rampa lobsang - tal como fue

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    PROLOGO

    Puesto que los "mejores" libros llevan prlogo, resultaor c ier to imprescindible que ste tambin lo tenga.

    Porque, a l f in y a l cabo, todo escr i tor t iene e l p lenoderecho de considerar a sus libros como los mejores. As

    ues, permtaseme comenzarel mejor con una aclaracinreferente al por qu de la eleccin del ttulo.

    Tal como fue! "Por qu le habr puesto ese t tulotan tonto, si en otros libros afirma que lsiempre dice laverdad. . . ? " Pues s, por supuesto; pero ya lo voy aexplicar. De manera que a no impacientarse (deberaonerlo con letras bien grandes) y a seguir leyendo.

    Todos mis libros son fidedignos, y eso lo he sostenidorente a implacables persecuciones y calumnias. En todas

    las pocas, empero, la gente sensata e inteligente ha

    sufrido persecuciones e inclusive ha sido torturada yejecutada por decir las cosas tal cual eran. Hubo unhombre muy sabio a quien poco falt para que lo que-maran en la hoguera por atreverse a afirmar que la Tierragiraba alrededor del Sol, en vez de decir como ense-aban los clrigos que era el centro de la Creacin ytodos los astros se movan en torno de el la. El pobre

    as momentos espantosos como que lo sometieron altormento del potro y dems y se salv de que lo

    cocinaran porque se retract.

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    Tambin, hubo gente, que, por descuido, se puso alevitar en el momento menos favorable, delante de indivi-duos de los menos favorables y con los resultados menosavorables. En consecuencia, la despacharon de diversas e

    impresionantes maneras por dejar que se supiera que sediferenciaban de la chusma. Algunos, adems de pertene-cer a "la chusma"son vulgares, especialmente si se tratade periodistas.. .

    A los humanos de la peor ralea ustedes saben aquines me refiero-- simplemente les encanta arrastrar alos dems a su mismo nivel, pues no pueden soportar laidea de que haya alguien distinto de ellos; de manera

    que, como manacos, se ponen a gritar " Muera, mue-ra! "Y, en vez de tratar de probar que a tal individuo leasiste razn, pues. . . siempre tienen que demostrar queest equivocado. A la prensa, en particular, le gusta lanzar-se a la caza del brujo y perseguir a las personas con el finde causar sensacin. Esos disminuidos mentales que son loseriodistas carecen de talento para pensar que, "despus de

    todo, algo puede haber en esas cosas".

    Edward Davis, el "polizonte norteamericano de ms

    agallas", escribi en el True Magazine de enero de 1975:"En general, los medios de comunicacin estriformados

    or un hatajo de frustrados autores de obras de imagina-cin. Dicho de otra manera, el periodismo est colmadode `picassianos' que sacan su caja de pinturas y hacen unretrato que pretende ser el mo, pero que nadie recono-ce, excepto el t ipo malintencionado". El seor Davis,bien se ve, no le tiene afecto a la prensa. Ni yo tampocoy ambos tenemos bueas razones para ello. Cierto pe-

    r iod is ta me d i j o : "La verdad? La verdad jams hahecho que se vendiese un diario. Lo sensacional, sil Anosotros no nos preocupa la verdad: vendemos lo quecausa sensacin".

    Despus de la publicacin de El tercer ojo libroveraz! , "extraas criaturas salieron reptando del made-ramen" y, con sus plumas impregnadas de veneno, se

    usieron a escribir libros y artculos con el fin de atacar-

    me. Quienes blasonaban de "peritos" declararon que

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    aquello era falso, en tanto que sus dems congneresdecan que esto era verdad, pero que aquello era falso.No hubo dos "entendidos" que coincidieran.

    Los "investigadores" viajeros se echaron a andar entre-vistando a personas que jams me haban visto y dndosea la tarea de pergear historias enteramente imaginarias.Tampoco el los, los " investigadores", me haban vistonunca: los periodistas, vidos de sensacionalismo, urdie-ron "entrevistas" que jams se haban llevado a cabo yhasta fraguaron una con la seora Rampa y c i taronfalsamente, claro est palabras suyas, segn las cualesdeclaraba que el libro era pura ficcin. Ella no dijo tal

    cosa; jams lo hizo. Lo que afirmamos, tanto uno comootro, es que todos mis libros son veraces.

    Con todo, jams la prensa, ni la radio, ni los publicis-tas me han concedido la oportunidad de expresar mi

    unto de vista sobre el particular. Jams! Ni se me hainvitado a concurrir a la televisin ni a la radio para decirla verdad. Como muchos de los que me precedieron, hesido perseguido por ser "distinto" de la mayora. De estemodo el hombre aniquila a quienes podran prestar un

    servicio a la Humanidad con sus especiales conocimientoso experiencias particulares. Porque nosotros, los Excep-cionales, podramos, si nos dejaran, hacer retroceder lasronteras del conocimiento y permitir que avanzara el sa-

    ber humano acerca del hombre.

    La prensa me presenta enclenque y peludo, robusto ycalvo, alto o bajo, delgado o grueso. Adems, segn las"fidedignas" informaciones periodsticas, ora soy ingls,

    ora ruso, un alemn a quien Hitler envi al Tbet, hind,etc. Vaya con las "fidedignas" informaciones periodsti-cas! Nada, nada en absoluto, excepto la Verdad. . . Yesa verdad est en mis libros.

    Muchos embustes se han dicho acerca de mi Muchasson las fantasas absurdas que se han urdido, mucho esufrimiento ocasionado, mucho el dolor. . . Mas, aqu, eheste libro, se halla la Verdad. Y la relato

    Tal como fue.

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    TAL COMO FUE

    LIBRO PRIMERO - Tal como fue en el principioLIBRO SEGUNDO - La primera pocaLIBRO TERCERO - El libro de los cambios

    LIBRO CUART0 - Ta l como es ahora

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    L I B R O P R I M E R O

    Tal como fue en el principio

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    CAPITULO I

    El venerable anciano se recost fatigado contra elpilar. Tena la espalda entumecida y le dola por haber

    permanecido sentado largas horas en mala posicin. Underrame senil le nublaba la vista. Pausadamente se frotlos ojos con el dorso de la mano y ech una mirada entorno. Papeles, papeles, infinidad de papeles se hallabandiseminados sobre la mesa ante la cual estaba, papelescolmados de extraos smbolos y de mltiples figurasenmaraadas. Aunque confusamente, poda ver que alre-dedor de l la gente se mova esperando rdenes.

    Poco a poco el anciano se puso de pie rechazando demal talante las manos que se extendan para ayudarlo y,tembloroso por el peso de los aos, se dir ig i a laventana prxima. Ya en el vano tuvo un leve escalofro y recogi un viejo manto estrechndolo en torno de suesmirriada figura. Luego, afirmando los codos en la mam-postera, ech un vistazo. Tena la malhadada capacidadde ver de lejos cuando lo que le exigan sus tareas eraque pudiese ver de cerca, de suerte que en ese momentoalcanzaba a distinguir hasta los ms lejanos confines de laplanicie de Lhasa.

    Para Lhasa, el da era caluroso. Los sauces estaban entoda su magnificencia, con las hojas de un difano ver-dor. Los pequeos amentos, o candelillas, ponan unagrata mirada de listas amarillas sobre un fondo castao yverde. Abajo, a ciento veinte metros del anciano, loscolores se combinaban en una suma de armonas con elespejear de las aguas cristalinas que se vean entre las

    ramas inferiores.

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    LORSANG RAMPA

    El anciano Primer Astrlogo pensaba en la tierra quese extenda ante l y contemplaba el soberbio Potala enel cual viva y al cual muy raras veces abandonaba, y esosiempre que se tratase de algn asunto de suma urgencia.

    " No, no! " pens. "Dejad que no piense en esotodava; dejad que mis ojos descansen y disfruten delpaisaje."

    En la abigarrada ciudad de Sh, al pie del Potala,haba mucha actividad: acababan de capturar a variosbandoleros mientras asaltaban a unos mercaderes en lospasos de altura de la montaa y los haban conducido alPalacio de Justicia. Respecto de otros delincuentes, ya sehaba administrado justicia, pues del Palacio salan variosindividuos sentenciados por haber cometido algn tipo dedelito grave, y las cadenas resonaban al comps de suspasos, de modo que ahora tendran que deambular de unlado a otro pidiendo algo de comer porque, encadenados,no les resultara sencillo trabajar.

    El viejo astrlogo ech una mirada pensativa a la GranCatedral de Lhasa. Desde tiempo atrs tena la intencinde hacerle una visita para refrescar los recuerdos de la

    adolescencia, pero sus deberes oficiales le haban impe-dido durante largos arios toda distraccin. que significaseun mero placer. Suspirando comenz a volverse paradejar la ventana, pero se detuvo y mir fijamente a ladistancia al par que, llamando con un ademn a uno delos asistentes, dijo:

    All, por el Dodpal Linga; cerca de Kesar, se acercaun muchacho que me parece conocido. No es el nioRampa?

    El asistente asinti con un movimiento de cabeza. S, reverendo padre, es el nio Rampa con su criado

    Tzu. El chico cuyo futuro estis trazando en ese horsco-po.

    El viejo astrlogo sonri de soslayo contemplando lasf iguras del nio diminuto y el enorme criado de laprovincia de Kham, de ms de dos metros de estatura, yse qued observndolos hasta que ambas figuras malconcertadas una montada en un pequeoponyy la

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    otra en una gran cabalgadura llegaron a una salienterocosa de la montaa y desaparecieron tras ella. Luego,haciendo para s un gesto con la cabeza, volvi a sudesordenado escritorio.

    De modo que estomusit debe estar de acuerdocon eso. Hum.. . O sea que durante ms de sesenta arioshabr de soportar muchos padecimientos a causa de lainfluencia adversa de. . . Su voz se diluy en un hilomonocorde mientras repasaba innumerables papeles, asen-tando anotaciones aqu y quitndolas all.

    Este anciano era el astrlogo ms famoso del Tbet,muy versado en los misterios de ese arte venerable. La

    astrologa del Tbet es muy distinta de la de Occidente.En Lhasa se relacionaba la fecha de concepcin con ladel alumbramiento; adems, haba que hacer un horsco-po adelantado para la fecha en que deba entregarse el"trabajo" completo. El Primer Astrlogo deba predecirel Camino de la Vida de los personajes ilustres y de losmiembros principales de sus respectivas familias, e inclu-sive el gobierno era asesorado por los astrlogos, lomismo que el Dalai Lama. Esa astrologa, empero, no era

    como la de Occidente, al parecer prostituida por la prensasensacionalista. Los sacerdotes astrlogos se sentaban conlas piernas cruzadas ante unas mesas bajas y largas, y allse ponan a la tarea de verificar cifras y correlacionarlas.De este modo componan los cuadros de la configuracinde los cielos en el momento de la concepcin, en el delnacimiento, en el de la entrega de la interpretacin astro-lgica que se conoca con la suficiente antelacin, yas se preparaba un cuadro completo y una descripcin

    por cada ao de "vida del individuo". Luego se combi-naba todo el material en un informe extenssimo.

    El papel tibetano se hace enteramente a mano. Sonhojas muy gruesas de ms o menos veinte centmetros delargo y de sesenta a setenta y cinco de ancho, mientrasque el papel de Occidente es ms largo que ancho. O seaque el del Tbet es todo lo contrario. Las hojas de loslibros no estn sujetas, sino que se las conserva apiladas

    entre dos planchas de madera. Estos libros, pues, no19

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    duraran mucho en Occidente, ya que las hojas se perde-ran o se estropearan. En el Tbet el papel es sagrado yse lo trata con extremo cuidado: dilapidarlo es una faltagrave y, como romper una hoja es malgastar papel, de

    ah ese gran celo. Cuando un lama se dispone a leer,debe tener a su lado a un joven aclito. La plancha demadera que sirve de tapa al libro ha de ser retirada consumo cuidado y depositada, con el anverso hacia abajo, ala izquierda del lector. Despus, una vez leda la primerapgina, el aclito vuelve respetuosamente la hoja y lacoloca sobre la cubierta. Por ltimo, concluida la lectura,se emparejan las hojas con esmero y se ata el libro concintas.

    Los horscopos se preparaban escribiendo y dibujandohoja por hoja y poniendo a secar aparte cada una deellas, puesto que constituia un agravio despilfarrar elpapel. De este modo, al cabo de seis meses ms o menos pues el tiempo no contaba el horscopo quedaba porfin terminado.

    El aclito --en este caso un monje joven, aunque yacon algunos aos de experiencia levant pausada yreverentemente la hoja y la coloc vuelta hacia abajo,sobre otra, encima de la mesa.

    Chist, chist! rezong el anciano Astrlogo levan-tando la nueva hoja que ahora tena ante su vista. Estatinta est perdiendo el color y todava no ha sido siquie-ra expuesta a la luz. Habr que volver a escribir la pgina dijo, y tomando una de sus "barras de escribir", hizotinas rpidas anotaciones.

    La invencin de estas barras de escribir se remonta a

    algunos miles de aos atrs, pero todava se hacan exac-tamente de la misma manera que dos o tres mil ariosantes. A propsito de todo esto, exista la leyenda deque el Tbet antao se encontraba a orillas de un espln-dido mar, idea a la cual daban pbulo los frecuenteshallazgos de conchas marinas, peces fsiles y muchasotras cosas ms que slo podan proceder de un pasclido de costas martimas. Por lo dems, tambin sedescubrieron diversos artefactos pertenecientes a una raza

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    extinguida, como utensilios varios, esculturas, artculos depedrera, etc. Pero no slo eso sino que, adems, se habahallado oro, elemento que con gran profusin exista agrillas de los ros que surcan el pas.

    Las barras de escribir se hacan, pues, de la mismamanera que antes. Los monjes, luego de aprovisionarse deuna buena cantidad de arcilla, salan en procura de rami-tas adecuadas de sauce, de un grosor aproximado a lamitad del dedo meique y de cerca de treinta centme-tros de longitud, que llevaban cuidadosamente acondicio-nadas a un lugar especial del Potala. Una vez all lasexaminaban y clasificaban con suma atencin, a las msperfectas les daban un tratamiento particular, descorte-zndolas y revistindolas con arcilla, cuidando que no sedoblaran. No obstante, tambin revestan de arcilla lasramitas levemente combadas y torcidas, puesto que losmonjes jvenes y los aclitos las utilizaban.

    A los envoltorios de arcilla, todos los cuales llevabanun sello que permita diferenciar a los de mejor calidad(destinados a los lamas superiores e inclusive al propioRecndito) de los de primera clase (para los altos lamas) y

    segunda clase (para uso corriente), se les haca unorificio muy chico para facilitar la salida de los gasesproducidos en el curso de la combustin y, de esa mane-ra, evitar que estallaran.

    La arcilla se colocaba en bastidores, en una gran cma-ra, donde se la dejaba durante un mes, ms o menos,para que se fuera secando, en una atmsfera de bajahumedad. Cuatro o seis meses ms tarde se tomaban losenvoltorios de arcilla y se los expona al fuego (quetambin poda usarse para cocinar, hervir agua y otrosmenesteres), cuidando de que estuvieran bien colocadossobre la parte ms roja de ste; durante un da, latemperatura se mantena constante. Luego se dejaba queel fuego se extinguiera y, una vez apagado, se abran losenvoltorios, se tiraban los residuos de arcilla, y las varitascarbonizadas (carbones) de sauce quedaban listas ya paralos elevados propsitos de servir a la difusin del verda-dero saber.

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    Las ramitas que no alcanzaban a trasformarse en car-bones se utilizaban para alimentar el fuego durante laoperacin de desecar la arcilla de las mejores. Para elfuego se empleaba excremento de yac bien seco y los

    trozos de madera que se tenan a mano; pero jams serecurra a quemar madera si sta poda utilizarse paraotros f ines "ms nobles", puesto que en el Tbet erasumamente escasa.

    Las barritas de escribir, pues, eran ese elemento que enOccidente se denomina carbn de canutillo y emplean losartistas para dibujar en blanco y negro.

    Empero, tambin se usaba tinta en el Tbet, y paraello se empleaba otra clase de madera, revestida asimismode arcilla, que se xpona al calor durante mucho mstiempo y a temperatura mucho ms elevada. De estemodo, despus de algunos das, cuando el fuego yaestaba apagado, se retiraban de las cenizas las bolas dearcilla y se las parta; en su interior se encontraba unresiduo muy negro que era el carbn casi puro que seexaminaba con sumo cuidado para que no contuvieseotras sustancias. Despus lo ponan en un trozo de tejidoordinario de malla y lo presionaban contra una piedraque tena una concavidad, en realidad una cubeta de mso menos cuarenta y cinco por treinta centmetros ycinco de profundidad. La tarea de apretar ese tejidocontra el fondo de la cubeta para que poco a poco sefuera depositando un finsimo 'polvo de carbn, la cum-plan monjes de la clase de los domsticos. Mezclabanluego este polvillo con goma caliente extrada de ciertosrboles de la regin y revolvan continuamente hastaformar una masa negra viscosa que dejaban secar enpanes. Despus, cuando haca falta tinta, slo haba queraspar uno de esos bollos en un recipiente especial depiedra y agregarle un poco de agua. De este modo seobtena una tinta de un color pardo rojizo.

    Los documentos oficiales y las cartas astrolgicas desuma importancia nunca se preparaban con tinta de esematerial comn. Para fabricarla tomaban, en cambio, untrozo de mrmol muy pulido, lo suspendan en ngulo de

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    efecto de endurecerlas por el fuego, de modo que sepudieran manipular con tranquilidad y durasen much-simo tiempo. La escritura tibetana, pues, es ms bienpictogrfica, toda vez que los caracteres los ideogra-mas se trazan con una especie de pincel, ms o menosde la misma manera que lo hacen los chinos y japoneses.

    El anciano Astrlogo que mascullaba a propsito dela mala calidad de la tinta de esa pgina, decamosprosigui leyendo y, al hacerlo, se dio cuenta de que eldocumento se refera a la muerte del sujeto del horsco-po. (La astrologa tibetana abarca todos los aspectos: lavida, la forma de vivir y la muerte.) Con todo cuidado,pues, repas sus predicciones, cotejando y volviendo acotejar, porque se trataba de un pronstico para unindividuo de una familia muy importante, para una per-sona valiosa no slo por las relaciones de su familia, sinotambin por sus mritos propios a causa de la tarea quele haba sido asignada.

    El anciano se ech hacia atrs en la silla y sus huesoscrujieron por el cansancio. Entonces, con un estremeci-miento de aprensin, record que su propia muerte esta-

    ba tambin amenazadoramente cerca. Esa era su ltimagran tarea: la preparacin del horscopo ms minuciosoque jams hubiese hecho en su vida.

    La conclusin de tal trabajo y la triunfal exposicin desu estudio significara desprenderse de las ataduras de lacarne y el fin inminente de su propia existencia. No eraque temiese a la muerte, pues sta como l bien sabano es ms que un perodo de transicin; empero, transi-

    cin o no, es de todos modos un perodo de cambio, yese cambio le causaba disgusto y le infunda temor.Tendra que dejar su amado Potala, tendra que abando-nar el envidiable empleo de Primer Astrlogo del Tbet,tendra que separarse de todas las cosas que saba, detodas esas cosas que le eran tan caras y, como un novicioen un lamasterio, debera comenzar otra vez. Pero cun-do? 'El lo saba. Dnde? Eso tambin lo saba. Mas eraduro apartarse de los viejos amigos, duro cambiar de vida,

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    porque la muerte no es tal, y lo que llamamos muerte esuna mera transicin de una vida a otra.

    Pens en todas esas circunstancias. Se vio a s mismo

    como tan a menudo haba visto a otros: muerto, elcuerpo inerte, criatura ya no ms consciente, slo unamasa de carne muerta adherida a una masa de huesosmuertos. Y en su imaginacin vio que le estaban sacandola ropa, que lo doblaban hasta tocar las rodillas con lacabeza, y que le ponan las piernas hacia atrs. Con losojos de la mente vio que lo echaban sobre el lomo de un

    on y, envuelto en un lienzo, y lo llevaban a las afuerasde la ciudad de Lhasa, donde lo dejaran en manos de los

    Encargados de los Muertos. Estos tomaran su cuerpo ylo depositaran sobre un gran peasco plano especialmen-te preparado para esos fines. Luego lo abriran y lequitaran todas las vsceras, y entonces el Jefe de losEncargados lanzara su llamado a los vientos y apareceratoda una bandada de buitres perfectamente habituados atales menesteres.

    El jefe de los Encargados tomara su corazn y lo arro-ara al buitre principal, que sin gran dificultad lo devo-

    rara; luego cortara los riones, los pulmones y demsrganos para echrselos a los otros buitres.

    Con las manos tintas en sangre, los Encargados des-prenderan de sus blancos huesos jirones de carne, loscortaran en lonjas y los echaran tambin a los buitresapiados en torno como una solemne concentracin deviejos que asisten a un espectculo.

    Una vez despojado de la carne y de la totalidad de las

    vsceras, partiran los huesos en pequeos fragmentos ylos pondran en los agujeros de la roca para machacarloscon piedras hasta convertirlos en polvo. Este polvo, mez-clado con la sangre y otras secreciones del cuerpo, per-manecera en la roca para servir de alimento a los pja-ros. Es decir, que a poco, en cuestin de horas, noquedara ningn rastro de aquello que alguna vez habasido un hombre. Ni rastro alguno de los buitres tampoco,que se habran ido quin sabe a dnde! hasta que

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    los llamasen otra vez para volver a cumplir su terribleservicio.

    El anciano pensaba en todo esto y en las cosas quehaba visto en la India, donde a la gente pobre se le dabacomo tratamiento arrojar sus despojos a los ros o sepul-tarlos en la tierra, mientras que los ms ricos, que podandisponer de madera, hacan incinerar sus cuerpos hastaque slo quedaban cenizas blanquecinas que despus eranarrojadas en algn ro sagrado para que stas, y quiztambin el espritu de la persona, volvieran al seno de la"Madre Tierra".

    Sinti un estremecimiento total y murmur: "No es

    ste el momento de pensar en mi trnsito: debo terminarmi labor y preparar las notas acerca de ese pequeuelo".Pero no habra de poder hacerlo, pues sobrevino unainterrupcin. Estaba el anciano Astrlogo impartiendoentre dientes sus instrucciones para que se volviese aescribir la pgina entera con mejor tinta, cuando se oyel resonar de unos pasos precipitados y el golpe de unapuerta al cerrarse. Molesto, el anciano levant la vistapues no estaba acostumbrado a que lo interrumpieran de

    esa manera, ni a que hubiese ruido en el Departamento deAstrologa, sector apacible, de quietud, de contemplacin,donde a lo sumo se poda o r e l ru ido del roce delas varitas sobre la superficie rugosa del papel.

    Debo verlo! Debo verlo ahora mismo! Lo orde-na el Recndito! se oy que deca una voz potente, yen seguida el ruido de pasos y el roce de ropa rstica.Entonces apareci un lama, del servicio del Dalai, trayen-do en su mano derecha una vara en una de cuyas ranuras

    de los extremos se ve a una hoja de papel con unmensaje del Recndito. El lama se adelant, hizo alanciano Astrlogo la media reverencia habitual y exten-di la vara hacia l para que tomase la misiva. As lohizo y frunci el ceo con desaliento.

    Pero, pero. .. musit, cmo voy a ir ahora?Estoy en la mitad de todos estos clculos, en medio detodas estas cuentas. Si en este instante dejo de. . .

    Pero entonces se dio cuenta de que nada poda hacer

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    q u e n o fu es e i r " en e s e i n s t an t e " . C o n u n s u s p i ro d eres ignacin cambi e l ra do manto de t rabajo por unoms presentable, tom algunos grficos y unas barras de

    escribir y, volvindose a un monje que estaba detrs del, le dijo: Vamos , muchacho! Toma es t as cosas y acomp-

    ame luego de lo cual sali lentamente de la habitacintras el lama del manto dorado.

    ste aminor el paso para que el anciano que lo seguano se esforzase por dems, y as , durante un largo rato,atravesaron interminables corredores donde los monjes yl amas , que iban y ven an p resu rosos cumpl i endo sus

    tareas , se apartaban con una respetuosa incl inacin decabeza cuando el Primer Astrlogo pasaba junto a ellos.

    Despus de una l a rga camina ta y de sub i r p i so t r asp iso , e l l ama del manto dorado y e l Pr imer As t r logollegaron al piso ms alto donde se hallaban los aposentosdel Dalai Lama, del Decimotercer Dalai Lama, del Recn-d i t o , d e aq u e l q u e h ab a h ech o p o r e l T b e t m s q u eningn otro. All , al doblar una esquina, se encontraroncon tres jvenes monjes que por cier to se comportabande manera descomedida, pues es taban pat inando de unl a d o a o t r o c o n l o s p i e s e n v u e l t o s e n u n p a o . N oobstante, cuando los dos hombres pasaron, cesaron ensus travesuras y se hicieron respetuosamente a un lado.Esos muchachi tos ten an as ignada una funcin: comoeran muchos los p i sos que deban mantener inmacula-damente l impios , l o s t r es pasaban toda l a j o rnada delabor con los pies envueltos en gruesos paos, andando,

    corriendo y resbalando por los amplios embaldosados y,de resultas de eso, los pisos tenan un brillo asombroso al a vez que una p t ina de an t igedad . Mas . . . como e lpiso estaba resbaladizo. . . Con todo respeto, el lama delman to dorado se de tuvo y tom de l b razo a l anc ianc .As t r logo , s abedor de que , a esa edad , quebra r se u r .brazo o una pierna constituia virtualmente una sentencilde Muerte.

    Despus de un co r to t r echo l l egaron a un ampl io y

    soleado saln donde el Gran Decimotercero en persona,27

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    sentado en la posicin del loto, se hallaba contemplandopor una ventana el panorama de los montes Himalayaque se extendan frente a l y, como es natural, a todo lo

    largo del Valle de Lhasa.El anciano Astrlogo se prostern repetidas veces ante

    el Rey-Dios del T bet y ste hizo un ademn a losasistentes para que se retirasen. Una vez a solas, ambos sesentaron frente a frente en sendos cojines que, en lugarde sillas, se usan en el pas.

    Como viejos amigos que eran, estaban muy al corrientede sus respectivas actividades. El Primer Astrlogoconoca todos los asuntos de Estado, todas las prediccio-

    nes acerca del Tbet, puesto que l, por supuesto, habahecho la mayora. En ese momento el Gran Dcimoterceroestaba sumamente consternado, como que aqullos erandas trascendentales, das de tensin, de angustia. Laempresa britnica East India Company pretenda extraeroro y otras cosas en el pas, y algunos agentes y adalidesdel podero militar ingls acariciaban la idea de invadir elTbet y aduearse de l, aunque el peligro de la proximi-dad de Rusia impeda que se tomase esa drstica resolu-

    cin. Baste decir, pues, que en aquel entonces mucha erala agitacin y mucha la zozobra que los britnicos susci-taban en el Tbet, como mucho ms tarde sucedera conlos comunistas chinos. Para los tibetanos, poca era ladiferencia entre chinos y britnicos, puesto que todocuanto queran era que los dejasen en paz.

    Por desdicha, otro de los problemas de suma gravedadque haba en el Tbet por aquellos tiempos era queexistan dos sectas de sacerdotes, una de ellas conocidapor el nombre de Gorros Amarillos y la otra por el deGorros Rojos. A veces se suscitaban violentas disputasentre ambas, de modo que los dirigentes el Dalai Lama,que era el superior de los Gorros Amarillos, y el PanchenLama, que lo era de los Gorros Rojos no se profesabanafecto alguno.

    Poca era, claro est, la simpata que se tenan las dossectas. En aquella poca el predominio corresponda a los

    adictos al Dalai Lama; con todo, no siempre haba sido

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    TAL COMO FUE 4N EL PRINCIPIO

    as, pues en otras la preeminencia le haba correspondidoal Panchen Lama que a poco se vio obligado a abando-nar el Tbet y el pas se haba hundido en el caos hastaque el Dalai Lama logr consolidar sus ttulos con laayuda de los trtaros y porque, en el aspecto religioso,los Gorros Amarillos tenan lo que podramos llamar"santidad superior".

    El Recndito o sea el Dalai Lama, a quien se le dabaese ttulo, adems del de Gran Dcimotercero formuldiversas preguntas respecto del probable futuro del Tbet, y entonces el anciano Astrlogo rebusc en la carteraque haba llevado consigo y extrajo algunos escritos ygrficos que ambos hombres se pusieron a mirar.

    Dentro de menos de sesenta arios dijo el Astrlo-go, el Tbet no existir ms como ente libre. El enemigoconsuetudinario, los chinos, adoptarn una nueva formade gobierno poltico, invadirn el pas y virtualmenteeliminarn la clase sacerdotal.

    Despus, a la muerte del Gran Dcimotercero, prosi-gui informndole el Astrlogo, se elegir a otro a manera

    de paliativo por la agresin. Para ello escogern a unnio como si ste fuese la reencarnacin del Gran Dci-motercero; pero, prescindiendo de la exactitud de laeleccin, sta ser ante todo de carcter poltico, puestoque quien luego ser conocido como Dcimocuarto DalaiLama provendr del territorio ocupado por los chinos.

    El Recndito, que se senta sumamente triste por talesperspectivas, procuraba trazar planes para salvar a su

    amado pas; mas como con tanta precisin lo habahecho notar el Primer Astrlogo, si bien era mucho loque se poda hacer para contrarrestar el horscopo adver-so de un individuo, no se conoca modo alguno dealterar sustancialmente el destino de toda una nacin.Porque una nacin es un conjunto de muchsimos seresdistintos, de muchsimos individuos a los que no se lospuede moldear, ni dominar ni persuadir para que piensende la misma manera, al mismo tiempo y con el mismo

    propsito. De suerte que el destino del Tbet era cono-cido. Sin embargo, an no se saba el de los Sabios Refra-

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    LOBSANG RAMPA

    nes, el de los Libros Sagrados ni el de la Sagrada Ciencia, sibien se estimaba que, por medios adecuados, se poda pre-parar a un joven, suministrarle conocimientos especiales,

    trasmitirle aptitudes especficas y luego lanzarlo almundo, allende los confines del Tbet, de modo quepudiese escribir acerca de su ciencia y de la ciencia delpas.

    Prosiguieron los dos hombres conversando hasta que alcabo dijo el Dalai Lama: Y en cuanto a este muchacho, Rampa, ya ha pre-

    parado usted su horscopo? Quisiera que lo leyese enuna reunin especial, dentro de dos semanas, en la casa

    de Rampa.El Primer Astrlogo se estremeci. Dos semanas? No

    habra estado dispuesto a hacerlo en dos meses ni en dosaos, de no habrsele sealado una fecha fija.

    S, su Santidad repuso con voz trmula; estarconcluido dentro de dos semanas. Pero este muchacho vaa pasar por las circunstancias ms desafortunadas a lolargo de su vida: sinsabores y torturas, repudio de suspropios compatriotas, enfermedades... Todos los obs-

    tculos imaginables se interponen en su camino por obrade las fuerzas del mal y, en particular, a causa de unaque yo, hasta el momento, no entiendo enteramente,pero que al parecer se relaciona de algn modo con losperiodistas.

    Bien; dejemos eso a un lado por el momento dijoel Dalai Lama suspirando ruidosamente, ya que lo inevi-table no se puede modificar. Tendr que repasar otra vezsus grficos durante las prximas dos semanas para estarbien seguro de lo que va a decir. Entretanto, juguemosuna partida de ajedrez... Estoy cansado de los asuntosde Estado.

    Dicho esto hizo sonar una campanilla de plata y deinmediato entr en el saln un lama de manto doradoque recibi la orden de traer las piezas y el tablero paraugar. En Lhasa, el ajedrez goza de gran aceptacin entre

    los espritus elevados, pero es distinto del que se juega en

    Occidente. Aqu, cuando en una partida se mueve un

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    pen por primera vez, ste puede avanzar dos casillas; en te : el Tbet, en cambio, lo normal es que avance una. Porotra parte, en el Tbet no hay nada que se parezca a la

    coronacin segn la cual, cuando un jugador llega conun pen a la ltima lnea, puede cambiarlo por otrapieza, as como tampoco existe el estado de tablas. Seconsidera, en cambio, que se ha llegado a un estado deequilibrio o de estancamiento cuando el rey ha quedadosolo y no hay peones ni piezas de ninguna clase en eltablero.

    Sentados, los dos hombres comenzaron a jugar coninfinita paciencia, animados por el clido afecto y el

    respeto que se haba desarrollado entre ambos, mientrasall arriba, en la azotea que daba sobre los aposentos delDalai Lama, las banderas de la oracin ondeaban con labrisa de las altas montaas. Ms lejos, debajo del corre-dor, los cilindros de las plegarias resonaban con estrpito,revolviendo sus eternas oraciones imaginarias. En las azo-teas se vean los enceguecedores destellos dorados de lastumbas de las anteriores encarnaciones del Dalai Lamapues, segn la religin tibetana, cada vez que uno de

    ellos muere slo pasa a un estado de transicin hasta quevuelve a la Tierra en el cuerpo de algn nio. Porque, enel Tbet, la trasmigracin era un hecho tan aceptado enreligin, que ni siquiera se lo discuta. As pues, en aqueltejado yacan doce cuerpos en doce tumbas de oro, cadauna de las cuales tena una cubierta de intrincada hechura,con muchas espirales, vueltas y circunvoluciones destinadas aengaar y ahuyentar a los "malos espritus".

    Desde las tumbas de oro poda verse el refulgenteedificio del Colegio de Ciencias Mdicas, Chakpori, Mon-taa de Hierro, centro de la medicina del Tbet; ms allestaba la ciudad de Lhasa, que ese da brillaba intensa-mente bajo el alto sol del medioda. El cielo tena unaprofunda tonalidad purprea y, en las montaas querodeaban el Valle, haba espuma de nieve de un blancopuro que se extenda desde las cumbres.

    Las horas trascurran y las sombras iban descendiendo

    cada vez ms desde la cadena montaosa occidental.

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    Ambos hombres, reunidos en los aposentos gubernamen-tales, suspiraron y de mala gana apartaron las piezas deajedrez. Haba llegado el momento de la oracin, la horaen que el Dalai Lama atenda a sus rezos, y en que el

    Primer Astrlogo deba retornar a sus clculos para nopasarse del plazo de dos semanas que aqul le habafijado.

    Volvi a sonar la campanilla de plata, nuevamenteapareci el lama del manto dorado, y unas pocas palabrasapenas musitadas bastaron para indicarle que deba acom-paar al Primer Astrlogo de regreso a sus aposentos, trespisos ms abajo.

    El anciano, cuyas articulaciones sonaron al ponerse depie, hizo las reverencias del ritual de prctica y asconcluy la entrevista con su Jefe Espiritual.

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    CAPITULO II

    Oee ! Oe ! Ayaaa ! Ayaaa ! exc lam unavoz en la penumbra de aquel apacible da. Te has

    enterado de lo de esa lady Rampa? Ha vuelto otra veza lo mismo!

    Un arrastrar de pies por el camino, el ruido de piedre-cillas que ruedan bajo las pisadas, y luego un suspiro: LadyRampa? Qu ha hecho ahora?Como al parecer hay cierta clase de mujeres que,

    cualquiera que sea su condicin social o su nacionalidad,consideran que no han perdido el da si les es posible daralguna noticia sobre todo mala, la primera de las

    voces repuso con mal disimulada satisfaccin: La ta de mi hijastro que como sabes se est por

    casar con ese aduanero que trabaja en Western Gate seha enterado de algo extrao. Le ha dicho su compaeroque, durante estos meses, LadyRampa ha estado encar-gando toda clase de cosas de la India y que, ahora, losmercaderes comienzan a traerlas en sus caravanas. No sa-bas nada? .

    Pues... lo que s es que dentro de poco va a haberalgo especial en sus jardines, pero debes tener en cuentaque el Gran LordRampa ha sido nuestro Regente cuandoel Recndito march a la India durante la invasinbritnica que tanto dao nos caus. Me parece muynatural que una de las damas principales de nuestro pasquiera encargar cosas. No veo que haya nada de malo eneso... T, s?

    La chismosa resopl con fuerza y, luego de aspirar

    profundamente, dijo:

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    Ah! Pero t no lo sabes todo; no sabes ni siquierala mitad! He odo decir a un amigo que es criado de unode los monjes domsticos de Kesar viene del Potala,sabes? , que le estn preparando un horscopo y una

    interpretacin de la vida muy, pero muy completos, a esechiquillo. .. ya sabes, al pequeo se que siempre seest metiendo en los y que, al parecer, es un tre-mendo quebradero de cabeza para el padre. Digo yo,sabas algo de esto?

    S replic la otra mujer despus de pensar unmomento, pero no te olvides de que Paljr falleci hacepoco... Con mis propios ojos vi cuando se llevaban sucuerpo. Los Trozadores de Cadveres lo sacaron muyreverentemente de la casa y los dos sacerdotes lo acom-paaron hasta la puerta; pero con este mismsimo par deojos mos vi que, tan pronto como los dos sacerdotes vol-vieron la espalda, descargaron el pobre cuerpecillo, bocaabajo y sin ceremonia alguna, sobre el lomo de un ponyy lollevaron al Ragyab para que los Encargados de los Muertoslo despedazaran y lo echaran a los buitres. Haba que librarsede l.

    No, no y no! prorrumpi exasperada la chis-mosa. No entiendes nada! No tienes demasiada expe-riencia en estos asuntos sociales: con la muerte del ma- yor de los nios, ese chiquillo, Lobsang, es ahora elheredero de las fincas y caudales de la familia Lhalu, queson millonarios, como sabes. Han hecho dinero aqu, hanhecho dinero en la India y han hecho dinero en la China.Pienso que ha de ser la familia ms acaudalada del pas. Yesta criatura, por qu debe heredarlo todo? Por qu

    debe tener por delante una vida tan desahogada cuandonosotros nos vemos obligados a trabajar...? Mi maridodice que no importa, que un da de stos va a haber uncambio; tomaremos las residencias de las clases altas yentonces viviremos con lujo y ellos trabajarn para noso-tros. Cosas veremos, alabado sea el da! , si vivimos losuficiente.

    Desde las sombras lleg el rumor de unos pasos lentos y,al cabo de unos instantes, apareci la borrosa figura de

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    un rostro y la renegrida cabellera de una tibetana.

    No pude evitar or lo que decan coment larecin llegada, pero debemos recordar que a esa criatu-rita, Lobsang Rampa, le espera una vida dura, porquetodos los que tienen dinero llevan por cierto una penosaexistencia.

    Ah, s; vaya! replic la chismosa. Entonces to-dos nosotros tendramos que estar pasando unos daslindsimos, por supuesto. No tenemos dinero, no escierto? agreg, y se ech a rer con una risa de bruja.

    He odo decir prosigui la recin llegada que se

    est preparando un asunto de campanillas para que elGran Lord Rampa pueda proclamar a su hijo Lobsangnico heredero. Me han dicho, adems, que al chico lovan a enviart a estudiar a la India y que ser un problemaevitar que caiga en manos de los britnicos, porque stosquieren apoderarse de nuestro pas, ya se sabe, y fjenseel dao que han ocasionado. Pero no; ese chiquillo, rico opobre, tiene una vida dura por delante. Acurdense demis palabras; acurdense.

    Las voces se iban apagando a medida que las tresmujeres se alejaban cautelosas por el camino de Lingkor ypasaban de largo frente al Templo de la Serpiente y porel Kaling Chu para cruzar el Puente Chara Sanpa.

    Apenas a unos pocos metros de distancia o tal vez auna distancia un tanto mayor. .., el sujeto de aquelladiscusin, un pequeo que an no haba llegado a laedad de siete aos, se revolva desvelado en el dursimopiso de su cuarto. A medio dormir como estaba, tenasueos caprichosos, espantosas pesadillas: pensaba en lascometas y en lo terr ible que sera si a lguna vez sedescubriese que era l quien estaba remontando aquellaque haba cado sobre unos viajeros y espantado a sus

    ponies de tal manera que uno de los jinetes cay de sucabalgadura y, rodando, fue a dar en el ro... Y aqulera un hombre importante, adems, asistente del abad deuno de los lamasterios. El pobre chiquillo se revolva

    durmiendo como si en el sueo pensara en los horrendos

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    LOBSANG RAMJ'A

    castigos corporales que le habran infligido si hubieseconfesado ser el culpable.

    La vida era sumamente difcil para los nios de las

    familias distinguidas de Lhasa, quienes deban dar elejemplo a los dems, soportar penurias con el fin de endu-recerse para la lucha por la vida, pasar mayores estre-checes que los de humilde cuna, servir de modelo ydemostrar que hasta los hijos de los ricos, los hijos de losque regan el pas, podan tolerar el dolor, el sufrimiento ylas privaciones. Y esa disciplina, para un nio quetodava no haba cumplido siquiera los siete aos, eraalgo que jams habran podido sobrellevar las criaturas de

    Occidente, cualquiera que fuese su edad.Las tres mujeres se haban detenido a conversar un

    instante ms, antes de retirarse cada cual a su casa, ydesde el otro lado del puente llegaba un rumor de vocesfemeninas. El soplo de la brisa dej or las palabras"Rampa" y "Yasodhara"; luego otra vez el rumor devoces, hasta que por ltimo las mujeres se despidieron ytomaron sus respectivos rumbos haciendo crujir la gravabajo sus pies.

    En la gran residencia Lhalu cuya maciza puerta deentrada haba resistido tan bien los embates de la infan-tera britnica, que sta slo pudo entrar practicando unboquete en el muro de piedra la familia dorma, todosexcepto los "Guardianes de la Noche", que permanecanatentos y pregonaban las horas y el estado del tiempopara que quienquiera que por casualidad estuviese des-pierto tuviera nocin de cmo trascurra la noche.

    Adyacentes a la capilla de la residencia Lhalu se halla-ban las habitaciones de los administradores. La clasesuperior de los funcionarios tibetanos tena en sus resi-dencias capillas propias, atendidas por uno o dos sacer-dotes; pero la de Rampa era de tanta importancia que seconsideraba de absoluta necesidad que tuviera dos. Lossacerdotes monjes del Potala deban ser remplazadospor otros, cada tres aos, para que quienes prestabanservicios domsticos no se desgastasen demasiado en do-

    micilios particulares. Uno de esos lamas pues en reali-

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    dad aquellos monjes eran lamas haca muy poco tiempoque haba entrado al servicio de la familia. El otro, quepronto deba irse para retornar a la severa disciplina dellamasterio, se revolva inquieto pensando en alguna ma-nera de prolongar su estancia, porque aqulla era porcierto la oportunidad de su vida para asistir a la procla-macin en pblico del horscopo del heredero de unafamilia notable, y todos pudiesen saber por anticipadoqu clase de hombre llegara a ser.

    Era ste un joven lama que haba llegado a la finca deLhalu con ptimas recomendaciones de su superior, pero

    haba resultado ser un lamentable desengao. Sus pasa-tiempos no eran por entero los de un eclesistico, los deun sacerdote, pues era de aqullos que tienen "el ojo entodo", como suele decirse, y sus miradas se desviaban decontinuo hacia las jvenes y bien parecidas domsticas.El administrador que viva a la izquierda de la capillahaba notado tal cosa y presentado la pertinente queja,de suerte que el desdichado y joven lama estaba envsperas de caer en desgracia con su destitucin. Con

    todo, como su sucesor no haba sido nombrado todava,el joven reflexionaba acerca de cmo dilatar las cosas demodo de alcanzar la fama de haber sido uno de losparticipantes en las celebraciones y oficios religiosos quese preparaban.

    Por su parte, el pobrecito administrador tambinestaba pasando no pocas zozobras. LadyRampa era, sinlugar a dudas, una mujer muy rigurosa, muy dura a veces

    en sus juicios y capaz de condenarlo sin darle la oportu-nidad de explicar que no era l quien provocaba algunasde aquellas dificultades. A la sazn le haba encargadoprovisiones para tres meses ms o menos, pero... vayasi todo el mundo saba lo lerdos que eran los mercaderesindios! LadyRampa, empero, armaba un tremendo albo-roto y deca que el administrador pona en peligro elxito de todos los planes con su incapacidad para conse-guir los suministros. "Qu puedo hacer yo? ", musitaba

    aqul para s, dando vueltas y ms vueltas en su mantatendida en el suelo; "Qu puedo hacer para que los

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    mercaderes traigan a tiempo las provisiones? " Y as,murmurando, gir hasta ponerse de espaldas, con la bocaabierta, y comenz a emitir unos ronquidos tan espan-

    tosos que uno de los serenos mir hacia adentro porquele pareci que estaba agonizando.

    Tambin Lady Rampa se revolva inquieta. Escrupulosacomo era en asuntos de sociabilidad, se preguntaba siacaso el administrador estara absolutamente seguro delorden de las prioridades y si se habran escrito todos losmensajes, todas las invitaciones, en ese papel especialhecho a mano que se ataba con una cinta y luego secolocaba en la ranura de una vara que raudos jinetes

    trasportaban montados en sus ponies. Y esa tarea debahacerse, pensaba, con sumo cuidado pues el subalternono deba recibir la invitacin antes que su superior.Porque esas cosas trascienden y siempre hay gente ansiosapor humillar a la anfitriona que trabaja con denuedo yhace lo mejor en pro del prestigio de su familia.

    Rampa se volva de uno a otro lado, pensando en lasprovisiones y en la posibil idad de que no l legasen atiempo.

    Cerca, en un pequeo cuarto, Yasodhara hermana delpequeo estaba algo disgustada: su madre haba yadecretado qu ropa deba usar en la reunin y sa no eraen absoluto la que ella quera ponerse, pues sus ideassobre el particular eran totalmente diferentes. Despus detodo, se deca, sta es la nica oportunidad del ario paraobservar realmente a los mozos y fijarse en cul de ellospodra resultar un buen marido dentro de unos aos.

    Observar a los mozos, pues, significaba que tambin elladeba tener algo que los atrajera. . . e l vestido; y elvestido deba ser hermoso, el cabello bien cepillado congrasa de yac y sus prendas espolvoreadas con el ms fino jazmn. Deba hacer todo lo posible por atraer al que lepareciese que ms adelante poda ser un buen esposo,pero su madre... Las madres no comprenden, pertenecena una poca pasada, no entienden en absoluto cmodeben vestir en la actualidad las jovencitas, han olvidado

    todas esas cosas. Y, echada de espaldas, Yasodhara pen-

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    saba y pensaba, forjando planes. Podra agregar unacinta aqu o una flor all? Cmo hacer para realzar suaspecto?

    Cuando la noche tocaba ya a su f in y una nuevaaurora la aurora de un nuevo da comenzaba a des-puntar, el fragor de las caracolas y el clangor de lastrompetas despertaron a todos de aquel agitado sueo. Elms pequeo de los Rampa abri un ojo nublado por elsueo, gru y volvi a dormir en seguida, antes determinar de darse vuelta.

    Cerca del despacho del administrador, los serenos deja-ban sus tareas y los relevos ocupaban sus puestos. El ms

    humilde de los criados se despert sobresaltado por lostrompetazos de los templos vecinos y se puso de pie deun salto, rebullndose dentro de sus ropas semiconge-ladas. Suya era la tarea de remover y al imentar losrescoldos para que el fuego cobrase nueva vida; suya, lade limpiar las habitaciones, higienizar el lugar, antes deque "la familia" bajase y lo viese en el estado de desalioen que quedaba al cabo de la noche.

    Tanto en los establos donde se pona a buen res-

    guardo la gran cantidad de caballos de la finca como enlas instalaciones de la granja situada en los fondosdonde se encerraba a los yaques, los criados removantodo y, con las palas, recogan los excrementos all depositados por los animales durante la noche, desechosstos que, una vez secos y mezclados con algunas astillas,constituan el combustible de uso corriente en el Tbet.

    Los cocineros se levantaban de mala gana para afrontar

    un nuevo da, cansados como estaban toda vez que desdehaca varias semanas, se hallaban preparando enormescantidades de comida, a lo cual se sumaba la tarea deprotegerla del pillaje de los nios (y nias) listos de ma-nos. As pues, cansados, hartos de todo aquello, se decana menudo: " Cundo acabar este asunto para que poda-mos tener otra vez un poco de paz! El ama anda cadavez peor de la cabeza con todos estos preparativos".

    El ama -Lady Rampa estaba sin duda atareada. Haca

    das que iba al despacho de su esposo y all importunaba

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    a los secretarios de ste para que le proporcionarannminas completas de las personas ms importantes resi-dentes en Lhasa e, inclusive de algunas personalidadesescogidas de otros lugares vecinos. Adems, impona la

    inflexible exigencia de que se invitara a los extranjerosque .conviniera puesto que ms adelante su influenciapoda ser beneficiosa. En este caso, empero tambinhaba una cuestin de protocolo y de orden de prioridad,porque quin deba estar antes de quin? , quin sesentira agraviado por ocupar tal lugar cuando a su juiciodeba ocupar tal otro? Todo esto constitua una m-proba tarea, un enorme esfuerzo, una gran tribulacin, ylos servidores se hastiaban de hacer hoy una lista y

    encontrarse con que al da siguiente una nueva rempla-zaba a la anterior.

    Desde das atrs todo estaba bruido para lo cual, conarena fina, se haba pulido la mampostera, pastosa porlos aos, en tanto que algunos hombres fornidos, con lospies envueltos en paos y pesados bloques de piedraforrados igualmente con trozos de lienzo, andaban'por lacasa frotando su pesada carga contra los pisos, que ya

    brillaban como espejos.Los jardineros, agotados, iban y venan por la tierra,

    apoyados en manos y rodillas, quitando las malezas einclusive las piedrecillas que no tenan el color apro-piado. La duea de casa era, sin lugar a dudas, un amaagobiadora.

    Aqul, era el punto culminante de su vida, pues el hijo yheredero de la casa Lhalu que tal vez fuese prncipeo... vaya uno a saberlo! iba a ser presentado y se-

    ran los astrlogos quienes diran cmo sera su vida, auncuando no insinuasen ni advirtiesen nada respecto de loque pudieran revelar sus interpretaciones.

    La seora de la casa, esposa de uno de los hombresms poderosos de la vida secular del Tbet, arda endeseos de que su hijo dejara el pas y se educase en algnotro lugar, de modo que tena la esperanza de lograrpersuadir a su marido de que ella visitara con frecuenciaal hijo mientras ste estudiara en el exterior. Como

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    esperaba recorrer diferentes pases, durante mucho tiem-po haba hojeado subrepticiamente algunas de las revistasque llevaban a Lhasa los vendedores ambulantes. Tena,

    pues, sus planes, sus sueos y sus ambiciones; no obs-tante, todo dependa del veredicto del Primer Astr-logo... y todo el mundo sabe lo poco que a los astrlo-gos les importa nuestra condicin social.

    El momento en que se celebrara aquella gran reuninse aproximaba rpidamente. Los mercaderes entraban porla Western Gate y se dirigan a buen paso a la residenciaLhalu, pero los ms perspicaces o los de mayor viveza

    comercial saban que Lady Rampa caera en seguida en

    sus redes si le mostraban alguna cosa novedosa, algo que jams se hubiese visto en Lhasa hasta entonces, algo quehiciera que sus vecinas y competidoras de la sociedadlanzasen una exclamacin de falso elogio, detrs del cual,en realidad, se esconderan la frustracin y los celos por

    no haber sido ellas quienes lo tuvieran primero.

    Muchos mercaderes, pues, emprendan desde la Wes-tem Gate su lenta marcha por el camino de Lingkor ypasaban por la parte de atrs del Potala, ms all delTemplo de la Serpiente, hasta llegar a la residencia deLhalu, para all tratar de engatusar a la duea de casacon artculos exticos y singulares con los cuales pudieraobsequiar y maravillar a sus invitados. Algunos iban consus recuas de yaques llevando a la residencia un surtidocompleto de modo que la seora pudiera ver personal-mente las mercancas que tenan en venta. Claro estque, tratndose de una ocasin tan importante, los pre-cios haban sido aumentados, porque ninguna dama quese preciase de tal se atrevera siquiera a regatear ni aparar mientes en ellos por temor a que los mercaderes

    pudieran decir a los vecinos que en este caso LadyRampa no poda pagar el precio debido y pretendadescuentos, concesiones o muestras.

    Da tras da pasaban recuas de yaques y da tras dalos estableros levantaban con las palas las deyecciones destos para echarlas en la pila de combustible que, de tal

    manera, aumentaba con rapidez. Por cierto iba a hacer

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    falta mucho combustible extra para cocinar, para la cale-faccin y para las fogatas, porque quin puede, porventura, celebrar una buena fiesta sin una buena fo-

    gata?Los jardineros, una vez eliminadas a conciencia todas

    las malezas del suelo, se dedicaban a los rboles paraasegurarse de que no hubiera ramas rotas ni secas que losafeasen y dieran pbulo a que se comentara que el jardn estaba mal cuidado. Pero ms desastroso an seraque una ramita cayera sobre alguna dama de abolengo yle descompusiera un tocado que quiz le habra llevadohoras acomodar en su armazon especial de madera la-

    queada. De manera que los jardineros va estaban hartosde reuniones y cansados de trabajar, no obstante lo cualno osaban aflojar porque los ojos de LadyRampa pare-can estar en todas partes, como que no bien alguien sesentaba un momento para aliviar el dolor de espaldas,apareca furiosa y gritaba que estaba demorando el tra-bajo.

    Por ltimo, el orden de prioridades qued establecido

    y aprobado por el propio Gran Lord Rampa, quien enpersona se dedicaba a poner su sello en cada una de lasinvitaciones a medida que los monjes escribas las prepa-raban con todo cuidado. El papel, hecho especialmentepara esa ocasin, era grueso y de bordes rsticos unaespecie de papel de barbas, digamos, y cada hoja medaalrededor de treinta centmetros de ancho por sesenta delargo. Estas invitaciones no se ajustaban a las medidas nia la disposicin del papel que de ordinario se utilizaba en

    los lamasterios, donde es ms ancho que largo. Sin em-bargo, cuando eran de mucha importancia, se escribanen un papel ms angosto alrededor del doble de largoque de ancho porque una vez aceptadas se ajustaban ados varillas de bamb, ricamente adornadas en las puntas,con el fin de poder colgarlas de una cuerda, como ele-mento decorativo, para que se advirtiese la importanciadel destinatario.

    La de Lord Rampa era una de las diez familias ms

    encumbradas de Lhasa. La del propio Lordfiguraba entre

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    las cinco ms distinguidas, en tanto que la de LadyRampa estaba entre las primeras diez. De otro modo nohubieran podido casarse. De modo que, considerada laelevada posicin social de ambos, era menester colocar

    dos sellos en las invitaciones, uno por cada una de susseoras; pero, adems, como estaban unidos en matri-monio y posean bienes tan enormes, tenan un tercersello denominado Sello de Nobleza que tambin debair en el documento. Como todos estos sellos, cada unode un color distinto, eran frgiles, quebradizos, LadyRampa y el administrador se hallaban en un estado lin-dante con el delirio, temiendo que los mensajeros fuesentan torpes que pudieran hacer algo que los quebrara.

    Se haban preparado, asimismo, varas especiales parallevar los mensajes que deban ser exactamente de lamisma longitud y de un grosor muy similar con una ra-nura en uno de los extremos que serva para colocar lamisiva y entregarla. Adems, exactamente por debajo deesa ranura, llevaban adherido el escudo de armas de lafamilia y, ms abajo, finas tiras de un papel muy resis-tente en las que estaban inscritas plegarias impetratoriasde la proteccin del mensajero y la feliz entrega de losmensajes, as como rogativas para que el destinatario sedignase aceptar la invitacin.

    Durante un tiempo se ejercit a los mensajeros en lamanera ms gallarda de cabalgar y entregar los mensajes.Para ello, montaban en sus cabalgaduras, las varas alviento como si fueran lanzas y, a una seal, se lanzaban ala carga, uno por uno, en direccin del capitn de laguardia que los instrua. Este, simulando ser el dueo de

    casa o el administrador, aceptaba cortsmente el mensajeque se le extenda en la vara y efectuaba una reverencia.Deba tomar el mensaje con gran respeto e inclinarseante el mensajero porque ste, en resumidas cuentas, erael representante de "la familia". quien, a su vez, debaretroceder inclinndose, hacer girar el caballo y lanzarseal galope hacia el lugar del cual haba partido.

    Cuando todos los mensajes, o invitaciones, estuvieronpreparados, se los coloc por orden de prelacin; el

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    mensajero ms imponente tom el de mayor importancia y as sucesivamente y en seguida partieron al galopepara entregarlos. Los dems mensajeros se adelantaban,cada cual tomaba un mensaje, lo pona en la ranura de la

    vara y parta al galope. Pronto deberan regresar y todala operacin volvera a repetirse hasta que al cabo sehubiese entregado la totalidad de las invitaciones. En-tonces comenzaran los momentos de zozobra, cuando eladministrador y todos los dems se sentaran a esperar yesperar y a preguntarse cuntos aceptaran las invita-ciones, si habra demasiadas viandas o si no alcanzaran. Yeso era algo que crispaba los nervios.

    Algunos invitados deberan conformarse con perma-necer en los jardines, en particular los que no tenan lasuficiente categora social como para ser admitidos den-tro de la casa en s : pero otros, pues. . . eran msimportantes y tendran acceso a la mansin y, adems,los representantes del clero querran visitar la capilla. Demanera que se resolvi eliminar la laca de los altares y delas barandillas, para lo cual algunos hombres se pusierona la tarea de raspar y raspar con muecas de arenahumedecida hasta que la madera que cubra la lacaqued lustrosa y como nueva. Hecho esto se les dio a losaltares y a las barandillas una primera mano especial y,cuando esa capa estuvo seca, se aplicaron con sumocuidado otras varias de laca hasta que, por ltimo, todoqued reluciente como el manso cristal de las aguas enun da de sol radiante.

    Los pobres criados fueron llamados a presencia de laduea de casa y del administrador, con el fin de some-

    terlos a una minuciosa inspeccin para verificar que susprendas fuesen las adecuadas y que todo estuviese limpio.Si la indumentaria no pasaba la revista deban lavarla,para lo cual se preparaban grandes calderos de agua hir-viente.

    Por ltimo, cuando la tensin tocaba su punto mselevado, todas las respuestas llegaron, todos los criadoshaban sido ya inspeccionados y toda la ropa especialpermaneca apartada para que no se usara hasta el Gran

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    Da. Y as, al caer la tarde, todo el mundo se sentexhausto a esperar el a lba del nuevo da en que elDestino quedara revelado.

    El sol se ocultaba lentamente detrs de las montaasoccidentales y arrancaba una mirada de puntos de luzrutilantes de la eterna espuma que desciende de los alt-simos picos, mientras la nieve reverberaba con un tonorojo sanguinolento que luego se tornaba azul y, despus,purpreo. Al fin slo qued la tenue e indefinida oscu-ridad del cielo y el relumbrar de los puntitos de luz: lasestrellas.

    En la residencia Lhalu tambin aparecieron, entonces,

    misteriosos puntos de luz entre los bien cuidados rboles.Un viandante que acert a pasar por el camino deLingkor aminor la marcha, dud un instante, hizoademn de continuar andando, pero volvi sobre suspasos para ver qu suceda.

    Como desde los jardines llegaban voces destempladas,el caminante no pudo resistir la tentacin de seguirindagando para averiguar qu era lo que causaba seme- jante gritero que, por lo odo deba de ser un altercado.

    Con el mayor sigilo posible se encaram en el muro depiedra, apoy el pecho en el borde sostenindose con losbrazos, y entonces pudo observar un espectculo porcierto novedoso: all estaban la duea de casa, LadyRampa, baja, regordeta y casi cuadrada, y a sus flancosdos criados de gran talla, con sendas lmparas de seboencendidas, que trataban de impedir que la ondulantellama se apagase y con ello se desataran las iras de suseora.

    Entre los rboles, los jardineros iban y venan, deso-lados y de psimo humor, poniendo en algunas de lasramas ms bajas lamparillas de sebo para luego encenderuna de las mechas con eslabn y pedernal. Despus,soplando con fuerza, avivaban la llama y, con una varaimpregnada en aceite, tomaban fuego de sta para pren-der las dems. La dama, empero, estaba muy indecisaacerca de dnde colocar las lmparas, de modo que todo

    era un continuo deambular a tientas en la oscuridad, con

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    las vacilantes lucecitas que todo cuanto hacan era inten-sificar la tonalidad morada de la noche.

    Entonces sobrevino una conmocin al aparecer unavoluminosa figura, de andar arrogante, que comenz a

    vociferar en un arranque de clera: Estn arruinando mis rboles, mis rboles, mis rbo-

    les...! Los estn arruinando! Acaben con esos dispa-rates! Apaguen esas lmparas inmediatamente!

    Lord Rampa se, senta sumamente orgulloso de sushermosos rboles de sus rboles y de sus jardines,famosos en toda Lhasa, y tocaba por cierto el paroxis-mo de la desesperacin temiendo que se hubiesen daadolos pimpollos que los rboles acababan de dar.

    Su mujer, su seora, se volvi hacia l con altivez y leespet:

    Por cierto que estis dando un espectculo antevuestros servidores, seor. Pensis, acaso, que no mebasto para manejar estos asuntos? Esta casa es tan macomo vuestra. No me importunis!

    El pobre Lord resoplaba como un toro y daba laimpresin de estar a punto de echar fuego por las nari-ces. As pues, hecho una furia, gir sobre sus talones yretorn como una tromba a la casa; a poco se oy unportazo, un ruido tan fuerte y seco que, de haber sido lapuerta menos resistente, sin duda se habra hecho peda-zos con el golpe.

    El incensario, Timn, el incensario. Eres tonto,muchacho? Ponlo aqu. No te ocupes de encenderloahora. Ponlo aqu.

    El pobre Timn, uno de los criados, luchaba con el

    pesado brasero; pero no era uno tan slo, sino varios. Lanoche iba cerrndose cada vez ms y todava la duea decasa no se senta satisfecha. Al fin comenz a soplar unviento helado y la luna apareci para derramar su glidaluz sobre la escena.

    El hombre que espiaba desde lo alto del muro ri parasus adentros y se descolg para proseguir su camino. "Vaya vaya! ", musit para s; "Si de esto vale el sernoble, bien contento puedo estar por cierto, de ser tan

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    slo un humilde comerciante" y sus pasos se perdieronen la oscuridad Entre tanto, en el jardn iban apagn-dose una a una las lmparas de sebo hasta que porltimo el personal de servicio y el ama se retiraron. Unave nocturna percibi el raro e inusitado olor de laslmparas de sebo, cuyos pabilos an humeaban y sbi-tamente levant vuelo con un sobrecogedor grito deprotesta.

    Entonces, de repente, estall en la casa una conmo-cin: el nio, el heredero de aquellas posesiones, elpequeo principito haba desaparecido. Dnde estara,puesto que no se hal laba en su cama? Y cundi el

    pnico. La madre supona que quiz se habra marchadotemeroso de la severidad del padre; pero ste a su vezconsideraba que lo ms probable era que se hubieraescapado por miedo a las iras de la madre porque nadade lo que la pobre criatura haba hecho aquel da habaparecido bien. Toda la jornada haba trascurrido para lcon tropiezos: primero, por ensuciarse; despus por des-trozar la ropa; ms tarde, por no estar donde deba endeterminado momento; al rato, por no presentarse pun-

    tualmente a comer. Todo haba estado mal.La servidumbre, convulsionada, encenda lmparas y

    buscaba por todas partes, y una multitud de criados iba yvena por los jardines llamando al amito. Pero todo eraintil: no podan encontrarlo. Inclusive hubo que desper-tar a su hermana Yasodhara para preguntarle si poda daralguna razn de dnde pudiese estar el nio, pero fue envano: sta se restreg los ojos legaosos con el dorso dela mano y se durmi sentada.

    Algunos servidores se internaron a la carrera en laoscuridad del camino por si el nio se hubiese marchado,mientras otros revisaban la casa palmo a palmo. Al fin,Lobsang apareci en un depsito, durmiendo sobre uncostal de granos y con un gato a cada lado. Los tresroncaban a pierna suelta, pero esa tranquilidad no les iba adurar mucho. El padre, que presa de un rapto de furiapareca estar casi a punto de echar abajo las paredes, se

    precipit levantando una nube de polvo de los sacos de

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    granos e hizo parpadear la llama de las lmparas quesostenan los criados una o dos de las cuales se apaga-ron. Asi luego fuertemente por el cuello a la pobrecriatura y con mano firme la levant en vilo. Entonces se

    adelant la madre con rapidez, gritando:

    -- Alto, alto! No vayis a dejarle alguna marca. quemaana ser el blanco de todas las miradas de Lhasa!Enviadlo slo a la cama!

    El padre le propin entonces una soberana bofetada yun empelln tan violento que el pobre chico fue a dar debruces en el suelo. Un criado se aproxim para levantarlo yen seguida se lo llev consigo. De los gatos no haba seales.

    Entre tanto, en el gran Potala en el piso asignado alos astrlogos, la actividad todava continuaba. El PrimerAstrlogo segua examinando cuidadosamente las cifras,verificando con suma atencin los grficos, repasando loque iba a decir y practicando la entonacin que estimabanecesaria. A su lado, dos lamas astrlogos tomaban hojapor hoja cotejndolas con otros dos en el orden debidopara que no hubiese posibilidad alguna de error ni de quese alterase la lectura a causa de una trasposicin de pgi-nas con lo cual perdera reputacin el Colegio de Astr-logos. A medida que cada libro quedaba concluido, lecolocaban su cubierta de madera y luego lo ataban con eldoble de cintas que habitualmente se utilizaban, con elfin de que tambin tuviese doble proteccin.

    El monje designado como asistente personal del PrimerAstrlogo estaba cepillando con esmero su mejor manto yverificando que los signos zodiacales que lo adornaban

    apareciesen relucientes y bien firmes. Adems, como setrataba de un anciano, deban someter a un minuciosoexamen los dos bculos que sola utilizar con el fin deque no tuviesen alguna rajadura inadvertida que pudiesehacer que se partieran, despus de lo cual deban serentregados a un monje lustrador que los dejara brillantescomo cobre bruido.

    En las zonas de los templos. los gongos y trompetasresonaban y se oa el restregar de pasos presurosos a

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    medida que los monjes religiosos se encaminaban al pri-mer servicio de la noche. Los monjes astrlogos, encambio, haban sido excusados de concurrir a causa de laimportancia de la misin que tenan asignada, puesto queno podan correr el riesgo de abandonarlo todo paraasistir al servicio y al da siguiente encontrarse con quese hubiese deslizado algn error.

    Y as, al fin, comenzaron a apagarse una tras otra laslmparas de sebo hasta que al cabo no qued luz alguna,excepto las de los cielos, luz de luna y luz de estrellasaumentadas por los brillantes reflejos de los lagos y delos ros que corren y se entrecruzan en la llanura deLhasa. A ratos, alguna deslumbrante franja de agua rom-pa en cascada de argentados brillos como de platafundida cuando algn enorme pez saltaba sobre la super-ficie en busca de un poco de aire.

    El silencio, slo quebrado por el croar de las ranas ylos chillidos de las aves nocturnas a la distancia. eraabsoluto. La luna navegaba en su solitario esplendor porun cielo purpreo, y la luz de las estrellas se desvaneca amedida que las nubes procedentes de la India ocultaban

    su fulgor.Las sombras haban descendido ya sobre la Tierra y

    todos dorman, salvo las criaturas de la noche.

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    CAPITULO III

    Sobre el escarpado horizonte oriental aparecan lasprimeras luces mortecinas. Los grandes cordones monta-osos se erguan en la ms absoluta oscuridad y, detrs

    de ellos, el cielo comenzaba a clarear.En el piso ms alto de los lamasterios es decir, en el

    tejado que sin excepcin tena una plataforma o para-peto especial con grandes caracolas y trompetas de cua-tro a seis metros de largo, apoyadas en soportes, losmonjes y lamas se disponan a saludar el nuevo da.

    El valle de Lhasa era una hoya de un negro retinto. Laluna haca ya tiempo que se haba puesto y las estrellaslanguidecan en la palidez del firmamento , allende las

    montaas del este. No obstante, el valle de Lhasa andorma, an viva en la ms profunda oscuridad de lanoche; y mientras el sol no se elevase bien por encima delas cumbres, ni las casas ni los lamasterios, adormecidosdaran la bienvenida a la luz del da.

    Aqu y all, diseminados al azar por todo el valle,aparecan algunos puntos aislados de luz a medida quealgn lama algn cocinero o algn pastor se iban prepa-rando para dirigirse muy temprano a sus ocupaciones. Y

    esos dbiles. muy dbiles fulgores slo servan para acen-tuar la aterciopelada oscuridad, tan cerrada que ni si-quiera el tronco de un rbol poda distinguirse.

    Detrs de las montaas del este, la claridad iba enaumento. Primero hubo un vvido desdello de luz y luegoun fulgor rojizo. seguido de inmediato por lo que parecaser una franja luminosa sumamente verde caractersticade los crepsculos matutino y vespertino. Despus apare-

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    cieron franjas de luz ms anchas y. al cabo de unosminutos hubo un extraordinario resplandor dorado quehizo que los altos picos se recortaran; dej ver las nievesperpetuas, se reflej en los glaciares de las cumbres y

    proyect sobre el valle las primeras seales de que el dahaba ya despuntado. Entonces, no bien el sol asomsobre las crestas de los macizos, unos lamas comenzarona soplar las trompetas y otros las caracolas, de tal maneraque el aire mismo pareca estremecerse con la resonancia.El fragor, sin embargo, no suscit reaccin inmediataalguna puesto que los habitantes del valle estaban dema-siado acostumbrados al sonar de las trompetas y caraco-las y les era posible ignorarlas, del mismo modo que la

    gente de las ciudades puede desentenderse del rugir delos aviones del estrpito de los recolectores de residuos yde todos los dems ruidos de la "civilizacin".

    Con todo, aqu y all, algn a e nocturna adormecidalanzaba un chillido de alarma para luego volver a ponerla cabeza debajo del ala y sumirse en el sueo. Ya haballegado la hora de los habitantes del da y poco a pocolos pjaros diurnos se iban despertando, piaban todavasoolientos y luego batan las alas para sacudirse la

    modorra de la noche. Aqu y all se vea caer algunapluma mecida por el soplo errabundo de la brisa.

    En las aguas de l Ky i Chu y en e l Templo de laSerpiente los peces comenzaban a bullir con pesadez,pasada ya la noche, y a acercarse a la superficie; porqueall, en el Tbet, podan hacerlo, dado que, como losbudistas respetan la vida, no hay pescadores.

    El anciano se revolvi al sonar de los cuernos y el

    bramar de las caracolas, y se sent semidormido. Mir elcielo desde su rincn y de pronto lo asalt un pensa-miento que lo oblig a ponerse de pie en medio delcrujir de sus articulaciones. Se levant, pues con parsi-monia, arrastrando los achacosos huesos y los fatigadosmsculos, y se encamin hacia la ventana para echar unvistazo al exterior, hacia la ciudad de Lhasa que comen-zaba a despertar. All abajo, en la aldea de Sh, empe-zaban a aparecer pequeas luces, unas tras otras, a

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    medida que se encendan las lmparas de sebo de modoque los funcionarios que ese da iban a tener a su cargolas tareas dispondran holgadamente de tiempo para ha-cer sus preparativos.

    En el glido amanecer, el anciano Astrlogo, tiritando.se arrebuj an ms en su manto. Sus pensamientos sevolvan inevitablemente hacia la finca de Lhalu, invisibledesde el lugar de privilegio que l ocupaba pues stedaba a la aldea de Shb y la ciudad de Lhasa, mientrasque la residencia se hallaba del otro lado del Potalafrente al muro de figuras talladas que tanta atraccinejercan sobre los ociosos peregrinos.

    Echndose otra vez, lentamente, sobre las mantas elanciano se puso a pensar en los sucesos de la jornada.Ese da, meditaba, sera uno de los ms importantes desu carrera, quizs el punto culminante. Poda ya sentir laproximidad de la mano de la muerte sobre s, la decli-nacin de sus funciones orgnicas, el adelgazamiento desu cordn de plata. Pero estaba contento de que anhubiese alguna funcin ms que l pudiera desempearpara dar prestigio al cargo de Primer Astrlogo del Tbet. Y

    as, meditando, se sumi en un ligero sopor hasta quedespert con cierto sobresalto cuando un lama irrumpien la habitacin para decirle: "Venerable seor: ha lle-gado ya el da y no tenemos tiempo que perder; debe-mos cotejar una vez ms el horscopo y el orden en quesern presentados sus puntos. Os ayudar a levantaros,venerable seor". Y as diciendo se inclin para colocarun brazo en torno de los hombros del anciano y ponerlode pie con toda suavidad.

    A la sazn, la claridad aumentaba con rapidez. El so]se elevaba sobre la cadena montaosa del este y su luz sereflejaba en la parte occidental del valle, en tanto que lascasas y lamasterios que se hallaban debajo de los cor-dones orientales permanecan todava en la penumbra,contrastando con la casi plena luz diurna. que ya baabael lugar opuesto.

    Tambin el Potala despertaba. Ya se perciba ese sin-

    gular alboroto que siempre hacen los seres humanos

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    cuando empiezan a desarrollar sus actividades al comen-zar el da, y todo en l daba la sensacin de que allhaba personas dispuestas a continuar con la a vecestediosa tarea de vivir. Las pequeas campanillas de plata

    tintineaban y, de tanto en tanto, se oa el mugido dealguna caracola o el metlico fragor de una trompeta.Empero, ni el anciano Astrlogo ni quienes lo rodeabanse daban cuenta de los -chirridos y el rotar de los Cilin-dros de las Plegarias, pues hasta tal punto formaban partede su rutina diaria que haca tiempo no los perciban, ascomo tampoco las Banderas de los Rezos que flameabancon la brisa matinal en los altos del Potala. Slo la cesa-cin de tales ruidos habra sido advertida por esa gente.

    A lo largo de los corredores se oan pasos apresurados yel abrir y cerrar de pesadas puertas; desde alguna partellegaban voces que entonaban salmos y cantos de saluta-cin al nuevo da. Pero el anciano Astrlogo no tenatiempo para reparar en semejantes cosas, ocupado comoestaba en despabilarse por completo y en atender a losmenesteres que tan necesarios son despus de dormirtoda una noche. Un instante ms y ya tendra servido sudesayuno de tsampay t, luego debera atender el ritual

    de prepararse para la lectura que deba realizar.

    En la casa solariega de Lhalu la servidumbre estaba yadespierta. Tambin Lady Rampa se haba levantado y LordRampa, despus de un rpido desayuno, mont contentoen su caballo para dirigirse con sus asistentes a sus tareasoficiales en la aldea de Sh. Se senta feliz de huir de suesposa, de escapar de su oficioso trajinar y de su desme-dido celo por los acontecimientos que se avecinaban Encuanto a l, deba comenzar temprano sus tareas puestoque despus sera absolutamente necesario que regresarapara desempear su papel de amable anfitrin.

    Entre tanto, ya haban despertado al heredero de lahacienda de Lhalu quien, de mala gana volva a larealidad. Ese era "su" da; pero reflexionaba un tantoconfuso cmo poda ser su da cuando su madrepensaba aprovecharse de l en el aspecto social? Si fuerapor l dara todo por olvidado y se ira a la orilla del ro

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    para ver al botero trasportar gente de una margen a laotra y as, cuando ya no quedara mucha por trasladar,ingeniarse para convencerlo de que le permitiera ir y

    venir sin pagar pasaje, valindose siempre de la excusa,claro est, de que lo ayudara a bogar en la balsa.

    La pobre criatura se senta muy desolada, pues uncriado empedernido se haba puesto a embadurnarle elpelo con grasa de yac y a hacerle despus unos rizostiesos como colas de cerdo, con una curiosa vuelta. Paraello le frotaba la grasa en la cola de cerdo hasta que stase pona casi tan dura como una vara de sauce.

    Alrededor de las diez de la maana se oy un retum-

    bar de cascos de caballos y una partida de jinetes entren el corral: LordRampa y sus acompaantes regresabande las oficinas del gobierno porque era preciso que lafamilia fuera a la Catedral de Lhasa para dar las graciaspor todos los misterios que iban a revelarse ese da y,por supuesto, para demostrarles a los sacerdotes siem-pre dispuestos a pensar que los "cabezas negras" eranirreligiosos que a ellos especialmente no los alcanzabatal condicin. Porque en el Tbet los monjes se rasuran la

    cabeza mientras que la gente comn los laicos llevacabellos largos, la mayora de las veces negros, razn porla cual se la sola llamar "cabeza negra".

    La gente aguardaba en el corral, LadyRampa ya en supony, lo mismo que su hija Yasodhara. A ltimo mo-mento, empero, hubo que asir al heredero de la familia yponerlo sin ninguna ceremonia sobre el suyo, que tam-bin pareca mal predispuesto. Luego se volvieron a abrir

    los portales y el grupo se puso en marcha con lordRampa a la cabeza. Durante treinta minutos aproxima-damente cabalgaron en absoluto silencio, hasta que al finllegaron a las casitas y tiendas que rodeaban la Catedralde Lhasa, esa catedral que haca tantos centenares deaos se levantaba all para servir de lugar de adoracin alos devotos y cuyos pisos originales de piedra se hallabanprofundamente surcados y desgastados por los pasos delos peregrinos y visitantes. A todo lo largo de la entrada

    haba hileras de Cilindros de Plegarias enormes arte-

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    factos, por cierto y como era costumbre, a medida qtielas personas penetraban los hacan girar, con lo cual seproduca un curioso estrpito como de cencerros, deefecto casi hipntico.

    El interior de la Catedral estaba pesado con unapesadez sobrecogedora por el aroma a incienso y elrecuerdo de todo el que se haba quemado durante lostrece o catorce siglos trascurridos. Inclusive de las pesa-das vigas negras del techo parecan desprenderse nubes deincienso, un humo azulado, un humo gris y, a veces unhumo de tintes parduscos.

    Representados por imgenes de oro, de madera y deporcelana, podan apreciarse diversos dioses y diosas ante

    los cuales los peregrinos colocaban sus ofrendas que cadatanto era necesario poner detrs de una verja de hierropara protegerlas de los fieles cuya piedad ceda al deseode participar de las riquezas de aqullos.

    Ardan pesadas candelas que proyectaban vacilantessombras en la oscuridad del recinto; pero, para un nioque todava no contaba siete aos, era difcil pensar quese haban mantenido encendidas porque durante mil tres-cientos o mil cuatrocientos aos haban sido alimentadas

    con aceite. El pobre chiquillo, que miraba en torno conlos ojos desmesuradamente abiertos, pensaba: "Cuandoacabe este da quiz pueda irme a algn otro pas, lejosde toda esta religiosidad". No saba lo que le estabareservado!

    Un enorme gato se adelant, lnguido, para restregarsecontra las piernas del heredero de la familia Rampa. Elnio, entonces, se inclin y se apoy en las rodillas para

    acariciarlo, y el gato comenz a ronronear encantado.Era uno de los animales guardianes del templo sagacesestudiosos de la naturaleza humana que, con una solamirada podan decir quines intentaban robar y quineseran dignos de confianza. Normalmente, esos gatos no seaproximaban nunca a nadie que no fuese su cuidadorparticular. As pus, por un momento hubo un silenciode asombro entre los circunstantes y algunos monjesvacilaron en sus cnticos cuando sus ojos se maravillaron

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    ante el espectculo de ese nio arrodillado junto al grangato. El cuadro, empero, pronto se ech a perder porqueLord Rampa, con el rostro demudado por la ira, se

    inclin y levant al chico por el cuello, lo sacudi comosacuden las mujeres un plumero, le dio una bofetada enel odo que al nio le hizo pensar que se haba desatadouna tronada, y lo puso otra vez de pie sin contemplacinalguna. El gato se volvi entonces hacia su seora, leespet un largusimo y vigoroso siseo y luego se diovuelta con dignidad y se march.

    Mas, como ya haba llegado el momento de retornar ala residencia de Lhalu pues pronto comenzaran a arri-bar los invitados, muchos de los cuales acostumbrabanpresentarse temprano para disfrutar de lo mejor quehubiese, incluido un lugar de privilegio en los jardines,el grupo abandon el recinto de la Catedral y salinuevamente a la calle. El nio levant la vista y, al verlas banderas que flameaban sobre el camino que conduce ala India, pens: "Podr irme dentro de poco a otropas por este camino? Pronto lo sabr, creo. Pero, ala-bados sean los cielos, quisiera comer algo! "

    El grupo retom el camino de regreso y, al cabo deveinticinco o treinta minutos, se encontraba ya de nuevoen el corral de la casa donde fue recibido con ansiedadpor el administrador, quien pensaba que tal vez se hu-biese producido alguna postergacin y debera anunciar alos furiosos invitados que los dueos de casa haban sidodemorados inexplicablemente en la Catedral.

    Como an quedaba. tiempo, tomaron un rpido refri-gerio. Entonces se oyeron ruidos inesperados que llega-ban desde el camino y el heredero se lanz a la ventana:por la carretera, montados en sus poniesse aproximabanlos monjes msicos taendo sus instrumentos. Cadatanto, alguno de aqullos haca sonar su trompeta o suclarinete para cerciorarse de que estuviesen afinados, oalgn otro bata con fuerza el tambor a fin de verificarque el parche tuviera la tensin adecuada. Por ltimo,entraron en el corral y se dirigieron por un senderolateral a los jardines, donde con sumo cuidado deposi-

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    LOBSANG RAMPA

    taron los instrumentos en el suelo para luego dedicarsealegremente a beber la cerveza tibetana que con cierta'abundancia se haba puesto a su disposicin para ento-narlos..., para que adquirieran el humor apropiado ytocaran msica animada en lugar de esas tristes cosasclsicas.

    Pero no haba tiempo para dedicarse a los msicosporque ya comenzaban a llegar los primeros invitados. Tantos eran los que arribaban que pareca como si todaLhasa se hubiera puesto en camino hacia la residencia deLhalu. Era un pequeo ejrcito de hombres a caballo,todos tan fuertemente armados que, en cierto modo,parecan tropas invasoras enviadas por los britnicos. Eseejrcito. empero, haba sido armado slo porque as loexigan el ceremonial y el protocolo. Venan formadosde tal manera que los hombres marchaban a los lados ylas mujeres entre las filas para estar debidamente prote-gidas contra algn ataque imaginario. Las lanzas y picasde los efectivos aparecan vistosamente adornadas conbanderas y gallardetes; y, aqu y all las Banderas de lasOraciones que ondeaban en los bculos sealaban la pre-sencia de algn monje en la partida.

    En el corral en s haba dos filas de servidores, una deellas encabezada por el administrador y la otra por elsacerdote principal de la casa; todo era reverencias y msreverencias a medida que los invitados pasaban al inte-rior. A todos ellos se les prestaba ayuda para que seapearan de sus cabalgaduras, como si fueran sa era laopinin del heredero de la casa un hatajo de idiotas

    paralticos, y luego se llevaban los caballos para darles decomer en abundancia. Entonces segn la categora delos invitados se los conduca al jardn, donde debanvalerse por s mismos, o los acompaaban al interior dela casa donde comenzaban las exclamaciones acerca detal o cual cosa de las que haban sido colocadas espe-cialmente para impresionarlos. En el Tbet, por supuesto,se suelen intercambiar cintas, de modo que se produca

    una gran confusin a medida que los invitados que arri-

    baban presentaban las suyas y reciban otras como retri-58

  • 8/14/2019 Rampa Lobsang - Tal Como Fue

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    TAL COMO FUE EN EL PRINCIPIO

    bucin. Inclusive, a veces se suscitaba un incidente muyembarazoso cuando algn criado atolondrado devolvaimpensadamente al invitado o invitada la cinta que aca-

    baba de entregar, en cuyo caso, luego de algunas sonrisasde turbacin y de musitar las consabidas disculpas, alinstante se subsanaba el inconveniente.

    Lady Rampa tena el rostro encendido y traspirabaprofusamente temiendo que el viejo astrlogo el PrimerAstrlogo del Tbet-- hubiese fallecido, se hubiera cadoal ro, lo hubiera herido un caballo o le hubiese pasadocualquier otro percance, puesto que no haba seales del y el nico propsito de la reunin era el de escucharla lectura acerca del futuro del heredero de la casa. Sin elPrimer Astrlogo, eso no se poda hacer.

    As pues, mandaron a un criado a todo correr a quesubiera al punto ms elevado de la casa y mirara hacia elPotala para ver si apareca indicio de cabalgaduras enmarcha que pudiesen anunciar la inminente llegada del as-trlogo. El criado parti y de inmediato apareci en laparte ms alta del tejado haciendo ademanes con los

    brazos y bailando, en su excitacin, una giga.Lady Rampa estaba furiosa, totalmente frustrada por-

    que no tena idea de qu era lo que el criado trataba decomunicar puesto que, con sus gestos ms que nadapareca ebrio. De manera que con toda premura envi aotro a averiguar qu estaba sucediendo y as, al cabo deun momento, ambos regresaron juntos e informaron quela caravana del Astrlogo estaba atravesando el llano deKyi Chu. Eso bast para que la agitacin aumentara:

    Lady Rampa hizo conducir al jardn a todos cuantos sehallaban en la casa y les rog que ocupasen sus respec-tivos lugares pues el gran Primer Astrlogo estaba apunto de llegar. Por su parte, los monjes msicos selevantaron y comenzaron a tocar haciendo vibrar el airepor la vehemencia con que