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Los retos de la cultura.1 enero, 2000.Javier Gutirrez Vicn.

LOS RETOS DE LA CULTURA

POR JAVIER GUTIRREZ VICN

Cmo racionalizar el mercado de los derechos de propiedad intelectual? Cmo orientar los esfuerzos pblicos y privados para que la cultura no pierda piso en una economa de mercado? Este artculo responde a esas interrogantes.

1. La conexin entre sociedad y cultura la describe Kroeber con estas palabras: La cultura es un producto especial y exclusivo del hombre y es la cualidad que lo distingue del cosmos. La cultura es a la vez la totalidad de los productos del hombre social y una fuerza enorme que afecta a todos los seres humanos, social e individualmente.

La cultura da sentido a la realidad, siendo lo simblico el eje central de la cultura. Pero, tambin, la cultura constituye una fuerza de enormes proporciones en lo social. Tanto como elemento integrador influyendo decisivamente en los aspectos relativos a la cohesin social, cuanto como Javier Gutirrez Vicn. Abogado. Director General de VEGAP, la entidad que gestiona los derechos de autor de los creadores visuales en Espaa y de la Fundacin Arte y Derecho de Espaa que colabora con la Organizacin Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) en el desarrollo de un proyecto para la promocin de entidades de gestin colectiva de los creadores visuales en Amrica Latina. Gran motor impulsor de los movimientos transformadores de la realidad social.

En lo social, la importancia de lo poltico y de lo econmico ha marcado las pautas, a la hora de determinar las grandes transformaciones sociales.

As, la gran revolucin poltico-econmica que supuso la aparicin de la agricultura ejerci una enorme transformacin en la sociedad en todos los aspectos y, naturalmente, en lo cultural.

Este ha sido, tambin, el caso de la denominada Revolucin Industrial que, movida por los vectores econmicos y polticos que conlleva la industrializacin, ha supuesto una enorme transformacin social, generndose un flujo, de doble direccin, de influencias recprocas con lo cultural.

Pero desde hace apenas dos dcadas slo estamos asistiendo a un proceso de cambio social que presenta, al menos, las mismas proporciones transformadoras que supusieron la revolucin agraria y la revolucin industrial. Se trata de la gestacin de la sociedad post-industrial, movida desde la fusin de la informtica y de la telemtica.

Este fenmeno, analizado por diversos autores, como Alain Touraine o Daniel Bell, se ha dado en llamar el informacionismo y, entre otras grandes modificaciones, presenta la aparicin de un nuevo sistema de codificacin y de comunicacin: el lenguaje digital.

Se trata de un proceso socio-econmico que gira sobre un ncleo, formado por el conocimiento, la cultura y la informacin. Todos ellos bienes inmateriales, en los que los derechos exclusivos, sobre los productos que se generan en el seno de este ncleo, son la herramienta jurdica que permite este desarrollo econmico.

Quisiera resaltar dos cuestiones. Por una parte, la acelerada velocidad en que se est produciendo este proceso de transformacin social.

La economa agraria mantuvo su influencia social durante varios miles de aos, siendo el motor de la economa e influyendo en aspectos culturales y cientficos. Tan relevantes como las matemticas, la geografa, la geometra o, incluso, la astronoma.

La economa industrial ha sido un proceso que ha durado un siglo y medio. Ello ha permitido adaptaciones sociales, al producirse a travs de varias generaciones.

Sin embargo, la existencia del informacionismo se est produciendo dentro de una misma generacin, lo que dificulta el nivel de adaptacin, pero sobre todo no permite disfrutar de la distancia necesaria para analizar y valorar esta evolucin.

2 . La segunda cuestin es la relativa al papel que la cultura tiene en este proceso socio-econmico.

Hemos dicho ya que el informacionismo (esta nueva economa del conocimiento o sociedad de la informacin) tiene su epicentro en la utilizacin del conocimiento, la creacin y la informacin, bienes inmateriales que constituyen el motor del crecimiento econmico actual.

En este sentido, la cultura ya no es un receptor pasivo de los efectos transformadores de los cambios socio-econmicos, sino ms bien motor en s mismo de dichos cambios.

Es por ello que es conveniente revisar el planteamiento apriorstico que tanto xito ha tenido en la dcada de los setenta y de los ochenta, segn el cual la cultura era un valor aadido en los procesos econmicos, que mejoraba los resultados econmicos de las inversiones realizadas en el campo cultural o que enriqueca y dotaba de sentido determinadas iniciativas econmicas y las sobre-dimensionaba.

En este momento no es ninguna exageracin, sino ms bien un modo preciso de analizar los movimientos socio-econmicos actuales, declarar que la cultura es un valor en s mismo, de enorme fuerza transformadora en los desarrollos socioeconmicos.

Tambin es cierto que el proceso de influencia es recproco y la cultura, hoy ms que nunca, se ve afectada por los desarrollos econmicos y por las exigencias consustanciales a estos desarrollos.

Es interesante, al llegar a este punto, reflejar que el informe sobre el desarrollo mundial elaborado por el Banco Mundial para el periodo 1998-1999, lleva el subttulo El conocimiento al servicio del desarrollo.

En l, tras examinarse las recomendaciones para reducir las diferencias de conocimientos entre los pases y abordar los problemas de la informacin, a la hora de establecer las prioridades, el informe hace la pregunta general: qu debe hacer el Estado?, y entre las seis recetas que incluye. la tercera es la siguiente: Tratar de acceder a los nuevos conocimientos amparados por derechos exclusivos mediante la obtencin de licencias para el uso de la tecnologa.

Hoy es una realidad conocida que el peso de la cultura en el PIB de los pases desarrollados es cada vez mayor.

La Comisin de las Comunidades Europeas. en el Libro Verde sobre el Derecho de Autor y los Derechos Afines en la Sociedad de la Informacin, al abordar la dimensin econmica que presentan los derechos de autor y los derechos afines en el mercado interior europeo, explica que, globalmente, estas industrias generan entre un 3 y un 5% del PIB de la Unin Europea.

Este peso importante de la cultura en la economa est creciendo. As, en el citado documento de la Comisin Europea, al examinar, por ejemplo, la evolucin del crecimiento del sector audiovisual en la Unin Europea, explica que en 1994 este sector gener 40,000 millones de euros, lo que supona un aumento del 10.2% con respecto a los resultados del sector en 1993.

As, el sector de la industria cultural en Europa ya ha alcanzado en puestos de trabajo a los de la industria agraria, que se encuentra por otra parte en proceso decreciente.

La situacin descrita en Europa es trasladable a Estados Unidos. The International Intelectual Property Alliance, en su estudio Copyrights Industries in the USA Economy: The 1998 Report, refleja que 3,500,000 de norteamericanos trabajan para industrias reguladas por el copyright, lo que representa el 2.8% de la poblacin laboral americana.

Esta pequea proporcin laboral est generando la mayor fuerza econmica del pas, por encima de cualquier otro sector, lo que representa una proporcin en el PIB del 4.6%.

Para valorar el crecimiento que est teniendo el sector, desde 1977 hasta 1996 el crecimiento de la industria del copyright se est incrementando a una velocidad tres veces ms acelerada que el total de la economa norteamericana.

La situacin de crecimiento econmico del sector industrial que trabaja en la cultura acabo de describirla con unos pocos datos econmicos, es decir, de forma simplificada y un poco en abstracta, que de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Espaola significa con separacin o exclusin del sujeto en quien se halla cualquier cualidad; es por ello que quisiera aadir dos consideraciones ms.

La primera sera que la actual economa del conocimiento est modificando la evolucin de la cultura, de forma que la fuerte presin econmica que se est ejerciendo por y desde los agentes de las industrias culturales ha modificado la consideracin econmica tradicional de los proyectos culturales. De acuerdo con todo ello, estos proyectos han de tener en consideracin la necesidad de ser autosuficientes econmicamente. Es decir, que han de ordenarse de forma que se eviten prdidas econmicas a quienes asumen su financiacin.

Sin embargo, actualmente la presin econmica obliga a que los proyectos econmicos sean rentables. Rentables desde una visin de la rentabilidad, ligada a la obtencin de beneficios, a la generacin de excedentes econmicos.

Este planteamiento nuevo, en la medida en que es ajeno a la naturaleza del propsito cultural, est marcando la orientacin de muchas iniciativas, tanto pblicas como privadas.

As han de valorarse algunos fenmenos recientes, que carecen de precedentes, como la propuesta de algunos museos pblicos o fundaciones privadas de condicionar la compra de las obras de arte para sus colecciones, a cambio de que los artistas les cedan gratuitamente y sin ninguna limitacin los derechos exclusivos que les corresponden sobre las obras que venden y de las que son autores, con el fin de que sea el museo quien explote los derechos de los autores.

La segunda consideracin que quera hacer est ntimamente conectada con la primera.

La pulsin para la obtencin de beneficios en los desarrollos culturales est reordenando a la cultura dentro de un terreno ambiguo en el que se entremezcla con la industria del entretenimiento y la industria turstica.

Por ello aparecen nuevos agentes y corporaciones que, provenientes de otros campos, estn interesados en actuar en lo cultural, descubriendo la interrelacin con otras inversiones colaterales (infraestructuras digitales, telecomunicaciones o informtica, por ejemplo) y movidos por la rentabilidad a corto o medio plazo que por primera vez se apunta en el terreno cultural.

Como ejemplo de lo que estoy diciendo, el 11 de junio de 1998 la prensa anunciaba que la sociedad Corbis del conocido empresario norteamericano Bill Gates haba comprado el 100% de Sygma, una de las ms conocidas agencias mundiales de fotos.

Esta adquisicin por Corbis se une a otras que viene haciendo desde hace aos esta empresa perteneciente a Microsoft, como es el caso del Archivo Beckman o el archivo de imgenes del Museo de San Petersburgo.

Este proceso de adquisicin de archivos de imgenes no sera en s mismo algo notable si no se dieran dos circunstancias especiales. La primera, la enorme cantidad de imgenes cuyos derechos de explotacin estn siendo adquiridos por el seor Gates a travs de su empresa Corbis. En el mes de noviembre del ao pasado, la revista Newsweek informaba que Corbis posea entonces derechos de autor sobre 8,000,000 de imgenes digitalizadas de las cuales haba introducido ya 1,400,000 en Internet. La segunda circunstancia, la ms grave, es la forma ilegal en la que se estn haciendo las adquisiciones de los derechos de autor en los contratos que se presentan a los archivos y a los fotgrafos por parte de Corbis.

Esta empresa est especializada en la digitalizacin, almacenamiento y administracin de derechos de reproduccin de documentos artsticos y visuales en general. En sus contratos, Corbis sostiene lo siguiente: Cuando hacemos una imagen digital de una obra preexistente, estamos creando una obra derivada que registramos y administramos bajo nuestro copyright.

Esta pretensin de Corbis persigue adquirir todos los derechos, tanto morales como econmicos, de las obras una vez que han sido digitalizadas.

Para Corbis son indiferentes las disposiciones que, sobre esta materia, adopt la Organizacin Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) el 20 de diciembre de 1996; para ellos, digitalizar una obra no es reproducirla, sino recrearla. Esta pretensin es tan absurda como pensar, por ejemplo, que al digitalizar la imagen del mural Historia de Mxico: de la Conquista al Futuro, realizado en 1929 por Diego Rivera en las paredes de la escalinata del Palacio Nacional en la ciudad de Mxico, se considere que la obra, una vez digitalizada, es una obra nueva de la que es autor una corporacin: Corbis y no Diego Rivera, atribuyndose de esta forma Corbis derechos econmicos y derechos morales sobre la obra digitalizada.

3. La nueva sociedad de la informacin presenta no solamente cambios en la economa, sino tambin muchas e importantes transformaciones sociales. Aqu me interesa mencionar dos de ellas. La primera. las nuevas relaciones que se establecen entre lo pblico y lo privado; y la segunda, las nuevas formas de relacionarse lo local y lo mundial.

Si respecto de la primera cuestin, lo destacable es la nueva interrelacin entre la accin pblica y la accin privada, respecto a la segunda cuestin lo ms relevante es el abandono del modelo de relacin de poder inspirado en la idea de sistema (un todo estructurado y jerarquizado con funciones definidas y separadas para cada una de las partes) para abrazar la metfora de la red digital de sistemas integrados, segn la cual lo local seran ndulos ordenados conjuntamente en red, sin que existiera una articulacin jerrquica y que se desarrollan a partir de las diversas formas de conexin.

Las posibilidades que presentan estas nuevas configuraciones de lo pblico y lo privado, de lo local y lo mundial, son amplsimas.

Al propio tiempo, quiz precisamente porque esta posibilidades estn abiertas y muchos de los procesos sociales estn an en gestacin, asistimos a una situacin de mutua invasin de territorios, en que lo pblico tiene la tentacin de actuar como si fuera iniciativa privada, y viceversa, al igual que en el plano de lo local aparece, a veces, un afn globalizador y la metfora de la aldea global precipita, en ocasiones, comportamientos forzados.

Por ello, es necesario un esfuerzo para precisar lneas de actuacin y para aclarar conceptos.

Es necesario recoger y reflejar con exactitud todos los intereses en juego, pero tambin es necesario abrir los cauces para el establecimiento de un nuevo contrato social, que regule los comportamientos de quienes intervienen y quienes estn llamados a intervenir en esta economa del conocimiento.

No es aceptable que Corbis ignore, con su comportamiento, el derecho estadunidense (Copyrights Act on Visual Artists de 1991), por ser ste su marco legal de referencia. Menos aceptable an lo es, por las dimensiones del desorden que introduce, que sus contratos se establezcan con autores y entidades de terceros pases, al margen del Tratado de la Organizacin Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) sobre Derecho de Autor del 20 de diciembre de 1996, suscrito por muchos pases, entre ellos, tambin. Estados Unidos.

Pues bien, si los comportamientos desviados en el plano de la iniciativa privada causan desorden, cuando esta desviacin del comportamiento nace de la accin pblica el dao es an mayor, pues han de aadirse lesiones provenientes de la naturaleza ejemplarizante de la actuacin pblica, as como del abandono del principio de legalidad, exigencia esta ltima que ha de regir todos los actos de la administracin pblica.

La orientacin pblica en esta materia, al igual que la iniciativa privada, ha de encauzarse por el marco negocial en donde se establezcan pactos inspirados por la mxima epicrea de no agredir ni ser agredido.

Un ejemplo en mi pas, Espaa, de esta valoracin sera el Plan Estratgico del Sector Cultural de Barcelona, denominado La Cultura, motor de la ciudad del conocimiento. En el mismo puede leerse un apartado titulado: Un nuevo modelo de gestin para la cultura. Tres conceptos clave: contrato, autonoma y evaluacin.

La necesidad actual de una cultura negocial, tanto en lo pblico como en lo privado, ante el fenmeno de la economa del conocimiento, se enfatiza en el documento del Instituto de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, con las siguientes palabras: La gruesa red de agentes que interactan exige una cultura del pacto que se debe articular en forma de contratos en un sentido amplio. De hecho, el mismo plan debe entenderse como un contrato marco entre el conjunto de agentes culturales de la ciudad para trabajar con lgicas comunes.

En definitiva, lo novedoso y complejo de la nueva situacin, as como la importancia social que presenta la economa del conocimiento, y. dentro de ella, los instrumentos jurdicos de su aplicacin: los derechos de propiedad intelectual, exige una reflexin rica en conceptos y amplia en sus miradas. De forma que desde la esfera pblica y desde la iniciativa privada se tracen polticas y se desarrollen estrategias que consideren las consecuencias a medio y largo plazo y una negociacin que, inspirada por esta reflexin y estas miradas, busque el objetivo comn de racionalizar el mercado de los derechos de propiedad intelectual.

Cul sera la propuesta que, desde esta perspectiva, pudiera hacerse a quienes son responsables de las polticas culturales en el sector pblico y en el sector privado?

Ante una situacin abierta, no hay recetas.

Sin embargo, sugiero que se haga un esfuerzo de forma que los proyectos culturales contribuyan, en primer lugar, a la transformacin del sistema educativo actual, pues la velocidad en la transmisin del conocimiento est generando la sociedad de la informacin y est haciendo obsoleto el sistema educativo tradicional, ya que el ciclo de formacin tradicional est pensado para ser til durante toda la vida del educando y, hoy en da, y cada vez ms, observamos que las puertas de los grandes interrogantes se presentan abiertas anticipadamente en una cultura cada vez ms audiovisual y transfronteriza que entrevera al sistema cientfico de interpretacin de la realidad con el conocimiento emocional.

En segundo lugar, deberan orientarse las inversiones en proyectos culturales dirigidos a la obtencin de la mayor repercusin social posible y no marcados por la regla general del marketing de que se vende mejor lo ya conocido, lo que tiene como consecuencia inevitable fomentar el permanente remake en una situacin constante de dj vu en la que nos parece estar viendo la misma exposicin, la misma pelcula, leyendo la misma novela o escuchando la misma cancin.

Por ltimo, es fundamental que todos los proyectos culturales partan del respeto escrupuloso de la legalidad. Pues si etimolgicamente la palabra cultura proviene del latn en una doble acepcin en la que, por una parte, significaba cultivo, con todo lo que ello conlleva de esfuerzo germinal y de generacin de riqueza, por otra parte proviene tambin de culto, ritual religioso, con la importancia que tiene el mantenimiento de determinados ritos preestablecidos que, como el Derecho, buscan elevar la dignidad humana desde el respeto mutuo.

Para orientar este esfuerzo, me parece adecuado finalizar con la siguiente reflexin de Octavio Paz en su libro Poesa y fin de siglo:

La accin del mercado tiene un efecto igualmente corrosivo en el otro eje de la tradicin potica: el temporal. La preeminencia del ahora lima las lozas que nos unen al pasado. La prensa, la televisin y la publicidad nos ofrecen diariamente imgenes de lo que est pasando ahora mismo aqu y all, en Patagonia. en Siberia y en el barrio vecino; la gente vive inmersa en una hora que parpadea sin cesar y que nos da la sensacin de un movimiento continuo y sin cesar acelerado. Nos movemos realmente o slo giramos y giramos en el mismo sitio? Ilusin o realidad, el pasado se aleja vertiginosamente y desaparece. A su vez, la prdida del pasado provoca fatalmente la prdida del futuro. Su gua en esa peregrinacin ha sido la idea del progreso, nuestra estrella polar. Desde hace algunos aos esa estrella se ha empaado, el presente ha heredado su lustre. Pero es un presente sin peso: flota y no asciende, se mueve y no avanza. Cree que va a todas partes y no va a ninguna. La evaporacin de los fines es la contrapartida del crecimiento de los medios. Madrid, Junio de 1999 n.

Todo se negocia.1 enero, 2000.Jess Rodrguez Zepeda.

TAREAS DE LA REPBLICA.

TODO SE NEGOCIA.

JESS RODRGUEZ ZEPEDA.

Por qu se insiste tanto en la necesidad de avanzar hacia una democracia basada en la negociacin y los consensos de largo plazo?

En el Mxico moderno, las cuestiones polticas cruciales siempre se han negociado. El origen mismo del partido en el poder federal es el resultado de un proceso negociador extraordinariamente eficaz en su dimensin histrica y bajo algunos de cuyos resultados distributivos todava vivimos. Los cambios institucionales que han marcado la liberalizacin de la competencia poltica provienen de complejos procesos de negociacin y son inexplicables sin la referencia a ese proceso que Gian Enrico Rusconi llam intercambio poltico, es decir, esa transaccin de bienes especficamente polticos como el consenso, las adhesiones a proyectos, las declinaciones, los acuerdos parlamentarios y las cuotas de poder que caracterizan a los sistemas polticos contemporneos.1

Si se negocia tanto, si siempre se ha negociado y aun as estamos tan mal, por qu, entonces, los actores democrticos ms avanzados y lcidos del pas insisten en la necesidad de avanzar hacia una democracia basada en la negociacin y en los consensos de largo plazo? Muy probablemente la respuesta a esta pregunta resida en la aclaracin, as sea esquemtica, de la semntica poltica que ha caracterizado a la negociacin en Mxico. Cuando, por ejemplo, algunos miembros del Instituto de Estudios para la Transicin Democrtica califican la transicin mexicana de votada pero no pactada, tendramos que preguntarnos si no estn olvidando las evidencias empricas de la negociacin de las reformas poltico- electorales de 1994 y 1996 o si, como parece ms lgico, consideran que estas evidencias palidecen frente a una idea normativa de negociacin poltica que exige sin ambages, entre otras cosas, pactos de estatura estatal y consensos amplios para el fortalecimiento institucional de la dbil democracia mexicana.2

El caso es que cuando nos referimos a la negociacin poltica hablamos, a veces sin aclararlo, de distintas cosas. En primer lugar, la negociacin en Mxico ha consistido en un patrn de intercambio asimtrico en el que el peso de la figura presidencial eliminaba la posibilidad de generar pactos entre iguales. El marco de referencia de este patrn no fue nunca ni la lealtad constitucional en general ni la legalidad positiva en particular, sino la necesidad pragmtica de procesar los desafos polticos al rgimen sin poner en riesgo la funcionalidad del sistema. Pero esta asimetra, consecuencia natural del autoritarismo presidencialista. no dio lugar, como el maximalismo pretende con frecuencia, a reformas o transformaciones ficticias. Todo lo contrario, incluso las reformas de la llamada democracia concedida, es decir, el modelo de transacciones polticas bajo condiciones de fuerte hegemona priista como las que dieron lugar a la legalizacin del Partido Comunista Mexicano en 1978, pueden leerse como avances reales, aunque insuficientes, en una transicin democrtica ms acumulativa que rup- turista.3

El modelo tradicional de negociacin poltica en Mxico ha sido vertical, asimtrico, corporativo, clientelar, gubernamental (aunque pocas veces estatal) y muchas veces corrupto. Es del todo comprensible que frente a este modelo la conducta de las fuerzas opositoras sea el rechazo y la satanizacin. No obstante, el que este patrn negociador sea polticamente perverso y ticamente impresentable no elimina la necesidad de que las principales fuerzas polticas avancen hacia un esquema de acuerdos y cesiones mutuas que pueda generar la reforma institucional que tanto requiere el pas. As que necesitamos negociar una y otra vez, pero el dilema reside en que el patrn inercialmente dominante ya no es til para tales menesteres y un nuevo patrn exige la reforma de las identidades partidistas.

En un texto de hace aos, propuse una imagen para describir las tareas urgentes de la negociacin poltica en Mxico.4 La negociacin debera imitar lo que llam el efecto Munchausen, en referencia a una de las aventuras del famoso Barn en la que lograba salir de un abismo tirando de sus propios cabellos. Se tratara, bajo esta metfora, de contemplar la negociacin poltica como un proceso en el que, a la vez que se negocia sobre bienes polticos en juego en cada coyuntura particular, los actores negociantes justifican frente a los ciudadanos el proceso negociador mismo a partir de su limpieza legal y su sentido republicano. Se trata, pues, sin querer jugar con las palabras, de reformar las instituciones pblicas mediante la negociacin y de convertir la negociacin democrtica en una institucin pblica.

No es necesario revisar demasiada bibliografa sobre los avances institucionales en los sistemas democrticos maduros para percatarnos de que tales avances provienen en general de acuerdos de Estado entre las principales fuerzas polticas. No se trata slo de los ejemplos de democracia consociativa en los que la competencia electoral (nunca coartada, por cierto) respeta una serie de acuerdos polticos y logros sociales que estn blindados frente a los equilibrios coyunturales del poder, sino incluso de la difusin de las estrategias neocorporativas o corporatistas que permiten procesar conflictos en relaciones fundamentales como la del capital y el trabajo. La nota distintiva de este patrn de negociacin democrtica es, precisamente, su carcter pblico.

La publicidad de la negociacin poltica tiene un sentido muy preciso. No se trata del asamblesmo ni de la estrategia de la horda trtara que se han revitalizado con el dramtico conflicto de la UNAM. sino de un concepto de origen kantiano que postula que un acuerdo poltico es pblico en tanto que sus razones y conclusiones puedan ser exhibidas de manera abierta ante cualquier espectador razonable. Los acuerdos no pblicos, en consecuencia, son aquellos que no se pueden presentar sin la ayuda de medias verdades o engaos. Lo que separa a la negociacin pblica de la no pblica no es la cantidad de concurrentes, sino su vinculacin al Estado de derecho y a un consenso constitucional que, en el caso mexicano, estaran todava en construccin.

Un intercambio poltico democrtico requiere que los grupos negociantes estn dispuestos a permitir que la negociacin desafe sus identidades y les coloque en la tesitura de ponerlas en riesgo y quiz reformarlas.5 Por ello, en una democracia nadie debera salir indemne de los procesos de negociacin, porque las identidades fijas e impermeables son patrimonio del autoritarismo. As que aceptemos que, en principio, todo se puede negociar, siempre y cuando tengamos claro el punto donde alcanzan su lmite los intereses particulares para abrir el paso a la construccin colectiva de las metas y tareas de la repblica. n

Jess Rodrguez Zepeda. Doctor en Filosofa Poltica. Profesor Investigador de la UAM-Iztapalapa. Investigador Nacional.

1. Cfr. Gian Enrico Rusconi: Problemas actuales de teora poltica. IIS-UNAM. Mxico, 1985, pp. 67-93.

2.Luis Salazar (coordinador): 1997: Elecciones y transicin a la democracia en Mxico. Cal y Arena. Mxico, 1999, pp. 13-41.

3. Para la nocin de democracia concedida, vase Jorge Alcocer: El ciclo de las reformas electorales: 1978-1996, en la revista Dilogo y Debate, 1, Centro de Estudios para la Reforma del Estado, Mxico, abril-junio de 1997.

4. Jess Rodrguez Zepeda: Mxico: crisis poltica y negociacin, en Etctera, 161, Mxico. 29 de febrero de 1996.

5. Cfr. Rusconi. Op. cit., p. 69.

Claudio Magris: Un mapa cultural.1 febrero, 2000.Divagario.DIVAGARIO.

Claudio Magris: Un mapa cultural.

En su obra, Claudio Magris ha trazado una ruta que parte en Alemania y desemboca en el Mar Negro, cuyo epicentro es Viena. Su destino es Europa central y su itinerario un mapa personal de las contradicciones que escindieron al siglo XX. Sus libros son una iniciacin al viaje. Ninguno perfila con tanta claridad este proyecto y esa ruta como El Danubio, un ensayo-novela que en su recorrido a travs de las aguas del ro contempla el retrato y la lectura de una zona cultural, mezcla de retazos biogrficos, bocetos filosficos y relatos breves. Su labor es semejante a las tareas de una expedicin de salvamento; documenta y recupera algo que se haba perdido: el canon de la cultura de la Mitteleuropa.

Bajo su mirada, el viajero y el escritor comparten una sospecha contra la vida y la escritura: reconocen el desajuste entre la existencia y el sentido. Mientras el viajero se empea en perseguir la vida incluso en los lugares ms remotos y agrestes, anhelando la libertad de las posibilidades todava por elegir, el escritor transfiere al papel la fugacidad de la vida, tratando de atrapar su sentido en la pgina en blanco pero sin poder explicarse an la molestia de vivir, perdiendo el significado del presente en la nostalgia de haber inventado el pasado. La escritura y el viaje nos ensean que no vivimos en la Tierra prometida y que nunca llegaremos ah. En libreras mexicanas circulan ya tres ttulos recientes de Claudio Magris: Microcosmos (Anagrama), taca y ms all (Huerga y Fierro), y El mito habs- brgico en la literatura austraca moderna (UNAM). En Italia acaba de publicarse su libro de ensayos Utopa y desencanto (Garzanti).

Sartre: Tercera llamada

A veinte aos de su muerte, la figura intelectual de Jean-Paul Sartre comparece de nuevo ante el escenario cultural francs. Quin se anima todava a leer La crtica de la razn dialctica o El Ser y la Nadal Segn su nuevo bigrafo, Bernard Henry- Lvy, Sartre es una suerte de hombre-siglo, donde convergen todas las fuerzas, todas las intensidades de su poca. Fue un imn cultural o el eje secreto de los dilemas de su tiempo.

Como protagonista, Sartre encam el perfil ideal del intelectual comprometido. Mantuvo fresca su conviccin de participar en la poltica activamente. Comunista, estalinista, o maosta, incluso defensor de Pol Pot, no lo olvidemos, quiso abanderar el movimiento poltico en boga. Crey en la revolucin y en la posibilidad de cambiar el socialismo realmente existente. Alguna vez, en un diario francs, se dijo que fue uno de los hombres ms insultados de su poca. Su adversario y amigo-ex-amigo, Albert Camus, reivindic la postura antagnica, el ideal de escritor independiente, ajeno a las redes del poder y crtico de los espectros de la ideologa.

En estos das comenz a circular en libreras francesas El siglo de Sartre de Bernard Henry-Lvy, conocido en la dcada de los setenta como uno de los nuevos filsofos. Esta otra tentativa de retratar a Sartre reabre el expediente del compromiso poltico de los intelectuales. Hasta dnde deben participar en poltica?, cul es el sentido de su independencia?

Los intelectuales deben alejarse de la vocacin demoniaca del poder o, al contrario, deben aprender que la poltica no pertenece al reino de los principios inclaudicables o de las utopas infalibles sino a la condicin imperfecta y terrenal de una tica de la responsabilidad y una voluntad de autocrtica?

Retrato de Milosevic

En su entrega del 20 de enero de 2000. The New York Review of Books ofrece un comentario del poeta yugoslavo Charles Simic a la ms reciente biografa de Slobodan Milosevic (Dusko Doder and Louise Branson: Milosevic: Portrait ofa Tyrant. Free Press). Simic polemiza con sus autores, interroga a la historia reciente y exonera a serbios y monte- negrinos de toda responsabilidad en la guerra del Kosovo. Describiendo un arco amplio, demorando al acercarse, Simic se detiene ante el hijo de una maestra y de un sacerdote ortodoxo, suicidas a la hora en que la utopa compuso sus mejores canciones. Frente a quin est? Frente a quien, en los setentas y ochentas, fue calificado por la prensa estadunidense como un poltico pragmtico, razonable y liberal en asuntos econmicos; frente al oportunista; frente al lder de la lite comunista que sobrevivi a Tito y hoy intenta conservar sus privilegios; y, sobre todo, frente al creador de enemigos extranjeros y domsticos, el jefe de la gran industria comunista que trabaja da y noche para producir vctimas y culpables en masa. Adems de los horrores cometidos en nombre de la pureza nacional, lo malo de Milosevic es que su guerra contra la minora albanesa ha dejado en la penumbra a la minora serbia asentada en Croacia y en Bosnia. Lo malo, reitera Charles Simic, es que adems de Milosevic, los serbios, a pesar de l. no reciben la comprensin de nadie.

Falsa cancin de Sabina

Joaqun Sabina visita Mxico en febrero. Slo por eso este divagario quiere rendirle un homenaje. Van. pues, algunas lneas a su estilo:

No dir que estaba ah: tequila y cerveza No dir que en la noche aquella tu tumba

fue mi lavadero No dir: cuando llegue el otoo

los telfonos servirn cerveza No dir que otoo rima debajo de tu falda.

No dir que el caf de la maana

sabe mejor sin ti No dir que sabes a ropa interior No dir que llevas a tus novios

bajo el brazo No dir nada, te lo juro, lo tuyo es un mal vino.

No dir que tu cintura es impecable

a plena luz del da No dir que tu risa y tu esqueleto

son perfectos No dir que siempre blandes

la palabra correcta no dir que te desbarrancas en cualquier barra.

No dir que tus sueos se cumplen

slo en sueos yo dir que te sobran pantalones yo dir que slo recibes noticias tuyas yo dir la ltima y nos vamos.

No dir feliz cumpleaos, volvamos

a empezar Vo dir tres rosas amarillas Vo dir que has puesto de remate

al super yo No dir: lo tuyo es de verdad?. N.

Educacin: A la mitad del camino.1 febrero, 2000.CIDAC.EDUCACIN: A LA MITAD DEL CAMINOCIDACLa modernizacin econmica y la reforma de las instituciones polticas y sociales son impensables de manera total sin un proyecto educativo concebido como factor central de una mayor igualdad de oportunidades entre los individuos y de un mayor bienestar social. Este artculo elabora un balance de las relaciones entre educacin impartida por el Estado y desarrollo econmico en Mxico, casi siempre sometidas a los caprichos de la inefectividad e ineficiencia.La educacin universal suele considerarse como un derecho humano fundamental. Slo mediante ella puede el individuo desarrollarse plenamente y acceder a las vertientes de la cultura, a Este texto est elaborado a partir de dos trabajos realizados por C. Jones y G. Trejo, ambos investigadores del Centro de Investigacin para el Desarrollo A. C. Los trabajos son G. Trejo y C. Jones: La poltica social bajo el nuevo modelo econmico en S. Kaufman Purcell y L. Rubio (coords.): Mxico en el umbral del nuevo siglo: Entre la crisis y el cambio. Miguel Angel Porra, 1999, pp. 103-151; y CIDAC: Educacin para una economa competitiva: Hacia una estrategia de reforma, Diana, 1992. la activa participacin social y ciudadana, y a la insercin remunerada en el aparato productivo. En ese sentido, la educacin constituye el factor central de una mayor igualdad de oportunidades entre los individuos y de un mayor bienestar para las sociedades. De ah que la educacin sea uno de los grandes proyectos de las sociedades modernas y que los gobiernos del mundo entero hayan terminado por plantearse la funcin educativa como uno de sus compromisos fundamentales. En Mxico, sin embargo, el cumplimiento de ese compromiso arroja un balance crtico e insatisfactorio.Como parte de un todo social, la educacin y la economa son procesos interdependientes, que se complementan y nutren el uno del otro. En la literatura sobre economa de la educacin, la relacin terica entre educacin y crecimiento econmico se dibuja a partir de las causas del crecimiento mismo. Segn las primeras teoras del crecimiento econmico, ste se encuentra sustentado en los aumentos de capital y del factor trabajo en los procesos productivos, pero sobre todo en los incrementos en la productividad de estos insumos. Ahora bien, para que cada uno de estos factores aumente su rendimiento productivo sin que el factor mismo tenga, necesariamente, que incrementarse en trminos absolutos es necesario introducir el cambio tecnolgico. Es decir que el progreso tecnolgico constituye el factor fundamental para incrementar la productividad y sostener el crecimiento econmico.El cambio tecnolgico que aumenta la productividad de los insumos no slo est constituido por las innovaciones, sino que suele conformarse en gran medida por aumentos en la calidad de la mano de obra. Este punto contribuye con dos explicaciones complementarias del crecimiento econmico: por un lado, una mayor calidad de la mano de obra constituye un elemento que eleva directamente la productividad del factor trabajo; por otro, constituye una condicin necesaria para aprovechar las innovaciones tecnolgicas, y aumenta as, de manera indirecta, la productividad del factor capital. Es justamente en estos trminos que la educacin junto con otros elementos del bienestar individual como la salud, la nutricin, las condiciones de vivienda, etc. constituye un factor explicativo del crecimiento econmico.Diversos estudios realizados a partir de los aos sesenta sobre la base del argumento hasta aqu delineado permitieron concluir que la rentabilidad del dinero invertido en recursos humanos es tan o ms alta que la rentabilidad del capital fsico. De donde se deriva que la educacin no debe, esencialmente, ser considerada una actividad de consumo sino una inversin con tasas potenciales de retorno al menos tan altas como las del capital fsico.1 Trabajos empricos posteriores muestran que, salvo en el caso de Estados Unidos, parece existir una relacin inversa entre producto per cpita y educacin, es decir que entre menor sea el nivel de desarrollo econmico del pas, mayor ser la contribucin de la educacin al crecimiento econmico. Esto indica que no todas las economas se benefician de la misma manera de la educacin, fenmeno que obedece principalmente a factores de escasez relativa. Pero, en adicin, es un hecho que no todos los niveles de estudio contribuyen a incrementar la productividad de la misma forma. Como puede observarse en el siguiente cuadro, elaborado a partir de los trabajos sobre rentabilidad educativa de G. Psacharopolous y T. Schultz, la educacin primaria contribuye al crecimiento econmico ms que ningn otro nivel educativo.Las cifras sobre rentabilidad social muestran que la educacin es una externalidad positiva, aun cuando es innegable que la rentabilidad individual de todos los grados educativos, y especialmente del superior, es mayor que la rentabilidad social. En todo caso, esto deja claro que la educacin no slo tiene un impacto sobre el crecimiento sino tambin sobre la distribucin del ingreso en una economa y, en consecuencia, sobre los niveles de pobreza. Ello en la medida en que la educacin del individuo aumenta su productividad y, en ausencia de distorsiones en el mercado laboral, le permite acceder a trabajos mejor remunerados.Los siguientes son algunos resultados de estudios empricos sobre la relacin del factor educacin con diversos aspectos del crecimiento y el desarrollo. En cuanto a la determinacin del nivel de ingresos, en un estudio de diez pases desarrollados y subdesarrollados Fields encontr que la educacin result ser el factor ms significativo para explicar el nivel de ingresos de la poblacin. En referencia a la distribucin del ingreso, Leipziger y Lewis encontraron, en una muestra de 19 pases en desarrollo, una correlacin negativa y significativa entre el coeficiente de Gini y la alfabetizacin, lo mismo que entre el Gini y la educacin primaria. En otro estudio similar, con datos de pases desarrollados y en desarrollo, Psacharopoulos demostr que la distribucin educativa explica 23% del coeficiente de Gini. es decir que explica casi una cuarta parte de la desigualdad en una economa. Sobre pobreza, finalmente, pese a que son menos los estudios que se han hecho, todos son concluyentes en cuanto a la correlacin negativa y significativa que existe entre educacin y pobreza, es decir que conforme aumenta la educacin disminuye el ndice de pobreza.2El caso mexicanoEn el estudio anteriormente citado de Psacharopoulos sobre la contribucin de la educacin al crecimiento econmico se concluye que en Mxico la educacin explica tan slo 0.8% del crecimiento econmico del pas entre los aos cincuenta y los sesenta. El dato es alarmante dado que se refiere a la etapa de mayor expansin de la matrcula de educacin bsica que ha experimentado el pas, y dado que coincide con el periodo conocido como el milagro mexicano en el cual la economa promedi tasas de crecimiento de 6% al ao. Adicionalmente, la revisin del coeficiente de Gini para esos aos indica que la distribucin del ingreso no cambi, e incluso empeor en aos subsecuentes, pese a que la educacin alcanz una mayor cobertura. Hacia 1984, con una cobertura ya cercana a 98% de la demanda por educacin primaria, el coeficiente de desigualdad se mantena a un nivel similar al de 1950, cuando slo se atenda a la mitad de los demandantes de educacin.Qu es lo que ha hecho que la enorme cobertura en educacin bsica no haya tenido el menor impacto en las variables econmicas en Mxico? Fundamentalmente, la educacin impartida por el Estado ha carecido de relevancia, efectividad y eficiencia. Relevancia en trminos de la correspondencia entre los resultados del proceso educativo y sus objetivos. Efectividad en cuanto a la capacidad del sistema educativo para cumplir con los objetivos de la educacin segn los objetivos que cada grado escolar se propone. Y eficiencia en el sentido de la capacidad del sistema educativo en general, y de las escuelas en particular, para elevar el rendimiento acadmico de los alumnos con un mnimo de recursos fsicos y humanos. La evaluacin histrica del sistema educativo mexicano en los tres rubros es insatisfactoria. Algunas de las razones se refieren a la limitacin original de recursos del Estado mexicano para atender esta tarea, pero quizs incluso ms determinantes han resultado los intereses creados en torno a la estructura de la poltica educativa.El desarrollo del sistema educativo mexicano se finc en torno a dos instituciones: la Secretara de Educacin Pblica (SEP), fundada en 1921, y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educacin (SNTE), creado a principios de los aos cuarenta como una organizacin nacional que unificara al magisterio entonces ideolgicamente dividido y regionalmente fragmentado. Con el propsito de facilitar el diseo y la instrumentacin de la poltica educativa, el SNTE se construy en buena medida a imagen y semejanza de la SEP. El sindicato pronto gan posiciones de poder dentro de la Secretara y con el tiempo se fue apoderando de la operacin de las escuelas. Ya para los aos sesenta todas las decisiones de carcter educativo desde el diseo y la planeacin de los servicios educativos hasta la enseanza y la evaluacin eran responsabilidad conjunta de la SEP y del SNTE. Dos dcadas ms tarde, en los aos ochenta, la SEP se haba convertido ya en la burocracia federal ms numerosa en el pas, y el SNTE en el sindicato ms grande de Amrica Latina.Para los aos noventa y a pesar de las reformas introducidas en 1992 el sistema educativo mexicano enfrenta an enormes problemas: la cobertura de necesidades educativas vara de manera significativa entre regiones pobres y ricas; el aprovechamiento escolar promedio de los estudiantes es muy bajo; los maestros estn mal capacitados; las escuelas se encuentran bajo el control corporativo y clientelar del SNTE; y tanto la Ley General de Educacin como el sindicato de maestros tienden a desalentar la participacin de los padres en el proceso educativo. Con un presupuesto cercano a 5% del PIB en 1994, el sistema educativo mexicano logr cubrir 68% de la demanda de educacin preescolar, 92% de las necesidades de educacin primaria, y 82% de la secundaria. Sin embargo, una de cada cinco escuelas cuenta tan slo con un maestro y una de cada cinco escuelas no ofrece los seis grados de educacin primaria. El acceso a la educacin bsica en el pas es muy desigual: si bien la demanda de educacin primaria se satisface por completo en la ciudad de Mxico y en los estados de Baja California y Nuevo Len, en las zonas rurales e indgenas del sur y el sureste las necesidades educativas slo se cubren parcialmente.Peor an, el aprovechamiento escolar promedio de los estudiantes mexicanos es muy bajo. De acuerdo con datos oficiales, en el ao acadmico de 1990-1991 la eficiencia terminal en el ciclo escolar bsico fue de 50% y, conforme a pruebas estandarizadas, slo 16% de los egresados de primaria lograron satisfacer los requisitos acadmicos mnimos del programa de estudios. El rendimiento escolar tambin vara entre regiones: mientras que la ciudad de Mxico, Baja California y Nuevo Lon presentan los niveles ms altos de eficiencia terminal y las calificaciones ms altas en el pas, los estados rurales del sur y sureste se encuentran muy por debajo del promedio nacional.El bajo rendimiento educativo se debe principalmente a tres factores: la desnutricin de un nmero significativo de los estudiantes; una preparacin deficiente de padres y maestros; y la estructura autoritaria de las escuelas. En lo que respecta al alumnado, conforme a clculos del sector privado, 30% de los nios mexicanos de menos de cinco aos estn desnutridos. Los estados con los niveles ms altos de desnutricin infantil son Chiapas, Guerrero y Oaxaca. En las zonas rurales de esos estados, la mitad de los padres de familia con nios menores de cinco aos es analfabeta. En lo que concierne a la formacin de los maestros, una prueba muestral estandarizada aplicada a maestros egresados de las normales del pas en 1989 revel un magisterio con una calificacin promedio de 4.6 sobre 10. Un magisterio con una preparacin deficiente y con salarios raquticos difcilmente podr ayudar a nios desnutridos y a padres con poca preparacin.Estos problemas del cuerpo docente y estudiantil se magnifican por la estructura autoritaria de las escuelas primarias mexicanas. Por decenios, la escuela ha sido el coto de poder del SNTE: el sindicato controla los nombramientos de inspectores, directores y maestros. La evaluacin y promocin de los maestros depende de los directores y el destino de stos, a su vez, est en manos de los inspectores. La cadena de relaciones clientelares que va del sindicato hasta la escuela, pasando por inspectores y directores ha tenido efectos perversos sobre el proceso de ense- anza-aprendizaje: en respuesta a demandas sindicales, por ejemplo, los maestros de primaria invierten casi la mitad del da escolar en tareas administrativas.Apenas sorprende, pues, que la reforma del sistema educativo haya sido una prioridad para sucesivas administraciones a partir de los aos setenta. Los primeros intentos por descentralizar la educacin bsica se gestaron en el sexenio de Echeverra y desde entonces el SNTE haba dado la lucha por obstaculizar la descentralizacin del sistema. No fue sino hasta 1992 cuando Carlos Salinas logr finalmente impulsar la descentralizacin de la educacin bsica. La reforma educativa de 1992 fue una respuesta ante la creciente incapacidad del SNTE para controlar a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educacin (CNTE),que en 1991 amenazaba con reavivar las movilizaciones populares que Salinas haba cooptado mediante el Programa Nacional de Solidaridad. La reforma interna del SNTE facilit la negociacin de una amplia reforma educativa que incluy los siguientes cambios:1. El gobierno federal transfiri la administracin de la educacin bsica y de las normales a los gobiernos estatales.2. La SEP experiment una enorme transformacin organizativa y sus funciones se limitaron a actividades de coordinacin y compensacin.3. El programa de estudios de primaria se modific sustancialmente.4. Se propuso la creacin de un nuevo sistema de evaluacin y capacitacin de maestros, adems de mecanismos merito- crticos de promocin.5. Se propuso la creacin de comits de participacin social a nivel nacional, estatal y municipal, con el fin de que los padres de familia y la sociedad en su conjunto supervisaran el proceso de la reforma educativa.Durante el gobierno de Salinas se cumplieron cabalmente los dos primeros objetivos y el tercero se satisfizo parcialmente, pero los dos ltimos nunca se tocaron. El objetivo central de la poltica educativa de Ernesto Zedillo ha sido la continuacin del proceso de descentralizacin y fortalecimiento del sector educativo. En septiembre de 1996, a cuatro aos de haberse iniciado la reforma, el gobierno de Zedillo estableci un nuevo sistema de evaluacin y capacitacin. El carcter meritocrtico del nuevo sistema, sin embargo, ha tenido alcances limitados debido a varios factores: el SNTE conserva un papel sustantivo en el proceso de evaluacin; los comits de participacin social contemplados en la reforma de 1992 parecen no haber trascendido todava el papel; y, adems del SNTE, el gobierno federal y la mayor parte de los gobiernos estatales parecen estar decididos a mantener cerradas las aulas a la participacin de los padres de familia.La aplicacin lenta y parcial de la reforma educativa de 1992 pone de relieve los lmites que enfrenta una reforma comprensiva del sector social en Mxico. Para dotar de eficiencia y eficacia al sistema educativo mexicano es indispensable fomentar que los mbitos estatales y locales se ocupen ms directamente de la educacin de sus poblaciones y que se responsabilicen del uso eficiente de los recursos. A las instancias federales les corresponde vigilar y evaluar el predominio de criterios acadmicos en la administracin y organizacin de los servicios escolares. No todos los estados ni todos los municipios estn igualmente capacitados para tomar en sus manos la administracin educativa (no slo por falta de capacidades tcnicas sino tambin por las distintas estructuras de intereses locales); de ah la necesidad de que la reforma contine avanzando de manera incrementa! y con una lgica selectiva.El resultado de largo plazo de la reforma educativa depender, en buena medida, de las dinmicas polticas locales en los estados: del grado de competitividad electoral; del compromiso que los gobernadores tengan con la educacin bsica; del poder relativo de negociacin de las secciones del SNTE y de los sindicatos locales que han surgido en algunos estados; y, finalmente, de la capacidad de los padres de familia para organizarse y vigilar el proceso educativo de sus hijos. Aqu y ahora, sin embargo, el xito de la reforma depender de la capacidad del gobierno federal para instrumentar la reforma educativa en su totalidad. Las cadenas clientelares de control laboral que condicionan el proceso de enseanza-aprendizaje no se rompern a menos que se establezcan mecanismos meritocrticos de promocin vinculados a mecanismos transparentes para la evaluacin y capacitacin del magisterio. De igual manera, en la medida que la participacin de los padres de familia en el proceso educativo formalmente prohibida, el sistema educativo mexicano estar privado de uno de los insumos ms valiosos en el proceso educativoCiertamente, la cuestin educativa presenta la dificultad de un sector con varios niveles, cada uno con problemas y disyuntivas propias. Sin embargo, es evidente que el primer eslabn a resolver en trminos de la responsabilidad del Estado con la sociedad est en la educacin bsica: no slo porque se trata del nivel educativo de mayor rentabilidad social, sino porque constituye la base para las perspectivas del progreso autnomo de cada individuo. En trminos generales, debe mantenerse la nocin clara de que el proyecto de modernizacin econmica y su complemento indispensable la reforma de las instituciones polticas y sociales hacen de la educacin un objetivo de inters estratgico para la transformacin estructural que Mxico enfrenta hoy. Slo una educacin que fomente las habilidades analticas y creativas servir de base para una participacin crtica y reflexiva de la ciudadana en los asuntos pblicos, en la poltica en general, y en la esfera econmica. La reforma educativa est an a mitad de camino. n1. Estas conclusiones provienen de los siguientes dos estudios pioneros: E.F. Denison: Sources of Economic Growth in the United States and the Alternatives Before Us, en Supplementary Paper nmero 13. Committee for Economic Development, Nueva York, 1962; y T. Schultz: Economic Value of Education. Columbia University Press, Nueva York, 1963.2. Los trabajos citados son G.S. Fields: Poverty. Inequality and Development, citado en Jandhyala B.G. Tilak: Education and Its Relation to Economic Growth. Poverty, and Income Distribution, The World Bank, (World Bank Discussion Paper, num. 46),Washington D.C.. 1990; D.M. Leipziger y M. Lewis: Social Indicators, Growth and Distribution, citado en Jandhyala B.G. Tilak: Op. cit., 1990: y G. Psacharopoulos: Unequal Access to Education and Income Distribution, Ibidem.

El dinero y los medios.

1 febrero, 2000.

Ciro Murayama y Fabrice Salamanca.ELECCIONES DEL 2000EL DINERO Y LOS MEDIOSPOR CIRO MURAYAMA Y FABRICE SALAMANCACon cuntos recursos contarn los partidos para financiar sus campaas electorales ? Y, an ms, a qu disciplina debern someterse sus gastos?En las recin inauguradas campaas polticas de los partidos en pos del voto ciudadano el prximo 2 de julio, por vez primera un abanderado de la oposicin a la presidencia contar con ms recursos pblicos para financiar su propaganda que el candidato del PRI. La constitucin de la Alianza por Mxico dio como su primer fruto la suma de los recursos para campaa de los cinco partidos que confluyeron en esa coalicin, lo que da un monto de $501,658,911.02, que supera al del PRI ($445,719,873.05) y al de la coalicin verdiazul Alianza por el Cambio ($443,363,747.7). Este es un dato duro que arroja el diseo electoral mexicano: el partido en el gobierno federal cuenta con tan slo el 30.3% del dinero pblico destinado a las campaas electorales.Los partidos, por distintas vas reglamentadas (aportaciones de militantes, aportaciones de simpatizantes que no pueden exceder del 10% del financiamiento pblico ordinario ni de los topes de aportacin individual, autofinanciamiento y rendimientos financieros), pueden hacerse de ingresos privados, con la limitacin general de que ese financiamiento no exceda al pblico. Por lo mismo, si los partidos hicieran uso de sus fuentes de financiamiento privado hasta el lmite que la ley permite, se llegara a las sumas que estn reflejadas en la sexta columna del cuadro 1.Eso por lo que se refiere al ingreso de los recursos, pero tambin estn reglamentados los flujos de salida de dinero, es decir, los egresos de las campaas. El IFE estableci topes a los gastos de campaa para las elecciones de senadores, diputados y de presidente (cuadro 2). En un escenario donde los partidos destinaran prcticamente todos sus recursos a la propaganda electoral este ao, slo las dos coaliciones y el PRI estaran en condiciones de superar los topes (cuadro 3), lo cual al parecer no resulta factible si se considera que los partidos con mayor presencia realizan erogaciones considerables en gastos ordinarios (vgr. para el sostenimiento de las estructuras partidistas).Por ello, el sentido de los topes a los gastos de campaa radica en limitar que una sola de las campaas, por ejemplo la presidencial, concentre los recursos de algn partido o coalicin, lo que s es posible con los recursos que hoy tienen las principales alternativas polticas. La tarea de fiscalizacin, por tanto, ha de centrarse en dos aspectos bsicos: el origen de los recursos (y el monto de ingresos que alcancen todos los contendientes), as como el gasto en cada una de las campaas en lo individual que realicen, sobre todo, los actores de ms arraigo.Otro captulo donde el desarrollo de las campaas ser definitivo es el de los medios de comunicacin. Los partidos, por un lado, podrn adquirir, con los recursos que se han mencionado, tiempo y espacio en radio y televisin libremente. Pero, adems, el IFE compra una bolsa de tiempo que se suma a las prerrogativas permanentes, y que se reparte entre los partidos o coaliciones con el siguiente criterio: el 4% para cada partido sin representacin en el Congreso; para los partidos con representacin en el Congreso el 30% del tiempo es igualitario y el 70% restante se distribuye segn la votacin alcanzada por el partido en la eleccin previa (en el caso de las coaliciones, los votos no son acumulables y se considera el porcentaje del partido con ms sufragios entre los coaligados). Con esta frmula a lo largo de las campaas, a travs de programas permanentes, programas especiales, tiempos complementarios y spots de 20 segundos tanto en radio como en televisin, los partidos tendrn un canal adicional para que, sin realizar erogaciones propias, sus mensajes de campaa lleguen al electorado (cuadro 4).Tales son los recursos y medios que el IFE, atendiendo a la norma, ha puesto en manos de los partidos y coaliciones para la contienda electoral. La calidad de los mensajes, de las propuestas, depende ahora de los contendientes. Veremos hasta dnde, en busca del aval ciudadano, son capaces de hacer un uso inteligente de esos, por dems significativos, apoyos del erario pblico. nCiro Murayama. Economista. Fabrice Salamanca. Abogado. Han colaborado en nexos anteriores.

Crtica de la sociedad en red.

1 febrero, 2000.

Manuel Castells.

VIDA PBLICA

UNA ENTREVISTA CON MANUEL CASTELLS

CRTICA DE LA SOCIEDAD EN RED

POR CARLOS F. CHAMORRO

Manuel Castells, socilogo, autor de El poder de las identidades, V uno de los crticos ms agudos de la nueva era de la informtica, caracteriza aqu a esta nueva sociedad constituida en torno a redes electrnicas de informacin en las que circula casi tocio lo que es importante.

En el debate actual sobre la demanda de regulacin de los flujos de capitales a nivel mundial, mucho se mencionan los efectos indeseables de la globalizacin, pero no parecen haber pautas claras de regulacin. Por qu hay tanta resistencia?

En primer lugar, existe el reconocimiento de los efectos nocivos de una circulacin totalmente libre de capitales en la economa mundial; pero, por otro lado, las propuestas realistas hechas por pases, gobiernos y empresas que podran aplicarlas se limitan en realidad a aumentar la transparencia de la informacin, a incrementar la aplicabilidad de las leyes de bancarrota en distintos pases, y a aumentar tambin la publicidad de los sistemas de contabilidad de empresas y de mercados financieros. En el fondo se trata ms bien de facilitar la circulacin de capitales y de una mayor transparencia de los mecanismos pblicos de regulacin. Por tanto, ms que tratar de regular, hay que ir ms all en la desregulacin.

Lo que se propone entonces es una desregulacin ms transparente

Exacto. Una desregulacin ms informada y con menos riesgos para los inversionistas. Se insiste mucho en la responsabilidad de bancos y gobiernos de otros pases para que los inversionistas puedan recuperar su dinero en casos de crisis. Tambin se plantea la idea de una mayor capacidad de intervencin del Fondo Monetario Internacional con acciones preventivas y paquetes de prstamos ligados a polticas de ajuste y en el fondo ligados a una menor regulacin por los gobiernos.

Ese tipo de no regulacin, o de transparencia informativa, permite una integracin de los mercados emergentes mucho ms selectiva y limitada de lo que hasta ahora conocemos. Adems de que no abordan el problema de la regulacin, no habr regulacin por una razn muy sencilla: slo puede haber regulacin de flujos internacionalessi hay un acuerdo global. Es impensable que unos pases regulen y otros no, porque la movilidad de capitales en estos momentos hace que los capitales puedan circular electrnicamente entre distintas economas. Por tanto, slo bajo una condicin, que los principales economas del mundo se pusieran de acuerdo en, por ejemplo, poner un depsito o una tasa de impuesto Tobin a las transacciones financieras por la accin especulativa, slo en ese caso podra aplicarse. Y hay formas de aplicarlo.

No es tecnolgicamente imposible regular. Es complicado por la velocidad de los circuitos financieros pero hay frmulas electrnicas para tasar realmente cierto tipo de transacciones si todo mundo las acepta. Aqu el problema fundamental es que de todas maneras Estados Unidos, y por tanto el Fondo Monetario Internacional. que est controlado por Estados Unidos, no acepta la regulacin y no est dispuesto a basarse en esta va.

Bajo esta lgica, cules son las prescripciones para enfrentar las crisis regionales, como las que han estallado en los pases asiticos, Rusia o Brasil?

Intentar prevenirlas con acciones del Fondo Monetario Internacional, una especie de sistema de vigilancia financiera y monetaria global: cuando un pas est a punto de entrar en un proceso que le parece peligroso al FMI, darle una advertencia y llamarlo a la disciplina econmica. Si acepta la disciplina econmica, entonces facilitarle un crdito de ajuste; si no acepta la disciplina econmica, declararlo pas peligroso, algo que por tanto generara una huida de capital. En este sentido las tendencias que se Manifiestan no son tendencias hacia la regulacin por los gobiernos nacionales sino tendencias de los mecanismos globales como el Fondo Monetario Internacional a controlar las polticas de regulacin de los Estados nacionales. Es decir, se va en un sentido inverso al del control por los gobiernos nacionales sobre los flujos globales.

En los ltimos aos se sostiene que hay una crisis del paradigma neoliberal e incluso algunos afirman que ya estamos en una etapa de postneoliberalismo. En qu medida lo que se ha producido es un ajuste dentro del paradigma neoliberal, o acaso hay un cambio real?

Si hablamos en trminos sociales y polticos, s hay una crisis del neoliberalismo, por los efectos perniciosos de una globalizacin incontrolada y de un desarrollo tecnolgico que est sesgado en trminos sociales hacia los grupos ms educados en los pases ms avanzados.

En lo que no estoy de acuerdo es que haya una crisis econmica. Desde el punto del crecimiento de los capitales, que es el nuevo tipo de medida en estos momentos, no tanto la tasa de ganancia como el aumento del valor del capital, la situacin es distinta. Las empresas de Internet cuyas acciones suben cada da, tienen pocas ganancias pero su capital se incrementa enormemente, slo por la revalorizacin en los mercados financieros y la expectativa de futuras ganancias. Lo que est ocurriendo es que hay un nuevo tipo de economa con altsima productividad. No es simplemente economa especulativa, con una gran movilidad de capital y asignacin de recursos muy articulada a nivel mundial y que aumenta o encoge sus flujos de inversin segn las oportunidades o los peligros de la economa mundial. Los grandes inversionistas globales no han perdido grandes capitales en la crisis asitica y han sido ampliamente compensados. Cierto, las empresas coreanas o indonesias y los trabajadores de esos pases han sufrido considerablemente, Brasil tambin, pero el sistema de circulacin de capital a escala global y, dentro de la economa mundial, Estados Unidos, son absolutamente dinmicos y tienen fuerza para continuar con ese dinamismo.

La economa de Estados Unidos es la ms brillante y ms boyante que ha habido en muchos aos. Es cierto que las acciones de Internet pueden bajar. Pueden bajar porque estn a niveles estratosfricos. No pueden seguir duplicando o triplicando el valor cada ao. Pero de todas maneras la economa estadunidense est en una poca dorada y no habr crisis global o catastrfica aunque en algunos momentos haya un ajuste en el mercado. En ese sentido, no hay crisis del capitalismo global; al contrario, hay un desarrollo cada vez ms dinmico del capitalismo global y al mismo tiempo cada vez ms excluyente de muchas zonas del mundo y con crisis cada vez ms violentas, pero crisis que no afectan la economia y el sistema en su centro, sino que afectan a las sociedades y a las polticas.

La otra cara de la moneda usted la ha definido en su libro como el cuarto mundo , como una de las consecuencias de la exclusin social, que no slo abarca regiones sino tambin a las grandes urbes norteamericanas. Qu salida existe, si hay alguna, de esos agujeros negros, como los llama usted, del capitalismo informacional ?

Desde el punto de vista estrictamente econmico y tecnolgico no la hay. La capacidad del sistema actual de funcionar en redes, que conectan todo lo que vale y desconectan lo que no vale o deja de tener valor desde el punto de vista del sistema, hace que se pueda prescindir de grandes segmentos de la sociedad y de grandes reas del planeta. A nadie le interesa en este momento la mayor parte de lo que ocurre en Africa, en la medida en que la gente no tiene valor ni como productores ni como consumidores y ms bien son un problema, y si desaparecieran, desde el punto de vista del sistema, sera ms positivo. Ahora bien, lo que considero una utopa neoliberal es pensar que un planeta puede funcionar con un sistema altamente dinmico pero altamente segmentado excluyendo como mnimo a un 40% de la poblacin del planeta. Recuerde que un 40% de personas malviven con menos de dos dlares por da en estos momentos. En los ltimos diez aos ha habido un aumento extraordinario de la desigualdad social, la pobreza, la exclusin social, a nivel del planeta en su conjunto, y en la mayor parte de pases incluido Estados Unidos.

Dnde reside el vnculo entre esa exacerbacin de la polarizacin y de la pobreza y el desarrollo tecnolgico?

En la medida en que la creacin de valor depende cada vez ms de la capacidad de procesamiento de informacin y de la capacidad de la infraestructura tecnolgica para ese procesamiento de informacin, entonces la desigualdad en educacin, en recursos tecnolgicos y en recursos culturales educativos, que es la mayor desigualdad que hay en el planeta, amplifica las desigualdades sociales. En cierto modo, lo que ocurri tradicionalmente en el intercambio desigual entre las materias primas y los productos manufacturados ahora se ha extendido al intercambio entre cualquier tipo de productos agrcolas, manufacturados, etctera, y los productos informacionales.

Existe un espacio para que los Estados puedan desarrollar polticas pblicas significativas, o el Estado est en una etapa completamente defensiva sin capacidad de influencia real?

Los Estados han dejado de ser soberanos, por muchas declaraciones que hagan. Los Estados no tienen por s mismos, ni los grandes ni los pequeos, capacidad para controlar los flujos globales de capital, de tecnologa, los medios de comunicacin o Internet. Eso no quiere decir que desaparezcan. Los Estados nacionales son constituciones histricas que representan identidades, coaliciones de intereses, proyectos nacionales y que van a seguir. Los futurlogos que predicen la desaparicin del Estado simplemente reflejan una ideologa neoliberal. Lo que ocurre es que el papel de los Estados en este momento es navegar en ese mundo de flujos ms que gobernar, y tratar de combinar los distintos grupos de intereses que representan, cmo se adecan a ese mundo cambiante de flujos de informacin y riqueza que construyen y constituyen el planeta.

La manera en que muchos Estados se adaptan es a travs de dos procedimientos: la organizacin de redes interestatales y la construccin de instituciones supranaciona- les que, a travs de alianzas de Estados, puedan conseguir un mayor poder de negociacin y de influencia en este mundo de flujos globales. Y, por otro lado, la descentralizacin regional y local que permite a entidades pblicas tener mayor flexibilidad para adaptarse a estos continuos cambios de flujos de comercio, capital e informacin.

Hemos pasado de un Estado-nacin a lo que yo llamo un Estado-red que est constituido por una serie de relaciones, una red de relaciones entre los Estados naciones, las instituciones supranacionales, las instituciones internacionales, que son distintas (hechas de alianzas de Estados y no por encima de stos), y, por otro lado, los entes locales y regionales que tambin tienen su capacidad creciente de gestin. El ejercicio de la poltica cada vez ms pasa por una continua interaccin, a veces negociada a veces conflictiva entre esos distintos niveles de instituciones estatales que forman el Estado-red.

Qu tan determinante es la capacidad fiscal del Estado? De qu fuentes extraer el Estado los recursos para hacer polticas pblicas?

Es decisiva y es uno de los grandes desafos que tiene el Estado en el momento de la globalizacin de la economa. En la medida en que existe la posibilidad de desplazar capitales y establecer sedes de empresas en parasos fiscales, la contabilidad interna de muchas empresas multinacionales y de muchos bancos es prcticamente imposible de controlar para muchos Estados. Sobre todo por Estados de menor capacidad tcnica o econmica como lo son muchos Estados latinoamericanos. Entonces, sin contar la enorme cantidad de economa informal y economa criminal que por definicin escapa al Estado, y sin contar los fraudes fiscales masivos que se producen en todo el mundo, hay tambin una incapacidad creciente de los Estados para controlar la contabilidad de las empresas. Si a esto aadimos la estrategia neoliberal de reducir la base fiscal del Estado, estamos en una situacin en la que a los Estados se les pide cada vez ms pero tienen cada vez menos con qu cubrir esas necesidades. Y, por consiguiente, los Estados estn en una situacin ms de incitar y negociar que de decidir y ordenar.

Cuando habla de economa global criminal entiendo que no se refiere nicamente al narcotrfico sino a actividades ilcitas mucho ms extensas y complejas. Por qu algunos expertos le restan importancia, argumentando que los datos de la economa global del crimen no son confiables? Es un problema de falta de voluntad poltica, de aplicacin de la ley, o el mundo estara impotente ante la intervencin de la economa global criminal en la sociedad red?

Este es uno de los problemas ms importantes en el mundo en general, no slo en Amrica Latina. En primer lugar, la economa global criminal es mucho ms que el narcotrfico. Para dar una idea, el narcotrfico representara entre el 50 y el 60% del volumen global de esta economa que las Naciones Unidas consideran con un flujo anual de al menos un trilln de dolares (con doce ceros), ms que el producto bruto del Reino Unido. Eso sera lo mnimo que estara circulando en los circuitos de lavado de dinero y en los circuitos financieros. Cierto que estos datos y otros son poco fiables.

Segundo, es una economa que no slo se refiere a la droga sino al trfico ilegal de armas, al trfico ilegal de seres humanos, hombres, mujeres y nios, de rganos humanos, al trfico ilegal de dinero, que es el principal trfico ilegal porque sin l ninguna de las otras actividades criminales tendra sentido.

Cules son las polticas que se siguen? Polticas de represin y de negacin de la evidencia, condenadas al fracaso porque no consiguen parar el fenmeno, y adems generan gastos absolutamente disparatados.

En Estados Unidos hay cinco millones y medio de personas en el sistema de justicia criminal y dos millones en la crcel. Se calcula que 60% del volumen de personas en la crcel est ligado a la droga, la menor parte al consumo y la mayor parte al trfico. En Estados Unidos se construye una prisin por semana y se calcula que este ritmo seguir durante los diez prximos aos. California gasta tanto en prisiones como en educacin.

Situaciones como la de Mxico, Colombia, Bolivia o Paraguay, indican que el narcotrfico y la economa criminal han penetrado en lo ms profundo y lo ms alto de las instituciones del Estado, desde los policas de aduana y los jueces, hasta ministros. parlamentarios y aparatos de partidos polticos mayoritarios. En esas condiciones, seguir pensando que la simple represin de las actividades marginales de traficantes puede bastar como poltica contra la economa criminal, es o bien un sueo o algo mucho ms grave, una irresponsabilidad.

Es incomprensible que haya una accin de grandes gobiernos para ocuparse de los derechos humanos en Kosovo con enormes recursos polticos y militares y no haya una accin concertada de gobiernos para un programa global contra la economa criminal que vaya desde medidas represivas, que debe haber, hasta medidas de limpieza de las instituciones del Estado y programas preventivos, e incluso plantear en serio el tema de la legalizacin de las drogas como elemento fundamental.

En El poder de las identidades usted seala la obsolescencia de los partidos polticos como mecanismos de representacin y excluye la posibilidad de que stos acten como innovadores y agentes de cambio social, y apuesta al rol de los nuevos movimientos sociales. Pero en casi todas partes la poltica sigue siendo administrada pollos partidos polticos. Esta nueva tendencia est planteada como de largo plazo o tiene una expresin inmediata?

Los partidos polticos no slo son importantes sino indispensables en la democracia. Ahora que en Amrica Latina mucha gente lamenta que la lucha por la democracia no haya dado todos los frutos que se esperaban, yo siempre recuerdo la definicin de democracia de Robert Escarpit. el filsofo y ensayista francs, que deca: democracia es cuando llaman a la puerta a las cinco de la madrugada y piensas que es el lechero. Y la democracia poltica incluye como mecanismo insustituible la pluralidad de partidos polticos.

En mi libro afirmo que, basado en una investigacin emprica, no es tanto que los partidos estn superados, sino que no son agentes de innovacin poltica social y cultural. En la medida en que tienen que gestionar el da a da, y son prisioneros de toda una serie de normas institucionales y de situaciones de equilibrio, no es de los partidos de donde puede venir la innovacin, la afirmacin de nuevos valores. Por otro lado, si movimientos sociales que son los generadores de nuevos valores fueran los nicos exponentes de la organizacin de la sociedad civil, entonces correramos un alto riesgo, incluso de fundamentalismo e intolerancia, porque una vez que se proponen nuevos valores hay que gestionar los intereses de la gente que no tiene esos mismos valores o que no acepta esos valores. Por consiguiente, estamos ante una necesidad de establecer un equilibrio y una interaccin entre movimientos sociales como generadores de valores y partidos polticos como gestores de instituciones. En ese sentido, no son excluyentes. Ahora bien, su fusin, la absorcin de los movimientos sociales por los partidos polticos lleva a la burocratizacin de la sociedad. La absorcin de los partidos polticos por los movimientos sociales lleva en el fondo al fundamentalismo, a la no capacidad de gestin de los mltiples intereses de una sociedad plural.

Sin embargo, el problema no es que los partidos estn obsoletos por definicin, es que han entrado en una crisis de legitimidad profunda, no tanto por ser partidos polticos sino por lo que hacen como partidos polticos. Por un lado, han quedado prisioneros de los medios de comunicacin. La poltica de la sociedad de la informacin es una poltica a travs de la comunicacin y de los medios de comunicacin. No es que los medios de comunicacin tengan el poder, sino que son el espacio en el que se hace la poltica. Y los partidos polticos se han convertido fundamentalmente en productores de imgenes y de efectos comunicativos, porque a travs de estos efectos se impacta la opinin pblica.

Al convertirse en mquinas mediticas los partidos polticos han perdido sus conexiones profundas con la sociedad. Y en muchos casos se han convertido en mquinas burocrticas. Quienes militan en los partidos son en el fondo personas bastante poco representativas de la realidad en su conjunto y se han convertido en aparatchiks. Es una extraa combinacin de aparatchiks como cuadros de partido y de mquinas mediticas como formas de llegar al poder para fundamentalmente situar en posiciones de privilegio a aquellos que estn ya en el partido.

Estamos ante una prdida de eficacia y legitimidad del tipo de organizacin poltica de partido en el que estaba basada la democracia representativa, en un momento en que las frmulas de hacer poltica han cambiado y los partidos no.

Hablemos un poco de las potencialidades de lo que usted llama la sociedad red que ha transformado las pautas de organizacin de la economa, la sociedad, la cultura y la poltica.

La sociedad red ya existe, no es el futuro. Es una sociedad constituida en torno a redes electrnicas de informacin en las que casi todo lo que es importante circula. El capital, el comercio internacional, la tecnologa, las nuevas tcticas militares, los medios de comunicacin, la educacin, todo est constituido en torno a estas redes electrnicas. Estas redes son muy flexibles y permiten circular valores e intereses en distintos sentidos. En concreto, la misma capacidad que tienen los mercados financieros para circular constantemente a nivel global y unificar todo el capital, la tiene tambin la informacin. Y la informacin a travs de Internet puede ser de una ayuda extraordinaria para el desarrollo de la educacin en muchos pases con infraestructura educativa muy limitada. No slo a travs de la llamada educacin a distancia sino a travs del reforzamiento de la capacidad de las escuelas de acceder a la informacin y hacia fuentes de comunicacin impensables hace diez aos; con muy poco entrenamiento maestros de escuela pueden ser los intermediarios entre nios o adolescentes y el conocimiento de la informacin universal a travs de Internet. Tambin los movimientos sociales que antes eran locales, y por tanto localistas, pueden, y lo estn haciendo en estos momentos, conectarse a travs de Internet, va interactiva, intercambiar no slo informacin y experiencias sino tambin coordinar acciones y coordinar reivindicaciones. De la misma forma, a nivel poltico estn las consecuencias posibles de una mayor intervencin de la sociedad civil a travs de redes de informacin. Me refiero, por ejemplo, a que el control de la opinin por parte de lo que se publica en los medios de informacin puede ser no sustituido sino complementado por redes de comunicacin horizontales entre ciudadanos que no tengan que pasar necesariamente por las industrias de medios de comunicacin. n

Carlos F. Chamorro. Periodista nicaragense.

Mxico a dos tiempos.

1 marzo, 2000.

Mauricio Merino.

MXICO A DOS TIEMPOS

POR MAURICIO MERINO

Cartas mexicanas de Alexis de Tocqueville de Jos Antonio Aguilar Rivera retrata a un Tocqueville desmitificado, que apenas se explica qu rayos pasa en Mxico.

Quiero recomendar abiertamente la lectura de las Cartas mexicanas de Alexis de Tocqueville. Me encantara hacerlo por el puro gusto de compartir tres horas de buena lectura, basados en la inteligencia, el dato fino y el sentido del humor. Como si no estuviramos hablando de un libro, sino de una buena pelcula. As podra mantener oculta la trama y hasta convertirme en cmplice del juego que nos plantea Jos Antonio Aguilar quien como alguno de los presidentes de Mxico nos engaa con la verdad. Sin embargo, entiendo que es mi deber apegarme al ritual, y por lo tanto debo explicar algunas de la razones por las que creo que vale la pena leer este libro. Tengo tres.

La primera es la buena pluma de Jos Antonio Aguilar. Razn que valdra por s misma para justificar mi recomendacin, pues confieso que no tengo empacho en dejar de leer a medio camino, cuando las palabras comienzan a derrotar mi capacidad de disfrutarlas y, en ocasiones, hasta de entenderlas. De modo que no me siento obligado a rendirle culto a un libro que se me cae de las manos, aunque el autor o la autora haya ganado todos los premios y el tabique vaya por su quinta edicin. Por ejemplo, y a pesar de que me parece que fue Carlos Fuentes quien dijo que un autor pasa la vida escribiendo el mismo libro, la verdad es que nunca pude con su Cristbal Nonato, aunque me haya gustado La regin ms transparente. Mi obligado acercamiento a Saramago pues tambin reconozco que a veces leo para conversar fracas con La muerte de Ricardo Reis, pero se reivindic gracias a Todos los nombres. Otro ejemplo tambin es Tabucchi: desde que lo descubr persigo sus libros, pero lo que ms he disfrutado han sido sus cuentos sobre las ballenas de las Azores, simplemente porque cada prrafo es delicioso. Y es que para quienes no tenemos que competir por un sitio en ese mercado o ganar una plaza en el mundo hostil de la crtica literaria, lo fundamental es llegar a casa con el gusto de tener un buen texto en la mesa. Tengo una coartada para decir esto: los trabajadores de cuello blanco estamos obligados a leer cosas espantosas durante varias horas al da. Oficios, informes, memorias, demandas y quejas cuya caracterstica en comn es la falta de respeto a la sintaxis, cuando no a la ortografa. Y quienes adems dedicamos unas horas a la semana al oficio de dar clases, a todo eso debemos sumarle los conocidos maquinazos de no pocos alumnos. Es justo, entonces, que cuando cae la noche podamos descansar de todas esas cosas horribles poniendo los ojos en un libro que est bien escrito. Y un buen domingo me di ese gusto con el libro de Jos Antonio Aguilar. Y creo sinceramente que es una muy buena razn para recomendar su lectura.

La segunda es el encuentro con Tocqueville desmitificado, que emplea frmulas universalmente (o debo decir: occidentalmente?) acogidas, que con el correr de los aos han logrado colocarse por encima de cualquier revisin crtica.

Jos Antonio Aguilar, en cambio, es implacable. Para explicarme, tengo que citar tres prrafos in extenso. El primero dice:

Dudo (que Tocqueville) fuera capaz de entenderse a s mismo. Cualquier lector atento de La democracia en Amrica sabe que Tocqueville se contradice sin pudor alguno cada tres pginas. Sus juicios, adems, son casi tibios. La democracia es producto del designio divino, pero desagradable; no hay que resistir su marcha (es pecado), pero tampoco hay que hacerle muchas fiestas (es imprudente), etc. (Pero) en fin, (concluye) resulta ocioso poner en tela de juicio los mritos de un libro que hoy, de cualquier forma, nadie critica y todos aclaman.

Por lo dems, y aqu el segundo prrafo:

Es un enigma para m por qu Tocqueville es considerado un liberal. Para cualquier efecto prctico era un conservador. Desconfiaba del pueblo y de las ideas progresistas de su poca. Miraba con suspicacia a los republicanos y aplauda las elecciones en varias etapas. Tena nostalgia de los cuerpos intermedios medievales y no le importaban un comino los estratos populares. Slo pona atencin a las lites (a la burguesa en EU y a la palenquera en Mxico). Dudaba de los esfuerzos ms nobles del pueblo para sacudirse a los reaccionarios que dcadas despus acabaran por traer a Maximiliano. Adems era, como todos los de su clase, un pedante.

Y por si todo esto fuera poco, lo remata en un prrafo feroz, que de paso pone al da la crtica a sus propios contemporneos:

Los documentos ntimos de Tocqueville revelan su inteligencia pero tambin su veleidad. En alguna ocasin escuch a alguien referirse a l como el Orculo, el Profeta decimonnico que predijo con sorprendente precisin la guerra civil gringa, la futura rivalidad entre Rusia y los Estados Unidos y, como hemos visto, el despojo de Texas. Acaso Tocqueville poda ver ms lejos que sus contemporneos? O simplemente tuvo suerte en atinarle a la piata con los ojos vendados? Nada de esto puede saberse a ciencia cierta. Sin embargo, a muchos la chabacanera les hace ver augures por todos lados. Los descendientes de los racionales angloamericanos que describi Tocqueville ahora creen en las visiones de cualquier charlatn. La ilusin sucumbi ante los embates de las hot lines.

He seguido los textos acadmicos y las enseanzas del profesor Jos Antonio Aguilar desde hace ya varios aos. Comenc a leerlo sin saber de qu se trataba por la casualidad de un concurso, y su escepticismo bien informado me gust desde un principio. Era raro encontrarse con un joven profesor universitario que no hubiera comprado todas las teoras racionales que seguramente le endilgaron en la Universidad de Chicago. Y en fechas ms prximas, he tenido la oportunidad de conocer mejor alguna de sus ideas del modo ms insospechado pero tambin ms exacto posible: a travs de alumnos comunes. Y si bien el escepticismo y la flemtica distancia intelectual respecto a cualquier teora o cualquier acontecimiento no es ninguna novedad, lo verdaderamente singular de Jos Antonio Aguilar es que, a diferencia de otros conocidos profesores de la misma generacin, l no lo imposta. Su preocupacin por comprender y explicar es tan sincera como su crtica a las escuelas y a los autores que no entienden ni explican. Su crtica no parece estar animada por la construccin del pedestal propio, sino por una genuina desesperacin. Quiz por eso ha optado por la ficcin. O mejor dicho: por los recursos literarios que ofrece la ficcin para decir lo que resulta imposible expresar mediante una investigacin de cubculo, o cuyos matices se perderan a travs del ensayo. Y es que, a final de cuentas, el Tocqueville que nos pinta Jos Antonio Aguilar tampoco entiende ni explica qu rayos pasa en Mxico: este pas

donde no hay ciudadanos como afirma su personaje, sino comensales. Un pas cuyas carencias son materiales, pero sobre todo son espirituales, y cuyos habitantes, como sigue diciendo Jos Antonio Aguilar de Tocqueville, poseen la singular habilidad de malograr todo aquello que se proponen.

He aqu, pues, la tercer razn por la que recomiendo la lectura del libro: la frescura y a la vez la fuerza de su interpretacin sobre los males de esta nacin de comensales, que Tocqueville no hubiera podido entender aunque hubiera desviado su viaje, y que al mismo tiempo resulta tan incapaz de hacer suyas las ideas democrticas, tolerantes, ciudadanas que florecen por otras regiones. En suma: el viaje hipottico de Tocqueville al Mxico del siglo pasado es en realidad el viaje de Jos Antonio Aguilar al Mxico del siglo XX, armado con ideas similares que sirven para decirnos lo que pasa en otros pases, pero incapaces de calar hondo en las dificultades del nuestro, y con una conclusin igualmente desencantada: el pasado no alumbra el futuro, querido padre, y por ello el espritu del hombre camina entre tinieblas. n

Mauricio Merino. Politlogo.

Miradas para el ao 2000 y el siglo XXI.

1 marzo, 2000.

Carlos Castillo Peraza.PARABLICA

MIRADAS PARA EL AO 2000 Y EL SIGLO XXI

POR CARLOS CASTILLO PERAZA

Sartre, para comenzar

A penas terminados los festejos del adis a 1999 y de bienvenida al mtico ao 2000, Bernard-Henry Lvy abri fuego gracias a los auspicios de la editorial Grasset. El libro lleva por ttulo Le sicle de Sartre (El siglo de Sartre) y su aparicin hizo regresar a las portadas de al menos un par de los ms difundidos semanarios franceses Le Point y Le Nouvel Observateur el nombre y la imagen del filsofo fallecido hace un poco menos de dos decenios y que, segn Jean Daniel, a pesar de la incertidumbre de sus compromisos polticos, merece su leyenda. Ya se anuncian dos volmenes ms para el primer trimestre: Littrature et engagement. De Pascal a Sartre (Literatura y compromiso. De Pascal a Sartre), de Benot Denis (Le Seuil), y Sartre, de Denis Bertholet (Plon).

En Le Point. Claude Imbert anota, afilado como una hoja de rasurar: Sartre, ciego precoz, viejo Edipo de un siglo de Atridas, acabar incensando a Mao y adorando a Castro. Para terminar, caer en la Biblia como quien regresa a la infancia. Qu vida! Una antorcha de la libertad ahogada en el gran error del siglo.

Razones y proporciones

Circula en Inglaterra un informe que critica severamente la inflacin de asesores o consejeros especiales auspiciada por el simptico Tony Blair. primer ministro britnico de obediencia laborista y padre putativo de la comentadsima tercera va. El documento indica que cuenta con veinte de aquellos que no son funcionarios pblicos, es decir, que son externos. Adems, hace notar que su predecesor, el conservador John Mayor, tena slo ocho del mismo gnero. Una de dos, o Blair oye ms que Mayor, o la izquierda civilizada genera ms empleos con cargo al erario pblico que la derecha neoliberal.

No slo los sbditos de Su Majestad andan metidos en razones y proporciones al inicio del 2000, tambin los chinos, pero con cifras congruentes con sus nmeros demogrficos. Resulta que El cotidiano del pueblo, rgano oficial del Partido Comunista, perdi 7% de suscriptores durante 1999. Hay preocupacin en los altos mandos. Habr una campaa encaminada a recuperar clientela. Al diario ya slo le quedan 22,857,000 abonados. Una autntica tragedia.

Dos eclipses norteamericanos

La revista italiana Panorama califica de perdedores del ao, en los Estados Unidos, a un par de personajes cuyos destinos, si se piensa en las horas de exhibicin meditica de que dispusieron, habran debido ser rutilantes: el exprocurador especial Kenneth Starr y la ultrafilmada Monica Lewinsky.

El primero soaba con una toga de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, pero acab como rector de una universidad tan minscula como desconocida: la de Hillsday, en Michigan. La segunda seguramente nunca imagin que terminara sus das de gloria televisada como vendedora insignia de bolsas de mano en un rinconcito de Internet (www.therealmonicainc.com). La famosa becaria de la Casa Blanca, empero, ha recibido algunas ofertas ad