mutemusic en revista su casa -edición # 60-

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o la paradoja de los sentidos

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por: andrés Fernández, arquitecto |

Fotografías: josé ignacio González

la música puede expresarse más allá del sonido, lo mismo que las imágenes no cesan de emitirlo.

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¿se pueden ver los sonidos? ¿tienen música algunas

imágenes?… al margen de la paradoja que tales preguntas puedan representar y representen, en efecto, hay una manera de percepción que parece responder a ellas: la sinestesia.

sinestesia, o unión de los sentidos, es el término que describe el fenómeno cerebral que consiste en mezclarlos, precisamente, a la hora de percibir. por esa razón, existen varios tipos de sinestesia, de acuerdo con cuáles de los cinco sentidos se den cita en ella; por eso, recientes investigaciones realizadas en ese campo son de sumo interés para el conocimiento de la mente humana.

Facultad poco común, las personas que la experimentan –los sinestésicos– ven los sabores, tocan los colores o gustan los sonidos; pueden atribuir colores concretos a ciertos números y palabras; o bien organizan la percepción de lo sonoro en una diáfana visualidad.

sinestesia musical. así, quienes ven en su mente las notas musicales o la melodía de diferentes instrumentos como formas geométricas con color o textura experimentan la sinestesia musical.

Ventana abierta a nuestro cerebro, al cómo percibimos y al cómo pensamos, la sinestesia es el concepto del que parte un joven fotógrafo costarricense para resolver algunas de las incógnitas que le plantea su oficio. josé ignacio González dio con la sinestesia musical como una herramienta para su proyecto MuteMusic.

“en general, pienso que todos tenemos algo de sinestésico –afirma–, pero claro, con el paso de los años, la cantidad de información que hemos tenido que procesar, y el interminable condicionamiento social

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allá del sonido, lo mismo que las imágenes no cesan de emitirlo.”

Fotografiando el sonido. “esa frase surgió al momento de plantear el proyecto MuteMusic, como explicación de su esencia. pretende ser el lema del proyecto fotográfico y parte de la motivación del mismo, que es lograr que la música no solo se escuche, sino que se sienta y que se vea, como elemento imprescindible en la creación humana.” efectivamente, si la característica esencial de la música es despertar sentimientos en las personas, “llegar al corazón”

hacia cómo debemos pensar, ha ido opacando en nosotros todos estos instintos. por lo mismo, me considero poco sinestésico, pero disfruto mucho de buscar analogías de ese tipo en todo momento; mientras que por otro lado siempre respeté y valoré mucho la abstracción visual, pero una abstracción con sentido.”

“en el 2009, durante un viaje a Buenos aires, asistí a un concierto de la banda cardo ruso, y de inmediato noté que el tipo de iluminación que utilizaban y el sonido que emanaban podían trabajarse por medio del lente de la cámara para crear mi propia música visual. Me puse a trabajar, experimentando con varias técnicas, y fue en ese momento en que la idea de la sinestesia y la necesidad de tratar de expresarla surgió, dando como resultado este proyecto.”

no en balde, la más frecuente de las sinestesias es aquella que une percepciones visuales y auditivas, de modo que sonidos, palabras o música evocan colores. ese fue el principio del que partió González en su búsqueda: “la música puede expresarse más

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de acuerdo con la percepción sinestésica, la música es capaz de expresarse visualmente, y es cuando los colores fríos se ligan a sentimientos de tristeza, soledad, dolor o angustia, mientras que a los colores cálidos se les asocia con todo lo contrario: notas tristes, colores fríos; notas animadas, colores cálidos, tales como rojos, naranjas y amarillos.

“se puede pintar un cuadro escuchando música –que se quiera o no, va afectar su percepción, y por lo tanto el resultado final de nuestro esfuerzo–; igualmente, muchos programas de música están diseñados para que, al sonar esta, exprese todas esas notas y ritmos en secuencias y ondas coloridas. así que podríamos decir que científicamente esto es una realidad… mientras que metafísicamente hablando, basta con percibirlo. con la exposición, yo propongo todo lo contrario: que el sonido pueda ser percibido por medio de lo visual.”

como dice el lugar común, eso se consigue activando la memoria, la atención y la emoción en distintos grados.

—¿cuándo se presentó MuteMusic por primera vez?

—la exposición se inauguró el 14 de julio del 2010, en el centro cultural de México. junto con la exposición se hizo una especie de happening, donde los músicos alberto Font, roberto Fuchs y alejandro sauter se encargaron de improvisar al compás de las fotografías, o sea, de usarlas como partitura, creando su propia interpretación musical de ellas.

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happening, las personas de verdad pudieron escuchar las fotografías y visualizar la música, por medio de esa sinestesia inducida.

—las fotografías, como producto plástico en sí, ¿son comprensibles al margen de la música que las generó en su momento?

—Hay que recordar que las fotografías, aunque son un producto basado en una sonoridad específica, no pretenden expresar la música que sonaba en el momento de la toma; más bien pretendían ser la partitura de una nueva sonoridad, y que la música surgiera de su interpretación visual. en todo caso, como toda obra visual creada con música de fondo, está influenciada por ritmos y tonos que en algún momento del proceso se incorporan como formas y colores. tanto la música que sonaba a la hora de ser creadas las fotografías, como la música creada a partir estas, son comprensibles y asociables con las fotografías, así como parte y producto de las mismas.

—¿continúa MuteMusic, o hay otros proyectos afines en carpeta?

—MuteMusic como proyecto me parece que ha cerrado una etapa importante, que fue el primer contacto. como concepto, siento que es necesario seguir trabajando en él, en diferentes versiones, en diferentes etapas y en diferentes géneros.

por otro lado, la sinestesia la he seguido aplicando a nuevos proyectos que ahora estoy armando, a la espera den un buen resultado expresivo.

la idea, además del gozo visual que se pretende transmitir, es crear en el espectador un tarareo, un ritmo acompañado de un sentimiento dado por los colores, las formas y la energía que expelen los músicos por medio de sus instrumentos: se busca que el espectador ponga a prueba su percepción.

sinestesia inducida. MuteMusic nació de la búsqueda de equivalencias entre la música, los colores y sus respectivos tonos, así como del sentimiento implícito en la percepción humana. al realizar las fotografías, se procuró plasmar, por medio de una iluminación especial en el momento de la toma, el aura que brota de la imagen, producto de la satisfacción transmitida por el músico.

la muestra consta de 10 imágenes de gran formato, que muestran cómo la música emana a través de los músicos y de sus instrumentos; sin ser imágenes abstactas, la figura no es necesariamente lo más importante en ellas, con lo cual se crea el sentimiento de estar ‘escuchando’ una fotografía que, por otra parte, puede ser percibida como completamente ‘muda’.

—a tu juicio, ¿cuál fue la reacción del público a la exposición?

—además de que la asistencia fue muy buena, pienso que el público se compenetró bastante con la actividad, noté que las personas de verdad se ‘perdían’ en la imagen, se abstraían en ellas. creo que a pesar de los primeros 20 minutos de música producto del

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Bajo el

el cantón de Mora y su centro, ciudad colón, se remozan de la mano de la memoria, el trabajo y la cultura.por: randall Zúñiga, periodista / Fotografía: osvaldo Quesada / Fotografía histórica: colección de Virginia coto, cortesía de la Biblioteca pública

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es viernes. Hoy le toca contarles un cuento a los niños que lleguen a su biblioteca, adonde está desde hace 23 años. lleguen dos o lleguen 15, todos los viernes cuenta un cuento. aunque nunca nadie le había pedido que contara el de cómo era su pueblo cuando ella crecía.

la historia de la poza y el jícaro“Yo tenía diez años y todavía recogíamos

el agua en el río. Hasta después llegó el agua a la casa. Y no llegó cerca: la ubicaron a 100 metros y ahí iba mi mamá a lavar y ahí hicieron un baño y nos íbamos a bañar”. antes, las lavanderas se apostaban a orillas del río pacacua y en las pozas los bañistas convertían el límite oeste de Villa colón en un balneario. “cada uno tenía su poza”, recuerda Zumbado.

se acerca el mediodía. la sombra del jícaro se

expande, como protegiendo al pueblo. los taxistas, los chicheros y los abuelitos sudan en la plaza. las tortilleras palmean en la plancha caliente del nuevo mercado y en la casa de la cultura el trompetista que aprende a afinar se detiene, toma aire, se seca la frente y vuelve a desafinar. Hace calor afuera, pero a medio camino entre la estantería de libros infantiles y el patio de la biblioteca, doña Flor María Zumbado empieza a conversar emocionada. “nunca me habían preguntado cómo era el pueblo antes”, confiesa. el calor se disipa mientras cuenta de las pozas del río pacacua adonde se iba a bañar con su familia o del día cuando pusieron tuberías.

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página opuesta. xxxxxcentro, arriba. xxxxxcentro, abajo, y esta página. xxxxxxx

no cuesta imaginar los bejucos con chiquillos colgando hasta medio río cuando el sol apretaba, ni cómo se multiplicaban las ventas de la refresquería de doña petronila aguilar bajo el jícaro del centro de ciudad colón. sentada bajo la sombra del mercado viejo, su nieta trinidad argüello recuerda cómo hace más de 60 años la traía y se guarecían juntas bajo el árbol que todavía reina, con una escultura de Mario parra por bastón sosteniéndole una rama.

“Mi abuelita vendía helados, granizados, refrescos… ¡de todo vendía! ahí, debajo de ese árbol”. doña trinidad se queda callada un momento. se toca el brazo derecho, enyesado, y se moja los labios. “Vea ese jícaro. ¡Quinsabe cuántos años tiene! si dice mi abuelita, oiga, ¡mi abuelita!, que si estuviera viva tendría como 109 o 110 años, dice que ella se acuerda que este era el mercado, desde que estaba pequeñita!”. este: la sombra del jícaro. “¡diosguarde apiarlo! ella era la que me contaba. Y que yo ya tengo 69 años”.

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por eso no es de extrañar que en el 2004 haya sido nombrado por el instituto nacional de la Biodiversidad (inBio) como árbol excepcional, “por su importanica histórica y etnobotánica”, como reza una placa, y que el “¡diosguarde apiarlo!” sea unánime.

allí, alrededor del jícaro, se irían congregando no solo mercaderes y vecinos, sino los edificios más representativos del pueblo.

la casa de adobe y otros relatosa la par de ese primer mercado hecho

de sombra, ya para inicios del siglo pasado estaba en funcionamiento el alero del ahora llamado Mercado Viejo, declarado patrimonio historico-arquitectónico y convertido en un espacio multiuso luego de su restauración. junto a este, el arquitecto josé María Barrantes edificó la escuela (antes municipalidad y ahora casa de la cultura).

“ahí fue maestra y directora mi mamá”, recuerda don alcides jiménez, sentado a la par de su casa-al costado de lo que fue centro educativo-, una recién remozada vivienda de adobe de la que le gusta conversar. “Yo tengo 84 años y mi mamá la compró... puede ser que tenga unos 15 años más. unos 100, sin exagerar. Yo conocí casas aquí de otro adobe, que no aguantó los temblores. esta es de un adobe de cajón, mezcla de barro de olla, teja y algo de zacate y hasta boñiga. amarró muy bien, aguantó los temblores fuertes”.

también de adobe era la antigua iglesia, demolida para construir en la década de los setentas el actual templo católico. “¡chará esa iglesia!”, exclama doña trinidad. “Yo no sé por qué la apiaron. Viera qué linda. ¡Maciza estaba! la iglesia vieja tenía unas torres... diga usted que está viendo la de puriscal. ¿conoce la de puriscal?. así era: tenía muchas ventanitas de colores, redondas. Muy linda. Yo me casé en esa iglesia. Y yo tengo ¿qué?, 46 años de casada. Me gustaba como era antes, esta no”.

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el nuevo templo está ubicado al norte del sector del mercado y la casa de la cultura, separados por la palestra cristiana y la que era una de las calles más importantes de Mora. Hoy, esa calle está convertida en bulevar y plaza principal y la palestra está recién remozada, después de muchos años de abandono.

a esas calles pavimentadas les llamaban calles ronda, como a los senderos de las fincas. Y no era para menos: “ciudad colón era un lugar de zacate, con casitas de madera muy insignificantes”, recuerda josé luis jiménez, hijo adoptivo del cantón y arquitecto encargado de la mayoría de las obras de renovación urbana y restauración

arquitectónica. “Mis papás se vinieron a vivir aquí hace como veintipico de años y poco a poco los tres hijos hemos ido llegando”.

en la biblioteca doña Flor sigue recordando, como abriendo una gaveta olvidada de la cómoda, mientras el sol de mediodía apunta directo. “Mi papá era boyero, boyero de jalar tablones. Y me acuerdo de la forma en que los jalaban: los amarraban directamente del yugo de los dos bueyes y ahí lo jalaban por laderas, por todo lado. Hasta sacarlos adonde los recogían los carros”, relata. “las carretas eran los taxis de carga, transportaban de todo: arena, piedra, sacaban la madera para las casas... Mi primera casa fue construida así...” luego rebobina un poco más. “¡Qué de cosas!: pulperías, payasos (no mascaradas –enfatiza-), ranchos de techito de paja, turnos, muchos árboles, casas de bajareque (que todavía habían bastantes), calles sin tendido eléctrico…”

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artesanía localdoña norma Villegas, llegó a ciudad colón cuando se casó con

un local. “Yo soy de san ramón. pero me casé hace un montón de años y ya pertenezco a ciudad colón, a pacacua”. Hace manualidades, como dice ella, y forma parte de una asociación de artesanos que expone en el callejón del mercado nuevo, en un calabozo rehabilitado del edificio que ocupaba la Guardia rural y que ahora es casa de la juventud.

don cayetano sánchez, en los altos de Quitirrisí, también es artesano, y aunque se siente mal de la espalda sigue tallando la madera, haciendo canastas y sombreros de bambú, bejuco, jícaras, carrizo o pino, como aprendió de niño. el oficio es común allí, en la reserva indígena ubicada en los cerros, carretera a puriscal. la venta, en el patio de su casa ubicada 300 norte de la iglesia de san Martín, tiene una ventaja: está en la vía principal. aun así la avalancha de productos importados ha mermado sus ventas. la misma queja tiene Villegas, como si un eco bajara de los montes hasta el centro.

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pueblo, pero sí debo decir que los más adultos decían: Villa colón es lindísimo... ¡pero el centro sí es feo! un mercado cayéndose, unas aceras feas... no había nada”.

la conexión entre todos los hitos locales potenció la renovación de la gran mayoría de ellos. por ejemplo, la palestra recibió fondos provenientes de la ley catedral y se rehabilitó nuevamente como teatro, la Municipalidad (antigua casa de enseñanza de Villa pacacua) se convirtió en casa de la cultura gracias al premio conseguido en el certamen salvemos nuestro patrimonio del Ministerio de cultura y juventud (2007). ahora allí se brindan cerca de 100 cursos en áreas como música, danza y artesanía. además, se gestionaron fondos para restaurar el Mercado Viejo y crear uno nuevo, y el escultor Mario parra donó su obra siete güilas y un zagüate -tallada en un guachipelín regalado por un finquero- para sostener una rama del jícaro.

“la arquitectura es una insinuación para que sucedan cosas, porque se hace en función de las actividades que se van a llevar a cabo dentro de un espacio”, explica jiménez. “si yo no analizo las actividades que van a suceder allí adentro, ¿para qué carajos voy a hacer el espacio?”, añade. las necesidades, por supuesto, siempre serán muchas, pero las posibilidades de cambio existen. “es posible que se transformen espacios, que se tranformen vidas, a partir de ideas y sueños”, concluye Monge. “Y en pequeñito se aprecia más el esfuerzo de tanta gente”.

“¡si yo le enseñara todos los proyectos que tengo guardados, que tengo en el tintero!”, dice el arquitecto josé luis jiménez. Él y otros vecinos (como Gilberto Monge, actual alcalde) han liderado durante los últimos 7 años el proceso de renovación urbana de ciudad colón. el éxito y la apropiación de los espacios por parte de la gente los ha llevado incluso a desarrollar obras en otros distritos de Mora, como Guayabo. todo a partir de la asociación de desarrollo específica pro rescate histórico, arquitectónico y cultural del cantón de Mora (aderHac), tan relevante en el proceso cuan largo su nombre.

“la idea fue crear parques con carácter de conector, integradores de varias actividades. eso funcionó muy bien en Villa y empezó a funcionar con el proyecto de Guayabo”, explica jiménez. en el primero, una calle fue convertida en plaza central. al costado sur de esta se encontraba el Mercado Viejo, el árbol de jícaro, la Guardia rural y la Municipalidad. al otro, la palestra cristiana y el templo católico.

“la gente ha ido generando identidad”, afirma, orgulloso, Monge. “Villa colón era un lugar para dormir. punto. incluso había una confusión que se ha ido borrando de que si era de santa ana o de puriscal y eso ha ido cambiando”. luego confiesa: “Yo amo este

arquitectura centrífuga:

del centro histórico hacia fuera

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Mercado

Viejo

Mercado

Nuevo

Biblioteca pública

Templo católico

Palestra Cristiana

Jícaro Casa de La Cultura

Municipalidad

Plaza

Calle Central y Avenida 1

Escuela Rogelio Fernández Güel

Quebrada Honda

Quebrada Chorro del Pad

Río

Paca

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metros

5002500

sistemas de información Geográfica, Grupo nación

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cuento cortojuan de cavallón fue el primer español en

accesar a la región de pacacua (1560), que para entonces era parte de un reino huetar controlado por el cacique coquiva. el pueblo, ubicado primeramente en tabarcia, fue trasladado al actual asentamiento de ciudad colón en el siglo XVi. allí el centro acogió el nombre de Villa colón y posteriormente de ciudad, en honor al descubridor de américa. Y en honor a los beneméritos juan rafael Mora porras y juan Mora Fernández todo el cantón fue bautizado como Mora. pero el nombre de pacaca o pacacua, que muchos aseguran significa “lugar rodeado de agua” -difícil de saber cuando ha desaparecido ya el idioma autóctono- continúa perpetuado por una de esas aguas, el río local.

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