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V. Joel Santos Ramírez y Ramón Viñas Vallverdú Coordinadores LOS PETROGLIFOS DEL NORTE DE MEXICO Centro INAH Sinaloa Actualidades Arqueológica

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V. Joel Santos Ramírez y Ramón Viñas VallverdúCoordinadores

LOS PETROGLIFOS DEL NORTE DE

MEXICO

Centro INAH SinaloaActualidades Arqueológica

10 años del INAH Sinaloa

Los petrograbados, conforman todas aquellas manifestaciones rupestres desa-

rrolladas por antiguas culturas que encontraron en el grabado en piedra, un medio para transmitir y perdurar sus conocimientos; las actividades esenciales de la vida, la relación que el hombre guarda con la naturaleza, su forma de comprender y relacionarse con el universo. La región septentrional del país, habitada por grupos humanos desde épocas muy tempranas, posee un patrimonio rupestre excepcional, uno de los más valiosos en el mundo. La presente obra, es la compilación de las investigaciones arqueológicas más importantes desarrollados en los últimos años. A través de su lectura, es posible penetrar en lugares inhóspitos, conocer las características, descripciones, la historia de las exploraciones, los intentos por explicar y comprender, algunos de los sitios con petrograbados más importantes del norte, occidente y centro del país.

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

V. Joel Santos Ramírez y Ramón Viñas Vallverdú

Coordinadores

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE

MEXICO

INAH SINALOAACTUALIDADES ARQUEOLOGICAS

2005

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

PRESENTACIÓN:

La realización de manifestaciones rupestres: pictográficas, como la pintura mural,

los grabados en piedra o petrograbados, así como los geograbados, que se localizan

en los desiertos, las costas y las serranías de la región occidental y septentrional

del país; algunos del periodo arcaico (con más de 6,000 años de antigüedad),

otros realizados en los periodos formativo al posclásico (300 a. C. al 1100 d. C.),

corresponden a las culturas que habitaron los actuales estados de Jalisco, Nayarit,

Sinaloa, Sonora, Baja California Sur, Baja California, Chihuahua, Zacatecas,

Coahuila y Nuevo León.

A través de las diversas representaciones grabadas en las superficies de las rocas, las

culturas nómadas, estacionales y semisedentarias que poblaron el occidente y norte

de México, desarrollaron sistemas ideográficos basados en formas geométricas,

figuras humanas, de animales y plantas. La cantidad, calidad y diversidad de

petrograbados que se hallan en el norte de México, alrededor del setenta por ciento

del total que existe en todo el país, constituye uno de los patrimonios más numerosos

e importantes de arte rupestre en el mundo.

La localización, características físicas y contextos en los que se encuentran la

mayoría de los sitios con petrograbados, impiden precisar su antigüedad, establecer

su filiación cultural, determinar su función y más aún, conocer su significado.

La investigación de petrograbados ha sido abordada por diversas disciplinas y

técnicas, tales como la prehistoria, arqueología, etnografía, lingüística, ecología,

historia de arte, entre otras. En la actualidad, su estudio está siendo complementado

con la aplicación de técnicas científicas que intentan establecer con precisión su

antigüedad, así como su posible relación con eventos naturales y astronómicos.

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

Debido al interés que en los últimos años ha despertado el estudio de

petrograbados en el norte del país, ignorado por mucho tiempo en la arqueología

mexicana, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, decidió reunir, en un

evento académico sin precedente, a los investigadores más destacados en este

género de estudios. De esta manera, teniendo como sede el Museo Arqueológico de

Mazatlán, fue celebrado en el 2003, el Primer Seminario del Norte de México, con

el tema: “los petroglifos un paradigma de investigación”. El encuentro académico,

además del intercambio de experiencias y propuestas, tuvo como objetivo, el

establecer las bases y lineamientos para el desarrollo de la investigación, así

como las acciones que deben llevarse a cabo para la protección y conservación del

patrimonio rupestre del país.

El evento académico destacó por la calidad de sus exposiciones, los aportes,

las discusiones, por los acuerdos y valiosas conclusiones. Finalmente, gracias al

esfuerzo conjunto del INAH y Difocur, fue posible integrar la memoria del seminario

en esta obra; la cual, compila las catorce ponencias presentadas, acompañadas de

bellas ilustraciones, fotografías inéditas de sitios, la historia de sus investigaciones,

descripciones, análisis, su antigüedad, las características de las culturas que los

realizaron, su posible interpretación, propuestas para su registro y conservación.

De esta manera, amable lector, usted tiene la posibilidad de conocer, reunidos por

vez primera en una sola obra, los estudios más recientes sobre petrograbados que se

han realizado en nuestro país durante los últimos años de investigaciones.

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

INDICE

Los grabados rupestres de Sinaloa, el sitio de “Las labradas”Víctor Joel Santos Ramírez........................................................................................... 1

Posibles representaciones de Tlaloc y Quetzalcóatl en el arte rupestre de Sinaloa, Chihuahua y suroeste de los Estados UnidosFrancisco Mendiola Galván........................................................................................ 29

Los petrograbados en el contexto de los grandes murales; Baja California SurRamón Viñas Vallverdú............................................................................................... 47

Los petrograbados de Boca de PotrerillosMoisés Valadez Moreno.............................................................................................. 67

Petrograbados y pinturas rupestres de Nuevo León, algunas reflexionesJesús Gerardo Ramírez Almaraz................................................................................. 93

Texto, metatexto, temas y variaciones sobre el texto. Interpretando las manifestaciones gráficas rupestres de los cazadores recolectores del desierto, el caso de San Rafael de los Milagros, Coah. Leticia González Arratia........................................................................................... 109

Los petrograbados del noroeste sonorenseCésar Armando Quijada López................................................................................. 137

Los petrograbados de “Los naranjos”, Sinaloa Julio C. Vicente López............................................................................................. 147

Algunos diseños observables en el arte rupestre de DurangoArturo Guevara Sánchez........................................................................................... 159

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

Catálogo de sitios con gráfica rupestre en NayaritGabriela Zepeda García Moreno................................................................................ 165

Los petrograbados de Higuera Blanca, costa sur de Nayarit María De Lourdes González Barajas y José Carlos Beltrán Medina......................... 173

Algunos patollis abreviados encontrados entre los petrograbados de JaliscoJoseph B. Mountjoy.................................................................................................... 181

Los petrograbados de Acapulco, estado de GuerreroRubén Manzanilla López........................................................................................... 187

Sitios con petrograbados y roca trabajada en la cuenca de México: una aproximación simbólica Francisco Rivas Castro.............................................................................................. 203

Conclusiones del Primer Seminario de petrograbados del Norte de México........... 235

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

1 Hacemos estas precisiones porque las culturas de Sinaloa han sido tratadas como: “incipientes”, “seminómadas “y “semisedentarias”, cuando no siempre se encontraron en este estadio cultural. En la región de Chametla, al sur del estado, la sedentarización comenzó alrededor del 300 d. C., mientras que en el centro y norte del estado, a partir del 750 d. C.

LOS GRABADOS RUPESTRES DE SINALOA, EL SITIO DE “LAS LABRADAS”

Víctor Joel Santos Ramírez*

“Mientras más antiguo y mejor comprendido, en lo general, es un símbolo, resulta más perfecto y expresivo”.

W. Andrae (1933)

RESUMEN:En el presente estudio se revisan los antecedentes del estudio de petroglifos en el estado de Sinaloa; los contextos y características de los grabados en piedra, en particular, el sitio de “Las labradas”. La relación de las manifestaciones rupestres con las culturas prehispáni-cas de Sinaloa; las implicaciones de su consideración como arte y cosmovisión, su sentido tradicional y simbólico.

INTRODUCCIÓNLa geografía del estado Sinaloa, conformada por abruptas serranías, amplias planicies, caudolosos ríos, valles fértiles y extensas zonas costeras, favoreció el establecimiento de diversos grupos humanos en la época prehispánica. Sin embargo, las condiciones climáticas, humedad y temperaturas altas en todo el año, la falta de algunos recursos naturales y alimenticios, la inexistencia de yacimientos de piedra en las llanuras y valles ribereños, entre otros factores, dificultaron que los asentamientos lograran consolidarse en poblados con cierto grado de urbanidad. Los grupos prehispánicos que habitaron el actual estado de Sinaloa, no fueron completamente sedentarios, pero tampoco nómadas, se adaptaron a las condiciones de una región rica en recursos natu-rales, pero adversa para la vida humana; lograron desarrollar formas de vida propicias para su estadia estacional y permanente en la región durante cientos años1.

Las grupos prehispánicos de Sinaloa, además de haber practicado la agrí-cultura, fueron pescadores y recolectores, a su vez, desarrollaron una arquitectura,

*Arqueólogo, investigador del INAH Sinaloa

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

una industria cerámica, lítica, de concha; también un comercio, en el que los grupos costeros intercambiaban sus productos con los ribereños y viceversa. Pero sobre todo, lograron un alto grado en sus concepciones religiosas, en la integración espiritual de su mundo con la naturaleza; en la forma de comprender la vida y la muerte, así lo podemos inferir en los sistemas de enterramiento, en el arte funerario que desarro-llaron, pero, particularmente, a través de sus manifestaciones rupestres. Aislados de los contextos habitacionales, en parajes roscosos, las culturas de Sinaloa, desarrollaron una de las manifestaciones culturales más antiguas, conocidas y difundidas en todo el mundo, los petroglifos2 .

Los petroglifos fueron las manifestaciones rupestres más difundidas por las culturas noroccidentales de México. Sin embargo, sabemos muy poco acerca de su origen, temporalidad y significado. El estado de Sinaloa es una de las regiones con mayor número y diversidad de grabados rupestres a pesar de que los yacimientos de piedra, materia prima para estas manifestaciones, son escasos en la planicie costera, en el área de mayor extensión y el principal asiento de las culturas que poblaron el actual estado en la época prehispánica. Los sitios de petroglifos se localizan en afloramientos rocosos dispersos en pequeñas y medianas protuberancias, en rocas aisladas, acantilados y en las márgenes de los ríos; la mayoría, en las extensas áreas que anteceden a la sierra; de forma excepcional en la planicie y raramente en la costa. Los petroglifos poseen una similitud en cuanto a su técnica de elaboración y tipos representativos, lo cual, ha sido la base para establecer que su desarrollo tuvo una amplia difusión, sin una frontera definida, pero que se extendió desde el norte de Nayarit al sur estado de Sonora.

Los arqueólogos que han incursionado en el estudio de las culturas prehis-pánicas de Sinaloa, pocas veces han tomado en cuenta la presencia de petroglifos, a pesar de que prácticamente se les encuentra en todas partes; pocos investigadores se han interesado en registrarlos, en relacionar su presencia con los asentamientos prehispánicos que se han localizado en el estado. En este sentido, es importante se-ñalar que los sitios de petroglifos, por lo regular, no se encuentran asociados con los materiales arqueológicos que representan a los asentamientos humanos, esto debido a que —no fueron sitios de habitación—, se hallan en lugares agrestes, de difícil acceso y alejados de los recursos alimenticios.

2 Coincidimos con los especialistasque señalan que el término correcto que debe emplearse para estas manifestaciones rupestre es el de “petrograbados”, pero consideramos que el término “petrogli-fos”, por tener un uso coloquial en el noroeste de México, es también adecuado. En el presente texto emplearemos éste último para evitar alguna confusión.

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

ANTECEDENTESEn 1894, apareció un artículo en la revista británica Journal of the Royal Anthropo-logical Institute of G. B. and Ireland, en la cual, O. H. Howarth daba a conocer la existencia de un sitio de petroglifos en la costa del Pacífico mexicano, “Las labradas”. El artículo publicado por Howarth, es la primer referencia publicada de la existen-cia de un sitio con petroglifos en Sinaloa, pero su intento por explicar su origen es completamente erróneo; el autor en ningún momento consideró la posibilidad de que pudieron haber sido realizados por culturas prehispánicas, en todo momento intentó demostrar que fueron realizados por grupos provenientes de Asia.

A mediados del siglo XX, el historiador Antonio Pompa y Pompa, visitó algunos sitios en la región de Piaxtla, al sur del estado, realizó dibujos que junto con sus observaciones, publicó en el artículo: “ideografía rupestre” (1960), que incluyó en la Memoria de la II Reunión del XI Congreso Mexicano de Historia, celebrado en 1955 en la ciudad de Culiacán. El trabajo de Don Antonio es discreto, es un bosquejo impreciso de los sitios existentes en el estado, pero es un primer intento por impulsar el desarrollo de su estudio3. En su artículo, Don Antonio advierte sobre la importan-cia de estudiar al hombre protohistórico de Sinaloa a través de sus manifestaciones rupestres, señalándo que nadie se había interesado en su estudio; cita al Ing. Manuel Bonilla, como uno de los precursores del estudio de los petroglifos de Sinaloa, quien dio a conocer la existencia de varios sitios en el estado, destacando su importancia y realizando algunas interpretaciones, pero sin metodología y demostraciones científicas, lo cual fue criticado por el propio Don Antonio, quien las consideró “con mucha fan-tasía y poca investigación”. Contemporáneos a estos autores fueron Crispín Márquez, Alfonso Toro y F. L. Quintero, quienes publicaron breves noticias sobre la existencia de algunos sitios en el estado.

Tuvieron que pasar más de quince años, después de la publicación del artículo de Antonio Pompa, para que apareciera un nuevo estudio. En 1976, el Ing. Gonzalo Ortíz de Zárate, publicó su libro: “Petroglifos de Sinaloa”. Esta obra tiene un valor muy singular, no solamente por ser la primer aproximación para sistematizar el re-gistro de petroglifos, sino porque fue uno de los primeros trabajos sobre grabados rupestres en el país. El Ing. Ortiz de Zárate, de origen español, siendo docente de un colegio de la ciudad de Culiacán, llevó a cabo junto con sus alumnos el registro de varios sitios localizados en el sur, centro y norte del estado. El resultado fue una obra

3 No sabemos si Don Antonio conoció “Las labradas”, pero es importante señalar que en su breve artículo cita la localización del sitio.

Los grabados rupestres de Sinaloa, el sitio de "Las labradas"

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

documentada, un intento por comenzar la clasificación de los petroglifos de Sinaloa, pero sin pretender ser un trabajo especializado, más bien, un texto de difusión del hasta entonces desconocido patrimonio rupestre de Sinaloa.

La obra del Ing. Ortíz de Zárate, fue presentada por el ilustre prehistoriador Pedro Bosch Gimpera, quien se unió a la preocupación y reclamo que realizó el au-tor, al señalar que el grabado rupestre no ha sido debidamente atendido en México. El Dr. Bosch Gimpera, añadiría a este comentario que: “tampoco se ha atendido en muchos de los países americanos y sin embargo en todos ellos abunda, lo mismo que las pinturas rupestres”. Se refirió además a la problemática de su estudio: “General-mente las publicaciones se limitan a describir tales manifestaciones, de las que se multiplican los hallazgos, de tal manera, que podemos esperar que acaben por llenar las lagunas geográficas que existen todavía en su inventario.” Finalmente, destacó la importancia y trascendencia de estos estudios: “El arte rupestre es uno de los capítu-los más importantes de la arqueología americana, como lo es de la del Viejo Mundo. En el futuro debe ser estudiado con la misma intensidad con que ya se estudian la prehistoria y las altas culturas, así como incorporar los resultados que se obtengan de la investigación del arte rupestre de todo el mundo.”

Pocos años después del libro del Ing. Ortíz de Zárate, aparecieron los dos tomos de la obra: “Nombres y piedras de Cinaloa” (1980) del Ing. Pablo Lizarraga. El trabajo del Ing. Lizarraga no intentó ser sistemático en el estudio de petroglifos, aunque contiene el registro más completo que hasta la fecha existe sobre sitios y grabados rupestres en Sinaloa. El autor visitó innumerables sitios en todo el estado, realizó dibujos, llevó a cabo apuntes de sus observaciones; lamentablemente no em-pleó un criterio en su registro, los grabados que ilustran su obra carecen de contexto, fueron estilizados de forma arbitraria y adolecen de escala4. De cualquier forma, sus aportes son importantes, superó el trabajo realizado por el Ing. Ortiz de Zárate, en cuanto a la cantidad de sitios y grabados registrados, pero no la objetividad y seriedad de este autor. La obra del Ing. Lizarraga está acompañada de un estudio documental, en el cual intentó probar la historia de las migraciones nahuas a través de conjeturas e hipótesis que, de ninguna manera podrían ser demostradas por los petroglifos, pues éstos son más antiguos que los eventos migratorios documentados, no revelan su filiación cultural y no parecen conmemorar acontecimientos históricos.

4 El ing. Lizarraga mencionó en su trabajo la localización del sitio de “Las labradas”, reprodujo algu-nos petroglifos en sus dibujos, pero no realizó mayores descripciones.

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

Como hemos visto, en los antecedentes del estudio de petroglifos en Sinaloa figuran historiadores, ingenieros, pocas veces arqueólogos, entre otros especialistas. Uno de los pocos arqueólogos que han investigado a los petroglifos de Sinaloa, es el arqlogo. Francisco Mendiola, quien llevó a cabo estudios en el sitio del “Cerro de la máscara” (1994), localizado en el municipio de El Fuerte, Sin. Pero, en general, los pocos registros existentes se los debemos a investigadores aficionados, quienes tuvieron el cuidado de fotografíar, dibujar, describir los sitios y petroglifos; algunos de los cuales sólo conocemos gracias a sus registros, ya que existen casos en que las rocas han sido robadas o destruidas.

En cuanto a nuestro sitio de estudio, “Las labradas”, ha sido referido de forma muy escueta por algunos de los autores que hemos mencionado. El presente estudio, es una aproximación arqueológica, el comienzo de su registro y las primeras conside-raciones culturales de su investigación. Fue realizado como parte de un programa de registro de sitios de petroglifos, que la sección de arqueología del Centro INAH Sinaloa lleva a cabo a partir del 2003. Este trabajo es el primer fruto, fue realizado en conjunto con el museo arqueológico de Mazatlán y la colaboración de estudiantes de la ENAH.

Es importante señalar, que las condiciones ambientales y las características de este sitio en particular, son factores que han dificultado su estudio, pues se en-cuentra en la costa, en una región donde las temperaturas rebasan los treinta grados centígrados la mayor parte de año, además de las condiciones de humedad, viento, mareas altas, los temporales, el abastecimiento de agua, entre otras adversidades. Para llevar a cabo el registro completo de los grabados, se requiere de varias temporadas de campo, pues es necesario comenzar con un mapa, ubicar cada una de las rocas y registrar sistemáticamente los grabados; posteriormente, llevar a cabo su clasificación tipológica, determinar su cantidad, características técnicas, su relación con los con-textos, etc. Por últimos, su interpretación.

El registro de sitios y petroglifos, finalmente, es lo menos complicado, si consideramos que el verdadero problema de su estudio, es la explicación de su signifi-cado. En este sentido, señalaremos que, si en algo han contribuido las comparaciones documentales, la creatividad e imaginación de algunos autores es, en probar que su interpretación no es tan simple como se ha pensado. Los recursos empleados para conocer su función e interpretar su significado han demostrado ser deficientes; la arqueología puede aportar elementos para conocer su antigüedad y filiación cultural, pero su interpretación no parece encontrarse con los recursos que ofrece esta disci-plina; puesto que los grabados rupestres, refiriéndonos exclusivamente a los casos de Sinaloa, fueron realizados a partir de formas establecidas —arquetipos—, para representar al mundo manifestado a través de su origen substancial.

Los grabados rupestres de Sinaloa, el sitio de "Las labradas"

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

LOS PETROGLIFOS Y LAS CULTURAS PREHISPÁNICAS DE SINALOA

El extenso territorio que comprende el estado de Sinaloa estuvo poblado por grupos que se establecieron en las márgenes de los innumerables ríos y arroyos que descienden de la sierra Madre Occidental hacia las costas del océano Pacífico. Existen evidencias de asentamientos prehispánicos en la región de los altos (en las proximidades de la sierra), en la extensa planicie y en la costa. Los materiales arqueológicos que carac-terizan a estas culturas, lo componen: una variedad sencilla de piezas cerámicas con fines utilitarios y funerarios; figuras de arcilla, malacates, metates y hachas acanaladas. Los sitios y restos materiales, corresponden a pequeños asentamientos; poblaciones establecidas en zonas fértiles, en la cercanía de afluentes permanentes de agua. Las culturas de Sinaloa practicaron una agricultura incipiente, desarrollaron construc-ciones parecidas a las vernáculas actuales; fabricadas con materiales perecederos, madera y tierra. Los asentamientos más antiguos se han encontrado al sur del estado, en la región de Chametla, donde se ha obtenido la secuencia cultural más completa (300 - 1250 d. C.). A partir de las secuencias cerámicas obtenidas de la excavación de algunos sitios en Culiacán, Guasave y Mochicahui, los asentamientos del centro y norte del estado corresponden a periodos más tardíos (750 al 1530 d. C.).

De acuerdo con los datos arqueológicos; las regiones sur, centro y norte de Sinaloa, comenzaron a compartir atributos culturales a partir del año 750 d. C., hasta el año de 1400 d. C. La correlación cronológica de las culturas de este periodo abarcó todo el estado de Sinaloa, se extiende hacia norte de Nayarit y el occidente de Durango, formando un horizonte cronológico que ha sido denominado: horizonte Aztatlán. Ahora bien, se ha querido explicar al desarrollo de este proceso a través de una tradición cultural que se extendió en las regiones señaladas, sobre todo, fue adoptada por las culturas de las planicies ribereñas, corresponde a una forma de vida sedentaria, en la que la alfarería alcanzó un importante desarrollo en variedades cerámicas, particularmente en los decorados polícromos; en la elaboración de herra-mientas líticas, hachas acanaladas, instrumentos de molienda, perfeccionamiento en las puntas de flecha, en la fabricación de artefacto de concha; pero sobre todo, en el arte funerario, en los sistema de enterramiento en urnas funerarias, en la calidad y atributos de los ajuares que acompañaban a los difuntos.

La presencia de los restos materiales mencionados, en casi todos los sitios de la región, sobre todo en el sur y centro del estado, han sido la base para establecer la existencia de la “tradición Aztatlán”, cuyo origen parece encontrarse en el norte de Nayarit y sur de Sinaloa, pero que se difundió, con algunas variantes, al centro y norte

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de este último estado; posiblemente también hacia el sur de Sonora y hacia el oriente, en las culturas del estado de Durango. Las características culturales y la difusión que tuvo la tradición Aztatlán, no ha sido establecida por completo, debido sobre todo, a la falta de investigaciones.

Finalmente, señalaremos que los petroglifos no han sido incluidos en esta tradición; porque no ha sido posible obtener una cronología y tampoco establecer su relación con los grupos Aztatlán, ello debido a que no se cuenta con investigaciones de sitios de petroglifos. Pero también, porque las manifestaciones rupestres posible-mente fueron más antiguas, ya que en otras regiones del norte del país y del suroeste de Estados Unidos, su realización corresponde a grupos nómadas o seminómadas, es decir, a culturas estacionales que no adoptaron formas de vida completamente sedentaria, en consecuencia no desarrollaron las técnicas y los instrumentos que dis-tinguieron a los grupos sedentarios. Por supuesto, porque sus formas de vida no lo requerían. Pero, sería erróneo pensar que los grupos nómadas siempre antecedieron a las poblaciones sedentarias, pues ambas formas de vida fueron contemporáneas en muchas regiones.

No nos atreveríamos a situar a los petroglifos de Sinaloa como parte de la tradición Aztatlán y no precisamente porque no haya existido una relación con las culturas que conforman este grupo, pues finalmente comparten una región que estamos seguros, no es coincidencia. La tradición Aztatlán define la coexistencia temporal de grupos humanos más o menos homogéneos en sus formas de vida y desarrollo de su industria, particularmente la cerámica. Es una definición arqueológica que explica el desarrollo particular de los asentamientos que conformaron una amplia cultura.

Los sitios de petroglifos se encuentran apartados del desarrollo que tuvieron los asentamientos humanos, pues las mismas culturas se encargaron de establecer esta separación. La distribución de sitios de petroglifos es más amplia y se encuentra mejor definida que los sitios de la cultura Aztatlán; pero sobre todo, no hay que perder de vista, que representan características culturales distintas; los sitios de petroglifos fueron espacios escogidos para representar diversos aspectos de lo que verdaderamente podemos considerar como la existencia de una —tradición—, en cuanto a que los grabados en piedra, fueron realizados por grupos vinculados por una forma de entender y representar su propia cosmovisión del mundo; encontrando a los sitios rocosos como el principal medio para practicar, transmitir y conservar sus conocimientos. Los sitios de petroglifos fueron el soporte de esta tradición, en el sentido de que en ellos, a través de los grabados, los conocimientos se “actualizaban”, de forma similar, en como los

Los grabados rupestres de Sinaloa, el sitio de "Las labradas"

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

ritos mantienen vigentes a los cultos. De esta manera, también entenderíamos, el porque de su extensión y desarrollo; el cual, solamente vemos como un estilo particular de formas o patrones de petroglifos, que se difundieron en una región muy amplia.

LOS PETROGLIFOS DE SINALOA EN LA TRADICIÓN NOROCCIDENTAL DE ARTE RUPESTREComo lo hemo mencionado antes, los sitios de petroglifos en Sinaloa se localizan en las aproximaciones de la sierra, en afloramientos rocosos que demarcan y dominan amplios espacios, apartados o en la cercanía de ríos y arroyos. Los afloramientos son de origen sedimentario, se componen de rocas de diversos tamaños que forman grupos concentrados y dispersos. Existen excepciones, como es el caso de la isla de “La ventana”, en el mar de Cortés, cerca de la bahía de Nabachiste (en la región de Guasave, al norte del estado). Se trata de un agrupamiento de rocas que se localiza en la costa de una pequeña isla, con la presencia de petroglifos en la superficie de algunas rocas, en su mayoría espirales y figuras sin una forma definida realizadas a través de percusiones. Otro caso excepcional, el cual trataremos en este estudio, es el de “Las labradas”, localizado en una playa de la costa del Océano Pacífico, al sur del estado de Sinaloa.

Los grabados rupestres de Sinaloa, fueron realizados a través de técnicas de percusión y pulimento, creando figuras en bajorelieve en la superficie de las rocas. La característica que los distingue, es precisamente, la calidad de su talla en bajo re-lieve, con lo cual se logró la mejor definición y apreciación de los dibujos. Es difícil establecer una tipología de grabados, pues existe una gran variedad en toda la región que no podría traducirse de forma cuantitativa, además de que para esto, sería nece-sario refefirnos a cada caso con su contexto. Como una aproximación muy subjetiva, podemos señalar que la mayoría de grabados realizados en estos sitios, parten de los trazos más elementales de la geometría: puntos y líneas, pero empleando como base esencial de todas la figuras; —el círculo—, ya sea, a través de siluetas, como espi-rales simples, compuestas, formando figuras más complejas, acompañando a otras, como representaciones solares o simplemente círculos marcando su centro. La línea recta y el rectángulo prácticamente no fueron utilizados en los grabados; adquieren formas curvas y onduladas. La línea fue empleada en las representaciones de cruces en forma de equis, en las figuras humanas y animales, así como complemento de figuras circulares representando rayos solares, en las figuras humanas representando verticalmente el cabello de los personajes y en la superficie de una especie de escudos semirectangulares, como flecos verticales en su parte inferior.

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

Existen representaciones humanas y animales, en menor número que los grabados con forma circular, las figuras humanas son estilizaciones sencillas del cuerpo a través de líneas, destacando una posición anatómica erguida, con las piernas abiertas y curveadas al igual que los brazos (se encuentran representadas también, simuladas con líneas las extemidades del cuerpo, pies y manos); con la variante de que, en el caso de los brazos, se les encuentra levantados y doblados a la altura de los hombros, con las manos hacia abajo y en otros casos, con los brazos doblados también a la altura de los hombros, pero levantados hacia arriba, con las manos abiertas. La cara se encuentra representada en estos personajes en forma circular, simulando con puntos la posición de los ojos, en ocasiones la nariz y las orejas, pero sobre todo la boca abierta y los cabellos como lineas verticales. Como parte de las representaciones humanas, también se encuentran los “rostros”, las caras que hemos descrito en los personajes, pero sin el resto del cuerpo; destacando la abertura de la boca y los ojos.

En cuanto a las figuras de animales, curiosamente no encontramos represen-taciones definidas de la —figura simbólica del venado—, los animales representados son, en su mayoría, estilizaciones que parecen corresponder a mamiferos pequeños, posiblemente zorros y liebres, se caracterizan por su cuerpo más grande que la cabeza, lo cual permite que la cara del animal, con el hocico alargado, orejas delgadas, tal vez en algunos casos cuernos, aparezca con rasgos finos. El cuerpo entero se realizó representando el contorno, como si se trataran de sombras (ya que el interior fue grabado a través de percusiones) o la silueta en perfil de los animales, en un estado de pasividad, pero también y esto es algo que destaca en algunas representaciones, con el dorso curveado de la cabeza hacia la cola, generando que la cabeza aparezca un poco levantada, aunque esto no es una regla y, que la cola, la cual en todas las figuras es larga y aparece levantada, llegue a enroscarse formando en ocasiones for-mas espirales.

Otra de las representaciones características de los petroglifos en Sinaloa, es la de “escudos”, una especie de cartucho que se aproxima a la forma de un rectángulo, en cuya superficie aparecen con frecuencia líneas verticales formando flecos que parecen colgar de su parte inferior. En la parte superior, son frecuentes las figuras circulares (solares), representadas con y sin rayos, en ocasiones con el aspecto de un rostro humano. Estas figuras parecen emerger por encima de los escudos. En su interior, los escudos contienen diversas figuras, la mayoría indefinidas: líneas curvas, siluetas, círculos, espirales, cruces en equis ondulantes, etc.

Los grabados rupestres de Sinaloa, el sitio de "Las labradas"

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

En terminos generales, las características de los petroglifos que hemos se-ñalado, conforman las manifestaciones de arte supestre en Sinaloa. Faltaría señalar los contextos donde se encuentran, pues su comprensión depende enteramente de ello, ya que estos fueron los escenarios donde se recrearon —universos de mani-festaciones—. Los sitios rocosos, con todas sus particularidades, fueron una especie de santuarios, en el sentido de que fueron lugares especiales, afloramientos en pro-montorios que en algunos casos se asemejan a cerros (recordemos que los cerros en las culturas prehispánicas tuvieron un carácter sagrado, imagen que fue reproducida simbólicamente en las estructuras piramidales). El hecho de que hayan sido sitios seleccionados, permanentes para la realización de grabados, ello les da esta signifi-cación; pues simbólicamente, al grabarse en la superficie de las rocas representaciones que indudablemente tuvieron un carácter sagrado, el espacio que resguardaba estos conocimientos, también era sacralizado (convertido en sagrado).

Finalmente, los sitios de petroglifos que se encuentran en Sinaloa, demuestran la importancia que estos tuvieron en las culturas noroccidentales y cuyas características nos permiten establecer que, formaron parte de una tradición de arte rupestre, cuyo desarrollo se extendió en una amplia región que comparten los estados de Nayarit, Sinaloa y Sonora.

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

“LAS LABRADAS”Al sur del estado de Sinaloa, sobre la costa del océano Pacífico, en los límites de la franja del trópico de Cáncer; en una superficie de arena, en contacto con el mar, dis-tribuidas en una franja de alrededor de cuatroscientos metros de longitud por sesenta metros de ancho, se localiza un agrupamiento de rocas con manifestaciones rupestres conocido como: “Las labradas”.*

Las rocas que componen este agrupamiento son de diversas dimensiones, se caracterizan por su superficie pulida, lisa, redondeada por encontrarse en contacto con el mar; su color es oscuro y opaco, alcanza varias tonalidades de grises durante el día. Las piedras son basálticas, lo cual es muy raro encontrar en una región de orígen sedimentario. Al parecer, se trata de un flujo originado en una formación volcánica que se encuentra en la serranía, que llegó hasta la costa y se sumergió en el mar, de esta manera se introdujo en la región sedimentaria. En la superficie de la arena también se encuentran grandes cantidades de cantos rodados, pero solamente en el área del agrupamiento de rocas. Los cantos rodados son de origen sedimentario, al parecer son los vestigios de un antiguo río que se encontraba en esta misma zona. El agrupa-miento de rocas, es el único con estas características geológicas que se encuentra en

*El acceso al sitio se realiza por la autopista Mazatlan-Culiacan, en el km. 51, por el poblado La Chilacayota; alrededor de 6 km en dirección a la costa. El sitio se encuentra en el municipio de San Ignacio.

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la región y posiblemente en toda la costa noroeste del Pacífico. Esto ya lo convierten en excepcional, habría que agregar su entorno natural; el escenario estático de rocas bañadas continuamente por las olas del mar, la arena que se extiende a su alrededor, la maleza de arbustos que lo protegen desde el interior. Pero además, es un sitio de arte rupestre, único en su género.

A lo largo del agrupamiento, sin un aparente orden, aislados o en grupos, se localizan en la superficie de las rocas diversos grabados rupestres. El sitio fue selec-cionado por un grupo cultural, que de forma estacional permaneció en las cercanías de la costa para desarrollar sus conocimientos tradicionales de arte rupestre. Por el momento no sabemos donde estuvo situado el asentamiento humano, posiblemente en las proximidades del arroyo que se localiza a pocos kilómetros tierra adentro, también desconocemos su temporalidad, la filiación étnica del grupo cultural, etc. Las rocas se encuentran erosionadas, el desgaste provocado por el mar ha borrado algunos grabados y comenzado a desaparecer otros; por fortuna la dureza de la piedra no ha permitido que se pierdan con facilidad, para que esto suceda tendrán que pasar varios cientos de años más. Los grabados que se encuentran en peligro son los que se encuentran en las rocas que están en contacto con el mar, pues la mayoría permanecen descubiertas la mayor parte del año, excepto durante las mareas, cuando son cubiertas por el agua. Sin embargo, a pesar de que han resistido los embates del mar, el tiempo, los cambios abruptos de temperatura, han sido vulnerables al vandalismo y a los saqueadores. Algunas piedras han sido cinceladas, grafiteadas y robadas. Los principales daños que ha recibido el sitio no los han provocado los agentes naturales.

En el sitio de “Las labradas”, existen trescientos o cuatrocientos petroglifos de diversos diseños y tamaños (es dificil saber la cantidad con certeza, porque muchos de ellos son imperceptibles, se encuentran ocultos, pueden obervarse sólo en condi-ciones favorables de iluminación, otros se encuentran sepultados por la arena y un gran número bajo el mar). Fueron realizados a través de la técnica de percusión y pulimento; fue a través de incisiones realizadas con percutores siguiendo un diseño dibujado en la piedra, finalmente modelado a través de diversos pulimentos, como se obtuvo la representación de los diseños en bajorrelieve. Los tallistas lograron acanalar la superficie de la roca, de tal forma que los bajorrelieves obtuvieran un contraste con la iluminación que reciben y su apreciación fuera lo más nítida posible (no hay que descartar la posibilidad de que también pudieron haber estado pintados).

Desde el punto de vista de la técnica de grabado, es apreciable que fueron realizado por “tallistas”, individuos expertos y facultados para realizar los grabados

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conforme a los principios de la tradición que representaban. En este sentido, estaríamos hablando de la existencia de especialistas abocados a esta actividad, lo cual nos sugiere el considerar varios aspectos del grupo cultural que estudiamos, pues el trabajo que realizaron requirió de tiempo, dedicación, de una actividad que debió haber tenido un costo importante en sociedades que dependían de la obtención diaria de alimento a través de la caza y recolección; pues si se trató de un grupo nómada, no dependía de la agricultura y por lo tanto, de excedentes en alimentos para sobrevivir en tiempos de escases. Aún, si fue un grupo estacional y los tallistas se dedicaban al grabado en determinadas temporadas de año, su actividad también tuvo que ser solventada por la economía del grupo en su conjunto. De cualquier forma, los cientos de grabados que existen en “Las labradas”, no se realizaron en una temporada corta, tan solo un grabado debió realizarse durante días, es posible que hayan tenido que pasar varios años para concluirlos a todos, pues hay que agregar el fuerte calor que se presenta todo el año, además de que la permanencia en este sitio debió haber requerido de bastantes cantidades de agua dulce, la cual debió de trasladarse del arroyo al sitio, cuya distancia es considerable.

Aunque existen conjuntos de petroglifos a lo largo del agrupamiento de ro-cas, no existe en apariencia un orden, una aparente lógica en su distribución, en las rocas en que se encuentran grabados, algunos se encuentran en las superficies, otros en los costados e inclusive en las esquinas, su realización parece arbitraria. En este sentido, resulta difícil observar un patrón que pueda ser estudiado. La única constante que podemos apreciar es que fueron grabados de acuerdo con las características de cada piedra. Como se mencionó con anterioridad, el sitio se encontraba aislado del asentamiento (si es que lo hubo), no existen materiales arqueológicos en la superficie, puesto que es un sitio que se encuentra en constante erosión, con grandes cantidades de cantos rodados en la superficie, además de la arena.

Los grabados que representan el universo de símbolos que encontramos en “Las labradas”, tienen correspondencia con las caraterísticas de los sitios de petroglifos que existen en toda la región de Sinaloa y que hemos referido en el apartado anterior; forman parte de la tradición de arte rupestre que hemos identificado y cuyo desarrollo situamos en el noroccidente de México. Sin intentar establecer una clasificación, podemos agrupar a los petroglifos de “Las labradas” en dos categoría generales: geométricos y antropomorfos.

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I. GEOMÉTRICOS1. - Círculos: (a) concéntricos; (b) con una cruz en forma de equis en el centro dividiéndolos en cuatro porciones; (c) con pequeñas líneas verticales que brotan alrededor del círculo (representaciones solares).2. - Escudos: semirectángulos; (a) con una cruz en forma de equis que parte del centro hacia sus ángulos internos; (b) conteniendo figuras indefinidas.3. - Espirales: (a) simples o sencillas; (b) en forma de greca; (c) de doble espiral; (d) doble espiral compuesta.5.- Complejos: conjuntos de símbolos formulando una asociación, ya sea, espirales con círculos concéntricos y otros elementos, o petroglifos unidos por medio de una línea.6.- Ondulaciones: líneas en aparente movimiento ondulatorio.7.- Concavidades: formas de recipientes y oradaciones; recipientes labrados en la piedra. Nos referimos a las pequeñas con-cavidades que son muy comunes en estos sitios y a otras de mayor tamaño que han sido descritas como “morteros”.8. - Indefinidos: (a) figuras difíciles de precisar en cuanto a su forma y (b) los que han sido borrados parcialmente por la erosión.

Figura 2 Círculos concéntricos

Figura 4 Cruz en equis inscrita en un rectángulo

Figura 3 Círculos concéntricos

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Figura 5 Espiral sencilla Figura 6 Espiral sencilla

Figura 7 Espiral en forma de greca

Figura 8 Espiral en forma de greca

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Figura 9 Espirales sencillas

Figura 10 Espiral sencilla

Figura 9 Doble espiral

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Figura 11 Rostro antropomorfo Figura 12 Rostro en esquina

Figura 13 Rostro en esquina

II. - ANTROPOMORFOS:

(a) rostros dibujados (destacando los ojos, nariz, boca, orejas y cabello); (b) rostros en esquinas de las rocas (destacando ojos, nariz y boca); (c) cuerpos de personajes (estilizaciones de figuras humanas erguidas, con piernas (abiertas y dobladas) y brazos (doblados, levantados hacia arriba a la altura de los hombros), representando en el rostro: los ojos, la nariz, boca y orejas (orejeras), las extremidades de pies, manos y cabello. (No todas las representaciones tienen los mismos atributos).

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Figura 14 Estilización antropomorfa

Figura 15 Estilización antropomorfa

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Figura 16 Estilización antropomorfa

Figura 17 Estilización antropomorfa

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Figura 18 Asociación de líneas ondulantes con un símbolo que parte de una espiral

Figura 19 Representación solar unida por una línea con un disco de círculos concéntricos, acompañados de una doble espiral.

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CONCLUSIONES

La tradición de arte rupestre noroccidental, al parecer tuvo un desarrollo independiente de los grupos sedentarios que poblaron el estado de Sinaloa a partir del 750 d. C., puesto que hasta el momento no se han encontrado evidencias que permitan establecer su posible relación. Podríamos argumentar, que esto se debe a la falta de investiga-ciones en la región, pero de hecho, es difícil demostrar la existencia de un vínculo entre contextos completamente distintos, pues los grupos sedentarios se asentaron en los valles ribereños y en la costa, mientras que los sitios de petroglifos se encuentran apartados (por no decir que todos se localizan en las proximidades de la sierra, puesto que, casos como el de “Las labradas”, son excepcionales), alejados unos de otros. Desde nuestra perspectiva, son tres las posibilidades que nos ayudarían a encontrar la explicación. La primera, que en efecto, se trate de dos culturas que coexistieron en la región temporamente, que tuvieron fronteras territoriales y cuyas formas de vida diferían en aspectos de sedentarización. La segunda, que los sitios de petroglifos corresponden a grupos culturales que antecedieron a las culturas sedentarias, cronológicamente más antiguos, realizados por grupos de nómadas estacionales que estuvieron en la región desde los comienzos de la era cristiana hasta antes del 750 d. C.

La tercera, que los sitios de petroglifos fueron realizados por las culturas sedentarias, —los grupos Aztatlán—, que convirtieron a estos parajes en una especie de santuarios, que se encontraban apartados debido a las características geológicas de la región. De esta manera, se podría entender, el porque no es común encontrar evidencias de asentamientos en la periferia de estos sitios, la realización de un gran número de grabados que requirió de jornadas de trabajo continuo, de tiempo para su elaboración, de la existencia de especialistas, “grabadistas”, de una organización sostenida por una base económica que se encargó, no sólo de dicha organización, sino también del mantenimiento de los sitios; pero esencialmente, de la conservación de la tradición. No olvidemos que, las culturas sedentarias, se distinguieron precisamente de los grupos nomádicos por “la división del trabajo colectivo”, que identificamos en estas culturas a través de los materiales arqueológicos presentes en estos asentamientos que prueban la existencia de comunidades organizadas, con un sustento económico diverso: agrícola, recolector, cazador y pesquero; especializado en actividades también económicas, como fueron, la propia agricultura, la alfarería, la lítica y el comercio. La prueba más evidente del desarrollo de estas culturas, se encuentra en las concepciones desarrolladas en el arte funerario y en los que posiblemente fueron sus santuarios: los sitios de petroglifos.

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Finalmente, existe una coincidencia que nos puede llevar más lejos en la comprensión de estas culturas y que no son precisamente las características de sus asentamientos, como tampoco, la necesidad de separar o de encontrar vínculos entre los contextos culturales. Se trata de la comprobación de que, en efecto, los petroglifos corresponden a la existencia de una —tradición— , que encontró en el arte rupestre su medio ideal de representación y cuyo desarrollo comprende un número importante de sitios distribuidos en una extensa área. Es a través del estudio de esta tradición, como podemos comprender, el porque fue tan importante el desarrollar una técnica de grabado en piedra, el representar diseños abastractos, el porque fueron realizados en escenarios rocosos, la importancia que todo esto tuvo en las concepciones y las formas de vida en las culturas prehispánicas de Sinaloa.

CONSIDERACIONES SOBRE EL SIMBOLISMO DE LOS PETROGLIFOS

En cuanto a la interpretación de los petroglifos, consideramos que los estudios que se han realizado, aunque valiosos en el desarrollo de la investigación, en realidad no han logrado aproximarse a su significado. Señalamos esto, sin la intención de subestimar los trabajos realizados, sino porque muchos de los planteamientos parten de premisas que hoy podemos considerar equivocadas.Desde nuestro punto de vista, la mayoría de autores tomaron por obvio conceptos culturales que requieren de una profunda reflexión; sus interpretaciones suelen ser conjeturas accidentales, muchas de ellas, inclusive, no fueron formuladas como hipó-tesis, son aseveraciones sin fundamentos sostenibles. Desde nuestro punto de vista, es necesario replantear el estudio de los petroglifos, considerar los principios esenciales de su concepción como “arte”, pero no desde la perspectica histórica o estética, sino de su conceptualización como un medio para representar los aspectos de una “cos-movisión” (concepto que por cierto, es empleado con frecuencia para señalar que los grupos culturales tuvieron una visión particular del universo, pero sin explicar en que consistió dicha particularidad). Es decir, las leyes universales que fueron conocidas y representadas simbólicamente en el arte rupestre de la cultura que estudiamos. En este sentido, resulta indispensable comprender la naturaleza de los símbolos que se encuentra representados en los grabados, su carácter de inexpresividad y su desarrollo en el seno de una tradición.

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5 “Al ver agrupados en las láminas que presento los dibujos que corresponden a los glifos, no puedo menos que recordar los que realizan los niños de un modo espontáneo. Su falta de experiencia y de la adecuada educación, que aún no han recibido a su edad, puede hacerlos sicológicamente semejantes a los artistas de los antiguos petroglifos de ambos continentes”. ORTIZ de Zarate , Gonzalo 1976, p. 83

Naturalmente, partimos de que los petroglifos no tienen un significado “ani-mista o “naturista”, como se ha pensado convencionalmente, sino que representan cuestionamientos más profundos. Ya hemos comentado con anterioridad que, ante la incomprensión del significado de los petroglifos, se han empleado diversos recursos de interpretación; tales como el ver en ellos la representación de acontecimientos migratorios, la evolución de figuras glíficas que posteriormente fueron adoptadas por otras culturas, o interpretaciones verdaderamente lamentables como la del Ing. Ortíz de Zarate, quien no encontrando “valores artísticos” y “expresiones sensibles” en los petroglifos de Sinaloa, no tuvo otra alternativa que situarlos en un nivel inferior de conocimiento5.

Para comprender al arte rupestre en general, lo primero es eliminar los “prejuicios evolutivos” que califican a una cultura solamente por sus conocimientos tecnológicos y por sus formas de vida relativamente desarrolladas, ya que debido a estas consideraciones; no es reconocible y por lo tanto es subestimada, la intelectuali-dad de los grupos culturales que aparentan un desarrollo menor. Esto provoca que, al estudiar una cultura de la que se desconoce la profundidad de su pensamiento, no sea comprendida en lo que posiblemente fue su aspecto más importante, su espiritualidad. Los petroglifos, son el mejor ejemplo, pues por mucho tiempo se ha considerado que los grabados rupestres representan formas “naturistas” de observaciones fenoménicas realizadas por culturas que nómadas o seminómadas; por lo que sus representaciones rupestres, además de ser el producto de un presunto “ocio cultural”, fueron realizados a partir de una lógica simple y primitiva. La pregunta inmediata es, ¿por qué enton-ces desconocemos su significado? En la actualidad reconocemos que los petroglifos tuvieron una importancia mayor en las culturas que los realizaron, que su significado es complejo, pero carecemos de elementos para su interpretación.

Es un hecho, que el arte rupestre fue característico en determinadas sociedades antiguas y que en algunos casos antecedió al desarrollo de otras manifestaciones cul-turales. No por esto, debemos considerar que los cambios culturales suscitaron una evolución en la forma de concebir el arte, cuando esta posibilidad también pudo ocurrir de forma contraria, es decir, como una degradación del arte. Podemos considerar que el arte rupestre, en efecto, fue primitivo en su origen, en el sentido de que partió de

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conocimientos primarios o primicios, esto se deduce del empleo de representaciones o símbolos geométricos en los grabados. Es decir, de una correspondencia entre una idea universal con las formas concretas que el hombre encontró para representarla. No olvidemos que la geometría, en el sentido más antiguo que conocemos, consistía en la posibilidad de representar las medidas de la tierra a través de formas corres-pondientes, es decir, a través de símbolos geométricos. Este tipo de concepciones no parecen haber existido en el arte rupestre, sin embargo, no podíamos pasar por inadvertida la casualidad de que los símbolos rupestre son similares a los geométricos, como tampoco, el que la geometría haya sido una de las ciencias más antiguas que, junto con la arimética, fueron empleadas en especulaciones filosóficas para calcular y establecer la relación de la Tierra con los fenómenos astronómicos.

Los petroglifos de la tradición noroccidental, se caracterizan por representar formas o símbolos geométricos; que no lo son desde el punto de vista formal (en el sentido en el que entendemos a la geometría), pero si en substancia, en cuanto a que son representaciones basadas en principios geométricos. Ahora bien, qué queremos decir con esto; en primer lugar, reconocer que los grupos culturales que estudiamos conocían estos principios; el representar a la realidad abastracta de forma concreta o sintética. En su aspecto formal, los símbolos geométricos representan; la situación de un espacio respecto a su forma, establece la posibilidad de medir (definir) o representar al espacio de forma cuantitativa y cualitativa. En los grabados rupestres, los símbolos son esencialmente cualitativos, por eso no tienen una forma geométrica definida y por esta razón señalamos que su principio es substancial; son abstractos pero representan algo definido o concreto de la realidad abstracta. Esto lo podemos comprobar en las representaciones solares, donde es evidente el empleo simbólico de esta analogía, en el que la energía creadora y regenerativa, fue representada como un círculo del que simbólicamente emanan rayos de luz.

Si aceptamos que los petroglifos fueron realizados para exponer una cosmovi-sión, debemos tomar en cuenta, que ello lleva implícito el conocimiento de principios de orden universal. Por lo tanto, poseen una explicación de carácter ontológico (es decir, planteamientos sobre el ser y la existencia); una explicación de la realidad en relación con la idea del universo. Esto, en lo absoluto es algo simple, pues tal asevera-ción, no se basa en la observación de los fenómenos y su representación naturista, sino en la representación de lo que origina las causas fenoménicas, —la realidad creadora—, que en las culturas antiguas, pero sobre todo en las rupestres, al parecer fue explicada a través de la —realidad manifestada—, por decirlo de alguna manera.

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6 Entendemos a la metafísica, no en el sentido vulgar que predomina en el pensamiento contemporá-neo, sino en su sentido original o etimológico “más allá de lo físico o natural.7 Por ejemplo, el tiempo y el espacio en su condición natural, en la que es percibida, es intelegible de forma concreta, pero en realidad son nociones de una existencia abastracta. “...como escapa a nuestra experiencia directa, permanece de hecho más o menos nocional; nadie puede experimentar el espacio puro, éste será, pues, prácticamente abastracto con respecto a los contenido que lo miden, ya sea de una manera estática, ya sea dinámica” SCHUON, Frithjof 2000 p. 65 Estructura y universalidad de las condiciones de la existencia.8 “...el simbolismo propiamente dicho es esencialmente sintético, y por eso mismo “intuitivo” en cierta manera, lo que lo hace más apto que el lenguale para servir de punto de apoyo a la “intuición intelectual”, que está por encima de la razón, y que ha de cuidarse no confundir con esa intuición inferior a la cual apelan diversos filósofos contemporáneos”. GUÉNON, René 1969 p. 9 El verbo y el símbolo.9 “Este hombre ‘no observaba’ en nuestro mismo sentido, porque no tenía presentes los hechos singu-lares; imitaba a la naturaleza pero no en sus efectos, sino en cómo operaban.” COOMARASWAMY, Ananda K. 1983 p. 27

Si esto es correcto, entonces, además de una explicación ontológica encontramos también una aseveración metafísica6 . En efecto, al considerar que existe una idea o principio primordial “abstracto”, es porque es inintelegible, es “no físico”, “no mani-festado”, por lo tanto, no puede ser contenido y tampoco representado (tal como es, abstracto)7. Sin embargo, pueder ser percibido de forma —intuitiva— y transmitido de forma sintética o concreta, es decir, a través de símbolos8. Puesto que los símbolos, en el sentido al que nos referimos, son representaciones analógicas en conformidad o correspondencia con los principios metafísicos.

Cuando reconocemos la existencia de una cosmovisión, es decir, una forma de comprender el universo, debemos de reflexionar lo que queremos decir con ello, pues por muy simples que hayan sido los puntos de vista de los principios y leyes del universo, no deja de tratarse de una explicación ontológica que trasciende a la realidad fenoménica. Finalmente, lo que intentamos demostrar con lo anterior, es el sentido, las implicaciones que surgen al intentar explicar una cosmovisión que, indudablemente existió, pero que es difícil abordar si desconocemos los planteamientos en que estuvo basada: los principios ontológicos y metafísicos.

Para concluir, solamente nos falta señalar algunos aspectos del arte y del sim-bolismo, ya que ambos conforman las particularidades de la cosmovisión que estamos estudiando. El arte rupeste, en un sentido general, emplea en sus representaciones formas tomadas de la naturaleza9, pero adoptadas de una forma convencional. En el caso del arte rupestre noroccidental, las representaciones que ya hemos mencionado: geométricas (las figuras circulares y espirales que conforman este grupo, represen-

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10 “Apenas debería ser necesario señalar que el arte es por definición esencialmente convencional; pues es sólo por convención como la naturaleza puede hacerse intelegible y sólo por signos y símbo-los como la comunicación se hace posible”. COOMARASWAMY, Ananda K. 1997 p. 2411 “...un símbolo no es simplemente un signo convencional, sino que manifiesta su arquetipo en virtud de cierta ley ontológica ...el símbolo es en cierto modo aquello que él expresa.” BURCKHARDT, Titus 2000 p. 6 12 “La inteligibilidad es esencial en la idea del símbolo, mientras que la inteligencia del observador resulta accidental.” COOMARASWAMY, Ananda K. Ibid., p. 24

tan condiciones especiales, pero consideremos aquí la correspondencia que guardan con determinadas formas naturales), antropomorfas y zoomorfas, principalmente. Estas tres categorías de representaciones, con sus diversas variedades, conforman una convención, particular y distintiva, del arte rupestre desarrollado por las culturas noroccidentales.

Si bien, estas tres categorías, fueron tomadas de la naturaleza, ya sea en su aspecto fenoménico como podría ser el caso de las formas geométricas, o de los seres que forman parte de ella, como es el caso de las formas antropomorfas y animales, no fueron representadas de forma completamente análoga, sino estilizadas con un propósito, destacando determinados atributos (véanse por ejemplo, los casos que encontramos en los petroglifos de “Las labradas”). Lo que nos interesa destacar aquí, es que, las formas mencionadas, aunque fueron tomadas de la naturaleza y tienen correspondencia con ella, fueron empleadas en un simbolismo convencional, en el cual, las formas representan aspectos esenciales de los seres y las cosas, pero no las formas como son en sí mismas. Naturalmente, esto se debe a que fueron empleadas como símbolos10, pero el símbolo es esencialmente un arquetipo11.

El arte rupestre de las culturas noroccidentales fue esencialmente un medio de transmisión de conocimientos surgidos de una tradición (no podría explicarse de otra manera), que representan a la realidad abstracta, no manifestada y sin embargo, origen de todo, a través de representaciones concretas o sintéticas que a su vez, son abstractas, puesto que por representar aquello que es abastracto, no puede ser comple-tamente concreto. Los símbolos representados son inintelegibles, pero intelegibles en la medida en que fueron comprendidos, obviamente, por quienes conocían su signifi-cado y para quienes estuvieron dirigidos en el sistema tradicional de enseñanza. En la comprensión del símbolo, existe una relación sujeto-objeto, la posibilidad de recibir de forma subjetiva conocimientos objetivos de una realidad12, pero en la medida en el sujeto logra su comprensión y experiencia, participa en ella de forma objetiva.

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En la cosmovisión de las culturas noroccidentales, los petroglifos fueron símbolos, representaciones cualitativas, de la naturaleza, si se desea, para transmitir explicaciones ontológicas de una realidad metafísica; —la presencia de lo no físico a través de su experiencia intelegible en su carácter primicio o primordial—. De esta manera, entendemos el porque para nosotros son signos abstractos; en principio, porque desconocemos su convencionalidad y por lo tanto su significado inherente. Por otra parte, su explicación analítica o discursiva es imposible, porque fueron realizados para obtener una experiencia en la medida que se lograba su comprensión.

Las consideraciones que hemos expuesto en este apartado, tan sólo intentan demostrar, que los petroglifos en la tradición noroccidental de arte rupestre, poseen un significado profundo cuando se descubre que en ellos aspectos convencionales de un simbolismo vinculados con explicaciones acerca de la existencia, lo cual requiere ser visto a través de los planteamientos de lo que ello implica; sobre todo, porque si una particularidad encontramos en estas culturas es que, fueron simbólicas. El sitio de “Las labradas”, es un claro ejemplo de que los grabados representados en las rocas simbolizan a la naturaleza en su carácter substancial, pero además, en un lugar, donde los elementos interactúan en su estado primitivo: el agua del mar en su movimiento ondulatorio y acción disolvente, la solidez y resistencia de la roca en su estado puro, el calor y la luz del sol actuando sobre los elementos líquidos y sólidos, destruyendo y regenerando la vida orgánica. La elección de este sitio para representar conocimientos tradicionales de arte rupestre, por supuesto, no fue una simple coincidencia.

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*Arqueólogo, investigador del Centro INAH Chihuahua

POSIBLES REPRESENTACIONES DE TLALOC Y QUETZALCÓATL EN EL ARTE RUPESTRE DE

SINALOA, CHIHUAHUA Y SUROESTEDE LOS ESTADOS UNIDOS

Francisco Mendiola Galván*

RESUMEN:Es una breve reflexión que transita entre los ámbitos de la epistemología, la intersubje-tividad y la interpretación de las formas de la gráfica rupestre en relación con las deidades mesoamericanas de Tlaloc y Quetzalcóatl aparentemente representadas en el arte rupestre de Sinaloa, Chihuahua y sitios del Suroeste de los Estados Unidos; la manera particular de su abordaje ha permitido tratar al arte rupestre de distintas regiones norteñas (incluido el Suroeste de los Estados Unidos) bajo un enfoque diferente, evitándose con ello farragosas descripciones e interpretaciones que en primera instancia no han podido comprobarse hasta ahora. Ante los problemas que el arte rupestre presenta como objeto de estudio, el presente trabajo abre una nueva vertiente de tratamiento de esta forma cultural. La arqueología, sobre todo la mexicana, está en posibilidades de reconsiderar en lo general nuevas maneras de aproximación a este tipo de materiales culturales, el presente trabajo intenta mostrar en lo general precisamente eso.

I.-TENSIONES EN EL ACERCAMIENTO AL ARTE RUPESTREEl estudio del arte rupestre siempre ha estado en desventaja en el juego de la interpre-tación con respecto a la de otras formas culturales con las que trabaja la arqueología. El terreno de lo interpretativo del material rupestre ha sido casi por lo general resbaladizo o fangoso, según el grado de acercamiento que la arqueología tenga con este (cuando llega a tenerlo), y no sé, a estas alturas, si es porque los arqueólogos así lo percibimos o porque así lo hemos querido hasta ahora. De cualquier manera que sea, identifico aquí una primera tensión que se observa entre nuestra formación arqueológica de resabios positivistas y lo que es considerado subjetivo, entre ese transcurrir de la rigidez de un proceder cuantitativo que busca afanosamente comprender la “realidad objetiva” y el rechazo de lo que no lo es, es decir, lo subjetivo, lo que no es “científico”. Tensión que para la arqueología es una constante: buscar demostrar y justificar que ella es una

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ciencia para la cual la subjetividad no cuenta, simplemente esta contraparte no está en sus planes. Aquí pregunto: ¿el sujeto cognoscente dónde queda? o ¿qué pasa con la intersubjetividad bajo la idea de inclusión del vínculo entre el sujeto cognoscente y el objeto cognoscible? y cuando yo me asumo como investigador, sin olvidar considerar que soy un manojo de subjetividades y a su vez dispositivo metodológico: ¿qué es lo que me produce el arte rupestre en sus distintas y diversas expresiones? cuestionar esto y otros aspectos nadie lo prohibe, pero tampoco nadie lo hace y mucho menos lo responde, relegado está en el casillero más recóndito del subconsciente del pensar y actuar arqueológicos, a veces brota pero es acallado por la conciencia objetiva y cuantificadora del dato, ese que es sistemáticamente trabajado bajo el recalcitrante cientificismo que se regocija en la fría entidad objetiva, despojada de humanismo, esa que nos ha marcado como científicos de lo social y en la que el objeto de estudio es siempre y constantemente abordado. La realidad objetiva del objeto de estudio desde la óptica cuantitativa que no nos permite aprovechar la oportunidad de hacerlo bajo el enfoque cualitativo inmerso en la realidad intersubjetiva (cf. DENMAN y Haro, 2000:25).

¿Nos hemos preguntado, por qué investigamos arte rupestre? Si alguna vez lo hemos hecho, seguramente nuestras respuestas han caído en el ámbito de las preno-ciones y de los lugares comunes: “porque es interesante”, “importante”, “atractivo”, “bonito”, “porque también es arqueología y por lo tanto patrimonio cultural”, “porque da información sobre el pensamiento y la cosmovisión de sus creadores”, “porque refleja elementos de su economía e ideología”, “porque es un sistema de comuni-cación”, y así por el estilo podemos autojusificarnos en el ámbito de una antropología espontánea en contraposición a una reflexiva propuesta a la manera de Bourdieu (1975 y 1995), en la que se confirma la complejidad de la realidad social y que nos aparta del soberbio y etnocéntrico acto de estudiar a otros cuando ni siquiera nos comprendemos a nosotros mismos, aquí la intersubjetividad juega un papel central como veremos en el segundo apartado de este trabajo. Pero independientemente de preguntarnos o de saber de la importancia de una arqueología reflexiva, es necesario tener presente, como así lo asienta George Deveraux (1977), que siempre un proyecto de investigación se funde con la historia personal y que tiene que ver tanto con preocupaciones vitales como con marcas subjetivas, las cuales “...podrían calificarse como francas obsesio-nes, a partir de las cuales se explica la diversidad de preguntas [...] y la fascinación por determinados temas” (BERTELY 2002:140) y que nos podrían hacer reflexionar en términos de implicación o interioridad subjetiva configurando no sólo preguntas

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1 En mi caso particular, descubrí, la primera vez que estuve frente a un petrograbado precisamente en el norte de Sinaloa, “...que en ese momento tuve sin estar totalmente conciente de ello, una experi-encia de carácter estético en el sentido de la percepción y conocimiento sensible que produjo en mí efectos emotivos” (MENDIOLA 2002 [a]:18). Y ese ejercicio de autorreflexión puede ser casi infinito y llevarnos a lugares insospechados de respuestas hacia nosotros mismos (cf. MENDIOLA 2003 -inédito-).

como las arriba planteadas, sino también orillándonos a cuestionarnos: ¿cuál es mi historia personal que me ha llevado a estudiar este tipo de herencias socioculturales? Al reconocer en principio las experiencias subjetivas, tanto las mías propias como las de los sujetos investigadores en general que se acercan al arte rupestre, puede iden-tificarse una sencilla razón, es decir que, al preguntarse de esa manera se encuentra la puerta de entrada a la hermenéutica y “todo hermeneuta sabe a la perfección que la comprensión del otro –sea un texto, una cultura, un grupo o una historia– conlleva la simultaneidad del fenómeno de la comprensión de uno mismo” (VÁZQUEZ León 2003:348), pero lo que comúnmente sucede es que al preguntarnos acerca de la otredad sin considerarnos a nosotros mismos como sujetos cognoscentes y en intersubjetividad (sujeto-objeto) abrimos la puerta pero de salida hacia las explicaciones, las que por lo general no tienen boleto de regreso hacia la comprensión de nosotros mismos cuando precisamente no se busca ese regreso o la retrospectiva de lo que hemos investigado. Si se hace un ejercicio de autorreflexión y preguntas hacia el pasado, es posible que lleguemos a descubrir lo que significan y lo que significaron para nosotros mismos en el momento de esa relación con las formas culturales arqueológicas como es el caso del arte rupestre.1

Las herramientas hermenéuticas permiten reconocer la propia subjetividad en cuanto al lugar que ocupa al interior del proceso mismo de interpretación, precisamente porque el sujeto investigador (en este caso el arqueólogo o la arqueóloga) existe in-negablemente dentro de una tradición a través de la cual, la filosofía hermenéutica “se ve a sí misma, a su mundo, a su pasado, a su futuro. Un individuo nunca puede situarse por completo aparte y examinar su tradición como si fuese objeto, porque fuera de ella no hay nada en términos de lo cual puede tener lugar la comprensión” (BERTELY op. Cit., p. 143). Es adentro donde encontramos que una tradición científica no sólo nos condiciona y forma, sino también, la vamos adoptando como investigadores sin hacer mucha reflexión en ello. Luis Vázquez León la designa y conceptúa como tradición arqueológica entendida como el “...legado cultural específico de conocimientos, en-foques y modos cognoscitivos, lo mismo que de actitudes, valores, intereses y formas

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2 Las mismas que cita Viñas (et al.): etnología, etnohistoria, semiótica, lingüística, ecología, as-tronomía y sociología. (Op. Cit., p. 200)3 De la totalidad de sitios con arte rupestre en México más del 70% se localizan en el norte de México. (MURRAY y Valencia; 1996:186)

de conducta repetidos e interactuados por grupos o cuasi grupos de arqueólogos de ese modo identificados” (1996:9).

En resumidas cuentas, “una forma de ser y actuar” que se relaciona, para el caso del arte rupestre, con una segunda tensión entre lo que hacemos y lo que nos reserva-mos a realizar derivado de los rígidos esquemas de nuestra tradición que directamente se relaciona con el no separarse de lo que es exacto, medible, cuantificable y que nos acerca al descubrimiento –así lo creemos– de la “verdad científica” cuando en realidad esta se construye. Verdad que en la especificidad del arte rupestre -como señala Ramón Viñas et. al. –”se nos manifiesta como inexplicable si no buscamos otros métodos y estrategias, es decir, que sólo dentro de determinados marcos conceptuales nos será posible llegar a nuevos significados e interpretaciones, con los que poder compren-der este medio de comunicación del pasado [...] y aunque hay que ser cautos no nos queda otra salida –sí queremos saber algo de estos documentos rupestres- que abrir nuevas brechas en la investigación, que incorporen metodologías de otras disciplinas procedentes de las ciencias humanas, las cuales nos permiten obtener respuestas con cierto grado de contrastabilidad”– (VIÑAS et al., 2001:200)

¿Pero, qué ha sucedido? en ese ser cautos nos hemos quedado, no nos hemos dado la oportunidad de aproximarnos con mayor rapidez y seguridad al arte rupestre a través de miradas que nos ofrecen otras disciplinas2 y mucho menos desde la filosofía en los campos, por ejemplo, de la estética y la ética deontológica (BEDNARICK 1995; MENDIOLA en prensa). En el caso de México, por un lado, no hemos sido capaces de preguntarnos de manera constante sobre nuestro papel como estudiosos del arte rupestre, forma cultural o artefacto arqueológico tal y como lo designan GONZÁLEZ (1987:12) y ROZO Gauta (1987:289) y pocos han sido los esfuerzos que han conducido a reflexiones profundas sobre el mismo, frente a la monumentali-dad mesoamericana; por el otro, el arte rupestre, no obstante de su abundancia en el norte de México,3 ha sido por mucho tiempo ignorado por la arqueología, por lo que no es, entre otras razones, que adelante menciono, un paradigma de investigación. Nuestra arqueología, esa, que en su gran vertiente formativa mesoamericana, de rami-ficaciones que parten de un centro rector y que la proyectan imaginariamente como una disciplina de raigambre nacionalista, aunque paradójicamente de concepción

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4 Una muestra de ello, son, para comenzar, los términos espacio-culturales que para el norte de este país se han aplicado de manera constante y que poseen una clara factura mesoamericana: Oasis-américa y Aridoamérica propuestos precisamente por Paul Kirchhoff en 1954, incluso el término de La Gran Chichimeca que surge, según las fuentes indígenas y coloniales, del centro y no en el norte de la Nueva España y aunque esta no tenga una connotación propiamente mesoamericana sí definitiva-mente posee una etnocéntrica. (Cf. Fray Bernardino de Sahagún, 1979 y Phillip W. Powell, 1984)

y práctica centralista, ha conformado efectivamente un paradigma que ha guiado etnocéntricamente a la investigación arqueológica, incluida la que se practica en el norte de México, (piénsese sólo en su vertiente terminológica y espacio-conceptual del mismo),4 guiando ese paradigma con el conjunto de ideas, modelos, creencias y va-lores que comparte la comunidad científica, o dicho a la manera kuhniana, paradigmas entendidos como “realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica” (KUHN, 1980:13 y 86). En ese sentido es un sin-sentido afirmar que los petroglifos son “un paradigma de investigación” (tal como reza el subtítulo de este primer seminario) cuando los petroglifos, o más ampliamente el arte rupestre (que en su conjunto contempla también pinturas, geoglifos y arte rupestre mueble), nunca ha constituido, por lo menos para el caso de México, un paradigma de investigación porque nunca ha proporcionado modelos de problemas y soluciones al interior del cuerpo científico de su arqueología, así como tampoco lo han hecho la cerámica, la lítica o los textiles (precisamente porque son medios materiales para la reconstrucción del pasado sociocultural), en cambio sí, una gama de posiciones y corrientes teóricas que se integran, a la manera del eclecticismo de Anthony Gidenns, y que permiten acceder críticamente al conocimiento y a su misma construcción (VÁZQUEZ 2003, comunicación personal).

No obstante, de lo afirmado, una mezcla de resistencia y fascinación me man-tiene en la pesadumbre epistemológica, aún más, en la ontológica. Es una sensación que rebasa la pregunta de que si es o no ético plantear la posibilidad de asignar a representaciones gráfico-rupestres de Sinaloa, Chihuahua y de sitios del Suroeste de los Estados Unidos, determinadas entidades conocidas a través de lo que los lentes interpretativos de la arqueología y la etnohistoria mesoamericanas proyectan en el discurso del México prehispánico: Tlaloc y Quetzalcóatl. Impresión también de lejanía, incluso de nostalgia por lo mesoamericano que en sí se manifiesta en querer verlo y tenerlo en el norte, en esta La Gran Chichimeca; es un afán por distinguir, aunque sea en lontananza, correlaciones y continnums culturales entre una Mesoamérica

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portentosa y un gran norte que la provee y la configura5 y viceversa; también es una especie de sentimiento de culpa al decir: ‘posiblemente es esto y no lo otro’: incómoda experiencia que queda al resistirnos ante la atracción de la conjetura confabulada promiscuamente con la “fantaciencia”, aunque es peor la indiferencia. Es esa eterna posibilidad–imposibilidad de conocer “objetivamente” las correspondencias entre el significado y el significante, códigos perdidos en la noche de los tiempos. Sin embargo, mis comentarios interpretativos giran sin tensiones, de una manera libre aunque no por ello descuidada o bajo la anarquía de la imaginación desbordada, y esto, final-mente, porque el dato, las correspondencias y las similitudes culturales del periodo prehispánico están ahí en muchos de los sitios del norte mexicano y del suroeste de los Estados Unidos. Sería demasiado desdén el no reconocerlos en términos de la temática que aquí se expone. Al menos su arte rupestre y la iconografía mesoamericana, en principio, así lo demandan. Estamos aún en el comienzo.

II.- EL ABORDAJE INTERPRETATIVO SIN TENSIONESII.A.- Formas específicas en el norte de SinaloaII.A.1.-La primera impresión

Abordar sin tensión el tema interpretativamente, motivo de la presente ponencia, resulta en consecuencia más ligero y hasta cierto punto natural y sin prejuicios de por medio. Sin olvidar que el tema es complejo por naturaleza, el enfoque subjetivo-intersubje-tivo bajo la matriz cualitativa que resalta la vinculación sujeto-objeto y viceversa, me permite comenzar diciendo que llevé a cabo entre 1987 y 1988 (MENDIOLA 1994) el registro sistemático (sin ser un acto tan mecánico como veremos más adelante) de algunas formas específicas del arte rupestre del norte de Sinaloa y de sus relaciones de contexto arqueológico-cultural y natural. Debo confesar, que dicha acción se llevó a cabo sin la menor idea de lo que se estaba registrando en términos de sus significados, aunque sí, con la siempre grata impresión (subjetiva), que es propiamente la primera impresión general, de haber hallado arte rupestre, máxime con las características mor-fológicas que se muestran. Son los casos de los sitios “Cerro Tres Marías” (NSIN-23), “La Piedra Escrita de San Vicente (NSIN-30 -B) y el de “Vialacahui” (NSIN-14).

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5 “... verdad es afirmar que para bien o para mal, los bárbaros han sido sombra y trasfondo de toda cultura superior [...] la realidad de los pueblos bárbaros en relación con los civilizados, no es aspecto secundario sino parte esencial de la historia [...] la secuencia de éstos choques no es otra cosa que la serie impresionante de los más variados procesos de aculturación que han hecho posible al fin, el nacimiento de una nueva forma de civilización” (LEÓN-Portilla 1967).

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En cuanto a la primera impresión, debo anotar que esta cayó al ámbito de los efectos emotivos o actitudes humanas frente al arte rupestre in situ, en el marco de la experiencia estética productora de efectos emotivos (MANDOKY 1992:244), entendidos como las impresiones personales, reacciones y actitudes que se derivan del contacto con el objeto (León Bopp, 1954, citado por ECO, Humberto 1991:51) y que generan cono-cimiento empírico sensible, el cual a su vez, se constituye, como acto perceptivo, de dos niveles: el primero comprende los efectos emotivos con carácter adjetivo (interesante, bonito, feo, sublime, importante, bello, útil, etc.) y el segundo, que considera a su vez dos vertientes: la de las actitudes humanas con carga emocional (alegría, tristeza, placer, duda, tensión, paz, ansiedad, desasosiego, triunfo, fracaso, gusto, pasión, etc.) y la de las actitudes humanas con carga racional, cumpliéndose esta última sólo cuando el sujeto investigador posee en su acervo previa información que le permite preliminarmente poder asignar cultural y simbólicamente elementos en ese sentido al material gráfico-rupestre, así también, correlacionar cronologías y hacer en general valoraciones o interpretaciones generales temáticas tanto simbólicas, formales y plásticas (MENDIOLA; en prensa).

Bajo este modelo, los dos primeros sitios (‘Cerro Tres Marías’–23– y ‘Piedra Escrita de San Vicente’ –30 B–) generaron en mí, en el primer nivel, efectos emotivos de irrele-vancia, interés y complejidad; para el segundo nivel (que se compone de las vertientes de las actitudes humanas con carga emocional y la de carga racional), se produjeron efectos de cierta indiferencia y duda y el acto automático de asignación cultural al correlacionar el sitio “Piedra Escrita de San Vicente” con los “ojitos de Dios” de los indios huicholes, cuestión que se expresa más ampliamente en el siguiente subapartado. Para el tercer sitio (‘Vialacahui’–14–) se produjo, en el primer nivel, efectos emotivos de interés, importancia, complejidad y admiración; para el segundo nivel, hubo en su primera vertiente de carga emocional, un efecto de alegría, placer, impacto y emoción intensa, y en cuanto a los efectos de carga racional, simplemente señalo que ciertos elementos gráfico-rupestres, como es el de la representación en petrograbado de una serpiente con “picos” (¿plumas?) y cuerno, permitirá hablar en el futuro de “dualidades no desconocidas para el mundo mesoamericano” (MENDIOLA 1994:276).

En general, esta primera impresión se mantiene aún durante el registro sistemático, por lo que este no es un acto que pueda calificarse sólo como algo mecánico, precisa-mente porque la subjetividad-intersubjetividad, se reconozca o no, está permeándolo constantemente.

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II.A.2.-PRIMERA APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

Del análisis de la morfología rupestre y con el apoyo de la información arqueológica y etnohistórica comenzó la posibilidad de interpretación de estas formas específicas. Para los sitios de “Cerro Tres Marías” y “La Piedra Escrita de San Vicente” existen figuras similares, especialmente la figura de dos puntos internos; la que se encuentra en el segundo sitio posee una serie de líneas que es preciso tener en cuenta cuando se haga referencia a algunos de los sitios de Chihuahua y del suroeste de los Estados Unidos. Esta figura se encuentra asociada a una serie de elementos gráficos muy similares a las cruces huicholas (comunes a la etnia indígena huichol). El explorador noruego Carl Lumholtz, quien recorre y documenta la cultura y la naturaleza de la Sierra Madre Occidental entre 1894 y 1897, asienta en su libro El Arte Simbólico y Decorativo de los Huicholes que estas cruces son conocidas con los nombres de los “ojos” (si’ kuli), “ojos de Dios” u “ojos de la madre”, “ojos del hermano mayor” u “ojo de Ka’tsi”; Lumholtz los interpreta como un símbolo de poder que sirve para el entendimiento de lo desconocido, utilizándose en la fiesta de las calabazas verdes (1986:215-223). Es importante volver, para cuando se aborde el tercer y último apartado de este trabajo, a esta palabra de Ka’tsi, sin dejarla de asociar con los “oji-tos de Dios”. En el siguiente tercer sitio que es el de Vialacahui, la posibilidad de relacionar el petrograbado de serpiente emplumada (picos) con la Xiuhcóatl, que es la diosa de la clase dirigente del México antiguo (BRANIFF 2001:240) sólo es fac-tible si se le concibe como pájaro-serpiente, no sólo por su morfología específica sino también por la asociación con el cajete de cerámica tipo Aztatlán, el cual contiene una representación de una serpiente emplumada con lengua bífida. Dicha cerámica fue encontrada en 1985 en Mochicahui (SALAS 1986, BRANIFF, op., cit.), población localizada a 4 kilómetros al sur de Vialacahui (MENDIOLA, op. Cit., p. 276). El tipo cerámico al que pertenece es el Aztatlán ubicado entre el Clásico Tardío (600-900 d. C.) y Postclásico Temprano (900-1200 d. C.) precisamente, al interior del Complejo Aztatlán (BRANIFF op., cit.).

II.B.- Formas específicas en el noroeste y centro de ChihuahuaII.B.1.-La primera impresión

En varios sitios de las porciones noroeste, noreste y centro del Chihuahua en las que existe arte rupestre de los estilos Paquimé y Jornada (SCHAAFSMA 1995:89-97) se presentan formas específicas peculiares relacionadas entre sí. Los sitios más repre-sentativos que las contienen son el de “Arrollo de los Monos” y “Samalayuca” en el

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noroeste y noreste respectivamente y, “Parque Lerdo”, en el centro del estado. Aquí en lo general anoto en el conjunto de estos sitios que la primera impresión en sus dos niveles consistió en que la producción de efectos emotivos de carácter adjetivo osciló entre lo importante y lo admirable, entre lo complejo y lo simple; para las actitudes humanas con carga emocional se produjo tensión y duda, y sensaciones de alegría, triunfo y emoción intensa (sobre todo esto último para el sitio “Parque Lerdo” por haber encontrado, como explico más adelante, una forma específica muy relevante); para las de carga racional realizo la correlación preliminar con el estilo Jornada o Jornada Mogollón ubicado para el 1,000 d. C.

II.B.2.-PRIMERA APROXIMACIÓN INTERPRETATIVA

Para el sitio “Arroyo de los Monos” se observan, entre varias formas específicas petrograbadas, dos que especialmente interesan a la temática del presente trabajo: son la pirámide escalonada y la representación de una serpiente con cuerno. En cuanto a la primera es importante anotar que recibe entre varios estudiosos norteamericanos el nombre de “altar de lluvia” (rain altar) y que se identifica con el arte rupestre del estilo Jornada Mogollón. Esta figura para los indios Pueblo es la nube con lluvia (SCHAAF-SMA 1995 comunicación personal; en MENDIOLA 2002:148), aun en la actualidad los indios hopi del suroeste de los Estados Unidos utilizan esta forma de pirámide escalonada como tocado capital en sus ceremonias (SUTHERLAND y Giese, 1992:110-133).

En cuanto a la forma específica de serpiente con cuerno de este sitio se inscribe también en el estilo Jornada Mogollón. Se considera así que es una serpiente de agua, expresión sincrética que refleja simbióticamente la relación Quetzalcóatl-Tlaloc (MEN-DIOLA, op. Cit., p. 130). En el sitio “Samalayuca” una de las figuras más importantes es la conocida como Tlaloc, también del estilo Jornada Mogollón. Este petrograbado “destaca por su compleja elaboración, es la de un ‘diseño de manta’ (blanket design) [...] También la máscara de grandes ojos con pupila [...] se relaciona al estilo Jornada Mogollón”. (GAMBOA 1992:34-44, SCHAAFSMA op. Cit., pp. 22-25 en MENDIOLA op. Cit., p. 82). Al lado del bloque rocoso que contiene el elemento gráfico descrito se halla un Tlaloc con cara que muestra ojos cuadrados, pupilas redondas y cuerpo trapezoidal. Una característica importante es que presenta cuernos o “antenas”. El sitio “Parque Lerdo”, en el centro del estado de Chihuahua, un tanto alejado del área de dis-tribución del estilo Jornada Mogollón, se registró una forma específica muy parecida a la del anterior sitio aunque sin ojos y es también muy parecida a la del sitio de Pony Hills, Nuevo México (MENDIOLA op. Cit., pp. 58-59 y 62).

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6 Una impresión general de los principales sitios con arte rupestre en el suroeste de los Estados Uni-dos, puede conocerse en MENDIOLA, Francisco 2002:135 y 1377 Es el “espíritu de las fuerzas invisibles de la vida” (WATERS 1992:360). Los kachinas son hombres que danzan enmascarados. Al poseer facultades sobrenaturales piden a los dioses que otorguen lluvia y así se obtengan las cosechas (MURDOCK 1975:276)

II.C.- FORMAS ESPECÍFICAS EN EL SUROESTE DE LOS ESTADOS UNIDOSII.C.1.-La primera impresión

El arte rupestre en el suroeste de los Estados Unidos se ha estudiado de manera mucho más profunda y constante que en México, las publicaciones así lo constatan. La primera impresión6 que se experimenta conforme al modelo de producción de efectos emotivos y de actitudes humanas emocionales y racionales, en el conjunto de los sitios con arte rupestre de esta área, se resumen en que es una forma cultural importante de relativa belleza y complejidad, ligada a cosmovisiones determinadas; se genera también una emoción intensa y una pasión al observar morfologías similares a las investigadas en el norte de México. Debido a la abundante información publicada (mucha de excelente calidad) que existe para este espacio en el ámbito temático de la gráfica rupestre, es posible conocer previamente a la visita de los sitios, las cor-relaciones cronológicas, ubicaciones estilísticas y valoraciones generales de orden simbólico, temático, formal, etc.

II.C.2-ELEMENTOS INTERPRETATIVOS

Existen bastantes sitios que contienen elementos gráfico-rupestres en el suroeste de los Estados Unidos, aquí se citan sólo los más representativos en cuanto a su aso-ciación directa e indirecta con las entidades mesoamericanas: Tlaloc-Quetzalcóatl a través de varios autores. El primero de estos sitios es “Hueco Tanks” en el sur de Texas. Este sitio es uno de los más representativos del estilo Jormada Mogollón y es famoso por sus elementos con componentes rectilíneos escalonados y por las figuras conocidas como Tlaloc, así también por las posibles representaciones de deidades que los indios Pueblo llaman kachinas o katchinas.7 En varios de los abrigos rocosos de este sitio se observan morfologías, entre las que destaca una en especial, no sólo por la viveza de sus pigmentos blancos y negros y su cuerpo cuadrado y con diseños de manta en su interior, sino también, por su cabeza trapezoidal con grandes ojos en la que porta un sombrero con “terrazas” de nubes parecidos a los altares de lluvia (rain altar) (MENDIOLA 1994 [a]:31).

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Este elemento, se ha asociado de manera importante con la deidad mesoameri-cana de Tlaloc por varios investigadores connotados del arte rupestre y de la arqueo-logía del suroeste norteamericano: Polly Schaafsma (1980:208), Kay Sutherland (1995 y s. f.) y Stewart, Matousek y Kelley (1990:311-313) entre otros. También en este sitio se observa una figura peculiar que es la representación de una cara humana con ojos en forma de estrella a la manera de Venus así también simbolizado por algunas culturas mesoamericana como la maya (cf. códice Dresden). Dicha asociación, permite preliminarmente comenzar a hablar de la dicotomía Venus-Quetzalcóatl; otras caras con antifaz de este mismo sitio podrían ser katchinas (MENDIOLA 2002:144).

El siguiente sitio es el de Three Rivers, Nuevo Mexico. Este lugar posee una gran cantidad de petrograbados entre los que destacan antropomorfos con tocado capital de pirámide escalonada o altar de lluvia con planta de maíz en una de sus manos; también una forma específica identificada como Tlaloc por sus grandes ojos y debajo de la misma un ave posada sobre una pirámide escalonada con gotas de lluvia regando una planta de maíz, lo que recuerda en conjunto la asociación lluvia-Tlaloc; pájaro-Quetzalcóatl (ibíd., p. 148) y a la misma dependencia agrícola de los grupos sedentarios que manufacturaron estos petroglifos. El último sitio, que es el de “Fort Hancock”, también en el sur de Texas, posee tanto pinturas como petrograbados.

Existen varios elementos pictográficos en color blanco al interior de un abrigo de este mismo sitio conocido como la Cueva del Jaguar; el cual que contiene repre-sentaciones posibles de un coyote de gran hocico con puntos, dos pequeños Tlaloc, un oso, un jaguar con collar, un venado y una serpiente con un gran cuerno, collar de maíz y escalonamientos en su cuerpo a la manera de diseño de manta muy parecidos a los del Tlaloc del sitio “Hueco Tanks”, elementos que en su conjunto confirman su relación con estilo Jornada Mogollón (ibíd., pp. 150 y 155). La serpiente posible-mente esté representada con plumas a la manera de escalonamientos, característica que permite relacionarla con Quetzalcoátl en vínculo con el jaguar que muestra un collar a la manera de los jaguares de Tula (SUTHERLAND y Giese, 1992:119). Todos estos elementos corresponden al estilo Jornada Mogollón, los cuales innegablemente presentan influencias mesoamericanas como así lo afirman Kay Sutherland y Paul Steed (1974:6-8, 39).

Posibles representaciones de Tláloc y Quetzalcóatl en el arte rupestre de Sinaloa, Chihuahua y...

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II.D.- RELACIONES ICONOGRÁFICO-CULTURALES ENTRE LOS SITIOS NORTEÑOS Y MESOAMÉRICA

La lengua, la representación gráfica y la escritura en general, aunque están relacionados, no son lo mismo (BEALS y Hoijer 1978:571), sin embargo, las relaciones indirectas entre una y otra reflejan estructuras que sobre el ámbito de la cultura adquieren sentido y se manifiestan de una u otra manera compartiendo elementos que adquieren razón de ser, cuando se tiene precisamente la referencia cultural. Sin entrar en detalles a tema tan complejo que involucra aspectos semánticos, semióticos y lingüísticos en general y por ende histórico-culturales y arqueológicos, me interesa señalar que la distribución lingüística del tronco lingüístico yutoazteca coincide con un espacio en donde se encuentra los sitios con arte rupestre de los que aquí se ha tratado. Siguiendo a Leonardo Manrique y su equipo, desde cerca del 1,500 a. n. e., se puede comenzar a ubicar entre otras lenguas, el tronco lingüístico yutoazteca en lo que son ahora los territorios del suroeste de los Estados Unidos y el noroeste y norte-centro de México. La distribución de dicho tronco observa, desde los primeros momentos, una dirección norte-sur (1988:160-164).

Posteriormente, sus cambios dieron origen no sólo a las diferencias dialectales sino también a nuevas lenguas que no han perdido su base lingüística yutonahua o yutoazteca, así, por ejemplo se pueden citar palabras que suenan similares y que signi-fican lo mismo provenientes del mayo-cahíta con el náhuatl central: oreja: naca en mayo-cahíta (BUELNA 1980:178) y nacace en náhuatl (SIMEÓN 1983:296); viento: heca en mayo-cahíta (BUELNA op. Cit., p. 138) y ehecatl en náhuatl (SIMEÓN op. Cit., p. 144) y así por el estilo con otras palabras de distintas etnias. Al respecto de estas relaciones lingüísticas resulta relevante señalar aquí que la palabra Ka’tsi de los huicholes (grupo del occidente de México con lengua huichol con base yutoazteca) que significa Dios o relacionado con el ojo de Dios (cf. LUMHOLTZ op. Cit., pp. 215-223) es muy similar al prefijo de la palabra Katchina, ese intermediario entre los seres humanos y los dioses entre los indios Pueblo (Curt Schaafsma, comunicación personal, 1995), cuestión que bien puede estar lejos de ser una coincidencia si se parte de la base lingüística yutoazteca.

Por otra parte, es conveniente señalar que en el sentido lingüístico general, la presencia histórica del tronco lingüística yutoazteca en el noroeste y norcentro de México pudiera tener una relación indirecta con el arte rupestre de posibles repre-sentaciones ideográficas a través de cuadrados con gráfica interna conocidos como

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cartuchos, asociados muchos de ellos a zoomorfos y a antropomorfos esquemáticos que generalmente están representados con tres dedos (falanges) en manos, pies y patas (cf. GUEVARA 1991:7-8 y MENDIOLA 2002:134), presentándose estas gráficas y sus asociaciones fundamentalmente en los territorios que fueron ocupados por grupos agricultores en el norte de México precolonial.

Al respecto de los elementos gráfico-rupestres, sobre todo lo que los que se han ubicado para el estilo Jornada Mogollón, aunque sin dejar de considerar formas específicas del norte de Sinaloa aquí mencionadas, es necesario anotar que dicho estilo se define en gran parte por la asociación de elementos gráficos como es la serpiente de agua, posible expresión de un sincretismo Quetzalcóatl-Tlaloc. Al respecto de dicho estilo, Polly Schaafsma nos dice que éste “...es importante ante la evidencia de la conexión lógica, histórica y cultural de Tlaloc y el culto de la kachina de los indios pueblo [...] como los es entre Quetzalcóatl y la serpiente de agua emplumada y con cuernos” (1992:1). La cerámica de Paquimé y su juego de pelota son evidencias de la presencia mesoamericana en el norte, pero también no habría que descartar la posibili-dad de un germen del culto dicotómico Quetzalcóatl-Tlaloc en el norte, considerando para esto que la distribución lingüística del tronco yutoazteca es de norte a sur tal y como la esquematiza Leonardo Manrique et. al (op., cit.), no obstante, también, en contraparte, es necesario tomar en cuenta la fuerte presencia de elementos que hacen referencia al intercambio comercial de sur a norte de Mesoamérica hacia el norte y en menor medida en el sentido contrario.

De la manera que sea, un ejemplo maravilloso de esta dicotomía Quetzalcóatl-Tlaloc, lo tenemos para el Altiplano Central mexicano en el Templo de Quetzalcoátl en Teotihuacán (BERNAL 1985:255; MATOS 2003:35) y aún más evidente, a propósito de la Cueva del Jaguar en el sitio “Fort Hancock”, Texas, es el Templo de Tlahuizcal-pantecuhtli en Tula, Hidalgo, en donde se observa, en uno de sus lados, en su parte superior jaguares con collar, y en la inferior, representaciones de Quetzalcóatl “a manera de Tláloc, saliendo de las fauces de una serpiente emplumada” (PIÑA Chán 1977, pie de foto número 51). Este muro está fechado entre el 900-1250 d. C. (ibíd., p. 59) tiempo que coincide con el del estilo Jornada Mogollón.

Posibles representaciones de Tláloc y Quetzalcóatl en el arte rupestre de Sinaloa, Chihuahua y...

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III.- Conclusión

Mucho se ignora aún sobre diversos aspectos particulares de la temática aquí ex-puesta, cuestión que es evidente ante la gran cantidad de preguntas que podemos plantear alrededor de la misma, por lo tanto se hace necesario abundar en su estudio integrando diversas disciplinas del conocimiento social y erradicando los etnocen-trismos mesoamericanos que de ellas podrían estar emanando. La riqueza del mate-rial gráfico-rupestre es evidente ante el giro temático que aquí se ha mostrado, sin embargo, la aportación de la misma quedaría incompleta sino se considera para el futuro de la investigación de esta forma cultural acceder a la misma considerando la subjetividad-intersubjetividad del sujeto de investigación frente a este objeto de estudio, y esto es, a decir verdad, la consecuencia de no contar con los suficientes elementos, nada más que los generales, para comprender racionalmente muy en la superficie temáticas como la que aquí se han expuesto. Así pues, es necesario darse la oportunidad de considerar que la subjetividad-intersubjetividad es parte importante de la investigación cualitativa, lo que hermenéuticamente queda confirmado al gene-rarse una mayor sensibilidad de quien estudia arte rupestre. Al preguntarse por qué lo estudio, el tiempo desaparece, las distancias se acortan entre el yo-sujeto y el arte rupestre-objeto, se funden y se pierden en la metáfora de la noche de los tiempos, por ello entiendo ahora que la dicotomía Tlaloc-Quetzalcóatl ha venido cumpliendo milenariamente, en ese eterno ciclo de la reproducción del universo, con el papel de preservar la vida y la materialidad que la sustenta.

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

*Profesor de la ENAH de México

LOS PETROGRABADOS EN EL CONTEXTO DE LOS GRANDES MURALES; BAJA CALIFORNIA SUR

Ramón Viñas Vallverdú*

RESUMENLa presente ponencia aborda principalmente las características generales de las diversas modalidades de petrograbados existentes entre los Grandes Murales del Desierto Central, en la península de Baja California, con el objeto de revalorarlos dentro del proceso crono-cultural del fenómeno rupestre del Norte de México. Además se hace un breve repaso de las investigaciones realizadas, distribuidas principalmente entre los que defienden un origen tardío, y los que proponen un periodo más temprano para el desarrollo de esta tradición rupestre.

EL CONJUNTO RUPESTRE DE LOS GRANDES MURALESEl conjunto de manifestaciones rupestres del estilo Gran Mural, divulgado también como corriente cultural de los Grandes Murales, se halla ubicado en la península de Baja California y dentro del territorio del “Desierto Central”, más concretamente entre los paralelos 26 y 29º de latitud Norte. Una región que es compartida por los dos estados bajocalifornianos.

Este fenómeno muralista se distribuye por los relieves montañosos del área centro oriental y se cobija al amparo de cientos de “cuevas” o abrigos, así como en rocas al aire libre que se reparten por las sierras de San Borja y San Juan al norte, San Francisco al centro, y Guadalupe al Sur. Se trata de un vasto archivo iconográ-fico, básicamente pintado, que se prolonga mediante núcleos de grabados rupestres o petrograbados. Este estilo no sólo ostenta grandes figuras, con tamaños en torno a los 2 m, sino que también integra un número muy importante de imágenes medianas y pequeñas, pintadas y grabadas.

En términos generales, el complejo rupestre Gran Mural, puede dividirse en las siguientes categorías:

CAVIDADES “CUEVAS Y ABRIGOS”1) Pinturas en paredes y techos (ocupan la mayor parte de la imaginería rupestre Gran Mural).2) Pinturas en bloques, sobre el piso.

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3) Incisiones o roturas intencionales, encima de las pinturas.4) Grabados o petrograbados en paredes.5) Grabados o petrograbados en bloques, fuera y dentro de las cavidades.6) Cúpulas y metates fijos: perforaciones cir-culares y surcos (excavados generalmente en el piso).

ÁREAS DE GRABADOS O PETROGRABA-DOS:1) Zonas extensivas2) Zonas restringidas3) Rocas aisladas

CAVIDADES:1 y 2) Pinturas en paredes, techos y bloques.En cuanto a las pinturas rupestres, sus tipologías se subdividen en más de 30 tipos figu-rativos o realistas, y unos 20 tipos abstractos (estos últimos casi nunca superan el 20% en las composiciones pictóricas), a esta lista debemos añadir el apartado de elementos indeterminados y restos no clasificables por su estado de conservación que alcanza entre el 20 y el 30%, difícil de evaluar, por el momento, entre los petrograbados.Asimismo, los motivos figurativos o realistas se reparten en 5 grupos básicos: 1) hu-manas; 2) objetos e instrumentos; 3) animales terrestres y marinos; 4) cuerpos celestes, y 5) elementos abstractos o no figurativos, este grupo se divide de la siguiente forma: a) geométricos; b) trazos; c) puntos, digitaciones y manchas.

Dentro de la temática muralista no existen escenas didácticas o narrativas y más bien debemos hablar de composiciones ideográficas.

El conjunto más extenso, esta conformado por las especies faunísticas, terrestres y marinas. Entre los mamíferos se incluyen: cérvidos, carneros, coyotes, pumas y lie-bres; en las aves se representan: pelícanos, zopilotes, quizás el desaparecido cóndor de California exterminado en la península, y alguna águila, tal vez la pescadora; dentro de los reptiles destacan varias serpientes y posibles lagartos; otro grupo significativo está representado por los ejemplares acuáticos, entre ellos una gran variedad de peces, y donde sobresalen algunos cetáceos, tiburones, la tortuga, y el león marino.

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Por otra parte, el grupo de figuras humanas queda repartido en: hombres, mujeres y niños, además se localizan, esporádicamente, algunos seres particulares con rasgos simbióticos: piscícolas o de aves; también hay manos primordialmente en positivo y varias formas elipsoidales que podrían representar vulvas. Entre los objetos e ins-trumentos se hallan bolsas, posibles abanicos, dardos, lanzas con ciertas puntas de proyectil. Es interesante observar que casi ninguna figura sostiene un arma, pero en cambio, muchas de ellas están atravesadas por proyectiles. El apartado figurativo se completa con unos pocos cuerpos celestes, que se limitan a esferas, círculos radiados y perfiles lunares.

En el ámbito abstracto destacan las retículas o “parrillas” con estructura elip-soidal, ovalada y rectangular.

3) Incisiones o roturas intencionales, encima de las pinturasEstas incisiones, a modo de marcas o señales, aparecen grabadas en partes muy

concretas de las figuras humanas y de los animales, seccionando transversalmente los cuerpos de las imágenes pintadas. En un principio se pensó en graffitis realizados por los rancheros o visitantes, ya que su aspecto es claramente reciente, pero en cambio su técnica es semejante a la de algunos grabados tardíos y probablemente anteriores o coetáneos del periodo misional. Al registrar la constante frecuencia, en cuello, brazos, piernas, troncos, y en la base de las cornamentas, en diversos frisos y a veces a cierta altura, el juicio sobre ellos cambió.

Los petrograbados en el contexto de los grandes murales; Baja California Sur

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Citemos los ejemplos de la Cueva Pintada, la Boca de San Julio I, y el Enjambre de Hipólito en la Sierra de San Francisco.

4 y 5) Petrograbados en paredes y bloquesEn cuanto a los petrograbados existentes en ciertas cavidades, con y sin pinturas,

estos aparecen preferentemente sobre las paredes y bloques que descansan sobre el piso, tanto dentro como fuera y en ocasiones a pocos metros de los recintos rocosos. En general, pertenecen a diseños de pequeño y mediano tamaño, realizados con un contorno simple y mediante la técnica del picoteado directo e indirecto, martilleado, abrasión y perforado circular. Algunos diseños muestran similitudes con la imagi-nería pictórica, como los cérvidos y las representaciones humanas, así como distintos pies con dedos, pero por lo común se acompañan de más elementos abstractos. El repertorio figurativo se complementa con animales marinos. En algunas cavidades la temática se hace estrictamente esquemática o abstracta y, en ella, se encuentra un predominio de pequeños huecos circulares a modo de cúpulas, incisiones paralelas y también numerosas vulvas.

Entre los ejemplos hay que señalar los de la Cueva del Pilo I, donde varios bloques con petrograbados con pies, animales y perforaciones, se hallan en una cavi-dad con pinturas, o la denominada Piedra de Chui en el que una solitaria roca, con diversos diseños abstractos y formas vulvares, aparece dentro de una cavidad sin

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pinturas. Este tipo de grafías se encuentran en el interior de los abrigos como en las cuevas de La Clarita, el Batequi, San Javier, o San Borjita, en donde llegan a perforar las imágenes pintadas, revelando su posterioridad.6) Cúpulas, metates fijos, per-foraciones circulares y surcos

También en el interior de las cavidades, y generalmente sobre paredes, bloques, o en el piso, hallamos otros tipos de petrograbados que se agrupan en cúpulas, metates fijos, surcos y perforaciones circulares, algunos llegan a cubrir casi toda la superficie del suelo formando diseños intrincados, de aspecto tortuoso y laberíntico, que se alterna con pequeños huecos redondos como se aprecia en la cavidad de la Vuelta del Batequi.

En cambio para los metates fijos o cúpulas rituales hay que destacar los diversos conjuntos de Cueva Pintada, en donde la erosión natural y el tránsito de visitantes, mulas y burros, ha deteriorado gran parte de estas manifestaciones ubicadas en el suelo y ocasionalmente sobre algún bloque.

ÁREAS DE PETROGRABADOS1) Zonas extensivas

Las grandes áreas con petrograbados son abundantes, tanto dentro como fuera de la región del Gran Mural, y presentan las dos modalidades, por una parte la figu-rativa asociada a la tradición muralista y por otra parte la esquemática-abstracta de amplía temporalidad. Algunas figuras presentan convencionalismos del estilo Gran Mural, en particular los ejemplares faunísticos, así como los pies y los personajes con vistosos tocados, algunos de ellos atravesados con proyectiles. En varios sitios coexisten ambas tendencias estilísticas y manifiestan un largo proceso.

Entre los ejemplos cabe reseñar la Cuesta del Soldado, la Tinaja del Muerto, Tinaja del Refugio, Los Pozos, el Pollo y Piedras Pintas. Por otra parte, hallamos núcleos con un alto porcentaje de formas esquemáticas y abstractas donde también se exhiben pies, vulvas, espirales, y otros elementos no figurativos.

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2) Zonas restringidasEn cuanto a las áreas con pequeños núcleos de rocas o bloques con petrograbados, habitualmente con diseños muy diversos de tipo abstracto y figurativo, cabría men-cionar los que aparecen en los alrededores del rancho San Francisco, y en el Coyote cerca de Mulegé.

3) Rocas aisladasAunque no son muy frecuentes se localizan desde los arroyos hasta las mesas, y junto a las veredas, con diseños abstractos y ocasionalmente con marcas de cruces misionales idénticas a las que se pintaron en las cuevas con Grandes Murales. Entre estas citemos las del arroyo de San Gregorio y San Casimiro o las que aparecen cerca del rancho de San Francisco.

TÉCNICA Y PATINACIÓNRespecto a la técnica y patinación de estos grabados, cabe observar que entre los más patinados se hallan algunas figuras humanas con tocados y varios pies de la Cuesta del Soldado en la Sierra de San Francisco, diversos animales entre ellos ciervos y peces de la sierra de Guadalupe, así como elementos abstractos tipo espiral de San Gregorio. Sus técnicas son las más elaboradas y muestran, aparentemente, un picoteado indirecto que produce un cierto rebaje dentro del propio diseño o bien un acentuado perfil.

Entre los que muestran una menor patinación se reúnen pies, figuras humanas esquemáticas, algunos animales marinos y terrestres, de El Pollo, Piedras Pintas, la Cueva Pintada, ciertas vulvas de las cuevas de Clarita, El Batequi, y San Borjita, y

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numerosos elementos abstractos, como los que aparecen en Los Pozos, y que son ine-xistentes entre la temática del Gran Mural. En cuanto a su técnica destaca el picoteado directo, la perforación, la incisión, el martilleado y la abrasión superficial.

ANTECEDENTESEn 1895 la revista L´Anthropologie publicó un artículo de León Diguet titulado “Nota sobre la pictografía de Baja California”, donde se citó por primera vez, los petrograbados del *rea de los Grandes Murales subcalifornianos. Este trabajo incluía una lista con 30 sitios, de los cuales 7 correspondían a grabados rupestres. En su texto se comentó que: “... la pictografía californiana puede dividirse en dos categorías que son: 1. Los petroglifos; 2. Las pinturas... La naturaleza de los temas representados consiste en caracteres ideográficos, en personajes, en animales, estos dos últimos con frecuencia están asociados a manera de formar escenas de la vida, tales como la caza, batallas, etcétera.”(DIGUET 1895).

Diguet aplicó el término de “pictografía” al conjunto de expresiones gráficas en general y, al referirse a los petrograbados, señaló: “...Las figuras han sido fuerte-mente agujereadas con la ayuda de un martilleo; los grabados se aplican también a la figuración de los mismos signos, pero principalmente a la representación de animales tales como reptiles e incluso de ciervos que están hechos a gran tamaño. Estos signos se encuentran en el arroyo de las Piedras Pintas, cerca de Mulegé; en la Piedra Pinta, cerca de Comondú; en varios lugares del arroyo de Guajadami, y en la laguna de San Pedro, cerca del cerro de la Giganta (ídem, 1895). Este autor señaló que muchos de estos grabados tienen una cierta patinación rojiza y que se hallan deteriorados, mientras que otros, como los de la misión de Santa Gertrudis, aparecían bien conservados.

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Mas adelante describió los mu-rales de la Cueva de San Borjita y anotó que: “ Sobre las paredes, en el interior de la cueva, algunas pequeñas excavaciones en forma de nicho están horadadas (...). Cierto numero de signos entran en la categoría de característicos...” (ídem, 1895)

Los trabajos de Diguet, aportan las primeras observa-ciones sobre las diferencias entre

los petrograbados del Desierto Central: patinación rojiza, erosión, buen estado de conservación, pequeños signos abstractos, representaciones figurativas de gran tamaño, escenas aparentemente narrativas [aunque no existen como tales], y grabados en forma fálica [que en nuestra opinión corresponden a representaciones de vulvas].

A mediados del siglo XX, Barbro Dahlgren, Javier Romero y Fernando Jordán, fueron enviados por el INAH a la Península para emprender el estudio del mural de la Cueva de San Borjita. Aunque esta investigación estuvo dirigida especialmente a las pinturas, se citó que: “Acerca de la edad de las pinturas y petroglifos [aunque nunca se dice cuales] y sus posibles autores no se puede emitir opinión alguna, porque para ello habría que basarse en material comparativo (...) Para ello hará falta, en primer lugar, reunir el máximo material sobre petroglifos y pictografías bajacalifornianas, ya que en la mayoría de los sitios con pinturas también se encuentran petroglifos, y luego proceder a su análisis y clasificación” (DAHLGREN y Romero, 1951).

Una década después Clem-ent W. Meighan, de la Universidad de California, encabezó una serie de investigaciones en el área de los Grandes Murales y realizó la comparación entre el arte rupestre pintado y grabado, manifestando que: “Debido a que alguno de los elementos de los petroglifos fueron hechos con el mismo estilo que el

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arte rupestre pintado, es impor-tante una comparación entre los dos.” (MEIGHAN 1978). Este arqueólogo presentó una tabla con la frecuencia de elementos compartidos entre los murales de Cueva Pintada [citada por él como Gardner] y los conjuntos de petrograbados de Tinaja del Refugio y Los Pozos, y plan-teó las siguientes conclusiones tentativas:

1.- El arte pintado está altamente dominado por el-ementos naturalistas de figuras humanas y de animales (más del 95 %), en los sitios de arte rupestre grabado la frecuencia de dichos elementos es mucho menor (20 % tanto en los Pozos como en Tinaja del Refugio.

2.- Dentro del grupo de elementos naturalistas, las figuras humanas son más numerosas en la Cueva Gardner [o sea en la Cueva Pintada] y Los Pozos, pero caen en un segundo rango en Tinaja del Refugio, donde los peces son el elemento más común y constituyen casi la mitad de las figuras naturalistas presentes.

3.- Si se supone que esta parte del arte rupestre está relacionada con la obtención de recursos alimenticios, el sorprendente predominio de peces en Tinaja de Refugio y Bahía Coyote puede ser indicador de actividades pesqueras estacionales en esta localidad, contrastando con la orientación a la caza terrestre en otros sitios...

Para Meighan: “...la cercana similitud estilística, entre los elementos comparti-dos, sugiere que fueron hechos por la misma gente, es también improbable que la gente común haya copiado elementos considerados como del poder especial chamánico. De acuerdo con ello, parece más probable que la diferencia entre los dos tipos de sitios sea principalmente cronológica; y que los sitios con arte grabado, abarca un mayor periodo que aquellos con arte pintado. La diferencia en el contenido de los dos estilos artísticos se considera, por lo tanto, de significación cronológica; esa cualidad nos per-mite sugerir una seriación de estilos...”(MEIGHAN 1978). En su investigación valoró

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las superposiciones, la distribución de las figuras, la seriación estilística y la afectación medio ambiental. A partir de estas premisas, el autor, consideró que el mejor ejemplo: “... para este tipo de análisis probó ser Tinaja de Refugio que muestra tener frecuencias muy distinta... La parte norte del sitio está altamente representada por águilas, tortugas, insectos y formas de A, mientras que la parte sur está dominada por pies y elementos geométricos de varios tipos. Este último parece ser el estilo más antiguo. Las águilas y las tortugas muestran vínculos con el arte rupestre pintado, estas formas han sido fechadas en la cueva Gardner [o sea en la Cueva Pintada] alrededor de 1300 d. C. Los pies, presumiblemente entonces, serían los más viejos durante un tiempo desconocido...” (ídem, 1978)

En función de las fechas por hidratación de obsidiana, obtenidas en los mismos sitios con petrograbados, Meighan propuso las siguientes cronologías:

Los pozos 700 a 1100 d. C. Tinaja de Refugio 600 a 1100 d. C.Rincón Grande y Velicatá 800 años [cabe suponer 1200 d. C. ]Las Pintas 1.300 años [700 d. C. ]

Aunque el mismo Meighan consideró que hay una gran diversidad tipológica y que es preciso analizar una muestra más grande y mejor controlada, sólo resaltó la presencia de pequeñas puntas dentadas, localizadas en superficie y elaboradas en

los últimos 1000 años, para proponer finalmente los siguientes periodos:

Periodo Temprano. Antes de 1000 d. C. El pueblo de los pies, quienes fueron responsables de los muchos petroglifos con improntas de pies. Alto predominio de elementos geométricos y abstractos comparables al estilo abstracto de la Gran Cuenca.

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Periodo Tardío. 1100-1500 d. C. La mayor parte del arte naturalista: venado, conejo, huma-nos y peces. Posteriores a este periodo aparecen las águilas y las tortugas, indicando que los ele-mentos en forma de escudo puedan representar conchas de tortuga. Las grandes figuras pintadas del arte mural se encuentran en este periodo de tiempo, aunque hay muchos sitios abiertos con petroglifos grabados hechos en el mismo estilo (si bien generalmente un poco más pequeños de tamaño).

Periodo Histórico. Posterior a 1700 d. C., probablemente, en el periodo aborigen. Varios elementos derivados de las misiones; incluyen animales de carga y cruces cristianas, algunos de ellos bien pueden ser elementos hechos por los indios, otros particularmente las cruces, pueden haber sido hechas en el periodo misional (MEIGHAN 1978).

Clement W. Meighan, llevó a cabo los primeros sondeos arqueológicos en el área, concretamente en Cueva Pintada, de donde obtuvo unos fragmentos de madera que, analizados por C14, arrojaron la fecha de 530 + 80 a. p. Con este dato se acuño la idea de una filiación tardía para los Grandes Murales, y aunque el autor señaló que la fecha no era del todo significativa para enmarcar todo el proceso rupestre (MEIGHAN 1966), se fortaleció una concepción rezagada para la producción muralista, esta fue retomada por diversos investigadores, entre ellos, Campbell Grant (1974), Maria de la Luz Gutiérrez y Justin Hyland (1994-2002).

En 1947, William Massey había denominado con el nombre de “Comondú” a la etapa precedente o “prehistórica” de los grupos yumanos históricos del norte y centro peninsular, conocidos en el periodo misional como cochimís. A pesar de que el mismo Massey reconoció otros artefactos más antiguos, como los del complejo San Dieguito-Playa, Pinto Gypsum y Amargosa, al norte y sur del área muralista, el complejo arqueológico “Comondú” quedo como la fase exclusiva de los Grandes Murales.

Durante décadas la Laguna Chapala, situada en el extremo norte del área, ha sido objeto de distintas investigaciones arqueológicas, estableciéndose en ella tres

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ocupaciones: Paleoindio, Arcaico temprano y Ar-caico tardío (ARNOLD, 1957 y Davis, 1964).

Poco después Enrique Hambleton (1979) y Harry Crosby (1984), iniciaron las prospecciones en los macizos centrales, registrando en seis años más de 200 sitios con grandes murales, muchos de ellos con la presencia de petrograbados, y publicados en dos magnificas obras de divulgación que se convirti-eron en los nuevos puntos de referencia para abordar las exploraciones en la región. A partir de los años ochenta, el estilo Gran Mural empezó a tomar un auge sin precedentes y diversos estudiosos, así como aficionados estadounidenses, recorrieron el territorio peninsular y presentaron sus resultados en la revista

Rock Art Papers de San Diego (California, EE.UU.) en la cual han aparecido numero-sos artículos sobre el Gran Mural y los petrograbados del área central.

En los años setenta, E. W. Ritter emprendió un proyecto arqueológico a largo plazo, aportando interesantes resultados para las bahías de Concepción, Los Ángeles y Ojo de Liebre, o sea el límite periférico del Gran Mural. Sus excavaciones recono-cieron diversos yacimientos y para Concepción propuso dos periodos: la tradición Concepción, entre el 5,500 y el 1,000 a. C. y la tradición Coyote entre el 1,000 a. C. y el 1,000 d. C. , a la que seguiría el periodo Prehistórico Tardío Comondú que se prolonga con los grupos cochimís del periodo misional (RITTER, 1998). A pesar de que Ritter estableció estas fases, casi ningún autor relacionó las fechas tempranas con el fenómeno rupestre, ni siquiera el mismo Ritter que continuó considerando a las manifestaciones rupestres como un desarrollo tardío Comondú.

En octubre de 1981, participe en el X Congreso Internacional de Ciencias Pre-históricas y Protohistóricas que se celebró en la ciudad de México, donde acudí para exponer un estudio sobre expresiones prehistóricas del viejo continente y aproveche la ocasión para visitar diferentes “cuevas” de la Sierra de San Francisco, que conocía a través de un artículo de Pere Bosch Gimpera titulado “El Arte Rupestre de América” (BOSCH Gimpera, 1964). Con el consentimiento del consejo de arqueología del INAH, inicie una serie de visitas (años ochenta y noventa) de las que hemos publicado diversos estudios (VIÑAS et al. 1984-85, 86-87, 91, 2000-01).

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Estos recorridos se convirtieron en la base de un proyecto organizado desde la Universidad de Barcelona y dirigido por el prehistoriador J.M. Fullola. El trabajo de campo se ejecutó durante los años de 1990 y 1992, y estuvo destinado a examinar nuevas evidencias con el fin de esclarecer los parámetros crono-culturales del Gran Mural. Estas investigaciones obtuvieron las primeras fechas directas sobre cuatro imágenes pintadas de la Cueva del Ratón (arrojando una datación entre 3,300 a. C. y 1,650 d. C. mediante la técnica AMS), y por primera vez se estableció un rango de 5,000 años para la tradición Gran Mural, remontándose hasta el Arcaico Medio, lo que rebasó las expectativas planteadas hasta el momento sobre la antigüedad de este estilo (FULLOLA et al. 1990-91, 94, y Petit et al. 1991-94).

Entre 1982 y 1983 el INAH puso en marcha el primer subproyecto de locali-zación y registro de sitios con pinturas rupestres y petroglifos dirigido por Baudelina L. García-Uranga, y diez años después, en octubre de 1992, los trabajos se reactivaron con un macro-proyecto dirigido por Maria de la Luz Gutiérrez, del centro regional del INAH en Baja California Sur. Los resultados han sido recientemente publicados en una interesante obra sobre la “Arqueología de la sierra de San Francisco” en co-laboración con el estadounidense Justin R. Hyland (2002).

En este último proyecto se obtuvieron 81 fechas de radiocarbono, de las que sólo dos fueron anteriores al 4,000 a. C. , una de ellas perteneciente a muestras de carbón de Cueva Pintada y otra correspondiente a un cordel de la Cueva de la Soledad. En las gráficas de los análisis se percibe una primera y antigua ocupación entre el 10,860 y el 6,990 AP sucedida por un largo vacío de fechas que resurge con 9 dataciones que oscilan entre los 3,400 y los 1,800 AP, las fechas aumentan y se acumulan alrededor del 1,200 - 1,300 AP y declinan hacia el siglo XIII. Estos resultados condujeron a los autores a enfatizar la propuesta de un periodo “Prehistórico Tardío Comondú” como

fase de producción para el estilo Gran Mural, situándose a partir del 1,200 a. C. y finalizando con los cochimís históricos.

Tras haberse publicado estas conclusiones M. de la Luz Gutié-rrez, M. Isabel Hernández y Alan I. Watchman dieron a conocer, en diciembre del 2002, sus más reci-entes fechamientos a través de los

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medios de comunicación. El Dr. Alan Watchman, geocientífico de la Universidad Nacional de Aus-tralia, analizó una serie de muestras de pigmento pertenecientes a una figura humana bicroma, del techo de San Borjita en la sierra de Guadalupe (procesados en el Rafter Radiocarbon Laboratory de Nueva Zelanda), y dieron un fechamiento de 7500 AP. Además la nota incluye el primer fechamiento de petrograbados, diciendo: “El actual equipo (...) ha obtenido también fechamientos de grabados rupestres de la misma región con fechas de 3700 años antes del presente, los cuales son los primeros resultados que se conocen para grabados rupestres en México” (GUTIÉRREZ, Hernández y Watchman 2003:4-5). Hasta el momento desconocemos los ti-

pos de petrograbados analizados.Esta última datación de la Cueva de San Borjita, no sólo viene a ampliar la

antigüedad indicada por las fechas del Ratón, sino que además contradice los argu-mentos tardíos que propusieron para el origen y desarrollo del Gran Mural. Con 5,500 a. C., el nuevo fechamiento se enmarca en las etapas finales del Arcaico Temprano. Sobre este punto cabe recordar el siguiente párrafo: “...Basándose en las respuestas de los cochimís, y en supuestos vínculos con pinturas rupestres del periodo arcaico de otros lugares de Norteamérica, algunos observadores han propuesto una antigüedad de miles de años para los murales enmarcándolos en dicho periodo. Sin embargo, hay razones para sugerir una edad mucho más reciente, más próxima a la cifra de entre 1200 a. C. y la fecha del contacto en los primeros años del siglo XVIII”. (GUTIÉ-RREZ 1994:86).

Quizás el debate sobre la filiación, temprana o tardía del Gran Mural, pase ahora a un segundo plano o tome otra dirección. De todos modos, los resultados están ahí, archivados en informes o publicados en revistas y monografías, y en su conjunto dan fe del trayecto recorrido, el cual nos permite visualizar, por una parte, los logros y desaciertos alcanzados, y por otra, tomar conciencia de las carencias que persisten en torno a la autoría de este estilo.

En conclusión y a la vista de los datos adquiridos durante las últimas décadas, proponemos, como hipótesis de este trabajo, la existencia de dos grandes momentos,

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el primero Arcaico, con un inicio situado entre el V y el VI milenio a. C., que abraza las distintas etapas de este periodo, y otro momento más reciente y tardío, alrededor del 1000 d. C., que supone el ingreso de los grupos yumanos al territorio central (indicado por el contexto arqueológico del “Prehistórico Tardío Comondú” y que subsiste hasta el periodo Histórico). En mi opinión, la corriente yumana-comondú entroncó con la tradición del Gran Mural; al-gunas figuras de mediano y pequeño tamaño fueron fechadas, en el Ratón, dentro de este periodo. Al parecer este nuevo grupo pro-siguió con sujetos figurativos, e introdujo nuevas grafías que no existen en la picto-grafía Gran Mural como los petrograbados de vulvas y una gran parte de los tipos es-quemáticos y abstractos.

COMENTARIO FINALPara finalizar y con el ánimo de avanzar en el estudio de los grabados o

petrograbados del Norte de México, quisiera exponer unas últimas citas y plantear algunos cuestionamientos que estimó de interés para el debate y la reflexión de nuestro tema de estudio. La primera referencia alude a la filiación crono-cultural de las mani-festaciones rupestres. En este punto, quisiera poner sobre la mesa la validez de las primeras muestras analizadas, que fueron utilizadas para datar los desarrollos rupestres del Desierto Central (muestras pertenecientes a depósitos superficiales y alterados). Cuesta creer que unos fragmentos de madera, fechados por Meighan en 1966, pudieran dogmatizar la etapa tardía para la producción de los conjuntos rupestres, mientras que otras dataciones más tempranas, como las de Bahía Concepción o las fechas directas de Cueva del Ratón, no tuvieron el mismo eco en trabajos posteriores.

Los proyectos que se realizaron en la década de los años noventa comprobaron la existencia de ocupaciones tardías y tempranas en las mismas cuevas, en cambio se siguió insistiendo en el único periodo Prehistórico Tardío Comondú para la tradición Gran Mural, y se argumento que si las figuras fueran antiguas no estarían tan “bien

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conservadas”, al parecer solamente se tuvieron en cuenta las imágenes que se mantienen en condiciones aceptables, pues la lista de figuras degradadas y en vías de desaparición es sumamente elevada, sólo en Cueva Pintada [por citar un ejemplo conocido] hay más de 200 figuras en calidad de resto in-descriptible y otras tantas han perdido la mitad de su cuerpo.

Un dato interesante, sobre el tema de la conservación y la cro-nología, lo aportan las zonas enne-grecidas por el fuego, existentes en múltiples cavidades, y que a menudo afectan directamente a los murales; parece extraño que los autores pin-taran los murales y después los que-maran hasta arruinarlos con hogueras, por lo tanto surge la pregunta: ¿no

pertenecerán a los grupos posteriores Comondú-cochimí, tal como lo indican las fechas del Prehistórico Tardío?

Otro argumento, para probar su cronología tardía, se ha basado en la supuesta uniformidad estilística y se ha mencionado que: “de tratarse de una tradición antigua, se esperaría encontrar más cambios en su estilo”. Sobre esta cuestión sólo quisiera decir que en el Gran Mural concurren diversas tendencias estilísticas y que hay tanta homogeneidad como la que podemos encontrar entre las manifestaciones paleolíticas con 20 mil años de existencia. Las expresiones de carácter ideológico y sagrado, man-tienen sus estructuras formales por miles de años con escasas variaciones conceptuales y, lógicamente, se resisten al cambio. Por lo tanto, la “uniformidad estilística” no es un fundamento valido para estimar su marco temporal.

Pasando a otros asuntos, quisiera replantear, en este seminario, algunas suge-rencias y comentarios que hizo Pablo Martínez del Río, hace mas de 60 años: sobre el “arte epilítico” [refiriéndose a los petrograbados]. En 1940 este autor apuntó que si las autoridades locales informaran de la existencia de petrograbados a la oficina del INAH: “muy pronto se podrá comenzar a formular la carta petrográfica de la

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República, que habrá de resultar tan in-teresante para el estudio del pasado de la nación...” (MARTÍNEZ del Río 1940, en CASADO y Mirambell 1990:75). Por lo visto la labor anunciada por Martínez del Río nunca llegó a su fin, y, este sueño [el de elaborar un corpus o carta petrográfica que integrara mapas temáticos y estilísti-cos], sigue siendo un proyecto anhelado por muchos; sabemos que facilitaría una herra-mienta indispensable para la investigación intercultural, temporal y territorial.

En resumen y para terminar, creo que debemos pensar seriamente en la elaboración de la carta petrográfica del Norte de México, es un asunto pendiente e imprescindible. En cuanto a las pecu-liaridades sui generis estilo Gran Mural, estas responden a un producto regional peninsular, obra de grupos cazadores-pescadores-recolectores tempranos, cuya tradición prosiguió con el arribo de los grupos pre-cochimís y alcanzó la época misional. Comunidades que se nutrieron del extraordinario entorno peninsular, pero que se desarrollaron dentro de los procesos históricos, sociales e ideológicos que se dieron y transmitieron en los territorios del Norte de México y Suroeste de Estados Unidos.

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LOS PETROGRABADOS DE BOCA DE POTRERILLOS

Moisés Valadez Moreno*

RESUMEN:Además del importante inventario de artefactos, datos paleoambientales y fechamientos que convirtieron al sitio Boca de Potrerillos en uno de los mejores exponentes para el estudio de la prehistoria mexicana, el elevado número de rocas con manifestaciones gráfico rupestres con que cuenta, dieron pie a su apertura al público y que obtuviera su declaratoria presiden-cial. Sin embargo, la investigación sobre este tema había quedado un tanto rezagada pero ha tenido avances en los últimos años, que han permitido reconocer aspectos importantes sobre la vida cotidiana de los grupos indígenas de la región.

EL SITIOBoca de Potrerillos se encuentra a unos 60 Km. de la ciudad de Monterrey en terrenos correspondientes al Municipio de Mina, Nuevo León (figuras 1 y 2). Esta zona arqueo-lógica debe su nombre a la conjunción de dos cerros que forman una “boca” o entrada de acceso a un estrecho valle exorréico denominado “Cañón de Potrerillos” (figura 3). No se sabe con exactitud desde cuando se conoce pero seguramente fue desde la Colonia ya que en los documentos etnohistóricos de principios del siglo XIX, figura un rancho con el mismo nombre y cuyas ruinas se encuentran al interior de la zona arqueológica.

Se trata de un amplio campamento a cielo abierto con una superficie aproxi-mada de 6 km2 que incluye en su extensión cientos de fogones, artefactos de talla y molienda y miles de rocas con grabados (figura 4), distribuidos en cinco principales sistemas de topoformas (figura 5).A) Las laderas de la Sierra del Antrisco y el cerro La Zorra cuya conjunción forma la Boca de Potrerillos.B) Un amplio abanico aluvial al oriente de las mencionadas sierras y por dos mesetas conocidas como Loma El Cócono y Loma San Pedro.C) Un segundo abanico aluvial conocido como Valle Perdido que se localiza al flanco poniente del cerro La Zorra.

*Arqueólogo, investigador del Centro INAH Nuevo León

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Figura 1

Figura 2

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D) Una elevación rocosa que rebasa los 30 m de altura ubicado al mismo nivel del centro de la boca pero en el extremo poniente del sitio, conocido como Promontorio que en realidad es brazo o extensión de la Sierra del Antrisco.E) Un arroyo intermitente denominado Los Indios que en algunos puntos rebasa los 100 m de ancho y 12 m de profundidad, el cual divide la zona arqueológica en dos grandes porciones norte y sur y drena las aguas procedentes del Cañón de Potrerillos hacia el Río Salinas.

Con base en lo anterior y para facilitar su estudio, decidimos dividir BOCA DE POTRERILLOS en las siguientes nueve subáreas1: 01) Boca oriente, 02) Cócono, 03) Loma San Pedro, 4) La Zorra, 5) Centro de la boca, 6) Sierra del Antrisco, 8) Boca poniente, 9) Promontorio; (Ver figura 5).

INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICASEl primer reporte que se conoce para esta zona es una visita efectuada en 1963

por María Antonieta Espejo, quien fungió como delegada del INAH para la región Noreste de México, de 1960 a 1969. En su escrito, la mencionada investigadora solo hace mención de la existencia de petrograbados en el “Cañón de Potrerillos”2. Pasan más de veinte años cuando se realizó el registro oficial del sitio como parte del Proyecto Atlas Arqueológico Nacional en 19873.

1 Cf. VALADEZ, Turpin y Eling; 19982 ESPEJO; 19633 Cf. VALADEZ; 1999 [b]

Figura 3

Los petrograbados de Boca de Potrerillos

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Figura 4

Figura 5

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Tres años después los arqueólogos Solveig A. Turpin, Herbert H. Eling de la Universidad de Texas en Austin y el que esto escribe por parte del INAH en Nuevo León, desarrollan el proyecto “BOCA DE POTRERILLOS”4, de cuyos resultados destaca la obtención de muestras de carbón procedentes de fogones5 que después de su fechamiento permitieron construir una secuencia cronológica que inicia en tiempos prehistóricos hace unos 8000 años y se prolonga más allá de la llegada de los espa-ñoles a mediados del siglo XVIII. Así mismo, se tomaron muestras de los sedimentos adyacentes a los fogones cuyo análisis polínico y de fitolitos produjo la identificación de más de 40 especies que permiten inferir un ambiente de mayor humedad que el desierto intraserrano de hoy en día.

Se encontraron, además los primeros ejemplos de arte mobiliar en la prehistoria del noreste de México6 y un importante inventario de artefactos que morfológicamente corresponden al periodo Arcaico ca. 6500 a 3000 años como gubias del tipo Clear Fork, tajadores y raspadores de grandes dimensiones, puntas de proyectil de diferentes tipos y una cuenta de concha marina nativa del golfo de México7. Como resultados del proyecto, se publicaron cinco artículos8 y dos capítulos del libro9.

CONTINUACIÓN DE LOS ESTUDIOS Y HALLAZGOS DE INHUMACIONESEn fechas posteriores al proyecto Bocas de Potrerillos, nuestros estudios prospec-ción y excavación en este sitio y áreas adyacentes10 han ampliado el acervo de datos e información sobre el importante desarrollo económico y social de los habitantes originales de esta zona. Un aspecto notable entre los hallazgos, ha sido recuperación de restos óseos humanos en diferentes estados de conservación y locaciones que nos han permitido tener un primer acercamiento al patrón de enterramiento de la prehistoria nuevoleonesa11, El rango temporal de las inhumaciones de acuerdo a los materiales asociados puede estimarse hacia el período Arcaico Medio hace unos ca. 4500 años

4 TURPIN; 19935 Hornos de poca profundidad donde según las crónicas se asaban alimentos Cf. VALADEZ; 1999 [b]6 TURPIN, Eling y Valadez; 19967 VALADEZ, Turpin y Eling; 19988 TURPIN, Eling y Valadez; 1993, 1994, 1995 y 19969 TURPIN, Eling y Valadez; 1995; VALADEZ, Turpin y Eling 199810 Como parte del proyecto catalogación e identificación de sitios arqueológicas en la parte norte de Nuevo León y el proyecto arqueología en Nuevo León (1997 a 2002), ambos dirigido por M. Valadez de 1992 a 2000); Los informes técnicos de estos proyectos pueden ser consultado en el Archivo Técnico de la Coordinación Nacional de Arqueología.11 VALADEZ; 2001[b] y 2001[c]

Los petrograbados de Boca de Potrerillos

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y prolongarse hasta el período Prehistórico Tardío hace unos 1500 años. Así, la dis-posición espacial de estos elementos y los materiales arqueológicos asociados nos permite afirmar que:

Entre las particularidades de las sociedades que ocuparon los territorios de Nuevo León, las prácticas y usos en torno a la muerte presentan una notable austeridad de ornamentos ú objetos utilitarios a manera de ofrendas y una aparente intención de ocultar los lugares de enterramiento, probablemente porque estos sitios representaban la inevitable circunstancia que significa el sueño eterno, como principal exponente de la irrupción o discontinuidad de la reproducción biológica y social, que es uno de los estados de tensión social característico de grupos cazadores recolectores en diferentes áreas. Sin embargo, la austeridad ofrendaría y en monumentos funerarios, contrasta con la cuidadosa selección de lugares o espacios rituales donde elaboraban las sepulturas como sitios con arte rupestre o lugares donde parece ser trascendental la integración de diferentes elementos del paisaje.

PLANTEAMIENTO GENERAL SOBRE LOS RESTOS DE LA CULTURA MATERIAL DEL SITIOEl detallado análisis espacial y temporal de los restos materiales nos ha permitido reconocer variables que caracterizan el patrón de asentamiento estacional y deter-minar de manera fehaciente, que estos territorios fueron ocupados por sociedades que basaron su economía y organización social en la cacería, pesca y recolección de diversos géneros vegetales y faunísticos, manteniéndose dentro de este patrón de subsistencia desde su llegada, hace unos doce mil años, hasta tiempos históricos a principios del siglo XIX.

Aunque los fechamientos absolutos sitúan las primeras ocupaciones hace ocho milenios, la densidad de los artefactos se acrecientan considerablemente hacia el periodo Arcaico, lo cual aunado al corpus de datos paleoambientales y los recientes hallazgos de enterramientos en el área ceremonial, nos dieron la pauta para plantear que:

Los sitios intraserranos como BOCA DE POTRERILLOS fueron lugares estratégicos para la residencia estacional de grupos cazadores recolectores, quienes aprovecharon un entorno natural abundante en recursos bióticos y materias primas durante un prolongado lapso de tiempo, que queda evidenciado por numerosos res-tos materiales como fogones, herramientas líticas de talla y molienda, piezas de arte mobiliar, ornamentos de producción local y procedentes de zonas distantes, laderas

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

de cerros con miles de rocas con petrograbados y covachas con pinturas rupestres y sitios de enterramientos, que denotan un estructurado ordenamiento de los espacios domésticos y rituales que en conjunto formaban parte del complejo paisaje prehistórico del actual territorio de Nuevo León.

EL PAISAJE PREHISTÓRICO¿Pero que entendemos como paisaje? Será la manera en que los actores sociales,

en un tiempo y lugar determinado estructuran y simbolizan el entorno biogeográfico y social donde habitan, interactúan y del cual forman parte integral12. Cada individuo formará su propia concepción del paisaje dependiendo de su género, edad, estrato social o condición histórica. Sin embargo, al seguir una serie de principios, reglas o habitus13, compartirá la visión de paisaje como parte del grupo y su visión madurará y experimentará transformaciones a través del tiempo.

Muchas veces, se confunde al paisaje con el entorno natural o el medioambiente, suponiendo que los componentes físicos de este último caracterizarán al primero. Sin embargo, como señala Iwaniszewski14, solo parte de los rasgos, elementos y propiedades del entorno físico poseerán un valor saliente para la acción cognoscitiva y simbólica del hombre, lo cual transforma un espacio neutral (carente de signos y significativos) en un espacio ordenado donde este hombre puede satisfacer sus nece-sidades cognoscitivas y establecer su estructura social15.

El ordenamiento de los espacios que integran el paisaje se realiza además en momentos o intervalos de tiempo y en lugares específicos16, donde una serie de elementos, signos y símbolos entran en operación, sobre todo en aquellos lugares donde se realizan rituales17 pues cada sociedad, incluso las occidentales, tienden a mitologizar su paisaje y a través de la creación y recreación de mitos en ceremonias o rituales donde se utilizan códigos de significado ambiguo y polisémico, que el hombre justifica y refuerza su entendimiento del paisaje18.

Así, el ordenamiento del espacio y tiempo en patrones conocidos como crono-tipos a la vez que reflejan la concepción del mundo, modelan el pensamiento cog-

12 Cf. INGOLD; 1993, BENDER 1995, 1999, LAYTON y Ucko 199913 BOURDIEU; 199114 IWANISZEWSKI; 1997:206-20915 Ibíd.16 INGOLD; 1993:158, BENDER 1995:2, BARRET 1999:23-2417 IWANISZEWSKI op. Cit., pp. 207-20818 Cf. BENDER op. Cit., IWANISZEWSKI, op., cit.

Los petrograbados de Boca de Potrerillos

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noscitivo del hombre y estructura sus relaciones sociales19. Para el caso de Boca de Potrerillo, el ordenamiento de los espacios que conformaban el paisaje los dividimos en dos grandes grupos.

Un primero grupo que conjunta los lugares donde se llevaban cabo acciones de carácter cotidiano y de relaciones sociales como la unidad doméstica, el área de campamento, las zonas de apropiación directa de los bienes materiales, los sitios de procesamiento de alimentos y las zonas de elaboración de herramientas.

En el segundo grupo, incluimos aquellos lugares que consideramos específicos para la realización de eventos trascendentes o de tipo ritual como los sitios de enter-ramiento, elevaciones de singulares siluetas, cimas, laderas y conjunción de cerros, cuevas, y en especial, las zonas donde se practicaron manifestaciones gráfico rupestre, mejor conocido como petrograbados y pinturas rupestres.

Las características y distribución de estos últimos en primera instancia, parecen abstractos y sin orden alguno, sin embargo, estamos convencidos que se elaboraron en lugares cuidadosamente seleccionados, en momentos específicos y sobre rocas cuya visual en proyección vertical y horizontal se proyecta hacia geoformas, otros sitios arqueológicos o eventos naturales como la salida y puesta del sol como veremos más adelante.

ANTECEDENTES DE ESTUDIOS RUPESTRESAunque se tienen referencias de visitas por parte de estudiosos y aficionados en diferentes épocas, no es sino hasta 1978 cuando los antropólogos Jon Olson y John Kirchner de la Universidad del Sur de California junto con diez estudiantes de la misma institución, llevaron a cabo un registro fotográfico poco sistematizado de las rocas con petrograbados localizados sobre la ladera oriente del cerro La Zorra. La zona se dividió en seis cuadros de 50 m2, donde se registraron 398 rocas con grabados. El análisis del material fotográfico y la realización de dibujos quedó a cargo de Olson quien posteriormente escribió un reporte general,20 donde propone categorías para clasificar las imágenes y define tres posibles “estilos” iconográfico 21.

Dos años más tarde, la antropóloga María Guadalupe Dewitt y el arquitecto José Garza, registraron más de 600 rocas en la ladera oriente del cerro El Antrisco, pero a diferencia de Olson y Kirchner, dividieron la zona en 80 cuadros de 50 m2 donde ubi-

19 IWANISZEWSKI op., Cit.20 OLSON; 199821 Ibíd.

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caron en detalle con teodolito y en croquis de cada roca con grabados y con un método sistemático para la fotografía22. El trabajo fue presentado por DeWitt como tesis de licenciatura para la hoy extinta carrera de Antropología de la Universidad Autónoma de Nuevo León en 1983 y prologado por Luis Aveleyra Arroyo de Anda23.

Finalmente desde 1978 el antropólogo William Breen Murray, se ha dedicado a la interpretación iconográfica de los petrograbados, en particular enfocado a tratar de comprobar su relación con fenómenos astrales24.

Como puede observarse, para ser uno de los sitios con mayor riqueza en gráfica rupestre del país. En nuestro caso, para el estudio de los petrograbados y pin-turas rupestres procedimos de manera inversa a los trabajos mencionados, dado que nuestra intención inicial fue conocer en detalle el contexto arqueológico e iniciar el análisis de la gráfica rupestre con un sustento material y cronológica adecuado. Así, nos encontramos que por los petrograbados regularmente eran vistos como símbolos

22 DE WITT y Garza; 199823 DEWITT; 1983:3-624 MURRAY; 1979, 1982, 1986, 1987, 1998

Figura 6

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abstractos y en completo desorden. Sin embargo, al analizar en detalle la ubicación, orientaciones y el tipo de iconos de cada zona, hemos reconocido que por lo regular los grabados se realizaron tomando en cuenta la visual en sentido horizontal y/o ascendente hacia geoformas del paisaje, hacia otros sitios o hacia puntos por donde sale o se pone el sol en diferentes épocas del año.

Boca de Potrerillo se encuentra en unos de los valles aluviales intraserranos del extremo norponiente de Nuevo León y el oriente de Coahuila, entre cuyas topoformas, que se eligieron picos de cerros y elevaciones de singulares siluetas como puntos de referencia y probablemente elementos de culto que ya en otra parte25 incluimos en uno de los cuatro principales temas en que a nuestro entender se divide la iconografía rupestre de esta región:

25 VALADEZ; 2000 [b]

Figura 27

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1) IMÁGENES DE CULTO A DETERMINADOS RASGOS DEL PAISAJE.- incluyendo iconos como líneas rectas, líneas que interceptan círculos o líneas onduladas o curvas que señalan o asemejan el pico o perfil de cerros (ver figura 6) como la silueta de la punta del cerro Caja Pinta o el contorno del cerro Huevo de Toro26.

2) IMÁGENES DEDICADAS AL REGISTRO DE EVENTOS ASTRALES.- con iconos como líneas en cruz, líneas que conectan o interceptan círculos y círculos de los cuales penden líneas onduladas; estos elementos corresponden con direcciones cardinales, la representación del sol, de la luna, de estrellas, el paso de cometas y la caída de estre-llas fugaces. Se ubican generalmente en zonas abiertas y despejadas que permitían la observación del cielo por las noches, como la cima de lomas o cerros y en lugares donde se visualizan cerros como la Sierra Azul o el Cerro Gordo que se proyectan al oriente y poniente y registran la salida y puesta del sol en fechas de cambio estacional como solsticios y equinoccios (figuras 7 y 8).

3) IMÁGENES DE CULTO AL AGUA Y A LA CACERÍA.- que agrupa imágenes como series de líneas rectas, paralelas, sinuosas o en zigzag y figuras ojivales, que se rela-cionan con el fenómeno de la lluvia, los relámpagos (figuras 9 y 10) y los cauces por donde corre el agua (figura 17). Se localizan en lugares como la conjunción de dos lomas o cerros que son atravesados por ríos y arroyos intermitentes y eran el acceso a cañones como la misma BOCA DE POTRERILLOS, así mismo, al pie de un cerro, a mitad de éste o sobre el mismo cauce de un río o arroyo, o donde nace un manantial donde las rocas están en contacto con el vital líquido. Es también en estas locaciones donde se pueden encontrar representaciones de astas (figura 11), huellas de venado, de artefactos como atlatl (figuras 12 y 13) y puntas de proyectil (figura 14) que se han considerado como lugares propicios para la cacería, además de series de líneas y puntos reconocidas como cuentas numéricas (figuras 15, 16 y 17), que contabilizan las fases sinódicas de la luna y los períodos de gestación del venado27.

4) IMÁGENES DE CULTO A OBJETOS RITUALES Y PERSONAJES MÍTICOS.- en esta categoría se inscriben imágenes como cuchillos enmangados, escarificadores y plantas psicoativas como el peyote (figuras 18 y 19) y figuras antropomorfas como manos, pies (figuras 20 y 21) y cuerpos completos (figura 22) de posibles seres míticos o in-dividuos con atributos especiales cuya presencia según las crónicas era imprescindible

26 VALADEZ; 2001 [a]27 MURRAY; 1982, 1986, 1992, 1993, 1994 y 1999

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en todo tipo de ritual28. En este caso su ubicación por lo regular es en la parte media o cima de lomas de poca altura y en las paredes de abrigos o cuevas.

Sobre la función social de las manifestaciones rupestres, consideramos que fueron elaborados en espacios de orden público y privado; diferenciados porque los primeros, como su nombre lo indica, se realizaban en lugares de fácil acceso, a cielo abierto como El Promontorio, donde varios individuos podían presenciar fenómenos astronómicos o ceremonias con rituales como las relacionadas al tema del agua, la cacería o alguna celebración como ritos de pubertad, ritos de iniciación de guerreros, enlaces matrimoniales, pactos de paz, o alianzas, donde incluso individuos grupos antagónicos podían convenir para reunirse en fechas especiales como al cambio de las estaciones del año y realizar ceremonias que quedaban registradas en las símbolos rupestres.

El otro tipo de espacios que hemos llamado privados, son lugares ubicados en zonas apartadas y en ocasiones de difícil acceso, donde se encuentran solo algunas rocas con motivos rupestres, pero que probablemente funcionaron como espacios donde individuos en período liminar, representaban sus ritos de paso a través de imágenes de culto a determinados rasgos del paisaje.CONSIDERACIONES FINALESHasta aquí, hemos esbozado un primer nivel de análisis de las imágenes rupestres de BOCA DE POTRERILLOS, pero el estudio debe continuar tanto a nivel de sitio y regional para confrontar y complementar las ideas presentadas. Por el momento, es importante destacar, la cuidadosa selección de lugares y de las imágenes que se elaboraban de acuerdo al tipo de topoforma, para proponer que las manifestaciones rupestres pudieron funcionar como un recurso simbólico a través del cual, aún siendo sociedades igualitarias, un determinado sector de la población podían limitar el uso de espacios, los significados de los símbolos y tener control sobre las relaciones so-ciales y las creencias religiosas, tanto al interior de la comunidad como hacia grupos vecinos.

Sobre la concepción del paisaje, los petrograbados y pinturas rupestres se elaboraron sobre paredes de caliza muy clara o sobre rocas de fuerte oxidación por los agentes naturales, lo cual producía un alto contraste entre la imagen pintada o grabada con la superficie que servía como soporte. Sin embargo, aunque en muchos lugares las paredes o rocas cumplían con este requisito o incluso el sitio era de mayor accesibilidad para elaborar los iconos, si su ubicación no se proyectaba hacia algún

28 Cf. VALADEZ; 1997

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rasgo del medio natural o su orientación no empataba con las características de otros sitios o temas mencionados, simplemente el lugar se descartaba como candidato a integrar este paisaje, donde cada imagen y cada roca, cada elemento y cada actividad de la vida cazadora recolectora, aparentemente debían interactuar de manera simbólica con los elementos y fuerzas de la naturaleza, para en conjunto conformar un paisaje dinámico y sagrado que a través de rituales y ceremonias, cíclicamente veía reforzar su culto.

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________1993 Informe técnico de la primera temporada del proyecto “catalogación e identificación de

sitios arqueológicos en la parte norte de Nuevo León” (mecanuscrito). Archivo Técnico de la Coordinación Nacional de Arqueología, INAH, México

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

PETROGRABADOS Y PINTURAS RUPESTRES DE NUEVO LEÓN; ALGUNAS REFLEXIONES

Jesús Gerardo Ramírez Almaraz*

La verdadera ciencia enseña, ante todo, a dudar y a ignorar

Miguel de Unamuno1

RESUMENEste texto, aborda diferentes aspectos de las manifestaciones gráfico-rupestres del estado de Nuevo León, las cuales fueron realizadas por grupos nómadas de cazadores-recolectores. Sin embargo, aunque aparentemente comparten cosas en común, existen grandes diferencias entre ellas. Por un lado, están los sitios con pintura, mismos que suelen ser lugares un tanto inaccesibles, pequeños y/o estrechos y parcialmente oscuros. Mientras que, por el otro lado, están los sitios con petrograbados, los cuales son regularmente visibles desde distintos án-gulos, tienen una longitud que va de algunas decenas o hasta cientos de metros y las rocas suelen estar iluminados la mayor parte del día. No obstante, existen ciertos grabados incisos que parecen híbridos entre las dos creaciones gráficas. Pues si bien comparten la técnica de manufactura con otros grabados, están casi siempre en espacios reducidos como las pinturas. Esto, sin duda, nos remite a distintos mensajes, los cuales se conciben como polisémicos.

Antes de abordar la temática de las manifestaciones gráfico rupestres de Nuevo León, es necesario ubicar dicha entidad geográficamente, definirlo culturalmente y mostrar a grandes rasgos las características de las sociedades que habitaron en el pasado lo que ahora es Nuevo León. Para ello, hemos tomada la definición que hace Moisés Valadez para la región cultural que desde la perspectiva arqueológica se considera como noreste, el cual tiene como límites geográficos: al norte, ambos lados del río Bravo hasta su desembocadura en el golfo de México y con cierta prolongación en la porción central hacia Texas de acuerdo a la distribución de algunos artefactos; hacia el sur por una franja marginal al costado poniente de la Sierra Madre Oriental hasta la zona tórrida del Trópico de Cáncer, aproximadamente entre los paralelos 23° y 24° latitud norte, donde colinda con la región Huaxteca; al oriente, por los límites costeros del golfo y, al poniente, por una línea entre los 102° y 103° longitud oeste donde con-

*Maestro en Arqueología, egresado de la ENAH1 “Del sentimiento trágico de la vida”, Grandes Obras del Pensamiento Contemporáneo, no. 12 Editorial Altaya, S.A. Barcelona, España, 1998

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

cluye la Sierra Madre Oriental e inicia la región norte centro de nuestro país. (VALADEZ 1999:13)

En cuanto al tipo de so-ciedades que habitaron el área, tanto la evidencia arqueológi-ca como las fuentes históricas son hasta el momento lo su-ficientemente sólidas y claras como para afirmar que desde alrededor de 10 000 años y hasta inicios del siglo XIX, o sea, cuando aparecen docu-mentados los últimos grupos con una identidad indígena, el noreste fue habitado por grupos nómadas que subsistieron de la cacería, pesca y recolección. Entre la evidencia arqueológica de la región, los campamentos a cielo abierto conformados por los restos de fogones y fogatas, así como las piedras de molienda, raspadores, tajadores y una gran diversidad de puntas de proyectil entre otros artefactos, dan cuenta de los procesos económicos y sociales de dichos grupos. (VALADEZ 1999:89-109) Sin embargo, son las manifestaciones gráfico rupestres los elementos que, sin duda, han llamado más la atención tanto a los investigadores como a la sociedad en general.

En cuanto a la distribución de los sitios con manifestaciones gráfico rupestres, se puede decir que estos se localizan en gran parte de la entidad, pero, obviamente existen áreas con un mayor tamaño y concentración de sitios de estas características, mientras que en otros lugares los sitios aparecen aislados y son de menores dimen-siones. Por ejemplo, mientras en el oriente de la entidad que comprende parte de llamada llanura costera del golfo sólo existen pequeñas lomas y unos cuantos abrigos y cuevas. Hacia el norte y poniente del estado, las formaciones geológicas están con-formadas por grandes macizos montañosos que albergan cuevas y abrigos rocosos y una serie de lomas y cerros de pequeña altura. En ambos casos, predominan las rocas sedimentarias por sobre las de origen ígneo o metamórfico, por lo que son las areniscas, lutitas y calizas las rocas que principalmente sirven como soporte para las pinturas y los petrograbados.

Figura 1

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LAS PINTURAS Y SU BREVE ESPACIOEn el noreste de México, y concretamente en lo que es el estado de Nuevo

León, los sitios con pintura se caracterizan por localizarse en cuevas, frentes o abri-gos rocosos; mientras que por el otro lado, los petrograbados suelen encontrarse en sitios a cielo abierto, distribuidos en aislados bloques pétreos sobre las planicies, en las laderas de los cerros o sobre lomas de pequeña altura. Ahora bien, aunque en un primer momento se puede pensar que se trata de la consecuencia de una preservación diferencial, y se le puede achacar a la intemperie la ausencia de pintura sobre rocas a cielo abierto, creemos que en realidad debemos buscar otra explicación. Y es que si bien es cierto que para el caso de Nuevo León, M. Valadez ya había sugerido la temática del ámbito “público y privado”.(VALADEZ 2001). En realidad, no se había profundizado en las características de cada uno de los sitios arqueológicos y sus notables diferencias.

Es decir, desde nuestra perspectiva, los sitios con pinturas podrían estar asocia-das a un ámbito si no privado, sí de carácter individual. Aquí, resulta necesario aclarar nuestra postura para evitar que sea interpretada de manera errónea, pues al referirnos a un carácter individual de las pinturas, no significa que lo trazos eran producto de

Petrograbados y pinturas rupestres de Nuevo León; algunas reflexiones

Figura 2

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ciertos individuos privilegiados, que poseían una destreza manual y que dejaban aflorar su creatividad haciendo lo que ahora denominamos “Arte”, pues desde luego, nos distanciamos de este tipo de interpretaciones, ya que partimos de la premisa que en este tipo de sociedades, las manifestaciones gráfico rupestres están condicionadas socialmente y su función va más allá de los fines estéticos o la exteriorización de los sentimientos personales.

Por lo tanto, cuando nos referimos al carácter individual de la pintura, lo hace-mos porque la evidencia arqueológica nos sugiere que dichos elementos arqueológicos eran destinados a ser pocas veces observados, o en su defecto, a ser observados sólo por un bajo número de individuos. Lo anterior, se puede inferir en primera instancia al analizar la ubicación de los sitios, ya que éstos se encuentran casi siempre sobre angostas cañadas, pequeños cañones y frentes rocosos formados por arroyos intermi-tentes que descienden de los grandes macizos montañosos. Además, ya en el interior del sitio, resulta evidente que en muchas ocasiones las pinturas aparecen en un redu-cido espacio, como por ejemplo pequeñas grietas, nichos naturales o en los techos de abrigos rocosos de muy baja altura, los cuales nos obligan a entrar agachados o incluso

Figura 3

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acostados. Además, en algunos sitios es posible observar delgados trazos realizados con algún tipo de pincel que forman pequeñas pinturas que sólo es posible percibir a muy corta distancia. Y aunque —aparentemente— existen excepciones como por ejemplo el extenso sitio de Chiquihuitillos, en Mina, N. L., creemos que puede resultar un tanto engañoso, pues en realidad, el sitio está dividido de manera natural por el cerro y los bloques pétreos, lo que provoca que el observador pueda tener a la vista sólo un panel simultáneamente.

Es decir, creemos que al tomar en cuenta la —relativamente— difícil accesibi-lidad al sitio y la poca visibilidad de los motivos pintados, nos permite plantear la hipótesis que se trata de manifestaciones gráficas que tenían como intención “ocultar-las” más que mostrarlas. Al menos, mostrarlas a otras personas, pues si bien es cierto que al tratarse de grafismos se convierten en un acto de comunicación humana, tal vez con ellas se pretendía entrar en contacto con lo sobrenatural. Pero si hemos men-cionado todo lo anterior, es porque coincidimos con González Arratia cuando señala que la manufactura de las manifestaciones gráfico rupestres muy posiblemente están asociados con otras prácticas como danzas, cantos y gesticulaciones, acciones en las que se buscaba mantener lazos de comunicación con seres o eventos sobrenaturales. (GONZÁLEZ Arratia 1987:32).

Petrograbados y pinturas rupestres de Nuevo León; algunas reflexiones

Figura 4

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Entonces, siguiendo con la hipótesis del limitado número de personas, tendría-mos como consecuencia que los individuos en cuestión que estaban participando, po-drían tratarse, por ejemplo, de los miembros de grupos familiares o grupos separados por géneros y/o edad, lo que en parte coincidiría con aquellas interpretaciones que relacionan a las pinturas rupestres con ritos de paso o ciclos de la vida. Por ejemplo, referencia a ciclos naturales (fisiológicos) como la menstruación, o ciclos culturales como la obtención de la primera pieza de caza, o momentos trascendentales en la vida del individuo en sociedad como lo es la unión matrimonial o la misma muerte. Sin embargo, aunque hemos hecho hincapié en el papel mágico de las pinturas, no es posible descartar una función similar a la de los petrograbados, pues no pretendemos caer en posiciones tajantes y limitantes que nieguen la posibilidad que las pinturas tuvieran también otro tipo de mensajes.

LAS INCISIONES EN LA ROCA: ENTRE LOS PETROGRABADOS Y LAS PINTURAS

Los petrograbados, no sólo son un sistema de representación visual, sino que estas manifestaciones, plantean un problema profundamente teórico, tal y como lo hace la llamada escritura braile en la eterna y polémica discusión sobre lo que es escritura (HARRIS, Roy; 1999:67). Y es que, a final de cuentas, podemos concluir que a excep-ción de la pintura corporal y la pintura rupestre, los petrograbados, las piedras incisas y la misma escarificación, tendrían como sustrato formal esencial no el ámbito visual, sino el espacial. Esto se debe a que no se trata de una representación bidimensional, ya que es tridimensional, o sea, que no sólo entra en juego el sentido visual, sino que se trata de una representación con la cual en determinado momento se podría tener una experiencia táctil y obtener distinta información, pues mientras que la percusión tiene una apariencia rugosa, la abrasión o pulido muestra una superficie llana.

Ahora bien, independientemente si los grabados debían o podían ser tocados, las distintas técnicas utilizadas para realizar el grabado dejan en la roca diferentes huellas, por lo que aún sin tener una experiencia palpable con ellos, es innegable que evocan sensaciones táctiles. Entonces, desde esta perspectiva, creemos que existen ciertas manifestaciones gráfico rupestres que ameritan un tratamiento especial y nos referimos a las líneas incisas. Ya que si bien es cierto que técnicamente se trata de petrograbados, pues son figuras formadas con el desprendimiento del córtex de la roca y por lo tanto también actúan en la tridimensionalidad, el tipo de sitios donde se

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localizan, los acerca, literalmente, con las pinturas, ya que en la mayoría de los casos dichas incisiones están en frentes o abrigos rocosos y en las cuevas.1

Como ya lo mencionamos, no hay evidencia suficiente para pensar que los petrograbados podían o debían ser tocados. Salvo, aquellos realizados precisamente por incisión, ya que estas líneas incisas suelen presentar una superficie sumamente pulida y resbalosa, misma que en muchas ocasiones muestra una evidente coloración rojiza que sugiere la aplicación de un pigmento. Por lo que coincidimos con el arqueólogo norteamericano Walter W. Taylor cuando se refiere a un pequeño bloque pétreo de esta características recuperada por él en una cueva de Coahuila, ya que señala que tenía la apariencia de que le había sido aplicada una sustancia como grasa o cebo, ceniza, sangre y hematita y/o una combinación de estos elementos. (TAYLOR 1966:71) Efectivamente, una gran proporción de este tipo de petrograbados aparece a la entrada de las cuevas y/o en sus paredes y suele presentar las características antes mencionadas, o sea, la superficie sumamente pulida y con una coloración rojiza.

Aquí, resulta conveniente recordar ciertas prácticas indígenas que hemos re-cuperado de los archivos municipales en las que se señala que para emparentar, y concretamente en la unión matrimonial, los indígenas se untaban cebo de venado y

1 Por supuesto, existen excepciones en las que este tipo de incisiones aparecen en sitios a cielo abierto, como por ejemplo en el cañón de Icamole, en García y La escondida en Mina, Nuevo León.

Petrograbados y pinturas rupestres de Nuevo León; algunas reflexiones

Figura 5

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tazcate.2 Descripción que aparece descrita también en la obra de Alonso De León, quien señala que en algunos mitotes, los casados se pintaban el cabello de rojo y se untaban grasa o cebo de animales. (De León,1980:24) Es decir, en las fuentes históricas, aparecen dos sustancias que posiblemente también fueron aplicadas a las incisiones antes mencionadas, y en ambos casos, están ligados a eventos importantes en la vida de un individuo en sociedad, como lo es la unión en pareja.

Así mismo, por otro lado Luis Aveleyra da cuenta que en las cuevas de Coa-huila fueron recuperadas diversas astas de venado, algunas de las cuales presentaban características similares: restos de pintura roja, así como huellas de que habían sido pulidas o cortados algunos fragmentos, (AVELEYRA 1956:115-117, 176-178), tal y como se menciona en la obra de (PÉREZ de Ribas 1944:263), donde pequeños trozos eran arrojados al fuego en relación con los antepasados, quienes les indicaban maneras de proceder en el futuro. Es decir, si bien no debe trazarse una línea directa del documento a la evidencia arqueológica, no cabe duda que resulta sugerente que el raspado, engrasado y pintado de ciertos elementos o artefactos estuvieran involucrados en prácticas de carácter mágico. En otras palabras, aunque en -pocas- ocasiones es posible distinguir que las incisiones en la roca aparecen formando ciertos motivos, como triángulos o rombos, casi siempre se trata de líneas rectas de distinta longitud, grosor y profundidad. Características que, siguiendo la hipótesis de Leticia González respecto a la construcción de los petrograbados, indicarían diferentes momentos de aplicación de trabajo, lo que estaría representando la vinculación simbólica y ritual de presente con el pasado. (GONZÁLEZ 1997:174).

Por ello, nos inclinamos hacia el lado mágico de dichas manifestaciones, pues más que para transmitir un mensaje a otras personas a través de la observación y desde una contemplación a distancia, las líneas incisas estarían siendo utilizadas no sólo para acercarse, sino para tocarlos y pintarlos buscando con ellos fines más inmediatos, a diferencia del resto de los petrograbados realizados bajo la técnica de percusión y/o abrasión en los que aparecen una gran variedad de figuras que denotan una mayor complejidad en el mensaje.

LOS PETROGRABADOS POR PERCUSIÓN Y ABRASIÓNAunque existen diferencias en cuanto a la técnica de manufactura, tipo de roca utilizada como matriz y la variedad de formas de los grabados, sin duda, son los petrograbados las manifestaciones gráfico rupestres más numerosas de Nuevo León. Estos elementos

2 (Archivo Histórico de Monterrey., Ramo Civil, Vol. 35, e. 2, f. 17)

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arqueológicos, a diferencia de las pinturas, suelen localizarse a cielo abierto y las ro-cas grabadas aparecen distribuidas a lo largo de decenas o incluso cientos de metros, como es el caso de Boca de Potrerillos. Por lo tanto, como resultado, tenemos que a diferencia de las pinturas, que la mayoría de la veces prácticamente sólo pueden ser percibidas por pocos individuos, los grabados pueden ser observados simultáneamente por un grupo mucho mayor.

Por supuesto, desconocemos aún si el mensaje debía o no, ser captado por un amplio conjunto humano, pero -al menos potencialmente-, los sitios con petrograbados suelen tener mayores dimensiones respecto a aquellos que poseen pinturas, y esto, sin duda, es una característica que debe tomarse muy en cuenta en su análisis. Sin embargo, si bien es cierto que aún es difícil determinar si esporádicamente había una concentración humana en dichos sitios, la evidencia arqueológica asociada a estos sitios da pauta para creer que así fue, ya que muy frecuentemente este tipo de sitios tienen valles y abanicos aluviales frente a ellos, y casi siempre presentan una gran cantidad de fogones. Incluso, existen propuestas como la de Solveig Turpin, la cual plantea que sitios como Boca de Potrerillos era un espacio sagrado, el cual pudo

Petrograbados y pinturas rupestres de Nuevo León; algunas reflexiones

Figura 6

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propiciar grandes reuniones de personas, fenómeno que siguiendo a otros autores (Richard Schaedel) lo llama “nucleación cíclica”3 (TURPIN 2002).

A partir de lo anterior, podemos concluir que si bien es cierto muy probable-mente era sólo uno o unos cuantos los individuos encargados de manufacturar y exteriorizar el significado de los grabados al resto del grupo, creemos que debido al carácter igualitario y la ausencia de jerarquías e instituciones en este tipo de sociedades, todos tenían cierta incumbencia durante la visita a los lugares con petrograbados, ya que consideramos que este tipo de sitios poseían mensajes de muy distinta índole e involucraban a la sociedad entera, pero para ello, quisiéramos hacer referencia a una figura en particular.

LOS POLISÉMICOS PETROGRABADOS, UN EJEMPLO: LAS HUELLAS DE ANIMALESDesde nuestra perspectiva, un mismo sitio con petrograbados posee distintas funciones e implícitamente tiene mensajes diversos, mismos que van de la información práctica con fines utilitarios a todo un simbolismo asociado a lo sobrenatural. Es decir, con-sideramos que muchos motivos que lo conforman eran polisémicos, por ello creemos conveniente ejemplificarlo con un caso concreto: las huellas de animales.

LAS HUELLAS DE ANIMALES COMO MENSAJE NEMOTÉCNICO

Seguramente para auxiliar a la memoria, los grupos del Norte-Centro y Noreste de México hacían uso de diversos recursos de la mnemotécnica. Quizá un ejemplo serían los cantos, pues se sabe que en este tipo de sociedades muchas veces las palabras son invariables, y que debido a su uso por generaciones se convierten en arcaicas y no forman más, parte de la lengua usada en las actividades cotidianas. (GELB 1987:70) Lo que explicaría, por ejemplo, que los cantos de los indígenas del Noreste de México fueran consideradas por los españoles sólo como “palabras sin sentido y sólo con consonancia”, tal y como lo concebía Alonso De León en el siglo XVII. (LEÓN, Alonso de, op. Cit., pp. 24-25) Así mismo, otro medio para transmitir conocimiento pudieron ser los petrograbados, tal y como sucede en el caso de algunas pinturas y grabados de Australia, donde las imágenes están representando narraciones, o sea, se trata de la materialización del conocimiento oral. (CHIPPINDALE 2000:70).

3 Es una especie de agregación programada o estacional mediante la cual gente dispersa se reunía o congregaba para diversos propósitos, y que solía basarse en el ritual que les permitía comunicar y deificar su condición social. (TURPIN 2000:30)

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Un ejemplo de un petrograbado de carácter nemotécnico en el noreste serían precisamente las huellas de animales. Pues éste posee información empírica, pues de contar con experiencia en la naturaleza, es posible reconocer que se trata de una huella de un cuadrúpedo. Posteriormente, tal y como lo hacen los cazadores contemporáneos, biólogos y otros científicos naturales, es posible obtener mucha información a partir de la simple huella dejada por un animal sobre la tierra; así, son capaces de identificar no solamente la especie de la cual se trata, sino conocer la edad aproximada, el tiempo transcurrido desde que pasó por el lugar; incluso se puede conocer la velocidad a la que se desplazaba. (ARANDA 2000).

Por supuesto, toda esta información resulta de gran importancia para una socie-dad que basa su economía en la caza y la recolección, y seguramente pudo funcionar como un recurso para que los adultos expertos en la cacería, enseñaran a los jóvenes a obtener información a partir de la impronta de un animal. Sin embargo, sería limitado pensar que un petrograbado como las huellas de animales eran únicamente un simple “auxiliar de la memoria” o un medio para dar información con fines cinegéticos, por lo que es posible abundar en dicha figura.

Petrograbados y pinturas rupestres de Nuevo León; algunas reflexiones

Figura 7

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LAS HUELLAS DE ANIMALES EN NARRACIONES MÍTICASAunque no se trata de las huellas de animales, sino de humanos, existe un registro histórico que menciona a los petrograbados, concretamente a las huellas de pies. Se trata de una narración que un indígena perteneciente a los cataara le hizo al capitán Alonso De León en 1643. En dicha narración, que ya habíamos denominado mito cataara (RAMÍREZ 1999), se hacía referencia a un par de personajes que se enfren-taban de manera simbólica entre sí, y como consecuencia uno de ellos abandonaba al grupo en un autodestierro dejando impresas su huellas en la roca. (LEÓN, Alonso de, 1980:14).

Es por ello, que tomando como referencia lo anterior, podemos pensar que las frecuentes huellas de animales, y por consiguiente la de los venados no sólo estaban siendo utilizadas con fines nemotécnicos, sino que, de acuerdo al importante papel del venado en la cosmovisión indígena que corrobora la evidencia arqueológica e histórica, podemos insertar dichas figuras grabadas en narraciones míticas. En las cuales un personaje sobrenatural, en un pasado mítico dejó plasmadas sus huellas en la roca, lo que nos remite a creencias semejantes que se extienden en Norteamérica y que hacen referencia a un tiempo donde la tierra aún estaba húmeda y los hombres y animales sobrenaturales dejaron sus huellas en lo que se convertiría en las rocas. Tal y como para el caso de los mitos tarahumaras en donde se mencionaba la presencia de huellas de pezuñas en piedra, en ocasiones aludiendo a un tiempo mítico cuando fueron dejadas por animales durante la creación del mundo. (LUMHOLTZ 1960:295).

Por lo anterior, si partimos de esta idea, tendríamos que estos elementos estarían funcionando como mitoglifos, es decir, se trataría del mito visible, de su representación tangible. En otras palabras, estaríamos frente a un contexto escénico y narrativo, donde la iconografía correspondería a “un momento del mito o del ciclo cósmico y a una espacio del mito”. (LÓPEZ Austin 1979:135) Es decir, podía estar haciendo referencia a un tiempo mítico, en donde un venado sobrenatural dejó sus improntas en la roca, y así han estado desde entonces. Además, en este caso, podemos interpretar que mitos semejantes tenían, entre otros propósitos, “ritualizar el optimismo”, pues aún ante la aparente carencia de piezas de caza, la huella eterna en la roca da confianza en que era posible conseguir una presa.

LAS HUELLAS DE VENADO COMO PETROGRABADO DE IDENTIDADObviamente, la interpretación de ciertas pinturas o grabadas como marcas de

identidad de grupos no es nueva, pues a nivel mundial, existen posturas como la de S. Reinach, en la que por mucho tiempo, el arte rupestre europeo se interpretaría como algo relacionado a clanes, a la manera de los aborígenes australianos. (TRIGGER 1992:

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102) De igual modo, por analogía de los grupos de Norteamérica, las pinturas paleo-líticas de Europa, y concretamente la gran cantidad de animales, fueron interpretadas de esta manera. (LEROI-Gurhan 1987:133) Lo mismo ocurre entre los grabados de indios Hopi de Arizona1. (FEWKES 1968:2) Por otra parte, citando a Olsen, Robert Layton menciona también que más del 60 % de los motivos rupestres entre los indios Hopi son símbolos de los clanes, mientras que por otro lado, también señala un vínculo entre los clanes y el “arte rupestre” en Australia. (LAYTON 2000:176).

Por otra parte, concretamente en el Noreste de México, se habían planteado ideas semejantes. Tal es el caso de William Breen Murray, quien en uno de sus primeros trabajos sobre los grabados de Nuevo León planteaba que los petrograbados podían ser distintivos de grupos específicos. (MURRAY 1979:32) Aunque posteriormente abandonaría la idea para enfocarse a las interpretaciones de carácter astronómico en los petrograbados. (1987,1998).

1 Entre los motivos, aparecen figuras de pezuña de borrego cimarrón, cabeza de coyote, huella de liebre, conejo y garra de oso.

Petrograbados y pinturas rupestres de Nuevo León; algunas reflexiones

Figura 8

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Sin embargo, esto no debe confundirse que en caso de grabar y/o pintar su emblema lo convierta en una simple “mojonera”, ni que con éstos petrograbados los grupos indígenas nómadas de cazadores-recolectores pretendían “apropiarse” del terri-torio o del espacio. Pues, creemos que los grupos nómadas de cazadores-recolectores no ejercen una propiedad sobre la tierra. (BATE 1998), y por lo tanto, no se puede controlar el acceso a determinado espacio (HARRIS, Marvin 1993:13-14) Aunque, esto no quiere decir que no existiera territorialidad entre estos grupos:

Más no por esto se ha de entender, salen del término y territorio que tienen señalado con otra ranchería; si no es con su consentimiento y permiso. (LEÓN, Alonso de 1980:18)

Entonces, si tomamos en cuenta todo lo anterior, podemos sugerir la existencia de petrograbados que identificaba a un grupo, marcando diferencias respecto a los otros, para legitimar así el uso del espacio tal y como algunos investigadores con el enfoque de “arqueología del paisaje” han sugerido para los petrograbados de grupos nómadas del Viejo Mundo. (BRADLEY 1994:160). Estas diferencias se harían palpables con diferentes figuras grabadas según el grupo, y estarían en un espacio geográfico de-terminado, mismo en el que desarrollarían sus actividades. Aunque hasta ahora sólo se trata de una propuesta, hemos denominado tentativamente a estos petrograbados, petrograbado emblema.

En lo que en la actualidad son los estados de Nuevo León y Coahuila, existió un grupo que está documentado en la evidencia histórica que se llamaba: boiguaras, o sea, “rayas de los pies de venado”, o en otras palabras: “huellas de venado”

Por supuesto, nos inclinamos a creer que muchos nombres de grupos tenían su origen en distintos mitos, mismos que pueden ser compartidos por distintos grupos, y que por consiguiente, dichos grabados no estarían funcionando exclusivamente como emblemas de un sólo grupo. Sin embargo, ello no excluye la posibilidad que además del valor mítico que compartiría con muchos grupos del noreste respecto al venado, dicho grupo haya tenido a dicha figura como motivo en la pintura corporal y que también fuera lo que a manera de emblema los distinguía de los demás.

COMENTARIOS FINALESDesde luego, las anteriores interpretaciones que hemos atribuido a una misma figura grabada no son las únicas que se le pueden otorgar, pues se podrían explorar otras más. Sin embargo, para nuestros fines resulta suficiente, ya que buscamos dar los argumentos necesarios para mostrar que existe evidencia arqueológica e histórica que insinúa la diversidad de significados de los petrograbados.

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Esto, no debe confundirse con el hecho de que asumimos que toda interpretación de las manifestaciones gráfico rupestres sea válida, tal y como ocurre con el enfoque de la arqueología interpretativa a la manera de Ian Hodder, Shanks y Tilley, pues el adoptar una posición así, puede conducirnos a un indeseable relativismo en el que “todo sirve” y “todo se vale”, pues no existiría una manera de evaluar las interpretaciones, por lo que se crea una inconmensurabilidad que impide “el problema de la demarcación” entre la ciencia y aquello que no lo es (POPPER 1994:64). Esto, sin duda, nos remite a una discusión ontológica y epistemológica, pero por ahora no es posible profundizar en ello. Sin embargo, conscientes de las dificultades a las que se enfrenta aquel que aborda las manifestaciones gráfico rupestres, nos inclinamos hacia el lado científico de la arqueología, por lo que sin pretender caer en un rígido positivismo, creemos que unas interpretaciones están más fundamentadas que otras.

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TEXTO, METATEXTO, TEMAS Y VARIACIONES SOBRE EL TEXTO. INTERPRETANDO LAS MANI-FESTACIONES GRÁFICAS RUPESTRES DE LOS

CAZADORES RECOLECTORES DEL DESIERTO. EL CASO DE SAN RAFAEL DE LOS MILAGROS, COAH.

Leticia González Arratia*

RESUMEN:El estudio de las manifestaciones gráficas rupestres, ya sea en la forma de grabados o pin-turas puede realizarse desde varios enfoques. Uno de ellos, que en este texto se plantea, es el de considerar la figura o un grupo de figuras como “textos” reconocidos a partir de una o varias figuras específicas. Se plantea también la posibilidad de que existan metatextos no necesariamente ligado a figuras sino a la forma de abordar la construcción de las figuras —en este caso por medio de secuencias que no necesariamente culminan con una figura completa— y la intención de que esta manera de aproximarse a la figura contenga en sí misma un significado.

INTRODUCCIÓNLos petroglifos forman parte de un corpus más amplio de manifestaciones gráficas rupestres tanto fijas como móviles características de las sociedades nómadas prehis-pánicas, habitantes del desierto del Norte de México. Para crear este corpus tales sociedades recurrieron tanto a la aplicación y desarrollo de diferentes técnicas y de modalidades de grabado representada por los petroglifos, como de aplicación de pin-tura como en el caso de las pictografías, y de la técnica actualmente conocida como “instalación” que en hipótesis propondría, fue la que se utilizó para la construcción de los geoglifos.

Las formas derivadas de la aplicación de estas técnicas se plasmaron o sobre una matriz fija (como la pared, el techo, o el suelo de las cuevas, abrigos, nichos, etc. o de yacimientos de grandes rocas al exterior); una matriz móvil o potencialmente móvil como las rocas que pueden ser removidas por la fuerza humana, o piedras rela-tivamente pequeñas cuyo tamaño (de 10 a 20 cm. aprox.) sugiere que se escogió con la intención de que fuera transportada sin esfuerzo como parte del ajuar individual o comunitario. Tal es el caso de los cantos rodados y lajas mostrando figuras tanto pintadas como grabadas.*Arqueóloga, investigadora del Centro INAH Coahuila

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La aplicación de las técnicas referidas, así como las figuras representadas, a su vez, pertenecen a un conjunto de expresiones que en el pasado formaron parte de la vida religiosa de la sociedad humana que las realizó. En el caso de las representaciones gráficas sobre soporte fijo, tales como los petroglifos y pictografías, también debió implicar una serie de actividades previas a la formación de los grafismos tal como la selección misma de un referente geográfico, el cual sería formalmente sancionado con la presencia de figuras (sean pocas, muchas o individuales). Éstas constituirían una marca que expresaría el carácter sagrado de un sitio. Por lo que las diferentes formas empleadas se transforman en símbolos que deberían de reflejar aspectos específicos de lo sagrado.

EL TEXTOPara intentar una interpretación del material gráfico que aparece en las manifestaciones gráfico rupestres, es necesario pensar las formas como metáforas más que represen-taciones directas de una realidad, y propongo la categoría de “texto” para interpretar este fenómeno arqueológico y demostrar eventualmente el carácter excepcional de los sitios que las contienen.

Así pues, “...introduzco como premisa que las figuras representadas -en al-gunos casos de manera individual, en otros en combinación con otras figuras- dan cuenta de uno o varios textos, cada texto reflejando en sí un concepto en torno al cual giraría la selección de las figuras, [y] la técnica aplicada...”. En el caso de sitios con alta densidad de figuras, el mismo texto repetido “... podría representar diferentes momentos históricos y/o tecnológicos y /o a diferentes etnias.” (GONZÁLEZ Ar-ratia; 1992:40-41)

Parto del principio de que el dejar plasmadas en la roca una serie de formas y el acto mismo de grabar o de pintar en sí, no constituyeron actos individuales y caprichosos, sino decisiones provenientes de la tradición, de la comunidad humana que representan, y su cumplimiento las traslada al ámbito del ritual por lo cual es de esperarse un significado específico socializado. (GONZÁLEZ Arratia 1987:39)

Para el caso de las manifestaciones gráfico rupestres de los cazadores recolec-tores del desierto, y desde una perspectiva metodológica, su significado podría estar contenido en una sola figura o en un conjunto de figuras (adecuada su definición de la lingüística).1 O incluso en un segmento de la misma.

1"texto”, Enciclopedia Microsoft(r) Encarta(r) 99. VOX - Diccionario General de la Lengua Española, (c) 1997 Biblograf, S.A., Barcelona. Reservados todos los derechos.

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Así pues, es necesario plantear la reconstrucción del panel y sus figuras, con la finalidad de encontrar -siguiendo a los lingüístas-”... los elementos constantes que aparezcan en la construcción de los mensajes...” (BLECUA 1973:111)Pero llegar a esta conclusión ha implicado la aplicación de una metodología que per-mite la reconstrucción de las partes que componen la figura en principio, y también de la reconstrucción de la distribución y combinación de las figuras que aparecen en un panel dado.

Desde esta perspectiva es posible plantear como premisa que un texto puede estar contenido e identificado tanto en el elemento mínimo de una figura, en una figura o en un conjunto de ellas. O sea, que en principio, no existiría un equivalente numérico entre texto y la importancia cuantitativa de las figuras.

Uno de los objetivos posibles sería aislar cada texto presente e identificarlo como perteneciente a la misma tradición de grafismos, así como “... predecir la estructura de todos los que sean teóricamente posibles.” (Ibíd.) El aislar “tradiciones” requiere de un paso previo en el cual el análisis de la variante técnica aplicada y la calidad en el control de la forma son un requisito.

El realizar este tipo de estudio, me ha proporcionado los elementos o datos para proponer que existió en el pasado una intención subyacente en la construcción de los petroglifos y por lo tanto “... contienen tanto un significado general, indepen-dientemente del tipo de figuras presentes y de sus relaciones entre sí, y un significado particular que se relaciona con las especificaciones de las formas y sus combinacio-nes.” (GONZÁLEZ Arratia, 1997:173-174). Este significado general me parece que corresponde a un “metatexto” y más adelante lo explicaré.

Por lo que respecta al texto, si se contempla desde la semiótica, se puede afirmar que las figuras aisladas pueden considerarse como signos conteniendo de entrada un mensaje en clave. Identificar las reglas presentes en la combinación contextual (ECO 1985:386) de los grafismos, sería una prioridad metodológica.

En esta búsqueda, el manejo combinado de los recursos que ofrece tanto la semiótica como la lingüística, se sintetiza en la categoría de “texto” para avanzar en el problema de la interpretación de los grafismos. Considerando que el texto (repre-sentado por la figura o conjunto de figuras) sería, como afirma Hjelmslev, “el punto de intersección de todas las relaciones... “que conforman al hecho gráfico. (BLECUA 1973)

Asignar una interpretación específica o significado a una o varias formas, ha implicado el manejo de hipótesis previas derivadas de la semiótica (ECO 1985) y de

Texto, metatexto, temas y variaciones sobre el texto, Interpretando...

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

la teoría etnográfica y etnológica (MAUSS 1967; ELIADE 1992; DURKHEIM 2003). Por otra parte, la observación detallada en campo y gabinete y el registro gráfico (a diferentes niveles de detalle) de las figuras grabadas o en el caso de las pictografías, pintadas, permite la aplicación tentativa de tales hipótesis.

HILANDO HIPÓTESIS

Una de éstas sería que la expresión gráfica de los antiguos habitantes nómadas del Norte árido de México, responde a necesidades de culto, derivado de la práctica de una religión. La base de cualquier religión se expresa, según Durkheim, en sus rela-ciones con el mundo sobrenatural, (DURKHEIM 2003) cuya base se desprende de determinados fenómenos de la naturaleza tales como el nacimiento, el paso de la niñez a la pubertad, la muerte, las estaciones del año, la presencia, ausencia, abundancia o escasez de los recursos naturales que permiten la diaria supervivencia como las plantas, los animales y el agua.

La intención y necesidad de prevenir las desgracias que pudiera acarrear un futuro inmediato, (RAPPAPORT 1979:28, 34) implicaría, en buena medida, el cono-cimiento y observación de los fenómenos astronómicos. (AVENI 1993:91-99)

Los cultos, a su vez, se apoyan con prácticas específicas conocidas como ritos o rituales y fueron seguramente presididos por el sujeto social identificado como shamán. (GONZÁLEZ Arratia 1987:43-44) El ritual es considerado como parte de un conjunto de manifestaciones que estructuran la vida social, tecnológica y religiosa de la sociedad que los realizó. (MAUSS 1967)

Así pues, otra de las hipótesis implícitas en este estudio, es que las figuras plasmadas en las manifestaciones gráficas rupestres darán cuenta de alguno, varios o todos los cultos practicados por la sociedad humana que los elaboró. Para lo cual es necesario conocer los diferentes rituales practicados.

Como bien expresa Rappaport, “... el ritual no es únicamente una forma de ex-presar ciertas cosas, sino que ciertas cosas pueden expresarse únicamente por medio del ritual...” (RAPPAPORT 1979:174) y es muy probable que las formas plasmadas en la roca, los grafismos, hayan pertenecido a “este tipo de cosas” que deberían de expresarse únicamente mediando el ritual y seguramente utilizando un “lenguaje secreto” como lo propone Eliade (1992:93), lenguaje conocido por el shamán.

Así pues, consideraría que una manera de aproximarse al ritual, a los momentos que lo integran y a sus variantes, sería a partir del desciframiento de este lenguaje para lo cual la utilización de la categoría de “texto” es una primera aproximación.

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

De momento he identificado tres tipos de figuras (aisladas o en asociación con otras) y de tratamiento que consideraré como textos diferenciables entre sí, y como hipótesis a ponerse a prueba más que como hipótesis comprobadas.

Adelanto esta propuesta de diferenciación entre textos con la finalidad de iniciar una somera lectura de las figuras que aparecen en petroglifos y pictografías que tienen como soporte material la roca fija. También la aplico a los artefactos móviles como las “lajas incisas” (GONZÁLEZ Arratia 2003) y cantos pintados.

EL METATEXTOEl análisis de los grafismos presentes en los petrograbados de Coahuila, a partir de la observación de la manufactura de los petrograbados, me ha permitido concluir que la construcción de la línea aparece como un proyecto simultáneo pero diferenciado de la construcción de la figura.

Las características de la evolución de las líneas al ser grabadas, las que a su vez producen una figura específica así como los diferentes momentos de su construcción, me han permitido concluir que tanto la línea como la figura se grabaron en secuencias que en muchos casos quedaron inconclusas en el momento de abandono temporal o final del sitio

La interpretación que he propuesto sobre este particular, es que dejar inconclusa el terminado de la línea o de la figura fue un acto intencional, que tiene que ver con la percepción histórica del tiempo relacionada con los tiempos del ritual. Es decir, que el momento de iniciar una o un grupo de figuras y de detener su elaboración lo designa el ritual al que pertenece no una equivocación, o distracción, o decisión personal del que la manufacturó.

Los diferentes momentos de construcción en que encontramos en el campo una línea o una figura inconclusa los he interpretado como “...una evidencia de la intención de la sociedad que los manufacturó, de regresar al mismo sitio, a la misma roca, a la misma figura y continuar trabajando con ella. En este sentido, el interés de dejar para el futuro la continuación del mensaje o texto, implica un interés por el tiempo: una vez que llegaba el futuro y por ende, el momento propicio para continuar con la manufactura de la figura, quedaba cerrado el vínculo (entre el pasado y el presente) abriéndose inmediatamente otro (entre el presente y el futuro) al dejar sin terminar ya sea la misma línea u otra o la(s) figura(s) o el acabado de ésta o de éstas.” (GONZÁLEZ Arratia 1997:175)

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Independientemente de las figuras e incluso de la tradición técnica presente, se encontrará esta tendencia en los petroglifos de los cazadores recolectores. Por su universalidad e independencia de significados específicos la he denominado metatexto. Con lo que quiero decir que rebasa los límites de un texto definido aunque se apoye en la elaboración de los mismos para presentar su mensaje. Y proporciona congruencia a un sistema social incluso más allá de las avenencias o desavenencias entre grupos (bandas, tribus) responsables de la construcción de los petroglifos y pictografías.

Considero al metatexto pues, como un criterio de amplio rango que permite el acercamiento a los grafismos a partir de una característica general que comparten entre formas de diferente tipo, que en ocasiones podrían estar representando diferen-tes épocas de manufactura, pero dentro de una gran tradición ideológica y simbólica común presente en todo el gran desierto de Norteamérica y México.

Seguramente existe más de un metatexto subyacente en los yacimientos de petroglifos que, sin embargo, aún no ha sido detectado.

TEXTOS ESPECÍFICOSDe momento he identificado tres textos que se vinculan con diferentes figuras (así como con el tratamiento de la línea) que en principio consideraré como textos diferenciados entre sí, y como hipótesis a ponerse a prueba más que comprobadas.Los textos que he identificado y que en hipótesis propongo que deberían de repre-sentar algunas de las figuras grabadas y/o pintadas por los cazadores recolectores del desierto son los siguientes:

Texto 1. El shamánTexto 4. Los astrosTexto 5. Las cuentas

Las figuras que en hipótesis darían cuenta de estos temas, me han sido sugeri-das por el análisis de cientos de representaciones, tanto grabadas como pintadas, de aproximadamente doscientos sitios del suroeste y centro de Coahuila tales como en El Perico, El Sol, El Molino, Narihua, La Gualdria, Mala Noche, El Quemado, El Pelillar, El Huizache, El Junco, Cueva Pinta, Lagartijas, etc. (GONZÁLEZ Arratia, 1996, y GONZÁLEZ Arratia, en prensa)

Como una forma de ir precisando, los contenidos de cada texto, he subdividido esta categoría en temas y a los temas en variantes como sigue:

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Primer texto general: el shamán

La figura humana esquematizada o figurativa, representada de manera muy versátil tanto en pictografías como en petroglifos, la he interpretado como simbolizando al shamán. (Figura 1)

Este grafismo (figura, forma) a su vez, se presenta asociada o aislada. Su asociación con otras figuras, en particu-lar, me ha permitido establecer con mayor definición la posible representación de un momento en la vida del mismo como es el trance por lo que este último constituye un tema que podría relacionarse en esta asociación de figuras. El tema, a su vez, lo he desglosado en dos variantes que en el futuro podrían aumentar, como sigue:

Tema Trance

“El trance se compone de diferentes momentos desde que se inicia, cuando el shamán entra en una especie de estado catatónico, hasta que culmina con la separación del alma del cuerpo”. (GONZÁLEZ, Arratia 1999) Dos de estos momentos podrían ser

1.- El desdoblamiento del espíritu del shamán (tratada como Variante 1)2.- El vuelo del shamán (tratada como Variante 2)

Primer variante: El desdoblamiento del espíritu del shamán y el trance.Este momento lo he identificado en varios grafismos. Uno en la figura de forma trape-zoidal, cuadrangular o triangular de aristas tanto redondeadas como angulosas, que he calificado de “torso”. (Figuras 2 y 3)

Propongo en hipótesis, que la figura triangular/trapezoidal e incluso cua-drangular (torso) es una manera de representar lo intangible como el espíritu y en el contexto del tema, un momento específico que es en el que ésta se separa del cuerpo punto culminante del trance y que denomino “desdoblamiento”.

Segunda variante: El vuelo del shamán (Incursión en el espacio sobrenatural) y el trance.Denominado como “vuelo mágico” por Eliade (1992:94) y asociado entre otros sím-

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bolos con las alas de las aves que en forma muy esquematizada aparecen tanto en petrograbados pero principalmente en pictografías, incluiría para el caso del Norte de México igualmente la representación de la planta del pie, tanto aislada o asociada a figuras humanas y de otro tipo. (Ver Figura 14).

La huella del pie, según mi hipótesis, están indicando otro de los momentos del trance, en el cual el espíritu del shamán -desprovisto de materia- tiene capacidad de desplazarse por el espacio (volar), y la huella misma, representa el momento preciso en que da “el gran salto” abandonando el mundo material para entrar en otro universo sobrenatural en que trastoca las leyes naturales que rigen a los demás seres humanos.

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Curiosamente los pies humanos están representados principal y repetidamente en el ámbito de los petrograbados al exterior, mientras que en las pictografías aparecen como una excepción.

Segundo texto general: los astros y el firmamentoComo es conocido, los fenómenos celestes que aparecen en el firmamento y

horizonte como son los diferentes astros que lo pueblan, se pueden correlacionar con fenómenos que afectan la supervivencia de las sociedades humanas (y en general de los seres vivos) tales como las estaciones del año, las lluvias, la llegada de agua rodada desde ámbitos lejanos y diferentes del desierto, de tal manera que la observación de los fenómenos celestes y su registro rupestre podría estar vinculado con una preocupación por predecir la presencia de determinados fenómenos naturales. (AVENI 1993)

Varias de las figuras plasmadas en los petrograbados de forma geométrica, parecen mostrar fenómenos celestes. Y una hipótesis general que adelanto es que de todos los grafismos presentes, el círculo, en principio, fue seleccionado por las socie-dades de cazadores recolectores que aquí plasmaron sus figuras, como el arquetipo en la representación de fenómenos celestes como serían:

El solLa lunaLos planetasLas estrellasLos cometasLas constelaciones

Sin embargo, esto no significa que todos los círculos presentes representen necesa-riamente astros, pero sí que prácticamente todos los astros se representan en algún momento dado por círculos. Tampoco significa que no se hayan utilizado otras formas para representarlos (por ejemplo el triángulo como lo menciono más abajo).

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a.- Los círculos individuales sin tratamiento internoEl círculo aparece de manera individual o en grupo, y muestra varias modalidades. El círculo individual (Figura 4ª) o unido a otros círcu-los ya sea directamente (Figura 4b) o por medio de líneas rectas (Figura 4c) o curvas. (Figura 4d)

b.- La división interna del círculoLas divisiones al interior de los círculos aparecen en forma de cruz que lo dividen en cuatro partes (figura 5ª); o una sola línea recta, generalmente hori-zontal, que lo transecta en dos partes. (Figura 5b).

Al círculo también lo dividen en más de cuatro secciones una serie de líneas rectas diagonales. Las modalidades que aparecen son múltiples. Aquí solamente se muestra un ejemplo. (Figura 5c) Otra modalidad sería un pequeño círculo al interior de uno mayor, y líneas rectas entre el pequeño círculo y el perímetro interior del círculo grande cumpliendo también la función de dividir en segmen-tos el interior del mismo.

Reconozco por el momento, en las diferentes divisiones internas del círculo que aquí menciono, como una forma de establecer y diferen-ciar posiblemente segmentos de tiempo entre fenómenos asociados a un astro o para diferenciar entre astros.

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c.- Las líneas agregadas al perímetro del círculoc.1 Las líneas sencillas y generalmente rectas cortas, unidas radialmente (en torno) a la parte exterior de la línea del círculo, las traduzco como el intento de mostrar gráficamente el halo o los rayos de los diferentes cuerpos celestes. (Figura 6ª) El más conspicuo sería el sol.

c.2 Líneas largas que se desprenden de un segmento del círculo sean rectas o curvas y que he interpretado como cometas. (Figura 6c)c.3 El tratamiento más complicado de las líneas rectas al representarlas en pares, o la aplicación de la abrasión, podrían indicar momentos específicos del fenómeno celeste. (Figura 6b)c.4 La doble línea perimetral, por otra parte la interpreto como el halo que en deter-minados días del mes aparece en torno a los cuerpos celestes. (Figura 7)

d.- Otras formas vinculadas con los astros podrían ser:d.1 Los círculos concéntricos (subdivididos o no internamente en segmentos) (Figura 8)d.2 El semicírculo (Figura 9ª)d.3 Dos o más segmentos de arco de la misma forma y tamaño uno encima del otro provocando la impresión de cuarto creciente o menguante de la luna; (Figura 9b)

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d.4 Dos líneas rectas, una horizontal y otra vertical cruzándose perpendicularmente, con o sin líneas enmarcándolas formando una cruz la cual a su vez a sido repetida-mente interpretada como Venus. (Figura 9c)d.5 Si bien el círculo lo considero el arquetipo de la forma seleccionada en el pasado para representar astros, existe al menos otra forma como es la línea ondulada que con un pequeño círculo o punto en uno de sus extremos parece representar una serpiente. El hecho de que frecuentemente muestra uno, dos o tres grandes puntos a uno y otro

lado de la ondulación me inclina a pensar que se está representando una serpiente celeste con determinados planetas o estrellas. (Figura 10)d.6 El triángulo del que se desprenden de su base segmentos de arco, que he

interpretado como un cometa es otra forma diferente del círculo para mostrar un fenó-meno astronómico. (Figura 11)

Las diferentes formas que incluyo dentro de este texto sugieren una serie de temas e incluso de variantes dentro de un tema específico. Tentativamente propongo la presencia de cuando menos tres temas:

1.- Cometas2.- Venus3.- Serpiente celeste4.- Sol5.- LunaDentro del tema cometas las variante visual es serían:Cuerpo triangularCuerpo circularEl tema luna las variantes visuales podrían corresponder a: Luna llena Cuartos creciente o menguante Período entre cuarto y luna llena

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Tercer texto general: las cuentasDesde hace ya muchos años, Breen Murray ha venido estudiando y reflexionando sobre diferentes aspectos relacionados con la presencia de puntos y líneas rectas (rayas para Murray) continuos que se localizan con frecuencia en los yacimientos de petrograbados, y considera que podrían interpretarse como “cuentas monosimbólicas acumulativas”. (MURRAY 1998:47)

Propone, para el caso de Nuevo León (aplicable a Coahuila por la similitud de los contextos arqueológicos), de “...la existencia de un sistema de numeración que se refiere a secuencias lunares; fenómeno natural de ciclo fijo...” Interpreta la presencia de determinado tipo de puntos y rayas como “...motivos específicos de conteo... in-dependientemente de sí se refieren a cómputos de tiempo lunar o no.” Considera que este tipo de anotación necesariamente va relacionado con la observación del cielo. (Ibíd.)

Propone asimismo que los puntos y las rayas pertenecen a tradiciones distintas lo que sugiere la posible diferenciación de variantes visuales cuyo tema aún no ha sido definido, pero también, si existiera una diferencia histórica, podría tratarse de un cambio en la técnica de anotación.

Por otra parte, se podría agregar por lo que respecta a todas las figuras represen-tadas que la versatilidad en el tratamiento de la forma a partir de un mismo concepto, como muestra la figura humana, los círculos, y muchas otras, podría indicar una cor-relación directa con el cúmulo de variantes menores a partir de un significado básico. Gráficamente se puede ilustrar esta propuesta como sigue:

SAN RAFAEL DE LOS MILAGROS, COAH.El sitio arqueológico de San Rafael de los Milagros, Coah., se localiza en el suroeste del estado, sobre la carretera Torreón-Saltillo a 100 km. aproximadamente de la primera población. Es conocido particularmente por los abundantes grabados que aparecen en las rocas del lomerío de baja altura en torno al poblado (ejido) del mismo nombre. Este lomerío forma parte de la estribación de la Sierra de Parras constituyendo ésta su límite sur y el lecho que en el pasado se conocía como la Laguna de Mayran (hoy desierto de Mayrán), como su límite norte, este y oeste. (Plano 1)

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ANTECEDENTESEn el año de 1955, Carl C. Compton de un Instituto Interamericano con sede en el pueblo de Denton, Texas visita este sitio, realiza un croquis del mismo y fotografía cuatro o cinco grabados de un lugar sobre la carretera Torreón-Saltillo (GONZÁLEZ Arratia 1999:95) sin identificarlo con algún nombre en particular, pero cuyas carac-terísticas y ubicación concuerdan con las dos lomas más altas y con cresta, entre las cuales atraviesa el lecho de un arroyo seco, de San Rafael de los Milagros. En esa época, Compton consideró que las figuras grabadas no mostraban alteración ni van-dalismo, excepto las que se habían rodado por causas naturales.

El primer registro profesional se realiza hasta 1977 por el arqueólogo Luis

2 La clave que le asigna Aveleyra es la No. P.A.R. 4/COAH. 2/G13-D28

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Plano 1

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Aveleyra Arroyo de Anda, quien en su Proyecto de Arte Rupestre del Museo Regional de La Laguna (INAH)2 las integra como parte de los sitios que visitó y describió someramente. La opinión textual de Aveleyra sobre los “cerros de San Rafael de los Milagros”, es la siguiente:

“Esta localidad es sin duda, la más importante y más ilustrativa concentración de petroglifos que se ha encontrado en La Laguna. Es el centro de toda una serie de importantes sitios, con abundancia de petroglifos, que se sitúan a lo largo de la margen sur de la cuenca desecada de la antigua Laguna de Mayrán, desde el ejido el Sol hasta más allá de Paila, sobre la carretera Torreón-Saltillo.” (AVELEYRA 1977)

En 1983, el Departamento de Prehistoria del INAH inicia un registro fotográ-fico de San Rafael que pretendía ser exhaustivo. Este trabajo queda trunco porque la extraordinaria cantidad de petroglifos presentes, requerían de una metodología mucho más sofisticada para su total registro, como era la intención. Este problema da pie para un planteamiento metodológico y teórico que aparece publicado en 1987 bajo el título de Teoría y Método en el Registro de las Manifestaciones Gráficas Rupestres. (GONZÁLEZ Arratia 1987)

Posteriormente, en la década de los ochenta, el proyecto Atlas Arqueológico de Pictografías y Petrograbados, registró los mismos sitios que ya había reportado Luis Aveleyra sin aportar mayores datos ni mejorar la metodología. (CASADO 1987)

En el año 2000, en el marco del Proyecto INAH Procede Coahuila y con motivo a la atención de una denuncia de vandalismo y saqueo, se regresó al sitio en diferentes momentos en una ocasión con el arqueólogo Jorge Moto Chávez y posteriormente con el Arqlgo. Jesús Gerardo Ramírez, para agregar nuevos datos a los ya conocidos, como el número de rocas con grabados y su distribución en las elevaciones. (GONZÁLEZ Arratia 2000)

Hasta el momento se han identificado seis de esas unidades arqueológicas las que se han denominado como sigue:

San Rafael IaSan Rafael IbSan Rafael IcSan Rafaelito ISan Rafaelito IISan Rafaelito III

Finalmente, en el año 2003, y con la colaboración de los arqueólogos Elvira

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Ochoa y Yuri de la Rosa, se terminó el registro fotográfico de cada una de las rocas con grabado, el dibujo sin escala de cada una de las figuras presentes, y una distribución aproximada de los petrograbados en toda la loma.

La suma de estos trabajos así como las diferentes visitas esporádicas que he realizado en el pasado a esta área -paso obligado en la carretera Torreón-Saltillo- me ha permitido ir recopilando otros datos tendientes a lograr un registro total de al menos una de las elevaciones, la que se bautizó como San Rafael Ic, los cuales menciono en el presente trabajo.

Como comentario al margen señalaré que el área de San Rafael de los Mila-gros es muy visitada gracias a su fácil acceso ya que prácticamente todas las lomas se localizan a unos 20 a 100 m de distancia de la carretera pavimentada, comodidad que ha sido ampliamente aprovechada por los saqueadores y vándalos.

El material arqueológicoEn torno a las elevaciones con los petrograbados se encuentran vestigios de asenta-mientos humanos característicos de los cazadores recolectores, como roca fracturada por el fuego en una disposición circular o aproximadamente circular interpretada como fogata, así como artefactos de lítica tallada e instrumentos de molienda.

La población prehispánica del sitioA partir de la llegada de los europeos a este territorio, a fines del Siglo XVI, aparecen las primeras referencias a los grupos indígenas. Las fuentes históricas mencionan la presencia de una buena cantidad de población de cazadores recolectores nómadas, asentada temporalmente en el perímetro de lo que en esa época se definió como “una gran laguna”, la laguna de Mayran la cual recibía de manera estacional el caudal del Río Nazas una vez al año. (ZUBILLAGA 1981, Tomo VII:117) Después de seis meses o menos ésta se evaporaba retornando su lecho a la condición de desierto. Al ser el río represado en el siglo XX, desaparece totalmente el espejo de agua como es el caso actualmente.

En el momento del contacto con los españoles, la vegetación, la fauna lacustre, los peces y el agua existían en cantidades suficientes durante algunos meses del año y luego desaparecían al secarse la laguna. (MOTA y Escobar 1940:168) Pero durante esos meses, este espacio era el punto de reunión de una buena cantidad de los grupos nómadas pues les permitió subsistir, según las fuentes, de manera holgada pescando, cazando y recolectando vegetales (posiblemente de agosto a noviembre) en los años en que el río acarreaba un abundante caudal. (MOTA y Escobar 1940) (GONZÁLEZ

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Arratia 2003) Los vestigios arqueológicos, parecen indicar esta misma situación de abundancia en el pasado prehispánico.

La alta densidad de grabados en el área, y sumado al resto de las elevaciones vecinas, me permite suponer que este sitio fue visitado durante siglos y milenios con la finalidad de dejar plasmadas figuras en las rocas.

La loma mide 140 m de largo por 12 m de altura. En su superficie se distribuyen

casi homogéneamente 145 rocas con petroglifos (Plano 2) presentando un término me-dio de 2 figuras por roca, o sea que se trata de cuando menos 290 diferentes figuras.

La distribución del total de las rocas grabadas sobre la loma donde afloran, señala una dirección oriente-poniente o poniente-oriente, concentrándose la mayor parte de los grabados en la ladera norte más que en la ladera sur. El norte es la direc-ción donde se encontraba la Laguna de Mayran es decir, el agua temporal.

Las figuras representadas en San Rafael Ic.Los textos y el metatextoSi bien en este momento me encuentro estudiando este sitio, por lo que presento resultados preliminares, algunas hipótesis tentativas pueden adelantarse.

El metatexto

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Ciertamente, en los grabados de San Rafael Ic, están presentes los indicadores que he identificado mostrarían la preocupación de la sociedad humana que los manufacturó de dejar constancia de su trascendencia histórica. Estos indicadores tienen que ver con el momento en que se encuentra el tratamiento de la línea que conforma la figura, así como de las partes representadas y por representar de la misma.

La evidencia reflejada en las líneas y las formas, revela que la manera de aproximarse a la construcción de las mismas fue por medio de secuencias, por lo tanto, muestra líneas, formas y texturas inacabadas.

Esta aproximación a las diferentes partes de que consta la actividad del grabado, la interpreto como la intención de dejar constancia de un metatexto, e implica un compromiso con el regreso futuro al mismo sitio a terminar, iniciar o simplemente continuar con el acto de grabar. Un acto que he definido en otra parte como un “rito” en sí.

En hipótesis, este metatexto contiene un significado subyacente a la presencia y manufactura de los grabados, y representaría el contenido generalizado en las tradi-ciones de petrograbados de los cazadores recolectores cuya técnica más importante sería la percusión indirecta plasmada en forma de puntos, y utilizando necesariamente un cincel. Posiblemente los petrograbados de sociedades de agricultores o en centros ceremoniales no presenten esta característica de aproximación por secuencias a la construcción de las figuras, y por lo tanto este tipo de metatexto.

El textoLas formas geométricas son las que predominan en San Rafael Ic como es

el caso en cualquier sitio de petrograbados en Coahuila. No obstante existen tres tipos de figuras que podrían considerarse como figurativas con diferente grado de esquematización. Se trata de una figura que posiblemente represente un agave, otras que estarían representando una serpiente, la figura humana y los pies. Estos últimos se muestran de manera realista y con un tratamiento interior de relleno. Se trata de una manera de diferenciar a una figura utilizando la misma técnica del grabado por picoteo (percusión) para extraer el cortex de la roca que queda generalmente dentro de una línea de contorno cerrado. Visualmente tiene el efecto de resaltar el volumen de la forma representada. Socialmente podría estar simbolizando un mayor status de este tipo de figura sobre las demás pues implica la inversión de una mayor cantidad de trabajo.

En el caso de las formas geométricas, considero como formatizadas en hipó-

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tesis dos figuras: los círculos en sus diferentes presentaciones: tanto con tratamiento de rayas al interior del perímetro del mismo (como para dividirlo en varias partes) como exterior pero unido a la línea del mismo (como rayas tanto rectas como onduladas que dan la impresión de rayos) y los puntos.

Diferencio los puntos de los círculos en general por el tamaño más pequeño de los primeros, pero también porque su interior se en-cuentra invariablemente relleno, como ya arriba mencioné.

Por lo que respecta a la aproximación a la manufactura, se puede destacar que en el caso de San Rafael Ic, únicamente dos tipos de figuras muestran el re-lleno: los pies y los puntos.

Existen otras figuras geométricas tales como rombos y simples líneas rectas horizon-tales, verticales, diagonales, líneas onduladas, etc.

La figura humana y su asociación a diferentes grafismos en una misma roca; los círculos sin tratamiento de líneas extras o con este tratamiento tanto al interior del círculo como a su exterior; la línea ondulada con un punto o pequeño círculo en uno de sus extremos que interpreto como serpiente; y la serie de puntos y de rayas, sugieren la presencia de los tres textos que describí más arriba como el chamán, los astros y las cuentas.El chamán

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En este sitio he identificado al menos 9 figuras esquematizadas de lo que podría estar representando el cuerpo humano con cuatro extremidades (Fi-gura 12) o más (Figura 13). La figura humana individual y al menos una de las figuras humanas en un conjunto las he interpretado como un texto que se refiere al chamán y sus actividades.

En este caso, al menos una figura humana (chamán) está espa-cialmente asociada con una represen-tación de pies (Figura 14), indicador que propongo en hipótesis (como todas las interpretaciones que expreso), se refiere a un tema en particular que es el trance, y a una variante dentro del mismo como sería el vuelo del chamán.

Los astros

Figuras que relaciono con represen-taciones de astros y fenómenos del firmamento también se representan de una manera muy versátil en este sitio.

Destacaré la presencia de:1.- círculos vacíos (sin tratamiento interior ni exterior) individuales y en grupo;2.- círculos con tratamiento interior de líneas que lo dividen;3.- círculos con tratamiento exterior

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con líneas que se desprenden de su perímetro;4.- círculo con doble perímetro;5.- línea ondulada abierta con un círculo en uno de sus extremos y uno o más grandes puntos en uno y otro lado de la línea;6.- línea ondulada con un círculo en uno de sus extremos sin grandes puntos cercanos a la línea ondulada

Estas figuras las he agrupado como pertenecientes al texto relacionado con los astros, podría estar mostrando cuatro temas cuando menos como serían:

Figura 17

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Cometa (Figura 15)Venus (Figura 16)Serpiente celeste con planetas (Figura 17)Serpiente celeste sin planetas

Las cuentasEn una roca de la cima, con su cara orientada al norte aparece un grabado que muestra una serie de puntos divididos y ordenados por líneas horizontales. Visualmente se destaca como el motivo central, los puntos. (Figura 18)

En la ladera sur, prácticamente a nivel del suelo circundante hay otro grafismo compuesto de líneas horizontales cortadas por verticales no totalmente rectas. Forman una especie de cuadrícula irregular. En su interior se colocaron tres pequeños puntos. Visualmente lo que destaca es la forma de las líneas. (Figura 19)

Otras dos rocas al oriente de la elevación, muestran rayas y/o puntos ordena-dos. Un petrograbado consta de una serie de 11 cuadros, cada uno con un punto en el centro, y de la línea inferior (horizontal) de los cuadros surgen 16 rayas cortas (ver-ticales). (Figura 20) El otro, presenta doce puntos alineados distribuidos en 3 líneas horizontales de cuatro puntos cada una. (Figura 21)

Texto 1Chamán

TemaTrance

Variante 1VueloTexto 2Astros

TemaObservación del firmamento

Variante 1 Variante 2Venus Serpiente emplumada

Variante 3Cometa

Texto 3Cuentas

TemaAnotación numérica

Variante 1 Variante 2Rayas Puntos

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CONCLUSIÓNTratadas desde la perspectiva del “texto”, temas, y variantes, hasta el momento identi-ficados en el sitio de San Rafael Ic, y en otros sitios con petrograbados y pictografías de Coahuila, Nuevo León, Chihuahua, Utah, California y otros lugares del desierto, es posible observar una complejidad conceptual de las sociedades que grabaron las figuras que, asumo, fueron cazadoras recolectoras.

Ciertamente, la complejidad de la tarea implícita en el grabado de las figuras, rebasa éstas y abarca desde la selección del sitio que presente tanto la materia prima necesaria como la ubicación geográfica y posiblemente astronómica adecuada, las diferentes técnicas y modalidades de grabado que se emplearon y que en este trabajo no traté, y la selección de las figuras que den cuenta de una idea que refleje tanto uno o varios rituales como uno o varios cultos unificados en torno a una cosmogonía específica.

En el caso de San Rafael Ic, se puede apreciar que en este yacimiento se en-cuentran figuras antropomorfas, círculos y otras figuras geométricas así como puntos y rayas, que he equiparado a textos como el shamán, los astros y las cuentas.

Existen pues, cuando menos representados tres temas de por sí complicados y posiblemente vinculados unos a otros. Una hipótesis es que la figura que podría vincu-larlos sería la antropomorfa o chamán. Esto me permite complementar otra hipótesis ya expresada en otros trabajos de que el ejecutante de los grabados fue el chamán, entre otras cosas porque es el que está designado por su sociedad y predisposición natural, al conocimiento de las maneras de relacionarse con el mundo sobrenatural y posiblemente predecir, los momentos importantes relacionados con la naturaleza en sí, y aliviar o mitigar los efectos negativos que padecen los mortales.

Dos de los conocimientos del chamán que probablemente estén reflejados en estos textos serían el movimiento de los astros y la identificación de algunos de ellos, y algún tipo de cuentas ya que la observación astronómica implica la necesidad de realizar una anotación cuantitativa. Pero en teoría el chamán también requiere de entrar en contacto con lo sobrenatural antes de iniciar cualquiera de sus actividades fundamen-tales como podrían ser las del grabado, por lo que debería de pasar por el trance, el cual se compone de diferentes momentos, uno de los cuales, según propongo, sería el vuelo, la elevación hacia otros niveles de realidad que según mi propuesta quedaría representada materialmente (como metáfora) por la huella de los pies.

Desde una perspectiva metodológica, el plantear la presencia de determinados textos en un sitio con manifestaciones gráficas rupestres, implica pasar de la identi-ficación y ordenamiento de meras formas, a convertir esas formas en símbolos que

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igualmente pueden ser identificados, clasificados e interpretados en términos de su significado, lo que permitirá vislumbrar algunos aspectos de la concepción del mundo natural y sobrenatural, así como del universo en sí, conocimientos y preocupaciones de la sociedad bajo estudio.

El presente texto es propiamente un ejercicio de exploración de la metodología señalada, más que un trabajo terminado pues la identificación e interpretación de los símbolos aún está en proceso. Ciertamente un estímulo para continuar mi investigación desde esta perspectiva, es el aportar datos para apoyar el planteamiento que ha guiado mi interés por el estudio de las sociedades prehispánicas del Norte árido de México y que se sintetiza en el siguiente párrafo:

“El hecho de que se considere generalmente a los grupos cazadores recolecto-res como un tipo de organización social desprovista de complejidades y sofisticación intelectual y práctica, es un prejuicio, no una realidad... este prejuicio no estimula al estudio de estas sociedades que, una vez aproximándose a éstas bajo otra perspectiva, su estudio resulta tan fascinante como el de cualquier otra sociedad humana pasada y moderna.” (GONZÁLEZ Arratia 2002)

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

LOS PETROGRABADOS DEL NOROESTE SONORENSE

Cesar Armando Quijada López*

RESUMEN:Los estudios sobre petrograbados y pintura rupestre en el noroeste de México, han sido gene-ralmente englobados con el nombre de arte rupestre, realizados en forma esporádica desde fines del siglo XIX hasta el presente, siendo la región de la Península de Baja California la más conocida a nivel nacional e internacional, pero también existen estas manifestaciones culturales en los Estados de Sinaloa y Sonora. La mayoría de los investigadores al referirse a las manifestaciones gráfico rupestres, mencionan dos tipos distintos. La primera comprende todas aquellas figuras que han sido incisas, talladas o grabadas sobre la superficie de la roca, a este tipo se le designa bajo el nombre de petrograbados o petroglifos. Las otras figuras, no han sido esculpidas, sino solamente pintados sobre la roca, se les designa con el nombre pictografías. Pero en el noroeste mexicano, como en algunas otras regiones del continente americano, existe una tercera categoría, son los dibujos realizados sobre la superficie del ter-reno desértico se les conoce con el nombre de geoglifos. En esta ocasión se pretende realizar un esfuerzo de síntesis, marcando en lo general, las distintas concentraciones de sitios con petrograbados en el noroeste de Sonora y en particular los petrograbados de los sitios de La Proveedora y La Cantera, en el municipio de Caborca, Sonora.

ANTECEDENTESHasta el momento la referencia más temprana sobre arte rupestre en el noroeste de México, la encontramos en la obra “Triunfos de Nuestra Santa Fé entre gentes las más bárbaras y fieras del Nuevo Orbe”, del jesuita Andrés Pérez de Rivas, escrita en la primera mitad del siglo XVII (1616), quien escribió:

“No pasaré en silencio aquí un caso particular que sucedió estos días y mani-fiesta la rabia del demonio contra la doctrina de Cristo. El caso fue, que el padre que había comenzado a doctrinar los guazaves, volvía en compañía de algunos españoles para la villa; y reparó que un indio que caminaba delante, dejando el camino, se entró por una senda del monte: siguióle el padre y vio que iba a parar a una piedra a modo de pirámide, con ciertas figuras, aunque toscas, esculpidas en ellas, y que le estaba haciendo algunas demostraciones de reverencia.” (PÉREZ de Rivas, 1985:119).

*Arqueólogo, investigador adscrito al Centro INAH Sonora

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En el siglo XVIII Jacobo Sedelmair llega al río Gila y escribe en su diario, con fecha del día 26 de octubre de 1749 lo siguiente:

“Salimos de la sierra subupue por desechar una vuelta del río, y a su bajada nos enseñaron, cerca del camino, las piedras escritas o sobrescritas con varias figuras y aún cruces, que me dijo uno habían pintado los buhacas o crucíferos, llamados así porque traían una cruz en el pescuezo, aunque gentiles; pero otro me dijo que ellos mismos pasando por allí, solían pintar una figura que se les antojaba y aún cruces, por haberse visto la figura”. (SEDELMAIR 1856:19), (Citado por MONTANÉ 1985:198).

Hace cien años, en 1890 el noruego Carl Lumholtz, viajaba por territorio sono-rense, siguiendo en parte la cuenca del río Bavispe y en su libro “El México Descono-cido”, hace mención a las rocas esculpidas cercanas a la población de Granados, en la parte oriental del estado, refiriéndose a ellas en los siguientes términos:

“Cerca de Granados, me hablaron de unos petroglifos ó figuras esculpidas en las rocas, y envié á Mr. Stephen á examinarlas. Los mexicanos llaman á los diseños “cara pintada”; hallábanse á sólo dos millas y media al N.O. de la ciudad, y eran interesantes. Los dibujos estaban rudamente grabados á pico en las rocas de felsita, bastante suaves, sobre un tajo perpendicular de la parte baja de la sierra, como á cuarenta pies sobre el lecho del arroyo ó quiebra. Todas las figuras humanas estaban diseñadas en el estilo característico que encontramos más al norte, figuradas las manos y los pies con tres líneas radiantes, á semejanza de pisadas de pájaro. El tamaño y la figura, esculpida dentro de una especie de marco, es de veinte pulgadas de ancho por veinticuatro de largo, y cada una de las tres figuras del grupo próximo de abajo, tenía como 18 pulgadas de altura. Algunos de los dibujos representan evidentemente á la libélula deificada que se ha encontrado casi donde quiera entre las ruinas de Arizona y el norte de México. Hay también círculos concéntricos, la espiral de forma convencional y el dibujo del laberinto, tan común entre los indios americanos del norte y todavía usado entre los moquis”. (LUMHOLTZ 1986:15-16).

Nuevamente, el investigador noruego Carl Lumholtz en el año de 1909 realiza un viaje de exploración por el noroeste del Estado de Sonora y suroeste del entonces territorio de Arizona, en los Estados Unidos de América. En esta ocasión recorre parte de las cuencas de los ríos Magdalena, Altar, Asunción, y Sonoyta, así como por la región del Pinacate, mencionando las antiguas fortificaciones de Trincheras y las antigüedades de la Papaguería. Al referirse a los petroglifos menciona lo siguiente:

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“With him I visited ancient fortications on the dark looking hill, of ingneous origin, hardly four hundred feet high, which gave La Nariz its name. Where the trenches begin, about half-way up, there is a large stone as high as a man’s chest; on its flat top were small artificial excavations in a row, each looking like the inside of a cup, only more shallow. On the seen elsewhere in the district, as, for instance, near Caborca”. (LUMHOLTZ 1990:168-169).

Cuando visita el sitio conocido como “La Nariz” que tiene algunos elementos constructivos prehispánicos, antiguas fortificaciones” como las llamo Lumholtz, al este de la actual población de Sonoyta, hace mención a las rocas donde había pictografías del mismo tipo y diseño como las que se pueden ver en otras partes de la región, como por ejemplo las cercanas a Caborca. En su libro ilustra lo anterior, presentando dos fotografías, una de los petroglifos de La Nariz y otra con unos de Caborca.

Investigadores norteamericanos inician trabajos de tipo arqueológico en la cuenca del río Magdalena, hasta el Golfo de California, en los años treinta, continuando durante décadas de los cuarenta y cincuenta; podemos citar las investigaciones de Sauer y Brand (1931), Gifford (1946), Ezell (1954), Hinton (1955) y Johnson (1960, 1963).

El profesor Manuel Sandomingo en su libro Historia de Sonora. Tiempos Prehistóricos (1953), hace alusión al arte rupestre en varios sitios del estado:

“En Sonora, los jeroglíficos de nuestras sierras, se encuentran cerca de alguna fuente y, en numerosos casos, consisten principalmente de rayas verticales a colores, líneas curvas y onduladas, círculos concéntricos, manos, cuadrados, círculos con líneas exteriores convergentes al centro, como si quisieran dar la idea del sol, espirales, figuras humanas muy simples, y algunos jeroglíficos muy complicados”. (SANDOMINGO 1953:421).

A partir de los años cincuenta poco a poco se fueron dando a conocer nuevos trabajos como el de Rafael Orellana (1953) y Miguel Messmacher (1961), este último describió la estación rupestre de La Pintada, que durante un tiempo fue el único lugar con pintura rupestre que se conocía fuera de Sonora. Este sitio está a 54 kilómetros al sur de Hermosillo, rumbo al puerto de Guaymas, por la carretera federal México 15 y a 6 kilómetros al oriente por un camino de terracería.

El investigador Julián D. Hayden que ha dedicado prácticamente su vida al estudio de la región de El Pinacate, en el municipio de Puerto Peñasco, publicó en 1972 un estudio de lo petroglifos Hohokam de la sierra de El Pinacate, Sonora.

Los petrograbados del noroeste sonorense

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En la Historia General de Sonora, el investigador Julio Montané del Centro Regional del INAH en Sonora, dedica parte de su trabajo al arte rupestre, realizando un buen resumen general e incluyendo un apartado sobre geoglifos que han sido es-tudiados por Julián Hayden en el Pinacate y Thomas Bowen en la Isla Tiburón y El Desemboque (MONTANÉ 1985:209).

DESCRIPCIÓN GENERAL DE LOS SITIOSSe puede decir que el tema del arte rupestre en los simposios de Historia de Sonora ha estado presente desde sus inicios hasta la fecha, tenemos por ejemplo los siguientes trabajos: QUIJADA Hernández, 1976; QUIJADA López, 1984 y 1985; MENDIOLA Galván, 1990, pretendiendo en esta ocasión, realizar un esfuerzo de síntesis marcando las distintas concentraciones de sitios con petrograbados en el noroeste de Sonora.

Hoy sabemos de la existencia de casi dos centenares de sitios con este tipo de manifestaciones culturales en el Estado de Sonora; aunque para los fines de este trabajo solamente mencionaremos algunos de ellos como ejemplos. Unos solamente tienen unas cuantas figuras, en cambio otros cuentan con cientos de ellas, que se pue-den agrupar en antropomorfas, zoomorfas, fitomorfas (motivos realistas, biomorfos) y geométricas (motivos no realistas, laberintos, grecas, etc.).

En ocasiones se observan figuras sobrepuestas, notándose las diferencias de estilo y técnica de ejecución, los hay de pocos centímetros de altura, en cambio al-gunos se miden por metros, a veces son figuras aisladas, en otras ocasiones forman conjuntos hasta de diez metros cuadrados.

Desde mediados de la década de los años setenta, se han venido recorriendo una a una las distintas áreas de Sonora, con la finalidad de localizar y registrar los sitios con arte rupestre, así como rescatar en un primer momento la mayor cantidad posible de información. A continuación presentamos una síntesis de los sitios y de las regiones más significativas en cuanto a presencia de manifestaciones de arte ru-pestre tratando de llevar una secuencia de norte a sur y de oeste a este de acuerdo a la geografía del estado.

LA REGIÓN DEL PINACATEEn la porción noroeste de Sonora se ubica el municipio de Puerto Peñasco, donde está la región volcánica y la sierra conocida con el nombre de El Pinacate, en la cual han sido reportados algunos sitios con arte rupestre por Julian D. Hayden (1967). Este autor al escribir sobre los Pinacateños menciona que hicieron figuras en los pavi-

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mentos del desierto, raspando el mosaico y perfilándolo con piedras (geoglifos). Los diseños son zoomorfos (aves, reptiles) y antropomorfos; a menudos grandes, existe una figura masculina de más de 100 metros de longitud. Casi todo campamento tiene por lo menos una figura al lado de él, y una o más “avenidas” de tiras largas limpiadas de toda maleza, hasta 200 m de largo y 2 m de ancho, que deben haber sido usadas para procesiones y bailes ceremoniales, es la opinión de Hayden. También escribe que quizás las figuras en la tierra tomaron el lugar de los petroglifos en El Pinacate, pues los que existen en La Tinaja de Romero, en la cueva indígenas Hohokam del río Gila, por la existencia de un diseño en forma de conchas en las paredes de La Tinaja de Romero, como de otros lugares de descanso, al norte de las veredas hohokam que llegan al río Gila desde el Pinacate y el mar.

También se consideran de la misma área aquellos sitios cercanos a la población de Sonoyta, cabecera del actual municipio de Plutarco Elías Calles; localizándose al oriente de Sonoyta, aproximadamente a 35 kilómetros y muy cerca de la línea divi-soria con los Estados Unidos, el sitio del Cerro de La Nariz, en donde se encuentran algunas figuras zoomorfas y geométricas. Este sitio Carl Lumholtz lo menciona en su libro New Trails in México, que es un relato de su segundo viaje por territorio sonorense, en donde por espacio de un año exploró el noroeste de Sonora y suroeste de Arizona (1909-1910), en este libro hace una comparación entre estos petroglifos y los cercanos a Caborca. (LUMHOLTZ 1990:169).

LA REGIÓN DE TRINCHERASEn el norte de esta área, cerca del poblado de Sásabe, en terrenos del rancho San Carlos, se han reportado varios grabados en formas diversas dando la impresión de un laberinto. Al sur del pueblo de Saric y a una distancia de 5 kilómetros, está el “Cerro Prieto”, en donde se observan algunos grabados de difícil clasificación debido a que están dañados por la erosión distinguiéndose solamente uno en forma de espiral. En el valle que forma el río Altar, en el municipio del mismo nombre, se encuentra una cordillera conocida como el “Cerro del Carnero” en cuyas inmediaciones hay rocas grabadas con figuras antropomorfas, zoomorfas y geométricas.

Cerca del poblado de Imuris, a unos 11 kilómetros al este, en el arroyo Babasac, se localizó y registro el lugar conocido como “Petroglifos Puerta del Cajón”, en las paredes de varios acantilados existen conjuntos de figuras, en su mayoría son formas geométricas.

Siguiendo el curso del río Magdalena, cerca de la pequeña comunidad de Te-rrenate, a la orilla del camino de terracería, esta el sitio de “La Cara Pintada”, existen

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pinturas pero también algunos grabados que representan animales, espirales, grecas y cruces muy estilizadas.

El sitio de “La Cantera” está localizado a 25 kilómetros al sureste de la ciudad de Magdalena de Kino, entre las cuencas de los ríos Magdalena y San Miguel. Este lugar lo forman dos cerros pequeños, existiendo en el piso de su cúspide una buena cantidad de grabados profundos, formando círculos y cuadrángulos. Es notable la cantidad de diminutos hoyos dispuestos alrededor de las figuras geométricas.

El sitio “El Pedregoso” esta en terrenos del ejido El Claro, municipio de Santa Ana, a más de 10 kilómetros al suroeste de la cabecera municipal. Por el número de grabados y su distribución tan dispersa, se ha dividido el sitio en cinco secciones, en todas tenemos grabados en forma geométricas, antropomorfas y zoomorfas. Las sec-ciones A y B son las están en mejor estado de conservación en cambio las secciones C y D casi han desaparecido por la extracción masiva de rocas, plantas, árboles, sahuaros, etc., por parte de alguna compañía constructora que edificó un bordo de contención para proteger a la población de Santa Ana de las aguas del río Magdalena en enero de 1993, la sección E también esta siendo afectada en la actualidad por personas que se dedican a la venta de piedras para la construcción.

En la cabecera municipal de Trincheras, en el cerro del mismo nombre y en su extremo occidental localizamos algunos petroglifos, así como también en una prolon-gación de este cerro hacia el sur y que los habitantes de la región llaman “Cerrito de los Monos Pintos”, en donde se aprecian dos figuras antropomorfas de 50 centímetros de altura y en buen estado de conservación. Aproximadamente a 2 kilómetros al oriente de este punto, existe otro cerro llamado “Trincheritas” en donde hay dos rocas grabadas con representaciones naturistas, presumiblemente algún tipo de cabra. Todos estos sitios están dentro de la región que los arqueólogos han llamado de la Cultura Trin-cheras para épocas más tardías.

En el asentamiento arqueológico conocido con el nombre de La Playa, muy cerca del sitio de Trincheras, existen algunos geoglifos representando figuras geométricas como círculos, estrellas, flechas, etc.

La región de Caborca también al noroeste del estado debió ser excepcionalmente rica en petroglifos, pues en las décadas de los años cuarenta y cincuenta se perdieron muchas rocas donde se encontraban estas manifestaciones culturales a raíz de la abertura de tierras para la agricultura, la construcción de puentes para el ferrocarril, nuevas carreteras e incluso se utilizaron estas piedras para los cimientos de casas y edificios de la ciudad de Caborca. Pero a pesar de la destrucción a que han sido objeto

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todavía existen diseminados por sus montañas cientos de grabados. En algunos sitios como “La Proveedora”, “La Calera” y “Potrero de Balderrama” forman verdaderos murales de extraordinaria belleza y de incalculable valor. Estos grabados son de una gran variedad en cuanto a estilos y formas, así como a sus dimensiones; también se localizan en forma aislada, pero esto es poco frecuente. Solamente en toda la región se ha localizado hasta la fecha una sola pintura de tipo geométrico.

Esta región fue visitada por el explorador noruego Carl Lumholtz a finales de 1909 o principios de 1910 y menciona la existencia de pictografías cercanas a Caborca y en su libro New Trails in Mexico muestra una fotografía de una figura geométrica de las que denominamos grecas, además realiza una comparación con las del sitio de “La Nariz”, cercanos a Quitovac. De esta forma Carl Lumholtz es el primer investigador que menciona la existencia de estas manifestaciones culturales.

Después de Lumholtz pasarían muchos años antes de que nuevamente se men-cionaran estos petroglifos por otros investigadores tanto extranjeros (HILTON 1955; BOWEN 1976), como nacionales (QUIJADA Hernández, 1976), hasta el último estudio arqueológico, realizado por la Dra. Beatriz Braniff donde:

“...se estudiaron 136 unidades de las que se identificaron 462 motivos. Aunque esta colección de diseños es sólo una muestra, considerando que la clasificación y evaluación numérica es válida hasta cierto punto. Hemos agrupados primera-mente a motivos realistas (antropomorfos, zoomorfos, astros), y no realistas (grecas, laberintos, gorros frigios, elementos aislados y garabatos). Los no realistas son los que aparecen en mayor cantidad, y dentro de éstos las grecas representan el 50%. Estas proporciones seguramente implican tendencias es-pecíficas del grupo, que los especialistas en historia del arte pudieran conocer”. (BRANIFF 1985:I:165-166).

También se tiene de los petroglifos de Caborca, descripciones interesantes y bien logradas, como la del investigador Dominique Ballereau (1988).

En lo personal se está de acuerdo con Hayden y Braniff, en que la mayoría de los sitios mencionados anteriormente y que están en las áreas de El Pinacate y Trin-cheras presentan influencia del área cultural Hohokam, y que los sitios localizados hasta el momento en la posición más norteña de la cuenca del río Magdalena pueden agruparse en un futuro en un área distinta, probablemente de transición, pero por el momento los incluimos en el área de Trincheras.

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LOS GRABADOS DE LA PROVEEDORA, EN CABORCAA doce kilómetros al oeste de la ciudad de Caborca, por la carretera que se dirige a la región agrícola, conocida como “La Costa”, se encuentra un conjunto de montañas conocidas como los cerros de La Proveedora. A 300 metros al sur de la carretera, dentro del predio, ahora aprovechado para la cría de ganado vacuno, en una de sus eminencias encontramos algunos grabados sobre rocas graníticas. A este primer sitio le hemos llamado Proveedora I.

Caminando hacia el suroeste, por la orilla de los cerros, nos encontramos en algunas rocas sueltas con grabados, la mayoría muy destruidos, se percibe que las piedras que cubrían las faldas de estos cerros fueron removidas y acarreadas.

No más de 500 metros al sur, después de pasar una cortadura del cerro alto de La Proveedora, sobre una saliente del mismo, formando por un conglomerado de grandes rocas llegamos a lo que hemos llamado Proveedora II. En este sitio hemos encontrado más de un centenar de figuras grabadas de diversa ejecución y variadas dimensiones; algunas representan animales en estilo naturista, presumiblemente cabras y perros; otras son antropomorfas de diversos estilos y posiblemente de diferente época; existe también una gran cantidad de figuras geométricas que van de los círculos concéntricos y el espiral, hasta grecas con líneas rectas y curvas de más de un metro cuadrado de superficie. Este sitio es uno de los más notables de la región, tanto por la cantidad como por el buen estado que guardan las figuras, entre las rocas grabadas y sus alrededores, abundan pedazos de cerámica, fragmentos de lítica tallada y de concha.

Siguiendo la orilla del cerro, a menos de un kilómetro al sur, encontramos otro sitio interesante por la cantidad, variedad y dimensión de las figuras que allí se encuentran; a este sitio le hemos llamado Proveedora III. En este lugar encontra-mos figuras diferentes a las del sitio anterior (Proveedora II), particularmente en las representaciones antropomorfas y en el desarrollo de algunas figuras geométricas. Notamos aquí que junto a las rocas grabadas existen pequeñas terrazas donde son muy abundantes los fragmentos de cerámica burda color rojizo y otra más fina con decoraciones color café.

En el sitio conocido como “Puerto Blanco” situado exactamente en el extremo sureste de los cerros de La Proveedora, allí encontramos algunos grabados antropo-morfos y zoomorfos bastante maltratados.

LOS GRABADOS DEL SITIO DE “LA CALERA”Continuando al sureste, atravesando un bajío cuyo arroyo ha sido obstruido por un bordo, con el fin de represar el agua, por cuya cima se puede transitar inclusive en un vehículo, al llegar al extremo norte del cerro conocido como “La Calera”, en él encon-tramos figuras antropomorfas de más de un metro de altura, grecas casi imperceptibles

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hoy en día debido a la gran cantidad de óxido que la cubre; también se encuentran pequeñas figuras zoomorfas, a este parte se le conoce como “Calera Norte”.

Dando vuelta hacia el sur, por la orilla del mismo cerro, llegamos al lugar conocido como La Calera. A pesar de ser un sitio muy transitado, pues las tierras de cultivo se encuentran a unos cuantos metros de distancia, en él existen cientos de figuras geométricas, zoomorfas y antropomorfas. En este lugar son muy notables la señales de establecimiento de antiguas aldeas, hileras de piedras en la superficie del suelo, cantidad de cerámica de diversos tipos y fragmentos de lítica pulida y tallada. Las figuras con frecuencia se encuentran superpuestas y las hay de muy variados es-tilos. Continuando por la ladera oriental del cerro, casi en su extremo sur, muy cerca del cauce del río Asunción existe una greca, cuya perfección en el diseño, es digna de adornar cualquier monumento de la antigüedad.

En el extremo suroeste, encontramos algunos grabados de figuras de venados y de humanos en actitud de lanzar un arma arrojadiza, por lo que presumimos sean repre-sentaciones de escenas de cacería. Ya por la ladera oeste del mismo cerro, caminando en dirección norte, se llega al sitio que hemos designado como Potrero Balderrama, donde se encuentran por centenares las figuras grabadas. En este lugar encontramos representaciones muy singulares, particularmente nos llama la atención el estilo y la perfección de las figuras antropomorfas; cuyas cabezas están representadas por círculos concéntricos, que a veces da la impresión de tener una escafandra. Existen en este sitio dos rocas cuya superficie es de más de 10 metros cuadrados, donde se encuentran representadas figuras zoomorfas, antropomorfas y geométricas; al contemplar estos conjuntos, de más de un centenar de grabados, nos encontramos ante verdaderos murales. También aquí son visibles las señales de antiguas aldeas.

Por último queremos mencionar que desde nuestro personal punto de vista, es tal la riqueza de petrograbados de los sitios de “La Proveedora”, como de “La Ca-lera”, que bien se pueden considerar candidatos idóneos para que fuesen declarados patrimonio de la humanidad.

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

LOS PETROGRABADOS DE “LOS NARANJOS”, SINALOA

Julio C. Vicente López*

[No] podía llamar en mi auxilio los jeroglíficos, que contribuyen a daruna idea de la significación de las palabras, puesto que no fueron

usados, o al menos transmitidos hasta nosotros, por los pueblos delNoroeste de México, y sí en algunos cerros de esas comarcas se han

visto rasgos de escritura hierática, hasta ahora han permanecido indescifrables.

Eustaquio Buelna, 1887

RESUMEN:Las investigaciones sobre el pasado prehispánico en el estado de Sinaloa han sido pocas en comparación a otros lugares en México. Sin embargo, las que se han realizado, excluyendo algunos casos aislados, no se han abocado profundamente al tema de los petrograbados, los cuales sin duda, aportan una gran cantidad de información sobre la cosmovisión y la organización social de las culturas prehispánicas sinaloenses. Para poder llevar a cabo esto, es necesaria una investigación, primeramente particular, para posteriormente pasar a una investigación regional. De esta manera se llegará a un conocimiento más amplio sobre el pensamiento de los antiguos pobladores sinaloenses. Este escrito trata sobre el estudio particular del sitio con petrograbados “Los Naranjos o cerro del Tlacuilole”, y de sus carac-terísticas discursivas.

Uno de los temas que ha sido muy poco estudiado de manera profunda, en el estado de Sinaloa es el de los petrograbados. Esto resulta un tanto contradictorio, pues en un estado dónde la presencia de petrograbados es muy basta, se espera contar con un interés fuertemente difundido entre el medio especializado, el cual al parecer no ha tomado en cuenta la riqueza existente en el discurso plasmado sobre la roca.

En el estado de Sinaloa, de manera muy general y conservadora, se puede mencionar la existencia de más de cincuenta sitios con petrograbados, los cuales se distribuyen a todo lo largo y ancho del territorio sinaloense; tanto en barrancas y cauces de río, como en la sierra, planicie costera o a orillas del mar. Las representaciones con las que hemos tenido contacto, sea directo o indirecto1, nos hacen notar una diversi-

* P. A. Centro INAH Sinaloa1 La falta de un conocimiento pleno sobre el vasto territorio sinaloense, sólo nos permite conocer algunos de los sitios con petrograbados por medio de publicaciones no especializadas.

Los petrograbados de "Los naranjos", Sinaloa

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dad en los diseños representados: las figuras que se encuentran en el norte, difieren estilísticamente con las del centro y éstas, a su vez con las del sur. Así tenemos, por lo que se ha podido observar de manera superficial, tres estilos de diferente naturaleza. Al respecto, si nos basamos en las fuentes que nos legaron los colonizadores y misioneros españoles, esta división resulta un tanto evidente, pues la distribución poblacional en cada una de estas regiones, como ellos lo mencionan era de distinto tipo2. Ahora bien, si nos abocamos al campo al cual pertenece el estudio de petrograbados, es decir la arqueología, esta división también se encuentra presente. Al respecto se pueden mencionar los trabajos clásicos de Isabel Kelly en Chametla3 y Culiacán4, y los de Gordon Ekholm en Guasave5, por citar los más significativos. Resumiendo estos, los nombres antes mencionados corresponderían cada uno a una provincia prehispánica: Chametla al sur, Culiacán al centro y Guasave al norte. Teniendo cada una diferen-tes desarrollos temporales, pero coincidiendo algunos de sus periodos entre sí. Es prudente mencionar en este momento, que la división arriba propuesta, basada en aspectos estilísticos, se realiza únicamente de manera empírica, pues los estudios en este tema son muy escasos y la presencia de sitios con petrograbados obedece, en la mayoría de los casos, a cuestiones geográficas y culturales, teniendo probablemente así, subregiones dentro de las mismas provincias antes mencionadas.Para fortuna de unos y desgracia de otros, los escritos sobre petrograbados de Sinaloa, con los que hasta el momento se cuenta, con alguna excepción, fueron realizados por aficionados a la arqueología. A pesar de lo anterior, no es la intención de este escrito profundizar en aspectos relacionados con los estilos o tradiciones pictóricas, con provincias o regiones en particular, mas bien trata sobre uno de los tantos sitios con petrograbados que se tienen en el estado, específicamente localizado en el centro de Sinaloa: “Los Naranjos”. También conocido como cerro del Tlacuilole.La decisión de abordar un solo sitio en esta exposición, obedece al objetivo de em-pezar el estudio de los petrograbados de forma particular, para posteriormente poder llegar a una generalidad, primeramente regional y posteriormente estatal. Es decir, primero se deben conocer los sitios y sus características, para después poder com-parar cada uno de los rasgos de los sitios y así poder tener una base en que sustentar interpretaciones.

2 Al respecto se puede consultar: ORTEGA Noriega, Sergio 1993; y GERHARD, Peter 19963 KELLY, Isabel; 19384 KELLY, Isabel; 19455 EKHOLM, Gordon; 1942

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Figura 1

Los petrograbados de "Los naranjos", Sinaloa

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LOS NARANJOS O CERRO DEL TLACUILOLEEl sitio de petrograbados de “Los Naranjos" o "Cerro del Tlacuilole”, se encuentra ubicado en el noreste de la actual ciudad de Culiacán, dentro de la sindicatura de Sanalona (figura 1). En las coordenadas 24° 51' N, 107° 17' E. La poca vegetación silvestre que ha sobrevivido a la agricultura es de tipo subtropical. Este punto es muy importante, pues la amplia presencia de los campos de cultivo sugieren una tierra suma-mente fértil; esto se debe a la cercanía con el río Tamazula, una importante afluente de agua, la cual baña los linderos del cerro del Tlacuilole y tierras aledañas.

El sitio de Los Naranjos, se compone principalmente por el cerro: área donde se plasmaron los petrograbados; sus linderos y tierras aledañas: probables áreas de asentamiento prehispánico y, por el río Tamazula. El área de asentamiento, en la actua-lidad, resulta un tanto difícil de precisar, pues el extremo trabajo agrícola ha borrado la evidencia arquitectónica que muy probablemente existió en el sitio. Únicamente es posible observar en superficie, una gran concentración de cerámica y lítica tallada, totalmente desperdigada y sin orden alguno, lo cual sugiere algún asentamiento pre-hispánico. De esta manera, la única evidencia arqueológica in situ son los diseños grabados sobre la roca (figura 2).

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LOS PETROGRABADOSSe encuentran en el sector Oeste del Cerro del Tlacuilole, orientados en esta misma dirección, teniendo de frente el afluente del río. En total se puede manejar un aproxi-mado de 56 representaciones de distintos tipos y tamaños, los cuales para desgracia, se encuentran seriamente afectados por graffitis. En el sitio, encontramos formas geométricas, antropomorfas, zoomorfas y fitomorfas (figura 3); muchas de las veces, aparecen aisladas o en conjunto. Es decir, puede encontrarse un signo, cual sea, de forma individual, o en asociación con otros tantos, formando así una escena o con-junto, es decir una serie de signos que guardan una relación ideológica, simbólica o semiótica; plasmados en un discurso ideográfico determinado social y naturalmente por el medio circundante. Dicho discurso puede estar vinculado estrechamente al ejercicio del poder, pues el discurso preciso y deseable es el que está ligado a este6.

Referente al caso de las escenas, la figura 4 es una buena muestra; siendo esta la que guarda, a nuestro parecer, la importancia central del discurso en “Los Naran-jos”, pues la mayoría de las imágenes se presentan solas o en pares. Dicha escena se compone de cinco personajes con características humanas, cuatro en conjunto y uno aislado, representados de distintas maneras; se encuentran envueltos en una franja horizontal superior compuesta por diseños de líneas entrelazadas y una inferior, con-

6 FOCAULT, Michael; 1980:20

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Figura 2

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sistente en una línea horizontal continua en zigzag. Tanto dentro, como fuera de los marcos, se observan animales. Por debajo del marco inferior se encuentra un signo o símbolo semicircular el cual es el contenedor de líneas cortas; un diseño compuesto por una línea horizontal, rematada en sus lados por dos círculos, se encuentra muy cercano a éste.

Esta escena contiene una complejidad especial (figura 4). El foco de atención son los personajes contenidos entre estas dos franjas: espacio perteneciente al nivel terrenal, pues la banda superior delimita el espacio celeste y la inferior el mundo subterráneo o inframundo o quizá señale un afluente de agua.

En la parte celeste, podemos ver como dos estrellas emergen del cielo (esquina superior derecha) lo cual nos habla que la escena se lleva a cabo durante el ocaso del sol o en la noche. Asociado a estas encontramos un diseño zoomorfo consistente en lo que consideramos un insecto volador.

Por su parte, en el área correspondiente al ultra mundo, se encuentra el diseño semicircular antes mencionado, el cual probablemente, corresponde a algún tipo de signo ideográfico; asociado se encuentra un diseño zoomorfo acompañado de un es-piral. Estas representaciones presentan una incógnita a nuestra interpretación, pues desconocemos su significado. La parte central de la imagen señala la presencia de cinco personajes. El 1, 3 y 5 se encuentran sobre un mismo plano vertical, el 2 y 4 en otro, el personaje 5 esta aislado.

La estancia de los personajes1, 3 y 5 se puede interpretar de dos formas: que los personajes se encuentran en un segundo plano con respecto del 2 y 4, ó que los primeros se encuentran por encima de estos. La primera opción parece más fiable,

Figura 3

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pues como podemos observar, los personajes 2 y 4, no están parados sobre la franja en zigzag, lo cual señala que se encuentran por detrás de ella. Por consiguiente, si retomamos la idea de que dicha línea en zigzag representa algún afluente de agua, lo anterior parece correcto.

Cada personaje representado tiene características distintas entre si; el número 1, pareciera tener un semblante de felicidad, se encuentra ligado por dos líneas en forma de “S” a la franja superior o nivel celeste; en la mano derecha parece sostener un objeto largo. El segundo es el de mayores proporciones, su rostro no se muestra; carga en su mano derecha un objeto de forma cuadrangular con tres puntos. El perso-naje 3, porta un tipo de tocado, las líneas que salen de la cabeza así parecen indicarlo, su cuerpo o vestuario esta representado por un rectángulo, la particularidad de esta imagen es que la línea que sale de la unión entre la cabeza y el rectángulo esta ligada a un signo o símbolo ubicado en la parte inferior; este personaje guarda cierto pare-cido con el personaje 5 y con otras imágenes plasmadas en el sitio (mas adelante se especifica). Por su parte el personaje 4 es de tamaño pequeño y difiere de los otros, la particularidad que presenta es que pareciera cargar sobre la cabeza una vasija y por

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Figura 4

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su actitud, tal parece que la transporta hacia algún lugar. El contenido probablemente sea agua, debido a la cercana afluente.

Finalmente el personaje 5, presenta un tocado muy parecido al del personaje 3, el cuerpo o vestido lo es también, pero la particularidad es que dentro se encuentra un diseño o símbolo geométrico (figura 5).

Este tipo de diseños compuestos de cabeza con tocado y cuerpo rectangular, es una constante estilística en ciertos sitios con petrograbados. De manera particular, en Los Naranjos tenemos tres variantes de la misma.

EL CONTEXTO CULTURALAhora bien, si hasta el momento lo referente a la interpretación de los petrograbados resulta un tanto difícil, la cuestión de la filiación cultural lo es de igual forma. Es necesario, antes de poder dar una interpretación contundente en cualquier investiga-ción sobre gráfica rupestre, tomar esto en cuenta. Aquí entonces, la pregunta será: ¿quiénes plasmaron este discurso ideográfico? La respuesta no es sencilla de contestar si tomamos en cuenta la escasez de investigaciones arqueológicas en Sinaloa. De esta manera y buscando una respuesta a nuestra interrogante, llegamos a la información más a la mano: los estudios históricos. Estos han sido el medio mas utilizado para el conocimiento del pasado sinaloense, por lo tanto decidimos adoptarlo como fuente opcional; sin embargo, esto no significa el abandono de los escritos arqueológicos. En este momento, cabe aclarar que la decisión de tomar las fuentes como enclave principal entre el signo y la cultura, se fundamenta en la poca evidencia disponible. Obviamente en este trabajo el asumir lo que los textos históricos narran, se toma con sus debidas reservas, pues considero que, a pesar de ser la evidencia material un tanto subjetiva, la carga que guardan las fuentes escritas y la interpretación de éstas, es en la mayoría de los casos superior. Con esto no quiero menospreciar el papel que juegan los escritos históricos, si no mas bien, señalar los peligros de tomarlos como una verdad absoluta.

Según los estudios realizados por Sauer y Brand en 1932, consistente en reco-rridos de superficie, el área de ocupación de la cultura Culiacán va del río Mocorito al río San Lorenzo. Isabel Kelly, en su escrito “Excavations at Culiacán” así también lo indica. Algunos estudios históricos recientes, extienden mas al sur el área de asenta-miento. Por ejemplo para el historiador Sergio Ortega Noriega, para el momento del contacto español la provincia de Culiacán se encontraba comprendida entre el río Elota

Los petrograbados de "Los naranjos", Sinaloa

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en el sur y el río Mocorito en el norte.7 Para el historiador Peter Gerhard, ocurre lo mismo. Esta confusión entre las fuentes históricas y arqueológicas proveen un serio conflicto para el conocimiento del área de ocupación de la cultura Culiacán: única-mente recorridos de superficie y estudios sistemáticos en ambas disciplinas podrán remediarlo. De cualquiera forma, el sitio en cuestión, entra en esta zona geográfica y cultural. La característica principal de los asentamientos de Culiacán, según lo mencionan las fuentes históricas y estudios modernos de historia, es la presencia de excelentes tierras para el cultivo, además de ubicarse entre varias fuentes de agua, tales como el río Culiacán y sus afluentes el río Humaya, Tamazula y San Lorenzo.

Para el historiador Peter Gerhard:

“Culiacán mismo era un centro ceremonial-administrativo-comercial de propor-ciones urbanas. En la planicie costera, entre los ríos, los asentamientos eran mas pequeños, dispersos y lo mismo puede decirse de las comunidades del litoral dónde la gente pasaba mas tiempo pescando que en tareas agrícolas”8

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Figura 5

7 ORTEGA Noriega; 1993:25 op., cit.8 GERHARD, Peter; 1996:318 op., cit.

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Asumiendo lo antes dicho y como hipótesis, se puede mencionar que, los responsables de los petrograbados del sitio de Los Naranjos, fueron miembros de la cultura Culiacán, los cuales según Gerhard9, hablaban una lengua Taracahita de filiación Yuto Azteca, llamada Tahue, nombre con que en ocasiones, se designa a esta cultura. Esta, según una correlación cronológica hecha a los trabajos de Kelly en Culiacán y Chametla, llevada a cabo por Kelley (Charles) y Winters10 en 1960

y, con base en el estudio de cerámica encontrada en Chalchihuites, Zacatecas; tuvo su desarrollo del 900 d. C. hasta el momento del contacto español, (generalizando para la región de la cultura Culiacán 1531 d. C.). Es en este largo periodo, desafortu-nadamente no podemos ser más precisos, que podemos situar la manufactura de los petrograbados de Los Naranjos. La falta de exploraciones sistemáticas y la aún mayor, ausencia de fechamientos por medios químicos o físicos no permiten una ubicación temporal precisa.

COMENTARIOS FINALES

En este momento se pueden señalar algunas aseveraciones. La gente que realizó los petrograbados en Los Naranjos, muy probablemente fueron miembros de la cultura Tahue o Culiacán, los cuales se asentaron entre 900 d. C. y 1531 d. C. aproximada-mente. En su forma de pensamiento posiblemente manejaban la idea de una división espacial en tres niveles: celeste, terrestre e inframundo. Ahora bien asumiendo la diferencia en las características entre los personajes representados en Los Naranjos, se puede pensar en la existencia de cierta estratificación social11, denotada por las características de cada personaje representado. Siendo los personajes con tocado y cuerpo rectangular los de mayor envergadura o importancia (por lo menos en el dis-curso plasmado), debido a lo elaborado de su representación y también en parte al ser los portadores de un discurso simbólico o semiótico.

En este momento, la información expuesta nos permite tener una idea un poco mas precisa del sitio de petrograbados “Los Naranjos” y de sus características estilísti-cas, ideológicas y culturales. Todo lo anterior no se espera sea tomado como una verdad absoluta, únicamente es un aporte en el largo camino que lleva al esclarecimiento de la cultura prehispánica del área de Culiacán. Uno de los medios para llegar a esto

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9 Ibíd.10 KELLEY Y Winters; 1960:547-561 op., cit.11 Algunos autores han señalado esto, cf. KELLY 1945; CABRERO 1988

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y que no ha sido tomado en cuenta, es el discurso ideográfico plasmado en la roca: petrograbados. Aunado a este punto se encuentra lo referente a la filiación cultural de los realizadores, su ausencia solamente sitúa sus discursos en un espacio y tiempo ajeno a su naturaleza. Una investigación arqueológica, etnográfica e histórica; ayudaría en gran medida a su conocimiento. La catalogación de las características discursivas, la identificación de las representaciones gráfico rupestres y de sus connotaciones ideológicas, pueden ayudar al entendimiento del discurso ideográfico plasmado en los petrograbados. Como se menciono antes, únicamente el estudio particular de los casos nos podrá llevar posteriormente a un conocimiento mas general, y por lo tanto, mas completo de la cultura prehispánica del estado de Sinaloa.

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ALGUNOS DISEÑOS OBSERVABLES EN EL ARTE RUPESTRE DE DURANGO

Arturo Guevara Sánchez*

INTRODUCCIONEntre las formas de comunicación de los antiguos habitantes del Estado de Durango, resultan de particular importancia las formas conocidas como arte rupestre, es decir, aquellos símbolos creados y utilizados por los grupos humanos para transmitir alguna idea, o para señalar un evento o un fenómeno, debido a que la calidad de su manufactura y la belleza de su presentación, se les ha estudiado como manifestaciones artísticas, y aunque indudablemente lo son, constituyen una importante fuente de información que los actores podían leer y que en algunos casos, debieron ser recordatorios de algún evento pasado, representaciones de personas, objetos o sucesos que por algún motivo consideraron importantes y que deseaban guardarlos en la memoria.

Los grupos agricultores de Durango dejaron necesariamente algunos de los diseños que empleaban en la decoración de ciertos objetos, sobre todo en la cerámica, algunas de las figuras de las rocas debieron ser hechas con gentes que hacían la deco-ración de las vasijas, trabajo en el que empleaban generalmente diseños abstractos, o bien, que utilizaban la roca para tallar las pequeñas esculturas que son características de la cultura de La Ferrería, y en lo general, de la de Chalchihuites, de la que confor-man una importante rama en el Norte Centro del país.

Las diferencias culturales entre los distintos grupos que habitaron en Durango se dejaron sentir en los objetos que producían, particularmente en aquellos que disponían de un diseño o con algún tipo de decoración. Entre ellos guardan importancia los que eran utilizados en las actividades de la vida cotidiana y que luego fueron empleados también al grabar en las rocas de los santuarios indígenas. El estudio de algunos rasgos que se repiten y de otros, que pueden ser considerados como característicos, nos ha permitido hacer el intento de clasificar las manifestaciones de arte rupestre en grandes grupos que parecen corresponder a regiones del Durango antiguo, sin embargo, cabe señalar que por ser este un primer intento de agrupar a este tipo de manifestaciones, todavía deberá trabajarse ampliamente en ello.

*Arqueólogo, investigador del Centro INAH Chihuahua

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LAS ÁREAS PRINCIPALES DEL ARTE RUPESTRE DE DURANGOEntre las grandes áreas del Estado de Durango que cuentan con arte rupestre dife-renciado, la primera que podemos mencionar es la de la parte central de la entidad, que forma una franja alargada y que corre a lo largo de las estribaciones de la Sierra Madre Occidental, en ella pueden ser observados algunos diseños grabados en las rocas, entre los que pueden reconocerse figuras tomadas o asociadas a la cultura de Chalchihuites, debido a que esta cultura tuvo contactos con la cultura de Casas Grandes y a través de ésta, con la cultura del Suroeste de los Estados Unidos, también se han podido reconocer diseños propios de aquellas regiones, que señalan la fuerte influencia cultural que se daba entre las culturas que interactuaban gracias a las rutas comerciales. Esta región corre aproximadamente de Norte a Sur, nace en el área de Súchil al Sur de la entidad, y parece terminar hacia el Norte, cerca de la frontera con el Estado de Chihuahua. De esta área se conocen hermosos grabados en los alrededores de Durango capital y en las rocas del río Tepehuanes.

Otra gran región de arte rupestre diferenciado, es también una franja alargada que aproximadamente corre de Norte a Sur, se trata del área ocupada por grupos zacatecos, o por grupos afines a estos grupos de cazadores recolectores que fueron particularmente sensible y receptores de las manifestaciones culturales de otros grupos, por lo que hicieron suyos algunos diseños propios del área mesoamericana, y en la primera época de la colonia, de los rasgos traídos por los primero europeos que llegaron al área. El área de los zacatecos es muy irregular y sus manifestaciones pueden verse en el área de la Breña, en las inmediaciones de Nombre de Dios, en el área central, en lo que ahora es el Nuevo Ideal, Peñón Blanco, El Zape, Avino y parte de la Región Lagunera.

Un tercer grupo de manifestaciones del arte rupestre de Durango corresponde a las regiones semidesérticas del Noreste, donde habitó un gran número de grupos de cazadores recolectores que se desplazaban en la región lagunera y en diversos puntos. Los miembros de estos grupos correspondían a tantas culturas que es difícil señalar rasgos propios de algún grupo y los que se conocen por ahora, debieron ser utilizados por varias de las sociedades nómadas que habitaron en el área, tales como los tobosos, irritilas, salineros, meresalineros, negritos y acoclames (PORRAS Muñoz 1980) cuyos territorios no estaban bien delimitados y por lo mismo, se empalmaban.

La cuarta y última de las regiones de Durango con arte rupestre que parece ser propio, es aquel que cuenta con diseños que muestran alguna semejanza con diseños de la costa, se trata de la región de las quebradas, esta es el área es la más mal cono-

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cida ya que los arqueólogos del Centro INAH Durango todavía no han comenzado a trabajar, se trata de la parte más abrupta de la Sierra Madre Occidental, sólo tenemos algunos ejemplos reportados por algunos aficionados que han hecho buenos trabajos de detección, y sólo por que conocemos donde se les ubica, nos permitimos suponer que varios de aquellos diseños rupestres debieron ser elaborados por los grupos Acaxees, que vivieron en el área de Topia y que más bien podrían ser considerados como grupos sinaloenses, y los Acaxees, que vivieron en área Sur de la misma sierra, donde fueron exterminados por los europeos, que se espantaron fuertemente cuando vieron que los indígenas practicaban con gran intensidad la antropofagia con fines de dominación.

ALGUNOS DISEÑOS REPRESENTATIVOSEn los conjunto de rocas grabadas y/o pintadas del Estado de Durango que debieron ser elaborados por los grupos de la cultura de La Ferrería o sus afines, se pueden ver los infaltables círculos concéntricos y las figuras abstractas, sin embargo, además de los animales de perfil que muchas veces son venados, que fueron utilizados por muchos grupos y que por lo mismo no son diagnósticos, se pueden reconocer las líneas quebradas con las que solían representarse las corrientes de agua, las grecas escalonadas que en Mesoamérica se asociaron con la serpiente (BRANIFF Cornejo 1970), los triángulos redondeados rematados con líneas que parecen enroscarse y que hemos interpretado como parejas de aves que revolotean (GUEVARA Sánchez 1993). Entre las figuras de este tipo puede reconocerse una de tipo antropomorfo que tiene una sola pierna y que hemos interpretado como la representación de un dios nocturno asociado a Tezcatlipoca. Estos diseños indudablemente son de influencia mesoamericana y debieron ser grabados en los santuarios de arte rupestre por gente de la cultura de la Ferrería.

En la franja central de Durango se pueden reconocer además algunos diseños que debieron ser el resultado de la influencia de los grupos de Casas Grandes y por lo mismo, del Suroeste de los Estados Unidos, en algunos sitios se pueden reconocer las figuras que algunos autores han llamado diseño del Reloj de Arena, que aparece en muchos textiles de los grupos Hopis y Zuñis y que algunos autores han identifi-cado como la representación de los puntos de salida y ocaso del sol en equinoccios y solsticios, fechas que eran muy importantes también para los grupos nómadas que estaban pendientes de la floración de las plantas. En el flanco oriental de la Sierra Madre Occidental se han observado figuras de danzantes indígenas con flecos de piel

Algunos diseños observables en el arte rupestre de Durango

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en los tobillos, como lo hacen los danzantes de algunos grupos también del Suroeste de los Estados Unidos, e incluso, en un sitio del Río Tepehuanes se ha podido obser-var una mujer con el peinado tipo mariposa que todavía utilizan las mujeres Hopi de Arizona (GUEVARA Sánchez 1999:147).

El grupo de los zacatecos fue una sociedad que ocupó un territorio muy am-plio que comprendió parte de Jalisco, Zacatecas, el Oeste de Durango y una esquina de Coahuila, este grupo, que fue básicamente nómada, en Durango ocupó una franja alargada de Norte a Sur, en la que puede verse la representación de cuadros con dise-ños que fueron utilizados para decorar los textiles, para facilitar su ejecución, los indígenas representaron unos vestidos semejantes a los huipiles, en los que asoman las cornamentas de venados que utilizaban los chamanes enmedio de sus ceremonias, a veces únicamente insinuadas como si el personaje tratara de esconder su propia cabeza para conseguir una imagen más realista.

También como una imagen traída desde el Suroeste de los Estados Unidos, en Durango se ha localizado la figura del flautista conocido como Kokopelli, que tiene un carácter más bien festivo, a veces representado con atributos fálicos muy pronun-ciados y que debió asociarse a las ceremonias relacionadas con la fertilidad. Se le ha considerado héroe, cazador, mago, sacerdote de la lluvia, trovador errante e incluso mercader (HERS 2001:64).

Entre los grupos del Noroeste de Durango se encuentran figuras muy gene-ralizadas y muy conocidas, de los cuáles pocos han podido ser identificados, entre ellos se encuentran los alineamientos de triángulos que han sido interpretados como la representación de serranías, o bien la de grandes serpientes cornudas, seres míticos que debieron ser parte de la religiosidad imperante en la sociedad nómada. Se pueden ver los puntos alineados o figuras que semejan peines, que son identificados como formas de conteo, sobre todo cuando están asociadas a figuras de animales.

Por la notoria escasez de agua en estas parte de la entidad, las fuentes de agua eran de gran importancia para los habitantes del Norte de México, algunas culturas del desierto muchas veces grabaron dos o tres círculos concéntricos en la parte alta de los ojos de agua, lo que parece indicar a los viajeros la presencia de una fuente natural del vital líquido, como si se hubiera querido colocar un letrero para dar a conocer la presencia de la fuente del agua.

En el área de las quebradas y asociados a lugares que posiblemente corres-pondan a grupos que habitaron en la costa, se conocen algunos conjuntos de rocas grabadas, con diseños abstractos de formas redondeadas, en donde pocas veces es

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posible apreciar ángulos rectos, se trata de conjuntos en los que hay abundancia de círculos, líneas onduladas y grandes líneas curvas, las figuras tienden a ser sinuosas y muchas veces dan la impresión de ser animales estilizados. Los diseños tienden a llenar las grandes rocas a las orillas de los ríos, como aquellas que fueron reportadas en Jalisco por Montjouy (1987). Figuras de este tipo han sido localizadas en sitios arqueológicos de las quebradas de Durango, donde habitaron precisamente grupos con influencias de las costas del Pacífico.

En estos sitios pueden verse figuritas antropomorfas con los brazos levantados, con una forma de sección de círculo muy acentuada, como se hacía en el Noroeste de Durango, con figuras con los brazos formando ángulos abruptos. A veces estas figuras antropomorfas fueron representadas enmedio del diseño de círculos concéntricos, como si se hubiera querido representar a un personaje bañándose.

ULTIMAS CONSIDERACIONESEstas fueron a grandes rasgos las características más notorias de las grandes áreas en que ha podido dividirse el Estado de Durango, aunque cabe señalar que son de límites irregulares y que debido a que no siempre fueron ocupadas simultáneamente, a veces las rocas grabadas de una área quedó dentro de los límites de otra, aunque cerca de la línea limítrofe que hemos marcado arbitrariamente.

Es evidente que las culturas del Estado de Durango tienen una riqueza muy grande que comprende influencias llegadas de varias direcciones, de la costa del Pacífico, de Paquimé o Casas Grandes y del área mesoamericana, siendo estas dos últimas regiones, aquellas que mayor relación tienen con el arte rupestre de la enti-dad. Aunque se conocen muchos diseños abstractos de los que no sabemos todavía su posible significado, por ahora consideramos prudente limitarse a señalar algunos sobre los que se tiene una mejor información, y por lo cual, las interpretaciones pue-den ser más confiables.

Aunque los diseños de origen foráneo que fueron aceptados por las antiguas sociedades de Durango son a veces asociados a la subsistencia, generalmente, a la cacería, por lo regular son representaciones que se asocian a la vida y a la ideología reinante, se gravaron figuras de danzantes, a veces solos, a veces en grupo, en las que se dio el uso de adornos propios del Suroeste de los Estados Unidos. Relacionados con la religión, las creencias y los mitos, también se representaron figuras con las cornamentas de uso ritual que se emplearon en el Norte de Durango y particularmente

Algunos diseños observables en el arte rupestre de Durango

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en la región lagunera. En un caso extremo se representó al Dios de la Providencia en las culturas prehispánicas del centro de México.

Al parecer, todo lo anterior tiende a desbaratar ideas preconcebidas, como aquella que suponía que los cambios relacionados con la técnica, son aquellos que se relacionan con la tecnología de la sociedad, y en cambio, que los cambios y la aceptaciones de nuevos rasgos, tienden a estar relacionados con la religión y con las firmes creencias que tenían los cazadores recolectores en la época de la conquista, cuando sus costumbres fueron observadas, y a veces registradas por los conquista-dores europeos.

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CATÁLOGO DE SITIOS CON GRÁFICA RUPESTRE EN NAYARIT

Gabriela Zepeda García Moreno*

RESUMEN:El interés de esta ponencia es mostrar lo numeroso y diverso de los sitios con gráfica rupestre registrados a la fecha en Nayarit. En este sentido, se aborda la distribución geográfica, los avances en su registro y las estrategias para su conservación.

LOS ANTECEDENTESSe cumple una década de la gestión y del ejercicio de un presupuesto de veintidós mil quinientos nuevos pesos para registrar los petrograbados de Nayarit. La gestión es de anécdota: por alguna razón fui invitada a realizar una visita guiada, en el Museo Local de Mexcaltitán, a la Gran Comisión de Senadores de la República convocada por el Lic. Celso Delgado Ramírez, en su momento Gobernador de Nayarit, quien me habló de su concepto de la mexicanidad, de los guardianes de Huicicila de la costa de Banderas, de nuestra hazaña al atravesar a pie la Sierra de Vallejo y del registro de Piedras Azules, uno de los lugares con petrograbados donde él, personalmente, había comisionado para siempre un guardián. En concreto, los veintidós mil pesos representan la suma de los trece cielos y los nueve inframundos, más un piquito de quinientos pesos. Recordemos que en ese momento se contaba por millones y justo cuando, en compañía del antropólogo Raúl Méndez Lugo, director del Centro INAH Nayarit, fuimos a Palacio de Gobierno a entregar el presupuesto y el programa al gobernador Celso Delgado, él mismo tachó tres ceros dando así instrucciones para su aprobación inmediata.La idea fundamental del Programa de Atención a Denuncias de Afectación de Petrogli-fos en el Estado de Nayarit, era realizar visitas de inspección en todos los municipios para conocer las manifestaciones gráficas rupestres y diseñar estrategias de protección para las frecuentes afectaciones y destrucciones de que son objeto. Con Francisco Samaniega Altamirano, en una camioneta Nissan propiedad del INAH, atendimos

*Maestra en arqueología, investigadora del Centro INAH Guanajuato

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y registramos 93 grabados asociados a 37 sitios arqueológicos, en 9 municipios del estado.

LA METODOLOGÍAPrevio a los trabajos de registro en campo, documentamos y compilamos los

acervos escritos sobre el tema y fue prioridad acopiar las denuncias turnadas al Centro INAH Nayarit y al Museo Regional. El interés era tener datos y tratar de asociarlos a sus contextos naturales y culturales. Ya en campo, levantar el registro oficial de los mismos e intentar la incorporación de los estudios aislados a los resultados de la temporada de campo. La idea fundamental, al atender las denuncias a través de visitas de inspección, fue realizar el registro sistemático como antecedente para un análisis que nos acercara a sus significados.

Cada uno de los grabados fue registrado tomando en consideración la asoci-ación con el medio natural y arqueológico en que se encontraron. Para cumplir con las normas que establece la Dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas, se inventariaron con base al llenado de las cédulas oficiales correspon-dientes. Se realizó el levantamiento a escala con el uso de brújula y cinta. Se tomaron los registros fotográficos y los dibujos de contexto y detalle de la totalidad de los grabados y, en específico, de cada uno de ellos. Por otra parte, se grabó el testimonio de los informantes que nos acompañaron en cada uno de nuestros recorridos.

En el lapso de un año, incluido el recorrido en campo, se elaboraron tablas, planos de distribución, descripciones y detallados dibujos (véase tablas I y II, co-rrespondientes a los sitios con petrograbados registrados en 1993 y con denuncia de afectación). También se sumaron los sitios con referencias bibliográficas y los sitios referidos por la gente durante los recorridos en campo y que aún faltan por atender (véase tabla III). Los tres volúmenes que compendian los resultados finales de esta información pueden consultarse en el Archivo Técnico del Centro INAH Nayarit o en el Archivo Técnico de Arqueología. Con el tiempo, y al preparar esta ponencia, integré los datos obtenidos a través de otros proyectos arqueológicos en los que he participado (véase tabla IV) y, por último, los reportes de historiadores y las investigaciones de arqueólogos que han abordado la gráfica rupestre en Nayarit.

La cuantificación presentada en tablas, y hablando en números, nos indica que entre 1895 a 1985 se reportaron 34 sitios con gráfica rupestre. Únicamente 6 sitios: Coamiles, Los Toriles de Ixtlán, Cerro de la Campana, Santa Cruz, Contaduría y Estero del Pozo están registrados con proyectos de investigación. Sumaríamos para este periodo la existencia de un parque con petrograbados en Zacualpan, donde se

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trasladaron piedras grabadas que perdieron el contexto arqueológico, y los museos Compostela, Mexcaltitán y Tepic que en sus acervos cuentan con piedras labradas.

Entre 1990 y 1992 se registraron 10 sitios asociados a 47 piedras labradas en las dos temporadas de campo del Proyecto Catálogo de Sitios Arqueológicos de Nayarit y 4 sitios con petrograbados en el Proyecto de Salvamento de la Presa Agua-milpa. Sumamos en 1993, con el Programa de Atención a Denuncias, 93 grabados asociados a 37 sitios arqueológicos. En 1995, con el Proyecto de Rescate Autopista Ixtlán, se suman al acervo registrado 5 sitios con petrograbados. Finalmente, en las etapas del PROCEDE 1998,1999 y 2000, se registraron un total de 16 sitios con gráfica rupestre.

El balance es interesante, no obstante la mayoría de las referencias entre 1895 y 1985 se limitan a noticias, citas de su existencia o informes muy escuetos, y sólo en dos casos encontramos fotografías y dibujos de los mismos. Los trabajos de in-vestigación que abordan la interpretación y asociación cronológica son los de Joseph Mountjoy en la región de San Blas, donde asocia los grabados al Complejo Santa Cruz situado después de 1200 d. C. y en los sitios La Coba y El Conchal sugiere fe-chas más tempranas asociados a la Fase Los Cocos (200 a 600 d. C.) y la Fase Ixtlán temprano (300 a. C. a 200 d. C). De corte similar fueron los registros que C. Duverger realizó en el sitio de Coamiles durante 1985. El detallado registro de 108 grabados en 39 piedras y los análisis cerámicos sugieren una cronología que arranca para 200 d. C. y termina al arribo de los españoles. Los petrograbados los asocia a la etapa II, entre 800 a 850 d. C.

ALGUNOS EJEMPLOS DE GRÁFICA RUPESTREOtro objetivo del Programa de Atención a Denuncias de Afectación de Petroglifos en el Estado de Nayarit es conocer los grados de afectación y los riesgos de destrucción de que son objeto y, con esta información, proponer alternativas para su protección e implementar programas de difusión a efecto de garantizar su conservación.

En la mayoría de los grabados la naturaleza es cómplice en la pérdida y, en muchos más, el hombre es autor de su destrucción. Indudablemente numerosas piedras estuvieron cinceladas y el viento, el polvo y el tiempo las ha borrado para siempre, así como las que a nuestros ojos sus grabados están en la última fase de erosión, se desvanecerán. Con seguridad estas piedras no podrán ya ser protegidas, pero queda el consuelo de que estén soportando el tiempo y de que nosotros llegáramos a tiempo para registrarlas.

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Es un deber inaplazable proteger de los embates naturales y del vandalismo a los excepcionales santuarios de Pila de los Monos, en Huajicori, Piedra del Diablo, La Boquilla y Paso de la Güilota, en El Nayar, y el Santuario de Altavista en Com-postela.

En la protección de Pila de los Monos se deberá implementar un programa dirigido tanto a la investigación como al desarrollo turístico de la zona, pues el lugar podría ser un parque eco arqueológico de enorme importancia. En los santuarios de Piedra del Diablo, La Boquilla y Paso de la Güilota el acelerado proceso de destrucción, en mayor medida por los agentes naturales (aunque no escapa al saqueo y afectación), requiere de un programa inmediato de registro completo ante la frecuente amenaza de las avenidas del río Jesús María. En el Santuario de Altavista existen programas de participación social impulsados durante la década de los noventa por el Centro INAH Nayarit y que, a lo largo de estos diez años, la Junta Vecinal Pro Conservación del Patrimonio de Las Varas ha sabido concretar.

Un caso particular requiere de la actuación coordinada para frenar el acelerado proceso de erosión que, junto con los actos de vandalismo, pone en riesgo una pieza de gran importancia en el patrimonio de estas tierras nayaritas. En el conocido sitio de Coamiles es indispensable la protección, conservación, delimitación y declaratoria y, en tanto este proceso se define, mover engranes para que el gobierno estatal y la sociedad civil actúen en su protección cercándolo de inmediato e instalando palmetas oficiales de información.

Coamiles es uno de los sitios arqueológicos de mayor importancia en Nayarit. Tiene uno de los acervos más grandes y mejor conservados de petrograbados. Varias de sus estructuras arquitectónicas son de impresionante magnitud. Es de los mejores fechados. Es pilar fundamental en la comprensión del desarrollo cultural de las llanuras costeras de Nayarit, en especial en la zona ubicada entre los ríos San Pedro y San-tiago. A pesar de los antiguos saqueos se encuentra en buen estado de conservación. Los habitantes se sienten orgullosos del lugar, están dispuestos a colaborar en los trabajos de protección y participan activamente en el cuidado de la zona. Coamiles es el único sitio arqueológico que quedó definido como tal al efectuarse los levanta-mientos topográficos de parcelas, colindancias y linderos del Programa PROCEDE (Programa de Certificación Ejidal y Titulación de Solares). Los terrenos colindantes con la zona arqueológica pertenecen al Ejido de Coamiles. El área comprendida dentro de la poligonal es Propiedad Federal por decisión de la Asamblea Ejidal y las tierras

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colindantes con la poligonal se designaron de uso común. Es decir, la tenencia de la tierra, que presenta tantos dilemas, en Coamiles está resuelta.

Desde luego existen muchos otros grabados que requieren, a corto y mediano plazo, la implementación de programas de conservación. El paso pionero está dado y para seguir andando es imprescindible la participación de todos. Es posible también que nunca lleguemos a la total comprensión e interpretación de los símbolos labrados, pero es de esperar que, con el tiempo y la acumulación de información, integremos un documento que satisfaga la curiosidad de aquellos que se interesan en estas mani-festaciones y que sirva al estudioso y al estudiante como acervo comparativo de los petroglifos cincelados en Nayarit.

A pesar de incontables estudios aislados, que indican la existencia de petroglifos en todo el estado, sólo un cierto porcentaje ha sido registrado y menos aún son las interpretaciones que se han aventurado. Descifrarlos es tarea compleja y complicado terminar de registrarlos. Protegerlos es labor de gigantes. Por supuesto que realizar todo lo anterior sólo es posible en sucesivas etapas de campo y en una larga investigación, donde la participación positiva social asegure la voluntad política.

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LOS PETROGRABADOS DE HIGUERA BLANCA, COSTA SUR DE NAYARIT

María De Lourdes González BarajasJosé Carlos Beltrán Medina*

INTRODUCCIÓNEl Occidente del país está formado por un cónclave geográfico de cuatro importantes provincias fisiográficas con el océano Pacífico, por lo que una de sus características más sobresalientes, es la existencia de enormes montañas con numerosas barrancas, peñas y peñones, cuevas, refugios y laberintos cavernosos.

En este entorno se desarrolló con el paso del tiempo una añeja tradición cultural de elaborar gran cantidad de grabados en bajorrelieve sobre grandes afloramientos de rocas o en piedras y paredones expuestos por la erosión, incluso fueron realizados estos trabajos en ciertas playas a la orilla de ríos, arroyos y del mar, lo mismo que en algunas islas, islotes y peñones marinos.

Las afloraciones rocosas de algunas montañas o colinas consideradas sagradas, fueron grabadas con diferentes diseños por lo tanto fueron objeto de culto y devoción. Guardan una rica información simbólica que hasta la fecha no a sido interpretada. De alguna manera es el equivalente de las estelas existentes en el resto de Mesoamérica, estelas que también hay en Occidente pero son lisas y con una de sus caras bruñida.

En cuanto a su cronología, estudios anteriores sobre petrograbados habían sugerido que la mayoría de ellos en el Occidente procedían de las fases tardías, cor-respondientes al postclásico, sin embargo hay evidencias recientes que algunos de ellos fueron elaborados desde fechas tan tempranas como el 200 o el 600 a. C.

La interpretación de estas inscripciones, lo mismo que su asociación cronológica y la identificación cultural encierran ciertas dificultades por diversas razones. Por lo tanto su identificación se a basado principalmente en su asociación con los materiales cerámicos y artefactos líticos recolectados en sus alrededores, tanto en la superficie del terreno como en las excavaciones del sitio.

*Arqueólogo, investigador del Centro INAH Nayarit

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Otro punto de referencia para su estudio es la analogía comparada de los diseños prehispánicos existentes, con la cultura de los grupos indígenas actuales y sobre todo los del siglo XVI.

En la provincia nayarita existen muchos campos de petrograbados en sus monta-ñas y a las orillas de sus ríos, manantiales y playas. Sin embargo a pesar de haber sido detectados cantidad de conjuntos líticos, destacan ampliamente los sitios y trabajos realizados en Coamiles, Altavista y el Malinal de Higuera Blanca. El presente trabajo habla sobre este último sitio

LA REGIÓN Y EL CERRO PÁTZCUAROLa región estudiada, el cerro Pátzcuaro lo mismo que el sitio del Malinal y sus petrograbados forman parte de la sierra de Vallejo, la cual pertenece a la sierra Madre del Sur que muestra gran pendiente en su gradiente altitudinal, lo que genera la presen-cia de varios y ricos ecosistema, una gran biodiversidad y un marcado endemismo.

El océano Pacífico le otorga al sitio condiciones específicas y le permite tener acceso a la explotación marina y a sus riquezas, la cual se encuentra muy bien repre-sentada en el lugar por los materiales arqueológicos, principalmente de peces, concha y caracol.

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Los petrograbados motivo de este escrito se encuentran en el cerro Pátzcuaro o del Mono, el cual se precipita abruptamente en el mar formando barrancos, cuevas, canales y cavernas marinas de gran interés. Presenta afloramientos de rocas extrusivas cristalinas, especialmente granitos y metamórficas de importancia. Como vemos el sistema de topomorfas que domina pertenece a la sierra escarpada, presentando también suaves lomeríos y una llanura de piso calizo hacia el lado de Punta Mita.

Debido a la ubicación y a la gran altura del cerro, éste presenta excelentes condi-ciones como mirador en la cima, desde donde se puede observar la bóveda celeste o controlar visualmente el corredor marino del Pacífico hasta las islas de sotavento.

En este cerro existen evidencias de eventos geológicos de primera magnitud con materiales paleontológicos asociados a ellos, ya que han sido detectados peces y moluscos fosilizados, destacan ejemplares de Pinctada c.f. mazatlánica, Ostreas, Lyropecyten c.f. subnudodus, y otras especies más, los cuales se encuentran ubicadas arriba del nivel actual del mar. En las partes bajas existen fuertes depósitos sedimen-tarios de origen marino como calizas, yesos, areniscas etc.

EL SITIO DEL MALINALSe encuentra ubicado en el valle de Higuera Blanca y en las partes medias y bajas del cerro Pátzcuaro. Se trata de un sitio complejo perteneciente a la tradición Tumbas de Tiro que muestra una gran distribución en el entorno, ya que esta formado por

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Los petrograbados de Higuera Blanca, costa sur de Nayarit

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varios grupos entre los que sobresale una extensa área habitacional, un centro cívico ceremonial con presencia de arquitectura monumental formada por una plataforma y 9 montículos, así como áreas funerarias, algunos pequeños concheros dispersos y el conjunto lítico de petrograbados, el cual como dijimos es el tema del presente estudio.

En sus depósitos profundos el sitio presenta unos pocos tiestos Capacha pertenecientes al formativo inferior y medio, sin embargo predominan ampliamente los materiales pertenecientes a varias de las principales ramas de la tradición Tumbas de Tiro del formativo superior y del clásico, principalmente materiales Chinescos, Tuxcacuesco inciso, Ixtán y Comala local.

Posteriormente en el postclásico hay una ocupación Aztatlán y Banderas, pero no se asientan en el mismo centro ceremonial, sino que construyen uno nuevo en la parte alta de una loma, lugar conocido como Canoas de Reyna. Durante la limpieza del montículo II, que forma parte del centro ceremonial del Malinal, fue encontrado un cajete Aztatlán tipo Botadero.

LOS PETROGRABADOSEl conjunto de manifestaciones grabadas de Higuera Blanca fue llamado grupo “D” durante los trabajos arqueológicos realizados en el lugar, se encuentra ubicado prin-cipalmente en la ladera suroeste del cerro Pátzcuaro o del Mono junto al arroyo y al poblado de Higuera Blanca, de donde toma su nombre.

Existen diversos petrograbados aislados o en pequeños grupos en todo el cerro y dentro del pueblo, pero la mayor concentración se localiza en las terrazas fluviales existentes en el pié de monte del lugar. La región donde se localiza nuestra área de estudio se encuentra próxima a la bahía de Banderas y a punta de Mita.

En la base del peñón de la cima de este cerro hay unas cuevas con algunas piedras trabajadas con concavidades; muestra también algunas terrazas habitacionales y un pequeño estanque a media altura rodeado de algunos petrograbados. En la parte baja tiene algunas terrazas habitacionales con material en superficie.

Este cerro es un área ritual importante donde fueron grabadas muchas piedras con diferentes diseños geométricos, zoomorfos y abstractos, sobre un afloramiento que se extiende en todo el cerro, pero especialmente desde el arroyo de los Horcones hasta el pueblo moderno de Higuera Blanca, y desde ahí a la playa Litibú.

La concentración principal muestra agrupaciones de piedras grabadas, así como una plazuela alargada que se encuentra al pié del conjunto principal, la que mide cerca

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de 100 m de largo y de 10 a 12 m de ancho mostrando un poco material cerámico no diagnóstico en superficie. Está delimitada por piedras grandes que no presentan grabados y una que otra con concavidades. En este espacio se pueden apreciar cinco alineamientos de piedra en forma semicircular, los que sobresalen algunos pocos centímetros de la superficie del terreno.

Sobresale la cantidad de piedras grabadas y la calidad del trabajo que muestran algunas piedras. Debido a la importancia del sitio y al grado de afectación sufrido, fueron realizados trabajos arqueológicos de topografía, excavación, lo mismo que el registro y catálogo de 143 piedras grabadas que se encuentran en un predio que corría peligro de afectación en ese entonces y que posteriormente fue destruido en gran parte.

Por lo tanto el sitio fue topografiado y sondeado con unos pozos de muestreo, también fueron tomadas fotografías y realizados dibujos de cada uno de estas piedras. En los alrededores de este agrupamiento y en el cerro fueron localizados más de cien petrograbados, los cuales necesitan ser catalogados.

En los petrograbados catalogados fueron consideraron todos los grabados in-cluyendo los más sencillos, procediendo a su descripción. Fueron tomados en cuenta los datos acerca de sus dimensiones, ubicación, asociación, contexto, orientación y estilo.

Toda la simbología manifiesta en las piedras grabadas de Higuera Blanca indica la realización de intensas actividades de orden ritual y ceremonial en el lugar, este grupo de piedras fueron siendo grabadas a través del tiempo en varios momentos de ocupación y por diferentes tradiciones culturales que se sucedieron en Higuera Blanca.

Las piedras fueron grabadas por medio de una técnica mixta que incluye la percusión y el desgaste, utilizando cinceles de piedra dura y abrasivos de grano dife-rente. Predominan los cuencos y pocitos los cuales pueden ser pequeños desde 3 cm de diámetro, medianos de 20 a 40 cm, o grandes de hasta 1,80 de diámetro, los cuales son llamados localmente taunas.

Los petrograbados fueron agrupados según su estilo en:

1- Piedras con concavidades, canales y cuencos. Los cuencos y pocitos presentan también angostos canales lineales y alargados que bajan serpenteando por las pie-dras. Algunas tienen mas de 300 cuencos los cuales cuando llueve se llenan de agua, desbordándose en estos canales serpentinos.

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Los petrograbados de Higuera Blanca, costa sur de Nayarit

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Por lo tanto se puede apreciar que la primera función a la que estaban desti-nados fue contener el agua de lluvia con fines ceremoniales y medicinales, aunque también podría haber sido utilizado cualquier otro líquido. Fueron registradas 128 piedras con este tipo de trabajo.2 - Diseños geométricos. Se trata de 13 piedras cuyos diseños fueron elaborados con líneas rectas, otras cruzadas o bien onduladas.3 - Diseño zoomorfo o naturalista. En realidad existen pocas representaciones de animales en el lugar, pero destacan algunos perros, venados, el alacrán y el águila.4 - Taunas. Así son llamadas las grandes concavidades excavadas en piedras de buen tamaño, algunas hasta de 1.60 m de diámetro, se les encuentra cerca de los manan-tiales y arroyos.5 - Diseños abstractos o simbólicos como son los remolinos o espirales del viento, lo mismo que algunos patollis y círculos concéntricos. Estos diseños aparecen juntos con algunas otras piedras o bien aisladas. Cabe hacer notar que estos diseños simbólicos pueden ser de trazo geométrico o naturalista.

COMENTARIOS FINALESAl parecer las pequeñas concavidades realizadas en la superficie de las rocas podrían ser los ejemplares mas tempranos del lugar, posteriormente fueron realizados los canales serpentinos que van comunicando entre sí a estas cavidades, y se van agran-dando las concavidades poco a poco. Posteriormente con el paso del tiempo se van incorporando figuras de animales y diseños simbólicos y ceremoniales, sin embargo siguieron realizando también sus pozos y canales. Todas estas variaciones técnicas y temáticas, en la secuencia cultural, se podría interpretar como cambios o agregados importantes en la ideología y cosmogonía de los pueblos antiguos. ¿Cuáles fueron las actividades humanas que fueron desarrolladas en estos lugares, y que dieron origen a estas manifestaciones pétreas? Se trata de un tema de interés que necesita realizar mas investigaciones

La exposición de las rocas al intemperismo, especialmente las que se encuen-tran al lado del mar en sotavento, han producido desgaste, hoyos y fracturas que han afectado algunos ejemplares, modificando la textura de la superficie y a veces bo-rrando los diseños grabados

En cuanto a la conservación de estos materiales hay que mencionar que algunos petrograbados existentes en algunos potreros terminaron siendo removidos o reutiliza-dos como material en las obras de infraestructura, especialmente en el rompeolas de

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Nuevo Corral del Risco. En los otros sitios de Coamiles y Altavista los petrograbados han sido sujetos a vandalismo y afectados por graffitis.

Es importante destacar la necesidad de proteger un patrimonio cultural cuyo estudio permitirá la permanencia de las costumbres, ritos y cosmovisión que de otro modo se perderían. Este tipo de sitios deben ser conservados o abiertos al turismo de manera muy controlada, para garantizar su conservación y estudio, que además de los beneficios que aporta al conocimiento prehispánico de este sitio de Occidente, permitirá a los habitantes del lugar beneficiarse y contar con un atractivo turístico que genere una fuente de ingresos que beneficie a la comunidad, obligándola a incorporarse en el cuidado del sitio arqueológico.

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Los petrograbados de Higuera Blanca, costa sur de Nayarit

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ALGUNOS PATOLLIS ABREVIADOS ENCONTRADOS ENTRE LOS PETROGRABADOS DE JALISCO

Joseph B. Mountjoy*

ANTECEDENTESEn los últimos 30 años he registrado aproximadamente 700 piedras con grabados en el área poniente del estado de Jalisco: en los municipios de Teuchitlán (MOUNTJOY y Weigand 1975; Tomatlán (MOUNTJOY 1987); Puerto Vallarta (MOUNTJOY et al. 2003); San Sebastián del Oeste (MOUNTJOY 2001); Talpa (MOUNTJOY 2000, 2001); y Mascota (MOUNTJOY 2000, 2001). El análisis de la forma de los grabados, el contexto de ellos en las piedras así como las piedras en los sitios, y la información disponible en algunas fuentes étno-históricas relevantes a la interpretación de ellos (MOUNTJOY 1984, 1987, 2001), me han llevado a la conclusión de que por lo me-nos el 98% de los grabados encontrados en esta parte del estado de Jalisco se puedan explicar utilizando tres conceptos íntimamente entrelazados: el sol, el agua y la fer-tilidad (MOUNTJOY 2000, 2001). Así, en resumidas cuentas, la gran mayoría de los grabados son remanentes físicos de ceremonias llevadas a cabo en relación con el dios solar con el propósito de conseguir las lluvias de la estación lluviosa que fueron tan esenciales para el crecimiento de las plantas y animales en las que los indígenas dependían para sobrevivir.

*Doctor en Antropología, profesor de la Universidad de Carolina del Norte en Greensboro, E. U. A.

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Figura 1

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

Sin embargo, quedan siempre algunos pocos grabados que no se puedan ex-plicar como signos de ritos de lluvia plasmados en las piedras. Entre estos grabados hay algunos que son patrones grandes para jugar el juego mesoamericano del patolli. Entre 339 piedras con grabados registradas en el valle de Tomatlán, una piedra tenía el patrón de un patolli grande grabado en la cima (MOUNTJOY y Smith 1985). Ese patolli fue el sujeto de un análisis que nos llevó a relacionar ese patrón con el patrón cuadrado típico de las culturas del período Clásico en Mesoamérica, tanto en la zona del altiplano central como en la zona maya, a pesar de su probable fecha dentro del Postclásico en el Occidente. También fue posible utilizar datos históricos de los ta-rascos para sugerir cuales fueron las reglas del juego, y sugerimos que ciertos objetos de cerámica (discos incisos y pequeños conos) encontrados en la superficie de algunos sitios en el valle de Tomatlán fueron utilizados en el juego como dados y piezas para marcar los espacios, respectivamente, (MOUNTJOY y Smith 1985).

PATOLLIS GRANDES ENCONTRADOS RECIENTEMENTE

En años posteriores a las investigaciones llevadas a cabo en el valle de Tomatlán, he registrado cientos de piedras con grabados en varios otros municipios. Estas piedras incluyen cinco encontradas en el municipio de Mascota que tienen grabados de patol-lis grandes y cuadrados muy parecidos al patolli registrado en el valle de Tomatlán. Cuatro de estos patollis fueron encontrados en el sitio de la Mesa del Durazno (por ejemplo, Figura 1), y uno en el sitio de El Cañón de Ocotillo II. En todos estos casos, como es lógico considerando las necesidades del juego, se encuentran los patollis grabados en la cima de piedras grandes y relativamente planas. Aunque siempre es

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Figura 2

Algunos patollis abreviados encontrados entre los petrograbados de Jalisco

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

difícil fechar tales grabados, los datos arqueológicos locales disponibles sugieran que la asignación más probable de estos patollis sea al Postclásico Tardío, aproximada-mente de 1300 d. C. a 1600 d. C.

Uno de estos patollis (109 cm. por 100 cm.), aunque muy dañado, parece haber tenido por lo menos 40 espacios (20 interiores y 20 exteriores), tres patollis (uno de 112 cm. por 79 cm.; y otro de 91 cm. a 80 cm. de lado) parecen haber tenido 52 espacios (20 interiores, 20 interiores, más 12 en las esquinas), y un patolli (87 cm.

por 81 cm.) parece haber tenido 44 espacios (20 interiores y 20 exteriores, así como 1 espacio extra en el centro del exterior de cada lado). En todos estos patollis las unidades de 20 espacios, parecen coincidir con el sistema matemático vigésimo de

Figura 3

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Figura 4

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO Algunos patollis abreviados encontrados entre los petrograbados de Jalisco

Mesoamérica prehispánica, y en tres de ellos los 52 espacios concuerdan con el cuento corto del calendario mesoamericano de 52 años. Además, debe haber llevado bastante tiempo atravesar 40 a 52 espacios para terminar uno de estos juegos, especialmente considerando el probable uso de la regla que al caer un jugador en el mismo espacio que su contrincante, el jugador así alcanzado tenía que regresar a empezar de nuevo, poniendo su pieza otra vez en el primer espacio (MOUNTJOY y Smith 1985).

PATOLLIS ABREVIADOSEn el caso en varios juegos modernos de los que ocupan naipes o dados con tablas, a veces se han inventado maneras de jugar los juegos en una forma abreviada que lleva mucho menos tiempo que el juego normal, completo. Propongo que esto también pasó en tiempos prehispánicos con el juego del patolli en el área poniente de Jalisco.

En las afueras del pueblo de Mascota, en el mismo sitio de La Mesa del Du-razno en donde se encuentran cuatro patollis grandes y cuadrados, hay dos piedras con grabados que yo sugiero que fueran utilizados para jugar una versión abreviado del patolli. Dos de estos patollis abreviados se encuentran en la cima de una piedra (Figura 2). Uno de ellos (aproximadamente 63 cm. por 11 cm.) ha sido dañado por algunos grabados posteriores (incluyendo el grabado de un pie), pero el otro (57 cm por 13.5 cm) está bien conservado e incluye un total de solo 12 espacios para llegar de un extremo al otro. En la cima de otra piedra, también plana, se encontró el mismo tipo de diseño grabado (Figura 3) (80 cm. por 22 cm.), aunque en este caso el dibujo está dividido en un total de 18 espacios.

Además, anteriormente al registro de grabados en el valle de Mascota, yo había registrado otro posible patolli abreviado en el municipio de Puerto Vallarta. Se trata

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Figura 5

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

de un grabado (Figura 4) en la cima de una piedra plana y muy grande en el sitio de Playas Gemelas. Este grabado (117 cm. por 27.5 cm.) tiene la misma forma que los patollis abreviados registrados en el sitio de La Mesa del Durazno, y está dividido en 12 espacios.

La interpretación de estos grabados encontrados en los municipios de Mascota y Puerto Vallarta como patollis abreviados entonces me hizo pensar que uno de los grabados raros que registré en el valle de Tomatlán en 1977 (Figura 5, sitio de El Coco III) también se puede interpretar como un patolli abreviado. La forma de este patolli es un poco diferente a los otros descritos, pero se encuentra en la cima de una piedra plana y grande, se trata de un grabado dividido en un total 14 espacios, y su tamaño es similar a los otros: mide 84 cm. por 20 cm.

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

LOS PETROGRABADOS DE ACAPULCO, GUERRERO

Rubén Manzanilla López*

INTRODUCCIÓNA fines de 1990, a solicitud de la Secretaría de Fomento Turístico del estado de Gue-rrero y del entonces Centro Regional Guerrero del INAH, realicé en compañía del Antropólogo Físico Arturo Talavera, un diagnóstico del estado de conservación de los sitios arqueológicos del puerto de Acapulco (MANZANILLA 1998). El objetivo de estas dependencias era realizar un proyecto llamado “Circuitos Turísticos Culturales”, que consistía en la elaboración de guías e itinerarios que permitieran a los visitantes del puerto el recorrido de sus sitios arqueológicos e históricos. El proyecto no se con-cretó, pero la información que se obtuvo, dentro de la cual se inscribe un inventario de los petrograbados conocidos en los sitios aledaños a las bahías de Acapulco y Puerto Marqués (MANZANILLA y Talavera 1993), se vuelve cada día más valiosa, ya que la continua urbanización ha precipitado el deterioro progresivo de los sitios y es la causa más probable de su pronta desaparición. En este trabajo se describirán algunas de las manifestaciones gráfico rupestres que se encuentran en los sitios arqueológicos de Acapulco, muchos de ellos reportados inicialmente por la arqlga. Martha Cabrera (1990), tratando de explicar brevemente su significado, función, estilos, cronología y propuestas de conservación o difusión.

ANTECEDENTES ARQUEOLÓGICOSAcapulco fue investigado arqueológicamente por primera vez en el año 1939 cuando Gordon Ekholm (1948) realizó un reconocimiento por los alrededores del puerto reportando cuatro sitios prehispánicos: Tambuco, Hornos, El Conchero y Las Bajas; aquí nos referiremos a los dos primeros por estar ubicados en el entorno de su bahía. Tambuco, fue localizado en el cerro del mismo nombre y en las inmediatas playas de Caleta y Caletilla, presentaba numerosos alineamientos de piedras, que al parecer eran plataformas horizontales sobre las que se erguían construcciones domésticas.

*Arqueólogo, investigador de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

Un pozo estratigráfico y dos trincheras excavados a la orilla de la playa, le permitieron a Ekholm establecer una secuencia cerámica dividida en dos grandes periodos: Tambuco temprano y Tambuco tardío, que abarcan una temporalidad equi-parable con el Preclásico y Clásico mesoamericanos (1200 a. C.-750 d. C.). El primer periodo se caracterizó por el predominio de una cerámica roja de formas muy similares a las reportadas para el Preclásico medio y superior en la cuenca de México (fases Zacatenco y Ticomán) y el segundo por la aparición de los tipos cerámicos Acapulco café y Acapulco pasta fina, los cuales mostraron clara similitud con las cerámicas clásicas de la antigua ciudad de Teotihuacan.

1. Playa Mogollitos (sitio con pintura rupestre)2. Cerro La Mira (sitio con petrograbado)3. Cerro Tambuco (sitio con petrograbados)4. Playa Caleta (sitio con petrograbados)5. Palma Sola (sitio con petrograbados)6. Playa Hornos7. La Picuda8. Cumbres de Llano Largo9. La Sabana (petrograbados)10. El Coloso (petrograbados)11. Puerto Marqués (sitio con petrograbados)

Figura 1 Ubicación de los principales sitios arqueológicos de Acapulco

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Hornos, es otro sitio que se encontraba a la orilla de la bahía, desde la playa del mismo nombre hasta el actual parque conocido como “Papagayo”. Según la de-scripción de Ekholm, existió aquí una gran plataforma de tierra de “varios cientos de metros y tres o cuatro metros de altura”, donde encontró alineamientos de piedra y cerámica parecidos a los de Tambuco. En la actualidad este sitio ha desaparecido por la extensión de la mancha urbana y es imposible ubicarlo con exactitud.

A inicios de la década de los cincuenta Ignacio Bernal (1951) rescató en el sitio denominado “La Picuda”, cerca de la playa de La Condesa, una ofrenda par-cialmente saqueada, consistente en fragmentos de cerámica, conchas perforadas, un caracol recortado, puntas de lanza en forma de hoja de laurel, fragmentos de máscaras de madera con mosaico de jade y turquesa, un fragmento de piedra redondo y plano, probablemente cubierto de mosaico y cuentas de concha y piedra. Asociados a estos objetos, recolectó algunos cascabeles de cobre, que son hasta la fecha los únicos reportados in situ en Acapulco (BERNAL 1951:52-53).

En 1960 Román Piña Chán hizo una breve descripción del único sitio con arquitectura ceremonial que existe en Acapulco, al que denominó “La Sabana”, locali-zado en el lado este del cerro El Veladero, reportando que en ese lugar se encontraban varios montículos y restos de estructuras, estelas lisas, cerámica cremosa, naranja, roja pintada, así como figurillas estilo Tambuco (PIÑA Chán 1960:75). En ese mismo año, Charles Brush (1969) y su esposa Ellen Sparry (1968) localizaron el sitio de Puerto Marqués, al sureste de la bahía del mismo nombre, mencionando que existía un montículo bastante pobre cerca de una corriente de agua. Sin embargo, el pozo de sondeo que excavaron aportó información valiosa sobre la existencia de asentamientos tempranos que incluyeron una etapa lítica que data del tercer milenio a. C. así como evidencias de una de las cerámicas más antiguas de Mesoamérica, fechada por C14 en 2240 a. C. a la que llamaron “Pox pottery”. El resto de la secuencia incluyó a los periodos Preclásico y Clásico (1200 a. C.-750 d. C.).

Como resultado del análisis de los materiales procedentes de los sondeos en Puerto Marqués y en otro sitio cercano, en la laguna de Tres Palos, denominado La

1 La secuencia se inicia con el periodo Ostiones, que se caracterizaba por artefactos en piedra y la ausencia de cerámica (2950 a 2300 a. C.). El siguiente, llamado Pox se definió por la aparición de la cerámica “Pox pottery” (2300 a 1200 a. C.). Continuaron los periodos Uala, Tom y Rin (1200 a 400 a. C.), asociados a cerámicas rojas con tradición del Preclásico y formas similares a las de la cuenca de México, mismas que fueron agrupadas bajo él termino de “hard ware”; siguiendo el periodo Et (400 a 200 a. C.) con cerámicas rojas cuyas formas representan una transición al Clásico y finalmente los periodos Fal (200 a 200 d. C.), Yax (200 a 500 d. C.) e Ita (500 a 750 d. C.), que correspondieron al Clásico, a los que se asocia una cerámica de pasta fina que semeja formas teotihuacanas, a la que denominó “fine ware”.

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Los petrograbados de Acapulco, Guerrero

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

Zanja, Brush (1969) propuso la primera parte de una secuencia cronológica prehis-pánica para la costa de Guerrero que está formada por ocho periodos sustentados con fechamientos de C14.1

En 1980, con motivo de la reubicación de colonos de la colonia Palma Sola, en el anfiteatro de Acapulco, Martha Cabrera llevó a cabo el proyecto arqueológico de Salvamento denominado Renacimiento. Su temporada de trabajo incluyó el reconocimiento de seis sitios arqueológicos, incluyendo el de La Sabana, que es el mencionado por Piña Chán y el de Palma Sola, ambos con abundantes petrograbados, de los que hizo un completo registro gráfico (véase: CABRERA 1990). Finalmente en 1990 Rubén Manzanilla, Arturo Talavera y Ernesto Rodríguez efectuaron nuevos trabajos de salvamento en Puerto Marqués, cuyos resultados permitieron establecer una descripción detallada del sitio y la correlación de su patrón de asentamiento con el de las demás localidades prehispánicas registradas hasta ahora en Acapulco (Figura 1), así como conocer mejor los elementos de su cultura material, distinguiendo en forma más clara sus tipos cerámicos, figurillas, y diversos artefactos líticos ubicados estratigráficamente en contextos domésticos de diferentes periodos, que abarcan desde el Preclásico medio hasta el Clásico tardío (1200 a. C. a 750 d. C.), (véase: MANZA-NILLA, Talavera y Rodríguez 1991).

METODOLOGÍAPara el registro de los sitios aún existentes en Acapulco recorrimos extensivamente su anfiteatro y planicie costera, así como la bahía de Puerto Marqués, y la Cuenca del río La Sabana, entre los sitios registrados, en los que cuentan con expresiones

Figura 2 Escena de caza en un abrigo rocos de la playa Mogollitos, en Pie de la Cuesta, Acapulco.

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

gráfico rupestres se registró la técnica de grabado, que en general fue una combi-nación consecutiva de punteado-cincelado-abrasión de los diseños. Las localidades con petrograbados son:

SITIO 1.- PLAYA MOGOLLITOSSe ubica en el Km. 10 de la carretera a Pie de La Cuesta, en la playa Mogollitos.

En este lugar se encuentra un abrigo rocoso que incluiremos en este trabajo aunque no posea petrograbados, ya que dentro de este se localiza una pictografía de 84 x 42 cm. aprox. que representa a un venado acompañado de una pequeña repre-sentación antropomorfa (Figura 2).

Su estado de conservación es bueno, considerando que no presenta graffitis. El pigmento es de origen mineral de color negro, lo que lo hace altamente deleznable. No se en-cuentra cerámica u otros elementos fechables que indiquen su cronología. Aunque su difusión es recomendable (de hecho su foto se exhibe constantemente como diseño de fondo en las salas de arqueología del museo Histórico de Acapulco Fuerte de San Diego), sería necesario restringir hasta donde sea necesario el acceso al abrigo.

Figura 3 Roca que representa a un felino con figuras humanas en la Escuela de Ecología marina, Cerro Tambuco

Figura 4 Roca con un diseño de círculos concén-tricos y puntos en la Escuela de Ecología marina, Cerro Tambuco

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Los petrograbados de Acapulco, Guerrero

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SITIO 2.- TAMBUCOEl sitio reportado por G. Ekholm en 1939, localizado en el cerro Tambuco y la playa Caleta, ha sido invadido por instalaciones hoteleras y casas, por lo que solo se conser-van los restos ubicados en los pocos predios baldíos que se orientan hacia la avenida costera Miguel Alemán. En una visita en 1990 observamos aún alineamientos de antiguas terrazas habitacionales, así como algunas piedras con pozuelos que actual-mente ya no existen por la construcción de varios edificios de condominios. Cabrera reportó para este sitio (1990:29-30) dos rocas con petrograbados que aún subsisten y representan a un felino y unos numerales localizados en la Escuela de Ecología Marina de la Universidad Autónoma de Guerrero (Figuras 3 y 4).

La supervivencia de este sitio es corta por lo que se recomienda su difusión a través de la investigación arqueológica, además de considerar la posibilidad de conservar los ves-tigios aún reconocibles.

SITIO 3.- BOCA CHICAEste sitio se localiza en el extremo suroeste de la playa Caletilla.

En el límite suroeste de la playa, junto al hotel Boca Chica, se encuentra un apilamiento de rocas de granito en las que es posible observar un total de 10 petrograbados que presentan diseños de puntos y barras, la representación de una serpiente y un pez estilizado (Figura 5). Destaca un gigantesco diseño de puntos y barras que circunda toda una roca cuya parte norte se encuentra dentro del hotel Boca Chica semejando un gran registro calendárico. En la cara noroeste se grabó además la representación de un animal que podría tratarse de un ave (véase: MANZANILLA 1996).

Como ya se mencionó, frente a la playa Caleta, en la falda sur del cerro se encontraban hasta hace unos

Figura 5 Representación de una serpiente superpuesta a una figura rectangular en la playa Caletilla

Figura 6 Bloque de granito con 18 pozuelos que se encontraba en el cerro Tambuco, fue destruido durante la construcción del centro comercial Plaza Marina Caleta

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años los últimos vestigios habitacionales del sitio reportado por Ekholm en 1948, donde destacaba una piedra de aproximadamente 2.40 m de largo por 2 m de grosor con 18 pozuelos de 20 por 12 cm en promedio (Figura 6).

El estado de conservación del sitio es en general bueno y podría ser visitado, si existiera una guía escrita de los petrograbados y se evitara el uso del lugar como basurero y sanitario, situación que se agrava los fines de semana, en que aumenta la afluencia a esta playa.

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Los petrograbados de Acapulco, Guerrero

Figura 7.- Roca conocida como “La Mona”, en Palma Sola (tomado de CABRERA 1990:179)

Figura 8.- Elementos antropomorfos en el sitio Palma sola (tomados de CABRERA 1990:181-183)

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

SITIO 4.- PALMA SOLAEste sitio es el único que el INAH tiene abierto al público. Se ubica en la colonia Independencia en el parque federal de El Veladero.

El sitio consta de unas 18 rocas con petrograbados, que representan figuras antropomorfas publicados por la Arqlga. Martha Cabrera (véase: CABRERA 1986 y 1990:177-216) e interpreta-dos por Manzanilla (2000). El petrograbado más importante de Palma Sola (Figura 7), denomi-nado por Cabrera como elemento 1 o “la Mona” se encuentra en el abrigo rocoso ya mencionado, esto se puede relacionar al culto de divinidades primi-genias que habitan cuevas y la cueva misma como lugar de origen.

En el resto de las rocas con petrograbados de Palma Sola, se representan casi exclusivamente figuras humanas, que aparecen en grupos participando en diferen-tes tipos de escenas, quizá referidas a fiestas o ceremonias o en mitos secundarios relacionados con el de creación relatado en el elemento 1, que por su importancia debieron ser plasmadas en piedra. La mayoría son, como lo señaló Cabrera, muy esquematizadas, representándose sólo la cara formada por un círculo, triángulo o rectángulo con tres puntos y la estilización del cuerpo con una línea vertical rematada en otra curva a manera de una moderna ancla, sólo algunas están representadas de

Figura 9.- Grabado que representa a una ballena jorobada, en el sitio de Puerto Marqués

Figura 10.- Grabado que representa a un pez vela, en el sitio de Puerto Marqués

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forma completa, generalmente en posición de frente con las manos en alto en actitud ritual como orando o bailando (Figura 8).

La exposición al sol y a la lluvia, han provocado la exfoliación y disgregamiento de las rocas, que muestran la falta de partes considerables. Los deterioros humanos más graves consisten en el remarcado de los diseños con pintura de aceite, el rayado con diversos instrumentos punzantes y el pastoreo de chivos.

En el año 2002, este sitio fue habilitado para la visita al público mediante la construcción de andadores y la colocación de cédulas temáticas. Asimismo la miniguía fue publicada (MANZANILLA 2002).

Fig. 11.- Grabado que representa a un mero, en el sitio de Puerto Marqués

Figura 12 Grabado que representa a un shamán, en el sitio de Puerto Marqués

Figura 13.- roca con representaciones faciales, cruces y puntos, localizada frente a la Escuela Mtra. Rosaura Zapata, en El Coloso (tomado de CABRERA 1990:172)

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Los petrograbados de Acapulco, Guerrero

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SITIO 5.- CUMBRES DE LLANO LARGOSe localiza en las cercanías del fraccionamiento Industria Militar, en la colonia Cum-bres de Llano Largo.

El sitio se encuentra a lo largo de un arroyo seco, observándose aún algunas rocas con pozuelos y espacios abiertos, que fueron lugares de habitación prehispánica. El grado de destrucción que ha sufrido por los asentamientos modernos y la construc-ción de un campo militar es muy severo, a tal nivel que solo podría ser posible su comprensión a través de una investigación de salvamento arqueológico.

SITIO 6.- PUERTO MARQUÉSEste sitio reportado por Brush (op., cit.), se encuentra dentro del actual desarrollo turístico “Punta Diamante”, en la playa conocida como “La Majahua”.

En la parte derecha de un arroyo de temporal y en las laderas noroeste y norte del cerro del Revolcadero, se conservan al menos cinco grandes terrazas, con gran cantidad de desechos de concha, cerámica y fragmentos de bajareque quemado (véase: MANZANILLA et. al, 1991).

En la cima del cerro existen manantiales de agua dulce. En este lugar hay cuando menos nueve rocas con pequeños pozuelos o cavidades de forma elíptica, interpretados como morteros o como recipientes para recolectar agua con fines ceremoniales.

Siguiendo la línea de la bahía unos 300 m. al suroeste se encuentra un apila-miento de grandes bloques de granito en el que se localizan cinco petrograbados, relacionados con el propiciamiento de la pesca marina y con algunas ceremonias

Figura 14.- Representación de un mono en el sitio Colonia 5 de Mayo, La Sabana (tomado de CABRERA 1990:150)

1 Especie de hechicero cuya principal función social consistía en entrar en comunicación con los espíritus de la naturaleza, a fin de obtener de éstos diversos beneficios para la comunidad.

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religiosas asociadas (Figuras. 9-12) los cuales representan, según nuestra interpretación, a un gran mamífero marino (una ballena jorobada o Yubarta (Megaptera novaengliae) al momento de saltar fuera del agua, tres peces de mar abierto (un pez vela (Istiophorus Platypterus). un tipo de mero, pez de la familia de los serránidos una morena) y un personaje que puede ser un shamán.1 (véase: Manzanilla et. al, 1991, CABRERA 1990:34-35 y MANZANILLA 2003).

Pese a las destrucciones recientes por las obras del desarrollo turístico de Punta Diamante, el sitio de Puerto Marqués es el asentamiento pre-hispánico mejor conservado de Acapulco. Bajo la superficie de sus terrazas se encuentran aún los restos de unidades habitacionales y, en sus niveles más bajos, presenta evidencias ocupacionales acerámicas que pueden datar de 3000 años a. C.

Una solución viable para su conservación es que cuando se reanude el proyecto del fraccionamiento se respete al sitio como reserva arqueológica, además de promover la creación de un museo de sitio.

SITIO 7.- INFONAVIT EL COLOSOEste sitio forma parte del gran asentamiento prehispánico “La Sabana”. Se localiza en la unidad habitacional El Coloso.

Figura 15 Grabado de un pez marino en el sitio Colonia 5 de Mayo, La Sabana (tomado de Cabrera 1990:160) Figura 16.- Grabado de barras de puntos y líneas verticales que han sido interpretados

Figura 16.- Grabado de barras de puntos y líneas verticales que han sido interpretados como posibles registros de tipo calendárico. Colonia 5 de Mayo (tomado de CABRERA 1990:162)

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Los petrograbados de Acapulco, Guerrero

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Entrando a la unidad, junto a la escuela secundaria Maestro Justo Sierra, en el came-llón central de la avenida Peña Blanca, se encuentra una gran roca con petrograbados que representan figuras antropomorfas, zoomorfas, flores de cuatro pétalos, puntos y líneas ondulantes (véase: MANZANILLA y Talavera, 1993). Frente al Jardín de niños Maestra Rosaura Zapata, se encuentran tres rocas con diseños complejos (Figura 13), publicados e interpretados por la Arqlga. Martha Cabrera (1990:167-172), quién los incluye en su catálogo de petrograbados del sitio de La Sabana.

El estado de conservación de estos petrograbados es bueno, pero algunos diseños han sido remarcados con pintura de aceite y vandalizados con propaganda política.

SITIO 8.- LA SABANAEste sitio, conocido también como “La ciudad pérdida”, se localiza en las estriba-ciones orientales de la Sierra Madre del Sur y en la Cuenca del río La Sabana. Sus dimensiones comprenden una extensión de 354 Hectáreas.

El asentamiento está formado por numerosas terrazas habitacionales que es-tuvieron limitadas por muros de contención, las cuales han sido reutilizadas por los moradores actuales de las colonias Cinco de Mayo, La Máquina y de los asentamientos irregulares cercanos a la unidad habitacional El Coloso. Dentro del predio que ocupa la escuela primaria Emiliano Zapata, en la colonia Cinco de Mayo, se encuentra un

Figura 17.- Petrograbado de la colonia La Mira, cerca de la denominada Playa Olvidada en Mozimba.

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montículo ceremonial hecho de tierra y revestido con lajas de granito y piedras de río, que ha sido fuertemente saqueado, sus dimensiones aproximadas son de 10 m de largo por 7 m de ancho y 2 m de altura. Continuando por la calle Ciudad Perdida y subiendo a la falda del cerro se llega a una cancha de Basket ball construida sobre lo que fue una gran plaza que aún conserva dos montículos piramidales, el principal orientado hacia el oeste mide 10 m de largo por 8 m de ancho y 4 m de altura, el restante tiene entre 6 y 8 m. de largo por 5 m. de ancho y 2 m. de altura, este último tiene ya una casa encima. El estado de conservación de las estructuras es precario, sin embargo, una exploración arqueológica haría posible la restitución de sus faltantes, devolviéndoles hasta donde sea posible su forma original.

A unos 60 m al noroeste, se llega a un conjunto formado por tres plataformas planas que limitan en su parte oeste con el cauce de un arroyo, la primera de ellas está revestida por un gran muro en talud de 50 m de largo y 3 m de altura donde se aprecian restos de escalinatas y alfardas hechas en lajas de granito y cantos de río. Sobre esta plataforma fue edificada la escuela primaria “Lázaro Cárdenas”. La segunda terraza está libre de construcciones, mientras que la tercera tiene ya algunas viviendas. Del panteón del lugar, parte una vereda que sube entre los 175 y 225 msnm a una zona enmontada, donde es posible observar 19 petrograbados (Figuras. 14-16), con motivos de puntos y barras (posibles registros calendáricos) muy similares a los observados en el sitio de Boca Chica y figuras de animales y representaciones humanas, muy parecidas a las de Palma Sola. Estos petrograbados también fueron reportados por la Arqlga. Martha Cabrera (op. Cit., pp. 131-175; MANZANILLA y Talavera, 1993).

El estado de conservación de los petrograbados es bueno, gracias a que ante-riormente algunos vecinos, habían cercado la zona y constantemente se organizaban para desmontar y proteger este lugar. Actualmente se cuenta con un custodio del INAH. A pesar de esto, algunos diseños fueron retocados con pintura de aceite, se han removido piedras y existen otras que están fuera de la zona cercada.

Figura 18.- Petrograbado de la colonia Azteca

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Los petrograbados de Acapulco, Guerrero

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

Este sitio que es el más importante centro ceremonial prehispánico de Acapulco no ha sido estudiado y en cambio está siendo destruido día con día, una solución más que viable urgente, es la realización de una investigación exhaustiva del sitio y la conservación de los elementos que aún existen, a fin de evitar su pronta y total destrucción. Los petrograbados podrían ser habilitados para la visita del público.

SITIO 9.- PETROGRABADO DEL CERRO LA MIRASe encuentra en la colonia La Mira III en Mozimba, junto a la Playa Olvidada, se trata de un bloque de 5 x 6 m que presenta una figura humana a cuyo rededor se distingue un ave, un diseño que semeja una serpiente o caimán, un círculo de puntos y otros diseños difíciles de interpretar. Su estado de conservación es bueno, aunque el bloque ha caído sobre un espacio plano que es ahora el patio de una casa. Se recomienda su difusión.

SITIO 10.- PIE DE LA CUESTASe localiza en la colonia Azteca, cerca del jardín de niños “Aztecalli”, aquí hay un petrograbado de 1.91 m x 71 cm. (por su lejanía no aparece en la Figura 1) que al parecer representa a una lagartija o iguana (Figura 18), los vecinos conocen como “el alacrán” (véase: MANZANILLA y Talavera, 1993). Se recomienda su difusión.

CONCLUSIONESEl recorrido de los sitios referidos nos permiten plantear las siguientes conclusio-nes:

Acapulco tiene en el sitio de Puerto Marqués la evidencia de uno de los asenta-mientos costeros más antiguos de Mesoamérica (3000 años a. C.) , su conservación y estudio futuro permitiría comprender el desarrollo de la complejidad social que alcanzaron en los siglos posteriores las culturas de la Costa de Guerrero.

La ocupación más importante de la bahía y anfiteatro de Acapulco, la bahía de Puerto Marqués y la Cuenca de La Sabana, ocurrió desde el Preclásico medio al Clásico tardío (1000 a. C. a 750 d. C.), por grupos cuya economía estaba basada en la agricultura combinada con el aprovechamiento de los recursos de los esteros y del mar.

De esta manera, los vestigios materiales que aún se conservan en Acapulco, corresponden en su mayoría a sitios habitacionales conformados por terrazas de tierra

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limitadas por muros en talud hechos con piedras de granito; piedras con pozuelos y petrograbados.

Para el Clásico (200 d. C. a 750 d. C.), La Sabana se consolida como el más importante sitio rector local, dejando las únicas huellas de arquitectura ceremonial prehispánica en Acapulco, mismas que se están perdiendo.

La temática de los petrograbados de Acapulco está conectada con diferentes formas de ritualización de espacios destinados a diferentes actividades, tanto cotidia-nas como eran la pesca y la agricultura, como cosmogónicas, que tenían que ver con el origen mítico de sus ancestros. En muchos casos se representaron ceremonias en donde pueden distinguirse a shamanes y gente común en posición de orar o danzar.

Por el hallazgo de terrazas de ladera delimitadas con muros de piedra en ta-lud y con cimientos habitacionales en su parte plana, a sólo 300 m al norte de los petrograbados de Puerto Marqués (MANZANILLA, Talavera y Rodríguez 1991), suponemos que una primera temporalidad asignable, de acuerdo con la secuencia ocupacional de los sitios aldeanos hasta ahora encontrados en Acapulco (CABRERA 1990; MANZANILLA 1998 y 2000) se establece en el tiempo comprendido entre el Preclásico medio y Clásico tardío (1000 a. C. a 750 d. C.).

Sin embargo, consideramos que muchos de estos diseños estuvieron relacio-nados directamente con la última etapa de ocupación de los asentamientos, la cual se remonta al periodo Clásico (MANZANILLA, Talavera y Rodríguez 1991), por lo que estimamos que su antigüedad podría ser mucho menor, es decir entre 200 y 750 d. C.

Para finalizar, mencionaremos que dado que existe el inventario de los sitios y la ubicación y delimitación exacta de los mismos (véase: CABRERA, 1988 y MAN-ZANILLA y Talavera, 1990) no hay pretexto para no iniciar la defensa y protección de este patrimonio, solo tomando conciencia de su importancia, será posible legar a las futuras generaciones de este puerto el conocimiento de su historia y la explicación de su presente.

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Los petrograbados de Acapulco, Guerrero

LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

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LOS PETROGRABADOS DEL NORTE DE MÉXICO

SITIOS CON PETROGRABADOS Y ROCA TRABAJADA EN LA CUENCA DE MEXICO: UNA

APROXIMACION SIMBOLICA

Francisco Rivas Castro*

A la memoria de Matheo Wallrath, incansable investigador de cruces punteadas y petrograbados

RESUMEN:En este trabajo se aborda la importancia de elementos simbólicos presentes en petrograbados como indicadores de ritualidad. Se parte de un registro sistemático de estos elementos en varios sitios de la Cuenca de México, se abordan diversas temporalidades y motivos iconográficos de cada elemento tratado en el análisis. Se presenta además una visión de conjunto que con-tienen información calendárica, onomástica de gobernantes, mítica y religiosa. Se ubica a cada elemento en su sitio en particular y se relaciona con otros contemporáneos de la cuenca de México, en general, el hilo conductor para hacer la propuesta de su importancia religiosa es la cosmovisión mesoamericana y sus elementos de larga duración. En el desarrollo de la investigación se desglosan los elementos arqueológicos aún presentes y algunos ya desapa-recidos, es una síntesis muy global pero a la vez muy puntual de los elementos presentes en estas manifestaciones gráfico-rupestres del Altiplano Mesoamericano. También se esboza una hipótesis: que la raíz de los símbolos principales representados en los petrograbados de la Cuenca de México, tuvieron su raíz en el más antiguo sustrato de la cosmovisión de los grupos de cazadores recolectores del norte y occidente de México.

INTRODUCCIÓNLos afloramientos rocosos fueron utilizados en la época prehispánica para consignar eventos de importancia, en ellos, se plasmaron elementos relacionados con la obser-vación astronómica (GALINDO, Jesús 2001:29-35; WALLRATH, Matthieu 2001:42-45) cuentas del calendario ritual y el agrícola, también se hicieron modelos de ciudades, templos, deidades, animales emblemáticos, numerales calendáricos, es-culturas de gobernantes, escenas míticas de fundación; así como representaciones o modelos idealizados de elementos del paisaje. Todos los anteriores elementos denotan ritualidad.

En la actualidad ya existen registros sistemáticos de estos elementos arqueo-lógicos, tenemos tesis donde se han hecho catálogos de las manifestaciones gráfico-

*Arqueólogo, investigador de la Dirección de Estudios Arqueológicos, INAH.

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rupestres (TELLO Charles 1993; VIRAMONTES Anzures 2002) y trabajos específi-cos sobre las técnicas de elaboración, e intentos de lectura contextual (GONZÁLEZ Arratia 1987, 1992:36-47 y 1997:73-79). Todos los temas que se abordaron en la iconografía de las manifestaciones gráfico-rupestres desde tiempos de cazadores-recolectores y posteriormente de grupos de agricultores sedentarios versan sobre la obtención de alimentos para la subsistencia, fuentes de agua; también encontramos representaciones pictóricas que hacen alusión a la petición de abundancia de caza o recolección de plantas comestibles y mágicas de los dioses, que permitían al hombre comunicarse con ellos y viajar en un tiempo primordial y en un espacio ilimitado, bajo esas formas de percepción.

Las rocas evocaban a los antepasados que se petrificaron para sobrevivir como entes ancestrales, así se conservaron en la memoria de sus descendientes. Un aspecto muy importante en referencia al culto a la roca es que no es privativo de Mesoamérica, pues tenemos conocimiento del mismo en Africa, Oceanía, Asia, La India, China y Sudamérica. Evidentemente que se trata de un uso y costumbre relacionado con el pensamiento religioso a nivel mundial y con una presencia histórica que data de tiempos de cazadores-recolectores-pescadores, hasta la grandes urbes que denotan el desarrollo de las civilizaciones.

LA IMPORTANCIA DE LAS MANIFESTACIONES GRÁFICO RUPESTRESEs importante anotar que la pintura y el petrograbado fueron marcas hechas en roca para transformarlas en elementos imborrables, que se utilizaron en varios momentos y por ello hoy las encontramos con varias inscripciones, incluso con graffitis moder-nos. En este sentido se pueden considerar como palimpsestos, esto es, como textos con inscripciones de varias épocas. Aún en la actualidad se siguen llevando ofrendas a las deidades que personifican esos afloramientos, es por esta razón que se transfor-man en puntos clave, como parte de los sitios arqueológicos y que también denotan ciertas estructuras simbólicas y religiosas dependiendo el lugar y el paisaje donde se encuentran inmersos.

Varios investigadores han demostrado que existen petroglifos que denotan direccionalidad; esto es, que se ubican en puntos clave de la topografía regional y de áreas más amplias, para establecer puntos donde las visuales hacia el entorno del paisaje se tornan importantes, incluso para establecer la traza de las antiguas ciudades, templos y milpas (GONZÁLEZ Aparicio 1973). Dentro de estos sistemas visuales, más que arqueoastronómicos, se relacionaron: templos, cerros, puntos del

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paisaje con recursos importantes, lugares de acceso a recursos naturales aprovechables, en varios momentos históricos: en la época prehispánica y que posteriormente en la Colonial, al imponerse nuevos símbolos, deidades y un santoral cristiano, se propicia la integración de antiguos símbolos mesoamericanos que se resistían a desaparecer, todo este proceso de imposición, sustitución, asimilación y síntesis de elementos culturales se refleja en contextos religiosos novohispanos tempranos (Principios del siglo XVI), donde encontramos elementos prehispánicos relaciona-dos con los antiguos asentamientos y lugares potenciales de culto.

La lengua de los pueblos indios ha sido la depositaria de las estructuras del pensamiento de esos grupos, es precisamente en ella donde podemos encontrar algunas respues-tas a nuestras interrogantes, en referencia al culto a la roca en contextos otomíes, como ejemplo de esto, tenemos este interesante relato, contenido en la tradición oral (e histórica) de los otomíes de San Pablito Pahuatlán, en la Sierra norte de Puebla.

Los datos etnográficos: el culto a la piedra entre los otomíes de San Pablito, Pahuatlán, Puebla

En un relato de tradición oral, compilado por Yolanda Lastra,1 recuperó lo que es muy interesante para el estudio y simbolismo de la piedra en la cosmovisión otomí de la región de San Pablito Pahuatlán, Sierra Norte de Puebla. En esta narración se explica como conciben el concepto de “muñecos, patrones; modelos” en su propia cultura:

figura 1 Piedra Campana, parte alta del cerro Xoloc, Tizayuca, Edo de México

1 LASTRA, Yolanda, 2001:54

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LA PIEDRA DEL CERRO DEL ÁGUILA

Martiniano Santos c.70 añosRatu danta nsiníArt/piedra/cerro/águilaLa piedra del cerro del águilaTa-menthamí ta-menahóki da-ma ta-nú ra hmeyá i ñú-wiLa van a rascar, lo van arreglar para que se vean las figuras de lo que hayKoti ra hmeya ra nsini neh mina ra koti2Por que tiene figuras de águila y otros modelos.Da-thami ra hoy-te? Ek na ra hoy da-ma di-nehki un ra khai hingi pah-piya na-ma-tapah-piya na-ma-ta-ñehk’eíVan a rascar la tierra, van a quitar la tierra para que se vea, las personas que no saben para que conozcan las creencias.Kha ta-pah ra ne hmeya ra simhoi nt’ehkeí rane hmeya na hmatapá a mi-eca tah-khai mimankhamá.Ahí están las figuras de las creencias de lo que hacían los viejos hace mucho tiempo. (LASTRA 2001:54).

Con este ejemplo vemos como los datos etnográficos, confirman la presencia de elementos de la cosmovisión de larga duración, uno de ellos, es precisamente el culto a la piedra entre los otomíes de varias latitudes en Mesoamérica, además, su presencia está documentada arqueológicamente.

LOS EJEMPLOS ARQUEOLÓGI-COS Y LOS DATOS ETNOGRÁ-FICOSUn ejemplo de esto existe en el sitio que fue la primer capital establecida por Xolotl, el caudi-llo chichimeca: El cerro Xolotl, ubicado en las inmediaciones de Tizayuca, Estado de México. Sabemos que este lugar fue la Figura 2.- Piedra Campana, cajetes labrados en la roca.

2 La autora anota en un pié de página (11) que también en San Antonio Huehuetla: el concepto K’oi se entiende como patrón.

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primer capital de Xolotl al noroeste de la Cuenca de México, dato consignado por Fernando de Alva Ixtlixochitl (1975, Tomo 1:292) y también por la pintura de este lugar en el códice Xolotl (1980, Plancha 1). Por otro lado, si consideramos que este lugar fue la primer capital de Xolotl, y vamos al lugar geográfico real, podemos en-tender por que Xolotl eligió este cerro de poca altura pero con una excelente visual del entorno, pues en la visita que realizamos en 1996, se veía desde su cima al norte

la sierra de Teoloyucan y la de Pachuca, al sur la sierra de Guadalupe; al este la región de Ecatepec y Chiconauhtla, y la de Xaltocan y al fondo, el cerro Jicuco, cercano al sitio arqueológico de Tula Jicocotitlán; al oriente se ve el cerro Gordo del valle de Teotihuacan.

Fig. 3 Plano de ubicación de los sitios con presencia de petrograbados y pintura rupestre en la región de Tepozotlan, Estado de México. Cueva de la Leona, San Mateo Xoloc. Plano retomado de la carta topográfica 1:50 000, Cuauh-titlan, E14A29

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En el sitio del cerro Xoloc existen “Las piedras campanas” (Figura 1). Este sitio corresponde según datos del códice Xolotl e Ixtlixochitl (op., cit.), a la primer capital del caudillo Xolotl, la descripción de las características del paisaje y datos arqueológico evidentes en superficie denotan una densa ocupación ya que encontra-mos cerámicas teotihuacanas, incluyendo anaranjado delgado, cerámicas rojo sobre el color natural del barro distintas a las denominadas como coyotlatelco, pues son de tradición local, además, todos estos vestigios arqueológicos se ubican en las terrazas que circundan el cerro.

En este sitio existe un elemento de ritualidad relacionado con la piedra; se trata de un afloramiento rocoso aledaño a una de las terrazas artificiales del sitio, muy cerca de la parte alta del mismo. Los habitantes del pueblo en la actualidad lo llaman “Las piedras campanas”. De acuerdo con la tradición, la gente sube y haciendo girar unas piedras sobre otras más grandes (son

Figura 4 Reconstrucción hipotética de la forma que debió tener la pintura de la Cueva de la Leona, Tepozotlán, Edo de México. (La forma de la cabeza se injertó con base a una imagen del Lienzo de Tlalixtlahuaca (Rollo Selden). (Dibujada en campo, in situ por Francisco Rivas Castro, 2003)

Figura 5 Petrograbado de Chicomecoatl, Tepozotlan, Edo. de México (fotografía de Reyna Cedillo)

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Fig. 6. Escultura del Axolotl del Tezcutzinco.

como grandes cajetes de piedra) (Figura 2) se producía un sonido similar al de la campana que se escuchaba hasta el pueblo (SÁNCHEZ Vázquez 1996:237)3, según Jaques Galinier (1990) el significado de la campana, está relacionado con rituales de fertilidad, que se asocia con el sacrificio de niños necesario para la petición de lluvias en la época prehispánica.

En la jerarquía de los centros ceremoniales indígenas, los cerros ocupan un rango superior, en otras partes, es la campana sagrada, pues su sonido sube de las profundi-dades de la tierra, y reitera ese mismo deseo (sacrificio humano, de niños) Koho pasi nde te’ky pa taponi “cuatro niños reclaman la campana para salir” (op. Cit., p. 239). Según la investigación de Jaques Galinier: “Muchos relatos precisan la relación entre la serpiente, oro y la campana. En el cerro Chato, se puede hallar una cadena de oro en forma de serpiente; de cuya punta cuelga una campana en (Texcatepec)” (GALINIER 1990:556-5584; SÁNCHEZ Vázquez 1996:239).

Al respecto Sánchez Vázquez, refiere el sitio de la Loma Española de Xilotzingo, en la región de Tizayuca, Hidalgo, donde se celebra la fiesta de la Santa Cruz, que visten con listones de colores, la fiesta principal es la de San Marcos donde: “En la cima de esta loma se encuentran una gran cantidad de vestigios arqueológicos... ... cerca del sitio de la cruz se localizan unas ruinas (en el sitio que la gente llama “El mogote”, que si bien, nadie sabe a ciencia cierta que fueron, todos piensan que estas son ruinas de lo que “dicen haber sido una capilla muy antigua que se hundió”, la gente asegura haber escuchado el tañer de las campanas de dicha capilla. Nadie sabe quién las construyó, ni cuando de hundió, pero siempre escuchábamos las campanadas que bajaban del cerro... ...siempre sonaban a las doce en punto (Xilotzingo)” (SÁNCHEZ Vázquez 1996:262).

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A. Terrazas habitacionalesB. Baño de la reina, labrado en la rocaC. Palacio, donde se encontró una escultura del dios del maíz (sin publicar)D. Recinto donde estuvieron las imágenes de los gobernantes de TexcocoE. Templo labrado en la roca, presencia de una plaza, asiento de roca labrada y escultura de coyoteF. Templo en la cima del cerro, sin explorar, tiene restos de muros y cuerpos de una estructuraG. Esculturas monolíticas de las deidades del maízH. Baño pequeño, labrado en la roca y donde termina un canalI. Escultura monolítica del AxolotlPlano después de Parsons, 1971, fig. 24 (PASZTHORY, 1983:129, plate 70. Traducción y reintepretación de Francisco Rivas

Los elementos recurrentes del sonido de la campana, y el del templo capilla hundidos, están ligados con elementos rituales de fertilidad, en los lugares con una tradición otomiana (SÁNCHEZ Vázquez op. Cit., p. 262).

Este mismo rasgo cultural y ritual lo tenemos presente en el Cerro del Judío (Mazatepetl) en la región de Magdalena Contreras, D,F., donde también se tiene memoria de que el montículo principal del sitio de la Cruces fue: “un templo que se hundió”, los habitantes nativos de San Bernabé dicen que también se escuchan las campanas del mismo, en ciertas fechas del año, y a las doce del día y doce de la noche (Información de tradición oral de Don Sebastián Jiménez, nativo de San Bernabé Ocotepec, a donde pertenece el cerro del Judío o Mazatepetl).

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Fig 8. Asiento, baño y maqueta de una muralla, cerro del Tezcutzinco. Edo de México.

FIG 9.- Asiento labrado en la roca, Tezcutzinco, Edo. de México

FIG 10. Templo-asiento labrados en la roca: San Mateo Nopala, Naucalpan, Edo. de México.

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Figura 11 Muralla de Huexotla, Texcoco (después de PASSZTORY 1983:99, colorplate 24), porción de muralla que circunda el área de templos, Huexotla, Acolhuacán

Muralla de Tenayuca, topónimo tomado del Códice Mendocino, frontispicio, Epoca colonial Temprana, c. 1541-42. Biblioteca Bodleiana, Oxford

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Figura 12 Muralla de Huexotla (después de GENDROP 1990), pp 256, figura 283, c y d 1

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Figura 13 Escalinatas labradas en la roca, Tezcut-zinco, Texcoco, Edo. de México

FIG 14 Tlaloc, Tezcutzinco, Estado de México, foto de Francisco Rivas Castro, 2002.

Otro nombre que reciben las zonas ar-queológicas en el contexto otomí del occidente de la Cuenca de México el de “Iglesias viejas”, por lo general, ubicados en la cima de los ce-rros más prominentes de su región. Respecto a la asociación de la serpiente a ritos de fertili-dad y agua en sitios de tradición otomí, hemos descubierto que existe una relación estrecha de este animal con la petición de lluvias y el culto a sitios de manantiales permanentes, ubicados a poca distancia de los lugares de culto, es el caso de la gran serpiente de 11 m, pintada en el abrigo rocoso de travertino, en la Cueva de la Leona, Tepozotlán (Figura 4). El abrigo rocoso (que no es una cueva en el sentido estricto del concepto) se ubica en un punto muy visible del paisaje, y en relación a la barranca de la Leona, importante cauce por donde bajan las aguas de lluvias de temporal, en tiempos de secas los manantiales que manan del tepetate excavado proveían del vital liquido a los ha-bitantes del lugar.

Analizando el contexto de los sitios (Figura 3) y respecto al conjunto de sitios con presencia de elementos arqueológicos que denotan ritualidad, he concluido que existe un complejo ritual regional, rela-cionado con un sitio arqueológico en la segunda promi-nencia del cerro más alto de la Sierra de Tepozotlán: El Tres Cabezas, con otros con presencia de petrograbados más tardíos de la época mexica y colonial, (Figura 5) íntimamente relacionados con las bajadas de los cauces de los ríos e intermitentes y zonas de manantiales per-manentes. Esos mismos cauces que provienen de la ba-rranca de la Leona, por donde bajan y se unen con otras

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vertientes, fueron aprovechados en la época prehispánica y colonial (con la construcción de una represa para controlar el volumen de agua que bajaba de la Sierra de Tepozotlán y que se aprovechó hasta el último cuarto del siglo XX.

Si consideramos que de Xo-lotl, se hace provenir varias dinastías en la Cuenca de México (Códice García Granados o Techialoyan G)3, entonces vemos la importancia de Xolotl como elemento histórico que nos permite entender gran parte de los linajes gobernante de la región del Acolhuacan y el Occidente de la Cuenca de México.

Retornando al análisis de los sitios arqueológicos con presencia de elementos de ritua-lidad en grabados en la roca viva trabajada, uno de los sitios más importantes en la región del Acolhuacán es sin duda Tezcut-zinco, que etimológicamente significa el pequeño Texcoco o el venerable Tezcoco, lugar con presencia de emblemas de gobierno, pues ahí existía la representación de los más im-

Escultura de Tlaloc, Cañada de San Mateo Nopala, Naucalpan,

Edo. de México.

Escultura de Tlaloc, Tepepolco (Peñón del

Marqués). Escaneado de Salas, 1984.

Escultura de Tlaloc, Villa Alpina, Naucalpan, Edo. de México. Escaneado de García Moll, 1968.

3 Códice Techialoyan García Granados, 1992 Gobierno del Estado de México, Secretaría de Finanzas y Planeación, El Colegio Mexiquense, Toluca, con nota introductoria y descripción del contenido del anverso y reverso del Dr. Xavier Noguez, y un estudio sobre los pueblos y genealogías en el códice de la Mtra. Rosaura Hernández R.

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Figura 16. Templo-Maqueta, San Mateo Nopala, Naucalpan, Edo. de México. Foto Francisco Rivas Castro

Figura 17 Petrograbado de Buitre, sitio arqueológico de San Mateo Nopala, Naucalpan, Edo. De México. (Foto: Francisco Rivas Castro, 1996)

Figura 18 Petrograbado del cerro Moctezuma (Oton-calpulco) Naucalpan de Juárez,Estado de México. (Fotografía de Fernando Botas Vera, 1994)

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Fig. 19 (a) Escultura del cerro Mazatepetl (El judío), Magdalena Contreras, D. F. (b) Piel de jaguar, códice Tudela

Figura 20 Maqueta labrada en la roca, Acalpixcan, Xochimilco, D. F. (Después de COOK de Leonard, 1955)1Templo prehispánico del Peñón de los Baños, antiguamente Tepetzinco, D. F. (Después de KRIECKEBERG 1969) COOK de Leronard, Carmen 1955 “Una maqueta prehispánica “, en:El México Antiguo, Tomo VIII, pp169-191, México, Sociedad Alemana Mexicanista.

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Fig 21. Esculturas de Mujer y Xipe-Totec, cerro de Xilotepec, San Gregorio Atlapulco, Xochimilco

portantes señores de la región del Acolhuacan, además, se esculpió la roca de manera magistral, pues todo el cerro presenta elementos arqueológicos de este tipo, incluyendo animales emblemáticos como el Axolotl (Figura 6), ubicado en la parte alta del cerro al sureste. Entre los elementos importantes podemos mencionar el templo monolítico, ubicado al noreste del complejo arquitectónico, donde aún notamos las extremidades inferiores de dos esculturas de grandes dimensiones que representaban a gobernantes del Acolhuacan, este lugar enmarcaba el acceso del agua que provenían de los manan-tiales del Cerro Metecatl y que era traída desde ese lugar al Tezcutzinco en un canal de cal y canto, obra hidráulica magistral de Netzahualcoyotl, que llegaba por la parte sureste del cerro (Figura 7) (PASZTORY, Esther 1983, p,129, plate 70).

Otros elementos de trabajo en piedra lo constituyen el llamado “baño de Ne-zahualcoyotl” (Figura 8), ubicado en la porción sur del cerro y que consiste de un pequeño recinto labrado en la roca, donde se hizo un canal que se alimentaba de otro principal hecho de cal y canto que rodeaba prácticamente a toda la parte media del cerro. A través de este, llegaba el agua proveniente de manantiales del cerro Metecatl, ubicado al sureste del Tezcutzinco, la cual era triada en un canal de cal y canto desde varios kilómetros para refrescar a quién se sentara en el recipiente circular labrado en la roca, este elemento; el asiento, lo en-contramos también en el recinto superior del cerro (Figura 9) que al igual que el prim-ero, se caracterizan por haber sido hechos en lugares estratégicos por tener una vista impresionante a las terrazas del cerro y el paisaje del entorno. Los asientos de roca del Tezcutzinco me traen a la memoria el asiento

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que se labró en la maqueta del templo del cerro de San Mateo Nopala, Naucalpan, Edo. de México (TELLO Charles, 1993:193; RIVAS Castro 2000: 280-81) localizado en el campo por nosotros4, (Figura10) en este, al sentarse, se ve hacia un abrigo y pared de roca sedimentaria que al acercarnos presenta un petrograbado de un buitre con diversos emblemas y numerales prehispánicos.

Volviendo con los elementos pétreos labrados del Tezcutzinco, junto al asiento y tina también se labró un elemento arquitectónico muy interesante: un muro con re-mates almenados en miniatura que algunos autores han identificado con el topónimo de Tenayuca —el lugar amurallado— (Figura 11). (PASZTORY 1983:131). Nosotros hacemos otra propuesta: Se puede tratar de Huexotla, sitio cercano al cerro Tezcut-zinco, donde aún existe parte de la gran muralla que lo protegía Figura12, además, si consideramos la hipótesis de Rafael Alducin, que este lugar pudo ser la primer capital de la región del Acolhuacan y por ser un elemento de sumo interés ubicado en el con-texto regional, podría estar representado como un modelo en miniatura en el “baño de Nezahualcoyotl (Comunicación personal 2003) esta consideración implica que lo que se representó en “baño de Nezahualcoyotl”, pudo ser la muralla de Huexotla, ya que Tenayuca fue un sitio más alejado a nivel regional; aunque no descartamos la posibilidad de que se trate de Tenayuca, ya que esta fue la segunda capital de Xo-lotl al norte del lago de Texcoco, en la región este y rumbo a Tlalnepantla, antigua Teocalhueyocan. Por otro lado, y según algunos códices (Mendocino y Matrícula de Tributos) y datos de fuentes históricas sabemos que Xolotl como caudillo fundador de Texcoco, debió jugar un importante papel en los contextos de la política y la religión del lugar, por lo cual varios elementos de su poder político se pudieron representar el Tezcutzinco, como animales emblemáticos y símbolos de poder, relacionados con el gobierno de Xolotl en la región del Acolhuacan.

Otros elementos labrados en la roca viva, lo constituyen largas escalinatas que bajan a los recintos de la parte media del cerro (Figura 13) que interconectan los diversos niveles de las construcciones de elite.

En el cerro Tezcutzinco existen también restos de esculturas que tuvieron atribu-tos de las deidades del maíz y los mantenimientos, ampliamente estudiadas por varios autores (PASZTHORY 1983:129-133). Recientemente, en una visita que hice al sitio en el año 2002, descubrí una escultura exenta de un Tlaloque (tal vez sin terminar) que se encuentra en una de las plazas de los complejos arquitectónicos, ubicado en la falda sur del cerro (Figura 14) que estilísticamente es similar al reportado para el

4 La localización de estos elementos arqueológicos se la debo al P. A. José Antonio Urdapilleta Pérez

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Figs . 22 y 23 Petrograbados del Peñón de los baños, D,F. Fotografías de Bustamante, 1892. Archivo técnico del Arqueología, México, D. F.

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Fig. 24 Templo prehispánico del Peñon de los Baños, antiguamente Tepetzinco, D. F. Después De Krieckeberg,

Krieckeberg, Walter, 1969 Fesbilder Mexikos. A historische religiose und kunstdenkmäler von Walter Krickeberg, verlag von Drietich Reimer, in Berlín Band II, Tagel XVIII.

monte Tlaloc y los de la cañada de San Mateo Nopala (MORANTE, Rivas Castro 2000 op., cit.). El tipo de roca en que se hizo la escultura fue la andesita gris y las técnicas para su elaboración son similares a las de la Cañada de San Mateo Nopala. (Figura 15)

Otro sitio de la época Coyotlatelco y el Postclásico temprano y tardío con ves-tigios de roca trabajada es el de San Mateo Nopala, donde existe la representación en miniatura de un templo con 13 escalinatas y un asiento labrado en la roca sedimentaria (Figura 16); petrograbados zoomorfos: un buitre y un numeral con un conejo, conjuntos de pocitas y esculturas de una diosa del maíz y Tlaloques, todos, relacionados con culto al agua de manantiales, bajadas de aguas de lluvia de temporal, elemento que denotan su estrecha relación con el culto al agua, la fertilidad de la tierra y el maíz (Cf. RIVAS Castro 2000).

Otro ejemplo cronológicamente contemporáneo es el del cerro Moctezuma (Otoncalpulco), ubicado en la región de Naucalpan, al occidente de la Cuenca de Méxi-co, que tiene un sitio arqueológico aún no explorado, que además tiene petrograbados relacionados con los ciclos sinódicos de Venus, ataduras de años —Xiuhmolpilli— y

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Foto 25 Baño de Moctezuma, Chapultepec. Fotografía tomada despues de CABRERA Moreno, Ma de la Luz 2000 “El Castillo de Chapultepec. Arqueología e Historia” en: Arqueología Mexicana, Vol VIII, No 46, Arqueología Histórica, Serie tiempo mesoamericano IV, México, INAH-Editorial Raíces: 26-33.

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Fig. 26 Orientaciones de las paredes del recinto de Moctezuma, labradas en la roca.Despues de GALINDO Trejo, 2003 “La astronomía prehispánica en México” en, Lajas Celestes, astronomía e Historia en Chapultepec. México, CNCA, Patronato del Museo Nacional de Historia, UNAM, 2003 , pp. 64.

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Fig. 27.-dibujo recontructivo de baño e imagen de Moctezuma II, Chapultepec, D. F. Tomado de TORRES García y MORENO Cabrera, 2003:84 Torres García, Manuel Alberto y María de la Luz Moreno Cabrera, “Inicios de la observación astronómica en Chapultepec a través de su arqueología”. En: Lajas celestes. Astronomía e Historia en Chapultepec, CNCA-Patronato del Museo Nacional de Historia- UNAM, 2003.

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encendido del fuego nuevo en la región de Naucalpan, Edo de México. (Cf. RIVAS Castro 1998 y 2000 op., cit.), (Figura 18).

También contamos con un reciente descubrimiento de una escultura labrada en la roca, frente al templo principal del cerro Mazatepetl (Figura 19) así como las escalinatas y parte del piso de la plataforma labrada en la roca y asociada a un aflo-ramiento con representaciones de escalinatas, conjuntos de oquedades interconectadas por pequeños canales, numerales y deidades, lo ubicarían dentro del conjunto de sitios con presencia de culto a la roca del Occidente de la Cuenca de México. La cronología de estos elementos data de la época de Azteca II, que correspondería a 1150-1250 d. C. ( cf. RIVAS Castro 2002:131-135).

Existen otros sitios en la Cuenca de México, con presencia de cruces punteadas, “maquetas” y petrograbados de importancia, es el caso del cerro de la Estrella, en la región de Iztapalapa, donde hay modelos en miniatura de canales y terrazas de cultivo, numerales, rocas con pocitas rituales y representaciones de deidades.

En Santa Cruz Acalpixcan, Xochimilco existe una roca con una cruz punteada labrada, la cual fue reutilizada para esculpir en épocas posteriores una maqueta re-portada por Carmen Cook de Leonard (COOK de Leonard 1955), (Figura 20) se trata de una cruz punteada, de estilo teotihuacano según la propuesta de Zimbrón (ZIMBRÓN 1992), quién señala que se puede tratar de un ejemplo de recuperación del pasado teotihuacano entre los xochimilcas, quienes esculpieron elementos nahuas más tardíos (cf. COOK de Leonard 1955).

Existen otros sitios de importancia ritual con elementos pétreos tales como: San Gregorio Atlapulco, ubicados en la región de Xochimilco y los linderos de Milpa Alta donde se labraron esculturas prehispánicas de un guerrero y una mujer de grandes dimensiones (Figura 21) estos elementos escultóricos se encuentran en la parte media del cerro y se relacionan con un sitio arqueológico de grandes dimensiones ubicado en la cima de este cerro.

Por otro lado, no solo existieron sitios con estos elementos rituales en tierra firme, si no además, en islas de lago adentro, es el caso del cerro Tepetzinco, donde existió un adoratorio mexica con una plaza en la parte alta del cerro y petrograbados hoy desaparecidos, pero bien documentados con fotografías de 1890 (BUSTAMANTE 1890), y de Walter Krieckeberg tomadas en los años cuarenta (KRICKEBERG 1969), (Figura 22); se trata de personajes míticos de la religión mexica. Las escenas reiteran pasajes de conquista y establecimiento de señorío y elementos de la fundación de Mexico-Tenochtitlan. En otros, se plasmaron alegorías de las antiguas deidades de

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FIG. 28 Esculturas muebles de Tlaloc, detalle de acueducto colonial y relieves con pintura.

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la guerra y la agricultura, además de algunos topónimos de importancia tales como: Chalco, y Ayotla, todos lugares ubicados al sur de la Cuenca de México, relacionados con la producción chinampera de Chalco-Xochimilco, importante granero del estado mexica naciente. Este sitio tuvo además una importante característica: baños termales (conviene recordar que el Peñón, antiguamente llamado Tepetzinco era uno de los Ayauhcalco-casas de niebla, importantes lugares de culto dedicados a las deidades de la medicina y el parto según Sahagún) que contienen aguas a las cuales se les atribuyen propiedades curativas, estas aún existen actualmente, aunque entubadas. Los baños modernos se ubican del lado derecho, frente a la pequeña capilla dedicada a la virgen de Guadalupe; subiendo por el cerro del Peñón por el circuito interior, rumbo al aeropuerto en dirección oriente. Este sitio se llamaba en la época prehispánica: Acopilco, que significa -en el agua de Copil- el guerrero mítico, hijo de Malinalxochitl, inmolado por su tío: Huitzilopochtli, en la cima del cerro, esta escena fue la que se representó en uno de los tres petrograbados antropomorfos que existían en la cima del peñón, muy cerca de las estructuras prehispánicas reportadas por Krieckeberg (op., cit.), (Figura23).

En la isla de Tepepolco, actualmente el Peñón del Marqués, Eduardo Noguera localizó restos de un palacio con columnas policromadas con emblemas de guerra y poder, además de que este lugar también tenía una escultura (Figura 24), de impor-

Fig. 29 - Glifos de Chapultepec, Atlas de Durán, donde se ve como se esculpieron las imágenes de Moctezuma II.

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tancia hoy desaparecida. Los descubrimientos arqueológicos fueron publicados por Noguera y la descripción de los hallazgos la hizo así:

—“Por lo explorado en el poco tiempo disponible se deduce que lo descubierto corresponde a una casa de recreo que hoy llamaríamos residencia campestre de un gran señor tecuhtli, de la sociedad azteca. Se exploró lo que parece ser un patio y una porción techada sostenida por vistosas columnas cubiertas de pintura y decoración al fresco de valor simbólico (Figuras 13 y 14). Este cerro fue un islote en épocas prehispánicas. Aquí tenían los grandes señores jar-dines y casas de recreo. En el mes de Toxcatl hacían la cuarta fiesta, sacrificando esclavos y niños a honra de Tezcatlipoca, Huitzilopochtli y posiblemente a Tlaloc, deidad esta última de las lluvias y venerada en especial en las alturas, en los cerros donde tenían a veces un santuario. Consumada la ceremonia partían de ese lugar a una parte llamada Tlalpizahoayan, camino de Iztapalapa, donde hay un montecillo lla-mado Acaquilpan o Caoaltepec, donde dejaban a sus mujeres. Al parecer fue en el cerro del Peñón donde Cortés introdujo llamas del Perú como textualmente dice: 'cuarenta y dos ovejas del Perú'—"

Otro hecho histórico tuvo lugar en ese mismo cerro. Después de la huida de los españoles en la famosa noche triste, volvieron a sitiar a Tenochtitlan con mayo-res refuerzos de material y hombres, fueron tomadas las poblaciones que rodeaban la ciudad. Texcoco fue saqueado y cayeron, Coatinchan, Huexotla, Chimalhuacan, Atenco y Chalco. Los preparativos para el ataque a la ciudad culminaron al instalar Cortés su campamento en el Peñón Viejo, a la vez que sus capitanes se situaron en Iztapalapa, Tlacopan y Coyoacán. Posiblemente debido a la actuación de Cortés en esos hechos se le puso a ese cerro el nombre del Peñón Viejo del Marqués” (NOGUERA 1974:83-84).

Otro sitio más con elementos labrados en roca viva de la época mexica es Chapultepec, donde se trabajó un recinto que ve hacia el oriente, que tiene escudos y emblemas de gobierno, descritas de manera muy puntual por Nicholson (NICHOL-SON, H. 1961:379-444). Este recinto estuvo flanqueado por 2 serpientes monolíticas de 12m de largo por 2.50m de espesor, reportados por Bustamante a principios de

FIG.30, Glifo de Chapultepec, códice Boturini o Tira de la peregrinación

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siglo, en 1935, también aquí se labró en la roca un asiento para baño bajo las imágenes de los gobernantes mexicas (Moctezuma I y II). (Figura 25).

Descripción de las esculturas de Chapultepec, según Ignacio Alcocer a principios del siglo XX (1935)

Al describir las esculturas monolíticas labradas en la roca Alcocer anotó en 1935:

"Por otras razones más, creemos que es la estatua de Moctezuma II, pues se encontraron dos bancos de piedra de uno y de otro lado y algunas señales claras de haber existido un pequeño aposento como abrigo del monumento y Tezozomoc dice textualmente (p. 668) que Moctezuma se expresó así delante de los canteros: “Padres y abuelos míos, mucho quisiera que las labraderes (a su estatua) un aposentillo, sin puertas, muy bien labrado con algunas cosas que a vuestra memoria viniesen de la antigüedad, pues está mirando frontero al oriente”. Y en efecto, esta estatua miraba al oriente. En lo que servía del muro, de un lado y de otro, hay varios dibujos, entre los que más abunda uno, de forma periforme, igual al que se ve en el piso o parte inferior de los guerreros en la piedra de Tizoc y que representaban al firmamento. Hurgando aquí y allá se encontraron señales de algunos escalones labrados en la roca que por el lado derecho de la estatua (de Moctezuma II) conducen a otro aposento superior abierto en la roca, al estilo de los que aún se ven en Tezcutzingo, y que tienen grabados en el fondo un primoroso escudo de 0.92 m de diámetro, con cuatro flechas atravesadas por atrás, símbolo de la guerra, todo primorosamente bruñido hasta la fecha" (Fig. 26).

Según el señor Salas, este aposentillo fue encontrado desde 1905, cuando por allá se trazaba un acueducto. Nos parece que sea el aposento alto que se construyó para Moctezuma, según el siguiente párrafo de Tezozomoc, p. 669:

“Iba cada semana a visitar su figura a Chapultepec que adornaron los canteros y albañiles el aposento alto muy bien labrado”.

Y fijando más la atención en la parte inferior donde está la estatua, se descubrió una serpiente gigantesca de 2.50m de diámetro, también tallada en la roca natural que figura salir del medio del cerro y desciende hasta lo llano, por el derecho de la estatua, y cuya cabeza venía a quedar a la entrada del aposento, como si fuese su respetuoso guardián (Fig. 27).

Se nota al lado derecho de la cabeza el agujero cuadrangular, en donde estuvo ingerida la piedra que hacía de ojo, la cresta en la cabeza, y una arista en la parte superior del cuerpo, todo perfectamente visible. La parte izquierda de la cabeza fue volada con barreno. No se encuentran huellas de que haya tenido escamas. Sus pro-porciones son colosales.

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Suponemos que sus ojos se figurarían con piedra jade, o alguna otra piedra de estima que ha de haber sido sustraída desde las primeras horas de la conquista.

Estos restos nos revelan que se trató de un primoroso monumento en el que se agotó la vanidad del gran emperador que con su esplendidez estimuló la habilidad de los artistas canteros, pues los colmó de distinciones y les mando regalar todo el tributo que se había recogido de Coixtlahuaca (Oax).

Presumimos que el poderoso monarca que le tomó gran afición a su efigie retratada en la piedra, a tal grado que con frecuencia la iba a visitar y a contemplarla derramaba copiosas lagrimas de contento, mandó construir en la parte superior un aposento real, desde donde podía contemplar a sus anchas gran parte del Valle de México... “.

Sería de desearse que fuera colocada delante de las ruinas de este monumento una barandilla que sirva para guardar contra la completa destrucción y como desagravio de injurias que recibió en tiempos pasados (1753-1754) con su correspondiente placa descriptiva. El culto Ingeniero P. Ortíz Rubio, siendo presidente de la República, mandó rodear al monumento con una balaustrada de piedra” (ALCOCER I. 1935:95).

Por otro lado, Tezozomoc asegura (p. 368) que Moctezuma Ilhuicamina mandó labrar su imagen en el año de 1457 en Chapultepec, así mismo Axayacatl y Ahuizotl con atavíos de Xipe Totec, con rodela y sonaja llamada Omichicahuaztli, según León y Gama (p. 151) la escultura de Axayacatl estuvo viendo hacia el norte, y que las de Moctezuma y Xocoyotzin permanecieron grabadas a la perfección hasta el año de 1753 o 1754, que también mandó borrar.

La estatua de Moctezuma se ubica al pie del cerro por el oriente, la roca en que se hizo fue andesita y su altura fue de 2.00 m aproximadamente.

Todos estos elementos pétreos denotan ritualidad, algunos autores conside-ran que este fue un cerro sagrado (PASZTORY 1983:127-128) quién anota que los petrograbados y la arquitectura existente en el cerro fueron mandados a destruir por el Obispo Fray Juan de Zumárraga, también se construyó el palacio del Virrey en la punta del cerro a finales del siglo XVII, el sitio fue objeto de varios actos vandálicos, pues se utilizó dinamita hacia finales del siglo XVIII y principios del XIX, actualmente, es un área de reserva ecológica y área recreativa y cultural.

Según la propuesta de Pasztory (op., cit.) originalmente Chapultepec tuvo jardines, templos, palacios y esculturas labradas en la roca en relieve, sabemos por algunas excavaciones que se practicaron en el lugar que hubo un importante culto a las deidades del agua y los mantenimientos, su antiguo nombre: San Miguel, nos

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habla de la relación simbólica sincretizada entre San Miguel y el Señor del Monte: Tepeyolotl, una de las advocaciones de Tlaloc, como señor del monte, de los animales y los bosques. El cerro estuvo dedicado a las deidades de la naturaleza. Es conocido por las esculturas de algunos gobernantes hechas al alto relieve en los afloramientos de roca andesita del lugar, estas son atribuidas por los cronistas Durán y Tezozómoc a Moctezuma I y Tlacaelel. En el Atlas de Durán se ilustró como se elaboraba la imagen de Moctezuma I en las rocas de Chapultepec (PASZTORY 1983:33, Fig. 19) (Fig. 29) pero también se esculpieron las de Axayácatl, Ahuizotl, y Moctezuma II, además en las recientes exploraciones en el cerro hechas por María de la Luz Moreno Cabrera (2000:26-33), al realizar la limpieza del área de petrograbados ya conocidos por el trabajo de Nicholson (op., cit.), se descubrió un “Baño ritual” (Fig. 25) donde se labraron pequeños canales para hacer llegar el agua al recinto, representaciones de un templo miniatura, así como un asiento que ve hacia el grabado de Moctezuma II. Todos estos elementos de grabado en piedra ubicarían a Chapultepec como un lugar de culto en la temprana y tardía época del esplendor del señorío mexica en la Cuenca de México.

Además del área de petrograbados tenemos nuevos datos de los manantiales del cerro, que abastecían del vital líquido a la Ciudad de Tenochtitlán en época prehis-pánica y a la capital novohispana en la colonial, se tiene memoria de la importancia de estos manantiales hasta principios del siglo XX.

El cerro de Chapultepec, además, representaba un lugar mítico muy importante, ya que en este sitio fue donde según las Fuentes históricas, huyó y se refugió el último gobernante Tolteca, Huemac, y se suicidó en la Cueva de Cincalco -cueva del lugar del maíz-. Es seguro que el cerro tuvo diversas ocupaciones, pues en las recientes exploraciones se han ubicado cerámica de tradición teotihuacana, Coyotlatelco, Az-teca temprano y Tardío. Actualmente, sabemos que en la ladera sur del cerro se ha encontrado evidencia de presencia humana desde el periodo Preclásico y lo que parece ser una aldea de la época teotihuacana (comunicación personal de la Arqlga María de la Luz Cabrera Moreno, 28 de noviembre de 2003) al igual que en las excavaciones practicadas en la parte alta del cerro, en donde estuvo ubicado el templo prehispánico, actualmente en el Alcazar del Castillo (Cf. MORENO Cabrera 2000).

El cerro conjugaba los elementos importantes del Altepetl, que tenía como metáfora pictórica el Cerro, la cueva y el manantial, características geográficas de Chapultepec. (Fig. 30).

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CONCLUSIONES

Es así como revisamos de manera amplia y muy general la presencia de elementos pétreos trabajados en la Cuenca de México. A través de este sistema de símbolos inmersos en los diversos ejemplos que presentamos, podemos trazar lo que se podría considerar como un mapa ritual en esta región. Evidentemente que cada lugar fue seleccionado en el paisaje para que cumpliera su función como sitio de vigilancia a acceso a recursos a nivel regional, pero también para servir como escenario donde se llevaban a cabo diversas “fiestas” del calendario agrícola y ritual. La presencia de roca trabajada no sólo se reflejó en las llamadas “maquetas”, si no que además en estos espacios, los afloramientos rocosos sirvieron como elementos importantes en el sistema constructivo de templos principales, es el caso del sitio llamado Mazatepetl en al región de Contreras. En la roca también se labraron deidades, fechas calendárica, elementos astronómicos, celebraciones cronográficas como el encendido del fuego nuevo, figuras de gobernantes, animales emblemáticos relacionados con el poder y sus linajes en turno.

Además del trabajo en roca, existen asociados elementos de pintura rupestre, es el caso del cerro Moctezuma, también tenemos pintura de un animal emblemático, hecho sobre una base de estuco, en el cual se aprovechó la textura y la forma de los afloramientos de abrigos rocosos; Es el caso de la serpiente de 11m localizada en la cueva de la Leona en la región de Tepozotlan, o las representaciones de las diosas del maíz asociadas con numerales y otras deidades hechas en afloramientos rocosos en la misma región.

Es gracias a un registro sistemático y la visita a todos estos sitios, que hemos realizado por varios años, lo cual nos permite hoy vincular todos estos elementos pétreos o pictóricos con el paisaje, el cual fue y es transformado de acuerdo a las necesidades prácticas inmediatas así como ideológicas, para justificar el poder a través de la religión y el ritual.

No cabe duda que el lago, los recursos de agua, las cuevas, los cerros, peñones y montañas, fueron elementos muy importantes que permitieron establecer principios de ordenación dentro del conjunto de lagos y la periferia topográfica de la Cuenca de México, este hecho permeó la forma en que los hombres organizaron el tiempo-espacio desde que esta Cuenca se habitó hace más de 25 mil años.

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Conclusiones del Primer Seminario de Petrograbados del Norte de México;

Los petroglifos, un paradigma de investigación

Como resultado de las mesas de trabajo del primer seminario de petrograbados del norte de México se presentaron catorce ponen-cias; sesiones de discusión y análisis, aspectos que en su conjunto conformaron las nuevas aportaciones e importantes propuestas para el conocimiento de la materia. En consecuencia, los investigadores participantes, acordamos lo siguiente:

I. Ampliar la temática del seminario con la inclusión, además de los petroglifos, de otras manifestaciones gráfico rupestres. En ese sentido, se acordó cambiar el título de: “Seminario de Petrograba-dos del norte de México”, por el de: “Seminario de Arte Rupestre del norte de México”.

II. Que el seminario se celebre cada dos años, puesto que es el tiempo suficiente para desarrollar las propuestas, realizar nuevas investigaciones y presentar aportes. Se determinó que el mes de diciembre es apropiado para la realización del evento.

III. Que el próximo tema del seminario aborde específicamente la problemática de protección y registro. De aprobarse la propuesta, el título y tema serán: II seminario de Arte Rupestre del norte de México “Protección y registro”.

IV. Que debe conservarse el formato del seminario: tres mesas de cinco ponentes; cada ponencia de 40 minutos con un receso intermedio y la discusión al final de cada mesa. Por último, la sesión de conclusiones.

V. Crear un comité organizador y académico del seminario.

VI. Que el seminario se desarrolle fundamentalmente en torno al arte rupestre del norte de México, cuestión que no excluye la

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presentación de trabajos que sobre la materia se realizan en otras partes del centro y sur del país y de otros continentes; ello ampliará su interés y contenido, puesto que se pretende que dicho seminario sea el más importante en el contexto del estudio, conservación, difusión del arte rupestre en México e incida, de igual manera, en la formación de los estudiantes de arqueología.

VII. Que se involucre en el desarrollo académico del seminario y en las propuestas generadas al Consejo de Arqueología y a la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH.

VIII. Solicitar a las autoridades del INAH la continuación de los programas de registro y catalogación de sitios con petrograbados en los estados de la República Mexicana.

IX. Llevar a cabo la revisión y enriquecimiento de la cédula actual de registro de manifestaciones gráfico rupestres así como crear un manual anexo a la cédula y asentar los requerimientos básicos de registro.

X. Impulsar los estudios de arte rupestre a través de una o varias materias obligatoria(s) en la ENAH y proporcionar los suficientes elementos para que en esta y otras escuelas con carrera de arque-ología el arte rupestre sea una línea formativa de investigación e incluso en el futuro una especialidad.

XI. Al interior del registro de manifestaciones gráfico-rupestres, especialmente en petrograbados se acordó evitar la utilización de gis con la idea de resaltar los diseños en la roca; solamente en casos específicos, muy necesarios, de preferencia se marcarán únicamente los contornos de las formas.

XII. Que la conservación de los sitios de petroglifos debe llevarse a cabo en conjunto con las comunidades, es decir, a través de asesorías en los municipios e impulsando la creación de museos comunitarios.

Mazatlán, Sinaloa, diciembre del 2003

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