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Rtt Organo de su Venerable Orden Tercera y Cofradías. e rreb Dirección y Administración: PP. MERCEDARIOS Silva, 39.—Madrid (12) ANO VIII 24 ABRIL 1926 N Ú M 93 LA FIESTA DEL ESPÍRITU SANTO, por ei P. Mtro. Fr. Bernardo Santan- der Barcenilla.—EL VENERABLE FR. GABRIEL RIPOLLAS, por el P. Maestro F r. Gabriel Téllez.—PÁGINA MISIONAL. EL DR. FR . SERAFÍN FREITAS, por Fr. Guillermo Vázquez.—MERCIER, por Fr. Emilio Silva.—DE ROMA, (del Foro al Coloseo), por Fr. Miguel bipez.—NOTAS RELIGIOSAS, por Fr. Martín O. de Arriaga.—LOS TRES MARIDOS BURLADOS, por el P. Maes- tro Tirso de Molina.—EL PIANO DE CONCH1TA, por Fr. Miguel E. Mingo- rance.—RADIOGRAMAS, por Llján.—NOTICIAS.—NECROLOGÍA. Fiesta del Espíritu Sdnio.' Sus efectos en las almas. Tres cualidades tiene el Espíritu Santo, dijo un ángel a Santa Brígida en el libro primero, capítulo cincuenta y cua- tro de sus revelaciones; el Espíritu Santo es cálido, es dulce y puro; y tres afectos causa en nosotros: calor, dulzu- ra y pureza interior. El lEspfritu Santo es fuego. Y entonces calienta cuando toda el alma se abrasa en amor de Dios; enciende cuando Infunde sus siete dones, que son otros tantos rayos de fuego con que abrasa las almas, como dice San Buenaventura. Mira si arde tu corazón en el fuego del amor divino, que, si arde, señal es que tienes dentro al Espíritu Santo; pero si estás tibio, muy cerca está de ausentarse de tí. Si tienes ocupada la voluntad con alguna afición desordenada puesta en alguna criatura, no morará en tí este Divino Amante, que no son capaces sus rayos amorosos los amadores (1) Extractado de la plática para esta fiesta de la « Escuela de Cris- to» del P. Maestro Fr. Bernardo de Santander Barcenilla, de la Merced.

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RttOrgano de su Venerable

Orden Tercera y Cofradías.

e rreb Dirección y Administración:

PP. MERCEDARIOSSilva, 39.—Madrid (12)

ANO VIII

24 ABRIL 1926

N Ú M 93

LA FIESTA DEL ESPÍRITU SANTO, por ei P. Mtro. Fr. Bernardo Santan-der Barcenilla.—EL VENERABLE FR. GABRIEL RIPOLLAS, por el P. MaestroFr. Gabriel Téllez.—PÁGINA MISIONAL. — EL DR. FR . SERAFÍN FREITAS, porFr. Guillermo Vázquez.—MERCIER, por Fr. Emilio Silva.—DE ROMA,(del Foro al Coloseo), por Fr. Miguel bipez.—NOTAS RELIGIOSAS, porFr. Martín O. de Arriaga.—LOS TRES MARIDOS BURLADOS, por el P. Maes-tro Tirso de Molina.—EL PIANO DE CONCH1TA, por Fr. Miguel E. Mingo-rance.—RADIOGRAMAS, por Llján.—NOTICIAS.—NECROLOGÍA.

Fiesta del Espíritu Sdnio.'Sus efectos en las almas.

Tres cualidades tiene el Espíritu Santo, dijo un ángel aSanta Brígida en el libro primero, capítulo cincuenta y cua-tro de sus revelaciones; el Espíritu Santo es cálido, esdulce y puro; y tres afectos causa en nosotros: calor, dulzu-ra y pureza interior.

El lEspfritu Santo es fuego.

Y entonces calienta cuando toda el alma se abrasa enamor de Dios; enciende cuando Infunde sus siete dones,que son otros tantos rayos de fuego con que abrasa lasalmas, como dice San Buenaventura.

Mira si arde tu corazón en el fuego del amor divino, que,si arde, señal es que tienes dentro al Espíritu Santo; pero siestás tibio, muy cerca está de ausentarse de tí. Si tienesocupada la voluntad con alguna afición desordenada puestaen alguna criatura, no morará en tí este Divino Amante,que no son capaces sus rayos amorosos los amadores

(1) Extractado de la plática para esta fiesta de la « Escuela de Cris-to» del P. Maestro Fr. Bernardo de Santander Barcenilla, de la Merced.

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del mundo, como dice San Buenaventura sobre San Juanen el capítulo catorce: «El Espíritu de la verdad no lo pue-de el mundo recibir, ¿cómo ha de recibir en su alma al Espí-ritu Santo el que se deja llevar de los afectos de las criatu-ras y comodidades de la tierra?

No calienta este Divino Espíritu los corazones obstina-dos, ni son sus rayos amorosos, ni sus saetas ardientespara los que son duros de corazón». No hizo Dios el fuegomaterial, sino para la materia que es capaz de arder; no locrió para el diamante que no se derrite con la llama, diceSan Basilio; así Dios hizo las saetas amorosas y las despi-de de la aljaba de su amor para las almas que con facilidadse encienden y derriten. Este es el primer efecto, que causael Espíritu Santo en las almas el calor espiritual, y no esotra cosa que un amor interno que llena el corazón, y lesatisface, y embriaga el espíritu y le transporta en Dios,como dijo el ángel a Santa Brígida.

El Espíritu Santo es dulzura.El segundo efecto del Espíritu Santo es dulzura y sua-

vidad, que deja en el alma donde habita, que es tan grande,dice Santa Brígida, que no hay dulzura ni deleite en el mun-do que se le pueda igualar; y entonces causa esta dulzuracuando al alma ni le agrada ni le es gustosa otra cosa,sino sólo Dios y la memoria de sus obras y beneficios.

Gustad y veréis cuán suave es el Señor, dice David. Engustando un alma de las suavidades de Dios y de las dul-zuras del Espíritu Santo, todo cuanto hay en esta vida mor-tal le es desazonado y desabrido, dice San Gregorio. ¿Quéson los gozos interiores y consuelos, que a veces tienen lasalmas, dice San Vicente Ferrer, sino unas gotas de mielque se destilan del panal del Espíritu Santo?

No gustan este panal las almas que no le buscan pormedio de la oración; quien no gusta la miel no experimentasu dulzura; quien no gusta el panal sabroso del espíritu, nopercibe cuán grande es su suavidad.

Entrad en el interior de vuestro corazón, y recogeos unrato cada día, y vereis los efectos tan dulces y sabrososque causa en nuestros corazones el panal de miel del Espí-ritu Santo. ¡Oh, si las almas se entraran en el lugar dondeestaban congregados los Apóstoles para tener un rato deoración y esperar la venida del Espíritu Divino, qué fervo-res, qué consuelos, qué toques interiores, qué suavidades ydulzuras experimentarían en sí mismas!

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El Espíritu Santo es la misma pureza.

El tercer efecto que causa el Espíritu Santo con su veni-da en las almas, es pureza de corazón. Como es EspírituPurísimo, donde entra todo lo purifica; es como los rayosdel sol, dice Santa Brígida, donde no puede haber mancha.

¡Oh, y qué gran pureza es menester para recibir al Autorde la pureza, que es este Divino Espíritu! Dice San Bernar-do sobre los Cantares: «La gracia del Espíritu Santo es unbálsamo purísimo y preciosísimo, y requiere que el vasodonde se ha de depositar esté limpio y puro. Si el corazóndel hombre está sucio y manchado, no podrá recibir estebálsamo tan precioso!

Prevengámosle hospicio a este dulce Esposo y Huéspeddel alma; limpiemos los corazones, pongámoselos tan pu-ros como los rayos del sol; dispongámosle el vaso paraque le podamos recibir.

«Apareja Señor en mí para Tí una agradable morada,Puedo yo decir con San Pedro de Alcántara, para que segúnla promesa de tu santa palabra vengas a mí y reposes enmí. Hiere, Señor, lo más íntimo de mi alma con las saetasde tu amor, y embriágala con el vino de tu perfecta caridad.¡Oh amor mío dulce! ¡Oh deleite mío grande! ¡Oh dulzura,dulzura de mi corazón! Oyeme, Señor, no por mis mereci-mientos, sino por tu bondad. Enséñame, alúmbrame, ende-rézame y ayúdame en todas las cosas, para que ninguna sehaga ni diga, sino lo que fuere a tus ojos agradable. ¡OhDios de mis entrañas! ¿Por qué no te das al pobre? Hincheslos cielos y la tierra y a mi corazón dejas vacío». Llénale.Señor, de tu divina gracia, y de un amor purísimo, dulcísi-mo y encendidísimo, para que te ame con gran fervor deespíritu, con gran dulzura y suavidad y con gran pureza deintención.

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El Venerable Fray Gabriel Ripolléspor el

Maestro Tirso de Molina.

(CONTINUACION) (1)

Su penitencia.

Ceñiase una cadena de acero estrechamente, cuajadossus eslabones de púas agudísimas que se le entraban porlas carnes; y no era el menor milagro suyo el poder disi-mularlas y vivir con ellas.

No se tuvo noticia en el convento de esta rigurosa mor-tificación, hasta que a la muerte se la descubrieron y quita-ron, saliendo de las punzadas tantas fuentes de sangrecuantos eran los estímulos, y eran muchos, bañándose lacama toda de ella, en que desde el cañizo le habían mu-dado.

Todos los días de la semana, menos los domingos,guardaba la abstinencia del ayuno, los tres a pan y agua,dando a sus pobres la porción que le cabía; los otros tresañadía al pan algunas yerbas.

Era por extremo bien agestado, sin que la amarillezmacilenta que le causaba su aspereza penitente, disminu-yese del todo el agrado de su casa.

Su ensimismamiento.

Muchas veces le hablaban, y aunque parece que losatendía los dejaba sin respuesta, porque estaba todo ence-rrado dentro de sí mismo; otras les respondía, pero más alpropósito de sus afectos interiores que a lo que le pregun-taban, diciendo unas palabras tan misteriosas y encendi-das que abrasaba con ellas a los circunstantes.

Huida de la murmuración.

Aborrecía sumamente pláticas en perjuicio del prójimo,y como su humildad no le atrevía a irles en ellas a la ma-no, o ausentándose modesto o retirando al alma los oídos,daba con las puertas en los ojos a los murmuradores. Perouna vez que ni lo uno ni lo otro pudo para divertir de ellasa los detractores, comenzó a bailar y a saltar delante de

(1) Véase el número anterior.

ellos, dando voces y diciendo disparates, puesto que éstosenderezados todos al vituperio de tan inútil vicio, llenos demisterios sentenciosos.

Admirados los presentes y creyéndole fuera de juicio,dejaron la materia que trataban por entretenerse con lo queimaginaban desatinos, riendo sus acertados desaciertos,con que a costa de su crédito sacó airosa su invención, yellos, después que cayeron en la cuenta, avergonzados ytácitamente reprendidos.

Ninguno le obligaba tanto como el que le perseguía,Porque eran estas las ferias en que confesaba que sus me-recimientos y paciencia le hacían caudaloso.

Su heroica honestidad.

Persuadida una mujer tan hermosa como fácil—y eramuy hermosa—le llamó un día desde la ventana, diciéndo-le que subiese por limosna--tenía mejor crédito la dichaque costumbres—, creyéndola el sencillo religioso, y enviéndose con él a solas, echósele en los brazos. Pero él,anteponiendo el riesgo de la vida al de la pureza, se arrojóde golpe la escalera abajo, dando una caída peligrosa y que-dando en la cabeza dolorosamente herido. Viéndolo, pues,la mujer descaminada, bañado en sangre el rostro, comenzóa condolerse echándose la culpa. Asió entonces nuestroJosé segundo la ocasión, y la dijo blanda, pero eficazmen-te, que como aquella sangre ocasionase medicina para sualma, apagándose en ella su torpe incendio, no sólo la de-rramada, pero la que permanecía en sus venas daría porbien vertida; pero que si sólo la obligaba a compasión desus dolores, mejorase lástimas y la tuviese de sf mismay de la que desaprovechaba en Cristo vertida en tanta co-pia, por satisfacer y borrar de las almas la torpeza. ¡Cuán-to más preciosa—proseguía el santo—fue la que nuestroRedentor piadoso, sin reservarse gota, derramó, y a sermortal agora derramara por extinguir en ella la centella mí-nima de aquel fuego contagioso...

Estas palabras y otras semejantes hicieron tal mudanzaen sus costumbres, que mediando patrocinios y oracionesde este joven castísimo, vivió después loable y castamente.

(Continuará).

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PAGINA MISIONAL¿Cuál es el pensamiento capital de la última encíclica

del Santo Padre sobre las misiones?La formación de cristiandades orgánicamente comple-

tas, con todas las instituciones de protección y perfeccio-namiento que bajo la inspiración del Espíritu Santo se hanido formando en las cristiandades históricas; pero hay quehacer todo esto con elementos indígenas. La primera nece-sidad es la de establecer jerarquías indígenas. Los sacerdo-tes indígenas tienen por su origen, su mentalidad, senti-mientos y gustos, innumerables ventajas sobre el sacerdoteextraño en orden a llevar la luz de la persuasión a sus con-géneres. La naturaleza les enseña el camino más rápido yeficaz para toda obra apostólica. Tal fué la táctica de losapóstoles que no imponían a las nuevas comunidades unclero importado, sino que escogían para tal oficio a varonesde la región respectiva.

Además el nacionalismo en que hierve Asia es muy oca-sionado a cambios de régimen. Cwnbios de régimen quesuelen imponer el desplazamiento de los misioneros de talo cual nación.

Con todos los heroísmos del apostolado misionero, to-dos sabíamos las quejas que motivaba cierto desprecio delclero indígena. El Santo Padre apunta estos errores y haceuna vibrante apología de los indígenas, los cuales, aunquemuy apartados, suelen mostrar unas cualidades intelectua-les y morales que pueden muy bien sufrir la comparacióncon nosotros. La extrema lentitud de inteligencia que pade-cen los que viven en plena barbarie, es cosa muy natural,pues que limitan el ejercicio intelectual a necesidades ele-mentalísimas de la vida.

Pero cuando han sido instruidos en una carrera, mues-tran una vivacidad espiritual y solidez de doctrina que fre-cuentemente supera al europeo, como se ve en los Colegiosde Roma.

La segunda gran necesidad es el establecimiento decongregaciones religiosas, masculinas y femeninas. Losmisioneros bien está que amen a su Orden respectiva, peroque no impidan una gran comprensión de las cosas. Muybien que se admita al indígena en las Ordenes establecidaspara así formar nuevas ramas; pero acaso sea mejor fundarnuevas congregaciones más en consonancia con la psico-logía, gustos y circunstancias sociales.

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Otra de las grandes necesidades es la de nutrir bien loscuadros de catequistas, europeos o con preferencia indíge-nas. Han de ser bien probados en doctrina y piedad paraque enseñen • la doctrina en toda pureza. Los indígenas seamoldarán mejor a la mentalidad de sus oyentes y esa esla razón de su preferencia.

El Santo Padre desea ardientemente la trasplantaciónde Las Ordenes contemplativas al territorio de las misiones;una de las razones es la tendencia que se observa entreestas gentes a la soledad, oración y contemplación.

«Nós tenemos delante los ojos este gran monasterioque los cistercienses de la Trapa han fundado en el Vica-riato de Pekín. En este monasterio, unos cien monjes, lamayoría de los cuales son chinos, atraen por el ejercicio desus altísimas virtudes, sus oraciones asiduas, la austeridadde su vida y por sus trabajos, la divina propiciación sobreS i mismos y sobre los infieles y contribuyen a ganarlos aCristo con la eficacia de su ejemplo».

En la primera parte de su Encíclica ordena el SantoPadre que se de actividad a la organización y fomento del as obras misioneras.

De la "Obra misional Mercedaria"establecida en el Colegio de lasReligiosas Mercedarias de Barce-

lona, Provenza, 283.Rvdo. Padre Director de LA MERCED.

Respetable Padre: Varias veces me había propuesto es-cribir a usted dándole cuenta, como el año pasado, de lostrabajos llevados a cabo por la «Obra Misional Mercedaria»establecida en nuestro Colegio. Por diversas circunstanciasme he visto obligada a demorarlo, y ahora me alegro dehaber tardado en escribir más de lo que quería, porque tengoque añadir gratísimas noticias.

El día primero de año tuvimos, o por mejor decir, tuvie-ron la inmensa satisfacción y alto honor de ver celebrar enla capilla del Colegio al Rvdmo. e Ilmo. Fray Pascual Mi-guel, Obispo Mercedario.

¡Lástima grande que la mayor parte de nosotras no pu-diésemos asistir, ya que no se recibió la noticia hasta en-trada la noche del último día del año!

Su Ilma. se mostró sumamente deferente y prometióvolver en otra ocasión, de lo que mucho nos alegramos,Porque estamos ávidas de verle. No sé si decir que estamos

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de suerte o de desgracia con las visitas de este insigne Pre-lado misionero.

El 20 de noviembre se nos dijo que vendría a celebrarla Santa Misa, que presidiría nuestra Junta de Misiones yque pasaría toda la mañana con nosotras, así que teníamospreparado un sencillo homenaje saturado de respetuosoafecto. A las siete de la mañana del mismo día la Reveren-da Madre Comendadora era avisada por teléfono de la re-pentina enfermedad del Sr. Obispo. Suerte tuvimos enaquella ocasión de la amabilidad del muy Rvdo. P. Pro-vincial, Director de la Obra. Celebramos nuestra fiestaMisional, pero no hay que decir que sufrimos una decep-ción grandísima.

Ya está usted enterado de la grave enfermedad que hasufrido Su Ilma. en Barcelona; lo que tal vez no sepa esque en nuestra «Obra Misional Mercedaria» no ha cesadode elevar al cielo sus ruegos por la salud del Señor Obispo.¡Cuántas veces ante la imagen de Nuestra Santísima Madrede la Merced nos postramos haciendo violencia a su Cora-zón maternal con la hermosísima oración del Acordáos!No pretendo con esto decir que se deba a nuestras plega-rias tan imperfectas la curación del ilustre enfermo, pero síque a la plegaria de la gran familia de la Merced no hadejado de unirse de un modo particular «Juventud Merceda-ria» de Barcelona.

Recuerda usted, Padre, que al escribirle el curso pasadoen época de vacaciones le decía que todas estábamos tra-bajando para la venta de labores y la tómbola que debíaverificarse del 1 al 6 de enero. Gracias a Dios pudimos lle-varlo todo a feliz término con la particularidad de que todoslos lotes nos fueron regalados, gracias a la generosidad devarios comerciantes, a quienes el Señor recompense.

Al Rvdmo. Padre Fr. Inocencio López, a la sazón Maes-tro General, se le entregaron 2.000 pesetas para la Misiónde Piauhy, 200 al Padre Marcos Ajuria para la Misión deFernando Póo y 128 al Rvdo. Dr. D. Luis Horns, Directordiocesano de la Santa Infancia.

Careciendo de órgano propio para testimoniar pública-mente al Rvdmo. P. Fr. Carmelo Garrido la adhesión deesta Juventud Mercedaria Misionera, nos complacemos enatestiguársela en esta cartita, cuya inserción en la revistade LA MERCED rogamos a usted, Rvdo. Padre.

Suplicándole me perdone el haberle molestado tanto

rato, le reitera el testimonio de su consideración más distin-guida su affma. en Jesús por María,

MARÍA CARRERASSubsecretaria de Juventud Misionera Mercedaria

13-IV-1926.

Todavía más noticias. El 27 de enero celebramos unafiestecita íntima en honor del Sr. Obispo. Hubo poesías,discursitos y mucho entusiasmo, hasta conmover honda-mente al ilustre visitante.

La Obra Misional Mercedaria le hizo entrega de un ro-quete para uso de Su Ilustrísima. Nos dijo el Sr. Obispoque volvería. ¡Qué bien! Entre tanto quedamos rogando por

ya que son sus achaques los que lo retienen en Barce-lona.

¡Quién sabe si aún estará aquí en mayo cuando celebre-mos la venta y tómbola para las Misiones.

Todas deseamos trabajar mucho, si el Señor nos ayudacon su gracia y si la bendición maternal de nuestra Santí-sima Madre nos acompaña.

De Bérriz.Este convento de Mercedarias, el más numeroso de re-

l igiosas, con un colegio que es el honor de la Merced, nostiene acostumbrados al pensar alto y sentir hondo losi ntereses de la Iglesia. Una visita a Bérriz es un tonificadorexcelente del espíritu Mercedario y un estímulo poderosoPara grandes empresas.

Comentando en el número de LA MERCED del año pasa-do estas palabras de las Religiosas de Bérriz: «Trátase deampliar aquí ei noviciado para que no falte sitio a las mu-chas almas generosas que quieran consagrar su vida a lasalvación de los infieles», decía yo: «o yo me pierdo de listoo esto quiere decir que Bérriz va a ser la casa madre de lascasas que se establezcan en las Misiones, de las que la deWuhú va a ser la primera de la serie y que, por consiguien-te, además de la personalidad moral del convento de BérrizY de la personalidad de cada una de las casas que se fun-den, va a surgir la personalidad de la agrupación de todasestas casas, la de Bérriz y las que de Bérriz inmediata omediatamente tengan origen. Y si esto va arriba y si lasnecesidades de la misión lo exigen, las Mercedarias deBérriz fundarán otras casas-noviciado en Vascongadas Yotros puntos de España y constituirán la provincia», y alía-

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do hoy que sería el ideal la agrupación de todos los con-ventos de clausura en provincias, culminando después enla unidad superior de la Orden de la Merced que para dis-tinguirla de la de los varones podía llamarse la SegundaOrden de la Merced.

La primera parte de mi aserción la veo confirmada enuna especie de manifiesto recientemente lanzado por Bérrizal público por el siguiente párrafo:

«Tanto la Comunidad de Wuhú, como las que posterior-mente se estableciesen al tenor de éste en tierra de infielesdependerán de la casa de Bérriz, donde deberán pasar sunoviciado y los tres años de votos simples, todas las reli-giosas...»

Párrafos más notables deeste manifiesto:

«Las Religiosas del Convento de la Vera-Cruz, de Bé-rriz, conformándose con el espíritu de la Orden, se handedicado por muchos años a la educación e instrucción dela juventud femenina; mas impulsadas ahora por los vehe-mentes anhelos d o.. la Santa Sede, y deseando compene-trarse más y más con el espíritu redentor propio de la OrdenMercedaria, se han ofrecido a Su Santidad para extendersu obra educadora en los países infieles, sacando de estamanera las almas de la cautividad del demonio para llevar-las a la verdadera libertad de los hijos de Dios.

Su primer campo de acción, como misioneras, es Wuhú(China), población importante de 300.000 almas, en la cualvienen trabajando los RR. PP. Jesuitas de la provincia deCastilla. L as Religiosas, admitidas ya por la Sagrada Con-gregación de Propaganda Fide y por el Ilmo. y Rvdmo. Pa-dre Vicente Huarte, Vicario Apostólico de Wuhú, y Obispode Nhang-Hoei, dirigen un gran Colegio (el primero católi-co, en dicha ciudad) para la educación de señoritas y for-mación de maestras indígenas, debido a la munificencia deD. Victorina de Larrinaga, viuda de Basabe.

La Comunidad está formada por Madres y Hermanas: alas primeras pertenecen la asistencia al coro, el gobierno ydirección de la Casa y la educación de las niñas; las segun-das se dedican a los trabajos domésticos, cooperando conlas Madres a algunos ministerios relacionados con el próji-mo y tomando parte en todos los actos de Comunidad, ex-cepto el Oficio divino.

El tiempo de prueba o de postulantado, dura seis meses,

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en los cuales las aspirantes usarán un traje negro, uniforme.El noviciado dura un año entero, al cabo del cual, si la Co-munidad juzga apta a la novicia para la vida religiosa, yella persevera en la vocación, emitirá los votos simples portres años; pasados los cuales, hará su profesión o incor-poración definitiva.

Las Religiosas de este Convento, como miembros de laOrden Mercedaria, están sujetas a la Regla de San Agustíny a las Constituciones propias de las Monjas de la Orden;pero por especial privilegio de la Santa Sede en favor delnuevo rumbo tomado por esta Comunidad, se ha dispen-sado la clausura papal y el Oficio Divino a todas las misio-neras mientras ejerzan su apostolado en tierra de infieles.No solamente las que trabajen activamente en las Misiones,sino cuantas forman parte de la Comunidad, aun las novi-cias, gozan del título de misioneras, y son consideradascomo tales por Rescripto especial de la Sagrada Congre-gación.

Tanto la Comunidad de Wiihú, como las que posterior-mente se estableciesen al tenor de ésta en tierra de infieles,dependerán de la Casa de Bérriz, donde deberán pasar sunoviciado y los tres años de votos simples, todas las reli-giosas. Pasado este tiempo, las que sientan vocación misio-nera y a juicio de los Superiores sean aptas, serán destina-das a la gran obra de la Propagación de la Fe.

Los principales ejercicios de la Comunidad son: OficioDivino en coro, una hora de oración mental, Santa Misa,Comunión diaria, examen de conciencia al mediodía y a lanoche, media hora de lectura espiritual y una parte delSanto Rosario. Cada año se hacen los ejercicios de SanIgnacio por espacio de ocho días; y el primer viernes decada mes, expuesto el Santísimo Sacramento, se hace retiroespiritual; dedicando todo el día a la adoración, reparacióne intercesión a favor de las misiones.

Además de los ayunos eclesiásticos, están obligadaslas Religiosas, por Constitución, al ayuno, todos los viernesdel año, y a la abstinencia los viernes y sábados. En Ad-viento son de ayuno cuatro días a la semana. Otras prácti-cas de mortificación externa son voluntarias, excepto algu-nos días prescritos por las constituciones. Así de este comode otros detalles de la vida de Comunidad, informará par-ticularmente la Superiora.

Para ser admitidas entre las Madres, se requiere: Edadno menor de quince años ni mayor de cuarenta; sólida ins-

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trucción o capacidad para adquirirla. Para ingresar en cali-dad de Hermana, la edad no será menor de veinte años ydeberán saber leer, escribir y doctrina cristiana. Tanto paralas primeras como para las segundas se exige, ante todo,vocación sólida; y además, salud y fuerzas para llevar elpeso de la vida religiosa, juicio sano, buenas costumbres,ser nacida de legítimo matrimonio y no haber pertenecidoni por breve tiempo a otra Orden o Congregación religiosa,ni tener otro impedimento canónico.

La dote para las Madres es de 15.000 pesetas, incluidostodos los gastos de postulantado, noviciado, equipo, etc. Deesta cantidad se entregarán 3.000 pesetas al ingresar en elpostulantado, y las 12.000 restantes a la toma de hábito.Para las Hermanas la dote será de 3.000 pesetas, incluidostodos los gastos.

Exigiendo la obra de la educación e instrucción, tantoen nuestro país como entre infieles, gran caudal de conoci-mientos en las personas que se dediquen a ellas, se dispen-sará parte de la dote o su totalidad, según los casos, a lasaspirantes que poseyeren algún título oficial o habilidademinentes en artes, idiomas, etc.

Las aspirantes deben presentar la fe de Bautismo yConfirmación; informe de buena conducta, dado por el curaPárroco; certificado de médico y licencia de sus padres, sise trata de menores de edad. Para informes dirigirse:

Vizcaya, Pvda. M. Comendadora, Colegio, Bérriz.

El Dr. Fr. Sera% de Freitas.Uno de los fundadores del Derecho Internacional.

¡Mal año para los envidiosos, a quienes molesta que losmercedarios desenterremos nuestras glorias! En el presen-te de 1926 van a ser ensalzados como se merecen dos ilus-tres hijos de la Merced, y no por las plumas de sus herma-nos de hábito, sino por manos de extraños, que ningún in-terés tienen en ello.

¡Cobren también aliento los pusilánimes de casa! Es tanabundante la mies de nuestra historia, que aun segandonosotros continuamente, quedará mucho donde espigar losextraños.

¿Ha sonado alguna vez en sus oídos el nombre del Pa-

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dre Freitas? En las bibliotecas de nuestros conventos suelehallarse el primer bulario de la Orden, ilustrado por él, condoctísimos comentarios en 1652; mas como posteriormentePublicó el suyo Fr. José Linás, meritísimo Arzobispo deTarragona, pocos suelen consultar el de Freitas.

Y a esto se limitaba lo que de él se sabía comúnmente,pero la Universidad de Valladolid, donde fué profesor deCánones (cosa rarísima entre los frailes españoles), acordórendirle un homenaje con motivo de cumplirse ahora tres-cientos años de la publicación de su obra más trascenden-tal: De justo imperio lusilanorum asiático, en que discutíaacertadamente con Grocio, cuya obra más importante DeJure be/li el Pacis, se publicó también en 1625.

La Universidad acaba de hacer una espléndida repro-ducción del texto de Freitas, con una buena traducción delcanónigo vallisoletano Sr. Zurita Nieto y prólogo analíticodel Sr. Fernández Prida, catedrático de Derecho internacio-nal en la Universidad de Madrid.

El primero en llamar la atención modernamente sobre elmérito de nuestro profesor fué un francés, A. Guichon deGrandpont, que tradujo su obra, imprimiéndola en Lille, en1882. Después, el citado Sr. Fernández Prida (profesorque fué de S. M. el Rey), trató de vulgarizar en Españasus ideas, y gracias a él se ha despertado el actual movi-miento.

La Universidad de Coimbra, donde Freitas estudió y segraduó, prepara también una traducción cie su obra, des-pués de tributarle el debido homenaje en el Congreso deCiencias que allí se celebró en 1925.

El P. Freitas era natural de Lisboa, y él mismo dice ensu dedicatoria a Felipe IV que tres de sus hermanos habíandado su vida por la patria, que entonces formaba parte delas Españas, aunque conservando su constitución y gobier-no peculiares. En Lisboa comenzó sus estudios, que termi-nó en Coimbra, graduándose de doctor en ambos Dere-chos en 1595. Vinose después a Valladolid, donde tomó elhábito de la Merced y comenzó a tomar parte en la ense-fianza universitaria como profesor extraordinario.

Hizo sus primeras oposiciones en 1604 disputando lacátedra de Clementinas al Dr. Lorenzo Rodríguez, que lallevó con poco exceso de votos. Al año siguiente quedó va-cante la de Vísperas de Cánones, a la que se opuso, expli-cando en 19 de diciembre su lección de Officio el potes/ateludicis delegati. Diéronle posesión de la cátedra el 24 de

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diciembre de 1605, por haber excedido en votos y calidadesa sus contrincantes los licenciados Gudiel y Romero.

Del aplauso con que era oído nos da testimonio en 1622el cronista P. Vargas, que celebra al profesor vallisoletanocomo uno de los mayores timbres de la Orden, lamentandoque ya entonces estuviera sordo, lo que si era inconvenien-tes para las disputas orales no lo era para sus luminososinformes escritos, que constituían el asombro de la Chanci-llería y demás tribunales que solicitaban sus luces, previadispensa apostólica. El que obtenía de Freitas un informea su favor tenía por segura la victoria. La Universidad deSalamanca llegó a ofrecerle la cátedra de Prima de su Fa-cultad, si aceptaba el trasladarse a ella cuando vacase.

Pero lo que hace perdurable su memoria es el mencio-nado tratado De Justo Imperio en que discute las ideasde Grocio sobre la libertad de los mares y del comerciosostenidas en su primera obra anónima titulada Mare Libe-ruin, incluida más tarde en otra que intituló De Jure Praedae.

La libertad de los mares y del comercio lleva consigouna porción de problemas de Derecho Internacional enton-ces muy obscuros y apenas esclarecidos en nuestros días.Sobre ellos y sobre la naturaleza misma del Derecho deGentes, discurre con admirable lucidez el P. Freitas en unestilo digno de la grandeza del asunto. Los mencionadosprofesores y otros muchos le reconocen corno el más temi-ble rival de Grocio.

Sus ideas contribuyeron sobremanera a disipar errores,poniendo en ridículo afirmaciones y hechos que se alegabanpor unos y por otros. «Cuando Freitas (dice el Sr. Fernán-dez Prida) enalteciendo las gloriosas expediciones portu-guesas, se burla de las fábulas admitidas por el juriscon-sulto holandés en orden a las navegaciones de Hannón yde Eudoxio; cuando interpreta la famosa bula Inter Caete-ra, de Alejandro VI, y subraya la ausencia de protestascontra ella, y ve en ese silencio una aquiescencia tácita deEuropa, que impide todo cambio violento en la situaciónestablecida; cuando discute a los holandeses el derecho acontradecir lo que aceptó el Estado en que formaban parte;cuando defiende la necesidad de la prescripción en el ordeninternacional y vuelve por los fueros de la recta interpreta-ción de los textos del Derecho romano, no cede en ingenioni en erudición, y excede, a veces, en vigor de razonamien-to a su gran adversario, conquistando el derecho de ponerdignamente junto al nombre de éste, el nombre propio».

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Como Grocio y sus libros fueron después el eje de to-das las discusiones en esta materia, el figurar en ellos aun-que sea a título de adversario, sería prenda de inmortali-dad, pero Freitas no tuvo esa suerte, y aunque fué muy ex-Plotado entonces, su nombre cayó en el olvido hasta estosUltimos años. Grocio, en efecto, no tuvo ocasión de citar aFreitas, pues si bien conoció y estimó su libro, no volvió aescribir sobre la materia. Condenado a cadena perpetuaPor sus paisanos calvinistas, a causa de abominar, comoera justo de las doctrinas fatalistas de Calvino, hubo dehuir de su patria, pasándose al servicio de Suecia, que leempleó corno embajador en París. En tal situación se com-prende que se desinteresara del mar libre que tanto preocu-paba a los holandeses, dejando que éstos se defendieranComo mejor pudieran, con la espada y con la pluma.

A pesar de eso el nombre de Freitas brilla hoy con nue-vos resplandores y la Orden de la Merced debe contarle poruno de sus hijos más ilustres.A él debió probablemente elque viniera a honrar nuestros claustros otro jurisconsultoi nsigne, el Dr. Alonso Anaya Pereira, que después de obte-ner varias cátedras en la Universidad de Valladolid, se ha-bía jubilado en Prima de Cánones, habiendo sido Rector,Canónigo de Toledo, Oidor y Presidente de la Cancillería,en 1602. Falleció en nuestro convento de Valladolid, en1606.

El P. Freitas se jubiló en 1626 con dispensa de algunosmeses de lectura en atención a sus méritos y a que se ha-bía quedado del todo sordo. Este defecto (dice el P. Hardáen su Biblioteca M S.) sirvió a su modestia de escudo pa-ra no aceptar cargo alguno dentro ni fuera de la Orden,aunque Felipe IV deseó promoverlo a un obispado. Nom-bróle, sin embargo, Juez conservador de todas las Orde-nes Militares en Castilla, cargo que desempeñó con gransatisfacción de las partes, hasta que murió, casi octoge-nario, en Madrid, por marzo de 1633(1).

En 1632 tenía concluidos los mencionados Escolios anuestro Bulario, cuya edición preparaba el célebre P. Re-món, pero habiendo fallecido los dos con pocos meses de

(1) Véase Historia de la Universidad de Valladolid, por D. Ma-riano Alcocer, sobre todo el t. V. Completó mis informes sobre el Pa-dre Freitas mi buen amigo y condiscípulo don Santiago García López,Bibliotecario de la Universidad, cuyas múltiples atenciones me com-Plazco en reconocer.

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intervalo, quedó en suspenso la obra, hasta que en 1636 lapublicó el P. Salmerón.Los tales escolios son dignos de su autor y prestan va-

liosos servicios a los que estudian la disciplina y privile-gios de la Orden, descartando falsas interpretaciones quesuelen ocurrirse a los profanos.

Y ahora, conocido ya el P. Freitas, preguntará el lector:¿Quién es el otro mercedario que va a ser glorificado eneste año? Un elocuentísimo orador del siglo de oro denuestras letras, el maestro Fr. Hernando de Santiago, cu-ya vida y obras ha estudiado con gran cariño por variosaños un diligentísimo hijo de San Ignacio, que pronto nosdará a conocer el fruto de sus desvelos.

FR. GUILLERMO VAZQUEZ

MERCIERLa labor filosófica del ilustre cardenal ha sido expues-

ta innumerables veces, y, de consiguiente, apenas si puedeofrecer novedad alguna. No así (por lo menos fuera de Bél-gica), su acción pastoral y apostólica, y, sin embargo, es, ano dudarlo, el aspecto más importante de aquel complejísi-mo carácter que emprendió de frente la dirección intelec-tual, social y religiosa de su pueblo, logrando en ello un éxi-to de todo punto inesperado.

La institución y dirección del Seminario León XIII, lavaliente defensa de la nación durante la ocupación germana,las célebres conversaciones de Malinas con los anglicanos,su viaje triunfal por América y su visita al Instituto de Fran-cia y la Academia de Bélgica, pueden, sí, darnos idea de unhombre grande. Mas la labor íntima que realizaba con supueblo, la razón de aquel amor intenso que todos los suyosle profesaban, sólo quien de cerca le haya tratado o quienhaya leído sus escritos pastorales, podrá comprenderla.

«El Cardenal, dice Hoyois, corresponsal de «El Debate»,era ante todo un padre... ha practicado el don de la entregade sí mismo con tal largueza, que nos ha dejado el modeloperfecto, el tipo del pastor de almas».

En 1906 fué nombrado arzobispo de Malinas. Dedicösedesde entonces con ahinco a la formación de su clero.

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Dirigiéndose arios más tarde a sus amados sacerdotes,les decía con toda su alma de apóstol: «Vosotros sois el pri-mer objeto de mis solicitudes. No digo el primero después deDios, digo simplemente el primero: el sacerdocio es una pro-longación de Cristo sobre la tierra: el Cristo es nuestro Dioscon nosotros, el Emmanuel; vosotros sois la continuaciónviviente de Dios por su Cristo al servicio de la humanidadpecadora y doliente. Yo veo en vosotros a Dios, leo en vues-tro carácter sacerdotal los rasgos de Cristo y reconozco envuestra acción la realización del Misterio divino cuyo cum-plimiento está en el Cristianismo» («La Vie intérieure»).

Párrafos como este, vibrantes de elocuencia, unción yamabilidad, eran capaces de dar a las almas sacerdotalesaquel temple de acero, que se precisaba poseer, para sopor-tar con firmeza las angustiosas circunstancias por que cruzóla desdichada iglesia belga, durante los luctuosos arios de lagran guerra y la post-guerra, circunstancias de las que gra-cias a su gran arzobispo salió rejuvenecida. Sí, es que portodas partes le asistía la palabra alentadora del padre, delpastor y del consejero íntimo.

Fruto del desvelo por sus ovejas, son las joyas espiritua-les que nos ha legado: sus = Oeuvres pastorales', <A mes sé-minaristes» y «La Vie intérieure». Diremos algo de este últi-mo libro, preciosísimo 'recuerdo de los Santos Ejercicios quedió a su clero apenas terminada la gran guerra. ¡Qué espec-táculo tan grandioso a los ojos de Dios, ver al clero de aque-lla vasta diócesis, en los días más calamitosos de su patria,reunirse silenciosos a los pies de su pastor, para meditar enel retiro las verdades del Reino de Dios!

«Nuestro fin, nos dice al comienzo de su libro, es ponerel dogma como base de la espiritualidad » . ¡Y qué realizaciónde esto más hermosa se halla en sus páginas! ¡Qué compren-sión más íntima y viva del Misterio cristiano! Dios vive enel alma; y el alma vive en Dios, Dios se baja hasta el almay la atrae; el alma se deja cautivar y unir a Dios, Dios obray se da; el alma responde y se entrega. Su exposición delMisterio de la Santísima Trinidad y la comunicación de suvida a las almas como obra de amor por medio del Cristo,dan la impresión más clara de lo vivido y sentido.

Necesario fuera si quisiéramos dar cuenta de las bellezasde este libro copiarle íntegro.

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Notamos, sin embargo, el admirable Entretien 5 • e sobrela entrega del pastor a sus ovejas. El 3. e sobre la Perfección,unión a Dios por la caridad, que si sus doctrinas no puedendecirse originales, representan, sin embargo, una vigorosay preciosísima exposición, sobre la perfección cristiana.Y sobre todo el larguísimo Entretien 6.e, el más original dela obra. He aquí el sumario de su contenido: Donación deDios a la humanidad. El orden sobrenatural. Vida íntima dela Santísima Trinidad. Comunicación de esta vida a la hu-manidad. Dios se da en plenitud al Hombre-Dios y por El ala Iglesia. Esta comunión de vida es actual. Fin y términodel orden sobrenatural. Llamamiento a la vida interior. Ex-hortación a la predicación del Misterio cristiano.

En las páginas 214, 284, etc., se hallan sugestivas exhor-taciones a la lectura asidua, penetrante, a la vez afectuosay estudiosa del texto inspirado. Basta leer cualquier páginade su obra para convencerse que esta fue su práctica en lalectura de los Sagrados Libros. Este ha sido el tema de laconferencia que dió en Roma en el XV.° Centenario de SanJerónimo ante los representantes del mundo católico, allíreunidos para honrar al Solitario de Belén, con el que al uní-sono fue aclamado el gran Primado de Bélgica.

No sabemos cómo recomendar bastante la lectura de estaobra, que es, a nuestro juicio, la que más alto coloca el nom-bre de su autor, y no precisamente por sus ideas originales,que sin duda son más numerosas en sus obras filosóficas;sino por ser ésta la realización concreta y práctica más doc-ta, más viva y más llena de unción que hayamos visto delconcepto valorativo de los dogmas; concepto que han trata-do actualmente dos insignes varones de nuestra patria: eldocto y devotísimo padre Arintero y el mayor metafísico denuestros días Amor Ruibal, aunque con distinta finalidad,tratando el primero de fundamentar la espiritualidad cris-tiana, y el segundo de determinar los valores ontológicos deltipo dogmático católico.

También nuestro padre Sancho, en algún artículo de lospreciosísimos que publicó en la revista «San Ramón», ha de-fendido la necesidad en los fieles de una intensa instruccióndogmática si queremos dar sólido fundamento a la piedadcristiana.

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Son frecuentes las repeticiones en el cuerpo de la obra,pero de esto ya nos previene su autor que dice, no intentóescribir un tratado dogmático en el que habría de ser com-pleto y no repetirse so pena de violar las leyes metodológi-cas, sino un libro que contribuyera a inflamar las almas cre-yentes avivando la fe de su bautismo y procurando con eldulcísimo obispo de Ginebra, escribir sobre su propio cora-zón, lo mismo que escribiere sobre el papel.

Hacemos votos por que sea pronto vertida esta obra anuestra lengua, a fin de que contribuya al crecimiento de lasalmas en el amor y gracia del Divino Espíritu, por la com-prensión cada vez más viva del Misterio cristiano en la co-municación de la vida de la Santísima Trinidad a nuestrasalmas por el Espíritu del Cristo resucitado y subido al ladode su Padre.

FR. E. SILVAPoyo, febrero de 1926.

DE ROMADel Poro al Coloseo.

Cansado de dar vueltas entre las monumentales ruinasdel Foro Romano, una tarde pesaban sobre mi alma losrecuerdos de la Roma pagana, oprimiéndola entre tantagrandeza que fué, y me obligaban a exclamar:

Roma quanta fuit ipsa ruina docet.Por la Vía Sacra, camino obligado de los vencedores

romanos con los trofeos de sus victorias, había contempla-do basílicas, ruinas de templos paganos, columnas rotas,capiteles desparramados, hermosos relieves que el tiempono pudo borrar: el Lapis Niger, tumba de Rómulo; el Mi-l liarium aureum, donde estaban grabados los nombres delas principales ciudades del imperio y sus distancias deRoma; los Rostros, donde resonó la voz de Cicerón y otrosoradores romanos; el arco de Septimio Severo; los templosde Saturno, de la Concordia, de Vespasiano, el pórtico delos Dii consentes; la columna de Focas, y otras grandio-sas, que en vano se esfuerzan por sostener las cornisas detemplos de dioses o de héroes. Miro al Capitolio, no por

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cierto con la veneración de los antiguos paganos y vol-viendo mis ojos al Palatino, morada de Césares y gentepudiente, por entre el laberinto de basas de la basílica Julia,bordeando ruinas después de contemplar las estatuas delas vestales y máxime lo que fué su casa, y el templo deVesta, por la Vía Nova me encaminé al Palatino. ¡Qué her-mosas ruinas, pero al fin ruinas! En la cumbre hay frondo-sos jardines donde los cipreses, avellanos, encinas, palme-ras, olivos, granados, cedros, pinos y laureles alternanamigablemente, cuando el viento les hace hablar. La vistapanorámica de Roma, con sus cúpulas, sus colinas, loslejanos montes, es grandiosa: San Pedro; el janículo, consus hermosos jardines; el Aventino, con el suntuoso Mo-nasterio benedictino de San Anselmo, y Santa Sabina dePadres Dominicos; las inmensas arcadas de las termas deCaracalla; los jardines de Galatea; el arco de Drusso, elsepulcro de los Scipiones; más allá, tocando las nubes, loscipreses que señalan las Catacumbas de Domitila, de SanCalixto, San Sebastián; el sepulcro Cecilia Metella; per-diéndose en la lejanía la inmortal Vía Appia...

Después de admirar la casa de Livia... me dirigí al Cir-co máximo que Tarquimio Prisco hizo levantar, y fui re-construido con magnificencia por Julio César. Era capazde contener unos doscientos sesenta mil espectadores.

Eran las siete y una campana nos avisó que debíamosabandonar aquellos lugares. Descendiendo hacia el arcoque Domiciano hizo construir en honor de Vespasiano YTito, pude ver en él los magníficos bajorrelieves que repre-sentan entre otras cosas los triunfos del conquistador deJerusalén: allí está el candelero del Templo en un relieve,con sus siete brazos. Dejando a su izquierda las gigantes-cas columnas que un día estuvieron levantadas en honor deVenus y Roma, y hoy yacen desparramadas por el suelo,me encaminé, por la Summa Vía Sacra, al Coloseo, cuyamole inmensa herida por los últimos rayos del Sol, tomabaun tinte de severidad imponderable: allí me hablaría el re-cuerdo de San Ignacio de Antioquía; de San Abdón y Se-nén; San Vilo, Modesto y Crescencia; San Eustaquio yJulio, las Santas Martina y Prisca...

El templo de Venus y Roma fué sin duda el edificio sa-grado más grande entre los monumentales de la Roma pa-gana. Edificado sobre las ruinas de la Domus aurea deNerón por Adriano, con sus diez columnas de frente yveinte de lado, rodeado todo por un pórtico sostenido por

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ciento cincuenta, con sus 150 metros de largo y 96 de an-cho; por sus adornos de planchas doradas y suntuosa mag-nificencia, fué tenido por digno de Venus Peliz y RomaEterna...

Sólo con estos pensamientos me encontré frente a lamás gigantesca obra de los tiempos romanos; el AnfiteatroFlavio, construido por Vespasiano después de la guerraj udaica, en lo que fué jardín y lagos de Nerón.

Al entrar mi corazón, oprimido hasta entonces por elpeso de tantas ruinas, latió con violencia; mi pecho respirócon fuerza, y como si un suave roce de alas angélicas aca-riciara mi espíritu, sentí una emoción profunda, indescripti-ble. Apenas había visto fuera uno que otro turista y dentrodel Anfiteatro, en actitud devota, veo una nutrida peregrina-ción, eran los obreros milaneses «Opera Cardinal Ferrara»los peregrinos del Papa, que, en número de ocho mil, ha-bían venido a Roma a ganar el S. Jubileo. Cantaron elCredo como profesión de fe, donde tantos mártires la con-fesaron y sellaron su verdad divina con su sangre.

Algo de belleza sobrehumana revistió aquel Credo, ecosincero de la fe de tantos millares de almas cuya devociónbrotaba por los labios; lazo de unión de todos los católicospor el cual la Iglesia es una. Las afirmaciones del Credosobre la misma arena bañada en sangre de mártires, tienenuna fuerza de convicción que no puede medirse.

Christus vincii, Chrislus regnat, Christus imperat; pa-recían repetir aquellas voces innumerables que resonabanen el silencio de aquella tarde serena, y difundiéndose entorno del Coloseo, subían a la altura, ondulaban por lasruinosas arcadas del Anfiteatro, donde tantas veces reso-naron los ayes de las víctimas, los rugidos de las fieras, lagritería de los espectadores y la confesión de fe de tantosmártires cristianos...

Todos los peregrinos se postraron para besar la arenaempapada en sangre de mártires... Lin sacerdote, con elo-menda serena al principio, llena de santo entusiasmo des-pués, invitó a los peregrinos a la meditación de las gloriasy grandezas cristianas... Imposible seguirle: martirio, pure-za, santidad cristianas; aromas del Cielo que santifican latierra que las abominaciones paganas habían manchado...Cantaron un Tedeum; ¡qué bien sonaba allí aquel Te mar-tyrum candidatas laudat exereitust

Era la hora del Angelus; todos los peregrinos se arrodi-llaron para saludar a Maria... Anchos festones de nubes

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arreboladas, servían de inmenso pabellón suspendido en elazul clarísimo del Cielo, sobre el Coloseo hasta San Pedro,hasta más allá, hasta donde el sol se había escondido...

Cuando los peregrinos, con organización admirable,salieron del Anfiteatro, aquellas nubes rojas habían ya to-mado un tinte oscuro. Los ángeles que habían recogidoaquellas plegarias y el testimonio de fe de los peregrinos,se retiraban también, más allá, mucho más allá de las pri-meras estrellas que titilaban sobre Aracoeli y el Capitolio, ysubían al Cielo para ofrecer ante el trono de Jesús y Maríalas lágrimas que el fervor y la piedad hicieron correr y lasplegarias de los peregrinos, como en otro tiempo llevaron,en bandejas de oro, la sangre de los mártires ante el tronodel cordero inmaculado. Y al presentarlas a Jesús por Ma-ría, pulsarían sus arpas, repitiendo aquel Credo, aquel Te-deurn y Avemarías, como en otro tiempo hicieron sonar elChristus vincit y plegarias de los mártires.

* * *

De la Roma pagana antiguas glorias, hoy ruinas muer-tas; de la Roma cristiana glorias inmarcesibles, grandezasque no mueren; ruinas que entristecen; glorias que vigori-zan y subliman; ruinas grabadas en mármoles que el tiempodestruye; glorias como delicadas flores, como movedizaarena al parecer, pero que, escritas en la tierra y regadascon sangre de mártires, y rubricadas en el Cielo, continua-mente florecen, perduran eternamente...

En tan gloriosas ruinas y en tan sublimes grandezas, nopude menos de repetir: O Roma felix...

Excellis orbis una pulchritudines...FR. MIGUEL LOPEZ.

Roma, 1925.

NOTAS RELIGIOSASMomentos de interés para el catolicismo en Inglaterra

Aun reconociendo la dificultad del asunto, voy a pre-tender en estas líneas especificar, ya que no evaluar el inte-rés particular del catolicismo en este país.

Ese interés no está en el número actual de los católicos.Eran en 1778 aproximadamente el uno por cien; en la mi-

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tad del siglo pasado llegaron a representar un 7 por 100 dela población, gracias, ante todo, a la inmigración irlandesaProvocada por la espantosa hambre que fue la última etapade la persecución protestante; en segundo lugar por la fide-lidad de los católicos del Sur del condado de Lancaster, yen tercer lugar por el movimiento de Oxford que descubrióa los ingleses que la llamada iglesia anglicana había rotola continuidad apostólica y era, por consecuencia, cisma yherejía. El número de conversiones individuales posteriores,que ha sido el mayor siempre entre los países protestantes,no ha cambiado sin embargo los términos de la propor-ción. Tres millones escasos de católicos para los cuarentaY pico de millones de habitantes.

Ese interés puede provenir de la enumeración de otrascircunstancias, menos precisas por más complejas.

Hasta hace pocos años era Inglaterra un mundo aparteen el occidente de Europa; una especie de abismo la sepa-raba del continente, cuya influencia era casi nula en la mar-cha de su vida nacional, mejor dicho, influía sin ser influi-da. La muy poderosa plutocracia que en el siglo XVI sealzó sobre la usurpación total de los bienes de la Iglesia,que representaban alrededor de una cuarta parte de todo elPatrimonio nacional, necesitaba anular a esa vieja Inglate-rra católica, herir la fantasía colectiva con la representaciónmás odiosa de Roma y tomar por auxiliar eficaz el nacio-nalismo que había despertado con fuerza. En efecto, enPoco más de medio siglo de régimen de terror conseguíaarrumbar la vida católica; después, con el Parlamento quefui representación suya, consiguió fabricar una sociedadde su cuño, unida como un bloque de jaspe en los interesescolectivos y en el odio a Roma. Era, sin embargo, unasociedad religiosa que creía en la inmortalidad del alma, laSantísima Trinidad, el juicio, el infierno..., pero con laMisma intensidad que amaba estas verdades católicas,Odiaba el hogar de la Religión. Con el correr de los tiem-Pos, una sociedad muy aristocrática y orgullosa que nosMiraba a los españoles, irlandeses, franceses, esto es, a losPaíses católicos, como pueblos muy divertidos y alegres,Pero muy inferiores en calidad. Todos los sucesos glorio-sos, enfilados y sincrónicos con la persecución de los cató-l icos impresionaban—y aún impresionan—la infantil fan-tasía de los anglosajones. El mundo era Inglaterra.

Pero he aquí algo nuevo en los últimos siglos de lahistoria europea. Inglaterra ha empezado a girar en torno

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del Continente. Este es un hecho que por las circunstanciashistóricas en que ha tenido lugar merece un examen másdetenido que el que le podemos dedicar en estas notas. Selo brindo al estudioso.

En este momento se puede asegurar que el catolicismono es sólo la fuerza más influyente del continente, sino quees mucho más activa y extensa que en el siglo pasado.Aun en tiempo de Combes parecía que el escepticismo ibaa ser la norma definitiva de la vida europea, pero la reac-ción que ya existía en los espíritus serios, ha demostradouna vida mucho más robusta que la artificial que provienedel machaqueo calculado de secta. Con regularidad nota-ble, una crítica más serena y un análisis más sincero hadestruido la pseudociencia que pretendía explicar el univer-so por un vulgar procedimiento de mecánica; y a la vez enel campo de la historia y filosofía se ha impuesto el catoli-cismo a la sutil investigación.

Inglaterra se va asociando a este hecho.Cierto es que la gran masa no tiene fe ninguna en todo

lo que trasciende lo concreto y experimental, pero a la vezlos principios católicos son motivo de singular simpatía ypreocupación en los espíritus seriamente instruidos. Parasaber el aprecio que una persona hace de un objeto, nono hay más que proponerle la eliminación de éste.

Y todo lo que algo vale en las ciencias o artes quierede todo corazón que viva el catolicismo, aun entendidocomo debe ser entendido. El llamado anglocatolicismo consus imitaciones litúrgicas y ornamentales, no es más queuna muestra del disgusto que les inspira la negación delcatolicismo. Quieren y aman la luz, ¿y no es esto señal deque un día amarán también el sol que la irradia? Andan deespaldas hacia Roma, ¿y no comprenderán algún día queno es esa la marcha natural del hombre?

Quien puede hablar, como muy pocos, de la Inglaterraactual dice a este propósito que «la antigua historia anti-católica que es siempre la historia oficial de Oxford, Cam-bridge y las escuelas, la historia que es preciso conocerpara ocupar un puesto administrativo se ve hoy reducidaa la defensiva». La historia real ha destruido la falsa histo-ria de la supremacía omnímoda de Inglaterra y Prusia.

Sin embargo, «al contrario de lo que se ve en las Uni-versidades y la vida intelectual de Francia y Bélgica, entreel elemento seglar de Inglaterra hay aún pocos cultivadoresde la filosofía escolástica y Santo Tomás».

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El inglés seminstruído aún gira alrededor del kantismo,desacreditado en la misma Prusia. Dice que el así clasifica-do ha hecho no obstante grandes progresos en la compren-sión del catolicismo y ya no mira como supercherías delhombre de la calle doctrinas escolásticas que antes supo-nía tales.

Desde el punto de vista social «el instruido (1) a mediasha llegado a disgustarse del capitalismo y el socialismo yquiere una distribución más equitativa de la propiedad.Cada vez se acerca más al concepto católico de la socie-dad: horror de la llamada neutralidad religiosa, repugnan-cia instintiva a la burocracia, la familia mirada como lacélula fundamental del Estado, derechos de familia anterio-res a los del Estado». Y desde el punto de vista político lassimpatías inglesas por los países protestantes y especial-mente por Prusia han recibido buen golpe con la guerra yel resurgir de las potencias católicas.

Hecho más consolador es que la vida católica en estepaís ha pasado del ritmo de inferioridad al de superioridad.Gracias a Belloc—de quien son las palabras citadas-Chesterton y unos cuantos más, los católicos se baten hoyen plena ofensiva victoriosa. Hasta ahora los católicos,viéndose en minoría insignificante, adoptaban generalmen-te ciertas formas de convivencia que indicaban un ritmo demiedo. Había que discutir con guantes blancos. La genti-leza se aprecia mucho en esta sociedad tan aristocrática;pero sin faltar a ella se habla hoy con una claridad noacostumbrada hasta ahora.

Por una parte hay una línea muy compacta y discipli-nada y en frente un mundo de confusión sin esperanza; yase adivina donde está la victoria. Esta actitud victoriosa dela Iglesia está bien simbolizada en la réplica que con eltitulo de «un compañero al Diseño de la historia, de mon-sieur Wells» ha escrito Belloc contra él la obra menciona-da. Belloc ha heredado la lógica, la claridad y precisiónlatinas. Es un gran lector de Santo Tomás. ¡Qué análisismás seguro y penetrante hace de los viejos errores deWells, que lo son de otros muchos! ¡Qué elocuencia másvictoriosa cantando las grandezas de la Iglesia que hahecho a Europa y... a Inglaterra, a pesar de ella misma!

Pero en este país tiene el entendimiento un gran enemi-go, y es la fantasía. La fantasía inglesa es más vigorosa de

(1) Parece suponer que el bien instruído piensa en católico.

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lo que se creen muchos. Es seguramente el país donde seleen más novelas.

En ningún pueblo extranjero sea quizá tan popular elQuijote como en Inglaterra. Teniendo en cuenta esto y lodemás, podríamos hacer el perfil psicológico de la Inglate-terra actual, diciendo que entre el entendimiento no bieneducado y la fantasía servida por una rica subconscienciade sentimientos y rencores de los tiempos protestantes, lavoluntad vacila y no tiene fuerza para prescindir de esasimágenes motoras y seguir la recta senda de la razón.

Cuesta mucho ser sincero consigo mismo, y muchomás en semejantes medios de vida.

Un corazón recto es el mejor tesoro que podemos llevaren esta vida, porque los que lo poseen entran en el reino dela verdad.

FR. MARTIN O. DE ARRIAGA

Los tres maridos burladospor el

Maestro Tirso de Molina.

(CONTINIJACION) (1)

Entre estas confusiones ridículas estaba en su celda desnudo,.sin haberle acordado que se vistiese el frío, ni saber él por dónde ocómo acomodar la diversidad de pliegues y confusión del hábito,que en su vida se había puesto, cuando entrando el compañero quedaba luz a los demás frailes, le dijo:

—¿Cómo no se viste, Padre Rebolledo, si ha de ir a maitines?—Dígame, hermano mío, ¿quién es aquí Rebolledo? ¿Qué maiti-

nes o vísperas son éstas que me desatinan?—respondió el casadofraile—. Si sois loco como yo lo he sido, y ese es el tema de vuestraenfermedad, ya yo estoy sano por la misericordia de Dios y no paraoir disparates. Decídme dónde hallaré al Rector y dejad de rebo-Ilearme.

—Con buen humor se levanta, Padre Rebolledo—dijo el religio-so—. Vístase, que hace frío, y mire que voy a tocar segundo y quees mal acondicionado el Superior.

Fuese con esto, dejándolo metido en mayores confusiones.---¿Yo Rebolledo?—decía—. ¿Yo fraile y maitines, no habiendo

(1) Véase el número anterior.

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seis horas que al lado de mi Hipólita trataba más en pedirla celosque en entonar salmos? ¿Qué es esto, ánimas benditas del purgato-rio? Si duermo, quitadme esta penosa pesadilla; y si estoy despierto,reveladme este misterio o restituidme el juicio que sin duda heperdido.

Pasmado se estaba sin acertar a vestirse, obligándole el frío arebozarse con las frazadas de la cama, cuando vino otro fraile yle dijo:

—Padre Rebolledo, el vicario de coro dice que por qué no va amaitines, que son cantados, y vuesa reverencia es semanero.

—1Válgame la corte celestial! ¿Yo soy fraile?—replicó el pobrete.eYo reverencia y padre Rebolledo? ¿Ya yo no soy Santillana? Díga-me, religioso, si es que lo es, o hermano loco, si, como imagino,estamos en algún hospital de ellos, ¿quién me ha puesto en esteestado? ¿Cómo o por qué me han quitado mi casa, mi mujer, misvestidos y mis barbas? ¿O qué Ilrganda la desconocida o Artus elencantador anda por aquí;' ha rematado con mi seso?

—Buena está la flema y disparate—respondió el corista—para lapriesa con que vengo a llamarle. Delantero debió cargar anoche enel refectorio, Padre Rebolledo, pues aún no se han despedido losarrobos de Baco. Vístase y si no acierta yo le ayudaré.

Echóle entonces el hábito encima, y al ponerle la capilla, comoera estrecha, creyendo que era algún espíritu malo que quería aho-garle, comenzó a dar gritos:

—¡Arredro vayas, Satanás; déjame aquí ángel maldito; ánimasdel purgatorio, Santa Margarita, San Bartolome, San Miguel, todosabogados contra los demonios, ayuda y favor, que me ahoga estediablo capilludo!

Y escabulléndose de las manos, rota la capilla y arañado el fraile,echó a correr por el dormitorio adelante sin detenerse en nada.

Atentos y escondidos habían estado oyendo la escarapela ridículael prelado y súbditos, reventando la risa por romper los límites dela simulación y silencio que este caso requiría. Pero saliendo juntoscon las velas encendidas que habían prevenido para el coro, le dijosevero el disimulado superior:

—Padre Rebolledo, ¿que escándalo y desenvoltura es ésta? ¿Alfraile que yo envío para que le llame al coro trata desa suerte? ¿Lasmanos pone en un ordenado de grados y corona, y a la culpa de novenir en fiesta doble a hacer su oficio añade el descomulgarse? Apa-réjese luego, que con un Miserere mei se le aplacarán esos bríos.

—¿Que es aparejar?—respondió el colérico montañés—. ¿Soy yobestia? Ya estoy por defenderme de vuestras ilusiones, espírituscondenados. Cata la cruz, no tenéis parte en mí, que soy cristiano'viejo de la montaña, bautizado y con crisma: Fugite partes adversae.

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Estos y otros desatinos comenzó a ensartar, con no poco tor-mento de la risa de los circunstantes, que se malograba puertasadentro de la boca; pero haciéndole agarrar a dos donados y dicién-doles el prelado:

-Este fraile está loco, mas la pena le hará cuerdo.Le asentaron en las espaldas de par en par una colación de cane-

lones, que pagó con más cardenales que tiene Roma. Daba gritosque los ponía en el cielo, diciendo:

-Señores, o frailes, o diablos, o lo que sois, ¿qué os ha hecho elpobre Santillana para tratarle con tanta rigurosidad? Si sois hom-bres, doleos de otro de vuestra especie, que jamás hizo mal a unamosca, ni tiene de qué acusarse sino de la mala vida que sus celoshan dado a su mujer; si sois religiosos, baste la penitencia, pues nocae sobre culpa que yo sepa; si sois demonios, decidme ¿por quépecados os permite Dios que me desolléis desta suerte?

Menudeaba el padre disciplinante azotazos en esto, diciendo:-¿Todavía da en su tema? Pues veamos quién se cansa.-Ya lo estoy, padre de mi alma-respondió el penitente por fuer-

za -por la sangre de Jesucristo que tenga lástima de mí.-¿Pues se enmendará de aquí adelante?-Sí, padre mío, yo me enmendaré, aunque no sé de qué.-¿Cómo que no sabe de qué?-replicó el cascante-. Miren qué

gentil modo de conocer su culpa, aún no está como ha de estar;aguarde un poco.

Y diciendo esto le taraceaba las espaldas.- Padre de mi corazón-dijo entonces echándose en el suelo-,

confieso que yo soy el hombre más malo que pisa la tierra; tengamisericordia de mis carnes, pues Dios la tiene de mi alma; que yome enmendaré.

-¿Sabe-le replicó-que es fraile, y que en los que lo son lasculpas veniales son de más escándalo que las mortales del seglar?

- Sí, padre, fraile soy, aunque indigno.-¿Sabe la regla que profesa?-le decía.Y él proseguía también en responderle y decir:- Sí, padre; sí, padre; sí, padre.-¿Qué regla es?-le dijo.Y respondió:- Cualquiera, la que quisiere vuesa paternidad; no se detenga en

eso, que será la que fuere servido; déjeme, y no repare en reglas,aunque entre en la del gran Sofí.

-¿Será-le decía-desde aquí adelante humilde y cuidadoso ensu oficio, padre Rebolledo?

-Seré Rebolledo-respondía-y todo lo que quisieren.-Pues bese-le dijo-, bese los pies a ese religioso maltratado

por vuesa reverencia y pídale venia.

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Besóle los pies y dijo llorando ms de do/or que de arrepenti-miento:

-Padre mío, pídole brevas, o lo que es esto que me mandan lepida.

Soltaron la risa todos entonces, que no pudieron sufrirla. El pre-lado los reprendió, diciendo:

-¿De qué se ríen, padres, habiendo de llorar la pérdida de/juiciode un fraile, el mejor que teníamos, y que ha servido quince años eneste monasterio con la mayor puntualidad que ha visto la religión?

-¿Quince años y o?-decía entre sí el pobre Santillana -; quinceaños yo en aqueste convento? ¿Hay encantamiento semejante encuantos libros de caballería desvanecen mocedades? Alto pues: quesupuesto que tantos lo dicen, verdad debe de ser, aunque yo no se elCómo; porque a no ser así, ¿qué les importaba a estos benditos elmaltratarme y afirmarlo?

-Véngase al coro con nosotros-le dijo el cuñado que no co-nocía.

Y obedeciöle el celoso por su daño. Comenzaron los maitines, yle mandó el prelado que entonase en medio la primer antífona. Sabíaél de música lo que de vainicas; pero no osando replicar, temerosode otra tunda, la cantó regañando, de suerte que, prosiguiendo larisa de todo el coro, y no pudiéndola disimular el Superior, le man-dó llevar al cepo, donde le tuvo tres días tan fuera de sí, que faltópoco para no renunciar con el siglo el seso.

Al cabo dellos le sacaron, y mandó el prelado fuese con un com-pañero a pedir el pan de la limosna que se acostumbra los sába-dos. Diéronle su talega, y sin replicar palabra, como una ovejacumplió la obediencia. Llevóle de industria el que le acompañaba ala calle donde vivía su mujer; y reconociendo la casa, alentado y connuevo espíritu, dijo entre sí:

-Aquí de Dios, ¿esta no es mi casa? ¿Yo no estoy casado conHipólita? ¿Quién diablos me ha metido a mí en frailías que no ape-tecí en mi vida? Matrimonio me llamo.

Entróse con esto en el portal, y hallando a su mujer allí, abra-zándose con ella, comenzó a decir:

-Esposa de mis ojos, castigo del cielo fue el mío por la malavida que te he dado; fraile me han hecho sin saber cómo o por qué.Pero desde hoy más buscarán talegueros; que yo matrimonio mellamo.

-¿Qué descompostura es esta?-dijo a voces la mal casada-.Aquí de la vecindad; que este loco atrevido ofende mi honra.

Acudió el compañero y parte de los vecinos, que le desconocie-ron por faltarle la longitud de la barba, y estar en tan desusadotraje, y tan macilento con las penitencias pasadas, que pudiera ven-

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der flaqueza a los padres del yermo, y le apartaron a empellonesdiciéndole oprobios satíricos.

—Déjenle vuesas mercedes—acudió el compañero—y no se espan-ten de lo que hace; que ha estado seis meses loco y su tema principales decir a cualquiera mujer que ve, que es su esposa. fiémosle tenidoen una cadena, y habiendo más ha de dos meses que mostraba tenersalud, a falta de frailes que han ido a predicar por las aldeas estacuaresma, me mandaron le trajese conmigo a pedir hoy la limosna,bien contra mi voluntad.

Diéronle todos crédito, lastimados de ,su desgracia; que cuantomás gritaba afirmando era el marido de Hipólita, más la acreditaba.

Lleváronle medio loco de veras y en son de atado a su convento.Volviéronle a disciplinar y meter en el cepo, donde después que

purgó más de otro mes los malos días que había dado a su mujer, alcabo del/os y a la media noche le despertó una voz que decía en tonotriste:

En tí su venganza fundaEl que te ha dado esta tunda;Por eso, si sales fuera,Escarmienta en la primeraY no aguardes la segunda.

Repitió esto tres veces la fúnebre voz, y él puestas las manos,llorando amargamente, con la mayor devoción que pudo, respondió:

—Oráculo divino o humano, quien quiera que seas; sácame deaquí, que yo prometo verdaderamente la enmienda en un todo.

Diéronle después de esto de cenar, y la bebida fué de vino, queno lo había probado desde el primer día de su transformación queAré una penitencia para él más cruda, más cruel y más áspera quetodas las demás. Bebiólo, y con el dos veces mas cantidad de losmismos polvos que primero. Durmiöse como antes; y como ya lehabía crecido el cabello y barba suficientemente, le afeitaron, deján-dole lo uno y lo otro en la disposición antigua, y llevándole a sucasa en otro coche, se despidió el religioso, médico de los celos, desu hermana, dándole esperanza de que cuando dispertase hallaríasano a su marido y enmendado.

Púsole los vestidos seglares sobre un arca cerca de su cabecera,y acostóse a su lado. Acabó el sueño junto con la operación de lospolvos al amanecer, por haberlos él tomado a las diez de la noche.Despertó, en tin, y creyendo hallarse en el cepo, vió que estaba en lacama y a obscuras. No lo acababa de creer. Tentó si eran colchoneso madera, y topando a su mujer a su lado imaginó que era algúnespíritu maligno que proseguía en tentarle, y comenzó a dar vocesdescompasadas y a ensartar letanías.

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Estaba velando Hipólita, aunque parecía que dormía, aguardandoel fin de aquel suceso, y fingiendo que despertaba, dijo:

—¿Qué es esto, marido mío? ¿Qué tenéis? ¿Háos dado el mal deijada como suele?

—¿Quién eres tú, que me lo preguntas?—dijo el ya sano celoso,todo despavorido—; yo no tengo mal de ijada; que el mal que tengoes de frailía.

—¿Quién ha de ser—respondió—sino vuestra mujer Hipdlita?—aesús sea conmigo/—replicó él—. ¿Cómo entraste en el conven-

to, mujer de mi vida? ¿No ves que estás excomulgada, y que si losabe nuestro mayoral o superior te acanelonarä las espaldas, deján-dotelas como ruedas de salmón?

—¿Qué convenio o qué chanzas son esas, Santillana?—respondióella—; ¿dormís todavía?, ¿qué locura es esta?

—¿Luego no soy fraile yo de quince años ha—preguntó él--y elentonador de antífonas?

—Yo no se lo que os decís con esos latines—replicó ella—; levan-taos, que es medio día, si habéis de traer qué comamos.

Más asombrado que nunca, se tentó la barba, y hallóla cumpliday la cabeza descoronada; mandó abrir la ventana y se vió en sucama y aposento, los vestidos a su lado, sin rastro de cepo ni dehábitos; pidió un espejo y vió otra cara diferente de la que los díaspasados le enseñó el de la sacristía. Yac/ase cruces, acabando decreer el oráculo coplista.

Preguntábale disimulada su mujer que de dónde procedían aque-llos espantos. Contóselo todo, concluyendo en que debía haberlosoñado aquella noche, y Dios le debía de mandar se enmendase ytuviese la satisfacción que era justo de su mujer.

Apoyó ella esta quimera diciendo que había prometido nuevemisas a las ánimas si le alumbraban a su marido el entendimiento;y que si no, había determinado echarse en el pozo.

—No lo permita el cielo, Hipólita de las Hipölitas—respondió él.Pidióla perdón, jurando no creer aun lo que viese por sus mismos

ojos de allí adelante; con que dándola libertad para salir de casa;hubo de ir con las otras dos amigas a la del conde, alegando cadacual su burla y quedando tan satisfecho él de todas, que por noagraviar a ninguna, les dijo:

—El diamante, ocasión de sutilizar, señoras, vuestros ingenios,se me había perdido a mí el día de su hallazgo; él vale doscientosescudos; cincuenta prometí de añadidura a la vencedora; pero todasmerecéis la corona de sutiles en el mundo; y así, ya que no puedopremiaros como merecéis, doy a ustedes estos trescientos escudos,que tengo por los más bien empleados de cuantos me han granjeadoamigos, y quedaré yo muy satisfecho si os servís desta casa comovuestra.

Hipólita está inocenteDe tus maliciosos celos,

Y así te han hecho los cielosDe ese cepo penitente,Por necio e impertinente.

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Encarecieron todas su liberalidad, y volviéndose más amigasque antes, hallaron al cajero vuelto ya de su viaje, y en todo olvida-da la burla de su fingida muerte y penoso fallecimiento; al pintorque ya había vendido su casa y hecho las escrituras, y aun compra-do otra, y otorgados los instrumentos, escrituras y papeles de sa-neamiento, mudándose de aquel barrio por evitar bellaquerías deduendes; y a Santillana tan satisfecho y enmendado de la importu-nación de sus celos, que desde allí adelante veneró a su mujer comoa merecedora de oráculos protectores de su buena vida.

EL PIANO DE CONCHITACUENTO

(CONTINUACION) (1)

Transcurrieron desde entonces muchos años que paramí fueron siglos...

Cierto día noté un ir y venir de criados desusado muchotiempo había...

Sacudían, limpiaban y ventilaban las habitaciones congran actividad...

A mí me quitaron una funda negra y me pasaron unplumero muy suave...; colocaron de nuevo muchas mace-tas en la reja y renovaron la mayor parte de los mueblesque adornaban el gabinete... No había duda; pronto tendríael regocijo de tornar a ver a mi querida amiguita de otrostiempos... Sí; sólo aquellas albas manos de Conchita Mon-tenegro presentía yo habían de ser el hada de ensueñosque infudiese vida a las misteriosas armonías que sentíalatir en mis entrañas como aladas mariposas de luz, comoquejas de amantes pajarillos, como rumor de frondas,como besar de flores, como cantar de ángeles, como lágri-mas, como risas, como gemidos...

¡Ah! cuánto siento en estos momentos la mezquindad yrudeza del vocablo sensible para expresar lo ideal, lointangible, lo celeste.., el ritmo divino de esa melodía mis-teriosa de la naturaleza que únicamente sería yo capaz dereflejar cuando por el intermedio de unas manos tambiéndivinas, mis escondidas notas no fuesen sino el reflejo delas vibraciones sentimentales de aquel corazón ardiente y

(1) Véase el número anterior de esta revista.

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Puro... Entonces, como dos resonadores acordes, comodos almas fundidas en una por el amor, podríamos cantarY llorar de consuno... vivir y morir.., gemir y regoci-jarnos...

Por eso quería yo tanto a aquella niña en cuya frentenacarina la Inspiración había impreso su beso purísimo...Por fin una tarde la vi llegarse hacia mí muy contentade volverme a ver. ¡Qué hermosa venía! Había crecido

.mucho...Aquel capullo fresco de hacía ocho años, descogiera

sus pétalos deliciosos.Hoy era ya una flor bellísima. Sin embargo, a pesar de

la transformación realizada, conservaba aún aquella notade dulce tristeza que de niña tenían sus ojos ensoñadores,Y aquella imperceptible palidez que tan grabada tenía en mimente y que daban a su rostro un aire misterioso de cuentode hadas... Por los comentarios de dos sirvientes, habíaPodido enterarme de sus triunfos en el Conservatorio deMadrid y París... ¡Qué bien debía de ejecutar! Al cabo sen-tí de nuevo resbalar sobre mis teclas aquellos dedos suavesy ardientes... ¡Cuán honda emoción experimenté!

Mis voces aprisionadas tanto tiempo había, cruzaron elaire como canora bandada de pajarillos libertados; brota-ban mis notas plenas de luz y de color cual los átomosfulgúreos de un fuego fantástico; ¡ah! llevaban en su senola alegría de la vida, el perfume de aquella primavera, elatractivo irresistible de la belleza ideal, de la belleza soña-da... Nunca se me borrará de la mente aquel preludio deceleste música compuesto por ella.

¡Cómo sabía despertar en mis cuerdas, no tanto la notacuanto el matiz divino con que había de iluminarla y ves-tirla!... Tocó después una sonata de Beethoven con una ex-presión y delicadeza insuperables; a continuación hizo unosescarceos sobre motivos populares andaluces y, tarareandouno de ellos, me cerró y se marchó. Volvió de allí a pococon las imagencitas que de niña solía tener adornándome; lasbesó y colocó sobre mí; sacó después un pequeño retratocon dedicatoria, y así que lo hubo contemplado unos ins-tantes con cariño, lo colocó a los pies de la estatuilla de laVirgen...

Representaba a un joven apuesto, de negros ojos yrizoso cabello...; tipo de aire marcial y donjuanesco; admi-rable dechado de varonil belleza...

Tonto hubiera sido quien no advirtiese el regocijo ex-

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traordinario que inundaba el ánimo de la niña de Montene-gro, como la llamaban en todo Granada...Para abreviar diré que pasaron dos años y que la ale-

gría y felicidad de Conchita iban cada vez en aumento...Me visitaba a menudo, con lo que yo me holgaba sobre-manera... Cuando acababa de tocar algunos días, se deja-ba oir en la solitaria calle el estruendo de unos aplausossinceros; eran de los raros transeuntes que en escuchandolas notas que de mí brotaban, quedaban como clavados alpie de la ventana...

Tenía yo, sin embargo, el sentimiento de que nunca mellevaban al jardín para tomar parte en las deliciosas vela-das que solían tener los padres de la niña; era preferidasiempre una hermosa guitarra de nueve cuerdas con incrus-taciones de marfil y nácar y vistosa moña de listones pen-diente del clavijero. Si estuviera aquí, ¡cuántas cosas noscontaría también!...

No me había sido posible, con tener tanto interés en ello,conocer aún al joven que todas las tardes hablaba a Con-chita... Una rara casualidad hizo que se cumplieran misdeseos. Si mal no recuerdo, fué la noche de San Juancuando Conchita, contra la costumbre que tenía de tomarel fresco en el amplio parque, se recogió a su gabinete y,estando la ventana abierta, comenzó a preludiar una to-nada popular andaluza y a cantar a media voz una quedecía así:

Tenía los labios rojos,tan rojos como la grana,labios, ¡ay!, que fueron hechos...

Aquí llegaba en su coplilla cuando vino a interrumpirlael estrepitoso resonar del galope de un caballo que vino aparar en seco al pie de la ventana de Conchita. A la luz dela luna pude distinguir la silueta de un gallardo joven,caballero en una yegua de pura raza andaluza. Venía deuna lejana cacería, y había querido presentarse inesperada-mente con el pintoresco traje de vaquero: ancho sombrerocordobés, chaquetilla corta con alamares y caireles, fajaencarnada de seda y pantalón corto con zahones y polai-nas de cuero fino componían su bizarra indumentaria,amén de una escopeta de dos cañones pendiente del arzónde su montura, cubierta con una hermosa gualdrapa depana con madroños.

Cuando ella lo sintió llegar, al punto me dejó y se diri-gió hacia la reja.

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Era aquella una noche verdaderamente oriental. Un rayode luna iluminaba trémulo la mitad de la estancia... Labrisa penetraba empapada en el perfume de los claveles yJ azmines de la ventana, y agitaba amorosa las campanillasazules de las enredaderas, que trepaban por entre los hie-rros de la reja...

Su sombra temblaba a veces en la plateada luz dellustroso tillado...

Dejábase oir el monótono canto del grillo y del sapocon el crujir de las hojas en las copas de los cercanosä lamos y el confuso rumor de tanta variedad de insectoscorno en las noches de verano concurren con su cantari ngenuo a poner una nota de melancolía y de misterio enellas...

De aquel idilio que tuvieron Conchita y su prometido,no pude oir más que medias palabras..., promesas ardien-tes..., comparaciones inverosímiles, preguntas que sólotenían por respuesta una risada cristalina de Conchita o yaun gracioso mohín de enfado... Jurábale él que iba a com-prar un yate blanco, muy blanco, para poder bogar juntos,cuando fuesen esposos, por las orillas de ensueño del Gua-dalquivir, o bien, en las noches de luna, a través de lasondas rizadas del poético Mediterráneo...; juntos veríansaltar entre ellas los plateados pececillos, y juntos oirían el,misterioso rumor de las caracolas marinas..., perfumadoCuento de amor que suena en el oído de los enamoradosCO n las notas de una melodía angélica ejecutada por lashadas de la noche en sus frágiles arpas de cristal...

Al acabar de pronunciar estas palabras Adolfo Velarde(que así supe después llamarse aquel galán), hízose uni nstante de silencio apacible, roto inesperadamente por eltrino de un ruiseñor que desde la copa de un álamo delfrontero huerto, dejaba escapar de su garganta, henchidode amor y de ternura, su dulce y conqueridora vocecita,mensajera celeste para ellos de su soñada felicidad...

—¿,Lo has oído?—dijo ella secándose una lágrima deemoción—. ¡Por qué habrá querido cantar? —Bien sé yo porqué, repuso Velarde; ese pajarillo ha querido inspirarle elPreludio de la marcha nupcial que has de componer tú paraque sea tocada en el templo cuando entremos a recibir labendición que nos una para siempre. Ella por toda respues-ta le dirigió una sonrisa carlñosa y entornando suavementelas hojas de la ventana, se marchó al jardín. Momentosdespués tornaba a resonar en las losas de la solitaria calle

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el recio pisar de un caballo que poco a poco se alejaba,desvaneciéndose gradualmente el sonido metálico de suspisadas...

El viejo reloj de la catedral acababa de dar las once...Las flores comenzaban a dejar ver sus pétalos humedeci-dos de impalpable rocío...

Resonaba lejano el rumor de las acequias fertilizandolas huertas y los sembrados de la florida vega, en tantoque aún rojeaban agonizantes en las faldas de la sierra laspoéticas y clásicas hogueras de la noche de San Juan.

La campana de la Vela dejaba oir de tiempo en tiemposus melancólicos sones, para dirigir los riegos en medio dela calma apacible de aquella noche de idilio...

Amaneció Dios al siguiente día, y Conchita, luego quevino de comulgar, se puso a componer su nupcial marchacon el brío y sentimiento de que suelen estar poseídas lasalmas delicadas cuando en su corazón tiembla, como la luzde una estrella, la llama de un amor puro y legítimo... Tresdías invirtió en aquella sabrosa tarea... y ¡cuántos deseostenía yo ya de que la ejecutara íntegra! A la tarde del tercerdía la tenía puesta en limpio y se dispuso a hacérmela can-tar... Sentí sus dedos rosados y tibios sobre mi teclado, yque sus piececitos menudos blandamente oprimían mispedales... Yo reconcentré entonces todas mis energías...,todas mis notas más bellas, todos mis alados trinos, paratenerlos prestos a responder a la mente de aquella niña quetanto adoraba... ¡Ah! sabía perfectamente que todos tendríanque desfilar en deslumbrante cortejo al impulso mágico deaquellas manos de hada... Cuando acabó de ejecutarla,pude darme cuenta exacta de la visión de aquella mente so-ñadora...

Comenzó iniciando en mí un preludio allegretto y bri-llante , bordado de trinos dulcísimos, bien así como gorjeode ruiseñores... Después hizo desplegar todas mis voces yvibrar mis cuerdas con los sonidos de una cristalina casca-da, con el júbilo y majestuosa armonía de las trompetas ytimbales de una cabalgata angélica..., con la agilidad yalegría de una nube de mariposas de terciopelo y oro...,con el divino perfume y variedad de una lluvia de rosas enreñida batalla de flores...

Color y luz, suspiros y risas, inciensos y plegarias...eso venían a ser las notas de Jquella composición brotadasde aquel sagrario de su pecho, de aquella alacena misterio-sa de dulzuras y de amarguras, de amores y de dolores

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que llamamos corazón, y que no era otro que el de Con-chita Montenegro.

Radiante de júbilo y de dicha me dejó, y aún pudeobservar cuando besó y miró las imagencitas puestassobre mi tapa, que el calor de la ejecución había ungidosuavemente de carmín las mejillas, un sí es no es pálidas,y que aún temblaba en la azulada flor de sus pupilas unalágrima tibia, brotada a impulsos de la emoción...

Al día siguiente la niña de Montenegro tornaba a tocaraquella composición delante de sus padres y de AdolfoVelarde. Después se la entregó a éste como recuerdo; guar-dóla él arrollándola cuidadosamente y con los ojos hume-decidos sin saber por qué, según decía, intentando disi-mular la honda impresión que le causara oirla.

Transcurrió aquel verano feliz y venturoso entre fiestashonestas y no menos honestos idilios... La fama de Con-chita como pianista y compositora, comenzaba a transcen-der en las altas esferas del Arte, y era tenida como unaartista genial... Además (y era lo principal), considerábanlacomo la joven más piadosa y pura que había en toda laciudad...

(Continuará.)

RADIOGRAMASCumplimiento del precepto de oir misa.—Un día

festivo, no advirtiendo que lo era, oí misa por devoción comosuelo los días de semana que puedo.

En otra ocasión, día también de fiesta, oí una misa queme había impuesto de penitencia el confesor, con intenciónde oir segunda misa, para cumplir con la obligación de díafestivo.

En las dos ocasiones se me hizo dificultoso oir la segun-da misa; pregunto:

1. 0 .Con la misa oída por devoción, no advirtiendo queaquel día era festivo, cumplí con la obligación de oir misa?

2.° ¿La misa que oí para cumplir la penitencia, vale parasatisfacer la obligación de oir misa los días festivos?

La misa cída por sola devoción por quien no repara enque es día festivo, vale para cumplir la obligación de oirmisa los días ; de fiesta; y esto, aunque dándose cuenta queera día de fiesta, determinase oir después otra misa en cum-plimiento de la obligación.

A la segunda pregunta hay que contestar, primero, que

FR. MIGUEL C. MINGORANCE

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con la misa que hay que oir los días de fiesta no se satisfacea la impuesta de penitencia por el confesor, a no'ser que ex-presamente diga que la misma misa del día de fiesta la oigatambién como penitencia, en cuyo caso con una sola misasatisfaría a las dos obligaciones.

En el caso suyo, puesto que el confesor no le dijo que conuna sola misa podía satisfacer a las dos obligaciones, oída laprimera misa como penitencia con intención de oir otra encumplimiento de la obligación de día festivo, pudo irse ustedtranquilo a su casa, difiriendo para otro día la misa del cum-plimiento de la penitencia, y la razón es porque en la misaque usted oyó como penitencia hay lo substancial de la obli-gación de oir misa los días festivos, que es sólo oir misa,sean las que quieran las intenciones particulares.

Si por el contrario tuviera usted hecho voto de ademásde la misa de domingo oir en ese día otra misa, entoncestendría que oir dos misas el domingo, puesto que las dosobligaciones son inaplazables.

NOTICIASMADRID

Huéspedes ilustres.—De nuevo estuvo con nosotros lasemana de Pasión y Semana Santa el Reverendísimo PadreInocencio, que dió los ejercicios a la Comunidad de Herma-nas Mercedarias de la Caridad, establecida en San Pedro delos Naturales. Salió para Bilbao para dar también los ejerci-cios al Colegio de nuestras religiosas de aquella ciudad.

También tenemos la dicha de tener entre nosotros al muyreverendo Padre Ricardo Delgado, de vuelta de Roma, adonde fue a dar cuenta de sus comisiones en el Nuevo Mun-do, y de París donde dió los ejercicios a las señoras de lascolonias españolas e hispano-americanas. A pesar de losaños que

' por fortuna, no son muchos, conserva todo elfrescor y lozanía de un corazón joven.

También se encuentran en Madrid los RR. PP. Fr. To-más Carbonell y Fr. Martín O. de Arriaga, nuestro colabo-rador en « Notas Religiosas», Directores, respectivamente,de los Reformatorios de Valencia y San Sebastián. Asistena un curso de conferencias dadas por personas competentí-simas sobre la delincuencia y reforma de los niños. Comoestos Padres tienen gran caudal de conocimientos de Psico-logía teórica y experimental y están expertos en el conoci-miento de los niños, realzarán con estas conferencias suscon9cimientos.

Nos complacemos en consignar, pues la ocasión se brin-da, que nuestro Reformatorio de Valencia tiene un notablelaboratorio de Psicología.

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Don Juan de Alarcón.—Se celebró con mucha solemnidadla novena y fiestas de la Beata Mariana de Jesús, cuyo inco-rrupto cuerpo está depositado en aquella iglesia. Predicósobre los dones del Espíritu Santo, relacionándolos con lavida de la Beata el reverendo Padre Alcocer. Fué mucha laconcurrencia, porque después del pregón magno de las fies-tas centenarias son muchas las personas que se percataronde este tesoro y están agradecidos a sus favores.

¡Lástima que los mercedarios no puedan hacer más porsu santa Hermana, que de elloS recibió la dirección de suespíritu en el convento de la plaza del Progreso, y despuésen el descalzo de la plaza de Santa Bárbara, donde profesó,vivió y murió y a quienes dejó el tesoro inapreciado de sucuerpo!

HERENCIAEl día 22 de Marzo comenzó el reverendo Padre Comen-

dador, de esta casa, las conferencias preparatorias al cum-plimiento pascual; asistieron muchos. Al final de estas con-ferencias, y en los siguientes días, se confesaron unos cienhombres.

El 28 del mismo mes empezó un triduo al Santísimo Cris-to del Consuelo, y predicó los dos primeros días el reverendoPadre Tomás Escánez, y el último el reverendo Padre Co-mendador.

El Jueves Santo, a las diez de la noche, predicó el reve-rendo Padre Comendador la Hora Santa con el fervor queacostumbra. Estuvo la iglesia concurridísima. El ViernesSanto hubo sermones de soledad.

La catequesis y las Marías continuan progresando, cele-brando sus actos con mayor entusiasmo de día en día.

LEQUEITIO (Vizcaya).Profesión solemne.—Solemnisima ha resultado la profe-

sión del hermano Fray José Trabazo. A una indicación delreverendo Padre Superior, aceptó gustosísima Su Majestadla Emperatriz de Austria Hungría Doña Zita ser madrinadel primer religioso que iba a profesar en la casa reciénabierta, y obligada a ausentarse el día señalado delegó asu augusta hija la Archiduquesa Doña Adelaida de Hapsbur-go, encantadora niña de trece arios.

Resultó verdaderamente conmovedora la entrada ennuestra capilla de la familia imperial. El futuro Emperadorde Austria Hungría Oto, agraciadísimo y esbelto joven decatorce arios, y que imprime a todos sus actos el sellode la realeza, avanzó majestuoso llevando a su derecha a lamadrina, su augusta hermana, seguidos de sus augustoshermanitos y de toda la alta servidumbre de Palacio, actual-mente bastante numerosa y compuesta de los más ilustrestítulos de la nobleza austrohúngara.

Page 21: Organo de su Venerable Rtt rreb - odemih.com VIRTUAL/Publicaziones... · Mira si arde tu corazón en el fuego del amor divino, que, si arde, señal es que tienes dentro al Espíritu

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Se procedió a la ceremonia y firmaron el acta de profe«sión como madrina S. A. I. Doña Adelaida de Hapsburgo, yel Príncipe Oto también estampó su firma brevísima cornola de los reyes; tal vez Dios lo tenga predestinado para escri-bir bellas páginas en la historia de su patria.

PARISEl 21 del próximo pasado dió principio en la iglesia de la

Misión Española de París a los Ejercicios Espirituales elreverendo Padre Delgado Capeans, religioso mercedario, alas colonias española e hispano-americanas. Una gran con-currencia de fieles de todas las clases sociales acudió a oirlas sublimes enseñanzas evangélicas, expuestas por el PadreDelgado, sobre todo a las conferencias de la tarde, atraídospor el tema que venía desarrollando «Inquietudes y aspira-ciones del corazón en el gran enfermo del siglo».

El 27, último día de la misma, a las nueve se celebró lamisa de comunión general, en la que se acercaron a la sagra-da Mesa centenares de señoras y caballeros. Fué un actoverdaderamente emocionante al ver allí, reunidos, represen-tantes de la Madre Patria y de todas sus hijas, las Repúbli-cas americanas, caldeados los corazones, henchidas las almasde inefables goces, al calor de la Hostia Santa. El PadreDelgado pronunció una fervorosa alocución alusiva a tansolemnes momentos. Terminóse con la bendición Papal, dadapor el Padre Superior de la misión española y con la distri-bución de artísticos recordatorios.

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NECROLOGIAEn Verín, a los diecisiete arios de edad y después de reci-

bir todos los sacramentos y la bendición de Su Santidad,murió en el Señor la señorita Pilar Paz. A su padre donJesús y a su tía doña Elvira Pazos, nuestra suscriptora ypresidente de los cooperados de nuestra misión del Piauhy,enviamos nuestro sentido pésame.

—En Madrid los archicofrades de la Merced, el excelen-tísimo Marqués de Bedmas, don Ernesto Heredia y Acuña,el 31 de marzo; doña María Gutiérrez y Pérez, el 5 de mayo;la excelentísima señora doña María Caballero, Condesa deNiebla y Marquesa de los Vélez, el 9 de abril.

—La niña María de las Mercedes Fernández de la Moray Mon, a los ocho meses de edad, el día 6 de abril.

A sus padres don Gonzalo y doña María de las Mercedes,a su abuela doña Clementina Mon y a toda su familia tanamante y bienhechora de la Merced, nuestro más sentidopésame.