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lñaki Barcena Hinojal TESIS ECOSINDI Contradiccione ecologismo y si s N ~ ~TXE4 MÁNU ROBLES-ARÁNGIZ INSTITUTUÁ

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Page 1: TESIS ECOSINDI Contradiccione ecologismo y si s

lñaki Barcena Hinojal

TESIS ECOSINDIContradiccioneecologismo y si ‘ s

N—

~ ~TXE4

MÁNUROBLES-ARÁNGIZINSTITUTUÁ

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INTRODUCCIÓN

El objetivo principal de este texto es expli-car el sentido del ecosindicalismo, esto es, larazón de ser del injerto resultante entre sin-dicalismo y ecologismo.

Obviamente las propuestas ecosindicalesno caen del cielo. Son el fruto de la reflexióny de prácticas sociales de gentes ecologistasy de izquierdas que toman la herencia inte-lectual y la perspectiva analítica de los movi-mientos sociales para tratar de establecer undiagnóstico común y diseñar estrategias quehagan posible la colaboración y el ensam-blaje de discursos e intereses laborales yambientales, tarea por otro lado ardua ydifícil en estos comienzos del siglo XXI.

La americanización de la sociedad vasca,como la del resto de las sociedades occiden-tales y la homogenización mercantil denuestros modos de producir y consumir es elresultado y el efecto de un largo proceso de

globalización capitalista de corte neoliberal,en sus versiones laboral, comercial, mediáti-ca y cultural, que al parecer no tiene frenoposible.

Si bien es cierto que con este proceso unabuena parte de nuestra sociedad salimosganando en el “tener”, en el disfrute mate-rial y en nuestro nivel de vida –que no es lomismo que calidad de vida, por cierto– tam-poco podemos cerrar los ojos a la evidencia.Los sectores más débiles de nuestra socie-dad, ese tercio que vive en la precariedad oen la marginación y la propia naturaleza,sustento básico para mantener nuestra vida,son los grandes perdedores de ese modelode vida basado en la importación crecientede materiales y recursos energéticos y en laproducción de servicios que atraigan capita-les y consumidores. Eso entre nosotros, enEuskal Herria, sin mirar allende los mares ysin reparar en los horrores que produce enlas gentes del llamado Sur del planeta nues-

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“La lucha del movimiento ecologista por poner límites a la destrucción y mercantilización de la naturaleza es equiparable

a la lucha histórica del movimiento obrero por ponerlímites a la explotación y mercantilización

de la fuerza de trabajo humana”

Jorge Riechmann. “Trabajar sin destruir”

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tro inicuo sistema de intercambio econó-mico.

Partiendo de este razonamiento nosembarcamos en la difícil tarea de encontrarlas aristas y los puntos de posible ensambla-je entre el movimiento sindical y el ecologis-mo, sabiendo desde un principio que moti-vos históricos, culturales, ideológicos y polí-ticos hacen difícil tal acercamiento.

Sería ilusorio no darse cuenta de que exis-ten múltiples ópticas y discursos ecologistastantos al menos como discursos sindicales ytendencias en el seno de la ahora maltrechaizquierda occidental del inicio del siglo XXI.

Siendo un pequeño pueblo con un bagajesindical y ecologista nada despreciable, noestaría de más aportar nuestro grano dearena al debate y al compromiso de forjarlazos de entendimiento entre ambas prácti-cas socio-políticas. Sirvan estas propuestaspara continuar por esa senda de libre hibri-dación y enriquecimiento mutuo. Las que acontinuación siguen son ideas, no dogmas.Son formas de ver la realidad, escoradas porla experiencia propia más hacia el ecologis-mo que hacia el movimiento sindical, peroque buscan el debate y la crítica, nuncamejor dicho, constructiva. Es mucho lo quequeda por andar, y ganas de debatir, con-trastar y avanzar es lo único que nos sobra.

CRECIMIENTO Y DESARROLLO NO SON LO MISMO.

SINDICALISTAS Y ECOLOGISTASDEBEN SABER DE QUE HABLAN

La economía ha conseguido llegar a ser laciencia y el terreno de competencia porexcelencia, situándose muy por encima delas demás ciencias y también de la política,la religión o la cultura. Y la regla de oro dela economía capitalista ortodoxa es el creci-miento sostenido. Sin crecimiento no haybienestar, ni creación de empleo. Si no cre-cemos por encima del 3% anualmente, porencima de los incrementos de productivi-dad, las cosas no irán bien, nos dicen.Además, diariamente nos aperciben de quecrecer económicamente es la única manerade generar recursos para paliar la crisis eco-lógica y los desastres ambientales, de ayudara los pobres y marginados y sin embargo losdatos cantan las diferencias entre ricos ypobres aumentan, cada vez devastamos másrecursos naturales y creamos más impactospor exigencias del modelo.

A mediados de los años 80 la diplomaciainternacional (Informe Brundtland, 1987)puso en boga el denominado desarrollo sos-tenible, un polémico término que todo elmundo utiliza, aunque con sentidos y signi-ficados muy distintos ya que trató de con-tentar al Norte y al Sur, a ecologistas y amultinacionales, al capitalismo y al socialis-4

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mo real, tras una ardua campaña diplomáti-ca de 5 años. El término se hizo popular trasla Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro-Junio, 1992) y examinando la literatura aluso, vemos que a políticos, empresarios yacadémicos, normalmente les da lo mismo eldesarrollo sostenible que el crecimiento sos-tenido, el crecimiento sostenible o el des-arrollo sostenido. Lo que realmente importaes que la economía, en su sentido crematís-tico, esto es, en su relación con el mercado,crezca ininterrumpidamente. Que aumen-ten el PIB y las ventas, lo demás vendrá porañadidura.

Otras ciencias, como la biología, nosdemuestran que crecimiento y desarrolloson conceptos distintos. Que pueden cami-nar paralelamente y también en oposición.Desarrollo es proceso, sinónimo de desen-volvimiento y transición, de transformacióny autoorganización mientras que crecimien-to es magnitud, incremento numérico y arit-mético, siempre ligado a fenómenos mensu-rables.

Una persona no crece por ganar amista-des, por conocer países y paisajes aprenderidiomas, canciones o técnicas, pero nadie lenegará que al hacerlo se está desarrollando,aunque estas facetas tan importantes denuestra vida tengan poco o nada que vercon el crecimiento de nuestra renta o patri-monio. Tienen más que ver con el ser que

con el tener, pero son parte fundamental denuestra vida.

Argumenta Paul Ekins en “The LivingEconomy” que el objeto final de la econo-mía no es el crecimiento sino el bienestar dela gente y a continuación cuestiona que elcrecimiento sea bueno en sí mismo y paraello hace un repaso de los resultados anti-ecológicos y anti-sociales obtenidos en losúltimos 20 años y apostilla que siguiendo lapropia lógica de acumulación capitalista, elcrecimiento a toda costa lo que ha aportadoprincipalmente ha sido inflación y desem-pleo.

Normalmente los ecologistas prefierenhablar de sostenibilidad en vez de desarro-llo. Sustantivan el término para no despres-tigiar el matrimonio entre economía y eco-logía con hijos espurios como el “crecimien-to sostenible” que no es sino una contradic-tio in terminis. Al igual que se hizo a princi-pios de los años 70, hoy por más motivos ymás fundados que la escasez de materiasprimas, sería bueno cuestionarse la lógicadel crecimiento económico que aumenta lasdesigualdades. Este sólo debe darse endeterminadas partes del planeta y en deter-minados ámbitos de la economía donde sudistribución sea beneficiosa para una mayo-ría social.

El economista-ecologista norteamericanoBarry Commoner ha defendido con acierto 5

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que tras la II Guerra Mundial el desarrollocapitalista ha producido un gran aumentodel gasto energético y una gran inversión decapitales como entrada y esto ha traído desalida la disminución progresiva del empleoy de la salud ambiental.

Cambiar este rumbo es una tarea universaly hay que aceptarla como tal. Actuar local einternacionalmente significa también ir a laraíz, a la causa de los problemas y no sola-mente a aminorar sus síntomas más preocu-pantes. Algunos estudios como los deMichael Renner (“Empleos sostenibles” Lasituación del mundo, 1992, WorldwatchInstitute) demuestran que la fiscalidad y lacontabilidad ecológica puede generar másempleo si además de disminuir el tiempo detrabajo se opta por ferrocarriles y transpor-tes colectivos en vez de autopistas y auto-móviles, por la energía solar y el ahorroenergético, el reciclaje y los circuitos cerra-dos de producción que retienen puestos detrabajo y por la diversidad en vez del mono-cultivo y por la fabricación de productosduraderos y fácilmente reparables. Para larealización de este cambio propone unareforma ecológica de los impuestos quecomo comenta Roberto Bermejo (“Equi-librio ecológico, crecimiento y empleo”1994) es insuficiente ya que un solo instru-mento fiscal y contable no puede dar resul-tados positivos en un terreno tan complejo

como el empleo y la sostenibilidad ambien-tal. La política debe ordenar la economía,incluso con prohibiciones y regulaciones(por ejemplo en la exportación de tóxicos,vertidos nucleares, especies amenazadas…)que reconviertan las relaciones de produc-ción y el consumo.

En el futuro vamos a conocer duros deba-tes sobre las alternativas sindicales y ecolo-gistas para salir de la crisis ambiental, eco-nómica y del empleo. El Norte no puedeseguir creciendo y aumentar sus diferenciascon el Sur. Y el Sur esta muy cerca, en Iruñea,en Bilbao la Vieja o en Txabarri (Sestao).

Somos parte del primer mundo y en estatierra vasca, como en tantos otros lugaresdel mundo, izquierda y derecha han aposta-do por el crecimiento económico comoúnica medicina para nuestros males, por esoque algunos llaman desarrollismo, comoinercia y huida hacia adelante.

No estaría de más recordar brevemente losciclos económicos del último medio siglopara retratarnos ambientalmente en ellos yobservar ciertas incoherencias que nos ayu-den a reflexionar y cambiar de rumbo.

A partir de los años 60, el tejido empresa-rial vasco hizo grandes fortunas en unasituación de bonanza económica y plenoempleo. Siguiendo una estrategia de tierraquemada, de ríos cloaca y asfixiantes subur-bios, año tras año reunían sus juntas de6

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accionistas para repartir dividendos y ganan-cias pero las amortizaciones, los fondos dereserva e inversiones en nuevas, limpias yblandas tecnologías menos depredadoresdel medio ambiente no entraban en su dic-cionario. No habiendo inversiones parapaliar el impacto ambiental nuestros ríos,montes y nuestro aire, nuestras vegas y nues-tra costa se fueron colmando de polución yde instalaciones obstaculizadoras del funcio-namiento de los ecosistemas. Las permanen-tes inundaciones son un claro ejemplo deello y de esta guisa nuestro pasivo ambientalha crecido de forma desaforada, tanto quela Administración vasca actual, a pesar deque el franquismo feneció hace casi treintaaños sigue responsabilizándole de nuestracrisis ecológica (lindano, canteras, ríos…).

Hasta después de la reconversión indus-trial de los traumáticos años 80 el “gastomedioambiental” no se tuvo en cuenta alcontabilizar los indicadores económicos.Una fábrica de papel, por poner un ejemplo,que durante décadas había vertido susaguas contaminadas al río, no considerabael consumo de recursos naturales en suscómputos económicos, por lo que la activi-dad contaminante era muy barata. El aguano valía nada, envenenar el aire tampoco, nisiquiera devastar la tierra con lodos tóxicos.Todo era cuasi-gratis y sólo contaban lastoneladas de cartón y papel producidas porpeseta invertida. Desde hace ya más de una

década esta forma de actuar se frenó. No sepodía seguir así, fundamentalmente por lasleyes y directivas europeas a respetar.

El escenario se reproduce gradualmente side los sectores básicos de la economía vasca,siderometalurgia, papeleras y químicas, nosvamos a las canteras o a las explotacionesforestales del sector primario o a los cientosde talleres de automoción o maquinaria.

Empresarios y administración una vezsuperados los años de estancamiento y des-industrialización saben que no se puedeseguir por aquella senda. Los primeros sehan dado cuenta que el medio ambiente esun artículo susceptible de generar competi-tividad y acceso a nuevos mercados y desdeese prisma quieren reverdecer su actividadde la mano de una Administración que sabeque la defensa del medio ambiente ademásde una obligación, es una causa que aúnamuchas voces y recoge votos.

En este comienzo de siglo, no debemospasar por alto que aquí igual que enEuropa, los factores de mayor presiónambiental son el transporte, la industria y elconsumo. El aumento incesante de infraes-tructuras de transporte y las vías de comuni-cación nos deben hacer pensar en la globa-lidad de los cambios productivos y socialesque se deben promover y las solucionesalternativas a ofrecer, porque nuestro terri-torio no se puede estirar. Retomando las 7

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contradicciones desarrollistas y repensandolos mandatos del crecimiento, el sindicalis-mo y el ecologismo vasco puede conjunta-mente ser un factor clave para la reconver-sión ecológica. La reciente propuesta sindi-cal sobre el sistema ferroviario que EuskalHerria necesita, es un buen ejemplo a seguir.

EL MOVIMIENTO OBRERO Y ELMOVIMIENTO ECOLOGISTA PUEDEN SERTANTO ANTAGONISTAS COMO ALIADOS

Dos décadas después de que K.Marx yF.Engels junto al resto de los componentesde su Liga dieran a conocer en Bruselas el“Manifiesto Comunista” (1848) con su re-tórica libertaria y emancipadora, ErnstHaeckel publicaba en Alemania su “Morfo-logía general de los organismos” que vienea ser el bautismo de la ecología como cien-cia de los ecosistemas, pariente de la biolo-

gía. Ni los marxistas inventaron la lucha declases, que estalló muchos siglos antes con elnacimiento de los estados prístinos, ni losecólogos y científicos darwinistas del sigloXIX fundaron el ecologismo que surgió en ladécada de los 60 como nuevo movimientosocial. Sin embargo unos y otros fueron yson vitales para pergeñar y esbozar el pen-samiento ecosindical.

Sería de necios negar las importantes dife-rencias que asoman a la vista cuando com-paramos los programas, las campañas, lasformas de acción y funcionamiento (internoy externo), el público emisor y receptor yotro tipo de variables entre las organizacio-nes sindicales del movimiento obrero y delas organizaciones ecologistas.

Utilizando el modelo de nuevos y viejosparadigmas político-sociales del sociólogoalemán C. Offe y aplicándolo a nuestro casola comparación podría quedar así:

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ACTORES CONTENIDOS VALORES MODOS

“VIEJO”

PARADIGMA

“NUEVO”

PARADIGMA

Intereses degrupo y conflictode distribución.

Interesesmás globales.

Crecimientoeconómico y

reparto.

Medio ambiente,derechoshumanos.

Libertad yseguridad en el

consumo privadoy progresomaterial.

Identidad,autonomíapersonal.

Organizaciónformal e

intermediacióncorporativistade intereses.

Horizontalidad.Protesta ypropuestasnegativas.

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Observamos que las diferencias son nota-bles desde una perspectiva histórica y deespectro macro, a pesar de que para ambosmovimientos en las sociedades capitalistas larazón de la crítica y la personalización deladversario a combatir pueden ser similares.

El movimiento obrero y sindical, hoy comoayer, asume que el quid central es comorepartir la riqueza producida en cada siste-ma social. Estos últimos sesenta años, losaños del desarrollo como pronosticaraTruman en Bretton Woods (1949), han sidode gran crecimiento económico, lo que hapermitido la creación del Estado Social o delBienestar, ese modelo que hoy se trata dedesmontar precisamente para seguir cre-ciendo, caiga quien caiga.

Para los ecologistas, el problema no estátanto en el reparto final y se trata de apun-tar a la raíz, a lo que se produce y cómo seproduce, a lo que se consume y como se con-sume y al propio tamaño de la tarta que nopuede seguir creciendo indefinidamente,por los propios límites naturales. Y, porsupuesto, pero sólo como una cuestión más,en como se reparte.

Agradeciendo a Claus Offe su esfuerzotaxonómico y clasificador, no parece de reci-bo admitir que los ecologistas como el restode los nuevos movimientos sociales alterna-tivos (antimilitaristas, feministas,…) nopasan del no a los planes del sistema capita-

lista. Alternativas, gusten, se critiquen, sediscutan o no, abundan y en muchas ocasio-nes los propios conceptos y eslóganes ecolo-gistas son utilizados por instituciones,empresas y afortunadamente, también porlos sindicatos.

Más allá del reverdecimiento oportunista,de escaparate perseguido por los departa-mentos de public relations de empresastransnacionales que tratan de aparecer antesus accionistas y ante la opinión públicacomo potenciadores del buen trato a lanaturaleza, tenemos hechos recientes aun-que ya históricos que nos marcan el caminoa seguir entre quienes quieren conjugar lajusticia social con el respeto a la madreTierra.

La batalla de Seattle en Diciembre de 1999se ganó por la colaboración de sindicatos yecologistas, además de otros sectores socia-les, mujeres, jóvenes… Frenó los planes deprivatización y mercantilización de la vidasocial de la Organización Mundial deComercio y supuso el bautizo de un nuevomovimiento “amalgama” de otros y llama-do movimiento anti-globalización dondesindicalistas y ecologistas colaboran y sehibridan en prácticas y discursos. A pesar desu juventud, de su presencia intermitente,sus prácticas y propuestas son un nuevomodo de hacer política que tiene mucho 9

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que ver con las propuestas sindicales y eco-logistas

La cosa cambia y no poco cuando venimosa terrenos y tiempos más cercanos. En EuskalHerria existen tanto organizaciones ecolo-gistas como sindicales dispares, incluso algu-nas que nunca han tenido ni tendrán preo-cupaciones sociales y políticas semejantes,aunque históricamente hayan existido cana-les de comunicación y puntos de encuentroy de debate entre sindicatos y organizacio-nes ambientalistas, precisamente porquepor un lado, los y las ecologistas han forma-do parte de las organizaciones sindicalescomo trabajador@s y por otro, porque eneste país han existido campañas y luchasambientales (Lemoiz, Leitzaran, Itoiz,Atxarte, Garoña, TAV, incineradoras…) defuerte trascendencia social.

El reto actual, bien reflejado en los deba-tes y en la experiencia del Foro Social deEuskal Herria, está en poder conjugar la crí-tica compartida sobre los procesos de globa-lización neoliberal, con estrategias ecosindi-cales que apunten a los agentes locales deesa globalización (BBVA, Iberdrola, Eroski,BBK, Sener, MCC…) y no sólo a los efectos dela misma.

Algo se ha avanzado en este terreno, que-dando casi todo por hacer ante los megaló-manos planes de “crecimiento sostenido”que estos agentes vascos de la globalización

nos anuncian (superpuertos y puertosdeportivos, Tren de Alta Velocidad, mega-centros comerciales, autopistas y autovías,centrales de energía, golfs y aeropuertos...)y que diseñan una sociedad vasca globaliza-da en interés de elites y minorías cuyo modode vida es impracticable e insostenible, nosólo para la mayoría de la humanidad, sinopara la mayor parte de la propia poblaciónvasca.

VIVIMOS UNA EPOCA DE CRISISDEL MODELO DE RELACIONES

SOCIO-ECONOMICAS Y DE CRISISECOLOGICA Y ECOSINDICALISMO

SIGNIFICA NO SEPARARLA UNA DE LA OTRA

Decía el italiano A.Gramsci que la crisis esese momento histórico en que lo viejo noacaba de morir y lo nuevo no acaba deimponerse. A pesar de que FrancisFukuyama en su potente y revelador artícu-lo de 1989 en The Nation anunciara el “Finde la Historia”, parece que el liberalismocapitalista tiene más problemas de los quese preveían con la desaparición del bloquesoviético, no para imponer su hegemoníaeconómica, cultural o militar, cuestión con-seguida hace décadas, sino para barrer del10

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mapa a sus competidores ideológicos y polí-ticos.

El recurso a la guerra y la ruptura del mul-tilateralismo también son señales de esa cri-sis que a mi entender es doble: de modelode relaciones sociales y de relaciones con lanaturaleza. Vivimos un período de acelera-ción de las desigualdades económicas ydesastres ecológicos de gravedad extrema yambos fenómenos no son separables.

En el mundo del trabajo en los últimos 20años hemos asistido a cambios tecnológicos,reconversiones y recolocaciones traumáticasque han supuesto la aniquilación de los sec-tores productivos primario y secundario,pilares de muchas economías regionalescomo la vasca.

A juicio de algunos críticos los ecologistasdeberían alegrarse de la desaparición deestas industrias y actividades que a su juicioson las principales fuentes de contamina-ción. Hay en Euskal Herria quien tiende aver la desaparición de estos empleos comopositiva para el medio ambiente y para lasociedad en general porque además de anti-ecológicas, estas actividades extractivas y detransformación industrial son anti-económi-cas, según su interesada visión de la lógicamercantil.

Somos de la opinión de qué quienes dise-ñaron en nuestro país el desarrollo indus-trial y más tarde optaron por su finalización,

por el cambio tecnológico y la llamada ter-ciarización, han pensado y piensan más en lalógica del beneficio que en el empleo y en elequilibrio ambiental, que resultan ser valo-res secundarios usados para embellecer sudiscurso.

Al margen de estas críticas, las nuevas tec-nologías del post-industrialismo han produ-cido grandes cambios culturales y sociales.La era post-industrial ya no conlleva lasgrandes concentraciones industriales y obre-ras de antaño y el proletariado industrial haido desapareciendo no sólo por las recon-versiones del sector industrial “en sí”, sinopor las nuevas condiciones de vida y el altonivel de consumo obtenido “para sí” poruna buena parte de la clase obrera, parafra-seando al socialista húngaro G.Luckas.

Según escribe A.Touraine, “los movimien-tos urbanos plebeyos del siglo XIX sufrieronsu decadencia cuando ascendió el movi-miento obrero contemporáneo, adversariode la industrialización capitalista. Hoy elmovimiento obrero padece la misma ero-sión mientras se forma una sociedad denuevo tipo, sociedad tecnocrática y sociedadde consumo a un tiempo, cuyo desarrollosuscita en cambio el nacimiento de nuevosmovimientos sociales…”

Los cambios ocurridos en la sociedadindustrial suscitan la aparición de nuevascontradicciones y de nuevas propuestas. En 11

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la propia escena política están apareciendofenómenos a izquierda y derecha del espec-tro político que también tienen que ver conlos cambios socio-económicos.

Sin entrar ahora a examinar las actitudes ylas estrategias de los sindicatos y de la claseobrera industrial en su reubicación en esteescenario cambiante, la situación actual, entiempos de retroceso social y de pérdida depoder adquisitivo, no parece ser muy favo-rable a estos “nuevos” discursos ecologistasy también feministas, antimilitaristas, o desolidaridad antirracista e internacionalista,aunque no debemos minusvalorar las expe-riencias de colaboración y práctica comúnhabidas.

La pregunta crucial es: ¿Puede hacersealgún tipo de cambio social radical o pro-fundo con criterios ecologistas sin el acuer-do y la participación de las organizacionessindicales y de la desdibujada pero “real-mente existente” clase obrera?

La Historia con mayúsculas nos da algunasclaves y nos sirve para saber que antes deque los hijos de la burguesía llegaran a pre-ocuparse por la calidad del aire en las ciuda-des y por la transparencia del agua en elcampo, “eran ya muchos los obreros quehabían muerto o quedado inválidos parasiempre, a consecuencia de distintos tiposde envenenamientos y contaminaciones,por entornos insalubres, debido al ahorro

de medios y técnicas anticontaminantes quesiempre supone el dominio absoluto de lalógica del beneficio inmediato…”(F.Fernández Buey). Luego, si razones histori-cas existen, habrá que ahondar en las razo-nes del momento.

EL ECOLOGISMO, MOVIMIENTOSOCIAL PLURAL Y DIVERSO, BUSCA

APORTAR LAS CLAVES Y PAUTASPARA UNA REORDENACIÓNSOSTENIBLE Y JUSTA DE LA

SOCIEDAD, CON PROPUESTAS DECAMBIO DEL MODELO DEPRODUCCION Y CONSUMO

No sólo el movimiento ecologista ha criti-cado el rumbo de la sociedad industrial.Cuando el Club de Roma, organismo cientí-fico-económico ligado a la familia Agnelli(FIAT) difundió el temor a los límites del cre-cimiento (Informe Meadows -1972-, Mesa-rovic-1974-...) se estaba alertando al mundosobre el equivocado camino elegido porquienes creían en el desarrollo ilimitado delas fuerzas productivas. Error común enOriente y Occidente, en las democraciasliberales y en el socialismo burocrático. Aprincipios de los 90, tras dos décadas de olvi-do y desprecio a tales advertencias, justifica-dos por el importante avance tecnológico12

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experimentado en este período que coadyu-vó a encontrar nuevas reservas de materiasprimas hasta entonces desconocidas, el Clubde Roma volvió a la carga con “La PrimeraRevolución Global”. Este texto proponía elabandono de toda ideología política o socialpara poner el mundo en manos de intelec-tuales -ecotecnócratas- que pusieran almundo en vías hacia un desarrollo sosteni-ble. Y algunos nos preguntamos ¿Sería justoese modelo? ¿Sería democrático? ¿Habrálibertades individuales y colectivas o viviría-mos en la desigualdad y en el despotismo deuna aristocracia ecologista? El ecofascismo oel autoritarismo ecológico son posibles, aun-que de momento sean sólo quimeras expre-sadas en papel, pero nos sirven para com-prender que las propuestas de cambioambiental no vienen sólo del movimientoecologista.

Por otro lado, tengo para mí que el perio-dismo amarillo ha hecho confundir interesa-damente al variopinto movimiento ecologis-ta con los partidos verdes y ambas cosas,aún teniendo mucho en común, no son paranada lo mismo, aunque los medios de comu-nicación lo vendan como tal y por desgracia,así lo asuma la mayoría de la población.

El movimiento verde, al margen del diver-so tipo de organizaciones, iniciativas, asocia-ciones y campañas que forman parte de el,es un movimiento social relativamentejoven que ha elaborado una crítica frontal alpretendido dominio humano de la naturale-za, al cientifismo tecnocrático y al creci-miento económico permanente como ley deoro del capitalismo. Los partidos verdes quenacieron del seno de este movimientosocial, significan otro tipo de organización,objetivos e intereses, estructura y funciona-miento, por muy legítimos que estos sean.Esto es, los partidos se dedican a un tipo detrabajo específico, ligado a la política insti-tucional y los movimientos se mueven conotros ritmos y formas.

Eso no quiere decir que dentro del ecolo-gismo no existan tanto puntos de acuerdo(defensa de la biodiversidad, respeto a loslímites naturales, búsqueda de sostenibili-dad, principio de precaución…) como dife-rencias y tendencias que dan muestra de suamplio espectro. En lo ideológico podemosencontrar grupos ecofeministas y conserva-cionistas, etno-ecologistas, ecosocialistas ybio-céntricos, por nombrar algunas tenden-cias del pensamiento ambiental.

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Existen corrientes como la Deep Ecology–Ecología profunda– que defiende la igual-dad de derechos de todos los seres vivos,rechazando que los humanos tengamos porlo tanto derechos anteriores a los animales,ya que ven la sociedad como un subsistemao una parte más, pero no superior a la faunao a la flora de la biosfera.

Más a la derecha también podemos en-contrar, aunque sean muy minoritarias,corrientes socialdarwinistas que justifican elstatu quo de apartheid planetario en base ala negligencia innata de los indigentes sure-ños y a los derechos adquiridos por aquellosmás inteligentemente desarrollados.

Frente a ellos, en el otro extremo ideoló-gico encontramos a quienes mantienen quenaturaleza y la sociedad son realidades dis-pares que deben considerarse separadas yno interferirse. Plantean que el mundo

natural tiene sus propias leyes y los huma-

nos ya hemos devastado de forma brutal los

ecosistemas en los últimos dos siglos y

medio de civilización industrial, por lo que

debemos marcar algunos límites de respeto

al mundo salvaje. Este ecologismo conserva-

cionista, el primero en nacer y con un alto

número de seguidores en los países indus-

trializados occidentales, trata de separar y

defender ciertos enclaves naturales de la

acción humana depredadora. En su seno

podemos encontrar también lobbyes o gru-

pos de presión organizados en torno a insti-

tuciones internacionales que buscan intere-

sadamente su parcela de poder en el repar-

to del nuevo pastel ecológico, ya que la

naturaleza también está sujeta a la mercan-

tilización y a la valoración crematística y los

intereses en lid son fuertes y dispares. 14

IÑAKI BARCENA HINOJAL

ACUERDOS Y DESACUERDOS DEL MOVIMIENTO ECOLOGISTA

ACUERDOS DESACUERDOS

defensa de la biodiversidad superpoblación

respeto a límites naturales, reformismo o radicalismo

búsqueda de sostenibilidad, incentivos de mercado

principio de precaución bio/antropocentrismo

democracia participativa partidos verdes

desconfianza con la ciencia relación naturaleza/sociedad

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Entre estos dos discursos ambientales, elde la ecología biocéntrica, espiritual o pro-funda y el ambientalismo y conservacionis-mo nos encontramos con la ecología políti-ca, ecologismo social para otros, que esaquel que pretende integrar y no separarnaturaleza y sociedad. Un ecologismo queno concediendo valores y derechos especia-les a la naturaleza, considera que también lasociedad y sus relaciones están sometidas alas leyes naturales y que salir de la crisis eco-lógica debe significar, por ende, la obten-ción de un sistema socialmente equitativo.

En ese sentido, podemos afirmar que lagran mayoría de las organizaciones y gruposque conforman el panorama ecologistavasco responden a criterios de ecologíasocial y política, a expectativas de cambio ennuestras relaciones con el medio en que vivi-mos, pero cambiando radicalmente las rela-ciones humanas, lo que al menos ideológi-camente hace menos difícil la concreción depropuestas ecosindicalistas.

Nos movemos en un ámbito de acción y dediscurso público en el cual las componentesanticapitalistas del ecologismo son muymarcadas y ahí mismo residen las posibilida-des de tejer campañas conjuntas con elmovimiento obrero y sindical. La defensadel igualitarismo y de la justicia social y elcompromiso con otros movimientos o secto-res sociales esta vivo y es por ahí por donde

los contactos y las alianzas con el movimien-to sindical pueden reforzarse.

LA ENCRUCIJADA SINDICAL PIVOTAENTRE CONVERTIRSE EN UN NUEVO

PARTICULARISMO PARAPRIVILEGIADOS O EN ARIETE DELCAMBIO SOCIO-POLÍTICO FRENTE

AL NEOLIBERALISMO

En línea con esta tesis, el socialdemócrataManuel Escudero (El País, 21-Mayo -1992)decía que “los sindicatos hoy presentancaracterísticas similares a los nuevos movi-mientos sociales, con los mismos pros y con-tras, sujetos a la misma impredecible evolu-ción, pueden contribuir a la fragmentacióny tribalización de los países avanzados, peropueden también avanzar hacia la alianzacon un planteamiento político innovador,que persiga la restauración de la legitimi-dad, de las virtudes y de los procedimientospúblicos democráticos”.

Los cambios estructurales en el mundo deltrabajo y en los sectores y actividades pro-ductivas en las tres últimas décadas han tras-tocado la visión interna y externa del sindi-calismo que tiene que optar entre la inde-pendencia del Estado o volverse parte de él,por sus mutua dependencias. 15

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En vísperas de una huelga general,Manuel Vázquez Montalbán apostillabaque el movimiento obrero era el movimien-to social “realmente existente”, en crisispero fuerte y relevante, capaz de ponertodo un país en pie o tumbarlo frente a laspolíticas económicas de un gobierno. Nomuchas fuerzas sociales pueden hacer lomismo, y eso es signo de fortaleza y capaci-dad de presión política.

No obstante, en referencia a la importan-cia social y a la relevancia que las cuestionesambientales han tomado en las sociedadesoccidentales llamadas “avanzadas” hayvoces que cuestionan la universalidad de losfines y de los intereses de los sindicatosobreros, diciendo que si bien defiendenmuchas más almas que la burguesía, repre-sentan las preocupaciones de mucha menosgente que los movimientos ecopacifistas.Investigadores como Johan Galtung en suexploración socio-histórica sobre el movi-miento verde han intentado demostrar quelos ecologistas defienden y representanintereses más públicos y comunes que lapropia clase obrera. Según su opinión hacedos siglos la burguesía se alió con los secto-res más conservadores para impedir que suspropias proclamas democráticas llegaran ala mayoría de la población europea. Mástarde la clase obrera occidental tras el peri-plo de las dos guerras mundiales llegó a un

acuerdo de colaboración con los patronos yel Estado para mejorar su desfavorablesituación social en tiempos de fuerte creci-miento y bonanza económica, dando lugaral llamado Estado Social o sociedad del bien-estar.

La clase obrera occidental ha conseguidomejoras muy importantes en sus condicioneslaborales y sociales en estos últimos 40 años;sin embargo cuando las elites económicascontraatacan tratando de recuperar terrenopara aumentar sus ganancias y exigen priva-tizaciones y desregulaciones, deslocalizacio-nes y despido libre, contrataciones tempora-les e incentivos fiscales, la respuesta sindicalse vislumbra desigual y limitada para apare-cer ante los ojos de la ciudadanía como unadefensa de los intereses generales.

Por eso se ha solido criticar a los sindicatosque en las últimas décadas han gestionadolos intereses de sus afiliados como una fuer-za social autónoma, en pugna con laAdministración del Estado y con las organi-zaciones patronales y han tomado la apa-riencia de ser una parte integrante del apa-rato del Estado del Bienestar, la tercera patade la concertación social. Una concertaciónsocial que ha generado estabilidad social ypolítica, pero que no debe olvidar la exis-tencia de sectores sociales desfavorecidos -fundamentalmente mujeres, jóvenes yancianos- sino quiere que fragüe la idea de16

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que las organizaciones sindicales defiendenintereses propios y no generales.

Frente a quienes plantean que los sindica-tos defienden intereses particulares y no de“clase” o que su “clase obrera” se ha redu-cido casi exclusivamente a -hombres- blan-cos y profesionales, aquellos sindicatos queafilian, organizan y defienden los derechosde los inmigrantes, mujeres y jóvenes pue-den sentirse orgullosos y en coherencia conlas reivindicaciones históricas del movimien-to obrero internacional. Aquí es donde lasaguas del sindicalismo se dividen entre elcorporativismo y el sindicalismo social y soli-dario.

SUPERAR LA CRISIS ECOLOGICASIGNIFICA AUNAR MUCHOSALIADOS CON INTERESES

COMUNES. ECOLOGISMO YSINDICALISMO DEBEN

REGENERARSE PARA OFRECERALTERNATIVAS ASUMIBLES POR LA

SOCIEDAD VASCA

Sindicalistas y ecologistas por sus propiasinercias no parecen estar en buenas condi-ciones de interacción y mutua colaboración.Hablan idiomas diversos y usan lentes distin-tas para escudriñar la compleja realidadsocial. Empero las estrategias para enfren-

tarse a la crisis ecológica y social sólo seránválidas si en vez de controlar el fin del pro-ceso, tanto de la acumulación de la conta-minación como del reparto y distribución delos beneficios económicos, se opta conjunta-mente por procesos de funcionamiento cir-cular que democraticen y regeneren proce-sos de producción y de decisión. Conten-tarse con una cierta mejora al final del pro-ceso productivo, bien en la disminución dela polución o en el reparto más equitativono es garantía de sostenibilidad social yambiental.

Volvemos al debate entre los fines y losmedios y entrar en un terreno concreto qui-zás nos ayude a encontrar alguna luz, algu-na salida en positivo a nuestro dilema.

Hoy la gran mayoría de los asalariadosvamos y volvemos a nuestro puesto de tra-bajo en automóvil privado, algo que se hapretendido convertir en un símbolo de liber-tad de movimiento y status social. Emperoesta práctica diaria genera graves proble-mas de circulación, de aparcamiento, deocupación de los espacios urbanos, de con-gestión, de ruidos y contaminación atmosfé-rica, de accidentes, de nuevas infraestructu-ra, etc. Podríamos seguir esta larga listahasta preguntarnos si tanto desaguisadomerece la pena.

El transporte es el problema socio-ambien-tal más preocupante en la mayoría de las 17

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grandes y de las no tan grandes ciudadesvascas. Desde hace años se viene planteandoante los responsables de las políticas de trá-fico y transporte por parte de diversos agen-tes sociales (ecologistas, sindicalistas, base-rritarras, asociaciones de vecinos, consumi-dores…) una moratoria de proyectosinfraestructurales (autovías y variantes, TAV,macrocentros comerciales, superpuertos yaeropuertos…) que sirva para reordenar eltráfico y poder así hablar de movilidad sos-tenible. Sin embargo, las administracioneslocales que cuestionan estos proyectos sesienten huérfanas ya que Diputaciones yGobiernos autonómicos observan una huida

hacia delante y avanzan en una dinámicaesquizofrénica que consiste en predicar lamovilidad sostenible y promocionar la cons-trucción de infraestructuras que son partedel problema no de la solución.

Los datos cantan y cada día recorremosmás distancias para acudir al trabajo. Comose observa en la Tabla 2, en una década(1989-99) un 14,5% de trabajadores de laC.A.V. ha pasado a recorrer más de 5 kms.para acceder a su puesto de trabajo y estono más allá de suponer un índice de de-sarrollo socio-económico, refleja un creci-miento insostenible de la movilidad.

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<100 8,74 5,65 -35,41%

100-499 9,06 7,68 -15,19%

500-999 9,51 7,82 -17,69%

1.000-4.999 38,71 35,29 -8,84%

5.000-9.999 13,97 13,08 -6,31%

10.000-29.999 16,11 24,74 53,50%

30.000-49.999 2,57 3,47 34,99%

>50.000 1,34 2,27 70,20%

Tabla 2. Evolución de la distancia recorrida al trabajo en la C.A.P.V.(% del total de personas)

Fuente: Josefran Cid (2004) y Encuesta de Condiciones de Vida 1989 y 1999. Eustat.

Distancia (metros) 1989 1999 Diferencia 1988 - 1999

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Como explica Winfried Wolf en su intere-sante artículo: “La sociedad del automóvil:Un callejón sin salida” en las sociedadesoccidentales la suma de los movimientos detransporte empleados para satisfacer aque-llas necesidades de movilidad básicas se hamantenido en una cifra constante (aproxi-madamente mil novecientos movimientospor persona y año desglosados en trabajo,compras, ocio, enseñanza y vacaciones) a lolargo de todo el siglo XX, tanto antes comodespués de la automovilización de la socie-dad. No ha variado la cantidad de desplaza-mientos lo que si ha variado, como hemosvisto en la tabla anterior, es la cantidad dekilómetros recorridos para realizar esemillar de movimientos de transporte. Lasgrandes superficies comerciales y los polígo-nos industriales alejados de los barrios y ciu-dades son los que marcan la gran diferencia.Y es precisamente en la transformación deesta forma de desplazamiento motorizadoal trabajo y a las compras donde las organi-zaciones sindicales tienen mucho que decir,tanto para generar más y mejores empleos,como para mejorar la calidad de vida de losy las trabajadoras.

Los sindicatos y sus organizaciones inter-nacionales han avanzado en su compromisoecológico en la última década. En la UniónEuropea los contactos entre las grandesorganizaciones ecologistas (Greenpeace,

WWF, Amigos de la Tierra, European Envi-ronmental Bureau, Birdlife, Transport &Environment y la Red Acción del Clima) y lafederaciones europeas de sindicatos comen-zaron a raíz de la remodelación de la U.E. enMaastricht. Ambos tenían mucho que decirante el modelo europeo que se forjaba en lanueva carta europea, en lo social y en loambiental. Desde entonces hemos visto asindicatos y ecologistas, junto a otros secto-res y voces protestar una tras otra en lasdiferentes cumbres europeas, donde losministros de la UE antes con 15 y ahora con25, diseñan sus planes de acción.

Algo parecido ha ocurrido a escala plane-taria en foros ambientales como el Consejopara el Desarrollo Sostenible de la ONUdonde sindicatos y ambientalistas, junto aindígenas, autoridades locales y mujeresgozan de voz para presentar sus visiones ycríticas. Desde la Cumbre de Río de Janeiro(Junio -1992) el sindicalismo en general hatomado con mayor seriedad y dedicación lascuestiones ecológicas y en la fallida cumbrede Johannesburgo (Agosto-2002) su presen-cia y sus propuestas fueron notables.

En Euskal Herria hemos tenido la oportu-nidad de compartir debates y pláticas en elproceso iniciado por el Foro Social Vasco enel año 2003. Como comienzo es una buenanoticia pero más allá del mutuo conoci-miento, de escuchar y presenciar las pro- 19

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puestas y reflexiones de cada movimientosocial este Foro debería fructificar en prácti-cas comunes, en espacios comunes de accióny de debates permanentes con programasmancomunados, para como decía A. Macha-do hacer camino al andar. Las inercias decada movimiento no facilitan el trabajoacompasado pero si se pudieran producir yexpandir experiencias de colaboración eco-sindical por pequeñas y puntuales que sean,el efecto educativo y multiplicador no seharía esperar.

En el difícil y peliagudo terreno del trans-porte donde tantos intereses y actores dis-tintos se entrecruzan, las manos unidas detransportistas y ecologistas, de usuarios yplataformas vecinales serían muy útiles paraintentar forzar un cambio de rumbo.

Quizás el sindicato además de discutir miscondiciones laborales y contractuales, pue-de serme de gran ayuda si me ayuda a ganarcalidad de vida, reduciendo mi dependenciade esa droga diaria llamada automóvil y meayuda moverme en un renovado sistema detransporte público y a trabajar más cerca decasa. Gano yo y ganamos todos.

LA RECONVERSIÓN ECOLÓGICADE LA INDUSTRIA GENERARÁ

MÁS Y MEJORES EMPLEOS

Altos Hornos de Vizcaya, el bastión emble-mático y motor central de la industria vasca

no se cerró por la presión ecologista. Nofueron los factores ambientales, ni el pasivoecológico que esta gran empresa dejó trassu siglo largo de funcionamiento productivolas que determinaron su cierre. Sus trabaja-dores vieron como una nueva acería com-pacta dando empleo a una veinteava partede empleados producía la misma cantidadde acero. Una vez más la suma de capital ytecnología destruía empleo y hacia desapa-recer el símbolo industrial vasco, por exce-lencia, lo que ni Franco ni el Gobierno Vascocamino del exilio se atrevieron a destruir.Hoy la ACB tras menos de un lustro de exis-tencia conoce horas bajas de regulación y vesu futuro en entredicho víctima de la globa-lización de la competencia mercantil.

Este no es sino un ejemplo para entendercomo funcionan las reglas económicas ycomo la opinión pública parece aceptar estetipo de pérdidas con resignación. Nadieparece poder oponerse a las leyes inexora-bles del mercado, como si el mercado fueraun Dios lejano que dicta sentencia muy porencima de nuestras posibilidades.

Ya en 1969 cuando con la profesora deQuímica en 5º de Bachiller visitamos la fac-toría de AHV en Sestao, se nos decía que lacontaminación de sus hornos se iba a arre-glar con filtros, muy costosos, pero que aca-barían por implantarse para evitar males enla salud de trabajadores y vecinos. Hoy en la20

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Margen Izquierda hay muchos menoshumos y sobre todo muchos menos trabaja-dores aunque el pasivo ambiental sigue pre-sente en el suelo y en el estuario.

Hace ya años que en nuestro país se creóun “Cluster” (grupo, racimo) medioambien-tal de empresas que vieron la oportunidadde seguir haciendo negocios dedicándose acuidar el medio ambiente, especialmentecon los residuos. Entre nosotros los residuosindustriales y los urbanos son un problemaque crece. Cada vez generamos más basurasque ya no se pueden tirar en cualquier sitio,como en otros tiempos. Gestionamos muybien los residuos dice el gobierno deGasteiz. Como mercancía al uso, se valorizany se pagan jugosos cánones por su trata-miento. Y se crean puestos de trabajo enfactorías de recogida, de almacenamiento,de reciclaje, de inertización o en incinerado-ras. Lo dicho, el medio ambiente generaempleo.

El quid está en que si los residuos se con-vierten en negocio, la perversión es tal queen vez de minimización o reducción de losresiduos caminamos hacia su importación.Los vascos, efectivamente somos punterosen las tecnologías de residuos, la cuestión essi estamos dispuestos a convertir nuestropaís en un vertedero, asumiendo la gestiónde las basuras como negocio, no como nece-sidad. Es curioso como desde posiciones

tecno-ecologistas se defienda por un lado lapoca viabilidad económica del compostaje,puesto que no hay un mercado vasco, ni cir-cundante, donde colocar el abono obtenidocon nuestros residuos orgánicos y sin embar-go se acepte y justifique la importación deresiduos tóxicos y peligrosos, porque estosresiduos están mejor almacenados y trata-dos que dejados al albur de empresariosdesaprensivos y porque aquí ya existen lasempresas de tratamiento y de paso genera-mos capital y empleo.

No fue esta la filosofía empleada enAtxarte, en la larga polémica en torno alcierre de las canteras situadas dentro delParque Natural de Urkiola, las de Mañaria,por arte de magia, quedaron fuera delmismo. Los puestos de trabajo de canteros ytransportistas fueron un elemento que eco-logistas y escaladores trataron de salvaguar-dar, buscando otro tipo de actividad dentrode la economía que los propios servicios delparque debieran generar optando así poruna reconversión no traumática. Poco casose hizo a sus propuestas, a las ideas de solu-ción escrutadas por el Patronato del parquey flaco favor hicieron el resto de los actoressocio-políticos en lid a estos trabajadorespara encontrar una salida a su complejasituación laboral. Lo que pudo ser una ejem-plar experiencia práctica de colaboraciónentre Administración, sindicatos y ecologis- 21

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tas resultó un fiasco que se enquistó dejan-do en este caso a la parte más débil del con-flicto, a los trabajadores, sin futuro en lascanteras y sin empleo en el parque.

Estos casos de nuestro entorno no son sinoalgunas muestras de cómo la pretendidaincompatibilidad entre medio ambiente yempleo está por demostrar.

Si la seguridad y la salud en el puesto detrabajo resultan caras y rebajan el margende beneficio, bien sabemos que a la largasale más en cuenta prevenir que curar. Losaccidentes laborales son la mejor lección deello.

El periodista ambiental Joaquín Araujo haplanteado que emprender la transiciónhacia una sociedad sustentable exigiríadedicar el 15% del PIB a inversiones ambien-tales, en la energía, en el transporte, en laproducción limpia, en el cierre de empresasdañinas, etc. Hoy los países más avanzadosen cuestiones ecológicas, los escandinavospongamos por caso, dedican el 1,5% o sea10 veces menos.

Existen cálculos más y menos optimistassobre la capacidad de creación de empleode las iniciativas ecológicas. Son más intensi-vas en trabajo y menos en capital y energíaafectando a los sectores centrales de la vidaeconómica. Sin embargo como bien apuntaJorge Riechmann también suponen reduc-ción de empleo al frenar el crecimiento y el

tráfico automovilístico, al desmercantilizarciertas actividades, al desaparecer algunossectores productivos (nuclear, cloro, arma-mento, turismo insostenible…).

Luego sacar las cuentas de tal reconver-sión hacia la sustentabilidad ecológica no estarea fácil de calcular, pero aún más difícil esconvencer a la opinión pública del primermundo en que “afortunadamente” vivimos,de que la economía ecológica es el camino.

AL CAPITALISMO VERDELE SOBRAN MUCHAS

PERSONAS Y EMPLEOS

En estos comienzos del siglo XXI se obser-va un cambio espectacular en las perspecti-vas de futuro de los hijos e hijas de la claseobrera. Sus expectativas de empleo y demejora socio-económica están en peligro yaque ni siquiera superar satisfactoriamentesu periodo estudiantil es garantía de lograrlas condiciones mínimas para una vida inde-pendiente y autónoma. Este es un dato rele-vante de decadencia y crisis social que ame-naza a una buena parte de la juventud, quese ve obligada a depender de las rentas desus progenitores. Acceder al empleo establey a la vivienda es una meta mucho más difí-cil de alcanzar que en generaciones ante-riores.22

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Esos jóvenes que se ven llamados diaria-mente al consumo desaforado para ocuparun lugar en la sociedad, tienen serias difi-cultades para obtener el disfrute de aquelloque la lucha sindical de sus padres y abuelostrajo y que había sido llamado Estado delBienestar, aunque bien sabemos que en estaparte de Europa su implantación fue retar-dada y relativa.

En cambio firmas que durante décadasfueron depredadoras de ecosistemas y des-pilfarradoras de materiales y energía se hanvestido de verde y ofrecen un escaparateambiental que trata de ocultar los de-saguisados de sus actividades industriales,no para generar más empleos sino parahacer más y mejores negocios. El caso deIberdrola, una multinacional de nuestroentorno es paradigmático.

Automóviles de menor consumo de com-bustible y menos contaminación para con-quistar la naturaleza, turismo ecológico,energía verde y productos reciclables detodo tipo son el reclamo publicitario decompañías multinacionales que hace tiempoaprendieron que el “greenwash” o lavadode imagen ecológico funciona y limpia laconciencia de la gente que piensa que si es“verde” su consumo es menos dañino y másacorde al cuidado de la naturaleza.

Sin embargo una débil capa de aderezoverde no es suficiente para tapar el cúmulo

de ataques constantes a la naturaleza, a lasalud y a las condiciones de vida de la gente.

Hemos sido un país industrial que haconocido una dura reconversión que ha aca-bado prácticamente con nuestra industriasiderometalúrgica y naval. En los años 70 seintentaron instalar en nuestro suelo variascentrales nucleares que fueron ampliamen-te contestadas por la sociedad vasca. Treintaaños después, debido a la denominada libe-ralización del mercado de la energía en laUnión Europea en nuestro país se han pues-to en marcha una serie de proyectos ener-géticos que apoyándose en la mejora tecno-lógica y en la mayor eficacia para obtenerenergía eléctrica a partir del gas natural vana comprometer seriamente nuestras condi-ciones ambientales.

Estos proyectos han tirado por tierra lasplanificaciones energéticas de los gobiernosde Gasteiz (3E-2005) y de Iruñea (1996) quepreveían niveles de producción eléctricaautónoma (82% y 100% respectivamente)ambiciosos y coherentes con una políticaenergética de nuevo cuño.

El plegamiento de la Administración vascay navarra a los designios de las transnaciona-les de la energía y fundamentalmente deIberdrola, supone no solamente no cumplircon nuestros compromisos internacionalespara combatir el cambio climático (Protocolode Kioto- Estado Español-15% de CO2 por 23

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encima de las emisiones de 1990) sino el ini-cio de una etapa de importación de recursosy producción eléctrica para mercados exte-riores, que hipoteca nuestro futuro al conta-minar el aire y el agua, abandona el ahorroenergético, renuncia a la puesta en marchade proyectos energéticos alternativos localesy en el caso de Navarra tira por tierra uno delos ejemplos regionales más avanzados delplaneta en materia energética.

La comunidad autónoma de Navarrahabía conseguido producir, por sus condicio-

nes orográficas y demográficas, el 100% de

su energía eléctrica en base a sus parques

eólicos y saltos mini-hidráulicos, a la bioma-

sa y a la energía solar fotovoltaica. No era

un sueño sino una atractiva realidad que se

ha hecho añicos al instalar junto al Ebro dos

centrales de ciclo combinado que no gene-

ran más de 100 empleos pero que produci-

rán quemando metano tantos megavatios

como todas las instalaciones de energías

renovables juntas.

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Petronor IGCC Petronor 800 MW 6.000.000. Tn/año

Bahia Bizkaia Iberdola,Repsol,BP-Amoco,EVE 800 MW 2.600.000. Tn/año

Santurtzi Z.K. Iberdrola 375 MW 1.150.000. Tn/año

Zabalgarbi Vivendi, EVE, BBK 90 MW 675.000. Tn/año

Boroa ESB- Irlanda 800 MW 2.600.000. Tn/año

Castejón Iberdrola 800 MW 2.600.000. Tn/año

Castejón Hidrocantábrico 400 MW 1.300.000. Tn/año

PROYECTO PROMOTOR POTENCIA EMISIONES C02

En este país hemos visto a los sindicatosprotestar ante la amenaza centralista deengullir o cambiar la sede social de nuestrasempresas multinacionales. Eso repercutiríaen la cantidad y en la calidad del empleoclaramente, pero también las nuevos pro-yectos energéticos diseñados en su mayoríapor estos agentes vascos de la globalización

van a trastocar de forma notable las condi-ciones de vida y de trabajo, generando pocoempleo, mucho movimiento de capitales yproblemas ecológicos graves y ante eso larespuesta sindical y del mundo socio-políticovasco ha sido mucho más limitada, excep-tuando casos como el de Zornotza.

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El fraude de la energía verde evidencia elintento empresarial de engañar a la opiniónpública con un machacón pero débil barnizambientalista, intentando hacer aparecercomo ambientalmente positivos sus grandescentrales hidráulicas. No tendrían pegaspara vender como ecológica, renovable yalternativa los megavatios que hipotética-mente se obtendrán en el pantano de Itoiz.

Por el eso el ecologismo y también los sin-dicalistas tienen la responsabilidad de con-trarrestar esta estrategia reivindicando quelo mejor para el medio ambiente y para elempleo son las políticas de ahorro energéti-co, la promoción de proyectos energéticoslocales y la sustitución de los combustiblesfósiles por la energía solar. Los proyectosarriba anunciados hacen muy difícil estecambio.

LA COLABORACIONECOSINDICALISTA SIGNIFICA IR MÁS

ALLÁ DEL BUEN ENTENDIMIENTOENTRE EL DEPARTAMENTO DE

SALUD LABORAL SINDICAL Y LOSENCARGADOS DE RELACIONES

EXTERIORES DE LASORGANIZACIONES ECOLOGISTAS

Los sucesos de Erandio en 1969 son unbuen acicate para aquellas personas que

pretendan entender por dónde discurren losnexos de unión entre ecologismo y sindica-lismo. ¡¡Fuera el gas!! era el grito unánimede una población que rodeada por indus-trias químicas se veía intoxicada en días declimatología adversa e inversión térmica.Octubre del 69 es también el origen del eco-logismo vasco, su hito inicial. El lugar y elmomento en que se manifiesta que las con-diciones de trabajo y las de vida de las per-sonas van unidas y que tan importantes sonlas unas como las otras.

En Euskal Herria han existido y existenconflictos entre ecologistas y sindicatos nodemasiado fuertes ni virulentos. En general,el ecologismo dirige sus quejas hacia laAdministración y en menor medida hacia elempresariado. En cualquier caso se observanconflictos ecosindicales en zonas urbanas,industriales y agrarias entre productores ydefensores del medio ambiente. Y es seguroque van a seguir existiendo. Se dice, desdela óptica más tradicional de la izquierda,que el problema reside en que los ecologis-tas anteponen el respeto a la naturaleza, aanimales y plantas que a la dignidad huma-na. Y los y las ecologistas responden que esadignidad deberái ir más allá de defender elempleo de los y las que lo tienen, aunque noes poco en los tiempos de despido libre quecorren. 25

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Existe en la sociedad vasca una sacraliza-ción del trabajo que deberíamos cuestionarpuesto que vivimos en una sociedad despil-farrdora de recursos y superproductora debienes. Es necesario poner en cuestión líneasde producción y negocios (armamento, can-teras, incineradoras, grandes superficiescomerciales…) que no suponen sino la gene-ración de valores insolidarios y particularis-tas y plantear su remodelación en activida-des productivas alternativas, aunque nosean tan rentables para algunos, deberíanser más saludables para sus trabajadores ypara la sociedad en general.

A diferencia de otros lugares, el ecologis-mo vasco ha tenido posiciones y compromi-sos político-sociales profundos, ha sido y esabiertamente anticapitalista y sus principa-les campañas giran más en torno a cuestio-nes urbanas y anti-desarrollistas, que a ladefensa de espacios naturales, teniendo porello una marcada posición anti-institucional.Estas características no son malas para rela-cionarse con el mundo sindical, pero le ayu-dan poco a desplegar sus propuestas másallá de la protesta. Desgraciadamente lapráctica alternativa se queda reducida apequeños círculos de colaboradores.

En términos generales obreros y sindicatosven con buenos ojos lo que el ecologismoplantea; pero les parece utópico y fuera delugar. Piensan que el ecologismo es incapaz

de plantear alternativas generales y viablespara el conjunto de la sociedad. Y no lesfalta razón.

El sindicalismo por su fuerza estructural ypor su amplia dimensión social puede ayu-dar al ecologismo a salir del localismo y aponer en práctica algunas alternativas quegeneren salud y empleo. Los primeros y difí-ciles pasos para el mutuo conocimientoentre sindicalistas y ecologistas ya estándados. El trabajo comenzado de proyectosecosindicales debe profundizarse y dirigirseespecialmente a los comités de empresacon propuestas especificas (legislación me-dioambiental, reconversión hacia la produc-ción limpia, evitación de residuos tóxicos,ahorro energético, transporte público,colectivo, no motorizado...).

Es curioso que el movimiento ecologistaaquí tenga relaciones más estrechas y mástrabajo en común con el sindicalismo base-rritarra y con el sector agrícola, que repre-senta el 3,7% de la población empleada enEuskal Herria y ve seriamente amenazada susupervivencia, que con el sindicalismo indus-trial, sector seriamente en retroceso peroque con el 37% de los ocupados representael sector más potente del sindicalismo vasco.Ese es nuestro reto.

Como decía Boris Frankel en “Los utópicospost-industriales”: “Si la izquierda hace26

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oídos sordos a las críticas a la sociedad exis-tente de las ecofeministas y de los ecosocia-listas se autocondenará a un futuro de con-servadurismo político y de marginación. Porotro lado, sin la fuerza político-económica yla experiencia del movimiento obrero, losmovimientos alternativos están igualmentecondenados a desaparecer bajo el peso delas fuerzas políticas conservadoras que cons-tituyen una seria amenaza para el conjuntode todo el planeta”.

La economía moral y la ecología social sonnuevos valores a desarrollar para que losvientos de conservadurismo e insolidaridad

declinen. Salir de los retos post-industrialesen convergencia ecosindical puede auguraralgún éxito. La defensa de miopes criteriosde crecimiento productivista por parte delsindicalismo o de desarrollo sostenible sólopara los ricos por parte del ecologismo seríaun camino equivocado por antinatural yantihumano. Ese es el desafío común para elmundo sindical y para el ecologista. Apren-diendo de su historia común y generandoprácticas de mutua colaboración, la simbio-sis ecosindical es un germen de esperanzapara una Euskal Herria justa y solidaria enun mundo sostenible ambientalmente.

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