rev. fil. univ. costa rica, xx (si), 37-43,1982 de filosofía... · 2018-12-05 · de la tradición...

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Rev. Fil. Univ. Costa Rica, XX (SI), 37-43,1982 LUCRECIO, POETA Y FILOSOFO DE LA LlBERACION El De rerum natura de Lucrecio es el único poema filosófico de la Antigüedad que nos ha llegado completo o casi completo. Sólo tenemos fragmentos del Peri physeos de Parménides y del homónimo de Empedócles; apenas una veintena de versos del de Jenófanes. Sin embargo, los datos conservados sobre la vida de Lucrecio son más escuetos aún que los que podemos recabar sobre aquellos remotos filóso- fos-poetas presocráticos. La fuente principal pare- ce ser san Jerónimo, que es tan poco historiador como filósofo, y siente -sin duda- tan poca simpatía por Lucrecio como podría experimentar- la por cualquier ateo. Al referirse al año 569 ab Urbe condita (es decir, al 95 antes de la era cristiana), escribe en el complemento a la Historia Universal de Eusebio de Cesarea: "Ti tus Lucretius poeta nascitur. Postea, amatorio poculo in furorem versus, cum aljquot libros per intervalla insaniae conscripsisset quos postea Cicero emendavit, propria se manu inter- fecit, anno aetatis XLIV" (Nace el poeta Tito Lucrecio. Más tarde, presa de furiosa locura por un filtro amatorio, y habiendo escrito durante los intervalos de su demencia algunos libros que luego corrigió Cicerón, se suicidó a los cuarenta y cuatro años de edad). Todas estas noticias, con ser tan parcas, están sujetas a controversia. En primer lugar, como señala Ernout, la fecha del nacimiento no es enteramente segura, ya que, si bien los mejores manuscritos la fijan en el año 95 a. de e., otros hay que la ponen en el 94. Por otra parte, lo que Jerónimo dice choca con lo que afirma el gramático Donato, en su biografía de Virgilio: "Initia aetatis Cremonae egit (vergilius) usque ad virilem togam, quam XVanno Angel }. Cappelletti natali suo accepit isdem illis consulibus iterum duobus quibus erat natus, evenitque ut eo ipse die Lucretius poeta decederet" (Durante sus primeros años vivió /Virgilio/ en Cremona, hasta la toga viril, que recibió en el décimo quinto año de su vida, siendo de nuevo cónsules aquellos dos duran- te /cuyo primer consulado/ había nacido; y suce- dió que en aquel mismo día murió el poeta Lucrecio). Si admitiéramos literalmente esta noticia y tuviéramos la suficiente buena voluntad como para ver en la singular coincidencia cronológica algo más que una piadosa alegoría de la continuidad del genio poét-i-code Roma, Lucrecio habría fallecido el 15 de octubre del año 55 a.C., esto es, en el segundo consulado de Pompeyo y Craso, con lo cual su nacimiento se retrotraería al 99 a.e. Y, a decir verdad, tan probable parece esa fecha como la que da Jerónimo. El otro hecho importante consignado por éste, es decir, la locura producida por un veneno amatorio y el consiguiente suicidio, ha sido toda- vía más discutido que el primero, como señala Boyancé. Ernout lo tiene como una pura novela. Según él, Suetonio, que constituye la fuente de Jerónimo, es muy poco digno de confianza, como lo prueba la facilidad con que acoge en sus Vidas de los Césares una cantidad de inverosímiles fábulas. Giussani, otro gran lucreciano, no ve, sin embargo, mayor dificultad en aceptar la locura y el suicidio del poeta, fundándose en criterios inter- nos, de carácter estilístico. Es decir, la pasión y la vehemencia que impregnan los hexámetros del vasto poema filosófico y la relativa falta de un orden lógico y de una clara disposición de las ideas

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Rev. Fil. Univ. Costa Rica, XX (SI), 37-43,1982

LUCRECIO, POETA Y FILOSOFO DE LA LlBERACION

El De rerum natura de Lucrecio es el únicopoema filosófico de la Antigüedad que nos hallegado completo o casi completo. Sólo tenemosfragmentos del Peri physeos de Parménides y delhomónimo de Empedócles; apenas una veintenade versos del de Jenófanes.

Sin embargo, los datos conservados sobre lavida de Lucrecio son más escuetos aún que los quepodemos recabar sobre aquellos remotos filóso-fos-poetas presocráticos. La fuente principal pare-ce ser san Jerónimo, que es tan poco historiadorcomo filósofo, y siente -sin duda- tan pocasimpatía por Lucrecio como podría experimentar-la por cualquier ateo.

Al referirse al año 569 ab Urbe condita (esdecir, al 95 antes de la era cristiana), escribe en elcomplemento a la Historia Universal de Eusebio deCesarea: "Ti tus Lucretius poeta nascitur. Postea,amatorio poculo in furorem versus, cum aljquotlibros per intervalla insaniae conscripsisset quospostea Cicero emendavit, propria se manu inter-fecit, anno aetatis XLIV" (Nace el poeta TitoLucrecio. Más tarde, presa de furiosa locura por unfiltro amatorio, y habiendo escrito durante losintervalos de su demencia algunos libros que luegocorrigió Cicerón, se suicidó a los cuarenta y cuatroaños de edad).

Todas estas noticias, con ser tan parcas,están sujetas a controversia.

En primer lugar, como señala Ernout, lafecha del nacimiento no es enteramente segura, yaque, si bien los mejores manuscritos la fijan en elaño 95 a. de e., otros hay que la ponen en el 94.

Por otra parte, lo que Jerónimo dice chocacon lo que afirma el gramático Donato, en subiografía de Virgilio: "Initia aetatis Cremonae egit(vergilius) usque ad virilem togam, quam XVanno

Angel }. Cappelletti

natali suo accepit isdem illis consulibus iterumduobus quibus erat natus, evenitque ut eo ipse dieLucretius poeta decederet" (Durante sus primerosaños vivió /Virgilio/ en Cremona, hasta la togaviril, que recibió en el décimo quinto año de suvida, siendo de nuevo cónsules aquellos dos duran-te /cuyo primer consulado/ había nacido; y suce-dió que en aquel mismo día murió el poetaLucrecio).

Si admitiéramos literalmente esta noticia ytuviéramos la suficiente buena voluntad como paraver en la singular coincidencia cronológica algomás que una piadosa alegoría de la continuidad delgenio poét-i-code Roma, Lucrecio habría fallecidoel 15 de octubre del año 55 a.C., esto es, en elsegundo consulado de Pompeyo y Craso, con locual su nacimiento se retrotraería al 99 a.e. Y, adecir verdad, tan probable parece esa fecha comola que da Jerónimo.

El otro hecho importante consignado poréste, es decir, la locura producida por un venenoamatorio y el consiguiente suicidio, ha sido toda-vía más discutido que el primero, como señalaBoyancé.

Ernout lo tiene como una pura novela.Según él, Suetonio, que constituye la fuente deJerónimo, es muy poco digno de confianza, comolo prueba la facilidad con que acoge en sus Vidasde los Césares una cantidad de inverosímilesfábulas.

Giussani, otro gran lucreciano, no ve, sinembargo, mayor dificultad en aceptar la locura y elsuicidio del poeta, fundándose en criterios inter-nos, de carácter estilístico. Es decir, la pasión y lavehemencia que impregnan los hexámetros delvasto poema filosófico y la relativa falta de unorden lógico y de una clara disposición de las ideas

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demostrarían, según el filólogc italiano, una pro-funda perturbación en el alma del poeta.

A nuestro juicio, el desorden y la carencia deestructuras lógicas no son tan graves comoGiussani parece creer. En general, puede decirseque existe un orden básico y que en sus grandesrasgos no es difícil captar en el poema unadisposición lógica. Se tiene la impresión, eso sí, deque falta un último retoque, tanto en el lenguajecomo en la disposición de las partes. Tampoco lavehemencia, que alterna, por lo demás, con pasajesserenos y aun prosaicos, bastaría para argüirninguna clase de locura. No bastaría, en realidad,ni para suponer una neurosis.

Sin embargo, tampoco tiene razón Ernoutcuando afirma que una obra tan claramentedispuesta y tan lógicamente construída como elpoema lucreciano no pudo haber sido compuesta"per intervalla insaniae".

Este tipo de argumentación pasa por altoalgunos hechos muy notables de la psiquiatría,como, por ejemplo, er estricto desarrollo lógico delpensamiento de algunos tipos de psicóticos en unaesfera específica. Pasa por alto también algunosnotables ejemplos en la historia de la literaturamoderna, como el caso de Tasso o el de Gerardode Nerval.

Por otra parte, ¿qué nos impide pensar quela enfermedad mental (= locura) de Lucrecio nofue una psicosis cualquiera sino, como creeStampini, una epilepsia?

A pesar de todo Ernout acierta en este puntocontra Giussani, pero por razones muy diferentesde las que aduce hasta aquí. Resulta, en efecto,mucho más convincente cuando dice que "lalocura y el suicidio han debido ser penas inventa-das por la imaginación popular para castigar alimpío que se negaba a creer en la supervivencia delalma y en la influencia de los dioses tanto como enel poder de los sacerdotes". Podrfa suponerse quela leyenda surgió ya en la piadosa corte deAugusto. y no extrañaría mucho, en tal caso, quela repitiera un autor cristiano como Jerónimo.

Pero cuando se tiene en cuenta el carácterparticularmente intolerante y vindicativo de laapologética cristiana de los primeros siglos frente alos ateos y a todos los oponentes de la fe, y seadvierte que ni Arnobio ni Tertuliano se refieren ala denigrante enfermedad y lamentable muerte delimpío Lucrecio, ni Lactancio las añade a lamacabra serie que escribió "de mortibus persecu-torum", uno debe inclinarse a creer que la leyenda

de la locura y el suicidio surgió no sólo entrecristianos sino también entre cristianos de unaépoca tardía, esto es, entre contemporáneos deJerónimo, o tal vez, como opinaTrencsényl-Waldapfel, en el propio Jerónimo.

El último dato proporcionado por éste, quese refiere a la obra y su publicación, no resultamenos discutible. Jerónimo se basa, sin duda,también aquí en Suetonio, pero no lo entiendecabalmente. Dice, en efecto, como vimos, quehabiendo compuesto Lucrecio algunos libros ensus momentos de lucidez (cuando no hacía presade él la locura), a éstos más tarde "los corrigió"(emendavit) Cicerón.

Ahora bien, aquí parece haber un leveanacronismo, porque el introducir correcciones"choca -como dice Valentí Fiol- con la maneraantigua de publicar obras póstumas" (1). Por otraparte, el poema no nos deja precisamente laimpresión de haber sido "enmendado", pulido ocorregido, sino todo lo contrario.

Ni Jerónimo ni Donato dicen nada sobre lafamilia y los antepasados de Lucrecio ni sobre sucondición social ni sobre el lugar de su nacimiento.Tal preterición ha ocasionado una larga serie dehipótesis al respecto entre filólogos e historiadores.Muchos sostuvieron en el siglo pasado que Lucre-cio había nacido en Roma. Según ellos, el silenciode la tradición al respecto podría explicarse por elpoco interés que la ciudad de los Césares y de losPapas mostraba por su hijo pródigo, poeta impío yenemigo de la religión. Aunque no hay pruebapositiva que confirme tal hipótesis, tampoco haynada que la impugne.

De cualquier manera, las otras alternativaspropuestas no resultan más aceptables que ésta.Así, por ejemplo, se supuso que Lucrecio eraoriginario de la Italia septentrional, por su cogno-men "Carus", que parece tener origen galo. Perotambién se pensó en lo contrario, a saber, queprovenía de la Italia meridional, porque el mismocognomen suele encontrarse en la onomástica de laciudad de Pompeya.

Con respecto a la estirpe y a la condiciónsocial del poeta-filósofo también se han formuladohipótesis diversas y contrarias. Según algunosautores, Lucrecio habría sido un aristócrata. Así loprobaría la actitud altiva con que en ciertasocasiones se refiere al pueblo (1 945; 11 622) y lafamiliaridad con que trata a un poderoso hombrede Estado, como Memio. Además, llevaba tresnombres (Titus Lucretius Carus), como los anti-

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guos patricios. La "gens Lucretia" constituía unade las más rancias e ilustres estirpes romanas.

Pero la actitud altanera frente al pueblopuede demostrar sencillamente que el poeta teníaconciencia de su superioridad intelectual, tantopor ser un buen escritor y un erudito versado enlos autores griegos como por ser un filósofoposeedor del secreto de la felicidad.

El hecho de que alguien llevara tres nombrestampoco prueba gran cosa, ya que en un momentodado (ciertamente antes del nacimiento de Lucre-cio) comenzaron a usarlos también los plebeyos.En cuanto al apellido "Lucretius", no denotanecesariamente la pertenencia a la ilustre "gens"mencionada, puesto que el apellido era utilizadono sólo por los miembros de una estirpe o familiasino también por sus clientes y hasta por suslibertos.

La hipótesis contraria, según la cual eldesinterés de Lucrecio por los asuntos políticos y,en general, por la "res publica" demostraría suorigen plebeyo, provinciano o servil, parece toda-vía menos fundada, ya que el alejamiento de lacosa pública y la prescindencia de toda actividadpolítica son justamente reconocidos como típicosrasgos de todo filósofo epicúreo.

No han faltado, por cierto, quienes asignaranal poeta un rango intermedio, haciendo de él un"caballero", esto es, un miembro de la clase"equestris", como su editor Cicerón. y estahipótesis no es menos plausible (ni más) que lasanteriores.

Aunque tampoco sabemos acerca de la per-sona y la vida del poeta, conservamos prácticamen-te íntegro su poema, lo cual no deja de ser unacircunstancia sumamente feliz, ya que es mucho loque se ha perdido de sus antecesores en el cultivode las musas latinas.

De los dieciocho libros de los Anales de Eniosólo nos quedan unos seiscientos versos; de lascuarenta comedias de Cecilio tenemos apenas unostrescientos versos; escasísimos fragmentos se hansalvado de las "fabulae togatae" (Afranio, Atta,Titinio); no son muchos los que sobreviven de lostrágicos Pacuvio y Accio, y de los treinta libros desátira que compuso Lucilio podemos leer hoy sólounos mil cuatrocientos versos.

No han faltado, sin duda, filólogos quesostuvieron que el De rerum natura quedó sustan-cialmente inconcluso. Estos suelen argüir que elfinal de la obra parece demasiado brusco yrepentino. Dicen también que Lucrecio ha prome-

tido antes un final en el que trataría de los dioses,y termina hablando, en cambio, de la peste deAtenas.

Sin embargo, tales razones no tienen dema-siado peso. Al comienzo del libro VI declara elpoeta que su obra está llegando ya al fin (pleraquedissolvi; quae restant percipi porro). Además,como bien observa Bergson, aquél enumera alcomienzo del Libro 1, los principales temas que hade desarrollar (naturaleza del alma, origen de lacreencia en los espíritus, fenómenos celestes,primeros principios de la filosofía natural, produc-ción natural de las cosas, etc.) y cada uno de esostemas es efectivamente tratado en el poema talcomo lo conservamos (2).

Es muy probable, en cambio, que el poetano revisara su obra ni diera los últimos retoques ala composición y el estilo. Tal vez lo sorprendió laenfermedad o la muerte; tal vez otras desconocidascircunstancias se lo impidieron.

Pero el poema no puede considerarse verda-deramente inconcluso; aunque falta el anunciadofinal sobre los dioses, el cual debía haberseañadido quizá en seguida después de la descripciónde la peste de Atenas. Pasajes hay que causan laimpresión de no haber sido pulidos y ni siquieradefinitivamente redactados; también encontramoslagunas, y éstas no se deben tal vez sólo al estadode los manuscritos. Sin embargo, puede suponerseque no se ha perdido nada sustancial y que la obranos ha llegado íntegra y completa.

El título de la misma, De rerum natura, essin duda traducción del griego Peri physeos, queera, a su vez. el título de uno de los más conocidostratados de Epicuro y que, en general, llevabantodos los tratados filosóficos de los presocráticos,ya estuvieran en verso (Jenófanes, Parménides,Ernpédocles], ya en prosa (Anaximandro, Herácli-to, Anaxágoras). Por tal razón, al traducirlo alespañol, parecería más correcto decir Sobre lanaturaleza, como pretendía Edoardo Crema, y noSobre la naturaleza de las cosas, como suelen hacertradicionalmente los traductores (3), desde elabate Marchena hasta Lisandro Alvarado y otrosmás recientes (Rodríguez Navas, Disandro, Acu-ña).

Sin embargo, cabe preguntar por qué elmismo Lucrecio no tradujo el Peri physeos por Denatura, como harían autores posteriores (comoEscoto Erígena, que titula su "opus magnum",precisamente De divisione naturae).

Tal vez la adición del genitivo "rerum" se

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dcba sólo a la' impericia del poeta, que encara laardua tarea de crear un vocabulario filosóficolatino a partir de los textos griegos, tarea en la cualapenas encuentra erráticos precedentes en Enio yPacuvio. Es posible que el sustantivo "natura",'utilizando en latín con su acepción vulgar ycotidiana, le pareciera insuficiente para traducir elrico y complejo significado del griego Peri Physis,y por eso se creyó obligado a especificarlo con el"rerum",

El poema está dedicado a un tal Memio, aquien se suele identificar con Cayo Memio Geme-lo, hijo de L. Memio. Este, después de haberllegado a las dignidades de tribuno (66 a.C.) y depretor (58 a.C.), culminó su "cursus honorum"con el cargo de gobernador de Bitinia (57 a.C.).Tal personaje, como dice Bergson, "paraft avoirété tout autre chose qu' un philosophe" (4). No sedistinguía por la pureza de sus costumbres. Duran-te su destierro en Grecia, adquirió el Jard ín deEpicuro, y, haciendo caso omiso de los pedidos delos epicúreos, que deseaban erigir all í un altar alvenerado maestro, edificó su propio palacio (Cf.M.T. Cicero, Epist. ad fam. XIII 1).

No es fácil conjeturar por qué Lucreciodedicó su obra precisamente a semejante indivi-duo. Quizá pretendiera con ello ser admitido en laclientela de un influyente público; pero, si así fue,su elección, como dice Valentí Fiol, no resultódemasiado afortunada, ya que Memio acabó pron-to su carrera política en el exilio (53 a.C.), dondemurió más tarde (5). Tal vez determinara ladecisión del poeta el hecho de que Memio, amantede la literatura griega (y despreciador de la latina),había demostrado admiración por Epícuro: quisodemostrarle posiblemente que también en latín sepodían expresar, y con suma belleza y eleganciapor cierto, las ideas liberadoras del filósofo delJardín.

Según vimos, san Jerónimo dice que Cicerón"corrigió" el poema lucreciano (después de lamuerte de su autor, se entiende). Un humanista delRenacimiento, Hieronymus Borgius, autor de unabiografía de Lucrecio (1502), va más allá, y diceque éste "Ciceroni vero recen tia ostendebat car-mina, eius limam secutus" (Mostraba a Cicerón susrecién escritos versos y acataba sus correcciones).Pero si resulta bastante inverosímil que Cicerónhaya corregido los versos de Lucrecio después de lamuerte de éste, según antes dijimos, mucho más loes que lo haya hecho durante su vida y a medidaque los iba escribiendo. Se trata solamente, como

bien anota Ernout, de "1' elucubration d' unhumaniste qui á dilué et remanié a sa fantaisie lesdonnées fourníes par la Chronique de saint[éróme",

Sin embargo, el que Cicerón editara la obra,en el sentido de hacerla copiar y ponerla encirculación, no puede desecharse. Una cierta con-firmación del hecho se puede hallar en ciertaepístola que envió a su hermano Quinto (Epist. adQuintum fratrem II 9), donde dice: "Lucretipoemata, ut scribis, ita sunt, multis luminibusingenii, multae tamen artis" (Los poemas deLucrecio son tales como tú dices, dotados de unbrillante ingenio y, sin embargo, con muchaciencia). Esta carta es de febrero del 59 a.C.

Ahora bien, si elegimos el año 55 comofecha de la muerte Je Lucrecio, la epístolaciceroniana representaría precisamente el eco de laprimera impresión del Arpinate cuando su her-mano le hizo llegar, a fin de que la publicara, elmanuscrito del poeta muerto (y la carta parecesugerir más naturalmente esta hipótesis); si elegi-mos el año 53, entonces la epístola ciceronianatestimoniaría que el De rerum natura era conocidopor Cicerón aún antes de la muerte de Lucrecio(6).

El hecho de que Cicerón no se refieraexpl ícitamente en ninguna parte de sus escritos ala edición de Lucrecio ha inducido a algunos adudar de que él fuera precisamente el editor:resulta poco verosímil -dicen- que un hombretan dado a hablar de todo cuanto hace hayaomitido este trabajo de editor. Tal vez -podríacontestarse- el trabajo le parecía insignificante.

Se ha sugerido también que el Cicerón alcual alude Jerónimo no es el célebre orador MarcoTulio sino su hermano Quinto. Mas, como observaBergson, en los escritos de san Jerónimo nunca seda el nombre de Cicerón sino al orador.

Tampoco ha faltado quien sugiera que eleditor del De rerum natura fue Atico, corresponsaly amigo de Cicerón, filósofo epicúreo, que habríaemprendido la tarea en colaboración con el histo-riador Cornelio Nepote, el cual, según consta,conocía y valoraba el poema. Tal hipótesis nopresenta, en verdad, muchos fundamentos positi-vos, pero tampoco se puede descartar la posibili-dad de que Atico y Cornelio Nepote se hubieranocupado, movidos por celo filosófico o simpatíaestética, en divulgar y hacer copiar la obra 1I0 cualequivale a editarla).

Al emprender la composición de su poema,

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Lucrecio no se enfrentó solamente a una tarea decreación poética y de divulgación filosófica, sinoante todo a una exigencia de ampliación y enrique-cimiento oe la lengua latina. Se vio ante lanecesidad de crear un léxico filosófico, un nuevoidioma dentro del idioma.

Es verdad que en este propósito había sidoprecedido por Enio y por Pacuvio. El primero deellos, que se consideraba z sí m'smo una reencarna-ción de Pitágoras, expone en su Epicharmus, porboca del pitagórico de Siracusa, una teoría filosófi-ca del mundo, y traduce -o, I1YcÍsbien glosa- laHistoria Sagradadel tilo-cirenaico Evemero.

"Aporta, para tratar los problemas metafísi-cos, el conocimiento de diversas filosofías griegas,críticas o rmsticas, len especial el pitagorismo, detendencias religiosas y morales; y el epicureísmoque, al explicar el origen del mundo por transfor-maciones materiales, deja a un lado los dioses/,unido al buen sentido práctico del romano, para elque toda visión del universo es buena, con tal queno violente el sentido común y dé vía libre a unaactividad provechosa para el Estado" (7).

Pacuvio, sobrino de Enio, sentía una graninclinación por la filosofía, y esto se traducía en lainserción de largas parrafadas filosóficas en sustragedias, lo cual les restaba agilidad e interésdramático.

Sin embargo, ni Enio ni Pacuvio (ni menos,por supuesto, Lucilio, Plauto o Terencio) habíanlogrado crear un vocabulario filosófico, que permi-tiera expresar en latín las ideas de los pensadoresgriegos. Esto es lo que Lucrecio quiere hacer, sinque se le oculten las dificultades de la empresa:

Nec me animi fallit Graiorum obscurareperta difficile inlustrare Latinisversibus esse, mul ta novis verbispraesertim cum sit agendum propteregestatem linguae et rerum novitatem.

(Y no dejo de advertir lo difícil que es pintaren versos latinos los oscuros hallazgos de losgriegos, sobre todo cuando muchas ideasdeben expresarse con palabras nuevas a causade la pobreza de la lengua y la novedad delos asuntos) 1I 136-1391.

Al poeta parece abrumarlo la magnitud de latarea. "Por vez primera tenía que explicar, ensonoros aunque ponderosos vocablos latinos -diceel filósofo y poeta Santayana- el nacimiento y

naturaleza de todas las cosas tal como sutilmentehabían sido descritas en griego" (8).

No rehúye, sin embargo, la empresa, y lalleva a cabo con tanta felicidad como se podíadesear.

Más tarde, Cicerón, que cuando conoció elpoema lucreciano estaba todavía lejos de la filoso-fía, complementará y ampliará con plena concien-cia lingüfstica, la obra emprendida en este terrenopor el poeta-filósofo. Y llegará a considerar al latínsuperior al griego como lengua filosófica (Cf. Denatura deorum 14,8; De finibus 1112,5; Tusc.disp.111,5,10).

A diferencia de Lucrecio, cuyo interés filosó-fico se centraba en Epicuro, por no decir que secircunscribía a él, Cicerón admitió una ampliagama de influencias doctrinales que abarcabaprácticamente todas las corrientes y escuelas de laHélade, con la sola excepción del propio Epicuro.Así, sus tratados De república y De legibuscorresponden ya por sus títulos a dos diálogos dePlatón (República, Leyes). El Hortensius era, sinduda, de inspiración platónica.

En su filosofía moral el predominio de lasideas estoicas es evidente. Pero el relativismo de losneo-académicos flota siempre en todas sus disputa-ciones teóricas y teórico-prácticas, y triunfa en sufilosofía de la religión y en su metafísica (Denatura deorum, De divinatione, De fato).

Aunque conoce el pensamiento de Epicuro,éste no lo atrae ni se deja convencer por él (a noser en algunas cuestiones secundarias). Sin embar-go, su trabajo de "asirnllador" del pensamientogriego se extiende inclusive a él. "Aún si otro valorno tuviesen los tratados filosóficos ciceronianos,les quedaría el de haber trasladado al latínconceptos filosóficos griegos, y de haberlo hechoademás en terso y apacible estilo, sin hacerle sufriral lenguaje los tormentos de todo género querecibe hoya manos de neokantianos, fenomenólo-gos y existencialistas", dice Gómez Robledo (9).

El mérito de Lucrecio es, sin embargo, tantomayor que el de Cicerón cuanto menos predece-sores tuvo en su camino. Ese mérito, por otraparte, consiste no sólo en haber "Iatinizado" un"idioma" griego como era el de los filósofos, sinoen haber prestado también algo de la "rnaiestas"romana a la sencillez del estilo de Epicuro, que escasi chatura.

Más aún, como dice Martha, " no es imposi-ble que la severidad enteramente romana delpoema Sobre la Naturaleza haya conmovido a

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por su finalidad. Pero la finalidad de una obra es loque le confiere sentido y la hace comprensible.

Por otra parte, esta determinación resultainsuficiente. Para lIevarla al nivel de concreciónnecesario, es preciso añadir, en primer lugar, que"ética" significa aquí búsqueda de la felicidad ydel placer; en segundo lugar, que placer y felicidadquieren decir, ante todo y sobre todo, ausencia deldolor físico y psíquico.

Desde este punto de vista, la ética deLucrecio y de su maestro Epicuro, se presenta enesencia como una doctrina destinada a liberar alhombre del sufrimiento y del dolor, ni más nimenos que la doctrina de Buda. Desde este puntode vista l.ucrecio, Epicuro y Buda enseñan funda-mentalmente una filosofía de la liberación.

Sin embargo, entre Epicuro y Lucrecio porun lado y Buda por el otro (pensadores de ambosextremos del ámbito lingüístico-cultural indoeuro-peo) se da al mismo tiempo una gran contradic-ción.

Acordes en concebir como propósito esen-cial de sus doctrinas lo liberación del dolor, Budacree encontrar el camino para ello en la contempla-ción interior que conduce a la negación del yo ydel deseo; Epicuro y Lucrecio, en cambio, en elconocimiento del mundo exterior, que lleva a laeliminación de la superstición y del miedo.

Buda confía en la meditación; Epicuro yLucrecio en la experiencia y la razón; aquél cree enla introspección iluminada, éstos en la cienciafísica. Aquél espera cortar las cadenas del karma yarribar al Nirvana; éstos se contentan con eliminarde la mente humana el miedo y la angustia, paracrear en ella este temporal y relativo nirvana que esla felicidad terrena. Buda rechaza terminantemen-te, por otra parte, el determinismo naturalista deciertos filósofos indios de su época.

La peculiaridad del De rerum natura consis-te, pues, en lo siguiente: es un poema filosóficocuyo fin es la liberación del olmo individual, ycuyo propósito es enseñar a conquistar la felicidad,expulsando de las mentes humanas la superstición,el miedo y la angustia, pero que considera comoúnica vía posible para lograrlo explicar lo naturale-za de los cosas y sus causas ffsicas, esto es, brindaruna visión científica del mundo, de la vida y delhombre.

Se trata de uno filosoffa de lo liberación quese realiza por medio de una física y de unacosmología y que sólo puede expresar, la grandezade su propósito libertario y lo gigantesco de su

ANGELJ.CAPPELLETTI

Cicerón y le haya inspirado, pese a todos losdesacuerdos, cierta indulgencia para una sospe-chosa doctrina que acababa de hallar un tan gravey brillante intérprete" (10). De ahí, tal vez, surgióen el orador que admiraba a los estoicos elprooósito de dar a conocer la obra de un discípuloferviente de Epicuro.

No debemos olvidar, pues, que, como dice B.Farrington, "el primer logro importante de lalengua latina en el proceso de incorporar las ideascientíficas y filosóficas de los griegos fue el poemaDe rerum natura de Lucrecio" y que este logro"fue también el más destacado" (11). El mismoFarrington interpreta así el significado del poema:"Lucrecio asimiló la doctrina de Epicuro y su baseatomista la vertió en forma poética según elmodelo filosófico de Empédocles. Su poema nocontiene nada original, excepto la noble y fervien-te elocuencia del escritor y su eminente capacidadpara la sistematización y exposición ordenada delmaterial. Es indudablemente una obra maestra dela literatura, el mayor poema filosófico de lahistoria, pero desde cierto ángulo es también unaobra maestra del pensamiento científico, si consi-deramos que la ciencia no es solamente una técnicasino una filosofía, una mentalidad, una manera dever las cosas, una fe en la razón. El sagrado placeren el espectáculo de la naturaleza y en el conoci-miento de sus leyes, la necesidad de un conoci-miento de esas leyes para poder vivir rectamente,el deber de someter la mente a la evidencia de loshechos observados, estas ideas no han sido expresa-das nunca con tal poder y belleza como en laaustera elocuencia de De rerum natura" (12).

Sin embargo, nada de esto nos da todavía elsentido profundo de la obra de Lucrecio ni nosbrindo lo verdadero clave de bóveda de su pensa-miento.

Es obvio que el poema de Lucrecio no fueescrito sólo ni principalmente para expresar lossentimientos del poeta frente a la naturaleza; peroes claro también que no se puede reducir susignificado al de un mero poema didáctico. Pocotiene que ver con las Odas de su imitador Horacioo con las Geórgicas de su también imitadorVirgilio, No se le puede equiparar a la Tristia delotro admirador, Ovidio, ni tampoco a la astrono-mía versificada de Arate, que Cicerón vertiría allatín. No puede definirse como una obra científicasi atendemos a su propósito y su meta.

¿Podría decirse que es un tratado de ética?No, sin duda, por su contenido; sí, evidentemente,

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lucha contra el dolor y el miedo en un gran poemaque asume la forma métrica de la epopeya.

La originalidad de este poema debe buscarsemás en la forma que en el fondo y más en el tonoque en la melodía. Lucrecio no sólo vierte al latínlos conceptos filosóficos griegos sino que tambiénconfiere espíritu romano a la sabiduría helénica.Se trata, para él, ante todo, de una guerra contra lasuperstición y el miedo, de una militante campañapor la conquista de la serenidad y de la beatitud.

Dice a este propósito Albert Grenier: "A lasabudiría que le inculcó Epicuro, él ILucreciolañade la tenacidad y la insistencia del viejotemperamento romano, comparte el frenético ar-

(1) E. VaIentí Fiol, Lucrecio, Barcelona, 1949,p.21.

(2) H. Bergson, Extraits de Lucréce. Mélonges,París, 1972, p. 293.

(3) E. Crema, Un extrafio erro: lingülstico,Caracas, 1964.

(4) H. Bergson, op. cit. p. 268, n.2.(5) E. Valentí Fiol, op. cit. p. 22-23.(6) E. Paratore, Storia della leteratura latina,

Firenze, 1967, p. 266-267.(7) J. Bayet, Literatura latina, Barcelona,

1966, p. 78.

dor de su tiempo y lo encamina no hacia 1,ambición, sino hacia la verdad. La filosofía estotalmente griega, pero el tono con que la difundey predica no lo es ciertamente. Poco importa quela verdad aceptada sea la de Epicuro o la delPórtico. Lo esencial en el poema de Lucrecio senos antoja ser esa apasionada adhesión a un idealabsolutamente intelectual. Es el mismo fiero abso-lutismo de las convicciones que creemos reconoceren la sombría austeridad de Catón de Utica, y talvez incluso en el crimen de un Bruto y de unCasio. Para estos romanos, como dice Cicerónburlándose de Catón, las ideas filosóficas no sontan sólo tema de discusión; son reglas de su vivir,principios de su acción" (13).

NOTAS

(8) G. Santayana, Tres poetas filósofos, Bue-nos Aires, 1943, p. 42.

(9) A. Górnez Robledo, Introducción a Delos Deberes de Cicerón, México, 1948, p.15.

(lO) C. Martha, Le poéme de Lucrece, París,1913, p.411.

(11) B. Farrington, Ciencia y filosofia en 10antigüedad, Barcelona, 1972, p. 176.

(12) B. Farrington, op. cit., p. 177.(13) A. Grenier, El genio romano en 10

religión, el pensamiento y el arte, México, 1961, p. 173.