casa del estudiante _ edición especial

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1 años en casa UN SUEÑO CUMPLIDO POR LOS TRABAJADORES, UN HOGAR Y UN FUTURO PARA SUS HIJOS. SINDICATO REGIONAL DE LUZ Y FUERZA 2003 - 2013 Un emprendimiento del

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EDICIÓN ESPECIAL AUTORIZADA SOLO PARA USO PARTICULAR DEL SINDICATO REGIONAL DE LUZ Y FUERZA | NO PUBLICAR SIN AUTORIZACIÓN | © Editorial producida por Regardé comunicaciones S.A. | Bolivar 348 | Córdoba | (0351) 5690624 |

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UN SUEÑO CUMPLIDO

POR LOS TRABAJADORES,

UN HOGAR Y UN FUTURO

PARA SUS HIJOS.

SINDICATO REGIONAL DE LUZ Y FUERZA

2003 - 2013

Un emprendimiento del

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Datos

Mil dólares fue el precio que se pagó por el inmue-ble de 7 pisos, ubicado en Cañada y Deán Funes.

Jóvenes de toda la provincia pasaron por La Casa en estos diez años.

Es el promedio general de los estudiantes que viven en la casa.

Años atrás, el sueño de los traba-jadores del interior de la provin-cia, comenzaba a ser realidad.

Materias, en promedio, rinden cada año, lo que demuestra que las normas de la casa favorecen el rendimiento académico.

Profesionales se formaron mientras vivían aquí.

En febrero los estudiantes ocuparon “la Casa”. de abril fue inaugurada con la presencia de autoridades provinciales.

Estudiantes, puede albergar el edificio, provisto de todas las como-didades necesarias para que los chicos se dediquen a estudiar.

Pisos están destinados a las habitaciones, tres para varones y tres para mujeres.

Habitaciones por piso, con comedor, lavadero, y servicio de cuarto.

10SECRETARIO GENERAL Eduardo Ángel BRANDOLÍN

SUBSECRETARIO GENERAL Máximo Humberto BRIZUELA

SEC. DE ORGANIZACIÓN Arturo Carlos CUSSASUB-SEC. DE ORGANIZACIÓN Marcel Cesar CAULA SEC. DE VIVIENDAS Y OBRAS Raúl Rodolfo DURÁN

SEC. DE HACIENDA José Alberto ROSSI SUB-SEC. DE HACIENDA 1º Jorge Antonio APEZTEGUIA

SUB-SEC. DE HACIENDA 2º Raúl Marcelo ÁLVAREZ SUB-SEC. DE HACIENDA 3º José Alberto NICOLINO

SEC. GREMIAL José Antonio VARGASSUB-SEC. GREMIAL 1º Rubén Pedro BERGESIO

SUB-SEC. GREMIAL 2º Carlos Julio RECALDE SUB-SEC. GREMIAL 3º Claudio Eduardo TORANZO SEC. DE PREVISIÓN Fernando Adrián GONZÁLEZ

SEC. DE SERVICIOS SOCIALES Jorge Ricardo VACHETTA SEC. DE TURISMO, DEPORTES Y ACTAS Alberto BOGLIONE

SUB-SEC. DE TURISMO, DEPORTES Y ACTASGuillermo Cesar SUPPO

SEC. DE CULTURA, COMUNICACIÓN Y FORMACIÓN María Alejandra CARRILLO

VOCALES TITULARES Robert Eraldo CAULA - Daniel Eduardo GIL - Jorge David OVIEDO - Carlos Armando CORIA

VOCALES SUPLENTES Omar Jorge PIÑAL - Oscar Daniel ALBA

Carlos Diego BARRIONUEVO - Carlos Alberto OLMOS

ADM. CABAÑAS DE COSQUÍNOsvaldo RINCÓN

ADM. HOTEL “INDEPENDENCIA” TERMAS DE RÍO HONDO DE LA FATLYF

Juan Carlos ZANFORLIN

COMISIÓN REVISORA DE CUENTAS Y CONTROL DE LOS EMPRENDIMIENTOS

TITULARES Daniel Alberto PAVÁN - José Luís USANDIVARAS Sandra Viviana CABALLERO - Damián Juan SANZ -

Lidia Norma CASTELLINO SUPLENTES Graciela del Valle CANAVESIO -

Mercedes Omar ALAMO

COMISIÓN CENTRAL DE JUBILADOS Y PENSIONADOSPRESIDENTE Juan Carlos ZANFORLÍN

SECRETARIO Nelson GABRIELLONI

VOCALES TITULARES Horacio E. COLSON - Julio BEVIONE

VOCALES SUPLENTESJuan Luis TISERA - Juan HERNÁNDEZ

Juan Carlos BISARO - Olivio Bartolo BELLO

Gestión para el CAMBIO

SINDICATO REGIONAL DE LUZ Y FUERZA

El Sindicato adquirió el edificio del viejo Hotel Mediterráneo, donde ahora funciona la casa.

620

2001

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AÑOS EN NÚMEROS

PRODUCCIÓN

PERIODÍSTICA / GRÁFICA

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Nada es igual a como era entonces, cuando construimos esta casa. Lógico, pasaron 10 años. No fue, sin embargo, el paso del tiem-po el único motivo de los cambios en nuestro sindicato y en el país. Cuando una familia comienza a levantar un nuevo hogar, ladrillo a ladrillo, deposita también en ese proyecto los miedos, las ilusiones y las esperanzas de ver florecer las semillas de su amor: los hijos.

Con el mismo amor, la familia del Sindicato Regional de Luz y Fuerza se lanzó hace una década a su proyecto más ambicioso: La Casa del Estudiante, el lugar donde los hijos de los trabajadores con-viven y se sienten protegidos, mientras dan sus primeros pasos en su vida profesional.

En este tiempo, las paredes de esta casa cobijaron las historias de más de 600 jóvenes de distintos pueblos del interior. Cada uno con su idiosincrasia, su tonada, su sencilla mirada pueblerina, fue dándole vida a este lugar. Y mientras ellos crecían, estudiaban, se forma-ban, también nosotros aprendimos de nuestros hijos. Muchos ya son profesionales, otros siguen estudiando, pero todos los que pasaron por aquí, vieron transformadas sus vidas y cambiaron también, para siempre, la vida de nuestro querido sindicato.

El país, mientras tanto, también cambió. Iniciamos este proyecto en los primeros meses del 2001, cuando la crisis amenazaba con

golpear otra vez a los obreros. Pasaron 7 presidentes, vimos de-rrumbarse viejas estructuras de poder que parecían eternas, y salimos a las calles en numerosas oportunidades para defender nuestros derechos. Los trabajadores, como en cada momento clave, volvieron a ser el motor que impulsó al país para salir del pozo. La Casa del Estudiante mientras tanto se mantuvo indem-ne. Representa para nosotros, un paso adelante en la historia de la lucha obrera. El anhelado acenso social, la posibilidad concreta de que los hijos de los trabajadores puedan acceder a la educa-ción universitaria.

Como en la vida, hubo de cal y de arena. Existieron momentos difíciles, pero pudimos levantar la cabeza y mantener este pro-yecto intacto, que fue el sueño de muchos dirigentes que pasa-ron antes que nosotros. Somos conscientes de que este tiempo transcurrido es apenas un primer paso en esta historia y quere-mos celebrarlo.

El décimo cumpleaños de La Casa del Estudiante es un acto de alegría. Es una victoria feliz de todos los que la hicieron po-sible y, además, de la conjunción responsable de trabajo y com-promiso. Esa fue la semilla que plantamos. Hoy vemos crecer a nuestros hijos al calor de este hogar. De esas vidas, estos frutos.

Editorial

CONSTRUIRUN HOGARPOR EDUARDO BRANDOLÍN

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odría decirse que la piedra basal de La Casa del Estudiante fue un ladrillo imaginario: un anhelo, un sueño surgido de

una necesidad concreta. Esa primer pie-dra fue puesta hace casi 30 años, cuando en una reunión de Cuerpo General de Delegados alguien levantó la mano y dijo que deberían hacerse algo para que los hijos de los trabajadores, sobre todo los de cooperativas que perciben sueldos menores y viven alejados de los centros de estudios como Córdoba o Río Cuarto, donde están las universidades, puedan estudiar alguna vez, hacer una carrera, ser profesionales. El sueño, resumía una de las tantas premisas del movimiento obrero: el ascenso social de la clase trabajadora.

“Hace 30 años que soy dirigente. Ocupé muchos lugares. Recuerdo haber estado cuando surgió esa inquietud y me quedó

grabada”, recuerda El Secretario General Eduardo Brandolín. La idea quedó dando vueltas por ahí. Se barajaron varios proyec-tos, uno de ellos fue becar a los chicos que quisieran estudiar. Pero hubo que esperar hasta 2001, cuando asumió Gestión Para el Cambio, para comenzar a trabajar.

No era un panorama fértil para los proyectos el que ofrecían los últimos meses de 2001. La historia es conocida: la crisis económica y social apretaba en todos los sectores del país y el estallido estaba a pocos pasos. Sin embargo, la construc-ción de un albergue para los hijos de afiliados fue el primer proyecto que encaró Brandolín apenas asumió como Secretario General. “Quisimos construir un edificio con 50 departamentos –recuerda–. Pero después surgió la posibilidad de comprar el viejo hotel Mediterráneo”.

Ubicado en Deán Funes y Cañada, el

edificio de siete pisos costaba, por enton-ces, 700 mil dólares. Tras una inspección pormenorizada, los expertos enviados por el Sindicato decidieron que el lugar era óptimo, y que por la inestabilidad económi-ca que se vivía, era mejor negocio que construir un edificio.

Finalmente la compra se acordó en 620 mil dólares y luego se invirtió cerca de un millón de pesos para dejarlo en condicio-nes. Es decir, seis pisos acondicionados para recibir a 96 estudiantes, dos por habitación, con comedores y lavaderos en cada piso, y espacios comunes amplios y cómodos. La Casa del Estudiante fue desde entonces, un modelo de excelencia en resi-dencias estudiantiles.

Pero el desafío recién empezaba. “Había que hacerse cargo de 100 chicos”, recuerda Brandolín con cara de susto.

Los Inicios

EL SUEÑO DE CONTAR CON UN LUGAR PROPIO

PARA QUE NUESTROS HIJOS

PUEDAN ESTUDIAR, SURGIÓ HACE 30 AÑOS.

EL PRIMERLADRILLO

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l rendimiento académico de los jóvenes que viven en La Casa del Estudiante supera los estándares de la mayoría de

las universidades. Su nota promedio es de 8,50 y la media de materias rendidas por año es de cinco; muy por encima de los promedios de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

Pero además de cumplir con el objetivo académico, el paso por la casa –lo admiten muchos– los transforma en personas ínte-gras. Después de todo, cada uno carga con el desafío de dejar atrás su lugar y su familia. La lejanía, las ausencias, la soledad y el miedo a la gran ciudad, son los fantas-mas comunes.

El reglamento contempla ambos aspec-tos. En sus objetivos sostiene: “conseguir que la estadía del becario sea lo más pla-centera y ordenada posible, respetando su

privacidad y libre arbitrio, proporcionar un ambiente seguro y agradable, y desarrollar responsabilidad partiendo de la premisa que es un ambiente común”.

A cambio, los becarios deben cumplir con el 75 por ciento de las materias que exige cada carrera, en el año. Si no lo cumplen, deben abandonar La Casa. “Es estricto, pero hace que los chicos ajusten los tornillos”, admite Eduardo Brandolín.

Emanuel Andujar, estudiante de diseño industrial que pasó por el albergue y perdió su lugar en 2007, reflexiona: “Por no estu-diar me perdí de estar en La Casa. Perdí las relaciones, las amistades, y sobre todo me atrasé en el estudio”.

La regla existe desde el principio y es inflexible. En 2003, durante el primer año de funcionamiento de La Casa, Paola Brandolín, estudiante de Psicología, hija de Secretario General, no pudo cumplir con

el 75 por ciento de las materias. “Yo no había rendido nada. Un día Miguel Valente me llamó para hablar, estaba nervioso, no sabía cómo decirme que tenía que irme”, recuerda Paola.

Fue una dura prueba para Valente. Debía comunicarle al Secretario General que su hija, no había cumplido con el objetivo de estudiar. “Eduardo, no sé cómo decirte esto –le dijo– pero tu hija no pudo aprobar todas las materias”. Bandolín fue severo. Respondió sin dudarlo: “Entonces decile que se vaya. Hace lo que corresponde”.

Diez años después, ambos recuerdan con simpatía aquella anécdota. Pero fue, seguramente, la prueba que marcó el rumbo de La Casa.

ESTÁSNOMINADO

“POR NO ESTUDIAR

ME PERDÍ DE ESTAR

EN LA CASA”.

El reglamento de La Casa está diseñado para que lo prioritario sea el estudio. Los que no pueden mantener el rendimiento, deben abandonarla.

Pese a todo, los que se fueron se llevan consigo el aprendizaje de la amistad y el compañerismo.

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Experiencias

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HISTORIAS DE LA CASA

Wanda arma sus valijas. Acaba de recibirse de administradora de empre-sas y debe dejar la habitación 603, que ocupa desde 2007, cuando llegó de

Embalse. Acomoda su ropa, algunas fotos y pocas cosas más. Quiere dejar espacio para llevar de La Casa todo el afecto y el amor de sus compañeros, que es lo más valioso de estos años de convivencia. “Por un lado estoy contenta, porque pude reci-birme. Pero ya siento nostalgia porque acá dejo parte de mi vida”, dice. “Los primeros años me costó, lloraba cada domingo, cuando tenía que dejar a mi familia. Pero con la compañía de muchos chicos que están en la misma que yo, pude hacerme un lugar acá”. Con 25 años, Wanda Seravalle se lleva un diploma que vale más que cualquier papel: el de haber formado parte de esta gran familia.

Años atrás, por iniciativa del director de La Casa, los estudiantes se orga-nizaron en comisiones: deporte, recreación y solidaridad. El propósito era

organizar actividades para unir a los grupos, y de paso motivar el compromiso social

1.

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1. 2. 3.

4.

Empacar

Corazones solidarios

LOS PROTAGONISTAS

EN PRIMERA PERSONA.

Testimonios

Wanda SeravalleAdministradora de empresas

Mario DíazEncargado de Seguridad

Lucas SantosEstudiante de Arquitectura

Alejandra LopezPersonal de limpieza

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Los diferentes actores de la Casa del Estudiante

nos cuentan sus experiencias, anécdotas

y sentimientos que generan los 10 años de

esta gran obra.

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en los chicos. Así fue que desde la comisión Solidaridad, comenzaron a discutir distintas estrategias de intervención en la sociedad, que se podían llevar a cabo desde La Casa del Estudiante. La más recordada, fue la que hicieron para el Día del Niño en un co-medor comunitario de barrio San Vicente. Aquel día de agosto de 2012, todos traba-jaron en La Casa preparando bolsitas con sorpresas para los 200 chicos que asisten al comedor que atiende la familia Cisneros. Después un grupo fue al barrio y compar-tieron un día memorable. “Llevamos un castillo inflable, leche y juguetes. Los niños y nosotros nos divertimos mucho”, recuerda Lucas Santos. Las actividades solidarias, es una de las metas que se propone el Sindicato. Generar compromiso y de paso, devolver a la sociedad parte de lo que tenemos gracias al aporte de todos.

Hace siete años que Alejandra López limpia las habitaciones de las chicas y los espacios comunes. En su trabajo silencioso es, quizás, una de las que más

conoce a las chicas y chicos, una compinche, como ellos manifiestan. Cada día sale de su casa en barrio Aragón, donde vive con sus 2 hijas y su nieto recién nacido, con una sonrisa dibujada en la cara: “Me encanta mi trabajo. Recibo el afecto y el respeto de todos los chicos. Hablo con ellos, conozco sus vidas. Me hacen sentir libre, en familia. A mí me gusta estar con la gente. Antes trabajé 18 años en una fábrica de Calzados. Por eso no me molesto si son más o menos desordenados”, admite Alejandra, que tiene 43 años.

“Marito”, como lo conocen los estudiantes, hace ocho años que trabaja como encargado de seguridad en la Casa. Los últimos cinco los viene realizando

en el horario nocturno. Oriundo de la localidad de Obispo Trejo, vino a la ciudad de Córdoba para trabajar en una industria metalúrgica. Al tiempo, ingresó en una empre-sa de seguridad que lo desembocó directo a la Casa del Estudiante. En la actualidad, vive en barrio Gral. Mosconi junto a su mujer y sus dos hijos.El día a día de las personas que trabajan en la seguridad no son para nada fáciles. Horarios rotativos, vida nocturna y francos dispares. Mario destaca el respeto y la metodología de trabajo que existe en la Casa. “Tengo un hijo con diabetes y necesito estar con él durante el día. Miguel y las autoridades del Sindicato me facilitaron esta posibilidad de permanecer fijo por la noche, estoy muy agradecido”, comenta.Más allá de estar firme en el ingreso, atento a cada detalle y divisando todo mo- vimiento, es también el responsable de que los horarios nocturnos se cumplan. Es como un padre que manda a sus hijos a dormir cuando ya es tarde. “Por suerte nunca tuve grandes sobresaltos, los chicos son muy respetuosos y cumplen muy bien el reglamento”, asegura.Mario Díaz brinda seguridad y confianza. Construyó muchas amistades en ocho años de servicio y es un ladrillo más de esta gran obra. Los padres pueden estar tranquilos, sus hijos están en buenas manos.

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Te conozco mascarita

Seguridad garantizada

Sala de estudio para uso común

Ingreso por Marcelo T. de Alvear

El edificio cuenta con seis cocinas

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Autoridades

l hombre que se sienta detrás del escritorio de director tiene la voz áspera y carrasposa. Impone distancia cuando alguien –un

nuevo habitante de “la Casa”, por caso– se sienta frente a él. Puede dejar petrificado a su interlocutor con su mirada firme. Pero al poco tiempo, todo ese velo de dureza se corre para dejar lugar a la verdadera personalidad de Miguel Valente: el hombre que conduce la Casa de estudiante desde su inicio. Miguel puede saber si uno de sus chicos se siente mal con solo mirarlo. Sabe ser franco a la hora de hablarles y divertido cuando se jun-tan a comer un asado. Y llora, llora como uno más, en cada despedida. “Es que son como mis hijos”, dice.

¿Cuando llegó a la casa y que se acuerda de esos días?

Fui el primer habitante de este lugar (se ríe). Llegué el 28 de febrero de 2003, una semana antes de que comenzaran a llegar los estudiantes. Había que preparar todo, armar el reglamento, organizar el modo en que se iban a ubicar los chicos. Los primeros

años viví aquí con mi familia.

¿Qué se acuerda de los primeros años?

Recuerdo que nos faltaba conciencia de qué era esto, para qué se usaba y como se debía usar. Los chicos la tomaban como si fuera, literalmente, su casa, y no estudiaban. Cuando pasó el primer año, se tuvieron que ir casi todos porque no llegaban con el ren-dimiento, creo que quedaron diez. Alguien dijo que si seguíamos con esta reglamenta-ción, no iba a quedar nadie .Pero la respu-esta del Secretario General fue: ‘Mientras quede uno, la casa va a seguir abierta’. Y aquí estamos.

¿Cuánto tiempo se quedan los estudiantes, en promedio?

Verlos llegar es muy enternecedor. Viene con sus bolsitos y tardan en acostumbrarse a la ciudad. Conocen, van al centro, y cuando se enfrentan a la ciudad, muchos se escapan de nuevo a su pueblo. Pero tam-bién hay casos de familias que han enviado hasta tres hijos a La Casa del estudiante. Y

eso no depende solo del ahorro económico que significa. Acá se sienten seguros, No están solos, se juntan con amigos y amigas que están en la misma, tiene cobertura médica, y sobre todo, estudian.

¿Cómo se animó a hacerse cargo de tantos jóvenes?

Yo siempre respondo que son chicos del interior. Son distintos. Es otra madera. La gente del interior es más simple. Hace 6 años que no ponemos sanciones. Prefiero sentarme hablar con ellos, y eso es porque aprendieron a escuchar en sus propias familias.

En lo personal, ¿Cuáles son los momentos más difíciles?

El mes de marzo es tristísimo. Es el mes de las despedidas. Es durísimo. En defini-tiva, me tengo que despedir de gente con la que convivo y comparto muchas cosas. Yo sé de sus sacrificios, de sus esfuerzos y a veces, a los que no llegan, hay que decirles que tiene que irse. Pero cuando se van, lloramos a la par.

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SOY PADRE DECIEN HIJOS

Miguel Valente, el Director de la Casa del estudiante desde su fundación, es el

hombre que más conoce a las y los hijos de la familia Luz y Fuerza.

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“LOS CHICOS SON DEBUENA MADERA”

A sus 58 años, Eduardo Bran-dolín ha vivido prácticamen-te la mitad de la historia del Sindicato siendo dirigente.

Fue partícipe, hace casi tres décadas, de las primeras discusiones donde se planteó la necesidad de contar con un albergue para que los hijos de los trabajadores pue-dan estudiar en la universidad. “Era solo un sueño”, recuerda. Él, por entonces un joven militante, atesoró esa ilusión de todos los trabajadores. El tiempo y la experiencia lo llevaron después al frente del Sindicato Re-gional de Luz y Fuerza, y lo primero que hizo fue rescatar aquel anhelo, para llevarlo a la realidad. La Casa del Estudiante, el proyecto emblema del Sindicato, se puso finalmente en marcha, en el año 2001.

¿Cuál fue la necesidad que dio origen a La Casa del estudiante?

Hace 25 años el contexto era otro. En aquella época, el que quería mandar a su hijo a estudiar no tenía otra alternativa que viajar a Córdoba. Y eso para los trabajado-

res representa un costo muy alto. Si bien la Universidad es gratuita y como dice su lema “es de todos,” a un trabajador del interior, como son los que representamos, se le hace muy difícil hacer estudiar a un hijo en Córdoba. Frente a eso, el sindicato debía tomar una medida. Hoy el panorama cambió, porque los centros de estudio se mudaron a varias ciudades del interior.

¿Qué se acuerda del día que se inauguró?

Fue una fiesta impresionante. Los chicos ya habían ocupado la casa dos meses an-tes. Se cerraron las calles, hicimos un acto, con gente de la Federación e invitados. Fue uno de los momentos más importantes que viví como dirigente, haber logrado un ob-jetivo que es el mojón histórico de nuestro paso por el sindicato.

Trabajar con chicos no es fácil…Para nada. Por eso la responsabilidad

que tomamos como sindicato es enorme. Pero en los diez años que llevamos hacien-

do esto, no solo no hubo problemas, sino que nosotros también aprendimos mucho de estos jóvenes. Evidentemente, son de buena madera.

¿Qué les diría a los padres?Que en esta historia, su confianza fue

muy importante. Es el mejor apoyo. Tam-bién que nos gustaría llegar a todos los tra-bajadores con esto. Yo creo que con esto solo no alcanza. Somos cinco mil trabajado-res. Pero es un aporte fuerte al futuro de la familia de Luz y Fuerza.

¿Qué cree que falta?Este es un esfuerzo de todos los traba-

jadores. Entonces yo pienso que los chicos que pasan por acá, que se preparan, debe-rían tener una participación social mucho más activa. Quizás sea una falencia nues-tra, pero me gustaría que desde La Casa, se organicen actividades para devolverle algo a la sociedad. Porque esto que tenemos, es también gracias al esfuerzo de todos.

Entrevista

PALABRAS DEL SEC. GRAL.

EDUARDO BRANDOLÍN

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TRES HERMANOSDEL INTERIOR

C

QUE PASÓ POR

UNA FAMILIA

LA CASA

uando comenzó a funcio-nar la Casa en el año 2003, nadie suponía que desde un pequeño pueblo de 800

habitantes, llamado La Paquita, una familia iba a pisar fuerte, dejando una huella y una historia inolvidable.

La familia Trivelli emprendió el viaje en la mañana del 24 de abril de 2003 hacia la ciudad de Córdoba, para decir presente en el acto de inauguración de la Casa del Estudiante, y también para que Diego comience una carrera universitaria.

“Tuvimos la gran suerte de tener un hijo en el momento que se abrió la Casa, recuerdo perfectamente el día de inaugu-ración”, afirma Henry.

Ese día, todos los chicos aparecieron con una remera que decía la Casa del Estudiante, y en la manga un refrán Estás en Casa. “Fue una gran emoción, satis-facción y tranquilidad para cada padre –asegura–. Cada vez que lo recordamos con mi señora nos sentimos eternamente agradecidos”.

Diego fue el primero de los tres hijos de Henry Trivelli y María del Carmen Flores

que ingresó a la Casa. Comenzó a estudiar Ingeniería Aeronáutica. Por decisiones de su vida, no quiso seguir con la carrera, y volvió un tiempo para La Paquita.

“No hay que incentivar a estudiar a los chicos algo porque sí. A lo mejor, con el tiempo no les gusta. Ellos deben tener en cuenta que después seguirán trabajando de eso, toda su vida”, sostiene Henry.

Al poco tiempo de haberse ido Diego, ingresó Javier; estudió profesorado de Educación Física. Estuvo toda la carrera en la Casa, desde que comenzó hasta que terminó. Luego se fue y logró completar la Licenciatura.

Actualmente, los hermanos viven y tra-bajan en la ciudad de Alta Gracia.

“En este momento está en la Casa nues-tra hija Eugenia. Por suerte, pudo llevar la carrera muy bien, y ya está haciendo la tesis de Arquitectura. Si todo marcha bien, este año se recibe” comenta Henry.

¿En qué puesto de trabajo se desempeña?

Estoy en la Cooperativa de La Paquita. También tengo el orgullo y alegría de

integrar la Comisión de Deportes y de ser Secretario de Seccional.

Me siento pleno de trabajar por todos mis compañeros, y agradezco la confianza brindada por todo el Consejo Directivo del Sindicato.

Recuerdo que en el último Cuerpo de Delegados, que asistí por ser Secretario de Seccional, Eduardo Brandolín dijo que valió mucho la pena hacer esta obra. Y real-mente sí, pucha que valió la pena. Si mis hijos tienen un título hoy, sin sacarle mérito a ellos, es por la Casa.

Existen dos cosas importantes. El esfuer-zo de ellos por estudiar, y la existencia de “la Casa” del Estudiante que hace posible que esto suceda. Es un gran beneficio.

Como padres agradecemos a todo el personal que trabajó y trabaja en “la Casa”. A las personas de servicios, a los guar-dias, y especialmente a su director, Miguel Valente, todo lo que hizo por nosotros y por nuestros hijos, fue tutor de ellos.

Cuando el 2013 llegue a su fin. Eugenia seguramente será una profesional de la Arquitectura, eternamente agradecida de “la Casa”, al igual que toda su familia.

Henry y María del Carmen agradecen en cada palabra a la Casa del Estudiante. Sus tres hijos, Diego, Javier y Eugenia, pasaron por allí.

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UN PROFESIONAL DE LA CASA

A la hora de hacer un balance y retroceder el tiempo atrás, puedo decir qué el paso por la Casa del

estudiante fue enriquecedor en varios aspectos: tuve la oportunidad de terminar mis estudios, reci-birme y actualmente poder ejercer mi profesión. El otro punto importante destacando lo personal, es que coseche la amistad de muchas personas con las que hoy en día sigo manteniendo fuertemente ese

vínculo. Cada vez que tenemos la oportunidad de reunirnos, recordamos con picardía y alegría todos los momentos vividos.

Particularmente, mi estadía en la Casa duró un tiempo prolongado. Ingresé en el año que se inauguró, y me tocó ser testigo de su crecimiento. Hoy a diez años de su creación puedo decir que es muy bueno que se mantenga vigente y que pueda seguir dando albergue a todos aquellos chicos que vienen con el objetivo de concretar sus estudios, cosa que para muchos, es muy difícil realizar.

Desde ya, nobleza obliga, agradezco infinitamente la oportunidad que me dieron a mí, de formar parte del plantel de jóvenes que pasaron por este lugar.

Felicito al Sindicato Regional de Luz y Fuerza, por crear y llevar a cabo este emprendimiento, que para muchos, incluyéndome, nos sirvió y seguirá sirviendo como herramienta para llegar a cumplir el objetivo profesional tan ansiado. A través de mis saludos hago también llegar el agradecimiento de mis padres, que como los de tantos jóvenes, también apostaron a este proyecto y depositaron su confianza en el mismo”.

JAVIER AGUILERA

MÉDICO AUDITOR

DE LA OBRA SOCIAL

Javier Aguilera, el actual médico auditor de la Obra Social de los Trabajadores de Luz y Fuerza integró la primera camada de jóvenes que pasó por La Casa del estudiante. Javier era poco más que un niño cuando llegó de La Cruz a estudiar medicina. Al poco tiempo se integró a “La Casa” y en el 2006 egresó. Hoy es un profesional que llena de orgullo al Sindicato, y que decidió quedarse en la familia de Luz y Fuerza, para seguir aportando desde su campo. A diez años de la fundación de “La Casa”, nos cuenta su experiencia en una carta:

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SINDICATO REGIONAL DE LUZ Y FUERZA

2003 - 2013

Nunca dejamos de crecer, porque nunca

dejamos de soñar.…

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