suplemento cultural contenido 13-10-12

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Maracay, Sábado 13 de octubre de 2012 ALBERTO HERNÁNDEZ Crónicas del Olvido poética del silencio La noche pues, no es sólo un acontecimiento físico. La noche se abre paso en mí a la hora de la noche, no a la hora de la naturaleza solamente. Soy noche cuando es de día. Hanni Ossott (Ensayo La imagen de la noche) 1.- E l silencio nos mira. La noche es un cuerpo de- tenido. Su ojo analítico promueve la fijación de un es- píritu que se agita en la sus- tancia de la mirada. Nos en- caja las profecías de un esta- tismo riesgoso. Lo describi- mos en la noche de Ossott, quien nos agrega a su muerte en las formas y los colores de las sombras. Miramos el lienzo, la espu- ma de un mar que nos moja los pies: sentimos la morde- dura de un pez despedazado por las mareas y los miedos nucleares. En medio de la no- che de una palabra, húmeda por el viento. Repasamos en- tre arenas y piedras la super- ficie marina, la curva cabalís- tica de una elipsis hecha pal- mera (el llano, mi paisaje, mi noche aún entre los ojos). Su- midos en el rotar de la tierra y sus misterios, dejamos a un lado los símbolos, los lugares donde la muerte ofrece sus respuestas. El silencio es esa noche deshuesada, el poema. 2.- No quiero apartarme de la voz con que vivo. Rafael Cadenas. Ya en la habitación del ho- tel, espacio de alquiler para profanar la tierra y adherir- nos al cielo, resignado por las inflexiones que no terminan de llegar, siento (la primera persona aísla cualquier res- ponsabilidad ajena) la hipno- sis de la altura y las profundi- dades. Sobre la cama el cuer- po navega levemente, sin so- bresaltos, sin el humo de la gran ciudad, investido por la fuerza de un globo que abarca el infinito y el ahogo de quie- nes habitan la desolación. Des- de esta perspectiva, la poesía es esa bruma que veo en el in- finito, en el paisaje casi borro- so, casi anuncio de una cata- rata en el ojo izquierdo. La rea- lidad es tan pesarosa. El poe- ma desviste sus huesos, se si- lencia. El país que hoy me ha- bita y habito, a la hora de esta mañana, es el riesgo del texto. Pienso en los desmanes de un verso "El poema es una forma, un molde, un artificio", dice Cadenas. Y mientras acontece el silencio, el rasguño de su presencia, la forma de la no- che de Ossott y la espesa reso- nancia de Cadenas, mi silen- cio, el que me acerca a mi poe- ma, se desliza y muere en me- dio de la habladuría de tanto despojo. Un poema -el mío, mi poética- es más silencio que palabras. Miro las hojas secas. La no- che se descuelga del primer verso que olvido. Y el mar ya no existe, se ha alejado en la medida en que cuento los hi- los de la carretera. Tengo en el llano el mar seco de la noche. El "espacio informe" de Va- léry empuja el recorrido de los ojos: la sombra impera sobre la hojarasca y miles de corpús- culos diseñan el universo en que la observación, la curiosi- dad, relaja las frases y las des- aparece. El paisaje (el silencio es un lugar) queda detenido, eterno. Pero hay un algo que somete el panorama a una prueba terrible. Hay un ago- biante destino en la textura de esa realidad externa. No hay pisadas: el venado y el toro han dejado las huellas bajo las ho- jas: la tensión de esa memoria hinca el pecho, me acerca al fin de la dicha. El esqueleto de un caballo flota ante mis ojos. Mi paisaje infantil fue sometido por la fuerza de la noche. Un largo silencio lo borra, lo des- dibuja bajo mis pies. La misma felicidad que me entrega esta experiencia es una muerte poco dialogada. El texto -el poema, que no la poesía- se resiste a entrar en la noche apretada. Un concep- to, una analogía que revierte la luz y sus formas. La capaci- dad para acceder al espíritu de la quietud me asombra y me retiene. ¿Qué hay en el in- terior de ese pasmo, que me destina la contemplación? ¿Qué designios debo enfren- tar? Las hojas siguen allí, no abandonan la sombra, más bien se hace noche con las ho- ras. Entonces me llama Go- ttfried Benn cuando dice de la naturaleza carente de vida: la noche es un riesgo, una com- pañía. El silencio es el hueso que se agarra de la noche, que agita las palabras hasta hacer- las parte de esa naturaleza. La alusión a esta sustancia me vuelve a la biblioteca -es- toy en el bosque- para apres- tarme a la religión de Sweden- borg: las correspondencias, los diálogos cruzados entre tiem- pos e imágenes, la confusión y el caos bajo la visión de un mundo que se aleja y regresa. Dios vigila los versos en la os- curidad. ¿Acaso soy un héroe, un homicida, un criminal que usa la sombra para luego tener en la luz el disfrute de la ino- cencia? De esa permanencia bajo este árbol nutricio, aquí en mi tierra de polvo amarillo, sólo me queda un rasguño de la infancia, un golpe de alam- bre y un olor que aparece cuan- do llueve. Pero este silencio, este líquido que corre por mis oídos tiene en mis próximas palabras una sola salida, un agujero de tinieblas por donde algo tiene que emerger, el poe- ma buscado en la poesía. O la poesía ansiada en el poema. 3.- Anoche (¿cuánto hace de eso?) soñé con mi muerte. Me miraba desde el techo. Pero ya no era mi muerte. Era la muer- te del Otro, una conciencia aje- na que regresaba de un largo paseo por un desierto de Ma- rruecos: las sandalias a la en- trada de Rabat, en 1971. Mis dedos sucios. Mis párpados enfermos, insolados. En una mano, el poema que después entró en un libro. Aquellos ojos privados de luz en la caverna de la droga de aquellos vicio- sos aturdidos, donde Bogart y yo nos sentamos un día, ya fa- llecido el famoso actor en mi adolescencia. Y allí en la habi- tación, treinta años después, se aparece aquella imagen, la muerte ajena, la de quien pre- sume ser el Otro, la descubier- ta en un espejo: el lugar se des- dibuja en los colores que los sueños seleccionan. En medio de tanto silencio, una voz "El tiempo de la poesía es el tiem- po del ánima", Hanni Ossott de nuevo. Tiembla bajo la sombra mudable de una vela. Se corta la electricidad y me he queda- do como el poema, solo, en búsqueda de la poesía, la que llega desnuda, mujer o som- bra, preparada para hacerse en cada espasmo. Mi paisaje se borra lentamente: el llano ya no es el olor que perseguía. Es una suerte de lápida sobre un grito. La poesía es este silen- cio fantasmal hecho país, do- lor, rabia, silencio, locura y eternidad en la mirada de un perro que pasa con la lengua colgada del cosmos. Favorecido por las palabras que me dice la hora, retroce- do. Miro la pantalla del com- putador, la hoja en blanco que brilla en mis pupilas. Esta no- che no es mi tiempo. Ni es la muerte que creía. El espacio, un espejismo, la arena calien- te del desierto de mis 19 años, la sed y los policías detrás de los narcotraficantes que eva- dían las fronteras y los niños de Fez y Tánger ofreciendo debajo de sus túnicas los hu- mos del hachifs, los servicios mudéjares de caderas y pro- minencias de bustos virgina- les. De todo eso queda una lí- nea vertical que atraviesa mis ojos, una espina en el talón derecho y mi pasaporte con- fiscado por este mi rostro ára- be. A tantos años, un paisaje, el silencio detrás del hedor de los cuerpos, esos lugares, pero no hay palabras, no hay músi- ca, no hay quejas ni balazos, no hay chasquido de carne seca, no hay autobuses reple- tos de turistas, sólo la cara de un hombre que persigue el si- lencio y la noche de los bedui- nos, la carga sideral de los nó- mades. Y allí sí estoy, enana caravana que me trae de re- greso a Barcelona, luego a Madrid, al silencio. A esta muerte que hace más de tres décadas fue paisaje. Allí está ella, la poesía. Tan cara y tan demencial, anoche- cida en mis palabras, en todo mi silencio.

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Maracay, Sábado 13de octubre de 2012

ALBERTO HERNÁNDEZ

Crónicas del Olvidopoética del silencio

La noche pues, no es sólo unacontecimiento físico.

La noche se abre paso en mí ala hora de la noche,

no a la hora de la naturalezasolamente.

Soy noche cuando es de día. Hanni Ossott

(Ensayo La imagen de la noche)

1.-

El silencio nos mira. Lanoche es un cuerpo de-tenido. Su ojo analítico

promueve la fijación de un es-píritu que se agita en la sus-tancia de la mirada. Nos en-caja las profecías de un esta-tismo riesgoso. Lo describi-mos en la noche de Ossott,quien nos agrega a su muerteen las formas y los colores delas sombras.

Miramos el lienzo, la espu-ma de un mar que nos mojalos pies: sentimos la morde-dura de un pez despedazadopor las mareas y los miedosnucleares. En medio de la no-che de una palabra, húmedapor el viento. Repasamos en-tre arenas y piedras la super-ficie marina, la curva cabalís-tica de una elipsis hecha pal-mera (el llano, mi paisaje, minoche aún entre los ojos). Su-midos en el rotar de la tierra ysus misterios, dejamos a unlado los símbolos, los lugaresdonde la muerte ofrece susrespuestas. El silencio es esanoche deshuesada, el poema.

2.- No quiero apartarme de lavoz con que vivo. Rafael Cadenas.

Ya en la habitación del ho-tel, espacio de alquiler paraprofanar la tierra y adherir-nos al cielo, resignado por lasinflexiones que no terminande llegar, siento (la primerapersona aísla cualquier res-ponsabilidad ajena) la hipno-sis de la altura y las profundi-dades. Sobre la cama el cuer-po navega levemente, sin so-bresaltos, sin el humo de lagran ciudad, investido por la

fuerza de un globo que abarcael infinito y el ahogo de quie-nes habitan la desolación. Des-de esta perspectiva, la poesíaes esa bruma que veo en el in-finito, en el paisaje casi borro-so, casi anuncio de una cata-rata en el ojo izquierdo. La rea-lidad es tan pesarosa. El poe-ma desviste sus huesos, se si-lencia. El país que hoy me ha-bita y habito, a la hora de estamañana, es el riesgo del texto.Pienso en los desmanes de unverso "El poema es una forma,un molde, un artificio", diceCadenas. Y mientras aconteceel silencio, el rasguño de supresencia, la forma de la no-che de Ossott y la espesa reso-nancia de Cadenas, mi silen-cio, el que me acerca a mi poe-ma, se desliza y muere en me-dio de la habladuría de tantodespojo. Un poema -el mío, mipoética- es más silencio quepalabras.

Miro las hojas secas. La no-che se descuelga del primerverso que olvido. Y el mar yano existe, se ha alejado en lamedida en que cuento los hi-los de la carretera. Tengo en elllano el mar seco de la noche.

El "espacio informe" de Va-

léry empuja el recorrido de losojos: la sombra impera sobrela hojarasca y miles de corpús-culos diseñan el universo enque la observación, la curiosi-dad, relaja las frases y las des-aparece. El paisaje (el silencioes un lugar) queda detenido,eterno. Pero hay un algo quesomete el panorama a unaprueba terrible. Hay un ago-biante destino en la textura deesa realidad externa. No haypisadas: el venado y el toro handejado las huellas bajo las ho-jas: la tensión de esa memoriahinca el pecho, me acerca al finde la dicha. El esqueleto de uncaballo flota ante mis ojos. Mipaisaje infantil fue sometidopor la fuerza de la noche. Unlargo silencio lo borra, lo des-dibuja bajo mis pies.

La misma felicidad que meentrega esta experiencia esuna muerte poco dialogada. Eltexto -el poema, que no lapoesía- se resiste a entrar enla noche apretada. Un concep-to, una analogía que reviertela luz y sus formas. La capaci-dad para acceder al espíritude la quietud me asombra yme retiene. ¿Qué hay en el in-terior de ese pasmo, que me

destina la contemplación?¿Qué designios debo enfren-tar? Las hojas siguen allí, noabandonan la sombra, másbien se hace noche con las ho-ras. Entonces me llama Go-ttfried Benn cuando dice de lanaturaleza carente de vida: lanoche es un riesgo, una com-pañía. El silencio es el huesoque se agarra de la noche, queagita las palabras hasta hacer-las parte de esa naturaleza.

La alusión a esta sustanciame vuelve a la biblioteca -es-toy en el bosque- para apres-tarme a la religión de Sweden-borg: las correspondencias, losdiálogos cruzados entre tiem-pos e imágenes, la confusión yel caos bajo la visión de unmundo que se aleja y regresa.Dios vigila los versos en la os-curidad. ¿Acaso soy un héroe,un homicida, un criminal queusa la sombra para luego teneren la luz el disfrute de la ino-cencia? De esa permanenciabajo este árbol nutricio, aquíen mi tierra de polvo amarillo,sólo me queda un rasguño dela infancia, un golpe de alam-bre y un olor que aparece cuan-do llueve. Pero este silencio,este líquido que corre por misoídos tiene en mis próximaspalabras una sola salida, unagujero de tinieblas por dondealgo tiene que emerger, el poe-ma buscado en la poesía. O lapoesía ansiada en el poema.

3.-Anoche (¿cuánto hace de

eso?) soñé con mi muerte. Memiraba desde el techo. Pero yano era mi muerte. Era la muer-te del Otro, una conciencia aje-na que regresaba de un largopaseo por un desierto de Ma-rruecos: las sandalias a la en-trada de Rabat, en 1971. Misdedos sucios. Mis párpadosenfermos, insolados. En unamano, el poema que despuésentró en un libro. Aquellos ojosprivados de luz en la cavernade la droga de aquellos vicio-sos aturdidos, donde Bogart yyo nos sentamos un día, ya fa-llecido el famoso actor en miadolescencia. Y allí en la habi-tación, treinta años después, seaparece aquella imagen, lamuerte ajena, la de quien pre-sume ser el Otro, la descubier-

ta en un espejo: el lugar se des-dibuja en los colores que lossueños seleccionan. En mediode tanto silencio, una voz "Eltiempo de la poesía es el tiem-po del ánima", Hanni Ossott denuevo. Tiembla bajo la sombramudable de una vela. Se cortala electricidad y me he queda-do como el poema, solo, enbúsqueda de la poesía, la quellega desnuda, mujer o som-bra, preparada para hacerse encada espasmo. Mi paisaje seborra lentamente: el llano yano es el olor que perseguía. Esuna suerte de lápida sobre ungrito. La poesía es este silen-cio fantasmal hecho país, do-lor, rabia, silencio, locura yeternidad en la mirada de unperro que pasa con la lenguacolgada del cosmos.

Favorecido por las palabrasque me dice la hora, retroce-do. Miro la pantalla del com-putador, la hoja en blanco quebrilla en mis pupilas. Esta no-che no es mi tiempo. Ni es lamuerte que creía. El espacio,un espejismo, la arena calien-te del desierto de mis 19 años,la sed y los policías detrás delos narcotraficantes que eva-dían las fronteras y los niñosde Fez y Tánger ofreciendodebajo de sus túnicas los hu-mos del hachifs, los serviciosmudéjares de caderas y pro-minencias de bustos virgina-les. De todo eso queda una lí-nea vertical que atraviesa misojos, una espina en el talónderecho y mi pasaporte con-fiscado por este mi rostro ára-be. A tantos años, un paisaje,el silencio detrás del hedor delos cuerpos, esos lugares, perono hay palabras, no hay músi-ca, no hay quejas ni balazos,no hay chasquido de carneseca, no hay autobuses reple-tos de turistas, sólo la cara deun hombre que persigue el si-lencio y la noche de los bedui-nos, la carga sideral de los nó-mades. Y allí sí estoy, enanacaravana que me trae de re-greso a Barcelona, luego aMadrid, al silencio. A estamuerte que hace más de tresdécadas fue paisaje.

Allí está ella, la poesía. Tancara y tan demencial, anoche-cida en mis palabras, en todomi silencio.

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Contenido Maracay, Sábado 13 de octubre de 201210

Desde la piel: Poética del cuerpo femeninoALFONSO SOLANO

La fotografía es arte, im- pulso, intuición y reali-dad. Todo un juego de

símbolos y códigos dispuestosante nuestros ojos para sensi-bilizar la mente, el espíritu yel ánimo dormido de los sereshumanos. La fotografía ha in-fluido de manera decisiva enel conocimiento y la expre-sión humana en su visión delmundo; en sus imprecacioneshistóricas, en sus metáforasalusivas a la captación de esaotra realidad circunscrita enel tiempo, capturada por me-dio de un instrumento quecapta la luz y las transformaen imágenes que reproducelas memorias de las cosas, losacontecimientos y los sujetosde nuestro mundo. En los pri-meros tiempos de su inven-ción esto constituyó, cierta-mente, casi un milagro. Comodice el crítico de arte MarcSheps "la fotografía convertíaen realidad, por así decirlo, unantiguo sueño del hombre: lacapacidad de crear un mundoilusorio tan convincentecomo el mismo mundo real".En la evolución de este artedel siglo XX, muchos artistasdedicaron años de investiga-ción para explorar las infini-tas bondades y ocultas posi-bilidades expresivas quetransmite el cuerpo desnudofemenino. Uno de ellos, quefue realmente un precursor enesta área del arte fotográfico,se llamó Enmanuel Rudnitzky,nacido en filadelfia en 1.890 yque pasó a la historia del artecontemporáneo como ManRay. En efecto, este artistaplástico que estuvo junto a losfundadores del Surrealismofrancés, fue uno de los pione-ros en la captación- a travésdel lente de una cámara- de lapoética del cuerpo humano,enfocado esta vez, como ex-ploración lúdica y de ensoña-ción para transmitir imágenesinéditas del "paisaje del cuer-po" y anclar en el arte su no-ción acerca de las posibilida-des expresivas de la figura deuna fémina. El carácter pre-cursor de sus fotografías serevela especialmente en elcampo de la experimentacióny encuentra, en el cuerpo fe-menino, un vehículo seguropara la captación de esa "poé-tica" que sólo se consigue des-cribiendo con luces y som-bras la realidad o la "supra-realidad" de una piel humana.Fue Man Ray el que abrió elcamino para que la fotografía

fuera reconocida como unverdadero género artístico.

Después de él, son muchoslos artistas fotógrafos que hanseguido esta senda. Uno deellos (que fue alumno y asis-tente en el estudio Parisino delmaestro) fue el Inglés BillBrandt. Este último exploró, através del cuerpo femenino,sus enfoques distorsionadospor la exagerada perspectivade los lentes de las pesadascámaras de placas que utiliza-ba, junto a una elevado inter-valo tonal, desnudos en don-

de el cuerpo humano se con-vertía en estructuras asexua-das que semejaban esculturascasi monolíticas.

Desde la pielEs en este aspecto singular,

nombrado en las líneas ante-riores, en donde se centra eltrabajo fotográfico, visto através del "paisaje del cuerpofemenino", del joven fotógra-fo y poeta aragueño AlbertoH Cobo. Su muestra individualtitulada "Desde La piel" estásiendo exhibida en los espa-

de féminas como ente pro-tagonista.

En estas fotografías, el cuer-po desnudo humano se enfo-ca como un paisaje de texturahomogénea, con contornossinuosos y cambiantes que se-mejan formas que contribu-yen a crear "poéticas" de laimagen que denotan una par-ticular sensibilidad ante eldeslumbramiento de la figurafemenina. Hay un aspecto sin-gular que define estas fotogra-fías: los sujetos o modelos sonsólo el pretexto expresivopara llegar al topos central dela imagen; la figura humanaque es abordada con una ilu-minación artificial o natural,utilizada para destacar con-tornos, líneas y texturas queliteralmente se desplazan ensu eje expresivo hacia el cor-pus de una propuesta visualdonde se construyen formasabstractas que se asemejan adiversos objetos esculturales,los cuales son interesantes porsí mismos, independiente-mente de la belleza de la carao de la identidad física de lamodelo. En esto último radicasu propuesta: incluso, a veces"corta" en sus encuadres la ca-beza del modelo despersona-lizándolos, en otras la figurahumana-según la pose adop-tada- nos refiere una estruc-tura monolítica, escultural,que se destaca frente al mane-jo de las luces, creadas en elestudio por medio de ilumina-ción reflejada por grandespantallas blancas o sombri-llas, difundiéndolas a travésde telas traslúcidas, aplicadadirecta o tangencialmente so-bre el cuerpo de la modelo.Esto revela de forma acentua-da sus formas y texturas queel fotógrafo H Cobo minimizao exagera en contrastes de to-nos de grises, para dar efectoescultórico y permitir que elcontorno y la posición delcuerpo se conviertan en losaspectos dominantes de susfotografías.

Saludamos con regocijoesta muestra fotográfica y es-peramos, de igual forma, queen un futuro cercano, poda-mos ver y apreciar en nuestraciudad más exposicionescomo ésta que son productodel enorme interés y la intensaactividad que gira en torno a lafotografía que se viene desarro-llando en nuestro estado y par-ticularmente en nuestra ciudadMaracay, con un impulso y en-tusiasmo únicos que revela laemoción y la atención que des-pierta este arte del siglo que,felizmente, nos convoca.

cios de la sala de teatro "Car-men Palma", espacio culturalque dirige Roger Rodríguez,uno de los fundadores del gru-po teatral "la mísere" que hizovida en nuestra ciudad. Lamuestra está compuesta porfotografías que abordan,desde una perspectiva muypersonal y poética, el cuer-po femenino a través de unmanejo adecuado y muypropicio de los enfoques y lai luminación en donde nostransmite "escenas" indivi-duales del aspecto corpóreo

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Maracay, Sábado 13 de octubre de 2012 Contenido 31

Lisboa, un viaje etílico

JOSÉ YGNACIO OCHOA

Mariela Asensio escri-tora y directora de"Lisboa, un viaje etí-

lico" presenta una propues-ta caótica, dura en primerainstancia, la cual se va de-cantando a medida que avan-za el trabajo actoral. Cuan-do afirmamos caótica nosreferimos a la propuesta. Esun estilo de Asensio, es unapropuesta para ser leída condetenimiento, es una provo-cación desde el comienzopara ser degustada con lacercanía de los actores, oírsu respiración, oler el líqui-do etílico de las botellas os-curas y disfrutar cada movi-miento de las actrices. Senos presenta una narradora-guía (Dolores Ocampo)quien nos descubre las inte-rioridades de seres que es-tán ávidos de encontrar suvoz en una ciudad como Lis-boa, es una lectura desde laóptica de Mariela Asensio,una lectura particular pormostrar esa otra ciudad quetodos llevamos dentro y noprocuramos (des)cubrir:

"Quería acentuar historiaspequeñas de gente que sufreen el anonimato. Quería poneren primer plano a personas queno persiguen grandes sueñosni tienen sed de protagonismoni buscan transcender de nin-guna manera posible. Queríaser sincera con un momentocreativo que me lleva al puer-to, a la pena, a la pérdida, as ladecadencia. Quería rebelarmea la idea estereotipada de loque es ser un ganador en elmundo actual. Quería hablardel fracaso, en esta épocamediatizada en la cual pareceser, que si no sos exitoso noexistís… y salió Lisboa, el viajeetílico"

A juzgar por el apellidode la autora pudiéramospensar que existe algún vín-culo con Portugal, pero noes así, pues nos atrevimos aindagar sobre su origen.

Aun así Mariela Asensiocontiene una fotografía de loque para ella es Lisboa. Nosatrevemos a afirmar que<esa> Lisboa puede ser oestar anclada en cualesquie-ra país del mundo. AunqueAsensio caracteriza a su Lis-boa como una <ciudad nos-tálgicas… el escenario per-fecto para contar las penasde un grupo de turistas sinsuerte, ni fortuna, ni amor>Es una Lisboa caótica por elcomportamiento de los per-sonajes, cada uno de ellosdemarca una existenciacompleja, nada fácil , vea-mos. Fanática del reggaeton(Raquel Ameri), una actrizcon una exquisita presenciaescénica que deslumbra consu anatomía, ella lo sabe y ladirectora también y es un re-curso que está perfectamen-te manejado desde la inten-

cionalidad del montaje, elespectador-hombre debeexcitarse y lo logra, puestiene que ver directamentecon la propuesta escénica,ella (Ameri) se desborda enenergía y logra cautivar. Elritmo funciona, se logra elobjetivo, insistimos en ello.El binomio conformado porel hombre etílico (Víctor La-bra) y la mujer abandonada(Marina Lovece) juegan aldesencanto de la pareja,ella, la mujer abandonada,logra al personaje con uncompás rítmico al despla-zarse alrededor del escena-rio, su rostro pierde el en-canto por el desplante de"su hombre" o el que ellacree que es de ella y el hom-bre etílico con solo contem-plarla dibuja su evidentedesasosiego hacia el la, élsiempre con su vaso de licor

en la mano, no olvidemosque es un signo y rememo-remos el título del montaje,pues el licor es el otro pro-tagonista, abre y cierra lapropuesta. El turista (Facun-do Cardosi) es un buena me-dida la ridiculización deaquel que viaje sin un obje-tivo claro, aquel que lo hacepara gastar de forma com-pulsiva, es el estereotipoclaro de lo que no debe ha-cerse, es la estupidez contarjeta de crédito y flash in-corporado y nada más peli-groso que ese enajenación.Destacamos la interpreta-ción de la actriz DoloresOcampo como la guía, ella enel transcurso de su relato,mantiene unos ojos con lá-grimas, es una suerte de ca-tarsis constante al narrarunas historias que tocan alpúblico.

Mariela Asensio sabe loque busca y lo logra, marcauna estética particular conla velocidad de los diálogospuestos en cada uno de lospersonajes, igual sucede en"Mujeres en el aire" otro tra-bajo de Asensio, aunque dospropuestas totalmente dife-rentes. "Lisboa, un viaje etí-lico" es una metáfora de ladesilusión del hombre que sesabe desvalido ante la ava-lancha social. Los persona-jes, comunes todos, no esca-pan a esa superficialidad delconsumo planteada por Ma-riela Asensio. Nos consegui-mos con la eterna preguntao el descontento de recono-cerse con lo que realmentetiene el hombre o lo que as-pira y no logra, esta es Lis-boa, un viaje bañado de licor.

Buenos Aires, Julio 2012

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Contenido Maracay, Sábado 13 de octubre de 201232

En defensa de Antonio Cisnerosy los poetas jóvenes

MANUEL CABESA

Sólo sé que, a pesar de todo eldescreimiento que me acompa-

ña, la poesía es, a la larga, unguiño, brevísimo es verdad,

contra la muerte.Antonio Cisneros.

En 1981, estas palabras deLuis Alberto Crespo publica-das en el Papel Literario fue-ron para mí como una revela-ción que me permitieron ac-ceder a un novedoso sistemapoético "Estamos habituadosa decir Perú y mirar a Vallejo.Nos basta -se diría- ese nom-bre para leer y practicar lapoesía peruana o la poesía es-crita en peruano. Es infre-cuente mostrar mayor curio-sidad por esa escritura delotro sur, aunque repitamos-al desgaire- otros nombres dela poesía peruana: CésarMoro, tan sometido a la mu-dez del olvido, por su exilio decuerpo y lenguaje. Carlos Ger-mán Belli, quizás el más efusi-vo de los peruanos solitarios;y de vez en cuando Cisneros ysu Canto ceremonial contraun oso hormiguero. Permane-cen sepultados por la displi-cencia de los editores y demásmercaderes del libro, muchosotros, memorables como JoséMaría Eguren y Blanca Vare-la, descubierta un día por Oc-tavio Paz."

Desde entonces he venidohaciendo un acercamientoconstante a la poesía perua-na incitado por su coheren-cia, por la luminosidad de sudiscurso. Desde Vallejo, pa-dre fundador hasta las vocesrelativamente recientes deEduardo Chirinos o José An-tonio Mazzoti. Muchos poe-tas me han acompañado a lolargo de los años y entre estamultiplicidad de voces la deAntonio Cisneros, (1942-2012), ha sido una de las másconstantes.

Le doy la razón a Julio Or-tega cuando nos dice "La poe-sía de Antonio Cisneros sedesplaza entre los discursosde nuestro tiempo al modo deun instrumento de registroextremadamente sensible.Registra la temperatura emo-

tiva de vivir en esta parte delmundo. Y lo hace con la dis-tinta y peculiar entonación denuestras voces. Es, por eso,una poesía que mantiene conel lector varios grados de per-tenencia: nos pertenece de unmodo idiomático y latinoame-ricano tanto como de un modogeneracional y hasta biográfi-co. Ésta es una poesía que hacrecido con nosotros y tienenuestra edad; esto es, en ellanos leemos a nosotros mismosy por eso lleva la convicciónde la actualidad."

Como sucede con otras vo-ces continentales que busca-ron renovar las formas de lavanguardia: Roque Dalton en

Centroamérica, Jorge Enri-que Adoum en Ecuador, SaúlYurkievich en Argentina, Víc-tor Valera Mora en Venezue-la o José Emilio Pacheco enMéxico, quien por cierto enun poema de 1972 entablacon Cisneros una relación in-tertextual en estos versossorprendentes:

Toda la noche oigo el rumoralado desplomándose.Y como en un poema deCisneros,albatros cormoranes y pelícanosse mueren de hambre en plenocentro de Lima,baudelarianamente sonvejados, la poesía se Cisneros

se revela a partir de los alboresde los sesenta y como hija dignade su época, ella bebió en lasfuentes de rebeldía generacio-nal, política y social que sacudíaa nuestra América.

A lo largo de su obra el usofrecuente de la ironía, talcomo lo demuestran títuloscomo: Canto ceremonial con-tra un oso hormiguero (1968),Agua que no has de beber(1971) o Como higuera en elcampo de golf (1972); la utili-zación del verso largo, llenode referencias históricas y au-tobiográficas, el tono conver-sacional, la puesta en duda dela eficacia de la poesía como

arte, hacen de su obra un cen-tro vital de permanentes eflu-vios, que permanecerá comouno de los grandes logros dela poética latinoamericana delsiglo XX, tal como lo manifies-ta David Huerta "Antonio Cis-neros está entre nosotros através de sus luminosos yenérgicos textos poéticos. Enla tradición literaria de Amé-rica Latina, su poesía significaal mismo tiempo una culmina-ción y un nuevo punto de par-tida, en la insaciable vida delarte literario. El lenguaje desus poemas nos pertenece,gracias a que él lo ha trabaja-do con nobleza e inteligencia-y ha sido generoso al dárnos-lo a leer. Cisneros ha pasado,así, a ser uno de los nuestros".

Quisiera finalizar este ho-menaje al gran poeta perua-no, compartiendo el poemaque le sirvió de referencia aJosé Emilio Pacheco para es-cribir los versos antes citados:

EN EL 62 LAS AVES MARINASHAMBRIENTAS LLEGARONHASTA EL CENTRO DE LIMA

Toda la noche han viajado lospájaros desde la costa -he aquíla migración de primavera;las tribus y sus carros de comba-te sobre el pasto, los templos,los techos de los autos.Nadie los vio llegar a las mura-llas, nadie a las puertas,-ciudadanos de sueños máspesados que jóvenes esposos- yninguno se asomo a la ventana,y aquellos que asomaron sólovieron un cielo azul-marino singrieta o hendidura entre su lomo-antes fue que el lechero o elborracho final- y sin embargo elaire era una torre de picos ypellejos enredados, comocuando dormí cerca del mar enSemana Santay el aire entre mi lecho y esasaguas fue un viejo gallinazo delas rocas holgándose en algúnpatillo muerto -y las gaviotas-hembras mordisqueando a lasgaviotas-macho y un cormoránpeludo rompiéndose en losmuros de la casa.Toda la noche viajaron desdeel sur.Puedo ver a mi esposa con elrostro muy limpio y ordenadomientras sueña con manadasde morsas picoteadas y abiertasen sus flancos por los pájaros.