julius evola. el secreto de la decadencia

6
EL SECRETO DE LA DECADENCIA JULIUS EVOLA ualquiera que haya rechazado el mito racionalista del «progreso» y de la interpretación de la historia como un desarrollo positivo ininterrumpido de la humanidad, se encontrará gradualmente conducido hacia una visión del mundo que era común a todas las grandes culturas tradicionales, y que tiene en su centro la memoria de un proceso de degeneración, de un lento oscurecimiento, o de la caída de un mundo anterior más elevado. Si penetramos más profundamente en el interior de esta nueva (y antigua) interpretación, nos volvemos a encontrar problemas variados, entre los cuales el principal es el secreto de la decadencia. C En su sentido literal, esta pregunta no supone de ninguna manera una novedad. Si se contemplan los magníficos vestigios de las culturas cuyo nombre mismo ni siquiera ha llegado a nosotros, pero que parecen hacer alcanzado, incluso en sus aspectos materiales, una grandeza y un poder más que terrestres, se pueden difícilmente evitar plantearse problemas sobre la muerte de las culturas, y sentir la insuficiencia de las razones que son habitualmente dadas como explicaciones. Podemos agradecer al conde de Gobineau por la mejor exposición y la más de conocida, de este problema y también por una crítica magistral de las principales hipótesis que le afectan. Su solución sobre la base del pensamiento racial y de la pureza racial comporta también una gran parte de verdad, pero tiene necesidad de ser ampliado por algunas observaciones que conciernen a un orden de cosas más elevado. Pues han existido numerosos casos donde una cultura se ha hundido incluso cuando su raza ha permanecido pura, y esto es particularmente claro en algunos grupos que han sufrido una lenta, inexorable extinción, aunque hubieran permanecido racialmente asilados como islas. Estos pueblos están hoy en la misma forma acial que en la que estaban dos siglos antes, pero es difícil encontrar en el presente la heroica disposición y la conciencia racial que poseyeron en otro tiempo. Otras grandes culturas parecen simplemente haberse quedado rígidas como momias: desde hacía mucho tiempo estaban interiormente muertas y bastaba el menor soplo para abatirlas. Tal fue el caso, por

Upload: jeff4321

Post on 23-Jun-2015

1.363 views

Category:

Travel


7 download

TRANSCRIPT

Page 1: Julius Evola. El secreto de la decadencia

EL SECRETO DE LA DECADENCIAJULIUS EVOLA

 ualquiera que haya rechazado el mito racionalista del «progreso» y de la interpretación de la  historia  como un desarrollo  positivo  ininterrumpido de  la  humanidad,  se encontrará gradualmente conducido hacia una visión del mundo que era común a todas las grandes 

culturas tradicionales, y que tiene en su centro la memoria de un proceso de degeneración, de un lento oscurecimiento, o de la caída de un mundo anterior más elevado. Si penetramos más profundamente en el interior de esta nueva (y antigua) interpretación, nos volvemos a encontrar problemas variados, entre los cuales el principal es el secreto de la decadencia.

CEn   su   sentido   literal,   esta   pregunta   no   supone   de   ninguna   manera   una   novedad.   Si   se contemplan los magníficos vestigios de las culturas cuyo nombre mismo ni siquiera ha llegado a nosotros, pero que parecen hacer alcanzado, incluso en sus aspectos materiales, una grandeza y un poder más que  terrestres,  se pueden difícilmente evitar  plantearse problemas sobre  la muerte de  las culturas, y sentir   la  insuficiencia de  las razones que son habitualmente dadas como explicaciones.Podemos agradecer al conde de Gobineau por la mejor exposición y la más de conocida, de este problema y  también por una crítica magistral  de  las principales hipótesis que  le afectan.  Su solución sobre la base del pensamiento racial y de la pureza racial comporta también una gran parte   de   verdad,   pero   tiene   necesidad   de   ser   ampliado   por   algunas   observaciones   que conciernen a un orden de cosas más elevado. Pues han existido numerosos casos donde una cultura se ha hundido incluso cuando su raza ha permanecido pura, y esto es particularmente claro   en   algunos   grupos   que  han   sufrido   una   lenta,   inexorable   extinción,   aunque  hubieran permanecido racialmente asilados como islas. Estos pueblos están hoy en la misma forma acial que en  la  que estaban dos siglos  antes,  pero es difícil  encontrar  en el  presente  la  heroica disposición y la conciencia racial que poseyeron en otro tiempo. Otras grandes culturas parecen simplemente   haberse   quedado   rígidas   como  momias:   desde   hacía  mucho   tiempo   estaban interiormente muertas y bastaba el menor soplo para abatirlas. Tal fue el caso, por ejemplo, del antiguo Perú, este imperio solar gigantesco que fue aniquilado por algunos aventureros salidos de los bajos fondos de Europa.Si   consideramos   el   secreto   de   la   degeneración   desde   un   punto   de   vista   exclusivamente tradicional, resulta más difícil todavía resolverlo completamente. Es entonces una cuestión de división de todas las culturas en dos tipos principales. De una parte, hay culturas tradicionales, cuyos principios son idénticos e invariables, al margen de todas las diferencias superficiales. El eje  de estas  culturas  y   la  cúspide de su orden  jerárquico  consisten en poderes  y  acciones metafísicas, supra-individuales, que sirven para informar y justificar todo lo que es simplemente humano, temporal, sujeto al devenir y a la “historia”. Por otra parte, hay una «cultura moderna», que es verdaderamente la antitradición y que se agota en sí misma en una construcción de formas puramente humanas y terrestres y en el desarrollo total de estas, en la búsqueda de una vida enteramente desvinculada del “mundo de lo alto”.Desde el  punto  de vista  de esta  última,   la   totalidad de  la  historia  es  degeneración,  porque muestra el declive universal de las primeras culturas de tipo tradicional y el ascenso decisivo y violento de una nueva civilización universal de tipo “moderno”.Entonces aparece una doble cuestión.En primer lugar, ¿cómo fue posible que esto pudiera ocurrir? Existe un error lógico subyacente en toda la doctrina de la evolución: es imposible que lo más elevado pueda emerger de lo menos evolucionado y lo más grande de lo más pequeño. Pero ¿no existe una dificultad similar en la solución de la doctrina de la involución? ¿Cómo es posible que lo más elevado pueda caer? Si pudiéramos razonar por simples analogías, sería fácil tratar esta cuestión. Un hombre en buena salud puede convertirse en un enfermo; un hombre virtuoso puede volver al vicio. Existe una ley natural que cualquiera considera como emanada de sí mismo: que cada ser viviente empieza con   el   nacimiento,   el   crecimiento   y   la   fuerza,   luego   viene   la   vejez,   el   debilitamiento   y   la desintegración. Y   así   sucesivamente. Pero   esto   es   precisamente   realizar   afirmaciones,   no explicar,  incluso si reconocemos que tales analogías están efectivamente relacionadas con la cuestión aquí planteada.

Page 2: Julius Evola. El secreto de la decadencia

En segundo lugar, la cuestión no es solamente explicar la posibilidad de la degeneración de un mundo cultural particular, sino también la posibilidad de que la degeneración de un ciclo cultural pueda transmitirse a otros pueblos y  los arrastre en su caída. Por ejemplo, no tenemos que explicar solamente como la antigua realidad occidental se hunde, sino también mostrar la razón por la cual fue posible para la cultura «moderna» conquistar prácticamente el mundo entero y, porqué posee el poder de desviar a pueblos de cualquier tipo de cultura y dominar incluso allí donde los Estados de forma tradicional parecían aún vivos (basta recordar el Oriente ario). A este respecto, no basta decir que esto solamente se refiere a una conquista puramente material y económica. Este punto de vista parece muy superficial, fundamentalmente por dos razones. En primer lugar, un país que es conquistado sobre el plano material sufre también, a largo plazo, influencias   de   un   tipo   más   elevado,   correspondientes   al   tipo   cultural   de   su   conquistador. Podemos afirmar, de hecho, que la conquista europea siembra casi por todas partes las semillas de  la “europeización”,  es decir   la forma de pensamiento racionalista, hostil  a  la tradición. En segundo lugar, la concepción tradicional de la cultura y del Estado es jerárquica, no dualista. Sus alcances no pudieron jamás suscribirse, sin severas reservas, a los principios del «Dar al César lo que es del César» y del «Mi Reino no es de este mundo». Para nosotros, la «Tradición» es la presencia victoriosa y creativa en el  mundo de  lo que «no es de este mundo», es decir  del Espíritu,   comprendido   como   una   potencia   que   es  más   potente   que   todo   poder   puramente humano o material.Es la idea de base de la visión de la vida auténticamente tradicional, que nos permite hablar con desprecio de las conquistas puramente materiales. Por el contrario, la conquista material es el signo, sino de una victoria espiritual, al menos de una debilidad espiritual o de una especie de “retroceso”  en  las culturas que son conquistadas y que pierden su  independencia.  En  todas partes   donde   el   Espíritu   se   considera   como   la   potencia  más   fuerte,   está   verdaderamente presente,   los  medios  –visibles  o   invisibles-  no   faltaron  nunca para   resistir  a   la  superioridad técnica y material de todos los adversarios. Pero esto no es lo que se ha producido. Se debe pues concluir que la degeneración era ocultada tras la fachada tradicional de todos los pueblos que el mundo “moderno” ha podido conquistar. Occidente debe pues haber sido la cultura en la cual   una  crisis  que  era  ya  universal   tomó su   forma  más  aguda.  Aquí   la  degeneración   fue equivalente, por así decir, de un golpe, y cuando tuvo lugar, rompió con más o menos facilidad de otros pueblos en los que la involución no había ciertamente «progresado» tanto, pero donde la tradición había perdido ya su potencia original y por tanto estos pueblos no fueron capaces de protegerse de un asalto exterior.Con estas  consideraciones,  el  segundo aspecto  de nuestro  problema se une al  primero. La cuestión es explicar  sobre  todo el  significado y   la  posibilidad de  la degeneración,  sin  hacer referencia a otras circunstancias.Para esto debemos ser claros a propósito de una cosa: es un error presumir que la jerarquía del mundo tradicional está basada en una tiranía de las clases superiores. Esto es solamente una concepción  «moderna»,   completamente  ajena  a   la   forma de  pensar   tradicional.   La  doctrina tradicional concebía de hecho la acción espiritual como una «acción sin actuar»; hablaba del «motor inmóvil»; en todas partes donde utilizaba el simbolismo del «polo», el eje inalterable en torno al cual todos los movimientos ordenados toman plaza (y en otro lugar hemos mostrado que este es el  significado de  la  esvástica,   la   “cruz gamada”);  subrayan siempre   la  espiritualidad “olímpica”   y   la   autoridad   auténtica,   así   como   su   forma   de   actuar   directamente   sobre   sus subordinados, no por  la violencia sino por  la «presencia»;  finalmente utilizaba  la  imagen del amante, en la cual se encuentra la clave de esta cuestión, tal como vamos a ver.Solamente   hoy   alguien   podría   imaginar   que   los   auténticos   portadores   del   Espíritu,   de   la Tradición, buscan las gentes para agruparlas y ponerlas en su lugar –es decir, que «dirigen» a las gentes, o tienen un interés personal en establecer y mantener estas relaciones jerárquicas en virtud de las cuales pueden aparecer de manera visible como los dirigentes. Esto sería ridículo e insensato. Es antes bien, no es en el reconocimiento procedente de las clases bajas, lo que está en la base de toda la jerarquía tradicional. No es lo más elevado quien tiene necesidad de lo menos elevado, sino a la inversa. La esencia de la jerarquía es que existe algo viviente como una realidad en algunas personas, que en las otras está presente solamente bajo forma de un ideal,  de  una premonición,  de  un  esfuerzo   ininterrumpido.  Así  estas  últimas son   fatalmente atraídas por las primeras y su más baja condición es la de la subordinación, no tanto a algo 

Page 3: Julius Evola. El secreto de la decadencia

ajeno, sino a su propio “Yo” verdadero. Aquí reside el secreto, en el mundo tradicional, de toda disponibilidad   para   el   sacrificio,   de   toda   lealtad;   y   por   otra   parte,   de   un   prestigio,   de   una autoridad, y de una calma poderosa que el tirano más sólidamente armado jamás podrá poseer.Con estas consideraciones, hemos llegado muy cerca de la solución no solamente al problema de   la  degeneración,   sino   también  a   la  posibilidad  de  una  caída  particular.  ¿No  estaríamos fatigados de oír que el éxito de cada revolución  indica  la debilidad y la degeneración de  las clases dirigentes anteriores? Una comprensión de esto tipo es muy parcial. Esto sería, en efecto el  caso si  perros  feroces fueran atados y bruscamente soltados: sería  la prueba de que  las manos  que  los  han  asido  primero  y  soltado  después  se  han  debilitado.  Pero   las  cosas  se presentan de forma muy diferente en la estructura de la jerarquía espiritual, de la que ya hemos explicado su base real. Esta jerarquía degenera y puede ser derribada en un caso solamente: cuando el individuo degenera, cuando utiliza su libertad fundamental para negar el Espíritu, para separar  su vida de  todo punto de referencia más elevada, y para existir   “solamente para él mismo”.  Cuando  los contactos  se  interrumpen  fatalmente,   la   tensión metafísica,  a   la  que el organismo   tradicional   debe  su  unidad,   se  diluye,   todas   las   formas   vacilan  en   su   camino   y finalmente se resquebrajan. Las cumbres, naturalmente, permanecen puras e inviolables en sus alturas, pero el resto que dependía de ellos, se convierte a partir de ahora en una avalancha, una masa   que   ha   perdido   su   equilibrio   y   que   cae,   primero   imperceptiblemente   pero   con   un movimiento cada vez más acelerado, hacia las profundidades y los más bajos niveles del valle. Es   el   secreto   de   todas   las   degeneraciones   y   de   todas   las   revoluciones.   El   europeo, primeramente ha matado la jerarquía en sí mismo extirpando sus propias posibilidades interiores, a las cuales corresponden las bases del orden que desearía, luego, destruir exteriormente.Si la mitología cristiana atribuye la Caída del Hombre y la Rebelión de los Ángeles a la libertad de la voluntad, entonces esto remite poco más o menos al mismo significado. Esto afecta al sorprendente potencial que permanece en el ser humano, para utilizar la libertad para destruir espiritualmente   y  para  borrar   todo   lo  que  podría  asegurarse  un  valor   supranatural.  Es  una decisión metafísica: el flujo que atraviesa la historia bajo las formas más variadas de la anti-Tradición,   del   espíritu   revolucionario,   individualista   y   humanista   o   para   resumir,   el   “espíritu moderno”. Esta decisión es la única causa positiva y decisiva en el secreto de la degeneración, la destrucción de la Tradición.Si comprendemos esto, podemos quizás comprender el sentido de estas leyendas que hablan de misteriosos   jefes  que  existen   “siempre”   y  no  han  muerto   jamás   (la   sombra  del  Emperador durmiente   en   el   interior   de   la   montaña   del   Kyffhaüser).   Tales   dirigentes   pueden   ser redescubiertos sólo si se alcanza a la realización espiritual y si se despierta una cualidad en sí mismo como un metal que bruscamente, siente “al amante”, encuentra al amante y se orienta irresistiblemente hacia él. Por el momento, debemos limitarnos a esta indicación. Una explicación comprensible de las leyendas de este tipo, que nos llevaría desde la antigua cuna de los arios, nos   llevaría   ahora   demasiado   lejos.   En   otra   ocasión   volveremos   quizás   al   secreto   de   la degeneración,  a  la «magia» que es capaz de restablecer  la masa caída, sobre  las cumbres inalterables, solitarias e invisibles que están todavía allí, en las alturas.

Publicado en Deutsches Volkstum, N. 11, 1938Tomado de: http://juliusevola.blogia.com/2006/092210-el-secreto-de-la-decadencia.-julius-evola.php