;y sabrás hacerteun hombre útil.

—¡Oh, sí!—dijo el besando aquellamano que le atraía tan dulcemente—.Lo seré porque vosotras me habeis en-seriado con vuestra ternura una cosaque yo ignoraba y que falsos apóstolestrataban de hacerme aborrecer: que sinReligión, Patria y Familia no puedehaber en el mundo más que disolucióny ruinas. La voz de mi madre me de-tuvo al borde del abismo y vosotrascompletá.steis la obra de redención; yaos contaré todo eso.

—¿Cuándo? — preguntó Leonor concuriosidad infantil.

Y envolviéndola en una miradallena de amor, Rodolfo contestó:

—Muy pronto; el día en que estemoscasados.

J. G. HERREROS, T. M.

n....1n1•11nnn••

RADIOGRAMASEstuve desahuciado de los médi-

cos, recibidos todos los sacramentosy realmente a la muerte, en estadoya desesperado de sanar, prometí pe-dir por todas las aldeas de la parro-quia a pie descalzo para una misa ala Santísima Virgen. Empecé a me-jorar notablemente y hoy estoy del"todo bueno, pero ¡me cuesta tantocumplir la promesa! ¿No cumplirlacon dar de mi bolsillo la limosna quejuntaría pidiendo?

No cumple, porque el pedir limosnade puerta en puerta y hacerlo a piedescalzo es parte importantísima dela promesa, y es lo que seguramentese fijó su atención al hacerla y lué loque principalmente prometió.

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Sólo queda, supuestas todas lascondiciones de validez, que le dispen-se o conmute quien tenga facultadespara ello.

¿Los religiosos pueden decir misaen oratorios particulares, aunque losOrdinarios, en las licencias ministe-riales, lo excluyan expresamente?

Pueden decirla, guardados los otrosrequisitos, con el solo permiso de susPrelados. Así lo enseñan los autoresy así consta textualmente en los res-criptos apostólicos de concesión deoratorio.

¿Cuándo pueden tenerse por mila-grosas unas aguas?

Cuando curan enfermedades paralo cual no tienen virtud natural, y hayintervención de Dios, o de su Madre,o de los Santos a quienes se invoca ode los cuales toman la denominación.Tal es el agua de Lourdes.

¿Basta que una cosa sea ley paraque sea licita?

Ni mucho menos, puesto que hayleyes malas y, por lo mismo, no sonleyes. Entre otras condiciones tieneque tener la de ser honesta, es decir,que no sea contraria al derecho natu-ral o divino, y que no invada jurisdic-ciones de orden más elevado, comocuando el poder civil legisla en mate-rias espirituales.

¿Cuándo se debe comulgar?Ante todo comulgar, y siempre que

buenamente se pueda, dentro de lamisa y de hostias consagradas en lamisma misa. La misa es el sacrificiode todos los fieles y especialmente delos que asisten a ella, y la comuniónparte integrante. Todas las palabras yacciones significan que es de todos lamisa y que por institución todos tie-nen derecho a participar de ella co-mulgando en ella y de ella. Antes delmemento de los difuntos, el sacerdoteprofundamente inclinado, y después

enderezado y haciendo sobre la hos-tia y el cáliz la señal de la cruz y, porfin, santiguándose dice: «Te rogamos,Dios todopoderoso, que mandes tesean presentados en tu sublime altarestos dones, para que todos los queparticipando de este altar (el sentidopropio es «de este sacrificio»), recibié-remos el sacrosanto Cuerpo y Sangrede tu Hijo, nos veamos llenos de todala bendición y gracia celestial. Por elmismo Cristo Señor Nuestro». Y enacabando de partir la hostia y al dejarcaer una partícula de ella en el cáliz,dice: «Esta mezcla y consagración detu Cuerpo y de la Sangre de nuestroSeñor Jesucristo sírvanos para losque vamos a recibirla, de vida eter-na».

He visto una manera gráfica deprobar la simplicidad y espiritualidaddel alma, pero no sé dónde. ¿Podríausted indicarme dónde la podré en-contrar?

Ante todo es preciso que distinga lasimplicidad de la espiritualidad, por-que en su carta supone que estos dosconceptos son equivalentes, puestoque hace lo simple espiritual, y loespiritual exclusivamente simple. Yno es así; hay muchas cosas simples,en el noble sentido de la palabra, quedistan mucho de ser espirituales. Dedonde se sigue que el constitutivo dela espiritualidad no es el de la simpli-cidad, aunqüe lo exige e incluya.

Manera gráfica de probar la espiri-tualidad del alma no existe, y la razónes clara; lo gráfico es esencialmentesensible, como tal no puede ser prue-ba de espiritualidad.

El gráfico ese puede ser prueba for-mal de simplicidad, a lo más. En efec-to, observamos que vemos con losojos, oímos con los oídos, gustamoscon la boca, etc., y que no podemosver con los oídos, ni saborear con losojos, etc., porque cada uno de lossentidos tienen función propia, que no

pueden ejercer los otros, y que lo quese ve, el color, es distinto de lo quese oye, el sonido, etc., y la conciencianos atestigua con testimonio irrefra-gable la unidad sintiente, o si sequiere para mayor fuerza de expre-sión, la unicidad sitniente, porque esuno y el mismo el que oye, el que ve,el que gusta, etc., y esta unidad equi-vale a simplicidad.

Algunos creen que esto es pruebade la espiritualidad del alma, y portanto que en los animales no se daesta unidad de sensación, sino queson tan variados como órganos sen-sorios tengan. (Recordemos que al-gunas especies de animales no tienenmás que dos sentidos y otros tienenmás de cinco).

Es posible el gráfico, con líneasconcurrentes, representando las lí-neas la diversidad de las sensacionesy el punto de concurso la unidad delsujeto que siente. Pero el gráfico noda más de sí.

Si esta unidad sintiente que la con-ciencia atestigua, no puede ser deforma material, sino forzosamente in-material tendríamos, probada esa im-posibilidad, probada también la espi-ritualidad del alma. Pero esta es lacuestión.

El argumento apodíctico se fundaen la naturaleza de las ideas, juiciosy raciocinios, y se puede formularasí: se dan en nosotros ideas, juiciosy raciocinios, actos que trasciendentoda la capacidad orgánica. Luegoson de alguna naturaleza inorgánicay por lo mismo supresensible e inma-terial.

El desarrollo de la prueba no se deun radiograma, pues el solo plantea-miento de la cuestión excede sus lí-mites.

LIIÁN

E3

NOTICIASNuevos operarios a Puerto Rico.—

El 20 del mes pasado embarcaron paraPuerto Rico los Padres Carlos Carnevaliy Fidel de la Fuente. Van animados de losmejores deseos de secundar, ampliar y, sies posible, mejorar la hermosa obra queen la isla vienen de varios arios a estaparte desarrollando nuestros Padres, quecuentan con la simpatía de la gente y elaplauso confortador de los señores Obis-pos.

El Colegio de San Pedro.—Las Con-ferencias de San Vicente de Paúl aumen-taron dos clases más en este Colegio,una diurna y otra nocturna. De este modose contrarrestará la enseñanza laica y seformará cristianamente un centenar másde niños. Con este aumento llegarán a 300los niños y jóvenes que se educan pornuestros religiosos.

POYO

El 9 de octubre empezó el curso l9233.Misa del Espíritu Santo y solemne aper-tura hecha por el Rvdo. P. Comendador.

Y así pasó el tiempo, hasta que, el 22,los Coristas anticipan y celebran la vela-da que en honor del Santo Patrono de laAcademia acostumbran a dedicar. Fué do-blemente grata por ser la segunda en re-cuerdo del cincuentenario de la restaura-ción de la Provincia de Castilla.

El programa desarrollado fue' el si-guiente:

1. 0 «Presentación», por el ReverendoMaestro de Coristas.

2.° «Los Mercedarios en Congo», porFray R. García.

3.° «Poesía», del Rvdo. P. José Cerei-jo, leída por el P. José S. Crespo.

4. 0 «Viderunt», a cuatro voces, del Pa-dre Irruarizaga.

5.° «Otro Simeón», por Fr. C. Gon-zález.

6.° «Los Provinciales después de laRestauración » , por Fr. J. Vázquez.

7. 0 «L'Empordá», a cuatro voces, deMorera.

8.° «Una celebridad olvidada», porFray C. R. Méndez.

9.° «Popule meus», a cuatro voces, Pa-lestina.

10. «Poesía», por el Rvdo. P. LorenzoMoreno, leída por el P. N. Vázquez.

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Cerró la velada con una entusiasta feli-citación el Rvdo. P. Comendador.

De nuevo a los Rvdos. Padres José Ce-reijo y Lorenzo Moreno, doy en nombredel Presidente de la Academia las más expresivas gracias, en unión de una caluro-sa felicitación.

—El 24 llegaron procedentes de Sarrialos Coristas siguientes: Fr. Andrés Villa-mayor González, Fr. José Castosa Fer-nández, Fr. Juan Vázquez Díaz, Fr. Anto-nio Rodríguez Estévez, Fr. José Cid Si-món y Fr. José Cid Cid.

FR. R. SANJLIRJO

NECROLOGIAEl día 28 de septiembre, a las seis de

la mañana, descansó en el Señor la Reve-renda Madre Comendadora del Monaste-rio y Colegio de las Madres Mercedariasde Sitges (Barcelona), Carmen de Jesús deMeer y Rameau, a los setenta y dos añosde edad y cincuenta y dos de vida religio-sa, habiendo recibido los Santos Sacra-mentos, la Bendición Papal y la propia dela Orden Mercedaria.

Había nacido en Madrid el 4 de junio de1860. Sus padres D. Amalio de Meer ydoña Enriqueta Rameau, Barones de Meery Condes de Grá. Ingresó en el Conventode las Mercedarias de D. Juan de Alarcón el4 de junio de 1879. Desempeñó, entre otros,los cargos de secretaria, maestra de no-vicias, vicaria del Convento, directora desu Colegio y, por fin, fui nombeada Co-mendadora el 2 de agosto de 1904, cargoque desempeñó hasta la muerte sin inte-rrupción.

El 21 de agosto de 1908, acompañadade las Madres Mercedes y PurificaciónBenito, María Angeles Ortega y MaríaTeresa Cid, de votos simples, como funda-dora abrió la casa de San Pedro de Ribas.De allí se trasladaron el 18 de agosto de1911, siendo once religiosas, a Sitges,

donde aquel mismo ario ábrieron el Cole-gio. En 1918 se inaugurO,de iglesia y seabrieron nuevas clases por contar conmás profesoras, «siettipre dirigidas conamor» por la Madre quid más que re§peta-da era venerada por las religio4as yalumnas.

En 1930 celebró stl Bodas de Oro devida religiosa, viéndoäe agasajada de todala población.

El entierro ha sido una manifestaciónde cariño de las alumnas, ex alumnas, pro-pios y forasteros. Todos los que la trata-ron eran sus amigos. No pudo tener ene-migos, pues tenía gran dulzura de ca-rácter.

En su enfermedad, de horribles sufri-mientos, sobre todo en los últimos meses,di6 muestras de resignación y pacienciainquebrantables.

«La actuación de la M. Meer con respec-to a la Orden, y en especial con la Pro-vincia de Castilla, no puede pasar des-apercibida para el historiador de estos cin-cuenta años desde la restauración. No eseste el momento de hacer su biografía.Pero es de justicia y de gratitud el consig-nar de pasada que la M. Meer, entoncesComendadora del Convento de D. Juande Alarcón, cooperó con todo su entusias-mo y muy eficazmente al restablecimientode los Padres Mercedarios en Madrid.

Y entonces y siempre la actuación de laM. Meer se caracteriza por un acendradoamor a la Orden y por la filial adhesión asus Superiores, cuyas inspiraciones reco-gió fidelísimarnente en las empresas porella tan acertadamente realizadas.»

¡Que descanse en paz y que en el cielointerceda por el aumento y prosperidad desu obra predilecta!

Recomendamos a nuestros lectores quela encomienden a Dios.

En Herencia fallecieron los HermanosTerceros D. Gervasia Tapia, Lucía Gar-cía y Cesáreo Moreno.

CON LAS DEBIDAS LICENCIAS

Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211.