jose bleger y la psicologia psicoanalitica - 754

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Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p... 1 de 24 26/11/2006 11:50 a.m. JOSÉ BLEGER Y LOS INICIOS DE UNA “PSICOLOGÍA PSICOANALÍTICA” EN LA ARGENTINA DE LOS AÑOS ’60 Alejandro Dagfal UNLP/UBA Regresar al Índice de Autores Regresar al Índice de Títulos Introducción En 1958, José Bleger, un todavía no muy conocido psiquiatra santigueño, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y del Partido Comunista Argentino (PCA), publicaba a través de la editorial Paidós el libro Psicoanálisis y dialéctica materialista. Allí intentaba examinar el psicoanálisis para depurarlo de sus imperfecciones teóricas y fundar en él una nueva psicología. Su operación iba en sentido contrario de la de Wilhelm Reich, que treinta años antes había tratado de sexualizar la política valiéndose del psicoanálisis. Bleger, en cambio, siguiendo las huellas de Politzer, se proponía des-sexualizar el psicoanálisis para construir una psicología que fuera compatible con el materialismo dialéctico.[1] Si bien esa tarea recién se completaría en Psicología de la conducta, publicada en 1963, su obra anterior permite apreciar mejor el proceso de construcción y legitimación de la trama discursiva que implicaría el proyecto blegeriano, de la cual en su trabajo posterior sólo puede verse el resultado final, de una manera más apretada y con el estilo de un manual. En Psicoanálisis y dialéctica materialista ya se encontraban esbozadas tres preguntas que muy claramente atravesarían la obra de nuestro autor: qué es la psicología, qué es un psicólogo, y cómo se articulan la teoría y la praxis psicológica, la disciplina y la profesión. Las tres preguntas las respondería incluyendo de manera central al psicoanálisis e influido por su ideología marxista. Si bien su propósito explícito era el de brindar la posibilidad de nuevos caminos “a los que se inician en la psicología y la psiquiatría” (p. 10), a lo largo de poco menos de doscientas páginas no se terminaba de identificar categóricamente como psiquiatra, como psicoanalista ni como marxista. Lo verdaderamente llamativo es que para enunciar su discurso se posicionaba claramente dentro de la psicología, apostando a un campo académico incipiente en el marco del cual sería una figura casi excluyente durante cerca de dos décadas. En tal sentido, nos interesa explorar los efectos que tuvo esta obra en la conformación de ese campo, cuya pluralidad inicial aparece hoy empañada por la hegemonía que más tarde logró el psicoanálisis, que se impuso de una forma tan rápida como generalizada. Con ese fin, seguiremos algunos de los múltiples debates que tuvieron lugar después de la publicación del libro, poniendo el énfasis en sus implicancias para la construcción de esa nueva psicología “de base psicoanalítica” más que en los aspectos ideológicos de las disputas que, en gran medida, se situaron en el seno del marxismo vernáculo. En definitiva, examinaremos las circunstancias que posibilitaron que Bleger no llegara en 1959 a la carrera de psicología de la UBA como un cuasi ignoto psiquiatra santiagueño que daba clases en Rosario, sino como un miembro de la APA que había adquirido relevancia y visibilidad, entre otras cosas, a través de una serie de

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    JOS BLEGER Y LOS INICIOS DE UNA PSICOLOGA PSICOANALTICA EN LA ARGENTINA DE LOS AOS 60

    Alejandro Dagfal UNLP/UBA

    Regresar al ndice de Autores

    Regresar al ndice de Ttulos

    Introduccin En 1958, Jos Bleger, un todava no muy conocido psiquiatra santigueo,

    miembro de la Asociacin Psicoanaltica Argentina (APA) y del Partido ComunistaArgentino (PCA), publicaba a travs de la editorial Paids el libro Psicoanlisis ydialctica materialista. All intentaba examinar el psicoanlisis para depurarlo de susimperfecciones tericas y fundar en l una nueva psicologa. Su operacin iba ensentido contrario de la de Wilhelm Reich, que treinta aos antes haba tratado desexualizar la poltica valindose del psicoanlisis. Bleger, en cambio, siguiendo lashuellas de Politzer, se propona des-sexualizar el psicoanlisis para construir unapsicologa que fuera compatible con el materialismo dialctico.[1] Si bien esa tarearecin se completara en Psicologa de la conducta, publicada en 1963, su obra anteriorpermite apreciar mejor el proceso de construccin y legitimacin de la tramadiscursiva que implicara el proyecto blegeriano, de la cual en su trabajo posteriorslo puede verse el resultado final, de una manera ms apretada y con el estilo deun manual. En Psicoanlisis y dialctica materialista ya se encontraban esbozadas trespreguntas que muy claramente atravesaran la obra de nuestro autor: qu es lapsicologa, qu es un psiclogo, y cmo se articulan la teora y la praxis psicolgica,la disciplina y la profesin. Las tres preguntas las respondera incluyendo demanera central al psicoanlisis e influido por su ideologa marxista. Si bien supropsito explcito era el de brindar la posibilidad de nuevos caminos a los que seinician en la psicologa y la psiquiatra (p. 10), a lo largo de poco menos dedoscientas pginas no se terminaba de identificar categricamente como psiquiatra,como psicoanalista ni como marxista. Lo verdaderamente llamativo es que paraenunciar su discurso se posicionaba claramente dentro de la psicologa, apostando aun campo acadmico incipiente en el marco del cual sera una figura casi excluyentedurante cerca de dos dcadas. En tal sentido, nos interesa explorar los efectos quetuvo esta obra en la conformacin de ese campo, cuya pluralidad inicial aparece hoyempaada por la hegemona que ms tarde logr el psicoanlisis, que se impuso deuna forma tan rpida como generalizada. Con ese fin, seguiremos algunos de losmltiples debates que tuvieron lugar despus de la publicacin del libro, poniendoel nfasis en sus implicancias para la construccin de esa nueva psicologa de basepsicoanaltica ms que en los aspectos ideolgicos de las disputas que, en granmedida, se situaron en el seno del marxismo vernculo.

    En definitiva, examinaremos las circunstancias que posibilitaron que Bleger nollegara en 1959 a la carrera de psicologa de la UBA como un cuasi ignoto psiquiatrasantiagueo que daba clases en Rosario, sino como un miembro de la APA quehaba adquirido relevancia y visibilidad, entre otras cosas, a travs de una serie de

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    polmicas de carcter pblico, que llegaron incluso a trascender ms all delAtlntico. Por otra parte, ese libro que traa bajo el brazo (su carta de presentacin ala hora de hacerse cargo de la ctedra de Introduccin a la Psicologa en 1959), fue loque le vali, adems de un progresivo alejamiento del PCA y el recelo de la APA, laadhesin de los estudiantes de las flamantes carreras de psicologa, que nuncafueron afines a las ortodoxias institucionalizadas. Ellos estuvieron ms quedispuestos a recibir con los brazos abiertos a alguien que, de manera carismtica, lesofreca una versin del psicoanlisis articulable con otros saberes en boga y, porsobre todo, con un claro compromiso poltico.

    Este trabajo va en la misma direccin de otros en los que ya hemos postuladoque, en el corto perodo entre la creacin de las carreras de psicologa, a fines de los50, y mediados de los aos 60 se produjeron en nuestro pas diversasconfrontaciones y disputas (no slo tericas) en el campo de la psicologa, cuyoresultado sera determinante para el desarrollo de la disciplina y la profesin hastanuestros das (Dagfal, 1998).

    Psicoanlisis y dialctica materialistaEl libro de Bleger, publicado por la editorial Paids en 1958 y reeditado en

    1963, fue recibido con fra indiferencia por la comunidad psicoanaltica, pero generun profundo malestar en el seno de la izquierda ortodoxa, lo cual sealara el iniciode un camino sin retorno que, aos ms tarde, culminara con la expulsin de suautor de las filas del Partido Comunista (Vezzetti, 1991 y 1998; Ulloa, 1992; L. Bleger,1992).[2] Al igual que Bleger con Freud, no nos proponemos hacer un anlisisideolgico del libro, sino un estudio histrico de los elementos discursivos queempezaron a definir esta particular concepcin de una psicologa psicoanaltica,cuya pregnancia en el medio acadmico argentino llega hasta nuestros das. Yadesde el prlogo, Bleger dejaba en claro tanto su carcter de discpulo de EnriquePichon Rivire como la importancia de la ideologa personal en la escritura de unaobra que defina como introductoria al psicoanlisis. A su vez la conceba, en tonoautobiogrfico, como el fruto de seis o siete aos dedicados totalmente a estudiar,investigar, aprender y utilizar el psicoanlisis en todas las direcciones de la prcticams exigente: libros, clases, seminarios, tarea teraputica, enseanza y el propiopsicoanlisis. (p. 9). Esta cita aporta datos de no poca importancia, ya que marcadesde un principio el lugar que asignaba Bleger a la prctica analtica (ya sea en elrol de analista o en el de paciente) como algo indisociable de la enseanza, el estudioy la investigacin del psicoanlisis, del mismo modo que, en consonancia con susideas marxistas, la teora no poda permanecer separada de la praxis. En laintroduccin, titulada Epistemologa y psicoanlisis, nuestro autor se proponaexaminar los a priori conceptuales con los que trabaj Freud, la estructura de lossupuestos con los que elabor su teora, lo que defina, en trminos pichonianos,como su esquema referencial. Esta tarea no era emprendida como unaespeculacin in abstracto, sino como exigencia del trabajo en el campo operacionalconcreto, que reclamaba la utilizacin del materialismo dialctico para hacer mslcida la experiencia misma (p. 20). Considerando que la dialctica ya estabapresente en los hechos del campo operacional del psicoanlisis, Bleger pretendautilizar el materialismo dialctico como herramienta de abordaje. No obstante, suobjetivo no era interrogarlo en tanto fenmeno social e ideolgico, segn unatradicin de larga data en el marxismo, sino estudiarlo como campo especfico deconocimiento que inclua aspectos epistemolgicos que le eran inherentes. Para l, elpsicoanlisis era bsica y fundamentalmente una psicologa que deba serestudiada como tal y en la prctica concreta. (p. 26). Como toda teora y enparticular como toda teora psicolgica implicaba un trasfondo ideolgico, con

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    cuya crtica poda quedar satisfecho el marxista, a condicin de que no fuerapsiclogo. Sin embargo, apoyndose en citas de Marx, Engels, Lenin y Mao,consideraba que el psiclogo marxista deba ir ms all de esa posicin deobservador externo: estaba obligado a entrar en la psicologa psicoanaltica, yaque el psicoanlisis no se supera declarndolo falso, negativo, irracional o idealista;slo puede ser superado dialcticamente con el Aufhebung hegeliano (p. 27). Deeste modo, no alcanzaba con negarlo redondamente, sino que era menesterasimilarlo de manera crtica para poder llegar finalmente a una sntesis superior, y aesta tarea dedicara Bleger gran parte de su vida.

    En el primer captulo de su libro, dedicado al filsofo hngaro-francs y hroede la resistencia Georges Politzer, de manera un tanto forzada lo ubicaba comopsiclogo, pese a que sera difcil referirse a l en esos trminos, ya que slo sededic especficamente a la psicologa en los primeros aos de su obra (1924-1929).

    Psiclogo no fue en l nunca sinnimo de gabinete o de tejedor deespeculaciones. Tampoco fue el psiclogo de tcnica o de profesin, sino msbien el crtico de la psicologa y el psiclogo de una vida vivida con plenitud(p. 30). En todo caso, si algo lo autorizaba a calificar a Politzer de psiclogo, era su

    profunda crtica del psicoanlisis y las psicologas de su poca, que en su obratemprana haba estado destinada a fundamentar el proyecto de una psicologacientfica concreta (que sugestivamente dejara inconcluso luego de su adscripcin alcomunismo). Bleger trat de condensar estas dos etapas haciendo de l,retrospectivamente, un ejemplo de psiclogo y militante, cuando en rigor deverdad ambos roles no se haban dado de manera simultnea sino sucesiva, ydifcilmente podan conciliarse sin caer en una contradiccin histrica. Para Bleger,empero, no haba contradiccin sino continuidad a lo largo de la obra politzeriana.En la primera etapa se haba enfrentado con la psicologa que encierra, inaugura ydesarrolla el psicoanlisis, mientras que en la segunda, su trabajo se haba centradoen la ubicacin filosfica y poltica del psicoanlisis, con la crtica a su sociologa ya su contenido ideolgico (p. 31). De este modo, entre el Politzer de 1928 y el de1939, entre la Critique des fondements de la psychologie y Le fin de la psychanalyse,no haba contradiccin sino continuidad de enfoques complementarios. En todocaso, la segunda etapa no era ms que una superacin dialctica de la primera, unanegacin constructiva.[3]

    Curiosamente, nuestro autor tambin se defina a s mismo como psiclogo, untanto elpticamente y de manera impersonal:

    Es fcil negar todo en la psicologa, pero no se es psiclogo estando fuera deltrabajo concreto en la psicologa, ni se es tampoco psiclogo porque se tengarazn en lo que se rechaza o se niega; se es psiclogo en lo que se afirma ysostiene en una tarea desarrollada prcticamente dentro del terreno mismo dela psicologa. (p. 100). Considerando la trayectoria de Bleger, que l mismo se haba encargado de

    destacar en el prlogo, y la tarea que se propona desarrollar en este libro, ms queuna identidad profesional pareca estar definiendo su propio lugar de enunciacin,legitimndose para hablar de la psicologa desde una posicin que no implicaraextraterritorialidad. De otro modo, resultara difcil de explicar este intersprematuro por la definicin del psiclogo, si se tiene en cuenta que en el momentoen que escriba estas lneas recin estaban ingresando los primeros estudiantes en la

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    carrera de psicologa de Rosario (la primera en crearse en el pas, en 1956), por loque el debate sobre esa cuestin recin se iba a plantear cuatro o cinco aos mstarde. De cualquier manera, sera precisamente ese tema el que generara el mayorrechazo de psiquiatras como Lrtora y Cabral, que se opondran taxativamente aesta necesidad de meterse en el campo operacional de la psicologa y elpsicoanlisis para poder criticarlos. Sin embargo, Bleger se refera a Politzer comopsiclogo, pese a que, segn vimos, nunca haba ejercido la psicologa de maneraprctica sino que la haba criticado desde el plano terico, lo cual deja en claro que,en ese momento, su utilizacin del trmino psiclogo responda ms a unaestrategia discursiva que a una clara concepcin profesional.

    La tarea emprendida por Politzer en la Critique implicaba para nuestro autorextraer lo que haba de real en el psicoanlisis, ms all del idealismo de sussupuestos tericos. En cierto modo, as como Lenin, siguiendo a Marx, habaplanteado que era necesario poner a Hegel de pie (ya que en virtud de suidealismo y sus postulados clasistas estaba patas para arriba), el filsofohngaro-francs haba iniciado un enderezamiento de Freud que era necesariocompletar. Esa rectificacin del psicoanlisis haba comenzado por poner demanifiesto lo que tena de concreto, rechazando la realidad ontolgica de entidadestales como la vida interior o el inconsciente. Histricamente, el saberpsicolgico clsico se haba diferenciado del saber prctico por haber ignorado larealidad concreta, suplantndola por una segunda realidad compuesta porfunciones psquicas que se constituan en herederas del alma. Esta trasposicin delplano de lo real al de lo espiritual se haba dado a travs del realismo, laabstraccin y el formalismo, que triplemente traicionaban la realidad concreta. Elrealismo daba un ser a las entidades constitutivas de la supuesta vida interior; laabstraccin sustitua la realidad por actores impersonales, y el formalismo retenala forma, pero la vaciaba de contenido individual. (p. 45). No obstante, Politzervea en la psicologa moderna un abandono de esos vicios; en particular, en elpsicoanlisis, el conductismo y la Gestalttheorie (a los que Bleger agregaba, un pocotmidamente y casi por compromiso, la reflexologa), por lo que, para fundamentarsu proyecto, pretenda dedicar un tomo a la crtica de cada una de esas corrientes.En el tomo dedicado al psicoanlisis el nico que llegara a escribir, propuso eldrama como objeto concreto para una psicologa cientfica, en reemplazo de laconducta, que descarnada de todo lo humano y considerada mecnicamentehaba derivado en una fisiologa (p. 37). Ms all de sus resonancias romnticas, ensu acepcin politzeriana (no del todo precisa) el concepto de drama englobaba tantola conducta como la vida interior, e implicaba tomar los hechos psicolgicos enprimera persona, como segmentos de la vida de un individuo particular, que, comotales, eran inseparables de aqulla. Este concepto vena a responder de maneraafirmativa a una pregunta fundamental por la necesidad de la existencia de lapsicologa misma: Hay un conjunto de hechos reales que justifican la introduccinde una ciencia psicolgica en el conjunto de las ciencias que se ocupan del hombre?(pp. 38-39). A su vez, rechazaba todo animismo que pudiera leerse detrs de estadefinicin. Lo verdaderamente relevante no eran los datos de la conciencia(mediatos o inmediatos) ni una original forma de la percepcin (interna o externa)sino los hechos reales y concretos. Sin embargo, tambin era necesario situar eldrama en su determinacin estructural, ya que segn Politzer,

    la psicologa toda no es posible sino enclavada en la economa, y es por elloque la psicologa presupone los conocimientos adquiridos por el materialismodialctico y debe constantemente apoyarse sobre ellos. Es entonces elmaterialismo dialctico la verdadera base ideolgica de la psicologa positiva

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    (Politzer, 1929)[4]. Esta aseveracin contundente mereca una aclaracin adicional de parte de

    Bleger, particularmente interesado en resguardar el lugar de la subjetividad: que lapsicologa estuviera enclavada en la economa no implicaba que la estructuradeterminase de manera directa y causal a la superestructura, ya que entre lasrelaciones de produccin y los hechos psicolgicos de un sujeto haba queconsiderar todo un escalonamiento de intermediarios dialcticos recprocamenteinteractuantes, cuya omisin desembocara en una explicacin mecanicista (p.40-41). Era precisamente esta preocupacin por conciliar marxismo y subjetividad laque llevaba a Bleger a la obra de Politzer, quien a su vez haba utilizado elpsicoanlisis como va regia para acceder al drama de lo humano. En particular, laTraumdeutung le haba permitido estudiar el sueo como un hecho del sujeto (p.48) cuyo anlisis, al igual que el de los sntomas, no poda sino realizarse en primerapersona. En tal sentido, interpretar no era ms que hallar el significado, lo cualimplicaba explicar tanto el sueo como el sntoma en funcin de la vida concretadel sujeto (p. 49). As, el psicoanlisis, poniendo de manifiesto la vida dramtica delindividuo, haba operado una ruptura con la psicologa clsica, que slo concebaabstracciones en tercera persona bajo la forma de funciones anmicas y causasimpersonales. Sin embargo, en sus elaboraciones metapsicolgicas posteriores,Freud haba vuelto a caer en esos mismos errores. Haba tomado el contenidomanifiesto, el relato significativo inherente a una dialctica individual, como elresultado de la accin de entidades ontolgicamente preexistentes en un supuestoaparato psquico. Pero, para Bleger, justamente aqu resida el mrito de Politzer:

    [...] es el de haber sealado el punto crucial del psicoanlisis en el cual susdescubrimientos se mistifican y el hallar en las teoras idealistas los hechos enlos cuales las mismas se basan. Los errores de Freud sobrepasan, por otraparte, la explicacin en el plano estrictamente individual; con sus errores,Freud representa una etapa necesaria en la psicologa (p. 53).[5] En resumen, ms all de la simple crtica ideolgica, Politzer haba comenzado

    a extraer del psicoanlisis el saber concreto que su prctica traa aparejado. Lasteorizaciones idealistas de Freud, que no eran ms que un momento histrico en elprogreso de lo real, no invalidaban su aporte para una psicologa verdaderamentecientfica. La clnica del psicoanlisis, cuyos descubrimientos haban sidoconfirmados ms tarde por la reflexologa, haba introducido por primera vez a ladialctica en el campo de la psicologa, permitindole apropiarse de su objeto deestudio: la dramtica. Restaba entonces culminar la revisin del psicoanlisis y eneso consista el legado politzeriano que Bleger se aprestaba a retomar en lossiguientes trminos:

    Esta tarea tiene que ser terica y prctica; prctica detallada volviendo arecorrer los caminos que recorri Freud, volver a sus experiencias, fundir estetrabajo parcial en la teora y prctica de la dialctica materialista; volver aplantear, de retorno, la tarea terica y prctica en la psicologa (p. 62). Claramente, el programa blegeriano segua los pasos del de Politzer, con un

    recorrido que pasaba por el psicoanlisis para desembocar en la psicologa, de modotal que la revisin y crtica del psicoanlisis slo tenan sentido en relacin con laconstruccin de una nueva psicologa, cuyos fundamentos tericos recin iba aterminar de sistematizar en su obra ms destacada, Psicologa de la conducta,

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    publicada en 1963.[6]En los captulos subsiguientes, Bleger se dedicara en primer lugar a examinar

    con mayor detenimiento los esquemas referenciales utilizados por Freud,bsicamente, la fsica mecanicista y el evolucionismo, extrayendo las consecuenciasque la utilizacin de esos marcos tericos haba tenido para el psicoanlisis, a saber,la reduccin de los fenmenos a trminos de materia y fuerza (p. 67) y el empleodel mtodo histrico-gentico, que implicaba el estudio de la conducta en cuantoproceso, en su origen, desarrollo y transformacin (p. 84). Llegaba de este modo alestudio de lo que denominara psicologa dinmica, trmino que encerraba unaambivalencia: por un lado, tena un significado ligado al evolucionismo, quecomprenda el estudio de los fenmenos psicolgicos como procesos, y, por el otro,un sentido que remita al estudio de las fuerzas que determinaban los hechospsicolgicos. Entre estas dos acepciones se encontraba el abismo que separaba a ladialctica de la lgica formal. Mientras que la comprensin de la conducta comoproceso permita un adelanto en el campo operacional, en el manejo de los hechos,su reduccin a un interjuego de fuerzas (las pulsiones) implicaba una transposicinterica que se apartaba de lo concreto basndose en un realismo ontolgico que noera ms que una de las formas del idealismo. La revolucin freudiana radicaba paral en esa primera acepcin de la psicologa dinmica, que delimitaba el fenmenopsicolgico como proceso, separando psicologa de metafsica a travs del conceptode conducta. En este punto, la operacin de lectura que Bleger realiz con Freudparece ms lagacheana que politzeriana, aunque las citas a Lagache no tengan eneste texto el lugar de privilegio que s ocuparan en la Psicologa de la conducta.Precisamente, esta interpretacin del psicoanlisis en trminos comportamentalesvena siendo elaborada en Francia por Lagache desde 1948, diciendo que eranecesario desplazar su objeto de exploracin, reemplazando el estudio delinconsciente por el anlisis de la conducta (Lagache, 1948). Un ao despus, llegaraincluso a sostener que la unidad de la psicologa slo podra alcanzarse planteandoa la conducta como su nico objeto, ms all de las diferencias metodolgicas quepudieran existir entre los distintos abordajes psicolgicos (Lagache, 1949). PeroLagache, a diferencia de Politzer, no tena ninguna relacin con el marxismo nipropona una epistemologa realista basada en el materialismo dialctico.

    Para Bleger, la teora psicoanaltica se haba apartado de las bondades de suprctica merced a una desarticulacin de la dialctica, que bsicamente podaexplicarse a partir de la utilizacin, por parte de Freud, de la lgica formal para darcuenta de lo real, lo que a su vez haba resultado en teorizaciones basadas en laseparacin y el aislamiento de trminos antinmicos que en los hechoscorrespondan a procesos dialcticos. El problema haba sido que el maestro viensse haba topado con la dialctica de lo real sin contar con los elementos conceptualesapropiados para abordarla. As fue que en sus primeros tiempos descubri laalienacin, la contradiccin y el conflicto inherentes a la conducta, pero no pudoms que teorizarlos en trminos de fuerzas y energas, desarticulando todomovimiento dialctico de acuerdo con el materialismo mecanicista imperante en supoca. La unidad de la conducta fue fragmentada en conceptos antitticosseparados, que a su vez fueron transformados en elementos formales constituyentesde un supuesto aparato psquico. De tal modo, la disyuntiva no slo se daba comohabitualmente se sostena entre materialismo e idealismo, sino entre materialismodialctico y materialismo mecanicista. No obstante, sobre el final de su obra, Freudse haba percatado de su error y haba vuelto a abordar la conducta a partir de loconcreto, en clave dramtica, retornando a la consideracin de la persona total apartir de una psicologa del yo.

    En el caso de la teora de las pulsiones, la meta de nuestro autor era reelaborar

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    las abstracciones elucidando los movimientos reales y concretos que se escondandetrs de las formulaciones animistas o idealistas (p. 99). Con ese propsito, Blegerplanteara la necesidad de estudiar el concepto de fuerza. Por ms que Freud lashubiera hecho depender del soma, las pulsiones no remitan al materialismo sino alanimismo. El concepto de fuerza, tomado de la fsica de la cual derivaba supresunta objetividad haba sido utilizado bajo el nombre de instinto [pulsin] comoexplicacin causal y no para una descripcin fenomnica. De este modo se ubicaba auna abstraccin derivada de una sensacin subjetiva en el lugar de una causaobjetiva pero intrapsquica. En este punto, siguiendo a Pichon Rivire, Bleger sevala de la teora del campo de Kurt Lewin para corregir a Freud: la conducta ya nodependa de fuerzas interiores, sino de la estructura de un campo en el que el objetose hallaba en relacin con su medio. Aproximndose al final, Bleger retomara endetalle la teora de las pulsiones como un caso particular de la transposicin delmovimiento dialctico de la conducta en movimiento mecnico. Alegaba que Freudtraspona las contradicciones y oposiciones que haba descubierto en la conducta(sadismo-masoquismo, activo-pasivo, placer-displacer, sujeto-objeto) explicndolasa partir de un cierto nmero de fuerzas elementales. En consecuencia, la tarea quepropona realizar era la de una reduccin de esa trasposicin para volver a ladramtica. No se trataba de una reduccin eidtica, como en el caso de lafenomenologa, sino de algo as como una epoch dialctica que aspiraba areencontrar los distintos trminos de la estructura de la conducta all donde Freudhaba interpuesto el artificio de un aparato psquico.

    Para dar cuenta del divorcio entre la teora y la prctica psicoanalticas, Blegerapelaba a la categora politzeriana de dramtica, que opona a la dinmica que yahemos examinado. Sin embargo, la dramtica tal como era definida por nuestroautor no era exactamente la dramtica de Politzer, que, segn mencionramos, eraun concepto bastante impreciso. En este punto Bleger apelaba a su propio arsenal dereferencias tericas, construyendo una nocin compleja a travs de una Aufhebungque combinaba el psicoanlisis con la fenomenologa y la psicologa contempornea.En principio, la dramtica era la descripcin, comprensin y explicacin de laconducta en funcin de la vida del paciente, en funcin de toda su conducta (p.113). Era lo que, de hecho, hacan los psicoanalistas en su prctica al comprender einterpretar, reduciendo la conducta a motivaciones, hechos y situaciones, entrminos concretos de vida humana (p. 113). No obstante, la teora se habaapartado de ese camino, adoptando explicaciones abstractas de tipo dinmico, quereemplazaban la dialctica de lo real por conceptos como el de pulsin, de tipomecnico. Para Bleger, la dramtica poda admitir diversas teoras, siendo lapulsional la menos apropiada. Tomando al primer Freud (en Ana O., por ejemplo)deduca que los sntomas podan explicarse claramente como el emergente de unasituacin, apelando para ello a la teora de las relaciones objetales. En este sentido, elFreud de la teora de las pulsiones iba a ser corregido, por un lado, por el Freuddecimonnico de las neurosis actuales y por los postfreudianos que pusieron derelieve la relacin de objeto (Klein, Balint, Spitz, etc.). Por otro lado, Kurt Lewinaportaba la teora del campo, que serva para dar an mayor importancia al puntode vista actual por sobre los enfoques histrico-gentico y dinmico privilegiadospor Freud. Bleger destacaba tambin la importancia del aqu-ahora-conmigo comosituacin concreta en la que transcurra la sesin analtica y que daba su sentido alos sntomas, por oposicin a las explicaciones que se basaban de manera excluyenteen las fantasas y fijaciones de la historia del sujeto.

    En definitiva, la dramtica blegeriana terminaba acercndose ms a unaversin aggiornada de la lectura pichoniana de los conceptos de vnculo y campopsicolgico que a la categora de Politzer, que estaba ms ligada a la descripcin de

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    la experiencia vivida de la fenomenologa y la psicologa comprensiva. Estedeslizamiento entre dramtica y campo, que se produca en el plano de la teora,tambin se acompaaba de una redefinicin de la praxis psicoanaltica en trminospichonianos.[7] En este sentido, la relacin entre analista y analizando se planteabacomo una relacin dialctica en espiral, siendo el analista un agente activo en formainevitable, y no un puro observador, como en las ciencias naturales (p. 134-135).[8]Paralelamente, este cambio de posicin implicaba una reduccin de la importanciadel mtodo histrico-gentico, ya que los sntomas comenzaban a aparecer mscomo emergentes situacionales que como resultantes del pasado del sujeto. As,las interpretaciones deban basarse en los hechos concretos tal como son dados enla conducta, prescindiendo de trminos tcnicos o construcciones abstractas (p.138). Estas modificaciones, explicadas por nuestro autor como parte de un procesoevolutivo en la historia del psicoanlisis, venan a evidenciar que se haba producidoun cierto divorcio entre la teora y la prctica. Mientras la prctica se manejaba cadavez ms en el plano de la dramtica, la teora se segua formulando en trminosdinmicos. En consecuencia, se haca necesario adecuar la teora a las exigencias dela prctica, introduciendo la dimensin social que implicaba la sesin psicoanalticaentendida como una relacin bipersonal, como una totalidad o configuracindinmica inserta en una situacin. Aqu las referencias se multiplicaban, y Blegerapelaba tanto a Dewey como a Ortega y Gasset y a von Uexkll para forjar elconcepto de anlisis situacional, segn el cual eran las condiciones operantes encada momento de una situacin dada las que hacan que las conductas del pacientey del terapeuta emergieran como necesarias. De este modo, el emergentesituacional se presentaba como algo nuevo y original, y no como exteriorizacin dealgo ya dado. Una vez ms, la referencia a Pichon Rivire era explcita: siguiendo suconcepcin sobre las reas de la conducta, para nuestro autor la historia delpsicoanlisis haba empezado por centrarse, de manera sucesiva, en la mente y elcuerpo, para terminar por incluir al mundo externo, es decir, a la dimensin social.

    En cuanto a la ortodoxia marxista, Bleger rompa osadamente con suspostulados, ya que sus trabajos sobre psicologa se quedaban

    [...] en el plano de las declaraciones doctrinales, repitiendo las frases de Marx yEngels sobre la funcin del cerebro como base material del fenmenopsicolgico, sin poder entrar realmente a elaborar una psicologa (p. 156). Si bien admita los progresos de la neurofisiologa, para nuestro autor, la

    psicologa dialctica y materialista deba asentarse sobre el fenmeno de laalienacin. Puede leerse entre lneas que de aqu se deduca un rechazo de lapertinencia de la reflexologa (que ni siquiera era mencionada) para dar cuenta deeste fenmeno, tarea para la que el psicoanlisis pareca mucho mejor posicionado.En esa direccin, Bleger examinara al primer Freud, y en una rara combinacin dekleinismo y materialismo dialctico tomara la conversin histrica comoenajenacin de una parte del cuerpo, una escisin del yo, fenmeno que asociabacon la divisin esquizoide (p. 164). Luego, ilustrara de manera abundante latrasposicin mecanicista que implicaron la primera y segunda tpica y la teora delas pulsiones, para volver finalmente al tema de la alienacin y la escisin del yo,pero en el Compendio de psicoanlisis, de 1938. Planteaba que all la neurosisoperaba como la lgica formal, solucionando una contradiccin (de la conducta) pormedio de una escisin (del yo), proceso que se complementaba con la represin (esdecir, la alienacin) de uno de los trminos antagnicos.

    Finalmente, Bleger terminaba proponiendo una psicopatologa basada en elfenmeno social de la alienacin, cuyos efectos sobre el hombre describa como

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    aislamiento, incomunicacin, sensacin de vaco, despersonalizacin yautomatizacin. A partir de all, siguiendo una vez ms a Melanie Klein y a PichonRivire, planteaba que la divisin esquizoide, subyacente en la estructura de todaconducta, era la contrapartida psicolgica de la alienacin. En ella el sujetoproyectaba determinadas cualidades en ciertos objetos, que a su vez se enajenaban,pudiendo referirse la psicopatologa a la modalidad de los vnculos del sujetoalienado con los objetos enajenados (p. 192). As, el estudio psicopatolgico no erams que una reduccin fenomenolgica del proceso de la alienacin, ya que todaslas neurosis se asentaban en su equivalente psicolgico: la divisin esquizoide (p.194). Hasta aqu, el libro de Bleger.

    La polmica recepcin de Psicoanlisis y dialctica materialista: Freud, Marx

    y Pavlov en la ArgentinaEn 1959, en la seccin Correspondencia de la revista Acta Neuropsiquitrica

    Argentina (de cuyo comit de redaccin Bleger era miembro), se produjo uno de losdebates a los que dio lugar el libro que acabamos de comentar. El psiquiatra AdolfoLrtora, tambin miembro del PCA, profesor en la Facultad de Medicina de laUNLP y futuro profesor de la Carrera de Psicologa de la misma Universidad, enuna carta dirigida a los directores de la publicacin, rechazaba de plano las ideas denuestro autor, apoyndose tambin en los escritos de Politzer. No obstante, sebasaba en los escritos posteriores a su adscripcin al comunismo en 1929, tanto paracriticar al primer Politzer como para descalificar a Bleger, quien, segn l, no erams que otro de los profetas del freudo-marxismo, que desconoca que entre Marxy Freud no poda haber jams una conjuncin sino una disyuncin excluyente.Detrs de un contenido aparente marxista se esconda un contenido latente: elarsenal ideolgico de la reaccin que buscaba vaciar al marxismo de su carctermaterialista y revolucionario (Lrtora, 1959: 334). El psicoanlisis no slo no eraun pensamiento de vanguardia, una conquista progresiva de la humanidad, laverdadera revolucin efectuada por Freud, como pretenda Bleger, sino quetampoco era una psicologa. Y aqu radicaba el ncleo ms virulento de la crtica deLrtora al psiquiatra santiagueo:

    Ignora que la psicologa no es la recproca masturbacin mental psicoanaltica,sino la teora y prctica de la ingeniera del alma infanto-juvenil progresista!(p. 334). Ms all de la reduccin del psicoanlisis al estatuto de onanismo intelectual,

    llama la atencin la definicin de la psicologa en trminos que habran sido msdignos del perodo stalinista. De cualquier modo, la disputa se centraba en dndedeba fundarse una psicologa verdaderamente materialista y dialctica, a lo que elpsiquiatra platense responda segn los lineamientos de la ortodoxia del partido, esdecir, postulando la necesariedad de la reflexologa. En tal sentido, reclamaba paraPavlov el lugar de hroe positivo que Bleger haba dado al primer Politzer, aquin a su vez desechaba acusndolo de existencialista. Para l, al tirar por la bordalas teoras del inconsciente y la libido sexual, Bleger haba reducido el psicoanlisis aun psicoanalismo dramalgico, que no era freudismo sino existencialismo (p. 339).En sus comienzos, Politzer se haba basado en la trascendencia y el subjetivismointuicionista de Dilthey, Spranger, Husserl y Heidegger; Pavlov, por el contrario,encarnaba el materialismo dialctico en materia de psicologa (p. 338). Por lo tanto,la personalidad deba definirse como conjunto sistemtico de estereotiposdinmicos, es decir, como un conjunto de reflejos condicionados adquiridos atravs de la experiencia concreta o con la ayuda del lenguaje entendido como un

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    segundo sistema de sealacin. El comportamiento implicaba una continuidadentre la ontopsicognesis, es decir, la formacin de los reflejos condicionados, y lafilognesis, ya que aqulla se asentaba sobre los reflejos absolutos comunes a laespecie. Entre psicologa y fisiologa no haba ninguna muralla china, cosa queBleger haba ignorado al excluir a la reflexologa del campo de la psicologa,definindola como una mera neurofisiologa. Sin embargo, haba dejado una puertaabierta a una articulacin posible, diciendo que as como la reflexologa habaconfirmado la clnica aportada por el psicoanlisis, por otra parte, debacompletarse con la psicologa y la psicoterapia para ser consecuente consigomisma (Bleger, 1958: 121). Lrtora se encargara de cerrar esa puerta, negando demanera categrica toda relacin posible entre pavlovismo y psicoanlisis, ypidiendo a los psicoanalistas que desecharan su psicologa y su psicopatologa sincerebro.

    En este punto, Lrtora se situaba en una lnea dura en lo que respecta a larelacin entre reflexologa y psicoanlisis en nuestro pas, a diferencia de muchospsiquiatras que, desde ambos bandos, lo haban precedido en una posicin msdialoguista. Ya en 1942, ngel Garma, poco antes de fundar la AsociacinPsicoanaltica Argentina, haba dedicado un captulo de su libro El psicoanlisis,presente y perspectivas, a la exploracin de las vinculaciones entre las dos teoras.[9]En 1944, Konstantin Gavrilov, profesor de psicologa en la Universidad de Tucumne inmigrante ruso, haba publicado El problema de las neurosis en el dominio de lareflexologa, donde se acentuaba el paralelismo entre Freud y Pavlov a travs de unainterpretacin reflexolgica de las neurosis y las psicosis. Como muestra irrefutablede acercamiento, el prlogo haba sido escrito por el mismo Pichon Rivire, quiendaba cuenta de que, a travs de sus ensayos psiquitricos, la reflexologa se habaacercado a los problemas de la psicologa profunda. Si bien entre psicoanlisis yreflexologa haba discordancias filosficas, Pichon consideraba que lasresistencias mutuas deban ser vencidas, tanto las de carcter ideolgico (de lospsicoanalistas hacia los reflexlogos) como las de tipo emocional (de los reflexlogoshacia los psicoanalistas). En 1952, en Teora y prctica del narcoanlisis, el joven Blegerhaba tratado de fundamentar ciertos puntos de la teora del narcoanlisis entrminos de la fisiologa del sistema nervioso, explicando, por ejemplo, la catarsiscomo un caso de reactividad ultraparadojal. En 1953, Gavrilov citado por elmismo Lrtora, haba publicado El psicoanlisis a la luz de la reflexologa, como unintento de fundamentar desde el pavlovismo los descubrimientos del psicoanlisis,y de correlacionar ambas doctrinas con los conceptos biolgicos de la poca.Finalmente, Gregorio Bermann, el ilustre psiquiatra cordobs que se vanagloriabade haber sido el primero que en el pas, desde 1920, ha practicado el psicoanlisis,tanto como de haberlo abandonado y objetado pblicamente, terminara terciandoen la disputa entre Bleger y Lrtora (Bermann, 1960: 108). Si bien agradeca la crticade Lrtora y comparta la mayor parte de sus reparos ideolgicos (segn veremosms adelante), consideraba que haba que salir al paso de los pavlovistasdogmticos que afirman que la psicologa comienza y termina con la fisiologa delsistema nervioso superior (p. 117). Luego de rescatar los descubrimientos dePavlov y considerar la reflexologa como una autntica revolucin cientfica,valindose de la obra de Shakespeare, no dejaba de sealar que aunque la fisiologadel sistema nervioso pudiera dar cuenta del sonambulismo y la ceguera de la mujerde Macbeth, no poda seguir las infinitas y complejsimas peripecias del acontecerhumano (p. 120). No obstante, esto no quera decir que Bermann rescatara ladramtica, sino tan solo que pensaba que la fisiologa no poda reemplazar a lapsicologa. El psicoanlisis, por su parte, era todava para l la psicoterapia msestructurada y, por ende, la ms enseada. Sin embargo, haba llegado el tiempo de

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    una nueva psicoterapia racional, que utilizara tanto los hallazgos psicoanalticoscomo los descubrimientos de Pavlov, por lo que se lamentaba de que Bleger slo sehubiera perdido en las calles ciegas del psicoanlisis en vez de sumarse a las filasde los arquitectos de los tiempos nuevos (p. 116).

    En su respuesta a Lrtora, Bleger volva a insistir sobre la importancia de laprctica concreta por oposicin a la esterilidad de las discusiones tericas,desembocando nuevamente en una definicin del psiclogo y la psicologa:

    La psicologa exige conocimientos muy vastos, pero no se es psiclogo por loque se sabe de filosofa, epistemologa, antropologa, etctera, sino que se espsiclogo cuando se trabaja en un campo definido con la psicologa. Ladicotoma entre lo que se hace y las teoras y conocimientos que se esgrimen esflagrante [...] Me interesa insistir frente a los jvenes que se sienten atradospor la psicologa que slo sern psiclogos haciendo de la psicologa un oficio [...](Bleger, 1959: 478). Una vez ms, con su estrategia retrica, hbilmente Bleger se autodefina como

    psiclogo en razn de su prctica, mientras que dejaba a su contrincante el lugar delcrtico puro que slo se empeaba en un debate terico, pero nada deca acerca desu accionar. Incluso, instaba a los jvenes a apropiarse de la psicologa haciendo deella un oficio, cosa que seguramente provocaba mayor adhesin que la definicinlertoriana de la psicologa como teora y prctica de la ingeniera del almainfanto-juvenil progresista. De hecho, Lrtora apenas pasara fugazmente por laCarrera de Psicologa de La Plata, siendo su alejamiento una consecuencia directadel rechazo que gener en los estudiantes de las primeras promociones, que localificaban de psiquiatrn (Delucca, 1998). Cuando en 1963 public su libroRefundamentacin de la psiquiatra, debi hacerlo por cuenta propia, ya que,probablemente, ninguna editorial estuvo dispuesta a aceptarlo. Con expresionestales como el anticientismo reaccionario psicoanalista (p. 11), el nazi Heidegger(p. 7) y dualismo antirracionalista de lo ms burdo y rampln (p. 7), trataba dedesechar las teoras que, a su entender, haban florecido a causa de la crisis de lapsiquiatra, haciendo reverdecer actitudes mentales medievales (p.6). Ladicotoma era clara: por un lado en su vertiente psicoanaltica o existencial habaun antirracionalismo instistivista, inconscientista, emocionalista, afectivista ysubjetivista. Por el otro, Pavlov haba construido una nueva teora del hombre,objetiva y racional, que lo defina como un ser vivo cortical con segundo sistema desealacin (p.9), un animal con una estructura dinmica (compuesta por reflejoscondicionados) que haba desarrollado la facultad de conocerse a s misma. Si lopsquico se defina en trminos crtico-cerebrales, el psicoanlisis, que era unmtodo de estudio del diencfalo, no poda ser su va de acceso. Ms bien por elcontrario, el nico camino apropiado era el de la fisiologa experimentalreflexolgica. A tal punto eran extremas las apreciaciones contenidas en el libro,que, Guillermo Vidal, el director de Acta, que en 1959 haba publicado su debate conBleger, hizo una resea profundamente negativa, que daba cuenta del aislamientoen que haba quedado una posicin tan intransigente como la de Lrtora. Calificabasu lucha contra los molinos de viento del psicoanlisis y el existencialismo comouna faena tan esforzada como intil (p. 89), que no dejaba salvacin posible aexcepcin de la reflexologa pavloviana. Para Vidal, su falta de respeto por las ideasdel otro (cosa que Bleger haba denominado ms acadmicamente como laestructura de su crtica), lo dejaba fuera de la ciencia.

    Bleger y la psicoterapia en la cultura de izquierda

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    Desde principios de los aos 30, el tema de la psicoterapia, es decir, de lacura por medios verbales haba pasado a ser el denominador comn de los intentosde renovacin del campo psiquitrico en nuestro pas. El paradigmaheredo-degenerativo, que en diferente grado haba orientado a Ingenieros, Ponce yMouchet, por caso, ya haca varios lustros que haba comenzado a tambalear a partirde la crisis del positivismo, por lo que la fijeza que haba caracterizado a lasenfermedades mentales de antao iba dando paso una concepcin ms funcional, enla que el medio y la biografa tenan un lugar preponderante. En ese entonces,surgieron desde los intelectuales de izquierda de la medicina diversas iniciativasque, en nombre de la psicoterapia, tendan a conjugar mltiples corrientes (como elpsicoanlisis que ya se transformaba en la cura verbal por antonomasia, lareflexologa, la fenomenologa existencial, la caracterologa y la psicologa social) enla bsqueda de una recomposicin de la unidad del campo que cada vez parecams lejana.[10] En ese marco eclctico, Jorge Thnon y Gregorio Bermann fueron dosde los primeros cultores del freudismo en la izquierda verncula. Jorge Thnon yadesde 1928 haba retomado el olvidado tema de la hipnosis a partir de su prcticaclnica hospitalaria. Discpulo de Arturo Ameghino, Jos Borda y ChristofredoJakob, rompi con sus predecesores al apartarse de la locura centrando su inters enlas neurosis y, por consiguiente, en el psicoanlisis. No obstante, a partir de 1935iniciara un derrotero que, en virtud de su compromiso poltico con el marxismo, loalejara cada vez ms de Freud y lo acercara a la reflexologa. En 1963, en una obrade madurez titulada Psicologa dialctica, terminara desechando por completo lastesis psicoanalticas por falaces e imaginarias (Thnon, 1963: 14). Al mismotiempo, intentara sintetizar una psicologa general en clave reflexolgica, paraterminar proponiendo una psicoterapia racional bastante eclctica, que si bieninclua dentro de la psicologa aplicada la conceba como una rama de la medicina.Ms adelante veremos el lugar de Thnon en la recepcin de la obra de Bleger en elseno del PC.

    Por su parte, Gregorio Bermann, a quien ya hemos mencionado, haba sidouno de los pocos argentinos en conocer a Freud personalmente, adems de NerioRojas y Vctor Mercante.[11] Discpulo de Ingenieros y fundador de la revistaPsicoterapia, Bermann haba tenido una trayectoria en parte equiparable a la dePolitzer: su temprana afinidad con las teoras freudianas, notoria en los contenidosde la revista, se haba visto opacada a partir de su compromiso militante, que lollevara a Espaa a defender el rgimen republicano. A su regreso, seguira underrotero parecido al de Thnon, cada vez ms crtico respecto del psicoanlisis yms cercano a la reflexologa, en virtud de su proximidad con el Partido Comunista.Ya en 1948, consecuente con su compromiso con el materialismo dialctico, Bermanniba a prologar los Principios elementales de filosofa de Politzer (Vezzetti, 1996). Un aodespus, se iba a hacer eco de la crtica del psicoanlisis que en Francia habaemprendido un notorio grupo de jvenes psiquiatras pertenecientes a la izquierdaintelectual (afines a la revista La Pense, de la cual Politzer haba sido co-fundador en1939), que cobr estado pblico a travs de un documento titulado Lapsychanalyse, idologie ractionnaire, publicado en La Nouvelle Critique, rgano delos intelectuales comunistas. En realidad, dicho documento, que retomaremos msadelante, haba sido ms bien una autocrtica realizada a instancias de la direccindel Partido Comunista Francs, que por esos tiempos, con acciones de ese tipomostraba su alineamiento con el stalinismo del PCUS (Roudinesco, 1993). Pocassemanas despus, Bermann comentara de manera entusiasta esta empresa quedesde el materialismo dialctico e histrico, a su juicio, evidenciaba la crisis delpsicoanlisis, poniendo el nfasis en su naturaleza individualista y clasista. Para ello,ya en esa poca, se basaba en la obra del ltimo Politzer (Bermann, 1949).

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    Curiosamente, la nica respuesta al artculo de Bermann provendra del campoliterario. Arturo Capdevila, cuya fe en el ilustre viens se haba cimentado en elmedio artstico (e incluso lo haba llevado a dedicarle un libro titulado Consumacinde Sigmund Freud, un poema dramtico en el cual lo comparaba con Coln, por serun verdadero hroe que haba descubierto los misterios del Yo), le recordaba aBermann su carcter de precursor del psicoanlisis, de sacerdote y apstol de estenuevo Dios (Capdevila, 1949). Bermann, en su respuesta, no renegaba de su pasadofreudiano ni de los mritos de su viejo maestro, cuyo mtodo deca seguir utilizandoen parte; no obstante, haba logrado rectificarse, adoptando la posicin natural atravs de un largo y fatigoso camino (Bermann, 1949).

    Esta apretada sntesis sobre la psicoterapia en la cultura de izquierda viene alcaso para resaltar dos cuestiones. Por un lado, resulta evidente que los problemasque Bleger abord en su libro de 1958 ya tenan una larga historia en nuestro pas.Tanto la articulacin crtica entre psicoanlisis y marxismo como la referencia aPolitzer no eran de suyo originales, as como tampoco lo era su inters por lapsicoterapia. Por otra parte, se hace evidente la histrica estrechez de los lazos de laintelectualidad argentina con el pensamiento francs, en particular, en esa franja dela izquierda comprometida con la renovacin del campo psiquitrico. No obstante,el libro de Bleger s tuvo un aspecto poco comn: logr insertarse en los debates queen Francia tenan lugar en torno de esas cuestiones, contrariando la direccintradicional en materia de transmisin de ideas, que usualmente se realizaba desde elcentro hacia la periferia. A fines de los 50, parte del grupo de jvenes psiquiatrasque en los 40 publicaba en La Pense (como Bonaff y Follin), se haba nucleado entorno de la revista La Raison, dirigida por Henri Wallon, quien, junto con Louis LeGuilland haba sido su co-fundador en 1950. Si bien la revista pretenda consagrarsea una psicopatologa cientfica, es decir, de base reflexolgica, tena una lneaeditorial menos dogmtica que la Nouvelle Critique y cada vez menos antifreudiana.Por iniciativa de ese grupo, durante 1959 y 1960 tuvieron lugar una serie de debatessobre el tema de la psicoterapia desde la perspectiva del materialismo dialctico,para lo cual la referencia a autores como Politzer, el mismo Wallon y Ren Zazzo eracasi obligada. No obstante, que en esos debates se tuviera en cuenta el libro deBleger no deja de llamar la atencin.

    En uno de los dos trabajos principales, Problemas de psicoterapia, Bquart yMuldworf buscaban elaborar las bases tericas y las modalidades prcticas de unapsicoterapia concreta. A diferencia de Bleger, su lugar de enunciacin se situabaenteramente dentro del campo de la psiquiatra, y no se proponan construir unanueva psicologa. Sin embargo, al igual que l, desde el materialismo dialctico sebasaban en la obra de Politzer para rescatar el psicoanlisis, al que considerabancomo mtodo teraputico y doctrina psicolgica antes que como antropologa oideologa (p. 20). Definan la psicoterapia en trminos janetianos, como unaaplicacin de la ciencia psicolgica, como una utilizacin teraputica de nuestroconocimiento psicolgico del hombre (Bquart y Muldworf, 1961: 22). Al mismotiempo, narraban una historia de la psicoterapia que comenzaba en el nivel delsentido comn, en el que la prctica se fundaba en la intuicin y el conocimientoadquirido de manera espontnea, en la observacin no mediatizada por lareflexin que slo revelaba significaciones convencionales. A esa etapa le habaseguido, como superacin dialctica, una fase de psicoterapia emprica, que demanera eclctica se esforzaba por introducir el determinismo de las ciencias.Haciendo uso de diversos aportes (de la psicologa aplicada, la sociologa y lafisiologa, por ejemplo), pona el nfasis en la eficacia sintomtica, siendo PierreJanet uno de sus ms fieles exponentes. Finalmente, la sntesis mayor se habalogrado a travs de las psicoterapias regidas por la situacin teraputica, a saber,

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    el psicoanlisis freudiano y la analtica existencial, caracterizados por lainvestigacin de una relacin intersubjetiva entre el mdico y el paciente. Siguiendoa Politzer, afirmaban que el psicoanlisis haba servido para brindar a lapsicoterapia un abordaje directo de la dramtica, y, coincidiendo nuevamente conBleger, sealaban la brecha entre una prctica analtica concreta que destacaban y ladegradacin terica a que haba sido sometida. Una vez ms, la sustantivacin delos hechos psquicos y la cosificacin del drama haban apartado al psicoanlisis delplano de lo concreto. Con una actitud pragmtica se haban adoptado diversosconceptos abstractos por su pretendido valor operativo ms que por su contenido osu valor de verdad. Por lo tanto, se haca para ellos necesario un esfuerzo derenovacin que apuntara en la direccin de una psicoterapia realmente concreta. Enese sentido, juzgaban que la esencia de la psicoterapia era la situacinpsicoteraputica, ncleo irreductible que daba fundamento a la unidad por encimade la diversidad de formas y apariencias. El psicoanlisis haba cometido el errorde transformar esta dialctica intersubjetiva en una realidad intrasubjetiva, aislandoal enfermo de sus determinaciones sociales, bsicamente econmicas e ideolgicas.La enfermedad deba entenderse como una desorganizacin de la funcin derelacin que regulaba las distintas modalidades de interaccin del individuo con sumedio. Por lo tanto, los sntomas tenan una significacin que poda y debainterpretarse a partir de esa funcin particular, en trminos de la vida cotidiana,adecuados a la situacin dramtica y no a especulaciones tericas. Colocar el nfasisen la funcin de relacin conduca a una psicologa en primera persona del pluralms que en la tercera del singular, a una psicologa del nosotros ms que a una delEllo. La psicoterapia implicaba a su vez una reeducacin relacional, unareadaptacin del individuo a su medio, y una toma de conciencia progresiva, unasuperacin de lo emocional por lo relacional. La situacin teraputica era un campode significaciones que el terapeuta deba ser capaz de reorganizar, elaborando unproyecto en el cual el paciente a lo largo del tratamiento tena que tomar parte cadavez ms. Y aqu la referencia al existencialismo (y a Sartre en particular) eraabsolutamente explcita.

    Hasta aqu el trabajo de Bquart y Muldworf, cuyo parecido con el de Blegerresultara llamativo si no fuera porque el psiquiatra santiagueo haba dejado enclaro que estaba muy al tanto de lo que se publicaba en La Raison, al punto de que ensu libro mencionaba detalladamente una reunin de 1956 en la que se dispusoretomar y reconsiderar la crtica del psicoanlisis y la fenomenologa (p. 33-34),justo en el momento en que Kruschev haba denunciado las atrocidades delstalinismo en el XX Congreso del PCUS y el Partido Comunista Francs se veaobligado a rever sus posiciones cientficas (Roudinesco, 1993). Lo novedoso, segnapuntamos, era que el grupo de La Raison hubiera tomado nota del libro de Bleger,que fue comentado (y criticado) por A. Fernandez-Zoila, quien lo catalogara comouna muestra de otro sincretismo freudo-marxista (Fernndez-Zoila, 1961: 145).Luego de hacer una breve resea de la obra Politzeriana (en el marco del freudismode izquierda en Francia) y del libro de Bleger, cuestionaba el concepto de loconcreto, porque no responda a una experiencia directa ni inmediata, sino que erael resultado de un recorte, del anlisis y la interpretacin, de un proceso deabstraccin que le da valor y significacin (p. 158). Por lo tanto, el psicoanlisissupuestamente enriquecido por el estudio de lo concreto as definido no podaaspirar a un carcter cientfico. Algo similar ocurra con la nocin de drama: laestructura dramtica de los hechos slo responda a una proyeccin del sujeto, perono era un dato originario. En consecuencia, opona al hombre concreto el hombretotal como objeto de una psicologa verdaderamente objetiva, y a la situacinpsicoteraputica entendida por Bleger como sntesis dialctica la redefina como

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    situacin global. El sincretismo blegeriano, esfuerzo intil y superfluo (p. 163),sediento de subjetividad (p. 162), una falsamente psicoanlisis, marxismo ypsicologa social lewiniana, por lo que no constitua una verdadera sntesis. Lapsicopatologa y la psicoterapia cientficas deban abordar una materia de estudioobjetiva siguiendo un mtodo tambin objetivo. La interpretacin del inconsciente ode la vivencia individual no poda aspirar a ese estatuto, al que s lograban accederlas objetivaciones del espritu humano, mediatizadas por los smbolos de la cultura(y aqu, extraamente, la referencia era a Lacan). No haba que privilegiar lo afectivoo lo emocional sino tambin lo cognoscitivo y perceptivo para lograr unaaprehensin de la conducta global, de los actos que daban lugar a realizaciones yobras de carcter material.

    [...] estamos condenados a la aprehensin del hombre total y al estudio desus funciones psicolgicas, a travs de sus etapas de elaboracin, objetivadasen sus manifestaciones en el mundo humano (p. 169). El psicoterapeuta tena que agregar al anlisis retrospectivo una sntesis

    prospectiva que permitiera al paciente una toma de conciencia activa, y nomeramente contemplativa. En esta direccin, la referencia principal era la psicologaobjetiva, histrica y comparada del poco conocido Meyerson, que a su vez tenacomo perspectiva el esclarecimiento del hombre total, que Fernandez-Zoilaopona al hombre concreto de Politzer y Bleger. No obstante, esta posturaantipsicoanaltica no era del todo compartida por Bquart, quien acudira en auxiliode Bleger a travs de una carta a Fernandez-Zoila, mostrando que el grupo de LaRaison era ms heterogneo de lo que poda suponerse. Bquart, si bien daba labienvenida a la concepcin de la significacin desprendida de lo afectivo y loemocional, y enclavada en la historia, disenta en la valoracin del libro de Bleger.Para l, era necesario detenerse

    en esa obra escrita en Buenos Aires en 1958, pues ella se une totalmente a lasreflexiones que, con Muldworf, nos esforzbamos en formular para la mismapoca. El parentesco marxista no lo explica todo [...] pero el parentescomaterialista dialctico es aqu, de todas maneras, esencial (Bquart, 1961: 334). En general, Bquart acordaba con Bleger prcticamente en todo, salvo en el

    reemplazo de la dinmica freudiana por la concepcin lewiniana, que no terminabade aceptar. En cambio, disenta con Fernandez-Zoila en su crtica de lo concreto y eldrama. Ms all de los detalles del debate, este grupo, a fines de los 50, pareca estarms empapado de la fenomenologa existencial de Sartre y Merleau-Ponty y de laepistemologa de Bachelard que de la reflexologa pavloviana o las ideas biolgicasde Mitchourin y Lyssenko. Bleger, por su parte, pareca estar ms cerca delpensamiento de ese grupo que del de gran parte sus propios pares en la Argentina,segn veremos a continuacin.

    El Partido Comunista Argentino y Psicoanlisis y dialctica materialista: el

    juicio y la expulsin de BlegerPara finalizar, haremos un breve repaso de los avatares de la recepcin del

    libro de Bleger en el seno del PCA con el fin de destacar las coordenadas ideolgicasque signaron su proyecto. No obstante, este anlisis no podra realizarse sin unaprevia resea de la situacin del comunismo criollo en esos momentos. La fracturadel partido ya se vislumbraba como inminente y desembocara poco tiempo despusen la prdida de buena parte de su militancia juvenil por el desmembramiento del

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    Partido Comunista Revolucionario. Esto implicaba una situacin de retroceso yrepliegue, en la cual era necesario trazar lmites ideolgicos claros para impedirmales mayores, reforzando la autoridad de la direccin y previniendo eventualesdisidencias. Por otra parte, a principios de 1959, la revolucin cubana (que hasta1961 rechazara toda vinculacin con el marxismo) apareca como un fenmenodisruptivo. Por un lado, no poda negarse que los barbudos de la Sierra Maestrahaban ganado una heroica batalla contra el imperialismo en las mismas puertasdel imperio. Por el otro, esta gesta ocurrida en Latinoamrica, que concitaba unaadhesin rotunda de parte de la nueva izquierda (ms identificada con Gramsci ySartre que con Lenin), an no daba muestras de su compatibilidad con la doctrinadel partido, por lo que amenazaba con abrir otro frente conflictivo. En ese marco, lasideas de Bleger, expresamente dirigidas a la juventud, parecan abonar lasdesviaciones de la franja denuncialista del marxismo que vena creciendo tantodentro como fuera del partido (fundando luego revistas como Pasado y presente, enCrdoba, o Contorno, en Buenos Aires) y propiciaba la necesidad de incorporar almarxismo los aportes del psicoanlisis y la psicologa, as como los de la sociologa yla antropologa (Tern, 1991). Esta nueva izquierda, adems, pareca ser cada vezms popular en el estudiantado universitario, a la vez que el Che Guevara, rebeldecon causa ajeno a toda ortodoxia, se eriga en el ejemplo de joven revolucionario, ySartre en el modelo de intelectual comprometido. La rigidez del PCA, pese a suprosovietismo acrrimo, haba implicado una marcada lentitud para asimilar loscambios en las posturas cientfico-filosficas que, como sealramos, el PCF ya venaintroduciendo desde 1956. Ms bien por el contrario, el PCA an pareca sostenerposiciones ms comprometidas con el stalinismo que primaba antes del XXCongreso del PCUS que con los nuevos tiempos. De este modo, no es de extraarque el tratamiento que se dio al libro de Bleger transitara menos por los carriles deun debate cientfico que por los de un juicio ideolgico.

    Segn dijimos, en 1949, la autocrtica de los psiquiatras aparecida en LaNouvelle Critique haba venido de arriba, a instancias del PCF que, en tiempos dela guerra fra, segua a pie juntillas los dictmenes del PCUS. En esos momentos, enla Unin Sovitica se haba producido una reactualizacin de la teora de las dosciencias, elaborada a principios de siglo por Alexander Bogdanov (y criticada porLenin), segn la cual la ciencia slo poda ser burguesa o proletaria, dependiendo desu naturaleza, su origen, sus mtodos y su finalidad (Roudinesco, 1993: 182).Despus de la segunda guerra mundial, esta teora haba servido para apoyar lastesis de Trofime Lyssenko en el campo de la biologa y las de Andrei Jdanov en el dela cultura. En la perspectiva de este ltimo, el mundo se divida en dos campos enpugna: el imperialista, bajo dominio norteamericano, y el socialista, iluminado porla Unin Sovitica. Del mismo modo, la ciencia y la cultura obedecan a esta mismadisyuncin excluyente: o bien eran burguesas o eran proletarias. Mientras tanto, enFrancia, aparecan artculos de neto corte jdanoviano, juzgando el psicoanlisis a laluz de esas premisas:

    Ofensiva general de un imperialismo acosado que intenta quebrar el auge delmovimiento obrero en todo el mundo. ste es el hecho psicoanaltico en 1949. [...]Es usted socialista? Entonces usted est a favor del socialismo sovitico. Estusted a favor del psicoanlisis? Entonces est usted a favor del psicoanlisisestilo yanqui. Porque usted debe elegir entre cosas reales y no entre la idea queusted se hace de las cosas (Leclerc, 1949).[12] Fue en este clima de ideas que se produjo el pedido de la direccin del PCF a

    psicoanalistas y psiquiatras como Lebovici, Bonnaf, Kestemberg y Follin. A pesar

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    de que en Francia eran numerosos los grupos que se oponan a la proliferacin delas versiones ms adaptativas del psicoanlisis representadas por la ego psychology,segn los principios enunciados por Jdanov, era imposible separar la doctrinapsicoanaltica de su rpida expansin en Estados Unidos, ya que esta ltima no erams que la expresin de su naturaleza de clase. Otra vez, la revista LHumanitconfirmaba el papel tutelar jugado por la direccin del partido en la confeccin deaquel famoso documento:

    Los signatarios [...] tuvieron que centrar su vigilancia en estos problemas por laofensiva de la reaccin. En esto los ayud el Partido. [...] Analizaron primero elcontenido de clase de la doctrina y la prctica psicoanaltica y terminaronreconociendo que el psicoanlisis, encarado en todos sus aspectos, es un armade la burguesa, y que sera falso distinguir, como lo hicieron algunoscamaradas en la primera parte de la discusin, entre la teora y la tcnicapsicoanalticas (Annimo, 1949).[13] Cuando en 1959 el PCA emprendi su tarea de demolicin con el libro de

    Bleger, lo hizo en total consonancia con el accionar que haba tenido el PCF diezaos antes, por lo que el contenido de los prrafos que acabamos de citar sera de lamayor aplicabilidad. La nica diferencia es que, como ya hemos visto, en esa dcadahaban ocurrido profundos cambios en el campo socialista cuya repercusin ennuestro medio se demorara un poco ms de lo acostumbrado. En tal sentido, Blegerdebi pagar el precio por su anticipacin, que a la vez que lo una a sus colegasfranceses lo separaba de sus camaradas en Argentina. Las primeras escaramuzasfueron con algunos psiquiatras como Csar Cabral (en los Anales de Medicina) yAdolfo Lrtora (en Acta Neuropsiquitrica, segn vimos). Los ejes de la discusin,otra vez, pasaban por las antinomias idealismo-materialismo,irracionalismo-racionalismo, burgus-proletario. No obstante, al igual que en laFrancia de 1949, debido a las razones expuestas, la separacin que Bleger habaplanteado entre la prctica y la teora psicoanalticas, solidaria de la diferenciacinentre forma y contenido, dramtica y dinmica resultaba inadmisible: una disciplinaburguesa no poda dar lugar a una prctica revolucionaria. De este modo, mientrasCabral atacaba a Bleger apoyndose en fragmentos escogidos del documento deLa Nouvelle Critique, Bleger se defenda citando trabajos posteriores de algunos desus mismos autores, a quienes, dicho sea de paso, se jactaba de conocerpersonalmente (Cabral, 1959; Bleger y Cabral, 1959). En 1959, Cabral todava seapoyaba en Stalin (repudiado por el PCUS y el PCF) para dar primaca al contenido(la teora) sobre la forma (la praxis). En cierto modo, en esa misma clave, podradecirse que en el PCA el contenido del nuevo marxismo pareca no haber logradoromper con la forma del viejo stalinismo.[14] Esa brecha implicaba una asincronaen los discursos que determinaba a su vez un profundo desencuentro en el planoideolgico. Por otra parte, al igual que en el debate con Lrtora, Bleger sostena quesus discrepancias con Cabral surgan de que l trabajaba dentro del campo de lapsicologa por su inters en la investigacin cientfica, mientras que Cabral slosostena una posicin filosfica (Bleger y Cabral, 1959). A su vez, la crtica de Cabralterminaba como la de Bermann: lamentndose porque Bleger se dedicase alpsicoanlisis en vez de desarrollar un sistema psicolgico terico prcticoautnticamente cientfico (Cabral, 1959: 111).

    Pocas semanas despus, el debate llegara a la Comisin Nacional de AsuntosCulturales del PCA, convocada expresamente en virtud de que el libro habagenerado numerosas crticas que haban sido recibidas por la direccin deCuadernos de Cultura (rgano del PCA). Como tales crticas se referan a problemas

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    relativos a la orientacin poltica e ideolgica del camarada Bleger, y no meramentea aspectos tcnicos o profesionales, la Comisin estim necesario concederle elderecho a la discusin previa (Espectador, 1959: 79). En este caso, el papel que enPars les haba tocado desempear a La Nouvelle Critique y a LHumanit, recaa sobrelos Cuadernos de Cultura. Una vez ms, un autor annimo (que firmaba comoEspectador) daba cuenta de los pormenores de una autocrtica que se habaproducido con la ayuda del Partido.[15] En la reunin, adems de Csar Cabral,participaron, entre otros, Hctor Agosti (prominente miembro del partido, deorientacin nacionalista),[16] Jorge Thnon, Jos Itzigsohn (psiquiatra reflexlogoque sucedera a Bleger en Introduccin a la Psicologa, y a E. Butelman en la direccinde la carrera) y otros camaradas especializados en psiquiatra.[17]

    La discusin transcurri por los carriles previsibles, con Cabral repitiendo engran parte los argumentos publicados en los Anales, junto con Thnon y Agostiimpugnando la empresa blegeriana. Ms all de los remanidos argumentos sobre elcarcter reaccionario del psicoanlisis a partir de su utilizacin en pro de la polticacultural del adversario (p. 87) y la diatriba sobre el hombre aislado, recostado en undivn, por oposicin al hombre concreto, visible y audible, que vive y trabaja (p.86), se planteaba una cuestin doctrinaria ms profunda en torno de los conceptosde dialctica y alienacin. Para Cabral, en el freudismo no haba dialctica, sloconflictos estticos que carecan de dinmica y desarrollo, presuponiendo unaconfrontacin mecnica entre dos fuerzas opuestas y nunca una unidad dialcticade contradicciones (p. 80). Para Thnon, si Bleger encontraba la dialctica en elcampo restringido de la prctica analtica, era porque haba aplicado el mtododialctico dejando de lado la concepcin del mundo inherente al marxismo, es decir,el materialismo histrico. En resumen, conclua Agosti, Bleger adoptaba la dialcticapero abandonaba el materialismo marxista, acercndose a posiciones como la deMerleau-Ponty (o la de Sartre, agregamos nosotros, teniendo en cuenta susdesarrollos posteriores). En este sentido, lo que estaba en juego era la purezafilosfica de la doctrina marxista, que estaba siendo amenazada por esos cruces,cada vez ms frecuentes, con el idealismo de la fenomenologa existencial. Paracolmo de males, segua Agosti, Bleger haba hecho hincapi en el concepto dealienacin, que era la clave de la revisin humanista del marxismo que por vasdiversas haban emprendido figuras como Erich Fromm y el mismo Merleau-Ponty,rescatando los escritos tempranos de Marx. Ese camino desembocaba para l en elhombre y su circunstancia de Ortega y Gasset (citado por Bleger) y no en elhombre concreto en las condiciones concretas de la explotacin capitalista (p. 92).Frente a todo esto, haba acuerdo unnime en que no caba ms que desechar elpsicoanlisis (por ms que estuviera de moda en Europa y Estados Unidos) yadoptar la reflexologa como base segura para una psicologa materialista ydialctica. Sin embargo, haba diferentes matices; mientras que Cabral, Thnon yAgosti sostenan la posicin ms dura, Itzigsohn se conformaba con cuestionar, nomuy categricamente, la referencia acrtica al concepto de campo operacional deKurt Lewin y a la teora de las relaciones objetales para reemplazar los aspectoscriticados de Freud (p. 81).

    Aunque las intervenciones de Bleger en todos estos debates (tanto en los Analescomo en Acta y en la Comisin de Asuntos Culturales) parecen no haber sidodemasiado complacientes con la ortodoxia de sus rivales, el espectador Cabral seempeaba en mostrarlo sumiso y autocrtico, reconociendo que

    [...] una militancia ms activa en el Partido ayudar al autor a superardebilidades ideolgicas y a encontrar una salida correcta en el campo concretode la psicologa (Espectador, 1959: 78).

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    No obstante, el mismo Bleger, a diferencia de Lebovici y Bonaff en 1949, se

    encargara de dejar en claro, tanto con sus escritos como con sus actos, que no estabadispuesto a acatar pasivamente ese tipo de directivas.

    [...] se me hace aparecer [en Cuadernos de Cultura] argumentando en formainfantil y sugiriendo cosas que yo no he dicho. Incluso dando a creer que estoyen vas de retractarme de mi libro y de mi posicin. Espectador, que firmadicho comentario, hace muy poco honor a la verdad, reduciendo un debate dealto vuelo intelectual al nivel de una amonestacin digna de la escuelaprimaria (Bleger, 1959: 479).

    La suerte de Bleger dentro del PCA estaba echada. En 1962, cuando public su

    artculo Psicoanlisis y marxismo en Cuestiones de Filosofa, no slo no se retractde las ideas vertidas en su libro sino que las profundiz respondiendopuntualmente a las objeciones de sus crticos (Bleger, 1962). As, retomara endistintos planos las relaciones posibles entre psicoanlisis y marxismo y tratara desituar su propia obra. El suyo no haba sido otro intento freudo-marxista, segnalegaban sus camaradas, ya que l reservaba ese apelativo para los casos en que setrataba de convertir el psicoanlisis en una concepcin del mundo o en unaideologa, integrndolas dentro del marxismo. Pero esta extensin indebida de unateora cientfica no haba sido privativa del psicoanlisis. Del mismo modo, eldarwinismo haba sido aplicado al campo de las relaciones sociales, lo cual noinvalidaba su valor cientfico. Tambin cuestionaba la crtica confusa ycontradictoria que desde el marxismo se haba formulado contra el psicoanlisis y lapsicologa en general, tratando a esta ltima de ciencia idealista (por la falta dematerialidad de los procesos psicolgicos) y de disciplina reaccionaria (por susaplicaciones en el comercio, la industria y la represin poltica). Por ltimo,declaraba que el marxismo, como mtodo y como ideologa, no slo noreemplazaba la psicologa sino que la exiga. No obstante, esta psicologa no podaconstruirse sin el respaldo de las condiciones histrico-sociales, lo cual habraimplicado una utopa y un salto al vaco. Deba basarse en el psicoanlisis, unaetapa histrica necesaria que no se puede pasar ni por encima ni por debajo, sinopor dentro (p. 34-35). Esta era una crtica directa a sus camaradas psiquiatras, cuyointento por fundar una psicologa dialctica en la reflexologa careca de la insercincultural y de la tradicin acadmica que en occidente ostentaba el psicoanlisis. Encuanto a sus colegas franceses, reafirmaba su defensa de la psicologa concreta y ladramtica politzerianas, calificando la crtica de Fernandez-Zoila de empirismogrosero y resaltando sus propias coincidencias con las posiciones de Bquart yMuldworf. En definitiva, consideraba que las relaciones entre psicologa,psicoanlisis y dialctica materialista constituan un problema an abierto, quedeba encararse por distintos caminos.

    De ninguna manera la variedad y la divergencia son nocivas y peligrosas, nidentro de la ciencia ni dentro del marxismo, sino que ms an, sonimprescindibles dentro de ambos (p. 36-37). Ese mismo ao, un viaje a la Unin Sovitica lo llevara a presenciar la

    persecucin racial de la que eran vctima los judos. A su regreso, la publicacin deun artculo sobre el tema le permitira terminar de constatar que para el PCA lavariedad y la divergencia dentro del marxismo s eran nocivas y peligrosas. Trasun enconado debate, Bleger sera expulsado del partido (Ulloa, 1992; L. Bleger,

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    1992).[18] Comentarios finalesEn 1963 Bleger publicara Psicologa de la conducta, su obra consagratoria,

    donde plasmara el proyecto de una nueva psicologa que sus maestros (Politzer yPichon Rivire) apenas haban logrado esbozar. Este libro tendra un destino muydistinto del que, segn vimos, tuvo su libro anterior. Bleger ya no estaba sujeto a loscuestionamientos del PCA y era el profesor ms reconocido de la Carrera dePsicologa de la UBA al menos por los estudiantes a la que haba llegado en 1959.Durante varios lustros, Psicologa de la conducta se transformara en el texto cannicopara el estudio de las asignaturas tericas, y la obra de Bleger en referencia obligadapara muchos psiclogos egresados de las carreras argentinas y de otros pases deLatinoamrica. En ese trabajo, Bleger proporcionaba una sntesis eclctica en la queDaniel Lagache (y no Politzer) era su principal referencia. Por consiguiente, el objetode la psicologa era la conducta (y ya no el drama), segn el proyecto de unidadconcebido por el psiclogo y psicoanalista francs, que ya anteriormente haba sidoadoptado por Pichon Rivire. A travs de Lagache, el conductismo y elneoconductismo hacan su aparicin, pero contrapesados por la versin delcomportamiento elaborada por Janet y Piron.[19] Merleau-Ponty y el primerFoucault podan ser citados sin temor a represalias ideolgicas, al igual que decenasde autores de la ms diversa extraccin, como Skinner y Bergson, Sartre, Piaget yFromm. No obstante, hemos mostrado cmo, ya en su libro anterior, la obra dePolitzer y las enseanzas de Pichon Rivire bsicamente las referencias a MelanieKlein y Kurt Lewin haban dado a Bleger un bagaje conceptual que funcionaracomo subsuelo terico para su obra posterior. La conducta de 1963 tendra muchodel drama de 1958. Sera la conducta de un hombre concreto, mucho mspermeada por las ideas del marxismo y la fenomenologa existencial que lo queLagache hubiera deseado. El psicoanlisis y la dialctica materialista seguiransiendo la matriz del pensamiento blegeriano, moldeando su concepciones sobre lateora, la prctica y la epistemologa psicolgicas.

    En 1958, al escribir Psicoanlisis y dialctica materialista, nuestro autor se habaapropiado por adelantado de un campo que lograra conquistar aos ms tarde, nosin antes tener que pagar el precio de su osada a travs de varias disputas con suscolegas y camaradas. El anlisis de esa obra permite empezar a dar cuenta del virajeque se produjo en nuestro pas entre 1957 y mediados de los 60, perodo durante elcual el psicoanlisis adquiri el lugar de privilegio que, hasta hoy en da detenta enamplias franjas del mbito acadmico universitario de la Argentina. En los debatesque hemos comentado, el psicoanlisis, la fenomenologa existencial y lareflexologa ya se perfilaban como las tres corrientes tericas que dominaran elespectro de la psicologa argentina en los aos 60. La historia individual y lasexualidad infantil, la experiencia vivida y el reflejo condicionado se constituan enclaves interpretativas que no necesariamente se excluan entre s. Sin embargo, elcomponente ideolgico apareca como un organizador metaterico privilegiado, quedaba un valor agregado a determinadas concepciones por sobre las dems yreclamaba, para algunos (como Pichon y Bleger), aportes de la antropologa culturaly la psiquiatra social norteamericanas o, para otros, la adopcin de la reflexologapavloviana. Bleger, que haba ledo a Lenin en francs, tampoco poda ocultar suafinidad y su cercana con la intelectualidad parisina, protagonizando una disputaentre un comunismo pro-ruso esclerosado, que se resista a desprenderse de sulastre stalinista y un marxismo renovado a la francesa, que se apresuraba en abrazarla razn dialctica de Sartre y no se esforzaba en disimular sus coqueteos con elexistencialismo. En medio de todos estos avatares, construa una versin de la

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    psicologa que, segn lo que pareca ser en Francia y Estados Unidos el espritu delos tiempos, deba basarse en el psicoanlisis pero no poda conformarse con l siquera tener algn impacto en el plano social. De todos modos, cabe preguntarsequ quedaba del psicoanlisis freudiano en esa psicologa de base psicoanalticaque tan rpidamente se impondra en nuestro medio, dejando de lado elinconsciente y la teora pulsional. Tampoco pareca quedar demasiado delkleinismo, al concebirse las fantasas, en clave vincular, como interiorizaciones derelaciones sociales la Mead o la Lewin. Lo cierto es que ya en 1958 Bleger seposicionaba como psiclogo y se diriga a los futuros psiclogos. Podra habersecontentado con permanecer en el campo de la psiquiatra y desde all pensar en unanueva psicoterapia, como sus colegas franceses. Sin embargo, decidi proponer unanueva psicologa en la que la teora y la prctica se articularan de tal manera quepoco tuvieran que ver con el campo mdico. Aos ms tarde, en Psicohigiene ypsicologa institucional (1965), establecera los principios de un proyecto profesionalpara los psiclogos, segn el cual la juventud (que ya en 1958 haba descripto comoms atrada por el psicoanlisis que por ninguna otra corriente psicolgica) slodeba utilizar el psicoanlisis operativo al servicio de una prctica comunitariainspirada en la higiene mental, y no ejercitarlo de manera individual en la clnicaprivada. Completara de esta manera una tarea que, siete aos antes, haba definidoen trminos dialcticos como de una estrecha vinculacin de la teora con la prctica.Marcos Victoria, su antecesor en Introduccin a la Psicologa y primer director de lacarrera, era un frreo defensor de las incumbencias profesionales de los mdicos enel campo de la psicoterapia, y conceba un rol profesional para el psiclogoabsolutamente dependiente del del mdico. En esas circunstancias, en que las ideasde Victoria eran compartidas por no pocos profesores y autoridades de las nuevascarreras, no resulta difcil comprender por qu el discurso blegeriano fuerpidamente incorporado por los estudiantes. Implicaba a la vez una delimitacinde la disciplina y la posibilidad de adquirir una identidad profesional nosubordinada.

    En 1963 Jorge Thnon completara su Psicologa dialctica, al tiempo que Blegerpublicaba su Psicologa de la conducta y Lrtora su Refundamentacin de la psiquiatra.Los tres libros implicaban sntesis tericas que definan lneas cuyo xito sera muydispar: Thnon nunca entr en las carreras de psicologa y tendra cada vez menorinfluencia dentro de la psiquiatra. Lrtora debi irse de la Carrera de Psicologa deLa Plata ante el rechazo de los estudiantes, terminando su carrera profesional en elhospital neuropsiquitrico de Melchor Romero y su carrera acadmica en laFacultad de Ciencias Mdicas. Bleger, por su parte, se erigi en referencia obligadapara ms de una generacin de psiclogos. Tres aos despus, en 1966, JosItzigsohn, que haba tenido un rol menor en la reprimenda ideolgica del 59,sera director de la Carrera de Psicologa y se permitira prologar elogiosamente ellibro que contena la traduccin de los debates del grupo de La Raison, en los queBquart y Muldworf ensalzaban al mismo Bleger que l haba criticado (Itzigsohn,1966). Respetando la tradicional dcada de demora, as como la Francia del 56 nohaba sido la misma que la del 49, la Argentina del 66 ya no sera la misma que ladel 59.

    REFERENCIAS

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    [1] Este cambio en el psicoanlisis implica explicar la sexualidad por la vida y no la vida por el sexo, segn unanota al pie en la pgina 49.[2] Salvo su amigo Fernando Ulloa (1959), que le dedic una resea elogiosa en las pginas de ActaNeuropsiquitrica, el resto de la comunidad psicoanaltica no se molest en comentar el libro de Bleger.[3] No obstante, aos despus, dira que el Politzer de 1928-1929 ya era marxista, mientras que en 1939 habadevenido stalinista (Bleger, 1966).[4] Citado (y traducido) por Bleger (1958) 39-40.[5] La italizacin es de Bleger.[6] En ese libro, que haca las veces de manual (destinado en principio a cubrir las necesidades surgidas de laenseanza en la ctedra de Introduccin a la Psicologa, en la carrera de psicologa de la UBA), retomaba elprograma planteado en 1958. En particular, se afianzaba all la referencia a Daniel Lagache y a su bsqueda de launidad de la psicologa, postulando (a diferencia de Politzer) a la conducta como objeto, pero manteniendo noobstante su epistemologa realista. Vase Vezzetti (1998).