presencia apostólica 48

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Presencia Apostólica 1

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El número julio-agosto nos invita a reflexionar sobre la defensa y aceptación de la vida atraves de la devoción a San Judas Tadeo Numero 48

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Page 1: Presencia Apostólica 48

Presencia Apostólica 1

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2 Presencia Apostólica

Presencia Apostólicade San Judas Tadeoen la Radio

Cápsula devocionalAhora los domingos a las 8:55 a.m.

ABC radio 760 AM

Ilust

raci

ón: L

eticia

Asp

rón

realizando labores de evangelizacióny promoción social en:

Ven a vivir la alegría de servir

n Xochitepec, Montaña Alta de Guerrero n El Ciruelo y Lo de Soto, Costa Chica de Oaxaca

n Ciudad Juárez n Nuevo Laredon Torreón n León n Morelian Guadalajara n D.F. n Toluca

n Cuauhtenco, Estado de México (próximamente)n Y en más de 60 países

MISIONEROS CLARETIANOS

Page 3: Presencia Apostólica 48

2 Editorial

3 Vida cotidiana

4 Defendiendo la vida 6 Nuestra devoción

8 Aceptar la muerte es un acto amoroso

10 La vida no termina a los cuarenta ni a los cincuenta…

1 2 ¿Qué significó el Evangelio para Cristo?... y ¿qué significa para mí?

1 4 Duelo en Venecia

1 7 Nació de Santa María Vírgen

1 8 El pacto de Juárez

1 9 De la Palabra a la acción

CONTENIDO

DirectorErnesto Mejía Mejía, CMF

Consejo EditorialAlejandro Cerón Rossainz, CMFJosé Juan Tapia, CMFAlejandro Quezada Hermosillo, CMFEnrique Mascorro López, CMFRené Pérez Díaz, CMFMarcos Garnica Fernández, CMFErnesto Bañuelos C.

EditoraMarisol Núñez Cruz

Corrección de estiloErnesto Bañuelos C.

ColaboradoresEnrique A. Eguiarte Bendímez, OARJesús García Vázquez, CMFJuan Carlos Martos, CMFEnrique Marroquín Zaleta, CMFHéctor Núñez Gutiérrez, CMF

Arte y DiseñoMirta Valdés Bello

DistribuciónLiga Nacional de San Judas Tadeo

PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor responsable: José Juan Tapia Tapia. Edi-tada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Ca-siano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmente, citando la fuente y sin fines comerciales.Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89mail: [email protected]úmero suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US.Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US.(Incluye gastos de envío).

MISIONEROS CLARETIANOS

Page 4: Presencia Apostólica 48

EDITORIAL

“Cartas de Dios”

Si bien el espíritu o la esencia de cada uno de los tiempos litúrgicos especiales –Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Pentecostés– debe estar siempre presente en nosotros, ya que cada uno implica actitudes que son

parte de nuestra espiritualidad cristiana, el tiempo or-dinario es el tiempo perfecto para descubrir la presen-cia de Dios en la vida cotidiana. Es el tiempo para leer las cartas que Dios deja tiradas a nuestro paso, como decía el poeta Whitman: “Encuentro cartas de Dios tiradas por la calle y su firma en cada una.”

Continuando con esta idea poética podemos decir que la forma y el contenido de estas cartas son muy diversos. Puede ser el pobre que nos sale al paso en cada semáforo, una sonrisa amable, los titulares del pe-riódico, una flor o un pájaro. En el proyecto claretiano de La Fragua en la Vida Cotidiana también se retoma esta imagen para reflexionar sobre los signos de la pre-sencia de la gracia de Dios y sobre la manera como nos acompaña en el día a día. Ser sensibles a esos signos y responder a ellos es parte de nuestra espiritualidad que puede expresarse en actos de bondad y amabilidad hacia la gente que nos rodea y hacia el mundo.

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Presencia Apostólica 3

Vida cotidiana

Presencia Apostólica 3

www.servicioskoinonia.org

«Traten a los demás como quierenque los demás los traten.

En esto consiste la ley y los profetas.»(Mt 7,12)

La “regla de oro”

SOLEDAD

Como una novia imposible,me ronda la soledad. Cuando la abrazo,me encuentro; cuando me encuentro,se va.

Pedro Casaldáliga, CMFwww.servicioskoinonia.org/Casaldaliga

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4 Presencia Apostólica

Aventuras de un misionero

Es un domingo como otros tantos en este Templo de San Hipólito y San Ca-siano, hoy por hoy, tam-bién de san Judas Tadeo.

Un domingo lleno de retos, esperan-zas y frustraciones. De retos, porque hay que atender a gente de todas las clases sociales con todo tipo de problemas. De esperanzas por-que llega mucha gente con ganas de participar en las actividades socia-les que estamos realizando. Y de frustraciones porque muchas veces nos rebasan los problemas que hay que atender, hasta el punto de te-ner que sacar fuerzas de donde no las hay. Hay que pedirle una ra-ción extra al Señor.

Un domingo en el que hay que hablar un poco más para convencer a la gente de que lea esta revista, ya que es una rica fuente de alimento nutritivo para nuestro espíritu.

Ya casi es hora de ir a descansar. Espero con ansiedad las nueve de

la noche para tirarme un clavado a mi cama con la seguridad de que ni caso haré de los consejos que me dé la almohada.

Apenas despedí a la última per-sona que había confesado, me dis-puse a dirigirme a mi ansiada habi-tación, cuando me grita un señor:

—¡Padre, por favor atiéndanos unos momentos!

Yo, haciendo de tripas corazón y al verlo tan angustiado le dije:

—¿Qué les pasa? Siéntense.Venía con él un chico dema-

crado, todo sucio, con olor a todos los tipos de droga habidos y por haber y con lágrimas en los ojos. Lo peor era que no se le notaban ni tantitas ganas de vivir. El chico tenía 18 años.

—Pues aquí le traigo a este cha-maco desgraciado que ya no quie-re vivir, ahí se lo dejo a ver que hace con él– dijo el señor.

—Pero, ¿por qué dice que ya no quiere vivir?– pregunté.

Al señor se le dibujaba en el rostro coraje, desesperación y an-gustia. Yo hasta pensaba que iba a golpear ahí mismo al chamaco.

—Pues, verá, padre, yo soy taxis-ta y me disponía a recoger un pa-saje que había pedido servicio por medio de la base. Iba como a cua-renta kilómetros por hora por el carril que da a la banqueta. El cha-maco estaba como a cincuenta me-tros, como en ademán de cruzar la calle, pero no despegaba la vista de mi coche. Yo comencé a frenar creyendo que cruzaría, pero cuál va siendo mi sorpresa que al lle-gar a él, como a unos cinco me-tros que se tira de panza al carril por donde yo iba. Mis reflejos tra-bajaron mejor que de costumbre y alcancé a pararme al llegar a él, justo cuando la llanta estaba a punto de aplastar su cuerpo. Una señora que estaba por ahí cerca pegó un grito desaforado: “¡Ya lo mató!” Y antes de que se juntara la gente,

Defendiendo la vidaJesús García Vázquez, CMF

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Presencia Apostólica 5

como de rayo, me bajé y lo prime-ro que se me ocurrió fue levantar al joven y meterlo a mi carro, y así lo hice. Al arrancar, en quien primero pensé fue en san Judas Tadeo, y me vine para acá. Así que, padre, ahí se lo dejo yo ya cumplí con traérselo. Usted sabe si lo deja que se mate. Yo ya no quiero saber nada de este taru-go que por poco me mete en un gra-ve problema.

El señor se fue sin más. “Dios mío, ¿qué hago? –pensaba en mis adentros– si ya son las diez de la no-che y en Casa Alianza no hay aten-ción ahorita (Casa Alianza es un hogar para chicos de la calle que tenemos aquí enfrente).”

—¿Cómo te llamas? –fue lo primero que le pregunté– ¿por qué te metiste a las drogas y por qué quieres matarte?

—Me llamo Roberto –me con-testó con tono despectivo– y me metí a las drogas porque en mi casa, a mis padres –como si no los tu-viera– no les interesan mis proble-mas. Siempre están peleando. Y me quiero matar porque las drogas me han hecho sentir que para mí la vida ya no tiene sentido. Ya no le encuentro chiste ni siquiera a las mismas drogas.

De momento no sabía que con-testarle pero se me ocurrió decirle:

—Nada de lo que existe en es-te mundo le va a dar sentido a tu vida; ni siquiera las personas, aun-que te quieran mucho o las quie-ras tú. El único que le va a dar sen-tido a tu vida es Dios. Las cosas fallan, las personas fallan, aunque sean tus propios padres, el único que no falla es Dios.

Sus ojos derramaban lágrimas cada vez más constantes mien-tras me decía:

—¿Qué hago, padre? ¡Ayúdeme! —De acuerdo, ¡claro que te ayu-

do, si te dejas ayudar! Si te lle-vo a una casa de rehabilitación, ¿te quedas allí?

—Sí me quedo, padre, se lo pro-meto– me contestó resueltamente.

“Y ahora, ¿a dónde lo llevo, quien nos abrirá las puertas a es-tas horas?”, pensé y me acordé de que tenía una lista de direcciones de casas para drogadictos y su nú-mero telefónico; me puse a llamar, hasta que, en una de ellas, me di-jeron que lo llevara en ese mismo momento. Nos fuimos en el metro hasta Taxqueña, tomamos el tren li-gero hasta adelante del Estadio Az-teca y de allí tomamos un taxi has-ta las faldas del Ajusco. Gracias a Dios, después de muchas peripe-cias dimos con la casa, ya que no encontrábamos la dirección que se encontraba entre las sinuosas ca-

lles de esa colonia cuyo nombre no recuerdo. Después de hacer los trá-mites pertinentes, lo recibieron con mucha amabilidad. Yo regresé a la casa a las dos de la mañana, muy cansado, pero contento de haber hecho la obra más grande del día.

Allí se quedó Roberto durante seis meses y después lo recibieron en la Casa Alianza. Para entonces el chavo ya quería seguir estudiando. Le hice entender que el perdón a sus padres sería el remedio más efi-caz para que dejara las drogas de-finitivamente; que se viera en un es-pejo y que le diera gracias a Dios por la vida que le había dado; que se diera cuenta de la obra maestra que Dios había hecho en él y que él mismo estuvo a punto de destruir; que ese cuerpo que veía era la casa del Dios vivo que lo había creado y que lo quería fuerte y sano. Se le derramaron las lágrimas, me dio las gracias y nos despedimos con un fuerte abrazo porque en esos días yo tenía que partir hacia las monta-ñas de Guerrero.

La obra más grande que pode-mos realizar en este mundo es sal-varle la vida a alguien. Si conocen a alguna persona con problemas de drogadicción, ayúdenlo. Una de las angustias más grandes que su-fre un ser humano es haber perdi-do el sentido de la vida.

Aventuras de un misionero

realizando labores de evangelización y promoción social en:

Vivimos la alegría de servir

n Xochitepec, Montaña Alta de Guerrero n El Ciruelo y Lo de Soto, Costa Chica de Oaxaca

n Ciudad Juárez n Nuevo Laredon Torreón n León n Morelian Guadalajara n D.F. n Toluca

n Cuauhtenco, Estado de México (próximamente) n Y en más de 60 países

MISIONEROS CLARETIANOS

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6 Presencia Apostólica

Nuestra devoción

La religiosidad popular juvenily la devoción a san Judas Tadeo

Grupo de Investigación Social Habitus

Así como el mundo cambia continua-mente, la forma en que se manifiesta la religiosidad popular es también cam-biante y surgen nuevas manifestacio-nes. En nuestro contexto ha destacado

la devoción juvenil por san Judas Tadeo. La religiosidad popular se puede entender

como el resultado de la relación que existe entre lo que es formalmente aceptado por la institución ecle-siástica y la interpretación que de ello realizan las personas. Los fieles, quienes son protagonistas de su propia devoción son quienes deciden cómo la mani-fiestan, innovando y creando nuevas expresiones.

Estas expresiones, ya de por sí innovadoras to-man matices distintos cuando se trata de jóvenes. La religiosidad popular en los jóvenes es una expre-sión singular dotada de especial fuerza e ímpetu. Los jóvenes devotos de san Judas Tadeo poseen ca-racterísticas que los distinguen de otro tipo de jóve-nes, así como de los demás devotos del santo de “las causas pérdidas o desesperadas”.

Estos jóvenes han hecho de su devoción por san Judas Tadeo un elemento de identidad. Ellos forman parte de la gran variedad de grupos juveniles que existen en la ciudad de México. Lo que diferencia a este grupo de cualquier otro, además de sus ves-timentas y conductas, es el hecho de haber toma-do un motivo religioso como símbolo fundamental.

Motivo por el cual causan asombro, incluso dentro de otros grupos de jóvenes.

Una devoción evidenteLos jóvenes devotos de san Judas Tadeo muchas ve-ces rompen con las manifestaciones tradicionales de la devoción o las adoptan agregando sus formas particulares; por ejemplo, cargando su imagen de san Judas Tadeo y sus escapularios. Cada imagen tie-ne su propia historia y cada escapulario representa una vivencia particular. Estos jóvenes le muestran al mundo su devoción, llevando la imagen del santo en playeras, gorras, pantalones, collares y pulseras, o directamente en su piel, por medio de tatuajes tem-porales o permanentes.

Algo que no es tan evidente como sus atuen-dos es la historia y las necesidades de cada uno. En su mayoría, estos jóvenes se encuentran en el Tem-plo de San Hipólito y San Casiano pidiendo o agra-deciendo por sus propias “causas difíciles”: salud, empleo, seguridad, educación, etc. Problemas que parecen escapar a sus potestades y, desde su óptica, al poder de cualquier persona o institución terrenal. Razón por la cual, cada 28 de mes, piden y agrade-cen milagros a Dios, así como la intervención del apóstol san Judas Tadeo.

Grupo de Investigación Social Habitus (José Luis Ávila Romero, Nallely Cázares García y Erick Serna Luna)

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Presencia Apostólica 7

Nuestra devoción

“Uno de los Doce” y uno como nosotros

Como es el caso de muchos otros santos, la historia de san Judas Tadeo tiene algo que nos atrae. Sentimos una conexión especial con él porque:

= Es uno de aquellos a quienes Jesús dijo: Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.”= El Señor lo eligió como uno de los que compartirían la misión de esparcir por el mundo el mensaje del Evangelio y también “para que estuvieran con él.”Pero también porque:= Siendo un hombre ordinario, como nosotros con fuerzas y

debilidades, quiso y supo responder al llamado de Jesús con lo mejor de sí mismo.

Cuando los evangelios hablan de “los Doce” se refieren a: Simón Pe-dro, Santiago, Juan, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santia-go el de Alfeo, Judas Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote.

Oración por la

Oh, Dios, Creador del universo,que extiendes tu preocupación paternal sobre cada creatura

y que guías los eventos de la historia a la meta de la salvación; reconocemos tu amor paternal

que a pesar de la resistencia de la humanidady en un mundo dividido por la disputa y la discordia,

Tú nos haces preparar para la reconciliación.Renueva en nosotros las maravillas de tu misericordia;

envía tu Espíritu sobre nosotros, para que él pueda obraren la intimidad de nuestros corazones;

para que los enemigos puedan empezar a dialogar;para que los adversarios puedan estrecharse las manos;

y para que las personas puedan encontrar entre sí la armonía. Para que todos puedan comprometerse

en la búsqueda sincera de la verdadera paz; Para que se eliminen todas las disputas,

Para que la caridad supere el odio,Para que el perdón venza el deseo de venganza.

Juan Pablo II

Presencia Apostólica 7

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8 Presencia Apostólica

Morir es indiscuti-blemente el even-to que nadie pue-de evitar. Todo lo demás que pense-

mos que nos sucederá estará siem-pre sujeto a posibilidades. Puede ser que hayamos puesto gran esfuer-

zo en alcanzar un objetivo muy deseado o que la ciencia respalde el pronóstico de ciertos eventos o puede ser que tengamos la prome-sa de una persona en la que con-fiemos ciegamente… No obstante en ninguno de estos casos tenemos seguridad absoluta. En cambio la

muer te es lo más seguro y, al mismo tiempo, lo más temi-do que nos puede ocurrir, espe-cialmente si no hemos vivido lo que nos corresponde. Como dice aquel dicho muy cierto: “Sólo tie-ne miedo a morir quien no ha sa-bido vivir” o, añadamos, aquel a quien lo que ha vivido no le ha de-jado plena y dignamente honrado. Pues como dice aquella otra frase: “Una buena muerte hace honor a una buena vida.”

Indiscutiblemente, para los cris-tianos la muerte es un evento en el que la fe adquiere su dimensión y sentido más profundo, pero el propósito de este artículo es abor-dar el tema desde la perspectiva psicológica. Desde luego ambas perspectivas no están peleadas, sino que mutuamente se ayudan a profundizar.

Cómo percibimos a la muerteComo hemos dicho, la muerte es universal y única, pero el problema no radica tanto en lo que ésta es, sino en cómo la pensamos y senti-mos, pues en la mayoría de los ca-sos, a pesar de decirnos personas religiosas, nos provoca un gran miedo y evitamos el tema en lo posible, como si nunca nos fuera a ocurrir. También se da el caso de que se utilice el hecho de la muerte como forma de chantaje.

El problema que tenemos con la muerte está relacionado con el apego. Si entendemos que la muer-te no es un evento final, sino de tránsito, podremos entonces soltar esta vida –situación que muchas veces se vuelve del máximo aferra-miento–. Para quien tiene la certe-za de que otra vida nos espera y depara, la muerte se volverá algo muy natural y consecuente con la vida, ya que ambas se implican y reclaman. Pero agarrarse a esta vi-da para no soltarla no sólo vuel-ve difícil morir sino también vuelve difícil vivir.

8 Presencia Apostólica

Crecimiento personal

Aceptar la muerte es un acto amorosoDinko Alfredo Trujillo Gutiérrez

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Presencia Apostólica 9

Aferrarse a la vida impide vivir En la medida en que aprendamos a soltar cosas que erróneamente consideramos de nuestra propie-dad, sabremos vivir y morir. De for-ma que la muerte no es en sí misma trágica y dramática, pero podemos hacer que así sea. Ya sea la propia o la de aquellas personas amadas a las que muchas veces nos afe-rramos egoístamente. Por lo que enfrentar la muerte, si bien puede ser doloroso, no tiene que ver con permanecer en un estado sufrien-te. Se trata de un proceso normal y natural que puede cerrarse en un punto de paz, aprendizaje y trascendencia.

Cuando nos aferramos a la perso-na que se fue y damos rienda suelta a sentimientos alejados del amor auténtico como son el enojo, el re-clamo y el resentimiento, hacemos que el dolor transitorio se vuelva sufrimiento permanente. La tanato-logía –disciplina que estudia el fe-nómeno de la muerte en los seres humanos– nos dice que lo que due-le no es morir, sino el apego a lo que dejamos; por lo que soltar apegos es soltar sufrimiento. Por supues-to esto no es fácil ni se logra de un momento a otro. Es un proceso en el que nos alejamos de las sombras del aferramiento sufriente para poder pasar así a soltar amorosamente y en paz. Esto es tanto para el que se va como para los que se quedan. El sufrimiento del que muere mu-chas veces se da por enojo o aferra-miento. Los deudos suelen verse atrapados en la misma trampa. No olvidemos que el dolor es inevita-ble y transitorio, mientras que el sufrimiento es en el fondo opcional, pero puede ser permanente.

La aceptación de la muerteLa muerte, al contrario de la tra-dicional visión trágica, tendría que poder llegar a ser vivida con gozo, como el nacimiento mismo, aun-que esto parezca escandaloso.

Como una partida en la cual los que se quedan tendrían que de-searle un buen viaje al que se va y expresar la promesa de que “allá nos veremos”. Pero paradójicamen-te la muerte se vive dramáticamente como un final en donde se pier-de todo y la persona desaparece para siempre.

De hecho la muerte es tan na-tural en la psique humana que to-dos tenemos una energía tanática, la cual, bien equilibrada con la de la vida, nos advierte del peligro y nos incita a aprovechar nues-tra existencia en este mundo. Esta energía o la certeza de la muerte no la tenemos para que vaya en nues-tra contra, sino para que actúe a nuestro favor, si la sabemos asu-mir y aprender de ella. Cuando no

se tiene este equilibrio la persona genera situaciones agresivas hacia su propia vida. Entre más situacio-nes dramáticas vivimos y propi-ciamos, habrá más desequilibrio entre estas fuerzas psíquicas de la vida y la muerte.

Por otro lado, el proceso de la muerte se vive muchas veces por parte de los propios cristianos con una fe que algunos llegan a tener sólo en su cabeza pero no en su co-razón, pues quien entiende y vive la aceptación de la muerte como un acto de amor, sabe cerrar con el que se va. Sabe despedirse. Lo que sigue a esto, aunque no de mane-ra inmediata, es un estado de tran-quilidad y seguramente de gracia. Indudablemente que llegar a este punto no es un acto ni fácil ni co-mún y mucho menos sin dolor, pero sí sin sufrimiento permanente. De hecho se trata de un acto valiente, pues uno de los principales obstácu-los en este tránsito es el miedo. Hay que atravesar por todos los senti-mientos que se presenten –miedo,

venganza, enojo, envidia, etc.– y aprender a soltar cada uno de ellos, pero no evitarlos, pues la evitación de sentimientos nos lleva a estancar-nos en duelos “constipados” que no pudieron fluir. También se necesita trabajar las actitudes de juicio –a los demás, a nosotros mismos, al que se fue y hasta a Dios–, así como las ac-titudes de culpa o vergüenza.

Por otra parte, la mayoría de las agonías sufrientes no deberían aparecer para morir, pues el origen de la llamada agonía generalmen-te aparece como mal morir o vi-vir desastrosamente el proceso de muerte de un ser querido, lo cual estriba precisamente en el tipo de sentimientos o actitudes de aferra-miento y escasa comprensión de los que hemos hablado.

Como ante otros aspectos de la vida, también ante la muerte hay que saber tomar decisiones. Por ejemplo, hay que decidir entre la lucha y el sufrimiento o la entrega y el dejarse llevar. Hay que saber que la muerte en el sentido más profundo tiene que ver con el ám-bito del alma y a quien no está en buena conexión espiritual –lo que no se limita a cumplir con rituales religiosos– le será muy difícil libe-rarse, aprender a dejar de sufrir, soltar y cerrar los ciclos que impli-ca ese tránsito mayor.

Amar la vida implica aceptar la muerte –que es parte de ella– y amar a nuestros seres queridos im-plica asumir que en su momento tendrán que dejar este mundo, al igual que nosotros.

Una buena muerte para el que se va y para los que se quedan deja necesariamente grandes espíritus.

El autor es licenciado en psicología y filosofía con maestrías en terapia familiar y de pareja. Tera-peuta, catedrático universitario y conferencista. [email protected]

Crecimiento personal

Presencia Apostólica 9

Amar la vida implica aceptar la muerte.

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10 Presencia Apostólica

Cada década de nues-tra vida implica sus propias crisis, la pala-bra “crisis” signifi-ca cambio y no hay

crecimiento ni evolución sin cambio. Entonces para crecer es necesario vivir las crisis y salir adelante de cada una, trayendo a nuestra vida un aprendizaje que sea significativo.

Etimológicamente la palabra “crisis” nos habla de algo que se rompe, por lo que también es mo-mento de analizar –de ahí viene tam-bién la palabra ‘crítica’– y de deci-dir. Las crisis no son necesariamente una mala noticia, ya que una crisis puede ser el anuncio de cambios fa-vorables. Una de las acepciones del diccionario habla de un cambio brusco –para bien o para mal– en el curso de una enfermedad.

¿Cómo enfrentamos la crisisde los cuarenta?

Por supuesto que la forma en que cada uno encara las crisis tiene que ver con nuestro crecimiento personal. A veces hombres y mu-jeres consideran que al llegar a la década de los cuarenta la vida co-mienza a terminarse en algún sen-tido; es probable que la relación de pareja haya llegado a un punto en el que hay cansancio; quizá los hijos, ya adultos, hayan tomado su

propio camino dejando, como sue-le decirse “el nido vacío”.

En los hombres es una de las fases más sintomáticas. Algunos sienten la necesidad imperiosa de buscar la felicidad y ésta la asocian con la juventud que han perdido. Por tal motivo, quieren recuperar una vida que ha quedado atrás –junto a sus veinte años ya ente-rrados– y hacen lo que sea para reconquistar esa pérdida.

Algunos terminan con su matri-monio y hasta pueden llegar a cam-biar de trabajo y círculo social y comienzan a interesarse por muje-res más jóvenes que ellos. Como dice la canción: “Cuarenta y vein-te…” Esta búsqueda de estimula-ción hace que durante un tiempo se sientan a gusto con un estilo de vida lejos del compromiso y tratan-do de recuperar la libertad ya con-sumida por las responsabilidades y exigencias de la vida madura. No obstante, a largo plazo, será uno de los mayores errores come-tidos, porque se pone en juego la verdadera estructura emocional y social que tanto sacrificio ha cos-tado conseguir, y todo por un mo-mento pasajero de confusión.

Parece que esta sintomatología de la edad intermedia es mundial. Se supone que una persona de esta edad tendría que haber alcanzado

un equilibrio social y laboral, por lo que iniciada esta etapa se efectúa un análisis sobre la vida, así como sobre logros y temas pendientes. Entonces comienzan los lamentos por no haber realizado todo lo que se había planeado para el futuro y sobreviene la sintomatología del “viejazo”, cada vez más común en varones que tienen muchas exigen-cias y presiones sociales, pero que desean liberarse de ellas.

No poder enfrentar conscien-temente esa lucha entre lo que se debe hacer y lo que se quiere ha-cer, es el primer síntoma que flo-rece en hombres de esta edad que ya cansados de obedecer manda-tos, no encuentran la manera sana de dejar de cumplirlos. Se limitan a querer vivir en el pasado y recu-perar lo que ya es imposible. Si sumamos a esto el deterioro físico que a esta edad suele manifestarse, es casi lógico que muchos hombres no sepan manejar la situación has-ta verse frente a una crisis que para algunos es sin retorno o que suele durar varios años.

La entrada a esta nueva década produce ansiedad y desconcierto. En muchas ocasiones, el hombre ve que va perdiendo cabello y que su vida sexual ya no es lo que era y comienza a tener actitudes hipo-condríacas. Es muy importante esta etapa, porque por primera vez la persona toma conciencia de su propia mortalidad.

El paso del tiempo no se pue-de engañar dejando un trabajo por otro, cambiando a la mujer de siem-pre por una veinte años más joven o yendo al gimnasio y a bailar to-dos los fines de semana, pero estas son maneras de querer esquivar la edad adquirida, de no aceptar lo inevitable y querer de forma frené-tica buscar la juventud perdida.

Frecuentemente la mujer vive la década de los cuarenta de otra manera. A veces esta década lle-

10 Presencia Apostólica

Desarrollo humano

¿Por qué elijoperdonar?

La vidano terminaa los cuarenta

ni a los cincuenta...Gylda Valadez Lazcano

La vidano terminaa los cuarenta

ni a los cincuenta...

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Presencia Apostólica 11

ga a las vidas de ellas como una brisa de aire fresco. Por fin pueden ocuparse de ellas mismas y de su proyecto de vida. Ya han criado a sus niños y pueden retomar la vida profesional postergada. Ahora ya no es necesario rendirle cuentas a na-die. Disponen de su tiempo como quieren, y logran en menor lapso de tiempo que los hombres, insta-larse en donde siempre han so-ñado estar. Algunas mujeres viven esta etapa como un renacer, como una primavera.

Parece ser que la mujer está me-jor preparada para atravesar las cri-sis de esta edad sin salir herida de muerte, pero ninguna está exenta de sentir la presión del reloj bioló-gico, ya que en poco tiempo estará entrando a la menopausia. Puede ser que para algunas, entrando en la década de los cincuenta se pre-sente el síndrome del nido vacío y sientan confusión sobre su motiva-ción para seguir viviendo.

La década de los cuarenta pue-de ser muy positiva o muy nega-tiva; puede ser de crisis o de es-plendor. Todo va a depender de la predisposición de la persona y de su actitud ante esta etapa y ante la vida en general.

Para superar las crisis de los cuarenta es importante: lValorar lo que ha costado tanto

esfuerzo conseguir a lo largo de los años: pareja, hijos, amigos, trabajo.lTener una actitud positiva

con la propia vida y el futuro y va-lorar lo vivido, en lugar de querer recuperar lo que ya ha quedado en el pasado.lTrabajar la autoestima en la

juventud ayudará a pasar por esta edad y las siguientes, sin que se den las conductas nocivas que predisponen a la crisis. Hay que mol-dear la estructura emocional para que llegado el momento se ten-ga la fuerza necesaria para llegar a la aceptación de cada etapa.

lDisfrutar de los logros que se han podido conseguir, y no poner demasiada atención en lo que ha quedado pendiente.lSi se ha caído en la crisis, bus-

car ayuda rápidamente y hablarlo con la familia. Los más cercanos deben saber exactamente qué es lo que está pasando para poder actuar correctamente, ver el pa-norama más claro y consultar con el profesional adecuado. Cuanto antes se asuma el conflicto, más rápido se saldrá de él.lHacer todo lo que esté a nues-

tro alcance por tener buena salud y bienestar.

He querido hacer énfasis aquí en la problemática que experimentan los hombres al pasar por esta déca-da, ya que existe la creencia de que las mujeres son las que más sufren por la pérdida de la juventud. Se cree que para las mujeres es más difícil asumir y “confesar” su edad. Pero como he expuesto antes, los hombres también sufren por este proceso y ahora se cree que ellos también sufren un proceso similar a la menopausia femenina, al cual los expertos llaman climaterio masculi-no. Se trata de un envejecimiento no sólo sexual, sino físico en general, que en muchos casos se ve acompa-ñado por una crisis de identidad.

Por más que hagamos para no afrontar esta década de los cuaren-ta y las siguientes, a fin de cuentas todo son fórmulas, cuyo objeti-vo –consciente o inconsciente– es espantar el miedo que todos senti-mos a esa amiga inseparable de la vida que es la muerte.

Pero aun sabiendo de antema-no que tenemos la batalla perdida contra esos dos gigantes que son la vida y la muerte, no por ello te-nemos que guardar nuestra mejor arma para luchar. ¿Qué arma?, pues el sentido del humor.

Así que, cuarentones y cuarento-nas, pensar solamente en una cosa:

nosotros somos la suma nada des-preciable de dos veinteañeros, con la diferencia de que les ganamos en sabiduría, claro está, porque, algu-na ventaja tenían que traernos las arrugas, ¿o no?

A fin de cuentas resulta que a ambos géneros este nuevo ciclo –y los siguientes– nos afectan. Se-guramente a las mujeres nos ayuda –ya que nos sirve de terapia– reunirnos y hablar de nuestras pér-didas, así como tratar de entender el nuevo sentido que necesita tomar nuestra vida. Los hombres –que no suelen ser tan afectos a es-tos temas– a veces pasan en silencio estas tormentas, aunque los tiem-pos van cambiando y hoy por hoy los varones han ido rompiendo esta tendencia.

La sabiduría que necesitamos Hay que entender que sólo se cie-rra un ciclo y comienza otro. La clave es disfrutar los logros, mirar el camino andado y encontrarle a cada adversidad un aprendizaje y a cada tema o asignatura una lec-ción de evolución.

Saber que la edad viene acom-pañada de sabiduría. Esa sabiduría que necesitamos para entender que nada es para siempre, incluyen-do la juventud. Esa sabiduría que necesitamos para orientar nues-tra brújula personal a ese lugar al que queremos llegar con concien-cia y no sólo arrastrados por las circunstancias. Esa sabiduría que necesitamos para entender cuál es nuestra misión en la vida y que es-tamos acá exactamente para algo que necesitamos terminar de des-cubrir en esta etapa.

¡Re-encantémonos con la vida, y encontremos nuestra melodía per-sonal para poder danzar en sinto-nía con el universo y aprovechar esta hermosa oportunidad que tene-mos hoy por estar vivos!

La autora es [email protected]

Desarrollo humano

Presencia Apostólica 11

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12 Presencia Apostólica

Si alguien que no co-noce el Evangelio nos hiciera esta pregunta, le podríamos respon-der de manera breve

que el Evangelio es un libro que habla de la extraordinaria irrup-ción en la historia de Alguien que se sentía consciente de ser envia-do de Dios y que, con su vida, sus palabras y acciones, vino a traer a los hombres y mujeres el perdón de sus fallas morales, a liberarlos de miedos y esclavitudes, a curarlos de sus males y a anunciarles que Dios es Comunidad de Amor. El Evangelio habla de la historia de Alguien que vino a enseñarnos que Dios es un Padre amoroso que nos

estimula y ayuda a imitarlo y que, si colaboramos con Él, nos prome-te una nueva tierra y un nuevo cielo: el “Reino de Dios”.

¿Qué significó el Evangelio para Cristo, “Evangelio viviente”?

Significó que, habiendo llegado la “plenitud de los tiempos”, se sin-tiera enviado del Padre y ungido del Espíritu, para anunciar buenas nuevas a los pobres, para dar vis-ta a los ciegos y para liberar a los cautivos y oprimidos.

De ahí que los principales des-tinatarios de la buena noticia del Evangelio sean los pobres, los en-fermos y los pecadores; pero con una condición: deben considerar-

se pobres, hambrientos, enfermos y pecadores. Para ellos eran las curaciones, las promesas, la li-beración; así como para los que se sentían excluidos, oprimidos, insatisfechos con su vida; para los que lloraban y eran persegui-dos por la justicia de los hombres. Jesús tenía gran gozo al anunciar ese Evangelio y al comprobar que su mensaje era captado por los pobres y sencillos. “Yo te bendi-go, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11,25). Al ladrón arrepentido y a la prostituta les prometía el pa-raíso. Se volcaba hacia todos los

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¿Qué significó el Evangelio para Cristo?...

Espiritualidad

Román Ángel Moreno, CMF

y ¿qué significa para mí?

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Espiritualidad

necesitados; se fatigaba y se des-vivía por ellos.

Sabía, además, que había ve-nido a derrumbar el poder del mal y por ello su Evangelio era buena y alegre noticia para quie-nes padecían la influencia del mal: “Pero si por el dedo de Dios expulso yo a los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (Lc 11,20).

Jesús instaba a todos a darse cuenta de su mensaje y presen-cia salvadora: Dichosos los ojos que ven lo que us tedes ven! Porque les digo que muchos pro-fetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron” (Lc 10,23-24).

Pero, ¿qué significael Evangelio para nosotros?

El Evangelio ha transformado la historia de la humanidad; a través de él, muchísimos han encontrado nuevo sentido a su existencia. Por el Evangelio millones de hombres y mujeres han cambiado radical-mente sus vidas, mientras tantos y tantas otras se han gozado en las tribulaciones y han cantado y ala-bado a Dios frente al martirio. Para cuántos no ha bastado una sola fra-se (¿acaso para ti o para mí?) de ese inspirador libro para ¡dejarlo todo y emprender una nueva vida! ¿A cuántos comprender el Evangelio les ha hecho explotar de gozo en lo más íntimo de su ser? ¡Cuánta esperanza ha dado a los tribulados o afligidos en situaciones límite! Y ¡cuánto bien ha hecho a toda la humanidad, proporcionándole sen-tido, meta, fuerza, razón para vivir y dar la vida!

Algo de eso, tal vez, ha signifi-cado para mí anteriormente. Pero, ¿qué significa de hecho ahora? En la película Hermano Sol, hermana Luna, de Zefirelli, el papa Inocen-cio III le pregunta a Francisco de

Asís: “Hermano Francisco, ¿qué deseas de mí?” Y el sencillo funda-dor de los franciscanos le responde: “Santo padre, no pido ninguna otra cosa, sino que nos permita a mí y a mis hermanos vivir según la regla del santo Evangelio.” Enton-

ces el Papa le confiesa: “Francisco, cuando yo era joven como tú, de-seé también vivir según el Evange-lio, pero después mi alto rango y las dignidades me han enmohecido. Pero tú con tus hermanos, ¡ve y vive según la ley del Evangelio!”

¿No nos habrá sucedido quizá también a muchos de nosotros que de tanto haberlo leído, estudia-do, comentado, predicado y re-petido, se nos ha vuelto rutinario?

¿Acaso sus grandes retos no nos tocan ya y su espíritu revoluciona-rio y subversivo no nos mueve de hecho? A pesar de tener el libro en nuestras bibliotecas y de es-cucharlo cada semana, o incluso diariamente, se nos ha hecho cos-tumbre ignorarlo y se nos va vol-viendo el gran ausente de nuestras vidas. ¿Estaríamos dispuestos aho-ra a tomar las decisiones radicales y generosas que tomamos, tal vez, hace años cuando el Evangelio

sonó fresco en nuestros oídos y sacudió todo nuestro ser?

El Evangelio seguirá con su fuerza incontenible convirtiendo a muchos y llegándoles a lo pro-fundo del alma, tal vez en otras la-titudes del planeta no “tradicional-

mente cristianas”. Mientras tanto se seguirá desgastando en otros lu-gares, pues no pocos tratan de “do-mesticarlo”, según sus intereses.

La buena noticia de Jesús toda-vía espera ser escuchada y aprove-chada al máximo. La escandalosa carencia de frutos en muchos luga-res donde ha caído la semilla nos está hablando de ello. Esto cier-tamente no es por falta de fuerza en sí mismo, tampoco por falta de

intención de parte de Cristo, sino por la débil y, a veces insignifican-te, asimilación nuestra.

El Evangelio será verdadera ale-gre noticia, hasta que lo sea para todos, para los que lo escuchan y para los que lo predican, para los cercanos y para los lejanos. Qué bien decía una vez García Lorca: “El día en que el hambre haya sido extirpada de la tierra habrá una gran explosión espiritual como el mundo no la ha visto”.

“¿Acaso los grandes retos delEvangelio no nos tocan ya y su

espíritu revolucionario y subversivo no nos mueve de hecho?”

“A pesar de tener el libro en nuestras bibliotecas y de escucharlo cada

semana se nos ha hecho costumbre ignorarlo y se nos va volviendo el gran ausente de nuestras vidas.”

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Aquella noche, sin avisar a nadie, subió a su góndola privada y guiado por el ex-perto gondolero fue directamente hasta la iglesia de san Giorgio degli Schia-voni, atravesando diversos canales de

su Venecia natal. Era ya tarde cuando la góndola se detenía en un embarcadero cercano a la tradicional iglesia. Al bajar le dijo a su fiel sirviente que fingiera marcharse, pero que regresara en diez minutos, pues de seguro ya todo estaría resuelto. También le dijo que, si él no aparecía en esos diez minutos, se fuera rápido de regreso a la casa, y que no le dijera a nadie dónde había estado esa noche.

No había nadie en el embarcadero y sólo se oía el golpe de su bastón y el arrastrar de sus pies sobre el empedrado, así como el remar del gondolero apartán-dose de prisa del muelle. Después de caminar algu-nos metros, lo descubrió. Ahí estaba. De pie, frente a la entrada principal de la iglesia, tal y como se había acordado el día del desafío, cuando el Comendador de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni ha-bía abofeteado con un guante carmesí al Marqués de Mantua. Al verlo acercarse cojeando entre la oscuri-dad de la noche, el hombre que estaba de pie frente a la iglesia, dejó caer la gran capa negra con capu-cha que lo cubría y sacó velozmente su espada, que brillaba amenazante reflejando las tímidas luces de aquella noche. Nuestro hombre se detuvo a distancia al ver tan amenazante gesto, y casi no tuvo tiempo de reaccionar, pues el comendador se abalanzó sobre él empuñando la terrible espada, confiando en que la edad y la torpeza del Marqués no podrían esquivar su

embestida mortal. Nuestro hombre, contrariamente a lo que el otro pensaba, ayudado por la oscuridad y sus rápidos reflejos, esquivó el golpe y pudo dar-se maña para hacer caer con su bastón al enemigo, quien soltó la espada, que rebotó sonoramente contra el empedrado, mientras él rodaba estrepitosamente por el suelo. Cuando el Comendador intentaba le-vantarse, nuestro hombre se le acercó velozmente, y dándole un fuerte puntapié lo dejó sin sentido, tendido en el empedrado. Posteriormente le quitó el anillo que llevaba en la mano derecha y la insignia que colga-ba de su cuello: la cruz bizantina del Gran Comenda-dor de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni. Después arrojó encima de él, el guante carmesí con el que públicamente lo había abofeteado, provocado este desafío, y se marchó a toda prisa, pues por las calles cercanas a la iglesia se empezaba a oír ruido de gente. De seguro serían los cofrades de la Herman-dad de san Giorgio, que venían a presenciar el duelo, aunque llegaban tarde, pues ya todo había terminado, con la gran afrenta puesta ahora en el terreno de los de san Giorgio, pues su gran Comendador se quedaba tendido en el suelo, sin el valiosísimo anillo de rubí y sin la gran cruz bizantina, que encerraba un gran misterio según decía el pueblo.

Cuando nuestro hombre llegó al embarcadero ya lo estaba esperando el fiel siervo, y a toda prisa se marcharon, viendo cómo las calles aledañas a la igle-sia se iban llenando de gente con antorchas. Cuando ya estaban muy lejos de la orilla pudieron oír el grite-río de los miembros de la hermandad, que de seguro ya habían descubierto a su Comendador postrado en

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Historia para meditar

Dueloen Venecia

(Una escena de Canaletto) Enrique A. Eguiarte, OAR

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el suelo, con algunas contusiones, pero sobre todo, sin el anillo y la cruz. La única pista para saber que no había sido un robo, era el guante carmesí con el que el Comendador había abofeteado al Marqués en la cena del Gran Dux de Venecia la semana pasada, con motivo del carnaval. Todo pues apuntaba a una venganza del Marqués.

Ya en la góndola nuestro hombre le dijo a su criado:—Pensé que el Comendador era un hombre más

prudente, pero el deseo de venganza y su soberbia lo han perdido.

—Sí –dijo el criado– y ahora le queda una triple afrenta muy merecida: el haber sido derrotado en el duelo, el quedar vivo para vivir la vergüenza y el ha-ber perdido la cruz de la Hermandad.

Ágilmente, la góndola se perdió entre la oscuri-dad de los canales.

A la mañana siguiente, una nutrida comisión de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni atavia-da con su llamativo hábito rojo carmesí con capucha blanca y una gran cruz blanca sobre el pecho, se pre-sentó en el Palacio Ducal de Venecia. Al saber de su presencia, el Dux decidió recibirlos para evitar que pudieran causar algún escándalo, pues tenían muy mala fama. Así pues, el numeroso y llamativo grupo entró en la amplia sala de audiencia. Después de los saludos protocolarios, el Dux les preguntó:

—Díganme, señores, ¿qué asunto es el que los trae a mi presencia?

El alférez de la hermandad fue el que tomó la pa-labra y dijo:

—Su excelencia, hemos venido a denunciar ante usted el abuso que el Marqués de Mantua llevó a cabo ayer con nuestro Comendador Mayor.

Como usted sabe, la semana pasada, en la fiesta que usted ofreció en este su palacio, hubo una fuerte discu-sión entre el Gran Comendador de nuestra Hermandad y el Marqués de Mantua, y el Comendador abofe-teó y retó a duelo al Marqués, arrojándole finalmente el guante carmesí con el que lo había abofeteado.

Y el alférez sacó de entre sus ropas el guante carmesí para mostrárselo al Dux. Después siguió diciendo:

—Ayer por la noche era la cita y el Marqués en lu-gar de portarse con honor, sabiendo que en los duelos lo que está en juego es la vida, sólo golpeó al Comen-dador en lugar de matarlo, y además se apoderó de su valioso anillo de rubí y sobre todo de la gran cruz bizantina del Comendador de la Hermandad de San Giorgio degli Schiavoni.

Cuando el Dux les pensaba decir algo, el alférez siguió diciendo:

—Nuestra presencia esta mañana es para pedirle

a usted que comprenda la situación en la que se en-cuentra nuestra Hermandad sin esa cruz, que es la mayor insignia y representa nuestro honor desde hace siglos, y que le pida al Marqués que la devuelva.

El Dux de Venecia se quedó un momento en silen-cio y una vez más el alférez volvió a tomar la palabra:

—Su excelencia, si usted no nos hace justicia, tendremos que ir a recuperar la cruz por la fuerza.

El Dux se levantó con enfado y dijo gritando con gran enojo:

—¡Agradezcan que soy un hombre que ama la paz, de lo contrario, en estos momentos los haría apresar a todos y los enviaría a remar a las galeras por el resto de sus vidas! En este palacio no se acepta a nadie que venga con amenazas. ¿No les parece que el Marqués ha pagado bien las insolencias del Comen-dador Mayor? ¿No ven que quien provocó todo esto fue el Comendador y que el Marqués sólo se estaba defendiendo? El Marqués podía haber perdido la vida esa noche, y como caballero que es y buen cristia-no, pues lo conozco, respetó la vida del Comendador para darle la oportunidad de que se convirtiera de su vida desordenada. El detalle de haberse apoderado del anillo y de la cruz debe tener algún significado…

Guardó silencio por un momento que a todos les pareció infinito, pues al oír los gritos del Dux, la guardia de palacio había acudido en tropel. En un instante ya rodeaban a los de la hermandad, dispues-tos a cargar contra ellos a una sola orden del Dux.

El Dux se sentó, levantó la mano y con un gesto autoritario, les dio la orden a los miembros de su guar-dia personal de que salieran y ocuparan de nuevo sus puestos. Los miembros de la Hermandad de san Gior-gio respiraron aliviados. El Dux dijo entonces:

—Este asunto tenemos que terminarlo por la vía de la paz, pues sólo la paz traerá paz, ya que las terri-bles compañeras de la violencia son el odio, el ren-cor, la venganza y la muerte; no quiero que ninguna de ellas se apodere de nuestra república. Yo mismo, mañana por la mañana zanjaré la cuestión.

El Dux se levantó y salió de la sala de audiencias. Los de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni también se dieron prisa en salir, pues como no eran hombres de palabra, ni sinceros, tenían miedo de que el Dux les estuviera tendiendo una trampa, y como todos los que hacen el mal, creían que todos eran tan malos como ellos. Una vez que estuvieron en la calle, urdieron un plan para la entrevista del día siguiente.

Por su parte el Dux mandó sendos citatorios tanto al Comendador como al Marqués para el día siguiente.

Al salir el sol toda la ciudad de Venecia estaba pen-diente de lo que iba a pasar en el Palacio Ducal. Antes

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de que el reloj de la catedral de San Marcos diera las nueve, hizo su entrada la comitiva del Marqués, con el viejo y tullido Marqués a la cabeza. Después de ellos, entró la comitiva del Comendador, vestidos to-dos con sus vistosos hábitos rojos con capuchas blan-cas y con una cruz también blanca en el pecho.

Los dos bandos estaban en dos extremos de la sala de audiencia. Ambos grupos eran estrechamen-te vigilados por los guardias. Cuando sonó la última campanada que anunciaba las nueve en el reloj de la catedral de san Marcos, entró el Dux, y después de subir los tres escalones del estrado en donde se encontraba su sede, se sentó y dijo:

—Quiero que se acerquen al centro de la sala el Comendador de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni y el Marqués de Mantua.

Ambos lo hicieron. El Comendador caminaba len-tamente por las contusiones de la caída de la noche del duelo. El Marqués también se acercó lentamente cojeando y arrastrando los pies, como era lo propio de él. Una vez que estuvieron frente a frente, el Co-mendador echaba chispas de odio por los ojos, y si le hubieran dejado, se hubiera lanzado contra el Mar-qués para quitarle la vida; tanto era su odio.

El Marqués, por su parte, no perdía la serenidad. Era un hombre muy anciano, y de joven había parti-cipado en muchas batallas, por lo que estar cerca del enemigo no le inspiraba miedo. El Dux dijo:

—Ordeno, que el Marqués de Mantua le devuelva al Gran Comendador el anillo de rubí y la gran cruz bizan-tina de la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni.

Cuando el Comendador oyó estas palabras se lle-nó de una insana alegría y sonreía triunfante. El Mar-qués dijo con humildad:

—Su excelencia, si tuviera en mi poder ambas co-sas, se las devolvería al Comendador, pero yo no las tengo, ni tengo la más remota idea de quién las pue-da tener.– Y guardó silencio.

El Comendador cambió la alegría por una gran cólera y comenzó a gritar mientras casi se abalanza-ba sobre el Marqués:

—¡Mientes! ¡Tú me las robaste la noche del duelo! ¡Devuélvelas, cobarde, o te juro que…!

—¡Basta! –gritó con autoridad el Dux– El Marqués dice la verdad, él no tiene esas joyas. Las joyas las tengo yo.

Y ante la admiración de todos entró el fiel gondole-ro del Dux llevando en un cojín blanco ambas joyas, el anillo con el rubí y la cruz bizantina, y en la mano un bastón y una peluca blanca, los elementos que el Dux había utilizado para hacerse pasar por el Marqués la noche del duelo. El gondolero subió las escaleras del estrado y se colocó junto al Dux mostrando a todos

las joyas y los demás objetos. El Dux dijo:—Al saber que iba a haber un duelo, quise evi-

tar el derramamiento de sangre, pero también quise aprovechar la oportunidad para conocer más de cerca a la Hermandad de san Giorgio degli Schiavoni, pues se les atribuían muchos crímenes, robos y atrocida-des que no se habían podido comprobar. Así que una noche mi fiel gondolero robó el guante carmesí de la casa del Marqués, sabiendo que el Marqués, como persona de paz, no acudiría al duelo. Así, la noche de la cita, fui yo quien fingí ser el Marqués, simulando al caminar la cojera que lo aqueja y que es por todos co-nocida. Yo fui también quien le quitó al comendador el anillo de rubí y la gran cruz bizantina.

Con la cruz en mi poder pude comprobar que esta era la llave de una puerta oculta detrás del cuadro de san Agustín en la Iglesia de san Giorgio degli Schia-voni, tal y como lo dice la inscripción del anillo: Sub Aug. Ep. Hipp (o sea detrás de Agustín, obispo de Hi-pona). Ahí pude darme cuenta de que ese era el lugar donde la hermandad escondía los frutos de sus robos y rapiñas: joyas, oro y muchas riquezas. Por todo ello, la República de Venecia declara abolida la Herman-dad de san Giorgio degli Schiavoni. Todos sus miem-bros serán arrestados y serán llevados a prisión hasta que se juzgue a cada uno según sus delitos.

Mientras el Dux decía esto, los guardias del pa-lacio ducal encadenaron a todos los miembros de la Hermandad que estaban ahí presentes. Y mientras les colocaban las cadenas, vieron entrar al capitán de la guardia del Dux:

—Su excelencia ya hemos cumplido nuestra labor.El Dux hizo una señal con la mano y entró en la sala

otro grupo grande de la Hermandad de san Giorgio con las manos aherrojadas con cadenas. El Dux dijo:

—Estos son también parte de esta hermandad. Es-taban apostados en las afueras del palacio esperando el final de este juicio para tender una emboscada al Marqués y a toda su comitiva, una vez que les hubie-ra devuelto el anillo y la cruz.

El pueblo de Venecia aquella mañana echó las campanas al vuelo pues la astucia del Dux les había librado de la banda más peligrosa de malhechores y asesinos, que actuaban escudados tras las aparien-cias de la piedad y la santidad.

Al Comendador le perdió su soberbia y su impa-ciencia. A los miembros de la hermandad, su impun-tualidad… El Dux de Venecia fue inmortalizado en un retrato hecho por Giovanni Bellini, que se conser-va hoy en la National Gallery de Londres, en donde el Dux luce la ropa que llevaba aquel día solemne, incluido su típico gorro.

Historia para meditar

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Presencia Apostólica 17 Presencia Apostólica 17

Teléfono abierto

Jesús no sólo quiso quedarse Él mismo en persona como compañía, sino que al decirnos que el pan y el vino consa-grados son su cuerpo y sangre rea-les se está entregando como alimen-

to. Esto significa que Él es nuestro vigor, nuestra fuerza, nuestra transformación.

Humano totalmenteEse Jesús que ahora nos transforma, como todos los hombres comenzó una existencia terrena en el seno de una mujer. En el seno de una mujer fue concebido y se desarrolló como ser humano has-ta su nacimiento. Nació como todos los hombres, niño impotente y dependiente por completo de los cuidados de sus padres. Alimentado y cuidado por su madre, creció en este mundo. Sus manos empezaron a tocar, a buscar. Esas manos exten-didas para tocar el mundo circundante, encon-traban sobre todo a su madre. Se abrió a la vida gracias a los cuidados y al amor de su madre.

Estas consideraciones tal vez nos den una ex-plicación de por qué en la cruz, antes de expirar dijo a Juan el Evangelista: Ahí tienes a tu madre. El texto sagrado agrega que Desde ese momento el discípulo se la llevó a su casa (Jn 19,27-28). Con las primeras palabras dichas a Juan, María quedó constituida Madre de los creyentes.

Espitualidad marianaEl creyente laico que recibe a María en su casa, igual que Juan, tendrá en su vida paz interior y de-voción sencilla y sana porque no tiene el corazón endurecido ni amargado, como puede estar el que se siente huérfano y desamparado de madre. Todo esto significa que María es otro pilar importante de nuestra espiritualidad de laicos.

A ella podemos acudir para que nos enseñe a modelar nuestro corazón como lo hizo con su Hijo y nos acompañe toda la vida como también lo hizo con Jesús hasta la Cruz

Cuanto se diga al respecto no significa en modo alguno que estamos abandonando nuestra posi-ción cristocéntrica. Cristo es para nosotros Alfa y Omega, Principio y Fin. En Él veremos el modelo a imitar para llegar al Padre; Y siempre podremos de-cirle: ¿A quién iremos si sólo tú tienes palabras de vida eterna? (Jn 6,68). Pero la bienaventurada Vir-gen María formó el corazón de Jesús en la piedad que manifestó de joven y de adulto, en el respeto a la mujer que Cristo siempre tuvo con todas las mu-jeres con quienes trató: la adúltera, la Magdalena, la viuda de Naím, las hermanas de Lázaro..., en la decisión de cumplir la voluntad del Padre. Todo esto se lo estaremos solicitando a la Virgen para que también lo forme en nuestros corazones.

Servir: virtud mariana por excelenciaEn fin, también estaremos tratando de imitar sus virtudes: servir, como lo hizo con su prima Isa-bel, confortar, como lo hizo con los apóstoles después de la Resurrección, en la aceptación de la voluntad de Dios, como lo hizo cuando le anunció el Ángel que sería Madre del Salvador: Hágase en mí, según tu palabra.

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Presencia Apostólica 17

Nació de Santa María VirgenErnesto Bañuelos C.

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18 Presencia Apostólica

Uno de los problemas más agudos que está padeciendo nuestra patria es la situación de inseguridad. Se

ha evidenciado la incrustación orgánica del crimen organiza-do en la sociedad, en niveles que no sospechábamos, co-rrompiendo las instituciones y degradando la gobernabilidad con la impunidad y complici-dades de muchas autoridades. El combate frontal que em-prendió este gobierno provocó pugnas entre los cárteles, con la saña y crueldad propias de un salvajismo primitivo. Esta situación tiene graves conse-cuencias en la población: más de 40,000 homicidios (muchos de ellos con signos de terribles torturas), 10,000 desapareci-dos, secuestros, “levantados”, narcofosas, descomposición del tejido social, trata de per-sonas, ciudades que se vacían, negocios en quiebra, regiones enteras en las que el Estado deja de gobernar, etc. Pese a autocensura de la prensa te-merosa, la población expresa ya su hastío y exige el cambio de estrategia en este combate. De lo que se trata es de pa-sar de una concepción de “se-guridad pública”, con modali-dad militarista –abocada a que el Estado recupere el monopo-lio de la violencia y la indispen-sable soberanía nacional–, ha-cia otro enfoque de “seguridad de los ciudadanos”, de modo que el Gobierno dé prioridad a la protección civil.

Un catalizador de esta incon-formidad de la sociedad lo re-presenta el movimiento desen-cadenado por Javier Sicilia, aunque é l expresa que no pretende ser su caudillo. Gol-peado certeramente por el ase-sinato de su hijo Juan Francis-co, es canal de expresión de numerosas víctimas civiles ino-centes, caídas en esta “guerra”, y que son consideradas, fría e insensiblemente, como “daños colaterales”. Ya poco tiempo antes, algunos caricaturistas, encabezados por Eduardo del Río (“Rius”), habían difundido un ingenioso logo con el clamor de “No más sangre”. Emerge nuevamente la sociedad civil, o sea, ciudadanos que se or-ganizan espontáneamente, al margen del Gobierno y de sus aparatos, así como de los par-tidos políticos. Reiteradamente suelen aparecer movimientos cívicos semejantes, a veces espontáneamente –como fue la movilización inmediatamen-te después del terremoto de 1985 en la Ciudad de México–, o a veces motivados por algu-na personalidad carismática, como las recordadas movili-zaciones de Salvador Nava en San Luis Potosí, la de He-berto Castillo, la de Manuel J. Couthier, etc. La sociedad civil, empero, no deja de ser un poco gelatinosa, es decir, “hay de todo” y posee distintas tenden-cias ideológicas; pero se unen en torno a a lgo que quie-ren en común. En este caso, son más de 250 organizacio-

nes sociales, aparte de grupos y personas individuales que se han unido en este hartazgo.

Javier Sicilia es partidario de la No-Violencia Activa, aquella que inspiró a Mahatma Ghandi, a Martín Luther King o a Lan-za del Vasto (mentor preferido por el líder). Esta actitud trata de vencer el miedo, como sen-timiento paralizante, y ponerse en movimiento. Nos presenta-mos vulnerables, expuestos a la represión y renunciando a la violencia defensiva; pero al mis-mo tiempo, atacamos la con-ciencia del agresor, para qui-tarle aquellas pantallas con las que justifica su agresión. Sicilia tiene palabra fuerte, pues es poeta. Congruente y respon-sable, su voz ha sido respal-dada por muchas otras voces que habían sido acalladas por el temor. El dolor por su “Jua-nelo” fue inmenso, pero supo convertirlo en el detonador de un estado social compartido, compuesto de rabia e impo-tencia colectivas, así como del convencimiento de que es po-sible otra forma de afrontar el problema. Sicilia es cristiano, y se inspira en lo dicho por Je-sús, cuando declara que son los “no-violentos” (los mansos, según cierta traducción bíblica) y no los violentos, quienes “po-seerán la Tierra”. Sabe que hay momentos en los que debe ponerse la mejilla izquierda (no la derecha, que se da con el dorso en señal despectiva, sino la izquierda, expuesta a la bofetada con la palma abier-

Enrique Marroquín, CMF

k Fe y vida

El Pacto de Juárez

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Presencia Apostólica 19 Presencia Apostólica 19

ta); de entregar la túnica a quien pelea el manto; la que carga las armas del romano dos kilómetros, y no uno, como tenía “dere-cho” a coaccionar cualquier soldado romano, justamen-te para hacer patente la agre-sión y deslegitimarla.

Como tantos otros, Sicilia está harto. Apela en primer lugar, a la conciencia de los “barones de la droga”, para que ten-gan una mínima sensibilidad, la de respetar, como se hacía an-tes, al menos los “códigos de honor”, sin exacerbar cruel-dades innecesarias y contra-producentes. También critica, en general a la clase política y a la manera concreta como la autoridad está afrontando esta lucha, criminalizando muchas veces a las víctimas mismas, al dar a entender que se trata de delincuentes muertos por sus vínculos con el hampa. Las fuerzas armadas mismas, preparadas para condiciones de guerra, ocasionan muer-tes de civiles (los habitantes norteños afirman temer más al ejército que a los delincuentes). Muchos de aquellos millares de asesinados –dice el poeta– lo fueron tres veces: por el homi-cidio propiamente dicho, por su criminalización y por las fo-sas comunes... muchos otros han sufrido atropello en sus derechos civiles o han tenido que enfrentar la indiferencia de algunos funcionarios. Por su in-sensibilidad e ineficacia, la falta de investigación, la impunidad

y la descalificación. Atacar la violencia con más violencia es entrar en una espiral de violen-cia, que engendra siempre más y más. Se precisaba entonces la intervención de otro nuevo sujeto, justamente la “socie-dad civil”, para buscar creati-vamente nuevos caminos. Por supuesto, nadie pide, como se le atribuye al movimiento, algún inminente regreso del ejército a sus cuarteles (el Estado se estaría dando por derrotado). Pero exigen que se vaya apun-tando hacia ese objetivo, acele-rando el paso y dentro de una solución más clara e integral.

Después de la multitudi-naria marcha del 6 de abril, la marcha del 8 de mayo desde Cuernavaca al Zócalo de la Ciudad de México, se organizó la Caravana de la Consolación, recorriendo aquellos lugares em-blemáticos de violencia crimi-nal, para llegar a Ciudad Juá-rez, el epicentro de la violencia en nuestro país, donde se formalizó un pacto. No hacen crítica destructiva, sino que se proponen ser constructivos. Así, hacen sugerencias con-cretas y viables, para el adve-nimiento de un nuevo camino de paz con justicia y dignidad. Exigen esclarecer los hechos, empezando por algunos casos

emblemáticos (como el del propio hijo de Sicilia), y res-catar la memoria (poniendo nombres de las víctimas en placas en las plazas). Pro-ponen una reforma cons-titucional en derechos hu-

manos y la protección de los defensores de tales derechos, así como la de los periodistas. Afirman que se mantendrán alerta para impedir que pase una Ley de Seguridad sin ha-ber sido antes discutida y es-tudiada por la misma sociedad civil, evitando que se concul-quen garantías individuales.

Exigen también, para com-batir la corrupción y la impu-nidad, que se elimine el fuero para los legisladores y funcio-narios de los tres órdenes de gobierno, en materia de delitos comunes o de vínculos con el crimen organizado. Exigen que se combata frontalmente el la-vado de dinero y que se hagan públicos los nombres más con-notados. Propugnan un enfo-que integral de la violencia que atienda mejor a los jóvenes, en estudios y empleo, de modo que se destine a esto en la mis-ma proporción de lo destinado a las fuerzas armadas. Exigen mayor democracia participati-va, representativa y comunica-tiva. Demandan un diálogo constructivo con el Gobierno en todos sus niveles y las distintas fuerzas políticas del país.

El movimiento significa un aire refrescante y esperanzador para salir de esta atroz situa-ción que padecemos.

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k Fe y vida

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20 Presencia Apostólica

Julio 3DomingoMt 11,25-30

(…) Jesús exclamó: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cie-lo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sen-cilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.

El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.

Vengan a mí, todos los que están fatigados y ago-biados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi

yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy man-so y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera.”

La preferencia por la gente humilde y sencilla es un rasgo muy propio de Jesús. En contraste, nosotros vivimos en un mundo donde los poderosos son los atractivos y la mayoría de la gente se desvive por estar cerca de ellos. Jesús nos llama a los que vivimos ago-biados por alguna carga y nos ofrece una enseñanza verdadera que nos liberará y nos dará descanso.

¿Por qué será que Dios prefierea los humildes y sencillos?

De la Palabra a la acción De la Palabra a la acción

LaPalabra julio-agosto

* Cuando no se reproduce el texto de la lectura(por razones de espacio), se invita a leerlo

en la cita bíblica.

Julio 10DomingoMt 13,1-23

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una bar-ca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:

“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arro-jando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchita-ron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofoca-ron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga.” (…) *

El Evangelio nos dice que tenemos la misión de ser la buena tierra en la que pueda germinar la semilla de la Palabra. Si cumplimos con esta misión todo un proceso productivo de vida se desarrollará a partir de esa semilla; pero no olvidemos que la semilla es la Palabra y es en sí misma poderosa. Tomemos por ejemplo a esas plantitas cuya voluntad o misión de ser vida nos sorprende cuando las vemos nacer y cre-cer en las situaciones menos propicias: en una grieta en el concreto, a la mitad del muro de un puente o en el borde alto de un antiguo edificio. Así se abre paso la Palabra para dar vida donde menos lo esperamos.

¿Confiamos en el poder de lassemillas de la Palabra de Dios?

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Presencia Apostólica 21 Presencia Apostólica 21

Julio 17DomingoMt13, 24-43

(…) Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: “El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del due-ño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuan-do crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.

Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: «¿Señor, qué no sembraste buena semilla en tu cam-po? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?» El amo les

respondió: «De seguro lo hizo un enemigo mío.» Ellos le dijeron: «¿Quieres que vayamos a arrancar-la?» Pero él les contestó: «No. No sea que al arran-car la cizaña arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuan-do llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero.»”

Luego les propuso esta otra parábola: El Reino de los cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, lle-ga a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas.”

Les dijo también otra parábola:“El Reino de los cielos se parece a un poco de leva-

dura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar.” (…) *

Es interesante destacar la pregunta de los trabajadores en relación con la cizaña: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” y la respuesta del amo: “No. No sea que al arrancar la cizaña arranquen también el trigo...”

A través de esta comparación con el trigo y la ci-zaña Jesús nos enseña a ser tolerantes con los errores de los demás y aun con nuestros propios defectos. Nos invita a concentrarnos más en ser buena semilla y no en juzgar. Nos enseña a no tener prisa de juz-gar, pues corremos el riesgo de equivocarnos.

También queda claro que aquel que se complace en la propia conducta y que juzga y desprecia a los demás no es un auténtico cristiano.

¿Has sentido prisa en deshacertede “la cizaña” o la “mala hierba” al ver

los errores de los demás?

De la Palabra a la acción

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Julio 24DomingoMt 13,44-52

(…) Jesús dijo a sus discípulos: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un cam-po. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.

El Reino de los cielos se parece también a un co-merciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.

También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pesca-dores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiem-

pos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.

“¿Han entendido todo esto?” Ellos contestaron “Sí.” Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba ins-truido en las cosas del Reino de los cielos es se-mejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas.”

Las parábolas de hoy comparan el Reino de Dios con un tesoro que debemos buscar y valorar y que vale más que todo lo que tenemos. Se trata de un tesoro que contiene “cosas nuevas y cosas antiguas” y del cual podemos ir sacando y compartiendo mucha sa-biduría para nuestra vida.

¿Estás valorando tu fe comoun verdadero tesoro?

De la Palabra a la acción

Julio 31DomingoMt 14,13-21

(…) Al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desem-barcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.

Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discí-pulos a decirle: “Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer.” Pero Jesús les replicó: “No hace falta que vayan. Denles uste-des de comer.” Ellos le contestaron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados.” Él les dijo: “Tráiganmelos.”

Luego mandó que la gente se sentara sobre el pas-to. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mi-rando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los dis-tribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.

Con el gesto generoso y sincero de compartir con to-dos lo mucho o lo poco que se tiene, Jesús enseña a

sus discípulos y a nosotros a hacer realidad el Reino Dios. En Jesús la compasión conduce a la acción, él se compadece y enseguida cura y alimenta. No sirve de nada limitarse a decir ¡pobre gente!

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Agosto 7DomingoMt 14,22-33

(…) Inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subie-ran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mien-tras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.

Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua se espantaron y decían: “¡es un fantasma!” y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: “Tranquilícense y no teman. Soy yo.”

Entonces le dijo Pedro: “Señor, si eres tú, mán-dame ir a ti caminando sobre el agua.” Jesús le contestó: “Ven.” Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sen-tir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: “¡Sálvame, Señor!” Inmediata-

mente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe. ¿Por qué dudaste?”

En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús diciendo: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.”

Todos de una u otra forma experimentamos el mie-do, ya sea al fracaso, a la soledad, a la enfermedad, a la violencia… Ante estos miedos contamos con la presencia del Señor que nos dice con claridad: ¡No teman, yo estoy con ustedes! El Señor no resolverá nuestros problemas como si fuera un mago, pero sí nos acompaña solidariamente y con la presencia del Espíritu Santo nos ofrece sabiduría y fortaleza para salir adelante.

La persona miedosa no alcanza a ver la vida con claridad –los discípulos por miedo pensaban que Jesús era un fantasma–. El miedo no reco-nocido ni vencido es el principal obstáculo para seguir a Jesús.

¿Por qué no es posible tener fe ytener miedo al mismo tiempo?

De la Palabra a la acción

Agosto 14DomingoMt 15,21-28

(…) Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuen-tro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente ator-mentada por un demonio. Jesús no le contestó una sola palabra, pero los discípulos se acerca-ban y le rogaban: “Atiéndela porque viene gri-tando detrás de nosotros.” Él les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel.”

Ella se acercó entonces a Jesús, y postrada ante él, le dijo, ¡Señor, ayúdame!

Él le respondió: No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos.” Pero ella replicó: Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas.” Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

Nosotros necesitamos una fe perseverante sin que esto se confunda con la terquedad. Una de las cualidades de la fe debe ser la perseverancia. La mu-jer de la lectura nos muestra esta virtud de ma-nera sorprendente, pues habiendo descubierto en Jesús la presencia de Dios no desiste de pedir su ayuda a pesar de los obstáculos y negativas que obtuvo al principio del mismo Jesús. El final de la historia nos muestra que el Señor que ve lo pro-fundo de los corazones no rechaza nunca una fe humilde y perseverante.

¿Qué tan sólida es nuestra feen Jesús?

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24 Presencia Apostólica

Agosto 21DomingoMt 16,13-20

(…) Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Fili-po, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respon-dieron: Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros que Jeremías o alguno de los profetas.”

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Simón Pedro tomó la Palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo.”

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos. Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edi-ficaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no preva-lecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.”

Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

Jesús nos recuerda hoy que su Iglesia está fundada sobre una cabeza humana para realizar el servicio de unidad y autoridad. Dios se vale de hombres, limitados e imperfectos, para realizar su obra de salvación. Por otra parte Jesús concibe la autoridad como un servicio, no como un privilegio. Este servi-cio de autoridad es necesario y se lo ha confiado a Pedro, cabeza visible de la Iglesia, para que exista la unidad. Esto vale para la Iglesia universal en la que el Papa desempeña este oficio pero esto también vale para la Iglesia diocesana, parroquial y familiar. Jesús nos invita a trabajar por el Reino de Dios en unidad y compromiso diario edificado sobre Pedro.

¿Cuál es mi relación con las autoridades con las que colaboro?•¿Qué beneficios

encuentro; qué dificultades tengo?¿Cómo trato de superarlas?

Comentarios elaborados por Alejandro Cerón Rossainz, CMF y Marisol Núñez Cruz.

Agosto 28DomingoMt. 16,21-27

(…) Comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén

Para padecer allí mucho de parte de los ancia-nos, de los sumos de sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, di-ciéndole: “No lo permita Dios Señor, eso no te pue-de suceder a ti. Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: ¡Apártate de mí Satanás y no intentes hacerme trope-zar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!”

Luego Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí la en-contrará ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo en-tero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cam-bio para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y en-tonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras.

Jesús ha puesto a Pedro como cabeza visible de la Iglesia y hoy nos muestra que eso no obsta para que sea reprendido con severidad por su debilidad, aun-que no le quita la grave responsabilidad que le había confiado. Hoy se toca un punto importante: la auto-ridad de la Iglesia, no por serlo está exenta de fallas. Las fallas de la cabeza repercuten en el cuerpo. ¿Qué hacer cuando una situación así se produce en nuestra Iglesia actual? El espíritu cristiano nos pide encon-trar caminos de solución. El amor a la Iglesia toda, a los fieles y al pastor mismo, así lo pide. Sírvanos de brújula orientadora que el amor debe ser el im-pulso fundamental que nos lleve a la corrección. No la impaciencia, ni el rencor, ni la envidia, ni nuestros intereses egoístas. Si no es el amor lo que nos impulsa, seguramente será mayor el daño que causemos que el que tratamos de remediar.

¿Estarías dispuesto, por amor, a hacerle notar sus fallas a quien es cabeza oautoridad, en caso de necesidad?

De la Palabra a la acción

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Presencia Apostólica 25

MISIONEROS CLARETIANOS

ATENDIENDO TU VOCACIÓN

TEMPLO DEL SEÑOR DE LA SANTA VERA CRUZPortal 20 de Noviembre 113, Zona Centro,Toluca Edo. de México(722) 2-15-47-33

TEMPLO DE SAN ANTONIO MARIA CLARETCuauhtémoc 939,Col Narvarte,México, D.F.55-43-27-66 y 56-69-15-59

PARROQUIA DEL PURÍSIMO CORAZÓN DE MARÍAGabriel Mancera 415,Col del Valle,México, D.F.55 23 52 25 y 55 43 20 90

TEMPLO DE SAN HIPÓLITOZarco 12, Col Guerrero,México, D.F.55-10-47-96 y 55-21-38-89

CENTRO DE PASTORAL VOCACIONALP. Rogelio Carmona Núñez, CMF

[email protected]

Tu trabajo hacela diferencia

Si deseas ofrecer parte de tu tiempo a la acción solidaria y gratuita en los campos: pastoral, educativo, cultural, salud y cui-dado del medio ambiente, contáctanos.

Voluntariado de la Liga Nacionalde San Judas Tadeo

Templo de San Hipólito, México, D.F.Tel. 55187950

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26 Presencia Apostólica

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Presencia Apostólicate ofrece un menú variado y

nutritivo para crecer y compartir.

¿Con qué estásalimentando a tu espíritu?

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