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Revista Lector N° 1 - Mes de Septiembre. Yo Lector: Ernesto González Barnert - Párrafo Marcado: "Choripán Social" de Sebastián Pandolfelli - Wilberio Mardones sugiere un cuento de Juan Ignacio Colil - Mesón de novedades editoriales.

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es un proyecto de difusión del trabajo de autores, editores y libreros.

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Fernando Manterola 0587 Providencia • Santiago 2 2952 6349

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Una vez en la oficina de Saporitti, este descorchó una botella de champagne y soltando una risita arremetió de nuevo:

—Ahora que salió lo del subsidio, tengo otro negocio para vos... Ya que sos el que dirige la batuta con este tema... Bueh, te cuento: resulta que tengo un montón de hectáreas en el interior que... no viene al caso cómo las conseguí, perooo... Hay un grupo de inver-

sores interesados.El enano se ponía nervioso, le transpiraban las manos de solo pensar en billetes y el otro le hablaba pausado.—La cosa es así: ¡chorizos de soja! —soltó de una, es-perando la reacción del sin-dicalista, quien dejó escapar una sonrisita del tipo Giocon-da.—¡¿Eh?! —preguntó final-mente.Saporitti largó una carcaja-da.—Mirá, petiso... —le dijo se-rio, clavándole la vista.En ese momento Eliseo tuvo un acceso de rabia repen-

tino, recordó cómo lo cargaban en el colegio sus compañeritos despachando esa filosa crueldad infantil... Petiso, petiso... Ins-pector de zócalo, Tarzán de maceta, Chichón del piso, le decían...

—¡Petiso pero me la piso! —gritó encolerizado con los ojos hin-chados.—¡Epa! Calma. No te lo tomés a mal, socio... Te explico... Los yan-quis quieren invertir en soja, que es un negoción y está de moda, bueno... Hacemos chorizos de soja, los pasamos como buenos y a los verdaderos los vendemos al exterior... Es redondo. ¿Me en-tendés? ¡Más claro echale soda! —Levantó el tubo del teléfono—. Julio, traeme los informes y el brochure del proyecto Chorisoja.En un segundo entró un muchacho flaco y desgarbado con un par de carpetas y las dejó sobre el escritorio.—Acá está todo, la semana que viene llegan los inversionistas y arreglamos, pensalo —le dijo tendiéndole la mano.Julio lo acompañó hasta la salida.—Llamame, petiso —largó Saporitti.—Petiso pero me la piso —murmuró Eliseo y la puerta se cerró a sus espaldas.Se montó a la Ferrari y fue derecho a encerrarse en su búnker para analizar el negocio. La Guachampú no da puntada sin hilo, pero el enano no tenía mucho que perder en esto. Y un criadero de semejante tamaño a dos pasos del centro favorecería la ela-boración y distribución del producto. Era tan ansioso que al ratito nomás lo llamó a Saporitti.—Está bien che, lo hacemos —le dijo sin pensar demasiado.

de Choripán social por Sebastián PandolfelliTambo Quemado [14 x 21,5 cm • 136 páginas]

Tirada de 3 mil ejemplares Distribución gratuita

El modo neutro en que Gonzalo Eltesch ha elaborado este relato no está exento de

ferocidad. El narrador está todo el tiempo revisando, reconstituyendo los hechos de la vida pasada para sacar a luz, en un giro que no altera el tono atenuado de sus pa-labras, verdades dolorosas e incómodas. Esta es a la vez la historia de una familia y la historia de un hombre solitario, contada con un extraño vibrato de objetividad re-trospectiva.

Roberto Merino

Libros del Laurellaureleditores.wordpress.com

Colección particularGonzalo Eltesch

Pánico edicioneswww.panicoediciones.com

Escalas Claudio Rocco

Claudio Rocco (La vida en cómic, Trolley), dibujante y guionista presenta una nue-

va aventura en viñetas, una que no cuenta con diálogos porque no son necesarios. Escalas –un cómic protagonizado por un zorro– es, según adelantó su autor: «el re-lato de un viaje, no de un traslado, si no de lo que sucede cuando finalmente salimos de la comodidad de nuestras rutinas y nos aventuramos a ir por más». A través de sus 76 páginas se logra narrar sin palabras la crudeza presente en la vida y también nos invita a recordar que nos formamos tanto de las buenas como de las malas experiencias.

Abducción Editorialwww.abduccioneditorial.com

La invención de DiosSebastián Ambao

Morganti, cura párroco de Villa Lorenzet-ti, se ha pasado veinte años realizando

un estudio científico para probar la exis-tencia de Dios. En lugar de ello descubre todo lo contrario: Dios no existe. A partir de entonces se desenvuelve una dramática y cómica lucha relacionada a Dios. Los curas se toman la catedral encapuchados y, ar-mados, dan una última oportunidad a Dios para que se manifieste a través de un mila-gro. La invención de Dios es la primera parte de la trilogía compuesta junto a Un milagro al revés y La última joda de Rinaldi.

Un hilo conductor común tiene este conjunto de relatos del escritor maga-

llánico Oscar Barrientos Bradasic: el poeta Aníbal Saratoga y la improbable geografía de Puerto Peregrino. Y, de fondo –como dice el presentador–, una invitación al nomadismo más intransigente, a la danza más cálida y turbulenta, porque ese “Pe-regrino” también tiene la levedad de lo pa-sajero y se planta, frente a nosotros, como “idea peregrina”, lo que tiene que ver con lo antojadizo, con lo que no tiene justifica-ción ni la necesita, con el mero capricho de lo dionisíaco.

Cinosargo edicioneswww.cinosargo.com

Trilogía de Puerto PeregrinoOscar Barrientos Bradasic

Las fichas completas y más novedades editoriales en Lector.cl

¿Qué lee Ernesto González Barnert?Acabo de terminar Disparos en la oscuridad de Edgardo Cozarins-ky y Prohibiciones y Títulos de Astorga/Zanetti. Tengo en la mesa del velador El Hombre-Pluma de Gustave Flaubert (Selección de cartas a Louise Colet), Para vivir un gran amor de Vinicius de Mo-raes, regalo del gran poeta trasandino Omar Chauvié que hace poco estuvo en Santiago de Chile, Poemas del monje libertino (Ikkyu) y Sin decir nada de Ishikawa Takuboku, versión y selec-ción de Claudio Bertoni.

¿Alguna lectura que haya producido algún cambio importante en tu vida?Muchas, cada una prácticamente, para bien o mal, perceptible o no. Entre las que son perceptibles se me ocurre, por ejemplo, A mis mejores amigos no los he visto nunca (Cartas y ensayos selec-tos) de Raymond Chandler, Diarios de Cheever, La guerra contra el cliché de Martin Amis, Todo cuenta de Saúl Bellow o El odio a la música de Pascal Quignard

¿Escogiste la Poesía o ella te escogió a ti?Como el orín al hierro me pegué a ella.

¿Cómo fue tu relación con los libros en la provincia?HACE MESES LLAMASTE PRIMA

y entre otras cosas preguntaste

qué es lo que más extraño de Temuco.

No vivo ahí desde los 16,

fue lo único que dije

antes de cambiar de tema.

Recién hoy estoy en condiciones de responder,

tenía que ser por escrito

si es que aún deseas saberlo.

Extraño la Biblioteca,

no la Galo Sepúlveda

sino que la de la Universidad de la Frontera

que funcionaba toda la noche,

era la única luz que veías en el campus.

Nunca fui, pero me calmaba

saber que existía.

¿Cuánto hay de la provincia en tu poesía?En navidad (1994), poco después de que me sacaran la férula del dedo medio, cortado por una botella de cerveza que venía a mi cara, un desmañado pascuero, sobre el pick-up de una camio-neta, cometió el error de quedarse sin pelotas de fútbol dando vuelta por la pista atlética del Germán Becker, frente a una turba que buscaba su único regalo. Nos desquitamos tirándolo al suelo y pateando. El paco que sonreía y dejaba acariciar al pastor soltó al can deseoso de ganar doble ración de pellet. Me saqué la cresta escapando sin toperoles por el pasto mojado. Obviamente, dejé atrás el Far West, cientos de poesías líricas en la salamandra. Era todo un poeta de amor y Santiago mi Rangún.

¿Hay un gran tema en tu poesía?Soy de la vieja escuela de Troya: esa que ganó una batalla imaginándose dentro de un caballo y convenció al resto.

¿Cuánto ha crecido Ernesto González Barnert desde Higie-ne hasta Playlist?Al gran intérprete del sitar, Shankar, lo aplaudían hasta cuando afinaba. Todavía no es mi caso.

Estás en permanente contacto con poetas, a través de entrevistas, tu trabajo en la Fundación Neruda, presen-taciones de libros, ediciones. Según tu experiencia: ¿En qué está hoy la poesía chilena?En el esfuerzo sobrehumano de los mejores por seguir a flo-te, ir contra la corriente o en su propia corriente, no lejos de la tontera, burla, el pillaje y el frío.

¿Podemos seguir afirmando que Chile es un país de poe-tas?Cuando leo libros por salir a la luz pública como Ovejería o El Cairo, uno duerme como un lirón sobre el árbol del cono-cimiento.

¿Son las editoriales pequeñas las que salvarán a la poesía de la indiferencia de las grandes editoriales?Hoy pienso que son las grandes editoriales las que salvan a las pequeñas con más que la indiferencia, con su obligación de ven-der cada tiraje en el corto plazo. Acto seguido, ¿quién nos resca-tará a nosotros del imperio de las pequeñas?

¿Podemos esperar a futuro poetas de la altura de Neruda, Pa-rra o Mistral?No. Pero podemos esperar poetas como Jaime Luis Huenún, Yanko González, Damaris Calderón, Gustavo Barrera, Marce-lo Guajardo, Mario Verdugo, Natalia Figueroa, Juan Santander, Gladys González, Ángel Valdebenito, Carlos Henrickson, HH o Paula Ilabaca, Francisco Ide o Germán Carrasco, entre tantos y tantas más. Y entre los hermanos mayores podemos oír a los capos de Zurita, Bertoni, Maquieira, Bruno Vidal, Elvira Her-nández, Rosabetty Muñoz, Harris, Hernán Miranda, Omar Lara o

Clemente Riedemann, vivitos y coleando, con libros que si tuvie-ran una vasta circulación, al menos en las lecturas obligatorias escolares, otro gallo cantaría.

Cuéntanos brevemente sobre tu nuevo libro Playlist Playlist es, para mí, como volver tarde de la pega, de noche, muy cansado y abrazar a mi madre que acaba de morir.

¿Qué nos recomendarías leer?Los Aforismos de Georg Christoph Lichtemberg, los Apuntes I y II de Elías Canetti, Pensar no basta de Jules Renard, Pensamientos y Rivarolianas de Antoine de Rivarol, Dichos y contradichos de Karl Kraus, Sobre arte y literatura de Joubert o Negro sobre negro de Leonardo Sciascia.

Algunas definiciones:

¿Jodorowsky o Hitchcok?Hitchcock durante esos siete días en que filmó la escena de la ducha en Psicosis, poniendo en más de 70 posiciones la cámara, para obtener 40 segundos de acción en pantalla. Y Jodorows-kycuando vio Dune de David Lynch en el documental Jodorows-ky’sDune.

¿La tablet o el papel?El papel. Y al decirlo pienso en alguien como Karl Lagerfeld que cuando pequeño le daba miedo quedarse sin papel de dibujo. Re-cuerda un día en que le pidió a su padre que le comprara más y él le contestó: «Si estás dibujando sobre una cara del papel, tam-bién puedes hacerlo sobre la otra». Karl le respondió a su padre que nunca en su vida haría un boceto en el reverso de una hoja.

¿Android o Iphone?Iphone.

Pocos períodos de la historia nacional han sido registrados de modo tan profuso por el periodismo como el de la dictadura. A pesar de

ello, sigue habiendo historias que contar de esos años, ya sea porque permanecen desconocidas o porque sólo la distancia del tiempo per-mite calibrarlas en plenitud. La trama que narra este trabajo periodís-tico corresponde a este último caso: cómo un grupo de agentes del Estado, los mis-mos que de día perseguían y aniquilaban a compatriotas, por la noche se vestían de gala, tocaban al piano canciones de Frank Sinatra y animaban fiestas interminables junto a artistas y gente del espectáculo. Como en una mala película en que actores de pacotilla hacían de villanos e imitaban a James Bond, hacían desaparecer al joven-cito y, antes de que rodaran los créditos, se iban a la cama con la chica más guapa.

Ceibo edicioneswww.ceiboproducciones.cl

Álvaro Corbalán. El dueño de la Noche Daniel Campusano y otros

¿Qué papel juega la arquitectura —y, por ende, el arquitecto— en la socie-

dad?, ¿cómo se relaciona la arquitectura con otros quehaceres en el mundo con-temporáneo?, ¿cómo debe prepararse un arquitecto, es decir, cómo debe enseñarse arquitectura? Son todas, según Vaisman, preguntas de «segundo grado», pues su resolución «requiere previamente haber aclarado la única pregunta que indica el camino en que deben cuestionarse las de-más, y abre la posibilidad de una respues-ta para ellas. Esa pregunta, que he llamado «de primer orden», que […] ataca lo más profundo y –por ello mismo– lo más abarcador del problema, es: ¿qué es arquitectura?». De dónde viene esa vivencia del espacio que lo hace arquitecturizable, ésa es la cuestión radical que busca abordar Luis Vaisman en este libro.

LOM edicioneswww.lom.cl

Hacia una teoría de la arquitectura Luis Vaisman

Pu Lifru Mapunche Kimün Ngelu ediciones

www.latinoamericana.cl

Diccionario Ta iñ Mapun Dungun (Nuestra Lengua Mapuche) Clorinda Antinao Varas

Un diccionario que va más allá de una co-lección de significados bilingües entre el

mapun dungun y el español. Este dicciona-rio es una invitación a la comunicación y a entender una cultura, identidad y nacionali-dad. En síntesis: una invitación a entender-nos entre la autora, como significante de una identidad lingüística; y quienes confor-mamos un auditorio buscando el más allá de las simplezas con las que tratamos de entendernos entre seres humanos.

Overol edicionesPlaylistErnesto González

Ernesto Gonzalez Barnert ha facturado un poemario constituido fundamentalmen-

te por rodajas de vida, lo que en algunos có-mics se denomina slices of life, donde algu-nas canciones y algunas melodías marcan instantes de la existencia y constituyen la banda sonora, el soundtrack, de esos mis-mos instantes.

Las fichas completas y más novedades editoriales en Lector.cl

El tipo estaba en el mismo patio de su res-torán, bajo una gruesa capa de cemento.

Los asesinos fueron un par de cocineros que habían llegado recientemente desde alguna provincia perdida de China. Al parecer se enojaron con el sujeto porque éste no les pa-gaba lo acordado y rápidamente optaron por la vía violenta. De las palabras saltaron rá-pidamente a las amenazas y luego los golpes; certeros y rotundos, cayeron sobre su patrón. Ya era tarde para echar pie atrás. No tenían aquella paciencia que uno supone en los hi-jos de Confucio. Como no lo pudieron llevar a ninguna parte, lo trozaron con maestría y lo enterraron en el pequeño patio. Yo visité el lu-gar mucho tiempo después. Era un espacio de dos por tres metros al que le daba el sol en la mañana. Por la orilla había plantas. Un dia-melo con sus pequeñas flores azules y blancas otorgaba el toque oriental.

La viuda del dueño dio aviso a la policía una semana después de su desaparición. Es-taba acostumbrada a que su marido se per-diera por un par de noches, pero una semana, le pareció un tiempo exagerado. Antes de dar aviso, lo buscó por todos los puteríos que ella conocía. Incluso contrató a un investigador privado que la entretuvo con datos falsos por varios días y le arrancó unos buenos miles de pesos. Al chino le gustaban las caribeñas y so-lía gastar parte de su fortuna; construida a punta de cocineros baratos, menús económi-cos y wantanes, en estas chicas tan cariñosas, morenas y sonrientes. La billetera del chino podía sacar sonrisas a cualquiera. La inves-tigación comenzó sin mayor urgencia. Los cocineros no dijeron nada, o si lo dijeron na-die les entendió. Gesticulaban y hablaban en ese idioma en el cual cada palabra simulaba ser el fragmento de una verdad. Una pequeña lección de filosofía. Una piedra de una gran

muralla. Tenían cara de ino-centes y además el físico no los acompañaba. El oficial a cargo se deshizo rápidamente de los dos cocineros chinos. Lo ponían nervioso sus miradas y aquella actitud que él confundió con la sabiduría.

De esa forma; Chi Hun y Chi Wen; volvieron a la paz de su co-cina, a su atmósfera de fritangas y a sus recuerdos de Hubei. El

oficial quería culpar a un garzón mapuche de apellido Millalonco que atendía el turno de la noche. Apenas lo vio, supo que ese era su hombre. Según un cuidador de autos fue el úl-timo que estuvo con el jefe chino antes de que éste subiera a su vehículo japonés full equipo. Automóvil comprado hacía poco y que apare-ció por esos días en un sitio eriazo del norte de Santiago, cerca de unas carpas de gitanos. La compra de aquel auto fue considerada una traición por una parte de la colonia china, la fracción más conservadora que no olvidaba lo de Nankin. No fue difícil encontrarle el móvil a Millalonco. Al dueño nadie lo quería, era un abusador. Millalonco no tenía coartada, además todos sabían que tenía el genio ligero y que habitualmente encaraba al chino jefe, quien sólo lo aguantaba porque Millalonco or-denaba el negocio.

Una viejita vecina del restorán fue la que dio la pista. A veces ella acudía al restorán y pedía un menú económico para llevar. Conver-saba con la cajera; una chica que por las tar-des estudiaba contabilidad; y luego se retiraba un poco más alegre de lo que había llegado. El menú económico le alcanzaba para todo el día, incluso su gato romano se beneficiaba de aque-lla costumbre. La noche del asesinato escuchó ruidos y conversaciones hasta muy tarde, pero eso lo dijo cuando ya Millalonco estaba per-dido. Su foto había aparecido en el diario, su condena era cosa de papeleos. Sus vecinos de EL Salto, Doctor Ostornol y Rawson dieron sentidas entrevistas, alguien lloró. Una re-portera rubia hizo una pequeña nota sobre el Chacal Chaufan como lo llamó un diario sen-sacionalista. Incluso trataron de entrevistar a sus amigos de infancia. La viejita se enteró muchos días después de lo sucedido. Por ca-sualidad escuchó algo en la televisión. Juntó

sus recuerdos que se le mezclaban con aquellos momentos de su niñez que aún se le aparecían. Estaba segura: no había sido su imaginación. Fueron voces, golpes, un grito y después ruido. Quizás música de una radio. Semanas después acudió a la policía, pero la creyeron enferma. Demencia senil, pensó el sujeto que la atendió y le ofreció un té verde, sin dejar de mirar la pantalla de su teléfono celular.

La viejecilla que ya rondaba los noventa y tantos, no trepidó. No estaba para que la creye-ran loca. Sabía que estaba vieja, pero si había sido capaz de escapar desde su natal Westfalia de un enajenado de bigotito, no se iba a dejar aplastar por un funcionario de tercera catego-ría. Escribió cartas. Fue a la radio, a la televi-sión. Nadie le dio mucha importancia. Le de-cían que tuviera paciencia, que alguien importante la iba a recibir, que dejara sus da-tos. Por su parte Millalonco se apagaba. Con-testaba preguntas. ¿Qué hizo aquel día?, ¿a qué hora salía del trabajo?, ¿por qué volvió en la noche?, ¿por qué sus huellas estaban por todas partes?, ¿era cierto que acompaña al jefe en sus correrías nocturnas? ¿Por qué había pedido permiso el día anterior a la desaparición? Las respuestas que daba sólo lo hundían un poco más. Todas sus palabras se volvían en su con-tra. Comprendió que no debía hablar. Daba exactamente lo mismo si decía que sí o que no y de esta forma fue cayendo en un silencio os-curo. Se vio corriendo por unas lomas, trepan-do a unos manzanos, mirando el curso del río que brillaba, se vio siguiendo a su padre por un camino de tierra bordeado de zarzas y no-tros. Años después la viuda del chino vendió el restorán, dicen que se fue a un lugar de más categoría e instaló una peluquería. Quiso olvi-dar a su finado marido y los menús económi-cos. El sitio lo compró un gordo que instaló un taller mecánico. Fue en ese momento que rom-pió el suelo. Un tipo que manejaba un taladro fue el primero en encontrar los restos. Para esa época Millalonco ya estaba acostumbrado a su silencio y había dejado de ser noticia.

«Menú Económico» por Juan Ignacio Colil

EL LIBRERO WILBERIO MARDONES

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