revista voces noviembre 2008

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    Via del Mar, noviembre de 2008, ao II n 3

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    EDITORIAL

    Con esta tercera entrega,Vocesconcluye su ciclo 2008. El eje temtico que hemos escogido, corres- ponde al marxismo y algunas de sus interpretaciones, y relacionamos esto directamente con la necesidya planteada antes de comenzar a per lar una lnea editorial, pues hasta ahora la postura de revista Vono ha sido bien de nida, si bien siempre se le ha dado un matiz de izquierda, creemos necesario el hac patente y claro para todos los lectores de nuestra revista.

    Identi carse slo con la palabra marxista resulta simplista y de poca seriedad, por esta razn es n-cesario de nir de qu marxismo nos hacemos parte. Desde ya nos consideramos ms que impvido perezosos herederos de Marx. Ser marxista, sin lugar a dudas, corresponde a una de las ms profudenominaciones intelectuales, ya sea en nuestra escuela o fuera de ella. Tal denominacin presupone actividad tcnica, discursiva y prctica, la que nos proporciona herramientas de re exin crtica de nuerealidad, estas s, siempre de forma original y creadora. Tales consideraciones se tornan confusas, errty sospechosamente ftiles, cuando sin control, ni coherencia terica se utiliza a diestra y siniestra toencabezado que anuncie la palabra marxismo o el nombre de Carlos Marx o Federico Engels.

    Sin mayores pretensiones, sostenemos la existencia no tan slo de un marxismo, sino de las ms vriadas corrientes, las que en su mayora recogen lecturas restringidas de las obras marxianas, las queocasiones son compensadas con su originalidad e insercin polifnica en la realidad. Es as como emerdistintas interpretaciones que suman a la obra original de Marx, guras como la de Lenn y su concepcoriginal de la revolucin; Gramsci y sus re exiones crticas sobre la cultura, teniendo su sorprendente p-lelo en la gura del peruano Jos Carlos Maritegui y su difusin del marxismo en Latinoamrica; y parcaso chileno, cmo dejar fuera de estas lneas la originalidad creadora del obrero Luis Emilio Recabarrsu labor incansable por la clase trabajadora y los explotados de nuestra nacin. As, vemos que las restgidas1 lecturas del marxismo no imposibilitan una labor creadora y original de la transformacin social

    En la actualidad el marxismo se encuentra reducido, constreido tan slo a una teora revolucionarvemos con tristeza como tanto detractores como partidarios critican y se educan en un marxismo cosi-do, rei cado, lo que los restringe y hace ver una realidad monoltica, con la posibilidad de la transform-cin social a la vuelta de la esquina, descuidando con intencin o no las otras arcas de la polifnica realisocial. En efecto el problema de la actual lgica cultural dominante, la posmodernidad, yace en queolvida de pensarse histricamente y por si fuera poco se olvida de pensarse colectivamente y el resultes una sociedad totalmente disgregada, una intelectualidad volcada hacia s misma y la consiguiente daparicin de cualquier posibilidad de per lar un proyecto social que realmente provenga de la conciende quienes componemos la realidad presente.

    Este es el llamado de nuestra revista, repoblarnos nuevamente de marxismo, entendido como penmiento crtico, creador y prctico, para buscar un nuevo proyecto de emancipacin.

    En la presente edicin publican nuestros compaeros Hctor Hernndez Opazo, con su artculo titul Luis Friedrich y el Socialismo en las Masas Obreras Salitreras de Tarapac: Discurso Poltico Subyacente a su Doctrina Social ; Miguel Ramos Pavez con su trabajo La concepcin de fuente en la historiografarankeana. Proposiciones para una explicaciny Pablo Ampuero Ruiz nos presenta Las citas del Presi-dente Mao Tse-Tung: Un rojo souvenir de la historia de China. El anlisis bibliogr co estuvo a cargo

    1 Restringida en el sentido del acceso a las lecturas.

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    Luis Friedrich y el Socialismo en lasMasas Obreras Salitreras de Tarapac:

    Discurso Poltico Subyacente a su Doctrina Social1912-1913.

    Por Hctor Hernndez Opazo1*

    1. Introduccin

    Apliquen la providencia de las leyes y de las instituciones los que gobiernan las naciones;

    recuerden sus deberes los ricos y patronos;esfurcense razonablemente los proletarios,

    de cuya causa se trata

    Len XIII (1891).Encclica Rerum Novarum.Pargrafo 41.

    Una vez obtenida la victoria chilena en la Guerra del Pac co o Guerra del Salitre, en nuestro pasinicia la explotacin del nitrato de sodio, sucedindose un proceso de modernizacin, que modi c relaciones de produccin: pasamos de relaciones premodernas a modernas, en las que aparece el protariado, su paradojal libertad contractual, dependencia absoluta del salario, y relacin abstracta conempleador.

    En el contexto de esta modernizacin, y en la cspide del poder, la oligarqua, como forma de ejercide la dominacin2, que comprende a la vez una nueva concepcin sobre el rol del Estado en la sociedacivil y poltica. En ese sentido, ahora el Estado asume dos nuevas funciones: de redistribucin de la riquobtenida de las rentas, y de regulacin de las nuevas relaciones sociales de produccin que, para el cchileno, puede datarse primeramente en las ciudades, puertos y o cinas salitreras.

    Respecto de esta ltima funcin, la oligarqua lo hace a travs de medidas coactivas y coercitivas,decir, aplicando violencia real hacia las clases subalternas. Si observamos la conceptualizacin que WaAnsaldi hace para Amrica Latina sobre la Oligarqua, encontramos que la explicacin a este hecho drelacin con que la forma de ejercicio de dominacin oligarca se caracteriza por la exclusin de la mayde la sociedad de los mecanismos de decisin poltica, con mtodos principalmente represivos. Pruebaello, es que entre el periodo 1880-1920, todas las protestas obreras, producto de la cuestin social, ternaron en duras represiones, sangrientas matanzas, y ms tarde, en la ms rme indiferencia por parte declases dominantes: huelga por rebaja en pasajes de los tranvas (1888), Huelga General de 1890, grem

    martimos en Valparaso (1903), huelga o mitin de la carne (1905), Escuela Santa Mara.(1907), tomPuerto Natales y huelga del carbn (1919) y o cina San Gregorio (1920)3. El trabajador asalariado muchasveces no peda ms que lo necesario para vivir: ni siquiera las reivindicaciones de carcter econmico inmediato fueron atendidas. Paulatinamente el obrero sindicara al Estado, los partidos polticos y las

    1* Estudiante de cuarto ao de Pedagoga en Historia y Cs. Sociales, Universidad de Valparaso.2 Vase Waldo Ansaldi. Frvola y Casquivana, mano de hierro en guante de seda. Una propuesta para conceptuar el trmino oligarqua en Am-rica Latina. Universidad de Buenos Aires, 1991. www.catedras.fcos.uba.ar/udishal3 Vase Enrique Fernndez. Estado y Sociedad en Chile, 1891-1931. El Estado Excluyente, la lgica estatal oligrquica y la formacinde la sociedad . Santiago, LOM Ediciones, 2003.

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    ses gobernantes como las culpables de sesgar y no dar solucin a la cuestin social, y tarde o tempremprendera, ya no solo contra el patrn, sino contra ellos la lucha por mejores condiciones de vida.

    Un sector de la Iglesia Catlica, advirtiendo aquel proceso histrico, se va a hacer parte de la crthacia el accionar del Estado al respecto, en lo que muchos autores han llamado la Doctrina Social de la Iglesia, que se inicia en 1891 con la publicacin de la Encclica Rerum Novarum por el Papa Len XIII

    Europa. Sobre la in uencia de las enseanzas sociales de la Iglesia Catlica en Chile durante este periola historiografa chilena en general aduce que la Encclica de 1891 tendra efectos reales aproximadammedio siglo despus, es decir, a principios de 1940, pues las condiciones socioeconmicas y polticas generan miseria en las clases trabajadoras no se daban en gran cantidad en nuestro pas. Sin embargo,estudio reciente revela que en el periodo 1880-1920un destacado sector del catolicismo chileno puso sumayor empeo al servicio de los valores indicados4. (Valdivieso, 2005)

    En este contexto ubicamos a Luis Friedrich, sacerdote entre 1895 y 1928 de la parroquia de Pic5,localidad ubicada en el interior de la zona de Tarapac, a 120 kilmetros al sureste de Iquique, aproximdamente a 1300 metros de altura. Es en este espacio tan particular en medio del desierto, en el que LFriedrich analiza la situacin obrera pampina, haciendo un anlisis crtico sobre la situacin y planteasoluciones de carcter inmediato y a largo plazo6.

    Basndonos en dos cartas enviadas al Obispo de Iquique, con fechas septiembre de 1912 y octubde 1913, que expresan preocupacin sobre el socialismo como doctrina poltica que enciende los nimen la pampa, analizamos la solucin propuesta por Luis Friedrich al problema de la situacin obrera principios del siglo XX en las o cinas salitreras de Tarapac. El cuestionamiento va hacia la nalidadsu discurso: se propone un cambio estructural?, cuestiona el modelo poltico, econmico, social poconsecucin de transformaciones radicales?, o simplemente pretende llevar a cabo reformas que mejolas condiciones de miseria material y morales-espirituales del obrero, para el mantenimiento del ordsocial?7

    La hiptesis propuesta es que su discurso pretende llevar a cabo reformas sociales desde el Estadacompaando stas con la atencin espiritual de la Iglesia, para la solucin de la cuestin social cla nalidad de la mantencin del orden social, es decir, el predominio econmico, social y poltico doligarqua8.

    Para argumentar aquello, comenzaremos comentando brevemente los factores que permiten a LFriedrich conocer al obrero, dejando en claro adems las conexiones informativas entre la pampa yoasis. Luego de ello, mostrar a travs del anlisis epistolar, el planteamiento del sacerdote con respectla Cuestin Social, los aspectos que de ella le preocupan y las soluciones propuestas. Por ltimo, nal-remos analizando el discurso poltico explcito como implcito en sus soluciones sobre la mantencin orden oligrquico, apoyndonos no slo en una frase particular de una de sus cartas, sino que tambin bibliografaad hocque cruza las siguientes temticas del periodo 1880-1920: la oligarqua como modo dejercicio del poder, la accin social de la Iglesia, y la historia del movimiento obrero en el norte salitre

    La importancia de este trabajo dice relacin, primero, con dar cuenta de la existencia de sectores ecsisticos en el norte de Chile que, contrariamente a lo que dice la historiografa tradicional9, antes de 1920

    4 Patricio Valdivieso. Dignidad Humana y Justicia. La Historia de Chile, la Poltica y el Cristianismo: 1880-1920. Santiago, EdicionesUniversidad Catlica de Chile, 2005. Los valores a los que hace mencin el autor son la Justicia y la Dignidad.5 La parroquia comprende la atencin religiosa de: Iglesia parroquial San Andrs de Pica; Oratorio Pblico de la Guaira; Iglesia Vicerroquial de Matilla; Iglesia Santuario Nuestra Seora del Carmen (o viceparroquia La Tirana).6 Es importante destacar la cercana del sector de precordillera (Oasis de Pica) y la Pampa, los viajes de Luis Friedrich a diversas o cide Tarapac, y la observacin de los obreros en el sinnmero de estas religiosas nortinas, de las cuales la ms destacada, y que estuvo a cargFriedrich durante su periodo como vicario de Pica, es La Tirana.7 Vase Ana Mara Stuven. Parlamentarismo y Cultura Poltica Chilena. s/a.8 Vase Op. Cit Ansaldi, y Op. cit. Stuven.9 Esto ya lo advierte Ruth Aedo-Richmond. La educacin privada en Chile: un estudio histrico-analtico desde el periodo colonial hasta 1990.Santiago, Ril Editores, 2000.

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    estn fuertemente in uidos por la Encclica Rerum Novarum o Doctrina Social de la Iglesia, aportandatos empricos y complementando estudios recientes que hacen alusin slo a las jerarquas eclesistsantiaguinas o de la zona centro del pas10. Y segundo, desmentir las tesis que hacen alusin a una Iglesiaapoltica, es decir, que identi can su discurso y actuar con una cuestin puramente religiosa11, rescatandola importancia de la Iglesia como rgano intelectual de la oligarqua durante este periodo, y que cumpla funcin de alertar sobre las posibles y no muy lejanas- consecuencias del actuar obrero en el norteChile.

    2. Luis Friedrich y el Conocimiento del Obrero.

    Despus del triunfo en la Guerra del Pac co, el Estado Chileno inicia en la zona norte recin anexlo que la historiografa conoce como chilenizacin12. Para el cumplimiento de tal objetivo, diversosagentes se instalan all: la administracin scal, las fuerzas armadas, polica, sistema judicial, medioscomunicacin masiva, la escuela, y la Iglesia. Esta ltima, no slo tiene el objetivo de llevar a cabo la ocivilizadora sustentndose en los valores culturales chilenos, sino tambin en valores propios del catcismo moderno: fe menos material y exterior, ms intimista y austera.

    Luis Friedrich llega a la parroquia de Pica con aquel propsito civilizador en el ao 1895, luego que diversos agentes eclesisticos de nacionalidad chilena fueran mal acogidos por una poblacin escialmente peruana. Quizs por su origen europeo, el buen trato hacia la comunidad del Oasis, y las buerelaciones mantenidas con los diversos Vicarios que se suceden en Iquique13, logra mantenerse en serviciohasta 1928. Durante todo este periodo, lleva a cabo una diversidad de obras que le permiten conocercerca al obrero y el proceso de pauperizacin, que para Friedrich tiene una doble dimensin: materiaespiritual. As, uno de los primeros contactos con este grupo social se debe a la tarea, encargada por obispos (en especial el primero, Guillermo Juan Crter, Obispo de Tarapac entre 1895 y 1906), de elela dignidad moral del trabajador salitrero y otros componentes sociales de la zona indgenas, bolivian peruanos, ya sean stos campesinos, ganaderos o arrieros- regulando y normalizando (segn cnoeclesisticos de la poca, que abogan por una fe ms intimista) las diversas estas religiosas que se de-

    rrollan en el espacio piqueo, de las cuales la ms importante, por el nmero de devotos que rene, eesta de la Tirana.El segundo contacto con el obrero, y quizs el que ms hondamente cala en su pensamiento, es la v

    ta, por invitacin, a dar misa en o cinas, como lo revelan las peticiones al Obispo para dejar por algudas sus servicios en Pica y dirigirse hacia la pampa14. Las estas, como el conocimiento de las o cinas, le permiten tener una mirada general respecto de la situacin del pampino. Coopera en ello la prensa de ttipo- y la correspondencia enviada desde Iquique por el Obispo a Luis Friedrich.

    Para trminos de anlisis en este trabajo, nos centraremos en slo dos cartas que dicen relacin consocialismo en la clase obrera de las minas salitreras, que datan del 10 de septiembre de 1912 y el 28octubre de 191315.3. Su preocupacin

    10 Op. cit. Valdivieso.11 Ibd.12 Sergio Gonzlez. El Dios Cautivo. Las ligas patriticas en la chilenizacin compulsiva de Tarapac. (1910-1922). Santiago, LOMEdiciones, 2004.13 Sobre su nacionalidad e insercin en la comunidad de Pica como agente externo del Estado chileno, estoy realizando mi trabajotesis.14 Len XIII (1891).Encclica Rerum Novarum, en particular desde el pargrafo 27 en adelante: la clase humilde, por el contrario, car-te de todo recurso, se confa principalmente al patrocinio del Estado. Este deber, por consiguiente, rodear de singulares cuidados y providenclos asalariados, que se cuentan entre la muchedumbre desvalida.15 Estn dirigidas al Obispo Jos Mara Caro (1911-1925) que posteriormente ser nombrado Arzobispo de Santiago en 1939.

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    El sacerdote no est proponiendo aqu una fusin Legislacin/Iglesia, ni que la legislacin se construsobre la base de los preceptos catlicos. Est proponiendo, en primer lugar, el alivio de las condicionmateriales, para en un segundo momento iniciar el alivio de los problemas espirituales, pues:

    ...La experiencia en otros pases nos ensea que la nica lucha que puede esperar xito contra el socialismo es aque-

    lla que comienza con satisfacer las justas exigencias de la clase proletaria; si la Iglesia tomara parte en esa guerra sinaquella satisfaccin su accin ser nula y aun perjudicial... (i 22-23; CI 13-1912; FOI)

    Y en este afn de justicia social, Luis Friedrich no slo pide leyes que protejan al obrero, sino ademla intervencin del Estado en la economa. La nalidad de esto es la regulacin de las relaciones econ-cas entre la zona central y la zona norte de Chile. Desde principios de la ocupacin, el norte se convi para los agricultores de la zona centro en un mercado creciente, hacia el cual uan diversos producalimenticios. Esto gener en la zona problemas de dependencia y encarecimiento de la vida por concede transporte a una zona tan lejana como lo era Tarapac. Para aliviar la situacin del obrero, es entonimportante, segn Friedrich, la intervencin del Estado:

    ...El gobierno y la municipalidad deberan gastar mucho mas para nivelar los precios del Norte con los del Sur; peroellos dejan un inmenso campo los innumerables explotados que se interponen entre el productor y el consumidor;talvez les detiene el temor de ser tildados estado gobierno socialista; pero otros gobiernos, aun monrquicos, ven enesa intervencin una de sus grandes deberes... (i 24-25; CI 13-1912; FOI)

    En sntesis, las propuestas de Luis Friedrich dicen relacin con:a) Intervencin del Estado en las relaciones de produccin a travs de legislacin social, para ir

    auxilio de las justas exigencias de la clase obrera. b) Intervencin del Estado en las relaciones econmicas de la zona centro y norte, con el objetivo

    bajar los precios de productos de primera necesidad, necesarios para la satisfaccin de las necesidamateriales ms bsicas.

    c) Una vez solucionados los problemas de subsistencia, e integradas en leyes las justas exigencobreras, la Iglesia debe intervenir para la elevacin moral y tica del obrero, corrompido por una doctanticlerical como lo era el socialismo.

    5. Sustento Poltico de su Propuesta:Justicia y Dignidad igual a Orden Social?

    Patricio Valdivieso expone que las acciones llevadas a cabo por la Iglesia en el periodo 1880-1920 y se ajustan a las propuestas de la Encclica Rerum Novarum, tienen esencialmente un sentido humanitaPresenta como valores esenciales del Catolicismo la dignidad humana y la justicia, puesel ser humanoha sido hecho a imagen y semejanza de Dios, y tiene una dignidad especial que lo sita por sobre todas cosas de este mundo(Valdivieso, 2005: 13). La accin de la Iglesia entonces persigue aquellos valorey se ajusta a stos, sin caer en la consecucin de algn objetivo poltico. Sin embargo, y como respuea nuestro cuestionamiento, refutamos aquella tesis a partir del estudio del caso de Luis Friedrich, conderando que el objetivo realmente perseguido por este sacerdote, es la mantencin del orden social medio de una reforma desde arriba.

    Para ello, debemos aclarar que consideramos:

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    a) Que la Iglesia actu como rgano intelectual de la oligarqua en este periodo. b) Por Orden Social entendemos:

    ...el respeto hacia el rol dirigente de la elite y hacia los valores que con guran la base de su poder...implica el control por parte de la clase dirigente del motor del cambio, a n de que ste se haga con la gradualidad necesaria a la man-tencin de la jerarqua social y poltica establecida, al mismo tiempo que impida la revolucin o anarqua... (Stuven,s/a: s/p.)

    Explcitamente Luis Friedrich ya lo expresaba en sus cartas, al considerar al socialismo como enemigo del orden pblico. En este sentido sus propuestas reformistas desde arriba en cuanto alque le compete al Estado en las relaciones de produccin seran las nicas garantes del mantenimientoorden social. De lo contrario, la cuestin social y el descontento obrero ya no podra contenerse coantes se haca: a base de represin y violencia.

    ...La masa obrera est pues penetrndose de la conviccin que el gobierno los abandona...No quiero yo hacer el

    exmen de todas estas acusaciones que diariamente se repiten entre los obreros; pero ellos son su cientes, aunque nohubiera ms, para revolucionar las masas obreras... (i 25;CI 13-1912; FOI)

    Friedrich ya vea como algo inevitable la revolucin de las masas obreras contra el orden social.carta es la alarma urgente dirigida hacia la oligarqua chilena, previniendo sobre una situacin que aes posible remediar. Eran preferibles las reformas, aunque ellas implicaran una redistribucin del ingr

    scal muy diferente al que se haba llevado hasta el momento:Tal vez temen el gasto; es que todava no saben bien lo que cuesta una huelga bien organizada la nacin...(i 25;CI 13-1912; FOI.)

    6. Conclusin

    Segn el estudio a nivel micro de las cartas en relacin al socialismo del sacerdote de Pica, Luis Frdrich, hemos podido movernos en el terreno de las ideas de un eclesistico en particular, que conoci mde cerca al obrero, pues teniendo la pampa prcticamente a su lado, tuvo la posibilidad de observar condiciones laborales, materiales, espirituales y el tan temido poder de organizacin. Ello nos con rla existencia de un sector de la Iglesia Catlica chilena que adscribe desde temprano a la Doctrina Soc pero que adems est ntimamente ligado al rol que cumplen los agentes eclesisticos en la sociedad ltica y civil: intelectuales de la oligarqua que lanzan sus ideas y llevan a cabo su accionar con el clobjetivo de mantencin del orden social.

    La propuesta de Friedrich de una reforma desde la clase gobernante o el Estado, como interventorlas relaciones econmicas regionales, as como legislador social lo cual conlleva una redistribucinla riqueza scal en otra direccin- era la pretensin de llevar a cabo un proceso de acomodacin de la-tructura poltica a los cambios ocurridos en la sociedad civil. El modo de dominacin oligrquica, basen la exclusin y apoyado en la coercin, ya no era su ciente ante una sociedad civil cambiante, que hingresado de lleno en relaciones capitalistas modernas de produccin, en cuyo escenario haba irrumpel proletariado.

    La particularidad de Luis Friedrich corresponde al entendimiento de esta situacin y a la proposicinuna reforma ejecutada desde el Estado, con la nalidad de no quebrar el orden social oligrquico. Oaos despus el discurso de Arturo Alessandri en agradecimiento ante la Alianza Liberal por su desig

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    cin como candidato a la Presidencia de la Repblica17, lo advierte con similares palabras:asistimos,ciertamente, al nacimiento de un nuevo rgimen, y es ciego y sordo quien no quiera verlo y sentirlo18. En palabras simples, o la reforma desde las clases gobernantes, o el quiebre institucional. Para Friedrich, co para Allessandri, ms vale prevenir que curar.Bibliografa:

    Aedo-Richmond, Ruth. La educacin privada en Chile: un estudio histrico-analtico desde el periodo colonial hasta 1990. Santiago: Ril Editores, 2000.

    Althusser, Louis. Ideologa y Aparatos Ideolgicos de Estado, en La Pense(Pars), N 151,Junio 1970.

    Ansaldi, Waldo. Frvola y casquivana, mano de hierro en guante de seda. Una propuesta paraconceptuar el trmino oligarqua en Amrica Latina. Universidad de Buenos Aires, 1991. En www.cate-dras.fcos.uba.ar/udishal

    Bermdez, Oscar. El Oasis de Pica y sus Nexos Regionales. Arica: Editorial Universidad de Tara- pac, 1987.

    Castro, Luis. Regionalismo y Desarrollo Regional: Debate Pblico, proyectos econmicos y actores locales. (Tarapac 1880-1930). Via del Mar: CEIP Ediciones, 2005.

    Fernndez, Enrique. Estado y Sociedad en Chile, 1891-1931. El Estado Excluyente, la lgica es-tatal oligrquica y la formacin de la sociedad. Santiago: LOM Ediciones, 2003.

    Gonzles, Jos F. La Apertura Institucional como Arma de las Clases Dominantes: Arturo Al-sandri y el Movimiento Obrero, en Revista de Historia y Ciencias Sociales(Valparaso), N 2, Octubre2007. pp. 5-10.

    Gonzlez, Sergio. El Dios Cautivo. Las ligas patriticas en la chilenizacin compulsiva de Tara- pac. (1910-1922). Santiago: LOM Ediciones, 2004.

    Morris, James. Las lites, los Intelectuales y el Consenso. Estudio de la Cuestin Social y deintento de relaciones industriales en Chile. Captulo 2 (Los Intelectuales), Captulo 3 (El Consenso), Ca- pitulo 4 (La Cuestin Social). Santiago: Editorial Pac co, 1967.

    Ortiz, Fernando. El Movimiento Obrero en Chile 1891-1919. Madrid: ediciones Michay, 1985. Stuven, Ana Mara. Parlamentarismo y Cultura Poltica Chilena. S/ciudad, s/edicin., s/a. Valdivieso, Patricio. Dignidad Humana y Justicia. La Historia de Chile, la Poltica y el Cristianis-

    mo: 1880-1920. Santiago: Ediciones Universidad Catlica de Chile, 2005. Huerta, Mara Antonieta.Catolicismo Social en Chile. Pensamiento y Praxis de los Movimientos

    Apostlicos. Santiago: Ediciones Paulinas, 1991.

    17 Vase Jos F. Gonzlez. La Apertura Institucional como Arma de las Clases Dominantes: Arturo Alessandri y el Movimiento Obrer Revista de Historia y Ciencias Sociales(Valparaso), N 2, Octubre 2007. pp 5-10.18 Discurso pronunciado en la convencin de la Alianza Liberal, agradeciendo su designacin como candidato a la Presidencia deRepblica. P.5, versin digitalizada disponible en http://www.saladehistoria.com/Historia_Chile/Fuentes

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    Fuentes:

    Len XIII (1891).Encclica Rerum Novarum. Disponible en http://www.vatican.va/holy_father/lexiii/encyclicals.

    Archivo Obispado de Iquique (AOI), Fondo Obispado de Iquique 2 (FOI2). Carpeta General (CCorrespondencia Vicario de Pica a Obispado de Tarapac (1900-1926). N Carpeta individual 13, 19imagen 11-12. y N Carpeta Individual 14, 1913, imagen 22-23-24-25-26.

    Discurso de Arturo Alessandri ante la convencin de la Alianza Liberal, agradeciendo su designaccomo candidato a la Presidencia de la Repblica, 25 de Abril de 1920. Disponible en http://www.salahistoria.com/Historia_Chile/Fuentes/Alss_1920a.pdf

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    ANLISIS BIBLIOGRFICO

    Europa ante el Espejo

    de Josep FontanaPor Brbara Azcrraga1*

    el espejo al que se han mirado para de nirse tiene una doble cara. En una de ellas se ven las diferencias de raza

    y muestra el rostro delsalvaje;en la otra, fundamentada en una visin eurocntrica de la historia,

    se ve el del primitivo.

    Del primero han surgido el genocidio y la trata de esclavos;del segundo, el imperialismo.Josep Fontana. Europa ante el espejo

    Introduccin.

    La violencia que caracteriza a los Estado- Nacin modernos, sabemos que no slo es de carcter dir-to, vale decir, violencia fsica representada en fuerzas militares, de accin y de orden, sino que fundamtalmente ejercen la violencia llammosle tambin dominio- a travs, de diversas prcticas e institucioque al amparo del sentido comnno son dainas ni mucho menos violentas. Sin embargo, una mnimarevisin consciente y crtica de la historia, devela cmo sta se ha ido construyendo y estructurando p justi car y en la mayora de los casos disfrazar la utilizacin de la violencia, situacin que a la postre sconvertido en la manipulacin de la historia de los hombres. El problema mayor es que los productoreesta historiografa, tanto quienes la han tomado como suya, se encuentran totalmente convencidos de los hechos y las situaciones han sido as, tomando categorizaciones impropias, todo esto envuelto en el papel de la alienacin. Por supuesto, no estamos expiando a quienes ejercen la dominacin, slo sealamque su lenguaje se ha naturalizado tanto en ellos como en nosotros.

    Podemos relacionar lo expuesto, a los saberes sujetosde Foucault, donde las ciencias dominantes hanobliterado y deslegitimado continuamente los conocimientos de los explotados. Vale decir, la discipl en este caso, historiogr ca- controla el discurso jando sus propios lmites, excluyendo, guardnd para s el derecho exclusivo de la palabra; entendamos desde ah entonces la Historia Universal por ej plo.

    Sabemos que la utilizacin de la historia pronto se convierte en utilizacin de la memoria, que indepdiente del medio o institucin que se utilice para transmitir los valores propios de un grupo o comunidsiempre resulta provechoso recurrir a un pasado comn cargado de romanticismo, muchas de las veheroico a pesar de episodios de violencia, donde el enemigo siempre resulta victimario.

    1* Alumna tesista de la carrera Pedagoga en Historia y Cs. Sociales, Universidad de Valparaso.

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    Todas las tradiciones inventadas, hasta donde les es posible, usan la historia como legitimadora de la accin y ci-miento de la cohesin del grupo. Frecuentemente, sta se convierte en el smbolo real de la lucha (). Incluso losmovimientos revolucionarios hacen retroceder sus innovaciones por medio de la referencia al pasado del pueblo(), a las tradiciones revolucionarias () y a sus propios hroes y mrtires. (Hobsbawm, 2002: 19)

    Es as, como Europa emerge constante como la madre patria de la explotacin y la dominacin. Ctinente pequeo desbordante de temor hacia un otro que ella misma ha creado para darse nombre e histoY es que Europa en su formacin constante, en su reformulacin continua, ha creado inmensas lagunaolvido en pos de una idea de nacin comn a pesar de que existan diversas fronteras, la idea de comunen Europa es muy fuerte2- que le ha permitido a lo largo de la historia, encontrarse fraternalmente unidafrente al resto del mundo.

    Por ltimo, se imagina como comunidad porque, independientemente de la desigualdad y la explotacin que enefecto puedan prevalecer en cada caso, la nacin se concibe siempre como un compaerismo profundo, horizontal.(Anderson, 2000: 25)

    En este contexto de formacin de la identidad europea, es que Josep Fontana ha homologado las d-tintas fases histricas utilizadas comnmente, a los diversos re ejos muchas de las veces deformantes, Europa se ha dado a s misma. Porque como se ver a lo largo del texto de Fontana, Europa comienzcrear su propia identidad generando diferencias con lo no europeo, para luego buscar la diferencia dede sus propios lmites, persiguiendo no slo ya a lo forneo, sino que tambin a aquellas masas populaque escapan del consenso social poniendo en peligro la hegemona de las clases gobernantes europea3.

    Convencidos que el concepto depraxisencierra no slo la esfera de accin material4, sino que tam- bin, aquella transformadora desde cualquier disciplina en este caso particular, desde la historiograf por tanto, entendemos que develar la ideologa imperante es una lucha ardua y continua por lohegemni-co5, razn que justi ca el anlisis de esta obra de Josep Fontana. Ya que demostrar desde un punto de veuropeo, cmo la construccin histrica de este continente se ha vendido desde siempre simulacros, y p

    an extrapolando el contenido del texto-, cmo esta ccin ha alcanzado niveles tan complejos, al pude a imagen y semejanza de Europa, los considerados inferiores, han creado sus propios espejos.

    Contexto de la obra.

    Europa ante el espejo, es una obra escrita por el historiador Josep Fontana en el ao 1994, ante las inte-rrogantes a modo de invitacin que hiciese Jacques Le Goff, acerca de la identidad de los europeos.

    El texto surge como un excelente ensayo basado en la gura de espejos, galera que representa las d-tintas fases de la historia europea, desde la antigedad hasta el surgimiento del Estado Moderno. Fontcritica la forma de construirse a s mismos a partir de la gura deotro, sea ste extranjero o parte de unaEuropa que se niega a seguir los preceptos impuestos por las clases dominantes.

    Josep Fontana es Doctor en Historia por la Universidad de Barcelona, dedicado al estudio de la histocontempornea e historia econmica principalmente. En su obra in uyen intelectuales tales como, E2 Tanto el texto a analizar, como nosotros, nos referimos a Europa occidental.3 No bastaba con aplastar por la fuerza cada nuevo movimiento, sino que haba que recuperar el control sobre las capas populares,con una reconquista moral que hiciese posible un nuevo consenso. La historia de Europa en los siglos XVI y XVII est marcada por ese esfuede reconquista interior, destinado a crear una sociedad homognea y a a rmar la hegemona de los grupos dominantes. (Fontana, 2000: 90)4 Forma vulgar de comprender la prctica revolucionaria como simple accin violenta y directa, por tanto, reaccionaria.5 Vase Raymond Williams.Marxismo y literatura. Barcelona, ediciones Pennsula, 1997. Pp. 129-136.

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    ta, como utopas inviables. (Fontana, 2000: 84)

    Durante los siglos que se acercan a la modernidad (XIV- XVI), fue caracterstico de Europa, las -vueltas de estos hombres tildados comorsticos; ya a partir del siglo XVI, no bast slo con contenerlosviolentamente, sino que se hizo necesario generar cambios a nivel cultural, desplegar en el sentido ms un control de los grupos rebeldes, es decir, rea rmar la hegemona.

    En primera instancia, esta especie de reeducacin fue llevada al plano religioso, vale decir, ser inmotodo aquello que escape a la norma.

    La naturaleza fundamentalmente social de esta campaa explica que se diera por igual en la Europa del catolicismo yen la de la Reforma, que gozase de un slido apoyo poltico para castigar duramente las desviaciones de la norma yque, cuando la in uencia de las iglesias comenz a aquear, en el siglo XVIII, la ciencia mdica tomara su relevo.(Fontana, 2000: 97)

    No se consigui transformar del todo los hbitos de los cristianos, pero por lo menos se los culpabiliz y se les hizoaceptar una esquizofrenia que dejaba a salvo el orden social admitido. (Fontana, 2000: 97-98)

    Los grupos dominantes se ven a s mismos llamados a educar a estosrsticos, razn por la cualdesean que el re ejo de suespejo corts9, sea el re ejo para toda la sociedad europea, extendiendo suscostumbres, hbitos y principalmente su vocabulario, a n de lograr homogeneizar la sociedad.

    Lo que ahora hay de nuevo es la voluntad por parte de los cultivados de cambiar las actitudes y valores del resto dela poblacin. Lo que antes era propio de un reducido nmero de privilegiados se quera convertir ahora en norma devida para un amplio sector de la sociedad, lo que explica que se abandonase la denominacin de cultura cortesana para llamarla civilizacin o urbanidad, dos trminos que se contraponen claramente a la rusticidad, que es elnuevo nombre de la barbarie. (Fontana, 2000: 98)

    Una vez controlado en gran parte su otro interior, paralelamente surge un hecho coyuntural qvendr a rea rmar an ms la identidad europea, y que servir de techo tanto para los grupos dominacomo para los dominados, y el discurso eurocntrico nalmente se har carne, se trata del descubrimiede Amrica yel espejo salvaje10.

    La nueva forma de pensarse a s mismos los europeos naca de una conciencia que ya no tena que ver con la religin,sino que se basaba en creerse superiores moral e intelectualmente. El nuevo trmino de referencia sobre el que seha elaborado esta imagen es el de la naturaleza inferior de los no europeos; pero el espejo al que se han mirado parade nirse tiene una doble cara. (Fontana, 2000: 107)

    La llegada de la modernidad junto a los grandes descubrimientos, llevaron a Europa al cuestionamiedel hasta entonces conocimiento medieval, siendo ste reemplazado por la observacin directa y el e pirismo. De esta forma, comienzan a darse en este continente diversos estudios, los muchos relacionacon la naturaleza y las funciones del hombre, de tal manera que se crea la idea deevolucin, por la cual losseres humanos todos vendran desde una misma base, pero no todos se han ido desarrollando a la par, la modernidad surge la idea del progreso11.

    9 Captulo cinco:el espejo corts.10 Captulo seis:el espejo salvaje.11 La llamada Escuela escocesa, ms tarde complementada por Adam Smith, concluyeron que exista una escala de progreso humano, loque surge como explicacin histrica, sealando cuatro estadios: caza, pastoreo, agricultura y comercio.

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    La reconversin del salvaje en primitivo, que implica que todos los hombres son potencialmente iguales, per-miti legitimar la explotacin de los pueblos atrasados, en una poca en que la esclavitud comenzaba a ser rechaza-da. Se suele decir que los hombres de la escuela escocesa han inventado el progreso. Sera ms exacto decir que haninventado el atraso de los dems para de nir, mirndose en este espejo, su progreso. (Fontana, 2000: 121-122)12

    Es a partir de este momento, que la idea de progresoa partir de la tcnica13 y tambin desde el puntode vista de la fantasa racial- comienza a avanzar no slo por Europa, sino que por todos los continenteste discurso comienza a naturalizarse en todos los hombres, los explotados van cediendo su historia, amiendo su calidad otorgada de atrasados y subdesarrollados. Esta idea liberal de progreso, toc todas lasreas y disciplinas, siendo Europa la sede del desarrollo, y por tanto, centro desde donde se deba ayuda avanzar al resto del mundo, cuestin que justi ca la dominacin, explotacin y colonizacin.

    Lo peor fue que los pueblos no europeos acabaran aceptando, con las falsas identidades que les habamos asignado,la ccin para la cual haban sido creadas: la visin lineal de la historia. Renunciaron as a su propio pasado, reem- plazndolo por una revisin crtica del que les haban asignado los europeos, sin darse cuenta de que ello les impeda percibir la verdadera naturaleza de sus problemas. No bastaba con transformar la vieja epopeya del progreso en lavergonzosa historia de la explotacin. Con ello se cambiaba la caracterizacin de los personajes, pero se mantena elescenario y lo substancial del argumento. (Fontana, 2000: 130)

    Ya con el desarrollo de la modernidad14, van a surgir en Europa losEstado-Nacin, los que caracteriza-dos por su posterior centralizacin econmica y poltica, necesitaron del consenso popular para mantenvivos, es decir, mantuvieron la idea de que la sociedad responde a un orden justo que trae elbien comn para todos, y que rebelarse ante el orden establecido, no es ms que una traicin a la propia humanida

    Con la llegada del siglo XIX, el Estado Moderno se vio envuelto en el proceso de industrializacin ropeo, por tanto, en el fortalecimiento del capitalismo y su ms cruda caracterstica, no slo la explotac presente en todos los momentos histricos desde antao-, sino que la ilusin de libertad y oportunidade la explotacin capitalista. Aristocracia y burguesa se fundieron, adoptando costumbres comercialede buen gusto, para juntas defenderse de unotrotanto interno como externo, el proletariado.

    El pobre urbano ha reemplazado en el siglo XX al rstico como ejemplo de barbarie y como amenaza: una amenazams temible por ser ms prxima. La pobreza, que las sociedades europeas de la poca del absolutismo miraban condescon anza y empezaron a reprimir, adquira a los ojos de una sociedad liberal y competitiva, que presuma de dar oportunidades iguales a todos, un tinte de vicio o de inferioridad. (Fontana, 2000: 145)

    Para culminar, Fontana nos invita a abandonar la galera de los espejos15, vale decir, analizar crtica-mente la historia europea, a comprender por qu los espejos deforman, a conocer la intencin tras el helre ejo, la cual no sera ms que justi car la dominacin de forma velada, y, fragmentar la unin de

    explotados.

    Esta fabricacin de un enemigo exterior ayuda a ocultar el hecho de que los intereses de unos y de otros, de los12 Captulo ocho:el espejo del progreso.13 para usar crticamente esta teora bastaba en negarse a aceptar el presente como el n de la historia, y reducirlo a una fasetransitoria del progreso humano, en la cual subsistan rasgos negativos que haban de superarse llevando la evolucin ms all. Esa fue la visiinicial de Marx () transform los modos de subsistencia, de nidos por el grado de dominio de la tcnica, en modos de produccin, que loeran por la naturaleza de las relaciones entre los hombres. (Fontana, 2000:124)14 Captulo nueve:el espejo del vulgo.15 Captulo diez:Fuera de la galera de los espejos.

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    La concepcin de fuenteen la historiografa rankeana.

    Proposiciones para una explicacin.

    Por Miguel Ramos Pavez1*

    Cuando la investigacin choca con la opacidad delos documentos, y el archivo no declina fcilmente los

    trazos gruesos y los dbiles de un cmodo as era puesto que sta escrito, el trabajo puede comenzar realmente.

    (Arlette Farge. La atraccin del archivo.)

    Lo que se ha entendido por fuentes y las posibilidades cognoscitivas a ellas atribuidas, lejos de mtenerse inmutables, han sido objeto de profundas modi caciones en la historiografa contempornea.efecto, tal como nos advierte Michel Foucault en la reconocida introduccin a La Arqueologa del saber - ydentro del contexto ms amplio de de las grandes transformaciones que se estaban produciendo en la di plina2- se ha producido un cambio de posicin en la historiografa con respecto al documento, cuestiondo su valor. Si en su formulacin clsica la fuente se entenda como un re ejo del pasado, transparentadde lo real, el desplazamiento se dirigira en una nueva comprensin de la misma, entendindola comomaterial a elaborar 3, a de nir en su tejido unidades, series, relaciones. (Foucault, 1970:10).

    El objetivo del presente artculo es examinar la concepcin de fuente decimonnica- entendida cotransparentadora de la realidad-, en su primera trayectoria, tal como aparece en la obra del historiador Amn, Leopoldo von Ranke. Dicha pretensin se distancia de una mera descripcin, tampoco est cruz por un revisionismo a ultranza, sino ms bien debe entenderse como un esfuerzo disciplinar tendientexplicar el sustento terico que soporta dicha concepcin.

    Ante semejante problema, hemos formulado la siguiente hiptesis de trabajo, que puede enunciarse Cada concepcin de fuente, supone determinadas opciones de orden epistemolgico que la precondicnan, a saber: una cierta idea del leer; una concepcin determinada de la realidad; una precisa comprendel conocimiento4.

    1* Alumno tesista de la carrera de Pedagoga en Historia y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaso.2 Para Bourd, este enfoque, por lo dems evidente del autor,que da mxima importancia a las rupturas bruscas y a la emergencia deestructuras nuevassera parte del lo que llama el Mutacionismo de Foucault. Vease Bourd, Guy, Las escuelas Histricas(pp. 223 - 228). Aeste respecto, agregaremos, que dicha sensibilidad obedece en gran medida a que Foucault se inscribe, entre otras adherencias intelectualela losofa de las ciencias francesas. Dicha tradicin impone un examen particular de la construccin de la racionalidad cient ca, que a diferede su homologa anglosajona- preocupada de los contextos de veri cacin que habilitan un argumento como cient co y a rmativa de la unicde la racionalidad cient ca-asume que dicha racionalidad no es acumulativa, sino histrica. De ah que estos lsofos construyan historias dciencias. Adems, este esfuerzo es coherente con el llamado giro discursivo.3 Tal deslizamiento no sugiere su reemplazo o extincin. Lo que se a rma es que la nueva concepcin de fuente, que inaugura (al mesimblicamente) los Annales, vino a desplazar del lugar de privilegio que gozaba la concepcin decimonnica. De esta manera se transformla hegemnica, situando la precedente en un lugar subordinado, dentro de una jerarquizacin que es an la nuestra.4 Resuenan de forma ostensible en nuestra hiptesis los planteamientos que Louis Althusser despliega en el prefaciosu clsico texto (Para) Leer el Capital. En donde, preocupado de determinar qu es lo que da validez cient ca a una obra cEl Capital, su naturaleza epistemolgica, efecta ciertos planteamientos de lectura, cierta teora del leer, que estaran presenteMarx. Son esencialmente sus re exiones Tericas, las que nutren generosamente algunas de nuestras propias inquietud proposiciones, con las que hemos adquirido la mayor morosidad, y a partir de las cuales, se trata de extender sus implicanciael plano de la historiografa.

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    Sucede con Ranke, lo que con muchos autores considerados clsicos, donde semejante ttulo lejosimponer su lectura, pareciera autorizar la abstencin. Quin no ha escuchado sino repetido, en tono cdenatorio, su celebre frasecmo ocurrieron, en realidad, las cosas. Y si a esto le sumamos (horror dehorrores!) el apelativo de positivista5, se cierra la sentencia. En ausencia de la re exin, se abre paso a lacaricatura. No obstante tal postura no es la general y no pocos autores han re exionado seriamente al - pecto, no un en afn apologtico, sino ms bien con la intencin de hacer inteligible tan importante au

    Como seala Julio ArsteguiHay unanimidad absoluta en la historia crtica de la historiografa mo-derna en que la obra de Ranke y sus seguidores en la Prusia de comienzos del siglo XIX, la orientacinueva que imprimiran al conocimiento de la Historia, es el hito fundamental de donde arranca todo progreso posterior, en todas las naciones de Europa y en Amrica(Arstegui, 1995: 78). Srvase dichacita para subrayar nuestro enfoque.

    En su nacimiento y desarrollo, la historiografa rankeana estuvo estrechamente ligada con la evolucdel Estado Alemn. ste presentaba dos problemas fundamentales, la pretendida uni cacin polticel de emprender el camino a la modernizacin sin correr riesgos revolucionarios, los cuales repercutirdecisivamente la orientacin de sus historiadores (Fontana, 2001:165). Es as, que se inici una corriehistoriogr ca conocida como historicismo, que se entenda comoun paradigma de pensamiento y prc-

    tica histricas que ha puesto un especial nfasis en la singularidad e individualidad de los fenmenohistricos(Casanova, 1991: 10).Este enfoque se caracteriza por una serie de elementos que tendran una larga y extensa trayecto

    en la historiografa. Entre estos se destaca su rechazo a toda losofa, especialmente ilustrada, por su u-versalismo y sus elementos metafsicos6. Incluso seran dos modalidades de conocimiento opuestas, el delo concreto, la historia, y, el abstracto, la losofa. Esto trajo aparejado la sospecha de toda teora, qusupona introduca elementos de especulacin que distorsionaban la percepcin de los hechos.

    Tambin el presente era expulsado de la matriz disciplinar, asunto de la ciencia poltica, la histortendra por objeto el pasado, el cual con su distancia aseguraba la objetividad de la mirada7. En lo quese re ere al momento de la exposicin, sta segua la unidad y trayectoria de los acontecimientos. aparecan, as eran expuestos8.

    Pero si se suele decir que la historiografa contempornea comienza con Leopoldo von Ranke, estodebe espec camente al texto La historia del los pueblos latinos y germnicos, escrita en 1824, texto quele abri las puertas de la Universidad de Berln9. Dentro de esta obra, es el prlogo, y entre sus lneas, es- pec camente un pasaje, el que ms ha motivado los debates:

    Se ha dicho que la historia tiene por misin enjuiciar el pasado e instruir al presente en bene cio delfuturo. Misin ambiciosa, en verdad, que este ensayo nuestro no se arroga. Nuestra pretensin, es msmodesta: tratamos, simplemente, de exponer cmo ocurrieron, en realidad, las cosas (Ranke, 1986:38)

    5 Uno de los frecuentes errores en la historiografa es caracterizar a la corriente rankeana como positivista. Lo infundado de tal a rm-

    cin reside tanto en lo lejano de sus propuestas tericas, como en una razn histrica. En Ranke no encontramos nada parecido a una fsica sotampoco est presente el esquema de los tres estados, que en su lgica legaliforme, marcara el desarrollo intelectual de la humanidad. Histrmente Ranke es anterior a Comte, por lo que es imposible el impacto del segundo sobre el Primero, al menos en sus obras tempranas.6 No deben descuidarse las posiciones polticas que ambas tradiciones intelectuales representan. El historicismo rankeano es profun-mente conservador, mientras las losofas de la historia, al menos en la versin de Kant y Hegel, son liberales.7 Qu es, ciertamente, lo que en la actualidad puede prestar inters al poder papal? No relacin alguna con nosotros, ya no ejerceninguna in uencia importante; tampoco preocupacin de nuestra parte, ya que los tiempos en que algo podamos temer, han pasado y nos senti -mos seguros. Solo puede interesarnos su desarrollo histrico y su accin sobre la historia universal. (Ranke, 1986: 105)8 Se sigue en la lgica de exposicin, un esquematismo causal gentico, donde un acontecimiento sigue al otro, bajo el supuesto quesu encadenamiento se encontrara la explicacin (sin teora mediante).9 Con dicho acontecimiento se inicia el proceso de la profesionalizacin de la Historiografa, la cual le dio el estatus de disciplina inlectual espec ca, con sus propias reglas de legitimacin y reproduccin.

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    El cuestionamiento es claro, rechaza como resorte del historiador la misin de enjuiciar el pasadtal como aparece en las historiografas moralizantes, tal pretensin aparece contraria a un sujeto ausede pasiones, a la imparcialidad que de suyo caracterizara al cultor de la disciplina; pero sobre todo porel historicismo inhabilita cualquier posibilidad de comparacin entre diferentes pocas histricas10. Tam- poco el instruir al presente en bene cio del futuro se presenta como atributo deseable del historiadorcualidad, o defecto, es ms bien un patrimonio particular de las losofas de la historia, en contra decuales a lo largo de su vida, el autor destinara sus crticas ms cidas. Lo que tenemos en principio, esnico movimiento, de escisin pero tambin de autonoma de la historiografa.

    Por otra parte, en la celebrrima frase como ocurrieron en realidad, las cosas no debe buscarsetencin alguna de declaracin metodolgica, como previene Fontana. Si es plausible interpretarla couna pretensin de realismo11, por ms que forme parte de un ejercicio de modestia y se pretenda tambincomprender y explicar los hechos. El proceso investigativo, en este sentido, slo se hace viable poacceso a cierta clase de materiales:

    La base de esta obra, las fuentes de sus materiales, han sido toda una serie de memorias de embajadores y relatosdirectos de testigos presenciales de los hechos historiados. Slo hemos recurrido a otra clase de escritos en los casosen que estos aparecan basados directamente en aquellos testimonios que acreditaban, en una medida ms o menosgrande, un conocimiento original de los mismos ( Ranke, 1986: 38)

    Es as, que las fuentes de testigos presenciales, nos permiten un conocimiento original12 del objeto. Elsupuesto que la realidad se puede describir de modo transparente e imparcial, en la medida que no se cutiona adecuadamente el testimonio del testigo, bajo la premisa que el lenguaje es igualmente transparen13.Tal optimismo se ve re ejado en las siguientes lneas:

    Creo que pronto llegar el da en que la historia moderna se escriba, tomando como base, no los informes de loshistoriadores, a menos que relaten lo vivido por ellos, y mucho menos de los compuestos de segunda mano, sino a base de los testigos oculares y de los documentos ms autnticos y directos ( Ranke, 1986: 136).

    De esta forma se habilita una cierta concepcin de fuente, ontolgicamente considerada, que la entiecomo transparentadora de la realidad, donde texto y contexto son homologados14. El documento albergaratrazos de lo real, abierto y carente de espesuras, se mostrara, al igual que el mundo, sin secretos a cuesdesnudo a la mirada. Tal cual se presentan en la escritura, las cosas son. Esta literalidad, encuentra su jti cacin en el acto que la habilita, pues para obtener tal complicidad, se requiere una lectura que comespejo re eje15 la imagen del objeto (Bourde, 1992: 144).

    De lo anterior, podemos desprender una primera proposicin: para que un texto se muestre como tra

    10 La divinidad si se nos permite emplear esta expresin-, como no conoce el concepto del tiempo abarca con su mirada toda la humanidad histrica en su conjunto, sin establecer en ella diferencias de valor ese debe ser tambin el punto de vista del historiador.(Ranke, 1986:59)11 Roland Barthes nos sugiere que toda la historiografa decimonnica estara atravezada por el problema de lo real. Lejos de escapar aa rmacin, Ranke est sumergido en dicha problemtica, situacin que a lo largo del presente artculo trataremos de establecer. Vease del amencionado el artculo El discurso de la historia, en El susurro del lenguaje.12 Esto es precisamente lo que fundamenta la clasi cacin de las fuentes, entre primarias y secundarias, en relacin a la cercana13 Dichos testigos al estar siempre relacionados con el poder, se debe entender que al registrar los hechos por escrito, lo hacen dentrociertas estructuras polticas y sociales, que condicionan su visin. Por lo cual la fuente estara previamente valorada o con cierta con guracideal.14 Tal a rmacin no se altera por la aplicacin de la crtica, externa e interna. Incluso este procedimiento habilita tal condicin.15 Como condicin de aquello, el sujeto cognoscente se reduce a un papel pasivo.

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    parentador de lo real, es necesaria determinada nocin de lectura, igualmente transparentadora que la tenga (o al menos se articulen recprocamente). De esta forma texto y lectura se reconocen.

    Ahora procederemos a revisar la concepcin de la realidad que presenta el historicismo rankeano. supone que la realidad estara estructurada por elementos esenciales e inesenciales o lo que es lo mismlo histrico y lo no histrico, una especie de estatismo Historiogr co16. Esto vale tanto para los sujetosconcretos, como para los pueblos. Veamos primero estos ltimos.

    Para Ranke el concepto de Estado es en absoluto riguroso, en tanto se entremezcla con la idea de puey de nacin. Cada Estado es considerado como un ente poltico-espiritual, provisto de carcter particuLo cual quiere decir que el Estado posea una personalidad propia y una idea que guiaba sus accionedesarrollo. Y como individuo se relacionaba con otros individuos, con otros Estados. De ah que todlas consideraciones sobre poltica interna tenan que subordinase a las exigencias de la poltica exter(Casanova, 1991: 13). Es por ello que los Estados se enmarcan en una realidad mayor, pero siempre blos designios que su espritu, con arreglo al movimiento histrico general y a la tendencia particular qupoca o el siglo le asigna.

    Pero no todos los pueblos participan de este movimiento general17

    Hay elementos de la gran evolucin histrica que aparecen plasmndose en la nacin romana y en la germnica;aqu, manifestase desde luego un poder espiritual que va desarrollndose de etapa en etapa. Ms aun, no puede negar-se que a travs de la historia acta una especie de poder histrico ejercido por el espritu humano; es un movimientoque arranca ya desde los tiempos primitivos y que puede seguirse a lo largo de la historia con ciertas caractersticasde continuidad. Sin embargo, nos encontramos con que solo un sistema de pueblos participan en este movimientohistrico general, del que otros quedan excluidos. (Ranke, 1986: 58)

    Es as, que para el autor, el conjunto de pueblos formado por elementos romnico- germnicos serel elemento dominante de la historia de la humanidad, cuya unidad de origen, trayectoria y porvenidinamiza por el gran movimiento histrico general.

    En estrecha relacin con lo anterior y como los hombres encargados de gobernar los Estados, es qlos gobernantes y sus servidores ms cercanos son los sujetos llamados a representar el movimiento pcipal.

    Sobre todo brota el orden divino de las cosas, muy difcil de por cierto de demostrar, pero siempre se puede intuir.Dentro de este orden divino, idntico a la sucesin de los tiempos, ocupan su puesto los individuos importantes: as esque tiene que concebirlos el historiador. El mtodo histrico entra as en contacto directo con los ms altos y elevados problemas del genero humano (Ranke, 1986: 525)

    En resumen:Slo el reino de las Elites, de aquellos que tomaban decisiones, formulaba la poltica,constitua un asunto legtimo de estudio.(Casanova, 1991:15)

    Si a rmamos anteriormente que la nocin de realidad, del historicismo Alemn distingua, en lo r16 Con Estatismo historiogr co, hacemos referencia al concepto introducido por el historiador Hind Renahit Guha, el cual lo entiencomo una ideologa para la cual la vida del estado es central y es la queautoriza que los valores dominantes del estado determine el criterio delo que es histrico. Vease del autor Las Voces de la Historia.17 Aqu el autor cae preso de su propia crtica. Aunque rechaza del hegelianismo la idea de que la historia sigue una idea directriz, pinsertar un elemento metafsico, queda en evidencia su incongruencia al aceptar en su visin de la historia un elemento igualmente metafsico,cuando sean de diferente entidad y dinmica.

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    mismo, dos partes que lo constituan, una era los elementos histricos y los otros los no histricos. Ahdaremos un paso ms adelante en la argumentacin. En solidaridad con lo anterior a rmaremos queconcepcin del conocimiento, para esta corriente, es el resultado de una operacin que se realiza sola realidad (plasmada en el documento), en tanto abstrae o separa ambas partes que lo conforman18. Tal proceso de cribaje19 nos arrojara, por un lado los elementos histricos, y por otro los no histricos. Pariluminar tal situacin presentaremos las siguientes lneas, que si bien se re eren al momento de le exp-cin, nos arrojan ciertas pistas al respectoAunque toque por encima las cosas extraas, cuando no tengams remedio que hacerlo, como algo secundario y de pasada, el autor slo estudiar de cerca las nacionede ascendencia puramente germnica o germnico- latina a nes por su origen y cuya historia forma lamedula de la historia moderna(Ranke, 1986: 37).

    Y esto no tiene nada de inocente. Ya sabemos que lo histrico esta vinculado con ciertos grupos pueblos dominantes, por lo cual oculta un juego de exclusin. Entonces deliberadamente el historiaarticula su exposicin en torno a los sujetos que considera relevantes histricamente. Su funcin sera leliminar lo real a-histrico, aislando la otra y constituyndola en su objeto.

    Re exiones fnales

    Para nalizar intentaremos enlazar las proposiciones con respecto a las variables sugeridas en la hi-tesis, de manera que nos permita observar cierta coherencia en ellas.

    Si la concepcin del conocimiento tiene por nalidad separar los elementos histricos de los no his-ricos, sta se despliega sobre la base de la mencionada concepcin de la realidad, donde los grupos dgentes de los Estados y los pueblos germnico-latinos ocupan el lugar de privilegio, pero slo son visiben su plenitud, en tanto se les capta bajo una cierta teora del leer, una de carcter especular, en base a mirada dirigida a las fuentes que se muestran transparentes, habilitando dicho propsito, las cuales esvinculadas a la elite, tanto en origen, conservacin y lectura. .

    Aun cuando se hace evidente que nuestro artculo adolece de un gran marco terico, creemos quehiptesis de trabajo es operativa, y si bien nos llev a resultados modestos y provisorios, s nos permmostrar cierto tipo de vinculaciones entre las variables objeto de anlisis. Aunque por el momento, no atrevemos a caracterizar ese tipo de relaciones, ni menos su aplicabilidad en otro contexto historiogr-co.

    18 Cierto es que el objeto de conocimiento es algo ya dado y jo, pues existe con anterioridad al proceso de abstraccin.19 Tal concepto hace referencia al proceso que se lleva a cabo en la minera, en donde supone una separacin entre el terial y la escoria que lo contiene, que en un inicio se encontraban unidos.

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    Bibliografa

    Althusser, Louis. Para leer el capital . Mxico: Siglo Veintiuno editores, 1969. Arstegui, Julio. La Investigacin Histrica: Teora y Mtodo. Barcelona: Crtica, Grijalbo, 1995. Bord, Guy; Rev Martn. Las escuelas Histricas. Madrid: Akal Universitaria, 1992. Casanova, Julin. La historia social y los Historiadores cenicienta o princesa?. Barcelona: Crtica, 1991. Fontana, Joseph. La historia de los hombres: el siglo XX . Barcelona: Crtica, 2002. Foucault, Michel. La arqueologa del saber . Mxico: Siglo Veintiuno editores, 1970. Von Ranke, Leopold. Pueblos y estados en la historia moderna. Mxico: F.C.E, 1986.

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    DOCUMENTO N 1

    Aniversario y Balance de la revista Amauta

    Prlogo

    Realizar la presentacin a uno de los ms grandes intelectuales marxistas de Latino Amrica, es touna responsabilidad, la que si bien, embarga de pudores y amenaza la quietud del estudiante de pretennes universitarias, se nos presenta como una labor perentoria, esfuerzo vital, fecundo y creador, haciaconocimiento del trabajo antecesor en nuestra Amrica, por la liberacin del dominio extranjero, la abcin de las multiformes maneras locales de explotacin y exclusin, y la creacin del socialismo. Por ela gura del peruano Jos Carlos Maritegui, se yergue como referente inevitable en la construccin demarxismo latinoamericano1, el que desa ando la ortodoxia del socialismo contemporneo a l, examinalas complejidades y particularidades de la realidad local, y disea una gua de accin poltica e ideolgdirigida a la intervencin en la sociedad civil. Revista Amauta, empresa cultural iniciada por Jos CaMaritegui en septiembre de 1926, es creada con esta nalidad, en ella, se mezclan lo ms variado dintelectualidad peruana, con una preocupacin orgnica y renovadora, pretenden dar respuesta, y confcionar una proyecto alternativo a la crisis de la caduca administracin oligrquica, buscando y exploralas contradicciones evidentes y veladas de la realidad econmica y social del Per, trabajo que postermente coronar en la publicacin de Los siete ensayos de la realidad peruana2.

    Amauta con sus 32 publicaciones, tiene dos hitos muy bien de nidos, el primero de ellos, es su cdesaparicin, ello, por la con scacin por parte del gobierno de Legua de la edicin del noveno nmdonde Maritegui junto con el resto del comit de redaccin es encarcelado, hecho indiscutible de que

    empresa de intervencin poltica y cultural contra el dominio de las clases dominantes era efectiva, y noslo ataque vacuo y estril de Intelectuales. El Segundo hecho de signi cacin, es la edicin al nm17 de la revista, en ella, se marca una decantacin del trabajo ideolgico de Amauta donde, pasa de pluralidad de contenidos y alternativas, a la ruptura con Haya de la Torre y El APRA, siendo ello, el disciamiento de los sectores medios, pequeo-burgueses, y burgueses del Per, para la creacin de un camautnomo, a saber: el socialismo. Es por esta labor de maduracin, tanto poltica, cultural e ideolgicque lleva a Jos Carlos Maritegui, a fundar el Partido Socialista, el que a partir de 1930 se convertirel Partido Comunista del Per.

    La republicacin por parte de nuestra revista de la ya sealada editorial al nmero 17 de la reviAmauta, obedece tan slo, a la modesta tarea de dar a conocer y difundir a las nuevas generacionesestudiantes, el genio poltico del Marxista Jos Carlos Maritegui, el que nos seala la importancia de-

    nocer la complejidad de nuestra realidad, desahuciar interpretaciones someras del cotidiano, y entendeuna vez por todas que es mucho ms difcil, sin embargo, mucho ms consistente y promisorio, hacer

    1 Sealaremos en este punto las importancias de las guras de Luis Emilio Recabarren (1876-1924) y Juan Antonio Mella (1903-192en la formacin de un marxismo enriquecido con las particularidades nacionales y la praxis poltica. Para mayor conocimiento de las materiastadas en este prlogo, se recomienda la lectura de los artculos del Profesor Osvaldo Fernndez Daz,Maritegui el Amauta, Sobre los orgenes del marxismo en Amrica Latina y Tradicin, dogma y hereja en la obra de Maritegui, todos presentes en revista Araucaria de Chile, nmeros12,23 y37 respectivamente.2 Los siete ensayos de la interpretacin de la realidad peruanasern publicados en nuestro pas por editorial Universitaria en 1955,coleccin dirigida por Clodomiro Almeyda e ilustrada por Nemesio Antnez. Esta edicin se encuentra disponible en la biblioteca de nuesinstituto.

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    mani esta coherencia discursiva y prctica del socialismo, que tan slo denominarnos marxistas e intemodi car una realidad que bastos sectores de la sociedad an no conocen por creerla conocer.

    Por Marco Gonzlez Martnez3*

    ANIVERSARIO Y BALANCE4

    Amauta llega con este nmero a su segundo cumpleao. Estuvo a punto de naufragar al novenmero, antes del primer aniversario. La admonicin de Unamuno revista que envejece, degenera- bra sido el epita o de una obra resonante pero efmera. Pero Amauta no haba nacido para quedarsepisodio, sino ser historia y para hacerla. Si la historia es creacin de los hombres y de las ideas, podemencarar con esperanza el porvenir. De hombres y de ideas, es nuestra fuerza.

    La primera obligacin de toda obra de gnero de la que Amauta se ha impuesto es esta: durLa historia es duracin. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale la prdica constancontina, persistente. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realicambiante y mvil; vale la idea germinal, concreta, dialctica, operante, rica en potencia y capaz de mvimiento. Amauta no es una diversin ni un juego de intelectuales puros: profesa una idea histri

    con esa una fe activa y multidisciplinaria, obedece a un movimiento social contemporneo. En la luentre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores ni inventar un tercer trmiLa originalidad a ultranza, es una preocupacin literaria y anrquica. En nuestra bandera, inscribimos sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. (Con este lema a rmamos nuestra absoluta independenfrente a la idea de un Partido Nacional, pequeo burgus y demaggico).

    Hemos querido que Amauta tuviese un desarrollo orgnico, autnomo, individual, nacional. Pesto, empezamos por buscar un ttulo en la tradicin peruana. Amauta no deba ser un plagio, ni utraduccin. Tombamos una palabra inkaica, para crearla de nuevo. Para que el Per indio, la Amrindgena, sintiera que esta revista era suya. Y presentamos a Amauta como la voz de un movimientde una generacin. Amauta ha sido, durante estos dos aos, una revista de de nicin ideolgica, qurecogido en sus pginas las proposiciones de cuantos, con ttulo de sinceridad y competencia, ha quer

    hablar a nombre de esta generacin y de este movimiento.El trabajo de de nicin ideolgica nos parece cumplido. En todo caso, hemos odo ya las opin-nes categricas y solcitas en expresarse. Todo debate se abre para los que opinan, no para los que calLa primera jornada de Amauta ha concluido. La segunda jornada, no necesita ya llamarse revista dnueva generacin, de la vanguardia, de las izquierdas. Para ser el a la Revolucin, le vasta serrevista socialista.3* Alumno tesista de la carrera Pedagoga en Historia y Cs. Sociales, Universidad de Vaparaso.4 Jos Carlos Maritegui. Ideologa y poltica. Lima, Empresa editorial Amauta, 1975, p.246-250. original en Editorial de Amauta, N17, Ao II, Lima, Septiembre de 1928.

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    Nueva generacin, nuevo espritu, nueva sensibilidad, todos estos trminos han envejeciLo mismo hay que decir de estos otros rtulos: vanguardia, izquierda, renovacin. Fueron nuev buenos en su hora. Nos hemos servido de ellos para establecer demarcaciones provisionales, por razocontingentes de topografa y orientacin. Hoy resultan ya demasiados genricos y an bolgicos. Bestos rtulos, empiezan a pasar gruesos contrabandos. La nueva generacin no ser efectivamente nusino en la medida en que sepa ser, en n, adulta, creadora.

    La misma palabra Revolucin, en esta Amrica de las pequeas revoluciones, se presta bastanal equvoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que restituirle su sentestricto y cabal. La revolucin latino-americana, ser nada ms y nada menos que una etapa, una fasela revolucin mundial. Ser simple y puramente la revolucin socialista. A esta palabra agregad, segncasos, todos los adjetivos que queris: antiimperialista, agrarista, nacionalista-revolucionaria.socialismo las supone, los antecede, los abarca a todos.

    A Norte Amrica capitalista, plutocrtica, imperialista, slo es posible oponer e cazmente uAmrica, latina o ibera, socialista. La poca de la libre concurrencia en la economa capitalista, ha tminado en todos los campos y todos los aspectos. Estamos en la poca de los monopolios, vale decirlos imperios. Los pases latinoamericanos llegaron con retardo a la competencia capitalista. Los prime

    puestos, estn ya de nitivamente asignados. El destino de estos pases, dentro del orden capitalista, essimples colonias. La oposicin de idiomas, de razas, de espritus, no tiene ningn sentido decisivo. ridculo hablar todava del contraste entre una Amrica sajona materialista y una Amrica latina idealientre una Roma rubia y una Grecia plida. Todos estos son tpicos irremisiblemente desacreditados.mito de Rod no obra ya no ha obrado nunca- til y fecundamente sobre las almas. Descartemos inerablemente, todas estas caricaturas y simulacros de ideologas y hagamos las cuentas, seria y francamecon la realidad.

    El socialismo no es, ciertamente, una doctrina indo-americana. Pero ninguna doctrina, ningsistema contemporneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Europa, comocapitalismo, no es tampoco espec co ni particularmente europeo. Es un movimiento mundial, al cuase sustrae ninguno de los pases que se mueven dentro de la rbita de la civilizacin occidental. Esta clizacin conduce, con una fuerza y unos medios de que ninguna civilizacin dispuso, a la universalidIndo Amrica, en este orden mundial, puede y debe tener individualidad y estilo; pero no una culturaun sino particulares. Hace cien aos, debimos nuestra independencia como naciones al ritmo de la histde Occidente, que desde la colonizacin nos impuso intelectualmente su comps. Libertad, DemocracParlamento, Soberana del Pueblo, todas las grandes palabras que pronunciaron nuestros hombres deltonces, procedan del repertorio europeo. La historia, sin embargo, no mide la grandeza de esos homb por la originalidad de estas ideas, sino por la e cacia y genio con que las sirvieron. Y los pueblos que adelante marchan en el continente son aquellos donde arraigaron mejor y ms pronto. La independencisolidaridad de los pueblos y de los continentes, eran sin embargo, en aquel tiempo, mucho menores queste. El socialismo, en n, est en la tradicin comunista, primitiva, que registra la historia, es la inkai

    No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en Amrica calco y copia. Debe ser creaciheroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo inamericano. He aqu una misin digna de una generacin nueva.

    En Europa, la degeneracin parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, despus la guerra, designaciones espec cas. En los pueblos donde ese fenmeno no se ha producido, porqusocialismo aparece recin en su proceso histrico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandLa guardar tambin en la historia, maana, cuando las necesidades contingentes y convencionalesdemarcacin que hoy distinguen prcticas y mtodos, hayan desaparecido.

    Capitalismo o Socialismo. Este es el problema de nuestra poca. No nos anticipemos a las sntes

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    a las transacciones, que slo pueden operarse en la historia, Pensamos y sentimos como Gobetti que la toria es un reformismo ms a condicin de que los revolucionarios operen como tales. Marx, Sorel, Lehe ah los hombres que hacen la historia.

    Es posible que muchos artistas e intelectuales apunten que acatamos absolutamente la autoridde maestros irremisiblemente comprendidos en el proceso por la trahison des cleros. Confesamos,

    escrpulo, que nos sentimos en los dominios de lo temporal, de lo histrico, y que no tenemos ninguintencin de abandonarlos. Dejemos con sus cuitas estriles y sus lacrimosas metafsicas, a los esprituscapaces de aceptar y comprender una poca. El materialismo socialista encierra todas las posibilidadeascensin espiritual, tica y los ca. Y nunca nos sentimos ms rabiosa, e caz y religiosamente idealque al asentar bien la idea y los pies en la materia.

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    Las citas del Presidente Mao Tse-Tung:Un rojo souvenir de la historia de China.

    Por Pablo Ampuero Ruiz1*

    Servimos al pueblo y por eso no tememosque se nos sealen y critiquen los defectos

    que tengamos. Cualquiera, sea quien fuere, puede sealrnoslos. Si tiene razn, los

    corregiremos. Si lo que propone bene ciaal pueblo, actuaremos de acuerdo con ello.

    Mao Zedong, (Mao, 1972: 177)

    Introduccin China est hoy en el centro del mundo, ms all de su comentado crecimiento econmico, producto

    los recientes Juegos Olmpicos y Paraolmpicos de Beijing 2008. Al parecer, lo que ha querido demostragobierno chino, y en esto convergen varios anlisis de los medios internacionales, es el xito del desarrde su poltica de apertura que, desde 1978 a la fecha, desde Deng Xiaoping hasta Hu Jintao, la han po-cionado como una emergente potencia econmica mundial. Este relativo xito de las transformacio poltico-econmicas chinas quedaron ms que comprobadas para el mundo entero, con el desplante n-ciero, tecnolgico y artstico de la ceremonia de apertura. Beijing 2008 es el testimonio ms visible paraojos internacionales crticos de que en China algo sucedi y sigue sucediendo, es el mani esto de un p

    que se construy a partir de una gran convulsin interna cuyas huellas dejaron el Guomindang2

    (GMD), elPartido Comunista Chino (PCC) y el propio Mao Zedong3 y que, despus del Gran Salto Adelante, de laGran Revolucin Cultural Proletaria, del quiebre de las relaciones con la Unin Sovitica, de los sucede Tiananmen 1989 y del retorno de Hong Kong, por nombrar algunos eventos importantes de su histocontempornea, hoy se alza como una de las mayores potencias del mercado internacional, del gran capmundial, de las inversiones extranjeras, bajo un discurso que apela al bienestar del pueblo publicit por el Partido Comunista Chino que lo conduce y dice representar.

    Mientras avanzo en la lectura del popularmente conocido Libro Rojo de Mao, puedo dar cueta que el presente chino est muy alejado de los anhelos, ampliamente documentados y comentados,un pueblo convulsionado contra el viejo orden, y que Mao buscara ilustrar entre sus sinogramas c precisin en el anlisis y con la disciplina y genialidad que siempre se resaltan en sus biografas. El te

    mismo es un re ejo de la inquietud revolucionaria china, y representa un trozo de la historia de aqdragn rojo del lejano Oriente, cuya valenta y disciplina derrocaron siglos de orden imperial. DesplazQin Shi Huandi, el primer emperador; a Pu Yi, el ltimo; y expuls a la Repblica del GMD, sobre ChiKai-Shek; y a las fuerzas niponas, estableciendo un determinante punto de in exin histrico que na1* Estudiante de tercer ao de Pedagoga en Historia y Cs. Sociales, Universidad de Valparaso.2 En la antigua transcripcin se escriba Kuomintang (KMT), segn la nueva transcripcin se escribe Guomindang (GMD). El GMes el Partido Nacionalista de China, que tras ser desplazado del continente, se constituy como gobierno en Taiwn, hasta hoy, conformandoRepblica de China, cuya capital es Taipi. Hasta hoy la Repblica Popular de China (RPC) la disputa como su vigsimo tercera provincia.3 Mao Zedong (nueva transcripcin) o Mao Tse-Tung (antigua transcripcin) corresponde al mismo personaje. En etrabajo alterno entre ambas, para no modi car las fuentes citadas.

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    de la conviccin y el fusil, buscando construir la nueva China, buscando escribir la nueva historia dRepblica Popular de China.

    Contexto histrico

    El texto ve la luz en 1966, enmarcado en una situacin poltica donde la adoracin de la gude Mao constitua doctrina, surge en el seno del Ejrcito Popular de Liberacin (EPL) para su adoctri-miento, y corresponde a una recopilacin de citas realizadas por Lin Biao4, lder del EPL, y veterano de laRevolucin y de la Guerra de Corea, quien produce esta obra con el n deayudar a las grandes masas aestudiar an mejor el pensamiento de Mao Tse-tung(Lin Piao [comp.], 1967), ya queel camarada MaoTse-tung es el ms grande marxista-leninista de nuestra poca. Ha heredado, defendido y desarrollado dmanera genial y creadora y en todos sus aspectos el marxismo-leninismo, elevndolo a una etapa comptamente nueva(Lin Piao [comp.], 1967). Por tanto, y algo que me resulta muy particular,la tarea ms fundamental segn Lin Biao en el trabajo poltico e ideolgico de nuestro Partido es mantener siempreen alto la gran bandera roja del pensamiento de Mao Tse-tung, armar a todo el pueblo con el pensamiende Mao Tse-tung y, en todo tipo de trabajo, colocar al mando rmemente el pensamiento de Mao Tse-tung (Lin Piao [comp.], 1967)5. Lin vea en la publicacin de este texto una formapara impulsar la revolucio-narizacin ideolgica(Lin Piao [comp.], 1967) del pueblo chino, para que las grandes masas estuviera preparadas mientras construyen la nueva China. Hasta aqu, el texto persigue un n noble, de difusi preparacin ideolgica de las masas, sin embargo, la historia dir otra cosa.

    El texto es publicado el mismo ao en que se inicia la Gran Revolucin Cultural Proletaria Chi(GRCP). Liu Shaoqi era el Jefe de Estado y Deng Xiaoping era Secretario General del Partido ComunChino (PCC). Mao se encontraba fuera de la administracin del Estado al ser desplazado por el ComCentral (CC) del PCC, producto de su avanzada edad y del fracaso de sendos proyectos sociales y polticomo el Gran Salto Adelante, proceso que deba llevar a la industrializacin del gigante asitico y que min en una hambruna inconmensurable. Mao crea necesario un proceso de recti cacin ideolgica yrecambio generacional, al identi car la conformacin de un nuevo grupo social en China, una burocragerontocrtica que estaba acumulando ciertos privilegios, aburguesndose y constituyndose como cldel poder. Dentro de este sector, vea que Liu y Deng no seran continuadores de la Revolucin, ya qellos pertenecan al sector Reformista del PCC, los vea como los Jruschev de Oriente, por tanto, recup-ran la va capitalista que ya se haba superado, en consecuencia, era inaceptable. Paralelo a esto, Lin B publica este compendio de citas que ensalzan la gura del Presidente Mao, pero desde una visin pecusegn Cavedish y Gray,las cuatrocientas citas breves que lo componen no pueden representar todos losaspectos de la amplia produccin escrita de Mao, y tambin es posible que la seleccin se incline hacalguna cuestin particular, acaso ms representativa de Lin Piao que de Mao(Cavendish y Gray, 1970:73), lo que a nuestro juicio permite inferir un n implcito: lograr escalar en la estructura de poder bla sombra de su personaje. Un dato interesante es que una vez desplazados Liu y Deng del poder y Partido, en 1966, y tras el IX Congreso del PCC (1969), se resuelve, en medio de discusiones, el reto

    de Mao al cargo de Presidente y Lin como vicepresidente y sucesor, sin embargo, en 1970 Mao abolemagistratura mxima desplazando de la estructura de poder a Lin Biao, quien se rebela contra el rgimsin lograr su cometido, terminando sus das al caer en desgracia cuando cae el avin en el cual viajen la frontera rusa. Tiempo despus la magistratura sera repuesta.

    4 Lin Biao segn la transcripcin de hoy en da, la antigua era Lin Piao. Es el mismo sujeto, sin embargo, en este trabajo alterno enambas segn la poca en que fue transcrita la fuente.5 Resulta de particular inters constatar las tres referencias al nombre de Mao Tse-tung en este fragmento que cito, y las veintitrs rerencias, en las formas de Mao Tse-tung o Presidente Mao, que realiza Lin Biao en las pequeas cinco planas del Prefacio a la Segunda EdicDeja una sensacin mstica en torno a la gura y realza en exceso su magni cencia.

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    Las Citas del presidente Mao Tse-Tunges el segundo libro ms vendido despus de la Biblia (Taylor,s/a), y constituy el texto esencial y obligatorio de los revolucionarios en la Gran Revolucin Cultural Pletaria. Producto de los objetivos de Lin Biao y Jiang Qing, la esposa de Mao, en la GRCP, el pensamiedel histrico lder se constituy en o cial tras el n del proceso y se inicia la prctica sobre-idealizantla imagen del Presidente, y la degeneracin de su ideologa. Desde que Deng Xiaoping llega al poder no en 1978, la Revolucin Cultural es mirada como una derrota, y ha sido paulatinamente deslegitimaDado el duro lenguaje que alberga, como base ideolgica del pensar revolucionario chino, el Libro Rojo, hallegado a transformarse hoy en una mercanca al servicio del turismo, en un souvenir ms, similar a untampado del Che Guevara en una polera o a las piochas y medallas de la desaparecida Unin Sovit

    Enseando a las masas: La teora.

    LasCitas del Presidente Mao Tse-Tungse estructuran desde los planteamientos ms tericos a losms prcticos, inicia con las citas relacionadas al Partido Comunista, la Lucha de Clases, el SocialismoComunismo, y culmina con las relativas a la Disciplina, los Cuadros, los Jvenes, las Mujeres y el EstuEsta recopilacin alberga las bases ms importantes de la teora marxista leninista oriental y del anlisilos escenarios polticos y de la realidad social china.

    Entre los captulos ms tericos, resulta interesante encontrarse con incisivas y agresivas citas respea la importancia revolucionaria del PCC como las siguientes:

    Para hacer la revolucin, se necesita un partido revolucionario. Sin un partido revolucionario construido confor-me a la teora revolucionaria marxista-leninista y al estilo revolucionario marxista-leninista, es imposible conducir ala clase obrera y las amplias masas populares a la victoria sobre el imperialismo y sus lacayos (p.1)6.

    El Partido Comunista de China es el ncleo dirigente del pueblo chino. Sin este ncleo, la causa del socialismono puede triunfar (p. 2).

    Un Partidodisciplinado, pertrechado con la teora marxista-leninista y que practica laautocrticay se mantiene

    ligado a las masas populares, un ejrcito dirigido por tal Partido, un frente nico de todas las clases revolucionariasy grupos revolucionarios dirigido por tal Partido: stas son las tres armas principales con que hemos derrotado alenemigo7(p. 3).

    Esta fantstica visin evidencia el convencimiento terico de la necesidad de crear aquel partido coditio sine qua non del socialismo y de la victoriaper se, tal como lo crea Lenn, pero esta vez sera Maoel principal cultivador, lo que se re eja muy bien en la caracterizacin que realiza Fairbank:tan grandehaba sido la contribucin de Mao a la con guracin del PCCh que ste poda considerarse como obra suya(Fairbank, 1996).

    Mao estructura un pensar el Partido de manera profunda continua y permanente, es usual que enlas citas, ao tras ao, el lder comunista chino hableSobre la recti cacin de las ideas errneas en el

    Partido (1929), o deEl papel del Partido Comunista de China en la guerra nacional(1938), o deLa revolucin china y el Partido Comunista de China(1939), o dirRecti quemos el estilo de trabajoen el Partido(1942), oSobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo (1957), entre otros muchos escritos smiles. Pensar el Partido signi c nunca olvidar el objetivo, fortaleel trabajo de cuadros y el centralismo democrtico, plani car la poltica interna y externa del Gobiey del PCC, y evitar virajes al reformismo, con el n de superar la superestructura burguesa y alcanza6 Slo pondremos los nmeros de pgina, ya que todas las referencias a seguir provienen deLas Citas del Presidente Mao Tse-Tung.7 Resaltamos dos conceptos que nos parecen importantes desde el punto de vista de la discusin siempre latente sobre qu signi can, el mismo Mao de ne y que Lin integra en el texto.

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    socialismo.Ms all sin embargo, de pensar el Partido, estaba analizar la propia realidad que se observaba, y pen

    la propia historia que se construa. Al respecto, y encabezando el II Captulo,Clases y Lucha de Clases,se encuentra una cita fundamental:

    Las clases luchan, unas clases salen victoriosas, otras quedan eliminadas. As es la historia, as es la historiade la civilizacin de los ltimos milenios. Interpretar la historia desde este punto de vista es materialismo histrico;sostener el punto de vista opuesto es idealismo histrico (p. 9).

    A nuestro juicio, un mxima trascendente que desnuda el pensar de Mao. Ms all de la nueva frasloga para hablar del concepto de lucha de clases que acu Marx, y de la claridad con la cual se exprla cosmovisin de este lder comunista chino estaba cargada del conocimiento y de la conciencia deopresin de losltimos milenios8, y era un asunto que haba que superar, por eso, en el sentido de lograrel objetivo, dice:

    No quieren ustedes abolir el Poder estatal? S, queremos, pero no ahora; no podemos hacerlo todava. Por qu? Porque an existe el imperialismo, porque an existe la reaccin interna, porque an hay clases en el pas. Nues-tra tarea actual es fortalecer el aparato del Estado del pueblo principalmente el ejrcito popular, la polica popular ylos tribunales populares a n de consolidar la defensa nacional y proteger los intereses del pueblo (p. 39).

    El preciso anlisis de la realidad, y la condicin misma de la lucha de clases llev a Mao a sostener1938 la cita ms fundamental del adoctrinamiento revolucionario:

    Todos los comunistas tienen que comprender esta verdad: El Poder nace del fusil (p. 66).

    De aqu que sea necesaria la subordinacin del Ejrcito de Liberacin Nacional al PCC, o de la Gu-dia Roja al alero de la direccin de la Revolucin Cultural. De aqu que sea necesario romper, quemadestruir, incluso a punta de fusil, todo orden anterior, todo vestigio de la opresin de losltimos milenios,a n de consolidar la defensa nacional y proteger los intereses del pueblo.

    El fusil como fuente del Poder es la culminacin terica del anlisis de la realidad y del aprendizajtravs del materialismo histrico. El fusil es el punto de in exin entre el viejo orden feudal, explotad jerrquico, y lanueva China, socialista y con centralismo democrtico, donde nace el Poder de ese gruposocial relegado a la obediencia y a la opresin. El fusil es la herramienta con la cual se construye (conq-ta) y mantiene la libertad.

    Enseando a las masas: La prctica Uno de los aspectos ms interesantes de la obra, es el exhaustivo tratamiento que realiza el pensador

    acciones cotidianas o de cuestionamientos que siquiera el mismo Marx haba dado respuesta. Estos plteamientos que sostiene el Presidente Mao, y la razn de por qu Lin Biao los integra en el escrito, se rcionan directamente con el afn de superar las visiones y costumbres tradicionales, lo que en la Revo-lucin Cultural fue muy importante. Desgraciadamente, esta nocin de superar las visiones y costumb

    8 Decir los ltimos mileniosno es lo mismo que decir desde siempre?

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    tradicionales culmin en una degeneracin terica y prctica, con consecuencias como la destruccinalgunos recuer