sanderson brandon - el aliento de los dioses

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El Aliento De Los Dioses

AnnotationHace aos, el rey de Idris firm un tratado con el reino de Hallandren. El rey Dedelin enviara a su hija mayor, Vivenna, para casarse con Susebron, el rey-dios de Hallandren. Vivenna ha sido entrenada durante toda su vida para ser una novia adecuada para Susebron y as cumplir con su deber y ayudar a forjar una paz estable entre Hallandren e Idris. Ese era el plan hasta que el rey de Idris enva a su hija Siri, desobediente e independiente, en lugar de Vivenna. Siri intenta encontrar su lugar en la corte de Susebron, pero mientras lo intenta descubre la verdad oculta sobre el rey-dios.

En Idris, su hermana Vivenna est preocupada y teme que Siri no est preparada para esa nueva vida, por lo que decide viajar a Hallandren. All se rene con la gente de Idris que trabaja en la capital, T'Telir, y comienza una nueva vida de espionaje y sabotaje. El plan de Vivenna es rescatar a Siri, aunque tal vez esta ni necesite ni desee ser salvada.

Para Emily, que dijo que s.

Presentacin

Debo reconocer que una de las ms genuinas satisfacciones de un editor es, simplemente, encontrar a un autor nuevo y prometedor. En los largos aos dirigiendo esta coleccin he encontrado autores nuevos de todo tipo y condicin que han sido conocidos en Espaa gracias a NOVA.

Mi ms reciente descubrimiento fue este sorprendente Brandon Sanderson, un autor joven que, con sus primeras obras, ha renovado ya la fantasa tanto tiempo encerrada en el clsico clich a la Tolkien, ya un tanto agotado. Hoy puedo constatar que la sorpresa que me proporcion Brandon con su primera novela, ELANTRIS (2005), se ha confirmado y es slo una muestra de las muchas satisfacciones que nos va a deparar a todos.

No he sido el nico maravillado por la habilidad narrativa y el universo fabulador de Brandon Sanderson. Cuando Robert Jordan falleci en septiembre de 2007, no result extrao que se decidiera que sera precisamente Brandon Sanderson quien se encargara de terminar la novela entonces en curso de redaccin (A Memory of Light), el que hoy parece ser el volumen final de la famosa serie LA RUEDA DEL TIEMPO que Robert Jordan no pudo terminar. La novela no ha sido todava publicada. Aunque, del contrato original para un libro de 200.000 palabras, se habla ahora de una extensin global de unas 800.000 palabras que, manteniendo o no el ttulo que le diera Robert Jordan, es posible que se publique en Estados Unidos en dos o tres volmenes cuyos subttulos estn todava en discusin.

Para destacar el enfoque distinto que Brandon Sanderson da a la fantasa, me voy a permitir incluir de nuevo un texto del estudiante Sanderson en un trabajo acadmico sobre la fantasa que ya les extract en la presentacin de ELANTRIS, Un texto en el que el joven autor desarrolla su tesis en favor del cambio en la narrativa fantstica:

Muchos escritores contemporneos, algunos de ellos muy buenos, se han restringido a s mismos al estndar asumido de la fantasa. Escriben relatos sobre jvenes hroes que son llamados a una bsqueda misteriosa, ambicionan el poder, y llegan a la madurez al superar sus tribulaciones. Siguen el Sndrome de Campbell paso a paso, e intentan estar seguros de que no dejan nada al margen.

El movimiento ha ganado tal impulso (en parte por Tolkien, cuya obra exhibe el Mito del Hroe pero no lo sigue) que se ha convertido en sinnimo de fantasa. Y, a causa de ello, el gnero est amenazado de estancamiento.

Esto, por supuesto, plantea un interrogante. La fantasa es todava un gnero en su adolescencia el movimiento contemporneo no empez hasta los aos setenta. Las historias que utilizan el mito del hroe siguen vendindose bien en realidad se venden mejor ahora que antes. Y por lo tanto, por qu cambiar?

Respondo que debemos cambiar porque la adolescencia pasa y los lectores de fantasa se hacen mayores. Los lectores de fantasa empiezan a estar cansados. Muchos de mis amigos, antes lectores vidos de fantasa, han dejado de leer novelas del gnero a causa de su redundancia. Lo que antes sugera maravillas, ahora se ve como obsoleto y excesivamente trillado. Preveo serios problemas en el futuro si no reconocemos el Sndrome de Campbell y lo afrontamos.

Coincido al cien por cien con esa idea de Sanderson, y debo decir que bastantes novelas de fantasa actuales (esos epgonos de Tolkien tan abundantes) tambin me aburren. Hay pocos ttulos (demasiado pocos...) en mi lista de novelas imprescindibles de fantasa y, con toda seguridad, es por agotamiento de un clich que, como a Sanderson y a sus amigos, hace tiempo que me cansa.

Es posible que la apuesta de Sanderson sea arriesgada. Existe un lector acomodaticio que se conforma con ms de lo mismo (ese lector al que Julio Cortzar tuvo el desacierto de llamar lector hembra en un desliz machista imperdonable). Pero, y sa ha sido siempre mi apuesta como editor, hay lectores inteligentes y amantes de la novedad. Y son (somos) muchos. Muchos ms, de hecho, de lo que suelen pensar una gran mayora de editores.

En mi presentacin a ELANTRIS, la primera novela de Brandon Sanderson, ya les contaba la sorpresa que la irrupcin de este joven autor ha causado en todo el mundo. Ahora puedo tambin dar testimonio de cmo el xito obtenido por ELANTRIS en todo el mundo se ha repetido en Espaa.

Brandon Sanderson es joven, a medio camino de los cuarenta. Creci en Lincoln (Nebraska, EE. UU.) y ahora vive en Provo (Utah, EE.UU.) con su esposa Emily. Obtuvo la licenciatura en lengua y literatura inglesa en la Brigham Young University. Ha sido durante dos aos profesor de dicha especialidad. Es autor de diversas novelas, pero la primera publicada fue la sexta, escrita en 2000, ELANTRIS (mayo de 2005), recibida por pblico y crtica como una interesantsima renovacin en el tan trillado gnero de la fantasa. Una sorprendente y amena novela que ofrece de todo para todos: misterio, magia, romance, enfrentamientos polticos, conflictos religiosos, luchas por la igualdad y una escritura penetrante con personajes consistentes y maravillosos.

ELANTRIS, que parece una novela de fantasa pica, no es slo eso. Faren Miller, de LOCUS, lo detect claramente destacando en ella un tono no conformista poco habitual en la fantasa. No en vano, Sanderson dice haber empezado a leer fantasa, a los catorce aos, con una novela sumamente inteligente e irnica como es VENCER AL DRAGN (1985, NOVA fantasa nmero 7) de Barbara Hambly. Faren Miller destaca claramente en ELANTRIS esa posible orientacin al recalcar el tono del Prlogo, tan clsico en la descripcin de una fantstica capital de seres inmortales como haba sido la ciudad de Elantris, para finalizar introduciendo ya en el mismo Prlogo un dato sorprendente y casi subversivo: La eternidad termin hace diez aos.

Tuve la oportunidad de hablar con Brandon (y con su esposa Emily) cuando vino a Barcelona, en noviembre de 2006, como conferenciante invitado en la ceremonia de entrega del Premio UPC de Ciencia Ficcin. Puedo asegurar que ideas no le faltan a Brandon Sanderson y que su capacidad de reflexin sobre la narrativa fantstica, unida a su habilidad extraordinaria como narrador y su inters por temas adultos (poltica, estrategia, religin y un interesante etctera), nos ha de deparar en su futura carrera como autor muchas ms sorpresas.

Tras el xito de ELANTRIS, Brandon Sanderson ha acabado ya de publicar una triloga genricamente titulada Nacidos de la bruma (MISTBORN) formada por EL IMPERIO FINAL (The Final Empire, 2006), EL POZO DE LA ASCENSIN (The Well of Ascensin, 2007) y EL HROE DE LAS ERAS (The Hero of Ages, 2008).

Y, para trascender el mundo de las letras, debo recordar que recientemente, con slo pocos aos como novelista y cuatro grandes libros publicados, Dreamworks ha adquirido ya los derechos para el cine de una serie de novelas de fantasa para adolescentes que Brandon escribi, casi como un divertimento, entre los volmenes segundo y tercero de NACIDOS DE LA BRUMA (Mistborn). Se trata de la serie protagonizada por un muchacho llamado Alcatraz y que se iniciaba con ALCATRAZ VERSUS THE EVIL LIBRARIANS (2007).

La trama de EL ALIENTO DE LOS DIOSES recuerda en cierta forma la de ELANTRIS, al principio, aunque solo al principio.

Hace aos, el rey de Idris firm un tratado con el Reino de Hallandren. El rey Dedelin enviara a su hija mayor, Vivenna, para casarse con Susebron, el rey-dios de Hallandren. Vivenna ha sido entrenada durante toda su vida para ser una esposa adecuada para Susebron y as cumplir con su deber y ayudar a forjar una paz estable entre Hallandren e Idris. Ese era el plan hasta que el rey de Idris enva a su hija Siri, desobediente e independiente, en lugar de Vivenna.

As comienzan dos de los tres ejes argumntales principales de EL ALIENTO DE LOS DIOSES. Siri intenta encontrar su lugar en la corte de Susebron y descubrir la verdad oculta sobre el rey-dios. Temiendo que Siri no est preparada para esa nueva vida, Vivenna viaja tambin a Hallandren y se rene con la gente de Idris que trabaja en la capital T'Telir y comienza una nueva vida de espionaje y sabotaje. El plan de Vivenna es rescatar a Siri, aunque para el lector resulte claro que Siri ni necesita ni desea ser salvada.

El viaje a Hallandren es un verdadero shock para las dos princesas, cada una tiene que tratar con esa nueva otra cultura a su manera y, en cierta forma, vivir en una sociedad donde la gente no cree o piensa como ellas.

El tercer gran eje de la historia gira en torno a un personaje ms bien divertido como es Sondeluz. Se trata de un retornado, uno de los personajes divinos que son vistos como dioses porque han muerto haciendo algn acto heroico y, tras un periodo, reaparecen como seres ms poderosos. Sin embargo, Sondeluz no cree ser un dios. Ni que lo sean los otros retornados y esa incredulidad, atpica en Hallandren, le lleva a otras aventuras y problemas.

La historia es larga y compleja, responde a la lnea temtica general ya presente en ELANTRIS y tambin en THE WAY OF KINGS con esos hombres-dios, a veces cados en desgracia y con poderes mgicos excepcionales. Pero se trata de historias distintas que no tienen nada que ver entre s y de lectura completamente independiente.

Sanderson se distingue tambin por la magia que introduce en sus novelas, una magia vista en cierta forma de manera racional y con una especie de lgica interna (los alomnticos de la triloga NACIDOS DE LA BRUMA tienen poderes mgicos pero siguen sometidos a la ley de accin y reaccin de Newton...).

En ALIENTO DE LOS DIOSES, el sistema de magia se basa en el aliento (breath), que los de Idrian tambin llaman alma. Cada ser humano nace con un aliento. Uno puede desprenderse de l y aun as seguir viviendo, aunque parecer a los dems como un poco ms gris (menos vivo y menos capaz de percibir las cosas que suceden a su alrededor). En este caso, se les llama drabs. En Idrian se tiene lstima por esos drabs y se tiene por monstruoso aceptar el aliento de otros. En Hallandren el aliento se considera incluso como una mercanca con la que comerciar, ya que disponen de ella incluso los humanos ms pobres.

Una persona que posee cincuenta o ms alientos puede hacer magia con ese poder, incluyendo Despertares (Awakenings), que consisten en dar vida con forma humana a materia orgnica y ese nuevo ser despertado hace lo que el despertador quiere que haga. Para ello, se deben conocer las palabras correctas y decirlas con claridad. El despertador puede tomar (recuperar) el aliento de la cosa creada slo cuando sta ha cumplido su misin.

Los retornados necesitan al menos un aliento a la semana para seguir existiendo. En Hallandren se considera un honor dar aliento a sus dioses y se les paga muy bien por hacerlo. En Idris no se cree que los retornados sean dioses, en cambio adoran a Austre, que no puede ser visto ni escuchado.

En resumen, una rara avis en la fantasa moderna: una narracin completa en un nico volumen, con toda la imaginacin, la aventura, la magia y los entraables personajes a los que Brandon Sanderson nos tiene ya acostumbrados.

Que ustedes la disfruten.

Miquel Barcel.

Agradecimientos

Trabajar en El aliento de los dioses ha sido un proceso inusitado en algunos sentidos: pueden leer ms en mi pgina web. Baste decir que he tenido una gama ms variada de lo normal de lectores alfa, muchos de los cuales conozco principalmente a travs de mis foros. He intentado incluir los nombres de todos, pero sin duda se me escapar alguno. Si eres uno de ellos, contacta conmigo y trataremos de incluirte en futuras ediciones.

El primer agradecimiento va dirigido a mi encantadora esposa Emily Sanderson, con quien me cas mientras escriba este libro. sta es mi primera novela donde ha participado ampliamente con sus opiniones y sugerencias, todas muy estimables. Tambin, como siempre, a mi agente Joshua Bilmes y mi editor Moshe Feder, que hicieron un trabajo intenso y extraordinario con el manuscrito, llevndolo de la Segunda o la Tercera Elevacin al menos hasta la Octava.

En Tor, varias personas han superado con creces la llamada del deber. El primero es Dot Lin, mi publicista, con quien ha sido particularmente estimulante trabajar. Gracias, Dot! Y, desde luego, los incansables esfuerzos de Larry Yoder merecen una nota, as como el excelente trabajo de la genial directora artstica de Tor, Irene Gallo. Dan Dos Santos realiz la cubierta original, y les sugiero de todo corazn que echen un vistazo a su pgina web y sus otros trabajos, porque creo que es uno de los mejores artistas del momento. Tambin Paul Stevens se merece mi gratitud por ser el contacto en casa de mis libros.

En el apartado de los agradecimientos especiales, tenemos a Joevans3 y Dreamking47, Louse Simard, Jeff Creer, Megan Kauffman, thelsdj, Megan Hutchins, Izzy Whiting, Janci Olds, Drew Olds, Karla Bennion, Eric James Stone, Dan Wells, Isaac Stewart, Ben Olsen, Greyhound, Demented Yam, D. Demille, Loryn, Kuntry Bumpken, Vadia, U-boat, Tjaeden, Dragon Fly, pterath, BarbaraJ, Shir Hasirim, Digitalbias, Spink Longfellow, amyface, Richard Captain Goradel Gordon, Swiggly, Dawn Cawley, Drerio, David B, Michelle Trame, Matthew R Carlin, Ollie Tabooger, John Palmer, Henrik Nyh, y el incombustible Peter Ahlstrom.

Prlogo

Es curioso cuntas cosas empiezan conmigo siendo arrojado a la crcel, pens Vasher.

Los guardias rieron y cerraron la puerta de golpe. Vasher se levant y se sacudi, mene el hombro y dio un respingo. Aunque la mitad inferior de la puerta era de gruesa madera, la superior tena barrotes, y pudo ver a los tres guardias abrir su mochila y rebuscar entre sus pertenencias.

Uno de ellos advirti que los estaba mirando. Era un hombretn bestial de cabeza afeitada y uniforme sucio; apenas conservaba los brillantes colores amarillos y azules de la guardia ciudadana de T'Telir.

Colores brillantes pens Vasher. Tendr que acostumbrarme de nuevo a ellos. En cualquier otra nacin, aquellos vibrantes azules y amarillos habran quedado ridculos en los soldados. Sin embargo, estaba en Hallandren, la tierra de los dioses Retornados, los servidores sinvida, la investigacin biocromtica y, naturalmente, el color.

El corpulento guardia se acerc a la puerta de la celda, dejando a sus amigos divertirse con las pertenencias de Vasher.

Dicen que eres bastante duro dijo, calibrando a Vasher.

ste no respondi.

El tabernero dice que derrotaste a unos treinta hombres en una pelea. El guardia se frot la mandbula. No me pareces tan duro. Sea como sea, deberas haber sabido que no es conveniente pegarle a un sacerdote. Los dems pasarn una noche entre rejas. A ti, sin embargo, te colgarn. Loco incoloro.

Vasher se dio media vuelta. Su celda era funcional, nada original. Una fina rendija en lo alto de una pared dejaba entrar la luz, las paredes de piedra rezumaban agua y moho, y una pila de paja seca se descompona en un rincn.

Me ignoras? pregunt el guardia, acercndose a la puerta.

Los colores de su uniforme refulgieron, como si hubiera entrado en una zona ms iluminada. No obstante, fue un cambio leve. Vasher no tena mucho aliento ya, y por eso su aura no influy demasiado en los colores que lo rodeaban. El guardia no advirti el cambio en el color, igual que no lo haba advertido en el bar, cuando sus colegas y l recogieron a Vasher del suelo y lo arrojaron al carro. Naturalmente, era un cambio tan sutil que al ojo sin experiencia le resultaba casi imposible de detectar.

Vaya, vaya dijo uno de los que rebuscaban en la mochila. Qu es esto?

A Vasher siempre le haba parecido interesante que quienes vigilaban las mazmorras fueran tan malos, o peores, que aquellos a quienes vigilaban. Tal vez era deliberado. A la sociedad no pareca importarle si esos hombres estaban dentro o fuera de las celdas, mientras estuvieran apartados de los hombres honrados.

Si es que tal cosa exista.

El guardia sac un objeto largo envuelto en lino blanco. Silb mientras desenvolva la tela, revelando una espada larga de hoja fina en una vaina de plata. La empuadura era negro puro.

A quin creis que le habr robado esto?

El guardia principal mir a Vasher, probablemente preguntndose si era alguna clase de noble. Aunque Hallandren no tena aristocracia, muchos reinos vecinos tenan sus lores y damas. Sin embargo, qu lord llevara una sucia capa marrn remendada en varios sitios? Qu lord tendra cardenales de una pelea de bar, barba de varios das y botas gastadas tras aos de caminar? El guardia se volvi, aparentemente convencido de que Vasher no era ningn lord.

Tena razn. Y se equivocaba.

Djame ver eso dijo, y cogi la espada. Gru, sorprendido por su peso. La gir en su mano, advirtiendo el cierre que sujetaba la vaina a la empuadura e impeda desenvainarla. Lo abri.

Los colores de la habitacin se volvieron ms intensos, no ms brillantes como haba sucedido con el jubn del guardia cuando se acerc a Vasher. Se hicieron ms fuertes. Ms oscuros. Los rojos se volvieron marrones. Los amarillos se endurecieron a dorado. Los azules se hicieron casi negros.

Ten cuidado, amigo dijo Vasher en voz baja, esa espada puede ser peligrosa.

El guardia alz la mirada. Todo estaba en silencio. El guardia buf y se alej de la celda, llevndose la espada. Los otros dos lo siguieron, con la mochila de Vasher, y entraron en la sala de guardia situada al fondo del pasillo.

La puerta se cerr de golpe. Al punto, Vasher se arrodill junto al montn de paja y seleccion un puado de recias briznas. Sac hilos de su capa, que empezaba a ajarse por abajo, y at la paja hasta darle forma de una persona pequea, de unos tres centmetros de altura, con brazos y piernas hirsutos. Se arranc un pelo de una ceja, lo coloc en la cabeza de la figura y luego rebusc en su bota y sac un brillante pauelo rojo.

Entonces Vasher exhal aliento.

Brot de l hinchndose en el aire, translcido pero radiante, como el color del aceite sobre agua al sol. Lo dej fluir: aliento biocromtico, lo llamaban los sabios. La mayor parte de la gente lo llamaba slo aliento. Cada persona tena uno. O, al menos, as sola ser. Una persona, un aliento.

Vasher tena unos cincuenta alientos, suficientes para llegar a la Primera Elevacin. Tener tan pocos le haca sentirse pobre comparado con lo que una vez haba tenido, pero muchos consideraran cincuenta alientos un gran tesoro. Por desgracia, incluso despertar una figura pequea hecha de materia orgnica (usando algo de su propio cuerpo como foco) consuma casi la mitad de sus alientos.

La figurita de paja se sacudi, absorbiendo el aliento. En la mano de Vasher, la mitad del brillante pauelo rojo se convirti en gris. Se agach, imaginando lo que quera que hiciera la figura, y complet el proceso con una orden:

Coge las llaves.

La figura de paja se levant y alz su nica ceja hacia Vasher.

Este seal la sala de los guardias, donde se oan gritos de sorpresa.

No hay mucho tiempo, pens.

La personita de paja corri por el suelo, salt y se escurri entre los barrotes. Vasher se quit la capa y la coloc en el suelo. Tena la forma perfecta de una persona, marcada con desgarrones que recreaban las cicatrices del cuerpo de Vasher, la capucha cortada con agujeros que hacan las veces de sus ojos. Cuanto ms se pareca un objeto a la hechura y la forma humana, menos alientos necesitaba para despertar.

Se agach, tratando de no pensar en los das en que tena suficientes alientos para despertar sin que le importara la forma ni el enfoque. sa haba sido una poca diferente. Con un respingo, se arranc unos pelos de la cabeza y los esparci por la capucha de la capa.

Una vez ms exhal aliento.

Necesit del resto de su aliento. Sin l, la capa temblando, el pauelo perdiendo el resto de su color, se sinti ms tenue. Sin embargo, perder el aliento no provocaba un desenlace fatal. De hecho, los alientos extra que usaba haban pertenecido una vez a otra gente. Vasher no saba a quines; no haba recolectado esos alientos l mismo. Se los haban dado, como se supona que funcionaban esas cosas. No podas tomar alientos por la fuerza.

Estar vaco de aliento lo cambi, en efecto. Los colores ya no le parecan tan brillantes. No poda sentir el bullir de la gente deambulando arriba en la ciudad, una conexin que normalmente daba por hecha. Era la conciencia que todos los hombres tenan de otros, esa cosa que susurraba una advertencia, en la modorra del sueo, cuando alguien entraba en la habitacin. En Vasher, ese sentido se haba amplificado cincuenta veces.

Y ahora haba desaparecido, absorbido por la capa y la personita de paja, para darles poder.

La capa se agit. Vasher se agach.

Protgeme orden, y la capa se qued quieta. Se levant y volvi a ponrsela.

La figura de paja regres a la ventana. Llevaba un gran aro con llaves. Sus piececitos estaban manchados de rojo. La sangre escarlata le pareca ahora a Vasher ms oscura.

Cogi las llaves.

Gracias dijo. Siempre daba las gracias. No saba por qu, sobre todo considerando lo que haca a continuacin. Tu aliento, a m orden, tocando el pecho de la personita.

En el acto, la figura cay al suelo, despojada de vida, y Vasher recuper su aliento. El familiar sentido de conciencia regres, el conocimiento de conexin, de encaje. Slo poda recuperar el aliento porque l mismo haba despertado a esa criatura; de hecho, los despertares de esa clase rara vez eran permanentes. Usaba su aliento como una reserva, esparcindolo, recuperndolo luego.

Comparado con lo que tuvo una vez, veinticinco alientos era un nmero pequeo y risible. Sin embargo, comparado con nada, pareca infinito. Se estremeci de satisfaccin.

Los gritos de los guardias se apagaron. Las mazmorras quedaron en silencio. Tena que empezar a moverse.

Vasher meti la mano entre los barrotes y us las llaves para abrir la celda. Empuj la gruesa puerta y corri por el pasillo, dejando la figura de paja olvidada en el suelo. No se acerc a la sala de los guardias para alcanzar la salida ms all, sino que se dio media vuelta y se intern en las mazmorras.

sta era la parte ms incierta de su plan. Encontrar una taberna que fuera frecuentada por los sacerdotes de los Tonos Iridiscentes haba sido bastante fcil. Meterse en una pelea de bar, y luego golpear a uno de aquellos sacerdotes, result igualmente sencillo. Hallandren se tomaba muy en serio a sus figuras religiosas, y Vasher se haba ganado no el habitual encierro en la crcel local, sino un viaje a los calabozos del rey-dios.

Conociendo la clase de hombres que solan proteger esos calabozos, saba que intentaran desenvainar a Sangre Nocturna. Eso le haba dado la distraccin que necesitaba para conseguir las llaves.

Pero ahora vena la parte impredecible.

Se detuvo, la ondulacin de la capa despierta. Fue fcil localizar la celda que quera, pues a su alrededor un gran parche de piedra haba perdido el color, dejando ambas paredes y puertas de un gris opaco. Era un lugar ideal para aprisionar a un despertador, pues la ausencia de color significaba ausencia de despertar. Vasher se acerc a la puerta y se asom a los barrotes. Un hombre colgaba del techo por los brazos, desnudo y encadenado. Su color era vibrante a los ojos de Vasher, su piel de un pardo puro; sus magulladuras, brillantes manchas azul y violeta.

El hombre estaba amordazado. Otra precaucin. Para despertar, necesitara tres cosas: aliento, color y orden. Las armonas y los tonos, lo llamaban algunos. Los Tonos Iridiscentes, la relacin entre color y sonido. Haba que dar una orden clara y firme en la lengua materna del despertador: cualquier tropiezo, cualquier mala pronunciacin, invalidara el despertar. El aliento brotara, pero el objeto no podra actuar.

Vasher emple las llaves de la prisin para abrir la puerta de la celda, y entr. El aura de ese hombre haca que los colores se volvieran ms brillantes cuando estaban cerca. Cualquiera podra advertir un aura tan fuerte, aunque era ms fcil para alguien que hubiera alcanzado la Primera Elevacin.

No era el aura biocromtica ms fuerte que vea Vasher; sas pertenecan a los Retornados, conocidos como dioses aqu en Hallandren. Con todo, la biocroma del prisionero era muy impresionante y mucho, mucho ms fuerte que la del propio Vasher. El prisionero contena un montn de alientos. Cientos y cientos.

El hombre se balanceaba en sus ataduras, estudiando a Vasher, los labios amordazados y sangrantes. Tras una breve vacilacin, Vasher extendi la mano y retir la mordaza.

T? susurr el prisionero, tosiendo a duras penas. Vienes a liberarme?

No, Vahr dijo Vasher en voz baja. Vengo a matarte.

Vahr buf. El cautiverio no haba sido fcil para l. La ltima vez que Vasher lo haba visto, Vahr estaba rechoncho. A juzgar por su cuerpo demacrado, llevaba algn tiempo sin comer. Los cortes, magulladuras y marcas de quemaduras en su carne eran recientes.

Pero la tortura y la expresin acosada en sus ojos rodeados de bolsas revelaban una solemne verdad. El aliento slo poda ser transferido voluntariamente, con una orden expresa. Esa orden, sin embargo, poda ser animada.

As que me juzgas grazn Vahr, como hace todo el mundo.

Tu fracasada rebelin no es asunto mo. Slo quiero tu aliento.

T y toda la corte de Hallandren.

S, pero no vas a drselo a uno de los Retornados. Vas a drmelo a m. A cambio de que te mate.

No me parece un buen trato. Haba dureza, un vaco emocional en Vahr que Vasher no haba visto la ltima vez que se separaran, aos antes.

Qu extrao pens que al final, despus de todo este tiempo, encuentre algo en l con lo que pueda identificarme.

Mantuvo las distancias con Vahr. Ahora que su voz estaba libre, poda ordenar. Sin embargo, slo tocaba las cadenas de metal, y el metal era difcil de despertar. Nunca haba estado vivo y no tena forma humana. Incluso durante el momento culminante de su poder, Vasher slo haba podido despertar metal en unas pocas ocasiones. Naturalmente, algunos despertadores muy poderosos podan dar vida a objetos que no tocaban, pero que estaban al alcance de su voz. Eso, sin embargo, requera la Novena Elevacin. Ni siquiera Vahr tena tanto aliento. De hecho, Vasher slo conoca a una persona viva que lo tuviera: el rey-dios en persona.

Eso significaba que Vasher probablemente estaba a salvo.

Vahr posea una gran riqueza de aliento, pero no tena nada que despertar. Vasher rode al hombre encadenado, sintiendo dificultad para no mostrar compasin alguna. Vahr se haba ganado su destino. Sin embargo, los sacerdotes no lo dejaran morir mientras contuviera tanto aliento; si mora, se desperdiciara. Se perdera. Sera irrecuperable.

Ni siquiera el gobierno de Hallandren, que tena leyes tan estrictas sobre la compra y el traspaso de alientos, poda dejar que semejante tesoro se perdiera. Lo deseaban tanto que retrasaban la ejecucin incluso de un criminal tan notorio como Vahr. Dentro de poco se maldeciran a s mismos por no haberlo vigilado mejor.

Pero claro, Vasher llevaba dos aos esperando una oportunidad como sa.

Y bien? pregunt Vahr.

Dame el aliento respondi Vasher, dando un paso adelante.

Vahr buf.

Dudo que tengas la habilidad de los torturadores del rey-dios... y llevo dos semanas resistindolos.

Te sorprendera. Pero eso no importa. Vas a darme tu aliento. Sabes que slo tienes dos opciones. Drmelo a m o drselo a ellos.

Vahr retorci las muecas, girando lentamente. En silencio.

No tienes mucho tiempo para pensrtelo dijo Vasher. De un momento a otro, alguien descubrir los guardias muertos ah fuera. Sonar la alarma. Te dejar, volvern a torturarte y acabars por romperte. Entonces todo el poder que has acumulado ir a la misma gente que juraste destruir.

Vahr mir al suelo. Vasher lo dej reflexionar unos instantes, y pudo ver que la realidad de la situacin le quedaba clara. Finalmente, Vahr lo mir.

Esa... cosa que llevas. Est aqu, en la ciudad?

Vasher asinti.

Los gritos que o antes? Los caus ella?

Vasher volvi a asentir.

Cunto tiempo estars en T'Telir?

Una temporada. Un ao, tal vez.

La usars contra ellos?

Mis objetivos son cosa ma, Vahr. Aceptars mi trato o no? Una muerte rpida a cambio de esos alientos. Una cosa te prometo: tus enemigos no los tendrn.

Vahr guard silencio.

Es tuyo susurr finalmente.

Vasher se acerc, pos la mano sobre la frente de Vahr, cuidando de que ninguna parte de sus ropas tocara la piel del hombre, no fuera a ser que absorbiera el color para despertar.

Vahr no se movi. Pareca aturdido. Entonces, justo cuando Vasher empezaba a pensar que haba cambiado de opinin, Vahr exhal aliento. El color se borr de l. La hermosa Iridiscencia, el aura que le haca parecer majestuoso a pesar de sus ligaduras y cadenas, fluy de su boca, flotando en el aire, titilando como bruma. Vasher la absorbi, cerrando los ojos.

Mi vida a la tuya orden Vahr, un atisbo de desesperacin en la voz. Mi aliento es tuyo.

El aliento fluy hacia Vasher y todo se volvi vibrante. Su capa marrn pareci de pronto intensa y rica en color. La sangre del suelo era intensamente roja, como en llamas. Incluso la piel de Vahr pareca una obra maestra de color, la superficie marcada por profundos pelos negros, magulladuras azules, y ntidos cortes rojos. Haban pasado aos desde la ltima vez que Vasher sintiera tanta... vida.

Jade, cay de rodillas, abrumado, y tuvo que apoyar una mano en el suelo para impedir desplomarse de bruces. Cmo he vivido sin esto?

Saba que sus sentidos no haban mejorado, y sin embargo, se senta mucho ms alerta. Ms consciente de la belleza de la sensacin. Cuando toc el suelo de piedra, se maravill de su aspereza. Y el sonido del viento pasando a travs de la estrecha ventana del calabozo. Siempre haba sido tan meldico? Cmo poda no haberse dado cuenta antes?

Cumple tu parte del trato dijo Vahr.

Vasher advirti los tonos de su voz, la belleza de cada uno de ellos, cmo se acercaban a lo armnico. Vasher haba ganado un puesto. Un regalo para todo el que llegaba a la Segunda Iluminacin. Sera bueno volver a tenerlo.

Naturalmente, podra llegar a la Quinta Iluminacin en cualquier momento, si lo deseaba. Eso requerira ciertos sacrificios que no estaba dispuesto a hacer. Y por eso se obligaba a hacerlo a la antigua usanza, recogiendo alientos de gente como Vahr.

Se incorpor y sac el pauelo incoloro que haba utilizado antes. Lo arroj sobre el hombro de Vahr y luego exhal.

No se molest en dar forma humana al pauelo, ni necesit usar una brizna de su pelo o su piel para concentrarse, aunque tuvo que absorber el color de su camisa.

Vasher mir a los resignados ojos de Vahr.

Estrangula orden, rozando con los dedos el tembloroso pauelo.

Se retorci de inmediato, acumulando una gran cantidad de aliento, aunque sin consecuencia. El pauelo se enrosc rpidamente en torno al cuello de Vahr, tensndose, ahogndolo. Vahr no se debati ni jade, simplemente mir a Vasher con odio hasta que sus ojos se hincharon y muri.

Odio. Vasher haba conocido suficiente odio en su vida. Extendi rpidamente la mano y recuper su aliento del pauelo, y dej a Vahr colgando en su celda. Recorri en silencio la prisin, maravillndose del color de las maderas y las piedras. Despus de caminar unos instantes, advirti un nuevo color en el pasillo. Rojo.

Sorte el charco de sangre que corra por el suelo inclinado de la mazmorra, y entr en la sala de los guardias. Los tres hombres yacan muertos. Uno de ellos estaba sentado en una silla. Sangre Nocturna, todava casi envainada, atravesaba el pecho del hombre. Una pulgada de oscura hoja negra era visible bajo la vaina de plata.

Vasher volvi a envainar con cuidado el arma. Ech el cierre.

Lo he hecho muy bien, no?, dijo una voz en su mente.

Vasher no le respondi a la espada.

Los he matado a todos continu Sangre Nocturna. No ests orgulloso de m?

l cogi el arma, acostumbrado a su inusitado peso, y la carg con una mano. Recuper su mochila y se la ech al hombro.

Saba que te sentiras impresionado, dijo Sangre Nocturna, muy ufana.

Captulo 1

Era Haba grandes ventajas en no ser importante.

Segn los baremos de mucha gente, Siri no entraba en esa categora. Despus de todo, era la hija de un rey. Por fortuna, el rey tena cuatro hijos vivos, y Siri, a los catorce aos de edad, era la ms joven. Fafen, la hija que segua a Siri en edad, haba cumplido con los deberes familiares y se haba convertido en monja. Detrs de Fafen estaba Ridger, el hijo mayor. l heredara el trono.

Y luego estaba Vivenna. Siri suspir mientras recorra el camino de regreso a la ciudad. Vivenna, la primognita, era... bueno, era Vivenna. Hermosa, centrada, dispuesta en todos los aspectos. Era buena cosa, claro, considerando que estaba prometida a un dios. Fuera como fuese, Siri, como cuarta hija, era redundante. Vivenna y Ridger tenan que concentrarse en sus estudios; Fafen tena que hacer su trabajo en los pastizales y los hogares. Siri, sin embargo, poda aparselas no siendo importante. Eso significaba que poda desaparecer en las afueras durante horas.

La gente podra darse cuenta, naturalmente, y entonces se metera en problemas. Sin embargo, incluso su padre tena que admitir que sus desapariciones no causaban muchas inconveniencias. La ciudad iba bien sin Siri: de hecho, sola irle un poco mejor cuando ella no estaba cerca.

No ser importante. Para otros podra haber sido ofensivo. Para Siri era una bendicin.

Sonri, mientras entraba en la ciudad propiamente dicha.

Atrajo las inevitables miradas. Aunque Bevalis era tcnicamente la capital de Idris, no era demasiado grande y todo el mundo se conoca de vista. A juzgar por las historias que Siri haba odo a comerciantes de paso, su hogar era prcticamente una aldea, comparada con las enormes metrpolis de otras naciones.

Le gustaba como era, incluso con sus calles fangosas, las casas de techo de paja, y las aburridas, aunque recias, murallas de piedra. Las mujeres perseguan a los gansos que huan, los hombres tiraban de los carros cargados con semillas de primavera, y los nios sacaban a las ovejas a los pastizales. Una ciudad grande en Xaka, Hudres o incluso la terrible Hallandren podra tener vistas exticas, pero estara repleta de multitudes sin rostro que gritaran y se apretujaran, y de nobles altivos. No era algo que entusiasmara a Siri: normalmente incluso consideraba a Bevalis un poco bulliciosa para su gusto.

Con todo pens, contemplando su sencillo vestido gris, apuesto a que esas ciudades tendrn ms colores. Eso es algo que me gustara ver.

Su cabello no pudo soportarlo ms. Como de costumbre, los largos mechones se haban vuelto rubios de alegra mientras estaba en el campo. Se concentr, tratando de controlarlos, pero slo pudo reducir el color a un marrn opaco. En cuanto dej de concentrarse, su pelo recuper el color de siempre. No era muy buena controlndolo. No era como Vivenna.

Mientras atravesaba la ciudad, un grupo de figuras pequeas empez a seguirla. Ella sonri, fingiendo ignorar a los nios hasta que uno de ellos ech a correr y le tir del vestido. Entonces se dio media vuelta, sonriente. Ellos la miraron con rostros solemnes. Incluso a esa edad, los nios de Idris estaban educados para evitar vergonzosos estallidos de emocin. Las enseanzas de Austre decan que no haba nada malo en los sentimientos, pero llamar con ellos la atencin sobre ti mismo no era bueno.

Siri nunca haba sido muy devota. No era culpa suya, razonaba, que Austre le hubiera otorgado una clara incapacidad para obedecer. Los nios esperaron pacientemente hasta que Siri se meti la mano en el delantal y sac unas flores de brillante colorido. Los ojos de los nios se abrieron de par en par, mirando los vibrantes colores. Tres flores eran azules, una amarilla.

Las flores destacaban contra la aguda monotona de la ciudad. Aparte de lo que poda encontrarse en la piel y los ojos de la gente, no haba a la vista ni una gota de color. Las piedras haban sido encaladas, las ropas teidas de gris o pardo. Todo para mantener al color a raya.

Pues sin color no poda haber despertadores.

La nia que haba tirado de la falda de Siri finalmente cogi las flores con una mano y ech a correr con ellas, seguida por los otros nios. Siri vio reproche en los ojos de varios transentes. Sin embargo, ninguno de ellos la encar. Ser una princesa, aunque no fuera importante, tena sus ventajas.

Continu su camino hacia el palacio. Era un edificio bajo de un solo piso con un gran patio de tierra prensada. Evit las multitudes de buhoneros en la puerta y, dando la vuelta, entr por las cocinas. Mab, la cocinera, dej de cantar cuando se abri la puerta y mir a Siri.

Tu padre te ha estado buscando, nia dijo, y se volvi canturreando para atacar una pila de cebollas.

Eso me temo.

Siri se acerc y oli la olla, que tena el soso aroma de las patatas hervidas.

Otra vez te has ido a las montaas, no? Apuesto a que te saltaste tus clases.

Siri sonri y sac otra de las brillantes flores amarillas, hacindola girar entre dos dedos.

Mab puso los ojos en blanco.

Y sospecho que has estado corrompiendo de nuevo a los jvenes de la ciudad. De verdad, nia, a tu edad ya tendras que haber superado estas cosas. Tu padre tendra que decirte un par de palabras sobre tus responsabilidades.

Me gustan las palabras. Y siempre aprendo algunas nuevas cuando padre se enfada. No debera descuidar mi educacin, no?

Mab hizo una mueca y mezcl unos pepinillos cortados con las cebollas.

De verdad, Mab dijo Siri, haciendo girar la flor, sintiendo que el tono de su pelo se volva un poco rojo. No veo cul es el problema. Austre cre las flores, no? Puso los colores en ellas, as que no pueden ser malignas. Quiero decir, lo llamamos el Dios de los Colores, verdad?

Las flores no son malignas respondi Mab, aadiendo unas hierbas a su cocido, suponiendo que se queden donde las puso Austre. No deberamos usar la belleza de Austre para darnos importancia.

Una flor no me hace parecer ms importante.

No? repuso Mab, aadiendo la hierba, el pepinillo y las cebollas a una de sus ollas. Golpe el lado de la olla con el plano de su cuchillo, escuch, asinti para s y empez a rebuscar ms verduras bajo la encimera. Dime continu refunfuando, de verdad crees que caminar por la ciudad con una flor as no atrajo la atencin sobre ti misma?

Eso es slo porque la ciudad es muy gris. Si hubiera un poco de color, nadie se fijara en una flor.

Mab se incorpor cargando con una caja con tubrculos.

Nos haras decorarlo todo como si fuera Hallandren? Quiz deberamos empezar a invitar a despertadores a la ciudad? Qu te parecera eso? Diablos que sorbieran las almas de los nios, que estrangularan a la gente con sus propias ropas? Levantar a los muertos de las tumbas para usarlos como mano de obra? Sacrificar mujeres en sus altares impos?

Siri not que su pelo se volva blanco de ansiedad. Basta!, pens. El pelo pareca tener mente propia y responda a sus instintos.

Eso de que sacrifiquen doncellas es slo un cuento dijo. En realidad no lo hacen.

Los cuentos vienen de alguna parte.

S, de viejas reuniones al calor del fuego en invierno. No creo que tengamos que estar tan asustados. Los de Hallandren harn lo que quieran, lo cual me parece bien, siempre que nos dejen en paz.

Mab empez a cortar verdura, sin levantar la cabeza.

Tenemos el tratado, Mab aadi Siri. Mi padre y Vivenna se asegurarn de que estemos a salvo, y eso har que los hallandrenses nos dejen en paz.

Y si no lo hacen?

Lo harn. No te preocupes.

Tienen mejores ejrcitos repuso Mab, cortando, sin mirarla, mejor acero, ms comida y esas... esas cosas. Todo eso preocupa a la gente. Tal vez no a ti, pero s a la gente sensata.

Aquellas palabras eran difciles de ignorar. Mab tena sentido comn, una sabidura ms all de su habilidad con las especias y los guisos. Sin embargo, tambin era asustadiza.

Te preocupas por nada, Mab. Ya lo vers.

Slo digo que es mal momento para que una princesa real vaya por ah con flores, hacindose ver e invitando al malestar de Austre.

Siri suspir.

Muy bien, pues dijo, arrojando su ltima flor al guiso. Ahora todos podremos destacar.

Mab se detuvo y luego puso los ojos en blanco mientras cortaba una raz.

Tengo que asumir que era una flor de vanavel?

Pues claro dijo Siri, oliendo la olla hirviente. S que no hay que arruinar un buen guiso. Y sigo diciendo que exageras.

Mab arrug la nariz.

Toma dijo, sacando otro cuchillo. S til. Hay races que cortar.

No tendra que presentarme ante mi padre? dijo Siri, cogiendo una retorcida raz de vanavel para empezar a cortar.

Te enviar de vuelta aqu y te har trabajar en las cocinas como castigo respondi Mab, golpeando de nuevo la olla con el cuchillo. Crea que poda juzgar cundo estaba lista la comida por el sonido de la olla.

Que Austre me ayude si mi padre descubre que me gusta estar aqu.

Te gusta estar cerca de la comida dijo Mab, sacando la flor del guiso y arrojndola a un lado. Sea como sea, no puedes presentarte ante l. Est reunido con Yarda.

Siri no mostr ninguna reaccin; continu cortando. Su pelo, sin embargo, se volvi rubio de emocin. Las reuniones de mi padre con Yarda suelen durar horas pens. No tiene mucho sentido estar all esperando a que termine...

Mab se volvi para coger algo de la mesa, y cuando mir hacia atrs, Siri ya haba salido corriendo por la puerta en direccin a los establos reales. Minutos ms tarde, galopaba lejos del palacio, llevando su capa marrn favorita, sintiendo un estremecimiento de emocin que volva su pelo de un rubio profundo. Una bonita cabalgada sera una buena manera de redondear el da.

Despus de todo, su castigo sera el mismo.

* * *Dedelin, rey de Idris, deposit la carta sobre la mesa. La haba contemplado largo rato. Era hora de decidir si enviar o no a su hija mayor a la muerte.

A pesar de la llegada de la primavera, sus aposentos estaban fros. El calor era cosa rara en las Tierras Altas de Idris: se anhelaba y disfrutaba, pues los veranos eran breves. Los aposentos estaban tambin desnudos. Haba belleza en la sencillez. Ni siquiera un rey tena derecho a mostrar arrogancia haciendo ostentacin.

Dedelin se levant, se asom a la ventana y contempl el patio. El palacio era pequeo segn los baremos del mundo, apenas un piso de altura, con un tejado de madera en pico y cuadrados muros de piedra. Pero era grande segn los baremos de Idris, y bordeaba lo ampuloso. Esto poda ser perdonado, pues el palacio era tambin una sala de reuniones y el centro de operaciones de todo su reino.

El rey vea al general Yarda con el rabillo del ojo. El hombretn esperaba, las manos a la espalda, la hirsuta barba recogida en tres trenzas. Era la otra nica persona presente en la sala.

Dedelin volvi a mirar la carta. El papel era rosa brillante, y el color chilln destacaba en su mesa como una gota de sangre sobre la nieve. El rosa era un color que nunca se vea en Idris. En Hallandren, sin embargo, centro de la industria de tintes del mundo, esos tonos de mal gusto eran comunes.

Y bien, viejo amigo? pregunt Dedelin. Tienes algn consejo que darme?

El general Yarda neg con la cabeza.

La guerra se avecina, majestad. La siento en los vientos y la leo en los informes de nuestros espas. Hallandren sigue considerndonos rebeldes, y nuestros pasos hacia el norte son demasiado tentadores. Atacarn.

Entonces no debera enviarla dijo Dedelin, mirando de nuevo por la ventana. El patio estaba lleno de gente ataviada con pieles y abrigos que vena al mercado.

No podemos detener la guerra, majestad dijo Yarda. Pero... podemos retrasarla.

Dedelin se volvi.

Yarda dio un paso adelante, y habl en voz baja.

No es un buen momento. Nuestras tropas an no se han recuperado de esas incursiones vendis del otoo pasado, y con los incendios de los graneros de este invierno... Sacudi la cabeza. No podemos permitirnos librar una guerra defensiva en verano. Nuestro mejor aliado contra los hallandrenses son las nieves. No podemos dejar que este conflicto se desarrolle segn sus trminos. Si lo hacemos, estamos acabados.

Sus palabras tenan sentido.

Majestad, estn esperando a que rompamos el tratado y tener una excusa para atacar. Si nos movemos primero, golpearn.

Si cumplimos el tratado, lo harn tambin replic Dedelin.

Pero ms tarde. Quiz meses ms tarde. Sabes lo lenta que es la poltica hallandrense. Si cumplimos el tratado, habr debates y discusiones. Si duran hasta las nieves, habremos ganado el tiempo que tanto necesitamos.

Todo tena sentido. Un sentido sincero y brutal. Todos estos aos, Dedelin haba ganado tiempo y visto cmo la corte de Hallandren se volva cada vez ms agresiva, ms agitada. Cada ao, haba voces pidiendo que se atacara a los idrianos rebeldes que vivan en las Tierras Altas. Cada ao, la poltica conciliadora de Dedelin mantena a los ejrcitos a raya. Haba esperado, tal vez, que el lder rebelde Vahr y sus disidentes d Pahn Kahl mantuvieran la atencin apartada de Idris, pero Vahr haba sido capturado, y su supuesto ejrcito desmantelado. Sus acciones slo haban servido para que Hallandren se concentrara ms en sus enemigos.

La paz no durara. No con Iris madura, no con las valiosas rutas comerciales en juego. No con la actual cosecha de dioses de Hallandren, que parecan mucho ms errticos que sus predecesores. Saba todo eso. Pero tambin saba que romper el tratado sera una locura. Cuando te arrojan al cubil de una bestia, no provocas su furia.

Yarda se uni a l junto a la ventana y se asom, apoyando un codo contra el marc. Era un hombre duro nacido en inviernos duros. Pero tambin era un hombre bueno, el mejor que Dedelin haba conocido; una parte del rey anhelaba casar a Vivenna con el hijo del general.

Era absurdo. Dedelin haba sabido siempre que llegara este da. l mismo haba redactado el tratado, y el tratado exiga enviar a su hija a casarse con el rey-dios. Los hallandrenses necesitaban una hija de sangre real para volver a introducir el linaje real en su monarqua. Era algo que los depravados y soeces habitantes de las tierras bajas ansiaban desde haca tiempo, y slo esa clusula especfica del tratado haba salvado a Idris durante veinte aos.

El tratado haba sido el primer acto oficial del reinado de Dedelin, negociado furiosamente tras el asesinato de su padre. Dedelin apret los dientes. Qu rpidamente se haba inclinado ante los caprichos de sus enemigos. Sin embargo volvera a hacerlo: un monarca de Idris hara cualquier cosa por su pueblo. Era la gran diferencia entre Idris y Hallandren.

Si la enviamos, Yarda, la mandaremos a la muerte dijo Dedelin.

Tal vez no le hagan dao...

Sabes que no. Lo primero que harn cuando llegue la guerra es usarla contra m. Se trata de Hallandren. Invitan a los despertadores a sus palacios, por el amor de Austre!

Yarda guard silencio. Por fin, sacudi la cabeza.

Los ltimos informes dicen que su ejrcito alcanza ya cuarenta mil sinvidas.

Santo Dios de los Colores, pens Dedelin, mirando de nuevo la carta. Su lenguaje era sencillo. Vivenna haba cumplido veintids aos, y los trminos del tratado estipulaban que Dedelin no poda esperar ms.

Enviar a Vivenna es un plan pobre, pero es nuestro nico plan dijo Yarda. Con ms tiempo, podramos atraer a Tedradel a nuestra causa: odian a Hallandren desde la Multiguerra. Y tal vez pueda encontrar un modo d alzar la faccin rota de los rebeldes de Vahr en la propia Hallandren. Como mnimo, podramos hacer acopio de suministros y vivir otro ao. Se volvi hacia el rey. Si no enviamos a los halladrenses su princesa, considerarn que la guerra es culpa nuestra. Quin nos apoyar? Exigirn saber por qu nos negamos a cumplir el tratado que redact nuestro propio rey!

Y si les enviamos a Vivenna, introduciremos la sangre real en su monarqua, y tendrn una reclamacin an ms legtima de las Tierras Altas!

Tal vez admiti Yarda. Pero si los dos sabemos que van a atacar de todas formas, qu nos preocupa entonces su reclamacin? Al menos de esta forma tal vez puedan esperar a que nazca un heredero antes de que se produzca el ataque.

Ms tiempo. El general siempre peda ms tiempo. Pero qu sucedera cuando ese tiempo se pagaba con la propia hija de Dedelin?

Yarda no vacilara en enviar a un soldado a la muerte si eso significaba ganar ms tiempo para situar al resto de sus tropas en mejor posicin de ataque pens Dedelin. Somos Idris. Cmo puedo pedirle a mi hija menos de lo que le exigira a uno de mis soldados?

Slo pensar en Vivenna en los brazos del rey-dios, forzada a engendrar el hijo de esa criatura, casi le blanqueaba el pelo de preocupacin. Ese hijo se convertira en un monstruo nacido muerto, que a su vez se convertira en el prximo dios retornado de los hallandrenses.

Hay otro modo susurr una parte de su mente. No tienes que enviar a Vivenna...

Llamaron a la puerta. Yarda y el rey se volvieron, y ste indic que entraran. Tendra que haber adivinado quin era.

Vivenna entr, ataviada con un sencillo vestido gris. Todava le pareca muy joven. Sin embargo, era la imagen perfecta de una mujer de Idris: el pelo recogido en un modesto rodete, ningn maquillaje para atraer la atencin sobre su rostro. No era tmida ni blanda, como algunas nobles de los reinos del norte. Era slo serena. Serena, sencilla, dura y capaz. Idriana.

Llevas aqu varias horas, padre dijo ella, inclinando la cabeza respetuosamente ante Yarda. Los criados hablan de un sobre de color que el general trajo al entrar. Creo que s lo que contiene.

Dedelin la mir a los ojos y luego le indic que se sentase. Ella cerr suavemente la puerta y ocup una de las sillas de madera situadas a un lado de la habitacin. Yarda permaneci de pie, al modo masculino. Vivenna mir la carta sobre la mesa. Estaba tranquila, el pelo controlado y mantenido de un respetuoso negro. Era el doble de devota que Dedelin, al contrario que su hermana menor: nunca atraa la atencin sobre s con arrebatos de emocin.

Entiendo pues que debo prepararme para partir dijo Vivenna, las manos sobre el regazo.

Dedelin abri la boca, pero no pudo encontrar ninguna objecin. Mir a Yarda, quien slo sacudi la cabeza, resignado.

Me he preparado toda mi vida para esto, padre prosigui. Estoy preparada. Siri, sin embargo, no se lo tomar bien. Sali a cabalgar hace una hora. Debera marcharme de la ciudad antes de su regreso. Eso evitar la escena que puede montar.

Demasiado tarde dijo Yarda, con una mueca, sealando con la cabeza hacia la ventana.

En el exterior, la gente se dispers en el patio mientras una figura entraba al galope por las puertas. Llevaba una tnica marrn oscuro casi demasiado colorida, y, naturalmente, el cabello le ondeaba, suelto.

Un cabello amarillo.

Dedelin sinti que su rabia y frustracin crecan. Slo Siri poda hacerle perder el control. Como en un irnico contrapunto a la fuente de su ira, sinti que su pelo cambiaba. Para los que miraran, unos cuantos hilos de pelo en su cabeza pasaron de negro a rojo. Era la marca distintiva de la familia real, que haba huido a las Tierras Altas de Idris en el momento lgido de la Multiguerra. Otros podan ocultar sus emociones. La casa real manifestaba lo que senta a travs del pelo de sus cabezas.

Vivenna lo observ, prstina como siempre, y su serenidad le dio fuerzas para convertir de nuevo su pelo en negro. Hizo falta ms fuerza de voluntad de lo que cualquier hombre corriente habra podido comprender para controlar los traicioneros Mechones Reales. Dedelin no comprenda cmo su hija lo controlaba tan bien.

La pobre nia nunca ha tenido infancia, pens. Desde su nacimiento, la vida de Vivenna haba apuntado hacia este nico acontecimiento. Su primognita, la nia que siempre le haba parecido una parte de s mismo, la nia que siempre lo haba hecho sentirse orgulloso; la mujer que ya se haba ganado el cario y el respeto de su pueblo. En su imaginacin vio a la reina en la que podra convertirse, ms fuerte incluso que l. Alguien que podra guiarlos a travs de los oscuros das venideros.

Pero slo si sobreviva tanto tiempo.

Me preparar para el viaje dijo ella, ponindose en pie.

No salt impulsivamente Dedelin.

Yarda y Vivenna se volvieron para mirarlo.

Padre dijo la muchacha, si rompemos este tratado, significar la guerra. Estoy preparada para sacrificarme por nuestro pueblo. Me enseaste eso.

No irs decidi Dedelin con firmeza, volvindose hacia la ventana. Fuera, Siri rea con uno de los mozos del establo. Poda orla incluso desde la distancia: el pelo se le haba vuelto de un rojo llama.

Santo Dios de los Colores, perdname pens. Qu terrible decisin para un padre. El tratado es claro: debo enviar a los hallandrenses a mi hija cuando Vivenna cumpla veintids aos. Pero no dice a qu hija he de enviar.

Si no enviaba a Hallandren una de sus hijas, los atacaran inmediatamente. Si enviaba la que no era, podran enfurecerse, pero no atacaran. Esperaran hasta que tuviera un heredero. Eso le concedera a Idris al menos nueve meses.

Adems pens, si intentaran utilizar a Vivenna contra m, s que cedera. Era vergonzoso admitirlo, pero en el fondo, eso fue lo que le hizo tomar la decisin.

Dedelin se volvi para mirarlos.

Vivenna, no te casars con el dios tirano de nuestros enemigos. Voy a enviar a Siri en tu lugar.

Captulo 2

Siri iba sentada, aturdida, en un traqueteante carruaje, mientras su tierra natal iba quedando ms y ms lejos con cada bache y cada sacudida.

Haban pasado dos das, y segua sin comprender. Esto se supona que era cosa de Vivenna. Todo el mundo lo entenda. Idris haba festejado el da del nacimiento de Vivenna. El rey haba iniciado su formacin desde el momento en que supo andar, instruyndola en las costumbres y los modales de la corte. Fafen, la segunda hija, tambin haba recibido lecciones por si Vivenna mora antes del da de la boda. Pero Siri no. Ella era redundante. Sin importancia.

Ahora no.

Mir por la ventanilla. Su padre haba enviado l ms hermoso carruaje del reino, junto con una guardia de honor de veinte hombres, para que la escoltar hasta el sur. Eso, junto con un mayordomo y varios sirvientes, formaba la procesin ms grande que Siri haba visto jams. Bordeaba la ostentacin, cosa que podra haberla entusiasmado si no la estuviera alejando de Idris.

As no tenan que ser las cosas pens. As no!

Y, sin embargo, as eran.

Nada tena sentido. El carruaje se estremeci, pero ella slo permaneci sentada, aturdida. Al menos podran haberme dejado ir a caballo, en vez de obligarme a ocupar este carruaje, pens. Pero eso, por desgracia, no habra sido una forma adecuada de entrar en Hallandren. Hallandren.

Not que su cabello se volva blanco de miedo. La enviaban a un reino de gente maldita con el segundo aliento. No volvera a ver a su padre en mucho tiempo, si es que llegaba a verlo alguna vez. No hablara con Vivenna, ni escuchara a los tutores, ni sera regaada por Mab, ni montara los caballos reales, ni ira a buscar flores en el bosque, ni trabajara en las cocinas. Tendra que... casarse con el rey-dios. El terror de Hallandren, el monstruo que nunca haba respirado. En Hallandren, su poder era absoluto. Poda decretar una ejecucin por mero capricho.

Pero yo estar a salvo, no? pens. Ser su esposa... Voy a casarme... Oh, Austre, Dios de los Colores, suplic, sintindose enferma. Se encogi, apretujndose contra sus piernas, el pelo tan blanco que pareca brillar, y se tumb en el asiento, sin saber si el temblor que senta era propio o era por el coche, que continuaba su inexorable camino hacia el sur.

* * *Creo que tendras que volver a considerar tu decisin, padre dijo Vivenna tranquilamente, sentada de manera decorosa, como haba aprendido, con las manos en el regazo.

La he considerado y vuelto a considerar dijo el rey, agitando la mano. La decisin est tomada.

Siri no es adecuada para esta tarea.

Lo har bien dijo su padre, examinando algunos papeles que haba sobre la mesa. Todo lo que necesita hacer es tener un beb. Estoy seguro de que es adecuada para esa tarea.

Y qu hay entonces de mi formacin? pens Vivenna. Veintids aos de preparacin? Para qu, si lo nico que se buscaba con enviarme all era proporcionar un vientre conveniente?

Mantena el pelo negro, la voz solemne, el rostro en calma.

Siri debe estar inquieta dijo. No creo que sea emocionalmente capaz de gestionar esto.

Su padre alz la cabeza, el pelo algo rojo: el negro retroceda como pintura que chorreara por un lienzo. Mostraba su malestar.

Est ms inquieto por su partida de lo que est dispuesto a admitir.

Es lo mejor para nuestro pueblo, Vivenna dijo l, esforzndose para convertir de nuevo su pelo en negro. Si estalla la guerra, Idris te necesitar aqu.

Si estalla la guerra, qu ser de Siri?

Su padre guard silencio.

Tal vez no haya guerra dijo por fin.

Austre... pens Vivenna con sorpresa. No se lo cree. Piensa que la ha enviado a la muerte.

S en qu ests pensando dijo su padre, atrayendo su atencin hacia sus ojos. Tan solemnes. Cmo podra elegir a una y no a otra? Cmo podra enviar a Siri a la muerte y dejarte aqu para que vivieras? No lo hice por preferencias personales, no importa lo que pueda pensar la gente. Hice lo que ser mejor para Idris cuando se declare esta guerra.

Cuando se declare esta guerra. Vivenna alz la cabeza y lo mir a los ojos.

Yo iba a detener la guerra, padre. Iba a ser la esposa del rey-dios! Iba a hablar con l, persuadirlo. Me han formado con conocimientos polticos, con la comprensin de las costumbres, la...

Detener la guerra? interrumpi su padre.

Slo entonces advirti Vivenna el descaro de sus palabras. Apart la mirada.

Vivenna, hija prosigui el rey. No se puede detener esta guerra. Slo la promesa de una hija de linaje real la ha alejado todo este tiempo, y enviar a Siri puede conseguirnos ms tiempo. Y... tal vez la haya enviado a lugar seguro, incluso cuando llegue la guerra. Tal vez valoren su linaje hasta el punto de dejarla viva... un seguro por si el heredero que engendre llegara a fallecer Asumi un tono neutro. S, tal vez no es de Siri de quien tengamos que preocuparnos, sino...

Sino de nosotros, termin Vivenna mentalmente. No conoca al detalle los planes blicos de su padre, pero s lo suficiente. La guerra no favorecera a Idris. En un conflicto con Hallandren, haba pocas posibilidades de que pudieran vencer. Sera devastador para su pueblo y su modo de vida.

Padre, yo...

Por favor, Vivenna dijo el rey en voz baja. No puedo seguir hablando de esto. Vete ahora, Conversaremos ms tarde.

Ms tarde. Despus de que Siri se hubiera alejado an ms, despus de que fuera todava ms difcil traerla de vuelta. Sin embargo, Vivenna se puso en pie. Era obediente: as haba sido educada. Era una de las cosas que siempre la haban separado de su hermana.

Sali del estudio de su padre, cerrando la puerta tras ella, y luego recorri los pasillos de madera del palacio, fingiendo no ver las miradas ni or los susurros. Se encamin hacia su habitacin, que era pequea y sin adornos, y se sent en la cama, las manos sobre el regazo.

No estaba en absoluto de acuerdo con las palabras de su padre, Ella podra haber hecho algo. Estaba destinada a ser la esposa del rey-dios. Eso le habra dado influencia en la corte. Todo el mundo saba que el rey-dios se mostraba distante cuando se trataba de la poltica de su nacin, pero sin duda su esposa podra haber desempeado una funcin defendiendo los intereses de su pueblo.

Y su padre la haba apartado?

Debe creer realmente que no hay nada que se pueda hacer para detener la invasin. Eso converta el haber enviado a Siri en una nueva maniobra poltica para ganar tiempo, lo que Idris llevaba haciendo desde haca dcadas. Fuera como fuese, si el sacrificio de una hija de la realeza a los halladren era tan importante, entonces tendra que haber sido cosa de Vivenna. Siempre haba sido su deber prepararse para el matrimonio con el rey-dios. No el de Siri ni el de Fafen. El suyo, el de Vivenna.

No se senta agradecida por haberse salvado. Tampoco senta que servira mejor a Idris quedndose en Bevalis. Si su padre mora, Yarda sera ms adecuado para gobernar durante la guerra que Vivenna. Adems, Ridger, el hermano menor de Vivenna, haba sido educado como heredero durante aos.

Ella haba sido preservada por ningn motivo. Pareca, en cierto modo, un castigo. Haba escuchado, se haba preparado, aprendido y ejercitado. Todo el mundo deca que era perfecta. Por qu, entonces, no era lo bastante buena para cumplir el servicio que tendra que haber hecho?

No tena ninguna buena respuesta. Slo poda sentarse y vacilar, las manos en el regazo, y enfrentarse a la horrible verdad. Le haban robado su propsito en la vida para drselo a otra. Ahora era una persona redundante. Intil.

Sin importancia.

* * *En qu estaba pensando mi padre? exclam Siri, colgando casi fuera de la ventanilla del carruaje mientras segua dando brincos por el camino de tierra. Un soldado joven marchaba junto al vehculo, con aspecto incmodo bajo el sol de la tarde. Lo digo en serio insisti. Enviarme a m a casarme con el rey de Hallandren! Menuda tontera, no? Sin duda habrs odo la clase de cosas que hago. Me escapo cuando no me vigilan. Ignoro mis lecciones. Me dan arrebatos de genio, por todos los colores!

El guardia la mir con el rabillo del ojo, pero por lo dems no mostr otra reaccin. En realidad a Siri no le importaba. No le gritaba a l, tan slo gritaba. Colgaba precariamente de la ventanilla, sintiendo el viento jugar con su pelo (largo, rojo, lacio) y avivar su ira. La furia le impeda llorar.

Las verdes colinas primaverales de las Tierras Altas de Idris haban quedado lentamente atrs a medida que pasaban los das. De hecho, era probable que estuvieran ya en Hallandren: la frontera entre los dos reinos era imprecisa, cosa que no era sorprendente, considerando que haban sido una sola nacin hasta la Multiguerra.

Mir al pobre guardia, cuya nica forma de tratar con una princesa airada era ignorarla. Luego se meti dentro del carruaje. No tendra que haberlo tratado as, pero bueno, acababan de venderla como si fuera una mercanca, condenada por un documento redactado aos antes de que hubiera nacido siquiera. Si alguien tena derecho a un arrebato de genio, era Siri.

Tal vez se sea el motivo de todo esto pens, cruzando los brazos sobre el borde de la ventanilla. Tal vez mi padre se ha cansado de mis berrinches, y slo quera librarse de m.

Eso pareca un poco trado por los pelos. Haba formas ms fciles de tratar con Siri, formas que no incluan enviarla a representar a Idris en una corte extranjera. Por qu, entonces? Pensaba l realmente que ella hara un buen trabajo? Eso la hizo reflexionar. Lleg a la conclusin de que era ridculo. Su padre no habra podido suponer que fuera a hacer un trabajo mejor que Vivenna. Nadie haca nada mejor que Vivenna.

Suspir, sintiendo que su pelo se volva de un pensativo castao. Al menos el paisaje era interesante y, para impedir sentir ms frustracin, se dej distraer con las vistas. Hallandren estaba en las tierras bajas, un lugar de bosques tropicales y extraos y pintorescos animales. Siri haba odo las descripciones de los buhoneros, e incluso haba confirmado sus relatos en algn libro ocasional que se haba visto obligada a leer. Crea saber qu esperar. Sin embargo, cuando las montaas dieron paso a las llanuras y luego los rboles empezaron a adornar los caminos, empez a darse cuenta de que haba algo que ningn libro ni relato poda describir adecuadamente.

Los colores.

En las Tierras Altas, los lechos de flores eran raros e inconexos, como si comprendieran lo mal que encajaban con la filosofa de Idris. Aqu, parecan estar en todas partes. Flores diminutas crecan cubriendo grandes extensiones de terreno. De los rboles colgaban grandes capullos rosados, como racimos de uvas, flores que crecan prcticamente encima unas de otras en un gran amasijo. Incluso las hierbas tenan flores. Siri habra cogido algunas, si no hubiera sido por la forma hostil en que las miraban los soldados.

Si yo me siento as de ansiosa comprendi, los guardias deben sentirse todava peor. Ella no era la nica que haban enviado lejos de su familia y amigos. Cundo se les permitira a esos hombres regresar? De repente, se sinti an ms culpable por someter al joven soldado a su estallido.

Los enviar de regreso apenas lleguemos, pens. Entonces sinti su pelo volverse blanco. Enviarlos de vuelta la dejara sola en una ciudad llena de sinvidas, despertadores y paganos.

Sin embargo, de qu serviran veinte soldados? Era mejor que alguien, al menos, pudiera regresar a casa.

* * *Cabra suponer que te sientes feliz dijo Fafen. Despus de todo, ya no tienes que casarte con un tirano.

Vivenna dej caer una baya de color oscuro en su cesta, y luego pas a un arbusto diferente. Fafen trabajaba cerca. Llevaba las tnicas blancas de los monjes y el pelo completamente rapado. Fafen era la hermana mediana en casi todos los sentidos: a medio camino entre Siri y Fafen en estatura, menos digna que Vivenna pero no tan descuidada como Siri. Un poco ms rellena que las otras dos, cosa que haba atrado las miradas de varios jvenes de la aldea. Sin embargo, el hecho de que tuvieran que convertirse tambin en monjes si queran casarse con ella los mantena a raya. Si Fafen se daba cuenta de lo popular que era, nunca lo haba demostrado. Tom la decisin de hacerse monja antes de cumplir los diez aos, y su padre lo haba aprobado de todo corazn. Todas las familias nobles o ricas estaban tradicionalmente obligadas a proporcionar un miembro a los monasterios. Iba contra las Cinco Visiones ser egosta, incluso con tu propia sangre.

Las dos hermanas recogan bayas que Fafen distribuira ms tarde entre los necesitados. Los dedos de la monja estaban teidos levemente de prpura por el trabajo. Vivenna llevaba guantes. Tanto color en sus manos no sera apropiado.

S dijo Fafen. Creo que te ests tomando todo esto a mal. Actas como si quisieras casarte con ese monstruo sinvida.

No es un sinvida replic Vivenna. Susebron es un retornado, y hay una gran diferencia.

S, pero es un dios falso. Adems, todo el mundo sabe la terrible criatura que es.

Pero era mi misin casarme con l. Eso es lo que soy, Fafen. Sin eso, no soy nada.

Tonteras. Ahora heredars el trono, en vez de Ridger.

Para desequilibrar an ms el orden de las cosas pens Vivenna. Qu derecho tengo a quitarle su puesto?

Sin embargo, dej pasar este aspecto de la conversacin. Llevaban varios minutos discutiendo sobre el tema, y no sera correcto continuar. Correcto. Rara vez se haba sentido Vivenna tan frustrada por tener que ser correcta, Sus emociones se estaban volviendo bastante... inconvenientes.

Y Siri? dijo. Te agrada que le haya pasado esto?

Fafen alz la cabeza y luego frunci un poco el ceo. Tena tendencia a evitar pensar en las cosas a menos que se enfrentara a ellas directamente. Vivenna se sinti un poco avergonzada por haber hecho un comentario tan brusco, pero con Fafen no sola haber otro modo.

Tienes razn dijo Fafen. No veo por qu tenan que enviar a nadie.

El tratado protege a nuestro pueblo.

Austre protege a nuestro pueblo dijo Fafen, pasando a otro arbusto.

Proteger a Siri?, pens Vivenna. La pobre, la inocente, la caprichosa Siri. Nunca haba aprendido a controlarse; se la comeran viva en la Corte de los Dioses de Hallandren. Ella no comprendera la poltica, las pualadas por la espalda, las caras falsas y las mentiras. Tambin se vera obligada a engendrar al prximo rey-dios de Hallandren. Cumplir ese deber no era algo que hubiera entusiasmado a Vivenna. Habra sido un sacrificio, pero su sacrificio, ofrecido voluntariamente por la seguridad de su pueblo.

Esos pensamientos continuaron acosndola mientras Fafen y ella terminaban de recoger bayas. Luego bajaron por la colina en direccin a la aldea. Fafen, corno todos los monjes, dedicaba todo su trabajo al bien del pueblo. Cuidaba los rebaos, cosechaba alimento y limpiaba las casas de quienes no podan hacerlo ellos mismos.

Sin un deber propio, la vida de Vivenna tena poco sentido. Sin embargo, ahora que lo consideraba, haba alguien que todava la necesitaba. Alguien que haba partido una semana antes, los ojos llorosos y asustada, mirando a su hermana mayor llena de desesperacin.

Vivenna no era necesaria en Idris, dijera lo que dijese su padre. All era intil. Pero conoca a las gentes, la cultura y la sociedad de Hallandren. Y as, mientras segua a Fafen hacia el camino que conduca a la aldea, una idea empez a germinaren su cabeza.

Una idea que no era, en modo alguno, correcta.

Captulo 3

Sondeluz no recordaba su muerte.

Sus sacerdotes, sin embargo, le aseguraron que su muerte haba sido enormemente inspiradora. Noble. Grandiosa. Heroica. No se retornaba a menos que se muriera de un modo que ejemplificara las grandes virtudes de la existencia. Por eso los Tonos Iridiscentes enviaban de vuelta a los Retornados; actuaban como ejemplos, y dioses, para la gente que an viva.

Cada dios representaba algo. Un ideal relacionado con el modo heroico en que haban muerto. El propio Sondeluz haba muerto dando muestras de una enorme valenta. O, al menos, eso le decan sus sacerdotes. Sondeluz no poda recordar el hecho, igual que no poda recordar nada de su vida antes de convertirse en dios.

Gru suavemente, incapaz de seguir durmiendo. Se dio la vuelta, sintindose dbil mientras se incorporaba en su majestuosa cama. Visiones y recuerdos asolaban su mente, y sacudi la cabeza, tratando de despejar la bruma del sueo.

Entraron los criados, respondiendo sin hablar a las necesidades de su dios. Era una de las divinidades ms jvenes, pues haba retornado haca slo cinco aos. Haba unas dos docenas de deidades en la Corte de los Dioses, y muchos eran bastante ms importantes (y ms sabios desde un punto de vista poltico) que Sondeluz. Y por encima de todos gobernaba Susebron, el rey-dios de Hallandren.

Aunque era joven, moraba en un enorme palacio. Dorma en una habitacin adornada con sedas, teida de brillantes rojos y amarillos. Su palacio contena docenas de aposentos, todos decorados y amueblados segn sus caprichos. Cientos de criados y sacerdotes atendan sus necesidades, lo quisiera o no.

Todo esto pens mientras se levantaba, porque no pude averiguar cmo morir. Ponerse en pie lo hizo sentirse un poco mareado. Era su da de ayuno. Carecera de fuerzas hasta que comiera.

Los criados se acercaron con brillantes tnicas rojas y doradas. Mientras entraban en su aura, cada criado (piel, pelo, ropas y adornos) rebosaban exagerados colores. Los tonos saturados eran ms resplandecientes de lo que poda producir ningn tinte o pintura. Era un efecto de la biocroma innata de Sondeluz: tena suficiente aliento para llenar a miles de personas. Vea poco valor en ello. No poda utilizarlo para animar objetos o cadveres; era un dios, no un despertador. No poda dar, ni siquiera prestar, su aliento divino.

Bueno, excepto una vez. Sin embargo, eso lo matara.

Los criados continuaron sus atenciones, envolvindolo con preciosos ropajes. Sondeluz era cabeza y media ms alto que ninguno de los presentes en la sala. Tambin era ancho de hombros, con un fsico musculoso que no se mereca, considerando la cantidad de tiempo que permaneca cruzado de brazos.

Habis dormido bien, divina gracia? pregunt una voz.

Sondeluz se dio media vuelta. Llarimar, su sumo sacerdote, era un hombre grueso con lentes y modales tranquilos. Sus manos quedaban casi ocultas por las gruesas mangas de su tnica roja y dorada, y llevaba un grueso libro. La tnica y el libro irradiaron color cuando entraron en el aura de Sondeluz.

He dormido fantsticamente, Veloz dijo Sondeluz, bostezando. Una noche llena de pesadillas y sueos oscuros, como siempre. Terriblemente descansado.

El sacerdote alz una ceja.

Veloz?

S dijo Sondeluz. He decidido darte un nuevo apodo. Veloz. Te viene bien, ya que siempre ests haciendo cosas rpidamente de un lado para otro.

Me siento honrado, divina gracia dijo Llarimar, sentndose en una silla.

Colores, pens Sondeluz. No se molesta nunca?

Llarimar abri su libro.

Empezamos?

Si es preciso dijo Sondeluz.

Los criados terminaron de atar lazos, cerrar presillas y alisar sedas. Todos hicieron una reverencia y se retiraron a un lado de la habitacin.

Llarimar cogi su pluma.

Qu recordis de vuestros sueos?

Oh, ya sabes. Sondeluz se dej caer en uno de los sofs desperezndose. Nada realmente importante.

Llarimar frunci los labios, insatisfecho. Otros criados empezaron a entrar, portando platos de comida. Comida mundana, humana. Como retornado, Sondeluz no necesitaba comer esas cosas: no le daran fuerzas ni desterraran su fatiga. Eran slo un capricho, Dentro de poco comera algo mucho ms... divino. Eso le dara fuerzas para vivir otra semana.

Por favor, intentad recordar los sueos, divina gracia pidi Llarimar con su estilo amable, aunque firme. No importa lo poco interesantes que parezcan.

Sondeluz suspir, mirando al techo. Tena pintado un mural, naturalmente. Mostraba tres campos rodeados de muros de piedra. Era una visin que haba experimentado uno de sus predecesores. Cerr los ojos, tratando de concentrarse.

Yo... paseaba por una playa dijo. Y un barco zarpaba sin m. No s adonde iba.

La pluma de Llarimar empez a garabatear rpidamente en el papel. Probablemente encontraba numerosos simbolismos en ese sueo.

Haba algn color? pregunt el sacerdote.

El navo tena una vela roja. La arena era beige, naturalmente, y los rboles verdes. Por algn motivo, creo que el agua del ocano era roja, como el barco.

Llarimar escribi furiosamente: siempre se entusiasmaba cuando Sondeluz recordaba colores. ste abri los ojos y mir al techo y sus brillantes campos de colores. Extendi lnguidamente la mano y cogi cerezas del plato de un sirviente.

Por qu tena que hacer a nadie partcipe de sus sueos? No obstante, y aunque la adivinacin le pareca una necedad, no tena ningn derecho a quejarse. Era muy afortunado. Tena un aura biocromtica divina, un fsico que envidiara cualquier hombre, y lujo de sobra para surtir a diez reyes. De toda la gente del mundo, tena menos derecho que nadie a poner objeciones.

Pero slo era que... bueno, probablemente era el nico dios del mundo que no crea en su propia religin.

Haba algo ms en el sueo, divina gracia? insisti Llarimar, levantando la cabeza del libro.

T, Veloz.

Llarimar vacil, palideciendo levemente.

Yo...?

Sondeluz asinti.

Me pedas disculpas por molestarme continuamente e impedirme comer. Entonces me traas una gran botella de vino y bailabas. Fue muy curioso.

Llarimar lo mir inexpresivamente.

Sondeluz suspir.

No, no haba nada ms. Slo el navo, Incluso eso se me est olvidando.

Llarimar asinti, se puso en pie y orden retirarse a los criados, aunque, naturalmente, stos permanecieron en la habitacin, con sus platos de nueces, vino, y fruta, por si alguna era requerida.

Nos ponemos en marcha, pues, divina gracia?

Sondeluz suspir y se puso en pie, exhausto. Un criado corri a cerrar uno de los broches de su tnica, que se haba soltado.

Sondeluz camin detrs de Llarimar, alzndose al menos un palmo por encima del sacerdote. Los muebles y puertas, sin embargo, estaban adaptados al tamao aumentado de Sondeluz, as que eran los criados y sacerdotes los que parecan fuera de lugar. Sondeluz caminaba sobre mullidas alfombras tradas de las naciones del norte, pasando ante la ms fina porcelana del mar Interior. Cada sala estaba decorada con cuadros y poemas de hermosa caligrafa, creados por los mejores artistas de Hallandren.

En el centro del palacio haba una sala pequea y cuadrada que se apartaba de los rojos y dorados estndar del motivo de Sondeluz. sta era brillante con lazos de colores ms oscuros: profundos azules, verdes, y rojos sangre. Cada una era de un color, directamente de su tono, como slo una persona que haba conseguido la Tercera Elevacin poda distinguir.

Cuando Sondeluz entr en la habitacin, los colores ardieron cobrando vida. Se volvieron ms brillantes e intensos, pero de algn modo permanecieron oscuros. El marrn se convirti en un marrn ms real, el azul marino en un azul marino ms poderoso. Oscuros y, sin embargo, brillantes, un contraste que slo el aliento poda inspirar.

En el centro de la habitacin haba una nia.

Por qu tienen siempre que ser nios?, pens Sondeluz.

Llarimar y los criados esperaron. Sondeluz dio un paso adelante y la niita mir a un lado, donde haba un par de sacerdotes con tnicas rojas y doradas. stos asintieron, animndola. La nia mir de nuevo hacia Sondeluz, nerviosa.

Vamos, vamos dijo ste, tratando de parecer animoso. No hay nada que temer.

Y, sin embargo, la nia temblaba.

Por la cabeza de Sondeluz corrieron un consejo tras otro (formulados por Llarimar, que deca que no eran consejos, pues nadie aconseja a los dioses). No haba nada que temer de los dioses retornados de los hallandrenses. Los dioses eran una bendicin. Proporcionaban visiones del futuro, adems de liderazgo y sabidura. Todo lo que necesitaban para subsistir era una cosa.

Aliento.

Sondeluz vacil, pero su debilidad empezaba a afectarlo. Se senta mareado. Maldicindose en voz baja, se postr sobre una rodilla, tomando la cara de la nia entre sus manos enormes.

Ella empez a lloriquear, pero dijo las palabras con claridad, como le haban enseado.

Mi vida a la tuya. Mi aliento es tuyo.

El aliento fluy de ella, hinchndose en el aire. Viaj por el brazo de Sondeluz (el contacto era necesario) y l lo inhal. Su debilidad desapareci, el mareo se evapor. Ambos fueron sustituidos por una ntida claridad. Se sinti reforzado, revitalizado, vivo.

La nia se volvi opaca. El color de sus labios y ojos se desluci levemente. Su pelo castao perdi algo de brillo; sus mejillas se volvieron ms blandas.

No es nada pens l. La mayora de la gente dice que ni siquiera notan cundo se ha ido su aliento. Vivir una vida plena. Feliz. Su familia cobrar bien por su sacrificio.

Y Sondeluz vivira otra semana. Su aura no se hizo ms fuerte con el aliento del que se haba alimentado; sa era otra diferencia entre un retornado y un despertador. Los despertadores eran a menudo considerados aproximaciones inferiores y hechas por el hombre de los Retornados.

Sin un aliento nuevo cada semana, Sondeluz morira. Muchos Retornados fuera de Hallandren vivan slo ocho das. Sin embargo, con un aliento donado cada semana, un retornado poda continuar viviendo sin envejecer nunca, viendo visiones nocturnas que supuestamente proporcionaran adivinaciones del futuro. De ah la Corte de los Dioses, llena de palacios, donde los dioses podan ser nutridos, protegidos y, lo ms importante, alimentados.

Los sacerdotes se apresuraron a sacar a la nia de la habitacin. Para ella no es nada se repiti Sondeluz. Nada en absoluto...

Sus ojos se encontraron mientras ella sala, y l pudo ver que el brillo haba desaparecido en ellos. Se haba convertido en una apagada. Una sombra, o una ajada. Una persona sin aliento. Nunca volvera a crecer. Los sacerdotes se la llevaron.

Sondeluz se volvi hacia Llarimar, sintindose culpable por aquella sbita energa.

De acuerdo dijo. Veamos las ofrendas.

Llarimar alz una ceja por encima de sus lentes.

Estis dispuesto de repente.

Necesito devolver algo pens Sondeluz, Aunque sea algo intil.

Pasaron a travs de varias salas ms rojas y doradas, la mayora perfectamente cuadradas y con puertas en los cuatro lados. Cerca del ala oriental del palacio, entraron en una habitacin larga y estrecha. Era completamente blanca, algo muy poco habitual en Hallandren. Las paredes estaban adornadas con cuadros y poemas. Los criados se quedaron fuera: slo Llarimar se uni a Sondeluz mientras se diriga al primer cuadro.

Y bien? pregunt Llarimar.

Era un cuadro pastoral de la jungla, con palmeras combadas y coloridas flores. En los jardines alrededor de la Corte de los Dioses haba varias de esas plantas, y por eso Sondeluz las reconoci. Nunca haba estado en la jungla... al menos no durante esta encarnacin de su vida.

El cuadro est bien dijo, No es mi favorito. Me hace pensar en el exterior. Ojal pudiera visitarlo.

Llarimar lo mir, intrigado.

Qu pasa? dijo Sondeluz. La corte envejece a veces.

No hay mucho vino en el bosque, divina gracia.

Podra hacer un poco. Fermentar... algo.

Estoy seguro dijo Llarimar, haciendo un gesto con la cabeza a uno de sus ayudantes en el exterior de la sala.

El sacerdote subalterno anot lo que Sondeluz acababa de decir sobre el cuadro. En alguna parte, haba un patrn de la ciudad que buscaba una bendicin de Sondeluz. Probablemente tendra que ver con la valenta: quizs el patrn planeaba proponer matrimonio, o tal vez era un mercader a punto de firmar un acuerdo comercial arriesgado. El sacerdote interpretara la opinin de Sondeluz sobre el cuadro, y entonces dara un augurio a esa persona, fuera para bien o para mal, junto con las palabras exactas que haba dicho Sondeluz. Fuera como fuese, el acto de enviar un cuadro al dios ganara al patrn cierto grado de buena fortuna.

Supuestamente.

Sondeluz se apart del cuadro. Un sacerdote menor corri a retirarlo. Lo ms probable era que el patrn no lo hubiera pintado l mismo, sino que lo hubiera encargado. Cuando mejor era una pintura, mejor reaccin tenda a obtener de los dioses. Pareca que la fortuna poda ser influida por cunto se le pagara al artista.

No debera ser tan cnico pens Sondeluz. Sin este sistema, habra muerto hace cinco aos.

Haba muerto haca cinco aos, aunque no supiera qu lo haba matado. Haba sido realmente una muerte heroica? Tal vez no se permita a nadie hablar sobre su vida anterior porque no queran que nadie supiera que Sondeluz el Audaz haba muerto de calambres estomacales.

El sacerdote menor desapareci con el cuadro de la jungla. Sera quemado. Esas ofrendas se hacan especficamente para el dios pretendido, y slo l, adems de unos pocos de sus sacerdotes, poda verlas. Pas a la siguiente obra de arte de la pared. Era un poema, escrito con letra de artesano. Los puntos de color brillaron cuando Sondeluz se acerc. La letra artesana hallandrense era un sistema especializado de escritura que no se basaba en la forma, sino en el color. Cada punto de color representaba un sonido distinto en el lenguaje hallandrense. Combinado con algunos puntos dobles, uno de cada color, creaba un alfabeto que era una pesadilla para quienes no distinguan los colores.

Poca gente en Hallandren admitira tener ese problema concreto. Al menos, eso era lo que Sondeluz haba odo. Se pregunt si los sacerdotes saban cunto chismorreaban sus dioses sobre el mundo exterior.

El poema no era muy bueno, compuesto obviamente por un campesino que luego le haba pagado a alguien para que lo pasara a la escritura artesana. Los puntos simples eran un indicativo. Los verdaderos poetas usaban smbolos ms elaborados, lneas continuas que cambiaban de color o pintorescos glifos que formaban imgenes. Se podan hacer muchas cosas con smbolos capaces de cambiar de forma sin perder su significado.

Hacer bien los colores era un arte delicado que requera la Tercera Elevacin o ms para ser perfeccionado. se era el nivel de aliento donde la persona ganaba la habilidad para sentir los tonos perfectos de color, igual que la Segunda Elevacin conceda el tono perfecto. Los Retornados pertenecan a la Quinta Elevacin. Sondeluz no saba cmo era vivir sin la habilidad para reconocer instantneamente tonos exactos de color y sonido. Poda distinguir un rojo ideal de uno mezclado aunque fuera con slo una gota de pintura blanca.

Le dirigi al poema del campesino el mejor comentario que pudo, aunque generalmente senta el impulso de ser sincero cuando miraba las ofrendas. Pareca que era su deber, y por algn motivo era una de las pocas cosas que se tomaba en serio.

Continuaron por la fila, y Sondeluz fue comentando las diversas pinturas y poemas. La pared estaba notablemente llena hoy. Haba una fiesta o una celebracin que no conociera? Cuando llegaron al final, Sondeluz estaba cansado de mirar arte, aunque su cuerpo, impulsado por el aliento de la nia, continuaba sintindose fuerte y jubiloso.

Se detuvo antes de la ltima pintura. Era una obra abstracta, un estilo que se haba popularizado ltimamente, sobre todo en los cuadros que le enviaban a l, ya que haba hecho comentarios favorables a otros en el pasado. Casi le dio a ste una mala nota simplemente por eso. Era bueno mantener a los sacerdotes en la duda de lo que le gustara, o eso decan algunos dioses. Sondeluz tena la impresin de que muchos de ellos eran bastante ms calculadores en cmo hacan sus comentarios, aadiendo intencionadamente significados crpticos.

Sondeluz no tena paciencia para esos truquitos. Le dedic a ese ltimo cuadro el tiempo que necesitaba. El lienzo estaba grueso por la pintura, cada pulgada coloreada con grandes y gruesas pinceladas. El tono predominante era un rojo oscuro, casi escarlata, que Sondeluz inmediatamente supo que era una mezcla rojo y azul con una pizca de negro.

Las lneas de color se solapaban unas sobre otras, casi en progresin. Eran una especie de... olas. Sondeluz frunci el ceo. Si lo miraba con atencin, pareca el mar. Y eso del centro poda ser un navo?

Vagas impresiones de su sueo regresaron. Un mar rojo. El barco, marchndose.

Estoy imaginando cosas, se dijo.

Buen color coment. Bonitas pautas. Me hace sentirme en paz, y, sin embargo, tambin tiene tensin. Lo apruebo.

A Llarimar pareci gustarle esta respuesta. Asinti mientras los sacerdotes menores permanecan apartados, registrando las palabras de Sondeluz.

Bien dijo. Eso es todo, supongo.

S, divina gracia.

Queda un solo deber, pens. Ahora que haban terminado las ofrendas, era hora de pasar a la ltima, y menos atractiva, de sus tareas diarias. Las peticiones. Tena que acabar con ellas antes de poder pasar a actividades ms importantes, como echar una cabezada.

Sin embargo, Llarimar no le abri camino para dirigirse a la sala de peticiones. Simplemente llam a un monje menor, y se puso a repasar unas pginas de una carpeta.

Y bien? pregunt Sondeluz.

Y bien qu, divina gracia?

Las peticiones.

Llarimar neg con la cabeza.

No vais a atender ninguna peticin hoy, divina gracia. Recordis?

No. Te tengo a ti para que recuerdes esas cosas.

Entonces dijo Llarimar, pasando una pgina, considerad recordado oficialmente que hoy no tenis ninguna peticin. Vuestros sacerdotes se emplearn en otra cosa.

Ah, s? En qu?

Se arrodillarn reverentemente en el patio, divina gracia. Nuestra nueva reina llega hoy.

Sondeluz se detuvo. Tengo que prestar ms atencin a la poltica.

Hoy?

As es, divina gracia. Nuestro seor el rey-dios va a casarse

Tan pronto?

En cuanto ella llegue, divina gracia.

Interesante. Susebron se busca una esposa. El rey-dios en el nico de los Retornados que poda casarse. Los Retornados no podan engendrar hijos, menos el rey, que nunca haba absorbido un aliento como hombre vivo. A Sondeluz la distincin siempre le haba parecido extraa.

Divina gracia dijo Llarimar. Necesitaremos una orden sinvida para disponer nuestras tropas delante de la ciudad para dar la bienvenida a la reina.

Sondeluz alz una ceja.

Planeamos atacarla?

Llarimar le dirigi una severa mirada.

Sondeluz se ech a rer.

Fruta fugaz dijo, dando una de las rdenes qu permitira a los otros controlar a los sinvida de la ciudad. No era la orden central, naturalmente. La frase que le haba dado a Llarimar permitira a una persona controlar a los sinvida slo en situaciones que no fueran de combate, y expirara un da despus de su primer uso. Sondeluz a menudo pensaba que el retorcido sistema d rdenes empleado para controlar a los sinvida era innecesariamente complejo. Sin embargo, ser uno de los cuatro dioses capaz de dar las rdenes si